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El enamoramiento según Frijida

Frijda (1988) describe el proceso por el cual puede uno llegar a enamorarse.
“Una persona puede enamorarse fácilmente por una serie de razones:
siente soledad, necesidad sexual, insatisfacción o necesidad de cambios,
entonces un objeto, despierta su interés, por una serie de razones, a su vez,
tales como su novedad, su atractivo o su mera proximidad. Dele entonces a
esa persona un momento prometedor, una breve respuesta del objeto que
sugiera interés (puede ser una confidencia o una simple mirada, como la
que una jovencita puede creer que recibe de un artista de éxito). Dele un
breve lapso de tiempo (entre media hora o medio día, indican los
autoinformes) para que pueda generar fantasías. Después de esta
secuencia no hace falta más que una mera confirmación, real o imaginada,
para precipitar el enamoramiento.” (Frijda, 1988)

El mismo autor menciona el problema que surge cuando la única base de la


pareja es el enamoramiento, una emoción. “La ley de la habituación: el
placer continuado se desvanece,... el amor mismo pierde gradualmente su
magia”. Esta ley condena a la pareja constituida por amor al más horrendo
de los fracasos y justifica el destino de un gran número de parejas basadas
exclusivamente en el enamoramiento. La emoción se extingue y la pareja se
disolverá. Aunque este destino no se cumple indefectiblemente, para
mantener el enamoramiento, basta con tener presente frecuentemente que
ocurriría si no se tuviese esa pareja para que la emoción del amor se
mantenga y se renueve (Frijda, 1988).

Que las parejas se formen basándose exclusivamente en una emoción


sobre la que actúa la ley de la habituación puede ser una de las razones de
los crecientes fracasos matrimoniales que indican las estadísticas. Cuando
el enamoramiento se va desvaneciendo, la relación no desaparece o
fracasa necesariamente. El enamoramiento como emoción puede ser
entendido como una preparación para actuar (Frijda, 1986, 1989), desde
este punto de vista nos dispone para hacer feliz a la otra persona, no tanto
en una relación equilibrada, como altruista en el sentido de dar al otro por lo
que es, sin esperar mucho a cambio, Para ello nos induce algunas
distorsiones cognitivas, como por ejemplo la que nos lleva a ver al otro
como una persona perfecta y a ignorar los defectos que tiene o la que nos
hace sentir importantes (Moya, 1997). Si el enamoramiento nos lleva a
actuar se realizan acciones para hacer feliz al otro, nos abrimos y
comunicamos con él y establecemos una serie de lazos que dan como
resultado un intercambio de conductas reforzantes que hace que la relación
se mantenga armoniosamente de forma indefinida. No se trata de que
existan intercambios equitativos y equilibrados, el modelo de igualdad en el
intercambio se ha mostrado falso (Gottman, 1998), basta que en la
evaluación subjetiva de cada uno se valoren como más importantes o más
frecuentes las interacciones positivas que las negativas (Gottman, 1998).

Intimidad y validación

“Un matrimonio genial no ocurre cuando la “pareja perfecta” se une. Ocurre cuando
una pareja imperfecta aprende a disfrutar de sus diferencias”.
-Dave Meurer-

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