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El análisis y estudio de los movimientos protagonizados por los pueblos indígenas, es decir, por las
sociedades y culturas originarias del continente americano, ha puesto cierto énfasis en sus aspec-
tos coyunturales y en su capacidad o incapacidad para transformar las situaciones de dominación
económica y subordinación cultural por las que atraviesan en los distintos estados. En este ensayo
el autor pretende caracterizar a dichos movimientos en tanto procesos de construcción nacionali-
taria, entendidos como la búsqueda por constituir sujetos colectivos que apelan a una identidad
148 social compartida, basada en una tradición cultural propia o apropiada, y que pretenden relacionarse
en términos igualitarios con los otros conjuntos culturales que forman parte de un mismo Estado.
The analysis and study of movements carried out by indigenous peoples —that is the native socie-
ties and cultures of the American continent— has to some extent emphasized the aspects of junctu-
re and their capacity or incapacity to transform the situations of economic domination and cultural
subordination undergone in the different states. In this essay the author seeks to identify these mo-
vements insofar as processes of nationality-building, understood as the quest to establish collective
subjects that appeal to a shared social identity, based on one's own or on an adopted cultural tradi-
tion, and which seek to establish relations on equal terms with the other cultural groups that make
up that particular State.
miguel alberto bartolomé: Profesor-investigador del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México.
* Una reducida versión preliminar de este ensayo fue presentado en la X Reunión de la Federación Internacional de Estudios sobre América Latina
y el Caribe (FIELAC), realizada en Moscú, Rusia, en julio del 2001. Parte de la información etnográfica expuesta proviene de mi experiencia personal,
por ello he limitado en lo posible las referencias bibliográficas locales, mismas que se pueden encontrar en muchas obras sobre las específicas situa-
ciones de cada grupo étnico en cada Estado latinoamericano.
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Kikapoo / Archivo INAH, facilitado por el Instituto Estatal de Documentación de Coahuila
Alguna vez los hombres son dueños de sus complejidad tecnológica y supuesta universalidad, tien-
destinos. La culpa, querido Bruto, no es de den a hacer olvidar su signo occidentalizante y su natu-
nuestras estrellas, sino de nosotros mis- raleza hegemónica. Los aspectos económicos, culturales
mos, si consentimos en ser inferiores
e ideológicos de la globalización, no suponen una parti-
william shakespeare, cipación equilibrada de los grupos sociales y culturales,
Julio Cesar, Ac. 1, Esc. 2. que tienen acceso en forma diferencial a este inusitado de-
sarrollo de los sistemas conectivos dentro de los cuales es-
tán ahora involucrados. Asistimos a procesos en los cuales
LAS DINÁMICAS SOCIALES muchos de sus protagonistas, incluyendo a la antropo-
logía, encuentran difícil definir el papel que desempeñan,
A
quellos que creían que la historia humana te- de tal manera que todos pareciéramos estar condenados
nía algún tipo de propósito, generalmente coin- a ser arrastrados por un inevitable torrente histórico,
cidente con sus propias voluntades ideológicas olvidando que la historia depende de la voluntad de sus
y políticas, suelen desorientarse ante la dinámica social participantes. Como en el caso de todas las grandes trans-
contemporánea. Al igual que lo ha hecho siempre, el formaciones que ha experimentado la humanidad, la
mundo está cambiando pero no en las direcciones que actual es también un momento propicio para la reflexión
se habían previsto. El mercantilismo salvaje se expande y la acción políticas, orientadas a imaginar y proponer
por el planeta, en el marco de una globalización cuya modelos alternativos de convivencia, ante la rápida
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allá del análisis de coyuntura, demasiado ligado a con- las matrices históricas, lingüísticas y culturales compar-
textos específicos que pueden hacer perder de vista su tidas los referentes comunes que posibiliten la identifi-
legitimidad histórica, su dimensión continental y sus as- cación colectiva. Otro es el caso de las sociedades orga-
pectos comunes, pretendo ahora caracterizar a dichos nizadas en jefaturas, en sistemas segmentarios tribales o
movimientos en tanto procesos de construcción nacionali- en bandas compuestas, que poseen mecanismos genera-
taria,3 entendidos como la búsqueda por constituir sujetos lizados de identificación, generalmente basados en prin-
colectivos que apelan a una identidad social compartida, cipios míticos, parentales o de reciprocidad, que aunque
basada en una tradición cultural propia o apropiada, y no excluyen los conflictos internos, permiten un mayor
que pretenden relacionarse en términos igualitarios con nivel de reconocimiento de la membresía étnica. Así las
los otros conjuntos culturales que forman parte de un jefaturas kunas de Panamá se saben integrantes de un
mismo estado. Esta dinámica social está siendo protago- grupo mayor que habita en kuna yala; la parcialidad tri-
nizada por sociedades que, en la mayor parte de los ca- bal mbya guaraní del Paraguay se piensa como tal, pero
sos, carecen de un aparato político unitario propio que reconoce tanto la existencia como las diferencias que la
incluya a la totalidad de sus miembros. Ello hace aún reúnen y separan de las parcialidades Pai Tavyterá y Avá-
más compleja la tarea de reconstruir o construir un sujeto Guaraní. A su vez, las antiguas bandas de tradición caza-
colectivo basado en una comunidad de comunicación y dora del chaco argentino y paraguayo, reconocen un
de intereses, que permitirían constituirlos como pueblos cierto parentesco que las une, más allá de las diferencias
dotados de una identificación conjunta, en términos lingüísticas, políticas o históricas que las separan. Algo
similares a los de las naciones construidas por los esta- similar ocurre con los norteños wicholes, yaquis o seris
dos (M. Bartolomé, 2001). Sin embargo, una lectura de de México, cuyos sistemas de intercambio han posibili-
los actuales procesos étnicos en términos nacionalitarios, tado el mantenimiento o desarrollo procesal de identi-
destaca que las movilizaciones, más allá de sus objeti- dades compartidas. 151
vos puntuales, o apelando instrumentalmente a ellos, Un elemento a destacar es que en la actualidad las mo-
pretenden que las comunidades etnoculturales se con- vilizaciones de todas las sociedades nativas, más allá de
figuren como sujetos políticos, sin que esto implique la los sistemas organizativos preexistentes, se orientan a bus-
necesaria construcción de un aparato estatal propio. car tanto la inclusión de la mayor parte de los miembros
Muchos de los grupos étnolingüísticos que protagon- de un mismo grupo etnolingüístico, como a desarrollar
izan estos procesos pertenecen a las tradiciones civiliza- alianzas interétnicas intentando generar un incremento
torias mesoamericana y andina, y están compuestos por de su presencia y fuerza políticas ante el Estado. Aquí
una multitud de comunidades agrícolas débilmente in- cabe destacar la diferencia que existe entre los grupos et-
tegradas entre sí, aunque el conjunto de los hablantes nolingüísticos y los étnicos en sentido estricto: Los gru-
puedan sumar millones.4 Por ello buscan encontrar en pos étnicos constituyen unidades adscriptivas y, por lo
tanto, identitarias, cuyos miembros se reconocen y son
reconocidos como tales (F. Barth, 1976), lo que facilita la
3 Aquí utilizo el término nacionalitario para diferenciar la construc-
ción social y política a la que aludo de la ideología del nacionalismo.
acción colectiva. En cambio, los grupos etnolingüísticos
Tradicionalmente los conceptos de estado y nación se han tratado de se corresponderían más con lo que A. Smith (1997: 18)
manera casi indiferenciada en la literatura especializada. Aquí enfatizo
la distinción entre el estado como aparato político de una colectividad
social y la nación como comunidad cultural que puede o no poseer
una organización política propia. La falta de distinción existente se incrementó de manera notable la presencia indígena en las ciudades,
debe a que los estados han creado sus comunidades culturales-na- de donde salieron muchos de los cuadros dirigentes de los movi-
cionales de acuerdo con una lógica homogeneizante, hasta el punto mientos etnopolíticos. Por otra parte, en algunos países, se mantuvieron
que estado y nación pasaron a ser indentificados como una sola enti- o desarrollaron pequeñas ciudades indias como Juchitán en México u
dad (M. Bartolomé, 2001). Otavalo en Ecuador. A pesar de estos procesos, la mayor parte de la
4 La invasión europea canceló progresivamente la vida urbana nativa en población indígena del subcontinente continúa siendo básicamente
América Latina, pero la migración rural-urbana iniciada en el siglo XX rural y campesina.
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dividido en dos bloques irreconciliables, las consecuen- de decisiones estatales. En la amazonia peruana, algunos
cias de este sórdido conflicto comenzaron a hacerse sentir pueblos como los asháninka fueron reclutados como
en las sociedades nativas. Los países del llamado tercer combatientes por la guerrilla local en 1965, proceso fa-
mundo empezaron a ser utilizados como piezas en una vorecido por la identificación de un jefe rebelde con el
vasta partida de ajedrez cuyo resultado final parecía ser héroe mesiánico histórico Juan Santos Atahualpa (M.
la guerra termonuclear. Las llamadas “fronteras interio- Brown y E. Fernández, 1991), aunque más tarde debie-
res”, aquellas áreas marginales a las expansiones y los ron combatir a la guerrilla senderista con el dramático
controles estatales, pasaron a ser percibidas como espacios saldo de 3 500 muertos (R. Montoya, 1998).
ambiguos donde se podían producir eventuales confron- En lo que atañe a América Central, poco es lo que se
taciones entre las perspectivas hegemónicas. Y de hecho puede añadir respecto a la guerra interna de Guatema-
se produjeron. Estos espacios, muchas veces poblados la,6 cuyos aspectos interétnicos son de sobra conocidos
por pueblos indígenas o un pobre campesinado, con fre- y que implicaron un crítico costo para la población nati-
cuencia sometidos a los más bárbaros mecanismos de va no combatiente, pero que era considerada “el agua
explotación neocolonial, constituían (y constituyen) un del pez guerrillero”, de acuerdo a los modelos de contra-
reservorio de profundo descontento social y político. En insurgencia derivados de la experiencia estadounidense
ellos fijaron su acción tanto las fuerzas armadas estatales en Vietnam. A su vez, los nahuas pilpiles de Nicaragua
orientadas por las doctrinas de “seguridad interior”, así pelearon con denuedo a favor de la insurrección sandi-
como algunos de los movimientos contestatarios de la nista, aunque poco después los mískitos, sumos y ramas
época, intentando que las culturas locales participaran de la costa atlántica, combatieron al mismo ejército insur-
como peones en esa perversa partida de ajedrez que lle- gente que se suponía que los había liberado. La situación
vaba a la humanidad hacia el abismo. global fue de tal naturaleza en esta época, que se puede
Un ejemplo de lo anterior es que algunos grupos, co- proponer que, con algunas excepciones, los ejércitos la- 153
mo los aché-guayakí del Paraguay, cazadores y recolecto- tinoamericanos constituyeron la institución estatal que
res entonces de muy reciente contacto, fueron utilizados con más frecuencia interactuó con los indígenas, hasta el
en la década de 1960 como guías por las tropas paragua- punto que muchos llegaron a identificar a los militares
yas que reprimieron la insurgencia guerrillera en las selvas con el Estado.
orientales. En Argentina sectores de los pueblos chaque- El hecho es que, si los siglos XIX y XX estuvieron sig-
ños de tradición cazadora, entre ellos los wichi, intenta- nados por la expansión de las sociedades criollas sobre
ron ser reclutados por los movimientos contestatarios, las tierras indígenas, el siglo XX ofertó también el fallido
haciéndose destinatarios de la represión cuya crueldad desarrollismo y después la conflictividad política de los
tipificaba a la dictadura militar instaurada en 1976. Cien- estados, involucrados en las disputas hegemónicas y en
tos de mapuches chilenos debieron, al igual que miles de sus propios procesos de democratización. Cabe señalar,
sus compatriotas, aceptar el exilio impuesto por el régi- sin embargo, que la gran difusión de las políticas educati-
men militar, que desde 1973 ensangrentó a su país enar- vas en la misma época alfabetizó a un creciente grupo de
bolando la alineación con un occidentalismo funda- nativos, permitiéndoles tener acceso a un mejor conoci-
mentalista. En todos los países del área amazónica, la
geopolítica imperante pretendió considerar a los pue-
blos indígenas que habitaban las fronteras estatales, co- 6 Para Yvon Le Bot (1992), la experiencia guerrillera en América La-
mo eventuales partícipes de los conflictos internos. En las tina sólo buscó reclutar a los indígenas como combatientes de un
nuevo proyecto estatal, la toma del poder por una clase, proyecto que
regiones andinas del Perú, la violencia mesiánica de Sen- en realidad también los excluía, ya que no tomaba en cuenta sus rei-
dero Luminoso ofreció contradictoriamente un inusual vindicaciones étnicas. El mismo comandante Che Guevara al parecer
no logró entender esta presencia tanto en Guatemala donde se po-
acceso a la vida política a los quechuas, quienes habían litizó, como en Bolivia donde protagonizó, según el aymara Ramiro
carecido de opciones propias de participación en la toma Reynaga, una “guerrilla blanca en tierras de indios”.
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miento de sus contextos históricos y sociales. A su vez, la …En el pasado y aún en el presente, hemos sido víctimas
globalización comunicativa de las ultimas décadas hizo de una guerra que no es nuestra, no la entendemos ni la
que los sucesos locales fueran cada vez más conocidos apoyamos… Constantemente hemos sido señalados de per-
tenecer a la guerrilla, al ejercito, al narcotráfico o a los pa-
en el ámbito global, provocando repercusiones en luga- ramilitares. Siendo víctimas de constantes invasiones
res diferentes o muy distantes a los de su surgimiento. La ideológicas (religiones, partidos políticos de derecha y de
generalización de las organizaciones y políticas defenso- izquierda, instituciones de gobierno y privadas, ONGs, en-
ras de los derechos humanos, les ofreció la posibilidad de tre otras) que confunden a nuestras comunidades…
contar con un foro internacional ante el cual argumentar
las violaciones a los mismos, a la vez que plantear sus Por otra parte, en la última década el neoliberalismo y su
derechos individuales como derechos colectivos (R. Sta- frenesí mercantil, afectaron a nivel económico a cada vez
venhagen, 1998). Por otra parte, la participación en or- más regiones indígenas, determinando el desarrollo de
ganizaciones de productores y la defensa de los derechos movilizaciones de autodefensa. A su vez, para la misma
sobre recursos naturales o sus tierras de labor, aumentó época, muchos de los estados liberalizaron sus estruc-
de manera exponencial el conocimiento indígena sobre turas políticas, desarrollando nuevas legislaciones que
las lógicas estatales y las posibilidades de actuar respec- reconocen la presencia indígena y que eventualmente
to a éstas. Esto generó una nueva forma de pensarse a sí posibilitan su participación en las políticas públicas que
mismos en términos de conjuntos étnicos, que padecían los afectan. El resultado global de todos estos procesos,
similares problemas fundados en esa misma condición fue el incremento de la voluntad y capacidad de acción
étnica. Asimismo, los partidos políticos, las iglesias, las política compartida, en parte por poblaciones que hasta
organizaciones ambientalistas, los grupos defensores de entonces habían sido percibidas como sujetos pasivos de
los derechos humanos, los narcotraficantes7 y distintas determinaciones externas, a pesar de contar con una di-
154 organizaciones no gubernamentales enfocaron su acción latada trayectoria de resistencia étnica. Este conjunto de
en los pueblos nativos. factores influyó de manera crucial en las poblaciones na-
Así, hartos ya de esta situación, una de las decanas de tivas,8 quienes tuvieron acceso en pocos años a una más
las organizaciones etnopolíticas en América Latina, el clara percepción de su inserción en los contextos interét-
Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) de Colom- nicos regionales y estatales, favoreciendo de esta manera
bia, señala en el llamado Documento de Jambaló las si- el desarrollo de respuestas y demandas políticas, inicial-
guientes consideraciones críticas (CRIC, 2000): mente guiadas hacia cuestiones puntuales, pero poste-
riormente orientadas a afirmar su condición de pueblos
oprimidos y a proponer sus propias perspectivas de un
futuro autónomo. Tal como lo hemos destacado en otra
7 Exponer el conjunto de complejos procesos que el narcotráfico ge-
oportunidad, los factores contextuales son determinan-
nera en los pueblos indígenas de América Latina, debe ser objeto de
una investigación especial, difícil de proponer dado lo comprometi- tes para el surgimiento de las movilizaciones, pero en su
do de la información a obtener y utilizar. En algunos casos, como en transcurso los factores culturales se comportan de mane-
la región chatina de México, la introducción de este nuevo y reditua-
ble cultivo comercial produjo inicialmente fondos que, de acuerdo con
ra dominante (M. Bartolomé y A. Barabas, 1977).
la tradición local, se dedicaron en parte a obras comunitarias hasta
que llegó una desproporcionada represión militar (T. Cruz Lorenzo,
1988). En Colombia millares de indígenas fueron atrapados entre los 8 En un reciente ensayo Xavier Albó (1997) enumera una serie de fac-
intereses de los narcotraficantes, la guerrilla, el ejército y las institu- tores intervinientes en el proceso de surgimiento de las organizaciones,
ciones estatales, transformado las estructuras sociales y culturales algunos de los cuales coinciden con los que expongo. El autor señala,
locales (S. Villaveces Izquierdo, 2001). Conocidas son las frecuentes entre otros, la frustración desarrollista que favoreció a los grupos de
protestas de los indígenas bolivianos, tradicionales productores de poder tradicionales, la reacción al hiperclasismo de las izquierdas que
coca, ante los intentos gubernamentales por erradicar el cultivo (D. no representaron la singularidad de las demandas indígenas, la ex-
Barrios, 1989). Pero todos estos procesos aún no han sido integrados pansión territorial sobre las tierras nativas, la coyuntura ecologista
en una visión unitaria que dé cuenta de la dinámica de cambios relacionada con la defensa de recursos naturales en tierras indígenas
involucrados. y una generalizada globalización excluyente.
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Archivo Purcell, Saltillo
Se desarrolló de esta manera una nueva conciencia del estados.9 Es decir, que la afirmación de la cultura e iden-
“sí en situación”, que se manifiesta tanto a nivel ideoló- tidad propias constituye un elemento recurrente, lo que
gico en términos de la búsqueda de una nueva asunción les otorga singularidad respecto del vasto espectro de los
identitaria que se debía explicitar ante el exterior, como nuevos movimientos sociales contemporáneos.
en la vertebración de un nuevo tipo de acción política Todavía en el año 2000, demostrando su incapacidad
orientada a transformar los sistemas interétnicos dentro para renunciar a la doctrina de la seguridad nacional ba-
de los cuales han estado históricamente incluidos. Se sada en la hipótesis bélica del conflicto interno, la Agencia
trató, en síntesis, no de una nueva forma del ser, sino de Central de Inteligencia de Estados Unidos, en su reporte
una nueva forma en que ese ser social se podía pensar a sí proyectivo sobre los siguientes 15 años, informaba respec-
mismo. En muy poco tiempo, lo que a partir de la década to a los riesgos involucrados en los movimientos indí-
de 1960 se había inicialmente manifestado como la mo- genas. Esta guardiana de la democracia internacional
vilización circunscripta de algunos grupos étnicos en
diferentes países, pasó a constituirse en un proceso con-
9 Así, por ejemplo, los cazadores y recolectores ayoreode del Para-
tinental influido y condicionado por los distintos contex-
guay, contactados en la década de 1960 y sometidos a un compulsivo
tos regionales, pero cada vez más vinculado entre sí; una proceso de sedentarizacion guiado por las misiones religiosas, ya han
de cuyas características generalizables radica en el recha- participado en varios encuentros indígenas nacionales, regionales y
continentales, que les ha permitido tener acceso a una rápida con-
zo de que las identidades étnicas nativas sean absorbi- ciencia de sus derechos colectivos y de la naturaleza de su muy reciente
das por las identidades alternativas propuestas por los inserción dentro del marco de un estado-nación (M. Bartolomé, 2000).
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señalaba que uno de los principales retos que afronta- valorativos, sino un hecho social concreto sobre el que
rían los gobiernos latinoamericanos en los próximos 15 se debe proyectar la reflexión social contemporánea. Se
años estarían representados por los movimientos indí- trata de una demanda generalizada, que progresiva-
genas. Así destacan que “…tales movimientos se in- mente va incorporando a más y más contingentes hu-
crementarán, facilitados por redes transnacionales de manos pertenecientes a los casi 50 millones de sobrevi-
activistas de derechos humanos y grupos ecologistas vientes del dilatado proceso colonial y neocolonial.11 De
bien financiados. La tensión se incrementará en un área las múltiples posibilidades analíticas que ofrecen, lo
que va desde México hacia la región amazónica…” (CIA, que aquí me importa destacar es su carácter de procesos
2000: 31). El mismo documento señala que los estados constructores de nuevos tipos de sujetos colectivos.
de lento crecimiento económico y alta concentración del Esta emergencia contemporánea no es un fenómeno
poder en una elite reducida, aumentarán su discrimi- nuevo, sino la expresión reestructurada de la misma lu-
nación respecto a las comunidades minoritarias, lo que cha centenaria que han llevado a cabo las etnias indíge-
sería el caso de India, Rusia y China, pero también del nas, pero que ahora se expresa a través de un nuevo tipo
Brasil. Si alguna duda le cabe a la reflexión social con- de discurso y de acción. Se trata de una reelaborada praxis
temporánea respecto a la importancia de los movimien- etnopolítica, que se ha adaptado a las cambiantes circuns-
tos indígenas, tal vez el interés que despiertan en la CIA tancias por las que atraviesan los sistemas interétnicos
ayude a convencerla de su trascendencia. locales, regionales y continentales, tratando de manifes-
tarse en términos que sean comprensibles dentro de los
parámetros impuestos por el logos dominante. Pero sus
EL RESURGIMIENTO INDIO antecedentes se hunden en los siglos, donde los encon-
tramos en forma de movimientos socio-religiosos de li-
156 Es así que en las últimas décadas asistimos a un proceso beración, rebeliones armadas, migraciones mesiánicas,
que a las ciencias sociales le ha costado mucho reconocer, etcétera (A. Barabas, 1989). Incluso éstas sólo delimitan
ya que lo había considerado demasiado comprometedor las épocas de eclosión; los momentos en los cuales la et-
para tratarlo de manera académica, o políticamente poco nicidad desembocó en estallidos totalizadores. Mucho
relevante para contribuir a la transformación de nues- menos evidentes para los observadores externos son los
tras sociedades. La emergencia y multiplicación de orga- siglos de resistencia aparentemente pasiva, las genera-
nizaciones, federaciones, movimientos y agrupaciones ciones en las cuales la identidad étnica de millones de
etnopolíticas de las etnias nativas,10 que desde hace años personas se vio obligada a refugiarse en el marco de lo
disputan un espacio político, cultural y territorial propio cotidiano, en el seno de ámbitos exclusivos que mantu-
dentro del ámbito de los estados-nacionales, no consti- vieron su conciencia social específica —en este caso étni-
tuye un proceso que sólo puede ser juzgado en términos ca—, lo más lejos posible de las pretensiones hegemónicas
de los aparatos coloniales y neocoloniales. Se fue confi-
gurando así lo que alguna vez denominara como una
10 Todo listado, aparte de aburrido, es injusto por el riesgo de omitir “cultura de resistencia”, que buscó y logró mantener la
organizaciones poco conocidas, aunque puedan poseer gran trascen- identidad social distintiva de sus miembros (si se quiere
dencia local o regional. Pero, entre las nacionales, se pueden mencio-
nar a la APA (Asociación de Pueblos Amerindios de Guyana), la CIDOB
(Confederación Indígena de Bolivia), el CONIVE (Consejo Nacional
Indio de Venezuela), la FOAG (Federación de Organizaciones Amerin- 11 La cifra de 41 398 562 indígenas ha sido registrada por el Banco In-
dias de Guayana Francesa), la OIS (Organización Indígena de Surinam), teramericano de Desarrollo en 1991 como dato para el Proyecto de Crea-
la OPIAC (Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonia Co- ción de Fondo de Desarrollo de los Pueblos Indígenas de América
lombiana), la AIDESEP (Asociación Interétnica de Desarrollo de la Selva Latina y el Caribe. A su vez, el Instituto Indigenista Interamericano
Peruana), la AIRA (Asociación Indígena de la República Argentina), la proponía la existencia de 41 977 600 hablantes de lenguas nativas por
CONAIE (Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador), el la misma fecha. De acuerdo con el mismo criterio lingüístico, la cifra
CNI (Congreso Nacional Indígena de México) y un largo etcétera. actual (2002) ascendería a cerca de los 50 millones.
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transfigurada, pero básicamente propia) hasta nuestros contribuye tanto la posible vigencia de una tradición
días (M. Bartolomé, 1988). oral como la información proporcionada por la antro-
Sin embargo, tampoco debemos sobrevalorar la ca- pología y la historia, que se esgrimen como una ar-
pacidad de resistencia de las poblaciones indias. Muchos gumentación clave para fundar la legitimidad de la
proyectos sociales y culturales han desaparecido para colectividad que se asume en términos étnicos. En algu-
siempre. Centenares de culturas concretas que testimo- nos casos esta etnogénesis responde a intereses instru-
niaban formas singulares de los múltiples rostros de la mentales, cuando de ella se puede esperar la posible ob-
humanidad se han perdido irremediablemente. Y, más tención de recursos, tales como el derecho a la tierra. Pero
allá de la extinción física, millones de hombres y mujeres en otros casos se trata de conglomerados sociales he-
inhabilitados para ejercer su identidad, fueron coerciti- terogéneos, unificados por sus posiciones económicas,
vamente descaracterizados, alienados hasta el punto de políticas y culturales subalternas, que a través de la etno-
verse obligados a renunciar a sí mismos, en aras de su génesis tratan de aspirar a una cierta dignidad y recono-
integración a los modelos de identidad alternativa que cimiento, por parte de una sociedad nacional que los
les proponían las sociedades dominantes. Mestizos ignora. Sólo el futuro inmediato podrá arrojar luz sobre
ideológicos, desposeídos de sus propios rostros y obli- el resultado de estos procesos contemporáneos, pero el
gados a transformarse en una versión subalterna del hecho a destacar es que los indios identitarios, en toda
mundo de los propietarios de los estados. América Latina, son en realidad muchos más que los que
Este mecanismo de mestizaje no biológico que pare- proponen los censos estatales que recurren exclusiva-
cía ser irreversible en algunos ámbitos étnicos, muestra mente al indicador lingüístico.
ahora ciertas tendencias en sentido inverso; ello se expresa
en los intentos de reconstruir las casi perdidas o muchas
veces imaginadas identidades precoloniales, aún cuando LOS MOVIMIENTOS ETNOPOLÍTICOS 157
puedan carecer del sustento que les proporcionaba la
lengua propia.12 Se trata de procesos algunos de los cua- Las características actuales de las movilizaciones indias
les pueden ser considerados de etnogénesis en sentido es- en cada ámbito local responden a muy variadas situa-
tricto (A. Pérez, 2001), no aplicándolo al resurgimiento ciones económicas, sociales y culturales. Las modalida-
de una etnia preexistente aunque desvitalizada, sino a la des de la acción de las organizaciones responden no sólo
construcción de una identificación étnica efectuada por a los contextos estatales en los cuales se desarrolla, sino
un grupo humano, cuyo origen y cultura compartida también a la propia lógica y coyuntura política de los
pueden ser sólo un dato del pasado, real o imaginario, distintos pueblos. Algunas movilizaciones provienen de
pero que se asume como referente fundamental en la los sistemas políticos tradicionales (propios o apropia-
configuración de una comunidad identitaria. A ello dos), que aún guían y norman la vida colectiva; pero
otras se han estructurado como nuevos movimientos
sociales a los que denominamos etnopolíticos para di-
12 Existen muchos ejemplos al respecto, entre ellos podemos citar a la ferenciarlos de los anteriores. Si bien ambos tipos respon-
población chocholteca, ixcateca o mam de México (M. Bartolomé y den a la misma necesidad de enfrentarse o articularse
A. Barabas, 1996); los guaná y los sanapaná del Paraguay (observa- con el Estado en defensa de sus derechos, su estructura-
ción personal); los “desquechuizados” coyas del noroeste argentino
(Toqo, 1985); los yanaconas de Colombia (C. Zambrano, 2000); los ción responde a distintas coyunturas. En los pueblos que
tuxá, pataxó y quirirí del nordeste brasileño (P. Agostinho da Silva, han logrado conservar en alguna medida los sistemas
1988) o los llamados neo-chaymas, neo-kariñas, neo-guyqueríes de
Venezuela (N. Arvelos, 2001). Más allá de las identificaciones que ya propios, la característica que asume la lucha se basa en
no se basan en la lengua, el ensayo de A. Pérez (2001) documenta la su específica lógica política, la que a pesar de su legitimi-
etnogénesis, implicada en la reconstrucción de grupos étnicos con-
siderados extintos (chaima, bare), que aparece basada en referencias dad en ocasiones supone un factor adicional de incom-
históricas. prensión con la intolerante lógica de los estados. Así, por
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confederaciones, asociaciones, etcétera), que suelen ser liderazgo con los sistemas políticos tradicionales, en cuyo
lideradas por intelectuales indígenas no-tradicionales y marco generalmente no están elaboradas. Se trata de un
cuya organicidad puede ser a veces discutible.16 En cier- largo y riesgoso proceso de adaptación estratégica de la
tos casos instituciones externas tanto estatales como vida política para adecuarse al cambiante contexto nacio-
partidarias, misionales o contestatarias han sido corres- nal e internacional en el que transcurre su acción. Y si lo
ponsables de la estructuración de las organizaciones.17 califico de riesgoso es porque en su transcurso se puede
Aunque no necesariamente sus motivaciones fueran es- perder la especificidad que se pretende preservar, al verse
purias o manipulatorias, al no surgir de las bases étnicas obligados a expresarse y actuar en términos de un pensa-
y no responder a la experiencia política local, su capacidad miento categorizador y de una lógica política que no por
de convocatoria se ha visto inicialmente condicionada conocidos dejan de ser ajenos.18 Pero sin una adecuación
por sus orígenes. Incluso algunos estados han pretendi- tanto a las cambiantes coyunturas externas e internas
do controlar y dirigir las organizaciones indias, dentro de como a las propias tradiciones, la nueva intelectualidad
una lógica corporativa que les hace creer que la cuestión indígena corre el riesgo de desempeñarse exclusivamen-
se resuelve coyunturalmente con manipular la moviliza- te como intermediaria entre dos mundos, sin encontrar
ción, pretendiendo realizar un manejo gerencial de la verdadero eco en sus grupos de procedencia, perdiendo
etnicidad. Se ha desarrollado de esta manera un sector así la organicidad de la que se la supone portadora.
étnico de interlocución con los estados, que no siempre Un complejo e interesante proceso reciente sería el
responde a las expectativas de sus pueblos. protagonizado por algunos de los grupos indígenas de
No pretendo con estas observaciones negar la legiti- México, en los que se advierte una incorporación de sus
midad o vigencia de las organizaciones etnopolíticas, organizaciones etnopolíticas en el seno de la vida comu-
sino entender y no mitificar su real dimensión. Trato de nitaria, hasta hacerlas compatibles con los sistemas po-
señalar el carácter extraordinariamente complejo de su líticos preexistentes. Así se puede proponer que en la 159
formulación actual, la que se encuentra sometida a las actualidad, y en muchos casos, las organizaciones han
más duras pruebas. Por una parte, son objeto de las ac- pasado a integrar las estructuras sociales comunitarias lo-
ciones represivas o manipulatorias de los estados, los par- cales, en la medida en que están definitivamente condi-
tidos, las iglesias y otros movimientos, frente a los que cionadas por las mismas lógicas políticas de raigambre
deben defender su especificidad y mantener una distancia parental que guían otros aspectos de la vida colectiva.19
crítica; por otra, deben mantener o reformular su legiti- En estos casos las nuevas organizaciones pasan a integrar
midad respecto de las mismas poblaciones de las cuales los sistemas político-parentales, desarrollando así una
emergen, muchas veces divididas por los faccionalismos
internos. Las organizaciones y los líderes de ellas ema-
18 No es infrecuente que los movimientos recurran a modelos de ac-
nados deben asumir el desafío de hacer compatible su
ción política proporcionados por la tradición estatal local. Así en el
Paraguay se ha recurrido inicialmente al peticionismo ante el Estado
patrimonialista; en México, también de manera inicial, a la inserción
16 Este sería el caso de la Asociación Indígena de la República Argen- corporativa (M. Bartolomé, 1997); en Brasil, a una organización ver-
tina, cuyo grupo inicial fue configurado por indígenas urbanos, pero tical y centralizada (A. Ramos, 1998); en Bolivia, al sindicalismo cam-
que trataron de representar ante el Estado a comunidades étnicas que pesino (CSUTCB, 2001), etcétera.
no reconocían su liderazgo. En forma independiente al hecho de que sus 19 Este es el caso de los mixes o ayuuk, cuyas organizaciones están
motivaciones fueran legítimas, su falta de representatividad deter- estrechamente vinculadas a las autoridades tradicionales, o la de los
minó una presencia política casi nominal, que en la actualidad es movimientos de zapotecos y chinantecos que recurren incluso al esta-
reemplazada por los movimientos regionales. blecimiento de alianzas basadas en parentescos rituales (compadraz-
17 Como el Consejo Indigenista Misionero del Brasil, que influyó en la gos) con autoridades nativas e instituciones afines (B. Maldonado,
organización de la ya desaparecida Unión de Naciones Indígenas o 2002). R. Rubio Serrano (1997) explora este proceso entre los kogui,
los salesianos y su participación en la Federación Shuar del Ecuador, wiwas y arhuacos de Colombia, advirtiendo que la organización etno-
o como las instituciones estatales que realizaron el intento corpora- política se comporta como un “anfibio cultural”, en el que la organiza-
tivo por crear el Consejo Supremo de Pueblos Indios de México, actual- ción tradicional imprime su propia lógica a este intento de conectar
mente inexistente y reemplazado por organizaciones autónomas. dos mundos sin abolir sus fronteras.
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definida base social en la cual apoyarse y a la que deben que han proporcionado a los protagonistas una visión
una nueva organicidad. Han logrado de esta manera una más clara de la problemática de sus pueblos a nivel com-
compatibilidad entre los viejos y los nuevos sistemas, parativo internacional y han fomentado ese emergente
demostrando la flexibilidad de las instituciones tradicio- espíritu panindianista, pero sería apresurado considerar-
nales para adaptarse a los cambios por los que atraviesan. las como cristalizaciones de una aún inexistente estruc-
Dentro de esta misma proyección de la lógica política turación política e identitaria compartida, la que sólo se
propia, pero a nivel regional, un reciente y excepcional hace visible a través de una óptica en exceso optimista.
ensayo de Nelly Arvelo-Jiménez (2001) demuestra cómo Incluso se puede confirmar que en varios de los países
la organización multiétnica indígena del Amazonas ve- donde existen organizaciones o federaciones con preten-
nezolano, se basa en lo que ella caracteriza como un his- siones panregionales, gran parte de la población indíge-
tórico Sistema de Interdependencia Regional Horizontal na desconoce su existencia.21 Si bien cabe destacar que
del Orinoco (SIRO), que vinculaba y vincula a nivel pa- esas mismas federaciones dinamizaron a nivel político la
rental, comercial, social, ceremonial y político a distintos identidad de muchos grupos. Y es que uno de los mayo-
grupos cuya articulación no es muy visible a nivel exter- res obstáculos a los que se enfrentan los pueblos indios
no, pero que sustenta las movilizaciones actuales. Más radica en la actual fragmentación de las filiaciones iden-
investigaciones en esta línea, podrán tal vez exhibir que titarias abarcativas, resultante de los procesos coloniales
muchas de las organizaciones contemporáneas se están es- y neocoloniales. De la misma manera, la autonomía ex-
tructurando sobre la base de antiguos sistemas nativos. clusivista de las comunidades locales, que les ha permi-
Siguiendo esta misma línea de reflexión crítica y man- tido resistir durante cinco siglos, en muchas ocasiones
teniendo lo asentado en los párrafos anteriores, habría constituye un obstáculo a superar para las movilizacio-
que analizar las pretensiones continentalistas de los sec- nes colectivas.
160 tores, tanto indígenas como no-indígenas, que proponen Un componente crítico de este complejo proceso es
la existencia de un movimiento panindio en el ámbito la- que hasta hace poco tiempo los indígenas se encontra-
tinoamericano.20 Creo que hay que diferenciar las le- ban solos, ya que incluso aquellos sectores que propo-
gítimas utopías de los intelectuales indios, de la real es- nen una profunda transformación económica y política
tructuración de un movimiento indígena en el ámbito de sus sociedades, no habían sabido comprender (quizás
continental. La multiplicación de congresos y reuniones, muchos aún no lo logran) las luchas y demandas étni-
así como la apertura de algunos foros internacionales, cas. Si alguna duda cabe respecto de las aseveraciones
podría brindar la imagen de que asistimos a la vertebra- anteriores, debemos recordar que no resultan descono-
ción de un proceso, cuya dinámica expansiva ha supe- cidas las barreras de incomprensión que enfrentaron a
rado definitivamente las arbitrarias barreras impuestas los movimientos étnicos y a las izquierdas nacionales
por las fronteras de los estados nacionales. Pero la reali- en los distintos países latinoamericanos durante la déca-
dad es mucho más modesta en el momento actual, si da de los años setenta.22
bien presenta amplias expectativas abiertas hacia el fu-
turo. Resulta innegable la riqueza de dichas reuniones,
21 Este sería el caso de México, algunos de cuyos pueblos nativos des-
conocen no sólo la insurgencia india desatada en Chiapas, sino también
que en el 2001 fueron protagonistas de un intenso debate legislativo
20Ello no significa minusvalorar la presencia y acción de organizacio- para modificar la Constitución. En otros ámbitos, como Brasil, el pan-
nes como la COICA (Coordinadora de las Organizaciones Indígenas indianismo propuesto por las organizaciones ha sido analizado in-
de la Cuenca Amazónica), creada en 1984 y cuya sede, desde 1992, cluso, en términos de B. Anderson, como la adscripción a una
está en Quito. Esta instancia busca vincular a organizaciones nativas “comunidad imaginada”, que no se corresponde con la experiencia
de los nueve países que poseen parte de la selva amazónica, es decir, concreta de sus miembros (María H. Ortolan Matos, 1999).
Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana Francesa, Guyana, Perú, 22 En esa época, la Federación Shuar del Ecuador manifestó su volun-
Surinam y Venezuela, en cuyo ámbito se ubican unos 400 pueblos tad de no mantener relaciones con los que denominaba “clasistas”. La
nativos. Asociación Indígena Argentina planteó la exclusión de colaboradores
otoño-invierno 2002 Desacatos esquinas
Esta fue la época en la que las perspectivas dogmáti- cos formulados en términos políticos.23 Con mayor cla-
cas minusvaloraban la cuestión étnica, por considerar- ridad que la que yo quizás pueda lograr, las palabras del
la una “contradicción secundaria”, a la que se pretendía líder mapuche chileno Pedro Cayuqueo, demuestran la
incluir dentro de la problemática global del campesina- minusvaloración de la que son objeto por los estados y
do. Incluso la literatura emergente de los movimientos la incomprensión de la izquierda (en Colectivo Flores
de liberación nacional de los países colonizados, tales Magón, 1999):
como las obras del tunecino Albert Memmi (1969) o
…en el fondo el discurso del gobierno también viene a
del argelino Frantz Fanon (1973) entre otros, que tan-
demostrar una vez más que el racismo y la discriminación
to ayudan a comprender las luchas étnicas pasadas y del huinka para con nuestra gente no ha desaparecido. Ellos
presentes, fueron casi ignoradas por las comunidades no conciben que los mapuche seamos capaces de orga-
académicas debido a sus desconcertantes planteos étni- nizarnos y pelear por nosotros mismos, es decir, sin tener
no indígenas, como resultado de su dramática relación con miembros 23 De manera contradictoria se apropiaron de estas propuestas étni-
de la izquierda radical. El Primer Congreso de Movimientos Indios cas algunos miembros de la intelectualidad radical latinoamericana
(Cuzco, 1980) afirmó en su Declaración final el rechazo a corrientes de los años sesenta y setenta, que pretendieron utilizarlas para com-
políticas europeas y a la izquierda y la derecha percibidas como ne- prender sus propias realidades. Al asumir este protagonismo históri-
gadoras del indio. En Bolivia, el movimiento Tupak Katari publicó co expropiaron, una vez más, contextos y demandas que en realidad
un manifiesto en 1980 destacando que reducir su lucha a las reivindi- se aplicaban mejor a la situación de las minorías nacionales internas
caciones de clase la empobrecía, y en Colombia, la Confederación Re- de esos mismos países, sujetas a relaciones de dominación neocolo-
gional Indígena del Cauca se separó del movimiento campesino que niales mucho más definidas que las que padecían sus teóricos con-
había pretendido coptarla. ciudadanos.
esquinas Desacatos otoño-invierno 2002
que responder a tal o cual estructura o partido político, los construyen la unidad cultural e identitaria de la pobla-
cuales por lo demás sólo nos han utilizado… ción. Precisamente uno de los objetivos de los movi-
mientos etnopolíticos, supone reconstruir o construir una
Hacia mediados de los años ochentas la perspectiva cla- identificación colectiva que posibilite una más definida
sista excluyente comenzó a transformarse, ante la eviden- presencia política en relación con los estados. Por ello la
cia de las movilizaciones y demandas étnicas en todo el tendencia actual en países como México, Paraguay o Bo-
mundo, lo que cuestionaba radicalmente el papel secun- livia, no se orienta tanto a proponer federaciones nacio-
dario que la teoría vigente le había asignado. Proceso en nales o internacionales de dudosa representatividad, sino
el que también influyó la caída del bloque socialista, lo a desarrollar la conciencia política de la filiación étnica
que transfirió la esperanza del cambio hacia otras alterna- en los ámbitos locales. No se pretende conquistar el po-
tivas posibles. Pero cabe destacar que, hasta el presente, der del Estado, sino construir un poder local basado en la
se tiende a valorar más el potencial político de la etnici- autodeterminación comunitaria. Es así, por ejemplo,
dad, de la identidad étnica en acción, que el aspecto cul- que la tradicional lucha por la tierra, entendida como
tural que la define y que es el que le otorga especificidad medio de producción, está siendo reemplazada por una
respecto a otros tipos de movimientos sociales. Especi- demanda de territorios, de restitución o construcción de
ficidad que demuestra la emergencia de un nuevo tipo ámbitos propios para la reproducción cultural y la au-
de sujeto colectivo, definido por su diferencia cultural tonomía política. Es decir que se busca construir el suje-
respecto al grupo que se desempeña como nacionalidad to colectivo más que actuar en su nombre, desarrollar el
dominante y propietaria del Estado. Pueblo antes que dotarlo de representantes. Dicho fenó-
meno, cuya dimensión histórica fuera explorada por
Anouar Abdel Malek (1973), tendería a posibilitar que las
162 LA CONSTRUCCIÓN NACIONALITARIA sociedades culturalmente subordinadas entren en inter-
acción dialéctica con la civilización hegemónica, que se
A pesar de los complejos problemas que enfrentan, y sea expresa de diferentes maneras a través de los distintos
cual sea su etapa actual, resulta indudable que asistimos marcos estatales.
a un proceso de resurgimiento étnico, el que ahora se Si quisiéramos sintetizar conceptualmente este proce-
expresa en términos de afirmación nacionalitaria de los so podríamos entenderlo como una transformación
pueblos indios, que reclaman su reconocimiento como cualitativa de las comunidades etnoculturales, que aho-
sujetos colectivos por parte de los estados. La construcción ra constituyen naciones en sí, en tanto colectividades
nacionalitaria supone la configuración de una comuni- culturalmente diferenciadas de la dominante, pero que
dad de comunicación que posibilite la identificación buscan constituirse en naciones para sí, en la medida en
étnica y el desarrollo de proyectos y conductas compar- que generan una conciencia conjunta de esa diferencia y
tidas, ya que, como he señalado, por lo general los grandes la asumen no sólo como una realidad del presente sino
grupos etnolingüísticos carecen de la perspectiva global también como un proyecto de futuro (M. Bartolomé,
de sí mismos que les permita asumirse como miembros de 1979b). Es decir, que la comunidad cultural trata de cons-
una vasta colectividad inclusiva. Con frecuencia, y como truirse como una comunidad identitaria y con concien-
resultado de los procesos históricos de fragmentación cia de sí a través de la acción política compartida. Esta
política, las identidades étnicas actuales se manifiestan situación no representa necesariamente un riesgo para
con frecuencia como identidades locales, circunscriptas la integridad de los estados, ya que el nacionalismo cívico
a las redes sociales definidas por la convivencia, configu- que expresa la membresía con una ciudadanía de pleno
rando identidades residenciales (M.Bartolomé, 1997). Por derecho, no se excluye con el nacionalismo étnico que ex-
otra parte, el proceso por el que atraviesan las etnias es presa la filiación adscriptiva de ese mismo ciudadano. Al
diferente al de las naciones-estado, en las que los estados respecto E. Gellner (1991) proponía que el nacionalismo
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cívico sería de base racional y el étnico de naturaleza destacado L. Villoro (1998: 84), el uso del concepto pue-
afectiva, sin embargo esto representa una falsa dicoto- blo por parte de las Naciones Unidas, se debe a la necesi-
mía, ya que las membresías a los estados-nación se origi- dad de legitimar a los estados emergentes de la descolo-
nan en la acción de los aparatos ideológicos de los estados nización de posguerra, por lo que se suele identificar
y no en una elección racional de sus miembros. A su pueblo con Estado. El mismo autor trata de sintetizar el
vez, y sin negar la profunda afectividad que caracteriza concepto jurídico y antropológico de pueblo, entendién-
a las lealtades étnicas, éstas pueden dar lugar a eleccio- dolo como una colectividad con unidad de cultura, con-
nes racionales, en el sentido weberiano de eficacia para ciencia de formar parte de una colectividad, poseedora
obtención de fines, por lo que, al igual que en otros as- de un proyecto compartido y asentada en un territorio
pectos de la vida, la afectividad étnica no excluye la ra- específico. Se supone que cualquier colectividad que cum-
cionalidad cívica. pla con estos criterios podría ser aceptada como Pueblo
Aquí cabe realizar una breve reflexión respecto a la re- con derecho a la autodeterminación, de acuerdo con los
lación posible entre los conceptos de “nación” y el de artículos 1 y 55 de la Carta de las Naciones Unidas.
“pueblo”, más allá de su uso popular en el cual son utili- Las movilizaciones a las que me refiero en estas páginas,
zados casi como sinónimos.24 Las tradicionales defini- tratan precisamente de constituir a sus miembros en co-
ciones de “pueblo”, incluidas las filosóficas, pecan de lectividades, es decir, en pueblos dotados de una con-
occidentalismo al pretender entenderlo como “una co- ciencia y de un proyecto colectivo.
munidad humana caracterizada por la voluntad de los No es mi intención introducirme en el pantanoso ám-
individuos que la componen para vivir bajo el mismo bito de las definiciones jurídicas,25 ya que aquí me intere-
orden jurídico” (N. Abbagnano, 1982: 972). Dentro de sa dar cuenta del proceso de construcción de estos sujetos
esa perspectiva no existiría ninguna diferencia entre el colectivos, en el cual aparece un factor constante que ayu-
pueblo y las naciones construidas por los estados, cuyo da a entenderlos; no tienen y eventualmente no buscan 163
aparato político les otorga una legislación compartida. un estado propio. Por lo tanto se puede proponer con le-
Desde el punto de vista del derecho internacional, las gitimidad, que los procesos de construcción nacionalitaria
Naciones Unidas identificaron en 1954 a pueblo con “mi- de las colectividades étnicas tienden a desarrollar sujetos
noría”, conceptualizándolas como “grupos no dominan- colectivos a los que podemos llamar pueblos indios, enten-
tes que poseen y desean conservar tradiciones étnicas, diéndolos como naciones sin estado. Es decir, colectivida-
lingüísticas o religiosas, marcadamente diferentes del des humanas que comparten una cultura o una identidad
resto de la población”. A su vez, el famoso y poco cum- distintiva, que tienen o pueden llegar a tener organizacio-
plido Convenio 169 de la Organización Internacional nes políticas propias, pero cuya vida social transcurre en
del Trabajo (1989), se refiere explícitamente a los grupos el seno de un aparato estatal abarcativo, en el cual aspi-
indígenas como “pueblos” que viven en países, y que son ran a tener participación, y con el cual se ven obligados a
sujetos de derechos colectivos, incluyendo el derecho a mantener un constante proceso de negociación para
un territorio propio (B. Clavero, 1994). Como bien lo ha lograr sus propios fines. Ya sea en una estructura política
24 Este es el caso de A. Smith (1997: 13), quien insiste en definir a la na- 25 Una extensa y prolija obra que expone y analiza los distintos usos
ción como “…un grupo humano designado por un gentilicio y que jurídicos del concepto pueblo referido a las minorías étnicas o grupos
comparte un territorio histórico, recuerdos históricos y mitos colec- autóctonos de los estados , es el libro de N.Rouland, S. Pierre-Caps
tivos, una cultura de masas pública, una economía unificada y dere- y J. Poumarede (1999). Estos autores destacan que, en realidad, se
chos y deberes legales iguales para todos sus miembros…”. La vigen- puede en sentido estricto hablar de usos del concepto en la legis-
cia de una economía unificada y de un sistema jurídico compartido lación internacional y no de una definición del mismo, aunque los
presupone la presencia de un aparato político abarcativo, es decir, un instrumentos internacionales se refieran a menudo a los “derechos
estado. Así, la definición de nación de A. Smith reitera la tradicional de los pueblos” (:363), pero sin aclarar qué se entiende por pueblo, lo
confusión entre Estado y nación. que por lo general se asimila a los derechos de las minorías.
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