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XXXVII

T E O R Í A D EL A C U L T U R A

1
E N ESTE capítulo vamos a reunir los conceptos de naturaleza, formas y fun-
cionamiento de la cultura expuestos en las páginas precedentes de este libro,
para presentar la teoría de la cultura que ha constituido la base de nues-
tros estudios. En la forma más sucinta, las proposiciones que se pueden entre-
sacar de ellos son las siguientes:
1. La cultura se aprende;
2. La cultura se deriva de los componentes biológicos, ambientales, psi-
cológicos e históricos de la existencia humana;
3. La cultura está estructurada;
4. La cultura está dividida en aspectos;
5. La cultura es dinámica;
6. La cultura es variable;
7. La cultura presenta regularidades que permiten su análisis por medio
de los métodos de la ciencia;
8. La cultura es instrumento por medio del cual el individuo se adapta
a su situación total, y además le provee de medios de expresión
creadora.
En los capítulos anteriores se ha expuesto el contenido copioso de es-
tas proposiciones. Ahora tomaremos cada una por orden, recordaremos su
contenido e indicaremos cuáles, entre las varias hipótesis que a ellas se re-
fieren, expuestas ya, parecen estar más fundamentadas por los hechos.

2
La cultwa se ap-ende.
Definida como la parte del am.biente edificada por el hombre, la cul-
tura es esencialmente una construcción que describe el cuerpo total de
creencias, comportamiento o conducta, saber, sanciones, valores y objetivos
que señalan el modo de vida de un pueblo. Esto es, que si bien el investi-
gador puede tratar una cultura como capaz de descripción objetiva, en el
análisis final la cultura comprende las cosas que el pueblo tiene, las cosas
que los individuos hacen v lo que éstos piensan.
Cuando preguntamos cómo los individuos adquieren las formas de
creencias v comportamiento que marcan sus modos de vida, la respuesta
nos la da el método de aprendizaje, ampliamente concebido. Incluve éste
en sí, a la vez, las respuestas que se condicionan en el nivel de lo incons-
ciente, por cuyo intermedio los patrones básicos del grupo se imprimen en
el niño en desarrollo, v las formas de instrucción más conscientemente reci-
bidas, a las que damos el nombre de "educación".
A este proceso de aprendizaje de la cultura de cada uno lo hemos 11a-
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678 TEORÍA D E L A CULTURA

mado endoculturación, y es la endoculturación la que permite que tenga-


mos en cuenta el hecho de que una cultura mantiene una forma identificable
que pasa de generación en generación. Ésta es la causa por la cual todo
ser humano nace dentro de un grupo cuyas costumbres y creencias se han
establecido antes de que él entre en escena. Mediante el proceso del apren-
dizaje adquiere aquél tales costumbres y creencias; y aprende sus lecciones
culturales tan perfectamente que, años después, gran parte de su conducta
toma la forma de respuestas automáticas a los estímu os culturales con los
que se enfrenta. La endoculturación se consigue en gran medida por medio
del simbolismo del lenguaje, el cual viene a ser un "índice de cultura" en
un sentido más profundo que habitualmente se cree. El proceso es extra-
ordinariamente sutil, y afecta su conducta aun en aspectos tales como varios
géneros de hábitos motores o reacciones emocionales a situaciones impor-
tantes. Tan de largo alcance es el proceso, que ha llegado a poner de ma-
nifiesto que la misma personalidad del individuo es, en gran parte, el resul-
tado de su experiencia endocultural.
Los elementos comunes en la endoculturación de los miembros de ge-
neraciones sucesivas de un grupo dan a su cultura tal manifestación de
continuidad que hasta se le ha llegado a atribuir a la cultura" cierto tipo
de existencia independiente. Esta posición es fortalecida por la conside-
ración de un fenómeno tal como el impulso cultural, el cual ha hecho que
algunos investigadores atribuyan a la regularidad del cambio cultural su
inevitabilidad, lo que se cree que proviene de los impulsos internos de la
cultura, sin relación, o con muy poca, con los seres humanos cuya conducta
constituye la cultura. Tal es la posición que hace a la cultura ser un fenó-
meno supraorgánico, y que trata los problemas de las formas de cultura v
los procesos de cambios culturales como si tuvieran una existencia v una
dinámica suyas propias. Sin embargo, cuando buscamos una explicación de
la cultura, encontramos, por último, lo individual v su acomodación a las
tradiciones aceptadas del grupo. Por consiguiente, aunque la cultura puede
tratarse como un fenómeno susceptible de estudio, mediante su "cosiñca-
cíón", en términos de sus propias estructuras v métodos hav que concluir,
sin embargo, que la realidad de la cultura es psicológica.
No hay seres humanos que no sean miembros en funciones dentro de
alguna sociedad, porque el hombre es un animal sociable. Pero debe recor-
darse que si bien el hombre es un animal sociable, no es en modo alguno el
único animal que hace cultura. Agregados tales como la familia, el gru-
po loca!, están presentes en muchas de las formas inferiores. La socializa-
ción es un proceso que experimentan muchos animales, como ha demostrado
el orden del picotazo, entre las a\cs de corral, o la disposición de las rela-
ciones dentro de una comunidad de babuinos hamadríades. Todos estos
jrocesos son compartidos por el hombre con sus colegas de la serie bio-
ógica. .Mas, porque es el único animal que habla, sólo él puede cambiar
continuamente su modo de vida por medio de la invención v de la acu-
mulación de nuevos hábitos, los cuales pasan de generación en generación
por medio de los símbolos verbales del lenguaje.
La preendoculturación es un proceso que, durante la primera infancia y
TEORÍA DE LA CULTURA 679

la niñez, estructura el condicionamiento de la conducta que da estabilidad


a la cultura. El proceso de condicionar, al cual hemos llamado endocultura-
ción, proporciona, sin embargo, el mecanismo que hace posibles los cam-
bios que determinan la historia de cada cuerpo de costumbres. La cultura,
puesto que es aprendida, puede ser re-aprendida. De lo cual se deduce que,
cuando un individuo ha alcanzado la madurez v algún nuevo modo de
conducta, si se encuentra ante una. nueva técnica o concepto reacciona en
términos de su experiencia previa. Si acepta, debe, en la misma proporción,
recondicionar sus respuestas. En otras palabras, debe reendoculturarse a si
mismo en el mismo grado. Así, pues, el proceso de endoculturación, que
significa el condicionarse a la totalidad de una cultura v no a un segmento
de ella, ayuda asimismo a que resolvamos la aparente contradicción de que la
cultura es estable, y, no obstante, al mismo tiempo, está en continuo cambio.
Aunque una cultura puede concretarse objetivamente en un cuerpo
de tradiciones susceptible de estudio objetivo, y sin referencia al pueblo
cuyas vidas están ordenadas en concordancia con aquélla, se ha hecho cada
vez más evidente que no se puede comprender fundamentalmente una cul-
tura sin tener en cuenta al individuo. Hemos visto cuan verdadero es esto
en el estudio del cambio cultural. Es patente que todos los cambios en la
cultura, tanto grandes como pequeños, deben ser el resultado de algún acto
reaUzado por un individuo que inicia algún género de conducta que se
desvía de las costumbres establecidas en su sociedad. La ampHa difusión
de este proceso se puso de manifiesto cuando examinamos en detalle los
modos de vida de los miembros de una comunidad dada. Aun cuando sea
pequeña, aislada y conservadora, no existen dos de sus miembros que se
conduzcan exactamente de la misma manera, o que reaccionen en cual-
quier situación de manera idéntica. Ésta es la razón por la cual el examen
de esta interacción entre los individuos v su cultura, que ha tomado la
forma de investigaciones de los mecanismos culturales que dan forma a las
estructuras de la personalidad, asume un importante lugar en el repertorio
antropológico. Los investigadores de la psicología individual han demos-
trado cuan profundamente se alojan las primeras experiencias de un ser
humano en su conformación psicológica, y los investigadores de la cultura
han demostrado la importancia del hecho de que las primeras experiencias,
como todas en la vida posterior, están determinadas culturalmente.
Consecuencia final de que la cultura es aprendida es la conclusión de
que la gran cantidad de diferentes modos de vida que se encuentren en la
superficie de la Tierra se los debe juzgar v valorar de acuerdo con sus
jropios términos. Hemos visto que no hay base lógica ni real para valorar
as culturas, salvo para el etnocentrismo. Él ctnocentrismo, empero, es una
actitud de grupos humanos muy difundida. Los hombres son etnocéntricos,
o bien porque no conocen otra forma de conducta que la que practica su
propio grupo, o bien, si están familiarizados con las costinubres de pueblos
extranjeros, porque se ven impulsados por la fuerza de su condicionalidad
cultural a juzgar sus propias prácticas más favorablemente que las de otra
sociedad.
La antropología ha pasado gradualmente de más etnocentrismo a me-
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nos. Como el desarrollo histórico de las ciencias dejó al antropólogo la


tarea de estudiar los pueblos que están fuera de la corrriente cultural euro-
americana, la literatura de los primeros tiempos estaba repleta de análisis
de los modos "salvajes" y "bárbaros" de vivir. Estos últimos fueron incluí-
dos en la expresión "primitivos", la cual, aunque en su significado cientí-
fico vino a tener la equivalencia a carecer de escritura, sin embargo, guar-
daba un puñado de connotaciones válorativas que anulaban su eficacia como
instrumento de investigación científica. Los estudios que tendían a poner
en contraste el hombre "primitivo", a pesar de la gran variedad de cultura."
que entraban en esta categoría, con los pueblos "civihzados", o a adscribii'
a los "primitivos" procesos mentales especiales, tales como formas particu-
lares de razonamiento, disminuían la utilidad de esa expresión. Sin embar-
go, ha quedado a la vista que la unidad de la cultura humana es tal que
los antropólogos ya no pueden tomar al hombre ágrafo como campo ex-
clusivo de estudio. De aquí que la expresión "no ágrafo" se emplee como
puramente descriptiva, palabra avalorativa, para ser aplicada a los pueblos
cuyas culturas se han mostrado más a propósito para ser comprendidos por
los métodos de la antropología.
3
La cultura se derwa de los componentes biológicos, ambientales, lógicos e
históricos de la existencia humam.
El hombre es un miembro de la serie biológica, y, por consecuencia,
se deduce de esto que la existencia de la cultura humana como conjtmto
debe estar relacionada con las posibilidades inherentes a la constitución fí-
sica del hombre. Esto significa que el desarrollo de tales fundamentos de
la cultura, como el uso de herramientas y del lenguaje, deben determinarse
en su origen en el carácter de la conformación anatómica y fisiológica del
hombre.
Esto se ve claro cuando se sigue la línea evolutiva del homo sapiens
desde el tiempo de su primera aparición en el planeta. La historia de este
desarrollo, en amplio bosquejo, es tal que en ella se mueve el hombre cons-
tantemente desde las características antropoides hacia las humanas. Esto se
muestra particulamente claro en el caso de los dos rasgos más críticos,
marcha vertical y tamaño del cerebro, que diferencian al hombre de los
otros primates. El hecho de que el hombre llegó a marchar sobre sus ex-
tremidades posteriores hizo posible a sus extremidades anteriores conver-
tirse, de órganos de locomoción, en órganos prensiles. El mismo hecho hizo
posible la conformación craneana, que permitió a la cavidad cerebral ha-
cerse más grande y disminuir el tamaño de la mandíbula, aportando así la
base para el desarrollo de la capacidad de hablar. Las tipos primitivos que
se han podido encontrar tienen capacidades craneanas mucho más parecidas
a las de los grandes monos que las formas encontradas más tarde. Donde
se han encontrado ejemplares de fémur, se ve claro que el hombre consiguió
pronto la posición vertical, aunque la posición encorvada distingue a las
formas protohumanas de la posición completamente vertical del hombre
actual.
TEORÍA DE L A CULTURA 681

Sin embargo, hay que aclarar que la aceptación de la base biológica de


la cultura en ningún modo significa que haya de aceptarse también la
hipótesis que sostiene que las diferencias físicas entre los subtipos del mo-
mento actual del homo sapiens deben relacionarse con las diferencias entre
las culturas de los grupos pertenecientes a estos subtipos. Jamás se ha pro-
bado satisfactoriamente que la raza influya en la cultura. Las teorías de la
cultura no admiten que esto último tienda a tomar la forma de filosofías
racistas, y se ha demostrado repetidamente que estas teorías no tienen vali-
dez científica alguna. Que la cultura sea "contagiosa" y que los elementos
de la cultura se capten prontamente y progresen con buen éxito en socie-
dades de individuos de las más diversas formas físicas, es prueba de que el
tipo racial no es agente causal determinante de la conducta cultural. Tam-
bién corrobora este aserto el que todo niño de capacidad ordinaria, cual-
quiera que fuere su afiliación racial, puede ser transculturado en cualquier
modo de vida. Por último, el que el hombre, forma domesticada, comprenda
una sola especie cuyos subtipos son mutuamente fértiles, y que el excesivo
cruce haya traído por consecuencia que no haya razas humanas puras,
>one al descubierto el error de que las diferencias culturales se atribuyan a
a raza.
No significa esto que no haya ninguna relación entre tipo físico (como
opuesto a raza) y conducta cultural. Las poblaciones, por la endorrepro-
ducción pueden diferir marcadamente unas de otras, y es, por lo menos,
hipotéticamente posible que se puedan intensificar en tales grupos, en for-
ma generahzada, aunque no en sus manifestaciones específicas, aptitudes de
varias clases. Menos hipotético, sin embargo, y más manifiesto es que la
cultura influye en el tipo físico. Como uno de los animales domésticos, el
hombre vive una vida que es completamente diferente de la que él hubiera
vivido bajo condiciones naturales. Significa esto que la selección natural es
reemplazada en muy gran parte por la selección social. La selección social
es de lo más destacado en el modo de actuar de estas tradiciones que rigen el
apareamiento dentro de un grupo, especialmente en la forma de endorrepro-
ducción o de libre mezcla. Aparte de esto hay factores tales como la dieta,
la ocupación y las tradiciones de crianza de niños que influyen en la forma
adulta de los miembros de un grupo determinado, y que pueden producir
características que, siendo en realidad resultado de factores extrabiológicos,
se han considerado con excesiva ligereza como expresión de dotación ge-
nética.
Considerando la relación entre la cultura y el ambiente, es necesario
distinguir entre la situación natural (que es lo que aquí significa) y la si-
tuación social de un individuo o un grupo. Se confunde a ambas con
frecuencia, especialmente en las obras de psicología y educación; pero tam-
bién, en ocasiones, hasta por los antropólogos. A causa de esta confu-
sión, parece prudente perfilar nuestra terminología, de suerte que la palabra
ambiente signifique la situación total de un individuo o de un grupo; habitat
puede indicar los elementos de la situación natural, y ctdtura los aspectos
del ambiente que son obra del hombre.
Aunque se ha controvertido mucho acerca de la influencia del habitat
682 TEORÍA D E LA CULTURA

sobre la cultura, ninguna crítica del determinismo ambiental ha llegado a


negar que éste tenga alguna influencia. El determinismo del ambiente,
el cual supone que el habitat dicta las formas que torna la cultura, re-
presenta una posición extrema que es tan fácilmente refutable como lo es
una posición extrema referente al determinismo racial. El problema real,
que ha ocupado a la vez a geógrafos y antropólogos, es descubrir y des-
cribir, en términos tan precisos como sea posible, la naturaleza de la rela-
ción entre las características de regiones específicas y las culturas encon-
tradas en ellas. En este caso, ambos, cultura y habitat, deben tenerse en
cuenta, de igual modo que se ha establecido la formulación general de que
la situación natural prescribe límites que la cultura no puede exceder. Ejem-
plos tales como el del arroz cultivado con riego en las faldas de las mon-
tañas por la práctica de hacer bancales, muestran, sin embargo, que las socie-
dades tienen soluciones felices más allá de lo que parecen ser los límites
"naturales".
En términos generales, la solución más satisfactoria del problema es
que los límites puestos por el ambiente varían de acuerdo con el equipo
tecnológico de toda cultura determinada. Los progresos en tecnología
muestran que éstos ensanchan los límites previamente establecidos. La
cultura puede, por consiguiente, ser considerada como el amortiguador
de choques entre el hombre v su habitat. Cuanto más grande sean los
recursos tecnológicos de una sociedad, más eficaz sei'á este amortiguador y
más grande la amplitud de las alternativas. Además, hav que admitir que el
habitat no influye sobre todas las fases de la cultura en igual grado, pero
que, a medida que pasamos de sus aspectos más materiales a los imponde-
rables, el efecto del habitat se hace más difícil de distinguir. De esta manera
queda en claro que la formulación original sencilla de este problema debe
reemplazarse por otra que es verdaderamente compleja, que varía no sólo
de cultura a cultura, sino de un aspecto de una cultura a otro.
La historia del desarrollo de la cultura como expresión de la creciente
capacidad humana congénita y de más eficaces técnicas de luchar con el
habitat es un poco larga. En el estudio del desarrollo de la cultura, las
investigaciones de la paleoantropología han rescatado la historia de la evo-
lución del tipo físico humano. Por otra parte, la prehistoria también ha
dado mucha luz a este problema. Que la prehistoria no pueda reconstruir
sino parcialmente los hechos que se refieren al desarrollo de la cultura, no
disminuye en modo alguno la brillantez de las realizaciones de los especia-
listas en prehistoria. Mediante la imaginación científica, han trabajado bien
para llenar el cuadro, que de otra manera se hubiera tenido que circunscri-
bir a algunos artefactos de piedra v a otros elementos análogos de cultura
material que han sido conserv^ados en los suelos.
Los primeros investigadores de prehistoria no llegaron a percibir que
el que la cultura haya necesitado aprenderse es un carácter que la aparta
del orden de los fenómenos naturales; pero el trabajo posterior subrayó la
necesidad de clasificar las culturas prehistóricas según de los materiales en-
contrados en áreas determinadas, v no sobre la base de una nomenclatura
y tipología derivadas de los yacimientos de Francia central y meridional.
TEORÍA DE L A CULTURA 683

Se admiten dos áreas principales del Antiguo Mundo: la europea, repre-


sentada por las culturas de "hacha de mano" y de "esquirla", y la asiática,
determinada por las culturas de "herramientas tajantes". Además de esto,
el problema presentado por los restos prehistóricos en las Américas difiere
de aquellas dos, dado que la emigración del hombre al Nuevo Mundo, aun-
que se discuta el preciso momento en que ocurrió, tuvo lugar después
de que habían sido ya conseguidas en el Antiguo Mundo las invenciones
básicas de la cultura humana.
El largo espacio de tiempo del desarrollo de la cultura humana ha de-
mostrado que el hombre ha ido consiguiendo continuamente mejor dominio
de los recursos y una eficacia tecnológica progresiva. La cultura no ma-
terial no presenta desarrollo semejante al de la cultura material, v quizás al
del arte en ciertas áreas restringidas. Las formas primitivas de vida social y
política, de religión, lenguaje y música, por ejemplo, quedan ocultas para
nosotros. La técnica de equiparar la vida de los pueblos "primitivos" con
el hombre primerizo es inaceptable metodológicamente, dada la propensión
de todas las culturas al cambio. Acaso el adelanto más notable al describir
el curso del desenvolvimiento del hombre, por lo menos en lo que se re-
fiere al Mediterráneo v áreas adyacentes, es el concepto de Childe, de
las tres revoluciones. Su hipótesis de que el hombre primerizo vivía en
pequeños grupos, manteniéndose de la economía de caza y busca de ali-
mentos, parece incontrovertible. La primera "revolución", la neolítica, de-
terminó las sociedades agrícolas sedentarias; la segunda, o "revolución ur-
bana", vio el desarrollo de las ciudades, dinastías, comercio, especialización
económica y esclavitud; la tercera, o revolución industrial, es cosa de his-
toria reciente. Las consecuencias teóricas de esta hipótesis (particularmente
su aplicación a las culturas exteriores al área en que ha sido aplicada) que-
dan todavía por explorarse. Cualesquiera que puedan ser los hallazgos, los
datos válidos en el desarrollo prehistórico de la cultura muestran que ésta
ha marchado a lo largO' del tiempo con el creciente potencial de la forma
física del hoino sapiens, y que ha comprendido una continua adaptación al
habitat cambiante de la humanidad por medio de la utilización del equipo
tecnológico de eficacia progresiva.

4
La cultura está estructurada.
No se puede dar mejor ejemplo de la regularidad de la cultura que la
comparabilidad de las unidades en que pueden descomponerse los más di-
versos cuerpos de costumbres. Por ejemplo, la cultura puede analizarse en
rasgos y complejos de rasgos. No obstante la objeción de que éste es un
esquema demasiado mecánico y destruye la realidad viva de la cultura, ha
probado su utilidad como herramienta en el estudio de ciertos problemas,
particularmente cuando se desea la comparación detallada de los aspectos
objetivos de los elementos culturales entre diferentes pueblos. El concepto
del rasgo como elemento básico en la cultura ha sido también empleado
eficazmente en los intentos de delinear, en detalle, las unidades que van
edificando cultura tras cultura en una región restringida, como- en el caso
684 TEORÍA D E L A CULTURA

del estudio de las tribus indias de California. En ese caso, una lista de ras-
gos ha servido de base para ordenar en forma objetiva tantos elementos
como ha sido posible en la cultura de tribu tras tribu, y ha tenido resultados
que determinan el valor del uso ulterior de este método. Esto ha mostrado
lo compleja que puede ser aun una cultura "sencilla", además de haber hecho
posible los estudios estadísticos que revelan las relaciones históricas entre
los pueblos del área.
Lo que es más difícil de probar es el aserto de que los conceptos de
rasgo y complejo pueden, en el mejor de los casos, sólo describirse vaga-
mente; lo que es un rasgo en un caso se convierte en un complejo en otro.
Que esto es verdad se manifiesta por el siempre creciente tamaño de la
lista de elementos-rasgos de California, donde el mayor conocimiento de
la cultura y el continuo empleo de la lista de rasgos dio por resultado que
el investigador fijara como elementos muchas subdivisiones de complejos
que había tratado primeramente como unidades. Pero la crítica que seña.-
la que estos conceptos no pueden definirse sino vagamente, no es seria, sin
embargo, ya que no es motivo para que se desechen el que su uso ha de
tener cierta flexibilidad. El hecho importante es que donde se ha de estu-
diar la cultura de modo objetivo, especialmente en lo que afecta a los
problemas en los cuales no entran consideraciones psicológicas, tal como
ocurre al hacer el mapa de las dispersiones, es imposible operar sin algunos
conceptos, como, por ejemplo, rasgos y complejos. Que un rasgo sea en
*uno de los casos im complejo, sólo significa que las bases de juicio se des-
plazan en los términos que requiere el problema.
Los conceptos de rasgo y complejo, que se han encontrado ser espe-
cialmente útiles en los estudios de dispersión, son básicos cuando se em-
Drende la tarea de hacer el mapa de las áreas culturales. Las áreas culturales
lan sido distinguidas en América del Norte y del Sur, en Africa y en Asia,
y puede considerárseles como que comprenden las divisiones princip'ales
reconocidas en las agrupaciones comunes de las islas del Pacífico de Poli-
nesia, Micronesia y Melanesia. La habihdad de los investigadores para lo-
calizar haces de complejos en las culturas de una determinada región, por
decirlo así, tiene mucho que ver con la teoría cultural. Demuestra la uni-
versalidad del préstamo, indica una base ecológica de la cultura y ha sido
usada en un intento de mostrar cómo, en cada área, la cultura característica
alcanza una "culminación" entre las tribus que manifiestan sus más típicas
y concentradas formas. En general, sin embargo, el concepto de área cul-
tural es Utilísimo en las descripciones de culturas que residen en un parti-
cular plano de tiempo. No ha sido empleado con éxito para estudiar la
dinámica cultural, donde el fondo de tiempo es esencial.
Las áreas culturales, como los rasgos y los complejos, son construc-
ciones. N o las notan las personas que viven en ellas, porque, para un indi-
viduo, el modo de vida de su grupo le parece enteramente diferente de las
costumbres de otros pueblos, hasta de los vecinos. Esto, sin embargo, es
cuestión de perspectiva. Cuanto más próximo está uno a una cultura, más
importantes son para él las pequeñas diferencias entre esta cultura y otras
contiguas. Para el investigador que contempla un panorama continental, sin
TEORÍA D E L A CULTURA 685

embargo, estas diferencias se funden en las más amplias semejanzas que


señalan cuerpos de costumbres de vastas regiones. Dos conceptos ayudan
a delimitar el área cultural tal como se emplea de ordinario: el centro cul-
tural y la región marginal. Éstos, a su vez, ayudan al investigador y su uso
no implica que la cultura de las tribus que están en el centro sea "más
rica" que las de las márgenes del área. Esto es más bien cuestión que afecta
a lo típico. Significa que, a medida que uno se desplaza en el espacio^ exte-
rior a los distritos donde viven las tribus, el cual puede considerarse como
el más típico del área, comienzan a aparecer diferentes rasgos y complejos
hasta llegar a pueblos cuyas costumbres son lo bastante diferentes como
para que puedan adscribirse a otra área.
Cualquiera que fuere la posición de una cultura en un área, y a despe-
cho de que se pueda descomponer, para propósitos de estudio, en rasgos y
complejos, cada modo de vida sigue patrones integrados de manera que pue-
den funcionar como un conjunto. Los conceptos de patrón y de integración
son, de esta manera, esenciales a cualquier teoría de la cultura que se pue-
da adoptar. La acción de someter a patrón se manifiesta en las formas
características tomadas por las instituciones de una cultura, las que represen-
tan las aceptaciones de los diferentes patrones de comportamiento individual
de los miembros de la sociedad cuyas tradiciones se están describiendo.
Es esencial reconocer que hasta las culturas más sencillas tienen patro-
nes. Éstos representan diferencias en el comportamiento típico entre grupos
basados en edad, sexo, situación y ocupación, por hablar sólo de unas cuan-
tas. A la vez se entremezclan, como lo hacen todos los demás fenómenos cul-
turales. Y, no obstante, cuando están aislados, muestran una desconcertante
regularidad. Son ellos, en un sentido muy efectivo, los que guían a todas
las personas en su trato diario. Porque, aun siendo abstracciones, son, no
obstante, lo suficientemente reales como para que se puedan usar, y verdade-
ramente se usan para predecir el comportamiento de os miembros de nuestra
sociedad. Como tales, su importancia en la ciencia de la cultura es patente.
Rasgos, complejos y patrones, todos los cuales describen la estructura
de una cultura, están en cada caso tan estrechamente integrados, que, en
cuanto se refiere a los miembros de un grupo, su existencia se desplaza
como una unidad en un ccmtrmmm. de tiempo. El individuo, a medida que
vive su vida, va, desde una fase de su cultura (como lo ha percibido el
investigador) hasta la próxima, enteramente despreocupado de que su con-
ducta esté determinada por patrones de las costumbres que él acepta sin
darse cuenta de que los sigue. Tan estrechamente entretejida es la trama de
una cultura, que se puede empezar por cualquier parte una descripción de un
modo de vida. Si las relaciones de un objeto, una costumbre, una institu-
ción se siguen hasta sus últimas definitivas asociaciones dentro de la cultura
de la cual forman parte, todos, o casi todos los elementos de esa cultura ha-
brán sido traídos a ocupar su puesto en el cuadro total.
Este hecho de la integración de la cultura da significación a un cuerpo
de costumbres para todos los que viven de acuerdo con ella. De manera
más importante, esta característica de la cultura trabaja por la adaptación
de los individuos cuyas vidas están ordenadas según los patrones de aquélla.
686 TEORÍA D E L A CULTURA

La desmoralización puede considerarse como la resultante de graves per-


turbaciones del equilibrio conseguido en la integración de una cultura.
El concepto de integración de la cultura ha dado origen a varias hi-
pótesis concernientes a la cultura como una totalidad a estudiar en términos
de su unidad fundamental. El método de los funcionalistas, quienes daban
importancia a la interrelación de todos los elementos de la cultura, es un
punto de vista de esta naturaleza. Conceptos tales como la configuración
cultural, o de la cultura encubierta, o de los temas culturales o las sancio-
nes culturales han sido aportados como instrumentos con los que se había de
alcanzar y analizar ésta, la más sutil faceta de la cultura. Estas directivas,
que sostienen buena parte del comportamiento de un pueblo, se encuentran
en todos los grupos. Hasta qué extensión es posible describirlas v fijarlas
sobre la base de criterios objetivamente verificables, es cuestión a la que
sólo se puede contestar tras de muchas investigación. Lo importante para
una teoría de la cultura es que, cualquiera que sea el modo de analizar una
cultura en sus elementos componentes, queda el hecho de que está inte-
grada y plena de significación, y es suprema expresión del proceso de adap-
tación ¡esencial a todo pueblo, si ha de sobrevivir.

5
La ciilttcra está dividida en aspectos.
Los universales que identifican todos los cuerpos de costumbres no se
encuentran únicamente en las estructuras de la cultura. Pueden también
distinguirse en las agrupaciones que forman las instituciones, en los aspec-
tos denominados culturales, los cuales son divisiones trasversales de la cul-
tura, de las categorías comprendidas en el método de área-patrón-complejo-
rasgo. Estos universales representan diferentes maneras de realizar los
mismos fines que todo pueblo considera esenciales a su adaptación en el
mundo, según propia experiencia.
Se han inventado varios tipos de categorías para describir las divisiones
de la cultura, las que nosotros llamamos aspectos. Esas categorías difieren
principalmente en lo que abarcan, o en el grado de detalle con el que de-
terminan los universales en la cultura. Las series de categorías empleadas
en esta obra proceden de las partes de la cultura que satisfacen las necesi-
dades físicas del hombre, por medio de las que dictan las relaciones sociales,
V luego van a las instituciones que explican el universo y regulan la con-
ducta individual, v finalmente, a las que proporcionan satisfacciones crea-
doras de orden estético. Ei "esquema cultural" que de esto resulta es como
sigue:
Cidtitra material y stis sanciones
Tecnología
Economía
Instituciones sociales
Organización social
Educación
Estructuras políticas
TEORÍA D E L A CULTURA 687

El Hombre y el U?iiverso
Sistemas de creencias
Control del poder
Estética
Artes gráficas y plásticas
! Folklore
Música, drama y danza
Lenguaje

Del principio de la unidad e integración de la cultura, que es básico


en nuestra teoría, se deduce que los aspectos de la cultura los distingue más
el investigador del comportamiento humano que los que viven sus vidas
diarias embebidos en los aceptados patrones de su cultura. La vida, hemos
de reconocerlo, se desplaza con tal facilidad de un aspecto a otro como lo
hace de un complejo cultural al próximo. En cierto sentido, sin embargo,
los aspectos tienen una cierta vahdez psicológica interna. Las gentes dis-
tinguen un rito religioso de una transacción comercial puramente secular.
Asociarán el rito con su sistema de creencias, y las compras que hacen las
asociarán con los asuntos referentes a mantener su vida. N o significa esto
que los dioses de la plaza del mercado no existan, o que los servidores de
lo sobrenatural no hayan de tener en cuenta los factores económicos al
proporcionar las mercancías y los servicios necesitados en las ceremonias
religiosas.
La cuestión de si se pueden tratar los aspectos de la cultura separada-
mente o no, o de si el análisis debe centrarse en las instituciones trasversales
a los aspectos, es en gran parte una materia problemática y de punto de
vista. En la medida en que los que viven vma cultura piensan acerca de
ciertas clases de actividades como pertenecientes a una determinada área
de experiencia, los aspectos tienen realidad cultural; como de igual modo
cuando el investigador encuentra problemas que deben analizarse esen-
cialmente dentro de los confines de un aspecto dado, es posible decir que
debe aislarlos de los otros. Los ejemplos expuestos sugieren que los aspectos
tienen cierta validez psicológica. El hecho de que haya disciplinas ínte-
gramente dedicadas a tratar los problemas de economía, de estructuras so-
ciales, de política, o de religión o de arte o del lenguaje, indica que pueden
estudiarse con.provecho muchas cuestiones sin que el investigador tenga
que salirse de un determinado aspecto de la cultura.
Muchos problemas de esta naturaleza se han indicado extensamente en
estos capítulos, en los que se han tratado uno tras otros los aspectos de la cul-
tura. Los problemas concernientes al carácter de un determinado género
de fenómeno cultural, a la variedad de sus formas, a las líneas según las cua-
les se ha desarrollado, a su distribución, son únicamente algunos de los
que tienen que considerarse aspecto tras aspecto. No es éste, sin embargo,
un argumento para super-especialización. La experiencia de toda ciencia
enseña que no hay fenómeno' que pueda quedar efectivamente precintado
en un departamenso separado. En el caso de la cultura, que se desplaza en
una corriente histórica que mezcla de manera inextricable todos los ele-
688 TEORIA D E LA CULTURA

mentos de la vida diaria del individuo, es ésta una consideración de primer


orden. A pesar de esto, se han estudiado con fruto muchos problemas en
términos de un simple aspecto cultural.
Aquí también, por consiguiente, debemos concluir, que si bien los as-
pectos tienen reahdad y utilidad, no deben dominar el estudio de la cul-
tura. Son importantes porque señalan los universales de la experiencia hu-
mana y de este modo ayudan a que comprendamos la naturaleza y modo
de funcionar de la cultura en conjunto. No pueden, por sí mismos, darnos
las contestaciones que buscamos en el estudio de la cultura. Prestarles de-
masiada atención, o desentenderse de ellos, dará una imagen parcial de lo
que es la cultura y de cómo opera. En perspectiva, y como uno de los
muchos modos de abordar al estudio, su reahdad toma vida, y de este modo
se nos ponen de reheve, con lo que podemos comprenderlos mejor, lo que
de otro modo no sería posible.

6
La cultura es dimmica.
El cambio es una constante en la cultura. Debe, no obstante, estudiar-
se siempre sobre el fondo de la estabilidad cultural. Hasta en el caso en
que los cambios puedan aparecer de largo alcance para los miembros de la
sociedad en que se producen, rara vez afectan a más de una parte relati-
vamente pequeña del cuerpo total de costumbres con las cuales vive un
pueblo. De esta suerte, los problemas de la dinámica cultural se ven que
presentan a la vez un aspecto positivo y otro negativo. El cambio se debe
considerar en relación con la resistencia al cambio. Las gentes que aceptan
nuevos modos de hacer algunas cosas se resisten a aceptar innovaciones que
afecten a otras facetas de sus triodos de vida. En estas circunstancias, los
problemas de dinámica cultural requieren un análisis de las condiciones
3ajo las cuales el conservatismo y el cambio dominan una determinada es-
cena cultural: cómo se desarrollan esas actitudes hacia lo viejo y lo nuevo,
qué es lo que condiciona la aceptación de las innovaciones y cómo las inno-
vaciones, una vez aceptadas, son modeladas por la cultura matriz en la que
están acomodadas.
El cambio puede provenir de dentro de una sociedad, o de fuera de
ella. El desarrollo interno resulta del descubrimiento o la invención. Los
cambios introducidos desde fuera resultan de un proceso de préstamo, o
transmisión cultural. A este último proceso se le ha prestado mucha aten-
ción porque, en la cultura de los pueblos, muchos más cambios han sido
tomados de los modos de vida de otras sociedades que los que se han ori-
ginado dentro del grupo. Los procesos de descubrimiento y de invención
son oscuros. En algunos casos debe atribuirse a pura casuahdad el haber
llevado a un individuo a acertar en una nueva técnica, en un nuevo con-
cepto, en una nueva creencia. En otros, la necesidad puede haber dictado
la investigación de algún método de resolver una demanda; pero esto pa^
rece haber sido exaltado con exceso. Las invenciones calculadas de la cul-
tura industrial euroamericana deben, en la historia del hombre, conside-
rarse como casos excepcionales del proceso. Por esta misma razón, la iden-
TEORÍA DE L A CULTURA 689

tificación que se hace con frecuencia de la palabra invención con los


elementos culturales materiales debe considerarse como fuera de perspec-
tiva, puesto que algunas de las innovaciones más significativas de un carác-
ter no material deben ser tenidas como que pertenecen, psicológicamente,
a esta categoría.
El cambio se ha tenido en cuenta desde los comienzos de la antropo-
logía científica. Los evolucionistas defendían un orden unilateral de des-
arrollo en la cultura, el cual da importancia a la unidad psíquica de la
humanidad y de este modo destaca la importancia de los factores internos
que elaboran el cambio. Más adelante, como reacción a esta posición, los
difusionistas subrayaron la propensión del hombre a tomar prestados ele-
mentos de la cultura más que a inventarlos. Una posición más razonable,
sin embargo, fué que ni el origen independiente ni la difusión podían por si
mismos ser tenidos en cuenta en los cambios encontrados en cada cultura,
pero que ambos procesos han de aceptarse al estudiar las formas que una
cultura manifiesta en un tiempo determinado. Conceder a uno de ellos des-
medida importancia sobre el otro, en vez de ayudar a comprender, lo que
hace es desviar, deformar la perspectiva. Asimismo, si dejan de tenerse en
cuenta ambos procesos, la deformación que de ello proviene invalida las
hipótesis de la cultura.
La transmisión cultural ha sido tan amphamente establecida que ha
dejado de tener sentido la controversia sobre la difusión, excepto en cuanto
a modos específicos de préstamo de elementos particulares por determina-
dos pueblos no históricos (esto es, ágrafos) que se estén estudiando. La
técnica que estableció el cambio cultural por encima de toda discusión fué
el análisis de la distribución de rasgos culturales y de complejos en áreas
restringidas. Esto demostró plenamente lo que ha sido ya señalado en nues-
tro estudio del área cultural: que las culturas contiguas presentan más se-
mejanzas que las que están alejadas una de otra. De lo que no se puede
inferir sino la hipótesis de que las semejanzas se deben a la difusión, y que,
cuanto mayor es la oportunidad de préstamo, más se parecerán entre sí las
culturas que han estado en contacto. Esto apenas sorprenderá si se tiene
en cuenta el principio de que la cultura se aprende. N o obstante, la his-
toria de la teoría antropológica nos dice que hubo mucho debate antes de
que se diera por hecho y se aceptara préstamo como factor en el cambio
cultural.
Hasta que se emprendió el estudio del cambio en marcha, todas las
teorías de dinámica cultural fueron por necesidad hipotéticas. Con la acep-
tación del cambio cultural como hecho, la antropología, que había alcanzado
al límite de las hipótesis al anahzar dispersiones y al reconstruir la historia
no registrada, para mayor esclarecimiento buscó situaciones donde los pue-
blos estuvieran en contacto en la actualidad. Si las investigaciones de los
resultados finales del cambio cultural, por medio del análisis de la disper-
sión de los elementos culturales, son denominadas estudios de difusión,
entonces a estas investigaciones que tomaron como su objeto al cambio en
marcha se les pueden llamar investigación transcultural. Representaban es-
tas investigaciones un avance sustancial hacia la realización de un método
690 TEORÍA DE LA CULTURA

de estudio científico de la dinámica cultural. El método que emplea la


ciencia, el cual comprende obsenaciones de primera mano del proceso no
menos que el estudio de los resultados finales, era obviamente mucho más
íntimamnte aproximado cuando las hipotéticas reconstrucciones de cambio
dieron paso a las observaciones de culturas en proceso de cambio.
Los estudios de la transmisión cultural en marcha han demostrado que
el préstamo no está jamás desprovisto de discriminación, sino que es se-
lectivo. En algunas situaciones de contacto, los elementos pueden tomarse
al por mayor; en otras partes, la resistencia puede ser muy fuerte para
cualquier préstamo. Dos de los mecanismos más importantes, útiles para
determinar qué y cuánto será tomado' en préstamo, son los mecanismos
llamados foco cultural y reinterpretación. La hipótesis de foco cultural se
deriva de un hecho que se ha observado; y es, que diferentes culturas mues-
tran un crecimiento más exuberante en algunos aspectos que en otros. Es
evidente que estos aspectos focales son aquellos en los cuales las gentes
están más interesadas, sobre los cuales, por consiguiente, discuten, por lo
que son así más hospitalarias para las innovaciones en esos aspectos que en
otros cualesquiera, donde las formas naturales y particularmente sus sancio-
nes tienden a ser tomadas como cosa natural. Siendo éste el caso, bajo libre
contacto, los elementos de fuera serán más prontamente aceptados si enca-
jan dentro del aspecto focal que si no ocurre así; y el mismo principio es
aplicable a las innovaciones que se originan desde dentro de la cultura.
Por otra parte, donde la situación es tal que un pueblo tiene elementos
de una cultura extranjera, adquiridos por presión, la reinterpretación per-
mite la persistencia de modos anteriores en el cambio. Este mismo proce-
so de reinterpretación, bajo libre préstamo, obliga a un elemento cultural
recientemente aceptado a tomar la forma que está de acuerdo con los pa-
trones preexistentes de la cultura. Esto, sin embargo, no hace sino descu-
brir lo que sucede. Para hallar la explicación de este proceso volvamos nue-
vamente al fenómeno psicológico de la endoculturación: en este caso, la
endoculturación de vida madura, en la cual la elección la deben ejercer los
miembros adultos de una comunidad. Las reacciones de los individuos ante
cualquier innovación son las que determinan qué es lo que será tomado y
qué es lo que no lo será, v las formas en las cuales el proceso reintcrpreta-
tivo dará forma a las innovaciones. Esas reacciones, no obstante, ofrecen
oposición, que procede del condicionamiento cultural de los individuos
agentes del cambio. Tenemos, entonces, un mecanismo psicológico que da
validez a la anterior formulación usual de los procesos de préstamo, expre-
sada únicamente en términos de 'cultura, la cual sostiene que los nuevos
elementos culturales son adquiridos hasta el grado en que están de acuerdo
con los patrones preexistentes, pero que sufren modificación para conse-
guir que sean adaptat)Ies a su nueva situación cultural.

7
La cultura es una variable.
La variabilidad en la cultura es, a la vez, una expresión de su cualidad
dinámica v de los medios por los cuales se realiza el cambio cultural. La
TEORÍA DE L A CULTURA 691

variación cultural se manifiesta por sí misma en dos maneras. La primera


es obvia, y se le puede despachar con breve comentario. Refiérese ésta a
la variación en la cultura humana como conjunto, que está manifiesta en
las muchas maneras que los diferentes pueblos han inventado para conse-
guir los mismos fines. Este género de variación ha sido estudiado en re-
lación con un número de cuestiones tratadas en este libro, y, como cuestión
de hecho, no es tanto una expresión de variación como es una expresión de
la variedad de la costumbre. Por qué han llegado a producirse el gran
número de esas variedades que existen, por qué persisten y cómo cambian,
son algunas de las preguntas básicas que la ciencia antropológica está tra-
tando de contestar.
Las contestaciones que les damos, por vía de hecho, y en la más amplia
medida en que han sido realizadas, se derivan del anáhsis del segundo gé-
nero de variabilidad cultural y de la variación expresada en las diferen-
cias de comportamiento de los individuos miembros de la misma sociedad.
No es siempre fácil, cuando se estudian culturas exóticas, ver que no existen
dos personas que se conduzcan exactamente de la misma manera, ni aun
siendo el grupo pequeño, aislado y conservador. Hasta que los métodos
perfeccionados de la investigación de campo permitieron a os antropólogos
echar abajo el concepto del extremado conservatismo de los pueblos "pri-
mitivos" no se consiguió que se reconociera este factor de variación y se
convirtiera en instrumento de investigación de campo. Este resultado, no
obstante, hizo posible uno de los principales adelantos en la ciencia antro-
pológica.
Cuanto más pequeña es la unidad social, menos variación se encontra-
rá en la conducta de sus miembros. Una agregación familiar presenta me-
nos variación que un grupo local, v éste, a su vez, tiende a ser más homo-
géneo que una agrupación regional. Esto indica la importancia de la
complejidad cultural. A medida que crece la amplitud de variación en
la cultura, más oportunidad hav de que se desarrollen nuevas facetas del
cuerpo de costumbres preexistente. Se puede ver cuan importante es la
magnitud de la población por la manera en que, según se ha investigado,
está correlacionada con la productividad económica de un grupo, de suerte
que, cuanto más grande es la sociedad, mayor es su excedente económico
respecto a las necesidades de su subsistencia y mavor es su grado posible
de especialización en todos los aspectos de la cultura.
Ciertas variaciones, sin embargo, son más importantes que otras. Cada
desviación individual de los modos aceptados puede considerarse como una
fuerza potencial para influir la dirección del cambio en una cultura. Estas
variaciones pueden, de hecho, considerarse como pequeñísimas innovacio-
nes, las que se pueden adquirir por una sociedad, o desecharse, que tam-
bién puede ocurrir. Si tal variación se adoptó, en la misma medida altera
un patrón que existía antes de que la variación viniera a escena. Puede ella
muv bien, o reemplazar un anterior tipo habitual de reacción, o suplemen-
tario, o proporcionar una nueva forma alternativa de conducta aceptada.
Aquí la iiipótcsis del foco cultural entra de nuevo en nuestro- estudio, ya
que ella explica por qué causa en los aspectos de vida donde los intereses
692 TEORÍA D E L A CULTURA

son más vivos y entran con más frecuencia en el pensamiento consciente de


un pueblo se hace ostensible la mayor variación de la costumbre.
Siendo las variaciones cosa de azar, y siendo imposible predecir los
acontecimientos históricos que darán forma al curso de una determinada
cultura, debe tenerse en cuenta el factor accidente. En la cultura, "des-
arrollos accidentales" no quiere decir que se produzcan fuera del ampHo
círculo de causa y efecto. Son más bien los acontecimientos que no po-
drían preverse, aun en el caso en que toda la información utilizable refe-
rente a una cultura en un momento de su historia se tuviera a mano. En
lo fundamental, los accidentes en el desarrollo cultural tienen que referirse
a contactos entre pueblos que llevan a una de las partes elementos cultura-
les enteramente nuevos para sus individuos, los cuales afectan su modo de
vida en forma que no podía haber sido prevista por éstos. En este sentido,
sin embargo, las invenciones y los descubrimientos que alteran un modo
de vida en grado apreciable y vienen inesperadamente a los miembros de
una sociedad pueden también considerarse como accidentes culturales. To-
dos ellos ensanchan la base de la cultura, introduciendo nuevas variables.
Ésta es, acaso, la razón que apoya la observación común de que el contacto
cultural estimula el crecimiento cultural.
En una cultura relativamente intacta, ciertas variaciones casuales de
la conducta individual tienen más significación que otras a causa del factor
de foco cultural. El proceso resultante se expresa en el concepto de im-
pulso cultural. Advertido primero en el estudio del lenguaje, el fenómeno
se ha distinguido igualmente en la cultura como conjunto. La mayor parte
de las variables casuales en la cultura desaparecen con el individuo que las
manifiesta. Las que no desaparecen, y son adquiridas por otros miembros
de una sociedad, son acumulativas. Esto es cierto especialmente en el as-
pecto focal de una cultura. En las culturas examinadas a este respecto, pre-
sentaban los más grandes cambios, esto es, manifestaban el grado más gran-
de de variación, y los más decisivos ejemplos de impulso, en las fases de la
vida predominantes en los intereses del pueblo.

8
La cultura presenta regularidades que pemúten su análisis por los métodos
de la ciejicia.
Las generalizaciones de esta especie pueden trazar, respecto a puntos
de cultura, un camino que lleva a resolver la controversia acerca de si la
cultura debe ser estudiada como historia o como ciencia. La primera forma
de abordar al estudio intensifica el carácter único del desarrollo histórico
de cada cultura. La segunda pone su acento en la clasificación y en el
análisis de las semejanzas y diferencias entre formas culturales, con el fin
de que se puedan alcanzar las generalizaciones utilizables que permitan la
predicción en relación con la cultura como un conjunto. Las dos posiciones,
sin embargo, no se excluyen mutuamente. Se admite que el desarrollo his-
tórico de cada cultura es único, que una particular sucesión encadenada de
efectos no se repite jamás, así como que nunca dos sucesiones encadenadas
TEORÍA DE L A CULTURA 693

se resuelven en formas culturales idénticas. De esto se deriva la validez de


la afirmación de que la antropología es una disciplina histórica.
No obstante, continúa siendo verdad que, como en el caso de otras
ciencias históricas, tales como la astronomía y la geología, se han conse-
guido las generalizaciones siguiendo los procedimientos del método cien-
tífico. En la ciencia de la cultura, por consiguiente, la historia no se puede
oponer a la ciencia. Más bien los desarrollos históricos deben considerarse
como proveedores de las contrapartes antropológicas de las situaciones de
laboratorio, por medio de las cuales los hombres de ciencia, trabajando
en física, o en química, o en zoología, consiguen dominar los datos que
estudian. Por medio del anáhsis de cómo se han desarrollado las sucesiones
históricas únicas, y de un entendimiento de las formas de cultura en las
cuales se han producido, se pueden anticipar amphas y adecuadas genera-
lizaciones que sirvan de testimonio según os modos que emplea la ciencia.
Las leyes, no obstante, deben ser leyes de procesos; las formas culturales
que representan sus resultados finales deben considerarse, no como fijas,
sino como variables cuyos límites los fijan las probabihdades que un tipo
determinado haga surgir de una dada concatenación de circunstancias.
En estos términos, la predicción es enteramente posible. Se produce
en la vida diaria cuando, por completo, inconscientemente, predecimos den-
tro de límites bastante estrechos cómo un hombre o una mujer de una
sociedad determinada se comportará en una situación dada. Puede hacerse
una predicción de mayor ampHtud, de gran confiabihdad, acerca de la ma-
nera en que operarán ciertos procesos dinámicos bajo el contacto cultural
total. Sabidas las características de las culturas de dos pueblos que se en-
cuentran, nosotros, por lo menos, vemos con claridad los límites dentro
de los cuales se manifestará la amalgama resultante de los rasgos culturales.
Así, lo que pretende la ciencia antropológica es contender a la vez con am-
bos factores, histórico y científico. Por medio del estudio de la cultura
en ambos frentes, surgen técnicas y conceptos que nos permiten, aun de
manera muy segura, afirmar y comprender a la vez las leyes generales de la
dinámica cultural y las particulares sucesiones de encadenamiento históri-
cos que hacen de cada cuerpo de costumbres el único complejo de sistemas
de creencia y de conducta sujetos a patrón que les da su identidad como
modo de vida identificable.

9
La ciiltiera es el instrinnento por medio del cual el individuo se adapta a su
situación total, y además lo pi'ovee de -nredios de expresión creadora.
El proceso endocultural incluye el total de ese aspecto de la adapta-
ción de individuo recién nacido en el grupo del cual tiene que hacerse
miembro; y aun más. Estas adaptaciones que una persona tiene que hacer
respecto a los miembros de su propio grupo, empezando por su famiha, y
más tarde incluyendo agregados de muy diferentes géneros, son importantes,
porque le preparan para ser un miembro de la sociedad en pleno funciona-
miento. Son aquellas lo que comúnmente se designa como el proceso de
694 TEORÍA DE LA CULTURA

socialización. La experiencia endocultural, sin embargo, incluye también


las reacciones ante aspectos de la vida que, como expresiones del impulso
creador, son únicamente reacciones secundarias a las estructuras sociales
que hacen de la sociedad una unidad orgánica. El individuo está endocul-
turado en los patrones de música y de arte y de danza, en los cuales la
autoexpresión se encuentra con más hbre ejercicio que en otros aspectos
de la cultura; la especulación acerca del universo y de las fuerzas que lo
gobiernan están asimismo comprendidas dentro de esta más ampha ca-
tegoría.
Las instituciones que marcan los patrones de comportamiento sancio-
nados de los grupos humanos pueden considerarse como expresiones exter-
nas de las más profundas, con frecuencia no reconocidas, series de motivos
sustentadores de las formas de comportamiento que circundan la esfera
de actividad cultural en el plano descriptivo. Ha habido mucha discusión
acerca de si esas instituciones, que van a estructurar los aspectos de la cul-
tura, representan métodos patronizados de satisfacer las necesidades de los
seres humanos. Algunos investigadores dan importancia al modo como la
cultura llena las necesidades biológicas del hombre, en tanto que otros
exaltan la gran proporción del contenido de toda cultura que con dificultad
puede, si es que lo logra, llenar estas necesidades.
Los que defienden la idea de la base biológica de la cultura, en este
amplio sentido, apuntan a un fenómeno tal como los congénitos impulsos
del animal humano, que deben satisfacerse mediante la continuidad del su-
ministro de ahmentos y la regulación de la conducta sexual. Se refieren
éstos a la función de las estructuras sociales que proporcionan la educación
de los jóvenes y los preparan para ser nuevos miembros de la sociedad;
también a estructuras políticas como medios de asegurar el orden interno, y
la protección contra os peligros que vienen de fuera, que toda sociedad
suele tener. Y, sin embargo, en muchos de estos aspectos, y hasta en mayor
extensión en las actividades creadoras de los seres humanos, particularmen-
te en las artes, se hace difícil saber las necesidades Biológicas que se satis-
facen. Con mucha frecuencia una cultura parece ser un sistema que hace
más difícil alcanzar un deseado fin necesario. A l considerar este problema
no puede olvidarse cómo los pueblos se niegan a admitir lo que parece
obviamente eficaz a los extraños.
A l satisfacer las necesidades psicológicas de los que viven de acuerdo con
una cultura, ésta funciona de manera tan importante como frente a las que
satisfacen las demandas que provienen de la constitución física del hombre.
Esto de ninguna manera significa que la cultura sólo regula la satisfacción de
las necesidades dictadas por las características congénitas del hombre, o por la
naturaleza de la sociedad humana, o por los requerimientos del habitat, sino
que tiene también muy en cuenta las necesidades que pueden, no sólo no
estar relacionadas con las exigencias del organismo, sino que en su apremio
pueden hasta marchar en sentido contrario a ellas. El impulso por prestigio,
por ejemplo, es uno de esta naturaleza; y sería tan difícil negar sus conse-
cuencias de largo alcance al ordenar las formas culturales como lo sería
el negar la fuerza de la necesidad de tener la seguridad de un constante y
TEORÍA DE L A CULTURA 695

adecuado suministro de alimentos. Ninguna teoría válida de la cultura, por


consiguiente, puede dejar de tener plenamente en cuenta esa necesidad tan-
to como las exigencias primarias de alimento, refugio y sus equivalentes
cuando se explica la función cultural de adaptar al individuo al modo de
vida de su grupo.
Y, sin embargo, aunque la cultura es el instrumento por medio del
cual los seres humanos se adaptan a su situación total, no debe nunca con-
cebirse como que reduce el individuo a un estado inerte o pasivo en/el
proceso. En realidad, el proceso de adaptación es circular y sin fin; es un
proceso de interacción entre el individuo y su grupo en términos de su
endoculturación a sus patrones preexistentes. Esta adaptación es llevada
adelante por la facultad creadora, la cual, como expresión fundamental de
la falta de sosiego del individuo haciendo frente a los modos de compor-
tamiento de su grupo, le permite ejercer varios modos de autoexpresión, y,
de esta manera, extender el campo de acción de su cultura sin echar por
tierra sus orientaciones básicas.

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