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Los niños y niñas siempre delatan el abuso sexual y

estas son las señales


16 JULIO, 2016 Por: VANESSA MORENO LOSADA | @MORELOSADA24

No espere que lo diga. Si de un día para otro su hija de tres años se niega a
saludar a un pariente o a un conocido; si su hijo de cinco años llora cuando le
toca ir a la clase de karate; o si a los ocho años vuelve a mojar la cama, papá,
mamá indague más. Su pequeño puede haber sido víctima de un abuso sexual.

“Cuando se trata de un abuso sexual es más evidente las señales que da el niño
o adolescente; es más fácil de detectar. En los primeros tipos de abusos,
los síntomas no son visibles y se suelen ignorar, pero justamente son los
primeros pasos que abren paso a la agresión física”, explica Angeyeimar Gil,
trabajadora social y consejera de Protección del Niño y Adolescente del
municipio Sucre.

Algunas de las señales emocionales y gestuales que emiten los niños, niñas y
adolescentes cuando su intimidad ha sido vulnerada, son evidentes. Gil
detalla que existen tres tipos de abuso: aquél en el que el pequeño es sometido
a situaciones no aptas para su edad, por ejemplo a ver una película pornográfica;
los actos lascivos, que consisten en tocar al niño sin su consentimiento; y la
violación con penetración, al que se considera propiamente como abuso sexual.

El director de Centro Comunitario de Aprendizaje (Cecodap) y especialista


en la protección de los derechos de los niños, niñas y adolescentes (NNA),
Fernando Pereira, indicó que los padres deben estar alertas en todo momento,
pues el abuso sexual en la mayoría de los casos ocurre en el círculo social más
cercano a sus hijos: casa, escuela, actividades extracurriculares, hogares de
cuidado.

“Se rompe el estereotipo. Pensamos que el niño es más vulnerable cuando está
con una persona y lugar desconocido en horario nocturno. Entonces nos
descuidamos y nunca pensamos que pueden ser abusados en sitios cotidianos,
durante una visita a la casa del padrino”, manifestó el especialista y especificó que
estos episodios no son exclusivos de los estratos sociales bajos.

Pereira recomendó a los padres evitar desestimar, descalificar o ignorar el


comportamiento de sus hijos y sus palabras, si se trata de adolescentes. “Cuando
son pequeños pueden tener terrores nocturnos, pueden volver a hacerse pipí
o pupú, se vuelven agresivos o apáticos con ciertas personas. Los adultos se
molestan porque piensan que es un retroceso en su desarrollo, pero están
ignorando la raíz del problema, que no se expresa verbalmente sino
simbólicamente”, apuntó.

Cecodap atendió un caso de una niña de tres años a quien su madre llevó a
consultar con los especialistas de la organización sin fines de lucro. La mujer indicó
que en varias oportunidades había escuchado a su nena expresiones vinculadas
con “leche” mientras jugaba con sus muñecos. Luego de evaluaciones
psicopedagógicas se determinó que la niña había sido víctima de abuso sexual y se
refería a la sustancia seminal.

En el caso de los adolescentes, los especialistas recomiendan estar atentos a su


ropa – si está rasgada o manchada-; a sus redes sociales, porque pueden
enviar mensajes depresivos o agresivos; y a su desempeño académico.
Un pedido de auxilio tardío

Angeyeimar Gil, trabajadora social del Consejo de Protección de Sucre, relató que
una adolescente de 17 años de edad estuvo en el centro para pedir apoyo, junto
con su madre. Antes de que se concertara esa cita, la joven pasó una semana sin
salir de su casa a otras actividades sociales y su mamá notó el cambio, pero no se
imaginó que su hija estaba siendo acosada.

Un adolescente le mandaba mensajes de texto y obsequios. La niña decidió hablar


con su mamá cuando notó que un carro la seguía desde el colegio hasta su casa.
Se asustó.
“Dependiendo de la edad, la capacidad de verbalizar es mayor y casi siempre
no lo hacen en primer momento, sobre todo si se trata de chamos de 7 u 8 años.
Por lo general, les da miedo ser regañados o castigados, porque no hay una
cultura de confianza en la casa”, explicó.

Con la especialista coincidió el director de Cecodap, quien atribuyó también el


temor de pedir ayuda a las amenazas del victimario: “son sometidos a amenazas:
‘no le digas a nadie porque me voy a ir’, ‘nadie te va a creer’, ‘si dices algo le voy
hacer daño a tu hermanito’, etc. Además de que eres víctima, tienes que cargar
con tu dolor, solo, callado porque no puedes decir nada”.

Otra razón por la que la denuncia de estos episodios tardan en efectuarse es


responsabilidad directa de los padres con la tendencia de pensar que los niños
exageran las cosas o el temor de que el victimario -cuando resulta ser un familiar-
reciba un fuerte castigo por la “ley de las cárceles”. Por ejemplo, Gil reconoció que
ha tenido casos de madres que desestiman la palabra de su hija adolescente
cuando señalan a su pareja de que las miró de una forma incómoda.

“Si se trata de un familiar cercano, guardan silencio aunque se sepa del abuso.
Hacen una especie de pacto de sangre y de alguna manera se sacrifica al niño por
el resguardo de esta persona”, dijo Pereira. Esto tiene que ver con las normas
internas de los penales en los que se suele ejecutar a los violadores por lo que “las
familias no quieren cargar en su conciencia que ese familiar vaya a pasar por eso”.

¿Qué hacer antes y después?

La educación en casa es primordial. Para los expertos, el empoderamiento de


los hijos sobre su cuerpo y sexualidad es indispensable que se comience a
gestar desde temprana edad; al igual que dejarles un espacio de confianza,
para que sean capaces de recurrir a sus padres en cualquier momento sin temor a
ser juzgados o calificados como mentirosos.

“Hay que enseñarles que pueden decir que no a lo que no quieren ser expuestos,
sin importar de qué persona se trate. Hay que enseñarles a distinguir
las caricias con intenciones sexuales de las de cariño, y mostrarles que las
partes púdicas son privadas y que ninguna persona lejana o cercana puede
tocarlas sin su consentimiento”, recomendó Pereira, el director de Cecodap.

En caso de que en casa se detecte un comportamiento extraño en los niños, pero


se desconozca el origen, Gil también aconseja acudir a un psicopedagogo o
psicólogo, especialista que podrá determinar la razón.
Una vez que se conozca o sospeche de una situación de abuso a la privacidad del
NNA, el camino más acertado es recurrir al Consejo de Protección del municipio en
el que se habita. Este organismo posee personal capacitado para acompañar a
las familias desde el apoyo psicológico hasta el proceso penal, e incluso están
autorizados para emitir medidas de protección durante la investigación.

“La mayor medida es el alejamiento de la víctima del entorno en el que ocurrió el


hecho. Estas medidas son de carácter obligatorio y si no se acata, entonces es
desacato a la autoridad y eso es sancionado penalmente”, aseveró la consejera de
Protección de NNA.

En caso de que el pequeño o adolescente manifieste en el mismo momento del


abuso sexual lo que ocurrió, lo recomendable es acudir a la policía -municipal o
estadal- para que proceda con la detención del sospechoso. Estos deben acudir al
Consejo de Protección local y al Cuerpo de Investigaciones Científicas
Penales y Criminalísticas (Cicpc), a donde los padres pueden acudir en
primera instancia también.

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