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Dos psicólogos cuyos nombres –cada uno por su lado y también juntos-
forman parte ya de la historia de esta profesión en Chile. El detalle de su
desarrollo profesional no cabría en estas páginas. Ellos han sido y siguen
siendo verdaderos pioneros en un campo que hace algunas décadas apenas se
intuía: la psicología humanista y transpersonal.
Muy conocido por sus certeros “despotriques” desde sus columnas de Uno
Mismo y desde cualquier espacio en que tenga tribuna (como las cartas de los
lectores en diarios y revistas) contra la sociedad de consumo en que vivimos y
ante mil y una situaciones de injusticia e inconsciencia, Alejandro ha escrito
libros, ha traído maestros espirituales a Chile y ha participado en numerosas
actividades relacionadas con la expansión de la conciencia en nuestro país,
además de escribir una columna mensual en Uno Mismo. También hace clases
en una Universidad.
-Alice: Tal cual, así pasó. Muy desde el inicio hubo algo que estaba más allá de
cómo actuásemos. Cómo actuábamos era una cosa y lo que sentíamos era otra;
suena disociado, lo sé, pero es lo que provoca el miedo a la intimidad, un miedo
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que los dos teníamos. Una vez que fuimos madurando en esta relación y dando
más espacio a la aceptación que siempre hemos sentido, el enamorarse ha sido
un continuo, que mientras más maduramos va siendo cada vez más grato.
Creo que el lenguaje que hoy en día puede hacer más eco y llegar más directo,
para comenzar a descubrir y más adelante vivenciar valores intemporales, se
encuentra en los hallazgos de la física cuántica y la neurociencia que transmite
un Joe Dispenza, por ejemplo. Un intercambio e integración de la espiritualidad
y la ciencia que el mismo Dalai Lama está propiciando. Allí la psicología
transpersonal tiene mucho por hacer.
Alice: Yo difundo muy poco y no siento haber sido pionera tampoco en nada.
Pero sí he buscado que exista un lenguaje lo más sencillo posible y que la
espiritualidad no se transforme sólo en un voladero de luces, sino que las
personas que asisten a terapia y los cursos sientan que pueden encontrar un
lugar donde vivir su cotidianidad de manera más auténtica y aceptadora de
ellos mismos y de los demás. Y en eso hemos intentado ser congruentes.
Desenmarañar el ego
-Alejandro: No estoy muy de acuerdo con esa definición. Creo que más bien el
asunto apunta a la segunda parte: “el cambio propiciado por dichos estados en
la conciencia ordinaria”. Para mí, el propósito de esta psicología es transformar
la forma en que vivimos: vivir de manera más consciente, amorosa, respetuosa,
sensible… con nosotros mismos, con los demás, con el entorno. Si sólo
comenzáramos a vivir más sensiblemente con el entorno, quizás salvaríamos
este hermoso planeta. Es la forma como vivimos la que nos tiene así como
estamos.
Por supuesto, los estados no ordinarios son estados en que nos sumergimos en
alguna ocasión y que nos indican hacia dónde ir. En ese sentido, son
tremendamente importantes, pero no diría que ése es el objeto de esta
psicología, porque para mí son eventos ocasionales, y lo que importa es lo que
hacemos con eso en el día a día.
Alejandro: La verdad es que, como dije antes, estamos muy, muy dormidos y
muy distraídos por los temas cotidianos: la supervivencia, los hijos, los
horarios, el qué dirán, las exigencias de los demás, el consumismo…
Lamentablemente, muchas veces necesitamos un remezón en verdad profundo
para empezar a hacernos preguntas más radicales. Necesitamos una
enfermedad catastrófica, una debacle económica, la muerte de un cercano, una
crisis de marca mayor. En teoría, esto no es necesario, pero por lo general
parece serlo… Hay muy, muy pocas personas que tienen inquietudes realmente
profundas y persistentes desde que son niños.
- Alice: El ego no puede ser nuestro peor enemigo, aún cuando sé que hay
maestros espirituales que lo apuntan como el enemigo. El ego o la identificación
a un yo es un punto de partida para el trabajo interno. Si no hay ego con el que
partir, no hay trabajo interno.
-Alejandro: Eso último lo hallo súper importante… Y lo otro: hay tanta basura
new age circulando que lo que creo que es exigible para un terapeuta de esta
corriente es hablar desde su propia experiencia directa, no desde cosas que
repite sin conocerlas realmente. Es preferible decir “no sé” que guiarse por un
dogma o repetir como loro. Si no tienes ninguna experiencia respecto a las vidas
pasadas, por ejemplo, no puedes asegurar que existen: lo mismo con los
chakras, el aura, los maestros ascendidos y todos esos conceptos aparentemente
hermosos que circulan. Y no digo que no existan; lo que digo es que no tienen
ninguna validez mientras no los experimentemos. Creer o no creer en Dios –que
es algo que, por ejemplo, inquieta mucho a los norteamericanos-, es totalmente
superfluo. Una creencia es equivalente a NADA. Estamos llenos de ellas y lo
único que aportan es contaminación mental: nos alejan de la verdad. Y no hay
que olvidar que la mente nos puede hacer creer cualquier cosa…
Mis papás, mis hermanos y toda mi familia, que aún alimentan el sentido del
humor y me ayudaron a no tomarme tan en serio. Mi hija, Mariana, y
Alejandro, que me han enseñado a ver que la vida también es un juego. Y en
especial, Alejandro, que es un maestro a la hora de confiar en que se puede.
Hay muchos otros, porque la vida ha sido muy generosa en este ámbito: Ana
María Noé fue de las primeras figuras que me mostró integridad, profundidad
y totalidad, y fue mi contacto más directo con el Instituto Arica, donde me
removieron todo por 5 años; Adriana de Malloco fue un importante apoyo en el
camino a lo trascendente en los 80, y también Tom Heckel, quien me enseñó la
importancia de la intención y me guió en la caminata sobre brasas, e Iván
Taborga, quien por casi dos décadas ha sido mi homeópata de cuerpo y
espíritu. Y hay otros, pero sería muy largo…
-Alice: Gran parte de los sueños se me han ido cumpliendo, sólo espero tener
más entusiasmo, capacidad y años para agradecer y devolver todo lo que se me
ha dado en la vida. Y el único sueño, que me viene ahora, si Dios quiere, es
poder ver a nuestra hija, sana y disfrutando su adultez.
-Alejandro: Hay días en que todo se ve tan perfecto y me siento tan agradecido
que es casi un abuso pedir más, y de verdad no tendría ningún derecho a
quejarme si me fuera hoy mismo. Por supuesto, estoy bastante apegado a la
vida que llevo, que en muchos aspectos es idílica, así que lo más que quisiera es
prolongarla hasta donde se me conceda.