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Aborto y dilema ético

En esta vida azarosa, su inestabilidad nos llena de temor. El hombre nace, y él mismo tiene la
certidumbre de morir. Le viene la angustia, el pensamiento permanente de su finitud. Le llegan
también los dolores, el sufrimiento, la pérdida. Le llega la muerte.

El ser humano ha elaborado ideas para reparar en esas contingencias. A decir de Joan-Carles
Mélich, se valió del mito, la metafísica y de la tecnología. El mito apuesta por lo trascendente, la
tecnología por lo inmanente. La metafísica visita esos dos planos. Pero estas tres dimensiones
olvidan en el ser humano su finitud, la posibilidad de que su vida sea terminada.

Por ello, propone la ética. Pero esta no es una ética sistematizada, hecha de planes. No hay que
confundir a la ética con la moral, la cual es un modo de convivencia que es avalada por la sociedad
en la que rige. La ética, más bien, es la zona gris de la moral. Anteriormente, Mélich habla de los
acontecimientos como momentos que son una ruptura, un quiebre con una planificación o lectura
de la vida del ser humano. Un acontecimiento es cuando, en ese pasaje de Los Miserables, Jean
Valjean recibe de obsequio los candelabros del monseñor Bienvenu ante la atónita mirada de la
fuerza del orden, dispuesta a apresar a Valjean. Esto supone un giro trascendental en la vida de
Valjean, poderosa eficacia de esta lección/piedad de Bienvenu. Es así que Mélich entiende a la
ética como “una relación en la que el otro, que siempre es otro singular, irrumpe en mi tiempo
desde su radical alterlidad”. Asimismo, “la ética se configura como una praxis de dominio de la
contingencia, del sufrimiento, de la beligerancia, del mal”. Es la ética de la compasión, la que
responde al dolor del otro.

Como se aprecia, se ve a la ética como un aspecto que permite sobrellevar el dolor. Si bien se
actúa éticamente para responder a una situación de sufrimiento del otro, se entiende este
sufrimiento como un momento en que nuestros marcos referenciales son quebrados y debemos
tomar decisiones, las cuales deben apuntar a la existencia del dolor del otro. Si no se dice que hay
que actuar correcta o positivamente, es porque al ser nueva la situación nuestras respuestas no
tienen un asidero anterior para su acción. He ahí que por ello se considere dilema ético.

Ahora bien, el autor se refiere a acciones que evidencien una manifestación de sufrimiento del
otro. Aprovechando que es un dilema, podemos traer a colación el texto de Carol Gilligan, La
moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino, en el cual señala cómo las mujeres
desarrollan sus percepciones sobre la decisión de abortar en razón de los contextos y los
lenguajes.

Gilligan comenta que existe una reticencia de las mujeres a tomar postura en situaciones
controversiales. Esto puede ser explicado por su sentido de vulnerabilidad mantenido por años –y
de un sistema que lo permite- o poca actitud para hacerse responsable de sus decisiones. Gilligan
indica que en contextos de elección los hombres pueden establecer dudas sobre la moral, pero en
el caso de las mujeres, estas dudan en enunciarse.
Estos dilemas resultan más llamativos en los casos de los abortos, donde supuestamente la voz de
la sociedad ha desaparecido y en donde las mujeres, no obstante, más dilemas deben resolver. Así
la autora analiza una serie de entrevistas de mujeres en el periodo de gestación y post gestación
en las cuales se busca comprender sus diferentes situaciones.

Lo que va quedando claro de estas entrevistas es que hay mujeres que en algunos momentos
deciden abortar o no abortar en base a decisiones más egoístas. Luego hay mujeres que evalúan
estas opciones, pero a través de la mirada que tienen de su hijo; es decir, sus ópticas son más de
responsabilidad o de cuidado para con Otros. En un tercer plano, hay un desarrollo del lenguaje y
visión de la mujer en la que se replantea sus conceptos, por ejemplo del Yo, y se entiende que
empezar a pensar en sí misma a la hora de tener o no tener un bebé no es egoísmo en sí, sino algo
justo: finamente, uno mismo es con lo que, en algunas instancias relevantes, únicamente cuenta
(nos referimos a la vida).

Así las cosas, se problematiza la situación ética pues no podemos afirmar que el ser humano que
está en proceso de nacer tiene vida “humana” o no (hay toda una discusión al respecto), ni que
abortar es un hecho malo o no (puede haber violación o la situación de la gestante es tan precaria
que, en realidad, la posibilidad de que nazca el hijo hace peligrar la vida de ambos), ni que se
elimina el sufrimiento pues la decisión de no abortar puede significar una violencia de la mujer
para consigo misma –siendo el autosacrificio un tipo de violencia-. En todos los casos hay
decisiones difíciles. Y si hablamos de contingencias, una visión esperanzada del asunto podría
decirnos: ¿Y si el contexto cambia (para bien)?

En ese caso, podría decirse que la voluntad puede cambiar ese destino, como también que lleguen
manos amigas –lo que pondría en lugar de Otro a la madre y a su hijo-. Asimismo, podría decirse
que la ética de la compasión es insatisfactoria en el sentido de que se queda corta en cuanto al
sufrimiento del Otro si es que no realiza los arreglos necesarios para lograr cambios en las
estructuras objetivas que impulsan los otros sufrimientos. Es como dice Paulo Freire: “Decir que
los hombres son personas, y como personas son libres y no hacer nada para lograr concretamente
que esta afirmación sea objetiva, es una farsa”. En cuanto al tema: si respondemos al sufrimiento,
¿por qué no intentar resolver las causas de estos sufrimientos?

01-10-15

(*) MELICH, Joan-Carles (2010). Ética de la compasión. Herder, Barcelona. (pp. 13-49 y 222-
252).

(*) GILLIGAN, Carol. (1994) La moral y la teoría. Psicología del desarrollo femenino. Fondo de
Cultura Económica, México. (Cap. III. Los conceptos del yo y de la moral, p. 112-175).

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