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HORA SANTA

Párroco
Señor Jesús.
Vengo a estar contigo...
Deseo contemplar lo que has hecho.
En la noche de Jueves sucedió algo que nos ha marcado para siempre:
1. - te quedaste con nosotros en la Eucaristía,
2. - anuncias una traición
3. - nos diste el Nuevo Mandamiento,
4. - anuncias una negación
5. - estableciste el Ministerio.
6. - Oras solo
Deseo acompañarte en este rato.
Aquí me tienes. Tú me conoces,
Sabes mi vida entera:
mis inquietudes...
mis trabajos...
mis dificultades...
mis alegrías...
mis esperanzas...
Tú me conoces mejor que yo me conozco.
¡Que yo me vea como Tú me ves!
Y te digo: "Yo sé que Tú me amas, y yo te amo, Señor Jesús"
Vengo a contarte algo mío. No es que Tú no sepas mi vida. Pero me sucede que al
contarte mi vivir comienzo a verme con tus ojos. Y comienzo a recibir tu fuerza en mi
espíritu.
Yo sé que, si hablo contigo, tú me sanarás.
Antes de nada, te doy gracias por lo que tengo: el cariño, el techo, la comida, la
familia, la cultura, la esperanza... y las cruces que vivo... ¡hazme fuerte en mi espíritu!
Y te suplico:
Cúrame de mis tibiezas, de mi superficialidad, de mi estar encerrado en mí mismo,
de mis miedos a seguirte.
Cúrame, Señor, de mi falta de libertad para amar, de mi insensibilidad ante cercanos
y lejanos.
Dame tu luz en mis decisiones y tu fuerza en mis actuaciones...

1. - TE QUEDASTE CON NOSOTROS LOLA CUETO

Esto nos cuenta San Marcos:


Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo:
«Tomad, éste es mi cuerpo”.
Tomó luego una copa y, dadas las gracias, se la dio, y bebieron todos de ella.
Y les dijo:
«Ésta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos.
Yo os aseguro que ya no beberé del vino hasta el día en que lo beba nuevo en el
Reino de Dios”.
Entrega y resurrección
Esto pasó y sigue pasando en cada Misa.
El pan que das a los tuyos es tu CUERPO ROTO, atormentado y entregado, tu vida
dada.
El vino en el cáliz del que bebemos es tu SANGRE DERRAMADA en la cruz, tu vida
dada por nosotros.
Y dijiste aquello de "os seguro que ya no beberé del vino hasta el día...” y es que tu
muerte no impedirá tu resurrección, que es triunfo sobre todo pecado y toda muerte.

Comulgar
Y nosotros ahora podemos comulgar de Ti, podemos recibir tu Vida cada vez que
comulgamos.
Y cada vez que comulgamos de ti, nos vamos pareciendo más a ti. ¡Gracias, Señor
Jesús!
¡Gracias porque te quedas con nosotros!
No somos dignos de recibirte.
Pero te amamos y por eso aceptamos tu vida entregada.
Tú sabes, Señor, que a veces no valoramos tu presencia viva en la Eucaristía de los
Domingos.
Y abandonamos fácilmente la Comunión contigo. Me puedo pasar mucho tiempo sin
recibirte...

La Misa
A veces, abandonamos fácilmente la Asamblea cristiana del Domingo.
A veces estoy en Misa con el cuerpo pero mis preocupaciones e intenciones están
en otro sitio. Parece que te escucho en tu Palabra pero mi corazón está lejos de ti.
Otras veces tengo el gozo inmenso de la Misa del Domingo. Y vengo a ella con interés
porque me veo renovado por ti.

Ante el Sagrario
Te quedas con nosotros, real y silenciosamente, en cada Sagrario de nuestros
Templos.
Pero a veces nosotros no valoramos tu Presencia, real y silenciosa, y no nos
ponemos ante ti a rezar, a hablarte de nuestra vida, de nuestras ilusiones y
esperanzas, de nuestras dificultades. No nos paramos verdaderamente a saber lo
que podemos vivir.
Estoy por momentos en un ambiente con mucho ruido y poca paz y silencio interior.
Necesito el silencio para escucharme y escucharte. ¿Cuántas veces a la semana
entro en un Templo para hablar con Jesús que está en la Eucaristía que guardamos
en el Sagrario?

Estoy ante ti, Señor


Antes de nada te doy gracias;
porque me has regalado la fe, la confianza en ti, y el amor que te tengo.
Porque confío en ti y te quiero,
me reúno con otros y celebro tu Cena santa, la Misa.
En la Misa te escucho, y tu Palabra me sana.
En la Misa comulgo de tu vida y así me voy transformando en Ti.
Ojalá que siempre escuche tus palabras, ojalá que siempre te busque y comulgue
de Ti.
Resucitado, con la vida de Dios, estás en la Eucaristía.
Y al comulgar de Ti espero una vida nueva,
espero que venzas en mí la fuerza del pecado y la muerte.
Me encuentro débil muchas veces: no me veo tan fuerte para amar, la enfermedad
me llega, tengo dificultades en el trabajo, a veces mi familia no es como espero.
Las dificultades en mi matrimonio. mis trabajos. y mis relaciones.
y pierdo la fuerza para arreglar las cosas, me desanimo.
Y parece que ya no puedo caminar...
¡No me faltes en mi vida, Señor Jesús...!

2. - ANUNCIAS UNA TRAICIÓN PACO VILLAR

Pero antes de darnos tu vida hablaste de una traición.


Judas no acepta tu forma de ser. No acepta que Dios actúe como Tú dices y haces.
Y quiere quitarte de en medio.
Entonces uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a los sumos sacerdotes
y les propuso: «¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?». Ellos se
ajustaron con él en treinta monedas de plata. Y desde entonces andaba
buscando ocasión propicia para entregarlo.
Al atardecer Jesús se puso a la mesa con los Doce.
Mientras comían dijo: «En verdad os digo que uno de vosotros me va a
entregar».
Ellos, muy entristecidos, se pusieron a preguntarle uno tras otro: «¿Soy yo
acaso, Señor?».
Él respondió: «El que ha metido conmigo la mano en la fuente, ese me va a
entregar. El Hijo del hombre se va como está escrito de él; pero, ¡ay de aquel
por quien el Hijo del hombre es entregado!, ¡más le valdría a ese hombre no
haber nacido!».
Con un beso te entregaron en Getsemaní. ¡Hay tantos besos falsos!... ¡Estamos
necesitados de tu verdad, Señor!
También a nosotros, a veces, nos molestas. Y queremos olvidarte. Y te
abandonamos. Y te traicionamos.
Tu forma de ser y de vivir nos pide demasiado.
Y entonces te quitamos de en medio de muchas formas, te vendemos por algunas
monedas.
Cada uno sabe las monedas por las que te cambiamos o te vendemos.
Te vendemos cuando despreciamos a los hermanos...
Te vendemos cuando nos callamos la verdad de Dios que Tú, Señor Jesús, nos
traes…
Te vendemos cuando callamos la voz de nuestra conciencia cristiana...
Al ver también nuestra traición te pedimos:
"Señor Jesús, perdónanos, no permitas que nos alejemos de Ti..."
3. - NOS DAS EL MANDAMIENTO NUEVO MARÍA LUISA

Esto nos cuenta San Juan:


Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de
pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el
mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote,
el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto
todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena,
se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina
y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se
había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
- “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?" Jesús le replicó:
- “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más
tarde.”
Pedro le dijo:
-“No me lavarás los pies jamás." Jesús le contestó:
- “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo." Simón Pedro le dijo:
- “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” ...
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
- “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el
Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el
Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a
otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros
también lo hagáis.”
• Al ver lo que has hecho, Señor, y al escuchar tus palabras te digo: Dame tu Espíritu,
Señor Jesús, para que yo ame como tú amas.
• Señor, nos hemos acostumbrado a hacer una vida en la que cada uno busca su
propio interés. Señor, que no me encierre en mi egoísmo.
• Tú nos dices que nos "lavemos los pies", que nos sirvamos unos a otros.
Señor, mueve mi corazón para servir, según pueda, a otros.
• Nos dijiste: "Amaos unos a otros como yo os he amado".
Señor Jesús, no podemos amar tanto si Tú no cambias nuestro corazón, nuestras
formas de pensar y nuestras formas de actuar.
• Tu sabes que hay falta de amor en nuestro mundo: ancianos solos, niños
abandonados, matrimonios rotos, jóvenes desorientados, manejos a personas,
abusos a personas...
• Tu sabes que son necesarias personas entregadas con ilusión para bien de otros
en la política, en la economía, en la enseñanza, en la cultura...
• Tu sabes, Señor, que tu Iglesia debería ser una señal de dedicación a los pobres
y a los que sufren... Y hay en tu Iglesia muchas personas que aman pero muchas
veces nos ocupamos sólo de nosotros mismos.
• Señor, danos un corazón grande para amar... Nunca nos falte tu amor y el amor
que tenemos a otros.
• Señor, dame tu Espíritu, tu fuerza para que nunca me canse de amar...
4. - ANUNCIAS UNA NEGACIÓN NIEVES

Y cantados los himnos, salieron hacia el monte de los Olivos. Jesús les dice:
«Todos os vais a escandalizar, ya que está escrito: Heriré al pastor y se
dispersarán las ovejas. Pero después de mi resurrección, iré delante de vosotros
a Galilea”. Pedro le dijo: «Aunque todos se escandalicen, yo no”. Jesús le dice:
«Yo te aseguro: hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces, tú me
habrás negado tres”. Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, yo no te
negaré”. Lo mismo decían también todos.
Yo también te niego a veces Señor Jesús...
Digo que no te conozco de mil formas:
• cuando alguien me pide ayuda y digo que no puedo...
• cuando alguien me pide una palabra cristiana y no se la digo...
• cuando alguien me pide un buen consejo y no lo doy...
• cuando alguien espera de mí que actúe valientemente y me acomodo a lo
más fácil...
• cuando le doy más importancia a la costumbre y tradición humana que a tu
palabra...
• cuando me da vergüenza confesar mi condición cristiana... cuando oculto mi fe si
esta me va a ocasionar problemas en mi ambiente.
Pero sé que me perdonas y me amas.
Y al saberme perdonado se renueva mi corazón.
Estoy dispuesto a volver a seguirte, a ser discípulo tuyo, a ser cristiano...
Aunque todos... yo no te negaré...

5. - ESTABLECES EL "MINISTERIO" CELIA

Estableciste "servidores" en tu Iglesia. Dijiste "Haced esto en memoria mía".


Y desde entonces hay en la Iglesia "ministros" que presiden en nombre de Cristo la
Eucaristía para el servicio de todos los miembros de la iglesia.
El sacerdote puede actuar con confianza y humildad porque lo hace en nombre de
Cristo, no por el propio poder o sabiduría.
Y así está llamado a continuar en la Iglesia la misión del "buen pastor" que da la vida
por las ovejas.
Vale la pena que los sacerdotes se pregunten:
"¿Los cristianos que se congregan para la Celebración de la Eucaristía ven en
nosotros - en nuestro modo de actuar y hablar- la presencia viva de Cristo?"
Es momento de pedir al Señor que siga llamando en el corazón de los jóvenes para
que puedan escuchar y decidirse por el servicio a la comunidad siendo sacerdote.

6. - Y ORAS SÓLO ANA CABALLERO

Después de cantar el himno, salieron para el monte de los Olivos.


Jesús les dijo: «Todos os escandalizaréis, como está escrito: “Heriré al pastor y se dispersarán las
ovejas”. Pero cuando resucite, iré delante de vosotros a Galilea».
Pedro le replicó: «Aunque todos caigan, yo no».
Jesús le dice: «En verdad te digo que hoy, esta misma noche, antes que el gallo cante dos veces,
tú me habrás negado tres».
Pero él insistía: «Aunque tenga que morir contigo, no te negaré». Y los demás decían lo mismo.
Llegan a un huerto, que llaman Getsemaní, y dice a sus discípulos: «Sentaos aquí mientras voy a
orar». Se lleva consigo a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir espanto y angustia, y les
dice: «Mi alma está triste hasta la muerte. Quedaos aquí y velad».
Y, adelantándose un poco, cayó en tierra y rogaba que, si era posible, se alejase de él aquella hora;
y decía: «¡Abba!, Padre: tú lo puedes todo, aparta de mí este cáliz. Pero no sea como yo quiero,
sino como tú quieres».
Vuelve y, al encontrarlos dormidos, dice a Pedro: «Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar una
hora?
Velad y orad, para no caer en tentación; el espíritu está pronto, pero la carne es débil».
De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras.
Volvió y los encontró otra vez dormidos, porque sus ojos se les cerraban. Y no sabían qué
contestarle.
Vuelve por tercera vez y les dice: «Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad
que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está
cerca el que me entrega».
Todavía estaba hablando, cuando se presenta Judas, uno de los Doce, y con él gente con espadas
y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los escribas y los ancianos.
El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles: «Al que yo bese, es él: prendedlo y
conducidlo bien sujeto».
Y en cuanto llegó, acercándosele le dice: «¡Rabbí!». Y lo besó.
Al principio de su vida pública, los evangelistas nos presentan las tentaciones que
Jesús tiene que superar para ser verdaderamente el Mesías que Dios quiere:
tentaciones de vida fácil, de prestigio, de poder.
Jesús renuncia a todo esto y emprende un camino que tiene como únicas armas el
amor y la entrega personal (la fuerza interior del Espíritu santo que nos hace capaces
de darnos y dar...). Y entonces, dice el evangelio de san Lucas: «El diablo se alejó
hasta el momento oportuno» (Lc 4, 13).
Ahora ha llegado el momento oportuno, el momento de la tentación definitiva. Todo
el amor que Jesús ha vivido y ha ayudado a vivir, toda la confianza filial en Dios,
encuentra como única respuesta el abandono.
Incluso los discípulos más amigos duermen, y Dios parece ausente. Jesús está sólo.
Y suda sangre. y desea ardentísimamente que todo aquello que le está pasando no
sea verdad.
Pero, como al principio de la vida pública, aquí también vence un convencimiento que
es más fuerte que todo: la vivencia profunda que marca, en lo hondo del corazón, allí
donde se toman las auténticas decisiones, su unión filial con el Padre. El evangelio
de Marcos, en este momento clave, pone en boca de Jesús la palabra que define su
vida, la palabra que había aprendido en casa, de pequeño, en su lengua aramea:
«jAbbá!». Y aunque parezca que el Padre no está, Jesús lo vive, se pone
confiadamente en sus manos, y se dispone a llegar hasta el final.
• Señor Jesús, también yo ahora digo igual que Tú dijiste: Desearía que pasara de
largo, que no me tocara ninguna cruz... ¿Qué cruces llevo ahora?
• A veces estoy dormido ante las cruces de otros... ni las conozco ni pienso
conocerlas... ¿Qué cruces tienen los que viven conmigo? ¿Estoy dispuesto a
quitarlas?
• Quiero aceptar tu voluntad Dios, Padre mío, tu voluntad a veces costosa. Pues si
acepto tu voluntad seré transformado por ti y transformaré la vida.
Señor Jesús, te pido que me des fuerzas para llevar mi cruz y para ayudar a otros a
llevar la suya. No quisiera nunca ponerle cruces a nadie.

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