Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
La Virgen María es madre de Cristo, madre de Dios, la mujer pura y limpia de pecado en
la cual Dios engendró a su Hijo, en la cual encarnó el verbo eterno. Ella con limpio
Jesucristo. Ella estaba exenta de pecado original y libre de toda mancha de pecado, por
lo cual vivía en el estado de Adán y Eva antes de caer en el pecado; vivía abierta
completamente a Dios.
María es imagen y modelo de la Iglesia toda, porque al principio la Iglesia fue María y
Jesús en su seno, ese fue el origen de la Iglesia, por eso decimos que la Iglesia es santa,
Virgen y Madre de Dios. La Iglesia de esta manera es también Virgen y Madre, porque
por obra del Espíritu Santo engendra a nuevos hijos de Dios y los santifica hasta llevarlos
comienzo y el más perfecto ideal al cual la Iglesia quiere llegar, el icono de la Iglesia.
La Marialis Cultus nos dice: María es también la “Virgen-Madre”, es decir, aquella que
“por su fe y obediencia engendró en la tierra al mismo Hijo del Padre, sin contacto con
hombre, sino cubierta por la sombra del Espíritu Santo” (52): prodigiosa maternidad
cual “se convierte ella misma en Madre, porque con la predicación y el bautismo
engendra a una vida nueva e inmortal a los hijos, concebidos por obra del Espíritu Santo,
y nacidos de Dios” (53). Justamente los antiguos Padres enseñaron que la Iglesia
Magno, quien en una homilía natalicia afirma: “El origen que (Cristo) tomó en el seno
en efecto, la virtud del Altísimo y la sombra del Espíritu Santo (cf. Lc 1, 35), que hizo
que María diese a luz al Salvador, hace también que el agua regenere al creyente” (54).
Queriendo beber (cf. Lev 12,6-8), un misterio de salvación relativo en las fuentes
litúrgicas, podríamos citar la Illatio de la liturgia hispánica: “Ella (María) llevó la Vida
Cristo, en las aguas bautismales el regenerado se reviste de Cristo” (55). (MC 19)
Así Dios por medio de María realiza su obra redentora, actuando de forma extraordinaria
los que viven por Cristo, la madre de la nueva creación, engendrada del agua y del
Espíritu.
VIRGEN OYENTE
La Virgen María, nos dice el Marialis Cultus, que es el modelo mejor para la Iglesia en
su actitud cultual, ella es Virgen oyente, orante y oferente. Queremos ahora, siguiendo
aspecto particular de las relaciones entre María y la Liturgia, es decir: María como
ejemplo de la actitud espiritual con que la Iglesia celebra y vive los divinos misterios.
La ejemplaridad de la Santísima Virgen en este campo dimana del hecho que ella es
y de la perfecta unión con Cristo (43) esto es, de aquella disposición interior con que la
Cuando hablamos de culto estamos indicando que hay algo importante para la vida del
creyente. En la Biblia encontramos los vestigios del culto cuando Caín y Abel le ofrecen
a Dios sus diferentes ofrendas y Dios acepta las de Abel y no acepta las de Caín. Pasó
algún tiempo, y Caín hizo a Yahveh una oblación de los frutos del suelo. También Abel
hizo una oblación de los primogénitos de su rebaño, y de la grasa de los mismos. Yahveh
miró propicio a Abel y su oblación, mas no miró propicio a Caín y su oblación, por lo cual
se irritó Caín en gran manera y se abatió su rostro. (Gn 4,3-5). En realidad la oblación
de Caín no fue grata a Yahveh porque éste le ofreció los frutos que no servían para
Al principio leemos en la Biblia el relato del Génesis, Dios creó al hombre y la mujer y
les habló algunas cosas, indicándoles lo que no debían hacer, sobre todo les mandó no
comer del árbol de la sabiduría del bien y el mal. Aquí entra en juego el oír. Eva fue la
primera que oyó otra voz, diferente a la de Dios, y desobedeció la orden del Creador. La
serpiente era el más astuto de todos los animales del campo que Yahveh Dios había
hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que Dios os ha dicho: No comáis de ninguno de los
árboles del jardín?» Respondió la mujer a la serpiente: «Podemos comer del fruto de
los árboles del jardín. Mas del fruto del árbol que está en medio del jardín, ha dicho Dios:
determinó una ruptura dramática entre la criatura y el Creador. Antes de esta ruptura,
Dios. Oyeron luego el ruido de los pasos de Yahveh Dios que se paseaba por el jardín a
varias cosas que de ahora en adelante le resultarán más difíciles, como es el trabajo; la
tierra queda maldecida y difícil para obtener el fruto necesario para vivir, Al hombre le
dijo: «Por haber escuchado la voz de tu mujer y comido del árbol del que yo te había
prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento
todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del
comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo
hombre se equivocó detrás de la mujer, ambos escucharon una voz que no era la de Dios
La muerte significa muerte espiritual; el ser humano está separado de Dios, y por sí
después de una vida más o menos larga, como todos los animales, volverá al polvo. El
Oír, escuchar, obedecer a Dios, se relaciona con vida, desobedecer, desoír, se relaciona
con muerte: Escucha, Israel: Yahveh nuestro Dios es el único Yahveh. Amarás a Yahveh
tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza. (Dt 6,4-5) Si escuchas
los mandamientos de Yahveh tu Dios que yo te prescribo hoy, si amas a Yahveh tu Dios,
multiplicarás; Yahveh tu Dios te bendecirá en la tierra a la que vas a entrar para tomarla
no viviréis muchos días en el suelo que vas a tomar en posesión al pasar el Jordán. (Dt
30,16-18)
Nuestro drama espiritual, radical y profundo, como seres humanos, es estar sometidos
salvarnos por nuestro cuerpo, por nuestra sabiduría humana, por nuestras capacidades
muerte; y en la medida que percibimos nuestro pecado, nos damos cuenta de la relación
que existe entre ese pecado y Dios, entre nuestro alejamiento de Dios, que implica la
Dentro de la historia humana, la Virgen María fue la primera que escuchó de nuevo
plenamente a Dios (Virgen oyente) ella obedeció en todo a su Creador, y recuperó como
mujer la desobediencia de Eva, como afirma San Ireneo, que Eva escuchó a la serpiente,
El ser humano, para recuperar la vida espiritual, comenzó a realizar un culto a Dios,
porque ya no tenía una relación directa, cara a cara, sino que en su espíritu se sentía
esa presencia en el espíritu fue a través del culto. La liturgia es la acción más importante
perdida en nuestros primeros padres, Adán y Eva; es por medio de la liturgia que la
El culto es el camino de regreso al Padre, y en el culto se dan los otros dos elementos
que la Marialis Cultus nos enseña acerca de María; se da la oración (Virgen orante) y la
ofrenda (Virgen oferente). Hay que tomar muy en serio el culto, la celebración de los
gracia perdida en Adán. La Marialis Cultus nos dice que María es modelo para ese culto
de la Iglesia, y el primer paso del culto es la escucha de Dios, luego la oración y luego
la ofrenda.
María es Virgen oyente porque desde el comienzo no pecó, al contrario, ella es la “llena
de gracia”, que escucha con atención al ángel, es lo que hace la Iglesia al comienzo de
la liturgia, escuchar la Palabra de Dios en silencio y apertura, para ser fecundada por
ella y dar frutos de vida eterna; la Marialis Cultus nos dice: 17. María es la “Virgen
oyente”, que acoge con fe la palabra de Dios: fe, que para ella fue premisa y camino
hacia la Maternidad divina, porque, como intuyó S. Agustín: “la bienaventurada Virgen
María concibió creyendo al (Jesús) que dio a luz creyendo” (45); en efecto, cuando
recibió del Ángel la respuesta a su duda (cf. Lc 1,34-37) “Ella, llena de fe, y concibiendo
a Cristo en su mente antes que en su seno”, dijo: “he aquí la esclava del Señor, hágase
en mí según tu palabra” (Lc 1,38) (46); fe, que fue para ella causa de bienaventuranza
y seguridad en el cumplimiento de la palabra del Señor” (Lc 1, 45): fe, con la que Ella,
51). Esto mismo hace la Iglesia, la cual, sobre todo en la sagrada Liturgia, escucha con
fe, acoge, proclama, venera la palabra de Dios, la distribuye a los fieles como pan de
vida (47) y escudriña a su luz los signos de los tiempos, interpreta y vive los
La escucha tiene que ver, como lo afirma San Agustín en esta cita arriba mencionada,
con la fe. Creer en Dios es escucharlo y asentir con el corazón. La desobediencia de Eva,
y luego de Adán, significa falta de confianza en Dios, falta de lealtad hacia Él. La
una fe asintiente; el ser humano sigue creyendo en Dios, pero ya no lo ve como un amigo
sino como un enemigo, alguien que le da miedo. La Virgen María oye a Dios y se dispone
a servirle: Dijo María: he aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc
1,38).
Para ir recuperando la presencia de Dios a través del culto, lo mejor que puede hacer la
Iglesia es oír la Palabra de Dios, escuchar de nuevo la voz de Dios que resuena en la
proclamación del Antiguo y Nuevo Testamento, comenzar por donde comenzó el mal,
como diría San Ireneo, en la recirculación, lo que se anudó con la desobediencia por
soledad del hombre caído; el llamado de Dios: dónde estás? (Gn 3,9) no para castigar al
hombre, sino para amarlo y salvarlo del mal, así como hizo en el jardín del Edén, cuando
a pesar del pecado Yahveh Dios hizo para el hombre y su mujer túnicas de piel y los
vistió. (Gn 3,21) Un Padre amoroso quiere ayudar a sus hijos, a pesar de su
desobediencia, los protege y les promete una salvación futura, un futuro Mesías
Salvador que vencerá la serpiente y logrará recuperar lo que se había dañado en la caída
de Adán y Eva. Entonces Yahveh Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita
seas entre todas las bestias y entre todos los animales del campo. Sobre tu vientre
caminarás, y polvo comerás todos los días de tu vida. Enemistad pondré entre ti y la
Cuando Dios le dice al hombre que volverá al polvo, no es tampoco una maldición,
porque Dios no maldice el hombre, sino a la tierra; es para que el hombre sepa que no
es Dios, y el volver al polvo es una medicina para curarse de la soberbia, el veneno que
el principio de los mandamientos de Dios: escucha Israel (Dt 6,4). El pueblo de Israel,
pasando cuarenta años a través del desierto, deja atrás la mentalidad del mundo,
del cansancio, del hambre, de la sed. El pueblo que accede a la tierra prometida es un
pueblo purificado y que ha ido reabriendo sus oídos a Dios; Josué lo plantea como una
y a sus voz atenderemos.» Aquél día, Josué pactó una alianza para el pueblo; le impuso
gracia, sino que el pecado ha cortado de tal manera la relación del ser humano con Dios
que es necesario andar por los caminos de vuelta a Dios; es necesario callare y dejar
que Dios nos hable al corazón, aunque al comienzo no seamos capaces de escuchar casi
nada, sin embargo, por un acto de fe obediencial vamos tomando la actitud que María
VIRGEN ORANTE
Una vez que la Iglesia comienza a escuchar nuevamente a Dios, puede también
debe nuevamente recomenzar; aunque sea un diálogo pobre, balbuciente, como el niño
que está comenzando a hablar, pero poco a poco se va desarrollando más y logrando
vale la pena contarle a nadie lo que nos pasa. Cuando Cristo estuvo agonizando en la
Cruz, llegó al terrible momento de decir: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
abandonado? (Mc 15,34) lo cual implica el sentimiento de la ruptura total con el Padre;
aquel Hijo amado, que siempre estuvo unido a su Padre Dios; que llegó hasta la cruz por
esa unión amorosa con el Padre, sintió la terrible realidad de la soledad espiritual, que
palabras y nuestro amor; vamos recuperando la confianza de que Alguien nos oye; de
que Alguien nos comprende y se ocupa de nosotros, así como lo hizo, a pesar de nuestra
La Iglesia es la maestra de oración; dentro de ella los fieles van recuperando esta
apertura con Dios, y María es el modelo más perfecto para la Iglesia, que sigue a Jesús,
que le imita, que le escucha y obedece para ir recuperando la unión perdida con el Padre.
La Marialis Cultus nos dice: María es, asimismo, la “Virgen orante”. Así aparece Ella en
oración por excelencia de María, el canto de los tiempos mesiánicos, en el que confluyen
la exultación del antiguo y del nuevo Israel, porque —como parece sugerir S. Ireneo—
en el cántico de María fluyó el regocijo de Abrahán que presentía al Mesías (cf. Jn 8, 56)
una necesidad temporal, obtiene además un efecto de la gracia: que Jesús, realizando
También el último trazo biográfico de María nos la describe en oración: los Apóstoles
“perseveraban unánimes en la oración, juntamente con las mujeres y con María, Madre
cada día presenta al Padre las necesidades de sus hijos, “alaba incesantemente al Señor
Toda la tradición de Israel, todo lo más excelente de ese pueblo educado por Dios en la
fe, se concentra en María, la perfecta Israelita, la israelita de verdad, como le dice Jesús
a Natanael, en quien no hay engaño, en quien no hay doblez: Vio Jesús que se acercaba
Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño.»
(Jn 1,47) La doblez, el engaño, la ambigüedad, son uno de los frutos más terribles del
pecado; nuestra conciencia está dividida; tanto fue el engaño de la serpiente que en vez
de adquirir una conciencia más sabia y clara para diferenciar las cosas, quedamos rotos
Jesús se retiraba constantemente a orar al Padre; nos enseñó muchas veces la manera
como tenemos que orar, desde la humildad, desde nuestra pobreza espiritual, desde
nuestra realidad; y nos enseñó la oración más perfecta, el Padre Nuestro. Además,
cuando estaba a la mesa con sus discípulos, el día antes de morir en la Cruz, nos dijo:
hagan esto en memoria mía, y de esta manera nos indicó y dejó como tarea la oración
perpetuamente.
De esta manera el culto en la Iglesia pasa inexorablemente por ese acto de entrega de
y se ofrecía algún animal en sacrificio, sino que es un culto cristiano, donde se ora al
Padre pero dentro de la ofrenda del Hijo, como el vehículo más perfecto para recuperar
La Iglesia, en su oración, intercede, como María en las bodas de Caná, por toda la
humanidad, para que tengan Vida, para que tengan la gracia de Dios en abundancia,
para que vayan recuperando lo que se había perdido, la relación verdadera con el Padre,
el Hijo y el Espíritu Santo. La Iglesia en su oración, como lo hizo desde el comienzo junto
con María en Pentecostés (Cf Hch 1,14) espera al Espíritu Santo de Dios, quien la va a ir
recuperación de la gracia de Dios perdida; es el camino que Dios nos otorgó para
de salir del polvo al cual estamos destinados por nuestra naturaleza humana biológica.
Y para que quede más clara la infinita misericordia de Dios, que en vez de dejarnos
Cruz para redimirnos del pecado, tenemos los demás sacramentos de la liturgia,
especialmente la Confesión, donde es Cristo mismo quien nos perdona por medio del
sacerdote. Cuando necesitamos volver a hablarle a Dios, pero estamos caídos en nuestra
miseria, tenemos esa inmensa gracia de hablarle de nuestro pecado, pidiendo su perdón
tal como nos lo muestran los evangelios tantas veces, que hay que comenzar desde
abajo para relacionarse con Dios, como el fariseo y el publicano cuando van al templo a
orar, o la parábola famosa del hijo pródigo, quien después de hacer una vida disoluta,
de pecados, fuera de la casa de su padre, regresa a la relación con él, y lo primero que
hace es reconocer su falta: Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra
el cielo y ante ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus
esperaba y le recibe con todo el amor posible, expresado en la fiesta y el gasto para ella.
La alegría del padre es que el hijo ha vuelto a la vida, y es la realidad que ocurre en el
sacramento de la Penitencia, volver a la Vida perdida por causa del pecado. Pero el padre
dijo a sus siervos: “Traed aprisa el mejor vestido y vestidle, ponedle un anillo en su
mano y unas sandalias en los pies. Traed el novillo cebado, matadlo, y comamos y
celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba
La oración es la recuperación progresiva del diálogo sincero y abierto con Dios, y en esto
María es el mejor ejemplo para la Iglesia, el cántico del Magnificat nos muestra un
ejemplo de ello: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios
mi Salvador…
VIRGEN OFERENTE
sacrificio a Dios, o en el caso de las religiones paganas, a los supuestos dioses, como
con Dios es por medio de la ofrenda, del sacrificio. Lo podemos notar en el libro del
Génesis con las ofrendas de Caín y de Abel para ganarse el favor de Dios. El mismo
Abraham cada vez que realizaba alguna etapa importante de su vida levantaba un altar
La ofrenda implica el sacrificio de algo que nos cuesta, por eso Dios no aceptó la ofrenda
de Caín, porque utilizó frutos que prácticamente debía echar a la basura, mientras que
Abel sacrificó un cordero sano, sin defecto, que implicó desprenderse de algo valioso, y
pan con el sudor de tu frente, y el ser humano sufre en miles de millones de personas
que no tienen a veces ni siquiera para comer decentemente, para curarse, para estudiar,
para vivir en un hogar como debe ser. El que sufre, sufre solo y callado, porque nadie lo
totalmente fresco, y la sociedad se las arregla para que los que viven más o menos bien
insaciablemente egoístas que exigen todo y están dispuestos a dar nada para nadie; una
enfermedad social terrible y grave. El pecado sigue su trabajo devastador, pero Dios
obra con su poder y voluntad de salvación atravesando toda esa realidad terrible que
La Marialis Cultus nos dice sobre María oferente: Finalmente, María es la “Virgen
Iglesia, guiada por el Espíritu, ha vislumbrado, más allá del cumplimiento de las leyes
(cf. Lev 12, 6-8), un misterio de salvación relativo a la historia salvífica: esto es, ha
salvación, porque Simeón, saludando en el Niño la luz que ilumina las gentes y la gloria
la referencia profética a la pasión de Cristo: que las palabras de Simeón, las cuales unían
sus varios aspectos hacia el acontecimiento salvífico de la cruz. Pero la misma Iglesia,
sobre todo a partir de los siglos de la Edad Media, ha percibido en el corazón de la Virgen
que lleva al Niño a Jerusalén para presentarlo al Señor (cf. Lc 2, 22), una voluntad de
oblación que trascendía el significado ordinario del rito. De dicha intuición encontramos
Para poder ser redimidos, el Hijo, el Verbo encarnado, llegó al sacrificio máximo de su
cena cuando ofrece el pan y el vino: Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio
sobre todo el terrible momento cuando Abraham siente que Dios le pide sacrificar a su
es decir, a dejar todo lo que tiene por agradar a Dios, así como hizo al salir de su tierra
para andar en el desierto siguiendo el llamado de Dios. Díjole: Toma a tu hijo, a tu único,
al que amas, a Isaac, vete al país de Moria y ofrécele allí en holocausto en uno de los
montes, el que yo te diga.» (Gn 22,2) Y al final Dios le indica que no lo haga, y Abraham
ha demostrado su adhesión y amor incondicional a Dios; tenemos aquí una figura que
contra el niño, ni le hagas nada, que ahora ya sé que tú eres temeroso de Dios, ya que
Otro ejemplo menos comentado pero de terribles consecuencias es cuando Jefté, hijo
de Galaad, va a la guerra contra los Ammonitas y gana; éste le promete a Yahveh que
sacrificará el primero que salga a su encuentro al llegar, y resulta que es su propia hija
quien le sale al encuentro. Y Jefté hizo un voto a Yahveh: «Si entregas en mis manos a
los ammonitas, el primero que salga de las puertas de mi casa a mi encuentro cuando
vuelva victorioso de los ammonitas, será para Yahveh y lo ofreceré en holocausto.» (Jue
retrocede su promesa a Dios. Cuando Jefté volvió a Mispá, a su casa, he aquí que su hija
salía a su encuentro bailando al son de las panderetas. Era su única hija; fuera de ella
no tenía ni hijo ni hija. Al verla, rasgó sus vestiduras y gritó: «¡Ay, hija mía! ¡Me has
puedo volverme atrás.» Ella le respondió: «Padre mío, has abierto tu boca ante Yahveh,
haz conmigo lo que salió de tu boca, ya que Yahveh te ha concedido vengarte de tus
enemigos los ammonitas.» (Jue 11,34-36) Al final Jefté sí sacrifica a su única hija; en
realidad ella se dispone a la voluntad sacrificial de su padre, y acepta morir porque Israel
ha sido librado del enemigo, por un bien para todos. Lo mismo hará Jesús en la cruz,
cuando entregue su vida en sacrificio, en holocausto al Padre, por los pecados de toda
la humanidad, para resolver el mal que había comenzado en Adán y Eva. Por esto San
Pablo llama a Jesús el Nuevo Adán, si por el primer Adán entró el pecado en el mundo,
y afectó a todos los hombres, por el segundo Adán, Jesucristo, se recupera la gracia de
Dios, y afecta también a todos los hombres. (Cf Rm 5,14-15). San Justino Mártir y San
Ireneo, Obispo de Lyon, son los primeros autores cristianos, del comienzo del siglo II,
y hablan de María como la Nueva Eva, la Nueva Madre de los que viven por la gracia de
Cristo. Así vemos que se da una regeneración, como una nueva creación, donde Dios
repara el daño del origen, y regresa el hombre al jardín del Edén, a la gracia perdida.
Padre son de tal profundidad infinita, que Él llega a sentir la única manera de reparar el
mal, entregándose como holocausto a la muerte, morir para Dios, su Padre. Jesús toma
los fieles creyentes, y el sentido sacrificial de toda la humanidad, de todas las religiones,
que devuelve la Vida a los hombres. En la Eucaristía la Iglesia nos ofrece este único y
eterno sacrificio, y comiendo del Pan de Dios, el Cuerpo de Cristo, estamos saliendo del
manera más espiritual que podamos imaginar. La Marialis Cultus nos dice: Esta unión
calvario, donde Cristo “a si mismo se ofreció inmaculado a Dios” (Heb 9, 14) y donde
María estuvo junto a la cruz (cf. Jn 19, 15) “sufriendo profundamente con su Unigénito
engendrada” (58) y ofreciéndola Ella misma al Padre Eterno (59). Para perpetuar en los
domingo, convoca a los fieles para celebrar la Pascua del Señor hasta que El venga (61):
lo que cumple la Iglesia en comunión con los Santos del cielo y, en primer lugar, con la
bienaventurada Virgen (62), de la que imita la caridad ardiente y la fe inquebrantable.
(MC 20).
Lo que nos quiere indicar el documento es que María no solamente sufre terrible y
desconsoladamente por el sacrificio de su Hijo Jesús, sino que ella misma participa de
este sacrificio ofreciéndolo al Padre Eterno para salvar a la humanidad. Aquí vemos
más perfecta de los cristianos. Ella sufre por la muerte de su Hijo en la cruz, pero ella
también participa con su voluntad a este sacrificio infinito, como lo hizo la hija de Jefté
al vencer su padre a los ammonitas. María es la llena de gracia, la llena de Dios, sin
sombra de pecado, totalmente unida a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y participa con
María oyó a Dios, oró y ofreció a Dios el sacrificio más precioso, su propio Hijo, para
salvarnos del mal. Ella es nuestra madre espiritual, la Nueva Eva, la nueva madre de los
que viven por Cristo. Ella nos enseña como Iglesia a ofrecer, a recuperar el sentido
sacrificial de nuestras vidas. Ninguno de nosotros puede ofrecer algo más grande a Dios
debemos unirnos a ese sacrificio nuevo y eterno, así como lo hizo María, uniendo al
sacrificio de Cristo, que está siempre abierto y eternamente presente y activo, nuestros
propios sufrimientos, ofrendas y sacrificios. Dios nos va a recibir dentro del amor de su
Hijo Jesucristo.
vez mejor y agradecerle; es por eso que Eucaristía significa “Acción de gracias”. Damos
Jesucristo para sacarnos del poder del mal. Porque sin ese sacrificio hubiera sido
imposible salir del poder del pecado y de la muerte. Teniendo conciencia de nuestra
abrimos a la realidad del espíritu; la acción de Dios por medio de la liturgia, que actúa
en nuestro ser y nos hace recuperar la relación perdida con el Padre Creador.
Nuestra vida sigue sometida al mandato de Dios: al polvo volverás, pero ahora está
recibiendo el fruto del sacrificio de Cristo, llenándose de la Vida que perdura por encima
cultual. Toda nuestra vida es una ofrenda a Dios, como San Pablo nos indica: Os exhorto,
pues, hermanos, por la misericordia de Dios, que ofrezcáis vuestros cuerpos como una
víctima viva, santa, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual. (Rm 12,1) y la
carta a los Hebreos nos invita: = Ofrezcamos sin cesar, = por medio de él, = a Dios un
sacrificio de alabanza, = es decir, = el fruto de los labios = que celebran su nombre. (Hb
13,15).
a Jesús, no podemos estar por encima de María, la madre de Jesús. El único sacrificio
universal, el Cordero de Dios que quitó el pecado del mundo. Y la asociación de María
con este sacrificio de su Hijo es la ofrenda y sacrificio espiritual más puro y perfecto que
la Iglesia y la humanidad toda podrá ofrecer, porque ella era la madre del Cordero sin
mancha, ella misma la Bella Cordera, sin mancha de pecado, como dijo Melitón de
realizando, y por eso su ofrenda supera todas las ofrendas posibles de los cristianos, y
además, como lo indica la Marialis Cultus, ella asintió, cooperó con su voluntad,
entregando a su Hijo al Padre para llevar a cabo la obra de redención, necesaria para
La Iglesia, Esposa de Cristo, continúa ofreciendo sobre todas las cosas el sacrificio
eucarístico, que nace en la Cruz de Cristo y se mantiene abierto para siempre a lo largo
ahora se abre a la humanidad. Por medio de esta Cruz recuperamos la Vida perdida al
principio por causa del pecado y recuperamos la presencia y confianza con Dios nuestro
fielmente amorosa de María, nosotros ofrecemos nuestras vidas, con todos sus
sufrimientos, con todos sus problemas, sus alegrías y tristezas; y además ofrecemos
todas aquellas ofrendas y sacrificios que de corazón queremos ofrecerle a Dios. Así
recuperación, Dios nos va dando la verdadera libertad, porque en vez de estar sometidos
a cualquier cosa material, ideología, deseo, ambición; nos sometemos de verdad a Dios
cada uno de nosotros, el que más nos cuesta. Si lográsemos entrar en esta nueva lógica
que nace del Espíritu, ya eso sería ampliamente válido, porque lo importante no es crear
nosotros, aceptar la mirada de Dios, que nos indica de verdad quiénes somos y de qué
de nosotros mismos. Por eso dice el anciano Simeón, hablando del sacrificio de Cristo a
María: «Este está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal
humildad y el combate de la soberbia, que nos hace creer que nos salvamos por nuestra
descubriendo lo que está oculto incluso a nuestra propia conciencia; aquellas dobleces,
aquellas ambigüedades, aquellos pecados que son los que nos matan espiritualmente.
actitud soberbia y comenzar una nueva vida, que toma en cuenta a Dios y por lo tanto
las relaciones con el prójimo y cambiar nuestro mundo desde la renovación de nuestra
con Dios.
concentrando toda nuestra vida, y haciendo una ofrenda agradable a Dios en Cristo,
uniéndonos a Él cada vez con mayor profundidad y amor, junto con María, el modelo
más perfecto en esta participación eucarística, ofreciéndonos a nosotros mismos, como
Esposa del Cordero, y participar con Él de su amor al Padre, prepararnos para las Bodas
del Cordero, santificarnos cada día con su Amor, pero si no entramos en la lógica
María, después de pasar por toda la experiencia de la vida de su Hijo Jesús, queda
redención, cuando Jesús desde la Cruz le manda ser la madre de sus discípulos amados:
Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo.» (Jn 19,26). La Iglesia desde siempre la ha sentido y
adoptado como madre espiritual; ella sigue, como buena madre, trabajando por nuestra
adoptivos, a los cuales cuida con el mismo amor con el que ama a Jesús. Ella, la llena de
gracia, sabe lo que implica el pecado, sabe el dolor y el sufrimiento que trae el pecado,
y por eso ella trabaja con todo su amor para liberarnos de él, para salvarnos, para que
recuperemos la gracia de Dios. Ella, además de ser la madre de Cristo, madre de Dios,