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REPUBLICA BOLIVARIANA DE VENEZUELA

MINISTERIO DEL PODER POPULAR PARA RELACIONES INTERIORES, JUSTICIA Y PAZ

UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DE LA SEGURIDAD

TUCUPITA ESTADO DELTA AMACURO

PROFESOR(A): INTEGRANTES

JOS MARCANO SARMIENTO MANCILLA DARWIN V-26.071.878

DAYAR LUCES JOSE V-21.082.195

GAMERO MORENO JEAN V-24.118.081

HURTADO OSMAR ANTONIO V-22.870.438

HERNANDEZ ALMEIDA MAIKEL V-25.930.941

TUCUPITA, JULIO DEL 2018


INDICE PAG.

INTRODUCCIÓN…………………………………………………………………………………03

RESEÑA HISTORICA DE LA SEGURIDAD…………………………………........................04

INSTITUCIONES REPRESIVAS………………………………………………………………06

ANTECEDENTES DE LA SEGURIDAD CIUDADANA……………………………………….09

CONCLUSIÓN………………………………………………………………………………….…20

BIBLIOGRAFIA……………………………………………………………………………………21

ANEXOS………………………………………………………………………………………...…22

INTRODUCCIÓN
La Seguridad en estos últimos años ha cobrado vital importancia en las Políticas de Estado,
pues se está viendo afectada uno de las principales derechos del hombre "el derecho de
vivir en paz" en condiciones adecuadas para su desarrollo. Pero quizá la problemática
específica en este tema de Seguridad Ciudadana esta en lo urbano más que en lo rural,
vinculado principalmente con el aumento de la delincuencia, alarmantes cifras de
homicidios, robos, afectando el normal desarrollo del Capital Humano.

Desde hace más de una década el concepto de la seguridad ciudadana domina el debate
sobre la lucha contra la violencia y la delincuencia en América Latina. La expresión está
conectada con un enfoque preventivo y, hasta cierto grado, liberal a los problemas de
violencia y delincuencia. El término pone énfasis en la protección de los ciudadanos y
contrasta con el concepto de la seguridad nacional que dominaba el discurso público en
décadas pasadas y que enfocaba más en la protección y la defensa del Estado.

Existen múltiples conceptos y nociones del término "seguridad ciudadana" y su contenido


concreto puede variar considerablemente dependiendo del actor o autor quien lo utilice.
Por ejemplo, no hay un consenso si la seguridad ciudadana se refiere también a riesgos o
amenazas de tipo no intencional (accidentes de tránsito, desastres naturales) o de tipo
económico y social. Un punto en que sí concuerdan la gran mayoría de autores es que el
término referencia a dos niveles de la realidad.

RESEÑA HISTORICA DE LA SEGURIDAD


En Europa, durante la Edad Media, prevalecía el sistema feudal y existía una fuerte
asociación entre el Imperio y la Iglesia. La vida académica e intelectual se encontraba en los
monasterios. En ese contexto, durante la Baja Edad Media (S.XIII), nace uno de los sistemas
más significativos en la historia del castigo y la pena: el proceso inquisitorio, practicado por
un tribunal integrado por sacerdotes juristas para investigar la mala conducta de los
clérigos (entendida como cualquier conducta apartada de la ortodoxia). Al pasar del tiempo
se fue expandiendo geográficamente y fortaleciendo sus instituciones Para investigar,
perseguir y castigar cualquier tipo de herejía (por ejemplo, oponerse a la idea del pecado,
cuestionar las estructuras de poder, promover la igualdad de bienes, practicar la libertad
sexual, etc.).

El proceso tenía como objetivo principal de actuación la persecución y represión de la


brujería y estaba caracterizado por actuaciones secretas, escritas, en las que se decretaba la
prisión preventiva del imputado, es decir, de quien se encontrara en situación de pecado, a
quien muchas veces se le secuestraban sus bienes y se torturaba para descubrir la verdad.
La tortura aparece minuciosamente indicada para obtener la confesión o para lograr la
delación de supuestos cómplices. La investigación se iniciaba de oficio o por denuncias
anónimas. Frecuentemente, se buscaba engañar al acusado con falsas promesas y pruebas
inexistentes. Si la acusada o acusado no confesaba, se interpretaba que era efectivamente
culpable pues sólo el diablo podía ayudar a resistir la presión de la tortura. La pena final era
morir en la hoguera.

Las ventajas políticas de este sistema eran muchas: permitía reprimir la disidencia política y
religiosa, mantener el orden, lograr la unidad de la Iglesia, además de procurar beneficios
económicos al poder político religioso. En este tipo de procedimientos fue emblemática la
“cacería de brujas”, en la que el inquisidor tenía amplios poderes para arrancar la verdad en
los peores delitos (pecados) mediante la tortura.

La brujería se consideraba uno de los peores y más gravísimos pecados, contagioso e


imitable, pues según los discursos que justificaban su castigo, la brujería se fundamentaba
en un pacto con el diablo. La magia era efectuada con el auxilio del diablo para causar a
los hombres muchos y horribles daños. En general, se consideraba la negación de la fe
cristiana como una grave amenaza contra la humanidad que había que extinguir y, para
ello, todo método para combatirla era permitido. Si no se atacaba, la humanidad correría el
riesgo de desaparecer, y esta grave situación generaba una emergencia basada en el
miedo que justificaba cualquier intervención por parte del poder, bajo la creencia de que el
enemigo no merece trato de persona. Justamente, una de las características del discurso de
emergencia es la magnificación de la gravedad de la amenaza.

Se decía que quien dudara del poder de las brujas, también era un hereje. Por eso, el
mismo defensor evitaba hacer una defensa demasiado calurosa para no provocar la
sospecha de pertenecer él mismo al gremio brujo. Sin duda, era una herramienta útil para
evitar cualquier intento de deslegitimar esos métodos y eliminar la disidencia.

Lo imposible y lo irreal, como el pacto diabólico, los amores con el diablo y los viajes de
brujas sólo podían adquirir apariencia de verdad gracias a la confesión de los supuestos
culpables. Semejante confesión de culpa tan sólo podía arrancarse a discreción mediante
las torturas; sólo en rarísimos casos era el inculpado suficientemente fuerte para resistirlas.
Cabalmente esto se interpretaba en su mayor perjuicio; como empecinamiento por la
ayuda del diablo, provocando esta conducta torturas repetidas y más crueles, para
quebrantar y vencer la resistencia del diablo que vivía en la bruja. Pues en los procesos de
brujas quedaban derogados los principios relativos a la intensidad y repetición de la tortura,
porque la brujería era mirada como un delito de excepción (delitum exceptum) en el cual
para la prueba de culpabilidad todo medio era lícito. Una fórmula de los procesos de brujas
decía: Serás torturada hasta que estés tan delgada que a través de ti se vea el sol (Radbruch
y Gwinner 1955).

Entre las principales críticas realizadas a este tipo de sistema, se decía que el poder
perseguir y castigar a las brujas era utilizado para otros fines que no se revelan, que se
mostraba indiferencia frente al dolor ajeno, que era el poder religioso el que decidía
quiénes eran consideradas o considerados una amenaza y que una vez capturada la
amenaza, se abrían espacios policiales de arbitrariedad y corrupción en los que
participaban los príncipes (poder político) a través de la confiscación de los bienes. También
se critica el intuicionismo policial, según el cual, los inquisidores aseguraban la culpabilidad
de las brujas mediante argumentos intuitivos o subjetivos (equivalente a lo que llaman
algunos “olfato policial”), que valía como prueba de cargo.

INSTITUCIONES REPRESIVAS
Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (hasta 1958) hubo fuertes restricciones de las
libertades y garantías civiles y políticas, y en momentos de crisis políticas y sociales el
aparato policial asumió un rol protagónico en el mantenimiento del orden público,
funcionando abiertamente como el arma principal del poder político del Estado y soporte
en el cual descansaba el régimen dictatorial, cediendo al proceso de politización,
participando activamente en el funcionamiento del sistema político como una “fuente de
información objetiva del poder”. La violencia institucional se impuso ante la necesidad de
cumplir con el principal atributo del aparato policial, el cual era el mantenimiento del orden
público (político), fortaleciéndose un modelo policial autoritario en el que los intereses
sociales quedaban subordinados a los políticos. Hasta el final del período, se desplegó una
brutal represión, particularmente contra la clase obrera y los partidos disidentes.

El fin de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, no supuso el final de la represiva y


violenta historia política venezolana. Venezuela, a diferencia de otros países
latinoamericanos, escapa al autoritarismo burocrático característico de los regímenes
militares de la década de los sesenta y setenta, pero la ideología del control y la represión
se mantendría, sólo que vestida de civil.

A partir de los años sesenta penetra definitivamente en Venezuela –así como en otros
países latinoamericanos- la Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN), que definía los
problemas de subsistencia y mantenimiento de la soberanía que se presentan en todo
Estado nacional (García Méndez 1987). A través de esta Doctrina, los cuerpos militares y
policiales venezolanos adquirieron conceptos y herramientas ideológicas y operativas para
actuar contra los disidentes políticos, considerados enemigos internos. Esta nueva
concepción de seguridad surgida a partir de la Segunda Guerra Mundial “introduce
cambios sustanciales en las referencias teóricas de los planificadores de las políticas de
seguridad de los países del continente latinoamericano” (Manrique 1996:41). El impacto que
tuvo en Venezuela se siente con fuerza durante los primeros años de esta década, como
consecuencia de la “recepción de ideas de origen principalmente argentino y brasileño,
transmitidas a través del Colegio Interamericano de Defensa de Washington y que van a
influir decisivamente sobre la doctrina y metodología de planificación de la Seguridad y
Defensa que se van a difundir en el país” (Rey 1998:168).
Desde entonces, el aparato represivo del Estado adquirió conceptos y herramientas, tanto
ideológicas como operativas, para actuar contra los disidentes políticos. Para Bergalli 1983,
en todo el continente, la política criminal que emerge de la DSN es una política del miedo,
del terror de Estado.

El politólogo Miguel Manrique distingue, dentro del esquema de la seguridad nacional, lo


que será la distribución de funciones entre los Estados dependiendo del poder de cada uno
de ellos- para asumir la responsabilidad de resguardar la seguridad nacional. En este
sentido, señala que “El Estado eje del hemisferio tiene la responsabilidad de la seguridad
exterior del conjunto del sistema; en cambio, los Estados con menos poder se encargan,
básicamente, de garantizar su seguridad interna; la cual podría verse amenazada por los
efectos de la “Estrategia Indirecta del contrario” (1996:23). En este sentido y para los Estados
menores en poderío, por decirlo de alguna manera, la inseguridad nacional se traduciría en
la amenaza interior a la estabilidad política de esos Estados.

Entonces, apoyados en la DSN y amparados en la suspensión de las garantías, actuaron los


cuerpos de seguridad del Estado en la procura del mantenimiento del orden interno y
como respuesta a las protestas populares (muchas de ellas a raíz de la misma suspensión
de garantías constitucionales). Las políticas gubernamentales se centraron en la búsqueda
de la estabilidad democrática y en el combate contra el comunismo.

Mientras una nueva Constitución es promulgada en 1961 –caracterizada por el equilibrio de


los poderes del Estado, por consagrar los más avanzados derechos fundamentales y por
establecer la armonía entre los derechos de los ciudadanos y las necesidades sociales- se
desempolva y renueva el viejo aparato de represión política (el mismo del que fueran
víctimas durante la dictadura los integrantes del partido de gobierno), sólo que con otro
nombre y bajo otra autoridad.

El gobierno de Betancourt se ve gravemente afectado por la lucha de los distintos


movimientos sociales y repetidas rebeliones militares que ocupan la atención del gobierno,
trayendo como consecuencia la periódica suspensión de las recién estrenadas garantías
constitucionales. Los nuevos cuerpos de seguridad del Estado actuaron apoyados en la
DSN y amparados en la suspensión de las garantías, en la procura del orden público y
como respuesta a las protestas populares (muchas de ellas a raíz de la misma suspensión).
Las políticas gubernamentales se centraron en la búsqueda de la estabilidad del recién
instaurado régimen democrático.

La DSN le otorgaba a la seguridad interna un valor supremo, en el que el objetivo de


guerra era el “enemigo” (disidente), al cual había que neutralizar y reducir. En los
momentos de crisis política descritos, el nuevo gobierno democrático fue capaz de violar
los mecanismos jurídicos e incluso ideológicos que ellos mismos habían creado para
asegurarse la adhesión popular, utilizando contra la sociedad los instrumentos de coerción
y violencia propios de los regímenes autoritarios.

Según Maza Zavala y Malavé, durante el gobierno de Betancourt se negó la audiencia a


planteamientos de verdaderas reformas, se clausuró el espacio político de la izquierda
revolucionaria y se quebrantaron los términos de la “represión tolerable” (1980:20-21). En
este sentido, y ante las constantes manifestaciones de malestar social y de protestas
colectivas, el gobierno democrático revive la represión sistemática sobre los partidos
disidentes y declara la censura política, ilegalizando algunos partidos de izquierda. Al
rechazo político de gobierno siguió la declaración abierta de la lucha armada comunista.

Mientras los partidos de izquierda eran censurados, los grupos gubernamentales de


presión política continuaron actuando y la acción política violenta contrarrevolucionaria se
fortaleció. Gobierno y oposición utilizaron la violencia como medio de comunicación,
estableciéndose, de esta manera, un círculo vicioso y destructivo que, al menos para el
Estado y algunos centros de poder, puede resultar funcional, por cuanto puede justificar la
reacción, la emergencia y la represión. En este contexto la violencia, como reacción al
conflicto, fue la opción elegida por el gobierno para “calmar los ánimos”, y mientras se
exaltaban los atributos del Ejército como “garante de la integridad territorial de la Nación,
protector de la Constitución, de las leyes y de los gobiernos del pueblo”, éstos -junto al
renovado aparato de violencia- respondieron respaldando las políticas represivas del
gobierno.
Consecuentemente, las medidas gubernamentales en materia de seguridad se tradujeron
en mayores dotaciones para las Fuerzas Armadas Nacionales, en el llamamiento a las filas
de nuevos contingentes para asegurar el orden público y en la intensificación de la lucha
antiguerrillas (Velásquez y otros 1980).
A pesar de los intentos de racionalizar la violencia estatal -justificada por algunos por la
amenaza permanente al sistema democrático y al sistema económico capitalista- el fracaso
de la legalidad y de las instituciones democráticas en general se puso en evidencia a través
del terrorismo de Estado, la utilización masiva de los recursos de fuerza y la impunidad.

Durante los gobiernos siguientes, la figura del Estado interventor se intensificó y fortaleció,
los innovadores programas económicos se caracterizaron por el olvido y ,en cuanto al
papel del Estado con respecto a la seguridad nacional, habiendo disminuido
considerablemente la existencia de focos guerrilleros y aumentado la participación de los
partidos políticos en el fortalecimiento de la democracia, las fuerzas represivas del Estado
se abocaron a la búsqueda de un nuevo enemigo interno, ya no político. En este estado de
cosas, la violencia institucional toma nuevos tintes, ahora menos políticos, pero mucho más
generalizada.

ANTECEDENTES DE LA SEGURIDAD CIUDADANA

Fue el 10 de Marzo de 1810 cuando la Junta Suprema de Caracas recomienda crear un


cuerpo armado para la salva y custodia del Congreso, configurándose el mismo el 9 de
Marzo de 1811, al crearse una Compañía denominada Guardia Nacional. En Julio de ese
mismo año se le atribuye, además, un Servicio Rural para proteger a los propietarios de
tierras y evitar robos y crímenes.

En Venezuela la Policía Rural es centenaria y fue concebida como un cuerpo armado, con
base en un esquema militar cuyas funciones estaban orientadas para operar con represión.
Luego de la independencia y bajo el amparo de la Constitución de 1811, se buscaba
establecer el orden y que los habitantes adquirieran conciencia ciudadana y se
reconocieran en la nueva República.

En su génesis, los primeros cuerpos policiales se desempeñaron a pie. Más tarde, se dotó
de caballos y se uniformó con mudrines alemanes, una especie de traje con capa que se
complementó con sombrero y espada, “para que haga respetar su carácter”, indica el
decreto de ley.
Sus atribuciones fueron aprehender a los infractores, recolectar impuestos, señalar a los
sospechosos de rebeldía, cuidar mercados, alumbrar y empedrar calles. Con motivo de la
desaparición de la Primera República, la Guardia Nacional es olvidada por carencia de
recursos. En 1820 vuelve a resurgir en el panorama Independentista con el triunfo de las
Armas en Carabobo.

En 1839, desaparece esta primera Guardia Nacional. La institución resurge nuevamente bajo
al mandato del General José Antonio Páez en el año 1841, denominándose La Guardia
Nacional de Policía cuya función era la seguridad y el orden, especialmente del medio rural,
además la misma tenía unas funciones adicionales como evitar crímenes, la protección de la
vida de las personas y de sus bienes y la vigilancia y custodia de los presos. Debido a la
carencia de recursos económicos para su mantenimiento, ésta desaparece por medio de la
derogación de la Ley que la creó en el año 1847.

En 1915 surge un aparato policial embrionario conocido como “La Sagrada” una policía
secreta, centralizada, politizada, consagrada al mantenimiento y la supervivencia del
gobierno gomecista y que escapaba al proceso de burocratización del Estado. A través de
la información recaudada por los agentes de “La Sagrada”, se lograba un control más
amplio a través del cual era posible detectar y reprimir a los enemigos políticos que
pudieran amenazar con alterar el orden. Con la muerte de Gómez desaparece “La
Sagrada”, los cuerpos policiales de algunos estados y del Distrito Federal se abocaron al
resguardo del orden público.

El 10 de mayo de 1938 se inicia la creación de la Escuela Municipal de la


Policía Montada. El Servicio Nacional de Seguridad marcó la pauta en el desarrollo
institucional de la policía venezolana, significó el desarrollo de los cuerpos policiales
frecuentemente centralizados, rígidamente jerarquizados, con cobertura en todo el
territorio nacional y con estilos militarizados de gestión.

Concebido legalmente como una institución autónoma de carácter apolítico y técnico, el


Servicio Nacional de Seguridad es perfeccionado como cuerpo investigador en 1946
(aunque no sufre cambios significativos en su organización) con asesoría de la Seguridad
Nacional francesa. Es así como durante el mandato de la Junta Revolucionaria presidida por
Rómulo Betancourt, desde la cual se ordena la disolución de las policías municipales que
fueron reorganizadas durante el Gobierno de Medina Angarita (1941-1945).

Surge la Seguridad Nacional, que como aparato policial se distinguirá aún más por su
estructura piramidal, altos niveles de burocratización y escasa flexibilidad y permeabilidad
ante las exigencias sociales.

En este punto es importante destacar la doble dimensión de la función policial, según la


cual, por un lado, se protegerían importantes objetivos para el conjunto social, así como los
derechos de las personas reconocidos en la Constitución y las leyes, y por el otro también
cumpliría determinados objetivos políticos, a través de la preservación del orden público y
el mantenimiento de un grupo en el ejercicio del poder político. Marcos Evangelista Pérez
Jiménez creó en 1952 la fuerza de la “Seguridad Nacional” (Policía Civil subordinada al
Gobierno); sin embargo, no fue probada judicialmente su responsabilidad personal en tales
hechos ocurridos en la Historia.

Desde este punto de vista, el ejercicio de toda función policial se debate naturalmente
entre motivaciones políticas y sociales, pero será la ruptura de este equilibrio en beneficio
de la lógica política, orientada principalmente hacia la protección de las instituciones y
autoridades políticas establecidas, lo que, como se tratará más adelante, definirá y
consolidará el desarrollo del aparato policial en Venezuela.

En 1956, se creó la Escuela Municipal de Policía y fue trasladada al Km. 23 de El Junquito. En


1958, cambia su denominación por Centro de Instrucción Policial, según
Gaceta Municipal Nº 11.740 de fecha 08 de noviembre del mismo año. Finalizada la
dictadura del general Marcos Pérez Jiménez, el 23 de enero de 1958, la policía municipal de
aquel entonces fue desintegrada, para abrir paso a otro sistema de vigilancia democrática.
Uno de los objetivos inmediatos fue la reestructuración de todas las policías a nivel
nacional.

La formación de los funcionarios policiales estaba a cargo de la antigua Escuela de Policía


de El junquito y para el 30 de Mayo de 1959, se graduó el primer curso mixto de agentes,
donde 50 hombres y 24 mujeres recibieron su cargo de funcionario en la promoción “5 de
Julio de 1811”. Este grupo de mujeres fue el pionero de la creación de la Brigada Femenina,
que ocurrió ocho años más tarde.

Dicho programa se denominó “Alianza para el Progreso” y ya para el año 1961 llego a
nuestro país una misión de Carabineros de Chile, con la misión de brindar asesoría a la
policía de aquel entonces. Dicho programa y la misión de Carabineros de Chile que se
encontraban en nuestro país, generó un detallado estudio de la situación del cuerpo de
seguridad y solicitaron al gobierno que se dictara una ley u ordenanzas, que hasta los
momentos no existía, que fuera base legal de la policía.

Para el año 1964 la policía cuenta con una ordenanza en la que se especifican las jerarquías
del personal, planes de vigilancia, estructuración del batallón, reglamento sobre
funcionamiento, entre otras materias relacionadas con la misión del cuerpo de seguridad.
Todo esto va dándole otra forma y estructura a la policía de entonces. La policía en la
ciudad de Caracas fue evolucionando como una policía municipal, que transitó por los
pasajes de la dictadura, pero en definitiva, durante el periodo democrático, y más
específicamente a partir de 1969, durante el primer mandato gubernamental del doctor
Rafael Caldera, es cuando comienza a sentarse las bases de la Policía Metropolitana que
hoy tenemos.

En 1969, durante la primera gestión del doctor Rafael Caldera, se crea formalmente la
Policía Metropolitana, el acto se llevó a cabo el 21 de diciembre, en esta oportunidad se
firma un convenio Constitutivo entre los Gobernadores del Distrito Federal, del estado
Miranda y la Policía Municipal, para ejercer con mayor eficiencia las funciones y ampliar su
radio de acción.

El 9 de Octubre de 1981 según Decreto Presidencial 1.232 eleva su categoría a Instituto


Universitario de la Policía Metropolitana, ofreciendo la carrera de Técnico Superior Policial y
el 17 de marzo de 1987, según resolución Nº 184 del Ministerio de Educación es autorizado
para impartir la Carrera de Licenciado en Tecnología Policial en las menciones
Administración Policial y Sistemas de Seguridad.

En 1985 se inició el proceso de nivelación de los oficiales de policía a Técnico


Superior Policial.
En 1993, por autorización del Ministerio de Educación mediante un oficio Nº 00001683, se
inicia la administración de Licenciatura en Tecnología a los oficiales de carrera activos y
jubilados de la Policía Metropolitana.

En 1996 se aprueba el rediseño del Plan de Estudios de la Licenciatura en Tecnología


Policial y su cambio de denominación por Ciencias Policiales mención: Seguridad y Orden
Público.

El 18 de septiembre de 1996, mediante oficio Nº. 00003967 emanado de la Dirección


Sectorial de Educación Superior se autoriza al Instituto Universitario de la Policía
Metropolitana para la “implantación del diseño curricular modificado de la carrera, que de
acuerdo a lo planteado en el informe se cambia su denominación y orden público”, a partir
del año lectivo 1996-1997.

La investigación de los delitos de acción penal en Venezuela, a mediados del siglo XX, se
institucionaliza el 20 de febrero de 1958 cuando el presidente provisional de la Junta de
Gobierno Contralmirante Wolfgang Larrazábal, dentro del esquema político del momento,
promulga el decreto Nº 48 con Fuerza de Ley, que estableció la base legal para la creación
de un Cuerpo de Policía especializado para la investigación de los delitos de Acción Penal.
Organismo que dependería del Ministerio de Justicia asignándosele el nombre de Cuerpo
Técnico de Policía Judicial.

Asumió la dirección de este nuevo cuerpo de investigación criminal el Abogado Rodolfo


Plaza Márquez; constituyéndose su estructuración y organización para ese momento difícil,
debido a que la policía político civil que le antecedió denominada Seguridad Nacional al
momento de ser desmantelada, como consecuencia del derrocamiento del gobierno del
General Marcos Pérez Jiménez, no contó con una edificación adecuada ni un instituto
académico para la formación científica de los investigadores.

El Cuerpo Técnico de Policía Judicial empezó a funcionar en un pequeño local del centro de
Caracas ubicado en el Pasaje Capitolio, con tan sólo doce funcionarios se crean las primeras
delegaciones: Chacao, La Guaira y Los Teques.
Para la formación académica del personal a ingresar para trabajar en el campo investigativo
y dando cumplimiento a lo establecido en el decreto, se pone en funcionamiento la primera
escuela en fecha 6 de agosto de 1958, ubicada entre las esquinas de Principal y Santa
Capilla en la antigua Casa Guipuzcoana.

Ya a partir de los años 70 hasta los 80, el Cuerpo Técnico de Policía Judicial va en avanzada,
constituyéndose como una de las mejores policías de investigación criminal a nivel mundial
en lo técnico-científico, contando con una serie de recursos, pero a partir de los años 80, a
causa de la indiferencia del organismo gubernamental encargado, con respecto a la
seguridad ciudadana se va produciendo un deterioro.

Transcurría la década de los años 20 y Caracas se desenvolvía pacíficamente. Sus habitantes


se recogían a tempranas horas de la noche. Pero muchas veces la quietud de los días y las
noches se interrumpía con el sonar de las campanas de las iglesias, avisando que un
incendio se había producido en la vecindad y amenazaba con propagarse, muchas de las
veces sin poder hacer nada al respecto por la falta de una acción organizada que
arremetiera contra el fuego que consumía todo lo que consiguiera a su paso, arrojando
fuertes pérdidas.

Cuando se originaba un incendio, cosa frecuente, el método usado era trasladar al sitio un
viejo carro cisterna llamado La Benemérita, del cual bajaban un recipiente o tonel grande,
con un pitón y una rustica goma adaptada y llenándolo pacientemente con baldes de agua,
mientras dos personas subiendo y bajando un balancín lanzaban agua a baja presión.

Las llamadas de emergencia se hacían directamente a la policía, donde se guardaban las


cisternas y el personal que salía a combatir el incendio eran civiles y agentes del orden
público.

Con el crecimiento de los pueblos y ciudades, se va presentando también el peligro de las


calamidades y tragedias públicas: incendios, derrumbes, inundaciones, temblores, entre
otros. Es por esto que surge la necesidad de crear el Cuerpo de Bomberos para enfrentar
esas emergencias, disminuyendo las secuelas negativas que dejan en el seno de la
población. En las principales ciudades del país se han organizado, a tal efecto, las
instituciones bomberiles, que día a día prestan invalorables servicios a la colectividad.
Fue el 24 de febrero de 1936, cuando se crea la Junta Organizadora, compenetrándose con
las necesidades de la comunidad. El Gobierno del General López Contreras emitió una
Resolución por la cual se creaba una Comisión de Estudios que se encargara de organizar
una institución bomberiles, siendo su Primer Comandante el Sr. Enrique Paris Ambard. Esta
Junta estuvo integrada por los Señores Carlos Anglade, R. Chirinos, Eliodoro Ocanto y el
mismo E. Paris Ambard. Realizados los primeros estudios, fue invitado por el Gobierno del
Distrito Federal, para visitar a caracas, el Comandante Primer Jefe del Cuerpo de Bomberos
de Panamá, Coronel Juan Antonio Guizado, la invitación fue aceptada y así se tuvo la
ventaja de una cooperación técnica.

La Comisión de Estudios preparó una organización definitiva del Cuerpo de Bomberos de


Caracas. Creyó conveniente el Gobierno del Distrito Federal enviar a Panamá a una persona
que se encargara de estudiar la organización del Cuerpo de Bomberos de esa localidad y
comisionó al Sr. Enrique Paris Ambard, quien a su regreso trajo un vasto material para la
organización de la institución bomberil local, también tramitó lo conducente para la venida
de un Oficial de Panamá a fin de que ejerciera el cargo de Instructor General.

El instructor que llego a Caracas fue el Sub-Teniente Roberto Martínez León, quien estuvo
ocho meses ofreciendo magníficos resultados sobre las técnicas de combate de incendios,
tácticas, recursos materiales, planificación y otros conocimientos sobre la ciencia o arte de
bomberos.

Fue remplazado por el Capitán Rufino Loscher Blanco, quien fue contratado hasta fines de
1948.

El Cuerpo de Bomberos de Caracas tiene como misión primordial, responder por la


seguridad de las vidas y los bienes de la población de la jurisdicción, en casos de las
calamidades como las ya mencionadas. Fue creado el 5 de julio de 1937, feliz coincidencia
de que su fundación fuese un Aniversario de la Firma del Acta que declaro nuestra
Independencia.
La primera guardia permanente fue inaugurada el 1° de mayo de 1937, con una dotación de
37 hombres y 5 carros bombas, en esa oportunidad fue nombrado Comandante el Sr.
Enrique Paris Ambard.

Entre otros, han sido Comandantes del Cuerpo de Bomberos de Caracas: Carlos Anglade,
Carlos Basalo Rodríguez, Ernesto López, Capitán Evencio Pulgar, Coronel Victoriano Jordan
Petit, Teniente Coronel Humberto Ovalles, Teniente Coronel José Octavio González,
Coronel Publio Alvarado Ruiz y el Coronel Ángel Ramón Freytes. El carro bomba Broakway
(Modelo 1936) fue el pionero fundador del Cuerpo de Bomberos de Caracas, estuvo
prestando sus servicios en forma ininterrumpida hasta 1958. En la actualidad se encuentra
mecánicamente en buenas condiciones y en exhibición en el Museo del Transporte.

Por sus meritorias intervenciones, ha salvado numerosas vidas y bienes materiales. Larga es
la lista de los integrantes que a través de los años han ofrendado sus vidas al servicio de
esa causa tan noble y desinteresada.
Cabe destacar la sensibilidad social y la vocación profesional de esta institución, ya que su
desempeño exige sacrificios innegables, que no los compensa remuneración económica ni
beneficio social alguno. Solamente la satisfacción del deber cumplido, el respeto,
admiración, cariño y agradecimiento que el pueblo concede pueden retribuir a esta digna y
honrosa organización, los desvelos, que por el bienestar de la comunidad realizan
constantemente. Es la compleja labor del bombero.

En la época de nuestra Independencia, se formaron en Caracas las llamadas “Juntas de


Subsistencias”, como medida de protección a la población civil, en virtud del
desabastecimiento creado por el estado de guerra interna imperante. El 23 de marzo de
1936, bajo el gobierno del General Eleazar López Contreras, se conformó el “Puesto de
Socorro para prestar Servicio Médico a las víctimas de accidentes” (Gaceta Oficial 18.913).

En ese mismo año, dada la preocupación del Estado venezolano en lo referente a los
aspectos preventivos, se creó el Botiquín de Emergencias. El 17 de julio 1938 se dicta la Ley
de Servicio Nacional de Seguridad, en la cual se le asignan misiones a la Guardia Nacional y
se establece que el Servicio de Sanidad es el órgano competente para cooperar con las
autoridades civiles encargadas de las calamidades públicas (Gaceta Oficial 19.637).
El 7 de septiembre de 1943 se dictó el Decreto 175, mediante el cual se crea la Junta
Nacional de Socorro, adscrita al Ministerio de Sanidad y Asistencia Social, para atender a las
personas que resultaron afectadas a consecuencia de las inundaciones producidas por el
río Orinoco en esa época; siendo ésta, la primera referencia histórica en nuestro país, sobre
la creación de un ente del estado destinado a la atención de situaciones de desastres.

Y el 16 de noviembre de 1943, se dicta una resolución donde se reglamenta su campo de


acción para que se encargue de centralizar los fondos voluntarios y del tesoro a fin de
atender damnificados por inundaciones (Gaceta Oficial 21.199).

Aún, para esa fecha el término “Defensa Civil” no se había utilizado como símbolo de
preparación y atención de desastres en el país. Corresponde al Dr. Espíritu Santos
Mendoza, quien actuando como Ministro de Sanidad y Asistencia Social, por resolución,
crea el 21 de mayo de 1958, la “División de Socorro y Defensa Civil”, adscrita a la
Dirección de Asuntos Sociales.

A raíz del terremoto ocurrido el 29 de julio de 1967, es creado el “Comando Unificado


Médico Asistencial” (CUMA), presidido por el otrora Ministerio de Sanidad e integrado por
Representantes de todos los Organismos del Estado y el 16 de junio de 1969, por decreto
Presidencial Nº 96, se crea el “Fondo de Solidaridad Social” (FUNDASOCIAL), con el objeto
de prevenir y reparar en lo posible, los daños ocasionados por calamidades y catástrofes
que pudieran afectar a grupos apreciables de la colectividad.

El 7 de septiembre de 1971, según Decreto Presidencial Nº 702, se crea la “Comisión de


Defensa Civil”, con la función de Planificar y Coordinar las acciones tendentes a prevenir,
reducir, atender y reparar los daños a personas y bienes causados por calamidades públicas
por cualquier origen, socorriendo simultáneamente a la población afectada.

A partir del 8 de junio de 1975, el Ministerio de la Defensa emite lineamientos que incluyen
el apoyo de las Fuerzas Armadas Nacionales a las operaciones de Defensa Civil durante
emergencias causadas por fenómenos naturales catalogadas como calamidades públicas.

El 18 de agosto de 1976 se dicta la Ley Orgánica de Seguridad y Defensa, la cual en su


Artículo V, establece que la Defensa Civil estará regulada por el Presidente de la República
y sugiere que los ciudadanos que no estén alistados en las Fuerzas Armadas deberán
incorporarse a la Defensa Civil en caso de requerírseles.

Para el 10 de agosto de 1979, según Decreto Presidencial Nº 231, la Comisión Nacional de


Defensa Civil pasa a formar parte Integrante del “Consejo Nacional de Seguridad y
Defensa”, Organismo responsable de la Administración Pública a fin de coordinar la acción
de los Organismos competentes, ajustando su actuación a los Planes de Seguridad y
Defensa.
En 1996 fue aprobado, en Consejo de Ministros, el Reglamento Parcial No.3 de la Ley
Orgánica de Seguridad y Defensa relacionado con la Defensa Civil Venezolana, publicada
en marzo de 1997, en la Gaceta Oficial No. 36.164, por vez primera se señala a Defensa Civil
como un “Sistema Nacional” En 1999, la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela establece en su Artículo 332, ordinal 4° el “nacimiento” de “Una Organización de
Protección Civil y Administración de Desastres”; como órgano de seguridad ciudadana,
cristalizando un deber del Estado y un derecho del ciudadano.

Según el Decreto Presidencial Nº 1.557 con fuerza de Ley del Sistema Nacional de
Protección Civil y Administración de Desastres, en fecha 13 de noviembre de 2001 publicada
en Gaceta Oficial Extraordinaria de la República Bolivariana de Venezuela Nº 5.557, el
Decreto con Fuerza de Ley de la “Organización Nacional de Protección Civil y
Administración de Desastres”; como un órgano de seguridad ciudadana, adscrito al
Ministerio del Interior y Justicia.
CONCLUSIÓN

En la región, la profesionalización de la policía, como atributo positivo de esta institución,


se enfrentó, en general, con dos obstáculos: por una parte, no ha sido sostenible; y por
otra parte, fue el resultado de un modelo de profesionalidad autoritario con características
militares, aislado de la sociedad. La legitimidad y la eficacia de la policía son fundamentales
para promover la seguridad ciudadana, la justicia y los derechos humanos en las
sociedades democráticas. Sin embargo, no son suficientes. La policía desempeña un papel
importante en la prevención, la disuasión y el control de la delincuencia, la violencia y
violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, para hacerlo, la policía necesita el
apoyo y la cooperación de los actores en el sistema de justicia penal, organizaciones
gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y de la empresa privada. Sin
embargo, las relaciones entre la policía y el sistema de justicia penal, el gobierno y la misma
sociedad se caracterizan, a menudo, por los conflictos en lugar de la cooperación.

La promoción de la seguridad ciudadana con enfoque en los derechos humanos exige


también que se preste atención a la seguridad y a los derechos de los agentes del Estado,
incluidos los miembros de la policía. Con frecuencia privados de la seguridad que otorga el
respeto a sus derechos fundamentales, los agentes de policía cumplen sus funciones sin las
condiciones necesarias y la competencia para garantizar eficazmente la seguridad
ciudadana. Los Estados Miembros tienen el deber de garantizar y proteger los derechos
profesionales de los integrantes de sus fuerzas policiales, así como de proporcionarles la
formación, infraestructura y equipamiento para el adecuado cumplimiento de sus
cometidos institucionales.
BIBLIOGRAFIA

Radbruch, G. y Gwinner, E. (1955). Historia de la criminalidad.


(Ensayo de una criminología histórica). Barcelona, España. Bosch.
Zaffaroni, E. (2004).

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En Revista de Ciencias Políticas Politeia. Nº 37, vol. 29.

http://historiapolicialdevenezuela.blogspot.com/

http://www.cicpc.gob.ve/historia

Libro Graterol, R. (1976). 40 años de historia: Cuerpo de Bomberos del Distrito Federal 1936-
1976. El Cuerpo.

http://www.pcivil.gob.ve/historia.html
CACERIA DE BRUJAS EN LA EDAD MEDIA

EDIFICIO SEDE DE LA SEGURIDAD NACIONAL EN CARACAS


ALLANEAMIENTO DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL DE VENEZUELA 1970

LA PRIMERO ESCUELA DEL CUERPO TECNICO DE LA POLICIA JUDICIAL (CTJP)

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