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CÓDICE SINAÍTICO

Una introducción al texto antiguo de la Biblia


más completo que se conoce.

Investigación, traducción y edición:


D. C. B. Arturo Campillo Salcedo
(campilloarturo@yahoo.com)
© Derechos Registrados 2009
ÍNDICE

INTRODUCCIÓN: ¿Qué es el Códice Sinaítico? ........................................................................1

I. CARACTERÍSTICAS DEL DOCUMENTO ............................................................................ 2


UBICACIÓN ACTUAL ............................................................................................. 2
DESCRIPCIÓN FÍSICA ............................................................................................. 2
DESCRIPCIÓN TEXTUAL ....................................................................................... 3
CARACTERÍSTICAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO .......................................... 3
CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO TESTAMENTO .............................................. 5
IMPORTANCIA DEL CÓDICE ............................................................................... 6

II. HISTORIA DEL CÓDICE ......................................................................................................... 7


FECHA DE ELABORACIÓN ................................................................................. .7
SIGLO XVIII – PRIMERA REFERENCIA .............................................................. 7
SIGLO XIX – DESCUBRIMIENTO ........................................................................ 7
SIGLO XX – MÁS DESCUBRIMIENTOS Y PRIMERAS PUBLICACIONES . 10
SIGLO XXI – PUBLICACIÓN CONJUNTA EN INTERNET ........................... 11

III. ESCRIBAS Y CORRECTORES ............................................................................................. 12


LOS ESCRIBAS ........................................................................................................ 12
LOS CORRECTORES ............................................................................................. 14

IV. ANÁLISIS CRÍTICO DEL TEXTO DEL NUEVO TESTAMENTO .............................. 16


OMISIONES TEXTUALES .................................................................................... 16
PASAJES EXCLUIDOS POR LOS CORRECTORES .......................................... 17
TEXTOS AÑADIDOS (INTERPOLACIONES) .................................................. 17
VARIANTES TEXTUALES PROPIAS ................................................................. 18
TESTIGO DE ALGUNAS LECTURAS DEL "TEXTO MAYORITARIO" ....... 19
LECTURAS DE CORRUPCIÓN ORTODOXA .................................................. 19
TIPO TEXTUAL Y RELACIÓN CON OTROS MANUSCRITOS .................... 20

V. APÉNDICE: Constantine Tischendorf: Una narrativa sobre el descubrimiento del


Manuscrito Sinaítico....................................................................................................................... 22

VI. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ................................................................................... 33


INTRODUCCIÓN

¿Qué es el Códice Sinaítico?

El Códice Sinaítico, es la versión del texto bíblico más antiguo y completo que se conoce.
Por lo tanto, se trata de una de los más importantes copias manuscritas de la Biblia. [1] Fue
escrito en el siglo IV en griego, con letras unciales (es decir, en letras mayúsculas) y editado
en forma de códice.

La mayor parte del manuscrito fue descubierta en el siglo XIX en un monasterio griego de
Santa Catalina en el Monte Sinaí, por el biblista alemán Constantin von Tischendorf (Enero
18, 1815 – Diciembre 7, 1874). Gradualmente a lo largo del siglo XX, más material de este
códice ha sido encontrado.

El Códice Sinaítico aparece significado en las ediciones críticas del texto bíblico con la letra
hebrea Alef o con el número 01.

En su estado original, el códice contenía la totalidad tanto del Antiguo como del Nuevo
Testamento; actualmente conserva la mayor parte del Antiguo Testamento en su
traducción griega (llamada también versión Septuaginta), incluyendo a los libros
deuterocanónicos (Tobías, Judith, 1 de Macabeos, Sabiduría y Eclesiástico) y Apócrifos
como el 4 de Macabeos.

En cuanto al Nuevo Testamento se conserva el texto completo., junto con dos libros que no
aparecen en el canon de las versiones actuales: la Epístola de Bernabé, y El Pastor de
Hermas.

El presente texto es en gran medida resultado de la traducción, edición, ilustración y


actualización de la información publicada en los siguientes sitios de internet:
http://www.codex-sinaiticus.net/en/
http://rosetta.reltech.org/TC/extras/tischendorf-sinaiticus.html
http://en.wikipedia.org/wiki/Codex_Sinaiticus
Se conservaron las referencias bibliográficas usadas en estos sitios, con la finalidad de guiar
el interés del lector en la profundización del tema.

Además, con la finalidad de comparar y revisar los textos, se usó como bibliografía
secundaria los siguientes trabajos:
 F. F. Bruce. (2002). El canon de la Escritura. Editorial Clie.
 Nestle-Aland. (2001). Greek-English New Testament Editio XXVII.
 Bover y O`Callaghan (2005). Nuevo Testamento Trilingüe. BAC.
 El Nuevo Testamento, versión Reina-Valera 1960, para las citas en español.

Si bien el texto está dirigido a todo público, algunas partes (como los capítulos III y IV)
requerirán del lector algún conocimiento más especializado sobre filología o el idioma
griego.
I. CARACTERÍSTICAS DEL DOCUMENTO

UBICACIÓN ACTUAL

El códice se encuentra físicamente dividido en cuatro partes desiguales:


1. 346 ½ folios en la Biblioteca Británica en Londres (199 del Antiguo Testamento, 148
del Nuevo Testamento);
2. 12 folios y 14 fragmentos en el Monasterio de Catalina del Sinaí, en Egipto;
3. 43 folios en la Biblioteca de la Universidad de Leipzig, y
4. 3 folios fragmentarios en la Biblioteca Nacional de Rusia en San Petersburgo. [2]

DESCRIPCIÓN FÍSICA

El Códice Sinaítico esta compuesto de pergamino extraído de pieles de ovejas y cabras.


Inicialmente surtido de hojas dobles, en su estado original debió haber medido alrededor
de 40 por 70 cm. Fue armado con base a cuadernillos de ocho hojas, una cifra que siguió
siendo muy popular a lo largo de la Edad Media. [3] La mayoría de los cuadernillos
contienen cuatro hojas, salvo dos que contienen cinco.

El tipógrafo Robert Bringhurst a calificado al códice como una "sutil pieza de la artesanía".
[9] Cada página tiene una proporción rectangular de 1,1 a 1 (38,1 cm x 34,5 cm), mientras
que el bloque de texto tiene proporciones recíprocas de 0,91 (la misma proporción, si se
gira 90°). Si se eliminan los espacios entre las columnas, el bloque de texto reflejaría las
proporciones de la página.

Los folios son de vitela de pergamino, hecha de piel de burro o antílope. Se estima que
alrededor de 360 animales fueron sacrificados para hacer los folios de este códice,
suponiendo que todos los animales dieran una piel lo suficientemente buena. En cuanto al
costo estimado del material, el tiempo de los escribas y el armado, es igual al salario de
toda una vida de un individuo promedio de ese tiempo. [10]
La parte del códice que se encuentra en la Biblioteca Británica consta de 346 ½ folios, el
equivalente a 694 páginas, que constituyen más de la mitad de la obra original. De esos
folios, 199 pertenecen al Antiguo Testamento, incluido los deuterocanónicos, y 147 ½ al
Nuevo Testamento, junto con la Epístola de Bernabé y parte de El Pastor de Hermas.

El hecho de que algunas partes del códice se conserven en buen estado, mientras que otras
están en muy malas condiciones, implica que en algún momento fueron separadas y
almacenadas en lugares diferentes. [12] El códice se ha revisado varias miles de veces,
convirtiéndolo en uno de los manuscritos más corregidos que existen.

Desde su descubrimiento en 1844, se han hecho continuos descubrimientos fragmentarios


del texto. Hasta la fecha de su publicación en Internet (septiembre 2009), éste es el estado
de conservación de los libros que lo componen:

DESCRIPCIÓN TEXTUAL

Cada línea del texto tiene unas doce a catorce letras unciales (mayúsculas) escritas en
griego, organizadas en cuatro columnas (48 líneas por columna), con saltos de línea
cuidadosamente escogidos y márgenes levemente irregulares hacia la derecha. [4] En
consecuencia, las ocho columnas que se presentan al lector se parecen mucho al aspecto de
las columnas de un papiro enrollado. [5] Los libros poéticos del Antiguo Testamento están
escritos en verso, en dos columnas por página. Tischendorf, su descubridor, estimó que el
códice tuvo en su estado original, aproximadamente 4,000,000 de letras unciales.

La obra fue escrita en scriptio continua, es decir, sin separación de palabras. Tampoco hay
espíritus o acentos politónicos. [6] Ocasionalmente aparecen puntos y ligas entre palabras.

CARACTERÍSTICAS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Debido a su estado físico de conservación, faltan varios libros, o se conservan en forma


fragmentaria. Contiene libros deuterocanónicos como Tobías, Judith, 1 de Macabeos,
Sabiduría y Eclesiástico, y apócrifos como el 4 de Macabeos. La lista completa de libros se
describe a continuación, siguiendo el orden en el que aparecen en el Códice:

 Génesis, sólo se conserva 21:26 a 24:46 en forma fragmentaria.


 Éxodo, falta completo.
 Levítico, sólo se conserva 20:27 a 22:30.
 Números, sólo se conserva fragmentariamente 5:26 a 7:20, además se conserva 16:7
a 20:28, y 23:22 a 26:2.
 Deuteronomio, falta completo.
 Josué, sólo se conserva de forma fragmentaria 12:2 a 14:4
 Jueces, sólo se conserva fragmentaria 2:20 y 4:6 a 11:2.
 Ruth, falta completo
 I Samuel, falta completo
 II Samuel, falta completo
 I Reyes, falta completo
 II Reyes, falta completo
 I Crónicas fue copiado dos veces, pero
sólo se conservan del primer texto 14:15 a
15:27, y 17:14 a 18:11; del segundo texto
sólo se conservan 10:11 a 13:2 y 15:27 a
19:17.
 II Crónicas, falta completo.
 Esdras falta completo.
 Nehemías (con el nombre de II Esdras), se
conserva 9:11 a 23:31.
 Ester, se conserva completo.
 Tobías, se conserva completo.
 Judith se conserva completo.
 I de Macabeos, se conserva completo.
 II de Macabeos, falta completo.
 III de Macabeos, falta completo.
 IV de Macabeos, se conserva completo.
 Isaías, se conserva completo.
 Jeremías, se conserva completo.
 Lamentaciones, sólo se conserva 1:11 a
2:20.
 Baruc, falta completo.
 Ezequiel, falta completo.
 Daniel, falta completo.
 Oseas, falta completo.
 Joel, se conserva completo.
 Abdías, se conserva completo.
 Jonás, se conserva completo.
 Nahúm, se conserva completo.
 Habacuc, se conserva completo.
 Sofonías, se conserva completo.
 Ageo, , se conserva completo.
 Zacarías, , se conserva completo.
 Malaquías, se conserva completo.
 Salmos, se conserva completo, e incluye
el Salmo 151.
 Proverbios, se conserva completo.
 Eclesiastés, sólo se conserva 1:1 a 7:16
 Cantar de los Cantares, se conserva
completo.
 Sabiduría de Salomón, se conserva Columna del Códice Sinaítico,
completo. con el texto de Esther 2:3-8.
 Eclesiástico (Sabiduría de Jesús Ben Sirac), Incluye al final algunas
se conserva completo. anotaciones de los correctores.
CARACTERÍSTICAS DEL NUEVO TESTAMENTO

El estado de conservación físico del Nuevo Testamento es bueno en términos generales,


encontrándose todos los textos canónicos, aunque en un orden ligeramente diferente al de
la mayoría de las biblias. Además incluye dos libros que no aparecen en el canon de las
versiones actuales: la Epístola de Bernabé y El Pastor de Hermas, éste último de 1:1 a 95:5.

Los libros del Nuevo Testamento se encuentran ordenados de la siguiente forma:


 Evangelio de Mateo
 Evangelio de Marcos
 Evangelio de Lucas
 Evangelio de Juan
 Epístola a los Romanos
 Epístola a los Corintios I
 Epístola a los Corintios II
 Epístola a los Gálatas
 Epístola a los Efesios
 Epístola a los Filipenses
 Epístola a los Colosenses
 Epístola a los Tesalonicenses I
 Epístola a los Tesalonicenses II
 Epístola a los Hebreos
 Epístola a Timoteo I
 Epístola a Timoteo II
 Tito
 Filemón
 Hechos de los Apóstoles
 Epístola de Santiago
 Epístola de Pedro I
 Epístola de Pedro II
 Epístola de Juan I
 Epístola de Juan II
 Epístola de Juan III
 Epístola de Judas
 Apocalipsis
 Epístola de Bernabé
 Pastor de Hermas

En varios manuscritos antiguos, como los Minúsculos 69 y 336, las Epístolas Paulinas
también preceden al libro de Hechos de los Apóstoles. [2]

El Códice Sinaítico es considerado, en el caso de los Evangelios, como el segundo mejor


testigo del texto (después del códice Vaticano); en cuanto al libro de Hechos de los
Apóstoles, su texto es de igual calidad al del Vaticano; en la Epístolas, es el testigo más
importante; en el libro del Apocalipsis, sin embargo, su texto está dañado y no es de buena
calidad, siendo inferior a los textos del Códice Alejandrino (del s. V d. C.), del Papiro 47
(del s. III d. C.), e incluso de algunos manuscritos minúsculos de la Edad Media (por
ejemplo, los manuscritos 2053 y 2062). [10]

IMPORTANCIA DEL CÓDICE

Copiado a sólo unos 300 años de la escritura de los manuscritos originales de el Nuevo
Testamento (se estima que fue elaborado en el s. IV d. C.), a este códice se le considera un
testigo textual muy importante, pues en comparación de la mayoría de los manuscritos, ha
"preservando lecturas evidentemente mejores, en donde la gran masa de manuscritos
posteriores está equivocada". [5] Además, es el único manuscrito antiguo del Nuevo
Testamento redactado en cuatro columnas por página que ha sobrevivido hasta la
actualidad. [2]

Junto con el Códice Vaticano, el Códice Sinaítico (del s. V d. C.) es uno de los manuscritos
antiguos más valiosos que sobreviven para restablecer el texto original de los libros
bíblicos, tanto del Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento. Esta labor de
restauración es a través de las herramientas de la crítica textual.

Algunos textos del códice sólo nos han llegado de forma


fragmentaria. Esta sección corresponde a Génesis 21:26 a 22:17.
II. HISTORIA DEL CÓDICE

FECHA DE ELABORACIÓN

Poco se sabe de la historia temprana del manuscrito. No pudo haber sido escrito antes del
325 d. C., ya que contiene en sus márgenes las “Reglas” o Cánones del obispo Eusebio de
Cesarea (quien vivió en el siglo IV); por su parte, las referencias que se hacen en el códice
de algunos Padres de la Iglesia, indicarían como fecha límite más tardía el año 360 d. C..
[10]

Según Tischendorf, el descubridor del códice, éste sería uno de los cincuenta ejemplares de
la Biblia encargada al obispo Eusebio de Cesarea por el emperador romano Constantino,
tras su conversión al cristianismo (De vita Constantini, IV, 37). [53] Esta hipótesis fue
apoyada por Pierre Batiffol, [54] Scrivener, y Skeat.

Sin embargo, esta teoría ha sido refutada por varios investigadores. Frederic G. Kenyon,
argumentó: "No hay la más mínima señal de que cualquiera de ellos haya estado en
Constantinopla. El hecho de que el Sinaítico haya sido cotejado con el manuscrito de
Pánfilo tan tardíamente como el siglo VI parece demostrar que no fue escrito originalmente
en Cesarea". [55]

SIGLO XVIII – PRIMERA REFERENCIA

El códice fue probablemente visto en 1761 por un viajero italiano, Vitaliano Donati, cuando
visitó el Monasterio de Santa Catalina en el Monte Sinaí. En su diario, publicado en 1879,
escribió:

"En este monasterio he encontrado una gran cantidad de códigos de pergamino... hay
algunos que parecían anteriores al siglo VII, y en particular una Biblia en pergamino
muy hermosa, escrita en letras muy grandes, delgadas y cuadradas, redondas y muy
hermosas; conservada en una iglesia en un Evangeliario griego en caracteres de oro, que
debe ser muy viejo. " [67]

SIGLO XIX - DESCUBRIMIENTO

En 1844, durante su primera visita al Monasterio de Santa Catalina, un biblista proveniente


de la ciudad alemana de Leipzig llamado Constantin von Tischendorf (Enero 18, 1815 –
Diciembre 7, 1874), afirmó haber visto algunas hojas de pergamino en un cesto. Dijo que
eran "basura que iba a ser destruida por incineración en los hornos del monasterio". [68]
Después de examinarlos, se dio cuenta de que contenían una antigua escritura griega de
tipo uncial. Según su relato, recuperó 129 hojas de la canasta, y las identificó como parte de
un manuscrito de la Septuaginta (versión griega del Antiguo Testamento).

Tischendorf preguntó si podía conservarlas, pero la actitud de los monjes cambió cuando
se dieron cuenta del interés del investigador por esas viejas páginas, permitiéndole sólo
tomar un tercio del documento, es decir, unas 43 hojas. Esas hojas contenían porciones de 1
de Crónicas, Jeremías, Nehemías y Ester.
Monasterio de Santa Catalina, a los pies del Monte Sinaí

Después de regresar a Alemania, Tischendorf depositó estás hojas en la Biblioteca de la


Universidad de Leipzig, donde aún permanecen. En 1846, Tischendorf publicó su
contenido, bajo el título de 'Códice Frederico-Augustanus' (en honor del entonces
emperador Federico Augusto). En el monasterio dejó otras partes del mismo códice,
conteniendo todo el texto de Isaías, y los libros 1 y 4 de Macabeos. [69]

En 1853, Tischendorf volvió a visitar el Monasterio de Santa Catalina para obtener los 86
folios restantes, pero sin éxito. Tras convencer al Zar Alejandro II de Rusia de que todavía
habían manuscritos importantes por ser encontrados en el monasterio del Sinaí, consiguió
su patrocinio para regresar a Santa Catalina en 1859. Según su relato, llegó al monasterio el
31 de enero de ese año, pero su búsqueda resultó infructuosa. Para el 4 de febrero había
decidido volver a casa sin haber logrado su objetivo, tal y como lo relató más tarde:

"En la tarde de ese día realizaba una caminata en la vecindad con el administrador del
convento, y cuando volvimos, hacia la puesta del sol, me invitó a tomar un poco de agua
con él en su celda. Apenas entró en el cuarto, y reanudando nuestro tema anterior de
conversación, dijo: "Y también he leído una Septuaginta", es decir, una copia de la traducción
griega del Antiguo Testamento hecha por los Setenta. Y mientras decía esto, bajó de la
cornisa del cuarto una clase de bulto voluminoso, cubierto por encima con un paño rojo, y
lo puso ante mí. Desenrollé la cubierta, y descubrí, para mi gran sorpresa, no sólo esos
mismos fragmentos que hacía quince años yo había sacado de la cesta, sino también otras
partes del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento completo, la epístola de Bernabé y
una parte del Pastor de Hermas." [72]

Tischendorf formuló su intención de presentar el códice al Zar; sin embargo, el monasterio


carecía en ese entonces de arzobispo, de modo que ningún regalo legal podía hacerse en ese
momento. Finalmente, después de algunas negociaciones, obtuvo la posesión del
manuscrito.
Tischendorf presentó el códice al Zar Alejandro II, quien apreció su importancia y ordenó
que se publicara en la medida de lo posible de forma facsimilar, a fin de conservar
correctamente su escritura. Tischendorf publicó el códice en 1862 bajo el título de Bibliorum
Codex Sinaiticus Petropolitanus. Posteriormente lo reimprimió en cuatro volúmenes en
1869 de la siguiente forma:
1. Prolegómenos.
2. Veteris Testamenti párrafos anteriores.
3. Veteris Testamenti pars posterior.
4. Novum Testamentum et cum Barnaba Pastore.

El Zar envió el monasterio la cantidad de 9,000 rublos como compensación (el documento
en ruso formalizando este trámite, fue publicado en 2007 en Rusia). Posteriormente,
algunos fragmentos de los libros de Génesis y Números encontrados entre las páginas de
otros libros, fueron enviados amistosamente a Tischendorf.
SIGLO XX – MÁS DESCUBRIMIENTOS Y PRIMERAS PUBLICACIONES

A comienzos del siglo XX, Vladimir N. Beneshevich (1874-1938) descubrió fragmentos de


tres hojas del códice entre las páginas de otros manuscritos de la biblioteca del Monte Sinaí.
Beneshevich fue en tres ocasiones al monasterio (1907, 1908, 1911), pero no expuso cuándo
realizó este descubrimiento, ni sus circunstancias. Estas hojas también fueron adquiridas
por San Petersburgo, donde permanecen hasta la actualidad. [82] [83]

En esa época el académico Kirsopp Lake llevó a cabo la publicación completa del códice. Al
no tener acceso al documento, se basó en dos anteriores ediciones facsimilares. El Nuevo
Testamento salió publicado en 1911 bajo el título de Codex Sinaiticus Petropolitanus: The
New Testament, the Epistle of Barnabas and the Shepherd of Hermas [71], y en 1922
publicó el Antiguo Testamento. Fue editado en blanco y negro en forma de facsímil,
conservando el tamaño original de las páginas.

Durante muchas décadas, los fragmentos del códice entregados al Zar fueron conservados
en la Biblioteca Nacional de Rusia. En 1933 la entonces Unión Soviética vendió su parte del
códice por £ 100,000 al Museo Británico (desde 1973, llamado Biblioteca Británica). En 1938,
después de llegar a Gran Bretaña, fue examinado con luz ultra-violeta por T. C. Skeat y H.
J. M. Milne. [84]

En mayo de 1975, durante unos trabajos de restauración del monasterio de Santa Catalina, los
monjes descubrieron un cuarto debajo de la capilla de San Jorge, en donde se encontraban varios
fragmentos de pergaminos. Entre estos fragmentos estaban 11 hojas del Pentateuco y 1 hoja del
Pastor de Hermas pertenecientes al Códice Sinaítico. [12] Junto a estas hojas también se encontraron
otros 67 manuscritos griegos del Nuevo Testamento (los unciales 0278 a 0296, y algunos
minúsculos) . [85]

Descubrimiento, en 1975, de varios


fragmentos del Códice Sinaítico,
mientras se realizaban obras de
restauración en la capilla de San Jorge.
Fuente: http://www-user.uni-bremen.de/
~wie/texte/Sinaiticus-75.html
SIGLO XXI - PUBLICACIÓN CONJUNTA EN INTERNET

En junio de 2005, un equipo de expertos de Europa, Egipto, Rusia y EE.UU., anunció que
llevaría a cabo un proyecto conjunto que implicaría a las cuatro bibliotecas que
conservaban fragmentos del códice, para realizar una serie de estudios sobre la totalidad
conservada del manuscrito, y producir una edición digital completa del mismo. [86] Entre
los estudios realizados, se incluyó el uso de imágenes hiperespectrales, con la finalidad de
fotografiar el manuscritos y buscar textos que hubieran estado ocultos por el estado físico
del códice. [87] Al final, este proyecto costó alrededor de 1 millón de dólares. [88]

El 24 de julio de 2008 se hizo publica más de una cuarta parte del manuscrito en la página
web del Códice Sinaítico. El 6 de julio de 2009, más de 800 páginas (más de la mitad de
todo el texto), se hicieron disponibles a través del mismo medio [89], aunque en un
principio se había anunciado que todo el texto iba a estar disponible para esa fecha. [90]
Actualmente (septiembre de 2009) el documento completo se encuentra disponible en
Internet de forma digital para su consulta. [91]

El 1 de septiembre de 2009, el académico Nikolas Sarris, residente en Gran Bretaña, anunció


el descubrimiento de un fragmento inédito del códice en la biblioteca del Monasterio de
Santa Catalina. [92]

Los cuatro responsables de la reciente publicación (septiembre 2009) de


todos los fragmentos conocidos del Códice Sinaítico (de izquierda a
derecha): Dr. Ekkehard Hensche de la University Library (Alemania);
Lynne Brindley, de la British Library (Inglaterra); Su Eminencia
Arzobispo Damianos del Monsaterio de Santa Catalina, y el Dr.
Alexander Bukreyev de la Biblioteca Nacional Rusa, ubicada en San
Petersburgo (Rusia).
III. ESCRIBAS Y CORRECTORES

Tischendorf estimó que cuatro escribas por separado habrían copiaron el texto (a los que
llamó A, B, C y D), y que cinco correctores (a quien designó como a, b, c, d, e) corrigieron
algunos pasajes. Consideró que uno de los correctores fue contemporáneo con los escribas
originales, y que los otros datan de los siglos VI y VII. Según Tischendorf, el escriba C
habría escrito los libros poéticos del Antiguo Testamento, que aparecen en el códice en un
formato distinto (escritos en verso en dos columnas) al del resto del manuscrito
(presentado en cuatro columnas).

Después de la investigación de Milne y Skeat, actualmente se acepta, que Tischendorf


estaba equivocado: el escriba C nunca existió. [56] Tischendorf, probablemente interpretó
las diferencias de formato como una indicación de la existencia de otro escriba. [57] Los tres
restantes están todavía escribas identificados con las letras que les dio Tischendorf: A, B y
D. [57] Por su parte, el número de correctores aumentó a por lo menos siete (designados
con las letras a, b, c, ca, cb, cc, e). [2] La labor del escriba original es designado por el
símbolo *. [2]

LOS ESCRIBAS

El análisis moderno identifica a por lo menos tres escribas:

 El escriba A, quien tenía mala ortografía (Metzger afirmó: "El escriba A habría
cometido algunos errores inusualmente graves" [49]).
 El escriba B, quien tenía peor ortografía en comparación de A (Milne y Skeat lo
califican como "descuidado e iletrado" [62]).
 El escriba D, quien tenía la mejor ortografía de los tres. [58]

Además se ha podido hacer la siguiente distinción:

 El escriba A escribió la mayoría de los libros históricos y poéticos del Antiguo


Testamento, casi la totalidad del Nuevo Testamento, y la Epístola de Bernabé.
 El escriba B fue responsable de los libros de Profetas y el Pastor de Hermas.
 El escriba D escribió la totalidad de Tobías y Judit, la primera mitad de 4 Macabeos,
las primeras 2/3 partes de los Salmos, y los cinco primeros versículos del
Apocalipsis.

En su estudio de 1938, Milne y Skeat observaron que la carátula a 1 de Macabeos fue hecha
por el escriba D, mientras que el texto fue escrito por el escriba A. [64] Mientras que el
escriba A se limitó a corregir su propio trabajo, el escriba D corrigió su propio trabajo y el
del escriba A. [65]
Abreviaturas

En los manuscritos bíblicos más antiguos, los escribas solían abreviar los términos bíblicos
(Dios, Señor, Cristo, Espíritu) y los nombres propios (David, Jesús, Israel, Jerusalén) que
aparecían con mayor frecuencia.

La nomina sacra aparece sobrerayada frecuentemente. Algunas palabras que generalmente


aparecen abreviadas en otros manuscritos (como Πατηρ y Δαυειδ), fueron escritas tanto en
forma completa como abreviada. Las nomina sacra siguientes están escritas en forma
abreviada: ΘΣ ΚΣ ΙΣ ΧΣ ΠΝΑ ΠΝΙΚΟΣ ΥΣ ΑΝΟΣ ΟΥΟΣ ΔΑΔ ΙΛΗΜ ΙΣΡΛ ΜΗΡ ΠΗΡ
ΣΩΡ. [7]

Los escribas A y B usan muy a menudo la nomina sacra en formas abreviadas (Πνευμα
aparece siempre abreviada, Κυριος aparece abreviada a excepción de 2 ocasiones).

El escriba D usa con mucha frecuencia formas no abreviadas. [59] D distingue entre el uso
sacro y no sacro de la palabra Κυριος. [60] En el Libro de los Salmos, este escriba usó 35
veces Δαυειδ en lugar de Δαυιδ, mientras que el escriba A normalmente utiliza una forma
abreviada de ΔΑΔ. [61]

Iotacismos

Regularmente, la vocal iota de algunas palabras se sustituye por el diptongo formado por
las vocales épsilon-iota (error de iotacismo). Por ejemplo:
 ΔΑΥΕΙΔ en lugar ΔΑΥΙΔ,
 ΠΕΙΛΑΤΟΣ en lugar de ΠΙΛΑΤΟΣ,
 ΦΑΡΕΙΣΑΙΟΙ en lugar de ΦΑΡΙΣΑΙΟΙ,
 ΣΑΔΔΟΥΚΑΙΕΟΙ en lugar de ΣΑΔΔΟΥΚΑΙΟΙ, etc. [8]

El escriba A tienen el "peor tipo de error fonético". La confusión de Ε y ΑΙ le ocurre en


todos los contextos. [58]

Los errores más comunes del escriba D son las sustituciones, de ΕΙ para Ι, y de Ι para ΕΙ en
las posiciones medias de las palabras. Por el contrario, la sustitución de Ι para ΕΙ inicial le
es desconocida, y la EI final sólo es sustituida en ΙΣΧΥΕΙ. La confusión de Ε y ΑΙ es muy
poco común en él. [58]

LOS CORRECTORES

Tischendorf, durante su investigación en San Petersburgo, contabilizó 14,800 correcciones


sólo en la porción que se encontraba en San Petersburgo (2/3 del códice). [49] Esto implica
que el códice completo podría tener alrededor de 20,000 correcciones.

Posteriormente, un estudio paleográfico realizado en el Museo Británico en 1938, encontró


que las primeras correcciones fueron hechas por varios escribas antes de que el manuscrito
dejara el scriptorium. Las lecturas que le fueron introducidas son designadas por el signo
"a". [63]

Correcciones anotadas. Quire 36, folio 4 recto. BL23

Fuente: http://www.codexsinaiticus.com
En el siglo VI o VII, se hicieron muchas alteraciones (corrector "b"), que, según un colofón
al final del libro de Esdras y Esther, establece que el origen de estas alteraciones fue "un
manuscrito muy antiguo que había sido corregido por la mano del santo mártir Pánfilo"
(martirizado en el 309 d. C.). Si esto es verdad, el texto que inicia en 1 Samuel hasta el final
de Esther sería una texto revisado en base a la Hexapla de Orígenes. A partir de este
colofón, se piensa que la corrección habría sido realizada en Cesarea Marítima en el siglo VI
o VIII. [66] El iotacismo generalizado, especialmente del diptongo ει, permaneció sin
corregir.

Entre los siglos IV y XII, siete o más correctores trabajaron en este códice, haciéndolo uno
de los manuscritos más corregidos que se conozca. [48]

Además de estas correcciones, Button [50] descubrió que algunas letras fueron marcadas
con puntos como dudosas. Las correcciones representan el tipo de tipo textual bizantino, al
igual que las correcciones en los Códices Bodmer II, Regius (L), Ephraemi (C), y
Sangallensis (Δ).
IV. ANÁLISIS CRÍTICO DEL TEXTO DEL NUEVO
TESTAMENTO

En texto del Nuevo Testamento existen diferencias cuando se le compara con algunas
ediciones más recientes. Estas omisiones no se deben al estado de conservación física del
documento, sino a consideraciones textuales: [15]

OMISIONES TEXTUALES

Versículos omitidos:

 Mateo 12:47, 16:2 b-3, 17:21, 18:11, 23:14, Mateo 24:35;


 Marcos 7:16, 9:44, 9:46, 11:26, 15:28, 16:9-20 (Final largo del Evangelio de Marcos,
donde se refiere la aparición de Jesús después de la resurrección):
 Lucas 17:36
 Juan 5:4, 7:53-8:11 (el episodio de la adultera), 16:15, 20:5 b-6, 21:25
 Hechos de los Apóstoles 8:37, 15:34, 24:7, 28:29; [16]
 Epístola a los Romanos 16:24

Códice Sinaítico: Fin del evangelio de Marcos e inicio del Evangelio de


Lucas. Como en la mayoría de los manuscritos más antiguos del Nuevo
Testamento, Marcos acaba en el capítulo 16, versículo 8. Los textos
conocidos como “Final largo” o “Final corto” fueron agregados después.

Frases omitidas:

 Mateo 5:44 - ευλογειτε τους καταρωμενους υμας, καλως ποιειτε τοις μισουσιν υμας
("Bendecid a los que os maldicen, haced bien a los que os aborrecen"); [17]
 Mateo 6:13 - οτι σου εστιν η βασιλεια και η δυναμις και η δοξα εις τους αιωνας. αμην
("Porque tuyo es el reino, y el poder, y la gloria, para todos los siglos. Amén").
 Mateo 10:39 a - ο ευρων την ψυχην αυτου απολεσει αυτην, και ("El que halla su vida,
la perderá, y..."); [18]
 Mateo 15:6 - η την μητερα (αυτου) ("o a (su) madre"); [19]
 Mateo 20:23 - και το βαπτισμα ο εγω βαπτιζομαι βαπτισθησεσθε ("y con el bautizo
con que yo soy bautizado seréis bautizados"); [20]
 Mateo 23:35 - υιου βαραχιου ("hijo de Berequías"). Esta omisión sólo está apoyada
por el Códice 59 (primera mano), tres leccionarios (ℓ 6, 13 ℓ y ℓ 185) y Eusebio. [21 ]
 Marcos 1:1 - υιου θεου ("el Hijo de Dios");
 Marcos 10:7 - και προσκολληθησεται προς την γυναικα αυτου ("y se unirá a su
mujer"). Omisión apoyada por el Códice Vaticano Graecus 1209, el , Códice Athous
Lavrensis, el manuscrito 892, el leccionario ℓ 48, y las versiones siríaca sinaítica y
gótica. [22]
 Lucas 9:55 b-56a - και ειπεν, Ουκ οιδατε ποιου πνευματος εστε υμεις; ο γαρ υιος του
ανθρωπου ουκ ηλθεν ψυχας ανθρωπων απολεσαι αλλα σωσαι ("y dijo: Vosotros no
sabéis de qué espíritu sois; porque el Hijo del hombre no ha venido para perder las
almas de los hombres, sino para salvarlas"). Omisión apoyada en los manuscritos P-
45, P-75, B, C, L, Θ, Ξ, 33, 700, 892, 1241, la versión siríaca, y la copta bohaírica; [23]
 Juan 4:9 - ου γαρ συνχρωνται Ιουδαιοι Σαμαριταις ("Porque judíos y samaritanos no
se tratan entre sí”). Es conocida como una de las llamadas interpolaciones para el
tipo textual occidental; omisión apoyada por el Códice D, los manuscritos a, b, d, e, j
y la versión copta fayúmica. Fue agregado por el primer corrector (antes de salir del
scriptorium); [24]

PASAJES EXCLUIDOS POR LOS CORRECTORES

Estas omisiones son típicas para el tipo textual alejandrino [30]:


 Mateo 24:36 - frase ουδε ο υιος ("ni el Hijo"), el primer corrector marcó estas palabras
como dudosas, pero el segundo corrector quitó la marca. [25]
 Marcos 10:40 - ητοιμασται υπο του πατρος μου (en lugar de ητοιμασται) - la frase del
primer corrector υπο του πατρος μου ("por mi Padre”) fue marcada como dudosa,
pero el segundo corrector quitó la marca. [26]
 Lucas 11:4 - αλλα ρυσαι ημας απο του πονηρου ("mas líbranos del mal") frase
incluida por el escriba original, marcada por el primer corrector como dudosa, pero
el tercer corrector quitó la marca. [27]
 Lucas 22:43-44 – ("Y se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle. Y estando en
agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que
caían hasta la tierra."), frase incluida por el escriba original, fue marcada por el
primer corrector como dudosa, pero el tercer corrector quitó la marca. [28]
 Lucas 23:34 a – ("Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen"),
frase incluida por el primer escriba, fue marcada por el primer corrector como
dudosa, pero el tercer corrector quitó la marca. [29 ]

TEXTOS AÑADIDOS (INTERPOLACIONES)

 Mateo 8:13 (ver Lucas 7:10)


El códice tiene un texto añadido: και υποστρεψας ο εκατονταρχος εις τον οικον αυτου εν
αυτη τη ωρα ευρεν τον παιδα υγιαινοντα ("y cuando el centurión volvió a la casa en esa
hora, se encontró al esclavo sano"). Aparece también en los Códices C, (N), Θ, (0250), f-1,
(33, 1241), g1, y la versión siríaca harcleana. [31]
 Mateo 27:49 (véase Juan 19:34)
El códice tiene un texto añadido: αλλος δε λαβων λόγχην ενυξεν αυτου την πλευράν, και
εξελθεν υδορ και αιμα ("el otro tomó una lanza y le abrió el costado, y de inmediato salió
agua y sangre"). Esta lectura se deriva de Juan 19:34 y aparece en otros manuscritos del tipo
textual alejandrino. [32]

VARIANTES TEXTUALES PROPIAS

 Mateo 7:22
Agrega la palabra πολλα (muchos) en la frase: "y en tu nombre echamos fuera [muchos]
demonios?". No se apoya en ningún otro manuscrito. [33]

 Mateo 8:12
Aparece εξελεύσονται ("saldrán") en lugar de εκβληθήσονται ("serán echados"). Esta
variante está apoyada sólo por el manuscrito griego uncial 0250, y por el Códice Bobiensis,
la versión armenia, la versiones siríacas curetoniana, sinaítica, peshita, y palestinense, y el
Diatessaron. [34]

 Mateo 13:54
La lectura εις την πατριδα αυτου es cambiada por εις την αντιπατριδα αυτου. Apoyado en
esta variante y en la de Hechos 8:5, T. C. Skeat sugiere que el manuscrito fue realizado en la
ciudad de Cesarea. [35]

 Mateo 16:12
Tiene la variante textual της ζυμης των αρτων των Φαρισαιων και Σαδδουκαιων ("la
levadura del pan de los fariseos y los saduceos"), apoyada sólo por el Códice Corbeiensis I
y Curetoniano.

 Lucas 1:26
Nazaret es denominada como "una ciudad de Judea".

 Lucas 2:37
El Códice Sinaítico tiene la palabra εβδομηκοντα ("setenta"), en donde todos los
manuscritos viene la palabra ογδοηκοντα ("ochenta"); [36]

 Juan 1:28
El segundo corrector hizo la singular variante textual Βηθαραβα. Esta variante textual esta
apoyada por el manuscrito 892, la versión siríaca harcleana y otros manuscritos.

 Juan 1:34
En donde la mayoría de los manuscritos tienen la lectura υιος ("hijo"), el Códice Sinaítico
tiene la palabra ο εκλεκτός ("el elegido"), junto con los manuscritos P-5, P-106, b, e, ff-2, las
versiones siríacas curetoniana y sinaítica.

 Juan 2:3
En donde la mayoría de los manuscritos tienen la lectura "y cuando querían vino", o "Y
cuando el vino se acabó", el Códice Sinaiticus tiene "Y no tenían vino, porque el de vino de
la boda se acabó", lectura apoyada por a y j;

 Hechos 8:5
La lectura εις την πολιν της Σαμαρειας es replazada por εις την πολιν της Καισαριας.
Apoyado en esta variante y la de Mateo 13:54, Skeat sugiere que el manuscrito fue
realizado en la ciudad de Cesarea. [35]

 Hechos 11:20
En donde la mayoría de los manuscritos tienen la lectura ελληνιστάς (helenistas), el Códice
Sinaítico tiene ευαγγελιστας (evangelistas).

 Hechos 14:9
Aparece la palabra "no" insertada antes de "oyó".

 Hebreos 2:4
En donde la mayoría de los manuscritos tienen la lectura "repartimientos", el Códice
Sinaítico tiene "cosechas" .

 1 Pedro 5:13
En donde la mayoría de los manuscritos tienen la lectura "La Iglesia que está en Babilonia",
el Códice Sinaítico sólo tiene la palabra "Babilonia". [ 38]

TESTIGO DE ALGUNAS LECTURAS DEL "TEXTO MAYORITARIO"

 En Marcos 10:19, es el más antiguo testigo de la frase μη αποστερησης ("No


defraudes"), no incluido en los Códices Vaticano (fue agregado por el segundo
corrector), Cyprius, Washingtoniano, Athous Lavrensis, los manuscritos F-1, F-13,
28, 700, 1010, 1079, 1242, 1546, 2148, los leccionarios ℓ 10 , ℓ 950, ℓ 1642, ℓ 1761, y las
versiones siríaca sinaítica, armenia y georgiana. Esta es la variante de la mayoría de
los manuscritos. [39]

 En Marcos 13:33 es el más antiguo testigo de la variante και προσευχεσυε (y rezar).


Los Códices B y D no incluye este pasaje. [40]

LECTURAS DE CORRUPCIÓN ORTODOXA

En 1 Juan 5:6 tiene la variante textual δι υδατος και αιματος και πνεύματος (el agua y la
sangre y el espíritu). Esta variante es compartida por el Códice Alejandrino, los
manuscritos 104, 424 C, 614, 1739c, 2412, 2495, los leccionarios ℓ 598m , la versiones siríaca
harcleana, la coptas sahídica y bohaírica, Orígenes y otros más. [41] Bart D. Ehrman la
identificó como una lectura de corrupción ortodoxa. [42]
Columna del Codex Sinaiticus que incluye el pasaje de 1 Juan 5:7-9. Carece
del pasaje conocido como Coma Juanino. El texto en color rojizo sólo dice:
"Tres testifican, el agua y la sangre y el espíritu."

TIPO TEXTUAL Y RELACIÓN CON OTROS MANUSCRITOS

Para la mayor parte del Nuevo Testamento, el Códice Sinaítico está en acuerdo general con
el Códice Vaticano Graecus 1209 y del Códice Ephraemi Rescriptus, atestiguando el tipo
textual alejandrino. Un ejemplo notable del acuerdo entre el texto del Códice Sinaítico y el
Vaticano es que ambos omiten la palabra εικη ( 'sin causa', 'sin razón', 'en vano') en Mateo
5:22 ("Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano sin causa será
culpable de juicio"). La misma variante está presente en los manuscritos: P-67, 2174,
manuscritos de la Vulgata, y manuscritos de la versión etíope.

En Juan 1:1-8:38 el Códice Sinaiticus difiere del Vaticano y de todos los otros manuscritos
del tipo textual alejandrino. De hecho, está en acuerdo con el Códice Bezae, en apoyo del
tipo textual occidental. Por ejemplo, en Juan 1:3 los Códices Sinaiticus y Bezae son los
únicos manuscritos griegos con la variante textual εν αυτω ζωη εστίν ("En Él es la vida") en
lugar de εν αυτω ζωη ην ("En Él estaba la vida"). Esta variante está apoyada por la Vetus
Latina y algunos manuscritos sahídicos. Este pasaje tiene un gran número de correcciones.
[44]

Hoskier [45] enumeró 3036 diferencias entre el Sinaítico y el Vaticano, repartidas de la


siguiente manera:
Mateo 656
Marcos 567
Lucas 791
Juan 1022
Total 3036

Un gran número de estas diferencias se deben a iotacismos y variantes en la transcripción


de nombres hebreos, lo que demuestra que estos dos manuscritos no fueron escritos en el
mismo scriptorium. Sin embargo, para Hort el Sinaítico y el Vaticano tienen un origen
común mucho más antiguo, "una fecha que no puede ser posterior a la primera mitad del
segundo siglo, y aún así puede ser anterior". [46]
Ejemplo de las diferencias entre el Sinaítico y Vaticano en Mateo 1:18-19:

B. H. Streeter observó un gran acuerdo entre el Códice Sinaítico y la Vulgata de Jerónimo.


Según él, Orígenes habría llevado a Cesarea el tipo textual alejandrino que se utilizó en este
códice, y que fue utilizado por Jerónimo. [47]
V. APÉNDICE

INTRODUCCIÓN

El resumen que se presenta a continuación está tomado del libro When Were Our Gospels
Written? An Argument by Constantine Tischendorf. With a Narrative of the Discovery of the
Sinaitic Manuscript (¿Cuándo fueron escritos nuestros evangelios? Una explicación por
Constantine Tischendorf. Con una narrativa sobre el descubrimiento del Manuscrito Sinaítico). El
texto fue publicado originalmente en Nueva York para la American Tract Society, en 1866.

CONSTANTINE VON TISCHENDORF: UNA NARRATIVA SOBRE

EL DESCUBRIMIENTO DEL MANUSCRITO SINAÍTICO

Debido a que la Conferencia de la Iglesia Evangélica de Alemania, celebrada en Altenburg en


el mes del septiembre de 1864, desvió su atención a algunos trabajos recientes sobre la vida
de Jesús, fui solicitado por mis amigos para reunir algunas reflexiones sobre este importante
tema, y leerlas ante el Congreso. Consentí en esto, y precisé que el Sr. Renan 1 se había
tomado extrañas libertades sobre la Tierra Santa; y que la historia de la Iglesia primitiva, así
como la del texto sagrado, contenían abundantes argumentos en respuesta a aquellos que
niegan la credibilidad del testimonio del Evangelio. Mi ponencia fue recibida tan
favorablemente por el Congreso, que el redactor de la Allgemeine Kirchenzeitung, el 3 de junio
de 1863, uso la siguiente expresión: "Me aventuro a decir que nunca ponencia alguna ha
conmovido tanto nuestros corazones como aquella breve del Sr. Tischendorf. Como erudito él se
encuentra en un campo en el cual no tiene rival. Cuando la historia habla, es el deber de la filosofía
callar."

Familiarizado como estoy por mis largos estudios de esos hechos, pensados de la mejor
manera para echar luz a esa gran pregunta que agita actualmente a la Cristiandad, he
pensado acertadamente en publicar un esbozo del tema que, tan precipitadamente, había
preparado en Altenburg. Mi trabajo, impreso en el mes de marzo de 1864, ha sido recibido
tan favorablemente, que en tres semanas se ha agotado una edición de 2.000 copias: una
segunda edición fue sacada en mayo, y también fueron preparadas traducciones al francés
e inglés.

Al mismo tiempo, el Comité de la Sociedad del Sector Religioso en Zwickau expresó su deseo
de distribuir este folleto, siempre que fuera modificado y adaptado para el uso popular. A
pesar de tener muchas otras ocupaciones, no podía sino consentir en su petición, y sin
demora yo mismo realicé la tarea de revisar el folleto. Me sentía contento con la oportunidad
de dirigirme de esta manera a una clase de lectores a los que mis obras anteriores no habían
llegado pues, como los verdaderos resultados de mis investigaciones están destinadas para
beneficiar a toda la iglesia, es correcto que la comunidad entera participe de esos beneficios.

1
Se refiere a Ernest Renan, autor en el siglo XIX de varias obras sobre los orígenes del cristianismo, siendo su obra
más conocida “Vida de Jesús”.
Esta versión popular, en la forma actual en la cual la publico carece, lo admito, del estilo
simple y familiar de las publicaciones usuales de la Sociedad de Zwickau; pero a pesar de
este defecto, que la misma naturaleza del tema hace inevitable, aventuro la esperanza de que
será entendido universalmente. Su principal acierto es el de demostrar muy
concluyentemente que nuestros inspirados Evangelios se originan desde épocas apostólicas,
y permiten al lector tener una visión fragmentaria pero clara de una de las épocas más
instructivas y más importantes de la Iglesia Cristiana.

Mientras me sentaba para escribir una versión popular de mi folleto, la Sociedad de Zwickau
también expresó su deseo de presentarlo con un breve relato de mis investigaciones, y
especialmente sobre el descubrimiento del Códice Sinaítico, que naturalmente toma un lugar
importante en mi lista de pruebas documentales. El relato de estos descubrimientos ya es
público, pero al ser posiblemente nueva para muchos de los que lean las publicaciones de
Zwickau, cedo al deseo del comité, no teniendo ningún otro deseo en esta tentativa que el de
acercar a mis lectores a su más santa fe.

Debido a que varios ensayos literarios


históricos, escritos por mí cuando era un hombre
muy joven, y en particular dos premiado
ensayos teológicos que fueron favorablemente
recibidos por el público, resolví, en 1839
dedicarme al estudio textual del Nuevo
Testamento, e intenté, haciendo uso de todas la
adquisiciones de los pasados tres siglos
reconstruir, en lo posible, el texto exacto, tal y
como surgió de la pluma de los escritore
sagrados. Mi primera edición crítica del Nuevo
Testamento apareció en el otoño de 1840. Pero
después de dar a esta edición una revisión final
me convencí de que para hacer uso incluso de
nuestros materiales existentes, era necesario
estudiarlos más atentamente de lo que habían
sido hasta ahora, y dedicar mi tiempo libre y
capacidades a un nuevo examen de lo
documentos originales.
Constantine von Tischendorf

Para la realización de esta prolongada y difícil empresa, era necesario no sólo emprender
viajes distantes, dedicar mucho tiempo, y atraer a la tarea tanto capacidad y celo, sino
también proveer una gran cantidad de dinero, y éste –el nervio de la guerra– era además
necesario. La Facultad Teológica de Leipzig me dio una carta de recomendación para el
Gobierno Sajón; pero en principio sin algún resultado. Sin embargo, el doctor Von
Falkenstein, siendo Ministro de Obras Públicas, consiguió para mí una donación de 100
thalers (unas 15 libras) para pagar mis gastos de desplazamiento, y una promesa de otros 100
para el año siguiente. ¿Era esta suma lo suficiente como para emprender un extenso viaje?
Sin embargo, lleno de fe, en el proverbio de "A Dios rogando y con el mazo dando", y de que
aquello que es justo debe prosperar, resolví, en 1840, salir hacia París (en el mismo día de la
Celebración de la Reforma), a pesar de que no tenía suficientes medios ni para pagar mis
gastos de equipaje; y cuando alcancé París sólo me quedaban 50 thalers. Los otros 50 los
había gastado en mi traslado.

Sin embargo, pronto encontré a hombres en París que estaban interesados en mi empresa.
Me las arreglé por algún tiempo para sostenerme con mi pluma, sin embargo, manteniendo
constantemente en la mira el objetivo que me había traído a París. Después de haber
explorado por dos años las ricas bibliotecas de esta gran ciudad, sin hablar de los varios
viajes hechos a Holanda e Inglaterra, partí en 1843 para Suiza, y pasé algún tiempo en
Basilea. Entonces pasando por el sur de Francia hice mi camino hacia Italia, en donde revisé
las bibliotecas de Florencia, Venecia, Módena, Milán, Verona, y Turín. En abril de 1844, me
adelanté hacia el oriente. Los puntos principales de mi recorrido y de mi investigación en el
oriente, fueron Egipto y los conventos coptos del desierto de Libia, el Monte Sinaí en
Arabia, Jerusalén, Belem, y el Convento de Santa Saba en las orillas del Mar Muerto,
Nazareth y su vecindad, Esmirna y la isla de Patmos, Beirut, Constantinopla, Atenas.
Finalmente, tras haber visitado en mi camino de regreso las bibliotecas de Viena y Münich,
volví a Leipzig en enero de 1845.

Este viaje me costó 5.000 thalers (750 libras). Me preguntará, cómo este pobre viajero, que
salió de Leipzig con solamente algunos billetes prestados, podía obtener tales sumas. Ya en
parte he dado una pista para explicarlo, y de esto haré un recuento más completo mientras
siga con la narración. La ayuda que yo podía ofrecer a mis compañeros de viaje, a cambio
de una buena muestra de amabilidad, y, sobretodo, ese entusiasmo que no retrocedía ante
las privaciones y sacrificios, explicará cómo pude continuar. Pero naturalmente estará muy
impaciente por oír cuáles fueron esos trabajos a los cuales dediqué cinco años de mi vida.

Con ese propósito regreso a esa edición del Nuevo Testamento de la que hablé antes. Poco
después de que los Apóstoles hubieran compuesto sus escritos, comenzaron a ser copiados; y
la multiplicación incesante de copia tras copia se incrementó en el siglo XVI, cuando
felizmente la imprenta vino a sustituir el trabajo del copista. Uno puede ver fácilmente
cuántos errores deben haberse arrastrado inevitablemente en las escrituras que tan
frecuentemente fueron reproducidas; pero aún es muy difícil de entender cómo los escritores
podían consentir cambios aquí y allá, no solamente verbales, sino de aquellos pasajes que
afectaban el significado, y lo que sería peor, no temer en cortar un pasaje o insertar otro.

Las primeras ediciones del texto griego, aparecidas en el siglo XVI, estaban basadas sobre los
primeros manuscritos que estaban a la mano. Durante mucho tiempo los hombres estuvieron
satisfechos en reproducir y reimprimir estas antiguas ediciones. De esta manera se presentó
una disposición a otorgar al texto, reimpreso tantas veces, un valor distintivo, sin nunca
ocuparse en cuestionar si era o no una exacta reproducción del texto real, tal y como fue
escrito en el primer siglo. Pero con el paso del tiempo fueron descubiertos manuscritos de mil
años de antigüedad en las bibliotecas públicas de Europa, y al compararlas con el texto
impreso, los eruditos no pudieron ayudar a distinguir cómo el texto recibido en muchos
lugares se alejó extensamente del texto de los manuscritos. Debemos también agregar aquí
que desde la edad más antigua de la era cristiana, el texto griego había sido traducido a
diversas idiomas –al latín, sirio, egipcio, etc. Los manuscritos antiguos de estas versiones
también fueron descubiertos, y era imposible no ver la variación de lecturas encontradas en
el texto sagrado. Las citas hechas por los Padres, tan tempranas como el siglo II, también
confirmaron de otra forma la realidad de estas variaciones. De esta manera, se ha puesto más
allá de toda duda que el texto original de las escrituras de los Apóstoles, copiado, recopiado,
y multiplicado durante quince siglos, ya sea en griego, latín, o en otras idiomas, tenía en
muchos importantes pasajes tales modificaciones de significado, que nos dejaban en una
dolorosa incertidumbre en cuanto a lo que realmente habían escrito los apóstoles.

Hombres eruditos han intentado una y otra vez despejar el texto sagrado de estos elementos
extraños. Pero finalmente tenemos un mejor proyecto, que es el de descartar a este textus
receptus en su totalidad, y construir un nuevo texto, directamente extraído de las más
antiguas y autorizadas fuentes. Éste es indudablemente el curso correcto a tomar, porque
solamente de esta manera podemos asegurar un texto tan próximo como sea posible a el que
vino desde los Apóstoles.

Ahora, para lograr esto, debemos asegurar primero nuestro campo, estudiando a fondo los
documentos que poseemos. Bien, en la realización de mi primera edición crítica del Nuevo
Testamento, en 1840, me convencí de que la tarea, lejos de estar terminada, está apenas
comenzando, aunque tantos y tan celebrados nombres se encuentren en la lista de editores
eruditos, para mencionar sólo algunos: Erasmus, Robert Stephens, Beza, Mill, Wetstein,
Bengel, Griesbach, Matthæi, y Scholz. Esta convicción me llevó a comenzar mis viajes.
Establecí el plan de revisar y examinar, con el mayor cuidado posible, los más antiguos
manuscritos del Nuevo Testamento que debían ser encontrados en las bibliotecas de Europa;
y con este objetivo, nada me pareció más conveniente que el de publicar con la mayor
exactitud el más importante de estos documentos. Por ser propiedad común de la
Cristiandad, debo proteger de esta manera los documentos, y procurar su segura custodia a
hombres eruditos, por si los propios originales llegan a desaparecer.

Por esta razón, amplié mis investigaciones a los manuscritos latinos más antiguos, a causa de
su gran importancia, sin descartar el texto griego del Antiguo Testamento referido por los
Apóstoles, prefiriéndolo en lugar del original hebreo, y que a pesar de su alta autoridad,
durante el lapso de dos mil años vino a corromperse aún más que el del Nuevo Testamento.
Amplié mi investigación también a los libros apócrifos del Nuevo Testamento, como el
presente ensayo explicará. Estos trabajos se refieren a los libros canónicos en más de un
aspecto, y dan una luz considerable a la antigüedad cristiana. La mayoría de ellos fueron
sepultados en nuestras grandes bibliotecas, y es dudoso que alguno de ellos haya recibido la
atención que merecen. Como siguiente paso, propuse recopilar todos los manuscritos griegos
con mil años de antigüedad que poseemos, incluyendo en la lista incluso aquellos que no se
refieren a la Biblia, para exponer de una forma nunca antes hecha, cuándo y cómo habían
sido escritos los diversos manuscritos. De esta manera debemos poder entender mejor
porqué un manuscrito debe ser referido al siglo IV, otro al V, y otro al VIII, aunque no
contengan fecha alguna para determinar cuando fueron escritos.

Hasta entonces eran estos los varios objetivos que esperaba lograr en mis viajes. Para
algunos, todo esto parece ser meramente trabajo académico: pero permítame agregar que
esta ciencia toca a la existencia en dos aspectos importantes, para mencionar solamente dos
que no pueden ser temas de pequeña importancia: valorar de esta manera la historia del
texto sagrado, y recuperar si es posible el genuino texto apostólico que es el fundamento de
nuestra fe. El conjunto de la cristiandad, de hecho, está profundamente interesado en estos
resultados. De esto no puede haber duda; y las pruebas extraordinarias del interés que el
mundo cristiano me ha dado, son por sí solas un testimonio suficiente.
Los tesoros literarios que he intentado explorar se han extraído, en la mayoría de los casos, de
conventos del oriente, donde por siglos, las plumas de monjes industriosos han copiado las
escrituras sagradas, y manuscritos recogidos de toda clase. Por lo tanto se me ocurrió: ¿era o
no probable que en algún nicho de algún monasterio griego o copto, sirio o armenio, pudiera
haber algún manuscrito precioso que dormitara por siglos en polvo y oscuridad? ¿Y no cada
hoja del pergamino así encontrado, cubierto con escrituras de los siglos V, VI y VII, podía ser
una clase de tesoro literario, y una adición valiosa a nuestra literatura cristiana?

Estas consideraciones, desde 1842, me habían incendiado con un fuerte deseo de visitar el
oriente. Había justo terminado una obra que había sido recibido muy favorablemente en
Europa, y por la cuál había recibido la muestra de aprobación de varios organismos doctos, e
incluso de cabezas distinguidas.

Éste es el trabajo al que me estoy refiriendo. Existe en una de las bibliotecas de París una de
los manuscritos más importantes hasta entonces conocido del texto griego. Este manuscrito
de pergamino del siglo V, cuya escritura había sido retocada y renovada en el VII y en el
siglo IX, había sido sometido a un proceso de doblado en el siglo XII. Había sido lavado y
raspado, para escribir en él los tratados de un viejo padre de la Iglesia llamado Efrén. Cinco
siglos más adelante, un teólogo suizo de nombre Wetstein había intentado descifrar algunos
trazos del manuscrito original; y aún más adelante otro teólogo, Griesbach de Jena, intentó
probar su habilidad en él, aunque el bibliotecario le asegurara que era imposible para el ojo
mortal descifrar una escritura que había desaparecido por seis siglos. A pesar de estas
tentativas fracasadas, el gobierno francés recurrió a poderosos reactivos químicos, para
recuperar los signos ocultos. Pero un teólogo de Leipzig, que estaba entonces en París, quedó
tan frustrado por esta nueva tentativa, que afirmó que era imposible producir una edición de
este texto, pues el manuscrito era absolutamente ilegible. Fue después de todas estas
tentativas que comencé, en 1841-2, a probar mi habilidad en el manuscrito, y tuve la buena
fortuna de descifrarlo totalmente, e incluso de distinguir entre las fechas de los diversos
escritores que se habían ocupado del manuscrito.

Este éxito, que me procuró varias muestras de reconocimiento y de apoyo, me animó a


proceder. La concebí por ser mi deber el completar una empresa que había sido tratada hasta
entonces como improbable. El gobierno sajón se presentó para apoyarme. El rey, Frederick
Augustus II, y su distinguido hermano John, me enviaron muestras de su aprobación; y
varios eminentes mecenas del aprendizaje en Frankfort, Ginebra, Roma, y Breslau ofrecieron
generosamente interesarse en mi tentativa.

Aquí guardo silencio sobre los interesantes detalles de mis recorridos –mi audiencia con el
Papa Gregorio XVI, en mayo de 1843, mi reunión con el Cardenal Mezzofanti, ese
sorprendente y celebrado lingüista– y llego al resultado de mi viaje al oriente. Era abril de
1844, cuando me embarqué en Leghorn hacia Egipto. El deseo que sentía por descubrir
algunos preciosos restos de cualquier manuscrito, más especialmente bíblico, de una fecha
que nos llevara de nuevo a los tiempos tempranos del cristianismo, fue consumado más allá
de mis expectativas.

Estaba al pie del Monte Sinaí, en el convento de Santa Catalina, cuando descubrí la perla de
todo mi investigación. Al visitar la biblioteca del monasterio, en el mes del mayo de 1844, me
percaté que en medio del gran pasillo había una gran y ancha cesta llena por completo de
viejos pergaminos; y el bibliotecario, que era un hombre culto, me dijo que dos montones de
papeles como ese, enmohecidos por el tiempo, había sido ya confiados a las llamas. Grande
fue mi sorpresa al encontrar en medio de este montón de papeles un considerable número de
hojas de una copia del Antiguo Testamento en griego, que me pareció ser uno del más
antiguos que hubiera visto.

Monasterio de Santa Catalina, a partir de bocetos realizados por el


archimandrita Porphiryj Uspienski (1857).

Las autoridades del convento me permitieron obtener, con el mayor gusto, pues estaban
destinadas para el fuego, una tercera parte de estos pergaminos, cerca de cuarenta y tres
hojas. Pero no pude conseguir que renunciaran a la posesión del resto. La gran satisfacción
que había exhibido despertó sus suspicacias sobre el valor de este manuscrito. Transcribí una
página del texto de Isaías y de Jeremías, y pedí a los monjes cuidar religiosamente todos los
restos que pudieron haber caído en su camino.

A mi regreso a Sajonia había hombres doctos quienes inmediatamente apreciaron el valor del
tesoro que traje conmigo. No divulgué el nombre del lugar en donde lo había encontrado, en
la esperanza de volver y recuperar el resto del manuscrito. Entregué al gobierno sajón mi rica
colección de manuscritos orientales a cambio del pago de todos mis gastos de
desplazamiento. Deposité en la biblioteca de la Universidad de Leipzig en forma de
colección, que lleva mi nombre, cincuenta manuscritos, algunos de ellos muy raros e
interesantes. Hice lo mismo con los fragmentos del Sinaítico, a los cuales di el nombre de
Códice Frederick Augustus, en reconocimiento del patrocinio dado a mí por el rey de Sajonia;
y los publiqué en Sajonia en una edición suntuosa, en la que cada letra y marca fueron
reproducidas exactamente con la ayuda de la litografía.

Pero estos trabajos domésticos sobre los manuscritos que yo ya había almacenado con
seguridad, no permitieron que olvidara el tesoro distante que había descubierto. Recurrí a un
amigo influyente, que entonces residía en la Corte del Virrey de Egipto, para continuar las
negociaciones y conseguir el resto de los manuscritos; pero sus tentativas,
desafortunadamente, fracasaron. Escribió para decirme: "Los monjes del convento, desde tu
salida, han reconocido del valor de estas hojas del pergamino, y no las cederán por ningún precio."

Resolví por tanto, regresar a Oriente para copiar ese inestimable manuscrito. Habiendo
partido de Leipzig en enero de 1853, me embarqué en Trieste hacia Egipto, y en el mes de
febrero me presenté por segunda vez en el Convento del Sinaí. Este segundo viaje fue más
exitoso que incluso el primero, en relación a los descubrimientos que hice de raros
manuscritos bíblicos; pero no fui capaz de descubrir cualquier otro rastro del tesoro de 1844.
Lo olvido: encontré en un rollo de papeles un pequeño fragmento que, escrito por encima a
ambos lados, contenía once líneas cortas de Génesis, que me convencieron de que el
manuscrito originalmente contuvo completo el Antiguo Testamento, pero que la mayor parte
hacía mucho tiempo que había sido destruida.

A mi regreso, reproduje en el primer volumen de una colección de documentos antiguos


cristianos la página del manuscrito Sinaítico que había transcrito en 1844, sin divulgar el
secreto de dónde lo había encontrado. Me limité a demandar el reconocimiento de haber
descubierto otros documentos, no importando si eran publicados en Berlín u Oxford,
asumiendo que algunos viajeros doctos, que hubieran visitado el convento después de mí, se
las hubieran arreglado para llevárselo.

La cuestión era ahora cómo regresar por estos descubrimientos. Sin mencionar un segundo
viaje que hice a París en 1849, me dirigí a Alemania, Suiza e Inglaterra, dedicando varios años
de trabajo incesante a una séptima edición de mi Nuevo Testamento. Pero me sentía cada vez
más apremiado por reiniciar mis investigaciones en el oriente. Varios motivos, y muy
especialmente la profunda reverencia de todos los monasterios de oriente hacia el Emperador
de Rusia, me llevó, en el otoño de 1856, a someter al gobierno ruso un plan de viaje, para
realizar una sistemática investigación en el oriente. Esta oferta solamente despertó una
oposición celosa y fanática en San Petersburgo. La gente estaba asombrada de que un
extranjero y protestante pudiera suponer el pedir la ayuda del Emperador de la Iglesia
Griega y Ortodoxa para una misión al oriente. Pero esta buena causa triunfó. El interés que
provocó mi oferta, incluso dentro del círculo imperial, inclinó al Emperador en mi favor.
Obtuvo su aprobación en el mes de septiembre de 1858, y los fondos que solicité fueron
puestos a mi disposición. Tres meses después apareció mi séptima edición del Nuevo
Testamento, que me había costado tres años de trabajo incesante; y al comienzo de enero de
1859, navegué otra vez hacia el oriente.

No puedo aquí dejar de mencionar la peculiar satisfacción que había experimentado poco
antes de esto. Un académico inglés, amigo mío, había sido enviado por su gobierno a oriente
para descubrir y comprar viejos manuscritos griegos, y no escatimó gastos para conseguirlos.
Tenía motivo para temer, especialmente por mi perla del Convento de Santa Catalina; pero
escuché que él no había tenido éxito en adquirir cosa alguna, y que ni siquiera había ido
hasta el Sinaí, pues como dijo en su reporte oficial, "pues después de la visita de un anticuario y
erudito como el Dr. Tischendorf, no podía esperar ningún éxito." Vi en esto que tan buen consejo
había sido el no revelar mi secreto de 1844.

Para el fin del mes de enero yo había alcanzado el convento del monte Sinaí. La misión que
me confiaron me daba derecho a esperar toda consideración y atención. El Prior, al
saludarme, me expresó su deseo de que tuviera éxito en descubrir nuevos soportes para la
verdad. Su expresión de buena voluntad fue verificada incluso más allá de sus expectativas.

Detalle del Códice Sinaítico.

Tras haber dedicado algunos días en remover los manuscritos del convento, no sin
desempolvar aquí y allí algún u otro precioso pergamino, dije a mis beduinos, el 4 de febrero,
que prepararan las monturas de sus dromedarios para regresar hacia el El Cairo el día 7,
cuando una circunstancia enteramente fortuita me llevó inmediatamente al cumplimiento de
todos mis deseos. En la tarde de ese día realizaba una caminata en la vecindad con el
administrador del convento, y cuando volvimos, hacia la puesta del sol, me pidió tomar un
poco de refresco con él en su celda. Apenas entró en el cuarto, cuando, reasumiendo nuestro
tema anterior de conversación, dijo: "Y también he leído una Septuaginta", es decir, una copia
de la traducción griega del Antiguo Testamento hecha por los Setenta. Y mientras decía esto,
bajó de la cornisa del cuarto una clase de bulto voluminoso, cubierto por encima con un paño
rojo, y lo puso ante mí. Desenrollé la cubierta, y descubrí, para mi gran sorpresa, no sólo esos
mismos fragmentos que quince años antes había sacado de la cesta, sino también otras partes
del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento completo, y, además, la epístola de Bernabé y
una parte del Pastor de Hermas. Lleno de alegría, esta vez manteniendo el auto-control de
contenerme ante el administrador y el resto de la comunidad, aparenté pedir de una manera
descuidada, el permiso para llevar el manuscrito a mi dormitorio para observarlo más
tranquilamente. Allí podría dejarme llevar por la alegría que me embargaba. Sabía que
sostenía en mi mano el tesoro bíblico más precioso que existiera, un documento cuya edad e
importancia excedía el de todos los manuscritos que había examinado durante veinte años de
estudio en el tema. Ahora no puedo, lo confieso, recordar todas las emociones que sentí en
ese turbador momento con tal diamante en mi posesión. Aunque mi lámpara era débil, y la
noche fría, me senté inmediatamente para transcribir la Epístola de Bernabé. Dos siglos de
búsqueda se han realizado por el texto griego original de la primera parte de esta epístola,
que sólo se había conocido en una traducción latina muy defectuosa. Y aún así esta carta,
desde finales del siglo II a principios del siglo IV, tuvo una autoridad extensa, pues muchos
cristianos le asignaron a ella y al Pastor de Hermas un lugar lado a lado con las escrituras
inspiradas del Nuevo Testamento. Ésta era la misma razón por la que ambos escritos estaban
contenidos en la Biblia del Sinaítico, cuya trascripción esta reseñada para la primera mitad
del siglo IV, y alrededor de la época del primer emperador cristiano.

Temprano el 5 de febrero llamé al administrador. Pedí permiso para llevar el manuscrito


conmigo a El Cairo, para allí transcribirlo totalmente desde el comienzo hasta el final; pero
el Prior había partido justo dos días antes también para El Cairo, en su camino a
Constantinopla, para atender la elección de un nuevo Arzobispo, y un monje no daría su
consentimiento a mi petición. ¿Qué debía hacerse? Mis planes fueron rápidamente
decididos. En el día 7, a la salida del sol, me despedí precipitadamente de los monjes, con la
esperanza de alcanzar El Cairo a tiempo para conseguir el consentimiento del Prior. Toda
muestra de atención me fue otorgada a la salida. La bandera rusa fue alzada desde las
paredes del convento, mientras que las laderas sonaron con los ecos de un saludo de
despedida, y los miembros más distinguidos de la orden me escoltaron en mi camino hasta
el llano.

El domingo siguiente alcancé El Cairo, en


donde me recibieron con las mismas muestras
de buena voluntad. El Prior, que todavía no
había partido, inmediatamente dio su
consentimiento a mi petición, y también dio
instrucciones a un beduino de ir a traer el
manuscrito a toda prisa. Montado en su
camello, en nueve días fue de El Cairo al Sinaí
y de regreso, y el 24 de febrero el inestimable
tesoro estaba otra vez en mis manos. El
tiempo se acababa y sin demora me fijé la
tarea de transcribir no menos de ciento diez
líneas –las cuales en su mayoría eran difíciles
de leer, a causa de correcciones posteriores, o
de la tinta que se descoloraba– y eso en un
clima donde el termómetro durante marzo,
abril, y mayo, nunca está debajo de los 77º
Fahrenheit (25º C) a la sombra. Nadie puede
decir lo que esto me costó en fatiga y
agotamiento.
Constantine von Tischendorf en 1870.
La relación que sostenía con el monasterio me dio la oportunidad de sugerir a los monjes la
idea de presentar el original al Emperador de Rusia en su carácter de protector natural de la
fe ortodoxa griega. La oferta fue recibida favorablemente, pero un obstáculo inesperado se
presentó evitando que esto sucediera.

El nuevo Arzobispo, elegido unánime durante la semana de Pascua, y que tenía el derecho de
decidir finalmente en tales asuntos, aún no estaba consagrado, ni su nombramiento aceptado
por el Sublime Pote. Y mientras esperaban esta doble formalización, el Patriarca de Jerusalén
protestó tan vigorosamente contra la elección, que debían pasar tres meses antes de que la
elección pudiera ser ratificada y el nuevo Arzobispo ser instalado. Ante esto, resolví partir a
Jaffa y Jerusalén.

Justo en ese tiempo el Gran Duque Constantin de Rusia, quien había tomado el más
profundo interés en mis trabajos, llegó a Jaffa. Lo acompañé a Jerusalén. Visité las antiguas
bibliotecas de la ciudad santa, la del monasterio de Santa Saba en las orillas del Mar
Muerto, y luego las de Beirut, Ladikia, Esmirna, y Patmos. Estas nuevas investigaciones
fueron premiadas con los más felices resultados. En el momento deseado volví a El Cairo;
pero aquí, en vez del éxito, sólo encontré una nueva decepción. El Patriarca de Jerusalén
continuaba con su oposición, y como él la llevó a las medidas más extremas, los cinco
representantes del convento tuvieron que permanecer en Constantinopla, donde intentaron
en vano una entrevista con el Sultán para que impusiera sus derechos. Bajo estas
circunstancias los monjes del Monte Sinaí, aunque quisieron hacerlo, estaban incapacitados
para efectuar mi sugerencia.

En esta situación embarazosa el Arzobispo y sus amigos me rogaron utilizar mi influencia a


nombre del convento. Por lo tanto partí inmediatamente hacia Constantinopla, con el
propósito de apoyar allí el caso de los cinco representantes. El Príncipe Lobanow, embajador
ruso en Turquía, me recibió con la mejor voluntad, y como me ofreció hospitalidad en su
casa de campo en las orillas del Bósforo, fui capaz de atender mejor las negociaciones que me
habían llevado allá. Pero nuestro enemigo irreconciliable, el influyente y obstinado Patriarca
de Jerusalén, todavía tenía la ventaja. El Arzobispo fue entonces aconsejado a apelar
personalmente a los patriarcas, arzobispos, y obispos; y este plan tuvo éxito; para antes de
fin de año el derecho del convento fue reconocido, y ganamos nuestra causa. Yo mismo llevé
las noticias de nuestro éxito a El Cairo, y con ella también traje mi propia petición especial,
acompañada con el apoyo del Príncipe Lobanow.

El 24 de septiembre volví a El Cairo. Entonces los monjes y el arzobispo expresaron


calurosamente sus agradecimientos por mis celosos esfuerzos en su causa, y al día siguiente
recibí de ellos, en forma de préstamo, la Biblia del Sinaítico, para llevarla a San Petersburgo,
y allí hacerla copiar tan exactamente como fuera posible.

Partí hacia Rusia a inicio de octubre, y el 19 de noviembre presenté a sus Majestades


Imperiales, en el Palacio del Invierno en Tsarkoe-Selo, mi rica colección de antiguos
manuscritos en griego, sirio, copto y árabe, en el que la Biblia del Sinaítico brillaba como una
corona. Entonces tuve la oportunidad de someter al Emperador Alejandro II una propuesta
para crear una edición de esta Biblia digna de ella y del emperador mismo, la cual se debía
apreciar como una de las empresas más grandes del estudio crítico y bíblico.

No me sentí libre de aceptar las brillantes ofertas que se me hicieron para establecerme
permanentemente, o por lo menos por algunos años, en la capital rusa. Por lo tanto, después
de tres años y tras realizar tres viajes a San Petersburgo, fue en Leipzing cuando pude llevar
a terminación la laboriosa tarea de producir una copia facsimilar de este códice en cuatro
volúmenes en folio.
Partí hacia Rusia a inicio de octubre, y el 19 de
noviembre presenté a sus Majestades Imperiales, en el
Palacio del Invierno en Tsarkoe-Selo, mi rica colección
de antiguos manuscritos en griego, sirio, copto y árabe,
en el que la Biblia del Sinaítico brillaba como una
corona. Entonces tuve la oportunidad de someter al
Emperador Alejandro II una propuesta para crear una
edición de esta Biblia digna de ella y del emperador
mismo, la cual se debía apreciar como una de las
empresas más grandes del estudio crítico y bíblico.

No me sentí libre de aceptar las brillantes ofertas que se


me hicieron para establecerme permanentemente, o por
lo menos por algunos años, en la capital rusa. Por lo
tanto, después de tres años y tras realizar tres viajes a
San Petersburgo, fue en Leipzing cuando pude llevar a
terminación la laboriosa tarea de producir una copia
facsimilar de este códice en cuatro volúmenes en folio. Zar Alejandro II de Rusia

En el mes de octubre de 1862, partí a San Petersburgo para presentar esta edición a sus
Majestades. El Emperador, quien había aportado dadivosamente el coste, y aprobado la
propuesta de que este magnífico manuscrito apareciera en la celebración del Jubileo
Milenario del Imperio Ruso, había distribuido impresiones de él a través del mundo
cristiano, el cual, sin distinción de credo, había expresado su reconocimiento sobre su valor.
Incluso el Papa, en una carta manuscrita, había enviado al redactor sus felicitaciones y
admiración. Las dos universidades más reconocidas de Inglaterra, Cambridge y Oxford,
desearon manifestarme honores confiriéndome su más alto grado académico. Un anciano, él
mismo miembro de la más alta distinción de la academia, dijo: "Hubiera preferido haber
descubierto este manuscrito Sinaítico, en lugar de la Koh-i-noor de la Reina de Inglaterra."

Pero en la que pienso como la más alta de todas estas halagadoras distinciones, es el hecho
de que la Providencia ha dado a nuestra época, en la que los ataques contra el Cristianismo
son tan comunes, la Biblia Sinaítica, para que sea para nosotros una luz completa y clara
sobre cuál es el texto verdadero de la Palabra de Dios escrita, y estableciendo su auténtica
forma, asistirnos en la defensa de la verdad.
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Church and the Library, ed. Papademetriou y Sopko Boston: Somerset Hall Press (2005), p.
77. Véanse también las notas 2 y 3, p. 90, en Papademetriou.

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