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Calidopalido y frito.
Gatuerte.
Golpescupo.
Ramiro entró y cagó, se lavó las manos; le siguió Natalia que se miraba al espejo
y ponía en su lugar lo que el baile y el sudor habían deshecho. La puerta del baño
abría y cerraba, el agua no paraba de fluir, el espejo de reflejar, las llaves del grifo
giraban y tocaban las manos desconocidas que peinaban o acariciaban pieles; a
veces el baño tenía vómitos y lavadas, narices respiraban un poco y se relajaban,
la luz desaparecía por ratos, la puerta sostenía golpes de ansiosos preguntando si
el baño estaba ocupado, rechinaba, salían y entraban unos tras otros.
Ramiro entró por tercera ocasión, vomitó, jalo del wáter y se miró al espejo,
volvió a vomitar, el cabello despeinado y su rostro desaliñado, sudoroso, parecía
no ser el mismo desde la primera vez que entró: -¡qué mierda me veo!- los ojos de
cristal, cara pálida y sonrisa fea, bajaba la mirada por el mareo y se tallaba los
ojos, parecía verse peor, las ganas de vomitar eran más fuertes, se escuchaba la
puerta: –ya Ramiro, me estoy orinando- su compañero de trabajo, Eduardo, afuera
celebraban que había regresado de Brasil.
-¡voy, acabo de entrar!- Ramiro gritó apresurado y con dolor de cabeza.
-llevas un chingo y es tu quinta vez, ¡me estoy orinando!- La mano izquierda de
Ramiro abrió la llave del grifo que no tenía vómito, limpió todo y con la misma
enjuagó boca y cara, dio unos sorbos; la puerta se movió.
-cabrón, cómo te tardas-
-¡ni-que tú-no-cagaras-cabrón también-acabas de-entrar- le respondió Ramiro
arrastrando palabras.
-ya, ya, y tú chela?
-no sé qué-la-hice-
-Natalia tiene las otras, ve con ella que se quedó esperando- Eduardo entró al
baño, cantaba mientras orinaba. Ramiro se acercó a Natalia, a pesar de la
borrachera y de lo mal que se sentía llegó bailando, abrió otra cerveza y dio un
gran sorbo.
-Ramiro, te ves mal, ¿cuántas llevas?
-no muchas-pero estoy bien- sudaba y buscaba el momento para poder dar un
respiro. Eduardo en el baño terminaba de orinar, cuando salió se acercó a Ramiro
que regresó al baño en ese mismo instante, al entrar lo primero que hizo fue
enjuagarse la cara, echarse agua al cuello y sentarse en el escusado, de nuevo
vomitó, sus ojos vieron sus manos y desmayó, la frente golpeó el piso, la sangre
brotaba de la nariz, los ojos estaban inflamados y rojos, parecían explotar, fiebre
alta, faringe hinchada y el sudor era demasiado.
Sus amigos entraron forzando la puerta que sus piernas bloqueaban, el
agua salía del grifo inundando el piso y mezclaba la sangre con sudor y vómito,
Ramiro yacía tirado, había muerto, el virus salía de su boca y de su nariz nadando
entre los fluidos del piso, Eduardo cerró la llave, los virus de Necrominósis de su
mano se encontraron de nuevo con los que había allí, se saludaron. Alguna cosa
sucedía con Ramiro que fue el único al que contagió Eduardo o mejor dicho, su
mano, o más bien, el grifo.