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Dedicatoria

Amanecer Stygian

25 de junio, 9527 aC 29 de noviembre, 1988


26 de junio, 9527 aC 4 de marzo, 1989
29 de junio, 9527 aC 8 de agosto, 1990
9 de agosto, 9524 aC 23 de agosto, 1990
20 de marzo, 9522 aC 15 de junio, 1996
21 de marzo, 9522 aC 15 de febrero, 2004
19 de junio, 9516 aC 16 de febrero, 2004
15 de diciembre, 9515 aC 9 de marzo, 2004
5 de marzo, 9514 aC 10 de marzo, 2004
24 de julio, 9513 aC 12 de marzo, 2004
3 de septiembre, 9512 aC 19 de marzo, 2004
17 de octubre, 9512 aC 24 de mayo, 2004
10 de junio, 9511 aC 1 de octubre, 2008
12 de junio, 9511 aC 24 de octubre, 2008
27 de junio, 9511 aC 1 de noviembre, 2008
30 de junio, 9511 aC 4 de noviembre, 2008
9 de julio, 9511 aC 8 de noviembre, 2008
7 de septiembre, 9510 aC 20 de noviembre, 2008
17 de abril, 9508 aC 1 de diciembre, 2008
30 de abril, 9508 aC 19 de enero, 2009
27 de junio, 9506 aC 20 de enero, 2009
28 de junio, 9506 aC 24 de enero, 2009
1 de julio. 9506 aC 4 de julio, 2009
22 de marzo, 9503 aC octubre 2010
30 de junio, 9501 aC 24 de octubre, 2010
30 de octubre, 7383 aC 16 de enero, 2011
3 de septiembre, 7382 aC 23 de junio, 2012
8 de septiembre, 7382 aC 25 de junio, 2012
18 de julio, 2945 aC 12 de octubre, 2012
18 de febrero, 1650 aC 21 de diciembre, 2012
1 de junio, 780 dC 23 de diciembre, 2012
3 de octubre, 801 dC 24 de diciembre, 2012
7 de octubre, 1988 23 de octubre, 2017
31 de octubre, 1988 28 de octubre, 2017
15 de noviembre, 1988

Epílogo
Para Ian, que es el hombre más fuerte que conozco.
Tu viaje apenas comienza, pero vas a ir muy lejos.
Sólo recuerda mis palabras.
Y para Madaug y Cabal.
Y para Steven, que ha caminado por los fuegos del infierno.
y ha vuelto a través de ellos más fuerte,
y que se elevará como un ave fénix a alturas sin paralelo.
Que nadie te diga quién eres.
Tú lo sabes y desafiarás a todos esos que se interponen en tu camino.
Amanecer Stygian
Las lágrimas cegaron a Braith mientras miraba a través de los barrotes para ver lo que le
habían hecho al que alguna vez fue su orgulloso marido. Aunque todos los seres Sephirii eran
etéreos y hermosos, ninguno lo era más que su amado Kissare. Sin embargo, lo habían golpeado
hasta el borde de la muerte. Cortaron las alas blancas de su cuerpo musculoso y solo dejaron la
sombra destrozada del guerrero que alguna vez había sido.

Aun así, el fuego de la vida regresó a la mirada de su guerrero en el momento en que la vio a
través del cabello blanco enmarañado. Cabello empíreo que contrastaba fuertemente con la negrura
del suyo.

—Apollymi. —Exhaló él, usando una palabra cariñosa que en su lengua significaba “la luz de
mi corazón”.

Desde el momento en que se conocieron, él se había negado a llamarla de otra manera. A


diferencia de los otros que la ridiculizaban y se burlaban de ella por ser un monstruo al cual temerle,
solo Kissare la conocía por ser algo más que un pozo de completa oscuridad que podría devorar el
mundo por completo, y se reiría mientras lo hacía.

Y tenían razón, ella odiaba todo y a todos.

Excepto a él.

Él le sonrió, a pesar de su dolor. —No deberías haber venido aquí.

—Tenía que hacerlo. —Ahogándose en su pena, ella tomó su rostro a través de los barrotes—.
Drogué a Atticus y le robé la llave. —Ella lo soltó para que pudiese sacar la llave de los pliegues de
su capa y abrir la cerradura de su prisión para liberarlo—. Podemos…

—Nay. —Dijo él, interrumpiéndola. Colocó su mano ensangrentada y moreteada sobre la de


ella para prevenirla de liberarlo—. No puedo irme. Es la única manera de protegerte a ti y a
Monakribos.

Ella sollozó ante la mención de su hijo pequeño, quién había estado llorando todas las noches
hasta quedarse dormido mientras preguntaba por su padre ausente. Kissare y Monakribos eran muy
unidos. Kissare había estado para él desde el mismo instante del nacimiento de Monakribos. Nunca
se había perdido una sola noche de acostar a su hijo en su cama para dormirlo, siempre y cuando el
bebé no se durmiera acurrucado en los brazos de su padre.

Hasta que los dioses se dieron cuenta que Kissare era el padre de su hijo.

¡Maldito sea el hermano de Kissare por su lengua suelta y traicionera! Una lengua que ella
había clavado en el techo por la traición que había provocado el arresto de Kissare.

No contenta con detenerse ahí, también clavó ambos testículos de Tisahn a un lado de su
lengua mientras él le gritaba por una piedad que ella se había negado a mostrarle. Entonces le había
hecho crecer dos bolas más solo para que pudiera arrancárselas y clavarlas también. Era una lástima
que el debilucho se hubiese muerto antes de que tuviera la oportunidad de darle un tercer juego.

Peor aún, su patética hermana había escondido el cadáver de ella, de manera que Braith no
pudiera resucitarlo y siguiera torturándolo por más tiempo…
¡Maldita perra! Algún día se vengaría de Cam por eso, aunque fuera la última cosa que
hiciera.

Aunque estaba bien que los dioses masculinos tuvieran hijos con las mujeres Sephirii o
cualquier otra puta que dragaran de los agujeros más bajos para ese propósito, era considerado un
sacrilegio que un Sephiroth hombre embarazara a cualquier diosa que sirviera.

Pero en su corazón, Braith solo había amado a Kissare y a su hijo. En todos estos siglos,
solamente Kissare la había hecho reír. Él había sido la única compañía que ella buscó. Él la
confortaba cada vez que se sentía abatida. Cuando necesitaba amistad, siempre había estado ahí. Sin
excusas ni retrasos.

Su mejor amigo

Su único amigo.

Ahora…

—No sé cómo vivir sin ti, Sare. No quiero vivir sin ti.

—Shh. —Le susurró antes de darle un beso tierno en la mejilla—. Eres una diosa, la más
hermosa de todas, has vivido siglos antes de mi nacimiento y estabas bien sin mí.

—No. Sobreviví y soporté. Era fría y sin sentimientos. La última cosa que deseo es ser
enviada de vuelta a ese infierno solitario que solía llamar hogar.

—Y ahora tienes un bebé que necesita a su madre.

Ella se ahogó con un sollozo. —También necesita a su padre. —¿Cómo iba su hijo a aprender
de bondad sin su padre? Ella no podía enseñarle nada salvo asesinato, tortura y odio.

Eso era lo único que ella entendía.

Él enterró su mano en el cabello oscuro de ella y fijó su mirada con la suya. —Polli, los otros
dioses jamás nos dejarán en paz. Lo sabes. Hemos roto su ley sagrada y son un grupo de odio. Mi
ejecución va a repararlo. Mejor que me castiguen solo a mí, que a ti y a Kree… Pero volveré por ti.
Lo juro. No importa lo que cueste. La muerte no puede separarnos. Nada puede. Te amo demasiado
para alejarme.

Ella le creyó entre todo el dolor. Si él lo había dicho, era verdad. Jamás le había mentido ni
una sola vez. No estaba en él hacer tal cosa.

—¿Cómo sabré que eres tú?

Él tomó su mano entre la suya y la colocó en su corazón de manera que ella pudiese sentir el
latido fuerte y feroz bajo su palma. —Lo sabrás y no dudarás de mí. Jamás. Ya lo verás.

—Entonces esperaré por ti. Nadie más me tocará nunca. Tú siempre serás mi único corazón.
—Ella transformó su cabello de color blanco nieve para igualarlo, para honrarlo a él y a su noble
sacrificio.

Por su hijo y por ella.


Su cabello nunca sería de otro color, y se vestiría de negro, para representar su oscuridad,
hasta su regreso.

Él le regaló una sonrisa triste. —Siempre serás mi preciosa Apollymi. —Besó sus labios—.
Ahora vete antes de que te encuentren. Cría a nuestro hijo y nunca lo dejes dudar de cuánto lo ama
su padre. Un día volveré por ambos. Puedes contar con ello.

Su corazón se quebró mientras ella asentía y soltaba su mano. —¡Te esperaré! ¡Por siempre!
—Giró y se alejó, temiendo el futuro. Y sabiendo lo que haría si los dioses se atrevían a
mantenerlos alejados.
25 de junio, 9527 aC
Apollymi, la Gran Destructora, salió desde las profundidades de su prisión infernal para
quemar toda la tierra, con la intención de dejarlo de nuevo a su cieno primordial.

Su ira fue implacable.

Y nadie era inmune.

Las olas se estrellaban sobre los continentes y los hundían durante la noche hacia el fondo de
los océanos. Agitadas nubes negras ocultaban el sol. Toda la vida sobre la tierra humana estaba en
peligro de extinción.

Incluso los mismos dioses temblaban de miedo.

¿Por qué? Porque esos dioses de antaño se habían unido una vez más para tomar de ella lo
único que amaba por sobre todo lo demás. De nuevo. Lo único por lo que ella les había permitido
que la encerraran en prisión para salvarlo.

Su segundo hijo nacido.

El único hijo que ella había escondido en el mundo del hombre, esperando ahorrarle la
crueldad y matanza de los dioses.

Y al igual que su hermano antes que él, había sido perseguido por los dioses. No se le había
mostrado misericordia.

Tampoco amabilidad.

En cambio, su propio panteón había permitido a la humanidad abusar de él y se habían


enzañado en acecharlo hasta tener éxito en asesinarlo brutalmente justo después de la víspera de su
vigésimo primer año.

Como con Monakribos antes que él, había sido privado del amor de su padre.

Privado de la protección de su madre.

Ahora…

¡Ella tendría su venganza!

En una furiosa búsqueda de sangre para la expiación, Apollymi había ido por su propio
panteón primero, aniquilando a cada dios que había maldecido a su hijo.

Hasta que llegó a las dos últimas en Katateros.

Allí, la antigua diosa envió la fuerza de sus vientos para golpear a ambas Symfora y su hija,
Bet'anya, en el luminoso vestíbulo de la teocrópolis donde los dioses atlantes habían celebrado una
vez sus fiestas inmaculadas, y sus reuniones que determinaban el destino de la humanidad, junto
con los hijos queridos de Apollymi y marido. Ella las acechó como la depredadora que era, con la
intención de darse un festín con sus almas por lo que habían hecho.
—Uds. lo mataron. ¡Todos ustedes!

Symfora, la diosa de la muerte y la tristeza, quien tenía el cabello tan oscuro como el de
Apollymi antes de que hubieran interferido con su primer y único amor, sacudió su cabeza. —No
matamos a tu hijo. Él todavía vive.

Estrechando sus remolineantes ojos plateados mientras su pelo blanco caía en cascada
alrededor de su ágil cuerpo, Apollymi curvó sus labios. —Mi Apostolos fue masacrado esta mañana
por el dios griego que invitaste a mis tierras. —Un dios que había matado a su hijo y luego maldijo
a todos los apolitas para que murieran dolorosamente a los veintisiete años.

Los ojos de Symfora se abrieron con terror. —Nunca le di la bienvenida a Apollo aquí. Esa
fue una decisión tomada por ti y Archon.

—¡Cállate! —Apollymi la envió al olvido por decir una verdad que la atravesaba por la culpa.
Ella rechazaba ser culpada por lo que le había sucedido a su niño.

¡Los dioses habían traicionado a sus dos hijos, Monakribos y Apostolos! Y ella estaba harta
de ellos.

Ahora, sola y en camino hacia el mismo destino de su madre, Bet'anya se enfrentó a Apollymi
sin ningún tipo de ayuda en absoluto. Su oscura piel caramelo palideció. La diosa atlante de la ira,
la miseria y la caza era la última en pie.

Ella sería la última en caer.

Pero cuando Apollymi la alcanzó, ella vaciló al ver el vientre distendido de Bet'anya. La diosa
mucho más joven estaba embarazada. A punto de dar a luz cualquier día, por el aspecto de ella.

En ese momento, la rabia y el dolor lucharon dentro de su corazón. Sobre todo, la compasión
se encendió profundamente cuando sintió los dolores de una madre que había perdido a su hijo, no
una, sino dos veces ¿Cómo podría ella darle ese dolor a otra?

Respirando con dificultad, Bet'anya se encontró con su mirada al mismo nivel, sin miedo ni
engaño. De todas las diosas en Katateros, ella era de lejos la más bella. Mitad egipcia y mitad
atlante. Sus rasgos exóticos estaban cincelados, y enmarcados por una gran cantidad de espeso
cabello color ébano que hacían destacar sus perfectos ojos almendrados. Apollymi podía ver por
qué los egipcios la llamaban Betany. En atlante, Bet'anya significaba “guardiana de la miseria”,
pero en el idioma de su padre, Bethany quería decir “juramento de gracia”.

Un apodo mucho más apropiado para una criatura tan atractiva. —No encarcelé o di caza a tu
hijo, Apollymi. No formé parte en su crueldad. La única vez que creí tropezar con tu hijo en el reino
humano, vine a ti con esa información y no fui con los demás. Nunca les dije una palabra en tu
contra. —Las lágrimas la ahogaban—. Tú sabes que es verdad. Vine aquí hoy para dejar este
panteón para siempre, para poder tener a mi propio bebé en paz, lejos de sus juegos. Por favor, no
me hagas lo que no te hice.

La chica tenía razón y Apollymi lo sabía. Sin importar cuánto ella quisiera la sangre de
Bet'anya, ella no podría matar a otro bebé inocente. Especialmente no en este día. No mientras el
suelo todavía estaba húmedo y manchado con la sangre de su propio hijo. —¿Quién de los dioses es
su padre?
—El padre es mortal. Humano.

Humano...

Eso era algo que Apollymi nunca hubiera sospechado de una diosa que sabía que odiaba a esa
repugnante especie incluso más que a ella. —¿Su nombre?

—Styxx de Didymos.

Por un momento, Apollymi no pudo respirar ya que su rabia se renovó con un vigor sin
precedentes.

De todos los mortales, en todo el mundo, ese no era el nombre que debía darle.

Hoy no.

No después de haber visto a través de los ojos de su hijo la vida que había vivido y lo qué le
habían hecho debido a Styxx de Didymos...

¡Maldito sea! Styxx era el príncipe que ella había elegido para vincular con su propio hijo
para protegerlo de los dioses que se habían empeñado en matar a su precioso Apostolos. ¡El
hermano gemelo humano que se suponía protegería a su niño y su derecho de nacimiento!

En cambio, Styxx se había quedado parado y había permitido que su hijo fuera sacrificado y
traicionado. ¡De todos los hombres, él era el humano cuya garganta más deseaba arrancar!

Sintió que sus ojos cambiaban de color plateado a rojo cuando su forma de Destructora se
hizo cargo.

Bet'anya se tambaleó y envolvió sus brazos alrededor de su vientre para proteger a su bebé. —
Por favor, Apollymi... mi bebé es inocente.

—¡También. Lo. Era. El. Mío!

Ambos. Y, sin embargo, sus hijos habían recibido sentencias de muerte de parte de los dioses.

De todos ellos.

Antes de que pudiera detenerse, Apollymi reaccionó por instinto.

Y regresó a la diosa lo que su panteón le había hecho.

En un abrir y cerrar de ojos, ella arrancó de su vientre al hijo de Bet'anya con un grito furioso.

Bet'anya se tambaleó hacia atrás y cayó de rodillas. Jadeando, ella miró a su hijo inmóvil en
las manos de Apollymi, y ella extendió la mano para tocarlo.

Pero Apollymi no lo permitió. Nadie le había mostrado un gramo de misericordia. Ni una sola
vez.

Por lo tanto, ella hizo lo mismo con todas sus fuerzas. Ella atacó a Bet'anya y convirtió a la
perra en una estatua como a todos los demás. La dejó tiesa en la eternidad en un vacío insondable
donde podía oír y ver, pero nunca más moverse o ser parte de cualquier mundo. Era lo que todos
merecían por lo que le habían hecho.

Por lo que le habían hecho a sus hijos.

Entonces Apollymi miró al niño pequeño en sus manos y comenzó a descartarlo como lo
hicieron con su hijo.

Arrojarlo al mar como si fuera basura. Sin pensarlo dos veces para que él muriera.

Pero debido a que él era el hijo de Styxx, era como si ella sostuviera a su propio hijo en sus
brazos. Él se parecía a su Apostolos.

Idéntico, de hecho. Hasta la última parte de él era lo mismo. Sus pequeñitos dedos de las
manos y de los pies.

Sus labios que nunca tuvieron la oportunidad de llamar a su madre...

Las lágrimas llenaron sus ojos cuando recordó ese día, hace veintiún años, cuando Apostolos
había sido arrancado de su vientre y alejado de ella. Tan pequeño y frágil.

Solo un bebé inocente que necesitaba amor...

Y recordó cuando Monakribos había sido tan pequeño y dulce. Cuando todo lo que había
hecho era rogar por el amor de su padre después de que le habían robado a su padre de ambos y
quedaron perdidos en su dolor. Impotente para evitar que el mundo los aplastara con su crueldad.

—Justo como tú, —le susurró al bebé—. También estaban indefensos.

Nadie se apiadó de ellos.

Solo por sus hijos había permitido que sus poderes fueran atados. Había permitido que los
dioses la encerraran en una prisión oscura y vacía hasta que perdiera la poca cordura que había
tenido.

Sus lágrimas formaron cristales en sus mejillas mientras caían silenciosamente y su dolor
destrozaba un corazón que ella nunca había querido tener, para empezar.

Maldito seas, Kissare, por hacerme sentir amor.

Debido a él, la diosa de la destrucción no estaba exenta de sentimientos. Su corazón estaba


hecho añicos y ella estaba devastada. Y sin importar cuánto odiara a Styxx de Didymos, no podía
obligarse a matar a este bebé que era tan parecido a la criatura que ella había engendrado.

Un bebé que se parecía tanto a su precioso Apostolos que no se suponía que muriera tan
joven.

Tan brutalmente.

Más lágrimas la cegaron mientras luchaba por respirar más allá del dolor que laceraba su
corazón.
Te protegeré, pequeño. Crecerás para ser un hombre fuerte y bueno.

—De la oscuridad viene la luz. Desde las entrañas de este infierno estigio, has nacido y se te
llamará Urian, la llama de nuestro pueblo nuevo. Y un día, serás mi espada. Serás mi venganza
sobre todos ellos. Ellos me quitaron a mi hijo y yo tomaré el suyo de ellos. Juntos, mi preciosa
Llama, destruiremos la raza humana y todos a los dioses de esta tierra.

Pero primero, tendría que renacer en la tierra de los mortales y del vientre de una madre que
no tendría idea de quién o qué era...

En qué se convertiría el destino de este niño.

Y Apollymi sabía quién sería su nueva madre temporal. Sabía qué padre sería el mejor para
guiarlo a la edad adulta.

Sí, el mundo del hombre temblaría ante todos ellos.


26 de junio de 9527 aC
Amanecer

Strykerius Apoulos se estremeció de horror al escuchar los gritos de miles de apolitas que
morían en completa agonía. ¿Por qué no lo habían escuchado cuando les había dicho que se
protegieran, y prestaran atención a las advertencias de los sacerdotes y sacerdotisas?

Porque nadie quería creer que su creador se había vuelto contra ellos por algo en lo que no
habían participado. Algo de lo que habían sido inocentes.

Continuaron creyendo en un dios que los odiaba. Uno que no solo les había dado la espalda si
no que los había maldecido en su insensibilidad.

Echando la cabeza hacia atrás, Stryker rugió ante la injusticia de todo eso. ¿Cómo podía ser
que toda la raza apolita fuera condenada por las acciones cometidas por solo unos pocos?

Sin embargo, eso era lo que estaban enfrentando.

Extinción total.

De la mano de su propio padre. Aniquilación brutal por una puta masacrada que su padre
apenas había tolerado. Uno que destrozaría los nervios de un santo. Era tan injusto.

—¿Stryker?

Él hizo una mueca al oír que su esposa lo llamaba. Aunque ella era la bellaza encarnada, con
cabello rubio, ojos azules perfectos y rasgos y curvas que fueron la envidia de cada mujer nacida,
incluida su tía Afrodita, él se encogía de miedo cada vez que Hellen se le acercaba. No porque ella
no fuera deseable, sino porque él nunca había querido casarse con ella. Sin embargo, para
complacer a su padre olímpico que había maldecido a su raza, había abandonado a la mujer que
verdaderamente había amado. La dejó maldiciendo su nombre para poder apaciguar a su padre
tomando a Hellen por su esposa y dejando a Phyra para siempre.

Al diablo la felicidad matrimonial. Y las obligaciones familiares.

—¡Stryker, ven rápido! ¡Por favor! ¡Algo está mal con los niños!

El terror lo detuvo ante el pánico en su voz.

¡Nay! Seguramente su padre había evitado la maldición a sus propios nietos...

¿Eres un idiota? ¿Desde cuándo Apollo da dos mierdas por ti, mucho menos por tus hijos?

Por supuesto, eso era cierto. Aun así, Stryker no quería creer que su padre fuera así
imprudente.

O estúpido.

Si bien su padre podía no preocuparse por él o sus hijos, seguramente no era suicida...

Si él y todos sus hijos murieran, también el dios que los había atado a su vida.
Ese fue su pensamiento hasta que entró en la guardería para encontrar a sus hijos
retorciéndose y vomitando. Sus pequeños cuerpos temblaban mientras sollozaban y gemían en
agonía absoluta. Era un dolor que conocía bien, ya que él mismo lo había experimentado horas
antes, cuando se había convertido en el monstruo que su padre había creado.

Las lágrimas brotaron de sus ojos cuando vio una cruel verdad que no podía negar.

Su padre los odiaba a todos, sin piedad ni compasión.

—¡Sella las ventanas! Ahora, —Stryker gruñó a su esposa embarazada y a los dos sirvientas
que la asistían.

Se apresuraron a obedecer sus órdenes.

Si los rayos del sol naciente tocaran a sus hijos, los mataría instantáneamente. Porque esa era
la maldición de su padre Apolo. A partir de ahora, a ningún apolita se le permitiría la entrada al
dominio del dios griego. Si Apolo atrapaba a alguno de los que poseía una sola gota de su sangre a
la luz del día, los chamuscaría hasta los huesos y los mataría al instante.

¿Por qué? Porque la reina apolita, la madre biológica de Stryker, en un arrebato de celos había
ordenado la muerte de la amante griega de Apolo y del hijo bastardo que había nacido para el dios
griego. Como castigo adicional por la atrocidad de los crímenes de la reina, Apolo había maldecido
a toda su gente para que se alimentaran de la sangre del otro, siendo condenados a no conocer otro
sustento.

Pero lo peor de todo... era que ningún apolita volvería a vivir más allá de su cumpleaños
veintisiete. Mientras que ahora envejecerían más rápido que los humanos desde el momento del
nacimiento, en la mañana de su vigésimo séptimo año, su ciclo de envejecimiento se aceleraría aún
más y al final de ese día, morirían dolorosamente de vejez y de la descomposición, convirtiéndose
en polvo.

Sin excepciones. Sin alternativas.

Cualquiera que tuviera una sola gota de sangre apolita.

Ese era el mandato de su padre. Y se aplicaba a todos ellos.

Incluyendo a Stryker y sus hijos, los propios nietos de Apollo.

Horrorizado, reunió a sus cuatro hijos jóvenes en sus brazos para consolarlos, aunque no
había consuelo. —Shh, —susurró.

Al igual que él y su madre, todos eran de cabello dorado y hermoso, con su piel de tono
caramelo y mejillas brillantes. Supuestamente eran el orgullo de su abuelo, él que les había dado la
espalda.

Hellen sostuvo a su hija, Dyana, contra su hombro. Y pensar que en realidad la habían
nombrado por la tía de Stryker, Artemisa, la hermana gemela de Apolo. El pensamiento le revolvió
el estómago ahora. ¿Cómo podía haber honrado alguna vez a su familia paterna?

No iré contra mi hermano, Strykerius. Ni siquiera por ti. No me pidas ayuda de nuevo.
Cómo odiaba a esa perra olímpica por su egoísmo. Su única plagaria ahora era que Artemisa
algún día perdería algo que ella consideraba tan querido como él mientras abrazaba a sus hijos.

—¡Baba! —Arquímedes se quejó mientras sostenía su estómago y temblaba—. ¡Duele tanto!

—Lo sé, m´gios. —Besó la frente de su hijo y lo meció en un esfuerzo por calmar su dolor—.
Sólo respira.

Teodoro no dijo una palabra cuando enterró su carita en los pliegues de la capa de Stryker y
lloró más fuerte. Asimismo, sus gemelos, Alkimos y Telampn, gemían y gemían. Sus rizos
idénticos estaban húmedos y enredados con el sudor mientras se aferraban a él como a la vida
misma.

Los rasgos de Hellen se volvieron tan pálidos como su cabello. —Ellos también están
maldecidos, ¿no?

La mirada de Stryker cayó sobre su hija pequeña, que era una copia exacta de su hermosa
madre. Enfermo del estómago, asintió mientras observaba como sus pálidos ojos se volvían oscuros,
y los dientes de sus hijos se alargaban en pares de colmillos como los que a él le habían crecido
apenas unas horas antes.

Dado que los niños habían pasado todo el día sin mutar, y como su esposa era griega y no
compartía su sangre atlante, Stryker había asumido que su padre no había maldecido a sus nietos.
Qué estupidez de él pensar por un minuto que a su padre realmente le importaría.

Hellen soltó un gemido desde el alma cuando se dio cuenta de que a sus hijos nunca se les
permitirá de nuevo ver la luz del día sin que los mate.

O comer un bocado de comida real.

Que Stryker la dejaría viuda en solo seis años, y que ella sería reducida a mendigar en la calle
por una misericordia que nadie daría. Como él estaba maldecido por los dioses y ella era la madre
de sus híbridos engendros, todos la odiarían. Los apolitas porque ella era griega, y los griegos
porque se había casado con una apolita y había procreado con él. La gente siempre era cruel.
Ambos lo sabían bien.

Por primera vez, Hellen lo miró con furia en sus pálidos ojos azules. —¿Por qué tu madre
tuvo que enviar a sus soldados para que mataran a Ryssa y a su hijo?

—¡Porque mi padre es un idiota infiel y sobrexcitado! —Y Apolo no podía tomar cinco


segundos para decirle a la reina Xura que Stryker estaba vivo y bien, y que estaba siendo criado en
Grecia por sus sacerdotisas. Más bien, Apolo había dejado que Xura creyera que Stryker había sido
sacrificado por los dioses porque temían que él pudiera ser el niño profetizado de la diosa Apollymi,
que estaba destinado a derrocar a su panteón. De ahí la razón por la que Xura estaba tan celosa de
que al hijo de Ryssa se le había permitido vivir después de que el suyo fuera “asesinado”.

Era la suerte de Stryker tener dos padres tan poco razonables. La respuesta de su madre a los
celos no había sido simplemente matar a Ryssa y terminar con ella. Oh no, había sido destrozarla a
ella y a su hijo en pedazos. Y su padre no se contentó con matar a Xura y a sus soldados en
represalia.

Nay, nunca algo tan simple como eso.


El dios de la moderación había perdido la cabeza y había atacado a toda la raza apolita, como
si todos hubieran sido culpables de la masacre. Y una vez que tal maldición era anunciada, no había
manera de deshacerla.

Nunca. Así de rápidamente lo había aprendido Stryker, y todos los dioses y sacerdotes habían
estado de acuerdo.

La palabra de Apolo era definitiva.

—Estamos condenados, —susurró Stryker en voz baja. Nadie lo ayudaría. Si bien nunca se
había engañado pensando por un momento que estaba rodeado por alguien que no sea un grupo de
imbéciles egoístas, esto lo confirmaba aún más.

Todos se protegían a sí mismos. Sólo eran sus amigos hasta que el daba la vuelta. Tomaban lo
que podían y se iban, y rápidamente olvidaban lo que le debían. Lo que él había hecho por ellos.

Su cabeza daba vueltas por el horror de todo esto mientras miraba al hinchado vientre de
Hellen. Ella daría a luz a otro hijo en cualquier momento. Con sus propios poderes apolitas podía
sentir la fuerza del alma del niño agitándose.

Un niño maldecido.

Y eso hizo que su ira se encendiera a un nivel peligroso.

¡A la mierda esto! Su indignada rabia renovó su veneno. —¡No dejaré que esto suceda!

Lo que fuera necesario, salvaría a sus hijos.

Hellen lo miró. —¿Qué estás diciendo?

Stryker entregó a sus hijos a su madre. —Vuelvo enseguida.

Ella quedó boquiabierta. —Está amaneciendo. ¿A dónde vas?

—A encontrar una salida a esta pesadilla.

Ella negó con la cabeza mientras su piel palidecía aún más. —Pero…

Stryker ignoró la histeria en su voz y siguió caminando. Contrario a lo que ella pensara, él no
se dirigía al suicidio.

Más temprano, él había probado suerte con todos los dioses griegos que conocía. Aunque él
era familia, todos lo rechazaron diciendo que no había nada que hacer.

Sin embargo, a través de todo esto, alguien lo había llamado. Asumiendo que esa llamada era
un grito de venganza, él la había ignorado por miedo. Tenía que ser una trampa en represalia.
Después de todo, ¿por qué lo ayudaría cuando su propia familia se negó a hacerlo?

La lujuria por la cabeza de él era razonable. El panteón de su padre había destruido al de ella
y había maldecido a su gente a morir. Solo tenía sentido que ella quisiera destruir al hijo de Apolo
para vengarse del dios. No tenía forma de saber que Stryker era odiado y despreciado por su padre.
Pero ahora todo era diferente. Y él estaba lo suficientemente desesperado como para aceptar
la apuesta de que ella podría estar dispuesta a hacer algo mientras los demás ignoraban a su destino.

Esta era la mejor esperanza que tenía.

La única esperanza, de verdad.

Y no tenía a dónde más ir.

Nadie lo quería. A nadie le importaba.

Estoy solo en este mundo.

Pero entonces, ¿no lo estamos todos?

Asegurándose de permanecer en las sombras y fuera de la luz del día, se abrió camino a través
de la exuberante casa de la isla que una vez había amado. Ahora la odiaba por su alianza con su
padre. Pero estaba agradecido de que alguna vez había pertenecido a los atlantes antes de que los
griegos hubieran conquistado este paraíso y se lo hubieran arrebatado. Porque hoy, necesitaba esa
conexión con los dioses anteriores.

No es que quedara mucho. La mayoría de sus antiguos edificios y templos habían sido
destruidos, quemados hasta los cimientos durante las batallas y después como una demostración de
entretenimiento del poder griego.

Todo menos un pueblo que ni Apolo se había atrevido a tocar.

Apollymia.

Se decía que estaba bajo la protección de la gran Apollymi. La diosa de la destrucción era tan
venerada y aterradora que los temerosos griegos habían permitido que la naturaleza reclamara su
querido pueblo. Porque todos, dioses y humanos por igual, le temían mucho a la diosa. Incluso
después de haber sido derrotada, ni una sola parte del pueblo había sido saqueada, ni por civiles ni
soldados. Había permanecido intacta como una cápsula de tiempo, completamente vacía como
había estado el día en que llegaron los griegos y los atlantes la habían abandonado.

Lamentablemente, el tiempo había sido poco amable con las estructuras que se habían
derrumbado o que estaban cubiertas de maleza y broza.

De niño, Stryker solía correr y jugar a través de las ruinas, buscando alguna conexión con su
madre y su gente, deseando saber algo de ese lado de su sangre.

Un día, mientras exploraba, había descubierto un templo olvidado de la diosa, quien una vez
había protegido este lugar. Por razones que él aún no sabía, él había venido aquí para sentarse y
hablar con la diosa que lo ignoró tanto como su padre. Sin embargo, incluso de niño, no pudo evitar
preguntarse qué había hecho la gente de la isla para causar que Apollymi los abandonara así. ¿Había
sido arrogancia? ¿Negligencia?

O simple capricho divino que causara que ella le diera la espalda a su gente.

Cuando se trataba de Apolo, no le tomaba nada abandonar a aquellos que lo adoraban.


Stryker esperaba que ese no fuera el caso con Apollymi. Por favor sé mejor que mi padre…

Aterrorizado de que no lo fuera, Stryker rezó incluso más fuerte para que su convocatoria no
fuera una trampa. Que tal vez, a pesar de todo, ella acudiría en su ayuda a pesar de cómo otros lo
habían tratado. Seguramente, la diosa atlante de la destrucción odiaba a su padre tanto como él...

Su odio por los griegos era legendario.

Stryker apenas había alcanzado las ornamentadas puertas cubiertas de oro del antiguo templo
antes de que el sol comenzara a abrasarlo.

Con las piernas ardiendo, empujó las puertas que protestaban contra su entrada con un
obstinado desafío que parecía decidido a que se quemara en la puerta. Sus bisagras oxidadas crujían
con fuerza debido a todas las décadas de desuso, abandono y decaimiento. Pero él no estaba
dispuesto a dejar que estas ganaran. Incluso más obstinado que las puertas, empujó con más fuerza
hasta que cedieron, luego se precipitó en la calma de la oscuridad que sucumbió a sus ojos
destrozados y su carne ampollada.

Sin aliento, usó su capa para apagar su piel ardiente que burbujeaba y hervía. Él siseó ante las
sangrantes y supurantes heridas en sus piernas que sin duda dejarían horribles cicatrices. Que así
fuera. Él sanaría.

Haciendo una mueca de dolor, volvió a maldecir a su padre y deseó que el bastardo muriera
mil veces más.

—¡Puedes quemarte en Tartarus, rata de mierda! —Su voz hizo eco, enviando varios pájaros a
volar y otros animales en los que no quería pensar, a correr para cubrirse.

Disgustado, Stryker echó un vistazo al decaído desorden. Incluso estaba peor que la última
vez que se aventuró hace años. Las telarañas eran tan gruesas ahora, que colgaban como cortinas
ahuecadas de una columna a la siguiente. Ningún recipiente o quemador estaba intacto. Tampoco
las estatuas. El mármol una vez prístino, yacía como migas en el suelo de tierra. Incluso la estatua
principal en el centro del templo, donde los adoradores de Apollymi se habían reunido para rendirle
homenaje, habían sido agrietados a un estado tal que Apollymi no tenía brazos ni corona.

Su otrora bello rostro estaba contorsionado en una mueca de condena, pero se mantenía
intenso y aterrador. Sus ojos mercurio ardían en la tenue luz.

Verdaderamente, la diosa de la destrucción había abandonado hace mucho tiempo este lugar y
no había mirado hacia atrás.

¡Maldición!

No es que importara. No podía irse a casa hasta el anochecer. Así que él también podría
intentar esto. No era como si tuviera algo más que perder, aparte de seis años más de miseria.

Rezando por un milagro que dudaba que alguna vez llegara, Stryker se dirigió al altar roto que
estaba al pie de la estatua rota donde estaba sentada la diosa sobre un trono de ébano hecho de
calaveras y rosas. Con ojos de plata astillada, ella lo miraba fijamente como si ella pudiera ver
directamente a través de su alma.

Tal vez ella podía.


Ya que Stryker había nacido de un dios y los había visitado muchas veces durante los años,
nunca antes había estado nervioso en presencia de la divinidad. Sin embargo, algo acerca de esta lo
ponía extremadamente incómodo. Tal vez era su despiadada reputación.

O algo más. Una sensación de presentimiento que decía que su reputación no era de jactancia,
como la de su padre. Que la suya era en realidad subestimada.

De cualquier manera, tragó saliva mientras levantaba los brazos para invocarla.

—Apollymi Magosa Fonia Kataastreifa... —Se cortó el antebrazo e hizo una ofrenda de
sangre en su altar para hacerle saber que él era serio en este asunto—. Si puedes escucharme, mi
diosa. He venido en respuesta a tu llamado, e imploro tu ayuda divina. Por favor, akra... te necesito
y te ofrezco mi vida, mi alma y mi espada. Por toda la eternidad.

Nada sucedió.

¿Por qué debería?

Él era mitad griego y su enemigo. Durante siglos, su pueblo había luchado contra el de ella.
¿Por qué una diosa atlante debería preocuparse por lo que le sucediera a él y a sus hijos cuando su
propio padre no se preocupaba?

Sabías que esto era una tontería. No deberías haberte molestado.

Disgustado de haber creído por un momento que alguien, cualquiera, lo ayudaría, se dirigió
hacia las puertas, con la intención de tratar de encontrar un camino a casa de nuevo.

—¿Por qué esperaste para venir aquí, hijo de Apolo?

Stryker se congeló ante el sonido de una voz feroz pero melódica. Una que le produjo
escalofríos.

Cuando comenzó a volverse hacia la estatua, las puertas del templo se abrieron de golpe. Un
viento feroz aplastó su ropa contra su cuerpo y lo obligó a aferrarse de la columna a su lado para
evitar ser arrastrado hacia el exterior a los rayos mortales del sol. De las oscuras sombras apareció
el contorno de una mujer alta y elegante.

Una con ojos brillantes y remolineantes color plata. Estaban llenos de una furia que se
asemejaba a la ira en su propio corazón.

Las cintas de cabello rubio platinado se retorcían alrededor de su cuerpo como si tuvieran vida
propia. Parecía salvaje y feroz en forma de fantasma espectral, la misma epítome de la despiadada
diosa que se suponía que era.

—¿Diosa Apollymi?

Ella curvó sus labios. —¿Crees que otro se atrevería a poner su pie dentro de mi templo y
atreverse a mi ira?

¿Dado su temperamento? Sólo si eran profundamente estúpidos.

—Ahora responde mi pregunta, ¡perro griego!


Stryker se encontró con su mirada al mismo nivel, sabiendo que esta diosa en particular no
soportaba la cobardía en cualquier forma. —Me retrasé porque pensé que me estabas llamando aquí
para matarme. Y me disculpo profusamente, akra, si mi suposición fue incorrecta. Ahora, he venido
a pedirte tu orientación y bendición. Me entrego a tu merced.

Ella rió. La risa rodó a través de su templo como un trueno y causó que parte del techo cayera
a su alrededor, amenazando su vida con más luz natural, ya que los rayos de luz se cercaban más y
más a su cuerpo.

Pero estaba lo suficientemente desesperado como para no prestarle atención. —Por favor,
akra. Vengo aquí para suplicar venganza contra mi padre.

Su risa murió instantáneamente. —¿Por qué debería creerte?

—Porque yo también soy el hijo de la reina atlante que él mató.

—Nunca conociste a Xura. Tu padre te sacó de su vientre antes que tú nacieras y fuiste criado
en Grecia entre sus sacerdotisas. ¿Por qué serías leal a tu madre o a mí?

Stryker se estremeció ante la verdad. Pero había mucho más que eso. Su infancia nunca había
sido feliz. En verdad, había sido amarga y miserable. Algo por lo que odiaba a su padre. —Vivía
entre las mujeres que vivían aterrorizadas de mi padre y sus estados de ánimo caprichosos, y que no
me amaban debido a él. Solo el miedo de probar ser un hombre mejor que lo que me engendró. Te
lo aseguro, akra, no tengo lealtad para con ninguno de ellos. Nunca me trajeron otra cosa que
angustia y miseria.

El viento se calmó cuando ella levantó una mirada sospechosa sobre su cuerpo. Ella lo miró
de pies a cabeza como si intentara comprender su carácter. —¿Vienes a mí con una oferta de lealtad
mientras me dices que no eres leal a nadie?

Ella tenía razón. Nunca le había prometido lealtad a nadie. Lo más cerca que había estado de
hacerlo fue con Zephyra. Su primera esposa había sido la única con la que habría intentado morir a
su lado. Hasta este día, solo le debía su lealtad únicamente a ella.

Pero su padre se había encargado de que no tuviera más remedio que dejarla ir. Más
concretamente, Stryker se había visto obligado a hacer que Phyra lo odiara para siempre.

—Admito libremente que no valgo nada, akra. —Stryker respiró entrecortadamente ante una
verdad que no quería enfrentar—. Con toda honestidad, no me importa nada para mí o para nadie...
excepto por mis hijos. Son todo lo que tengo y que valoro.

Él rezó para que ella viera la verdad de su corazón en sus ojos. —Y mi padre los ha
maldecido. Te lo ruego, por favor sálvalos, y haré todo lo que me pidas. Y me refiero a cualquier
cosa en absoluto. Toma mi vida. Mi alma. Lo que sea que pidas, lo haré sin dudar. Solo no los dejes
morir. No así. No por algo de lo que no formaron parte. Una vez más, te lo ruego, akra. Y nunca he
rogado por nada. A nadie.

—Y es por eso que te llamé, Strykerius. Sabía que podríamos llegar a un acuerdo. Que
nuestro odio por Apolo sería suficiente para unirnos.
Con una gracia arrolladora, ella cruzó la habitación para poder pararse ante él. Había una luz
que brillaba en ella, tan brillante, que era casi cegadora para sus ojos apolitas, y eso lo obligó a
levantar la mano para protegerlos.

Sus dedos fantasmales tomaron su barbilla. —Aye, Strykerius. Puedo mostrarte como vivir
más allá del decreto de Apolo y frustrar su maldición. Pero la cura suele ser peor que la enfermedad.
Sin embargo, si eres lo suficientemente valiente, y puedes sufrir su sabor, tú y tus hijos tendrán vida
eterna. Camina a mi lado y sírveme, y te mostraré cómo reclamar el mundo entero. Juntos, vamos a
reconstruir lo que ellos han destruido. Pelea conmigo y el mundo pertenecerá a los dioses atlantes
una vez más, y los griegos se ahogarán hasta morir en nuestra ira.

Los pelos en la parte posterior de su cuello picaban ante sus palabras. Los pactos con los
dioses nunca funcionaban bien para la parte más débil. Él lo sabía mejor que nadie.

Sin embargo, por sus hijos, él negociaría con los poderes más oscuros en existencia.

Apollymi.

—Haré lo que dices, akra, —se aseguró de usar la palabra atlante para “señora y ama” para
aplacar su ego—. Para siempre.

Una cálida sonrisa curvó sus labios mientras manifestaba un hermoso cáliz dorado. Con una
larga uña negra, se abrió la muñeca y sangró en ella, luego se la ofreció a él. —Bebe, m´gios. Si te
atreves. Y te revelaré mi reino. Ahí, tú, tus hijos y tu gente pueden vivir donde la luz del día nunca
más volverá a herirlos. Desde este día en adelante, serás como mi hijo. Un miembro de mi panteón,
y un dios atlante. Te mostraré la clave de la destrucción de Apolo, y juntos haremos pagar a tu
padre y recuperarás todo lo que él tomó de ti.

Stryker envolvió su mano fría alrededor de su cáliz y asintió. —Por el futuro. Que no llueva
nada salvo la sangre de los dioses y de la humanidad por toda la eternidad.
29 de junio, 9527 aC
Apollymi se congeló cuando oyó la voz de pánico de Strykerius gritando por su ayuda. A lo
largo de su despreciado reino infernal Kalosis, todo estaba en silencio en lugar de la ruidosa
celebración que había tenido lugar sólo unos momentos antes.

Desde hace días, los restantes de la raza apolita que habían accedido a unirse a Strykerius para
su guerra contra la humanidad habían descendido aquí para levantar sus hogares y comenzar una
nueva vida en este reino donde la mortal luz solar de Apolo nunca podría llegar a ellos.

A medida que se establecían, Strykerius había estado ocupado con el nacimiento de sus hijos
gemelos, los primeros apolitas nacidos después de la maldición de su abuelo.

Ahora algo estaba terriblemente mal.

Ella se materializó al lado de Strykerius donde él y su esposa se habían instalado en el templo


más pequeño junto al suyo. Hellen yacía en su cama, todavía muy débil para pararse después de dar
a luz a sus hijos.

Mientras su esposa sostenía un bebé en sus brazos, Strykerius se puso a un lado con Urian, el
bebé que Apollymi había arrancado de Betania y lo colocara en el útero de Hellen de modo que la
puta griega diera a luz sin que nadie más lo sepa. Era un secreto que Apollymi tenía la intención de
mantener para sí misma por siempre.

Sin embargo, por el ceño fruncido en el rostro de Strykerius, Apollymi sabía que algo había
ido mal con el niño que había elegido para impartir su venganza sobre el mundo.

—¿Qué sucede?

Con el rostro pálido, Strykerius inspiró entrecortadamente. —Estamos perdiendo a mi hijo.

El dolor en su voz fue como un golpe a su corazón, y eso provocó que su furia se elevara.
Urian no moriría. Apollymi había hecho un voto por ello.

Antes de que pudiera reconsiderar sus acciones, tomó al bebé de las manos de Stryker. Él era
mucho más pequeño que el otro bebé al que habían nombrado Paris. Debido al desastre que había
ocurrido por haber combinado la fuerza vital de Apostolos con la de Styxx, Apollymi se había
negado a hacer eso con París y Urian. Ella nunca volvería a cometer ese error. En su lugar, ella
había unido el ADN de Strykerius y de París al de Urian solo lo necesario para enmascarar el origen
del bebé, sin saber que Apolo los maldeciría sólo unas horas más tarde, cuando ella ya lo había
hecho.

Lamentablemente, la profecía y poder ver el futuro no estaban entre sus poderes.

Sin embargo, ahora que ella se quedó mirando al bebé que tenía problemas para vivir, se
preguntó si había cometido un grave error al no atar su fuerza vital a la de su hermano gemelo.

Strykerius tenía razón. A diferencia de París, Urian no reaccionaba bien.

Miró a su hermano, que estaba empujando el pecho de su madre y quejándose por ello. Un
extraño pensamiento se le ocurrió. —¿Qué tanto ha comido él?
—Nada. —Hellen se atragantó con un sollozo—. Paris tampoco quiere. Ambos se niegan a
mamar.

Apollymi quiso maldecir la estupidez de la mujer. Pero claro, ella era griega. Era demasiado
esperar inteligencia de su parte. —Ellos no quieren tu leche, humana. —Le gritó.

Ella levantó su dedo índice hacia sus labios y se mordió la punta hasta romper la piel. Luego
lo colocó en la boca de Urian.

Él abrió sus oscuros ojos y rápidamente comenzó a succionar la punta del dedo mientras se
calmaba. El color volvió a su piel.

Apollymi dejó escapar un suspiro de alivio. Ella tenía razón.

Apolo era un bastardo.

Agradecida de haber salvado a este niño, Apollymi retiró su dedo antes de que su sangre
mutara más al niño. Ya había hecho que sus oscuros ojos se volvieran azules.

Aliviada de que su vida se salvó, entregó el bebé a Strykerius. —Él necesita beber sangre
apolita. Ambos lo necesitan. Debido a la maldición, no pueden succionar la leche materna de una
madre humana.

Strykerius suspiró de agradecimiento. —No había pensado en eso. Gracias, akra.

Ella inclinó la cabeza hacia él. —Dilo a los otros con recién nacidos. Lo más probable es que
todos ellos necesiten sangre con la leche de su madre, incluso si sus madres son apolitas. Sin duda
tu padre tenía la intención de que los bebés murieran.

Apolo era un idiota desalmado.

Las lágrimas inundaron los ojos de Apollymi al recordar la forma en que había encontrado a
su propio hijo…

Destripado por la cruel mano de Apolo. Arrojado en el mar para que las bestias se dieran un
banquete.

Ella apretó los dientes para no gritar cuando la necesidad de venganza se levantó y exigió que
arrancara el corazón de Apolo y lo devorara. Algo que condenaría al mundo en el olvido. Y ella con
mucho gusto lo vería arder. Con mucho gusto haría añicos a todos los dioses que existieran. Eso
sería lo único que podría aplacar el dolor en su corazón.

Destrucción total.

Paciencia, querida Braith. Paciencia. Akou aimassorai, ni adayakopa'ia —Aunque yo soy el


único sangrando, no me romperé.

Anekico ler aracnia, —Victoria a la araña.

La única cosa buena que había salido de la maldición de Apolo era que ahora los apolitas
envejecían mucho más rápido que los humanos. Urian ya no tardaría en alcanzar la madurez de
dieciocho a veinte años.
Llegaría a tal estado en sólo diez años.

Entonces estaría listo para entrenar para la guerra y ella lo podría enviar a por su enemigo.

Un día, Urian le traería la cabeza de Apolo.

Y también le devolvería a sus hijos.


9 de agosto, 9524 aC
—¿Puedes verla? ¿Está ahí? ¿Puedes ver la luz del sol, Urian?

Con el corazón latiendo con nerviosa anticipación, Urian entrecerró los ojos ante el brillo.
Aguantando la respiración, se asomó por la esquina de la grieta donde él y su hermano gemelo
estaban ocultos por las profundas y oscuras sombras que los habían protegido durante toda su vida.
Contra todas las reglas y dictados, y las terribles consecuencias y amenazas; hacía unas horas se
habían escapado por el portal y habían esperado a que llegara el amanecer.

Ahora estaba sobre ellos, y no podían esperar para ver finalmente lo que ningún apolita de su
edad o menor había visto antes.

¡El sol!

—Creo que sí, París.

La frecuencia cardíaca de Urian se aceleró mientras sonreía con ansiosa anticipación. Toda su
vida había soñado con este momento.

¡Ver la luz del día!

Aunque fuera sólo una vez. Solo podía soñar con su calor. El brillo. La brillante magia en él.
Todos intentaron imaginar cómo era. Sus padres habían tratado de explicarlo, pero no era lo mismo
que experimentarlo por sí mismos.

Una cosa simple, realmente, cuando se pensaba en eso. Los humanos lo veían todo el tiempo.
Incluso las cucarachas y los roedores. Pero para aquellos como él y París, los nacidos en la raza
apolita, estaba prohibido.

Ahora estaban en una tentadora búsqueda. Para descubrir este secreto desconocido para los
suyos, que los humanos poseían.

Urian tenía que saber cómo era.

Incluso si su padre lo golpeara hasta dejarle moretones por desafiar sus leyes, valdría cada
golpe.

—¿Cómo se ve?

—Dorado. —Como el cabello de París.

A pesar de que eran gemelos, no eran idénticos. El cabello de Urian era de color blanco
descolorido, mientras que su hermano tenía el envidiable tono que otros preferían y, a menudo,
destacaba como perfecto.

Lo único en lo que Urian era perfecto, era en encontrar problemas.

Y eso era muy seguido.

—Extraño.
—¿Qué es extraño, Uri?

—El sol —murmuró.

—¿Cómo es eso?

Por un lado, era mucho más pequeño de lo que había pensado. Volviendo la cara hacia arriba,
inclinó la cabeza para estudiarlo con el ceño fruncido. —Parece que se está moviendo.
Acercándose.

Demasiado cerca, se dio cuenta con un jadeo alarmado.

—¿Cómo es?

¡Oh, mierda! ¡Ese no es el sol! Entrando en pánico, Urian chilló y se volvió hacia París solo
para descubrir que no tenían a dónde correr para ponerse a salvo.

—¿Uri?
Puso su mano sobre la boca de Paris y lo empujó contra la pared para sostenerlo allí.

—¡París! ¡Urian!

Hizo una mueca ante el profundo y gutural gruñido de su padre. Sí, él conocía bien ese tono.
Al igual que París. Era tan feroz y enojado que causó que su hermano se meara encima.

Y en la pierna de Urian en el proceso.


Disgustado, empujó a París por costumbre. Solo para recordar demasiado tarde por qué lo
había retenido para empezar.

Urian maldijo en silencio por esas dos estupideces.

—¡Ahí estás! —Los pasos de su padre se dirigieron directamente hacia ellos—. ¿Dónde está
tu hermano?

Paris inmediatamente señaló en su dirección y lo delató. ¡Pedazo de mierda desleal! A


diferencia de su mejor amigo, Davyn, París nunca había tenido lealtad alguna. Él lo entregaría a
cualquiera por salvar su propio pellejo.

Gruñendo bajo en la parte posterior de su garganta, su padre entregó a Paris a Trates, su


segundo al mando, antes de arrebatar a Urian de su lugar, para poder fulminarlo con una mirada que
haría huir, incluso, a sus guerreros más feroces, llenos de terror. Y, ¿quién podría culparlos? Con
casi dos metros de altura, Strykerius era una bestia maciza y musculosa. El hijo del dios Apolo,
tenía incluso más poderes que el resto de su maldita raza. Y mientras que todos los apolitas y
daimons nacían rubios, su padre había elegido teñir sus largos mechones de negro azabache. Algo
que lo hacía parecer aún más siniestro y letal que todos los demás combinados.

Pero Urian era más valiente que la mayoría. Levantando la barbilla, se enfrentó a su padre a
pesar de su miedo y parpadeó lentamente. Mantuvo sus manos a los lados, apretados en puños, a
pesar de que sabía que su azote era inminente.

—Sabes que te voy a golpear por esta transgresión.


Urian asintió. —No esperaba menos.

—Tres latigazos por cada año que has vivido.

—Sobreviviré a nueve golpes.

—De Trates.

Feroz y leal, Trates nunca dudaba en nada de lo que su padre le pedía. Urian sabía que esos
azotes dolerían, pero a Trates le dolerían tanto como a Urian, ya que Trates no podía soportar
hacerle daño a un niño. Esa debilidad era algo por lo que su padre odiaba a su segundo, y era una
que constantemente intentaba despojar de su soldado.

Urian no podía soportar la idea de dañar a Trates por algo que había sido por su culpa. No era
justo que ambos sufrieran. —De Xedrix.

Su padre quedó boquiabierto. —¿El demonio charonte?

Urian asintió. —Él no se echará atrás con el castigo. Es lo que quieres, ¿no es así?

Eso hizo retroceder a su padre y causó que su mandíbula se abriera aún más. —Por los dioses,
eres un pequeño bastardo descarado, ¿no?

—Cortado con la misma tijera que mi baba... al menos eso es lo que me dice Mata.

Una esquina de los labios de su padre se curvó hacia arriba, con una sonrisa irónica mientras
su ira parecía drenarse. —Al menos sé que la orina que está en tu pierna no es tuya... ¿París?

—Prefiero no decirlo, Baba.

Su padre entrecerró los ojos, luego lo levantó en brazos. —Debería azotarte por lo que has
hecho. ¡Podrías haber muerto!

—Solo quería ver la luz del sol.

—Y yo quiero ver a mis hijos convertirse en hombres, Uri. ¿Entiendes?


Él asintió.

Su padre enterró su mano en el cabello de Urian y lo sostuvo contra su pecho con tanta fuerza
que realmente le dolió. — ¡Baba! ¡Duele! ¡Duele!

Su padre dejó escapar un feroz suspiro. —No sabes lo que es el verdadero dolor, Urian. Y
rezo a los dioses que nunca lo sepas. No tienes idea de los horrores que te esperan en este mundo.
Cosas terribles de las que no puedo protegerte.

Urian puso su mano en la barbuda mejilla de su padre. —No te preocupes, Baba. Te


mantendré a salvo de ellos.

Su padre se rió. —Creo que lo harás. —Luego sus rasgos se volvieron severos y sus ojos rojos
cuando la ira oscureció su frente—. Pero nunca debes aventurarte cerca de la luz del sol otra vez.
¿Me escuchaste?
—Sí, akri. —Cambió al término atlante para "señor y maestro" que había aprendido de Xedrix
y los otros charontes que compartían Kalosis con ellos.

—¿Estás siendo sarcástico conmigo?

Urian arrugó su nariz diabólicamente, sabiendo que había sido atrapado. —No, akri. Nunca.

Su padre gruñó y lo apretó. —¡Oh, pequeño granuja! —Lo puso de pie—. ¡Sal de aquí!
¡Lávate y vete a la cama!

—Okies. —Urian corrió a través del portal que lo llevó de regreso a la sala principal en
Kalosis, donde vivían, y donde su padre normalmente se sentaba, esperando a cualquier vagabundo
que pudiera aventurarse en su reino. El oscuro pasillo estaba completamente vacío y extrañamente
silencioso a estas horas de la noche. Lo cual era una pena, porque se estaba muriendo de hambre y
ya que su baba se había ido, y nadie había querido alimentarlo. Todos tenían mucho miedo de sus
extraños ojos. Solo a su baba no parecía importarle el hecho de que Urian no era como los otros
apolitas.

Debería haber pedido alimento...

Oh… bien.

Con el estómago retumbando, Urian se dirigió hacia el pasillo que conducía a su habitación.

—¿Urian?

Él se congeló ante la severa y melódica voz que conocía, pero con la que se suponía que no
tenía que hablar directamente. Eso, también estaba en contra de las reglas.

Sin embargo, nadie le había dicho qué hacer si la diosa hablaba primero. Seguramente sería
grosero ignorarla...

—¿Akra?

Apollymi apareció en el pasillo justo en frente de él. —¿Te gustaría ver la luz del sol?

Él se mordió el labio con indecisión, inseguro de lo que diría su padre. Le había dicho que se
fuera a la cama. Pero también dijo que debían obedecer siempre a su diosa...

Sonriendo, ella extendió su mano hacia él. —Prometo que esto no te hará daño, y no te
meterás en problemas por ello. Vamos, pequeño.

Demasiado emocionado para decir que no, corrió hacia ella y le tomó la mano. Ella arrugó la
cara por la orina en su ropa. —Tu hermano es asqueroso.

No discutiría eso, dado que París tenía el hábito de hacer esas cosas, lo que a menudo
provocaban que Urian fuera golpeado.

Tan pronto como su mano se cerró alrededor de la suya, él estaba limpio y fresco de nuevo.
—¡Gracias, akra!
—De nada. —Ella lo condujo a través de los pasillos hacia su oscuro jardín y hacia un
estanque en la parte de atrás donde las rosas negras florecían por todas partes e impregnaban el aire
con su fresca dulzura. Urian no estaba seguro de cómo lograban crecer en la oscuridad, pero por
alguna razón, esas flores prosperaban en las sombras.

Dos de los demonios alados charontes de Apollymi hacían guardia a cada lado de un
maravilloso pedestal de mármol. Sus hermosos cuerpos, de colores brillantes, los hacía parecer
atractivos y amables, pero él sabía de primera mano que esa mirada era muy engañosa, ya que los
charontes eran una raza guerrera despiadada, más propensa a comerse a alguien o a alguna cosa que
se acercara a ellos que entablar una conversación amistosa.

Ninguno de los dos hizo ningún sonido o movimiento cuando Urian y la diosa se acercaron a
la piscina de negras aguas. Si no supiera cuánto les gustaba comer a los pequeños niños que se
extraviaban, habría pensado que los demonios eran estatuas. Pero Urian sabía muy bien que los
charontes vivían para cenarse a los apolitas errantes que encontraban, en lugares donde los apolitas
no deberían aventurarse en este dominio, ya que su padre a menudo había amenazado con
alimentarlo con uno, siempre que él o sus hermanos se portaban mal.

Aun así, contuvo la respiración bruscamente ante la belleza de ellos y del jardín de la diosa.
—¿Qué es este lugar, akra?

—Mi espejo especial. Es un espejo donde puedo mirar y ver el mundo de arriba y lo que
sucede en él.

—¡Oooo! —Él se inclinó y extendió un dedo para tocar el agua negra que corría hacia atrás
por la pared de piedra en lugar de hacia abajo, hacia la piscina—. ¿Cómo hace eso?

Arrugando la nariz hacia él, ella le guiñó un ojo. —¡Magia! —Ella susurró.

Él se rió.

Con una amable sonrisa, se sentó en el mármol al lado de la piscina y le hizo un gesto para
que se uniera a ella.

Urian saltó a su lado.

Reflejado en las ondas de la medianoche del agua de la piscina, vio la profunda tristeza en sus
ojos plateados cuando ella lo miró y le pasó la mano por el liso cabello. Uno que era tan blanco
como el de ella. —¿Por qué estás tan triste, akra? ¿Es porque no soy tan guapo como París?

Ella lo puso en su regazo. —No seas tonto, Urian. Eres mucho más guapo de lo que tu
hermano jamás podría ser.

—No es lo que los otros dicen.

—Están equivocados.

Discutiría eso, pero incluso él sabía que no debía discutir con una diosa poderosa que podía
matarlo con un estornudo. —Entonces, ¿por qué te duele el corazón?
Ella le pasó la mano por la mejilla con una suave caricia que causó que los demonios charonte
a su lado se despertaran nerviosamente alarmados. —Me recuerdas a un chico que una vez conocí.
Era tan curioso como tú y siempre se metía en problemas.

—¿También se llamaba Urian?

—No —ella lo tocó ligeramente en la nariz—. Se llamaba Monakribos. Pero lo llamaba Kree.

Esos eran nombres extraños. —¿Qué le pasó a Kree?

Una lágrima cayó de su mejilla y se convirtió en un brillante diamante sobre su pálida piel.
Urian se asombró al verlo. —Se enamoró, Urian, y los dioses lo mataron porque son crueles. Debes
prometerme que nunca te enamorarás. Porque el amor es una emoción estúpida y dañina que
destruye todo lo que toca.

—Eso es lo que Baba dice, también. Dice que el amor vuelve locas y débiles a las personas.

Ella asintió en acuerdo. —Él tiene razón. Tu padre es un hombre muy sabio.

—Entonces nunca amaré.

—Buen chico.
Besando su cabeza, ella se inclinó para sumergir su mano en el agua negra de la piscina para
poder agitarla en un círculo. —Ahora cierra los ojos, Urian, y piensa en el sol que tanto anhelas ver.

—Pero no sé qué aspecto tiene.

—No tienes que saberlo. La piscina conoce tu corazón, encontrará lo que más deseas y te lo
mostrará.

Urian hizo una gran O con sus labios al pensar en algo tan increíble. Era bueno ser un dios y
tener tales herramientas. Y era por eso que no entendía por qué su abuelo había sido tan cruel como
para maldecirlos. ¿Cómo podría alguien desperdiciar tales regalos? Nunca entendería cómo alguien
podría tirar cosas tan preciosas.

Y hablando de...

Cerrando los ojos, hizo lo que la diosa le ordenó, luego abrió los ojos para ver como las olas
ondulantes formaban un hermoso paisaje inundado de colores vibrantes como nunca antes había
visto. No se parecían a nada de lo que jamás había imaginado. ¡Glorioso! Pero la luz brillante
lastimaba terriblemente sus ojos.

Levantó la mano y entrecerró los ojos con dolor. Las lágrimas nadaban en las esquinas
mientras hacía todo lo posible por estudiar cada detalle.

—Ese es el sol, Uri.

—Es cegador.

—Puede serlo.

Ella removió el agua de nuevo para que la luz fuera menos intensa y él pudiera verla mejor.
Urian bajó la mano. —¿Lo has visto alguna vez, akra?

—Sí.

—¿Te gustó?

Ella se encogió de hombros. — En verdad, no pensé en nada de eso, de una manera u otra.

—Entonces ¿lo extrañas?

Su tristeza creció mientras dejaba escapar un suspiro irregular. —No es lo que en realidad
extraño.

¿Cómo no podría? —¿Y qué es?

—Eres demasiado joven para entender el dolor que me atormenta. Lamentablemente, no


siempre lo serás y eso me entristece más que nada.

Urian no entendía su dolor, pero era tan profundo que él lo sintió. Queriendo consolarla, se
puso de pie en el borde de la piscina, puso sus brazos alrededor de su cuello y la abrazó con fuerza.

Los dos charonte retrocedieron.

Apollymi se tensó al principio y luego lo sostuvo con fuerza contra su pecho. Ella le frotó la
espalda y apoyó la cabeza en su hombro. —Cuando quieras ver el sol, ven a mí Urian, y te lo
mostraré.

—Okies. Y cada vez que necesites un abrazo akra, ven a mí y te daré uno. —Él se apartó para
sonreírle.

Ella tomó su rostro con sus frías manos. —Tu padre tiene razón, eres un bribón. Y no deberías
decirle sobre esto.

Eso sí lo confundió. —¿Por qué no?

—No le gustaría. Mejor mantener nuestras reuniones en secreto, sólo entre nosotros, ¿de
acuerdo?

Urian asintió. —Okies.

Ella levantó la mano. —Tenemos que jurar sobre esto.

Él escupió en su mano. —Okies, akra.

Ella se mordió la palma de la mano hasta hacerla sangrar. —Un juramento de sangre es más
fuerte que la saliva.

Su estómago retumbó ante la vista y el olor.

Ella arqueó una ceja ante el sonido. —¿Tienes hambre?

—Mucha.
Apollymi le tendió la mano. —Entonces ven y aliméntate, Uri. Este será nuestro vínculo
especial. Uno que nadie conocerá. Y serás como Aquiles. Mucho más fuerte que los otros de tu tipo.
Aunque no soy una apolita, mi sangre puede alimentarte. Y te mantendrá a salvo, hasta que llegue el
día en que tengas que pagarme por ello.

Urian estaba demasiado hambriento para pensar en lo que hacía, pero en el momento en que
probó su sangre, se dio cuenta de que nunca sería el mismo...
22 de marzo, 9522 aC
Mi baba está muriendo…

Urian no podía respirar ni pensar mientras corría por la oscuridad. Cegado por las lágrimas y
el dolor, ni siquiera estaba seguro de hacia donde se dirigía mientras buscaba un escape de la muerte
que constantemente acechaba a su gente.

Ni siquiera sabía lo que le había pasado a su padre. Todo lo que sabía era que lo habían traído
a casa hace unos minutos, apenas con vida. Todos habían estado enojados y gritando mientras
intentaban evitar que su padre se desangrara antes de que él muriera por eso.

Tanta sangre…

Nunca antes había visto débil a su padre. Nunca lo había visto tan pálido y tembloroso.
Incluso ahora, la imagen de Trates cargando a su padre a través la puerta estaba grabada en su
mente.

¿Cómo podría el feroz y poderoso Strykerius ser incapaz de sostenerse solo?

Aunque sabía que sus padres ya no se amaban, su madre había tomado su mano herida y
ensangrentada y había llorado. Solo eso le había indicado cuan grave era la condición de su padre.

Cuando Urian trató de verlo, Archie lo había empujado fuera de la habitación. —¡Nadie te
quiere aquí, Uri! ¡Vete!

El doctor había coincidido. —¡Estás estorbando, niño! ¡Muévete!

Y así salió corriendo por la puerta, hacia la calle. Sin un destino en mente, él simplemente
siguió corriendo. Ahora…

Le dolían los pulmones del fresco aire ctónico que los mantenía a salvo. Los músculos de sus
piernas protestaron por su larga carrera, mientras su pena lo ahogaba con sus despiadadas garras que
amenazaba su propia vida. Incapaz de lidiar con todo eso, se derrumbó sobre la tierra húmeda y dio
rienda suelta a toda su miseria que gritó en silenciosa agonía.

No podía perder a su padre. No así.

¡Te amo, Baba!

De repente, algo se movió cerca de él en la oscuridad.

Urian se sentó en el suelo oscuro con un jadeo e hipo. —¿Qui…Qui… Quién está ahí? —Él
exigió, su autoridad rebajada por sus lágrimas entrecortadas.

Algo cálido rozó su mejilla tan rápido que no pudo verlo. Solo pudo sentirlo pasar por sus
lágrimas, como una lamida cálida y seca. Y le dejó a su paso una figura de cristal en su regazo. Fue
colocado allí tan suavemente que apenas sintió la caída contra su chitón de lino.
Confundido y desconcertado, Urian lo recogió para ver una imagen de un pequeño soldado,
perfectamente formado. Era increíble. Tan real y detallado que casi esperaba que el hombre se
moviera. El hoplita1 incluso tenía una lanza y un escudo.

Sorbiendo sus lágrimas, aspiró entrecortadamente y se secó los ojos.

¿Te sientes mejor ahora?

Urian miró alrededor hacia la suave y dulce que escuchó en su cabeza. —¿Quién eres?

Soy la guardiana de las Cascadas Atramentian. Se supone que no debes estar aquí, sabes. La
diosa nos castigaría a los dos si supiera que entraste en su santuario especial. Se supone que debo
comerme a cualquiera que se atreva a cruzar las oscuras fronteras.

Urian frunció el ceño ante esas palabras. ¿Comer?

Eso despertó su curiosidad de inmediato. —¿Eres uno de los charontes? —Ellos tenían sus
propias tierras aquí en Kalosis, donde normalmente no interactuaban con su raza, a menos que
Apollymi estuviera enojada y los liberara como castigo. Y aunque no podía recordar en qué
dirección había corrido, estaba bastante seguro de que no habría sido tan estúpido como para
dirigirse hacia la sección de ellos.

Solo Paris y Theo eran así de tontos y suicidas. Urian siempre tuvo cuidado de evitar a los
demonios.

Nay, no soy un Caronte.

Él arqueó una ceja ante eso. ¿No es un charonte?

¿Qué más había allí?

Agarrando su regalo, Urian se puso de pie para poder mirar entre las sombras donde había
visto el movimiento antes. —¿Eres una diosa?

Una risa suave y gentil sonó en su cabeza. No deberías acercarte más. De lo contrario
tendrás miedo.

¿De qué? —¿Por qué? ¿Eres un monstruo?

Efectivamente. De ahí la razón por la que como niños que entran en mi dominio.

Más curioso que nunca, Urian miró al soldado en su mano. Era extraño que un monstruo le
diera un regalo mientras estaba triste. Parecía incongruente y atento para semejante bestia. —Debes
ser un monstruo solitario, entonces.

¿Perdón?

Limpiándose la nariz con el dorso de la mano, respiró entrecortadamente. —Solo que no


pareces aterradora, eso es todo. —Más bien, ella era agradable.

1
El hoplita era un ciudadano-soldado de las Ciudades-Estado de la Antigua Grecia. Su nombre deriva de hoplon, lo que quiere decir
«artículo de armamento» o «equipamiento». Era un soldado de infantería pesada, en contraposición al gimneta (griego antiguo
γυμνής, gymnếs, “desnudo”) y al psilós (griego antiguo ψιλός, psilós, “desnudo” también), soldados de infantería ligera.
Sintió que el aire a su alrededor se agitaba de nuevo.

Te aseguro que si me vieras estarías bastante aterrorizado.

Urian resopló ante el desafío. —Apuesto a que no. Muéstrate.

Al principio, no creía que ella afrontaría el desafío. No hasta que la maleza frente a él
comenzó a temblar.

Y no solo un poco.

Mucho.

Muy, muchísimo. El suelo bajo sus pies temblaba tanto que se desequilibró. ¿Qué tan grande
era este monstruo?

Urian no estaba seguro de lo que había esperado, dada sus advertencias. Pero definitivamente
no era el gran dragón plateado, dorado y naranja que tenía delante.

—Eres hermosa. —Esas palabras salieron antes de que él pudiera detenerlas. Después de
todo, puede que no sea lo más inteligente llamar hermoso a un dragón ya que les gusta que los
consideren feroces. Sin embargo, no pudo evitarlo. Ella lo era.

Por ese insulto, ella podría comérselo.

Tragó saliva mientras esperaba que su ira se manifestara.

En vez de sentirse ofendida, ella retrocedió sorprendida. ¿Hermosa? ¿Crees que soy bonita?
—Bueno… sí. ¿Nadie te lo ha dicho alguna vez?

Ella negó con la cabeza. ¿No me tienes miedo?


—No particularmente. Pero eso es porque mi hermano dice que no tengo la suficiente
sensatez de tener miedo de algo.

Ella se rio. ¿Cómo te llamas, pido?


—Urian. ¿Y el tuyo?

Sarraxyn.

El nombre ern tan hermoso como ella, y eso le envió otra ola caliente sobre él. Se acercó y le
tendió la mano. —Encantado de conocerte, Sarraxyn.

Ella se estiró para rozar su piel.

Urian esperaba que sus escamas fueran frías y viscosas. Sin embargo, eran sorprendentemente
cálidas y suaves. —Hueles a lirios.

Eres un atrevido, ¿no?


—Eso es lo que todos me dicen.

Sus alas negras se movieron como si se estuvieran riendo en silencio. Será mejor que sigas tu
camino, Urian.
Lástima que no quería hacerlo. Él preferiría quedarse y hablar con ella. Pero era lo
suficientemente inteligente como para saber que no debía quedarse donde no lo querían. —Muy
bien, pero gracias por mi regalo.

Es un placer, Lord Urian y no tengas miedo. Tu padre no morirá esta noche.

Él se quedó sin aliento ante sus palabras. —¿Qué?

Ella inclinó su cabeza hacia él. Parte de lo que guardo es el árbol sagrado de la vida de la
diosa. Ella ya envió a Xedrix para buscar la savia para salvar la vida de tu padre. Para cuando
vuelvas, habrá mejorado mucho.

Con un grito de alivio, Urian se lanzó hacia Sarraxyn y la abrazó. —¡Gracias! —Le dio un
apretón gigantesco antes de salir corriendo para ver cómo estaba su padre.

Solo que no legó lejos. Después de unos pocos pasos, regresó corriendo hacia ella. —No eres
un monstruo, Sarraxyn. ¡Eres hermosa! —Con un rápido beso en la mejilla escamosa y un grito de
felicidad, se escabulló.

Sarraxyn observaba con desconcertado asombro como el apolita corría. Boquiabierta, ella
esperó hasta que se perdió de su vista para volver a su forma humana. Aun así, el calor de su abrazo
y su beso se aferraró a su piel.

Nadie nunca le había mostrado tanto afecto. Nadie.

Pocos habían sido amables. Solo un pequeño puñado de sus hermanos, Falcyn, Max, Illarion,
Hadyn y Gadryn.

De hecho, había sido su propio hermano, el bastardo de Malstrom, quien la había vendido al
dios atlante de la guerra, Misos, para servir en su reino. Lo último que había deseado era ser
esclavizada como eterna guardiana del sagrado Haxyn, donde no se le permitía ver a nadie ni hacer
nada más que pudrirse en la soledad absoluta.

Odiaba este oscuro y húmedo reino de la noche eterna. Si bien se suponía que los dragones
eran solitarios, no era tan parecida a otras de su clase. La mayoría de las hembras no lo eran. Eran
más sociales que los machos de su especie. Y ella más incluso que las hembras drakos promedio.

Ser esclavizada aquí, sin familia o amigos, hacía este reino más infernal de lo que ya era.
Malditos sean los atlantes por su crueldad.

Los charontes eran los únicos visitantes que tenía, y venían raramente. Tal vez una vez cada
siglo.

Urian era el primer “humano” que veía desde…

No podía recordarlo. Eso era cuanto tiempo había pasado. Y tampoco podía recordar a uno
bueno y atractivo.

Como ella, parecía joven. Aunque no estaba realmente segura de como envejecían los
apolitas. Él podría ser más viejo que la suciedad, por lo que ella sabía. Como algunos de los dioses
que parecían niños, a pesar de que tenían miles de años.
Por eso prefería vivir sus días como dragón. En esa forma, nadie sabía que ella era solo una
niña. Además, como dragón, era mucho más fuerte, lo cual era mucho más seguro para ella ya que
era menos probable de ser comida por algo más grande o malo.

Su hermano Veles le había taladrado eso como si fuesen púas de hierro. Hagas lo que hagas,
Xyn, ¡permanece como una drakoma! No podrán herirte fácilmente. Sé fuerte. Por encima de todo,
¡sigue con vida!

Por supuesto, Veles odiaba su forma humana. Así como odiaba a todos los humanos.

Y a todos los demás, también. Y especialmente a los dioses que los maldijeron a ellos y a sus
madres.

Normalmente, Xyn estaba de acuerdo con su hermano. A ella no le importaban los demás.
Eran demasiado rápidos para traicionar. Aún más rápidos para dar el primer golpe, y ella no tenía
tiempo para eso.

Pero Urian había sido una breve y agradable distracción de su aburrimiento y soledad. Rara
vez alguien o algo se aventuraba allí. Ni siquiera una cucaracha.

Suspirando, volvió a su cuerpo alternativo antes de que la diosa la espiara y la encontrara lejos
de su puesto. Eso nunca sería bueno para ella.

Apollymi era una terrible ama. Exigente y feroz. Siempre áspera cuando sentía que alguien
haraganeaba. Y en particular ella parecía guardar rencor contra Xyn.

Sin embargo, esta vez, Xyn tenía algo más que hacer que contar las piedras que bordeaban el
suelo alrededor de la base de su árbol. Tenía para pensar en un chico guapo y rubio.

Uno con unos vividos ojos azules y una hermosa sonrisa.


21 de marzo, 9522 aC
—No te comas al chico! Aunque sabroso, no valdrá la indigestión. Y probablemente tenga un
sabor fuerte, también.

Xyn tuvo que esforzarse para no reírse de la valiente y vergonzosa declaración sobre Urian en
la quietud de la oscuridad. Ella lo había sentido en el instante en que regresó a su bosque. No había
equivocación de ese aroma único a cuero y hombre. Había llenado sus fosas nasales en el momento
en el que se había acercado a su guarida.

Eso era lo bueno de su clase. Nada ni nadie podía ocultarse de ellos. Y también era su
maldición dada la propensión de muchos humanos de evitar una rutina de baño regular.

Sin embargo, este hombre en particular olía delicioso. Hacía que quisiera refregarse en él… lo
que probablemente lo aterrorizaría si lo supiese.

Tanto como a ella. Así qué en cambio, ella arrugó su nariz y atravesó el bosquecillo para ver
qué era lo que quería con ella.

Xyn se congeló tan pronto como lo vio en el pequeño claro, sosteniendo lo que parecía ser un
cristal bastante grande. ¿Lo había robado?

¿Qué hiciste?

Dejándolo, se encogió de hombros. —¿Sabes lo difícil que es encontrar un regalo para un


dragón?

No. Somos bastante simples. Comemos cualquier cosa más pequeña que nosotros. Eso tiende
a dejarnos bastante.

Su ligero comentario lo puso nervioso. —Oh… bueno. —Se aclaró la garganta mientras
gesticulaba hacia el cristal—. Um, eso no estaba en mi lista de compras. En mi experiencia, los
padres tienden a ponerse un poco gruñones si tratas de robarles a sus hijos y usarlos como
caramelos para dragones. —Rascándose el cuello, se apresuró hacia el gran cristal cerca de él—.
Pero pregunté por ahí y todos los ancianos dijeron que a los dragones les gustan las cosas brillantes,
así que te encontré esto.

Él se esforzó por llevarlo más cerca de ella.

Xyn sonrió. Es hermoso. ¡Gracias!


—De nada. Es lo menos que podía hacer después de que salvaste mi solren.

Calidez se extendió a través de ella por su consideración. Fue sorprendentemente amable. Y


aún más raro. Fue un placer… por una vez.

Él hizo una pausa en su esfuerzo para hacerle una mueca. —¿Qué quieres decir?

Solo que normalmente no me importan las personas a las que ayudo. Sin embargo, por ti,
estoy contenta de haber sido capaz de hacer algo.

—Ah. —Había una nota particular en su voz. —Así que tenía razón. Te sientes sola aquí
¿verdad?
Ella quería negarlo. Pero ¿para qué? La verdad era evidente incluso para el más estúpido. Y
no era como si ella tuviera tantos para hablar al respecto, de todos modos.

Aye. Terriblemente.

Urian se recostó contra su regalo y suspiró de la manera más adorable. Quizás era su soledad
lo que hablaba, pero ella lo encontraba absolutamente encantador. Y maravilloso.

Peor era el peculiar deseo de ser humana a su alrededor. Para tomar su mano y estar
excepcionalmente cerca. Ella nunca antes había tenido ese deseo. Pero ella quería que él la mirara
de la misma forma que los hombres miraban a las mujeres que ansiaban.

Eso era algo que podría ser mortal para ambos, ya que la diosa nunca le permitiría
confraternizar con nadie.

—¿Puedo contarte un secreto?

Xyn obligó a sus pensamientos a volver a un tema más razonable y mucho más seguro.

Por supuesto.

Mirando a su alrededor como si temiera que alguien lo oyera, Urian se acercó a hablar en un
suave susurro. —Yo me siento solo, también. Mucho. — Él apretó los labios—. ¿Crees que no
habría problema si vengo a visitarte de vez en cuando para que podamos estar solos juntos?

Ella reprimió una carcajada ante sus palabras. Él era tan increíblemente encantador y
gracioso. Y aunque ella debería despacharlo, no podía soportar la idea de no volver a verlo.

Así que tomo una mala decisión y rezó para que no se arrepienta un día.

Tendremos que tener cuidado de no ser atrapados. La diosa estará muy molesta si sabe que
he permitido que alguien esté cerca de su árbol o sus aguas.

—¿Qué sugieres entonces?

Xyn vaciló. Esto era una mala idea. Ella lo sabía con cada parte de su ser. Y, sin embargo, no
pudo contenerse. ¿Honestamente era tan malo que ella quisiera un amigo?

¿No se merecía tener a alguien? ¿Nadie?

Antes de que pudiera detenerse, pronunció unas palabras que rezaba no volvieran para dañar a
cualquiera de ellos. Puedes venir en Áeros cuando la diosa está de luto por su hijo. Nadie la
molesta durante ese tiempo, y ella nunca se aventura a salir. Todo está en silencio en la tierra.

Ninguno de los dos debería ser atrapado entonces. Era el único día de la semana cuando
Apollymi mantenía su horario y lo conservaba consagrado. Nadie se había atrevido a molestarla en
aquel día sagrado.
Urian asintió. —La hora de Hesperus2. —Como el día, esa hora era el momento más sagrado
en que la diosa no toleraría ninguna interrupción, bajo pena de muerte.

Ni siquiera Stryker se había atrevido a traspasar ese límite.

Podemos vernos entonces y nadie se enterará.

La sonrisa de Urian aligeró su humor al instante. —Te veré entonces, mi dragón.

Más feliz de lo que ella tenía derecho a ser, y a un nivel que en realidad la asustó, no dijo nada
mientras lo veía salir corriendo.

Nos vemos, mi amigo.

Pero en su corazón, ella tenía una terrible sensación de que esto no iba a terminar bien para
ninguno de ellos.

2
Hesperus: En la mitología griega, hijo de Eos (diosa del amanecer) y el mortal Céfalo.
Es conocido como la estrella de la tarde o el “Lucero vespertino” del planeta Venus. Este planeta al encontrarse a ubicado en tre la
Tierra y el sol puede verse al este del cielo matutino durante una hora antes de que el sol termine de ocultarse por completo, en el
momento exacto donde el sol produce un pequeño “eclipse” con la luna.
19 de Junio, 9516aC
—Ella será una hermosa novia.

—No me hagas desgarrar tu garganta, Trates.

Urian ahogó su risa al ver el miedo crudo ante la amenaza irónica de su padre a Trates, que
rápidamente se disculpó para poner la mayor distancia posible entre él y Stryker. No es que lo
culpara. Su padre estaba de un asqueroso humor, y lo había estado los últimos días desde que
Tannis había anunciado su intención de atarse a un inútil pedazo de basura apolita.

De hecho, nadie quería que Tannis se casara con Erol. Especialmente su padre, y esta fiesta de
compromiso estaba molestando profundamente a todos.

Incluso a pesar de que era una mujer adulta completamente desarrollada gracias a la
maldición apolita que la hacía parecer de la misma edad que una humana adolescente o al
comienzo de sus veinte, ella aún tenía solo doce años.

Al ser su padre, Stryker no podía superar su edad real, y el hecho de que si no hubieran sido
maldecidos, él podría seguir teniéndola unos cuantos años más en casa. Por lo cual él estaba
insistiendo tanto en un compromiso largo. Algo que había dejado a su hija, su futuro marido y sus
suegros, discutiendo.

Aparte de su padre, Urian y su madre parecían ser los únicos dos de acuerdo con el
compromiso largo. Pero entonces Urian odiaba a Erol. Él era un gigante bastardo arrogante, y
tenían una larga historia de peleas entre ellos.

Por otro lado, Urian tenía una larga historia de pelearse con casi todos.

Su madre suspiró mientras abrazaba el brazo de Urian.


—No puedo creer que estoy perdiendo otro bebé tan pronto.

—Lo siento, Mata. —Él señalo con el mentón hacia su padre, que estaba afilando un cuchillo
mirando a Erol con rabia—. Aunque estoy pensando que si Solren se sale con la suya no habrá
boda. Quizás solo un banquete de bodas.

Ella rio.

—Hay veces en las que simplemente adoro a tu solren, Uri.

Palmeándole el brazo, ella se apartó como si supiera que su sangre humana lo tentaba a pesar
de su profundo amor y respeto por ella. Ella ajustó su capa alrededor de su cuello.

—Entonces… ¿quién de aquí te gusta?

Urian sintió el color subiendo a sus mejillas a la pregunta que siempre temía.
Especialmente dado que su estómago rugía de hambre. Parecía que su destino era morirse de
hambre. Incluso a pesar de que estaba en una habitación llena de comida andante. Pero no había
nadie allí que lo alimentara.

—No he encontrado a nadie todavía.

—¿Sigues sin ser alimentado?


El no pudo evitar notar la nota de pánico subyacente en su pregunta. Era un secreto que su
padre y él habían mantenido intencionalmente oculto de ella… y de todos. El hecho de que su
padre tenía un puñado de hombres leales a los que obligaba a sangrar así él podía llevarle la sangre
a Urian en bladdrers3 o copas. Aunque no era lo mismo comer de la manera que Apolo tenía la
intención de que se alimentaran, mantenía a Urian de morirse de hambre.

La única ventaja de esto era que lo dejaba un poco más inquieto que los demás.

Más flaco y algo más malicioso, como dirían los humanos. Como estaba perpetuamente
hambriento, sus sentidos eran más agudos. Sus poderes más fuertes, más concentrado. Y siempre
estaba enojado y buscando pelea.

Excepto donde su madre y hermana estuvieran involucradas. Y por supuesto la diosa. Pero era
simplemente porque sabía que Apollymi podría cortar su garganta si alguna vez mostrase su
temperamento a su alrededor.

Afortunadamente, Tannis llamó a su madre en ese momento y lo salvó de tener que responder
mientras la llevaba a su casa para la pequeña comida que ella había preparado para que su madre
comiera. Desde que su madre era la única aquí que necesitaba comida, Urian, Tannis, Paris y Davyn
se turnaban para cocinarle a ella.

Apollymi siempre se aseguraba de que ella tuviera vegetales, frutas, y carnes frescas. Y ellos
tenían como fuente de orgullo asegurarse de que su madre estuviera bien cuidada.

Y protegida de cualquier amenaza.

Inquieto, Urian se movió a través de la multitud en el oscuro salón donde muchos de su


comunidad se habían reunido para celebrar las noticias de su hermana y comer. Lo que significaba
que el salón se estaba volviendo rápidamente en una orgia, así que los padres estaban cubriendo los
ojos de sus hijos más pequeños y llevándolos rápidamente a casa. Sin duda ese era el verdadero
motivo por que el Tannis había llamado a su madre. Todos eran cuidadosos de mantener a su madre
humana alejada de sus “fiestas”. Aparte del hecho de que la manera en que ellos comían tendía a
horrorizarla. Al no ser apolita, ella fácilmente podría ser el plato principal de alguien, y el testigo
de la primera masacre de Urian, ya que él era rabiosamente protector de su madre y hermana hasta
un nivel aterrador. Mientras que su padre podría afilar el cuchillo, Urian era un poco demasiado
rápido en usarlo.

Otra razón por la que nadie lo alimentaba. Su temperamento ya era bastante legendario entre
su gente.

Así como sus poderes.

Davyn se tambaleó hacia él. Por el aspecto vidrioso y aturdido de sus ojos, era obvio que ya
se había estado alimentando bastante de más y estaba más que un poco borracho de sangre.
Lamiendo sus colmillos, él sonrió mientras se apoyaba contra la espalda de Urian y descansaba el
mentón en el hombro desnudo de Urian. Ya que habían crecido juntos, únicamente él no temía a
Urian.

O a nadie más.
—Ey, hermano Uri. ¿Seguro de que no quieres acompañarnos? —Su mano se movió un poco
demasiado al sur, hacia el borde del corto chitón de Urian.
3
Un recipiente utilizado para contener el agua. Normalmente hecho de una vejiga de oveja o vaca.
Urian rió mientras se liberaba del abrazo y del descuidado manoseo de Davyn. —Estas un
poco demasiado feliz, Dav, y Paris no comparte. Créeme, lo sé. Aún tengo un moretón de la última
vez que acaparé demasiada manta. Dada la patada en el culo que recibí por eso, odiaría pensar en
que haría si encuentra a su novio encima de mí.

Davyn le chistó.

—Sé que tienes hambre. ¿No estás cansado de la sangre recalentada? ¿No te gustaría alguien
fresco para comer?

Su respiración se tornó desigual por la invitación, era extremadamente difícil decir que no.
Cada parte de él estaba en sintonía con el aroma de la sangre de Davyn. Con el hambre dentro de él
para alimentarse.

Sin embargo…

No seré un idiota

No con su hermano.

Y definitivamente no con Davyn, que estaría horrorizado si estuviera sobrio. Davyn nunca
actuaría así si no estuviera tan ido por la lujuria de sangre. París debería tener mejor criterio que
alimentarlo y dejarlo solo para volver a casa. Sería una acción estúpida por parte de su hermano.
Davyn era demasiado joven e inexperto para ser dejado en una multitud donde cualquiera podría
fácilmente hacerlo su presa.

—Te digo una cosa, Davy. Busquemos a Paris, ¿sí?

—Ohh, nosotros tres, jugueteando. Buena idea. ¡Me gusta eso incluso más!

—Sí. —Urian coloco el brazo de Davyn alrededor de sus hombros y lo condujo a través de la
multitud en busca de su gemelo.

Aun así, la vista y el olor de los otros alimentándose mientras él se moría de hambre y estando
tan cerca de un donante dispuesto… era una tortura. E hizo sonar a su estómago con necesidad. Sin
mencionar, otras partes de su cuerpo que reaccionaron con perturbadora hambre propia que ni
siquiera quería contemplar.

—¿Dónde dejaste a Paris?

Davyn estaba casi inconsciente.

Urian tuvo que agitarlo. —¡Davyn! ¿Dónde dejaste a mi hermano?

—En una habitación.

Oh, eso era tan inútil. Si Davyn estuviera sobrio, Urian lo hubiera abofeteado. En cambio,
suspiró con irritación. Era bueno que Davyn fuera el único amigo que tenia o la tentación de
destriparlo hubiera sido más difícil de resistir.

Inseguro de la mejor manera de manejar esto, Urian decidió buscar a su hermano Theo, que
había llevado a su esposa e hijos a casa en el momento que el primer juego de ropas comenzó a
quitarse. Mientras Theo estaba lejos de ser un mojigato, había sido conocido por participar en
alguna de las más lascivas fiestas jamás dadas, así como su esposa Praxia, antes de su matrimonio,
el mayor de los hijos de Theo era una chica y él era extremadamente protector de su virtud.

Sin mencionar, que la casa de Theo era la más cercana al salón así que tenía sentido ir allí
primero y empezar con él.

Después del insistente golpeteo de Urian, un Theo apenas vestido contestó la puerta con un
enojado ceño fruncido. Dado el estado de descuido y el enrojecimiento de la garganta de su
hermano, Urian diría que Theo había estado en el medio de su propio encuentro sexual con Praxia.

Algo más que confirmado por la molestia en el ladrido de Theo cuando le gruñó a Urian. —
¿Qué quieres?

Él pestañeó lentamente, solo por el máximo fastidio ya que era un imperativo moral, cuando
fuera que estuviese tratando con uno de sus hermanos mayores, y entonces habló lentamente,
gesticulando sus palabras para de nuevo irritar a su hermano tanto como fuera posible. —La muerte
de Apolo. La dominación apolita sobre toda la humanidad, y el fin de nuestra maldición. Pero por el
momento, me conformaría con que devuelvas tu actitud a cualquier idiota que te la haya dado, y
buscaras a Paris.

Urian atrapó a Davyn mientras este comenzó lentamente a hundirse a un costado del piso y lo
ayudó a enderezarse. —Nuestro buen y considerado hermano abandonó a Davyn y desapareció
quien sabe a dónde, para hacer quien sabe qué. ¿Puedes darnos una mano y vigilar a Davyn
mientras intento encontrar al estúpido bastardo?

Davyn finalmente dejó de intentar tocar a Urian lo suficiente para fruncirles el ceño. —No
quiero dormir con Theo, Uri. Él es un idiota. Encontremos a Paris. A él le gusta abrazarme.

Urian le dirigió una mirada de “¿ves a lo que me refiero?” a su hermano mayor.

Eso apaciguó la ira de Theo. —¿Cuánto tiempo ha estado así?

—Desde que lo encontré.

Theo rodó los ojos por el sarcasmo de Urian. —¿Y Paris lo dejó en esta condición?

—Estas entendiendo todos mis puntos, genio. —¡Aahh! ¿Era acaso el único de su familia que
tenía cerebro? Había veces, como esta, que Urian sospechaba que él podría ser el único capaz de
acaparar cualquier semblanza de razón en todo el conjunto genético de sus hermanos.

Sonriendo, Urian le dio una mirada molesta. —Davyn tiene razón. Eres un idiota.

Con una sonrisa disgustada, Theo agarró a Davyn por su clámide4 y lo empujó más adentro de
su casa antes de llamar a su esposa. —¿Prax? Vístete. Necesito que vigiles a Davyn hasta que
regresemos.

—¿A dónde vas? —Respondió ella desde la otra habitación. No había manera de no notar la
irritación en su agudo tono.

4
La clámide (χλαμΰς en griego) era una prenda de vestir ligera, hecha de lana, que llevaban a modo de capa los soldados de
caballería y efebos griegos entre los siglos V a. C. y III a. C.
—¡Solo haz lo que digo, mujer!

Urian frenó en la puerta. —No deberías hablarle a tu mujer así. Ella es la madre de tus hijos,
aves... —Sin mencionar que ella aguantaba a Theo cuando Urian no podría imaginar por qué.

—Metete en tus asuntos, Uri. Esta es mi casa y voy a dirigirla como me parezca.

Ohhh, por supuesto que Theo tuviera la misma lógica cavernaria que los había hecho resentir
a su padre. —Y tu solren te daría una paliza si te escuchara hablarle a tu esposa en ese tono.

Las fosas nasales de Theo se encendieron con furia mientras lo agarraba por su clámide.

Ignorando la furia y el disgusto de su hermano por su comportamiento. Urian miró más allá de
Theo hacia donde Praxia estaba bajando las escaleras para encargarse de su tarea de vigilancia. —
Vamos a buscar a Paris. Tan pronto como lo encontremos, traeré a Theo de vuelta.

Quizás no ileso, especialmente si él seguía hablando de esa forma, pero…

—Gracias, Urimou.

Respetuosamente, él inclino su cabeza hacia ella, entonces salió.

Tan pronto como estuvieron afuera de la casa de Theo, este lo agarró y lo azotó contra la
pared de la casa vecina. —No vuelvas a hacer eso otra vez, o…

Urian le dio un puñetazo en el estómago. —No me amenaces, Theo. Ya no soy un niño.

Theo usó sus poderes para derribarlo y estrangularlo.

Con su propia explosión psíquica, Urian deshizo su agarre y lo atrapó, dejando que sus
poderes fueran dominados por la furia. Él golpeó a Theo por la calle sin tocarlo.

Ya que sus poderes eran mucho más fuertes que los de nadie más, Urian sabía que era mejor
no mostrarlos. Esta era la razón que esta fuera la primera vez que los había desatado completamente
enfrente de alguien, además de Apollymi.

Pero estaba demasiado enojado y hambriento esta noche para controlarse.

Y muy tarde, él recobró su control y temperamento y se dio cuenta que había muchos testigos
en la calle esta noche para su arrebato. Demasiados que habían ido y venido de la celebración.

¡Mierda! Lentamente se dio la vuelta para ver las horrorizadas miradas que lo condenaban.

Siempre.

Si alguien más hubiera mostrado tan enorme poder, ellos lo habrían aplaudido. Considerado
grandioso y elogiado.

No a él. Nay, nunca el hijo con el cabello anormalmente blanco, nacido de Stryker y su esposa
griega. El único con ojos distintos a otros apolitas. Él debía ser temido y aislado por cosas que no
hizo y que no podía evitar.
Realmente nací maldito.

Esta no era excepción a su humillación y juicios erróneos. Ya podía escuchar los susurros a su
alrededor.

¡Es un raro!

¿Cómo alguien tan joven puede hacer eso?

¿Que está mal con él?

¿Te dije que había que evitarlo! ¿Ya viste lo que puede hacer! ¡Es antinatural!

Incluso cuando Urian trataba de hacer lo correcto, siempre se le volvía en contra. De alguna
manera terminaba en el lado equivocado de cualquier asunto a los ojos de su gente. Nunca fallaba.
Ellos siempre lo juzgaron como el malo.

Justo como ahora

Nunca vieron su verdad.

Todos lo miraba como si debiera ser castigado, cuando todo lo que había tratado de hacer era
ayudar a su gemelo, Davyn, y a su cuñada.

¿Cuándo voy a aprender?

Él era el anti Midas5. Todo lo que tocaba se transformaba en mierda, y la injusticia de eso le
quemaba profundo en el estómago.
Si eso no fuera lo suficientemente malo, vió a Paris entre aquellos que quería su cabeza en
una pica por el arrebato, y pares estaba completamente bien, y parado con su hermano Alkimos.
Debería haberlo sabido.

Ningún buen acto queda impune.

—¿Urian? ¿Qué es esto?

Se encogió mientras su padre aparecía a su lado.

Antes de tener la oportunidad de responder, Theo se levantó. —Estaba haciéndole un favor,


Solren, y este es el agradecimiento que recibo por eso. Me ataca sin ninguna razón.

Su padre devolvió su atención a él. —¿Es esto verdad, Urian?

Urian fulminó con la mirada a Theo. —Tuve mis razones.

Esa respuesta no le gustó a su padre, que les dirigió una sonrisa disgustada por haber peleado
en la calle como dos matones comunes y no los príncipes que se suponía que eran. —Entonces
explícate.

5
Midas fue un rey de Frigia que gobernó en el período entre el 740 a. C. y el 696 a. C., aproximadamente. De acuerdo con la
mitología griega, el monarca tenía la habilidad de convertir en oro todo lo que tocara. Según Aristóteles, la leyenda afirmaba que
Midas murió de hambre debido a su extraño poder.
Conteniendo su indignación, el gesticuló hacia Theo. —Criaste a un idiota, Solren. Estaba
intentando convertirlo en una simple mierda de cerebros.

—¡Urian! —Su padre gruñó.

Él enderezó su clámide sobre su chitón con una indiferencia que definitivamente no sentía,
especialmente mientras los demás continuaban difamando su semi respetable nombre. Todo lo que
Urian quería era irse mientras pudiera. Ser dejado solo por todos.

En cambio, se obligó a soportar como si eso no lo molestara en absoluto. Nunca les daría la
satisfacción de saber que tanto su condenación hería su corazón y marcaba su alma. —Tuve un
problema con la manera en la que me habló, y procuraba enseñarle un tono más respetuoso. He
terminado con sus tácticas agresivas y me rehuso a ser rebajado nunca más, por él o por nadie más.

Theo curvó su labio. —¡Ya ves, Solren! Es un revoltoso. En lugar de perdonar su falta de
respeto todo el tiempo, necesitas golpear su pequeño y mimado trasero.

Su padre sacudió la cabeza. —Nay, Urian está en lo correcto. El mundo y la gente te tratarán
como tú se los permitas. No lo castigaré por tener la temeridad de enfrentarte, Theo. Especialmente
cuando sé que posees la habilidad de defenderte y que nunca has dudado en vencerlo siempre que
crees que has sido insultado por él o por cualquiera.

Theo farfulló indignado. Finalmente, curvó su labio mientras rastrillaba una mirada
fulminante sobre Urian. —Un día, Solren, te arrepentirás de hecho de que no mantuviste un lazo
más ajustado sobre tu cachorro favorito. Recuerda mis palabras. Él es un pequeño rabioso bastardo
que es leal a nadie más que a sí mismo.

Afortunadamente, su padre era más sabio, y miró significativamente hacia la casa de Theo. —
Ten cuidado, m´gios, muy a menudo cuando nos enfrentamos, nos condenamos a nosotros mismos
en nuestra furia. Asique piénsalo dos veces antes de arrojar veneno para manchar a tu hermano ante
las sombras de tu propio pecado. Porque el odio es un boomerang que una vez expulsado tiene una
desagradable manera de volver a quien lo arrojó, y más a menudo, lastima la mano del primero que
lo lanzó.

La mandíbula de Theo comenzó a temblar. —Bien. Consiéntelo. Siempre lo has hecho. Es la


mitad de lo que está mal con él. —Y con eso Theo se dirgió a casa.

Pero la multitud permaneció. Mirando, susurrando.

Condenando.

Urian sintió sus comentarios como si fueran una bestia viviente, respirando, arrastrándose
sobre su piel. Y él despreció esa sensación. ¿Por qué no podía ser más encantador como Paris?

Todos amaban y adoraban a su gemelo.

Mientras más intentaba agradarles, menos inclinados estaban a hacerlo. Entonces se había
rendido a intentarlo y solo se había reconciliado con su odio y menosprecio. Con su sombría
soledad. Era más fácil así. Mejor rechazarlos antes de que tuvieran la oportunidad de abofetearlo y
arriesgarse a tener esa sensación de malestar que tenía actualmente en su estómago que lo
amargaba.
—No lo escuches, Uri

El apenas se contuvo antes de rodar los ojos a su padre y su frase que más usaba en estas
situaciones. A pesar de lo que sus hermanos creían, su padre lo hubiera abofeteado si le llegaba a
faltar el respeto. Stryker no era conocido por su paciencia con cualquiera o por soportar cualquier
tipo de insubordinación o insolencia.

Especialmente no de sus hijos.

—Aye señor.

Su padre lo atrapó bruscamente por el cabello en su nuca y lo forzó a mirar hacia arriba hasta
que se encontrara con su mirada. Había un brillo severo pero amoroso en aquellos ojos plateados
que ahora combinaban con los de su diosa, el resultado de que Apollymi había salvado la vida de su
padre esa noche cuando Urian se había encontrado por primera vez a Sarraxyn después de que su
padre casi había muerto en un enfrentamiento con Apolo. Era la razón por la que su padre ya no
podía alimentarlo. No sin convertir a Urian en daimon como su padre, pero también porque uniría
sus fuerzas de vida y le permitiría a su padre ver a través de sus ojos. Conocer sus pensamientos y
emociones. Debido a que su padre tenía la sangre de dos dioses, eso le daba mucho más poder que a
cualquiera de los otros apolitas o daimons.

Verdaderamente su padre no tenía igual.

Tampoco Urian.

—Escúchame, pido, y toma estas palabras en serio. Malditos sean por lo que ellos piensan.
Porque eso es algo que nunca puedes controlar o cambiar. Lo que si tienes es autoridad sobre tu
propia reacción a sus palabras rencorosas, y estas no tienen valor en tu mundo a menos que así lo
quieras. Las únicas opiniones que deberían importarte son de aquellos que te aman. Las personas
que tú consideras dignas de tu preocupación. Al resto, cierra tus oídos y cierra tu corazón. Porque si
a ellos no les importa qué daño le hacen a tu vida, entonces no debe importarte qué daño infliges en
ellos. Sangre a sangre. Colmillo por colmillo. Recuerda, Urian, un hombre inteligente da el primer
golpe, pero es el sabio el que golpea el último. ¿Entiendes?

—Aye, Solren.

Stryker lo atrajo contra su hombro y lo abrazó, luego besó su cabeza. —Te amo, pido, —
gruñó profundamente contra la oreja de Urian—. Nunca lo olvides.

Urian asintió mientras apretaba su puño en la capa de su padre y lo apretaba con fuerza,
agradecido por su apoyo.

Con dos poderosas palmaditas en su columna vertebral que lo dejaron magullado, su padre lo
liberó y dio un paso atrás. —Ahora ve. Encárgate de tus asuntos.

—Aye, señor. —Urian se dirigió a París y lo golpeo tan fuerte que lo envió directamente al
suelo.

—¿Pero qué te pasa? —Paris se incorporó y se frotó la mandíbula—. ¿Has perdido la cabeza?

Urian lo fulminó con la mirada. —Eso es por ser un imbécil. Encuentra a Davyn y no lo dejes
solo de nuevo. La próxima vez que seas tan estúpido, te apuñalaré por ello y te quitaré a tu novio.
No mereces a alguien tan bueno y decente como Davyn si vas a huir y abandonarlo cuando no
pueda valerse por él mismo.
Paris se puso de pie mientras Urian se alejaba. —Yo no soy el imbécil Urian. ¡Tú lo eres!

Sin detenerse, Urian se burló. —¡Estás equivocado sobre eso, adelphos! Y será mejor que
hagas un sacrificio a los dioses esta noche para que un día no decida abrazar al demonio que todos
ustedes piensan que vive dentro de mí. Te lo prometo el día que suelte a esa bestia… todos correrán
a esconderse.
15 de diciembre, 9515 aC
—¡Baba! ¡Haz algo! ¡No puedes permitir que Matera se vaya y nos deje!

Urian quería repetir las palabras frenéticas de su hermana, y por dentro, él estaba gritando tan
alto como los gimoteos incesantes de Tannis, pero sabía mejor que decir una palabra de protesta en
voz alta. Para empezar, no estaba seguro si su padre no lo lanzaría contra una pared por ello.

Mientras que Stryker podía ser un padre cariñoso y adorable, nunca toleraba ese tipo de
comportamiento de sus hijos. Al menos de nadie más que no fuera Ophion. Por alguna razón, Ophie
se salía con la suya respecto a las quejas.

El resto de ellos...

Estoy criando hombres, no niños. Por los dioses, van a ser soldados que me enorgullecerán.
No voy a tolerar perros cobardes para representar a mi familia en este mundo. ¡Los enviaré a
Hades yo mismo antes de pasar una vergüenza como esa!

Esa era una típica perorata de Stryker que todos conocían muy bien.

Entonces Urian se mantuvo con una fuerza de voluntad forzada mientras su madre besaba sus
mejillas con lágrimas en los ojos. —De verdad, realmente es lo mejor para todos. —Ella tragó
saliva con dificultad. —No me atrevo a quedarme más tiempo. No como la única humana entre un
número creciente de daimons en Kalosis. — Ella miró nerviosamente a su padre.

Urian no podía culparla, y eso decía mucho de cuánto ella los amaba que ella se quedara por
tanto tiempo como lo había hecho, dado cuántos la miraban con hambre en sus ojos. Su padre se
había convertido en daimon hacía ocho años atrás... lo que decía mucho de él, ya que había logrado
resistir alimentarse de su alma todo este tiempo. Porque Hellen de Kalosis era poseedora de uno de
los espíritus más fuertes que cualquier otro ser humano del que Urian hubiese estado cerca. La
calidez y convicción de su fuerza vital llamaba a la bestia en él y lo hacía salivar cada vez que ella
se acercaba. Era solo su amor por ella lo que la mantenía a salvo en su presencia.

Y el hecho de que el resto de los apolitas y daimons aquí le temían a su familia, y sabían lo
que le harían a cualquiera que la lastimara, mantenerla sacrosanta y segura durante la batalla.

Aun así, ella tenía razón. Cada día que vivía con ellos venía con un riesgo creciente.

Los matrimonios apolitas se daban por necesidad. Dada la brevedad de su esperanza de vida,
y el hecho de que solo podían vivir de la sangre del otro, se casaban jóvenes para empezar una
familia tan pronto alcanzaban la madurez física, de manera que las parejas casadas pudiesen proveer
el uno al otro de alimento. Especialmente desde que alimentarse aumentaba sus hormonas a un nivel
espeluznante después de la pubertad y les causaba que se pusieran extremadamente excitados cada
vez que comían. Como resultado, eran incapaces de alimentarse de sus familiares, otra asquerosa
bonificación de la maldición que Apolo les había tirado encima.

Incluso los daimons, como su padre, se tenían que alimentar de sangre. Mientras que las
almas humanas prolongaban su vida, no hacían nada para saciar el hambre de sangre que a su vez
necesitaba del plasma apolita. Y desde que los daimons no podían tener hijos después de que sus
cuerpos se convertían a un estado de muerto viviente, y Hellen había sido incapaz de alimentar a sus
hijos con su sangre humana, su madre no había servido de ningún propósito en este mundo, más que
tentar a los daimons a matarla por su alma.
Si su padre la hubiese amado, las cosas podrían haber sido diferentes. Entonces quizá hubiera
estado dispuesto a luchar por mantenerla a su lado.

Y aunque su padre la respetaba como su madre, sus sentimientos no iban más allá. Stryker no
permitiría que nadie fuera irrespetuoso, que se dirigieran de mala manera o hablaran mal sobre ella.
Aun así, eso era lo único que él podía demostrarle en términos afectivos. Su matrimonio había sido
arreglado y forzado por Apolo y era algo que su padre nunca había deseado. Todos sus hijos los
sabían. De hecho, pasaban días antes de que mirara siquiera en dirección a su madre.

Algo de lo que todos eran conscientes, y a Urian le dolía ver la grave situación en la que se
encontraba su madre. La tristeza constante detrás de su sonrisa que nunca desaparecía. O la
nostalgia en los ojos de su padre cada vez que pensaba en su primera esposa, de la cual se había
divorciado a la fuerza por culpa de Apolo.

Su tormento mutuo era tan malo que Urian se preguntaba si sus hermanos y él habían sido
concebidos durante las pocas veces que su padre lograba tener sexo con su madre. Así que, cuando
ella se propuso dejar Kalosis para volver al mundo humano hacía unos días atrás, su padre comenzó
las preparaciones inmediatas. Stryker había hecho todo para apresurar el viaje menos empacar por
ella.

Con sus hermosos rasgos retorcidos de pena, su madre acunó el rostro de Urian con sus
manos. —Odio dejar a mis bebés, pero todos pueden venir a verme cuando quieran. Ya lo sabes,
siempre serán bienvenidos donde quiera que esté. Me aseguraré de mantener un lugar oscuro que
sea seguro. —Mordiendo su labio, ella miró entre ellos—. ¿Vendrán a visitarme?

Urian asintió. —Yo iré.

—Sé que no romperás tu palabra. —Ella besó su ceja—. Mi precioso Uri, ¿cuidarás a tus
hermanos y hermana por mí?

—¿No confías en nosotros? —Le preguntó Archie a la defensiva.

Ella le hizo un sonido de reproche mientras se acercaba a su hijo mayor. —Sabes que lo hago.
Pero tú tienes tu propia esposa e hijo, y otro en camino. Urian está en la casa todavía.

—Porque nadie lo quiere. —Theo le lanzó una sonrisa maliciosa a Urian que le dolió
profundamente.

Normalmente, Urian habría arremetido contra él y lo golpearía, pero estaba demasiado


desconsolado por su madre para molestarse.

—¡Theo! —Su padre se aclaró la garganta fuertemente en advertencia.

Alkimos, quien era delgado, como Urian, pero cuyos rasgos eran idénticos a los de Stryker,
tomó posesión del tormento. —¿Por qué te enojas, Solren? Todos sabemos que Urian es virgen
todavía.

Todos sus hermanos se echaron a reír por eso, añadiendo aún más golpes a su ego.

—¡Basta! —Rugió su padre.


Urian sintió sus tripas se retorcían ante las burlas de sus hermanos que sabían ir directo a su
corazón.

Que era precisamente la razón por la que lo hacían. ¡Bastardos!

—Fenómeno. —Alkimos susurró en su oído.

Urian apretó sus dientes, tentado a pegarle por ese insulto, pero bien sabía que él sería el
primero que se metería en problemas por dar el primer golpe, lo cual era lo que su hermano quería.
Ellos siempre lo provocaban a la violencia.

Él no tenía idea de porqué era tan diferente de sus hermanos, además, no había manera de
negarlo. Era como si todos pudiesen sentirlo y reaccionaran a algo que él no podía entender o evitar.

Como si estuviera defectuoso.

Su madre regresó a abrazarlo, y eso solo lo empeoró todo. Porque él sabía que ella no estaría
aquí mañana para mejorar las cosas cuando ellos empezaran esta mierda contra él. El día de
mañana, estaría solo con su crueldad sin su precioso bálsamo para aliviarlo.

Urian se agarró a su capa, ahogando las palabras que quería decirle. Quería rogarle que lo
llevara con ella, o que se quedara para que él no se sintiera tan solo e indeseado.

Ambas cosas serían egoístas y peligrosas.

Cerrando sus ojos, él se retorció ante la memoria de lo que había motivado su partida.

El daimon que había estado atrapado en Kalosis por demasiado tiempo.

Urian y Paris habían estado caminando con su madre, iban a comprar tela para que ella
pudiese hacerle a Tannis un nuevo chiton. Ambos se habían estado quejando sin piedad por la tarea
a la que ninguno de los dos quería ser arrastrado.

—¿Por qué Davyn no está haciendo esto?

Paris le sonrió maliciosamente. —Eres tan idiota, a él no le gustan las compras tanto como a
ti.
Su madre rodo los ojos. —¡Podrían dejar de quejarse! Su hermana necesita algo lindo. Erol es
muy desagradable con ella. Es momento de que ella tenga algo que la haga sonreír otra vez. No me
gusta ver a mis hijos tan infelices.

Eso solo hizo que Urian torciera más el rostro. —Entonces ¿por qué estamos aquí?

Él escuchó el bramido escandaloso antes de que ella pudiese hablar. —¡Una humana!

Tres segundos después, el daimon había atacado, encaminado a arrancar la garganta de su


madre.

Paris sujetó a su madre mientras Urian bloqueó el camino del daimon y evitó que la alcanzara.
Estaba preparado para matar al daimon sin dudarlo. Afortunadamente, no había llegado a eso.
Tan pronto como Urian había tomado su espada, su padre apareció para apuñalar al daimon en
la marca negra sobre su corazón. Tan pronto la cuchilla penetró la mancha dejada por el alma
humana que había consumido, el daimon se desintegró.

Urian se hizo para atrás aliviado, pero su madre estaba completamente conmocionada. Y esta
vez, no se había tranquilizado.

En lugar de eso, su madre se había vuelto más tímida y temerosa que nunca.

La verdad tácita había crecido como un monstruo que no podían negar más. Si se quedaba, era
solo cuestión de tiempo antes de que su alma se volviera una gran tentación para alguien más. No
podía quedarse más en este reino.

Si Urian se fuese a vivir con ella, y otros humanos supieran que él era un apolita, la matarían
por ser su madre.

Él conocía esas historias de terror tan bien como su madre. Los humanos quemaban vivos a
cualquier hombre, mujer o niño que atraparan dando refugio a un apolita. Para la humanidad, esa
clase de persona era peor que un daimon. Esos eran traidores y herejes. Y eran usados como
ejemplo para atemorizar a cualquiera que quisiera tener piedad con su gente.

Tengo que dejarla ir.

Por el bien de ella y el de ellos.

Sin embargo, era muy injusto. Ella era su madre y él quería mantenerla a su lado por todo el
tiempo que pudiera.

Ella también se sentía de esa manera. Su renuencia a irse era evidente por la manera en la que
se aferraba a sus hermanos y a él.

—Ven a mi cuando quieras, —ella le susurró en su oído—. Siempre tendré un lugar seguro
para ti, mi niño precioso.

Urian asintió. —Te amo, Mata.

Ella apretó sus brazos sobre los hombros de él. —Y yo te amo más, mi Urimou. —Ella lo
soltó, besando su mejilla y se acercó a Paris.

Paris respiró entrecortadamente mientras ella enderezaba su clámide y lo volvió a prender con
su fíbula 6. —Hijo mío, nunca aprendiste como envolver correctamente una capa.

Su hermano le sonrió. —Si lo hubiera hecho, no te habrías sentido útil.

Con una sonrisa melancólica, ella le alisó la capa con su mano. —¿Cuidarás a Urian por mí?
¿Te asegurarás de que los otros no lo lastimen?

—Sabes que lo haré. Me saca de quicio, pero es mi gemelo. Además, de todas maneras,
Davyn lo prefiere más que a mí la mayoría del tiempo.

6
Una fíbula, palabra proveniente del Latín, fibula (aguja, grapa, hebilla),1 se denomina todo tipo de piezas metálicas utilizadas en la
antigüedad para unir o sujetar alguna de las prendas que componían el vestido, ya que los botones no se desarrollaron hasta muy
entrada la Edad Media.
Ella se rio por eso. —¿Dónde está Davyn?

—Afuera con las esposas.

—Bien. No quería irme sin verlo.

Sintiéndose mal, Urian retrocedió mientras ella terminaba de despedirse y esperaba por la
siguiente ola infernal que él sabía que se desataría.

Como lo esperaba, vino unos minutos después. En el instante en que su padre anunció quién
escoltaría a su madre a su nuevo hogar en el mundo humano.

—Muy bien, Urian. Tienes seis horas para acomodar a tu madre. Te espero de regreso mucho
antes del amanecer.

Archie maldijo y gritó indignado. —¿Por qué Urian puede ir y no uno de nosotros?

—La diosa lo ha querido así.

—¡No es justo!

La expresión en el rostro de su padre habría apaciguado a cualquiera con un cerebro.

Tristemente, Archie carecía de ese órgano vital, ya que siguió quejándose.

Finalmente, su padre lo interrumpió con una seca mirada fulminante. —Y no me importa,


Archimedes. Ahora muévete y déjalos que se vayan.

Urian suspiró ante las miradas que obtuvo cuando Trates y él, junto con otros dos daimons, se
fueron por el resplandeciente portal con su madre.

De los cuatro, solo él podía comandar los portales limani que llevaban de y a Kalosis. Un
regalo que no había sido de su padre, como los demás creían, sino de la mismísima Apollymi
cuando él era niño. Curiosamente, su padre no había preguntado por qué la diosa se lo había
otorgado a él. En lugar de eso, lo aceptó sin comentario alguno.

Urian jamás había preguntado cuándo le dijo Apollymi a su padre sobre ese regalo, y su padre
no se ofreció a decirlo. En su lugar, su padre solo aceptó el hecho de que un día Urian había
aparecido con la llave para abrir los portales y no habían hablado ni una vez sobre el para qué o el
por qué.

Pero entonces, su padre era bueno en eso. Especialmente cuando se trataba de los dioses.
Stryker casi nunca cuestionaba nada de lo que los dioses hacían.

No queriendo pensar en eso, Urian cerró sus ojos mientras caían en la vasta nada que unía los
mundos. Odiaba viajar de esta manera. Lo dejaba desorientado y le daba nauseas. Pero era la única
manera de salir de Kalosis.

Cuando finalmente llegaron y salieron al oscuro mundo humano, fue cerca de una pequeña
cabaña de piedra al borde de un majestuoso acantilado griego. Una gran luna llena iluminaba el
paisaje perfumado a oliva con sombras que bailaban a través de un mar oscuro y crestado. Su madre
jadeó, debido a que había pasado mucho tiempo desde que ella había visto algo más que el gris,
aburrido y triste de su mundo. Las lágrimas llenaron sus ojos.

—¿Mata?

Ella colocó una mano en su hombro mientras el viento volaba su velo azul pálido de su
cabello de manera que sus rizos rubios salieron de sus trenzas. —Estoy bien, Uri. Son lágrimas de
alegría de que tu padre recordase los detalles de mi casa cuando era una niña. Se ve justo como se lo
conté tantas veces.

Agradecido de que ella estuviera feliz, él llevó su maleta hacia la puerta de la pequeña cabaña.
Estaba enclavada en el medio de una granja de buen tamaño que debería de mantenerla bastante
bien. Había árboles de manzanas en abundancia, junto con un pequeño viñedo y ganado. Podía
escuchar a las vacas que fácilmente le proveerían a su madre de la leche que ella tanto amaba beber
y que había sido muy difícil de conseguir en Kalosis.

Él se dirigió a la cabaña y abrió la puerta de madera para ella, y luego la empujó ampliamente
con el codo.

Ella entró a inspeccionar su nuevo hogar mientras él esperaba afuera y colocaba su maleta a
sus pies en el suelo.

Los daimons que lo acompañaron para ayudarle a asegurarla se movieron para pararse a su
lado y pudieran mirar adentro de la cabaña. —¿Podemos pasar, akra?

Ella se giró hacia ellos con una sonrisa.

—¡Nay! — Urian espetó en el instante en que su madre abrió su boca para decir aye.

La sonrisa en su cara murió al instante.

Al igual que la alegría.

Él rápidamente mitigo el enojo en su tono en lo que él usaba su pie para empujar su maleta
por el umbral. —Nunca invites a un daimon o a un apolita a tu casa, Mata. Recuerda que siempre
estarás a salvo dentro de la entrada. No podemos entrar siempre que no nos des permiso de estar
ahí. —Otra maldición de su abuelo para asegurarse de que no pudieran ir donde los dioses no los
quisieran.

Algo que los había dejado a todos sintiéndose aún más poco gratos y marginados de lo que ya
se sentían. Todo lo que eso hacía era subrayar el hecho de que eran menos que humanos. Menos que
animales. En los ojos de los dioses, su gente era lo más bajo de todas las formas de vida, no aptos
siquiera para la forma más básica de refugio o cuidado.

Su suerte en el mundo era ser despreciados y ridiculizados a lo largo de sus absurdas y cortas
vidas.

—Pero, Urian…

—Nay, Mata. —Las lágrimas lo ahogaron ante una necesidad que odiaba y que lo alejaría de
su madre para siempre. Aun así, era para protegerla—. Ni siquiera yo lo valgo. Nos encontraremos
en otra parte cuando venga a visitarte. Te ruego que mantengas tu casa segura. De todos nosotros.
Incluso de mí.

Porque la verdad era que cuando el hambre era lo suficientemente fuerte, cuando el día llegara
y se volviera daimon, ella no estaría segura ni siquiera con él a su lado y él lo sabía. Ningún alma
humana podía estar a salvo cerca de un daimon.

Sin importar que tanto se amaran ellos.

Las lágrimas fluyeron por sus mejillas mientras se daba cuenta que él no tenía intenciones de
quedarse con ella jamás. Que él no confiaba en sí mismo para no entregarse al daimon en el que se
convertiría algún día. Ella regresó para quedarse afuera con él. —¡Voy a extrañarte demasiado! ¿No
te quedarás?

Él la estrujó contra su pecho, deseando a los dioses pode hacer eso. —No tengo manera de
alimentarme aquí. —Sería mucho más difícil que ella comiendo Kalosis. Al menos ahí, los charonte
y Apollymi habían compartido la dieta de su madre. Tenía una gran variedad de comida para elegir.
Quizás no leche, pero había otras cosas en abundancia.

Un apolita o un daimon en el mundo humano era solo buscarse problemas, ya que necesitaban
a otro de su clase para alimentarse.

Su madre echó un vistazo a Trates y los otros. —Tu padre no esperó hasta su cumpleaños
veintisiete para volverse un daimon. ¿No puedes transformarte antes?

—Mata… —Urian la reprendió—. Soy muy joven. Y todavía necesitaría alimentarme. —Sin
mencionar que podía volverse trelos, la locura daimon que les causaba matar indiscriminadamente.
Si él hacía eso aquí, ella nunca sería capaz de detenerlo para no lastimarla. Como humana, ella era
muy débil y diminuta.

La idea de destruir a su propia madre era más de lo que podía soportar.

Ella asintió con un suspiro cansado. —Es solo que odio la manera en la que te tratan en
Kalosis y me culpo a mí misma por eso.

—¿Por qué?

—Porque soy humana. Sigo pensando que si hubiese sido una apolita también, tú no serías
diferente y ellos no te rechazarían así. Deberías estar casado…

Urian negó con la cabeza. —Mata, no.

—¿No qué? ¿Que no me preocupe por mi hijo? Decirle a una madre que no se preocupe por
su hijo, Urian, es como decirle a alguien que no respire.

Él rio. —Estaré bien. Lo juro.

—Y yo me preocuparé por ti, cada minuto de cada día que viva. Pero con esa preocupación,
quiero que sepas que te amo diez veces más.

—Lo sé. Así como yo también te amo. —Él echó un vistazo sobre su hombro, donde los otros
esperaban—. Debes volver adentro y asegurarte de que tienes todo lo que necesitas. Yo esperaré
aquí hasta que vea que enciendes el fuego. Solren dijo que había programado que vinieran sirvientes
el día de mañana. Ellos traerán comida, provisiones y todo lo que necesites.

Su padre no había querido que esos sirvientes estuvieran aquí a la llegada de su madre por
miedo a que se dieran cuenta de que Urian y los otros eran apolitas y daimons, y la lastimaran por
ello.

En estos días, demasiados apolitas perseguían humanos solo por diversión. Después de la
maldición de Apolo y la destrucción de Atlántida, aquellos que lograban sobrevivir, habían tomado
un placer enfermizo en arrasar con los humanos griegos en todo un frenesí.

Mientras que la sangre humana no podía sostenerlos ni alimentarlos, apagaba su sed de


venganza y saciaba su necesidad de contraatacar a los dioses que los maldijeron. Sin mencionar a
los daimon trelos dementes los cuales eran máquinas locas de matar. Sin consciencia y sin
restricción, no les importaba a quien hacían pedazos. Su lema básico era “dame a alguien”.

Los treli causaban tales estragos como para generar toda clase de historias imponentes y
leyendas acerca de los apolitas y los daimons entre las poblaciones humanas. También iban muy
lejos en esparcir miedo y sospecha.

Con sus peleas y sus parrandas, era raro que los humanos no estuviesen en una misión eterna
para exterminarlos.

Su madre echó un vistazo a los otros. —¿Podrían alejarse por favor para poder tener un
momento a solas con mi hijo?

Trates y los otros se alejaron.

Tomando la mano de Urian, ella cambió su idioma a griego para darles aún más privacidad de
lo que los otros podrían escuchar sin querer. —Sé que tu alimentación te molesta.

—Mata… —Él trato de alejarse pero ella lo mantuvo en su sitio con un agarre tan fuerte que
la única manera de liberarse era lastimarla, y él se negaba a hacer eso.

—Escúchame, Uri. Sé lo mucho que esto te avergüenza. El que no te hayas alimentado de


alguien vivo desde que llegaste a la pubertad… —Ella tomó su rostro y lo forzó a mirarla, aunque
estuviera avergonzado por el tema.

Y ella tenía razón. Nadie estaba dispuesto a emparejarse con él de ninguna manera debido al
color de sus ojos y al miedo que le tenían los otros apolitas. Estaban aterrados de qué otros defectos
él podría tener. —No hay nada malo contigo. Eres un buen chico. Un hijo maravilloso. Tu padre y
yo estamos muy orgullosos de ti. Y un día, encontrarás una mujer que también vea eso.

Él tragó saliva con dificultad mientras el miedo lo asfixiaba. Era una miseria muy arraigada
que se había plantado a si misma firmemente dentro de su alma hace mucho tiempo, y no se iba sin
importar que tan duro lo intentara. —Nací como gemelo, Mata, y aún así me siento tan solo. ¿No
debería sentirme como parte de algo?

Ella le hizo un sonido de reproche. —Nacieron casi con una hora de diferencia. A diferencia
de Paris, querías venir al mundo con los pies primero. Fuiste muy insistente con eso. De hecho, la
diosa tuvo que actuar para poderte hacer cambiar de opinión y lograr que te voltearas para que
pudiese darte a luz. Y luego no querías alimentarte. Si no fuera por Apollymi, te habríamos perdido
ese día. La diosa lo sabe, has sido muy terco desde ese día. Como tu padre, siempre has querido
hacer las cosas a tu manera, con una valentía que envidio. Nunca pierdas eso. Dado lo que estás por
enfrentar muy pronto.

Los ojos pálidos de su madre se volvieron serios. —Rezo cada noche por que tu padre
encuentre otra manera de detener esta maldición que Apolo ha colocado en tus hermanos y en ti.
Maldigo a todos los dioses por ello, y el hecho de que no hacen nada por ayudarlos. ¡Malditos sean!

Él se quedó boquiabierto ante el veneno en su tono de voz. Ella jamás había usado ese
lenguaje o levantado la voz así cuando hablaba de los dioses. Su madre siempre había sido un alma
gentil y amable.

A menos que alguien amenazara a sus hijos o rompiera una regla. Entonces ella podía hacer
ver débil a su padre en comparación.

—La vida es injusta y ha sido excepcionalmente cruel con mis hijos. Pero no dejes que te
amargue. Sin importar que, Urimou. Disfruta cada vez que respires. Peleas por todos. Y cuando los
demás busquen derribarte, te levantas y debes saber que tú eres el único que puede derrotarte.
Nunca le des a nadie poder sobre ti, por ninguna razón.

Asintiendo, él guío su mano a sus labios y besó sus nudillos. —Vendré a visitarte lo más
seguido que pueda. —Él de verdad pensaba hacerlo y rezaba que fuera una promesa que pudiera
cumplir. Aunque nunca pretendía quedarse por mucho tiempo o entrar a su casa, él podía venir y
verla cada cierto tiempo.

—Estaré aquí. Ya sabes que lo haré y mi corazón siempre estará cálido y esperando por ti.

Así como su corazón siempre extrañaría su calidez.

Urian la dejó ir de mala gana y se quedó observando mientras ella entraba y cerraba la puerta.
El pestillo cayó con un sonido de finalidad que resonó profundamente en su alma.

Su garganta se apretó aún más cuando esperó que ella encendiera la fogata. Y con cada latido
de corazón, le dolía más, esperanzado de poder mantener su promesa y de poder verla de nuevo.

Pero la vida de un apolita era algo incierto. Especialmente cada que se aventuraban en la tierra
de los humanos. Aquellos que lograban llegar a Kalosis venían con historias terroríficas de la guerra
entre las dos razas. De enteras villas apolitas siendo saqueadas durante el día donde los humanos los
arrastraban a la luz del sol, solo para verlos arder.

Los humanos no estaban conformes con dejarlos morir a los veintisiete. Ellos querían que se
fueran por completo. Su edad no importaba. Los niños apolitas eran secuestrados de sus cunas y
eran arrojados por los muros de la ciudad para que chisporrotearan y murieran bajo el sol que les
había sido negado. Asfixiados en sus cunas. Ahogados.

O peor.

Sus mujeres y niños habían sido atados a los altares exteriores y dejados ahí para que el sol
los ampollara y murieran al amanecer. Los hombres habían sido decapitados y sacrificados
ritualmente como animales para matar.
Abundaban historias de terror increíbles. Solo cuando Urian pensaba que no se podía poner
peor, alguien llegaba con una que superaba a la última que él había escuchado.

Y era nada comparado con lo que los griegos le habían hecho a los humanos que habían
ayudado a su gente. No podía imaginar lo que le harían a su madre por haberlos dado a luz.

Trates se acercó cuando él se reunió con sus hombres. —¿Estás bien, kyrios?

Él parpadeó ante la pregunta. Como todos los apolitas y daimons en Kalosis, Trates lo llamó
“mi señor” en atlante. Una formalidad en la que su padre era insistente.

Urian asintió. —Solo preocupado por mi mata.

La luz finalmente comenzó a formar sombras en la cabaña. Ella movió una cortina para
saludarlo. A pesar de que sabía que no podía verlo, él le devolvió el gesto.

Invocando un portal, Urian se aseguró de alzar la voz para que los demás lo escucharan. —Si
alguien la lastima, haré que lo que los soldados le hicieron a Ryssa de Didimos y a su hijo parezca
una tierna caricia en comparación a la venganza que voy a desatar sobre ellos y sus familias.

La prisa con la que huyeron hacia el portal le aseguró que ellos no solamente escucharon sus
palabras, sino que las creyeron.

Bien. Porque tenía la intención de cumplirlas. Su madre podría ser humana, pero era su madre
y la mantendría segura, sin importar qué.

Sin embargo, mientras miraba hacia atrás una última vez para ver su rostro amoroso
enmarcado por la luz de las velas, lo traspasó un horrible sentimiento de miedo. Por favor, que esto
no sea un error…

Y que esta no sea la última vez que vea a mi madre.

Los siguió a Kalosis, con el corazón roto de preocupación inquieta y ansiedad.

Mientras sus hombres iban a casa, él se aventuró al jardín oscuro que ningún apolita tenía
permitido visitar. Era un viaje que había estado haciendo cada semana desde la noche que conoció a
Sarraxyn.

Aunque no era Hesperus, la hora de la noche donde normalmente se encontraban. No es que


el riesgo le importara mucho esta noche. Urian necesitaba a su mejor amiga.

Su única amiga, en realidad. Aparte de Davyn. Pero tenía que compartir a Davyn con Paris, y
aunque Davyn era un buen amigo, Urian sabía que, al final, la lealtad de Davyn siempre estaría con
Paris por sobre él. Como debería ser.

Xyn era únicamente suya. No la compartía con nadie. Nunca. Ella siempre estaba ahí cuando
la necesitaba, en las buenas y en las malas. Y no tenía idea de cómo habría logrado sobrevivir sin
ella.

Todos deberían tener su propio dragón mascota. Aun si ella lo amenazaba con comérselo la
mitad del tiempo.
Y esos eran los momentos cuando no la sacaba de quicio.

Ya que estaba importunando a horas imprevistas, se aseguró de esparcir su olor ampliamente,


y hacer más ruido del que normalmente haría.

—¿Xyn? —Él susurró audiblemente en la oscuridad, necesitándola ahora más que nunca
antes. —¿Estás ahí?

—¿Dónde más estaría, Uri? No es como si pudiera esconderme.

Él se paralizó ante la voz proveniente de una fuente externa. Eso era algo nuevo. Hasta ahora,
no sabía que ella siquiera tenía cuerdas vocales reales.

—Entonces ¿qué haces aquí? No es Áreos.

Él se aclaró la garganta ante el nudo doloroso que causó su pregunta. —Mi madre se fue de
Kalosis esta noche para volver al mundo humano, y de verdad me vendría bien una amiga.

Ella apareció a su lado. Sus escamas fluían en la oscuridad como una brillante ola a través de
la noche sin luna. Podrías meternos a ambos en muchos problemas.

—Lo sé, siento ser tan egoísta. —No podía evitarlo, la necesitaba.

Está bien. Estás disgustado. No deberías estar solo cuando estás dolido.

Y ella tampoco debería. Sin embargo, ella nunca había a tenido a nadie cerca de ella. Para
nada. Urian se acercó para tomar su barbilla y recargarse contra su cuello largo y tibio. Él nunca
entendió porque eso lo consolaba de la manera en que lo hacía, pero no había manera de negar
cómo la mera sensación de sus escamas contra él calmaba a la bestia dentro de su corazón. Nadie lo
había hecho sentir como ella lo hacía. Ella era su amiga más querida. —Le pregunté a Apollymi
sobre liberarte.

Ella se paralizó en sus brazos.

—Tenías razón, Xyn. No le gustó la idea.

Me sorprende que aún estés en una pieza.

Y él también. De hecho, Urian se encogió ante la furia de su reacción violenta. —Me asombra
que no me haya ofrecido a Xedrix como alimento. Juro que lo vi sacar un plato de salsa por ello.

Y lo había hecho. Los ojos de la diosa se habían vuelto rojo sangre y sus vientos habían
golpeado a Urian tan rápido y furiosamente, que estaba sorprendido de que cada hueso de su cuerpo
no se hubiese roto.

Ella rio. Gracias por intentarlo.

—Todavía no he terminado. Encontraré la manera de liberarte. No es justo para ambos estar


malditos aquí.

Ella le apartó el pelo con su cola. Pero al menos estoy maldita aquí contigo.
Él se mofó ante algo que ella siempre decía. No entendía cómo se mantenía tan positiva. —
Eso no es algo muy positivo. Especialmente cuando escucho a mis hermanos decirlo, o a mi
hermana. Ellos dicen que es el peor tipo de infierno.

Ella se burló y luego se desvaneció tan rápido que Urian se tambaleó hacia adelante sin ella
para recargarse.

—¿Sarraxyn?
Ella apareció unos segundos después. Te hice algo.

Sus palabras lo dejaron impactado. —No tenías que hacerme nada.

Aye, queía. En el momento en que me dijiste que tu madre viviría en el mundo humano y
sabía que te aventurarías ahí mucho más… Ella le dio una mirada penetrante con sus ojos
serpentinos. Te conozco, Uri. Siempre encuentras problemas, incluso cuando deberían estar
escondiéndose. No puedes evitarlo. Entonces tenía que hacerse o de otra manera serías atravesado
en un abrir y cerrar de ojos.

Había verdad en eso. —¿Entonces qué me conseguiste? ¿Un rociador espanta humanos?

Su intención era hacer una broma con eso.

No era rociador. En su lugar, ella manifestó una armadura de cuerpo completo color naranja-
dorada que apareció a sus pies. Usando su cola, ella la levantó para que él la viera e inspeccionara.
Está hecha de mis escamas, así que es más fuerte y resistente que cualquier armadura humana o
apolita. Ningún arma mortal o inmortal puede perforarla. Y ningún arma de fuego la dañara
mientras la uses.

La ternura inundó su corazón ante tan considerado regalo. Él estaba boquiabierto mientras
tocaba la cabeza del dragón que estaba colocada en el centro de la armadura. —Es hermosa, Xyn.
¿Cómo puedo pagarte o agradecerte lo suficiente por esto?

Al no lastimarte nunca. Me sentiría muy molesta si algo le pasara a mi único amigo.

Dando un paso adelante, él beso la punta de su hocico. —Haré algo mejor. ¡Me aseguraré de
que quedes libre! —Y que ella nunca se metiera en problemas por algo que él hiciera.

Con ese pensamiento en mente, él tomó su armadura y se dirigió hacia a la oscuridad antes de
que alguien le dijera a Apollymi que estaba aquí y la castigaran por ello.

Con cada paso, se juró a si mismo que la liberaría. ¡Era lo mínimo que podía hacer!

Xyn no se movió hasta que Urian estuvo fuera de vista. Ella debería sentirse encantada de que
estuviera decidido a liberarla. Hubo un tiempo en que era todo lo que había soñado.

Ahora…

Todo lo que quería era a Urian. De alguna manera, durante los años de sus visitas semanales
ella se había enamorado bastante de su tímido chico apolita que apenas si la había besado.

Y él era la única cosa que ella nunca podría tener.


Eres una tonta, Sarraxyn.

Su hermano, Veles, sería en primero en ahogarla si alguna vez se enterara de que había hecho
algo tan suicida como entregarle su corazón a alguien como él. Y no quería ni comtemplar en lo que
haría la diosa Apollymi si se enteraba de ello.

Esta relación era imposible.

En su corazón, todo lo que ella podía ver era a Urian. Ella no quería un futuro sin él.

Sin embargo, podía ver un futuro con él. Para nada. Simplemente no era posible y ella lo
sabía.

—Estamos condenados. —Ella susurró. Y aun así no podía parar de desearlo.


5 de marzo, 9514 aC
—¡Urian! ¡No te esperaba! ¿Qué estás haciendo aquí?

Él apenas se contuvo antes de exponer sus colmillos debido a su propia emoción causada por
la sonrisa de adoración de su madre. —Es tu cumpleaños, Mata. Tenías que saber que no me lo
perdería.

Sin importar el peligro.

Poniendose de puntillas, lo abrazó con fuerza. Urian cerró los ojos y saboreó la única cosa que
más había echado de menos sobre ya no tenerla en Kalosis.

El amoroso abrazo de su madre. Lo había extrañado tanto que apenas había sido capaz de
esperar hasta el anochecer para ir a su cabaña y visitarla. Su afán había causado que incluso Xyn se
burlara de él.

—¡No puedo creer que estés aquí! ¡Es maravilloso verte!

Él se encogió de hombros mientras le entregaba la pequeña canasta en sus manos que contenía
un obsequio de él y uno de Xyn que había hecho a partir de sus escamas. Su dragona era siempre
tan considerada. Ella se ocupó de guardar todas las escamas que perdía y les dio uso.

—Desearía haber podido venir antes o poder quedarme más tiempo.

Con cálidos ojos azules, ella apartó su pelo de su cara. —Mi precioso Urimou. —Ella sacudió
su mentón hacia su cabaña—. ¿Por qué no…

—No, Mata, —dijo rápidamente, deteniéndola antes de que lo invitara a entrar a su casa y
rompiera la única regla cardinal en la que él insistía por su seguridad—. No debes.

—Estás siendo tonto al respecto.

—No quiero arriesgarme.

—¿Hellen? ¿Estás bien?

—Estoy bien, Memnus. Es mi hijo que vino de visita.

Confundido por la nota en su voz que no había escuchado antes, Urian dio un paso atrás
cuando un hombre mayor salió con un farol.

—¿Tu hijo?

Urian maldijo en silencio cuando el viejo hombre barbudo, que estaba vestido con un chitón
marrón y gorro de lana, se dirigió directamente hacia ellos.

Este se congeló en el momento en que su luz tenue se posó sobre la nueva armadura de Urian
que Xyn le había dado, y se dio cuenta de lo alto y musculoso que era Urian. Razón por la cual
quedó boquiabierto. —Bueno... no me había dado cuenta de que tu chico era un soldado.
Un destello divertido flotaba en los ojos de su madre. Por necesidad, todos los apolitas lo
eran. O aprendían a pelear o morían. —Ciertamente lo es. Al igual que el resto de mis hijos, como
su padre.

Los ojos del anciano brillaron con calidez. —Sé que estás orgullosa de ellos. —Él extendió su
mano en amistad—. Me recuerdas al Príncipe Styxx, no sé por qué. Eres su viva imagen.

Tomándole la mano, Urian frunció el ceño. Solo había una persona de quien había escuchado
ese apodo —¿Styxx de Didymos?

—Aye. El mejor comandante militar que ha nacido. Serví con él cuando era joven. Estuve allí
para su primera batalla en Halicarnaso. Y nunca lo olvidaré. —Resoplando, él negó con la cabeza
—. No era más que un escuálido mocoso, y su yelmo estaba tan suelto sobre su cabeza que parecía
que fuera a sonar como una campana en la batalla si fuera golpeado. Y todos nos burlábamos de él
cuando cabalgó para reunirnos en un caballo que probablemente costó más de lo que la mayoría de
los ejércitos en esos días. ¿Y quién nos habría culpado, realmente? Un principito malcriado sin
experiencia en batalla. Pensábamos que estaríamos muertos antes del anochecer debido a su falta de
experiencia de liderazgo. Pensamos que era un insulto que él estuviera allí para liderarnos. Pero él
nos probó lo contrario. Nunca he visto coraje como lo que él mostró a los atlantes ese día. Ninguno
de nosotros lo había visto antes. Él tenía la fuerza y la astucia de los mismos dioses. La habilidad de
espada de Ares. La fuerza del poderoso Atlas. Él no se inclinó ante nadie. Es por eso que aún uso la
insignia de nuestro ejército hasta el día de hoy.

Urian arqueó una ceja cuando el anciano tiró de la cadena alrededor de su cuello para
mostrarle un medallón que contenía una pieza roja esmaltada. En el centro había un fénix negro
elevándose con las palabras “yo defiendo” sobre su cabeza.

El anciano sonrió orgullosamente mientras lo señalaba. —Este es el emblema de la Stygian


Omada.

La pieza fascinó a Urian mientras la trazaba con su dedo. —¿Stygian Omada?

—Aye. Es lo que nos llamaron en esos días. Aquiles tenía sus Myrmidons. Jason, sus
Argonautas. Styxx tenía a sus Stygiai. Y estoy orgulloso de haber sido uno de ellos. —Se lo quitó
por encima de la cabeza y lo presionó en el puño de Urian—. Aquí. Deberías tenerlo.

Urian estaba asombrado por el regalo. —No, señor. No puedo tomar algo tan precioso.

—Adelante, insisto. Por favor. Nunca tuve un hijo o un nieto, y mis hijas y nietas están
cansadas de mis viejas historias de guerra. Antes de morir, necesita estar con un guerrero que le
traiga honor nuevamente. Su Alteza habría aprobado esto, de verdad.

Urian frunció el ceño ante sus palabras y el dolor en su corazón que lo traicionaba. —Hablas
como si el príncipe está muerto.

Los ojos del viejo se volvieron oscuros y tristes. —Desafortunadamente, sí. Los dioses se lo
llevaron demasiado pronto.

Urian tomó el medallón. Se sintió terrible por el hombre mayor. Eso era demasiado triste. —
Lo siento.

Las lágrimas nadaron en los ojos de Memnus. —Gracias. Fue un día terrible, de hecho. —
Con un suspiro entrecortado, acarició el brazo de Urian—. Oh bueno, me he entrometido lo
suficiente. Tienes que pasar tiempo con tu madre. Fue un placer conocerte, joven Urian.

—Y a ud. —Urian levantó el medallón—. Una vez más, gracias. Lo atesoraré.

Sonriendo, regresó a la casa.

Tan pronto como se fue, su madre posó su mano en la de Urian, donde sostenía el medallón,
mirándolo con preocupación. —Un consejo, mi precioso, mantén esto oculto de la diosa y
especialmente de tu padre.

—¿Por qué?

—Styxx of Didymos no fue amigo de ellos. Él fue el hermano de la Princesa Rysa.

Urian sintió que el estómago se le estrujaba. —¿La amante de Apolo?

—Esa misma. Y él murió el mismo día que ella. Algunos dicen que por la mano de Apollimi.
Otros dicen que fue Apolo quien lo mató. De cualquier manera, solo fue amado por sus soldados. Y
a los que conquistó… ellos tampoco lo querían.

Eso era una obviedad.

Aun así, él sentía curiosidad por el legendario comandante y príncipe. —¿Alguna vez lo
viste?

Ella sacudió la cabeza. —Solo lo conocí por su reputación. Pero lo que dijo Memmus es
cierto. Él fue querido por sus hombres y fue implacable en batalla. Nadie logró derrotarlo.

Guau. Urian podía admirar eso. Y lo dejaba muy curioso. Como su padre, él respetaba a
cualquiera que pudiera mantenerse firme y fuerte en batalla. Cualquier persona que más supiera de
estrategia, mejores resultados tendría.

Pero primero, debía terminar una celebración de cumpleaños.

Luego se enfocaría en enfurecer a su padre y a la diosa que lo protegían. Planeaba irritar a


Apollymi hasta que acordara liberar a Xyn o que lo matara por sus esfuerzos.
24 de julio de 9513 aC
—Realmente odio a ese bastardo.

—Bueno bueno Archie, no lo odies solo porque te patea el trasero cada vez entras en la arena.

Arquímedes empujó a Davyn con tanta fuerza que Davyn retrocedió tambaleándose hacia
París. Ambos se echaron a reír. Cuando Archie avanzó para golpear a su amigo más pequeño, Urian
apareció tras él para agarrar su mano.

Urian estaba harto de la actitud de su hermano. Especialmente hoy.

—Si quieres golpear a alguien, adelphos, regresa a la arena y recoge tu espada. Estaré más
que feliz de derribarte unas cuantas veces más hasta que tu temperamento se desgaste. Pero nunca
volverás a golpear a Davyn.

—¡Vete a la mierda Urian! —Arquímedes, que acababa de ser derrotado por Urian en un
combate de espadas, cargó contra él.

—¡Arquímedes! —El grito furioso de su padre reprimió su ira al instante—. ¿Qué estás
haciendo?

Su cara se hinchó en una mueca hosca. —Siempre me estás gritando a mi por mi


temperamento... ¿por qué nunca le dices algo a él… —Él sacudió su barbilla hacia Urian— por su
arrogancia?

Su padre le dirigió una mirada de acero a Urian, quien arqueó una ceja en respuesta desafiante
a ambos. —Lo haría, si él estuviera equivocado. Ahora cálmate o de lo contrario seré yo con quien
te enfrentes en la arena.

Eso tuvo éxito en calmar al enorme bruto que era segundo en tamaño solo después de su
padre.

A pesar de que Urian era prácticamente un hombre adulto debido a su sangre apolita, aún le
faltaban unos centímetros para ser tan alto como ellos y dudaba si alguna vez mediría eso. Mientras
que sus músculos estaban bien definidos y perfeccionados, él tenía una complexión más delgada y
rápida que la de su padre, y que las complexiones voluminosas de Paris y Archie.

Lo mismo que la de Davyn.

Los dos tenían aproximadamente la mitad de la circunferencia del resto de ellos. Aun así,
podían más que defenderse adecuadamente. Lo que les faltaba en fuerza bruta, lo compensaban con
velocidad y destreza.

Satisfecho que Archie ya no molestaría más a Davyn, Urian recuperó su escudo de donde lo
había soltado cuando corrió a proteger a su amigo.

—¡Alto! —La furia volvió a la voz de su padre y los congeló a todos en el lugar.

Urian no se movió ni respiró cuando su padre se acercó y tomó su escudo de su brazo. Pero
sus hermanos estaban todos agradecidos de que no estar bajo fuego, miserables perros. Estos se
fueron e incluso tuvieron el valor de sonreír aliviados.
Y demasiado tarde, Urian se dio cuenta de por qué él era el único bendecido con esta atención
no deseada. Su escudo estaba adornado con una versión del fénix negro de Styxx alzándose, y
rodeado por un patrón griego con las palabras “Yo defiendo” escritas sobre la cabeza del fénix.

Mierda, debería haber cambiado ese emblema más... Cuando lo había rediseñado, él pensó
que lo había disfrazado lo suficiente.

Gran error de cálculo ahí.

Justo como su madre había predicho, los ojos y las fosas nasales de su padre se encendieron
con enfado. —Este es el emblema de la Stygian Omada. ¡El ejército que perteneció a Styxx de la
Casa de Aricles!

Por un momento, pensó en mentir. Pero él siempre había sido honesto en todo, especialmente
con su padre.

Juzgadme por lo que hago, no por las mentiras que oís de mis labios, porque no voy a mentir
ni por mí ni por otros acerca de mí...

Ese siempre había sido su lema. Él no iba a cambiarlo ahora.

—Lo sé, Solren. —Urian había dejado de llamar a Stryker Baba hace mucho tiempo. “Baba”
era para niños y “Solren” era lo que los hombres llamaban sus padres.

—Él era un enemigo de Atlantis. Tú lo sabes, Urian. ¿Por qué, en nombre de los dioses,
elegirías luchar bajo tal estandarte?

Porque soy un idiota. Esa parecía ser la única razón lógica dada la cantidad de furia que su
padre demostraba sobre esto.

Pero Urian sabía que esa respuesta resultaría en una bofetada, así que contuvo su sarcasmo y
eligió la verdad. —Fue uno de los mejores comandantes militares que alguna vez portara una
espada, Solren. Uno que era apenas mayor que yo cuando ganó su primera batalla en Halicarnaso, y
eso fue en contra de los dioses mismos. Y él era enemigo de Apolo. Justo como nosotros.

Cuanto más leía Urian sobre el hombre, más lo admiraba.

—Y nuestra akra lo odia tanto, si no más, que cualquiera de esos dioses. Si valoras tu vida,
pido, quema ese escudo y nunca digas su nombre a su alrededor. ¿Me entiendes?

Oh... Esa era información importante que tener.

—Aye, Solren. Yo... —Las palabras de Urian se interrumpieron cuando alguien gritó.

Todos se volvieron para ver a un hombre grande y fornido cubierto de sangre. Con ojos
salvajes, él estaba obviamente fuera de sí y buscaba a cualquier víctima que pudiera encontrar.

—¡Trelos!

Urian se encogió al oír el grito entre su gente. Maldiciendo, su padre empujó a Theo a un
lado, sacó su espada, y se dirigió de inmediato hacia el desquiciado hombre. Paris y Davyn hicieron
lo mismo.
Urian recogió su escudo y fue a ayudar a los otros que estaban corriendo para defender a su
gente. El daimon trelos comenzó a atacar a cualquier apolita que pudiera alcanzar.

Hombre, mujer, niño, no importaba. Él fue por todos ellos.

Y con cada mordida, siempre existía el riesgo de que pudieran convertirse prematuramente en
un daimon como él, uno que tenía que depender de almas humanas o apolitas para alargar sus vidas
o de lo contrario se desintegrarían en polvo.

Que era lo que lo había vuelto loco. Porque ese era el riesgo que cada apolita asumía cada vez
que decidían frustrar la maldición de Apolo de la manera que Apollymi les había enseñado. Era el
riesgo que nadie mencionaba, excepto en susurros o tonos temerosos cada vez que pensaban que la
diosa o su padre no podía escucharlos.

Ya era bastante difícil tomar la decisión de convertirse en un verdadero depredador que


viviera de la fuerza vital de otros seres sintientes. De consumir sus almas para poder vivir un día
más después de tu maldición.

Y era algo bastante diferente una vez que te dabas cuenta de que todas las almas que
consumías venían con la posibilidad muy real de volverte loco y convertirte en esta bestia loca y sin
sentido que podría obligar a tus amigos y familiares a asesinarte con prejuicio extremo.

Pero su gente no tenía otra opción. Una vez que la locura trelos se afianzaba, no había otra
opción.

La muerte era la única opción, ya que un alma nueva solo empeoraba la locura del alma
anterior. Urian se sintió terrible por la bestia, pero sus sentimientos no tenían importancia cuando
todo se reducía a eso.

Los daimons trelos representaban tanto un riesgo para la población apolita como para los
humanos. Eran similares a un animal rabioso que mataba indiscriminadamente. Sin piedad,
compasión o comprensión. Por lo tanto, tuvo que dejar de lado sus propias emociones y ayudar a
destruirlos.

—¿Dónde está esa perra? —Gritó el trelos—. ¡Quiero la garganta de la diosa que nos
convirtió en esto!

Aturdido y conmocionado, Urian se detuvo al escuchar esas palabras lúcidas. Era la primera
vez que un trelos decía algo remotamente sensato en ese estado.

Su padre corrió para cortar el camino del trelos hacia el palacio de Apollymi.

Por una vez, su padre no fue un obstáculo. Con una asombrosa facilidad de movimiento, el
daimon tiró a un lado a su padre y golpeó a Archie con Davyn. Luego recogió a París y lo arrojó a
Theo. Ambos se estrellaron contra el suelo, tropezando con otros tres en el proceso.

Urian apenas cortó el paso del trelos antes de llegar a las puertas de Apollymi. —No. —Con
un movimiento que había aprendido estudiando los diarios y diagramas de Styxx, utilizó su escudo
para empujar al daimon hacia atrás.
El daimon lo arrojó hacia un lado con la fuerza inesperada de un Titán7. Era tan fuerte que por
un momento, Urian temió que el bastardo le hubiera arrancado el brazo de su articulación.

Eso no había estado en el manual.

Urian golpeó el suelo con fuerza pero se negó a quedarse allí. Nadie jamás podría derrotarlo.
No por nada.

Por el contrario, rápidamente rodó con su escudo y en un movimiento fluido se puso de pie.
Preparado para la guerra, se mantuvo firme, pero sabía que sus piernas temblequeaban. Solo oraba
por que no fuera obvio para nadie más.

Especialmente para la bestia a la que se enfrentaba.

Con un fuerte y furioso rugido, el daimon se movió para quitarle el escudo del brazo.
Temeroso de que esta vez él realmente podría perder su brazo, Urian lo dejó caer y lo apuñaló en el
costado. El trelos gritó y se tambaleó hacia atrás. Respirando laboriosamente, Urian desenfundó su
kopis8 y dio un paso adelante para rebanar hacia arriba con un golpe que dio directamente en el
centro del pecho del daimon para golpear la marca negra donde las almas humanas de las que se
había alimentado se habían reunido para formar una mancha gigante sobre su corazón.
Instantáneamente, el daimon estalló en pedazos, bañándolos con un fino polvo dorado.

Más aliviado de lo que quería admitir, Urian apenas reprimió su risa nerviosa. Reuniendo toda
la valentía que pudo, usó su brazo para limpiar su sudor e hizo todo lo posible para actuar
indiferente sobre su victoria. Como si él hiciera este tipo de cosas todo el tiempo, en lugar de ser su
primera victoria real en la batalla.

Pero, por dentro, estaba dando volteretas.

¿Quién es el asesino de daimons? Yo soy el asesino de daimons. ¡Bésenme el trasero, perras!

Archie comenzó a maldecirlo mientras la multitud a su alrededor vitoreaba su nombre. Su


padre sonrió orgulloso. Sin embargo, con toda honestidad, y a pesar de su alivio, Urian estaba, más
que nada, sorprendido. Aturdido todavía de estar en pie y de que su golpe haya funcionado.

Dado el tamaño y la inmensa fuerza del daimon, tenía suerte de no estar sangrando en el
suelo, tumbado junto a su escudo en pedazos.

Ahora que lo pensaba…

¿Dónde estaba su escudo?

7
En la mitología griega, los titanes (masculino) y titánides (femenino) eran una raza de poderosas deidades que gobernaron durante
la legendaria Edad de oro. Los titanes fueron doce desde su primera aparición literaria de los mutantes, en la Teogonía de Hesíodo;
aunque en su Biblioteca mitológica, Apolodoro añade una decimotercera: Dione, desdoblamiento de la titánide Tea. Los titanes
estaban relacionados con diversos conceptos primordiales, algunos de los cuales simplemente se extrapolaban de sus nombres: el
océano y la fructífera tierra, el Sol y la Luna, la memoria y la ley natural. Los doce titanes de la primera generación fueron liderados
por el más joven, Cronos, quien derrocó a su padre Urano (‘Cielo’) a instancia de su madre, Gea (‘Tierra’). Posteriormente, los
titanes engendraron una segunda generación, destacando los hijos de Hiperión (Helios, Eos y Selene), las hijas de Ceo (Leto y
Asteria) y los hijos de Jápeto (Prometeo, Epimeteo, Atlas y Menecio). Los titanes precedieron a los doce dioses olímpicos, quienes,
guiados por Zeus, terminaron derrocándolos en la Titanomaquia (‘guerra de los titanes’). La mayoría de ellos fueron entonces
encarcelados en el Tártaro, la región más profunda del inframundo.
8
El término kopis podía describir en la Antigua Grecia a un cuchillo con filo recurvado hacia adentro, usado principalmente como
herramienta para cortar carne, o para sacrificar animales, o a una o espada pesada para cortar y apuñalar con una forma similar.
Urian frunció el ceño al darse cuenta de que no estaba a la vista. ¿Qué caraj…?

—¡Estuviste increíble! —Su padre le dio una palmada en la espalda y lo abrazó.

Al igual que Davyn y muchos otros que se apresuraron a felicitarlo por su victoria.
Hasta que se dieron cuenta de que Apollymi y su charonte estaban de pie en la puerta abierta
de su palacio, mirándolos.

Eso detuvo el jolgorio y la alegría de todos. Una diosa con el ceño fruncido generalmente lo
hacía.

Especialmente cuando era Apollymi. Nadie quería estar bajo su escrutinio, ya que esos
generalmente se enfrentaban a una calamidad masiva de algún tipo.

Incluso Urian tragó saliva mientras rezaba para que su expresión no estuviera dirigida a algo
que él había hecho. Él literalmente podía sentir sus testículos tratando de volver a subir dentro de su
cuerpo.

—¿Cómo se acercó ese daimon tanto a mi dominio? —Oh sí, ese tono era escalofriante.

Su padre se frotó nerviosamente el cuello. Sin duda, sus propias pelotas se estaban
marchitando, lo que hizo que Urian se sintiera mejor con respecto a las suyas. —Él vino a través del
portal, akra.

Ella cruzó sus brazos sobre su pecho, con una burla sarcástica. —Se supone que lo estabas
supervisando, ¿verdad, Strykerius?

—Lo estaba, akra. Perdóname.

Apollymi estrechó peligrosamente su mirada cuando un viento comenzó a moverse a través de


Kalosis, advirtiéndoles de su temperamento. Todos temían cada vez que la diosa hacía eso. —
Parece que estos trelos se están volviendo problemáticos para nosotros. Necesitamos a alguien que
los caze. Un grupo que pueda de encargarse de ellos antes de que esto suceda de nuevo.

—De acuerdo. —Su padre miró a Trates, quien palideció instantáneamente.

Apollymi también se volvió hacia Trates, quien retrocedió de su mirada como si ella le
hubiera disparado fuego desde los ojos. —Reúne a cuarenta de tus mejores guerreros, y designalos
como una fuerza de élite para cazarlos.

—Lo haré, akra. —La voz de Trates en realidad se quebró. Él la aclaró antes de hablar de
nuevo—. Pondremos a un Illuminati a protegerte y al portal, así nos aseguramos de que ningún otro
se acerque tanto otra vez otra vez.

—Haz eso. Y asegúrate de que Urian esté entre ellos.

El estómago de Urian golpeó el piso. ¿Por qué era arrastrado hacia esto?

Los ojos de Stryker se agrandaron. —Pero él es solo un pido, akra.

—Un niño que tuvo éxito donde el resto de ustedes fallaron. No subestimes a tu hijo,
Strykerius. Incluso a su tierna edad, él ya está entre los mejores de los luchadores.
Él apenas logró frenar el gemido en su garganta. Genial…

Urian ya podía sentir los puntapiés que se dirigían hacia él cuando se encontraba con las
miradas furiosas de sus hermanos. Sigue haciéndome resaltar, diosa. No es como si no me
resintieran por el favoritismo de mi padre que nunca trata de esconder. Por supuesto, agrega el
tuyo, y pon otro blanco en mi espalda.

Si su padre quería saber por qué era tan buen luchador, todo lo que tenía que hacer era
comenzar a contar cuántos hijos el hombre seguía produciendo cada vez que dejaba caer su
taparrabos. Hijos que apuntaban a la cabeza de Urian cuando los dejaban solos. Incluso se sabía que
Tannis lo golpeaba de vez en cuando, si él bajaba la guardia a su alrededor.

Y ella tenía una puntería increíble con sus zapatos. Gracias a los dioses que ella no afilaba los
tacones.

Oh, haber sido hijo único...

Pero no, tenía que haber nacido de padres fértiles.

Theo empujó su hombro contra la espalda de Urian mientras pasaba, dejándolo saber que
intercambiarían “palabras” más tarde.

Hermoso.

Había momentos en que realmente se sentía como si fuera un extraño en su propia familia.

Este era definitivamente uno de ellos. Especialmente cuando divisaba el gruñido-mueca que
contorsionó las facciones de su propio gemelo cuando todo el mundo comenzó a dispersarse.

Maldita sea. Era particularmente malo cuando incluso París estaba resentido con él. Davyn lo
miró comprensivamente antes de seguir a París.

Urian...

Él no reaccionó a esos llamados que había aprendido hacía mucho tiempo que solo él podía
oír. Tristemente, este no provenía de quien le traía alegría. Más bien, lo aterrorizaba.

De repente, sintió como si lo estuvieran vigilando. Sintió en su piel escalofríos. Se frotó el


cuello y miró a su alrededor hasta que vio una pequeña rubia que nunca había visto antes. Ella era
impresionante.

Y en el momento en que sus miradas se encontraron, ella rápidamente se alejó y desapareció


con la multitud.

¡Maldición! Él daría cualquier cosa por descubrir quién era ella. Pero en este momento, no se
atrevía. No mientras lo llamaban.

Su pequeña coneja tímida tendría que esperar.

Asegurándose de que nadie viera lo que estaba haciendo o a dónde estaba dirigiéndose, siguió
su camino a través de una puerta trasera escondida, en el palacio de Apollymi y por el pasillo que
conducía a su jardín privado donde ella pasaba la mayor parte de su tiempo junto a la piscina que
ella le había mostrado hace muchos años cuando era un niño pequeño buscando la luz del día. Una
piscina que había visitado muchas veces en secreto desde ese fatídico amanecer.

Redujo la velocidad cuando se acercó a su posición.

Como siempre, ella era impresionante en su belleza. Etérea y extrañamente serena en su


tristeza que tironeaba del corazón de Urian. Nunca había visto a alguien tan elegante.

Su largo cabello rubio platinado estaba peinado en pequeñas trenzas que se enrollaban
alrededor de su rostro en un intrincado estilo que enmarcaba sus delicadas facciones. La parte de
atrás de su cabello había quedado libre para caer en ondas sobre sus delgados y pálidos hombros. Su
largo vestido negro se desplegaba sobre las piedras oscuras, mezclándose con él como si ella fuera
parte del paisaje. Una pieza fría y quebradiza que aplastaría sin piedad a cualquiera que se atreviera
a molestarla.

Alguien cuerdo correría lo más lejos posible de este lugar. Pero él había sido convocado, y
correr parecía más un suicidio. Por lo tanto, él se adelantó para poder arrodillarse ante ella y
agachar la cabeza. —Akra.

Ella sacó su mano de las aguas negras y la secó en los pliegues de su vestido. —Fuiste
increíblemente valiente hoy, Urian. Un orgullo para tu solren.

—Gracias, akra. Lo intento.

—No, Urian. Tienes éxito. —Ella se puso de pie para poder acercarse a él. Un aire peculiar la
rodeaba. Uno que no le era familiar y lo dejó desconcertado en cuanto a su estado de ánimo, que era
aún más sombrío de lo normal.

Ladeando la cabeza, ella entrecerró la mirada. —¿Deberíamos discutir esto? —El escudo de
Urian apareció entre ellos.

Los ojos de Urian se agrandaron cuando se dio cuenta de por qué estaba enojada con él. Oh,
mierda, no esto otra vez. ¿Por qué no escuché a mi madre?

—No quise faltarte el respeto, akra.

En lugar de enojo, una luz extraña bailaba en sus pálidos y arremolinados ojos. —No me has
ofendido, pero me imagino que tu solren quedó bastante desconcertado por esto.

Esa era una forma suave de expresar su estado de ánimo. —Dijo que estarías lívida.

Ella frunció los labios. —Tengo que decir que Styxx de Didymos no era amigo mío. Y me
parece... extraño que admires a tal bestia, teniendo en cuenta lo que le hizo a Atlántida.

Urian se encogió de hombros. —Era fuerte e ingenioso. Audaz.

—Y casi hizo que su ejército subiera los escalones de Katateros, hacia la sala de los dioses.

—¿Entonces es cierto?

Ella asintió. —Si no hubiera sido por un acto de traición por parte de Apollo, Styxx habría
derrotado a Atlantida, y este habría sido su hogar. Él nos habría gobernado todos nosotros.
—¿Es por eso que lo odias?

—Nay, niño. Mis razones son mucho más profundas que eso. Y son mucho más personales.
—Su agarre se apretó en el escudo hasta que sus nudillos se volvieron tan blancos como su cabello.
Pero después de un momento, dejó escapar un aliento desigual—. Sin embargo, no te quitaré a tu
héroe. Un chico siempre debe tener a alguien a quien admirar. Alguien a quien aspirar ser. Y
aunque odié mucho a ese bastardo mientras él vivió en el mundo mortal, te concederé que fue justo
con sus hombres en la guerra. Un comandante invicto en la batalla. No hay nada de malo en
reconocer que incluso un perro sarnoso tiene rasgos nobles cuando no está rascando sus pulgas o
lamiendo sus bolas.

Urian no estaba seguro de cómo tomar esa última parte. Especialmente cuando un momento
después ella cambió su escudo para que el ave fénix de Styxx se fusionara con su emblema del
dragón para formar una quimera única de los dos.

Un símbolo daimon.

Con una sonrisa maternal, se lo tendió hacia él. —Aquí, m'gios. Tú formarás una Stygian
Omada propia y la liderarás para mí. Tu ejército eclipsará el de Styxx y será recordado mucho
después de que no sea más que un recuerdo olvidado.

Aturdido y asombrado, él se quedó boquiabierto ante su gentileza. —Gracias, akra. Daré mi


mejor esfuerzo para honrarlos a los dos.

—Sé que lo harás. —Había un anhelo en su mirada que él no entendió. Se demoró con un
dolor inquietante.

Cuando él comenzó a irse, ella lo detuvo.

—Contéstame otra cosa, Urian.

—¿Akra?

—Sé por qué tu hermano Paris no tiene ningún interés en ir de juerga con mujeres, pero me he
dado cuenta que te abstienes también. Sin embargo, no por las mismas razones. ¿Por qué?

Urian sintió que el calor teñía sus mejillas cuando esta inevitable pregunta surgió una vez
más. ¿Por qué todos estaban tan obsesionados con su dieta? ¿O la falta de ella? Ya era
suficientemente malo que estuviera avergonzado por el hecho de estar solo. ¿Por qué todos tenían
que hacer que el siguiera explicándolo?

—¿Te tragaste la lengua, pido?

—Creo que morí del shock, akra.

Ella le chistó. —¿No tienes respuesta para mí? O, como París, ¿prefieres la compañía de los
hombres también?

—A decir verdad, prefiero quedarme solo, akra.

Su mirada se volvió oscura y amenazante. —Estás mintiendo, Urian. Nunca deberías mentirle
a un dios. Podemos olerlo en ti.
La vergüenza lo llenó mientras jugueteaba con el borde de su escudo. Esto era algo de lo que
nunca le había gustado hablar.

A cualquiera.

—¿Urian?

Levantó la vista para encontrarse con su mirada plateada. —Sabes que no soy como los
demás.

—¿A qué te refieres?

—Me temen, akra. Por mis ojos, dicen que estoy aún más maldito que los otros.

—Tu solren me ha hablado de esta tontería y le he dicho que no le preste atención. Tampoco
deberías tú.

Las lágrimas lo asfixiaron cuando su humillación se elevó de nuevo para quemarlo como un
infierno. —Es fácil para ti decirlo, akra. Y para Solren. Pero es difícil cuando soy el único aquí que
tiene que tomar mis comidas de una taza. Y todos lo saben.

—Ya veo.

Pero era Urian quien sentía el dolor y la vergüenza de todo. —Es por eso que sigo solo... lo
cual está bien. De verdad. No deseo tener hijos y verlos enfrentar las decisiones que tenemos que
tomar. Prefiero estar solo.

Al menos esa era la mentira de la cual intentaba convencerse a sí mismo para creer.

Ella se movió para pararse junto a él y poder pasarle la mano por el cabello con una ternura
que nadie creería capaz de tener. Pero ella nunca había dudado de mostrarla con él. Al menos cada
vez que estaban solos.

Tristemente, ella y su padre eran los únicos dos que no le tenían miedo.

Y Davyn. Por alguna razón, siempre había sido un buen amigo.

—Pobre niño.

Él se movió incómodo bajo el peso de su simpatía. —¿Por qué mis ojos son azules, akra?

Ella tomó su mejilla en su palma fría y giró su rostro para que encontrara su mirada. —Porque
eres especial, Urian. No maldito. Especial. Nunca lo dudes.

—No me siento especial. —Se sentía como un hijastro bastardo. Odiado y no deseado.

Ella se tensó y retrocedió como si algo la hubiera molestado. —Tu padre está buscándote.
Será mejor que te vayas antes de que se preocupe.

Asintiendo con la cabeza, levantó su escudo y se inclinó ante ella, luego se volvió para irse.

—¿Urian?
Él hizo una pausa y miró por encima de su hombro. —¿Aye, akra?

—Nunca dudes de tu destino. La grandeza no es algo que sientes. Y no es un desafío o una


pelea si sabes que vas a ganar. La grandeza viene cuando tienes miedo y, sin embargo, tomas
medidas contra un enemigo mayor, mientras que otros se agachan aterrorizados y se permiten
convertirse en víctimas y no hacer nada para protegerse a sí mismos o a los demás. Lo que hiciste
hoy, tanto por Davyn como para mí... eso fue grandeza. Y eso lo tienes en abundancia.

Su corazón se hinchó de orgullo. Cuando ella hablaba de tales cosas, él casi podía creerlo. —
Gracias, akra.

Ella sonrió y esta vez esta llegó a sus ojos congelados. —Confía en tu destino, Urian. Porque
te encontrará. Incluso si te escondes de él.
3 de septiembre, 9512 aC
Xyn se detuvo en seco cuando encontró a Urian en su lugar habitual en una manta que había
extendido cerca de las oscuras cataratas que eran parte del espejo de Apollymi. Mientras que eso no
era extraño, lo era el hecho de que trajera comida con él, especialmente ya que él no podía comer ni
beber. Esto era algo que él acostumbraba a hacer por su madre mientras vivió aquí.

No por ella.

¿Qué es esto?

Sonriendo, él se puso de pie. —¡Feliz cumpleaños!

Ella frunció el ceño ante sus palabras, confundida. ¿Perdón?

Su sonrisa se amplió hasta que pudo ver sus colmillos. —Bueno, ya que no sabes cuándo
naciste y siempre cuidas de recordar la fecha de mi cumpleaños, he decidido darte uno propio.
Entonces designé este día como el tuyo. Feliz cumpleaños, Xyn.

Lagrimas nublaron su visión ante su amabilidad. ¿Peor? La ternura la ahogó. Ella no sabía que
decir. Nadie nunca había sido tan considerado. Ella casi cambió su forma de dragón de vuelta a su
forma humana, pero se contuvo.

No había manera de saber cómo reaccionaría. Mientras que él sabía que ella tenía muchos
poderes, él no sabía la completa extensión de estos. Y ella nunca se había molestado en decirle que
podía transformarse en humana. De hecho, había mucho que le había ocultado por miedo a qué
pensaría y como reaccionaria si supiera la verdad, como quienes eran realmente sus padres.

Me odiaría para siempre

Algo que ella no podría soportar. Urian era todo lo que tenía en este mundo donde había sido
apartada de todo y todos. Él era su único amigo. Apollymi se había asegurado que incluso con sus
extensos poderes, no pudiera utilizar el Llanto de la Perdición para llamar a sus hermanos a
ayudarla. No tenía escapatoria.

Ni esperanza.

Urian era su única cosuelo. Su luz en esta oscuridad abismal. La ironía de esto, dado su
nombre, no se le había escapado. Y solo era parte del por qué él significaba tanto para ella como lo
hacía.

—¿Estas llorando?

Ella pestañeó para alejar la humedad, sin querer que él viera su debilidad.

Por supuesto que no. Tu hedor es lo que humedece mis ojos.

Urian rio. Él nunca se ofendía de sus burlas porque sabía que ella no lo decía en serio. Ella
nunca podría insultarlo. —No te creo.

Deberías. ¿Cuándo fue la última vez que te bañaste de todas formas?


Chistando, él sacudió la cabeza ante su insulto fingido. —Bien, entonces tendré que comer
esto solo.

Tú no comes.

—Oh, sí. Lo olvidé.

Tumbándose a su lado teniendo cuidado de lo lastimarlo con su cuerpo de dragón, ella


husmeó la comida, que en realidad era muy sabrosa. Gracias, Uri.

Urian sonrió a su irritable dragón. Él no sabía porque encontraba su malhumorada naturaleza


tan divertida cuando la de sus hermanos lo conducía a una violencia sin límites.

Aun así, la adoraba

Todo de ella, incluso sus insultos.

Y él amaba hacer cosas por ella siempre que podía. Grandes o pequeñas, no tenían
importancia para él.

Feliz de haberla complacido, él escaló a su espalda y se recostó contra su columna, entre sus
alas, así podía rascar entre ellas donde ella no podía alcanzar.

Ella dejó escapar un suspiro contento y extendió sus negras alas en el oscuro césped. Sus
lados comenzaron a vibrar de una manera suave que era el equivalente del dragón a un ronroneo. La
primera vez que lo descubrió, ella casi se dio la vuelta y lo mató.

Ahora, ellos encontraron un feliz compromiso que lo dejaba rascarle la espalda y ella yacía
plácidamente sin causarle ningún daño.

Las puntas de sus alas aletearon al ritmo de su ronroneo.

Urian se extendió a lo largo de su espina dorsal. —¿Entonces qué hiciste toda la semana?

Ella se burló. Comí. Me bañé. Dormí. Di círculos por el jardín. Dormí un poco más. Pensé en
incendiar a Apollymi… ya sabes, lo usual. ¿Qué hay de ti?

—Peleé con mis hermanos. Peleé con mi hermana. Fui castigado por mi padre por pelear con
mis hermanos. Entrené para luchar. Medieron un sermón de por qué pelear era malo, lo cual me
confunde muchisimo. Fui repudiado unas cuantas docenas de veces por todos a mí alrededor. Ya
sabes, lo usual.

Lo siento

—Está bien. No me importa. Estoy acostumbrado a eso.

Escucho la mentira en tu tono.

Si, y el sentía la mentira en el nudo en sus entrañas. Como deseaba que no le importase. —Y
yo que pensaba que estaba siendo sutil.

Ella giró su cabeza así podía mirarlo en su espalda. ¿Entonces qué es lo que quieres, mi Uri?
Él suspiró nostálgicamente. —No lo sé. Cuando era pequeño, quería ver el sol. Caminar a la
luz del día. Ahora… quiero cortar la garganta de Apolo.

¿No quieres una familia?

Urian sacudió su cabeza. —Tengo toda la familia que necesito. La mayoría de los días más de
la que quiero

Ella rio. ¿Pero qué con el amor? ¿Una mujer para ti?

Eso estaba más allá de él. Ninguna mujer lo alimentaría nunca. Él había renunciado a toda
esperanza de ese inútil sueño y se había reconciliado con sus comidas frías. Que lo molestaban en
su mayoría. Como Theo y Archie seguían señalando, él estaba destinado a morir
involuntariamente virgen. —No creo en el amor. Al menos no en el que los poetas venden.

Eres joven.

Quizás. Pero no había manera de perderse el desdén y la sospecha que llenaban los ojos de
todos los que conocía. O no escuchar los susurros de odio. Como maldecía sus sobrehumanos oídos
que lo dejaban escuchar cada silaba de sus viciosos chismes.

Él se sentó en su espina dorsal. —¿Qué? ¿Estás en desacuerdo acerca del amor? —De todas
las criaturas, él había asumido que ella estaría con él en este tema.

Aye, conozco el amor del que ellos hablan.

—Entonces eres afortunada.

Xyn guardó silencio al pensar sobre eso y se dió cuenta que Urian estaba equivocado. Ella no
era afortunada por amarlo. No mientras él se sintiera de la manera que se sentía sobre esa materia.

No siempre y cuando él pensara en ella como una mascota y no tuviera idea cuan humana era
debajo de sus escamas.

Amar a alguien nacido de otra especie, quien no creía en ello, era sin lugar a dudas el destino
más cruel ideado por los dioses que los odiaban a todos ellos. Y ella deseaba poder arrancar su
corazón y parar su latido porque mientras este latiera, siempre latiría por un hombre que nunca le
devolvería su amor.
17 de octubre, 9512 aC
Extrañando a Xyn y deseando estar con ella, Urian se detuvo al ver a su hermana en la
escalinata cerca de unos de los templos abandonados de los antiguos dioses que alguna vez habían
llamado hogar a este reino. El templo de Diafonia. La diosa atlante de la discordia. Nacida de los
gobernantes del inframundo, Misos y Thnita, ella y su hermana Pali, diosa de los conflictos, solían
caminar por el reino humano, donde hacían enfrentar a la humanidad y a los atlantes uno contra
otros. Solo por diversión. Y generalmente sin ninguna otra razón más que estar aburridas.

Él nunca entendería ese tipo de crueldad. Más de lo que entendería a su abuelo por
maldecirlos.

También lo desconcertaba por qué Apollymi elegiría a Pali y Diafonia como sus favoritas,
considerando su crueldad. Pero, aun así, no había sido suficiente para perdonarlas de su ira cuando
ella hizo llover su venganza contra su familia.

Se decía que aquellas dos diosas habían estado entre las primeras en caer.

Lo que hizo que la sangre de Urian se congelara. La traición nunca conoció límites. Siempre
llega en lo más oscuro de la noche y desde donde menos te lo esperas.

De la mano de aquel en quién más confiabas.

No se podía confiar en nadie. Especialmente no con tu vida o bienestar.

Sin querer pensar en eso, Urian se dirigió hacia Tannis, quien parecía molesta por algún
motivo. No se había mostrado tan abatida desde que su padre la obligó a cambiar su nombre de
Dyana a Tannis porque se negaba a dejarla usar un nombre que honraba a la hermana de Apolo que
los había abandonado para morir.

Tan pronto como su sombra cayó sobre ella, levantó la vista con un jadeo asustado, luego se
tranquilizó.

Él frunció el ceño al ver su absoluta miseria. —¿Estás bien?

Ella se secó las mejillas húmedas. —Bien.

Él no creyó esa mentira ni por un instante. —La última vez que me dijiste eso, fue seguido
por el zapato que arrojaste a mi cabeza. Y otro a mi ingle.

Este último había dado en el blanco y le había causado un sufrimiento infinito que todavía lo
hacía estremecerse.

Su recuerdo casi había logrado hacerla sonreír. O quizás le dieron ganas de lanzarle otro
zapato. —Eso es porque me molestabas todo el tiempo.

—¿Te estoy molestando ahora? Solo necesito saber si debería estar listo para esquivar y
proteger… o no.

Ella se rio, luego ahogó un sollozo.


Instantáneamente se puso serio. —Está bien, sé que no estás bien. —Preocupado, se arrodilló
a su lado—. ¿Qué sucede?

Con sus labios temblando, ella extendió la mano hacia su clámide roja y se aferró a él, luego
sonó su nariz con la gruesa lana.

Bueno, eso fue asqueroso y en circunstancias normales tendría grandes problemas por sus
actos. Esta noche, sin embargo, se obligó a ser paciente con ella y no estremecerse demasiado. —
Tienes mucha suerte de que seas mi hermana y estés llorando. De lo contrario, te mataría si fueras
uno de mis hermanos. O cualquier otra persona.

Ella lo miró, de un modo que solo sus ojos eran visibles sobre el material escarlata. Con una
suave aspiración, ella terminó de limpiarse la nariz sobre su capa antes de bajarla. —Lo siento.
¿Ayudaría si dijera que es una de las razones por las que eres mi hermano favorito?

Burlándose, echó una mirada a su ropa manchada. —No realmente. Sobre todo, porque sé que
es mentira. Prefieres más a Paris u Ophie.

—Eso no es verdad. —Ella refregó la lana, tratando de quitar un poco el daño.

Urian se lo desprendió. —Ten. Podrías tomarlo ahora. Ya no necesito usar tu pañuelo de


mocos. —Cuando él se movió para sujetarlo alrededor de sus hombros, se detuvo al ver los
hematomas sobre su cuello. Su garganta estaba brutalmente destrozada—. ¿Quién te hizo esto?

El pánico se encendió en sus ojos. —No es nada.

La ira brotó en su interior y temporalmente lo cegó. —¿Erol?

Cuando ella no contestó, él supo la verdad. ¡Maldito sea su esposo! Solo había estado casada
una semana.

¡Una semana!

Sintió el calor arder en sus mejillas cuando se levantó.

—¡Urian, no! —Tannis lo agarró del brazo—. ¿Qué te propones?

—Honor. Decencia. Y juego limpio. Lo mismo que nuestro padre nos enseñó. No nos
metemos con aquellos más débiles que nosotros. Nunca. —Sintió que sus colmillos le cortaban los
labios mientras hablaba; ese era el grado de ira y cuánto deseaba probar la sangre de su cuñado.

Tannis se puso de pie. —¡Ellos ya piensan que eres un bicho raro, adelfos! Si atacas a Erol
por encima de sus derechos maritales…

—No puedo controlar lo que otros piensan. Y a mí me importa una mierda lo que piensen de
mí. Pero puedo evitar que siga lastimándote. —Urian miró con una mueca la crudeza de su garganta
mientras su furia continuaba creciendo. No había modo de que dejara que esto quedara impune. No
estaba en él. Simplemente no podía—. No te veré así. No porque él no pueda controlarse.

Él liberó suavemente su brazo de su mano, luego se dirigió al salón donde su esposo


normalmente pasaba el tiempo con sus amigos. A menudo se reunían allí, esperando que un apolita
o humano extraviado cayera a través de uno de los portales de Apollymi para poder atacarlos.
Lo cual decía todo acerca de su mentalidad.

Y con cada paso que daba, su estado de ánimo se oscurecía de modo que cuando entró en la
lúgubre sala, estaba listo para saborear la sangre y romper algunos huesos.

Justo como esperaba, Erol estaba sentado cerca del frente, en una mesa donde estaba rodeado
por un grupo de jóvenes. Todos riendo y pasándolo en grande, mientras a Tannis había sido dejada
para llorar sola.

Si no hubiese estado furioso antes, eso por si solo lo habría empujado al homicidio.

¿Peor? Dos de esos que se retorcían con él en la borrachera eran sus propios hermanos.
Telamón y Theo bebían de las venas de mujeres que se pasaban entre ellos. Xōrōn o putas de
sangre. Hombres y mujeres que se vendían para ser usados como alimento para otros apolitas o
daimons.

Ebrios de sangre y lujuria que venía de la sobrealimentación, Telamón miró hacia arriba
expectante hacia Urian. Se apartó de la mujer semidesnuda en su regazo, haciéndola gemir en señal
de protesta. —Hermanito, Uri… ¿qué estás haciendo aquí? Nadie te quiere aquí.

Eso hizo que Theo se alejara de la mujer a la que estaba tirandose mientras se alimentaba.
Lástima que no fuese su esposa embarazada quien sin dudas estaba en casa, preguntándose dónde
estaba su esposo para poder cenar.

Y a ninguno de ellos parecía importarle el hecho de que su cuñado no tuviese una mejor moral
que la que tenían ellos cuando se trataba de su hermana.

Aparte del hecho de que los bastardos lujuriosos no golpeaban a sus esposas. Si alguna vez
tuviese la suerte de encontrar a una mujer que lo tomara, seria leal a ella y la trataría con respeto y
cuidado. No andaría por ahí como un sátiro insaciable.

¡Malditos sean todos!

Con un gruñido furioso, Urian agarró a Erol y lo arrebató de la puta a la que trataba con más
sutileza que a Tannis y lo abofeteo.

El apolita mucho más grande maldijo antes de intentar darle un gancho a la mandíbula de
Urian. Urian bloqueó el golpe y respondió con un puñetazo a la barriga de Erol que lo agarró
desprevenido. Se tambaleó hacia atrás, jadeando. Dando un golpe doble, Urian los dejó caer con
fuerza contra la mandíbula de Erol, y de vuelta a su garganta. Enfurecido más allá de todo control,
estaba decidido a destruir totalmente al hombre.

Honestamente, quería destriparlo con su espada y era una tentación muy difícil de resistir.

Después de eso, Urian perdió la cuenta de los golpes mientras descargaba su furia contra la
bestia mucho más grande. Todo lo que veía era el cuello de su hermana y sus lágrimas. Sus sollozos
sonaron en sus oídos.

¡Maldito sea hasta el tártaro!

Hasta que sintió que su padre lo alejaba.


—¡Detente!

Con la respiración entrecortada, Urian parpadeó con fuerza al darse cuenta de cuantas
personas se habían reunido para presenciar su furia.

Tannis estaba allí, gritándole mientras todos los demás permanecían en silencio, atónitos.

Erol yacía en el suelo, cubierto de sangre y sollozando.

—¿Qué pasa contigo? —Theo lo miró.

Él estaba maldito. Privado del sol. Todos lo odiaban. La mayoría de los días él mismo se
odiaba. Necesitaba mejores pasatiempos.

En la pubertad. Con hermanos imbéciles. Y un dragón como mejor amiga.

Y tenía una uña encarnada.

Realmente, la lista era interminable.

Pero, sobre todo, Urian se negaba a retroceder o pedir disculpas. Simplemente no estaba en él.
En cambio, le pateó los pies a Erol. —Si alguna vez le levanta la mano a Tannis o le hace otro
moretón en el cuerpo, incluso por accidente, ¡oh ayúdame, Apollymi, porque le arrancaré el corazón
y se lo hare comer!

Eso logró llamar la atención de su padre. —¿Disculpa?

Urian señaló con el mentón hacia Tannis. —Mira lo que le ha hecho a su cuello. Luego
critícame y dime que estoy equivocado.

Tannis dejó de gritar de inmediato. Estremeciéndose ante la proximidad de su padre, ella se


levantó el clámide de Urian para cubrirse el cuello. Pero su padre no quería saber nada de eso. —
Muéstrame.

—No es nada, Baba.

Ni siquiera usando “Papi” podría aplacar su humor o debilitar su resolución. Los ojos de su
padre se pusieron rojos como la sangre. —Bájalo y muéstrame tu cuello. ¡Ahora!

En el momento que lo hizo, la sala se despejó cuando todos se dieron cuenta de que esto
estaba por tornarse mortal. Todos corrieron a resguardarse para no ser daño colateral. Theo y
Telamón se apresuraron a vestirse.

—No lo sabíamos, Solren. —Telamón trago saliva audiblemente.

Sin decir una palabra, se volvió para mirar a Urian. —Lleva a tu hermana a casa.

—Baba. —Sollozó Tannis—. ¿Qué vas a hacer?

—No te preocupes. Solo vete con Urian. Y llévate a los demás contigo. ¡Ahora!
Urian inclinó su cabeza respetuosamente. Sabía que no debía decir ni una sola palabra cuando
su padre estaba así, para que no se convirtiera en su chivo expiatorio. Sin embargo, sabía que sus
hermanos estarían molestos con él. No es que eso sea algo nuevo. Parecía un estado permanente
para sus relaciones actuales.

Hecho que se confirmó en el momento en que salieron de la sala.

Theo fue el primero en golpearlo en el brazo. —¿No puedes meterte en tus asuntos?

—¡Sí! —Telamón lo empujo por detrás—. ¿Por qué siempre te metes en nuestros asuntos?
¡Eres tan idiota!

Tannis los golpeó. —¡Déjenlo en paz!

Urian no estaba seguro quien estaba más sorprendido por las acciones de ella; sus hermanos o
él.

Especialmente cuando ella se acercó y le dio un beso en la mejilla. —Gracias, Uri. Sé que
estabas protegiéndome y, personalmente, lo aprecio.

Demonios… ¿Qué tanto la había lastimado Erol? —Te quiero Tanny.

—Lo sé. También te quiero. —Se giró para mirar a Telamón y Theo a la vez. —Y debería
darles vergüenza su comportamiento. Ninguno de ustedes me ha preguntado si estoy bien. ¡Son
unos bastardos!

Cuando comenzó a irse, Urian se acercó y le tomó la mano. —¿Quieres quedarte con nosotros
esta noche?

Sus labios temblaron. Luego lanzó una vergonzosaa mirada a sus hermanos. —Odian a Urian
por la forma en que Solren lo adora y culpan a Urian por eso. En cambio, deberían verse a sí
mismos. Esto… —hizo un gesto entre ellos—, es la razón por la cual Urian ocupa el lugar que
ocupa con nuestros padres. Él piensa en los demás y es consciente de todo lo que lo rodea, mientras
que ustedes nunca ven nada más que su propia inutilidad. ¡Son egoístas y mezquinos!

Tomando la mano de Urian, lo empujó hacia la casa. —Sí, Urian. Prefiero quedarme contigo
y Solren, esta noche. No quiero ver a los demás.

Aturdido más allá del pensamiento racional, Urian no dijo nada mientras se dirigían a su casa
en el palacio del templo, que era el segundo más grande después del de Apollymi.

Junto al de la diosa, había sido el que su padre había escogido como su residencia a su llegada
aquí. Irónicamente, había pertenecido a la esposa de Misos, dios de este mundo infernal, cuando los
dioses de la Atlántida llamaban hogar a Kalosis, razón por la que tenía un pasillo trasero que
conectaba al templo de Apollymi.

Debido a que Thnita había sido la reina de Kalosis, su palacio era casi del mismo tamaño que
aquel en el que Apollymi residía actualmente. Pero por las historias que otros susurraban, sabía que
Apollymi no siempre había vivido allí en ese palacio. Hubo un tiempo en que estuvo prisionera aquí
en Kalosis, aunque no tenía ni idea de donde la habían mantenido cautiva los otros dioses durante
aquellos días. O como habían logrado mantenerla. Seguramente debió parecerles divertido tratar de
retener a una diosa tan poderosa.
Una vez de niño, Urian había cometido el error de preguntarle a Apollymi donde había sido su
celda en esos días. Esa fue la noche en la que se enteró de que sus ojos no siempre se mantenían
como un remolino plateado. Tampoco su cabello permanecía platinado. Había visto la verdadera
forma de la Destructora. Y de acuerdo a su mascota charonte Xedrix, Urian era el único no demonio
que sobrevivió a un encuentro con ella en ese estado y vivió para contarlo.

Lección aprendida. A Apollymi no le gustaba ser interrogada. Y nunca, nunca mencionar su


encarcelamiento. A menos no si uno quisiera seguir respirando.

De hecho, entre ella y su padre, había aprendido a no cuestionar a las personas si quería
mantenerse con vida. Déjalos que ofrezcan lo que ellos quieran que sepas.

Es mucho más seguro así y causa mucho menos moretones. Física y mentalmente.

Por lo tanto, Urian permaneció en silencio mientras guiaba a su hermana a través de su


ornamentado pasillo de mármol, hacia la parte de atrás donde los esperaban sus habitaciones. Nadie
había tocado la habitación de Tannis desde su matrimonio.

De igual forma habían dejado la habitación de su madre exactamente como había sido durante
la noche en que ella había partido hacia el reino humano. En el caso de su madre, todos excepto su
padre entraban ahí, buscando el consuelo de su presencia. Los recuerdos de su calidez. Era su forma
de preservar su memoria y rendirle honor cuando la extrañaban más de lo que podían soportar.

En cuando a Tannis, su padre le había dejado claro que en el caso de que ella necesitase un
refugio de Erol, ella tenía que tener su cuarto aquí para retirarse, en cualquier momento, y que
ninguno de ellos debería nunca invadirlo. Ya que ella era el miembro más débil de la familia, era su
trabajo protegerla de todas y cada una de las amenazas.

—¡Tanny! —Ophion vino corriendo a abrazarla en el momento en que ella entró por la
puerta.

Atreus y Patroclus estaban justo detrás de él.

Riendo, los abrazó a cada uno, llamándolos por su nombre.

Urian resopló. —Todavía no sé cómo puedes diferenciar a Atreus y Patroclus. Yo me rendí y


simplemente me refiero a ellos como “gemelos” la mayoría de los días.

—¡Uri! —Me regañó—. Eso es cruel, sobretodo viniendo de alguien que es un gemelo.

— Si, pero yo no me parezco a París. —Esa era la belleza de ser mellizos.

—Está bien, Tanny. A Atreus y a mí no nos importa. Solren se equivoca casi la mitad del
tiempo. Simplemente no nos molestamos en corregirlo.

Tomando la barbilla de Patroclus, ella reprochó. —Tal vez deberíamos escribir sus nombres
en sus ropas.

Ophion frunció el ceño hacia Urian cuando notó los moretones en su rostro. —¿Otra pelea?

Urian no respondió. —Si me disculpan… —Pasó junto a ellos para poder ir a su habitación al
final del pasillo.
Una vez ahí, cerró la puerta, pero aun así podía oírlos cotilleando sobre él.

—Déjalo solo, Tanny.

—Necesito devolverle su clámide.

—Yo no lo haría. Estoy seguro de que Urian se va a alimentar y solo lo harás enojar si te
entrometes.

Urian la escuchó detenerse en el pasillo justo afuera de su puerta con Ophie.

—¡Oh! —Tannis jadeó—. No sabía que Urian había encontrado a alguien.

—No lo ha hecho. —Susurró uno de los gemelos en voz alta.

Apretando los dientes, Urian reprimió una maldición mientras miraba había la helada vejiga
que su padre le había dejado junto a su cama. No tenía ni idea de que sus hermanos menores se
habían dado cuenta de lo que estaba obligado a hacer para vivir.

Maldito seas, Apollo.

Y maldito yo.

La pena y la humillación lo destrozaron por haber sido relegado a esto. Ni siquiera un Xōrōn
aceptaría dinero para alimentarlo. ¿Qué tan lamentable era cuando ni siquiera podía comprar una
prostituta? Era un completo marginado incluso entre otros marginados.

Urian metió la vejiga en un cajón. Preferiría morir de hambre antes de recurrir a ella.

¿Honestamente? Preferiría morir.

Asqueado y avergonzado, sacó su daga y la pasó por su antebrazo hasta que abrió un corte
profundo para aliviar algo del dolor que sentía. Sin embargo, ya no lo tranquilizó como lo hizo
alguna vez. La agonía ahora corría demasiado profunda.

Y ese era el problema. Sus bajos seguían bajando y sus altos también seguían bajando.

Ante este ritmo de descenso rápido, no pasaría mucho tiempo antes de que tuviera que caer
para poder levantarse.

Más que eso, su padre tendría un ataque de histeria si lo viera cortándose nuevamente. Ya lo
había amenazado con atarlo a una roca como Prometeo si veía tanto como una sola cicatriz en su
piel.

¡Los dioses me ayuden, Urian! ¡Te golpearía, excepto que parece que te gusta demasiado el
dolor para que sea un elemento disuasivo!

Era cierto. Nadie podía herirlo porque ya estaba destrozado. En muchas, muchas maneras.

De repente una sombra cayó sobre él.


Esperando a su padre o alguno de sus irritantes hermanos, Urian levantó la mirada, listo para
la batalla.

Hasta que se dio cuenta de que era Tannis materializándose en su habitación, y había simpatía
en sus ojos oscuros.

Con una expresión de profunda compasión, ella cubrió su mano con la suya y retiró la daga de
su brazo. —Pequeño, ¿qué estás haciendo?

Aún más avergonzado por su tierno cuidado que no lo regañaba o juzgaba, él dejó caer su
mirada fija al piso, incapaz de mirarla al rostro. El dolor dentro de él era tan grande que a veces se
sentía como si se lo tragara entero. Era como una gran bestia que lo roía, amenazando con devorar
lo poco que le quedaba de su alma. —Soy demasiado joven para estar así de cansado, Tannis. —
Susurró. Estaba harto de la forma en que los demás lo trataban. De las mentiras que decían a sus
espaldas y de cómo lo miraban, con malicia, celos y odio, cuando no había hecho nada para
justificarlo.

Era lo que lo hacía desquitarse con violencia. Quería derrotar al mundo tanto como intentaban
hacer con él. Más que nada, solo quería que lo dejaran solo.

Deslizándose sobre su cama, ella lo atrajo a sus brazos y lo sostuvo. —Lo sé. Todos esperan
que seas fuerte y que actúes como un hombre adulto y solo eres un chico, Urian. Sin embargo,
nunca se te permitió ser un niño.

Era cierto. Siempre tenían que estar en guardia. Y como parecían haber crecido, todos los
trataban de esa manera, pero por dentro, aún eran niños. Al menos así era como él se sentía.

—¿Te sientes lo suficientemente grande para estar casada?

Ella negó con la cabeza. —Hay partes de eso que me gustan. Otras partes de eso me asustan.
—Ella suspiró—. Me imagino que es como tú en la arena. ¿Te sientes listo para una batalla real?

—A veces. Sabes, he estado luchando por años con los peludos traseros de Theo y Archie.

Ella resopló. —No es lo mismo y lo sabes.

—Eso dices. Se pone bastante sangriento de vez en cuando. —Y ante la mención de la sangre,
se dio cuenta de lo hambriento que estaba. Cuan cerca estaban las venas de ella de sus labios. Eso
hizo que su estómago rugiera.

Los ojos de Tannis se abrieron. —¿Cuánto tiempo ha pasado desde la última vez que te
alimentaste?

A diferencia de los humanos, no llamaban a su forma de alimentarse comer. No era lo mismo.


En lo absoluto.

Lo que hacían era primitivo y salvaje de una forma que los humanos nunca entenderían. Era
más un ritual. No es que lo supiera, ya que la única cosa con la que él tenía un momento íntimo era
con una fría y repugnante vejiga de piel de oveja.

Urian se encogió de hombros.


—¿No te alimentas todos los días?

—¿Por qué molestarse? De todos modos, no es que alguna vez me llene.

—¡Urian!

Dejó escapar un suspiro de cansancio. —No, Tannis. No tienes idea a qué sabe. Es asqueroso.
—Sacó la vejiga del cajón donde la había tirado y se la dio.

Ella la tomó con cautela y, después de un elegante sorbo, se atragantó con el sabor
desagradable.

—Te lo dije.

Presionando su mano en sus labios, le devolvió la vejiga y se estremeció. Aún incapaz de


hablar, ella asintió y luego tosió. —Tú ganas. Eso es repugnante.

—Lo sé.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas. —Me gustaría ser un guerrero. Les patearía las partes
traseras a todos por ser malos contigo y los forzaría a alimentarte.

—Eso se llama violación, hermana. Preferiría morir de hambre.

Ella tomó su mano entre las suyas. —Voy a ayudarte a encontrar a alguien. Te lo prometo.

Que fácil lo hacía sonar. Ni siquiera la sed de sangre o la ebriedad podrían anular la
desconfianza innata o el temor hacia él. Lo dejaba tan solo y aislado. Se sentía como un extraño.
Como un monstruo enorme. Tanto que el único con el que podía identificarse era un dragón…

—Te deseo suerte con eso.

—¡Tannis!

Ella saltó ante el rugido de su padre.

Urian apretó su agarre en su mano. —¿Quieres que vaya contigo?

—No. Mejor voy a enfrentar a la bestia sola. Yo lo convencí de este matrimonio. Si bien
puede que sea una hija, sí heredé el mismo grado de agallas que mis hermanos. —Sonriendo
tristemente, ella le besó los nudillos y le soltó la mano. —Un matrimonio para ti pronto, lo prometo.

Esas palabras lo golpearon como un puño en sus entrañas. —Sólo uno mejor que el tuyo.

—Ja, ja. Eso fue bajo, Urian. Incluso para ti.

—Lo siento. No pude resistir.

Ella le lanzó un beso antes de que saliera de su habitación para enfrentarse a su padre y
descubrir si quedaba algo de su marido.
Suspirando, Urian apoyó la cabeza contra la pared de piedra y cerró los ojos. La voz apagada
de su padre era extrañamente reconfortante estando furioso. No por su furia, sino por el amor que la
alimentaba. Striker nunca estaría tan irritado por otra cosa. Era un hombre apasionado.

—¡Maldita sea, Tannis! ¡Te dije que no te casaras con ese pedazo de mierda!

Urian sonrió ante la tranquila y dulce voz de Tannis. —¿Soy una viuda, Baba?

—No, pero dudo que alguna vez seas madre.

Urian se rio. Y con eso, ansió una visita con su propia mata. Parecía que había pasado una
eternidad desde la última vez que la había visto.

Levantándose, usó sus poderes para vestirse con su armadura, algo que su padre había
insistido en que hicieran si alguna vez dejaban Kalosis. También se suponía que debían ir en
grupos. Nunca solos.

Un mínimo de cuatro. Más siempre era mejor. Su padre era así de paranoico, especialmente
cuando se trataba de sus hijos. Striker no quería que nadie se arriesgara a ser asaltado por los
humanos o dioses que los perseguían.

Esta era la única orden de ese tipo que Urian desafiaba. Y solo cuando visitaba a su madre.

No porque él fuera imprudente sino para protegerla. Cuantos menos supieran donde vivía,
mejor. Ella era demasiado vulnerable y lo último que quería era convertirla en un objetivo para
alguien que podría necesitar un alma rápida para alargar su vida. Los daimons se desesperaban y
cuando lo hacían, nadie estaba a salvo. Ellos se alimentarían de cualquiera.

Hombre, mujer, niño.

Bebés.

Sus hermanos podrían encontrarla si lo deseaban. Y aunque podría ser egoísta, Urian siempre
prefería verla sin ellos. Solo Tannis no acaparaba su tiempo con ella. Ella compartiría
desinteresadamente a su madre siempre que la visitaran, y no trataría de menospreciarlo u opacarlo.

Ni siquiera París era tan amable.

Además, tenía la armadura de Xyn y mientras la usara, no podía ser dañado. Era como estar
envuelto en sus brazos, y él se sentía seguro y cómodo de una forma que desafiaba las
explicaciones. Normalmente siempre que estaba molesto, ella era a la única a la que buscaba.

Pero estaba noche, él quería más el consuelo de su madre.

Dejando su habitación, Urian fue hasta el cofre donde ellos colocaban las cosas que querían
llevar a su madre en sus visitas y las puso en la pequeña cesta. Era algo que todos hacían por los
demás como un favor. Luego caminó por el estrecho pasaje, hacia la sección del palacio de
Apollymi donde sabía que ninguno de sus familiares estaría, ya que temían a la diosa incluso más
de lo que temían a su padre. Y allí abrió un portal al reino humano. Era el único lugar seguro para
hacerlo sin riesgo de que lo detectaran. Si uno de los otros detectara una grieta aquí, lo atribuirían a
Apollymi o a uno de los charontes, quienes no debían usar los portales, pero a veces lo hacían a
pedido de la diosa, o siempre que algún humano o el intermediario de demonios, Jaden, los
convocara.

El canal inició como un cambio frío en el aire, luego un destello de partículas brillantes que se
arremolinaban cada vez más rápido hasta que se congelaban para hacer un gran agujero que unía los
dos reinos. La luz cegaba a los que vivían en la oscuridad. Y como polillas a una llama, los atraía
hacia ella.

Tan pronto como Urian entró, se dio cuenta de era más tarde de lo que normalmente visitaba
la casa de campo de su madre. Cerca de la medianoche, a juzgar por la altura de la luna en cielo
nublado.

Aun así, su madre generalmente mantenía la cabaña iluminada hasta más allá de la
medianoche, en caso de que uno de ellos pasara.

En el momento en que entró en su reino, Urian se estremeció ante el aire inesperadamente


frio. Eso era algo a lo que era difícil acostumbrarse en el reino humano. La diferencia de clima. El
clima en Kalosis era estable, durante todo el año. Nunca demasiado caluroso. Nunca demasiado
frio. No llovía.

Aquí fuera…

Brr…

Soplando en sus manos, golpeó sus pies contra el suelo, luego hizo una pausa mientras
percibía un sonido peculiar desde el interior de la casa. Era una risa aguda seguida de un profundo
gemido.

Los ojos de Urian se abrieron ante los sonidos íntimos que él conocía demasiado bien.

Su madre tenía un amante.

El tiempo se congeló y se derrumbó a su alrededor hasta que no pudo respirar ni pensar. Su


corazón latía con fuerza en el centro de su pecho. ¿Cómo podía ser?

Parte de él quería irrumpir en esa casa y separarlos como un niño enojado. Para destripar al
hombre que se atrevió a profanarla así. Para exigirle que regrese y se disculpe con su padre por
humillarlo cuando él fue quien la cuidó y veló por su bienestar.

Pero el hombre en él entendió su soledad, que a veces podía debilitarte. El hecho de que, si
bien su padre se ocupaba de su bienestar material, nunca la había cuidado emocionalmente. Stryker
ni siquiera se había aventurado aquí ni una sola vez desde su exilio, para hablar con ella o
preguntarle si necesitaba algo. La forma en que la había dejado había sido fría y cruel.

Aquella parte de su vida, su padre dejó por completo para que ellos se ocuparan. Así que no,
no podía culparla por querer eso.

La necesidad de compañerismo.

Sin embargo…
Abatido porque ella había seguido adelante con su vida lejos de ellos, Urian supo que tenía
que hacer. Dejó la cesta que había traído para ella y se quitó el collar que ella le había dado.

Su madre merecía ser feliz sin la amenaza o el estigma de su familia apolita sobre su cabeza.
Ella era humana y este era su mundo.

No era de ellos. Nunca podría ser de ellos.

—S’agapo, Mata. —Susurró. Te amo.

Con lágrimas en los ojos, tocó la puerta de su casa de campo, sabiendo que este sería su
último adiós.

Era lo mejor. Ella era humana.

Él era un apolita.

Maldecido para siempre. Condenado por siempre. Su madre tendrá que ser oscuridad a partir
de este día en adelante. Mejor ahora que después.

Como Apollymi le había dicho, el amor era una debilidad que nadie necesitaba. Ya no era un
niño. Él era un hombre. Un guerrero. Es hora de tirar los juguetes y abrazar al soldado que su padre
le había pedido que fuera.

Yo soy la luz que guiará a mi pueblo.

Él no podía cambiar lo que era. Tampoco podía negar su destino. No, había llegado el
momento de que él abrazara su destino.

Solo.
10 de junio, 9511 aC
—No puedo creer que dejé que estos imbéciles me convencieran de esto.

—Zeus todopoderoso, Archie... ¡suficiente! ¡Nadie te invitó! —Paris se detuvo para mirarlo
antes de mirar con irritación a Urian—. Una queja más y tienes mi permiso para apuñalarlo en
donde esté parado.

Theo puso su mano sobre la boca de Archie. —¿Qué tal si lo estrangulo?

—Eso funcionará. —Paris rodeó con su brazo a Davyn—. Ahora muestra un poco de respeto
y cállate ya.

Archie continuó haciendo sonidos de descontento mientras se movían en relativo silencio a


través del bosque hacia la aldea donde la hermana y el cuñado de Davyn vivían.

Urian no dijo nada mientras avanzaban penosamente. Mientras le molestaba que Archie
estuviera aquí, en realidad era muy típico del comportamiento de su hermano. Davyn había querido
salir y estar con su familia en su pueblo por un par de días, y como una cuestión de rutina, París
había insistido en estar con él para asegurarse de que Davyn no hiciera esto solo.

Nadie debería quedarse solo para ver morir a un miembro de la familia.

Demás está decir que, si bien podrían intentar matarse entre sí la mayor parte del tiempo que
estaban juntos, no iban a dejar que nadie más tuviera ese honor. Y era demasiado peligroso para que
Paris y Davyn anduvieran solos en el reino humano sin ellos. Si bien Davyn podría decir que su
familia podía cuidar de sí misma, ellos no lo creían.

Estaban en esto por uno. Estaban en esto para todos.

Así que aquí estaban, en masa. Enojados y discutiendo el uno con el otro.

Como diría Xyn, lo tipi9.

—¿Qué es esto del Culto de Pollux otra vez? —Preguntó Ophion. A diferencia del resto de los
que permanecieron rubios, él había elegido teñirse el cabello de negro, como su padre.

—¿En una palabra? ¡Idiotas!

—¡Archie! —Paris renovó su dura mirada—. ¡Detente!

—Está bien, París. Él no está exactamente equivocado. —Davyn le entregó a Ophion un


pequeño medallón que contenía un patrón de círculo entrelazado en él.

Ophion frunció el ceño ante la pieza. —¿Qué es esto?

Urian trató de contener el desdén en su propia voz ya que realmente estaba de acuerdo con
Archie, por una vez. —Todos en su comunidad usan ese emblema como signo de solidaridad de que
tienen la intención de cumplir su promesa. O lo usan en la noche en que se reúnen para estar con el
miembro de la familia que está cumpliendo el voto de no cometer suicidio ritual para evitar la

9
Abreviación de “lo típico”.
maldición de Apolo y convertirse en daimons. Que se sentarán allí en su vigésimo séptimo
cumpleaños y decaerán como el dios lo decretó. —Los ojos de Alkimos y de Telamon se abrieron
con horror—. ¡Archie tiene razón! ¡Son idiotas!

—Gracias. Finalmente alguien que está de acuerdo conmigo.

Theo resopló ante las palabras de Urian. —A menudo estoy de acuerdo contigo. Simplemente
no lo admito en voz alta porque no quiero que nadie más piense que soy un idiota como tú.

La risa de Urian murió cuando, de repente, olió fuego. El aroma golpeó a cada uno de sus
hermanos al mismo tiempo.

Al igual que el sonido crujiente del mismo. El choque de acero y gritos...

Al unísono, entraron en modo batalla y formaron una falange, colocando sus cascos y
escudos en su lugar. Por costumbre, Urian tomó la parte débil de la formación. Como el luchador
más fuerte entre ellos, se había ofrecido como voluntario hace años. Todos ellos presentes eran una
unidad con mucha práctica cuando se trataba de la guerra, especialmente contra los humanos.

A diferencia de la familia de Davyn y su pueblo, los hijos de Strykerius no eran Anglekos, el


término reservado para apolitas que habían hecho un voto de no usar nunca sus poderes psíquicos o
fuerza superior para dañar a los humanos.

Ellos eran Spathi. Implacables. Fríos. Por sangre y hueso. Leales solo a Apollymi, e
inflexibles contra la raza humana y cualquiera que amenazara a un apolita o daimon. Por eso su
emblema era un dragón sobre un sol. El sol siendo la marca de Apollymi la Destructora, y el dragón
por su padre, Stryker.

Y cuando llegaron a la aldea bajo la cobertura de la oscuridad, Urian vio lo que causaba los
ruidos y el olor.

Los soldados humanos habían aniquilado a los apolitas que vivían allí y todavía estaban
saqueando y quemando todo y a todos los que podían encontrar.

Con un grito de angustia, Davyn casi rompió la formación y comenzó a avanzar, pero Paris lo
agarró y lo detuvo.

—Nay, amor. En nombre de la venganza. Mantén la calma o nos matarán a nosotros también.

Algo probado cuando los humanos los vieron y se unieron para atacar.

Theo dio la vuelta para que formaran un círculo. Urian le frunció el ceño a su hermano, quien
lo miró con desprecio.

—¿Qué? —Preguntó Theo en un tono ofendido—. Podría pensar que eres un detestable
pequeño de mierda... lo cual eres, Uri. Pero tú eres mi hermano. Me condenaría si dejo que mueras
por una mano humana.

—Aye, —gruñó Archie—. Y no voy a ir a casa y decirle a Solren que te dejé morir. Nos
despellejaría a todos.
Urian rió mientras sus hermanos soltaban un grito de guerra y contrarrestaban el primer golpe
contra ellos y el muro impenetrable que presentaban a sus enemigos. Él golpeó con su kopis y sus
poderes, usando ambos para alejar a los humanos y derribarlos cuando lo atacaron a él y a sus
hermanos.

Habían tenido la intención de permanecer en una falange 10 circular, pero en cuestión de


minutos, los humanos los habían separado con su asalto, especialmente aquellos que se acercaban a
ellos en carros con jabalinas. Urian se retorció cuando uno de los aurigas11 vino y golpeó con un
látigo su escudo. Se enganchó contra el borde, lo jaló hacia adelante y le arrebató su protección.

Aun así, Urian utilizó sus poderes para bloquear el eje del carro y envió al bastardo que lo
lastimó a volar.

Cuando se volvió para enfrentarse a su próximo atacante, un destello azul brillante llamó su
atención.

Era un niño rubio, corriendo.

Él quedó boquiabierto. Especialmente cuando notó que el chico intentaba adentrarse en la


cabaña ardiente.

¡Mierda!

Urian se teletrasportó a la posición del niño para poder agarrar y proteger al chico.

En el momento en que lo hizo, el chico hundió sus colmillos directamente en la mano de


Urian.

Definitivamente un apolita y no un humano.

—¡Oye! —Urian le mostró sus propios colmillos al chico para hacerle saber de qué lado
estaba.

Las lágrimas brotaron de los ojos del niño cuando se dio cuenta de que Urian era un apolita y
no un ser humano para hacerle daño. —¡Por favor, ayúdame! ¡Mi mata y mi hermana están
atrapadas porque mi mata está ciega y mi hermana no la abandonará!

Echando un vistazo alrededor, Urian vio que el chico tampoco estaba a salvo. No en el cruel
mar de la locura que los rodeaba. Los humanos eran brutales y los que luchaban contra ellos no
estaban mejor. —Está bien. —Lo empujó hacia la maleza—. Permanece abajo. Vuelvo enseguida.

El niño corrió como un conejo mientras Urian corría hacia el edificio. Incluso sobre el rugido
del fuego, escuchó a la niña llorando y suplicando a su madre mientras ella intentaba salvarla. Él se
dirigió hacia ellas.

10
La falange fue una organización táctica para la guerra creada en la Antigua Grecia y luego imitada por varias civilizaciones
mediterráneas. Por extensión, los autores antiguos suelen llamar falange a cualquier ejército que combate formando una única fila de
combatientes muy próximos entre sí, al estilo de la falange clásica, que formaba así con una profundidad de entre 8 y 16 guerreros. El
término es de origen griego, φάλαγξ (phálanx), que se usaba para la formación defensiva utilizada por los hoplitas, que constituían la
falange clásica.
11
Un auriga era quien debía conducir la biga, vehículo ligero tirado por dos caballos, que era el medio de transporte de algunos
romanos, principalmente de los comandantes militares; al estar en sus manos la seguridad de su amo era seleccionado
cuidadosamente entre esclavos dignos de confianza.
Cubriendo su boca y nariz con una parte de su clámide, corrió por el edificio en llamas,
esquivando brasas y tablones lo mejor que podía. Él siempre le había temido al fuego. Era otra cosa
que fácilmente podría matarlos.

El humo le quemaba los ojos mientras permanecía por lo bajo y se abría camino a lo largo del
camino por el piso hasta que encontró a la niña al lado de su madre, que apenas estaba consciente y
terriblemente herida. Era obvio que los humanos se habían tomado su tiempo abusando de ella.

Y en el momento en que Urian tocó a la mujer, ella gritó y comenzó a balancearse


salvajemente hacia él.

—Shh, estás a salvo. Te tengo. —Se quitó su peroné y su capa, agradecido a los dioses de que
Sarraxyn había hecho su armadura a prueba de fuego. Por extraño que pareciera, lograba incluso
mantener su cuerpo fresco en el calor opresivo del lugar.

—Es un apolita, Mata. Él tiene colmillos como nosotras.

La mujer rompió en sollozos horrendos mientras se aferraba a él inesperadamente.

—Voy a envolverte con mi capa y a teletransportarlas a los dos. ¿De acuerdo?

Ella asintió débilmente.

Urian rápidamente cubrió su cuerpo desnudo y luego los teletransportó del edificio en llamas
a donde el niño debería estar esperando su regreso, con suerte escondido, para que nadie lo haya
descubierto y lastimado mientras él no estaba.

Tan pronto como los tres estuvieron afuera, el niño corrió hacia ellos desde su escondite en
los setos. La niña se agarró a su hermano y lo abrazó con fuerza. —¡Geras! ¡Creí que estabas
muerto!

El chico respondió con un grito.

Con el corazón martilleando por la alerta, Urian se volvió para ver qué lo había alarmado.

Un humano corría hacia los niños. Él dejó a la mujer usando sus poderes y apenas atrapó al
hombre con armadura antes de que pudiera alcanzarlos. Urian manifestó una espada y sacó su
escudo de donde lo había dejado. El escudo voló a través del fuego y luchando para rebotar en su
brazo y sujetarse en su lugar.

Golpeando al humano, Urian cortó el brazo del humano con su espada corta, luego se volvió y
lo atrapó con el borde del escudo. En un movimiento suave, él se dio la vuelta y se volvió para
atravesar la garganta del humano con sus kopis.

El humano dejó escapar un grito como gorgoteando mientras se tambaleaba hacia atrás y caía
al suelo para morir.

Después de verificar dos veces para asegurarse de que el hombre estaba muerto, Urian
aseguró su escudo a su espalda y regresó a la madre y los niños. Como la mujer estaba ciega y había
sufrido suficiente trauma por una noche, se aseguró de explicarle lo que estaba haciendo antes de
tocarla. —Voy a llevarlos a los tres a un lugar donde estarán a salvo y los humanos no podrán
alcanzarlos. ¿Confías en mí?
—Aye, —susurró la madre, apretando su capa con más fuerza contra su cuerpo desfigurado.

—Mi nombre es Urian.

—Xanthia. Mis hijos son Geras y Nephele.

Disgustado con lo que se les había hecho y queriendo sangre, Urian supo que tenía que
mantenerse concentrado en la tarea que tenía entre manos. —Ten paciencia conmigo, buena
Xanthia. Ahora prepárate. Estoy por envolver mis brazos alrededor de ti para recogerte. Nada más.
—Él abrazó con cuidado su cuerpo desnudo y magullado y he intentó no pensar en lo que le habían
hecho. La violencia despiadada que la pobre mujer había sufrido innecesariamente. Malditos fueran
los humanos por esto, y los patéticos apolitas que pensaban que podrían vivir en paz con tales
animales—. Si estás lista…

Ella asintió.

Urian trató de ser tan gentil como pudo mientras la levantaba.

En el momento en que sus brazos se apretaron alrededor de ella, ella se atragantó con un
sollozo y casi luchó contra su agarre.

—No voy a hacerte daño.

—Lo sé, —susurró.

Pero saber algo y no actuar sobre ello eran dos cosas completamente diferentes. Él lo sabía
mejor que nadie.

Al invocar un portal, Urian se dio cuenta de que tenía que ser rápido o su pánico se apoderaría
de ella, y si ella comenzaba a luchar contra él en el portal, podría matarlos a todos.

En el momento en que se abrió, los niños retrocedieron asustados.

—Está bien, —les aseguró—. La luz no te hará daño. No es luz del sol. Vamos a una tierra
donde nadie te hará daño. Lo juro por mi vida y mi honor. —Tendió su mano hacia Nephele—.
Toma mi mano, agárrate fuerte y sostén a tu hermano.

Ella se mordió el labio con incertidumbre.

—Todo estará bien, —susurró Xanthia—. Creo que podemos confiar en él.

Qué triste que la pequeña mano de la niña todavía temblaba mientras tomaba la suya. Eso era
lo que más le molestaba, que un niño tan pequeño temiera tanto. Ella solo debería conocer la
confianza y las cosas buenas en la vida. Como deberían todos los niños.

Nadie debería saber de tal traición y dolor. Menos que nada un niño.

Ahogándose en su ira, Urian se aseguró de que los niños no se apartaran y se hicieran daño a
sí mismos, y luego los llevó a través de la luz brillante.
Sus gritos hicieron eco en sus oídos cuando el portal los llevó del reino humano a Kalosis. No
es que los culpara. Era desconcertante la primera vez, cuando no sabías qué esperar. Aunque no era
mucho mejor incluso cuando lo conocías.

Sin mencionar, fue completamente discordante cuando aterrizó en el centro de la sala de


banquetes, donde su padre se sentaba en su trono con una mirada ceñuda que decía que solo estaba
esperando allí para devorar a cualquier tonto que viniera a través de la reluciente niebla que
aterrizara a sus pies.

Uno se puso doblemente furioso porque su padre no tenía idea de que ninguno de sus hijos
había dejado su oscuro dominio esa noche.

—¿Urian? ¿Qué diablos es esto? —El fruncimiento de ceño de su padre fue desde él a la
golpeada y desnuda mujer, luego a sus hijos.

Aye, ese era el rostro de un monstruo de leyendas que los padres solían usar para asustar a los
niños. Ni siquiera Urian estaba seguro de que su padre no lo mataría.

Los niños se encogieron ante ese tosco personaje con fuertes gritos. No es que Urian los
culpara. Había visto hombres adultos mojarse ante la ira de su padre.

Arrodillándose, los juntó contra su pecho mientras mantenía equilibrada a Xanthia contra él.
—Shh, niños. Está bien. Stryker es mi solren. Él no les hará daño.

A él, por otro lado, su padre podría golpearlo por tan flagrante desobediencia.

Nephele se calmó primero. —¿Tu baba?

Él asintió. —No te preocupes. Él siempre se ve feroz. Pero él solo come humanos. Sonriendo,
frotó la espalda de Geras. —Él tiene muchos hijos y nietos. Te prometo que no está enojado
contigo. Yo soy a quien quiere azotar.

Eso tuvo éxito en hacer reír al niño. —P-p-p-pero eres un hombre. ¡Un feroz guerrero que nos
salvó!

—No en lo que respecta a mi baba. Créeme. En su opinión, no soy más grande que tú.

Nephele se inclinó hacia su madre para susurrar en voz alta. —¡Mata, su baba es un daimon!
¡Y él es enorme!

—Shh, Neph. Eso podría ofenderlo.

Urian se levantó con Xanthia en sus brazos. —Su aldea fue atacada por humanos. Necesito
que Tannis me ayude con ellos. La señora está gravemente herida.

La mirada ceñuda de su padre se oscureció a un nivel asesino. —¿Dónde están tus hermanos?

—Luchando.

—¡Trates!

Urian se encogió ante la ira en su tono. —Solren…


—Ni una palabra de ti hasta que regrese. Cuida de ella y los niños. Abre el portal para
nosotros para que yo sepa dónde dejaste a tus hermanos idiotas, y no te atrevas a volver a pelear o
lo juro, ¡te castraré donde te encuentres para asegurarme de que más te alejes de casa!

—Aye, señor. —Urian obedeció sin dudar.

Tan pronto como su padre y un grupo de Illuminati se fueron, él echó un vistazo a Geras. —
Como dije, él todavía piensa que tengo tu edad. Y sin un cerebro que funcione.

Con los ojos muy abiertos, Geras se aferró al brazo de Nephele mientras Urian los guiaba
desde el pasillo hacia su casa. Él usó su telepatía para llamar a su hermana para que ella pudiera
encontrarse con él en el palacio y tener las camas esperando.

Afortunadamente, ella estaba en la puerta con la esposa de Archie cuando él llegó. Él los
habría teletransportado, pero teniendo en cuenta lo débil que estaba Xanthia y el miedo de los niños
que se encogían a cada sombra que pasaban, él no quería arriesgarse a hacerles más daño o crearles
más trauma a cualquiera de ellos.

Tannis jadeó tan pronto como vio sus estados desaliñados.

Alta y ágil, y el epítome de la belleza, su cuñada se estremeció ante el estado en que se


encontraban. Él nunca entendería cómo Archie había tenido tanta suerte como para conseguir una
esposa tan hermosa o amable. O por qué, una vez hecho eso, el por qué el idiota la engañaba. Sin
embargo, su hermano se desviaba constantemente por razones que solo Archie sabía.

—Bienvenida, pequeños. Soy Hagne. ¿Por qué no vienen conmigo y veré que se aseen
mientras cuidan su mata? Tengo agua caliente y juguetes esperando por ustedes. —Ella hizo una
mueca compasiva y dolorida hacia Urian—. ¿Estás bien?

Él asintió.

Su ceño se hizo más profundo. —¿Al menos Archie estaba vivo cuando lo dejaste?

—Sí.

—Gracias a los dioses. Porque quiero ser quien lo mate cuando llegue a casa.

Eso era malo, pero honestamente, no podía culparla por eso.

Sin decir una palabra, Urian llevó a Xanthia hacia las habitaciones.

Tannis corrió delante de él. —Puedes ponerla en mi antigua habitación. Yo ya hice que los
sirvientes prepararan una cama. Ella estará más cómoda allí.

Como Urian sabía que su “invitada” no podía ver quién estaba cerca de ellos, él lo explicó por
ella. —Xanthia, esta es mi hermana Tannis. Te estoy entregando a su cuidado. Ella es
extremadamente amable... al menos para aquellos que no son sus hermanos. Y una buena y amable
dama para todos. —Urian la llevó a la habitación de Tannis y la tendió tiernamente en la cama—.
Estarás en las mejores manos.

Cuando él comenzó a retirarse, Xanthia lo tomó del brazo. —Gracias.


—No pienses en ello. Descansa ahora. Me aseguraré de que tus hijos estén bien cuidados
hasta que estés mejor. —Sintiéndose horrible por lo que le habían hecho, él le dio unas palmaditas,
la tranquilizó y la soltó, luego se dirigió a la sala de recepción.

Hagne estaba dando órdenes a los sirvientes para que trajeran más agua caliente para que los
niños pudieran lavarse y que les trajeran ropa. Tan pronto como vio a Urian, lo apartó a un costado.
—Su padre fue asesinado frente a ellos. ¿Sabía eso?

Urian hizo una mueca al pensar en las pesadillas que tendrían por el resto de la eternidad. —
Nay. Realmente no tuve la oportunidad de preguntar sobre su padre. Las cosas sucedieron
demasiado rápido cuando los encontré. —La ira y el dolor lo asfixiaron—. ¿Vieron ellos lo que le
pasó a su madre?

—No lo creo. Por lo que pude deducir de verlos y escuchar, el padre del niño lo arrojó por la
ventana y lo hizo correr al establo cuando los humanos entraron a su hogar. El niño miró hacia atrás
para ver morir a su padre. La niña, también, que estaba escondida en su bodega por su madre a
tiempo para mantenerla fuera de sus manos.

—Gracias a los dioses. —De lo contrario, Nephele también habría sido violada.

De repente y sin previo aviso, Hagne le dio una bofetada.

Con la mejilla ardiendo, Urian la miró boquiabierto. —¿Por qué fue eso?

—¿Qué estabas haciendo allí, de todos modos? ¡Con mi marido!

Mirándola, frotó su abusada mandíbula. Maldición, ella podía golpear casi tan duro como un
hombre.

Por otra parte, ella golpeaba más fuerte que un par de sus hermanos. —Escoltando a Davyn a
ver a su cuñado en su vigésimo séptimo cumpleaños, que comienza al amanecer. Él quería estar con
su hermana cuando su esposo muriera. Él no quería que ni ella ni sus niños estuvieran a solas para
ello.

Ella abofeteó su brazo donde estaba desnudo entre su manga armada y vambrace —¡Eres un
tarado! ¡Podría matarte a ti y a París! ¡Malditos los dos por su estupidez!

Haciendo una mueca, balbuceó mientras se movía fuera de su rango de ataque. Maldita sea
por sus largos brazos y su alcance. Ella era como un niño pequeño que podía alcanzar tres veces la
distancia esperada. —¿Por qué? Archie nos odia.

—El taparrabos de Hades. Él no puede llevarse bien contigo y tu gemelo porque eres como él,
pero él los ama a los dos más que a su propia vida. Moriría si les sucediera algo a alguno de ustedes,
de ahí su estupidez al ir esta noche, en lugar de quedarse en casa donde debería haber estado.

Todavía incapaz de creer una palabra, Urian la miró boquiabierta. —¿Arquímedes Strykeros?
¿El gran idiota? ¿Ya sabes? ¿El bruto que pasa sus días tratando de dejarme en el suelo? ¿Quién me
sostiene y me tira pedos en la cara?

—Aye. La misma criatura repugnante. —Ella arrugó la nariz con disgusto por su
vulgaridad—. Lo creas o no, él está tratando de endurecerte para que nadie pueda herirte.
—Oh, no lo creo por un segundo de latido.

—Bueno, deberías. —Hagne le dio un puñetazo en el brazo una última vez antes de que ella
se dirigiera hacia los niños.

Haciendo una mueca de dolor, Urian dejó escapar un feroz suspiro. Maldita sea, si no eran sus
hermanos golpeándole, era una de sus hermanas. Él no podría ganar por perder.

—¿Uri?

Genial... ahora sería el turno de Tannis de atacarlo.

No podía esperar para ver qué había hecho para molestarla y cómo tomaría represalias
mientras se dirigía hacia el pasillo.

Su estómago se apretó con cada paso hasta que llegó a la habitación donde él la había dejado.
Apoyó su hombro contra la puerta para abrirla.

Tannis estaba dentro, al lado de la cama.

Urian se detuvo, confundido por la escena. —¿Me necesitabas?

—Aye. —Ella sacudió su barbilla hacia Xanthia—. ¿Sabes dónde está su marido?

Él bajó su voz a un susurro. —Los humanos lo mataron.

Tannis hizo una mueca de compasivo dolor y suspiró pesadamente. —Ella está débil y
necesita alimentarse. ¿Tienes algo de tu sangre para ella, entonces?

Tuvo que forzarse a sí mismo a no gruñirle, pero Tannis tenía razón. Xanthia no estaba en
condiciones de alimentarse como lo hacía normalmente un apollita. —Veré si todavía queda algo
fresco. Tiende a ponerse rancio rápidamente. —Esa era la peor parte sobre las donaciones forzadas
de su padre. Solo eran buenas por unas horas. Tal vez un día, si tenía suerte.

Urian las dejó y entró en su habitación. Se dirigió al pequeño cofre de piedra donde
almacenaba sus vejigas de sangre y abrió la más reciente.

Con cautela, la olfateó.

Oh, sí, eso era una mierda horrible... no es que alguna vez fuera particularmente atrayente. La
sangre se enfriaba rápidamente una vez que dejaba un cuerpo. Comenzaba a decaer casi
instantáneamente. En cuestión de minutos, el sabor metálico empeoraba.

Después de una hora, era nauseabundo.

Pero los mendigos no podían ser selectivos. Entonces se la llevó a su hermana y se la entregó.

—No es mucho. Sin embargo, ella puede tomarlo todo. —Estaba acostumbrado a pasar
hambre.

—Gracias.
Inclinando su cabeza, Urian apenas había llegado a la puerta cuando Xanthia comenzó a
vomitar debido al sabor.

—Tienes que beberlo, —insistió Tannis en ese tono frustrado que normalmente reservaba
para él—. Si no lo haces, morirás.

—¡Yo... no puedo! —Sollozó mientras lo apartaba y vomitaba de nuevo.

Él conocía la sensación. Definitivamente era un gusto adquirido, y ella estaba acostumbrada a


la sangre fresca.

Urian titubeó mientras pensaba en qué hacer. Su hermana tenía razón. Sin sangre, el cuerpo de
Xanthia no sanaría, y ella tenía hijos que alimentar. Mientras que ellos podían tomar la sangre de
otros, los niños apollita generalmente preferian alimentarse de aquellos que conocían y con los que
se sentían cómodos en lugar de tomar sangre de un extraño. Los intercambios de sangre eran
cercanos y personales. No era algo que un joven quisiera hacer con alguien que acababan de
conocer. Ese tipo de imprudencia no te abrumaba hasta la pubertad y las hormonas aceleradas que
te ansiaban tener sexo con lo que "estuviera a mano".

Los niños normalmente solo querían que sus padres los sostuvieran mientras se alimentaban,
especialmente porque tendian a quedarse dormidos inmediatamente después.

Nephele y Geras habían perdido un padre esta noche. No podían darse el lujo de perder a su
madre.

Antes de que pudiera detenerse, regresó a la cama y comenzó a desatar el vambrace que Xyn
había hecho para él. —Aquí.

Aunque Xanthia no podía verlo, levantó la vista, sorprendida.

Al igual que su hermana.

Tannis frunció el ceño. —¿Qué estás haciendo?

—Estará bien, —les aseguró a los dos—. Puedo alimentarla de mi brazo. —Vio el terror en el
rostro de Xanthia a pesar de que sus ojos ciegos no tenían idea de si era sincero o no—. Mi hermana
puede quedarse para garantizar tu seguridad y bienestar. No te tocaré. Solo toma lo que necesitas
para que puedas alimentar a tus hijos.

Tannis negó con la cabeza. —Urian... te debilitará. —Su mirada se posó en el corte en el
brazo donde su armadura no lo había cubierto y había recibido algunos cortes de espadas—. Y estás
herido.

—Estaré bien, Tanny. —Esas heridas necesitaban algunos puntos. Él había tenido peores
lesiones entrenando con sus hermanos.

Xanthia se cubrió hasta la barbilla con las mantas. —¿A tu esposa no le importará?

—No tengo.

—¿Eres un daimon?
—No, todavía soy un apolita. No serás lastimada. —Él colocó su brazo justo en frente a ella
para que pudiera sentir el calor—. Está aquí para cuando estés lista. Te prometo que no me acercaré
más. Estás tan segura como si tu solren te estuviera alimentando.

—Mi hermano es un hombre de honor. Él no romperá su promesa.

Después de unos segundos más de vacilación, Xanthia bajó la manta y extendió la mano para
tocar con cautela la carne de su antebrazo. Su piel hormigueaba ante la delicada sensación de ella
explorando la longitud de su extremidad.

El aliento de ella lo agitó aún más y lo puso más duro de lo que nunca había estado antes,
mientras ella se lamía los labios y tocaba suavemente su carne en busca de un lugar sensible para
morder.

Urian cerró los ojos y se preparó para el dolor. No tenía idea de qué esperar. Había pasado
tanto tiempo desde la última vez que se alimentó naturalmente que no podía recordar cómo se
sentía. Sabía que supuestamente era una sensación completamente diferente después de la
pubertad. Pero siempre había supuesto que la oleada hormonal solo la sentía aquel que se
alimentaba.

Él estaba equivocado.

En el momento en que ella hundió los colmillos en su piel, todo su cuerpo cobró vida como si
hubiera sido alcanzado por un rayo. Cada terminación nerviosa que tenía se puso tirante. Peor aún,
el hecho de estar alimentándola lo hizo endurecerse aún más. Lo hizo anhelarla con una lujuria
inimaginable.

Queridos dioses...

Él temblaba por la fuerza de todo.

Por primera vez, entendió cómo se debía sentir un trelos antes de que él o ella salieran en una
ronda de asesinatos. Porque esto, esto era una locura.

Su respiración se volvió irregular mientras luchaba contra el impulso de tomarla en ese


momento y ahí mismo. Formando un puño con su otra mano, se obligó a sí mismo a no moverse. Él
no se atrevía.

Y eso fue lo más difícil que había logrado en toda su vida. Cada molécula en su cuerpo quería
alimentarla y tomarla. Era una necesidad innata tan abrumadora que no tenía idea de cómo fue
capaz de resistirse.

Las mejillas de Tannis se tornaron de un rosa brillante a medida que se volvía cada vez más
incómoda con cada latido del corazón que pasaba. —Voy a ver a los niños—. Ella prácticamente
salió corriendo de la habitación.

Aún así, Urian no se movió.

Él no se atrevió.

Xanthia lamió y chupó su brazo, gruñendo mientras bebía más y más a un ritmo frenético.
Ella comenzó a arañar su piel con sus uñas.
Esos sonidos, combinados con el aroma a rosas de su cabello... todo lo que él quería hacer era
enterrarse en lo profundo de ella hasta que estuviera cubierto de su calidez y aroma, y perdido en
ambos.

Peor aún, él quería sentir sus labios en su cuello. Para probar su sangre a su vez...

¡Detente! ¡No eres un animal!

No, pero se sentía como uno en ese momento. El demonio en él quería salir y salivaba.

Hasta que ella hundió sus uñas en sus bíceps y se quedó completamente quieta.

Con un jadeo sobresaltado, ella lo miró.

Quedo boquiabierta y se estremeció. La vista de su sangre en los labios de ella lo atraía aún
más. Ella se lamió, luego extendió la mano para tocar su barbilla con alarmada sorpresa. —¿C c
cómo es que puedo verte? ¿Que eres?

Igualmente aturdido, él quedó boquiabierto. —¿Perdón?

Entrecerrando los ojos hacia él, ella respiró entrecortadamente y tocó su mandíbula. Su
mirada estaba llena de incrédulo asombro. —Nací ciega... —Echó un vistazo alrededor el cuarto—.
Hasta ahora, solo veía las más vagas sombras. La ironía de estar desterrada de la luz del día era que
nunca la había visto de todos modos. No es que fuera realmente lo suficientemente vieja como para
recordar esos días. —Xanthia dejó escapar una risa nerviosa mientras volvió su mirada a la de él—.
Eres tan atractivo. ¿Cómo puedo verte... o a cualquier otra cosa?

Era el turno de Urian de reírse amargamente de sus palabras. —Como dijiste, mibreiara, has
estado ciega toda tu vida. No tienes a nadie con quien compararme. Créeme, no soy nada especial.
—Él se movió para alejarse, pero ella lo tomó del brazo y lo mantuvo a su lado.

—Gracias, Urian. —Las lágrimas nadaban en sus ojos—. No hay nada que pueda hacer para
retribuirte por lo que has hecho por nosotros... por mí.

—¡Urian!

Él hizo una mueca ante el gruñido estruendoso que conocía íntimamente.

El color se desvaneció de sus mejillas mientras ella se encogía en la cama. —¿Tu solren?

Asintiendo, él le sonrió. —Ojalá pudiera decir que su ladrido es peor que su mordida.
Lamentablemente, es mucho más suave.

Y antes de que pudiera moverse, la puerta se abrió de golpe para admitir a un loco y furioso
daimon.

La expresión en el rostro de su padre reflejaba uno de los explosivos berrinches de Apollymi


que normalmente daban lugar a numerosos cadáveres explotando a su alrededor en una brillante
exhibición de polvo de daimon o de entrañas de apollitas. Era el tipo de furia que normalmente
hacía que Trates se refugiara en una esquina para cubrirse. Y por sobre el hombro de su padre,
Urian podía ver a París implorando desde las sombras para cubriera el trasero de su hermano.
¿Qué demonios había sucedido ahora?

—¿Tú eres el que insistió en que tus hermanos fueran?

Para nada. No le había importado una mierda, de una forma u otra. París había sido el único
determinado en que Davyn no fuera solo, y Urian había sido convencido de unirse a ellos por su
gemelo, que había querido compañía para el viaje.

Una vez que Urian confirmó que iría, Theo había sido el primero en insistir, y luego Ophie se
había acoplado. Después de eso, Theo había reclutado a Alkimos y después de eso la situación
había escalado sola.

París seguía rogando y suplicando con gestos silenciosos que hacia detrás de la espalda de su
padre. Obviamente estaba pasando algo que él no sabía. Algo muy importante para su gemelo.

Sabes que esto va a meterte en serios problemas. De lo contrario París no estaría actuando
así.

Sí, lo sabía.

Solo por eso quería tirarle los dientes a su hermano y hacérselos tragar. ¿Por qué lo ponían en
esta posición? Solo una vez quería ser un idiota traicionero y entregarlos a su padre para el castigo.

Pero tristemente, no lo era. Y odiaba no tener lealtad consigo mismo. Que su lealtad hacia
ellos siempre prevalecía sobre su autopreservación.

Urian entrecerró su mirada hacia su gemelo. ¡Oh, me lo debes, maldito mojón! Él usó sus
poderes para proyectar su pensamiento a su hermano.

Paris le lanzó un beso.

Tentado de devolvérselo con un gesto obsceno, o un lanzamiento de cuchillo, Urian se obligó


a no reaccionar. —No estoy seguro de cómo responder a tu pregunta, Solren. —Principalmente
porque no quería mentirle.

Su padre lo golpeó tan fuerte que por un momento temió que pudiera perder la conciencia.

O algunos dientes.

Como estaba, rebotó en la pared y apenas se atrapó contra el mueble ahí. La lámpara de aceite
vibró y casi cayó al suelo.

—Telamón está al borde de la muerte. Será mejor que reces a los dioses para que él sobreviva.
Si alguna vez dejas una batalla otra vez mientras tus hermanos todavía pelean, ¡te juro que te
castraré por tal cobardía! —Agarró a Urian por el pelo y lo arrojó hacia la puerta—. ¡Abandonaste a
la familia por un extraño! ¡Cómo te atreves! —Él lo pateó a través del umbral.

Como sabía que ninguna palabra lo salvaría, Urian se quedó callado, puso sus manos en su
rostro y se preparó para la paliza que vendría. Maldito sea París por esto. Y por no advertirle. Esta
era la única cosa que llevaba a su padre a la locura y París lo sabía. Gracias a Apolo y al hecho de
que el dios bastardo siempre había descuidado a su padre y ponía a todos y cada cosa por encima de
él, Stryker no podía soportar que cometieran ese error alguna vez. O algo cercano a eso.
La sangre por encima de todo.

Urian siseó mientras los golpes caían sobre su cuerpo. Su padre no tenía idea de lo qué estaba
haciendo. Esto no se trataba de castigarlo tanto como sobre arremeter contra su propio padre. Era
puro odio no adulterado.

Y le dolía hasta el centro de su alma, incluso a través de su armadura.

Sobre todo porque no podía protegerse a sí mismo. Se negaba a golpear a su padre. Por
cualquier razón.

—¡Strykerius! —Una ola atravesó la habitación, derribando a su padre y alejándolo de él.

Jadeando y débil por el dolor cegador, Urian yacía en el suelo, temblando. Sintiendo dolor de
pies a cabeza mientras Apollymi se materializaba en la habitación entre ellos para poder mirar
fijamente a su padre.

—¿Qué estás haciendo? —Exclamó—. ¿Planeas matar a un hijo porque otro fue herido? ¿En
qué mundo racional tiene sentido esto?

Su padre se puso de pie cuando la cordura volvió a sus ojos. Finalmente en control, se
arrodilló al lado de Urian y le apartó el cabello de la magullada mejilla, su ojo y mandíbula para
poder tomar su rostro y estudiar el daño que había infligido. —Lo siento.

Como si me importara.

Alejando a su padre, Urian se dio la vuelta y se paró en piernas que realmente no querían
apoyarlo en absoluto. En ese momento, odiaba a su padre con cada parte de su ser.

Y odiaba a su gemelo aún más. Malditos los dos por esto. No había hecho nada para
merecerlo y estaba cansado de recibir el peso de sus agresiones. Cansado de ser golpeado cuando
todo lo que había hecho era tratar de ayudar a alguien.

—Urian...

Como no quería oírlo, ignoró a su padre, y continuó hacia su habitación. Se obligó a cerrar la
puerta suavemente con sus poderes, a pesar de que más bien quería azotarla. Pero lo último que
necesitaba esta noche era una patada más en el trasero por violar otra regla de la casa.

Estaba demasiado débil como para perder ni siquiera una gota más de sangre. Respirando
agitadamente por la agonía, se limpió la nariz y escupió la sangre de su boca en el lavabo que usó
para lavarse, luego se enjuagó la boca. Maldición, dolía. Esa sangre había aflojado sus colmillos.
No es que los necesitara.

Aun así…

El aire se remeció detrás de él y se tensó, esperando que fuera su padre o hermano.

—¿Estás bien?

Se quedó sin aliento ante el sonido inesperado de la suave voz de Xanthia.


Encantador, esto era todo lo que necesitaba su maltratado ego...

El rubor de la vergüenza se apoderó de sus mejillas e hizo que sus heridas ardieran incluso
aún más. Agarrando un paño, se limpió los labios hinchados. —Bien. —Él la miró—. Deberías estar
descansando.

—Quería ver cómo te encontrabas. —Ella tragó saliva—. Siento mucho que fueras castigado
por salvarnos.

Él se encogió de hombros. —Sí, bueno, asumí que mis hermanos podrían valerse por sí
mismos. Son gigantescos idiotas irritables. Y si vamos al caso, estaban armados. Tú y tus niños no.
No sé por qué mi solren está tan enojado cuando él es quien siempre ha dicho que si no podemos
defendernos de un montón de patéticos humanos, entonces merecemos morir. Él nos ha machacado
esa filosofía todos los días de nuestras vidas, protegernos a nosotros mismos y luchar contra ellos.

—Nos enseñaron a vivir en paz con ellos. Que si no aprendíamos a luchar o no llevábamos
armas, nos dejarían en paz y no nos causarían ningún daño. Éramos granjeros y pastores. No había
un guerrero entre nosotros.

—Sí, lo sé. El padre de Davyn estaba furioso cuando su hermana se fue a vivir con la familia
de su esposo. Él le dijo que había sido un error. Que los humanos nunca estarían de acuerdo que
viviéramos en su mundo... si te acuestas con un lobo, debes esperar la mordida.

—Tenía razón. —Ella tomó el paño de su mano y la usó para limpiar su frente—. Necesitas
alimentarte para sanar. ¿Quién te alimenta?

—Estoy entre donantes. —No era exactamente una mentira. Simplemente omitió el hecho de
que no se alimentaba de donantes vivos, sino más bien de las vejigas en las que su padre recogía la
sangre que obligaba a sus hombres a dar.

—Entonces te ofrezco mi sangre.

Aturdido por esa oferta, Urian salivaba solo con pensarlo, pero no podía hacerle eso a ella. No
después de todo por lo que había pasado. —Xanthia…

Ella colocó sus dedos sobre sus labios para detener su protesta. —Es lo menos que puedo
hacer después de todo lo que has hecho por nosotros. Dios mío, Urian... por primera vez en mi vida,
¡puedo ver! Por favor, déjame hacer esto por ti.

Cualquier idea más de protesta desapareció cuando le mostró su cuello. Tal vez si no hubiera
estado muerto de hambre y emocionalmente dolido, podría haber sido capaz de encontrar un
fragmento de noble héroe dentro de sí mismo.

Pero en ese mismo momento, estaba demasiado dolorido para alejarse del consuelo que ella
ofrecía.

Él necesitaba esto. Era egoísta, pero a él no le importaba. Herido y dolorido, dejó que el
demonio en su interior tomara el control y hundió sus colmillos en su carne antes de que pudiera
encontrar cualquier pizca de decencia para detenerlo.

Y en el momento en que lo hizo, gruñó mientras un placer inexplicable estallaba a través de


él, algo diferente de cualquier cosa que hubiera experimentado antes. Todo se volvió más nítido y
claro. Vio los colores de manera más vibrantemente. El aroma del cabello de Xanthis despertó un
hambre profundamente arraigado que le llegaba directamente a la ingle. Dioses santos...

No era de extrañar que apolitas y daimons perdieran la cabeza. Ahora lo entendía.

Conteniendo el aliento bruscamente, apenas se contuvo antes de levantar el dobladillo de su


peplo y tratar de saciar a la bestia dentro de él. Pero dado lo que los humanos le habían hecho, se
rehusaba a usarla así. Era suficiente que ella cuidara de su necesidad de sangre. Él no tomaría más
de ella.

No esta noche.

Incluso él no era tan animal.

Tomar su sangre era suficiente invasión. Aun así, él quería más de ella. Ella le pasó las manos
por el cabello y las apretó contra el cuero cabelludo cuando acunó su cabeza en sus palmas.
Gimiendo profundamente en su garganta, envolvió su cuerpo alrededor del suyo, lo que realmente
no lo estaba ayudando a mantener su control.

Urian lamió y jugueteó con su piel mientras saboreaba la cálida sangre que necesitaba. Era
mucho más dulce que la mierda fría y sin vida que su padre le había proporcionado. Y era muy
consciente de su suave y dulce cuerpo presionado contra el suyo. De la forma en que ella frotaba
sus curvas contra cada centímetro de él hasta que estaba listo para morir.

Con un gruñido profundo y hambriento, la inmovilizó contra la pared y apoyó sus caderas
contra las de ella.

Xanthia jadeó, luego alcanzó entre sus cuerpos para poder tomar su miembro en su mano.

En el momento en que ella tocó su falo y comenzó a acariciarlo, él gritó mientras su cuerpo
reaccionaba contra su voluntad y él se liberaba en su palma. Mortificado, él se retiró para
encontrarse con su mirada que parecía saber.

Pero fue demasiado tarde.

Ella le sonrió con una mirada cómplice. —¿Eres virgen?

Si sus mejillas se sonrojaban más, su cabeza se encendería. Él miró hacia otro lado,
demasiado avergonzado de admitir la obvia verdad.

Sonriendo, ella besó sus labios, luego los mordió para que su sangre se mezclara con la suya.
—Cada vez que tengas hambre, Urian, estaré más que feliz de alimentarte. Ven y encuéntrame.

Sorprendido y asombrado, vio como Xanthia se lavaba las manos en su cuenco, antes de
dejarlo solo en su habitación para tratar de entender todo lo que había sucedido esta noche.

Maldita sea.

Se sentía agitado. Aturdido, y más confundido de lo que había estado nunca por algo en su
vida, él no tenía ningún control real sobre nada de eso. Pero él quería más de lo que ella ofrecía.
No, él necesitaba más de esto. El sabor de su sangre todavía estaba en su boca. En sus labios.
Su aroma todavía se detenía en sus fosas nasales y en su piel, haciéndolo incluso más hambriento.
Su cuerpo comenzó a endurecer de nuevo.

Hasta que otro pensamiento se inmiscuyó y tomó precedencia.

Tenía que ir a ver a un hermano idiota y patearle el trasero a otro.

Entonces se lavó y se volvió a vestir rápidamente, luego fue a buscar a Telamon, quien no
estaba casi tan cerca de la muerte como su padre lo había llevado a creer. De hecho, parecía más
como una herida superficial desde el lugar donde Urian ahora esperaba, al final de la cama del
bastardo.

Con las piernas abiertas, Urian estaba de pie, con los brazos cruzados, mirando a Telamón,
quien estaba allí mirándolo fijamente. —Esperaba que te parecieras más a un cadáver, hermano.

Telamón hizo una mueca al ver el rostro maltratada de Urian. —Por favor dime que no soy la
razón por la que te ves así.

—Nay, la razón es París. Y cuando salga de aquí, se verá mucho peor que yo.

Telamón se rió, luego gimió de agonía. —Nunca vuelvas a darle la espalda a un humano, Uri.
¡Son pequeños bastardos traicioneros! La perra tanatótica 12 estaba tan petrificada de que alguien
realmente contraatacara que dejó caer su espada y se cayó. Pensé que estaba muerto, así que en el
momento en que le di la espalda se levantó y me apuñaló con una horca13. Ni siquiera podía luchar
para recuperar su espada. ¡Ah! Que indigno. Hubiera sido preferible que me lanzara orina y me
prendiera fuego.

Urian se rió con su hermano, agradecido de que Telamon no estuviera tan cerca de morir
como su padre lo había llevado a creer. —Me alegro de que no haya tocado tus organos vitales.

—Yo también. Aunque para ser honesto, estoy más avergonzado de que le deba mi vida a
Archie. ¡Ah! Nunca escucharé el final de esa historia.

Sacudiendo la cabeza, Urian se acercó y lo abrazó. —Te dejaré para que te alimentes y que
descanses. De verdad, me alegra que estés bien. Te odio, pero te extrañaría si no estuvieras. No
tendría a nadie a quien culpar por mis errores, entonces.

—Aye. Yo también te odio, huérfano de madre cabra.

Urian lo apretó con fuerza, luego tiró de su pelo rubio antes de dejarlo ir. —Muere en tu
sueño.

—Igualmente.

Natassa, la esposa de Telamón, frunció el ceño a Urian mientras se alejaba de su hermano. —


Nunca entenderé la extraña relación que ustedes tienen. Son tan malos el uno al otro.

12
Del sustantivo Thanatos, de origen griego. 1 una antigua personificación griega de la muerte. 2 Psicoanálisis. Instinto de muerte,
especialmente expresado en agresión violenta.
13
Una horca, horquillo, "cuatridente", horquilla u horqueta (del latín furca) o pala de ganchos es una herramienta o apero de trabajo.
Está formada por un mango largo, usualmente de madera, que acaba en dos o más puntas llamadas “gajos” o "dientes"; estos pueden
ser del mismo material o formar una pieza distinta, de madera o metal, encajada en el asta. Con ella se levantan y mueven materiales
sueltos, como paja, mieses u hojarasca.
Urian sonrió. —Es afecto fraternal, hermanita. Al final de la noche, sabemos que moriríamos
el uno por el otro.

—Siempre que no nos matemos primero.

Urian asintió ante las palabras de Telly. —Exactamente.

Ella sacudió su cabeza. —Ese es mi punto. Estoy tan contenta de tener solo hermanas.

Telamón bufó. —Me estremezco ante ese pensamiento. —Luego miró a Urian—. Buena
suerte con Paris.

—No la necesito. —Urian cerró la puerta y se dirigió al pasillo para irse. En la habitación del
frente se detuvo para ver a su sobrina y su sobrino jugando cerca del fuego. Elias era la viva imagen
de Telamón. El mismo cabello rubio dorado. Los mismos ojos marrón oscuro y mejillas cinceladas.
Mientras tanto, Thesally era una versión mucho más pequeña de Natassa. Incluso estaba vestida con
un vestido verde pálido a juego. Y su rubia cabellera estaba enrollada alrededor de su pequeña
cabeza de una manera similar. Telamón iba a tener mucha diversión resguardando la virtud de su
hija en el futuro cercano.

Me alegro de no tener uno de esos.

Caminando hacia ellos, Urian les dio un beso y un abrazo antes de irse. Sus sobrinas y
sobrinos eran la mejor parte de sus hermanos. Le recordaban por qué amaba a sus hermanos, sin las
desagradables bocas que lo hacían querer golpearlos. Él nunca entendería que era lo que hacía que
sus hermanos fueran tan repelentes a veces. ¿Por qué no podían mantener sus opiniones y puños
para sí mismos?

Sus hijos eran preciosos. Quizás eso cambiaría algún día. Pero hasta ahora, él los adoraba.

Rezaba para que siempre fuera así.

Urian se ajustó más la capa mientras se dirigía hacia la calle.

Ahora, a causar caos en su gemelo.

No tardó mucho en llegar a la pequeña casa de campo que París compartía con Davyn. Como
Davyn no provenía del entorno privilegiado que tenía París, no se sentía cómodo en la vivienda más
grande y opulenta de su padre. Y los sirvientes lo ponían completamente nervioso. Para el eterno
asombro y sorpresa de Urian, Paris se las había arreglado para preocuparse lo suficiente por otra
persona y había renunciado a ser mimado y atendido para poder mudarse con Davyn y vivir un
estilo de vida extremadamente modesto. Eso todavía le daba vueltas en la cabeza. El altruismo era
un extraño concepto para cualquiera de sus hermanos hedonistas.

Sin embargo, París era el único hermano que tenía que nunca engañó a su compañero. Decía
mucho sobre ambos, que estaban tan comprometidos.

Urian abrió la puerta sin llamar. —¡París! ¡Davyn! —Gritó solo porque no quería entrar y
encontrar una escena incómoda. Una cosa sobre sus hermanos es que ninguno de ellos era
particularmente circunspecto.

No es que necesitara haberse molestado.


La cabaña estaba vacía.

De acuerdo. Los inútiles deben estar en la sala principal, presumiendo de sus hazañas y
habilidades de batalla Eso estaba bien, entonces. Él necesitaría una audiencia para presenciar la
paliza que planeaba darle a su hermano.

Con su temperamento creciendo, Urian se dirigió hacia allí.

Efectivamente, los encontró a los dos en el círculo de daimons y apolitas, con Paris
jactándose, como él había esperado. Y demostrando algunos de sus “técnicas”.

Urian entrecerró su mirada. Gruñendo profundamente en su garganta, corrió hacia adelante.


La multitud se separó mientras iba directo hacia París. Su hermano se volvió. Él atrapó a París por
la cintura y lo levantó para poder golpearlo contra el suelo.

—¡Por el Tártaro, Urian! —Paris lo golpeó en la garganta.

Urian estaba demasiado furioso como para preocuparse, por lo que devolvió los golpes con
contraataques.

Paris intentó voltearlo por encima de su cabeza. Urian no iba a permitir nada de eso. Todo lo
que quería era la sangre de su hermano.

—¡Maldito saco de mierda! —Su necesidad de venganza se mezclaba con su sed de sangre. Y
lo llevaba a un nuevo nivel de ira que su propio gemelo lo hubiera traicionado y dejado con su
padre.

En un momento se estaban golpeando en el suelo.

Al siguiente estaban colgando en el aire.

—¿Qué es esta locura que te ha poseído? —Exigió su padre, con sus manos en sus caderas
donde los miraba desde abajo.

Urian se retorció en un esfuerzo por librarse de su agarre. —¡Ananke14 y Lyssa15!

Su padre le dio una mueca burlona que decía que no le gustaba que Urian culpara por su
estallido a las diosas de la compulsión y la ira.

—¡No eres gracioso, pido! Y no estoy entretenido. Esta es la segunda vez esta noche en que
pones a prueba mi paciencia. Si fuera tú, no lo haría una tercera vez.

Urian tuvo que esforzarse para no responder a algo que solo haría que lo golpearan de nuevo.
Pero era difícil cuando el sarcasmo era su lengua materna. Y tales comentarios eran su nutriente
preferido.

Peor aún, con sus agudos sentidos apolitas, realmente podía escuchar a su padre rechinando
sus colmillos.

14
En la mitología griega, Ananké1 o Anankaia, a veces Ananque, era la madre de las Moiras y la personificación de la inevitabilidad,
la necesidad, la compulsión y la ineludibilidad. En la mitología romana era llamada Necessitas (‘necesidad’).
15
En la mitología griega Lisa era una la personificación de la ira frenética, la furia (sobre todo en la guerra) y, en los animales, la
locura producida por la rabia.
Su padre miró con desprecio a cada daimon en la habitación y guardó lo peor de su censura
para Paris y Urian. —Ahora uno de ustedes, por favor, en el nombre de Apollymi, ¿me explican
este arrebato?

—Urian lo comenzó, Solren.

Su padre dejó escapar un suspiro largo y exasperado. —¿Estoy loco o no es esa la frase más
pronunciada por mis hijos?

Urian se burló. —¿Qué puedo decir, Solren? Soy el nieto de Apolo. Esparzo luz de sol en mi
estela a donde quiera que vaya.

Con un gruñido de profunda irritación, su padre presionó sus dedos en el puente de su nariz
como si tratara de suprimir un enorme dolor de cabeza. —Por los dioses, chico... Olvídate de Lyssa
y Ananke. Es a Koros16 a quien haces sacrificios, y le sirves con todas tus fuerzas. Si no lo supiera,
juraría que eres el dios de la insolencia encarnado. ¿Estamos seguros de que Hybris 17 no te cambió
al nacer con mi verdadero hijo?

—Tal vez ella lo hizo. Eso explicaría mucho. Maldición, Uri. ¡Mantén tu boca cerrada! No
sabía por qué le costaba tanto morderse la lengua.

Era una bestia temeraria, y traidora para arrancar. Peor incluso que sus hermanos cuando se
trataba de meterlo en problemas. Y aún era de menos ayuda cuando se trataba de sacarlo de esos
problemas.

Si él fuera inteligente, se cortaría su lengua antes de que empeorara el daño.

Y la expresión en el rostro de su padre decía que estaba a una sílaba de perder un diente o un
órgano vital.

—París... Creo que deberías llevarte a Davyn y retirarte por el día. Ambos han tenido una
larga noche. Sin duda, te vendría bien descansar. —Lo bajó al suelo.

—Aye, Solren. —Saludó a su padre, se unió a Davyn y se fue.

Irritado, Urian dejó escapar un profundo suspiro y audazmente cruzó sus brazos sobre su
pecho, como si estuviera aburrido de todo.

Su padre negó con la cabeza lentamente. Y soltó a Urian sin previo aviso.

En lugar de caer, Urian se contuvo con sus poderes y aterrizó en una cuclilla depredadora.
Eso causó un jadeo audible entre la multitud alrededor de él y su padre quedó boquiabierto.

Con la cabeza en alto y alerta, en una pose perfecta, Urian se puso de pie y miró
desafiantemente alrededor de la habitación.

Vengan por mí, perras.

16
Corus o Koros en la antigua Grecia era el espíritu (demonio) y la personificación del exceso y el desdén. Se decía que era el hijo de
Hybris.
17
Hybris era un espíritu (demonio) o diosa de la insolencia, la violencia y el comportamiento escandaloso. En la mitología romana, la
personificación era Petulantia, que reflejaba la concepción griega de la arrogancia (hubris).
Todos lo subestimaban. Siempre lo habían hecho. Debido a su edad, ellos tendían a olvidar
que él era el hijo de un semidiós y una sacerdotisa. Así que mientras su madre era humana, había
sido dotado con su propio conjunto de poderes por Apolo. Por cualquier razón, Urian parecía haber
heredado más de esas habilidades que cualquiera de sus hermanos.
Que así sea.

Como su padre había notado, él era un bastardo insolente que había amamantado veneno de
los pezones de Hybris y Neikea 18 y se había criado aquí en este hoyo stygian a los pies de Apollymi
con demonios por amigos.

¿En serio? ¿Qué había esperado? ¿Un niño bien adaptado y feliz? Ese barco no solo había
zarpado, se había hundido en el puerto y nunca más se lo volvería a ver.

—¿Qué voy a hacer contigo?

Urian se encogió de hombros. —¿Sacarme y dejarme a merced del amanecer?

—No me tientes. —Su mandíbula comenzó a temblar.

De todos mis hijos, eres mi mayor orgullo y el que más me asusta. Rezo que lo que sea que te
lleve a tal valor y locura no te lleve un día a la estupidez suicida.

Urian frunció el ceño al escuchar la voz de su padre en su cabeza. —¿Perdón?

—¿Qué?

Echó un vistazo alrededor de la habitación, inseguro de si había oído lo que pensaba que había
oído. —Yo... Pensé que dijiste algo.

—Solo estoy pensando en un castigo que en realidad pudiera funcionar en ti, ya que aún tengo
que encontrar algo que frene tu terca voluntad. —Su padre lo tomó por su cabello y tiró de él hacia
sus brazos. Lo aplastó contra su pecho en un abrazo insoportable—. No me hagas llevar luto por ti,
inútil hijo de perra. —Él gruñó esas duras palabras en un susurro al oído de Urian para que nadie de
los demás pudiera escucharlos. Pero no fueron las palabras lo que escuchó Urian. Fue la emoción
debajo de ellas que él sintió.

Su padre lo amaba. Así como él amaba a todos sus hijos.

Pero Stryker era primero un guerrero. Uno criado debajo del puño de hierro de un progenitor
frío e indiferente que no le había dado nada excepto crueldad y el dorso de su mano. A diferencia de
ellos, Stryker nunca había conocido el amoroso abrazo de una madre. Nunca le había cantado
cuando él había estado enfermo o lo había mecido al ir a dormir por la noche. Ella nunca se había
reído con él o le había hecho cosquillas en la cama.

Mientras que otros aquí podrían maldecirlos por su madre humana, Urian sabía la verdad.
Fueron bendecidos por haber sido envueltos en sus costumbres amorosas. No había nada sobre su
infancia que habría cambiado a excepción de la maldición de su abuelo.

18
En la mitología griega, los neikea eran la personificación de las disputas, las peleas y los agravios. Se contaban entre la gran
cantidad de malvados espíritus hijos de Eris (la discordia), engendrados por ella misma, aunque Higino afirmaba que eran hijos
de Éter y la Tierra.
O el odio que Apolo había dejado en el corazón de su padre mucho antes que ninguno de ellos
hubiera nacido. Daría cualquier cosa por evitarle a su padre esa miseria que corrompía su sonrisa.

—S'agapo para poli, Baba. —Urian susurró las palabras que sabía que su padre raramente
escuchaba de cualquiera de sus muchachos... Te quiero mucho, papá.

Su padre le dio un beso en la mejilla. —También te amo. Ahora vete. —Toscamente, él lo


empujó lejos en un gesto que podría parecer grosero a cualquier espectador que no hubiera
escuchado su conversación o que conociera la forma en que las manos de su padre temblaron de
miedo mientras lo abrazaba.

Sin embargo, a pesar de la brusquedad de su padre, Urian sabía la verdad. Lo apreciaba y


amaba.

No era solo su sangre lo que los unía como familia. Era su lealtad y devoción.

Urian...

Miró por encima del hombro al sentir su llamada.

Con cuidado, como siempre, se teletransportó a las puertas del jardín de Apollymi. A nadie se
le permitía teletransportarse dentro de su jardín. Por ese acto de blasfemia, la diosa reaccionaría
violentamente y lo haría pedazos.

Entonces él abrió suavemente las puertas dobles y entró a su jardín con paso humilde.
Ninguno de los charonte se movió o reconoció su presencia de cualquier manera mientras la
flanqueaban donde estaba sentada en el borde de su piscina de mármol. Las aguas negras mágicas
estaban especialmente brillantes esta noche.

Urian se inclinó ante ella.

Solo entonces ella se movió. —Te alimentaste.

No era una pregunta. Era una declaración que decía que ella sabía de alguna manera lo que
había hecho con Xanthia. Aunque por qué estaba sorprendido, no lo sabía. Ella era una diosa,
después de todo.

—Lo hice, akra.

Apollymi agitó su mano a través del agua negra. —¿Tienes alguna idea de lo mucho que me
duele no poder ver el futuro, Urian? Fue una manera de contenerme, que mi amor se asegurara de
que mi heraldo... mi hijo, tuviera ese regalo y sea mi vista para mí.

—¿Apóstolos? —Preguntó.

Ella no hablaba a menudo de su segundo hijo nacido, que había sido maldecido por los dioses
atlantes y asesinado por Apolo.

Al igual que su primogénito, Monakribos, que había sido traicionado por sus hermanos y
asesinado años después de haber matado a su amante, el dolor de la muerte de Apostolos era
demasiado crudo. Por eso, rara vez hurgaba en esa herida por miedo a que comenzara a sangrar de
nuevo.
—Aye. Y me duele no saber cómo esta mujer con la que has estado impactará tu vida ¿Te
asusta?
—Nada me asusta, akra.

Una sonrisa jugueteó en los bordes de sus labios. —Sabes, Urian, en mi panteón, la valentía
“Akeon” y la estupidez “Koalemos” eran dioses gemelos que caminaban de la mano donde quiera
que fueran. Porque a menudo se decía que para ser valiente primero debías tener un grado de
estupidez imprudente. —Su mirada y su tono se oscurecieron—. Ten cuidado donde te lleve.

—Estaré al pendiente, akra.

—Buen chico, Urian Kleopas.

Él frunció el ceño. —¿Perdón, akra?

—¿No has oído? Es lo que muchos han comenzado a llamarte. Al menos a tu espalda. ¿Te
molesta?

—¿Ser llamado la gloria de mi padre? —Urian hizo una pausa para considerarlo. Por un lado,
era un poco irritante. Ya era suficientemente malo que sus hermanos se burlaran de él por ser la
mascota de su padre.

No disfrutaba exactamente de la idea de que otros se unieran a eso. Sin embargo, por otro
lado...

—Nay, akra. Me esfuerzo por honrar a mi padre, en todas las cosas. Mi única esperanza es ser
la mitad del guerrero que es y vivir mi vida tan noblemente como él. En servicio de su gente, su
familia y su diosa.

En el susurro de su aliento y sin ninguna advertencia, ella se materializó directamente frente a


él para que ella pudiera tomar su mejilla en su fría palma. Eso extendió escalofríos sobre su cuerpo.
—Ese es el truco de toda la vida, Urian. Perspectiva. En todas las cosas. Porque no puedes cambiar
lo que la gente dice de ti. Solo cómo te sientes y cómo reaccionas a sus interminables chismes. Ya
sea para ofenderte y herirte o abrazarlo y ser mejor. Un sabio es quien elige esto último.

La frialdad de su toque comenzó a quemarle la carne mientras esos ojos plateados que se
arremolinaban oscureciéndose en un rojo vibrante. —Nunca pierdas de vista quién eres en realidad,
m'gios. Sé fiel a tu propio corazón, porque hay un poder dentro de ti mucho mayor que el de tu
padre. Un día, aprenderás a abrazar ese lado de ti mismo. Ahí es cuando la infancia realmente
termina. El día que dejamos de caminar a la sombra de la protección de nuestros padres y estamos
solos para enfrentar la plena luz de nuestras vidas, sobre nuestros pies. La mayoría cae y tropieza.
Algunos nunca más se levantarán. Otros finalmente encuentran su posición y vuelven a aprender a
caminar. Y un pequeño puñado...

Estrechando su mirada, ella le sonrió. —Esos pocos se levantarán con una furia cegadora en
su interior hasta los mismos cielos. Ellos no solo se paran en sus dos pies, Urian. Se remontan en
poderosas alas. Veo a tu padre en ti, pido, y me asusta.

—¿Te asusta, akra? ¿Por qué?

Ella parpadeó y soltó su rostro. —Era un bastardo obstinado.


La elección de su palabra lo confundió. —¿Era?

—Es, —dijo ella rápidamente, aclarando su garganta—. Ha sido una noche larga,
ormourpido. Necesitas dormir, porque con cada amanecer que llega, el día encontrará nuevas
formas para intentar lastimarte.

Sin estar seguro de si debía confiar en esa respuesta, Urian se inclinó y se fue, pero no regresó
a lo de su padre. Solo había un lugar en el que quería estar en ese momento. Apollymi tenía razón.
Había sido una larga, larga noche.

Y él quería consuelo.

Solo había un lugar donde alguna vez encontró esa paz.

Asegurándose de que nadie estaba prestando atención, cuidadosamente se dirigió al cenador


de Xyn.

—¿Sarraxyn?

Ella le chistó en la oscuridad. ¿Qué yo... Su voz se apagó. ¿Estás herido?

Ese tono preocupado nunca dejaba de hacerlo sonreír. Él no sabía por qué. Solo que eso lo
llenaba de calidez.

—Estuve en batalla.

Xyn se materializó detrás de él tan rápido que fue impactante. Él nunca entendería cómo una
criatura tan grande podía maniobrar tan rápida y silenciosamente.

Algo rozó contra él que se sentía como manos. ¿Mi armadura no te protegió?

—De formas que no te puedes imaginar. —Extendió la mano para tomar su rostro y acariciar
su espinosa mandíbula—. Gracias. Lamentablemente, no me cubre del todo. Y la mayor parte de
esto no es de la batalla, sucedió después... cuando mi solren descubrió que estábamos en el reino
humano sin su conocimiento.

Ella se echó hacia atrás y ladeó su cabeza de dragón para fruncir el ceño. ¿Perdón? ¿Tu padre
te golpeó por luchar?

Él sintió la misma amargura que traicionaba su tono. —Sí. El hombre no tiene sentido. Es
ridículo.

Envolviéndolo en el calor de sus escamas, ella lo acarició profunda y ondulantemente. Date


una ducha en las cataratas para que puedas sanar.

—¿Estás segura? —Si los atraparan, ella podría ser ejecutada. Nadie tenía permitido acercarse
a las aguas curativas de Apollymi. Normalmente, Xyn no le dejaría siquiera mirarlas a menos que
ella supiera a ciencia cierta dónde estaba la diosa.

Xyn le acarició su espalda y asintió. Aye. Ve rápido antes de cambie de opinión.


Urian no necesitaba más que eso. Él se quitó la ropa con sus poderes y rápidamente se
zambulló en el agua, que era increíblemente relajante. Era tan cálida y acogedora. Como la caricia
de una madre.
Normalmente su única exposición a las aguas llegaba en pequeños sorbos que un charonte
podría proveer u otro cada vez que eran heridos y Apollymi aprobaba que les trajeran el agua.

Pero bañarse en realidad en ella...

Esto era Katateros. La versión atlante del paraíso.

Xyn se deslizó hacia el borde de las cataratas para poder ver a Urian mientras él retozaba
desnudo en la piscina del arcoíris. Si solo él tuviera alguna idea de cuánto ella quería unirse a él
allí...

Maldita sea, él era precioso. Perfecto en todos los sentidos y completamente delicioso...

Ella miró larga y prolongadamente a su cuerpo exuberante y musculoso y la forma en que el


agua hacía que esos músculos bien definidos brillaran...

Sí, valía la pena. Y siempre se le dificultaba permanecer en su cuerpo de dragón cada vez que
lo veía bañarse. Era por eso que ella le permitía hacerlo, aunque eso significaría su vida si los
atrapaban.

Mordiéndose el labio, sintió el calor dentro de ella elevándose y no era el calor de su fuego.

Durante años, había estado aventurándose en la principal ciudad apolita bajo el disfraz de una
de ellos para espiarlo desde lejos. Algunas veces cuando él entrenaba. O cada vez que se reunían
para celebraciones. Siempre en multitudes para que él no se fijara en ella o, los dioses no lo
permitieran, que se acercara a ella para hablar.

Aunque había habido algunos momentos cuando ella había estado demasiado atrapada en su
belleza y en los que ella no se había apartado lo suficientemente rápido.

Ahora…

Te ves diferente esta noche, Urian. ¿Qué más pasó que no me has dicho?

Urian tenía una confianza en él que no había estado allí antes. Un aire peculiar que ella no
podía ubicar del todo. A pesar de sus heridas, ella sintió una paz que no entendía.

Por encima de todo, ella quería envolverlo en sus brazos y abrazarlo para que nadie pudiera
hacerle daño o amenazar su seguridad de cualquier manera.

Él hizo una pausa en el agua negra para mirarla donde ella esperaba en la orilla. Flotando
sobre su espalda, le dio una visión desinhibida de todo su cuerpo perfecto. De cada centímetro…

A ella se le secó la garganta al sentir aún más calor corriendo a través de ella. Todo lo que ella
quería era el valor de cambiar forma y subirse sobre él para poder tenerlo dentro de ella y
reclamarlo como propio.

Eso sería el cielo. Y era el sueño que tenía que sabía nunca podría tener.
Especialmente cuando él finalmente rompió el silencio con palabras que le destrozaron el
corazón.

Me alimenté esta noche.

Una increíble ola de ira y celos la atravesó mientras su felicidad se astillaba ante la idea de él
teniendo sexo con otra mujer. Fue una ola tan feroz que casi le arrojó fuego. Le hizo desear hacerle
daño. Más que eso, le exigía que encontrara a quien sea que él había encontrado y le arrancara cada
hebra de su cabeza hasta dejarla calva y sangrando.

¡Rogando por piedad!

¿Cómo pudo hacer esto?

Por otra parte, ¿cómo no podría?

La verdad le dolía como las picadas de colmena de avispones, y lloró mientras ella se
obligaba a calmarse y a enfrentar una amarga y dura verdad. Él necesitaba a una apolita para
alimentarlo. Ella nunca podría hacer eso y lo sabía. Con todos sus poderes y habilidades...

Ella nunca podría ser lo que él necesitaba.

Nunca.

—¿Xyn? —Él nadó más cerca de ella—. ¿Estás bien?

No. ¿Cómo podría estarlo? El hombre que amaba le había roto el corazón. Él había tomado
otra amante y no había nada que ella pudiera hacer al respecto.

Él fue infiel y aquí ella tenía que permanecer en silencio mientras él jugueteaba con alguien
más y se lo restregaba. Mientras él se reía y se iba con otra, justo en frente de sus propios ojos.
¿Cómo podría cualquier mujer estar bien con eso?

Era una locura para él incluso que postulara semejante pregunta.

Sin embargo, a pesar del dolor. A pesar de la parodia, ella tragó saliva antes de responder con
una voz tranquila y firme que desmentía su corazón destrozado. Por supuesto.

Con su ceño preocupado, Urian salió del agua, goteando y desnudo, y se dirigió a ella.

Incapaz de soportar la visión de su belleza cuando sabía que no podía tener ninguna parte de
él, Sarraxyn se levantó y se fue volando, deseando más que nunca poder salir de este lugar horrible
y encontrar a su propia familia. De estar entre los suyos de nuevo. Al menos allí no estaría tan
terriblemente sola.

Siempre. Un paria en un mundo donde no había nadie como ella. Donde nadie podría amarla
o verla como realmente era. Ella era un bicho raro aquí.

No deseado. No necesitado.

Juzgada por cosas que ella no podía evitar.


Y ser vista solo por la mitad de quién y qué era ella realmente. Pero un día…

Un día, ella se liberaría y el mundo la conocería por su verdadero corazón y fuerza.


Ese sería el día en que todos temblarían de miedo delante de ella.

Incluso Urian.
12 de junio, 9511 aC
—¡Tu matera es humana!

Urian se congeló en el momento en que ingresó a la casa de Xanthia y ella le gritó aquellas
palabras llenas de odio como si fueran granadas de fuego lanzadas desde un parapeto y destinado a
incinerar todo su ser. Obligándose a sí mismo a no reaccionar, respiró profundamente. —Lo es.

Xanthia siseó y le mostró los colmillos. —¿Por qué me mentiste?

La ira de Urian se elevó y se agitó ante su ataque injustificado. No le tomaría mucho para
explotar en este punto. Xanthia no tenía idea de cuán tenue era el suelo que pisaba. Nadie lo atacaba
por su madre. Hellen de Delphi era sacrosanta para él y él moriría defendiendo a la mujer que le dio
la vida, incluso contra la propia Apollymi.

—No mentí, Thia. No preguntaste. Mi madre es griega. Yo no. Ahora si me disculpas... —Se
fue antes de que ella lo provocara más y esto se convirtiera en una situación desagradable que la
experiencia le había enseñado invariablemente sería seguida por tan acalorados intercambios.

Deberías haberle contado sobre tu madre.

Hubiera sido lo prudente. Sin duda, algún imbécil había corrido a ella con las noticias, solo
para difundir el chisme de ello por ninguna otra razón que no sea causar estragos en su jodida vida.
Él nunca había entendido ese impulso que otros tenían, decir medias verdades y pretender saber
algo cuando no lo sabían. Inventar cualquier mierda que quisieran por cualquier juego enfermo que
jugaran ideado por el bien del drama. Como si tuvieran algún tipo de información privilegiada sobre
un tema determinado cuando los únicos que sabían la verdad eran las partes reales participantes.

El resto solo eran idiotas.

—¡Urian!

Ante la llamada de Xanthia, se detuvo en medio de la calle y se volvió a esperar para que ella
lo alcanzara. Ella había trenzado su rubio cabello en pequeñas trenzas que tocaban sus orejas y
acariciaban su cuello. Un estilo que ella sabía él encontraba fascinante. Atractivo. Un estilo que lo
dejaba duro con anhelo por esas curvas dulces y suculentas.

A pesar de que apenas tenía tres años más que él y, a pesar del hecho de que los apolitas
envejecían más rápido, de alguna manera todavía lograba parecer más joven que él.

Se le hizo agua la boca por probar un poco de la sangre que podía escuchar corriendo a través
de sus venas. Pero el aguijón de su condena fue crudo y amargo dentro de su corazón. Ya había
tenido suficiente en su corta vida y no quería más.

Ya estaba harto con este mundo y con ser juzgado por todos ellos.

Sin aliento por tener que correr para alcanzarlo, ella luchó por mantener la compostura y
lamió sus labios regordetes. —Lo siento. No quise acusarte ni desquitarme contigo. La noticia me
tomó por sorpresa. Dado lo que sucedió en mi pueblo y cómo nos protegiste, nunca esperé escuchar
que eras en parte humano. Supuse que odiabas a su raza tanto como yo.
La mandíbula de Urian comenzó a temblar. —Nadie puede evitar de dónde venimos, Thia.
Solamente hacia donde van.

—Lo sé. ¿Puedes perdonarme?

Su corazón se ablandó en el momento en que ella batió sus pestañas y le dio esa dulce y
cautivadora mirada. Probablemente porque ninguna mujer había hecho eso antes. A diferencia de
sus hermanos, a quienes les coqueteaban y nunca a él, no tenía defensas en contra de eso. Él no
tenía esperanza en lo que a ella concernía.

Y duro cada vez que ella se acercaba. Malditas fueran sus hormonas. Él no podía controlarse a
sí mismo. Ella lo sabía incluso más que él.

—Por supuesto.

Poniéndose de puntillas, presionó sus labios sobre los suyos. Eso derritió lo último de sus
defensas.

Urian gruñó al sentir el dulce sabor de su lengua contra la suya y la sensación de sus cálidas
curvas presionadas contra su cuerpo. Reavivó su hambre instantáneamente.

—Ven a casa conmigo, Urian. He enviado a mis hijos a mi hermana para poder alimentarte
adecuadamente.

Eso era todo lo que ella necesitaba decir para terminar de envolverlo alrededor de su dedo
meñique mientras imaginaba quitarle su peplos de su cuerpo y deslizarse dentro de ella mientras él
bebía hasta estar borracho con su sangre. Cuanto más lo alimentaba, más hambriento de ella se
volvía. Era una locura realmente.

Y él estaba feliz por ella de que ella tuviera familia aquí. Su hermana había aparecido entre
los sobrevivientes de su pueblo. Lamentablemente, los familiares de Davyn no.

Antes de que él pudiera decir otra palabra, ella tomó su mano y lo condujo de regreso a su
pequeña cabaña, que no estaba muy lejos de donde vivían Davyn y Paris.

Con cada paso que lo llevaba más cerca de la cama de ella, el hambre ardiente se acrecentaba
dentro de él. Sabía por su madre que sus antojos eran muy diferentes de lo que los humanos sentían
cada vez que tenían hambre. Parte de la maldición apolita era una locura voraz diferente a todo lo
imaginable, una que requería un compañero en guardia para que la alimentación no terminara en
una escena de asesinato donde uno de ellos arrancara la garganta del otro.

Sin duda, esa era la intención maliciosa de Apolo también. El hambre ardiente que suplicaba a
su especie que se devoraran entre sí. Poseer y saquear tan violentamente como fuera posible. Tal
vez los humanos tenían razón y eran más parecidos a los animales que los demás seres sensibles.

A veces sentía como si el demonio dentro de él fuera el que tenía el control más que su parte
humana. Y ni siquiera se había convertido en un Daimon todavía. Solo podía imaginar que tan peor
se volvería el hambre una vez que se convirtiera.

Era un miedo que lo atormentaba constantemente. Convertirse en trelos y volverse


incontrolable. ¿Y si se perdía en esa locura y nunca volvía?
Ellos vivían peligrosamente, de todos modos. Bailaban con la locura todas las noches. Sabía
que no tomaría mucho empujar a alguien por el borde de ese precipicio.

Era aterrador saber de lo que uno era capaz. Nacer como un asesino que cazaba para vivir. Él
podría negar el monstruo dentro, pero solo por un tiempo. El día en que tendría que abrazar a esa
bestia estaba llegando.

Y él lo sabía.

Tan pronto como estuvieron dentro de su modesta cabaña, Xanthia cerró la puerta y cerró la
puerta. No había luz porque los monstruos no la necesitaban. Podían ver en la absoluta oscuridad.

Ella desató su propio cinturón y lo dejó caer sobre sus pies.

Urian se quedó sin aire, en dulce expectación, luego se congeló mientras ella alcanzaba el
broche en su hombro. Ella lo desabrochó para que toda su toga cayera al piso.

A Urian se le secó la garganta al ver su belleza sin adornos. Monstruo o no, ella era perfecta.
Su pálida piel brillaba en la oscuridad y lo llamaba con la promesa de mucho más que solo una
comida suculenta.

Con una suave sonrisa, ella se le acercó y alcanzó su tahalí19 y su vaina. —Tan tímido y
guapo.

—No quiero asustarte.

Eso era lo que les resultaba más fácil.

Riendo, ella mordisqueó su barbilla mientras sus dedos hábilmente lidiaban con el cuero hasta
que ella lo liberó de su armadura. Pieza por pieza, ella las tiró al piso, donde todo aterrizaba con un
ruido sordo. —Nunca me di cuenta cuánto llevaba puesto un guerrero a la batalla.

Todo lo mejor para matar.

Ella hizo una mueca ante su avambrazo. —Ni lo pesado que era. No me sorprende que seas
tan muscular.

Él sonrió mientras ella jugueteaba con las correas de su cota de malla, que era más pesada que
una armadura regular. Las escamas de Xyn no eran como una armadura forjada. Eran más flexibles
y más fuertes. Y mucho más fuerte y más duraderas. —Eso no serás capaz de levantar, akra.

Ella arqueó su ceja ante su término de respeto. —¿Oh?

—Mmm. —Él se lo quitó por encima de su cabeza, y se lo tendió.

Con el ceño fruncido, ella lo agarró por el hombro.

Urian solo le liberó una parte del peso y, sin embargo, fue suficiente para hacer que ella
tropezara hacia adelante.

19
Tahalí o tiracuello se llama a la correa, correaje o banda de cuero, cruzada al pecho y utilizada para sujetar y llevar armas blancas,
normalmente la espada, cumpliendo una función similar a la del talabarte.1 También se llama tahalí al complemento de cuero que
enhebrado en el cinturón sirve de arnés para machetes, bayonetas, armas de fuego, astas, porras de asalto (anti-disturbios), etc.
—¡Oh, queridos dioses!

Él sonrió mientras lo colocaba cuidadosamente en el piso. —Te lo dije.

—¿Cómo, en nombre de Archon, caminas en esto?

Él se encogió de hombros. —He usado armadura desde que era un niño. Ya no la siento. —
Además, adoraba la armadura de Xyn. Le recordaba a ella y a su afecto por él. Se sentía invencible
en eso.

Cuando él se movió para agarrar sus grebas20, ella se arrodilló para desabrocharlas. Apretando
sus dientes, Urian gruñó ante la manera sensual en que acariciaba y masajeaba su pierna mientras
ella lo liberaba de las escamas y el cuero. Luego ella mordió su pantorrilla con sus colmillos,
arrastrando sus uñas a lo largo de su pierna musculosa.

Su cabeza girada. Los escalofríos recorrían arriba y debajo de su carne a medida que cada
terminación nerviosa explotaba a la vida a raíz de sus caricias. Él nunca se había sentido así. Sus
poderes chisporrotearon. Era como si un rayo bailara a través de su cuerpo. Por primera vez, su
demonio estaba sofocado y tranquilo.

Domado.

Urian se acercó a la pared para mantener el equilibrio mientras ella exploraba lentamente su
cuerpo con sus labios y lengua. Había tontamente pensado que nada podría sentirse mejor de lo que
ella le había hecho la otra noche.

Él estaba equivocado.

Esos pensamientos desaparecieron un momento después cuando ella deslizó sus labios sobre
la punta de su miembro.

—Oh, queridos dioses, —susurró.

Ella se rió, y esa vibración lo sacudió hasta lo más profundo de su ser.

Cerrando los ojos, rápidamente mordió su palma para no volver a avergonzarse con ella. El
dolor punzante lo trajo desde el borde.

También distrajo a Xanthia. Tan pronto como el aroma de su sangre la golpeó, ella levantó su
cabeza.

Urian odiaba alejarla de su tarea actual, pero él tomó su mejilla para que ella pudiera lamer y
chupar la sangre de sus dedos sangrantes. Ella pasó su lengua sobre su carne, incrementando su
placer aún más. Con más y más fuerza, ella chupó sus dedos.

Incapaz de soportarlo, la levantó y la inmovilizó contra la pared. Ella hundió sus dientes en su
hombro al mismo tiempo en que él entró en ella. Ambos gritaron en éxtasis.

—¡Eso es! —Gritando de placer, ella clavó sus uñas profundamente en su espalda y tiró de su
cabello—. ¡Más duro, Urian! ¡Muérdeme ahora!

20
La greba es una pieza de la armadura antigua que cubría la pierna desde la rodilla hasta la base del pie.
Él hundió sus colmillos en su garganta. Ella alcanzó el éxtasis con un grito penetrante que la
hizo temblar en sus brazos. Él gruñó profundamente en su garganta mientras empujaba sus caderas
contra él cada vez más fuerte, mientras que el cuerpo de ella se estremecía en sus brazos.

Y cuando él encontró su propia liberación, se dio cuenta de que nunca más sería capaz de
volver a la sangre rancia que su padre le había estado trayendo.

No después de esto.

Para el caso, nunca más juzgaría a su padre por sus numerosos romances y en lo que
concernía a su madre. Ahora entendía por qué su padre había buscado apolitas y daimons para
alimentarse. No había manera de que ninguna de sus personas pudiera tomar sangre rancia dada la
forma en que Apolo había querido que comieran. Esto era primal y crudo.

Más que eso, era divino.

Sin embargo, aun así, sus hermanos eran otro asunto. Sus esposas eran apolitas y podían
alimentarlos. Era imperdonable que privaran a sus esposas de esto mientras buscaban alimento de
otra. ¿Cómo se atrevían a traicionar un corazón verdadero? Eso era crueldad sin medida.

Urian nunca entendería por qué su padre perdonaba sus comportamientos. Si él pudiera tener
una persona que lo apreciara así...

Él nunca rompería su corazón. Nunca daría por sentada tal amabilidad. Justo como ahora.
Agradecido más allá de toda medida a Xanthia por compartir su sangre y cuerpo con él, Urian la
acunó en sus brazos y metió la cabeza debajo de su barbilla. —¿Te alimentaste lo suficiente?

Ella asintió. —¿Tú?

—Sí... por ahora, —bromeó.

Riendo, ella lo besó. —Tengo un baño caliente. Ven y únete a mí.

Débil y al mismo tiempo más fuerte que nunca antes, Urian la siguió hasta una habitación
atrás.

Él saboreó la vista de ella arrastrándose en la bañera primero antes de unirse a ella en la gran
bañera de bronce que brillaba en la tenue luz de la vela. El agua caliente se derramó sobre los
costados mientras se deslizaba y suspiraba de contento.

Completamente saciado por primera vez en su vida, se recostó contra el borde y le permitió a
Xanthia bañarlo.

Lo único bueno acerca de los apolitas y daimons es que no sangraban después de alimentarse.
Su saliva contenía un agente coagulante que instantáneamente detenía la sangre y sanaba sus
heridas. A menos que fuera una lesión realmente profunda o grave, nunca tenían que preocuparse
por los cortes.

Ella se sentó en la bañera dorada para mirarlo con el ceño fruncido. —¿Estás bien?

Urian suspiró pesadamente. —Me temo que nunca seré el mismo.


—¿A qué te refieres?

Tirando de ella para que se recostara sobre su pecho como una manta, besó sus labios y
saboreó la sensación de su cuerpo mojado deslizándose contra el suyo. Él metió sus dedos en el
agua para poder acariciarla y profundizar en ella en su suavidad aterciopelada.

Ella contuvo el aliento bruscamente.

—Me has mostrado a Katateros, Thia. ¿Cómo puedo contentarme con Kalosis ahora?

Su sonrisa era radiante mientras se agarraba a los lados de la bañera y se deslizaba sobre su
miembro. Con la cabeza dándole vueltas, Urian dejó escapar un profundo y satisfecho suspiro
mientras ella lentamente comenzó a montarlo de nuevo.

Apoyando su cabeza contra el borde de la bañera de bronce, la miraba a través de ojos


entrecerrados mientras él jugaba con sus pechos perfectos. El agua salpicada su cuerpo, y contra los
lados, y más agua derramándose sobre los bordes. Pero ella no prestó atención mientras ella se
movía aún más rápido contra él.

—Podrás ser un guerrero, kyrios, pero esta noche creo que soy yo quien te ha conquistado.

Urian arrugó la nariz negando algo que sabía que era imposible. —No, m'edera. —Él usó su
sobrenombre favorito que significaba bebé precioso—. No conquistado. Simplemente me has
domesticado un poco. —Él mordió su cuello para tomar un pequeño bocadillo.

Jadeando, ella se aferró a él mientras él se alimentaba un poco más.

Hasta que él bajó la vista y vio algo que le revolvió el estómago.

Urian se echó hacia atrás para fruncir el ceño ante las nuevas marcas de mordiscos en sus
brazos que él sabía no le pertenecían a él. La ira estalló profundamente al verlos allí.

—¿Thia? ¿A quién pertenecen?

Ella miró hacia abajo, y luego le lanzó una sonrisa burlona. —¿Estás celoso?

Él apretó su agarre.

—Urian, me estás lastimando y no tienes derecho a siquiera preguntarme sobre este tema.

Él la liberó de inmediato. Ella tenía razón. Él no. Pero eso no detenía el brutal dolor de la
traición. Tampoco cambiaba el hecho de que no podía soportar el hecho de pensar en otro hombre
alimentándose con ella. La sola idea de eso lo llevaba al homicidio.

Mirándolo, ella le frotó su brazo. —Si debes saberlo, es de mis niños. —Ella extendió su
brazo—. Mira de cerca y verás que los tamaños son pequeños. De tamaño infantil.

Frunciendo el ceño, los tocó con mucho más cuidado. Luego se sintió horrible por sus
acciones y aún peor por los pensamientos maliciosos por los que culpaba a sus hermanos. Como
ellos eran infieles, eso no significaba que todos los demás lo fueran. —Tienes razón. Soy un
imbécil.
—Aye, lo eres.

Besando su brazo, él permitió que él mojara su cabeza debajo del agua del baño.

Él volvió a subir la cabeza balbuceando. —¿Puedes perdonarme?

—Tal vez.

Urian se secó el agua de los ojos. —Entonces ¿te casarás conmigo?

Ella se congeló. —¿Perdón?

Él se apartó el pelo de la cara para sonreírle. —No es la propuesta más romántica, te lo


concedo. Pero es muy sincera. —Él se acercó a ella hasta que la tuvo inmovilizada contra el borde
opuesto—. Quiero ser tu única fuente de alimento, mi kyria. Déjame protegerte a ti y a tus hijos.

Ella se mordió el labio con indecisión. —¿Y cuál es tu intención para el futuro?

Una pregunta muy importante y nefasta para todos los apolitas dada la brevedad de sus vidas
y lo que todos tendrían que decidir sobre su vigésimo séptimo cumpleaños. Si un compañero se
convertía en daimon, entonces él o ella ya no podía alimentar al otro. Obligaría al otro cónyuge a
convertirse o a elegir la infidelidad para comer, ya que alimentarse de un daimon instantáneamente
causaría que un apolita se convierta en uno, también.

—Planeo convertirme en Daimon antes de mi vigésimo séptimo cumpleaños. Pero tú eres


mayor que yo. Entonces, la elección de eso recae primero en ti. Para mí... es mejor ser el depredador
que la presa. Siempre.

Los rasgos de ella se suavizaron. —Entonces me casaré contigo, Urian Kleopas. Y aceptaré tu
protección, para mí y para mis hijos.

Qué extraño que esas palabras lo dejaran con un peculiar vacío dentro. Él debería estar
eufórico. Finalmente había encontrado a alguien que lo alimentaría. Una hermosa mujer de buena
reputación que le permitiría entrar a su cuerpo.

Sin embargo, a pesar de todo el éxtasis y el placer físico, sintió que debería haber algo más.

No la amas.

Él lo supo en ese instante. Esto no era sobre lo que escribieron los grandes poetas. Esto
definitivamente no era la pasión loca que había llevado a París a renunciar al lujo de la casa de su
padre para vivir en la miseria con Davyn.

No era la amistad que tenía con Xyn.

Y tal vez eso era algo bueno. Tal vez era todo lo que el maldecido nieto de Apollo merecía o
podía esperar.

De cualquier manera, era una necesidad de la que ya no tenía que preocuparse.

Deberías estar aliviado.


En cambio, lo que sentía era más parecido a una enfermedad estomacal. Y él tenía un impulso
peculiar de correr hacia Xyn y esconderse allí.

Pero eso era ridículo. ¿Y qué si se estaba conformando? Al menos él tenía a alguien que lo
alimentaría. Él debería estar agradecido más allá de toda medida. No era como si las mujeres se
alineaban para ofrecerse a él.

Como lo habían hecho por París y sus otros hermanos.

Nadie te quiere. Nunca te han querido.

Sin querer pensar en eso, Urian se aclaró la garganta. —Debería irme y hacérselo saber a mi
solren. Él necesitará tiempo para preparar nuestra celebración de bodas.

—¿Cuándo piensas que deberíamos casarnos?

—Somos apolitas. Más temprano que tarde, ¿no crees?

—Por supuesto.

—¿Dentro de quince días, entonces?

Xanthia se atragantó. —¿En serio?

—Ya soy bastante viejo para el matrimonio, y tu hija se acercará a una edad casadera pronto.
Como la nieta de mi padre, ella va a tener una posición mucho mayor en nuestra comunidad cuanto
más tiempo estemos casados una vez que empieces a buscar maridos para ella.

—No puedo discutir nada de eso. —Ella sonrió—. Muy bien. Dentro de quince días.

Besándola, Urian se bajó de la bañera y se vistió. Luego fue a Apollymi primero para contarle
acerca de su próximo matrimonio.

Urian titubeó fuera de su jardín oscuro. Especialmente porque él pudo oír su suave llanto a
través de las puertas. Odiaba cada vez que ella se sentaba sola en su espejo, con su pequeña
almohada negra en su regazo, llorando por el hijo que nunca podría abrazar.

Él sufría por su dolor solitario. La diosa de la destrucción tenía una miseria profundamente
arraigada que el mundo había grabado en su corazón. Nadie debería sufrir tanto. Especialmente no
solo.

Ni siquiera una diosa.

Ella no se merecía lo que le habían hecho. No una, sino dos veces. Habían tomado todo de
ella. Sus dos hijos, Monakribos y Apostolos. Y el único hombre que ella alguna vez amó. Kissare.

La habían engañado para que creyera que Archon era la reencarnación de Kissare. Una cruel,
cruel broma que la había aplastado hasta lo más profundo de su ser una vez que supo que solo había
sido un juego de poder instigado por Archon para que él pudiera tener autoridad a costa de ella.

Tan solo como él se sentía, no era nada comparado con el dolor de Apollymi. Con su traición.
Tanto le había dado al mundo, y realmente no tenía nada ni a nadie.

Ni siquiera los daimons y los apolitas que ella había salvado le daban reconocimiento. Ellos
rápidamente se olvidaron de la deuda que tenían con esta gran dama que les había evitado el peor
destino imaginable. Si no hubiera sido por ella, ninguno de ellos estaría vivo ahora. O tener alguna
esperanza para el futuro.

Cuan pronto las personas olvidaban las bondades que se les mostraban, sin importar cuán
grande fueran los sacrificios hechos. Lo que le debían a otro. Sin embargo, nunca olvidaban un
rencor, sin importar cuán mezquino fuera. Ni ningún mal hecho alguna vez, sin importar que tan
inadvertidamente.

—¿Akra? —Llamó suavemente a través de las puertas.

Ella respiró entrecortadamente e instantáneamente se compuso para que él no viera su


miseria.

Sin embargo, él lo sabía. Él siempre vio lo que ella mantenía oculto. Ese era su regalo.

Y su maldición.

—Entra.

Él usó sus poderes para abrir sus puertas y caminó lentamente hacia su posición elevada.
Xedrix entrecerró su mirada brillante sobre Urian, pero Sabine lo ignoró como siempre lo hacía. Sin
embargo, ella lo miró con un estado de alerta que decía que a ella no le importaría agregarlo a su
menú si él hiciera algo que le desagradara a su ama.

Apollymi colocó su sfora roja sobre la almohada y se giró para encontrarse con la mirada de
Urian. —¿Qué puedo hacer por ti, ormourpido?

—Tengo un favor que me gustaría suplicarle, akra.

Eso hizo que una ceja se arqueara. —Si me preguntas sobre liberar a ese dragón una vez
más…

—No, akra. No es eso... —Obviamente, él la había molestado tanto sobre Xyn que se había
convertido en un tema espinoso para la diosa. Entonces él cambió rápidamente el tema a lo que
había causado que la molestara esta noche. —Le pedí a Xanthia que se casara conmigo.

Ella dejó caer el sfora.

Xedrix corrió para atraparlo.

Apollymi se levantó para flotar sobre todos ellos. Ella no estaba de pie; ella flotaba en el aire,
sobre las aguas negras. —¿Perdón? ¿La amas?

Inseguro de su humor por una vez, tragó saliva antes de responderle honestamente. —No,
akra. Es... un beneficio mutuo.

—Ya veo. —Sus ojos comenzaron a brillar en rojo—. ¿Y este favor que me estas pidiendo?
Más que un poco nervioso por su peculiar acto, Urian respiró hondo. —¿Recuerdas lo que te
dije cuando era niño?

—Sí, pero dijiste muchas cosas cuando eras joven. ¿A cuál te estás refiriendo ahora?

El que lo atormentaba constantemente. El que más pesaba sobre su conciencia. Y era el cual
no podía casarse sin manejarlo primero.

—Sobre niños, akra. Era en serio lo que dije. Lo último que quiero es engendrar un hijo y
tener que verlo morir. O uno al que tenga observar cuando él o ella se convierta en daimon y se
transforme en un asesino sin alma. Cazado. Odiado. ¿Puedes por favor hacer que nunca seré padre
mientras sea apolita?

Apollymi quedó boquiabierta. —¿Entiendes qué es lo que estás pidiendo Urian?

—Aye, akra. —Su mirada fue a la almohada que había dejado caer en el suelo—. Conozco el
dolor que te persigue. El dolor que llevó a mi solren a negociar con su alma. He matado a
suficientes trelos aquí, y he visto suficientes conversiones de daimons y muertes de apolitas para
saber bien qué destino me espera. No quiero eso para mis niños. No es forma de que nadie viva. Por
favor, ahórrame ese dolor de corazón, akra. Yo te suplico por esa misericordia.

Más lágrimas brillaron en sus ojos mientras se bajaba para pararse frente a él. Extendiendo la
mano, ella lo tomó en sus brazos y le besó la frente. —Entonces, está hecho, mi precioso. Eres
estéril.

Extraño, no sentía nada diferente. Pero si ella decía que era estéril, él confiaría en ella. —
Gracias, akra.

—No me agradezcas, Urian. No por esto. Porque te he quitado la única alegría más grande
que he conocido.

—No, akra. —Miró hacia la almohada teñida de lágrimas—. Como dijiste, todo es acerca de
cómo miras las cosas. Lo que me quitaste fue el mayor dolor de corazón y sufrimiento que has
experimentado alguna vez.

Ella inclinó su cabeza hacia él. —Como dices, m'gios. La vida se trata de perspectiva.

Stygian
Xanthia se congeló cuando sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal. Era uno que ella
conocía íntimamente y el que ella odiaba más que nada. Sin embargo, ella sabía que era mejor no
dejar mostrarlo, porque eso sería una sentencia de muerte. Preparándose ella misma, forzó una falsa
sonrisa en sus labios.

—Mi lord. —Hizo una reverencia ante el dios antiguo.

Disfrazado como apolita, el dios de la brujería y la más negra magia echó un vistazo alrededor
de la habitación pequeña con una sonrisa burlona. —Qué casucha miserable te han dado.

Honestamente, era mejor que la sentencia de muerte que su panteón había desparramado
sobre ella y sus hijos. Considerando todo, ella prefería tener la cabaña.
Además, la experiencia le había enseñado que el dios antiguo no quería que ella hablara. Así
que mantuvo su mirada en el suelo y sus pensamientos para sí misma mientras él daba saltitos y se
pavoneaba delante de ella. Y ella no se perdió la ironía de que el dios de la luz del sol ciertamente
no la traía en absoluto a su vida cada vez que Helios se acercaba. De hecho, ella tenía problemas
para decidir quién era más sombrío, Helios o Apolo.

Él se detuvo en seco y se volvió hacia ella. —¿Cuánto has progresado en mis planes?

—El hijo de Stryker me ha propuesto matrimonio.

—¡Buena niña! ¿Qué hijo?

—Su favorito.

Por una vez, pareció complacido. —Bueno, estás llena de sorpresas... —Y sonrió—. ¿Él te
ama?

—Todavía no, pero lo hará.

Su mirada se intensificó. —Excelente. Has demostrado que eres digna. Así que te daré lo que
has pedido. Quieres caminar a plena luz del día... ayúdame a eliminar a Apolo de mi panteón.
Destruye su línea de sangre y me encargaré de que reines a mi lado como la nueva reina del
amanecer.

—¿Y qué hay de mi hambre de sangre? ¿Cómo voy a comer si no hay más apolitas?

—Tu eliminas a Stryker y su miserable progenie de la existencia, niña, y yo mismo te daré de


comer la ambrosía y el néctar que necesitas para ser inmortal.

Él se movió para pararse frente a ella. —Es un intercambio simple. Quiero a ese advenedizo
repulsivo eliminado de mi panteón y tú quieres recuperar tu vida. Dame lo que me merezco y te
daré tus sueños. Todo lo que tienes que hacer es eliminar la línea de sangre de Apollo desde este
dominio donde no puedo alcanzarlo sin causar una guerra.

Helios sonrió fríamente. —Un intercambio simple y los dos seremos felices.

Stygian
Xyn se estremeció al sentir una presencia que no había sentido en tanto tiempo que al
principio ella pensó que debía estar imaginándolo. Sin duda, esta era alguna pesadilla olvidada.

—Maldición, hija.

A ella se le heló la sangre... aún más.

Girando, ella se sorprendió al ver a su padre en las sombras de las cataratas, donde Apollymi
lo destrozaría y lo enviaría al olvido si lo atrapaba invadiendo su dominio. —¿Qué estás haciendo
aquí?

Helios observó con admiración su forma humana. —Salvo por el cabello rojo y los ojos
verdes, eres igual a tu madre... antes de su maldición.
—Y de nuevo, pregunto por qué estás aquí. Tienes un latido antes de que alerte a mi diosa y te
castigue por tu traición.

—Lo dudo. Si Apollymi viene, simplemente le diré que me dejaste entrar. Si no, ¿cómo
habría podido atravesar su portal sin su conocimiento?

Xyn contuvo el aliento ante su amenaza. Ella lo llamaría mentiroso, pero era el tipo de
traición en la que él y su clase se especializaban. Los griegos eran asi de bastardos, y ninguno más
que los Titanes. De ahí que Zeus haya castrado a su propio padre después de que su padre había
asesinado a su propio hijo.

No le extrañaría nada de ellos.

—¿Cómo entraste?

—¿Como si te fuera a decirte mi secreto? —Helios alcanzó a tocar su barbilla.

Ella retrocedió ante su toque como si fuera una víbora. Y de hecho, así era como ella lo veía.
—Nunca has sido un padre para mí.

—Cierto, pero nunca has sido útil antes.

Un escalofrío bajó por su espina dorsal. —¿A qué te refieres?

La mirada de Helios pasó junto a ella hacia la arboleda donde crecía el árbol sagrado de
Apollymi. —Los ypnsi del árbol Haxyn. Hay algo que quiero que hagas con eso.

Ella quería decirle que no lo ayudaría. Pero ella sabía que ella no tenía el poder. Él la
chantajearía con eso. Siempre y cuando no dañara a Urian, ella aceptaría sus planes.

Y eso la hizo odiarse a sí misma aún más.

Solo por favor no dejes que Urian se entere de esto...


27 de junio, 9511 aC
Urian se detuvo cuando vio a Apollymi olfateando el aire a su alrededor. Ella incluso olió
sucabello y su capa. —¿Algo está mal, akra?

Ella olfateó dos veces más en sus hombros. —¡Juro que huelo a griego!

Perturbado por la forma en que ella continuó olfateando y manoseaba como si su cuerpo fuera
el olor que la ofendía, frunció el ceño. —Hay un montón de vides de oliva que mi solren ha
colocado alrededor para la ceremonia.

Apollymi le dirigió una mirada furiosa. —Conozco la diferencia entre una planta y el olor
grasiento de uno de esa calaña. Apesta a un dios. Y esta es el olor repelente de... —Su voz se apagó
cuando Davyn se acercó a ellos.

Con la madre de Urian.

Encantado más allá de lo imposible, él se quedó sin aliento al verla. —¡Mata!

Sonriendo, ella se apresuró a abrazarlo y besarle las mejillas. —¡Oh! ¡Mira que atractivo eres!

—¿Qué estás haciendo aquí?

—No pensaste que me perdería tu boda, ¿verdad?

Apollymi se mofó y se llevó la mano a la nariz.

Urian la ignoró cuando se dio cuenta de que era su forma de decir que su madre debía ser el
griego que pensó que había estado oliendo.

Miró a la diosa por encima de la cabeza de su madre para captar su mirada arremolinada y
rodo los ojos ante su maldad.

Xedrix se atragantó ante la audacia de Urian, pero rápidamente se contuvo cuando la diosa
volvió su mirada altanera hacia su demonio azul favorito. Mientras que ella toleraba la insolencia de
Urian, nunca la aceptaría de su charonte. En lo que se refería a Xedrix, ella lo más bien podría
arrancar sus alas y colgarlas en la pared.

Urian metió la mano de su madre en la curva de su codo. —Ven, Mata. Permíteme presentarte
a mi Thia.

Siempre perceptiva y desconfiada del número de daimons que ahora llamaban Kalosis su
hogar, ella lo siguió y se quedó cerca de él. —Te he extrañado, Urian.

Urian apretó su mano sobre sus dedos. —Yo también te he extrañado.

Ella lo detuvo. —Por favor... tengo que saber. ¿Hice algo te molestara? ¿Hay alguna razón
por la que te has mantenido alejado tanto tiempo?

—Sé de... —Se atragantó con las palabras que ardían amargas en su garganta. Él no podía
mencionar a su amante humano, no importa cuán feliz la hiciera. Le molestaba demasiado pensar en
ello.
Los ojos de su madre parecieron sobresalir cuando se dio cuenta de lo que lo había molestado.
—¿Cómo sabes de Memnus?

Él apretó los dientes al darse cuenta de que era el hombre que había conocido la última vez la
había visto. Eso fue aún más irritante. —Fui a verte una noche y los escuché a los dos.

El color se desvaneció de sus mejillas de su madre. —Urian...

Él le apretó la mano tranquilizadoramente. —Está bien, Mata. Entiendo. Tienes derecho a


tener a alguien que se ocupe de ti, y no albergo ninguna mala voluntad hacia ninguno de los dos. —
Él le ofreció una sonrisa sincera—. No hay nada que yo quiera más que tú seas feliz.

Tomando su mandíbula, ella hizo que Urian agachara la cabeza y presionó su mejilla contra la
de él. —S’agapo para poli moro mou.

Esas palabras trajeron lágrimas a sus ojos. Se había olvidado de lo mucho que había extrañado
a su madre. Lo que se sentía al estar envuelto en el calor de brazos que no lo juzgaban o que no
esperaban algo de él en absoluto. Esto era lo único que faltaba de su relación con Xyn. Daría
cualquier cosa para que ella lo abrazara así y le diera calidez por dentro y por fuera.

—¡Baba Urian! ¿Puedo ir a jugar con Abiron y Kylas?

Urian rió mientras se apartaba del cálido abrazo de su madre para ver a su propio hijo. —
Mata... conoce a Geras, mi nuevo pequeño. —Él retrocedió para que ella pudiera ver al querubín de
cabello dorado de Xanthia. Su corto monochiton ya estaba manchado debido a sus juegos. Sin duda,
a su madre le daría un sincope cuando viera lo sucio que estaba. Pero habiendo tenido esa edad no
hace mucho tiempo, Urian entendía bien la ebullición del niño. Además del hecho de que su peroné
no se quedaba en su hombro.

Arrodillándose, Urian lo volvió a prender un poco más apretado antes de que Xanthia lo viera
y se quejara de Geras como solía hacer su madre con él y sus hermanos. —Por supuesto que puedes
jugar con tus primos. Simplemente no te metas en problemas o dejes que te guíen demasiado cerca
de los charonte. Tienden a comer pequeños apollitas que se aventuran muy cerca de su dominio.

Con los ojos llenos de miedo, Geras miró a Xedrix y Sabine. Los ojos de la charonte naranja y
amarillo se arremolinaron y miró como si hubiera escuchado sus palabras. Luego sus ojos brillaron.

Geras se quedó sin aliento y salió corriendo.

Riendo, su madre negó con la cabeza. —La paternidad te queda bien. Pero entonces siempre
fuiste paciente con tus sobrinas y sobrinos.

Aunque lo había dicho como un cumplido, solo lo entristeció y lo hirió en lo profundo de su


corazón. En un mundo perfecto, él habría amado una casa llena de niños. Para verlos crecer y jugar.

Pero no en este mundo. No con su maldición colgando sobre sus cabezas.

Él y Paris estuvieron de acuerdo en eso. Se negaron a hacer lo mismo que sus otros hermanos
egoístamente habían hecho y obligar a sus hijos a enfrentar su sentencia de muerte. Él estaba
demasiado consciente de lo cerca que se acercaba la fecha límite. De cuan preciosa cada noche
entre ahora y entonces era.
Y qué precario sería cada aliento después. Él juró que disfrutaría cualquier momento que
tuviera.

Incluso si eso significaba estar casado con una mujer que realmente no amaba por el bien de
lo conveniente. Después de todo, no tenía el lujo de esperar.

—¿Es él su único hijo?

—Nay. Ella tiene una hija. —Urian levantó la barbilla hacia Nephele, que estaba de pie en un
pequeño círculo de amigos. Tannis le había prestado su peplos morado, sin embargo, era
extremadamente atractivo en la chica. Demasiado, para la tranquilidad de Urian, ya que quería
ahuyentar a todos los jóvenes que la belleza de Nephele atraía. Si bien ella no era su hija biologica,
él no era menos protector con ella y él la consideraba tanto su hija como si la hubiera engendrado.
—Su nombre es Nephele.

—Si se parece en algo a su madre, entonces tu Xanthia ciertamente debe ser una gran belleza,
por cierto.

—Gracias.

Ambos giraron ante el sonido de la voz de Xanthia para encontrarla detrás de ellos.

Urian inclinó respetuosamente la cabeza. —Mata... conoce a mi novia.

Agarrando los antebrazos el uno del otro, se besaron con gracia cada mejilla, y luego Xanthia
hizo una reverencia a la madre humana por la que había maldecido a Urian por el hecho de ser
humana. Las observó de cerca, listo para intervenir en cualquier segundo si Xanthia decía algo que
hiriera los sentimientos de su madre.

—Es un placer conocerte, kyria. Urian me ha contado cosas tan maravillosas acerca de ti.
Siento que ya nos conocemos.

—Eres demasiado amable, Xanthia. Y estoy encantada de ver a mi hijo tan bien establecido, y
con una belleza tan espectacular, no menos. Estoy segura de que la diosa los bendecirá a ambos con
aún más niños.

—Eso espero. Nada me emocionaría más. —Los ojos de Xanthia se abrieron—. Por favor
disculpe... ¡Geras! ¡No te atrevas! —Se fue corriendo tras Geras, que estaba tratando de encender
un fuego desde su parte posterior.

Urian negó con la cabeza ante las payasadas del niño.

—No te atrevas a reír. —Su madre lo golpeó juguetonamente en su brazo desnudo—.


Recuerdo a cierto par de gemelos haciendo lo mismo a esa edad.

—Aye, pero éramos mejores en eso. Nosotros lo lograbamos.

—Y casi le prenden fuego al estudio de tu solren.

—Y él, a cambio, encendió nuestros traseros, —dijo París con una risa jovial mientras se unía
a ellos—. Saludos, Mata. ¿Cómo estás?
Sonriendo, ella tomó su barbilla y lo besó. —Maravilloso, ahora que he visto a mis hijos. ¿Y
dónde está tu mejor mitad?

—¡Ah! Siempre supe que preferías a Davyn antes que a mí, y ahora tengo pruebas. —Con sus
rizos rubios dorados arremolinados, se puso serio cuando la alegría desapareció de sus ojos. —Le
dije que se quedara en casa, si eso está bien. Todavía está de luto por la pérdida de su hermana y su
familia.

Urian se estremeció. —Entiendo. Lo último que quiero es causarle más dolor.

—Bien. Él temía que pudieras pensar que su ausencia era una falta de respeto.

Urian estaba horrorizado. —Nunca. Conozco su corazón mejor que eso. Nunca se lo
reprocharía.

Eso relajó a su gemelo al instante. —Tal maldad tampoco es pertinente de él. Es por eso que
estoy con él por sobre cualquier otra persona. Mientras que otros planean y traman, él es tan leal
que podría considerarlo un defecto.

Nadie sabía eso mejor que Urian, excepto probablemente París.

Su madre alisó la capa de París. —Entonces me aseguraré de visitarlo antes de irme. No


puedo ir a casa sin ver a todos mis hijos y dejar que sepan que los amo.

Paris sonrió —Te he extrañado, Mata.

—Y yo a ti. —Ella miró por encima de su hombro hacia donde estaba uno de los daimons,
mirándola.

Urian miró al bastardo, desafiándolo a que incluso pensara en acercarse a ellos.

—Es mío. —Paris los dejó para ir a hablar con el hombre que era nuevo en su mundo y que
no tenían idea de que Hellen estaba fuera de su menú.

Por siempre.

Aun así, ella se acercó un poco más a Urian. —Hay muchos más aquí que de los que había
antes.

—Aye. Cada vez más vienen aquí todos los días para buscar refugio del mundo humano.

—Como tu futura esposa.

Él asintió.

—Sin embargo, no la amas.

Urian se congeló ante esas palabras.

Su madre deslizó una mirada hacia él. —Niégalo si estoy equivocada.


El problema era que ella había visto una verdad que a él no le gustaba admitir en voz alta.
Una verdad que hacía todo lo posible por ocultarlo de todos.

Incluso a si mismo

Pero ella era su madre y conocía su corazón mejor que nadie excepto por Xyn, quien también
había comentado sobre ese hecho que él tampoco podía ocultarle.

La cara de su madre cayó instantáneamente mientras lágrimas brotaban de sus ojos. —Oh,
bebé... ¿por qué estás haciendo esto si no la amas?

—Ella me alimenta, Mata. Nadie más lo hará. Tengo que tener sangre para vivir.

Tragando saliva, ella le apretó el brazo. —Lo siento mucho, Urian. Te mereces tener una
pasión ardiente. Del tipo que te deja sin sentido y...

—No, Mata, —dijo, interrumpiéndola antes de que alguien escuchara sus palabras y estas
llegaran a Xanthia—. No quiero eso. Nunca. Nuestras vidas son demasiado cortas. Yo quiero
control de mí mismo. Tenemos que tener eso para poder sobrevivir.

Ella se burló. —Mi pragmático. Eres demasiado joven para ser tan viejo. Para estar tan
cansado. ¿Qué ha matado al niño dentro de ti?

La mirada de Urian se dirigió a donde su padre estaba sentado solo en su trono negro y frío
hecho de los huesos de los enemigos de Misos, y viejos recuerdos se agitaron dentro de él. —Ese
chico murió la noche que vi a mi padre convertirse en daimon después de que su propio padre
intentara terminar con su vida, y me di cuenta de que no hay misericordia en este mundo para
ninguno de nosotros. Estamos todos condenados desde la cuna hasta la tumba. La vida no es para
los mansos. Es para esos que son demasiado tercos para ceder.

Ella contuvo la respiración bruscamente. —¿Qué te han hecho?

Sencillo. Lo habían abofeteado en el momento en que había llegado a este mundo, cubierto
con la sangre de otra persona, y la vida le había estado pateando el trasero constantemente desde
entonces. Sin parar ni dudar. Honestamente, estaba harto hasta la borrachera de todo eso.

Parecía que cada vez que pensaba que podía levantarse y respirar, alguien o algo más venía
junto con un golpe impresionante que lo dejaba de rodillas. Él nunca tenía un descanso.

Pero él no quería que ella se preocupara. —Nada, Mata. Simplemente me rendí ante el
demonio dentro de mí antes que los demás. En lugar de luchar contra él, lo abracé como a una parte
necesaria de mí. Ahora nos acurrucamos bajo las mantas grandes. Somos compañeros de cama.
Después de todo, somos daimons, ¿verdad?

Los ojos de su madre se entristecieron ante sus palabras. —Eres parte humano, Uri, y no eres
un daimon todavía.

Pero no podía permitirse ser humano. Ahora no. Jamás. Eso solo haría que lo maten. Tal
como lo habían hecho con la familia de Davyn.

Los mansos solo heredarían la tierra dos metros debajo de sus pies.
Y él estaba a punto de tener su propia familia para cuidar.

El tiempo para la infancia había terminado. Este mundo no permitía compasión o


misericordia. Se requería vigilancia y un brazo de espada despiadado.

Después de esta noche, él sería un marido y un padre él mismo. Tenía mucho más que solo a
mismo para pensar ahora. Su mirada se dirigió a Nephele y Geras.

A Xanthia.

Mucho más.

—¿Urian? Me estás asustando. —Nadie podía pasar por alto el terror en la voz amable de su
madre.

—No tengas miedo, Mata. Soy lo que me criaste para ser.

Ella hundió su mano en su pelo rubio platinado y lo obligó a encontrar su mirada. —Nunca
olvides lo que te enseñé, Urian. Honor. Integridad. Lealtad. Misericordia.

Aye, pero solo para su propia familia.

Nadie más.

Después de todo, él también era hijo de su padre. Y como Stryker, su misericordia tenía una
limitación finita. Si no me alimento de ella o me la follo, no me importa una mierda. El código de
su padre era uno simple de entender.

Este mundo era brutal hasta su núcleo y no se preocupaba por ellos. Por lo tanto, a ellos
tampoco les importaba nada de ello. Su único objetivo era sobrevivir. Por los medios que fueran
necesarios.

Sobre, debajo, alrededor, o a través. Los que estaban detrás de ti, los protegías. Los que
estaban a tu lado eran aliados dignos, y cualquiera que se parara enfrente era un objetivo a ser
destruido.

Era un código simple. Y fue uno que los mantenía vivos.

Desde esta noche en adelante, él sería Urian Kleopas, y todos se lamentarían la noche que le
habían dado facetamente ese epíteto.
30 de junio, 9511 aC
Maldición, ¿qué hay en la sangre de esa mujer que te mantiene con vida?

Urian rió ante la pregunta de Archie mientras lo pateaba en la espalda y casi lo decapitó. —
¿Qué pasa, adelphos? ¿Quieres dejarlo?

—¡Theo! —Gritó Archie por refuerzos.

Urian dio la vuelta para agarrar a sus dos hermanos de una sola vez. Se suponía que ellos no
debían usar sus poderes mientras practicaban en el campo. Era algo en lo que su padre insistía, solo
en caso de que alguna vez cayeran en algún tipo de trampa o dispositivo que bloqueara sus poderes
o los despojara de ellos, y se vieran obligados a utilizar nada más que sus habilidades de combate.

Esta noche, Archie y Theo decidieron hacer trampa. Sin previo aviso, ambos desataron una
gran descarga de energía que lo dejó tendido sobre su trasero. Gimiendo de dolor, rodó y se puso de
pie. Él sintió que la furia corría por sus venas.

Antes de que pudiera detenerse, atacó con sus propias fuerzas. Su explosión barrió todo y los
envió volando.

—¡Urian!

Al principio, él no reconoció la voz severa de su padre. No hasta que Stryker lo agarró y lo


sacudió con fuerza.

Poco a poco, Urian volvió en si y vio lo que hizo su familia.

Símbolos peculiares brillaban en todo su cuerpo, iridiscente y hermoso. Nunca había visto
nada igual.

Parpadeando, él tragó. —¿Solren? ¿Que pasó? —Él no recordaba nada de los últimos minutos
mientras se volvía en un círculo lentamente, tratando de orientarse.

Su padre dejó escapar un gruñido siniestro y profundo. —¿Recuerdas algo?

Sacudido por lo que vio, frunció el ceño lentamente. —Nay.

Su padre se volvió para mirar a Archie y Theo. —¿Qué hicieron?

Estos quedaron boquiabiertos.

Entonces Archie farfulló. —¿Por qué sería nuestra culpa?

Liberando a Urian, su padre los acechó como un depredador feroz listo para separarlos. —
Porque ustedes son los que atacaron a su hermano.

Theo utilizó su espada para señalar a Urian. —¡Eso no nos hace responsables del hecho de
que él es un monstruo!

París se puso contra la espalda de Urian. —Escucha eso, Uri. Eres un monstruo.
—Cállate. —Urian le restó importancia.

Riendo, París tomó distancia de él.

Pero la diversión de París y la irritación de Urian se vieron truncadas cuando un grito resonó.

—Por todos los dioses, ¿ahora qué? —Stryker suspiró pesadamente.

Hasta que se dio cuenta de que era la esposa de Telamón, Natassa, a la que escucharon. Luego
los teletransportó a su casa.

Urian quedó paralizado en su pista de práctica cuando sintió un dolor agudo en su pecho. No
se parecía a nada que hubiera experimentado antes. Sin que se lo dijeran, sabía que su hermano
estaba muerto. No sabía cómo, pero lo sabía.

La rabia lo cegó mientras iba corriendo por las calles oscuras de Kalosis. Estaba tan cegado
por lo que ni siquiera pensó en usar sus poderes para destellarse a la casa de su hermano.

En su lugar, esquivaba a los curiosos que se dirigían hacia los gritos para ver lo que estaba
ocurriendo. En el momento en que llegó a la casa de Telamón, Urian estaba sin aliento y jadeando.
Temblando y sudando.

Aterrorizado, se abrió paso entre la multitud, dentro de la casa donde se reunió con su familia,
en estado de histeria y lágrimas.

Aunque Urian viviera toda una eternidad, nunca olvidaría la visión de su padre arrodillado en
el suelo del cuarto de Telly al lado de su hermano. Sosteniendo la mano de Telamon, su padre lloró
como si su alma se hubiera hecho añicos. Urian ni siquiera sabía que su padre era capaz de tales
lágrimas desgarradoras. Pero eran los sollozos que atormentaran a un guerrero tan feroz. Tan
orgulloso.

Su padre se agarró al cuerpo sin vida de Telamon como si fuera una muñeca de trapo. A su
alrededor, sus hermanos estaban de rodillas, tan destrozados como sacudidos.

Esos lamentos compartidos retumbaron a través del cuerpo de Urian como un segundo latido
del corazón y lo sacudieron hasta la médula de su ser. Sólo los apolitas dejaban un cadáver para
enterrarlo. Los Daimons se desintegraban después de la muerte. Si su padre fuera a morir, no habría
nada de su cuerpo para lamentarse. Pocos minutos después de la muerte, los dos metros del cuerpo
del guerrero enorme y musculoso de su padre sería nada más que un polvo de oro fino que se
desvanecería lejos, perdido para siempre en la brisa.

Un vago recuerdo.

Pero Telamon seguía siendo un apolita.

Su cuerpo permaneció intacto. Y su padre se negó a liberarlo.

Su hermano parecía como si estuviera simplemente durmiendo. Como si fuera a despertar en


cualquier momento e insultara a Urian. O llamarlo para hacerle algún pequeño desaire.
En ese instante de su propio dolor, Urian sintió todo su ser arder de nuevo. Sintió la misma
agitación de carga eléctrica que habían pasado por él cuando sus hermanos lo habían atacado antes.
Fue de un sabor amargo y ácido en la boca.

Esas marcas peculiares en su carne reaparecieron. Sólo que más brillante esta vez. Desde el
hombro hasta la punta del dedo, su brazo brillaba.

Antes de darse cuenta de lo que estaba haciendo, se trasladó por el suelo hasta donde su
hermano estaba en brazos de su padre y extendió su mano contra el centro del pecho de Telamón.

En el instante en que le tocó, un disparo brillante salió de sus dedos y pasó a Telamón. Urian
sintió la sacudida de la carga a través de todo su cuerpo, irradiando a través de sus células y
fluyendo en el pecho de su hermano.

La espalda de Telamon se arqueó. Todo su cuerpo vibró como si estuviera siendo


electrocutado. Luego, después de unos minutos, él se quedó inmóvil como una piedra.

Todo el mundo se volvió hacia Urian. Lo miraron acusadoramente. Su padre se puso


lentamente de pie.

Urian no se movió. Tampoco soltó el pecho o el brazo de Telamón. Era como si estuvieran
unidos entre sí. Como si el dejarlo ir fuera a matarlo a ciencia cierta. No sabía por qué pensaba eso,
pero lo hacía.

Jadeando, su hermano abrió los ojos para mirar hacia él.

Luego maldijo a Urian.

Stryker quedó boquiabierto. Miró a Urian como si fuera el propio Zeus, descendiendo de los
theocropolis del Olimpo para reunirse con ellos. —¿Qué hiciste?

Aturdido, Urian sacudió la cabeza, igual de atónito que el resto. Miró su brazo y la mano
brillante. Continuaban palpitando con el poder de un poco de energía primaria que él ni siquiera
podía empezar a describir o comprender.

No hasta que Apollymi apareció en la sala en su encarnación de Destructora.

Su cabello negro flotaba a su alrededor mientras sus ojos rojos se arremolinaron. Un viento
invisible causó que su cabello y el vestido se retorcieran sobre su cuerpo esbelto como cintas en un
huracán. —¡¿Quién se atrevió a llamar a un dios de La Fuente en mi dominio?!

Su padre se movió para protegerlo para que la Destructora no pudiera ver el resplandeciente
brazo de Urian o algo más. —Nadie, Akra.

Esas acciones sólo le hicieron amar más a su padre. El hecho de que él buscara la manera de
protegerlo era el último acto de lealtad, pero Urian no era tonto.

Nadie podía ocultar esto de Apollymi. Sería un suicidio intentarlo. Y ella los mataría a ambos
por la mentira.

—Algo que me ha pasado, Akra. —Urian extendió el brazo para que ella lo viera.
Su cabello se volvió blanco de nuevo mientras se dejó caer al suelo y se convirtió en la diosa
que le dejaba dar una mirada en el espejo para ver la luz del día. Ella pasó su mirada alrededor de la
habitación a todos los allí reunidos. —Ven conmigo, Urian.

Sin vacilar, su padre dio un paso adelante. —Akra…

—No te metas en esto, Strykerius, —dijo entre dientes.

Su padre titubeó.

Urian quiso tranquilizar a su padre de que él estaría bien, pero por su tono, él sabía que no
debía hablar. No estaba de humor para ningun tipo de argumento u otra palabra.

Aunque para ser honesto, no estaba muy seguro del estado de ánimo en que ella se
encpntraba. Oscilaba entre un resentimiento y una furia sin adulterar.

Así que en vez de ello, lanzó lo que esperaba fuera una sonrisa modesta hacia su padre y la
siguió desde la sala, hacia su palacio.

Tan pronto como estuvieron solos, Apollymi se volvió hacia él con una mirada fulminante
que normalmente recibía de su padre después de que golpeaba a uno de sus hermanos. —¿Qué has
hecho? —Su tono era agudo y quebradizo.

Urian se encogió de hombros. —Mi hermano estaba muerto, y yo le toqué, y...

Ella maldijo entre dientes.

Completamente desconcertado, trató de comprender por qué estaba tan enfadada con él. —
¿Qué es esto?

—Un poder que nunca preví que poseyeras. Ahora debes aprender a controlarlo o de lo
contrario, como Midas, va a destruir tu vida. Y todos a tu alrededor.

Esas palabras lo congelaron hasta su alma, sobre todo por la forma en que las dijo. ¿Qué
quería decir? —No entiendo, Akra.

Ella gruñó profundamente en su garganta antes de contestar. —Esas marcas en el brazo son de
la más antigua de las lenguas. Una de las primeras. Tú tienes poderes de la diosa Bathymaas.

Urian quedó boquiabierto ante la mención de la primera diosa del equilibrio y la vida. Una
diosa de la justicia divina.

Hace mucho tiempo, cuando los dioses habían luchado entre sí, sólo ella había encontrado una
manera de proteger a la humanidad y a los apolitas de ellos. Hasta que los dioses resentidos la
habían destruido por ello.

Pero no tenía sentido que él hubiera nacido con su marca. ¿Por qué?

—¿Cómo es eso posible?


—Naciste de los dioses, Urian, lo sabes. Tales criaturas son siempre una mezcolanza de
regalos peculiares. Uno nunca sabe cómo se van a alinear en el interior de sus hijos. No hasta que
sea demasiado tarde.

Él suponía que eso tenía sentido. Sin embargo, Bathymaas fue una de las más antiguas de las
diosas. Una fuente primaria.

Enemiga de Apolo.

¿Por qué ella lo eligió a él como recipiente para llevar un regalo de tal magnitud cuando no
estaban relacionados y ni siquiera compartían un panteón? No tenía sentido.

La expresión de Apollymi se volvió aún más sombría. —Pero la verdadera pregunta es, ¿qué
será de ese poder dentro de ti una vez que te conviertas en daimon? Ahí está el problema, pido, ya
que nadie nunca antes lo ha hecho. Y no es algo que Apolo tuvo en cuenta cuando los maldijo a ti y
a tu padre y hermanos.

—¿Qué está diciendo, Akra?

—Que tu poder heredado de una diosa poderosa podría mutar en quién sabe qué. —Ella dejó
escapar un largo suspiro, cansado. Luego se volvió a mirarlo—. Hoy salvaste la vida de tu hermano,
Urian. Mañana, podrías matarlos a todos... y a ti mismo. Debido a que no sabemos nada de tus
poderes y que no entiendes cómo manejarlos. Un día, incluso, podrías tener la capacidad para
romper la estructura misma del universo. No hay nada dicho sobre en quien o qué podrías
convertirte. Todo lo que sabemos es que va a ser un día emocionante.

Ella se rió con amargura. —Quizás no uno bueno para quien se encuentre en tu camino. Pero,
no obstante, emocionante.
9 de julio, 9511 aC
—De leproso a dios en tres latidos. Es terrorífico. De verdad. —Urian le dirigió una mueca
disgustada a Davyn mientras alejaba a otra hermosa mujer de su entrepierna.

La cual en realidad gimoteó en protesta.

Urian estaba tan tentado a hacerlo, especialmente dado cuan irritado estaba ante la línea
interminable de mujeres que intentaban seducirlo.

—Estoy casado. —Le repitió por tercera vez. ¡Gah! ¿Dónde estuvo toda esta atención cuando
había estado literalmente muriéndose de hambre y necesitado?

Ella frunció los labios hacia él. —Así como yo. Mi esposo dijo que no le importaría. Que tu
sangre infundida podría fortalecernos a ambos. Quiere me alimente de ti. Incluso se unirá a nosotros
si lo deseas. Mi hermana también.

Disgustado por eso, Urian se levantó y se alejó como si ella estuviera en llamas. Lo último
que quería era una orgía con personas que solo lo querían para usarlo. ¡Olvídenlo!

Davyn rápidamente se colocó entre ellos, proporcionándole un bloqueo. —Perdón, amor. Si


cualquiera consigue una parte extramarital de su delicioso trasero, voy a ser yo con el principal
reclamo ante eso, ya que he sido el único rogando por eso mucho más que tu. —Él le guiñó a ella.

Ella quedó boquiabierta.

Así como la de Urian. Destellando los colmillos en una impertinente sonrisa, Davyn agarró
posesivamente su brazo y lo arrastró lejos. Pero no antes de que le dirigiera una malvada sonrisa
satisfecha a la mujer, entonces agarró las nalgas de Urian.

—¡Oya, ya! —Urian jadeó, alejándose antes de que Davyn consiguiera que un celoso Paris
los golpeara.

O peor, una furiosa Xanthia. —No puedo creer lo que acabas de decir o lo que hiciste.

Davyn se encogió de hombros. —No puedo creer que ella tuviera el valor para buscar en tus
partes privadas de tan pública manera. Me pone más celoso que no se me ocurriera, pero no soy tan
grosero. ¡O suicida! París me mataría si osara sentarme en tu entrepierna o acariciarla.

—Eso dices tú. Recuerdo unos cuantos toques atrevidos tuyos en esa área en particular en el
pasado.

Davyn se burló. —¡Nómbrame uno!

—Estabas borracho, aun…

—Esas no cuentan.

Urian resopló desafiando su tono simplista. —Pido discrepar, así como mis partes privadas,
como dices.
Davyn rio. —Aye, bien, sea como fuere, no lo recuerdo, asique no sucedió. Además, no
puedo creer que ahora tengamos que protegerte tan cuidadosamente como protegíamos a mi cordero
y sus cuartos traseros y delanteros de otros. ¿Quién lo hubiera pensado?

—En efecto. —Urian concordó—. El mundo se ha vuelto más loco de lo normal.

—No es eso. —Ophion arrebató a Urian de Davyn y lo arrastró a la salida en una dirección
diferente.

Una vez que estuvieron en la calle, Ophion volvió al edificio y empujó a Davyn a través de la
puerta, entonces la cerró y la trabó. —Lo que hiciste ya se sabe, adelphos. Todo el mundo sabe lo
que hiciste por Telly. Ahora todos creen que tienes los poderes de un dios y que puedes curarlos.
Entonces si ellos toman una parte de tu semen, creen que se convertirán instantáneamente en
inmortales.

Urian nuevamente quedó boquiabierto. —¡No soy el dios Set! ¿Están locos?

Ophie levantó sus manos en rendición. —No insultes a Hermes21. Nada más paso los rumores
de la ciudad. Ellos son los que te aclaman como el salvador de nuestra gente. Repugnante, de
verdad, ya que te conozco por el idiota que eres. La mitad de ellos te proclaman como el místico
caminante diurno, profetizado para salvarnos de nuestra maldición. Te creen capaz de lo que sea
ahora.

Urian se sorprendió. —¡Y una mierda! La última cosa que necesito es un manojo de idiotas
lanzándome a la luz del día como si fuera Andrómeda para el monstruo marino de Poseidón o algo
así.

—Bueno, me gustaría alimentarte a un monstruo marino, la mayoría de los días, pero por
otras razones.

Urian empujó a su hermano. —Eres una molestia.

—Aprendí de ti.

Gruñendo, Urian rodó sus ojos. —Oh, de haber tenido un solren que podría haber guardado su
polla para sí mismo una noche. Maldito sea por todos los hermanos con los que tropiezo
constantemente. Debería haber dejado que Hades tomara al bastardo y lo golpeara, en vez de salvar
su vida y empezar esto.

Ophie besó su mejilla. —Ah ya, nos extrañarías si no estuviéramos aquí para molestarte.

Urian se burló. —Lo dudo.

Davyn se detuvo repentinamente y sin advertencia, causando que Urian se tropezara contra él.

—¿Qué estás haciendo? —Él se frotó la frente, que había golpeado en la parte posterior de la
cabeza de Davyn.

21
En la mitología griega, Hermes es el dios olímpico mensajero, de las fronteras y los viajeros que las cruzan, el ingenio y de l
comercio en general, de la astucia, de los ladrones y los mentirosos.1 En la posterior mitología romana era denominado como
Mercurio. Hijo de Zeus y la pléyade Maya. El himno homérico a Hermes lo invoca como el «de multiforme ingenio (polytropos), de
astutos pensamientos, ladrón, cuatrero de bueyes, jefe de los sueños, espía nocturno, guardián de las puertas, que muy pronto habría
de hacer alarde de gloriosas hazañas ante los inmortales dioses.
Davyn no habló. Él apenas gesticuló hacia la multitud en fila afuera de la casa de Urian.

Ah, sangriento infierno

Nunca había visto algo así. Era como si estuvieran dando limosna en un día festivo.

Davyn echó la cabeza hacia atrás para sonreírle por encima del hombro. —Un rayo divino
bien colocado podría sacar a la mitad de ellos. —Él destelló sus colmillos en una amplia sonrisa
malvada—. ¿Qué dices?

Urian hizo una mueca en absoluta agonía ante el pensamiento de lo que le esperaba allí. —No
me tientes. —Y era tentador. Esas eran las mismas personas que no tenían ninguna utilidad para él
solo unos días atrás.

Hasta que él tuvo un poder que ellos creían del que podían hacer uso.

Curioso cómo funcionaba eso.

Y dejaba a Urian extremadamente desencantado con todos ellos. Porque había visto sus
verdaderas intenciones a una edad mucho más temprana de lo que la mayoría veía. Como había
nacido con la anormalidad de los ojos azules y no los marrones propios de los apolitas, ellos no
habían ocultado su desdén hacia él. Eso hizo mucho más difícil ocultar su resentimiento ahora.

Especialmente cuando se dieron vuelta y corrieron hacie él, pidiendo favores. Estos apolitas
que se rehusaron a compartir el más básico sustento con él cuando más lo había necesitado. Ellos lo
habrían visto muerto en la calle sin perder una pizca de sueño por eso.

Ellos eran despreciables por su hipocresía.

—¡Urian! ¿Recuerdas que cercanos éramos cuando éramos niños? Estábamos siempre juntos.
¡Inseparables!

Él miro hacia el amigo de Theo, Iolus, que nunca había hablado con él antes. Este era el
mismo amigo que solía preguntar a Theo para asegurarse si había dejado a Urian en casa, porque él
no podía tolerar a Urian. Tu hermano me aterra con esos extraños ojos suyos.

Aye, Urian lo recordaba bien.

—¡Suficiente! —Su padre rugió mientras se les unía—. ¡Dejen al chico en paz! Si quieren un
milagro, escríbanlo y entréguenselo a Trates. Urian puede revisarlos después de ver si tiene deseos
de indulgencia.

Ellos protestaron, pero afortunadamente su padre no podía ser persuadido.

Urian sacudió su cabeza al sentir algo extraño en el aire.

Su padre le frunció el ceño. —¿Estas bien?

—Nay. ¿Sentiste eso?

—¿Sentir que?
—Algo… —Urian escaneó la oscura calle a su alrededor. Pero la sensación arrastrándose por
su piel solo empeoró, no mejor—. Hay un dios aquí.

Su padre le dirigió una mirada aburrida. —Esa sería Apollymi. No puedes olvidarla. Alta,
rubia, furiosa diosa. Vive en el gran y oscuro salón a tu derecha.

Él resopló ante el sarcasmo de su padre. —Nay, esto es diferente. ¿No puedes sentirlo?

Su padre negó con la cabeza. —Solo puedo sentir a Apollymi y sus charonte.

Aun así Urian lo sentía. Ferozmente. No había ninguna duda de la poderosa sensación de otro
dios en el lugar. La sensación se deslizó sobre su piel. Innegable. Inequívoca.

Peor, era malévola.

—Esto es algo más, Solren.

Su padre miró a la multitud que no quería dispersarse antes de que bajara la vos para
hablarles. —Hay algo sobre lo que necesito hablar con todos ustedes. Iba a esperar hasta más tarde
pero…

—¿Qué?

—La guerra está llegando. Nada como hayan visto. La devastación en la aldea de Xanthia no
fue solo un ataque aislado. Hemos sido bendecidos con que la diosa nos haya acogido cuando lo
hizo. La vida en la superficie… —Su padre se estremeció visiblemente—. Después del ataque de
Apollymi en Atlantis que devastó la mayoría del mundo, y la perdida del panteón atlante, el
equilibrio de los dioses se trastornó. Y con eso, los Chthonians.

París frunció el entrecejo. —¿A qué te refieres?

—Solo lo que dije. Con la destrucción de un panteón, los Chthonian se enfrentan entre ellos
sobre como restaurar el equilibrio del universo y realinear a los dioses y sus territorios. Y mientras
ellos pelean, los dioses compiten por el poder. Nuestra dispersa gente no han encontrado su camino
aun y están siendo sistemáticamente sacrificados en el instante que son identificados.

Urian miró a sus hermanos mientras digería esas noticias y que significaban para todos ellos.
—¿Es por eso que tantos apolitas se han mezclado con toda clase de fey y demonios?¿Para
crear razas en un esfuerzo de intentar evadir la maldición de Apolo?

Su padre asintió. —No sé cómo eso va a resultar en los años venideros. Pero conociendo a los
dioses como lo hago, ellos generalmente descartan esas razas como bestias rabiosas. Hasta que
veamos como resulta, mi sugerencia es que mantengan un perfil bajo y les den tiempo para matarse
entre ellos.

Ophion se erizó ante esas palabras. —¿Hablas de cobardía cuando deberíamos ayudarlos?

Su padre golpeó a Ophion por el insulto. —Hablo de sensatez ¡idiota! El clavo que sobresale
es martillado. Y no veré a nuestra gente caer innecesariamente para alimentar el ego de alguien.

—¿Qué hay con nuestra madre? —Urian se preparó para una reacción igual de violenta de su
padre.
Para su sorpresa, él le acercó una pequeña sfora amarilla similar a la roja que Stryker usaba
para espiar el reino humano. —Te confiaré esto. Le di a ella un medio para convocarnos en caso de
ser atacada, así como la opción de volver aquí a vivir. Ella eligió permanecer entre su clase. Hellen
dejó claro que no quiere volver a Kalosis.

Esas palabras punzaron su corazón, pero Urian no la culparía por eso. Estaba mal hacerla vivir
en la oscuridad cuando no tenía que hacerlo. Su madre merecía vivir en la luz. —Voy a vigilarla.

Paris agarró la mano de Davyn. —¿Tenemos un Chthonian que nos proteja, Solren?

—Nay, ellos no se preocupan por nosotros. Los apolitas están por su cuenta tanto como a los
dioses les incumbe. Apollymi es todo lo que tenemos. Solo a ella le importa.

Los ojos de Ophion se oscurecieron. —Eso no es justo.

—¿Desde cuándo la vida es justa? —Urian rio mordazmente ante su estupidez.

Su padre suspiró. —Desafortunadamente, Urian tiene razón. Esto no es acerca de justicia. Es


acerca de supervivencia. ¡A la mierda con mi padre! No voy a enterrar a mis hijos o hija porque él
es un imbécil que tuvo que joder a una puta griega barata. Deja que el mundo arriba arda hasta los
cimientos y déjalos separarse. Estamos seguros aquí, y aquí permaneceremos.

París aclaró su garganta de nuevo. Más fuerte esta vez. —Umm… ¿solren? Hay solo un
pequeño problema.

—¿Y ese es?

—Ya eres un daimon y el resto de nosotros no estamos lejos. Entonces ¿cómo vamos a
sobrevivir encerrados aquí abajo sin las almas humanas que necesitamos para evitar convertirnos en
polvo?

Urian se estremeció ante una muy cruda verdad que podría matarlos a todos.

Una verdad que lo llenaba de absoluto terror.

Stygian
¿Urian?

Él saboreó el sonido de la voz de Xyn en su cabeza. Era como una caricia mental que nunca
fallaba en calentarlo por todos lados.

Desesperado por verla, la encontró cerca de las cascadas, cerca del huerto. —Saludos, mi
dama más bella. —Él envolvió sus brazos alrededor de su cálido y largo cuello y respiró la dulce
esencia que era únicamente de su dragón.

Ella lo levantó en sus garras para acunarlo. ¿Qué esta mal?

Riendo, miró la afilada garra que estaba solo a unas pulgadas de su cara. —La mayoría vería
esto. —Él cuidadosamente tironeó de esta—. ¿Qué clase de tonto soy para permanecer aquí con eso,
tan cerca, y no tener ningún miedo?
Sabes que nunca te lastimaría.

—Cierto. —Suspirando, metió las manos detrás de su cabeza y cruzó los tobillos mientras ella
lo llevaba hacia su cueva—. Sentí a un dios aquí más temprano ¿Tu lo sentiste?

Ella arqueó una espinosa ceja ante eso. Apollymi.

Irritado, le hizo una mueca. —Lo juro, si una persona más me dice eso, voy a reaccionar
violentamente. No Apollymi. Alguien más. Un poder completamente diferente.

Sarraxyn presionó los labios juntos mientras el miedo corría a través de ella. De alguna
manera, Urian debe haber sentido la visita de su padre más temprano cuando vino a presionarla para
que actuara contra Apollymi y Urian de nuevo. Ella le dijo a Helios que no viniera.

Él no escuchó. Parte de ser un dios, ellos pensaban que lo sabían todo y eran siempre astutos.
Pero si eso fuera verdad, entonces Helios no habría sido desplazado tan fácilmente por los
Olimpicos.

De cualquier manera, ella había cometido el error de señalárle eso a su padre. Él la había
golpeado tan fuerte que su hermano Veles había sido forzado a intervenir. De lo contrario, ella no
habría sobrevivido a tan vicioso asalto.

Cerrando los ojos, ella intentó pensar en alguna forma de distraer a Urian de ese lio.

¿Cómo te estas adaptando a tu esposa? A pesar de que odiara preguntar, y se resentía de


Xanthia con pasión, parecía ser un tema seguro.

Al menos eso era lo que ella pensó hasta que lo sintió ponerse rígido en su palma. Quizás el
matrimonio no era lo que su pequeño apolita había esperado, después de todo.

Una podía soñar.

¿Urian?

Él se suspiró y se incorporó para hacer una mueca. —Debería estar agradecido.

Siento un “pero” en esa oración.

—Pero —le sonrió—, hay una frialdad en ella a veces ¿Es eso normal?

Xyn reprimió una replica ante la pregunta. ¿Me estas preguntando cuando nunca he estado
alrededor de nadie para saberlo?

Él hizo una mueca visiblemente. —Lo siento. Eso fue cruel de mi parte. No pensé.

Ella se calló mientras escuchaba el ritmo de su corazón cambiar. Él estaba tan tiste por eso
que hizo doler a su propio corazón en simpatía. Más que eso, la hizo lo suficientemente audaz para
revelar un secreto que ella mantenía enterrado profundamente. ¿Qué pasaría si tuvieras a alguien
que te amara, Uri? ¿Pero que no pudiera alimentarte?

—¿A qué te refieres?


Como tu padre ¿Qué si te enamoraras de un humano o alguien más? Alguien no apolita o
daimon ¿Qué harías?

Él resopló con desdén.—Eso nunca pasaría. No me lo permitiría.

Xyn sintió su corazón encogerse con sus amargas palabras. Eso es bastante cerrado de mente
¿o no?

—Difícilmente, solo estoy siendo practico ¿Cómo podría alimentarme si elijo amar a otra?

Que fácil lo hacía sonar, como si amar fuera una opción. Si lo fuera, ella no estaría en este
dolor. Y esa actitud seriamente la molestaba. Su visión se oscureció mientras tenía el impulso
repentino de tirarlo al piso y aplastarlo. —¡Siendo un idiota, querrás decir!

Los ojos de Urian se abrieron mientras ella pronunció esas palabras en voz alta. —¿Xyn?

Furiosa, ella lo dejó en el suelo antes de rendirse al impulso de lastimarlo. —Ve a casa, Urian.
No estás seguro aquí.

—¿Qué quieres decir?

Cuando se negó a irse, ella le disparó una ráfaga de fuego.

Urian apenas esquivó el aliento incendiario de Xyn. Las llamas eran mucho más calientes que
el fuego normal. Así como estaba, lo chamuscó y quemó su piel a pesar de que no llegó cerca de su
posición.

¡Santos Katoteros! Él no había tenido idea de su poder hasta entonces. Ninguna idea de cuan
peligrosa era realmente su dragón.

Soplando aire fresco sobre su piel para aliviar la quemadura, él huyó de su jardín. Estaba a
medio camino de casa antes de darse cuenta de que debía haberla enfadado.

La pregunta que había hecho antes de perder la cordura.

Pero no… no podría importarle a Xyn. No de esa manera. Ella era un dragón.

Él era un apolita.

Eso no era ni siquiera físicamente posible.

Entonces recordó que los dragones secuestraban doncellas todo el tiempo. Por supuesto, en su
mente, él siempre había asumido que ellos se las habían comido.

Ahora él se preguntaba sobre el resultado.

Zeus e incluso su abuelo habían supuestamente impregnado humanas mientras estaban en la


forma de otras bestias. Todos, cisnes, agua…

Seguramente Xyn no lo quería para hacer eso con ella.

¿O si?
El pensamiento lo aterrorizaba. Lo horrorizaba. Él estaba casado, e incluso si no lo estuviera,
ellos eran amigos.

Mejores amigos, y lo habían sido por años. Como…

Paris y Davyn.

Mierda.

Urian bajó la velocidad mientras se daba cuenta que ellos eran mas cercanos que amigos
normales.

Los dos habían compartido mucho en su reclusión. Más que eso, Xyn se había encariñado.
Ella había sido su refugio cuando los demás no habían podido tolerarlo.

No va a funcionar, Uri. Ella es un animal. Un dragón.

Y él tenía una esposa que cuidar. Nunca podría haber nada entre él y Xyn.

Nunca.

Y aun así, había algo dentro de él… algo que lo asustaba mucho más que sus pensamientos.
Un sentimiento que él honestamente no podía negar.

Él si la amaba.

Y eso los condenaría a ambos.


7 de septiembre, 9510 aC
Urian se paró en seco cuando entró al palacio de Apollymi y encontró algo que nunca había
visto antes.

Una extraña.

—¿Quién eres?

La mujer excepcionalmente delgada y alta giró. Era impresionante, y estaba vestida de una
manera bastante peculiar, con un chitón corto de color verde similar al que usaría un hombre,
cortado justamente arriba de sus rodillas bien proporcionadas. Una clámide larga de color marrón
estaba cuidadosamente envuelta alrededor de sus hombros delgados y sujeto con una fíbula
ricamente decorada de oro y perlas que formaba un doble arco. Su cabello rubio dorado estaba
intrincadamente trenzado y enrollado alrededor de su cabeza con un estilo adecuado al de una diosa.

Por su elegancia, altura y belleza, Urian la habría confundido con una apolita. Excepto que
ella no tenía colmillos, ni sus ojos eran marrones. En lugar de eso, eran de un vívido y excepcional
color verde que eran más similares a los de su tía Artemisa.

O al menos eso era lo que le habían contado de ella.

Y ahora que lo pensaba, esta mujer apestada a deidad griega. A tal grado, que estaba
sorprendido de que Apollymi no estuviera por ahí tratando de localizar su ubicación con uno de los
perros de tres cabezas que tenía en su palacio como sus guardianes.

O a unos cuantos charontes olfateando. Normalmente, una presencia tan poderosa en su medio
justificaría que al menos Xedrix estuviera aquí para investigarlo.

Entonces, ¿por qué estaba esta doncella griega en el palacio Stygian de Apollymi?
¿Sosteniendo un arco de guerra? ¿Y usando sandalias para correr con el atuendo de un chico?

Para él, nada de esto tenía ni un poco sentido.

—No has respondido mi pregunta. —Esta vez, él uso un tono más tajante para hacerle saber
cuán grave era su situación.

Ella arqueó una ceja y lo inspeccionó con una mirada hostil. —¿Quién eres tú y por qué estás
tú aquí?

Ese gruñido audaz activó su propio temperamento. —No soy el que está invadiendo.

—Y yo tampoco.

Sí, claro. Ningún griego pertenecía aquí y lo sabía.

Siseando, él se teletransportó frente a ella. —Siento discrepar.

Ella sonrió burlonamente. —Siente todo lo que quieras, tu teatro me deja fría.

Antes de que él pudiera responder, Xedrix apareció a su lado. Su piel azul moteada se veía
más oscura de lo normal mientras miraba a ambos e hizo un sonido de reproche como el de un
padre furioso. —No pongan a prueba la paciencia de la Destructora, niños. No está de humor para
sus tonterías.

Él los agarró a ambos del brazo y los arrastró por el pasillo que llevaba al jardín de Apollymi,
donde la diosa los esperaba en su lugar junto a su espejo.

Urian cerró su mandíbula para no protestar por el agarre tan violento, y se dio cuenta que la
chica hizo lo mismo.

Apollymi jadeó cuando vio como los estaban tratando. —¡Xedrix! ¡Libéralos!

Él los liberó de inmediato. —Perdóneme, akra. Estaban peleando.

Levantándose de su asiento, ella negó con su cabeza. —¿Entonces los golpeaste?

El demonio se encogió con una indiferencia inconmesurable dada la furia en los ojos de
Apollymi. —Quería comérmelos en lugar de eso, pero pensé que usted tendría un problema con
ello. Esto parecía la mejor opción.

Ella suspiró pesadamente, como si estuviese refrenando el deseo de despellejar a su demonio


favorito. —Bien. —Ella hizo a un lado al demonio con su mano, luego avanzó para dirigirse a Urian
y a la chica—. Supongo que es tiempo de que ambos se conozcan, ya que sus caminos estaban
destinados a cruzarse en algún punto. Urian, esta es mi Abadonna, Katra. Katra, te presento a Urian,
el hijo de Stryker, el líder de mi ejército Spathi.

Las fosas nasales de Urian se contrajeron ante la presentación. —Ella apesta a Artemisa. —
Este debía ser el hedor que había olido anteriormente.

Katra se enfureció. —Soy una de sus sirvientes, y tú podrías darte un baño, amigo. ¿Cuántos
días has estado sudando en esa armadura de entrenamiento, de todas maneras? Deberías poner
empeño en visitar a la diosa de la higiene y hacer amigos. De verdad. —Ella presionó su nariz con
su mano de manera delicada para enfatizar el insulto.

Él entrecerró su mirada peligrosamente. —¿Por qué está ella aquí, akra?

Apollymi los miró a ambos curiosamente, con un destello poco común en sus ojos pálidos. —
Ella espía para mí.

Urian se la quedó mirando boquiabierto.

Los ojos como platos en el rostro de Katra le decían que esas palabras eran una novedad para
ella también, pero Urian no era tan tonto como para contradecir a una diosa altamente volátil.

Aun así, Katra ladeó la cabeza para estudiarlo con la misma curiosidad que alguien usaría con
un insecto. —Nunca había visto un apolita antes. —Ella levantó su mano—. ¿Puedo?

Ofendido de que ella lo tratara como un experimento, él levantó su barbilla para protestar. —
No soy un fenómeno.

—Lo sé, pero eres diferente de cualquiera que haya visto antes, así que tengo curiosidad.

Él echó un vistazo hacia Apollymi.


—Muéstrale a Katra lo que el bastardo le hizo a tu gente. Déjala que vea qué animal le hace
esto a su propio hijo y nietos. Ayúdala a entender porqué debería odiarlo y nunca confiar en
Artemisa, la cuál te ha dado la espalda. Después de todo, eres el sobrino de la diosa. Y ni así hace
algo por su propia sangre. Deja que Katra vea cuánto amor tiene en su corazón la perra frívola por
su familia.

Katra echó una mirada molesta hacia ella pero no dijo nada para contradecirla.

Abriendo su boca, Urian le permitió a la chica examinar sus colmillos. Aunque el término
“chica” era poco caritativo de su parte seguramente. Lo más probable era que ella estuviera más
cerca de su edad real. Sin embargo, se veía como una adolescente. Mientras él, debido que era
apolita, se veía más como un hombre adulto a la mitad de sus veintes.

Ella tocó las filosas puntas de sus colmillos con los dedos. —¿Duelen?

—Nay, nunca he tenido otro tipo de dientes.

—¿Y no comes o bebes otra cosa que no sea sangre?

Él negó con la cabeza.

Ella se inquietó. —Que horror.

—No se extraña lo que no se conoce.

—Eso no es cierto. Extraño a mi padre cada día de mi vida y nunca lo he conocido. Siempre
me siento con curiosidad de cada detalle de él y de su vida.

Eso era distinto, él supuso. Extrañar a un padre no era lo mismo que ser forzado a beber
sangre. No podía imaginar una vida donde no supiese quién era su padre o no verlo todos los días.

No había nada más importante para él que su familia. Y en particular, él apreciaba a sus
padres. A ambos.

Pero aun así, Katra era una extraña vista, con pensamientos muy peculiares. Urian le frunció
el ceño. —Prefiero no torturarme con pensamientos sobre lo que no tengo o lo que me falta. La vida
ya está muy dispuesta a hacer eso por mí.

—¿Muy sombrío?

Él bufó ante su sarcasmo. —Es difícil ser tranquilo y feliz cuando te destierran a un reino
infernal.

Katra se detuvo para pensar en eso. —Nunca has visto la luz del día ¿o sí?

Él miró pasando de ella hacia Apollymi, quién los miraba con una intensidad perturbadora. En
ese momento, como deseaba poder leer sus pensamientos o los de Katra. —Solo a través del espejo
de la diosa.

—¡Vaya! Lo siento. —Parecía que ella realmente lo lamentaba.


Urian se encogió de hombros antes de hablar con honestidad absoluta. —Prefiero no ver la luz
del día que estar atrapado sirviendo a Artemisa.

Katra se quedó mirandoló boquiabierta ante su insulto. —¡Auch! Ya veo que no nos vamos a
llevar para nada bien.

—Por mi, está bien. —Él se giró hacia Apollymi y le ofreció una reverencia rápida—. ¿Si me
disculpas, akra?

Katra se quedó viendo a Urian yéndose y negó con la cabeza.

—¿Hay algo mal? —Preguntó Apollymi.

—¿Por qué no le dijiste que somos primos?

—Por la misma razón que nadie necesita saber que eres mi nieta, Katra. De cosas secretas,
guardamos silencio. Por mucho que odie a tu madre, tenemos que proteger la reputación de
Artemisa a fin de proteger a mi hijo. Por lo tanto, Strykerius nunca debe saber que tú eres la sobrina
de Apolo.

Y aún así, había otra cosa que la perturbaba mientras Katra se quedaba viendo al apolita
peculiar que las dejaba.

—¡Por el amor de dios, niña! ¿Qué más pasa por tu mente?

Katra inclinó la cabeza. —¿Por qué Urian se parece tanto a mi padre?

Apollymi bufó. —Se dice que Urian es la viva imagen de Strykerius.

Katra bufó ante esa explicación. —He visto a Stryker. Además de su cabello rubio y de su
porte, solo hay una pequeña similitud entre ellos. Pero he visto a mi madre observando a mi padre
lo suficiente para conocer cada uno de sus rasgos. Aunque no he visto a Acheron en vivo, conozco
la línea de su quijada, la forma de su nariz y ojos, el fino arco de sus cejas. Urian y él podrían ser
gemelos. La única diferencia es que la piel de Urian es un tono un poco más oscuro.

—Eso es porque su madre es egipcia.

Las noticias dejaron a Katra en shock, ya que ella no tenía idea de la verdadera madre de
Urian. —¿Disculpa?

Apollymi se quedó congelada cuando se dio cuenta del error involuntario que había cometido.
Era fácil cometerlo, pasaba tanto tiempo sola que no estaba acostumbrada a cuidar su lengua o
censurarse. Y ahí estaba ella diciéndole a Katra que tuviera cuidado…

—Nada, solo recuerda lo que te dije. No hables nada de lo que se dijo aquí. Guárdatelo para ti
misma.

—Créeme, soy buena en eso. Tengo que proteger a mi matisera de otros dioses.

Apollymi atrajo a Katra hacia ella y la abrazó. —Deberías dejarme matar a Artemisa. Por lo
que más quieras, córtale la garganta mientras duerme.
—¡Yaya! ¡No puedo hacer eso! La amo.

Esas palabras le arrancaron un gruñido profundo. —¿Por qué? —Gruñó ella—. Es


completamente imposible de amar.

—No para mí. Además, hay muchos que piensan lo mismo de ti y no es para nada cierto. Y
hablando de ella, tengo que volver antes de que note que no estoy. Se moriría si supiera que vengo a
verte aquí.

—¡Bien! ¿Debería enviarle una canasta para agradecerle tus visitas?

—¡Yaya! —Resopló Katra y luego besó su mejilla—. Cuídate y te veré pronto.

Apollymi la dejó a regañadientes. Todavía no podía creer que Katra era real; que su precioso
hijo había engendrado una hija sin que nadie lo supiera. Sino hubiese visto a la chica con sus
propios ojos o la hubiese tenido entre sus brazos, nunca lo hubiera creído. Pero no había manera de
negar esta verdad.

Katra era la hija de Apostolos.

Si tan solo Katra renunciara su lealtad hacia su madre. Mientras permaneciera unida a dos
panteones, Katra era un peligro para ambos. Podía ser usada contra cualquiera de los dos lados.

Igual que la verdadera madre de Urian. Si Bethany no hubiese dado su protección


inadvertidamente a los griegos porque amaba al Príncipe Styxx, los atlantes habrían destruido al
ejército griego ese primer día de batalla y le habrían ganado a Grecia antes de que empezaran.

Entonces, la Princesa Ryssa no habría sido entregada a Apolo para ganar su apoyo, su hijo y
ella no hubiesen muerto, por ende causando la madición para Stryker y su gente.

Más concretamente, si Bethany no hubiera dividido lealtades, Apostolos no habría sido


asesinado. Y Atlantis no hubiese sido destruida.

Las lealtades divididas nunca podían ser de fiar. Ella solo confiaba ahora en Strykerius porque
su padre había dañado para siempre su lazo con él cuando maldijo a Strykerius y a sus hijos a morir.
No había manera de enmendar eso con simples palabras. Strykerius nunca perdonaría a Apolo por la
condenación de su inocencia.

Ella se aseguraría de ello…


17 de abril, 9508 dC
—¿Solren? Por favor, no te enojes... estaba jugando con tu esfora cuando vi esto.

Urian levantó la vista de donde estaba sentado en la habitación, puliendo su espada, para ver a
Geras sosteniendo su esfora de cristal en la mano. Él le sonrió gentilmente al niño. —No estoy
enojado, m’gios, —trató de tener paciencia con su hijo—. Aunque deberías preguntar antes de
meterte con mis cosas.

Dejando la tela aceitada a un lado, Urian extendió su mano para que el niño le mostrara por
qué estaba tan inquieto y preocupado.

Geras se acercó para darle la pequeña esfera.

Urian se tomó un momento para asegurarle a su hijo que no estaba enojado. Geras
literalmente temblaba. Estaba tan asustado. Dejó su kopis a un lado y atrajo a Geras a sus brazos
para pararlo entre sus rodillas y ver en la esfora claramente. —Entonces, ¿qué es lo que viste que te
tiene tan nervioso?

Mordiéndose el labio, Geras lo levantó frente al fuego para mostrárselo.

Las llamas parpadeaban en el pálido cristal. Al principio no había nada excepto la niebla que
se arremolinaba como los ojos de Apollymi.

Hasta que Urian vio la casa de su madre.

Y el cuerpo del amante de su madre tendido en el patio con cuatro flechas que sobresalían de
su espalda.

Un miedo frío lo atravesó y lo sacudió hasta el corazón de su alma. No podía respirar ni


pensar.

Se puso de pie.

—¿Solren?

Demasiado asustado para mirar más de cerca a la casa, Urian casi tropezó con su hijo. —No
estoy enojado, Geras. Estoy agradecido. —Besándolo en la cabeza, alcanzó su espada. Antes de
convocar a sus hermanos a esa pesadilla, quería verificar la visión con la diosa.

Su corazón latía con negaciones y cualquier otra explicación que su mente pudiera conjurar.

Tal vez estaba equivocado. Tal vez, tal vez era algo más.

¡Por favor, dioses, que sea otra cosa!

Él se teletransportó a su jardín.

Demasiado asustado para considerar lo que estaba haciendo, se dirigió directamente a su


estanque.
Apollymi se levantó al instante y lo golpeó con una descarga astral. Un dolor inesperado
explotó a través de su cuerpo como si hubiera sido golpeado por una montaña. Fue tan extremo y
violento que durante un minuto no pudo respirar. Honestamente, pensó que todos los huesos de su
cuerpo habían sido destrozados. Sus oídos zumbaban como nunca.

¿Por qué no me puse la armadura de Xyn? Al menos eso le habría dado alguna forma de
protección

Así como estaba, no tenía nada. Y no estaba seguro de si alguna vez volvería a caminar.

De hecho, le tomó un segundo darse cuenta de que Apollymi lo había arrastrado a sus brazos
y lo sostenía, llamándolo por su nombre mientras le acariciaba la mejilla. Eso era lo que más le
dolía. El gran dolor que le había causado.

Luchó por moverse o tener algún un pensamiento racional.

—¿En qué estabas pensando al entrar sin avisar?

Él no lo había hecho.

—Mi mata, —susurró.

Ella frunció el ceño. —¿Qué?

—Qu-qu-quería ver como esta mi matera.

—¡Niño tonto! —Miró a su charonte—. Xedrix, trae agua de las cataratas. ¡Rápido!

El demonio no tuvo que ir muy lejos. Una hermosa sacerdotisa ya estaba allí en los jardines.
Una que Urian nunca había visto antes. Vestida con un vestido negro, tenía un largo y rizado
cabello castaño rojizo, que contenía diminutas trenzas y cintas, intrincadamente diseñadas y atadas
a través de los zarcillos oscuros. A pesar de que mantuvo la mirada en el suelo y que sintió que
estaba a punto de morir, no podía perderse de la belleza vibrante de sus ojos verdes cuando se
acercó a darle a Apollymi una taza con joyas incrustadas.

Apollymi se lo puso en los labios. —¡Bebe!

—Urian se estremeció ante el agua negra mientras su estómago se revolvía en repulsión.

—¡Bebe! —Insistió ella.

Preparándose, obedeció, rogando que no tuviera tan mal sabor como parecía.

En el momento en que el agua negra invadió su boca, le quemó los labios y la lengua, se
atragantó, pero de alguna manera logró tragarla. Tenía aroma a rosas, pero sabía más a menta y a
algún tipo de dulzura que nunca había conocido. Le recorrió su cuerpo como fuego, llevándose con
él todo su dolor.

La sacerdotisa posó una mano suave sobre su cabello, luego sobre su hombro, antes de
desaparecer.

Urian miró de ella a Apollymi. —¿Quién es ella?


—No te preocupes por ella. ¿Estás bien?

Todavía conmocionado por su experiencia cercana a la muerte, Urian frunció el ceño. —


Estoy bastante seguro de que has eliminado los últimos tres o cuatro fragmentos de mis células
cerebrales, akra.

Ella se burló de él. —¿Qué te dije acerca de entrar tan groseramente en mi santuario?

—Algo que nunca olvidaré después de esta noche.

—Asegúrate de ello. —Mirándolo fijamente, lo ayudó a levantarse—. Ahora, vamos a ver qué
está pasando con tu madre.

Urian todavía tenía algunos problemas para ver después de su violento asalto mientras se
dirigían al estanque. Había pasado mucho tiempo desde la última vez que se había aventurado aquí.
Sus días de querer ver el sol ya habían pasado. Había aprendido a no anhelar cosas que no podía
tener. A no torturarse a sí mismo con esfuerzos tan inútiles.

Pero cuando las aguas se aclararon y vio la luz brillante donde vivía su madre, se quedó sin
aliento. No había sido una ilusión. Ella estaba bajo un despiadado ataque. En las aguas espejadas,
podía ver a los humanos que saqueaban su granja y se deleitaban con el daño que causaban.

Urian comenzó a teletransportarse pero no pudo. Apollymi lo había encerrado.

—¿Estás loco? ¡Hay luz del día!

—¡No me importa! —Lágrimas de frustración llenaron sus ojos mientras veía a su madre ser
atacada—. ¡Ella es mi mata! —La histeria brotó dentro de su corazón cuando escuchó a su pequeña
madre gritando pidiendo ayuda y misericordia. Nadie la tuvo con ella.

Más bien, los humanos continuaban y continuaban con su brutalidad.

Apollymi onduló las aguas, dispersando las imágenes para que ya no pudiera verlas ni
escucharlas.

No es que importara. Estaban grabadas en su mente y en su alma. Como eternas cicatrices.

—¡No! —Gritó Urian, corriendo de vuelta—. No puedes abandonarla. ¡Está sola y


desprotegida! ¡Tenemos que hacer algo!

Ella lo atrapó contra su pecho mientras él luchaba. —No hay nada que podamos hacer.

—¡Mentira! Tú eres una diosa, envía a tus charontes. ¡Una tormenta! ¡Cualquier cosa!
¡Ayúdala! ¡Por favor! ¡Por favor! —Urian sollozó y luchó, desesperado por ayudar a su madre.

¿Cómo podían no hacer nada?

Ella se negó a dejarlo ir, apretándolo más contra su pecho. —Lo sé, pido… lo sé. No pude
ayudar a mi hijo cuando me necesitaba. A ninguno de mis hijos, y me mató saber cómo sufrieron
cuando no había nada que pudiera hacer para detenerlo. Saber que con todos los poderes que tengo,
no pude entrar al Hades, sacar a mi hijo y restaurar su vida. Me rompió el corazón y dejó esta
cáscara destrozada que ves ante ti, que apenas funciona en este infierno. Sé lo mucho que duele.
Pero no hay nada que hacer. Si vas, morirás. Así de simple. Tú lo sabes. Tu madre no querría que
nada te hiciera daño. Ella preferiría morir mil veces antes que verte lastimado. Créeme, conozco el
corazón de una madre. Y si te vas, ¿quién protegerá a tus hijos y a tu esposa de semejante destino?

Nada de eso le importaba en este momento. No cuando sabía que su madre estaba siendo
agredida y él, un guerrero adulto, no podía ayudarla. No estaba bien ni era justo.

¡Malditos sean todos!

¿De qué servía entrenar si no podía defender lo que amaba? ¿Por qué se molestaban? ¿Para
qué hacerlo?

¡Por qué!

Por primera vez en su vida, se sintió completamente indefenso y lo odiaba.

Se odiaba a sí mismo. ¡Malditos sean los dioses! ¡Maldito sea su padre!

¡Maldita sea su propia alma!

—Shhhh... —Le susurró Apollymi mientras él lloraba contra su hombro. Ella lo abrazó con
una ternura que nunca le habría atribuido a una diosa tan violenta.

Pero ella no era su madre. Ella nunca podría ser la mujer dulce y gentil que lo cuidó cuando él
era un niño. La que le había cantado canciones de cuna y había arreglado todo su mundo con nada
más que un cálido abrazo y una tierna sonrisa. Nadie jamás podría hacerle sentir ese amor otra vez.

Y ella estaba siendo destrozada por manos brutales en un mundo complicado que él odiaba.

—Le fallé.

—Nay, pido. Estas vivo. Eso es lo que ella querría para ti. Todo lo que ella siempre quiso. Tu
vida y tu felicidad. Mientras tengas esas dos cosas, nunca le habrás fallado. Créeme, lo sé.

Sin embargo, él quería más que eso.

Quería a su madre viva, bien y feliz.

Más que nada, Urian quería la sangre de aquellos que habían dañado a la dama más sagrada
que había caminado en esta tierra.

Y al llegar la puesta de sol, él se vengaría. Que los dioses tengan piedad de ellos, porque él no
la tendría.

Ni ahora.

Ni nunca.

Stygian
No era frecuente que, como una diosa primaria y antigua, Apollymi temiera algo. Pero
mientras observaba a los hijos de Strykerius reunirse, vestidos con su armadura para dirigir su
primer ataque contra la humanidad, ella temió esto.

Porque no podía sacar de su mente las palabras de su hermano de hace eones.

Cuidado con los sabuesos de la guerra. Una vez liberados, son tan rápidos como para
comerse a sus amos, y como para deleitarse con las gargantas de sus enemigos. En ese entonces,
ella había pensado que Jaden era un tonto patético, un cobarde por ese pensamiento.

Ahora…

Un profundo presentimiento la atravesó. Urian era una quimera diferente a cualquier otra
concebida. Peor aún, le habían mentido desde el momento de su nacimiento.

Maldecido por los mismos dioses cuya sangre compartía.

Su verdadero padre, Styxx, había sido una criatura volátil, tanto como un príncipe griego y
como un héroe atlante que había vivido en su otra vida, Aricles de Didymos. Un hombre que había
sido traicionado y asesinado tal como lo había sido su propio marido. Los dioses nunca deberían
haber permitido que el gran héroe de guerra Aricles, se reencarnara como Styxx.

Ese guerrero había sido suficientemente peligroso, pero Aricles tenía una inocencia infantil de
la que Styxx carecía. Y después de haber sido traicionado y asesinado por Apolo, Aricles había
renacido en un príncipe despiadado y astuto como ningún otro. Reencarnado como Styxx, había
sido invencible mientras buscaba proteger lo que amaba. Como si, de alguna manera, supiera todo
por lo que Aricles había pasado, y comprendiera innatamente la crueldad del mundo y la amarga
necesidad de asestar el primer golpe mortal para sofocar a todos los enemigos antes de que se
alzaran contra él.

Y Styxx le había pasado esa pasión e impulso a su único hijo, así que Urian también poseía
una habilidad increíble por derecho de nacimiento. Y cuando se combinó con los poderes de la
diosa Bathymaas, que había renacido como Bethany...

¿Qué he hecho?

Ella había mezclado la sangre de dos de las criaturas más mortíferas nacidas con el ADN de
Apolo, y le había dado a Urian, sin saber, poderes adicionales cuando ella le había salvado la vida
de bebé, colocándolo en el vientre de Hellen, y permitiendo que sus poderes se fusionaran con los
de Stryker.

Bueno, querías destruir el mundo, Braith. Con este niño, es muy posible que hayas creado el
artefacto perfecto para lograrlo.

El único problema era que no estaba segura de tener control sobre Urian.

Como su hermano Jaden había dicho tantos siglos atrás con su terrible predicción, Urian tenía
la misma probabilidad de cortarle la garganta una vez que se enterara de su papel en su nacimiento,
como de abrazarla por el don de sus poderes.

Eso era lo que la tenía asustada.


Ella puso en movimiento cosas que no podía ver ni dirigir.

Y mientras lo observaba a él y a sus hermanos teletransportarse a la cabaña de su madre, a


través de las oscuras aguas de su piscina, semejante a un espejo, su sangre corría más fría que el
hielo.

Rodeado por sus hermanos, él se mantuvo firme con una postura rígida que habría hecho
sentir orgullosos a Styxx y a Bethany. Ciertamente, Urian era la mismísima imagen del comandante
Stygian cuando encontró el cuerpo de su madre adoptiva y trató de devolverla a la vida con los
poderes que había heredado de su verdadera madre diosa, Bethany.

Pero Hellen había estado muerta por mucho tiempo. No había esperanza para ella ahora. Y ese
horror hizo que Urian dejara escapar un grito visceral que resonaba a través del tejido del tiempo y
espacio. Era un grito angustiado de absoluta agonía. Una miseria profunda que sacudió las paredes a
su alrededor y resonó profundamente en los salones de los dioses.

Apollymi había tratado de advertirle acerca de lo que encontraría. No todos los muertos
podían ser salvados. Por muchas razones. Telamón había regresado a la vida porque no había estado
listo para dejar a su esposa o a sus hijos. Hellen era otro asunto. Como humana, ella había estado
cansada. Sus razones no tenían nada que ver con Urian o sus poderes.

Y aunque era posible traer de vuelta a los muertos contra su voluntad, eso nunca era una
buena idea.

Su hijo, Apostolos, era un excelente ejemplo de lo que sucedía cuando uno interfiere con la
voluntad de otro.

Como lo era el malachai.

Nunca dejes que tu dolor tome tus decisiones, mi amor. Porque es en nuestras horas más
oscuras que formamos nuestros infiernos más oscuros. Kissare había tenido razón. Todo el mundo
era el arquitecto de su perdición. Hasta este día, ella lo odiaba por eso.

Apollymi miró en su espejo mientras Urian se daba cuenta de esto, también. En ese instante,
la luz dentro de sus ojos se apagó. Era una vista que ella conocía demasiado bien, similar a la de los
autómatas de Hefesto que podían hacerse pasar por una criatura viviente a primera vista.

Hasta que uno se daba cuenta de que sus ojos eran fríos y sin alma.

El único indicio de humanidad fue cuando Urian acunó brevemente el cuerpo de su madre en
sus brazos y besó su mejilla. Se quitó su clámide roja brillante y la envolvió alrededor del cuerpo
devastado de su madre.

Luego la recogió en sus brazos y la llevó fuera, a la pira que él rápidamente construyó con sus
poderes, y colocó monedas sobre sus ojos.

Uno por uno, sus hermanos colocaron cada uno una rosa mavyllo negra sobre el cuerpo de su
madre. Rosas que Apollymi había arrancado de su propio jardín y enviado con Urian, como la
última muestra de respeto de parte de la Destructora. Una última señal de honor mostrada a la mujer
que, sin saberlo, había llevado al hijo de Bethany en su vientre y dado a luz para la venganza de
Apollymi.
—He cometido muchos errores, —susurró ella mientras las lágrimas llenaban sus ojos.

De algunos se arrepentía.

De otros no. Pero ella sí se sentía muy mal por el niño al que había ayudado a criar. Nadie
merecía el dolor que Urian sentía esta noche. Sentirse tan victimizado y desamparado.

Era una miseria que vivía dentro de su corazón, como una compañera constante. Nadie
debería sentirse impotente en su propia vida.

Nunca.

Los hijos de Stryker dijeron una oración, luego encendieron el fuego para el funeral. Y
mientras la pira ardía, Urian levantó la vista y, de alguna manera, se encontró con la mirada de
Apollymi a través de la neblina de las aguas donde ella miraba. ¿Cómo sabía dónde estaba su punto
de mira...?

Eso envió otro escalofrío a través ella. Sus poderes eran asombrosos.

Pero entonces, él era el heredero Stygian.

Stygian
El fuego iluminó el cielo y ardió brillante mientras Urian usaba sus poderes para conjurar las
identidades de los hombres que habían matado a su madre y a sus sirvientes. La piromancia no era
su opción predilecta, pero las llamas que lamían el cuerpo de su madre ansiaban la venganza tanto
como él.

Juntas, éstas le dieron todo lo que necesitaba para reivindicar a ambos.

Los humanos habían venido a su granja en busca de daimons debido a los rumores susurrados
que habían escuchado. Y decidieron por si mismos castigarla por dar asilo a los apolitas.

Era hora de que los humanos realmente se encontraran con algunos de ellos.

Ten cuidado con lo que deseas. En realidad, podrías conseguirlo.

La parte más triste de la vida era cuando manifestabas tus propios temores a través de tus
acciones e inacciones. Tal vez eso era lo que realmente era el karma, al final. No una gran fuerza
mística que salía de la nada para derribar a alguien sin previo aviso.

Más bien, era un subproducto de la propia estupidez o de la crueldad de aquellos que


buscaban dañar a otro, lo cual provocaba un efecto boomerang que los derribaba en su lugar.

Porque eso era lo que sucedería esta noche. Los humanos les habían temido a los de su clase.
Si no se hubieran desquitado con ella y no la hubieran atacado innecesariamente, entonces él y sus
hermanos los habrían dejado en paz. Pero porque habían atacado en su propia y viciosa estupidez, él
y sus hermanos los matarían de una forma mucho peor de lo que habían temido o imaginado.

No habría cuartel.
Sin piedad.

Solo sangre y gritos.

Theo agarró el brazo de Urian para detenerlo. —¿Estás seguro de que deberíamos estar
haciendo esto? Es lo último que querría Mata. Ella estaría horrorizada si supiera lo que nosotros
estamos planeando en su nombre. Ya sabes cómo se sentía acerca de la violencia.

Urian miró por encima de su hombro para encontrarse con la mirada de Archie. Por primera
vez, ellos estaban unidos. —Si no tienes estómago para esto, Theo, vete a casa. No voy a dejar este
reino hasta que haya probado la sangre de cada humano que participó en esto, y si alguno de los
otros se interpone en nuestro camino... que se jodan.

Miró de nuevo a Theo. —Decídete.

Theo tragó saliva y miró a su propio gemelo. —¿Alki?

Alkimos negó con la cabeza. —Estoy con ellos en esto, adelphos. Pero tú sigue tu
conciencia. No te juzgaré.

Theo se negó a darse por vencido ya que buscaba ganar más para su causa. —¿Atreus?
¿Patroclus?

Ambos le dieron unas palmaditas en el hombro. —Estamos con ellos, —dijeron al unísono.

Theo suspiró pesadamente. —No puedo hacer esto. Matar para sobrevivir es una cosa. Esto es
venganza. No la traerá de vuelta. Y no puedo avergonzar su memoria de esta manera.

Urian se obligó a no burlarse de la recién descubierta religión de su hermano, Devota


Cobardía. —Quizás, pero me hará sentir mejor, y es justicia. Es lo que ella merece por lo que le
hicieron. —Y con eso, convocó un portal para su hermano—. Vete a casa.

Asintiendo, Theo dio un paso adelante.

Urian miró a sus hermanos. —¿Alguien más?

Unidos en esta cruzada por sangre, se mantuvieron firmes.

—De acuerdo. —Urian cerró el portal hacia su hogar para que nadie más los encontrara hasta
que esto se acabara.

Más aún, nadie podría detenerlos.

Luego utilizó sus poderes para localizar el lugar que las llamas le habían mostrado. Una
pequeña y tranquila aldea humana a donde los cobardes se habían apresurado de regreso,
creyéndose seguros y protegidos. Lejos del alcance de cualquier apolita o daimon.

Como si fuera posible.

En lugar de matar a un Spathi, los humanos deberían haber aprendido algunas cosas sobre
ellos primero.
Uno, valoraban sobre todo a la familia. Atacar a uno invitaba al grupo a ir tras de ti.

Dos, solo tenías un disparo. Mejor lo hacías contar. Porque cuando ellos se recuperaban, y lo
harían, no habría quien los detuviera.

Los humanos habían dado su golpe y se habían retirado.

Sería su último error. Al final, a Urian no le importaba lo que sus hermanos hicieran esta
noche. No tenía intención de vigilar sus acciones. No le correspondía. Lo correcto y lo incorrecto no
le importaban. No ahora. No en lo que concernía a su madre. Los humanos habían perdido su
derecho a cualquier forma de misericordia en el momento en que habían fallado en tener en cuenta
la suya propia. En ese momento en que habían puesto un pie sobre la granja de su madre y posado
una sola mano cruel sobre su carne y tomado su propiedad.

Así como habían castigado a su madre por ayudar a su familia y protegerlos, él sentía lo
mismo por cualquier humano al que pudieran enfrentarse.

Todos ellos eran culpables por nacer de madres humanas.

Él era el nieto de Apolo, después de todo.

Que haya sangre. Que haya caos.

Sobre todo, que haya venganza.

Por eso, cuando Urian pateó la puerta de entrada del primer atacante al que habían rastreado y
cuando ellos arrojaron antorchas para quemarlos sobre la calle donde esperaban para matarlos, no
sintió nada por los gritos de la familia de ese hombre. No oyó ni vio nada más que a la enorme
bestia bastarda que había golpeado a su pequeña madre.

Ese fue el bruto al que él tomó. El bruto al que le mostró sus colmillos.

—¡Daimons! —Ggritó el hombre, tratando de escapar y defenderse de Urian.

Urian se rió. —Ya quisieras. Un daimon solo querría tu alma.

Pero él quería mucho más. Sangrienta venganza. Quería hacer sufrir al hombre largo y
tendido. Escucharlo gritar y lloriquear por misericordia hasta que su garganta estuviese en carne
viva y sangrando.

Urian usó sus poderes para romper las piernas del humano en múltiples lugares. Quería que
sufriera lo más posible y que rogase y llorase, hasta que el humano estuviese enfermo por eso.

Sujetó al hombre por el cabello y lo levantó para que él pudiera desnudar sus colmillos. —Eso
es, humano. Llora y suplícame. Quiero escuchar tus súplicas hasta que estés ronco por nuestras
palizas y que te ahogues hasta la muerte con tu propia sangre y bilis.

El hombre gritó aún más fuerte mientras su hijo corría por las calles para escapar de sus
hermanos. Con sus poderes, Urian lo atrapó y Archie capturó al niño gritando en sus brazos.

Stygian
Urian se congeló en el momento en que atravesó el portal para encontrar a su padre sentado en
su trono, mirándolo fijamente con una mirada letal.

Sí, eso podría derretir el hielo ártico.

Su padre no se movió hasta que todos llegaron a través del portal y quedaron parados en el
salón frente a él. Luego salió de su trono como un letal depredador, con una postura aterradora.

Excepto que Urian no tenía miedo. Ni siquiera un poco. Honestamente, todavía estaba
demasiado de luto como para que le importara.

De un humor mortal, su padre acortó la distancia entre ellos. Urian sintió la sangre chorreando
de su armadura. Goteaba del protector nasal de su casco y aterrizaba en unas brillantes salpicaduras
sobre la baldosa fría a sus pies.

Sin embargo, no se movió ni se inmutó cuando se encontró con la mirada de su padre a su


nivel.

Su padre se detuvo frente a él y le sacó el yelmo de su cabeza. Él arrastró el dedo sobre el


visor con el pulgar, luego colocó la sangre sobre su lengua para probarla. Lamiéndola hasta no dejar
rastro, él arqueó una ceja al darse cuenta de que era humana. —Al menos podrías haberte llevado
algunos daimons contigo para recoger las almas.

Urian entrecerró los ojos. —Hubiera destripado a cualquiera que poseyera alguna parte de
ellos. Mientras mi Mata esté muerta, ellos también. Ninguna parte de ellos debería sobrevivir. Ni
siquiera por un instante.

Con el respeto brillando en sus ojos, su padre inclinó la cabeza hacia él. —Me doy cuenta.

Archie inclinó la cabeza. —¿Estás enojado con nosotros, Solren?

Su padre los escudriñó a su vez. —¿Qué piensas?

Uno por uno, sus hermanos mascullaron una disculpa.

—Lo siento.

—Perdóname, Solren.

Hasta que su padre se encontró con la mirada de Urian. —¿No tienes ninguna disculpa por tus
acciones?

Urian negó con la cabeza. —No lo siento. En absoluto. Los humanos atacaron lo que era mío
y tomé represalias con suficiente fuerza para hacerles saber que nunca más toleraremos su asalto no
provocado a nuestra gente. Además, no tendría a la sombra de mi madre vagando por las orillas del
Acheron lamentando que sus hijos no la amaban lo suficiente como para verla debidamente
vengada. La envié al inframundo con monedas más que suficientes para pagar la tarifa de Caronte 22,
y con suficiente sangre para llenar las copas de cualquier dios que lo exija.
22
En la mitología griega, Caronte1 o Carón2 (en griego antiguo Χάρων Khárôn, ‘brillo intenso’) era el barquero de Hades, el
encargado de guiar las sombras errantes de los difuntos recientes de un lado a otro del río Aqueronte si tenían un óbolo para pagar el
viaje, razón por la que en la Antigua Grecia los cadáveres se enterraban con una moneda bajo la lengua, costumbre importada
posteriormente en la Antigua Roma, donde también se veneraba al personaje. Aquellos que no podían pagar tenían que vagar cien
años por las riberas del Aqueronte, tiempo después del que Caronte accedía a llevarlos sin cobrar.
Su padre dejó escapar un largo y cansado suspiro, luego se volvió hacia sus hijos. —
Retírense... límpiense y vayan con sus familias.

Cuando Urian comenzó a irse, su padre lo detuvo.

—¿Urian?

Urian temía el severo sermón que seguramente estaba a punto de comenzar, pero ocultó su
reacción a su padre y se obligó a parecer estoico. —¿Aye, Solren?

Su padre frunció el ceño mientras estudiaba el sangriento yelmo en su mano. Un tic comenzó
furiosamente en su mandíbula cuando se la devolvió a Urian. —Me enorgulleces, pero... —Sacudió
la cabeza y gruñó.

Esas palabras y su reacción lo confundieron. ¿Qué estaba tratando su padre de decir? —¿Pero
qué?

Su mirada se oscureció con advertencia. —Ten cuidado con el demonio que te impulsa de esta
forma. Esperaba que tu Xanthia te ayudara a apaciguarlo. En cambio, pareces ser aún más hostil
últimamente. Me preocupa.

Algunas noches, a él también. —Estoy bien, Solren.

—¿De verdad?

Él asintió, aunque una parte suya tenía dudas.

Tomando su yelmo, Urian se dirigió a su casa. Pero con cada paso, temblaba más por su rabia
y pena reprimida. ¿Peor? Sabía que no podía irse a casa viéndose así. No cubierto de sangre y
tripas. Lo último que quería era que su hijo o hija vieran de esa manera a su padre.

O Xanthia.

Lo que había hecho esta noche era malo. En esto, Theo no había estado errado. Él se había
glorificado en sus muertes de una manera que lo enfermaba incluso a él. Su esposa e hijos no
necesitaban saber de lo que era capaz.

Peor aún, no se arrepentía en lo absoluto. Lo haría de nuevo, sin dudarlo.

Soy un animal. Theo tenía razón. Su madre habría estado avergonzada de él.

Y, sin embargo, él no lo estaba. Su necesidad de justicia aún ardía tan profundamente en sus
huesos que quería volver atrás y profanarlos aún más. Había una parte innata en él, que no entendía.
Gritaba por acciones con una locura que no podía comprender.

¿Qué está mal conmigo?

Sus hermanos no sentían la misma estridente necesidad de enderezar el orden de las cosas
como él lo hacía. Para equilibrar el caos y buscar a los que habían hecho mal.

¿Por qué era tan diferente de ellos?


No queriendo pensar en ello, ansiaba la presencia de Xyn más que cualquier otra, pero sabía
que no debía buscarla, especialmente después de lo que había sucedido cuando se había entrometido
en el jardín de Apollymi. Lo último que necesitaba era otra lesión en la cabeza. Así que se dirigió a
la casa de París para lavarse y cambiarse de ropa.

Para su sorpresa, París no estaba allí. Davyn abrió la puerta con una expresión de asombro al
ver la condición en la que se encontraba Urian.

Urian se secó la sangre de su rostro. —¿Me preguntaba si podría lavarme aquí antes de ir a
casa?

Davyn tartamudeó. —Depende... por favor, dime que ninguna de las tripas o sangre que llevas
pertenece a París.

Asombrado y ofendido por la pregunta, frunció el ceño a su amigo. —Nay, pero si no me


dejas entrar, podría añadir las tuyas.

Dando un paso atrás, Davyn le hizo espacio para que entrara. —Bueno, no puedes culparme
por preguntar, dado que ustedes dos se enfrentan entre sí a veces. Es una suposición natural que sea
de él, o de tus hermanos. —Cerró la puerta mientras Urian colocaba su casco sobre un paño encima
de su mesa— De todos modos, ¿dónde está París?

—No lo sé. Supuse que vendría directamente hacia aquí.

Quitándose la capa, Urian se dirigió al lavabo y vertió el agua mientras Davyn lo ayudaba a
desabrocharse la armadura.

Arrugó la nariz con disgusto. —¿En qué te metiste?

—En su mayoría, entrañas humanas.

—¡Ew! —Davyn se estremeció—. Recuérdame nunca destriparlos, entonces. ¡Tienen un olor


horrible!

—En efecto. Tengo que decir que me alegra bastante tener una dieta líquida.

De repente, alguien se aclaró la garganta ruidosamente detrás de ellos. —¿Debo preguntar por
qué le estas quitando la ropa a mi hermano, Dav?

Urian miró por encima de su hombro para ver a un París limpio y perfectamente pulido que
los fulminaba con la mirada.

—Al igual que tú, no quería ir a casa con mi esposa apestando a sangre.

Paris cruzo los brazos sobre su pecho. —¿Pero no te importa apestar a mi marido?
—Realmente no. No me importa si le causo asco.

Paris se rio mientras finalmente se relajaba. —Tienes un punto en eso. —Se acercó para
ayudar a Urian a desnudarse para que pudiera limpiarse—. Eso fue asqueroso. No puedo creer que
te dejara convencerme de esto.
Davyn resopló. —No puedo creer que ustedes dos no me hayan llevado. Ella también era mi
madre.

París se vió inmediatamente arrepentido. —Oh cariño. Lo siento. Ni siquiera lo pensé. Yo no


quería que te sintieras mal.

Urian rápidamente terminó de bañarse mientras se dirigían a su habitación, dejando caer las
prendas a medida que avanzaban. —París, voy a pedir prestada algo de ropa y voy a salir, mientras
te disculpas por ser un imbécil.

Ellos pronunciaron una respuesta que estuvo marcada por algunos sonidos que lo hicieron
sentir más incómodo aún.

Deseando compartir ese nivel de pasión con su esposa, Urian terminó rápidamente, luego
levantó su espada, el escudo y la capa de Paris antes de dirigirse a su tranquilo y aislado hogar.

A diferencia de Davyn con París, nadie esperaba despierto por él.

Con un rápido reconocimiento a su cabaña, encontró a los niños acurrucados en sus camas,
profundamente dormidos. Al igual que Xanthia. Lo que solo hizo que el vacío dentro de él doliera
aún más. Incluso en casa, se sentía como un extraño.

Nunca bienvenido en su propia casa.

En su propia familia. Todavía sentía que no pertenecía a ningún lado.

Excepto con un dragón.

¿Qué tan raro era eso?

Suspirando, Urian colocó su espada en el soporte en la pared y colgó su escudo, luego avivó
el fuego para su esposa. Xanthia era de naturaleza fría, por lo que siempre intentaba poner leña en el
fuego antes de irse a la cama y levantarse primero que ella, para que la habitación no estuviera
demasiado fría cada vez que se despertaba.

Mientras se levantaba, se dio cuenta de que ella lo estaba mirando desde la cama. —Lo siento.
No quise despertarte.

—Escuché lo que hiciste esta noche. —Su tono era frío y frágil.

Él hizo lo mejor que pudo para disimular, esperando que ella dejara pasar el asunto. —¿Ah?

Ella lo fulminó con la mirada. Sus ojos lo juzgaban amargamente. —Todo el mundo hablaba
de eso después de que Theo regresara sin ti y los demás; él contó lo que todos ustedes habían
planeado. Dicen que los humanos tomarán represalias ahora. Que vendrán aquí para encontrarnos.
Él resopló ante su ridículo miedo. Como si un humano pudiera atravesar uno de los agujeros
de Apollymi, e incluso si lo hicieran, aterrizarían a los pies de su padre en el salón central. Sería un
mal día para esos humanos, y una buena cena para los daimons que estuvieran allí.

Podrían usarlos de aperitivo.


Así que le sonrió a su esposa. — Lo dudo. En todo caso, deberían temernos más. —Era la
primera vez que un apolita o un daimon les devolvía el golpe.

Y era un poco tarde para eso, en su opinión.

Lamentablemente, Xanthia no compartía su punto de vista. Más bien, ella curvó su labio hacia
él. —Eres un asesino monstruoso, Urian. Me avergüenzo de lo que has hecho.

Esas palabras le dolieron profundamente. Pero no tanto como la condena en sus ojos. Esole
llegó a lo más profundo de su alma.

—Ya veo. —Dejó el atizador al lado de la chimenea y se dirigió a la puerta.

—¿A dónde vas?

Siguió caminando, sin mirar atrás. —Hacia algún lugar donde me quieran. Lo que obviamente
no es aquí.

Stygian
Xyn todavía estaba en su forma humana cuando captó ese aroma cálido y dulce que era de su
Urian. Durante un largo minuto, ella pensó en no cambiar. Para decirle que ella había sido la que le
había entregado la taza antes de que Apollymi lo atacara.

Que finalmente había sentido su sedoso cabello contra su carne, y que se había quedado en su
recuerdo desde entonces.

Si solo ella se atreviera...

Odiándose por su cobardía, se convirtió a su cuerpo de dragón y agachó sus alas negras para
poder encontrarse con él, junto a las cataratas.

Por la agudeza de su olor, ella sabía que él estaba furioso.

Sobre todo, ella sabía que él estaba molesto y emocionalmente herido.

¿Qué pasó?

—Hemos destripado hasta el último de ellos.

Eso la hizo sentir mejor por él, pero su estado de ánimo la confundió aún más. ¿No debería
estar feliz? Bien.

A juzgar por la expresión de asombro en su rostro, su comentario pareció tomarlo


desprevenido. —¿No estás horrorizada?
¿Debería estarlo?

Él le dio una mirada aguda. Luego habló lentamente, enunciando cada palabra. —Los
masacré, Xyn.
Ella asintió lentamente. Lo sé, Urian. Mataron a tu madre. Se merecían lo que fuera que les
hicieras y más. Ella lo acarició con su hocico para ofrecerle consuelo. Solo desearía haber estado
allí para ayudarte.

Él se aferró a ella y la apretó con fuerza.

Xyn saboreó su abrazo, deseando que fuera un abrazo verdadero, con sus cuerpos presionados
uno contra el otro. ¿Por qué no podía ella encontrar el coraje para decirle la verdad?

Pero entonces, ella lo sabía. Estaba aterrorizada de perder el poco contacto que tenían. ¿Cómo
reaccionaría él?

¿Y si nunca más quería volver a verla?

Era un riesgo que simplemente no podía tomar.

Urian besó su hocico y se apartó. —¿Hoy viste a la sacerdotisa de Apollymi?

Ella se quedó inmóvil ante su inesperada pregunta. ¿Perdón?

—Hace rato, una mujer pelirroja me trajo agua de tus cascadas. Sé cómo eres con los intrusos.
Así que me preguntaba cómo la consiguió. —Él le acarició las escamas—. Su cabello era de tu
mismo color.

Ella tragó saliva con fuerza. Luego hizo todo lo posible para mantener estable su voz y el
nivel de sonido. ¿En serio?

Él frunció el ceño, luego inclinó la cabeza para estudiar sus ojos. —Sí. En serio... Incluso sus
ojos.

Tropezando hacia atrás, él negó con la cabeza mientras la miraba con incredulidad. —
¿Sarraxyn? ¿Puedes tomar forma humana?

¿Por qué tenía que preguntarle eso?

¿Por qué ahora?

El miedo se encajó dentro de su corazón. Ella quería... no, necesitaba mentirle. Ella sabía que
era lo más prudente.

Si solo ella pudiera.

Dioses, ayúdenme.

Preparándose para lo que fuera a pasar, se transformó en su forma humana para que
finalmente pudiera ver lo que ella era en realidad.

Y esperó.

Luego esperó un poco más.


Urian se quedó allí, completamente aturdido e incapaz de moverse. La rabia y la traición
lucharon dentro de él. Se mezclaron con el dolor a tal nivel que él no sabía qué pensar. Como
reaccionar. Él había venido aquí por un poco de consuelo y ahora...

¿Quién y qué era ella?

—¿Por qué no me lo dijiste?

Su largo cabello rojizo brillaba bajo la tenue luz. Con toda honestidad, ella era una exquisita
belleza fey. Sus ojos verdes prácticamente brillaban. Ella era, de hecho, la mujer que había visto
antes. La que le había acariciado el cabello.

—Tenía miedo de hacerlo.

Él barrió su mirada sobre ella. Vestida con un peplos de color bronce que fluía a su alrededor,
ella era una diosa. Sus labios estaban perfectamente formados y hechos para ser besados.

Y su cuerpo...

A Urian le costó mucho reconciliar a esta mujer con el dragón que había conocido todos estos
años. Al menos hasta que vio sus orejas puntiagudas. Había algo extraño con respecto a ellas.

Ella se acercó a él.

Él se alejó.

—Urian...

—No, Xyn. —Necesitaba tiempo para aceptar esto. El hecho de que ella le había mentido
todo este tiempo.

Bueno, tal vez no mintió. Pero si lo había engañado o había omitido la verdad.

Sea lo que sea, le dejó un dolor en el interior.

—Por favor entiende. No quería lastimarte. Sé que no hay nada para nosotros. Eres apolita y
no puedo alimentarte, —las lágrimas brotaron de sus ojos y le hicieron temblar los labios—. Te he
amado todos estos años.

Urian se estremeció al darse cuenta de lo mucho que la había amado a ella también.

Y no había nada que pudieran hacer. Porque ella tenía razón. Esto era más que cruel.

Para ambos.

¿Cómo podrían estar juntos cuando la única forma de comer para él sería tomar el alimento de
otra mujer, sabiendo que la alimentación lo llevaría a tener relaciones sexuales con otra persona? De
lo contrario, tendría que volver a sus repugnantes bolsas de sangre casi coagulada...
Eso no sería justo para ella o para él.

Ella tomó su rostro entre sus manos y presionó su frente contra la de él. —Me he escabullido
tantas veces para verte…
El dolor le quemó la garganta al darse cuenta de cuántas veces la había visto entre la gente de
la ciudad. —Lo sé. Ahora que te veo... El rostro que he visto en la multitud tantas veces es tuyo. —
Empuñando en su mano el suave y vibrante cabello que sobresalía de su pálida piel, la besó y gruñó
ante la amarga dulzura de su boca.

Ella significaba mucho para él. Su mejor amiga. Su cable a tierra.

Su dragón

Y él nunca podría tenerla.

Nunca.

Con el corazón roto, la soltó y se alejó. Esta noche, él no sólo había perdido a su madre.
También había perdido a su dragón y mejor amiga.

Y probablemente a su esposa, también.


30 de abril, 9508 aC
Ophion se agachó cuando un jarrón voló más allá de su cabeza y se rompió a menos de unos
centímetros de su rostro. Estaba aún más cerca de Urian, que no se movió en absoluto.

Pero entonces Urian estaba acostumbrado a que porquerías volaran hacia él cuando menos lo
esperaba. Lástima que no lo mató.

Boquiabierto, Ophion miró a Urian con absoluta incredulidad, no solo ante el proyectil
destrozado pero ante la completa falta de reacción de Urian. —¡Mierda, hermano! ¿Qué le has
hecho a tu esposa?

Urian trató de adivinar, pero no lo logró. Por supuesto. Esa era su suerte.

De mal en peor.

—Me he estado alimentando en otros lugares, y ella está bastante enojada debido a mis malas
elecciones de vida.

Ophion hizo una mueca de dolor simpático. —¿Qué pasó?

Suspirando, Urian se recostó en su silla. —Digamos que prefiero morirme de hambre antes de
tomar alimentos que me revuelven el estómago.

Su hermano miró a través de las puertas abiertas en la dirección en que Xanthia se había
dirigido con sus amigos. —¿Qué está haciendo ella por comida, entonces?

—No he preguntado y no me importa. —Sin duda, su esposa estaba abriendo sus piernas para
alguien.

Ophion enarcó una ceja. —¿De verdad quieres decir eso?

Urian asintió. —A diferencia de ti, adelphos, me casé por conveniencia y sustento, no pasión.
Cuando ella dejó de ser esas cosas... puede buscar su confort donde sea que lo encuentre. —Se
encogió de hombros ante una triste y dolorosa verdad. A él realmente no le importaba a quién se
tiraba o cuándo—. Los niños, sin embargo, son otro asunto. Todavía me estoy ocupando de ellos.
—Su padre había inculcado la responsabilidad en ellos y sería el primero en golpearlos si
descuidaban a aquellos que no podían valerse por sí mismos.

Como siempre había dicho, protegías a quienquiera que estuviera a tu espalda. Luchabas con
los que estaban a tu lado y matabas a quien fuera lo suficientemente tonto como para estar de pie
frente a ti.

Nunca seas su enemigo.

Trates apareció de la nada, a su lado. —¿Urian? Tu padre te convoca. Inmediatamente.

Ese tono era extremadamente desconcertante. Así como también su inesperada aparición.
Tales convocatorias eran raras y más aún que sonaran de tan grave manera.

Intercambiando un ceño con Ophion, Urian se levantó.


Su hermano permaneció sentado.

Ante la pregunta tácita de Urian, se rió amargamente. —Iría contigo, pero no me gusta como
suena. De hecho, estoy bastante seguro de que mis testículos simplemente regresaron a mi vientre.
—Golpeó a Urian en el brazo—. Diviértete, hermano. Haré una pira para tus juegos funerarios.

—Que los dioses te derriben, imbécil, —se quejó Urian mientras seguía a Trates para ver lo
que su padre quería con él ahora. Aunque para ser honesto, no podía pensar en nada que hubiera
hecho particularmente molesto.

Al menos no esta noche.

Lo que en realidad era un récord para él, dado como sucedían la mayoría de las noches.
Normalmente, él ya debería haber recibido una buena patada en el trasero para esta hora.

Por una vez, y a pesar de la ira de su esposa hacia él, había estado en su mejor
comportamiento.

No había golpeado a nadie en la cara. Ni comenzado ninguna revuelta. Milagrosamente, ni


siquiera se había peleado con sus hermanos.

Sin embargo, cuando entró en el estudio de su padre y encontró a un grupo de daimons


desconocidos allí, se detuvo en seco.

Esto es inesperado. Especialmente teniendo en cuenta el hecho de que cada miembro del
grupo, incluyendo a su líder, era una mujer. Vestida con una coraza de color blanco orichalcum23,
ella, como el resto, era sorprendentemente hermosa. Su largo cabello rubio estaba trenzado y atado
con cintas de color rojo brillante que combinaban con su capa. Una capa que contrastaba con el
cuero tachonado negro de sus pteruges24 y altas sandalias negras de guerra.

Maldita sea…

Ella y sus guerreras eran el epítome de una fantasía apolita adolescente hecha realidad. El tipo
de sueño que había pasado gran parte de su juventud deseando que le sucediera mientras estaba solo
en el bosque, perdido y desnudo.

En el momento en que su líder se encontró con su mirada, sintió una instantánea descarga
eléctrica directo a su ingle, que también recordaba de esas incontables horas de su malgastada
imaginación.

Al menos hasta que ella frunció el ceño enojada, luego se volvió hacia su padre. —¿Es un
apolita?

Sentado en la versión más pequeña de su trono de huesos que mantenía en su salón principal,
su padre se encogió de hombros con indiferencia. —En efecto. Te habría advertido, pero no pensé
que me creerías a menos que lo vieras por ti misma.

23
Orichalcum, Oricalco u Orihalcon es el término con que se designa a un metal legendario mencionado en antiguos escritos griegos,
siendo los más significativos los escritos de Platón sobre la Atlántida. Según estos escritos este metal sería el segundo metal más
valioso y minó por muchas partes de la Atlántida. La palabra orichalcum significa "cobre de montaña".
24
Pteruges (también llamada pteryges, del griego, significando plumas) se refiere a la pieza decorativa que cae de la cintura de la
armadura de los antiguos soldados griegos y romanos. Generalmente estaba hecha de cuero y llevaba piezas metálicas y en casos
especiales joyas para adornarlo.
Asombrada, ella acortó la distancia entre ellos hasta que se paró frente a Urian para poder
estudiarlo, nariz con nariz. —¿Tú eres el que dirigió la redada en el pueblo humano?

—Lo soy.

—¿Tú? —¿Podría haber más desdén en ese tono?— ¿Los mataste a todos con solo un puñado
de hombres?

Cruzando los brazos sobre su pecho, él asintió. —Mis hermanos.

Ella quedó boquiabierta de nuevo. —¿También apolitas?

—Por supuesto.

Había un calor crudo y sin restricciones en sus oscuros ojos que chisporroteaba en el aire
entre ellos mientras ella lo miraba fijamente con un hambre tangible. —Vinimos a rendir homenaje
al Deathbringer. Asumí que uno de tal coraje y habilidad tendría que ser daimon.

Su padre se rió entre dientes. —Para responder a tu pregunta, Urian, son una tribu amazona de
daimons del norte.

Aún más confundido, Urian miró por encima de su hombro, a su padre. —¿Amazonas? —
Nunca había oído hablar de un grupo de daimons con ese tipo de lealtad.

Desafiaba toda lógica.

La mujer respondió por su padre. —Eramos atlantes al servicio de Artemisa cuando bajó la
maldición del dios sol. Cuando la diosa se negó a ir en contra de su hermano para ayudarnos,
cambiamos nuestros servicios y nos inclinamos ante cualquier dios que respondiera a nuestra
súplica de misericordia. Desde entonces, mis hermanas y yo hemos estado en busca de otros de
nuestra clase para ayudarlos y poner en servicio nuestras habilidades de guerra a cualquiera que se
meta en nuestro camino.

Urian sabía de eso. Conocía las historias del pánico de su propio padre en su búsqueda para
evitarles la ira de Apolo. Ningún dios había querido involucrarse por miedo a lo que Apolo o Zeus
les harían.

—¿Quién respondió a tu llamada? —Por lo que sabía Urian, solo Apollymi había mostrado
misericordia a su raza y se atrevió a desafiar a Apolo.

—La diosa Marzanna25.

Uran miró a su padre. —Nunca he oído hablar de ella.

—Ella es una diosa del norte. —Los labios de su padre se torcieron con humor irónico—. Una
diosa interesante, me han dicho. Una especie de combinación de Perséfone y Hades. Con la psicosis
que se esperaría de tal mezcla. Ella es la esposa de Koshchei el Sin Muerte26.

25
Una diosa eslava asociada con ritos estacionales basados en la idea de la muerte y el renacimiento de la naturaleza. Ella es una
diosa antigua asociada con la muerte y el renacimiento y los sueños del invierno. En los ritos eslavos, la muerte de la diosa Marzanna
al final del invierno, se convierte en el renacimiento de la primavera de la diosa Kostroma (rusa), Lada, Vesna que representa la
llegada de la primavera. Algunas fuentes cristianas medievales, como la checa Mater Verborum del siglo IX, la comparan con la
diosa griega Hécate, asociándola a la brujería.
El tono de su padre tenía una nota extraña que Urian no podía entender. —¿Los has conocido,
Solren?

—Sólo una vez. De niño. Eran una pareja peculiar que dejó terrible impresión en mi mente
joven.

El ceño de Urian se profundizó. Nunca había sabido que su padre fuera tan diplomático antes.

La mujer sonrió. —Hemos recorrido un largo camino para conocer al daimon que se atrevió a
devolver el golpe a la chusma humana. Tu coraje nos impresionó, pero ahora que sabemos que ni
siquiera eres un daimon...

Urian le lanzó una sonrisa burlona. —¿Están abrumadas? ¿Impresionadas? ¿Les gustaría
probar el fruto de Apolo?

Ella rió. —Eres un descarado, ¿verdad?

Su padre dejó escapar un suspiro de exasperación. —Siempre mi pesadilla. Nunca pude


frenarlo o controlarlo. Culpo por completo a su madre.

Ella sonrió. —Sin embargo, escucho el orgullo en tu voz cuando dices esas palabras,
Strykerius. No lo aceptarías de otra manera. —Con su mano en la empuñadura de su espada, ella se
volvió hacia su trono—. Entonces, ¿aceptas nuestro trato?

Su padre arqueó una ceja. —¿Venderte mi hijo? —Se encontró con la sorpresiva mirada de
Urian—. Déjame pensar. Mmm no. Nunca. A pesar de lo descarados que todos son, estoy apegado a
mis hijos. Especialmente a ese.

Bien, porque a Urian no le gustaba hacia donde se dirigía esta conversación.

En absoluto.

—Te daré cualquier precio que nombres.

Su padre negó con la cabeza y la reprendió. —Bethsheba, podrías ofrecerme el trono del
Olimpo y yo lo rechazaría. No pondré precio a mis hijos. Como dijiste, viniste aquí por un daimon y
mis hijos siguen siendo apolitas. Incluso si Urian fuera un daimon, la respuesta aún sería no.

—Pero tienes un montón de hijos, ¿no es así?

—Diez.

—Seguramente…

—Un hijo no reemplaza a otro. Obviamente no tienes ninguno o sabrías eso.

Um, sí. Urian estaba sumamente agradecido por la lealtad de su padre en ese momento.

26
Personaje folclórico de la mitología eslava, concretamente del folclore ruso.1 Koschéi (en ruso, Коще́й (también referido en la
escritura latina como Koshchey, Kashchei, Kashchey o Kościej (del polaco) o Chajlik (del ucraniano) es un ser malvado de
apariencia horrible y senil que constituye generalmente una amenaza para las mujeres jóvenes.
Cuando ella se dirigió hacia Urian, su padre extendió la mano y encerró el cuerpo entero de
Urian con un brillo azul.

—Mi señora, dije que no y esa es mi respuesta final. No lo volveré a decir. —Lentamente, su
padre se levantó de su asiento y bajó los escalones para acercarse a ellas—. No cometas errores
sobre mi sinceridad. Luchas por tu gente, igual que yo. Pero vería a mi gente y al mundo entero
arder en el hoyo más bajo de Tartarus para evitarles a mis niños la pérdida de una sola lágrima. Por
lo tanto, la idea de ponerlos en esclavitud para luchar por ti... es inaceptable.

Ella le chistó. —¿Por qué no dejamos que tu hijo decida? ¿Qué pasaría si yo ganara su
corazón? ¿Aprobarías nuestro matrimonio entonces?

Urian se quedó boquiabierto ante sus palabras. ¿Hablaba ella en serio?

—Mis hijos están todos casados.

Una luz intrigante apareció en los ojos de ella mientras barría una mirada apreciativa sobre su
cuerpo. Urian se sentiría un poco más halagado si ella no lo tratara como a un trozo de cordero en
un día de fiesta.

Ella le sonrió. —Ustedes son apolitas. Siempre puedes tomar otra esposa, ¿no es así?

Técnicamente, ella tenía razón. La poligamia no era ilegal o desconocida entre su gente,
especialmente después de la maldición de Apolo. Ellos simplemente lo consideraban codicioso.
Pero mientras todos los participantes estuvieran de acuerdo con el arreglo y nadie fuera
menospreciado por ello, financiera o emocionalmente, era legal, si no siempre, socialmente
aceptable.

Su padre lo miró por encima. —Supongo que si él es tan estúpido...

Gracias, Solren.

—Pero, —advirtió su padre—, es demasiado joven para ser transformado en daimon aun. No
debes convertirlo.

Ella sonrió. —No quiero convertirlo, Strykerius. Mi tribu no es la misma que tu gente. Como
notaste antes. Nay... quiero procrear con tu hijo.

Bueno, esto no fue incómodo en absoluto. Hablando de sexo frente a su padre...

Justo para lo que vivía.

Más que un poco consternado por su negociación, Urian se encontró con la mirada de su
padre. —¿No tienes nada que decir a eso?

Su padre lo miró fijamente. —¿Qué? ¿Quieres que interfiera con tu vida sexual?

Más o menos. Urian empezaba a sentirse como un pedazo de cuero de ganado que se ofrecía
para hacer adornos. Especialmente cuando cada una de ellas lo miraba, y en particular, a su
entrepierna, como si quisieran darle una vuelta, como si fuera su nuevo juguete favorito.
De repente, su fantasía juvenil comenzaba a tomar la apariencia siniestra de una pesadilla, y
estas amazonas se estaban convirtiendo de diosas a las formas de la bacanal de Lamia 27.

—¿Y bien? —Le preguntó su padre a su demora en responder.

—Supongo que no. Ya sabes, procrear y todo eso. —Por supuesto, sería un poco difícil
acceder a esa petición particular de embarazarla, dado que era estéril, pero este no parecía ser un
momento oportuno para mencionarlo.

Y ella realmente no parecía estar de humor para escucharlo.

Tampoco su padre.

Así que siendo la única chuleta de cerdo en la perrera, decidió mantener la boca cerrada.

La imagen de la chuleta de cerdo no ayudó unos minutos más tarde cuando Bethsheba
apareció y agarró el nudo de su faja para sacarlo de la habitación.

Urian comenzó a mirar a su padre como diciendo “ayúdame”, pero dado el hecho de que su
padre lo había arrojado a los lobos, pensó que sería inútil. Su padre parecía pensar que debería estar
disfrutando de la atención.

—¿Estás planeando destriparme en la calle, o tienes un destino en mente?

Ella sonrió seductoramente. —¿No tienes una casa?

—Sí, y está lleno de una esposa y dos hijos que estarían muy molestos si tienes relaciones
conmigo delante de ellos.

—Eres bastante hostil sobre esto. Estoy empezando a pensar que no quieres tener sexo.

Él le dio una mirada divertida. —¿Crees?

—¿No quieres?

¿Ella hablaba en serio?

—Así no.

Eso pareció aturdirla hasta dejarla en silencio. Al menos ella finalmente soltó el nudo en su
entrepierna.

Urian alisó su ropa. —Al contrario de lo que crees saber, Bethsheba, no nos gusta que nos
traten como a putas más que a una mujer.

—¿Es eso, o te sientes amenazado por una mujer poderosa?

Él se rió de su desafío. —¿Has conocido a Apollymi, o mi esposa para el caso? Confía en mí,
eres bastante insignificante en comparación. Las mujeres poderosas no me asustan. Las prefiero
antes que a las débiles.

27
Criatura femenina de la mitología y el folclore grecolatinos, caracterizado como asusta niños y seductora terrible. En este último aspecto, constituye
un antecedente de la vampiresa moderna. Se la concibe como un personaje individual, pero también como el nombre genérico de un tipo de monstruo.
—Entonces, ¿por qué estás tan distante conmigo?

—Por la forma en que me has tratado. No soy una perra para ladrar a tu mando.

Y hablando de mujeres fuertes...

—¿Qué es esto? —Xanthia se materializó tan rápido a su lado que casi unieron su ADN
juntos. Un latido más o un paso más y ella habría causado un trágico error biológico.

—¿Qué es qué? —Preguntó alegremente.

—¿Una nueva esposa? —Gritó ella—. ¿Escuché eso correctamente? ¿Estas planeando casarte
con alguien más?

Alabada sea Apollymi por su pequeña comunidad. Las malas noticias viajaban mucho más
rápido que las buenas.

Suspirando, Urian decidió que probablemente era hora de que presentara a las dos mujeres. —
Xanthia, conoce a Bethsheba.

—¡De Hades a Kalosis! —Ella empujó a Bethsheba hacia atrás—. Si pones un colmillo en mi
marido, terminaras sin dientes y calva, ¡perra!

Urian arqueó una ceja hacia Bethsheba. —¿Qué fue lo que estabas diciendo sobre mujeres
débiles?

Xanthia se volvió hacia él con la ira de las Furias en sus ojos. —Tú no hables. ¡Tal vez nunca
más!

Extrañamente molesto y divertido por ese comentario, levantó las manos y decidió
mantenerse al margen de esta pelea en particular ya que no era una en la que quisiera estar para
empezar. —Aye, mi amor.

De la nada, París apareció a sus espaldas y se apoyó en la espalda de Urian. Envolvió su brazo
alrededor de su cuello y apoyó su barbilla en el desnudo hombro de Urian. —Esto parece bastante
interesante y entretenido. ¿En qué te has metido ahora, hermano?

—No estoy seguro.

Bethsheba empujó a Xanthia. —Nunca te atrevas a tocarme de nuevo sin invitación.

—Y tú ni siquiera pienses en tocar las entrañas de mi marido.

Bethsheba se burló de ella. —Tú no pareces ser la esposa adecuada de un campeón. ¿De qué
agujero te arrastró para elevarte a un estado tan grande?

Con un chillido, Xanthia se lanzó hacia adelante, pero Urian se extrajo de su hermano y la
atrapó antes de que pudiera atacar a la reina guerrera que la destrozaría. Mientras que admiraba el
fuego de su esposa, no era un tonto. Él le había dado entrenamiento básico de Xanthia y nada más.
Ella nunca se había preocupado por pelear y no posaba ningún tipo de desafío para una guerrera del
calibre de Bethsheba. Y aunque en ese momento estaba furioso con su esposa y quería golpearla él
mismo por su condena injustificada, ella seguía siendo su esposa y él no le habría hecho daño por
nada. Él le había jurado lealtad y sin importar cuan monstruo ella pensara que él era, él era al menos
un honorable monstruo.

—¡Déjame ir! —Xanthia gritó, dio patadas y pellizcó.

Urian apretó los dientes contra el dolor. —Cálmate. —Él lamentó esas palabras tan pronto
como salieron de sus labios. ¿Cómo pudo haber olvidado que lo peor que decirle a alguien cuando
estaba furioso era que se calmara?

Invariablemente, solo los enojaba más.

Había sido la primera lección que había aprendido de niño al tratar con Archie y Theo. Él
todavía tenía la cicatriz en la mejilla izquierda de uno de esos flagrantes actos de estupidez.

Bethsheba tuvo el descaro de reír. —Tienes las manos llenas con esa musaraña.

Y eso le dio una enorme patada en el femur. Urian hizo una mueca.

—¿Te importa no ponerle más rabiosa?

Xanthia golpeó su cabeza contra su nariz.

Urian sintió que se rompía al instante. ¡Hijadeputa! Él casi perdió su control sobre ella
mientras el dolor de ello partía su cráneo y sus ojos se humedecieron en protesta.

—¡Suficiente! —El grito de su padre finalmente logró calmar a su esposa. Si bien ella podría
no temerle, tenía un sano respeto por el hecho de que su padre no le tenía amor ni lealtad y no
dudaría en arrancarle el corazón para darse un banquete.

Urian la puso de pie para que pudiera limpiar la sangre que estaba saliendo de su nariz.

Los ojos de su padre se abrieron con furia en el momento en que vio su herida.

Xanthia se echó hacia atrás para pararse detrás de Urian.

Sí, ¿no era esto perfecto? Ahora le gustaba de nuevo. Ella incluso se aferró a su clamide por
su protección.

Él le hizo una mueca de irritación.

—¿Estás bien? —Preguntó su padre con tono preocupado.

Urian tuvo un momento en el que consideró decirle a su padre la verdad, que su nariz dolía
muchisimo y que había terminado con la teatralidad de Xanthia. Pero tristemente, sus hijos la
amaban, y él amaba a sus hijos. —Estoy bien, Solren.

Aún así, la mirada de su padre se estrechó amenazadoramente en Xanthia. —Vete a casa.


Ahora.

Ella corrió.
Bethsheba caminó hacia Urian con una arrogancia descarada y seductora. Ella tiró de un trozo
de suave tela de piel de venado para que ella pudiera, con ternura, secar y cuidar de su nariz. Y por
mucho que odiara admitirlo, su cuerpo reaccionó ante el gentil calor de sus dedos tomando su
barbilla. Especialmente por la forma en que ella trazó su labio inferior con el pulgar para calmar los
latidos donde Xanthia lo había lastimado. —Tu esposa debería apreciar el cuidado que tienes por su
bienestar. Y el hecho de que le salvaste la vida.

—No la culpo por su furia. Ella es una buena mujer. Yo soy un marido promedio. —
Cualquier problema que pudieran tener, Urian no dejaría que su reputación se vea afectada por
cualquiera.

Bethsheba resopló ante eso. —Has criado un hijo notable, Strykerius.

—Lo sé.

Dando un paso atrás, Bethsheba se quitó un collar con el emblema tribal que estaba anidado
cómodamente entre sus pechos. —Por eso, te dejaré en paz, buen Urian. Cuando vuelvas a tus
sentidos y te des cuenta de que tu musaraña no es digna de un hombre de tu calibre, llámanos.
Mientras reine, las marzanni serán aliadas de los apollymians para siempre.

Ella se inclinó para besar la mejilla de Urian y susurrar en su oído. —Cuando estés listo para
montar a una mujer real, mis muslos estarán húmedos y abiertos para ti.

Si esas palabras no eran suficientes para hacer que salivara, el sonido de su respiración
entrecortada y el olor de su sangre mezclada con la suya eran casi suficientes para hacer que la
agarra en ese momento y los avergonzara a los dos. Era todo lo que podía hacer para no aceptar su
invitación en ese momento.

Porque la verdad era que no había estado con nadie en días. Él había estado hambriento desde
que su esposa lo había insultado y él se moría por comer algo.

Y después de la pelea con Xyn, estaba más excitado que el infierno. Había estado sin ningún
tipo de compasión o cuidado. Se sentía muy perdido y solo.

A la deriva. Honestamente, solo quería sentirse bienvenido en algún lugar. Por alguien.

Como si supiera sus pensamientos, ella le dio un beso caliente y hambriento que lo dejó duro
y adolorido con anhelo. Ella pasó su lengua por el corte en su labio inferior. —Solo pon una gota de
tu sangre en el amuleto y llámame. Te oiré y vendré al instante.

Con un suspiro melancólico, ella dio un paso atrás e inclinó la cabeza hacia su padre. —
Cuídate, Strykerius. Que nos volvamos a encontrar una noche.

—Ciertamente. —Su padre les abrió el portal para que pudieran salir.

Urian no se movió ni habló hasta después de que se fueron.

No hasta que su padre se le acercó y le quitó la tela de piel de venado de la mano. —Eres un
maldito idiota. No puedo creer que vinieras de mis entrañas.

—Lo sé.
Con un suspiro de disgusto, su padre negó con la cabeza. —¿Desde cuándo estas durmiendo
en la casa de Tanni?

Urian dejó escapar un suspiro entrecortado antes de confesar la verdad. —Tres días.

—¿Te has alimentado?

—Realmente no. Tanny intentó alimentarme con un poco de su sangre en una taza, pero no he
tenido ganas de tomar nada de eso.

Su padre lo agarró del brazo donde tenía nuevas marcas de mordidas. —Sin embargo, has
estado alimentando a tus hijos. —No faltó la condena enojada en ese tono—. Sabes que no puedes
seguir alimentándolos si no estás tomando nada para tú mismo.

Urian lo sabía. Era la forma más rápida de enfermar a un apolita. Y podría darles una rara
enfermedad que los mataría.

—Solo estoy alimentando a Geras. Él no se irá a dormir a menos que lo mezca. Él sólo toma
un poquito justo antes de dormirse.

La mandíbula de su padre comenzó a temblar. —Mimas a ese chico. Se está haciendo


demasiado viejo para ese tipo de tonterías.

—Solo estoy cuidando a mi hijo, como mi solren me enseñó a hacer.

Asqueado, su padre arrojó el brazo lejos. —La diferencia es que yo soy tu solren.

Urian le frunció el ceño. —En mi corazón, Geras es tan mío como si hubiera venido de mi
semilla.

Su padre agarró un puñado de su cabello y tiró de él para acercarlo. —Nay, Urian, hay una
diferencia. Yo estuve allí cuando te deslizaste en este mundo, todavía cubierto en la sangre de tu
mata. Mis manos fueron las primeras que te sostuvieron. Mi rostro, el primero que viste. Incluso
antes que a tú mata. Te abracé todos los días de tu infancia. Te prometo que el amor que tengas por
ese chico palidece en comparación con lo que siento cada vez que te miro a ti, a tus hermanos y
hermanas, sabiendo que es mi sangre la que llevas. Sabiendo que mis manos te entregaron a este
mundo, y que tu bienestar recae en mi todos los días de mi vida. Que fue mi sangre la que hizo que
todos ustedes fueran maldecidos por los dioses. No tienes idea de cuánto me odio por eso. Cuanto
odio a mi padre. No porque me maldijera. Pero si por lo que le hizo a mis niños y a los suyos. Y si
tu esposa no hace lo correcto por ti, le arrancaré la garganta. Porque su vida no es nada para mí,
pero tu felicidad lo es todo.

—Me aseguraré de transmitirle tu locura, Solren, de inmediato.

Su padre se estremeció antes de besar la frente de Urian y lo empujó juguetonamente. —


Siempre estas poniendo a prueba mi paciencia, pido.

—Alguien tiene que hacerlo, Solren. De lo contrario tu cabeza se hincharía demasiado para
caber dentro de tu casco. Y lo necesitas para la batalla.

Gruñendo, su padre se dirigió hacia la teocropolis. —¡Culpo a tu mata!


—Ella siempre te culpó a ti.

—Y los dos te sobreprotegimos cuando deberíamos haberte azotado el trasero.

—¿Ahora se da cuenta de eso?

Urian arqueó una ceja ante el tono bajo de Archie cuando su hermano salió de las sombras
detrás de él. —Te desafío a decir eso más fuerte. Y a al rostro de tu solren.

—No soy tú, Uri. A mí me haría atravesar una pared.

Sí claro. —Nunca te ha golpeado más fuerte que a mí.

—Opino diferente. Él era un padre mucho más estricto antes de la maldición. Pregúntale a
Theo. Hay una razón por la que frenamos nuestras lenguas y acciones más que ustedes idiotas más
jóvenes. La culpa lo golpea más duro de lo que crees.

Eso Urian lo creía.

Archie lo agarró con su enorme mano.

¿Por Hades? Cuando Urian trató de luchar contra él, él solo intensificó su agarre feroz.

—Basta, Uri, antes de que te golpee. Quiero ver cuánto daño recibiste de Thia.

—¿Por qué?

—Porque eres mi hermano pequeño y no me gusta verte lastimado. —Haciendo una mueca, le
enderezó la nariz.

Urian siseó de dolor. —¿Esta arreglada?

—Aye... eres tan bonita como mi hermana otra vez. —Él frunció el labio—. Eso tiene que ser
doloroso.

—Dolía menos antes de que volvieras a romper el hueso. —Urian acarició su nariz
cautelosamente.

Archie se burló de su humor irritable. —Vamos. Déjame dejarte en casa.

—Estoy bien, Archie. Además, tu preocupación me asusta.

—Entonces estamos a mano. Tu estupidez me asusta. —Le dio una palmada en el brazo—.
Sabes dónde estoy si me necesitas o si necesitas un lugar para dormir hoy.

Bueno, esta noche se ponía cada vez más extraña. Desconcertado más allá de su capacidad
para sobrellevar la situación, Urian decidió ir a casa y ver a Xanthia. Parecía lo correcto y decente a
hacer, dado todo lo que había ocurrido.

Al menos eso había pensado hasta que abrió la puerta de su casa y escuchó un sonido más que
distintivo...
Y sabía que su hija era demasiado joven para estar galopando con un hombre. O su hijo.

Sus sospechas eran lo suficientemente asquerosas. Y lo supo antes de abrir la puerta de su


habitación en la que estaba a punto de entrar. Así que la vista de su esposa tendida desnuda encima
de otro hombre no lo sorprendió.

Si lo sorprendió el hecho de que fuera su cuñado.

Y solo si hubiera sido Davyn hubiera estado más aturdido. Pero el momento en que la mirada
embriagadora de Erol se encontró con la suya, tuvo una epifanía aún más repugnante.

Por esto Archie había sido tan amable. Por eso estaba tan preocupado por él. Xantia debe
habersele arrojado a su hermano antes y, a diferencia de Erol, Archie no era un completo y poco
ético bastardo. Sin duda, él había querido advertirle pero no había tenido el corazón para hacerlo.

En cambio, le había ofrecido a Urian un lugar para quedarse.

Un consuelo ante el hecho de que su esposa era una puta...

—Wow... si acaso no me siento como un estúpido. Rechacé a una reina para que pudieras
joder con un vago sin escrúpulos.

Xanthia se sentó y lo enfrentó sin un poco de remordimiento en sus ojos. Limpiándose la boca
con el dorso de la mano, ella lo fulminó con la mirada. —¿Eso es todo lo que tienes que decir?

Realmente no. Su cabeza resonaba con una serie de insultos. Insultos que su lengua le rogaba
que desatara. Pero sus hijos no necesitaban ser despertados por tal violencia contra su madre. —
Sólo para que saques tu escuálido trasero de él, así puedo matarlo. No porque me importe una
mierda por quién extiendes las piernas, sino porque le hizo esto a mi querida hermana y no quiero
traumatizar a nuestros niños. Tan pronto como se haya vestido, me encargaré de él... ah, y después
de esta noche, querida Xanthia, considéranos divorciados.
27 de junio, 9506 aC
La cabeza de Urian dio vueltas mientras Bethsheba acababa en sus brazos con un grito de
batalla agudo. Riendo ante su entusiasmo, él clavó sus colmillos en su garganta y dejó que la sangre
de ella invadiera su boca para que él pudiera saborear su dulzura. Había algo que la hacía más
apetitosa para él cada que ella tenía un orgasmo.

No sabía si era algo relacionado con su adrenalina o si venía de ser un tipo de daimon distinto.
Lo que fuera, ella hacía que sus sentidos se tambalearan. Apurando sus embistes, se perdió a si
mismo en sus sollozos y en su aroma.

—¿Sus Majestades?

Urian maldijo de frustración.

Sheba se quedó rígida en sus brazos mientras se quedaba a medio orgasmo. La primera
lección que había aprendido cuando se vino a vivir con ella, asegurarse que hubiese terminado por
completo o habría infierno que pagar.

Ella dejó escapar un grito agudo que desafiaba la elasticidad de sus tímpanos mientras lanzaba
una pesada copa de oro a la criada desventurada. Afortunamente, la chica estaba acostumbrada a
esquivar los proyectiles que le lanzaba su ama volátil. —¡Maldita sea, Niva! ¿Qué te he dicho
acerca de interrumpirnos?

Encogiéndose, la pequeña rubia recogió la copa y diestramente supervisó el vino antes de que
manchara las alfombras y resultara en una golpiza para la chica debido a su falta de cuidado. Lo que
habría causado después una pelea entre Urian y su esposa por haber defendido lo que Batsheba veía
como una pobre sirviente.

—Discúlpeme, Su Majestad, pero tengo visitas para el rey Urian, sus hermanos están
esperando por él.

Sheba soltó un suspiro frustrado mientras Urian le daba una sonrisa de disculpa. Frotó su
barba en sus senos, acariciándola íntimamente y con destreza debajo de las sábanas en un esfuerzo
por aplacar su ira. —Perdóname, mi amor. Ellos siempre han sido mi perdición.

Ella le dio un tirón a su cabello. —¿Los mando decapitar?

Urian se rio. —Tentador… pero no. Son mis hermanos y mi solren exigiría un pago por ello.
Déjame ver que necesitan y pasaré el resto de la noche compensándotelo. — Él le dio un beso a su
estómago y pecho desnudos, entonces se movió para hacerse a un lado.

Ella lo atrapó y rodeó la cintura de él con sus piernas, sosteniéndolo entre sus muslos. —
Estaré aquí, desnuda y esperando tú regreso. No te tardes mucho.

—Regresaré cuanto antes.

Con un puchero adorable, lo dejó ir.


Urian se deslizó de la cama, se lavó rápidamente y tomó su shenti28 de lino donde su esposa lo
había lanzado antes cuando lo atacó por su “cena”. Acomodando el cabello de su rostro, agarró una
bata ligera y dejó su habitación, la cuál había sido forjada del corazón de una montaña antigua que
la gente de Bethsheba consideraba sagrada a la diosa que ellos servían tan devotamente como su
padre a Apollymi. Las paredes de piedra oscura eran tranquilizadoras para sus ojos con los que
Apolo los había maldecido, y mantenía la temperatura fresca.

Bastante similar a Kalosis, la única diferencia era que los humanos podían entrar a este hogar.

Si escalaban lo suficientemente alto.

Dicho esto, la cultura de Sheba no era nada como la de los apollymians. Lo que se le hacía
difícil a veces, cuando se ponía a meditarlo. Se había casado con Bethsheba por enojo y lo estaba
pagando de maneras que nunca antes hubiese imaginado.

Aunque ella era más amable con él que lo Xanthia pudo haberlo sido, no la amaba. Se sentía
igual de usado.

Thia había querido un protector que la cuidara de los humanos y garantizarle un lugar en
Kalosis a ella y a sus hijos. Sheba quería un perro de ataque para soltar a su voluntad. Uno sin
voluntad propia. Ella esperaba obediencia incondicional. Una lealtad que anulaba su consciencia.

Ella quería a Urian Deathbringer.

Ese mito solo había vivido para vengar a su madre. Un sabueso del infierno rabioso que no
era tan tonto como ella suponía. De lo que se había dado cuenta viviendo en el mundo humano, una
vez que su temperamento se calmó, era que no tenía ningún odio o resentimiento alguno hacia la
humanidad. Ellos estaban muy por debajo de él. Era completamente ambivalente hacia ellos.

Se reservaba su odio únicamente para los dioses que habían maldecido a su gente.

Y lejos de Apollymi y su familia, el calor volcánico dentro de su sangre solo parecía aumentar
cada vez que sucedía una injusticia. Día a día, estaba bastante apacible sin sus hermanos a su
alrededor para molestarlo por diversión cada que estaban cerca de él.

De hecho, terriblemente apacible.

No tenía idea de cuán callado e instrospectivo era.

Peor que eso, extrañaba mucho a Sarraxyn. Más de lo que jamás creyó posible. Tanto que no
le importaba si le había mentido acerca de sus habilidades.

Una parte de él quería verla de nuevo, aunque eso significara pedir disculpas, pero no sabía
cómo, después de todo este tiempo.

En realidad, apenas y reconocía al extraño que vivía dentro de su piel ultimamente. De verdad
se había perdido a si mismo. Y ese sentimiento arremetió duramente cuando abrió la puerta al
ornamentado salón de trono donde le esperaban Archie y Theo.

28
Shenti: Prenda de vestir masculina en forma de falda corta que fue utilizada por los antiguos egipcios.
Ellos se giraron hacia él y luego le dieron la espalda para seguir con su conversación
susurrada, porque ninguno de ellos se dio cuenta de que él era a quién habían venido a visitar. Lo
creyeron un extraño.

No me he ido por tanto tiempo.

Bueno, casi un año, pero aún así…

No deberían olvidarse de cómo se veía él. O no reconocer a su propia sangre.

Amargamente entretenido, Urian miró alrededor de la habitación conocida. El mármol negro


se entreveraba con oro y se espolvoreaba de manera que asombrara e impresionara a cualquiera que
viniera aquí, aunque no parecía tener efecto alguno en sus hermanos torpes.

Sheba era fanática de intimidar. De ahí que tuviera a sus dos mascotas encadenadas a su
trono. Agitadas ante la presencia del olor desconocido de sus hermanos, ambos leones, demasiado
grandes, daban vueltas y le gruñían a Archie y a Theo, forzando sus cadenas mientras buscaban una
manera de acercarse a sus víctimas deseadas.

Él se detuvo para tomar un poco de carne de su despensa. —Shh, Nero, Leo, todo está bien.
— Urian lanzó la carne cruda en los platos dorados dispuestos en el suelo, cerca del trono de Sheba.

Ellos inmediatamente se lanzaron a la comida.

Archie fue el primero en mirar boquiabierto el estado semidesnudo de Urian. —Maldición,


Uri. ¿Qué te pasó?

Frunciendo el ceño, Theo se movió a su lado para poder tocar el cabello de Urian, el cual caía
más allá de sus hombros. —¿Qué es esto?

Urian le arrebató las pequeñas trenzas que Sheba había trenzado con cuidado que estaban
entretejidas por todo su cabello con cuentas. Aunque la tendencia del pueblo de su padre era tener el
cabello solo por debajo de las orejas, la tribu de Sheba lo llevaba mucho más largo. El de Urin
pasaba de sus hombros. —Es una señal de nobleza entre su cultura. Las cuentas plateadas y doradas
significan que soy su gobernante.

—¿Y el maquillaje de ojos y la pintura de la cara? —Theo tocó con los dedos el patrón
intrincado que Niva había pintado cada mañna en el lado izquierdo del rostro de Urian y el
nacimiento del pelo, desde la punta de su nariz hasta justo debajo de su barbilla.

—Es una tradición, idiota. —Al igual que el pendiente de rubí en su oreja izquierda que
significaba que era un hombre libre y no era poseído por su esposa, lo cual era algo raro en su
tribu—. Y también es un indicativo de nuestro rango en su sociedad. —Urian se rascó su hombro
desnudo—. Entonces ¿hay algún punto para su visita? ¿O estaban aburridos y pensaron “no
tenemos nada mejor que hacer, vamos a molestar a Urian”?

Archie rodo los ojos. —Y aquí estábamos, en realidad, extrañándote. —Él miró a Theo—.
¿Me recuerdas por qué?

Theo levantó las manos, encogiéndose de hombros. —No lo sé, ¿quizá porqué teníamos algo
que mostrarle?
Ahora, eso era un pensamiento terrorífico. —¿Qué cosa? ¿Acaso ambos finalmente
encontraron una sola neurona entre ustedes y necesitaban de alguien para mostrarles cómo usarla?

Archie lo empujó.

En el momento en que lo hizo, una flecha pasó zumbando hacia su corazón.

Urian apenas la atrapó antes de que llegara al pecho de su hermano. Si hubiera pasado un
segundo después, habría matado a su hermano al instante.

Con los ojos como platos, Archie palideció. —¿Qué dem…?

—¡Alto! —Gritó Urian mientras los guardias de su esposa se movían hacia adelante para
matar a sus hermanos. Sonriendo, le devolvió su flecha a Birgit, quién la había lanzado—. Te
agradezco tu protección, pero yo sería el más enojado si mataras a mi hermano por su estupidez.

—Perdóneme, Su Majestad. —Ella le lanzó una mirada de advertencia a Archie antes de


retirarse de vuelta a la puerta.

Sus dos hermanos se quedaron boquiabiertos de la impresión.

Cruzando los brazos sobre su pecho, Urian les dio una sonrisa engreída. —Aquí no soy su
hermano pequeño.

—Por lo visto. —Theo dejó escapar una sonrisa nerviosa—. Maldición, Uri. ¿Cómo te va con
todo?

Algunos días eran mejores que otros. Pero él no era el tipo de persona que compartía esos
pensamientos.

Entonces se aclaró la garganta. —Repítanme ¿por qué están aquí?

Recuperando su picardía anterior, intercambiaron una sonrisa. Entonces, abrieron sus túnicas
para exponer sus pechos. Más concretamente, la marca daimon que ahora descansaba en sus
corazones.

El estómago de Urian se encogió ante la vista. No reaccionó por varios segundos. No podía.
Honestamente, no sabía como responder a sus noticias. Una parte de él estaba feliz de que no
morirían horriblemente por la estupidez frívola de Apolo, la otra parte estaba enferma ante el
pensamiento de cómo tendrían que vivir desde esta noche en adelante.

Que sus futuros podían acabarse en un simple latido de corazón si no mataban a tiempo.

Tan precaria como fuera la vida para un apolita, lo era mucho más para un daimon.

Theo se puso serio. —¿No eres feliz?

—Más confundido que nada. —Le frunció el ceño a Theo, incapaz de comprender el por qué
se había transformado tan pronto cuando aun no tenía que hacerlo—. Todavía te quedaban tres años
más antes de cumplir los veintisiete.

—Lo sé, pero Archie tenía miedo.


Eso sí lo entendió. Solo quedaban unos meses para el cumpleaños de Archiemedes cuando
tendría que haber tomado una decisión, pero…

Archie se frotó el cuello. —No pude hacerlo Uri. Traté con todas mis fuerzas… lo hice. Theo
fue conmigo y tenía al humano ahí. Sumiso. Tenía la voluntad del humano hipnotizado con la mía,
justo como Solren nos enseñó. Más que dispuesto a entregar su alma a mí. El humano era un perro
bastardo sin respeto por nadie, abusaba de todos a su alrededor, decidí que merecía morir para que
yo pudiese tener menos culpa de matarlo. Quiero decir, el mundo está mejor sin su clase. Y él
estaba más que dispuesto a entregar su alma. Pero entonces, empezó a quejarse y rogar
patéticamente y yo… no pude hacerlo.

Theo asintió. —Entonces yo lo hice por él. Maté al humano, tomé el alma y la compartí con
Archie.

Urian se estremeció. —¿Entonces que significa esto? —Él frunció el ceño hacia Archie—.
¿Vas a tener que vivir como un Anaimikos? —Esos eran los daimons que se alimentaban de otros
daimons para sobrevivir, como un polluelo alimentándose de su madre.

Archie asintió tímidamente.

Sin embargo, la imagen se transformó rápidamente en algo mucho más gráfico y horripilante
mientras Urian pensaba cómo Theo tendría que “alimentar” a Archie.

Seguramente esto no sería tan sexual como cuando los apolitas se alimentaban…

¿O sí?

Sus ojos se pusieron como platos.

Ellos inmediatamente protestaron cuando se dieron cuenta hacia dónde viajo su mente.

—¡Oh dioses queridos! —Archie espetó—. ¡No es de esa manera! —Él se estremeció
violentamente—. ¡Preferiría morir!

—¿Por qué piensas algo tan asqueroso? —Theo estuvo apunto de darle una manotada en el
brazo a Urian, entonces miró a los guardias y a los leones, y lo reconsideró—. ¡No es lo mismo que
una alimentación! Además, si voy a acostarme con un hombre, ¡escogería a uno mucho más apuesto
que ese zoquete! ¡Agh! ¡Es repugnante! Al menos yo iría tras Davyn.

Urian se burló. —Bueno, ¿y cómo sabría yo cómo se comparte un alma? ¡No soy un daimon!

Theo puso los ojos en blanco. —Los intercambios de alma son completamente distintos.

—¿Cómo es eso? —Urian siempre había tenido curiosidad de cómo funcionaba. Era algo que
nadie se atrevía a decir. Más bien, era el mejor secreto guardado de su gente.

—No me crerías si te lo dijera. Es algo que te tienen que mostrar cuando estés listo.

Urian se acercó a Theo para estudiarlo y ver que más había de diferente acerca de su hermano.
—Entonces, ¿qué se siente?

Ambos se pusieron serios.


—La verdad no sé cómo describirlo. —Theo no se movío cuando Urian tocó su oreja con los
dedos—. Ahora mis poderes aumentaron. De maneras que no puedes ni imaginar.

Archie hizo una mueca. —En primer lugar, las almas son ruidosas.

Theo asintió. —Y ahora sé porque los treli se vuelven locos. Puedes escuchar al humano en tu
cabeza todo el tiempo. Es como el peor tipo de esposa gruñona.

—Sí. —Suspiró Archie—. Ruegan, lloran y cambian. Y no puedes escapar del sonido.
Traquetea en tu cabeza.

—¿Hay alguna manera de callarlas?

Ambos negaron con la cabeza. —Solren dice que se desvanecerá conforme se debiliten y el
alma muera. Que tenemos que prestar atención ya que eso nos dirá cuando tenemos que cazar
nuevamente. Entonces, por esa razón, deseamos que estén gritando fuerte y claro para poder
mantenernos con vida.

Eso era aterrador. A veces, su propio monólogo interno era bastante ruidoso. No podía
imaginarse teniendo algo dentro de él que gritara más fuerte que eso. —¿Y no hay otra manera de
vivir?

Ambos negaron con la cabeza.

Archie frunció el ceño. —¿Y que hay con la gente de tu esposa? ¿Cómo funciona para ellos?

—Su diosa los unió a demonios del fuego para mantener sus vidas. Tampoco lo recomiendo.
—Dado especialmente los cambios de humor particularmente violentos de Sheba cuando el
demonio en ella tenía una rabieta.

Archie les echó un vistazo a los guardias. —Entonces, ¿son apolitas?

No, ya no lo son. Inclusive sus crías eran distintas a lo que Urian estaba acostumbrado

—Los Marzanni son una especie diferente… más parecidos a los Daimons. Con algunas
diferencias.

Theo enarcó una ceja ante eso. —¿Tales cómo?

—Ellos no envejecen de la manera que lo hacemos nosotros, pero no son inmortales. Pueden
tener hijos, siempre que lo deseen. —A diferencia de los daimons, quienes no podían tenerlos.
Perdían su fertilidad una vez que dejaban de ser apolitas.

—¿Pueden caminar a la luz del día?

Urian negó con la cabeza. —Nadie aun ha frustrar esa parte de la maldición. Al menos, no
que yo sepa. Aunque he escuchado de alguien que lo intentó.

Todo terminó en desastre. Parecía que Apolo estaba decidido a asegurarse que nadie con una
sola gota de sangre apolita volviera a ver la luz del día.
—¿Su Majestad? —Niva se aclaró la garganta nerviosamente en la entrada desde las sombras.
—Disculpe mi interrupción, pero mi señora me ha ordenado que le recuerde sus deberes.

Por siempre su señora lujuriosa. Él suspiró. —Ya voy.

Ella echó a correr.

—¿Deberes? —Archie se burló y después se puso serio—. De verdad, ¿eres feliz?

La verdad era que él no podía llamarle felicidad a lo que tenía aquí. Aunque no era infeliz o
abusivo, solo una persona lo había hecho feliz.

Xyn.

Y como ella no estaba aquí y él nunca podría verla de nuevo…

—Estoy conforme.

—Urian, eso no es felicidad. —Theo le dio una mirada preocupada a Archie.

Como odiaba el hecho de que su familia lo pudiera leer tan fácilmente. Nunca había sido
capaz de esconderles nada. Sin importar cuánto lo intentara. —Ustedes dos se preocupan como dos
mujeres viejas. Pero les pediría algo antes de que se vayan.

—¿Y eso es? —Archie ladeó la cabeza.

—¿Se llevarían a mis hijos a casa con su madre? La han estado extrañando y sé que les
gustaría verla.

—Seguro.

Urian inclinó la cabeza hacia Archie antes de pedirle a Niva que los recogiera para el viaje.
En particular, Nephele había estado rogando por ver a su madre. Manterlos lejos de Xanthia había
sido uno de los actos de venganza más horrendos que había cometido en su vida, y eso decía
mucho, dadas algunas de las cosas que le había hecho a sus hermanos mayores siendo un niño.

Pero la verdad era que ellos habían sido la única parte que había disfrutado de su matrimonio
con Xanthia. Un bálsamo contra su soledad y la nostalgia.

Especialmente, en lo que concernía a Sarraxyn. Él los necesitaba como una distracción para
no pensar obsesivamente en cuánto extrañaba a su amiga.

No, amiga no. La única mujer que había amado.

La única mujer que nunca podría tener.

Y la idea de estar aquí sin sus hijos…

Urian suspiró abatido. No era justo para Geras y Nephele, y él lo sabía. No pertenecían aquí y
eran infelices. Estaba siendo egoísta y era hora de que estuvieran con su madre. No con su
padrastro.
—¡Baba!

Él se detuvo en la puerta de su habitación mientras escuchaba la llamada de Nephele desde el


otro lado del pasillo. Su voz hizo eco en la roca cuando ella vino corriendo hacia él. Y aunque
trataba de no demostrarlo, él vio la emoción en su rostro hermoso cuando se le acercó.

—¿De verdad nos llevarás a casa?

Esas palabras eran como un puñetazo en las entrañas. Cuanto deseaba llevarlos, pero si volvía
a casa, nunca tampoco podría regresar aquí y eso causaría una guerra entre su gente.

Urian suspiró mientras las lágrimas lo ahogaban. —No, mi amor. Mis hermanos están aquí.
Van a llevarte a Geras y a ti de vuelta con tu mata.

—Oh. —Su voz reflejó la misma decepción que sentía él—. ¿Y que hay de ti?

El dolor creció en su interior mientras tocaba las trenzas rubias de ella. —Tengo que
quedarme aquí con los marzanni. Pero si deseas quedarte en Kalosis, no voy a obligarte a regresar.
Aunque los voy a extrañar muchísimo. —Su voz se quebró con eso último. Los extrañaría todos los
días.

Los ojos de ella se llenaron de lágrimas y sus labios temblaron. Con un sollozo, ella se lanzó
contra su pecho.

Cerrando los ojos, Urian la sostuvo ahí mientras luchaba contra sus propias lágrimas. Él de
verdad amaba a sus hijos. Siempre lo haría.

Geras fue corriendo y se lanzó contra ellos de manera que pudiese hacer un puchero por el
hecho de que Urian no iría con ellos.

Maldita sea. No debería tener que elegir entre ella y sus hijos. Pero su vida nunca era justa.

Y esta parecía que esta se divertía pateándole las pelotas.

—Tengo que irme y sus tíos están esperando. —Él le dio un beso a cada uno—. Cuídense. Iré
a vistarlos tan pronto como pueda.

—¡Te extrañaré, Baba! —dijo Geras.

—Ya te extraño, diablillo. —Urian le dio una palmadita en la mejilla y después limpió las
lágrimas del rostro de Nephele—. Pórtate bien por mí.

—Lo haré. Cuídate, Baba.

Sus palabras hicieron que su corazón se hinchara y le doliera. Cada vez que ellos le llamaban
así, lo hacían pedazos y se sentía feliz de que a pesar de como había termiando todo, se había con su
madre. Solo por ellos, su infierno con Thia había valido la pena.

Se detuvo para observarlos mientras caminaban por el pasillo. Geras se volteó para mirarlo y
despedirse con la mano y Nephele para lanzarle un último beso.

Apesadumbrado, Urian devolvió ambos gestos. Odio el cambio. Siempre lo había hecho.
Y esa era la peor parte de ser un apolita. El cambio venía rápido y furioso para todos ellos en
sus patéticamente cortas vidas.

Veintisiete no era lo suficiente para que nadie viviera y muriera. Se iban mucho antes de que
tuviesen una oportunida de comenzar.

Fin del juego. ¿Por qué? Porque su propio abuelo era un idiota egoísta. ¿Por qué la gente tiene
que ser tan fría y egoísta?

Que mundo sería si otros pudiesen mirar a su alrededor por tres segundos cada día y darse
cuenta de que no eran los únicos con dolores. Que todos sufrían.

Si la gente se tomara un respiro antes de atacar y tuvieran en cuenta a todos los que estaban en
su línea de fuego.

Sin embargo, nunca lo hacían. En lugar de eso, el enojo era una espada de doble filo que
cortaba en ambas direcciones mientras giraba en un arco ancho y dejaba una envoltura sangrienta a
su despertar.

Urian suspiró. Su destino personal estaba siendo amenazado más rápido de lo que podía
mantener un registro de ello. Tenía menos de cinco años para ese cumpleaños fatídico.

Cinco años…

Un parpadeo, y él estaría muerto como su madre o sería un daimon como sus hermanos y su
padre. En cierto sentido, envidiaba a sus hermanos por haber tomado sus decisiones. Ya no les
pesaba en la cabeza.

¿Sería él capaz de hacerlo? ¿O sería como Archie y Davyn, y tendría que ser alimentado por
otro daimon?

Mientras que Urian se pensaba a si mismo como lo suficientemente fuerte para volverse
daimon, nunca lo había sabido con certeza. Una cosa era destrozar a los humanos que lastimaron a
su madre y otra era matar a aquellos que eran inocentes.

Los dioses sabían que Archie sería el último que flaquearía frente a un humano. Su hermano
nunca le había ahorrado ninguna consciencia o cualquier golpe. Físico o mental.

Y él había sido quien destrozó a los niños humanos esa noche…

Pero entonces la verdadera medida de cualquier guerrero nunca era conocida hasta el día que
se les ponía a prueba en batalla. Solo en el calor del momento sabrían si serían destrozados por los
golpes de un enemigo mayor o levantarse victoriosos para vencer a los retadores. Una cosa era decir
que haría en el abstracto pero otra era realmente hacerlo cuando el momento viniera bajando con
una brutalidad aplastante.

Quédate y pelea, o voltéate y huye.

No se le escapaba la ironía que su hermano, quien había ido a vengar a su madre y asesinar
humanos en su nombre, no era el hermano que había sido capaz de convertirse en daimon para
salvar su propia vida. Sino aquel que había sido un cobarde y volvió a casa para esconder que esa
noche había sido la que tomaría un alma para salvar la suya.
Nunca sabías quién lucharía por si mismo y quién lucharía para salvar a otros.

En quién podrías confiar y cuándo. Esa era la parte más aterradora de la vida. Todo era
siempre inesperado.

Abriendo la puerta, encontró a Sheba esperando. Justo como ella dijo que lo haría.

Aunque ella estaba muy inquieta, eso no dejó que lo molestara, como si eso fuese
fundamentalmente su forma de ser. En lugar de eso, se desvistió y volvió a la cama. Siempre la
mascota obediente.

Ella frunció el ceño tan pronto como vio la expresión lúgubre en su rostro. —¿Estás bien?

—Mis hermanos… se volvieron daimons.

Ella quedó boquiabierta. —¿Y querían que te les unieras?

—No todavía, solo era una visita de cortesía.

Sheba recorrió su mano sobre el pecho de él, provocándole escalofriós ante el despertar de su
cálida caricia. Ella se detuvo sobre su corazón, donde una marca oscura de daimon descansaría si se
convirtiese como ellos lo hicieron. —Sabes que tienes una elección, amor. Puedo pedirle a nuestra
diosa que te vuelvas uno de nosotros. No tienes que volverte un daimon como ellos.

Los ojos de ella brillaron con ese color peculiar de ámbar-naranja mientras su mano bajaba
para agarrarlo y jugar con su saco mientras ella lentamente provocaba su manzana de Adán con su
lengua. Urian inhaló profundamente cuando su pene se endureció en su mano.

Era una oferta tentatora. El convertirse en un tipo diferente de demonio. Servir a otra diosa.

Al menos tenía opciones.

—Solo di la palabra…

¿Cómo podría cuando en este momento no podía pensar claramente mientras ella hacía eso?
Él era un esclavo de sus hormonas cada vez que ella lo acariciaba de esta manera. Todo lo que
podía sentir era a ella.

De repente, un grito chirriante resonó desde la quietud. —¡Sus Majestades!

Bueno, eso arruinó el momento. Y le irritó como la mierda.

Más gritos fueron seguidos por los sonidos de metal chocando. Frustado ante otra
interrupción, Urian usó sus poderes para colocarse la armadura que su esposa le insistía en usar para
mezclarse con su ejército, recogió su espada y su escudo mientras Sheba se apresuró a salir de la
cama con un torrente de improperios creativos.

Preocupado por ella dada la violencia en escalada que se estaba dirigiendo hacia ellos, él usó
sus poderes para ponerle la armadura.

Ella encontró su mirada con una sonrisa lúgubre. —Recuérdame después de decirte que te
amo.
Él le entregó a ella su casco de batalla. —Mejor te recuerdo eso cuando haga algo que te
moleste.

Riendo, ella se puso de puntillas para darle un beso caliente. —Eres una bestia sexy, Urian
Deathbringer. —Los ojos de ella ardieron mientras le raspaba la barbilla con sus colmillos—.
Muero por que llenes mi vientre con tus hijos.

La culpa ardió en él mientras ella se alejaba para tomar su espada y escudo. Aunque ella
nunca le había reclamado que no la hubiese embarazado todavía, él temía cada mes cuando su
menstruación venía y veía la decepción en sus ojos de no haber concebido. Eso era lo único bueno
de los apolitas. Unca vez que se convertían en daimons, las mujeres ya no podían tener hijos y esa
parte del ciclo natural se terminaba para ellas. A pesar de que la transición podía ser dura en algunas
mujeres que lamentaban la pérdida de fertilidad prematura, otras la recibían con júbilo.

Sheba deseaba niños. Tanto así que había sido una buena madrastra con los hijos de Thia. Era
por eso que aún no le decía que los niños se habían ido sin decirle adiós. No estaba seguro de cómo
lo tomaría.

Pero eso podía esperar.

Poniéndose el casco en su cabeza, él salió e inhaló de forma pronunciada cuando vio el caos
que les esperaba.

Urian nunca había visto tal matanza. Y aunque había estado en asaltos, esos fueron
escaramuzas…como la noche en que atacaron el pueblo humano. Los humanos habían estado con la
guardia baja y dormidos.

Igualmente, en el último año que había vivido aquí, Sheba y sus guerreros lideraron pequeños
grupos de asalto contra caravanas humanas y pequeños grupos de humanos viajeros, razón por la
cuál no se había quejado demasiado por la pérdida de la armadura de Xyn. No la había necesitado
realmente en una pelea ante unos pocos habilidosos.

Pero esto no era un grupo de asalto.

Era un ejército. Fuertemente armado y bien entrenado. Sus armaduras doradas brillaban como
el sol en la piscina de Apollymi todos esos años atrás. Era casi cegador y estaba marcado con un
emblema de sol. Y estaban atravesando a los guerreros de Sheba con una facilidad amarga que lo
dejó boquiabierto.

Hasta que vio a su cuñada, a quien Sheba había hecho su comandante, ella estaba bajo ataque
y apunto de caer. Muy tarde, se recordó Urian a si mismo. Sus poderes. Rugiendo, él invocó la
fuerza de su abuelo Apolo y lanzó una ráfaga sónica invisible hacia ellos.

Eso noqueó la primer ola de humanos y le dio tiempo a los guerreros de Sheba de retirarse y
reagruparse. Él tomó a su esposa de la cintura. —Tenemos que retirarnos.

Sus ojos destellaron con indignación. —¡Retirarse es para los cobardes!

—¡Sheba! Abre los ojos. Somos superados veinte a uno. La mitad de tu gente ya está muerta.

—¡Nunca! No voy… —Sus palabras fueron interrumpidas cuando una flecha le atrevesó la
garganta.
Sorprendido, Urian no se pudo mover por un momento mientras ella gorgojeaba con su propia
sangre. Después, en lo que Urian la escudó, dos flechas penetraron su armadura y se hundieron en el
pecho de él.

—¡Córtenles la cabeza! —Gritaron los humanos—. ¡Quemen los cuerpos de los demonios!
¡Asegúrense que no quede nada!

Otro humano le gritaba a los soldados. —¡Encuentren a los niños! ¡Hagan lo que hagan!
¡Busquen a todos los niños! ¡Vayan tras ellos!

Las lágrimas lo cegaron cuando más flechas llovieron tan densamente, que apenas podía ver
las paredes de su hogar. Ni siquiera sabía donde estaban los arqueros. Su gente cayó por todos lados
con gritos y sollozos. Algunos con quejidos. Él sujetó a Sheba y trató de invocar sus poderes, pero
tenía demasiado dolor.

Lo mejor que pudo hacer fue abrir un portal. Si podía llevarlos a Kalosis, su padre los
ayudaría.

Pero él estaba muy débil incluso para eso.

El portal azul brillante comenzó a desvanecerse tan pronto como lo abrió.

—¡Baba! —Urian jadeó, tratando de arrastrarse. Si tan solo pudiese llegar hasta ahí…

Se desvaneció.

¡No! Él sintió la mano de Sheba en su cabello. Girando la cabeza, se encontró con su mirada.
La sangre se filtraba de las comisuras de sus labios mientras ella trataba de sonreír. —Mi Uri… —
Ella suspiró—. Tan bello. —Entonces la luz se fue de sus ojos.

Dos flechas más penetraron su espalda y tres en el cuerpo de ella. Ella no reaccionó en
absoluto.

Su alma gritó en agonía por su muerte.

Furioso y dolorido, él gritó y la acercó de manera que pudiese escudarla. No tenía sentido y lo
sabía. Ella ya se había ido. Y aún así, él no quería que la lastimaran más de lo que ya estaba. Su
Sheba era una mujer vanidosa. Ella nunca querría que su belleza fuese marcada, incluso en la
muerte.

Le he fallado.

Peor, le falló a su gente.

Al menos mis hijos están a salvo. Podía morir en paz sabiendo que ellos estaban a salvo.
Gracias a los dioses que los había dejado ir.

Y a sus hermanos.

Él escuchó a los humanos corriendo hacia ellos. Apuñalando y cortando mientras venían.
Decapitando cualquier cuerpo que estaba tirado en el suelo para asegurarse de que estaban todos
muertos.
—¡Por ahí! ¡Atrapen a esos!

Urian trató de alcanzar su daga, pero sus dedos entumecidos estaban muy débiles para agarrar
la empuñadura. Él sintió al humano agarrar su cabello y levantar su cabeza para cortarle la garganta.
Y no había nada que pudiese hacer para detenerlos. Nada. Estaba muy débil y adormecido para
siquiera protestar.

De pronto, una luz brilló en el pasillo, cegándolos. Y con eso vino un grito fuerte y feroz que
atravesaba como un trueno a la piedra. Rompió pedazos de su mampostería, tumbando partes de la
pared.

Los humanos corrieron para cubrirse cuando un dragon rojo y enorme salió por el portal.

Urian cayó hacia adelante en una piscina de su propia sangre cuando sintio a su padre pasando
de él y dejó salir una ráfaga de aliento de dragón sobre los humanos. Sus enemigos corrieron
gritando. Más daimons se apresuraron por el portal para alcanzarlos mientras su padre se
transformaba de vuelta a su cuerpo humano de manera que pudiese ir al lado de Urian.

—¿Qué has hecho, pido?

Urian estrechó la mirada en su padre. —Le he fallado a ella, Baba. Te fallé a ti.

Una lágrima solitaria cayó por la mejilla de su padre. —No, niño. Quédate conmigo y no me
has fallado. ¿Me escuchaste? Solo me fallarás si te mueres. —Él miró por encima de su hombro—.
¡Trates! Agarra a Bethsheba y lleva su cuerpo a Kalosis. —Después tomó a Urian y lo acunó en sus
brazos como cuando Urian era un niño y solía quedarse dormido en el regazo de su padre mientras
le contaba historias del mundo antes de que los detesterraran de la luz del día.

Urian odiaba cuánto le tranquilizaba el que lo mimaran otra vez. Era un adulto. Muy viejo
para algo como esto. Y sin embargo… quería a su padre.

Más que eso, quería a su madre. Porque el dolor en su corazón era tan grande que temía que lo
hiciese explotar. En verdad, deseaba estar muerto. Eso sería más fácil que vivir con la culpa de lo
que había pasado esta noche.

Sabiendo que solo se había quedado ahí cuando Sheba murió y no había hecho nada para
protegerla. Nada para detenerlos de lastimarla. ¿Por qué no había visto o escuchado la flecha a
tiempo para detenerla? ¿Por qué?

Dioses queridos… ¿Cómo podría sacarse esa imagen de su muerte de la cabeza?

¿Cómo?

Urian no se dio cuenta de que estaba llorando hasta que su padre lo tuvo de vuelta en Kalosis
y entraron al palacio de su padre donde Paris y Davyn los esperaban.

—¡Santa Apollymi! ¿Qué pasó?

Su padre no respondió la pregunta de Paris. —Necesito que vayas con Apollymi y le digas
que Urian está al borde de la muerte. Ruégale por su ayuda. Davyn, ayúdame a preparar una cama
para él.
Él se apresuró a ayudarles.

Sin decir una palabra, Paris hizo lo que se le ordenó.

Para el momento en que llegaron a la recámara, Urian apenas estaba consciente. Pero estaba
lo suficientemente despierto para saber que esto no se acababa. —¿Cómo voy a vivir con esto,
Solren?

—De la manera en la que todos vivimos con la tragedia y la injusticia, m’gios. Un respiro a la
vez hasta que llega el día en que despiertas y te das cuenta que ese nudo enfermo en tu estómago
finalmente se ha disipado.

Urian se estremeció ante esas palabras, que no le daban alivio alguno. —¿Cuánto tiempo
llevará eso?

Su padre se detuvo. —No lo sé, Uri. Me he estado ahogando en el mío desde el primer
momento en que nací.
28 de junio, 9506 aC
—No deberías estar aquí.

Urian tragó saliva con fuerza ante las palabras de su padre. —Ella es mi esposa, Solren. Le
debo a ella este honor.

Sin embargo, a medida que avanzaba para encender la pira donde el cuerpo lavado y cubierto
de Sheba había sido colocado y sus ojos cubiertos con monedas, Urian tropezó. Paris y su padre lo
atraparon.

Agradecido, Urian no discutió mientras lo ayudaban hacia la estructura alta que Apollymi
había construido usando sus poderes en el patio central, donde una vez los condenados habían sido
torturados bajo el puño de hierro del dios atlante Misos.

Y tal vez aún lo eran. Ciertamente se sintió así esta noche mientras subía para hacer su deber
final para Sheba. Porque él estaba destrozado emocionalmente. Físicamente, débil. Destripado

Demasiado joven para estar tan cansado y derrotado.

Las lágrimas llenaron sus ojos al ver el hermoso cadáver de la alguna vez orgullosa reina.
Vestida con su armadura de oricalco blanca, parecía estar finalmente en paz.

Vestido de blanco para honrarla y llorarla, Urian besó al mavyllo, la rosa negra sagrada de
Apollymi, y la colocó en las manos de Sheba, que sostenían su espada. —Siempre fuiste una gran y
poderosa guerrera. Una bella dama y una inspiración para todos nosotros. Extrañaré tu compañía
todos los días que viva sin ella.

Con esas palabras dichas, se bajó. Luego él y París y las dos guardaespaldas restantes de su
esposa dispararon flechas encendidas para prender fuego a su posición elevada. Lágrimas
silenciosas de culpa e ira cayeron mientras observaba cómo las llamas hambrientas echaban raíces y
se extendían a través de la estructura.

Su padre le dio una palmada en la espalda y lo atrajo hacia sí. —Vamos a vengarla.

¿Cómo? Los rumores afirmaban que Helios estaba detrás del ataque. Otro dios más que quería
acabar con ellos. Lo que tenía sentido dada la armadura que había visto en sus atacantes.

La única pregunta era ¿por qué? Sheba y su gente se habían quedado fuera del territorio
griego en su mayor parte. No había ninguna razón para que un dios griego atacara a las marzanni.

No tenía sentido.

A través de su propio dolor, Urian oyó llorar a sus hijos. Alejándose de su padre, fue hacia
Geras y se arrodilló a su lado. El chico se arrojó en los brazos de Urian para que pudiera llorar allí.
Urian cerró los ojos y lo sostuvo.

—Está bien, Geramou.

—¡Y si te hubieran matado, Baba!


Él besó la mejilla del niño. —Tu baba no cae tan fácil. Tomará más que un dios griego para
que yo muera.

Nephele no habló. Ella simplemente apretó sus manos en su cabello y se aferró a él. Como si
tuviera miedo de dejarlo ir.

—Por todo lo bueno, niña. ¿Por qué tiemblas tanto?

Todavía ni un solo sonido de ella.

Preocupado por ella, Urian soltó a Geras para que él pudiera pararse y tirar de ella más cerca.
—¿Neph?

Sus labios temblaron, pero los mantuvo apretados fuertemente mientras aferraba sus puños en
su capa. Urian la sostuvo a su lado, asumiendo que ella estaba simplemente molesta como su
hermano por el hecho de que él había sido gravemente herido y que apenas habían escapado de la
incursión.

Nadie más habló hasta después de que el fuego comenzó a arder. Y no hasta después de que la
pira se había derrumbado. Sólo entonces los charonte de Apollymi vinieron para terminar la
ceremonia donde los restos de Sheba se recogerían y se llevarían al jardín sagrado de Apollymi para
ser esparcidos en su huerto.

El mismo jardín y huerto donde vivía Xyn.

Todavía no la había visto y estaba dolido de que ella no hubiera venido a esto. En verdad, la
había esperado entre la multitud. Ella siempre había aparecido antes cuando él la necesitaba. Nunca
le había fallado.

Hasta hoy.

Pero cuando perdió la cuenta de cuántos se le acercaron para compartir sus condolencias, ella
no estaba entre ellos. Y dolía tanto que era casi insondable.

De hecho, se sintió destrozado. Y los rostros de los demás y sus palabras se perdieron en su
propia pena mientras murmuraba lo que esperaba fuera una respuesta apropiada.

No recordaba nada en realidad. Solo el olor a ceniza picante que molestaba su garganta y le
quemaba los ojos. El dolor hueco en sus entrañas. Y profundo dolor lacerante de una amiga que no
podía molestarse en dejar de lado sus palabras rencorosas para ver cómo estaba.

—Vamos, m´gios. Deberías descansar.

Esta vez, Urian no protestó cuando su padre lo llevó a su casa.

París fue el primero en hacer la pregunta insensible que todos los demás habían evitado
alrededor de urian. —¿Por qué no decayó Sheba como nosotros cuando morimos?

Theo le dio un puñetazo en el brazo. —¡Dios, eres un idiota! ¡Ten un poco de cerebro! Tu
hermano está dolorido ¿y le preguntas eso? ¿En serio? ¿Que está mal contigo? —Él hizo una mueca
a Urian—. Di la palabra y le patearé el trasero.
Urian suspiró. —Está bien. La verdad es que no sé por qué no lo hacen. Creo que es debido a
Koshchei el Sin Muerte. Él es un dios tramposo. Tendría sentido que él quisiera hacer estragos con
la mente de Apolo. Esa es mi teoría de todos modos.

Entró en la casa de su padre y se detuvo al ver a un grupo de guardias de su esposa. Un


pequeño remanente de aquellos que sobrevivieron a su ataque. “Pequeño” siendo la palabra
operativa.

Tan pocas habían quedado. Un número patético, de verdad.

Inmediatamente le hicieron una reverencia.

Urian frunció el ceño. —¿Por qué estás aquí, Kisha?

La rubia más alta se adelantó con una botella de color azul. —No tenemos ninguna parte más
a donde ir, majestad. Han destruido nuestra casa. Aniquilado a nuestra gente. Tú sigues siendo
nuestro rey. Esperamos vuestras órdenes.

Qué raro... no había considerado que lo buscarían por liderazgo y orientación. Sobre todo
porque Sheba nunca lo había tratado como algo más que decoración bonita.

Urian miró a su padre. Por primera vez en mucho tiempo, se sintió como un niño otra vez.
Como un niño pequeño perdido. Una parte de él quería preguntarle a su padre qué hacer, si debería
quedarse o irse, pero frenó a ese niño petulante y se forzó a ver a su padre como un igual.

Urian sabía qué hacer. Más que nada, sabía lo que la gente de Sheba necesitaba.

—¿Tengo tu permiso para traer a nuestros sobrevivientes aquí, Solren?

Su padre se mostró ofendido por la pregunta.

Que así sea. Urian tomó la botella. —Vamos a encontrar un lugar para reconstruir.

—¿Estás loco? —Espetó su padre—. ¡Por supuesto que puedes quedarte aquí! Te fulminé con
la mirada porque no podía creer que pensabas que tenías que pedirme algo que era un hecho. Sabes
que siempre eres bienvenido en mi casa.

Oh. Ahora se sentía aún más tonto que hace un momento. Sacudiendo su cabeza, Urian miró a
Kisha. —Envía por los demás y los acomodaremos.

—Gracias, Majestad. —Con otra reverencia, ella y las demás se levantaron y rápidamente se
fueron. Tan pronto como se fueron, sus hermanos y su padre se acercaron para examinar su botella.

—¿Qué es?

—¿Te trajeron sangre?

Urian sonrió con nostalgia ante su curiosidad cuando recordó la primera vez que Sheba se lo
había servido. —Algo así. —Él lo descorchó—. Es hidromiel de sangre. También tienen vino
sanguinario. Y sí, incluso los apolitas pueden beber esto. Te gustará. Créeme. —Tomó un trago
directamente de la botella, luego se lo pasó a ellos.
Al principio, se mostraron asustadizos, pero una vez que probaron el vino, tuvieron la misma
reacción que él tuvo la primera vez que lo probó. Delicia absoluta, seguida de una gula que ningún
apolita o daimon había conocido antes. Normalmente cada vez que intentaban comer o beber algo
que no fuera la sangre del otro, sus cuerpos lo rechazaron, cortesía de su abuelo Apolo.

La comida y la bebida los enfermaban violentamente.

No esto. De alguna manera, los cerveceros de Sheba habían encontrado una manera de
mezclar las proporciones apropiadas para que sus cuerpos aceptaran la bebida, como si nunca
hubieran sido maldecidos.

Era maravilloso tener finalmente alguna forma de variedad en sus dietas.

De repente, escucharon una fuerte conmoción afuera, salpicada por enojados gritos y muchas
amenazas de daño corporal a cualquiera que no se retirara inmediatamente. La furia oscureció los
ojos de su padre, pero Urian reconoció la profunda cadencia de ese inconfundible barítono. —
¡Espera!

Urian se teleportó afuera a tiempo para ver a la enorme bestia de un guerrero a punto de
quitarle la cabeza a tres daimons que eran lo suficientemente tontos como para enfrentarse a él
porque asumieron que este recién llegado beligerante era un trelos en medio de ellos.

No es que Urian los culpara. Dada su ira y comportamiento, sería algo natural de asumir.

Pero esto no era trelos.

Era algo mucho más letal.

Medía casi dos metros de altura, con cabello rubio dorado. Él constituía una vista feroz. Sus
musculosos hombros eran lo suficientemente anchos por sí mismos, pero cubiertos con una
armadura y pieles enmarañadas por la guerra, esos hombros prometían un golpe aplastante para
cualquiera que enojara la bestia. Y era solo una parte de la razón por la que había sido llamado el
Hacedor de Viudas.

Bueno eso, y las dos enormes hachas de doble cabeza atadas a su espalda con las cuales no
solo era un maestro en su uso, sino que era demasiado rápido al usarlas.

Y generalmente por ninguna otra razón que él fuera ligeramente perturbado.

Curvando sus labios, el Hacedor de Viudas se dirigió hacia el primer daimon que se acercó a
él.

—¡Ruyn! —Gritó Urian—. ¡Detente!

Este dudó como si todavía quisiera un pedazo del que lo había molestado, entonces se volvió
lentamente hacia Urian. —¿Dónde está mi hermana?

Urian se estremeció ante la pregunta llena de dolor y odió ser él que tuviera que darle la
noticia y básicamente destripar profundamente al hombre que amaba a su hermana. Ahogándose
con su culpa, acortó la distancia entre ellos. —Lo siento.
La agonía que atormentaba a esos ojos azul acero ardía. De todas las personas en el mundo,
Ruyn había amado a Sheba más que a nadie. Ella era toda la familia que él tenía.

Echando la cabeza hacia atrás, soltó un rugido atronador y lleno de dolor.

Uno que hizo que varios de sus hombres dieran un paso adelante.

Urian levantó la mano para detenerlos. Luego sacudió la cabeza. —Yo debería haberte
enviado un mensaje. Una vez más, lo siento mucho.

Antes de que pudiera responder, Stryker se unió a ellos, quien miró a Ruyn con recelo. —
¿Quién es este?

—El medio hermano de Sheba, Ruyn. —Urian apenas había pronunciado esas palabras antes
de que Apollymi apareciera en su forma completa de Destructora. Negro sobre negro, con sus ojos
rojos brillantes. Vientos con fuerza de huracán barrieron por todo Kalosis, enviando a la mayoría de
ellos al suelo y mandando cuerpos volando.

Stryker atrapó a Urian para evitar que lo lastimaran y los ancló a ambos al lado de un edificio
con sus poderes.

Pero lo que más paralizó y sorprendió a Urian fue una vista que nunca había visto antes. Más
rápido de lo que nadie podría parpadear, Ruyn manifestó un largo bastón de madera que plantó en el
suelo a sus pies. En la parte superior había una mano de plata que sostenía una bola que se abrió
para revelar un gran ojo verde.

Desde una fuente indefinible, un grito de tono bajo sonó hasta convertirse en un grito de
guerra estridente que hizo retroceder a la diosa. Más que eso, obligó a todos los charonte con ella a
arodillarse. Una luz naranja brillante se disparó desde el centro del ojo, en todas direcciones.
Brillaba tanto como un sol y causó que daimons y apolitas se encogieran en total miedo.

Sólo entonces Ruyn lo levantó sobre su cabeza para poder escanearlos a todos.

Hizo un círculo lento, como si buscara entre la multitud a alguien que pudiera atacarlo. Una
vez que estuvo satisfecho de que todos fueron reprimidos, se volvió hacia Apollymi.

Estaba una vez más pálida y fría en su apariencia.

—Vengo en paz, Apollymi.

Urian arqueó una ceja ante la extraña forma en que pronunciaba su nombre. Sonó más como
“Apple-me”, en lugar de a su manera, “Uh-PAUL-low-may”.

Ella se burló de él. —¿Pero te atreves a interferir con mis charonte? ¿Qué tipo de paz es esa?

Ruyn le ofreció una sonrisa encantadora. —Soy el hijo de un demonio, ¿no es así?

La mirada de ella se convirtió en hielo. —Ciertamente lo eres. Así como también inútil y
traicionero.

El humor del demonio murió instantáneamente cuando el odio se asentó en su rostro y volvió
a sus rasgos de piedra. —No hay necesidad de insultar. Tú y mi padre fueron aliados una vez.
—Y cuando más lo necesité, me dio la espalda. —Ella escupió en el suelo a los pies de
Ruyn—. Tienes suerte de que no le importes. De lo contrario te enviaría de vuelta a él en pedazos.

Urian no pudo evitar ver el dolor que esas palabras crueles causaron en el interior de los ojos
de Ruyn. Un tormento profundo se escondió rápidamente.

—Una vez más, mi pelea no es contigo, diosa. Solo quería presentar mis respetos a mi
hermana y su esposo.

Ella tiró su mano y esta vez sus poderes lo azotaron como un latigazo, cortando
profundamente su carne y dejando sus ropas partidas y su cuerpo sangrando. —Si alguna vez
vuelves a abrir mi portal sin una invitación o llave, perro, le enviaré tu cabeza a tu padre y tu
corazón a tu madre.

Para su crédito, Ruyn apenas reaccionó al dolor de ese golpe, que tenía que ser agonizante.
Más bien se mantuvo firme ante la diosa enojada e inclinó su cabeza. —Entendido.

Y luego tuvo la audacia de darle la espalda a ella y caminar hacia Urian, que vio el agarre de
sus nudillos blancos que tenía sobre su bastón que decía que apenas estaba manteniendo su
temperamento bajo control.

Alejándose de su padre, Urian se acercó a su cuñado. —Lo siento, Ru.

Se limpió la sangre en el pecho y se encogió de hombros. —Puedo manejar el dolor físico. —


Mirando a Apollymi, frunció el labio—. Sus golpes no son mejor ni peor que el toque amoroso de
mi propia madre. —Luego su mirada se volvió tormentosa otra vez—. ¿Sheba sufrió?

—Nay. El ataque fue demasiado rápido. —Urian se quitó el collar que llevaba puesto que
había pertenecido a su esposa y se la entregó a Ruyn. Una extraña mezcla de su familia, el amuleto
era un diseño del martillo de Thor con un lobo y un cuervo—. Ella querría que tuvieras esto más
que yo. —Urian apretó su agarre en la mano de Ruyn—. También te cedo el trono. Por derecho, es
más tuyo que mío y sé que ella preferiría verte como el líder de su gente.

Las lágrimas se juntaron en los ojos de Ruyn. Su mano temblaba. —¿Por qué renunciarías a
un trono?

Él sonrió. —Soy griego. Un apollymian. Las marzanni eran de Sheba. Y yo sé lo que tú


hiciste. —Él proyectó sus pensamientos a Ruyn. Sheba me dijo el sacrificio que hiciste para que
ella pudiera vivir más tiempo a pesar de la maldición de Apolo. Lo que hiciste para salvar a su
tribu. Apretó su mano sobre la de Ruyn—. Como Sheba dijo, siempre vamos a ser aliados. Tú y yo
siempre seremos hermanos, y mientras pueda pelear con mis hermanos por cosas triviales, nunca
jodería a ninguno. Especialmente no por algo tan intrascendente como un trono.

Ruyn lo atrajo hacia su abrazo y lo sostuvo por un largo minuto.

Urian sintió sus cálidas lágrimas mientras lloraba silenciosamente. Respirando


entrecortadamente, Ruyn golpeó a Urian dos veces en la espalda y se alejó para aclararse la
garganta y limpiarse los ojos.

Gruñendo, se quitó su propio collar y lo extendió hacia Urian. —Esa es mi marca. Si me


necesitas, hermano, llámame y vendré. No importa qué. No importa cuándo. —Golpeó a Urian en el
brazo—. Recuerda, todos los caminos llevan a Ruyn.
Urian resopló ante su mal juego de palabras29.

Luego se puso serio y lanzó una oscura y seria mueca hacia la familia de Urian. —Y déjame
darte un consejo, hermanito, ya que he vivido mucho más tiempo que ustedes dos. Recuerda que
hoy le sirves a tu diosa. Pero la lealtad dada es raramente devuelta. Escuchalo de un sobreviviente
del Primus Bellum. Al final del día, no importa a quién juramos nuestra lealtad, solo somos un
montón de demonios para ellos. Cosas inútiles que desecharán y dejarán morir sin un segundo
pensamiento. Yo, Caleb, Dagon, Shadow, Xev... muchos otros. Ellos no pensaron nada de nosotros.
Sin embargo, sacrificamos todo lo que teníamos al Kalosum para asegúrarnos de que ganarían,
aunque habíamos nacido para servir a la oscuridad del Mavromino, luchamos por la luz de
Kalosum. Al final, los que supuestamente eran buenos, quienes debían recompensarnos por nuestro
servicio y que habían prometido hacerlo, nos dieron la espalda y optaron por no vernos por quién y
lo que realmente somos. En lugar de mirar en nuestros corazones y ver lo que habíamos dado y
perdido, nos echaron a un lado como basura. Cuando todo estuvo dicho y hecho, no fueron mejores
que aquellos que odiaban, y por todas las razones por las que odiaban al otro lado. Así que ten
cuidado donde depositas tu confianza, y ten el doble de cuidado a quien tú sirves. No es tanto no
morder la mano que te alimenta, sino asegurarte de que cortes la mano de tu amo antes de que tenga
la oportunidad de derribarte sin ningúna razón aparte de que te juzgan indigno de respirar su aire.

Ruyn suspiró mientras colocaba el collar de Sheba sobre su corazón. —Siempre es la más
triste acusación contra la humanidad de que no pueden vivir en paz. Demasiados creen que el
camino a la felicidad solo se puede lograr caminando sobre los que nos rodean. Cuando la verdad es
mucho más simple.

—Si no puedes ser feliz solo, nunca serás feliz entre la multitud, —Urian dijo las palabras
antes de que Ruyn tuviera la oportunidad, ya que eran algo que Sheba a menudo le había dicho. Era
la filosofía que su madre les había inculcado.

Ruyn asintió. —Si no puedes soportarte, ¿por qué deberías esperar que alguien más lo haga?
Y si buscas causar daño a otros, siempre volverá a causarte daño a ti.

Él tenía razón sobre eso.

—Cuídate, hermanito. Espero que nos volvamos a encontrar. —Y con eso, él se fue.

Mientras todos se dispersaban lenta y nerviosamente, Apollymi se abrió paso hacia Urian.

—¿Cómo está tu hijo, Strykerius?

Su padre le frotó la espalda. —Tan bien como se puede esperar.

—Parece que necesita alimentarse.

Urian sintió que su rostro se enrojecía ante esas palabras, dada su naturaleza personal. Al
menos esa fue la única cosa buena que salió de sus dos matrimonios...

Ya nadie temía alimentarlo. Ahora tenía mujeres haciendo fila para darle sangre.

Hombres, también.

29
La pronunciación del nombre Ruyn se presta al doble sentido, “ruin” que significa perdición.
Y no solo Davyn. En realidad, era bastante desconcertante cuántos querían un pedazo de él.

—Estoy bien, akra.

—Si tienes un momento, entonces, me gustaría preguntarte sobre tu ataque.

Su padre abrió la boca para protestar, pero Urian lo interrumpió. —Estaré bien, Solren. Sólo
un momento.

—¿Estás seguro?

Él asintió.

Su padre permitió a regañadientes que Urian siguiera a Apollymi de regreso a su palacio.

Ella no habló hasta que estuvieron solos dentro de las paredes de mármol y fuera de la vista
de miradas indiscretas. Entonces ella se volvió para mirarlo con una mirada sonora. —¿Fue Helios,
como afirman?

—Podría haber sido. Pero honestamente, el ataque fue rápido y feroz. Apenas lo vi antes de
caer.

Ella maldijo entre dientes. —Mantén los ojos bien abiertos, Urian. Hay mucho peligro
rodeándonos. Ya he encontrado a un traidor y lo he matado.

—¿Por Helios?

Ella asintió. —Él está trás tu abuelo y Rezar.

Él frunció el ceño ante sus palabras. Mientras él entendía por qué el dios del sol Titán quería
matar a Apolo, quien lo había reemplazado, no había nadie vivo que no entendiera y conozca esa
rencilla, Rezar era diferente. Uno de los dioses primarios más antiguos, debería tener los poderes
para destruir a Helios. ¿Por qué Titan sería tan estúpido como para buscar una pelea que no podría
ganar? —No entiendo.

—Y es bueno que no lo hagas. Eso te mantendrá vivo. Sólo debes saber que si escuchas algo
más sobre Helios, házmelo saber.

—Siempre, akra.

—Bueno. Ahora ve.

Urian comenzó a alejarse, luego titubeó. —Antes de irme, ¿puedo preguntar una cosa? —Ella
arqueó una ceja ante eso—. ¿El dragón que cuida tu jardín?

Los ojos de ella brillaron rojos. —Ya no tienes que preocuparte por ella. Ella ya no está aquí.
—Y con eso, ella desapareció.

Esas palabras lo golpearon como dagas a través de su carne. Eran un asombroso golpe que
hizo que retrocediera mientras se tambaleaba de dolor.

¿Se fue?
¿Cómo podría Xyn haberse ido?

Urian se quedó de pie sin moverse mientras trataba de enfrentarse con lo que Apollymi
acababa de decirle. Un millón de preguntas pasaron por su cabeza.

¿Había muerto? ¿Había sido asesinada?

¿Qué demonios quiso decir Apollymi con que ya no estaba allí?

Incapaz de aceptar eso, se teletransportó a la cueva de Sarraxyn para poder ver por sí mismo
lo que estaba pasando. Y para asegurarse de que era la verdad. Porque honestamente, él no podía
aceptarlo. Se negaba a aceptarlo.

Hasta que vio la verdad con sus propios ojos.

Su cueva estaba vacía.

Ella se había ido y ya no quedaba rastro de su hermoso dragón. Ni una escama. Ni un rasguño
en el suelo. Era como si nunca hubiera estado.

Y eso desgarraba su corazón. Sangraba dolor a través de cada molécula de su cuerpo. ¿Cómo
pudo pasar esto? Las lágrimas lo cegaron mientras sus recuerdos se estrellaban contra él y se
maldijo por no haber regresado a casa antes para verla.

Por no disculparse jamás.

Ella era humana y la traté como mierda.

Herido, se sentía tan culpable por todo lo que había dicho o hecho. ¿Cómo pudo haber dejado
que se separaran así? Ella había sido tan importante para él. ¿Por qué no le había dicho eso?

¿Sólo una vez?

Soy un imbécil.

El arrepentimiento ardía tan profundamente dentro de él por todo lo que había pasado sin
decir. Él la había lastimado y ahora no había forma de enmendarse.

Nunca lastimes a un corazón que te ama, porque hay muchos en este mundo que buscan
causarte dolor. Las palabras de su madre lo perseguían ahora. Ella había tenido razón.

Él había herido a Xyn ¿y para qué? ¿Su propia vanidad?

Mi propia estupidez.

Por eso, merecía estar solo. Porque en su corazón, sabía que nunca más tendría a alguien
parecido a su dragón. ¿Cómo podría? No era como si todos los días un hombre conocía a una mujer
que tenía ese tipo de habilidades.

Una mujer que le hacía sentir que podía volar. Cuya sonrisa hacía que su corazón cantara.

¿Cómo pudo haber renunciado a eso?


Frío y solo, había empezado a irse cuando captó un brillo extraño en una esquina. Frunciendo
el ceño, se dirigió hacia eso para ver qué era.

Qué extraño... Incrustado en la pared de la cueva estaba el pequeño collar que Xyn siempre
usaba. Ella lo había llamado la lágrima de su dragón.

Y en una pequeña bolsa de cuero había una nota doblada. Le temblaban las manos mientras la
desdoblaba y luego comenzó a leer la dulce y fluida letra.

Mi querido Urian,
Mientras no estuviste, mi hermano ha asegurado mi libertad. No sé si alguna vez volverás
aquí o incluso pensarás en mí. No tienes idea de cuántas veces me he arrepentido de lo que pasó
entre nosotros.
Esa última noche te vi.
Extraño a mi mejor amigo de muchas maneras. No ha pasado un día sin ti en el cuando no
haya llevado tu rostro en mi corazón, y lo haré así hasta el día que muera.
Donde sea que estés, espero que seas feliz y espero que tu esposa sepa lo afortunada que es
de tenerte como suyo. Esa es la única cosa que deseo haberte llamado. Sólo una vez. Por favor
cuídate, y si piensas en mí, espero que perdones mis palabras
que fueron dichas con rabia. Y ese día, tal vez, puedas pensar en mí
y sonreír de nuevo.
Solo recuerda que siempre te amaré.
Siempre tuya,
Xyn

Incapaz de soportar la culpa y el dolor, Urian cerró los ojos y se atragantó con sus lágrimas.
Cayó de rodillas y se maldijo por haberse ido enojado.

¿Qué he hecho?

¿Cómo he podido ser tan estúpido?

Ella era un dragón. No había manera de que pudiera volver a encontrarla.


1 de julio, 9506 aC
—Así que estas vivo.

Urian dejó escapar un suspiro de cansancio cuando escuchó el tono agudo y estridente de Xanthia.
Reclinado en su silla, estaba agradecido de que su espalda estuviera contra la pared. De lo contrario, ella muy
bien podría haber clavado una daga a través de su espina dorsal.

Él miró desde Ophion y Atreus, que estaban sentados frente a él mientras jugaban una partida de dados
en el salón principal, hasta su esposa, que estaba junto a un apolita que no conocía y sonrió con suficiencia.
—Mucho para tu pesar, al parecer.

Su mirada se estrechó sobre él, luego se suavizó. —Lograste salvar las vidas de mis hijos. Así que, por
eso, podría ser capaz de encontrar un grado de perdón para ti.

De alguna manera, lo dudaba. Y se preguntó cuál era el sentido que tenía para ella esta visita.

Suspirando, Urian tomo la copa que estaba junto a su codo que contenía el vino, que le había enseñado
a la gente de su padre a elaborar de su sangre. —¿Cómo están los niños?

—Geras te extraña.

Se sorprendió que ella admitiera eso. Normalmente, solo lo regañaba y maldecía durante sus
intercambios. —Yo también lo extraño. —Urian alcanzó los dados.

Y ella todavía estaba ahí. Mirándolo en un incómodo silencio.

Tiró su turno y perdió. Al parecer, le estaba chupando toda su suerte, así como su buen humor. —
¿Hay algo más que necesites, Thia?

—Tenía curiosidad de si habías encontrado un lugar donde quedarte cuando regresaste.

Sus hermanos resoplaron al unísono.

Urian les dirigió a ambos una mirada divertida mientras se preguntaba por qué se molestaría en
preguntarle eso, dada la forma en que se separaron por última vez. Seguramente ella no se estaba ofreciendo
a él ahora. ¿Ella estaba loca?

Miró a sus hermanos. —¿De qué se ríen, hienas?

Atreus parpadeó hacia él haciéndole ojitos. —¡Llévame a casa, gran muchachote semental y
aliméntame! ¡Muero de hambre de ti! —Comenzó a jadear y manosear a Urian.

Eso fue lo suficientemente malo.

¿Peor? Ophion se le unió. Incluso se atrevió a darle un húmedo beso en los labios de Urian.

Asqueado, Urian los empujó. —¡Lo juro por los dioses, Solren debería haberlos sacrificado a ambos a
Eunomia para evitarme esta locura!

Xanthia rodo los ojos ante sus hermanos, luego volvió su atención a Urian. — ¿Debo dejar mi puerta
abierta?

Mierda, ella no estaba bromeando. Ella realmente había hecho una jugada por él. Helios seguramente
estabapartinando en hielo ahora…
Y Urian los lloraría antes de repetir el error de volver a la cama de Xanthia.

Sonriendo, rebajó con la mirada a sus hermanos. —¿Cómo podría dejar un hogar donde soy tan
querido? —Se recostó contra sus hermanos para que pudieran tocarlo más abiertamente.

Ella arrugó la cara con disgusto. —¡Son unos degenerados!

—¿Lo somos? —Urian preguntó con una risa—. ¡Es a ti a la que atrapé follando a Erol! Al menos mis
hermanos no están enfermos.

Gritando con indignación, se apresuró a cruzar la concurrida sala para huir de su presencia lo más
rápido posible, mientras lo llamaba por todos los nombres que podía pensar.

Ophion contuvo bruscamente el aliento mientras él se alejaba. —Maldición, Uri, eso fue frio.

Sin remordimientos, se incorporó con una mueca y se enderezó la ropa. —No tan frio como me
gustaría. Además, no lo hice frente a los niños y todavía tengo que matarla. —Tannis todavía no le hablaba
sobre el hecho de que ella era una viuda después de que Urian había prescindido de su primer marido.

Aunque para ser honesto, su hermana debería estar agradecida. Su segundo marido era mucho más
amable con ella de lo que nunca había sido ese imbécil. Especialmente cuando Urian estaba cerca, ya que no
quería enfrentarse a la misma suerte que Erol.

Todos los matrimonios deberían tener un buen destripamiento en ellos. Eso le da el tono para el
respeto apropiado.

Atreus se quedó en silencio mientras reanudaba su juego.

Ophion no fue tan amable. —Entonces, ¿Qué vas a hacer para alimentarte?

Urian miró hacia donde uno de los xōrōn estaba consiguiendo clientes, mientras que ambos lo miraban
como si él fuese el caramelo preferido. Encontrar a alguien para alimentarlo en estos días no era un
problema. —Estoy harto de los matrimonios.

—¿Por ahora, quieres decir?

Su estómago se apretó ante la pregunta de su hermano mientras el remordimiento y la culpa lo


atravesaban. Tocó el collar de Xyn, que estaba oculto debajo de su chitón, e hizo todo lo posible por no
pensar en la primera y única mujer que había conocido que lo había entendido completamente. Solo ella
había conocido su alma.

Y él la perdió.

—Para siempre.
22 de marzo, 9503 aC
—¡Urian!

Quedándose sin respiración, Urian gimió ante el agudo tono histérico. Al principio pensó que
era el aullido de su hermana. Seguramente, nadie más que Tannis podría vociferar esa nota
particularmente atroz.

Pero a medida que continuaba y se hacía aún más fuerte y estridente, se dio cuenta de que era
Xanthia.

Y alcanzó un nivel completamente nuevo cuando ella entró en su habitación y lo encontró


entrelazado en pieles en el suelo con tres mujeres desnudas que estaban alrededor y debajo de él. No
es que le gustara el piso. Simplemente, había sido la única opción ya que la cama no los acomodaría
a todos y a la bacanal orgía que habían tenido la noche anterior.

—¿Qué es esto?

Él asumiría que era bastante obvio dado que su almohada eran senos extremadamente
grandes, y realmente no había duda de dónde estaba enterrada su mano. Y sabía, por haber
encontrado en payasadas a su ex esposa, que ella no era una mujer de prístina virtud.

—Mantén tu tono bajo, —dijo bruscamente, luego se maldijo a sí mismo cuando su tono
susurrado le atravesó la cabeza como una daga—. ¿Qué sucede contigo ahora? —Bostezó y
cuidadosamente extrajo su mano para no dañar a su dormida compañera cuyo nombre no podía
recordar del todo.

—¡Es Nephele! Se ha ido con ese... ese... ¡inútil bueno para nada con el que le prohibí que se
casara!

Frotándose la cabeza, Urian se acostó de nuevo y se acurrucó con el bien redondeado pecho
cálido a su derecha. Para su más profundo disgusto, tampoco pudo recordar el nombre de su dueña.
Pero para ser justos, ella tampoco le había preguntado el de él. —Estoy seguro de que ella está en lo
de Daphne o Idora.

Xanthia se agachó junto a su “cama” y se atrevió a quitarle las mantas. —¡No me estás
escuchando, Urian! —Ella le empujó bruscamente algo en la cara—. ¡Ella ha dejado Kalosis!

Urian parpadeó para aclarar su visión y tomó la nota que ella ondeaba frente a su nariz.
Después de un par de segundos, pudo concentrarse en las palabras.

Y con cada palabra que leía, su sangre se enfriaba.

—¡Maldita sea, mujer! ¿Dónde estabas cuando ella hizo esto? —Él se puso de pie.

Las fosas nasales de Xanthia se ensancharon. —¡Ciertamente no atrapada entre los muslos de
una puta!

Él la miró fijamente. —No me inclinaría a usar esas palabras. —Apretó los dientes y releyó la
carta—. No puedo creer que ella fuera al reino humano.
—Eso es lo que estaba tratando de decirte. —Ella hizo un gesto hacia la carta—. Tienes que
hacer algo. ¡Encuéntrala!

Rascándose la cabeza, asintió. —Bueno. Ve a casa y cuida a Geras. La voy a traer de vuelta.
—Al menos ahora estaba completamente sobrio.

Tan rápido como pudo, se lavó y luego usó sus poderes para vestirse.

Fue directamente al palacio de Apollymi y buscó a la diosa en su jardín. Su espejo era lo


único que sabía tenía alguna posibilidad de localizar a su hija. Rezó para poder convencer a la diosa
de que le permitiera usarlo para tales propósitos.

Pero en el momento en que él preguntó, ella no pareció complacida.

Sentada en su posición elevada mientras sus dos siempre presentes charonte observaban,
Apollymi arqueó una ceja fulminante. —Sabes la respuesta, Urian. Cuando se trata de tales cosas, el
espejo muestra lo que quiere.

Razón por la cual no tenía ni idea de dónde estaba Xyn, a pesar de que lo había preguntado
repetidamente. La maldita cosa nunca le diría dónde estaba ella. Y él no tenía idea de por qué. Tal
vez era él lo que le impedía funcionar.

O tal vez era ella. A él no le extrañaría que Apollymi interviniera, especialmente cuando ella
estaba en sus famosos estados de ánimo.

No queriendo pensar en eso, se acercó al borde y se quedó paralizado mientras se vio a sí


mismo en el agua negra. Normalmente, los apolitas no podían ver su reflejo. Y eso había llevado a
Sheba hacia la locura total al haberle preguntado sin cesar cómo se veía. Como si una belleza tan
grande pudiera tener un día donde no se viera increíble.

Sin embargo, ni una vez ella le creyó cuando él le dijo eso. Mujeres… nunca entendería eso
de ellas.

Personalmente, Urian nunca había pensado mucho en ello.

Hasta ahora. Por primera vez, dado que su clase no podía ver sus reflejos, él se vio a sí mismo
y entendió por qué los otros apolitas y daimons lo trataban de la forma en que lo hacían.

Soy un raro.

Sus ojos eran aún más horribles de lo que le habían hecho creer con sus burlas. Mientras que
los ojos de su padre eran de plata arremolinados como los de su diosa, que, concedido, eran
desagradables, los suyos eran un tono antinatural de azul vibrante. Ellos prácticamente brillaban. A
diferencia de cualquier color que haya visto antes en cualquier persona.

Y mientras que se había quitado las cuentas y las cintas de la tribu de Sheba, había mantenido
su fantasmal pelo blanco largo.

Aunque nunca había compartido una gran pasión con su segunda esposa, se había preocupado
por ella y él sintió que debía honrar su memoria y su tiempo juntos.
Él le debía eso. Porque ella lo había cambiado. Ella había tomado a un niño y le había
mostrado que podía funcionar sin su familia, y lo convirtió en un confiado hombre. Independiente
de una manera en que él no habría sido si ella no hubiera entrado en su vida y se lo hubiera llevado
lejos de Kalosis.

Por eso, él siempre estaría agradecido.

Pero lo único que no podía hacer era usar la armadura de Xyn. Incluso si eso significaba su
muerte. Eso, lo guardó en un cofre y le lanzó un hechizo para mantenerlo a salvo de daño. Porque
era todo lo que le quedaba de ella.

Más el dolor de soportar su amor sin ella aquí...

Ese dolor lacerante era más de lo que podía manejar. Así que él estaba vestido con la
armadura negra spathi del resto de los apollymians. Y sin embargo no se parecía en nada a ellos.
Realmente no. Destacaba por ser más letal y tóxico.

Urian Deathbringer.

Sheba estaría orgullosa. Soltando un suspiro cansado, forzó sus pensamientos al asunto
presente. Él tenía una niña que encontrar. Una que se creía mujer y no tenía idea de lo complicada
que iba a volverse su joven vida si él no la encontraba y la arrastraba a casa con su madre.

Al principio, las aguas obstinadas se negaron a mostrarle cualquier cosa. Se arremolinaron y


permanecieron frustrantemente en blanco.

Urian estaba a punto de rendirse e ir a buscar por su cuenta, cuando finalmente estas
comenzaron a girar muy lentamente. Luego tomaron velocidad.

De repente, vio esa pequeña y atrevida cabeza rubia que conocía tan bien. Ella estaba en un
gran salón con otros apollitas. El alivio se apoderó de él al ver que ella estaba bien.

Hasta que uno de los hombres presentes la agarró. Ella gritó alarmada.

El hombre frente a ellos curvó sus labios y desenvainó su espada. —Podríamos matarla. Si
ella no es su hija de sangre, no sirve a nuestros propósitos. Además, ¿por qué le importaría? Oí que
se divorció de su madre, hace mucho tiempo.

—Él todavía cuida de ella. Ella puede traérnoslo. —El apolita apretó su agarre el brazo de
Nephele y le dirigió su mirada llena de odio—. Llama a Urian para que abra el portal.

Ella sacudió su cabeza. —No voy a traicionar a mi solren.

Él la golpeó tan fuerte que ella golpeó el suelo.

Con un profundo gruñido, Urian se teletransportó sin pensarlo dos veces. Y se dio cuenta
demasiado tarde de que probablemente debería haber mirado a su alrededor cuántos hombres había
en realidad en esa sala antes de que actuar.

Y luego esperar a que al menos un apolita más se uniera a él en esta situación.

Probablemente más.
Sí, esto era una mala idea, ya que era terrilemente superado en número. Mirando alrededor
mientras trataba de actuar indiferente, vio al menos cien apolitas y daimons en la sala.

Con él.

Y Nephele.

Maldita sea, debería haberle enseñado a pelear mejor. Aunque lo había intentado, a ella
nunca le había interesado y siempre había pasado más tiempo discutiendo con él acerca de ir al ring
que realmente aprender a defenderse. Que había sido completamente contraproducente, por lo que
había renunciado debido a la frustración.

Nota para mí mismo, he fallado como padre.

Por otra parte, dada la gran cantidad de guerreros en la sala, no habría importado con sólo dos.

Estaban condenados.

Haciendo todo lo posible por no mostrar sus verdaderos sentimientos sobre el tema, Urian
aclaró su garganta y arqueó una ceja a los hombres que lo rodeaban. Solo había una cosa por hacer.

Mentir y fanfarronear.

Cruzó los brazos sobre su pecho y miró al que estaba frente a él. —Yo te sugiero que quites
las manos de mi hija o las perderás.

Sonaba lo suficientemente fuerte. Casi podía creerlo.

El apolita tuvo el descaro de reír. Eso duró unos tres segundos hasta que Urian lo golpeó con
sus poderes y convirtió a la hiena en un montón de cenizas ardientes en el suelo. Antes de que los
demás pudieran recuperarse de su conmoción, Urian agarró a Nephele y convocó a un portal. La
envió a través de él y estaba a punto de ir tras ella cuando los demás se apresuraron hacia Urian.

Urian lo cerró al instante para proteger a su familia y a Kalosis. Lo que significaba que estaba
en el lado equivocado de las cosas.

Maldición.

Forzándose a mantener la calma, parpadeó lentamente mientras escudriñaba a los hombres. —


Ahora que mi hija está a salvo... —Alcanzó su collar. Era su última línea de defensa.

Podría no funcionar. Incluso podría matarlo más rápido. Honestamente, no podía culpar a
Ruyn si eligía no contestar. O podría matarlo a su llegada. Pero a Urian realmente no le quedaban
opciones.

Se pinchó el dedo y esperó que la sangre fuera suficiente para convocar a su cuñado mientras
los hombres se le acercaban.

—¡Maten al bastardo de Apolo!


Urian se burló de esas palabras. Por un lado, no era un bastardo, era bastante legítimo.
Segundo... —¿Por qué? —Gruñó, desenvainando su espada—. No es como si yo lo amara,
tampoco.

Su respuesta vino como un gran ataque.

Malditamente maravilloso. Lo iban a matar por un abuelo imbecil que él odiaba. Eso estaba
muy mal.

Invocando sus poderes, realmente lamentó no llevar la armadura de Xyn en ese momento.
Debería haber superado sus sentimientos y recordado que era un guerrero y que la armadura estaba
encantada.

Y que le gustaba tener sus bolas pegadas a su cuerpo.

Una luz brilló a su lado. Se dio la vuelta para atacar, con la intención de matar lo que sea que
fuera que hubiera decidido unirse al juego. Luego titubeó y se retiró al ver a Ruyn manifestándose
allí.

Gracias a los dioses, finalmente tenía algo de refuerzo.

A Ruyn le tomó menos de un minuto evaluar la situación.

Y a la estupidez de Urian que la había causado. Con una sonrisa sardónica, sacudió su cabeza.
—Hermano, me parece que realmente elegiste el día equivocado para carpe tu diem30.

—Mejor que permitir que mi diem se carpe. Así que ¿vas a pararte allí, admirando mi trasero,
o me echaras una mano con esto?

—Más bien debería ser cierto dedo lo que te presto, amigo. —Gruñendo, Ruyn sacó las dos
hachas de su espalda y las colocó en ángulo. —Es bueno que me gustes. Cualquier otra persona
sería mi primera víctima.

Urian resopló. —Que mal que no te gustan algunos más. Estoy pensando que unos amigos
como tú no me vendrían mal. —Usó un rayo para disparar al apólita más cerca a él y le lanzó una
espada al siguiente. En momentos como este, él desearía tener la capacidad de su padre o de Xyn
para transformarse en un dragón. Ellos podrían usar el poder del fuego justo ahora.

Lamentablemente, esos poderes estaban más allá de su alcance.

Ruyn se burló de sus palabras. —Bah, amigos. ¿Quién los necesita? Ellos solo se beben tu
cerveza y arruinan un perfecto estado de ánimo podrido al tratar de animarte. —Le cortó las cabezas
a tres apolitas con un golpe.

Urian estaba impresionado. Él tenía que matar a sus enemigos a la antigua usanza. Con sus
manos y su magia.

30
Carpe diem es una locución latina que literalmente significa 'toma el día', que quiere decir 'aprovecha el momento', en el sentido de
no malgastarlo. Fue acuñada por el poeta romano Horacio. El adagio latino podría equivaler a oraciones en castellano como «no dejes
para mañana lo que puedas hacer hoy» o «vive cada momento de tu vida como si fuese el último».
La peor parte fue que todavía no sabía por qué este grupo estaba detrás de él o que era lo que
querían. ¿Qué había hecho él? Normalmente, él sólo conducía a sus hermanos al homicidio. Y eso
era a propósito.

Agachándose mientras golpeaba una arteria y la sangre salpicaba su cara, Urian lamió sus
labios. Al menos se estaba alimentando. Ruyn no estaba tan feliz acerca de esa parte. A diferencia
de Urian, Ruyn no era un apolita. Él y Sheba habían compartido una madre, no la sangre de Apolo
ni la maldición.

Así que Ruyn pateó y se abrió paso entre ellos. Urian se mantuvo firme mejor de lo que habría
pensado, dado su número. Hasta que una ráfaga de flechas voló hacia ellos.

Ruyn desvió las que se dirigían hacia él con sus hachas.

Urian no era tan hábil. Si bien podía desviar una sola, no podía evitar más que eso sin dejar
caer su espada. Si hubiera tenido más experiencia, él podría haber sido capaz de usar su telekinesis
para desviarlas o algún otro truco.

Lamentablemente, él no era su padre.

Y tres de ellas se incrustaron en su pecho.

Con una asombrosa cantidad de dolor que trajo de vuelta una feroz ronda de déjà vu, cayó de
rodillas. ¡Levántate, maldita sea!

Él no podía. Lo mejor que podía hacer era jadear.

Uno de ellos le dio una patada en la espalda. Urian rodó hacia él mientras iba a apuñalarlo,
haciendo que el bastardo perdiera el desequilibrio y tropezara con él. Eso solo hizo que las flechas
se hundieran aún más y le causaran más dolor al atravesar de su cuerpo. Gimiendo en voz alta,
pensó por un momento que podría desmayarse por la agonía de eso.

De alguna manera se las arregló para levantarse. El hombre delante de él era un daimon que
tenía el descaro de reírse de su dolor.

Dolor que sabía que no duraría mucho más. Un latido de corazón más y se desmayaría.

Volviéndose hacia Ruyn, vio a su hermano tratando de acercarse más a él para ayudarlo.

Pero solo había una forma de superar esto. Y él no estaba a punto de permitir que algún
daimon de mierda viscoso lo venciera. Así no. No moriré de rodillas…

Con una sonrisa malvada, Urian se volvió hacia el daimon. Luego hundió sus colmillos en la
garganta del bastardo y la desgarró.

En el momento en que probó esa sangre, comprendió lo que sus hermanos habían tratado de
decirle. El disparo de adrenalina a su sistema era desconcertante. Literalmente se sintió como si se
hubiera ido a dormir y había sido sacudido por algo feroz y aterrador.

Solo que ahora estaba más vivo. Más alerta. En sintonía con el universo mismo.

Escuchó más. Vio más.


Sintió más.

Incluyendo un gemido en su cráneo que era ensordecedor. Por un momento, pensó que se
volvería loco por la intensidad de ello. Como un chillido agudo incrustado en lo profundo del centro
de su cerebro que solo él podía oír.

—¡Es un daimon!

Esas palabras sonaron y resonaron en sus oídos lo suficientemente fuerte como para hacer que
se estremeciera. Más que eso, sus atacantes se retiraron al instante. Ellos literalmente se alejaron y
se retiraron.

¿Por qué?

Ruyn le frunció el ceño. —Bueno, mientras que me gusta pensar que soy una bestia
impresionante cuyas habilidades de batalla son tales que hacen que mis enemigos tiemblen y huyan
a la mención de mi nombre, esa es solo una historia que les digo a las mujeres para poder acostarme
con ellas. —Señaló al grupo que ahora se comportaba bien con sus hachas sangrientas—. Esa
mierda es surrealista y simplemente no sucede excepto en los cuentos de fanfarrones y las fantasías
de los viejos. ¿Qué hiciste, Urian?

Él tartamudeó. —No lo sé.

El primero que pidió la cabeza de Urian escupió sangre en el piso. —Ya no hay necesidad de
matarlo. Está muerto ahora.

Ruyn hizo una cara impresionantemente repugnante. —Mientras que su hedor podría sugerir
que es un cuerpo muerto, siempre ha olido de esa manera. El bastardo parece lo suficientemente
vivo para mí.

El hombre rodo los ojos. —Es un daimon. Estamos a punto de terminar con la línea de Apolo.
Una vez que el último de su prole apolita esté muerto, nuestra maldición se levantará.

Ahora fue el turno de Urian de fruncir el ceño. ¿Qué querían decir con eso?

—¿Eso es verdad? —Ruyn le preguntó.

—No que yo sepa. —Urian miró al líder—. ¿Dónde escuchaste esa estupidez?

—Del oráculo de Helios. Nos juró que era la verdad. Cuando el último de sus hijos apolitas
esté muerto, entonces no nos quedará ninguna maldición.

Urian frunció el labio ante eso. ¿Desde cuándo el oráculo alguna vez en la historia de los
oráculos hablaba tan claramente? Cuando el sol salga en el este, el sol habrá resucitado por la
mañana o después de la batalla, un reino poderoso caerá, nay, mierda era todo lo que cualquiera
obtenía de un oráculo. Hablaban en acertijos inútiles que se volverían ciertos sin importar qué, así
que de esa manera se cubrían, y tú los interpretabas en lo que quisieras que fuera la verdad.

Nunca había entendido por qué alguien escucharía a un oráculo.

El apolita a su derecha sacudió la barbilla hacia Urian. —¿Oye? ¿No nos puede él llevar al
resto de su familia para que podamos acabar con ellos?
Urian gruñó ante otra estúpida epifanía. Especialmente cuando todos los demás se dieron
cuenta de que estaba en lo correcto.

—Mierda, —él y Ruyn murmuraron en voz baja al mismo tiempo.

—Yo me encargo del idiota de la izquierda, —dijo Ruyn.

—Mejor aún, tengo un portal. —Urian lo abrió rápidamente y agarró a Ruyn.

Solo que en lugar de aterrizar en Kalosis, Urian golpeó el suelo en el precipicio de una
montaña diferente a todo lo que había visto antes. Y tan pronto como aterrizó en ella que el fondo se
desmoronó debajo de sus pies.

Urian se sintió caer rápido y furioso. ¿Qué había sido esto?

Convencido de que estaba muerto, ni siquiera tuvo tiempo para orar. No había nada para
agarrarse.

Hasta que se estrelló contra el frío e irregular suelo tan fuerte que sacudió sus dientes.
Desorientado y momentáneamente aturdido, colgaba sobre lo que tenía que ser una pendiente de
unos trescientos metros. Su corazón martilleaba tan fuerte que estaba sorprendido de que no se le
saliera del pecho. Se aferró a la única cosa que evitó que se cayera.

Un enorme brazo.

—Gracias, —susurró mientras miraba a los ojos de Ruyn.

—No me lo agradezcas todavía. Aun podría entrar en razón y soltarte. Porque los dioses saben
que causas más problemas de lo que vales.

—Sabes que me extrañarías si no estuviera.

Ruyn se burló mientras luchaba por levantarlo y por sobre la cornisa irregular sin soltarlo, o
sin dañar a alguno de ellos. Gruñendo y jadeando, maldijo a Urian todo el tiempo. —¡Pierde peso,
hombre! ¡Nunca vi a nadie en una dieta líquida pesar tanto! ¡Mierda, ya! Usualmente, cada vez que
alguien me ocasiona problemas, al menos obtengo una mamada por mis esfuerzos.

Con una última y enorme mueca, logró arrastrar a Urian y rodo con él hasta que quedaron
metidos debajo de una pequeña cornisa.

Urian dejó escapar una risa amarga. —Puedes abrazarme todo lo que quieras, bruto. Pero
tienes que comprarme la cena y un anillo antes de pensar en besarme, y todas las actividades orales
están estrictamente fuera de la mesa hasta el matrimonio. No soy una puta barata que recogiste,
¿sabes?

Riendo, Ruyn lo empujó. —Algo va mal en tu cabeza, griego. No tengo ni idea lo que mi
hermana vio en ti. —Él sacudió la cabeza, luego frunció el ceño y aferró la barbilla de Urian para
que poder examinar su rostro—. ¿Estás bien?

—Acabas de decir que no lo estaba.

—Sé lo que dije. Pero te ves un poco descompuesto.


Urian resopló irritado. —Me duele la cabeza.

—Bueno, si tuviera una cabeza como la tuya, también me dolería.

Haciendo una mueca ante el enorme zopenco, Urian gimió de nuevo. —En retrospectiva, creo
que habría preferido que me mataran.

Ruyn lo abrazó antes de levantarse y ayudó a Urian a levantarse. —¿Crees algo de lo que
dijeron?

—¿Sobre terminar con la maldición?

Él asintió.

Urian lo consideró mientras continuaba frotándose las sienes palpitantes. —Yo no lo sé. Son
los dioses. Todo es posible, especialmente cuando se trata de joder con nosotros.

—Bueno, si es así... ¿tu padre podría matar a sus propios hijos para salvar a su gente?

Esa fue una respuesta fácil. —Nay. Nunca. Pero no creo que importe.

—¿Por qué no?

Urian se rió amargamente. —¿Dada la cantidad de mujeres que mi padre y mis hermanos con
las que durmieron antes de que se convirtieran en daimon? No se sabe cuántos niños podrían haber
engendrado entre ellos. Los únicos dos en mi familia que conozco que no han engendrado somos
París y yo.

—¿Estás seguro?

Él asintió con la cabeza a pesar de que se sentía como si su cerebro se golpeara contra su
cráneo. —Soy estéril. Es por eso que Sheba y yo nunca tuvimos hijos.

—¿Y tu hermano?

—No se acuesta con mujeres.

Ruyn dejó escapar un profundo suspiro mientras limpiaba sus hachas en sus avambrazos,
luego las devolvieron a sus vainas. —Entonces, ¿vas a decirle a tu padre sobre la profecía?

—Ni idea. Ni siquiera estoy seguro de que lo creería. Él no pone mucha fe en los dioses... solo
en Apollymi. —Urian miró alrededor del árido y ventoso precipicio donde estaban parados—. No
es que importe en este momento. Quizás nunca salgamos de aquí.

—¿A qué te refieres?

—No estoy seguro de dónde estamos y, por alguna razón, mi portal no se está abriendo. Tú y
yo podríamos estar aquí por un tiempo.

Ruyn dejó escapar un largo y prolongado suspiro. —Increíble. Atrapado aquí contigo. Sin
vino y sin cerveza. —Lo miró de arriba a abajo—. Y ni siquiera puedes cambiar de forma a una
mujer. Maldita sea, enojé al dios equivocado anoche.
—¿Perdóname?

—Lo haría, pero realmente no hay excusa para este nivel de incompetencia. Entonces, me voy
a tomar una siesta. Despiértame si alguna vez descubres cómo abrir un portal o si alguna otra cosa
decide comerte. Si estoy lo suficientemente aburrido, podría prestarte otra hacha.

Urian resopló ante el irritable idiota. No sabía por qué le gustaba tanto. En sus hermanos, esa
actitud era intolerable. Por alguna razón, Ruyn lo hacía parecer encantador y divertido.

Aunque en este momento, estaba más que un poco tentado de darle una patada.

Aún así, se preguntaba acerca de la profecía de Helios. ¿Podría haber algo de verdad en ello?

¿Hubo alguna vez una manera de liberarlos de la maldición de Apolo? ¿O era simplemente
otra mentira de los dioses? Después de todo, eso era lo que realmente era la esperanza. La peor de
todas las maldiciones que Zeus había colocado en el fondo de la caja de Pandora para que cuando la
abriera, ella lanzaría al mundo esa cosa estúpida que se aseguraría de que la humanidad siguiera y
siguiera sin importar qué desesperación, degradación, y pesadilla de los dioses les amontonaran.

Mientras tuvieran esperanza, sufrirían.

Cómo odiaba a esa perra. Ella era la peor de todas las plagas jamás inventadas por los dioses y
la broma más cruel que jamás habían jugado en ningún ser sensible, la verdadera razón por la que
estaba dentro de la caja de Pandora.Si no fuera por su propia esperanza de alguna vez encontrar a
Xyn de nuevo, él no estaría aquí ahora.

Y por eso odiaba a Elpis más que a cualquier otra diosa en el Olimpo. Porque ella escondió su
verdadero propósito detrás del disfraz de la mentira y la traición. Ella no estaba para consolar. Ella
estaba allí para castigar y prolongar el tormento del hombre.

No más. Urian había terminado con ella.

Stygian
Helios miró a los daimons y apolitas a su alrededor. —Se suponía que mataran a los hijos de
Apolo. No que los dejaran ir.

—Es un daimon, mi señor. Él no puede tener hijos.

Helios le envió un rayo que lo partió en pedazos. Luego él fulminó a los demás con la mirada.
—¿Alguien más quiere expresar una opinión estúpida?

Ellos rápidamente retrocedieron.

Sintiendo que el fuego ondeaba sobre sus brazos y sobre su piel, giró su ardiente mirada a
cada uno de ellos a su vez. —Cuando vuelva a dar una orden, harán lo que yo diga, sin cuestionar ni
fallar. Quiero la muerte de los hijos y nietos de Apolo. ¡Tráiganme sus corazones o tendré los suyos
en su lugar!
Ya no jugaría este juego, y estaba cansado de que Zeus y los otros adictos olímpicos le dieran
de comer sobras.

La guerra había sido declarada y tenía la intención de ganarla.


30 de junio, 9501 aC
—¿Sabes qué día es hoy?

Urian se estremeció ante la pregunta de su padre cuando entró en el estudio donde había sido
convocado. —Por supuesto que lo sé.

—¿Hablaste con ella como te pedí?

—Lo intenté. Ella no quiso escucharme.

—¿Hiciste que sus hijos hablaran con ella?

Urian arqueó una ceja ante esa pregunta. —¿No lo hiciste tú?

—¡Por supuesto que sí! —Su padre caminaba de un lado a otro. Y entonces las vio. Las
lágrimas que brillaban en los ojos plateados de su padre mientras se ahogaba con los sollozos por
los que hacía todo lo posible para contener—. Ella va a morir, Urimou.

Urian apenas escuchó esas palabras y el apodo que su padre no había usado para él desde
niño.

—Mi preciosa niña. Y no hay nada que pueda hacer para detenerlo. Incluso traté de engañarla.
De hechizarla. ¡Maldita sea por su terquedad!

Asfixiándose con su propio dolor, fue hacia su padre y lo atrajo hacia sus brazos. —Lo siento.

Urian no estaba preparado para la ferocidad del abrazo de su padre. Mientras que él sabía que
su padre era un hombre poderoso, no se había dado cuenta de cuánto hasta que esos brazos se
envolvieron alrededor de él con la fuerza de un Titán. Enterrando su rostro en el hueco de su cuello,
su padre lloraba con sollozos de los que Urian nunca lo habría imaginado capaz. Sus propias
lágrimas derramadas por su hermano palidecían en comparación. Stryker se sostuvo del clamide de
Urian y lo mantuvo allí como si tuviera miedo de dejarlo ir.

No tenía idea de qué decir o cómo consolarlo. Así que él simplemente se quedó allí,
sosteniendo a su padre y frotándole la espalda mientras caían sus propias lágrimas.

Cuando su padre finalmente se retiró, enterró su mano en el cabello de Urian a cada lado de su
rostro y lo fulminó con la mirada. —Se supone que un padre no debe enterrar a sus hijos. Vivimos
para protegerlos, y morimos primero para que podamos estar allí para darles la bienvenida en el otro
lado. Esto está muy mal, Uri.

—Lo sé, Baba. Lo sé.

Con sus labios temblando, su padre secó las lágrimas en el rostro de Urian, luego besó sus
mejillas —Te amo, pido. —Con un suspiro entrecortado, lo soltó y se dirigió hacia la puerta—.
Déjame ir a sentarme con tu hermana.

Urian no podía moverse cuando lo escuchó alejarse. Estaba paralizado por su propio dolor e
ira. Esto estaba tan mal Y se sintió horrible por su padre. Furioso por su hermana que tenía que
dejar a sus propios hijos.
Y loco al extremo por que se vería obligado a ver su agonía en este día.

No es como si no lo hubieran visto antes.

Incontables veces.

Incluso tenían un término para ello. El Thanatogori, la vigilia de la muerte o vigilia de todo un
día; cuando fuera que uno de su especie cumplía veintisiete años y decidía no convertirse en
daimon.

Su hermana ya habría comenzado el doloroso proceso de morir. Urian ya había visto morir a
varios de sus amigos así. Nunca había visto perecer a alguien de su familia.

Temiendo esto, sabía que tenía que ir a sentarse con su padre. Así que se fue y se dirigió a su
casa, donde toda su familia ya estaba reunida.

Incluso Geras y Nephele, junto con el esposo de Nephele, estaban allí. La única desaparecida
era Xanthia. Pero entonces ella no le había hablado mucho desde la noche en que había devuelto a
Nephele a Kalosis. No estaba seguro de por qué, y como ella se negó a hablar, él no la presionó.

Además, su psicosis no era realmente su problema, especialmente ahora que se había vuelto a
casar. Aunque era irónico que Geras y Nephele todavía lo consideraran su padre. Y eso estaba bien
para él.

Él continuaba pensando en ellos como sus hijos.

Paris y Davyn lo saludaron primero en la puerta. Ambos tenían los ojos hinchados.

—No puedo creer que ella esté haciendo esto. —Paris se secó las mejillas mientras Davyn lo
sostenía.

—Yo tampoco. Ella siempre parecía más sensata que esto. —Tratando de distraerse, miró
hacia la mesa, donde se había colocado una extraña urna—. ¿Qué es eso?

Davyn se estremeció. —Tobias la hizo. Él quiere poner el polvo de su madre en ella para
poder mantenerla con él después de... —Su voz se interrumpió cuando sus lágrimas comenzaron a
fluir.

Urian entendía. Tobias era el más joven de Tannis y su único hijo. Él era el más cercano a su
madre. —¿Donde esta ella?

Paris respiró entrecortadamente. —En su cama. Él no se irá de su lado.

—Déjame ir a verlos, entonces. —Urian se dirigió a la parte de atrás y tuvo que lidiar con su
camino a través de la multitud. Cuando llegó a la habitación de Tannis, apenas reconoció a su
propia hermana. Ya se veía mayor.

Sus dos hijas yacían a cada lado mientras su hijo estaba a sus pies en la cama. Su padre estaba
arrodillado en el suelo, sosteniendo a la nieta de Tannis, Marcella, a quien su hija mayor había dado
a luz hace solo dos semanas.
Helena, que había sido nombrada por su madre, se aferraba a Tannis, pero su otra su hija,
Rhoda, se lanzó a Urian en cuanto lo vio. —¡Tío Uri! ¡Haz que se detenga!

—Me gustaría poder, bribona. Lo intenté todo el día de ayer. Todo lo que obtuve fueron
insultos. —Besó la cabeza de su sobrina.

Rhoda gimió en los más agudos tonos. —Nunca moriré de esta manera. ¡Lo juro, me comeré a
todos los humanos vivos primero!

—Buena niña, —su padre gruñó con orgullo—. Asegúrate de pasar ese fuego a tus niños.

—¡Baba! —Espetó Tannis—. No te atrevas a animarla a tales cosas.

Alguien tomó la mano de Urian. Miró al principio, pensando que sería una sobrina o sobrino.

Era Archie.

—¿Piensas que si uno de nosotros la mordiera, eso evitaría que muriera?

Urian lo consideró. —Podría. Pero entonces ella podría patear nuestros traseros por el
esfuerzo. Siéntete libre de intentarlo.

Archie resopló.

Y así se fue su día, con una insoportable lentitud mientras la escuchaban gritar en agonía y la
veían morir. Urian nunca se había sentido tan indefenso. Ni nunca había sentido tanto odio.

Para cuando llegó el amanecer para terminar con su sufrimiento, todos estaban marcados tan
profundamente que ninguno de ellos pudo hablar mientras su padre lentamente recogía su polvo
para colocarlo en la urna de Tobias.

Tobias la acunaba con el más tierno cuidado y la colocó en la repisa antes de que él y sus
hermanas fueran a continuar con su vigilia de manera silenciosa. Los hermanos de Urian
comenzaron a dispersarse con sus familias. Theo habló en voz baja a su padre mientras París y
Davyn se acercaron a Urian.

Paris miró a su padre. —Davyn y yo vamos a convertirnos en daimon esta noche.

Urian arqueó una ceja ante eso. —¿Perdón?

La mandíbula de su gemelo comenzó a temblar. —Después de esto... no voy a esperar otro día
o noche. Davyn solo tiene unos meses más. Decidimos no tentar nuestra suerte. Tú lo has sido por
dos años ahora, ¿verdad?

Urian asintió.

—No está tan malo, ¿verdad?

Urian se rascó la nuca. —¿Honestamente? No es lo mejor. Especialmente al principio. Pasé


muchos de esos primeros meses enfermo por ello. Engañar a un humano para que te otorgue
permiso para tomar su alma no es tan fácil como piensas. Escoger a un humano con un alma fuerte
es aún más difícil. Son pequeños corruptos bastardos. Y el gimoteo constante te llevará a la locura.
—Entonces, ¿cómo te las arreglas?

Urian les dio una sonrisa malvada. —Vivo de la malicia.

—Yo podría hacer eso.

Urian resopló. —Estás demasiado enamorado. Pero estoy aquí para ayudar. Si necesitas algo,
me lo haces saber.

Asintiendo, lo dejaron solo. Urian esperó a su padre ya que eran los unicos que no tenían a
nadie más.

—¿Te preocupaste por mí?

Oyó la severa nota en el tono de su padre. —Un poco.

—No lo hagas. No soy tan frágil.

Quizás. Pero a diferencia de sus hermanos, Urian nunca olvidó el hecho de que su padre
realmente no era mucho más viejo que ellos. Había sido un adolescente cuando Archie, Theo y
Tannis habían nacido. Apenas veinte cuando llegaron Urian y Paris. Demasiado joven para haber
sido empujado a las decisiones que Apolo había forzado sobre él.

Demasiado joven para ser maldecido a morir.

Su padre se encontró con su mirada. —Tú también lo eres.

—¿Perdón?

—Puedo escuchar tus pensamientos, Urian. Y eres demasiado joven para haber sido puesto a
través de tanto. —Su padre recogió la almohada de Tannis de la cama y la presionó contra su rostro
para que poder respirar su aroma. Luego la acunó contra su pecho como a un infante y acortó la
distancia entre ellos—. No quiero enterrar otro niño. Ayúdame a proteger a tus hermanos.

—Es lo que pienso hacer.

—Bueno. Y he estado pensando en lo que dijiste.

—¿Sobre la profecía de Helios?

Stryker asintió. —Apolo tenía otra amante apolita. Comenzaremos con esa línea de sangre
antes de preocupamos por la nuestra. Quiero que te encargues de cazar hasta el último de ellos y les
cortes las gargantas. A ver si hay algo de verdad en eso.

—¿Estás seguro?

Las lágrimas brotaron de sus ojos mientras acariciaba la almohada de Tannis. —Mátalos por
mí, Urian hasta el último maldito de ellos.

Urian hizo una mueca ante la agonía en la voz de su padre ya que reflejaba la suya. —Me
encargaré de ello, Baba.
Stygian
Urian se sentó junto a la piscina de Xyn, con los pies colgando en el agua, buscando alguna
forma de consuelo, a pesar de que no había nada para su vacía y condenada alma. Soy demasiado
joven para sentirme tan viejo y derrotado.

Porque hoy, se sentía antiguo. De hecho, el peso de su alma y la pena era tan grande que si se
tiraba al agua, no tenía ninguna duda de que sería arrastrado hasta el fondo de esas aguas negras y
se ahogaría. No tendría capacidad de nadar al estar envuelto de esa manera.

¿Cómo se las arreglaba su padre? Si no había respetado al hombre antes, definitivamente lo


hacía ahora. Porque esta mierda le quitaba el aire de los pulmones y simplemente le hacía querer
rendirse al dolor y acabar con todo. Era una lucha encontrar una sola razón por la que debería
molestarse en encontrar otra alma y no solo permitir que a la que actualmente estaba gritando en su
cerebro y permitir que lo llevara a la tumba y acabar con todo.

A diferencia del resto de su familia, estaba completamente solo. Incluso su padre tenía una
novia o esposa o lo que sea que fuera Nelea.

Urian no estaba realmente seguro de cuál era el verdadero rol de ella, además de una comida
conveniente. Por mucho que ella se quedara en su casa, él estaba bastante seguro de que ella vivía
allí y no en ningún otro lugar. Pero ni ella ni su padre habían hecho una firme declaración de su
relación, y Urian no estaba seguro si quería saber si tenía una nueva madre. Así que él no preguntó,
y ellos no lo dijeron.

Simplemente se mantuvo cordial con ella, y mantenía una breve y cortés conversación con
ella cada vez que sus caminos se cruzaban.

Sentándose, se frotó la cabeza. Por alguna razón, el alma humana dentro de él estaba gritando
más fuerte de lo normal. No sabía si eso era debido a su dolor o tal vez el humano había sido más
gritón que la mayoría.

Fuera lo que fuera, eso solo se sumaba a su desdicha. Probablemente debería ir al hall y
encontrar a alguien para alimentarse. Podría ayudar a aliviar algo de sus gritos internos. Pero él no
tenía hambre. Lo que él quería era un verdadero consuelo. Lastima que no había nadie para hacerlo
sentir mejor.

—¿Urian?

Su corazón se detuvo cuando escuchó una voz que nunca había pensado volver a escuchar.

Nay, no podría ser. Atontado e incapaz de creerlo, se volvió y se levantó despacio. —¿Xyn?

En forma humana y vestida con una armadura de bronce sobre un chitón rojo, caminó
lentamente hacia él. Su vibrante cabello ticiano estaba trenzado y enrollado alrededor de su cabeza,
exponiendo sus orejas puntiagudas. —Sentí como si algo estuviera mal. —Ella miró alrededor
nerviosamente. —Si Apollymi me encuentra aquí, tendrá un ataque, pero tuve que venir y ver si
estabas bien. No puedo explicarlo. Solo tenía que ver si estabas bien.
Urian sentía su garganta tan apretada por la repentina ráfaga de felicidad y dolor que él no
pudo hablar. Tomando su rostro con sus manos, hizo lo único que siempre había querido hacer.

Él la beso.

Xyn se quedó sin aliento al sentir a Urian y se derritió contra él. Él olía de manera
embriagadora. A cuero, hombre, y dulce robus31. Nadie olía como su apolita. Y ella se estremeció
cuando su lengua tocó la de ella. Con el puño de su mano en el lino de sus clamide, ella sintió sus
músculos tensionándose bajo sus dedos.

Cuando él finalmente se apartó para mirarla, ella sonrió con picardía hacia esos hermosos ojos
azules. —¿Supongo que me extrañaste?

Él se rió de su pregunta. —Más de lo que puedes imaginar. —Una expresión de aflicción


oscureció sus ojos—. Encontré tu carta. Y lo siento por todo.

Ella jugaba con su suave cabello. —Yo también. Pero no puedo quedarme.

La agonía en sus ojos desgarró su corazón y la hizo sentir dolor por él. Ella le sacó el pelo de
los ojos. —¿Qué está mal?

Los labios de Urian temblaron. —Tannis murió hoy.

—Oh, cariño, lo siento mucho.

Una sola lágrima cayó por su mejilla. —Estaré bien. —Se aclaró la garganta y volvió a ese
firme y duro papel de líder suyo—. Deberías ir antes de tengas problemas.

¿Cómo podía irse ahora, sabiendo lo que había pasado? Sabiendo cuanto su hermana había
significado para él… —¿Tienes a alguien contigo?

Cuando él titubeó, ella frunció el ceño. —¿Donde está tu esposa?

Él suspiró. —Sheba fue asesinada.

Xyn se sintió mal del estómago. —¿Cuando?

—Hace unos pocos años.

¿Años? ¿Estuvo solo todo este tiempo? Ella no podía creerlo. —¿No has vuelto a casarte?

Él resopló con una hostilidad que la hizo retroceder. —¿Por qué lo haría?

El compañerismo sería la razón normal, pero él tenía una razón por la que tendría sentido. —
¿Alimentarte?

—Tengo mujeres dispuestas a alimentarme ahora. No hay necesidad de apresurarse a eso otra
vez cuando no tengo que hacerlo.

31
Sorbus es un género de la familia de las rosáceas que abarca entre 100 y 200 especies de árboles y arbustos, comúnmente denominados serbales. Se
suelen usar en parques y jardines como planta ornamental y sus frutos se utilizan en la fabricación del vodka ruso.
Ella apenas se contuvo antes de rodar los ojos. Sonaba tanto a su hermano Veles que era
aterrador. —¿Así que estás solo?

—¿No lo estás tú?

Bueno... aye. Pero ella no quería pensar en eso. Ella era un dragón. No era exactamente lo
mismo. Estaban acostumbrados a estar solos. Estaba en su ADN. En toda su vida, la suya era la
única compañía que había anhelado.

Y lo ansiaba, de verdad. Más de lo que alguna vez algo había tenido sentido.

Enterrando sus manos en su cabello, ella tiró de él juguetonamente. —Mi pobre Uri. Siempre
mi hombre irritante.

Él arqueó una ceja hacia ella.

—Es verdad.

Con una tierna luz en sus ojos, enterró sus manos en sus trenzas para poder jugar con ellas. —
Estoy tan feliz de haberte visto de nuevo. ¿Pero cómo entraste sin ser detectada?

—Tengo amigos entre los charonte. Te sorprenderías de lo que harán por una probada de torta
de miel.

—Tendré que recordar eso en caso de que alguna vez me bloqueen fuera de aquí.

Ella sonrió. —Bueno, debería irme.

La tristeza volvió a sus ojos. —Estoy seguro de que tu esposo te extraña.

—No tengo marido.

Cuando abrió la boca para hablar, ella le agarró la mandíbula para evitar que hablara. —Ya te
lo he dicho. Sólo hay una persona que amo, Uri, pero tanto como te amo, no puedo quedarme a tu
lado y verte alimentarte de la sangre de otra mujer, sabiendo que me estarías engañando.

Los ojos de Urian se volvieron oscuros y tormentosos. —Odio a mi abuelo.

—Yo también.

Él dudó. —Pero, ¿y si pudiera encontrar una manera de romper la maldición?

Por un momento, ella no pudo respirar. ¿Podría ser tan simple? —¿Qué quieres decir?

—Creemos que podríamos tener una salida a la pena de muerte.

—Ya sabes mi respuesta. Quiero estar contigo, Urian, en serio. Pero no puedo compartirte.
Eso no es justo para mí.

Ella vio regresar la felicidad de Urian. —Entonces tengo dos veces la razón para terminar esta
maldición, dos veces más rápido. —Y esta vez cuando la tomó en sus brazos, su beso fue posesivo
y lleno de una profunda promesa. Sus labios sabían a pasión.
Queriendo algo por lo que ella sabía tal vez nunca podría tener otra oportunidad, Xyn desató
su clamide y lo dejó caer al suelo. Cuando él no se quejó, ella se aseguró de que su chitón lo
siguiera hasta sus pies, exponiendo su pecho a sus manos. Él contuvo su aliento entre sus dientes
cuando ella tocó su cuerpo duro y caliente.

Con cautela, trazó una línea sobre las heridas que aun sanaban en su pecho. —¿Qué sucedió?

Él sonrió con satisfacción. —Aparentemente, no eres a la única que molesto.

—No te encuentro divertido en absoluto.

—Esa mano que tienes en mi miembro dice algo diferente. —Su voz era profunda cuando él
tomó sus dedos con la palma de su mano para que él pudiera mostrarle cómo acariciarlo.

—Será mejor que te alegres de que no puedo hacerte daño.

El calor pobló sus mejillas cuando él tomó su rostro con la mano y la miró ferozmente. —En
este momento, mi señora, llamaré su atención de cualquier manera que pueda conseguirlo.

Xyn sonrió, hasta que su mirada se dirigió a la marca daimon sobre su corazón. —¿Cuándo
ocurrió esto?

—¿Importa?

—Mi conciencia dice que debería. —Mordiéndose el labio, ella quería alejarse y dejarlo
donde estaba y no mirar atrás. Si tan solo fuera tan simple.

O fácil.

—Vives matando a otros. Destruyendo sus almas por toda la eternidad.

—Hago lo que tengo que hacer.

El corazón de Xyn se rompió con esas palabras. Ni siquiera parecía arrepentido por las vidas
que tomaba.

Sus ojos se oscurecieron. —¿Qué quieres de mí, Xyn? ¿Qué me acueste y muera? ¿O que
luche y viva?

Ella quería que él fuera humano. Por completo. Que viviera sin aprovecharse de las almas de
la humanidad.

El dolor en su mirada celestial la atravesó y le hizo doler el estómago. Ella conocía esa
mirada. Fue la que lo había hecho divorciarse de Xanthia. —No estoy juzgandote.

—Aye, lo estas haciendo. No te mientas a ti misma. Y no me mientas.

Ella lo atrapó cuando él comenzó a irse. —Urian... —Ella usó sus poderes para quitarse su
armadura.
En el momento en que estuvo desnuda, la ira se evaporó de los ojos de Urian. Nunca antes
había estado más agradecida a sus hermanos por su franqueza sobre cómo inmovilizar a un hombre
o llamar su atención.

Funcionó.

La mirada de Urian recorrió todo su cuerpo desnudo y con cada parte de ella que aquellos ojos
lamían, el hambre en sus profundidades se oscureció. El aire entre ellos se cargó.

—Siempre te amaré, Urian. Nada de lo que hagas cambiará eso nunca.

Acortando la distancia entre ellos, Urian posó su mano en una de sus mejillas, luego enterró
sus labios contra su garganta. Mil cintas de placer la desgarraron mientras él mordisqueaba un rastro
alrededor de su cuello, su cálido aliento cosquilleando mientras su lengua lamía suavemente su piel.

Xyn se estremeció mientras pasaba su mano por la espalda desnuda de él y lo acercaba más.

Urian se estremeció en éxtasis. Nunca en su vida se había sentido así. Nunca había estado con
una mujer con quien se sintiera tan bienvenido y querido. Todo lo que podía saborear era este
momento, y todo lo que podía sentir era su amor. Su cálida aceptación. Incluso aunque ella no
aprobaba su estilo de vida daimon, todavía lo amaba.

Eso era un milagro.

Urian temblaba por la fuerza de ello y por la necesidad que tenía de poseer a esta mujer que
era lo más cercano a Katateros que jamás conocería.

Él se echó hacia atrás y miró fijamente sus vibrantes ojos verdes nublados de pasión. —Eres
hermosa. —Susurró.

Ella respondió a sus palabras con otro beso que dejó sus labios hormigueando. Y él tenía que
recordarse a sí mismo de tener cuidado con sus colmillos. Ella no era una apolita.

Xyn era un dragón. Y su audacia lo asombraba y lo emocionaba. Él se retiró ligeramente


cuando colocó sus labios en su mandíbula para que ella pudiera mover su boca suavemente por la
línea de esta, jugueteándo con su barba. Urian cerró los ojos cuando un millar de escalofríos lo
atravesaron.

El aliento de Xyn electrificó cada parte de él y lo puso más duro de lo que nunca había estado
en su vida. Él mordió juguetonamente el lóbulo de su oreja y sonrió al sentir los escalofríos alzarse
lo largo de su cuerpo bajo sus manos. Sus pezones se tensaron en picos rígidos que lo invitaban a
degustarlos.

Xyn contuvo bruscamente el aliento cuando Urian bajó la cabeza. Sus sentidos quedaron
descolocados, nunca había sentido algo así. Pero entonces, ella nunca había estado con un hombre
antes.

Debido a que había sido secuestrada y retenida aquí de tan joven, no había habido nadie que
ella quisiera. Y una vez libre...

Su corazón se había quedado con Urian.


No había necesidad de encontrar a otro cuando sabía que no la satisfaría. Ella quería a este...
daimon. Bueno o malo, él era el único que hacía acelerar su corazón y lo dejaba débil y fuerte al
mismo tiempo.

Y cuando él la levantó para llevarla a su cueva, ella apoyó la cabeza en su hombro, incapaz de
creer que fuera real. ¿Cuántas veces había soñado con esto?

Ella se quedó sin aliento cuando entraron. —¿La has mantenido?

Sus ojos brillaban en la oscuridad. —Era todo lo que me quedaba de ti.

Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se dio cuenta de que la había convertido en un
santuario. Todo estaba exactamente como lo había dejado. —¿Todavía vienes aquí?

Acostándola en su plataforma, él le dirigió una sonrisa tímida. —Sólo cuando te extraño.

—Parece que me extrañas mucho.

—Por supuesto que sí.

Su cabeza le daba vueltas mientras él colocaba su cuerpo sobre el de ella y su carne desnuda
chocaba con la de ella. Los planos duros de su pecho se presionaban contra sus pechos, que se
endurecieron cada vez más mientras rozaban sus pectorales musculosos.

Urian gimió contra sus labios cuando sus manos presionaron sus caderas más cerca de las
suyas. Él podía sentir los suaves rizos en la unión de sus muslos contra su eje hinchado cuando ella
le pasó las manos por la espalda.

Maldición…

Estaba dividido entre devorarla y tomarse su tiempo. Los dos impulsos estaban matándolo.
Extendió sus manos y le tomó los pechos, y luego pasó una mano sobre su estómago hacia sus
oscuros rizos castaños. —Tu piel es tan perfecta.

—La belleza de ser un dragón. La piel es casi a prueba de daño.

Él sonrió ante eso. Luego bajó la cabeza para jugar con su pecho derecho.

Xyn siseó cuando tentaculos de placer se dispararon a través de ella. Él trazó besos hacia el
otro pecho. Ella gimió, maravillándose de la mezcla de placer y deseo que él sentía que él aviva.

Él regresó a sus labios mientras sus manos recorrían la longitud de su cuerpo, acariciando y
explorando por donde sea que fueran. Ella ansiaba su toque con una necesidad cegadora.

Honestamente, ella no creía que nada pudiera sentirse mejor hasta que él movió su mano y
bajó por su estómago y tocó el centro de su cuerpo. Xyn curvó sus dedos en su cabello y arqueó su
espalda contra la intensidad de ese placer. Nunca había sentido algo así cuando todo el calor en su
cuerpo se acumuló hasta el punto donde sus piernas se encontraban.

De repente, sintió que todo el cuerpo de Urian se ponía rígido cuando él se alejó de ella
maldiciendo.
—¿Hice algo mal?

Boquiabierto, la miró con absoluta incredulidad. —¿Eres virgen?

Ella se sonrojó ante su pregunta. —No me di cuenta de que serías capaz de darte cuenta.

Él se quedó boquiabierto aún más. —Un poco, um, aye. ¿Realmente no ibas a decírmelo?

—¿Porque estas tan enojado?

—No estoy enojado.

Ella le dirigió una mirada burlona. —¿De verdad? Entonces, ¿cómo llamarías a ese tono?
Donde vivo, no es feliz.

—Confuso.

—Ni siquiera cerca.

Él resopló. —Estás siendo imposible. Estoy molesto de que no compartieras información


tan... tan...

—¿Personal?

—Aye.

—¿Es mi problema?

Él visiblemente se encogió. —Ahora me estás haciendo sentir mal.

—Bueno. Deberías sentirte mal. —Ella pellizcó el borde de su nariz con sus dedos—. En
realidad, eso no es cierto, deberías sentirte especial de que te quiero a ti.

Él tomó su mano en la suya y la llevó a su mejilla y luego a sus labios para que él pudiera
besar su palma y luego sostener su mano contra su corazón para que él pudiera mirarla a los ojos. —
Solo estoy enojado conmigo mismo. Desearía ser tan puro como tú, Xyn. Te lo mereces.

Esas palabras la tocaron tan profundamente que por un momento temió que pudiera llorar.
Amándolo más de lo que ella nunca hubiera creído posible, ella envolvió sus piernas alrededor de él
y lo acercó más para que ella pudiera besarlo con todo lo que ella sentía.

Gruñendo, Urian se puso de rodillas entre sus muslos. La expresión en su rostro era de
absoluta desesperación. —Lo siento, Xyn. No puedo esperar por ti, —él susurró—.Te deseo
demasiado.

Ella no entendió sus palabras mientras su mirada recorría su pecho musculoso y se demoraba
sobre la oscura marca que cubría su corazón.

Él la besó, luego entró suavemente en su cuerpo.

Xyn gritó ante la sensación de él profundo y duro dentro de ella mientras sus musculosos
muslos presionaban contra los de ella. Por un minuto, ella no pudo respirar. Esto era diferente de
todo lo que ella había imaginado. ¡Él era enorme! Y quemaba mucho más de lo que ella nunca
hubiera pensado.

—¿Estás bien?

—Um-hmm.

—El agarre de muerte sangrante con el me agarras la espalda refuta esas palabras.

Tomando aliento, se dio cuenta de que tenía razón y retiró de inmediato sus garras de su
carne. —Lo siento.

—Está bien, dice el que ha sido desollado. —Miró a su lado—. ¿Es mucha la pérdida de
sangre?

Xyn arrugó su nariz juguetonamente. —Mínima.

Con una risa, se inclinó para capturar sus labios antes de comenzar a empujar contra sus
caderas lentamente.

Con su cuerpo en llamas, Xyn contuvo el aliento.

Urian enterró sus labios contra su garganta y se aseguró de no hacerle daño con sus colmillos.
Odiaba la forma en que ella permanecía tensa. —Relájate, —susurró él en su oído.

Pero ella no lo hizo. Si acaso, sus palabras parecieron angustiarla más.

Se maldijo por no saber qué hacer para aliviar su incomodidad, pero nunca antes había estado
con una virgen. Queriendo hacerlo mejor para ella, él respiró en su oído y luego pasó su lengua por
su lóbulo.

Ella inmediatamente gimió de placer y pasó sus manos por las costillas de Urian. Él podía
sentir su forma flexible contra él mientras se entrega a su tacto. Urian sentía que su cuerpo era
quemado por la necesidad, pero se obligó a moverse lentamente para no herirla.

Xyn gimió cuando Urian dejó sus labios para crear un rastro desde su mejilla a su cuello, y
luego hasta su oreja. Ella se retorció de placer mientras su cuerpo se sacudía en respuesta a su
lengua mientras la giraba alrededor del exterior, y luego la adentró en la carne tierna y sensible de
esta. Olimpo Sagrado, ¡ella nunca había imaginado nada como esto!

Olvídate de los dragones... ¡ella no podía imaginar nada mejor!

La cálida risa de Urian hizo eco de nuevo. —Te gusta eso, ¿verdad?

—Ciertamente.

Él se movió más abajo con sus besos. A sus pechos, a su estómago. Su cálido aliento le hizo
cosquillas mientras sus bigotes raspaban suavemente su piel y la lamía por completo.

Xyn cerró los ojos y saboreó la sensación de su piel cálida contra la de ella mientras hizo
rodar su cuerpo contra el de ella con los golpes más deliciosos y la mordisqueaba.
Ella enterró sus manos en su cabello y levantó sus caderas para atraerlo aún más profundo. Y
esto era por lo que sabía que nunca podría compartirlo con otra mujer. Se sentía demasiado cerca de
él en este momento.

Esto no era simplemente sexo. No con él.

Él era de ella.

Como un dragón, eso significaba algo. Porque eran una raza celosa y no compartían nada.

Pero Urian tendría que comer, y el sexo era parte de eso para su especie. Como odiaba a
Apolo por lo que le había hecho a Urian y a su gente. Maldito sea él y todos los dioses del Olimpo.

Mirando a esos ojos azules, sabía que nunca querría a nadie más. No así. Él era su mejor
amigo. El único con el que se sentía realmente cómoda.

En todas las cosas.

Una extraña luz entró en los ojos de Urian un momento antes de que dejara de moverse.

—¿Pasa algo?

La más malvada de las sonrisas se extendió por su rostro antes de que él se deslizara fuera de
ella y cambiara de posición su cuerpo. Xyn no estaba segura de lo que pretendía cuando se movió
más debajo de su cuerpo. No hasta que él separara suavemente sus tiernos pliegues y la tomara con
su boca.

Con la cabeza dándole vueltas, gritó cuando el placer la desgarró. Nunca había sentido algo
más incrédulo que la sensación de su lengua haciendo las cosas malvadas más imaginables a su
cuerpo.

Sin descanso, jugó con ella, haciendo que su cuerpo se volviera más y más caliente. Su placer
más y más grande.

Su éxtasis aumentó hasta que estuvo segura de que moriría por eso. Y luego, justo cuando se
convirtió en una posibilidad muy real, su cuerpo explotó con un placer mucho mayor que cualquier
cosa que ella hubiera experimentado alguna vez.

Echando la cabeza hacia atrás, ella gritó su liberación mientras todo su cuerpo convulsionaba
con una fuerza inimaginable.

Urian tomó su mano en la suya y se deslizó dentro de ella mientras su cuerpo estaba aun en
medio de su orgasmo.

Ella gritó aún más profundo en su garganta, luego golpeó el suelo con el puño.

—¿Estás bien?

—Aye, —suspiró ella, envolviendo su cuerpo alrededor de él con un abrazo de muerte de


dragón.
Riendo, Urian cerró los ojos para saborear mejor la sensación de ella rodeándolo. Si pudiera,
se quedaría así para siempre. Cómo deseaba poder hacerlo. Que hubiera alguna manera de
convencerla de quedarse.

Pero no sería justo y él lo sabía. Si solo él pudiera irse con ella.

Sin embargo, tarde o temprano, tendría que alimentarse. Mientras él podía volver a los
donantes de sangre, era una manera tan desagradable de alimentarse que no podía contemplarlo.

Realmente no.

¿Por qué no puedo encontrar un hechizo o un dios que pueda quitarme esto?

Pero realmente no había esperanza.

Tratando de no pensar en ello, se movió lentamente contra sus caderas. Los suspiros de placer
en aumento de Xyn le encantaron, especialmente cuando ella comenzó a mover sus caderas para así
hacer frente a sus embistes.

Y cuando la liberación de Urian llegó, pensó que se iba a quedar ciego.

Xyn sonrió cuando lo sintió estremecerse. Luego él se derrumbó y suavemente se posó a si


mismo sobre ella como una manta. Ella saboreó la sensación de su piel contra la suya. La sensación
de él todavía dentro de ella.

Durante mucho tiempo él no se movió, sino que simplemente se quedó allí hasta que ella
temió que se hubiera dormido.

O peor aún, que hubiera muerto.

—¿Urian?

—Estoy aquí. Sólo estoy pensando.

—¿Acerca de?

—El hecho de que cuando me levante, te irás. Y que cuando lo hagas, mi corazón se irá
contigo. —Él se alzó sobre sus brazos—. ¿Me prometerás algo?

—¿Qué?

—Que nos encontraremos al menos una vez al año.

—Uri...

—No tiene que ser aquí, Xyn. Te encontraré en el mundo humano. O donde sea que elijas. De
esa manera no tienes que saber sobre mis comidas, o si siquiera pensar en ellas. Nos reuniremos por
una noche. Si encuentras a alguien que te haga feliz, entonces nunca tendremos que volver a
encontrarnos. Ni siquiera tienes que decirme. Simplemente no vayas y lo sabré.

—¿Y si encuentras a alguien?


Él se burló. —Juro que no lo haré.

Levantándose, Xyn lo besó. —De acuerdo. Nos reuniremos. Y si alguna vez me dejas
plantada por otra mujer, Urian Deathbringer, los mataré a los dos.
30 de octubre, 7383 aC
Urian moría de hambre al sentarse en una mesa en una posada con su hermano Theo y un
amigo. Habían entrado al reino humano por un portal no hacía mucho tiempo, y se habían adentrado
en la ciudad para encontrar estos lugares alejados donde la gente se reunía para encontrar comida y
compañía después de oscurecer.

Cómo adoraba esta nueva era moderna.

Las mujeres tenían una moral más floja. Y también los hombres.

Era mucho más fácil encontrar una presa. En estos días, se reunían para ellos. Todo lo que
tenían que hacer era pedir tragos y pretender ser humano por un rato. Aunque había oído hablar de
algunos apolitas que comenzaban a abrir lugares como este que ofrecía comidas para su gente y
hacerles más fácil encontrar comida, tanto para apolitas y como daimons.

Todavía no había encontrado uno, pero tenía esperanzas, especialmente porque se suponía que
debía reunirse con Xyn para su cita anual.

Theo rió junto a él con su amigo Manades. Los dos se habían metido en el último lote de vino
sanguinario de Urian y lo estaban pasando bastante liberalmente.

Eso se había convertido en un producto lucrativo en su mundo. Gracias a Ruyn.

Y Sheba. Después de todos estos siglos, Urian todavía pensaba en ella de tiempo en tiempo, y
se preguntaba cómo habría sido si ella hubiera vivido.

Xanthia... ella había muerto unos siglos atrás cuando no pudo renovar su alma a tiempo.

Ese era un asunto delicado para ellos. Uno de los que tenían que tener cuidado, ya que era
tanto conjeturas como ciencia. Cada alma era diferente, y cuanto tiempo los mantendría vivos
dependía completamente de la persona a la que pertenecía.

No había dos iguales nunca. Algunas almas podían durar unos meses y otras solo por unas
horas. Hasta que un daimon no reclamaba el alma, nunca sabía su resistencia. El exterior de una
persona no era garantía. Un pequeño humano podría tener un alma notable que no sería derrotada,
mientras que el gigante más arrogante podría tener un alma marchita y cobarde que no servía para
nada.

Cuando Theo fue a beber el vino, Urian lo arrebató de la mano de su hermano para tomar un
trago. —Desearía que estuvieras sobrio. Los necesito a los dos para que presten atención.

—Lo siento. —Theo se rió, lo que lo llevó a creer que la disculpa no era sincera.

Urian rodo los ojos. Hasta que vio a una posible víctima a la derecha. Era una enorme bestia
bastarda y él toqueteaba a tientas a una pequeña moza. Ella se veía como si ella prefiriera estar en
otro lugar, mientras el hombre se reía de su miseria. Cuando ella trató de apartarse, él la golpeó tan
fuerte que fue un milagro que no se rompiera el cuello.

Sin embargo, nadie levantó un dedo para ayudarla o ni siquiera miraron en su dirección.
Urian golpeó el brazo de su hermano y sacudió la barbilla para hacerle saber a Theo que había
encontrado a su presa.

Sí, ese bastardo tenía que ser eliminado de la reserva genética. A él no le importaría escuchar
a un alma tan cruel pedir misericordia por un rato.

Tuvieron que esperar hasta que el humano decidió orinar antes de levantarse para seguirlo
hacia atrás. Urian ya estaba salivando por su alma, especialmente cuando escuchó sus palabras a la
niña preguntándole si tenía una hermana menor que pudiera arar.

Disgustado, apenas podía abstenerse de asesinarlo.

En cambio, Urian se detuvo para entregarle a la niña su bolso.

Ella estaba tan asustada que realmente se estremeció.

—Es tu propina, —le aseguró—. Por favor, tómala.

Su mano temblaba, pero no tanto como su voz. —Gracias mi señor.

Urian entrecerró sus ojos hacia Theo. —Y es por eso que no quiero a Nephele en el reino
humano.

—Lo sé, adelphos. Tengo dos hijas. ¿Crees que alguna vez duermo?

Manades resopló. —¿Y yo que tengo seis? No he dormido desde el día en que la primera
nació, y no ha mejorado nada a medida que envejecieron.

Sin querer pensar en eso, Urian se detuvo en seco al salir del edificio y un hombre alto y
moreno los detuvo en su camino para matar a su presa.

—Discúlpanos. —Irritado, Urian trató de rodearlo.

Él intencionalmente se movió para interponerse en su camino.

Urian arqueó su ceño. —¿No escuchaste mis disculpas?

—He oído, daimon. Simplemente no me importa.

Eso lo puso sobrio rápidamente, ya que había pasado mucho, mucho tiempo desde que
alguien en el reino humano había sabido quién o qué eran realmente. Su raza había pasado a ser
mitos y leyendas hace mucho tiempo. —¿Quién eres, extraño?

—El quien no es importante. Soy un Cazador Oscuro.

Urian frunció el ceño. —¿Cazas la oscuridad? ¿No es eso un poco inútil?

Como era de esperar, el tipo no tenía sentido del humor. Más bien miró a Urian como si
pudiera cortarle la garganta. —Un guerrero de Artemisa. Encargado de poner fin a tu tipo.

—¿No es eso un poco violento? Hermano, acabo de conocerte. ¿No deberías conocerme antes
de querer matarme?
Mostrando colmillos, este se abalanzó sobre ellos y apuñaló a Manades a través de su marca
de daimon. El pobre Manades ni siquiera tuvo tiempo de gritar.

Explotó en una lluvia de polvo de oro.

Theo se puso pálido meintras el humor de Urian se evaporaba.

—¿Sabías que hacíamos eso? —Theo susurró.

Urian abrió un portal cuando el Cazador Oscuro se movió para atacarlos. Él lo bloqueó de
Theo y empujó a su hermano para que pudiera regresar a casa.

O al menos lo intentó. El bastardo testarudo no quería irse, y Urian no tenía tiempo de discutir
ya que el Cazador Oscuro sacó un kopis y se preparó para tallarlo como a un asado.

Usando sus poderes, manifestó el suyo. Pero antes de que tuviera la oportunidad de desviar el
golpe, Theo mordió el cuello del Dark Hunter. Ambos gritaron. Sin embargo, el grito del Cazador
Oscuro se convirtió en una risa cruel.

—¿Nadie te lo dijo, daimon? La sangre de un Cazador es venenosa para tu tipo.

Urian golpeó al bastardo con un rayo, luego usó sus poderes para freírlo con todo lo que tenía.
No esperó a ver si mataba al Cazador Oscuro. En cambio, agarró a su hermano y lo llevó al portal.

Para cuando aterrizaron en Kalosis, Theo apenas respiraba.

Su padre se puso de pie de un salto y bajó de su trono cuando Urian puso a Theo en el piso. —
¿Qué es esto?

Theo se quedaba sin aliento y se ahogaba mientras se sacudía de pies a cabeza. —Ha sido
envenenado. Por un Cazador Oscuro.

—¿Un qué?

Urian se encontró con la mirada de su padre. —Un Cazador Oscuro. Al parecer la tía
Artemisa ha estado ocupada. Ella ha creado algo para cazarnos y matarnos.

—¡Apollymi! —Llamó su padre.

Urian sintió que su brazo comenzaba a brillar, pero no estaba seguro de que sus poderes
funcionaran en esto. Nunca había tratado de usarlos en un daimon. —¿Theo? ¡Mírame!

Theo apenas era coherente.

—¡No te atrevas a morir! —Urian se ahogó con sus lágrimas.

Apollymi apareció a los pies de su hermano, luego se congeló. —¡Xedrix! ¡Trae la savia!

Su charonte se fue volando para obedecer.


Ella inmediatamente corrió al lado de Theo y se arrodilló para tocar su frente. Urian no pudo
evitar ver las lágrimas en sus propios ojos cuando se encontró con su mirada. —No sabía sobre
estas criaturas.

Su padre la fulminó con la mirada. —¿Cuándo fueron creados?

Ella miró a su padre. —No lo sé. Pero lo descubriré, y te prometo que si tienen una debilidad,
la aprenderé para ti.

—¿Uri? —Theo extendió la mano y agarró su chiton.

—¿Sí?

—Sé un padre para mis hijos por mí. Dile a Prax... —Y explotó.

Urian no podía respirar mientras miraba el polvo dorado que había sido su hermano. Una
aturdida incredulidad lo mantuvo paralizado. ¿Cómo podía ser esto?

¿Cómo?

Theo no podía estar muerto. Así no.

Nay... Miró hacia arriba para encontrarse con la mirada igualmente sorprendida de su padre.
La furia descendió sobre sus rasgos mientras convocaba su armadura.

—¡Trates! —Rugió—. Dame seis hombres. ¡Ahora!

Urian se puso de pie.

Su padre lo golpeó con un rayo que lo hizo tambalearse y estrellarse contra la pared del fondo.
—¡No perderé otro hijo esta noche! Maldito sea, hasta el foso más profundo, muchacho, ¡Te
quedarás aquí así tenga que alimentarte a los charonte!

Y con eso, su padre y Trates, junto con su equipo, se fueron.

Avergonzado y con dolor, Urian se puso de pie. Apollymi vino a él con una sonrisa
compasiva. —Lo siento mucho, Urian.

—¿Qué parte?

—Todo, pero sobre todo por tu hermano.

Urian sintió las lágrimas tratando de salir. —Fue una pelea injusta. El Cazador Oscuro
apuñaló a Manades en su marca y él estalló. ¿Sabías eso de nosotros?

Ella sacudió su cabeza.

—Entonces Theo lo mordió y nos dijo que su sangre era veneno para nosotros.

Ella tomó su mejilla en su mano. —Artemisa siempre ha sido una perra traicionera. Si ella ha
creado un ejército, sabes que fue por razones egoístas.
Eso no cambiaba el hecho de que ahora tenía que ir a Praxia y decirle que su esposo no
volvería a casa. Que tendría que decirles a sus otros hermanos sobre esto. Su estómago se encogió
tanto que por un momento, pensó que podría estar enfermo.

A Urian se le escapó un sollozo, pero lo cortó con un suspiro entrecortado.

Inesperadamente, Apollymi tiró de él contra ella y lo sostuvo en sus brazos. —Sólo respira,
niño. La vida es pérdida. Es áspera y es dolor. Hay días en que busca ponernos de rodillas. Cuando
nos preguntamos por qué simplemente no deberíamos cortarnos la muñeca y terminar con todo.

—He estado sintiendo mucho de eso últimamente.

—Lo sé. —Ella le besó la frente—. Pero la vida también nos sorprende. Nos llena de calidez
y felicidad, y con esos momentos en que sabemos que hay algo más. Algo maravilloso.

Él se burló de sus palabras. —No he sentido eso en mucho, mucho tiempo, akra. Todo lo que
hay dentro de mí es un doloroso vacío que se despierta cada noche, buscando alguna razón por la
que debería molestarme en encontrar otra alma para alargar mi inútil vida.

—Te diré por qué, Urian. No dejes que los bastardos ganen.

—¿Perdón?

—¿Quieres una razón para vivir? Esa es una buena razón. Eso enoja a tus enemigos. Si no
puedes vivir para aquellos que te aman, entonces vive para molestar a aquellos que odian tu coraje.
Cada vez que respiras es saliva en sus ojos. Saboréalo como tal, sabiendo que envidian cada ingesta
que alimenta tus pulmones hambrientos.

Él en realidad se rió amargamente de eso. —Hablado como una verdadera diosa de la


destrucción.

—Absolutamente. A veces no se trata de ser el mejor. Solo tienes que ser el último hombre en
pie.

—¿Es eso lo que eres?

—Nay, buen Urian. Soy el enemigo más peligroso de todos. Soy la paciente. Yo espero,
dejándoles pensar que me han reprendido cuando la verdad es diferente. Estoy viendo y
aprendiendo. Después de todo, el tigre no se agacha por miedo, si no por puntería contra su
objetivo.

—No importa si das el primer golpe, pero es mejor que te asegures de golpear de último. —
Eso era lo que su padre siempre había dicho.

Apollymi asintió. —Exactamente.

Suspirando, se secó los ojos. —Gracias, akra.

Ella le frotó la espalda. —Sabes dónde estoy si me necesitas.

Urian no se movió hasta que ella lo dejó solo. Su mente aún se tambaleaba con los
acontecimientos de la noche y el hecho de que necesitaba un alma.
Artemisa había cambiado las reglas acerca de ellos. Una parte de él se preguntaba si tenía algo
que ver con el hecho de que habían estado cazando y matando al otro linaje de Apolo. Pero
entonces, no podía imaginar que a Artemisa le importara.

Como Apollymi había dicho, ella era demasiado egoísta para eso.

Paris y Davyn entraron en la sala, buscando a su padre. Urian se estremeció mientras se daba
cuenta de que no tenían idea de lo que había sucedido. Incapaz de decirles sobre Theo, él abrió un
portal y por primera vez en su vida, corrió.

Lo cual era una estupidez ya que no sabía dónde lo dejaría el portal. Afortunadamente, no lo
dejó caer a la luz del día.

Tardó un minuto en darse cuenta de que eran las ruinas de la capital de Sheba. Estaba de pie
en lo que una vez había sido el pasillo donde ella había muerto.

Atormentado por los fantasmas de su pasado, trató de recordar esa noche. Pero el tiempo
había embotado sus recuerdos. Fue hace tanto tiempo ahora. Apenas podía recordar cómo se veía
ella. Incluso el hecho de que hubiera estado casado parecía más bien un sueño que realidad.

Y aun así las almas humanas en su cabeza gritaban. La única vez que le daban paz era siempre
que Xyn estaba con él. Por alguna razón, no las escuchaba con ella alrededor. Él no sabía si estaba
tan ocupado con su presencia que simplemente no prestaba atención o si había algo en ella que las
tapaba.

Sea lo que sea, su presencia le daba un precioso respiro de la locura.

Mientras Urian pensaba en Xyn, vió un destello peculiar enterrado en los escombros.
Frunciendo el ceño, se acercó a él. Al principio, pensó que era un poco de basura. Hasta que se
acercó y lo recogió.

Era una pieza de armadura que se había roto. Pero no de cualquier armadura.

Este era un símbolo que él conocía y había visto. Muchas veces. Con su corazón martillando,
lo tomó y volvió a Kalosis.

Sin decir una palabra a nadie, se teletransportó al palacio de Apollymi y se dirigió a su jardín.

Como siempre, ella estaba sentada en su espejo, mirando el mundo. Pero cuando ella sintió su
acercamiento, ella se puso de pie. —¿Ha ocurrido algo más?

Él se inclinó hacia ella, luego extendió la armadura hacia ella. —¿Qué es este emblema?

Ella le echó un vistazo y sus ojos brillaron de rojo. —¿De dónde viene esto?

—Del palacio de Sheba. Es parte de la armadura que llevaban nuestros atacantes esa noche.

La pieza explotó mientras su vestido negro revoloteaba. —Parece que tenemos un enemigo
más potente que Helios detrás de ti, junto con mi hermana Azura.

—¿Por qué?
—Ustedes son los hijos de Apolo. Supongo que él quiere erradicarlos a todos y retomar su
divinidad.

—Pero nosotros odiamos a Apolo.

Ella se rió con amargura. —Eso no importa, Urian. Cuando llevas la sangre de un dios, llevas
una sentencia de muerte. Porque somos criaturas mezquinas. Mucho más que la humanidad. Y
nuestros rencores y juegos de poder tienen consecuencias mucho peores que cualquier cosa que la
humanidad pueda concebir.

Apollymi tomó su mano y lo llevó hacia su espejo. —Mira en el agua.

Mientras lo hacía, ella se paró detrás de él con una mano en su hombro y la otra en su cintura.
La parte superior de su cabeza apenas alcanzaba su hombro. Era extraño como ella parecía mucho
más grande y más feroz hasta ahora.

Pero en realidad, ella era físicamente pequeña comparada con él. Su complexión era de
huesos delicados y de apariencia casi frágil. Mientras tanto, él podría no ser tan musculoso como su
padre, pero de todos modos no era nada pequeño. Su físico estaba perfeccionado y era letal debido a
todas sus batallas y prácticas. Estaba marcado por la guerra, e incluso por el juego.

Ella bailó sus dedos ligeramente sobre su clavícula y mientras lo hacía, su brazo se iluminó.
El patrón de desplazamiento se volvió luminiscente y vibrante como si tuviera vida propia. Y el
color se disparó hasta sus ojos.

—Eres una criatura de gran belleza, —le susurró al oído—. Como yo, un arma de muerte
absoluta y, sin embargo, puedes dar vida.

—No pude salvar a mi hermano o hermana. —Se ahogó con sus lágrimas.

—Esa es nuestra tragedia y nuestros fuegos de corazón que nos forjan en quiénes y qué
somos. Los odiamos por eso, pero nos moldean contra nuestras voluntades. Y tenemos una opción;
o bien permitimos que esas tragedias nos conviertan en el arma que estamos destinados a ser para
que podamos continuar luchando las batallas que debemos, o nos rompemos bajo el peso de ellos
para convertirnos en cosas inútiles. Nunca seré una cosa inútil que se acueste en el piso y lamento lo
que me ha pasado. Más bien voy a contraatacar a todos aquellos que han tratado de quebrarme.
Porque eso es lo que un arma forjada por el fuego hace.

Ella movió sus brazos para abrazarlo como lo haría una madre. —Sé que no te sientes como
un arma esta noche. Te sientes sacudido por los golpes que has recibido, y sientes como si uno más
podría destruirte. Pero te conozco, Urian. Tú eres el fénix en tu escudo. Te levantarás de estas
cenizas, un más fuerte y gran guerrero, y derribarás a tus enemigos.

Se recostó contra ella y asintió. —Gracias, akra.

Ella asintió con gravedad. —Mientras no estabas, aprendí sobre tus Cazadores Oscuros.

Se volvió hacia ella. —¿Por qué los creó ella?

—Para controlar. No hay otra razón. Es un juego de poder contra su hermano.

—¿Sin pensar en nuestras vidas?


—Si ella se preocupara por sus vidas, Urian, los habría ayudado a todos cuando fueron
maldecidos.

Ella tenía razón y él lo sabía. Aunque Artemisa era su tía, nunca la había conocido o visto.
Ella era una diosa y podría haberlos salvado, sin embargo, ella no había hecho nada para intervenir
en su favor.

—Pero sí sé sus debilidades.

Su corazón dio un vuelco con eso. —¿Cuáles son?

—Sobre todo, las mismas que las suyas. No pueden salir a la luz del día. Aunque ellos son
inmortales y no tienen que alimentarse de sangre, pueden ser asesinados. Decapitación. Luz solar.
Desmembramiento total. Y tienen ayudantes humanos, portadores de escudos, quienes los cuidan
mientras duermen. Ellos tienen que comer, por lo que van y vienen, y viven en el mundo humano,
lo que los hace vulnerables. Ellos no pueden dañar a ningún apolita o humano. Solo pueden matar
daimons.

—¿Y si rompen ese código?

—Serán asesinados.

—¿Así que podemos usar humanos contra ellos?

Ella inclinó la cabeza hacia él.

—Bien... entonces esto es guerra.

Apollymi sonrió en aprobación. —Y te designo como mi principal general.


3 de septiembre, 7382 aC
Urian sintió el poder de un ser antiguo andar por la habitación como un maremoto tres
segundos antes de que se abriera la puerta de la posada. Nadie más pareció notarlo, pero hizo que
cada terminación nerviosa en su cuerpo se tensara.

¿Y cómo no podría?

Esta criatura, a falta de un término mejor, era tan alta como su padre, con un poco más de dos
metros. Con el largo cabello negro azabache que fluía sobre sus hombros, él estaba vestido como un
bárbaro con pieles y túnicas negras que fluían y pantalones. Pero lo que llamó la atención de Urian
aún más que su esencia divina era el bastón que llevaba.

La cima de la madera torcida llevaba el símbolo del sol de Apollymi, que era perforado por
tres rayos.

Incluso París, que estaba a su lado, frunció el ceño en cuanto vio el emblema. —¿Es ese…

—Lo es. —Urian sintió que su brazo se calentaba a un nivel insoportable. Especialmente
cuando el hombre-criatura giró un par de ojos plata arremolinados hacia él.

Paris contuvo la respiración bruscamente.

—Deberías irte.

Su hermano titubeó. —¿Que hay contigo?

—No voy a estar muy lejos.

Todavía París no se movió.

Irritado, Urian lo empujó hacia Davyn y proyectó sus pensamientos a ambos. Toma a tu
esposo y vete de aquí. ¡Ahora! Por la puerta trasera.

—¿Acheron?

La criatura se volvió hacia un soldado griego, mientras que Urian protegía la salida de su
hermano. Quería asegurarse de que no le pasara nada a París ni a Davyn. No esta noche.

Sin embargo, sintió un peculiar tirón hacia Acheron. Había algún tipo de familiaridad. Como
si él debiera conocerlo. No podía explicarlo. Como que algo dentro de él conocía a este hombre, o
que debía saber quién era.

Nunca había sentido algo así.

Todavía le palpitaba el brazo. Gracias a los dioses lo tenía completamente cubierto con una
hombrera de cuero, brazalete, guante, y sus clamide.

De repente, las voces en su cabeza se hicieron más fuertes.

No solo las almas humanas que había tomado. Había más ahora.
Desorientado, Urian se movió para irse solo para encontrar a Acheron en su camino. De cerca,
parecía físicamente más joven que Urian. No por mucho, tal vez un par de años. Y tenían casi la
misma contextura física. Sin embargo, le molestaba que el bastardo tuviera un par de centímetros
más de altura.

Acheron estrechó su mirada sobre él. —¿Te conozco?

Urian negó con la cabeza y sin una palabra, rápidamente pasó rozándolo y se fue.

Acheron jadeó al sentir el ligero toque como un golpe físico en su cuerpo. Más como un
martillazo en su pecho. De hecho, apenas podía respirar. Era tan severo que activó a su protector
charonte en su brazo.

—Shh, Simi, —susurró él, acariciándola con la mano para calmarla, de manera que ella no se
despegara de su piel frente a los humanos reunidos en la taberna y los asustara con su repentina
apariencia demoníaca.

Acheron no estaba lastimado. Al menos no físicamente. Pero él estaba preocupado.

Volviendo hacia la mesa, se sentó frente al señor de la guerra endurecido con el que había
venido a reunirse. Con cabello rubio oscuro y fríos ojos verdes que daban la ilusión de que
brillaban, tenía una cicatriz en la clavícula donde parecía que alguien había intentado cortarle la
garganta una vez. Dada la violencia de la que Thorn era capaz, Acheron estaba seguro de que esa
persona no había sobrevivido a su estupidez. De hecho, en este ruido de guerreros, Thorn se
destacaba como uno con quien no se podía jugar. Tenía un aire de muerte y crueldad.

Pero Acheron lo conocía mejor. No era cruel con nadie que no lo mereciera. Thorn era un
campeón para la humanidad. Hace siglos, se había propuesto a él mismo vigilar a los demonios que
se aprovechaban de ellos y enviarlos de vuelta a sus dimensiones para que no pudieran dañar a los
inocentes. Era una tarea ingrata. Sin embargo, Thorn nunca se quejó.

Bueno... “nunca” era un poco exagerado.

Y mientras Acheron era el nuevo líder designado de los Cazadores Oscuros que Artemisa
había creado, no sabía nada de liderar a otros.

Thorn, por otro lado, había nacido para dirigir un ejército. Desde el minuto en que había
tenido la edad suficiente para sentarse solo, su padrastro le había enseñado a montar. En ese
entonces, había asumido que algún día sería heredero. Poco había sabido, tenía un destino mucho
más grande.

Uno en el que él no dirigiría el imperio de ese hombre, sino un ejército de Hellchasers que
luchaban contra los demonios y los llevaban de vuelta a sus respectivos infiernos.

Si alguien tuviera un consejo de liderazgo sobre cómo combatir a los bastardos que Acheron
tenía ahora a cargo de mantener vivos e intactos, no podía pensar en alguien mejor que Akantheus
Leucious Forneus de los Brakadianos, o El Coleccionista de la Muerte. Como era más conocido.

Y definitivamente se veía como tal. Vestido con un conjunto loco de pieles y cuero que estaba
cubierto con una variedad de placas de metal cosidas para asemejarse a las escamas de un dragón
sobre una correa de cadena, y parecía como si fuera parte hombre, parte bestia. Su largo y suelto
cabello no ayudaba. Ni tampoco su barba, ni larga ni corta. Simplemente parecía que no podía
decidir si quería tener una o estar bien afeitado. Pero entonces ese era Thorn. No vivía de acuerdo
los dictados de nadie salvo los propios.

Incluso sus armas eran así. Mientras que la mayoría portaban espadas, sus armas de elección
eran un látigo, un arco de honda, una daga larga, y un guante con garras que se parecía a la mano de
un halcón.

Acheron inclinó su cabeza. —¿Viste ese guerrero rubio que estaba justo aquí?

Thorn entrecerró los ojos hacia la puerta por donde había salido. —¿Qué de él?

—¿Era un daimon?

—¿Con ojos azules?

Tenía un punto, pero... —¿Qué era él?

Las cejas de Thorn se alzaron ante la pregunta de Acheron mientras se estiraba para volver a
llenar su copa. —¿No lo sabes?

—No. —No se podía evitar notar la asombrada incredulidad en su tono. Como un dios atlante,
no era frecuente que Acheron no supiera todo acerca de todos en el momento en que los conocía. La
única vez en que no lo sabía era cuando impactarían en su futuro de alguna manera, o si fueran
amigos o familiares.

Sin embargo, nunca había conocido a esa persona antes.

Thorn resopló, luego sonrió y tomó un largo trago de aguamiel. —Me encanta esa expresión
en tu rostro, Akipoo.

Acheron le dio una mirada divertida. —No me hagas apuñalarte.

—Puedes intentarlo.

Y esa era la razón por la que Leucious era conocido como Thorn, ya que en él era una espina
en el trasero de todos. Especialmente en el de su padre, la fuente de todo mal.

—¿Sabes o no algo sobre el hombre que estuvo aquí?

Thorn se rascó el cuello. —Sé que no era humano. Lo que sea que te esté haciendo picar el
trasero también está haciendo picar el mío. Pero lo que él era... yo no lo sé.

—Animal, vegetal, o mineral.

Thorn se echó a reír. —Demonio o daimon.

—Dijiste que no era un daimon.

Thorn se encogió de hombros. —Digo muchas cosas. Por lo general, nadie escucha.

Acheron sacudió la cabeza.


—Entonces... dime otra vez sobre estos Cazadores Oscuros. ¿Su trabajo es cazar daimons y
libera a las almas humanas dentro de ellas antes de que perezcan completamente?

Él asintió. —Esa es la teoría. Según Artemisa, en el momento en que un daimon coacciona a


un alma humana a entrar en su cuerpo, comienza a morir. Si podemos llegar a ellos a tiempo,
podemos perforar la marca y liberar al alma de vuelta al universo donde puede volver a su fuente.

Thorn dejó escapar un silbido bajo. —¿Cómo consiguen ellos las almas?

Acheron se encogió de hombros. —Maldición, ni idea.

—Bueno, no te envidio esta tarea.

—¿Por qué?

Thorn se sentó hacia delante. —Yo solo devuelvo demonios. Estás hablando de entrenar
guerreros para matarlos. En mi experiencia, cosas que tienen poderes psíquicos y están relacionados
con un dios no mueren fácil. Y cuando lo hacen, intentan llevarte con ellos.
8 de septiembre, 7382 aC
Urian miró al humano frente a él. Sus ojos estaban vidriosos por el hechizo que Apollymi les
había enseñado a usar para drenar a un humano hasta un nivel peligroso donde se cernían cerca de
la muerte. —¿Te rindes a mí?

Él asintió mientras su cabeza se echaba hacia atrás.

Forzando su cabeza hacia arriba, Urian le dio una bofetada para ponerlo en un estado de
alerta. —Enfócate... quiero tu alma. ¿Me la darás?

—Aye, —susurrró.

Urian hundió sus colmillos en la garganta del hombre y le arrancó su yugular. Se sentiría mal,
pero se sentía mejor por el hecho de que era mejor que muriera él que Urian. Y mientras él bebía,
sintió el miedo del hombre. Esa era la peor parte de alimentarse de la humanidad.

Sus emociones se enredaban juntas. Compartían sus recuerdos.

Era por eso que a muchos daimons no les gustaba acosar a los criminales a pesar de que eran
mucho más poderosos que los otros, como regla. Lo que él hacía tomaba requería de control y
disciplina. Debido a sus almas corruptas e inhumanidad, fácilmente podían envenenarlo. Él podría
deslizarse directamente en su crueldad.

Si él fuera débil.

Pero aunque tenía que hacer esto para sobrevivir, no era la misma raza animal que ellos eran.
Esto fue forzado en él. No fue una elección.

Gran diferencia.

Urian se retiró cuando sintió la muerte del hombre. Lo sostuvo contra su pecho mientras
esperaba ese momento crítico. Pellizcando la nariz del hombre, apretó su agarre sobre su pecho y
comenzó a cantar el hechizo de invocación.

Era una cosa complicada atraer a un alma. Más complicada todavía absorber una en su
cuerpo. Cuando comenzó a hacer esto por primera vez, tuvo varios escapes porque no había podido
detectar ese momento cuando abandonaron el cuerpo humano. Ahora su vista estaba mejor
entrenada.

Incluso podía olerlas.

Como ahora. Urian contuvo el aliento mientras el alma corría hacia él y se estrellaba contra su
cuerpo, fusionándose con su ser físico. El impacto siempre era estimulante.

Tembloroso y mareado, lo soltó para que el cuerpo del hombre pudiera deslizarse hacia la
calle.

¿Dónde estoy? ¿Qué pasó? ¡Hola!


Urian se estremeció ante los gritos en su cráneo. Frotándose la frente, suspiró pesadamente.
Eso, él lo odiaba. Era como una migraña que tenía un bebé atropellado por un elefante que había
sido golpeado por un huracán en medio de un volcán en erupción.

Y desearía estar exagerando.

De repente, alguien le pasó la mano por el pelo. Se tensó y comenzó a golpear hasta que el
olor de la mujer golpeó sus fosas nasales.

Urian se relajó al instante. —Xyn. —Su nombre salió de sus labios como una plagaria.

—Preguntaría sobre el cuerpo a tus pies, pero la sangre en tus labios me da una muy buena
idea.

Abriendo los ojos, se limpió la sangre con el nudillo mientras se encontraba con su hermosa
mirada. Hasta que vio los moretones y rasguños en su frente y mejilla. La ira lo atravesó. —¿Qué
hay de ti?

—Guerra.

La mirada de Urian se oscureció.

Ella tomó su rostro entre sus suaves manos y se puso de puntillas para colocar un suave beso
en sus labios. —Tranquilízate, mi enojado daimon. Estoy bien. En batalla tienden golpearte.

—No significa que me guste.

—Lo sé. —Ella mordió su labio inferior—. ¿Cómo estás?

¿En ese momento?

—Hambriento. —Pero no por sangre. Estaba hambriento de algo un poco más exótico...

Urian la acercó para saborear sus curvas contra su cuerpo, aunque para ser honesto, preferiría
que ambos estuvieran desnudos y no cubiertos con una armadura.

Ella puso su brazo alrededor de su cuello y lo abrazó con fuerza mientras la presionaba contra
la pared. —No podía creerlo cuando te vi. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Salí a alimentarme. ¿Tú?

—Alguien robó el huevo de mi hermano.

—¿Huevo? —Urian estaba horrorizado de que alguien se atrevería a perseguir al hijo de un


dragón.

—No es lo que estás pensando, —bromeó—. Es algo que usamos para curarnos.

—Ah.
Xyn se quedó sin aliento al sentir la mano de Urian deslizándose dentro de su armadura para
que sus dedos pudieran ahondar profundamente en su cuerpo. Su corazón comenzó a latir con
fuerza. —¿Que estas haciendo?

—Creo que lo sabes.

Ella miró alrededor del callejón desierto. —¡Estamos en público!

—Entonces será mejor que me lleves a un lugar privado. Me temo que estoy un poco borracho
y entre eso y tu olor, me siento bastante salvaje en este momento.

En efecto. Ella nunca lo había visto así antes. Había un algo “al límite” en él que normalmente
no estaba allí. Aunque ella siempre supo que él era letal, esto era diferente. Él era…

Ella no sabía cómo describirlo.

Usando sus poderes, ella los teletransportó a su rústico lugar. Urian retrocedió con un siseo.

—¡Nay! ¡Está bien! —Ella lo agarró del brazo y lo jaló hacia la luz—. No es el sol. El brillo
es del fuego fey.

Con la respiración entrecortada, todavía parecía aterrorizado. Él tenía la más salvaje mirada
en sus ojos.

—Shh, —ella lo tranquilizó, acariciando su espalda.

Urian contempló la luz más brillante que había visto en su vida. Era diferente a cualquier cosa
imaginable ¿Cómo podría no ser la luz del sol?

Entrecerrando los ojos, la miró fijamente.

Xyn sonrió. —¿Ves? No estás en llamas.

—Fácil para ti de decir. Tú tienes inmunidad.

—Cierto. —Ella le acarició el cuello mientras lo desnudaba hasta la cintura.

Urian apenas podía respirar mientras sus manos hacían su magia sobre su cuerpo. Dioses,
cómo la había extrañado.

—Inclina tu cabeza hacia adelante.

Su mente estaba embotada por su lujuria desenfrenada y la sangre que había bebido junto con
la nueva alma. Él la complació sin cuestionarla. Ella le pasó las manos por su cabello y suavemente
masajeó su cuero cabelludo. Se sentía tan bien que tuvo que apretar sus dientes para no gemir en
voz alta.

Sus dedos se deslizaron alrededor de los contornos de su cráneo, tirando muy suavemente de
su cabello, acariciando y jugueteando hasta que el placer fue casi cegador por su intensidad.

Luego ella movió sus manos más abajo a su cuello y hombros. Su abdomen. En ese momento,
juró que su cuerpo se volvió líquido. —¿Qué me estás haciendo? —Preguntó, su voz gruesa.
Xyn presionó sus dedos en sus rígidos músculos, aliviándolos. —Haciéndote mío.

—Ya era tuyo, —susurró él mientras sus manos le daban placer.

Su toque era fuerte pero tan tierno que no causaba dolor, solo alegría.

—Ven y acuéstate en mi cama. —Xyn apretó los labios para evitar sonreír ante la rapidez con
que obedecía.

Se movió tan rápido que, salvo por el hecho de que no sabía dónde estaba su habitación, él
habría antes. Tal como estaba, ella tuvo que correr para ponerse delante de él y liderar el camino
hacia donde estaba colocada su gran cama redonda en el centro de un gran cenador. Seda blanca
colgaba del techo, protegiendo la cama de corrientes de aire.

Tirando piezas de la armadura mientras se acercaba a ella, Urian se tendió diligentemente


como si ansiara su toque como un hombre hambriento en un banquete.

Ella se echó a reír mientras se arrastraba a su lado y descansaba sobre sus rodillas. —Pon tus
manos debajo de la cabeza. —Ella se sentó hacia adelante para poder masajear suavemente los
músculos de su cicatrizada espalda. Cómo odiaba ver cuántas cicatrices más había añadido desde la
última vez que estuvieron juntos. Esa siempre era la peor parte sobre sus ausencias.

Catalogar sus heridas. Ver el dolor adicional en sus ojos que parecía empeorar. Si bien no
envejecía físicamente, el costo mental era evidente en aquellos hermosos ojos azules que parecían
volverse un poco más apagados con el paso de los años. Y eso le dolía por él. Cada vez que lo veía,
quería preguntar cuántos de sus amigos y familiares había perdido mientras estaban separados, pero
ella no se atrevía.

Por una parte, ella no quería ese dolor en su propio corazón, y por otra, ella no quería revivir
las heridas que lo atormentaban.

Así que ella apartó esos pensamientos y saboreó el hecho de que él todavía estaba aquí con
ella este año. Por ahora, él estaba a salvo y estaban juntos. Eso era todo lo que importaba.

Urian dejó escapar un profundo suspiro cuando el éxtasis absoluto se apoderó de él y sus
tiernas manos relajaron sus músculos adoloridos y tensos, calmándolo de una manera que nunca
había sentido antes. Realmente no había nadie más como su precioso dragón.

Por eso la amaba tanto. La razón por la que quería quedarse con ella.

Si solo pudiera...

Pero el dolor de su pasado y las diferencias en sus mundos nunca le permitirían eso. Todavía
no había encontrado toda la otra línea de sangre de Apolo. La maldición perduraba.

Y, sin embargo, algo sobre Sarraxyn borraba completamente el dolor de su pasado. Con sólo
mirarla a los ojos era suficiente para que se sintiera mejor.

Hasta que tenía que dejarla. Cada vez que se apartaba de su lado, estaba aterrorizado de no
verla nunca más. Porque él sabía que todos, incluso los dragones, morían. Él había vivido toda su
vida acosado por Hades y sus secuaces, y nunca más quería perder a otra persona que significara
algo para él.
Dolía demasiado.

La idea de perderla lo destrozaba.

Xyn lo sintió tensarse. —Shh, Urian, —le susurró al oído, moviendo sus manos por su cabeza,
para acariciarle el cuero cabelludo y la sien—. Pon tus malos pensamientos a un costado y no
pienses en nada más que felicidad mientras estoy contigo.

Eso era ciertamente bastante fácil de hacer. Ella incluso comenzó a tararear en un esfuerzo
por ayudarlo.

Agradecido de estar con ella esta noche, Urian cerró los ojos mientras su voz suave lo
calmaba tanto como sus manos lo hacían. Se sentía tan increíblemente tranquilo. Pacífico. En
ningún momento de su vida había experimentado algo parecido a esto.

Era la perfección.

Y se lo debía todo a su hermoso dragón que le hacía arder todo su cuerpo con nada más que
una dulce y tímida sonrisa.

Xyn le besó la espalda mientras toda la tensión lo abandonaba. Ella suavemente clavó sus
pulgares debajo de los omóplatos, luego movió sus manos por su espina dorsal hasta que ella
alcanzó la parte baja de su espalda.

Ella trazó una de las cicatrices allí. Una de ellas era profunda e iba desde su cadera hacia
abajo a través de su nalga izquierda. Ella no estaba segura de sí había sido causada por una espada o
por alguna otra herida. De cualquier manera, la herida debía haber sido insoportable cuando la
recibió.

Tanto dolor…

Antes de que pudiera detenerse, se inclinó hacia delante y colocó sus labios en ese lugar.
Urian siseó de placer, pero no se apartó de ella ni trató de rodar.

Animada por eso, ella lentamente arrastró sus labios por su espina dorsal hasta su musculosa
espalda. Incluso con todas las cicatrices sobre su carne de caramelo, su espalda era perfecta para
ella. Hermoso. Y ella quería probar cada centímetro de él. Lamerlo de la cabeza a los pies hasta que
él le rogara misericordia.

Urian sintió que se endurecía mientras ella lamía suavemente las cicatrices en su piel. Era
extraño sentir tanto placer por algo que le había causado tanto dolor. Pero entonces esa era su dama
dragón. Era en lo que ella sobresalía.

Hacer desaparecer su agonía.

Dándose la vuelta, la atrapó antes de que ella se alejara. Él tomó su rostro en su mano, y luego
la acercó hasta sus labios para besarla. Podía saborear el deseo en los labios de ella, sentir el calor
de su cuerpo.

Y él quería más.
Cada día que habían estado separados había sido pura tortura. Estar tan cerca de ella ahora y
no dentro de ella aun...

Su resistencia se derritió bajo la embestida de su presencia. Estaba demasiado cansado para


luchar, demasiado fatigado para negarse a sí mismo su consuelo. Aunque le gustara o no, él
necesitaba su tacto. Ella era el aire que respiraba.

El latido de corazón que necesitaba para sobrevivir.

Xyn cerró los ojos y dejó que la esencia masculina y la sensación de Urian la inundaran. Él
sabía a decadencia y a poder. A masculinidad letal. Su beso fue feroz y apasionado, lleno de
promesas.

Ámame urian ¡Abrázame esta noche y nunca me dejes ir!

Las palabras eran una plegaria profunda en su alma. Él era todo lo que ella había querido en
su vida. Qué extraño era tener cada comodidad y lujo que su posición de dragón podía permitir para
aun así seguir queriendo el sueño de su campeón daimon dorado.

Aunque era el hijo de un demonio maligno, también era el símbolo de todas las cosas buenas
para ella. Porque él era amor. Nobleza. Honor. Pasión. Ella no podía imaginar estar con alguien
más.

No de esta manera.

Ella tembló cuando él dejó sus labios para arrastrar sus besos por su garganta hasta su cuello.
Su mano caliente tomó su pecho, esparciendo escalofríos sobre ella. Su agarre apretándose, él tiró
de ella debajo de él para que su peso fuera agradable y aplastante.

Sus caricias no eran lentas y juguetonas como normalmente lo eran. Esta noche él era audaz y
estaba hambriento, como si él no pudiera tener suficiente de ella. Como si quisiera tocar cada parte
de su cuerpo a la vez.

Y ella estaba tan hambrienta de él. Su cuerpo vibraba con ferviente necesidad que era avivada
por la propia urgencia de Urian.

Para su total sorpresa, los ojos de Urian brillaron de un rojo vibrante antes de usar sus poderes
para quítarle la ropa de su cuerpo y que la mitad inferior quedara al descubierto.

—¿Qué me has hecho, mi dama dragón? —Urian le susurró al oído antes de lamer su lóbulo y
enviar escalofríos a través de ella—. Te deseo más de lo que nunca he deseado nada.

—Muéstrame cuánto me anhelas, Urian, —dijo, con voz gruesa y profunda debido a su propia
pasión sin sentido—. Quiero sentirte dentro de mí.

El miembro de Urian se sacudió ante sus palabras descaradas. Y luego creció aún más a
medida que ella deslizaba su mano entre sus cuerpos para tomarlo en su palma. Él se frotó contra su
tacto, deleitándose con la frialdad de su piel sobre su carne febril.

—¿Cómo me sientes dentro de ti? —Estaba desesperado por escucharla describirlo.


Su sonrisa se volvió traviesa cuando sus ojos brillaron. —Lleno y cálido. Es como si yo
pudiera sentir la punta de ti hasta mi ombligo.

Gruñó cuando ella lo agarró y le dio un ligero apretón. Siseando, rodó hasta que ella estuvo
encima de él. —Muéstrame lo que te gusta, mi dragón. Nuestra pasión está en tus manos.

Urian contuvo el aliento cuando ella se incorporó en cuclillas y examinó su cuerpo. Ella
realizó un círculo cegador alrededor de su pezón antes de que extendiera sus muslos y lo montara.

Con el corazón acelerado, alcanzó a tocar la parte de ella que ahora estaba abierta para su
deleite. Observó el éxtasis en su rostro mientras la acariciaba suavemente con su pulgar hasta que
ella estuvo completamente mojada para él.

Queriendo y necesitando más, la levantó ligeramente y se enterró profundamente dentro de su


cuerpo.

Xyn dio un pequeño grito ante la sensación perfecta de su daimon. Él levantó sus caderas,
conduciéndose aún más profundo en ella. Él sostuvo sus caderas mientras ella lo montaba lento y
fácil. Era glorioso.

Los hermosos ojos de Urian estaban parcialmente cerrados y cálidos mientras la observaba.
—Eso es, amor. Haz lo que quieras conmigo.

Ella sonrió mientras aceleraba sus golpes. Urian arqueó su espalda cuando un gran placer
brillaba en esos ojos mágicos. Él se sentó debajo de ella para saquear su boca tan exhaustivamente
que en realidad la mareaba. Ella amaba la sensación de su aliento mezclado con el de ella, de su
lengua adentrándose a través de su boca al momento de sus embates. Xyn pasó su mano por su
musculoso brazo cuando comenzó a brillar, deleitándose con la sensación de acero.

Urian apoyó la cabeza en su hombro mientras observaba al cuerpo de ella dándole placer al
suyo. Su brillante humedad era un refugio para él mientras su ternura por ella explotaba a través de
él.

Por primera vez en su vida, lamentaba ser estéril. Él no amaría nada más que tener hijos con
Xyn. Ser normal para ella.

Ese era su único y verdadero arrepentimiento.

Si él pudiera tener un deseo en la vida, sería haberla conocido como otro dragón o incluso un
simple humano. Cualquier otra cosa que no fuera el monstruo que era. Ser cualquier héroe que ella
aceptara y estar completo para ella.

Todo lo que quería era poseerla con una ferocidad que no sería negada.

Con sus cuerpos aún entrelazados, él la levantó hasta que pudo recostarla contra el colchón
para que él pudiera tomar control de su unión. Queridos dioses, necesitaba a esta mujer más de lo
que necesitaba respirar para vivir. Ya no estaba de humor para ser fácil y juguetón.

El demonio dentro de él estaba en control ahora y solo quería poseerla. Enterrarse en ella una
y otra vez hasta que por fin estuviera saciado y satisfecho.
Xyn se mordió el labio mientras Urian la montaba rápido y duro. Sus golpes se hicieron eco a
través de ella, enviando temblores placenteros a lo largo y ancho de su cuerpo.

La cabeza le dio vueltas cuando llegó al éxtasis en sus brazos.

Él descubrió sus colmillos mientras sonreía y suavemente tomó su rostro antes de besarla
hasta estar satisfecho. Luego Urian mordisqueó su boca mientras hacía prolongar su clímax. Ella
clavó sus uñas en su hombro cuando su nombre fue arrancado de sus labios.

Dos latidos después, se unió a ella allí en ese momento de perfecta felicidad.

Cuando su cuerpo finalmente estuvo drenado y saciado, se derrumbó encima de ella, jadeando
con fuerza en su oreja. Apoyó la cabeza contra su pecho para poder oír el latido de su corazón
latiendo con fuerza bajo su mejilla.

Ella jugó ligeramente con su húmedo, largo y rubio cabello platinado mientras ella acunaba su
cuerpo con el de ella.

Ninguno de los dos habló en la quietud de su casa aislada. Urian simplemente dejó que su
toque lo apaciguara hasta que se quedó dormido, piel con piel, su cuerpo todavía descansando
dentro de ella.

Xyn le besó la frente mientras lo sentía relajarse completamente contra ella mientras se
quedaba dormido en sus brazos. Nunca antes había hecho tal cosa. Fue el momento más dichoso de
su vida al darse cuenta de la confianza que le profesaba su daimon para hacer tal cosa.

Y Urian no confiaba en nadie así. Simplemente no estaba en él. Acunando su cuerpo, cerró los
ojos e intentó imaginar cómo sería tener una vida normal con su daimon. Uno donde pudieran vivir
juntos como marido y mujer.

Tal vez era un sueño estúpido. Pero era el único que ella tenía.

Sus hermanos se reirían de ella si supieran que ella lo tenía. No se suponía que los dragones
pensaran en tales cosas. Habían nacido para ser solitarios. No se suponía que tuvieran amantes o
que anhelaran tener un esposo. Esto era algo muy antinatural.

Sin embargo, ella no podía evitar lo que sentía.

Urian era su corazón.

Y nunca podrían estar juntos.

Stygian
Urian se despertó con el olor de su precioso dragón en su piel. Incluso antes de abrir los ojos,
sintió su mano en su cabello, su muslo descansando entre los suyos. Sus nalgas presionadas contra
su ingle.

Eso encendió su lujuria de inmediato. Todavía somnoliento, su único pensamiento era sentir
aún más de su cuerpo cálido y suave.
Xyn se despertó con la sensación de Urian profundo y duro dentro de ella. Jadeando, ella se
dio cuenta de que tenía una de sus piernas dobladas cuando la penetró por detrás y empujó contra
sus caderas.

—Buenos días, —él susurró contra su oído antes de besarla con ternura en su mejilla.

Ella contuvo la respiración bruscamente cuando él se adentró particularmente profundo en su


interior. —Buenos días, daimon. Parece que te has hecho sentir como en casa.

—¿Quieres que me vaya?

Siseando bruscamente, ella tiró de su mano hacia el centro de su cuerpo. —Para nada, —dijo
sin aliento cuando se encontró con sus profundas caricias—. Pero espero que me complazcas.

La risa de Urian la calentó mientras cuidaba de acariciarla con ternura al mismo tiempo que
sus empujes. Bajó la cabeza para poder pasar la lengua por su oreja. Xyn temblaba por la fuerza de
los escalofríos que la atravesaban.

Urian inhaló el aroma de su dragón mientras se estiraba para suavizar su vibrante cabello rojo.
En ese momento, él nunca quiso dejar su cuerpo o a ella.

Él envolvió sus brazos alrededor de ella y dejó que su aroma femenino se derramara sobre él
mientras empujaba dentro y fuera de su cuerpo hasta que sintió su espasmo. Ella gritó y le clavó sus
uñas en su brazo resplandeciente.

Con su respiración entrecortada, Urian aceleró sus movimientos hasta que él felizmente se
unió a ella. Apretó los dientes cuando su propio orgasmo lo recorrió y gruñó profundamente en su
garganta. La fuerza lo dejó débil y saciado, y al mismo tiempo se sintió vigorizado.

Cerrando los ojos, permaneció entrelazado con ella, sin querer irse. Este era su Katateros. Su
cielo.

Si tan solo él pudiera quedarse.

¡Urian!

Él saltó al escuchar el llamado de su padre.

Xyn volvió la cabeza para mirarlo por encima del hombro. —¿Estás bien?

—Mi padre me está llamando.

La decepción en sus ojos lo destrozó.

—Lo siento.

—Está bien. Sé que no puedo retenerte.

Dándole la vuelta, él se tendió sobre ella y la abrazó. —Tú sabes que yo no quiero irme.

—Lo sé.
Urian ¿Dónde estás?

Él hizo una mueca.

—¿Sigue llamando?

Urian asintió.

—Será mejor que te vayas, entonces.

—Cuídate mi amor.

Ella lo besó. —Y tú.

Con el estómago hecho un nudo, Urian asintió mientras se levantaba y se vestía. Regresó por
un último prolongado beso antes de que él teletransportara a Kalosis

En el momento en que aterrizó en el gran salón, encontró a su padre en su trono, rodeado de


daimons. La mirada cruel en su rodtro hubiera calmado a cualquiera, pero algo siniestro había
sucedido.

—¿Dónde has estado?

—Salí a buscar un psuché. —El psuché o psuché-sullambano era lo que ellos llamaban al acto
de buscar un alma humana. Era muy diferente de la ichoraima, que era el acto de alimentarse de
sangre apolita—. ¿Por qué? ¿Qué ha pasado?

—Jason, Abiron y Melissa fueron asesinados anoche.

Esa noticia lo golpeó como un golpe paralizante. Archie y Hagne deben estar tambaleándose.
Esos eran tres de sus cuatro hijos. —¿Cómo?

—Un Cazador Oscuro.

Urian no podía respirar. El dolor era tan grande y tan abrumador que su cuerpo y su mente no
pudieron reaccionar, por lo que se apagó. Se quedó allí, aturdido. Tratando de procesar el hecho de
que de un solo golpe, Archie había perdido a la mayoría de sus hijos.

Tengo que ir a él.

Urian se teletransportó a la casa de su hermano. Sin llamar, abrió la puerta para encontrar la
casa extrañamente vacía. Usó sus poderes para detectar dónde podrían estar. Cuando se acercó al
dormitorio, encontró a sus hermanos y cuñadas reconfortando a Hagne, que estaba en la cama,
acurrucada en una bola, incapaz de hacer frente a su pérdida. Ella estaba completamente catatónica.

Archie no estaba a la vista.

Aterrado por lo que eso significaba, Urian fue a buscarlo. Durante unos minutos, no hubo
rastro de su hermano en ninguna parte.

No hasta que tuvo un pensamiento en particular. Actuando por instinto, Urian fue al pequeño
jardín donde los niños solían jugaban.
Efectivamente, encontró a Archie sentado solo, debajo del árbol donde Abiron había tallado
su nombre. Cuando se acercó, se dio cuenta de que su hermano tenía una de las muñecas de Melissa
en sus manos temblorosas.

—¿Archie?

Él no habló.

Urian se arrodilló a su lado y le pasó un brazo por los hombros.

Entonces su enorme y bruto hermano lo miró y estalló en lágrimas. Aferrándose a él, sollozó
de una manera que Urian nunca lo había oído hacer antes. Ni cuando perdieron a su madre. O a su
hermana o hermano. Nunca, nada, había quebrado al poderosos Archimedes.

Hasta hoy.

—Lo siento mucho.

Archie apretó su agarre sobre Urian. —Debería haber estado con ellos. ¿Por qué no estaba yo
allí? ¿Cómo pude dejarlos ir solos? Yo era su padre, Uri. Era mi trabajo protegerlos.

—Shh, Archie, no lo sabías.

—Los dejé solos...

—No hiciste nada malo.

—Nay, pero lo hice. Los dejé para que se las arreglaran solos cuando no debería haberlo
hecho. ¡Debería haber estado allí!

De repente, Urian sintió un fuerte agarre en su cabello. Mirando hacia arriba, vio a su padre.
Sin una palabra, tiró de Urian hacia atrás y luego acunó a Archie en sus brazos para mecerlo.
Luego, con el otro brazo, tiró de Urian contra su pecho para sostenerlo como lo había hecho cuando
eran niños.

Su agarre fue brutal y aplastante, y sin embargo era extrañamente reconfortante.

—No nos quebrarán. No por esto. Los dioses pueden intentarlo, pero somos más fuertes de lo
que creen. Y somos poderosos. ¿Me oyen, hijos míos?

Él secó las lágrimas en el rostro de Urian y luego las de Archie. —Mírenme ambos. —Esperó
hasta que cumplieran—. Nos levantaremos y les devolveremos el golpe. No somos los únicos que
perdemos en esto y no permitiremos que nos lo quiten todo. No sin pelear. Sangre por sangre. Vida
por vida. Todos tenemos una opción. O cedes a los golpes de tus enemigos...

—O pones sus cabezas en la pared, —finalizó Urian por él.

Su padre asintió. —Thánatago. —Hacedor de la muerte.

Y después de esto, él forjaría su propio Thánati. Un equipo de Spathi para cazar a sus
depredadores. Si los dioses y los Cazadores Oscuros querían una guerra, Urian era dispuesto a
llevarla a ellos.
18 de julio, 2945 aC
Urian estaba preparándose para salir con un equipo de ataque cuando una luz brillante destelló
en el salón principal de Kalosis. Haciendo una mueca, dio un paso atrás esperando a otro apolita o
daimon. Eso era lo que normalmente venía a través de los portales.

Aunque durante los últimos miles de años, había habido algún Cazador Oscuro o demonio lo
bastante estúpidos para intentarlo, y había sido sumamente divertido.

Pero esto… esto era otra cosa.

Todos en la habitación se congelaron.

Su padre salió de su trono. Alto y musculoso, el hombre tenía el aura y el olor de un apolita o
daimon, pero su cabello oscuro decía que definitivamente no era uno de ellos.

No es que un daimon no pueda tener el pelo oscuro. Su padre y Archie se lo teñían. Pero el
tono de la piel de este hombre sugería que su cabello podría en realidad tener ese tono natural. Eso,
y el hecho de que olía a la esencia de algún animal.

Como Xyn.

Como si fuera un hibrido de algún tipo.

—¿Quién eres? — Exigió su padre.

Al diablo con eso. Urian quería saber qué era él.

—Nicander, hijo de Simonides. —Los miró con el ceño fruncido mientras lo rodeaban,
tratando de determinar si debían darle la bienvenida, detenerlo o matarlo—. ¿Qué es este lugar?

Su padre no se alteró en ningún momento. —Depende de tu intención y especie. ¿Qué eres


exactamente?

—Soy un Katagari Tsakali.

Urian fue el primero en resoplar. —Dices eso como si tuviéramos una idea de lo que significa.

Este le lanzó una sonrisa desdeñosa. —Significa que soy un cambia formas. No sales mucho,
¿verdad?

—Lo suficiente para matar lo que me molesta. —Urian lo midió con una sonrisa burlona. —Y
para despellejar a suficientes animales para hacerme un nuevo par de botas siempre que lo necesite.

Cuando Nicander comenzó a buscarlo, los daimons que estaban entre ellos lo agarraron y lo
retuvieron.

—Yo no haría eso, —le advirtió Trates—. Puede parecer joven, pero Urian es uno de nuestros
guerreros más fuertes. Confía en mí, no quieres meterte con él.

Curvando su labio, Nicander retrocedió y luego se volvió hacia su padre. —El rey Lycaon…
—¿Quién?

—Lycantes de Arcadia. Fue coronado Lycaon VI de Arcadia. El estúpido bastardo tuvo la


desafortunada suerte de enamorarse y casarse con una esposa apolita sin saberlo. De alguna manera,
ella lo mantuvo en secreto de su esposo hasta que cumplió veintisiete años. Cuando la reina Mysene
murió, Lycaon se dio cuenta que sus hijos serían presa del mismo destino.

Cruzando los brazos sobre su pecho, Urian se encogió ante la triste realidad de sus
matrimonios mixtos. Los dioses no les dieron tregua ni siquiera con eso.

—Por suerte, su hermana era la diosa Shala.

Urian dejó escapar un silbido. Como hija de Erebos y Nyx, Shala nació literalmente de Noche
y Oscuridad. Pero más que eso, su marido era el dios Dagón, y su madre, Hécate, era la hija del dios
del sol Titán, Helios. Ese era todo un árbol genealógico. No era de extrañar que Mysene se hubiera
querido casar con él. Como apolita, esa era una sabia decisión si uno quería salvar a sus hijos.

—¿Supongo que el rey decidió invocar alguna mediación familiar? —Preguntó Urian.

Nicander asintió. —Dagón acudió en su ayuda y uso su magia para unir el ADN animal a la
biología apolita.

Ahora él tenía toda la atención de Urian. —¿Cómo ha resultado para ti?

Extendiendo los brazos, Nicander dio un pequeño giro para que todos pudieran verlo. —
Mejor de lo que nadie podría imaginar. Hay dos razas de nuestra especie ahora. Los Arcadios, que
tienen corazones humanos, y por lo tanto esa es su forma primaria.

Los vellos de la nuca de Urian se erizaron. —¿Qué significa eso?

—Nacen humanos y viven sus vidas principalmente como seres humanos. En la pubertad,
pueden cambiar a lo que sea su forma de animal alternativa.

Su padre estrechó su mirada en él. —¿Y los Katagari?

—Katagaria es la forma plural. Katagari es singular. Nacemos como animales y tenemos un


corazón animal. Por lo tanto, nuestra forma básica es la de cualquier animal con el que hayamos
nacido. En mi caso, soy un chacal. Lo que significa que duermo en esa forma, y si me lesiono o
muero, vuelvo a serlo. Es mi forma más fuerte.

—¡Vaya mierda! —dijo Archie.

Urian estuvo de acuerdo.

Y aparentemente también Nicander. —No elegí esto más de lo que ustedes eligieron ser
apolita. Fuimos juntados y se hicieron experimentos en contra de nuestras voluntades. Nos forzaron.
Pero lo bueno es que no morimos a los veintisiete años y ya no tenemos que alimentarnos de sangre
para vivir.

Ahora, eso llamó la atención de todos.

—¿Perdón? —Su padre se puso de pie.


Nicander asintió. —Lo que escuchaste. Vivimos cientos de años. Con nuestra magia intacta.

—¡Anotenme en eso!

Urian lanzó una mirada divertida a su hijo. —No tan rápido, Geras. Los dioses nunca son tan
generosos. Siempre hay una desventaja.

—Él tiene razón. —Nicander suspiró—. Tan pronto como Zeus se enteró, exigió que nos
sacrificaran. Cuando el rey se negó, fuimos maldecidos.

Urian le dio a su hijo una mirada de “te lo dije”.

—¿Qué implica la maldición? —Preguntó su padre.

—Los Arcadios y Katagaria están en guerra uno contra otros y nunca conocerán la paz hasta
que el ultimo de nosotros este muerto. No podemos elegir a nuestros compañeros. Ellos son
elegidos para nosotros por los Destinos. Si no aceptamos a quién nos eligen, nuestros machos se
vuelven impotentes por el resto de nuestras vidas.

Los ojos de Geras se desorbitaron de horror mientras se ponía su mano sobre su miembro en
un gesto protector.

Urian sonrió. —¿Asumo a que cambiaste de idea, m’gios?

Él asintió vigorosamente.

Nicander suspiró de nuevo. —Como los animales que somos, nos cazan continuamente. A
nuestras parejas incluso más. Y cuando están embarazadas, no pueden cambiar de forma ni usar su
magia. Así es como terminé aquí. Estaba alejando a una tessera, un equipo de cuatro de ellos, de mi
compañera embarazada. Los había alejado de ella, pero no podía apartarlos de mi rastro. Cuando el
portal se abrió, no me importo donde me llevaba, siempre y cuando estuviera lejos de mis
enemigos.

Nephele le frunció el ceño. —¿Cómo saben cuándo son elegidos sus compañeros?

Levantó la mano para mostrarle un patrón intrincado que parecía estar marcado en su palma.
—Aparece una marca idéntica en cada una de nuestras palmas para hacernos saber. Una vez que
está allí, tenemos tres semanas para consolidar la unión o estamos jodidos. La mujer nunca podrá
tener hijos, y como dije, el hombre queda impotente.

—Me alegro de ser un apolita. —Susurró Geras en el odio de Urian.

Urian le dio un codazo. —Entonces, ¿Los Cazadores Oscuros también los cazan?

Sacudió la cabeza. —No lo tienen permitido. Ni siquiera si somos trelos, asesinos o marcados.

Su padre arqueó una ceja ante eso. —¿Todavía se vuelven trelos?

—No por las mismas razones que las hace un daimon, pero sí. Algo sobre nuestras hormonas
en la pubertad causa una locura similar en nuestra especie. Un asesino es lo mismo, solo que es el
término que usan cuando afecta a un Katagari Were-Hunter… término dado para cubrir a ambas de
nuestras ramas.
—¿Y marcado? —Preguntó Urian.

—Cuando nuestro consejo se ha reunido y, con la aprobación de Savitar, determina que


alguien debe ser eliminado porque él o ella es un peligro para todos nosotros. Una vez que el
Omegrion decide, nosotros somos marcados para terminación y ser cazados.

—Y nos llaman fríos. —Paris negó con la cabeza—. Me alegro de vivir aquí.

Urian no comentó sobre eso. —¿Quién es Savitar?

Apollymi respondió eso. —Un repugnante bastardo Chthonian arrogante. Malhumorado como
el infierno. Ruega a los dioses para que nunca tengas que tratar con él.

Urian se sorprendió por el veneno en su tono. Era el tipo de odio que por lo general solo
reservaba para Apolo o Artemisa y haciendo memoria, le pareció recordar que ella había hablado
antes de él, ahora que lo pensaba. Pero fue hace años.

Todos se inclinaron ante su diosa.

El Were-Hunter vaciló, luego se dio cuenta de que probablemente era buena idea seguir su
ejemplo.

Apollymi se acercó a Nicander para examinarlo un poco más de cerca. —Así que eres el
proyecto actual personal de Savitar. ¿Por qué?

—No tengo idea, mi señora.

Ella estrechó su mirada especulativamente. —Él no sale de esa isla tan fácilmente. Tampoco
se inmiscuye en los asuntos de los dioses sin una buena razón. ¿Se lo pidió el Cazador Oscuro
Acheron?

—No conozco a nadie con ese nombre.

Pero Urian sí. Inmediatamente recordó a la criatura que había encontrado cuyos ojos
coincidían con los de ella. ¿Estaban relacionados?

—¿Quién dirige a los Were-Hunters?

—¿Se refiere al Omegrion?

—No eso. ¿Quiénes son los fundadores? ¿Los primogénitos de sangre?

—Los príncipes Kattalakis. Dragones y lobos.

Eso todavía no parecía apaciguarla.

Ella se quedó mirando penetrantemente a su padre y luego a él. —Te lo dejo a ti, Strykerius,
si deseas permitir que los Were-Hunters tengan un refugio aquí. Son primos para ti, después de
todo. Su sangre… y sus almas deberían alimentarte, ya que son híbridos.

Eso era algo que Urian no había pensado. Pero la diosa tenía razón. Eran quimeras, y como
ella había señalado, podía detectar el alma dentro de ellos.
El alma de este Were estaba lista para ser recolectado, y él no eral único que lo sabía. Varios
de sus hombres a su alrededor estaban babeando.

Pero su padre detuvo rápidamente eso. —Mientras cumplan con la ley Eirini, nosotros
también.

Malditas sean esas leyes de paz.

Nicander inclinó respetuosamente su cabeza. —Gracias. Y sepa que mi gente está


estableciendo limanis con la aprobación y supervisión de Savitar. Ni siquiera un Cazador Oscuro
puede violar su santidad sin sufrir su ira. Es un lugar donde daimons, apolitas y Were-Hunters
pueden reunirse en paz en el reino humano.

—¿Y si los humanos atacan?

Una lenta sonrisa se dibujó en la cara de Nicander ante la pregunta de Urian. —Ven en paz o
vete en pedazos. —Se volvió hacia Apollymi—. Estamos aprendiendo lentamente a vivir entre los
humanos. Aunque muchos apolitas han hecho lo que tienes. Se han ido a comunas subterráneas.
Estamos estableciendo redes, con señales que alertaran sutilmente a nuestro tipo sin que los
humanos sepan.

—Era hora. —Gruñó Archie.

Paris se frotó la espalda, pero se encogió de hombros con su compasivo toque. No es que
Urian lo haya culpado. Ahora había perdido a todos sus hijos y a su esposa por los Cazadores
Oscuros, y tres nietos. Estaban hartos de sus depredadores.

En este momento, estaban perdiendo esta guerra. Ni siquiera su tía Satara pudo ayudarlos con
la información que obtuvo de espiar a Artemisa y Apolo mientras servía a Artemisa como una de
sus doncellas en su templo en el Olimpo.

Tenía que haber más que pudieran hacer.

Y Urian se hartó de esto. Señaló a su equipo y se dirigió a la puerta.

—¿A dónde vas? —Le preguntó su padre.

Él sonrió. —Lo mismo que siempre hago, Solren. Salir y vengarnos.

—¿Qué quiso decir con eso? —Pregunto Nicander mientras cruzaban un portal y
desaparecían.

Apollymi se rió. —Esos son mis Stygian Thánati. Cazan y matan a los Cazadores Oscuros que
se aprovechan de los daimons.

Stryker sonrió mientras señalaba la ornamentada exhibición de armas en la pared de fondo. —


Esos son sus trofeos, tomados de todos los Cazadores que han matado.

—¿Son recompensados por eso?


Los ojos de Stryker se pusieron rojos ante la estupidez de esa pregunta. —Por supuesto que sí.
La satisfacción en la destrucción de tu enemigo es su propia recompensa. Nadie entiende eso mejor
que su comandante.

—¿Y quién es su líder?

—Mi hijo, Urian.

Stygian
Urian se congeló cuando se encontraron con un poder familiar.

Eleni fue la primera en acercarse, pero él la agarró del brazo y negó con la cabeza. —Tienes
que regresar. Cada uno de ustedes.

Los seis miembros de su guardia se giraron al unísono para mirarlo boquiabierto, ya que
nunca antes había dado órdenes como esa.

Su segundo al mando, Spawn, en particular, tenía rebeldía en sus ojos.

Urian tensó su agarre en su escudo. —Lo digo en serio. Spawn, toma a mi hijo y a los demás
y llévalos de regreso.

Vio esa misma rebeldía en los ojos de su hijo, pero sabía que no debía cuestionarlo.

Como lo hizo Spawn. Habían luchado juntos demasiadas veces para empezar a cuestionarlo
ahora. —Aye, kyrios.

Urian se quedó atrás para cubrir su retirada. Apenas habían desaparecido cuando fue golpeado
con una explosión tan fuerte que lo sorprendió, pero de alguna manera logró mantenerse en pie.

—¿Por qué llevas el escudo de Styxx de Didymos?

—No lo hago.

Otra descarga casi le arranca el brazo. — ¡¿Crees que no reconozco ese símbolo?! —La furia
en ese tono casi le destrozó los tímpanos.

Urian envió su propia descarga hacia su atacante. Aunque no podía verlo, esperaba estar cerca
del blanco.

Fue entonces cuando vio a Acheron. Él colocó su bastón en el suelo y lo uso como palanca
para poder patearlo con los dos pies.

Urian se tambaleó hacia atrás y aterrizó sobre su trasero. Se apresuró a levantarse y usó sus
poderes para devolver sus kopis a la mano.

—¿Quién eres?

Levantó la barbilla con orgullo. —Urian Strykeros.


Eso quitó la ira de él. —Al que llaman Thánatago.

—¿Has oído hablar de mí?

Antes de que pudiera parpadear, Acheron estaba frente a él. Ya no tenía apariencia humana,
estaba en forma completamente charonte. Cuernos, alas y piel azul moteada.

Aturdido, Urian no podía respirar. Siempre le habían dicho que no existía un charonte fuera
de los que servían a Apollymi. ¿Qué demonios era este bastardo?

—Me insultas con ese escudo y matando a mis soldados. —Gruñó Acheron.

—Tus Cazadores Oscuros me insultan al asesinar a mi familia.

—Niño, no quieres hacerme tu enemigo.

Se rió de la amenaza de Acheron. —Nos hicimos enemigos desde el momento en que pusiste
a tus soldados detrás de mi gente.

Gruñendo, Acheron lo atacó.

Urian lo atrapó de su brazo resplandeciente y le devolvió la descarga. La sorpresa en la cara


de Acheron no tenía precio. Con un grito de batalla, Urian cargó su espada con sus poderes y entró
a atacar. Justo cuando lo habría atacado, se abrió un portal y lo agarró, devolviéndolo a Kalosis.

Fue golpeado bruscamente contra el suelo a los pies de su padre, que durante un minuto
entero pensó que se había destrozado todos los huesos de su cuerpo.

Abriendo la boca, su padre se puso de pie, luego se apresuró a su lado. Sacó el casco de Urian
de su cabeza y rápidamente lo revisó en busca de heridas cuando Apollymi apareció en una de sus
mejores furias.

Vientos de tifón azotaron el pasillo, desgarrando a los apolitas y daimons allí reunidos y
enviando todo lo que no estaba atado volando. Su pelo blanco se enroscaba alrededor de su cuerpo
mientras los miraba a los dos.

— ¡Tú. Nunca. Ataques. Al. Elekti! —Esas pocas y cortadas palabras resonaron en el pasillo.

Como su padre no había estado ahí, no tenía idea de que estaba hablando ella. —¿Qué?

Ella apuntó a Urian. —Atacó lo que nunca debe ser tocado. Si alguna vez te atreves a golpear
al Elekti de nuevo, te haré desollar hasta que no quede nada de ti más que la medula de tus huesos.
¿Entendido?

¿Dada la cantidad de dolor en la que estaba? —Entendido, akra. —Urian jadeó, tratando de
hacer que sus pulmones volvieran a funcionar.

Su padre tomó su mejilla. —¿Qué pasó?

Urian sostuvo su brazo contra su pecho. Estaba definitivamente roto. —No lo sé. Él es el líder
de los Cazadores Oscuros. Acheron. Creo que es parte charonte, o parte dios. Tenía poderes
distintos a los que he visto o sentido.
Abrazándolo, su padre le besó la frente. —Está bien. Ve que te atiendan. Y asegúrate de
mantenerte a distancia de él. En el futuro, quiero que tú y lo demás se cuiden y se mantengan lejos
de la vista de Acheron. Nada vale la pena perder a uno de ustedes.

Urian estuvo de acuerdo en voz alta, pero por dentro, estaba furioso. Había algo malo en esto.
En todos los sentidos.

Y él quería saber qué.


18 de febrero, 1650 dC
Urian frunció el ceño al escuchar a una mujer llorar. Eso era algo que no esperaba. Haciendo
una mueca, se levantó lentamente de su cama y se obligó a ponerse de pie, a pesar de sus heridas, y
se dirigió hacia donde parecía estar esa mujer.

Desde la apertura de la antigua cueva de Xyn en Kalosis, vio a Katra sentada sola, cerca de las
cataratas, llorando.

Al principio, él comenzó a volverse a la cama y dejarla allí. No era su problema. Ella


definitivamente no le preocupaba.

Pero esos sollozos eran desgarradores. Suspirando, se dirigió hacia ella incluso mientras se
llamaba a sí mismo estúpido por eso.

—Aquí.

Kat levantó la vista con un grito ahogado.

Urian movió el pañuelo delante de su cara.

Ella lo tomó y se secó los ojos. —Gracias.

—De nada. ¿Estás bien?

Ella se sonó la nariz con fuerza y le echo una mirada a su cuerpo semidesnudo, que estaba
magullado y cubierto de heridas que todavía no estaban cerradas. —Mejor que tú, obviamente.

Él no discutiría eso. Casi había sido destruido por un Cazador Oscuro que había estado
trabajando con demonios en busca de ayudantes. Bastardos. Lo peor era un corte enorme en su
pecho. Media pulgada más cerca y hubieran alcanzado su marca, matándolo.

Por la expresión en la cara de Kat, ella también se dio cuenta. Ella volvió a limpiarse la nariz.

—¿Qué te paso? —Preguntó él.

Con un suspiro entrecortado, ella negó con la cabeza. —¿Alguna vez has hecho algo de lo que
realmente te avergüenzas?

Varias veces, pero una se destacó por encima de las demás. —Rompí el plato favorito de mi
madre cuando era niño y culpé a mi hermano gemelo. Y dejé que lo golpeara.

—Eres un imbécil.

Urian se encogió de hombros. —Eso es lo que me dicen mis hermanos. —Se habría sentido
peor si París no hubiera hecho lo mismo al culparlo por cosas había hecho—. De todos modos,
¿estabas diciendo?

Katra se llevó la mano a la frente. —Hice algo... un favor para mi madre. Ahora... estuvo mal
y me siento muy mal y creo que realmente la cagué y no tengo a nadie con quien hablar.
Con cuidado, se sentó a su lado. —Sí, todos hemos estado allí. Bueno, tal vez no allí —señaló
hacia donde estaba sentada—, pero entiendes la idea.

Ella resopló. —Simplemente no sé cómo arreglar esto.

—¿Qué hiciste exactamente?

—Robé los poderes de un dios.

Sus cejas se levantaron mientras luchaba contra el impulso de alejarse de ella. —¿Tu puedes
hacer eso?

Ella asintió.

—Bueno, no voy a mentir. Eso fue bastante cruel.

—¡Lo sé! —Ella comenzó a sollozar de nuevo.

Urian se sintió terrible. —Ya. Ya... —Él le dio unas palmaditas torpemente.

Ella se arrojó contra su pecho, lo que solo hacía más incómoda la situación, ya que la única
prenda que llevaba puesta era un shenti.

Después de unos minutos, finalmente se dominó a sí misma y se apartó. —Gracias, Urian.

—No estoy seguro de haber hecho algo.

—Escuchaste. —Se secó los ojos con los talones de las manos—. Es más de lo que la mayoría
de la gente hace. Y de dónde vengo, no había nadie que hiciera eso. Así que gracias.

—No hay problema. —Se levantó y gimió cuando el dolor lo atravesó.

Kat frunció el ceño. —¿Por qué estás aquí solo?

Encogiéndose de hombros, Urian no quería decirle la verdad. No se sentía cómodo con su


propia familia. Realmente nunca lo había hecho. París tenía a Davyn. Su padre estaba con tres
mujeres que apenas podía tolerar. Archie se había vuelto psicótico después de la muerte de su
familia y se había quedado en una orgía la mayor parte del tiempo. El resto solo lo compadecía por
estar solo.

Y la única mujer que quería, vivía en el reino humano porque fue expulsada de aquí. Así que
tendía a permanecer tan cerca de Xyn como podía. Lo que significaba dormir en su cama si él no
podía dormir con ella.

Al menos aquí, no tenía que preocuparse por despertarse con una de las comidas sobrantes de
su padre.

Kat frunció el ceño mientras estudiaba su cabello suelto. —Gah, me asusta mirarte.

—Caramba, gracias, —dijo sarcásticamente—. Linda manera de reforzar mi ego.

—Lo siento. Solo me recuerdas mucho a alguien más.


Lo que sea. Urian regresó a su cueva. Pero no llegó muy lejos antes de que Katra lo llamara.

—Oye, ¿Uri?

Hizo una pausa para mirarla.

—Los Dark-Hunters tienen una debilidad más que no conoces.

—¿Y esa es?

—Si pones a dos de ellos juntos para luchar, se debilitan mutuamente.

Aturdido, la miró fijamente. —¿Por qué me estás diciendo esto?

—Porque fueron creados como peones para manipular y controlar a alguien muy querido para
mí. Y no creo que sea justo que tenga que sufrir a causa de ellos. Si bien no quiero ver a los Dark-
Hunters muertos, odio el hecho de que hayas sido herido por ellos aún más. Por más que quiera
detenerlo, no puedo. Pero si tú lo haces...

Urian frunció el ceño ante sus palabras. Había más que eso. Lo sabía con cada instinto que
tenía. ¿Por qué le diría eso ahora?

A no ser que…

A menos que tuviera algo que ver con su culpa. —Tú eres la razón, ¿verdad?

—¿Qué quieres decir?

Urian se sorprendió al juntar las piezas en su mente. —Esos poderes que te permitieron drenar
a un dios... de alguna manera son los mismos que crearon a los Dark-Hunters, ¿no?

Ella no tuvo que responder. La expresión de horror en su rostro lo confirmó. La culpa en sus
ojos.

—Tampoco quisiste hacer eso.

Las lágrimas llenaron sus ojos. —Todos cometemos errores, Urian. ¿Te imaginas lo increíble
que sería este mundo si no tuviéramos que pasar el resto de nuestras vidas pagando por ellos?

Esas palabras mordieron el centro de su alma y dieron en el blanco. —Bienvenida a la edad


adulta, princesa. Ese tiempo de nuestras vidas, cuando ya no tenemos padres para asustar a los
monstruos de debajo de nuestras camas. Más bien, nos damos cuenta de que somos los monstruos
que viven bajo la de todos los demás.
1 de junio, 780 aC
—¡Xyn! —Urian estaba al borde de la histeria mientras buscaba a su dragón.

No había ni rastro de ella. Él había esperado toda la noche para su cita, y ella nunca había
aparecido. Así que, había hecho lo que se suponía que no debía...

Ir a su casa.

Por lo que parecía, no había estado aquí en mucho, mucho tiempo. Una gruesa capa de polvo
cubría todo. Incluso la cama. Y eso no iba acorde con ella. Ella era un ama de casa meticulosa.

Esta vez, no hubo notas. Ningún regalo.

Nada.

Ella se había ido sin dejar rastro.

Sin palabras.

Era como si nunca hubiera existido.

Las lágrimas empañaron su visión. Sarraxyn no le haría esto a él. Ella no lo haría. De todas las
criaturas en el universo, ella sabía cuánto la necesitaba. Que ella era la única criatura en la que él
confiaba. Su única dosis de ternura. Y si ella no estaba aquí y este lugar se encontraba en esta
condición, solo podría significar una cosa.

Ella estaba muerta.

Sus rodillas se doblaron. Urian golpeó el suelo mientras se ahogaba con un sollozo. De todas
las muertes, y hubo muchas en su vida, esta era la más difícil de soportar. Apretó el puño contra su
boca y hundió sus colmillos en él. ¿Cómo podría haberse ido?

En ese momento, él quería unirse a ella. En verdad, no podía pensar en una sola razón para no
hacerlo. En este punto ¿Qué caso tenía luchar?

No tenían ninguna esperanza de romper esta maldición. De ver la luz del día. Su padre era un
tonto incluso por pensarlo. Condenados y malditos. Siempre desterrados a la oscuridad.

Cerrando los ojos, trató de no pensar en la noche en que había visto morir a Geras en manos
de un Cazador Oscuro. La mirada llena de dolor en el rostro de su hijo, cuando no pudo alcanzarlo a
tiempo. Ese pánico y su miedo, un instante antes de que se convirtiera en polvo.

O Nephele, que había pasado demasiado tiempo sin un alma.

Ella había estado sentada justo a su lado cuando terminó de estallar. Hasta el día de hoy,
Urian no sabía si simplemente no había prestado atención a las señales que necesitaba para
reponerse, o si había sido una forma de suicidio. Si fue así, ella no era la única daimon en haberlo
hecho. Era tan común, incluso tenían un nombre para ello, suntribó.

Ese momento cuando se cansaban de continuar. Cuando las voces los desgastaban y las
muertes de quienes los rodeaban eran más de lo que podían enfrentar.
Cuando se sentían igual que él en este momento. La vida era demasiado dura, por lo que se
daban por vencidos.

Levantando las rodillas, Urian acunó su cabeza con los brazos y lloró. No por él mismo, sino
por los que amaba. Dioses, dolía tanto. Tan profundamente.

Y estaba tan cansado de ello.

¿Qué esperanza podía tener ahora? Lo último de su amabilidad y bondad se había ido.

Sin ella, él no tenía nada. Él no era nada.

Con el cuerpo temblando, miró con visión borrosa el dakruon que estaba tatuado a lo largo de
su mano y antebrazo en un patrón intrincado. Lágrimas negras para marcar la muerte de todos sus
seres queridos. Maldición, había tantos.

Ahora habría uno más.

Tomó una respiración entrecortada mientras su mirada se dirigía al ave fénix en su escudo.
Llevaba esa misma marca en sus bíceps.

Su animal tótem. De esto también, me levantaré. Aunque no sabía cómo. No podía imaginar
cómo. Pero él lo haría. Xyn sería la primera en patearle el trasero.

Somos guerreros.

Y su dragón no le habría dado su corazón a nadie más que al más fuerte de los fuertes. —No
puedes romperme, —susurró—. Ya estoy destrozado.
3 de octubre, 801 dC
Spawn, Paris y Davyn se sentaron frente a Urian mientras observaban a la intrigante multitud
que los rodeaba; en particular, los varangians mantuvieron su interés, ya que se sabía que tenían
algunas de las almas más fuertes del grupo.

—Pensé que se suponía que los Rus violaban y saqueaban, —murmuró Spawn con irritación
mientras los observaba despreocuparse y deleitarse en amistosa camaradería.

Paris resopló. —Siempre puedes volverte un kassandrian. No lo diré. —Los kassandrian eran
la rama de los daimons que carecían de todo deje de decencia o ética. No les importaba a quién o de
qué se aprovechaban. Incluso los niños y las mujeres embarazadas eran juego limpio para ellos. Y
eran parias para todos los demás.

Lo que significaba que París estaba bromeando.

Nadie podía soportar a un kassandrian. Atacar a una mujer embarazada o un niño estaba
prohibido para todos. En caso contrario eran exiliados y desterrados de inmediato. Al igual que a un
trelos. La única diferencia era que un trelos no podía controlar su comportamiento. Un kassandrian
sabía exactamente lo que estaba haciendo. Simplemente no le importaba. Nada importaba excepto
su propio egoísmo mezquino.

En verdad, eran criaturas repugnantes.

Y debido a la forma en que se alimentaban, también olían mal.

Urian tenía muchos roles32 en su mundo. Como guerrero, se lo consideraba un Spathi, y desde
que él comandaba a los grupos a la batalla, era un Rigas. Debido a que se enfocaban principalmente
en los Cazadores Oscuros y los Escuderos que los servían, eso lo convertía a él y a sus soldados en
daimons Dikisi.

Pero los dos títulos que harían que cualquiera lo menosprecie si supieran, excepto los tres
daimons en la mesa con él, serían el de anaimikos y akelos. Los Akelos eran daimons que solo se
alimentaban de las almas humanas corruptas. El mismo tipo que a menudo conducía a su especie a
convertirse en daimons trelos. Y los anaimikos eran aquellos como Davyn, quien se alimentaba de
París. Daimons que alimentaban a otros daimons. Quienes no mataban en absoluto. Ellos dividían
las almas con sus compañeros.

En realidad, era muy dulce lo que su hermano tenía con Davyn. Mientras que Davyn no podía
matar para alimentarse, mataría para proteger a París. Sin dudarlo y con extremo perjuicio.

Y hablando de lo cual...

A Urian no le importaba matar para vivir. Sentía como sus poderes aumentaban mientras los
apolitas que estaban buscando llegaban.

La otra línea de Apolo. Dos hijos. Uno ya era un daimon, pero el otro estaba en su lista.

Compartió una mirada de complicidad a Spawn. —¿Cómo estás?

32
En el original aparece como “wore many hats”, la cual es una expresión utilizada para decir que determinado sujeto
tiene varios trabajos y/o roles.
—Podría soportar una carga.

—Entonces puedes tener al daimon.

Cuando comenzaron a levantarse, un nórdico se les acercó. —¿Se van?

Urian asintió.

El hombre grande y corpulento de cabello oscuro sonrió. —¡Oye, Wulf! ¡Aqui!

Otro enorme nórdico inclinó su cabeza hacia Urian mientras lo pasaba rozando. —¡Suficiente,
Erik Tryggvason! Por los dioses, eres demasiado ruidoso, hermano.

Ignorándolos, Urian se dirigió tras su presa.


7 de Octubre, 1988
La cabeza de Urian palpitaba por las voces que gritaban cada vez más fuerte. Palpitaba hasta
el punto de que se sentía como si estuviera a punto de volverse irracional y loco. De pie en el borde
de un tejado, presionó las puntas de sus dedos contra su sien, tentado de pasar por encima del borde
y terminar con su sufrimiento.

Noches como esta...

Sería muy fácil.

Especialmente por la forma en que el frío viento azotaba su suéter y su largo abrigo de cuero.

Parpadeando rápidamente, sacudió la cabeza y se obligó a concentrarse. Con un suspiro, saltó


por la escalera de incendios y estaba a punto de dejat el edificio cuando, de repente, casi aterrizó
sobre uno de sus objetivos.

Con un suspiro de sorpresa, la mujer levantó la vista, protegiéndose el rostro.

Bueno, esto no se suponía que sucediera...

Aturdido, no estaba seguro de qué decir o hacer mientras miraba un par de ojos de color
marrón oscuro colocados en un rostro perfectamente esculpido. Su cabello rubio dorado estaba
elegantemente cortado y enmarcaba sus rasgos de una manera que los hacía parecer extrañamente
mágico.

De cerca, era pequeña y frágil en apariencia. Mucho más joven de lo que había pensado, pero
aun así una mujer madura.

Y ella se sonrojó.

—¡Lo siento! Pensé que era la única que se escabullía.

Urian frunció el ceño. —¿Qué?

Arrugando su nariz, de una manera más que adorable, hizo un gesto hacia las ventanas, luego
se inclinó hacia delante para susurrar. —Me estoy escapando del toque de queda para reunirme con
amigos. ¿Estás huyendo de un novio o un esposo que llegó a casa temprano?

Él se rió de su presunción. —Nada de eso.

—Oh, por favor, no me digas que eres un pervertido o un ladrón.

—¡Difícilmente! —Aunque... él estaba aquí para acecharla. Ahora que lo pensaba, era algo
pervertido. Tal vez había hablado demasiado pronto.

—Entonces, ¿por qué estás en la escalera de incendios?

Mierda... necesitaba una excusa viable. —Uhm... La estoy probando.

—¿Probando?
—Sí. Yo trabajo para la ciudad. Y uh... estamos llevando a cabo una verificación de seguridad
para asegurarnos de que estén funcionando correctamente. ¿Ya sabes? No pueden estar defectuosas.

Ella rió. —¡Estás tan lleno de mierda!

—¿Qué te hace pensar eso?

—Medianoche y estás vestido como un Bond villano. —Ella soltó una carcajada malvada.

Urian quería odiarla. Él había sido enviado aquí para matarla a ella y a su familia.

A todos ellos.

Ella, sus hermanas y su madre eran las últimas descendientes de Apolo. Después de todos
estos siglos de caza y matanza, finalmente lo había hecho. Finalmente había rastreado a los últimos
pocos que quedaban.

Y ésta…

—Soy Phoebe Peters, por cierto. —Ella le tendió la mano.

¡Por el amor de Dios, no me digas tu nombre! Eso estaba mal cuando él estaba aquí para
matarla. —Urian. —Incluso le estrechó la mano como un idiota.

Gah, soy un imbécil. Porque en el momento en que tocó esa pequeña mano, se dio cuenta de
lo suave que era. Cuan delicada.

Lo bien que olía ella. Cuánto quería probar un trozo de esta fruta más prohibida.
Especialmente cuando ella lo miró con una sonrisa adorable.

Estoy tan condenado.

Y él lo estaba. Especialmente cuando ella se mordió el labio y él vio el destello más pequeño
de colmillo.

Ella es tu enemiga.

Sin embargo, no se sentía de esa manera. Y su cuerpo no reaccionaba a ella como si fuera su
enemiga. De hecho, él estaba más duro de lo que nunca había estado en su vida.

—Bueno, un placer conocerte, Urian. —Se puso de puntillas, lo besó y desapareció como si
no tuviera ni idea de lo letal que era él.

¡Lo despidió! Completamente aturdido, trató de hacerse una idea de dónde se había ido, pero
su inteligente y pequeño conejito se había escabullido con habilidades resonantes.

Maldita sea. Maldición.

Ciertamente no podía reportar esto. Su padre lo pondría a través de una pared.


31 de octubre, 1988
Urian estaba detrás de Phoebe y su hermana, Nia. No estaba seguro de hacia dónde se
dirigían. La calle Londres no estaba muy ocupada esta noche. El débil sonido de la música podía
escucharse mezclado con el tráfico.

Era tan diferente del viejo mundo en el que había nacido.

Las mujeres acababan de doblar una esquina cuando una sombra se movió frente a ellas.

—¡Oigan, dennos sus bolsos!

Dos sombras más, armadas con cuchillos, se colocaron detrás de ellas. Aterrorizadas, Phoebe
y Nia trataban de obedecer, pero temblaban tanto que apenas podían cumplir. Lo que hizo que su
atacante perdiera la paciencia.

Este le dio una bofetada a Phoebe.

Furioso, Urian entró corriendo antes de que pudiera detenerse. Desarmó al primero que
alcanzó. Golpeó al segundo contra la pared, pero el que había abofeteado a Phoebe tuvo la audacia
de apuñalarlo.

¡Apuñalarlo!

Siseando mientras aumentaba su furia, Urian arrancó el cuchillo de su costado, se dio la vuelta
y agarró al hombre por la garganta. Lo arrojó a la pared y le habría arrancado la yugular si Nia no
hubiera gritado y le recordara que estaban en un lugar público y que esto podría no ser una buena
idea.

Phoebe se precipitó hacia adelante. —Urian, ¿verdad?

—Sí.

—¡Oh Dios mío! ¡Gracias!

Similar en apariencia, pero no tan bonita, Nia los miró boquiabierta. —¿Lo conoces?

—Lo conocí hace un par de semanas. —Ella le dirigió una sonrisa diabólica—. Simplemente
nos encontramos por casualidad.

—Bueno, definitivamente me alegro de que te hayas encontrado con él esta noche.

—Sí, yo también. —Su sonrisa se volvió luminiscente e hizo cosas incómodas en su cuerpo a
pesar del dolor que sentía. —¡Eres mi héroe, Urian!

Y antes de que él se diera cuenta de lo que iba a hacer, ella lo besó. Eso no fue solo un beso.
Lo prendió fuego.

Por razones que ni siquiera podía comenzar a explicarse, ella sabía a hogar. Apartándose, él la
miró fijamente.

Hasta que oyó las sirenas de la policía.


¡Mierda! —Me tengo que ir.

Nia se quedó boquiabierta. —Estás herido.

No importaba, Urian dio un paso atrás en la oscuridad, tomando un segundo para echar un
último vistazo a Phoebe. A la luz de la luna, ella era exquisita.

Hasta ese momento, no se había dado cuenta de cuán insensible se había vuelto, sin Xyn para
recordarle lo preciosa que era la vida. Cuan buenas podían ser las cosas.

Olvida el intercambio de almas que tenía que tener con los humanos. Su beso fue el psuché, el
aliento de vida.

Es una maldita pena que tenga que matarla.


15 de noviembre, 1988
—Está bien, esto ya se está volviendo espeluznante. ¿Me estás acosando? ¿Debo pensar en
obtener una orden de restricción?

Urian se congeló cuando Phoebe lo agarró por detrás, mientras estaba parado en el callejón
cerca de su edificio. Su humor y su descaro lo asombraron. Nunca nadie fue tan osado en lo que a él
se refería. La mayoría mojaba sus pantalones si él miraba en su dirección. —¿No me tienes miedo?

—¿Debería tenerlo? Quiero decir... bromeaba sobre la orden de restricción, pero ¿debería
llamar a un abogado?

Él rió. —Sabes que soy un daimon, ¿verdad?

Eso, finalmente, pareció tomarla desprevenida. Ella incluso dio un paso atrás. —¿Lo eres?

Abrió la boca para mostrarle sus colmillos. Como una niña intrépida, levantó la mano para
tocarlos. —Los míos no son tan grandes ¿Crees que sea porque mi padre es humano?

Wow... él no podía creer su valor. —Realmente no me tienes miedo, ¿verdad?

Ella se encogió de hombros. —Me gusta la gente. Incluso daimons.

Eso lo sorprendió más que nada. —Nos conoces a muchos, ¿cierto?

—Realmente no. La mayoría de los que he conocido, han tratado de matarme. Pero me
salvaste la vida, así que supongo que no eres uno de ellos. No lo eres, ¿verdad?

Definitivamente era uno de ellos, y, sin embargo, algo acerca de su inocencia se enroscaba
alrededor de su corazón, que creía muerto.

Peor aún, lo hacía sentir extrañamente protector con ella.

De una manera extraña, ella le recordó a Nephele y a su sobrina, a la que él había adoptado
después de la muerte de Theo. A la cual vigiló y protegió cuidadosamente, hasta que fue asesinada
por los bastardos Cazadores de Acheron. —Definitivamente soy algo que merodea la noche.

Ella se rió de su falso doble sentido. —Sabes, líneas como esa te pondrán en la zona de
amigo.

Él le dedico su sonrisa más encantadora. —¿Lo harán?

—¡A lo grande!

¡No te burles de ella! Ella es un bebé.

Él tenía miles de años. En comparación con su antigüedad, ella solo había vivido durante
cinco minutos. Una burda exageración, pero no realmente. Fue una comparación justa,
considerando todas las cosas.

Y aun así su cuerpo y corazón no escucharon.


Estaban pidiendo lo imposible.

A ella.

¡Eres un idiota!

No había duda de eso. Especialmente cuando ella lo alcanzó. Aterrado por lo que podría
hacer, hizo lo único que nunca había hecho en su vida.

Se dio la vuelta y corrió.

Phoebe frunció el ceño al ver al hombre corriendo. De nuevo. Era de lo más curioso. Por un
lado, parecía estar siempre interesado y luego, por el otro, estaba tan asustadizo como un pequeño
potrillo.

¡Hombres! Ella nunca los entendería. Todos eran tan raros. Sus hermanas tenían razón. Era
algo relacionado con ese cromosoma.

Sacudiendo la cabeza, suspiró y entró en el apartamento donde se alojaban temporalmente.


Por otra parte, era lo que siempre hicieron. Ella realmente no podía recordar haber tenido un hogar
real.

Debido a que ella y sus hermanas eran las últimas en la línea de Apolo, habían sido cazadas
desde su nacimiento por todo tipo de daimons y demonios, que pensaban que, si las mataban,
acabarían con la maldición apolita.

¿Qué tan estúpido era eso?

Una parte de ella tuvo la tentación de contarle a su madre sobre el daimon. En el pasado, lo
habría hecho sin dudar. Pero Phoebe sabía exactamente lo que significaría.

Salir de inmediato. Ni siquiera se tomarían un tiempo para empacar. Su madre y su padre eran
increíblemente paranoicos. Todo lo que harían sería apretar la soga alrededor de su cuello.

El de ella y sus hermanas.

¿Y si él es uno de los que te cazan?

Pero entonces, ¿por qué la habría salvado?

No. Ella no creía eso. Había algo en él que parecía amable y dulce. Ella no sabía qué, pero
Phoebe veía algo diferente cada vez que lo miraba.

Él no era un monstruo.

Urian era...

Ella no pudo encontrar las palabras. Pero quería volver a verlo.

Stygian
Urian suspiró cuando se encontró con la mirada de su padre, mientras Stryker se sentaba en su
trono con una mueca de descontento. —No son tan fáciles de llegar a ellas cómo crees. Están bajo
mucha seguridad.

La nariz de su padre se contrajo. —¡Toma más hombres! ¡Las quiero muertas!

—Prefiero mantener un perfil más bajo en este momento. Es solo cuestión de tiempo.

Su padre realmente le gruñó. —No me decepciones, Urian. Hemos llegado demasiado lejos y
estamos demasiado cerca.

Él controló el impulso de encogerse bajo la arremolinada mirada plateada de su padre. —No


fallaré.

Además, sus enemigos estaban más cerca que nunca. Helios todavía estaba tratando de
derribar a Apolo, a pesar de que a él, a sus hermanos y a todos sus hijos se los consideraba muertos
desde que se convirtían en daimons.

Urian no sabía el por qué, aparte tal vez del rencor. Pero se estaba cansando de las peleas y los
juegos. Inclinándose ante su padre, se retiró y se dirigió su casa.

Davyn lo encontró afuera del gran salón, en la calle. —¿Estás bien?

No, pero él no quería hablar con su amigo en este momento. —Bien.

—No te ves bien.

Davyn lo conocía.

Urian le dio una mirada divertida. —¿Por qué me molestas?

—Me gusta molestarte. Además, conozco esa mirada en tu rostro.

—¿Cuál mirada?

—La que dice que tienes a alguien.

Urian se detuvo en seco mientras el horror lo golpeaba. Este era un secreto que no podía
permitirse que nadie supiera. Ni siquiera Davyn—. ¿Perdón?

—Me escuchaste. ¿Quién es ella?

Urian negó con la cabeza. —Te equivocas. No tengo a nadie.

Davyn lo agarró del brazo y lo mantuvo en su lugar. —No, Urian. Es conmigo con quien estás
hablando. Al igual que cuando Paris temía contarle a tu padre sobre nosotros porque no sabía cómo
reaccionaría. Justo como cuando temías contarle a alguien sobre Xyn. Te conozco mejor que nadie.
—¿Quién es ella?

Maldito infierno.
Davyn era un pequeño hurón y cada vez que pasaba algo como esto, se obsesionaba con ello.
O bien Urian le decía, o jamás tendría paz.

Mirando a su alrededor, Urian respiró bruscamente. —Esto, no se lo puedo decir a nadie. Ni


siquiera a tí.

—¿Ella te hace feliz?

Él se rió amargamente. —No lo sé. Apenas he hablado con ella. Por lo tanto, supongo que la
pregunta es, si algo alguna vez en la vida, hace a alguien verdaderamente feliz.

—No, Uri, esa no es la pregunta. La pregunta es, ¿puedes vivir sin ella?

Urian miró todas las lágrimas en su brazo y su mano, que marcaban a todas las personas que
había amado y perdido a lo largo de los siglos. Incluyendo a su gemelo. De todas las pérdidas, la de
París fue la que más lo hirió. Todavía no podía soportar pensar en eso.

Y sabía lo difícil que había sido su muerte para Davyn. Hasta esta noche, Davyn nunca había
podido tomar otro marido. Nunca había tratado de encontrar a alguien más.

Porque nadie podría reemplazar a París.

Cada muerte había sido una puñalada en el intestino. Cada una, un corte en su corazón, tan
así, que Urian nunca había pensado poder sobrevivir.

Sin embargo, aquí estaba.

Saliendo de su entumecimiento.

Maldita seas, vida. Puedes irte directo al infierno.

—¿De verdad quieres hacerme ese comentario?

Davyn colocó su mano sobre los tatuajes de Urian y dio un fuerte apretón. —¿Qué tal esto
entonces, Urian? Seguramente, después de todo lo que has sacrificado y hecho por tu gente, después
de todo lo que has perdido en tu vida, ¿no crees que mereces que los cielos envíen un ángel para
finalmente salvarte?
29 de noviembre, 1988
A medianoche, Urian golpeó la ventana de la habitación de Phoebe.

Vestida con una camisón informal rosa y una gruesa bata de baño amarilla, ella retiró las
cortinas para verlo allí. Sus ojos se ensancharon. Entonces ella inmediatamente soltó un chillido y
corrió hacia un espejo para revisar su cabello.

Mientras él esperaba afuera.

Desconcertado, la observó cepillarse rápidamente el pelo, quitarse su protector dental y luego


olfatear delicadamente sus axilas. Luego, recordando que él podía verla, se cubrió la cara con las
manos y pareció mortificada.

Él se rió de sus payasadas. Aunque, por qué las encontraba tan graciosas, no tenía ni idea. Sin
mencionar que se sorprendió de que ella pudiera ver su reflejo, mientras que él y los de su clase no
podían. Debería ser porque ella era en parte humana que no tenía esa parte de su maldición apolita.

Lentamente, se dirigió a la ventana y la abrió. —Dime que no viste lo que acabo de hacer.

Urian se rio de nuevo. —No te preocupes. No te vi oler nada.

—¡Oh, Dios mío! —Ella comenzó a repetir eso en un bucle sin fin.

Él le frunció el ceño. —¿Te interrumpo? ¿Estás atrapada? ¿Debería sacarte de ese bache?

Ella se detuvo y se volvió para mirarlo. —¿Qué?

—Al menos eso funcionó.

Inclinando la cabeza, ella lo miró fijamente. —¿Por qué sigues revoloteando en la escalera de
incendios?

—No tengo otra opción. No me has invitado a entrar.

—Oh. —Entonces sus ojos se abrieron aún más al recordar que él era un daimon. Ella miró
alrededor de su habitación por un segundo como si debatiera si debía romper el protocolo.
Finalmente, se mordió el labio y susurró. —Entra.

Urian entró lentamente en su habitación. Había pasado mucho tiempo desde que había estado
dentro de la casa de alguien más. Como daimon, no podía aventurarse al azar en muchos lugares.
Sólo aquellos que eran de dominio público u hogares de amigos y familiares.

Este era muy diferente de cualquiera en los que habia estado antes. Decorado en beige y rosa,
era muy...

Femenino.

Hasta los carteles de bandas de chicos que cubrían las paredes. —Interesante papel tapiz
¿Duran Duran?

—“New Moon on Monday ‘‘, es mi canción favorita de todos los tiempos. ¿Te gustan?
Realmente no. —Soy más de Krokus 'Screaming in the Night' o 'Eat the Rich' o de 'Anarchy
in the UK' de Sex Pistols.

Ella asintió. —Ah, eso tiene sentido. Siendo un daimon y todo.

Un fuerte golpe sonó en su puerta. —¿Pheebs?

Ella le hizo un gesto para que se callara. —¿Si mamá?

—¿Con quién estás hablando?

Corrió hacia su puerta y la abrió. —Conmigo misma. Lo siento. Iré a la cama. No era mi
intención despertarte. Te quiero. —Besó la mejilla de su madre, luego cerró y bloqueó la puerta.

Después de tomar un pequeño desvío para encender la radio, regresó a Urian y lo llevó tan
lejos de la puerta como pudo.

El corazón de Urian latía con fuerza por estar tan cerca de ella mientras ella tenía puesta tan
poca ropa. Y no puedo evitar preguntarse si tenía algo debajo de su camisón...

Allí, bajo la tenue luz, estaban de pie. Sin tocarse por apenas un palmo de distancia entre
ellos. Urian mantuvo las manos a los lados y, sin embargo, podía sentir cada centímetro de su
cuerpo con el suyo. Su presencia era tan vibrante, que era como una caricia envolvente.

Sus ojos oscuros brillaban mientras lo miraba con asombro y emoción. Qué extraño, que él,
que había vivido tanto tiempo y había hecho tanto mal en nombre de su padre, se sintiera
repentinamente renacido en esos ojos.

Se sintió renacido como algo más de lo que él era.

Un monstruo que mató a personas inocentes para poder vivir.

Sin embargo, Phoebe no veía a un daimon a quien temer, ni a un demonio a quien odiar.

Phoebe veía a un hombre.

Un héroe.

Dios, cómo quería ser eso. Ver el bien en los demás, aunque los conociera por el mal que
hacían. Poder ser otra cosa que no fuera la cáscara destrozada e insensible que había estado
caminando en esta tierra durante tanto tiempo, sufriendo, doliendo y perdiendo. Querer sentir algo
más que abandono y olvido.

Querer ser parte de alguien.

Ser amado y reclamado.

Había pasado tanto tiempo desde que alguien realmente se había preocupado por el.

Incapaz de resistirse a ella, o la parte de él que aún era humana, él la agarró como si fuera su
último salvavidas y la atrajo contra su pecho para obtener el único y verdadero psuché.
Phoebe cerró los ojos mientras saboreaba una pasión como la que nunca había imaginado.
Esto era lo que había leído en esos libros que Nia mantenía escondidos de su madre. Lo que los
poetas se volvieron locos tratando de plasmar en el papel. La pasión que Hollywood nunca pudo
capturar.

Saboreando el sabor y el olor de su hermoso daimon, levantó la mano y le soltó el pelo blanco
y rubio para que cayera sobre sus hombros. Luego enterró sus manos en él.

Santo cielo ¡Era magnífico, sin comparación! Cada parte de ella estaba en llamas mientras
sentía ese cuerpo duro y afilado que se doblaba alrededor del suyo.

Él enterró sus labios contra su garganta mientras la levantaba y la presionaba contra la pared.

Phoebe levantó las piernas del suelo y las envolvió alrededor de su cintura mientras los
escalofríos recorrían todo su cuerpo.

Ella estaba en llamas. Hasta que él hundió sus colmillos en su cuello. En el momento en que
hizo eso, su cuerpo explotó de placer, algo que era indescriptible. Ella tembló por la fuerza de su
primer orgasmo.

Urian gruñó mientras saboreaba su placer. Queriendo más de esa dulzura, él deslizó su mano
por debajo de su camisa y por debajo de la banda elástica de sus bragas hasta la dulce humedad para
poder acariciarla y dejarla montar sus dedos mientras se alimentaba.

Phoebe gimió mientras trabajaba su magia en ella. Queriendo más, ella se movió para
morderlo.

Urian se retiró de inmediato. —¡No!

Jadeando y temblando, se dirigió al otro lado de la habitación. Más que desorientada, ella le
frunció el ceño. —¿Porque te detuviste?

—Si me muerdes, te convertirás en un Daimon. —Se secó el sudor en la frente—. Puedes


alimentarme, pero no puedo alimentarte a ti.

—No es justo.

—Bienvenida a Kalosis. —Dijo con amargura—. Ahí es donde vivo. —Se dirigió a la
ventana.

—¡Urian, espera!

—No, Phoebe. —Miró hacia la puerta—. Esto es un error. Todo lo que toco lo destruyo. Y no
quiero destruirte.

Ya no. Ni siquiera si su padre lo mataba por eso.

Y él lo haría.
4 de marzo, 1989
Stryker se paseaba furioso por su oficina. Sus comandantes se reunieron allí como él les
ordenó.

Incluyendo Urian.

—Son mortales. Meros apolitas. ¿Cómo pueden, en el nombre de Hades, seguir eludiendo a
mis mejores equipos de ataque? Uds. son Illuminati, ¿no es así?

Allegra y Trates se dieron la vuelta.

Urian se encontró con su mirada sin inmutarse. Sobre todo porque él era el motivo. Había
matado personalmente a dos de los daimons que su padre había enviado tras Phoebe. Pero no iba a
decirle eso.

Su padre lo destriparía en el acto.

Él curvó sus labios hacia ellos. —¡Apártate de mi vista!

Urian salió por las puertas, pero no antes de que Trates lo tomara del brazo.

—¿Por qué están fallando?

Urian se encogió de hombros cuando le dio a Trates una razón distinta a la verdad, que él los
había matado. —Jefferson Peters tiene muchos recursos. Los está gastando todos para proteger a sus
hijas.

Trates negó con la cabeza. —No tiene sentido.

—La vida rara vez lo tiene. —Y esa era una subestimación. Más aún últimamente. Nada en su
vida tenía ningún sentido en absoluto. Estaba viviendo bajo todo tipo de mentiras y tenía que
esconderse de todos a su alrededor.

Apollymi. Su padre.

Incluso Davyn.

Cuando estaba lejos de Phoebe, comenzaba a dudar de su cordura por lanzar su vida a este
tipo de caos. ¿Y para qué?

Ni siquiera habían dormido juntos.

Y justo cuando se convencía de que rompería los lazos y terminaría con todo, la veía y toda
razón se evaporaba. Una sonrisa. Un ceño fruncido.

Él estaba deshecho.

Y las lágrimas de ella lo devastaban.

Estoy tan arruinado.


Suspirando, entró en el portal y se dirigió a Zurich. Phoebe había enviado una nota a través de
Vax con su nueva dirección hacía poco tiempo. Sus padres la matarían si descubrían lo que estaba
haciendo.

Que ella estaba enviando sus direcciones actualizadas al líder del grupo que iba tras ellos.

Pero era un riesgo que ambos estaban dispuestos a asumir.

Urian enderezó su chaqueta en el momento en que salió del portal y se encontró en Zurich.
Comprobó la hora.

—Aquí, pequeña mancha de tinta.

Su mandíbula comenzó a temblar al escuchar ese pequeño insulto encantador que algún
imbécil Cazador Oscuro había ideado para ellos, pensando que era lindo. Surgía de la marca oscura
sobre su corazón producto de las almas.

Frunciendo los labios, Urian cruzó sus brazos y se volvió hacia la alta y musculosa bestia y
dejo escapar un suspiro aburrido. —¿Qué? ¿Has quemado el último resto de células cerebrales que
venían con eso?

El Cazador Oscuro agitó su muñeca para liberar una daga de resorte. —Y yo aquí pensando
que tendría una larga patrulla esta noche. ¿Dónde están tus amigos?

—Me aburrí. Los comí. Decidí que merodearía por algún alimento inferior, y te encontré a
ti... lo más bajo de lo bajo. Suerte la mía.

El Cazador Oscuro se abalanzó sobre él.

Urian le chistó. —¿Qué? ¿Estás oxidado o eres nuevo?

Gritando de rabia, respondió con un corte hacia arriba. Urian lo bloqueó con sus manos y usó
los dedos de los pies para liberar la daga en su bota. Él le dirigió una patada de tijera al Cazador
Oscuro y le hizo un tajo en el pecho.

Siseó de dolor y se tambaleó hacia atrás.

—Es posible que desees llamar a tu Escudero y hacerle saber que no llegarás a casa.

El Cazador Oscuro se apresuró hacia él.

Urian sacó su cuchilla de su avambrazo y lo atrapó alrededor del cuello. Con un giro y un
paso al costado, arrancó la cabeza del Cazador Oscuro de su cuerpo.

Afortunadamente, tendían a caer casi tan rápido como un daimon. Tan solo dejaban una pila
más grande de polvo que rápidamente desaparecía.

—Lo siento. —Urian suspiró mientras se arrodillaba para recoger el arma y la identificación
del Cazador. Siempre se aseguraba de notificar al Consejo de Escuderos que supervisaba y cuidaba
a los Cazadores Oscuros cada vez que mataba a uno para que supieran quién murió.

Era algo extraño, pero sentía que se los debía. Mientras que estos no tenían familia propia, sí
tenían Escuderos y otros Cazadores que estaban relacionados con ellos.
Lo peor del mundo era no saber qué le sucedía a alguien que amabas. El ser dejado esperando
a que vuelvan a casa.

Su estómago se apretó mientras pensaba en Xyn. Incluso después de todos estos siglos,
todavía la extrañaba y se preguntaba qué le había pasado. Si tal vez, debido a un milagro, un día él
la cruzaría por la calle.

Era estúpido, pero no podía evitarlo. El no saber era su propia forma de infierno. Al igual que
esa interminable y miserable esperanza.

Sí, él no podía hacerle eso a otra persona. Así que siempre se aseguraba de dejarles saber que
tenían a un Cazador perdido en acción. Como soldado, él lo consideraba un acto de mutuo respeto
hacia un compañero de armas. Si bien podrían ser enemigos, ambos estaban luchando por lo que
creían correcto.

Ambos protegían lo que amaban.

Urian miró la licencia del Cazador para ver su sombría sonrisa. Cuthbert Ruriksen. Sí, parecía
un bastardo vikingo de aquellos días.

Recordando cómo habían estado en tiempos más primitivos, deslizó la licencia y la espada en
su bolsillo y se escabulló de nuevo en la oscuridad.

Cuando finalmente encontró el nuevo apartamento de Phoebe, ya era tarde. Él esperaba


encontrar una manera de llamar su atención.

En cambio, ella estaba en la calle y casi choca con él en su apresurada carrera hacia ningún
lugar en particular.

—¡Oye! ¿Qué está pasando?

Ella se arrojó contra él. —¡Llévame a casa contigo! ¡Ahora!

Urian la sostuvo contra su pecho y frunció el ceño. —Um, está bien. Por supuesto. Mi padre
probablemente te comería viva, pero de acuerdo. Podría hacer eso por ti si el suicidio es realmente
lo que estás buscando.

Ella le golpeó el pecho con el puño. No lo suficientemente duro como para lastimarlo, pero sí
por frustración. —No quiero quedarme aquí, Uri. ¡Estoy harta!

Realmente preocupado, él tomó su rostro entre sus manos. —¿Qué está pasando?

Con un suspiro entrecortado, ella hizo un gesto hacia el edificio de apartamentos del que
había estado huyendo —No sabes lo que es tener tantas reglas y dictados. ¡Todo el tiempo! ¡Vivo
bajo un microscopio! ¡No puedo cambiar de opinión sin permiso!

—Sí, no tengo idea de cómo es eso. En absoluto. —Su voz goteaba sarcasmo.

Ella lo fulminó con la mirada. —No es lo mismo.

Él arqueó una ceja engreída.

—No te veas tan hermoso. No estoy de humor. Tienes que estar enojado en mi nombre.
Él mostró sus colmillos.

Ella se rió y lo abrazó.

Cerrando los ojos mientras suspiraba satisfecho, Urian la abrazó y apoyó su barbilla contra su
cabeza. —¿Es realmente tan malo?

—Sí. Quieren que use una armadura.

—Yo quiero que lleves una armadura.

—No es divertido.

—Muy en serio.

Realmente podía sentir a Phoebe rodando sus ojos contra su pecho. —Entonces, ¿a dónde te
dirigías justo ahora?

Ella se echó hacia atrás para mirarlo. —Realmente no me vas a dar un sermón tu también,
¿verdad?

—Claro que sí.

—No me hagas atormentarte. Estoy muy cerca de tus bolas en este momento, amigo.

—Bueno, si eso es lo que se necesita para que las toques...

Ella lo miró boquiabierta. —Tú no dijiste eso mientras estamos discutiendo.

—Soy un hombre. Por supuesto que lo dije. Y no es mi culpa, de todos modos. Tú eres la que
metió a mis bolas en esto primero.

Ella arrugó la nariz. —Lo hice, ¿verdad?

—Sí. —Su voz bajó una octava. No es que fuera su culpa. A diferencia de él, ella podía comer
comida real y tomar transfusiones para sus necesidades de sangre.

Desde que empezaron a verse, él había dejado de alimentarse de cualquiera aparte de Phoebe.
Y como él no podía verla todos los días, eso significaba que cuando él conseguía encontrarse con
ella, estaba sediento.

Como ahora.

Phoebe mordió su labio. —Tengo malas noticias, por cierto.

—¿Qué?

—Tengo que compartir una habitación con mi hermana en el nuevo apartamento. Es pequeño.

Esas eran malas noticias.

—Pero... —Ella sacudió su barbilla hacia la calle en dirección a donde había estado
dirigiéndose—. Encontré un hotel cercano.
—Así que sí tenías un destino.

—Por supuesto. No soy completamente estúpida. Soy una Peters, ¿sabes? Armada con una
tarjeta de crédito y lista para usarla como un demonio. —Ella le guiñó un ojo —. Me registré hoy
más temprano. —Sacó la llave de su bolsillo y se la entregó—. Habitación 1452.

—Está bien. Aún así me preocupo por ti.

—Bien, porque yo también me preocupo por ti.

Cuando él fue a poner su brazo alrededor de sus hombros, ella jadeó. —¿Eso es sangre?

Demasiado tarde, Urian se dio cuenta de que había dejado un poco de ADN del Cazador
Oscuro en su manga. —Um... tal vez.

—¿Tuya?

Él comenzó a mentir, pero ella era la única persona a la que no quería mentirle. —No.

Sus ojos se encendieron con furia. —¿Quién era ella? ¿Eh? —Ella lo empujó hacia atrás.

Ese era un lugar donde él no había esperado que su mente se dirigiera. Aturdido, se quedó
boquiabierto por su acusación, la cual le recordaba mucho a uno de las diatribas irracionales de
Xanthia. —Ella era un él, y él trató de matarme en mi camino hacia aquí. —Sacó la identificación
de su bolsillo para mostrárselo. Ahora estaba el doble de agradecido de haber tenido la
consideración de guardarla. —Un enorme bastardo Cazador Oscuro.

—¿Realmente media dos metros diez? ¿Pesaba ciento treinta y seis kilos?

—Suena correcto. Aunque eso era puro peso muscular. Tenía los brazos como el tronco de un
árbol.

—¡Podría haberte aplastado!

—Confía en mí, lo sé. Tuve un hermano de su tamaño. Cuando éramos niños, Ophie solía
sentarse sobre mí por horas sólo para enojarme. Ambos, él y Archie, tomaban turnos para arrojarme
por el patio como si fuera una muñeca de trapo.

Levantándose, ella acercó sus labios a los suyos. —Lo siento, bebé. No quise enojarme tanto.
Simplemente no puedo soportar la idea de ti con otra mujer.

—Nunca te haría eso.

Con una sonrisa, ella mordisqueó sus labios. —Llévame a la habitación.

Urian estuvo tentado a usar sus poderes, pero como nunca había estado en el hotel antes, eso
sería una mala idea. Con su suerte, los habría arrojado dentro de una pared o algo mucho peor.

Así que tuvo que fingir que era "humano". ¡Gah, el horror de eso!

Pero al menos ella había elegido un hotel elegante. De estilo victoriano, pintoresco y
exuberante.
Urian esperaba que Phoebe lo llevara a una habitación normal. En cambio, había reservado la
suite penthouse. Si bien era cierto que él había crecido en un palacio y en un templo, éstos eran
bastante fríos y austeros.

Nunca había visto nada tan lujoso como este lugar. Ni luces tan brillantes. Levantó su mano
para protegerse los ojos que se humedecían en protesta contra la gigante araña de cristal.

—¡Lo siento! —Phoebe inmediatamente comenzó a apagar las luces—. Olvidé cuán sensibles
son tus ojos.

Urian se frotó los ojos mientras caminaba alrededor. —¿Qué es eso?

Ella le frunció el ceño. —¿El sofá?

—Sí. ¿Es una cama?


Phoebe se sorprendió hasta que se dio cuenta de algo. —Nunca permaneces fuera en mi
mundo, ¿verdad?

—¿Qué quieres decir?

—Justo lo que dije. Tú vienes de visita aquí para atrapar un alma e inmediatamente te vas, ¿no
es así? Nunca has visto la televisión ni te has tomado el tiempo de experimentar alguna parte real de
ello.

Él sacudió la cabeza.

Su corazón se rompió por él. Toda la historia que había vivido pero no experimentado. Con el
corazón roto, alcanzó el control remoto y encendió la televisión.

Ante eso, él le dio una mirada irritada. —Sé sobre la televisión, Phoebe. No soy un idiota. Hay
de esos en todas partes. Incluso en los bares.

—Oh. —Sí, ése sería el único lugar en el que él habría pasado mucho tiempo. Dios. Debería
haber pensado en eso. Se sentía como una tonta ahora.

Hasta que pensó en una cosa que sabía que no tenían en un bar...
—Apuesto a que nunca has tenido un baño con jacuzzi.

—¿Un qué?

—Sí... ¡un qué! —Curvando su dedo, ella le hizo un gesto para que la siguiera.

También observó la forma en que sus hermosos ojos azules recorrían a lo largo de las
molduras y del arte, así como las decoraciones en la pared. Pasó su dedo por el aterciopelado
revestimiento dorado hacia el baño de mármol, donde se quedó sin aliento. —Sí, plomería interior.

Él le lanzó otra mirada divertida.

—De acuerdo, así que probablemente también hayas visitado un baño de hombres.

—Un par de veces, sí.


—¡Pero no esto! —Ella puso el tapón en la tina y comenzó a correr el agua desde el
ornamentado grifo en forma de cisne. Mientras se llenaba, puso música a través del
intercomunicador y comenzó a deshacerse lentamente de su ropa.

Si ella viviera para tener mil años, nunca olvidaría la expresión de su cara mientras estaba en
la puerta, completamente catatónico. Riendo, ella se le acercó y enganchó sus dedos en el cinturón
de sus pantalones vaqueros. —¿Un charonte se llevó tu lengua?

Urian no respondió, ya que lentamente se desabrochó sus pantalones. Su ritmo era


desesperante. Y cuando ella bajó su mano para tomarlo, él pensó que moriría en el acto. No podía
recordar la última vez que una mujer lo había tocado tan íntimamente, ¿décadas? ¿siglos? Él sabía
que esto estaba mal en todos los niveles. Pero una mirada a esos ojos inocentes y estuvo perdido.

Riendo, ella se levantó para besarlo.

Él tomó su rostro y luego pasó sus manos por sus hombros y por encima de su suave piel,
hacia su espalda y sus nalgas para presionarla más cerca de él y así poder sentir sus curvas
amoldarse a su cuerpo. Inclinó su cabeza hacia atrás mientras ella le quitaba el abrigo, y luego le
sacó la camisa por la cabeza.

Phoebe vaciló al ver las cicatrices que empañaban la perfección de la piel del pecho de Urian.
Ella nunca lo había visto desnudo antes, porque siempre la había visitado en su habitación y no se
habían atrevido.

Pero maldición. Aunque sabía que él estaba endurecido por la batalla, el verlo era una historia
diferente. Había moretones frescos y heridas en proceso de curación, así como arañazos, por todas
partes. Su corazón se encogió ante la vista. Mordiéndose el labio, los trazó con las yemas de sus
dedos, hasta que llegó a la marca daimon en el centro de su pecho, sobre su corazón. —¿Duele?

—No.

Se parecía a un gran moretón. Uno más grande que su mano. No era de extrañar que fuera tan
fácil para un Cazador Oscuro matarlos. —¿Tienen que perforarla en el centro o simplemente cortar
en cualquier lugar?

Él inclinó su cabeza para mirar su mano. —Sabes, nunca había realmente pensado en eso.
Gracias, Phee, por darme algo más de lo qué preocuparme en una pelea.

Ella rió. —Bueno, tienes que pensar en eso, ¿sabes?

—Hmmm.

Besando su marca, ella se abrió paso a través de su pecho hasta su peculiar tatuaje de un
fénix-dragón. —¿Por qué es esto?

—Mi unidad Spathi que lidero. El Stygian Thánati.

—Ooo, eso suena tan impresionante.

—Me alegra que lo pienses. —Miró más allá de ella hacia la bañera—. ¿Se supone que haga
eso?
—¿Qué...? —Ella se quedó sin aliento cuando se dio cuenta de que el agua se estaba
derramando por el borde. —Ah ¡mierda! ¡Me distrajiste! —Corrió para cerrar el agua y agarró
toallas para absorber el exceso de líquido.

Urian se tomó un momento para admirar la vista de su desnudo trasero mientras se inclinaba
para limpiar el desorden. Maldita sea, esa mujer tenía uno de los mejores traseros...

Tratando de no pensar en ello, fue a ayudarla a limpiar algo del agua. Pero eso fue tan inútil
como tratar de resistirse a ella. En el momento en que estuvo cerca y su mano rozó accidentalmente
la suya, estaba perdido y lo sabía.

Lo mismo sucedió en el momento que la vio por primera vez, cuando su padre lo había
enviado a matarla a ella y a sus hermanas.

Al igual que ahora, un segundo estaban limpiando el agua del piso, al siguiente Urian estaba
en la bañera, desnudo y abrazándola mientras se alimentaba y la acunaba en sus brazos dentro del
agua tibia. Él no sabía qué lo afectaba acerca de Phoebe, pero ella obraba magia sobre él.

Suspirando de satisfacción, Urian saboreó la sensación de sus dedos jugando con su cabello
mojado mientras ella lo sostenía apretado entre sus muslos y sus pechos desnudos.

—¿Urian?

Borracho por la sangre, apenas podía reconocer el sonido de su propio nombre en sus labios.
—¿Hmmm?

—¿Me dejarías hacerte el amor esta noche?

Urian lamió su cuello mientras luchaba por sentido y control. Él quería negarse. Estaban
jugando un juego peligroso que explotaría en sus caras. Él lo sabía.

No era justo para ninguno de los dos.

Su padre lo mataría. Pero su mirada vagó sobre su cuerpo reluciente... por su húmedo y
dorado cabello que se enroscaba alrededor de su travieso rostro. Sus cremosos y desnudos hombros
donde gotas de agua se arrastraban y brillaban como joyas sobre su piel de alabastro. Y esos pechos
que pedían el toque de un amante...

Estaba condenado y lo sabía.

—Phoebe, —suspiró—. ¿Y qué si…

—Shh. —Ella lo besó para cortar sus palabras—. Ninguna otra palabra. —Ella lo miró con un
hambre voraz en sus ojos—. Te lo prometo, no cambiaré de opinión.

Tal vez no, pero Urian sabía que era una idea profundamente mala. En todo el sentido de la
palabra. Si tuviera una onza de decencia en él, se levantaría y se iría.

Pero entonces, no estaba seguro si alguna vez había sido noble o decente. Si lo había sido,
esas cualidades habían muerto mucho tiempo atrás.

Y antes de que pudiera hallar algo de decencia dentro de él, ella se volvió traicionera contra
su causa y se agachó para pasar su mano sobre su pecho, a través de su propio pezón tenso,
arrastrando sus uñas muy suavemente sobre su carne. Mil escalofríos surgieron a raíz de su caricia,
quemándolo de adentro hacia afuera.

Ella movió la mano de sus labios, luego bajó la cabeza para poder meter su pezón en su boca
y lo succionó con tanta ternura.

Y con eso, él estuvo perdido.

Urian gimió por el placer que ella le dio. Especialmente cuando sumergió su mano debajo del
agua y lo ahuecó allí con dedos suaves que danzaban y jugaban con la parte más tierna de su
cuerpo.

Mareado y en llamas, había superado el punto del pensamiento racional. Todo en lo que podía
pensar era que finalmente estaba saciando el hambre profunda que lo había mordido incesantemente
desde el momento en que la había visto por primera vez en esa escalera de incendios y ella con
delicadeza lo dejó allí.

Tomando su rostro entre sus manos, él ladeó la cabeza para poder reclamar sus labios con los
suyos. Frotando sus colmillos con su lengua, Phoebe gimió en su boca mientras continuaba
acariciando su miembro hinchado con su mano.

Temía desmayarse mientras su cabeza se balanceaba por el sabor de su peligroso daimon, por
la sedosa sensación de su rigidez bajo sus dedos. Nunca había imaginado cómo se sentiría un
hombre. Era tan extrañamente suave y duro al mismo tiempo. Como terciopelo estirado sobre acero.

—Tenías todo esto planeado, ¿verdad?, —él preguntó con una nota ligera y divertida en su
voz.

Ella asintió.

—¿Y si te hubiera rechazado?

—No te hubiera dejado, —susurró ella, luego envolvió sus brazos alrededor de su cuello y
acercó su cabeza a la suya por otro beso largo, profundo y satisfactorio.

Urian no la decepcionó mientras él profundizaba su pasión y la besaba hasta que ella perdió el
aliento por ello. Suspiró de satisfacción y pasó sus manos a lo largo de su magra y dura espalda.

Oh, pero el hombre se sentía bien y sabía aún mejor.

Dejó sus labios y arrastró un ardiente beso hacia su cuello, donde él succionó y jugueteó con
su carne con sus colmillos y su lengua. Phoebe arqueó la espalda, retorciéndose de placer mientras
sus manos pasaban sobre su cuerpo. Bajó sus brazos sobre su cintura donde tomó sus caderas con
sus manos.

Cuando él se movió hacia sus pechos, ella lo detuvo. Miró hacia arriba con el ceño fruncido.

—Ésta es mi fantasía, —dijo Phoebe con una sonrisa. Entonces ella lo dirigió hacia el extremo
opuesto de la bañera de gran tamaño y se sentó a horcajadas sobre su cintura.

Atónito y excitado, Urian la miró con asombro mientras sentía su suave cabello burlándose de
la piel de su vientre. —¿Y qué es lo que ésta tan llamada fantasía incluye? ¿Cera caliente? ¿Látigos?
¿Esposas?
Sonrojándose ante sus sugerencias, ella bajó la cabeza hacia él y en lugar de darle el beso que
esperaba, ella bajó su boca sobre su garganta.

Urian se tensó cuando sintió sus colmillos raspando su piel. —No me muerdas, amor.

—Lo sé. Relájate. Prometo que no voy a romper la piel.

Forzándose a confiar en ella, Urian gimió ante el calor de su boca mientras poco a poco
exploró su cuerpo con sus labios. Su lengua se movió sobre la barba incipiente en su cuello,
burlándose y atormentándolo con ola tras ola de placer.

Ella se inclinó hacia adelante hasta que sus senos se aplastaron contra su pecho. Entonces se
movió más abajo. Lentamente, concienzudamente, ella cubrió su pecho y sus brazos con sus
ardientes besos.

Phoebe saboreó los sonidos de placer de Urian. Probablemente debería estar preocupada por
sus acciones, dado que él era un daimon, pero ella se había hecho a la idea. Su vida tenía una bomba
de tiempo. A diferencia de sus hermanas, ella no quiso casarse ni tener hijos para darles esta vida
miserable que había sido suya.

Huyendo asustados. Temiendo cada día y cada noche. Siempre mirando por encima de sus
hombros mientras eran desplazados y reubicados porque alguien o algo estaba tratando de matarlos.
A pesar de todo el dinero de su padre, su vida había sido miseria y miedo, y ella odiaba cada jodido
minuto de ello.

Hasta Urian.

Por primera vez en su vida, tenía felicidad. Alguien a quien amaba y quien también la amaba.
Junto a él, ella sentía que pertenecía. Y cuando estaban separados, todo lo que hacía era contar los
latidos del corazón hasta volverlo a ver.

No vivía cuando él se iba. Sufría.

Y estaba harta de eso.

No, Urian era lo que ella quería e iba a hacer esto. Completamente y sin reservas. Antes de
que terminara la noche, lo conocería desde la parte superior de su cabeza hasta los dedos de sus
pies.

Con ese principal pensamiento en su mente, comenzó a drenar el agua para poder hundir su
boca en la carne de su cadera. Urian contuvo el aliento bruscamente entre sus dientes mientras
temblaba debajo de ella. Phoebe se rió mientras continuaba su incesante exploración de él.

Ella iba a reclamarlo esta noche. Y se juró a sí misma que cuando él se fuera de aquí, después
de esto, siempre sería suyo y de nadie más.

Y debía estar funcionando ya que, un segundo después, sus ojos se pusieron rojos y los
teletransportó desde la bañera hasta la cama.

Phoebe levantó la vista con un sobresaltado jadeo. —¿Cómo haces eso?


Él se encogió de hombros. —Mucha práctica y una pequeña plegaria para no arruinarlo.

Riendo, ella volvió a mordisquear ese suculento hueso de la cadera y a explorar un paquete de
seis abdominales definidos que no creía que un hombre pudiera tener a menos que fueran pintados
por un artista.

Urian enterró su mano en el cabello de Phoebe mientras luchaba contra las ganas de tomar el
control. Quería estar dentro de ella con tantas ansias que apenas podía soportarlo. Era un hambre
abrumadora. Pero se negó a quitarle eso, especialmente porque era su primera vez y él quería que
fuera tan especial como ella. Ella significaba más para él que sus impulsos primitivos. Así que se
contendría, incluso si eso lo mataba.

Y por la forma en que se sentía, ahora mismo, muy bien podría. Porque esto era difícil. Y se
tornaba más duro a cada minuto.

Junto como una cierta pieza de su anatomía...

Curiosa y dulce, ella movió su mano otra vez para tomarlo mientras exploraba su cuerpo con
la curiosidad que era en parte experimento de ciencia y pasión. Él nunca había tenido una amante
que estuviera tan extrañamente atenta a su cuerpo. Casi como si ella quisiera memorizarlo.

Y luego, para su asombro, ella movió la cabeza y lo llevó completamente a su boca.

Con un feroz y profundo gruñido, Urian se sacudió por todas partes mientras su lengua jugaba
con él. ¡Oh queridos dioses! Jadeando y débil, miró con asombro su dorada cabeza enterrada entre
sus muslos.

Al infierno con esto, él no podía soportarlo más.

Phoebe levantó la vista sorprendida cuando Urian desplazó su cuerpo. ¿Qué estaba haciendo?

Con una sonrisa diabólica, se estiró a su lado y colocó sus caderas junto a su cabeza. Ella
estaba completamente desconcertada por lo que estaba haciendo y por lo que intentaba.

Sus ojos azules se volvieron cálidos y perversos. —No pares, amor. —Antes de que ella
pudiera responder, él abrió sus muslos y enterró sus labios en su centro.

Con un grito de placer supremo, ella cerró los ojos mientras él deslizaba su lengua
profundamente dentro de ella. ¡Querido Dios en el cielo! Era increíble. ¡Nunca había experimentado
algo como esto! ¡Olvida la mierda que su hermana leía y seguía empujando en su cara! ¡Nia era una
idiota! ¡Cassandra una aún más grande! No sabían nada acerca de los hombres. Y nunca las volvería
a escuchar.

Con la cabeza dando vueltas, abrió más las piernas. Él aceptó su invitación. Queriendo
devolverle el favor, bajó su cabeza y volvió a lo que había estado haciendo porque si esto se sentía
la mitad de bueno para él...

Sí, ella quería mantenerlo feliz y asegurarse de que nunca perteneciera a ninguna mujer más
que ella de nuevo.
La cabeza de Urian giró cuando volvió a sentir su boca y su lengua alrededor de él. Él tomó
sus caderas mientras pasaba su lengua sobre ella y la sentía temblar en sus brazos. Su pequeño ángel
era increíble. Y pensar que en realidad había considerado matarla.

¡Fuiste un idiota!

Si, lo fue. Pero para empezar, nunca había tenido mucho cerebro. Por demasiado tiempo,
había estado andando en vacío. Sólo haciendo lo que su padre le decía. Una herramienta sin sentido
que mataba según se le comandaba.

Se había convertido en lo que Sheba había querido que fuera.

Un perro de ataque.

Urian Deathbringer. Thánatago.

Pero con Phoebe Peters, él era algo más. Algo mejor.

Por primera vez desde la muerte de Xyn, se sentía vivo de nuevo. Encontró una razón para
respirar. Para levantarse por la tarde y sentir emociones reales.

No estaba seguro de si debería estar agradecido o maldecirla por ello.

Phoebe no podía creer lo que le estaba pasando. Dónde ella encontró el coraje para hacer estas
cosas con un daimon de sangre fría, no lo sabía. Se le había dicho durante toda su vida que huyera
de criaturas como Urian. Que la matarían a ella y a su familia.

Sin embargo, nunca se había sentido más segura.

Más querida o más hermosa.

El calor de su boca la abrasó mientras la provocaba y succionaba. Y aún más increíble era la
sensación de sus dedos hundiéndose dentro de ella. Dentro y fuera y alrededor. Su cuerpo tembló y
se sacudió mientras su cabeza se tambaleaba por las sensaciones.

Ella cerró los ojos. Era demasiado. Y justo cuando estaba segura de que moriría por ello, su
cuerpo explotó con más placer del que alguna vez pensó que pudiera sentir.

Echando la cabeza hacia atrás, gritó su liberación mientras el mundo entero giraba alrededor.
Nunca, nunca había experimentado semejante cosa.

Y todavía su lengua seguía atormentándola, haciéndolo más intenso e increíble. —¡Oh Dios,
Urian! —Ella jadeó.

Él dejó escapar una risa malvada mientras besaba su muslo. —No pienses por un minuto que
he terminado contigo, agapi mou.

—¿Agah quién?

Él rió. —Ah-ga-pi muu. Mi amor.

Cerrando los ojos, saboreó cada sílaba. —Me encanta tu acento. ¡Tú hablas y yo me derrito!
Él se levantó entre sus piernas y colocó su cuerpo sobre el de ella. Phoebe alcanzó a
levantarse y enterró sus manos en su cabello mientras él usaba sus rodillas para abrir más sus
piernas.

Tomando su rostro con su mano, Urian la besó tiernamente y luego suavemente se hundió
profundamente en su interior.

Phoebe se congeló cuando el dolor dominó por sobre su placer. —¿Uri?

—Shh, agapi mou, —susurró él contra sus labios—. Dale un segundo.

Se inclinó ligeramente hacia atrás y extendió la mano entre sus cuerpos para que él pudiera
acariciarla y ayudarla a enfocarse en otra cosa.

Phoebe se mordió el labio mientras olvidaba rápidamente el dolor mientras él jugaba


suavemente con su cuerpo, reconstruyendo de nuevo su placer.

Instintivamente, ella se frotó contra él, empalándose aún más profundamente que antes.

Urian suspiró de placer cuando ella comenzó a moverse contra él. —Así. —Él susurró,
cerrando los ojos para saborear el cálido y apretado calor de su cuerpo alrededor de él.

Con la respiración entrecortada, la dejó tomar el control del momento mientras ordeñaba su
cuerpo con el de ella.

Abriendo los ojos, vio la maravilla jugar en su rostro. Sí, le gustó estar a cargo.
Probablemente porque ella había tenido tan poco control sobre cualquier otra cosa en su vida. Sus
padres nunca le permitían tomar ninguna decisión. Acerca de cualquier cosa. Incluso sus comidas
eran probadas antes de que confiaran en ella para comerlas.

Había vivido toda su vida en el vacío y bajo escrutinio.

Por lo que él la dejó tener esto. Sonriendo, Urian se dio la vuelta sin retirarse de su interior.

Asombrada por este nuevo punto de vista, Phoebe gimió al encontrarse arriba de él. Ella
movió sus caderas ante la extraña sensación de su cuerpo dentro del suyo y entre sus piernas.

Con sus oscuros y suaves ojos mirándola, levantó sus manos y tomó sus pechos en ellas.
Sonriendo aún más, ella cubrió sus manos con las suyas, luego levantó su cuerpo, enterrándose a sí
misma en su miembro.

Y luego su mano volvió a tomarla entre sus piernas mientras lo montaba con fuerza y
rápidamente.

Y esta vez cuando ella se vino, él se le unió con un profundo gruñido gutural que la dejó un
poco temerosa por un segundo. Pero después de eso, se dio cuenta de que él no iba a hacerle daño y
se relajó de nuevo.

Saciada y exhausta, Phoebe se estiró sobre su pecho y simplemente disfrutó la sensación de


sus brazos alrededor de ella mientras su aliento agitaba su cabello.
Urian echó la cabeza hacia atrás, sacudido por lo que había ocurrido entre ellos. Su pasión lo
llenaba de humildad. Pero peor aún, estaba lejos de saciarse. Si algo quería, era más que nunca
antes. Porque ahora que había probado el Katoteros que era Phoebe, él sabía que ella realmente no
tenía igual.

Y eso asustó tremendamente.

Phoebe levantó la cabeza para mirarlo. —¿Algo está mal? —Preguntó, sus cejas juntas en una
profunda V.

Sacudiendo la cabeza, él pasó sus manos por su espalda. No era realmente una mentira.

En verdad, las cosas nunca habían estado tan bien.

Y de la misma manera, nunca habían estado más equivocadas. Porque en la parte posterior de
su mente, no podía dejar de pensar en el hecho de que si su padre alguna vez descubría esto, los
mataría a ambos.
8 de agosto, 1990
Ellos iban a matar a Phoebe. Urian estaba desesperado por llegar a ella y advertirle. Él había
estado tratando de llamarla, pero un imbécil estaba en el teléfono y no salía de la línea. Intentó que
el operador lo interrumpiera y quienquiera que fuera se negó groseramente.

—No es una emergencia. Dile al novio de mi hermana que puede esperar.

Cuando él pusiera sus manos en Cassandra, iba a darle tremenda paliza.

Y como él estaba atrapado hasta el anochecer, no había nada que pudiera hacer. No se atrevió
a ir a Apollymi, ni a tratar de usar su espejo tampoco, por temor a que se lo contara a su padre.

Maldición. Este había sido el día más largo de su vida. Para cuando se puso el sol y él pudo
irse, se sentía como si lo hubieran desollado vivo.

Se dirigió directamente a su apartamento. Normalmente, nunca se acercaba a su puerta. Él


llamaba desde un teléfono público con un código de llamada prediseñado y ella salía a su encuentro.

Pero estaba demasiado asustado para esperar.

Mientras corría por su calle, un automóvil lo pasó y alguien lo saludó con la mano.

Demasiado tarde, se dio cuenta de que era Phoebe.

Jadeando y aterrorizado, se detuvo en seco. ¡Phoebe! Proyectó con sus pensamientos. ¡Para
el coche! Sal… el auto explotó en una brillante ráfaga de luz, lloviendo metralla a través del
vecindario y lo derribó.

Temporalmente cegado, y con sus oídos zumbando, Urian yacía aturdido en la acera.

¡No… no! Eso simplemente no estaba sucediendo. No podrían haberlo hecho.

Su corazón latía tan rápido y furioso que no podía respirar. El dolor y la pena lo
atormentaban. Lo dejaron paralizado y destruido.

Hasta que escuchó un leve gemido.

¿Phoebe?

Se secó las lágrimas y se teletransportó a los restos, sin importarle un carajo quién lo viera. Se
le revolvió el estómago al ver los cuerpos destrozados. Por favor, que no sea mi Phoebe...

—Uri...

Se volvió para encontrarla a unos pocos metros de distancia. Su mundo se detuvo cuando se
dio cuenta de que la explosión la había arrojado del auto hasta un poste cercano. Corrió a su lado y
se arrodilló para ponerla en sus brazos. Ella estaba sangrando profusamente.

Si bien podrían no haberla matado en la explosión, la estaban matando lentamente. No había


manera de que ella sobreviviera. Había demasiado daño. Cada instinto de daimon le dijo eso. Podía
escuchar sus signos vitales disminuyendo. Fue eso lo que le permitió saber el momento preciso en
el que él podía apoderarse de un alma para alimentarse.

—¿Phoebe?

Estaba tan débil que apenas podía concentrarse en su rostro.

—¿Te casas conmigo?

Con la más pequeña risa, ella asintió y jadeó.

Sabiendo que ella era demasiado débil para morderlo por su cuenta, Urian usó sus colmillos
para rasgarse su propia muñeca y se la llevó a los labios. Él la levantó para que ella pudiera beber su
sangre.

Al principio, pensó que la había perdido. Que había esperado demasiado tiempo, o que no
había llegado a tiempo.

Pero después de unos segundos, sintió que su agarre se apretaba. Sintió que sus labios se
fortalecían mientras chupaba y lamía más fuerte. Su brazo comenzó a arder. Demasiado tarde,
recordó que había tenido el poder de salvar su vida sin tener que recurrir a esto.

¡Maldición! ¿Por qué no había pensado en eso? Pero él no había usado esos poderes en siglos.
Tan acostumbrado a esconder lo que podía hacer debido a la forma en que reaccionaban los demás,
él casi los había olvidado. Lo siento mucho, Phoebe...

En ese momento, se odiaba a sí mismo. La había convertido en un monstruo sin ninguna


razón.

—¿Urian?

Con el corazón roto, él corrió la sangre de los labios con el pulgar. —Aquí estoy.

—¿Dónde están mi madre y mi hermana?

Él protegió sus ojos de sus cuerpos. —No sobrevivieron, cariño.

Las lágrimas brotaron de sus ojos. Las sirenas empezaron a sonar y demasiado tarde, Urian se
dio cuenta del tamaño de la multitud que las rodeaba. Todos mirando fijamente. Lo prudente sería
intentar un hechizo o...

A la mierda. Dejaría que la mente humana lo racionalice como alienígenas espaciales o


cualquier psicosis que quisieran nombrar. Histeria colectiva. Alucinación. Tenían más excusas que
estrellas en los cielos. No era su preocupación.

Phoebe respiraba. Su única preocupación era asegurarse de que no la llevaran a un hospital


donde no entenderían su ahora sangre daimon.

Así que, con ese pensamiento, usó sus poderes para teletransportarla al único lugar donde
sabía que estaría a salvo. El único lugar donde su padre no podría encontrarla o lastimarla.

Elysia.
En el momento en que aparecieron en las instalaciones subterráneas seguras, se dispararon las
alarmas. Urian se encogió ante el grito desgarrador que amenazaba con destrozar sus ya maltratados
tímpanos. Phoebe se tapó las orejas y se encogió contra su hombro.

Braden, junto con dos docenas de guardias, llegó corriendo con armas para rodearlo.

Urian tomó su pánico con calma. —Bueno, levantaría las manos, pero no creo que Phoebe lo
aprecie.

Braden rodo los ojos. —Por Dios, Uri, ¿qué estás haciendo aquí?

—He venido a pedir un favor y necesito un médico.

La mirada de Braden fue a Phoebe. —Conoces nuestras leyes.

—Y sé lo que tú me debes. Tú sabes lo que me debes. Necesito esto de ti. No me hagas rogar.
Peor aún, no me hagas enojar.

Braden solo dudó por tres latidos antes de asentir, luego hizo un gesto a los guardias para que
dejaran sus armas. —Sígueme.

Urian miró a Phoebe cuando ella comenzó a gemir de dolor. —Quédate conmigo, agapi mou.

—Me duele mucho la cabeza. —Ella retorció el puño en su camisa.

—Lo sé. Es el alma. Sólo respira a través de ella.

Una vez que llegaron a la enfermería, Urian siguió a Braden a una habitación en la parte de
atrás y la acostó en la cama del hospital. Dio un paso atrás cuando entró una doctora de aspecto
severo. —No tratamos a los daimons.

Braden resopló. —Usted quiere tratar a este.

—¿Por qué es tan especial?

—Él construyó las instalaciones en las que estás parada.

La doctora quedó boquiabierta. —¿Disculpa?

Con las manos en las caderas, Urian sonrió. —Lo escuchaste. Y te patearé el trasero si no lo
haces.

Ella volvió a quedar boquiabierta.

—Sí, me has oído. Compré en igualdad de derechos. Eres una apolita. Significa que eres más
que capaz de contraatacar. Y la vida de mi novia significa mucho más para mí que la tuya. Cuídala
o pierde la tuya.

Irritada, tomó un par de guantes de látex e hizo un gran espectáculo de ponérselos antes de ir a
atender a Phoebe. —¿Es él siempre un gran cabrón?

—No, —dijo Phoebe, jadeando y débil—. A veces es peor.


Eso logró hacer reír a la doctora. Sacudiendo la cabeza, se olvidó de Urian cuando comenzó a
atender las heridas de Phoebe. Lo que estaba más que bien para él.

Satisfecho de que el médico no la lastimaría, los dejó solos y salió de la habitación para hablar
con Braden.

Alto y rubio, estaba casi a la altura de Urian. Como casi todos los apolitas. Como eran
descendientes directos de Apolo, el pelo rubio era casi siempre un elemento básico. Aunque a través
de los siglos, algunos de ellos, como la familia de Phoebe, se habían casado con humanos u otras
criaturas. Así que no era extraño encontrar a una apolita con el pelo rojizo o incluso una morena.
Sin embargo, no se consideraba normal que una apolita fuera otra cosa que rubia. Y eran casi
siempre altos y de ojos marrones.

Braden y sus parientes habían sido líderes cívicos aquí en Elysia, desde que Urian y Davyn
los habían ayudado a establecer el enorme búnker subterráneo en los primeros días de América.
Cuando la hija de Theo se había enamorado de un apolita que quería un refugio seguro para que su
familia se escondiera. Debido a que eran seguidores del Culto of Pollux, Urian sabía que no debía
preguntar a su padre acerca de llevarlos a Kalosis.

Desde la noche en que habían llorado a Tannis, el CoP había sido prohibido en sus dominios y
si alguien se lo mencionaba a Stryker, se quedaban con un par de colmillos menos.

Y sin testículos.

Debido a que él y Davyn los habían ayudado a establecer su ciudad, y se apresuraban a venir
si tenían algún tipo de problema con los daimons que no cumplían con sus leyes, se les otorgaba
privilegios especiales.

Como poder venir aquí a pesar de que los daimons estaban prohibidos.

Urian arqueó una ceja hacia él. —¿No vas a preguntar lo qué quieres preguntar?

—¿Qué quieres decir?

—Sé que escuchaste lo que Phoebe es para mí. ¿No tienes curiosidad?

Braden asintió. —Eso y por qué la trajiste aquí.

—Porque si la llevo a casa, mi padre la matará. —Urian dejó escapar un suspiro de


cansancio—. En todos estos siglos nunca he pedido nada, ni ningún tipo de pago. Lo estoy pidiendo
ahora.

—Sabes que está prohibido.

—Yo también te ayude, estando prohibido, Sin embargo, aquí estoy. —Él le dirigió a Braden
una mirada aguda.

Al menos tenía el buen sentido de parecer avergonzado.

—Vamos, Braden. Sé que tienes la capacidad de doblar algunas de las reglas. Phoebe es
inofensiva. Nunca se ha llevado un alma y nunca lo hará, te lo juro. Ella es mitad humana. Más
bebé que los bebés de aquí. Ni siquiera ha probado la sangre para vivir. No hasta esta noche, cuando
la obligué a beber la mía para salvar su vida.

Sus ojos se ensancharon. —¿Medio humana?

El asintió. —Otra razón por la que no me atrevo a llevarla cerca de Kalosis.

Braden no dijo una palabra, se dirigió directamente a la habitación.

Urian fue tras él.

La doctora tenía a Phoebe cubierta por una sábana. Todavía estaba pálida, pero algunas de sus
heridas estaban empezando a sanar. Sin embargo, el médico mantuvo una expresión peculiar en su
rostro.

—Millicent…

—Ella es parte humana, —espetó ella, interrumpiéndolo. Ella se encontró con la mirada de
Urian con una mirada incrédula—. ¿Salvaste la vida de una apolita mitad humana?

—La amo.

—Eso es lo que ella dijo. Y le dije que eras un bastardo. Entonces ella rápidamente me
informó que yo no te conocía en absoluto.

No sabía por qué, pero esas palabras le transmitieron una calidez que nunca antes había
conocido. —¿Va a estar bien?

—Ella no debería estarlo. No sé qué hay en tu sangre, muchacho, pero sí, creo que lo logrará.

Braden cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Crees que ella es peligrosa?

Millicent no dudó con su respuesta. —No. De ningún modo. Me parece que es el tipo de
persona que recoge una araña en una servilleta y la suelta por la puerta de atrás en lugar de matarla.
—Sacudió la barbilla hacia Urian—. Él es el que es letal.

Ella tenía razón en eso. —Sólo cuando se atraviesan. O molestan.

Que era probablemente la mayor parte del tiempo, y fácil de hacer, pero eso era otra cosa.

Braden dejó escapar un suspiro de cansancio. —Entonces de acuerdo. Mientras ella solo se
alimente de ti, Urian, ella puede quedarse. Pero ella no puede salir de aquí.

—Me aseguraré de que ella sepa eso.

—Muy bien entonces. Nos aseguraremos de que se ocupen de ella y se le dé un lugar donde
quedarse.

—Gracias, y Davyn y yo nos aseguraremos de que tengas protección adicional.

—Mejor, porque los considero a ambos personalmente responsables de todo lo que ella haga.
23 de agosto, 1990
Urian respiró hondo mientras esperaba a Phoebe en el pequeño templo apolita. Vestido en una
falda escocesa, con su largo cabello suelto alrededor de sus hombros, se sentía tan ridículo. Incluso,
tenía lo que equivalía a un bolso peludo, que colgaba sobre sus “delantera”, poniéndolo nervioso
como el infierno de que accidentalmente estallara, y lo pusiera fuera de servicio. Pero esto era lo
que Phoebe quería que usara para su boda. Así que aquí estaba.

Viendose como un idiota para hacerla feliz.

Gah, ¿qué parte de, te estás casando con un daimon griego y no con un escocés montañés te
perdiste, mujer?

Si alguna vez conocía a su hermana Cassandra, iba a desatar el santo infierno sobre ella, que
había puesto esa idea en la cabeza de Phoebe, por su enfermo fetiche por las novelas románticas.

Pero cuando las puertas se abrieron lentamente para mostrar a Phoebe en el otro lado, vestida
con un brillante vestido de seda blanca que abrazaba su esbelto cuerpo a la perfección, todas las
quejas se dispersaron. Principalmente porque toda la sangre se drenó de su cerebro y se acumuló en
el centro de su cuerpo.

Uhm... sí. Por ella, se habría prendido fuego.

Especialmente cuando su mirada se encontró con la suya sobre la única rosa blanca envuelta
en cintas rojas y blancas que llevaba, y le dio esa dulce y tímida sonrisa.

Su corazón latió con fuerza cuando ella se dirigió hacia él con Braden a su lado para ser su
padrino de bodas. Qué raro que después de todas las veces que estuvo casado, estuviera realmente
nervioso.

Phoebe no podía creer lo que veía mientras miraba al hombre más sexy del mundo. Estaba
completamente hermoso. Alto, letal.

Y él era suyo.

Lo único que podría mejorar el día, sería tener a su familia con ella. Por un momento, sus ojos
se llenaron de lágrimas, pero ella se negó a estar triste. No esta noche.

Ella no se arrepentiría de lo que había perdido. Durante semanas, ella había estado llorando.
No había nada que hacer al respecto. Todavía quemaba, lastimaba y dolía. Peor aún, era saber que
su padre y Cassandra todavía estaban vivos, y que ambos la creían muerta. Pero la verdad de que
ella era un daimon sería aún más cruel. Asi que, ella estaba aprendiendo a vivir su nueva vida.

Con Urian.

Y esta noche, estarían unidos.

Con un suspiro entrecortado, ella tomó su mano. Braden tomó las cintas de su rosa y las
envolvió alrededor de sus manos juntas para unirlas. Luego se movió para pararse frente a ellos y
poder oficiar la ceremonia.

Phoebe se lamió los labios secos mientras miraba a su hermoso daimon.


Sus ojos azules brillaban con calidez y amor cuando Braden comenzó su ceremonia. —Es a
través de la luz que nacemos y durante la noche que viajamos. La luz es el amor de nuestros padres
que nos saludan y nos reciben en este mundo, y es con el amor de nuestro compañero que lo
dejamos.

—Urian y Phoebe han elegido estar juntos, para facilitar el viaje que les queda y para
consolarse mutuamente en las próximas noches. Y cuando la noche final esté sobre nosotros,
prometemos permanecer juntos y aliviar a quien viaja primero.

—De alma en alma hemos respirado. De carne a carne hemos tocado. Y solos es que debemos
dejar esta existencia, hasta que llegue la noche en que el Destino decrete que estemos reunidos en
Ouranlie.

Ouranlie era el punto más alto de Katateros, que solo las almas más puras podían alcanzar.
Era considerado el punto más alto del cielo atlante. Reservado para santos, héroes y almas gemelas.

Braden se trasladó a la fuente sagrada donde guardaban una elaborada copa de oro. Grabado
con una imagen de los tres Destinos, estaba reservado para bodas y fiestas especiales. Se lo llevó a
Phoebe primero.

Urian sostuvo la taza mientras Braden sacó un cuchillo pequeño y le hizo una pequeña
incisión en la muñeca para poder verter algo de su sangre en la taza. Luego hizo lo mismo con
Urian.

Una vez que tenían la misma cantidad de sangre en la taza, Braden la hizo girar tres veces en
el sentido de las agujas del reloj y luego en sentido contrario. Susurró una oración en voz baja.

Braden le dio la taza a Phoebe para que diera el primer trago, y luego se la pasó a Urian, que
bebió del mismo lugar que ella. Le entregó la taza a Braden, y como era su costumbre, Urian se
inclinó para besar a su esposa y mezclar su sangre mientras aún estaba en sus labios.

Braden devolvió la taza al pedestal, luego regresó para pararse frente a ellos. —Ahora los
presentamos, Phoebe Jane Peters. Ella es única en este mundo. Su belleza, gracia y encantos son el
legado de aquellos que han venido antes que ella y serán afortunados aquellos que nacerán a través
de ella.

Este hombre que ha elegido unirse con ella, Urian Thánatago, por otro lado, viene ante
nosotros como un producto de honor e integridad. Modelo de sus padres, él deja su casa para unirse
con su esposa y convertirse en Urian Peters. Son sus similitudes las que los unieron y sus
diferencias que agregan variedad y chispa a su vida. Que los dioses bendigan y protejan su unión y
que sean bendecidos con fertilidad y felicidad. Que los dos disfruten cada minuto que les queda.

Una vez dichas esas palabras, Braden ató las cintas en un nudo doble.

Con suerte, las cintas durarían siete días. Al final de los cuales, serían cortadas y enterradas
para la buena suerte.

—Felicidades. —Braden le dio una palmada a Urian en el brazo antes de dejarlos solos.

Fue solo entonces que Phoebe se dio cuenta de lo solos que estaban. —Lo siento, Urian.

—¿Por qué?
—Porque no tienes a ningún miembro de tu familia aquí.

Él se encogió de hombros. —Está todo bien. Te tengo y eso es todo lo que me importa.
Además, estoy agradecido de que ninguno de mi familia esté aquí para verme vestido así. Mi padre
se cagaría en los pantalones.

Ella se rió. —¡Eres terrible! Y no quiero oírlo. Sobre todo, porque no es como si no hubieras
usado una toga alguna vez.

Fingiendo estar herido, se tocó el pecho. —¡Ah! Me hieres ¡Era un chitón, mujer! ¿Hola? No
es como si fuera un romano.

—Oh, lo que sea, ¡como si alguien supiera la diferencia o le importara!

—¡Me importa!

Ella rodo los ojos. —Sólo ti te importaría.

De repente, Urian tuvo una extraña sensación.

—¿Hay algo mal?

Miró alrededor de la habitación mientras su piel se erizaba. —¿Sientes eso?

—¿Sentir que?

—Como si nos estuvieran espiando.

Phoebe negó con la cabeza. —Estás siendo paranoico. ¿Cómo podrían?

Tal vez, pero era algo tangible. Su carne literalmente se estremeció con eso. Inequívocamente.

Algo malvado bailaba en su espina dorsal. Como Acheron con esteroides.

Inequívoco. Y malévolo como el infierno.


15 de junio, 1996
Urian apenas había asesinado a dos de los suyos que habían estado persiguiendo a su cuñada
cuando dobló una esquina y se encontró con la última criatura que había esperado ver.

El dios Helios.

Y a juzgar por su expresión, no estaba feliz. De hecho, si las miradas pudieran matar, Urian
hubiera estallado en pedazos.

—¿Qué pasa, solcito?

Eso tuvo el efecto deseado. El Titán le lanzó un rayo de dios.

Pero en lugar de hacerle daño, le golpeó el brazo y causó que se iluminara y luego lo desvió.
En el momento en que lo hizo, los ojos del antiguo dios se ensancharon. Entonces le envió un rayo a
Urian de nuevo.

Y de nuevo, no pasó nada.

Sus fosas nasales se ensancharon.

—¿Perdiendo tu toque?

—No te atrevas a burlarme de mí. —Helios entrecerró su mirada—. Así que eras tú el que ha
estado matando a mis soldados.

Urian se encogió de hombros con una indiferencia que no sentía, porque sabía que estaba
bailando con el diablo. —Devolviendo el favor.

—¿Lo dice el niño que juega con fuego?

La sangre de Urian se enfrió. —¿Qué quieres decir?

Una lenta y maliciosa sonrisa cruzó su rostro. —Cuando tienes muchos secretos, van a
arrastrase hacia afuera. Solo te queda cierto tiempo para mantenerlos guardados, como la tapa de
una olla hirviendo. Y sabes lo que has hecho.

Helios desapareció.

El pánico golpeó a Urian mientras consideraba esas palabras, como el hecho de que Helios
debía saber lo que había estado haciendo para proteger a Phoebe.

El dios tenía razón. Cada noche que Urian se despertaba, se sentía como si se estuviera
manteniendo en equilibrio sobre una hoja de afeitar. Para mantener a su esposa feliz, le estaba
mintiendo a su padre, protegiendo a su última hermana con todo lo que tenía, incluso matando a su
propia gente para hacerlo.

Para proteger a su propio trasero y su matrimonio, vivía con el terror de que Phoebe se
enterase de que él había sido el que había estado a cargo del equipo de ataque que había acabado
con su hermana mayor y sus abuelos. Que él había sido, personalmente, responsable de la mitad de
los traumas de su infancia y los de su madre.
Él fue el hombre del saco que hizo que se despertara a la mitad del día, temblando.

¿Qué he hecho?

Su felicidad había sido comprada con una mentira. Tarde o temprano, todo se revelaría. Él lo
sabía. Tenía que.

Todas las cosas construidas sobre una mentira siempre se derrumbarían, tarde o temprano. La
verdad sobre Cassandra iba a salir. Lo sabría todo y la destruiría. A la gente no le gustaba que le
mintieran, y siempre se volvían contra el mentiroso y los arrastraban para golpearlo el doble de
veces por la traición. Era lo peor que alguien podía hacer.

De repente, sintió una presencia detrás de él. Urian se volvió, listo para pelear.

Luego sonrió a la última persona que esperaba ver.

Ruyn Widowmaker.

Y él no estaba solo. Viajaba con un demonio con el que Urian solo se había topado unas
cuantas veces a lo largo de los siglos, pero con el cual, él sabía, que era mejor no meterse.

Shadow. Su lealtad siempre fue cuestionable, en el mejor de los casos. Uno nunca sabía
realmente dónde estaban sus lealtades. Ni siquiera consigo mismo. Podría ser un bastardo
rencoroso. Y cuando vio a Urian, la expresión de su rostro decía que tenía tanta confianza en Urian
como Urian la tenía en él.

Preferirían prenderse fuego mutuamente antes que intercambiar palabras de cortesía.

—¿Debería preguntar en qué problema se están metiendo?

Ruyn sonrió. —Sobre todo caos. ¿Tú?

—Lo mismo. —Urian sacudió su barbilla a Shadow—. Veo que estás pasando el rato con un
nuevo nivel de perdedor.

Shadow hizo una mueca ante eso. —Me sentiría insultado, pero el hecho de que provenga de
ti y tu clase de demonio, es un cumplido.

—¿Cómo lo sabes?

—Mi chico podría andar con algo mucho peor. Podría estar con un daimon.

Urian resopló. —Touché.

Y mientras los estudiaba, se dio cuenta de que su presencia aquí era un poco sospechosa. —
¿Ustedes dos están buscando a Helios?

—No.

—Sí, —dijo Shadow al mismo tiempo. Miró a Ruyn con furia—. ¿Por qué estás mintiendo?

—¿Por qué estás siendo honesto?


—No recibí el memo de la mentira. —Shadow sonrió—. Tienes que mantenerme al tanto de
estas cosas. De lo contrario, espera honestidad absoluta.

—¿De verdad? Pensé que eras Príncipe de las Sombras…

Shadow hizo una mueca. —¿Que se supone que significa eso?

—¿Sospechoso? ¿Turbio? ¿Personaje cuestionable?

—Me confundes con tu madre.

Urian dejó escapar un silbido bajo a eso. — Hey, vamos, no hay necesidad de invocar ese tipo
de insultos. Eso es ir realmente bajo, Shadow. Estoy marcando esa jugada. Y ya que estamos,
necesito regresar.

Cuando comenzó a irse, Ruyn lo detuvo.

Cuando volvió a mirar a su ex cuñado, Ruyn le lanzo una bomba verbal. —Hay algo raro en
el Nether Realm. Algo ha pateado el habitual nido de los avispones y se están volviendo locos.
Cuídate la espalda, hermano. Los dioses están locos, y estamos en su camino. Lo que significa que
van a venir por nosotros.
15 de febrero, 2004
Urian sacó su teléfono celular y enmascaró su número para que pareciera ser el de un
Escudero de un Cazador Oscuro. Llamó a su despacho principal y se aseguró de disfrazar su grueso
acento griego. —Uh, sí, estuve en el Infierno de Dante y acabo de ver a un par de daimons entraron
en busca de víctimas. Tal vez quieras despertar a un Cazador y enviar uno antes de que maten a
alguien.

—Gracias, Escudero. ¿Podrías darnos tu identificación?

Colgó, sabiendo que cumplirían. Siempre lo hacían. En el pasado, llamaba a los informantes
de los teléfonos públicos para atraer a los Cazadores Oscuros y matarlos.

Nunca jamás, en esos días, hubiera soñado que usaría esta táctica para proteger a la heredera
de Apolo.

Hades está sentado sobre témpanos de hielo.

¿Peor? Uno de los amigos de Davyn, Jensen, estaba en el equipo de ataque. Intentó que el
imbécil se quedara en casa.

Él no había escuchado.

Al menos él había podido lograr que Davyn se mantuviera al margen.

De pie en la azotea del edificio al lado del club, Urian observó los callejones mientras las
personas iban y venían. Su teléfono sonó. Miró hacia abajo para ver el número de Phoebe.

Él respondió de inmediato. —Si, zoi mou.

—No me llames “mi vida" en este momento. Escucho eso y me da miedo de que tengas malas
noticias.

—Dios, no, Phee. Tu hermana está bien. No tengo mis ojos sobre ella, pero los muchachos no
están aquí todavía, así que ella está a salvo.

—¿Estás seguro?

Positivo. Puedo sentir a Kat dentro. No hay duda de su poder. Y todo está en calma. No hay
rayos de dioses volando. Nadie está llamando a la policía.

—Bueno. Te amo.

—Eimai trellos gia sena.

—Sabes que eso es solo griego para mí, ¿verdad?

Él se rió de su tono burlón. —Estoy loco por ti.

—Ah... bueno apúrate. Salva a mi hermana y trae tu enorme y sexy trasero a casa. Sabes que
cuando me hablas en griego me pones juguetona.
Y esas palabras hicieron que se pusiera duro al instante. —Eso es malvado.

—Lo sé. Ven aquí pronto.

—Sí, señora. —Colgó el teléfono y se puso serio al ver a sus amigos llegar.

¡Mierda! Si el Cazador Oscuro no llegaba, tendría que ir a ese club y remover algunas pieles
de Were Hunter para proteger a Cassandra.

Eso sería como un charonte en el templo de Artemisa.

Mierda...

Urian acababa de reconciliarse con la idea de ese miserable destino cuando, finalmente, vio al
enorme depredador, descomunal, fanfarroneando, al dirigirse hacia la puerta. Sí, ese tipo no perdía
su zancada arrogante.

Cazador Oscuro.

Gracias a los dioses.

Saludando al bastardo en silencio, Urian retrocedió hacia las sombras. Ahora él se había ido a
descansar y dar esta noche de mierda por terminada. Se ocuparía de su padre más tarde.

Y claro que lo haría.

Porque habría un infierno que pagar. Pero la sonrisa en el rostro de Phoebe cuando le dijera
que Cassandra estaba a salvo valdría la pena.

Su esposa definitivamente le devolvería el favor y le mostraría su gratitud.

Sin embargo, cuando abrió el portal que lo llevaría a Elysia, no pudo evitar pensar que estaba
viviendo en tiempo prestado y que todo estaba a punto de desmoronarse.

Podía sentirlo en sus huesos.

La muerte se avecinaba. Y el bastardo ya lo tenía marcado.


16 de febrero, 2004
Urian entró al estudio de su padre con el orgullo y la gracia de un depredador letal. Sin mirar
a la izquierda ni a la derecha, se dirigió directamente hacia donde estaba su padre frente a su
escritorio para informar sobre sus hallazgos sobre Inferno, donde había ido antes para hablar con el
hermano de Dante Pontis, Sal. Una pequeña pantera aduladora.

Después de ese encuentro, él todavía sentía la necesidad de bañarse y eso que apenas había
pasado quince minutos hablando con la bestia-were.

Su padre entrecerró su mirada sobre él. —¿Algo nuevo?

Urian negó con la cabeza. —Aún no. El Were-Hunter dijo que había perdido su olor, pero que
la buscará de nuevo.

Su padre le dio una palmada en la espalda. —Quiero al menos veinte en posición. No hay
forma de que se nos escape a todos.

Malditamente genial. Haz esto tan difícil para mi como puedas. Por fuera, Urian no mostraba
emoción alguna. —Voy a convocar a los Illuminati.

Su padre inclinó la cabeza hacia él. —Bien. Y esta vez, iré contigo.

Eso fue muy desconcertante. Su padre nunca iba a estas cacerías con ellos. Para el caso, Urian
no podía recordar la última vez que su padre había dejado Kalosis.

Normalmente, Trates traía las comidas aquí, para que su padre chupara las almas de los
humanos en su sala principal.

Maldita sea, el mundo realmente estaba llegando a su fin. Y él tenía un asiento de primera fila
para ello.

Una parte de él quería advertirle a su padre que el reino humano era extremadamente diferente
de lo que había sido la última vez que se aventuró a salir, pero la experiencia le había enseñado a no
hacer nada así. Su padre tendía a ver el "consejo" como condescendencia. Y eso nunca fue bueno
para la persona que lo daba.

Ni siquiera sus hijos.

Así que Urian se mordió la lengua y convocó a sus soldados para su incursión en el
apartamento de Cassandra. Pero en el fondo de su mente estaba la cuestión de cómo sacarla de
forma segura ahora que su padre iba con él. Nunca había sido fácil en el pasado.

Esto iba a ser mucho más difícil.

Sin embargo, no había manera de que la dejara morir. Phoebe nunca lo perdonaría por eso.

Mierda. Esto estaba a punto de ponerse feo.

Stygian
Urian todavía estaba tratando de idear un plan de escape plausible para Cassandra, pero
maldita sea, cada uno de los suyos estaba justo encima de él. No podía respirar mientras uno de
ellos no exhalara.

Era ridículo. Estaba a punto de fingir un ataque al corazón. Si solo un daimon pudiera tener
uno.

Frustrado, no tenía más remedio que ver a su padre llamar a la puerta del apartamento de
Cassandra y fingir que era un repartidor.

Usando sus poderes, escuchó atentamente para ver si Kat estaba allí con ella.

—¿Kat? —Escuchó a Cassandra llamando.

Nadie respondió.

—¿Kat? —Intentó de nuevo.

Su padre volvió a llamar, más exigente esta vez.

Urian escuchó el sonido de pisadas apresuradas, como si su cuñada estuviera buscando algo
en las habitaciones. Podía saborear su miedo mientras se dirigía a la parte trasera del apartamento.

Su padre desapareció, sin duda con la intención de encontrarse con ella allí.

Cassandra dejó de moverse. —Kat, ¿eres tú?

—Sí, déjame entrar.

Urian se estremeció al darse cuenta de que no era la voz de Katra, sino que su padre fingía ser
ella. ¡Mierda! Había escuchado a los kori hablar lo suficiente como para reconocer la diferencia en
la cadencia.

Él la matará...

Cassandra se echó a reír nerviosamente mientras abría la puerta y Urian se destello en la parte
de atrás para correr e interferir y, con suerte, salvar su vida.

Lamentablemente, él calculó mal la distancia y terminó aterrizando dentro de su apartamento,


unos pies detrás de ella. Bien hecho, idiota.

Por suerte para él, ella estaba demasiado fascinada por su padre como para darse cuenta de
que tenía compañía dentro de su casa, y su padre estaba demasiado ocupado burlándose de ella
como para preocuparse de que la hubiera cagado. Eso ya era lo suficientemente malo. ¿Peor? Otro
daimon apareció junto a él.

¿En serio? No le daban un respiro esta noche. Dejarlo a él, que se quede atascado con alguien
que quería demostrar lo que podía hacer.

—¿Me extrañaste, princesa? —Su padre se burló desde afuera de su puerta trasera con una
voz idéntica a la de Kat.
Cassandra se quedó allí, boquiabierta. —¿Qué eres, el maldito Terminator?

Su padre sonrió. —No. Soy el Heraldo que simplemente está preparando el camino para la
Destructora. —Él la alcanzó.

Cassandra dio un paso atrás y casi se metió en Urian, quien tuvo que alejarse un paso hacia
atrás tambien, para evitar que violentamente se diera cuenta de que tenía un invitado no deseado,
cortesía de una brecha que no había notado, entre los edificios de apartamentos. También tuvo que
apartar a su compañero de su camino.

Sin tenerlos en cuenta, sacó una daga de su cintura y cortó el brazo de su padre. Con sus ojos
volviéndose rojos, su padre siseó.

Luego, ella se dio la vuelta, y se dio cuenta de que estaban en el apartamento con ella.
Increíblemente, con un grito desgarrador, ella atrapó a su amigo, metiéndole su daga en el pecho.

Él se evaporó en una nube dorada-negra antes de que Urian pudiera ponerlo a salvo.
Apretando los dientes, se maldijo por no ser más rápido.

Girando alrededor, Cassandra le dio una patada a su padre, pero él no salió por la puerta del
todo. En cambio, solo la bloqueó más. Lo que le impidió escapar.

—Eres rápida. —Él curó su brazo, causando que ella jadeara al notar sus poderes. —Te
concederé eso.

Cassandra levantó su barbilla desafiante, recordándole un gesto que Phoebe usaba cada vez
que Urian la enojaba. —No sabes ni la mitad de eso.

Ella dio un rodillazo al siguiente de sus muchachos que la alcanzaron, y luchó contra el
segundo al mando de Urian. Su padre se quedó atrás, observándola atentamente para poder aprender
sus técnicas y usarlas contra ella.

Urian sabía que, si no la sacaba de aquí o no protegía sus movimientos, su padre estaba a
punto de atacarla en cualquier momento y terminar con su existencia.

Era ahora o nunca.

Determinado, él la ataco.

Para su sorpresa, ella no se escapó. Más bien, ella lo atrapó bajo el brazo y le dio la vuelta.
Urian golpeó el suelo con un fuerte gruñido que lo dejó tambaleándose. Justo cuando iba a
apuñalarlo, su padre salió de la nada y la agarró del brazo antes de que pudiera perforar la marca
daimon.

—¡Nadie ataca a Urian!

Ella gritó cuando él arrancó la daga de su mano. Luego hizo el movimiento fatal que tantos
habían tenido antes que ella.

Cassandra se encontró con los ojos de su padre que se arremolinaban como plata de mercurio.
Esos ojos eran hipnóticos. Parecían bailar y mantenían a todos hechizados. Convertían sus
pensamientos en avena.
Urian, literalmente, observó como toda la lucha dentro de ella desaparecía. Una sonrisa astuta
y seductora curvó los labios de su padre. —¿Ves lo fácil que es cuando no peleas?

Él inclinó su cabeza hacia un lado para darle acceso a su arteria carótida. Su padre se encontró
con la mirada de Urian y dejó que la risa retumbara profundamente en su garganta un momento
antes de hundir sus dientes en su cuello.

—¿Interrumpo?

Urian mostró sus colmillos cuando reconoció a ese profundo barítono. Este fue al que él llamó
cariñosamente el Cazador Oscuro Muppet porque su acento le recordaba al Chef sueco.

El enorme bastardo apartó a su padre de Cassandra. Lo que era bueno, pero...

Urian corrió para ver cómo estaba él, mientras el Cazador Oscuro se llevó a su cuñada a sus
brazos y corrió con ella. —¡Atrápenlos! —Gritó a su equipo, sabiendo que nunca los alcanzarían.
Así, les dio a ellos la oportunidad de escapar, y a Urian una excusa para dejarlos.

O eso creía él.

Tan pronto como tocó el hombro de su padre, los ojos de su padre se pusieron rojos y cobró
vida. Peor aún, cambió a su forma de dragón y se lanzó al vuelo.

Maldiciendo, Urian se fue corriendo a atraparlos.

Manifestó una motocicleta, solo para poder perseguir la Explorer verde oscuro de Wulf.

Cassandra y la tripulación acababan de cerrar las puertas cuando su padre golpeó el techo en
su gran forma de dragón negro.

—Déjala salir y podrás vivir. —Dijo el dragón con la voz de Stryker.

Wulf respondió poniendo su camioneta en reversa y apuntando hacía él. Giró el volante y
envió a la bestia a volar.

El dragón chilló y les lanzó una ráfaga de fuego. El Cazador Oscuro siguió avanzando, sin
ralentizarse. El dragón tomó vuelo y se lanzó hacia ellos, luego se arqueó hacia el cielo, antes de
que desapareciera en una nube de oro reluciente.

—¿Qué demonios fue eso? —Preguntó Wulf.

—Él es Apóstolos, —murmuró Cassandra mientras luchaba por liberarse de su


aturdimiento—. El hijo de la Destructora atlante y un dios por derecho propio. Estamos tan jodidos.

Wulf dejó escapar un sonido de disgusto. —Sí, bueno, no dejo que nadie me joda hasta que
me besen, y como no hay ni siquiera una posibilidad en el infierno de que yo bese a ese bastardo, no
estamos jodidos.

Pero su Explorer fue rodeada de repente, por ocho daimons en motocicletas, y lo reconsideró.

Durante tres segundos al menos.


Wulf se rió. —¿Sabes la belleza de conducir uno de estos?

—No.

Hizo girar su Explorer, chocando a tres de las motocicletas, tirándolas fuera de la carretera. —
Puedes aplastar a un daimon como un mosquito.

—Bueno, ya que ambos son insectos chupadores de sangre, digo que adelante.

Urian no se divirtió al escuchar su conversación. Y definitivamente no lo hizo cuando Wulf


casi lo golpea. Frenando, hizo un gesto a los otros cuatro daimons para que volvieran con él y que
los dejaran ir.

No solo porque era la hermana de Phoebe, sino porque no quería ver morir a nadie más esta
noche.

Se desvió con su Hayabusa, y volvió a revisar a los tres Illuminati que habían sido golpeados
para ver si necesitaban atención médica al llegar a casa.
9 de marzo, 2004
Stryker iba y venía de un lado al otro por el salón de banquetes tenuemente iluminado,
deseando sangre y no de uno de los suyos. ¡Durante tres semanas no habían podido encontrar un
solo rastro del cazador oscuro Wulf Tryggvason o de la heredera apolita, Cassandra Peters, que era
la clave final para eliminar su maldición de una vez por todas y sacarse a Helios de la espalda!

¿Cómo podían esconderse tan efectivamente? ¡No tenía ningún sentido!

Tenía a Urian trabajando en eso ahora, pero parecía inútil. —¿Qué tan difícil puede ser
encontrar donde vive un Cazador Oscuro?

—Son astutos, kyrios —dijo Zolan desde su derecha.

Zolan era su tercero al mando y uno de los soldados más confiables de Stryker, después de
Urian y Trates. Había ido ascendido a través de las filas de Spathi por su capacidad para asesinar sin
piedad y nunca mostrar misericordia a nadie.

Al igual que Stryker, eligió teñirse el pelo de negro y usaba el símbolo Spathi de un sol
amarillo con un dragón en el centro, el emblema de Apollymi, la Destructora.

—Si no lo fueran —continuó Zolan— podríamos rastrearlos y matarlos a través de nuestros


sirvientes mientras duermen.

Stryker se volvió hacia Zolan con una mirada tan malévola, que el daimon se alejó de él. Solo
su hijo tenía el coraje suficiente para no retroceder ante su ira. La valentía de Urian no tenía igual.

De la nada, Xedrix apareció ante él en el pasillo. A diferencia de los daimons, Xedrix no se


inclinó, ni reconoció el elevado rango de Stryker en su mundo. La mayoría de las veces, Xedrix lo
trataba más como un sirviente que como un amo, lo que lo enojaba hasta niveles inciertos.

Sin duda, el demonio pensaba que Apollymi siempre lo protegería, pero Stryker sabía la
verdad. Su madre lo amaba absolutamente y a nadie más.

—Su Gracia Benevolente desea hablar contigo, —dijo el demonio en un tono bajo y
uniforme.

Gracia Benevolente. ¡Si, como no! Cada vez que Stryker escuchaba ese título para Apollymi,
quería reírse, pero sabía que era mejor no hacerlo. Su madre realmente no tenía sentido del humor.

Sin demora, se dirigió al palacio de ella y atravesó la puerta doble que conducía a sus jardines
privados donde ella lo estaba esperando.

Como de costumbre, Apollymi estaba inclinada sobre su piscina, donde el agua negra fluía
hacia atrás, por un tubo brillante, desde este mundo hacia el reino humano. Había una fina niebla de
arco iris y vapores alrededor del agua. Era aquí donde la diosa podía escudriñar, para saber lo que
estaba sucediendo en la tierra. Pasado. Presente. Futuro.

—Ella está embarazada, —anunció la diosa sin darse la vuelta.

Stryker sabía que ella, a quien se refería la diosa, era Cassandra.


—¿Como puede ser?

La diosa levantó las manos y dibujó un círculo en el aire. El agua del espejo formó una bola
de cristal. A pesar de que nada más que el aire la sostenía, giraba hasta que mostró una imagen de la
mujer que ambos querían muerta. No había nada en la bola que le diera alguna indicación de cómo
encontrar a Cassandra.

Apollymi arrastró una uña a través de la imagen, causando que temblara y se distorsionara. —
Artemisa está interfiriendo con nosotros.

—Todavía hay tiempo para matar a la madre y al niño.

Ella sonrió ante eso. —Sí, la hay. —Abrió las manos y el agua se arqueo desde la bola, de
vuelta a su piscina—. Ahora es el momento de atacar. El Elekti está siendo retenido por Artemisa.
Él no puede detenerte. Ni siquiera sabrá que atacas.

Stryker se estremeció ante la mención del Elekti. Al igual que la Abadonna, a Stryker le
estaba prohibido atacarlo.

Odiaba las restricciones…

—No sabemos dónde atacar. —Le dijo a su madre—. Hemos estado buscando...

—Toma uno de los ceredons33. Mis mascotas pueden encontrarlos.

—Pensé que tenían prohibido abandonar este reino.

Una media sonrisa cruel curvó sus labios. —Artemisa rompió las reglas, yo también. Ahora
vete, m’gios, y hazme orgullosa.

Stryker asintió y se volvió bruscamente. Dio tres pasos antes de que la voz de la Destructora
lo detuviera.

—Recuerda, Strykerius, mata a la heredera antes de que vuelva el Elekti. Tú no debes meterte
con él. Nunca.

Se detuvo, pero no miró hacia atrás. —¿Por qué siempre me has prohibido tocarlo?

—Lo nuestro no es cuestionar por qué. Lo nuestro, no es más que vivir o morir.

Apretó los dientes mientras ella le daba la cita humana.

Cuando ella volvió a hablar, la frialdad en su tono solo lo enojó más. —La respuesta a eso es
cuánto valoras tu vida, Strykerius. Te he mantenido cerca todos estos siglos y no deseo verte
muerto.

—El Elekti no puede matarme. Soy un dios.

—Y dioses más grandes han caído. Muchos de ellos por mi ira. Escucha mis palabras,
muchacho. Presta atención.

33
Una criatura con la cabeza de un perro, el cuerpo de un dragón y la cola de un escorpión. Varios de ellos protegen a Apollymi.
Kyklonas es una ceredon que protege el templo de Apollymi en Kalosis. Fuente: http://darkhunter.wikia.com/wiki/Ceredon
Irritado por eso, Stryker continuó su camino, deteniéndose solo lo suficiente para desatar a
Kyklonas, cuyo nombre significaba "tornado". Una vez desatado, el Ceredons, como él y Urian, era
una amenaza mortal.
10 de marzo, 2004
—¡Sigan golpeándolos con todo!

Urian se encogió ante las órdenes de su padre. Estaban destrozando la mansión de Wulf como
en la ronda final de Call of Duty. Era una maravilla que alguien no hubiera enviado a la Guardia
Nacional sobre ellos.

¡Esto es ridículo!

Pero no se atrevió a hacer entrar en razón a su padre cuando estaba de ese humor. Eso sería lo
mismo que tratar de razonar con el rey Leónidas, y no tenía ningún deseo de ser arrojado en un
hoyo con púas o servir de alimento a los leones.

Y estaba igualmente sorprendido cuando Kat apareció en la caseta de vigilancia con ellos.
Ella se estremeció al mirar a los dos hombres muertos en el piso que su padre había masacrado a su
llegada. Sin mencionar la docena de daimons que su padre tenía sobre el césped preparados para
otra ronda de ataques.

Sólo cuatro daimons estaban dentro de la caseta de vigilancia. Él, su padre, Icarus y Trates.

Trates levantó la vista de los monitores y se puso pálido ante la aparición de la única persona
que ninguno de ellos tenía permitido atacar.

—¿Cómo llegaste aquí? —Kat exigió.

Urian le dió una mirada divertida. —Caminamos.

Stryker se volvió lenta y metódicamente para enfrentarla con una sonrisa sardónica. No había
miedo en él, solo irónica diversión. A diferencia de Urian, él no era tan sarcástico. —Los guardias
salieron fuera cuando nos comimos al repartidor de pizza y trataron de detenernos. Los arrastramos
dentro después de que estaban muertos.

—Eres tan malvado.

Urian resopló. —¿Demasiado moralista?

Ignorando su comentario, su padre se enorgulleció de los insultos de Kat. —Gracias amor, me


enorgullezco de ello.

Kat abrió el portal de nuevo a Kalosis. —Es hora de que todos se vayan a casa.

Stryker miró hacia la abertura, luego se echó a reír. —No tengo miedo, cariño. A mamá le
gusto más yo en este momento. Así que puedes empujar ese portal hacia tu muy atractivo trasero.
Mis hijos y yo tenemos trabajo que hacer. Únete a nosotros o vete.

Urian no pudo evitar ver la luz de miedo en los ojos de Kat que esas palabras le produjeron.
No podía culparla. Su padre era aterrador. —Tú tienes que ir. Esas son las reglas. El portal se abre y
tienes que caminar a través de éste.

Stryker se adelantó, sus ojos siniestros y fríos. —No, no tenemos.


El portal se cerró.

Ella jadeó. La Destructora también le había dado una llave y la utilizó.

Stryker tomó el rostro de Kat con su mano. —Es una pena que ella te proteja. De lo contrario,
te habría probado hace siglos.

Ella lo fulminó con la mirada. —Quita tu mano de mí o la pierdes.

Para su sorpresa, él obedeció, pero no antes de besarla rudamente.

Kat gritó y lo abofeteó.

Él rió. —Vete a casa, pequeña niña. Si te quedas aquí, podrías salir herida.

Con el cuerpo temblando, Kat regresó dentro de la casa.

Urian negó con la cabeza. —No deberías tratarla así. —Las palabras salieron antes de que
pudiera detenerse a sí mismo.

Su padre dirigió una mirada incrédula hacia él. —¿Perdón?

—Nos enseñaste mejor, y si alguna vez hubiéramos agarrado a una mujer o hablado con una
como lo acabas de hacer, nos habrías pateado nuestros traseros.

—Lo sé. Es solo que hay algo en ella que me vuelve loco.

Sin querer discutir, Urian volvió a mirar los monitores.

Unos minutos más tarde, vio un destello brillante y escuchó los violentos insultos de su padre.

—Sean cuidadosos —advirtió su padre a sus hombres mientras disparaban otra ronda contra
la casa—. No es que sea probable, pero denles la oportunidad de salir antes de que vuelen la casa en
pedazos.

—¿Por qué? —Trates preguntó—. Pensé que el objetivo era matar a la heredera.

Urian le dio al hombre una mirada irritada que decía: ¿Eres totalmente estúpido? —Sí, pero si
lastimamos a la Abadonna en el proceso, vamos a descubrir qué se siente ser puestos del revés.
Literalmente. Como a la mayoría de los seres, en realidad me gusta el hecho de que mi piel está
fuera de mi cuerpo.

—Ella es inmortal, —argumentó Trates—. ¿Qué es una bomba para ella?

—Es inmortal como nosotros, cabeza hueca. —Urian arrebató el lanzamisiles de la mano de
Trates y se lo entregó a Icarus—. Vuela su cuerpo en pedazos y ella morirá. Ninguno de ustedes
quiere saber qué nos haría la Destructora si eso sucede.

Icarus apuntó con más cuidado.


Stryker asintió a mode de aprobación a su hijo, luego proyectó sus pensamientos al resto de su
equipo. —Vigilen las salidas. Sé que el Cazador Oscuro tendrá una salida trasera de este lugar.
Cuando huyan, será mejor que los atrapen. Estén listos.

Stygian
Stryker estudió atentamente las cámaras de seguridad. Él sabía que la heredera y sus guardias
no permanecerían dentro mucho más tiempo. Sus hombres ya habían destruido el garaje y ahora
estaban disparando lentamente dentro de la casa, sección por sección. Había mucho daño exterior,
pero no podía realmente decir cuánto daño interno había.

No es que importara. Si esto no funcionaba, lo incendiarían. Ya tenía el lanzallamas en espera.

Cualquiera que fuera eficiente 34 habría salido de los túneles. Y Wulf ciertamente lo era.

Urian había encontrado varias salidas hasta el momento.

Su hijo sólo tenía que asegurarse de que ellos habían encontrado todas antes de que su presa
dejara las instalaciones.

¿Urian? Proyectó sus pensamientos a su hijo. ¿Estás en posición?

Sí. Tenemos todas las salidas cubiertas.

¿Dónde estás?

El césped trasero. ¿Por qué? ¿Algo va mal?

No, sólo quiero asegurarme de que podamos llegar a ellos.

Son nuestros, Solren. Relájate.

Lo haré después de que ella haya muerto.

Stygian
Urian maldijo por la locura en su cráneo que le estaba causando una migraña. Era lo
suficientemente malo como para tener a las almas humanas en su cabeza gritándole todo el tiempo.
Ahora su padre era un loco rabioso mientras les gritaba silenciosamente órdenes a todos, mientras
buscaba controlar cada segundo de esta noche.

Sin mencionar que Trates estaba tan aterrorizado de cometer un error, que su actual nivel de
adrenalina se estaba ejecutando en modo chihuahua asustado con esteroides con dobles chupitos de
expresso cada diez segundos y medio.

34
En el original aparece como “worth his salt”, la cual es una expresión utilizada para afirmar que alguien es considerado efectivo y
eficiente por otra persona. En este caso así es como Stryker percibe a Wulf.
Y teniendo en cuneta a todos los otros daimons en la propiedad que se estaban ensuciando en
sus pantalones y...

No era de extrañar que siguiera teniendo hemorragias nasales.

—¿Estás bien, bebé?

Se derritió cuando Phoebe colocó su suave mano en su frente. —No. Soy un estúpido hijo de
perra por dejarte convencerme de esto.

Ella se puso de puntillas para besar sus labios. —Es la única manera. Mi hermana nunca
confiaría en ti sin mí. Y no quiero arriesgarme a que un Cazador OScuro te mate.

Gracioso, él no quería arriesgarla a ella, en absoluto. —Él pone una mano sobre ti y te juro…

—Shh... —Ella colocó sus dedos sobre sus labios para silenciar sus protestas—. Tenemos que
apresurarnos, ¿verdad?

Odiaba cuando ella usaba sus palabras contra él. Phoebe era el arma más potente ideada por el
universo para acabar con él. ¿Y honestamente? Él esperaba retrasarse el tiempo suficiente como
para que pudieran capturar a su hermana y matar a la perra; y así no tendría que arriesgar a su
esposa. Eso le funcionaría bien.

Mejor que Cassandra muriera antes que Phoebe, y si la maldición terminaba en el proceso...

Jodidamente mejor.

—Urian, —dijo Phoebe con calma—, no estamos avanzando.

Urian gruñó bajo en su garganta. —Está bien—. Odiándose a sí mismo por el hecho de que
esto tenía escrito desastre por todas partes y en realidad estaba participando en algo que él sabía que
era estúpido, arriesgado, y contra todo instinto de supervivencia que poseía, la llevó a ella hacia el
único lugar del que no le había hablado a su padre.

El cobertizo de botes.

De todas las salidas de la casa que él había encontrado, Urian se figuró que ésta era la ruta de
escape más probable. Para cuatro personas, tendría la mayor cobertura y sería el medio más
silencioso para traspasar a un enemigo sin ser visto. Especialmente uno que se mantenía
bombardeándolos.35

Además, ¿quién esperaría un barco? ¿Y cuáles eran las probabilidades de que tu enemigo
también tuviese uno con el cual perseguirte?

Sí, una escapada en barco tenía más sentido. Además, el bastardo era un vikingo. Su primer
pensamiento sería salir disparado sobre el agua. No era el pensamiento de una bien ajustada persona
moderna, pero para un invasor vikingo...

Barco.

35
En el original aparece como “carpet bombing” lo cual se traduce como bombardeo en alfombra, también conocido como
bombardeo de área, que consiste en el bombardeo táctico de un zona, por medio de gran cantidad de bombas de caída libre, a menudo
combinado con bombas incendiarias.
Así que aquí estaban.

Urian presionó a Phoebe de nuevo en las sombras. —Tú espera aquí y no te muevas. Déjame
asegurar el perímetro.

—Aye, señor. —Ella le dio un saludo burlón.

Rodadndo sus ojos, él se dirigió hacia la puerta trasera.

Phoebe apretó los labios mientras admiraba el trasero más dulce y la caminata más letal que
cualquier hombre haya tenido en la historia de la humanidad. Realmente, nadie podría superar la de
Urian. Incluso Davyn estaba de acuerdo, y él había estado casado con el gemelo del hombre.

Eso decía mucho.

Aunque había momentos en que ella se preguntaba si debería estar celosa de que Davyn
estuviera tan absorto en los cuartos traseros de su marido. O si incluso debía preocuparse, dado el
modo en que Davyn bromeaba.

Afortunadamente, ella sabía que su marido era leal hasta la muerte. De lo contrario, estaría un
poco nerviosa dado el tiempo que se veían obligados a pasar separados. Tomaba mucha confianza el
dejar que un hombre tan apuesto viva lejos de ella durante la mayoría de su matrimonio. Del mismo
modo, Urian también tuvo que confiar en dejarla sola. Porque la soledad era difícil de soportar.

Sin querer pensar en eso, Phoebe miró alrededor del inmenso edificio en el que estaba. Era
más grande y más elegante que la mayoría de las casas, y dada la riqueza extrema que había
conocido al crecer, costaba mucho impresionarla.

Este lugar lo logró con creces. A su alrededor, había una impresionante colección sin fin de
botes de alta tecnología por la que incluso su padre habría babeado. Se podía decir que el Cazador
Oscuro dueño de este sitio había sido un vikingo en su vida mortal. Obviamente, todavía se sentía
atraído por el mar y todas las cosas náuticas.

Más temprano, ella había ido a explorar el segundo piso, el cual tenía cuatro dormitorios,
cocina, comedor, sala de estar y de juegos. Era extraño que lo hubiese configurado de esa manera
dado lo enorme que era su casa principal... o lo había sido antes de que Stryker hubiera
bombardeado la mitad tratando de matar a su hermana.

Urian no había estado bromeando acerca de su padre. Ese hombre estaba loco. Él no se
detendría ante nada para matarlos. El coche bomba que había usado contra ella, su hermana y su
madre debería haberle dicho eso, pero ella apenas recordaba esa noche. Era como si su mente
hubiera estado incapacitada para manejarlo y lo hubiera bloqueado todo.

Lo que realmente recordaba era a Urian agitándose mientras pasaban, y luego despertando en
Elysia, con él diciéndole que todo estaría bien.

Ella no sabía lo que haría sin él. Cómo podría hacerle frente.

Pero maldición, su padre era un nivel especial de infierno que no tenía sentido en absoluto.
¿Cómo podía haber venido Urian de ese lunático?

Y hablando de eso...
Urian apareció no con uno sino dos cuerpos.

Phoebe se quedó sin aliento al verlo por la irritada mirada en su rostro. Sabía que no podían
ser daimons porque eran cuerpos reales. —¿Qué pasó?

—Dos de nuestros hombres se pusieron en el camino.

—Esos no son daimons.

—Peor... apolitas. Pero no podía arriesgarme a que le contaran a mi padre sobre este
cobertizo. —Los colocó en el suelo, cerca de la parte trasera del edificio. Con una mirada de asco,
se limpió la nariz—. Quédate aquí. Déjame asegurarme de que no haya ninguno más. Vuelvo
enseguida.

Phoebe se cubrió la cara, ya que se sentía terrible por haber causado esto. Aunque Urian no
decía nada, ella sabía el infierno por el que lo estaba haciendo pasar. Todos estos siglos, él había
luchado y arriesgado su vida por los apollymians. Ellos eran su familia.

Y ella lo había enfrentado contra ellos.

Lo puso en contra del padre al que adoraba. Por ella.

Apesto como un ser humano.

Ella odiaba que hubiera llegado a esto. Que lo estaba obligando a comprometer todo lo que
apreciaba para estar con ella y arriesgar su vida. Era tan injusto.

Sin embargo, nunca decía una palabra.

Miró los cuerpos y se encogió. ¿Cómo podría no odiarla? Ese era su peor miedo. Que un día
se despertara y se diera cuenta de que ella no valía la pena por esto.

En ese momento, Phoebe se sentía realmente humilde por lo que tenía. Era raro encontrar a
alguien en la vida que te fuera leal. Hermano. Hermana. Padre. Amigo. Incluso un cónyuge o un
hijo. La traición era una parte natural de la vida.

¿Encontrar a alguien que realmente mataría para protegerte? ¿Quién arriesgaría y sacrificaría
su vida todos los días para mantenerte a salvo, sin dudas, y sin pedir nada a cambio, y quien nunca,
nunca te lo echaría en cara? Ni siquiera en aquellos días en los que ella era una perra sin razón...

No era digna de un amor tan puro, y en su corazón lo sabía. Tanto como ella lo amaba, no
sabía si podía hacer lo que él hacía con el coraje que demostraba.

Maldita sea.

De repente, escuchó susurros y el sonido de pies arrastrándose en la oscuridad.

Aterrorizada de que fuera su psico-suegro, se lanzó dentro de un pequeño armario para


esconderse. Demostrándose así lo cobarde que era y por qué, si alguna vez le sucedía algo a Urian,
ella estaría perdida.

¿Peor? Ella estaría muerta.


Escuchó algo raspando y moviéndose lentamente, como una especie de rata de alcantarilla
gigante que trajo imágenes de Willard36 en su cabeza. Recordó todas las películas de terror con
roedores gigantes que había visto en su vida. Así que mejor que la ayude Dios, porque si cualquier
cosa peluda con bigotes salía corriendo, ¡ella iba a gritar como una actriz de cine B y causaría una
avalancha! ¡Rompería la barrera del sonido! ¡Lo haría!

Será mejor que no haya ratas en este lugar...

Entonces, de repente, no hubo más movimiento ni sonido.

Todavía en pánico, Phoebe contuvo el aliento. ¿Era un truco? ¿Los pequeños bastardos se
habían congelado hasta la muerte? Hacía frío aquí afuera.

¿O tal vez era una trampa para atraerla? Stryker podía ser así de traicionero. Había escuchado
todo tipo de historias de Urian sobre cosas que su padre había hecho en contra de personas a lo
largo de los siglos. Ella no esperaría nada menos de él.

Todavía no había movimiento en la habitación. Ningún sonido de alguien o algo caminando


alrededor. Se mordió las uñas con nerviosismo mientras exploraba las sombras con sus agudos ojos
daimon, tratando de detectar algo en concreto.

Sin embargo, lo único que podía oír era el crujido del hielo y el aullido del viento fuera del
edificio. Y, por supuesto, la estúpida voz humana en su cabeza, quejándose de estar atrapada allí.
¡Eso la hacía querer gritar! Pero estaba un poco acostumbrada a eso.

Justo cuando estaba a punto de dejar su armario para encontrar a Urian, escuchó a alguien
moviéndose justo delante de ella de nuevo.

¡Oh, Dios mío, estaban aproximándose por el piso a sólo unos metros de donde estaba
escondida!

¡Si ese era Stryker o uno de sus Illuminati, ella estaba muerta!

Aterrorizada, trató de pensar en qué hacer, pero a diferencia de Urian, no sabía cómo
teletransportarse. ¡Mierda, mierda, mierda! Tratando de controlar su respiración, se escondió a si
misma tan lejos en las sombras como pudo y rezó para que no la vieran.

Para su horror absoluto, el agujero se abrió y, efectivamente, algo peludo y con bigotes
apareció. Sólo que este bastardo medía casi dos metros. Era bien musculoso. Y era el enemigo
mortal de su pueblo. ¡Cristo todopoderoso! ¡Él se veía como Sasquatch!

Phoebe sintió que sus ojos se salían de su cabeza ante su monumental vista. Asustada y
furiosa, miró a su alrededor en busca de un arma de arpón para atacar a la ballena. Cuando estaba a
punto de atrapar una bengala, se dio cuenta de que él estaba levantando a su hermana para pararla a
su lado.

La alegría reemplazó a su miedo cuando las lágrimas la cegaron y se congelaron en sus


pestañas. Ella no la había visto en años. Estaba tan pendiente de Cassie que apenas registró a las
otras dos personas que aparecieron detrás de su hermana. Quería apresurarse hacia ellos, pero el
gigante con Cassie la aterrorizaba.

36
Willard es una película canadiense-estadounidense del género terror, estrenada en el año 2003, en donde un hombre extraño y
solitario dirige a un ejército de ratas para ejecutar una venganza contra los que lo traicionaron.
—Está bien —susurró Sasquatch—. Se ve bien hasta ahora. Quiero que tú —le dijo a
Cassandra— y Chris se queden atrás. Si algo sucede, ustedes dos retroceden de vuelta hacia los
túneles y presionan el botón rojo para bloquear la puerta detrás suyo.

—¿Qué hay de ti y Kat? —Cassandra indicó a Sasquatch y a la alta mujer rubia que había
salido con ellos.

—Nos ocuparemos de nosotros mismos. Tú y Chris son lo importante. —Phoebe frunció el


ceño. Así que este era el Cazador Oscuro Muppet. Ahora que escuchó su acento, el apodo de Urian
para él tenía mucho sentido.

Señaló los botes que estaban amarrados con cadenas, suspendidos sobre el hielo. —Tomará
un par de minutos bajar el hidrodeslizador desde su arnés hasta el hielo. —Miró a su alrededor—.
Esperemos que los daimons no lo escuchen.

Cassandra asintió y lo besó ligeramente. —Ten cuidado.

Phoebe se quedó boquiabierta ante la falta de gusto de su hermana. Seguro, Muppet era lindo
y todo, pero ¿en serio?

¡Era un Cazador Oscuro! ¿Qué tan asqueroso era eso? ¿Qué clase de apolita podría pensar en
meterse en la cama con uno de esos animales que había estado cazando y acechando a su raza
durante miles y miles de años? ¡Uno que los había estado matando sin piedad por generaciones!

¡Aah! ¡Su hermana era una idiota! Si su madre aún estuviera viva, sería la primera en
golpearla.

Wulf abrazó a su hermana con suavidad, luego abrió la puerta. Dio un paso, entonces actuó de
forma extraña.

Ah, mierda, debe haber encontrado los cuerpos que Urian había arrojado allí. Lo cual
significaba que él entraría en pánico y haría algo estúpido. Porque eso era lo que los Cazadores
Oscuros hacían.

Algo estúpido que hizo que su especie fuera asesinada.

Tengo que hacer algo. Y rápido antes de que él los expusiera y causara que Urian fuera
asesinado.

Ella estaba considerando sus opciones cuando él sacó su espada retráctil de su bota. Ahora o
nunca, Phoebe...

Respiró hondo para salir de las sombras y se movió hacia él. Él se preparó para atacar.

—Está bien, —dijo Phoebe rápidamente, rezando para que él no la apuñalase—. Soy una
amiga.

La expresión de su rostro decía que no lo creía para nada.

Pero afortunadamente, Cassie la reconoció. Jadeando, la miró fijamente con total


incredulidad.
El tiempo se detuvo cuando Phoebe observó el largo cabello rubio rojizo de su hermana y a
aquellas características que eran demasiado parecidas a las de su madre. ¡Ella había extrañado tanto
a su familia!

—¿Phoebe? —Cassie suspiró—. ¿Realmente eres tú?

Las lágrimas empañaron su visión mientras se ahogaba con éstas. —Soy yo, Cassie. Estoy
aquí para ayudarte.

Su hermana dio un paso atrás y chocó con el chico de pelo oscuro, mucho más pequeño, que
estaba detrás suyo, y que miraba a Phoebe con mala cara. Como así también la mujer alta y rubia,
quien debería estar en una isla, sacándose fotos para la publicación de bikini del Sports Illustrated,
en lugar de estar encerrada en un cobertizo de botes siendo perseguida por los daimons.

Pero fue la duda en los ojos de Cassandra lo que le dolió. —Se supone que debes ser muerta.

—Estoy muerta, —susurró Phoebe.

—Eres una daimon. —No faltaba acusación ni juicio en el tono del Cazador Oscuro.

Phoebe asintió.

—Oh, Phoebe... —La voz de Cassandra estaba llena de decepción—. ¿Cómo pudiste?

¿De verdad? ¿Ella también? Como si tuviera algún derecho para hablar dada la compañía con
la que se encontraba. Al menos Phoebe no se había convertido en una traidora. —No me juzgues.
Tuve mis razones. Ahora tenemos que ponerte a ti a salvo.

Cassandra se quedó boquiabierta. —¿Cómo si fuera a confiar en ti? —Ella se inclinó encima
suyo y actuó como si fuera a atacar—. Recuerdo al tío Demos.

Ella también. No había forma de olvidarse de un trelos cuando se convertía y venía tras de ti
con ese tipo de furia. Era aterrador, y ahora que tenía a los demonios en su cabeza, ella entendía.
Pero aún así... —No soy el tío Demos y no tengo intención de convertirte en mí.

Phoebe dio un paso hacia ella, pero ese enorme e irritante Cazador Oscuro le impidió
acercarse más a Cassandra. Lo fulminó con la mirada por su interferencia. Ella era familia, ¡él no!
Desesperada, miró a su hermana. —Por favor, Cassie, tienes que creerme. Yo nunca, jamás, te haría
daño. ¡Lo juro por el alma de mamá!

Apenas había terminado de hablar cuando Urian entró por la puerta desde fuera. Phoebe se
encogió ante su mal momento. Él no era conocido por sus técnicas pacifistas. Más para alguien que
estaba listo para los efectos colaterales del tipo nuclear, en cualquier momento.

Su hermana se quedó sin aliento.

—Apúrate, Phee —susurró—. No puedo mantener esto cubierto por mucho más tiempo. —
Desafiante, se encontró con la mirada del Cazador Oscurp sin inmutarse.

No había forma de evitar no ver la ira y el odio entre los dos hombres, ya que apenas
refrenaron sus ganas de atacarse. El aire crujió entre ellos e hizo que todos sus instintos daimon
rabiaran en su cuerpo.
—¿Por qué estás tú ayudándonos? —Exigió saber el Cazador Oscuro.

Urian se burló de él. —Como si me importara un demonios sobre ti, Cazador Oscuro. Sólo
estoy aquí para ayudar a mi esposa a proteger a su hermana.

La mujer rubia se quedó boquiabierta. —¿Urian tiene un corazón? ¿Quién lo diría?

Urian dirigió una mirada igualmente repugnante hacia ella. —Cállate Abadonna.

Ahora era el turno de Phoebe para quedarse boquiabierta. ¿Esa belleza era Katra? ¿Esa era la
Kat de la que Urian le había hablado tantas veces a lo largo de los años? Curioso cómo se había
olvidado algunos detalles.

¡Como el hecho de que era jodidamente impresionante! E inhumanamente hermosa.

Ella apenas reprimió su ira cuando una ola de celos la atravesó. ¿Qué más había omitido?

Sería mejor que él no la conozca, de lo contrario, uno, o ambos, quedarían calvos después.

Pero ese pensamiento se dispersó cuando él ignoró a la rubia y se acercó a ella para besarla en
la mejilla. Phoebe le sonrió. —Urian es el que me salvó cuando mamá murió. Él me sacó del coche
después de que la bomba explotó y me escondió. Intentó salvar a mamá y a Nia también, pero no
pudo llegar a tiempo.

Por lo que veía en el rostro de su hermana, ella podía decir que Cassandra no sabía qué pensar
sobre eso. Y ella no podía culparla. No tenía sentido que un daimon, mucho menos uno relacionado
con Stryker, les ayudara cuando durante todas sus vidas habían sido perseguidas por la especie de
Urian. —¿Por qué?

—No hay tiempo para esto —siseó Urian—. Mi padre no es un hombre estúpido. Él lo captará
rápidamente cuando no reciba noticias de los dos apolitas muertos.

Phoebe asintió y luego se volvió hacia Cassandra. —Te estoy pidiendo que confíes en mí,
Cassie. Juro que no te arrepentirás.

Cassandra intercambió un ceño fruncido con el Cazador Oscuro y Kat. —Creo que podemos
confiar en ella.

Sasquatch miró a Urian, luego a Kat. —Dijiste que ellos eran sádicos. ¿Alguna posibilidad de
que estén jugando con nuestras cabezas?

Urian soltó una risa baja y amarga por eso. —No tienes idea.

Phoebe golpeó a su marido en el estómago. —Compórtate, Uri. No estás haciendo esto más
fácil.

Frunciéndole el ceño, se frotó el estómago donde ella lo había golpeado, pero no dijo nada
más.

—Escuchalo, —dijo Kat—. Si él está mintiendo, ahora sé cómo lastimarlo. —Su mirada se
dirigió significativamente hacia Phoebe.
Urian se quedó rígido. —Destructora o no, la tocas y te mataré, Katra.

Sasquatch hizo una especie de ruido tipo Wookiee37. Ella casi esperaba que él levantara un
rifle sobre su Bantha38 y le gruñera. De acuerdo, ese era un Jinete Tusken, pero aún así... —
Entonces nos entendemos. Porque si a Cassandra le pasa algo, Katra será el menor de tus
problemas.

Y, por supuesto, tan macho y dominante, sólo hizo mella en sus propios niveles de
testosterona de alfa a toda marcha. Así que naturalmente, Urian dio un paso adelante con la
intención de darle una paliza. Lo cual era lo último que ellos necesitaban. Con una mueca, Phoebe
atrapó a su osito de peluche y lo obligó a retroceder. —Dijiste que tenemos que darnos prisa —le
recordó. Ella se aseguró de pasar su dedo sobre su pezón varias veces para llamar su atención sobre
algo más que el asesinato y la violencia.

Por suerte para el Sasquatch, eso funcionó.

Los rígidos rasgos de Urian se suavizaron cuando la miró y asintió. Sin otra palabra, los
condujo hacia un hidrodeslizador negro que ya estaba en el hielo, esperándolos.

El macho humano subió a bordo primero, seguido por Kat.

Cassandra siguió su ejemplo. —¿Es este el mismo barco que usan los policías montados
canadienses para búsqueda y rescate?

El Cazador Oscuro se puso rígido como si la pregunta lo ofendiera. —La misma compañía
fabrica ambas cosas, pero me gustaría pensar que el mío es un poco más agradable.

Phoebe pasó una mirada a Urian y rodo los ojos.

Él se rió silenciosamente de ella.

Aunque para ser honesta, cuando subió a bordo, tuvo que admitir que él no estaba mintiendo
realmente. El barco era excepcional. Lujoso al extremo, hasta con las sillas acolchadas.

—Sí —dijo Chris mientras se sentaba y se ataba. "Dudley Do 39. Así somos nosotros.

Phoebe frunció el ceño cuando se dio cuenta de que Urian todavía estaba en el muelle y no
parecía tener ningún plan de unirse a ellos. Seguramente, él no iba a quedarse. No después de esto...
—Ven con nosotros, Uri —le suplicó ella, levantando su mano para tomar la suya—. Te matarán si
se enteran de esto.

El dolor en el rostro de Urian mientras la miraba con nostalgia la hizo querer llorar. Su agarre
tembló mientras sostenía su mano. —No puedo, bebé, sabes que no. Tengo que quedarme y cubrir
tus huellas, pero te prometo que me pondré en contacto en cuanto pueda. —Él besó a Phoebe
apasionadamente, luego besó su mano y la dejó ir—. Cuídate.

37
Hace referencia a los wookiees, una raza ficticia del universo imaginario en el que están ambientadas las películas de la saga “La
Guerra de las Galaxias”. El wookie más famoso es Chewbacca, compañero de Han Solo.
38
Siguiendo con las referencias a “la Guerra de las Galaxias”, los banthas eran una especie de grandes y peludos mamíferos con
cuernos afilados en espiral. Habitaban el planeta desierto Tatooine y eran domesticados y utilizados por los incursores Tusken como
monturas y compañía.
39
Hace referencia a una serie de televisión transmitida a mediados del siglo XX, la cual parodiaba los melodramas y principios de
dicho siglo, en especial las del género norteño.
—Tú también.

Él asintió, luego retiró el último trozo de arnés. —Cuida de mi esposa, Cazador Oscuro.

Wulf miró a Phoebe y asintió. —Gracias, daimon.

Urian resopló. —Apuesto a que nunca pensaste que ibas a pronunciar esas palabras.

Urian levantó las puertas del muelle al mismo tiempo que un grupo de daimons irrumpieron
en el cobertizo.

Phoebe jadeó y corrió hacia él. Ella no podía irse mientras él estaba en peligro. ¡Oh, Dios, no!
Pero el pequeño y desaliñado humano la empujó de vuelta mientras el Cazador Oscuro encendía el
motor y se dirigió hacia el norte sobre el hielo. Por suerte, el viento estaba a su favor y aceleraron
rápidamente.

—No. ¡No! —Chilló Phoebe mientras cruzaban el lago a toda velocidad. Su corazón
martilleaba en negación mientras el terror la destrozaba—. No podemos dejarlo.

Aunque su rostro era comprensivo, ella no se engañada ni por un minuto. Como si a un


humano o un Cazador Oscuro alguna vez le importara lo que le sucedía a su clase.

—No tenemos otra opción —dijo el humano—. Lo siento.

Sí, claro.

A pesar de que su corazón estaba roto, Phoebe no lloró. Urian le había enseñado mejor que
eso. Era un guerrero, nacido en la batalla y endurecido en la misma. Como su esposa, ella honraría
su coraje y mostraría la misma fuerza que él. Así que respiró a través de su dolor y se obligó a
pararse en la parte trasera del barco, mirando fija y desesperadamente donde él había estado, con la
esperanza de vislumbrar alguna señal de su destino.

Será mejor que estés bien. No te perdonaré si mueres salvándome.

Cassandra se aferró con fuerza a su cinturón de seguridad. —¿Hey, Chris? ¿Qué tan rápido
estamos yendo?

—A más de cien al menos. Estas cosas pueden moverse muy rápido y llegar a ciento cuarenta
con el viento, pero sólo a unos cuarenta en contra él.

La rubia se movió para pararse a su lado. —Estará bien, Phoebe. Su padre realmente no le
haría daño. Stryker puede ser psicótico, pero ama a Urian.

Ella no creyó eso ni por un instante, y Kat era una tonta si lo hiciera. Maldito sea su marido
por sus maneras protectoras.

Y maldita sea ella por pedirle que hiciera esto.

Odiándose a sí misma, miró a Cassandra con la esperanza de no vivir para lamentar esta
acción. Luego se volvió hacia el Cazador Oscuro. —Sigue hacia el norte. Tenemos un lugar seguro
donde podamos esconderlos a todos.
Dos segundos después de que se pronunciaran esas palabras, se escuchó un horrendo chillido
por encima del motor de la embarcación, de los vientos y del hielo resquebrajado. Fue seguido por
el distintivo sonido de alas batiéndose.

Phoebe se tapó los oídos sensibles y levantó la vista. ¡Santo Katoteros, eso era un dragón!

Y no cualquier dragón. Ese debía ser el padre psico de Urian tras ellos.

Será mejor que no te hayas comido a mi marido...

—Oh mi... —Cassandra no terminó su oración. Ella se quedó allí tan catatónica como Phoebe
se sentía.

Kat se tiró sobre Cassandra.

Stryker chilló más fuerte, como si estuviera frustrado por sus acciones, y sopló fuego a través
de la proa del barco, haciendo que Phoebe se agachase. El Cazador Oscuro no disminuyó la
velocidad para nada. Sacó su arma y disparó hacia la bestia.

Aún en forma de dragón, Stryker se lanzó directamente hacia ellos, gritando mientras se
aproximaba. Cuando las balas lo golpearon, el dragón retrocedió. Sin embargo, esas heridas no
alteraron su forma animal en absoluto. En todo caso, sólo parecía molestar a la criatura.

Stryker continuó hacia ellos con una única determinación.

Cerca.

Más cerca.

De todas maneras, eso solo parecía enojar a la criatura.

El Cazador Oscuro recargó su arma y disparó más rondas.

Entonces, justo cuando Phoebe estaba segura de que serían tostados, Stryker desapareció.

Durante diez segundos completos, nadie se movió.

Chris levantó la cabeza como un suricato asustado. —¿Qué pasó?

—Debe haber sido convocado —respondió Kat—. Es lo único que podría haberlo detenido
así.

El Cazador Oscuro finalmente desaceleró un grado. —¿Convocado por quién?

—La Destructora —dijo Phoebe—. Ella no lo dejará lastimar a Kat. —Por razones que nadie
sabía, ella era más sagrada para Apollymi que nadie.

—¿Y por qué es eso, Kat? —Preguntó el Cazador Oscuro.

Kat parecía incómoda con esa pregunta. —Al igual que Stryker, soy una de sus sirvientes.

Cassie frunció el ceño. —Pensé que servías a Artemisa.


—Les sirvo a ambas.

Phoebe se burló de eso. Nadie podía servir a dos panteones. Ella sabía eso.

Cassandra inclinó la cabeza. —¿Una Pregunta? ¿Qué pasa cuando tienes un conflicto de
intereses? ¿A cuál de ellas seguirás, Kat?

Stygian
El amanecer se acercaba. Dado que ni Phoebe ni su enemigo eran inmunes al sol, habían
cambiado el bote por un Land Rover modificado a medida, que Urian les había dejado para usar.
Chris estaba dormido en el asiento trasero, sentado entre Phoebe y Kat con la cabeza apoyada en el
hombro de ésta, mientras Kat miraba por la ventana.

Habían dejado atrás el bote hacía más de una hora y ahora corrían hacia Elysia.

Era raro estar en ese estúpido auto sin Uri. Siempre le había parecido extraño que lo quisiera.
Él nunca se había molestado en absoluto por el mundo humano.

Hasta ella.

Pero desde que se habían casado, había tratado de hacerse un poco más "humano" para
apaciguarla. Y aunque Braden había insistido en que nunca abandonara el complejo, Shanus había
relajado esas órdenes una vez que se había hecho cargo como su líder.

Seis años atrás, Urian había comprado ese tonto coche para que los dos pudieran ir a "citas",
porque ella le había hecho ver un par de películas de John Hughes y le había dicho que lo único que
realmente extrañaba de su antigua vida era “salir en citas”.

En realidad ellos habían peleado por el auto.

¡Uri, es estúpido!

No, Phee. He estado investigando. No es una cita a menos que conduzcas a algún sitio.

Ella había resoplado ante el mismo pensamiento. ¿Qué? ¿Aprendiste a conducir?

Sí, algo así. ¿No confías en mí?

¿Con la conducción? ¡Diablos, no!

Vamos, pagué mucho dinero por una licencia falsa. Tomé lecciones y todo. Además, es más
un tanque que un coche. Nada puede lastimarte en él. Está blindado y todo. Me aseguré de ello. Te
prometo que te divertirás. Será tu mejor cumpleaños.

Y lo había sido. Dios, ella amaba a ese hombre más que a su vida. Si algo le pasaba por su
culpa...

Estaba enferma de preocupación. No había forma de saber que estaba pasando ahora mismo
en Kalosis. La ira y la furia que Stryker mostraría por haber fallado esta misión. Y Urian como su
primer comandante se llevaría la peor parte.
¿Había elegido la vida de su hermana por la de su marido? ¿Habría pagado, la amabilidad de
Urian por salvar su vida, exigiendo la suya propia?

Todo lo él que había conocido de las mujeres era la traición. Ahora, ella podría haberle dado
la peor hasta el momento.

Cassandra se dio la vuelta en el asiento delantero para mirarla. —¿Cuánto tiempo más?

—No mucho más lejos. —Esperaba.

Cassie tuvo el descaro de tomar la mano de Sasquatch. —¿Lo lograremos antes del amanecer?

Phoebe miró hacia otro lado para no abofetearlos, lo que sería un suicidio, ya que Sasquatch
estaba conduciendo. —Con lo justo. —Luego por debajo, ella murmuró—, muy justo.

Entonces, cuando su hermana comenzó a mirar a Sasquatch con ojos saltones, ella realmente
temió que pudiera vomitar.

Por suerte, se acercaban al siguiente giro, así que aprovechó la oportunidad para sentarse
adelante en el asiento y romper con esa mierda. Encajándose entre ellos, ella señaló el pequeño
sendero donde no había camino. —Allí gira a la derecha.

Sasquatch no la cuestionó. Ella le daría puntos de bonificación por eso. Manejaron a través
del bosque con relativa facilidad, lo cual era algo que a Urian siempre le había encantado hacer.
Como solía decir sobre su SUV —Condúcelo como si lo hubieras robado. El revestimiento de
blindaje hizo relativamente fácil pasar directamente a través de los árboles más pequeños y viajar
por la nieve, el hielo y los escombros. Lo único que le faltaba a ella era la hermosa risa de su
daimon, y esa sonrisa maliciosa cuando sonaba la desagradable música de metal mientras los
lanzaba por todo el bosque.

Gah, las cosas raras que su esposo hacía por diversión.

Ella se recostó y se abrochó mientras Sasquatch apagaba las luces para poder ver mejor.
Aunque confiaba en la conducción de Urian, no confiaba para nada en Sasquatch. El Land Rover
rebotó sobre el terreno desigual como un macho bronco40.

Chris se despertó con una maldición. —¿Stryker está de vuelta?

—No —Kat resopló—. Tuvimos que dejar el camino.

Sasquatch desaceleró un poco para no dejar huellas del rastro del tanque que marcaban los
neumáticos del todoterreno. Eran mucho más resistentes en este clima pero estaban lejos de ser
infalibles, y lo último que necesitaban era quedar varados en el exterior con la luz del día tan cerca.

Justo cuando el sol se asomaba sobre las montañas, atravesaron los árboles y llegaron a la
entrada oculta de Elysia. Phoebe dejó escapar un suspiro de alivio mientras ella veía a Shanus y a
dos consejeros de pie afuera. Esperando.

Cassandra siseó y soltó su mano.

40
Dícese del caballo que no ha sido domado.
—Está bien. —Phoebe abrió la puerta y corrió hacia ellos. Levantó la capucha de su chaqueta
para protegerse del sol naciente.

Alto y rubio, Shanus se paraba en las sombras con sus compañeros. —Casi no lo logras
¿verdad?41

—Ni lo digas. Ha sido una noche difícil.

—¿Dónde está Urian?

Ella retuvo las lágrimas. —Él no está con nosotros.

—¿Dejó que alguien más condujera su camioneta?

—Podría decirse. —Ella hizo un gesto hacia el SUV—. Morirá cuando se entere que es un
Cazador Oscuro.

Los ojos de Shanus se ensombrecieron, junto con los de los dos hombres que estaban con él.
—¿Estás absolutamente loca? ¡No puedes traer uno de ellos aquí! ¡Lo sabes bien!

—Tenemos que dejarlo entrar.

—¡No! ¡Y me refiero a no! ¡No no no! ¡Todo tipo de no!

—Shanus...

—¡No, Phoebe, no!

—Se lo diré a Urian. No quieres que haga esa llamada.


La mandíbula de Shanus comenzó a temblar. —Estás haciendo que sea muy difícil que me
gustes en este momento.

—Lo sé, y te juro que si él hace algo mal, puedes matarlo. Urian te ayudará.

Este dejó escapar un suspiro de exasperación. —Bien, pero sólo porque está amaneciendo y
no quiero estallar en llamas. —Él la fulminó con la mirada—. ¡Maldita seas!

—Créeme, lo sé.

De todos los malos momentos, Sasquatch y Kat eligieron ese para salir del SUV y dirigirse a
ellos. Si eso no era lo suficientemente malo, Sasquatch tenía en su mano su espada como si ellos
fueran el problema aquí.

Sí, claro. Gah... ¡Los Cazadores Oscuros y su arrogancia!

Phoebe fulminó con la mirada a Sasquatch. —¿Te importaría, Cazador Oscuro? —Hizo un
gesto hacia el sol—. Nos estamos quedando sin tiempo. No necesito tu actitud ahora mismo. Pero si
entregas tus armas en lugar de acicalarte como un pavo real, seguro que ayudarías a facilitar las
cosas y recorrerías un largo camino para ayudarme a convencer a mis muchachos de que no estás

41
En el original aparece como “cutting it close”, la cual es una frase casual utilizada para referirse a alguien que esperó demasiado
tiempo para hacer algo, arriesgándose así a un posible problema o desastre.
aquí para matar a nadie. Y esto le permitiría a Cassandra llegar a un médico apolita que está dentro
esperando, uno que realmente sabe cómo atender a una futura madre en su condición única.

Sasquatch miró por encima de su hombro a su hermana antes de que él asintiera sutilmente.
Con su rostro ilegible, finalmente entregó todas sus armas sin protestar.

Agradecida a los dioses, Phoebe finalmente dejó escapar un suspiro de alivio. —¡Gracias!

—Por nada.

Ignorando la indirecta de Sasquatch, Phoebe palmeó a Shanus en el brazo mientras los dos
concejeros lo llevaron adentro. Luego ella y Kat fueron a buscar a su hermana y a Chris.

La expresión en el rostro de Cassandra decía que su hermana quería arrancarle los ojos por
dejarles llevar lejos a su gran novio peludo. —¿Qué está pasando?

Kat dejó escapar un suspiro de cansancio. —Están tomando a Wulf bajo custodia para
asegurarse de que no lastimará a ninguno de ellos. Vamos, tienen a un médico dentro esperándote.

Cassandra titubeó mientras miraba en la dirección en la que habían desaparecido. —


¿Realmente confías en ellos?

—No lo sé. ¿Tú sí?

—Confío en Phoebe. Eso creo.

Kat se rió de eso.

Phoebe no lo encontró divertido en absoluto.

Cassandra salió de la camioneta y dejó que Kat la guiara junto con Chris a la cueva, mientras
que Phoebe reflexionaba sobre la respuesta de su hermana, especialmente dado que era su esposo
quien acababa de arriesgar su vida para salvarlos a todos. ¡Cómo se atrevían!

¡Todos bastardos ingratos!

Pero ella se las arregló para ser un poco compasiva. Después de todo, su hermana estaba
embarazada y era el último miembro sobreviviente de su familia. —No tengas miedo, Cassie. Todos
sabemos lo importante que eres tú y tu bebé. Nadie aquí va a lastimar a ninguno de ustedes. Lo juro.

—¿Quién es nosotros?

—Esta es una comunidad apolita. —Phoebe los condujo a lo más profundo de la cueva, más
allá de los mercenarios humanos contratados para custodiar la entrada durante las horas del día—.
Una de las más viejas en América del Norte.

Asegurándose de que todos estuvieran dentro y que fuera seguro, Phoebe colocó su mano
contra la Piedra Espiral, donde un muelle abrió la puerta del ascensor.

Chris dio una mirada exagerada. —¡Santa granada de mano, Batman, es una baticueva!
Phoebe sonrió al chico de edad universitaria con cabello oscuro que se parecía al hermano
menor del Cazador Oscuro. Era realmente muy lindo, de una manera sana e inocente.
Curiosamente, él estaba creciendo en su aprecio hacia ella.

Si no hubiera sido un Escudero de su enemigo, y si se hubieran encontrado bajo otras


circunstancias, podrían haber terminado siendo amigos. Era simpático y amistoso. Incluso divertido
a veces.

A Sasquatch, por otro lado, quería apuñalarlo cada vez que miraba en su dirección. Y le tomó
todo lo que tenía para no cortarle la cabeza.

¡Gah, Cassandra! ¡Sólo... maldita sea!

—¡Oh, vamos! —Chris miró a su grupo como un niño eufórico—. ¿Alguien que no sea yo ve
el humor en esto? —Miró a su alrededor a sus tres no divertidos rostros, luego se desanimó—.
Supongo que no.

Cassandra entró primero en el ascensor. —¿Qué hay de los hombres que vi afuera? ¿Quiénes
son ellos?

Phoebe hizo todo lo posible por no pensar en el grupo que los había encontrado. —Son
nuestro consejo regente. No se puede hacer nada aquí sin su aprobación directa.

Kat y Chris se unieron a ellos. La puerta del ascensor se cerró.

—¿Hay algún daimon aquí? —Chris preguntó cuando Phoebe presionó un botón para iniciar
al ascensor en su largo descenso hacia las instalaciones donde ella vivía.

—El único daimon en esta comunidad soy yo. Me dejan vivir aquí porque le deben a Urian su
ayuda. Mientras no llame la atención sobre mí o su existencia, permiten que me quede. —Esperó a
que uno de ellos hiciera un comentario desagradable sobre eso, pero, sabiamente, mantuvieron la
boca cerrada.

Sin embargo, conocía a su hermana lo suficientemente bien como para ver la desconfianza en
sus ojos. Cassandra le tenía miedo.

Que así sea. Ella había arriesgado todo por Cassie. Todo.

Y ni siquiera había tenido la decencia de decir Gracias. Tú y tu esposo podrán ser daimons,
pero qué amable y generoso de su parte arriesgar sus vidas; que tú marido mate personas a las que
considera familia, y que tú entregues sus gargantas para que yo, mi bebé y el idiota Cazador
Oscuro Sasquatch podamos sobrevivir a esta noche. Realmente, ¿eso era mucho pedir? ¿Un básico
y simple agradecimiento?

Era de esperarse, ¿verdad? Phoebe había olvidado lo egoísta que podía ser su hermana.

Cuando las puertas se abrieron, Cassie jadeó ante algo a lo que Phoebe se había acostumbrado
hacía ya mucho tiempo. Pero ella recordaba la primera vez que Urian la había traído aquí en 1990.
Parecía algo salido de una película de ciencia ficción. Todo estaba diseñado como en una ciudad
futurista de Isaac Asimov o Larry Niven. Realizado en acero y concreto, las paredes estaban
pintadas con hermosos murales de paisajes brillantes, iluminados por el sol que su clase nunca había
visto, excepto en fotos.
Urian pasó mucho tiempo allí mirando esa pieza en particular. Y revisando las viejas fotos de
ella con su familia, preguntándole cómo se sentía el sol.

Eso era cuando más le dolía.

Debido a que era en parte humana, hasta que se convirtió en daimon, tuvo algo de tolerancia
al sol. No podía broncearse o nadar. Pero podía pasar algunos minutos fuera sin convertirse en
polvo.

Urian no. Phoebe solía molestarse con él, cuando hacía todo lo posible por hacerle entender la
suerte que tenía, de la que nunca se había dado cuenta.

No.

Hasta que conoció al muchacho que jamás había visto la luz del día.

Hasta el día de hoy, su historia era sobre tratar de ver un destello de sol junto a su hermano
Paris. Esa evocación traía lágrimas a sus ojos.

Maldita sea su hermana si algo le hubiera pasado.

Phoebe secó sus ojos y salió del ascensor hacia la zona central, la cual era aproximadamente
del tamaño de un campo de fútbol. Desde el atrio central, había corredores que conducían a las
demás áreas y centros de la instalación.
Esta parte principal era el centro de Elysia y contenía la mayoría de sus tiendas y sus
comerciantes, a excepción de los restaurantes. Al ser apolitas, no necesitaban ninguno.

—La ciudad se llama Elysia. —Sin disminuir la marcha, Phoebe los guió a través de un
puñado de residentes que se habían detenido a mirarlos. —La mayoría de los apolitas viven aquí
toda su vida bajo tierra. No tienen deseos de ir a la superficie y ver a los humanos y su violencia.
Tampoco desean ver a su clase siendo cazada.

Ni bien dejaron atrás a su gente, Chris se aclaró la garganta para conseguir su atención. —
¿Qué hacen con los daimons?

—Aquí no se tolera a ningún daimon ya que requieren de una dieta constante de humanos o
de almas apolitas. Si un apolita decide convertirse en daimon, se les permite irse, pero nunca
pueden regresar. Jamás.

Kat arqueó una ceja ante eso. —Sin embargo, tú vives aquí. ¿Por qué?

—Te lo dije, Urian los protege. Él fue quien les mostró cómo construir este lugar.

—¿Por qué? —Kat presionó.

Phoebe se detuvo y se giró, lanzándole a Kat una mirada valuativa mientras luchaba contra las
ganas de abofetearla a ella y a Cassandra por su continua desconfianza, la cual era ridícula a esta
altura. ¿Qué más tenía que hacer para probarse ante ellos? ¿Prenderse fuego? —A pesar de lo que
puedas pensar de él, mi esposo es un buen hombre. Sólo quiere lo mejor para su gente. —La mirada
de Phoebe se dirigió a Cassandra—. Urian fue el primer niño en nacer como un apolita maldito.
Técnicamente el segundo, ya que su gemelo fue el primogénito, pero estaba lo
suficientemente cerca. Y pese a lo sicótico que Stryker pudiera ser, había hecho todo lo posible por
mantener esa verdad oculta a Urian durante años. Incluso les mintió a sus dos hijos acerca de
cuándo realmente habían nacido, así nunca lo sabrían.

Hasta que su hermano Archie le había dicho cruelmente la verdad un día, cuando habían
estado luchando siendo niños. ¡Al menos no fui el primero que nació maldito, Uri! ¡Eso te dice
cuán mal incluso nuestro propio abuelo debe odiarte!

La noticia había golpeado a Urian como un martillo y nunca le había dicho a nadie que él
sabía la verdad.

No, hasta Phoebe. Sólo había compartido su vergüenza con ella.

Cassandra se quedó sin aliento. —Eso lo haría…

—Tiene más de once mil años. —Phoebe terminó la frase por ella—. Sí. La mayoría de los
guerreros que viajan con él son así de viejos. Ellos se remontan al mismísimo inicio de nuestra
historia.

Chris silbó por lo bajo. —¿Cómo es eso posible?

—La Destructora los protege —dijo Kat—. Así como los Cazadores Oscuros sirven a
Artemisa, los verdaderos Spathis le sirven a ella. —Suspiró como si el conflicto le doliera
profundamente—. Artemisa y Apollymi han estado en guerra desde el primer día. La Destructora
está en cautiverio porque Artemisa la engañó, y ella gasta todo su tiempo planeando su tortura y su
muerte. Si alguna vez se libera, Apollymi la destruirá.

Cassandra frunció el ceño. —¿Por qué la Destructora odia a Artemisa?

—Por amor. ¿Por qué otra cosa? —Dijo Kat simplemente—. El amor, el odio y la venganza
son las emociones más poderosas en la tierra. Apollymi quiere vengarse de Artemisa por matar a la
única cosa que ella más amaba en todo el universo.

—¿Y eso es?

—Nunca traicionaría a ninguna de las dos al decir eso.

—¿Lo escribirías? —Preguntó Chris.

Kat rodo los ojos.

Cassandra y Phoebe negaron con la cabeza.

Chris se burló de su reacción. —Oh, sí, como si ustedes dos no estuvieran pensando en lo
mismo.

No, pero las palabras de Kat le hicieron pensar en el mordaz pesimismo de Urian cuando ella
le hacía ver alguna comedia romántica en lugar de las películas de terror que él prefería del tipo Él
amor no lo conquista todo. Sólo una espada rápida lo hace.
Y con ese pensamiento en mente, Phoebe los llevó al área residencial. —Estos son
apartamentos. Se te dará una unidad grande con cuatro habitaciones. La mía está separada por un
pasillo. Me hubiera gustado tenerte más cerca, pero esta fue la única disponible que fuera lo
suficientemente grande como para acomodarlos a todos ustedes.

Lo último que Shanus y los otros querían era que los cuatro estuvieran repartidos por todos
lados. No sólo los haría más difíciles de proteger, sino que también los haría más difíciles de vigilar.
De esta forma era mucho más fácil y seguro en todos los sentidos.

Cassandra titubeó en la puerta. —¿Wulf ya está allí?

—No. Fue llevado a una celda de detención.

Asustada, luego enojada, su hermana se quedó boquiabierta. —¿Disculpa?

Phoebe tuvo que controlar su propio temperamento. Ella realmente no estaba de humor en
este mismo momento. Le hubiera gustado ir y verificar la seguridad de su propio esposo, quién
estaba en una situación mucho peor que la de Sasquatch. —Él es nuestro enemigo, Cassie. ¿Qué
esperas que hagamos?

—Espero que lo liberes. ¡Ahora!

—No puedo.

Cassandra se detuvo en seco. —Entonces muéstrame la puerta fuera de aquí.

¿Estaba malditamente bromeando? ¿Después de todo por lo que Urian había pasado por ella?
¿Después de todo lo que ellos habían arriesgado para salvar su vida? Phoebe nunca quiso lastimar a
nadie más de lo que quería abofetear a su hermana en ese momento. Sería mejor que Cass estuviese
agradecida de estar embarazada. —¿Qué?

—Me escuchaste. No me quedaré aquí a menos que él sea bienvenido. Ha arriesgado su vida
por mí. Su casa fue destruida por mi culpa y no viviré cómodamente mientras que el padre de mi
bebé es tratado como un convicto.

Alguien detrás de ellas comenzó a aplaudir.

Phoebe miró más allá de su hermana para ver que Shanus se había unido a ellos.

De pie con un poco más de dos metros de altura, era hermoso y ágil. Muy elegante, y se
acercaba rápidamente a la edad en la que él tendría que encontrar su reemplazo porque estaría
decayendo en polvo por cortesía de Apolo.

Él le sonrió a Cassandra. —Buen discurso, princesa. No cambia nada.

Ella estrechó su mirada en él. —Entonces, ¿qué tal una buena patada en el trasero?

Él se rió ante la amenaza. —Estás embarazada.

—No tan embarazada. —Ella le disparó una de las dagas de su muñeca al hombre. Ésta quedó
incrustada en la pared justo delante de su cabeza.
Su rostro perdió todo el humor y Phoebe no pudo culparlo. Ella estaba mortificada y
avergonzada por la falta de gratitud de su hermana.

—La siguiente va a tu corazón.

—¡Cassie, detente! —Ordenó Phoebe, agarrando su brazo.

Cassandra se sacudió de su agarre. —No. He pasado toda mi adultez poniendo a cualquier


daimon o apolita que cometió el error de venir tras de mí fuera de su miseria. Si piensas por un
minuto que Kat y yo no podemos derribar este lugar para liberar a Wulf, entonces necesitas
pensarlo de nuevo.

—¿Y si tú mueres? —Preguntó el hombre.

—Entonces todos perdemos.

Él la miró pensativamente. —Estás mintiendo.

Cassandra intercambió una mirada determinada con Kat.

—Sabes que siempre estoy ansiosa por una buena pelea. —Kat sacó su bastón de lucha fuera
del bolsillo de su abrigo y lo extendió.

Las fosas nasales del hombre se agrandaron cuando vio que se preparaban para enfrentarlo. —
¿Así es cómo retribuyes mi amabilidad al protegerte?

Cassandra levantó la barbilla como la perra malcriada y desagradecida que su padre la había
hecho. —No, así es como le retribuyo al hombre que me protege. No veré que Wulf sea mantenido
de esa manera después de todo lo que ha hecho.

Shanus dio un paso atrás e inclinó respetuosamente la cabeza hacia ella. —Ella sí posee el
coraje de un Spathi.

No, ella tenía todo el valor de un mocoso que quería una galleta, sin importarle cómo afectaba
a alguien más a su alrededor. Phoebe sintió como su cara se enrojecía por la vergüenza. Ella les
había advertido que Cass podía ser difícil cuando no se salía con la suya, así que en un esfuerzo por
ser diplomática, inclinó la cabeza. —Te lo dije.

Shanus les ofreció una ligera sonrisa. —Ve adentro con Phoebe, princesa y haré que traigan a
tu Cazador Oscuro.

Incluso entonces, Cassandra lo miró con suspicacia. —¿Lo prometes?

—Sí.

Aún escéptica, Cassandra miró a Phoebe, quien ya estaba cerca de hartarse de ella. —¿Puedo
tener fe en eso?

Contenme... Contando hasta tres, ella sonrió a través de su ira. —Puedes. Shanus es nuestro
Consejero Supremo. Él nunca miente.

—Phoebe, mírame.
No uses ese tono conmigo, perra. ¡Estoy a punto de abofetearte!

—Dime la verdad. ¿Estamos a salvo aquí?

¿Con ellos? —Sí, lo juro por todo lo que aprecio, incluso por la vida de Urian. Estás aquí
porque Stryker nunca pensará en buscarte en una comuna apolita. Todos los que estamos aquí
sabemos que si tu bebé muere, también lo hace nuestro mundo. Y nuestras vidas, tal como son,
siguen siendo preciosas para nosotros. Veintisiete años para las personas aquí son mejor que nada
en absoluto.

Pero si no cierras la boca y entras en esa habitación para que pueda comprobar a mi esposo,
voy a golpearte.

Finalmente, Cassandra respiró hondo y asintió. —De acuerdo.

Dirigiéndole una mirada molesta a Shanus tras su espalda, Phoebe abrió la puerta.

Shanus se atragantó con una carcajada y se excusó.

Furiosa, Phoebe los siguió a su nuevo hogar. Como todas las unidades aquí, el salón principal
era de unos ciento cincuenta metros cuadrados y tenía todo lo que un hogar humano regular
contenía. Un sofá de gran tamaño con mucho relleno y uno más pequeño, más un centro de
entretenimiento completo con televisión, estéreo y reproductor de DVD.

Chris se dirigió directamente al centro de entretenimiento. —¿Eso funciona?

—Sí. Tenemos relés42 y enlaces ascendentes que pueden traernos el mundo humano hasta
nosotros.

Kat abrió las puertas de los dormitorios y del baño, las cuales estaban fuera del salón
principal. —¿Dónde está la cocina?

Phoebe le dio una mirada chistosa por la estupidez de esa pregunta. —No tenemos cocinas,
—le recordó—. Pero los consejeros están trabajando en conseguir un microondas y un refrigerador
para ti dado que tú sí comes. Junto con comestibles. Muy pronto habrá algo aquí para todos ustedes.

Como no tenían teléfonos, Phoebe les mostró la pequeña caja verde oscuro en una mesa
auxiliar. —Si necesitas algo, el intercomunicador está aquí. Sólo presiona el botón y uno de los
operadores te ayudará. Si quieres llamarme, diles que necesitas a la esposa de Urian y ellos sabrán
comunicarte conmigo.

Un golpe sonó en la puerta.

Phoebe fue a responder mientras Cassandra retrocedía con Kat y Chris. —¿Qué piensan
ustedes?

Chris se encogió de hombros. —Todo suena bien. No estoy recogiendo ninguna vibra
malvada, ¿qué tal ustedes?

42
En radiodifusión y televisión, relé es una estación repetidora que recoge la señal procedente de otra estación y la
retransmite automáticamente con una potencia mucho mayor que la recibida.
Kat miró a su alrededor. —Estoy de acuerdo con Chris. Pero todavía hay una parte de mí que
no confía en ellos. Sin ofender Cass, pero los apolitas no son conocidos por ser honestos.

—Si no sabré eso...

Phoebe resopló ante ese comentario, especialmente teniendo en cuenta el historial de


honestidad en humanos. Um, sí... El último artículo que leyó decía que la persona promedio mentía
treinta veces por hora. El humano promedio. Treinta veces por hora. No hablaba bien de lo que
hacía un humano patológico o de uno ”poco corriente”, ¿no es así? ¿Y ellos se atrevían a llamar a
los apolitas deshonestos?

Si...

Irritada al extremo, Phoebe intercambió una sonrisa malhumorada con la Dra. Lakis, quien
tenía su misma altura y vestía un suéter rosa claro y pantalones vaqueros. Desde que estaba de
servicio, tenía su cabello rubio, largo hasta los hombros, recogido en un moño suelto.

Por suerte para su hermana, la Dra. Lakis era mejor ocultando su irritación. —¿Cassandra?

Ella esperó a que Cass la mirara.

—Soy la Dra. Lakis. —Extendió la mano hacia Cassandra—. Si no te importa, me gustaría


examinarte y ver cómo está el bebé.

Las dos se fueron.

Phoebe se tomó un momento para hablar con Kat y Chris. —¿Ustedes dos necesitan algo?

Katra ladeó la cabeza. —Stryker no va a lastimar a Urian. ¿Por qué estás tan preocupada?

Phoebe dejó escapar una risa amarga. —No lo conoces en absoluto, ¿verdad?

—Los conozco a ambos desde hace mucho más tiempo que tú.

—Entonces deberías saber cuán violento se pone Stryker y con cuánta frecuencia él ataca.

Kat pasó una mirada de suficiencia a Chris. —Pero no contra Urian.

—¿De verdad? La noche en que Urian dejó a su hermano, quien era un soldado entrenado,
para salvar la vida de una mujer apolita ciega y a sus hijos, su padre casi lo golpea hasta la muerte.
Si no fuera por la intervención de Apollymi, probablemente lo habría hecho.

Kat se quedó boquiabierta. —¿Él te dijo eso?

—No, un amigo suyo me advirtió de que nunca cometiera el error de ponerlo en el punto de
mira de la ira de su padre. Quería enfatizarme que mientras que Urian constantemente me asegura
de que él está bien y que todo estará bien, Urian no lo está y está jugando un juego extremadamente
estúpido con su vida. Por mí.

Stygian
—¡Maldición! ¿Cómo llegaron a ese bote?

Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian estaba estoicamente en la sala del consejo y
escuchaba la diatriba de su padre. Lo que tenía que ser un record a la perorata más larga. Él habría
bostezado, pero en el estado de ánimo en el que estaba su padre, probablemente le cortaría la
garganta.

—¡Urian!

Él levantó la cabeza bruscamente. —¿Señor?

—¿Cómo se te pasaron?

—Ni idea. Yo estaba en el cobertizo. Chequeé a Jason y Bryan. Ellos estaban bien en ese
momento. Salieron fuera porque dijeron que habían oído algo. Entonces Trates estaba pidiendo
ayuda en el frente, así que me dirigí hacia allí. Lo siguiente que supe fue que estabas gritando que
ellos estaban en un bote.

—¿No sentiste nada?

—No pude captar ningún olor por el residuo de la pólvora. Mi audición fue dañada por las
explosiones. Lo mismo mi visión. Mis oídos todavía resuenan.

Su padre curvó sus labios. —¡Estoy disgustado con todos ustedes! ¡Apártense de mi vista!

Aliviado de tener un final a eso y de aún estar en una sola pieza, Urian intercambió una
mirada de reojo con Davyn. Pero ninguno de los dos se atrevió a hablar hasta que estuvieron fuera
del rango de audición de su padre.

Davyn dejó escapar un largo y lento suspiro. —Maldición, Uri.

—Lo sé.

—¿Me abrazas?

Urian se rió antes de tirar a Davyn hacia sus brazos y darle un abrazo. —¿Mejor?

—¡Nooo! ¡Me asustaste! ¡Entre eso y tu padre... no creo volver a ser el mismo!

—Sí, bueno, te aprecio, hermano.

—Me alegra que alguien lo haga.

Urian besó su mejilla antes de soltarlo. —¿Todo salió bien?

—No realmente. Pero estoy cerca. ¿Qué hay de ti?

—No realmente. Pero estoy cerca. —Su mirada se posó en el collar que rodeaba el cuello de
Davyn. Él de Paris.

Davyn lo miró y lo tocó. —Todavía no puedo creer que se haya ido.


—Lo sé. Parece que fue ayer. No hace setenta años.

Él asintió. —Te patearía el trasero si supiera que ayudaste a un Cazador Oscuro.

—Sí, lo haría. Me apuñalaría él mismo.

Davyn resopló. —Yo debería hacerlo por él.

—Probablemente debería ayudarte. Si tuviera algún sentido, lo haría.

—¡Urian! —Gritó su padre.

Ahora, ese era un tono que haría incluso a Ares hacerse en sus pantalones.

Davyn se puso un poco más pálido. —Me alegro de no ser tú, —susurró antes de salir por el
pasillo.

Resignado a cualquier mierda que estuviera por manifestarse, Urian regresó a la oficina de su
padre y abrió la puerta. —¿Me llamaste, mi señor y torturador?

—No te pongas insolente conmigo, pido, no estoy de humor. Entra y cierra puerta.

Urian obedeció.

—Creo que tenemos un traidor entre nosotros.

Esas palabras enviaron un rayo de miedo por su espina dorsal. —¿Por qué?

—Sigo repasando todo lo que ha pasado. Es la única explicación de cómo la heredera


continúa eludiéndonos. Alguien tiene que estar ayudándola.

Urian se mantuvo completamente quieto cuando el vello en la parte posterior de su cuello


comenzó a erizarse por la culpa. —¿Qué quieres que haga, Solren?

—¡Tú sabes lo que quiero! La cabeza del traidor. ¡Quiero que encuentres a quien sea y que lo
destripes!

Urian suspiró. —Solren, ¿alguna vez has considerado que las palabras del oráculo podrían
haber sido un juego enviado por los dioses para hacer que te destruyas a ti mismo? ¿Como con
Edipo? Fue tratando de evitar su destino que el rey Laius causó su propia muerte. Y lo mismo para
Edipo. Si ninguno de los reyes hubiera intentado detener su destino, no habrían llevado a cabo las
acciones que lo causaron.

—No tienes ningún sentido.

—Seguro que lo tengo. Solren, piénsalo. Somos nuestros propios peores enemigos. Es por
nuestras propias acciones que somos destruidos.

—Y por la espada el nudo fue deshecho.

—¿Perdón?
—¿El nudo gordiano? Incluso el problema más complejo y sin solución, puede tener una
simple respuesta si le aplicas suficiente fuerza bruta.

—Um, no creo que eso sea lo que significa, Solren.

—Por supuesto que lo es. ¡No te atrevas a discutir conmigo!

Urian levantó las manos en señal de rendición. No estaba dispuesto a discutir de filosofía
cuando su padre estaba con ese humor repugnante y peligroso. —¿Cuándo fue la última vez que
tomaste un alma, Solren?

—¿Por qué lo preguntas?

—Pienso que estás un poco hambriento. Es posible que desees alimentarte pronto. Para
atemperarte.

—¡Bien! Tráeme a la heredera y estaré encantado de alimentarme de ella y de su niño no


nacido.

Urian chasqueó los dedos. —Conseguiré eso pronto. ¿Cualquier otra cosa que pueda hacer por
ti?
Él gruñó como un león.

Urian se fue inmediatamente. Y casi chocó con Sabine, la charonte favorita de Apollymi
desde que Xedrix había desaparecido hacía unas semanas.

—La diosa te convoca.

Raro que enviara su demonio. Normalmente, ella sólo gritaba en su cabeza.

Frunciendo el ceño, siguió a la demonio de piel naranja de regreso al jardín de Apollymi,


donde la diosa no estaba en la piscina sino en el huerto donde sus árboles serbal 43 y sus rosas negras
crecían.

De verdad preocupado ahora, Urian se acercó con extrema precaución. —¿Me convocaste,
akra?

Ella le entregó la rosa que acababa de cortar al demonio a su lado para que la añadiera a la
cesta en sus manos. —Deberías ser honesto con tu padre, Urian.

—¿Perdón?

—Me escuchaste. Las mentiras son impropias para alguien como tú. Y he permitido a las
tuyas seguir ya por demasiado tiempo. Seguí pensando que te sincerarías con él. Me molesta ver a
Strykerius tan molesto. Él ha destripado esta noche a tres hombres inocentes por su rabia.

Urian miró al demonio detrás de ella, no muy seguro de qué decir a eso.

43
Sorbus es un género de la familia de las rosáceas que abarca entre 100 y 200 especies de árboles y arbustos,
comúnmente denominados serbales. Se suelen usar en parques y jardines como planta ornamental y sus frutos se
utilizan para la fabricación del vodka ruso.
Apollymi se volvió hacia él con una mirada mordaz. —Al igual que cuando visitaste a
Sarraxyn, y ella violó mi pacto sagrado de mantener su cala privada para todos.

—Akra...

—Ni una palabra, Urian. La verdad más amarga es mejor que la mentira más dulce. Tu padre
merece oírlo de ti y de nadie más. Tarde o temprano, la verdad se revelará. Siempre lo hace. No
importa cuánto te esfuerces por mantenerla oculta. Ésta se abrirá camino hacia la superficie y
aquellos que han sido engañados se volverán contra ti con una venganza inimaginable. Porque con
ello viene una furia justificada, alimentada por la traición. Confiaron en ti, y la confianza es una
cosa sagrada de la que no hay que abusar. De todas las personas, tú sabes eso. Y aquellos abusados
demandarán una explicación, y se levantarán y exigirán sangre para ser apaciguados. Entonces, ya
no serás capaz de mentir. Será demasiado tarde para que las palabras te salven. ¿Entiendes?

Él entendió, pero no era tan simple. Su padre le exigiría la vida de Phoebe y la de Cassandra.

¿Cómo podía elegir entre ellas?

—¿Alguna vez has tenido que elegir entre dos cosas que más amabas, akra?

Una profunda, oscura y amarga tristeza ardió en sus ojos. Era tan desgarradora que, en ese
momento, él sabía que ella era muy consciente de lo que él estaba preguntando. —Lo hice.

—¿Te arrepientes de la decisión que tomaste?

—Cada día de mi vida.


12 de marzo, 2004
Phoebe estaba llorando. Ella trataba de ser fuerte y ocultarlo, pero este silencio la estaba
destruyendo.

Al cerrar la puerta de su apartamento, sintió a alguien de pie, justo detrás de ella.

—¿Qué pasa, agapi mou? ¿El Muppet te ofendió? Le arrancaré la lengua si lo hizo.

Su aliento se detuvo de repente, cuando reconoció el acento de Urian, y luego se dio cuenta de
que ya había encendido velas en todo su cuarto. Volviéndose, se lanzó contra él y llovió besos por
todo su rostro y cuello. —¡Pensé que estabas muerto!

Él le chistó. —Me conoces mejor que eso. Solo tenía que esperar a que se calmara un poco.

Ella ya le estaba quitando la ropa de su cuerpo.


Riendo, él la ayudó con sus poderes. —¿Supongo que tienes hambre?

—Famélica, y no solo por tu sangre y tu alma. ¡Se xriazome!

Los ojos de Urian se agrandaron cuando ella dijo "te necesito" en griego. En todo este tiempo,
solo había escuchado una palabra aquí o allá. Nunca antes había dicho una frase completa.

—Debes haberme extrañado.

—Más de lo que puedas imaginarte. —Ella hundió sus colmillos en su cuello y lo hizo
tambalearse.

Urian apenas alcanzó a llegar al sofá. Ella estaba absolutamente salvaje esta noche. Hasta tal
punto, que inmediatamente se deslizó sobre él y tomó el control desenfrenadamente.

Le destrozó el cuello y le rasguñó los brazos y el pecho con las uñas, mientras lo montaba con
furia. Había un extraño tipo de placer en el dolor, mientras su cabeza giraba en torno a su insistente
hambre. Sus emociones lo dominaron hasta que se perdió por completo.

Perdió todo el sentido del tiempo mientras su cuerpo lo ordeñaba, y todo lo que sentía era a
Phoebe. No le importaba nada, ni nadie más. Su vida comenzaba y terminaba con ella. De repente,
la puerta se abrió.

Phoebe se incorporó de un tirón, agarrando a Urian, que estaba demasiado débil para siquiera
girar la cabeza para ver quién estaba allí.

La puerta se cerró de nuevo.

Jadeando y débil, Urian trató de enfocar su mirada. — ¿Quién era?

—Mi hermana —siseó ella, bajándose de él para correr al baño.

Urian intentó levantarse e ir tras ella, pero se recostó en el sofá. —Voy a esperar aquí.

Si Phoebe lo escuchó, no se detuvo ni dijo nada. Simplemente salió corriendo del apartamento
para alcanzar a su hermana.
Después de unos segundos, ella regresó y se sentó remilgadamente a su lado.

—¿Estás bien?

—Eso fue embarazoso.

—Déjame adivinar ¿Tu hermana y Muppet tuvieron una pequeña crisis de SPM por lo que
vieron?

—Le digo Sasquatch, pero sí. La tuvieron.

Él se rió. —Recuérdame que lo mate más tarde... Y no lo llamaré Sasquatch.

—¿Por qué? Creo que es bastante apropiado.

Urian se burló. —Realmente no. Eso implica que es intimidante y aterrador. Confía en mí, él
no lo es.

—Tal vez para tu corpulento trasero de casi dos metros de altura, no lo es, pero desde mi
punto de vista, es aterrador.

Urian resopló. —Confía en mí, no alimentes el ego del Muppet. Si se hace más grande,
tendremos que conseguir un apartamento más grande para ellos. Creo que es por eso que su
mansión era tan grande. Lo necesitan solo para albergar a su autoimagen inflada.

Phoebe se echó a reír. Hasta que oyeron una fuerte conmoción del exterior.

—Ah, mierda... —Urian usó sus poderes para convocar ropa. Sin que se lo dijeran, sabía que
Wulf había enojado a los nativos y que se estaban gestando problemas. Porque, eso de afuera,
sonaba como la ira del infierno, y solo un Cazador Oscuro en medio de una comuna apolita podría
causar tanto alboroto.

Teletransportándose en medio de ello, Urian tardó un segundo en poner fin al drama antes de
agarrar a Wulf e interponerse entre el Cazador Oscuro y el apolita que quería su cabeza. Todavía
débil por la alimentación de Phoebe, mantuvo una mano en cada uno de ellos para asegurarse de
que se mantuvieran a una distancia segura entre ellos.

—¡Suficiente! —Urian rugió a los dos.

Wulf le frunció el ceño. —¿Estás bien?

No realmente. Se sentía bastante mareado y definitivamente no necesitaba esta mierda.


Urian liberó a los dos hombres. Algunos de los vigilantes de Shanus se llevaron al Apolita,
pero antes, les lanzó una mirada malévola de despedida.

Agradecido por haberlo terminado, se pasó una mano por la frente cubierta de sudor.

—Necesitas permanecer fuera de vista, Cazador Oscuro.

—Realmente no te ves bien. ¿Necesitas algo?


Urian negó con la cabeza para aclararla. —Solo necesito descansar un rato. —Él frunció los
labios hacia Wulf—. ¿Puedes mantenerte fuera de problemas el tiempo suficiente para eso?

—¿Uri? — Phoebe apareció detrás de él y le puso la mano en la frente—. ¿Tomé demasiado,


bebé?

Queriendo tranquilizarla, Urian la atrajo hacia su costado y le besó la mejilla. —No te


preocupes amor. Solo estoy cansado. Estaré bien.

Se apartó y acababa de regresar a su apartamento cuando sus piernas se doblaron.

—¡Mentira!

Para horror absoluto de Urian, el Muppet se acercó y le echó un brazo por encima del hombro
para ayudarlo a regresar al apartamento de Wulf.

—¿Qué estás haciendo? —Preguntó Urian enojado.

—Te llevaré a Kat antes de que te desmayes.

Urian siseó ante la sola idea de estar con ella. —¿Por qué? Ella me odia. —Era más probable
que la doncella de Artemisa lo destripara a que lo ayudara.

—Yo también, pero ambos estamos en deuda.

Chris y Kat estaban sentados en el suelo jugando a las cartas cuando entraron.

Kat se puso de pie tan pronto como vio la condición de Urian. —Oh cielos, ¿qué pasó?

Phoebe corrió detrás de ellos. —Creo que tomé demasiada sangre de él.

Wulf acostó a Urian en el sofá. —¿Puedes ayudarlo, Kat?

Kat empujó a Wulf fuera del camino. Levantó dos dedos frente al rostro de Urian.

—¿Cuántos dedos ves?

—Seis.

Ella golpeó su costado. —¡Basta! Esto es en serio.

Urian abrió los ojos e intentó enfocar su mirada en su mano. —Tres... creo.

Kat negó con la cabeza. —Estaremos de vuelta en un momento.

Cassandra miró con asombro como Kat los destellaba fuera de la habitación.

—Ahora, ¿por qué no hizo eso cuando nos perseguía Stryker? —preguntó Chris.

Phoebe se burló del despistado humano. —Ella lo está llevando a Kalosis, Chris. Dudo que
alguno de ustedes quiera entrar en un reino gobernado solo por daimons Spathi y una diosa antigua
realmente enojada, que está empeñada en destruir el mundo entero.
Él asintió con la cabeza como un pollo cacareando. —Sabes, me gusta mucho aquí. Sin
mencionar que ahora puedo mirar las cartas de Kat. —Él las levantó y maldijo—. Debería haber
sabido que ella no estaba mintiendo.

Con el rostro sonrojado, Cassandra se acercó a ella. —Lo siento mucho, los interrumpí a los
dos.

—Por favor, no te sientas mal. Quiero decir, no lo conviertas en un hábito, claro, pero si no
hubieras entrado, podría haberlo matado. Tiene el mal hábito de no decirme cuando he tomado
demasiada sangre. A veces me asusta.

En realidad, la asustaba mucho, ya que se preguntaba si Urian no tenía deseos de morir.

Había algo en él. Una oscuridad en su interior que ella podía vislumbrar.

Una que nunca se iba del todo. Cada vez que ella le preguntaba, él le decía que estaba
imaginando cosas. Pero ella sabía lo que veía.

Había vivido mucho tiempo y había perdido a muchas personas que le importaban. Ese tipo
de tragedia dejaba su huella.

Lo aceptara o no, su marido estaba muy destrozado.

Wulf cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Entonces los daimons pueden morir por la pérdida
de sangre?

Phoebe le dirigió una mirada asqueada. —¿Estás planeando usar eso en nuestra contra?

Wulf negó con la cabeza. —Prefiero morir yo mismo que chupar el cuello de otro hombre.
Eso es asqueroso. Además, ¿no me dijiste que es así como los apolitas pueden convertirse en
daimons? Te hace plantearte la cuestión de si un Cazador Oscuro podría convertirse también en
uno.

—Sí, pero la sangre de un cazador es venenosa para ellos. —Chris barajó el mazo de cartas.

—¿Qué no ese es el punto, para que ningún daimon pueda alimentarse de ellos o convertirlos?

—Tal vez... —Phoebe observó a Chris repartir las cartas de nuevo—. Pero entonces las almas
sin cuerpo pueden poseer a un Cazador Oscuro y, como Uri y yo compartimos almas, te hace
preguntarte si quizás un daimon y un Cazador Oscuro podrían compartir una también.

—Esperemos nunca averiguarlo.


Wulf se movió para sentarse en el sofá enfrente de Chris.

Phoebe se volvió hacia Cassandra. —Entonces, ¿qué querías cuando viniste a verme?

—He estado armando una caja de recuerdos para el bebé. Notas y fotos mías. Pequeños
recuerdos para contarle sobre nuestra gente y nuestra familia después de que me haya ido, y me
preguntaba si te gustaría agregar algo.

—¿Por qué necesitas algo así cuando estaré más que feliz de decirle todo lo que él quiera
saber?
Cassandra vaciló como si hubiera algo que no quería decirle. Miró a Sasquatch antes de
responder. —Él no puede crecer aquí, Phee. Tendrá que estar con Wulf en el mundo humano.

Phoebe apretó los dientes ante sus palabras. Por supuesto. Deja que Cassie crea lo peor de su
propia gente. —¿Por qué no puede crecer aquí? Podemos protegerlo al igual que Wulf.
Probablemente mejor. —Al menos no lo odiarían por ser parte apolita.

Wulf levantó la vista cuando Chris le dio una mano de cartas. —¿Y si él es incluso más
humano de lo que lo es Cassandra? ¿Estaría a salvo aquí?

Phoebe titubeó. Él debería serlo, pero... había algunos apolitas que tenían muchos problemas
con los humanos. Incluso mientras ella había estado aquí, todavía tenía problemas con algunos, una
vez que supieron que su padre era humano.

Y ella estaba agradecida de que al menos ya no se utilizaran más las estacas o les prendieran
fuego.

Al menos, no muy a menudo.

Wulf le dio a Phoebe una mirada significativa. —Puedo protegerlo a él y a sus hijos mucho
más fácil de lo que tú puedes. Creo que la tentación de tener un alma humana aquí sería demasiado
para manejar, para algunos de tu gente. Especialmente dado lo mucho que odian a los Cazadores
Oscuros. Qué golpe, matar a mi hijo, conseguir un alma humana y obtener venganza de todos los
que ustedes más desprecian.

Phoebe asintió. —Supongo que tienes razón. —Tomó la mano de Cassandra—. Si me gustaría
añadir algunas cosas a la caja para él.

Y Phoebe sabía exactamente lo que quería que su sobrino tuviera.

Así que después de que ella escribió su nota, se excusó y fue a buscar su regalo para la caja de
Cassandra.

Ella regresó al departamento de su hermana, poco tiempo después, con un libro.

Cassandra levantó la vista con el ceño fruncido mientras Phoebe lo metía en la caja de
recuerdos que Cassie todavía tenía en el sofá junto a ella. —¿Qué es esto?

Phoebe le dio una sonrisa maliciosa. —Es un libro de cuentos de hadas apolita. ¿Recuerdas lo
que mamá solía leernos cuando éramos niñas? Donita los vende en su tienda, así que acabo de ir a
comprar uno para el bebé.

Con ojos sospechosos, Wulf recogió el libro y lo hojeó. —¿Oye, Chris? —Se lo entregó a su
Escudero—, tú lees griego, ¿verdad?

—Sí.

—¿Qué dice aquí?

Chris comenzó a leer en silencio, luego se echó a reír. Mucho. —No sé si quieres que el bebé
vea esto, si eres el que lo va a criar.
—¿Déjame adivinar? —Wulf miró a Phoebe— ¿Tendrá pesadillas en las que papá lo va a
cazar y le arrancará la cabeza?

—Bastantes. Me gusta especialmente el llamado “Acheron el Gran demonio” —Chris hizo


una pausa cuando volvió a otra historia. —Oh, espera... te encantará este. Tienen la historia del
desagradable cazador oscuro nórdico. ¿Recuerdas el cuento de la bruja y el horno? bueno… en éste,
tú eres el del horno.

—¡Phoebe! —La mirada de Sasquatch se convirtió en una de asesinato.

Ella parpadeó inocentemente. —¿Qué? Esa es nuestra herencia. No es como si ustedes no


intercambiaran historias sobre Andy el diablo apolita o Daniel el daimon asesino. Sabes que veo
películas humanas y también leo sus libros. No son exactamente buenos para mi gente.

Wulf se burló. —Sí, bueno, sucede que tu gente son demonios que chupan el alma.
Cruzando los brazos sobre su pecho, Phoebe ladeó la cabeza con actitud suspicaz. —¿Alguna
vez has conocido a un banquero o un abogado? Dime quién es peor, mi Urian o uno de ellos. Al
menos necesitamos la comida. Ustedes lo hacen solo por los márgenes de ganancia.

Cassandra se rió de sus bromas, luego tomó el libro de las manos de Chris. —Aprecio el
sentimiento, Phee, pero ¿podríamos encontrar un libro que no pinte a los Cazadores Oscuros cómo
Satán?

—No creo que exista uno. Y si lo hay, nunca lo he visto.

—Genial. —Sasquatch recogió otro naipe—. Simplemente genial. Mi pobre hijo va a tener
pesadillas toda su infancia.

—Confía en mí, —dijo Chris mientras aumentaba su apuesta contra Wulf—. Ese libro va a ser
el menor de los problemas de tu hijo contigo como su padre.

Cassie frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?

Chris dejó sus cartas y se encontró con su mirada. —¿Sabes que cuando era un niño pequeño,
de hecho, me criaron entre almohadones? Tuve un casco a medida hasta los cuatro años.

Sasquatch se rascó la barba. —Eso es porque te golpeabas la cabeza cada vez que te enojabas.
Tenía miedo de que tuvieras daño cerebral por eso.

Chris resopló. —Mi cerebro está bien. Es mi ego y mi vida social lo que está en el excusado.
Me estremezco por lo que le vas a hacer a ese pobre niño. —Él bajó la voz e imitó el acento nórdico
de Wulf—. No te muevas, podrías herirte. Vaya, un estornudo, mejor llamar al especialista de
Bélgica. ¿Dolor de cabeza? Odín no lo quiera, podría ser un tumor. Rápido, apúrate, necesitamos
hacerle una prueba TAC.

Wulf le empujó el hombro juguetonamente. —Y sin embargo vives.

—Siempre es mejor que procrear para ti. —Chris se encontró con la mirada de Cassandra—.
Fue una vida infernal.

Luego Chris bajó la mirada como si estuviera pensando en eso por un minuto. —Pero hay
cosas peores por ahí.
Él tenía razón sobre eso. Phoebe suspiró mientras se preguntaba acerca de Urian y lo que
estaba haciendo.

Stygian
Katra esperó fuera de la habitación de Urian, hasta que Davyn salió para encontrarse con ella.

—¿Él está bien?

—Lo estará, pero eso estuvo muy cerca.

Ella dejó escapar un largo suspiro. —Sí, nunca lo había visto así. No sabía que él podía
debilitarse tanto.

—Yo tampoco.

Ella miró hacia la puerta cerrada. —¿Quiero saber lo que hiciste para ayudarlo?

Con expresión sombría, Davyn negó con la cabeza. —No lo aprobarías.

—Perdona el juego de palabras. Apesta 44ser un daimon.

—No tienes idea. Créeme, no es algo que disfrutemos. No hay uno de nosotros que no daría
sus almas para cambiarlo.

Kat vio la verdad en sus ojos oscuros. Y, curiosamente, ella vio el alma gentil de Davyn, y su
culpa. —Lo siento.

—No, Kat. Eso es un sentimiento vacío. Realmente no entiendes lo que nos hizo tu tío.

—¿Perdón?

—Sé quién eres…y qué eres. Urian no.

El pánico la llenó. —¿Cómo?

Davyn se echó a reír. —Veo y escucho mucho más de lo que cualquiera cree. Y no soy tan
tonto como todos piensan. He visto a Artemisa. Te pareces a ella. Hasta en el color de los ojos. Por
lo tanto, me imagino que tienes que estar relacionada con el hijo de Apollymi para que ella te
permita vivir y que no le importe si vas y vienes de aquí.

Katra dejó caer la mandíbula. —¿Nunca le has dicho?

—De las cosas secretas soy el silencio.

—¿El Bhagavad Gita45?

44
Suck= apestar, chupar, aspirar. El juego de palabras se refiere a que chupan sangre y aspiran almas.
45
La Bhagavad-gītā es un importante texto sagrado hinduista.12 Se lo considera uno de los clásicos religiosos más importantes del
mundo.
Davyn se encogió de hombros. —Leo muchas cosas.

La puerta detrás de él se abrió para mostrar a Urian luciendo mucho mejor. Su profunda piel
leonada tenía un brillo saludable. Sus ojos brillaban y por una vez llevaba su largo cabello rubio
hasta los hombros. Ella le daría crédito a Phoebe. Su marido era extremadamente hermoso. Vestido
todo de negro, no había mucha diferencia entre Urian y un Cazador Oscuro.

—Parece que te comiste a alguien que estuvo de acuerdo contigo.

Urian no parecía divertido con su broma. —Ja, ja, Katra. ¿Tienes alguna buena razón para
estar aquí? ¿O simplemente quieres enojarme?

—Me estaba asegurando de que vivieras. Perdoname por preocuparme.

—No lamento que te importe. Lamento que sientas la necesidad de hostigarme. —Suspirando,
se encontró con la mirada de Davyn—. Gracias hermano.

—Sabes que te quiero.

—Y yo a ti.

—¡Aw! —Kat se lanzó contra ellos y los abrazó con fuerza—. ¡Es un festival de amor
daimon!

Urian frunció el ceño. —¡Aah! Me están pasando piojos olímpicos. ¡Alguien llame un
exterminador! ¡Mejor aún, a un charonte!

Resoplando, Kat se apartó. —Bien. Voy a regresar. Nos vemos más tarde.

Urian se tomó un minuto para hablar con Davyn —. Me deshice del cuerpo.

—Gracias.

Cuando comenzó a irse, Davyn lo detuvo. —Uri... no es de mi incumbencia, pero sabes que
eso no es normal, ¿verdad?

—No fue su culpa. Escogí un imbécil particularmente desagradable para alimentarme, y la


afectó. Tú tuviste suerte. París era particular sobre las almas que tomaba. Para mantenerte a salvo,
se aprovechaba de los más amables, para que no tuvieras que escucharlos a ellos gritando tan fuerte.

Davyn miró hacia otro lado, avergonzado por un secreto que todos habían ocultado. París
había sido el único de ellos que había tomado la vida de mujeres y de los más débiles humanos, para
no arriesgarse a que Davyn se convirtiera en trelos. —Si lo sé. No me di cuenta de ello hasta que se
fue y tuve que elegir mis propias comidas.

Y eso hacía una gran diferencia. Urian estaba acostumbrado a alimentarse solo. Porque lo
había estado haciendo durante tanto tiempo, que las voces ya se habían convertido en parte de él. Él
podía ignorarlas la mayor parte del tiempo. Phoebe todavía se estaba adaptando. Y cuando estaban
muriendo, eran más fuertes y peores. Especialmente los fuertes.

Ella todavía se estaba acostumbrando a todo eso.


Había considerado ir tras un ser humano más débil. Pero él simplemente no podía obligarse a
hacerlo. Su código de guerrero era demasiado fuerte. No estaba en él aprovecharse de alguien más
débil. No había honor en eso.

Le sonrió a Davyn. —Tendré más cuidado con ella en el futuro.

—¿Y si ella se tranforma en trelos?

—Ella no lo hará. Ella es parte humana.

—¡Una humana que casi te mata esta noche!

Urian negó con la cabeza. —Mi estupidez casi me mata esta noche, no Phoebe. Puedo con
esto.

Davyn se burló cuando Urian se fue. Y las últimas palabras que le oyó decir eran ciertamente
ominosas. —Extraño. Esas fueron las últimas palabras que me dijo París.

Stygian
Justo después de la medianoche, Urian regresó al departamento del Muppet para recoger a su
esposa. Phoebe sonrió mientras se acercaba a ella.

Wulf no lo hizo. De hecho, la tensión entre los dos era feroz.

—¿Qué pasa, Cazador? —Urian no pudo resistirse a las burlas mientras ponía su brazo
alrededor de los hombros de Phoebe—. ¿Estabas esperando que muriera?

—No, solo me preguntaba a quién mataste para recuperar tu salud.

Urian resopló. —Estoy seguro de que las vacas que comes no están exactamente emocionadas
por su masacre tampoco.

—No son personas.


—En caso de que no lo hayas notado, Cazador, hay mucha gente por ahí que tampoco son
humanos.

Tomando la mano de Phoebe, Urian la condujo hacia la puerta. —Vamos, Phee, no tengo
mucho tiempo antes de tener que volver a Kalosis, y no quiero malgastarlo con mis enemigos.

La llevó de vuelta a su apartamento.

Phoebe lo observó con atención. —¿Estás seguro de que estás bien?

—¿Aparte del fastidio? Sí. Estoy bien. —Urian se volvió hacia ella—. ¿Qué hay acerca de ti?

—Me duele la cabeza, pero aparte de eso, estoy bien.

Un dolor de cabeza... no era un buen augurio. Urian trató de no dejar que las palabras de
Davyn infectaran su mente y lo asustaran. Phoebe estaba bien.
Ella lo estaba. Ella no se iba a convertir. Su padre no se estaba volviendo loco y él no estaba
jugando con fuego.

Todo estaría bien.

Sí, él tampoco lo creyó.


19 de marzo, 2004
Dado que se suponía que Urian sería el padrino de este evento abandonado por Dios, él abrió
la puerta para recoger a su cuñada. A petición de su esposa y de Cassandra, se había dejado el largo
cabello rubio en los hombros y estaba vestido con un elegante esmoquin de seda negro. Él no sabía
por qué a las mujeres que les gustaba su cabello suelto, pero... lo que sea.

Si eso hacía feliz a Phoebe y lo podía hacer, la complacería.

—¿Estás lista? —Él le preguntó a Cassandra

De pie en el dormitorio, estaba vestida con su vestido de novia, con su largo cabello rubio
rojizo alrededor de sus hombros. Llevaba una corona de plata entrelazada con flores frescas.

Ella se movió con su falda. —¿Está listo Wulf?

Él asintió. —Él y Chris te están esperando en el complejo principal.

Kat le entregó una única rosa blanca, que estaba envuelta con cintas rojas y blancas.

Cassandra tomó la rosa.

Phoebe y Kat tomaron sus lugares al frente y abrieron el camino. Urian entró en la habitación
para ofrecerle el brazo a Cassandra y caminar detrás de ellas.

Por alguna extraña razón, Cass había querido que la boda fuera ahí, pero después de muchas
risas y rechazos, finalmente habían alquilado el área comercial abierta. Shanus y varios miembros
del consejo habían hecho todo lo posible para traer plantas y flores para simular un jardín. Incluso
habían construido una pequeña fuente.

Cassandra titubeó cuando entraron en el complejo. Urian arqueó una ceja ante eso. Teniendo
en cuenta lo embarazada que estaba, él esperaba que no tuviera dudas sobre casarse ahora...

—Yo seguiré desde aquí.

Urian inclinó su cabeza hacia su suegro, a quien aún no había conocido, pero Phoebe le había
advertido que estaría aquí para el evento.

Cassandra se quedó sin aliento. —¿Papi?

—Realmente no pensaste que me perdería la boda de mi bebé, ¿verdad?

—¿Pero ¿cómo?

Indicó a Wulf con una inclinación de cabeza. —Wulf vino a la casa anoche y me trajo aquí.
Dijo que no sería una boda para ti a menos que yo viniera, y me habló de Phoebe. Pasé la noche
anterior en su apartamento con ella para ponernos al día, y darte la sorpresa. —Sus ojos se llenaron
de lágrimas mientras él miraba su estómago—. Te ves hermosa, bebé.

Ella se arrojó a sus brazos, o al menos lo más cerca que pudo por su barriga distendida, y lo
abrazó con fuerza. —¿Deberíamos cancelar la boda antes de que nos ahogues en lágrimas? —
Preguntó Kat.
—¡No! —Cassandra se recompuso con un resoplido—. Estoy bien. De verdad.

Su padre le besó la mejilla, le metió la mano en el hueco de su brazo y la llevó hasta Wulf.
Kat y Phoebe se colocaron detrás de Chris, mientras que Urian tomó su lugar al lado de Phoebe. La
única otra persona presente era Shanus, quien se quedó atrás, pero los observaba con una expresión
amistosa que decía que estaba más que feliz de dar testimonio del evento.

Urian recordó su boda con Phoebe, y besó su mano, odiando que ella no hubiera tenido a su
padre presente en su propia boda. Para su crédito, ella no dijo una palabra al respecto cuando su
padre envolvió las cintas alrededor de las manos de Cassandra y Wulf.

Una vez que terminó, su padre comenzó a decir las palabras para unirlos. —Es a través de la
noche que estamos...

—Luz, —susurró Urian en voz alta, interrumpiéndolo.

La cara de su padre se sonrojó un poco. —Lo siento. Tuve que aprender esto bastante rápido.
—Se aclaró la garganta y comenzó de nuevo—. Es a través de la luz que nacemos y a través de... a
través de... —Su padre dudó.

Divertido por el hecho de que su padre humano no tenía ni idea, Urian se adelantó para
susurrarle al oído.

—Gracias, —dijo el Sr. Peters—. Esta ceremonia no se parece en nada a la nuestra. —Urian
inclinó la cabeza y dio un paso atrás, pero no sin antes darle un guiño a Cassandra para hacerle
saber que ya tenía las palabras.

—Es a través de la luz que nacemos y durante la noche que viajamos. La luz es el amor de
nuestros padres que nos saludan y nos reciben en este mundo, y es con el amor de nuestro
compañero que lo dejamos.

—Wulf y Cassandra han elegido estar juntos, para facilitar el viaje que les queda y para
consolarse mutuamente en las próximas noches. Y cuando llegue la noche final... —Su padre se
detuvo mientras lloraba otra vez.

Ah, santo cielo. Si esto continuaba, el bebé de Cassandra nacería y se graduaría antes de que
llegara al final.

—No puedo, —dijo en voz baja.

—¿Papi?

Su padre retrocedió mientras una lágrima caía por su mejilla.

Phoebe se apresuró hacia adelante y lo envolvió con sus brazos.

Cassandra se dirigió hacia él, pero Phoebe la detuvo. —Termínalo, por favor, Uri.

Phoebe acompañó a su padre a un lado.


Genial... preferiría ser cazado. Suspirando, Urian se movió para unirse a ellos y casar a la
hermana de su esposa con su peor enemigo. Alguien que me mate ahora. —Cuando llegue la noche
final, prometemos permanecer unidos y aliviar a quien viaja primero.

—De alma a alma hemos respirado. De carne a carne hemos tocado. Y es solos que debemos
dejar esta existencia, hasta que llegue la noche en que el Destino decrete que nos reuniremos en
Ouranlie.

Genial, ahora Cassandra estaba empezando a llorar.

Urian se acercó al pedestal que tenía la misma copa de oro que había usado para casarse con
Phoebe. Se lo llevó a Cassandra. —Normalmente, esta sería la sangre de los dos juntos, pero como
ninguno de los dos está particularmente entusiasmado por eso, es vino.

Le entregó la copa a Cassandra, quien tomó un sorbo y luego se la dio a Wulf, que siguió su
ejemplo. Wulf le entregó la copa a Urian. Como era la costumbre de los apolitas, Wulf se inclinó y
la besó para que el sabor del vino se mezclara con ellos.

Urian devolvió la copa al pedestal y terminó la ceremonia. —Aquí está la novia, Cassandra.
Ella es única en este mundo. Su belleza, gracia y encanto, son el legado de aquellos que han venido
antes que ella y serán su dote para aquellos que nacerán a través de ella.

—Este hombre, Wulf, por otro lado, tenemos ante nosotros el producto de... —Frunciendo el
ceño, Urian hizo una pausa. -Bueno, él es el producto de una perra que no puede soportar la idea de
que los hijos de Apolo gobiernen la tierra.

—¡Urian, compórtate! —Espetó Phoebe.

Él se encogió ante su orden. —Teniendo en cuenta el hecho de que acabo de vincular a un


miembro de mi familia a una de las personas que he jurado aniquilar, creo que estoy siendo muy
bueno.

Phoebe le lanzó una mirada que proclamó en voz alta que estaría durmiendo solo durante al
menos una semana.

Tal vez más.


Urian frunció el labio ante Wulf. Eres un bastardo Muppet. —De acuerdo. Me alegro de no
haber dicho lo que realmente pensaba. —Murmuró en voz baja.

Hablando más fuerte, Urian volvió a la ceremonia. —Son sus similitudes las que los unieron y
sus diferencias las que agregan variedad y chispa a su vida. Que los dioses bendigan y protejan su
unión y que ustedes sean... —Hizo otra pausa—. Bueno, ya estás bendecido con la fertilidad, así
que lo omitiremos.

Phoebe gruñó bajo en su garganta.

Urian lanzó otra mirada asesina a Wulf. —Que los dos disfruten cada minuto que les queda.

Entonces Urian ató las cintas en un doble nudo, aunque él preferiría haberlas anudado
alrededor de la garganta del Muppet.

Chris y Kat regresaron al apartamento.


Tan pronto como pudieron, Urian y Phoebe se fueron, con su padre a cuestas.

Lo que provocó un incómodo silencio mientras su padre lo miraba como un mal experimento
de laboratorio. No importaba que hubiera salvado a las dos hijas de Jefferson. El hombre
simplemente siguió tratándolo como una mierda.

—No muerdo.

—Lo siento. Es solo que he escuchado mucho sobre daimons de parte de mi esposa e hijas.
Pero tú eres el primero que he conocido.

—Está bien. Lo entiendo. Es algo así como la bondad y la compasión de los humanos. He
oído hablar de tales bestias míticas, pero todavía tengo que encontrarlas personalmente. Aún sigo
esperando.

Urian decidió dejar a Phoebe sola con su padre para que se pusieran al día. Pero mientras
caminaba alrededor de la ciudad subterránea, seguía teniendo una premonición de lo más extraña.

Se vio a sí mismo en el pasado. Solo. Y escuchó a alguien llorar, pero no sabía a quién.

Era de lo más extraño. Pero no tanto como él, estando aquí esta noche, el hijo de Stryker que
había sido designado para aniquilar a Phoebe y su línea de sangre. Ahora mismo, siendo el que
había casado a Cassandra con Wulf, su enemigo, para que pudieran salvaguardar esa línea de sangre
para siempre.
Apollymi tenía razón. Era la máxima traición. Era la mano derecha de su padre. El único en
quien Stryker confiaba.

Y esta noche, él acababa de apuñalar a su padre en el corazón.


24 de mayo, 2004
—Tu padre ha perdido la cabeza.

Eso era un eufemismo. Desde que Cassandra había dado a luz a su hijo, Erik, su padre había
estado girando fuera de control con una loca necesidad de matarlos a los dos.

Pasándose las manos por el pelo, Urian no sabía cómo tratar con el hombre. En todos estos
siglos pasados, nunca lo había visto así. —No lo sé, Dav... ¿Se ha vuelto trelos?

—Estaba a punto de preguntarte eso.

Esa sería su mejor conjetura. Tendría más sentido. Definitivamente estaba actuando como un
completo lunático.

—¡Urian!

Davyn suspiró. —Estoy tan contento de no ser su hijo.

—Cúbreme la espalda.

—Sí, bueno. Prefiero cubrir tu trasero.

—No es divertido.

Davyn levantó la mano con los dedos apretados. —Soy un poco gracioso.

—¡Urian!

Se teletransportó a la oficina de su padre. —¿Llamaste al templo?

Su padre le dirigió una mirada fría y asesina. —No todavía. ¿Sabes que el bastardo Dante
Pontis mató a nuestro informante?

Urian se quedó boquiabierto. —¿Dante asesinó a su propio hermano? Maldita sea, eso es frío
incluso para un Were Katagari.

—¿Tenemos a alguien más en su club al que podamos llamar?

Urian se rascó el cuello al considerar sus fuentes. —No en realidad, y probablemente no


después de ese tipo de rabieta. Estoy bastante seguro de que cualquier persona que pudiera ser
comprada tendría un grave dolor de trasero después de eso.

Su padre se movió para pararse frente a su cara. —Quiero un espía, Urian. Encuéntrame uno.

—Sí, señor. —Urian dio un paso atrás y giró sobre sus talones para poner la mayor distancia
posible entre él y el loco. Porque tanto como amaba a su padre...

Esto era una locura y, en caso de que fuera contagioso, no quería que saltara sobre él.

Dejando escapar un suspiro, dejó el pasillo y trató de pensar a quién podía llamar para intentar
obtener información. Los Weres, en general, siempre eran un poco inestables. Ellos tenían que
caminar una delgada línea entre daimons y Cazadores Oscuros. Y debido a eso, su lealtad no
siempre podía ser confiable o depender de ello. Se sabía que algunos los habían delatado sin
pensarlo dos veces, si pensaban que podía comprarles el favor de Acheron o Savitar.

Urian atormentó sus tres células cerebrales.

Una sombra se movió a su derecha cuando un par de daimons se dirigieron hacia su casa para
alimentarse.

Curiosamente, eso le dio una idea...

Teletransportándose a la nebulosa tierra de nadie que flotaba entre los reinos, fue a buscar a la
única criatura que podía caminar en cualquier lugar que quisiera.

—¿Shadow?

—No.

Urian resopló ante la voz ronca, incorpórea. —¿No qué?

—Lo que sea que estés vendiendo, no lo quiero. Toma tu trasero y vete.

—Vamos, no seas así.

Los vientos silbaban en sus oídos. Las sombras a su lado se solidificaron en un hombre que lo
miró con malicia mientras cruzaba los brazos sobre su pecho y se acercaba. Justo por encima de la
altura promedio y bien constituido, Shadow tenía ojos de acero. Y al igual que su alma, su cabello a
la altura de los hombros recogido en una corta cola de caballo no era ni claro ni oscuro, sino hebras
de distintos tonos, que estaban atrapadas directamente entre sus dos naturalezas en duelo.

El demonio no tenía miedo por regla general, de ahí su lema personal de que no temía al mal,
porque era la cosa más malvada que acechaba la oscuridad y llamaba a la noche mortal su casa.

—Es bueno verte, Shay.

—No, no lo es, y no soy tu puta cita. ¿Qué quieres, imbécil?

Urian sonrió. —¿De verdad necesitamos toda la blasfemia?

—Lo que llaman un uso excesivo de blasfemias, yo lo llamo mejorador de oraciones.

—Por supuesto que sí. —Urian negó con la cabeza—. Perdí mi espía en el Inferno y
realmente necesitaría usar a alguien más.

Se echó a reír. —¿Estás jodidamente loco? "Oye, Shadow, tanto tiempo sin verte... mataron a
un tipo. ¿Podrías ir a reemplazarlo? Porque no me gustas en absoluto, por eso no hemos hablado en
algunos siglos. Así que, si mueres, realmente no me importa una mierda”. —Él frunció los labios—.
Caramba, gracias, daimon.

Urian había olvidado cuán sarcástico podía ser Shadow. —La razón por la que estoy aquí es
porque tienes un conjunto de habilidades únicas.
—Sí, me mantengo fuera de la mierda de otras personas. Ya sabes, no cosecharás los frutos de
la discordia entre los hermanos. Mis pies no se dirigen a la maldad. Son muy felices aquí en casa.

—Shay...
—Uri... —se burló él—. No.

—¿Por favor?

—Eso solo funciona si eres una mujer adulta, desnuda, en mi cama, o retorciéndose encima de
mí. Y hermano, no eres nada de eso.

—¿Realmente no me ayudarás?

La mandíbula de Shadow comenzó a temblar. —Tal vez, pero solo si me aburro de hacer
siempre lo mismo, o no tengo más pelusas del vientre para sacar, o si algo me causa aún más daño
cerebral del que ya tengo, tal vez, solo tal vez, podría hacerlo. Entonces, ¿qué es?

Cerrando los ojos, Shadow levantó los dedos cruzados y dijo en voz baja, —Por favor, deja
que sea para espiar a una mujer atractiva en ropa interior.

Urian lo golpeó en el pecho. —¡Eres un maldito pervertido!

—¡Que no lo soy! Sabes, podría hacer eso cuando quisiera, y date cuenta de que nunca lo
hice. Eso me hace un santo.

Urian rod los ojos. —Averigua qué hace Wulf Tryggvason para mí.

—¿Ese bastardo corpulento y vikingo Cazador Oscuro?

—Sí.

Shadow arrugó su rostro. —¿No podías haberme dado a Corbin? Por supuesto.

Y cuando comenzó a desintegrarse, Urian lo llamó. —¡Gracias, Shadow!

—También puedes darme las gracias por no hacerme matar, daimon. Realmente, ese es todo
el favor que necesito.

Por extraño que parezca, Urian se conformaría con eso, porque cuando se dirigía a Kalosis, no
pudo evitar la sensación de que algo horrible iba a suceder.

Ese sentimiento solo se intensificó tan pronto como regresó a su casa y su teléfono celular se
iluminó con el número de Wulf y luego con el de Phoebe. El Muppet podía esperar. Primero llamó a
Phoebe, pero por alguna razón, no pudo comunicarse.

Raro. Así que intentó con Wulf.

De nuevo, no había señal. Frustrado, repasó sus mensajes. El primero fue el grito histérico de
Phoebe. —¡Tu padre tiene al mío! ¡Quiere a Erik! ¡Qué demonios has hecho, Urian! ¡Qué
demonios! ¡Será mejor que me llames tan pronto como recibas esto! ¡Oh Dios mío!

Um, sí. “Qué en el infierno” estaba bien.


Escuchó el siguiente, que era Wulf.

—¡Maldito bastardo, daimon inútil! Así que, que Thor me ayude, cuando te ponga las manos
encima no habrá suficiente de ti para juntar, ¿me oyes? ¡Mierda! ¡Será mejor que me devuelvas la
llamada! ¡Ahora mismo!

Bueno, ciertamente esa no era la forma de motivar a alguien para que te devuelva la llamada,
amigo. De hecho, Urian tenía la necesidad de perder su teléfono.

Y cambiar su número.

Si...

Maldito seas, Solren, ¿qué has hecho? ¿Me voy por cinco minutos y qué? ¿Has convocado a
las Furias? ¿Y a sus mocosos?

Disgustado, se dirigió a la oficina de su padre, pero Trates lo atrapó en el pasillo. —Yo no


haría eso.

—¿Que está pasando?

Trates dejó escapar un suspiro de cansancio. —Está como loco.

—Lleva días así. Desde el nacimiento de Erik.

—Sí, pero está fuera de control en este momento. Tuvo una reunión con Apollymi. No sé lo
que le dijo la diosa, pero él está loco de atar. Todos estamos manteniendo un perfil bajo por el
momento.

Frotándose la frente mientras escuchaba cómo los muebles golpeaban las paredes, Urian hizo
una mueca. —¿Secuestró a Jefferson Peters?

—¿Quien?

—El padre de la heredera.

Trates se encogió de hombros. —Si lo hizo, yo no lo sabía.

—¿Ese es Urian?

—Corre, —susurró Trates—. Solo quédate tranquilo hasta que se enfríe. Yo te cubriré.

Gracias, Urian susurró antes de desaparecer. Si bien no era un cobarde, simplemente no


estaba de humor para que nadie más le gritara esta noche.

Con la cabeza palpitante, se encontró extrañamente en la cueva de Xyn. Suspirando, se sentó


en su cama y agachó la cabeza entre sus manos mientras recordaba tiempos más simples.

Dios, cómo lo extrañaba. Esas noches de estar aquí acostado con ella. De estirarse sobre sus
escamas, mientras ella las calentaba para mantenerlo abrigado. En toda su vida, ella fue la única que
realmente lo había cuidado.
Aunque amaba a Phoebe por distraerlo, no era lo mismo. Ella era su responsabilidad. Siempre
estuvo preocupado por ella. Suspirando, se obligó a no pensar en cosas que se habían ido. Este era
el presente.

Si tan solo pudiera ver algún tipo de futuro. Pero con cada latido del corazón, eso se estaba
volviendo más y más oscuro. Y cada vez era menos probable que hubiera alguna posibilidad.

Stygian
Urian había hecho todo lo posible para avisarle a Phoebe y Cassandra para que no se
asustaran. Jefferson estaba a salvo. Se había asegurado de ello. Shadow lo estaba cuidando.

Pero su padre estaba en tal estado, que no se atrevió a probar una línea de comunicación más
directa. No de la manera en que caían los daimons. En este momento, Stryker estaba disparando
como un loco, a cualquiera que lo mirara.

E incluso a algunos que no lo hacían.

Su teléfono vibró de nuevo. Urian lo miró. Esta vez fue Shanus.

¿Qué estaban haciendo? ¿Usar su número para hacer bromas por teléfono? Estaban a punto de
matarlo si no se detenían. Esta era la quinta vez que Shanus llamaba.

No ea el momento ni el día...

Con los ojos bien abiertos, intercambió una mirada molesta con Davyn, quien le frotó la
espalda a modo de consuelo.

Hasta que su padre se les acercó. La expresión en su rostro, de matarlos a todos y dejar que
Zeus los clasificara hizo que Davyn se encogiera.

—¿Estás listo, pido?

—Siempre.
Su padre asintió, pero algo en sus ojos hizo que la sangre de Urian se enfriara. ¿Qué había
pasado? Miró a Davyn, que parecía tan asustado como él. Por un segundo, tuvo la idea de cambiar
sus pantalones negros y su camisa, por la armadura que Xyn le había hecho hacía siglos.

E ir por su escudo, también.

Sin otra opción, siguieron a su padre al portal que los llevaría al Inferno de Dante, donde Wulf
estaría esperando con quién sabía cuántos Were-Hunters y Cazadores Oscuros. Si bien se le había
dicho a Wulf que viniera solo, ninguno de ellos era lo suficientemente tonto como para creer, por un
segundo, que lo haría. No mientras Acheron estuviera vivo. Protegería a sus Cazadores a toda costa.
Como Dante Pontis era el dueño del club, sabían que la pantera Were Hunter estaría allí, junto con
su gran número de hermanos y primos.

El resto era sabido.

Urian respiró hondo y entró. Efectivamente, cuando aparecieron en el club nocturno, estaba
todo preparado para daimons. Los cazadores abundaban. Urian vio a Wulf de inmediato, y se
aseguró de mantener su expresión de piedra y sin responder, de lo contrario, ambos lo pagarían.
Inmediatamente se movió hacia un lado para que, en caso de que su hijo pequeño, Erik Wulf
estuviera atado, pudiera ayudar a proteger al bebé.

Su padre miró a su alrededor con una sonrisa malvada y jovial. —Qué bueno... trajiste la cena
para mis hombres. Si solo todos pudieran ser tan considerados.

Varios de los daimons se rieron. Urian no era uno de ellos.

Pero uno de los Cazadores Oscuros rió. Un hombre alto y moreno que parecía tan loco como
su padre había estado actuando últimamente. —Sabes, casi me gusta este chico, Acheron. Lástima
que tengamos que matarlo.

Su padre deslizó una mirada de reojo hacia el Cazador Oscuro antes de mirar a Acheron. Los
dos se miraron el uno al otro sin una palabra o emoción.

Sin embargo, Urian perdió la compostura al darse cuenta de cuántas veces había visto a
Acheron a lo largo de los años. Más que eso, tuvo una repentina revelación de quién y qué era
realmente.

Y por qué Katra los visitaba.

¡Santa mierda!

¡Acheron era el verdadero hijo de Apollymi!

¿Cómo no lo había notado todos estos años? Su padre se consideraba el hijo de Apollymi,
pero no lo era. Él era solo su hijo adoptivo. Ese era Apóstolos, sangre de su sangre. El niño por el
que se lamentaba.

Acheron era la razón por la que se sentaba junto al espejo todo el tiempo. ¡Ella estaba
cuidando de él!

Todo estaba tan claro ahora.

Por qué los habían llamado de vuelta. Las leyes de no tocar...

Todo.

Urian tenía que avisarle. —¿Padre?

—Está bien, Urian. Lo sé todo sobre el atlante. ¿No es así, Acheron?

—No. Sólo crees que sí, Strykerius. Yo, por otro lado, conozco todos tus defectos, hasta la
que te permite creer en la Destructora, mientras ella juega contigo.

Urian le dio crédito al líder de los Cazadores Oscuros. Bastardo, acababa de poner todo sobre
la mesa, mejor que él.

—Tú mientes.
Y su padre, optó por no creerle. Maldita sea... ¿qué podía hacer? ¿Cómo podían las personas
ser tan ciegas? Urian no lo entendía. Él nunca lo haría.

Cómo, aun cuándo se les diera todos los hechos verdaderos y absolutos, las personas todavía
elegían, abiertamente, ignorarlos a todos.

—Quizás. Pero tal vez no.

Stryker se volvió hacia Wulf y bajó la mirada hacia el bebé. Él ladeó la cabeza. —Que dulce.
Te metiste en tantos problemas, ¿verdad? Todos ustedes lo hicieron. Debería sentirme halagado.

Un mal presentimiento atravesó a Urian. Su padre actuaba realmente muy raro. Miró a Davyn,
que parecía igualmente preocupado. Mientras tanto su teléfono volvía a vibrar. Alcanzó a
silenciarlo mientras su padre se dirigía hacia él.

Porque eso no fue en absoluto lo más desconcertante.

Para su disgusto instantáneo, su padre pasó un brazo sobre sus hombros y lo besó en la
mejilla.

¿Qué diablos era esto? Si bien no era raro que su padre fuera cariñoso, nunca lo había hecho
justo antes de la batalla y de una manera tan pública. Urian frunció el ceño aún más ante la acción y
se puso rígido mientras esperaba que todo se fuera a la mierda.

—Los niños son la razón por la que vivimos, ¿verdad? —Su padre jugaba con los cordones de
cuero que sostenían su trenza rubia—. Nos traen alegría. Aunque a veces nos traen dolor.

¿Acaso estaba droagado con sangre?

—Por supuesto, nunca entenderás el dolor de lo que quiero decir, Wulf. Tu hijo no vivirá lo
suficiente como para traicionarte.

Urian abrió la boca para explicar, pero antes de que pudiera, su padre le abrió la garganta con
su garra de dragón. Luego, lo empujó lejos.

Atónito e incapaz de hablar, Urian cayó al suelo jadeando, sosteniendo sus manos contra su
cuello para detener el flujo de sangre. Pero era inútil. Corría por sus dedos y se extendía por el
suelo.

—Realmente pensaste que era tan estúpido como para caer en este truco, ¿verdad? —La
mirada de su padre se clavó en Wulf—. Sabía que nunca me traerías al bebé. Solo necesitaba alejar
a los guardianes de Elysia por un tiempo.

Wulf maldijo ante sus palabras mientras se movía para atacar.

Su padre desapareció en una nube negra de humo mientras los daimons atacaban.

—¡Ak 'ritah tah! —Gritó Acheron.

El portal se abrió.
Uno de los daimons se rió. —No tenemos que pasar por... —Antes de que pudiera terminar la
oración, el daimon fue succionado violentamente por la abertura.
Los otros siguieron rápidamente.

Mientras tanto, Urian yacía allí, cegado por sus lágrimas mientras trataba de respirar. Tenía
que llegar a Phoebe. No podía morir así.

Ash corrió y se arrodilló a su lado. —Shh... —Cubrió las manos de Urian con las suyas—.
Respira.

El calor se extendió de la mano de Acheron, atravesando el cuerpo de Urian mientras los


Cazadores Oscuros se movieron para rodearlos. Con cada latido del corazón, la respiración de Urian
se hizo más fácil y el dolor retrocedió.

Hasta que se fue.

Urian respiró profundamente cuando se dio cuenta de que, por razones desconocidas, Acheron
lo había curado. —¿Por qué?

—Te lo explicaré más tarde. —Acheron se levantó y levantó el dobladillo de su camisa hasta
que su estómago quedó expuesto. —Simi, regresa a mi.

El bebé salió disparado de las manos de Wulf inmediatamente. Pasó de ser un bebé a un
pequeño dragón, luego se tendió sobre la piel de Acheron hasta que se convirtió en un tatuaje.

Un Cazador Oscuro rubio resopló. —Siempre me pregunté cómo se movía tu tatuaje.

Ash no habló. En cambio, levantó las manos.

Un segundo estaba en Inferno. Al siguiente, estaban en medio de Elysia.

Urian se puso de pie mientras corría para encontrar a su esposa. Horrorosos gritos y súplicas
de misericordia interrumpían el aire. Cuerpos de hombres, mujeres y niños apolitas yacían en todas
partes. No había visto nada como esto en siglos. No desde los días en que los humanos solían asaltar
sus aldeas.

—¡Phoebe! —Urian se dirigió directamente a su apartamento. El miedo lo destrozó, ya que


cada instinto que poseía le decía lo que iba a encontrar. Y estaba aterrorizado de tener razón.

¿Por qué no había contestado su teléfono? ¿Por qué?


Y en el momento en que abrió la puerta, y vio la destrucción en su apartamento, lo supo.

Él lo supo.

Todo había sido destrozado. Sus muebles fueron volcados. El estéreo había sido arrancado de
la pared y los discos, cintas y CDs de Phoebe estaban llenos de basura por todas partes, como si su
padre hubiera querido castigarlos por tratar de tener una vida sin él.

Urian se ahogó con sus lágrimas mientras trataba de llegar a un acuerdo con este momento.

Con esta realidad.

La vida sin Phoebe.


Era como el día en que había perdido a Xyn. Se hundió de rodillas, echó la cabeza hacia atrás
y lanzó un grito de furia. ¿Cuántas veces en su vida iba a perderlo todo? ¿Por qué? ¿Era mucho
pedir ser amado? ¿Tener una persona que pudiera tener en su corazón?

¿Una persona para sí mismo?

¿Era eso realmente tan egoísta?

¡Maldito seas, Acheron!

¡El bastardo debería haberlo dejado morir! ¿Por qué no podía haberlo dejado donde estaba?

Esto era mucho peor. ¡Phoebe estaba muerta y todo era su culpa! Él le había hecho esto a ella.
Lo había causado él.

Cegado por las lágrimas, escuchó a los demás, afuera, que lo miraban y compartían su dolor.
Eso también era culpa suya. Les había fallado a todos.

Tembloroso y desconsolado, se detuvo cuando su mirada cayó en algo que brillaba entre los
restos del piso. Al principio, pensó que era un reflejo causado por sus lágrimas, hasta que se dio
cuenta de que era algo más.

Algo metálico.

¡El collar de Phoebe!

Incrédulo, lo recogió y lo dejó colgar de sus dedos. Esto era todo lo que tenía de ella. Una
baratija tan insignificante para una vida tan vibrante. Y, sin embargo, valía más que el Taj Mahal.
Más que todo el oro y los diamantes de la tierra. Porque le había pertenecido y era todo lo que le
quedaba.

Mataría a cualquiera que alguna vez le pusiera un dedo. Así de querida y preciosa era ahora
esta baratija sin valor. Porque era de Phoebe.

Y deseó estar muerto, para estar con ella. No estar aquí, y ahora sentir este dolor provocado
por su ausencia.

No puedo hacer esto sin ti, Pheebs. Ni siquiera quería intentarlo. Porque, honestamente, era
demasiado viejo y estaba demasiado cansado para querer tener un nuevo comienzo. Él había
terminado con esta vida.

Basta de intentarlo.

¿Honestamente? Solo quería morir y acabar con todo.

Stygian
Ash encontró a Urian de rodillas en el centro de la sala de estar destrozada. Había un pequeño
medallón dorado en sus manos, mientras el hombre lloraba en silencio.
—¿Urian? —Ash dijo en un tono bajo y firme.

—¡Vete! —Gruñó—. Déjame en paz.

—No puedes quedarte aquí. Los apolitas se volverán contra ti.

—Como si me importara. —Levantó la vista y el dolor empático que Ash sintió por Urian lo
hizo retroceder un paso. Había pasado mucho tiempo desde que Ash había estado en contacto
directo con tanta pena desesperada. Recordó un momento, hace mucho tiempo, en el que se había
sentido de la misma manera, y se tambaleó por un momento—. ¿Por qué no me dejaste morir
también? ¿Por qué me salvaste?

Ash respiró hondo mientras lidiaba con un pasado que una vez lo había maltratado y le había
dejado un caparazón hueco. Si pudiera, salvaría a Urian de esa miseria adicional. —Porque si no lo
hubiera hecho, habrías vendido tu alma a Artemisa por esto y habrías matado a tu padre.

—¿Crees que no lo voy a matar por esto? —Se volvió hacia Ash con un gruñido—. No queda
nada de ella. ¡Nada! Ni siquiera tengo algo que enterrar. Yo... —Sus palabras se interrumpieron
cuando él sollozó.

Ash puso su mano sobre el hombro de Urian. —Lo sé.

—¡No lo sabes!
Dios, cómo deseaba que fuera la verdad. Ash agarró su barbilla y la levantó hasta que sus
miradas se encontraron. —Sí, Urian, lo sé. —De maneras en que este daimon ni siquiera podía
imaginar.

Urian luchó por respirar cuando vio imágenes parpadeando a través de los arremolinados ojos
plateados de Ash, que eran idénticos a los de Apollymi. Había tanto dolor allí, tanta agonía y
sabiduría.

Era difícil mantener contacto visual con él.

—No quiero vivir sin mi Phoebe. —Su voz se quebró con las palabras.

—Lo sé. Por esa razón, te estoy dando una opción. No puedo acercarme tu padre para
vigilarlo. Necesito que tú hagas eso. Porque tarde o temprano volverá tras del linaje de Apolo.

¡Y qué! Urian frunció el labio. —¿Por qué los protegería ahora? ¡Phoebe murió a causa de
ellos!

—Phoebe vivió gracias a ellos, Urian. ¿Recuerdas? Tú y tu padre fueron responsables de


matar a toda su familia. ¿Alguna vez le dijiste a Phoebe que fuistes tú? Tú. ¿Quién mató a su
abuela? ¿O sus hermanas?

Urian apartó la mirada avergonzado cuando la culpa lo atravesó. —No. Nunca la habría
lastimado.

—Sin embargo, lo hiciste. Cada vez que tú, tu padre o uno de tus Spathis mataban a uno de su
familia, ella sintió el dolor que sientes ahora. Las muertes de su madre y hermanas la destrozaron.
¿No es por eso, que salvaste a Cassandra, para empezar?
Por supuesto que si. Una lágrima de los ojos de Phoebe siempre lo había destrozado.

—Sí.

Acheron se apartó de él mientras Urian se recompuso lo mejor que pudo.

—¿Dijiste que tenía una opción?

Acheron dejó escapar un suspiro entrecortado. —La otra es que borre todos tus recuerdos.
Estarás libre de todo esto. De todo tu dolor. El pasado, el presente. Puedes vivir como si nada de
esto te hubiera pasado nunca.

Una pizarra en blanco. Miles de años pasados. Sonaba muy fácil, pero Urian no creía que ni
siquiera Acheron tuviera esos poderes. Conocía a los dioses mejor que eso.

Además, estaba cansado de todo. La vida significaba dolor. Era brutal y destripaba a todos
para dejarlos de rodillas. Y él estaba tan harto de esto. —¿Me matarás si te lo pido?

—¿Quieres que lo haga?

Por el momento, era todo lo que quería. ¿Qué irónico era eso? Él, que había tomado tantas
vidas en un esfuerzo por vivir un día más, por tomar un respiro más, solo quería expulsar por fin su
último aliento y acabar con todo.

Pero en este, su momento más débil y oscuro, qué extraño que oyera la voz de Xyn.

Recuerda el precioso costo...

Maldita sea su dragón por hacerle ver la verdad incluso ahora.


Más débil de lo que nunca había estado en su vida, se encontró con la mirada de Acheron. Y
maldito sea este hijo de Apollymi por convertirlo en lo que era, porque sabía que, al salvarle la vida,
Acheron lo había convertido en algo completamente distinto. Pero no tenía idea de lo que era ahora.
—Ya no soy un daimon, ¿verdad?

—No. Tampoco eres una apolita, exactamente.

—Entonces, ¿qué soy yo?

Acheron respiró hondo antes de hablar de nuevo. —Eres único en este mundo.

Único. Maravilloso. Justo lo que nunca quiso ser. Todo lo que siempre había querido era
encajar, y ahora destacaría aún más.

—¿Cuánto tiempo más voy a vivir?

Acheron se encogió de hombros. —Eres inmortal, salvo que alguien quiera matarte.

Urian frunció los labios ante lo que tenía que ser la respuesta más tonta. —Eso no tiene
sentido.

—La mayor parte de la vida no lo tiene.


Él no discutiría eso. Los dioses sabían que nunca había podido averiguarlo. Urian inhaló y se
secó los ojos. —¿Puedo caminar a la luz del día?

—Si quieres, puedo hacerlo. Si eliges la amnesia, te haré completamente humano.

Urian arqueó una ceja ante el pensamiento más impactante de todos. —¿Tú puedes hacer eso?

Ash asintió.

Sí, solo uno nacido de un poder primario podría hacer eso. Nacido de la luz y la oscuridad. Ni
siquiera Apollymi tenía los poderes que tenía Acheron.

Maldita sea.

Urian se echó a reír amargamente mientras observaba con frialdad el cuerpo de Ash y, en
particular, adónde había ido el tatuaje del dragón. Él sabía exactamente lo que era eso. Y lo que
significaba. —Sabes, Acheron, no soy estúpido, ni soy tan ciego como Stryker. ¿Sabe del demonio
que llevas en tu cuerpo?

—No, y Simi no es un demonio, ella es parte de mí.

Con Simi siendo un demonio charonte, eso era una subestimación, ya que se unían a su
maestro y se convertían en una forma de vida simbiótica. Acheron estaba lleno de sorpresas. No es
de extrañar que Urian no hubiera podido leerlo cuando se habían cruzado en el pasado.

La mirada de Urian se clavó en la suya. —Eso me parece lo más interesante de todo. Pobre
Stryker, está tan jodido y ni siquiera lo sabe.

Se movió para pararse más cerca de Acheron. —Sé quién y qué eres, Acheron Parthenopaeus.

—Entonces sabes, que, si alguna vez se lo dices a alguien, me aseguraré de que lo lamentes.
Eternamente.

Sí, él solo apostaría que Acheron lo haría. Urian asintió. —Pero no entiendo por qué te
escondes.

Acheron se encogió de hombros. —No me estoy escondiendo. El conocimiento que llevas no


puede ayudar a nadie. Solo puede destruir y dañar.

Quizás hubiera verdad en eso. Al igual que sus poderes de curación. Cada vez que las
personas sabían de ellos, se volvían locos por ellos y había limitaciones en lo que él podía hacer. Y
cuando fallaban, se ponía muy feo rápido. Por eso, Acheron, mantenía sus poderes ocultos. Tanto
por su propio bienestar, como por el de los demás.

Urian se estremeció al recordar todas las vidas de las personas que había amado y que se
habían perdido para él. Sus hijos. Su madre. Sus esposas, hermanos y hermanas. Los humanos y lo s
daimons que él había matado por el derecho a seguir viviendo. —Ya no quiero ser un destructor.

—¿Entonces, que eres?


Urian dejó que sus pensamientos vagaran a través de los eventos de esta noche. Pensó en el
dolor dentro de él, que gritaba por la pérdida de su esposa. Era tan tentador dejar que Acheron le
borrara todo, pero con eso, también perdería todos los buenos recuerdos que llevaba.

Aunque él y Phoebe solo habían tenido unos pocos años juntos, ella lo había amado de una
manera en la que nadie lo había hecho nunca. Tocó un corazón que había creído que había muerto
hacía mucho tiempo.

No, le dolía vivir sin ella, pero él no quería perder toda conexión con ella. Se ajustó el
medallón al cuello cuando se dio cuenta de que, por primera vez desde que era un niño, su cabeza
estaba en silencio. La única voz en ella ahora era la suya.

—Soy tu hombre, Acheron. Pero te lo advierto ahora. Si alguna vez me dan la oportunidad de
matar a Stryker, la tomaré. Y malditas sean las consecuencias.

Stygian
Stryker gruñó indignado cuando se encontró en la sala del trono de la Destructora. —Estaba
tan cerca de matarlos. ¿Por qué me detuviste? ¿Cómo pudiste haberme traído de vuelta aquí?

Sin embargo, Sabine, el demonio, lo detuvo desde el trono de Apollymi.

Por una vez, Xedrix no estaba en la habitación con su madre, pero Stryker no tenía tiempo de
reflexionar sobre el paradero del demonio. Sus pensamientos estaban demasiado consumidos por el
odio y la aflicción.

Su madre se sentó en su silla, completamente tranquila, como si estuviera en la corte y no


hubiera destruido todos sus años de cuidadosa planificación.

—No me levantes la voz, Strykerius. No toleraré tu insubordinación.

Este se obligó a nivelar su voz incluso mientras su sangre hervía a fuego lento con furia. —
¿Por qué interferiste?

Ella puso su almohadón negro en su regazo y jugó con una esquina. —No se puede ganar
contra el Elekti. Te lo dije.

—Podría haberlo golpeado, —insistió Stryker. Nadie podía detenerlo. Él estaba seguro de
ello.

—No, no podrías. —Ella bajó la mirada de nuevo y se pasó la mano con elegancia sobre el
satén negro—. No hay dolor peor que un hijo que traiciona tu causa, ¿verdad, Strykerius? ¿Les das
todo y te escuchan? No. ¿Te respetan? No. En lugar de eso, destrozan tu corazón y escupen sobre la
amabilidad que les mostraste.

Stryker cerró los ojos con fuerza cuando ella expresó los mismos pensamientos que habían
dentro de su corazón.

Le había dado todo a Urian. ¿Y cómo le había pagado su hijo? Con una traición tan profunda,
que le había llevado días enfrentarla.
Una parte de él odiaba a Apollymi por decirle la verdad. La otra parte le daba las gracias.
Nunca había sido el tipo de hombre que le diera la bienvenida a una serpiente en su pecho.

Todavía no podía olvidar el hecho de que Urian no había confiado en él, su propio padre. Que
después de todos estos años, su hijo pensó honestamente que no podía decirle la simple verdad.

Se había vuelto a casar.

¿Y las consecuencias de esas acciones? La esposa de Urian se había vuelto trelos y había
atacado su propia comunidad, debido a que ella era humana y no podía manejarlo. Las mentiras de
su hijo lo habían obligado a cometer otras, aún más grandes, para proteger a Urian.

Lo mataste por su traición. Esa era la mentira con la que Stryker viviría. No la verdad. Que lo
había hecho para evitar que Urian descubriera que Phoebe se había vuelto loca. Porque eso mataría
el corazón de Urian. Conocía demasiado bien a su hijo. Y nunca soportaría ver lo que eso le habría
hecho a su hijo.

La angustia y el odio a sí mismo.

Stryker ya era odiado y detestado. Sería mejor que siguiera siendo el monstruo que todos
pensaban que era, antes que ver a su hijo morir lentamente por sus propias recriminaciones.

Urian murió por traición. Traición a la comunidad y a él.

Y Stryker nunca le haría eso a su madre. —Te escucharé, akra.

Suspirando, acunó la almohada contra su pecho. —Bien.

—¿Entonces, ¿qué hacemos ahora?

Ella lo miró con una pequeña y hermosa sonrisa. Cuando ella habló, sus palabras eran
simples, pero su tono era puramente malvado. —Esperamos.

Stygian
Urian realmente no tenía ganas de estar aquí. De hecho, este era el último lugar en el que
quería estar.

La casa del Muppet.

Pero no tenía a dónde ir. ¿Qué tan patético era eso? Tenía once mil años y estaba sin hogar.
Sin amigos.

Y la única familia que tenía era esta mierda vikinga.

Glorioso. Simplemente glorioso.

Aún mejor, podía escuchar a Chris gruñir mientras venía a abrir la puerta para dejar que él y
Acheron entraran a la casa.
Wulf se puso de pie cuando entraron. Él también se quedó sin aliento. No es que Urian lo
culpara. Sabía que se veía mal. Estaba pálido, su ropa aún cubierta de sangre. Y estaba más loco que
el infierno saturado de diez litros de orina de demonio y vertidos por las gargantas de un charonte
hambriento. Sin duda todo eso irradiaba en su lenguaje corporal y en sus ojos.

El Cazador Oscuro rubio que vestía Armani, que estaba sentado a su derecha, fue el primero
en recuperarse y hablar. —Nos estábamos preocupando por ti, Ash.

El hosco bastardo de cabello oscuro del club, que tenía una barba de chiva, resopló. —No lo
estaba. Pero ahora que estás aquí, ¿me necesitas para algo más?

—No, Z, —dijo Ash en voz baja—. Gracias por venir.

Este inclinó la cabeza. —Cada vez que quieras que te ayude a destrozar algo, solo llámame.
Pero en el futuro, ¿podrías elegir un lugar más cálido para hacerlo? —Salió de la habitación antes
de que alguien pudiera responder.

Él rubio motorista cubierto con tatuajes celtas sonrió. —Sabes, realmente me molesta que
ahora sea un dios.

—Solo asegúrate de no molestarlo. —Dijo Acheron en advertencia—. O podría convertirte en


un sapo.

El celta se enfureció. —No se atrevería.

Armani resopló. —Estamos hablando de Zarek, ¿verdad?

—Oh sí, —dijo el celta—. No importa.

Armani se levantó con un gemido. —Bueno, ya que soy uno de los pocos no inmortales en la
sala, creo que voy a ir a la cama y descansar.

El celta flexionó su brazo vendado. —Dormir suena como un buen plan para mí.

Chris tiró los suministros médicos de nuevo en una caja de plástico. —Vamos, chicos, y les
mostraré dónde pueden colapsar.

Cassandra se puso de pie con Erik en sus brazos, con la intención de seguirlos. —Supongo
que debería...

—Espera, —dijo Urian, deteniéndola—. ¿Puedo sostenerlo?

Ella titubeó con el ceño fruncido de preocupación que él sabía que se había ganado. Apenas
había mirado a Erik antes de esto. No había querido hacerlo.

En parte, había sido por los celos. Phoebe había querido un bebé desesperadamente, y eso, era
lo único que nunca hubiera podido darle. Otro motivo había sido pura pena, sin adulterar. Porque
cuando veía niños, le recordaba a su juventud. Regresando a los días en que nacieron sus sobrinos y
sobrinas, y esperaban encontrar un fin a su maldición.

Antes había habido tantas muertes. No había querido pensar en todas las veces que había
abrazado a Geras y Nephele cuando eran jóvenes.
Pero ahora…

Cassandra miró a Ash, quien asintió.

Con sus rasgos reacios, le entregó a Erik.

Maldita sea, había pasado tanto tiempo desde la última vez que sostuvo un bebé, que casi dejó
caer la pequeña cosa que se retorcía. Ella en realidad tuvo que mostrarle cómo sostener uno de
nuevo.

¿Cómo podría haber olvidado algo tan importante como sostener la cabeza y el cuello del
bebé? Pero entonces, literalmente, habían pasado cientos de años. Por suerte para ambos, no tardó
mucho en volver a él. Y el olor...

Eso definitivamente lo recordaba. Ese olor a bebé recién nacido. Antes que el mundo viniera y
los contaminara. Antes de que los marcara con su brutalidad y su fealdad. Antes de que les enseñara
a odiar y lastimar. Antes de enseñar a sus corazones a sangrar.

Daría cualquier cosa por evitarle a este niño las pesadillas que le esperaban. Las duras
lecciones que vendrían en el futuro y lo pondrían de rodillas.

—Eres tan frágil, —suspiró Urian al niño pequeño que lo miraba tan despistado acerca de la
miseria que este mundo se estaba preparando para desatar—. Y aún, así sigues vivo mientras que mi
Phoebe no lo está.

Wulf dio un paso adelante.

Acheron lo retuvo. —¿Te quedarás y cuidarás a tu familia?

Urian gruñó a Acheron por un recordatorio por el que lo despreciaba. —Mi familia está
muerta. —Gracias a Acheron y a su madre.

La mirada de Acheron se volvió compasiva cuando miró al bebé en sus brazos. —No, Urian,
no lo está. La sangre de Phoebe está en ese bebé. Erik lleva consigo su inmortalidad.

Urian lo odiaba por ese recordatorio que le hizo sentir de nuevo. Le hizo importar cuando no
quería. En su mente, vio lo emocionada que estaba cada vez que hablaba de Erik y su inminente
llegada.

—Ella amaba a este bebé, —susurró—. Podría decir cuánto quería uno ella, por como hablaba
de él. Ojalá hubiera podido darle uno.

—Le diste todo lo demás, Urian. —Los ojos de Cassandra se llenaron de lágrimas mientras
hablaba de su hermana—. Ella lo sabía, y te amaba por eso.

Esas palabras lo destrozaron de una manera que nada más podría. Y por primera vez, en
realidad, él apreció a su cuñada.

Acheron tenía razón. Ella era su familia.

Así como lo era este bebé.


Y ese imbécil Muppet estúpido.

Urian envolvió un brazo alrededor de Cassandra y la atrajo hacia sí. Él apoyó la cabeza en su
hombro y finalmente cedió a las lágrimas que lo habían estado ahogando. Apretándolo con fuerza,
Cassandra sollozó contra su hombro.

Después de un tiempo, Urian la soltó y le entregó a Erik. —No dejaré que tu bebé muera,
Cassandra. Lo juro. Nadie lo lastimará jamás. No mientras yo viva.

Cassandra lo besó en la mejilla. —Gracias.

Con la garganta apretada, Urian asintió y se retiró de ella. Respiró hondo y se enjugó las
lágrimas con la manga de la chaqueta.

—¿Qué alianza, ¿eh? —Wulf preguntó después de que Cassandra los había dejado—. Un
Cazador Oscuro y un Spathi unidos para proteger a un apollita. ¿Quién se lo habría imaginado
alguna vez?

Acheron resopló. —El amor hace extraños compañeros de cama.

Él Muppet frunció el ceño. —Pensé que eso lo hacía la política.

—Son las dos cosas, —dijo Acheron con una sonrisa.

Urian cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Te importaría si yo durmiera en el cobertizo para
botes?

Wulf asintió. —Por supuesto. Considéralo tuyo todo el tiempo que quieras.

Urian inclinó la cabeza hacia él y salió, tratando de no pensar en la última vez que estuvo
aquí.

Con Phoebe.

Para Phoebe.

Apenas había llegado, cuando sintió una extraña presencia detrás de él. Era una que él conocía
demasiado bien. Sintió que su brazo se calentaba mientras se preparaba para lanzarle un golpe.

—Oh ahora, akri-daimon, ¡no hagas eso! Golpeas a Simi, y Simi estará triste. Ella no viene a
lastimarte. Solo quería venir a traerte unas papas fritas de barbacoa y hacerte sonreír porque te duele
la herida. Ahora guarda tu brazo.

¿Qué demonios? —¿Quién eres tú?

Alta y delgada, salió de las sombras. A diferencia de los charonte a los que estaba
acostumbrado, ella no tenía alas ni cuernos, ni piel moteada. Más bien ella parecía humana. Vestida
con una falda corta gótica, con leggings de rayas y un top corset, era adorable. Hasta su bolso de
ataúd y los tacones altos y apilados. Su cabello negro tenía la misma raya roja que la de Acheron.
Solo que ella llevaba el cabello recogido en trenzas.

Volando hacia él, ella lo tomó del brazo y lo condujo escaleras arriba.
—Eres un charonte, ¿verdad?

—Por supuesto que lo soy. Todos los demonios lo son.

—Entonces, ¿por qué no estás en Kalosis?

Ella puso un rostro adorablemente lindo. —Sobre todo porque Simi no está visitando a akra-
diosa. ¡Es por eso, tonto! —Ella abrió la puerta con sus poderes y lo llevó adentro.

—Estoy muy confundido.

Ella sonrió. —Sé lo qué quieres decir. La Simi se mantiene confusa la mayoría de las veces.
Enfréntalo. El mundo es simplemente un tipo de lugar confuso.

De repente, Urian se sintió como un idiota al darse cuenta de quién y qué era el demonio. —
¿Eres el tatuaje de Acheron? El del club.

Ella le dirigió una mirada que decía que era un completo y absoluto imbécil. —Bueno, sí. ¿No
crees que la Simi dejaría que algún otro charonte viniera y se acostara sobre su akri y no comerle la
cabeza, ¿verdad?

Por lo que sabía de los chrontes, no. Ellos no compartían exactamente.

Ella lo hizo sentarse en el suelo frente a la televisión. Luego abrió su bolso y sacó dos bolsas
sorprendentemente grandes de papas fritas. —¿Carne roja? ¿Carne blanca?

—¿Perdón?

Ella ladeó la cabeza. —¿Carnes rojas? —Ella movió la bolsa de papas de barbacoa frente a su
cara—. ¿O carne blanca? —Ella sacudió una bolsa de crema agria y trocitos de cebolla.

—Nunca he comido ninguna de las dos.

Simi contuvo el aliento como si eso fuera lo peor que había escuchado. —Cierto. ¡Tú comes
la sangre! Excepto que no hay. —Abanicándose su rostro, ella bailó con entusiasmo, luego le
entregó ambas bolsas—. ¡Ábrelas! ¡Ábrelas!

Él la complació.

—¡Ahora come!

Urian no estaba seguro de esto. Encogiéndose, se llevó uno a la nariz.

Simi hizo un ruido grosero y golpeo su mano. —¿Podrías parar? ¡Has estado comiendo de la
gente! Deja de ser todo meticuloso. ¡Come la maldita papita! A diferencia de las personas, que no
entienden a la Simi, porque son de un gusto muy poderoso, ¡sus papas fritas son buenas! ¡Cómetela!

Se rió ante el tono demoníaco que de alguna manera resultaba infantil. —Sí, señora. —Lo
mordió y jadeó—. Santa mierda, esto es bueno.

—¡Te lo dije! ¡Come más! —Ella levantó la bolsa para él. Luego hizo un ruido adorable y la
dejó caer para correr hacia la otra habitación.
Después de unos minutos, volvió con varias copas. —¡Jugos de frutas! ¡Tienes tanto que
ponerte al día, akri-daimon!

Simi se deslizó a su lado y comenzó a sacar más bocadillos de ese pequeño bolso, luego
encendió el televisor y puso algo llamado QVC, donde ella lo educó sobre compras modernas.

—¿Por qué haces esto, Simi?

Ella yacía a su lado en el suelo con los pies en alto en el sofá. Él no sabía por qué, pero la
mayoría de ellos, los charontes, dormían y se relajaban así. Inclinando la cabeza, ella le frunció el
ceño. —¿No lo sabes, akri-Daimon?

—Ni idea.

Levantó la mano y tocó su pecho donde solía estar su marca. —Tienes la tristeza del corazón.
Los amigos no dejan a sus amigos solos cuando están tristes de corazón.

—No sabía que éramos amigos.


Ella le resopló de nuevo. —Por supuesto que somos. Así es como haces amigos. Ves a alguien
cuando está triste de corazón, te acercas y dices que va a estar bien y los abrazas y compartes tus
papas fritas. Entonces somos amigos.

Ella tomó su mano entre las suyas y la sostuvo. —Mira. Amigos. La Simi no te muerde. No
muerdes a la Simi. Nosotros... amigos.

—Supongo que es así de simple, ¿eh?

Asintiendo, inclinó la cabeza hacia atrás para ver más televisión.

Todavía estaba allí unas horas después, cuando Acheron fue a verlo. Solo Simi estaba
dormida, lo cual era fácil de decir ya que el pequeño demonio venía con un ronquido estruendose.

Inclinando la cabeza, Acheron en realidad levantó sus gafas de sol hasta ponerlas sobre su
cabeza mientras estudiaba a su demonio dormido. —Me pregunté a dónde se había ido. Este era el
último lugar donde la habría buscado.

—Ella es bastante habladora.

Acheron se rió. —No tienes ni idea.

—Oh, estarías equivocado. Me dejó sordo esta noche.

Aun riendo, él asintió. —Puedo imaginarlo. —Se aclaró la garganta y se puso serio—.
¿Cómo estás?

—He estado mejor. —Urian acomodó la manta que había puesto sobre Simi más arriba,
alrededor de su barbilla—. Pero ella ayudó mucho.

—Sí, ella suele hacer eso. —Acheron levantó la barbilla hacia la puerta. —¿Tienes un
minuto?

—¿Por qué?
—Hay algo que creo que quieres ver.

—A menos que sea la cabeza de mi padre en una bandeja, no realmente.

Acheron bajó sus gafas de sol para cubrir esos ojos remolinantes. —Yo no lo apostaría.
Vamos.

Teniendo cuidado de no molestar a Simi, se levantó para seguir a Acheron hacia la puerta
trasera. Acheron usó sus poderes para abrirla de modo que Urian pudiera ver el amanecer que
rompía sobre el agua.

Por costumbre, siseó y se dirigió a las sombras.

Acheron lo tomó del brazo. —No te hará daño. Lo juro.

Con la respiración entrecortada, Urian lo miró con incredulidad. —¿De verdad?

—Lo juro, —repitió—. Sé que quieres verlo. —Manifestó un par de gafas de sol para Urian y
se las ofreció—. Tú necesitarás estas.

Urian se las puso y luego, lentamente, se dirigió hacia la puerta y luego a la terraza exterior.
Era una mañana fría. Cruda, de hecho. Pero a él no le importaba.

Su mirada quedó cautivada por los rayos ámbar que atravesaban la oscuridad, iluminando el
paisaje.

Con toda honestidad, no tenía idea de cuánto tiempo estuvo allí. Un millón de pensamientos
pasaron por su cabeza. Un billón de recuerdos. Pero el que siguió sonando más fuerte, era el de él y
París. Las lágrimas lo ahogaron mientras miraba a Acheron. —Ojalá mi hermano pudiera haberlo
visto.

—Lo sé.

Urian sacudió la cabeza. —No sabes lo que es nacer con un gemelo, Acheron. Venir al mundo
con alguien.

—En realidad, si lo sé.

Él se quedó boquiabierto ante eso. —¿Perdón?

—No es algo que comparta con cualquiera. A diferencia de ti y de París, mi hermano y yo


éramos enemigos. Fue un bastardo egoísta que conspiró contra mí. Pero la vida nos lleva a lugares a
los que no siempre queremos ir, y en direcciones que nunca pensamos que nos llevará.

Urian se rió amargamente mientras consideraba el eufemismo de eso, dado que era un
daimon, que actualmente vivía en la casa de huéspedes de un Cazador Oscuro.

—Pero, —continuó Acheron— todos tenemos una opción. Tiramos el remo y dejamos que la
corriente nos lleve a donde sea. O tomamos el remo con ambas manos y luchamos contra la
corriente con todo lo que tenemos. Al final, todos determinamos qué destino abrazamos. Porque,
seamos peones o jugadores, la decisión final es siempre nuestra.
—No te preocupes. No tengo intención de ser un peón. Todavía queda mucha cuerda en mí
para eso. Puede que me hayas quitado los colmillos, Acheron, pero en mi núcleo, sigo siendo un
demonio. Siempre. El veneno fue la leche que bebí del pecho de mi madre, y no descansaré hasta
que me bañe en la sangre de mi padre.

Su padre no lo había aplacado con sus acciones.

Él lo había alimentado.
1 de octubre, 2008
Urian estaba horrorizado por lo que encontró en el templo ubicado al lado del de Acheron en
Katoteros. Cuando escuchó un sonido, esperaba que una de las almas se hubiera escapado de alguna
de las otras áreas. Pero ese no era Shade.

Ese era un hombre.

Nadando en el lugar equivocado. En el momento equivocado.

—¿Quién eres tú?

Sin embargo, cuando se dio vuelta en la piscina, Urian sintió como si alguien lo hubiera
abofeteado. Fuerte. Porque no había duda de quién era él.

El despreciado hermano gemelo de Acheron. Santa mierda... Ellos eran idénticos. Misma
altura. Misma complexión. Rasgos esculpidos. Virtualmente indistinguibles, excepto que donde
Acheron tenía esos extraños ojos plateados arremolinados, Styxx tenía un par de ojos color azul
vibrante. Ojos que eran del tono más cercano al de Urian que él había visto en otro persona.

Extraño.

Y mientras que Ash prefería mantener su cabello largo y teñido de negro, el malvado anti-Ash
mantenía su tono rubio natural y lo usaba corto. También estaba abismalmente marcado.

Y todavía el desafiante bastardo no había hablado.

—Te hice una pregunta —gruñó Urian. —¿No me entiendes?

—Te escuché.

—¿Y?

Con una lentitud que Urian estaba seguro que era sólo para molestarlo, salió de la piscina y
alcanzó una toalla. Se secó, y la envolvió alrededor de sus caderas antes de acortar la distancia
entre ellos. —Pregúntame cuando encuentres un nuevo tono. Uno que tenga respeto.

Oh sí, ese tipo era un imbécil con esteroides. Ahora, todas las historias que había escuchado
sobre el infame hermano tenían total sentido. —Tú debes ser Styxx.

—Así que no eres tan estúpido como pareces.

Urian hubiera dado una réplica igualmente desagradable, pero no podía olvidar cuantas
cicatrices tenía Styxx en su cuerpo. Mientras que Urian tenía su parte más que justa, ellas palidecían
en comparación con el número que este hombre llevaba.

Al parecer, Styxx sacó de quicio a todos con los que había entrado en contacto.
Urian hizo una mueca ante ese mapa de dolor. —Maldita sea, estás marcado.

—¿No lo estamos todos?


Él no comentó nada sobre eso, especialmente no con su pasado. —Me dijeron que habías sido
puesto en una de las otras islas.

—Lo estaba.

—¿Entonces, por qué estás aquí?

Styxx recogió otra toalla para secarse el pelo. —Ésta me gustó mucho más.

Wow, su arrogancia era una cosa bastante especial. —¿Eres siempre un gran imbécil?

—¿Lo eres tú?

Esa era una pregunta cargada y algo más. Urian esbozó una sonrisa. —Básicamente, sí. Sin
embargo, pensé que había sido moderado para ti. Supongo que soy un asno aún más grande de lo
que pensaba.

Styxx se echó a reír. —Entonces odiaría verte en un mal día si éste es uno bueno.

—Sí, bueno, de acuerdo con Ash, básicamente lo pongo de los nervios cada diez minutos.

—¿Te lleva un total de diez minutos? Estoy impresionado. Todo lo que yo tengo que hacer es
entrar en su línea de visión para arruinar su año entero.

Urian sonrió. No era frecuente que conociera a alguien que pudiera igualar su sarcasmo. Le
encantaría poner a este chico en una pelea contra Shadow.

Señaló las cicatrices de Styxx con una inclinación de su cabeza. —Debes haber sido un
soldado que vió muchos combates por esas.

—Lo era y lo hice.

—¿Caballería?

—Protostatelates.

Los ojos de Urian se agrandaron ante tal rol prestigioso. Especialmente para alguien tan
joven, eso era casi inaudito. De hecho, solo sabía de alguien que había hecho eso. —¿Ahhh tu? Oh
espera, espera un minuto. ¿Styxx... Styxx de Didymos, Styxx?

Él asintió.

¡No! ¡No! ¿Cuáles eran las probabilidades? ¿Seriamente? Urian balbuceó ante algo que era
demasiado surrealista para ser verdad. —¿Cuán estúpido me siento? Nunca puse los dos nombres
juntos antes. Sobre todo porque asumí que el prototratelates que estuvieron condenadamente cerca
de derrotar a la Atlántida era un hombre viejo. Oh, guau... —suspiró—. Eras una leyenda. Cuando
era niño, estudié extensivamente tus notas de guerra sobrevivientes e informes, y todo lo escrito
sobre ti. Tus tácticas me fascinaban, pero había tanto que dejaste fuera.

—No quería que alguien usara mis estrategias en mi contra.


—Como dije, brillante, y si me conocieras, sabrías que no hablo con fanatismo sobre nadie.
—Sorprendido y emocionado de conocer a su héroe, Urian extendió el brazo. —Esto es realmente
un honor.

Styxx titubeó, luego lo sacudió. —Entonces, ¿cuántos años tienes... realmente?

—Nací unas pocas semanas antes de que tú y Acheron murieran. Y antes de que me condenes,
mayormente viví de personas que merecían morir.

—¿Mayormente?

Urian se encogió de hombros. —A veces no puedes ser exigente. Pero nunca me alimenté de
una mujer o de un niño. O de cualquiera que no pudiera defenderse.

Styxx levantó las manos. —No estoy en posición de juzgar a nadie por cómo sobreviven.

Un profundo ceño marcó la frente de Urian. —Es extraño, sin embargo.

—¿Qué cosa?

—Cuánto se parecen tú y Acheron entre sí para no estar relacionados en absoluto.

Suspirando, Styxx dejó caer su segunda toalla, luego peinó con sus dedos su corto y rubio
cabello. —El truco de su madre para deshacerse de los dioses que lo buscaban.

Urian resopló. —Lo hizo bien. Yo también tuve un hermano gemelo fraterno.

—¿Tuviste?

—Fue asesinado hace mucho tiempo por un Cazador Oscuro.

—Oh, lo siento mucho.

Urian inclinó la cabeza hacia él mientras la vieja herida se abría y sangraba. —Gracias. Yo
también. Es difícil perder a un hermano, y el doble de duro cuando naciste junto a él. Algo así como
perder una extremidad.
Styxx resopló. —En mi caso, más como perder un esfínter.

Riendo, Urian negó con la cabeza. —¿Qué pasó entre ustedes? Quiero decir, maldita sea,
Acheron me perdonó, y definitivamente no merecía una segunda oportunidad. Tú no pareces un
bastardo en absoluto, y definitivamente no luchaste como uno. Las cosas que hiciste... protegiste a
tu enemigo contra tus propias tropas. Y fuiste sacrificado por ello por los historiadores y
comandantes griegos.

—Fui sacrificado por eso por muchas personas.

Ahora que sabía quién era realmente, Urian lo siguió desde la piscina hasta el dormitorio.
Tenía tantas preguntas para hacer. Cosas que siempre se había preguntado sobre las que nadie había
documentado. Realmente, ¿con qué frecuencia alguien podía entrevistar a su héroe? —Entonces,
¿qué edad tenías cuando entraste en batalla? ¿Cinco?

—Dieciséis. —Styxx recogió su ropa y fue detrás de una pantalla para vestirse.
—Maldita sea, eso es terrible. Mi padre se negó a dejarnos acercarnos a la batalla hasta que
estuvimos más allá de nuestra mayoría de edad. —Para los Apolitas de todos modos—. Esperó
tanto tiempo, que en realidad fue embarazoso. —Urian no quería pensar en los tiempos en que su
padre literalmente los recogía y los arrojaba fuera para evitar que lucharan.

Dio un paso atrás e hizo un gesto hacia la puerta. —¿Te gustaría venir a la sala principal
conmigo? La cena debería estar lista.

Styxx negó con la cabeza mientras rodeaba la pantalla. —No soy bienvenido allí. Acheron
tendría un ataque al encontrarme en su templo.

Urian se había olvidado de ese pequeño hecho. Sería lo mismo que invitar a su padre a cenar.
Sí... una verdadera mala idea. Acheron odiaba a su gemelo con un vigor especial. —No te
preocupes. No le diré al jefe que estás aquí. Quédate el tiempo que quieras.

—Gracias, Urian. —Styxx fue a colgar sus toallas para que se secaran.

—Oye —lo llamó Urian—. ¿Quieres que te traiga algo para cenar?

—Dioses, sí, mataría por algo. —Avergonzado por la emoción que había demostrado, se
aclaró la garganta—. Sí, por favor. Lo apreciaría.

Urian reprimió una sonrisa ante el entusiasmo de Styxx. —Regresaré tan pronto como pueda.

Aunque para ser honesto, Urian odiaba dejarlo allí. Solo. Si había algo que él entendía, era la
soledad. El aislamiento. Y Styxx había tenido más que su justa parte.

Antes, cuando había asumido que era el hermano villano de Acheron sin conciencia, a Urian
no le había importado lo que le pasara.

Ahora, él tenía un rostro y una historia.

La diferencia era mucha. Le dio perspectiva. La vida era todo acerca de la perspectiva. Si
alguien debería apreciar eso, un antiguo daimon lo haría. Después de todo, su gente había sido mal
juzgada por todos.

Y aún lo eran. Por eso Spawn era uno de sus pocos amigos entre los Cazadores Oscuros. Era
un antiguo daimon, y uno que había servido bajo su mando; se entendían entre ellos. Y ambos eran
excluidos por el resto del ejército de Acheron.

Eran la hermandad de los inadaptados.

Styxx era su nuevo recluta.

Bienvenido a mi locura.

Y eso era lo que era. Esa cruda y mordaz soledad que nunca lo abandonaba. Los golpes de
tripa amarga que dolían a través y durante todo. Él había perdido a las dos mujeres que más había
amado.

Xyn y Phoebe.
La vida era tan amargamente injusta.

¿Por qué no se lo habían llevado a él en su lugar?

Tratando de no pensar en ello, Urian se coló en el templo de Acheron donde vivía e hizo todo
lo posible para parecer indiferente. Él compartía el templo con Acheron, Simi, y el administrador de
Acheron, Alexion, quien fue uno de los primeros Cazadores Oscuros creados y, tristemente, el
primero en ser asesinado. Y la esposa de Alexion, otra Cazadora Oscura que había muerto durante
el cumplimiento de su deber, Danger. Y por supuesto, la propia charonte de Alexion, hermana de
Simi, Xirena.

Ellos, y algunas mascotas peculiares, conformaban el feliz hogar de Acheron. Aparte de la


colección de estatuas en el sótano de las que nadie hablaba.

Y Urian quería decir nadie. Ya que ese tema rápidamente enviaba a su jefe en un ataque de
ira.

—¿Estás bien, Uri? —Danger le preguntó tan pronto como lo vio merodeando.

Urian dejó caer el plátano que había estado tratando de sacar de contrabando. —Um. Sí. ¿Tú?

—Siempre.

—Bien. —Mierda... ¿por qué tenía que ser tan entrometida?

Pasaron horas antes de que Urian fuera capaz de regresar a donde había dejado a Styxx. Sin
embargo, no quería saber lo que el hombre estaba haciendo, ya que parecía estar sacando una
especie de repugnante marisco asqueroso para comer. Dejando eso de lado, Urian dejó su mochila
en la mesa junto a Styxx.

Frunció el ceño ante la cena de Styxx. —¿Qué es eso?

Styxx se encogió de hombros, luego devolvió la asquerosidad no identificable a la urna sobre


la mesa.

Urian frunció el ceño mientras inclinaba la astillada copa de arcilla para ver la leche de coco
en ella. —¡Ew! ¿De verdad? ¿Realmente te ibas a beber esa mierda?

—Anánkai d’oudè theoì mákhontai, —dijo simplemente Styxx.

Urian se echó a reír. —“Ni siquiera los dioses luchan contra la necesidad"... agradable. Les
dijiste eso a tus hombres justo antes de la batalla por Ena.

—¿Lo hice?

—¿No te acuerdas? Solía usar eso con mis propios hombres para motivarlos. Lo que ocasionó
que me apuñalaran una vez. Al parecer, lo que funciona para los griegos no funciona para los Spathi
daimons.

—Honestamente, no, no me acuerdo. Y también me apuñalaron una o dos veces. Además, no


puedo realmente tomar crédito por ello. Era algo que mi mentor solía decirme todo el tiempo.
—¿Y qué diría sobre esto? —Urian levantó una botella de vino.

—Brôma theôn. —Alimento de los dioses.

Urian se la entregó, luego sacó el abridor y dos vasos. —Voy a aventurar una loca suposición
de que estás un poco corto de suministros. ¿Te gustaría que te trajera algo?

—Puedo arreglármelas, pero un poco de agua fresca estaría bien. No llueve aquí, y no se pone
lo suficientemente caliente como para producir mucha condensación. Ha sido difícil desalinizar el
agua del río, que no puedo entender por qué es salada...

Urian frunció el ceño ante algo que no sabía acerca de la isla. O Styxx, para el caso. —¿Por
qué no te quedaste donde estaban tus suministros?

Styxx sacó un tenedor de la mochila y se sentó a comer. —No he recibido ninguno.

Urian estaba horrorizado por lo último que esperaba escuchar de la boca de Styxx. —¿A base
de qué has estado viviendo?

Cerrando los ojos, Styxx saboreó el sabor desconocido. Él tragó y limpió su boca antes de
contestar. —De almejas en su mayoría... siempre que puedo encontrarlas. Cocos. Algunas hojas
verdes que encontré anteriormente. —Tomó un trago de vino, luego suspiró en apreciación—.
¿Qué?

—Nada. —Urian tomó la mochila—. Regresaré en unos minutos, ¿de acuerdo?

Styxx asintió mientras seguía comiendo. —¿Urian? ¿Cómo se llama esto?

A Urian le tomó un segundo darse cuenta de que Styxx era tan inocente acerca del mundo
como él había sido cuando fue hecho humano por primera vez. Maldita sea, eso era patético. —
Espaguetis.

—Es muy bueno. Gracias.


—Parakaló.46

Urian odiaba dejar a Styxx solo. Pero una vez más, se encontró escondiendo un secreto
enorme a aquellos a su alrededor. Extraño que esto pareciera ser algún tema recurrente en su vida, y
no sabía por qué. Había hecho mucho para evitar el drama, sin embargo, esa perra lo perseguía sólo
para poner en él un estrés que no deseaba.

Así que aquí estaba de nuevo.

Pero ¿qué otra cosa iba a hacer? No podía dejar que el pobre hombre muriera de hambre.
Styxx necesitaba ayuda y no estaba en él...

Sí, está bien; quizás estaba en él darle la espalda a la gente y sin que le importara. Urian era
un bastardo de ese tipo. Sin embargo, había algo sobre Styxx que le era tan familiar. Un parentesco
que no podía negar. Tal vez porque se parecía tanto a Acheron y él le debía tanto.

46
“Por favor” en griego.
Sea lo que sea, se encontró a sí mismo de vuelta en el templo donde Styxx estaba sentado en
la piscina con los pies colgando dentro del agua mientras miraba fijamente hacia el espacio, a nada
en particular.

—¿Es esto lo que haces en la noche? —Urian le preguntó.

Styxx se levantó y se bajó las perneras de sus vaqueros. —No hay nada más que hacer,
realmente. A veces salgo fuera y miro a la luna.

—Debes dormir mucho.

—Realmente no.

Urian no podía imaginar vivir así. Y siempre había pensado que su vida era solitaria. —
¿Cómo es que no estás loco?

Styxx resopló. —¿Quién dice que no lo estoy?

Touché. Tal vez todos ellos lo estaban. —No podría aguantar tres días de este aburrimiento
sin convertirse en un loco delirante.

—En lo que respecta a las prisiones, créeme, esta no es tan mala. Nadie está marcándome con
atizadores calientes o golpeándome, y no estoy encadenado ni drogado. Lo mejor de todo, no tengo
que doblarme por la mitad para poder acostarme.

Urian se encogió ante lo que estaba describiendo en un tono monótono; sin embargo, las
cicatrices en su cuerpo decían que él hablaba desde la experiencia absoluta. —¿Cuándo estuviste
prisionero?

Styxx rió amargamente. —¿Honestamente? En toda mi extremadamente larga vida, sólo he


pasado aproximadamente, un gran total de catorce años en los que no estuve encarcelado por una u
otra razón.

Ese número pasmó su mente y lo dejó tambaleándose. Más que eso, lo puso furioso en
nombre de Styxx. ¿Qué demonios? —¿Encarcelado por qué?

—Nacer siendo el hermano de Acheron... bueno, excepto cuando Apolo y los atlantes me
retuvieron aquí. Eso fue enteramente mi culpa. Resulta que a los dioses no les gusta cuando los
humanos los derrotan e invaden sus patrias. ¿Quién lo sabría?

Urian tuvo que sentarse por un segundo ante eso, especialmente cuando él recordó la reacción
de Apollymi el día que ella había visto su escudo. Y Styxx habría sido sólo un niño...

¿Dónde diablos estaban sus padres?

—¿Nadie te amaba? —Lo miró.

Styxx dejó escapar una risa amarga e ignoró su pregunta. En cambio, movió su brazo
alrededor de la habitación. —¿Sabías que este templo perteneció a Bet’anya Agriosa? ¿...la diosa
atlante de la miseria y la ira? El siguiente templo a la derecha perteneció a Epithymia, la diosa del
deseo. Ella era una maldita puta de la realeza. Viciosa. Fría. Vivió para lastimar a los demás.
Siempre me pregunté si Afrodita era como ella. —Hizo una pausa cuando captó la expresión de
dolor en la cara de Urian; éste luchaba con el hecho de tratar de reconciliar el horror de la vida de
Styxx en su mente. Y seguía fallando en lograrlo. Simplemente, no podía imaginar por lo que ese
hombre había pasado. —Lo siento. No estoy acostumbrado a tener a nadie con quien hablar.

Honestamente, Urian no estaba seguro de qué hacer con Styxx. De lo que Acheron había
dicho sobre su hermano, había esperado algún arrogante y exigente imbécil que mirara a las
personas a su alrededor como si fueran basura.

El hombre frente a él definitivamente no era lo que Acheron había descrito. No había


arrogancia en él, para nada. En todo caso, dado que había nacido como el príncipe de uno de los
reinos más ricos del mundo antiguo, y había sido el joven comandante de uno de los ejércitos más
exitosos, el bastardo era extremadamente humilde. Tenía una naturaleza muy tranquila y suspicaz
más parecida a la de Urian. A Urian le recordaba a los cocodrilos que llamaban hogar a los pantanos
en Louisiana.

Styxx mantenía sus ojos en todo a su alrededor, evaluando cada esquina y sombra como una
posible amenaza. Aunque parecía estar a gusto, no había duda de que podía lanzarse contra la
garganta de alguien y derribarlo para matarlo, incluso antes de que lo vieran moverse.

Sí, Urian podía ver fácilmente en Styxx al legendario general del que había leído. Aquel que
no se quejó por nada y quien había sacrificado y vendido su propios efectos personales para
comprar suministros para sus hombres. Sólo las cicatrices físicas en su cuerpo hacían una burla de
la persona que Acheron creía que él era.

Éste no era un príncipe mimado que había sido atendido de pies y manos, y quien esperaba
que el mundo entero se inclinara ante él. En más de once mil años, Urian nunca había visto a ningún
hombre más marcado. Incluso los dedos de Styxx y el dorso de sus manos evidenciaban que había
vivido una vida dura y difícil. Para el caso, Styxx apenas poseía el uso de su mano derecha. Dos de
sus dedos, el meñique y el anular, permanecían permanentemente enroscados contra su palma. Y los
otros dos no se extendían completamente.

Más notable aún, había cuatro cicatrices en su rostro. Y sólo una de ellas era reconocible si se
prestaba mucha atención. Tenía una leve cicatriz debajo de su ojo izquierdo. Una que corría a lo
largo de la línea de su cabello a través de su frente, que estaba cubierta por su pelo la mayor parte
del tiempo. Otra que cortaba su ceja derecha, y la última en el centro de su labio superior, la cual
había sido forzada a que se abriera por la fuerza tantas veces que había dejado una minúscula y
permanente línea vertical gruesa.

La terrible condición del cuerpo de Styxx verificaba lo que él había dicho sobre su cautiverio.
Al igual que su conocimiento de los templos. Al igual que en Kalosis, aquí no quedaba nada dentro
de los edificios para poder decir a quiénes pertenecieron, y ni siquiera Acheron lo sabía.

Pero Styxx sí sabía.

Y lo que realmente jodía con la cabeza de Urian, fue el hecho de que Styxx había estado
encarcelado desde hacía más de once mil años. Toda la duración de la larga, larga vida de Urian.
Así que él podía apreciar fácilmente cuántos alucinantes años eran.

Solo.

Él llamaría mentiroso al hombre por ello, pero una vez más, las cicatrices y su tranquila
aceptación de Acheron tirándolo aquí y olvidándose de él testificaba el hecho de que Styxx estaba
más que acostumbrado al aislamiento y al abandono. Más que acostumbrado a tener que buscar
sobras para comer.

Y todo lo que Styxx le había pedido era agua potable impoluta...

Amigo, te llevas el premio en mi libro. Urian todavía no podía creer cuán humilde era esa
petición.

—Te traje más comida —dijo Urian, tratando de romper el repentino incómodo silencio.

—No era necesario.

—Habiendo visto la mierda que tenías en tu plato cuando traje los espaguetis, voy a discrepar
respetuosamente. —Urian regresó a la otra habitación y, como un guerrero entrenado, no se perdió
el hecho de que Styxx mantenía un gran espacio vacío entre ellos. También caminaba en un ángulo
que le posibilitaba ver si Urian estaba alcanzando un arma.

Por la manera en que Styxx hacía eso, estaba inculcado dentro de él. Por lo que también hacía
una burla de mierda del supuesto príncipe mimado.

Al menos hasta que vio lo que Urian había traído en una gran caja de plástico; y luego Styxx
relajó su protocolo y corrió hacia adelante.

—¿Pan? —Susurró.

—Sí, eso es lo blanco en la caja de plástico.

Su expresión decía que no había comido pan en mucho tiempo. Urian imaginó que él mismo
debió lucir así la primera vez que vio la luz del día.

Dio un paso atrás para que Styxx mirara a través de la caja y viera qué más contenía. En el
momento en que estuvo despejado, Styxx hojeó los contenidos como Erik rompiendo sus regalos en
la mañana de Navidad.

—Gracias.

—De nada. —Urian recogió otra caja que había colocado en el suelo—. Tengo tu agua y más
vino en ésta. Y puse velas y un encendedor aquí también.

Styxx colocó la tapa encima de la caja. —Gracias, pero no necesitaré eso.

Urian miró alrededor de la cueva dubitativamente; y eso era de un antiguo daimon quien una
vez había llamado a Kalosis su hogar. —¿Estás seguro? Aquí está muy oscuro.

Styxx se encogió de hombros. —Estoy acostumbrado a eso. Además, si Acheron ve una luz,
no hace falta decir cómo reaccionará, y no quiero pelear con él. Por encima de todo, no quiero que
me quite la poca libertad que tengo.

Maldita sea. Por eso, Urian quería golpear el trasero de Acheron. ¿Qué tipo de mala historia
tuvieron ellos?
Pero entonces, habiendo luchado de vez en cuando con sus propios hermanos, e incluso con
su hermana, él entendía. No hacía que sus hermanos o hermanas fueran malas personas,
simplemente los hacía familia. —Bueno. Yo... um... traeré más comida después de mañana.

Styxx le sonrió a Urian. —Cuidado, mantén esto así y no tendré nada con que ocuparme a mí
mismo.

El teléfono de Urian sonó con el tono de llamada de Cassandra, aunque podría ser Erik
llamando desde que comenzó a usarlo para actualizarlo en sus rutinas diarias.

Excusándose, lo sacó y lo encendió para responder. Desafortunadamente no era el más lindo


de los dos en el otro extremo. —Oye, Cass, ¿todo está bien?

—Sí todo está bien. Wulf y yo no tenemos a nuestra niñera y la esposa de Chris está enferma.
Sabes lo que eso significa. El tipo grande no quiere que los niños se acerquen a ella por miedo a
contagiarse con algo fatal. Y realmente me gustaría tener una última noche fuera antes de que los
pequeños nos superen en número.

Urian se echó a reír. Ni su hijo Erik ni su hija Phoebe habían tenido nunca un resfriado en sus
vidas. Y el bebé tres, pronto a ser nombrado Tyr, estaba cerca de nacer en cualquier momento, por
lo que él se había asustado cuando respondió. Su primer pensamiento fue que ella había entrado en
trabajo de parto temprano. —Por supuesto. No me importa cuidar a los niños. Tú lo sabes. Me
encantan tus renacuajos.

—Y ellos aman a su tío Uri. —Ella no había terminado de decir eso cuando escuchó a Erik en
el fondo comenzando a cantar—. ¡El tío Uri va a venir! —Su sobrino comenzó un grito de guerra
feliz que le dió calidez al corazón de Urian y al mismo tiempo lo entristeció a un nivel que
Cassandra nunca comprendería, ya que le recordaba a todos los demás sobrinos y sobrinas que
Phoebe nunca volvería a ver.

—Tengo que ir tranquilizarlo, Uri. Él está fuera de control. ¡Te amo! Nos vemos pronto.

—Sí, hasta pronto. También te amo. —Colgó y volvió a deslizar el teléfono en su bolsillo.

—¿Tu esposa? —Styxx preguntó.

—La hermana de mi esposa.

—Ah. Entonces, ¿tu esposa vive contigo en el templo principal?

Bueno, esa pregunta quitó toda la alegría y el humor de su rostro. Con el estómago apretado,
Urian alcanzó a tocar el collar de Phoebe. —No. Ella murió.

—Lo siento mucho. Sé lo difícil que es eso.

Mientras que Urian no tenía dudas de que Styxx había tenido su parte de dolor y algo más, la
culpa que sentía sobre esa noche era su propia forma especial de infierno eterno con la que nunca
se reconciliaba. No importaba cuánto lo intentara. No importaba lo que hiciera. Todo se reducía a
una dura y amarga verdad... —Lo aprecio, pero tenía un vínculo muy especial con mi Phoebe, y ella
fue asesinada cuando debería haber estado allí para protegerla.
Styxx respiró entrecortadamente. —Conozco tu dolor, Urian. Mi esposa fue asesinada por la
madre de Acheron mientras estaba embarazada de nuestro primer hijo. Y no me queda
absolutamente nada de ellos, excepto mis recuerdos.

Haciendo una mueca ante la pesadilla que Styxx acarreaba, Urian bajó la mirada a su brazo,
donde Styxx había tallado dos nombres en su propia carne. No necesitaba ser un genio para
averiguar quiénes eran o por qué Styxx lo había hecho. Y cuánto dolor guardaba en su corazón para
haberse infligido tanto daño a sí mismo. —¿Bethany y Galen?

Él asintió. —No tenía otra manera de honrarlos. Ni siquiera pude ver sus cuerpos. —Se aclaró
la garganta—. Necesitas ir con tu familia. No los mantengas esperando.

Sí, si alguien alguna vez entendía su dolor en lo que se refería a Phoebe, Urian lo había
encontrado en Styxx. En eso, ambos estaban unidos en una hermandad de miseria triste y patética.
—¿Qué hay de ti?

Styxx se echó a reír. —Te aseguro que estaré aquí cuando vuelvas.

Sí, supuso que estaría.

Urian le dio un saludo antiguo que Styxx rápidamente regresó, y luego se fue para subir la
colina. Pero con cada paso que daba, tuvo una sensación extraña. Como si conociera a Styxx de
alguna parte. El hombre era tan familiar para él.

Él es el gemelo de Acheron, idiota...

Eso era todo.

Y no es como si no te hubieras obsesionado con él cuando eras niño o algo así. Él se rió
mientras recordaba que su padre le había prohibido incluso decir el nombre de Styxx en su
presencia.

Si te escucho hablar de ese bastardo didymosian una vez más, Urian, te golpearé hasta que
no puedas sentarte. ¡Y deja de vestirte como él! El era un enemigo de Atlantis y de Apollymi.

Para el caso, Urian tenía el emblema del fénix de Styxx tatuado en su bíceps. Sin embargo,
sería mejor no dejar que Styxx viera eso. Podría asustarlo. Pero Urian estaba acostumbrado a
mantenerlo cubierto. Había sido otra cosa que había enfurecido a su padre.

Al igual que su escudo.

Simplemente sobresalgo en molestar a todos.

Urian se detuvo para mirar hacia atrás al templo oscuro. Si no hubiera salido a caminar antes
y escuchara el débil chapoteo, nunca hubiera sabido que Styxx estaba allí. Y casi lo había ignorado
y seguido su camino. Sólo sus siglos de sentidos afilados y la incesante necesidad de comprobar y
asegurar su perímetro, le habían instado a investigar el ruido extraño.

Guau. Al reanudar el camino hacia el templo principal, no podía entender el razonamiento de


Acheron en lo que concernía a Styxx. Habiendo perdido a todos sus hermanos, él daría cualquier
cosa por ver a uno de ellos otra vez. Incluso a Arquímedes, quien lo había intimidado y empujado
hasta el punto donde Urian había querido arrancarle el corazón, más veces de las que quisiera. Los
dos apenas podían estar en una misma habitación y no salir magullados por el desafortunado evento.

Aún así, él le daría la bienvenida de vuelta a ese imbécil si pudiera.


Maldición, Ash. ¿Quién en su sano juicio arroja lejos a un perfectamente bueno hermano?
24 de octubre, 2008
Con los brazos cruzados sobre el pecho, Urian le frunció el ceño a Ash mientras Ash se
sentaba en su trono en Katateros y tocaba su brillante guitarra Warlock negra.

A pocos metros de ellos, Simi estaba tendida boca abajo, mirando QVC mientras devoraba un
tarro de palomitas de maíz con sabor a barbacoa. Vestida con medias negras y una falda a cuadros
corta con una blusa campesina rosa y negra y un corsé, ella tenía sus alas envueltas alrededor de ella
y su cola seguía a la deriva para golpear a su hermana durante los recesos comerciales.

Porque, aparentemente, molestar a tus hermanos no era solo algo que los humanos hacían.

Ignorando a los demonios, Urian fue hacia donde Alexion se paraba a un lado, con la misma
expresión que tenía Urian en su rostro. El que dijo que Ash era el supervillano que había caído en
una cuba de ácido y estaban esperando que sus poderes de antihéroe se manifestara y destruyera el
mundo.

Porque, enfrentémoslo, durante miles de años, Alexion había sido la única persona que Ash
había permitido en su casa además de Simi. Por supuesto, eso había sido a causa de la más profunda
culpa ya que Alexion había sido uno de los primeros Cazadores Oscuros que Artemisa había creado.
Y cuando Ash había tratado de volver a hacer humano a Alexion para devolverlo a su familia, Ash
lo había jodido de verdad.

Para ahorrarle a Alexion una eternidad de extremo dolor y tortura, lo mejor que Acheron
había podido hacer por él era pasar la eternidad en una existencia casi fantasmal usando su propia
sangre para atar a Alexion aquí.

Lástima que Savitar no le hubiera explicado esos poderes a Ash antes. Les habría ahorrado a
ambos mucho pesar.

Pero al menos Alexion no estaba en constante dolor y desdicha. Y ahora tenía a Danger aquí
por compañía.

Sin embargo, eso no era lo que Urian encontraba perturbador.

Oh no... Para nada.

En todos los siglos que vivió, lo más aterrador era el hecho de que el líder de los Cazadores
Oscuros, el gran jefe, hijo de la Destructora, estaba sentado allí tocando...

—¿”Push”? —¿Por Matchbox Twenty? ¿En serio?

Urian miró atónito a Alexion. —¿Qué le pasa al jefe?

Alexion se encogió de hombros. —No lo sé. Vino anoche con un libro, fue a su habitación a
leer, supongo, y luego vino aquí esta mañana y ha estado tocando... esas canciones desde entonces.

Urian estaba aturdido. Esas canciones eran baladas, las cuales Acheron nunca tocaba.

Godsmack, Sex Pistols, T.S.O.L., Judas Priest, pero no...

—¿Es eso... —Urian se encogió físicamente antes de escupir el nombre—, Julio Iglesias?
—Enrique.

Urian hizo una mueca de horror. Tanto por el hecho de que Acheron estaba tocando eso y que
Alexion lo sabía. —Ni siquiera sabía que él sabía alguna mierda suave. Queridos dioses... ¿está
enfermo? —¿Se estaba acabando el mundo?

Porque si así era, tenía algunas cosas que necesitaba empacar y correos electrónicos e historial
de Internet que eliminar.

—No lo sé. En nueve mil años, nunca lo había visto así antes.

Urian se estremeció. —Estoy empezando a asustarme. Esto tiene que ser una señal del
apocalipsis. Si sigue con Air Supply, yo digo que lo sorprendamos, lo arrastremos afuera, y le
demos tremenda paliza.

Alexion resopló. —Voy a dejar que tú y los demonios hagan eso. Personalmente, a mí me
gusta mi estado de semi vida demasiado para ponerlo en peligro.

Ash levantó la vista y los atravesó a ambos con una mirada malévola. —¿Uds dos chicas no
tienen algo mejor que hacer, como sacarse pelusas de entre sus dedos?

Urian le dio una sonrisa burlona. —Realmente no.

Ash gruñó una advertencia baja, y justo cuando parecía estar listo para despedazarlos, sonó su
teléfono. Inclinando la cabeza hacia atrás, suspiró con frustración.

Urian sonrió a Alexion. —Cinco dólaresa que es Artemisa.

Alexei miró su reloj. —A esta hora del día, es un Cazador. Acepto la apuesta.

Urian frunció el ceño mientras lo observaban de cerca. —Bueno, él no está enojado, así que
definitivamente no es la tía Artie.

—Sí, y su mandíbula aun no comenzó a temblar, así que no creo que sea un Cazador... ¿Qué
demonios?

Acheron los ignoró. —¿A qué hora?

Ambos intercambiaron una mirada exagerada ante su pregunta poco ortodoxa.

—¿Qué dijo? —Preguntó Urian.

—Estaré allí. —Acheron colgó y comenzó a deslizar el teléfono en su bolsillo, luego lo sacó
de nuevo y marcó—. Me acabo de dar cuenta de que no tengo tu dirección.

Bueno, ahora Urian estaba realmente anonadado. Se volvió hacia Alexion. —Oh si, el
Armagedón definitivamente está llegando. Mejor nos agachamos y nos cubrimos.

—Te veré más tarde entonces. —Acheron colgó y los miró a ambos—. Ocúpense de sus
propios asuntos. —Luego desapareció.
Alexion dejó escapar una risa nerviosa. —Sabes, yo diría que Acheron tiene una novia, pero
eso hace que se me cierre el esfínter.

—Oye, todo es posible.

De nuevo rió nerviosamente. —No, Urian. No lo es. Y esto definitivamente no lo es. Créeme.
Nadie quiere que Acheron salga con alguien.

Tal vez, pero si Acheron era feliz, entonces tal vez él podría reconciliarlo con Styxx y podría
hacer que Acheron dejara de prestar atención el tiempo suficiente para que él matara a su padre.
Porque un Ash malhumorado era un Ash que se concentraba. Si Urian había aprendido algo en los
últimos años, era que no podía pasar nada más allá de ese bastardo. Acheron parecía estar en todas
partes.

Y vigilaba a Urian como un halcón.

Pero el amor ponía estúpidos a los hombres y a los dioses.

Era lo que había maldecido a toda la raza de Urian. Si Ash tuviera novia, entonces Urian
tendría una oportunidad de venganza.
1 de noviembre, 2008
Urian se despertó con un glorioso olor a tocino. Sólo eso, casi hacía que vivir valiera la pena.
Al menos hizo que el hecho de ya no ser un daimon mereciera la pena.

Levantándose, se vistió rápidamente y se dirigió a la cocina, donde Danger y Alexion estaban


en medio de una acalorada discusión sobre algo.

—¿De qué estamos hablando? —preguntó Urian cuando se unió a ellos—. ¿Huelo tocino?

Ella suspiró irritada. —Enseña a un daimon a comer comida real y se vuelve imposible. —
Ella fue a hacer más para él—. Estábamos hablando de tu huésped al que no mencionaste que
alimentabas.

Los ojos de Urian se agrandaron cuando se dio cuenta de que había sido atrapado. —Um...

—No te preocupes. No estás en problemas. Sólo le estaba diciendo a Alexion que pienso que
hay mucho más sobre él de lo que nos han dicho.

Agradecido de que estaba siendo razonable con respecto a Styxx, Urian asintió con la cabeza.
—No me jodas, ¿de acuerdo? ¿Sabes quién es? —Le preguntó a Alexion.

Él le dio a Urian una mirada divertida. —El hermano de Acheron.

Urian le devolvió la mirada con toda su fuerza. —¿Alguna vez has oído hablar de la Stygian
Omada?

—Soy groesian. Por supuesto que he oído hablar de ella. ¿Quién no?

Danger levantó la vista del tocino frito. —Bueno, soy francesa y estoy confundida. ¿Qué es la
Stygian Armada?

—Stygian Omada —repitió Urian.

—Fue un ejército legendario que libró la guerra contra la Atlántida, —explicó Alexion—. En
toda la historia griega, fue el único ejército que luchó en tierra atlante y ganó. Estaban
prácticamente en los escalones principales del palacio cuando fueron llamados de vuelta a Grecia
para conversaciones de paz.

—Sí. —Urian sacudió su barbilla en dirección al templo donde Styxx se quedaba. —Y el


hermano Styxx fue el general por el que el ejército fue nombrado.

—¡Mentira! —Alexion rugió en negación.

—No. De verdad. Vi las cicatrices de batalla en él. Ash siempre ha dicho que él era de
Atlántida. Nunca mencionó la ciudad-estado griega en la que nació por lo que no lo sabía... Pero
Styxx es Styxx de Didymos.

Alexion se quedó boquiabierto. —Estás bromeando.


Urian negó sarcásticamente con la cabeza.
—De nuevo, la revolución francesa aquí. Les Mis47, lo entiendo. Esto... —Ella meneó la
espátula—. Mi extensión de la historia griega es Troya48 con Brad Pitt y —ella miró a Alexion—
Sr. Delicioso en su armadura.

Alexion puso expresión de sorprendido. —Por favor, no me llames así delante de Urian.

Urian se rió, luego se puso serio y se lo explicó a ella. —Didymos era el Atenas de su época,
y Atenas no era mucho más que una gran aldea en aquel entonces. La más grande y fuerte de las
ciudades-estado griegas. Didymos era una isla fronteriza que defendía al resto de Grecia de la
Atlántida. Y Styxx fue el más grande, el más exitoso general en su larga y prestigiosa historia
militar. Sus tácticas de batalla y la forma en que dirigió su ejército fueron estudiadas
extensivamente por los soldados de mi época. Todos queríamos crecer y ser como él. De hecho, la
forma en que entrenó y los principios que su mentor le enseñó fueron los cimientos de los
espartanos y su ética militar. Eso es cuán bueno fue. Pero en todas mis lecturas sobre Didymos y
Styxx, nunca leí que se mencionara a más de un príncipe... Él. Y nada sobre una princesa, no es que
eso fuera inusual. —Levantó su mano hacia Danger para detenerla antes que hablara—. Y no me
sermones sobre la estupidez antigua y su trato hacia las mujeres. No soy personalmente responsable
de los misóginos escritores antiguos sólo porque soy hombre.

Miró de nuevo a Alexion y reanudó la discusión. —Por eso, y el hecho de que él y Ash eran
jovenes cuando murieron, nunca hice la conexión de que el hermano de Acheron, Styxx, fue el líder
de la aclamada Liga Stygian. —Pero ahora que pensaba en eso, debería haberse dado cuenta de que
la hermana de Styxx fue Ryssa. Eso había sido realmente denso de su parte por no dilucidarlo.

Alexion resopló. —Eso explica su arrogancia.

—Pero él no es arrogante, —dijeron Urian y Danger simultáneamente.

—Sí, —dijo Urian, tomando una rebanada de tocino— lo que ella dijo.

Ella puso más tocino en un plato para Urian. —Él es dulce, Alexion. Realmente dulce.

Tragándose su tocino, Urian se rió. —Yo no usaría esa palabra para referirme a él. Es letal y
no puedes no darte cuenta, pero seré honesto. Llamaría a Ash arrogante antes que a Styxx.

Alexion contuvo la respiración bruscamente. —No dejes que Acheron te oiga decir eso.

—Lo sé. Créeme. —Urian suspiró pesadamente—. Hombre, no sé qué sucedió entre ellos,
pero es una maldita lástima. ¿Te imaginas tener a Styxx de Didymos entrenándote para luchar?

—Como tomar lecciones de Aquiles o Alejandro Magno.

—Eso lo resuelve entonces —dijo Danger mientras ponía el tocino crudo en el refrigerador.

—¿Qué? —Preguntó Urian.

47
“Les mis”hace referencia a “Los Miserables”, una novela del político, poeta y escritor francés Victor Hugo
publicada en 1862, considerada como una de las obras más importantes del siglo XIX.
48
Troy es una película estadounidense-británica épica de acción de 2004 dirigida por Wolfgang Petersen y
protagonizada por Brad Pitt, Eric Bana y Orlando Bloom. La Odisea de Homero y La Eneida de Virgilio, además de
otras fuentes, dan datos sobre Troya.
—Tenemos que reconciliarlos.
Alexion se echó a reír. —Eso es un sueño imposible, cariño. He conocido a Acheron por más
de nueve mil años. Y se va a congelar el ecuador antes de que Acheron perdone a Styxx por lo que
hizo.

Ella se encogió de hombros. —Bueno, ya sabes lo que dicen...

Urian pasó una mirada de complicidad a Alexion. —¿Nosotros que estamos a punto de morir
te saludamos?

Ella rodo los ojos. —No. Sobre, debajo, alrededor o a través, siempre hay una manera.

Urian resopló ante su optimismo. —A menos que la roca caiga sobre ti mientras estás tratando
de pasar por debajo de ella. Entonces estás frito.

Alexion se rió. —Bueno, ella es francesa.

Urian le restó importancia mientras los dejaba tramar. Personalmente, él no quería saber. La
última vez que había estado envuelto en algo como esto...

Había perdido a Phoebe de la peor manera. Y en el fondo de su mente, él seguía viendo el


enorme emblema del sol en la espalda de Styxx. Dado lo mucho que el hombre odiaba a Apolo, no
podía imaginar qué él lo hubiera puesto allí.

Una marca como esa le recordaba al arco de los Cazadores Oscuros que Artemis colocaba en
todos sus cazadores. O la marca Spathi que él y sus hermanos tenían por parte de Apollymi. Marcas
de propiedad de los dioses.

Marcas que esos bastardos habían utilizado cuando atacaron a la tribu de Sheba.

Durante miles de años, ellos habían estado luchando esta guerra contra los dioses. En contra
de Apolo y Helios. Artemis y Apollymi. Mientras todos querían pretender que eran algo más que
peones, Urian estaba empezando a dudar si no eran sólo eso.

¿Hubo alguna vez algo como el libre albedrío?

Su mente volvió a lo que él le había dicho a su padre sobre Edipo. Ya no estaba seguro de que
tenía la respuesta correcta. ¿Ellos provocaron su propia caída?

¿O los dioses estaban tan malditamente decididos a arruinarlos que incluso si no habían
tomado los pasos necesarios hacia su propia destrucción, los dioses habrían encontrado algún otro
medio para causarles estragos?

Ciertamente, se sentía así ahora mismo. Que ninguno de ellos tenía control de nada. Ni
siquiera los dioses.

Y en medio de sus pequeñas contiendas, estaban la humanidad y los apolitas, cuyos traseros
estaban siendo pateados.

Urian suspiró.
4 de noviembre, 2008
—¿Quién diablos lo dejó salir?

Urian resopló ante el injustificado tono hostil de Acheron por su mención casual de que Styxx
estaba fuera de la sala del trono, esperando para verlo. De hecho, el pobre hombre había estado allí
por horas.

Sí, Ash definitivamente era el hijo de Apollymi. Vio el parecido en ese momento, en esa
pequeña rabieta sobre algo tan trivial. Todo lo que necesitaban era una manada de enojados
charontes girando alrededor, devorando daimons, y la imagen sería perfecta.

Amargamente divertido, Urian sonrió. —La niña fantasma que quiere que ambos se besen y
arreglen sus diferencias.

—Preferiría ser golpeado en la cabeza con el martillo que Tory me arrojó.

—¿Tory? —Preguntó Urian.

—Larga historia. —Acheron dejó escapar un suspiro de cansancio—. Gracias por la


advertencia. Iré a lidiar con él.

Lidiar con él... sí. Bonito. Urian negó con la cabeza a su irritable jefe, mientras que lo
lamentaba mucho por su amigo. Pero al menos ahora él tenía un nombre para asociar con la mujer
que Ash había estado viendo.

Y una explicación para los estados de ánimo fluctuantes de Acheron.

Las puertas detrás de Urian se abrieron en una firme demostración de poder que Ash sólo
utilizaba cuando estaba en un estado de ánimo al estilo Apollymi. Vestido con una formesta atlante
que llevaba el símbolo del sol de Acheron y con un par de pantalones de cuero negro, caminó hacia
Styxx como un depredador.

Urian estaba tan contento de no ser a quien estaba dirigido ese amargado ceño fruncido, pero
odiaba el hecho de que fuera Styxx quien tuviera esa desafortunada suerte.

—Realmente no estoy de humor para tratar contigo, Styxx. La poca paciencia que tengo fue
devorada viva hace unos dos minutos.

Para crédito de Styxx, él no se encogió en absoluto. Tampoco se enojó. Se quedó allí tranquilo
y extrañamente calmado. —Lo sé. Puedo sentir tu estado de ánimo... fue un regalo... —Sí, está
bien, Urian detectó un poco de sarcasmo en esas palabras— de Artemisa cuando me arrojó al
Tártaro. Sólo estoy aquí para pedirte un favor.

Acheron lo miró con desdén. —¿Tú te atreverías a pedirme otro favor?

El semblante de Styxx estaba desconcertado por la acusación de Ash. Aparentemente, él no


recordaba haberle pedido nada a su hermano.

Urian sabiamente optó por mantenerse al margen de esto. Había sido arrojado contra
suficientes paredes a lo largo de su vida.
Un tic comenzó en la mejilla de Styxx antes de tomar una respiración profunda y luego habló
en un tono bien comedido. —Te lo pido como tu hermano y como suplicante ante un dios.

—Como suplicante, ¿qué sacrificio ofreces por este favor?

Urian se quedó boquiabierto. Mientras que Ash, como cualquier otra persona, podría tener sus
momentos de irritabilidad, nunca antes lo había visto ser un total cabrón ante nadie.

Ni siquiera ante su padre, y Stryker se lo había merecido.

Wow, este era un lado de Ash que él no sabía que existía. Pero luego, nuevamente, Archie y
Theo a menudo habían sacado a relucir a la peor bestia dentro de él. Así que él no juzgaría a Ash.

La familia era dificil. Nadie podría hacerte sangrar más o lastimarte más profundo que los
parientes de sangre.

Y la rigidez en el lenguaje corporal de Styxx y el hecho de que no explotara ante Ash lo decía
todo. Lo que sea que huviera entre ellos era malo.

Cuando Styxx finalmente habló, sus palabras lo confirmaron. —Mi corazón.

Acheron frunció el ceño. —No entiendo.

Styxx tomó una honda y entrecortada respiración. —Te ofrecí mi lealtad y no fue suficiente.
Así que ante esto, te ofrezco mi corazón. Si te miento o te traiciono, puedes arrancarlo una y otra
vez. Puedes encadenarme junto a Prometeo en su roca.

Maldita sea. Sí, realmente debía ser muy malo.

—¿Y qué favor pides?

—Déjame ir. —La voz de Styxx se quebró ligeramente con esas palabras, y trajeron un nudo
a la garganta de Urian—. Ya no puedo vivir aquí, aislado de la gente. Sólo quiero tener algún tipo
de paz que ninguno de nosotros tuvo la oportunidad de experimentar. —Miró más allá de Ash a
Urian.

Te entiendo, hermano. Y lo hacía. Mejor que nadie. Pero a diferencia de Styxx, Urian jamás
había vivido realmente en el mundo del hombre. Allí no se sentía como en casa. Ése era demasiado
amplio. Demasiado abierto. Demasiado malditamente brillante.

Intentó vivir en el cobertizo para botes y no había durado ni seis meses. Suerte para él,
Acheron se había compadecido y le había permitido vivir aquí con Alexion. De lo contrario, Urian
se habría vuelto loco.

Finalmente Ash respondió a la petición de Styxx. —Bien. Tendrás todo lo que necesites para
comenzar de nuevo.

Antes de que Styxx pudiera terminar de expulsar un suspiro aliviado, él fue succionado fuera
de la sala del trono

Acheron se dio la vuelta para fulminarlo con la mirada.


—¿A dónde lo enviaste?

—No es de tu incumbencia, —gruñó.

—De acuerdo jefe. Amo nuestras conversaciones.

Ash no dijo una palabra.

Alexion negó con la cabeza. —Sabes, Urian, no puedo decidir si eres la persona más valiente
que conozco o la más tonta para burlarte de él como lo haces.

Urian resopló. —Yo tampoco, Lex. La respuesta a ese rompecabezas es mucho más simple.
Soy suicida. No me importa una mierda si me mata o no. En las inmortales palabras de Janis Joplin:
"Libertad es sólo una palabra más para no tener nada que perder”49.

Y de lo único que Urian nunca habló con nadie, ni siquiera con Acheron, era el hecho de que
su padre no lo había matado misericordiosamente.

Pensó mucho acerca de eso. Su padre se enorgullecía del hecho de que no le gustaba torturar a
aquellos a los que él consideraba dignos. Aquellos a los que respetaba.

A los dignos oponentes, él los sacrificaba rápidamente.

Sólo torturaba a aquellos que él veía como débiles y viles.

Lo que planteaba la pregunta de por qué había elegido cortar la garganta de Urian en
contraposición a apuñalarlo en su marca de daimon. Eso hubiera sido una rápida e indolora muerte.
Tan rápida, que Urian ni siquiera la habría sentido. Él se habría ido y Acheron no habría podido ser
capaz de volver a armarlo.

Lo que significaba que o su padre sabía que Acheron lo salvaría, y que viviría eternamente,
aislado de sus amigos, familia y hogar, agonizante por la pérdida de Phoebe, o que su padre tuvo la
intención de hacer sangrar lentamente a Urian, en agonía, sabiendo que él lo había matado.

De cualquier manera, su padre era un frío y miserable hijo de puta.

Y Urian aún tenía que encontrar alguna manera de resolver la situación entre ellos.

49
Hace referencia a la canción “Me and Bobby McGee”, el cual es el título de la canción compuesta en 1969 por
Kris Kristofferson y Fred Luther Foster, grabada por primera vez en 1970. Sin embargo la versión más conocida y
exitosa es la de 1971 por Janis Joplin, formando parte de su álbum Pearl y también como sencillo.
8 de noviembre, 2008
—¿Estás seguro de esto, Urian?

Urian se burló ante la duda de Acheron cuando le contó lo que estaba sucediendo, mientras
esperaba que Spawn y Davyn llegaran al restaurante donde se reuniría con ellos. Como si fuera a
hacerle perder tiempo a Ash, solo por un rumor….

—Absolutamente, vale la pena tener amigos en el lado oscuro. Stryker está enviando a sus
niños exploradores, incluso mientras hablo contigo, para encontrar ese diario a cualquier costo.

Resultó ser, que la pequeña novia de Ash era una arqueóloga que había estado ocupada
desenterrando la "basura" que el padre de Urian quería conseguir a cualquier precio.

Ahora su padre había puesto su mira en ellos.

—Él quiere acabar con Artemisa y Apolo, y absorber sus poderes. También está esperando
que haya algo en el diario para lastimarte, y esto hace que ahora tu madre se esté volviendo loca, y
envíe a sus demonios para que también lo busquen. —Urian se rió malvadamente—. Bienvenido al
Armagedón, amigo. Parece que están empezando sin ti.

—Gracias por la advertencia. Déjame saber si escuchas algo más.

—Lo haré. —Urian colgó el teléfono cuando Spawn finalmente apareció y se deslizó en el
asiento de la cabina frente a él.

Vestido todo de negro, con vaqueros, un cuello alto y una chaqueta de motero, agarró una de
las papas fritas de Urian.

Urian golpeó su mano por el atrevimiento. —¿Te dí permiso para hacer eso?

—¿De verdad? ¿Privarías a uno de tus mejores hombres del sustento básico?

—Sí, bueno, ya no somos daimons. Consigue tu propio pedido.

—Bien, idiota cabrón. —Spawn tomó un menú de la mesa para mirarlo—. Entonces, ¿por qué
estoy aquí, de todos modos?

Porque Urian tenía nostalgia y no podía admitir eso en voz alta.

A nadie.

—Imaginé que necesitabas una salida, y ganas más dinero que yo.

Spawn rodo los ojos. —Genial. —Se detuvo cuando la camarera se acercó y ordenó un batido
y una hamburguesa... con sus propias papas fritas.

Urian trató de no mirar a su viejo amigo. Como él, tenía el cabello rubio platinado, solo que el
de Lucian era corto, un poco más largo en la parte superior y en la parte delantera. También tenía
los mismos ojos azules que habían convertido a Urian en un niño marginado entre su gente. Por
razones parecidas, les habían pasado cosas similares.
El padre de Spawn había sido un Cazador de Sueños50, por eso, sus poderes eran más fuertes
que los de la mayoría de los apolitas.

Maldita sea, era bueno volver a ver a su viejo amigo. Realmente no podían hacer esto muy
seguido. Spawn tuvo la suerte de que, al igual que Urian, no había sido asesinado al ser apuñalado
en el corazón. Él había sido desangrado. De lo contrario, no habría podido regresar como un
Cazador Oscuro.

Bueno, "suerte" no era la palabra correcta, dado que había muerto tratando de salvar a su
esposa apolita y a sus hijos de unos humanos que los acorralaron y pensaron que sería divertido
exponerlo a la luz del día. Urian era el único que sabía que Lucian había sido realmente un daimon
antes de su muerte. O que había servido en su guardia de élite.

Tan malo como los Cazadores Oscuros lo odiaban, pensando que era un apolita, ambos sabían
que sería mucho peor si estos alguna vez supieran la verdad.

—Así que estás nostálgico.

Urian se echó a reír. —Guárdate la telepatía y sal de mis pensamientos.

—Sabes que no puedo. Estás muy cerca de mí.

Urian gruñó, luego suspiró. —¿Qué demonios? Lee todo lo que quieras.

Antes de que Spawn pudiera decir algo, Davyn entró y se sentó junto a Urian. —Hombre, lo
que sea que hicieron ustedes o Acheron... Stryker está molesto. —Él deslizó un pequeño paquete
hacia Urian.

—¿Qué es esto?

—Mi trasero.

Spawn arqueó una ceja ante eso. —¿Tu trasero cabe en un sobre de ese tamaño? Estoy
impresionado. El mío apenas cabe en mis vaqueros esta noche. Y después de comer todo lo que
pedí, dudo que entre en ellos mañana.

Resoplando ante su sentido del humor, Urian abrió el sobre. Luego se quedó sin aliento. —
¿Es esto correcto?

Davyn asintió con gravedad. —Sí. Planean acabar con Acheron y apuñalar a su madre.

Stygian
Urian había estado tratando de decirle a Acheron lo que se había enterado por Davyn, pero su
jefe no estaba de humor para escucharlo. Incluso Simi se mantenía alejada de él. Y eso lo decía
todo.

50
En el original, Dream-Hunter.
Ni siquiera había pedido la Amex negra 51 de Acheron.

Puertas habían sido azotadas. El cristal se había roto. El peligro estaba al acecho. Ni siquiera
Alexion se dejaba ver.

Si Urian tuviera un poco de sentido común, también saldría corriendo en dirección contraria.

Pero su sentido común se había tomado una licencia hacía mucho tiempo, dejándolo
tristemente defectuoso. Así que aquí estaba, agradecido de ser un suicida, cuando llamó a la puerta
del gran hombre. El estruendoso riff 52 de AC / DC se detuvo de inmediato. Bueno, al menos Ash
había vuelto a tocar su habitual repertorio destrozador de oídos.

—¿Sí?

Eso no sonó amistoso. Si no más bien, como un oso que se aclara la garganta para hacer más
espacio para la presa que estaba a punto de rasgar en pedazos y meterse en sus hambrientas fauces.

Preparándose ante la posibilidad de la muerte, Urian abrió la puerta para encontrar a Ash
sentado en su cama negra, probando su guitarra en su regazo y su teléfono celular sobre el muslo.
—Realmente no estás bien, ¿verdad?

Ash entrecerró los ojos. —Espero que te refieras a la forma en que lo voy a tomar. De lo
contrario, en el estado de ánimo en el que estoy, podría patearte el trasero.

Urian se echó a reír. —Sí, a eso me refiero. —Entró en la habitación oscura, que estaba
iluminada solo por parpadeantes velas rojas, y cerró la puerta. Luego se movió para colocarse junto
a la cama y poder finalmente decirle a Acheron lo que había estado pensando.

—Mira, te escuché cuando entraste. No lo que dijiste, sino lo que había debajo. Sé que es lo
mejor para mí, es estar fuera de esto. Sin embargo, salvaste mi vida una vez, a pesar de que no
quería que lo hicieras en ese momento, y siento que quizás debería devolverte el favor.

La mirada en el rostro de Ash decía que Urian estaba a una sílaba de buscar sus dientes en el
frío suelo de mármol. Pero después de un momento, su expresión se suavizó. —No debería haber
interferido con eso, Urian, y lamento el dolor con el que vives por eso.

—Sabes, está bien. Si hubiera muerto, Phoebe me habría seguido a la tumba, de todos modos.
Ella no era capaz de tomar una vida humana, incluso si el humano merecía morir. La única forma en
que podría haber seguido viviendo, habría sido alimentarse de otro daimon, y ella tampoco lo habría
hecho. Así que realmente no cambiaste su destino al salvarme. Mi padre iba a matarla a pesar de
todo.

Lo único que habría cambiado eran los años que habría perdido de ayudar a Davyn y a
Spawn.

Y el mayor regalo de todos...

51
La Tarjeta Centurión, conocida como la Tarjeta Negra, es una Tarjeta de cargos expedida por American Express. La tarjeta
Centurión proporciona acceso a una serie de privilegios exclusivos.1 Para ser titular de la tarjeta en los EE.UU., se requiere de una
invitación para participar en el programa. Para calificar, se debe cumplir con los criterios de American Express. Los titulares de
tarjetas están obligados a pagar una cuota anual. A partir de 2007, de una tasa anual en los Estados Unidos de $ 2500 dólares, con una
cuota de ingreso de $ 7500 (sólo el primer año)
52
Un ritmo seleccionado o la melodía de una pestaña de guitarra en una canción, como en "Back in black" de AC / DC, la pequeña
melodía que se atasca en tu cabeza, es un RIFF.
—Además, si hubiera muerto esa noche, mi sobrina y mis sobrinos no tendrían a alguien que
amenace a su padre cuando los sobreprotege. —El Muppet era mucho peor con su propia carne y
sangre que lo que nunca lo fue con Chris. Pobre Erik, Tyr, y la pequeña Phoebe. Urian era lo único
que se interponía entre ellos y la cordura—. Soy el único tío que tienen. Los niños necesitan un tío,
¿sabes?

La expresión en la cara de Acheron, no tuvo precio, y dejaba entrever que no estaba de


acuerdo del todo, lo que hizo que Urian se preguntara qué había en su pasado, para causar esa
mirada.

Y sus instintos fueron confirmados por las siguientes palabras de Ash. —Entonces, ¿por qué
la repentina platica de chicas, Urian? Ninguno de los dos está realmente hablando sobre nuestros
sentimientos... y sin ánimos de ofender, me gusta el hecho de que no lo hacemos.

Urian no podría estar más de acuerdo. Había algunas cosas que realmente no quería saber
sobre su jefe. —Yo también, la mayoría de las veces estoy realmente agradecido de que no lo
hagamos. Pero como un hombre que desafió todo lo que una vez valoró en este mundo, y que
sacrificó el amor de un padre al que adoraba... aunque terminó mal, los días que tuve con Phoebe
valieron cada herida que sufrí.

Él se acercó a Ash. —Sé lo que es estar dividido entre un amor tan puro que te quema
profundamente en un lugar que no sabías que alguien podría tocarte, y tu juramento y tus deberes.
Entre el amor de un padre que siempre has conocido y en el que puedes confiar para siempre, frente
a un amor nuevo y no probado. ¿Pero sabes lo que aprendí? Es mucho más fácil vivir sin el amor de
mi padre que vivir sin Phoebe. Solo pensé que deberías saber eso.

—Hay mucho más en juego. ¿Sabes? Como la supervivencia del mundo entero.

—Siempre lo hay, y mi padre está enviando todo lo que tiene detrás de Tory. Quién, dada la
forma en que actúas, diría que es tu mundo entero. Me mantuve alejado de Phoebe porque pensaba
que ella estaba más segura de esa manera. Al final, Ash, debería haber estado allí, luchando por ella,
a su lado. Porque puedo decirte una cosa más allá de toda duda. El mayor arrepentimiento, no es lo
que hiciste, sino lo que deberías haber hecho.

—Te odio, daimon.

—Solo porque sabes que estoy en lo cierto. —Y con eso, Urian lo dejó para reflexionar, ya
que sintió que su teléfono vibraba en el tono único que significaba que Styxx o Cassandra lo
necesitaban.

Con Cass, tenía el temor de que algo pudiera estar mal con Tyr, ya que solo tenía unos pocos
días, y con Styxx...

Él no tenía a nadie más a quien le importara un carajo. Ash lo había dejado solo, en medio de
la ciudad de Nueva York, y el pobre hombre estaba tratando de descubrir la existencia moderna.

Hablando de eso…

—Oye. ¿Qué pasa?

—¿Camarones Jumbo? —Styxx tenía el tono desconcertado que siempre tenía cuando
intentaba comprar comida—. ¿Qué es eso? ¿Es este un truco de Lyssa o de Poseidón?
Urian se echó a reír. —Nada de eso. Es un truco de marketing, para hacerte comprarlo.

—Ah. ¿Es por eso que se ve tan extraño?

—No, eso es porque la tienda ya lo preparó para ti. Puedes llevarlo a casa, lavarlo y comerlo.

De repente, Styxx estaba muy callado.

—Oye, ¿estás ahí? ¿Te perdí?

—Um, sí. Urian... hay gusanos en alcohol que bebes. Dios mío, hombre, ¿qué les pasa a
ustedes, gente?

Se rió del tono serio que Styxx usaba. —Es tequila. Está bien.

—Eso está mal en todos los sentidos.

¿Cómo Styxx podría hablar de esto, dado lo que su gente había comido en sus días? —
¿Corazones de cobra? ¿Sopa de sangre? ¿Guisantes amargos?

Styxx bromeó. —Solo me los comí durante la guerra, y… porque era eso, o morir de hambre.
Y era asqueroso... y hablando de ello... ¿Casu Marzu? ¿Es esto lo que creo que es?

—Sí, queso con gusanos. Mantente alejado.

Styxx hizo un fuerte sonido de desaprobación. —Eso es todo. Voy a agarar unos Pop-Tarts53 y
me voy a casa.

Urian se rió ante su horror. —¿Puedes identificarlos? ¿O necesitas que vaya y te ayude?

—Pequeña caja azul. Tengo esto. Y sé cómo se ve la leche. Agarra siempre la botella de la
parte de atrás. Recuerdo lo que dijiste.

—De acuerdo. Estaré allí mañana para ayudarte a comprar comestibles.

—Gracias. Siento ser un gran dolor en tu trasero. Estoy aprendiendo lentamente.

—Todo está bien, hermano. No pienses en nada de eso. Nos vemos mañana. —Urian colgó,
sintiéndose mal por él.

Esa era la peor parte de lo que Ash había hecho inadvertidamente. Había olvidado el pequeño
detalle de que mientras Styxx podía hablar inglés, no podía leerlo. A diferencia de Acheron, él no
era un dios que hablaba con fluidez todos los idiomas, ni era como Urian y los otros cazadores, que
habían estado expuestos a la cultura moderna a lo largo de la historia.

Él había sido encarcelado lejos de todo y de todos.

53
Pop-tarts es el nombre con que se le conoce a unas tartas planas, rectangulares y prehorneadas hechas por la compañía Kellogg's.
Los Pop-Tarts contienen un relleno dulce sellado entre dos capas de masa. Algunas vienen glaseadas. Pueden comerse sin necesidad
de ser calentadas, pero casi siempre se calientan en una tostadora o en un horno microondas.
La lengua nativa de Styxx era el griego antiguo. Ni siquiera podía leer la versión griega
moderna. Tampoco entendía la moneda moderna. No sabía nada en absoluto sobre el mundo
moderno o cómo manejarse en él.

Así que cuando Ash, literalmente, lo había dejado en su apartamento sin ningún tipo de
orientación, Styxx no sabía cómo hacer nada, como escribir un cheque o usar una tarjeta de crédito.

Nunca había usado un teléfono o una computadora. Si Urian no lo hubiera rastreado, se habría
muerto de hambre.

Pero, para ser justos con Acheron, Styxx había pedido irse en un mal momento. Ese mismo
día, Acheron había estado en un accidente casi fatal y casi había perdido a Tory. Normalmente,
Acheron nunca habría sido tan frío.

Incluso con Styxx.

Pero su mente había estado en otra cosa, con otras preocupaciones. Como decía el viejo
refrán, los malos tiempos hacían mal a la gente. Y estos tiempos, los hacían peor. Asique, en su
enojo, Acheron había arremetido, y tristemente Styxx había estado en la línea de fuego para atrapar
su furia, que debería haberse dirigido hacia los que lastimaron a Tory.

Todos estaban bajo amenaza, y lo más insidioso de sus enemigos, era que la oscuridad estaba
tratando de abrir una brecha entre ellos. Para aislarlos.

Y estaba funcionando.

Divididos caeremos. Era mucho más fácil acabar con un enemigo, cuando luchaban entre sí,
que si estaban unidos contra ti.

Pero lo que Urian no podía imaginar era cómo unir a dos hermanos que estaban decididos a
destruirse, ni tampoco podía descubrir cómo detener a su padre y obtener su propia venganza.
20 de noviembre, 2008
Urian fue al apartamento de Styxx para encontrarlo sentado en el escritorio de su dormitorio,
jugando la campaña de Nueva Atlántida para el Age of Mythology en su PC. Okey... eso jodió con
su cabeza en una multitud de niveles.

La ironía del comandante Stygian reviviendo su pasado. Y que un antiguo señor de la guerra
estuviese jugando un juego de conquista en una PC moderna.

Si...

De repente, Styxx saltó de su silla y se volvió hacia Urian como si estuviera a punto de
arrancar su cabeza.

Levantando las manos, Urian se aseguró de hacerle saber que no era una amenaza. Sobre todo
porque él estaba aquí para solicitarle algo que sabía que enfadaría al hombre.

Styxx inmediatamente curvó su labio. —¿Qué cree él que he hecho ahora?

Urian frunció el ceño. —¿Eh?

—Acheron. ¿No es él quien te envió por mí?

Urian negó con la cabeza. —En realidad no. Vine a pedirte un favor.

Eso pareció sorprenderlo. —¿Que necesitas?

—La mujer de Acheron, Tory, ha sido secuestrada y llevada a Kalosis, donde su madre se
encuentra. Ash está listo y dispuesto a ir a buscarla. —Lo que liberaría a su madre de su prisión y
acabaría con el mundo.

Styxx tomó esa noticia con total estoicismo. Como si no le importara en absoluto.

No hasta que él hizo una simple pregunta. —¿Tory es inmortal?

Urian negó con la cabeza. —Completamente humana. Ella está siendo retenida por mi tía
Satara, quien es inestable en el mejor de los casos. Viciosamente brutal en el peor.

La hija de Apolo; esa perra estaba tan loca como nadie que Urian hubiera conocido antes. Y
dado algunos de los estelares alocados que su padre tenía por compañía...

Eso lo decía todo.

Ese tic familiar comenzó en la mandíbula de Styxx. —Vas a entrar con él, ¿no es así?

Urian asintió. —Lo hiciste una vez para ayudar a un enemigo. ¿Lo harías de nuevo para
ayudar a un amigo?

Styxx rió amargamente. —¿Cómo podría saberlo? Solo he tenido dos amigos en mi vida y
ambos fueron brutalmente asesinados.
Eso le dolió a Urian. Especialmente dado todo por lo que habían pasado juntos. —¿No me
consideras un amigo?

—No, te considero una hemorroide.

Bueno, eso fue bastante justo, supuso. Urian sonrió. —Ahhh, eso fue grosero.

—Sí, sí... De acuerdo. Pero estoy haciendo esto por ti y por la mujer inocente, no por
Acheron.

—Bueno, de parte de mí y de Tory, no puedo agradecerte lo suficiente. Por cierto, ¿cómo


están tus habilidades de batalla?

Styxx resopló. —De acuerdo con mi padre, nunca tuve ninguna. Saqué a mis hombres delante
de mí y me oculté detrás de sus cuerpos caídos para cubrirme.

Frunciendo el ceño, Urian no comentó nada mientras teletransportaba a Styxx a una pequeña
habitación en donde todos se habían reunido para trazar el plan que querían llevar a cabo.

Ash ya estaba allí con Savitar. Tan alto como ellos, Savitar tenía cabello oscuro y una perfecta
barba en forma de candado. Sus ojos eran de color lavanda iridiscente. No había cambiado mucho
desde la última vez que Urian lo había visto.

Con la boca abierta, Savitar miró hacia atrás y adelante entre Acheron y Styxx. —Santa
mierda were54. Esto jode con mi cabeza.

Acheron fulminó a Styxx con la mirada, luego a Urian. —¿Qué está haciendo él aquí?

Urian se encogió de hombros sin arrepentimiento. —Tú no puedes entrar. Styxx sí.

—No. —Acheron fue enfático.

—Detente —Savitar estalló—. El niño tiene razón. Piensa en ello. Puede sacar a Tory de allí y
no acabar con el mundo. Y todos ganamos.

El odio en los ojos de Acheron era abrasador. —No lo voy a dejar solo con Tory. No confío
en él con ella.

Styxx estaba horrorizado. —¿Qué piensas que voy a hacer?

—Violarla, matarla... contigo no hay forma de saberlo.

La mandíbula de Urian cayó ante la severidad de esa acusación en particular. ¿De dónde
diablos había venido eso? Sin embargo, el vigor en esa acusación estaba profundamente enraizado.

—¿Conmigo? ¿En serio? —Él empujó a Acheron.

Acheron corrió hacia Styxx, pero Savitar lo atrapó y lo empujó un paso hacia atrás. —Deja de
pensar con tus emociones. Cálmate. —Entonces Savitar se volvió para mirar a Styxx—. Y tú,

54
Hace referencia a los were-hunters, quienes pueden ser hombres que se transforman en animales o viceversa; por ello
el juego de palabras.
mocoso, no lo molestes o freiré tu grasiento trasero justo donde está. Sé que puedo matarte y no
matar a Acheron. Así que no me tientes.

Styxx resopló con burla. —Esa no es forma de motivarme para molestarlo, chthonian. Pero si
me motiva para querer atacarlo. —Se encontró con la arremolinada mirada plateada de Acheron.

En lugar de eso, se arremangó para mostrarle a su hermano su antebrazo. —Sé cómo es perder
a lo único que amas y ser forzado a vivir sin ella por toda la eternidad. Tan mal como quiero
cortarte la garganta y verte sangrar a mis pies por el insulto que acabas de darme, no veré a tu mujer
muerta por esto. A diferencia de tu jodida madre zorra, no mato a inocentes.

Tanto Savitar como Acheron lo condenaron por ese comentario, arrojándolo contra la pared
detrás suyo con tanta fuerza, que rompió parte de ésta.

Aturdido, Urian los miró.

¡Esto era una mierda! Furioso con ellos por su injustificado e irrazonable ataque, Urian los
fulminó con la mirada. —¿Qué están haciendo? ¿Lo traje aquí para ayudarte y tú lo matas? Buen
trabajo. Ambos. ¡Felicidades, estúpidos idiotas!

—Él insultó a mi madre —rugió Acheron.

Urian se mofó. —Sin ofender, jefe, tu madre mató a su esposa y a su hijo. En lugar de hacerlo
atravesar una pared, quiero que ambos se tomen un segundo e imaginen su pérdida. He enterrado a
casi todos los miembros de mi familia. Y la única cosa que realmente arrancó mi corazón fue perder
a Phoebe. ¿Tú lloras a tu hermana, Ash? Yo también. Confía en mí, no es una mierda hasta que
pierdas a tu esposa, especialmente cuando sabes que deberías haber estado en tu hogar
protegiéndola, y no dejándola morir brutalmente a manos de tus enemigos. —Se volvió y ayudó él
mismo a sacar a Styxx de la pared.

En ese momento, él en realidad odió a Acheron.

Y no pensaba mucho más de Savitar. ¿Qué clase de chthonian podría hacer algo así?

Styxx había venido aquí para ayudarlos. Al diablo con eso.

—Lo siento —dijo Urian—. No debería haberte pedido que vinieras.

Styxx escupió la sangre de su boca en el suelo, luego pasó la mano por sus labios. —Confía en
mí, son unos maricones comparados con los atlantes reales contra los que luché.

Ellos fueron a golpearlo de nuevo.

Extendiendo los brazos, Urian protegió a Styxx con su cuerpo.

Styxx dio un paso alrededor de Urian, luego le dio una palmadita en el hombro. —Ellos no me
asustan. Los golpes no me molestan. Después de todo, fui golpeado en el trasero en el momento en
que nací, y nada ha cambiado desde entonces.

Acheron frunció el labio. —No lo escuches, Urian. Él es un mentiroso y un ladrón. Nunca


estuvo casado. Sólo estuvo comprometido, y no tuvo un hijo.
El dolor en los ojos de Styxx refutó esas palabras y no dejó ninguna duda en la mente de
Urian. Su dolor era demasiado real para ser falso. —No sabes nada acerca de mí, hermano. Después
de todo, para ti sólo soy un mentiroso y un ladrón.

Styxx tragó saliva. —Por cierto, dile a Artie que gracias por los recuerdos. Porque ahora no
sólo sé todo sobre lo que realmente te sucedió, sino lo que también realmente piensas de mí. Diría
que algún día me encantaría devolverte el favor, pero, honestamente, la única persona que odio de
esa forma es a tu pútrida madre.

Styxx se pasó la mano por su rostro. —Ahora úsenme o envíenme a casa. No estoy de humor
para jugar.

Urian se estremeció ante el temblor en la voz de su amigo.

Savitar respiró hondo mientras se enfrentaba a Acheron. —Urian tiene razón. Styxx es la
mejor oportunidad que tenemos para sacarla con vida. No sabemos lo que adentrarte en Kalosis te
hará, Ash. Podría arrancar tu alma humana y dejarte como nada más que la herramienta de tu madre
para la destrucción. Si eso sucede, es tan probable que mates a Tory como a ellos.

Acheron negó con la cabeza. —Nunca funcionará. Su voz es más ronca que la mía. Y nadie va
a creer que me corté el cabello y me lo decoloré a rubio.

Savitar chasqueó los dedos. Al instante, el cabello de Styxx era una copia exacta del de
Acheron. Incluso tenía colmillos y prendas a juego. —No puedo meterme con su voz. Pero pueden
asumir que has estado gritándoles insultos. Explicaría la diferencia.

Urian recorrió con su mirada el cuerpo de Styxx y luego el de Acheron. —Es espeluznante.
Realmente espeluznante.

—Él todavía no se mueve como yo.

Styxx se burló. —La gente no es tan observadora. Como comprobaste en Nueva Orleans.

Él tenía razón sobre eso. Urian recordaba cuando Styxx se había hecho pasar fácilmente por
Acheron. Y eso había sido para los compañeros Cazadores Oscuros de Acheron, quienes deberían
haberlo conocido mejor.

Savitar inclinó su cabeza hacia Urian y Styxx. —Vamos a hacer esto, señoras. Y Styxx... para
que conste, dejas que le pase algo a Tory y te entregaré yo mismo a Apollymi para su eterno
disfrute.

Styxx se rió en voz alta ante la impotente amenaza, lo que hizo que tanto Acheron como
Savitar le fruncieran el ceño. —¿Qué va a hacer ella, Savitar? ¿Arrastrarme por la arena con mi
trasero desnudo, hacerme luchar contra los campeones atlantes de élite hasta que apenas pueda
ponerme en pie, enviar a sus hambrientos sabuesos o leopardos sobre mí, y luego hacer que sea
follado públicamente para su entretenimiento? ¿O mejor aún, destriparme sobre el suelo?... ¿O qué
tal esto... asesinar a mi esposa e hijo, y hacerme vivir con eso por toda la eternidad en un agujero
oscuro completamente solo? Seguro... amenázame. Continúa y hazme vivir en total temor y terror.
—Le mostró el dedo medio a Savitar y se volvió hacia Urian—. Sácame de aquí.
Urian le frunció el ceño mientras digería detalles que eran demasiado específicos para no ser
reales. Sí... Santa Mierda. Nada de eso había sido enlistado en un libro de historia, y explicaba
mucho sobre la personalidad de Styxx.

—Realmente no estás cuerdo, ¿verdad?

—No, Urian. No lo estoy. Un hombre cuerdo te hubiera dicho que te fueras al infierno.

Enfermo del estómago por haberle pedido que se uniera a ellos para esto, cuando debería
haberlo dejado solo y en paz, Urian abrió el portal a Kalosis. Yo te voy a cubrir, hermano. Porque
obviamente, nadie más lo haría.

Asintiendo bruscamente a su amigo, se prometió a sí mismo que nadie iba a lastimar a Styxx
de nuevo. —Por aquí. —Urian se adentró y desapareció.

Sin siquiera mirar a Savitar o Acheron, Styxx lo siguió.

Cuando finalmente dejaron de caer, ellos estaban dentro del salón principal que estaba lleno
de daimons y demonios.

Hermoso…

Styxx dejó escapar un gruñido severamente molesto. —Excelente locación, Uri —dijo bajo su
aliento—. ¿Crees que alguno de ellos esté dispuesto a vendernos una casa de verano aquí?

Urian le sonrió. —Siempre puedes preguntar.

Demonios y daimons quedaron congelados en sus lugares ante su repentina aparición en el


centro del salón donde Urian había crecido. Ah, era bueno estar de vuelta.

Styxx le lanzó una mirada de reojo a Urian. —¿Qué están esperando?

Urian le guiñó un ojo porque sabía exactamente el por qué ellos estaban nerviosos. A cada
daimon aquí le habían dicho que si Acheron alguna vez pisaba su dominio, Kalosis se astillaría en
pedazos. Apollymi sería libre y los mundos se rasgarían por sí mismos.

—El Armagedón —dijo secamente.

Styxx entrecerró sus ojos en Stryker.

Stryker miró a su hijo con una expresión como de doloroso odio. —¿Te atreves a estar de pie
junto a mi enemigo?

—Contra ti, Solren, me pararía junto a Mickey Mouse.

Stryker frunció el labio. —Inutil hijo de puta. Nunca debiste haber sido más que una mancha
de semen.

Urian se burló. —Definitivamente podría decir lo mismo de ti. A esta altura, podrías habernos
ahorrado a todos nosotros y al mundo un montón de miseria, ¿no es así?

Styxx y Urian se prepararon para luchar cuando los daimons comenzaron a avanzar, pero
fueron arrojados hacia atrás por una fuerza invisible.
No muy seguro de lo que había sucedido, Styxx se volvió hacia Stryker y gruñó. —Suficiente
con esta reunión familiar de mierda. ¿Dónde está Soteria?

De la nada, Apollymi apareció a pocos metros de ellos.

Señaló a una puerta detrás de él con un tirón imperioso de su barbilla.

Urian se quedó quieto mientras la observaba, cautelosamente. Había algo extraño sobre ella
que no entendía del todo. Un extraño trasfondo entre ella y Styxx.

—Ella está allí. —Luego cruzó la corta distancia ente ellos para abrazar a su amigo.

¿Qué demonios?

La respiración de Styxx se volvió irregular al tocarla. Apretó los puños con fuerza.

—Por fin, m´gios. —La palabra atlante para mi hijo—. Has venido a liberarme. —Le dio un
beso en la mejilla y luego susurró palabras al oído que Urian apenas escuchó. Eran duras y frías y le
hicieron contener el aliento bruscamente—. Por el bien de mi hijo, será mejor que me abraces,
despreciable griego. Si puedo tocar algo tan vil y repugnante como tú, tú puedes tocar a una
divinidad.

Urian conocía a su amigo lo suficientemente bien como para leer la furia en su lenguaje
corporal mientras él se obligaba a abrazarla. Asintiendo hacia ella, Styxx dio un paso atrás, luego se
dirigió a la puerta.

Antes de que Styxx la alcanzara, una mujer alta y delgada con cabello castaño y rasgos muy
bonitos salió corriendo de la habitación. Usaba una chaqueta negra que era demasiado grande para
ella y la aferraba sobre su remera, que había sido hecha jirones.

Oh, mierda. Urian se encogió cuando el temor lo atravesó. Si alguien le ha hecho lo que él
temía, Acheron derribaría este lugar.

Y el mundo acabaría.

De repente, se arrojó a los brazos de Styxx y lo besó. Entonces ella se puso rígida y se apartó
lentamente para mirarlo con suspicacia.

Doble mierda.

Urian le dirigió una mirada de pánico a Davyn mientras ambos esperaban a que todos se
diesen cuenta de que éste no era Acheron.

Y probablemente lo habrían hecho, si Nick Gautier no hubiera elegido ese momento para salir
del estudio de su padre.

Mierda nefasta...

Eso era algo que no veías todos los días. A un Malachai luciendo la marca del arco y la flecha
de los Cazadores Oscuros sobre su mejilla izquierda, la cual hacía parecer que Artemisa le había
dado una bofetada cuando ella lo marcó. Con sus ojos oscuros por la rabia y la locura, Nick corrió
hacia Styxx como si tuviera la intención de matarlo. Pero antes de que pudiera alcanzarlo, Urian
agarró a Nick y lo empujó de nuevo dentro de la habitación donde ellos habían estado.

Styxx empujó dentro a Tory tras ellos.

Y Urian se dio cuenta de lo jodidos que ellos estaban al ver el cuerpo muerto de su tía sobre el
suelo.

Esto sólo se pone mejor y mejor.

Alarmado, miró a Styxx y a Tory. —Tenemos que irnos. —Luego miró a Nick—. Y tú
necesitas venir con nosotros.

Nick frunció el labio con evidente odio. —No voy a ir a ninguna parte con él. Preferiría estar
muerto.

Urian forzó a Nick a mirar abajo al cuerpo de Satara. —Voy a hacer la suposición
descabellada de que Satara murió por tu mano y no por la de Tory.

Agarrando la barbilla de Nick, Urian lo obligó a encontrarse con su mirada. —Ahora confía
en mí sobre esto, cajún. Mi padre cortó mi garganta y asesinó a mi esposa porque pensó que lo
había traicionado al casarme. Antes de eso, él me amaba más que a su vida, y yo era su último hijo
sobreviviente. Su segundo al mando. Ahora ¿qué crees que te hará una vez que vea su cuerpo?
Puedo asegurarte, que no será un viaje lleno de diversión a Chuck E. Cheese55. Pese a toda su
animosidad mutua, Satara era su hermana y le ha servido bien a lo largo de los siglos. Si realmente
quieres quedarte aquí y tener un poco de diversión con Stryker, no te detendré. Pero realmente no lo
recomendaría.

Porque Stryker lo destriparía sólo por los cordones de sus zapatos.

Eso finalmente pareció llegar a Nick. La cordura volvió a sus ojos. —Bien. Iré contigo.

Mientras ellos discutían, Styxx abrió una pequeña rendija de la puerta para chequear a sus
inquietos enemigos. —Urian —dijo entre dientes apretados—. Creo que se están dando cuenta.

—¿Dándose cuenta de qué? —Preguntó Nick.

Tory rodo los ojos ante la pregunta de Nick. —Que él no es Ash.

Las palabras apenas habían salido de sus labios antes de que ellos se desvanecieran fuera de la
habitación.

Stygian
Zolan, el tercero al mando de Stryker y el líder de sus fuerzas personales de ataque Illuminati,
se aclaró la garganta en la habitación silenciosa. —Um... jefe, no digo esto irrespetuosamente, pero
¿por qué seguimos aquí? Quiero decir, si Acheron ha venido a liberar a Apollymi, ¿no debería haber
una explosión o algo así?

55
Chuck E. Cheese es una cadena de centros de entretenimiento familiar.
Los daimons y los demonios miraron a su alrededor como si esperaran que una apertura al
mundo exterior apareciera o que Apollymi rompiera en canto y baile, o que algo más antinatural
sucediera.

Mientras tanto, Apollymi se paraba allí completamente estoica, pareciendo casi angelical y
dulce, mientras observaba atentamente a Stryker.

Davyn se rascó la nuca con nerviosismo mientras esperaba una señal de Urian de que estaba
despejado. —Estoy de acuerdo, kyrios. No se siente como el final del mundo.

Stryker miro con frío desprecio a Apollymi. —No, no se siente así, ¿verdad?

Apollymi arqueó una tensa ceja. —¿Cómo es la canción,“Es el final del mundo como lo
conocemos, y me siento bien”56?

En ese momento, Stryker supo exactamente lo que había sucedido. Lanzándose a si mismo
desde su trono, corrió a la habitación al mismo tiempo que Urian, Tory, Nick y el que tenía que ser
el hermano gemelo de Ash, Styxx, se desvanecían.

Su ira ante el obvio truco se incrementó hasta que vio a Satara tendida sobre el piso en un
charco de sangre. El miedo borró su furia mientras corría hacia ella, sólo para encontrarla muerta.
Sus ojos estaban vidriosos y su piel con un tinte azul.

Su corazón se rompió cuando la atrajo hacia sus brazos y la abrazó, luchando contra las
lágrimas de pena y dolor. —Estúpida perra psicótica —gruñó contra la fría mejilla de Satara—.
¿Qué has hecho ahora?

Apollymi estaba en la puerta, dolida por Strykerius mientras acunaba a su hermana muerta en
sus brazos, recordándole el día en que ella había encontrado el precioso cuerpo frío y sin vida de
Acheron arrojado sobre los acantilados de Didymos después de que Apolo lo había destripado.

Como si fuera basura.

Ella había muerto ese día, y todos los días desde que había sido obligada a vivir sin él.

Simpatía y un respeto recién descubierto por Stryker la atravesaron.

El hecho de que pudiera amar a alguien tan roto como Satara decía mucho sobre él. Sí, podría
ser de sangre fría, pero no era insensible. Cerrando sus ojos, ella lo recordaba el día en que se
conocieron. Stryker había sido joven y estaba amargado por la maldición de su padre.

¿Renuncié a todo lo que alguna vez me importó por él y así es como retribuye mi lealtad?
¿Voy a morir en agonía en sólo seis años? ¿Mis hijos pequeños están ahora desterrados del sol y
maldecidos a beber sangre unos de otros en lugar de comer alimentos, y van a morir de dolor a los
veintisiete años? ¿Por qué? ¿Por la muerte de una puta griega asesinada a mano de soldados que
nunca he visto? ¿Dónde está la justicia en eso?

Comprendiendo su agonía y queriendo impartir su venganza contra Apolo, Apollymi había


traslado a Stryker dentro sus filas y le había enseñado cómo evadir la maldición de su padre al
absorber las almas humanas en su cuerpo para extender su vida. Le había dado a él y a sus hijos

56
Hace referencia a la canción de la banda norteamericana REM, titulada “It´s the end of the world as we know it”.
refugio en un reino donde los humanos no podían herirlos y donde no había peligro de que sus hijos
murieran accidentalmente por la luz del sol. Entonces le permitió a él convertir a otros y traerlos a
vivir aquí.

Al principio, ella lo compadecía e incluso lo amaba como a un hijo.

Pero él no era su Apostolos, y cuanto más estaba alrededor de ella, más quería tener a su
propio hijo consigo sin importar el costo. Admitía que era su propia culpa el haber puesto una pared
entre ella y Strykerius. Y los dos se habían usado para volverse contra las personas que odiaban.

Y ahora habían llegado a esto...

La muerte de su amada hermana.

—Lo siento mucho, Strykerius.

Él la miró, sus ojos plateados revueltos de dolor. —¿De verdad? ¿O te estás regodeando?

—Nunca me regocijo sobre la muerte. Puedo deleitarla, de vez en cuando, cuando está
justificada. Pero nunca me regocijo.

—Y yo no dejo que desafíos como éste queden sin respuesta. Habrá revancha.

—Pero se la debes a Styxx y Nick, no a mi Apostolos o su Soteria. Recuérdalo.

Stygian
Urian suspiró cuando regresaron al bar Santuario en Nueva Orleans que era propiedad del
clan Peltier de osos were-hunter.

Acheron se lanzó hacia Soteria y la tomó en sus brazos. Urian recordó cuando Phoebe solía
correr hacia él así en Elysia. Como ellos saboreaban cada minuto.

Dioses, cómo la extrañaba...

—¿Estás bien? —Acheron le preguntó a Tory.

—Estoy bien. De verdad.

—Pero nosotros no —dijo Urian secamente desde el otro lado de la habitación—. Nick asesinó
a Satara mientras mantenían cautiva a Tory.

—Lo hizo para protegerme —intervino Tory.

Urian resopló. —Vamos a poner eso en tu lápida por ti. Mientras tanto, Stryker va a querer
sangre por esto. Mucha sangre.

Nick se burló de su tono funesto. —Sin ofender, pero tu padre no me asusta. Especialmente
teniendo en cuenta cuánto quiero un pedazo de su pellejo. Que venga por ello.
Urian lucía menos que impresionado. —Sé que piensas que compartes poderes con él, Nick,
pero confía en mí, no te dio nada más que las sobras. Sin mencionar una pequeña cosa, nadie va por
él hasta de que yo lo haga.

Acheron dejó escapar un agudo silbido. —Cálmense, niños. Tenemos más cosas que hacer
que sólo resguardar su machismo.

Acheron dirigió su mirada a Nick. —Tenemos una batalla para la que prepararnos. No dejaré
que Stryker se lleve a Nick.

Nick rió amargamente. —No necesito tu maldita ayuda. Puedo pelear por mí mismo.

Acheron no se estremeció ante el odio en su tono. —Sé por qué me odias, Nick. Lo entiendo.
Pero tu madre no querría que te mates otra vez. Ódiame mañana. Esta noche, tolérame como a un
mal necesario.

Nick empujó a Acheron lejos de él. —Esto no nos hace amigos.

Acheron levantó las manos. —Lo sé. —Se volvió hacia Tory y tomó su mano en un agarre
apretado. La indecisión colgó allí antes de que él hablara y sorprendiera a Styxx hasta el núcleo de
su ser—. Styxx, sácala de aquí. Mantenla a salvo.

Tory se quedó boquiabierta mientras ojeaba a Styxx con una expresión de horror.

Stryker llegó a través de un portal y su mirada se dirigió directamente hacia Urian. —Me has
traicionado por última vez. —Sacudiendo su muñeca, envió una daga en forma de hoja justo al
corazón de Urian.

Antes de que pudiera alcanzar su objetivo, Acheron la atrapó en su mano. —Toma a tus
chicas, grita y huye ahora, Stryker. Te ahorrará tiempo después. Créeme, no quieres una prueba de
mí en el estado de ánimo en el que me encuentro.

Stryker tomó eso con frívola indiferencia. Se pasó la lengua por los colmillos como si
estuviera saboreando la idea de alimentarse de Acheron. —No hay nada que anhele más que el
sabor de la sangre. —Miró a los hombres que estaban con Acheron y se rió con burla—. Esta noche
nos alimentamos, Spathi. ¡Ataquen!

Más que listo para la batalla, Urian empujó a Tory detrás de su grupo cuando los daimons los
invadían.

—Apuñálalos en el corazón —le dijo Urian a Styxx antes de demostrar cómo se mataba a los
daimons.

Otra explosión de luz en la habitación los dejó con un enorme grupo de refuerzos enemigos.

Styxx apuñaló al primero que lo alcanzó. Sólo que no explotó en polvo como el daimon lo
hizo. —¿Urian? Un poco de instrucción, por favor.

—A los demonios... en los ojos. —Urian apuñaló a un demonio entre los ojos para mostrarle
lo que quería decir, antes de volverse y eludir los colmillos de un daimon—. Y hagas lo que hagas,
no dejes que los demonios te muerdan o podrán controlarte.
Styxx desarmó a un daimon que sostenía una espada, luego se giró y lo atrapó con su daga. El
daimon explotó sobre Styxx.

Stryker fue por Nick, pero Acheron lo atrapó y los dos se fueron al suelo, golpeandose con
una furia que Styxx conocía demasiado bien. Me alegro de no ser el único al que odias tanto.

Más hombres arribaron. Ya que no eran ni daimons ni demonios, Styxx retrocedió hasta que
pudiera determinar si eran amigos o enemigos.

Un demonio se lanzó contra Soteria. Ella trató de patearlo hacia atrás pero falló épicamente.
Justo cuando la habría alcanzado, Julian de Macedonia, un viejo amigo de Acheron, estaba allí con
un xifos57. Cortó la cabeza del demonio con un bien acertado giro. Equilibrando la espada en forma
de hoja en su hombro, Julian se volvió hacia ella. —¿Puedes manejar una espada?

—Sí.

—¡Kyrian! —Le gritó Julian a su mejor amigo, otro rubio griego —. Mi reino por una
espada58.

Kyrian arrojó lo que parecía ser sólo una empuñadura. En un movimiento fluido, Julian la
atrapó y presionó un botón en ésta. La hoja se extendió hasta un metro de largo. Se la entregó a
Soteria. —Los daimons tienen que ser apuñalados a través de sus corazones. Los demonios entre sus
ojos, y si cortas las cabezas de cualquier de nosotros, todos morimos.

—¿Cómo noto la diferencia?

—La mayoría de los daimons son rubios y explotan en polvo cuando perforas sus corazones.
Golpea el corazón y si eso no funciona, prueba los ojos. Si apuñalas a alguien que gimotea, y luego
golpea el suelo, atacaste a un tipo bueno. Sólo para que lo sepas.

Uno de los demonios se dirigió hacia la espalda de Urian. Styxx extrajo un cuchillo más
pequeño del cuerpo del demonio más cercano a él y lo utilizó para apuñalar al nuevo demonio entre
sus ojos.

Urian se volvió para luchar mientras el demonio caía a sus pies. Se encontró con la mirada de
Styxx e inclinó su cabeza hacia él.

Styxx se giró y, olvidando que no tenía un hoplon 59, levantó el brazo para frenar una espada
hacia abajo sobre éste. Siseando, tropezó hacia atrás, luego arremetió con la espada en su mano
derecha. Su oponente giró, después regresó inmediatamente con otro golpe. Styxx sacó su cabeza
por poco.

Urian trató de alcanzarlo para ayudar, pero estaba rodeado de sus propios daimons y no podía
llegar a él. Miró entonces a Stryker, y la expresión de su rostro era de controlada furia. Estaba
centrado en su objetivo, y en su mano estaba la única arma que podía matar a Acheron.

57
El xifos es una espada corta de doble filo y era la espada de una mano utilizada por los griegos antiguos. Era un arma secundaria de
los ejércitos griegos, después de la lanza o jabalina, en el campo de batalla.
58
Hace referencia a la frase “my kingdom for a horse”, una de las líneas mejor conocidas de Shakespeare. La misma es en ocasiones
utilizada irónicamente cuando alguien necesita algún elemento sin importancia. Dicha frase forma parte de la obra histórica de este
autor “Richard III”.
59
El hoplon era un escudo utilizado por la infantería pesada griega de hoplitas habitualmente y por la caballería, entre los siglos IV y
VII a.C
Una daga atlante impregnada de la sangre de Apollymi y con la venenosa savia ypnsi de los
árboles más oscuros que crecen en los bosques de Kalosis.

Styxx, por un momento, no reaccionó. Si Stryker mataba a Acheron, todo acabaría.

Él finalmente tendría paz.

Pero cometió el error fatal de mirar a Soteria, quien vio lo mismo que él.

La inminente muerte de Acheron. La agonía horrorizada en su rostro y las lágrimas en sus


ojos lo deshicieron. Ese tipo de amor no merecía ser separado. No había peor infierno que ser la
mitad de un todo eternamente separado.

Nadie sabía eso mejor que Urian. Dos veces en su vida, había recibido ese golpe. Primero con
Xyn y luego con Phoebe. No dejaría que ese tipo de odio aplastara a Tory.

Fue a detenerlo, pero antes de que pudiera llegar allí, Styxx corrió hacia Stryker. Él atrapó al
lord daimon justo antes de que alcanzase a Acheron, quien estúpidamente había cerrado los ojos
mientras luchaba.

Debido a que Styxx todavía llevaba gafas de sol, Stryker quitó su enfoque sobre Acheron y lo
confundió con su hermano. Rió con satisfacción mientras enterraba el cuchillo en lo profundo del
estómago de Styxx.

Urian sintió ese golpe como si lo hubiera recibido él mismo.

Styxx retrocedió y cayó sobre alguien. Sus gafas de sol salieron volando.

El tiempo se detuvo cuando todos lo vieron desplomarse contra Acheron y su hermano se


hizo a un lado para dejarlo caer con fuerza sobre el suelo.

Gruñendo por el hecho de haberse perdido a Acheron, Stryker alcanzó la daga en el estómago
de Styxx. Éste la sostuvo dentro de él con una mano mientras trataba de golpear a Stryker con la
otra. Pero su sangre hizo a la empuñadura demasiado resbaladiza y el dolor y la herida debilitaron
su agarre. Contra su mejor esfuerzo, Stryker extrajo la daga.

Styxx jadeó. —¡Acheron! —gritó, advirtiendo a su hermano.

Girando a tiempo, Acheron atrapó al daimon con el extremo de su báculo y lo empujó hacia
atrás. —Vete o muere —gruñó.

Stryker frunció el labio. —Púdrete.

Estrechando su mirada en Stryker, Acheron lo lanzó de nuevo hacia atrás, luego golpeó el
báculo contra el suelo. Una ola de poder crudo y sin restricciones se disparó hacia los demonios y
daimons alrededor de ellos, convirtiéndolos en polvo.

Y puso a Urian de rodillas.

A excepción de Stryker, que se cernía sobre el suelo en forma de dragón, rugiendo y batiendo
sus alas. Gritando de rabia, lanzó fuego hacia Acheron.
Acheron levantó su brazo, apenas a tiempo de evitar que lo quemara. Disparó otro rayo divino
a Stryker, quien la esquivó.

—Esto no ha terminado, Acheron. La próxima vez no serás capaz de usar tus poderes.

Con otro estallido de fuego, Stryker desapareció.

Urian se apresuró al lado de Styxx al mismo tiempo que Ash.

Abriendo los ojos, Styxx jadeó de pura agonía. —Ya sabes, hermano, no se supone que cierres
los ojos en la batalla.

Ash se rió. —No fui yo el que entrenó para ser general.

Styxx suspiró. —Tal vez. Pero haces un trabajo mucho mejor al liderar que el que yo hice.
Definitivamente, creo que Padre entrenó al hermano equivocado.

Sin una palabra, Acheron colocó su mano sobre la herida de Styxx. Éste siseó. —Eres un
estúpido jodido idiota. Quítame las manos de encima —gruñó a través de sus dientes apretados.

Aún así, Acheron lo mantuvo presionado hacia abajo hasta que Styxx estaba listo para
lloriquear. Sólo entonces Acheron lo dejó.

Urian tomó su mano para consolarlo.

—¿Ya estoy muerto? —Styxx preguntó sarcásticamente.

—Todavía no. Aún te quedan algunos años para cabrearme seriamente.

Styxx resopló. —Lo espero con ansias.

Inclinó su cabeza hacia Styxx. —Hiciste un buen trabajo para mí. Gracias.

—Sí, bueno, la próxima vez que necesites que alguien descienda a un santuario daimon, elige
uno de tus otros idiotas para hacerlo. No tengo los poderes de un dios cuando vienen hacia mí, y eso
me pone en una clara desventaja.

Entonces Acheron lo dejó y se fue para estar con sus hombres.

Urian lo ayudó a levantarse. —¿Quieres que te lleve a casa?

Styxx asintió con la cabeza a Urian. —Gracias.

—No hay problema. —Sintiéndose horrible, ya que él lo había metido en esto, Urian lo
teletransportó a su casa. Styxx se dirigió al sofá y luego sus rodillas se doblaron.

Urian lo atrapó contra su costado y lo ayudó a acostarse. —¿Aún sigues herido?

—Es el veneno de la daga. Acheron curó la herida, pero no extrajo el veneno.

—¿Cómo lo extraes?
—Lo haces antes de coser la herida. —Styxx miró hacia abajo a la cicatriz sellada—. Oops,
demasiado tarde. —Comenzó a temblar de nuevo mientras el sudor perlaba su frente.

—¿Quieres que llame a Ash?

—Estaré bien. No es como que puedo morir. Sólo necesito descansar. —Styxx apenas había
farfullado esas palabras antes de desmayarse.
1 de diciembre, 2008
Urian observó mientras Ash revisaba las cuchillas de sus botas para asegurarse de que
estuvieran funcionando. De repente, volvió la cabeza como si supiera que Urian estaba allí.

Furioso, miró a su jefe. —¿Estás ayudando a mi padre?

—Tenemos que detener a War. —Ese tono seco y plano no hizo nada para mejorar su estado
de ánimo, o la necesidad de golpear el trasero de Ash.

—Stryker asesinó a mi esposa, —gruñó Urian.

—Lo sé.

Oh, bueno, estaba tan contento de que aclarara eso. —¿Cómo podrías ayudar a alguien como
él?

Ash le gruñó. —Bájate de la cruz, hermano. Alguien necesita la madera. Ayudaste a tu padre
durante siglos. ¿Necesito recordarte cuántas vidas tomaste bajo su mando? Vidas de personas que
estaban relacionadas contigo, mataste a la madre de Phoebe y a su hermana.

Urian se estremeció ante una verdad que no quería escuchar. Ash tenía razón. Debería haber
detenido sus muertes. Todo era su culpa. Él fue quien los rastreó. Stryker nunca habría sabido
dónde estaban, si no los hubiera encontrado. Condujo a los asesinos directamente a su ubicación. —
Yo amaba a mi esposa. Nunca quise lastimarla.

—Eso no cambia nada. Le quitaste a tu esposa las personas que amaba más que a su propia
vida. Durante demasiados siglos, tú y tus hermanos fueron una herramienta que Stryker usó de
manera más que efectiva.

—Los tiempos cambian.

—Sí, lo hacen... Y debes saber que tienes otra hermana.

Sorprendido, Urian lo miró mientras trataba de digerir lo imposible. —¿Qué?

Ash lo miró a los ojos, y mantuvo su expresión completamente estoica. —Es la vida de tu otra
hermana la que vamos a proteger. No la de tu padre.

No.… no era posible. —Mi hermana murió hace once mil años.

—Medea es tu media hermana.

¿Medea? ¿Cómo era eso posible?

Pero al final, no importaba. —Y debería importarme, ¿por qué?

Ash levantó sus manos en señal de rendición. —Tienes razón. No deberías preocuparte en
absoluto. Ella no es nada para ti, por eso no te he invitado a unirte a nosotros. —Ash comenzó a
alejarse.
Urian lo hizo detenerse cuando la necesidad de golpearlo llego a un punto máximo. —¿Cómo
te sentirías si mi padre hubiera matado a Tory?

Ash respondió sin dudarlo. —Me sentiría sin alma. Perdido y herido más allá de la reparación.

Urian apartó la mirada. —Entonces me entiendes. Y por qué lo quiero muerto.

Ash sacó la mano de Urian de su brazo. —Él también lo sabe. Pero ¿alguna vez has
considerado que podría estar arrepentido de lo que te hizo?

Sí claro. —¿Mi padre? Se realista. El bastardo nunca se ha arrepentido de una sola cosa en
toda su vida.

—Todos nos arrepentimos, Urian. Nada de lo que vive es inmune a esa desagradable
emoción.

El problema era que su padre estaba muerto. —¿Y qué? ¿Quieres que vaya a besarlo y nos
reconciliemos?

—Para nada. Pero quiero que dejes de lado tu propio dolor y la ira, para ver claramente por un
minuto. Esto no se trata de ti y tu padre más de lo que se trata de que Nick y yo nos odiemos por
algo que no podemos cambiar. Se trata de salvar la vida de un millón de personas inocentes.
Personas como Phoebe que no merecen ser cazadas y asesinadas. Si puedo estar al lado de mis
enemigos por el bien mayor, tú también puedes.

Urian se burló. —Bueno, supongo que no soy tan especial como tú.

—Nadie sabe su verdadero valor hasta que haya sido probado. Esto es tuyo. Si pasas o
fracasas en ser humano o un héroe depende totalmente de ti. No puedo decirte qué hacer, pero sé
dónde voy a estar esta noche... luchando junto a mis enemigos para salvar las vidas de aquellos que
no pueden luchar contra lo que tenemos que luchar. —Titubeó antes de hacer la pregunta más
importante. —¿Entonces… que eliges?

—Muerte sangrienta.

Ash sacudió la cabeza. —Bastardo obstinado. Tómalo de alguien que lo sabe de primera
mano, hay mucho que decir para conseguir el perdón. Los rencores rara vez lastiman a nadie,
excepto al que los lleva.

—Y hay mucho que decir para golpear a los enemigos en la cabeza y romper sus cráneos
dejándolos completamente abiertos.

Ash sintió que su mandíbula comenzaba a temblar debido a la obstinación de Urian. —Para
todo hay un momento, y esta es nuestra noche para estar juntos o perderlo todo. No estoy luchando
por Stryker, ni por salvar a tu hermana. Estoy luchando para proteger a los que amo. Los que
sufrirán más si no se detiene esta guerra... niños como Erik, Tyr, la pequeña Phoebe y...

—Eso es un golpe bajo, —dijo bruscamente ante la mención de sus sobrinos y su sobrina.

—¿En serio?
La mirada de Urian se endureció. —Estaré allí, pero una vez que nuestros enemigos sean
derrotados...

—Nosotros pelearemos de nuevo. Entendido.

Urian asintió. —Quiero toda la verdad sobre algo. ¿Realmente podrías pelear con alguien que
te hizo tanto daño como mi padre me lo ha hecho?

Ash se encontró con su mirada sin parpadear. —Me sometí a la diosa que me drogó hasta el
punto de que no pude proteger a mi hermana y a mi sobrino la noche en que fueron brutalmente
asesinados, y eran las únicas dos personas en el universo que se habían preocupado por mí. Más
tarde, ese mismo día, ella se apartó y dejó que su hermano gemelo me destripara en el suelo como
un animal, para proteger a la humanidad, y… unas horas después me vendí a ella para proteger a la
humanidad. Por el bien de los Cazadores Oscuros, me sometí a sus caprichos crueles durante once
mil años. Así que sí, Urian, creo que podría aguantar una hora para proteger al resto del mundo.

Urian dejó escapar un lento suspiro mientras Ash ponía su mezquindad en una perspectiva
brutal. Estaba siendo un mocoso mimado y Ash tenía razón. —Sabes que eres el único hombre vivo
que he seguido después de lo que he pasado. Tú eres el único al que respeto, y quién podría
hablarme de esa manera y no ser abofeteado por eso.

—Y tú eres uno de los pocos en los que confío.

Urian levantó su mano hacia él. —¿Hermanos?

—Hermanos hasta el final, —dijo Ash, tomando su mano y apretándola con fuerza—. Ahora,
antes de que rompamos a llorar, levanta el trasero y prepárate para lo que viene.

—No te preocupes. Siempre resguardo tu espalda.

—Sí, pero esta vez, estamos en contra del dios de la guerra.

Lo que significaba que todo el respaldo en el mundo podría no ser suficiente.


19 de enero, 2009
Urian apretó los dientes mientras conducía a Savitar a la habitación de Styxx en Nueva York,
donde había mantenido una silenciosa vigilancia desde que regresaron de Kalosis con Tory y
Acheron, y Styxx se había derrumbado en el suelo.

Estaba aterrorizado por la condición de Styxx. Y no sabía a quién más llamar. Quién más
sabría cómo reparar a un inmortal enfermo, que no sea Apollymi, y dada su relación actual, pensó
que era mejor no probar ese lugar, ya que la diosa probablemente lo partiría en pedazos.

—Él ha estado así.

Savitar le dio a Urian una mirada interrogante.

—Lo sé, ¿verdad? Es como si todo su cuerpo se hubiera apagado. No ha comido ni bebido, ni
siquiera movido. De vez en cuando, susurra en griego antiguo, árabe o egipcio antiguo, pero no
puedo entenderlo.

Frunciendo el ceño, Savitar retiró la manta para examinar la herida que Acheron había
sellado. Pero en el momento en que vio las extensas cicatrices de Styxx, se quedó boquiabierto de
horror.

—¿Qué demonios?

Urian entendió su reacción. Él había tenido la misma la primera vez que lo había visto. —
Además de ser un héroe de guerra que luchó en docenas de batallas, pasó un año como prisionero
de guerra en Atlantis. Realmente nunca dice mucho sobre eso, aparte de que apestaba, pero por las
cicatrices, diría que lo torturaron todo el tiempo que estuvo allí.

Savitar expulsó un fuerte suspiro. —No tenía ni idea. ¿Acheron sabe de esto?

Si lo sabía, no le importaba. Obviamente. Tampoco se había molestado en ver como estaba o


incluso preguntar. Mientras que Urian no lo había molestada debido a la amenaza de Tory, en este
momento estaba un poco molesto por esto.

—No lo sé. Sin embargo, por su odio hacia Styxx, diría que no le importa. Probablemente el
diría que Styxx se lo merecía.

Savitar sintió la frente de Styxx. —¿Cuánto tiempo ha estado tan alta su fiebre?

—Desde la pelea con Stryker. La tenía cuando lo traje a casa y no se ha quitado ni ha bajado
en absoluto.

Savitar puso su mano en la garganta de Styxx. —Apenas tiene pulso.

No jodas, Sherlock.

Savitar le dirigió una mirada enojada que decía que él podría haber oído eso.

Aclarando su garganta, Urian se recordó a sí mismo que debía controlar sus pensamientos
alrededor del omnisciente cabrón. —Sí. No sabía qué hacer. No es como si pudiera llamar a un
médico. Cuando intenté llamar a Ash, dijo que Styxx probablemente estaba fingiendo para llamar la
atención. Me dijo que Styxx no podía morir y que estaría bien. Que no me preocupe por eso. Pero él
no se ve bien. Parece un cadáver.

Y como Ash había sonado distraído y colgó sin despedirse, Urian había captado la indirecta.

Lo que había pasado entre él y Styxx los había dejado como extraños. Ash no quería tener
nada que ver con su hermano.

Punto.

Maldición, Styxx, ¿qué hiciste? ¿Mear en su juguete favorito y hacer que se lo coma?

—De acuerdo. Un paso atrás. Voy a sacarlo de esto.

Urian se movió para pararse en la puerta, y entonces Savitar colocó su mano sobre el pecho de
Styxx. Un ligero zumbido llenó sus oídos unos segundos antes que, lo que parecía ser un rayo
parecido a un martillo, saliera de la mano de Savitar hacia el pecho de Styxx.

Los ojos de Styxx se abrieron de golpe. Jadeando, frunció el ceño a Savitar y luego a Urian
como si no los reconociera al principio. Tan pronto como lo hizo, sus ojos se llenaron de pánico y
lágrimas.

—¡No! —Styxx respiró entrecortadamente, barriendo la habitación con la mirada—. ¡Beth!


¡Galen!

Bueno, esa no era la reacción que Urian había esperado. Tampoco fue la siguiente, cuando se
arrojó de la cama y buscó frenéticamente algo en su habitación. Aturdido, intercambió una mirada
con los ojos muy abiertos con Savitar que se convirtió en una boca abierta cuando Styxx cayó de
rodillas y bramó. —¿Por qué me trajiste de vuelta aquí? ¿Por qué? ¡Estaba con ellos y éramos
felices! Yo estaba con ellos...

Styxx se hizo un ovillo y lloró como si todo su mundo se hubiera roto. —Beth, no me dejes
otra vez... por favor... por favor vuelve conmigo... ya no puedo vivir sin ti.

Urian se atragantó al ver una profunda agonía que él conocía mejor que nadie. Durante mucho
tiempo, había odiado a Ash por devolverle la vida. Incluso ahora, cada día que vivía sin Phoebe era
un día que despreciaba con furia.

¿Por qué no solo lo dejé?

Si hubiera sabido que Styxx estaba en un coma con su familia, lo habría dejado allí para
siempre.

¿Qué diablos he hecho? ¿Qué tan egoísta podría ser?

Con el corazón roto por su nuevo amigo, Urian se arrodilló junto a la cabeza de Styxx y lo
tomó en sus brazos. —Lo siento, Styxx. No lo sabíamos.

Savitar se acercó a ellos y puso su mano sobre el hombro de Styxx, noqueándolo de nuevo. —
Desafortunadamente, no se quedará así.

—Ayúdame a ponerlo de nuevo en la cama.


En lugar de ayudar, Savitar tomó a Styxx como si no pesara nada y lo llevó al dormitorio.
Había algo raro en cómo Savitar estaba actuando ahora. Pero Urian no lo conocía lo suficientemente
bien como para arriesgarse a adivinar sus pensamientos.

—Es inquietante, ¿verdad? —Le preguntó Savitar cuando Urian entró en el dormitorio.

—¿Qué?

—Cuánto se parece a Ash.

Urian se encogió de hombros. —Son gemelos idénticos. Yo tenía dos pares de hermanos que
también lo eran. Pero si bien podían compartir miradas y algunas tendencias, generalmente eran
personas muy diferentes.

Savitar recorrió la habitación con la mirada, y luego abrió el armario donde Styxx tenía dos
pares de jeans doblados cuidadosamente en el estante superior. Un suéter, una chaqueta, dos
camisas de manga larga y tres camisas de manga corta. Un par de zapatos. Frunciendo el ceño,
Savitar continuó buscando en las seis habitaciones del condominio.

Curioso, Urian lo siguió por todas partes. —¿Qué estás buscando?

—¿Cuál es tu impresión de este lugar?

Urian respondió con la primera palabra que apareció en su cabeza. —Espartano.

Savitar asintió. —No es exactamente el tipo de lugar en el que un príncipe mimado estaría
feliz, ¿verdad? —Le entregó una chequera a Urian—. Acheron le dio mucho dinero. Y se puede
decir por la falta de platos, que él no hace mucho, si es que lo hace, para divertirse. Lo único en lo
que parece haber derrochado, es la computadora.

—Solo porque la ordené para él. Él no sabía nada de ellas y me pidió un consejo. —Incluso
había venido aquí y la había instalado para él.

Savitar abrió el teléfono de Styxx, lo miró y luego se lo entregó a Urian. —Tu número es el
único que tiene, y es el único al que ha llamado.

Y no tan a menudo, e incluso entonces, no por mucho tiempo. Su conversación más larga
había sido sobre la computadora y probablemente no habían pasado hablando más de veinte
minutos, como mucho.

Urian suspiró. —Tenía la esperanza de que tuviera otras personas con las que salir.

—¿Te ha dicho algo acerca de estar solo?

—Realmente no habla mucho. Sobre todo, hace preguntas sobre cosas modernas que no puede
resolver. O costumbres y frases con las que no está familiarizado.

Savitar frunció el ceño. —¿Alguna vez menciona a Ash o a su hermana?

—Solo si los menciono, y luego él rápidamente desvía la conversación a otro tema. Salvo por
lo de esta noche, o cuando él y Ash se enfrentaron, por lo general está tranquilo y reservado.
Modesto. Pero él tiene un retorcido sentido del humor.
—¿Cómo es eso?

Urian sonrió ante los recuerdos de sus breves conversaciones. —Uno de mis favoritos
personalmente... hizo un comentario sarcástico sobre algo, y luego se disculpó diciendo que era tan
alérgico a la estupidez que lo hizo estallar en un sarcasmo desenfrenado. Otra vez, hizo el
comentario de que él era un líder y no un seguidor. A menos que fuera un lugar oscuro, con
gruñidos fuertes, que se joda esa mierda, con gusto lo seguiría para investigarlo.

Savitar se rió.

Urian continuó. —También quería saber por qué la crema agria, el suero de leche y el queso
azul tienen fechas de caducidad. Por qué los rings de boxeo son siempre cuadrados. Por qué los
edificios se queman cuando ya están quemados. —Hizo una pausa para reír. —Y mis dos favoritos,
él preguntó por qué tenemos especialistas ahora y no médicos.

Savitar arrugó la cara. —Son lo mismo.

—Eso es lo que dije, pero luego me señaló que, en los días de los bárbaros, no teníamos
médicos que practicaran la medicina, sino médicos que te curaban... o te mataban, como ahora. Me
preguntó cómo el hombre moderno podía confiar en alguien con tan poco conocimiento de su
campo, que te dicen directamente que todavía están aprendiendo.

Savitar resopló. —Nunca lo había pensado de esa manera.

—Sí, y hace unos meses, él estaba en una tienda de comestibles y quería saber por qué el jugo
de limón tenía sabor artificial, pero el jabón para lavar platos contenía limones reales. ¿Y qué tenían
las personas modernas contra los pavos? Podía encontrar pavos disfrazados de tocino, bistec y
hamburguesas, pero no simples pavos. No hace falta decir que nunca pensé en nada de eso,
tampoco. Probablemente porque la única vez que estuve en una tienda de comestibles, fui a comprar
humanos.

Savitar ignoró esos últimos comentarios. —Debe ser difícil para él adaptarse.

—Él no se queja. Simplemente intenta entender la mentalidad moderna, como, por ejemplo,
se puede ser un cerdo machista si abres una puerta para una mujer y luego eres un cerdo insensible
si no lo haces.

—El día que lo descubra, dile que escriba un libro y todos seremos ricos.

—Él ya lo hizo. Él se queda atrás hasta que ella entra, y luego corre a buscarla antes de que
llegue otro.

Savitar se rió, luego se puso serio. —Dime honestamente, Urian. ¿Qué piensas de él?

—Me gusta, y no es porque lo idolatraba como un héroe militar cuando era niño. Era viejo
pero feroz para mí entonces. Algo así como tú.

Savitar arqueó una ceja de censura, luego sonrió y escuchó.

—Me conoces, chthonian, no juego bien con los demás, y básicamente odio a todos, todo el
tiempo, pero en realidad me gustaría cruzar la calle para conversar con él... De hecho, lo he hecho.
—Viniendo de ti, ese es el mayor reconocimiento que se me ocurre.

Urian se encogió de hombros. —Simplemente no entiendo su odio mutuo. Quiero decir, no


me gustaban mis hermanos. Tenía más que mi parte justa y no podía soportar estar allí por más de
cinco minutos. Pero realmente no los odiaba. Solo éramos diferentes. Si bien podría tumbar a
alguno de vez en cuando, nunca intenté realmente matar a uno.

Savitar echó un vistazo a los escasos y humildes muebles. —Entiendo por qué Acheron lo
odia, y está justificado. Créeme. La propia Apollymi me ha hablado de su mala sangre, y sé que no
está mintiendo. Solo estoy teniendo dificultades para reconciliar las historias que me han contado
con el hombre que vive en este apartamento. Por supuesto, once mil años pueden cambiar a
alguien... —No lo sé. —Savitar suspiró—. Mantén un ojo en él y hazme saber si vuelve a caer en
otro coma.

Y con eso, él se marchó.

Urian también comenzó a irse, pero dada la angustia que Styxx había mostrado, no quería que
Styxx estuviera solo cuando despertara.

Esa era la última cosa que alguien tan solo necesitaba.

Además, no era como si tuviera que ir a otro lugar o que alguien más lo estuviera esperando.

La soledad conseguía eso, querer golpear a un hermano que te destrozaba los nervios. Y
habiendo sido abandonado en su lucha por rearmar su vida, dos veces, no le haría eso a Styxx. Así
que miró a su alrededor en busca de algo para ocuparse.

Su mirada se posó en un cuaderno de dibujo sobre la mesa auxiliar. Curioso por lo que
contenía, se acercó a él y lo abrió.

Su mandíbula se aflojó con lo que encontró dentro. La mayoría del libro estaba lleno de
dibujos de una mujer absolutamente deslumbrante que debería de ser la Bethany de Styxx. Maldita
sea, no es de extrañar que estuviera obsesionado. Ella era hermosa.

Algunos de los dibujos de ella eran tan reales, que parecía que podía salir de la página y
tocarla. Pero los que eran verdaderamente inquietantes eran los dibujos de Styxx y ella. Él había
capturado perfectamente sus sonrisas y risas, pero sobre todo atrapó la angustia y el amor en sus
propios rasgos mientras la sostenía.

También había dibujos de Bethany con un niño, y del niño solo. Un niño que Styxx nunca
había conocido. Eso arrasó con el corazón de Urian. Porque estas, no eran solo imágenes de
recuerdos.

Estos eran recuerdos que Styxx había querido tener. Eran anhelos de una promesa rota que los
dioses le habían robado.

No había nada más cruel que robar los sueños de alguien. Que tomar su futuro.

Y él debería saberlo. Era con lo que lidiaba cada día de su propia vida.
Su mañana se había convertido en su ayer. No había más que esperar. Y ese era el momento
en el que sabes que quieres morir y comienzas todos los días con un suspiro y un susurro para
buscar una razón para levantarte de la cama, ¿en serio? ¿De qué servía?

La vida se volvía rutinaria.

En eso, él y Styxx eran hermanos de causa.

La única diferencia es que Styxx tenía talento, de una manera que Urian nunca habría
imaginado.

Y, lo que más le mostraba de su amigo, era que, si bien un par de dibujos de Bethany
mostraban su vestimenta seductora con vestidos griegos, ninguno de ellos estaba desnudo. A pesar
de que Styxx nunca había tenido la intención de que alguien más viera esto, había mantenido el
honor de su esposa sagrado y la había respetado. Eso lo decía todo sobre cuánto amaba a esa mujer.

Urian se detuvo en la página siguiente cuando encontró la imagen de un niño pequeño vestido
con un casco de un hoplite corintio. Era risueño y adorable. Junto a él, Styxx había escrito el
nombre "Galen" en griego... También tenía algunos de un Galen adulto, una de una mujer llamada
Tig, un caballo y un perro, y algunas escenas de lo que debió haber sido su Didymos natal.

Las páginas siguieron y siguieron. Incluyendo un gran número de dibujos de Acheron en su


vestimenta gótica moderna y su largo cabello negro, así como un dibujo de ellos juntos, con un
relámpago que caía entre ellos.

Cuando Urian pasó a la página siguiente, su corazón se detuvo mientras miraba un rostro que
nunca había pensado volver a ver.

Se sorprendió tanto, que tuvo que sentarse.

Styxx lo había dibujado con Phoebe. A pesar de que el bastardo nunca la había visto, él la
había dibujado perfectamente igual a partir de las descripciones de Urian. Era absolutamente
extraño que pudiera hacer eso, y le mostraba cuán fieles a la realidad debían ser sus dibujos de
Bethany, si Styxx podía hacer esto solo con palabras.

Increíble.

Y en ese momento, el dolor que recorrió a Urian fue paralizante. Se fusionó con la misma
agonía y locura que había llevado a Styxx a llenar este libro con imagen tras imagen de su esposa y
su anhelado hijo. Como a Styxx no le quedaba nada a lo que aferrarse, debía haber creado esto. Y
fue como mirar el alma de Styxx.

Incapaz de lidiar con eso, Urian colocó el cuaderno de dibujo en el lugar correcto donde lo
había encontrado. Honestamente, lo que más le molestó de ese libro...

Vio su propio futuro. Phoebe solo había muerto un puñado de años atrás y todavía ardía
dentro de él como una furiosa caldera. Para Styxx, habían pasado once mil años y todavía le dolía
tanto como ahora.

Eso no era un buen augurio para Urian. Porque conocía otra verdad.

Todavía extrañaba a Xyn. Tanto hoy como el día que ella desapareció.
Ese dolor nunca terminó y él lo sabía.

Tal vez por eso se sentía tan atraído por Styxx. Estaban unidos por tragedias similares y
habían nacido virtualmente contemporáneos en la antigua Grecia. Bueno, no del todo. Styxx tenía la
misma edad que su padre, pero lo suficientemente cerca.

Urian miró el cuaderno de bocetos y se encogió. Así que esto es lo que tengo que esperar. La
amarga locura.

Tan genial.
20 de enero, 2009
Justo después de la medianoche, Styxx se despertó cubierto de sudor. Urian quería llorar por
él. Tenía tanto frío, y le castañeteaban los dientes. Sintiéndose mal por su afligido amigo, le puso
otra manta sobre los hombros, y luego entró en su campo de visión. —¿Cómo estás?

Su expresión decía claramente que estaba roto.

Cuando no respondió, Urian se agachó al lado de la cama, hasta que sus miradas estuvieron a
la misma altura.

—Lo sé —susurró—. Todavía me despierto y espero encontrar a Phoebe a mi lado. —A Xyn


también en los días realmente malos—. Ni siquiera he desactivado su teléfono celular. Lo guardo
para poder llamar y escuchar su voz en esas horas en las que siento que no puedo soportarlo más.
No es justo que nos veamos obligados a vivir sin ellas mientras el mundo sigue, sin tener en cuenta
el hecho de que nos falta la parte más vital.

Urian dejó escapar una risa amarga para tratar de despejar el dolor que lo estaba asfixiando y
hacia que quisiera gritar por la injusticia. —Es por eso que estoy aquí, con tu peludo trasero. No
quiero ver a Tory y a Ash. No porque los odie como tú, sino porque me recuerdan lo que ya no
tengo. Y aunque no les envidio su felicidad, verlos hace que mi soledad arda aún más.

Styxx finalmente parpadeó. —¿Por qué me hablas, Urian?

—No lo sé. Eres entretenido cuando no estas catatónico o en coma. O con rabia homicida.
¿Por qué me hablas tú?

—Porque no puedo escuchar tus pensamientos.

Urian frunció el ceño ante lo último que había esperado que dijera. —¿Perdón?

Styxx suspiró. —Es algo que he podido hacer desde mi nacimiento. Con un pequeño puñado
de excepciones, una de las cuales eres tú, escucho cada pensamiento en la cabeza de los demás.

Así que compartía ese talento con Spawn. Wow, eso no era algo que él envidiara. —Eso tiene
que ser muy molesto.

—De hecho, lo es. Eso fue lo que me hizo tan letal en el campo de batalla. Sabía lo que mis
enemigos iban a hacer y podía detenerlos.

—Sí, está bien, eso no apestaría. —Urian tenía la intención de hacerlo reír, pero, al contrario,
oscureció el estado de ánimo de Styxx, así que cambió de tema—. ¿Crees que podrías comer algo?

—No lo sé.

Urian le entregó una botella de agua. —Necesitas tomar esto. Aunque sé que no puedes morir
de hambre o de sed, aún sientes ambas cosas. Iré a ver en la nevera mientras te bañas. —Se puso de
pie y luego salió de la habitación para que Styxx pudiera tener algo de privacidad.

Aunque estaba un poco preocupado de que pudiera hacer algo drástico. Esperando lo mejor,
fue a la cocina a preparar los dos emparedados. Era una de las pocas cosas que sabía que a Styxx
realmente le gustaban.
Eso y espaguetis, pero lamentablemente Urian no podía cocinar. Necesitaba a Danger para
esas habilidades.

Sin decir una palabra, Styxx se acercó para sacar su sándwich del mostrador.

Urian tragó su bocado y se limpió la barbilla mientras observaba a Styxx comer con
entusiasmo. — Sabes, la comida todavía me sabe rara. Es difícil acostumbrarse a comer cuando viví
de sangre durante once mil años.

Styxx le frunció el ceño. —Me sorprende que no te hayas limado tus colmillos.

—Realmente no lo había pensado. Pero nunca me he visto sin ellos. Soy demasiado viejo para
cambiar ahora. Podría deshacerme de ellos ya que tengo suficientes problemas para masticar.
Probablemente no te des cuenta de que masticar es una habilidad. Y la primera vez que me mordí la
lengua... me alegro de que no estuvieras allí para ver eso.

Bueno, un brindis por su humor. Eso, también, se había derrumbado.

Sin siquiera una sonrisa, Styxx se sentó a comer su sandwich de jamón.

—¿Qué te hizo decidir convertirte en daimon?

Urian se detuvo ante una pregunta muy personal que odiaba responder. Porque la verdad... no
era para hacerlo público. Lo último que quería era revivir el día que lo había puesto en el curso de la
caza de la familia de Phoebe.

Sin mencionar que había sido un tonto al ser atrapado de esa manera.

Así que por mucho que amaba a Styxx como amigo, no quería compartir una historia de tanta
estupidez desenfrenada. Al menos no esta noche. En su lugar, dejó de lado una verdad parcial que
era algo correc... ta.

—Rabia, en su mayoría. —Eso era cierto... — Mi mejor amigo era un par de años mayor que
yo, y se negó a luchar contra la maldición. Así que lo vi envejecer hasta convertirse en un anciano
en menos de veinticuatro horas, gritando en completa agonía todo el día hasta que se convirtió en
nada más que polvo.

Si bien no había visto morir realmente a Darius, había visto a muchos otros hacerlo, por lo
que no era del todo una mentira. —Todo lo que podía pensar era que nunca había hecho daño a
nadie. Nunca había estado en una pelea de puños, y todo a causa de mi propio abuelo, por algo que
sucedió antes de que pudiera caminar. Me enfureció. Pero después de perder a Phoebe, puedo
entender por qué Apollo estaba tan molesto y nos maldijo. Habría hecho lo mismo, si no más
también, si hubieran asesinado a mi hijo y a mi amada.

Styxx soltó un suspiro de dolor. —No amaba a Ryssa.

Urian arqueó una ceja. —¿Qué?

—Ella era una posesión. Nada más. La mayoría de las veces, él se quejaba de sus lloriqueos y
quejidos... de lo que ella hacia todo el tiempo, sobre todo.

—Eso no es lo que Ash dice.


—Él y yo teníamos dos hermanas completamente diferentes. Ella lo mimó y a mí me odió.

—¿Por qué?

Styxx tragó su bocado de comida. —¿Qué puedo decir? Soy un imbécil. En cuanto a Acheron,
ella sentía pena por él. En su mente, estaba convencida de que le robé el trono de nuestro padre y su
amor a mi hermano.

—¿Es por eso que te llama ladrón?

Styxx se encogió de hombros. —No lo sé. Irónicamente, ni siquiera quería el trono. Solo
quería una familia que no me odiara.

Él podía entender eso, dado el hecho de que su padre había matado a su esposa y le había
cortado la garganta.

Urian terminó su emparedado. —Con gusto te habría regalado algunos hermanos. Hombre,
había tanta testosterona en esa casa, no sé cómo nos soportaban mi madre y mi hermana. Pero en su
mayoría éramos felices. Aunque mis hermanos mayores dijeron que mi padre era un hombre muy
diferente después de que Apolo nos maldijo.

—¿Cómo es eso?

Urian se encogió de hombros. —Era más feliz y mucho más relajado. —Recogió el pepinillo
de su plato—. Lo único que yo realmente odiaba era no ver la luz del sol. —Se rió amargamente—.
Mi padre solía enojarse conmigo cuando era niño. Me escabullía, tratando de vislumbrar el
amanecer. Y comenzaba a gritarme que, si quería estallar en llamas, entonces él estaba dispuesto a
comenzar el proceso al prenderme fuego el traseroo si no me ponía a salvo.

Styxx se echó a reír. —Él te amaba.

—Sí, hasta el día en que me cortó la garganta. Nunca lo he entendido. Después de que Darius
muriera, adopté a su hijo y a su hija. —Habían nacido después de que Nephele y Geras hubieran
muerto—. Cuando Ida y Mylinus murieron, eso me mató. No puedo imaginarme nunca tan enojado
con ellos para hacer algo así, y técnicamente no eran míos. —Igual que él había estado con Neph y
Geras. Mientras viviera, nunca entendería la motivación de su padre—. ¿Cómo cortas la garganta de
tu propio hijo?

—No lo sé, Uri. Nunca lo he entendido, tampoco. Cuando yo era solo un niño, mi propia
madre trató de matarme por darle un regalo de cumpleaños. Ella me apuñaló, no sé cuántas veces.

Los ojos de Urian se abrieron con incredulidad. ¿Estaba bromeando? —¿Tu madre?

Él asintió. —Ryssa, también.

—¿Te apuñaló? —S Urian no le entraba en la cabeza lo que le estaba diciendo.

Styxx tomó un trago de su leche antes de responder. —Ryssa me destripó un día antes de
morir.
Urian se quedó boquiabierto ante eso. Mientras que sus hermanos y hermanas habían
amenazado con eso casi a diario, ninguno lo había intentado. Y eso que, en algunas ocasiones,
podría haber sido justificado. —¿Qué hiciste?

—Ella me atacó por tu abuelo.

—¿Apolo? ¿Por qué?

Styxx se burló. —¿Creerías que por celos? Ella pensó estúpidamente que estaba tratando de
seducirlo como amante para quitarle su atención.

—¡Ew! —No podía pensar en nada más repugnante. No porque Apolo fuera un hombre. Sino
debido la falta de algo remotamente parecido a un rasgo humano decente.

—Créeme, no podría estar más de acuerdo. No te ofendas, pero odio a tu abuelo con cada
parte de mí. El solo hecho de estar en una habitación con él hace que mi piel se erice y mi estómago
se retuerza.

—No te preocupes. No lo voy a defender. Personalmente creo que es repugnante, egoísta hijo
de puta. —El teléfono de Urian sonó. Miró hacia abajo y comprobó la identificación para ver que
era Davyn—. Disculpa, necesito atender.

Urian salió a la terraza. —Oye…

—¿Qué sabes sobre Cratus?

—¿El personaje del videojuego?

—¿En serio? No me hagas golpearte.

Urian resopló. —Bien. Dios del arte de guerra. Repugnante titán bastardo. ¿Por qué?

—Si puedes, tal vez quieras regresar. Se está gestando una situación.

Oh, cómo odiaba cuando Davyn le decía eso. —Bueno. Gracias. —Entonces, su padre había
perdido la razón y desatado el mal absoluto de nuevo. ¡Oh qué bien!

Disgustado, se dirigió a encontrar a Styxx limpiando. —Tengo que salir. ¿AOM60 después?

—Por supuesto.

—No lo olvides, la boda de tu hermano es esta tarde.

—¿Lo es?

—Sí. Es por eso que vine a buscarte.

Styxx se mostró tan emocionado de asistir como lo parecía Urian. Aunque ambos estaban
felices, Acheron tenía a Tory, ninguno de ellos estaba emocionado por una boda dado lo que habían
perdido.

60
Age of Mithology (Edad de la Mitología) es un viedojuego de estrategia en tiempo real para computadoras personales, desarrollado
por Ensemble Studios y más tarde por Skybox Labs. Y publicado por Microsoft Games en 2002.
—Oye, iremos. Lo soportaremos. Nos emborracharemos y nos iremos.

Styxx resopló. —Me gusta tu plan de ataque.

Él le guiñó un ojo. —Aprendí la estrategia del maestro. —Levantó la manga para mostrarle su
homenaje a la Stygian Omada.

Como había predicho, Styxx hizo una mueca de disgusto. —Eso es escalofriante.

—Pero en el buen sentido.

—Fingiremos que si, si te hace sentir mejor. —A pesar de esas palabras, Urian escuchó la
nota burlona debajo de ellos. Una parte de Styxx se había conmovido.

Contento de haberle enseñado el tatuaje, Urian extendió la mano. Cuando Styxx la tomó, tiró
de él para un abrazo fraternal, pecho contra pecho.

Sin otra palabra, Urian desapareció.

Stygian
Urian suspiró cuando le dio a Styxx una cerveza de cuello largo y se quedaron en la parte
trasera de la sala de recepción. —Maldita sea, ¿cuántas personas hay en la familia de Tory?

—No lo sé. —Styxx se rascó el cuello de su esmoquin—. Juro que he estado en países con
poblaciones más pequeñas.

Él asintió.

Alexion se acercó a ellos. —¿Ustedes dos se ven un poco mal? ¿Están bien? ¿O debería
conseguir un balde para atrapar el vómito?

Urian definitivamente se estaba ahogando con bilis. —Hay una gran cantidad de Cazadores en
este lugar.

—Mayormente antiguos.

—Cuando eres un daimon, no hay diferiencia.

—Ex-daimon, —le recordó Alexion.

Urian se burló. —No hay diferencia.

Styxx arrugó la cara cuando Tory se acercó a una hilera de parientes, charlando con cada uno
de ellos. —¿Cómo los mantiene a todos en orden?

—Es su superpoder. —Kat se acercó por detrás de él, riendo—. Impresionante, ¿verdad? Pasé
un verano en un bote con ella y su prima Geary cuando Tory era una niña. Ella es tremenda.

Urian estaba desconcertado por todo. —¿Cómo lo estas manejando?


—¿Qué? ¿Que Ash es mi padre? ¿O que Tory es mi madrastra?

—Si, eso.

Katra se echó a reír. —Ustedes dos necesitan más alcohol.

—¿Kat? Mia tiene hambre.

Urian se quedó callado cuando Sin, el marido de Kat, le entregó a su pequeña hija para que la
tomara y la amamantara. Sin era probablemente el único aquí que odiaba a Artemisa más que Styxx,
Acheron o Urian.

Y solo porque él era el dios al que Kat le había robado los poderes muchos siglos atrás,
aunque ella había llorado en el hombro de Urian, sintiéndose culpable.

Extraño cómo resultó la vida. Si no hubiera hecho eso, no se habría juntado con Sin siglos
más tarde y habría tenido esa hermosa hija...

Urian miró a Ash y a Tory, quienes tuvieron un extraño encuentro similar, en el sentido de
que Acheron había salvado al abuelo de Tory cuando era niño y lo llevó en un barco a Estados
Unidos después de haber quedado huérfano. Si Ash no hubiera llevado a Theo a Nueva York, el
padre de Tory no habría nacido y Theo no le habría contado las historias de Atlantis que llevaron al
nacimiento de Tory, y su búsqueda que la llevó a Ash.

Por tus acciones serás salvado. La profecía de Savitar para Acheron.

Styxx le frunció el ceño. —Tienes una mirada peculiar en tu rostro, Urian. ¿Qué pensamiento
está en tu cabeza?

Sin inmutarse contestó. —Ironía. —Sonriendo, le sonrió a Sin—. ¿Cómo te va con yaya estos
días?

Sin se echó a reír. —Artemisa odia cuando la llamo así, por eso lo hago... a menudo.

La risa de Styxx fue tan malvada que en realidad envió un escalofrío a Urian, y causó que Sin
se retirara.

—¿Estás bien?

—¿Por qué seguimos aquí?

Urian se encogió de hombros mientras miraba alrededor del extraño grupo. Simi estaba
abriéndose camino a través de los postres, con su hermana. Los osos Peltier bailaban con los
Howlers que tocaban una polca para las tías de Tory, que bailaban con un grupo de were-leopardos.
Dev Peltier bailaba con su sobrina apoyada sobre sus pies, Tabitha y Valerius Magnus estaban en
un rincón con Kyrian y Amanda Hunter y sus hijos.

Los licántropos Kattalakis estaban acurrucados en un rincón... pero sintió lo mismo que
Styxx.
Esta fuera de lugar. Fuera de tiempo y sincronización.
Al final del día, nadie se daría cuenta si se fueran. Habían cumplido con su deber. Estar
presentes. Comprar los regalos correctos.

Si...

Styxx podría compartir sangre con Acheron, pero en realidad no eran familia. Y Urian no era
nada para ninguno de ellos. Una lapa 61 para Acheron y la niñera para Simi realmente no contaban.

Urian dejó su cerveza a un lado. —Estoy listo si tú lo estás.

—Hermano, estaba listo en cuanto terminó la ceremonia.

Resoplando, Urian inclinó la cabeza y los llevó de vuelta al apartamento de Styxx.

Styxx dejó escapar un largo suspiro e inmediatamente comenzó a quitarse el traje. —Gracias a
los dioses.

Él respaldó ese comentario. Urian se quitó la corbata y abrió su cuello, luego decidió usar sus
poderes y cambiarlo por una camiseta negra y jeans.

Styxx resopló. —Te envidio esos poderes.

—Sí, pueden ser útiles.

Un silencio incómodo llenó la habitación. —¿Bueno —dijo finalmente Urian para romper el
hielo— creo que ya me voy, a menos que necesites algo?

Styxx negó con la cabeza. —Todo bien.

Sin embargo, Urian no se fue. Hizo una pausa para hacer la única pregunta que le había estado
molestando. —¿Has intentado tener una cita mientras has estado aquí?

Styxx dejó escapar una risa ligera. —Tenía la perfección. Cualquier otra cosa sería
conformarme.

—Sí, pero la soledad...

—Es difícil. Pero nunca sabes lo fuerte que puedes ser, hasta que no tienes otra opción. —
Styxx le dio una palmada en el hombro—. Ese es mi camino, Uri. Tú no eres yo. Si te sientes solo,
ve a buscar a una mujer hermosa. Mereces ser amado.

—¿Y si tienes razón?

—¿Qué pasa si me equivoco?

Urian se echó a reír.

Styxx levantó la barbilla señalando la puerta. —Vamos, Urian. Encuentra tu felicidad. O al


menos un buena trago.

61
Molusco gasterópodo, de concha cónica con abertura oblonga, lisa o con estrías, que vive asido fuertemente a las rocas de las
costas, y del que existen varias especies.
—Bien. Hablaremos pronto.

Styxx inclinó la cabeza hacia él. —Cuídate.

Pero cuando Urian se fue, tuvo un mal presentimiento de que tal vez no volvería a ver a
Styxx.

Eso era una estupidez. Casi estaba convencido de eso cuando llegó al Santuario en Nueva
Orleans y se teletransportó al tercer piso, que estaba reservado para las llegadas. Debido a que el
club era propiedad de una familia de osos Were-Hunter, tomaban muchas precauciones a la hora de
atender a su clientela "especial".

De todos los limanis ubicados en todo el mundo, ninguno era más famoso o legendario que el
Santuario. Los osos Peltier se habían ocupado de eso. Su reputación de imparcialidad y hospitalidad
los distinguía.

Urian vino aquí porque sabía que su padre tenía un espía entre su feliz familia.

Él simplemente no sabía quién era. Lamentablemente, tampoco Davyn. Ambos habían estado
tratando de averiguarlo, pero esa pieza del rompecabezas los seguía eludiendo.

Como el personal de esta noche sería mínimo, Urian pensó que tal vez podría tener una mejor
idea de a quién buscar. Así que, con un gesto de asentimiento al guardia en la "pista de aterrizaje",
se dirigió a las escaleras para poder caminar hasta el piso inferior sin asustar a ningún humano en el
bar y la parrilla.

Era extraño estar aquí con tan pocos Were-Hunters. La mayoría de ellos todavía estaban en la
boda de Ash. Urian se dirigió al bar, donde Tony, uno de los pocos humanos que trabajaban aquí,
estaba atendiendo el bar y pidió otra cerveza.

Acababa de recibirla cuando tuvo esa sensación única en la base de su cuello que lo alertó de
que un daimon estaba cerca.

Urian se volvió para registrar el bar...

Nadie estaba allí. Ahora eso era raro. Perturbado, recorrió todo el camino a través de ambos
niveles. Porque todavía tenía la sensación. Era inconfundible.

Había un daimon aquí.

Él no podía encontrarlo.

Y eso nunca había sucedido antes.

¿Qué demonios estaba pasando?


24 de enero, 2009
Urian intentó llamar a Styxx de nuevo, y de nuevo lo pasó al correo de voz. Temiendo que
Styxx se hubiera deslizado a otro estado de coma, Urian se dirigió a su apartamento.

Él supo en el momento en que se materializó que algo no estaba bien. Todo sobre el
condominio se sentía apagado. Pero mirando a su alrededor, no vio nada fuera de lugar.

—¿Styxx?

Nadie respondió.

Rápidamente buscó en el departamento para encontrarlo vacío. Esta vez, cuando entró en el
dormitorio, vio que Styxx había sacado la página del cuaderno de bocetos donde estaban él y
Phoebe, y la había dejado sobre su escritorio con una nota doblada. El miedo pellizcó sus entrañas
cuando lo abrió y leyó.

Urian
Eres el único que notará que no estoy aquí. No te preocupes, no estoy haciendo nada
particularmente estúpido. Simplemente no quiero vivir en un mundo que ya no entiendo.
Cuando encuentre mi lugar y la paz que necesito para funcionar, estaré en contacto.
Hasta entonces, cuídate, hermano mío. Y gracias por ser mi amigo.
S.

Apretando los dientes, Urian quería encontrar a Styxx y darle una paliza por el dolor que
sentía en este momento, y no sabía por qué lo sentía. ¿Por qué debería importarle? Apenas conocía
a Styxx.

Debía ser que eran almas gemelas. Styxx fue el único que realmente lo entendió sobre
Phoebe. Después de casi seis años, todos los demás habían perdido la paciencia con su falta de
voluntad para seguir adelante y encontrar a alguien nuevo para amar.

Pero no era tan fácil. No cuando tenías un pasado, que era tan difícil de compartir con otra
persona. Un pasado que te dejó sangrando y vulnerable. Era difícil abrirse a alguien, porque en el
momento en que lo hacías, sabías que corrías el riesgo de que te lastimaran más, y de que te
humillarían si alguna vez contaran tus secretos, y cuando otros te habían lastimado toda la vida...

No había tanto coraje en su alma. Y aunque Urian estaba más que dispuesto a arriesgar su
vida, nunca más arriesgaría su corazón. Ya había acabado con esa mierda.

Ni siquiera el sexo valía la pena emocionalmente. Prefería tomar las cosas en sus propias
manos, que correr el riesgo de pasar por un episodio de psicodrama al estilo Xanthia, o, peor aún,
Xyn o, por la angustia de Phoebe.

A su edad, simplemente no valía la pena.

Ese nivel de dolor era interminable.


Finalmente, encontrar el coraje para confiar y atreverse a poner su corazón en manos de otro y
luego perderlo, era una crueldad definitivamente. Y no era algo que alguna vez superaras. Nunca.

Seis años eran solo un abrir y cerrar de ojos. Y al parecer, también lo eran once mil. Como él
bien sabía. Porque no pasaba un día, sin que pensara en Xyn.
Si cerraba los ojos ahora mismo, todavía podía ver el rojo de su cabello en sus manos. Sentir
sus labios haciéndole cosquillas en la piel. Oler su aroma en una brisa perdida. Ella estaba tan
profundamente incrustada en su alma como Phoebe.

Lo habían cambiado. Lo habían marcado.

Y al final, lo habían dejado abandonado.

Perdido.

No podía pasar por eso otra vez. Prefería estar muerto.

Urian se aclaró la garganta. —Buena suerte hermano. Espero que cuando encuentres una
manera de dormir toda la noche y respires de nuevo, compartas el secreto conmigo.

Porque en este momento, todavía no estaba durmiendo. Algunos días y noches, apenas
funcionaba.
4de julio, 2009
Urian ladeó la cabeza mientras observaba a Xirena y Simi discutiendo. —Um, ¿demonios?
¿Qué están haciendo exactamente? —Debido a su posición ventajosa cuando entró en la habitación,
parecía que intentaban decidir qué sabor de barbacoa era mejor para comerse un bebé.

Las dos estaban en la sala del trono de Katateros, que Ash había convertido en una sala de
estar gigante, con cuatro cajas de ajuar Burberry62 para una niña pequeña y estaban a punto de darse
golpes por su discusión.

Simi se levantó de su peluda silla morada. Vestida con una falda negra corta con volantes y un
top corto, ella frunció los labios. —¡Akri-Uri, dile a la hermana idiota de Simi que la salsa dulce de
nuez es mejor con el bebé rosa! ¡Porque es más sabroso y dulce!

Xirena en realidad dejó escapar unas llamas. —¡No, Xiamara! Para un bebé, debe tener más
especias para la digestión. ¡Lo necesitas!

Sí, no, eso sonaba como si planearan comerse al bebé de alguien.

Sientiendose fuera de lugar, Urian miró de un lado a otro, sin saber cuál era la mejor manera
de manejar esta situación, porque no quería estar en el menú de ninguna de ellas.

Cruzando los brazos sobre su pecho, Simi ladeó la cadera y lo miró. —¿Entonces?

—Uh... ¿qué bebé planean comer?

Simi se congeló, luego se volvió extremadamente feliz. —¿Podemos?

—¡No! —Se apresuró a corregir eso, no fuera a ser que fueran a hacerlo—. ¿No están
planeando comer un bebé?

Simi negó con la cabeza. —Pero si la Simi puede, ella lo haría. ¿Ella puede?

—No, —repitió—. ¿Qué están haciendo?

—Ahora, la Simi triste porque no puede comer un bebé porque son muy tiernos.

Xirena suspiró. —Lo sé, hermanita. Tan triste. —Sacudió la cabeza mientras guardaba el
ajuar—. El simpático hombre pirata y su esposa tuvieron a su bebé. Así que les enviaremos esto
para ellos.

—Oh. —Urian se había olvidado de eso. Rafael Santiago y Celena.

Simi asintió con entusiasmo. —¡Bebé Ephani! —Levantó las botellas—. ¿Qué sabor crees
que le gustaría a bebe Ephani?

Urian reprimió su risa. —¿Por qué no ambos? ¿Dejen que el bebé decida?

62
Burberry es una casa británica de moda de lujo, fabrica ropa y otros complementos. Su distintivo es un caballero inglés montado en
un corcel y el monograma de enrejado. La empresa tiene tiendas propias en el mundo entero, y también se vende en almacenes de
prestigio.
Ella jadeó. —¡Buena idea! —Dejó caer las botellas en la caja, luego corrió hacia él para
abrazarlo.

Solo que ella lo golpeó tan fuerte, que fue más como una tacleada. Urian sonrió,
especialmente cuando sus alas revolotearon y las plumas salieron volando. Esa era la parte más
extraña sobre los charontes. Cuando eran felices, tenían alas emplumadas. Cuando hacías enojar a
uno, sus alas se volvían carnosas y parecidas al cuero, con puntas afiladas en los extremos.

Simi se apartó para fruncirle el ceño. —¿Por qué tan triste, akri-Uri?

—Estoy bien, Simi.

Ella puso su mano sobre su cabeza. —No tú no lo estas. Te duele mucho el corazón. —Sus
labios temblaron—. Simi lo siente. No es divertido ser único en su clase. Créeme, Simi lo sabe.

Ella lo sabía. La razón por la que hablaba de la manera en que lo hacía, era por que Apollymi
la había enviado a vivir con Ash cuando era una niña pequeña. Sin ningún otro charonte en el
mundo humano, ella había crecido sin nadie que le enseñara nada sobre ellos. Fue solo después de
que su hermana y su hermano lograran escapar, miles de años después, que finalmente tuvo otro
charonte con ella.

—No soy tan lindo y precioso como tú, Simikee.

Ella sonrió tan ampliamente, que mostró sus colmillos. —Tienes los ojos azules. Son muy
hermosos, igual que tú. —Tomando su mano, ella se volvió hacia su hermana—. Deberíamos hacer
que akri-Uri sea un charonte honorario, ¿qué piensas, Xixi?

Arrugando la cara, Xirena entrecerró los ojos mientras lo miraba. —Podría verse lindo con
cuernos.

Los ojos de Urian se abrieron ante la idea de que le pusieran cuernos en la cabeza. La imagen
de ellas perforando en su cráneo era horribleSe sabía que los charante hacían cosas así.

Por suerte, Xirena se levantó con un par de cuernos de peluche rojos que se ataban con clips.
Haciendose más alta, le entregó uno a Simi y cada una le puso un cuerno en la cabeza.

Dieron un paso atrás para mirarlo, luego chocaron los cinco la una con la otro. —¡Caronte! —
dijeron al unísono.

Simi dio un firme asentimiento. —¡Ahora eres un hermoso y perfecto charonte! —Ella
sonrió—. ¿Puedes mirarte en un espejo o todavía eres demasiado daimon para eso?

Él rió. —Puedo mirarme en los espejos ahora. —Esa era una de las cosas que Ash había
arreglado en él, que aún lo asustaba, cada vez que veía su reflejo.

—¡Bien! —Simi usó sus poderes para conjurar un espejo de mano de Hello Kitty con
incrustaciones de cristal que ella sostuvo para que él pudiera ver los cuernos.

Urian sonrió ante la tontez de ello. —Perfecto.

—¡Charonte! —Ella levantó la mano para que él la chocara.


—¡Charonte! —Dijo, y tocó suavemente su palma con la suya.

Alexion entró justo en ese momento y se echó a reír. —¿Debería incluso preguntar?

Urian lo fulminó con la mirada. —No si quieres vivir.

Simi resopló. —Akri-Uri es un charonte ahora. Nosotros lo adoptamos. Él nuestro bebé ahora,
así que si haces llorar a nuestro bebé, nosotros hacerte llorar.

Urian sonrió como si fuera el gato Cheshire63. —Eso me gusta mucho. —Cruzando los brazos
sobre su pecho, desafío a Alexion—. Tengo mamás charontes ahora. Adelante, insúltame.

Alexion balbuceó mientras miraba de un lado a otro entre las dos demonios, que ahora
estaban muy alertas. —Danger, mi esposa, es el único peligro con el que coqueteo64. A quién voy a
encontrar ahora. Pero solo unas palabras sabias acerca de tu adopción, Uri... ellas alimentan a sus
bebés con salsa de habanero directamente del biberón, y buena suerte con el eructo. —Luego
desapareció.

—¡Oye! ¿Es broma? —Le gritó él.

Sin respuesta.

Un mal presentimiento enfermizo atravesó a Urian. Se volvió hacia los demonios. Ambas
estaban ahora de pie y se acercaban con un propósito.

Oh, mierda…

63
El Gato de Cheshire, también llamado Gato Risón o Gato Sonriente en las películas en Iberoamérica, es un gato ficticio de la
cultura popular inglesa, conocido principalmente a través de la conocida obra de Lewis Carroll, Las aventuras de Alicia en el país de
las maravillas —aunque también aparece en A través del espejo y lo que Alicia encontró allí— quien se distingue, principalmente,
por estar sonriente todo el tiempo. Las referencias a la expresión «gato de Cheshire» o «reír como gato de Cheshire» datan desde
siglo XVIII en Inglaterra.
64
Juego de palabras debido a la palabra danger que significa peligro.
Octubre 2010
—Tenemos un problema.

—Habrías tenido uno más grande si hubieras llegado un minuto antes de que me subiera los
pantalones, —dijo Acheron secamente cuando Urian se materializó directamente frente a él
mientras estaba en la cocina de la casa de Nueva Orleans que compartía con Tory. Había estado
sirviendo helado cuando Urian hizo una aparición inesperada. —¿Fuiste criado en un granero?

Un fuerte golpe sonó en la puerta trasera.

Acheron rodo los ojos ante el sarcasmo de Urian, cuando era obvio que había lanzado el
sonido como un "que te jodan" para él. La expresión en el rostro de Ash decía, "Por suerte para ti,
tuve buen sexo con mi esposa que me puso en un lugar tan feliz, que ni siquiera tu asquerosa
actitud puede molestarme". De lo contrario, Urian estaba seguro de que habría sido una mancha
llameante en la pared—. ¿Qué pasa?

—Dev no consume crack. —Dev Peltier era el Were-oso del Santuario, que normalmente
hacía guardia en la puerta de entrada y que daba a la calle. Al parecer, el oso había afirmado que vio
daimons a la luz del día, caminando entre los turistas. Como todos sabían que los daimons no podía
hacer eso... la suposición natural era que el oso le daba al crack.

Acheron lamió la parte de atrás de la cuchara antes de ponerla en el fregadero. —Nunca pensé
que lo hiciera... Ketamina65 tal vez, pero nunca crack. ¿Por qué lo dices?

Urian observó a Ash devolver el pote de helado al congelador. —Acabo de tener una charla
con uno de mis viejos amigos. —Eso significaba que se trataba de Davyn, ya que no tenía otros
amigos en el lado oscuro—. Me dijo que los daimons son capaces de tomar las almas de los
demonios gallu en sus cuerpos, y que Stryker los convierte en su ejército, con su sangre.

Al igual que Urian había hecho cuando Davyn le había contado lo que su padre estaba
haciendo, Acheron se quedó helado ante esas palabras. Los poderes de los gallu sumerios eran
intensos. La maldad maxima, uno de ellos en el cuerpo de un daimon, era una pesadilla de
proporciones bíblicas.

Más que eso, las mordeduras de gallu convertían a sus víctimas en títeres sin mente. Como un
zombi con esteroides. Uno podía convertir miles.

Un Daimon ahora podría hacer más de su clase. Muchos más.

Mientras que el gran Acheron podía derribar a uno sin sudar, un Cazador Oscuro normal...

Buena suerte con eso.

—¿Qué está planeando Stryker?

Urian le dio una mirada divertida. —Lo que siempre ha querido. Matar a mi abuelo y
subyugar a los humanos mientras permanecemos fuera del alcance de Helios.

65
La ketamina (también conocida como "Special K" "Gato" o como "Kit Kat") es una droga disociativa con potencial alucinógeno,
derivada de la fenciclidina, utilizada original y actualmente en medicina por sus propiedades sedantes, analgésicas y sobre todo,
anestésicas.
Ash devolvió su expresión "duh". —No pedí el objetivo, Urian. Ya sé eso. Lo que necesito es
el plan de juego. ¿Por qué está convirtiendo a su gente? —El teléfono de Ash sonó. Comenzó a
ignorarlo hasta que vio la identificación.

Suspirando, Acheron miró el tazón de helado derretido en el mostrador. Lo volvió a congelar


y luego lo hizo desaparecer.

Con una expresión agravada, abrió su teléfono.

—Nick está trabajando con los daimons. —Urian no pudo identificar la voz en el otro
extremo, pero escuchó esas palabras claramente.

—Es bueno saber de ti también, espartano. ¿Te importaría decirme por qué piensas esto?

—Porque la pequeña mierda trató de secuestrar a Sam del Santuario. Él estuvo allí en toda su
gloria, ofreciéndola a nuestros enemigos.

Urian trató de darle sentido a eso. Nick era el actual Malachai después de la muerte de su
padre, Adarian. Después de haber rescatado a Tory, Nick había matado a Satara, y habían
descubierto que Stryker había atado de alguna manera la fuerza vital de Nick a la suya.

Ash colgó el teléfono y se encontró con la mirada curiosa de Urian.

—Ve al club de los charonte, y protege a Dev y Sam. Cualquier cosa vaya por ella, no me
importa quién o qué, la proteges.

Genial. Proteger a otro Caador Oscuro. Justo lo que quería que le asignaran. Especialmente
Samia, que una vez había sido una amazona que había eliminado a un gran número de su gente y
que estaba relacionada con los dioses que los habían maldecido y abandonado. —Bueno. ¿Qué está
pasando?

—Simplemente hazlo.

Ese tono siempre alteraba a Urian y lo hacía querer golpear a Acheron cuando lo usaba.
También le hacía querer alimentar a los daimons con Sam.

Pero el gallu era otro asunto. Eran una amenaza tan grande para los daimons como lo eran
para la humanidad.

¿Qué demonios estaba pensando su padre ahora?


24 de octubre de 2010
Se suponía que Urian se encontraría con Davyn en el Santuario para poder reunir más
información sobre el plan de Stryker. Él y Davyn siempre habían tratado de elegir lugares donde no
había posibilidad de que ninguno de los apollymians los viera juntos. Si Stryker supiera que Urian
aún hablaba con su viejo amigo, Stryker mataría a Davyn inmediatamente.

Y no sería rápido. Lo último que quería era causar cualquier daño a Davyn. Antes se cortaría
la garganta.

Instintivamente, se frotó la cicatriz dejada por el ataque de Stryker en él la noche en que


Phoebe murió. El amargo recuerdo de aquella noche nunca estaba lejos, y estaba tallado con sangre
sobre su corazón.

Había adorado a su padre toda su vida, había cometido toda clase de atrocidades para
complacerlo.

¿Y para qué?

¿Así el bastardo podría matar a la esposa de Urian y luego cortarle la garganta a él la primera
vez que lo disgustó? Un día tendré mi venganza.

Aunque fuera lo último que hiciera, mataría a Stryker por lo que había tomado de él.

—Vamos, Davyn, debes tener algo bueno para mí. —Urian fue al bar a pedir una cerveza
mientras esperaba.

Colt Theodorakolpolis, uno de los osos que vivían y trabajaban aquí, se la entregó.

Sin una palabra, Urian se desvió por el área de juego. Miró su reloj. Davyn llegaba tarde. Muy
inusual en él.

El miedo le apretujaba sus entrañas. ¿Se había enterado Stryker? El mero pensamiento hacía
que se le enfriara la sangre.

De repente, un cosquilleo familiar bajó por su espina dorsal y pasó a lo largo de su cuello,
alertándole de que había un daimon en el local.

Urian revisó la barra semi ocupada, buscando a su amigo.

Vio un destello de cabello rubio platinado en el rincón más alejado y se dirigió hacia ello.

No fue hasta que estuvo a la vista que se dio cuenta de que no era Davyn. Era una mujer y
cuando ella se volvió hacia él, sintió que alguien lo había sorprendido con un golpe de puño.

No, no podía...

No era posible.

—¿Tannis?

La mujer le frunció el ceño, como si el nombre y el rostro de él no significaran nada para ella.
Pero para él ese nombre había significado todo.

El tiempo se congeló cuando fue devuelto al día en que murió su hermanita. Pequeña pero no
porque era más joven, pero porque en comparación con ellos, ella era tan pequeña y frágil. Para ser
protegida a toda costa.

A diferencia de él y sus hermanos, ella había sido demasiado gentil y amable como para tomar
una vida humana para vivir.

Y así se había marchitado en polvo en su vigésimo séptimo cumpleaños. El dolor de su


desmoronamiento le había hecho gritar hasta que su garganta había sangrado. Y aun así ella no
había tenido paz. Tampoco piedad. Había sido la muerte más agonizante imaginable.

Una que le fue dada por la maldición de su propio abuelo. Después de que habían recogido
sus restos y los habían enterrado años más tarde, nunca volvieron a pronunciar su nombre en voz
alta.

Pero Urian lo recordaba. ¿Cómo podría olvidar a la pequeña mujer que había protegido y
defendido? ¿Por la que él había matado para proteger?

Pero esta no era Tannis.

Ella está muerta. Él la había visto convertirse en polvo con sus propios ojos. Sin embargo,
esta mujer era una copia física de ella, excepto por la forma en que se movía. Mientras que Tannis
había sido vacilante y delicada, esta mujer era segura y decidida. Fluida. Se movía como una
guerrera dispuesta a matar. Ella tenía una seguridad en sí misma que a su propia hermana le había
faltado.

Antes de que pudiera pensarlo mejor, acortó la distancia entre ellos.

Medea se volvió cuando una sombra cayó sobre ella. Esperando que fuera su informante, ella
se sorprendió cuando miró el rostro de su padre.

Pero este hombre era diferente. En lugar del cabello corto y teñido de su padre, el suyo era
largo y blanco como la nieve, atado hacia atrás en una coleta.

Sin embargo, no se podía negar la similitud de sus características. Este podría ser el gemelo
de su padre.

—¿Quién eres? —Ambos preguntaron a la vez.

Medea dudó cuando él no respondió de inmediato. ¿Por qué estaba siendo reservado cuando
era obvio que él era un pariente que ella no había conocido? ¿Tal vez un primo del que incluso su
padre no sabía?

La curiosidad se apoderó de ella, así que ella respondió primero.

—Soy Medea.

—Medea... —Él parecía perplejo por su nombre.

—Soy Urian.
Urian.

Ella se quedó sin aliento ante el nombre de su misterioso medio hermano, de quien había oído
hablar pero que nunca esperó conocer. Ahora era un sirviente de Acheron. Enemigo de todos ellos
después de que él había traicionado a su padre.

—¡Sucio traidor! —Ella gritó.

Él no lo tomó tan bien cuando agarró su brazo y tiró de ella hacia él. —¿Quién eres tú?

Ella quería ver la conmoción en su rostro cuando le dijera la verdad. —Tú hermana.

Urian parpadeó dos veces cuando escuchó esas noticias. Solo tenía una hermana. No había
ninguna manera de que él pudiera tener otra y no saberlo. —¿Cómo?

—Stryker se casó con mi madre, luego se divorció de ella para casarse con la tuya. Ella estaba
embarazada de mí en ese momento y él nunca lo supo.

Él quedó boquiabierto. ¿Por qué no le había dicho Davyn sobre esto? Davyn le había dicho
que la primera esposa de Stryker había regresado, pero una hermana...

Una verdadera hermana que vivía. ¿Por qué Davyn habría mantenido ese secreto?

¡Ah, mierda! De repente, recordó a Acheron diciéndole... No habría olvidado algo así.
¡Nunca! Sin embargo, lo había olvidado. Si, lo hice.

Después de la pelea, cuando Ash había andado manipulando los recuerdos... El bastardo debe
haber eliminado ese también. ¿Por qué Ash habría hecho eso? ¿Había sido intencional o un error?
Cuando se trataba de cosas así con emociones y cerebro, Ash no siempre tenía el mejor control con
sus poderes, así que hasta que él hablara con Ash, le daría el beneficio de la duda.

Pero si había hecho esto a propósito...

Él podría patearle el trasero.

Y con ese pensamiento llegó un mal presentimiento.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Turismo.

Él sabía mejor, especialmente con alguien engendrado por su padre. —Estas espiando para
Stryker.

Ella soltó su brazo de su agarre. —No uses ese tono conmigo, niño pequeño. También le
serviste a él y durante muchos más siglos.

Ese pensamiento lo enfermó. —Y pagué el precio final para esa ciega estupidez. Créeme.

Ella observó su cuerpo. —No lo sé. Te ves bastante saludable y feliz.


¡Esas miradas eran definitivamente engañosas! —Sí claro. Déjame decirte algo pequeña, yo
era su favorito. Su orgullo y alegría por encima de todos los demás. Por miles de años serví a su
lado, haciendo todo lo que él me pidió. Todo. Sin preguntar ni dudar. Y en un abrir y cerrar de ojos,
porque yo me atreví a casarme sin su permiso, me cortó la garganta. Literalmente.

—Te cortó la garganta porque te casaste con su enemigo.

Sí claro. No tenía nada que ver con quién se había casado y todo con el ego de su padre.
Stryker no podía soportar la idea de nadie cuestionando su autoridad. Ni siquiera su propio hijo.

—Me casé con una mujer amable y gentil que nunca hizo daño a un alma en su vida. Ella no
era un guerrero. Ella era una inocente espectadora cuyo único error fue enamorarse de un monstruo.
—Y hacerlo humano. Hacer que se preocupara por alguien aparte de él, y él vendería su alma si
pudiera tener un momento más con ella—. No te engañes por un minuto. Stryker se volverá contra
ti, así como se volvió contra mí.

—Estás equivocado sobre eso.

—Por tu bien, hermana, espero por los dioses estar equivocado. —Pero lo malo era que él
sabía lo que sucedería. Era solo cuestión de tiempo antes de que su padre también la persiguiera.

Dios la ayudara entonces.

Y con el gallu suelto... estaban a punto de ser jodidos.


16 de enero, 2011
—Esto... en serio apesta.

Styxx se rió cuando él y su perro marrón gigante salieron de su tienda para saludar a Urian en
medio de un desierto abandonado de Dios. —Depende de tu punto de vista, hermanito.

Con los brazos cruzados, Urian se volvió en círculo mientras observaba la pequeña tienda
negra de Styxx y el vasto desierto que los rodeaba hasta donde alcanzaba la vista en todas las
direcciones. —Desde la mía... encontraste el infierno, amigo, excepto que dudo de que el infierno
haga tanto calor.

Aún riendo, Styxx acortó la distancia entre ellos. —No hace calor. Es invierno. Vuelve en
julio o agosto.

—Sí, no, gracias. —Urian lo abrazó, luego retrocedió con un severo ceño fruncido—.
Maldición, te has vuelto nativo. Si no fuera por los ojos azules, no tendría idea de que eres tú.

Styxx bajó el velo negro de su rostro. —¿Mejor?

—Realmente no. Se me hace aún más extraño. —Sacudió la cabeza—. Cuando llamaste la
semana pasada y me dijiste que habías estado viviendo en el desierto durante los últimos dos años,
pensé que te referías a Marruecos u otra ciudad. Pero realmente vives en medio de Ninguna Parte,
Sahara.

Styxx se encogió de hombros. —Este lugar tiene sentido para mí.

—Puede que te guste, pero me está trayendo malos recuerdos de la infancia. La vida antes del
papel higiénico no valía la pena.

—Una vez más, una cuestión de perspectiva.

Urian se estremeció de repugnancia. Styxx estaba definitivamente teniendo algún tipo de


crisis de mediana edad. —Te ves bien, por cierto. Sano.

—Gracias. —Styxx mantuvo la solapa abierta para que Urian pudiera entrar, donde no tenía
nada más que su bolsa de dormir y las alforjas de los suministros necesarios—. Me siento mejor de
lo que me he sentido en mucho tiempo.

El gran perro marrón entró de un salto y se acurrucó en el petate de Styxx para masticar su
hueso. Urian arqueó una ceja. —¿Cuál es su nombre?

—Skylos.

Le frunció el ceño a Styxx por un nombre que simplemente parecía cruel. —Tú llamaste a tu
perro… ¿Perro? ¿En serio?

Una vez más, Styxx se encogió de hombros. —A él no parece importarle.

—Probablemente porque no habla griego.


Sonriendo, Styxx sacó una botella de vino y las dos únicas tazas que tenía y vertieron bebida
en ellas.

Urian se sentó al lado del perro y tomó un sorbo. —Entonces, ¿cómo se llaman el caballo y el
camello? ¿Alogo y Kamila?

Styxx rodo los ojos. —No, tenían nombres cuando los compré. Jabar y Wasima. El perro
comenzó a seguirme un día.

Urian suspiró pesadamente. —Me volvería loco aquí. ¿Cómo te enfrentas a la soledad?

—Eso fue con lo que tuve que hacer las paces. Toda mi vida, odié estar solo. Después de que
liberamos a Soteria, me di cuenta de que tenía que tomar una decisión. O bien ser parte del mundo
moderno o no.

—Elegiste mal, mi amigo.

—No, esto es lo que entiendo. Es la existencia que voluntariamente elegí por mi cuenta.
Nadie me encarceló o me arrojó aquí contra mi voluntad. Sin mencionar, me gusta mucho no tener
paredes sólidas que me confinen.

Eso Urian lo podía entender. Parte de lo que había odiado sobre Kalosis había sido la
claustrofobia. Si bien había sido expansivo, sabía que había un mundo más grande y por eso a
menudo se sentía confinado allí. Como en una caja.

Especialmente con la prohibición de la luz del día.

Pero esto era demasiada luz de día.

Styxx se sentó a su lado. —¿Que pasa contigo? ¿Cómo has estado?

Urian alcanzó la lata de castañas de cajú. —Lo mismo de siempre. Alguien siempre está
tratando de apoderarse del mundo o de terminar con él. Realmente no tengo ganas de lidiar con el
2012 y la basura que está saliendo a jugar con nosotros. —Se rió mientras miraba a Styxx desde la
parte superior de su enroscada kufiyya66 negra hasta sus botas para el desierto—. Realmente me
enerva lo natural que te ves vestido como un beduino. La cimitarra y la daga se suman a todo el
cosplay de Assassin´s Creed que pareces tener.

Styxx se echó a reír. —También tengo una pistola metida en mi espalda, y un rifle. —Inclinó
su cabeza hacia donde descansaba cerca de su petate—. Pero la espada no se queda sin balas cuando
los bandidos atacan.

—Otra cosa que tiendo a olvidar. Eres humano.

—Hay muchos que discutirían eso.

Urian no respondió, especialmente dada la mierda que tuvo que soportar de la chusma, dado
su anterior estado daimon.

66
La kufiyya o pañuelo palestino es un pañuelo tradicional de Oriente Medio y Arabia usado principalmente en Jordania, Palestina,
Irak, Israel, Líbano, el sureste de Turquía y la península arábiga. Está hecho normalmente de algodón o lino, aunque también puede
llevar lana. Se suele llevar envolviendo la cabeza de diversos modos, tanto para proteger dicha parte del cuerpo del frío como del sol.
En ambientes desérticos también puede tener utilidad para proteger la boca y los ojos de la ventisca y la arena.
En cambio, abrió la mochila que había traído y le entregó una caja azul marino a Styxx. —Te
conseguí algo que pensé que te podría gustar.

Styxx dejó su taza a un lado para tomarla y abrirla. Una lenta sonrisa curvó sus labios
mientras él veía cuatro nuevos cuadernos de bocetos y un set de lápices. —Muchas gracias.

Pensó que su amigo siempre podría necesitar más y si hubiera sabido dónde y cómo vivía,
habría traído mucho más. —Oye, alguien con tu talento nunca debería quedarse sin esas cosas. Esa
imagen que hiciste de mí y Phoebe... increíble. La dibujaste de manera exacta y nunca la has visto,
y no puedo agradecerte lo suficiente por dejar eso para mí. Las únicas fotos que tenía de ella
estaban en mi cabeza ¿Por eso empezaste a dibujar?

Styxx cuidadosamente guardó su regalo. —En realidad empecé de niño. Era una de mis cosas
favoritas que hacer hasta que Ryssa me vio y pensó que estaba copiando sus diarios. Ella tuvo una
de sus rabietas más legendarias, y luego cuando lo abrió y vio mis débiles intentos de dibujar, ella
se rió y los ridiculizó, y corrió directamente a mi padre para decirle que había estado perdiendo el
tiempo de mi estudio y preciosos pergaminos con estupideces. Él no lo tomó bien. Me hizo quemar
mis bocetos y me hizo azotar. Luego me hizo recuperar todo el dinero que había desperdiciado en
tan buen pergamino por necedad. Después de esa maravillosa experiencia, yo le tomé tal aversión al
arte que ni siquiera quería mirar a la cerámica figurada.

Urian se encogió ante la idea, dado lo popular que era esa cerámica en su día.

—Entonces, ¿cómo aprendiste a dibujar así?

—En la Isla Desaparecida. No tenía papel ni lápiz, pero sí muchos palos y mucha arena
húmeda y un montón de tiempo. ¿Tú crees que puedo dibujar? Deberías ver mis ciudades de arena.

—¿Quieres decir castillos de arena?

—No, cualquiera puede construir un castillo de arena. Hago ciudades enteras, completas con
ejércitos y acueductos.

Urian se rió aún más fuerte. —Odio admitirlo, pero he extrañado tu torcido sentido del humor.
Y estoy sorprendido de que recibas recepción de celular aquí.

—No tengo. Estuve en el pueblo hace una semana comprando suministros cuando llamé.

—Ah. —Urian miró a su alrededor y se dio cuenta de que a Styxx también le faltaba cualquier
forma de energía—. Entonces, ¿cómo cargas el teléfono?

—Soborno a un empleado de la tienda para que usar su enchufe por una hora mientras
compro.

—Has pensado en todo.

Styxx se inclinó hacia su mochila y sacó un rollo de papel higiénico, luego se lo arrojó a
Urian. —Lo intento.

Riendo, él negó con la cabeza. —Amigo, eso es terrible. —Poniendose serio, Urian se aclaró
la garganta—. No me has preguntado sobre Acheron.
Su expresión se convirtió en piedra e hizo que Urian se arrepintiera de haberlo mencionado.
—Supongo que está bien. El mundo no ha terminado y no estoy muerto.

—Está esperando un bebé para abril.

Styxx resopló. —Eso debería ser noticia médica entonces, y estoy seguro de que Soteria está
agradecida de no tener que pasar por el parto.

—¿Qué ...? —A Urian le tomó un segundo darse cuenta de lo que quería decir y luego se
sintió como un idiota—. Ah, ah. Sí. Sabías lo que quería decir.

Él hizo un gesto sarcástico. —¿Saben lo que es?

—Niño.

Sí, esa fue otra expresión sombría en el rostro de Styxx que hizo que Urian quisiera cortarse
su propia lengua. Realmente necesitaba cambiar el tema. Obviamente, él estaba escarbando en
algunas cicatrices profundas y las rasgaba para abrirlas.

Styxx sonrió, pero no llegó a alcanzar sus ojos. —Estoy feliz por ellos. Estoy seguro de que
su hijo será guapo y fuerte.

Luego se aclaró la garganta. —Entonces, ¿cómo está Davyn?

Urian respiró aliviado para finalmente estar en un tema seguro. —Demente. Me parece que
atraigo ese tipo de personalidad por alguna razón.

Styxx sonrió. —Aeì koloiòs parà koloiôi hizánei.

Urian frunció el ceño ante el viejo dicho griego mientras trataba de averiguar lo que Styxx
estaba tratando de decirle. —¿Una grajilla67 es siempre con una grajilla?

—Pájaros del mismo plumaje.

Urian se echó a reír. —Oye, resiento ese comentario.

Styxx se echó hacia atrás para poder mirar a través de la grieta en la solapa de la tienda. Él
dejó su taza a un lado. —Si realmente quieres saber por qué me encanta aquí, sígueme.

Definitivamente tenía curiosidad, porque no podía imaginar nada que pudiera hacer que valga
la pena.

Skylos levantó la cabeza, pero como Styxx no lo llamó afuera con ellos, él volvió a dormir.

Tan pronto como salieron de la tienda, Styxx miró hacia el cielo y comenzó a abrir los lados
de la carpa para que pudieran aprovechar la gran parte del aire más fresco de la noche. —No tienes
una vista así en Nueva York.

67
La grajilla occidental es una especie de ave paseriforme de la familia de los córvidos. Se distribuye por Europa, el occidente de
Asia y África del Norte, y es, por lo general, residente, aunque las poblaciones en el norte y el oriente suelen migrar hacia el sur en el
invierno. Existen 4 subespecies reconocidas que se diferencian principalmente por la coloración del plumaje de la cabeza y nuca.
Urian se quedó boquiabierto al ver el vívido cielo nocturno. Styxx tenía razón, no había visto
nada como eso en mucho, mucho tiempo. —Me había olvidado de lo hermosas y brillantes que son.

—Sí. Cuando era niño, me sentaba en mi balcón durante horas mirándolas. La mayoría de las
veces no abro la tienda. Duermo aquí en la arena, mirándolas. Fue una de las cosas que extrañé a lo
largo de los siglos. No existen en Isla Desaparecida o en Katateros.

—En Kalosis tampoco. Y nunca pienso en el hecho de que Katateros solo tiene una Luna.
Alexion dijo que las estrellas se desvanecieron cuando Apollymi mató a Astors, ¿ese era el nombre?

—Asteros68.

Urian enarcó una ceja ante su respuesta. —Me sorprende que recuerdes cualquiera de sus
nombres.

Una vez más apareció esa expresión que decía que había tropezado con otro recuerdo brutal.
Urian se dio una patada mental. Él había venido aquí para hacer que Styxx se sintiera mejor, pero al
parecer, solo estaba siendo un imbécil inadvertido.

—¿Tienes hambre? —Styxx preguntó—. Tengo escorpión seco, nueces, higos, dátiles, y
manzanas.

—¿Y te atreviste a burlarte de los camarones gigantes? —Urian torció su rostro con
desagrado—. Realmente espero que la oferta del escorpión sea solo una broma.

—No, en realidad es bastante bueno. Sabe a pollo.

—Ah, ah, ah. —Urian fingió la risa sobre lo que solía omitir siempre que Styxx le preguntaba
cómo sabían las cosas en Nueva York—. Prefiero vivir de sangre... o de mis zapatos.

Styxx le chistó. —Puede que me quede algo de carne seca.

—De eso me podrías convencer.

Sonriendo, Styxx volvió a entrar. —Es bueno tenerte aquí, Urian. Me había olvidado de lo
que era tener una conversación real con alguien fuera de mi cabeza.

—Bueno, ahora que sé dónde estás, podría molestarte de vez en cuando. Siempre y cuando no
me alimentes con saltamontes, hormigas, escorpiones u otras desagradables cosas con múltiples
piernas que los dioses nunca quisieron que comiéramos.

—Deja de ser un bebé. Come tu carne o no tendrás tu pudín. ¿Cómo puedes tener pudín si no
comes tu carne?

Urian se echó a reír. —Estoy sorprendido de que conozcas a Pink Floyd 69.

68
El hijo mayor de Chaos (la materia sin forma que dio a luz al universo) y Fegkia, diosa del esplendor, Asteros nació para dar luz a
los cielos. Es el dios atlante de la luz celestial, las estrellas, los cometas y el fuego. Se dice que bajó la vista de su carro dorado una
noche y vio a la gente atlante amontonada en la oscuridad. Sintiendo piedad de los humanos, alcanzó el cielo y tomó un puñado de
estrellas, las entregó a la gente y les mostró cómo hacer fuego, su propia versión de luz celestial. Cuando Apollymi lo mató, se dijo
que todas las estrellas sobre Atlantis desaparecieron. Información extraída de http://darkhunter.wikia.com/wiki/Asteros
69
¿Cómo puedes tener pudín si no comes tu carne? Frase que aparece en el video de la legendaria canción de la banda Pink Floyd
Another brick on the Wall.
Styxx se encogió de hombros cuando abrió la cena de Skylos primero y la vertió en un
pequeño cuenco de metal. —La música moderna es lo único que extraño de tu mundo.

—La próxima vez que venga, te traeré un cargador de batería solar para tu teléfono. No es
como si no tuvieras un abundante suministro de luz solar aquí.

—Eso si lo tengo. Definitivamente. —Styxx se detuvo mientras su mirada caía a un pequeño


cofre cerca de su rifle. Se acercó a él y lo abrió, luego sacó un paño aceitado y se lo entregó a
Urian—. Mi regalo para ti, hermanito.

Urian frunció el ceño. —Gracias. —Desenvolvió el paño para encontrar los avambrazos de
color negro y bronce de Styxx—. Wow... ¿cuántos años tienen estos?

—Fueron míos en mi juventud. Mi mentor, Galen, me los dio, y yo los usé en cada batalla que
peleé.

Urian quedó boquiabierto cuando se dio cuenta exactamente cuán viejos y valiosos eran estos.
Eran un pedazo de historia. Y una pieza atesorada del pasado de Styxx. Necesitaban estar
destinados a un hijo o a un museo, no a alguien como él. Entonces negó con la cabeza. —No puedo
tomar esto.

Styxx los empujó hacia él. —Ya no tengo uso para ellos. Son solo otra cosa que tengo que
empacar y cargar, o por lo que preocuparme de perder.

Urian dejó escapar un largo y agradecido aliento. —Estos son increíbles. No puedo creer cuan
prístinos están. Gracias. Los apreciaré siempre.

La gratitud de Urian puso a Styxx extremadamente incómodo. —Sé cuánto te gusta


coleccionar antigüedades. Y no hay objetos mucho más viejos que esos. —Luego se fue a encender
la fogata para poder cocinar su cena.

Urian envolvió cuidadosamente los avambrazos en su tela y los metió en su mochila mientras
miraba a Styxx. Su corazón le dolía por su amigo quien se sentía tan fuera de lugar en el mundo que
había tenido que llegar al lugar más remoto para encontrar algún sentido de pertenencia. Urian no
había estado bromeando cuando dijo que se podría volver loco con este tipo de aislamiento. Esta era
realmente una manera desolada y difícil de vivir.

Pero lamentablemente, era todo lo que Styxx conocía.

Todo lo que alguna vez conocería.

Y tan triste como era, al menos Styxx había encontrado un lugar al que pertenecía. Urian
seguía buscando. Envidiaba a Styxx su salud mental aquí. Porque la verdad era que él no la tenía.

Ni siquiera de niño. Nunca en su vida se había sentido completamente como en casa como
Styxx parecía. Lo más cerca que había estado era en los brazos de Phoebe.

Sin ella…

Soy nada.
Cuando estaba rodeado por una multitud, estaba siempre solo. Y el apocalipsis estaba
viniendo. Si era inteligente, simplemente iría con la corriente y dejaría que terminara con su
sufrimiento de una vez por todas. Mejor salir de esto como un héroe, peleando.

Sí. Ese sería el final perfecto. Al menos entonces, finalmente estaría con la mujer que había
amado. Tal vez entonces, finalmente tendría el lugar esquivo llamado hogar.
23 de junio, 2012
Acheron suspiró con irritación mientras examinaba el condominio vacío que había
proporcionado para Styxx después de que su hermano había pedido abandonar Katateros. Había
estado tratando de dar con el bastardo durante semanas, pero cada vez que “aparecía”, Styxx no
estaba.

Si no lo supiera mejor, pensaría que Styxx se había mudado. Pero la libreta bancaria todavía
estaba en un cajón de la cocina, junto con la licencia de Styxx y las tarjetas de crédito. Él no podría
haber ido lejos sin dinero o identificación.

—Ryssa tenía razón. Siempre eres molesto.

Por otra parte, era su cumpleaños. Tal vez Styxx estaba fuera celebrando con amigos.

Ash se detuvo ante tal pensamiento. ¿Styxx tenía amigos? Lamentablemente, no tenía ni idea.
Tal y como los diarios de Ryssa que Tory había descubierto durante sus excavaciones le habían
mostrado, había muchas cosas que no sabía sobre su propio hermano gemelo. Y cuanto más él leía,
más se desesperaba por hablar con Styxx.

Para encontrar la verdad real.

Mentalmente, Ash se castigaba a sí mismo por no haber arrinconado a Styxx cuando había
estado en Katateros. Pero había estado demasiado enojado entonces para escuchar. Demasiado
herido para preocuparse por cualquier cosa de Styxx.

Ahora…

Cerró los ojos e intentó localizar la ubicación de Styxx. Sin embargo, todo lo que resultó de
eso fue una migraña. Nueva York era una ciudad demasiado grande, con demasiada gente en ella.
Debería haber dejado su trasero en otra isla desierta. Al menos entonces sabría dónde está.

Aún más agitado, miró las estanterías que estaban alineadas con libros griegos antiguos...

Escritos en griego antiguo. Ash levantó su mano y usó sus poderes para traer uno de la
estantería.

Mirando alrededor de la habitación, se dio cuenta entonces de que Styxx solo había escrito en
griego. Y no cualquier griego. Proto-griego. El más antiguo de todas variantes griegas. Todas sus
notas. Todo. Esa era la lengua nativa de Styxx.

Oh, mierda…

¿Puede Styxx leer inglés? Eso era algo que no había considerado antes de enviar a su hermano
al mundo moderno. Ya que había sido encarcelado por más de once mil años, había una buena
posibilidad de que Styxx no tendría idea de cómo leer cualquier lenguaje moderno. En absoluto.
Eso Explicaría la chequera, las tarjetas y la identificación. Styxx podría ni siquiera haber sabido lo
que esas cosas eran.

¡Eres un maldito idiota!


Volviendo a colocar el libro, Ash se estremeció ante su propia estupidez ciega y esperó que él
no fuera el bastardo tan grande como temía que fuera. De todas las personas, él sabía cuan malo era
el analfabetismo. Habiendo sido analfabeto como esclavo humano, él lo sabía mejor que nadie. No
podía imaginar tratar de navegar el mundo moderno sin al menos una comprensión rudimentaria del
alfabeto inglés.

Y con ese pensamiento, contra su voluntad, su mente se dirigió al pasado, a los días antes de
que su tío Estes lo hubiera arrancado de la casa que había compartido con Ryssa y Styxx.

Mientras Ryssa pasaba la mayor parte de sus mañanas visitando a su madre, Ash se sentaba en
la habitación de ella y escuchaba a los tutores de Styxx despiadadamente enseñándole todo tipo de
temas. Como heredero de Didymos, Styxx había tenido que estudiar mucho y aprender tanto como
pudiera, lo más rápido posible. Durante horas y horas todos los días, Styxx había estado aislado sin
descanso ni alivio. Si se atrevía a pedir uno, sus tutores lo reportaban a su padre, quien consideraba
acciones como las de Styxx intentos para tratar de evitar la responsabilidad. Algo que el rey no
tomaba a la ligera. ¡Tú serás un rey, muchacho, no un vago llorón! Xerxes había sido despiadado
con sus mandatos y expectativas.

No era de extrañar que Styxx hubiera estado plagado de migrañas.

Su tiempo libre había sido seriamente limitado. Aun así, Styxx había estudiado alrededor de
su padre lo mejor que pudo. Y en su mente, Ash podía ver a Styxx como un niño sonriéndole
mientras colocaba una pequeña caja en la mano de Ash y se sentaba al lado de él en su cama.

—¿Qué es esto? — Ash le había preguntado.

—Ábrelo y mira.

En su lugar, había extendido la mano para apartar el cabello rubio de Styxx de un horrible ojo
negro. Y ese no había sido el único daño. Todavía había un poco de sangre seca en su nariz y boca
—¿Qué pasó?

Avergonzado, Styxx había mirado hacia otro lado. —Como regalo de cumpleaños, Padre
decidió que era hora de que empezara mi entrenamiento de guerra. Hoy fue la primera lección, pero
me temo que no tengo talento para ello. Selinius dijo que nunca había visto a nadie más inepto que
yo.

Acheron se sintió terrible por el dolor que ese ojo debió haberle causado. Styxx se encogía
cada vez que parpadeaba, pero no decía nada de lo horrible que debía ser.

—¿Qué dijo Padre?

Styxx suspiró. —Que lo avergonzé. Le dijo a Selinio que no tuviera piedad. Que es
imperativo que aprenda a pelear como hombre y que no confíe en otros para que me protejan.

Sin embargo, Styxx era solo un niño de cinco años y Selinius un héroe de guerra.

Styxx empujó la caja en las manos de Ash. —¡Ábrelo de una vez!

Más preocupado por Styxx y su destino a manos de otro tutor que lo odiaba, Ash había
obedecido. Tan pronto como vio al pequeño soldado de madera, se quedó sin aliento. Era exquisito.
—¿Te gusta?

Ash sonrió. —¡Me encanta! ¡Gracias! —Sin pensarlo, agarró a Styxx en un abrazo y
descubrió que su rostro no era la única parte de él que su tutor de guerra había magullado. —Lo
siento.

Respirando entrecortadamente, Styxx se encogió de hombros. —Está bien. —Él tocó el


soldado en la mano de Ash—. Espero haber comprado el correcto. El vendedor dijo que lo
admiraste cuando Ryssa te compró el caballo.

—Lo hice, pero Ryssa no tenía monedas para ambos. —Ash se levantó de la cama para
colocar al soldado sobre el caballo en su ventana. —¿Qué te compró Ryssa?

—¿Sabías que los brazos del soldado se mueven? —Styxx se unió a él en la ventana para
mostrarle.

Ash frunció el ceño de nuevo cuando notó la tristeza que manchó la sonrisa de su hermano. —
¿Ryssa no te compró un caballo también?

Como antes, Styxx no respondió a su pregunta. —Estoy muy contento de haber comprado el
correcto. Me preocupaba que el vendedor pudiera haberlo olvidado o no estuviera siendo sincero
conmigo.

—Styxx, —dijo Ash con severidad, —¿qué te dieron por tu cumpleaños?

Con la mano alejada del soldado, suspiró profundamente y dio un paso atrás. —Un
hoplomachos.

Un instructor de entrenamiento que lo había golpeado... —¿Eso es todo?

Toda la felicidad se desvaneció de sus vívidos ojos azules. —Padre también me dio el honor
de observar las sesiones de la corte cuando las tiene.

—¿Qué significa eso?

—Cada mañana, tengo que sentarme con él mientras él resuelve las disputas por la gente para
que pueda ver lo que se me pedirá como rey. Y para que yo pueda presenciar la sabiduría de Padre y
aprender de ella.

Ash se quedó boquiabierto ante el aburrido horror que describía. —Pero las mañanas son tu
tiempo libre. —El único tiempo libre que Styxx tenía en absoluto. El resto estaba ocupado por
tutores, trabajo, y obligaciones del templo. Esas mañanas eran cuando Styxx se escabullía a jugar
con él hasta que las clases de Styxx comenzaran después del almuerzo.

—Padre dice que ahora soy demasiado viejo para jugar. No está criando a un niño, sino a un
rey, y los reyes no juegan con los juguetes. Tengo que asumir mis deberes reales y dejar de ser
egoísta y desconsiderado todo el tiempo.

Ash miró a su soldado que sabía que Styxx habría comprado con su propia moneda que, a
diferencia de Ryssa, había tenido que trabajar para obtener. —No eres egoísta o desconsiderado.
Styxx no hizo ningún comentario. —Mejor me voy. La última vez que llegué tarde con el
Maestro Karpos, le dijo a Padre. Y ya está lo suficientemente enojado debido a que pedí un juguete
hoy porque soy demasiado viejo para eso. No tengo ningún deseo de enojarlo aún más. —Sin otra
palabra, Styxx se fue.

Cerrando los ojos para borrar el pasado, Ash se estremeció cuando mentalmente empujó los
recuerdos en los más oscuros recesos de su mente.

Él y Styxx habían sido tan unidos cuando eran jóvenes.

Hermanos, por siempre y siempre. Le enfermaba que Estes y los demás hubieran puesto tal
grieta entre ellos.

Que ellos hubieran puesto una grieta entre ellos. Palabras duras e incluso más duras acciones.

Por ambas partes.

Durante siglos, había mantenido encerrados todos esos felices recuerdos de Styxx. A nadie le
había dicho que tenía un hermano, en absoluto. Y mientras él había seguido con su vida, había
abandonado a Styxx a la soledad absoluta.

Al “tierno” cuidado de Artemisa.

La culpa y el dolor lo apuñalaron con fuerza por su propia insensatez irreflexiva.

Esta noche, Tory había planeado una gran fiesta sorpresa para él. Se suponía que Urian lo
mantendría ocupado con su hijo mientras Tory y los demás iban a Santuario y terminaban con los
preparativos. No se suponía que supiera nada al respecto. Pero la mejor amiga de Tory, Pam, no
podía guardar secretos y accidentalmente le había dicho hace dos días.

Nunca en su vida había sido más feliz.

Y Ash se lo debía todo a Styxx y a Urian por el sacrificio que hicieron al rescatar a Tory de
Kalosis. Si su hermano no hubiera intervenido para ayudar a Urian para salvar la vida de Tory, Ash
no tendría un hijo precioso que abrazar.

O una mujer hermosa que era todo su mundo.

Miró alrededor del condominio que no mostraba señales de vida y deseó que Styxx estuviera
allí para que poder darle las gracias una vez más. Para que el pudiera desearle un feliz cumpleaños
por primera vez desde que eran niños pequeños, unidos como hermanos gemelos.

Pero entonces, ¿qué demonios? No había pasado un cumpleaños con Styxx en más de once
años mil años. ¿Qué diferencia haría uno más?

Todavía…

—Dondequiera que estés, hermano, espero que estés rodeado de amigos.


25 de junio, 2012
—¿Dónde diablos está mi hermano?

Urian detuvo el juego que jugaba con sus sobrinos y apagó el micrófono para mirar fijamente
a Acheron. —Necesitas modular esa ira injustificada, amigo. No soy tu puta y tú no eres mi
proxeneta.

Un tic comenzó en la mandíbula de Acheron. —Lo siento, —pero su tono contradijo esa
disculpa—. ¿Sabes dónde está Styxx?

Por supuesto que lo sabía. Sin embargo, estaba demasiado enojado para responder. Así que,
tomó un trago de su cerveza. —¿Soy el guardián de tu hermano?

—Le diste a Tory su correo electrónico. Supongo que eso significa que lo estás vigilando.

Urian volvió al juego, y tuvo que morderse la lengua para evitar que su mordacidad dijera
algo que haría que Ash lo hiciera atravesar una pared. —¿Tu punto?

—He estado en su condominio tres veces este mes, y no está allí. Por lo que pude ver, no ha
estado allí desde hace bastante tiempo.

Bonitos poderes de observación, dios atlante. ¿Sólo te tomó qué? ¿Tres años y medio para
darse cuenta de que tu hermano se había mudado?

Solo por eso, quería golpear a Ash.

Absteniéndose de ese nivel particular de estupidez, Urian se aclaró la garganta. —Tal vez
deberíamos poner su cara en una caja de leche, ver si alguien tiene información sobre su ubicación.
—Frunció el ceño—. ¿Todavía tienen cartones de leche? Ahora que lo pienso, no he visto uno en un
tiempo.

—Lo digo en serio, Urian.

—Puedo darme cuenta de eso, —dijo, descargando su ira sobre su oponente en línea, en lugar
de su jefe—. Quiero decir, maldita sea, ¿cómo se atreve mi hermano de once mil años a no estar
justo donde lo puse hace tres años y medio, después de que me hizo un gran favor y me salvó la
vida y la de mi esposa? Sucio bastardo asqueroso. ¡Perro desconsiderado! Tal vez deberíamos
sacarlo atrás y darle una paliza por preocuparte.

—¿Cuál es tu problema?

Hora de besar la pared...

Urian suspiró y encendió el micrófono por un segundo. —¿Oye, Tyr, Erik? ¿Podemos seguir
esto de nuevo más tarde, pequeños amigos? El tío Ash me necesita un rato.

—¿Pasa algo malo? —preguntó Wulf.

—No, volveré en unos minutos. No dejes que los pequeños me maten todavía. —Urian se
despidió y se quitó los auriculares.
Recogiendo su cerveza, se enfrentó a Acheron. —Sabes que moriría por ti. Pongo mi trasero
en la línea por ti todo el tiempo, sin falta ni vacilación. Demonios, a veces incluso te agradezco que
me hayas salvado la vida. Pero no eres perfecto, Ash. Ninguno de nosotros lo somos, y cuando se
trata de tu hermano, eres un maldito idiota.

La ira manchó las mejillas de Acheron mientras sus ojos se oscurecían. —No conoces a mi
hermano como yo.

—¿De verdad? —Su voz goteaba sarcasmo—. ¿Cuándo fue la última vez que te sentaste y
tuviste una conversación real con Styxx? Oh espera… —Urian fingió una carcajada mientras se
golpeaba el muslo—. ¡Lo sé! —se puso serio y sus ojos azules perforaron a Ash con desprecio—.
Tenías siete años en ese momento. ¿Así que, cuando fue eso? Tienes la misma edad que mi padre...
lo que te haría mayor que la mierda y el bisabuelo de la mierda... habrían sido hace solo… once mil
quinientos cincuenta y tres años, unas horas más o menos... Sí, tienes razón, eso te convierte en un
gran experto en todo lo relacionado con Styxx, ya que mi última conversación fue la semana pasada
cuando pasé dos noches con él. Pero oye, ¿por qué te cuestiono? Estúpido de mí.

Las mejillas de Ash estaban moteadas con más color. —No te atrevas a juzgarme por algo de
lo que no sabes nada.

—¿Por qué no? Juzgas a Styxx todo el tiempo por cosas de las que no sabes nada.

—Te lo advierto, Urian...

Él se burló de esa amenaza vacía. —Y yo soy suicida, jefe. El factor miedo realmente no
juega con un hombre al que no le importa una mierda la vida. Pero… ¿conoces a tu hermano, dices?
Bien, experto, entonces contéstame una pregunta básica y fácil sobre él.

Urian hizo una pausa para el efecto. —¿Cuál era el nombre de su esposa? ¿Sabes, ésa, la que
ni siquiera sabías que él tenía? Él tuvo una relación de cinco años con ella antes de que muriera,
mientras vivías en la misma casa con él y obtuviste toda tu experiencia en lo que a él concernía...
para conocerlo tan bien como dices. Ella es la única mujer que ha amado. No saber su nombre, es
como decir que me conoces y no conocer a Phoebe. Para el caso, no es como si no hubiera tallado
su nombre y el de su hijo en su brazo hace once mil quinientos treinta y seis años. Por todos los
dioses, no puedes dejar de ver su nombre. Así que, si lo conoces, debes saber su nombre.

Los ojos de Ash se pusieron de un rojo vibrante. —Trató de matarme, —gruñó.

—Sí, lo sé, porque hablo con él. Hace aproximadamente una década en Nueva Orleans.
Rodeado de Cazadores Oscuros, estabas completamente despierto como dios atlante, con todos
tpoderes a tu disposición, cuando Styxx te atacó por desesperación para escapar del infierno eterno
al que estaba condenado. No es lo mismo que ser un niño humano en la cama, durmiendo
profundamente cuando alguien lanza una daga a través de tu corazón y te deja en un charco de tu
propia sangre para morir solo. Ese fuiste tú quien le hizo eso a él, ¿verdad?

—Estaba tratando de matar a su propio padre. ¿Él te dijo eso? Armando una conspiración
contra él y culpándome a mí por ello.

—¿Fue él? Porque sabes, la gente nuuunca miente sobre esa mierda. Nunca. —Ash se puso
rígido
—Sí, sí mienten, Urian. Entonces, ¿por qué estás creyéndole a Styxx, cuando sé que él es un
mentiroso?

Manifestando su ira, Urian dejó su cerveza a un lado. —¿Cómo lo sabes? Aún no has
respondido la pregunta más fácil del planeta sobre él... si no sabes nada más sobre tu hermano, por
lo menos debes saber el nombre de su esposa.

Acheron apartó la mirada.

Urian negó con la cabeza. Cuando habló, su tono era bajo y reprimido. —Todos esos poderes
que tienes y no puedes responder. Era Bethany, para que lo sepas. Iban a llamar a su hijo Galen, en
honor a su mentor, quien murió en sus brazos cuando era un niño. Un mentor que dio su vida para
salvar a Styxx cuando alguien más aparte de ti trató de asesinarlo mientras estaba comprando el
anillo de bodas de su esposa. Ahora déjame contarte sobre el hombre que conozco...

Ash apretó los dientes. —No quiero escucharlo. Y para tu información, no soy el único que lo
odió. No tienes idea de cuántas personas lo querían muerto en su vida humana, —sus ojos brillaban
con furia—. ¿Styxx alguna vez te dijo porque no tenía amigos... porque nadie podía soportar al
arrogante bastardo?

Urian estaba horrorizado. —¿Arrogante? Dios mío, Ash, eres ciego. ¿Alguna vez, aunque sea
una sola vez, le has hablado?

—Me voy de aquí, —gruñó Ash.

Urian dio un paso adelante para inmovilizarlo con una mirada despiadada. —Vete, y haré que
Tory te sostenga para escuchar lo que tengo que decir. Cosas que necesitas saber.

—No te atreverías.

—Pruébame... Porque esta noche, cuando te acuestes en tu cama y tu esposa se acurruque


contigo y mientras sonríes con felicidad, quiero que te tomes un minuto e imagines que en la
mañana cuando te levantes en esa misma cama y busques su calor, ya no esté. Para siempre. Que
nunca tendrás otro minuto de tener sus piernas enredadas con las tuyas. Despertar y nunca sentir su
cuerpo presionado contra ti. Luego, imagina ir a la habitación de Bas y encontrarla vacía también.
Que todos los planes que tenías para él se hayan ido para siempre. Luego quiero que te tomes un
minuto, e imagines el tipo de amor y la decencia que tuvo Styxx para acompañarme a Kalosis y
abrazar a la mujer que los asesinó. Por ti, Acheron. El hermano que odia con todas sus entrañas.

Urian hizo una pausa para dejar que esas palabras penetraran. —Ahora, admito que no soy un
hombre tan bueno como tú, Ash. Pero puedo decirte ahora mismo, que no orinaría por mi padre para
salvar el mundo, pero no me importaría abrazarlo para evitar que mi hermano comparta el dolor que
tengo cada vez que pienso en Phoebe... que son todos los latidos del corazón. Soy un hijo de puta
vengativo. Porque después del ataque que le tiraste, donde lo mandaste a través de la pared unos
momentos antes de bajar a Kalosis, habría destripado a tu madre por lo que me quitó. Y aquí hay
otra cosa que no sabes. Ella le susurró algo antes de que él la abrazara, y fue jodidamente frío y
brutal.

Resoplando, Urian negó con la cabeza. —Y luego, después de que él bajó allí para salvar a tu
esposa. Para evitar que pases el resto de la eternidad en el infierno, tomó un arma por ti de mi padre.
Yo estuve allí, Acheron. Yo lo vi. Sin mentiras. La verdad. Sí, lo curaste, y luego te volviste y
pusiste al hombre que acababa de salvar tu vida y la de tu esposa, completamente fuera de tu mente.
Volviste tu maldita espalda hacia él. Fui yo quien lo llevó a casa esa noche, y nunca volviste a
preguntar por él hasta hoy.

Urian se mordió el labio sarcásticamente. —Ah, y, por cierto, te olvidaste de sacarle el veneno
cuando curaste su herida. Durante dos meses estuvo en coma, ardiendo de fiebre y delirando, y tuve
que hacer que Savitar viniera y lo ayudara porque cuando te pregunté, me dijiste que lo estaba
haciendo por atención. Entonces, aunque te amo como a un hermano, considero a Styxx como mi
familia, y a diferencia de ti, Styxx no tiene a nadie más en este mundo. Pobre bastardo se quedó
estancado solo conmigo. ¿Te imaginas esa pesadilla?

Tomando una respiración entrecortada, Urian frunció el labio con disgusto. —Se fue de ese
departamento un par de días después de que Savitar lo sacara de su coma, hace más de tres años. Él
salvó tu vida, y la de Tory, y tardaste tres años y medio en darte cuenta de que se había ido, —
aplaudió sarcásticamente—. Buen trabajo hermano. Buen trabajo.

Ash quería aferrarse a su odio por Styxx. Él lo necesitaba. Pero ahora mismo…

—¿Y sabes lo que siempre he encontrado fascinante, Ash? Nunca me preguntaste cómo
conocí a tu hermano.

Ash miró hacia otro lado mientras la vergüenza lo llenaba.

—Fue en Katateros, para que lo sepas. Salí a dar un paseo por la playa y oí algo en uno de los
templos, colina abajo, desde la tuya. Lo encontré adentro, solo en la oscuridad, con restos de
comida, y cuando le pregunté si había algo que pudiera traerle, ¿sabes qué me pidió tu arrogante
hermano bastardo?

Ash sacudió la cabeza.

—Agua fresca. Eso es todo lo que el Sr. Egoísta quería. Le estaba costando mucho desalinizar
el agua de mar para beber. Ahora sé que no te gusta comer, pero la próxima vez que estés en casa,
quiero que tomes a Tory, pasees por tu isla y le indiques los alimentos comestibles que encuentra
allí, porque no hay muchos.

—Supuse que uno de ustedes le estaba llevando comida.

—Has asumido muchas cosas sobre él que no son ciertas. Como decirme que estuvo en los
Campos Elíseos durante once mil años. Él no lo estaba, Artemisa lo puso en una Isla Desaparecida
completamente solo. Nadie con quien hablar, y otra vez sin ningún tipo de suministros. Ni siquiera
un martillo.

—Eso no es lo que ella me dijo.

—Porque la tía Artemisa nunca miente. Jamás. Acerca de cualquier cosa... como tener una
relación de once mil años contigo que resultó en el nacimiento de una hija de mi edad de la que
nunca te habló hasta hace unos pocos años. Artemisa es la fuente de la verdad absoluta,
especialmente en lo que a ti concierne. Su amable y benévola atención por todos esos siglos fue la
razón por la que Styxx no se quejó cuando lo dejaste en Katateros. Así fue como supo cómo
sobrevivir allí, sin nada. Pero la verdadera pregunta es ¿por qué se fue?

—Supuse que se aburrió.


—Ahí vas otra vez con las suposiciones. —Urian bajó su mirada al tatuaje en el cuerpo de
Ash donde dormía su hija charonte—. Nuestro pequeño y precioso demonio Simi lo atacó sin
provocación y... bueno, ella lo mató. Pero él no se quedó muerto, obviamente. Ahora, antes de que
también lo llames mentiroso por eso, quiero que sepas que él nunca me contó esa historia. Nunca.
Lo escuché de Simi cuando ella estaba presumiendo con su hermana por haber destrozado la mala
copia de ti que había intentado herir a su akri. De hecho, Styxx nunca dice una palabra en tu contra.
Nunca.

—Él te dijo que lo apuñalé.

—Sí, una noche cuando estaba realmente desgarrado y borracho y le preguntaba acerca de
algunas de las cicatrices en su cuerpo. Por más que la mayoría de ellas son bastante malas, la
enorme irregular en el centro de su pecho, directamente sobre su corazón, tiende a sobresalir.

Ash frunció el ceño ante sus palabras. —¿Qué cicatrices?

—Queridos dioses, Ash... ¿nunca has mirado a tu hermano? Están sobre él. Incluso en su cara.

No, nunca había visto cicatrices en Styxx. Pero como señaló Urian, nunca lo miró realmente.

Sólo a través de él.

—¿Dónde está él?

Urian entrecerró la mirada. —¿Por qué? ¿Así puedes hacerle daño otra vez? Olvídalo. Se ha
ido a un lugar seguro para que no tengas que preocuparte de que él oscurezca la puerta de tu casa
nunca más.

—Sí, él es tan altruista con su cuenta bancaria de mil millones de dólares.

—¿Si estás hablando del dinero que preparaste para él cuando lo dejaste sin pensarlo dos
veces? Lo transfirió a tu cuenta antes de irse de Nueva York. Eso, también, ha estado cerrado por
tres años.

Enfermo de este juego, Ash apretó los dientes. —Sabes, puedo encontrarlo sin ti.

—Lo lastimas, Acheron, y lo juro por los dioses que detesto que te golpearé por eso. Por una
vez en tu vida, ¿no puedes pensar en él y dejarlo solo? Es todo lo que quiere. Ya lo has olvidado por
tres años. ¿Qué son otros trescientos?

Esas palabras fueron duras. Pero aún más áspera, era la verdad detrás de ellas.

Ash tragó saliva. —Quiero hablar con mi hermano.

Urian suspiró. —Muy bien. Él está en el Sahara. Literalmente. Viviendo como un beduino.
Cené con él y no he oído nada desde entonces. Eso es todo lo que sé.

Inclinando su cabeza, Ash dejó a Urian y fue a localizar a Styxx.

Stygian
Con cuidado de permanecer invisible, Ash observó a Styxx alimentar a su caballo y su
camello. Urian no había exagerado los horrores de la exigua existencia de Styxx en lo más mínimo.
Pero por los vívidos ojos azules que estaban rodeados de kohl70, Styxx pasaría fácilmente por un
beduino. Vestido de negro, su keffiyeh le cubría la boca y la nariz, ocultando su cabello y sus rasgos
por completo. El único color en su cuerpo era la funda marrón de su cimitarra y el agal rojo
envuelto alrededor de su keffiyeh negro. Y las dos vainas de cuero marrón del brazo para los
cuchillos que contenían.

El caballo mordió la bolsa de cuero negro en la cadera de Styxx.

Styxx se echó a reír. —Ah, me atrapaste, —le rascó las orejas al caballo y le palmeó el
cuello—. Sí, son para ti, —abrió la bolsa y sacó unas rodajas de manzana que le dio con la mano a
su caballo—. Esta bueno, ¿verdad? —su caballo en realidad asintió y resopló.

El camello hizo un sonido de molestia. —No te preocupes, Wasima. No te he olvidado. —


Styxx fue a compartir algo con su otra montura.

Una vez que los animales estuvieron alimentados y asegurados, y después de haberse lavado
las manos en el pequeño oasis, Styxx se dirigió a una pequeña tienda negra.

Ash lo siguió y se sorprendió por lo que encontró. El "príncipe" tenía una modesta bolsa de
dormir encima de una alfombra persa desgastada, donde un perro marrón grande yacía dormido
junto a cuencos de metal de comida para perros a medio comer y agua. Junto a la bolsa de dormir
había un iPhone en el suelo conectado a un pequeño altavoz que estaba tocando "Criminal" de
Disturbed, lo suficientemente bajo como para ser escuchado en la tienda, pero no tan fuerte como
para ahogar el sonido de alguien que se acercara. Una mochila, alforjas, cuatro linternas solares de
tamaño mediano, un rifle y nada más.

Sin darse cuenta de la presencia de Ash, Styxx se quitó la ropa hasta quedar en un akarbey71.

Maldita sea, Urian no estaba bromeando. Las cicatrices en el cuerpo de Styxx eran horribles
de mirar. ¿Cuándo, dónde y cómo las obtuvo Styxx? Y cuando Styxx se agachó en la esquina para
buscar su mochila, Ash se quedó sin aliento cuando vio el símbolo del sol de Apolo, que se extendía
por todo el ancho de los hombros de Styxx.

Siendo dios, Ash sabía exactamente lo que significaba una marca como esa, y todos los
horrores que implicaba...

Propiedad.

Era una advertencia para cualquier dios que lo viera, de que Apolo lucharía para mantener a
Styxx como su esclavo. Y Apolo no lo hacía a la ligera. El dios olímpico nunca había marcado a
Ryssa como su propiedad. Él no se había preocupado lo suficiente por ella como para hacerlo. Para

70
El kohl es un cosmético a base de galena molida y otros ingredientes, usado principalmente por las mujeres de Oriente Medio,
Norte de África, África subsahariana y Sur de Asia, y en menor medida por los hombres, para oscurecer los párpados y como
máscara de ojos. Puede ser negro o gris, dependiendo de las mezclas utilizadas. La palabra es de origen árabe, y tiene el mismo étimo
que alcohol. El kohl se ha usado tradicionalmente desde la Edad de Bronce (desde 3500 a. C.), en un principio como protección
contra las dolencias de los ojos. Además, al oscurecer los párpados se protegían los ojos de la luz del sol. Las madres aplicaban kohl
en los ojos de sus hijos recién nacidos "para fortalecerlos". Algunas creían que protegía del mal de ojo. En el Antiguo Egipto se
utilizaba como maquillaje y por sus propiedades bactericidas. Los tarros donde se conservaba se han encontrado como ajuar funerario
en sus tumbas. Durante la dinastía XVIII era frecuente decorarlos con la representación del dios protector del hogar, Bes.
71
A pesar de una extensa búsqueda, no se pudo encontrar una definición exacta de esta palabra. Sin embargo, por contexto y algunas
búsquedas relacionadas, se puede deducir que es algún tipo de ropa interior árabe.
el caso, Artemisa nunca había marcado oficialmente a Acheron, y habían estado juntos miles de
años antes de que Tory lo hubiera liberado.

Y mientras Ash se quedó mirando la marca, el último día de Ryssa, que gritaba cómo Styxx
había seducido a Apolo, tomó un tono ominoso. Si bien Ash podría haberse equivocado con
respecto a muchas cosas hacia su hermano, lo único que sabía a ciencia cierta era que Styxx era
total y firmemente heterosexual.

Pero Apolo no lo era. Y si Styxx hubiera luchado contra Apolo, este habría tomado represalias
en forma de venganza. Mira lo que el bastardo le había hecho a su propia gente...

A su propio hijo

Al mismo Acheron.

Las palabras de Tory sobre los dioses en forma humana sonaron como una posibilidad
aterradora. Siempre se había preguntado cómo Styxx podría ser tan cruel con él. Cómo su propio
hermano gemelo podía atacarse a sí mismo, cada vez que atacaba a Acheron.

Apolo castrándolo tenía mucho más sentido que Styxx haciéndolo. El olímpico hubiera
deseado vengarse de Ash por haberse acostado con Artemisa y haberla "profanado". El salvajismo
de ese ataque debido a Artemisa tenía mucho más sentido que Styxx atacándolo por una mujer que
no le importaba lo más mínimo...

Poniéndose una manzana en la boca y sosteniéndola allí con los dientes, Styxx se levantó con
dos botellas de agua, un cuaderno de bocetos y unos lápices. Se sentó en el petate sin molestar al
perro, luego abrió el agua para darle un sorbo. Mientras comía la manzana, pasó a una página del
libro donde había un bosquejo de una mujer sentada en un hermoso prado, sosteniendo a un bebé en
sus brazos. La mano del bebé estaba en sus labios mientras ella le sonreía. Aunque era solo un
dibujo, el amor en su expresión era inquietante.

La mirada de Ash se dirigió a la mano izquierda de Styxx, que sostenía su manzana, y luego a
los nombres de su esposa e hijo que Styxx había tallado meticulosamente en su propia carne.

Un último homenaje. No es algo que un hombre hubiera hecho a la ligera.

La magnitud total de lo que Styxx había perdido y lo mucho que su hermano había amado a
su familia, lo golpeó con tal fuerza que por un momento pensó que enfermaría.

Styxx dejó la manzana a un lado y se limpió la mano contra el muslo, luego se inclinó para
poder dibujar. Ash se estremeció mientras observaba la forma en que Styxx tenía que usar su mano
izquierda para poner el lápiz en su mano derecha dañada para poder usarlo. La forma en que Styxx
lo hizo le dijo que estaba tan acostumbrado a hacer arreglos para su mano parcialmente paralizada
que ya ni siquiera lo pensaba.

Las lágrimas se empañaron en los ojos azules de Styxx mientras él acariciaba amorosamente
la página con su mano derecha, la que tenía la feroz cicatriz. —Te extraño, Beth, —susurró antes de
comenzar a completar más detalles. Empujó el libro un poco hacia atrás mientras trabajaba, y fue
entonces cuando Ash se dio cuenta de por qué.

Él lo estaba protegiendo.
Cada tanto, una lágrima solitaria caía mientras Styxx trabajaba. Silencioso y concentrado, se
la secaba en el hombro y seguía dibujando.

Asombrado por el corazón y el talento de su hermano, Ash se arrodilló para ver los trazos
precisos y expertos de Styxx. No tenía idea de que su hermano pudiera hacer eso.

Una vez que terminó, Styxx contuvo sus lágrimas y hojeó el libro que estaba lleno de dibujos
de la misma mujer y el bebé en varias edades, desde recién nacidos hasta la edad adulta. Era como
si Styxx hubiera creado los recuerdos de su esposa e hijo que él quería tener.

Recuerdos que le habían sido robados.

Por la madre de Acheron.

Pero lo que arrancó el corazón de Ash, fue lo mucho que se parecía el niño a Bas. Y cuando
Styxx se detuvo en un dibujo de Styxx con su esposa y su hijo, Acheron tuvo que irse.

Un sollozo lo desgarró recordando las palabras de Urian, al llegar a su casa, y pensó que si
intentara vivir sin Tory y Bas, no duraría ni siquiera un día. Ni hablar de siglos.

¿Cómo podría haberle pedido que salvara la vida de mi esposa y abrazara a la asesina?

Urian tenía razón. Él era un maldito bastardo. Y no sabía nada de su hermano.

Acercándose los talones de las manos a los ojos, Ash luchó por controlarse al recordar el
dibujo que Styxx había hecho del niño que sostenía un oso de peluche. Si no lo supiera mejor,
juraría que su hermano había conocido a su hijo.

Ahora que lo pensaba, incluso sus esposas se parecían lo suficiente como estar relacionadas.

¿Era posible que hubiera permitido que su odio por los celos de Estes y de Ryssa hacia Styxx
lo contagiaran tanto y les diera color a sus propias opiniones? Seguramente él no habría sido tan
fácil de influenciar.

¿Lo fue?

Toda su vida había predicado a otros que siempre había tres lados en cada evento, el tuyo, el
de ellos y la verdad que se encontraba en algún lugar en el medio.

Sin embargo, cuando se trataba de su hermano...

Las emociones no tienen cerebro. Ash lo sabía mejor que nadie. Se lo había dicho a todos los
Cazadores Oscuros que había entrenado.

Y mientras se paraba en la duna solitaria, contemplando un inmenso y caliente desierto,


recordó lo mucho que Styxx había odiado estar solo cuando era un niño. Cuántas veces se metió a
hurtadillas en la habitación de Acheron y fue golpeado por ello. Pero a Styxx no le había importado.
Él había venido a Acheron a pesar de todo.

Hermanos. Por siempre y para siempre.


Styxx había intentado enmendarse tantas veces. Él había extendido la mano y Acheron lo
había abofeteado. Repetidamente. Peor aún, Ash se había alejado de Styxx durante siglos y ni
siquiera le había dado un solo pensamiento pasajero.

Ni una sola vez.

Es asombroso el daño que nos causamos a nosotros mismos y a los demás cuando lo único
que intentamos hacer es protegernos de cualquier daño. ¿Cuántas veces le había dicho eso a un
Cazador Oscuro?

Pero como siempre, era más fácil dar consejos que seguirlos.

Necesitando poner esto en orden, Ash regresó a la tienda. Se quedó fuera durante varios
minutos, debatiendo la cordura de esto.

Pero él no era un cobarde.

Con un profundo suspiro de coraje, Acheron abrió la puerta de la tienda. —¿Styxx?

El perro se agachó y le gruñó.

Su hermano ahora estaba sentado hacia adelante, sosteniendo una tela empapada de sangre en
su nariz apretada mientras calmaba al perro a su lado. —No lo hice.

Desconcertado, Ash frunció el ceño. —¿Hacer qué?

—Sea lo que sea por lo que estás aquí para acusarme. No soy un dios. No puedo viajar de aquí
a dónde vives en un abrir y cerrar de ojos. Me llevaría una semana completa llegar incluso a un
pueblo modesto. —La ira y el odio lo quemaron.

Y Ash sabía que se lo merecía. —Vine para agradecerte el regalo que enviaste a Sebastos.

—Un correo electrónico habría bastado.

—¿Lo habrías recibido?

—Con el tiempo.

Ash sacudió la cabeza al ver las otras dos telas empapadas de sangre en el suelo. —¿Todavía
tienes dolores de cabeza?

—Sí, y el más grande de todos acaba de atravesar mi puerta. —Styxx retiró el trapo hacia
atrás para comprobar el sangrado, que aún estaba saliendo. Dobló el paño y lo devolvió a la nariz.
—¿Qué deseas?

Perdón. Sin embargo, no tenía derecho a pedírselo a este hombre. Urian había tenido razón.
Styxx había intentado matarlo, pero Styxx había atacado abiertamente. Demonios, incluso le había
advertido que estaba disparándole.

Él, por otro lado, había ido por la espalda de Styxx. Y ambos habían golpeado por la misma
razón. Solo querían poner fin a su sufrimiento.
—¿Puedo preguntarte algo?

—Sí, —gruñó Styxx—. Eres un idiota y yo soy un bastardo. ¿Qué diablos está mal con los
hombres de mi familia que siempre quieren interrogarme cuando tengo dolor y sangrado?

Ash bajó su mirada a la hilera de cicatrices que corrían a lo largo del costado de Styxx,
marcándolo. Comenzaban en su axila donde ningún vello podía crecer debido a la carne dañada y
quemada y se desvanecían bajo su cintura. Incluso su pezón estaba gravemente desfigurado. Esas
cicatrices únicas pellizcaron la memoria de Ash y sacaron a relucir un acto de estupidez por parte de
Ash. Se encogió al recordar lo que dijo cuando vio las cicatrices que cubrían la ingle y los muslos
de su hermano en la Atlántida.

¿Qué hiciste? ¿Masturbarse con un hierro caliente?

En lugar de golpearlo como debería, Styxx se había acurrucado en una bola y no había dicho
nada. Había terminado mirando la pared.

Ash apretó los dientes, deseando poder regresar en el tiempo y abofetearse por esa crueldad.
Era obvio que alguien había torturado brutalmente a su hermano.

Y debería haberlo sido desde niño...

Antes de ir a la batalla. Solo que, en ese entonces, a Ash no le había importado. Perdido en su
propia miseria, no había ahorrado tres segundos para considerar a Styxx.

Solo porque lo tienes mal, Acheron, no significa que yo lo pase bien. No era de extrañar que
Styxx le hubiera gruñido eso.

Repetidamente. Pero la cicatriz que realmente lo atormentaba, era la que tenía del lado
derecho sobre su corazón. La que Ash le había hecho a su propio hermano... por dolor.

Porque quería que todo dejara de doler. —¿Por qué sigues aquí? —preguntó Styxx—. Me
querías fuera de tu vida. Estoy fuera. Lamento haber enviado ese maldito caballo que ya no quería
mirar. Nunca volveré a molestar a ninguno de ustedes—. ¡Solo vete!

—¿Por qué lo enviaste?

La mandíbula de Styxx comenzó a temblar. —Porque te prometí que no permitiría que nada le
sucediera, y al contrario de lo que piensas de mí, no rompo las promesas que hago.

Ash cerró los ojos mientras el dolor lo abrumaba. ¿Por qué no te hablé cuando estabas en
Katateros como me pediste?

Porque había estado enojado. Herido.

En su mayoría enojado.

—Solo quería decir que lo siento, Styxx.

Styxx le dirigió una mirada de asombro. —Oh, está bien, —su tono estaba lleno de
sarcasmo—. Me alegra que lo hayas sacado todo de tu pecho. ¡Ta ta!
Eres un gilipollas

¿Y qué si estaba justificado?

Ash suspiró. —Antes de irme, ¿te gustaría ver una foto de Sebastos con tu regalo?

Cuando esos mordaces ojos azules se encontraron con los suyos, la angustia cruda en ellos
golpeó a Ash como una patada en la ingle. —¿Crees que sabes de dolor? No lo sabes. Créeme. Viví
tu puta vida, ¿recuerdas? Sé cada detalle de ello. Y desde que Artemisa me encerró en ese infierno y
vi por qué me odias sin motivo y por las cosas en las que no participé, me ha costado todo lo que
tengo para no odiarte por eso, y por lo que tu madre me hizo. Por todo lo que ella me robó. Pero si
me muestras una foto de tu hijo perfecto y sano, no seré responsable de lo que te haga. Y antes de
que actúes como Ryssa conmigo, y me digas lo egoísta que soy realmente... No te envidio tu
felicidad ni tu familia. No tengo espacio en mis pensamientos, porque estoy muy ocupado llorando
por la mía. ¡Ahora vete!

Asintiendo, Ash se retiró de la tienda.

Escuchó el grito angustiado de Styxx de ira desatada. Era el mismo sonido de injusticia que
resonaba cada vez que un Cazador Oscuro moría como humano. Era el sonido que convocaba a
Artemisa desde el Olimpo para preguntarles si les gustaría venderle su alma por un acto de
venganza contra la persona o las personas que los habían ofendido.

Acheron ni una sola vez había pensado que alguien podría hacerlo debido a sus acciones en
contra de ellos.

Y nunca hubiera soñado que saldría de la garganta de su propio hermano. Había estado tan
envuelto en su propio dolor e ira, que nunca había considerado a Styxx. Desde el exterior, la vida de
Styxx se había visto tan perfecta.

Amado príncipe. Héroe de Didymos. Heredero de un vasto imperio.

Pero una casa podría lucir nueva en el exterior y estar plagada de termitas que se comen sus
cimientos hasta que se desmorona por la tensión de intentar sostenerse bajo su brutal asalto.

Y una sola sonrisa podía esconder un profundo dolor.

—Lo siento, Styxx. —Y esta vez, realmente lo dijo en serio.

Necesitando su propio sentimiento de paz, Acheron se dirigió a la casa de la isla de Savitar.


Ya que estaba anocheciendo allí, encontró a su viejo mentor y amigo en un traje negro y mojado
sentado en su tabla de surf, observando la puesta de sol sobre el océano. Apoyándose en los brazos,
estiró las piernas y cruzó los tobillos.

Savitar gimió en el momento en que lo vio. —Grom viene a molestar mi relax. ¿Qué pasa,
hermanito?

Ash transformó su ropa en un traje de neopreno para poder unirse a Savitar en el surf. Él se
sentó. Dblando sus rodillas y envolviendo sus brazos alrededor de sus piernas, suspiró pesadamente.
—¿Urian me dijo que tuviste que sacar a Styxx de un coma?

Savitar asintió.
—¿Qué sabes de su pasado?

El antiguo chthonian se encogió de hombros con indiferencia. —Tú eres su hermano. Tú


debes saber.

—No juegues conmigo, Sav. No estoy de humor.

Miró a Ash. —Realmente no sé más que un puñado de detalles.

—¿Por ejemplo?

Con un profundo suspiro, se estiró sobre la tabla y se pasó una mano por el pelo. —Sabes que
yo era el chthonian de la Atlántida, así que, solo sé lo que pasó allí. Nada más.

Sav estaba mintiendo, pero Ash no se lo reclamaría ahora mismo. —¿Y?

—Se lo mismo que tú... Styxx condujo a su ejército a las costas de la Atlántida y les dio una
paliza. Tanto que sus dioses se vieron obligados a hacer un pacto con Apolo para detener a Styxx y
su ejército, mientras que los atlantes aún tenían un país al que llamar suyo.

Ash frunció el ceño ante eso. —Sin embargo, no fueron los dioses quienes hicieron el pacto.
Fueron los reyes griegos. Ofrecieron dar a mi hermana a Apolo.

Sav volvió la cabeza hacia la tabla para darle una mirada de "tú eres estúpido".

—No exactamente.

Ash odiaba cuando Savitar usaba esas palabras. Nunca era algo bueno.

—¿Qué quieres decir?

—Nunca fue tu hermana lo que Apolo quería. No realmente. Mientras que ella era atractiva,
Styxx tenía la misma belleza y encanto sexual terrenales que tú, cortesía de Epithymia, —que había
sido la diosa atlante del deseo que había tocado a Acheron al nacer y lo había maldecido para que lo
persiguiera cualquiera que lo mirara—. Y Apolo estuvo enamorado de Styxx desde el momento en
que lo vio por primera vez... como tú y Artemisa. Los dioses atlantes tenían que sacar a Styxx de
sus costas antes de que los derrocara. Y Apolo quería que Styxx volviera a Grecia, tanto como lo
hacían los dioses atlantes. Pero todos sabían que el rey Didymos nunca aceptaría dar a conocer
públicamente a su heredero para que fuera el esposo de Apolo. Así que Apolo usó a Ryssa como un
truco para llegar y controlar a Styxx.

Lamentablemente, eso explicaba mucho sobre su infancia y su pasado.


E hizo que el estómago de Ash se quemara con culpa y dolor. —Puesto que has sido el
chthonian de la Atlántida, ¿conoces la otra vez que Styxx estuvo en la Atlántida?

Savitar le dio una mirada en blanco, fría. —Tu hermano estuvo en Atlantis cuatro veces en su
vida.

Ash se quedó boquiabierto. No, no era posible... —¿Cuatro?

Savitar asintió. —La primera, fue de niño, para liberarte de tu tío. Estes lo atrapó y lo puso
bajo custodia.
—¿Y no lo detuviste?

—No sabía de eso cuando sucedió.

¿Cómo podría no saberlo? —¿Qué quieres decir?

Con su mirada atormentada, Savitar usó ambas manos para frotarse la frente como si tuviera
un dolor de cabeza palpitante. —Debido a que tenía tanto miedo de que alguien supiera dónde
estabas tú, tu madre tenía mis poderes bloqueados cuando eras joven, para que no pudiera verte a ti
ni a tu gemelo. No sabía que había tratado de liberarte hasta que lo saqué de su coma en Nueva
York.

—¿Qué te hizo mirar, entonces?

—Vi la palabra 'puta' en griego antiguo y el 'tsoulus' atlante junto con la marca de esclavo de
tu tío marcada en su ingle. Tontamente quería saber cómo los había conseguido. Que sea una
lección sobre mirar al abismo. Me absorbió y me abofeteó con una realidad que ruego a los dioses
nunca haberlo visto.

Ash cerró los ojos cuando el dolor lo golpeó con tanta fuerza que apenas podía pensar con
claridad. —Por favor... dime que estás mintiendo.

—Tú me conoces mejor que eso. Por eso Styxx asaltó a Atlántida como si tuviera un rencor
contra ellos. Él lo tenía. Tu tío lo mantuvo y lo vendió, igual que lo hizo contigo. Incluso perforó la
lengua de Styxx... al igual que Apolo. Quería quemar todo el continente, no solo por él, sino
también por ti.

La respiración de Ash lo dejó en una amarga oleada de simpatía. —Ya que lo viste, ¿cómo lo
capturó mi tío?

—No hagas preguntas a las que no quieres que responda.

Pero Ash no escuchó. Estaba desesperado por las respuestas.

—Quiero saber, —necesitaba saber.

Savitar le dirigió una dura mirada. —Ya deberías saberlo, Acheron. Estabas allí cuando
sucedió.

—¡Mentira! —Ash hizo una pausa mientras trataba de recordar, pero no tenía detalles. Era la
oscuridad total—. Muéstrame.

Savitar negó con la cabeza. —Hay algunos recuerdos que nadie necesita.

Aun así, Ash no escuchó. —Artemisa castigó a Styxx con mis recuerdos. Ella lo obligó a vivir
mi vida y, en lugar de hacer que me perdonara, ha alimentado su odio a un máximo histórico, y
quiero saber por qué. Por favor, Savitar. Necesito ver cómo se lo llevaron.

—Y me niego a mostrarte, —dijo con dureza... en un tono amargo que nunca antes había
usado con Ash—. Basta con decir que se habría escapado si no hubieras arrastrado los pies y
llamado a tu tío para decirle dónde estabas. Podrías haber escapado voluntariamente con Styxx,
pero tenías mucho miedo de intentarlo. Peor aún, mientras Estes lo sujetaba, reías y te regocijabas
por lo que le habían hecho a Styxx. Constantemente. Se lo restregaste todo el tiempo que estuvo en
la Atlántida contigo. Incluso lo mantuviste sujeto mientras lo marcaban.

No…

¡No! Ash jadeó cuando esa increíble realidad lo abofeteó. Se atragantó con la negación.

—No hice eso.

—Sí, lo hiciste.

Ash negó con la cabeza. —No soy ese tipo de persona, Savitar. No lo soy. Nunca le haría eso
a otra persona. Especialmente no a mi hermano.

—Todo hombre, mujer y niño es capaz de un prejuicio y una crueldad extrema y absoluta
cuando se sienten justificados en su odio. Equivocado o no. Incluso contra su propio hermano.
Todos somos capaces de atacar cuando tenemos dolor. Nadie, ni tú ni yo, somos inmunes a eso.
Como dice el viejo refrán, sé amable con todos con los que te encuentres, porque todos estamos
luchando batallas difíciles. Y sí, pensaste que era gracioso que el amado príncipe heredero fuera
marcado como una puta y un esclavo y vendido tal como tu. En tu defensa, eras joven, estabas
drogado y perdido en tu propio infierno.

—Eso no es una excusa, —Ash parpadeó para contener las lágrimas mientras se ahogaba con
la culpa que quería seguir negando.

—No, no es una excusa. Es solo una realidad dura y mordaz. —Savitar dejó escapar una risa
amarga—. ¿Alguna vez te preguntaste por qué los dioses crearon al hombre, Hermanito?
Personalmente creo que somos el reality show original. Estaban tan aburridos que nos crearon solo
para que pudieran sentirse mejor con ellos mismos.

—No eres gracioso.

Savitar suspiró. —No. La tragedia nunca lo es. Nuestras vidas están marcadas y moldeadas
por nuestros arrepentimientos. Cosas que todos queremos recuperar y no podemos. En un mundo
perfecto, nunca lastimaríamos a los que amamos o les causaríamos daño a ellos. Pero el mundo no
es perfecto, y lamentablemente tampoco lo somos nosotros.

Sin embargo, Ash no podía perdonarse a sí mismo por la forma en que había tratado a Styxx
durante todos estos siglos. —Casi me da miedo preguntar sobre la segunda visita de Styxx.

—Tú también estuviste allí para eso.

—Cuando me echaron... —Y después de haber atacado y burlarse a propósito de Styxx.

No es de extrañar que su hermano lo odiara. Urian tenía razón. Se lo había ganado.

Y le debía una disculpa a Urian.

Más que eso, se la debía a su hermano.

Pero ¿cómo podría compensárselo a cualquiera de ellos? Estaba tan decepcionado de sí


mismo. Esta no era la persona que él creía que era. La persona que quería ser.
Savitar se incorporó y respiró entrecortadamente. —Acheron, mírame.

Aterrado, lo hizo.

—Nunca mires atrás. No puedes cambiar lo que has hecho. Solo puedes cambiar lo que vas a
hacer. El dolor está siempre a nuestro alrededor. Es fácil volverse ciego frente a el. Pero imagina
todos los momentos de tu vida en los que estabas sufriendo y pasando por terribles momentos, si
solo una persona te hubiera mirado y en lugar de darte una patada mientras estaba caído, te hubiera
dicho, "Está bien. No eres una mala persona. Es sólo un mal giro de la vida. Lo superarás". ¿Te
imaginas lo increíble que sería este mundo?
12 de octubre, 2012
—Ahora, eso es algo que nunca pensé que viviría para ver.

Urian abrió los ojos para encontrar a Cassandra parada sobre él con una sonrisa divertida.

Ella le chistó. —Dos poderosos daimons abrazando bebés, dormidos mientras miran Toy
Story. Oh, cómo han caído los poderosos.

Frotándose los ojos, Urian se burló. —¿De qué estás hablando? ¿Qué tipo de mamá deja que
sus hijos vean esta película? Woody es un cabrón psicótico homicida lunatico. ¿Y Sid? Santa
mierda. Me identifico con él, lo que significa que ningún niño debería estar viendo esto por
entretenimiento. Medieron varias ideas. Otra vez, no es entretenimiento para niños.

Davyn se echó a reír cuando se despertó en el suelo. —Menos mal que no estaban aquí para tu
diatriba anterior. O nunca te dejarían cuidar a sus hijos otra vez.

Wulf negó con la cabeza mientras miraba a Tyr y Phoebe, que estaban acurrucados a cada
lado de Davyn mientras Jeff estaba dormido en el pecho de Urian y Erik estaba a sus pies en el sofá.

Cassandra frunció el ceño. —¿Cuándo fue la última comida de Jeff?

—No lo sé. ¿Alrededor de las ocho?

Ella se quedó boquiabierta. —Nunca ha dormido tanto tiempo. Necesitas quedarte más a
menudo. —Tomando al bebé, ella llevó a Jeff arriba.

Wulf se sentó en su silla. —¿Ustedes dos se quedan esta noche?

—Nah, ya nos vamos. —Urian cuidadosamente extrajo sus pies del abrazo de su sobrino
mientras Davyn se levantaba sin despertar a sus dos cargas.

Mientras Davyn recogía sus cosas, Urian sacó una pequeña caja de su mochila y se la entregó
a Wulf. —Te conseguí esto el otro día.

Wulf abrió la caja antigua para encontrar un viejo medallón que brillaba con una peculiar
sombra color borgoña. —¿Qué es esto?

—El medallón de tu alma.

Él se quedó boquiabierto. —¿Qué?

—Como no tenías el tuyo, hice un pequeño intercambio con Loki y lo conseguí de vuelta para
ti.

—Intercambio, ¿cómo?

—No te preocupes por eso. —Cuando comenzó a irse, Wulf lo agarró de la muñeca para
retenerlo allí—. ¿Por qué lo…
—Por los niños. No quería que nadie más poseyera un pedazo de ti. —Y viendo la marca
divina en la espalda de Styxx y algunas de las historias que él conocía lo habían puesto a pensar.
Mientras Loki guardara esa alma...

Esto era lo más seguro para todos. Especialmente con lo que venía por ellos.

Nadie necesitaba sus almas en las manos equivocadas. Primera regla de la vida. Ten cuidado
con tu alma Es la única que tienes. Y una vez que la vendes, es difícil conseguirla.

—Siento que agradecerte es tan inadecuado. ¿Qué puedo hacer por ti a cambio?

Urian resopló. —No la pierdas de nuevo. Y recuerda que Helios está haciendo de las suyas.
No sé qué está planeando, pero mantén a Cassandra y a los niños en confinamiento.

—Siempre hago.

Eso era verdad.

Inclinándose la cabeza, Urian y Davyn se marcharon. Pero Urian todavía no podía sacudirse
el mal presentimiento de su estómago. Los dioses se movían de nuevo para la guerra.

Y ellos estaban en el centro de ello.


21 de diciembre, 2012
—Simi... ¿estás segura de que esta es una buena idea?

—¡Absolutamente! —Simi sonrió a su hermana Xirena cuando entraron al sótano del templo
de su akri en Katateros—. Ahora, ¿dónde está el interruptor de la luz?

—No hay uno. —Xirena sopló fuego sobre una vieja antorcha cubierta de tela de araña. Tan
pronto como una se encendió, se extendió la luz a todos los demás en la sala de mármol oscuro. Las
llamas bailaban a lo largo de la pared, añadiendo sombras espeluznantes al ya espeluznante
ambiente.

Simi retrocedió ante la cantidad de estatuas que se alojaban allí. Mientras que ella sabía que
su akri las había puesto aquí hace siglos y siglos atrás, ella en realidad nunca las visitó,
especialmente porque hicieron sentir muy infeliz a su akri. —La Simi no recordaba que había
tantos... Akra enojada mal con todas estas personas sin calidad.

—Lo recuerdo. —El tono de Xirena era bajo y sin aliento—. No fue un día bonito.

Simi arqueó una ceja. —¿Estuviste allí, gran hermanita?

Xirena asintió. —Xedrix, también. —Xedrix era su hermano que había sido el charonte más
favorecido de Apollymi después de la muerte de su madre. Pero Xed se había desviado... no,
desertó cuando akri-Styxx abrió el portal en Nueva Orleans y lo dejó salir. Ahora era dueño de un
club en Nueva Orleans, donde Simi comía mucho de buen marisco.

—Ooo, entonces, ¿qué pasó, gran hermanita?

—La perra-diosa Apollymi estaba furiosa. Todos murieron gritando. Excepto por dos.

—¿Quién dos?

—Dikastis y Bet’anya. Ella intentó evitar que la diosa perra matara a su bebé, pero la diosa
perra no escuchó. Ella lo sacó de su vientre, y luego la convirtió en una de estas.

Simi tocó su propio estómago con dolor simpático. —¿Por qué Akra fue tan mala?

Xirena se encogió de hombros. —La diosa perra siempre fue mala. A ella solo le gustas tu y
su hijo... y Kat y Mia.

Simi se subió a la mujer más cercana a ella y con un dedo tocó el ojo de piedra. —¿Cuál es
esta?

Xirena escupió en el suelo a los pies de la estatua. —Epitimia. Ella una aún más grande diosa
perra. Solía quitarle las alas a los charonte que la hicieron enojar.

Simi se encogió, luego tocó más fuerte el ojo de la diosa, esperando que ella pudiera sentirlo.
—¿Quién la que perdió a su bebé de akri-Styxx? Ella es la que necesita la Simi.

Xirena caminó alrededor de ellas, mirándolas, de arriba y abajo, hasta que encontró una al
fondo. —Esta es Bet’anya.
Simi se acercó, luego se quedó sin aliento. —Ella se ve igual a los dibujos de akri-styxx. Ella
la que él amó tanto. —Mordiéndose el labio, se encontró con la mirada de su hermana—. ¿Era ella
agradable?

Asintiendo, Xirena tocó la mano de Bet’anya. —Sin embargo, ella siempre estaba muy triste.
Incluso cuando estaba feliz, se veía muy triste. Como si algo no estuviera bien en su corazón. La
diosa Chara72 solía decir que es porque tomaron algo de ella hace mucho tiempo que ellos no
deberían tener.

Simi le dio a su hermana una mirada de complicidad. —Eso es porque ella no tiene su akri-
Styxx. Él la ama y este es el regalo de Navidad de Simi para él. La Simi le dijo en su cumpleaños
que los deseos se hacen realidad, y su deseo es que su akra venga a casa con él.

—Sí, pero Xiamara, esto... es malo. —Xirena negó con la cabeza—. No creo que deberíamos.

—Tenemos que, gran hermanita. Esta es la única vez que los portales se abren. Si no lo
hacemos ahora, akri-Styxx tendrá que esperar mucho, mucho tiempo y ya esperó mucho, mucho
tiempo. A la Simi no les gusta verlo tan triste. Él no tenía regalitos y Simi quiere conseguirle el
mejor regalito de todos los tiempos.

El suelo bajo sus pies retumbó. Los ojos de Simi se ensancharon. —¿Qué es eso?

Con ojos saltones, Xirena se encogió de hombros.

El reloj de Simi se estremeció, dejándole saber que era hora. Ella tenía menos de un minuto
para liberar a la diosa. Usando sus alas, ella revoloteó y colocó la sagrada anti-aima en los labios de
la diosa. Cuando su akri se había congelado esa vez en Nueva Orleans, ella y akra-Kat habían usado
esto para liberarlo, por lo que esperaba que funcionara para la akra de Styxx también.

Hmmm…

Otros retumbes recorrieron la habitación. Algo parecido a una sombra oscura salió disparada
y voló más allá de la cabeza de Simi.

De repente, a la otra diosa perra que a Xirena no le gustaba abrió los ojos. Y también
Archon...

Uh oh.

Simi corrió hacia su hermana. —Ve a buscar ayuda. ¡La Simi los contendrá!

—¡No seas una estúpida charonte! —Xirena la agarró del brazo y la arrastró por las escaleras
hacia arriba.

Alexion justo estaba volviendo desde la cocina cuando casi chocó con dos gritonas charonte.

—¡Están vivos! —Gritando, saltaron arriba y abajo, a su alrededor.

—¿Quien está vivo?

72
Hija de Archon, diosa de la alegría y la felicidad. Hermana de Agapa. Ayudó a Archon a encerrar a Apollymi en Kalosis.
Información extraída de http://darkhunter.wikia.com/wiki/Atlantean_Pantheon
—¡Ellos dioses en el fondo del sótano!

Alexion no tenía idea de lo que estaban hablando. Pero de repente el piso bajo sus pies
retumbó y tembló. El cristal repiqueteaba en los paneles.

Danger apareció a su lado. —¿Qué hiciste?

Él le dio a su esposa una mirada de asombro. —¿Por qué tengo la culpa?

—Sé que no lo hice, Alexei, así que eso me deja afuera. —Con las manos en las caderas, ella
comenzó a golpetear el piso con irritación.

Él señaló a los demonios.

Simi sonrió nerviosamente.

—¡Los dioses vivos! —Repitió Xirena con los dientes apretados.

Bueno, eso no sonaba bien. Especialmente combinado con la actividad en la escala de Richter
pasando bajo sus pies.

—Creo que los demonios despertaron algo que dormía en el sótano. ¿Alguna idea de que
podría haber escondido Ash allí?

Simi lo fulminó con la mirada. —No es el libro del dragón. ¡Ella está durmiendo en su isla!
¡Te lo dije, son los dioses atlantes de baja calidad!

Maldiciendo por lo bajo, asintió. —Sim, ve a Apollymi y dile lo que sucedió. Xirena,
encuentra a Acheron y dile que lo necesitamos de inmediato.

Danger se tambaleó cuando el suelo se sacudió de nuevo. —¿Qué hay ahí abajo?

—Los parientes de Acheron.

—¿Perdón?

Alexion se puso pálido. —¿Recuerdas cuando me preguntaste qué pasó con todos los dioses
atlantes?

—Sí.

Alexion suspiró. —Al parecer, todos están abajo... convertidos en piedra por Apollymi, que es
la parte que sabía. Simplemente no estaba seguro de su ubicación exacta.

Xirena señaló a su hermana. —Ahora puestos en libertad por Xiamara.

Oh si... esto era realmente malo. Alexion sabía que tenía que hacer algo. Rápido.

—¿A dónde vas? —Danger gritó cuando él comenzó a irse.

Alexion la miró alarmado. —Voy por Savitar. Vamos a necesitar todas las manos que
podamos para este desastre.
Ella frunció. —Bueno, ¿cuántos dioses hay ahí abajo?

—Alrededor de cien.

—Genial, —dijo Danger con una nota histérica en su voz—. Amo tu calmado
comportamiento, cariño. Y es bueno que ya sea un fantasma. —¿Porque sus probabilidades de
sobrevivir esto?

Casi tan bueno como sobrevivir a un brunch donde te adelantas a un charonte en la cola para
entrar en una barbacoa de “todo lo que puedas comer”.

—Sí, sí. ¡Solo llama a Urian en Minnesota!


23 de Diciembre del 2012
Savitar se detuvo mientras observaba la silueta de Styxx, recortada por el sol poniente, sobre
una pequeña duna. Se había quedado con nada más que con sus pantalones sueltos y sus botas,
mientras jugaba al frisbee con su perro. Una y otra vez, Styxx tomaba el disco entre risas, elogiaba
al animal, y luego esperaba que el perro saliera corriendo para poder tirarlo y que el perro saltara, lo
atrapara y regresara.

Era la primera vez que veía a Styxx a gusto. Despreocupado. En realidad, era la primera vez
que veía al príncipe jugar.

O reír.

Y mientras observaba a Styxx con el perro, no veía al salvaje comandante militar que
aterrorizaba a un panteón y a una nación, ni al orgulloso príncipe que tenía que exudar decoro en
todo momento. Ni siquiera veía a un hombre. Vio al chico al que nunca se le había dado la
oportunidad de vivir. Uno que había sido rebajado en su juventud y privado de una vida normal y
mortal.

Debido a la forma en que actuaron, la madurez, la responsabilidad y el dolor que tuvieron que
soportar tanto Styxx como Acheron, que iban mucho más allá de sus años, era fácil olvidar lo
jóvenes que eran cuando murieron. Pero Savitar lo veía ahora.

Y la injusticia por ello ardió dentro de su corazón.

No tengo derecho a pedirle esto.

Ninguno de ellos lo merecía. La culpa lo destruyó por la infancia y la vida que Styxx habría
tenido, si los dioses no hubieran interferido. Styxx hubiera sido ese amado y querido príncipe que
todos creían que era. Su destino hubiera sido algo completamente distinto.

Y Styxx habría sido un chthonian...

Por salvar y proteger a Acheron de aquellos que lo cazaban y lo querían muerto desde niño,
todos habían aportado algo en la ruina de Styxx.

Savitar sabía que debía irse y dejar al niño en paz. Styxx solo quería estar tranquilo, y
ciertamente se había ganado el derecho a ello.

Pero no podía. Acheron era demasiado importante para el mundo.

Más que nada, porque él personalmente era demasiado importante para Savitar.

Savitar esperó hasta que Styxx vertiera agua en un recipiente para el perro antes de aparecer a
su lado.

Más rápido de lo que podía parpadear, Styxx tenía un cuchillo en una mano y una pistola en la
otra. Ambos inclinados hacia la cabeza de Savitar.

—Impresionante. —Savitar ni siquiera sabía que Styxx estaba armado.


Se había ido cualquier indicio del chico que había estado jugando con su perro momentos
antes. Este era el orgulloso general que había dirigido ejércitos y luchado contra los dioses y
gladiadores en una arena, con tal fuerza y astucia que sus enemigos se habían visto obligados a
recurrir a trucos y trampas para derrotarlo.

Como decía el viejo dicho, nunca digas "por qué yo". Es mejor decir, "pruébame". Eso era
Styxx, en pocas palabras.

Styxx lo fulminó con su odio. —¿Qué quieres?

—Que apuntes hacía otro lado.

Él las bajó hacia la ingle de Savitar.

—Lindo.

Sonriendo, Styxx metió la pistola en la funda que tenía en la espalda y devolvió el cuchillo a
la vaina de su antebrazo. —Lo que sea que quieras, no tiene nada que ver conmigo.

—Algunos de los dioses atlantes han regresado.

—Como dije, eso no tiene nada que ver conmigo.

—Ellos quieren venganza.

Styxx se agachó para sacar el agua de debajo de su aba. —¿Y bien?

—Sobre Acheron.

Styxx tomó un trago del agua embotellada antes de taparla. —Nada que ver conmigo.

—¿Así que será todo, entonces? ¿Vas a dejar morir a tu hermano? Y lo hará... No hay forma
de que sobreviva a esto.

Styxx tragó el dolor dentro de él. —¿Estás sordo? Los dioses lo saben, y Acheron lo ha
repetido bastante. No tengo un hermano.

—El mundo como lo conoces terminará.

Él se rió de eso. —El mundo como lo conocí, terminó en el momento en que mi esposa y mi
hijo fueron asesinados. Y todo lo relacionado remotamente con la vida que una vez viví, terminó
mientras estuve preso por más de once mil años. No sé nada de este lugar y no tengo ningún papel
en esta lucha. No tiene nada que ver conmigo, —repitió.

Se dirigió hacia su caballo y su camello.

—Tory está embarazada otra vez.

Styxx se congeló cuando esas palabras lo cortaron rápidamente. —Bien por ella... y por
Acheron.
—¿De verdad vas a condenar a una mujer inocente y a sus dos hijos a vivir sin su esposo y su
padre?

—¡Eso no es justo! —gruñó, frunciendo el ceño hacia el chthonian al que le quería disparar.

—La vida, como la guerra, no es justa. Simplemente es. ¿No es eso lo que te enseñó Galen?

Styxx se estremeció ante el recordatorio de todo lo que había perdido... debido a su hermano y
a los dioses que lo habían odiado desde el momento de su nacimiento. —No estás ayudando a tu
caso al recordarme la traición de Apolo, chthonian.

—Entonces bien. Quédate aquí en tu desierto. Al menos tendrás la comodidad de saber que la
viuda de Acheron y los niños huérfanos podrán compadecerse de tu dolor.

Girándose con furia, Styxx le arrojó la botella de agua.

Savitar se agachó. Si lo hubiera golpeado, hubiera valido. —¡Los odio a todos! —Styxx
gruñó profundamente en su garganta. Una garganta que todavía estaba dañada debido a Acheron y
los dioses que nunca podrían dejarlo solo.

Maldita sea todo…

No, malditos todos ellos.

Ninguno se había compadecido de él. Fue arrojado a un lado y olvidado como basura.

Hasta que lo necesitaban.

Todo lo que siempre había querido era una familia. Una persona que lo tratara como si le
importara. Y todo lo que había conseguido era decepción.

De todos ellos. Le había tomado siglos para llegar a un acuerdo con ese único hecho.

¿En serio? ¿Qué diablos importaba? Él no tenía una vida. Él nunca la tuvo

Y estaba seguro de que no tenía a su esposa o su hijo...

Que decir de dos niños.

Sigue adelante y muere ya. No había nadie para llorar su muerte.

Enfadado, herido y dolorido por un hecho que nunca había podido cambiar, Styxx sacó su
aba, luego levantó su mochila del suelo. Con la respiración entrecortada, miró con odio a Savitar. —
¿Puedes asegurarte de que mis animales y mi equipo vayan con alguien que los necesite y que su
nuevo cuidador no se los coma?

Savitar estaba sorprendido. —¿Vas a venir?

Styxx desvió su mirada, mientras miles de emociones lo llevaban hasta el punto en que no
sabía realmente lo que sentía. Aparte del dolor y la soledad.

Pero eso no era nada nuevo para él.


Se encontró con la estoica mirada lavanda de Savitar. —Nunca he sido el bastardo que todos
ustedes piensan que soy. Sabías que no puedo dejarlo morir, de lo contrario no habrías venido aquí.

—Gracias, Styxx.

—¿Por qué?

—Por ser el hombre que sabía que eras.

—Vete a la mierda, Savitar. Solo llévame a donde necesito ir y detente con la mierda
sentimental que no quieres decir, antes de ceder a mi deseo de darte una paliza.

Stygian
Urian estaba al lado de Davyn, escuchando a Sin y Katra repasar sus planes de lucha contra
los dioses atlantes. Todo estaba bien, excepto por una cosa.

—¿Estoy entendiendo esto mal? ¿O en cada jugada Styxx termina muerto?

Acheron suspiró. —Lo sé. Lo estoy intentando, Urian. Tampoco lo quiero muerto, pero no
puedo pensar en otra cosa. Realmente, estoy abierto a cualquier sugerencia. Supongo que, si hay
algún consuelo, es lo que quiere Styxx.

Bueno, se alegraba de que su jefe se sintiera tan arrogante acerca de la vida de su hermano.
Sin embargo…

—En realidad no es lo que quiero para él, ya que es mi mejor amigo.

—¿Disculpa? —Davyn le dirigió una mirada ofendida.

—Tú eres mi hermano. Así que cállate. —Urian besó su mejilla y le revolvió el pelo.

—Más bien soy un amigo. Los amigos no abusan del otro.

—Deja de quejarte.

Ash rodo los ojos. —De todos modos, estoy de acuerdo contigo, Urian. Realmente preferiría
no hacer más daño a Styxx tampoco. He exprimido mi cerebro todo lo que puedo, pero...

—Creo que sé cuál es el problema.

Ash arqueó una ceja a Urian. —Por favor, ilumíname.

—Estamos olvidando a nuestro mariscal de campo estrella.

Stygian
—¡Espera! —gritó Urian mientras se teletransportaba y vio que Savitar estaba a punto de
sacar a Styxx para pelear. Maldita sea, eso estuvo cerca. Unos segundos más, y habría sido
demasiado tarde para detenerlos.

Jadeando por su loca carrera para llegar con Davyn a cuestas, se dobló para recuperar el
aliento.

Savitar gruñó. —No tenemos tiempo para esto.

Urian resopló despreocupadamente. —Tómalo contra el jefe. Él es el que me envió por un


tiempo fuera. Acheron ha convocado a un equipo antes de hacer nuestra última jugada.

Sacudiendo la cabeza, Savitar dejó escapar un suspiro de exasperación. —Recuérdame


cancelar tu suscripción a ESPN... —miró a Styxx con un brillo extraño en sus ojos color lavanda—.
Bien.

Lo siguiente que Urian supo fue que los cuatro estaban de vuelta en la isla de Savitar con
Acheron y Tory, quienes estaban alimentando con galletas a su hijo. Danger y Alexion intentaban
controlar a Simi y Xirena mientras planeaban tomar las galletas de Bas. Y Katra y Sin estaban
absortos en su propio mundo.

—No nos van a esperar todo el día —advirtió Savitar a Acheron—. Sabes que los dioses están
marchando y no esperarán mucho tiempo.

—Lo sé, pero cuando estaba revisando la situación con todos y tratando de idear un plan
alternativo que no le costara la vida a Styxx, Urian me recordó que nos faltaba un miembro muy
importante del equipo —Acheron fijó su mira en Styxx—. El mariscal de campo que realmente se
enfrentó a los dioses atlantes y se los sacó de encima.

Styxx frunció el ceño cuando todas las cabezas se giraron hacia él. —Como nadie se ha
molestado en decirme a que me enfrento, no entiendo nada.

Ash miró a Simi, que se sonrojó y sonrió tímidamente.

—Bueno, mira, akri-Styxx, todo comenzó cuando la Simi decidió que te iba a conceder tu
deseo de cumpleaños para Navidad. ¿Ves?

—Claro como una tormenta de arena a ciento cincuenta kilómetros por hora.

Ash soltó una risa baja y siniestra. —Simi decidió despertar a los dioses atlantes para ti. ¿No
fue considerada?

Urian reprimió una carcajada. Sería mejor que Ash se alegrara de que Simi no haya captado el
sarcasmo o, de lo contrario, Akri o no, podría haber terminado como barbacoa charonte.

Styxx frunció el ceño. —¿Por qué?

Con un puchero adorable, Simi suspiró pesadamente. —Bueno, ya ves, no se supone que a
todos los dioses. Solo se suponía que era a una. Pero ella no se levanta. Muchos de esos otros se
emborrachan y se ponen feos, rápido. Y me refiero a que son tan feos como un gallu en la mañana
sin salsa de barbacoa. Y la Simi todavía no sabe por qué la única a la que traté de despertar, sigue
durmiendo cuando es tan importante que ella se levante y hable. Es tan confuso.
Sí, sí lo era. Y ella estaba en medio de ello.

Sin se volvió hacia Savitar. —Oye, tengo dos dioses y un semidiós que solicitan permiso para
entrar a tu casa y unirse a nuestra charla.

Sí, había una mirada en el poderoso rostro de Savitar, que decía que el dios sumerio estaba a
punto de terminar en su menú. —¿Quien?

—Mi hermano, Seth, y tu dios menos favorito de todos los tiempos.

—¿Noir?

—El segundo menos favorito, —Sin corrigió rápidamente.

Savitar gruñó bajo y profundo en su estómago, como si estuviera a punto de dar a luz a un
extraterrestre. —Pensé que ese bastardo estaba muerto.

—Aparentemente no.
La mandíbula de Savitar comenzó a temblar. —¿Por qué?

—¿Por qué no está muerto? —preguntó Urian con sarcasmo.

Savitar lo fulminó con la mirada. —¿Por qué están ellos aquí?

Ignorando la pregunta de Urian, Sin se encogió de hombros. —Dicen que pueden ayudar con
esto.

Con las manos en las caderas, Savitar miró a Acheron y luego a Kat. —Apollymi me debe
una. Muy grande. Y tú también. —Luego volvió a mirar a Sin y asintió bruscamente.

Urian escuchó a Davyn jadear al ver a Zakar, el hermano gemelo de Sin, aparecer junto a él.
Pero al menos eran fáciles de diferenciar, ya que Zakar tenía el cabello más largo.

El dios egipcio Set siempre había sido una bestia peculiar, muy diferente del resto de su
panteón. Y esa sola cosa era su cabello rojo oscuro. Lo que tenía sentido, supuso Urian, ya que el
rojo era el color que representaba el mal para ellos, y Set era el dios del mal, la oscuridad y el caos.

Toda esa mala mierda, en realidad.

Alto y musculoso, tenía un aura de poder a su alrededor que ponía de punta todos los nervios
de Urian.

Sin embargo, la parte más extraña fue cuando Zakar le dio un codazo a Set para que mirara a
Styxx. —Ahora sería el momento perfecto para sacar una foto.

Urian le echó un vistazo a la mirada desconcertada en la cara de Styxx.

No estaban equivocados.

Por alguna extraña razón, Set y Zakar se transformaron, cambiando extrañamente su aspecto,
luego regresaron rápidamente a sus inmortales apariencias.
Okay, entonces…

Obviamente, era una broma interna, dentro de la cual, los demás no estaban involucrados.

Set miró a su alrededor. —Hace más de cuatro mil años, Apolo y la zorra de su madre, usaron
a mi hijo Seth, —indicó al hombre pelirrojo con una mata de rizos que tenía a su lado— para
atraparme en el desierto sin que yo supiera lo que estaban haciendo con él. Fueron ellos quienes
restringieron mis poderes para que los griegos pudieran tomar mi panteón y entregar a mi hijo a mi
enemigo más odiado.

Ah...

Maldición, su abuelo arruinó a todos con los que había entrado en contacto.

Urian le dirigió una mueca de disgusto a Davyn. En realidad, ¿había alguna persona que no
quisiera mandar a Apolo al olvido en este momento?

Set dio una palmada en el hombro de Styxx. —Si no fuera por Styxx, todavía estaría allí,
encadenado en el desierto, luchando contra los buitres, —miró a su hijo y su mirada se suavizó al
instante. —Y mi hijo todavía me odiaría por tratar de hacer algo que hubiera dado todo por
ahorrarle.

El ceño de Styxx se profundizó. —¿Por qué no me dijiste que eras tú cuando te liberé?

—Tenías suficiente dolor por Bet. No quería empeorar las cosas cuando creía que no podía
hacer nada para solucionarlo o ayudarte. Después de que me hicieras ese gran favor, lo último que
quería era pagarte con más dolor.

Set inclinó su cabeza hacia el hermano de Sin. —Zakar y yo éramos aliados en el pasado, por
eso te pedí que me llevaras a su casa para recuperarme. Desde que te fuiste, hemos estado tratando
de encontrar una manera de revivir a mi hija sin despertar a los otros atlantes. Irónico como el
infierno que todos se despertaran y ella no lo haya hecho.

Styxx frunció el ceño. —Pero Betany era egipcia, no atlante.

—De mí parte, sí. Su madre es Symfora.

Con los ojos desorbitados, Urian intercambió una mirada abierta con Davyn, ante el nombre
que ambos conocían. Symfora era la diosa atlante de la muerte, el dolor y la aflicción.

Styxx dejó escapar un largo y cansado aliento. —¿Bethany es Bet’anya Agriosa?

Set asintió. —Por una razón obvia, ella tenía miedo de decirte la verdad.

—No me hubiera importado.

—Bueno. Porque si la quieres de vuelta, tendrás que desangrar a Apolo y luchar contra lo
peor de los dioses atlantes por ella.

—Y no vas a luchar sin nosotros. Maahes y Ma’at entraron en la habitación, junto a Savitar.
Llamado el señor de la masacre, Maahes era el protector de los inocentes. Un enorme bruto
musculoso, que tenía mucho en común con el hermano de Urian, Archie, excepto que tenía mucho
mejor temperamento. Y su enorme tamaño era un amargo contraste con la excepcionalmente
pequeña estatura de Ma’at. La diosa de la justicia y la verdad, que apenas le llegaba a la cintura.

Pero él prefería por mucho mirarla, ya que era hermosa. Su vestido rojo y dorado le daba a su
piel oscura, una apariencia de perfección. Y sus rulos nubios estaban firmemente recogidos con una
bufanda escarlata oscura, lejos de sus cincelados rasgos.

Con los ojos enrojecidos de rabia, Savitar gruñó. —¿Alguien más que quieras traer a la fiesta?

Maahes sonrió insolentemente. — Mi madre, ¿puedo?

La mirada en la cara de Savitar dijo que Maahes estaba apenas a un paso de convertirse en
una alfombra de leones en el piso de Savitar.

Ma’at se puso de puntillas para besar la mejilla de Savitar. —Recuerda, te gusto.

—No me gusta nadie que irrumpa en mi casa sin ser invitado, Mennie.

—Lo superarás. —Volvió su atención al grupo—. Está bien, niños. ¿Dónde estamos?

—Confundido, por lo que he oído. —Styxx cruzó los brazos sobre su pecho mientras
consideraba todo lo que le habían dicho—. Voy a ser denso por un momento porque estoy teniendo
problemas para entenderlo... Bethany puede ser traída de vuelta ¿Sí?

Ma’at y Set asintieron.

El malestar de Styxx fue más que evidente, y Urian realmente pudo sentir las olas de dolor y
rabia luchando por el control en su amigo. Honestamente, él quería ayudar al hombre a sobrellevar
todos los siglos que innecesariamente Styxx había pasado solo.

Miró furioso a Acheron. —¿Por qué nadie me dijo esto antes?

Ash levantó sus manos en señal de rendición. —No tenía idea de que tu Bethany era
Bet’anya, o que estaba alojada en el sótano de mi jardín de estatuas. Esa es la verdad. Estaba un
poco angustiado y desorientado hace once mil años, cuando mi madre me llevó a Katateros por
primera vez. Después de teletransportar esas estatuas espeluznantes al sótano, cerré la puerta con
llave y nunca volví a acercarme a esa zona.

Urian no podía culparlo por eso. Esos eran los dioses que habían ordenado su muerte cuando
era un bebé.

Aun así, no se molestaría con Styxx si le daba un puñetazo a Ash en ese momento. Porque si
esa hubiera sido Phoebe o Xyn en el sótano, y Paris estuviera de pie allí, ahora estaría cubierto de
sangre.

Styxx miró a Set y Ma’at. —¿Por qué no me lo dijeron?

—Cariño, cada uno de nosotros pensamos que estaba muerta, —dijo Ma’at amablemente—.
Créeme, si hubiéramos sabido que estaba congelada en Katateros, la habríamos liberado por nuestro
bien.
—Bueno, lo hubiéramos intentado, —Set suspiró—. Probablemente habríamos fallado. Fue la
alineación en el 2012 lo que hizo esto posible... eso y el demonio.

Volvió la mirada hacia Simi.

Simi le dedicó una sonrisa feliz. —Te dije que los deseos pueden hacerse realidad, y no solo
en Disney World. El mundo real también hace un buen trabajo, a veces.

Acheron frunció el ceño ante la familiaridad de Simi con su hermano—. ¿Cuándo se hicieron
dos amigos?

Ella arrugó la nariz. —En tu cumpleaños, akri. ¿Sabías que akri-Styxx no tiene a nadie con
quien pasar su día especial? Él estaba solo y entonces Simi fue a pedir disculpas y hacerlo amigo
suyo, para que no esté solo en sus días especiales. Pero él rompió mi corazón, así que ahora él es mi
otro akri-bebé como Bebé Bas y akra-Kat. La Simi lo ha adaptado oficialmente... no... lo ha
adoptado. —Ella sonrió tan ampliamente que sus colmillos brillaron.

En lugar de estar enojado, Acheron rió y besó su mejilla.

Urian se aclaró la garganta y se inclinó para susurrar en el oído de Styxx. —Amigo, confía en
mí, si ella trata de hacer que eructes, corre rápido. Corre lejos, corre como si los sabuesos del
infierno estuvieran sobre tus talones, porque lo están.

Styxx le dio una palmada en el estómago.

Rodando los ojos, Ash negó con la cabeza. —Está bien, Styxx. Este es tú show ¿Cómo
hacemos esto?

Styxx miró a los dioses, a los demonios, a Urian y a Davyn. —Sigo siendo el único humano
en la habitación. No sé contra qué nos enfrentamos ni contra quién estamos luchando. Necesito más
detalles.

Acheron extendió las manos y en la pared apareció un mapa de su templo en Katateros que
mostraba el sótano y las estatuas que allí se encontraban. Mientras hablaba, la animación ilustró sus
palabras. —Una docena de dioses se despertaron mientras Simi estaba en el sótano con Xirena,
buscando a Bet'anya. Dado que estuve en Las Vegas con Sin y Katra, y Tory estaba con mi madre
en Kalosis, los dos demonios estaban solos para hacer travesuras, aunque bien intencionadas. Tan
pronto como los dioses comenzaron a moverse, Xirena corrió a decirle a Alexion y Danger que
habían regresado. Los tres agarraron a Simi y escaparon hasta aquí con Savitar, para hacerle saber
lo que había sucedido.

—Ahí fue cuando me llamaron en Minnesota, —dijo Urian—. Y me dijeron que no volviera a
casa por unos días, ya que teníamos antiguos intrusos en Katateros que probablemente no serían los
anfitriones de una fiesta de bienvenida. ¿Quién sabe? Espero que no hayan tocado mi PlayStation,
ya que eso me va a hacer enojar seriamente.

Ignorando ese comentario, Acheron suspiró. —También estamos bastante a ciegas, —señaló
la recreación en la pared—. Tenemos esto basado en el recuerdo de Simi, que es muy preciso. Pero
un poquito viejo, ya que Archon y los demás han bloqueado nuestras sforas. Ninguno de nosotros
puede ver dónde están, ni nada de lo que hay dentro del templo principal.

—Traté de enviar a Davyn, pero él es un cobarde.


Davyn empujó a Urian. —Nadie impedía que tú fueras.

—Eso es porque soy una gallina de mierda.

Styxx los ignoró por completo. —¿Sabemos contra quién nos enfrentamos?

Acheron miró a Simi antes de responder. —No estamos cien por ciento seguros porque Simi
era una niña cuando ellos gobernaban, y, por lo tanto, está un poco dudosa sobre alguna de sus
identidades. Lo mejor que podemos asumir, es... —De nuevo se volvió a las imágenes que Simi
había creado, una que se parecía más a Wreck-It Ralph73 que a un dios real... bien hecho, Simi—.
Dikastis, Ilos, Isorro, Asteros, Epithymia, Diafonia, Nyktos, Paidi, Teros, Phanen, Demonbrean, y
sabemos a ciencia cierta que Archon está con ellos, ya que él es con quien hemos estado hablando.
Y, por supuesto, el idiota favorito de todos, Apolo.

—Hermoso. —Styxx parecía como si estuviera a punto de vomitar, y Urian pudo probar un
poco de su propia bilis—. Mi lista de invitados ideal... para una fiesta en el infierno.

Urian no podría estar más de acuerdo. Con ese elenco de villanos Gothamesque 74, hoy los
dioses, definitivamente, se estaban burlando de todos ellos. Todo lo que necesitaba era a Helios en
esa mezcla y tendría la lista completa de idiotas de los que quería un pedazo.

Styxx se cercioró de que todos supieran quiénes y contra qué estaban peleando, ya que la
mayoría nunca había ido en contra de ellos. —Apolo no es un problema. Es un puto idiota cuando
se trata de este tipo de cosas. Y es un matón sin coraje que retrocederá ante alguien más poderoso.

—No estará liderando una embestida, pero se quedará atrás hasta que pueda lanzar un
puñetazo desde un lugar seguro. Desafortunadamente, Archon no es nada de eso. Él es virulento y
mortal. Vengativo como el infierno. Brutal. Pero de la lista, Epithymia y Asteros —les resaltó—
son los dos a quienes tenemos que neutralizar de inmediato. No los subestimen, especialmente a
Epithymia. La diosa perra está loca y es más mezquina que la mierda. No le muestren compasión o
vacilación, porque ella no se las mostrará.

Barrió con su mirada a los ocupantes de la habitación. —Y hagan lo que hagan, no dejen que
esa perra los toque... Demonbrean es incluso más tonto que Apolo, pero también es del tamaño de
una maldita casa. Su piel está blindada y vive para aplastar cosas. Trátenlo como a una pitón y no
dejen que los rodee con sus brazos. Si lo hace... están jodidos. Dikastis se quedará atrás para ver
cómo está la situación, y podría no pelear contra nosotros en absoluto. Él es todo acerca de la
justicia y de lo que es correcto. Si la pelea no es sobre el honor o la verdad, no participará. El resto
son seguidores. Letales, pero, no obstante, peones. Son sirvientes de Misos en la guerra, y sólo
hacen lo que se les dice. Neutralizas a Archon y se retirarán. Ahora, ¿qué sabemos de sus
demandas?

Savitar dejó escapar un amargo gruñido. — Archon me contactó porque yo era su chthonian,
sin saber mi relación con el Pequeño Surfista. Quieren a Acheron como un sacrificio, para poder
utilizar su sangre y su corazón, y así traer de vuelta al resto de su alegre pequeña banda de
imbéciles, excepto por Bethany. Archon la culpa por esto, como si él no fuera quien causó que
Acheron fuera maldecido... ¿qué me estabas diciendo acerca de su inteligencia?

73
Hace referencia a la película animada homónima, producida por Walt Disney Animation Studios y estrenada en el año 2012.
74
No existe palabra en español equiparable a ésta. En este caso la autora hace un juego de palabras al agregar el sufijo –esque a la
palabra Gotham, el cual es frecuentemente utilizado por escritores que disfrutan creando adjetivos a partir de nombres de
celebridades o de cualquier referencia a la cultura pop. En este caso Gotham se refiere a la serie de televisión estadounidense creada
por Bruno Heller y basada en los primeros pasos de varios personajes de las publicaciones de DC Comics, especialmente James
Gordon y Bruce Wayne.
—Firme negación no es lo mismo que la inteligencia. —Styxx se frotó la ceja mientras
digería esa información que nadie se había molestado en decirle cuando le habían pedido que
fingiera ser Acheron—. Sólo por curiosidad, ¿cuál era tu plan de juego una vez que me enviaras a
morir y descubrieran que mi sangre y mi corazón no podían traer de vuelta a sus muertos?

Savitar se encogió de hombros despreocupadamente. —Comprarnos tiempo para reunir


suficientes chthonians para liquidarlos.

Styxx frunció el ceño. —¿Por qué? ¿Los chthonians son conocidos por ser personas
complacientes? ¿Ummm sí? ¿Cuándo fue que ustedes, jodidos, trabajaron juntos? La última vez que
lo comprobé, su lema oficial era "No Jugar Bien Con Los Demás. No Mezclarse Con La Población
O La Gente. Punto.”

—“Y hagan lo que hagan, no los alimenten después de la medianoche, o en cualquier otro
momento del día, ya que tomarán la mano que les da de comer y la empujarán a un lugar incómodo
de su cuerpo.”

Styxx negó con la cabeza. —Me sentiría tentado a reír si no estuviera tan cabreado. Gracias a
los dioses que ninguno de ustedes estuvo entre mis asesores militares. Habríamos tenido que
entregar nuestros traseros, —murmuró en voz baja. Luego más fuerte—. ¿Están con toda su fuerza?

Acheron se encogió de hombros. —Ni idea.

Styxx dirigió una mirada de irritación a Urian, quien levantó las manos en señal de rendición.

Te entiendo, hermano. Urian le envió sus pensamientos. Porque realmente lo hacía. Éste era
exactamente el motivo por el que se había negado a permitirles enviar a Styxx de la forma en que
estaban planeando hacer. No se quedaría a mirar cómo su amigo era masacrado por su estupidez.

Styxx dejó escapar un suspiro de cansancio. —Vamos a asumir que sí... Así que nuestros
números están básicamente empatados. El eslabón más débil de nuestro grupo soy yo... ¿Cuáles son
nuestras fortalezas?

Simi abrió su bolsa y sacó su salsa barbacoa. —¡Demonios listos para comer, akri-Styxx!
¡Dámelos!

Riéndose del entusiasmo de Simi, Acheron levantó la barbilla hacia su otra hija. —No quiero
a Katra en peligro, pero es una siphon.

Kat lanzó una mirada irritada a su padre. —También soy un soldado entrenado, papá. —Kat
miró a su esposo, Sin, y le advirtió con su mirada que no dijera una palabra. Se volvió hacia
Styxx—. Yo era la kori principal de mi madre, y a diferencia de mi padre y mi esposo seriamente
sobreprotectores, ella...

—Puso su trasero en peligro todo el maldito tiempo, con una descarada desconsideración por
su seguridad que todavía me enfurece, —gruñó Sin.

Kat sonrió y tomó su mejilla. —Sí, bebé, pero si ella no hubiera sido tan descuidada, no te
tendría. ¿O no?

Él gruñó en voz baja.


Y Kat nació de los dos panteones a los que se enfrentaban. Una ventaja definitiva.

Styxx asintió. —¿Qué más tenemos de lo que no sabrán?

Urian se indicó a sí mismo y a Davyn. —Daimon y un ex daimon. —Aunque eso


probablemente no era mucho.

Set cruzó los brazos sobre su pecho. —Durante miles de años, mi hijo fue el Alto Guardián de
Noir en Azmodea.

Sí, ellos, definitivamente, no eran tan buenos como eso.

Seth asintió. —Estoy acostumbrado a luchar contra dioses enojados. También puedo
conseguirnos una mirada con mi ojo de pájaro de todo lo que necesiten. Lo que yo uso, ellos no lo
pueden bloquear.

Pero ellos tenían una cosa que los otros no... —Gracias a Davyn, tenemos esto. —Urian
levantó el collar por el que habían negociado con su padre.

Los ojos de Set se ensancharon con reconocimiento. —¿Cómo conseguiste eso?

Urian resopló. —El enemigo de mi enemigo es mi maldito mejor amigo. Davyn lo tomó
prestado de mi padre, quien estaba más que feliz de facilitarlo y quiere que lo atemos como un lazo
alrededor del cuello de Apolo.

—¿Qué es eso? —preguntó Styxx.

Set rió, bajo y malvado, y no hizo ningún movimiento para tocarlo. —El Ojo de Verlyn.
Agotará los poderes de cualquier dios con el que entre en contacto directo.

Todos los dioses de la sala, al mismo tiempo, retrocedieron un paso alejándose de él.

Styxx lo miró con un nuevo respeto. —¿Por cuánto tiempo?

Urian sonrió. —Tan pronto como los toca, les quita sus poderes. Todo depende de por cuánto
tiempo lo lleven en su cuerpo y cuán fuertes sean. Por demasiado tiempo, los matará.

Styxx sonrió e inclinó la cabeza hacia ellos. —¿Funciona sólo en los de sangre pura o en
alguna otra especie?

Set se encogió de hombros. —No lo sé.

Antes de que alguien pudiera reaccionar, Simi agarró a su hermana y puso su mano sobre éste.

—¡Oye! —Le espetó Xirena a su hermana.

—¿Todavía tienes poderes, hermanita?

Xirena le disparó una ráfaga de fuego.

Sonriendo y agachándose, Simi miró a Styxx y soltó a Xirena. —No funciona en nosotras.
Urian se echó a reír. —Ayudé a traerlo, así que... sólo soy un cuarto de semidios y no parece
afectarme.

—Entonces creo que soy el único semidiós verdadero. —Seth lo tomó valientemente en su
mano y esperó. Después de un par de minutos, negó con la cabeza—. Ningún efecto en mí,
tampoco.

—Dado que mis poderes son prestados de Apollymi, no voy a arriesgarme. Asumiremos que
necesito mantenerme alejado de eso. Urian, lo dejaremos bajo tu custodia. —Styxx titubeó mientras
otro pensamiento se le ocurría-. ¿Se puede romper la piedra o duplicarla?

Set negó con la cabeza. —No sin destruirla.

Styxx frunció el ceño a Acheron. —¿La piedra simplemente succionaría tus poderes divinos y
dejaría el resto intacto?

—Eso es lo que usualmente pasa. ¿Por qué? ¿Estás pensando en darme un regalo de Navidad
adelantado?

Urian se rió involuntariamente.

—No me distraigas ni me tientes. —Styxx repasó el resto de su arsenal y la disposición del


templo de Acheron. Definitivamente, usarían los poderes de Seth para echar un vistazo a lo que se
estaban metiendo.

Pero primero…

—La pregunta más importante de todas... ¿Dónde está mi Bethany?

Stygian
Urian y Davyn estaban detrás de las demonios, de Kat, y de Styxx mientras se dirigían hacia
Bethany. El plan era llegar a ella primero y luego lidiar con los demás.

Cuando Styxx alcanzó el picaporte, Katra colocó su mano sobre su brazo. —Sé que esta es la
primera vez que nos vemos, Styxx, pero preferiría que no vayas solo allí. Alguien debería estar
contigo.

—¿Cómo es que eres la hija de Artemisa?

Kat sonrió. —Ella no es tan mala como crees... Apolo, sin embargo, probablemente es peor.

Simi se paró en su otro lado y se inclinó para susurrarle al oído. —Seremos súper silenciosas.
Akri-Styxx ni siquiera sabrá que estamos allí.

Urian puso su mano sobre el hombro de Styxx. —No te preocupes. Lo que pase, pasará, y no
pensaremos nada al respecto. Sólo estaremos aquí para ti si nos necesitas.
Sus ojos se llenaron de lágrimas, las emociones lo desbordaron; no estaba acostumbrado a que
nadie estuviera allí para él. Urian conocía ese sentimiento, demasiado bien. Era lo que más
extrañaba sobre sus hermanos y el por qué atesoraba a Styxx de la forma en que lo hacía.

—Gracias.

Urian apretó su agarre antes de dejarlo ir.

Respirando hondo, Styxx abrió la puerta del dormitorio. Las ventanas del suelo al techo
estaban abiertas, dejando entrar la suave brisa del océano. Pero era la enorme cama con dosel en el
centro de la habitación lo que llamó su atención. Las cortinas de lino blanco con cordones dorados
estaban corridas, ocultando la mayor parte del contenido de la cama.

La mirada de Urian se vio atraída por el bulto debajo de las escuetas mantas blancas. Justo
antes de que los atlantes hubieran atacado Katoteros, Simi había llevado fuera el cuerpo de Bethany,
trayéndola aquí para su custodia hasta que encontraran una forma de despertarla.

Urian mantuvo su atención dividida entre Styxx, que se acercaba a la cama, y vigilar que
visitantes no deseados se acercaran sigilosamente.

Y tan pronto como Styxx vio a Bethany, se quedó inmóvil.

Urian también.

Maldición, ella era hermosa. Perfecta. Justo como lucía en esos meticulosos retratos que
Styxx había hecho. Su piel era impecable. A pesar de que ella no se estaba moviendo, él pudo
imaginar la fluida gracia de sus movimientos. Pudo escuchar la suave cadencia de su voz.

Curiosamente, Urian sintió como si la conociera de alguna manera. Como si se hubieran


conocido en un sueño en algún lado.

La mano de Styxx temblaba cuando retiró las mantas para exponer la sangre que todavía
estaba en su vestido, donde Apollymi la había atacado. Arrojando su cabeza hacia atrás, él rugió de
rabia y dolor; luego tomó su cuerpo en sus brazos sosteniéndola.

—¿Beth? —él susurró contra su mejilla mientras acunaba su cabeza en su hombro—. Por
favor, vuelve a mí. Por favor. Te necesito tanto... —las lágrimas caían por sus mejillas.

Urian se atragantó al sentir la agonía de su amigo. Incapaz de soportarlo, apartó su mirada. En


su mente, se vio a sí mismo la noche en que había perdido a Phoebe. A Xyn. Escuchó sus propios
gritos de angustia, que aún no se habían detenido, desde las noches en que su corazón se había
partido.

Davyn extendió su mano y lo atrajo a sus brazos. Urian hizo todo lo posible para permanecer
fuerte. Como siempre lo hacía.

Pero la verdad era que nunca fue así de fuerte. Nunca lo había sido. El verdadero amor no
conquista cualquier cosa. Todo lo que hacía era destruir.

—Te tengo, hermano, —susurró Davyn en su oído mientras él lloraba en silencio. Acheron se
unió a ellos en la sala para ir hacia Styxx.
Urian se apartó de Davyn justo cuando Styxx soltaba a Bethany, que, bramando de furia, se
abalanzó sobre Acheron con su puño en alto. Éste lo bloqueó y tiró de él a sus brazos. Styxx trató de
pelear, pero Acheron lo mantuvo cerca de él con un agarre de hierro.

—Está bien, Styxx. Sé que duele.

Pero Acheron no lo sabía. Hasta Urian sabía eso. El Cazador Oscuro no tenía idea del dolor
que él y Styxx compartían. Sus hijos estaban todos vivos y bien. Tory estaba sana...

Nadie iba a matar a su bebé y dejarla congelada y sola de esa forma.

Cubierta en su propia sangre.

Urian esperaba que Acheron nunca supiera la oscuridad que vivía dentro de ellos, la locura
que supuraba en forma de una agonía devoradora diferente a cualquier cosa imaginable. La pena por
su esposa era un hambre que se alimentaba de toda felicidad, que consumía sus sonrisas todos los
días, y robaba piezas de su alma hasta el punto en el que temió nunca volver a ver la luz.

Al igual que Styxx, Urian había estado tan perdido durante tanto tiempo, que a pesar de que
caminaba bajo la luz del día, no la sintía. Tampoco sintió ninguna forma de calor en las vastas
tierras del invierno que se lo tragaron entero. El sol no pudo ahuyentar lejos a las persistentes
sombras del dolor y el remordimiento. La abrumadora oscuridad de lo que podría haber sido.

Esa profunda sensación de pérdida que llegaba en el momento en que se despertaba y sabía,
por seguro, que todas sus esperanzas y sueños para el mañana se habían convertido en su ayer.

Ese era el infierno al que ellos llamaban hogar.

Y Acheron no sabía nada de eso.

Bastardo suertudo.

—Jodidamente te odio, —gruñó Styxx en el oído de Acheron.

—Lo sé, hermano... Lo sé. —Y aun así, Acheron lo sostuvo de la forma en que Urian solía
aferrarse a su propio gemelo. De vuelta a aquellos días en que habían sido niños inocentes, antes de
que el mundo chocara contra ellos y los hiciera hombres amargados, marcados por la guerra y la
tragedia. Separados por la muerte y la angustia.

—Deseo más que cualquier cosa poder retractarme de todo. De todo, —suspiró Acheron—.
Haber escuchado y seguido el consejo que les di a los demás. Te lastimé y te abandoné y estuvo
mal. Estaba equivocado y estoy increíblemente arrepentido. Su tristeza ahogó a Urian mientras los
observaba. Se lamentaba por ambos hombres, que habían sido divididos por el odio y por un mundo
que no los dejaría vivir en paz.

Styxx miró a su gemelo. —¿Por qué no puedo simplemente odiarte?

Los brazos de Acheron se apretaron a su alrededor. —Porque eres un hombre mejor que yo.
Siempre lo fuiste. —Se retiró y colocó su frente sobre la de su hermano y gentilmente apretó su
mano en el cabello sobre la nuca de Styxx—. Nunca voy a volverte la espalda, hermano. Yo…
Styxx le tapó la boca con la mano, cortando sus palabras. —No hagas una promesa que no
puedas mantener.

Acheron moriría si lo hiciera. Esa era la maldición de los dioses atlantes.

Él limpió las lágrimas en la cara de Acheron. —Ah, parecemos dos ancianas. —Styxx apretó
sus puños en el cabello de Acheron, que ya no caía por su espalda—. Pero, al menos, finalmente
obtuviste un corte de pelo decente.

Acheron se rió.

Urian se secó los ojos mientras recordaba su propia conmoción cuando Ash y Tory se habían
cortado el largo cabello y lo habían donado a una organización benéfica en honor al primer
cumpleaños de Sebastos.

Con su respiración entrecortada, Acheron lo soltó. —No tienes idea de cuánto te extrañé
cuando Estes me llevó lejos, Styxx. No podía soportarlo.

Styxx resopló. —Sí conozco tu dolor. No sólo tengo mis recuerdos, sino también los tuyos.

Acheron le dirigió una feroz y severa mirada. —Y ahora yo tengo los tuyos. —Las lágrimas
brotaron en sus ojos de nuevo—. Hermano, me siento estúpido. Honestamente, no sé cómo pudiste
alguna vez hablarme de nuevo. Y si te hace sentir mejor, Styxx, la habría elegido a ella sobre mí. Al
menos es más bonita de ver.

Urian tomó la mano de Davyn mientras sentía que el dolor de su hermano se extendía hacia
él. Todos ellos entendieron esa miseria. El amor era un regalo demasiado raro para alguna vez
desperdiciarlo. Si se tenía la suerte de encontrar a la persona lo suficientemente fuerte como para
permanecer a su lado, se sostenía con todo lo que se poseía y nunca se la dejaba ir.

Porque si se la perdía, era un infierno inimaginable que atravesaba el alma todos los días de su
vida.

Acheron le dio una sonrisa sombría. —No estuviste equivocado al protegerla. Y la


recuperaremos para ti. Lo juro.

Urian se atragantó ante su propia pena al sentir la mano de Davyn temblando en la suya.
Ambos venderían sus almas para recuperar a Paris y a Phoebe o a Xyn. En un solo latido de
corazón.

Maldita sea, ¿por qué no los había atesorado más cuando los tuvo? El único arrepentimiento
que Urian tenía era no haber pasado más tiempo en sus brazos, nunca debería haberlos dejado.
Styxx tenía razón. “Te subes al carro, pase lo que pase” 75, y permaneces a su lado, malditas sean las
consecuencias.

Styxx se secó los ojos. —Sólo prométeme una cosa. Si esto no funciona, finalmente me
matarás.

75
En el original aparece la frase “hell of high water”, la cual se utiliza para decir que algo definitivamente sucederá o se concretara
incluso cuando otros eventos o situaciones podrían dificultar dicha tarea. En español se puede reemplazar por la frase “pase lo que
pase”.
Urian se estremeció ante esas palabras. Maldíceme si no entiendo eso. Él había hecho la
misma petición. Y odió cada día que vivió sin las mujeres que amaba. No era justo estar aquí
cuando ellas no estaban. Eran su mejor mitad. ¿Cuán cruel fue el destino al perdonar al animal que
era él, y tomar la belleza de sus almas en su lugar? ¿Qué tipo de justicia era esa? ¿Cómo podía eso
ser considerado correcto?

¿Qué diablos estaba mal con el equilibrio del universo al hacerle algo así a la humanidad? Él
era quien debería haber sido asesinado. Phoebe nunca le había hecho daño a un alma. Y Xyn... ella
era una guardiana. Una dama de tanta belleza y gracia…

Él era un monstruo que debería haber sido liquidado como un perro rabioso.

Sin embargo, él continuó viviendo por toda la eternidad mientras ellas se habían ido.

No estaba bien y, cada vez que pensaba en ello, quería desgarrar las gargantas de los
mismísimos dioses por su crueldad. Por su falta de respeto por la humanidad y por dejarlo atrás
cuando, obviamente, a ellos no les importaba una mierda lo que estaba bien y lo que era justo.

La vida era fría y egoísta. Al igual que su alma vacía. ¿Por qué tenía que ser así? ¿Por qué los
dioses mostraban un destello del cielo, sólo para arrancarlo de su mamo en el momento en que se
atrevía a alcanzarlo?

No había necesidad de un infierno eterno. La vida era suficiente castigo. Ninguno lo merecía.

Especialmente, no los bebés inocentes nacidos en este mundo que llegaban desnudos y no
preparados para su brutalidad.

—¿Es eso realmente lo que quieres?

Urian resopló ante la pregunta de Acheron que decía todo sobre su inocencia. Ash nunca
había realmente amado y perdido o sabría la respuesta. Nadie quería vivir después de haber sido
destripado.

El tiempo no curaba esas heridas.

No cubría las cicatrices. Lo mejor que se podía esperar eran lapsos momentáneos en los que el
dolor no pesaba tanto. Y si se tenía mucha suerte, esos lapsos podrían ir creciendo un poco más.

Eso era todo.

Styxx tomó la mano de Bethany entre las suyas y asintió mientras giraba su anillo de bodas
alrededor de su dedo. —Ella estaba tan feliz cuando puse esto en su mano. Todavía puedo verla
sonreír... —Él se estremeció en agonía—. Dioses, Beth, ¿por qué no fui contigo cuando te
marchaste? Debería haber subido a ese carro y nunca dejar tu lado.

Urian cerró los ojos con fuerza cuando Styxx repitió las palabras que le había oído decir
tantas veces.

Acheron puso su mano sobre el hombro de Styxx. —No habría importado. Si no hubiera
tomado su suero, mi madre igual la habría matado. Al menos de esta forma, tenemos la oportunidad
de traerla de vuelta.
Urian deseaba compartir el optimismo de Ash. El suyo había sido sacrificado en el altar de la
realidad hacía mucho tiempo. Esa perra no tenía piedad de nadie.

De repente, algo rojo, brillante y furioso brilló en la habitación. El temperamento de Urian


estalló al ver a su tía Artemisa en toda su vibrante gloria pelirroja. Cuando dio un paso hacia ella
con ira, Davyn lo atrapó.

—No, —susurró.

El corazón de Urian latía con fuerza, ya que éste exigía que la golpeara hasta que su necesidad
de venganza contra ella y Apolo fuera saciada. Pero Davyn tenía razón. No cambiaría nada.

Sin embargo, podría hacerlo sentir mejor.

Artemisa se detuvo con un ceño severo y un extraño sonido al ver a Ash y Styxx de pie
juntos. Si no lo supiera mejor, Urian pensaría que ella estaba asustada de ellos.

Styxx inclinó la cabeza hacia atrás para hablar con Acheron. —Creo que la sorprendimos más
que ella a nosotros.

Acheron suspiró. —¿Qué estás haciendo aquí, Artie?

Ella comenzó a hablar, luego acortó la distancia entre ellos para darles un golpecito a cada
uno en el hombro. —Esto simplemente... no está bien. Di algo más así sé cuál de ustedes es
Acheron.

—¿Qué, Artemisa?

Ella hizo una mueca de disgusto. —Ahí está ese tono irritado que detesto. —Eella se volvió
de espaldas a Acheron para poder hablar con Styxx—. Te he traído regalos.

Eso envió un escalofrío por la espalda de Urian. Su tía nunca enviaba regalos.

A nadie.

Cuidado con los griegos dando regalos, especialmente cuando eran de una diosa perra
conocida por su egoísmo.

—¿Por qué? —preguntó Styxx.

—Te enfrentarás a mi hermano y al resto de esos animales... Quiero que tú ganes, y les hagas
sangrar. Mucho. Cubos y cubos llenos hasta que salga a borbotones y llenen todo el salón.

Urian sonrió a Davyn. Wow, Apolo estaba haciendo amigos en todas partes a las que iba. Era
bueno saber que su hermana gemela lo odiaba tanto como todos los demás.

Styxx se encontró con la mirada de Acheron por encima de su hombro. —¿Debo estar
asustado de su sed de sangre?

—Estoy aterrorizado, —el ceño de Acheron se profundizó—. ¿Qué hizo Apolo ahora?
—Él atacó a mi Nicholas mientras estaba debilitado. No lo consentiré. Ya que no soy lo
suficientemente poderosa como para dañar a Apolo por mi cuenta, quiero que ustedes dos le pateen
su pierna.

Acheron todo los ojos. —¿Quieres decir trasero, Artie?

—Trasero. Pierna. Cualquier parte del cuerpo que te apetezca. No puedes matarlo, pero
puedes hacerlo sufrir. Largo. Mucho. Dolorosamente. Le di a Savitar una selección de armas. Las
sumergí en el río Styx. Eso debilitará a Apolo hasta el punto en que será como un mortal. —Ella
mostró a Styxx su odio hacia Apolo—. Si yo fuera tú, lo castraría lentamente y con una gran
cantidad de...

—¡Abuelita! ¡Abuelita!

Urian resopló al ver a Mia aparecer en la habitación vestida como algún tipo de hada del
bosque. Esa pequeña niña de cabello oscuro era como un sabueso cuando se trataba de sus abuelos.
Sin ser consciente del hecho de que su abuela era una perra de pesadilla, inmediatamente brincó a
los brazos de Artemisa, envolviendo sus regordetes brazos a su alrededor con un chillido, dándole
un gran abrazo y un beso.

Su perorata olvidada al instante, Artemisa le devolvió su cariño. —¡Mia Bella! ¿Cómo está mi
preciosa hoy?

La niña chilló aún más fuerte cuando rebotó en sus brazos. —Abuelita, abuelita, abuelita,
¿adivina qué? ¡Adivina qué! ¡La Simi me va a poner unos cuernos en la cabeza como los de ella y
los de Pappa! ¡Y ella dijo que podía escoger cualquier color que quisiera y que estarían allí todo el
tiempo y que también podrían brillar en la oscuridad!

Con su expresión sorprendida, Artemisa se mostró tan horrorizada por la idea como Urian lo
estuvo la primera vez que Simi intentó hacer eso con él.

Acheron rió y frotó la espalda de Mia. —¿Qué tal si Simi te hace un par que se puedan
desprender?

Mia arrugó la nariz hacia él. —¡Pappas! ¡No! Quiero los reales. Como tú y Simi y Xirena.

Artemisa sopló una ráfaga de aire. —Sabes que Pappas sólo tiene esos cuando está enojado,
¿no es así?

Los ojos de Mia se agrandaron. —¿En serio?

Ambos asintieron.

Urian saludó a Mia mientras se reía y lo saludaba con la mano. Tenía que admitir que su
prima era adorable. Y todavía no le entraba en su cabeza el hecho de que él y Katra estaban
relacionados. O de que Apollymi se lo hubiera ocultado. Pero ella era la única persona que él había
conocido que era mejor guardando secretos que Acheron.

La atención de Mia finalmente fue a Styxx. Sus ojos se abrieron. —¿Quién clonó a Pappas?
—susurró ella.

Acheron sonrió. —Él es mi hermano... tu tío Styxx.


Emocionada, ella se lanzó a sus brazos y lo besó.

—Te pareces a mi pappas. —Ella puso sus manos en sus mejillas y frotó su nariz con la de
él—. Así es como los charontes dicen hola. Pero sólo si les gustas. De otro modo te comen con salsa
ketchup o barbacoa, o si son como mi tío Xed, con jalapeños, que también son muy picantes.

—No asustes a tu tío la primera vez que te encuentras con él, bonita. —Artemisa la atrajo
hacia sus brazos y le hizo cosquillas.

La puerta se abrió. Kat y Sin entraron en la habitación haciendo irritados, aunque aliviados,
sonidos paternales.

—Lo siento. —Kat tomó a su hija de Artemisa—. Se escapó cuando quitamos nuestros ojos
de ella por tres segundos. Debe haber percibido que estabas aquí.

Abrazando a su madre, ella le dio un beso en la mejilla mientras Sin asía a su hija de Kat.

Urian siempre se sorprendía de cómo se pasaban a esa niña como si fuera una papa caliente y,
sin embargo, a ella nunca le importaba. Sus sobrinas y sobrinos no habrían estado de acuerdo con
eso. Pero su prima era de otro tipo, completamente loco. Lo cual, dado sus padres...

Bueno, él entendía.

Mia hizo una mueca adorable a su padre. —¿Estoy en problemas, papi?

Sin tuvo la misma reacción que Urian tenía cuando la pequeña Phoebe volvía sus encantos
contra él. Se derritió y sonrió. —No, bebé. Pero no deberías desvanecerte así sin decirnos adónde
vas.

Urian se echó a reír. Era graciosisimo ver a un hombre tan fuerte y severo como Sin sostener a
una delicada y brillante princesa de las hadas. La parte superior de su vestido estaba repleto de
flores de tela rosadas y blancas, algunas de las cuales estaban cosidas en la larga y esponjosa falda
de tul amarilla. Sus piernas estaban cubiertas con polainas rosadas a juego y zapatos rosados de
charol. Incluso estaba usando un par de alas en miniatura de tul rosado. —Tienes que volver con la
tía Tory y la tía Danger y el tío Kish y quedarte con ellos por un momento, ¿de acuerdo?

Ella, adorablemente, hizo un puchero y asintió.

Artemisa detuvo a Sin antes de que pudiera irse con Mia. —La abuelita irá dentro de un
momento para leerle un cuento a su muñequita, ¿de acuerdo?

Mia sonrió y dio unas palmadas. —¿Podemos también montar en tu carro de ciervos?

—Sólo si mami y papi dicen que está bien... y tendrás que ponerte un suéter. —Artemisa le
dio un gran abrazo y un beso—. Estaré allí tan pronto como pueda. —Ella asintió, luego se puso
rígida en los brazos de Sin. —¡Espera! ¡Espera! ¡Pappas!

Sonriendo, Acheron le dio un apretón. —Yo también volveré tan pronto como pueda.

—¿Entonces veremos a Megamente?

—Seguro, bebe.
—¡Adiós, Uri y Davys! —Les gritó con una sonrisa angelical.

Luego, ella plantó un beso fuerte y húmedo en la mejilla de Acheron.

Al verla, Kat la apartó de Sin. —La devolveré a su armario y la encerraré con algún tipo de
kryptonita para bebé.

Sin besó la parte superior de la cabeza de Mia antes de volverse hacia ellos. —Siento mucho
la intrusión. —El comenzó a seguir a su esposa e hija.

Acheron se encontró con la mirada de Styxx. —¿Estás bien?

—Tienes una hermosa nieta y realmente no envidio tu familia, Acheron. —Miró a Bethany—.
Sólo quiero la mía.

—Eso no va a ser fácil.

Le fruncieron el ceño a Artemisa por su comentario. La forma en que dijo eso, les dijo que
ella sabía algo que ellos no.

—¿Qué quieres decir? —Preguntó Styxx.

—Sabes que mi hermano estaba enamorado de ella, ¿verdad?

Urian no estaba seguro de quién en la sala estaba más sorprendido por esa declaración.

—¿De Bethany? —Preguntó Urian.

—Bathymaas, —corrigió Artemisa—. Él y mi madre son los que te ratonearon.

—Delataron... —corrigió Acheron en un tono lleno de dolor.

Ella suspiró. —Lo que sea. Simplemente no entiendo a los idiotas modernos.

—¿Ratonearon? — Davyn le repitió la palabra a Urian, quien se encogió de hombros y luego


hizo un gesto con la mano para recordarle que Artemisa estaba un poco loca.

Acheron se aclaró la garganta. —Creo que ella quiere decir “modismos modernos”.

Ella le dirigió una mirada furiosa a Acheron. —No, esta vez, lo dije bien. Idiotas modernos.
De todos modos, mi madre la odiaba porque codiciaba los poderes de Bathymaas y porque ella no
impidió que Hera fuera tan perra con nosotros, dejándonos con la maldición de chupar sangre…

Sí, el agradable de su abuelo, que odiaba el hecho de que estaba condenado a beber la sangre
de su hermana, les hizo lo mismo a ellos.

Maldito bastardo.

Solo por eso, Urian quería cortarle la cabeza y entregarlo a Helios.


Pero Artemisa continuó su explicación. —Así que cuando Apolo se enamoró de Bathymaas y
ella se negó a tener nada que ver con él, se puso furioso. Cuando descubrió que ella no solo estaba
enamorada del atlante Aricles, sino que estaba durmiendo con él, se les fue a las galletas.

—Enloqueció.

—Lo. Que. Digas, —ella le gruñó a Acheron y sus continuas correcciones—. Apolo es el que
la engañó para matarte— le dijo a Styxx—, al igual que él me hizo con Orión. Bastardo perro que
es. La destruyó. Pero le juraste, que, si aún te tomaba diez mil vidas, encontrarías el camino de
regreso a ella. Y yo me alegro de que lo hicieras, pero Apolo no estará tan feliz una vez que se dé
cuenta de que eres tú.

Urian estaba confundido. —Espera. Bethany no es Bathymaas. Bathymaas nació de la fuente


primaria. Bethany no.

—Sí, ella lo hizo. Ella nació de Set.

—¿Set? —Urian todavía no veía la conexión.

Artemisa asintió. —Ella perdió… —dirigió una mueca malvada hacia Acheron— la cordura.
Algo similar a lo que hicieron con Apollymi cuando Apolo mató a Acheron. Pero su perilla...

—¿Botón o interruptor? —Acheron realmente no parecía capaz de detenerse de corregirla.


Urian estaba empezando a pensar que su jefe lo hacía solo para molestarla.

Ella arrugó la nariz y siguió hablando. —El interruptor de apagado fue mucho más difícil de
encontrar que el de Apollymi. La única manera de detener a Bathymaas era hacer que ella volviera a
nacer. Sin el recuerdo de su vida y su amor por Aricles. Es por que su madre era Symfora, la diosa
del dolor, el por qué Bethany no se casaría o se relacionaría mucho con los hombres hasta que
Aricles renaciera. Pero extrañamente, ella siempre iba a pescar donde los dos solían encontrarse
todos esos siglos antes. Ella estaba esperando que su Aricles regresara, aunque ella no te recordara.

Urian dejó escapar un profundo suspiro. El destino te encontrará. Era lo que su padre siempre
le decía. No importa lo que hagas, algunas cosas no podían cambiarse. Pensó Urian.

—Y esa es la razón por la que no te ataqué el día en que te conocí esa primera vez.

Urian se volvió hacia Set cuando se unió a ellos en la habitación…

—Tan pronto como puse mis ojos en ti, supe que eras Aricles. Que, de alguna manera,
lograste mantener tú palabra y la encontraste de nuevo, y también estoy bastante seguro de que es lo
que atrajo a Apolo hacia ti. El porqué estaba tan empeñado en hacerte sufrir.

—No, —Artemisa dejó escapar una risa amarga—. Ese fue mi otro hermano idiota, que le
señaló a Styxx. Siempre odié a Dionisio. Le das a Apolo demasiado crédito. Es como un niño
mimado... bonito... brillante... dame dame. Algo así como el demonio de Acheron.

Ella se encontró con la mirada de Styxx. —Bathymaas fue el primer amor de mi hermano, y
su rechazo lo aplastó emocionalmente, al menos, eso es lo que afirma. Por eso, mi madre los
maldijo a los dos para que nunca pudieran estar juntos.

—¿Es por eso que Bethany no puede despertar?


—En parte, —dijo Set con un profundo suspiro—. Pero, sobre todo, es porque ella solo tiene
la mitad de su corazón. Para traerla de vuelta y permitirle estar bien y no ser el alma vengativa en la
que se convirtió después de la muerte de Aricles, tuve que quitarle la parte de su corazón que te
tenía en él, y borré de su memoria todo conocimiento de ti.

Acheron frunció el ceño. —Eso es biológicamente imposible.

—No. Te olvidas, chico, que somos dioses. Bath no es humana de ninguna manera, ella no
nació del vientre de una madre. Ella fue un regalo de la Fuente para enseñarme la compasión por los
demás. Así como el Mavromino permitió el nacimiento del primer Malachai. Para equilibrar las
cosas, el Kalosum la creó para evitar que le diera la espalda a lo que había nacido para hacer. Es por
eso que se suponía que nunca conociera el amor ni hombre alguno. Su deber era permanecer pura y
seguir siendo el orden en mi caos. Ella era la justicia. Fría e inflexible, sin intereses personales, ni
capacidad de favoritismos, pero Aricles cambió todo eso. Cuando su corazón se partió por la mitad
al morir, sus lágrimas la transformaron en una vengativa despiadada y despreocupada. Ella perdió
todo el equilibrio y nada le importó, excepto que el mundo pagara por el mal que le habían hecho a
ella y a su Aricles. Irónicamente, eso fue, más que nada, lo que me mostró por qué necesitaba
mantener un control sobre mis propios poderes. Tan mala como era ella, yo sería mucho peor si
alguna vez permitiera que el Mavromino me controle.

Styxx miró a Bethany. —Entonces, ¿cómo la despierto?

—Tienes que devolverle su corazón.

—¿Y dónde está?

Set suspiró. —Lo último que supe fue que se lo dio a Ephitymia. El lado feo del deseo son los
celos codiciosos. Epithymia quería a Apolo y pensó que si ella robaba esa parte de la mujer que una
vez amó, la ayudaría a seducirlo.

Artemisa se burló. —No funcionó. Ella era una puta demasiado grande para mi hermano.
Incluso él tiene algunas normas.

No es lo que Urian había escuchado. Apolo era tan voluble como ella. Él no apreciaba a nadie
y a nada.

—Entonces ella es con la que usaremos el collar primero. —Después de besar a Bethany en la
mano, Styxx echó las mantas sobre ella. Dio un paso atrás y los barrió con una mueca de
determinación. —Hagámoslo.

Urian asintió. Todos habían sufrido suficiente. Ya era hora de recuperar sus vidas y hacer
pagar a los dioses.

Stygian
—Sabes que esto no va a funcionar, ¿verdad? —Styxx le preguntó a Acheron mientras ellos
se teletransportaron a la habitación de Ash en Katateros.

—He tenido peores probabilidades.

—Yo también, pero la mayoría no funcionó bien para mí.


Urian no discutió con eso. Él mismo había estado allí muchas veces. Últimamente más de lo
normal, había venido de Ash, lanzando su trasero a los lobos, a gallu, dragones, y a casi todas las
demás entidades demoníacas que los dioses habían creado.

Era una buena cosa que fuera un suicida.

Divertido, Urian miró alrededor de la habitación que había cambiado mucho a lo largo de
todos estos años. Antes del matrimonio de Acheron, la habitación había estado escasamente
decorada en negro y marrón. Ahora era azul cielo, con animales de circo bailando en las paredes y
una cuna con dosel al alcance de la mano de la cama grande... una muestra de la paranoia de
Acheron y la culpa por su sobrino Apollodorus, que había sido asesinado por los soldados que la
abuela de Urian había mandado a él, causando así la maldición original de todos los apolitas.

Al hijo de Acheron, Sebastos, nunca se le dejó dormir solo. El bebe había tenido casi un año,
antes de que Acheron le hubiera permitido dormir en otro lugar que no fuera el pecho de su padre.

Pero Urian no podía culparlo por eso. Habría sido casi tan malo con sus propios niños.

¿Puedes escucharme?

Frunció el ceño cuando los pensamientos de Acheron se entrometieron en los suyos, luego
asintió.

Bien. Creo que es mejor si nos comunicamos así por un tiempo.

Styxx asintió de nuevo.

Ash se volvió hacia Urian. Te quedas atrás.

Él lo saludó para hacerle saber que lo había oído.

Styxx fue a la puerta y escuchó a los demás. El espíritu de "pájaro" que Seth tenía les mostró
que los dioses estaban todos reunidos en la sala del trono, donde se jactaban de lo que pretendían
hacer una vez que tuvieran a Apostolos o Ash, más bien, bajo su custodia.

Nada de eso era bonito, e hizo que Urian se alegrara de que él no fuera su jefe e incluso más
contento de que hubieran reconsiderado enviar a Styxx como su doble. Acheron se unió a Styxx en
la puerta mientras Urian se quedaba junto a las ventanas. Ellos han percibido nuestros poderes.

Algo que querían hacer los atlantes para despistarlos.

¿Listo? Styxx preguntó.

Absolutamente no. Urian reprimió un resoplido ante la mala broma de Acheron.

Con sus miradas encontrandose, Acheron levantó la mano para ofrecérsela a Styxx. Styxx
miró la cuna y Urian solo podía imaginar los pensamientos en su mente. Los dos habían pasado por
tanta traición. Era tan probable que Ash lo arrojara a sus enemigos como que luchara por él.

Pero esta era la mejor oportunidad de su amigo para recuperar a Bethany. Le gustase o no, él
tenía que confiar en Acheron. Urian inclinó su cabeza hacia él para hacerle saber que estaba bien. Él
estaba aquí y no estaba dispuesto a dejar que pasara nada bajo su guardia.
Respirando profundamente para recuperar la fuerza, Styxx tomó la mano de Acheron y dejó
que su hermano los teletransportara a la sala del trono.

Urian fue hacia la puerta para poder escuchar y mirar a través de la grieta.
Styxx soltó a Acheron y se colocó a su espalda. Se enfrentó a Archon, Apolo, y Epithymia, mientras
que Acheron se enfrentaba al resto.

Archon se puso de pie. —Bueno, ¿No es esto inesperado? —le sonrió a Apolo—. Después de
todo no tuvimos que jugar a la persecución con tu mascota. Que amables al ahorrarnos tiempo. —
Miró a Styxx—. ¿Cuál de ustedes es Apóstolos?

—Yo lo soy, —dijeron simultáneamente.

Urian sonrió ante algo que tenía que molestar al viejo dios. Ahógate con eso, viejo.

Archon gruñó bajo en su garganta.

—Sus ojos —dijo Apolo rápidamente—. Los de Styxx son azules.

Tenía que ser la comadreja quien los delatara. Ah, esperaba que Apolo tuviera su merecido
algún día.

Acheron se volvió para pararse junto a su hermano. Cuando hablaron, fueron como uno. —Ya
no más.

Archon entrecerró su mirada en ellos. —Entonces los mataremos a los dos.

—No, —gruñó Apolo—. Ese no fue el trato.

Epithymia hizo un sonido de supremo disgusto. —Alto los dos, hay una manera fácil de llegar
a la verdad.

A Urian no le gustó como sonó eso. Se movió para abrir el portal y dejar que los otros
cruzaran a través de él.

Su corazón se detuvo. El portal no se abría. Cerrando los ojos, usó todas sus fuerzas para
tratar de atravesar los reinos.

¿En serio? Nada estaba sucediendo. ¿Cómo podría ser?

Todavía nada. Ni siquiera una chispa.

¿Qué demonios?

Epithymia tiró de la cuerda negra alrededor de su cuello para mostrarles una pequeña pieza de
cristal. Lo pasó sobre su cabeza y lo colocó en el brazo de la silla de Archon. Luego manifestó un
martillo. —Este es el corazón de Bathymaas. Si el Styxx real no da un paso adelante, lo destruiré.
Para siempre.

Urian luchó aún más para abrir el portal. ¡Vamos!

—¿Entonces no la amas? —Ella pasó el martillo sobre la pieza—. ¿De verdad?


Urian lo intentó aún más.

¡Nada! ¡Maldición!

¿Qué estaba pasando? ¿Cómo podía ser posible?

Styxx habló con la voz de Acheron. —Haces eso y pierdes todo el control sobre nosotros dos.
Su vida es lo único que te mantiene viva en este momento.

Una luz brilló de repente.

Urian sabía lo estaban esperando con los demás, pero ese no era él...

En cambio, Artemisa apareció al lado de Apolo. —¡Oh lo siento! —Exclamó ella mientras los
miraba—. ¿Interrumpo?

Apolo la agarró del brazo. —¿Qué estás haciendo aquí?

—Vine a ver a Acheron. Esta es su casa, donde él vive. Se me permite visitarlo.

Urian casi se echó a reír ante esa mentira, y se asombró de que Acheron lo ocultara. Artemisa
fue a la primera persona a la que le prohibió entrar aquí. Él habría despertado a Archon antes de
dejarla entrar a su casa.

Archon gritó con indignación. — ¡Esta no es su casa!

Acheron y Styxx intercambiaron una expresión desconcertada. Ninguno de ellos tenía una
pista de lo que Artemisa estaba haciendo aquí. Ella no era parte del plan.

Pero ella había encontrado el punto débil de Archon. Lástima que él no había aprendido la
primera regla de guerra que Stryker había marcado en la mente de Urian.

Nunca, nunca expongas tu debilidad.

Parpadeando, Artemisa le dio al atlante mayor una mirada inocente. —¿No? Entonces, ¿por
qué estás sentado en su trono? Ese no es tuyo ¿sabes? Estaba con Acheron cuando lo compró y lo
trajo aquí.

No, ella no lo estaba.

Ese grito mental fue tan fuerte, que Urian estaba sorprendido de que nadie más lo hubiera
escuchado. Sí, a Ash no le gustaba mucho su ex.

Bien, Artemisa. Al parecer, ella estaba aquí para jugar sus emociones y agotarlos. Y a juzgar
por el color morado en la cara de Archon, ella estaba haciendo un excelente trabajo.

—¿Por qué está ella aquí, Apolo? —Preguntó Archon con los dientes apretados.

—No tengo idea.

Ephitymia se puso rígida. —Algo no está bien…


—Eso es porque ella no es mi hija.

Urian se congeló ante esas palabras. ¿Qué?

Styxx y Acheron se giraron para ver a Leto, la madre de Apolo y Artemisa, entrando por una
puerta lateral. El estómago de Urian golpeó el suelo.

Si esa no era Artemisa...

Ah, mierda, era Kat.

—Mamá, —dijo Apolo con irritación—. ¿Qué estás diciendo?

Ignorando la pregunta de Apolo, Leto sonrió mientras se acercaba a ellos. —¿De verdad,
Katra? Estoy tan decepcionada de ti. Pero está bien, —miró a Archon—. No necesitamos a los
gemelos ahora. Katra es la hija de Artemisa y Acheron. Ella es del linaje de la Destructora y en
realidad es más fuerte que sus padres. Agarró a Kat y dirigió una daga a su garganta—. Entonces,
Acheron, ¿a quién matamos? ¿A ti o a tu hija?

Urian trató de abrir las puertas para salvarla.

No se movieron para nada.

Qué demonios…

Urian las golpeó. Aun así, se mantuvieron firmes.

Furioso, lo intentó todo para abrirlas y unirse a la lucha. ¡Esto era una mierda! No podía
quedarse aquí y dejar que dañaran a Kat.

De repente, una explosión sónica atravesó la habitación. Una tan feroz, que los golpeó a todos
levantándolos de su lugar y golpeando a Leto contra la pared.

Incluso Urian fue derribado en el dormitorio.

Artemisa apareció al instante y acercó a Kat hacia ella para ponerla a salvo. —¿Cómo te
atreves? —Pronunció cada palabra lentamente mientras se enfrentaba a su madre—. ¡Nadie
amenaza a mi bebe, nunca! ¡Tú vaca! —Ella atacó a su madre tan ferozmente, que Kat tuvo que
tirar de Artemisa lejos para evitar que matara a Leto.

Acheron aprovechó la distracción para usar sus poderes y arrebatarle de la mano el frasquito a
Epithymia.

Se lo dio a Styxx mientras Urian seguía luchando contra las puertas.

Con un mutuo asentimiento, atacaron a los atlantes más cercanos a ellos. Y Acheron aprendió
rápidamente por qué a los panteones no les gustaba guerrear entre ellos. Ya que todos sacaban sus
poderes de la misma fuente, estaban luchando en una posición debilitada y sus poderes no
funcionaban correctamente.

—¡Katra! —Styxx la llamó mientras Epithymia iba por su espalda.


El brazo de Urian se volvió azul mientras intentaba enviarles sus propios poderes para
reforzar los suyos.

Kat se dio la vuelta. En lugar de retroceder, Kat acercó a la diosa y absorbió sus poderes en su
propio cuerpo. —No los necesitarás, perra.

Urian se echó a reír. Ella debe haber superado su culpa por dejar a los dioses sin sus poderes.

Pero algo extraño sucedió cuando ella le arrebató los poderes a Epithymia. Sus dientes se
alargaron y sus ojos se volvieron del mismo rojo demoníaco tal como Apollymi hacía a veces. Su
piel comenzó a arremolinarse como la de Acheron.

—¡Acheron! —gritó Artemisa—. El demonio se está apoderando de Katra. ¡Ayuda!

Con el rostro pálido, Acheron se encontró con la mirada de Styxx.

—Ella es más importante que yo. Sácala de aquí. —Con disimulo, le entregó a Acheron el
frasquito con el corazón de Bethany. Libera a Beth incluso si no vuelvo.

Urian vio el titubeo en los ojos de Acheron, mientras se debatía si dejarlo luchar sin ayuda.
Pero al final, sabía que no tenía otra opción.

Corrió hacia su hija para ponerla a salvo.

Styxx manifestó su escudo y lo usó para desviar los rayos mientras cubría la retirada de
Acheron y Katra.

Ellos se teletransportaron con Artemisa, dejándolo solo para enfrentarse a los demás.

Mil pesadillas arrasaron a Urian al recordar los tiempos en batalla cuando había visto morir a
sus hermanos. Gritando, él golpeó las puertas de nuevo. No podía ver morir a otra persona que
amaba.

¡Maldición!

Una lenta y lujuriosa sonrisa curvó los labios de Archon. —Es como en los viejos tiempos,
¿no es así, Príncipe? Y tengo que decir que te ves muy sabroso.

—No lo mates, —gruñó Apolo.

—Oh, no vamos a matar a nuestra mascota. No tengas miedo. Pero vamos a divertirnos con él
otra vez.

Styxx manifestó su armadura y su espada. Bajando la barbilla, les sonrió. —Vengan a


buscarme, perras.

Furioso, Urian se teletransportó al único lugar donde pudo.

Stygian
Acheron le entregó a su hija inconsciente, a Sin. —Algo de la vieja mordida del demonio
interactuó con los poderes de Epithymia. —Éxplicó—. La drené, pero ella necesita alimentarse.

Sin asintió con gravedad mientras la tomaba y desaparecía.

Acheron estaba consternado por los otros que se suponía que tenían que haber estado allí para
ayudarlos a luchar. —¿Que pasó?

Set gruñó. —Estamos bloqueados. Si no eres griego o atlante, olvídalo. Solo Katra tuvo la
habilidad para llegar a ti.

Urian lo fulminó con la mirada cuando se unía a ellos. —Yo tampoco pude entrar. Probé todo
lo que pude. Eres todo lo que tiene. Y le están dando una paliza. No puedes dejarlo ahí.

—Simi, regresa a mí.

Ella inmediatamente se recostó sobre el corazón de Acheron como un tatuaje en forma de


dragón.

Xirena se mordió el labio. —¿Yo también, akri?

—Absolutamente.

Eso haría que los demonios cruzasen. El brazo de Urian era brillaba como el neón ahora,
mientras su corazón latía con furia. No podía soportar los pensamientos de lo que podrían estar
haciéndo a Styxx.

Acheron miró a su alrededor. —Estoy debilitado y las armas que trajo Artemisa podrían
funcionar en Apolo, pero no sirven contra los atlantes. ¿Quién quiere intentar entrar conmigo?

Todos dieron un paso adelante.

—Está bien. Intentemoslo, —cerrando los ojos, Acheron convocó todo lo que pudo y los
teletransportó a Katateros.

No funcionó.

No hasta que Urian cerró los ojos y envolvió su brazo alrededor de la cintura de Acheron.
Sintió la oleada a través de su propio cuerpo un instante antes de disparar sus propios poderes a
Acheron.

Solo entonces pudieron romper lo que Archon había hecho para proteger el templo.

Sin estar preparados para lo que les esperaba, Urian se tambaleó lejos de Acheron. Había
sangre por todos lados. Parecía una especie de película de zombies. Pero lo que más le aterrorizó
fue el hecho de que el escudo del fénix de Styxx yacía retorcido y deformado en medio de un gran
charco de sangre. Sangre que manchaba las puertas como si un cuerpo hubiera sido arrastrado a
través de ellas.

Demonbrean e Ilios yacían gimiendo en el suelo cerca de Apolo.


Dikastis, fiel a la predicción de Styxx, no se había unido a los demás. Él estaba parado
tranquilamente en las sombras de la sala como si no pudiera creer lo que estaba atestiguando.

Urian quería su garganta.

Comenzó a ir por él, pero Acheron lo alcanzó primero.

—¿Dónde está mi hermano?

Cruda ira estalló en los ojos del viejo dios. —Lo llevaron a la arena del templo.

Urian frunció el labio. —¿Por qué no estás con ellos?

—Soy un dios de la justicia. No participaré en algo que está mal y es inmerecido.

Solo eso salvó su trasero de la ira de Urian.

Acheron inclinó su cabeza hacia el dios. —¿Pelearás con nosotros entonces?

Dikastis asintió sin dudar.

Stygian
Con la respiración entrecortada, Styxx estaba tan golpeado y magullado que, llegado a este
punto, ya no estaba seguro de por qué todavía estaba consciente. Él había logrado noquear a tres de
ellos y debilitar el resto, pero al final, había sido superado en número y no era rival para una docena
de dioses.

Archon y Asteros lo habían arrastrado al lugar donde Acheron lo había confinado hace
algunos años... a la arena donde una vez hicieron de su vida un infierno. En contra de sus mejores
esfuerzos, lo habían asegurado al estante que habían usado para sus palizas y otras cosas en las que
no quería pensar.

Malditos sean todos ellos.

Riendo, Archon apretó su mano en el cabello de Styxx y jaló su cabeza hacia atrás. —No
estás derrotado tan pronto, ¿verdad, Príncipe?

—Jódete.

—Cómo lo deseo, pero desafortunadamente, te estamos sacrificando. —Archon lo amordazó,


luego miró a Leto—. Convoca a nuestra señora venganza.

Leto se rió mientras se acercaba a Styxx. —Realmente no pensabas que Epithymia tenía el
corazón de Bathymaas, ¿verdad? Confía en mí, yo lo guardé muy bien. Ahora voy a terminar con lo
que empecé hace catorce mil años.

Y cuando termine de destruir lo que queda de los griegos, voy a terminar con los atlantes,
como lo hice con los sumerios y los egipcios.

Los ojos de Styxx se ensancharon cuando escuchó sus pensamientos fuertes y claros.
Leto sacó un cuchillo y abrió la mejilla de Styxx para que pudiera llenar un vial con su sangre.
Ella murmuró palabras que él no entendió, mientras combinaba la sangre con otro compuesto. Y
mientras lo hacía, su cabeza comenzó a darle vueltas.

De repente, recordó ser Aricles...

Vio a Bethany a su lado mientras lo sostenía de su bíceps. Solo que ella no estaba como
Bethany sino como Bathymaas. —No luches contra Apolo por mi honor. No vale la pena una sola
gota de tu sangre. Huye conmigo, Ari. Dejemos todo esto atrás y nunca miremos atrás.

—No puedo, y tú tampoco, mi diosa. Tenemos demasiadas responsabilidades. Demasiadas


personas que proteger. No podemos dejar este mundo en sus manos.

—Ya no me importan ellos. Eres todo lo que me importa.

Con furia y dolor corriendo por su sangre, Aricles había apretado su cabeza contra la de ella y
la sostuvo cerca. —Y tú eres todo lo que me importa. Pero no voy que tu reputación sea manchada
por ese cerdo. No has hecho nada malo y venceré a ese bastardo por ti. No tengas miedo.

Ella enterró su mano en el cabello de él. —No puedo vivir sin ti Ari. Tú eres el corazón que
ellos aclaman con el que no nací. Es por eso que ya no puedo ser el alma de la justicia. Debido a ti,
siento emociones por primera vez en mi vida. Me has cambiado para siempre… No puede dejarme
ahora. No así.

Él le besó la frente. —Déjame restaurar tu honor y luego podemos irnos y nunca mirar atrás.

—Júramelo.

—Por mi eterna alma. Siempre estaré contigo, Bathymaas. Nada ni nadie me alejará de ti, ni
siquiera los dioses. —Levantó el amuleto ieb egipcio76 de su pecho y lo besó, luego lo devolvió a su
lugar.

Styxx se quedó sin aliento cuando entendió completamente lo que Set le había dicho.
Bathymaas había sido creada por la Fuente, no había nacido de una madre...

El amuleto egipcio en forma de jarra era el corazón que Set le había dado cuando era niña y le
había preguntado a su padre por qué no tenía un latido del corazón como los demás.

—Esto contiene mi amor por ti, niña, y aunque no lo entiendas, debes saber que mientras lo
lleves, llevarás un pedazo de mí contigo. Mi corazón tiene un gran poder y te mantendrá segura y
cálida en mi ausencia.

Así fue como Leto destruyó el panteón egipcio y atrapó a Set en el desierto. Ella lo había
debilitado con esa mitad del corazón de Bathymaas que contenía el ADN de su padre y la sangre de
Set, para poder atrapar al dios primordial.

76
Amuleto del corazón (Ieb) En el antiguo Egipto, el corazón significaba el asiento del poder y la vida. También fue la fuente de lo
bueno y lo malo, y en muchos casos, mencionó la parte de conciencia de la mente. El corazón era algo demasiado preciosos y lo
resguardaban con un fuerte sentido fr propósito, incluso en el más allá. Por eso, era conservado en un frasco junto con los pulmones,
y el amuleto de corazón era colocado en el cuerpo.
Levantando la cabeza, vio el fragmento roto del ieb en la muñeca de Leto que coincidía con el
que, como Bethany, llevaba puesto en forma de brazalete. Era tan obvio ahora, pero a menos que
supieras el aspecto de un corazón egipcio, nunca adivinarías sus orígenes.

O su significado.

Leto vertió la sangre del vial en sus dedos y embadurno el amuleto con ella. Luego hizo lo
mismo con la otra parte. Luego pasó la sangre por la otra mejilla de Styxx. —La historia siempre se
repite. Pobrecito, morir dos veces a mano de la mujer que amas. Y una vez que estés muerto, ella
destruirá a los dioses por mí. —Dando un paso atrás, dejó escapar un agudo y penetrante ololuge77...
un sonido utilizado en su tiempo para convocar la presencia de un dios cuando se les ofrecía un
sacrificio.

De repente, un viento feroz atravesó la arena. Abrió las puertas y azotó a Styxx. Leto tropezó
con él.

Un alarido siniestro sonó un instante antes de que un turbulento espectro se uniera a ellos.
Inhumanamente grande, flotaba sobre el viento con una capa blanco. Y cuando éste se acercó a
Styxx, se dio cuenta de que era el espíritu vengativo de Bethany.

Con su mordaza en su lugar, no pudo decirle una palabra.

Leto lo señaló mientras le hablaba a Bethany. —Contempla al hijo bastardo de tu enemigo,


quien le costó a tu príncipe su vida y existencia. ¡Toma tu venganza sobre ambos! ¡Arráncale el
corazón a Apostolos!

Bethany gritó en furiosa agonía.

Los ojos de Styxx se agrandaron cuando se dio cuenta de que ella iba a matarlo y no había
nada que pudiera hacer para detenerla.

Stygian
Urian se detuvo al reconocer este templo. Era el mismo en el cual Acheron había confinado a
Styxx cuando lo trajo por primera vez a vivir a Katoteros. Aquel que Styxx había dejado atrás para
poder colarse en el templo al lado del de Acheron, el mismo donde había estado viviendo la noche
que Urian lo conoció.

Era hermoso de una manera fría y estéril.

—¿Qué es este lugar? —Preguntó Acheron. Dado que ninguno de los dioses había estado
alrededor para poder identificar los edificios, él no había conocido los nombres de éstos.

Ahora que Dikastis, el dios atlante de la justicia, estaba luchando en su equipo, ellos fueron
capaces de obtener algunas respuestas.

77
Ululato (del Latin ululo), es un sonido vocal largo, vacilante y agudo que se asemeja a un aullido con calidad de trino. Se produce
emitiendo una voz alta y aguda acompañada de un rápido movimiento de la lengua y la úvula. En la antigua Grecia, la ululación o
ὀλολυγή (ololuge) se usaba normalmente como una expresión alegre para celebrar las buenas nuevas o cuando se cortaba la garganta
de un animal durante el sacrificio.
—Esta es la arena donde se realizaban los juegos y las competiciones. Es donde nosotros
traíamos a aquellos que necesitaban ser castigados y que se les enseñara humildad.

Urian miró ferozmente a Ash. Y aquí fue donde pusiste a Styxx para pudrirse. Buen trabajo,
jefe. En ese momento, Urian podría haberlo abofeteado por su frialdad.

Con un brillo culpable en sus ojos plateados, Ash barrió su mirada sobre Urian, Davyn,
Dikastis, Seth, Set, Maahes, Ma’at, Zakar y las demonios que estaban con ellos para luchar. —No
sé en qué estamos a punto de entrar, pero sigamos adelante con el plan original de Styxx. Y
hagamos lo que hagamos, salvemos a mi hermano.

Si, ni que lo digas. Urian había perdido suficientes personas en su vida que le importaban. Él
no tenía intención de perder a nadie más. No hoy. Y no en nombre de Apolo.

Una y otra vez, no podía sacar de su mente la imagen de Styxx enfrentándose a ellos. Esa no
podía ser la última imagen que tuviera de su amigo. No podía ser.

No después de todas las otras pesadillas que lo atormentaban.

Así que lo ayudarían, porque él tenía la intención de clavar la cabeza de Apolo en las paredes
del templo. Y sí, eso era plural, porque quería destrozarlo en pedazos primero.

Los demás asintieron en acuerdo, excepto Dikastis.

—¿Qué quieres de mí? —Preguntó el dios de la justicia.

—Ayúdanos de cualquier forma que puedas.

Eso estaba muy bien, pero lo que Urian encontró extraño era que ninguno de los atlantes había
salido a desafiarlos por estar en Katoteros. Tenían que saber que ellos estaban aquí. No era como si
fueran, ummm... dioses, o algo parecido.

Entonces, ¿por qué estaban tan silenciosos mientras tenían a tantos dioses extranjeros en sus
dominios?

El silencio era inquietante e incorrecto.

Con el corazón palpitando por miedo a lo que encontrarían, Urian entró al edificio detrás de
Ash. Dentro del pasillo oscuro, un viento salvaje aullaba y pegaba sus ropas contra sus cuerpos.
Mantuvo su espada preparada, vigilando de dónde y cuándo podría venir un ataque.

Tardaron varios minutos en llegar a la arena luchando contra el viento, y así pudieron ver lo
que estaba pasando. Los atlantes estaban todos arrinconados.

¿Qué demo...?

Entonces Urian vio lo que estaba pasando y su estómago se tensó. Una imagen fantasmal
estaba envuelta alrededor de Styxx, sosteniendo una daga contra su corazón.

—¡Bathymaas! ¡No! —Gritó Set.


Fue muy tarde. Ella hundió la daga profundamente en el pecho de Styxx, hasta la
empuñadura; luego echó la cabeza hacia atrás y rugió de satisfacción. Cuando habló, utilizó sólo el
idioma atlante. —Recupera a tu bastardo, Apollymi. ¡Ahora ven y enfréntame, tú, perra miserable,
para que pueda bañarme en tu pútrida sangre!

Horrorizado, Urian miró a Set, cuya expresión estaba tan llena de dolor como la suya propia.

Ellos llegaron demasiado tarde.

En ese momento, Urian se sintió tan inútil e indefenso como el día en que Phoebe murió.
Cuando Sheba había sido abatida a su lado.

Cuando Xyn no había aparecido.

¿De que sirvo?

De repente, Apollymi apareció. Estaba en la misma forma de sombra etérea que utilizaba cada
vez que estaba enojada. —¿Qué has hecho?

Bathymaas corrió hacia ella y luego a través. —¿Temes enfrentarme?

Apollymi negó con la cabeza. —No mataste a mi Apóstolos. —Las lágrimas llenaron sus
ojos mientras miraba el cuerpo de Styxx—. Aún sigo atrapada en Kalosis. El hombre que tú mataste
es Styxx de Didymos.

—No, —susurró Bathymaas. La incredulidad agrandó sus ojos mientras se daba vuelta hacia
Styxx y palideció—. ¡Mientes!

La sangre goteaba de la herida que Bathymaas le había infringido y, al hacerla, drenó los
poderes de Apollymi fuera de Styxx. Su cabello volvió a ser rubio, su piel se oscureció, y las
cicatrices que habían estado escondidas reaparecieron en su cuerpo.

Urian sintió sus ojos llenarse de lágrimas mientras el dolor lo atormentaba. Otro amigo se
había ido. Por ninguna buena razón.

La risa de Leto llenó la habitación. —Pobre Bathymaas... condenada de nuevo por tu propia
mano. —Ella se materializó detrás de Bathymaas y rasgó el collar de su garganta.

Set corrió hacia ellas, pero antes de que pudiera alcanzarla, Leto puso las dos piezas juntas.

—Ahora seré el alma de la justicia y tú... —Leto frunció el ceño mientras el amuleto se
negaba a juntarse—. ¿Qué? ¿Por qué no está funcionando?

Ash se encontró con la mirada de Urian y sacudió su barbilla hacia los dioses inmovilizados.

Debido al dolor, Urian tardó un segundo en entender. Luego asintió, comprendiendo, y se


dirigió hacia ellos con Davyn detrás de él.

Ash se dirigía hacia Styxx cuando, de repente, éste jadeó y arqueó su espalda como si algo lo
poseyera.

Urian se congeló con el ceño fruncido.


El cuchillo que Bathymaas había enterrado en su pecho se disparó por el aire y aterrizó
inofensivamente sobre el suelo. Luz se derramó desde la herida, cerrándola. En el siguiente
segundo, una onda de choque atravesó la habitación, derribando a todos, excepto a Ash.

Una lenta sonrisa se extendió por su rostro.

Las cadenas que mantenían a Styxx en su lugar se rompieron, enviando trozos de metal en
todas direcciones. Urian agarró a Davyn para protegerlo. Styxx se elevó para cernirse sobre el suelo
mientras todos los dioses se quedaban inmovilizados.

—¿Qué está pasando? —Rugió Archon.

Nadie respondió mientras los relámpagos atravesaban el cuerpo de Styxx, destrozando las
ventanas y arrancando las puertas de sus bisagras. Haces de luz perforaban los ojos y la boca de
Styxx, que se dispararon a través de su cuerpo.

Simi comenzó a ir hacia Styxx, pero Ash la detuvo.

—No, Sim. Él podría matarte. —Ash se teletransportó a sí mismo hacia donde Styxx se
elevaba.

En el momento en que Bathymaas lo vio, sus fosas nasales se ensancharon de ira. —¡Tú!

Cuando ella se movió para atacarlo, Ash la retuvo con sus poderes. —Mátame y Styxx
también muere. ¿Es eso lo que quieres?

—¡Mátalos a ambos! —Gritó Leto, aún tratando de poner las dos mitades del corazón juntas.

Urian se reiría si no fuera tan patético. Soltó a Davyn.

Bethany se movió como si fuera a obedecer a Leto, pero luego miró a Styxx y se calmó al
instante. —¿Qué hago para salvarlo?

—Tienes que traerlo de vuelta. Hazle saber quién y qué es realmente fuera de sus poderes.

—¿Cómo?
Ash sacudió la cabeza. —Maldito si lo sé. Intentaré contenerlo, pero tú tienes que llegar a él o
esos poderes lo destrozarán y nos destruirán a todos nosotros.

Asintiendo, dio un paso atrás y despejó el camino para que Ash se lanzara contra Styxx.
Cuando su hermano fue a golpearlo, Ash lo abrazó con todo lo que tenía.

Styxx bramó de furia mientras trataba de liberarse.

En forma de Bethany, su esposa apareció frente a Styxx y enmarcó su rostro con sus manos.
—¿Styxx? ¿Puedes escucharme?

Otra explosión atravesó la habitación mientras algo parecido a un huracán barría a través de
ésta. Ash se aferró a Styxx y Bethany.

Urian trató de anclarse y proteger a Davyn.


Styxx empujó lejos a Acheron y lo miró con un brillo asesino en sus ojos azules.

Urian vio el miedo y la incertidumbre en los ojos de Bethany. Entonces, ella hizo lo más
inesperado de todo.

Lo besó.

Styxx se congeló durante un minuto entero. Urian contuvo su aliento, aterrorizado de que eso
no funcionara.

Entonces Styxx se echó para atrás. —¿Beth?

Ella le sonrió. —¿Estás conmigo, akribos?

—No estoy seguro. ¿Estoy muerto?

Ella rió. —No lo sé. ¿Yo lo estoy?

—¡No! —Gritó Leto mientras corría hacia ellos.

Sin dudarlo, Ash la interceptó. Pero tan pronto como él se acercó, ella lo apuñaló en el
estómago con una daga atlante cubierta de savia ypnsi. Si bien el veneno era fatal para los seres
mortales, era una potente toxina para los dioses, y era lo que Apollymi había usado contra su
familia para poder encerrarlos en el limbo cuando los había confrontado por la muerte de su hijo.

Ash se tambaleó hacia atrás y cayó de rodillas.

Styxx corrió hacia él. —¿Acheron?

—¡Simi! —Él gritó, ignorando a su hermano.

—¡Simi a eso, akri! —Y desapareció.

El cuerpo de Acheron se estaba volviendo gris a medida que el veneno se extendía desde la
herida hacia el resto de él. Sus ojos se volvieron rojos cuando acunó la mejilla de Styxx y lo empujó
más cerca.

Antes de que alguien se diera cuenta de lo que pretendía, Ash hundió sus colmillos en el
cuello de Styxx y le entregó sus poderes. Se retiró y se enfocó en la mirada de su gemelo. —Patea
sus malditos traseros, hermano.

Urian lo aplaudió, luego fue a derrotar a Phanen 78.

—Con mucho gusto.

Urian jsuto estaba por termianr con Phanen e ir tras otro dios cuando escuchó el agudo grito
de Styxx. —¡Urian, ven aquí!

Urian se destelló a su lado y maldijo al ver la condición de Acheron. No se había dado cuenta
de lo mal que estaba.

78
La diosa del pánico. Fuente: http://darkhunter.wikia.com/wiki/Atlantean_Pantheon
—Cuídalo y protégelo.

Inclinó su cabeza hacia Styxx. —Lo haré.

—¿Styxx? —Bethany lo llamó.

—Estoy bien —Le aseguró Styxx.

Urian no estaba tan seguro de eso. A su alrededor, los dioses estaban luchando.

Leto se acercó a ellos con la daga levantada. Styxx se paró frente a Bethany cuando intentó
apuñalarla; la misma fuerza de su ataque la desequilibró. Él la sacudió hacia adelante y la desarmó
con sólo un giro de su muñeca.

Leto se echó a reír al darse cuenta de que él no la golpearía.

Hasta que Bethany lo rodeó con un sombrío y decidido brillo en sus ojos. —Yo me encargo
de esta perra.

Styxx dio un paso atrás y dejó que ella tomara catorce mil años de venganza contra la diosa
que ambos odiaban.

—¿Zakar? —Gritó Styxx.

El dios miró más allá de Archon, luego retrocedió cuando Styxx se movió para enfrentarse
contra el dios atlante en lugar de Zakar.

Archon se rió. —¿De verdad? ¿Crees que poderes prestados me asustan? He limpiado mi
trasero con seres superiores y mejores guerreros que tú.

Urian arqueó una ceja ante esas arrogantes palabras.

Al igual que Styxx. —Te concederé lo de los seres superiores, pero debes recordar, Archon,
que no hubo mejores guerreros que yo... en ninguna de mis vidas. Esa es la razón por la que
ayudaste a Apolo y a Leto a jugar sucio para matar a Aricles. Sabías que vendría por ti.

Urian hizo una pausa para ver a su héroe batallar.

Burlándose, Archon bajó su hacha sobre el escudo de Styxx, el cual él había manifestado
junto con su espada. Styxx se lanzó a sus pies. El dios mayor se alejó mientras Styxx arrojaba un
golpe notable que le cortó el brazo.

Urian se encogió. Maldita sea, eso dolió.

Archon gritó de dolor.

Styxx lo hizo retroceder mientras Archon luchaba para seguir el ritmo de sus golpes.

—Adelante —se burló Archon—, ponme a dormir otra vez. Seré libre de nuevo. Y cuando lo
haga, vendré por ustedes dos. No hay nada que puedas hacer para detenerme. Yo regresaré.
—No, —dijo Styxx con firmeza—. No lo harás. —Él amagó hacia la derecha, y cuando
Archon se movió para defenderse, se lanzó con un giro bien practicado que cortó su cabeza con un
golpe final.

Los ojos de Urian se abrieron ante ese movimiento audaz.

Todos en la sala se congelaron al darse cuenta de lo que Styxx había hecho. Y más aún, se
dieron cuenta de lo que él realmente era.

Un chthonian asesino de dioses. Sólo ellos tenían la facultad de destruir a un dios y enviar su
poder de regreso a la Fuente. Y mientras que matar a un dios los debilitaba, seguían siendo los
cabrones más malos del Reino Inferior.

Lo único que podía matar a uno de ellos era la Fuente, uno de sus sirvientes, u otro chthonian.

Y a juzgar por el calor en el brazo de Urian, a sus poderes eso no le gustó nada. Pero igual,
estaba impresionado.

Al parecer, también lo estaban los atlantes, ya que soltaron sus armas inmediatamente y se
rindieron.

Excepto Bethany y Leto, que continuaban luchando como gladiadoras.

Sin preocuparse al respecto, Urian se acercó a Styxx. —¿Deberíamos detenerlas?

Antes de que él pudiera responder, Set intervino agarrando a Leto con un feroz y durmiente
agarre. Tan pronto como ella se desmayó, la arrojó sobre su hombro. —Mientras que respeto tu
necesidad de acabar con ella, hija, soy yo el que tiene un rencor mucho mayor contra esta perra. No
sólo por lo que te hizo a ti, sino por lo que le hizo a tu hermano. —Se inclinó para besar la mejilla
de Bethany—. Volveré muy pronto y no temas... aunque nunca golpearía a una dama, esta perra es
parte de la temporada abierta de caza. —Hizo una pausa para mirar a Zakar, quien sonrió
maliciosamente.

Luego los tres se fueron.

Urian se encogió, agradeciendo a los dioses por no ser su bisabuela. Esa perra estaba acabada.

—¿Hermano? —Bethany susurró mientras se giraba hacia Styxx—. ¿Tengo un hermano?

Él señaló a Seth, quien se volvió hacia ellos. —Seth nació mucho después de que Apollymi te
había congelado en Katoteros.

Bethany fue a encontrarse con él por primera vez mientras Styxx se arrodillaba junto a
Acheron, que ya era de un gris piedra de pies a cabeza. Él frunció el ceño a Urian. —¿Qué es esto?

—Aima, —respondió Dikastis, arrodillándose a su lado.

Styxx se dirigió a Dikastis para acabar con él, pero Urian lo contuvo para que no le hiciera
daño.

—Tranquilo, asesino de dioses, —dijo Urian riéndose—. Él está de nuestro lado.


Styxx entrecerró los ojos. —¿Estás seguro?

—Apuñaló a aquel. —Urian señaló a Teros79—. Y salvó mi trasero.

Maahes se unió a Seth y Bethany para ayudar con sus presentaciones, mientras que Ma’at se
acercó al lado de Styxx.

Ella frotó la espalda de Styxx de manera tranquilizadora. —Acheron estará bien. Tan pronto
como Simi traiga el antídoto, él se despertará.

Styxx lucía dudoso. —¿Estás segura?

Ella asintió. —De lo contrario, Apollymi no estaría tan tranquila.

Urian se dio cuenta de que ella estaba calmada...

Incluso cuando Simi regresó con tres hojas del Árbol de la Vida que sólo crecía en el templo
de la Destructora en Kalosis, Apollymi permaneció extremadamente reservada y sospechosamente
silenciosa.

Eso no puede ser bueno. Urian nunca la había visto así antes. ¿Qué nueva amenaza
aparecería? Cada vello en la parte posterior de su cuello se erizó.

—¿Qué hago con éstas? —Styxx le preguntó a Simi.

—Retuércelas hasta que estén húmedas, —dijo Apollymi—. Luego coloca nueve gotas dentro
de la boca de Apostolos.

Styxx titubeó. —¿Qué pasa si coloco diez por error?

Urian resopló sarcásticamente. —Tratemos de no averiguarlo.

Bethany volvió a su lado mientras él contaba cuidadosamente.

Tan pronto como la novena gota tocó los labios de Acheron, el color volvió lentamente a todo
su cuerpo.

Gimiendo, Ash abrió los ojos y luego hizo una mueca. —La próxima vez, alguien agréguele
sabor a menta. Esa es la basura más desagradable del planeta.

Styxx resopló. —No te estás quejando porque te traje de vuelta. ¿O sí?

—Sí y no. Pruébalo tú mismo y lo entenderás.

Habiendo tomado varias veces una dosis, Urian estuvo de acuerdo. Esa era una mierda
desagradable.

Sacudiendo la cabeza, Styxx le tendió la mano a su hermano. Acheron la tomó y permitió que
lo pusiera de pie, e inmediatamente lo abrazó. Después de unos segundos, dio un paso hacia atrás
para dejarlo con Bethany.

79
Dios del miedo.
Styxx se volvió y la envolvió con sus brazos. Él inclinó su cabeza contra la suya. —Te dije
que volvería por ti, mi diosa. Que nada me detendría.

—Sí, ¿pero tuviste que tardar tanto?

Él rió. —Me temo que tendrás que acostumbrarte a vivir conmigo aquí. Nunca más te dejaré
ir. Sólo considérame una gran extensión fuera de tu cuerpo.

Urian sintió las lágrimas en su propia garganta al más que entender ese sentimiento. Dios, si
sólo pudiera tener de vuelta a Phoebe...

Con sus labios temblando, Bethany le sonrió mientras sus propias lágrimas fluían. —Sólo
deseo que nuestro hijo estuviera con nosotros.

—Lo sé, preciosa, —Él susurró.

—Um... sobre eso.

Styxx miró a Apollymi y notó su trepidante voz, que repentinamente había encontrado de
nuevo. —¿Qué?

Urian se sorprendió de que él le hubiera ladrado esa palabra a la diosa de la destrucción.

—¿Recuerdas mi promesa a ti, Styxx?

—Sí…

Urian frunció el ceño cuando Apollymi comenzó a actuar aún más extraña y más asustadiza.

—No maté a tu hijo. Quería hacerlo. Desesperadamente. Pero mientras observaba a ese
pequeño y hermoso bebe, vi a Apostolos y no pude obligarme a hacerle daño.

Bethany se quedó sin aliento. —¿Dónde está él?

La mirada de Apollymi fue hacia Urian.

De acuerdo... Estupefacto ante eso, se dio la vuelta para mirar detrás de él.

Nadie estaba allí.

¿Qué demonios?

La mandíbula de Styxx cayó. —¿Urian es Galen?

Um, no... Ni siquiera. ¿O sí? Urian negó con la cabeza. —No es posible. Nací antes de que
ellos murieran.

—No, no fue así. —Apollymi sonrió tristemente—. Tu padre te dijo eso porque no quería que
supieras que tú y tu hermano fueron los primeros apolitas en nacer malditos. Y eso fue mi culpa.
Elegí intencionalmente a la esposa de Strykerius porque pensé que sería la venganza perfecta que
Apolo tendría que cuidar al hijo de Styxx dado lo que él le había hecho. No tenía idea de que él los
maldeciría a todos ustedes. Al igual que Apostolos y Styxx, tu sangre se unió con la del hijo
verdadero de Strykerius, y eso también te hizo parte de Strykerius. —Ella respiró
entrecortadamente—. Pero sí. Tú, niño, eres el único ser vivo que es en parte humano, atlante,
egipcio, y apolita... y naciste con la sangre de tres panteones y dioses dentro de ti.

Asombrado, Urian todavía no podía meter en su cabeza tanta información. —¿Stryker alguna
vez lo supo?

—En cierta forma. Le dije hace mucho tiempo, después de que creciste y él se preguntó sobre
algunas de tus habilidades aumentadas, tal como tu brazo, que eras muy especial para este mundo,
pero no quiénes eran tus verdaderos padres. Tu línea de sangre única era el porqué de que las almas
malvadas de las que una vez viviste, no te volvieran trelos. Por qué podías durar más tiempo entre
alimentaciones que otros de tu tipo, y cómo fue que tu sangre sustentó a Phoebe mientras vivía. Es
también el por qué Strykerius te cortó la garganta en lugar de apuñalarte en el corazón. A diferencia
de otros daimons, no habrías muerto por una herida en tu corazón. Sólo la pérdida de sangre puede
matarte a ti.

Atónito ante sus palabras, Urian miró a Acheron. —¿Sabías sobre esto?

—Sabía que era extraño que Stryker te cortara la garganta, pero no. No tenía idea de que eras
mi sobrino. Mi madre —lanzó una mirada furiosa a ella—, nunca me lo mencionó.

Urian frunció el ceño mientras trataba de resolver esta nueva realidad que nunca había
imaginado. —Hombre, estoy hecho un lío justo ahora. ¿Mi mejor amigo es mi padre? El hombre al
que idolatré de niño... cuyo tatuaje está en mi brazo... Y él es más joven que yo. Si, no creo que
pueda lidiar con esto. Borren mi mente, alguien... ¡por favor! ¿Dónde está ese dragón del Santuario?
Simi, ve por Max. Lo necesito.

Mordiendo su labio, Bethany se acercó tentativamente a Urian.

Urian se atragantó al darse cuenta de que todavía tenía una madre...

Ella colocó una mano gentil sobre su mejilla mientras lo miraba. —Veo a tu padre en ti. Mi
bebé es hermoso. Justo como supe que serías. —Lo atrajo a sus brazos y lo sostuvo
apretadamente—. Odio que me haya perdido el verte crecer, pero yo te amo... mi Urian.

Urian sintió la conexión con ella. Emergió como un toque de calidez desde su interior. En un
instante, lo redujo de nuevo al niño que había visto a su madre morir. Al niño que no quería nada
más que sentir ese amor único que sólo podía venir del corazón de una madre. El tipo de amor que
nunca pedía nada a cambio. No juzgaba, odiaba o hería.

Sólo daba.

Él la rodeó con sus brazos y la sostuvo como si hubiera sido suyo desde su nacimiento. Styxx
envolvió sus brazos alrededor de ambos.

Con sus ojos cálidos, llenos de orgullo, Styxx tomó el rostro de Urian en su mano. —Mi hijo.

Urian se echó a reír. —¿Soy sólo yo, o eso es extraño?

Riendo, Styxx besó su mejilla. —Tu pobre madre no tiene idea del extraño y peculiar niño
que tenemos. Pero no puedo esperar a que ella te conozca.
Urian apretó su mano sobre la de ella. —Ni yo.
4 de diciembre, 2012
Urian se apartó de sus padres para darse cuenta de que todos habían abandonado la arena.

Excepto Apollymi. Sus lágrimas de cristal brillaban contra sus pálidas mejillas mientras ella
los miraba. —Lo que les hice a todos ustedes es inexcusable. Arremetí con ira y dolor, y lo que
pensé que era venganza no era más que envidia egoísta, porque sabía que como nunca podría
sostener a mi bebé, tomé ese placer de ti. Y por eso, realmente lo siento. Pero tu hijo es por lo que
salvé a los apolitas. Una vez que mi ira se desvaneció, y me di cuenta de lo equivocada que estaba,
lo mantuve a salvo para ambos.

Urian miró a sus padres. —Para que conste, ella lo hizo.

La mandíbula de Styxx comenzó a temblar. —Ni siquiera puedo empezar a poner en palabras
lo furioso que estoy porque estaba vivo y encarcelado, y no vi crecer a mi hijo…

Apollymi asintió. —Lo sé, Styxx.

Urian tiró del brazo de su padre. —Y puedo dar testimonio de eso. He presenciado el dolor de
Apollymi yo mismo.

Asintiendo, Styxx se encontró con la mirada de Apollymi al mismo nivel. —Curiosamente,


Apollymi, no puedo encontrar ningún odio por ti en este momento. Estoy muy agradecido de
tenerlos conmigo para malgastar un minuto pensando en otra cosa.

Bethany tomó la mano de Styxx y la de Urian. —Probablemente te odiaré en la mañana, Pol.


Pero esta noche, pienso lo mismo que Styxx. Solo quiero estar con mis chicos por un tiempo.

Apollymi inclinó su cabeza hacia ellos. —Los otros regresaron en silencio al templo principal
y los dejaron para que tengan privacidad. Sepan que si alguna vez necesitan algo... Estaré aquí para
Uds. —Su sombra regresó a Kalosis.

Styxx se volvió hacia Urian y a su madre. —Todo lo que quiero hacer es pasar la noche
hablando con ustedes dos. Pero…

—Hay mierda que hacer, —dijo Urian por él.

Bethany le chistó a Urian. —¿Quién te enseñó a hablar?

Urian sonrió abiertamente. —Ella va a pasar por un brusco despertar con todos los cambios
modernos y aparatos, ¿no es así?

Eso profundizó su ceño fruncido. —¿Cuánto tiempo estuve dormida?

Styxx consultó su reloj. —Once mil quinientos treinta y nueve años, ciento ochenta y tres
días, y aproximadamente diez horas, y unos minutos.

Bethany se quedó boquiabierta. —Realmente contaste los latidos del corazón.

Styxx deslizó la manga en su brazo para mostrarle dónde había tallado su nombre. —No
tienes idea.
El estómago de Urian se hundió cuando se dio cuenta de que su nombre también estaba allí.

Maldita sea. Todas las veces que lo había visto.

Este es mi solren. Él era el bebé en esos dibujos en los que Styxx había trabajado. Era toda
una lección de humildad saber exactamente cuánto lo había deseado su padre.

Hasta que su madre besó su nombre en el brazo de su padre, luego levantó sus labios hacia los
de él.

Urian silbó bajo. —Saben, esto sería incómodo si no fueran mis padres. La designación como
padres aumenta el asco en el medidor exponencialmente.

Sí, probablemente era inmaduro, pero él realmente no podía evitarlo. Había algo biológico
que estaba pasando con su cuerpo, pero sí.

Riendo, Bethany se apartó para fruncirle el ceño. —Estoy desesperada por saber de ti. —Miró
de nuevo a Styxx—. Y tú y yo tenemos mucho de qué hablar. Pero…

Styxx suspiró. —Tenemos dioses que con los que lidiar.

Ella asintió. —Quiero asegurarme de que nunca nos amenacen otra vez.

—No podría estar más de acuerdo, —coincidió Urian.

Bethany tomó sus manos y los teletransportó al templo principal. Tan pronto como vio los
signos de la batalla y la cantidad de sangre en las paredes y el piso, ella aspiró bruscamente.
Horrorizada, se encontró con la tímida mirada de Styxx. —Por favor dime que no es tuya.

—Un poco es, pero mucho de eso fue Demonbrean80. Ese bastardo sangra como un cerdo
sacrificado.

Cuando ella comenzó a avanzar, Styxx se negó a soltar su mano. Ella volteó, con el ceño
fruncido.

El miedo agonizante en sus ojos hizo que Urian se estremeciera. —Solté tu mano una vez
cuando no quería, y fue el error más grande de mi vida. Uno que yo nunca tengo la intención de
volver a cometer.

Ella entrelazó sus dedos con los de él y lo atrajo hacia Acheron, quien estaba sentado en su
trono negro, rodeado de los demás. Urian se quedó atrás y se movió para pararse con Davyn, quien
sostenía una bolsa de hielo a la cabeza.

—¿Estás bien?

Davyn asintió. —Por supuesto. Es bueno ser golpeado en la cabeza de vez en cuando.

Urian sacudió la cabeza ante el sarcasmo.

Rodando los ojos, Urian hizo un balance de quién quedaba entre sus filas. La mayoría de los
dioses ya no estaban. Los únicos que quedaban eran Ma’at, Sin, Artemisa, Simi, Apolo y Xirena.
80
Dios atlante. Única información provista por http://darkhunter.wikia.com/wiki/Atlantean_Pantheon
Bethany se movió para pararse cerca del trono. Styxx se apretó contra la espalda de ella y
envolvió sus brazos alrededor de su cintura, luego apoyó su barbilla sobre su cabeza como si tuviera
miedo de dejarla ir, incluso por un instante.

Acheron los miró.

—¿Nos pones al día? —Preguntó Styxx.

Simi dejó escapar un suspiro de irritación. —Akri no me deja comer ninguno de ellos
desagradables dioses. ¿A qué se está yendo el mundo cuando un demonio tiene que rogar por
cositas ... ni siquiera un sándwich de dedo. Trágico. Terriblemente trágico.

Urian se echó a reír.

Styxx susurró al oído de Bethany. —Te explicaré de Simi más tarde.

Acheron dejó escapar un sonido de “je” ante las palabras de Simi. —Bueno, después de la
forma en que le quitaste la cabeza de Archon, el resto está más que feliz de ser devuelto a la estasis.
Pero yo estaba pensando en permitir que un par de ellos fueran absorbidos por Kat y hacerlos
transicionar al mundo humano.

Por la expresión de Styxx, Urian pudo decir que no estaba emocionado con la idea. Tampoco
perdió la oportunidad de preguntar. —¿Cuáles?

—No iba a hacer la oferta sin consultar contigo primero. Sé que fueron poco amables contigo
mientras estabas aquí, y si quieres destriparlos te voy a ayudar.

Bethany miró a Styxx con el ceño fruncido. —¿Cuándo se convirtieron ustedes dos en
amigos?

Styxx le besó la punta de la nariz. —Unos cinco minutos antes de que te despertaras.

Su ceño se hizo más profundo.

—Dikastis, —continuó Acheron—. Iba a dejarlo solo... mientras tú estes de acuerdo. Parece
ser lo suficientemente decente.

Bethany asintió. —Él es extremadamente confiable y leal, siempre y cuando no se rompan las
reglas.

Urian no tenía ningún problema con eso.

—¿Recuperará Epithymia sus poderes? —Preguntó Styxx.

Sin se rió a carcajadas. —Por supuesto que no. Créeme. Cuando Kat te quita tus poderes, no
hay vuelta atrás. Técnicamente, en teoría, Kat podría devolverlos. Y yo odiaría hablar por mi esposa
mientras ella no está aquí, pero estoy bastante segura de que Epi va a aprender a vivir sin ellos.

Urian rió por lo bajo. Sí, Sin definitivamente sería el experto en eso. Podía imaginar las peleas
que los dos debían tener en casa.
—Leto está con Set y no voy a intervenir en eso. Especialmente dado lo que Seth y Artemisa
me han contado sobre ella y lo que les ha hecho a todos ustedes.

Artemisa levantó la barbilla con orgullo. —Sí, la tiramos sobre el carro.

Acheron gimió. —Debajo... autobús, Artemisa. Tiras a la gente debajo de un autobús.

—Lo que sea. Mi madre amenazó a mi bebé, y mi lealtad es para Katra y Mia y nadie más...
hasta que Katra tenga más hijos y ellos tengan bebés. ¡Pero eso es todo! —Ella frunció los labios—.
Oh, espera, hay alguien más, pero eso es todo y no es la perra que lastimó a mi bebe. Cualquiera de
ellos. Quiero a Epitimia para mi colección personal.

Acheron se encontró con la mirada de Styxx. —Si alguien puede hacer de la vida de alguien
un infierno, yo personalmente puede atestiguar la experiencia de Artemisa.

Urian se atragantó con ese comentario y especialmente con la mirada asesina de Artemisa que
le dio.

Styxx asintió. —Estoy de acuerdo.

—Yo también, —estuvo de acuerdo Ma’at.

—Lo que nos deja con Apolo. —Acheron hizo una pausa para mirar alrededor de la
habitación—. La mayoría de nosotros tenemos un reclamo igual contra él, así que no tengo idea de
cómo ser justo sobre su castigo.

Artemisa suspiró. —Aunque me encantaría, no puedes matarlo.

De repente, Styxx comenzó a reírse en un tono malvado que envió un escalofrío por la
columna vertebral de Urian, ya que no podía imaginar lo que significaba.

Bethany frunció el ceño. —¿Por qué eso me asusta?

—Porque tengo el regalo perfecto para alguien. Incluso Simi lo aprobará.

Stygian
Apolo gritó con indignación alrededor de su mordaza mientras luchaba contra la red de
diktyon de Artemisa que lo sostenía más fuerte que una mosca en una telaraña. Si tuviera sus
poderes normales, él sería capaz de escapar. Pero el regalo de Urian, el collar de Verlyn, lo
mantenía drenado.

Urian se rió entre dientes como un malvado villano de dibujos animados. —Recuérdame
nunca, nunca, hacer enojar a mi padre. Y no me refiero a Stryker. Maldición, papá. Esto es taaaaan
frío.
Artemisa sonrió. —Sí, bueno, ¡la venganza es un gato!

Acheron suspiró y sacudió la cabeza. —Absolutamente me rindo.


—Está bien, —dijo Styxx, poniendo de pie a Apolo—. Una entrega especial. —Besó a
Bethany antes de mirar a Acheron—. Cuida de mi chica. Enseguida vuelvo. —Se volvió hacia
Urian—. ¿Estás listo?

¿Para esta mierda? Oh sí. Artemisa tenía razón. La venganza era un gato. Y él estaba listo
para maullar.

—Después de ti, Solren.

Para sorpresa de Urian, Styxx los teletransportó directamente al jardín de Apollymi, donde
estaba sentada, mirando en su espejo.

Jadeando de indignación, se puso de pie. —¿Qué es esto?

Urian cubrió a su padre, en caso de que ella lo golpeara. Siempre intrépido, Styxx forzó a
Apolo a arrodillarse ante ella. Totalmente desnudo y atado, Apolo no tenía más remedio que
obedecer. Urian sentiría pena por el olímpico si el bastardo alguna vez le hubiera mostrado a su
gente un gramo de misericordia o compasión.

Pero en realidad, quería verlo llorar.

Styxx saludó a Apollymi. —Vengo con regalos, mi señora.

Inclinando su cabeza hacia ambos, Urian sacó el collar de Apolo. —Le devolveré esto a
Davyn y volveré enseguida.

Urian se teletransportó a la casa que Davyn una vez compartió con París. Davyn estaba
esperándolo.

El alivio en su rostro era tangible. Tiró de Urian contra él y lo abrazó. —Si alguna vez me
asustas así, te destriparé.

—Lo sé. Lo siento.

Tragando saliva con dificultad, Davyn lo dejó ir. —Sabes que eres todo lo que tengo,
¿verdad?

—Lo sé. Hemos pasado por mucho. —Urian miró alrededor de la casa dispersa que no había
cambiado en todos los siglos que lo había conocido—. ¿Has pensado acerca de mi oferta?

Durante los últimos cuatro años, Davyn había podido caminar a la luz del día. No había razón
para que él viviera más aquí. Los apollymians eran libres de irse. No estaban encerrados aquí.

La mayoría se quedaba por lealtad a Apollymi, que no podía irse.

Pero Urian y Acheron habían ofrecido refugio a Davyn por todos los años de servicio que les
había dado.

Los ojos de Davyn se iluminaron con lágrimas no derramadas. —No puedo irme, Uri. Esto es
todo lo que tengo de Paris. Todos mis recuerdos están aquí.

—Tampoco puedes seguir adelante.


—¿Quién dice que quiero?

Urian podía respetar eso. Acercándolo más, lo besó en la frente. —Sabes dónde estoy si me
necesitas.

—Lo sé. Te amo.

—Yo también hermano.

Sin embargo, alejarse de él siempre era difícil. Davyn siempre había sido el único constante
en su vida. Si alguna vez le pasara algo, Urian no podría soportarlo.

Sin querer pensarlo, regresó al palacio de Apollymi, donde había dejado a Styxx... su padre
biológico.

Styxx lo miró, luego sonrió a Apollymi, quien estaba salivando por su regalo. —Disfrútalo.

Juntos, se teletransportaron de nuevo hacia Bethany, quien sostenía a Sebastos mientras


hablaba con Tory y Ma’at.

Urian tuvo un momento surrealista cuando de golpe se dio cuenta de que ella era su madre.
Especialmente cuando ella los miró y sonrió. —Ahí esta. Bas, saluda al tío Styxx.

—¡Hola, tio Six! —Dijo riéndose y rebotando en los brazos de Bethany.

Ella le hizo cosquillas en el vientre hasta que él chilló y la besó. Su pequeña mano estaba
enredada en su largo cabello.

—¿Estás bien? —Preguntó Acheron cuando apareció detrás de Styxx.

Styxx se encontró con la mirada de Urian y asintió. —Lo estoy.

Él tomó la mano de Styxx y la apretó, luego fue a Bethany. Él pasó su mano por los rizos de
Sebastos. —Hola, Bas.

—¿Quieres abrazarlo? —Tory preguntó.

Styxx negó con la cabeza. —Podría romperlo y hacer enojar a Acheron.

Urian se echó a reír.

—No puedes romperlo, cariño, —dijo Bethany.

—No lo sé. La última vez que sostuve a un niño de esa edad, debo haberlo roto porque se
filtró líquidos por todo mi cuerpo.

Bethany rió tan fuerte que tuvo que devolverle a Bas a su madre antes de que ella lo dejara
caer.

Tory besó la cabeza de Bas. —Tienes razón, Bethany. Él es muy gracioso.

—Y ahora que él está de vuelta, —dijo Ma’at—, tenemos que terminar algo. ¿Nos disculpan?
Urian frunció el ceño. —¿Debería estar preocupado?

Ash tomó a su hijo de su esposa. —Naaa. Van a terminar la ceremonia para reunir el corazón
de Bethany. Está todo bien.

—Ah.

—No parezcas tan preocupado, Urian. Estarán bien.

Ash dijo eso, pero algo no estaba bien. Urian podía sentirlo. Su familia estaba reunida.
Debería sentirse completo de nuevo, y una parte de él lo sentía.

Sin emabrgo…

Echó un vistazo alrededor de la habitación y todavía tenía ese dolor vacío que desafiaba toda
explicación.

Alexion y Danger estaban sentados con Xirena y Simi, riendo. Tory y Ash y todos parecían
estar bien.

Pero algo no estaba bien. Algo cósmico estaba fuera de orden. Cada poder de daimon y
semidiós que poseía lo sabían.

Cerrando los ojos, juró que podía ver cómo se realineaban los átomos del universo. Escuchar
al eter81 susurrando. Esto no es bueno. Los vientos de cambio estaban llegando y traían consigo la
guadaña de la agitación.

Nada volvería a ser lo mismo otra vez.

81
En algunas teorías obsoletas, el éter era una hipotética sustancia extremadamente ligera que se creía que ocupaba todo el espacio
como un fluido. El término aparece tanto en la física aristotélica como en la antigua teoría electromagnética de finales del siglo XIX.
23 de octubre, 2017
—¡Falcyn! —Ladró Urian cuando vio al enorme bastardo en el Santuario de los Were-Hunter
acercándose demasiado a su hermana.

Odiaba a ese maldito por muchas, muchas razones. No era la menos importante el que
desterrara a Xyn de Kalosis, varios siglos atrás.

¡Maldito sea!

¿Peor? Conocía esa mirada. Y ningún hombre o bestia le daba esa mirada a su hermana sin
recibir una paliza de su parte.

Falcyn encaró a Urian. —¿De verdad crees que me moveré al son de tus órdenes, perro
faldero?

Sin perturbarse por ese insulto y queriendo beber sangre de dragón, Urian entrecerró los ojos
mientras acortaba rápidamente la distancia entre ellos. Mantuvo su atención concentrada en Falcyn,
observando cada uno de sus movimientos.

No confiaba en el bastardo Drakos en absoluto. Este era uno de los hermanos de Xyn, lo que
significaba que Urian sabía exactamente cuán traicionero podía ser Falcyn.

Caminando entre ellos, Urian le dio a Medea un poco de espacio para respirar. —Te advierto
que recuerdes que estás en un santuario de Were-Hunter.

Falcyn resopló. —Como si me importaran las leyes de Savitar. —Miró con amargura a
Urian—. O tú, para el caso. Y menos aún tu jefe. Así que ni siquiera pienses en arrastrar el nombre
de Acheron a esto como protección contra mi ira. Lo reto a que me diga una sola palabra... sobre
cualquier asunto.

Urian frunció el ceño ante sus palabras y su valentía, dado el hecho de que Acheron es el
destino final de todos. Desafiarlo, sabiendo cual era su verdadero lugar en el universo, era tener un
nivel especial de estupidez y valentía que la mayoría no tenía. —¿No hay nada a lo que le temas?

La mirada de Falcyn pasó por encima del hombro de Urian hacia algo en la multitud.

—Aye, pero lamentablemente ella no está aquí.

Urian volvió la cabeza al oír la profunda voz detrás de él. Blaise du Fey. Un bastardo al que
no había visto en mucho, mucho tiempo. Otro de los dudosos parientes de Xyn.

Pero al menos, era un poco más amable que Falcyn. Con el cabello tan pálido como el de
Urian y los ojos de un peculiar tono lavanda, Blaise era un guerrero feroz y confiable.

Y al igual que Xyn, sus orejas eran un poco punteaguadas. Algo que siempre golpeaba con
fuerza a Urian en las entrañas cada vez que veía a Blaise o a cualquiera de los Adoni, ya que le
recordaba la forma en que solía mordisquear y jugar con cariño con las de Xyn. Esas orejas siempre
habían sido una fuente de fascinación para él.

¡Detente, Uri! ¡Haces que me avergüence! Ya me siento lo suficientemente como un monstruo


por causa de ellas.
No digas eso. Adoro tus orejas. Son tan hermosas como el resto de ti. Y el hecho de que no
sean como las demás, las hace tan especiales como tú. Nunca debes cubrirlas. Más bien, debes
alardear de ellas al mundo. Déjalos ver la belleza única que eres tú.

Dios, cómo la extrañaba. Y en lugar de tener su preciosa amabilidad, él se quedó con sus dos
hermanos imbéciles con quienes lidiar.

Increíble.

Falcyn lo reprendió. —Ahora, Blaise, ¿Por qué tenías que mencionar a Xyn? ¿Especialmente
teniendo en cuenta que es un tema delicado?

Blaise dejó escapar una sonrisa encantadora. —Sentí la necesidad de molestar a mi hermano
mayor. Además, todos los demás te temen así que... Tú me necesitas para equilibrarte. —Blaise
mantuvo su mano levantada y extendida para poder sentir su camino a través de ellos. Debido a su
albinismo, estaba ciego en su cuerpo humano—. Y si no estás asustando a los nativos, tengo algo de
lo que necesito hablarte.

Falcyn se burló. —Prefiero pasar tiempo asustando a los nativos que escuchando tus gemidos
malhumorados.

—Ah, vas a herir mis sentimientos.

—No tienes ningún sentimiento.

—No es verdad. Tuve muchos de ellos, hasta que tú, Kerrigan e Illarion se deshicieron de
ellos. Pero creo que logré salvar uno o dos. Por favor, trata de no matar a esos dos últimos. Puede
que los necesite algún día.
Urian negó con la cabeza hacia Medea, que tuvo mucha suerte de haber sido criada como hija
única. Él le envidiaba eso.

Falcyn hizo un ruido grosero de despido. —Esos se llaman retorcijones de hambre.

Blaise se rió. —Hambriento por una palabra amable, quieres decir.

—Bueno, no la conseguirás aquí. —Falcyn hizo un gesto hacia las escaleras como si su
hermano pudiera ver sus movimientos—. Así que largo.

Blaise suspiró pesadamente. —No tengo miedo. Debo molestar. No puedo esperar.

Urian apartó a Medea de los dragones peleando. —Bien entonces. Nosotros los dejamos con
su discusión. Ven, hermana mayor. Salgamos de aquí antes de que Godzilla y Mothra 82 lo intenten y
quedemos atrapados en el fuego cruzado.

Ella frunció el ceño hacia él. —¿Antes de quién y qué?

Urian gimió por lo bajo. ¿Cómo podía olvidar que ella no sabía casi nada sobre la cultura
pop? En realidad, era doloroso lo poco que ella entendía de sus citas. —Un día tenemos que hacer

82
Es un personaje ficticio descrito como un monstruo gigante (en Japón denominado kaiju) que se asemeja a una polilla. Desde su
debut fílmico en la película Mothra de 1961, ha aparecido en varias películas tokusatsu de Toho, a menudo como un personaje
recurrente en la franquicia de Godzilla.
una maratón de películas todo el día, para que entiendas mis referencias. —Y con eso, la empujó
hacia las escaleras.

—¿Qué son? —Le preguntó mientras la conducía escaleras arriba hacia la zona menos
abarrotada del bar.

—Blaise es una mandrágora. Falcyn... infiernos no tengo idea. Es una de las razas de
dragones, pero no es un Were-Hunter. —Aunque Urian generalmente lo llamaba así para molestarlo
porque era divertido escuchar los ruidos de los síntomas del intestino irritable que Falcyn hacía en
protesta.

—Si son hermanos, él también sería una mandrágora. ¿Cierto?

Uno pensaría que sí. Pero hace años que había aprendido de Xyn, que no funcionaba de esa
manera. —No creo que estén realmente relacionados. Los dragones tienen una idea aún más
peculiar que nosotros de lo que constituye una familia.

—Pero si él es un dragón y no es una mandrágora o Were-Hunter, ¿cómo puede ser humano?


¿No son los únicos dos tipos de dragones de sangre pura que pueden tomar forma humana?

Urian se detuvo para alternar la mirada entre ella y los dos dragones en la multitud de abajo.
—Esa, Medea, es la pregunta que todos hemos formulado y nadie responderá. Todo lo que sabemos
es que es una bestia sedienta de sangre que es mejor evitar.

Stygian
Urian le frunció el ceño a Medea mientras hablaban dentro de la pequeña habitación privada
en el Santuario, reservada para cuando la clientela sobrenatural se volvía loca y necesitaba un
descanso de los testigos humanos, que podrían no reaccionar bien a la realidad con la que
compartían su mundo. Apenas más que un armario, sus cuartos estaban abarrotados, pero les
permitía no ser escuchados por ninguno de los humanos que estaban afuera.

O por los Were-Hunters, que por regla general tenían una audición muy sensible.

Y dado el hecho de que su hermana le acababa de hablar de una misteriosa plaga que estaba a
punto de destruir a su gente, se alegró de que nadie pudiera oírlos.

—¿Por qué me estás diciendo esto? Ya no soy un daimon. —No lo había sido en años.

Medea cruzó los brazos sobre su pecho. —Sí, pero por lo que sé, esta plaga que envió Apolo
también podría contagiarte. Sea lo que sea que Apolo ha desatado, está teniendo un terrible precio.
Sé que odias a nuestro padre, pero...

—¡Stryker no es mi padre! —Le recordó con frialdad. Gracias a los dioses por ese favor.

—Biológicamente, es cierto. Sin embargo, él te crió como propio. Su esposa te dio a luz.

—¡Después de que fui arrancado del vientre de mi verdadera madre por esa perra a la que
sirves... y empujado en su vientre sin que nadie lo supiera ni consintiera!
Y Medea, recordándole cómo los dioses lo habían jodido, no lo estaba atrayendo a su
causa…

En absoluto.

Honestamente, ya había tenido suficiente de ser el hijastro bastardo al que pateaban cuando se
aburrían.

—Esa perra también es la madre de tu actual jefe y la amada protectora de tu verdadero padre
y madre, ¡no lo olvides!

Urian siseó ante su poco menos que sutil recordatorio sobre la posición de Apollymi en su
mundo. Y el hecho de que, una vez la había amado como a una segunda madre, la mayor parte de su
vida. Por eso él se sintió doblemente traicionado por ella, por no decirle la verdad, cuando ella lo
había sabido durante todos esos siglos. Estaba tan enojado con Apollymi por lo que había hecho,
que aún no había vuelto a hablar con ella después de descubrir la verdad.

Cuando miró hacia atrás y pensó en todos los años, no, siglos, que podría haber pasado con su
verdadero padre... quería matarla por eso. ¿Cómo pudo haberle hecho eso?

—Tienes el descaro de venir aquí y pedirme que ayude a Stryker o Apollymi dado lo que me
han quitado.

Era cruel más allá de lo cruel, incluso para ellos.

—Yo sé eso. Lo que te dice lo desesperada que estoy. —Ella tragó saliva—. No son los
únicos que están enfermos, Uri. Davyn también lo está. Se morirá si no nos ayudas.

Esa noticia lo sorprendió. Davyn era la única persona que no podría soportar la idea de perder.
Se suicidaría primero.

—Por favor, Urian. Perdí a mi esposo y mi único hijo porque mi abuelo, el abuelo de tu
hermano gemelo, era un bastardo. Los vi a ambos ser asesinados frente a mis propios ojos por los
parásitos humanos que protegen. Por ninguna otra razón aparte de que nos temían, cuando no
habíamos hecho nada para causar su desconfianza. Eramos inocentes y estabamos inofensivos,
ocupándonos de nuestros propios asuntos cuando nos atacaron. Entonces, no pienses ni por un
minuto que eres el dueño del mercado del dolor. Porque confía en mí, hermano, eres un novato. No
tienes idea de lo que pasé en mi vida mortal, o en esta. Siento mucho lo que Stryker le hizo a tu
Phoebe. En serio. Pero he perdido demasiado para sentarme y ver morir al resto y no hacer algo
para al menos intentar ayudarlos. Eso no es lo que soy.

Tampoco era quién era él, y ella estaba equivocada con respecto a su dolor. Había perdido
más hijos que ella. Él sabía exactamente el dolor de su pérdida. Si bien él podría no haberlos dado a
luz, eran sus hijos de todos modos.

Una sola lágrima se deslizó por su mejilla mientras sus ojos se volvían a encontrar. —Praxis
tenía cinco años, Uri. Cinco. Y murió en agonía por las manos despiadadas de esos bastardos
humanos, y me gritó que lo ayudara mientras ellos... —Ella se atragantó con sus palabras—. Dime,
Urian, ¿cómo es que sigo cuerda, con todo lo que me robaron tan violentamente? ¡Ninguna cantidad
de tiempo puede apagar un dolor tan agudo!
Urian conocía su dolor. De primera mano. Y odiaba que alguien tuviera que pasar por eso. Él
la atrajo contra él. —Lo siento mucho, Dee.

Con la respiración entrecortada, lo apartó de ella. —No necesito tu compasión. No vale nada.
Puedes quedártela, especialmente si no me vas a ayudar.

Urian la agarró del brazo cuando ella comenzó a irse. —¡Espera! —Quería negarle esta
petición. En verdad, quería que Stryker se incendiara y reírse mientras lo veía hacerlo.

Pero Medea tenía razón. No podía permitir que el resto de los que antes habían sido su familia
y amigos murieran sin hacer nada.

No si podía evitarlo.

—Hay una cosa que podría salvarlos.

—¿Qué?

Él dudó. No porque no quisiera ayudarlos, sino porque no sabía qué podría hacer Stryker con
la cura. En sus manos, podría resultar más letal.

Ninguna buena acción queda sin castigo.

De alguna manera esto se iba a volver contra él. Él lo sabía. Tales cosas siempre lo hacían, y
lo dejaban sangrando y maldiciendo. Sin embargo, aun así, no podía permitir que Medea fuera
lastimada más de lo que ella ya lo había sido Ella tenía razón. Ya había pasado lo suficiente y al
final del día, eran familia. Tal vez no en el sentido convencional, pero él sentía un parentesco con
ella de todos modos. Y él había crecido pensando que era uno de los hijos de Stryker. Pensando en
la hija de Stryker como su propia hermana.

Cada vez que miraba a Medea, veía el amado trostro de Tannis. Recordó su tiempo como
niños. Todos habían sido víctimas inocentes de un fétido juego de poder entre los antiguos dioses.
Todos ellos habían pagado un alto costo para seguir viviendo, solo para pesar de quienes los verían
caer sin ninguna razón.

Para bien o para mal, Medea era tanto su hermana como Tannis. Y porque la amaba, se
negaba a añadirle más dolor.

—No sé si funcionará o no.

Medea se irritó por sus evasivas. —¡Oh, por el amor de Dios, solo dilo, ya!

—Una piedra de dragón. —Algo de lo que Xyn le había hablado hacía mucho tiempo. Eran
increíblemente poderosas y podían maldecir casi cualquier cosa.

Apartándose, ella le frunció el ceño. —¿Una qué?

Urian se cubrió mientras buscaba una manera de explicarlo. Pero no fue tan fácil como
debería ser. —A falta de un término mejor, es una roca encantada que tienen los dragones.
Supuestamente, puede curar cualquier cosa. Incluso la muerte.

—¿De dónde sacas una?


Esa es la parte fácil.

Y lo más difícil que se podía imaginar, ya que quedaban muy pocas. —Creo que la suerte te
acompaña, hay una aquí.

La alegría volvió a sus ojos oscuros. —¿Dónde?

Él visiblemente se encogió ante el último lugar que al que cualquiera de ellos quería
aventurarse. Porque pedir esa ayuda era una intrépida estupidez. Ojalá Xyn siguiera viva. Ella
habría compartido la suya en un instante. —Ese sería el problema, ya que le pertenece a Falcyn. —
El bastardo al que odiaba casi tanto como a Apolo.

—¿Esa bestia hosca que conocí antes?

El asintió. —Que yo sepa, esa es la última en existencia. El resto fueron todas destruidas o
han desaparecido.

Medea gimió en voz alta. —Genial. Entonces, ¿cómo hago para conseguir esta cosa?

—¿Un consejo? Pregunta amablemente.

Stygian
Urian y Medea entraron en la habitación donde les habían dicho que Falcyn había ido a ver a
Blaise.
El problema era que no estaban solos. Y el fey Adoni con ellos no parecía feliz. De hecho,
esto parecía casi lo mismo que caminar en medio de un robo de banco.

Con todos los ladrones envueltos en C-4.

Falcyn se detuvo al verlos. —¿Están aquí para ayudar o para estorbar? Declárense.

Urian no dudó con su respuesta. —Cualquier elección que termine conmigo en tu lado bueno.

—Agarra a la perra.

Mejor que no fuera de su hermana de la que hablaba Falcyn.

Pero antes de que alguien pudiera moverse, una luz brillante pulsó dentro de la habitación,
cegando a todos, excepto a Blaise, que no podía ver de todos modos.

Falcyn maldijo. —¿Urian?

Siseando por el dolor, Urian levantó su mano en un esfuerzo inútil para tratar de ver a alguien
más allá de la gran mancha blanca. —¡Estoy ciego como un murciélago! —Dijo bruscamente en
respuesta a la pregunta de Falcyn—. ¿Dee?

—No puedo ver ni mierda.

—Hay demonios en la habitación. —Blaise se movió para cubrirlos—. Gallu.


¡Ah, eso es simplemente genial. Al menos no eran charonte.

—¿Quién invitó a los imbéciles a nuestra fiesta? —Gruñó Falcyn.

Eran una de las pocas razas que podían infectar a una víctima y convertirla en esclavos sin
cerebro. O máquinas asesinas. Ninguna de las dos opciones atraían a Urian.

Él solo mataba cuando le ordenaban o cuando lo amenazaban. Como decía el viejo refrán
daimon, protege a los que están detrás de ti. Respeta a los que están a tu lado. Y derrota o mata a
quien esté contra ti.

De repente, algo los agarró y estaban cayendo.

—¿Blaise? ¿Qué estás haciendo? —Falcyn gruñó—. ¡Agárrense! ¡Todos mantengan la calma!

Falcyn se burló. —Entonces, ¿por qué suenas asustado y por qué sigo ciego?

Urian golpeó el suelo lo suficientemente fuerte como para quitarle el aliento de sus pulmones.
A pocos pies de distancia, Falcyn y Medea aterrizaron en un montón entrelazado.

—¡Oye, oye, amor! Solo tocas la zona prohibida si pretendes hacerla feliz.

Medea hizo una mueca. —No hay suficiente cerveza en el universo para que toque tu zona
prohibida, libélula. No te hagas ilusiones.

—Dice el daimon arrastrándose sobre ella.

—Saltando lejos, querrrás decir, antes de me contagie algo que estoy segura de que los
antibióticos no curarán.

Urian se echó a reír. Una cosa que le gustaba de su hermana, ella tenía un sentido del humor
retorcido.

Falcyn se burló de su insulto. —No es lo que se siente, ya que estoy acostado y todavía estás
encima de... ¡umph! —Gruñó, mientras ella le daba un codazo dejándolo sin aire en los pulmones.

Con un feroz ceño fruncido, frotó el área maltratada y se puso de pie. —Blaise, ¿qué hiciste?

Otra cosa con la que Urian estuvo de acuerdo. Parecían estar en el medio de ningún lado,
Alaska, Nebraska o en algún apocalíptico lugar remoto del fin del mundo.

Blaise se dio vuelta lentamente de una manera que decía que estaba usando su visión de
dragón para sentir el éter. —Bueno, esto no era lo que había planeado.
—¿Qué? —La voz de Urian goteaba con sarcasmo—. ¿No querías un viaje a Halloween
83
Town ? Estoy tan decepcionado, Blaise. Esperaba que me firmaran la ropa interior de Jack
Skellington84.

Falcyn se rascó la mejilla peluda. —Entonces, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

—No estoy seguro. Estaba apuntando hacia el salón de la casa Peltier. —Blaise arrugó su
rostro—. Fallo épico. Ni siquiera estoy seguro de dónde estamos.

Urian dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras observaba el retorcido paisaje. —Creo
que lo sé. Pero no te va a gustar. Infiernos, a mí no me gusta.

Medea frunció los labios. —Pruébanos.

Urian miró a su alrededor a un lugar donde no había estado desde su matrimonio con Sheba.
Dioses, esperaba estar equivocado. Pero sí, esto parecía el reino en el que Ruyn solía ir de fiesta
para divertirse. —Myrkheim.

Blaise hizo una expresión de felicidad exagerada. —¡Oh, fantastico! ¡Las tierras fronterizas
donde los paganos se pudren! ¡Justo donde quería construir mi casa de vacaciones! ¿Dónde hay un
contrato de arrendamiento? ¡Firmaré con mi escamoso trasero!

Medea rodo los ojos. —¿Qué es Myrkheim?

Falcyn se rió amargamente. —Supongo que los daimons no pasan mucho tiempo aquí, ya que
no es realmente parte de tu mitología. Es un reino inferior. Un terreno de espera, si así lo deseas,
entre la tierra de luz y oscuridad donde el fey puede practicar su magia.

—¿Quiénes son la gente fey? —Preguntó ella.

Pregunta legítima, supuso Urian, ya que había un montón de fey recorriendo el mundo.

Falcyn suspiró. —En un tiempo, todo el mundo lo era. Pero hoy en día, está mayormente
reservado para los rechazados de Morgana. Y algunos otros bastardos que sufren el SII 85.

—Sí, está bien... Entonces, ¿qué es...? —Antes de que ella pudiera terminar su oración, un
rayo de luz se disparó entre ellos, pasando muy cerca de ella.

De hecho, no la golpeó, porque Falcyn lo desvió. —Magia perdida. Tienes que mantener la
cabeza erguida para ello. Si te golpea, no se sabe lo que podría hacer. Podría vaporizarte.
Convertirte en un sapo. O simplemente arruinar tus posibilidades para tener hijos.

Por eso a Ruyn le gustaba jugar aquí. Él bastardo vivía para jugar peligrosamente.

83
Halloweentown (titulada Viaje a Halloweentown en Hispanoamérica y Halloweentown: ¡Qué familia la mía! en España) es una
Película Original de Disney Channel de 1998 dirigida por Duwayne Dunham y protagonizada por Kimberly J. Brown, Debbie
Reynolds, Joey Zimmerman y Emily Roeske. La película se estrenó el 17 de octubre de 1998 en Estados Unidos. Es la primera
película de la saga de películas, Halloweentown.
84
Jack Skellington (Jack Skeleton en doblajes al español) es el protagonista de la película The Nightmare Before Christmas
(Pesadilla antes de Navidad en España o El Extraño mundo de Jack en Hispanoamérica), inspirado en los dibujos de Tim Burton.
85
Sindrome de Intestino Irritable.
Los ojos de Medea se agrandaron al verla explotar y transformar un árbol no muy lejos de
ellos en un pollo que chillaba, luego se sumergió en el suelo para cavar como un conejo asustado.
—¿Eso pasa mucho?

Falcyn asintió. —¿Por aquí? Mucho.

—Genial. ¿Algo más de lo que deba tener cuidado?

—Sí, —dijo con amargura—. De todo.

Parpadeando, se encontró con la mirada de Urian. —¿Es broma?

—Falcyn no tiene sentido del humor. Al menos ninguno que hayamos identificado hasta la
fecha.

Blaise trenzó su largo cabello blanco y lo aseguró con un lazo de cuero que se quitó de la
muñeca. —Bueno, Max dijo que Falcyn no siempre fue un dolor el traseroo como lo conocemos
hoy. Pero solo puedo hablar de los últimos cientos de años. Y no ha cambiado desde que lo
conozco.

—No estas ayudando, Blaise, —dijo Urian secamente.

Extendió los brazos para indicar su entorno. —En caso de que no lo hayas notado, no soy muy
bueno en eso. Tiendo a joder todas las cosas cada vez que trato de ayudar.

—Y Merlín te eligió para ser un caballero del Grial. ¿Qué demonios estaba pensando?

Blaise siseó. —No hablamos de eso en voz alta, ¡Falcyn! ¡Mierda! ¿Qué? ¿Intentas que me
maten?

Falcyn disparó una ráfaga de fuego al cielo. —Todavía estoy tratando de averiguar cómo
llegamos aquí... y por qué. Ya que, seamos sinceros, no nos enviaron aquí por nada bueno.

—Esperaba que no lo notaras. —Blaise se aclaró la garganta—. Qué manera de dañar mi zen,
amigo.

Falcyn rodo los ojos ante Blaise. —Tienes que dejar de andar con Savitar. Odio a ese
bastardo.

—Odias a todos, —le recordó Blaise.

—A ese bastardo con la tabla de surf es al que odio más que nada.

Blaise arqueó una ceja inquisitiva. —¿Más que a nuestro hermano Max?

Falcyn gruñó. —¿Vamos a discutir cosas intrascendentes o vamos a buscar un camino a casa?
Porque ya probé mis poderes y no hicieron ninguna mierda por sacarnos de aquí.

Encogiéndose, Blaise se frotó nerviosamente el cuello. —Los míos tampoco, y esperaba


mantenerte distraído para que no me patees el trasero por esta situación.

Falcyn miró a Urian. —¿Qué hay de ti, princesa? ¿Tienes algo?


—¿Además de una migraña palpitante? No. Mi teletransportación tampoco está cooperando.

Todos miraron a Medea.

—¿En serio? Si los míos funcionaran , ¿crees que estaría aquí, escuchándolos a todos ustedes?
Les juro, habría desaparecido hace mucho tiempo.

Blaise suspiró. —Creo que vi esta película una vez. No salió bien para las personas, ya que se
enfrentaron entre sí, e involucraban motosierras... y una gran cantidad de sangre.

—¿Pero había silencio? Esa es la verdadera pregunta.

Urian resopló ante el irritable comentario de Falcyn.

¿Peor?

De repente hubo un silencio. Se hizo un eco alrededor de ellos, con ese tipo de extraña
quietud que pone todas las terminaciones nerviosas al borde. Del tipo que irradiaba malevolencia
porque era un presagio.

Los hombres se unieron para ponerse de espaldas uno al otro, para poder enfrentar y luchar
contra cualquier amenaza que viniera por ellos.

De repente, una luz brillante brilló cerca de ellos. Una que momentáneamente cegó a Urian
con su intensidad. La niebla se solidificó en un hombre alto y flaco con cabello castaño y ojos rojos.

Tienes que estar jodidamente bromeando...

—¿Nunca mueres? —Preguntó Urian al ver al demonio Kessar.

¿Cuántas veces iban a tener que matar a este bastardo para hacer que él ya no volviera?

Haciendo una mueca sobre el demonio vestido con ropa snob de diseñador, todo de negro,
Falcyn miró a Urian. —Entonces, Slim, ¿quién es el diseñador de este imbécil?

El demonio sonrió ante la pregunta de Falcyn. —Este es el Sr. Imbécil para ti, dragón.

—Claro, calabacita. Lo que sea que flote tu mierda.

Medea golpeó a Falcyn en el hombro antes de levantarse sobre los dedos de los pies para
susurrar en su oído. —Puede que no quieras contradecirlo.

—Lo dice la mujer que no me conoce en absoluto. Créeme. He orinado en las gargantas de
monstruos que hacen que este niño bonito se vea más patético de lo que es. En mi medidor de
miedo, ni siquiera mueve la aguja.

Kessar sonrió a regañadientes. —Es por eso que mantuviste tu piedra de dragón más tiempo
que cualquier otro dragón en la historia. Ahora sé un buen chico, entrégamela.

Falcyn resopló burlonamente mientras lo observaba con una mirada que no le impresionó. —
Uh ... demonios claro que no.
Una lenta sonrisa se extendió sobre los rasgos cincelados de Kessar, pero no llegó a alcanzar
sus ojos rojos. —Danos la piedra y te diré cómo salvar a tu hermana.

Urian se congeló ante esas palabras. Si bien era cierto que los dragones tenían docenas de
hermanos, solo había una hermana que él sabía que realmente les importaba.

Igual que a él.

—Mi hermana está muerta. Y si pretendes hacer lo mismo que hizo Narishka86, te lo juro,
demonio, comeré tu corazón para el almuerzo y lo eructare para el postre.

—No sé lo que hizo Narishka, pero tu hermana se convirtió en piedra. Entonces, si bien ella
no está viva técnicamente, tampoco está exactamente muerta.

—¿Blaise? ¿Sabías sobre esto?

—No. Me dijeron que ella había muerto peleando contra Morgana.

Urian escuchaba atentamente. ¿Estaban o no estaban hablando de Xyn?

Medea colocó su mano en el antebrazo de Falcyn en un gesto reconfortante antes de apoyarse


contra su espalda. —Kessar es un bastardo traicionero. No confíes en él. Él no reconocería la
verdad, así le arrancara su pequeño y peludo trasero.

Ella tenía razón en eso. Podría ser un truco.

Urian contuvo el aliento.

Falcyn frunció el labio. —Así que, el niño bonito, es el líder gallu contra el que se oponían los
dioses sumerios. Apuesto a que eso arruinó tu día, ¿eh?

Kessar se burló. —Deberías saberlo, hijo de Lilith87.

Blaise contuvo el aliento con brusquedad entre los dientes. —Nunca, nunca... jamás saques a
su madre a colación. Esa, es solo una buena manera de que te pateen el trasero, ya que tiende a
atacar con locura cada vez que mencionas a la chica “que nunca debe ser nombrada”.

Falcyn le dio al demonio una sonrisa irónica. —Deberías escuchar a mi hermano, demonio. Al
menos sé el nombre de mi madre. Lo que es más de lo que tú sabes. —Barrió una mueca sobre
Kessar—. Y si sabes mucho sobre mí, entonces sabes quién y qué fue mi padre. Así que, si yo fuera
tú, correría antes de que decida tirar de tus alas para divertirme y pegarte a una pared, en algún
lugar donde pueda lanzar dardos cuando esté borracho.

Sin inmutarse, Kessar examinó sus garras. —Bien. ¿Supongo que no te interesa saber a dónde
enviaron a tu hermana?
86
La mano derecha de Morgen le Fey y madre de Varian, Narishka se enorgullece de su crueldad. Ella odia a Arturo y sus caballeros
y ha jurado ver morir a todos los descendientes del rey. Ella es la que traiciona y engaña a Merewyn. Luego envía a Merewyn a
buscar al propio hijo de Narishka para matarlo. Fuente: https://www.sherrilynkenyon.com/character/narishka/
87
Lilith (del hebreo: ‫ )לילית‬es una figura legendaria del folclore judío, de origen mesopotámico. Se le considera la primera esposa de
Adán, anterior a Eva. Según la leyenda (que no aparece en la Biblia), abandonó el Edén por propia iniciativa y se instaló junto al mar
Rojo, uniéndose allí con Samael o Satanás, que llegó a ser su amante, y con otros demonios. Más tarde, se convirtió en un demonio
que rapta a los niños en sus cunas por la noche y se une a los hombres como un súcubo, engendrando hijos (los lilim) con el semen
que los varones derraman involuntariamente cuando están durmiendo (polución nocturna). Se le representa con el aspecto de una
mujer muy hermosa, a veces alada.
Una lenta e insidiosa sonrisa se extendió por el rostro de Falcyn. —Oh, la encontraré. Tan
pronto como me coma tu cerebro y absorba la información.

Antes de que Urian supiera lo que pretendía, Falcyn estaba sobre Kessar, desgarrando su
carne. Con un terrible gruñido, le arrebató la cabeza al demonio y le habría arrancado la garganta si
Kessar no hubiera desaparecido.

La sangre goteaba de las manos y la barbilla de Falcyn mientras se burlaba del sombrío cielo.
—¿Qué? ¿Fue algo que dije? ¡Vuelve aquí, maldito bastardo! ¿Qué clase de demonio corre como
una perra por un pequeño mordisco?

Urian cruzó los brazos sobre su pecho cuando se encontró con la mirada sorprendida de
Medea. —Y ahora sabes por qué tenía mis reservas sobre buscar a nuestro dragón no tan amigable
para conversar. No puedes sacarlo en público. Ni en privado tampoco.

Falcyn lamió la sangre de sus dedos.

Medea frunció los labios con disgusto. —Tienen esas cosas llamadas servilletas, ¿sabes? Han
estado aquí por miles de años ya. Deberías probar una.

Frotándose la sangre de los labios con los nudillos, Falcyn le sonrió. —¿Un daimon delicado?
¿En serio? Además, me gusta el sabor de la sangre de mi enemigo. Me tranquiliza. La sangre de mis
amigos es aún mejor, pero tienden a mostrarse un poco irritantes cuando comparto de mi manjar
favorito.

Blaise suspiró. —Realmente, intentamos entrenarlo en casa. Fallamos miserablemente. Pero


es asombroso cuando necesitas que mate a alguien y no tienes un lugar para esconder un cuerpo. Él
se come todos los restos de alguien. Mejor que un demonio charonte mascota.

Con una última lamida de su dedo medio, Falcyn se volvió hacia Blaise. —¿Puedes
transformarte?

—No lo he intentado. ¿Por qué?

—No puedo.

Blaise sintió el estómago revuelto al darse cuenta. Después de un segundo, él negó con la
cabeza. —¿Por qué no podemos cambiar?

—Esa sería la pregunta perturbadora del momento, ¿no?

Urian rió nerviosamente. —¿Cómo volvemos?

—Siempre hay un portal de algún tipo. —Falcyn dio vuelta en un círculo lento y pequeño
mientras observaba la tierra a su alrededor—. Solo tenemos que averiguar dónde está y cómo se ve.
Ya sabes... siempre divertido.

—Sí. Mucha diversión. —La voz de Urian estaba llena de sarcasmo—. Y evitar la magia
extraña y los demonios.

—Y todo lo demás, —añadió Medea.


—Exactamente lo que ella dijo, —murmuró Falcyn en voz baja.

—Me alegro de haberme levantado esta mañana. —Blaise suspiró profundamente—. Diablos,
incluso me bañé.

Falcyn se burló de él. —Me alegro de estar atrapado aquí con todos ustedes. Quejándose y
gimiendo.

—¿Blaise? —Medea susurró de repente.

—Sí... puedo sentirlo.

Los ojos oscuros de Medea se encontraron con los suyos. —¿Qué es?

—No estoy seguro. —Falcyn no vio nada a su alrededor.

De repente, Urian lo oyó. Un mero soplo de aliento. Tan bajo como para ser virtualmente
inaudible.

Con reflejos rapídos, perfeccionados por la batalla, Falcyn extendió la mano y agarró a su
perseguidor.

—¡No quiero hacerte daño! —El sonido de la voz de una mujer lo sorprendió.

Falcyn apretó su agarre sobre lo que parecía una garganta. —Muéstrate.

Ella se materializó. Los grandes ojos color lavanda resaltaban en un rostro que parecía más de
una niña que de una mujer, y, sin embargo, la plenitud de su cuerpo envuelto en cuero decía que
estaba en sus veinte años. Físicamente, por lo menos.

—¿Que eres?

Ella frotó su muñeca para recordarle que su agarre mortal estaba cortando su capacidad para
hablar. Otra acción que decía que era mayor que una adolescente asustada.

Falcyn relajó su agarre, pero no lo suficiente como para permitirle escapar.

—Soy Brogan.

—No te pregunté tu nombre. Realmente no me importa Te pregunté qué eres.

—Maldecida. Exiliada y condenada. Por favor, déjame ir y puedo ayudarte.

Ella se estaba protegiendo y a Urian no le gustaba. Las criaturas que jugaban juegos
usualmente tenían algo que ocultar.

—¿Por qué? —Falcyn exigió.

—¿Por qué deberías dejarme ir? Para que yo pueda respirar.

Falcyn apretó los dientes. —No, ¿por qué deberíamos confiar en que nos ayudarás?
—Porque quiero salir de aquí más que nada, pero me faltan los poderes para romper el sello o
negociar mi libertad. Si me llevas contigo, te mostraré dónde hay un portal.

Todavía con sospechas, la soltó. —Y de nuevo, te pregunto qué eres.

—Un kerling vidente de la muerte.

Falcyn conjuró una bola de fuego y la sostuvo para que supiera que su propia muerte era
inminente. —¿Vidente de la muerte o buscador?

Urian estuvo de acuerdo con esa pregunta, ya que había una gran diferencia entre ellos. Un
vidente ve la muerte. Un buscador la causa.

Levantando las manos, ella se apartó de él. —Vidente, —dijo rápidamente, haciéndole saber
que entendió la amenaza menos que cubierta en sus acciones—. Aunque a menudo el Crom Negro
me usa para encontrar a sus víctimas.

—¿Y por qué es eso?

—Me vendieron a él para eso.

Falcyn se movió para matarla, pero Blaise lo atrapó del brazo.

—No le hagas daño.

Asombrado, lo miró fijamente. —¿Estás loco?

Blaise resopló. —Todo el tiempo. Pero no sobre esto, —extendió la mano hacia la pequeña
morena—. Ven, Brogan. No dejaré que te haga daño.

Dejando que el fuego en su mano se apagara, frunció el ceño a Blaise. —¿Puedes siquiera
verla?

Blaise negó con la cabeza. —Sólo puedo escuchar su voz. ¿Por qué?

Porque ella era exquisitamente hermosa. Su largo cabello castaño oscuro que había escapado
de sus apretadas trenzas formaba espirales perfectas alrededor de sus rasgos élficos y orejas
puntiagudas. Encantadores rasgos que el fey solía usar para atraer a otros a su perdición. Y eso
incluía sus ajustados pantalones de cuero marrón y su corsé que estaba cubierto por una frágil túnica
verde, y el collar de piedra fey y la diadema que llevaba.

Pero si Blaise no podía verla, entonces no era una trampa para él.

—¿Por qué te sientes atraído por ella? —Preguntó Falcyn.

—No dije que lo estaba. Solo escucho la verdad en su voz. Ella no nos está mintiendo. Así
que creo que deberíamos ayudarla.

—Y ninguna buena acción queda impune. Tú la ayudas y es probable que lo pagues. De la


peor manera imaginable y en el peor momento posible.
Blaise suspiró profundamente ante la desconfianza de Falcyn, que había surgido de toda una
vida de traición. —Lo que más amo de ti, Fal. Tu optimismo sin fin. Me derriba.

Por una vez, Urian estaba del lado de Falcyn. No rechazaría tan rápido ese sabio consejo. Si él
fuera Blaise, estaría escuchando un poco más de cerca.

Plegando sus finas alas para que no pudieran ser vistas, Brogan recuperó su mochila. Cuando
ella comenzó a pasar a Falcyn, él la detuvo. —Si le haces daño... o haces que sea dañado de alguna
manera, incluso un padrastro, y me aseguraré de que mueras entre gritos de agonía.

Sus ojos se ensancharon ante su amenaza. —No veo muerte para él. No tienes motivos para
amenazarme en su nombre.

Mientras se movía para caminar al lado de Blaise, Medea se dejó caer al lado de Falcyn. —
¿Qué es un kerling?

—Una bruja.

—¿Por eso preguntaste si ella buscaba la muerte?

El asintió. — Los kerlings pueden ser un verdadero problema.

—¿Conoces a muchos?

—No, pero he matado a unos cuantos.

Brogan jadeó y miró por encima del hombro a Falcyn.

Con una sonrisa falsa, la saludó con la mano.

Ella soltó un chillido y se acercó más a Blaise, quien lanzó una feroz mueca en su dirección.
—¿Qué le hiciste?

—Sonreí.

—Ah, eso lo explica, entonces. Es un acto tan antinatural para ti que te ves como una bestia
en búsqueda cuando lo intentas.

Falcyn frunció el ceño cuando Blaise permitió que la kerling los guiara.

Siguieron caminando mientras Urian los escuchaba bromear y trataba de averiguar si había
algo de verdad en que Xyn estuviera viva. ¿O era una mentira elaborada por Kessar?

No sería la primera vez que el demonio hubiera hecho semejante traición. Y una persona
podría volverse loca pensando en ello.

Una vez que llegaron a su cueva, Urian usó sus poderes para sellar la entrada.

Impaciente, Urian se volvió hacia Brogan. —¿Crees que si llamo a Acheron podría
escucharme y venir al rescate?

—Puedes intentarlo. —Falcyn esperó.


Después de unos segundos de intentarlo, Urian gruñó de nuevo. —Valió la pena el intento.

—¿Alguien conoce a un elfo oscuro? —Falcyn miró a Blaise, quien tenía por costumbre de
festejar con ellos.

—Ninguno que yo quiera llamar.

Falcyn alumbró la cueva con sus bolas de fuego. —Lástima que no tenemos a Cadegan aquí.
Un agujero oscuro como este es justo lo que le gusta.

—También a Illarion. —Urian le recordó a Falcyn a su otro hermano.

Falcyn asintió.

Medea le dirigió una mirada arqueando sus cejas. —También hubiera pensado que estabas en
casa aquí.

Falcyn hizo una mueca. —No sigas con los estereotipos. No todos los dragones hibernan en
cuartos cerrados. Vivía en una isla, sobre unas ruinas. A la intemperie y bastante feliz de no estar
encerrado. Mi hermano Max vive en un bar.

—Aye a eso, —intervino Blaise—. Mi casa era un castillo.

Brogan ladeó la cabeza. —La mayoría de los dragones aquí son habitantes de las cuevas.
Encienden nuestras forjas. Los demás se esconden para no ser esclavizados.

Brogan se aclaró la garganta y señaló hacia la parte trasera de la cueva. —Debería haber un
túnel que conduzca hacia los canales subterráneos donde podríamos encontrar un camino hacia el
pórtico.

—¿El pórtico? —Preguntó Medea.

—Sí. Es la meseta donde se reúnen los ancianos para observar los otros reinos. Hay un portal
allí.

—¿Por qué hacen eso?

Brogan se burló de su pregunta. —En caso de que no lo hayas notado, mi señora, no hay
mucho que hacer aquí, aparte de sobrevivir y fabricar armamento para los dioses y los seres
humanos. De modo que los ancianos varones miran hacia afuera, escogen a un mortal feliz y
arruinan sus vidas. Para divertirse y apostar.

Medea se quedó boquiabierta. —¿Estás hablando en serio?

Con sus rasgos sombríos, Brogan asintió. —Lo llaman el tejo. El mortal es seleccionado al
azar y su destino depende de cualquier lote que extraiga de su bolsa de Skytel mientras lo están
observando. Creen que es entretenido.

—¡Lo sabía! —Gruñó Blaise—. Sabía que mi vida no era más que una broma enferma para el
fey. Y todos ustedes dijeron que estaba loco. —Cuando nadie comentó, él se detuvo con mal
humor—. Bueno, lo estoy. Y tenía razón.
Falcyn resopló. —De todos modos, encontremos este pórtico y veamos si podemos ubicar el
portal a casa.

Medea preguntó. —¿No podemos simplemente teletransportarnos al portal?

Brogan negó con la cabeza. —No lo recomendaría. Esos poderes tienden a atraer atención no
deseada en este reino. Cuanta menos magia con la que no están familiarizados utilicen, más seguros
estarán.

Mientras caminaban, Brogan regresó al lado de Medea. —¿Te llamaron daimon?

—Algo así.

—No conozco tu especie. ¿Eres como el fey?

—Mi pueblo fue creado por el dios griego Apolo y luego fue maldecido por él.

—¿Por qué?

¿Por qué? en efecto. Esa, había sido la pregunta que la había irritado durante toda su
excepcionalmente larga vida, mientras se lo explicaba a la joven.

Medea suspiró, mientras los recuerdos se empujaban en contra de su voluntad, para recordar
la tragedia del destino mortal de su madre. Loca por un enamoramiento de niña, se casó con el hijo
de Apolo sin dudarlo. Y luego, cuando se embarazó de él, su madre se había visto obligada a
divorciarse del padre de Medea o verse violada y asesinada por el dios vengativo.

Dejar a su padre había destruido emocionalmente a su madre. Había matado algo muy dentro
de ella que no había vuelto a la vida hasta el día en que se habían reunido.

Siglos después, Stryker se había casado y había criado a otra familia con otra esposa, la madre
sustituta de Urian.

Y así había comenzado la maldición de su gente, al tiempo que Stryker hizo un trato con una
diosa atlante para salvar a su familia de la maldición de su padre.

—¡Eso es horrible! —Brogan susurró mientras terminaba la historia.

—Ciertamente así es.

Todos ellos habían sido condenados por la ira del dios por algo en lo que no habían
participado ni tuvieron la capacidad de detener.

—Lo siento mucho, Medea.

Ella se encogió de hombros. —Lo superé. Además, yo tenía seis años cuando nos maldijo.
Apenas recuerdo la vida antes de ese día.

—¿No comes comida?

Ella sacudió su cabeza.


Brogan se quedó en silencio por un momento. —Pero si vas a morir a los veintisiete años y no
eres un daimon ahora, ¿cómo es que todavía estás viva?

—Un trato que mi madre hizo por mi vida.

La tristeza volvió sus ojos de un vivo púrpura. —Cuéntame de una madre que ama tanto a su
niña. ¿Es ella hermosa? ¿Maravillosa?

Medea asintió. —Más allá de las palabras. —Ella sacó el medallón de su cuello y se lo tendió
a Brogan para que pudiera ver la foto que tenía de su madre—. Su nombre es Zephyra.

—¿Como el viento?

—Sí. Sus ojos son negros ahora, pero cuando yo era niña, eran de un verde intenso.

Brogan tocó la foto con una sonrisa triste tirando de los bordes de sus labios. —La admiras.

—Ella es la mujer más fuerte que he conocido. Y la amo por eso.

Cerrando el medallón, se lo devolvió a Medea. —Ella se parece a ti.

—Gracias. Pero creo que ella es mucho más hermosa. —Medea se lo colocó de nuevo en el
cuello—. ¿Qué hay de tu madre?

Una lágrima cayó por su mejilla. —Mi madre me vendió al Crom Negro cuando tenía diez y
tres años. Si alguna vez me amó, nunca lo mostró.

—Lo siento.

Se secó la mejilla y respiró entrecortadamente. —No es tan malo. Ella vendió a mis hermanos
a alguien mucho peor. Al menos yo tenía la Visión. Si hubiera nacido sin nada, mi destino hubiera
sido... —Ella hizo una mueca de dolor como si no se atreviera a decir más sobre eso.

—¿Qué es exactamente el Crom Negro? —Preguntó Medea, tratando de distraerla del horror
que permanecía en el fondo de esos ojos color lavanda.

—Un Jinete de la Muerte sin cabeza que busca las almas de los condenados o malditos.

Medea saltó ante la voz de Falcyn en su oído.

—Un kerling puede cantarles para ofrecer un sacrificio antes de la batalla. O convocarlos para
una víctima en particular.

—Puedo, —dijo Brogan, levantando la barbilla desafiante. Había algo en ella, feroz y
valiente—, pero no lo hago. Odio al Crom. Él brota del Annwn para reclamar las almas de sus
víctimas con un látigo hecho de las vértebras de los cobardes. Él monta un caballo pálido con ojos
ardientes que pueden incinerar a culpables e inocentes por igual en caso de que se crucen con él.
Ninguno está a salvo en su camino. Te envía al abismo. Lo odio. No tienes idea de lo que es vivir a
su sombra. Sujeto a sus caprichos despiadados.

Aunque acababa de conocerla, Medea se sentía horrible por la mujer. —¿Puedes ser liberada?
Ella sacudió su cabeza. —Ni siquiera la muerte puede liberarme ya que estoy atada a él para
toda la eternidad. Lo hecho, hecho está.

De repente, Brogan dejó de moverse.

Medea se puso instantáneamente nerviosa ante una mirada que empezaba a reconocer. —
¿Algo va mal?

—Nos acercamos al pórtico, —susurró ella.

—¿Eso es malo?

Urian le dio una mirada divertida.

Ella no respondió la pregunta excepto para decir, —El Crom está aquí.

Urian miró hacia arriba ante sus palabras, para ver al enorme jinete resplandeciente. Al
principio, parecía sin cabeza. Hasta que uno se daba cuenta de que su cabeza estaba formada por la
niebla al final del látigo espinoso que manejaba mientras cabalgaba. El caballo blanco era gigante
en tamaño... casi tan grande como un camión Mack88. Un horrible hedor a azufre impregnaba la
caverna, asfixiándolos y metiéndose en sus gargantas como si hubiera sido creado a partir de
espinas.

Aún más desconcertante, el caballo relincahaba de manera que parecía que el sonido fuera el
eco de veinte bestias. Y sus cascos eran atronadores, como un tren que se aproximaba.

—¡No lo haré! —Gritó Brogan—. ¡Te rechazo!

El caballo se alzó cuando el Crom azotó su látigo en el aire. Fuego salió de la punta del látigo
mientras más truenos resonaban.

Sin inmutarse y con los puños apretados a sus costados, Brogan se mantuvo obstinadamente
entre ellos y el Crom. —Golpéame todo lo que quieras. No te voy a dar ese poder. ¡No otra vez!
¡No sobre mis nuevos amigos!

—¿Qué está pasando? —Preguntó Medea.

Brogan mantuvo su mirada obstinadamente fija en su maestro. —Él quiere la habilidad de


hablar. Pero si se lo doy, entonces él puede gritar tu nombre y reclamar tu alma para llevarla con él
al infierno. Y no lo permitiré.

Con un dedo largo y huesudo, él señaló a Brogan.

Ella sacudió la cabeza hacia él. —Entonces tómame si debes. ¡Soy todo lo que conseguirás
hoy! ¡No te dejaré tenerlos! ¿Me escuchas? ¡No más!

Él cargó contra ella.

En un acto de absoluta valentía, ella se mantuvo firme sin inmutarse.

88
Mack Trucks es una empresa de fabricación de camiones estadounidense, si bien pertenece en la actualidad a la sueca AB Volvo,
tras la compra que esta hizo a la francesa Renault en 1990. La sede de la compañía está en Greensboro, Carolina del Norte, tras
trasladarse en 2009 desde Allentown (Pensilvania).
Blaise la atrapó un instante antes de que el Crom la pudiera derribar. Levantándola en sus
brazos, la mandrágora la hizo girar y pasó junto a los cascos manchados de sangre y filosos como
una navaja, que estaban sumidos en los remanentes de las víctimas pasadas del Crom.

Urian corrió para cubrirlos, con Falcyn a su lado.

Rodando los ojos ante su valiente estupidez ya que ninguno de ellos estaba armado, Medea se
unió a su causa. Ella manifestó su espada y la giró alrededor de su cuerpo. Urian soltó bolas de
fuego mientras ella observaba a la criatura fey girar alrededor de otro pase.

Entonces fue por ellos.

Hasta que el Crom vio su espada.

Con un último grito agudo, se desvaneció en una nube de humo verde.

¿Qué demonios fue eso?

—De acuerdo... eso fue muy raro. ¿A dónde fue? —Miró a su alrededor, medio esperando que
se manifestara detrás de ellos—. ¿Qué acaba de suceder?

Brogan inclinó su cabeza hacia la espada de Medea. —Es el oro de tu espada y la


empuñadura. Es su debilidad. Con eso, podrías haberlo mutilado.

Medea la miró boquiabierta. —¿No podías haberme dicho eso antes de que él nos atacara?

—No se me permitía decirlo hasta que lo descubrieras por tu cuenta. Me lo tienen prohibido.

—Bueno, ¡eso es una mierda!

Brogan sonrió. —Para mí más que para ti, mi señora. Créeme.

Ella tenía un punto.

Y Blaise aún no la había puesto de pie. De hecho, parecía reacio a déjala ir.

—¿Mi señor? —Brogan se sonrojó profusamente.

Blaise dudó. —No estoy seguro si debería dejarte. Parece que sigues encontrando problemas
cuando lo hago.

Falcyn los fulminó con la mirada. —¡Blaise! ¡Suéltala! ¡Ahora!

Medea lo golpeó en el brazo mientras Brogan parecía afectada por su tono agudo. —¿Cuál es
tu problema?

Falcyn hizo un gesto hacia Brogan. —Él no sabe dónde ha estado ella.

—¡Oh Dios mío, Falcyn! ¡Él no es un niño de dos años y ella no es un caramelo que encontró
en el suelo y que se metió en la boca!

—Bueno, así es como está actuando. Él la mira como si pudiera comérsela.


—Y tu estas actuando como un bebé. Supéralo. Él es un dragón adulto. Tiene permitido ser
amable con cualquier mujer que quiera. Sin tu permiso o aprobación, ¿sabes?

La nariz de Falcyn en realidad se contrajo y se hinchó. —No significa que me tenga que
gustar. —Se quejó como ese niño de dos años que ella acababa de mencionar.

Blaise rodo los ojos y negó con la cabeza. —Él siempre actúa como una anciana. Estoy
acostumbrado a eso.

Brogan se rió cuando Blaise finalmente la puso de pie, pero él la mantuvo pegada a su lado.

Antes de que ella pudiera preguntar al respecto, Brogan llamó su atención sobre las piedras
que, cuando retrocedieron, Urian se dio cuenta de que formaban un rostro demoníaco medio roto,
suspendido entre pedestales, sobre un profundo y ardiente abismo.

—Bueno, eso es diferente. —Y la tarima elevada era imposible de alcanzar... Medea arqueó
una ceja—. ¿Supongo que ese es el portal que estamos buscando?

Brogan asintió. Su estado de ánimo ahora era tenue y tranquilo. Se había ido cualquier indicio
juguetón que ella había mostrado hace unos segundos.

Medea lanzó una mirada seca a Falcyn. —Ahora es cuando tener un dragón volador nos sería
útil.

Falcyn resopló. —También lo sería una cuerda... y una mordaza.

Medea miró su cuerpo largo y exuberante seductoramente. —Una cuerda y una mordaza es
útil para muchas cosas, princesa. —Dijo sugestivamente.

Urian frunció el labio. —¡Ew! ¡Oye, su hermano está aquí y no apruebo esta línea de
conversación con mi hermana! Deben volver a una calificación apropiada para todo público amigos.

Riéndose, aunque un poco nerviosa, Brogan se dirigió hacia la plataforma. Solo había dado un
paso antes de que una luz brillara y humo explotara delante de ellos. A este reino parecía gustarle
mucho eso. Al parecer, todo el lugar había sido usado de escenario para una gira de Ozzy.

El extraño portal frente a ellos se agitaba en remolinos, dando vueltas y girando como un
jukebox89 oxidado. La luz salió disparada de la boca y los ojos del demonio, con una intensidad
cegadora. Símbolos se retorcían a su alrededor en un ballet frenético que era doloroso de ver.

Y de esa locura salía más humo y más niebla. Como si una bestia enojada les resoplara con un
odio furioso. En espiral y bailando a un ritmo desigual, la niebla se solidificó en la forma de una
bestia alta y encapuchada.

No, no una bestia.

Un hombre.

89
Una jukebox, también conocida en castellano como sinfonola, gramola o rocola, es un dispositivo parcialmente automatizado que
reproduce música. Usualmente se compone de una máquina que se opera introduciendo monedas o billetes y que permite seleccionar
canciones o videos para posteriormente reproducirlos.
Urian no había visto a un copián90 en mucho, mucho tiempo. Al menos no uno que se viera
así. A primera vista, parecían más un mago de algún tipo. O un chamán. De hecho, sus túnicas y
cadenas de plumas fluidas, junto con el trenzado cabello negro y el enorme y elaborado tocado de
calavera y cuernos, se habrían prestado para suponer eso. Sobre todo, porque las campanas sonaban
mientras se movía y sostenía una antorcha roja sangre en su mano izquierda. Una que escupía más
fuego y humo mientras disparaba arcos de luz hacia arriba alrededor de su cabeza.

Sin embargo, eran mucho más poderosos y antiguos.

Eternos.

Al volverse para enfrentarlos, Urian vio que había pintado una gruesa banda negra sobre sus
ojos dorados que hacían su color inusual más vibrante. Bajó del pedestal con la gracia de un hombre
de la mitad de su edad. Y cuando se acercó a ellos, flexionó su mano enguantada de color gris
oscuro que sostenía el bastón, enterrando las garras de madera que estaban pegadas a sus dedos en
su eje envuelto en cuero. Mantuvo su mirada en ellos con la sabiduría de los siglos, y con la
agudeza de las dagas. Como si él estuviera rasgando los secretos de sus almas.

—Kerling, —gruñó en el más áspero de los tonos—. ¿Qué es esto?

Brogan le hizo una reverencia. —Fueron traídos aquí contra sus voluntades, copián. No
pertenecen a este reino. Busco enviarlos al suyo.

Un profundo y feroz ceño apareció en su frente. La luz roja de su antorcha se encendió de


nuevo y se puso azul.

Confundida, Medea se inclinó hacia Falcyn. —¿Qué es un copián?

—Es difícil de explicar. Son guardianes del tiempo y guardianes de los portales.

Ella frunció el ceño —¿Por qué no tenemos uno para los portales en Kalosis, entonces?

—Sí tienen, —dijo el copián, diciéndole lo que Urian ya sabía—. Braith, Verlyn, Cam y
Rezar fueron los primeros de nuestro tipo. Establecieron los perímetros para los mundos y
diseñaron las puertas de los portales entre ellos. Es así como atraparon a Apollymi en su reino, por
su propia sangre y diseño. Es por eso que su hijo es el único que puede liberarla de allí donde fue
encarcelada por su propia hermana y hermano, por crímenes que imaginaron, y que ella nunca
cometió.

Porque Apollymi era la antigua diosa Braith. Uno de los mismos dioses que estableció las
puertas.

Otra razón por la que se sentaba en su piscina, y por qué Xyn había sido puesta allí como una
de sus sirvientes y guardianes.

Brogan hizo un gesto hacia ellos. —Como puedes ver, su presencia perturba el equilibrio.
Este no es su mundo y no deberían estar aquí. Tenemos que devolverlos antes de que sean
descubiertos por los otros.

Dos luces salieron disparadas de su antorcha. Se extendieron como las explosiones mágicas
habían hecho antes y rodearon al viejo copián para aterrizar a cada lado de él. Allí se retorcieron del
90
Guardianes del tiempo y de los portales.
piso para crear dos altos y descarnados médicos de plagas 91. Con sus sombreros de ala ancha, y sus
túnicas de lino negro, miraban desde sus máscaras de pico largo y brillantes ojos de ébano. Ojos sin
alma que parecían estar sangrando por las esquinas. Era una visión rara y macabra.

—¿Qué son esos? —Preguntó Medea.

Falcyn se inclinó para susurrar, —Zeitjägers.

—¿Qué hacen?

—Cuidan el tiempo. Pero sobre todo lo roban.

Ella frunció. —¿Cómo robas el tiempo?

Falcyn se rió. —¿Alguna vez has estado haciendo algo... miraste hacia arriba y han pasado
horas y no puedes adivinar a dónde fue el tiempo porque te sientes como si acabaras de sentarte?

Ella asintió.

—Zeitjägers, —dijo simplemente—. Bastardos insidiosos. Toman ese tiempo de ti y lo


embotellan para sus propios planes.

—¿Por qué?

—Para poder venderlo. —El copián miró a sus compañeros—. El tiempo es el bien más
preciado de todo el universo. Lo más sagrado. Y sin embargo es lo más despilfarrado. Desde el
momento de nuestros nacimientos, solo se nos asigna una parte. E, incluso por una hora más, hay
quienes están dispuestos a renunciar a todo por eso. —Una sonrisa malvada curvó sus labios—.
Incluso a sus almas inmortales.

Urian asintió con la cabeza ante tal verdad.

El copián se bajó para acercarse a Medea. —Seguramente una hija de la raza apolita puede
entender ese impulso desesperado mejor que la mayoría.

Él tenía razón sobre eso. Nada como ser condenado a vivir solo veintisiete años por algo que
no hiciste, para hacer que alguien se diera cuenta de lo preciosa que era la vida.

Más aún mientras observas a todos a tu alrededor morir mucho antes de su tiempo.

Por una bocanada más de aire, su raza estaba dispuesta a tomar vidas humanas y destruir sus
almas inmortales. A diferencia de Urian, la única salvación de Medea fue que su madre había
sacrificado su propia alma para salvarla de tener que tomar esa decisión.

Ella nunca había tenido que vivir como Urian y sus hermanos. Medea nunca había tenido que
tomar las decisiones difíciles que ellos tomaron.

El copián ladeó la cabeza. —¿Has escuchado la expresión 'viviendo de tiempo prestado'?

91
Médicos de plagas: eran doctores de segunda categoría, que se ocupaban específicamente de los enfermos en épocas de plagas
(Peste negra, por ejemplo), tenían un atuendo especial, con unas batas de lino que cubrían todo su cuerpo y una máscara característica
con un gran pico.
—Sí.

Le dio a Medea una sonrisa torcida. —Somos de quienes lo tomas prestado.

Pero solo un idiota jugaba su juego. Urian había escuchado demasiadas historias de horror
sobre aquellos que habían negociado con ellos y habían salido perjudicados.

Nunca hubo tal cosa como un almuerzo gratis, y cuando negociabas con lo paranormal,
siempre salías perdiendo. Las cartas estaban en tu contra y ellos jugaban con dados cargados.

El copián barrió su mirada siniestra sobre ellos. —Mi precio es simple. Una hora de cada uno
de ustedes y abriré el portal.

—¿Una hora? —Falcyn balbuceó—. ¿Qué tal si simplemente les arranco las cabezas de todos
ustedes hasta que cedas?

A Urian le gustó esa idea.

El copián sonrió. —Podrías hacer eso, pero no puedes abrir el portal sin mí.

—Seguramente podría encontrar a alguien.

—¿De verdad quieres arriesgarte?

La expresión de Falcyn dijo que estaba dispuesto a apostar.

El copián le chistó. —Muy violento de un inmortal que puede prescindir de una hora sin
problema alguno. Piensa en ello como esos humanos que donan el vuelto para caridad. Una hora no
es más que un centavo y tienes un frasco lleno de ellos simplemente guardados en tu casa que nunca
usarás. ¿Por qué no dar uno a alguien que realmente podría usarlo?

—Porque estás asumiendo que lo usarán para el bien, cuando sé de hecho que la mayoría de
las personas que negocian contigo no tienen amabilidad en sus corazones.

—Es cierto, pero a veces esa basura que sacan en su camino a la tumba es un servicio en sí
mismo, ¿no es así? —Él lanzó una mirada aguda hacia Urian.

Hijo de puta. Urian no necesitaba escuchar esa referencia.

Blaise Suspiró de repente. —¿Un consejo al tratar con estos dos? Yo no los insultaría. Incluso
con los zeitjägers de nuestra parte. Quiero decir, seamos sinceros. No están siendo pacíficos en este
momento porque no sepan cómo ser violentos... sin embargo, seré el primero en decir que tomo la
oferta si pueden sacarnos de aquí. Puedes tomar dos horas de mí.

El copián frunció el ceño a Blaise. —¿Dos?

—Sí. Una por mí y otra por Brogan. Pagaré su tarifa.

Ella se quedó sin aliento ante su oferta. —¿Por qué harías eso?

Blaise se encogió de hombros. —Estar atrapada aquí ha sido suficiente castigo para ti. Como
él dijo, no extrañaré dos horas de mi vida. Las habría desperdiciado en el cine, de todos modos. Y
de esta manera, puedo hacer algo útil con ellas y ser un héroe para ti. Eso es un dos por uno con el
que puedo vivir. —Él le guiñó un ojo—. Además, no pretendo salir de aquí sin ti.

—Chupa medias, presumido, —murmuró Falcyn. Luego dijo más fuerte, — Bien, toma la
mía.

—Entonces, ¿cómo nos sacas este tiempo? —Medea miró de nuevo a los zeitjägers.

El copián se rió. —Ya está hecho. Como dije, ni siquiera lo extrañas. Ni siquiera te diste
cuenta cuando lo hicimos.

Falcyn se inclinó para susurrar en su oído. —Te lo dije. Bastardos insidiosos.

El copián caminó hacia el portal y levantó su bastón. En el momento en que lo hizo, el portal
cobró vida con colores vibrantes y arremolinados. Movió su vara a través de él hasta que la niebla
comenzó a imitar sus movimientos.

Fuego rojo salió de la antorcha y fue absorbido por la niebla.

—Está listo.

Urian sonrió a Medea. Por primera vez en mucho tiempo, disfrutó de ser el hermano pequeño.
—Las damas primero.

Ella rodo los ojos. —Como si supieras que no voy a lograrlo.

—Podrías ser una dama educada y gritar... entonces, serías tú otra vez. ¿Tal vez Blaise deba ir
primero? Sé que gritaría para advertirnos.

Le dirigió una mirada furiosa a Falcyn. —Pensé que no ibas a decirle a nadie acerca de mis
ataques de gritos…

—No lo hice. Ese fue Max quien te delató.

—Oh... Recuérdame que lo mate más tarde. —Blaise se dirigió hacia el portal—. Bien, yo
pasaré primero.

Brogan tomó su mano. —Iré contigo.

Urian los siguió hasta el vórtice desgarrador. Maldita sea, él siempre había odiado pasar a
través de una de estas puertas. Eran similares a los de Kalosis y Katateros.

Como él, Blaise tenía una de las llaves que permitía a la mandrágora viajar a y desde el
mundo del velo donde la hechicera Merlín había traído a Avalon y a Camelot fuera de tiempo y
lugar, para poder proteger así a los otros mundos y reinos del mal de Morgana.

Una vez más, Urian se encontró aterrizando en un terreno duro y horrible.

Falcyn aterrizó a pocos metros de distancia. —¿Blaise? ¿Estás muerto?

—No. —Sin embargo, no sonaba como si estuviera en mejor forma que Falcyn.
—Bien. ¡Quiero el placer de matarte yo mismo, bastardo!

Blaise resopló.

—No te burles, dragón. —Urian también estaba enfadado—. Tan pronto como me pueda
mover de nuevo, tengo la intención de ayudar con tu asesinato y desmembramiento.

Falcyn giró la cabeza hacia la derecha, donde Medea yacía a pocos metros de su lado, inmóvil
sobre la hierba. —¿Medea?

Ella finalmente levantó una mano para quitarse el pelo de la cara. —Tampoco estoy muerta.

—¿Brogan?

—Solo deseando estarlo. —Moviendo sus piernas, ella no hizo ningún movimiento para
levantarse. Más bien ella parecía estar contenta de recostarse sobre su espalda, contemplando el
cielo gris tristemente—. ¿Es siempre tan miserable viajar de esa manera?

Blaise suspiró. —Bastante. Por lo menos no me estrellé contra un campo de fuerza invisible
esta vez.

Girándose, Falcyn se sentó, luego frunció el ceño mientras veía los árboles oscuros y
retorcidos que los rodeaban. Árboles que se alineaban por igual en un paisaje desordenado y
sombrío.

—Oye, Blaise... ¿Por qué diablos estamos en Val Sans Retour?

Sí. Urian se levantó lentamente.

Sentándose de inmediato, Medea frunció el ceño. —¿El qué?

Falcyn dejó escapar otro gemido antes de responder. —El Valle Sin Retorno. Así llamado
porque nadie sale de aquí vivo. Como Blaise... porque realmente lo voy a matar tan pronto como
recupere mi fuerza.

—¡No es cierto! —Blaise se levantó y tomó una posición defensiva—. Salí vivo de aquí hace
unos años, cuando estuve aquí.

Falcyn hizo un ruido grosero ante el recordatorio de las menos que estelares aventuras de la
mandrágora.

Medea se levantó y se sacudió. —¿Saliste?

—Sí.

Con su ira aumentando, Falcyn fue hacia la mandrágora. —¿Pero por qué estamos aquí ahora
Blaise? ¿Cómo llegamos aquí?

Blaise mostró una sonrisa sarcástica. —¿Te dormiste en la parte donde entramos por un portal
de magia y fuimos absorbidos por un vórtice?

—No me hagas golpearte con mi zapato.


—Bueno, solo me lo estoy preguntando. Tú preguntaste. Quiero decir, estabas allí, ¿no? No te
perdiste de ver esa luz espantosa y grande en la que entramos, ¿verdad?

—Sí, pero tengo una lesión en la cabeza en este momento. Tal vez una conmoción cerebral. O
algún tipo de daño cerebral serio. Definitivamente algún tipo de trauma. Y una migraña de tu
tamaño.

Urian interrumpió la diatriba de Falcyn al sacudir su manga para llamar su atención, y así
poder mostrarle al hombre que se acercaba rápidamente a su grupo.

—¿Quién es ese?

Urian se encogió de hombros. —No lo sé, pero ella parece conocerlo.

Por la mirada en el rostro de Blaise, él también lo conocía.

Y no eran amigos.

Falcyn entrecerró su mirada sobre él. —¿Blaise?

Su mandíbula comenzó a temblar. —Conozco esa esencia cuando la siento. Es…

—¡Mi hermano Brandor! —Brogan se levantó de un salto y corrió hacia él.

La mandrágora tensó la mandíbula. —¿Se están besando?

Medea arrugó su rostro. —No, pero ella lo está abrazando como si no lo hubiera visto en
mucho, mucho tiempo.

Falcyn ladeó la cabeza. —¿Besar su mejilla cuenta?

Medea lo golpeó en el estómago cuando la expresión de Blaise se convirtió en una de dolor


extremo. —¡Qué cruel! ¡No tortures a la pobre mandrágora!

Con una feroz mueca, Falcyn y Urian la rodearon para enfrentar a Brogan y Brandor. —¿Que
está pasando aquí?

Brandor, que tenía la misma altura que Falcyn, se puso entre Brogan y ellos. A pesar de que
su ropa estaba rota y era obvio que no había estado viviendo bien, mantuvo un brazo sobre Brogan
como para protegerla mientras preparaba su cuerpo para enfrentarlos.

Extremadamente alto, tenía rasgos hermosos y cincelados.

Sí, los fey y los demonios tenían mucho en común.

Su largo y ondulado cabello negro estaba enmarañado por haber estado viviendo en el bosque
por su cuenta. Aun así, todavía tenía esa rebeldía en sus ojos rasgados, que eran de un color tan
verde que parecían brillar con un fuego profano. Por su postura predatoria, era obvio que él sabía
cómo pelear y no tenía miedo de sangrar.

Cuando finalmente habló, sus palabras conmocionaron a Urian.


—Hice que Brogan te trajera aquí para poder hablar contigo.

—¿Discúlpame?

Brandor se tensó, observándolos en busca de cualquier indicio de un próximo ataque. —Sé


que no confías en mí. No tienes ninguna razón para hacerlo.

Brogan finalmente se alejó de él. Ella lanzó una mirada tímida hacia Blaise. —Te dije que
podría haber sido mucho peor. La vida de mi hermano es una burla comparada con la mía y las de
mis hermanas combinadas. Para protegerme de sus destinos, Bran renunció a la mayor parte de sus
poderes en la pubertad, me los transfirió para que yo fuera más fuerte y para que valiera más.

La tristeza oscureció los ojos de Brandor. —He estado tratando de ayudar a Ro por un largo
tiempo.

—Entonces, ¿qué noticias tienes para compartir? —Preguntó Medea.

—Apolo va por la diosa Apollymi y tiene la intención de usar su ejército de charontes para
matar a Acheron y conquistar el mundo y el Olimpo.

Urian frunció el ceño. Eso estaba muy bien, excepto por una cosa. —¿Y los daimons que
protegen a Apollymi?

—Apolo ha enviado una plaga para matarlos y a los gallu, para castigarlos por rebelarse
contra él.

Urian miró a su hermana. Bueno, eso explicaba la rara enfermedad que estaba diezmando sus
filas. No era de extrañar que no pudieran luchar contra eso.

Falcyn se rascó la barbilla. —¿Por qué quieren mi piedra de dragón?

—Es lo único que puede detenerlos.

—Sí, bueno, pueden pudrirse. —Falcyn negó con la cabeza—. No estoy dispuesto a ayudar a
ninguno de ellos.

Brandor arqueó una ceja ante ese comentario. —¿Ni siquiera para salvar a tu propia hermana?

El corazón de Urian dio un vuelco ante la mención de Xyn.

El frío odio de acero volvió a los ojos de Falcyn. —No menciones eso.

Brandor miró a Brogan. —Nunca insultaría a nadie con tanta crueldad. La familia nunca
debería ser usada como una herramienta de trueque. Pero es lo que usaran en tu contra si no haces lo
que ellos quieren. Es por eso que le dije a Ro que te trajera aquí. Sé dónde está Sarraxyn, y te
llevaré con ella antes de que ellos la lastimen para llegar a ti.

Confirmando lo que había tenido demasiado miedo de preguntar, Urian sintió que sus rodillas
se debilitaban.

Xyn estaba viva.


Por un momento, él no pudo respirar. Esas palabras se estrellaron contra él como un golpe
físico y lo dejaron tambaleándose. Queridos dioses, ¿era verdad?

Incluso ahora, podía ver su hermoso rostro. Tanto que apenas registraba las palabras de los
demás.

—¿A qué precio? —Preguntó Falcyn.

Él tomó la mano de su hermana. —Ya lo has pagado. Liberaste a mi hermana de su reino y


me la trajiste para que pudiera protegerla de su amo. Yo te ayudaré a liberar a la tuya de su reino. Es
lo menos que puedo hacer.

Blaise negó con la cabeza. —Mentira. No te creo.

Las mejillas de Brogan se iluminaron de color. —Puedes confiar en él, Blaise. Él es un buen
hombre.

—No confío en nadie.

Urian suspiró mientras miraba a cada uno de ellos. —Si, no creo que nadie en este grupo
puede juzgar a otro por sus acciones pasadas. —Y él estaba malditamente seguro que no dejaría que
se negaran a tomar la oportunidad que les ofrecía este bastardo, si realmente tenía una manera de
liberar a Xyn.

Si había alguna oportunidad de volver a verla...

Él la quería.

—Todo esto está muy bien, pero no perdamos de vista el hecho de que Urian y yo no estamos
aquí de vacaciones. Necesito tu piedra de dragón, Falcyn. Todavía está la cuestión de la plaga que
se está extendiendo a través de mi gente. No puedo ver morir a mis padres y a mi mejor amigo. He
tenido suficiente de la muerte y no quiero más de eso.

Brandor le frunció el ceño. —¿Eres la hija de Stryker?

—¿Cómo sabes eso?

—Apolo.

Falcyn entrecerró los ojos en Brandor. —¿Cuánto has oído?

—Todo.

—Bueno, si sabes tanto ¿tienes idea de por qué no podemos convertirnos en dragones ahora?

—No, lo siento.

—¿Blaise? ¿Puedes abrir el portal para salir de aquí?

—Mi llave no funciona aquí.

Falcyn lo miró. —¿Urian?


Él hizo un gruñido de advertencia. —Inténtalo de nuevo, Ringo.

Sin decirles una palabra, Blaise se dirigió a los árboles. —¿Sílfide?

Uno de los árboles de color marrón rojizo en forma retorcida se despertó para mirarlos. Blaise
saltó lejos maldiciendo.

—¿Qué es eso? —Preguntó Urian.

Transformándose en un cuerpo sangrante y demoníaco, la sílfide avanzó sobre ellos


maldiciendo y siseando.

Blaise se puso pálido antes de agarrar a Brogan para alejarla del árbol. —¡Ella es una gallu!
¡Corran!

Luz y sonido explotaron a su alrededor. Era como si todo el bosque hubiera cobrado vida para
consumirlos. O al menos para destrozarlos. Todo estaba explotando como una especie de
espectáculo de luz de heavy metal.

Ellos se dispersaron en los campos.

Durante horas, Urian y Blaise, con Brogan y Bran, buscaron a Falcyn y a Medea. Y a cada
minuto que pasaba, le preocupaba más que Medea estuviera sola con Falcyn. Aunque para ser
honesto, no sabía qué le preocupaba más.

El hecho de que podrían llevarse bien.

O que pudieran matarse entre ellos.

Pero lo único que pesaba más en sus pensamientos...

—¿Brandor?

—¿Aye?

—¿Lo qué dijiste de Xyn? ¿Es verdad? ¿Es ella una estatua?

Él pareció ofendido por la pregunta de Urian. —¿Por qué mentiría sobre eso?

—Para manipular a Falcyn.

Blaise redujo la velocidad cuando el aire a su alrededor se cargó estáticamente. —Esa no es la


razón por la que estas preguntando, daimon.

Urian levantó sus propios escudos para evitar que el dragón leyera sus pensamientos.

Pero era demasiado tarde, a juzgar por la intensidad de la mirada de Blaise. —¿Por qué nunca
nos dijiste que la conocías?

Urian se estremeció ante la forma en que dijo la palabra conocías. —¿Con qué propósito?
Pensé que estaba... —No podía decir la palabra “muerta”. El dolor era demasiado para eso, incluso
ahora.
Brogan extendió la mano para tocar el brazo de Urian. —La amas.

—Fue hace mucho tiempo.

—El tiempo no hace daño al amor. El amor lo conquista todo.

Urian se burló. —El amor no lo conquista todo. Solo una espada rápida hace eso.

Brogan arrugó su nariz hacia él. —No puedes mentirle a un kerling, lindo. Nosotros vemos
directamente a través de ti, —ella miró a su hermano—. Y Brandor no está mintiendo. Te lo diría si
así fuera. Especialmente sobre esto. Nadie debe sentir dolor por amor.

Urian inclinó respetuosamente su cabeza hacia ella. Ella tenía un corazón hermoso, y esas
cosas eran lo suficientemente raras como para que supiera apreciar a las pocas personas que
lograban tenerlos. —Gracias.

Aun así, Urian tenía miedo de dejarse llevar por la esperanza. De soñar. Había vivido tanto
tiempo ya, sin ninguna de las dos cosas, que no sabía cómo hacerlo.

Había aprendido a funcionar en un estado de entumecimiento cómodo donde ya nada lo


afectaba. Como a menudo bromeaba con Davyn. —Contemplen los campos sembrados con las
mierdas que no me importan.

Sí, esa era su verdadero estado actual, y le gustaba esa dirección, donde el dolor no residía
dentro de él. Donde la agonía no reclamaba una parte permanente de su alma.

Y, sin embargo, incluso ahora, si cerraba los ojos, su piel se estremecía debido al más dulce
recuerdo del toque de Xyn. Su corazón se aligeró ante la perspectiva de escuchar su risa.

De ver sus ojos verdes vibrantes iluminarse cuando ella lo viera.

Nadie lo había hecho sentir como ella lo había hecho.

Era extraño que todas las mujeres de su vida habían desempeñado papeles muy diferentes.
Xanthia lo había usado y lo había pateado. Sheba lo había tratado como a una mascota mimada con
la que jugar. Phoebe lo había amado y necesitado y había dependido de él para su propia
supervivencia. Ella lo había hecho sentir como un héroe mítico.

¿Y Xyn? Ella se había puesto a su lado como un guerrero, a la par. Ella había sido su mejor
amiga.

Él las había amado a todas, pero solo Xanthia le había enseñado el rencor, debido su falsedad
y su traición.

Brogan tomó su mano. —¿Estás bien?

Urian tragó saliva visiblemente contra el miedo crudo y la esperanza que lo ahogaba.
¿Honestamente? No había estado bien en mucho tiempo. Y esta nueva oleada de tonterías después
de haber enterrado sus emociones durante tanto tiempo, era realmente lo último que necesitaba.
Especialmente en este momento. Pero él no era alguien que confiara sus sentimientos a nadie. Y
menos alguien que acababa de conocer. —Por supuesto.
La luz en los ojos de ella le decía que sabía lo que sentía. Aun así, ella sonrió amablemente.
—Si tú lo dices. —Apretando su mano, ella regresó con Blaise para ayudarlo a caminar.

Y Urian se movió para pararse cerca de Brandor y evitar que lastimara a Blaise por estar tan
cerca de su hermana. —Lo sé, hermano. Solo recuerda, cuando encontremos a Medea y a Falcyn,
tienes que devolver el favor antes de que le arranque el miembro al bastardo.

Brandor se atragantó. —¿Perdón?

—Me escuchaste. Cada vez que Falcyn la mira, me toma mucho esfuerzo no hacer algo
completamente suicida.

Stygian
—Tráiganme a Maddor. No me importa de qué puta tengas que despegarlo, tráemelo dentro
de un cuarto de hora ¡o son tus bolas las que cenaré! —La perra fey lo empujó lejos, luego se alejó.

El capitán de los guardias se volvió hacia sus compañeros con un silbido. —Ya la escucharon.
¡Traigan a la mandrágora!

—Vete a la mierda. —Varian du Fey deslizó su cuchillo directamente en el pulmón del


bastardo en frente a él y lo sostuvo erguido hasta que dejó de luchar. Sólo entonces él usó sus
poderes para eliminar todos los rastros de la existencia del fey.

—Maldita sea, V. Eso es tan frío.

Limpiando la sangre con la manga de su chaleco, se burló ante su perro del infierno
compañero. —Oh, como si no le hubieras arrancado la garganta, y luego lamerte tus propias bolas.

—Probablemente lo primero, pero nunca el último. Hay demasiados otros dispuestos a hacer
eso por mí. —Kaziel le sonrió—. En cualquier caso, matar a un Adoni en un recado para tu madre
parece un poco imprudente cuando se supone que debemos mantener un perfil bajo. Y pensar que
Aeron y Nick me a mí acusan de ser temerario.

—Tú eres una erupción92, mi amigo. A tal punto que en realidad está arrastrándose por tu
cuello.

—Esas son las consecuencias que recibo al estar tan cerca de ti cuando estás haciendo algo
profundamente estúpido. —Kaziel miró por el pasillo para asegurarse de que nadie más estuviera
alrededor—. Es una maldita pena estar tan cerca de tu madre y que ella no te reconociera.

—No tienes idea. Pero de todos modos no confíes en ella. Lo principal ahora es que
encontramos a Blaise y le hagamos saber lo que está pasando. Ve a buscarlos.

Kaziel vaciló. —¿Qué hay de ti?

—Todavía necesitamos más información. Voy por los dragones para ver por qué mi madre
fue tan insistente con ellos, y especialmente con Maddor. Eso no es normal en ella. Lo que significa
que hay algo raro allí y tengo la intención de averiguar qué es.

92
Juego de palabras en el uso de temerario y erupción, ya que ambas palabras en inglés se designan con la misma palabra rash.
Kaziel inclinó la cabeza hacia él. Cuando comenzó a alejarse, Varian le agarró la muñeca y lo
metió en un hueco oscuro.

Apenas habían desaparecido en las acortinadas sombras antes de que dos hombres vinieran
por el pasillo, refunfuñando. Se detuvieron justo en frente de su escondite, donde empezaron a
examinarse mutuamente. —No crees que estemos infectados, ¿verdad?

El fey de cabello oscuro se mordió el labio. —Espero que no. Están alimentando a los gallu
con los infectados.

Maldiciendo, siguieron su camino.

Varian no se movió por varios segundos mientras digería esa noticia. —Maldito seas Apolo.

Algo frío rozó a Varian. Más rápido de lo que podía pensar, sacó su daga y atacó.

La sombra a su lado se solidificó en un hombre que rápidamente lo desarmó y le chistó. —


Cuidado, primo. Necesito una cena antes de que alguien me apuñale.

Él rodo los ojos ante el demonio nacido de las sombras que tenía ojos de acero. Y, como su
propia alma, su cabello que le llegaba a los hombros y que llevaba atado en una corta cola de
caballo que no era ni claro ni oscuro, sino hebras de distintos tonos que estaban atrapadas de lleno
entre sus dos naturalezas en duelo. Shadow era intrépido como regla general, y él era la cosa más
malvada que acechaba la oscuridad y llamaba a la más mortal noche su casa. —Cuidado, demonio.
Pisas terreno traicionero al venir sigilosamente sobre mí.

—Lo siento por eso. Pero estoy aquí para hacerles saber que Apolo está acorralando a los
dragones, tratando de obtener la piedra del dragón antes que Helios. De lo contrario, todo estará
perdido.

—Ya sabía eso.

Sombra le gruñó. —Te salvé la vida. No olvidemos la parte buena.

—¿Ya terminaste de acosarme?

—Ni siquiera he empezado, —le lanzó una sonrisa arrogante a Varian—. También estoy aquí
para llevarme tu llave del portal.

Varian se rió. Hasta que se dio cuenta que no era una broma. —¿Estás loco? —Sin una llave,
él estaría atrapado aquí.

—Probablemente. Pero nuestros amigos no tienen manera de caminar a través de los portales
y volver a su mundo.

—¿No puedes ayudarlos a atravesar por tu cuenta?

Él sacudió la cabeza. —Los caminantes de las sombras solo pueden pasar solos. Sin una llave,
estarían atrapados y obligados a saludarme en el otro lado.

—Bueno, eso apesta.


—Más de lo que crees, —Shadow extendió su mano—. Entrégala.

Gruñendo, Varian sacó la llave del dragón de alrededor de su cuello y la entregó. —¿Cómo se
supone que voy a volver?

Después de guardar la llave, Shadow le dio una palmada en el brazo. —Eres ingenioso.
Seguro pensarás en algo. Escuché que eres bueno en las crisis.

—Eres un bastardo.

—Por supuesto que lo soy. Amamantado con la teta de todo mal.

Nunca nada avergonzaba al maloliente demonio. Él prosperaba con insultos, por alguna razón
desconocida.

Disgustado y molesto, Varian suspiró. —Y yo aquí, pensando que eras un maestro ladrón que
podría robarle una llave a quien quisieras.

—Puedo. Desafortunadamente, tienden a darse cuenta rápidamente de que un artículo así les
falta, y comienzan a buscarlo. Lo último que necesitamos es que encuentren a nuestros compañeros
antes que a nosotros. Si la piedra de Falcyn cae en las manos de nuestros enemigos...

También estaba eso.

Y el estómago de Varian se encogió ante tal pensamiento. Shadow tenía razón y él lo sabía.

Lo que también le hizo pensar en otra cosa. —Una pregunta.

—No soy un oráculo, pero eres libre de intentarlo.

—¿Cómo es posible que el sharoc no puede detectarte? —A Varian le resultaba bastante


difícil eludir su detección cada vez que se aventuraba aquí en sus misiones. Él nunca entendió cómo
lo conseguía Shadow.

—Quieres secretos que no estoy dispuesto a dar, —miró de manera penetrante a Kaziel, que
estaba inusualmente tranquilo—. Ustedes dos, no son los únicos con pasados que no quieren
revelar. Y con eso, desapareció.

Kaziel cruzó los brazos sobre su pecho. —¿Tu confías en él?

—No confío en nadie, aparte de mi esposa e hijos, pero nunca me ha dado una razón
específica para no hacerlo. ¿Por qué?

—Solo pensando en algo que Aeron siempre dice. Preferiría confiar en mi enemigo que en un
amigo, ya que puedo permitirme perder a un enemigo. Pero matar a un amigo por traición es dos
veces más profundo y tres veces más largo.

—¿Tu punto?
—No tengo un punto, en verdad. Solo que, algo sobre ese demonio, hace que mis pelos se
levanten.
Varian no podría estar más de acuerdo. —No te preocupes. Al igual que tú, mi mordida es
mucho peor que mi ladrido. —Él había tomado suficientes vidas para demostrarlo. Si Shadow los
traicionara, Varian no tendría reparos en abrir su garganta.

Sin embargo, había una presencia maligna aquí y, por una vez, no era su madre.

No, esto era algo mucho más insidioso. Como una negrura tratando de devorar el mundo.
Como Níthöggur93 royendo las raíces de Yggdrasill mientras trataba de liberarse de su prisión.

Por ahora estaba contenido, pero su instinto le decía que no se mantendría así.

Kaziel le frunció el ceño. —¿Qué está mal?

—Sólo una mala premonición.

—¿De?

—Cómo sería el mundo si no detenemos a Apolo.

Stygian
Morgana vio como Apolo dejaba su cama para vestirse. Excepcionalmente alto y rubio desde
la punta de su cabeza rubia hasta los dedos de los pies, era exactamente lo que uno esperaría de un
dios.

Dentro y fuera de la cama.

Ella le puso mala cara. —¿Por qué te vas?

—Está tomando demasiado tiempo atrapar al dragón. No me gusta este retraso. Tenemos que
ocuparnos de esto antes de que Helios me derrote y tome todos mis poderes.

Ella se burló de sus preocupaciones. —Mis hombres lo manejarán. Ellos saben que no me
pueden fallar.

Se enjuagó la boca y escupió antes de volverse hacia ella, secándose la barbilla. —Y conozco
a mi hijo. Siempre fue ingenioso. Sin mencionar, a esa perra a la que sirve. Apollymi me odia
apasionadamente. Al igual que sus dos hijos. Me tomó mucho tiempo escapar de ella después de
que el bastardo de Styxx me envolviera como un regalo y me entregara. Tengo una deuda
asombrosa que cobrarles a todos.

—¿Dos hijos? Pensé que su único hijo estaba muerto.

—Ojalá. —Dejó escapar una risa amarga—. No, mi malvada reina fey. No está muerto.
Acheron es suyo por nacimiento y concepción. Traído de vuelta a la vida por mi idiota hermana
gemela que quería tirarselo, y en su lugar nos jodió al resto de nosotros por su insaciable apetito por

93
En la mitología nórdica, Níðhöggr es un dragón / serpiente que roe una raíz del árbol del mundo, Yggdrasil. En la histórica
sociedad vikinga, níð era un término para un estigma social que implica la pérdida de honor y el estatus de un villano. Por lo tanto, su
nombre podría referirse a su papel como un monstruo horrible o en su acción de masticar los cadáveres de los habitantes de Náströnd:
los culpables de asesinato, adulterio y ruptura de juramentos, que la sociedad nórdica consideraba entre los peores crímenes posibles.
una ex puta humana. En cuanto a Styxx, pertenece a Apollymi por adopción. Con ese fin, puedes
contar a mi hijo también. De hecho, a menudo, ella es más madre de Stryker que su propia madre.

—De verdad... ¿Algún otro mocoso del que necesite saber?

Él dejó caer la toalla y alcanzó sus pantalones para ponérselos. —Casi se podría contar al
Malachai. Él es un descendiente directo de su primogénito. Concedido, fue mil veces eliminado. Y
Urian. Ella también lo mima y lo protege.

Cinco hijos para Apollymi...

Morgana se levantó para apoyarse contra él. —¿Ella considera al actual Malachai como uno
de los suyos?

—No por lo que yo sé. Su lealtad a ese fin parece haber muerto con su hijo original,
Monakribos.

—¿Y qué de su padre? ¿No se suponía que Kissare iba a renacer para que él pudiera volver
con ella?

Apolo se congeló en medio de abotonarse la camisa. Parpadeó lentamente antes de responder.


—Eso se suponía, de hecho, —una sonrisa lenta y malvada se extendió por su rostro—. Vaya,
Morgana, querida hechicera malvada, creo que has encontrado algo.

—¿Así que renació?

Riendo, Apolo tiró de su cuerpo desnudo contra el suyo. —No lo sé. Pero sé quién lo sabe.
Las destinos.

No lo dijo, pero Morgana conocía la respuesta tan bien como él. Esas tres putas lo sabían todo
de todos. ¡Eran las perras chismosas más grandes jamás nacidas!

—Y si él vive, —Apolo susurró contra sus labios— ¡lo encontraremos y lo destruiremos a sus
pies!

—No te sigo. ¿No sería eso un poco decepcionante? ¿Cuál sería el punto?

Él besó sus labios. —El punto es, que la diosa de toda destrucción y oscuridad solo ha tenido
tres debilidades en toda su vida. Kissare, Monakribos y Acheron. —Él mordisqueó los labios de
ella—. Teniendo en cuenta lo fría que es, estoy dispuesta a apostar a que tenían más en común que
solo su madre.

Los ojos de Morgana se ensancharon cuando finalmente entendió. —¿Estás pensando que el
padre de Acheron es Kissare reencarnado?

Él en realidad extrajo sangre de su labio inferior con sus colmillos mientras se retiraba y
asentía. —Eso explicaría muchas cosas... Archon juró que nunca engendraría un hijo con ella, y se
fue a su estado nebuloso diciendo que Acheron no era su hijo. Si Apollymi lo hubiera amado de
verdad, nunca le hubiera permitido a Styxx terminar con él. Dios sabe que ella sufrió mucho para
proteger a Kissare y sus descendientes.

—Entonces, ¿quién es el verdadero padre de Acheron?


—Solo Apollymi lo sabe.

Morgana sonrió ante este nuevo conocimiento y lo que significaba. —Y los Destinos.

—Si no lo saben, lo van a saber, —él le dio un último beso y luego se alejó.

Ella frunció el ceño ante sus acciones. —¿A dónde vas?

—A encontrar a mi demonio. Tengo otro encargo para él.

Stygian
—¡Sacude ese hermoso trasero, bebé! ¡Vamos! ¡Haz que esa maquina traga monedas pague!
¡Patéala! ¡Muéstranos tus músculos! ¡Azótala hasta que sangre! ¡Vamos, puedes hacerlo ¡Golpéala
más fuerte!

Urian gruñó a Medea y su arenga sexual.

Falcyn se giró para mirar a Medea, que se sentaba en el suelo junto a Brogan y les gritaba,
mientras él, Urian, Blaise y Brandor buscaban alguna forma de romper la barrera. Con las manos en
las caderas, él estrechó su mirada hacia ella. —Eso no ayuda.

Medea se llevó la mano a los labios antes de inclinarse más cerca de Brogan para susurrar en
voz alta. —Tampoco sus intentos, pero se nota que no les impide intentarlo.

Brogan se rió.

Falcyn arqueó una ceja ante su extraño humor. —En lugar de molestar, mujer, podrías intentar
ayudar.

Ella lanzó una sonrisa para exponer un indicio de colmillo. —Estoy ayudando. Te estoy
dando ánimo, libélula.

Con su mandíbula desencajada, se volvió hacia Urian. —¿Considerarías esto alentador?

—¿Viniendo de mi hermana? Sí. Ella no está lanzándote cosas o insultándonos directamente a


nosotros y a nuestra familia. Es un gran progreso, si me lo preguntas. Me hace preguntarme qué le
has hecho a ella para que ella haya encontrado algo de humor.

Medea le disparó a Urian, que hábilmente lo esquivó.

Riéndose, lo devolvió con uno de los suyos, sabiendo que ella no dejaría que eso la golpeara.

—¡Oye! —Espetó Falcyn, empujando a Urian a un lado—. ¡Juega limpio! Lastimas a tu


hermana y te freiré el trasero. Ash o no Ash.

Medea se enderezó a sí misma desde donde había esquivado la explosión de Urian. —Díselo,
dulces mejillas.
Urian frunció el ceño. —¿Está borracha? —Miró a Blaise y Brandor—. Repíteme, ¿qué le
tiraste?
—Agua. —Brandor se secó la frente.

Sí, esa no era la forma en que actuaría normalmente. Urian estaba empezando a pensar que un
zombi la había secuestrado.

Medea se burló. —Estoy bien. Solo estamos disfrutando de ver la testarudez masculina en su
mejor momento, y nos preguntamos en qué punto se darán por vencidos, —miró a Brogan—.
¿Cuánto tiempo han estado golpeando a ese pobre escudo indefenso?

—Al menos una hora, —Brogan arrugó la nariz.

Blaise le disparó una repentina ráfaga que retrocedió y golpeó a Brandor directamente en el
pecho. La explosión lo lanzó unos cinco metros y lo envió de cabeza hasta que aterrizó de costado
en un montón de humo.

Medea se echó a reír de nuevo.

Con un gemido, se sentó para mirar a Blaise. —¿De verdad, mandrágora? ¿En serio?

Con un chillido de miedo por su hermano, Brogan se puso de pie para controlar a Brandor y
asegurarse de que, en su enojo, no atacara a Blaise por su indignidad.

—¿Sabes Falcyn? —Se burló Medea—. Creo que esa barrera se está llevando todos los
puntos y está ganando, lo siento.

—Al menos estamos haciendo algo. Podrías intentarlo, ¿sabes?

—¿Para qué? Obviamente no se está moviendo. Si la fuerza de voluntad lo abriera, ya lo


habría hecho, se habría rendido hace diez horas.

—Hace una hora.

—Lo que tú digas. —Inclinándose de lado, apoyó la cabeza en su mano—. Debería seguir
adelante y tomar una siesta mientras la mayoría de ustedes malgastan su tiempo.

Urian estaba ignorando las bromas que disparaba. Al menos hasta que un fogonazo de luz casi
lo cegó.

Convocando un rayo, estaba a punto de soltarlo cuando la sombra tomó la forma de un


hombre que conocía bien. Y uno en el que no confiaba en absoluto.

En el momento en que vio el brillo que envolvía sus manos, Shadow se detuvo y prendió
fuego a sus propias manos como para tomar represalias. —¡Wow! ¡Tranquilo chico!

—¿Qué estás haciendo aquí?

Después de permitir que el fuego en sus manos se apagara, Shadow tiró de uno de los tres
amuletos que llevaba sobre su cuello sobre su cabeza. —Tengo un regalo para ti.

—Es una llave del portal, —dijo Blaise al instante—. Puedo sentirla en él.

—La mandrágora está en lo correcto. Varian me envió a escoltarlos fuera de aquí.


—Tenemos que volver al Santuario, —Medea se puso de pie—. Hemos perdido suficiente
tiempo.

—Primero tenemos que liberar a los dragones en Camelot. —Le recordó Blaise. —Sí, Urian
estaba definitivamente del lado de Blaise en esto.

Medea rodo los ojos. —Son estatuas, ¿verdad? Ha sido así durante siglos. ¿Qué son unos días
más? Mientras tanto, mi gente se está muriendo incluso mientras hablamos. ¡Necesitamos salvarlos!

Blaise se le acercó con furia. Se detuvo justo frente a ella para poder hablar marcando fuerte y
claro las palabras. —Si liberan a los dragones, atravesarán a tus daimons. Morirán de todos modos.

Brandor le gruñó. —Y la hermana de Falcyn está entre los cautivos. Ella será la primera en
morir si la despiertan. ¿La condenarías tú también?

El corazón de Urian se detuvo ante esas palabras.

Mierda. Si le pedían que eligiera entre Davyn y Xyn. No podría tomar esa decisión.

Si alguno de los dos muriera a causa de él, nunca podría vivir consigo mismo.

Shadow frunció el ceño mientras los escuchaba discutir. Después de una segunda ronda de
gritos subidos de tono, silbó. —Si bien esta discusión es realmente poco divertida e improductiva, y
no me importa el resultado, me siento obligado a mencionar algo que podría parecer interesante. —
Ésperó hasta que todos se giraran hacia él antes de volver a hablar—. ¿Por qué Maddor sería
convocado para esto? Parece un desperdicio total de sus talentos, si me lo preguntas.

El color se desvaneció de la cara de Falcyn. —¿Qué alucinaciones estás sufriendo?

—No son alucinaciones, amigo. Justo antes de irme, enviaron un guardia tras él y estoy
seguro de que no fue para tomar un café o té, ni para un refrigerio por la tarde. Por lo general, solo
lo llaman a la guerra.

Medea maldijo en voz baja y se volvió hacia Falcyn. —Planean usarlo para atraerte, ¿no es
así?

Falcyn asintió. —Así que es una trampa.

—¿Urian? —Ella sacó el anillo de su meñique y se lo ofreció—. Ve con Davyn y asegúrate de


que esté bien. Dile que estaré allí con la piedra del dragón tan pronto como pueda. Por favor,
mantenlo seguro por mí.

Sí claro. ¿Y dejar a Xyn sola? ¿Estaba loca?

No había posibilidad en el infierno.

Falcyn la miró desconcertada. —¿Qué estás haciendo?

—No voy a dejarte entrar en esa pesadilla sin alguien a tu espalda. Dios o lo que seas, todavía
necesitarás algo de apoyo.

—¿Qué hay de tu gente?


—Ellos no son mi hijo. Pero Maddor es el tuyo, —las lágrimas empañaron su visión—. Por
eso, marchamos al infierno mismo.

De repente, Urian se dio cuenta de lo profundos que eran los sentimientos de Medea para con
Falcyn, y honestamente no sabía cómo sentirse al respecto.

Falcyn la rodeó. —Shadow, lleva a Urian de vuelta al Santuario. Nosotros…

—Ah, no, —dijo Urian, interrumpiéndolo—. Nos quedamos juntos. —No iba a ninguna parte
hasta que supiera que Xyn estaba a salvo.

Shadow hizo una mueca. —Oh sí, porque un gran grupo de desconocidos raros, que se
escabullen a través de un castillo nunca se harían notar. Por nadie. Ni lo informarían. Suena como
un gran plan suicida para mí. Estoy muy contento de que Varian me haya ofrecido voluntariamente
para esta feliz aventura en la tortura y el infierno. ¡Rata bastarda eso es lo que es!

Falcyn pasó su brazo sobre Medea. —¿Estás segura de esto? Shadow tiene razón. Ir allí con
nosotros no es la mejor apuesta.

Ella asintió.
—Está bien, demonio, vamos a ver qué problemas podemos encontrar.

Shadow dejó escapar un feroz gemido. —¿Por qué siempre termino con los locos?

Urian sonrió. —¿Pájaros del mismo plumaje?

A Shadow no le pareció en absoluto divertido. —Ahora recuerdo por qué no me caes bien. —
Miró a Blaise y a Falcyn—. Cualquiera de ustedes, de todas maneras.

Con una respiración profunda, Shadow hizo crujir sus nudillos. —De acuerdo, niños. Última
oportunidad. Aquellos que quieren un boleto hacia la sanidad, levantan su mano y salimos del portal
a su reino.

Esperó un minuto antes de soltar un gemido exagerado. —Está bien entonces, será el suicidio.
Abróchense el cinturón, queridos. Mantengan sus manos dentro del carrito en todo momento y
traten de no cortarse las cabezas. Gracias por elegir la Gran Estupidez hoy, y por meterme en esto
cuando preferiría estar en casa, clasificar mi ropa interior sucia y ver crecer la hierba.

—Oh, deja de quejarte, —Blaise le dio una palmada en el brazo—. Te encanta la emoción.

—Sí, sigue creyendo esas mentiras, mandrágora, e inhalando esos humos.

Shadow manifestó una larga cuerda.

Medea frunció el ceño mientras caminaba hacia Brogan con eso. —¿Qué estás haciendo?

Hizo una pausa para hacerle una mueca irritada. —Bueno, cariño, si entramos por las puertas
delanteras, tus enemigos descenderán sobre nosotros como buitres sobre animales atropellados. Y
aunque soy más estúpido que el hombre promedio y tengo cierto talento para el teatro, realmente
puedo prescindir de un destripamiento. El hecho es que estoy haciendo todo lo posible para evitar
esa experiencia en mi vida excepcionalmente larga. —Anudó la cuerda alrededor de la cintura de
Brogan.
—Planeas llevarnos a través de las Sombras. —La voz de Brogan era apenas más que un
susurro.

El asintió. —Si nos teletransportamos, Morgana lo sabrá al instante. La única forma segura de
entrar o salir es a través de mi reino.

Medea estaba aún más confundida cuando Shadow se movió para enlazar y atar a Brogan con
Brandor. —Y entonces vuelvo a preguntar... ¿por qué la cuerda?

—Evita que te pierdas en la oscuridad, princesa. —Shadow se movió al lado de Blaise.

Su corazón dejó de latir cuando finalmente entendió. —¿El hilo entre los mundos?

Shadow asintió. —Hogar dulce jodido hogar. La cuerda es para evitar que cualquier cosa me
arrebate a uno de ustedes mientras nos movemos a través de él.

Porque al perderse nunca se vuelven a ver. La oscuridad siempre tiene hambre y busca
cualquier alimento que pudiera encontrar.

La vida es su sustento número uno.

Shadow ató a todos y luego verificó los nudos para asegurarse de que todos estuvieran unidos.

Luego levantó el brazo y dibujó una serie de símbolos, que recordaban a un director de
orquesta que dirigía una banda que solo él podía escuchar, y comenzó un zumbido melancólico
desde lo más profundo de su pecho, inquietante y estruendoso. El crescendo aumentó y al hacerlo,
el aire a su alrededor se agitó.

En un momento estaban de pie afuera, y al siguiente, estaban en un mundo borroso y turbio


color sepia oscuro. Era como estar atrapado dentro de una vieja máquina de nickelodeon 94. Todo
tenía una sensación desagradable y surrealista, dejándolos desorientados y un poco mareados.

—Tomará unos minutos orientarse. —La voz de Shadow sonaba tan distorsionada como el
paisaje.

—¿Por qué todo es tan raro aquí? —Preguntó Brogan.

—Estás en el revestimiento de los mundos. Piénsalo como un reino hueco. —Shadow levantó
su mano izquierda y un pequeño portal apareció, para mostrarles un parque brillante y soleado
donde los niños jugaban un juego de persecución—. Desde aquí, puedes aventurarte en cualquier
parte. Pasado. Presente. Futuro. En todos los mundos. —Cerró el portal y abrió otro a su derecha,
que mostraba un mar tormentoso.

Era hermoso y aterrador a la vez.

Shadow caminó hacia adelante, guiándolos a través de su misterioso dominio.

El tiempo realmente no tenía sentido aquí, y no podían decir si habían estado caminando
durante minutos o días cuando Shadow se detuvo repentinamente y dejó escapar una maldición
cuando el sonido de un aullido llegó por el aire.

94
El nickelodeon fue el primer tipo de espacio de exposición interior dedicado a proyectar películas. Estos prosperaron entre 1905 y
1915, y por lo general, se creaban en antiguos escaparates y había que pagar cinco centavos para entrar.
Todos se giraron y de repente pudieron distinguir los sonidos del caballo del Crom mientras
corría hacia ellos.

Y él no estaba solo.

Parecían ser que cien perros sombras lo seguían, con sus ojos amarillos brillando.

Urian frunció los labios al verlos.

Shadow le entregó la cuerda a Falcyn. —Mantente en el camino. Avanza y me reuniré contigo


tan pronto como pueda.

—¿Que vas…

—¡Vete! —Le rugió a Falcyn—. Sigue. No te detengas. Si los perros que ladran llegan a ti,
habrá terminado.

Falcyn corrió hacia adelante, arrastrándolos en su estela. Subieron una pequeña colina y se
dieron la vuelta justo a tiempo para ver a Shadow invadido por los perros demoníacos que había
intentado frenar sobre sus talones.

Los ojos de Medea se ensancharon ante la horrible visión. —Estamos muertos.

Urian, Blaise, Falcyn y Brandor tomaron posiciones entre Medea y Brogan cuando los perros
rabiosos se acercaron a ellos.

No quedaba nada donde Shadow había sido alcanzado por ellos.

Ni siquiera una gota de sangre. Parecía como si hubiera sido completamente devorado. Hasta
el último bocado. Cuerpo y alma.

Más y más fuerte, los ladridos y gruñidos crecieron. Brogan se acercó y tomó la mano de
Medea. Entonces, justo cuando los perros demoníacos retorcidos los alcanzaban, la tierra
sombreada se disparó en un ángulo recto, formando una pared entre ellos y las bestias demoníacas.
Se estrellaban contra ella y aullaban en agonía. Arremolinádose y girando como si fuera humo, el
suelo formó una mano gigante que envió a los animales a dispersarse y escaparse hacia la
oscuridad.

El Crom llegó en la siguiente ola, en su misterioso corcel fantasma. Corriendo y resoplando


fuego, la bestia parecía más que decidida a agregarlos a su menú.

Cuando llegó a su posición, la mano se dobló y se curvó para formar una enorme bestia de
hombre.

—¡Aquí no tienes poder! —Aunque la voz estaba distorsionada como un gruñido con tono
inhumano, Urian todavía la reconocía como la de Shadow.

El Crom detuvo bruscamente a su caballo, lo que hizo que se levantara y que de sus patas
saliera fuego. —¡Esta Kerling me pertenece! —La voz áspera provino de Brogan.

¡Mierda! Urian maldijo al ver que los ojos de Brogan ahora eran de un blanco lechoso sin iris
ni pupilas. Su piel estaba helada al tacto.
El Crom obviamente la había tomado por completo para poder hablar a través de ella.

Blaise gruñó bajo en su garganta. Debió haberse dado cuenta de lo que estaba pasando. —¡No
te la llevarás!

—B… b… b… b… —Brogan se atragantó, luego cayó de rodillas para aferrarse a su


garganta. Era obvio que el Crom le estaba ordenando que pronunciara el nombre de Blaise y ella se
negaba a darle el poder de la muerte sobre la mandrágora.

Echando la cabeza hacia atrás, Brogan dejó escapar un chillido que le paralizó la sangre.
Golpeó el suelo hasta que su puño estuvo sangriento y magullado.

—¡Detente! —Blaise cambió a su cuerpo de dragón y soltó una ráfaga de fuego hacia el
Crom.

Engullido por el fuego, se rió a través de la garganta de Brogan. Luego lanzó su látigo de
huesos y cráneos hacia Blaise. La cabeza al final de ella abrió su boca como si se estuviera riendo
de la mandrágora.

Shadow lo atrapó y lo arrojó hacia el caballo y el jinete. —¡Vete de aquí o me los cenaré a
ambos!

Tirando de su látigo para liberarlo de las manos de Shadow, el Crom lo lanzó al aire,
disparando chispas de fuego en todas direcciones. Azufre llovió sobre ellos.

—¡Exijo mi propiedad! —Lanzó su látigo hacia Brogan.

Urian lo atrapó de nuevo y tiró del Crom de su caballo.

Más rápido de lo que Medea podía parpadear, Falcyn estaba sobre él.

Agarró al Crom y lo levantó del suelo. —Renuncia a tu reclamo sobre la kerling. Aquí y
ahora. ¡Dale su libertad o te quitaré tu esencia por toda la eternidad!

El Crom luchó durante varios segundos hasta que se dio cuenta de que Falcyn no estaba
dispuesto a ceder. Más que eso, llegó a la sorprendente y veraz conclusión de que Falcyn
efectivamente tenía los medios y la capacidad para llevar a cabo su amenaza no tan vacía. —Muy
bien, mi señor. Le doy a la kerling su libertad.

Tan pronto como Brogan pronuncio esas palabras, ella cayó hacia adelante toda
desparramada. Blaise regresó a su forma humana para correr a su lado y jalarla en sus brazos.

—¿Ro? —Ssu voz tembló por la tensión de su miedo—. ¡Háblame! ¡Di algo!

Brandor se arrodilló junto a ellos. —¡Brogan, por favor no me dejes solo!

Aun así, ella no se movió. Ella ni siquiera parecía respirar. Su rostro se puso pálido, luego
azul.

Blaise tomó su mejilla y la acunó contra su hombro. —Háblame, mi señora. No puedo vivir
sabiendo que te causé daño.
Cuando ella no respondió, Blaise se atragantó con un sollozo y la levantó. Su cabeza cayó
hacia atrás mientras Brandor la tomaba de la mano y la besaba como si fuera indeciblemente
preciosa. Las lágrimas corrían por sus mejillas.

Urian conocía ese amor de primera mano. Lo había sentido el día en que Tannis había muerto,
y lo succionó hasta los confines del infierno. Quería gritar y enfurecerse contra el cosmos. No era
correcto ni justo.

¡Malditos sean todos!

Shadow se arremolinó junto a ellos hacia Brogan y le tocó ligeramente la mejilla.

Tan pronto como él retiró la mano, sus ojos se abrieron. Perdidos en su pena, ni Blaise ni
Brandor lo vieron.

No hasta que Brogan apartó la mano de su hermano y la hundió en el pálido cabello de Blaise.
—Pueden llevarme por la fuerza y romper todos los huesos que tengo, pero solo tú tendrás mi
corazón, Blaise. Sólo eso es mío para dar.

Riendo y llorando, la acercó a sus labios para poder besarla.

Brandor se alejó rápidamente de ellos. Y aunque era obvio que no le gustaba ver a su hermana
en los brazos de otro hombre, no dijo una palabra mientras se movía para pararse junto a Medea.
Mirando justo en la dirección opuesta.

Como Urian.

Resoplando ante sus ridículas acciones, Medea se secó los ojos. Respiro entrecortadamente.
Aliviada.

Más agradecida de lo que las palabras podían expresar, de que estaba viva, Urian la miró ella,
a Falcyn y luego a Brandor. —¿No sienten que estamos fuera de lugar?

Shadow se manifestó entre ellos y envolvió sus brazos alrededor de sus hombros. —Siento su
dolor, mis hermanos. Siempre soy lo más extraño de lo extraño. —Lanzó su mirada alrededor de
ellos—. Entonces, ¿cuál de ustedes idiotas destruyó mi cuerda?

Stygian
Cuando finalmente llegaron a su destino, Shadow disminuyó la velocidad. —Estamos aquí.

Con sus poderes, hizo otro agujero en una pequeña habitación de su reino de sombras.
Shadow se quedó atrás mientras caminaban a través de él. Luego se unió a ellos y selló
herméticamente la ruptura.

Medea se quedó boquiabierta. —¿Cómo haces eso?

—Eso es como preguntarme cómo respiro. No lo sé. Simplemente lo pienso y sucede. —


Shadow sonrió sarcásticamente—. Es magia.
Rodando los ojos ante su sarcasmo, ella negó con la cabeza hacia él. —Eres un bastardo
enfermo.

—Siempre.

Urian dio un paso alrededor de ellos para fruncir el ceño ante la mancha de sangre en el suelo.
A pesar de que no había color en esta habitación donde estaban, todo aparecía en tonos de blanco y
negro, como una película antigua, y él conocía el aspecto de eso. Sabía cómo olía.

—¿Estás herido?

Shadow se detuvo ante la pregunta de Medea, pero no respondió.

Entonces todos lo vieron. La enorme y abierta herida en el costado de Shadow que estaba
parcialmente oculta por su capa.

Urian dio un paso hacia él. —¿Shadow?

Sus ojos se volvieron hacia atrás mientras sus piernas se doblaban. Habría golpeado el suelo
con fuerza si Falcyn no lo hubiera atrapado y lo hubiera bajado lentamente al piso.

Sin embargo, apenas se retiró, la puerta se abrió para mostrar un pequeño grupo de fey. El
sonido metálico llenó el aire cuando los Adoni desenfundaron sus espadas. Un instante después,
atacaron.

Urian manifestó su espada y escudo y los cargó antes de que atacar. Con sus habilidades
perfeccionadas por miles de batallas, hizo que los fey retrocedieran a cubrirse.

Brogan se mantuvo al lado de Shadow para defenderlo, mientras lidiaban con este nuevo
ataque.

Por supuesto el fey sonó una alarma. Porque guardar silencio sería demasiado pedir. ¿No es
así? Malditos villanos.

Urian miró a Falcyn. —Bueno, eso no fue lo que vi que se desarrolaban los eventos.

Falcyn resopló ante su sarcasmo. —Sabía que no debía involucrarme con daimons y
Cazadores Oscuros. Esto es lo que obtengo por salir de mi agujero.

Con una mueca, Medea le quitó la cabeza a su oponente y luego se volvió hacia Falcyn antes
de que se enfrentara a otro enemigo. —¡Deja de quejarte, libélula! ¿Por qué no te transformas y les
prendes fuego? ¿Puedes hacer esto un poco más fácil para nosotros? ¿Eh?

—Simple cuestión de espacio. Si Blaise o yo cambiamos en este momento, los matamos a


todos, ya que ocuparíamos toda esta habitación y quedarían aplastados debajo de nosotros.
¿Todavía quieres que cambie, amor?

Medea le lanzó una sonrisa mientras le daba una patada a su oponente. —Por favor, no lo
hagas.

—Pensé que podrías sentirte así.


Justo cuando terminaron con los Adoni y comenzaron a asegurarse de que no había más, la
puerta se abrió.

Se volvieron como un grupo sólido para enfrentar este nuevo ataque.

Tan alto como Urian, el recién llegado estaba envuelto en una armadura dorada y verde de un
guardia fey. Una gruesa capucha de cuero cubría su cabeza. Musculoso y feroz, se puso de pie con
la postura presuntuosa de un guerrero que sabía cómo luchar hasta el amargo final.

Sin embargo, no sacó su espada.

Más bien, se llevó las manos a los costados como si estuvieran entretenidos con ellos y su
situación.

Urian levantó su escudo y se preparó para un ataque psíquico.

En cambio, la risa los saludó. —Apuesto a que, si estornudo ahora mismo, los enviaría a todos
ustedes saltando directamente al techo como gatos.

Falcyn gruñó profundamente en su garganta. —¡Varian, bastardo inutil! Entra aquí. Shadow
está herido.

El humor murió instantáneamente mientras el hombre cerraba la puerta, luego bajaba su


capucha para exponer su largo y oscuro cabello.

—¿Qué pasó? —Varian se arrodilló al lado de Shadow.

Falcyn se unió a él para ayudar a cuidar a Shadow. —Fuimos acorralados por horrendos
lobos.

—¿Horrendos lobos o gwyllgi?

—Gwyllgi, —respondió Blaise.

Varian maldijo. —¿Estaba el Crom con ellos?

Blaise asintió sin más comentario.

Varian usó sus poderes para quitar la armadura de cuero de Shadow. Luego levantó la camisa
de lino para inspeccionar la herida.

Urian se encogió, empatizando con su dolor al ver la herida supurada y todas las otras
cicatrices profundas y arrugadas, y los cortes desgarrados que atravesaban el abdomen y el pecho de
Shadow.

Una vez más, Varian maldijo, esta vez, más obscenamente. —Maldita sea, Shadow. ¿Alguna
vez puedes hacer algo a medias de vez en cuando? No, no te hieres un poco. Tienes que ser
prácticamente destripado.

Falcyn se sentó sobre sus talones. —Si lo sostienes, puedo curarlo.


Varian detuvo a Falcyn. —Si planeas usar lo que creo que usarás, no lo hagas. Apolo lo
sentirá y saltará sobre ti en el momento en que lo intentes. —Trabajó para detener el sangrado de
Shadow—. Yo me encargo. Tienes una misión que completar. Pero debería advertirte...

Las entrañas de Urian se retorcieron frente ese tono.

La mirada de Varian se dirigió a Blaise antes de encontrarse con los ojos de Falcyn. —Hay
una escalera al final del pasillo que te llevará a las catacumbas. Ten cuidado. Esperan que todos
ustedes vengan aquí y sean estúpidos.

¡Oh bueno, podrían serlo!

—Entonces nosotros los decepcionaremos. —Falcyn lo saludó con la llave que le había
quitado a Shadow—. Gracias. —Se levantó y salieron de la habitación.

—¿A dónde lleva esto? —Preguntó Medea mientras se acercaban a un túnel.

—Al jardín de Morgana. —El tono de Blaise era plano y sin emociones en la luz tenue.

—No entiendo. ¿Un jardín subterráneo? —Tan pronto como terminó la pregunta, se
detuvieron.

Falcyn usó su fuego de dragón en su mano como una antorcha, para que pudieran ver lo que
había a su alrededor.

En el momento en que levantó el brazo sobre su cabeza y la luz ahuyentó las sombras más
pesadas, el corazón de Urian se detuvo.

Y él también.

Esto era…

Santa mierda. El "jardín" era enorme y se alineaba con gigantescas estatuas de dragones que
formaban una interminable e inquietante exhibición. En todas las direcciones.

Brandor se volvió para mirar a Urian. —La niebla ligera aquí abajo es de su aliento. Al menos
por eso, sabemos que todavía están vivos, incluso si están congelados por el hechizo de Merlin.

Medea frunció el ceño. —No entiendo. Si están congelados, ¿cómo pueden respirar niebla?

Aunque estaba ciego en su forma humana, Blaise miró a Brogan y luego a Medea antes de
responder. —El gas que exhalamos. Eso es lo que la causa. Incluso cuando estamos atrapados por la
magia. No estoy seguro de por qué. Sólo un subproducto peculiar.

—¿Tenemos que liberarlos a todos? —Ella preguntó.

Antes de que Urian pudiera explotar con su respuesta, Falcyn se dirigió a la bestia más grande
a su derecha. —Es lo más seguro que se puede hacer. De esa manera, Morgana no tendrá ninguno
para despertar y usar contra nosotros.

Urian todavía estaba demasiado cargado emocionalmente para hablar. Tenía miedo de que, si
lo hacía, se echaría a llorar.
Él tenía miedo de moverse, porque caería de rodillas.

¿Dónde estaba Xyn? Estaba desesperado por encontrarla.

Blaise dejó el lado de Brogan mientras se abría camino a través de la oscuridad. —No estoy
seguro de cómo usar el anillo de mi padre para despertarlos. ¿Tú sabes?

Falcyn se estiró para quitárselo.

Justo cuando sus dedos se rozaron, el dragón más cercano a ellos abrió sus ojos y gruñó.
Falcyn se retiró cuando la bestia a su lado se levantó para luchar. Blaise lo tomó del brazo y se
metió la mano en la manga para detenerlo. —¡No! Ese es Maddor.

—Maddor... —El nombre salió con un suspiro de angustia. Maddor era el hijo que le habían
quitado a Falcyn.

Finalmente, controlándose a sí mismo y capaz de concentrarse en algo, Urian extendió su


mano contra el pecho de Falcyn para evitar que se acercara a su hijo. —Lo tienen inmovilizado, —
tiró de su barbilla hacia la cadena que mantenía a Maddor en su lugar—. Apuesto a que, si liberas a
los dragones, lo matará.

Porque ese era el tipo de tácticas desagradables en las que se especializaban los dioses. No
eran más que crueles.

La cadena corría directamente hacia el pecho de Maddor y sin duda atravesaba su corazón.

¡Maldito Apolo por esto!

Y eso no era todo. Él también estaba amordazado. Esa combinación de crueldad habría vuelto
loco a Maddor. A ningún dragón le hacía bien el cautiverio. Ni siquiera a una mandrágora. Estaban
destinados a deambular libremente, no a estar atados de esa manera.

Pasando por delante de Urian, Falcyn alcanzó a tocar las escamas de su hijo. —Maddor,
cálmate. Estamos aquí para ayudar.

Con un siseo ardiente, Maddor se abalanzó sobre él para que Falcyn no pudiera hacer
contacto.

Maddor golpeó a Blaise con la cola.

Falcyn apenas tiró de Blaise hacia atrás antes de que Maddor lo atravesara con una punta. —
¡Detente! No quieres hacernos daño.

Por supuesto que sí. ¡Es tu culpa que esté aquí! ¡Tengo la intención de matarlos a ambos!

Falcyn se estremeció ante una verdad que no podía cambiar. —Lo sé y lo siento por eso.

¡Estás a punto de sentirte aún más triste esos tres segundos antes de que te mate!

De repente, el suelo retumbó bajo sus pies. Como un terremoto de magnitud 6.0...

—¿Blaise? ¿Qué diablos está pasando aquí?


—Ni idea. ¿Monos del infierno voladores, tal vez?

Urian miró alrededor de la habitación, tratando de encontrar la fuente. Ojalá fueran tan
afortunados. En lugar de que se desataran monos demoniacos, las grietas en la piedra se
ensancharon y un humo verdoso salió en espiral. Era como si toda la mazmorra estuviera viva y en
movimiento.

No, no se movía.

Respiraba. Eso era exactamente lo que se sentía. Olía. La forma en que se movían el piso y
las paredes era como alguien que tomaba aliento. Dentro y fuera. Sistemático. Continuo.

Desigual.
Urian se burló al percibir el olor a hedor sulfúrico. —Alguien que me diga que estos son los
vapores con lo que el oráculo de Delphian solía drogarse antes de que ella murmurara una tontería.

Medea negó con la cabeza. —Lo siento, hermanito. En realidad, la visité una vez. Esto no lo
es.

Fiel a su predicción, el humo se convirtió en guerreros feroces completos con armadura.

Y espadas.

Tenían muchas espadas.

—¡Maldita sea! —Urian volvió a convocar su espada y su escudo—. No podemos tomar un


descanso.

—Oye, te di una salida fácil, —le recordó Falcyn—. Podrías estar en casa ahora mismo,
viendo Survivor. Pero no, elegiste estar aquí.

—¿Qué puedo decir? Soy un idiota. Le echaría la culpa al hecho de que vengo de una larga
línea de ellos, pero mi mamá y mi papá me patearían el trasero por tal insulto. Así que culparé a
Stryker por criarme entre ellos. ¿Alguien tiene una pista de quién y qué son estos imbéciles?

—Es la mazmorra, hechizada para asegurar que sus víctimas vivan sin importar lo que les
hagan. Una vez que terminan con la tortura, toman el cuerpo sin vida y lo agregan a las catacumbas.
Pero el resultado de esa crueldad y esa magia es que la mazmorra absorbe al alma torturada y la
retiene para siempre. Hace que el alma sea parte de ella. Después de un tiempo, l'âme en peine95 se
une a los otros que están atrapados aquí hasta que se convierten en una sola entidad.

—De acuerdo. —Falcyn miró a los guerreros en formación—. ¿Así que son fantasmas?

Sacudió la cabeza. —No. La naturaleza y la fuerza de la magia residual se combinan con las
almas. En lugar de hacer fantasmas individuales, se convierten en una sola bestia. Lombrey de la
mort.

Oh, simplemente genial. Y aquí Urian, pensando que Apollymi tenía la mayor parte de los
juguetes divertidos. Por supuesto, la reina perra fey tiene algo conocido como la Sombra de la
Muerte.

95
El alma en dolor.
Falcyn lo miró fijamente. —¿Me estás diciendo que estamos enfrentando al gemelo malvado
de Shadow?

Brandor se echó a reír. —Su príncipe subordinado, en realidad. Si Shadow estuviera aquí,
podría controlar a Lombrey y obligarlo a retirarse. O, al menos, ordénale que se retire.

¿Por qué esas palabras le hicieron enfermar del estómago?

—¿Sin él? —Preguntó Urian.

Mirando a los numerosos guerreros que la oscuridad estaba engendrando, Brandor suspiró. —
Estamos jodidos. Lombrey es un bastardo desagradable. Lleno de los gritos y de la justificada
agonía de un millón de víctimas inocentes. Dicen que lo han vuelto loco y por eso ataca a todos los
que entran en su dominio. Indiscriminadamente.

Medea frunció el ceño. —Entonces, ¿cómo lo reprime Shadow?

—Diablos si lo sé. Para el caso, nadie lo sabe a ciencia cierta. Solo que va sin miedo a donde
sea que Lombrey viva y sale victorioso.

Falcyn gruñó de frustración. —Bueno, eso es... jodidamente inútil.

Urian suspiró pesadamente. Tenían que encontrar alguna manera de despertar a Xyn. Liberar
a Maddor sin matarlo. Despertar a los otros dragones.

Y evitar que Lombrey los ataque.

O que los mate.

Urian se sentía mal del estómago.

Estamos condenados.

Falcyn tosió. —Um, muchachos, tengo una idea que estoy bastante seguro de que odiarán.

Stygian
Horas más tarde, Maddor retrocedió en la incertidumbre. —Yo…yo no entiendo.

—Es cierto, Maddor. Al menos creo que eres Maddor. —Siempre que el Crom todavía
estuviera en el cuerpo de dragón de Maddor y los dioses no los hubieran vuelto a joder.

Porque así era como funcionaba su suerte. Siempre sobre el lema de "resolver un problema y
crear otro".

—Falcyn me envió aquí para cuidarte. Yo fui quien incitó a Medea para ir a buscar Falcyn,
esperando que él pudiera llegar a ti y ayudarte a salir de aquí. No conté con su reacción exagerada
que resultaría en su muerte. Supongo que debería haberlo hecho.

El aliento de Urian se atascó en su garganta cuando escuchó esa inesperada y dulce voz que
pensó que se había perdido en sus sueños.
Xyn.

Quería correr hacia ella. Para abrazarla y besar esos labios. Pero esto, este momento, era entre
ella y sus hermanos, por lo que se mantuvo al margen.

Pálida y parada sobre sus pies inestables, tenía un brazo apoyado contra la pared más cercana
a ella.

—¿Xyn? ¿Realmente eres tú?

Ella le dio a Falcyn una débil sonrisa. —Saludos, hermano.

Con sus propias extremidades temblando, cruzó la habitación para recogerla en sus brazos. —
¿Cómo?

—No lo sé. Un minuto, estaba congelada y al siguiente estaba aquí. Donde quiera que sea.

Falcyn apretó su mano en su largo cabello rojo fuego que estaba dividido para mostrar sus
orejas puntiagudas.

Urian no podía moverse ni respirar mientras su translúcida y vibrante mirada verde ardía en
él. Ella seguía siendo una de las mujeres más hermosas que había visto nunca.

Su presencia lo dejaba tambaleante. Cayó hacia atrás y se apoyó contra una piedra por apoyo,
ya que no confiaba en sus piernas para sostenerlo. No ahora.

Ella se apartó para mirar a Maddor. —Falcyn es tu padre, Maddor. Así como Blaise es tu hijo.

Eso absorbió todo el aire de la habitación y tuvo el mismo impacto que una bomba nuclear
detonando en medio de ellos.

Blaise se tambaleó hacia atrás. —¿Q-q-q-qué?

Xyn asintió. —Yo estaba allí cuando naciste. Tu madre estaba furiosa, pensando que tu
albinismo tenía que ver con la maldición de Max.

—¿Cuál maldición?

Falcyn se estremeció. —Nunca le dije a Blaise la verdad, Xyn. Él no tenía idea acerca de eso.

Ella quedó boquiabierta. —Lo siento mucho. Asumí que lo sabía.

Falcyn negó con la cabeza. —Cuando supe de su nacimiento, él ya había crecido. Entonces no
tuve el corazón para decirle. Gracias hermana. Siempre fuiste buena en delatarme.

Maddor se sentó. —¿Blaise es mi hijo? ¿Cómo?

Xyn suspiró. —Ormarra. Ella ocultó su embarazo con la esperanza de aprovechar el


nacimiento de Blaise a su favor.

—Cuando nací deforme, ella trató de matarme.


Brogan se movió para abrazar a Blaise. —¡Tú no eres deforme!

—Y yo la maté por sus acciones contra ti, Blaise, —dijo Xyn—. Aún estabas húmedo de
haber salido de tu huevo cuando te llevé para ser criado por tu padre adoptivo. La única verdad que
conociste es que tu padre era el líder de las mandrágoras.

Él solo había supuesto que era la mandrágora antecesora de Maddor, porque solo muy pocos
de los fey sabían que Maddor era el primero de su raza.

Otra mentira destinada solamente a herir, lastimar y dividir a una familia.

Malditos aquellos que solo hacían maldades solo porque sí. Ellos eran la raíz de todo mal. No
la avaricia ni el dinero.

Maddor le gruñó a Xyn. —¡Deberías haberme dicho sobre él!

—Estaba planeando hacerlo una vez que supiera que estaba a salvo, pero fui atrapada aquí
antes de tener la oportunidad.

Con un fuerte rugido, Maddor fue por Xyn, solo para ser detenido por una fuerza invisible.

—No puedes herirla, —le recordó Brogan—. No te he dado su nombre.

—¡Los odio a todos! —Él rugió.

Falcyn lo fulminó con la mirada. —¡Cómo te atreves! ¡Siéntete libre de odiarme todo lo que
quieras! Lo merezco. Sin embargo, Blaise nunca ha hecho nada para merecer tu hostilidad hacia él.
Él es tu hijo. El que has tratado como la mierda y te has burlado por siglos sin ninguna razón
aparente. Le debes una disculpa.

Maddor miró boquiabierto a Falcyn. —¿Te atreves a darme a mí un sermón sobre paternidad?
¿Es en serio?

—Sí, ¡y te voy a reventar el trasero, chico! Ni creas que no puedo darte pelea. Te lo prometo,
me he comido traseros más rudos que el tuyo y he usado sus escamas como zapatos. Si quieres
actuar como un niño, entonces te trataré como uno.

El Crom real hizo un sonido profundo dentro del cuerpo del dragón.

—¿Qué está sucediendo, Brogan? ¿Está a punto de vomitar?

Ella negó con la cabeza. —Es el conflicto entre ustedes dos. Lo alimenta. Lo hace...

El Crom disolvió todas las ataduras que sostenían su cuerpo de dragón y se puso de pie.

—Más fuerte, —ella terminó con un chillido.

Blaise tomó su mano y la empujó detrás de él. —¿Qué está haciendo ahora?

—No estoy seguro. —Falcyn puso su mano para detener a Medea de entablar batalla con la
bestia mientras ella se movía para atacar.
Porque el Crom no era el único dragón levantándose.

Todos ellos lo estaban, y no estaba seguro de qué significaba aquello. Pero con la suerte que
tenían, no podía ser nada bueno.

—¿Maddor? —Falcyn miró a su hijo—. ¿Quieres volver a tu cuerpo real?

Su látigo chisporroteó mientras se giraba en un pequeño círculo lentamente para tener una
visión general del número de dragones originales que ahora estaban un poco más que solamente
enojados. Y siendo que no tenían a ningún objetivo, rodearon al único enemigo que encontraron en
la habitación.

A ellos.

A todo el grupo. Y eso incluía al líder de las mandrágoras que ahora no podían identificar
como un dragón debido a que él estaba en el cuerpo del Crom y no tenía cabeza.

—Sí, creo que sí quiero.

Urian no podía culparlo por eso. A juzgar por el humor de los dragones recientemente
animados, cualquiera que no fuera de su clan escamoso estaba a punto de ser devorado.

Lombrey se levantó en un esfuerzo por bloquear a los dragones, pero ellos pasaron a través de
su forma no corpórea.

Urian rodo los ojos. —Es bueno ser una sombra, ¿no? Me hace desear haber sido una. —
Desenvainó su espada y se preparó para atacar.

Y justo cuando Falcyn comenzó con ese estúpido encantamiento que los había metido en este
lío, una luz brillante destelló cerca de ellos. Era intensa y abrasadora. Tanto así que los cegó
temporalmente.

Hasta que Simi, la compañera demoníaca de Acheron, salió de ella.

Vestida con su falda corta purpura, mayas rayadas negras y rojas, y un corsé a juego, ella se
detuvo mientras examinaba a todos a su alrededor. Sus cuernos brotaron de la parte de arriba de su
cabeza mientras una cola salía por debajo de su falda corta. Un juego de curtidas alas de murciélago
surgieron, dejandole saber a Urian que la no tan pequeña charonte gótica estaba lista para atacar.

Él se rió. Sí, ellos no tenían idea de con qué estaban tratando. Esconde a tus niños. Esconde a
tu mujer.

Esconde a tus mascotas.

Urian le sonrió. —¿Simi? ¿Qué estás haciendo aquí?

Ella se encogió de hombros. —Akri le dijo a la Simi que tú estabas actuando todo raro y
extraño últimamente, y que la Simi debía echarte un ojo, akri-Uri. Entonces... tu ritmo cardíaco
aumentó durante mi corte comercial. Y como sé que no estarías haciendo cosas como la diosa vaca
pelirroja que volverían ciega a la Simi, pensé que estarías problemático. Entonces pensé, Simi, será
mejor que veas en que anda ese viejo exdaimon para asegurar que está bien y no a punto de ser
comido por algo que no es amigable.
Simi frunció el ceño cuando puso un dedo en su mejilla para reconsiderar sus palabras. —No,
eso estar mal. Estarías en problemas. —Ella sonrió ampliamente, mostrando sus colmillos—.
¿Estás en problemas, akri-Uri? ¿La Simi puede comer tus problemas? Porque no creo que estas
libélulas estar en la lista de no comer de la Simi. Estoy segura de que a akri no le importará si la
Simi se los come. —Se mordió el labio con un entusiasmo infantil que hizo sonreír a Urian.
Especialmente cuando buscó en su mochila de ataúd y sacó su babero de langosta y una botella de
salsa barbacoa para prepararse.

En el momento en que lo hizo, los dragones retrocedieron.

Y eso puso a Maddor muy nervioso. —¿Qué está sucediendo?

Xyn rió. —Oh, cariño, nadie es lo suficientemente tonto como para enredarse con una
charonte hambrienta. ¿No lo sabías?

Simi jadeó. —¡Y que lo digas! ¡La Simi tiene mu-u-u-u-ucha hambre! Han pasado veinte
minutos completos desde que la Simi comió su último diamante... —Hizo un mohín mientras se
daba la vuelta, buscando su comida.

Más dragones se alejaron.

—¡Sí! —Urian fanfarroneó—. ¡Así es! ¡Tengo una charonte aquí y no tengo miedo de
soltarla, ja!

Un dragón estornudó a su lado, soplando fuego un poco demasiado cerca para Urian.

Urian corrió al lado de Simi, poniéndola entre ellos. —¿Eres a prueba de fuego, Sim?

—A prueba de bombas, también, —ella eructó y soltó un flujo de fuego que provocó que
varios dragones salieran desbandados para cubrirse—. ¡Ves!

—Ah, parecen un montón de polluelos. —Con las manos en sus caderas, Falcyn terminó de
poner a Maddor de vuelta en su cuerpo.

En el momento en que el Crom volvió a ser él mismo de nuevo, tomó su látigo y fue directo a
Brogan.

Brogan levantó su mano para hacerles saber que todo estaba bien. Después de unos pocos
segundos y unas cuantas palabras susurradas en su oído, ella asintió. —Paz para ti, Crom.

Con una sacudida brusca de su abrigo, se destelló a sí mismo en la espalda de su caballo y se


desvaneció.

—¿Qué fue lo que dijo? —Preguntó Blaise.

Ella sonrió cálidamente. —Que nunca quiere volver a ser un dragón de nuevo. Puedes
quedarte con tu viejo cuerpo apestoso.

Urian le frunció el ceño a Brogan. —¿Eso es todo?

Una luz malvada bailaba en sus ojos. —Podría haberle dado el nombre... Morgana.
Medea se aclaró la garganta para recordarles que los otros dragones aún estaban
fulminándolos con la mirada.

Xyn bostezó. —¿Cuánto hemos dormido?

—Siglos, —dijeron Blaise y Falcyn simultáneamente.

Un infeliz murmullo recorrió la horda de dragones.

—¿La Simi poder comer ahora ya que están todos quejumbrosos? —Sus alas se sacudieron en
expectativa.

Los dragones se callaron de inmediato.

Medea rió. —Es bueno saber que no solo asustas daimons, Simi.

Simi se llevó un dedo a los labios y ladeó su cabeza en una expresión adorable. Ella frunció el
ceño, luego sonrió a Medea. —¡La Simi te conoce! ¡Te ha visto mucho, mucho! ¡Tú eres la princesa
malvada que vive con la akra de Simi en Kalosis!

—Ella también es mi hermana.

Simi quedó boquiabierta ante las palabras de Urian. Luego se contuvo a sí misma. —Oh sí,
debí haberlo... pero espera. Tu papi es el akri-falso. —Ella llevó sus manos contra sus cejas—. ¡La
Simi está tan confunsa!

Urian se echó a reír. —Y yo también, la mayoría de los días. —Poniéndose serio, él bajó
gentilmente una de sus manos hasta que ella abrió los ojos para verlo—. Solo recuerda que fui
sacado del vientre de mi madre antes de que naciera y puesto en el vientre de otra. Así que la apolita
que me dio a luz no era realmente mi madre. Y Stryker no era realmente mi padre. Styxx es mi
padre y Bethany es mi verdadera madre.

—¡Ah! ¡Como Simi, eres adaptable!

La sonrisa de Urian se ensanchó. —Sí.

—Espera... —Brandor frunció el ceño—. ¿Ella quiere decir adoptado?

—¡No, tontito! —Con los brazos en la cintura, Simi rodo los ojos—. Aunque ambos fuimos
adoptados, la Simi se refería a adaptable, porque akri-Uri tuvo que vivir con gente que no era su
gente. Él no es realmente un daimon, es un semi-dios. Lo que es mejor. A veces, de todos modos.
Ella chistó cuando volteó a ver a Urian de nuevo. —Lo siento, akri-Uri. ¿Por eso es que estás triste,
aparte de la Phoebe-tristeza?

Sus ojos se oscurecieron. —No, Sim. Casi siempre sólo tengo Phoebe-tristeza.

Ella le ofreció su salsa de barbacoa. —¿Quieres comer un dragón? Te hará sentir mejor. Te
dará alegría al estómago.

Y eso logró que los dragones se dirigieran hacia las sombras y a Lombrey le diera una rabieta.

—¡No! ¡No! ¡No! ¡Ustedes no se van a esconder en mis dominios! ¡Fuera, bestias sarnosas!
Brandor se aclaró la garganta para disimular su risa. —¿Sabes? Con todo ese ruido, Morgana
está obligada a darse cuenta de lo que pasó. Quizás queramos pensar acerca de salir de aquí antes de
que ella envíe a algo o a alguien a investigar.

Falcyn asintió a su hermana. —De hecho, debería estar un poco más preocupada con el Crom
persiguiéndola. Tú todavía tienes que llevarlos a mi isla. Solo para estar seguros.

Ella arqueó una ceja por su orden. —¿A todos ellos? ¿De verdad planeas tolerarnos en tu
espacio personal?

—Será el lugar más seguro para ellos.

Xyn besó su mejilla. —Te quiero.

—Yo también.

Ella se burló de su respuesta. —Vivo para el día, Veles, en el que puedas decir esa palabra sin
ahogarte con ella.

Y con eso, ella reunió a los dragones y se fue a través del portal.

Urian siguió a Xyn a la isla hogar de Falcyn, la cual era absolutamente asombrosa. Abierta y
espaciosa, y sin embargo técnicamente una caverna, era grande y amplia con una impresionante
vista al mar. Las paredes encantadas eran cristalinas, por lo que él podía mirar hacia fuera sin ser
visto por nadie más. La transparencia de las paredes las hacía resplandecer y brillar con la luz del
día que quemaba los ojos, pero no la piel. Podía ver por qué Falcyn la había elegido.

Sin embargo, eso era lo último que Urian tenía en mente.

—¿Xyn? —Él agarró su mano y la llevó a un rincón oscuro, lejos de los demás.

Finalmente, estaban solos.

Y ahora que lo estaban... él estaba perdido e inseguro. ¿Ella siquiera lo recordaba? No había
actuado como si lo hiciera.

Tal vez ella había sufrido una herida en la cabeza que la había dejado con amnesia. ¿Qué le
diría después de todos estos años?

Sarraxyn tembló mientras miraba a los ojos más azules que jamás había conocido. Ella había
olvidado la bestia enorme y abrumadora que era Urian. Lo que era realmente impactante, dado que
ella estaba acostumbrada a los dragonswains, que eran aún más grandes y sin embargo de alguna
manera, él los hacía parecer más pequeños.

Más débiles.

Había un poder innato en él, del que los otros carecían. Y al mismo tiempo él era más sexy
que nadie más que ella hubiera conocido porque, dado todo su poder e inflexibilidad, él nunca le
haría daño. Era un protector diferente a cualquiera que alguna vez hubiera conocido. Mantenía esa
despiadada fuerza restringida y bajo control.
Así de cerca, podías sentir al asesino letal dentro de él. Al demonio que salivaba por sangre.
Sin embargo, él le había hecho el amor como un poeta y la había tocado con la más tierna de las
atenciones.

Esa era la belleza de su daimon.

El amor y la felicidad se precipitaron a través de ella y pusieron su corazón a latir con fuerza.
Pero no era suficiente para ahogar su miedo de que él la rechazara después de todo este tiempo.

Ella no sabía qué decirle después de todo este tiempo. Ella lo había abandonado. No que
hubiera sido su elección.

Aun así, ¿eso importaba? Solo podía imaginar el dolor y la pena que debió haber sentido,
pensando que ella había seguido adelante. O peor aún, que había muerto. Así que hizo la única cosa
que podía pensar en hacer.

Entrando en sus brazos, ella lo besó.

Urian gruñó ante el sabor de los labios de Xyn. De su dulce lengua barriendo contra la suya
mientras envolvía sus brazos alrededor de su cintura. Su cuerpo rugió a la vida con una venganza
que fue aterradora.

En la distancia, escuchó que alguien la llamaba.

Ella profundizó su beso antes de alejarse y mordisquearle la barbilla. —¿Me das unos pocos
minutos?

No había suficiente sangre en su cerebro para formar un pensamiento coherente. —Um… de


acuerdo.

Xyn se rió. —¿Urian? —Ella tomó su rostro y frotó su nariz contra la de él—. ¿Estarás aquí
cuando regrese?

—Sí. —Nada podría hacer que se fuera.

—De acuerdo.

Respirando entrecortadamente, él se recostó contra la pared mientras ella iba a ayudar los
dragones a asentarse. Luego miró al gran bulto de sus vaqueros.

Maldita sea, eso era realmente obvio y vergonzoso. No estaba dispuesto a dejar las sombras
en cualquier momento en un futuro próximo.

Al menos sabes que aún funciona.

Cierto. Había pasado tanto tiempo, a tal punto que él había comenzado a preocuparse.

Y ese pensamiento todavía estaba en su mente unos minutos después cuando Xyn regresó
como un débil susurro.

Riéndose en su oído, ella se envolvió alrededor de él y los teletransportó desde sus sombras a
un dormitorio. —¿Qué estás haciendo?
Ella lo dejó para cerrar la puerta con llave, luego volvió a pararse frente a él. Mordiéndose el
labio de una manera que solo lo inflamó aún más, ella pasó su dedo por su pecho, dejando
escalofríos por todo el camino. —¿Aún puedes usar tu magia para conjurar ropa?

—Sí.

Una sonrisa malvada cruzó su rostro. —Bien.

Antes de que él pudiera preguntarle por qué quería saber, ella rasgó su camiseta desde el
dobladillo hasta el cuello y lo atacó como si estuviera muriéndose de hambre y él fuera el último
bistec en un banquete.

Urian no podría haber estado más anonadado si ella lo hubiera incendiado y usado sus bolas
como leña. Ella pasó sus manos por todo su cuerpo mientras lamía y succionaba su piel hasta que
pensó que se volvería ciego por ello.

Con sus poderes, ella le dio la vuelta y lo arrojó sobre la cama, luego disolvió las prendas de
ambos.
Quedandose sin aliento, él se entregó completamente a sus feroces caricias. Nunca una mujer
había sido tan enérgica con él. Le encantó.

Xyn rozó la garganta de Urian con sus dientes y lamió su barba, permitiendo que le pincharan
su lengua. —Estoy muy contenta de que me hayas seguido a mí y a los demás aquí.

Él respiró contra su oreja mientras la rodeaba con su lengua y cubría uno de sus pechos con la
mano. Sus dedos jugaban con su pezón de una manera que la tenía mojada y dolorida. —Oh, Xyn...
¿Cómo no iba a hacerlo? ¡Te he echado tanto de menos!

Ella mordió su barbilla mientras apretaba sus manos contra su musculosa espalda y
presionaba su cuerpo desnudo contra el suyo. Ahh, su piel se sentía tan bien. Quería llorar por la
paz que experimentó explorándolo de nuevo. Era verdaderamente Katoteros.

Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo que faltaba. ¿Cómo pudo haberlo pasado por alto?

Sorprendida y asombrada, ella retrocedió para fruncir el ceño ante su pecho. —¿Uri? ¿Dónde
está tu marca de daimon?

Él miró hacia donde su mano descansaba sobre su corazón. —Ya no soy un daimon. Fui...
arreglado. —No era exactamente la palabra correcta, pero no podía pensar en ninguna mejor para
usar—. Hace mucho tiempo.

—¿Eres humano?

—No. Soy algo así como único.

—¿Pero no te alimentas de almas?

—O sangre.

Ella dejó escapar una peculiar risa. —¿Comes comida?

—Si.
Sus ojos se volvieron cálidos y adorables. —Oh, cómo me hubiera gustaría haber estado allí la
primera vez que comiste para poder ver tu rostro.

—No te perdiste de mucho. Aparte de muchas maldiciones que siguieron a las mordidas de mi
lengua.

Xyn se rió de verdad ante la imagen que tenía de él tratando de descubrir cómo masticar
cuando nunca lo había hecho antes. —Mi Urian.

—Ese soy yo. Siempre cerebralmente dañado.

—No. Definitivamente no. —Ella lo besó, deleitándose ante el milagro que era su daimon—.
Simplemente podría comerte.

—Estoy a tu disposición.

Ella sacudió la cabeza ante estas palabras mientras mordisqueaba su cuello. Él dejó escapar tal
sonido de placer que honestamente la sobresaltó. —¿Estás bien?

Él aspiró bruscamente el aliento entre los dientes. Luego tomó su cabeza entre sus manos. —
Depende. ¿La verdad va a ser que se te enfríes o que te excites?

—¿A qué te refieres?

Su mirada la quemó mientras hundía su mano en su cabello. —No he estado con nadie en
mucho tiempo, Xyn. Mi corazón se rompió demasiado.

Su mirada cayó sobre el tatuaje en su brazo donde llevaba las lágrimas negras que marcaban
el fallecimiento de sus seres queridos. Era algo que todos los daimons hacían para honrar y recordar
a quienes habían perdido.

Bajando la cabeza, ella besó su marca. —¿Quieres que me vaya?

—¡No!

Ella sonrió, luego mordisqueó su barbilla.

Urian gimió mientras ella deslizaba su mano hacia abajo para tocar su miembro. Sintió sus
poderes surgir a través de él. Oh sí, esto era el placer más increíble. Había pasado tanto tiempo
desde que alguien más lo había tocado, que él había olvidado cómo se sentía.

Capturando sus labios, él presionó sus caderas más cerca de las suyas.

Ella dio un bajo silbido de apreciación cuando lo tomó en su mano. Entonces ella trazó una
línea hasta su tatuaje del símbolo en el escudo de su padre. —¿Cambiaste esto también?

Él asintió. —Hice que se pareciera más al de mi padre.

—¿Stryker?

Riendo, él negó con la cabeza. —Te has perdido de mucho. Soy el hijo de Styxx, no de
Stryker. Stryker y yo estamos en guerra. Pero no quiero hablar de odio... no cuando estoy contigo.
Y menos aún cuando ella le dirigió esa mirada allí mismo, que lo abrasó hasta el centro de su
alma.

Xyn pasó su mirada hambrienta sobre su cuerpo leonado. Cada músculo era un estudio de
fibrosa gracia y perfección. Todo hombre y todo caliente. Su pecho estaba espolvoreado por pelos
dorados. No demasiado gruesos, solo lo suficiente para ser masculino y atractivo. Dioses, cómo
había extrañado tocar a un hombre y estar cerca de uno como éste.

Urian siempre la había tocado de una manera que nadie lo había hecho, y no solo físicamente.
Emocionalmente. Una parte de ella todavía era tímida al tocarlo, por temor a que los poderes de su
dragón se desataran y lo quemaran, pero, su otra parte, estaba desesperada por ser sostenida. Solo
por un pequeño momento.

—No te gustan las personas falsas, ¿verdad?

Él estrechó su mirada hacia ella. —¿Estás leyendo mi mente?

—No. Es estrictamente por lo que has dicho. Te lo dije, nunca he podido leer tus
pensamientos y no sé por qué.

Lo que era tan extraño, porque ella normalmente podía leer los de los demás. Urian siempre
había sido diferente.

Él le dio una sonrisa arrogante. —No se necesita mucho para leerlos en este momento, —le
dio una mirada ardiente una vez más.

Xyn se rió hasta que metió sus dedos en la parte de ella que más lo ansiaba.

Urian la miró fijamente. Una luz perversa apareció en sus ojos mientras besaba un camino a lo
largo de su cuerpo. Hizo una pausa para lamer sus pechos. Cintas de ardiente placer la quemaron
mientras sus dedos seguían bromeando, jugueteando y profundizando dentro de ella.

Luego, muy lentamente, continuó hacia el sur, hasta que reemplazó su mano con sus labios.

Xyn arqueó su espalda mientras su cuerpo se contraía y dolía en respuesta a su toque


magistral. Antes de que pudiera respirar de nuevo, su cuerpo se hizo añicos mientras uno de los
orgasmos más intensos de su vida la reclamaba.

Aún así, él continuó complaciéndola hasta que exprimió otro de su espasmódico cuerpo. Ella
hundió su mano en su suave cabello, tirando de él mientras él continuaba provocándola, una y otra
vez.

Urian gruñó por lo bien que sabía. Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que
tuvo a una mujer. Demonios, últimamente él había tenido tan poco interés en ellas que había
comenzado a temer estar roto. Pero no hubo inhibiciones ni vacilaciones con ella, aunque debería
tenerlas en abundancia.

Ellos realmente necesitaban estar enfocados en otras cosas en este momento. Pero a él le
importaba una mierda. Déjalos morir y que el mundo se acabe. No le importaba. Él la necesitaba
más que a cualquier otra cosa.
Incapaz de soportarlo más, se apartó de ella. Él levantó sus caderas y se condujo
profundamente dentro de su cuerpo.

Ella gritó su nombre.

Sonriendo, empujó contra ella, buscando consuelo en su cálida suavidad.

Xyn apretó su puño en el suave cabello blanco de Urian, mientras enterraba su rostro en su
cuello para inhalar el cálido aroma masculino de su piel. Había tanto poder en él, tanta habilidad en
la forma en que la llenaba y la tocaba. Era como si supiera cada forma de extraer tanto placer como
pudiera de cada empuje. Y ser capaz de tenerlo de nuevo así... era increíble.

Por primera vez en siglos, se sintió humana.

—Más duro, bebé, —ronroneó ella en su oído, queriendo que la amara con todo lo que tenía.
Este era el momento más increíble de su vida y cuando él finalmente alcanzó el climax, ella se unió
a él.

Completamente agotada y saciada, se recostó en la cama mientras él todavía estaba dentro de


ella. Con la respiración entrecortada, mantuvo las piernas envueltas alrededor de su cintura,
mientras él la miraba a los ojos y jugaba con su ombligo. —Eso fue increíble.

Él le lanzó una picara sonrisa. —Me alegro de haberte complacido. —Él pasó su mano
alrededor de su seno, trazó la línea de su intrincado tatuaje, luego le dio un ligero apretón mientras
rozaba el pezón endurecido con su pulgar. Una sonrisa curvó sus labios mientras recordaba cuando
ella se había hecho su tatuaje.

Era de una espada negra envuelta en una rosa, por su fuerza. En el fondo se hallaba una mujer
pelirroja parecida a un hada y por encima, tenía un medio dragón levantándose para protegerla y
escudarla.

El dragón se parecía al de su escudo.

Y debajo de las alas del dragón ella había colocado las palabras Soy mujer. Nacida de Dolor.
Escúchame rugir. Hecho para recordarse a sí misma que mientras que nació dragón y era capaz de
violencia extrema y absoluta, también era capaz de misericordia y compasión.

Pero lo que le hizo sonreír fueron las palabras bajando por la espada que se habían añadido
desde la última vez en que la había visto que se encontraba por detrás de la espada. —¿Seguiste mi
consejo?

Levantó la mano de él y se la llevó a los labios para que pudiera mordisquear las puntas de los
dedos. —Sólo porque quería algo que me recordara a ti, y me encanta la forma en que me ves. No
estoy de acuerdo, fíjate. Pero me encanta que pienses en mí de esa forma.

—Es lo que pienso, —y besó las palabras que estaban allí ahora. Soy Invencible. Entonces se
estremeció cuando la lengua de ella se movió entre sus dedos. No sabía por qué, pero generó ternura
dentro de él. Algo protector y aterrador.

Pero entonces ella siempre había generado eso. Era como si el demonio dentro de él quisiera
reclamarla y matar a cualquiera que se le acercara. Cualquiera que la lastimara o incluso que la
mirara erróneamente. Era algo salvaje y poderoso.
Y ella poseía esa parte de él. Siempre lo hizo.

En este momento, sentía como si todo su cuerpo estuviera hecho de chisporroteante


electricidad que necesitaba encenderse y explotar. El sexo con ella siempre había aumentado y
fortalecido sus habilidades psíquicas, pero esto era diferente.

Nunca antes había sentido algo así.

Ella mordisqueó su nudillo. —¿Es esa parte de tu cosa daimon todavía cierta?

—Sí. Todos tenemos un segundo pene oculto dentro de nuestro muslo.

Ella se rió a carcajadas. —¿De dónde vino eso?

—No lo sé. Oyes todo tipo de estupideces saliendo de la boca de los Cazadores Oscuros
cuando te juntas con ellos. Siempre estoy horrorizado y ofendido por alrededor del noventa por
ciento de todo lo que dicen.

Xyn negó con la cabeza. —Quiero decir, ¿todavía puedes durar toda la noche y tener
múltiples orgasmos?

Se presionó más profundo dentro de ella para que pudiera sentir que él ya estaba de nuevo
duro y listo para más. —Oh, sí, señora. El único beneficio definitivamente para mi pueblo. —Lo
que él siempre había asumido que se había hecho como un castigo, o como una forma de garantizar
que ellos pudieran procrear en sus vidas extremadamente cortas.

Ella apretó sus muslos alrededor de él. —¿Me estás diciendo que estás listo?

La besó ligeramente en los labios. —Querida Lady Dragon, estoy listo para continuar hasta
que ninguno de nosotros pueda caminar.

Ella contuvo el aliento bruscamente mientras él provocaba su pezón con la lengua. Oh, se
sentía tan bien. —Tengo la intención de hacerte mantener eso.

—Entonces, lejos de mí decepcionarte...

Xyn acababa de tener su tercer orgasmo cuando un extraño zumbido comenzó. —¿Qué es
eso?

—Espera un segundo, —Urian usó sus poderes para tirar de una cosa peculiar a su mano que
estaba iluminada. Se lo llevó a la oreja—. Oye, pequeño amigo, ¿qué necesitas?

Ese era un tono extraño que nunca antes le había escuchado utilizar.

—Bueno, no. No puedo matar a tu hermano. Puedo darle un buen regaño por tomar tus legos.
¿Qué dijo tu papá?

Xyn se sentó y frunció el ceño mientras trataba de entender su conversación.

—Ya veo. ¿Y el tío Chris?

Cruzando las piernas, ella se mordió el labio ante el perplejo ceño fruncido en su rostro.
—No. ¡No, Erik! No mates a tu hermano. Es posible que necesites dinero para la fianza algún
día y podría no estar disponible para ello, y Phoebe podría aprovechar todo ese incidente del año
pasado por la Barbie contra ti. Sólo cálmate y respira. Las vidas de tus hermanos valen más que un
videojuego, lo prometo. Sé que no parece de esa manera ahora mismo, pero en una hora, lo
superarás.

Ella escuchó a alguien gritar en el otro extremo.

—Sí, vale. Hablaré pronto. Te quiero. —Riendo, bajó el pequeño rectángulo.

—¿Debería preguntar?

Él usó su dedo para deslizar la caja, luego le mostró una fotografía de un niño de cabello
oscuro con una enorme y exagerada sonrisa en su rostro. —Mi sobrino Erik.

—Es adorable.

—Algunos días. —Lo retiró para deslizar de nuevo—. Él estaba a punto de matar a este
pequeño muchacho. —Mostró a un niño de cabello castaño con rasgos similares quien era unos
años más joven—. Tyr.

—¿A cuál de tus hermanos pertenecen?

Todo el humor abandonó su rostro entonces, y una profunda y oscura tristeza se tragó la luz
en sus ojos. La agitación fue tan trágica que hizo que su estómago se tensara.

—¿Urian?

Él volteó a otra imagen. Ésta era de una hermosa niña con el cabello rojizo. —La pequeña
Phoebe.

—Es hermosa.

Urian dejó escapar un suspiro entrecortado. —Pensé que estabas muerta, Xyn.

—Lo sé. No tenías forma de saber lo que había sucedido.

Y entonces ella vio la culpa en sus ojos—. ¿Encontraste a alguien?

Él asintió.

La ira se disparó a través de ella. Por un instante, temió que Urian la hubiera engañado, pero
se contuvo antes de reaccionar. Urian no haría eso. Concedido, ella se había ido por mucho tiempo.
Aún así, integridad como la suya no se desvanecía. Y ella tenía su propia culpa para acarrear,
aunque hubiera sido para ayudar a su familia. No podía imaginar el dolor y la tristeza que Urian
había experimentado durante los siglos que habían estado separados.

Ella lo sabía. Además, él le había dicho que no había estado con nadie. No en mucho tiempo.

—¿Qué pasó?
—Phoebe murió hace catorce años. —Una lágrima se deslizó por el rabillo de su ojo y él
rápidamente la limpió.

Agradecida de que ella no hubiera reaccionado, Xyn lo atrajo hacia ella. —Lo siento mucho.

—Está bien.
No, no lo estaba. No de la forma en que su Urian amaba. Ella lo abrazó y frotó su espalda.

—La madre de los niños es su hermana.

—¿Y los cuidas?

Él asintió. —Le prometí que lo haría.

—¿Qué hay de tus hermanos? ¿Cómo están?

Urian volvió a respirar entrecortadamente. —Ya no están.

—¿Qué? —Ella jadeó en shock.

Él asintió. —Atreus fue el último en caer. Lo perdí en 1962 a causa de un Cazador Oscuro.

Empatizar con su pena hizo que sus ojos se llenaran de lágrimas mientras se apartaba el
cabello de su rostro. —Lo siento mucho.

Él le besó la mano. —Está bien. Somos daimons, ¿verdad? La pérdida es para lo que
nacemos.

—¿Así que has estado solo todo este tiempo?

—Todavía tengo a Davyn, —dijo con una sonrisa. Pero se desvaneció rápidamente—.
Tenemos que conseguir el huevo de tu hermano. Esa es la única esperanza de Davyn para una cura.
Necesito que lo hagas entrar en razón, Xyn. ¿Por favor?

—¿Una cura?

La furia oscureció sus ojos cuando un tic comenzó en su mandíbula. —Apolo envió una plaga
a acabar con los daimons. Sea lo que sea, Davyn la tiene. No puedo perderlo.

—No te dejaré. —Ella lo besó—. Ven. Déjame ir directamente a golpear a mi hermano.

Cuando ella comenzó a levantarse, Urian la detuvo. Ella miró hacia atrás con el ceño
fruncido. —¿Algo va mal?

—Ya no soy un daimon. ¿Recuerdas lo que dijiste?

—Sí recuerdo.
—Bien, porque planeo hacerte cumplir eso.

Sonriendo, Xyn lo observó mientras él conjuraba su ropa y luego le entregaba algunas


parecidas a nada que ella hubiera visto.
—¿Qué es esto?

—Ropa moderna.

Ella arrugó la nariz. —Parece que pica.

—Si, lo hace. Te acostumbrarás. Además, una vez que dejemos este asunto en paz, tengo la
intención de sacarte de eso lo más rápido posible.

Ella arqueó una ceja ante su tono. —Será mejor que haya un 'por favor' en eso.

Él resopló. —Habrá tantas suplicas como necesites, lo prometo. —Él hincó su labio para
probarlo.

Riendo, se puso de puntillas para sostener su labio entre sus dientes. —Eso está mejor.

Xyn tragó saliva cuando Urian se alejó y la sacó de la habitación. Les quedaba mucho por
hablar. Mucho había pasado desde la última vez que lo había visto.

Es curioso cómo las promesas eran tan fáciles de dar.

E increíblemente difíciles de mantener.

Stygian
Sentado en una pequeña mesa redonda en el Café Du Monde en Nueva Orleans, Dikastas
miró hacia arriba desde su café y sus beignets cuando una sombra cayó sobre él y bloqueó su vista
del centro comercial peatonal donde le gustaba ver a los turistas mientras compraban y paseaban
por la concurrida calle.

Era mucho peor de lo que él originalmente había imaginado de una interrupción, algunos
pobres mendigos pidiendo cambio o un idiota molesto pidiendo direcciones.

Una niña Scout vendiendo algunas galletas excesivamente dulces.

Oh no, esas pesadillas serían mucho más preferibles a esta pestilente bestia que trajo consigo
una sensación enfermiza que hizo que Dikastas quedara boquiabierto. De hecho, él no habría estado
más sorprendido o aturdido al encontrar a la propia Apollymi allí de pie, mirándolo con odio.

Él se tragó su bocado del dulce azucarado y tomó un trago de café para limpiar su garganta.
—Apolo... a que debo este... —él buscó una palabra apropiada.

Honor definitivamente no encajaba.

Horror, no realmente.

Inconveniente sería lo más apropiado, pero como Dikastas era el dios atlante de la justicia, la
moderación y el orden, tenía un poco más de tacto que decir eso en voz alta, ya que causaría
conflicto y controversia. Así que lo dejó en blanco para que el dios griego lo interpretara mientras
se limpiaba la boca con una servilleta de papel, luego hizo un gesto hacia la pequeña silla de metal
frente a él.
Apolo aceptó la invitación sin vacilar. —Qué lugar tan peculiar para encontrarte. Realmente
creí que Clotho estaba mintiendo cuando me dijo dónde estabas viviendo estos días.

No debería sorprenderle, dado el hecho de que la gran mayoría de su panteón estaba


actualmente congelado como estatuas bajo el palacio de Acheron en Katoteros, el reino del cielo
atlante. Debido a que Dikastas había tenido el buen sentido de no enojar a Apollymi o cruzarse con
la espada de Styxx, él era uno de los muy pocos que habían sido dejados libres para vagar por la
tierra después de que Styxx, Acheron, Bethany y Apollymi habían luchado salvajemente contra
todos ellos hace algunos años. —¿Y cómo están mis queridas sobrinas medio griegas?

—Inútiles como siempre.

Dikastas no hizo ningún comentario al respecto. Sobre todo, porque estaba de acuerdo en lo
que se refería a las tres Destinos. Con su gran estupidez y acciones precipitadas, accidentalmente
habían condenado a toda la raza atlante y al panteón en un abrir y cerrar de ojos. Palabras de celos
dichas en un momento de miedo contra Acheron habían desplegado devastadoras consecuencias
para todos los demás, especialmente al trío de diosas.

Él se aclaró la garganta y miró a Apolo con frialdad. —Todavía no me has dicho por qué estás
aquí.

Después de todo, no eran amigos, ni siquiera amistosos entre ellos. De hecho, ellos se odiaban
mutuamente con ardiente entusiasmo. Sus panteones habían sido enemigos mortales en esos días. Y
lo único que ambos tenían en común era el cabello rubio.

Literalmente.

E incluso no era del mismo tono. El de Apolo era mucho más dorado y el suyo tendía a
marrón.

—Quiero información.

Dikastas arqueó una ceja. —¿Las Destinos no podían darte lo que querías?

Apolo resopló. —Como he dicho, son básicamente inútiles. Lo que necesito saber es anterior
a su nacimiento por un número de siglos y tiene que ver con Apollymi y Kissare.

Interesante...

Una camarera se acercó para tomar la orden de Apolo.

Él se burló de ella. —¿Parezco como si comiera o bebiera mierda? ¡Vete de aquí, escoria
mortal!

Dikastas suspiró antes esas palabras enojadas. Se suponía que Apolo era un dios de
templanza. —Eso fue innecesario.

—¡Así como hacerme perder tiempo!

Sin embargo, Apolo no tenía ningún problema en entrometerse en su zen y desperdiciar el


suyo. Típico. Pero entonces, Apolo siempre había sido un egoísta.
Todo lo que importaba era su vida y sus deseos.

Todos los demás podían ir a Kalosis y pudrirse.

Recostándose en su silla. Dikastas bebió su café con leche. —Bueno, si eso es lo que buscas,
la persona con la que realmente quieres hablar es Bet, ya que ella tendría más... —dejó la frase sin
terminar cuando Apolo le dirigió una dura mirada y se dio cuenta de la estupidez total de lo que
estaba sugiriendo.

—Ah… —dijo Dikastas con una leve sonrisa—. Supongo que no puedes ir con ella, ¿verdad?
No después de que Apolo hubiera jodido a Bethany no en una, sino en dos vidas separadas. La diosa
atlante de la ira y la guerra no se tomaría amablemente el que Apolo vaya hacia ella, salvo para otra
cosa que no sea un desastre completo.

Seguido por el corte de sus pelotas.

Y el mismo sol se congelaría antes de que ella ayudara al bastardo que había matado a su
amado esposo y la había maldecido para que perdiera a su hijo Urian.

—Ella no había estado allí cuando Apollymi estableció el panteón atlante de todos modos.
Ella aún no había renacido, ¿verdad?

Una vez más, cortesía de la primera traición brutal de Apolo contra ella y su esposo...

Dikastas dejó su taza de café y buscó otra beignet. —Correcto.

Cruzando los brazos sobre su pecho, Apollo acarició su barbilla mientras pensaba acerca de
algo. —Entonces, ¿cómo convenció Archon a la perra frígida de todos los tiempos para casarse y
establecer un panteón con él como su rey para que el pudiera jugar al gobernante?

Dikastas bufó ante su suposición. —Apollymi no es frígida. En eso está el problema. Sus
pasiones son profundas y oscuras. Es despiadada y sanguinaria, pero eso no la enfría. Ella está tan
feroz como un volcán e incluso más rápida en hacer erupción, y mucho más letal cuando llega a su
punto máximo.

—Todavía no has contestado mi pregunta. ¿Por qué él? ¿Por qué entonces?

Dikastas se encogió de hombros. —Sencillo. Alguien le dio a Archon la información de que


Apollymi estaba esperando el regreso de su amado Kissare, y ella confundió al aburrido dios con su
Sephiroth regresando para estar con ella. El espía le dio a Archon la suficiente información para ser
capaz de engañarla haciéndole creer que él era su amante traicionado renacido como un dios. Por
eso ella estuvo de acuerdo en dejarlo gobernar como su rey. Al menos por un tiempo.

—¿Estás seguro de que no estaba?

—Sí. Muchísimo. Kissare amaba a Apollymi. Él dio su vida por ella y por su hijo. No había
nada altruista sobre Archon. Se parecía mucho a ti.

Los ojos de Apolo se estrecharon. Pero él eligió ignorar ese comentario. —¿Con quién estaba
trabajando?
—Nadie lo sabe. Archon se negó a traicionar a su informante. Estaba demasiado agradecido
de ser rey de su propio panteón como para entregar el nombre de alguien que Apollymi
seguramente habría destripado.

Apolo lo consideró durante unos minutos. —¿Kissare alguna vez renació?

—Una vez más, nadie lo sabe. Pero yo diría que seguramente.

—¿Por qué?

—Porque alguien es padre de Acheron. Conociendo a Apollymi como yo y como es ella,


apostaría mi dinero y mi vida de que Kissare fue el padre de sus dos hijos. Si averiguas quien es el
verdadero padre de Acheron descubrirás a quien ama Apollimi.

—¿Crees que todavía está vivo?

Dikastas tomó su taza de café con ambas manos mientras lo consideraba. —Esa sería la
pregunta del día, ¿no es así?

Stygian
Urian gruñó mientras alejaba al dragón bastardo delante de él. ¡Ya estaba harto de las bestias
escamosas!

Xyn se interpuso entre ellos. —¿Algún problema?

El dragón le lanzó una mirada que decía que le gustaría cocinar a un daimon. —No.

Urian se burló. —Sigue caminando, Barney. La casa club está a tu derecha. —Xyn arrugó la
cara ante sus palabras—. ¿Barney?

—Gran bastardo morado. Te vuelve loco por una tonta mentira, como tu amigo allí. —
Sacudió la barbilla hacia el dragón que los abandonaba.

Pasando la mano por el cabello de él, le besó la mejilla. —He echado mucho de menos.

Urian cerró los ojos y saboreó su calor. —Kanis tin zoi mou pio omorfi.

Ella sonrio —Tú también haces mi vida más bella.

Y esa era una de las cosas que más adoraba de ella. Ella en realidad hablaba su lenguaje.

Ella le frotó su estómago de una manera que lo prendía fuego, demasiado cerca de él para su
comodidad. —¿Ya has escuchado de Shadow?

Él sacudió la cabeza. —Nos lo hará saber tan pronto como encuentre más viviendas.

Esa había sido su primera búsqueda al salir de la habitación. Encontrar nuevos hogares para
para sus amigos aquí, ya que ambos sabían que Falcyn no estaría interesado en compartir cuando
sea que regresara.
Hablando de...

Escucharon un repentino fuerte bramido y su hermano y Medea regresaron.

—¡Tiempos divertidos! —Dijo Xyn con una sonrisa demasiado exagerada. —Vamos a
atormentar al gran hombre ¿te parece?

Riendo, la siguió.

Fiel a sus palabras, se encontró con Falcyn con una sonrisa encantadora y una gracia que solo
ella podría hacer. —¿Te gustan las nuevas decoraciones? ¿Dragones de pared a pared?

La mueca en el rostro de su hermano dijo que no apreciaba su intento de humor. —Ja. Te odio
tanto.

Xyn tomó su irritabilidad con calma. —Ah, no estás engañando a nadie. Sé que me extrañaste.

Falcyn le hizo una mueca de disgusto. —Eres como una hemorroide sangrante.

Urian cruzó los brazos sobre su pecho. Si bien no apreciaba el tono, solo se mantendría al
margen por respeto debido al hecho de que entendía las discusiones entre hermanos. No había
malicia que respaldara esas palabras. Si alguien más le hubiera hablado así a Xyn, les habría cortado
su garganta.

Y si Falcyn hubiera herido sus sentimientos, se habrían ido a los golpes. Sin embargo,
siempre y cuando ella siguiera riendo, él se comportaría.

Falcyin hizo una mueca. —Entonces, ¿qué planeas hacer con todas estas bestias, Xyn? No
planeo dejar que se muden, ¿sabes? Definitivamente no estoy cómodo con ellos aquí.

Xyn sonrió con adoración. —¿Por qué no? Es bastante acogedor, ¿no te parece? Ese rosa
realmente va bien con la decoración. Y evitaría que te sientas solo. —Ella bateó las pestañas
juguetonamente.

Le tomó mucho de su fuerza no doblarse de la risa.

Falcyn dejó escapar un sonido de supremo disgusto. —Tú sabes por qué. Y no empieces
conmigo. Como dice el viejo dicho, la puerta está en la pared.

Ella resopló como un caballo. —Oh, relájate, vieja bestia. No están planeando quedarse, de
todos modos. Solo estamos jugando contigo.

Su alivio fue tangible.

Xyn se encontró con la mirada de Medea y sacudió la cabeza. —¿Cómo lo aguantas?

—Creo que es muy gracioso.

Ella le dio un golpe en el estómago a Falcyn. —Este es para quedárselo, hermano. Y tu mejor
no la dejes ir.
Urian acababa de ir para ayudar a uno de los dragones que tenía problemas con sus alas
cuando una luz se atenuó cerca de ellas.

El dragón se tensó.

—Tranquilo. Solo es Shadow que regresa. —Él reconocería ese aumento de poder en
cualquier parte.

Efectivamente, Shadow apareció en la habitación, cerca de Xyn.

Inclinando su cabeza hacia Falcyn, se acercó a Xyn y Shadow.

—¿Tuviste suerte?

Shadow asintió. —Sí. Tengo unos cuantos más dispuestos a albergar dragones.

Falcyn dejó escapar un suspiro audible. —Shadow... eres mi hombre.

Shadow dejó escapar una risa nerviosa. —¿Desde cuándo?

—Desde que te salvé el trasero. ¿Cómo te sientes?

—Como si me hubieran dado una paliza... Y de nada.

Cruzando los brazos sobre su pecho, la expresión en el rostro de Falcyn decía que esas
palabras lo irritaban. Sin embargo, el brillo en sus ojos traicionó su diversión. —¿Cómo ha fallado
Varian en destriparte todos estos siglos?

—No por falta de esfuerzo por su parte, te lo aseguro. Solo soy más rápido que él.

Falcyn negó con la cabeza. —De todos modos, me alegro de verte de nuevo sobre tus pies.

—Me alegro de estar de vuelta sobre mis pies. Especialmente sin Varian flotando sobre mí
como una gran madre peluda. Y oí que te hiciste amigo con hermanito Lombrey.

—Sí, puedes quedarte con él.

—Hmmm, todos me siguen diciendo eso. En realidad no es tan malo. Consíguele alcohol y
mujeres y podrás tener cinco o diez minutos de paz antes de que vuelva a molestarte.

Falcyn hizo una mueca de disgusto. —Así que ese es tu secreto.

—Básicamente. Me parece que funciona en la mayoría de las personas.

Falcyn se rió. —¿Y por qué creo que hay algo más que eso?

—Una vez más, no es tan malo. Sólo tienes que entender de dónde viene. Todos somos
criaturas del infierno que nos dio a luz. ¿Acaso no lo somos?

—Cierto. —Falcyn retrocedió cuando uno de los dragones se acercó a ellos—. ¿Están los
santuarios listos? —Le preguntó a Shadow.
Shadow asintió. —Están siendo preparados.

—Gracias.

—Nuestro placer.

Él le dio un beso en la mejilla a Xyn y Falcyn se volvió hacia Shadow. —¿Puedo pedir un
favor?

—¿Darte un tiro en la cabeza? Seguro.

Falcyn rodo los ojos e ignoró el comentario. —¿Puedes volver a hacerme entrar, cerca de mi
hijo?

Shadow hizo un sonido realmente espectacular de incredulidad burlona. —¿Y qué nivel de
estupidez especial has logrado dragón? Sé que recibiste un golpe significativo en la cabeza, pero no
me di cuenta de que tuvieras daño cerebral. ¿Deberíamos conseguirte una tomografía? ¿O llevarte al
veterinario?

—Ja ja ja. Y lo digo en serio.

—Sí... yo también. De hecho, me gusta tener mis bolas como parte de mi cuerpo. Si bien no
las uso tanto como me gustaría, aún sigo prefiriendo el sentimiento cómodo de tenerlas allí a la
alternativa de verlas un frasco en mi escritorio.
—Entonces me ayudarás o ya sé a qué atacar.

La mandíbula de Shadow comenzó a temblar. —Realmente te odio, dragón... Bien. Pero si te


atrapan, no te conozco. Nunca te vi y no tengo idea de cómo llegaste allí. Y voy a enviar a Lombrey
para que te rescate o te mate, cualquiera que sea su elección.

—¿Cómo has podido vivir tanto tiempo sin que nadie te matara, de nuevo?

—Te lo dije, soy rápido con mis pies. —Sombra suspiró—. ¿Así que cuando quieres partir
hacia tu suicidio?

Falcyn miró alrededor de su abarrotada casa. —Ahora sería un buen momento. Va a evitar
que me vuelva loco por mi MCS.

Xyn frunció el ceño —¿MCS?

—Madriguera Comunal Superpoblada. —Él señaló al grupo—. Deshazte de eso mientras me


voy.

Ella rodo los ojos ante su hermano. —Ugh, bebe grande. ¡Nunca aprendiste a compartir!

—Oh, eso no es cierto. Aprendí a compartir el dolor y la miseria desde el principio.

—No, no. Aprendiste a dar dolor y miseria. Gran diferencia. Ser un transportista y repartidor
no es lo mismo que compartir, m'gios. No confundas esos términos.

—¿Estás decidido a molestarme, verdad?


Xyn sonrió. —Siempre. ¿Estás contento ahora que me despertaste?

—Estoy pensando que debería haber pasado por alto tu estatua, —Falcyn gruñó desde el
fondo de su garganta—. ¡Blaise! ¿Por qué despertamos a Xyn de nuevo?

—¡La extrañaste! — Gritó a través de la habitación.

—¡Mentí!

Xyn lo empujó hacia Shadow. —Ve y llevalo antes de que tenga una crisis nerviosa. O lo
mataré.

Medea se rió. —Vamos, libélula.

Urian se acercó a Xyn mientras se iban. —¿Debí haberme ido?

—Nah. Estarán bien Además, me gusta tenerte aquí.

A él le gustaba estar aquí con ella. Durante demasiado tiempo había estado solo.

Xyn observó cómo Urian iba a ayudar a los más jóvenes, y su corazón se rompió por él. Tenía
tanta culpa por lo que había hecho. Al ayudar a sus hermanos, ella lo había abandonado.

Odiaba los años que les habían sido robados. Maldito fuera Apolo por esto.
De alguna manera ella iba a compensar a Urian.

Y hacer pagar a Apolo con intereses.

Stygian
Apolo se quedó helado al ver que Morgana se acercaba a su trono. Su cabello estaba
chamuscado, su vestido rasgado y sucio. —Te ves un poco peor por el desgaste, amor.

Ella realmente le disparó una ráfaga. —¡Bastardo!

Él arqueó una ceja hacia ella. —El temperamento, el temperamento. Ten cuidado con eso, no
sea que me ofenda.

—¡Oféndete todo que quieras! ¿Qué le pasó al dragón que me prometiste?

—Paciencia. El juego no ha terminado. Solo un ligero reinicio en el tablero.

Ella frunció el ceño. —¿A qué te refieres?

Él dejó escapar un largo y cansado suspiro. —Olvido que no eres un dios. Jugar con la vida de
las personas no es algo con lo que hayas tenido mucha experiencia. A veces tienes que dejar que las
cosas sigan su curso.

—¿Y eso que significa? —Repitió ella.


—Significa que los buenos tenían a todos los dragones... ahora no. Y Urian contiene la sangre
de Apollymi, Bet, Set y Acheron...

Morgana contuvo el aliento cuando finalmente entendió. —Él es la clave para destruirlos a
todos.

—¿Lo es? ¿Y sabes lo que acabamos de descubrir?

Una lenta sonrisa curvó sus labios. —La fuente de su ruina.

Apolo asintió lentamente. Con Phoebe bajo su control, no necesitaba encontrar al padre de
Acheron. Tenía algo aún mejor a su disposición.

El castigo de Acheron.

Porque esa era la belleza de ser un dios de la profecía. Él conocía el futuro.

El destino final del mundo... de toda la humanidad, y no estaba realmente en manos de


Acheron o incluso de Apollymi.

Estaba en el linaje de la familia de Urian.

Y ahora estaba en el suyo.


28 de octubre, 2017
Medea había temido este momento durante días. Pero era algo que tenía que ser hecho y ella
no quería que Urian lo descubriera por su cuenta. Mejor que las noticias proviniesen de alguien a
quien él amaba y no que se las arrojaran por accidente.

Cómo había permitido que Falcyn la convenciera de hacer esto en el palacio de Acheron en
Katoteros, no tenía idea. Ella definitivamente amaba a la bestia. Solo eso podía explicar este nivel
de locura.

Pero al final, él estaba en lo correcto. Era mejor que Urian estuviera cómodo y rodeado de su
familia cuando descubriera la verdad, en lugar de ser pillado por sorpresa y estar rodeado de
extraños. Eso no sería un buen augurio para nadie.

Aun así...

Esto era estresante. El enorme palacio de mármol era impresionante, como uno esperaría que
fuera el hogar de antiguos dioses. Fue construido para impresionar, y ella definitivamente no era
inmune a su austeridad.

El trono de Acheron estaba colocado a su derecha, sobre un estrado enorme, donde varias
pequeñas criaturas parecidas a dragones estaban en ese momento, acurrucadas alrededor y
durmiendo la siesta con los dos hijos de Acheron. Por la forma en que las criaturas estaban
entrelazadas, ella ni siquiera estaba segura cuántos de ellas había.

Simi y su hermana charonte estaban sobre el suelo a su izquierda, observando algún canal de
red de compras en un monitor extremadamente enorme que estaba montado en la pared, a su
izquierda. Completamente satisfechas, ellas estaban comiendo palomitas de maíz empapadas en
salsa barbacoa de un tazón compartido, que estaba posado entre ellas, mientras que el mayordomo
de Acheron, Alexion, y su esposa, Danger, lo mantenían siempre lleno.

El padre de Urian, Styxx, se encontró con ella y Falcyn en la puerta. Con un poco más de dos
metros de altura, él era una bestia impresionantemente hermosa. Vestido con una camisa azul casual
abotonada y pantalones vaqueros, estaba muy lejos del estilo gótico preferido de Ash. —Sí, lo
sabemos. Pero las mantiene fuera de problemas y les impide poner cuernos en las cabezas de los
bebés.

Medea se rió al ver que la madre biológica de Urian, Bethany, estaba sosteniendo a su hijo
menor en sus brazos y arrullando al niño. —Así que este es el pequeño Aricles del que tanto oigo
hablar por su hermano mayor, Urian.

Con sus rizos negros en espiral retirados de su cara en una cola de caballo, Bethany le frotó la
espalda a su hijo. Su piel de caramelo era impecable sobre sus pronunciadas y cinceladas facciones.
—¿Te gustaría sostenerlo?

—Podría quedármelo si lo hago.

Ari sonrió mientras la miraba. —¿Mimi?

Completamente conmovida, Medea lo tomó y se perdió en el momento en que él envolvió su


cuello con los brazos, y la abrazó con un vertiginoso chillido y un brinco. Había pasado tanto
tiempo desde la última vez que ella sostuvo a un bebé, que había olvidado lo maravilloso que era
sentir ese cariño sin límites.

Esa era la parte más difícil de estar cerca de los daimons; ellos no podían tener niños. Sólo los
apolitas podían.

Falcyn acarició su cabello con una mano. —¿Estás bien?

Ella asintió. —Sin embargo, tú estás jodido. Te lo advierto. Quiero un montón de estos de
nuevo.

Él arrugó la nariz cuando Aricles apretó el dedo de Falcyn y lo mordió. —No lo sé. Es algo
apestoso y está goteando por ambos extremos.

Bethany se echó a reír. —No te molesta cuando es el tuyo quien huele de esa forma.

—Si tú lo dices, —se encontró con la mirada de Styxx dubitativamente.

Styxx se aclaró la garganta. —Estoy de acuerdo con Beth. Totalmente.

—Eso es porque mi hermano no es un tonto. —Acheron llegó y palmeó sus manos sobre los
hombros de Styxx.

Medea se congeló al verlos juntos. Aunque ella sabía que ambos eran idénticos, excepto por
su color de ojos y de cabello, y eso solo porque Acheron se lo teñía de negro y rojo, aun así, era
sorprendente verlos codo a codo de esta forma.

Si los dos se pusieran de acuerdo, realmente no habría manera de diferenciarlos.

Escalofriante.

—Queridos dioses, ¿quién ha muerto?

Todos se congelaron cuando Urian entró en la habitación para encontrarlos allí reunidos.

—Por favor, díganme que es Stryker. —No se podía ignorar el tono esperanzador en la voz de
Urian.

—No es gracioso. —Medea le devolvió a Aricles a Bethany, mientras se preparaba para lo


último que quería hacer. Cómo demonios iba a decirle a Urian acerca de Phoebe...

Ahora ella deseaba haber aceptado la oferta de Davyn de estar aquí para esta confrontación.
Sin embargo ella no era una cobarde y Urian era su hermano.

Puedo hacer esto.

Falcyn puso su mano sobre su hombro para hacerle saber que él estaba con ella. Ella tomó
consuelo de su presencia. Y, respirando profundamente, se preparó para lo que iba a ser una
reacción horrible.

Realmente mala.
—Hay algo que necesito decirte, Urian. Algo que no vas a creer.

—¿He ganado la lotería?

Ella rodo los ojos ante su inapropiado y extremadamente irritante humor. —No. Es sobre
Phoebe.

El color se desvaneció de sus mejillas. Cuando habló, su tono era frágil. —¿Qué hay acerca de
ella?

No había una manera fácil de hacer esto. Así que ella decidió simplemente sacar la bandita tan
rápido y misericordiosamente como fuera posible. —Stryker no la mató esa noche. Ella aún está
viva.
Ahh, eso sonaba duro incluso para sus propios oídos. Ella podría patear su propio trasero.

Delicadeza, tu nombre no es Medea.

Él se tambaleó hacia los brazos de su padre y se habría caído si Styxx no hubiera estado allí.
—¿Qué?

—Respira. —Styxx susurró en su oído—. Te tengo.

Urian negó con la cabeza. —No es posible.

Lo siento, hermano.

Pero ella tenía que ser fuerte para él. Y ahora no tenía otra opción, más que llevar a cabo esto.
—Tanto Davyn como yo la vimos. Está viva, Urian. Solo que no es la misma.

La cabeza de Urian giraba por las emociones que se turnaron para asaltarlo. Incredulidad.
Enfado. Dolor. Traición. Ni siquiera podía decidirse por una. Tan pronto como creía tener una
emoción, se hundía en otra.

Él fulminó con la mirada a Acheron. —¿Lo sabías?

—Lo juro por la vida de mi madre, no tenía ni idea. Ella no es humana, así que no puedo ver
su destino. Está más allá de mis poderes. Si lo hubiera sabido, te lo habría dicho.

Urian parpadeó y volvió a parpadear mientras él lentamente digería sus noticias. —¿Stryker lo
sabía?

Ella asintió débilmente.

Por supuesto que el bastardo lo sabía. ¿Por qué pensaría lo contrario? —¿Por qué no me lo
dijo?

—Él no quería que te sintieras culpable por lo que en ella se ha convertido. Por lo que hizo.

¿Qué? Él le frunció el ceño. —¿Qué hizo ella?

Medea miró hacia otro lado como si no pudiera soportar decirle esa parte. —Se convirtió en
trelos, Uri. Ella atacó la comuna donde la habías alojado.
No. Se lo habrían dicho.

Ella estaba mintiendo.

Miró a la única persona que lo sabría. —Ash... si esto es cierto, ¿hay alguna manera de traerla
de vuelta?

Acheron negó con la cabeza. —No que yo sepa. Pero soy un dios del destino. No de las
almas. —Miró a la esposa de Styxx.

Ella sacudió su cabeza. —De la ira, la guerra, la miseria y la caza. Si necesitas a alguien
cazado y asesinado con extremo cuidado, soy tu chica. Pero nunca estuve en cargo de las almas. Lo
siento.

Falcyn suspiró. —Y yo también soy un dios de la guerra. Que montón de inútiles somos
nosotros.

—Aunque...

Ellos se giraron para mirar a Acheron.

Ash se mordió el labio mientras consideraba algo. —Es una posibilidad remota. Me refiero a
que es la posibilidad de todos los tiempos.

—¿Qué? —Urian se alejó de su padre.

—Tal vez conozca a alguien que pueda ayudar con esto... Xander —Urian consideró eso.
Xander era un Cazador Oscuro actualmente ubicado en Nueva Orleans. En parte hechicero, era uno
de los poderes más oscuros. Tanto así que Artemisa solo había obtenido una parte de su alma.

—¿Quién es él? —Preguntó Medea.

Acheron suspiró. —Se ocupa de las transmutaciones y es el único no-demonio que conozco
que puede negociar con Jaden y Thorn. Si alguien puede ayudarte, él sería tu mejor apuesta.

Medea parecía esperanzada. —¿Crees que lo hará?

Ash dejó escapar una risa nerviosa. —No lo sé. Es un hijo de perra traicionero. Pero sí tiene
una debilidad.

—¿Y esa es?

Urian ya la sabía antes de que Ash hablara.

—Brynna Addams y Kit Baughy. Pueden convencerlo de la mayoría de las cosas. Tal vez,
solo tal vez, puedan convencerlo de esto.

Y si ellas no lo convencían, Urian lo arrastraría y le patearía el trasero.

Al menos ese fue su pensamiento hasta que se volvió y vio a Xyn de pie en el pasillo que
conducía a su habitación donde ellos habían estado cuando llegó Medea.
En el instante en que su mirada se encontró con la de ella, supo que había oído cada palabra
de este problema.

Y el dolor en sus ojos lo golpeó como un mazo en la ingle. ¿Qué demonios, Destinos?
¿Estaban aburridas, perras? Durante la mayor parte de su vida, él había estado amargamente solo.

En su vida solo había tenido dos mujeres a las que había amado realmente.

¿Cómo podía elegir entre ellas?

Destrozado y aterrorizado, se dirigió hacia ella. Ella retrocedió de vuelta hacia las sombras.

Urian corrió tras ella, rogando que ella no usara sus poderes para desaparecer. Si ella corría, él
no sería capaz de rastrearla — ¿Xyn?

Afortunadamente, ella se detuvo y se volvió para mirarlo. —Deberías ir con ella.

Él escuchó las lágrimas en su voz. —Háblame.

—No quieres que te hable, Uri. Soy una drakomai. En el estado de ánimo en el que estoy,
podría lastimarte. —Sus ojos destellaron a su forma serpentina de dragón—. Sé que esto no es tu
culpa. Que no lo sabías. Pero al dragón que hay en mí no le importa. —Su respiración se volvió
irregular—. Esto era por lo que no podíamos estar juntos cuando tú eras un daimon. Porque lo que
vive dentro de mí es tan peligroso como el demonio que hay en ti. Y ese no comparte. Eres
demasiado importante para mí, y un dragón matará lo que ama antes que compartirlo. No somos
criaturas altruistas. —Su piel se estaba convirtiendo en escamas.

Urian tomó su rostro entre sus manos y la besó.

En el momento en que lo hizo, ella se calmó y dejó de convertirse. Las lágrimas nadaban en
sus ojos.

—Tú eres mi primer amor, Sarraxyn. Mi mejor amiga.

—Y Phoebe posee tu corazón. No creas que no he oído hablar a los demás sobre eso. Cómo la
has añorado.

Él hizo una mueca. —¿Crees que yo no te lloré también? ¿De la misma forma? Pregúntale a
Davyn. —Miró hacia la sala del trono—. Ellos no hablan de eso porque no estaban allí cuando
desapareciste. Davyn sí. Mis hermanos lo estaban. Fue lo mismo cuando te fuiste. ¡Fui una cáscara
vacía durante un siglo!

—Sí, y me dices que lo superaste en los brazos de otra...

—Eso no es lo que estoy diciendo. Dios, Xyn, por favor ten piedad. Si Phoebe es trelos, yo
soy el culpable de ello. Piensa en cómo me siento. Yo le hice esto a ella. Yo la maté.

—Entonces vamos a resolver esto.

Eso lo sorprendió. —¿Me ayudarás?


—No. Voy a patearte el trasero por meterte en este lío. Ella lo miró, luego besó sus labios con
ternura—. ¿Por qué te amo? ¡Me vuelves tan loca!

—S’a…

—¡No! —Ella acalló sus palabras bruscamente—. Ni siquiera digas eso hasta que tengamos a
Phoebe. Y esto... —señaló a su propio cuerpo—, está fuera de los límites, amigo. Te vas a cocinar
en tus jugos. ¡Y será mejor que agradezcas de que no esté agregando fuego al hervidor!

Era un bastardo enfermo por encontrarla divertida. Si alguien más le hablara así, incluso
Acheron, él tendría su trasero en una bandeja. —Sí, señora.

Sus ojos verdes destellaron con fuego esmeralda. —Será mejor que estés muy malditamente
agradecido de tener el mejor trasero que he visto en cualquier hombre.

—¿Me estás acosando sexualmente?

—Y más vale que te alegres de que lo esté, porque eso es lo más parecido al sexo que tendrás
hasta que resolvamos este asunto.

Alguien se aclaró la garganta.

Urian miró por encima de su hombro para encontrar a su padre parado allí con el ceño
fruncido.

—Bueno, supongo que eso responde a mi pregunta sobre si estás bien. De la forma en que te
fuiste, estaba preocupado. Puedo ver que no había necesidad.

Urian se encogió. —Esta no era la forma en que quería que ustedes dos se conocieran. —
Aclarando su garganta, se hizo a un lado para que su padre pudiera ver a Sarraxyn, quien estaba
vestida con un par de jeans y una camiseta negra ajustada. Su largo cabello rojo era una masa de
gruesos rizos colgando de su cintura—. Xyn, este es mi padre, Styxx.

—Es un honor, señor. —Ella le tendió la mano.

—Igualmente. —El brillo divertido en los ojos de su padre se oscureció cuando él dio vuelta
su mano y examinó el tatuaje en el interior de su antebrazo justo por encima de su muñeca. Era una
marca de dragón similar a la que tenía Falcyn, pero diferente.

—¿Eres un were-hunter?

—Por favor no me insulte. Soy drakomai. Mucho más vieja que ellos.

—¿Estás relacionada con Falcyn?

—Todos estamos relacionados. Lilith es mi madre. Helios es mi padre.

Los ojos de Urian se ensancharon ante un hecho que no conocía. —¿El Titán?

Ella asintió. —Sin embargo, no nos hablamos. Tuvimos una pelea hace mucho tiempo. No fui
tan afortunada como Urian cuando se trata de mi padre. Estuve desafortunadamente atascada con
solo un pene.
Sorprendido, Urian sintió caer su mandíbula, pero afortunadamente su padre se rió de sus
palabras.

Él le dio una palmada a Urian en el brazo. —La adoro. Confía en mí, tu madre le dijo algo
mucho más impactante a mi padre cuando lo conoció. Y al menos ninguno de ustedes estaba
desnudo cuando me conocieron.

—¿Disculpa? —Urian frunció el ceño ante esa rareza.

—Pregúntale a tu abuelo sobre el día en que nos conocimos. —Y con eso caminó de vuelta
hacia los demás.

—No estoy seguro de querer hacerlo. —Se volvió hacia Xyn—. ¿O sí?

Xyn dejó escapar un largo y cansado suspiro mientras miraba a esos rasgos perfectamente
esculpidos que ella siempre había pensado que eran idénticos a los de Stryker. Sin embargo, ahora
que había conocido a Styxx, se dio cuenta de que Urian se parecía mucho más a su verdadero padre.
—Probablemente no.

Irritada, y dividida entre querer abofetearlo y abrazarlo, ella levantó la mano para pasarla por
su cabello. Luego ella le dio un tirón. —¿Por qué mi relación contigo tiene que ser tan complicada?

—¿Qué puedo decir? Los dioses me odian.

—En efecto. Un daimon obligado a trabajar con los Cazadores Oscuros... si eso no es odio, no
sé lo que es.

Stygian
Xyn no tenía idea de cuán ciertas probarían ser esas palabras hasta poco tiempo después,
cuando ellos llamaron a la puerta de una casucha de un peculiar púrpura oscuro, en el corazón del
Barrio Francés. Abanicándose con sus manos, dejó escapar una profunda respiración para ayudarse
a aliviar el feroz y opresivo calor. —¿No se supone que aquí se está en invierno?

Urian se echó a reír. —Bienvenida a una de las infames olas de calor de Nueva Orleans. Si no
te gusta el clima, espera un minuto.

—¿Eh?

Él le guiñó un ojo. —Quiero decir por lo rápido que cambia. Como una adolescente de
Geminis96 bebiendo Red Bull en una fiesta partidaria.

Esa referencia era completamente inentendible para ella.

Ash sacudió la cabeza antes de llamar a la puerta.

96
Aquí hace referencia a que, según algunas fuentes, los adolescentes del signo Geminis son los más tranquilos del
Zodiaco, algo que puede cambiar bajo la influencia de alguna sustancia, en este caso, de las bebidas energéticas; como
se dice arriba. De ahí viene el juego de palabras que la autora intenta hacer, el cual se pierde al traducirlo al español.
Un instante después, ésta se abrió por su propia cuenta. La mayoría de la gente podría pensar
que era extraño o espeluznante, pero donde ellos vivían, era parte del plato, era algo normal.

Ash retrocedió para que Urian fuera primero. —Entrez97.

Urian se rió de la invitación de Acheron. —Um, sí, no lo creo. El primer daimon en la puerta
suele ser estacado. ¿Cómo crees que he vivido tanto tiempo? No estoy a punto de entrar a la casa de
un Cazador Oscuro sin ser invitado. —Golpeó a Ash en el brazo—. Solo porque puedas, no
significa que debas. —Él chasqueó con su lengua hacia él.

Ash lucía menos que divertido. —No me hagas arrancar tu esófago y golpearte con él.

—Esa amenaza tendría más peso, tío, si ahora no estuviéramos relacionados. —Urian le
sonrió—. Après-vous98.

Ash le pasó una sonrisita a Xyn. —Dime algo. ¿Es o fue alguna vez, dulce y adorable?

Ella se encogió de hombros. —Sólo después del sexo.

Con un estremecimiento visible, Ash abrió el camino. —Oh, no quiero saber de eso. —Luego
en voz baja, dijo—, no es de extrañar que ustedes dos se lleven bien. ¡Jesús!

Riendo, Urian tomó a Xyn en sus brazos y la puso delante de él.

—¿Qué estás haciendo?

—Igualdad, mi dama dragón. Eres mi escudo de carne porque sé que el Cazador no puede
hacerte daño. —Éll besó la parte de atrás de su cabeza juguetonamente mientras la puerta detrás de
ellos se cerró de golpe con un espeluznante ruido sordo.

Xyn estaría ofendida, sino fuera que conocía mejor a Urian. Si algo sucediera, él sería el
primero en intercambiar su vida por la de ella. —Umm hmm, daimon. Sigue hablando. Te arrojaré
fuera a la luz del día.

—Ya no es una amenaza. El tío Ash me hizo a “prueba del día”.

—¿De verdad?

—Sí, lo hice. Lo estoy lamentando ahora. Debería haber freído crujientemente su trasero antes
de haber liberado a mi hermano de su cautiverio y haber descubierto que la madre de Urian es una
diosa igual de poderosa, quien realmente lo quiere. —Como si fuera guiado por algo invisible, Ash
se dirigió por el estrecho pasillo que conducía a lo largo de la casa, hasta el cuarto de atrás, a la
izquierda, en el primer piso.

Siguiéndolo, Xyn pasó su dedo por el empapelado aterciopelado de color borgoña oscuro.
Nunca antes había visto un lugar decorado de esta forma.

—El estilo se llama victoriano y brocado99. —Urian señaló hacia el candelabro negro sobre
sus cabezas, que colgaba en la escalera principal—. Ellos tienen una fascinación mórbida con lo
oculto, de ahí los cristales azabaches. Dormiste a través de muchos cambios.
97
Entrar en francés.
98
Después de ti en francés.
De hecho, lo hizo.

Ash golpeó tres veces la puerta, y se abrió por sí sola, justo como lo hizo la del frente.

—No es de noche, Antigua Maravilla. —La voz con acento grave vino del centro de una cama
con dosel de cuatro postes, que tenía cortinas gruesas de color borgoña cerradas alrededor—. ¿Por
qué estás aquí Ash, y trayendo nada menos que amigos?

Xyn podía sentir los poderes del hombre. Muy pocos tenían su esencia. Ésta era más similar a
la de Shadow que a la de Acheron o Urian o incluso a la de ella.

Nacidos de forma poco natural.

Estos habían sido heredados después de su nacimiento, y perfeccionados con precisión por
años de práctica. Aún así, debajo de ellos, ella sintió que algunos habían sido robados.

¿Quién era este hombre?

—Lamento molestar, Xander, pero necesitamos tu experiencia.

Él dejó escapar un suave gruñido antes de abrir las cortinas. Sólo que él no las tocó. Igual que
con las puertas, estas se retiraron para que él pudiera mirarlos mientras yacía sobre su costado de la
cama. —No era una persona mañanera cuando era humano. Eso no ha mejorado desde mi
conversión a un Cazador Oscuro. —Se estiró lánguidamente, y entonces bostezó.

De repente, Xander se congeló. —¿Quieres que haga qué?

Xyn miró a su alrededor. Nadie había hablado.

—Te esperaremos en la sala. —El tono de Ash no era una pregunta. Era un definitivo "vístete
y muévete".

Mientras caminaban, Xyn tomó la mano de Urian y frotó su pecho, asombrada de cuán
increíblemente hermoso era él. Sus rasgos estaban tan elegantemente esculpidos. Y la forma en que
usaba su cabello pálido retirado de su rostro en una apretada cola de caballo solamente acentuaba su
perfección cincelada. Él era perfecto en su belleza.

Y por su forma suelta de caminar...

Confianza total y todo un depredador. Incluso cuando él estaba inestable, seguía exudando
esta aura de poder que era exquisita.

La única vez en que había una grieta en su salvaje armadura era cuando ellos estaban solos, o
cuando él estaba rodeado de familia con la que se sentía completamente cómodo.

Lo que le demostraba lo que ella pensaba sobre Acheron. Ash era uno de los pocos elegidos
que conocían al verdadero Urian. Y se preguntó si él entendía el privilegio que era para Urian el
mostrar su humor bromista o bajar su guardia.

99
Tejido rico y suntuoso, generalmente de seda, con dibujos en relieve que parecen bordados, realizados con hilos de
seda, oro o plata. También puede ser de lana, algodón o fibras artificiales, pero siempre forman relieves de flores u
hojas.
Su daimon no lo hacía a la ligera. Su vida había sido demasiado dura.

Algo que se hizo evidente de inmediato cuando Xander entró en la habitación. Urian le soltó
la mano y cruzó los brazos sobre su pecho. Dio un paso en frente a ella y ensanchó su postura para
proporcionarle un escudo. No para ser grosero. Era una necesidad instintiva que él tenía de proteger
lo que le importaba.

Él le dio mucha libertad de maniobra, pero su postura dejó en claro que, para llegar a ella,
alguien tendría que pasar primero a través de él. Estaba también posicionado para cubrir el lado
vulnerable de Ash, de espaldas a la pared y su mirada posicionada frente a la ventana y la puerta.

Siempre un depredador. Enraizado en el mismo centro de su alma.

Y el Cazador Oscuro también lo captó. Estaba vestido con un par pantalones vaqueros negros
y una camiseta del mismo color, su piel era de un rico y dorado castaño amaderado. Su cabeza
estaba afeitada, pero por el rastro que bordeaba sus rasgos cincelados, ella podía decir que debía ser
de color negro tipo cuervo.

Dada su coloración, ella habría asumido que él tendría ojos oscuros, sin embargo,
definitivamente no eran así.

De hecho, eran tan espectaculares como los de Acheron y los de Urian. El derecho era de un
claro y glacial verde, bordeado con una sombra más oscura de color verde musgo, mientras que su
ojo izquierdo era de un caleidoscópico color ámbar y color ladrillo cruzado con tonos de amarillos y
verdes. Perturbadores en su belleza, esos ojos parecían atemporales y revelaban que un profundo y
trágico pasado atravesaba su corazón.

Al igual que Urian, él era una criatura de secretos y poder, y sangraba por cada poro de su
cuerpo.
—Entonces, —dijo Xander lentamente— ¿Qué hay de nuevo, daimon no daimon y Cazador
Oscuro no Cazador Oscuro y dama dragon tan hermosa a quien ni siquiera categorizaré porque eso
sería un perjuicio a alguien de tu gracia?

Urian se aclaró la garganta. —Su nombre es Xyn, y mantén tus ojos sobre mí si quieres
conservarlos.

—No temas. Yo solo tengo ojos para una dama, y nunca la avergonzaría. Dicho eso, a pesar
de que adoro mi casa y no tengo ningún interés personal en ninguna otra, no significa que no pueda
apreciar lo que otra persona llama hogar.

Xyn tuvo que concedérselo al hombre, él era hábil y encantador. Solo podía imaginarse
cuántas mujeres se habían perdido ante esos ojos y ante su melosa lengua.

Y Urian le dirigió una mirada que decía que sospechaba que ella podría no ser inmune ante
ésta.

Ella parpadeó inocentemente. —Necesitas tomar notas, amigo. —Sonriendo, ella dio un paso
adelante para envolver sus brazos alrededor de su cintura y apretarlo fuerte. Mientras normalmente
no jugaba con las inseguridades de nadie, sabía que no estaba en la naturaleza de Urian el ser así.
Tampoco que él fuera celoso.
Sin embargo, la infidelidad de Xanthia había dejado una cicatriz viciosa en su alma, y lo
último que ella quería era abrir esa herida y hacerla sangrar.

Urian puso una mano suave sobre la de ella. —Tenemos una pequeña situación. ¿Cuánto
sabes acerca del intercambio de almas?

Él dejó escapar una risa oscura. —El segundo que más sabe después de Jaden. ¿Por qué?

Urian hizo una pausa mientras consideraba por dónde empezar. Esto era tan complicado. Él ni
siquiera sabía cómo comenzar. —Mi esposa... quien pensé que estaba muerta, aparentemente se ha
convertido en trelos. ¿Hay alguna formar de sacar las almas fuera de ella y restaurar la suya?

En realidad, eso no fue tan complicado como había pensado.

Xander entrecerró los ojos en Ash. —¿Quieres que ayude a un daimon?

—Sí. Por extraño que parezca.

—Esa es una pregunta difícil. —Con un movimiento rápido abrió sus dedos. El fuego se
encendió en las puntas mientras sostenía su mano izquierda hacia fuera. Un libro voló de los
estantes para aterrizar en el escritorio frente a él. Se abrió y pasó a una página. El fuego dejó sus
dedos para girar alrededor de las páginas en blanco durante varios latidos de corazón, pero sin
quemarlas. En cambio, el fuego revelaba las palabras como si alguien o algo invisible estuvieran
escribiendo.

Urian se acercó para leer sobre su hombro. Sin embargo, nunca había visto nada de ese
alfabeto. No era alquimia o ninguna de las lenguas antiguas que él conocía.

Xander hacía todo tipo de ruidos extraños. —Ustedes no creen en hacer las cosas fáciles, ¿no
es así?

—Realmente no. Podríamos probar con Psyche, pero la última vez que la llamé ella vino con
un tumor de doscientos libras.

Xander frunció el ceño a Acheron. —¿Perdón?

—Eros. Ella vino con Eros.

Él sacudió la cabeza. —Esto es inútil. —Él extendió su mano y el libro se escabulló de nuevo
a la estantería. Las llamas en sus dedos se desvanecieron—. La respuesta simple es que no lo sé.
¿Dónde está ella?

—En Kalosis.

Xander dejó escapar una profunda carcajada. Hasta que se dio cuenta de que ellos no estaban
bromeando. —Espera… ¿le estás pidiendo a un Cazador Oscuro que descienda a la central daimon
para salvar a una daimon trelos a quien incluso los daimons temen? ¿Estás jodidamente bromeando?

Urian hizo un gesto hacia Xyn. —Tenemos un dragón.

—Y yo no tengo una lesión en la cabeza. O una dosis fatal de estupidez. Ni soy suicida.
—¿Qué pasaría si lo pidiera por favor?

—Lindo, daimon. Realmente lindo. Eres un maldito comediante. Y mientras que eso puede
conseguirte una aparición como invitado en el programa de noche de alguien, no vas a conseguir
que descienda al agujero de tu papi.

—Pero lo harás por mí.

Xander soltó un feroz gruñido en Acheron. —Estoy reevaluando este favor que piensas que te
debo.

—No lo pienso. Lo sé. Y recuerda que Urian es mi sobrino. Y estaría terriblemente incomodo
si algo le sucediera.
Xander se pasó una mano por el rostro. —Con una condición.

—¿Esa es? —Ash ladeó su cadera mientras esperaba.

Las contó con los dedos. —Quiero a Simi, con una nueva botella de salsa de barbacoa.

—Puedo hacer eso. Había planeado enviarla contigo de todos modos para contener a cierta
diosa de comerte la cabeza por traspasar su portal.

—Bien. —Xander retrocedió, juntó las palmas y emitió un sonido como de un platillo hueco.
Se hizo eco a través de la habitación con un retroceso etéreo—. ¡Shadow! —La llamada fue en voz
baja y profunda. No un típico grito.

Curiosamente, las partículas en el aire comenzaron a flotar como si estuvieran atrapadas en un


vórtice. La luz formaba un cono.

Un instante después apareció Shadow. Miró a los cuatro, luego hizo una mueca —¿Por qué?
¿Por qué nunca es Emma Stone? ¿Gal Gadot? Demonios, me conformaría con Artemisa. Nah.…
siempre es uno de ustedes perdedores lloriqueando por mí. —Levantó la vista hacia el techo—.
¿Por qué, Señor? ¿Por qué?

—Detente... tenemos que pedirte un favor.

—Por supuesto que sí. Supuse que no querías un informe meteorológico, y sé que no llamaste
porque estuvieras preocupado por mi salud o porque quisieras jugar parchis 100. Todos ustedes son
un montón de idiotas egoístas. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti?

—Tenemos que entrar en Kalosis.

Se rió con un sonido mucho más agudo que el de Xander. —¿Qué? ¿Es en serio? ¿Quién se ha
estado drogando con dosis de Drano 101? —Él estrechó su mirada en Urian—. ¿Recuerdas lo que
pasó la última vez que abrí un portal para ti? No terminó bien para mí. Todavía estoy sangrando a
través de mis camisetas.

—Cierto. ¿Ayudaría si dijera que te aprecio?

100
El parcheesi es la adaptación americana del juego indio llamado pachisi, publicado por Parker Brothers y Winning
Moves.
101
Drano es un limpiador alcalino, vendido como producto manufacturado.
—Ni siquiera un poco. ¿Pensé que tenías una hermana para esto?

—Ella está embobada con su hermano. —Urian señaló a Xyn.

La sombra gruñó. —¿He dicho hoy cuánto odio a los Cazadores?

Urian sonrió —Sí, pero no estamos escuchando.

—Espero que todos ustedes sean comidos por Apollymi. —Shadow miró a Acheron—.
Excepto tú. Te vas a quedar aquí. Porque no quiero que el mundo se acabe. Puede que sea una
mierda, pero no tan mala como lo sería si ella y sus parientes estuvieran a cargo.

—No te preocupes. Conozco la rutina. —Ash le guiñó un ojo—. ¿Simi? Forma humana.

El tatuaje en su antebrazo se desprendió para manifestarse ante ellos en el cuerpo de la


adolescente gótica de Ash, la hija demoníaca que estaba usando un adorable pijama de panda. Ella
parpadeó a todos ellos, bostezó, y luego se cambió a su falda y corsé típicos, completo con un
conjunto de pantimedias moradas y negras. —¿Estamos teniendo una fiesta, akri?

—No, Simikee. Lo siento. Necesito que vayas con ellos a visitar a Apollymi. ¿Te molestaría?

—¡De ningún modo! La Simi ama a su diosa-akra. ¡Ella es la mejor!

Ash asintió, luego se detuvo cuando se encontró con la mirada de Xander. —¿Qué?

—Solo pensaba...esto sería mejor si tuviéramos a una kerling dentro, —miró a Shadow—. Sé
que no, ¿pero tú tienes amigos?

—Tengo amigos, para tu información. —Shadow se volvió hacia Urian—. ¿Crees que
podemos separar a Brogan de Blaise para una pequeña velada?

Sacó su teléfono de su bolsillo. —Vale la pena intentarlo.

Xyn todavía estaba desconcertada por ese pequeño dispositivo. Era bastante impresionante.

Mientras tanto, Simi se acercó y la tomó del brazo. —¿Cuál es tu gente favorita para comer,
akra-Dragon?

—Sabes, Simi, no he comido a ninguno en mucho tiempo.

—Oh. Akri también te tiene a dieta. Eso está tan mal. No me dejara comer casi nada. Es tan
difícil. Pero es así como mantengo esta femenina figura a mi edad.

Antes de que ella pudiera comentar, Urian deslizó su teléfono de nuevo en su bolsillo.

—Tengo buenas noticias y malas noticias.

Xander hizo una mueca que decía que se sentía un poco enfermo ante la perspectiva. —¿Qué?

Un instante después, Blaise y Brogan aparecieron.

—Tengo a tu kerling, pero ella viene con un tumor de unos cien kilos.
Blaise pareció confundido por su comentario. —¿Qué?

Acheron rió mientras le daba una palmada en la espalda. —Están bromeando a tu costa. Lo
siento, Blaise.

—¿Qué es de nuevo, Ash? Todo el mundo se la agarra contra el dragón. Somos como la fruta
que cuelga más abajo, aunque somos grandes, somos fáciles de golpear. Así que todo el mundo
aprovecha su oportunidad.

Brogan bajó su capucha para exponer su cabello oscuro trenzado. La pequeña fey era
absolutamente exquisita. Como Simi, lucía tan frágil e inofensiva y, sin embargo, era capaz de una
extrema y absoluta violencia.

Extendió la mano hacia Xander. —Usted debe ser la razón por la que Urian llamó. Soy
Brogan.

—Xander.

—Y este es Blaise.

Xander sonrió. —Una kerling Deathseer quien domina a una mandrágora y a un Crom. Eso es
algo que nunca antes había visto, —él chasqueó con su lengua—. Retiro lo que dije, Shadow.
Tienes amigos impresionantes.

—Sí, recuerda eso la próxima vez me insultes.

Mientras se preparaban, Xyn captó la mirada en los ojos de Urian. Ella se acercó a él. —
¿Estás bien?

Él asintió, pero ella lo conocía bien.

Mientras se dirigían a Kalosis, ella tuvo la mala sensación de que las cosas se estaban por
volver realmente malas. Algo sobre esto no estaba bien. El problema era que ella había estado
inactiva durante tanto tiempo, que muchos de sus poderes aún no eran confiables.

Todavía se sentía débil por cualquiera sea el hechizo que se usó en ella.

Urian se quedó atrás de los demás. Los dejó pasar por el portal. Pero cuando Xyn comenzó a
ir, la mantuvo con él.

Ella levantó la vista con una ceja interrogante. Sintió que ella no estaba en su plena fuerza.
Sin embargo, ella no dijo nada al respecto.

Por él, ella se estaba involucrando en esto sin saber a qué se enfrentaban. Él no tomaba ese
acto de lealtad a la ligera. Ni tampoco estaba dispuesto a arriesgarla.

Convocando sus poderes, los dejó fluir en su brazo, luego alzando su barbilla, él la besó.

Xyn sintió el aluvión que Urian le dio y no fue solo por su beso. Él también le había
entregado una parte de su fuerza a ella. —¿Qué has hecho?

Él le sonrió. —Estoy entrenado para luchar a media fuerza. Tú no lo estás.


Y con eso, volvió a caer en el portal.

Sorprendida, se encontró con la arremolinada mirada de plata de Acheron.

Él se encogió de hombros. —¿Tory piensa que yo soy testarudo? No tengo nada que decir
sobre este. No he podido hacer nada con este idiota desde el día que lo conocí. Que los dioses
tengan piedad de ti.

Rodando los ojos, entró tras Urian, maldiciéndolo por cada nauseabundo giro del vórtice. El
cual, gracias a Shadow, no los dejó caer en la sala principal a los pies de Stryker.

Gracias a que Shadow era capaz de manipular el Reino Inferior entre los mundos, él los llevó
para que no llegaran lejos de su antigua cueva. Ella en realidad lo envidiaba por los poderes... en
cierto modo.

Serían agradables poseerlos por un rato, pero con ellos venía una profunda soledad que hacía
que lo que un dragón soportaba, pareciera agradable en comparación.

Tan pronto como aterrizaron, ella captó la mirada en el rostro de Shadow. Lamentándose por
el demonio oscuro, ella se acercó y le besó la mejilla. —Gracias.

Sobresaltado, él se apartó de ella.

Xyn frunció el ceño ante su reacción. —Actúas como si nadie te hubiera agradecido antes.

—Normalmente no lo hacen. No estoy seguro de cómo manejar la amabilidad. Me aterroriza.

Esa era la tragedia más grande para los de su tipo. O tal vez, esa era la mayor acusación en
contra de la humanidad. Cuando la amabilidad y la decencia se volvían tan raras que la gente ya no
sabía cómo responder, o cuando habiendo presenciado un acto de amabilidad, sentían la necesidad
de comentar sobre algo que realmente debería ser tan común y corriente, que nunca debería ser
relevante.

Si algo debiera ser tan común como para darse por sentado, seguramente en el nombre de los
dioses, eso debería ser la bondad y no la crueldad.

Shadow miró alrededor del apagado paisaje gris. —Ahh, veo que el pronóstico de hoy es
plomizo con una cubierta de muerte y desesperación. Me gusta. ¿Deberíamos construir una casa de
veraneo?

Blaise se rió. —¡Mi alma gemela! Deberíamos juntarnos más.

Brogan se mostró ofendida por eso. —Tú bestia voluble. ¿Pensé que yo era tu alma gemela?
¿Ahora te les estás insinuando a Shadow? No puedo dejarte solo por cinco minutos. —Ella suspiró
pesadamente.

—¿Ayudaría si dijera que no es tan lindo como tú?

—Realmente no. El daño está hecho.

Xander suspiró. —Estoy pensando que esto podría haber sido un error.
Sacudiendo la cabeza, Urian se echó a reír. —Hermano, creo eso todos los días.
¿Continuamos?

Stygian
Ash acababa de regresar a casa, cuando encontró a Styxx esperándolo.

—¿Dónde está Urian?

—Oh, mierda, —no alcanzaba a cubrir el sentimiento de pánico que lo atravesó hasta que se
dio cuenta de cuán mal lo había jodido. Como estaba acostumbrado a tratar con Cazadores Oscuros,
no estaba acostumbrado a pensar en el hecho de que Urian ahora tenía "padres".

Más concretamente, no estaba acostumbrado a recordar que Urian tenía una madre y un padre
que le patearían el trasero si algo le pasara.

Ash le dio a su gemelo una sonrisa nerviosa. —Um...

—Eso es un mal sonido, hermano. Ese es el tipo de sonido que normalmente precede a mi
deseo de lastimarte. —Styxx cruzó los brazos sobre su pecho mientras él lo inmovilizó con una
mirada punzante.

—Antes de matarme, permíteme recordarte que, para llegar a tu hijo, tienes que ingresar al
dominio donde reside mi madre, y ella no estará feliz si me haces daño.

La mirada de disgusto en su rostro podría haber sido realmente divertida si Ash no se sintiera
tan mal por haberla causado.

—¿Qué hiciste?

—Él quería ir tras Phoebe.

Ash no había sido insultado tan efectiva y coloridamente en griego antiguo desde hacía un
par de siglos. Fue impresionante.

Styxx finalmente se detuvo el tiempo suficiente para emitir una orden feroz. —¡Abre el portal
a Kalosis!

—El que yo controlo te llevará directamente a Stryker.

—No me importa una mierda a dónde me lleva. Llévame allí para que pueda encontrar a mi
hijo. ¡Ahora!

Bethany apareció al instante. —¿Qué está pasando?

Styxx le hizo un gesto a Ash. —Dejó a nuestro hijo suelto en Kalosis para ir tras su esposa
infectada por gallus.

Y ahora, Ash estaba siendo maldecido en egipcio antiguo y en atlante. Lo cual sacó a Tory de
la sala principal, hacia el pasillo ellos donde estaban reunidos.
—¿Qué sucede? ¿Es eso egipcio?

Ash les hizo un gesto. —Volví a enojar a mi familia... y sí, Primera Dinastía.

Los ojos de Bethany se tornaron rojos. —¿Tory? ¿Puedes por favor cuidar a Ari por un
momento? Tengo que encontrar a mi hijo mayor y arrastrarlo a casa antes de que haga algo
estúpido.

—Por supuesto.

—Abre el portal, Acheron, —repitió Styxx.

—Stryker…

—No se interpondrá en mi camino. —Bethany inmediatamente ató su cabello en una cola de


caballo

Mientras Ash discutía con su hermano, él le cedería ese punto a Bethany. Dada la furia en sus
ojos y su tono, no tenía dudas de que Stryker obtendría su trasero pateado efectivamente. —Está
bien, entonces. —Abrió el portal—. Urian tiene amigos con él. Por favor, trata de no ensartar a
Simi.

Eso pareció calmar un poco a Styxx. —Gracias por enviarla con él.

—¿De verdad crees que no lo haría?

—¡No creí que lo enviarías a él!

—¡Dejen de discutir! —Bethany estalló—. ¡Vayamos por mi bebé! —Ella empujó a Styxx
hacia el portal—. Voy a golpearlos a ustedes dos más tarde.

Tan pronto como Ash cerró el portal, se volvió para ver la mueca perturbada de Tory. —¿Qué
hice para hacerte enojar?

Sonriendo, ella lo atrajo a sus brazos. —Nada. Me pareció que podrías necesitar un abrazo.

Finalmente, alguien que no estaba enojado con él. —Realmente no quise ponerlo en peligro.

—Lo sé, bebé sexy. Todo está bien.

Stygian
Stryker estaba acostumbrado a que visitantes inesperados pasaran por su portal. A lo largo de
los siglos, habían pasado algunas criaturas bastantes interesantes.

Cazadores Oscuros. Were-Hunters.

Un par de dioses. Demonios. Criaturas del bosque. Un gran número de trelos.

Estúpidos humanos por docenas, especialmente en los años noventa, durante el apogeo de la
locura por los vampiros. No podía contar cuántos miembros de la contracultura gótica habían caído
dentro, les habían echado un vistazo y dijeron, —¡Muérdeme! —y no en un mal sentido. Habían
querido unirse a ellos.

Siempre les proporcionaban un refrigerio fácil y rápido a sus guerreros Spathi.

Incluso su esposa había caído a sus pies hace una década.

Pero esto... esto, era la primera vez.

Un antiguo héroe griego y una diosa egipcia aterrizando de pie, con una mirada fulminante
que habría enviado a correr a esconderse a un hombre inferior.

Tal como estaba, Stryker permaneció sentado y solo levantó una insolente ceja ante la
temeridad de confrontarlo en su propia sala de estar, por así decirlo. Él inclinó su cabeza hacia su
esposa, quien se adelantó para apoyarse contra su trono, el cual estaba hecho de los huesos de los
dioses que Misos había derrotado hacía mucho tiempo.

—Hmm, Phyra. Estoy tratando de decidir si debería estar halagado por su visita o cabreado.

Cruzando los brazos sobre su pecho, ella se encogió de hombros. —Si están trayendo tributo,
halagado. Cualquier otra razón... digo que los ensartemos donde están.

Bethany se burló. —Inténtalo y usaré tus entrañas como cordones.

Styxx se aclaró la garganta mientras colocaba una mano suavemente sobre el hombro de su
esposa sedienta de sangre. —Lo que mi mejor mitad no diplomática está tratando de decir es que
estamos aquí en una misión de paz. Y es una que también te concierne, Stryker.

—¿Cómo es eso? Desde la última vez que miré, éramos enemigos.

—Enemigos o no, tenemos un interés común... Urian.

Ante la mención de su hijo, Stryker sintió una oleada de dolor y rabia. Una que lo hacía
querer atacar mientras recordaba que Urian no era realmente su hijo.

Él era de ellos.

—¿Qué hay de él?

—Él está aquí. Buscando a Phoebe.

Esas palabras atravesaron a Stryker como el hielo. Él salió de su trono antes incluso de darse
cuenta de que se había movido. —¿Qué quieres decir con que él está aquí?

—Lo que dije. Y no soy un tonto, Stryker. No dejas de amar a un niño. Él vino aquí para
encontrarla y ayudarla.

Maldito sea por la verdad de esa afirmación. Le guste o no, él todavía amaba al chico, incluso
si quería golpearlo hasta dejarlo sin sentido. Stryker miró a Zephyra. Ella era su fuerza.

Cuando ella se encontró con su mirada, ella le dio un sutil asentimiento. —Tenemos que
encontrar a nuestro hijo antes de que sea lastimado. ¿Dónde estará?
Y por eso él la amaba.

—No lo sé. Pero lo encontraremos. —Stryker apretó los dientes con frustración mientras
miraba a Zolan—. Ve a buscar a Davyn y a Medea. Uno de ellos podría saber algo.

Bethany detuvo a Stryker cuando comenzó a pasar junto a ella. —¿Fue tan difícil de criar?

Stryker dejó escapar un suspiro frustrado. —Fue una pesadilla inimaginable... y mi mayor
alegría y orgullo.

Las lágrimas se juntaron en sus ojos. Ella levantó su mano hacia su mejilla. —¿Puedo?

Stryker sabía que le estaba preguntando si él podía compartir sus recuerdos de la infancia de
Urian. Una parte de él era lo suficientemente egoísta como para querer mantenerlos para sí mismo y
negar su petición. Pero entonces, él no era un bastardo tan grande. La parte racional de él sabía que
no habría tenido tan inmenso regalo si no fuera por sus dos enemigos

Así que el verdadero crimen no estaba en la ira que yacía entre él y Urian ahora, sino en el
hecho de que ellos nunca habían conocido a su hijo en absoluto.

No podía imaginar un peor horror que el que ellos habían experimentado. Tener al hijo que
habían querido tan desesperadamente arrancado de sus vidas y dado a otros. Su mirada fue a las
cicatrices en el brazo de Styxx donde él había tallado el nombre que había tenido la intención de
darle a Urian en su nacimiento... Galen.

No, él no sería tan cruel con nadie. Enemigos o no. Así que él asintió y se preparó para su
intrusión.

Cerrando sus ojos, ella puso su cálida mano sobre su mejilla, luego tocó Styxx con su otra
mano. No fue hasta que Styxx jadeó, que Stryker se dio cuenta de que ella estaba compartiendo los
recuerdos con él también.

Su cabeza dio vueltas cuando sintió a Bethany atravesar su mente con una habilidad maestra.

Por extraño que pareciera, ella revivió cosas dentro de él que había olvidado. Preciosos
momentos pasados con Urian de niño, cuando una vez él fue el mundo para Stryker. La noche en
que Urian había recogido su casco de batalla por primera vez, y se lo probó.

Cabía sobre su cabeza como una campana, y estaba tan torcido hasta el punto en que el pobre
niño no había podido ver. Aun así, Urian había tropezado su camino dentro del dormitorio Stryker
para proclamarse listo para batallar a su lado. Se había parado allí, completamente desnudo, excepto
por ese casco y su espada de madera y una toalla que había anudado alrededor de su cuello.

—¡Estoy listo, Solren! ¡Llévame contigo para luchar contra las alimañas humanas!

Y otro recuerdo, cuando Urian le había robado los cordones de su armadura para hacerle un
regalo a París.

—¿Por qué, Urian? ¿Por qué harías esto?

—No quería que lucharas y te lastimaras, Solren, y quería un regalo para París. Así que
parecía una buena manera de lograr ambos objetivos.
¿Cuántas veces estuvo a punto de estrangular al niño, solo para que Urian se diera la vuelta
con una lógica tan dulce y amorosa que lo salvara de su intento de homicidio?

Hasta el día en que había conocido la asombrosa verdad.

Trates había estado tan nervioso como siempre. Revoloteando alrededor en su estudio.

—¿Qué estás haciendo?

—Tengo noticias, kyrios. Noticias angustiosas.

—¿Sobre Acheron o los Cazadores Oscuros?

—Ninguno.

Eso había dejado frío a Stryker. —¿Entonces qué?

Trates tragó saliva y titubeó. —Urian.

Para entonces, Urian era su último hijo sobreviviente. Stryker había perdido a todos sus nietos
y bisnietos. Y a dos "esposas" no oficiales, con las que se negó a casarse para no darles a las
mujeres alguna falsa esperanza de que pudieran reclamar una parte de él que era incapaz de
ofrecerles. Como sabía que nunca las amaría, le parecía mal casarse con ellas bajo una mentira.

Tantos miembros de su familia habían caídoque su corazón se había convertido en hielo y su


sangre se había convertido en puro veneno.

Estaba muerto por dentro y lo sabía.

A excepción de Urian.

Solo su hijo tuvo su amor y su devoción.

Stryker había creído que nada podría herirlo, hasta que Trates habló. —Su hijo se ha casado
con una hija de la línea de sangre de la heredera.

—¿Qué?

—Es cierto, kyrios. —Trates le había mostrado las fotos. De Phoebe y Urian—. Está
interfiriendo entre nuestros buscadores y su hermana, Cassandra. Él ha estado ayudando a cubrir sus
huellas.

Así y todo, una parte de Stryker se había negado a creerlo. En el fondo de su mente, se
convenció a sí mismo de que los enemigos de Urian habían tramado una mentira para distanciar a
su hijo de su corazón. Para sembrar la discordia en su casa. Después de todo, era el tipo de cosas
que harían.

Eso era más fácil de creer a diferencia de que su hijo lo había traicionado.

Pero él no había podido dejarlo pasar. Y así fue a Elysia y allí conoció a Phoebe.
La tonta muchacha incrédula no tenía ni idea de quién era él. Ella se había sentado una tarde y
le había hablado sobre los temas más básicos, hasta que él quiso estrangularla. Por qué Urian había
querido casarse con ella, no podía imaginarlo. Aunque era lo suficientemente bonita, era inmadura e
insípida. Chismosa sobre las estrellas de Hollywood y las telenovelas. Cosas de las que Urian no
sabía nada y que le importaría aún menos.

Él había tratado de entender su relación y se había quedado aún más desconcertado.

Luego, esperó a que Urian le dijera la verdad.

Stryker había dejado entrever que sabía. Pero Urian había cambiado hábilmente el tema en
otra cosa.

Hasta esa fatídica noche...

Todo había salido mal.

Se había enterado de que Acheron era el verdadero hijo de Apollymi, y de todas sus mentiras
para con él. Eso lo había golpeado como un martillo. Todos estos años, había pensado que
Apóstolos estaba muerto y que él era su hijo elegido.

En cambio, había descubierto que era un títere y Acheron era su hijo amado. Lo había
destripado. Peor aún, Urian había matado a los suyos para proteger a la perra que sabía que Stryker
quería muerta.

Así que, cuando llegó la llamada de Shanus, mientras Urian estaba fuera, Phoebe se había
convertido en trelos...

Stryker había quedado desgarrado entre su deber como padre y su gente, y su furia por ser
traicionado. Cuando fue allí, su intención había sido matar a Phoebe. Para desatar su ira sobre ella
por las vidas que había tomado.

Ellos pelearon.

Al final, no había podido hacerlo. Por primera vez en su vida, Stryker había mostrado
misericordia. En lugar de matarla, la había llevado de vuelta a Kalosis y la había encerrado. Su
intención había sido decirle a Urian más tarde y dejar que él se ocupara de ella.

Luego, cuando se habían enfrentado a Acheron y a Wulf en el Inferno de Dante... él


absolutamente había perdido la razón. Acheron, una puta barata, amado por Apollymi a pesar de
volverse contra ella y su causa, rodeado de innumerables Cazadores que le eran leales y estaban
dispuestos a morir por él, en toda su arrogancia. Todo eso, para que Acheron se quedara allí,
burlándose y juzgándolo, cuando todo lo que estaba tratando de hacer era salvar a su gente... Y
Apollymi se burlaba de él por la traición de Urian, cuando no había hecho nada para merecerlo.

Al final de todo, Stryker solo había tenido una persona en toda su vida en la que podía
confiar. Una persona que podía amar. Una persona que lo amaba. Y los dioses se la habían
arrebatado.

Todos los demás lo usaron, y le mintieron mientras lo hacían. Trataron de matarlo o lo tiraron
como si fuera basura. O peor aún, los dioses se los quitaron y lo dejaron estéril y solo.
A excepción de Urian. Era el único del que Stryker había dependido y al cual había
necesitado.

Luego, descubrir que la única persona en la que pensó que podía confiar era también un
fraude...

Lo había destrozado. El dolor de perder a la única persona en su mundo que lo amaba había
sido más de lo que podía soportar. Lo había destruido, por lo que había arremetido y hecho a Urian
lo que el mundo entero le había hecho a él desde el momento en que había sido empujado
violentamente desde el vientre de su madre a las manos frías e insensibles de una nodriza, que
prefería verlo muerto que alimentado.

Pero incluso entonces, sabía que Acheron no dejaría morir a su hijo. Stryker simplemente
había roto su vínculo para que Urian no pudiera lastimarlo más.

Porque Stryker sabía que Urian era la única persona que siempre tendría el poder de ponerlo
de rodillas.

Él era su hijo. Su hermoso niño. Independientemente de lo que hizo Urian o de lo mucho que
lo lastimó.

El bastardo era su hijo. Y Stryker siempre lo amaría. No importaba qué dolor le hubiera
causado Urian, a él no le importaría.

Por eso había mantenido viva a Phoebe. Aunque Stryker sabía que debería haberla matado.
Que mientras ella viviera, era un peligro. Él no pudo hacerlo. Podría mentirse a sí mismo y a todos
los demás acerca de por qué había hecho lo que había hecho. Él podría mentir sobre lo que le pasó a
Phoebe. Decirles a todos que la había matado y le había cortado la garganta a Urian.

No cambiaría nada. Porque no podía matar lo que su hijo amaba. Y aunque podía cortar la
garganta de su hijo, no podía matar a su hijo.

Peor aún, Stryker había revivido ese día un millón de veces y se había azotado con culpa y
remordimiento. Con tantos podría y debería…él vendería su alma por una oportunidad de regresar
y cambiar lo que les había hecho.

Por eso no creía que el infierno fuera real. La vida era el infierno. Existía únicamente para
atormentar a los vivos, y la muerte era la recompensa por haberlo soportado.

Stryker se ahogó con las lágrimas que no se había dado cuenta de que caían, hasta que
Bethany soltó la mano de su rostro, liberadas de las pesadillas de su pasado.

En algún momento durante ese horror, Zephyra se había apretado contra su espalda para
consolarlo y había enterrado su mano en su cabello.

Con la respiración entrecortada, Stryker no estaba seguro de qué esperar de Styxx y Bethany.
Teniendo en cuenta los recuerdos de Urian que acababa de pasarle a ellos, casi esperaba que Styxx
y Bethany lo destruyeran donde estaba.

En cambio, Styxx lo atrajo hacia él para abrazarlo ferozmente. Cuando le susurró al oído, su
voz estaba cargada de emoción. —Desde este día en adelante, somos hermanos, Stryker. Nunca más
te volveré a considerar mi enemigo.
Tragando saliva, asintió.

Del mismo modo, Bethany se secó las lágrimas. —Gracias por amar a mi hijo así. Me siento
honrada de compartirlo contigo. Ahora encontrémoslo para que ambos podamos incendiar su
trasero.

Stygian
—¿Qué quieres decir con que estamos perdidos? —Urian miró a Davyn. Apenas lo habían
alcanzado a tiempo con la piedra del dragón, antes de que el gallu lo golpeara y lo matara. Aun así,
su rescate no estaba saliendo como lo habían planeado.

—Todavía estoy débil por mi ataque, por lo que mis habilidades de rastreo están bajas.

—¿Por qué no es un gallu? —Preguntó Blaise— Pensé que todos los que eran atacados se
convertían.

—No si te comes a uno de ellos primero. —Davyn le dirigió una sonrisa—. Aprendimos que
obtienes todo tipo de beneficios. La posibilidad de caminar a la luz del día. Y una inmensa
inmunidad a sus mordidas.

Xander frunció el ceño. —¿Así que es como una cura?

—Si tenemos suficiente gallu para todos, sí. Es por eso que hemos estado dejando a los
Cazadores Oscuros tranquilos estos últimos años. Ya no eres nuestro objetivo principal. Son los
gallu.

Xander se quedó boquiabierto y se volvió hacia Urian. —¿Sabías eso?

—Sí. ¿No lo sabe todo el mundo?

—No, no lo saben. —El teléfono de Xander comenzó a sonar—. La expresión de asombro en


su rostro era bastante cómica—. ¿Hay servicio de celular en el infierno?

Davyn se echó a reír. —Tenemos cable e Internet también. El infierno no estaría completo sin
la realidad televisiva y los telemarketers

Resoplando ante su sarcasmo, Xander contestó su teléfono. Y la forma suave y tierna en que
hablaba el tipo duro hizo que todos se detuvieran y lo miraran.

—Oye, bebé. No, lo siento. Debería haber dejado una nota, pero era Ash y surgió de repente.
Sí, soy un imbécil, lo sabes. —Se detuvo para mirarlos—. Regreso pronto... yo también. Adiós. Con
un suspiro, colgó y se metió el celular en el bolsillo—. ¿Qué chacales?

Los ojos de Davyn se ensancharon. —¿Pensé que los Cazadores Oscuros no podían tener una
novia?

—Podría ser mi novio, no lo sabes. —Xander lo empujó al pasar a su lado.


Davyn dejó escapar una risa malvada. —En realidad, lo sé. Y si fueras familia o hermano,
estaría sobre tod eso... —miró hacia el trasero de Xander—. Créeme. Cuando estés listo para darte
la vuelta, llamame.

Rodando los ojos, Xander dirigió su mirada alrededor de ellos. —No es asunto de nadie.

Urian pasó una mirada de complicidad a Xyn. Conocía ese nivel de enojo. Ese era un hombre
que tenía una relación seria con alguien con quien se suponía que no debía y no quería discutir
sobre eso.

Guau…

Y pensó que él tenía problemas.

Cosa que tenía, de ahí este viaje por el infierno.

—¿Dónde estamos exactamente? —Preguntó Blaise.

—Un bosque oscuro y amargo.


Él resopló ante la respuesta de Xyn. —Ja ja hermanita. Jaja. No es lo que quise decir. ¿Para
qué se usa este lugar?

—Esta es tierra de nadie. —Urian señaló hacia la pared oscura a su izquierda que estaba
cubierta de espinas de acero—. Lo que quieres evitar es cruzar la barrera hacia las tierras donde
residen las almas de los condenados. Esos son unos bastardos desagradables. En el pasado, algunos
de los apolitas más fuertes trataron de alimentarse de sus almas.

—No les fue bien. —Davyn se estremeció.

—Sí. Tuvimos un gran problema con los brotes de trelos. Pero cuando estás lo
suficientemente desesperado... haces tonterías.

Xander se detuvo en seco para mirarlos. —¿Así que qué ? ¿Tu gente se comió las almas que
estaban aquí?

Urian asintió. —No es como si tuviéramos muchas opciones, —apuntó con la barbilla hacia la
barrera—. Mi padre, con la ayuda de Apollymi, levantó esa barrera cuando éramos adolescentes
para ayudar a confinar a las almas más corruptas que temía que nuestra gente no pudiera manejar.

Un extraño resplandor vino sobre el cuerpo de Xander. Giró en un círculo lento.

—No todos los dioses están muertos aquí.

Shadow se detuvo en seco. —Él tiene razón. Yo también lo siento.

Urian no sintió nada. Se volvió hacia Xyn.

—No tengo nada. Se siente igual que siempre.

Xander extendió su mano hacia Shadow. Sin dudarlo, Shadow la tomó.

Los dos se callaron cuando una brisa comenzó a soplar alrededor de su pequeño grupo.
Urian se movió para cubrir a Xyn y Brogan, junto con Blaise y Davyn. Su brazo comenzó a
brillar a pesar de que no podía sentir lo que estaban captando.

—Todavía no sient nada.

Shadow miró a esa pared. —Creo que viene de allí.

—¿Podría un dios haber entrado?

Xyn tuvo un mal presentimiento cuando Brogan le hizo una pregunta. —¿O estaba ella o él ya
adentro cuando fueron puestos allí?

Y se hizo más fuerte.

Ese fue un pensamiento aterrador.

—¿A alguien más le salió una úlcera? —Blaise tragó saliva audiblemente.

—La mía acaba de tener gemelos. —Dijo Shadow con un suspiro—. ¡Mazel Tov!

—Alejémonos de la barrera. —Xyn agarró a Urian y lo llevó hacia la ciudad donde vivían los
daimons.

—¿Crees que Phoebe podría haberse refugiado allí?

A Urian realmente no le gustó la pregunta de Xander. —Es posible. Pero... —Se interrumpió
al sentir la sensación más extraña.

Como algo deslizándose por sus piernas. Su cabeza comenzó a darle vueltas.

—¿Urian?

Escuchó a Xyn, pero no pudo responder. O moverse. Su respiración se volvió pesada y


entrecortada. Todo giraba.

En un momento estaba alcanzo a Xyn y al siguiente...

Estaba en un vórtice. Sólo que él no había convocado un portal. Los vientos repentinos
llenaron sus oídos mientras trataba de orientarse para averiguar a dónde iba y cómo había tropezado
con uno, cuando no se había estado moviendo.

Cuando golpeó el suelo fue tan duro, que se rompió la banda que sostenía su cabello,
causando que se derramara sobre sus hombros. Peor aún, golpeó su cabeza contra el concreto lo
suficientemente fuerte como para sacudir momentáneamente sus sentidos.

No le habían pegado tan fuerte desde que Archie lo había golpeado por sorpresa. Maldición,
había olvidado lo mucho que le dolía que lo golpearan inesperadamente. Levantándose, parpadeó y
examinó la enorme y fría habitación para encontrarse en un antiguo templo similar al de Apollymi.

Solo que este estaba hecho de obsidiana profunda y brillante. Grandes fuentes de jade se
distribuían a cada pocos metros para que pudieran arder con un profano fuego verde que proyectaba
espeluznantes sombras en las paredes.
—Me disculparía por el aterrizaje brusco, pero sólo me hubiera gustado que hubiera sido más
duro para ti.

Urian se congeló ante el sonido de la amarga voz de Phoebe. Sorprendido, se dio la vuelta y la
encontró sentada en un trono casi idéntico al de Stryker. Eso fue lo suficientemente impresionante.

Pero no era eso lo que lo dejó con la boca abierta.

Oh no... ni mucho menos. Su tímida y dulce esposa se había ido. La mujer en ese trono tenía
su cabello dorado recogido y trenzado en un elaborado estilo atlante antiguo. Vestida con un vestido
transparente y reluciente, era una cosa de belleza exquisita, que tenía más en común con Apollymi
que con su tímida novia.

—¿Un charonte te comió la lengua?

¿Ella no era trelos... o sí?

Phoebe le recordó el primer trelo que había matado de niño. El que había estado tan
extrañamente lúcido y en control de sí mismo.

—Has cambiado.

—¿De verdad? ¿Eso es todo lo que tienes que decirme?

—Bueno, me dejaste caer sobre mi cabeza y sacudiste mis sesos, amor.

Ella se levantó de su trono con furia en sus ojos. Esa era una mirada que solía anunciar una
completa arremetida contra él, y no del tipo que esperaba. Del tipo que lo dejaba duro y furioso.

—Tú rompiste tu promesa Urian.

Él se secó la sangre en su rostro y la miró boquiabierto. —¿Quieres decir cuando Stryker me


cortó la garganta?

—¡Te llamé y no viniste!

—Vine tan pronto como pude. Y me dijeron que estabas muerta.

Ella corrió hacia él y lo empujó hacia atrás. —¿Cómo pudiste no saberlo?

—Ya no era un daimon, Phoebe. No tenía los mismos poderes entonces que tengo ahora.

—¡Me dejaste! —Gritó ella, repitiendo su acusación.

Urian la atrapó contra él. —Pensé que estabas muerta.

—¿Cómo pudiste no saberlo? ¡Estaba justo aquí!

—Una vez más, Phee, Stryker me cortó la garganta. He sido expulsado de Kalosis. Estaba
protegiendo a tu hermana como te lo había prometido.

—¿Qué más has estado haciendo, ¿eh?


Él frunció el ceño —¿Qué?

Ella lo abofeteó. —¿Cuánto tiempo pasó hasta que encontraste a tu puta dragón y te metiste
de nuevo en su cama?

La ira lo desgarró ante su acusación. —¡Oh Dios mío, Phoebe! ¡No he estado cerca de una
mujer en años! He vivido en el infierno gracias a ti. ¿Estás bromeando?

—Entonces, ¿por qué no te alegras de verme?

—¡Me dejaste caer sobre mi cabeza! —Pronunció cada palabra lentamente—. Me atacaste.
¡Me abofeteaste! ¿Por qué crees? —Furioso más allá de la resistencia, hizo un gesto hacia la
puerta—. Vine aquí para ayudarte, a pesar de que está prohibido. Hice una tregua con los Cazadores
Oscuros a quienes sabes que odio. ¿Cuánto más debería hacer para demostrarte que te amaba?

Entonces, ella lo agarró y hundió sus colmillos en su cuello.

Urian siseó de dolor. Maldición, se había olvidado de lo mucho que dolía, y ahora que ya no
era un apolita o daimon, no tenía la adrenalina o la oleada sexual que surgía de la mordida. Todo lo
que sentía era la agonía.

Al parecer, también lo sintió Phoebe. Gritando incluso más fuerte que antes, levantó la cabeza
y lo empujó hacia atrás. —¿Que te hicieron?

—Te lo dije. Stryker me mató porque te ayudé a ti y a Cassandra.

Eso finalmente pareció llegar a ella. Ella parpadeó hacia él. —¿Tu padre te mató?

—Sí. ¿Cuántas veces tengo que decirte eso? ¿Por qué crees que ya no vivo aquí? —Haciendo
una mueca, se limpió la sangre del cuello.

La furia volvió a sus ojos. —¡Tú asesinaste a mis abuelos, bastardo!

Él hizo eso. Urian no pudo negarlo. —Tú no habías nacido entonces.

—¿Crees que eso lo hace correcto?

—No, pero…

—¡Me mentiste acerca de tantas cosas! —Cuando ella se movió para abofetearlo otra vez, él
le tomó la muñeca.

—No soy tu chico de los azotes, Phoebe.

—¡Tú me usaste!

Él sacudió la cabeza. —Te protegí y te amé.

Ella le mostró los colmillos. —Eres incapaz de amar.

Esas palabras azotaron su corazón y lo dejaron sangrando. —Estás equivocada sobre eso.
Ella le quitó la mano de su agarre. —Si me hubieras amado, me hubieses dicho la verdad. No
me habrías permitido preocuparme por un monstruo que destruyó a mi familia. ¿Qué? ¿Te reías de
nosotros? ¿Pensaste que era gracioso que me guardaras como un juguete mientras tu padre nos
mataba, uno por uno?

—¡Oh Dios mío, Phoebe! Viví en el infierno todo el tiempo que estuve contigo. Amaba a mi
padre y por tu culpa me vi obligado a mentirle.

Ella sacudió su cabeza. —No. Tú elegiste mentirle. —Ella puntualizó sus palabras
empujándolo en su pecho—. Tú elegiste, Urian. Podrías haberlo dejado en cualquier momento y
quedarte conmigo, pero no. Debes haber disfrutado de las mentiras o no habrías regresado con él
constantemente.

—No es tan simple. ¡Era mi padre!

—¿Y ahora vives con tu enemigo? ¿Qué tan rápido lo superaste, ¿eh?

¡Esto era una locura! Ella no tenía ningún sentido.

—Y podrías haberme dicho en cualquier momento que todavía estabas viva. ¿Por qué no lo
hiciste?

—¡Mira a tu alrededor! —Ella levantó los brazos para indicar las paredes a su alrededor. —
Tu padre me encerró en este infierno y tiró la llave. —Ella lo empujó de nuevo—. Grité y grité por
ti. Seguí creyendo que seguramente podrías escucharme. Que me amarías lo suficiente como para
venir. ¡Y nunca lo hiciste!

Sus gritos lo atravesaron. No solo las palabras, sino su propio temor de que él la hubiera
escuchado y lo hubiera descartado como una pesadilla.

Porque se suponía que ella estaba muerta. Había escuchado tantas voces en su cabeza durante
tanto tiempo. ¿Cómo iba a saber que la suya era real?

—¿Qué quieres que haga, Phoebe? ¿Pedir disculpas? ¡Lo siento! Nunca quise hacerte daño.

—Pero lo hiciste. —Las lágrimas brotaron de sus ojos—. Y rechazo tu disculpa. ¡Hay algunas
cosas que un "lo siento" no solucionan!

—Bien. Te llevaré a Cassandra, y...

Ella cortó sus palabras con una risa amarga. —No me dices qué hacer y no me posees.
Recuerda que somos apolitas. Tú llevas mi apellido, Urian Peters.

Esa era su costumbre. Dado que la paternidad nunca fue un don absoluto, pero todos sabían
quién era la madre que daba a luz un hijo, era una tradición apolita trazar el linaje a través de la
familia de la madre y asumir el nombre de la esposa en el matrimonio. Como decían los apolitas,
"El bebé de mamá, quizás sea de papá". No estaba seguro de a dónde ella iba con eso.

No hasta que las espinas alrededor de la habitación comenzaron a engrosarse.

—¿Qué estás haciendo? —Urian convocó su espada.


Ella se rió oscuramente. —¿Planeando usar eso en mí?

—No, —él esperaba no hacerlo—. Pero ¿qué está pasando?

Una fría y siniestra sonrisa curvó sus labios. —Me dejaste aquí para pudrirme, Urian. Te
devuelvo el favor.

El piso bajo sus pies se dobló y liberó las almas sobre las que había advertido a los demás.
Estas corrieron hacia él, chillando y aullando.

—¡Apolo! —Gritó ella—. He cumplido con nuestro trato. ¡He aquí el hijo de tu enemigo! ¡Te
lo entrego a cambio de mi libertad!

Stygian
—Shadow? ¿Qué quieres decir con que no puedes pasar? ¡Esa es tu especialidad! Eres una
cucaracha. Te metes en lugares que nadie puede.

Con un ceño ofendido, se giró para mirar a Blaise. —¿De verdad, mandrágora? ¿Cucaracha?
Al menos yo no me lamo las pelotas. Y para tu información, ¡quien construyó esa barrera hizo un
gran trabajo!

—Ése sería yo.

Todos se giraron para ver a Apollymi en la niebla.

Xyn se quedó congelada ante la belleza etérea de la antigua diosa, que los miró a todos con
malicia. Su vestido negro se combinaba perfectamente con la oscuridad, pero su pelo y ojos blancos
parecían brillar, haciéndola parecer aún más inquietante y aterradora.

Su mirada se dirigió a Styxx, Stryker y Bethany, que habían encontrado a los demás. Luego a
Xyn. —Debería estar furiosa.

Ella estrechó su mirada en Xander. —Más allá de la rabia... y si fuera otra persona que no
fuera Urian, los ensartaría a todos por estar aquí. Como va la cosa... —Apollymi tiró los brazos y
las paredes se abrieron.

—Ojalá te hubieras unido a la fiesta antes. —Bethany tuvo la audacia de amonestarla. La


mandíbula de Apollymi cayó.

—Sí, te grité. No he olvidado las nalgadas que todavía te debo. Recuerda que estaba
embarazada en nuestro último encuentro. No estoy embarazada ahora, Pol. ¿Quieres una
revancha...? En cualquier momento.

—Beth, Beth, Beth, —Styxx la apartó suavemente de Apollymi—. No hagamos enojar a la


hermosa diosa que abrió la puerta para que podamos recupear a nuestro hijo. ¿Bien? Centrémonos
en Uri. Tu bebé te necesita. Guarda el patea traseros para los malos que tienen a nuestro hijo.

Ella señaló a Apollymi con el dedo antes de asentir. —Está bien.

Xyn esperaba que Apollymi la atacara. En cambio, la diosa en realidad sonrió.


Cuando se dio cuenta de que Xyn la estaba mirando, le dio una sonrisa. —¿Qué? —Siempre
he admirado a Bet’anya.

Xyn no estaba dispuesta a meterse en medio de eso. Además, ella tenía cosas más importantes
en que pensar. Como encontrar a Urian. Corriendo para ponerse al día con los demás, rápidamente
entendió por qué, no era un lugar donde estar.

Santa maldad...

Los gritos que resonaban en este lado eran ensordecedores. Xyn se tapó las orejas. Incluso
Simi estaba haciendo una mueca.

Xander miró a Stryker. —¿Por qué no comes algo de esto y los callas?

—¿De verdad? ¿Acabas de decir eso?

—¿Dado el alto volumen de esto? Sí.

—Cúbranse las orejas, —advirtió Apollymi.

Xyn sabía lo que venía. Ella se transformó en un dragón un instante antes de que Apollymi
soltara una explosión sónica tan fuerte, que rompió dos de las paredes a su alrededor. Apenas
extendió sus alas a tiempo para protegerlos de los escombros del techo que llovían sobre ellos.

Styxx fue el primero en recuperarse. —Gracias, Xyn.

—Sí, —Bethany la acarició en el ala—. ¡Muchas gracias!

—No hay problema, —levantó con cuidado su otra ala para asegurarse de que todos
estuvieran a salvo. Por suerte nadie había sido herido.

—¿Qué? ¿Nadie me agradece por detener el ruido? —Apollymi negó con la cabeza—.
¡Ingratos! ¡Siempre estoy rodeada de ingratos!

Bethany le hizo una mueca. —No seríamos desagradecidos, Polli, si no hubieras dejado caer
una casa encima de nosotros.

—Simplemente no hay nada que te guste.

Con la boca abierta, Bethany miró a su marido. —¿Por qué detuviste tu conquista? ¡Un día
más... solo un día más!

—Ni lo menciones.

Xyn cambió de nuevo a su forma humana y se movió para pararse al lado de Brogan, quien
estaba extrañamente silenciosa. —¿Detectas algo?

—No estoy segura. —Tenía esa mirada vidriosa y extraña que tenía cada vez que estaba en
contacto con el éter.

Entonces los ojos de Brogan se aclararon. —Tenemos que darnos prisa. —Ella salió
corriendo.
El resto la siguió.

Cuando llegaron al otro lado de la barrera, Xyn estaba orgullosa y horrorizada al ver a su
daimon en toda su sangrienta gloria. Había cuerpos por todas partes. Urian estaba de pie con su
escudo y su espada mientras los mantenía a raya, pero estaban a punto de vencerlo.

Cerrando los ojos, Xyn usó sus poderes para cubrirlo con su armadura mientras ella
convocaba su propio equipo para ella misma. Corrió hacia la refriega y rodó para aparecer detrás de
él y atrapar al Adoni que estaba a punto de atacarlo allí.

—¿Qué te retrasó?

—Tenía que hacerme las uñas.

Urian se rió de su respuesta. —Deberías haber conseguido un corte de pelo mientras estabas
en eso. Tienes las puntas abiertas.

—Como si tú pudieras hablar sobre eso. ¿Cuándo fue la última vez que tú te cortaste el
cabello? ¿Y qué es ese crecimiento en tu cara? ¿Eres un hombre o una cabra?

Ella apuñaló por encima del hombro de Uri para atrapar al que estaba delante de él, luego giró
para atrapar al segundo y luego al tercero.

Urian la detuvo antes de que pudiera ir tras un cuarto. Tenía un corte en el rostro que hizo que
su corazón se hundiera. —Gracias. —Con un rápido beso, la soltó y apuñaló a un agresor a su
derecha.

—¿Uri?

Él hizo una pausa para mirarla.

—S'agapo.

En el pasado, él nunca le había permitido a ella decirle a él que lo amaba. No estaba segura de
cómo lo tomaría.

Él extendió la mano para tocar su mejilla. —“Ise to alo mou miso". Tú eres mi otra mitad.

Nada podría haber significado más para ella. Porque sabía que él no decía esas palabras a la
ligera.
—¡Maldición, daimon! ¿A quién hiciste enojar? —Gritó Xander—. ¿De dónde vienen estas
cosas?

—¡Sí! —Concordó Shadow—. ¿Quién abrió la puerta?

Blaise le dio una patada a su oponente. —Mejor aún, ¿cómo la cerramos?

La única feliz era Simi, que estaba haciendo barbacoa con ellos.

—Tienes que agradecer a Apolo y a Morgana por esto. Apolo robó el cetro de Hades.

Apollymi maldijo entre dientes. —¿El que abre los portales entre los mundos?
—Sí, ese.

Xander gruñó. —De vuelta a mi pregunta... ¿cómo la cerramos?

—Con sangre de Apolo y de Apollymi, —Urian los enfrentó—. En otras palabras, con mi
sangre.

Xyn tuvo un mal presentimiento al escuchar esa nota en su voz. Era una que había escuchado
otras veces, justo antes de que él hubiera hecho algo dramáticamente estúpido. Por lo general para
uno de sus hermanos.

O hermana

—¡No lo hagas! —Gruñó ella—. ¡Así que ayúdame, Uri! No me hagas arrastrarte del infierno
para patearte el trasero.

—No podemos dejarlo abierto, Xyn.

Entonces ella vio.

El tiempo se hizo más lento mientras contenía la respiración. Él iba por la estúpida victoria.
Su alma gritó mientras su miedo la paralizaba.

Y entonces, antes de que pudiera concentrarse en hacer algo para detenerlo, Stryker lo
apareció. Agarró a Urian y lo desarmó, luego lo atrajo a sus brazos.

Un instante después, dejó que lo llevaran en lugar de Urian.

Xyn cayó al suelo con Urian encima de ella. Ella no estaba segura de cuál de los dos se
sorprendió más cuando se miraron el uno al otro. Todo lo que sabía era lo encantada que estaba de
tenerlo aquí.

Urian no podía creer que todavía estuviera vivo o que su dragón lo hubiera amortiguado. Pero
su alivio duró poco.

El pánico lo reemplazó al recordar lo que Stryker había hecho. Levantándose, rápidamente


observó el campo de batalla, que ahora estaba inquietantemente tranquilo. Shadow y Xander se
estaban dando vuelta, buscando más enemigos. Brogan estaba sosteniendo a Blaise. Simi estaba...

Bueno, ella estaba merendando.

Y sus padres se dirigían a...

No.

Urian no pudo respirar cuando vio a Stryker en el suelo. En ese momento, olvidó toda la ira y
el odio que tenía por el hombre. Olvidó el hecho de que lo quería muerto y había planeado su
asesinato.

Todo lo que vio fue al hombre que lo había abrazado cuando era un niño. Él, que solía
perseguir a los monstruos de debajo de su cama. Él padre que le había enseñado a atarse las
sandalias. A caminar con orgullo e integridad.
El que se arrojó a sus enemigos para salvar su vida.

—¡Baba! —Urian corrió hacia él—. ¡Baba, no! —Las lágrimas llenaron sus ojos cuando se
arrodilló al lado de Stryker y lo hizo rodar suavemente.

Estaba cubierto de sangre. Con la respiración entrecortada, apenas estaba vivo. —Eisai oti
kalutero uparxei, m'gios. “Eres lo mejor de la tierra, hijo mío” —. Lamento mucho haberte
lastimado.

Urian lo agarró por la camisa con ambos puños. —¡No te atrevas a morir sobre mí, bastardo!
¡No me hagas esto a mí ni a Medea! —Convocando cada parte de su determinación, agallas y
fuego, Urian calentó su brazo hasta que brilló y se quemó como un incendio. Por los dioses, no iba a
dejar que Stryker muriera. Los dioses y el destino le habían quitado lo suficiente. No iba a dejar que
le arrancaran otra jodida cosa de su vida.

¡No otra vez!


¡No así!

¡Había terminado con eso!

Cegado por las lágrimas, envió todo lo que tenía a su padre. Su fuerza. Sus poderes.

Sobre todo, le envió su amor. A pesar de todo lo sucedido entre ellos, seguían siendo familia.
—Por favor, por favor, Baba. —Llorando, Urian apoyó la cabeza en su pecho.

Pero no había latido del corazón.

¡Malditos dioses! ¡Malditos!

Y entonces lo sintió. La mano de su padre en su cabello. El latido más suave de su corazón


contra su oreja, seguido de una profunda inhalación. Urian dejó escapar una risa nerviosa mientras
levantaba la cabeza para encontrarse con la mirada de Stryker.

Le sonrió como solía hacerlo cuando era un niño. —Dios mío, niño. ¿Esto significa que me
estás hablando de nuevo?

Incapaz de hablar más allá del dolor y el alivio que sentía, Urian asintió.

—Buen hijo, si hubiera sabido que esto era todo lo que haría falta para que me perdones, me
habría suicidado hace una década.

—No eres gracioso, Baba.

Stryker se enjuagó las lágrimas y le besó la frente. —Y yo tampoco soy tu único padre. —
Levantó la barbilla hacia Styxx y Bethany.

Xyn ayudó a Urian a levantarse, mientras que Styxx ayudó a Stryker a levantarse.

Styxx dejó escapar un profundo suspiro. —Una vez más, Stryker. Somos familia.

Stryker asintió. —Lo somos. Ahora, ¿dónde está Phoebe?


Resoplando, Urian acomodó su cabello en una cola de caballo para asegurarlo. —No donde
ella pensó que estaría.

Xander miró a su alrededor. —¿Qué quieres decir?

Simi se acercó con su salsa barbacoa. —Lo que quieres decir es que tu Phoebe está en la
esquina, meciéndose como si ella tuviera la rabia.

—¿Perdón?

Simi señaló con su botella.

Con el brazo brillando, Urian se dirigió a Phoebe. Si bien él no sabía exactamente dónde
estaba ella, tenía una buena idea de donde se encontraba.

No tardó mucho en encontrarla. Como dijo Simi, ella estaba rabiosa. Y en el momento en que
vio a Urian, lo estuvo un poco más.

Ella comenzó a huir, pero Urian la atrapó.

—No voy a hacerte daño. —Aunque realmente tenía ganas de hacerlo.

Sus ojos parecían salvajes cuando miró de él a sus compañeros. —¿Qué vas a hacer?

—¿Honestamente? Lo siento por ti. —Y por el hecho de que Apolo le había mentido. Miró
por encima de su hombro a los demás. —Apolo prometió liberarla si le daba algo de mi sangre. No
sé para qué la necesitaba. Una vez que la tuvo, atrajo a esos bastardos hacia mí y la dejó aquí.

Apollymi se burló. —Apolo mintiendo. ¿Imagina eso?

—Sí. De todos modos, ahora que sabemos que no estás del todo bien, estoy pensando que,
como Acheron me corrigió, podríamos ser capaces de arreglarte.

Phoebe se quedó boquiabierta. —¿Me estás perdonando?

—No, no, no. Tu atacaste a Davyn. Dejaste que Apolo infectara a mi padre y a mi madrastra
con un virus que casi los eliminó.

—Aunque yo te agradezco por eso, porque conocí a Brogan gracias a eso, —murmuró Blaise.

—Cállate, Blaise.

—Bueno, solo digo que no todos la odiamos.

Urian lo fulminó con la mirada. Luego volvió al tema en cuestión. —Intentaste alimentarme
de ellos. Así que…

—Quiero el divorcio, Urian.

Él arqueó una ceja ante eso.


—He estado enjaulada toda mi vida. Primero por mi padre, luego mi madre. Por ti y aquí.
Quiero estar sola en el mundo real. Estoy cansada de estar atada a otras personas y de vivir de
acuerdo con las reglas de otra persona. Solo quiero tener mi propia vida para mí.

Urian levantó las manos en señal de rendición. —La tienes. No voy a discutir. Me aseguraré
de que estés bien provista.

Phoebe se echó a reír. —Heredera Peters, ¿recuerdas? No lo necesito. Tengo mis propios
fondos.

—De acuerdo. ¿Al menos quieres la dirección de tu hermana?

Ella asintió. —Eso sí lo que quiero.

Urian le entregó su teléfono y lo abrió. —Presiona dos y llamaras a Cassandra.

Mientras ella se iba sola, él se volvió hacia los demás. —Creo que nuestra crisis del momento
ha terminado.

Shadow se echó a reír. —No, no lo es, princesa. Apolo tiene un cetro que puede abrir portales.
Y tú sangre. Esa es una receta para el desastre extremo. Mi úlcera acaba de tener cuatrillizos.

Xander asintió. —Él tiene razón. Esto va a ser malo.

—Necesitamos reunir recursos para detenerlo—. Stryker suspiró profundamente.

—¿Es verdad lo que dijo? —Xander levantó la barbilla hacia Davyn—. ¿Tus Daimons ya no
viven de almas?

—Es verdad. ¿Por qué?

—Entonces estoy pensando que deberíamos realizar una tregua oficial.

Stryker asintió. —Una advertencia. No somos los únicos daimons por ahí. Somos solo un
grupo pequeño.

—Pero puedo marcarlos, —ofreció Apollymi—. De esa manera los Cazadores Oscuros
pueden distinguir a mi Spathi de los demás. Les daré una marca que nadie más puede copiar o
duplicar. Será visto solo por los ojos de los Cazadores para que no puedan hacerles daño.

—Eso funcionará.

Bethany sonrió. —¿Quién hubiera pensado que estaríamos del mismo lado?

Haciendo una mueca, Styxx se rascó nerviosamente el cuello. —Tengo que decir que no me
siento cómodo acostándome con los atlantes.

Bethany le dio una palmada en el estómago. —¡Hey tú!

Él rió. —Tú no cuentas.

Stryker se hizo a un lado con Urian. —¿Estamos bien otra vez?


—No lo sé, Solren... sí me cortaste la garganta. Estoy un poco jodido. —Urian esbozó una
sonrisa—. Pero soy tu hijo, así que creo que la normalidad y la cordura desaparecieron hace mucho
tiempo. Teniendo en cuenta eso, supongo que lo estamos.

Stryker lo tomó en sus brazos y metió la mano en su cabello como lo hacía cuando Urian era
joven. —Te he echado mucho de menos, —esas palabras bruscas fueron gruñidas contra su oído.

—También te extrañé.

Por un minuto, Urian no creyó que lo dejara ir. Finalmente, lo golpeó en la espalda y se alejó.

Entonces Stryker se detuvo. —Eres bienvenido de ir y venir. He mantenido tu lugar tal como
lo dejaste. Nadie ha movido ninguna de tus cosas.

Y eso le dijo a Urian más que nada cuánto lo amaba su padre. —Gracias.

—De acuerdo, me voy a decirle a mis daimons que dejen de matar a los Cazadores Oscuros.
Eso podría tomar un tiempo en ser asimilado. Es difícil resetear once mil años de instinto.

Davyn asintió. —Él no está equivocado. Todavía quiero cagarme en los pantalones cada vez
que veo a Acheron. —Miró a Styxx—. O a ti, porque te pareces a él.

Simi dejó escapar un resoplido. —¡Oh, poo a eso! Akri una dulzura. ¡Él no mata a ningún
daimon que no tiene! —Ella eructó—. ¡Ooo, ese me mordió de vuelta!

Phoebe se acercó y devolvió el teléfono de Urian. Ella se secó las lágrimas de su rostro. —
Gracias.

—¿Estás bien?

Ella asintió. —¿Puedes ayudarme a llegar a Minnesota?

—Por supuesto. Iré ahora mismo, si quieres.

Voy a llevar a los otros de vuelta. Xyn le pasó sus pensamientos a él. Te encargate de
Phoebe. Te veré más tarde.

Urian asintió antes de dirigirse al portal con Phoebe para que pudiera verla asentarse.

No le tomó mucho tiempo llevarla con Cassandra y Wulf. En el momento en que llegaron,
Cassandra soltó tal alarido, que lo sorprendió que no diera vuelta al mundo mil veces.

Incluso su perro se quejó por eso.

Y cuando Phoebe vio a los niños, estalló en una ronda de lágrimas que fue verdaderamente
estelar, especialmente por la pequeña Phoebe.

Wulf le dio una palmada en la espalda. —Supongo que te mudarás aquí, después de todo.

Urian negó con la cabeza. —No estamos juntos.

—¿Qué?
—Larga historia.

—Hombre, lo siento.

Deseando sentirse tan mal por eso, como lo estaba Wulf, Urian suspiró. —Lo aprecio.

—¡Uri, Uri, Uri! —Jeff entró corriendo para dar un salto brusco en sus brazos.

—¡Umph! —Urian apenas lo atrapó—. ¡Dang, muchacho! ¿Qué has estado comiendo?
¿Rocas?

Riendo, le abrazó el cuello. —¿Te quedas mucho tiempo?

—Nah, lo siento. Tengo que volver. ¿Conociste a tu tía Phoebe?

—Sí, pero están hablando de cosas de chicas. Es aburrido.

Cassandra y Phoebe entraron a la habitación para darle la misma mirada que se le daba a un
pedazo de queso de tres días, dejado dentro de un automóvil en pleno verano.

Urian puso a Jeff de nuevo en pie y le dio una palmada en la cabeza. —Bueno, en este caso,
mejor corro antes de que mis testículos se arrastren más adentro de mi cuerpo. Tal vez algún día
quiera usarlos de nuevo.

Él fue antes de que esto se pusiera más feo o más incómodo.

Pero bueno, estaba acostumbrado a sentir que no pertenecía. En todos los siglos que había
vivido, en todos los lugares a los que había llamado su hogar, nunca se había sentido cómodo o en
paz. Nunca había sentido esa sensación de pertenencia absoluta.

En ninguna parte.

Eso era probablemente, lo más extraño de todo. Medea se había mudado con su padre y
encontró su ritmo de inmediato en Kalosis, junto con su madre. Davyn y Paris se habían
sincronizado en el momento en que se conocieron. Incluso Danger había aparecido en el templo de
Acheron con Alexion, y los dos habían establecido un hogar como si ella siempre hubiera estado
allí. Incluso la demonio Xirena se había mudado con Simi y había estado bien.

Ahora, Phoebe estaba en casa con su hermana, de una manera en la que Urian nunca se había
sentido bienvenido.

Y él estaba…

Perdido todavía.

A la deriva en su propia soledad.

Se sentió raro en Kalosis con Stryker y Zephyra. Mientras que la mayor parte del tiempo que
pasaba en Katateros, estaba aislado en una habitación.

Para siempre la soledad.


Era todo lo que había conocido.

Oh… bien. Era lo que era. Al menos ya no tenía la culpa. Eso era algo nuevo, al menos.

Esos fueron sus pensamientos, hasta que abrió la puerta de su habitación para encontrarla
completamente vacía. Como en el vacío absoluto. Como un buffet después de que Simi y su
hermana pasaran por él. ¿Qué demonios?

¿Habían quitado sus cosas para otro bebé?

Atontado y un poco enojado, Urian se dio la vuelta y fue a buscar a Alexion. —¿Dónde están
mis cosas? ¿Nos han robado?

Alexion lo miró como si él hubiera perdido la cabeza. —Xyn vino y se las llevo. Supuse que
lo sabías.

Eso solo lo confundió más. —¿A dónde se las llevó?

Alexion se encogió de hombros.

¿En serio? ¿El bastardo no tenía nada que comentar? Doble infierno.

Frustrado de que jugaran este juego, Urian sacó su teléfono y la llamó. —¿Xyn? ¿Dónde están
mis cosas?

Apenas había terminado la pregunta antes de ser teletransportado a su caverna. Urian terminó
la llamada mientras miraba alrededor del enorme y lujoso lugar que había hecho para ella. Brillante
y abierto, contenía todo tipo de productos electrónicos de alta gama y muebles caros. Su
dragonswan tenía un gusto exquisito. Pero por supuesto, ella siempre lo había tenido.

En el centro había lo que parecía ser una escalera de árbol gigante. Y cuando Xyn bajó, con
una bata verde ceñida, sintió que se le secaba la garganta y una parte de su anatomía se destacaba en
gran aprecio por sus exuberantes curvas que siempre le habían prendido fuego al cuerpo.

—¿Estás bien? —Ella preguntó mientras desaceleraba el paso.

—No estoy seguro... ¿estoy en el lugar correcto?

Ella rió mientras acortaba la distancia entre ellos. —¿No es esto lo que querías? ¿Te he leído
mal?

—No lo sé. ¿Qué leíste?

Sus mejillas se volvieron de color rosa brillante. —¡Oh Dios mío, Urian! ¿Has vuelto con tu
esposa?

¿Por qué estaba tan enojada con él? —¡Ex esposa! ¡No! —Él la agarró del brazo cuando ella
comenzó a alejarse y finalmente se dio cuenta de lo que había hecho—. ¿Me mudaste contigo?

Ella le dio una mirada cargada de obviedad. —¿No es ahí hacia dónde íbamos?
Antes de que Phoebe apareciera, pensaba que sí. Pero después de eso... —Pensé que habías
cambiado de opinión.

Sus rasgos se suavizaron con una ternura que hizo que su corazón latiera más rápido. —No
cambiamos de opinión, —ella lo besó con ternura, luego tomó su mano para llevarlo hacia el sofá—
. Puse tu consola allí con tus auriculares. Y te compré una silla de juego cómoda.

Incapaz de creer lo que veía, Urian la detuvo cuando se dio cuenta de cuánta atención prestaba
a los pequeños detalles de sus hábitos y gustos. La ternura lo ahogó.

—¿Sarraxyn?

—¿Sí?

—Te amo. Y no te daré por sentada. Gracias.

—¿Por qué?

Por la única cosa que nunca había tenido en toda su existencia. Un lugar donde se sentía
querido. A donde pertenecía. —Por darme lo que nunca he tenido antes... un hogar.
Epílogo
Xander se quitó la chaqueta. Qué noche más jodida. Los Cazadores Oscuros ahora se aliaron a
los daimons.

El infierno se había congelado.

Sí. Finalmente había vivido lo suficiente como para ser sorprendido. Su madre y Confucio
tenían razón. Si te sentabas junto al río el tiempo suficiente, eventualmente verías los cuerpos de tus
enemigos flotando.

Extraño, extraño, extraño.

—¡Brynna! ¡No vas a creer la mierda que pasó esta noche!

Él frunció el ceño cuando no la encontró esperándolo.

Extraño. Ella siempre esperaba que él volviera a casa.

—¿Brynna?

Xander recorrió la casa, buscando a su Escudera. —¿Bryn?

¿Estaba enferma? Un mal presentimiento se apoderó de él. Esto no era normal.

De repente, asustado, sacó su teléfono para revisar el correo de voz.

Los dos primeros fueron basura. Pero el tercero...

Hizo que su sangre se helara.

La voz era una que no conocía.

Tenemos a tu Escudera, Cazador Oscuro. Es un nuevo mundo valiente. Y si no lo haces lo que


te decimos, te la enviaremos de vuelta en pedazos.

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