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EL SECUESTRO DEL PADRE DESIDERIO

Por Pedro Acuña Meza

Una historia Real en el pasado de ficción del Pueblo olombiano

El secuestro del Padre Desiderio, presbítero de Pacho, y del Señor Obispo de Zipaquirá,
Jorge Enrique Jiménez, causó la más honda conmoción en sus feligreses;. Esto llevó a la
más grande movilización humana de que se haya tenido noticia en la Región del Río Negro
Cundinamarqués, durante el año 2002.

La radio y la televisión le dieron un gran despliegue a esta noticia, llegando inclusive, a


oídos del Santo Padre, Juan Pablo II, quien desde Roma dio su mensaje de aliento al pueblo
Colombiano y oró por la vida de los secuestrados. Fueron tres largos días de triste
recordación.

Con este documento, quiero compartir con ustedes, desde el corazón del Padre Desiderio,
las intimidades y los sufrimientos padecidos por los dos nobles secuestrados, en los montes
del municipio de Topaipí Cundinamarca, esperando que este tipo de situación, jamás se
vuelva a repetir.

El secuestro del Padre Desiderio Orjuela


Por: Pedro Acuña Meza

Así cantó, Mejicol Sánchez, un curtido hombre de campo y compositor de música popular de
Pacho Cundinamarca, el día que liberaron al Padre Desiderio Orjuela y a Monseñor Jiménez:

Las campanitas del templo repicaron


Y las plegarias se elevaron al cielo
Gracias Diosito por el Santo Milagro
De regresarnos al padre Desiderio

Que fecha aquella del 11 de Noviembre


Horrorizado mi pueblo dice así
Como es posible que a Monseñor Jiménez
Lo secuestraran llegando a Topaipí

A lomo e mula viajó toda la noche


Pasó la jungla pensando sólo en Dios
Junto a su amigo el padre Desiderio
Que lo animaba con un poco de humor

Como fue triste el once de noviembre


También el quince fue de felicidad
Al santo Papa le llega la noticia
Son liberados y es parte militar

Pasó la noche de negra incertidumbre


Volvió la dicha la paz y la alegría
Por el regreso del padre Desiderio
Cantó la mirla cantó y cantó el chagira

Zipquireños Coguanos y Pachunos


Ven de repente algo sensacional
Cuando aparece el pájaro de acero
Llevando al clero rumbo a la capital

Mis ojos no habían visto jamás, una movilización tan grande como la ocurrida aquel 11 de
noviembre del 2002, cuando se conoció la noticia del secuestro del Padre Desiderio.

– Ya se enteró de la tragedia?,… han secuestrado al padre Desiderio, …me dijeron.



Al principio no lo creí, como era natural, pero a la vez no me pareció extraño, por la misma
situación que vivía nuestro país en ese momento. Aquí han secuestrado y asesinado
Arzobispos, obispos, sacerdotes y miles de civiles; uno más… no sería noticia, sólo
estadística, …pensé.

A medida que continuaba caminando por las calles de Pacho,(un antiguo pueblo fundado a
comienzos del año 1600, cabecera de la Región del Río Negro Cundinamarqués, con una
población en su mayoría católica y a sólo dos horas de Bogotá, la capital de Colombia),
sentía, cómo el sonido de unas campanas lastimeras repicaban, confirmando la triste noticia
del secuestro del Padre Desiderio, sacerdote católico, que por más de 40 años ha venido
prestando sus servicios en esta población. El pueblo estaba herido, le habían tocado sus
más íntimas fibras sentimentales.

Poco a poco y de manera silenciosa, la gente se empezó a aglomera en el templo San


Antonio de Padua, ubicado en el centro del pueblo, frente al parque principal, donde el
sacerdote Armando Beltrán asumía con gran responsabilidad el liderazgo y la conducción de
un rebaño a quien le habían secuestrado a su pastor.

El padre Desiderio Orjuela no había sido secuestrado solo, con él fue retenido también el
Señor Obispo de la Diócesis de Zipaquirá, Monseñor Jorge Enrique Jiménez.

La gente se veía impotente; el pueblo se tornó silencioso; la iglesia se convirtió en lugar de


concentración permanente. Las emisoras locales: Pacho FM, emisora comunitaria; Radio
Futurama, emisora comercial; Radio Auténtica, emisora cristiana y Dulce estéreo, emisora
comercial, abrieron sus canales para que la comunidad comunicara y manifestara sus
tristezas y sentimiento, tal vez con la esperanza de ser escuchados por los clérigos y así
poder llevarles una voz de aliento .

Todo el pueblo se unió en una confraternidad ejemplar. Todas las iglesias del municipio se
manifestaron en pro de una pronta liberación de los secuestrados.

Para contar esta experiencia de oración, solidaridad y unión de un pueblo, solamente se


tiene que haber vivido. Fueron varios días de insomnios, de ansiedad colectiva, de rabia y de
dolor, de fuerza e impotencia a la vez.
De la noticia se enteró el Mundo, hasta el Santo Papa desde Roma se manifestó al respecto.
La radio y la televisión se empezaron a interesar por la noticia, quizá por la importancia que
tenía el Señor Obispo de Zipaquirá, Monseñor Jorge Enrique Jiménez.

A medida que los días pasaban, parecía que la esperanza se diluía; el temor era que
el sentimiento y efervescencia de los primeros días desaparecieran, dejando que el
secuestro del padre Orjuela se convirtiera en una estadística más de las páginas frías de los
libros judiciales.

Afortunadamente el final ya todos lo conocemos, el padre Desiderio Orjuela y el Señor


Obispo Jorge Enrique Jiménez fueron rescatados por el Ejército Nacional, el día 15 del
mismo mes de noviembre, de aquel año 2002.

La Oración valió la pena, los pastores ahora están nuevamente al frente de sus
rebaños.

¿Pero qué ocurrió con los secuestrados?;¿Qué sintieron?; ¿cómo vivieron ellos, esa
pesadilla de lo que significa un secuestro?. Esa era la otra cara de la historia que faltaba por
contar y conocer para poder juntar las dos mitades de una realidad que el pueblo pachuno
jamás debe olvidar.

Esa es la intención de este trabajo periodístico, guardar para nuestros hijos y nietos la
historia del secuestro del padre Orjuela, para que esta triste realidad no se quede por ahí,
perdida en los vericuetos enmohecidos de los acontecimientos insignificantes del olvido, ya
que el tiempo es como esa suave brizna que muchas veces borra las huellas de la historia
sin que nos demos cuenta.

Una de esas noches fría pachuna, concerté una entrevista con el Padre Desiderio Orjuela,
quien de manera decidida accedió a contar como primera fuente, todos los detalles, al
menos eso nos prometió, de lo que fue la pesadilla de su secuestro, al lado del señor Obispo
de Zipaquirá.

Llegó puntual e impecablemente vestido como siempre, con su camisa negra de cuello
cerrado y calzado con los mismos zapatos que lo acompañaron durante su secuestro, (eso
lo supe más tarde). Empezamos a charlar, mientras el pueblo dormía bajo el silencio de los
follajes de los Chicalás, que apacibles soportaban la caricia de la brisa trasnochada que
bajaba rauda desde el Cerro de la Cruz, arrullados a la vez, por el susurro de la altanera y
esquiva corriente del Río Negro.

Jovial y sonriente empezó a evocar con aparente tranquilidad cada uno de los
acontecimientos y sentimientos vividos durante su cautiverio; con su sutil sentido del humor
fue hilando, ayudado por mis inquietudes, cada uno de los pasos de su odisea. Solamente
encendí el motor de la charla y él, buen conversador, empezó a evocar aquellos tristes
momentos de su tortura. Su hablar fue suave y pausado; su mirada muchas veces se perdía
en el ambiente como si volara nuevamente a esos caminos inhóspitos de Topaipí; como si se
trasladara nuevamente a recorrer cada una de sus huellas, las huellas de su secuestro.

Intento transcribir aquí, su narración llena de emociones y silencios, para poder transmitir a
los lectores esa sensación que sentí, sentados frente a él, escuchando su aventura;
Encontrarán un texto lleno muchos puntos suspensivos, los cuales representan la duración
de los silencios y las pausas. Las risas de sus recuerdos, y las tristezas de sus nostalgias,no
fueron posible describirlas…..

-Por donde empezamos- dijo-. Su mirada me escudriñó, como buscando alguna respuesta
que sirviera de excusa para hilar sus recuerdos; sus tristes recuerdos. Su rostro reflejaba un
poco de sonrisa cómplice; la de un hombre que sabe que sólo él, tenía en su mente cada
uno de los instantes de aquella historia que queríamos conocer.

Así empezó; -Fue un once de noviembre del dos mil dos… esa salida ya estaba prevista….
Quince días antes habíamos estado en Topaipí;…. sin embargo, yo había empezado a
escuchar, desde el lunes anterior, las preocupaciones de la gente, cuando les contamos que
el Señor Obispo iba para San Antonio de Aguilera … el Señor Obispo estaba muy
confiado… yo conocía la región… incluso, conocía algunos de los jefes guerrilleros, con los
que me había tocado hablar para buscar la forma de darle seguridad a los párrocos…sobre
todo de ese lado…. del sector del Peñón de donde un párroco había sido desplazado
supuestamente por la guerrilla… después se supo que no… que no era por ese lado…talvez
fue una persona particular que tuvo alguna dificultad con él …y se aprovechó, para hacer
esa amenaza…

Salimos de aquí de Pacho Cundinamarca… el once de noviembre… a las ocho de la


mañana o un cuarto para las ocho, porque teníamos que estar allá…. a las diez de la
mañana…. en San Antonio de Aguilera, donde nos esperaban.

Partimos…, por el camino había arcos… en el Alto del Cedro, a 20 minutos de Pacho en
carro… siempre que pasábamos por ahí con el Señor Obispo… tenían un arreglo que
cuando pasaba el carro llovían flores…. después miramos y era una cuestión mecánica echa
por la gente… tenían un canasto bien subido y apenas pasábamos volteaban el canasto y
quedaba el carro cubierto de flores… ese día nos pasó así, nos recibieron con flores y nos
dieron jugo.

De ahí salimos para Pasuncha donde estaba la gente también esperándonos….Íbamos en


dos carros, porque nos habían aconsejado los cuerpos de seguridad que nunca viajáramos
solos, que ojalá viajáramos con dos o tres carros…. Entonces… iba el carro de la Curia… del
Señor Obispo… en el carro de aquí de la parroquia, el pequeño… iba el Señor Obispo y yo,
que iba manejando; en el otro carro, iban el chofer del Señor Obispo, el profesor Zamora y
un catequista del Alto del Cedro que el día que pasábamos le dije: -hola, Ciro Fernández, así
se llama, porque no nos acompañas? Y dijo: claro, y se subió al carro, no sabía como
estaban las cosas… Bueno… llegamos a Pasuncha, ahí invitamos a un profesor amigo del
Señor Obispo y le dijimos: camine y dijo: ¡no.no.no!…yo no voy por allá… como si
presintiera algo.

Seguimos…. más adelante nos salió una señora con una jarrita de jugo, eso fue por ahí en
Yasal, unos tres kilómetros antes de llegar a Mata de Ramos… salió la señora con un jugo…
y un niño… el niño nos echó unos versos como este:
el amor es una locura, que si el cura no lo cura… no se que más…no recuerdo…

El señor obispo iba tranquilo… ahí nos tomamos otro jugo, pero sirvieron mucho, dijimos.
Dios es muy grande y sabio… porque después no volvimos a comer sino hasta el otro día,
era como una premonición… ya iban dos jugos… claro que nosotros antes de salir de aquí
de Pacho, le solicitamos a la muchacha que nos ayuda, que nos preparara un buen
desayuno… uno no sabe, le dije. Ese día desayunamos con un soberano tamal.

Pasamos por Mata de Ramos.. recuerdo que en Pasuncha había ejército…eso nos dio un
poco de confianza aunque ya más adelante no había nada de ejército. Pasamos Mata de
Ramos… la carretera… muy mala… una carretera horrible.. nos enterramos varias veces…
hasta que por fin llegamos a un sitio… una casita.. bien a la orilla de la carretera, donde
tenían una Biblia como en un altar… abierta y adornada con rosas… con flores..
interesante…

Seguimos… cuando al rato, en un sitio, donde se desprende un camino hacia una vereda
llamada el Roblón, un sitio más bien enmontado… en una curva… salieron dos tipos, uno de
civil y otro de camuflado y preguntaron: -¿quién es el Señor Obispo? Entonces el señor
obispo dijo: -Yo. Que se ofrece?-.
-Que mi jefe quiere hablar con usted- dijo el tipo… y el obispo replicó: -Con mucho gusto,
que venga aquí y lo recibo-.
No, dijo el tipo, es que usted tiene que ir allá-. Entonces el señor obispo dijo: -No, yo no me
bajo, que venga si quiere hablar conmigo-.
Que se baje, replicó el tipo y nos ordenó en tono enérgico: -volteen el carro!
Le di la vuelta al carro…y en una especie de fangal, se apagó y no volvió a prender.

El guerrillero que salió, el jefe supuestamente, pensando que era una trampa nuestra,
entonces gritó: -Háganse a un lado, yo manejo… y se subió.

Intentó varias veces mover el carro y no le prendió. Enseguida empezaron a salir guerrilleros,
entre ellos, otro que talvez era el jefe superior, quien gritó: -bueno, quite de ahí!

yo me hice para atrás… el señor obispo se quedó en su puesto, al lado del conductor. El
guerrillero empezó a dar encendido pero el carro no prendió. Llamó a otro poco de
guerrilleros a empujar… pero nada. Empezaron a ponerse nerviosos… de pronto pensaron
que el ejército iba a llegar y nos gritaron: – bájense! : el señor obispo dijo: -yo no me bajo-

entonces el Chundón, que era el jefe, así escuché que lo llamaban, volvió a gritar: -alcancen
un lazo para amarrarlos-

entonces dije:-señor obispo, bajémonos porque amarrados, nos va más mal.


Nos bajamos; el carro quedó ahí en el centro de la carretera.

El otro carro que iba detrás nos alcanzó.. y la guerrilla les dijo a nuestros compañeros, que
podían seguir; ellos siguieron y llegaron a San Antonio de Aguilera… creo que le dijeron al
Padre de allá y a la gente, que la guerrilla acababa de retener al Señor Obispo y al Padre
Desiderio…. Aunque a la gente le habían prohibido que dijeran algo..de todas maneras.. me
cuentan.. que se vino una cabalgata como de unos treinta o cincuenta caballos… pero por el
camino les dijeron que no podían seguir, que se devolvieran… y ellos se devolvieron.

El Chundón me pidió las llaves del carro… yo llevaba mi celular y también me lo quitaron…
traté de sacar un megáfono que llevaba en el carro para empezar a hacer escándalo y
decirle a la gente que acaban de retener al Señor Obispo, pero no me dejaron.
No hubo tiempo de sentir miedo.. en ese momento pensé:-yo tengo aquí gente que es
conocida.

El jefe guerrillero… ese con el que me entrevisté para pedirle que no molestaran al padre del
Peñón, era de ese lado- le dije al guerrillero que quería hablar con el jefe… para aclararle
que era un error.. pero ellos no aceptaron.

Nos bajaron del carro y empezamos a andar… el Chundón, el jefe, que después enterré aquí
en el cementerio de Pacho, me dijo: -usted puede irse.

Le dije. -Yo no me puedo ir y dejar solo al señor obispo, él es mi superior y mi pastor, tengo
que acompañarlo a donde vaya-.No se opuso a que me quedara y me dejó seguir.

Empezamos a bajar hacia el Roblón (vereda de Topaipí)… hacia una quebrada que tiene el
nombre de una vereda que no recuerdo. Llegaríamos por ahí a las dos y media de la tarde…
ahí en una arboleda, nos metieron debajo, mientras ellos trataban de hablar, no se con
quien, por medio de sus radios…

Con el Señor Obispo, nos pusimos a hablar y pensar en lo que querrían; inicialmente decían
que era un secuestro económico, que necesitaban plata. El señor obispo les dijo que él, plata
no tenía, que era un religioso y que la plata que él manejaba era de la Diócesis.

Ellos hablaban por radio teléfono, esos aparatos que usan ellos; ahí duraron hablando y
averiguando… seguramente dando la noticia a sus jefes. Ahí nos tuvieron como hasta las
cuatro de la tarde, o cuatro y media.

De pronto apareció un helicóptero, pasó bajito… no nos vio, porque nos tenían metidos casi
en una cueva; tan bajito pasó, que un guerrillero dijo: -yo hubiera podido bajar ese
helicóptero desde aquí. El aparato dio una vuelta y desapareció.

En total, no se cuántos guerrilleros nos cuidaban… yo me despisté un momento …un


muchacho que después se entregó, que fue el que desertó para comunicar donde
estábamos… cuando yo lo vi… era un puro soldado… cuando yo lo vi dije:- ¡uy! llegó el
ejercito, nos salvamos!-pero luego me di cuenta que era otro guerrillero.

Ahí seguimos como hasta las siete de la noche, bajo esa arboleda. Esa gente camina es de
noche, de día se levantan tarde… No nos habían dado ni comida ni agua. Ningún guerrillero
se comunicaba con nosotros. Inicialmente eran muy alejados, después ya entramos en
confianza.

Al principio… yo tenía una esperanza de que nos soltaran esa misma noche, pero a las siete,
empezamos a andar; la jornada fue dura; para mí no tanto, pero para el señor obispo si;
empezamos a andar por una quebrada, con los zapatos que habíamos llevado, como si
anduviéramos por lo bueno. Nos tocó duro.

Salimos a un potrero… había luna llena, muy bonita; se veía… se olía el campo.
Caminábamos por un potrero y se oían murmullos de gente, seguramente hablando o
preguntando quienes éramos. Salimos a un altito y el Señor Obispo dijo: -de aquí no doy un
paso más, yo no camino más-. Serían por ahí las ocho o nueve de la noche, y nos dijeron:
-tranquilos… que ahorita nos traen unas bestias.
Como al cuarto de hora, llegaron los caballos, los trajo gente de por ahí.
Yo, hace poco había salido a una vereda y había montado a caballo. Más o menos me
defiendo, pero el Señor Obispo no sabía montar a caballo………

Con el Señor Obispo siempre nos mantuvimos juntos, rezábamos, hablábamos de temas
que yo sabía que a él le gustaban. Yo.. no me imaginaba que nuestra situación… fuera algo
extraordinario.

Esa noche… después que terminamos la caminata… llegamos a una casa donde duramos
un rato, había televisión. Al otro día dijeron los guerrilleros: -oiga Señor, usted es muy
importante, porque anoche sacaron muchas notas de televisión y lo sacaron con el gorrito,
dijeron muchas cosas,… y ese señor que no nos quiere,… El Cardenal, dijo que ahora si,
miremos a ver si se podía hacer el canje.

Como a las nueve de la noche, llegaron los caballos, pero nada de comida. El Obispo les dijo
que no sabía montar a caballo, y le dijeron que tranquilo que ellos lo llevaban de cabestro….
empezamos a andar por unos caminos horribles… que dicen ellos, que son los caminos más
seguros porque nadie los transita. Como a las diez de la noche, salimos a una carretera que
yo conocía, la carretera que queda entre Topaipí y San Antonio de Aguilera,- me dije para mi:
-vamos bien, allá donde se empatan las carreteras nos dejan y vamos donde quedó el carro
y nos vamos para Pacho y ya.

Apareció un avión que empezó a dar vueltas y los guerrilleros dijeron que era el avión
fantasma… claro, ellos ya sabían, y nos metieron allá, bajo unos árboles, bien cubiertos. El
avión duró como una hora dando vueltas por ese lado.

Como a las once se fue el avión y volvimos a seguir la caminata. Oíamos gente que se
relevaba y hablaba. Llegamos a la carretera que empata a San Antonio con Topaipí, me dije:-
seguramente nos llevan para Topaipí…para Términos, otra vereda de Topaipí.

Había un desvío en esa carretera que ya no seguía ni para San Antonio ni para Topaipí,
bajaba hacia Suaraz y por ahí nos llevaron …Era curioso… porque la gente tenia en sus
casas las luces prendidas, pero a medida que íbamos pasando, las iban apagando… Iban…
seguramente, un par de guerrilleros diciéndoles, que las apagaran para que no vieran nada.

De esa carretera, desviamos por otro camino, ¡uy!… muy pendiente, muy pendiente… de
pronto llegamos, como a la hora, a una casa,…. si algún día se me cumple el sueño de
volver a recorrer la ruta de nuestro secuestro, de pronto no por tierra pero si por helicóptero,
se que la reconozco. Hace poco le dije al Señor Obispo que de pronto, para el segundo
aniversario, nos vamos a dar una vuelta para ver por donde fue que nos bajaron… un
helicóptero gastará unos diez minutos…-Llegamos a una casa con botalón… nos dejaron
afuera.. en una enramada donde estaban los aperos y las enjalmas… los guerrilleros
compartieron con los dueños de la casa…. no se que hablarían. El Obispo pidió un poco de
agua… algo le trajeron… agua seguramente, no muy saludable.

Ahí nos dejaron esperando…. tiempos… pero tiempos… más de una hora… ya sería la
media noche,… por ahí a la una de la mañana nos dijeron: -sigan que ya está la suite, lista-
Seguimos… Pensamos que nos iban a dejar en la casa, pero no… nos metieron en un
bosquecito donde ubicaron una carpa y nos llevaron un colchón que consiguieron prestado
en la casa. En ese colchón cupimos los dos… nos quitamos los zapatos y nos acostamos…
así como estábamos.

El Señor Obispo estaba tranquilo…me había dicho que al día siguiente, tenía unas
confirmaciones en la Universidad de la Sabana y le dije: -tranquilo, que las haga por allá otro
porque nosotros estamos en vacaciones forzosas-

Con nosotros, en el sentido del trato, los guerrilleros fueron respetuosos, no fueron groseros,
ni bruscos; incluso, nosotros llevábamos nuestros atuendo. Deliberadamente lo hicimos
así… yo iba con mi camisa negra.. el obispo con su sotana, para que la gente nos
reconociera.

Los guerrilleros parecían católicos.. una guerrillera tenía el escapulario de la Virgen y yo me


dije: es de los nuestros- pero que va, era la más alejada e indiferente.

Nos metieron allá en la suite… nos quitamos los zapatos, los dejamos ahí afuera.. y nos
acostamos; nunca se nos ocurrió escaparnos, porque el Señor Obispo… para caminar por
esos sitios era muy malo y él llevaba unos zapatos de esos de cuero que
resbalaban mucho… y yo… llevaba estos zapatos que tengo puestos, que son muy buenos
porque caminaron mucho.
Tratamos de dormitar, de descansar… yo generalmente me despierto temprano.

No dormimos.. eso de que uno dormita, apenas… no propiamente duerme… y a las cinco de
la mañana, salí del cambuche, pero mis zapatos no estaban… había una carpa al lado,
donde estaban los guerrilleros…. y ahí estaban los zapatos. Le pregunté al centinela por mis
zapatos y él me los consiguió; los habían escondido para que no tratásemos de escaparnos
esa noche.
Me calcé los zapatos y salí;… oí el canto de las aves, el olor de las flores….. por ahí como a
las seis se despertó y se levantó el Señor Obispo.

Rezamos mucho,…. en la bajada por el Alto del Roblón, íbamos rezando el Rosario y eso les
impactaba a los guerrilleros, sobre todo a los muchachos, los más jóvenes, porque allá en
ese sitio donde nos quedamos con el Señor Obispo, rezábamos duro y una vez nos dijeron:
-hablen pasito-
ese día me di cuenta que el señor obispo no oía bien por un oído, por segunda vez nos
repitieron: -¡hablen pasito o si no les tapamos la boca- Le dije al señor obispo: -shhh…que
pasito, que nos van a amordazar.

Esa gente durmió como hasta las nueve de la mañana… a esa hora se levantaron.. había
agua y se bañaron el cuerpo; lavaron la ropa y empezamos a tratar de hablarles.. les
preguntamos cómo se llamaban, de dónde eran…. fue cuando nos dijeron: -anoche vimos
televisión y oímos que el secuestro del Señor Obispo ha causado mucha consternación en
Colombia y por fuera de Colombia, parece que ustedes son importantes-

Ahí empezamos a saber que el Gobierno había mandado dos batallones, entonces yo le
pregunté a los guerrilleros
– ¿Cuánto es un batallón?-
– dijeron que mil soldados, y empezaron a contarnos que habían
enviado dos o tres batallones…. que estaban por todas estas partes y que dieron
órdenes de rescatarnos a como diera lugar….yo les dije a los guerrilleros: si…
como no es en el pellejo de ellos, por eso dijeron eso.

Se pusieron muy nerviosos, porque vieron que el Obispo era importante. Ahí no sentí
miedo…yo no se, llevábamos una tranquilidad rara, rara… dicen que cuando uno reza el
Rosario bien rezado, eso le da paz, entonces eso nos sucedió a nosotros… después
supimos que había manifestaciones y cosas… lo sentíamos, estábamos tranquilos y yo no
se… el obispo… pero yo tenía la seguridad que eso no iba a durar mucho… no se porqué….

Como a las once de la mañana del doce de noviembre, el martes… nos dieron algo de
comer, algo de desayuno.. caldo con papas y huevos; comimos..nos entretuvimos y nos
pusimos a hablar.. a hablar de todo. Hablamos del Minuto de Dios…., porque el obispo había
estado trabajando ahí en el Minuto de Dios.. donde conoció al Padre García Herrero…. y me
contó todos esos momentos cuando el padre García Herrero le estaba haciendo elogios a
Pablito Escobar en la televisión… de que era buena persona y que había que perdonarlo…
bueno, todo eso. Después le dijeron, que estaba muy mal….todo eso lo hablamos. Hablamos
de la diócesis, pasamos una lista… hablamos de los sacerdotes, de las parroquias…

Como a las cuatro de la tarde, aunque ellos no se nos acercaban mucho, empezamos a
tener un poco de confianza con los guerrilleros de la base, los muchachos y la guerrillera…
creo que empezamos a hacernos… amigos…si así se puede llamar… pero era muy
reciente… Estaban el jefe, tres hombres y una muchacha. Los que sacaron los caballos la
noche anterior, se perdieron..nos dimos cuenta que había muchos auxiliadores de la
guerrilla… que eran los que les llevaban los caballos, les hacían las comidas y seguramente
los que les avisaban.

Ahí estuvimos como hasta las siete de la noche… a esa hora volvieron a traer los caballos,
nos montamos y salimos… la experiencia del día anterior nos llevó a preguntarnos ¿a dónde
nos llevarán ahora?-pero supusimos que no era muy lejos…ya que llevaron el
colchón….Recuerdo que cuando pasamos por la casa, la dueña estaba muy compungida y
triste… llorosa. Con el Señor Obispo le dijimos: tranquila, tranquila que usted no tiene
la culpa-.No la puedo describir porque era muy de noche…
Ellos seguían por allá como si nada. No se escuchaba radio, ni nada…tenían un radio los
guerrilleros, pero un radio de esos malos… esos de diez mil pesos… un radio de esos
chiquitos…que solamente cogía las emisoras de por ahí cerca…uno les oía la chicharra allá,
pero no comentaban nada..

Caminamos como una hora y media…nos metieron a una hondonada… un hueco allá,
horrible.. donde no entraba nadie… únicamente el que conociera aquellas tierras… nos
llevaron hasta un sitio…ahí se quedaron las bestias y nosotros bajamos a pie..una
hondonada.. ahí…nos tendieron la carpa ..al lado de una cueva y…como a las diez u once…
nos recostamos.

Esa noche lloviznó, oíamos mucho que pasaban animales por el lado y había muchos
moscos, zancudos en cantidades… pero a mi, los zancudos no me hacían nada… después
descubrí que es que yo tomo ajo todos los días…y eso me regula la tensión..la artritis.. es
purificador…lo tomo hace como veinte años…

Yo si decía –porqué a mi los zancudos no me hacían nada- lo que pasa es que el ajo es un
repelente para las culebras..para los zancudos…para los animales, por eso yo terminé fresco
después de todas esas peripecias..en cambio, el Señor Obispo llegó muy picado por los
zancudos y garrapatas…a mi no…descubrí que el ajo era como lo que había oído decir y lo
confirmé ahí…yo salí fresco y al Señor Obispo le tuvieron que echar tabaco molido para
sacarle un poco de basura que se le había metido en la piel…..

Ahí nos tuvieron hasta el otro día…lo mismo. A las cinco y media ya yo estaba afuera…el
Obispo por allá a las seis…vimos el sitio… yo decía:- aquí no llega nadie…que soldado va a
venir por aquí..-y eso les daba moral a la guerrilla, yo lo decía en voz alta:
– aquí no viene nadie…., quien nos va a encontrar-
yo lo decía para hacerles creer que eran unos tipos muy listos…ese día nos dieron como a
las diez de las mañana un caldo con huevo, pero sin sal… era la segunda comida…sin sal..
porque se les quedó la sal, entonces yo les pregunté
-no tienen limones? traigan un limón-y le echamos…

ahí estuvimos todo el día…hablando también… el agua que tomábamos era la de la


quebrada… yo procuraba no tomar…pasaban chorritos, pues era agua muy lechosa…ahí
estuvimos todo el día, estaba húmedo eso…tratamos de hablar con los muchachos….la
muchacha todavía muy alejada…

El Chundón, el jefe, no estaba..pero les comunicó que estuviéramos listos a las cinco de la
tarde…eso era un miércoles…. que estuviéramos listos..que a las cinco nos llevaban las
bestias…Como a las cuatro de la tarde empezaron a hacer unos fideos..con arroz y huevos.
Con no se que, pero no pudieron porque el reverbero que llevaban se les dañó…por fin, por
ahí como a la hora, pudieron hacer eso..y comimos fideo, con arroz y gasolina.

Recibieron la orden: encaleten lo que más puedan- nos comentaron..


Dije:-tan raro, será que va a ser una jornada larga o qué-…a las cinco todavía no nos
dejaban salir…como a las seis nos llevaron las bestias.. no bajaron hasta ese hueco, era un
sitio muy malo para bajar animales….a las seis, mientras esperábamos las bestias, que no
habían llegado…nos pusimos a hablar,… entonces, ya empezamos a tener más intimidad
con ellos..nos sentamos ahí a hablar, prácticamente una catequesis, preguntamos a uno:
-hola usted de dónde es?: yo soy del Llano, yo estaba en la zona de distensión- según decía
el muchacho, -cómo se llama?-dieron nombres ahí cualquiera-y usted?, preguntamos a otro:-
yo soy de por allí, aquí cerca- y son católicos, les preguntamos?-si señor- y recordó toda la
niñez…

-yo hice la primera comunión y…todavía me acuerdo…a mi me confirmaron en una vereda


que se llama Términos, como que fue usted Señor Obispo el que me confirmó-dijo…-
Realmente el obispo hacia cuatro años había estado en esa vereda confirmando… así
intimamos más…

Había un muchacho, que era retraído, se veía como un campesino buena persona…la
muchacha… más reservada…Todos estaban bien armados, con sus fusiles, el jefe, además,
tenía pistola.
Continuamos hablando y preguntamos:
-ustedes se acuerdan de las oraciones?-poco,… poco-
empezó uno de ellos a rezar el Padrenuestro y se le olvidaba…entonces el otro seguía..y así
siguieron..entonces eso nos fue distensionando, les preguntamos:
-y ustedes que hacen en la guerrilla? Y contestaron, con el casete que les dan…es que la
injusticia, es que los ricos, es que tenemos que llegar al poder y nosotros vamos a ser los
que mandemos; nosotros vamos a componer esta nación…sin embargo, ellos llevan muy
metido en su cabeza, que sus días de vida no eran muchos, que en la lucha diaria pueden
morir..y eso lo tienen en su manera de pensar…

Ese día…llegaron tarde las bestias..como a las siete..o siete y media…y llegó otra
guerrillera, que era como jefe..vino con pan, carne asada…pero esa carne asada fría…yuca
y papa…nos dijeron:
– aquí está la comida- Comimos lo que pudimos…trajeron las bestias y
montamos…

Empezamos la travesía más terrible de todas, como a las siete media de la noche…empezó
a lloviznar, empezó a llover….empezó a caer un aguacero terrible…esos eran rayos,
relámpago..bueno.. se oían quebradas, y nos dijeron..-cuidado que se está viniendo un
pedazo de tierra, un barranco…-pasamos muy ligero…nos subían por unos peñascos
terribles…terribles, terribles…esa noche si fue…terrible….camine y camine…yo iba con mi
chompa ahí…pero eso no tapaba nada…nos dieron un plástico, pero lo mismo…. y llueva..y
llueva…y camine y camine…tanto así que yo le decía al señor obispo:….-estamos llegando
ya es al Caguán.

Llegamos como a las cuatro de la mañana a una casa, allá cerca de Topaipí, sabía que era
así, porque se veían las luces del pueblo… después confrontamos que estábamos en la
parte de atrás de Topaipí… había gente … ahí nos recibió otro jefe..Oscar…ya empezó a
mandar ese…Oscar… un tipo que era muy terrible, le tenían mucho miedo porque era muy
sanguinario…bueno..de todos modos…todos le obedecían…

Nosotros llegamos emparamados, chorreando agua…tal sería que yo me dije:-el Obispo se


va a enfermar…nos metieron a una pieza donde estaban todos los aperos..y enjalmas y
todas las herramientas del campo…ahí estuvimos… les dijimos… -tráigannos algo para
quitarnos los zapatos- y nos trajeron unos costales…ahí nos escurrimos…eso serían como
las cuatro de la mañana… nos dejaron casi una hora..nos llevaron de comer… un pedazo de
carne, caldo y papas, pero nosotros íbamos tan mal, que no…ni el obispo ni yo, quisimos
comer…estábamos era desesperados porque estábamos todos emparamados…luego de
casi una hora ahí, nos dijeron que seguíamos…el señor obispo les dijo…:

-Yo no doy un paso más- ellos insistían diciendo que era muy cerca, que ya casi
llegábamos…por fin ..fuimos ..casi encalambrados empezamos a bajar….a oscuras..íbamos
detrás…los guerrilleros iban adelante…bajábamos en las bestias y llegamos hasta un río…
se oía el río crecido…pero antes, nos pasó una cosa que si me dio miedo, mucho miedo…
resulta que el caballo donde iba el Señor Obispo, cogió por un lado y mi guía cogió por otro
lado…nos perdimos..yo pensé:-nos separaron..nos separaron..y eso si es grave..por mi,
pues…no me preocupé, pero si por el Obispo- pensé que era a propósito…no… fue que el
segundo caballo se perdió…después nos juntamos nuevamente….pasamos el río…ahí nos
bajamos de las bestias..y subimos por un resbaladero a pie…como a unos cien metros…
todavía estaba oscuro…nos metieron en un cambuche…de esos que hacen los campesinos
para guarecerse de la lluvia…y nos dieron un paroi, una cuestión de esas.. y nos dijeron:-
acuéstense ahí- pusimos el paroi sobre la tierra …ahí nos acostamos: yo, el obispo, una
guerrillera, otra guerrillera, los otros guerrilleros…todos ahí mismo…en ese orden.

Esos podían dormir, estaban acostumbrados.. serían las cuatro y media o cinco de la
madrugada, ya empezaba a amanecer… yo me levanté nuevamente…me fui por allá, a un
sitio a mirar que era…era un sembrado ahí..de maíz…Afortunadamente salió el sol ligero…
pudimos secar la ropa y todo eso…

Serían las siete o siete y media, cuando mandaron al muchacho que había confirmado el
Obispo ahí en Términos…lo mandaron a hacer inteligencia militar… el muchacho se fue para
los lados de Topaipí…

Por ahí como a las diez…el Señor Obispo escuchó que el jefe dijo:-aquel gran
hijuenosecuanto, se perdió…entonces empezaron a suponer que había desertado y empezó
el nerviosismo de esa gente…los guerrilleros habían oído que les daban una recompensa si
informaban donde estábamos….entonces el muchacho se fue…

Como a las diez, ya estaban seguros que el muchacho no volvería,… entonces dijeron a
otro..-vaya y vuelva usted…no volvió….ese día no recuerdo si nos dieron algo de comer…en
todo caso empezó el nerviosismo de la guerrilla…nosotros no sentimos nada…

Ese día sucedió algo irregular, nos dijeron- prepárense, porque a las diez vamos a marchar-
eso era irregular, eso no les convenía a ellos porque los veían, además, si ya sabían que
había ejército por ahí … nos trajeron los caballos…bajamos a la quebrada y subimos por el
mismo camino que habíamos bajado…reconocimos la casa donde habíamos estado la
madrugada anterior… de pronto allá bien arriba…a la orilla de una carretera, oímos que un
tipo les decía -váyanse, que los chulos, no se que cosas….-ahí mismo a toda carrera se
bajó…uno de los muchachos que después desertó, decía:-ay Monseñor..rece por mí para
que no vaya a pasarme nada-tenía mucho miedo…

Cogimos de nuevo hacia abajo y volvimos al río…había gente por ahí…casas…pero toda la
gente como atemorizada o confabulada con la guerrilla…bajamos al río..no se que río era es
ese, creo que es el Bunque…

Anduvimos como una hora río abajo…por fin, pasamos por debajo de un puente y cogimos la
carretera…empezamos a andar por la carretera…una que va hacia Naranjal…serían las diez
de la mañana..íbamos despacio, pasamos por el frente de una escuela…yo iba todavía con
mi camisa negra…el Obispo ya iba sin la sotana porque cuando llovió se le volvió nada…era
la escuela de Pisco Grande, así decía en su letrero…cuando pasamos… los niños estaban,
callados…entonces nosotros, el Obispo y yo dijimos:-adiós, adiós……

La noche anterior…ese muchacho campesino, que dije yo que parecía buena persona…me
contó el obispo, que le agarró el pie y le dijo:-Monseñor, que vergüenza, que usted tenga que
sufrir tanto por nosotros, por esto que estamos haciendo…- Ya los muchachos eran amigos
nuestros, nosotros estábamos seguros que no iban a atentar en contra de nosotros…
Después que pasamos la escuela, descansamos…estábamos ahí parados cuando de pronto
el caballo en que yo iba se desplomó, se cayó…entonces yo aproveché para bajarme…y el
guerrillero me dijo..-tranquilo que eso se vuelve a parar- si, se paró como a los dos minutos
y ahí mismo volví a montarme….seguimos por la carretera…en un atajo..nos bajamos…
llegamos a una enramada..ahí estuvimos como desde las once… hasta las seis de la tarde.

De comida, algo no dieron ahí…ahí estuvimos mientras los guerrilleros nuevamente


hablaban para ver para donde cogíamos, porque ya estábamos cercados según decían
ellos…ya el jefe era…Oscar…con el que estuvimos hablando…pero más adelante les cuento
la sesión que tuvimos con él…

Eran como las cinco o seis de la tarde cuando dijeron: -vamos a seguir-, pero entonces, el
dueño de ahí..les dijo-pero como se van a ir…ustedes saben que estos pobres no están
acostumbrados a estos trajines, si quieren yo les presto la casa y se quedan aquí…aquí
arriba dejan los caballos, yo les doy pasto…- pero, como a las seis, dijeron:-nos vamos- y le
dijeron al guerrillero que iba adelante:-allá donde hay una señal, hasta ahí llegan…

Seguimos a pie…pensamos que no era muy lejos…llegamos a una arboleda…de esas


donde hay como un colchón de hojas muy grandes, de mucho tiempo… nos tendieron la
carpa…

Como a las ocho o nueve, empezó a llover…y el obispo empújeme y yo empújelo y les
dijimos a los guerrilleros:-consígannos algo para taparnos que está haciendo mucho frío-…
al poco rato llegaron con una cuestión que tapaba… medio abrigaba. Al otro día miramos con
lo que nos habíamos tapados..y era un tapete de esos tejidos, que usan nuestros
campesinos para limpiarse los pies… eso fue el jueves por la noche…

Al amanecer del viernes…lo mismo..a las cinco ya yo estaba por fuera mirando..el Obispo se
levantó a las seis y nos pusimos a rezar algo, algo…eran por ahí como las ocho y apareció
Oscar…y le dijimos- venga hablamos. Necesitamos saber que es lo que quieren ustedes,
que pretenden-… hablamos de los sacerdotes…le preguntamos qué querían, que
pretendían?…todo lo que ellos dicen: la injusticia, que van a coger el gobierno, toda esa
literatura…entonces yo le dije:-hola, yo se que ahí en Naranjal, están los paramilitares..,
ustedes están en peligro…nosotros también…porque no se van y nos dejan..-ah, que la
seguridad del obispo, dijo él-yo les dije: bueno, me dejan un fusil y yo lo cuido mientras
tanto…. tocaba meterles algo de chiste para hacerlos reír…y hablamos … el tipo se
desconcertó un poco. Le seguí diciendo:-allí esa vereda se llama Sabaneta, ahí estuve yo
comiendo un sancocho la otra vez, muy delicioso…le comentaba yo…por aquí tengo gente
conocida..hay muchos catequistas, misioneros…eso los puso a pensar…

Nosotros habíamos tendido nuestras cosas por allá donde el sol las secara…empezó a
rondar un helicóptero…serían por ahí las nueve de la mañana del viernes…era un
helicóptero, pero estaba lejos…entonces yo le comentaba a los guerrilleros: -esos están
despistados…piensan que estamos por allá…están perdidos…-como para darles moral….de
pronto, el helicóptero se perdió…yo les dije: -ese va para Yacopí, que ellos tienen allá
helipuerto…-de pronto apareció otro helicóptero…y otro…eran dos o tres del ejército y uno
de la policía…entonces…nos gritaron:
-métanse allá…y silencio…no digan nada.. quiten esos pañuelos blancos que están allá- los
que estaban secándose-se formó un poco la confusión…Oscar estaba ahí….. los
helicópteros se fueron acercando..ya estaban casi encima de nosotros…entonces un
guerrillero me tomó a mi de un brazo y del otro al obispo…y nos metió ahí:

-Métanse aquí, que no los vean-nos gritó…al instante nos soltó…yo creo que el guerrillero
había dado dos pasos…cuando yo veo un tipo allá…yo pensaba que era guerrillero, como a
unos veinte metros…en un altito..pensé que nos estaba cuidando, ….cuando el hombre gritó:
-¡al suelo Señor. Al suelo Monseñor, al suelo Padre-

Le dije al Obispo:-tírese al suelo—él con su barriga-tírese al suelo le dije…y nos tiramos al


suelo….y empezó la balacera…el guerrillero que nos cuidaba, se perdió…todo el mundo se
perdió…como eso era una cañada…eso retumbaba….y nosotros ahí acostados en el
suelo..hasta cuando bajó todo el ejército… la policía que iba…más contentos que nosotros.
.—ay Monseñor, ay que emoción, que no se cuanto, que si se donde..entonces nos dimos
cuenta que era el ejército…yo les decía:-cuidado que esto está muy enmontado…los
guerrilleros pueden estar por ahí—me dijeron: -tranquilos que esto ya lo tenemos
controlado…llegó un contingente, con un sargento Mejía, que fue el que dio el grito…!el
Fudra!… detrás iban otros quince o veinte soldados, que se lanzaron ..iban también de la
policía..

Después de todo eso, hubo un momento de calma…entonces yo aproveché para dar una
vuelta por donde nos habían tenido.. había un equipo que era de un guerrillero..yo me dije:

-me lo llevo o no me lo llevo, parece muy pesado…pero tuve toda la intención de cargarlo y
llevarlo… …Seguí dando vueltas y fue cuando vi la cacerola donde servían la comida…y la
cuchara…entonces dije:-bueno..esto si me lo puedo llevar…

La cacerola la metí en mi cinturón para que no se me cayera…la cuchara me la metí al


bolsillo….

Empezamos a salir….eso era muy enmontado…terrible..llegaba con el Sargento..un


campesino con la cabeza cubierta, con un trapo…y le dijo al señor obispo:-ay señor obispo
como iba yo a permitir todo esto—y el tipo era un informante de la guerrilla, después
supimos.. que ese…tenía radio…después lo supimos.

El muchacho que se había fugado…demoró mucho para entregarse a la policía…tenía


mucho miedo…por fin se entregó…y se vino con la policía…El capitán Cerón, estaba ahí…el
chino fue de gran ayuda para nuestra liberación…le dijo a la policía:-ese que vive allá…en
esa casa ..es un informante. El guerrillero que se hacía pasar por campesino lo vio con la
cara cubierta…el Chino le dijo:-oiga julano…donde tienen el Obispo? El tipo contestó:-no sé-
pero como así, si usted es del grupo de ayuda de los guerrilleros, le replicó el chico-No, no
sé, dijo el tipo nuevamente-entonces el chino se quitó el trapo que le cubría la cabeza y le
dijo: me conoce? Ahí si, el tipo se dio cuenta que el chino era el guerrillero que se había
entregado.

-Dónde está el radio que le tienen? volvió a preguntar el muchacho….el tipo busco el radio y
lo entregó…le preguntaron:-porque tiene un reporte de esta mañana, aquí está..usted esta
mañana habló?…por fin lo obligaron y fue y les dijo donde estábamos..pero el tipo estaba
comprometido, como muchos campesinos de ahí…
Salimos de ahí con dificultades …había tres helicópteros…uno pequeño, uno más grandecito
y el de la policía..grande…todos estaban bregando a ver en cual nos subíamos…nos
subimos en el que más se acercó, que fue el pequeño..que aunque no alcanzó a aterrizar…
así nos subieron..y…ahí estaba el General Castellanos y ahí mismo dieron la noticia…el
señor obispo estaba feliz…ahí mismo comunicaron por los equipos de sonidos del ejército:
-acabamos de rescatar al Señor Obispo…entonces fue cuando se supo la noticia en
Zipaquirá y aquí en Pacho…

En el rescate no hubo muertos…eso fue después..porque toda esa gente se perdió por esa
cañada abajo…entonces nos empacaron ahí en el helicóptero, como de película, y yo con mi
cacerola, que no se me fuera a quedar… nos empacaron allá…que felicidad la del General
Castellanos que nos decía que esa operación se llamaba Renacer, no se que …
Nosotros habíamos hablado con el Señor Obispo:-si nos rescatan, que nos lleven a Pacho,
ahí nos medio arreglamos y yo lo llevo a Zipaquirá y se acabó el asunto…mentiras, la gente
tenía que mostrarnos…nos llevaron a Palanqueros…
Por aquí por Pacho no pasamos…nos llevaron directo a Palanqueros… yo creo que nos
tomamos como dos litros de agua cada uno, pero agüita ya…tratada y helada….. llegó la
prensa y periodistas..dijeron:-bueno..aquí vamos a abastecer el helicóptero y mientras
tanto..un examen médico…yo le dije..-no, yo estoy bien..a mi, que me den agua..yo no tengo
nada.. Nos tomaron la tensión..estaba normal..ahí demoramos como media hora y de ahí
arrancamos para Bogotá. Preguntamos: -a dónde nos llevan?-dijeron que para Caballería..el
Señor Obispo y yo veníamos mal trajeados, …yo más o menos tenía mi camisa negra y la
chaqueta esa de ….la trasnacional, Chester que me la habían regalado…entonces le dije al
Señor Obispo:

-Póngase esto, porque usted con esa barriga parece que fuera el Mono Jojoy o Marulanda,
ahí se rió y se puso la chaqueta…llegamos allá…estaba el Cardenal, la Ministra de Guerra,
familiares…Aterrizamos… salté común y corriente del helicóptero…el Señor Obispo estaba
siempre muy despacioso…yo había montado en helicóptero durante el proceso de paz…
antes, cuando iba en el helicóptero..el Sargento Mejía me dijo: Padre, yo soy el Sargento
Mejía que ayudó en el rescate…recomiéndeme ante mis superiores …ya lo mandaron al
Sinaí..según sé… llegaron muchos a pedirnos que los recomendáramos…

Llegamos allá y nos bajamos… yo con mi cacerola…en Palanquero me preguntaron:-eso


que es?-no, eso era donde comíamos, eso es de los guerrilleros..ahí dice Marcos..y yo no le
entrego esto, hasta que él no me entregue las llaves del carro…..pero las llaves del carro las
dejaron ahí….en el carro.

Yo le dije al Chundón…le dije tres veces:-las llaves del carro me las deja ahí…y el hombre
me hizo caso…por eso cuando voy al cementerio le llevo una florecita…El murió a los seis
meses después del secuestro…

Llegamos a Bogotá..estaba todita esa gente esperándonos…y se acercó la Ministra a


saludarme y le dije:-no Ministra, yo llevo más de cuatro días que no me baño, yo huelo muy a
feo-pero ella de todos modos me saludó…ahí nos hicieron la rueda de prensa y después
cada uno se fue para su casa…en mi casa no había nadie… porque estaban todos por aquí,
viendo a ver que pasaba; sin embargo, yo tenía una llave…entré, me bañé y me cambié…
por la noche tenían un recibimiento en Zipaquirá…Ahí estuvimos…

A los seis meses cayeron los dos jefes: Chundón, un lunes y Oscar, un miércoles o un
jueves. De la muerte del Chundón me enteré porque llegó un muchacho que trabaja en la
morgue de Pacho, y me dijo:-acaban de traer un jefe guerrillero…dicen que se llama
Chundón.-Inmediatamente me fui. Si.. era él, con su bigote, un hombre de más o menos 35 o
40 años, facciones duras… conseguimos una cajita y lo enterramos…en las tumbas le ponen
NN,… entonces yo le dije al sepulturero que le pusiera una CH entre paréntesis, para que
sólo yo supiera que ahí estaba sepultado el Chundón…a los cuatro o tres días…llegó el
otro…Oscar..ese si lo desconocí, estaba muy descompuesto, pero tenía la certeza que él
era…también lo enterramos ahí y le dije al sepulturero que le pusiera una O entre
paréntesis…

De los otros…una muchacha..de las que iban..se entregó…la otra, la mataron. De los
muchachos…el que desertó, pensaba que le iban a dar la recompensa, resulta que no se la
dieron…pobre muchacho..pensaba que le iban a salir bien…pero no…lo metieron a la
cárcel…el secuestro no es excarcelable …ahí está todavía en la cárcel..esperamos que le
salga poco…al fin y al cabo …pobre muchacho…ignorante de lo que estaba haciendo, ayudó
para que nos liberaran…El otro…uno que decía que era llanero…también desertó como a
los tres meses…estuvimos reunidos con él varias veces en Zipaquirá…llegó a la casa del
Señor Obispo y le contó que trabajaba en la rusa…en la construcción, pero que tenía miedo
porque en Bogotá había visto otros compañeros y no sabe si están como él..fugados o lo
están siguiendo…así fue el final…

Allá en el monte no nos enteramos de nada lo que pasaba aquí en Pacho, sólo el
recibimiento del sábado….yo nunca pensé en que el pueblo respondiera así, como me
cuentan…Yo tenía una certeza que eso no duraba mucho…eran las cosas de mi Dios y la
fuerza de la gente que oraba mucho…uno se sentía tranquilo…no sabía porqué…pero
seguramente era el Poder de la Oración…Los Planes de Dios son inescrutables: una cosa
pensaba el obispo y pensaba yo: ir a San Antonio de Aguilera…y otra cosa pensaba la
guerrilla: cogernos y llevarnos, quien sabe a donde… y otra fue la que sucedió: lo que
dispuso Dios…

Todo eso produjo un golpe fuerte en mi espiritualidad…uno se pone a pensar en que llega
el momento en que uno queda completamente inhabilitado…así será la muerte, son como
llamadas de mi Dios …y llamadas así como bruscas…para que uno se despierte…mire..que
está haciendo con la vida…es lo que yo le digo a los peces gordos cuando se enferman…
oiga, están golpeando, están golpeando…para ver como es que está usted…cómo está
llevando su vida?…son llamadas a nuestra puerta…

Me comentaba mi familia… que apenas se supo de la liberación, la gente caminaba de arriba


abajo llena de alegría… que fue una gran algarabía… El pronunciamiento del Papa fue una
cosa grandísima, imagínese estar uno en los labios de semejante Señor…

Yo pensaba que al Señor Obispo, después de la liberación se lo llevaban para Roma, a él le


ofrecieron Roma, pero no se quiso ir…
Después de semejante acontecimiento..quedamos muy amigos…cuando fue necesario
tomar la decisión de si me quedaba en el monte con el Señor Obispo o aceptaba la
liberación, pensé:…..-donde soy más necesario…si yo me separo del obispo y organizo el
rescate…de pronto se da..pero lo dejo solo, de pronto hubiera sufrido más…y decidí
acompañarlo…fue interesante porque es un episodio que lo remonta a uno a los primeros
siglos de la Iglesia, cuando en las persecuciones a los obispos; los diáconos morían con
ellos y no los abandonaban…yo alcanzaba a pensar eso…les decía a los familiares del
Obispo, que quedaron muy agradecidos con mi comportamiento:- en estos momentos soy la
persona que más cercano ha estado a el señor obispo, porque me tocó dormir con él y
empujarlo….

Me llamó la atención una carta que me mandó el padre Remolina, Rector de la Javeriana,…
más o menos me decía esto:-El mensaje que usted nos ha dado es estupendo, es grandioso,
es maravilloso.

-Cuando el padre Sanín, yo quise dar un mensaje también…que no tuvo tanta resonancia
como esta vez…pero el mensaje con el padre Sanín, era demostrarle… a él, a la Comunidad
Jesuita, a todo el mundo…la fraternidad sacerdotal…que cuando un hermano cae en
desgracias…entre todos debemos ayudarlos.

En el Tiempo sacaron una frase memorable mía que decía: Esta situación no se remedia,
sino con justicia social. Pienso que si todos nos unimos podemos salir de este hueco en que
estamos todos…

Duré ocho día tratando de descansar…no alcancé a desubicarme. La gente que lo ve a uno
lo saluda efusivamente en la calle o murmuran de uno.

El Señor Obispo estuvo enfermo después del secuestro, debido a todos esos mosquitos que
lo picaron.

Yo soy muy devoto de los santo Ángeles y ese día…no se porqué casualidad..llevaba la
oración aquí…y todos los días la recé…

El olor de la tiernas flores de los naranjales pachunos y el murmullo de los campesinos


madrugadores, nos hicieron volver a la realidad, el sol ya despuntaba detrás del cerro de
Dios Ve. Ahí estaba el Padre Desiderio frente a mi, con su sonrisa llena de esperanzas y sus
palabras inmersas de fe.

Esa fue la voluntad de mi Dios…


Pedro Acuña Meza
Psicólogo

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