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Introducción
Esta parte trata del contexto educativo, entendiendo por tal las condiciones, situaciones y
formas a partir de las cuales se desarrolla el proceso educativo. En ella se analizan las formas,
influencias e interacciones mutuas que surgen en un entorno físico específico, en un grupo
social determinado, o en una distribución concreta de aula. Por esta razón, ha sido organizada
en catorce capítulos que, a su vez, podríamos reunir en tres grandes apartados. El primero
corresponde al contexto físico y social del aula. Este es un amplio campo que influye
decisivamente en el proceso de aprendizaje. La escuela, tal como se comenta en el primer
apartado, es una institución social y, por tanto, refleja y recoge las diferentes situaciones
sociales. Los fines y objetivos de la educación vienen determinados por el concepto de
sociedad y por el tipo de hombre o mujer que queramos formar.
Por otra parte, la interacción profesor-alumno en una situación concreta del aula, y dentro
de ella, también estará condicionada por el propio diseño que se adopte. La distribución del
espacio físico y la integración en él del grupo humano es, como bien sabemos, un
condicionante para las propias conductas del grupo. También lo es para favorecer o inhibir la
formación de un adecuado clima, el control del comportamiento, la convivencia y la solución
de conflictos en el aula. Nadie niega que nos acercamos a un mundo intercomunicado que nos
puede convertir en eso que ha dado en llamarse la «aldea global». Los niños de hoy,
ciudadanos de esa «aldea global», formarán parte de una comunidad multirracial, multicultural
y multiétnica y por ello es necesario prepararles adecuadamente. Este es el motivo por el que
hemos dedicado un capítulo a la educación multicultural e intercultural, las pautas para
favorecerla y los problemas que, en un primer momento, puede plantear.
Cada vez más, el ser humano necesita continuar su educación y formación a lo largo de la
vida. El mundo en permanente cambio, la mayor longevidad y la posibilidad de mayor tiempo
de ocio han convertido la educación no formal y la educación de adultos en puntos clave de los
nuevos desarrollos educativos. Las aulas «para mayores» son hoy un claro ejemplo de hacia
donde se dirige la educación de adultos, lo mismo que los nuevos formatos de educación a
distancia.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EL AULA
INTRODUCCIÓN
En definitiva, la misión de la escuela como institución social debería consistir, por un lado, en
ayudar a cada sujeto a conocer las normas y pautas sociales básicas para la convivencia y, por
otro, en iniciarle en la práctica dentro de la propia institución enseñándole a convivir con las
diferencias y convirtiéndose la propia escuela en elemento integrador, «capaz de educar a
todos los alumnos con criterios de calidad; dispuestas a incorporar a todos los alumnos, sea
cual sea su cultura, su origen social y familiar o su capacidad para participar, conjuntamente, en
el proceso de aprendizaje» (Marchesi, 2000). En las páginas que siguen, ofrecemos unas
orientaciones sobre lo que a nuestro juicio deberían ser las perspectivas de este modelo de
«escuela inclusiva» que es el que mejor responde en el momento presente al concepto de la
escuela entendida como institución social.
No es rara esta idea puesto que la sociedad en la que vivimos es diversa y en los sistemas
democráticos se aceptan las diferencias de las personas que la componen, no distinguiéndose
en cuanto a derechos y obligaciones se refiere.
Ante las diferencias que presentan los alumnos, las Administraciones educativas podrían
atenderlos en centros específicos según las distintas características o necesidades especiales de
cada grupo de alumnos. Si existe una realidad social multicultural y multicapacitada, parece
razonable pensar en alcanzar altos y positivos niveles de convivencia, para que esas diferencias,
esa diversidad, sean motivo de enriquecimiento mutuo, y en ningún caso causa de problemas
sociales.
Si a estos planteamientos genéricos añadimos las medidas específicas que también están
admitidas en el desarrollo del sistema (permanencia de dos años más o dos años menos en la
educación obligatoria, refuerzo educativo, adaptación curricular, diversificación curricular,
materias optativas, itinerarios, programas de garantía social o programas de formación para la
transición a la vida adulta), hay que pensar que cualquier alumno (salvo casos en los que no se
considere oportuno, para lo cual se mantienen centros de educación especial) puede integrarse
adecuadamente en el sistema educativo obligatorio y ser atendido en función de sus
peculiaridades (Mueller, Ringer y Simon, 1992).
Este modelo escolar integrador o inclusivo ya descrito sucintamente, con claros aspectos
positivos para el desarrollo educativo y social de los alumnos, sería injusto proponerlo si no
supusiera mejoras para todos, si con él un sector del alumnado resultara favorecido y el resto
perjudicado, bien por falta de atención escolar personalizada y adecuada, bien por alcanzar
menor nivel de aprendizaje del posible en función de las capacidades individuales. Y cuando
decimos todos, nos referimos a familias y profesorado del conjunto del alumnado.
Si se acepta y asume un modelo educativo para las etapas obligatorias, debe resultar
beneficioso para la población escolar en su totalidad. Uno de los objetivos prioritarios de los
sistemas actuales es lograr una calidad educativa apropiada a las exigencias sociales presentes
y futuras. Si nos estamos refiriendo a la educación obligatoria, obviamente esa calidad debe ser
para todos, es decir, que los componentes del binomio calidad-equidad son inseparables, salvo
que la calidad quede reservada a los grupos socioculturalmente privilegiados. Por el contrario,
creemos que debe ponerse más empeño en que se incrementen esfuerzos y recursos para
conseguir que la mejor calidad educativa se ofrezca a las personas que, por una u otra causa,
resulten desfavorecidas personal o socialmente. Para que la igualdad de oportunidades sea un
hecho, no hay que dar a todos lo mismo, sino a cada uno lo que necesite. El punto de partida
será diferente, pero debe existir un nivel mínimo que todos deben alcanzar y algunos incluso
trascender.
La mayoría de las legislaciones asignan a esta etapa la necesidad de que el alumno adquiera
en los distintos niveles educativos de la misma, entre otros: el pleno desarrollo de la
personalidad del alumno, la formación en el respeto a los derechos y libertades y en el ejercicio
de la tolerancia dentro de los principios democráticos de convivencia, la formación en el
respeto a la pluralidad, el aprecio de los valores básicos que rigen la vida, la adquisición de las
habilidades que permitan desenvolverse con autonomía en los ámbitos familiar y doméstico y
en los grupos sociales más amplios, el desarrollo del sentido crítico, el comportamiento con
espíritu de cooperación, responsabilidad moral y solidaridad, respetando la no discriminación
entre las personas, la valoración de diferentes hábitos sociales, etc.
Resulta obvio que la adquisición de dichos objetivos, solo es posible desde un modelo
integrado e integrador, ya que el desarrollo de actitudes y formas de hacer (es decir, el
aprender a ser y el aprender a hacer) no se adquieren con el estudio libresco y memorístico
tradicional, sino viviendo cada día dichos valores en el centro y en el aula, con la colaboración
de la familia, trabajando con ella en una misma línea formativa. Hay que aprender a vivir juntos
viviendo juntos, y a respetar las diferencias, conociéndolas y asumiendo que todos somos
distintos.
De acuerdo con ello queda claro que la integración de alumnos con necesidades especiales
en el sistema educativo ordinario resulta positiva para toda la sociedad, ayudando así a la
educación en valores, al desarrollo de actitudes positivas ante sí mismos y ante los demás y a la
adquisición de los aprendizajes básicos más importantes.
De forma sintética pueden resumirse todas estas ideas señalando lo siguiente (Martínez
Casanova, 2000):
• Desde siempre, la finalidad de la escuela ha sido preparar para la vida. Es algo que,
genéricamente, se mantiene a lo largo del tiempo. Si ahora la vida acoge a multiplicidad de
personas diferentes, la escuela debe preparar para ello. Como indicamos antes, este gran
objetivo solo se conseguirá si todo tipo de personas se educan juntas, se conocen y aprenden a
convivir.
Si tuviéramos que resumir las bases en que fundamentar un sistema educativo para que
fuera capaz de ofrecer calidad educativa a toda la población y, a la vez, enriquecerse con la
diversidad que esta proporcione, debería basarse en los siguientes principios básicos (Martínez
Casanova, 2000):
• Aplicación de un currículo básico obligatorio para toda la población que garantice una
educación de calidad suficiente para desarrollar una vida digna, tanto personal como
socialmente.
• Flexibilización curricular y organizativa, para que la escuela pueda adaptar la enseñanza a
las necesidades de su entorno y de su alumnado.
Dichas tendencias de cambio se refieren a todos los aspectos de los sistemas educativos,
entre otros a los estructurales, curriculares y organizacionales. Desde el punto de vista
estructural las tres tendencias más importantes son (Braslavsky, 2001):
Resulta así evidente que la atención a las necesidades educativas de los niños, los
adolescentes y los jóvenes será uno de los temas prioritarios de la agenda de las primeras
décadas del siglo XXI. Es evidente también que esa agenda tiene tres dimensiones
diferenciadas y a la vez articuladas: la primera se asocia a la necesidad de reinventar las formas
educativas que tradicionalmente se le ofrecían a la población; la segunda se vincula a la
necesidad de transformar las instituciones que hoy existen; y la tercera, a la creación de más
oportunidades institucionales para incorporar a todos al sistema educativo.
El peso que adquieren estas tres dimensiones en los diferentes países es muy distinto, pero
en todo caso parecería que, con independencia de ese peso y de las diferencias que hay entre
las cuestiones que se deben atender para dar respuesta a los problemas que se plantean con
ellas, no existen en algunos países y en continentes completos recursos suficientes para cubrir
sus necesidades educativas. Por otro lado, es lícito preguntarse si en el actual contexto de
globalización legitimada cada país y región debe autoabastecer sus necesidades educativas.
Una parte importante de su población, en especial la más educada, puede luego trabajar en
otro lugar, debiendo entonces plantearse: ¿quién debe financiar su educación?
• Para evitar a muchos participar de esa degradación y formarlos de modo tal que
participen del círculo rico y veloz, lo mejor es ofrecerles educación a través de un uso intensivo
de los nuevos medios de comunicación, con autonomía de toda interacción entre iguales.
• Para promover su identidad personal y diversa, lo mejor es que, además, sean educados
por formadores casi individuales.
CONSIDERACIONES FINALES
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EL AULA
INTRODUCCIÓN
La necesidad de cambiar la imagen de la clase convencional y convertirla en una verdadera
comunidad escolar o de aprendizaje se ha puesto de manifiesto en los últimos años. Hace ya
más de un siglo Pierce acuñó la expresión «comunidad de investigación» para referirse al
numeroso grupo de científicos de todo el mundo que constituía un modelo de organización
social: relaciones razonables entre unos y otros, defensa fundamentada de los planteamientos,
publicación de los resultados, aceptación de críticas y posiciones contrarias... Todo esto lo
caracterizaba como una comunidad ideal.
Lipman (1985) ha sugerido trasladar a la clase este mismo tipo de comunidad que ha
caracterizado a los científicos: una comunidad que se distingue por la cooperación cognitiva
más que por la competición cognitiva. Pero la cooperación no es suficiente. A ella, hay que
añadirle el impulso por el descubrimiento, esencial para la investigación. De esta forma, en una
comunidad de investigación escolar, los estudiantes edifican sobre el intercambio de ideas de
unos y otros, aportan o rechazan definiciones e hipótesis, pesan la evidencia de las razones
presentadas, muestran ejemplos y contraejemplos y, sobre todo, se unen para trabajar
mancomunadamente en la búsqueda de nuevos problemas sobre los que trabajar, y no tanto
para resolver problemas planteados por otros.
Las diferencias entre una comunidad de investigación y una clase convencional son
evidentes y demostrativas de las ventajas de construir una comunidad como la comunidad de
investigación en la clase. Los miembros de una comunidad de investigación valoran la
importancia de escucharse unos a otros, de respetar las perspectivas de los demás, de
desafiarse mutuamente cuando parece justificado hacerlo así, o hacer concesiones cuando han
perdido confianza en sus propias opiniones (Segovia y Beltrán, 1999).
También los defensores del aprendizaje situado hablan de la comunidad de práctica como el
contexto social del aprendizaje. En esa comunidad de práctica, los maestros ejecutan sus tareas
y los principiantes observan y aprenden lo que más tarde ejecutarán a medida que vayan
adquiriendo sus patrones y estrategias. Las comunidades de práctica implican un lenguaje
común, experiencias compartidas y relaciones recíprocas en cuanto se espera que todos los
miembros contribuyan, dentro de lo posible, a las metas comunes. El término de comunidad de
práctica se puede aplicar a la clase para referirse a un grupo de alumnos y profesores que
tienen mucho que aprender y quieren aprender juntos.
• El foco se encuentra en los problemas más que en las categorías del conocimiento, no en
el corazón, sino en cómo funciona el corazón.
• Las preguntas de los estudiantes conducen hacia la indagación y el descubrimiento. El
profesor ayuda a los estudiantes a formular mejores preguntas y les anima a reformularlas en
niveles superiores a medida que avanza la indagación.
• Aunque los profesores prestan atención estrecha a cómo lo está haciendo cada
estudiante, el foco del día a día es progresar hacia metas colectivas. La evaluación de los
estudiantes está basada, al menos parcialmente, en sus contribuciones al avance del
conocimiento colectivo más que en sus alcances individuales.
• Hay poco trabajo escolar de tipo convencional. Por lo general, los estudiantes trabajan en
pequeños grupos, cada grupo tiene una tarea relacionada con el problema central y planifica
cómo distribuir el trabajo entre sus miembros.
• El discurso se toma con seriedad. Se espera que los estudiantes respondan al trabajo de
un autor y se les enseña cómo hacerlo de manera útil.
• Los profesores pueden contribuir con lo que saben al discurso, pero hay otras fuentes de
información.
• El profesor permanece como líder, pero el rol del profesor cambia desde estar fuera del
proceso de aprendizaje y guiarlo, a participar activamente en el proceso de aprendizaje y a
conducirlo en virtud de ser un aprendiz más experto.
Pero estos son fundamentalmente cambios técnicos, es decir, cambios en el terreno del
diseño de los sistemas educativos que están relacionados con objetivos, currículum y
evaluación, y cambios organizacionales que afectan a las estructuras de gestión y que han
ocurrido en respuesta a lo que ahora sabemos mejor sobre la forma en que se produce el
aprendizaje, sin tener en cuenta las diversas necesidades de los alumnos individuales y las
relaciones de estos con sus profesores y con el proceso de aprendizaje. Los educadores han
olvidado, por lo general, el impacto de esos nuevos cambios técnicos en el alumno y apenas
han prestado atención a las principales variables personales: implicación personal en el
aprendizaje, motivación de éxito o fracaso, problemas de disciplina y liderazgo, es decir, han
olvidado a la persona y no se les ha ocurrido preguntar a los alumnos lo que esperan de la
escuela.
Ahora bien, la investigación ha demostrado una y otra vez que los cambios técnicos y
organizacionales no son suficientes porque dejan fuera de su centro de atención el núcleo
esencial del proceso educativo, que está en el papel del alumno y en el ambiente de
aprendizaje. De la misma forma, apenas se han suministrado estrategias efectivas para abordar
el problema de la alienación del estudiante, el miedo al fracaso, o el desinterés por la escuela.
Para tomar en consideración todas estas variables personales es necesario que el acento del
cambio recaiga sobre el aprendizaje y sobre el alumno que aprende. Si se quiere que los
nuevos diseños tengan el máximo impacto sobre el proceso educativo, es necesario añadir a
los cambios técnicos y organizacionales los cambios relacionados con el dominio personal
especialmente con las necesidades de los alumnos.
No es extraño que sean cada vez más los expertos los que señalan que las escuelas, para ser
eficientes, deben tratar al alumno como una persona total e integrada. Pero tratar a los
alumnos como tal significa tener en cuenta sus historias, experiencias y habilidades cognitivas y
sociales; prestar atención no solo a sus necesiadades académicas, sino también a sus
necesidades personales, sociales, emocionales y físicas; y dar a todos los estudiantes la misma
oportunidad de triunfar en el aprendizaje y en la vida.
La idea de tener en cuenta las necesidades de los alumnos no es nueva y ha estado presente
en la mayor parte de los movimientos educativos innovadores pasados, pero la novedad actual
estriba en poner el foco en el alumno que aprende, es decir, en el proceso de aprendizaje y en
la dinámica personal del que aprende, convirtiéndolo en la verdadera unidad de análisis de la
investigación y del diseño educativo. Dado el nivel de conocimientos que ahora se posee sobre
el aprendizaje y sobre el alumno que trata de aprender, parece llegado el momento de ensayar
un nuevo sistema educativo que contemple a la vez estos dos factores y traduzca el resultado
de las investigaciones en un nuevo horizonte para la innovación educativa.
Esto es lo que algunos expertos han intentado al señalar los rasgos o dimensiones que
deben caracterizar a las clases a las que nos estamos refiriendo. Se trata de rasgos de la clase
que denominan, a veces, centrada en el aprendizaje y en el alumno que aprende, otras veces,
aula de excelencia o de calidad, o comunidad de aprendizaje.
Glaser describe algunas de las condiciones que deben tener las clases para permitir a los
estudiantes hacer, en este contexto, un trabajo de calidad:
• Ambiente de clase cálido y de apoyo. En este ambiente los profesores y alumnos se
conocen y tratan de forma cordial. Se trabaja más y mejor para alguien a quien se conoce y que
agrada.
• Tareas escolares útiles. Los profesores deben explicar la utilidad de lo que piden hacer a
los estudiantes. Solo se enseña la información directamente relacionada con una habilidad vital
que los estudiantes explícitamente desean aprender y los profesores consideran especialmente
útil, o necesaria para los estudios superiores.
• Esfuerzo máximo. Las condiciones del trabajo de calidad incluyen que los estudiantes
conozcan al profesor y aprecien sus esfuerzos por lograr un lugar agradable y cálido para
trabajar; creer que el trabajo asignado es siempre útil, querer esforzarse al máximo para hacer
su trabajo y saber cómo evaluar y mejorar sus tareas continuamente.
• Satisfacción por la calidad. Los estudiantes se sienten bien cuando producen un trabajo de
calidad, haciéndose extensible a los padres y profesores cuando observan este proceso. Glaser
cree que este sentimiento de satisfacción es el verdadero incentivo para perseguir la calidad.
Construir una comunidad de aprendizaje es abrirse al cambio y eso exige una cultura no fácil
de crear. Hay cuatro factores que condicionan el desarrollo de una cultura del aprendizaje y del
cambio:
• Un tercer aspecto importante es que la cultura del aprendizaje y del cambio debe
construirse desde dentro de la organización. El proceso debe ser tal que favorezca el examen y
la mejora continua del sistema educativo en todos los niveles.
• Saber que el aprendizaje es un proceso constructivo y así asegurar que lo que se exige
aprender a los estudiantes sea relevante y significativo, y tratar de suministrar experiencia de
aprendizaje en la que los estudiantes estén activamente comprometidos en crear su propio
conocimiento y conectarlo con lo que ya saben y han experimentado.
• Crear un clima positivo, guardando tiempo suficiente para hablar con los estudiantes
sobre una base personal, llegando a conocerlos bien, crear un ambiente confortable para ellos
y suministrarles apoyo, aprecio, reconocimiento y respeto.
• Partir del supuesto de que todos los estudiantes, en el fondo, quieren aprender, quieren
hacerlo bien y tienen un interés intrínseco en dominar su mundo. Su papel es relacionarse con
el corazón de cada estudiante en lugar de mejorar simplemente una deficiencia.
Son bastantes las comunidades de aprendizaje que están poniendo a prueba los principios
en los que se han inspirado. A continuación se describen tres modelos diferentes que
comparten un objetivo común: la construcción del conocimiento.
Este modelo de comunidad surgió como consecuencia de los resultados de los modelos
anteriores que mostraron la necesidad de romper el aislamiento de la clase, de forma que
profesores, estudiantes e investigación pudieran interactuar más libremente. Así se comenzó a
pensar en la reestructuración de la clase diseñando sistemas que pudieran apoyar la actividad
colaborativa y la implicación de la comunidad en las escuelas. Es un modelo que busca
explícitamente romper los límites de las clases aisladas para desarrollar comunidades de
aprendizaje a fin de comprometer a la gente en procesos continuos de indagación y
construcción del conocimiento.
La experiencia les había demostrado que los profesores necesitaban sentirse parte de una
comunidad mayor que ellos mismos, necesitaban más tiempo para desarrollar sus programas y
buscaban otro contexto más adecuado. Además de todos estos motivos, estaba la idea de que
se necesitaba cada vez más un apoyo desde dentro de la propia escuela.
En esta comunidad de aprendizaje, como uno de los rasgos comunes a todas ellas, se
encuentra la idea de los desafíos inteligentes. La idea es muy sugestiva. Los desafíos
inteligentes incorporan rasgos de evaluaciones sistémicas y dinámicas de los curricula basados
en problemas. En el contexto de la serie didáctica de «Jasper», profesores y alumnos trabajan
con una aventura como punto de partida y preparan su participación como los expertos se
preparan para una conferencia, un partido de fútbol o un concierto. Los estudiantes tienen
luego la oportunidad de comparar sus ideas, ejecuciones y proyectos con los de los
compañeros de todo el territorio y recibir feedback y sugerencias para mejorar. Los desafíos
iniciales se realizaron en forma de debates de carácter lúdico. Los estudiantes hacían de
audiencia y su papel era evaluar las ejecuciones de los personajes clave del debate (Perkins,
1992).
La idea central es que el aprendizaje tiene una meta más allá de las tareas inmediatas que se
realizan en la clase, y esta meta es construir el conocimiento. En este sentido, el uso de la
tecnología educativa puede contribuir de forma significativa al aprendizaje intencional si centra
la atención del estudiante en el conocimiento mismo. Ahora bien, para llevar el conocimiento
al centro de atención del estudiante se necesita algún instrumento mediante el cual ese
conocimiento pueda ser operativamente objetivado y, de esa forma, examinado, evaluado,
revisado y reformulado. Así, surgió la idea de base de datos generada por los estudiantes y
accesible a todos como el centro del sistema basado en el ordenador.
De esta forma, arraigó el nuevo sistema dentro del cual la construcción del conocimiento es
ya una actividad social y no meramente individual. Evidentemente esto representa una ruptura
notable con las maneras tradicionales de pensar sobre los procesos educativos. El mismo
aprendizaje cooperativo, aun siendo una modalidad de indudable raigambre didáctica popular,
hace referencia, sin embargo, a los estudiantes que se ayudan unos a otros a lograr objetivos
cognitivos individualmente realizados. Con esto no se niega valor e importancia al aprendizaje
individual del estudiante. El valor educativo de la experiencia escolar depende de lo que los
estudiantes realizan lejos de ella, y esto se realiza inevitablemente en las mentes individuales.
La ciencia cognitiva es útil para trabajar en el mundo 2, pero es esencialmente muda con
respecto al mundo 3. Esto plantea a los educadores cognitivamente orientados algunas
confusiones entre la manera en que el conocimiento se organiza en la cabeza del niño (mundo
2) y el conocimiento por parte del niño de la manera en que el conocimiento se organiza en un
dominio (mundo 3). También impide a los educadores considerar las ideas erróneas, los
modelos simplificados y otras entidades objetivas que pueden ser evaluadas, discutidas e
investigadas en cuanto a sus efectos sobre el curso de la construcción de conocimiento.
La comunidad de aprendizaje, tal como la entienden estos autores, clarifica todas las facetas
de nuestra actual comprensión del aprendizaje y de la inteligencia. El foco está en desarrollar la
competencia en dominios específicos donde los estudiantes son aprendices activos,
estratégicos, de manera que tengan conciencia y controlen el aprendizaje, y así puedan
plantear sus propias preguntas y establecer sus metas de aprendizaje.
A medida que esta nueva teoría se desarrolla surgen nuevos interrogantes que desafían a la
comunidad de investigación, incluyendo preguntas sobre cómo y por qué contextos sociales
como estas comunidades mejoran la calidad de la experiencia del aprendizaje, por qué los
procesos de discurso de grupo son tan efectivos para transmitir conocimiento y, sobre todo,
cuáles son las implicaciones de estos ambientes para la comprensión de la ciencia cognitiva de
los procesos de aprendizaje individuales y la función superior del cerebro.
Según los autores su programa se asemeja mucho al de Dewey, es decir, al aprendizaje por
descubrimiento. Y se preguntan en qué se diferencia del de Dewey, y por qué pueden triunfar
donde Dewey fracasó. En realidad, el aprendizaje por descubrimiento se ha contrapuesto a la
instrucción didáctica. Ambos métodos tienen sus críticas. Hay evidencia de que la enseñanza
didáctica conduce al aprendizaje pasivo. Pero, por otra parte, el descubrimiento no guiado
puede ser también peligroso: los niños que aprenden por descubrimiento son bastante
proclives a inventar ideas biológicas erróneas. Y el papel del profesor en las clases de
aprendizaje por descubrimiento está todavía por definir.
LA CLASE IDEAL
Las características que debe tener una clase ideal según los resultados de las entrevistas con
los profesores son las siguientes:
Las comunidades de aprendizaje han tenido éxito porque han sabido presentar una nueva
imagen del aula más en consonancia con el espíritu de la sociedad en la que han nacido y
encarnan más fácilmente las nuevas exigencias del aprendizaje como construcción individual y
social. Entre otras, estas serían las características genuinas de una comunidad de aprendizaje
que pretenda ensayar el nuevo rostro de la educación del futuro:
• Rediseño del aula que permita agrupaciones flexibles de los alumnos y una planificación
autónoma del tiempo.
• Aprendizaje intencional que vaya más allá de las tareas inmediatas y se proyecte en el
aprender a aprender y en aprender a lo largo de toda la vida.
• Integración de las nuevas tecnologías en el aula, de forma que los alumnos puedan
aprender con tecnología más que aprender de la tecnología.
• Identificación de múltiples zonas de desarrollo a través de las cuales puedan navegar los
alumnos en rutas distintas y a ritmos diferentes.
• Economía cognitiva del aula que refuerce la pasión por aprender, en lugar del cálculo
mercantilista de los beneficios que se pueden obtener por lo aprendido.
• Desarrollo de una cultura del pensamiento, que tiene en el aula su hogar, y desde la que
se pueden dirigir las acciones de cada uno de sus miembros.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EL AULA
Escuela rural y escuela urbana en Hispanoamérica, por Claudia Alejandra Alonso y Mariana Gil
INTRODUCCIÓN
En relación a las funciones que cumple la escuela, en zonas urbanas la atención se centra en
aspectos de socialización e instrucción, mientras que en zonas rurales debe cumplir una
función asistencial, cubriendo necesidades de alimentación y salud. El rol de los docentes en
este último caso incluye otros matices que tienen que ver con un fuerte seguimiento de la
asistencia de los alumnos, visitas domiciliarias y asistencia social.
La deserción escolar se agrava en las zonas rurales, donde la falta de asistencia a clase y el
porcentaje de repetidores son mayores que en la escuela urbana. La agricultura es un factor
que influye en la existencia de familias que se trasladan por lo menos dos veces al año a otras
zonas en busca de trabajo durante las cosechas de frutos estacionales. Estos llamados
«trabajadores golondrinas» ocasionan la discontinuidad en la escolarización de sus niños.
El horario escolar varía según la zona en la que se ubica la escuela (clima, posibilidades de
acceso) y también en relación con los contenidos curriculares que responden a cada contexto
(talleres agropecuarios o de otro tipo). Un caso particular lo constituyen las escuelas de alta
montaña, cuyo periodo lectivo es diferente al de las escuelas urbanas y está relacionado con el
clima de la zona.
Entre las autoridades educativas nacionales, se establecen en los diversos países contenidos
comunes para la educación básica. Pero existe una tendencia a atender las diferencias
regionales (etnias, culturas, economías, etc.) en la selección de contenidos culturalmente
significativos. Sobre todo en zonas rurales esta adecuación curricular responde a la necesidad
de instrumentar a los niños en saberes que les permitan desempeñarse en su contexto, ya que
para acceder a estudios de nivel medio y superior, las poblaciones rurales deben trasladarse en
la mayoría de los casos (véase el cuadro siguiente).
LA EDUCACIÓN EN CUBA
El índice de escolarización es del 94 por 100, la retención es casi del 98 por 100, el
porcentaje de repetidores es del 2 por 100 y casi un 98 por 100 termina la educación media
(Centro de Estadísticas Educativas de la Provincia de Santiago de Cuba).
A los docentes se les permite un año sabático para capacitarse y también se implementan
capacitaciones en el puesto de trabajo, seminarios de fin de curso y de preparación del año
siguiente. Son evaluados periódicamente, recalificados y reciclados con el objetivo de superar
las dificultades que se detectan.
Currículos flexibles son creados por los pedagogos, después de someterse a dichos
proyectos de capacitación y de acuerdo con la caracterización de cada escuela y de la comuna
donde se encuentra. De esta forma, cada propuesta curricular se adecua a la comuna donde se
imparte y a las limitaciones que puede presentar cada grupo de estudiantes.
Existe consenso respecto a la crisis que están atravesando los sistemas educativos
modernos, tanto en los países desarrollados como en los de América Latina.
• Persistencia de viejas antinomias que colocan en un plano de tensión las relaciones entre
el Estado y la sociedad civil, entre las instituciones públicas y privadas, entre la comunidad
educativa y el aparato burocrático.
Estos problemas son el producto de la combinación de tres factores: la situación crítica por
la cual atraviesan los países latinoamericanos en el orden económico social, la crisis del modelo
educativo moderno que estos comparten y la acumulación de problemas educativos y
culturales que no fueron resueltos en el momento oportuno.
Más allá de las diferencias, es interesante observar algunas regularidades presentes en las
políticas educativas de Venezuela, Cuba, Costa Rica, El Salvador y México en lo relativo a las
reformas curriculares, la evaluación, las políticas salariales y la capacitación docente (véase la
tabla de la página siguiente).
PRONUNCIAMIENTO LATINOAMERICANO
CONCLUSIÓN
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EL AULA
El diseño del aula en los procesos de aprendizaje, por Patricia Sánchez Regalado
MARCO GENERAL
La escuela, como la institución más grande que propicia los aprendizajes, debe crear
ambientes óptimos para que los niños se apropien de estos; cuando se crean ambientes
favorables para el aprendizaje, los estudiantes se divierten, experimentan, juegan y, sobre
todo, aprenden. Los ambientes que se centran solamente en los contenidos escolares y los
reducen con la idea de que sean más sencillos de entender limitarán las posibilidades de que
los menores forjen sus propios aprendizajes. Un ambiente óptimo será aquel que permita a los
niños ejercer poder de decisión sobre el contenido y forma de lo que se aprende, centrarse en
las ideas antes de hacerlo en las formas, tener suficientes oportunidades de comparar
ejemplos señalados por sus maestros y por sus mismos compañeros y, sobre todo, saber que
pertenecen a una comunidad de aprendizaje donde existe respeto y confianza en la capacidad
de cada uno de los alumnos.
Para que todo lo anterior se pueda dar, es indispensable pensar en las aulas que la escuela
ha creado desde siempre. Contar con un aula donde la luz, el aire, el espacio, el sonido, los
colores son condiciones que favorecen los aprendizajes y propician en los maestros el proponer
diferentes alternativas didácticas. Diseñar aulas físicamente ambientadas que inviten a los
niños a apropiarse y permanecer en estas, donde puedan entrar y salir sin problemas de
desplazamiento, donde el mobiliario esté acomodado para trabajar indistintamente en
pequeños grupos, en parejas o individualmente para que los alumnos puedan alcanzar niveles
de comunicación entre ellos e interactuar entre todos en los trabajos cotidianos. Al propiciar
los maestros estos ambientes agradables sabremos qué hacen los estudiantes para
relacionarse en el contexto del aula y de qué forma interactúan en el desarrollo de las
actividades pedagógicas, los materiales, los diferentes recursos y las personas que intervienen
en ese contexto.
Las aulas son lugares donde los educandos pasan más tiempo que en ningún otro lugar y en
algunas ocasiones en una situación de hacinamiento, ya que el número de alumnos supera los
treinta y cinco o cuarenta y el espacio no es el idóneo, ni por la distribución del mobiliario, ni
por los materiales y recursos tal y como tradicionalmente se manejan en diferentes partes del
mundo. Existen constantes en sus elementos que las constituyen material y socialmente y que
se conjugan con los procesos y los resultados del aprendizaje; y esto las hace identificables
como tales aún cuando no se esté en un día de desarrollo de actividades; por ejemplo, los
pizarrones, los asientos para los niños, el lugar para la profesora o el profesor, los tableros de
avisos, los carteles, los lugares para la ubicación de materiales, todos ellos dispuestos
físicamente de una manera muy estable. En cuanto a su composición social, esta es casi
permanente durante el año, en su mayoría son los mismos alumnos y permanecen más o
menos en los mismos lugares y las actividades que los mantienen ocupados pueden agruparse
en un conjunto no muy amplio que comprende trabajo individual, debate en grupo, explicación
del profesor, preguntas y respuestas que se suceden, en el mejor de los casos, de una manera
cíclica. Generalmente, aunque se hagan cambios en algunos de tales elementos, estos casi
siempre son superficiales. Se recomienda que dichas actividades se lleven a cabo con
dinamismo en diferentes fechas del año, para que los integrantes del grupo y de esa aula
participen en su diseño y orientación.
Existen otras características que emanan de la dinámica de esta importante célula social en
que se constituye el aula, entre ellas destacan la actividad del profesor y la participación de los
alumnos. El profesor se desenvuelve en la rapidez, en la regulación de los diálogos, la provisión
de espacios y recursos en relación estrecha con el otorgamiento de privilegios, en el
cumplimiento de horarios, actuaciones que, en cierta medida, son respuestas a las condiciones
del número de alumnos y el tiempo en que se ve constreñida su labor. El alumno se
desenvuelve en la espera para la participación en los procesos de aprendizaje, lo que le hace
sujeto inveterado de demora en el cumplimiento de sus intereses, anhelos y necesidades y, por
otra parte, le destina a una lucha por la supervivencia en la tierna edad y en un lugar en donde
se debería estar construyendo como sujeto y caminando hacia una comunidad más
equilibrada, justa y de calidad. «Aprender a vivir en un aula supone, entre otras cosas,
aprender a vivir en el seno de una masa» y «requiere del estudiante que se acostumbre a vivir
bajo la condición constante de que sus palabras y acciones sean evaluadas por otros»; así,
también, «la escuela es un lugar donde la división entre el débil y el poderoso está claramente
trazada» y esto es así en parte porque el profesor tiene dosis mayores de responsabilidad en la
decisión de lo que acontece en las aulas. Las exigencias creadas a partir de estos característicos
acontecimientos constituyen un currículum oculto que puede estar en oposición con las
demandas del currículum oficial, haciéndose más compleja la vida del escolar.
Es indudable, sin embargo, que el profesor tiende a percatarse de si las cosas marchan bien
a través de la observación de lo que pasa con sus alumnos, y en este sentido considera que
unos indicadores importantes son el entusiasmo y la participación de estos últimos; luego
entonces, al pensar en un diseño de aulas, ha de tenerse presente la posibilidad de
participación de los educandos tanto cuantitativa como cualitativamente y moderar o incluso
suprimir las exigencias del currículum oculto.
El evento básico y fundamental que se produce en las aulas es el aprendizaje gracias al cual
incorporamos la cultura que, por otra parte, conlleva otras formas de aprendizaje. La
concepción de aprendizaje que han premiado las prácticas docentes se ha traducido en
apropiación y reproducción memorística de los contenidos culturales, que con las exigencias de
una sociedad en explosión de campos disciplinarios, recursos tecnológicos, creaciones
artísticas, interrelaciones de diversos grupos culturales con sus particulares usos y costumbres,
resulta insuficiente, haciéndose necesaria la mirada hacia otras concepciones que sostengan
una práctica de aula acorde con las exigencias sociales del momento contemporáneo y en
conjunción con los principios filosóficos que sustentan el hacer educativo. Es tiempo de insistir
en ver el aula como la célula de una sociedad en aprendizaje donde se requiere una
organización flexible, cambiante, con posibilidad de establecer flujos de interacción entre
pares, en pequeños y grandes grupos y momentos de elaboración y condensación de
información individual, como un medio fundamental que permita a los seres en formación
aprender muchas cosas distintas con diferentes objetivos, a través del desarrollo de formas y
procedimientos para el aprendizaje permanente; un lugar donde sea posible ver a los
educandos en sus logros en la lectura como un placer intelectual, progresando por su cuenta y
trabajando por ellos mismos y con los otros, donde sea posible el análisis crítico y la reflexión
sobre lo que se hace y sobre lo que se cree; un aula que permita la organización social del
aprendizaje y el respeto a la forma individual de llegar a él, donde haya lugar para los procesos
de interacción social que deben considerarse más como condiciones, necesarias o facilitadoras
del aprendizaje, que como motores del mismo. Lo cierto es que el aprendizaje como práctica
cultural se produce en contextos de interacción cuyas características afectan seriamente a la
eficacia de los resultados obtenidos.
Se hace necesaria también una nueva mirada sobre el papel del maestro, que se le permita
ser el responsable de una organización cooperativa, situación en que los objetivos que
persiguen los participantes están estrechamente vinculados entre sí, de tal manera que cada
uno de ellos puede alcanzar sus objetivos si, y solo si, los otros alcanzan los suyos; un docente
generador de práctica en donde la heterogeneidad de los aprendizajes y experiencias previas
de los alumnos sirvan de beneficio tanto a los de mayor rendimiento inicial como a los que se
encuentran en situación de desventaja.
Se requiere un impulso desde todos los actores del hacer educativo para pasar de una
cultura meramente reproductiva de saberes a una cultura de integración de los saberes
parciales en donde sea posible repensarlos, reconstruirlos para arribar a una nueva estructura
de ellos; un retomar la puesta en marcha del constructivismo como la perspectiva filosófica y
psicológica sobre el conocimiento que, aún vigente, es considerada «como la forma más
compleja de entender el aprendizaje y la instrucción y la mejor forma de promoverlo».
Es bien sabido por todos que para la adquisición de aprendizajes es necesario no contar solo
con los maestros, los recursos humanos por sí solos no logran los objetivos de la educación; es
importante para ello contar con un salón de clases donde se considere la luz, la ventilación, los
colores, los materiales y recursos didácticos, el mobiliario adecuado para la edad de los
educandos y la distribución del mismo, pero, sobre todo, los contenidos del currículum. Estos
son algunos de los elementos indispensables para crear ambientes favorables en el aula y
dentro de este contexto adquirir los aprendizajes. Es necesario contar con estos elementos
para el proceso de enseñanza-aprendizaje, sin olvidar a los principales protagonistas, que son
los alumnos; observarlos y conocer sus características, sus habilidades, intereses y preferencias
ayudará a identificar sus fortalezas y, por qué no, sus debilidades. Crear ambientes favorables
para que los niños se sientan identificados con su espacio, para que establezcan una relación
con su ambiente.
La disposición de los elementos del aula debe favorecer la posibilidad de expresión de los
intereses y motivos de los alumnos y de sus conocimientos previos, y ha de facilitar el acceso a
la información. El aula debe permitir la diversificación de las tareas y de los escenarios de
aprendizaje para un mismo contenido; debe permitir orientar a los alumnos en la planificación
y organización de sus propios aprendizajes, y proporcionar a los aprendices el modo de
resolver las dificultades a las que se enfrentan para que paulatinamente se transfiera el control
de su aprendizaje.
Existen diversas formas para que las aulas sean agradables en su disposición, diseño y
ambientación, por lo que se sugieren a continuación algunos ejemplos que propiciarán dicha
distribución:
• El trabajo por rincones: consiste en que, por diferentes lugares del aula o rincones de
aprendizaje específico, los alumnos, ya sea individualmente, en parejas o en pequeños
equipos, realicen actividades adecuadas a su nivel de aprendizaje, sin que esto suponga su
aislamiento del resto del grupo. Este tipo de organización favorece la autonomía de los
alumnos, incluso a aquellos con necesidades educativas especiales. En cada uno de los
rincones se realiza una actividad específica ya que los materiales y recursos serán distribuidos
por los espacios del aula y estarán enfocados a: rincón de lectura, el manejo de una variedad
de libros, rincón de construcción con materiales de madera, plástico, llantas y un sinfin de
recursos manipulables.
• Organización de talleres (de pintura, música, artes plásticas, cocina, carpintería, barro,
etcétera): los alumnos participan en estos en función de sus intereses, sin embargo, ha de
procurarse que todos los alumnos acudan a todos los talleres. Es importante señalar que la
actividad de talleres debe realizarse con grupos más reducidos que los que normalmente
integran una clase y que dicho material debe ser accesible a los alumnos, que los espacios
donde se lleven a cabo han de contar con los elementos necesarios para la distribución de los
alumnos, que deben tener mucha luz y, sobre todo, ventilación.
A las aulas concurren seres con diversidades culturales como sucede en cualquier lugar de
congregación social pero la particularidad de ellas es que ahí la convivencia, quiérase o no, es
obligada, durante un tiempo prolongado y en un espacio, además, reducido. Esta diversidad
vista a favor del proceso educativo puede ser utilizada bajo una concepción cooperativa del
aprendizaje para tratar de promover una participación reflexiva entre pares «a partir de
situaciones de aprendizaje concebidas como problema que no eluden el trabajo individual de
condensación y consolidación de información que cada aprendiz debe identificar».
Sus ventajas son limitadas: no fomenta el aprendizaje en sí mismo y es una condición que
hace más fácil la activación de conocimientos y procesos de aprendizaje necesarios para que
tenga lugar la construcción de conocimientos nuevos. La cooperación fomenta el aprendizaje
por modelado y la planeación estratégica del aprendizaje (cuando somos varios suele hacerse
más necesario coordinarnos y planificar la aventura).
Por otra parte, debe reunir unas condiciones: que se plantee como una tarea común para
que sea eficaz, no como tareas subdivididas; que no haya posibilidad de eludir
responsabilidades; que se evalúe el rendimiento grupal y la contribución individual; y que
exista igualdad de oportunidades para el éxito y la obtención de recompensas,
independientemente de sus conocimientos previos o su pericia inicial. Se trata de eliminar la
cultura competitiva del aprendizaje, en la que los aprendices son comparados entre sí, y arribar
a situaciones en los que cada uno se compare con su desempeño anterior.
Aceptar lo anterior requiere una modificación en las estructuras de la enseñanza, donde una
exigencia considerable es hacia el profesor, en particular, y hacia los encargados de la gestión
educativa, en general, para que aquella se convierta en coordinación, asesoría, entrenamiento,
tutoría de los proyectos de aprendizaje y/o investigación de los aprendizajes de cada uno de los
alumnos.
Se trata, pues, de que el aula actual sea la explicitación de las condiciones para que se dé
una cultura de aprendizaje por excelencia cooperativo, de tal modo que haya sitio para el
trabajo en equipo y posibilidad para trabajo individual, de tal suerte que los elementos
constantes como el pizarrón, los tableros de aviso, los asientos, etc., estén al servicio de los
objetivos o metas planteadas en común y el maestro pueda ser más el coordinador, el director
de las situaciones de aprendizaje, un ente más informado, ciertamente, que los demás, para
otorgar orientación.
Es pertinente iniciar este apartado considerando que el aula escolar, en sus diferentes
niveles y modalidades de la educación básica, es un lugar en el que los alumnos pasan un
tiempo importante de su vida, y en el que se dan distintas interrelaciones entre los personajes
que la componen. De manera que es el aula escolar el sitio en el que tanto alumnos como
maestros se relacionan y se aproximan a los procesos de enseñanza-aprendizaje. Para lograr el
acceso a los contenidos de la educación básica, se requiere la generación de condiciones
estructurales diseñadas en las aulas escolares para poder contribuir a la atención educativa;
además, se requiere un equipamiento con unas condiciones mínimas que garantice la atención
de la población tan diversa que se reúne en el aula; en este sentido, nos centraremos en las
necesidades educativas especiales con discapacidad o sin ella.
• Demanda de sustitución de los edificios por no ser pertinentes para las labores
educativas.
Lo anterior nos permite reconocer que existen en los servicios educativos condiciones que
obstaculizan el proceso educativo, el desarrollo integral de los alumnos y la convivencia entre
los que asisten a los mismos, de manera que se requiere generar mejores condiciones
estructurales en la mayoría de las escuelas, a fin de contribuir en el acceso a los contenidos
curriculares.
A continuación aparecen una serie de ejemplos, enfocados a las adecuaciones físicas del
aula para la atención de la población con discapacidad (auditiva, visual e intelectual, motora o
intelectual —autismo—):
• Discapacidad visual: es preciso respetar la disposición de lo que para ellos sean elementos
indicadores o de referencia física. De esta manera se favorecerá la seguridad y la autonomía de
su desplazamiento. También será necesario hacer notar a los alumnos la importancia de no
dejar mochilas u otros objetos en lugares de tránsito y evitar poner obstáculos imprevistos. El
orden general que guarde el aula no solo favorecerá a los alumnos con discapacidad, sino
también al resto del grupo. Otro ejemplo es el cuidado de las condiciones de iluminación de la
mesa de trabajo para evitar los reflejos; es importante tener en cuenta la ubicación respecto al
pizarrón.
a) El acceso y circulación deberán ser libres, sin obstáculos, desde la calle hasta la planta
baja de los edificios. Las rampas cumplirán con las características siguientes:
— En salas de espera y auditorios se destinará un área cercana al acceso de 1,00 m por 1,25
m para la silla de ruedas. Se indicará usando la simbología de área reservada.
b) Las instalaciones escolares deberán contar con al menos un sanitario en el área de acceso
a los menores con movilidad limitada, de las características siguientes:
— Construido con un muro macizo de 2,00 m de fondo por 1,60 m de ancho. Puerta de 1,00
m de ancho como mínimo y barras de apoyo verticales y horizontales.
— El retrete deberá estar colocado a la derecha de la silla de ruedas, con un asiento a 0,50
m de altura sobre el nivel de piso y una separación de 0,56 m de distancia entre el paño de la
pared y el centro del mueble.
— Habrá como mínimo un mingitorio, con distancia libre, a ambos lados, de 0,45 m de su
eje a cualquier obstáculo, dotado con barras de apoyo verticales.
— Se colocará un lavabo a 0,76 m de altura sobre el piso terminado y con distancia entre
lavabos de 0,90 m de eje a eje. El mueble debe tener empotre de fijación o ménsula de sostén
para soportar el esfuerzo generado por el usuario.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EL AULA
Clima del aula, por Pilar Domínguez Rodríguez y Luz F. Pérez Sánchez
INTRODUCCIÓN
El clima del aula se engloba dentro de un contexto más amplio, como el clima escolar y el
entorno cultural.
Considerar la escuela y el aula como ámbito donde interactúan las diversas culturas puede
ayudar algunos de los complejos procesos que en ella se producen
Diversos autores clasifican los modos de situarse la educación escolar ante las relaciones con
las culturas; Candau (1994) propone la siguiente clasificación: acrítica (no tiene conciencia clara
de la presencia de distintas culturas en la escuela), transcultural (supone que los conocimientos
que trasmite tienen valor universal), asimilacionista (plantea como objetivo de la escolarización
la integración de todos los grupos en la cultura mayoritaria), radical (afirma el establecimiento
de redes escolares distintas para favorecer la realidad cultural), intercultural (favorece la
relación entre culturas y acepta procesos de interacción y modificación, valorando la
comunicación recíproca).
CONCEPTO DE CLIMA
El clima está constituido por una serie de componentes, los cuales frecuentemente se
presentan interrelacionados. El menor o mayor efecto que incide el clima sobre el
comportamiento de los individuos viene condicionado por el nivel de conciencia que tengan
sobre las presiones los diversos miembros, las propiedades de la organización y el modo de
coorientación hacia la percepción del clima de los otros.
Las relaciones que existen entre los miembros de una organización y el conocimiento mutuo
que poseen juegan un papel importante en la configuración de la percepción del clima que se
genere en el colectivo. A grandes rasgos, el clima debe basarse en una buena comunicación y
en un alto nivel de participación.
El clima escolar hace referencia, según Anderson (1982), a la calidad ambiental dentro del
aula y sería un compuesto de cuatro dimensiones: su ecología (aspectos físicos y materiales),
su medio (dimensión social, características del individuo en el aula), su sistema social
(relaciones de personas o grupos y su cultura) y la dimensión social (interesada en los sistemas
de creencias, valores y estructuras cognitivas).
TIPOS DE CLIMA
Debemos distinguir, al analizar el clima en la escuela, dos niveles: clima de la organización
escolar y clima del aula.
Es clásica la distinción de Likert en relación a las organizaciones, en las que distingue cuatro
clases de climas: a) la dirección no confía en los profesores y la mayoría de las decisiones se
toman en base a la jerarquía. Es un clima de castigos, amenazas y, ocasionalmente, también
recompensas; b) la dirección actúa de forma condescendiente con los profesores. La mayor
parte de las decisiones se toman en la dirección y, ocasionalmente, se producen ciertas
delegaciones de poder. La motivación se basa en un sistema de recompensas y castigos y las
interacciones en la condescendencia y la precaución. El control reside en la dirección; c) la
dirección tiene confianza en los profesores. Las decisiones se toman en la dirección pero con la
participación de otros miembros de la organización. La comunicación es de tipo descendente y
existe interacción y nivel de confianza; d) la dirección tiene confianza total en los profesores. La
toma de decisiones está definida por toda la organización. La comunicación es horizontal. Los
profesores están motivados, hay relaciones de confianza y el control está ejercido por todos los
niveles de la estructura. Frecuentemente se da en organizaciones informales.
El clima del aula está formado por componentes afectivos. Tradicional y erróneamente su
construcción solo se ha vinculado al profesor, siendo considerado el principal protagonista de
lo que sucede dentro de la clase y el principal protagonista del clima del aula. Otros
componentes importantes (estudiantes, recursos, características físicas, como la temperatura,
el ruido, etc.) fueron apenas considerados hasta hace tres décadas.
Actualmente las aportaciones cognitivas permiten superar las visiones unitarias y otros
aspectos como la satisfacción de los profesores y alumnos. Se habla cada vez más de: a) clima
psicológico: en él confluyen todo un conjunto de factores tanto colectivos como individuales,
objetivos y subjetivos, el tipo de actividades que se realizan, las características de las redes de
comunicación, las metas y objetivos, etc.; b) clima social: se refiere a las relaciones
interpersonales entre profesores, directivos, personal no docente, alumnos, padres, etc.; c)
clima emocional: recoge la dimensión afectiva de las relaciones, se incluyen aspectos internos y
externos que se corresponden con las bases emocionales y actitudinales que dan sentido a las
conductas; y d) clima académico: se refiere al ambiente que se crea en las instituciones
educativas en relación a las exigencias curriculares, los profesores cada vez se muestran más
preocupados por la presión que ejercen los programas y la atención a la diversidad, sobre todo
en los niveles altos de Secundaria, y cómo eso afecta fuertemente al clima del aula y al proceso
de enseñanza.
INTERACCIONES ALUMNO-ALUMNO
«Las relaciones entre alumnos han sido sistemáticamente neutralizadas como fuente
potencial de conductas perturbadoras en el aula, y la planificación del aprendizaje ha reposado
sobre la primacía del trabajo individual de los alumnos y la interacción profesor-alumno» (Coll,
Miras et al., 1993).
«En la actualidad, y sin que ello suponga pasar por alto la importancia de la interacción
profesor-alumno, existen pruebas suficientes que nos permiten afirmar que la interacción entre
los alumnos no debe considerarse como un factor arbitrario. Este tipo de interacciones juega
un papel fundamental en la consecución de las metas educativas, en el proceso de socialización
en general, la adquisición de competencias y destrezas sociales, el control de los impulsos
agresivos, el grado de adaptación a las normas establecidas, la superación del egocentrismo, la
relativización progresiva del punto de vista propio, el nivel de aspiración e incluso el
rendimiento escolar» (Johnson, 1980).
Sin embargo, un aspecto que hay que tener en cuenta en la interacción con el grupo de
iguales es que no siempre sigue la misma constante ni en intensidad ni en sentido. Es decir, no
basta con colocar a los alumnos unos al lado de otros para que interactúen y así, de forma
automática, obtener unos efectos favorables. Lo decisivo no es la cantidad de interacción, sino
su naturaleza, por lo que son muchos autores los que han tomado conciencia de identificar los
tipos de organización social de las actividades de aprendizaje que posibiliten modalidades
interactivas entre los alumnos, especialmente favorables para la consecución de las metas
educativas.
1.ª Etapa (6-7 años): se trata de una fase de transición caracterizada por el ingreso en la
escuela. El cambio y la adaptación le resultan al niño tanto más difíciles cuanto más intensa sea
la vinculación que mantiene con sus padres, y cuantas menos ocasiones haya tenido de
relacionarse con otros niños no pertenecientes a su familia. En algunos casos, pueden surgir
conductas regresivas. El niño, cuando vuelve del colegio a casa, busca una especie de
compensación y da la impresión de que se vuelve más niño, caprichoso y exigente. En esta fase
es frecuente encontrar en los niños trastornos de carácter y afectivos más o menos ligeros,
tales como agitación nocturna, tics, muecas (inestabilidad motriz).
En cuanto a la relación del niño con su profesor, en los primeros años de Educación Primaria,
el niño transfiere al profesor las vivencias personales relativas a su trato con los padres. El
profesor suele desempeñar un papel dominante en la vida del niño de estos años, llegando a
ser sus órdenes y deseos, frecuentemente, de igual importancia e incluso, en ocasiones, más
que los de sus padres.
Respecto a la estructura grupal del aula, a la relación con los compañeros, cuando el niño
ingresa en la escuela, psicológicamente ingresa en un aula. Pronto entra en contacto con su
profesor, pero no con sus compañeros.
Rápidamente, en la clase se forman grupos aislados de dos a cinco niños que o bien se
conocían antes de ir a la escuela, o entre los cuales existe una simpatía especial. La clase es una
formación organizada artificialmente y tarda mucho tiempo en construirse como comunidad. A
veces, la clase reacciona como masa.
2.ª Etapa (8-10 años): fase de configuración que se da durante la segunda mitad de la edad
escolar. En ella, se aprecia una necesidad creciente de camaradería y amistad. Cada vez se da
una mayor conciencia de las relaciones entre «compañeros». La aparición de la actitud crítica
en esta fase influye en el sentido de llevar al niño a una mayor apreciación de los valores de sus
compañeros y de la necesidad de relación y cooperación entre ellos.
Asimismo se produce una mayor estructuración grupal de la clase. El aula es cada vez más
una organización social unitaria, con una estructura interior relativamente fija: cada alumno se
va sintiendo íntimamente unido a este todo. No solo reconoce la unión que existe entre todos,
sino que también se siente responsable de lo que ocurre en la clase. Entre alumnos de clases
paralelas del mismo nivel educativo raramente se dan amistades y juegos en común.
Por otra parte, adoptar una actitud crítica frente al rendimiento y éxito de sus compañeros
permite al niño formarse un juicio sobre la posición de cada uno de los que componen su clase
(conciencia de su posición en el aula). Existe una jerarquía general y una serie de jerarquías
especiales en cada una de las actividades, todo el mundo tiene un puesto en estas jerarquías
especiales, de la cual resulta a la vez la posición de la jerarquía total. A medida que la clase se
va estructurando, puede observarse la aparición de una serie de roles o tipos especiales: el
bromista, el fanfarrón, el sabelotodo (principio de la profecía que se cumple)...
Otra característica de esta etapa es la aparición de las pandillas o grupos de iguales. Estas
son homogéneas en cuanto a la edad y al sexo. En esta edad, suele existir un rechazo mutuo
entre chicos y chicas, en cierta medida, por un motivo sociocultural (la costumbre impone roles
distintos a unos y a otros). Aunque también puede deberse a la mayor precocidad de
maduración de las chicas sobre los chicos.
Flavell intenta determinar las cosas que la persona debe saber o saber hacer para lograr el
éxito en la comunicación basado en la comprensión de su propio rol y en el de los demás.
Establece cinco categorías principales de cosas que deben saberse: a) una conciencia de que la
propia percepción y el propio sentimiento no coinciden necesariamente con la percepción y el
sentimiento de los otros; b) conocimiento de que es necesario la perspectiva del otro para
comunicarse; c) distinción de los atributos del rol que determinan la perspectiva del otro; d)
habilidad para permanecer consciente de los conocimientos proporcionados por la predicción
ante diferentes puntos de vista; y e) cómo aplicar esos conocimiento a la meta.
Los roles se dividen para su estudio en dos grupos: roles funcionales (orientados a la
constitución y mantenimiento del grupo, orientados a la tarea del grupo, y centrados en las
necesidades individuales) y el liderazgo (Beltrán et al., 1987).
En la situación individualista no existe relación alguna entre los objetivos que se proponen
alcanzar los alumnos. El hecho de que uno alcance o no el objetivo fijado no influye sobre el
hecho de que los otros alcancen o no los suyos.
Esta situación se verifica cualquiera que sea el grupo de edad considerado y la naturaleza del
contenido (lenguaje, lectura, matemáticas, ciencias naturales, ciencias sociales, psicología,
actividades artísticas, educación física). La superioridad se manifiesta también en tareas de
formación de conceptos y de resolución de problemas, cuando la tarea consiste en elaborar un
producto y cuando el tamaño de los grupos es pequeño. Solo en el caso de tareas mecánicas,
las situaciones cooperativas no son superiores a las competitivas.
• La interacción social que se produce durante la realización colectiva de la tarea parece ser
el punto de partida de una coordinación cognitiva cuyos efectos se manifiestan con
posterioridad en las realizaciones individuales.
• Sin embargo, podemos encontrarnos con dos situaciones de actividad grupal en las que
no se observa ningún progreso en las competencias intelectuales: a) cuando uno de los sujetos
impone su punto de vista a los otros, que se limitan a adoptarlo; b) cuando todos los alumnos
tienen el mismo punto de vista sobre la realización de la tarea.
En este sentido tenemos que destacar el concepto de controversia. Se dice que existe
controversia cuando se produce una incompatibilidad entre las ideas, informaciones,
opiniones, creencias, conclusiones o teorías de los miembros de un grupo y, además, existe una
voluntad de llegar a un acuerdo, a una postura común.
• Cuanto más capaces son los sujetos de adoptar la perspectiva de los demás, mayor es la
probabilidad de que la controversia se resuelva constructivamente, también cuanto más
cooperativa es la situación.
A lo largo de la interacción, los alumnos pueden coordinar e intercambiar los roles que
vayan asumiendo en el interior del grupo, controlar mutuamente su trabajo y recibir y ofrecer
ayuda de manera continuada. En este apartado, el énfasis se pone en la multiplicidad de
formas de regulación mutua a través del lenguaje que la situación entre iguales permite. Una
multiplicidad de formas potenciales de regulación mutua que habitualmente no aparece por la
propia asimetría de la situación y la diferencia de conocimiento y, sobre todo, de posición y
autoridad entre los participantes, en la interacción profesor-alumnos.
Ya hemos mencionado que no basta con poner a los alumnos a interactuar entre ellos para
que esa interacción sea efectiva desde el punto de vista del aprendizaje, sino que esa
efectividad depende de que se den determinadas condiciones precisas.
INTERACCIONES PROFESOR-ALUMNO-PROFESOR
En una sociedad cambiante los roles también cambian con rapidez. Actualmente el profesor
puede sentirse inseguro porque no sabe con seguridad qué debe hacer, si es o no adecuado su
estilo de enseñanza, es decir, su forma de elaborar el programa, aplicar el método, organizar la
clase, relacionarse con los alumnos. Duda sobre lo que se espera de él, o sabe que se esperan
tantas cosas que no sabe qué debe priorizar. Además de la ambigüedad de su rol, se encuentra
con la carencia de significado de su profesión dentro de la sociedad, que le demanda eficacia
pero no le apoya, el sometimiento a la autoridad, la discrepancia entre lo ideal y lo real, la
ansiedad ante la continua toma de decisiones, y en los últimos años se encuentra con alumnos
que en principio parecen no valoran e incluso se enfrentan a los valores que la escuela
representa. El mayor conocimiento de la influencia de diversas variables en los procesos de
clima en el aula y el no poder facilitar y estructurarlas desde las aportaciones de las ciencias
educativas puede ser también fuente de malestar docente.
Sin embargo, desde la Educación Infantil, el papel institucional del profesor le lleva a
privilegiar los valores normativos que corresponden a las actitudes y comportamientos más de
acuerdo con su doble función de instrucción de los alumnos y de gestión dentro de la vida
social del grupo-clase, en detrimento de los valores humanos socio-relacionales en cuanto a la
forma afectiva de los intercambios.
Investigaciones que se refieren a los efectos de expectativa del profesor han sido
desarrolladas bajo el impulso de Rosenthal, estableciéndose el paradigma experimental de
base sobre una modificación de la representación que el profesor tiene de los alumnos bajo la
influencia de un sesgo de información. Los investigadores esperan que esta modificación tenga
un efecto sobre los comportamientos del profesor respecto a los alumnos y, por consiguiente,
sobre sus aprendizajes escolares y su desarrollo.
Desde una postura constructivista, se reclama una organización que propicie interacciones a
distintos niveles, que favorezcan la creación de un clima de aceptación y respeto mutuo, en el
que equivocarse sea un paso más en el proceso de aprendizaje, y en el que cada uno se sienta
retado y al tiempo con confianza para pedir ayuda. Una planificación y organización de la clase
facilitan la tarea del profesor y le permiten atender a los alumnos de forma más
individualizada; ello implica disponer de recursos (materiales, curriculares, didácticos) de uso
autónomo por parte de los alumnos, y una organización que favorezca ese trabajo. Una
estructura de las tareas permite que los alumnos accedan a ellas desde diversos puntos de
partida, lo que no solo es condición necesaria para que puedan atribuir algún significado, sino
que, además, al dar cabida a diversas aportaciones, fomenta la autoestima de quien las realiza.
Por tanto, son fundamentales todas aquellas metodologías que se basan en la actividad
conjunta de los alumnos y del profesor, que ven la enseñanza como un proceso de construcción
compartida de significados orientados a la autonomía del alumno, y que no oponen la
autonomía, como resultado de un proceso, con la necesaria ayuda que dicho proceso exige, sin
la cual difícilmente se lograría coronar con éxito la construcción de significados que debería
caracterizar el aprendizaje escolar. En estas metodologías el profesor:
• Sabe que tiene alternativas y se motiva a revisar, desde la experiencia propia y ajena, su
actuación en el aula y fuera de ella. Para ello, y cuando lo cree necesario o útil, pide feedback
(retroalimentación, comentarios y sugerencias referidos a acciones y situaciones), consejo y
ayuda a alumnos, colegas u otras personas que considere adecuadas.
• Con su ejemplo estimula, motiva y ayuda a sus alumnos a buscar y encontrar ellos mismos
las soluciones a sus propios problemas y conflictos personales, además de académicos.
• Ayuda a sus alumnos a reconocer y sacar el mayor partido a sus dotes personales,
destrezas y habilidades, y a aceptar sus defectos, limitaciones y debilidades como algo
superable y como fuente de aprendizaje y autosuperación.
• Acuerda con sus alumnos la necesidad de una buena convivencia en clase y fija con ellos
las normas correspondientes.
En lo que se refiere a la relación desarrollada en el aula, son muchas las estrategias que el
profesorado puede utilizar en la estructuración de las interacciones educativas con sus
alumnos. Desde una posición de mediador entre el alumno y la cultura, la atención a la
diversidad de alumnos y de situaciones requerirá, a veces provocar retos, otras dirigir, otras
plantear preguntas desarrollando el pensamiento crítico. Pero siempre desde una posición de
mediación de conocimientos más que de trasmisión.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
LA CONVIVENCIA ESCOLAR
Convivencia escolar: solución de conflictos en el aula, por Pilar Domínguez Rodríguez y Luz F.
Pérez Sánchez
INTRODUCCIÓN
Aprender a convivir en una sociedad plural y multicultural es uno de los grandes retos de la
educación actual, y evidentemente tanto la familia como el contexto escolar son los dos
grandes contextos donde el niño y el joven deben aprender las normas de convivencia y cómo
solucionar los conflictos que lógicamente surgen en ella.
Estamos viviendo cambios sociales y culturales importantes, lo que hace que la convivencia
en general deba cambiar muchas de las pautas que «de siempre» se han dado. Esto se refleja
en todos los grupos de sociales, pero el aula, núcleo de convivencia fundamental para los
hombres y mujeres del futuro, es el lugar en que con más facilidad se reflejan múltiples
conflictos y donde es más necesario aprender a resolverlos (Fisher y Ury, 1991).
No vamos a entrar aquí en todos los conflictos que pueden surgir en el aula, en las
relaciones profesor-alumno, entre los elementos de la institución educativa, entre los alumnos
entre sí, etc. Creemos que más importante que ello es afrontar el cómo resolverlos.
Según el diccionario, conflicto significa ‘combate, lucha, o pelea’. Puede ser tan pequeño
como un desacuerdo o tan grave como una guerra; se dice que existe un conflicto cuando se
producen actividades incompatibles. Es incompatible la actividad que impide o bloquea la
presencia o fuerza de otra actividad. Las actividades incompatibles pueden surgir dentro de
una persona, entre dos o más personas, o entre dos o más grupos (Leritz, 1993).
Uno de los primeros mitos en los que nos vemos envueltos es que el conflicto es siempre
malo. El conflicto es una parte natural de la vida. El conflicto no es malo en sí mismo; sin
embargo, para muchos de nosotros, y especialmente entre los jóvenes, es sinónimo de
violencia. Pero es una ecuación que tenemos que romper. El conflicto es parte de la vida y del
crecimiento. Hay mucha emoción conectada a las situaciones de conflicto. La experiencia
pasada nos ha enseñado a muchos de nosotros que esas situaciones conflictivas pueden subir
en escalada y herirnos física y emocionalmente; pero también pueden ser una oportunidad
para el crecimiento y el cambio. Pueden educarnos, pueden hacernos mejores de lo que
éramos antes (Ortega, 1996).
A veces, pensamos que no tenemos control sobre el conflicto en nuestra vida y nos sentimos
indefensos. Pero cuando tenemos habilidades para afirmarnos a nosotros mismos de manera
no violenta, comenzamos a sentirnos potenciados, capaces de aplicar nuestras experiencias
pasadas para enfrentarnos a las nuevas situaciones de manera diferente.
Se podría establecer una cierta relación entre el carácter positivo de los conflictos y
determinadas variables del contexto escolar. Así, por ejemplo, se podría afirmar que los
conflictos son más constructivos si los individuos:
Por el contrario, los conflictos son más destructivos cuando: a) desembocan en situaciones
en las que un participante gana a expensas de otros; b) producen cólera, resentimiento,
desconfianza o hiere los sentimientos; y c) disminuyen la posibilidad de resolver los conflictos
futuros constructivamente. Los conflictos enfocados destructivamente son altamente costosos
para las organizaciones, instituciones o familias, destruyendo la efectividad de la organización,
destrozando las relaciones, saboteando el trabajo, retrasando y disminuyendo los esfuerzos de
enseñanza y aprendizaje, y devastando el compromiso de los individuos con las metas de la
organización, el sentido de seguridad, y los sentimientos personales.
Hay una serie de estrategias que ayudan a resolver los conflictos escolares más comunes.
Unas son más generales y complejas que otras. A continuación vamos a exponer algunas de
ellas, destacando, sobre todo, el momento y la forma de aplicar cada una de ellas.
El mandato es necesario con los niños pequeños, ya que las necesidades de seguridad son lo
primero. Cuando los niños son mayores necesitan, en cambio, muchas oportunidades de
practicar la colaboración y la solución de problemas. Aunque el mandato es a veces esencial,
no es tan efectivo como otros enfoques para los adolescentes ni para los niños con una
voluntad muy fuerte, para los cuales un mandato puede ser una declaración de guerra que, al
final, ni los profesores ni los alumnos ganan. Utilizado adecuadamente, con la debida
consistencia, el mandato todavía puede ser apropiado.
• Establecer claramente las conductas deseables e indeseables. Conviene que los alumnos
sean conscientes de lo que es la conducta inapropiada. Por ejemplo: «No está bien golpear a tu
compañero». «No está bien salir de la clase sin permiso».
• Utilizar el mandato pocas veces. Si se utiliza mucho el mandato, los niños pueden
ignorarlo o reaccionar negativamente. Conviene guardarlo para cuando se necesite de verdad.
• Ofrecer expectativas firmes, pero amablemente. Por desgracia, muchas personas tienen
dificultades en mandar a sus alumnos hasta que no están enfadados y furiosos. Es difícil
mandar respetuosamente cuando se actúa desde la cólera. Pero hay que tratar de ser claro y
firme acerca de las expectativas: «Espero que no vuelvas a perder tu cuaderno». Hay que hacer
esto antes de estallar o conseguir tiempo hasta encontrarse calmado.
• Reconocer el punto de vista de los alumnos, estando de acuerdo siempre que sea posible,
y reconociendo sus sentimientos mientras se ajuste a lo pactado: «Sí, tienes razón. Los chicos
mayores salen del colegio sin permiso, cuando tú estés en Secundaria podrás hacerlo
también». «Comprendo que estés molesto porque el profesor de matemáticas te haya pedido
hacer de nuevo esta tarea, y tienes que terminarla antes de marcharte». En este caso concreto
es mejor utilizar y, en lugar de pero, para evitar enviar el mensaje de que no se está
descontando el punto de vista del alumno.
• Mirar directamente a los ojos. Muchos niños necesitan mensaje verbal y visual. Es útil
para los pequeños ponerse al mismo nivel físico y decir: necesito mirarte a los ojos. Si se trata
con un adolescente, se le puede pedir estar sentados juntos un momento cara a cara.
• Evitar el regaño. Cuando repetimos una y otra vez las mismas instrucciones con voces
exasperadas, podemos estar seguros de que nuestros niños lo interpretan como regaño.
Muchos de nosotros recordamos de nuestra infancia lo ineficaz que resulta repetir muchas
veces que se haga algo. ¿Por qué deben escuchar los niños si ellos saben lo que se va a decir
una y otra vez?
• Estar preparado para ser consecuente con lo mandado si el niño no hace caso. Evitar el
regaño y hacer un plan para ir hasta el final si los niños no responden al mandato. Los niños
necesitan saber que los mayores hacen lo que dicen, y que tomarán una decisión adecuada o
todos habrán de atenerse a las consecuencias.
DEJAR ELEGIR
Cuando les dejamos elegir, les damos más poder que cuando les damos un mandato directo
y, al mismo tiempo, les enseñamos a tomar decisiones. Se puede dejar elegir incluso a los niños
pequeños.
La forma más simple de dejar elegir es ofrecer a los niños dos opciones solamente:
«puedes... o...». Esta estrategia es particularmente efectiva para tratar con niños que son muy
especiales en lo que se refiere a la comida: «¿Prefieres manzana o naranja?». Esta estrategia
evita cuidadosamente mencionar otras muchas frutas y, sin embargo, permite al niño algún
radio de elección.
La elección con consecuencias incluidas es otra forma de ofrecer elecciones: «Solo se puede
jugar a la pelota en el patio posterior. O juegas en el patio posterior o te quedas sin salir todo el
día». Esto obliga a nuestros niños a dominar su conducta y sus consecuencias.
• Ofrecer elecciones sencillas facilita la conducta de los niños que están abrumados y
confusos por tantas alternativas posibles. «Para comenzar a hacer las tareas de hoy, ¿os
gustaría empezar por el dictado o por la literatura?» da mejores resultados que «vamos a hacer
el dictado». Esta estrategia es especialmente útil para los niños que necesitan dirección. De
esta forma, se les orienta, pero se les deja elegir. Pueden elegir, pero no totalmente a su gusto.
Dar y tomar es importante en todas las relaciones personales satisfactorias, también en las
relaciones laborales. Cuando usamos el compromiso como una manera de resolver los
conflictos entre los niños, estamos enseñándoles una habilidad valiosa de equipo.
Es importante para los niños saber que ellos no pueden conseguir todo lo que quieren. Es
también bueno para ellos aprender y practicar el ejercicio de ceder algunas cosas para
conseguir otras. Cuando hacemos un compromiso, compartimos con el niño nuestro poder,
familiarizándonos con el dar y tomar. El compromiso puede ser un antídoto para muchas
disputas por el poder tan frecuentes como innecesarias.
Para que un compromiso sea efectivo, los contendientes deben tener suficiente claridad
sobre lo que quieren conseguir y qué principios son innegociables. Puede ser innegociable, por
ejemplo, dejar a los chicos salir fuera durante toda la noche, pero se puede negociar dejarles
estar fuera hasta una cierta hora.
Cuando nos mantenemos firmes sobre nuestra propia línea de base estamos demostrando
integridad personal. Al establecer compromisos, estamos reconociendo a nuestros hijos sus
opiniones y sentimientos, les escuchamos y descubrimos un satisfactorio camino medio
equidistante entre los extremos de la sobredirección y la evitación habitual.
El compromiso es una estrategia útil para los niños en cualquier estadio, aunque los muy
pequeños pueden necesitar ayuda para recordar el fin del compromiso. Siempre que sea
posible, hay que lograr que un niño pequeño sea consecuente con la parte de su compromiso,
antes de que los padres cumplan la suya. Esto ayudará a evitar la confrontación y las
frustraciones a causa del acuerdo suscrito. Muchas peleas, y hasta batallas, entre educadores y
jóvenes pueden superarse con el compromiso que satisface la necesidad del joven de ser
diferente de la persona investida de autoridad.
• Establecer la posición ideal en voz alta antes de sugerir una posición de compromiso. Por
ejemplo: «Lo que me gustaría es que terminarais hoy el trabajo de Geografía. No obstante,
puedes decidir cuándo lo vais a hacer, mientras lo terminéis esta semana». Los niños necesitan
saber con claridad lo que cada persona está cediendo. Esto también les ayuda a evitar el
resentimiento que viene de comprometerse dos veces, una antes de establecer su posición
personal, y otra en la negociación.
• Evitar compromisos no hablados. Ser cuidadoso para no caer en el falso supuesto de que
si el niño cede algo ahora, es probable que coopere también en el futuro. Los niños no piensan
de esta manera, y nosotros podemos terminar resentidos y frustrados.
• A los niños reacios a cooperar se les puede ofrecer una elección entre estar de acuerdo
con el compromiso, o que se les diga lo que tienen que hacer.
• Cuando sea posible, hacer que los niños sean consecuentes y sigan hasta el final respecto
al compromiso asumido. Es fácil sugerir un compromiso y después olvidarse del pacto. Por eso,
es bueno ayudar a los niños a recordar su compromiso.
• No conviene utilizar demasiado esta estrategia. Algunos niños pueden llegar a ser
bastante habilidosos para pedir un compromiso cuando se necesita establecer un límite claro.
Conviene tener en cuenta que el compromiso habitual puede disfrazar la evitación del
conflicto.
Los niños que tienen rabietas temperamentales responden habitualmente bien a las
estrategias de ignorancia. Nombrar la conducta inaceptable, indicando su desaprobación, y
después ignorarla es, por lo general, efectivo. Algunos niños (particularmente jóvenes que
quieren atención más que poder) se enfurecen por unos minutos y luego el asunto desaparece.
Ignorar el estallido elimina la atención y parte de la motivación favorable a la rabieta.
A veces, sin embargo, el niño continuará provocando la rabieta hasta implicar a los padres. Si
el niño tiende a hacer esto, es preferible abandonar la estrategia de ignorancia. Esa rabieta
puede ser una manera de pedir límites más claros o de conseguir más atención.
Utilizar la sorpresa
Las estrategias de sorpresa y humor distraen a los niños de los conflictos. Estas soluciones
son, por lo general, maneras creativas e imprevistas de evitar la confrontación. Se trata de
aplicar la ingenuidad parental para hacer que la estrategia funcione.
Actuar por sorpresa
Canalizar las energías de los niños hacia otra actividad es una buena estrategia para evitar el
conflicto. Por ejemplo, cuando los niños están riñendo en el recreo, saltar con un «Mirad qué
cosa más curiosa», y contar una historia sobre el asunto.
Frecuentemente, las estrategias de sorpresa pueden convertir una situación tensa en una
oportunidad para la diversión conjunta. Si la disciplina escolar tiende a ser seria y
perfeccionista, ambas cosas, la sorpresa y el humor, pueden mejorar la dinámica de los grupos.
Además, los niños aprenden de primera mano el valor de la diversión en la interacción
humana.
Utilizar el humor
El humor es una forma efectiva de distracción porque rebaja la tensión en torno al conflicto.
Frecuentemente esto es suficiente para disolver la dificultad del todo o, por lo menos, puede
ayudar a la gente implicada a moverse hacia la solución de problemas o compromisos más
efectivos. El humor puede iluminar las interacciones frecuentemente tumultuosas entre los
adolescentes y sus educadores.
Tratar, por ejemplo, de cambiar los roles en algún momento de la clase, pretendiendo cada
miembro representar a otro distinto, puede dar a los profesores la oportunidad de jugar el
papel diferente, y a los alumnos, la de comprender mejor las actuaciones del profesor. Esto
supone que los padres deben estar preparados para verse desde otra perspectiva.
Hay un arte en el uso del humor: conocer a la audiencia y sus propios sentimientos. Si no
está en sintonía con su cólera, el humor puede tener un resultado cruel. El humor debe ir
dirigido a la situación, no a la persona. El humor sarcástico o humillante puede agravar el
problema que se está tratando de resolver. Es una clave para el hecho de que los padres
pueden estar usándolo para cubrir su cólera o para evitar una situación que necesita ser
debatida.
Las tres estrategias funcionan como tres grandes movimientos que se implican mutuamente
entre sí, y se integran en una secuencia perfectamente articulada en la que cada uno de ellos
constituye el pre-requisito del otro y contribuye con todos ellos a la solución de conflictos de
forma no violenta.
El programa tiene una orientación claramente cognitiva, destacando los procesos implicados
en la solución no violenta del conflicto. En este sentido, en el programa se han equilibrado los
dos elementos esenciales de toda intervención educativa, contenidos y procesos, en una difícil,
pero articulada integración de los dos, ya que ambas cuestiones, qué aprender y cómo
aprender, son igualmente necesarias.
El programa destaca el papel del alumno que puede participar activamente en el proceso de
adquisición de sus conocimientos y habilidades sociales, y asumir la responsabilidad del
mismo, de acuerdo con su capacidad y ritmo de aprendizaje.
El papel del profesor es el de mediador, por tanto, no invadirá nunca el terreno del
estudiante, sino que se limitará a presentar el material informativo, ejemplificar la conducta
social habilidosa y disponer las condiciones adecuadas para que el alumno reflexione, evalúe y
transfiera, más allá del contexto escolar, los conocimientos y habilidades adquiridas.
COMPRENDER EL CONFLICTO
Tal como exponen Beltrán y Carbonell (1999), al margen de otras posibilidades para
comprender el conflicto, uno de los aspectos más relevantes es analizar sus componentes y
dimensiones. Todo conflicto tiene múltiples dimensiones, entre las cuales se pueden señalar
las siguientes: sujetos, contenido, relaciones, variables y proceso.
Los sujetos del conflicto son las personas implicadas en el mismo. En este sentido, el
conflicto puede ser: interno (dentro de uno mismo), interpersonal (dentro de un grupo:
instituciones u organizaciones que comparten un papel o actividad específica), internacional
(entre dos o más naciones) y global (afecta a todo el mundo).
El contenido hace referencia al asunto o materia del conflicto. Hay muchas clases de
contenido: recursos (las personas y grupos de personas compiten por los mismos recursos),
valores (personas, grupos y naciones se relacionan unos con otros pero tienen creencias
profundas diferentes sobre familia, cultura y religión) y necesidades (todos los individuos y
grupos quieren respeto, amor, afirmación aprobación, amistad, pertenencia y oportunidades
para desarrollarse y triunfar). Cuando estas necesidades no están satisfechas, surge el conflicto
entre los individuos necesitados y los que obstaculizan la satisfacción de esas necesidades.
Lo que interesa de verdad es conocer si las acciones de una persona o grupo impactan
seriamente a los otros implicados en el conflicto, lo bien que se conocen unas partes a otras, o
si las partes vienen de diferentes culturas y nadie sabe mucho sobre el otro.
Por lo general, cuanto más tiempo dura el conflicto más intenso y complejo llega a ser y
mucho más difícil de resolver. Puede ocurrir, sin embargo, que se llegue a un punto en el que
las partes estén tan cansadas de luchar que finalmente tratan de llegar a una solución.
Pero hay otras variables también de interés: frecuencia, intensidad y percepción del sujeto.
Los conflictos pueden resultar difíciles de resolver cuando hay poca o ninguna presión para
abordarlos. Si nadie de dentro o fuera percibe que es bastante grave como para resolverlo, no
es probable que la situación cambie.
REDUCIR EL CONFLICTO
Uno de los pasos más importantes que ayuda a reducir los conflictos es la comprensión
profunda de las posiciones que toma cada una de las personas implicadas en el conflicto. Una
cosa es lo que los contendientes dicen al exterior, las posiciones que mantienen, y otra bien
distinta es lo que impulsa y justifica esas posiciones.
Por eso conviene distinguir entre lo que llamamos demandas y necesidades. Las demandas,
que de otra forma se llaman posiciones, representan lo que cada persona sostiene con firmeza
en cada situación de conflicto. Es lo que cada uno quiere, frecuentemente incompatible con lo
que quiere la otra persona. Las necesidades, también llamadas intereses, en cambio, son las
razones que justifican esas demandas o posiciones. Mientras los contendientes se empeñen en
abordar las demandas o posiciones difícilmente llegarán a la solución, porque frecuentemente
están enfrentadas. Lo importante es identificar las necesidades e intereses que subyacen por
debajo de las demandas aparentes.
Metáfora: El fondo del estanque (ayudará a los alumnos a una mejor comprensión del
problema y las estrategias que pretendemos plantear).
a) Presentación:
El profesor señala a los estudiantes que la estrategia que está presentando les puede llevar a
un nivel mayor de comprensión del conflicto ayudándoles a identificar y distinguir «demandas»
y «necesidades». Es lo que otros llaman, en lenguaje de negociación, posiciones e intereses.
Las demandas (o posiciones) son aquello que, en un conflicto, los contendientes dicen que
quieren. Las necesidades reales (o intereses) son aquello por lo que esos contendientes
realmente lo quieren, es decir, sus deseos, intereses y miedos. Las demandas son
frecuentemente exclusivas y la gente en conflicto queda atrapada en este nivel, no sabiendo
cómo progresar más allá. Ser capaz de distinguir necesidades de demandas es un instrumento
poderoso para ayudar a los estudiantes a moverse y superar el obstáculo de las posiciones.
La metáfora del «fondo del estanque» nos ayuda a entender este elemento esencial del
conflicto. Casi siempre, lo que aparece en el conflicto es la demanda o la posición, es decir, lo
que una persona quiere, pero queda oculto lo que le mueve a mantener esa posición, a hacer
esa demanda. El conflicto no se resuelve fácilmente si solo se tiene en cuenta lo que aparece
en la superficie. Es preciso conocer las razones profundas de lo que aparece porque pueden
llegar a presionar desde el fondo hasta convertir una situación en algo insostenible. Dos
situaciones conflictivas pueden tener la misma posición pero distintos intereses. Dos personas
pueden querer lo mismo pero con finalidades distintas. Quien solo vea la superficie, es decir, la
posición y no el fondo, es decir, los intereses, es posible que interprete el conflicto como
imposible de resolver. Quien conozca lo que hay por dentro del conflicto puede conciliar
demandas y necesidades, posiciones e intereses.
b) Objetivos:
c) Exposición/Modelado:
El profesor define lo que son las demandas, destacando que representan lo que dos
personas en conflicto dicen que quieren. Define las necesidades como aquello por lo que esas
dos personas expresan sus demandas. Más tarde, identifica demandas y necesidades en
diversas situaciones y casos. Pregunta a los alumnos por qué creen que están haciendo los
protagonistas esas demandas. Pide a los estudiantes que señalen para cada personaje sus
demandas y necesidades. Después compara lo que hay escrito en el mapa del pensamiento de
cada personaje y lo compara con lo sugerido por los alumnos.
Escribir los términos demandas y necesidades en la pizarra y recordar nuevamente que las
demandas son lo que la gente en un conflicto dice que quieren. Las necesidades reales, en
cambio, son las razones por las que las quieren; representan sus necesidades, deseos, intereses
y miedos. Frecuentemente, la gente se queda bloqueada insistiendo en sus demandas cuando
podían resolver su conflicto atendiendo a sus necesidades reales.
Discusión:
• ¿Cuáles son algunos ejemplos de las demandas comunes que oyes en la escuela?
• ¿Cuáles podrían ser las razones que hay detrás de estas demandas?
• ¿Cómo podía él ver las necesidades reales, ayudar a la gente en nuestro ejemplo a
resolver el conflicto?
d) Actividades:
Pedir dos voluntarios para representar un conflicto de grupo (la historia de Andrés y Diana).
Mientras los actores están leyendo sus papeles, leer el primer párrafo a la clase sobre la carta
de role-playing que explica lo que es el conflicto. Pedir a los actores que se enfrenten uno a
otro en su conflicto. Pedirles también que traten de revelar, a través del diálogo, toda la
información sobre sus cartas. Cuando el role-playing esté terminado (véase el cuadro de la
parte superior de la página), hacer la siguiente discusión:
e) Discusión:
• ¿Cómo descubrirías las necesidades reales de la otra persona si fueras uno de estos
contendientes?
Desafiar a los alumnos a lograr una solución que incorpore algunas de las necesidades reales
de ambos contendientes. Dar dos minutos para esto.
f) Evaluación:
Hacer que unos voluntarios digan algo de lo que han aprendido en esta estrategia. Resumir
los puntos clave de esta estrategia:
• Necesidades reales o intereses son por lo que ellos las quieren, sus necesidades, deseos,
intereses y miedos.g) Reflexión personal:
h) Transfer:
• Imagina alguna situación próxima deportiva en la que se pueda plantear algún conflicto
con los amigos. Identifica demandas y necesidades.
• Explica el sentido profundo que tiene esta estrategia a la hora de resolver un conflicto.
i) Autoevaluación:
A continuación se te muestra una escala para medir tus actitudes sobre los aspectos
tratados en este apartado. Para responderla debes tener en cuenta que las puntuaciones que
se te muestran después de cada frase significan:
• A continuación se suman todos los elementos, incluyendo los valores invertidos de los
items 2, 4 y 6.
• La escala mide la capacidad del alumno para identificar no solo sus posiciones e intereses,
sino también las de todas aquellas personas implicadas en un conflicto, con el objetivo
prioritario de reducirlo. En la dimensión opuesta se encontrará aquel alumno que solo atiende
sus necesidades y demandas, con lo que el conflicto difícilmente se puede reducir y, por tanto,
solucionar.
RESOLVER EL CONFLICTO
La solución del conflicto pretende salvar tanto las metas como las relaciones. Y esto solo es
posible en un clima estratégico en el que todas las personas en conflicto salgan ganando, es
decir, en una solución técnicamente llamada «ganar-ganar».
Hay muchas situaciones de la vida en las que la solución ganar-ganar, esa que hace posible
lograr los intereses y necesidades subyacentes de todas las partes implicadas, es la única eficaz.
Demasiado frecuentemente asumimos que una parte debe ganar y la otra debe perder, o que
ambas deben ceder algo y así nadie gana nada de lo que esperaba ganar. Esto ocurre porque el
conflicto se ve como un debate. En un debate, una persona vence y la otra persona pierde.
Algunos conflictos terminan de esa manera, en lo que llamamos una solución ganar-perder. Y,
ciertamente, es posible que ninguna persona consiga lo que quiere, en cuyo caso el resultado
se llama una solución perder-perder. Pero también es posible que ambas partes puedan
conseguir lo que quieren o necesitan en la situación, desembocando en una solución ganar-
ganar dentro del conflicto. Es el tipo de solución que acentuamos en nuestro trabajo.
Una historia bien conocida expuesta por Beltrán y Carbonell (1999) para ilustrar este
enfoque es la de las dos hermanas que quieren la única naranja que hay en la cocina: «Yo
necesito la naranja», dice una. «No la puedes tener», arguye la otra. «Yo la vi primero».
Si una hermana consigue la naranja y la otra no, tenemos una solución ganar-perder. En un
resultado perder-perder, durante la lucha por la naranja ambas hermanas resultan defraudadas
o heridas. (Un compromiso aparente —dividir la naranja por la mitad— también vuelve a ser
una situación perder-perder, en este caso porque ninguna de las dos partes es suficiente para
lo que necesitan).
En nuestra historia, sin embargo, las hermanas dejan de discutir durante un tiempo para
explorar la situación, y encuentran que pueden hacer funcionar una solución ganar-ganar:
ambas pueden conseguir lo que necesitan de una simple naranja, pues, tal como ellas han
descubierto, una hermana quiere comerse la naranja, mientras la otra necesita la piel para dar
sabor a un pastel helado.
En una situación de conflicto es importante, pues, como ya hemos señalado repetidamente,
hacer la distinción entre necesidades y posiciones. Cuando somos capaces de separar
posiciones y demandas de las necesidades actuales, podemos lograr soluciones ganar-ganar. En
el caso de la naranja, las hermanas fueron capaces de separar la demanda «tengo que tener la
naranja» de sus necesidades reales «necesito la piel, o el zumo», permitiendo así conseguir lo
que necesitaban.
Es importante anotar que la buena comunicación es esencial para moverse de las posiciones
a la consideración de los intereses subyacentes. Suministra espacio para hacer tormenta de
ideas en busca de soluciones posibles y de eliminar aquellas que son inaceptables a ambas
partes. Y nuestros valores entran en juego aquí también. También deben ser tenidas en cuenta
creencias y actitudes religiosas y morales profundas. Estos valores están tan firmemente
enraizados que raramente cambian en una negociación.
1. Controlar las emociones. Relajarse y asegurar que las emociones están bajo control.
Atender a la otra parte mirándola directamente.
3. Identificar las razones profundas. Pedir a la otra persona que describa las razones
subyacentes a su posición y describir las suyas. Separar los intereses de las posiciones. Mostrar
atención positiva a los intereses de la otra persona y esperar que el otro haga lo mismo.
4. Cambiar las perspectivas. Desarrollar una serie de acuerdos opcionales que permitan
llegar al acuerdo final.
Una de las carencias más claras de los profesores en el aula es la de medios y técnicas para
evitar y resolver los múltiples conflictos que en ella se generan, y que en muchas ocasiones
terminan en graves problemas de indisciplinas o auténticas situaciones de ansiedad para el
educador. Los planes y programas de formación docente están centrados en la acumulación de
conocimientos y están carentes de técnicas para organizar la convivencia en el aula. Nadie
acepta la responsabilidad de preparar a los futuros profesores para estas nada fáciles
relaciones interpersonales. De otra parte, la investigación debe avanzar mucho en este campo.
En cualquier caso, aquí hemos querido reflejar un breve resumen de las posibilidades de
intervención que en este campo existen.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
LA CONVIVENCIA ESCOLAR
INTRODUCCIÓN
La historia muestra más ejemplos de dominio y avasallamiento que de cooperación entre los
pueblos. Actualmente apostamos a favor de una mayor igualdad y respeto, a favor de unos
valores consensuados en la Declaración Universal de Derechos Humanos.
La construcción solidaria de nuestro mundo actual y del próximo siglo requiere buscar
nuevos modos de relación entre los diversos grupos humanos y entre sus culturas. La
educación intercultural pretende este nuevo modo de relación. Es cierto que la educación sola
no puede conseguirlo. Ha de ser un empeño de toda la sociedad y de sus instituciones y
miembros. Pero la educación es un factor importante de cohesión y de renovación social.
Educación multicultural y educación intercultural son dos términos que se han difundido
rápidamente y se han puesto de moda recientemente. El primer término aparece a finales de la
década de 1960, el segundo, en la de 1970. En un cuarto de siglo han pasado de ser un tema
naciente a convertirse en un campo de investigación, en disciplinas universitarias y en un tema
de preocupación por parte de los profesores, directivos, técnicos y políticos de la educación.
Pero no han nacido como construcciones propias de una teoría determinada ni se han
traducido en un modelo teórico-práctico único específico de intervención educativa. Se trata
más bien de la revisión del viejo problema de relaciones entre pueblos y grupos sociales, desde
la visión de la antropología cultural, que va cobrando auge durante el siglo XX. Este problema
es muy complejo, pues abarca la realidad social en todo su conjunto, afectando, por tanto, a las
relaciones políticas, económicas, laborales, jurídicas, ecológicas, sanitarias, educativas, etc.
Precisamente esta complejidad exige que —en los estudios teóricos— se analicen a fondo
las teorías y modelos propuestos y que —en los programas y aplicaciones prácticas de
educación multicultural— se estudie a fondo la realidad social, ya que de lo contrario corremos
el riesgo de tocar solo los síntomas o aspectos superficiales, sin enfrentar, buscar las causas y
realizar las soluciones auténticas del problema social.
Para incrementar el sentido crítico se ofrece a continuación una visión esquemática de los
diversos enfoques y modelos de educación multicultural e intercultural, de modo que cada uno
pueda definir su postura social, política y educativa con mayor conocimiento de causa (Muñoz
Sedano, 1997).
Sales y García (1997) recientemente agrupan los modelos y programas en torno a las
políticas: a) política asimilacionista: modelo y programas de compensación; b) política
integracionista: modelo y programas de relaciones humanas; c) política pluralista: modelo y
programas de estudios de un grupo cultural; y d) política intercultural: modelo y programas
interculturales.
Analicemos, siguiendo este mismo esquema, los modelos y programas más importantes de
cada uno de los enfoques políticos y sociales.
ENFOQUE: HACIA LA AFIRMACIÓN HEGEMÓNICA DE LA CULTURA DEL PAÍS DE ACOGIDA
Modelo asimilacionista
En este modelo, para poder participar plenamente en la cultura nacional, los alumnos de
minorías étnicas deben ser conducidos a liberarse de su identidad étnica, pues de lo contrario
sufrirán retraso en su carrera académica. Se corre, además, el riesgo de desarrollar la tensión y
balcanización étnica.
Se trata de una idea tradicional, que pervive entre nosotros. En abril de 1886, A. Sutherland
(citado en Lovelace, 1995), Secretario General de la Iglesia Metodista de Canadá, escribe una
carta en la que deja explícito uno de los objetivos que tenían las escuelas-misión en Estados
Unidos y Canadá para estudiantes indios, en la que señala: «La experiencia nos demuestra que
el único camino en el que los indios pueden superarse y civilizarse es arrancándolos de sus
ambientes familiares y manteniéndolos alejados de sus hogares un tiempo suficientemente
largo de manera que puedan adquirir aquellos hábitos de orden, trabajo y esfuerzo sistemático
que nunca aprenderán en sus casas [...]. El regreso a sus hogares, aunque sea temporal, tiene
efectos nocivos, incluso después de uno o dos años de alejamiento, y puede dar como
resultado la pérdida de todos los valores adquiridos».
Modelo segregacionista
Se puede incluir aquí el programa de diferencias genéticas: los alumnos de grupos étnicos
minoritarios tienen peores resultados escolares a causa de sus características biológicas. Se
reagrupa a los alumnos según su cociente intelectual o nivel y se ofrecen programas distintos
que conducen a carreras de mayor a menor prestigio.
Modelo compensatorio
En este modelo se estima que los jóvenes pertenecientes a minorías étnicas crecen en
contextos familiares y sociales en los que no gozan de posibilidades de adquisición de las
habilidades cognitivas y culturales requeridas para funcionar con éxito en la escuela,
necesitando ser recuperados de su déficit sociocultural mediante programas compensatorios.
Esta forma de ver las cosas, en la que se etiqueta al niño minoritario como «culturalmente
desvalido», tiene dos consecuencias: por un lado, conduce directamente a los programas de
educación únicamente «compensatoria»; por otro, mueve al alumno a tener que optar bien
por un rechazo de sus raíces culturales (para asimilarse al grupo mayoritario), bien por resistir
conflictivamente a la cultura vehiculada por la institución escolar.
Para que pueda darse esta integración cultural pluralista, que posibilita un auténtico
interculturalismo, se requieren unas condiciones mínimas en la sociedad: reconocimiento
explícito del derecho a la diferencia cultural; reconocimiento de las diversas culturas;
relaciones e intercambios entre individuos, grupos e instituciones de las varias culturas;
construcción de lenguajes comunes y normas compartidas que permitan intercambiar;
establecimiento de fronteras entre códigos y normas comunes y específicas, mediante
negociación; los grupos minoritarios necesitan adquirir los medios técnicos propios de la
comunicación y negociación (lengua escrita, medios de difusión, asociación, reivindicaciones
ante tribunales, manifestaciones públicas, participación en foros políticos...) para poder
afirmarse como grupos culturales y resistir a la asimilación.
La política integracionista se suele entender como una postura de amalgamación que trata
de crear una cultura común que recoja las aportaciones de todos los grupos étnicos y
culturales. Esta idea de aglutinamiento generó en Estados Unidos el modelo del melting pot
(‘crisol’), sacado de una obra teatral estrenada en Nueva York en 1908, en la cual se concibe
América como una nación en la que todas las diferencias étnicas se funden en una sola entidad
nacional que es superior a todas ellas por separado. La pretensión es mantener la coexistencia
y el equilibrio entre las culturas minoritarias y ofrecer lo mejor de la cultura dominante para
todos. La teoría del melting pot se halla muy extendida en la sociedad americana, como señala
Bennet (1990), y son en realidad muchos los educadores que consideran que su papel principal
es conseguir que los grupos de niños y niñas procedentes de otros lugares del mundo se
asimilen dentro de la cultura dominante.
Para muchos teóricos sigue constituyendo una forma sutil de racismo y una creencia en la
superioridad de la cultura receptora. El mito del melting pot ha resultado ser una falacia que
camufla la ideología asimilacionista, puesto que la cultura anglosajona sigue siendo la
dominante y el resto de grupos culturales tienen que renunciar a sus características étnicas
para poder participar plenamente en las instituciones sociales, económicas y políticas de la
nación.
Este modelo aporta un aspecto positivo importante: la búsqueda del cambio de prejuicios,
estereotipos y actitudes, que es esencial en todo programa que pretenda educación
multicultural e intercultural. Pero tiene una grave limitación ya que no plantea el problema de
fondo: el análisis de las estructuras sociales, económicas y políticas que crean y mantienen las
discriminaciones clasistas, étnicas y sexistas
Los programas de aditividad étnica añaden los contenidos étnicos al currículum escolar, sin
ninguna clase de revisión o reestructuración del mismo.
Los programas biculturales y bilingües parten de la hipótesis de que los niños de minorías
étnicas obtienen peores resultados porque reciben la enseñanza en una lengua que no es la
materna. Para mejorar el éxito escolar de los alumnos minoritarios se organizan programas que
atienden las lenguas 1 (materna) y 2 (oficial o nacional) de modos diversos. En el programa de
transición se reconoce la lengua materna en la escuela como paso previo a la enseñanza del
idioma del país de acogida: así, en los años de Preescolar e incluso en los comienzos de
Primaria se imparte la educación en la lengua originaria. A mediados de la década de 1970 y a
principios de la de 1980 podían leerse encendidas defensas de este programa basadas en
supuestas razones psicopedagógicas (como es la tesis constructivista de que todo conocimiento
se asimila mejor si se enlaza con lo conocido, con las experiencias previas) o en razones
políticas.
Según este modelo, la escuela debe promover las identificaciones y pertenencias étnicas, los
programas escolares deben atender a los estilos de aprendizaje de los grupos étnicos y a los
contenidos culturales específicos, se deben organizar cursos específicos de estudios étnicos e
incluso establecer escuelas étnicas propias que mantengan las culturas y tradiciones.
Uno de los objetivos finales más nítidos de la educación multicultural consiste en preparar a
todos los alumnos —mayoritarios y, fundamentalmente, minoritarios— para poder
comprender, adaptarse y funcionar adecuadamente, tanto en la cultura mayoritaria como en la
minoritaria; es decir, generar una auténtica «competencia multicultural». Esto implica
desarrollar en los diversos alumnos conocimientos (sobre las culturas en contacto), habilidades
(dominio de las varias lenguas) y actitudes (positivas respecto a la diversidad cultural),
cualidades, todas ellas, que les permitan participar, según situaciones, necesidades u opciones,
tanto en la cultura mayoritaria como en la minoritaria u originaria.
ENFOQUE: HACIA UNA OPCIÓN INTERCULTURAL BASADA EN LA SIMETRÍA CULTURAL
• Encerrar a los individuos en una identidad cultural fija e inmutable que les priva de la
libertad de elegir su propia «fórmula cultural».
• Reforzar las fronteras entre los grupos y acentuar los riesgos de intolerancia y rechazo del
otro.
• La perplejidad paralizante que se adueña del maestro relativista que no sabe qué es lo
que debe enseñar, si quiere ser respetuoso con las culturas de los alumnos de las minorías.
Desde los autores pertenecientes al paradigma o corriente sociocrítica se hacen críticas aún
más duras a los diversos programas multiculturales e interculturales. Esta corriente intenta
conseguir una sociedad más justa, luchando contra la asimetría cultural, social, económica y
política. Para la teoría crítica, «la educación multicultural o intercultural es una nueva forma
que la ideología burguesa tiene de presentar en la escuela los temas conflictivos, aislándolos
de sus repercusiones sociales y políticas, de su dimensión de poder. Es una manera de
enmascarar los problemas sociales, de raza y de sexo» (Etxeberría, 1992).
Frente al tipo «liberal» de educación multicultural blanda, la teoría crítica opone una
educación multicultural antirracista basada en la identificación de los grupos y problemas
sociales, para entrar en un proceso de liberación y de conquista de los derechos negados
tradicionalmente.
Los defensores de una educación no-racista (neoliberal) parten del presupuesto de que la
sociedad no es racista en sí y sostienen que la escuela no debe jugar un rol activo en la lucha
contra el racismo, ya que este tipo de lucha se sale del ámbito escolar al ser de tipo político,
ideológico... debe procurar evitar la transmisión de valores y conductas... Por otro lado, los
defensores de una educación antirracista (sociocrítica) parten de una premisa diferente:
nuestras sociedades sí que son racistas y nuestro sistema educativo es uno de los elementos
reproductores de esta ideología. Consecuentes con su punto de partida, los seguidores de la
educación antirracista afirman que la tarea principal del sistema educativo debe ser la de
combatir esta ideología que subliminal y subrepticiamente sigue transmitiéndose a través del
proceso educativo.
En este modelo, la escuela prepara a los alumnos para vivir en una sociedad donde la
diversidad cultural se reconoce como legítima. Considera la lengua materna como una
adquisición y un punto de apoyo importante en todo el aprendizaje escolar, incluso para el
aprendizaje de la lengua oficial la ve como un triunfo y no como rémora. El tema del pluralismo
cultural está muy presente en los programas escolares y en el proyecto educativo, no para
promover los particularismos culturales, sino para desarrollar en los alumnos el gusto y la
capacidad de trabajar en la construcción conjunta de una sociedad donde las diferencias
culturales se consideren una riqueza común y no un factor de división. Su aplicación se lleva a
cabo con todo el alumnado y no solo con el alumnado inmigrante.
Los fines de una educación intercultural son: reconocer y aceptar el pluralismo cultural
como una realidad social, contribuir a la instauración de una sociedad de igualdad de derechos
y de equidad y contribuir al establecimiento de relaciones interétnicas armoniosas.
Como resumen, cabe afirmar que la educación intercultural designa la formación sistemática
de todo educando en: la comprensión de la diversidad cultural de la sociedad actual, el
aumento de la capacidad de comunicación entre personas de diversas culturas, la creación de
actitudes favorables a la diversidad de culturas y el incremento de interacción social entre
personas y grupos culturalmente distintos.
Con esta concepción plena, la educación intercultural podrá dejar de ser percibida como una
necesidad marginal de las escuelas que atienden inmigrantes y minorías y adquirirá la
relevancia de ser considerada una de las dimensiones básicas de la educación general de los
individuos, los grupos y las comunidades.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EDUCACIÓN NO FORMAL
INTRODUCCIÓN
La UNESCO reconoce que las personas a lo largo de su existencia están sumidas en tres
prototipos de educación diferenciados y que comúnmente vienen a denominarse como
«educación formal», «educación no formal» y «educación informal». Estos tres tipos de
educación tienen sus específicas definiciones, y a la vez poseen sus propias diferencias, si bien
es también cierto que las tres formas de educación juegan un papel complementario de las
otras, pueden incluso coincidir y darse de manera simultánea en algunos casos. La sociedad
necesita actualizar permanentemente los conocimientos, valores y aptitudes a todos los niveles
y para todos sus elementos. Con este fin nos educamos a nosotros mismos, a nuestras
comunidades y a nuestros pueblos.
DELIMITACIÓN CONCEPTUAL
EDUCACIÓN FORMAL
Educación formal es el prototipo de educación reconocida comúnmente como tal, esto es, la
educación intencional que acontece en una estructura sistemática, institucionalizada, y
legalmente implantada (Sarramona, 1992), como es la escuela. Se vincula de este modo al
sistema educativo que es altamente institucionalizado, cronológicamente graduado y
jerárquicamente estructurado, y que comienza con la educación infantil y se ultima con los
últimos años de los estudios universitarios. Sus objetivos generales son totalmente acordes en
cada momento histórico con los intereses nacionales, según las líneas políticas establecidas por
el poder administrativo. Se le destinan cada vez más tiempo y recursos, aunque se trata del
sector que concede más prioridad a la transferencia de conocimientos que a la adquisición de
valores y a la estructuración de la personalidad. Se concentran en ella las mayores inversiones
que los estados realizan en políticas educativas, concitando en este sentido muchas menos
posibilidades los otros dos prototipos.
EDUCACIÓN NO FORMAL
Educación no formal surge como tal denominación en la década de 1970 (Coombs y Ahmed,
1975), cuando comienza a afianzarse la idea de que la educación no puede considerarse como
un proceso reducido a las instituciones escolares y limitado en el tiempo y en el espacio, sino
que tiene que ampliarse a lo largo de toda la vida y en toda la pluralidad de situaciones que
conforman el universo de actuación de la persona, esto es, que debe contribuirse a la
educación integral desde todas las situaciones de la vida humana.
La declaración del año 1996 como «Año Europeo de la Educación y Formación a lo Largo de
toda la Vida» vino a ser la confirmación de esta transformación en el seno de las instituciones
educativo-formativas tradicionales, así como el reconocimiento de todas aquellas nuevas
instituciones e iniciativas de educación y formación que complementan eficazmente el
cometido de aquellas, que son precisamente las entidades y programas dedicados a la
educación no formal.
El problema de fondo latente, y que hace indispensable este tipo de educación, es la
necesidad de formación de los sujetos para adecuarse continuamente a los procesos de cambio
que la sociedad actual desarrolla, especialmente en los ámbitos laborales, y por la desigualdad
existente en la capacitación de las personas entre zonas urbanas y rurales, países ricos y
pobres, y según niveles de desarrollo.
EDUCACIÓN INFORMAL
Educación informal es el conjunto de acciones que tienen consecuencias educativas sin que
previamente hayan sido organizadas como tales. Produce efectos formativos a partir de
procesos educativamente considerados indiferenciados e inespecíficos, y sin que exista
configuración alguna de objetivos educativos en el desarrollo de esas actividades. Es un
proceso que puede acontecer a lo largo de toda la vida y en cualquier situación, mediante el
cual las personas adquieren normas, valores y actitudes en su vida cotidiana y en relación con
su ambiente: familia, amigos, medios de información y todo tipo de factores que pueden incidir
en el entorno de una persona.
Es nuestro deseo resaltar aquí cómo en algunos de los ámbitos no estructurados, pero
básicos desde la perspectiva de la educación informal, se observan graves déficits, por lo que
deberían implementárseles más responsabilidades y recursos por las políticas de los diversos
países. Así acontece con la familia, que es la unidad básica en el desarrollo de los sujetos, y
como tal debería ser reforzada, y con los grupos de jóvenes-amigos, que ejercen gran
influencia sobre sus decisiones y conductas, constituyendo en suma un elemento clave para el
éxito de las personas. A través de uno y otro grupo sería muy adecuado y conveniente el
refuerzo de los sistemas de valores: autonomía, solidaridad, compromiso, sentido de la
responsabilidad y similares, que se hacen imprescindibles en una educación integral coherente
de la juventud para que pueda asumir una vida adulta plena y responsable. En este sentido se
vertieron las conclusiones de la Conferencia Mundial de Ministros responsables de la juventud
en la «Declaración de Lisboa sobre políticas y programas de juventud», agosto 1982.
Los cambios sociales, el fenómeno de la globalización y la revolución de las tecnologías hace
que las nuevas generaciones, para poderse acercar a estos grandes desafíos, tengan que
desarrollar nuevas capacidades que les ayuden a comprender estos fenómenos y nuevos
valores y comportamientos para asumirlos de manera responsable. Esta nueva mentalidad, que
en los momentos actuales se forma en el entorno cotidiano informal, familia y amigos, puede
que en un futuro no lejano tenga que incorporarse a espacios más sistemáticos. Aquí
únicamente apuntamos la conveniencia y necesidad de esta formación.
EVOLUCIÓN Y DESARROLLO
El análisis de los tres conceptos nos descubre y pone de manifiesto «una red de relaciones
de semejanza y contraposición» (Vázquez, 1998), de acuerdo con los criterios de duración,
universalidad, instituciones y estructuración, que resumimos esquemáticamente en la tabla de
arriba.
La comprensión del nuevo término educación no formal cobra fuerza guiada al menos por
tres situaciones claves:
• Su carácter de complementariedad referido a los niños y jóvenes, por cuanto que atiende
necesidades nuevas y distintas de las que pretende y consigue el sistema educativo.
De este modo es fácil colegir cómo se relaciona íntimamente en el caso de los niños y
jóvenes como complementariedad del sistema educativo, y en el de los adultos, con los
conceptos recientemente acuñados pero ya clásicos, de educación de adultos, educación
permanente o educación a lo largo de toda la vida. Si se continúa profundizando en este
análisis comparativo con otras variables significativas nos encontramos lo siguiente:
• La excesiva vinculación que ha tenido desde sus inicios con las carencias y las poblaciones
subdesarrolladas y grupos desfavorecidos. Aunque ciertamente la educación no formal ha
venido aportando mucho a estas situaciones, y casi ha nacido para ello, en los momentos
actuales no solo se organiza con esa finalidad, sino que ha tomado un carácter de
complementariedad y ayuda para gran número de sujetos que han alcanzado altos niveles de
educación formal.
SU PROFESIONALIZACIÓN
La preparación para la educación no formal en España por ejemplo ha venido dada a finales
del siglo XX por determinadas preparaciones afines, que no propias, que constituyen una
variada amalgama sin organización sistemática de los conocimientos, actitudes y valores que
un profesional de este ámbito debe tener en el desempeño óptimo de sus funciones. Podemos
citar entre otros, diversos planes y programas organizados por muy diversas instituciones o
colectivos: las Escuelas de Animación Sociocultural públicas y privadas, los Cursos del Plan de
Formación e Inserción Profesional, los Planes de Empleo y del Fondo Social Europeo. Todas
ellas conformaban —y conforman— una «variopinta organización» de formaciones parciales,
sin criterios claros de homogeneidad, y, lo más preocupante, muchos de ellos carecen de una
garantía de calidad tanto en lo que se refiere a los objetivos, como a los contenidos,
profesorado y metodología.
La preparación específica para estos profesionales se establece por primera vez en España
en fechas recientes y bajo la denominación de Título Universitario Oficial de Diplomado en
Educación Social, por el que se desarrollan las directrices generales propias del plan de
estudios conducente a la obtención de esta titulación propia (Real Decreto 30-VIII-1991, BOE
de 10 de octubre). Se afirma taxativamente: «Las enseñanzas conducentes a la obtención del
título oficial de Diplomado Social deberán orientarse a la formación de un educador en los
campos de la educación no formal, educación de adultos (incluidos los de la tercera edad),
inserción social de personas desadaptadas y minusválidas, así como en la acción
socioeducativa».
A partir de este momento podemos hablar de que efectivamente existe una preparación
propia del educador social, como profesional de los servicios sociales, donde hasta ese
momento destacaba únicamente la Diplomatura de Trabajo Social. A ambos títulos se les han
unido recientemente (en 1996) los Superiores de Formación Profesional: de Animación
Sociocultural, Integración Social y Educación Infantil, que a su vez venían funcionado con
carácter experimental. Pero no basta con el mero reconocimiento del título profesional, sino
que ha de dotársele de adecuada formación, de habilidades y competencias suficientes para
resolver situaciones y problemas inherentes a su profesión y, que se trata, como se ha indicado,
de competencias en los campos de la educación no formal, la educación de adultos (incluidos
los de la tercera edad), la inserción social de personas desadaptadas y minusválidas, así como
en la acción socioeducativa. De acuerdo con ello, este profesional tiene que conocer o estar en
disposición de poseer, así como ser diestro o estar en disposición de serlo, todos aquellos
conocimientos y técnicas que le permitan ser competente en los campos señalados para ser
capaz de dar respuesta a las exigencias de su profesión, desde la planificación hasta la
evaluación pasando por las técnicas para la mejora de las habilidades sociales. Nuestra visión
personal sobre el tema y su relación con otros profesionales, también del campo educativo,
queda expuesta en el esquema que se muestra en la página siguiente.
El educador social en el desarrollo de su función educadora tiene que poseer, como otros
profesionales, su propia autonomía dentro del contexto en el que lleve a cabo su actuación,
auspiciado bajo el derecho que podemos denominar genéricamente como libertad de cátedra.
Ahora bien, observado desde la vertiente de trabajo social y cultural, que es el campo en el que
desarrolla su tarea, es evidente que su labor está en parte condicionada por aspectos
económicos y políticos, que pueden hacer peligrar algo esta autonomía. Conforme se vaya
afianzando su propia personalidad, y el paulatino desarrollo de la profesión, así como el interés
y la conquista de espacios que el colectivo vaya propiciando, se conseguirá que dicho peligro se
extinga paulatinamente.
La sociedad tiene también que contribuir a este reconocimiento, así como a la salvaguarda
de sus funciones, porque aunque una vez delimitado el campo y ámbitos profesionales no
ofrecen lugar a dudas, la juventud de la profesión contribuye a que el intrusismo profesional
sea grande, y es claro que habrá que evitarlo. Conforme se vayan formando las futuras
promociones y cubriéndose los puestos de trabajo específicos que desarrollen las labores
propias del educador social, la lucha por evitar el intrusismo está servida. De la adecuada
formación dependerá en gran parte el desarrollo de esta profesión en los distintos ámbitos.
• Tareas preventivas o profilácticas, que como indica su misma denominación, son las
destinadas a evitar las perturbaciones de la conducta.
• Tareas correctoras, reinsertadoras o terapéuticas, que son las empleadas para resocializar,
para rehacer la conducta disocializada o alterada y en definitiva para devolver a los usuarios a
la normalidad. Este ejercicio profesional es el que requiere más formación inicial y
permanente. Muchas de estas tareas pueden ser compartidas con los psicólogos; a ellos
habrán de reservarse las terapias más serias, que requieran mayor formación (Quintana, 1994).
Los campos prioritarios hacia los cuales se puede encaminar la demanda profesional del
educador social son:
• Educación ambiental.
• Animación sociocultural.
Estos campos prioritarios engloban la mayor parte de salidas profesionales que hoy por hoy
puede tener el educador social como profesional de la educación no formal; ahora bien, dado
que se trata de un sector muy dinámico, su propia existencia genera y condiciona su evolución
constante. Su ámbito profesional está en relación con las respuestas que se generen ante las
diferentes problemáticas sociales y culturales, y por eso, las salidas profesionales irán
cambiando en la misma medida que lo hace la sociedad y la cultura.
Las modalidades profesionales posibles en el ámbito de sus competencias que pueden estar
organizadas tanto desde el sector público, administración central, autonómica, comarcal o
municipal, como desde el sector privado en las empresas de servicios, o desde el sector social
como las fundaciones, ONGs, asociaciones, o entidades sin ánimo de lucro (Armengol, 1995)
son en síntesis las siguientes:
• Ejercicio profesional funcionarial. Modalidad que se corresponde con los pertenecientes a
los «cuerpos» de la administración pública estatal, autonómica o local.
• Multiplicidad de centros, entidades y programas que tienen algo que ver con la educación
social:
— Universidades populares.
— Cruz Roja.
— Instituciones penitenciarias.
— Hogares de ancianos.
— Centros hospitalarios.
— Juzgados.
— Centros de salud.
— Formación de adultos.
Sin duda, los profesionales para la educación no formal, dado el carácter polifacético y
pluralista que esta tiene, han de estar dotados de una formación profunda de carácter general,
pero a su vez flexible y abierta a los continuos cambios, puesto que debe permitirles que vayan
seleccionando y organizando su propia especialización y dominio de técnicas, para adaptarse y
dar solución en las diversas situaciones que acontecen y exigen su intervención.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
EDUCACIÓN NO FORMAL
La formación permanente en el adulto: nuevos caminos del siglo XXI, por José Luis Cabezas
Casado y Ramona Rubio Herrera
INTRODUCCIÓN
Un paso importante en el siglo XXI ha sido, sin duda, el darnos esa oportunidad; la
oportunidad de llenar de contenido ese tramo de vida que va desde la década de los cincuenta
a los ochenta años, periodo que no existía en el siglo pasado debido a la esperanza media de
vida de las poblaciones y que no existe aún en muchos países pobres del planeta. Los hombres
de Neandertal de hace 60.000 años vivían veinte años, los antiguos ciudadanos de Roma
cuarenta y ocho, un mayor actual puede en los países industrializados tener una esperanza de
71,6 (varón) o 78,7 (mujer).
El envejecimiento sin patologías puede llegar a unos ochenta y cinco años, de hecho el
conocimiento de la biología molecular hace pensar en una duración máxima de vida de 120-
125 años; a eso llamamos oportunidad.
En este capítulo vamos a tratar sobre las formas de cristalizar esa oportunidad, a través de
distintos estilos de vida, de participación social, de Aulas de Mayores, en definitiva, de diversas
alternativas para que cada ser humano encuentre su identidad y sentido de la vida, teniendo
siempre en cuenta que el proceso de envejecimiento no asume una única forma universal. En
1979 Joaquín Aragó Mitjans, catedrático de la Universidad Central de Barcelona, decía que «el
envejecimiento siempre será un proceso diferencial», altamente diferencial. En 1999, veinte
años después, Bernice Neugarten en el libro Los significados de la edad, reflexionando sobre
los fenómenos complejos que participan en eso que llamamos «trayectorias de vida», dice que
la edad nos empuja a vivir hacia delante, pero nos mueve y nos conmueve también a entender
la vida hacia atrás, ahí esta la clave de ese proceso diferencial.
Por otra parte, hay que tener en cuenta que envejecemos a la vez en un contexto individual
y en un contexto social. Así, los cambios que actúan en el contexto actúan también sobre dicho
proceso y viceversa, porque en esa interacción dialéctica no es posible hablar de una
direccionalidad del cambio ontogenético hacia lo biocultural sino de una reciprocidad entre
ambos.
Desde esa dimensión vamos a analizar ahora la realidad psicosocial de los mayores, la
problemática de la globalización y algunos caminos para optimizar esa realidad.
Por ejemplo, la población mayor de sesenta años en España en el año 2010 ascenderá a 9,4
millones (23,7 por 100, que equivale a casi una cuarta parte de la población). De esos 9,2
millones de habitantes 7,2 tendrán más de sesenta y cinco años y 3,6 superarán los setenta y
cinco. Pensemos en estas cifras en su doble dimensión, no solo como una población receptora
de una serie de servicios, sino también, como una población que apoya y genera bienes a la
sociedad; por ejemplo, 700.000 mayores se dedican actualmente en España a cuidar: 340.000
cuidan a niños y 370.000 a otros mayores o enfermos, y desde la perspectiva institucional es
importante tener en cuenta esta fuente de riqueza, no para plantearla como rendimiento, sino
como fuente de sabiduría.
Si profundizamos en esta nueva realidad de los mayores a nivel europeo y nos preguntamos
quién y cómo se atiende a esa población en los distintos países podemos encontrar una clara
diferencia:
• Norte de Europa: Suecia, Dinamarca, Noruega, etc., emplean un sistema de bienestar en
el cual el Estado es el primer responsable de los riesgos de la edad. Los mayores deben ser
atendidos por el Estado y la familia o no tiene o tiene una obligación mínima.
• Muchos otros países europeos se rigen por una doble clasificación: a) los fondos de
cotización que brindan unos servicios en función de la cotización; tal es el caso de Alemania,
Holanda, en donde el Estado se hace cargo de las necesidades que no cubre la familia, es
subsidiario de la familia; b) en países como Italia, España, los niveles de cobertura estatal son
más escasos y es la familia la que ejerce la responsabilidad —tengamos en cuenta que los
Planes integrales dirigidos a personas mayores, promovidos desde Administraciones Públicas
en España presentan ratios de cobertura francamente escasos: hablamos de un 1,8 por 100 de
ayuda domicilio, de un 1 por 100 de teleasistencia, etc.
Los indigentes mayores tienen menos servicios de todo tipo, su nivel de información social
es muy bajo, y a ello se suman las deficiencias físicas y psíquicas que originan mayores
minusvalías en los pobres. La labor de prevención sanitaria no llega a este colectivo. Las
enfermedades crónicas degenerativas y mentales que generalmente afectan a las personas, en
la población mayor generan más impacto porque cuentan con menos recursos.
En la vejez aumentan las dificultades por pérdidas físicas, psíquicas, de capacidad para
realizar las actividades de la vida diaria. En la vejez suelen unirse dependencia y pobreza, según
Vázquez (2001).
A escala mundial en los países del Sur la pobreza tiene rostro de mujer. En 1997 un 58 por
100 de las mujeres mayores vivían en los países menos desarrollados y para el año 2025 su
proporción alcanzará el 71 por 100. Un informe del Banco Mundial advirtió en 1994 sobre el
advenimiento de una «crisis de envejecimiento» pero aún los países no están preparados para
el desafío.
La equidad entre las generaciones exige que se conceda aún más importancia a la viabilidad
a largo plazo de las finanzas públicas. Debe asegurarse una base más amplia para los sistemas
de protección social mediante un aumento del índice de empleo de las personas en edad de
trabajar.
En síntesis, mucho camino se ha recorrido pero queda aún más por hacer para asegurar
unos niveles mínimos de cobertura social a los mayores, y a la vez para generar roles de
participación activa en la sociedad. Evidentemente las políticas, desde las nacionales hasta las
locales, están orientadas a impulsar el «envejecimiento activo» como medio para un
envejecimiento saludable y satisfactorio, considerando a las personas mayores como recurso
imprescindible para el desarrollo sostenible de nuestra sociedad.
Si nos preguntamos: ¿las esperanzas y las inquietudes de los mayores de hoy son iguales,
son copias de las épocas anteriores?, tendríamos que decir que el mundo en que vivimos es
diferente al de épocas anteriores y que cuanto más capaces seamos de comprender
racionalmente el mundo y a nosotros mismos, mejor podremos manejar la historia. Debemos
librarnos de los hábitos y prejuicios del pasado para controlar el futuro. Estamos ante una
etapa de cambios globales, cambios que ya no afectan a un lugar de la tierra en concreto, sino
que se expanden con un rayo de luz.
Un ejemplo: los cambios climáticos tienen hoy efectos globales en nuestro planeta. Nos
enfrentamos hoy a situaciones de riesgo que antes nadie había tenido que controlar, hay
fenómenos que nos afectan independientemente de donde vivamos. Son fenómenos ligados a
la globalización. La ciencia y la tecnología también se han globalizado.
Tal vez lo más importante a destacar es que los cambios que nos afectan no se reducen a
una zona concreta del globo, sino que se extienden prácticamente a todas partes. Las
características de nuestra época surgieron con el impacto de la ciencia y la tecnología y el
pensamiento racional. Nunca seremos capaces de ser los dueños de nuestra historia, pero al
menos podemos y debemos encontrar maneras de controlar las riendas de nuestro mundo.
Cuántas costumbres, cuántas formas de vida han pasado «al silencio eterno». Costó
cincuenta años a la radio conseguir una audiencia de cincuenta millones en Estados Unidos, la
misma cantidad de personas que hoy utilizan ordenadores personales solo quince años
después de que apareciera el primer ordenador personal. Pensemos en formas culturales
visibles de la globalización: Coca-Cola, McDonald’s, etc.
Cuando hablemos en el último punto de este capítulo de Aulas de Mayores, ellas son
también un producto de esa globalización; se iniciaron en Francia y fue una iniciativa que ha
ido invadiendo múltiples países un tiempo récord. De ahí la importancia de que en los estudios
individuales e institucionales tengamos en cuenta este fenómeno único y característico de
nuestra época.
CALIDAD DE VIDA
La OMS define la calidad de vida como «la percepción del individuo de su posición de vida
en el contexto de cultura y sistema de valores en los cuales vive en relación con sus objetivos,
expectativas, patrones y preocupaciones».
La calidad de vida está muy ligada a los estilos de vida, en el ámbito individual y en el ámbito
social.
ESTILOS DE VIDA
¿Qué es estilo de vida? Estilo de vida es posiblemente uno de los principales determinantes
de la calidad de vida, del bienestar subjetivo, de la propia integridad social; estilo de vida sería
ese conjunto de decisiones que adopta cada individuo sobre su salud, sobre sus actividades,
sobre sus patrones de conducta, su interacción con el medio, sus expectativas, etc. Labouvief
decía que el envejecimiento comienza con la biología pero que el último ADN es el «estilo de
vida»; la forma como interpretamos y procesamos la realidad determina nuestro estilo.
El estilo de vida puede ser mucho más decisivo que la propia edad. Así nos encontramos que
existen múltiples formas de vivir la vejez dependiendo de la particular constitución subjetiva y
de la modalidad de relación que el sujeto establezca con el medio ambiente inmediato y
mediato.
• Un compromiso con el resto del grupo, una acción conjunta, a veces una nueva forma de
enfocar la vida, porque en muchas ocasiones lo que falta es experiencia previa en
participación.
Si concretamos más en qué áreas puede darse una actividad participativa en el mayor,
podremos decir que en la de compartir pensamientos, sentimientos y experiencias, contactos
sociales positivos, y estos en cuatro áreas básicas: educativa, laboral, física y recreativa. En
cualquiera de ellas más importante que el número es la calidad de esa participación. La
participación permitirá el desarrollo de las potencialidades y recursos que el anciano posee, y,
evidentemente, para que esa potencialidad se lleve a cabo necesitará de esa iniciativa personal
vinculada al estilo de vida, a los modelos relacionales interiorizados de cada sujeto, pero
también tendrá relación con la sociedad en la que envejece, con el contexto histórico-social.
Desde la década de 1970 toda la corriente evolutiva del Life-span (Baltes et al., 1988) demostró
claramente la influencia de los contextos, hasta el extremo de que no es posible analizar el
desarrollo ontogenético prescindiendo del contexto. Pero, y aquí esta tal vez la pregunta clave:
en la posmodernidad, en la cultura de la globalización, «¿han perdido riqueza los contextos?»
en esa tendencia de homologar la vejez a escala mundial. Posiblemente sí, pero no todo es
pérdida, también ha aportado aspectos positivos; tarea del hombre será buscar el equilibrio,
que en este caso es salvar su idiosincrasia, su propio pasado.
Cuando hablamos del mayor habrá que tener en cuenta, en primer lugar, que es superior el
número de mujeres que participan en actividades sociales, en Aulas de Mayores, etc., debido a
que tiene más expectativas de vida, o tal vez que el hombre tiene más índices de mortalidad:
En una sociedad en donde las principales metas se orientan a la obtención de bienes, la falta
de trabajo en estas personas puede ser considerada como una forma de exclusión social que
genera grupos de marginalidad o mayor vulnerabilidad social. La salida de esta dinámica está
en que los propios mayores creen sus espacios vitales, sus contextos sociales para envejecer,
para desarrollar sus habilidades y capacidades. La forma de llevarlo a cabo es a través de
«organizaciones» porque estas pueden ser entendidas como sistemas sociales compuestos por
individuos y grupos sociales que, partiendo de determinados recursos, pueden desarrollar,
tienen oportunidad de generar un sistema de actividades interrelacionado y coordinado hacia
un objetivo común dentro de un contexto.
La participación puede ser entendida como un mecanismo constructivo que les permitirá
mejorar su calidad de vida pasando de ser un grupo que se limita a recibir asistencia y
cobertura de servicios a un grupo emancipado protagonista, actores sociales en su doble
dimensión social e individual. Es decir, la participación es en última instancia una forma de
aprendizaje social que puede desembocar en un compromiso con los cambios sociales.
La clave está en que la Gerontología reconozca a los mayores como sujetos de acción. La
respuesta debe darse desde distintas dimensiones: desde la Universidad con su compromiso de
formación, desde la propia persona en su enfrentamiento a actividades de la vida cotidiana
generando nuevas situaciones, desde nuevas organizaciones...
Tal vez podemos entender que esta «reconstrucción» del significado del envejecimiento
puede ser un medio para adaptarse a los cambios, una forma de dar sentido a la continuidad
personal de la propia vida y un mantenimiento del propio autoconcepto.
Si somos objetivos, el balance entre pérdidas y ganancias en la senectud está claro hacia
dónde se inclina. Estas pérdidas se hacen especialmente evidentes en los planos físico y
psicosocial. En el aspecto de cambios físicos la pérdida de capacidades biológicas y el deterioro
general va paralelo a una mayor vulnerabilidad frente a la enfermedad. Desde el punto de vista
psicosocial envejecer implica la pérdida de algunos roles sociales que habían sustentado la
propia identidad durante muchas décadas de vida, la pérdida de amigos y la probabilidad de
perder amigos, pareja, etc. Esto aumenta con la edad. Sin embargo, a pesar de estos cambios,
de estas pérdidas, la edad no es un factor que afecte significativamente el nivel de satisfacción
vital. Lo que hace falta son estrategias de envejecimiento.
ESTRATEGIAS DE ENVEJECIMIENTO
Hay una realidad que admitir: el envejecimiento es de carácter irreversible; por tanto, la
línea de intervención es la de adaptarse a los cambios a través de la reconstrucción del
significado del envejecimiento y las implicaciones que ello tiene para la propia vida
(Brandtstädter y Greve, 1994).
El paso del tiempo de alguna manera conduce a generar nuevas necesidades: necesidad de
asumir nuevos roles, nuevas estrategias de afrontamiento, en donde la vejez no es un
inventario de pérdidas, sino una etapa más de la vida llena de «cambios y transformaciones»,
lo cual supone llevar al individuo a una nueva forma de estar en el mundo. Y ese camino hacia
la vejez activa requiere tanto del propio individuo —estilo de vida— como de las ofertas del
contexto sociocultural. En el cruce entre las ofertas y la selección por parte de la persona que
envejece está la clave.
Las expresiones educación permanente y educación de adultos han nacido y crecido casi
simultáneamente, lo que ha dado pie a menudo a una confusión de conceptos.
La educación permanente conlleva una serie de componentes esenciales. Por una parte, la
exigencia de recursos, medios e instituciones que actualicen y den satisfacción a la supuesta
educabilidad inagotable del ser humano. Por otro lado, la necesidad de que el conjunto de
medios existentes y deseables se integren en un sistema armónico, continuo, articulado, lo que
supone un principio de organización general y adecuación a las partes de este principio.
La sociedad es reflejo de las personas concretas que la componen, y las demandas siempre
preceden a la realidad; es lógico pensar que en una sociedad en la que se da un notable
incremento de la esperanza de vida y que está compuesta cada vez más por un gran colectivo
de mayores, los cauces de participación sean cada vez más demandados. Pero junto a esto hay
otras causas importantes.
Si el ser humano alcanza de una forma mucho más saludable y activa socialmente la
madurez, la jubilación (a menudo no deseada) puede convertirse en el inicio de lo que puede
ser una interesantísima etapa, o en el viaje a ninguna parte y en la antesala del fin de nuestra
vida. En ese momento, la soledad se presenta como uno de los principales y más habituales
sufrimientos del mayor. En este sentido las Aulas de Mayores han aparecido como una
estupenda iniciativa de punto de encuentro para el fomento de actividades colectivas y de
relaciones sociales. Pero debemos hacer una llamada de atención: la soledad que puede llegar
a experimentar una persona mayor no tiene por qué estar ligada solamente al sentirse
físicamente acompañado. La soledad a menudo puede estar más ligada a razones más
existenciales, a evaluaciones vitales poco favorables y a sentimientos de incomprensión en su
contexto social más inmediato. En esta línea, es necesario que las Aulas de Mayores ofrezcan
cauces no solo de reunión, sino de reflexión, desde el punto de vista cognitivo y socioafectivo.
Aprender a envejecer, a asimilar y a compensar los cambios, a hacer una evaluación
constructiva de su propia vida, a integrar en el presente el pasado y el futuro es uno de los
principales retos de las Aulas de Mayores, que deberán verse reflejados en sus propios planes
de estudios, pero sobre todo en los profesionales que interaccionarán con los mayores.
Junto a todos estos factores también debemos señalar una apertura y una sensibilización de
las instituciones hacia los mayores. Desde la OMS a la UE, desde las Administraciones centrales,
a las autonómicas y a las locales, la sensibilidad hacia los mayores va en aumento. Y la
Universidad también muestra esta nueva filosofía de apertura hacia los mayores.
En Suiza las primeras Aulas Universitarias para Mayores surgen en Ginebra en 1975 gracias a
figuras como Chavanne, Ducret y, sobre todo, el exdecano de la Facultad de Medicina, Willian
Geisendorf, quien guió con acertada sabiduría la experiencia.
Siguiendo con la influencia anglófona, tenemos que decir que, por ejemplo, en Estados
Unidos las experiencias que se llevan a cabo siguen teniendo un marcado reflejo del modelo de
educación de adultos. La experiencia más aproximativa salvo casos concretos radica en la
utilización de las instalaciones universitarias por parte de los mayores, en periodos
vacacionales. También podemos destacar como experiencias norteamericanas llamativas la del
Ethel Percy Andrus Gerontology Center, en el estado de California, con figuras como Schaie y
Birren a la cabeza. En Washington cabe destacar el National Council on Aging, que promueve
iniciativas a nivel nacional.
Pero si existe un país destacable en la amplia experiencia de Aulas de Mayores es
precisamente Canadá. La experiencia del Instituto Universitario de la Tercera Edad de Montreal
(1983), afiliado a la Universidad de Toulouse, que fue iniciada por la profesora Lamontaigne y
con la ayuda destacada del profesor Lemieux, brilla con luz propia. Québec y la fecha de 1986,
en la que se celebró en la Universidad de Montreal un foro de profesionales en torno a «La
Universidad y la Tercera Edad: educación e investigación», se configuran como exponentes
mundiales. Aparecen a partir de este momento los Programas de Educación ad hoc para
mayores, con vocación y regulación de enseñanza reglada para mayores. A partir de aquí
surgen experiencias importantes en las Universidades de Toronto, Mount St-Vicent Prince en
Nueva Escocia, Block, McMaster, Dalhousie, Alberta, Prince Edouard, etc. Tenemos que
destacar que junto a estas prestigiosas universidades aparecen iniciativas provenientes de otras
instituciones, que han promovido proyectos para mayores y para profesionales que trabajan
con mayores, como el Algonguin College, el Instituto Politécnico Reyerson, o el Niágara College
of Applied Arts and Technology. En la Columbia Británica podemos destacar el Okanagan
College, o el Douglas College, así como la Universidad Simón Fraser.
Vivir en una aldea global puede aportar una multitud de ventajas e inconvenientes para el
ser humano. En cualquier caso, el avance de la ciencia, de la comunicación y de la
interdependencia parece imparable, aunque en este proceso se luche por mantener la
singularidad cultural. En el plano de la Gerontología, este proceso también se está dando con
gran fuerza. Los avances tecnológicos y el intercambio de información científica permiten un
mutuo beneficio internacional. Desde el punto de vista experiencial, el intercambio puede ser
igualmente fluido y enriquecedor.
Posiblemente, las Aulas de Mayores que vienen en el futuro poco tendrán en común en
cuanto a metodologías y posibilidades con las que espléndidamente hoy conocemos, aunque sí
conservarán sus objetivos y una gran certeza: que llegar a ser mayor es una de las mejores
opciones que la vida nos regala.
Saber envejecer y adaptarse a la vida es un arte en definitiva para las personas, pero no lo es
menos para las instituciones. Y ahí está la clave de la felicidad en las personas mayores, y la
clave de la utilidad y perdurabilidad de las instituciones a través del tiempo.
Lo que tal vez debemos plantearnos de forma prioritaria son las estrategias adecuadas para
llegar a esas metas, entre ellas la de crear espacios vitales, contextos sociales para envejecer,
para desarrollar habilidades y capacidades. Es importante que los mayores y las instituciones
tengan en cuenta que en sus manos está la materia prima para hacer algo, y esa materia prima,
que a veces valoramos muy poco en la juventud, en la adultez o en la senectud es la «vida», la
gran generadora de oportunidades.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
INTRODUCCIÓN
A partir de la segunda mitad del siglo XX se producen, principalmente en los llamados países
industrializados, una serie de circunstancias que hacen inviable la Universidad tradicional para
dar respuesta a las demandas sociales que se originan. Por una parte, una explosión
demográfica fuerte produjo una masificación de las aulas universitarias que, al no disponer de
suficientes recursos económicos y humanos, originó un descenso de la calidad de la enseñanza.
Sanyal (1976) realiza un análisis de los problemas y condicionantes que surgen en esos años,
determinantes para entender las políticas educativas que llevarán a la institucionalización de la
enseñanza a distancia. Entre ellos tenemos:
• Alto costo de la educación por estudiante y fuerte presión social para conseguir una
educación gratuita en todos los niveles educativos, lo que va a producir un deterioro progresivo
de la calidad de enseñanza. Los costes de la enseñanza presencial son, aproximadamente, el
doble de los que se generan en la enseñanza a distancia.
• Falta de vinculación entre los sectores económicos y el sistema educativo, lo que origina
un reciclaje posterior de los licenciados por parte de las propias empresas.
Es indudable que todo esquema educativo debe apoyarse en alguna teoría como
fundamento de una base didáctica. Las características especiales que tiene la educación a
distancia han llevado a distintos autores a definir y poner en evidencia los rasgos específicos de
esta modalidad educativa. Así tenemos:
• Casas Armengal (1982): «El término educación a distancia cubre un amplio espectro de
diversas formas de estudio y estrategias educativas que tienen en común el hecho de que no
cumplen la tradicional contigüidad física continua de profesores y alumnos en locales
especiales para fines educativos. Esta nueva forma educativa incluye todos los métodos de
enseñanza en los que, debido a la separación existente entre estudiantes y profesores, las fases
interactivas y preactivas de la enseñanza son conducidas mediante la palabra impresa y/o
elementos mecánicos o electrónicos».
• García Llamas (1986): «La educación a distancia es una estrategia educativa basada en la
aplicación de la tecnología al aprendizaje, sin limitación del lugar, tiempo, ocupación o edad de
los estudiantes. Implica nuevos roles para los alumnos y para los profesores, nuevas actitudes y
nuevos enfoques metodológicos».
• Holmberg (1985): este autor ofrece una de las teorías más elaboradas sobre educación a
distancia. Según Holmberg «el estudio a distancia se basa en una comunicación no directa»;
como consecuencia se van a dar seis categorías:
— La base del estudio a distancia es normalmente un curso preproducido, generalmente
impreso pero que también puede presentarse a través de otros medios: cintas audio y vídeo,
programas de radio o televisión, juegos experimentales, etc. El curso tiene que ser
autoinstructivo, es decir, accesible para el estudio individual sin la ayuda de un profesor.
— La comunicación organizada de ida y vuelta tiene lugar entre los estudiantes y una
organización de apoyo. El medio más empleado es el material escrito con una importancia
creciente de las tecnologías de la comunicación y del material electrónico.
— Dado que el curso producido se utiliza fácilmente por un gran número de estudiantes y
con un mínimo de gastos, la educación a distancia puede ser, y lo es a menudo, una forma de
comunicación masiva.
— Una interacción con el texto, mediante confrontación de puntos de vista, preguntas, etc.
• Para Kaye y Rumble (1979) los rasgos que definen la educación a distancia son:
• Marín Ibáñez (1986): «Definir la enseñanza a distancia por que no es imprescindible que
el profesor esté junto al alumno, no es del todo exacto, aparte de ser un rasgo meramente
negativo. En la enseñanza a distancia la relación didáctica tiene un carácter múltiple. Hay que
recurrir a una pluralidad de vías. Es un sistema multimedia». Para este autor «la enseñanza a
distancia es un sistema multimedia de comunicación bidireccional con el alumno alejado del
centro docente, y facilitado por una organización de apoyo, para atender de un modo flexible el
aprendizaje independiente de una población, masiva y dispersa. Este sistema suele
configurarse con diseños tecnológicos que permiten economías de escala».
• Sarramona (1991): «La enseñanza a distancia es una metodología en donde las tareas
docentes acontecen en un contexto distinto de las discentes, de modo que estas resultan,
respecto de las primeras, diferidas en el tiempo, en el espacio o en ambas dimensiones a la
vez».
— Cuando las instituciones no apoyan las necesidades de aprendizaje de los adultos, ellos
consiguen apoyarse a sí mismos.
Las definiciones que hemos entresacado, junto con las teorías en la que se sustenta la
enseñanza a distancia, permiten hacer hincapié en una serie de características que se dan en
mayor grado que en la enseñanza presencial y que en ningún caso son excluyentes, como son:
• Utilización masiva de los medios técnicos. El avance espectacular de los medios técnicos,
especialmente Internet y el correo electrónico, ha permitido el acceso rápido a la información y
al conocimiento, eliminando las barreras geográficas, económicas, laborales y de cualquier otra
índole que tenían algunos estudiantes para acceder a la educación. El esfuerzo de las
instituciones a distancia se ha basado en hacer asequible, mediante préstamos a los
estudiantes, el ordenador personal, que permite impulsar el principio de igualdad de
oportunidades junto con un nuevo diseño instructivo.
EL ALUMNO
• La propia institución (sede central o centros de apoyo) con el fin de recabar servicios
administrativos y resolver problemas de ámbito general.
EL DOCENTE
LA COMUNICACIÓN
Sin comunicación no sería posible la educación, dado que en esta alguien (emisor) pone a
disposición de otros (receptores) un mensaje educativo a través de un canal que permitirá
emitir/recibir el mensaje simultáneo a su emisión o diferido. El correspondiente feedback
completará el circuito comunicativo convirtiendo al receptor en emisor y vuelta a empezar la
secuencia de comunicación.
El sistema de comunicación habrá de apoyarse en los canales o medios que soporten esa
comunicación. Actualmente disponemos de:
EL CONTEXTO EDUCATIVO
No solo hay mitos, también hay promesas: tanteos, ensayos y experimentos que confirman
algunas de las muchas expectativas que se sostienen sobre las tecnologías educativas. He aquí
algunas promesas: el logro de nuevos objetivos en las diferentes áreas curriculares, la
individualización del aprendizaje, los sistemas operativos de evaluación, la ayuda a los alumnos
con necesidades educativas especiales.
Pero más allá de los mitos y las promesas está la realidad. ¿Cuál es su verdadera realidad? Si
nos atenemos a los datos, tenemos que comenzar confesando que la aplicación de las nuevas
tecnologías a la educación comenzó con una serie de profecías fallidas. En la década de 1920,
se decía que los dibujos reemplazarían a los libros de texto. En la década de 1930, la radio se
convirtió en el epicentro de un nuevo tipo de clase. En la década de 1950, la televisión se
presentaba como el futuro de la educación. En la década de 1960, la «enseñanza asistida por
ordenador» iba a desplazar a los profesores. Ahora se dice que la escuela del siglo XXI es la
escuela virtual. La realidad es que ni los libros han desaparecido, ni se han vaciado las aulas, ni
se ha desplazado a los profesores.
A pesar de las profecías incumplidas, nadie puede negar que las nuevas tecnologías son un
poder casi sin límites. Pero también es verdad que son un instrumento que puede condicionar
el destino de la educación. Pero su fuerza instrumental nunca será capaz de cambiar la
educación por sí misma. El valor de la tecnología educativa, como el de cualquier instrumento
en las manos del hombre, depende no tanto del valor intrínseco o del poder efectivo del
instrumento, cuanto de la cabeza que lo dirige. El pincel del pintor desemboca en una obra de
arte o el bisturí del cirujano salva una vida cuando están dirigidos por un artista o por un
experto, y su valor se mide por el valor artístico o terapéutico del que los maneja.
Por eso, la educación se encuentra ahora en una encrucijada. ¿Cuál es la ruta pedagógica
que podemos seguir ante las nuevas tecnologías para que no ocurra con la enseñanza virtual lo
que ha ocurrido con la radio, el teléfono o la televisión?
Antes de encontrar una respuesta tenemos que recordar que la educación ha sufrido
algunos cambios importantes en las últimas décadas. En primer lugar, ha habido un cambio
paradigmático de indudables consecuencias: la educación ha pasado de un paradigma
«instruccional», que acentuaba la enseñanza y el profesor, a una paradigma «personal», que
acentúa el aprendizaje y el alumno que aprende. Ahora, lo importante es que el alumno
aprenda, y a ese proceso de aprendizaje se subordinan todos los elementos del sistema
educativo, incluidos el profesor y la enseñanza (Beltrán, 1993). Y ha habido un cambio
conceptual que interpreta el aprendizaje no como una adquisición, acumulación o
reproducción de datos informativos, sino como una construcción o representación mental de
significados.
De acuerdo con los cambios anteriormente señalados, hay que distinguir, pues, dos
pedagogías: la pedagogía de la reproducción y la pedagogía de la imaginación. La pedagogía de
la reproducción consiste en la presentación y desarrollo de los conocimientos que deben ser
luego fielmente reproducidos. Es una posición adherida al viejo modelo de verdad que es tanto
más verdad cuanto más fielmente es reproducida. La pedagogía de la imaginación, en cambio,
utiliza estrategias adecuadas para relacionar, combinar y transformar los conocimientos.
Responde al nuevo modelo de verdad centrada en la búsqueda, la indagación, la curiosidad y la
imaginación. La verdad, en este caso, es algo dinámico; es más una pregunta que una
respuesta, es más un proceso que un producto.
La enseñanza virtual puede estar apoyada en una u otra pedagogía, pero la mayoría de las
experiencias se apoyan en la primera. Ahora bien, ¿qué pasa si la enseñanza virtual defiende
una pedagogía de la reproducción? Pues que no habríamos avanzado nada, porque la
enseñanza virtual estaría ya condenada, desde el comienzo, a replicar y reproducir los datos
informativos; podría potenciar físicamente la acción humana, pero seguiría siendo
absolutamente incapaz de desarrollar todo su potencial de cambio y de transformación. ¿Qué
podemos hacer?
• Rediseñar la educación. Una primera propuesta sería aprovechar las nuevas tecnologías, y
más concretamente la enseñanza virtual, para rediseñar, repensar o reinventar la educación.
Las empresas que lo han hecho en la sociedad industrial han conocido el éxito. Las que se han
contentado con una simple reestructuración no han salido adelante y han sucumbido. En este
sentido, habría que volver a plantearse desde el comienzo y a la luz de las nuevas tecnologías
qué significa educar, cuál es el papel del profesor, el papel del alumno, el significado de los
contenidos y, sobre todo, la nueva configuración del contexto escolar.
• Interpretar las nuevas tecnologías no como una herramienta cualquiera, sino como un
verdadero instrumento cognitivo que extiende, amplía y potencia la inteligencia humana en su
difícil pero apasionante tarea de aprender. Es posible que esta sugerencia pueda parecer
todavía algo utópico e inalcanzable. Sin embargo, rastreando por Internet, se pueden encontrar
algunas pistas (Jonassen, 2000).
Una visión realista de la enseñanza virtual debe considerar, al menos, cuatro grandes
perspectivas que resultan imprescindibles a la hora de elaborar un diseño práctico y efectivo:
los procesos o dimensiones del aprendizaje, el papel del alumno, el papel del profesor y los
contenidos.
Aunque sea de forma muy breve convendría señalar las dimensiones o procesos del
aprendizaje que deben estar presentes en la enseñanza virtual si quiere seguir la ruta de una
pedagogía innovadora e imaginativa.
• Dimensión disposicional del aprendizaje virtual. Parece claro que hay una tarea
insoslayable del profesor y de la programación del aprendizaje, cada día más necesaria, que es
mejorar el aspecto afectivo-motivacional de los alumnos. Se trata de una tarea de apoyo
tendente a crear las disposiciones adecuadas para que el estudiante aprenda. Dado que es el
arranque del aprendizaje, y no está físicamente presente el profesor, se deberá tener en cuenta
este proceso básico que hace posible el aprendizaje y favorece la pasión por aprender. Las
grandes posibilidades de la enseñanza virtual deben encontrar aquí un campo especial de
trabajo para suplir la ausencia del profesor y captar el interés del alumno. Mecanismos como la
curiosidad, el desafío intelectual o la presentación de grandes modelos pueden despertar el
deseo y la pasión por aprender. La enseñanza virtual puede poner al servicio del aprendizaje
una serie de medios de gran calidad para disponer al estudiante a realizar un verdadero
aprendizaje innovador que le ayude no solo a aprender conocimientos, sino, sobre todo, a
aprender a aprender y a aprender a lo largo de la vida (Segovia y Beltrán, 1999).
• Dimensión directiva del aprendizaje virtual. Se trata de lograr que el alumno sea capaz de
conducir y controlar su propio aprendizaje. Desde la identificación de las metas hasta la
supervisión del propio proceso de aprendizaje, el protagonismo le corresponde al estudiante
que, a la vez que favorece el cumplimiento de todos sus objetivos, ejercita sus habilidades para
gobernarse a sí mismo y, de esa forma, desarrollar su inteligencia. Dadas las especiales
condiciones del aprendizaje virtual, este es el proceso que mejor y más pronto debe desarrollar
el alumno. La programación debe poner especial atención en guiar la capacidad del alumno
para alcanzar de forma progresiva su autonomía mientras aprende. Tanto la planificación de las
tareas como el control del aprendizaje pueden desarrollarse, casi de forma ideal, en el contexto
de la enseñanza virtual, dada la abundancia de medios, ocasiones y oportunidades que este
nuevo sistema educativo puede ofrecer a los estudiantes.
• Dimensión constructiva del aprendizaje virtual. En esta fase de construcción personal del
conocimiento, el papel del profesor y de la programación es ayudar al estudiante a poner en
marcha su capacidad de seleccionar, organizar y elaborar los contenidos que se le presentan
para descubrir y comprender su significado personal más profundo. La cantidad y, sobre todo,
la calidad de esas inferencias determinará la calidad del aprendizaje. Este es el verdadero
corazón del aprendizaje. Si la programación ofrece tareas reales que permitan al alumno
seleccionar, organizar y elaborar los datos informativos presentados, el aprendizaje está
asegurado (Beltrán y Genovard, 1996).
• Dimensión creativa del aprendizaje virtual. Abarca las dimensiones críticas y creadoras del
aprendizaje por las que el alumno trasciende los conocimientos adquiridos ofreciéndoles una
dimensión nueva, personal, innovadora que cambia la dirección convencional que hasta ahora
venían presentando. Es el ámbito del aprendizaje en el que se pone de relieve la capacidad
imaginativa del estudiante que, si se utiliza debidamente, debería desembocar en un
posicionamiento o compromiso personal frente a las teorías presentadas en los materiales
diseñados. El profesor y la programación previa realizada deben tener muy en cuenta la
necesidad de estimular la capacidad crítica y creadora de los estudiantes desarrollando
aquellas actitudes y disposiciones que favorecen el talento creador, como la capacidad de
descubrir problemas, la flexibilidad mental, la curiosidad, el desafío, etc.
El papel del alumno en este contexto debe ser diferente al del contexto convencional. Si el
aprendizaje se interpreta de forma reproductiva, poco hay que discutir. Pero si se interpreta de
forma constructiva, la enseñanza virtual puede jugar un papel trascendental y casi
desconocido. Se sabe que el cerebro humano no funciona igual en todas las tareas de
aprendizaje, ni en todas las formas de aprendizaje, ni en todos los tiempos de aprendizaje. Los
estilos, estrategias, preferencias, aptitudes e intereses de los alumnos son variables y de
indudable importancia a la hora de programar los aprendizajes escolares. Hay muchas formas
de ser inteligente y, en consecuencia, de aprender. La edad, la inteligencia, el sexo y la cultura
son otras tantas variables igualmente importantes desde el punto de vista estratégico. En una
palabra, el aprendizaje diferenciado, individualizado, personalizado ofrece oportunidades
excelentes de programación tecnológica. En el fondo, de lo que se trata no es de lograr una
enseñanza de excelencia, sino de lograr que cada alumno consiga en el aprendizaje su propio
nivel de excelencia.
Lo bueno sería integrar los dos lenguajes, los dos mundos. Sería interesante pensar por un
momento en lo que podría ser un centro educativo en el cual los profesores definieran su
trabajo en los dos lenguajes, de manera que se fueran borrando las fronteras entre el juego y el
trabajo, porque cada estudiante y cada profesor estuviera completamente volcado en
aprender, descubrir y crear, asumiendo riesgos; un centro educativo en el que la admiración y
la sorpresa fueran valoradas, los estudiantes experimentaran su pasión por el conocimiento, las
emociones fueran reconocidas como parte de la vida académica y no fueran reprimidas, la
armonía y la expresión artística tuvieran un lugar de privilegio y cada miembro de la
comunidad educativa pudiera compartir con los demás la responsabilidad de vivir y transmitir
estos mismos ideales. La enseñanza virtual puede contribuir de manera especial a la
conjunción e integración de estos dos mundos.
El papel del profesor ha cambiado sustancialmente con la aparición del nuevo paradigma
centrado en el aprendizaje y en el que aprende, frente al paradigma anterior centrado en la
enseñanza y en el profesor. Solo con indicar que las tecnologías no son tanto para que las use el
profesor como para que las utilice el alumno, ya se abre una perspectiva nueva a la
programación de los aprendizajes escolares. Pero el profesor puede encontrar en la enseñanza
virtual un instrumento tecnológico y cognitivo de indudable valor. Por lo general, el profesor
suele limitarse a transmitir y a evaluar conocimientos, y olvida las tres grandes funciones
educativas que deberían complementar su tarea: diagnosticar, mejorar y recuperar. Sin ánimo
de abordar exhaustivamente el tema, señalemos solamente una de estas funciones. Ningún
médico se atreve a recomendar ningún tratamiento si no hace previamente un buen
diagnóstico; pero sí se admite que el profesor enseñe cada día sin averiguar previamente
dónde está situado curricularmente cada alumno, cuál es su estilo preferido de aprendizaje, en
qué clase de inteligencia destaca, cuál es su cuadro personal de motivos, valores y relaciones
sociales, etc. Evidentemente, el sistema de enseñanza-aprendizaje no podrá ser igual para
todos si el conjunto de variables anteriormente señalado arroja notables diferencias, como es
de suponer. Y ahí es donde entran las tecnologías instruccionales.
LOS CONTENIDOS
Otro de los puntos de reflexión respecto al uso de las nuevas tecnologías es el problema de
los contenidos. Según los expertos, se han descubierto más conocimientos en los diez primeros
años de este siglo que en los diecinueve siglos anteriores. Los conocimientos siguen
aumentando de forma exponencial. Y hay un dato que los expertos confirman cada vez con
mayor convicción: cuantos más conocimientos se ofrecen a los alumnos, más difícil es que los
aprendan de forma constructiva, obligándoles, de esta manera, a reproducirlos
miméticamente. Y los que más pierden son los sujetos que más desean aprender
significativamente, es decir, los mejores alumnos. Las nuevas tecnologías tienen aquí otro
extraordinario campo de acción para superar el problema de los contenidos. Las nuevas
tecnologías podrían ayudarnos a rediseñar el currículum haciéndolo más asequible,
personalizado y significativo. Nunca como ahora se hace realidad el principio de la economía de
la enseñanza: no hay que enseñar lo que se puede enseñar, sino lo que se puede aprender.
Esto es más verdad aún en la enseñanza virtual (Segovia y Beltrán, 1999).
EL CONTEXTO EDUCATIVO
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
El marco contextual puede dibujarse de diversas maneras en función de los parámetros que
se escojan para adoptar perspectivas que nos permitan conocer y comprender la situación
contemplada. Nosotros seleccionamos los siguientes rasgos, de entre los posibles, por su
expresividad para definir una situación y por su trascendencia etiológica. Podría hablarse de un
conjunto de revoluciones por su capacidad para provocar cambios, algunos ya presentes y
otros previsibles, y porque suelen llevar aparejados problemas de marginación y riesgo social.
• Las nuevas formas en el ocio de los adolescentes como revolución y como reto educativo.
La adolescencia es distinta no solo en cada cultura, sino también en cada etapa de la historia.
Por eso, hay que comprender las conductas del adolescente dentro del marco social y temporal
en el que desarrollan sus vidas. Horarios de salida, llegadas a casa, sobre todo los fines de
semana, el consumo de alcohol y otras sustancias nocivas, determinadas conductas de riesgo,
la agresividad y sus expresiones en ambientes juveniles de ocio constituyen un conjunto de
problemas a los que la educación familiar trata de dar solución, aunque muchas veces sin éxito,
porque la mayoría de padres y madres reconocen que esta es una cuestión frente a la que con
gran frecuencia se sienten desbordados por lo que marcan los estilos juveniles imperantes en
cada contexto.
Entendemos aquí como minorías en situación de riesgo social aquellos grupos de individuos,
especialmente niños y adolescentes, que están expuestos a problemas, dificultades, peligros o
amenazas para un desarrollo deseable de su personalidad, más que la mayoría de la población
de su misma edad, debido a causas y factores de tipo social y familiar sobre todo.
Marginación o exclusión y riesgo social hacen referencia a situaciones que muchas veces van
unidas. De hecho, una persona que sufre algún tipo de exclusión social, por motivos
económicos, étnicos, culturales, etc., sobre todo si es niño o adolescente, está potencialmente
mucho más cerca de situaciones de riesgo social. Marginación y pobreza, exclusión y
comportamientos conflictivos van de la mano en muchísimos casos.
Excedería los propósitos y los límites de este capítulo referirse a las múltiples formas de
marginación/exclusión y a todas las minorías en situación de riesgo social, aparte de que
aspectos relacionados con este mismo tema ya se tratan en otros capítulos y a ellos nos
remitimos. Vamos, pues, a seleccionar varias situaciones de riesgo que afectan a algunas
minorías, aunque paradójicamente tales minorías sean actualmente «muy mayoritarias» en el
sentido de su frecuencia.
• Familias disfuncionales.
• Conflictos padres-hijos.
Cada una de estas áreas de riesgo tiene sus características específicas y ha de ser abordada,
en la intervención psicoeducativa, desde esa misma especificidad. Pero hoy existe un amplio
consenso entre los educadores e investigadores de estas cuestiones en la necesidad de
enfocarlas, a la hora del análisis y de la intervención, a varios niveles, sobre todo el de los
padres, el de los hijos y el de la familia como conjunto en su relación con otros sistemas
sociales. En todo caso parece obligado hoy en día ir mucho más allá del microsistema familiar y
habría que destacar la especial necesidad de las relaciones familia-escuela para que colaboren
en pro del sujeto de la educación, los niños y adolescentes, y no caminen como líneas paralelas
que, refiriéndose a lo mismo, los hijos/alumnos, no acaban de encontrarse (Vílchez, 1999).
Actualmente son varios los escenarios que se consideran a la hora de analizar el desarrollo
de la educación familiar. Muchas veces son escenarios con características problemáticas y
conflictivas, aunque esos no sean los únicos. Al reflexionar casuísticamente sobre ellos, no
debiéramos perder la perspectiva global. Primero, la del contexto inmediato y, segundo, el
concepto como conjunto de vivencias y praxis sobre la educación familiar de la mayoría de
padres y madres de un país, una cultura o una etnia determinada. Porque la problematicidad,
cualesquiera que sean las formas y expresiones que adopte, es un punto dentro de un
«continuum», donde con frecuencia es difícil saber dónde termina «lo normal» y empieza «lo
problemático», porque esto último no raras veces se está incubando en contextos y situaciones
aparentemente «normales».
• Familias en las que hay hijos con algún tipo de minusvalías y en cuyos ámbitos la
intervención socioeducativa trata de ayudar a los padres a que afronten la situación, conozcan
los servicios de intervención, apoyen y cooperen con la actuación de estos.
• Familias donde los hijos presentan dificultades de inadaptación social, como actitudes
violentas, indisciplina, drogadicción, etc.
• Familias en las que los padres se ven desbordados por las dificultades que les acarrea la
educación de sus hijos y necesitan apoyo, orientación, consejos psicoeducativos, etc.
• Las disonancias educativas, como por ejemplo criticar la competitividad y educar para
competir; censurar el consumismo y entender y practicar la educación como aporte de cosas;
emplear mucho tiempo en procurar a los hijos una hipotética felicidad y, sin embargo, no
dedicarles tiempo; asustarse ante los «males sociales», utilizarlos como chivos explicativos y
expiatorios y no hacerse un mínimo de autocrítica.
Por tratarse en otros capítulos de esta obra, no nos referimos aquí a situaciones
especialmente graves en el ámbito familiar, como serían el maltrato o los abusos sexuales, y en
los que el contexto suele ser siempre una familia disfuncional y/o desestructurada.
Entendemos por maltrato infantil el tratamiento extremadamente nocivo que los adultos
encargados de cuidar al niño le proporcionan, constituyendo un grave obstáculo para su
desarrollo. Se distinguen varios tipos de maltrato: maltrato físico activo (abuso físico) o pasivo
(negligencia en el cuidado físico), maltrato emocional activo (abuso emocional) o pasivo
(abandono emocional) y un tipo de maltrato que reúne características de los anteriores, como
es el abuso sexual. De hecho, la práctica educativa y la clínica demuestran que existe una
estrecha relación entre todos esos tipos de maltrato. Como factores contextuales que inciden
en el aumento de la probabilidad del maltrato se señalan: padres adolescentes (menores de
veinte años), desequilibrios emocionales, drogodependencias y falta de habilidades cognitivas
y sociales.
No todos los problemas de los hijos tienen su origen en la familia ni tampoco es esta el
ámbito adecuado para su solución. Pero no cabe duda de que la familia resulta afectada de una
forma u otra por cualquiera de los problemas que plantean los hijos. Los padres capaces y
competentes en la orientación y dirección de sus propias vidas tienden normalmente a criar
hijos capaces y competentes. Las familias capaces no están exentas de problemas, pero ponen
recursos y habilidades para resolver las dificultades educativas que los hijos presentan. Cuando
no existen esas capacidades básicas en los padres, nos encontramos con auténticas bolsas de
riesgo por incompetencia para resolver conflictos. No hay que olvidar que los estilos educativos
familiares afectan a los problemas de conducta del niño.
El riesgo educativo en los problemas de la vida ordinaria está en relación directa con la
incompetencia educativa de los padres. Y esta tiene que ver con estas carencias en ellos:
Un esfuerzo reflexivo y autocrítico podría devolver a los padres la imagen en espejo de sus
propios estilos educativos, porque las investigaciones demuestran (Vílchez, 1999) que existe
una escasa metacognición al respecto en los padres y en otros educadores. Más bien existe en
ellos un conjunto de preocupaciones que se expresan sobre todo en preguntas sobre qué hacer
y cómo hacer en esos conflictos de la vida ordinaria. Si hoy se dice que el know how es la llave
del éxito en el mundo empresarial, algo similar cabría decir de esa empresa básica que es la
familia, en referencia a la cual no cabe hablar de ingresos y gastos, de saldos positivos o
negativos, de inversiones o de cuenta de resultados, sino de sentimientos, valores y actitudes.
Junto a otras preguntas, cabe hacerse sobre esta cuestión una de tipo crucial:
psicológicamente ¿hay individuos tendencialmente inclinados, más proclives, más en situación
de riesgo que otros, para ser captados por grupos sectarios?
Los aportes de la Psicología social vienen a demostrar una vez más que cuando hablamos de
rasgos hemos de referirnos a un «continuum»; lo normal y lo patológico, la seguridad y el
riesgo, no serían sino los extremos de una línea continua. En nuestro caso, los polos podrían
establecerse como en la tabla siguiente:
• cuyo sentido relacional se sitúa en beneficio del polo grupal, con menoscabo del yo, con
baja autoestima;
• posee algunos de los rasgos que definen a los tipos conformista, autoritario y fanático.
Los jóvenes cada vez beben más y a edades más tempranas. Esta frase podría ser la
conclusión de frecuentes estudios sobre este problema. La OMS recomienda la abstinencia
total de alcohol en los menores de dieciocho años, pero los mismos estudios revelan que la
edad de iniciación en un consumo regular está en torno a los catorce años. El riesgo de
dependencia en la edad adulta es mayor cuanto más precoz es la iniciación en los hábitos de
consumo de alcohol. El deseo y recomendación de la OMS constituyen actualmente un
objetivo difícil de lograr.
En los últimos 15-20 años se han observado en las sociedades desarrolladas diversas
modificaciones en los patrones de consumo de alcohol. En concreto, se han incorporado de
forma creciente a este hábito segmentos de población que tradicionalmente se consideraban
abstemios, como las mujeres, los adolescentes e incluso los ancianos. En relación con los
adolescentes y jóvenes, el consumo de alcohol está fuertemente asociado a celebraciones,
diversiones y ocio. Singularmente los jóvenes, ya sin diferencias en función del género, han
pasado a ser uno de los segmentos de población más bebedores, sobre todo los fines de
semana.
Los especialistas consideran que un consumo semanal superior a 280 g de alcohol en los
hombres y de 170 g en las mujeres convierte a estas personas en bebedores de riesgo. El riesgo
que la bebida supone para la salud física y psíquica depende, en todo caso, del tipo de bebida,
la graduación, la cantidad ingerida, la frecuencia y las circunstancias en que se consume. Pero
es evidente que un consumo excesivo y a edades tempranas depara grupos de población en
situación de riesgo psicosocial, sobre todo en sociedades donde se ve «normal» consumir
alcohol y estos hábitos forman parte de la cultura, resultando a veces imperceptible la línea
que separa lo normal de lo no normal, lo tolerable de lo nocivo.
Cuando en una familia el padre o la madre abusan del consumo del alcohol, se comprueba
que estamos ante disfunciones graves en la educación de los hijos. Estos suelen ser víctimas
frecuentes de tales situaciones. Así pues, las poblaciones de riesgo se forman a partir de
padres alcohólicos cuyas conductas tienen efectos muy negativos en la educación de sus hijos y
a partir de adolescentes y jóvenes que, sobre todo desde contextos de relación con los iguales,
se inician en el consumo abusivo de bebidas alcohólicas. Un eslabón que agrava más las
situaciones es la mezcla de alcohol y otras sustancias, hábito creciente, y la conjunción entre
alcoholismo y conducción de motos y automóviles por parte de los jóvenes, que se convierte
en una de las principales causas de accidentes graves de circulación.
Algunas perspectivas nuevas en el consumo de drogas
Sin ánimo de ser exhaustivos en este punto, cabe apuntar algunos cambios:
• Cada vez resulta más claro que las sutancias de tipo hipnótico y sedante se encuentran
entre las que provocan mayores problemas sanitarios.
• Sus consumidores son jóvenes normalizados que suelen estar integrados en su entorno
social habitual.
• No hay suficiente conciencia social de sus riesgos y se da una cierta tolerancia ante la
situación por parte de los padres y adultos en general.
Diversas investigaciones como las que personalmente estamos llevando a cabo (experiencias
«Peñagrande» y «Los almendros», Madrid) nos descubren unos perfiles personales y familiares
en individuos afectados por la drogadicción y que actualmente se hallan en proceso de
rehabilitación. Adelantamos, a modo de preconclusiones, algunos rasgos de esos perfiles:
La opción educativa y comunitaria sobre el alcohol y las drogas es muy difícil y hay que
considerarla a largo plazo. Pero es, sin duda, la alternativa más sugerente y con más
perspectivas de eficacia. La intervención socioeducativa, según la mayoría de expertos, debe
ser abordada desde el contexto escolar y los servicios sociales comunitarios y especializados. El
objetivo deseable es abordar la problemática desde la perspectiva del sujeto como individuo y
como miembro de una colectividad.
INTERVENCIÓN
Para abordar situaciones como las descritas el modelo más adecuado, a nuestro juicio, es el
ecosistémico. Es un modelo que contempla los diversos microsistemas sociales básicos, entre
ellos especialmente la familia, junto a mesosistemas y exosistemas que influyen en los
individuos, dentro todo ello del macrosistema de una sociedad concreta, en cambio constante,
con sus modelos, símbolos, referentes, y su oferta explícita e implícita de valores. Desde esta
concepción ecosistémica, se trata de establecer y potenciar redes que favorezcan la
intervención individual, familiar y social. Es este un campo de encuentro interdisciplinar para el
análisis, la investigación y la intervención y un punto de encuentro donde pueden convergar los
distintos tipos de educación: informal, formal y no formal.
Estos puntos formarían parte de programas sociales concretos para escuelas de padres,
cursos y charlas de formación, programas de educación social con niños y adolescentes y,
desde luego, asumibles también en la educación formal.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
Si hay algún problema que preocupa, e incluso desconcierta, a los padres es la educación de
sus hijos cuando llegan a la adolescencia. Hasta ese momento, todo parece ir sobre ruedas. El
ambiente de felicidad es compartido por unos y por otros. Pero, de pronto, todo ese enorme
edificio parece venirse abajo de un soplo. Lo que estaba claro se hace confuso, lo que era
bueno deja de serlo y lo que hasta ese momento parecía digno de adoración, ahora se
convierte en algo insoportable y se trata como un obstáculo para alcanzar las aspiraciones
personales. Se pasa, en poco tiempo, de la felicidad a los años imposibles. En este capítulo se
analiza el fenómeno de la adolescencia desde una doble perspectiva, psicológica y educativa.
La finalidad es ayudar a los padres y educadores a comprender a los jóvenes adolescentes en el
momento más crítico de su vida,y, de esa forma, ayudarles a conseguir su más plena realización
personal. Se trata de saber cómo piensan, cómo sienten, cómo viven y cuál es su escala de
valores. Solo conociendo el mundo en el que ellos se mueven, es posible entenderlos y
ofrecerles ayuda.
Se suele definir la adolescencia con expresiones un tanto llamativas como edad de crisis,
edad tormentosa, edad del pavo o, incluso, los años imposibles. Con ello se quiere poner de
relieve que es una etapa preocupante, difícil, de la vida. Pero, como en toda generalización,
siempre hay algo de verdad y algo de exageración, al menos desde el punto de vista de los
adolescentes.
La palabra adolescencia viene del latín adolescere, que significa ‘crecer, madurar’. La
adolescencia comienza en la biología (trece años: cambios en la estructura, el peso, las
proporciones corporales, la voz, los órganos sexuales; es la etapa de la pubertad) y finaliza en la
cultura (la inserción laboral y la independencia familiar [18-19 años]). La adolescencia es un
periodo de transición entre la niñez y la vida adulta. El adolescente ya no es un niño, pero
todavía no es un adulto. Son los años imposibles.
La adolescencia, como toda etapa en la vida, tiene una lógica que es necesario tener en
cuenta para entender el comportamiento de los adolescentes. Esta lógica, desde el punto de
vista de la psicología, tiene cuatro grandes dimensiones que nos permiten conocer el
verdadero rostro de los adolescentes: cómo piensan, cómo sienten, cómo se relacionan y cómo
viven.
Los expertos en Psicología del Desarrollo creen que el pensamiento es la clave explicativa del
ser humano y, por tanto, del proceso mismo de desarrollo. El pensamiento del adolescente ha
alcanzado ya, de acuerdo con el esquema evolutivo de Piaget, el estadio de las operaciones
formales, es decir, el estadio adulto que va a permitir al adolescente abandonar la niñez y, con
ella, los esquemas mentales con los que hasta ahora venía operando.
PENSAMIENTO FORMAL
Una de las primeras capacidades que ofrece a los adolescentes el pensamiento formal es la
de analizar las teorías filosóficas, políticas, sociales o religiosas que han ido apareciendo a lo
largo de la historia de la ciencia, descubriendo los puntos fuertes y débiles de cada una de
ellas, así como las implicaciones que puedan tener para el desarrollo de la convivencia social.
Los diferentes puntos de vista representados en las diversas teorías científicas suministran al
adolescente innumerables argumentos que utilizará más tarde cuando trate de juzgar a los
adultos, a la sociedad e incluso a sí mismo.
Idealismo
El adolescente cree que los ideales se alcanzan sin esfuerzo; por eso piensa que los adultos
han traicionado sus ideales, se han vendido, incluso han claudicado. Más tarde, la dimensión
ideal alcanza también a sus amistades. Cree que sus amigos deben ser perfectos, leales,
absolutamente comprometidos. Por eso, algunos amigos le duran tan poco, pues ninguno
alcanza el nivel del ideal adolescente. Esto le lleva a la intransigencia con los demás,
especialmente con los padres. Más tarde, él mismo se da cuenta de que no sabe cómo
transformar en realidad esos modelos ideales que ha construido y surgen la depresión y el
desprecio de sí mismo por sus pobres resultados académicos o deportivos. Esta rebeldía e
intransigencia se va poco a poco superando con los años, adaptándose cada vez más a la
realidad, sobre todo cuando comienza un trabajo profesional, haciéndose más comprensivo
con todos.
También esta capacidad del pensamiento sirve al adolescente para interpretar la conducta
de sus padres; por ejemplo, para aventurar la hipótesis de que la rigidez de la disciplina familiar
sobre el tiempo de irse a la cama puede reblandecerse cuando los padres están muy relajados,
como en tiempo de vacaciones, o en las vísperas de fiesta, y así va comprobando la posibilidad
de cada una de las variables de sus hipótesis.
Pero esta capacidad de ver múltiples alternativas tiene otras consecuencias. Ahora, por
ejemplo, descubre muchas alternativas a las indicaciones de sus padres y no está dispuesto a
aceptar sus decisiones sin rechistar. Quiere saber no solo la posición de sus padres respecto a
un asunto, sino el porqué, y está dispuesto a discutir las ventajas de la alternativa escogida por
sus padres respecto a la escogida por él y sus amigos. De hecho, la oposición del adolescente a
las decisiones de sus padres forma parte de su propia falta de decisión. Aunque él tiene
dificultades para tomar sus propias decisiones, no quiere que los demás decidan por él.
Paradójicamente, la falta de decisión del adolescente causa a menudo una mayor dependencia
de los demás, sobre todo de sus compañeros y de sus padres. El adolescente exige que sus
padres adopten una actitud solo para poder rebelarse contra ella. Su actitud se asemeja a la
que cuentan de don Miguel de Unamuno que, al acercarse a una reunión, saludó diciendo: «De
qué se habla, que me opongo».
Este sistema contrariante de conducta hace realidad la teoría del frontón. Y es que los
adolescentes están en condiciones de probar el alcance de su inmenso potencial personal y
para ello nada mejor que utilizar a sus padres como si fueran una pared de frontón contra la
que lanzan su pelota una y otra vez para ver la fuerza con que vuelve de nuevo a sus manos. En
la potencia de esa devolución se descubren a sí mismos, se identifican con su imagen personal,
y comprueban los límites de su capacidad y su proyección posterior. Es un verdadero
entrenamiento para el futuro. Lo malo es cuando no encuentran ese frontón en casa y tienen
que buscarlo fuera. O cuando los padres, sin entender lo que está pasando, entran al trapo y
toman ese entrenamiento como un desafío en toda regla (Beltrán y Pérez, 2000).
Introspección
Hipocresía social
Restos egocéntricos
A esta edad todavía le quedan al adolescente numerosos restos del egocentrismo infantil
que le convierten en el centro de la vida y del universo. Por eso, surge la crítica aguda sobre sí
mismo al pensar en todas las cosas que podía ser y no es. Pero sobre todo, hace una crítica
despiadada contra la autoridad, especialmente la doméstica. Incluso los ídolos, que con tanto
mimo había ido creando, empiezan a resquebrajarse y a perder entidad ante la crítica
demoledora a la que los somete. En verdad, disfruta cuando discute. Se da cuenta de que las
nuevas armas del pensamiento son poderosas y las afila, de cuando en cuando, para
comprobar la eficacia de sus instrumentos.
Audiencia imaginaria
Uno de los fenómenos más curiosos de los adolescentes es lo que se ha dado en llamar
«audiencia imaginaria». El pensamiento formal, adulto, que ya posee el adolescente, le
permite conceptualizar no solo su pensamiento, sino el de otras personas, pero el lastre de
egocentrismo que todavía sigue arrastrando le impide distinguir su punto de vista del de los
demás. Es decir, a pesar de que el adolescente puede percibir los pensamientos de los demás,
no llega a diferenciar entre el objeto del pensamiento de los demás y el objeto de sus propias
preocupaciones. El adolescente está centrado esencialmente sobre sí mismo. Por eso, como no
llega a diferenciar entre lo que preocupa a los demás y lo que le preocupa a él mismo, supone
ingenuamente que los demás están tan preocupados como él por su comportamiento y
apariencia. En realidad, es la creencia de que los otros están preocupados por su figura y su
conducta lo que constituye el egocentrismo del adolescente.
De esta forma, el adolescente, empujado por los restos de egocentrismo que todavía le
quedan, anticipa las reacciones de la gente frente a él, apoyado en la falsa premisa de que los
otros le admiran o le critican como él mismo se critica o se admira. Según Elkind (1967) el
adolescente está construyendo o reaccionando ante unos espectadores imaginarios. Son
espectadores porque el adolescente cree ser el foco de la atención, y son imaginarios porque
en las situaciones reales esto no sucede. El fenómeno de los espectadores imaginarios explica,
en primer lugar, la falta de naturalidad de los adolescentes. Por ejemplo, cuando el adolescente
se critica, supone que los espectadores —y él forma parte de ellos— le criticarán también. Y
como los espectadores son fruto de su imaginación y comparten sus conocimientos sobre él
mismo, saben cuáles deben ser sus cuidados en la atención cosmética y su comportamiento. El
deseo del adolescente de mantener su intimidad y de ser reacio a revelar sus interioridades
puede provocar una sensación de sentirse siempre observado críticamente por los demás.
También explica el hecho bien conocido de que el efecto que más preocupa a los adolescentes
no es la culpabilidad, sino la vergüenza, es decir, la reacción frente a una audiencia imaginaria.
Fábula personal
Elkind (1967) señala que hay otra explicación complementaria a la de los espectadores
imaginarios. Como se ha señalado anteriormente, el adolescente no llega a distinguir entre lo
que le preocupa a él y lo que les preocupa a los demás, pero se deja llevar por sus propios
sentimientos. Como se cree tan importante y es contemplado por tantos espectadores
imaginarios, llega a considerarse como un ser especial y único en su género. Solo él puede
sufrir con tanta intensidad o disfrutar tan profundamente. No es raro escuchar de sus labios
frases como estas: «Es que no te puedes imaginar cuánto sufro». «No sabes lo que es estar
enamorada». «No sabes hasta qué punto necesito ese libro». También se da el caso contrario.
Por ejemplo, el adolescente siente que todo el mundo capta sus percepciones e inquietudes
personales; por ejemplo, siente que su nariz es demasiado larga, que todo el mundo lo sabe, y
que todo el mundo opina actualmente que es tan feo como él mismo cree. Intentar
convencerle de que su nariz no es tan larga, que el granito apenas tiene importancia, y que no
es tan feo como piensa, no sirve para nada. La creencia de ser único en su género llega a
convertirse en la convicción de que nada le puede pasar, de que no morirá, que la muerte es
algo que sucede a otros pero no a él. Este conjunto de creencias que le convencen de que es
único y de que es inmortal configuran lo que Elkind ha llamado fábula personal, una historia
que se cuenta a sí mismo y que no es cierta.
Cualquiera puede comprobar la existencia de esta fábula personal asomándose a los diarios
que escriben para la posterioridad, convencidos como están de que sus experiencias, logros y
frustraciones están haciendo historia. Llevados de esos mismos sentimientos establecen una
relación personal con Dios, a quien tutean familiarmente como a un confidente personal de
quien reciben, más que favores, apoyo y seguridad. Embarazos precoces, robos, actos
delincuentes son muchas veces una prueba más de los espectadores imaginarios y de la fábula
personal. Los espectadores imaginarios se van modificando progresivamente orientándose
hacia las reacciones de los espectadores reales. Los espectadores imaginarios no dejan de ser
una hipótesis que el adolescente contrasta con la realidad. De esta forma llega poco a poco a
reconocer la diferencia entre sus propias preocupaciones y las de los otros. El proceso de
cambio de la fábula personal sigue otra ruta, la de la amistad. Cuando el adolescente se ve de
una forma más real, después de haber cambiado los espectadores imaginarios por los actuales,
puede establecer relaciones interpersonales realistas y no basadas en el propio interés, en las
cuales el adolescente descubre que los demás tienen sentimientos parecidos a los suyos y que
han sufrido y se han exaltado como él. De esta forma, el egocentrismo se vence, pues,
mediante una doble transformación: en el plano cognitivo por la diferenciación gradual entre
sus preocupaciones y las de los demás; en el plano afectivo por la integración gradual de los
sentimientos de los demás y los suyos propios.
La adolescencia es un tiempo de cambio. Pero si hay que destacar alguno de los muchos
cambios que se producen en esta etapa de la vida, es el que se produce en el mundo de los
afectos y los sentimientos. El adolescente parece estar volcado en su mundo interior. No se
trata solo de un refugio, que lo es, sino de elaborar esa riqueza afectiva que va a ir poco a poco
impregnando toda la vida del adolescente.
SOLEDAD
Es esta tendencia extrema a la soledad la primera manifestación de su vuelta hacia el mundo
interior. Pero se trata de una soledad especial: los expertos hablan de una soledad «básica» del
adolescente que le hace sentirse solo aunque esté en compañía de los demás y que le puede
llevar al aislamiento. En el fondo, no es más que una consecuencia de ese impresionante
desarrollo interior que se está produciendo, y al que asiste verdaderamente fascinado por la
riqueza y variedad de los descubrimientos que a diario se encuentra. Esto le convierte en una
especie de isla, en parte, porque tiene la conciencia de que ahora depende solo de él y, en
parte, porque ha decidido interponer una distancia crítica con el mundo de los demás.
REFLEXIÓN
El gusto por la soledad está en relación con el descubrimiento del yo reflexivo, pues es en la
soledad donde puede el adolescente conversar consigo mismo. No se trata de recordar, como
en la preadolescencia lo que se ha sido, sino de orientar las reflexiones hacia el futuro, a lo que
se puede ser. Es, pues, una soledad intensa, un recogimiento activo. Esto le proporciona un
placer sereno, el vivir en sí mismo. Pero está lleno de preguntas: ¿Por qué vivo? ¿Por qué
existen todas las cosas? ¿Dónde está mi valor? La perplejidad de esta indagación filosófica
puede llevarle a un solipsismo o ensimismamiento paralizante
La vuelta hacia el mundo interior aumenta el gusto del adolescente por la vivencia del yo,
incluso, en ocasiones, le lleva a dar culto a cuanto hay de original en él. En este egotismo hay
que distinguir dos clases de fuerzas: una gran avidez por liberar todas las energías descubiertas
en su yo, y una profunda repulsa por todo lo que pueda limitar esas potencialidades o hacerle
perder su originalidad. Todo pasa, desde ahora, por el tamiz de esta instancia personal. El
impresionante mundo de ideas, imágenes y sentimientos que se despiertan con fuerza cada día
en el escenario de la intimidad personal le permiten revivir una nueva y apasionante
reestructuración anímica que atrae con fuerza la atención del yo. Pero también el mundo
exterior, ajeno a su vida personal, es ahora interpretado a la luz del yo, con lo que adquiere una
significación diferente. De esta forma puede irse abriendo una profunda grieta entre el mundo
exterior y el mundo interior, entre el adolescente y la sociedad, grieta que se puede ir haciendo
más ancha porque las fuerzas que le iban protegiendo desde niño se han ido disolviendo y no
pueden ofrecerle la seguridad de antes.
Además del culto al yo, hay en el adolescente una verdadera exaltación del yo. La novedad
del mundo interior en que penetra le comunica la impresión de riqueza, de infinito que se
siente cada vez que se logra divisar un horizonte nuevo. Esto le lleva a pensar que en su mundo
hay algo grandioso y único. Se siente genial en la medida en que se siente diferente a los
demás (Beltrán y Pérez, 2000).
DIARIO
CONTRADICCIÓN
En este mundo, universo interior, hay un extraño movimiento antagónico que le hace, por
una parte, huir de sí mismo y, por otra, encontrarse de nuevo. Así se explicaría el espíritu
aventurero de los adolescentes, que es expresión de la interna inquietud que tiende a
separarse de su yo anterior. Y busca el estímulo hasta la extenuación, pero también aspira a la
concentración y al reposo. Muchas conductas del adolescente sirven simplemente para apagar,
o al menos amortiguar, el estado psíquico dual de elevación y extinción del yo. El adolescente
se libra de su sobresaturación acudiendo a pequeños refugios íntimos como el de la poesía. Es
en realidad su estado personal un descubrimiento y una liberación de sí mismo.
SUSCEPTIBILIDAD E INSEGURIDAD
El despertar del yo produce también una gran susceptibilidad que expresa un sentimiento
exagerado de la propia dignidad, sumamente necesitada de indulgencia. El yo que acaba de
despertar solicita respeto de los demás por cuanto todavía no está enteramente seguro de sí
mismo. El adolescente vive una situación de extrema inseguridad. Él mismo no sabe bien quién
es y vive periodos en los que es todavía un niño completo, y otros en los cuales irrumpe el
hombre que va a ser. Quizá el sino de esta edad es no ser tomado en serio. En una vieja
película, Los años imposibles, queda reflejada la vivencia de los adolescentes ante la
enigmática y ambigua posición de los adultos. El protagonista, un famoso psiquiatra, profesor
de la Universidad y líder carismático de los jóvenes estudiantes, ve cómo al volver un día a casa
después de la clase, le estalla el problema entre las manos. La hija más pequeña, de catorce
años, le dice a su papá que esa noche va a salir con unos amigos y que volverá a altas horas de
la madrugada. El padre no sale de su asombro y después de una agria discusión le dice a su hija
que no le da permiso porque todavía es una niña. La hija, herida en lo más profundo de su
orgullo, le dice que ya no sabe lo que es, porque cuando sus padres quieren, ella es una
persona adulta, y cuando sus padres quieren, ella es una niña. En la discusión la niña estaba
viviendo de verdad los años imposibles.
Educativamente sería fácil resolver esto con solo tomar en serio lo que el adolescente es y
representa. Cuando el adolescente no consigue esta consideración, la esfera de las vivencias se
centra en la reivindicación ruidosa y, a veces, de la separación violenta. Esta sería la explicación
de las bandas juveniles que no siempre tienen una origen negativo, destructor, sino la
conciencia de una decepción juvenil que manifiesta de esa forma su necesidad de ser tenido en
cuenta, y culmina en la configuración de una cultura salvaje que no se resigna a ser de segunda
clase y se opone a la cultura adulta que no la tiene en cuenta.
BÚSQUEDA DEL TÚ
Pero la soledad es relación y búsqueda que, en forma de nostalgia, lleva hacia el tú. La
nostalgia adolescente no tiene un horizonte preciso, definido, personal; es tan solo un trasunto
medroso, sin rumbo fijo, lleno de fantasía y teñido de sentimiento que irá sacando poco a poco
al adolescente de su aislamiento voluntario.
TURBULENCIAS EMOCIONALES
El fenómeno emocional más frecuente y más temido es el arrebato de cólera que dibuja con
precisión de sismógrafo los movimientos y direcciones de la influencia social que presiona
sobre los adolescentes. Un gesto, una palabra, la más leve insinuación o comentario de los
adultos puede levantar tempestades en el sensible y siempre inestable mundo de los
sentimientos adolescentes. Como los sentimientos no están gobernados por la razón, nada hay
que pueda establecerse como criterio y guía para evitar con antelación esas tormentas. Todo
da a entender que la tormenta siempre está preparada y solo hace falta presentar un estímulo,
cualquiera, para hacerla estallar. No es posible encontrar una justificación, por mínima que sea,
a la reacción emocional del adolescente. No existe. Ni mucho menos una proporción
aproximada entre el gesto del adulto y la respuesta airada del adolescente. Al contrario, la
respuesta del adolescente es en estos momentos, y por definición, totalmente
desproporcionada al comportamiento del adulto. Y esto desconcierta a cualquiera. Algunos
expertos han definido, por este motivo, la adolescencia, como la edad de la tormenta. Lo
mismo que la tormenta, el estallido emocional adolescente es brusco, inesperado y transitorio.
A pesar de todo, esto tiene un profundo sentido evolutivo. La naturaleza crea una especie de
base de selección de la futura persona, experimenta consigo misma, para dejar subsistir por
último una sola forma como producto definido. Hay otras formas análogas: a los primeros
ensayos de lenguaje significativo precede un periodo de balbuceo en que se producen, como
para elegir, condiciones de sonidos a veces difíciles. También hay un estadio de desarrollo
inicial de la voluntad en el que se quiere no por algo definido, sino para probar la nueva
facultad y la afirmación de sí mismo. El juego es, igualmente, una interesante experimentación
de las más diversas situaciones y modos de conducirse.
INCOMPRENSIÓN
Pero el adolescente que se encuentra en medio de estas tormentas interiores no se
comprende a sí mismo. De ahí el importante anhelo de ser comprendido que se experimenta
justamente en esta época. Y el esfuerzo de comprensión de la persona que logra acercarse
confiadamente hasta el adolescente es ya necesariamente educativo, porque destaca y afirma
determinados rasgos de entre la multitud de formas contradictorias. Esta compresión puede
rebajar el nivel si acentúa los aspectos menos valiosos. Pero puede elevarlo si acentúa lo noble
y elevado del adolescente. El único sistema educativo eficaz es la comprensión superadora que
integra todo esto en un nivel cada vez más alto. Ahora bien, los adolescentes ofrecen muchos
puntos fuertes para la comprensión integradora del adulto.
CÓMO SE RELACIONAN
Hay dos rasgos de la adolescencia que marcan especialmente las relaciones sociales: la
relación con los padres y con los amigos.
EL CONTEXTO FAMILIAR
La familia es el espacio en el que los adolescentes pueden llevar a cabo sus tareas de
desarrollo. Sin embargo, el hecho de establecer los valores de identidad e independencia
dentro de un marco social en el que los padres han definido los valores, y en el que la identidad
de uno ha sido siempre la de un niño dependiente, es verdaderamente difícil aun en las
mejores condiciones posibles. Los adolescentes necesitan personas fuertes con las cuales
discutir su idealismo; pacientes, a las que contar detalladamente los roles que están
ensayando, y comprensivas, a las que arrancar una parcela de libertad pero dispuestas a
apoyarlos cuando fracasan. El contexto familiar es el más adecuado para satisfacer todas estas
necesidades adolescentes; pero lograr una atmósfera adecuada no es nada fácil.
Además, no todos los problemas adolescentes son iguales. El esfuerzo adolescente por
establecer un sentido estable de identidad probablemente contribuye menos al estrés dentro
de la familia que el impulso de los valores, ya que es un proceso más íntimo y personal que el
de los valores o el de la independencia. Aunque los padres pueden sentirse descolocados por
los roles que juegan o descartan sus hijos, el adolescente retiene su identidad con respecto a
sus padres. Pero los padres tienen que aprender a desarrollar relaciones adultas con sus hijos
mayores. Mientras ellos siempre serán padres para sus hijos, ellos no serán ya más sus niños. Y
la verdad es que resulta muy difícil para los padres dejar de tratar a sus hijos como niños. Esto
no se producirá hasta bien pasada la adolescencia.
INDEPENDENCIA
Crecer, llegar a ser persona es aprender a ser física y psicológicamente independiente de los
padres. El ser humano da muchos pasos desde el nacimiento para lograr esta independencia.
Los niños pequeños lo hacen con los intentos de sentarse y mantenerse de pie por sí mismos.
Más adelante tratan de vestirse y comer solos, utilizan eficazmente el lenguaje para comunicar
sus deseos, y en la adolescencia empiezan a buscar, sobre todo, la libertad psicológica respecto
de sus padres: ser ellos mismos, buscar sus propios amigos, elegir su carrera, mantener en la
intimidad sus secretos pensamientos.
EMANCIPACIÓN NEGOCIADA
Este fenómeno expresa, en realidad, el hecho de que en las profundidades del adolescente
ha nacido un nuevo yo. Por tanto, los movimientos de emancipación son naturales y necesarios
y no abierta oposición, desobediencia o enfrentamiento familiar. El adolescente comienza a
proponerse a sí mismo fines. Al principio, solo como experiencia. Por ejemplo, una excursión
con un tiempo absurdo y una duración descabellada, para probarse hasta ver a dónde llega. Lo
de menos es la excursión, lo importante es cumplir algún papel, hacer algo por sí mismo,
comprobar la fuerza de esa fuente apenas estrenada del yo. Y eso surge de pronto, sin previo
aviso.
Ninguno de los pasos que el adolescente ha ido dando desde su niñez caen en el vacío; son
todos ellos apoyados por la ayuda de los padres, de manera que bien se puede pensar que el
crecer es una empresa familiar, un asunto compartido por padres e hijos, aunque, a veces, los
hijos sientan que sus padres más que ayudar dificultan la tarea. Es este un fenómeno universal,
aunque el contenido pueda cambiar con el tiempo. Recordemos, por ejemplo, cómo Sócrates
le preguntaba a un joven llamado Lysis si sus padres satisfacían todos sus deseos, y Lysis se
quejaba de que, aunque sus padres parecían querer que fuera feliz, su padre no le dejaba
conducir el carro de la familia.
Los adultos tratan pues, a veces, a los adolescentes como si fueran menos capaces o
responsables de lo que son, pero, en general, favorecen el esfuerzo de los adolescentes por
alcanzar la independencia, estimulándolo y recompensándolo. De esta forma, los adolescentes
se vuelven más autónomos no solo porque son física y psicológicamente más maduros, sino
también por la autosuficiencia que se espera de ellos. Es fácil observar cómo la mayor parte de
las familias ofrecen gradualmente más privilegios, y exigen reglas y normas progresivamente
menos restrictivas. Por ejemplo, los padres van rebajando un poco cada año el horario de
volver a casa por la noche y determinan la edad en la que permiten a sus hijos establecer
relaciones con una/un chica/chico, conducir el coche familiar o viajar fuera con los amigos. Dar
independencia demuestra que los padres aceptan los esfuerzos adultos de sus hijos
adolescentes. Pero, a veces, los padres se sienten confundidos porque el mismo niño que pide
acaloradamente un cierto derecho o libertad critica acaloradamente a su padre cuando lo
concede demasiado fácilmente. La presión por la independencia es natural, pero la oferta de
independencia completa es llamativa.
EL CONTEXTO EDUCATIVO
SOCIEDAD Y EDUCACIÓN
INTRODUCCIÓN
Platón ya se escandalizaba de las características de la juventud que había en su época, una
constante que llega hasta nuestros días.
No se olvide que el adolescente no debe ser estudiado como un ente solitario, sino inserto
en una realidad espacial y temporal, que a su alrededor se encuentra su familia y su contexto,
que no puede ser diagnosticado en un corte vertical de su vida: «es así», porque tiene una
realidad transversal con un pasado y un futuro (a veces oscuro). Además, los diagnósticos
negativistas que solo insisten en clasificar y resaltar los aspectos problemáticos no sirven para
nada, hay que pronosticar pero aludiendo a lo positivo, a lo que le motiva, a lo que le engancha
socialmente, para llevarlo a efecto y desarrollar todas sus potencialidades.
EL PUNTO DE PARTIDA
Hay muchos supuestos que, aunque no se sostienen dentro del ámbito científico, se han
extendido peligrosamente y nos hacen pensar de manera injusta sobre la conducta de nuestros
adolescentes.
• No hay violencia juvenil, hay violencia del ser humano, de grupos, de naciones... Las urbes
en que habitan nuestros niños son agresivas, inhumanas; el rey de esa selva es el vehículo a
motor; se generan miedos; el niño tiene que ser visto en todo momento o puede ser atacado
por un pederasta, un psicópata, un secuestrador, un drogadicto. Esta constante alarma social
hace que sean recluidos en sus cuartos ante una pantalla de televisión, ordenador, videojuego.
En todo caso, hay más violencia latente que real y más psíquica que física (Farrington, 1989;
Goldstein y Séller, 1991).
Debe romperse el vínculo violencia/juventud; véanse para ello los datos de las diferentes
fiscalías y compárense por franjas de edad. Acontece que, paradójicamente, los medios de
comunicación hipertrofian lo minoritario y negativo, olvidando destacar lo genérico y positivo,
como la solidaridad juvenil.
Y qué decir de esas familias que hablan mal de todo el que le rodea, que muestran
vivencias negativas de las intenciones ajenas (del vecino, del jefe, de la suegra), de esos padres
que al subirse al coche se transforman en depredadores insultantes, de los núcleos familiares
que emiten juicios cáusticos contra el distinto (por color, forma de pensar, procedencia). No se
dude, generaremos intolerantes, racistas, xenófobos.
• No es verdad que el genoma humano esconda las raíces (o las semillas) de la violencia, la
violencia se aprende (Eron, 1987; Kadzin y Buela-Casal, 1999).
Y esto no está interiorizado. Cuando se detiene a un violador, mucha gente expresa: «¡No
tiene cara de violador!». En muchas casas al hijo se le alecciona: «Si un niño te pega una
bofetada, tú le pegas dos».
Y aunque hay quien lo discute, es clara la influencia del golpeo catódico de violencia en
series de televisión, dibujos animados y videojuegos; violencia gratuita, sin consecuencias,
donde gana el bueno, el que más mata, el guapo con el que el niño se identifica, revistas donde
se mezcla sexo y violencia, donde se transmite el peligroso criterio de que cuando la mujer dice
no, quiere decir sí. Claro que se influye negativamente sobre los niños, claro que banalizan la
violencia, la presión es muy fuerte y ejerce influencia, ¿o es que los empresarios y publicistas
están equivocados?
Hoy las mal llamadas «tribus urbanas» se agrupan para expresar violencia (muchas veces, y
aunque se discuta el adjetivo, gratuita, como pegar al número treinta que sale del metro), sin
buscar obtener beneficios. Hay una delincuencia de tipo lúdico y de consumo más que de
miseria o carencial.
La procedencia de los jóvenes es mucho más variada. Se implican más niñas (la proporción
1 a 8 está cambiando), que golpean a otra «porque es pijita», etc. Pero hay muchos jóvenes
que provienen de familias cuyo nivel socioeconómico es medio-alto, o muy alto. Hay quien
piensa que las bandas de «skins» están perfectamente estructuradas, que se marcan objetivos,
que hay una ideología interiorizada. Otros, en cambio, piensan que en algunos casos es así,
pero en otros el agrupamiento se realiza en busca del padre-grupo, de sentirse fuerte, de soltar
adrenalina (Costa, Pérez y Tropea, 1996).
Otros, como los «okupas», cuentan con cierta simpatía o complacencia social, pero son
utilizados con facilidad para extender prácticas de guerrilla urbana.
• La violencia no nace de la razón, aunque acalla a esta. La violencia del grupo se potencia
de forma geométrica. Desde el anonimato la responsabilidad se diluye. La «presión del grupo»
ejerce una fuerza desbocada que hace saltar los «topes inhibitorios». El joven en estos actos se
distancia de la víctima, vive el momento como «lúdico», le importan los suyos no el «objeto
inerte». Existe una profunda despersonalización. Es peligrosísimo que desde el analfabetismo
emocional, desde la incapacidad para sentir, se perciba que la violencia «sirve», por eso
precisa, exige una respuesta inmediata, no violenta, pero sí poderosa e insalvable.
Se necesita la prevención individual, en cada caso. ¿Qué actividades, símbolos tiene el hijo?,
por ejemplo, ¿qué enseñas: navajas, bates de béisbol, fanzines? Tiene que haber prevención en
las escuelas, con programas que busquen poner todos los medios para ayudar a maestros,
asociaciones de padres y alumnos a que las relaciones sean de respeto y afecto, no de
segregación, violencia o exclusión. Es muy necesario dado que nos encontramos con que, a
veces, los niños están eligiendo como delegado de clase (representante) al «matón» de la
misma. Hay que evitar el «machaque» continuado por ser «gordita», por ser «gafotas».
Precisamos una policía que prevenga (los estadios de fútbol y otras concentraciones sirven
para identificar a jóvenes con actitudes y vestimentas violentas), pero no se puede
subvencionar los viajes de asociaciones peligrosas que se sienten héroes al llegar a ciudades e
ir custodiados por policías.
Es muy difícil castigar la violencia ejercida por estos individuos, porque no se aclaran
responsabilidades penales. ¿Qué hacer? ¿Se castiga «solidariamente» a todos? Lo que es
perverso e inadmisible es que, unos por otros, hechos terroríficos queden sin sanción; la
ciudadanía se siente indefensa.
Debemos entender y creer que las soluciones con los adolescentes vienen de mano de la
respuesta social, no de la punitiva penal. Tenemos que desarrollar la sanción reparadora,
implicando a los vecinos. El trabajo en beneficio de la comunidad es una alternativa a un
Código Penal, que debe utilizarse como última respuesta.
Somos todos, sin excepción, los que con mayor o menor responsabilidad debemos
implicarnos en los problemas, que no son individuales aunque hablemos de temas tan
particulares como las agresiones o robos dentro de la casa, o la fuga de la misma. O de otros
temas que se etiquetan como «ilegales», porque esos temas o casos son personas, jóvenes,
niños sin vínculos, sin horizontes. No juzguemos conductas, sino sus causas, sus soluciones.
Otro tipo de adolescente que «florece», ante graves fallas educativas, es el 100 por 100
grupal, el que vive para los colegas y se activa solo con ellos; a veces, estos grupos pueden ser
violentos, nocivos, sectarios; algunos pierden su identidad personal, su capacidad crítica; prima
el padre grupo.
Otros muchachos se hacen, con nuestra involuntaria ayuda, drogodependientes; van desde
el que consume habitualmente droga de síntesis, busca un euforizante, potencia el «pico» de
subida de adrenalina, hasta el consumidor de alcohol «tipo nórdico», que mezcla alcoholes,
busca evadirse en el menor tiempo posible, con el menor gasto posible; los fines de semana
consume y huye de sí mismo, su placer está en alejar la consciencia de lo que le rodea. Puede
manifestar dos formas de ser antagónicas: de lunes a viernes se muestra normalizado; de
viernes a domingo utiliza la casa como un hotel, queda alienado.
Otros menores que estamos creando son los «enganchados» al ordenador, los que se inician
en la ludopatía, los compradores compulsivos (los vendedores saben que el niño es el
comprador potencial).
Para combatir la violencia, no hemos de regodearnos en los congresos que analizan sus
causas, sino en propiciar aspectos y ambientes sanos y enriquecedores a los más pequeños.
Hay que educar al educador (a quien va a educar) mediante escuelas de padres, campañas
en los medios de comunicación, etc., porque, no se dude, prevención es igual a educación;
utilizar dichos medios como herramienta de correcta socialización, propiciar la higiene mental
colectiva (hábitos saludables, valores de sensibilización, utilización del mediador verbal y de la
sonrisa, ponerse desde pequeño en los zapatos psicológicos del otro), humanizar las ciudades
(asimilar y valorar al distinto, formar en las aulas para captar y ayudar al que sufre, ganar
parques y lugares de encuentro), arrinconar el criterio de «todo para el niño, pero sin el niño»,
acabar con hipocresías como que los anunciantes que sostienen el deporte sean marcas de
alcohol y tabaco. Esa es la vacuna de este tipo de violencia de la que, por otro lado, los niños
son más víctimas que verdugos.
EL MENÚ DE LA SOCIALIZACIÓN
1. Se pone atención al niño desde antes de que nazca (es el producto, de su calidad va a
depender el resultado).
5. Se va ligando «la salsa» de la socialización del conocimiento al «otro», del respeto a toda
persona, animal, planta, objeto, de la aceptación de lo distinto. Se erradica el riesgo de la
anestesia ante el dolor ajeno.
7. Se retira «del fuego», para que se oxigene con buenos libros, pintura, teatro; para que
admire y disfrute de la naturaleza, los animales; para que desde pequeño haga deporte y se
apunte a grupos (campamentos, etc.) que despierten la solidaridad.
8. Se prueba y sazona (decir en algún momento no). Una bonita anécdota ilustra esto. Por la
noche, una niña llama a su papá y le dice: «papá ven», y papá va y le dice: «¿qué quieres
hija?». Y ella no contesta. Al rato la niña llama y dice: «papá ven», y el padre va y le dice: «¿qué
quieres hija?». Y ella no contesta. Así toda la noche hasta que, al final, la niña dice: «papá ven»,
y el padre va y le dice: «¿qué quieres hija?». Y ella le contesta: «que me digas No». Y es que,
como dijo Chesterton, «lo que más me gusta en el mundo son las ventanas, pero si me dejara
llevar por mi pasión, llegaría un día en que no habría paredes y, por tanto, no habría ventanas».
Se precisan límites, los adolescentes los demandan.
9. Se adorna con posibilidades para que sea solidario (inclusión en ONGs), para que
reflexione cuál es la razón de la vida.
11. Se sirve en una fuente social donde prevalezca la higiene mental colectiva con unas
pinzas de prevención, o lo que es igual, de educación. Educación que es de calado lento, de
generación en generación. Recordemos la anécdota de «Aquel ciudadano, que preguntó a un
inglés:
—¿Cómo es que tiene tan bien el césped?, y le contestó: —Muy fácil, se riega, se corta
durante tres o cuatro siglos y ya está».
PAUTAS SOCIOEDUCATIVAS
Concebimos a los jóvenes como sujetos activos y creativos, con capacidad para modificar y
mejorar sus características personales y del entorno, de participar en la búsqueda y
consecución de sus necesidades y en la satisfacción de las de los demás; no dudamos de que el
ser humano tiende a su autodesarrollo, por ende al desarrollo moral, que no es más que la
puesta en marcha de los anhelos constructivos propios de la persona, pero requieren de la
semilla de la educación, por eso todas las medidas respecto a adolescentes y jóvenes han de
tener un carácter educativo.
Hemos de actuar con el joven y su entorno, buscando que se sienta útil y lo sea para la
comunidad. La intervención mínima también alcanza a los contenidos e instrumentos con los
que cuenta la justicia de menores, siempre la medida menos intensa, la más normalizada es la
que menos perturba (Cerezo, 1998).
En el caso de los jóvenes, aún más que en el de los adultos, los fallos judiciales han de
buscar en la sanción, la resocialización del sujeto, por eso han de llenarse de contenido
integrador (reparación, a prueba...) y llevarse a efecto en el entorno del propio joven,
ayudando e implicando a quien le rodea. La justicia juvenil ha de alcanzar la amplitud y
trascendencia que le es inherente y propia, entre otras razones por el acrecentamiento de la
etapa de formación. Y ha de ser referencial para la de adultos.
Caminamos hacia una justicia negociada, donde la mediación entre quien ha cometido el
delito y la víctima reduzca el costo de todo tipo; el correspondiente equipo técnico realizará las
funciones de mediación entre el menor y la víctima. En el otro extremo del continuo,
estimamos la necesidad de centros donde el joven, en un ámbito formativo, conozca de los
límites y normas socialmente aceptadas como sistema disuasor por el hecho de su existencia
(Ortega, 1998; Ortega, Mora-Merchán yLera, 1999).
La conciliación tiene por objeto que la víctima reciba una satisfacción psicológica a cargo del
menor infractor, implica el arrepentimiento del autor, la asunción de responsabilidad y la
interiorización de un cambio cognitivo-conductual.
Son muchos años de pasos dubitativos entre el paternalismo y el castigo, entre la tutela y la
garantía de derechos, fiel reflejo del posicionamiento dicotómico y, a veces, fariseo de la
sociedad, que califica genéricamente de «pobrecillos» a aquellos que grita «que lo encierren»,
cuando el bien dañado es propio.
Hay que primar con profunda convicción la educación (en ocasiones no se puede hablar de
reeducación), hay que apostar por la capacidad reinsertora del cuerpo social, debemos contar
con la víctima (ya sea individual, grupal, colectiva).
Dice una canción vasca Txori Txuria: «si yo le cortara las alas sería mío, no se escaparía,
pero... de esa forma ya no sería nunca más un pájaro y yo quería al pájaro».