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Los diez de años de transición, desde 1888 hasta 1898 es un periodo que barca

entre la desaparición del influjo del general Antonio Guzmán en la vida política y
económica del país, con la llegada de los militares tachirenses a la capital, estando
signado por la reacción antiguzmancista, desde el gobierno de Juan Pablo Rojas, el
gobierno de Raimundo Andueza Palacios, el regreso del general Joaquín Crespo al
puesto de mando, luego, el gobierno del general Ignacio Andrade puede verse a la
distancia como el colorado de un tiempo, para culminar con la Revolución de Queipa
y la Revolución Restauradora.
Con respecto al gobierno de Juan Pablo Rojas (1888-1890), el 29 de junio de
1887, una reunión celebrada entre Guzmán Blanco y Joaquín Crespo con el fin de
precisar opiniones con respecto a un posible candidato termina con una velada ruptura.
Crespo anuncia su intención de salir de Venezuela, partiendo rumbo a España el 8 de
julio. Guzmán Blanco, a su vez, para no verse obligado a presidir «...una cruzada casi
personal contra Crespo...», también anuncia su intención de abandonar el país y con el
fin de neutralizar a los partidarios del crespismo, propone resolver el problema de la
sucesión presidencial mediante la celebración de una «convención de candidatos
liberales», insinuando de antemano las posibles candidaturas de Juan Pablo Rojas Paúl
y de Francisco González Guinán.
Guzmán Blanco sale para Europa el 10 de agosto de 1887 (nunca más regresará
a Venezuela) y el 8 de febrero de 1888, se reúne en Caracas la convención de delegados
de los cinco candidatos presidenciales: Raimundo Fonseca, Juan Pablo Rojas Paúl,
Manuel Antonio Matos, Ovidio María Abreu y Francisco González Guinán. Rojas Paúl
logra la victoria en la votación mediante la oferta que le hace González Guinán de
cederle sus votos a cambio de su nombramiento como ministro de Relaciones Interiores
y al parecer, la donación de Bs. 200.000. La reunión del Congreso que, a través del
Consejo Federal, debe sancionar la elección del nuevo presidente de la República, es
motivo de renovados enfrentamientos. Se busca impedir que los parlamentarios
crespistas puedan trasladarse a Caracas, mientras partidarios del presidente encargado
Hermógenes López intentan demorar la reunión de las cámaras.
González Guinán, desde su despacho de Relaciones Interiores, acusa a los
diputados crespistas de fomentar actividades conspirativas y los manda encarcelar,
incluyendo al propio presidente de la Cámara de Diputados, general Francisco Tosta
García. Sometido así cualquier intento de oposición, Juan Pablo Rojas Paúl asume
oficialmente la presidencia de la República el 5 de julio de 1888. Al conocer el
desenlace del proceso eleccionario, Crespo se traslada a la isla de Trinidad y luego a la
de Saint Thomas, con el decidido propósito de invadir a Venezuela. En noviembre, se
embarca en la goleta Ana Jacinta y se dirige hacia Coro.
Interceptado por el general Francisco de Paula Páez al mando del vapor
Libertador, Crespo es apresado, conducido a La Guaira y encerrado en Caracas en la
cárcel de La Rotunda, donde se le proporcionan toda clase de comodidades. Rojas Paúl
y Crespo se entrevistan en la prisión y convienen en resolver la crisis política sin tomar
en cuenta las proposiciones que, al respecto, hace Guzmán Blanco desde París. Rojas
Paúl expide un indulto general y Crespo se compromete a desistir de toda actitud bélica
contra el Gobierno. El prisionero recobra su libertad el 24 de diciembre de 1888 y viaja
hacia al Perú 2 días después.
A pesar de que su período de gobierno sólo duró unos escasos 20 meses, en gran
parte ocupados por el proceso de reacción antiguzmancista, Rojas Paúl pudo enrumbar
su administración hacia el logro de varias metas. Para ello podía contar con una
situación económica globalmente favorable debido particularmente al auge en los
precios del café en los mercados internacionales. Católico practicante, pudo llevar a
cabo una política de edificaciones religiosas que constituye una de las notas resaltantes
de su gobierno. Entre febrero y noviembre de 1889, hace construir la iglesia de San
José en Caracas y destina una partida del presupuesto para la reforma y ornamentación
del templo de La Pastora. Según Velasquez (1987):
El 16 de octubre de 1889, crea las nuevas parroquias caraqueñas de San
José y de La Pastora. Manda edificar una nueva capilla en la catedral de
Caracas, levantar una iglesia en El Rincón de El Valle, remodelar la Santa
Capilla, ornamentar la basílica de Santa Teresa, rematar la de las Mercedes,
restaurar la de Santa Rosalía y auxiliar económicamente a varios templos
en vías de construcción en poblaciones del interior (p. 34).
En abierto contraste con la política anticlerical de Guzmán Blanco, permite la
creación de facultades de ciencias eclesiásticas en los colegios nacionales de Maracaibo
y Barquisimeto, la traída a Venezuela de las monjas francesas de San José de Tarbes
con el fin de abrir en Caracas un plantel educativo para niñas y ayuda al presbítero
Santiago F. Machado para establecer en el país la congregación de las Hermanitas de
los Pobres. Al mismo tiempo, le toca inaugurar el cable submarino La Guaira-Antillas
Francesas-Europa, así como la columna monolítica mandada levantar por Hermógenes
López en la plaza Bolívar de Valencia para conmemorar la batalla de Carabobo.
Le toca también decretar la construcción del acueducto de Barquisimeto, así
como la del Hospital Nacional de Caracas, el futuro hospital Vargas, ambas obras
inauguradas por su sucesor. Finalmente, durante su gobierno se procedió a la
colocación del lienzo de la Batalla de Carabobo de Martín Tovar y Tovar en el Salón
Elíptico del Capitolio Federal, y fue fundada por decreto presidencial la Academia
Nacional de la Historia, instalada en sesión solemne por el propio Rojas Paúl el 8 de
noviembre de 1889; también se editó la Gran recopilación geográfica, estadística e
histórica de Venezuela a cargo del general Manuel Landaeta Rosales.
En cuanto a su sucesor, el Consejo Federal reunido el 6 de marzo de 1890, elegía
por unanimidad al abogado guanareño Raimundo Andueza Palacio para sucederlo en
la presidencia de la República durante el bienio 1890-1892, en conformidad con lo
establecido en la Constitución de 1881. Esta elección fue recibida con universal
beneplácito. Ministro de Relaciones Interiores de Rojas Paúl, Andueza Palacio había
sido designado como candidato oficial por el propio mandatario a quien reemplazaba
en la presidencia. Según Armas (1976): “A pesar de ser liberal, Andueza estaba
apoyado por destacados representantes del conservatismo y, dentro de su propio
partido, había logrado el consenso de guzmancistas y antiguzmancistas” (p. 78).
Entonces, asume la presidencia el 19 de marzo de 1890 y en su discurso
inaugural, afirma ser un demócrata de convicciones. Representa, además, el triunfo del
civilismo. Los únicos militares del gabinete son el general Julio F. Sarría en la cartera
de Guerra y Marina y el general Neptalí Urdaneta en la gobernación del Distrito
Federal. Existe para entonces en el país la más absoluta libertad de expresión y ni
siquiera una caricatura que pinta al nuevo presidente vestido de mujer es objeto de
censura. El clima de euforia que acompaña los primeros meses del gobierno de
Andueza Palacio es también el resultado de una extraordinaria bonanza económica que
vive Venezuela por el alza del precio del café. Durante el año económico 1890-1891,
las exportaciones venezolanas, superan por primera vez la cifra de Bs. 100.000.000 y
el presupuesto alcanza el monto récord de Bs. 53.719.804. Como lo apunta Manuel
Alfredo Rodríguez (citado por Harwick, 1984): “…se mira por todas partes el áureo
resplandor de las <morocotas> y <pachanos> y la cerveza de los años del Centenario
del nacimiento de Bolívar deja paso al fino y picante coñac <Henessy>, tipo tres
estrellas…” (p. 56).
Sin embargo, desde los inicios del nuevo gobierno, el problema de la reforma
constitucional, planteado durante el último año de la administración de Juan Pablo
Rojas Paúl (1889), vuelve a convertirse en el gran tema de actualidad y provoca una de
las primeras crisis del régimen. El ex presidente Rojas Paúl se había hecho la idea de
que manejaría al presidente Andueza al modo guzmancista y que el nuevo primer
mandatario se limitaría a hacer la reforma constitucional para devolverle la silla; sin
embargo, Andueza se siente lo suficientemente fuerte como para prescindir de
cualquier mentor político.
La bonanza fiscal le permite a Andueza Palacio ejercer con esplendor una política
de dádivas y subvenciones, con miras a crearse una clientela electoral propia. Durante
su breve gobierno, le toca inaugurar muchas de las obras iniciadas durante períodos
anteriores: el acueducto de Barquisimeto, el tramo ferrocarrilero Aroa-Barquisimeto y
el hospital Vargas de Caracas. Decreta la transformación de los colegios nacionales de
primera categoría de Maracaibo y Valencia en universidades del Zulia y Carabobo
respectivamente; crea el Ministerio de Correos y Telégrafos; inicia la construcción de
un edificio para colegio de señoritas situado en la nueva urbanización El Paraíso
(edificio cedido en 1902 en cesión a las hermanas de San José de Tarbes); manda
edificar el grupo escultórico en homenaje a José Félix Ribas, ejecutado por Eloy
Palacios, en la plaza Ribas de La Victoria y finalmente, ordena la refacción del Palacio
Federal de Caracas y la remodelación casi total del Palacio Legislativo del Capitolio.
En marzo de 1891, se conoce en Caracas el laudo sobre los límites entre
Colombia y Venezuela, sometido en 1881 al arbitraje de la Corona española; el
resultado, netamente desfavorable a Venezuela, anula las ventajas conseguidas en el
Tratado Santos Michelena-Lino de Pombo, negociado en 1833, el cual no había sido
ratificado en su momento por el Congreso Nacional y le cede a Colombia la casi
totalidad de la península de la Guajira, así como una vasta porción del territorio situado
al occidente del Orinoco que se convertía en corriente fronteriza entre ambos países.
Sin embargo, a pesar de su carácter lesivo para los intereses nacionales, el laudo
español pasó prácticamente desapercibido ante al debate, iniciado en el Congreso,
acerca del proceso de reforma constitucional, el cual se presentaba basado en 2
proyectos sucesivos.
Joaquín Crespo, retirado desde enero de 1892 a su hato guariqueño de El Totumo,
declara la guerra al gobierno en nombre del legalismo. De inmediato Andueza designa
a su ministro y consejero Sebastián Casañas, el principal artífice de la maniobra
continuista, comandante en jefe del ejército expedicionario encargado de someter el
alzamiento. En Caracas, la Corte de Casación y la Corte Federal acuerdan suspender
sus sesiones, mientras la insurgencia que adopta el nombre de Revolución Legalista, se
extiende rápidamente por todo el país. El ejército expedicionario de Casañas hace
contacto con las fuerzas de Crespo en las márgenes del río Apure, pero no logra derrotar
o dispersar la insurrección.
El regreso de Casañas a Caracas provoca una crisis en el bando gubernamental;
el Canciller de Hierro es destituido del mando del Ejército, mientras el ministro de
Guerra Julio F. Sarría y el jefe de la guarnición de Caracas Domingo Monagas
presionan a Andueza para que renuncie; violentas manifestaciones recorren las calles
de Caracas; la situación pronto se hace insostenible. Finalmente, el 17 de junio de 1892,
Andueza decide renunciar a la presidencia y salir del país rumbo a Martinica, dejando
encargado del Poder Ejecutivo al consejero federal núm. 1, Guillermo Tell Villegas.
Triunfante la Revolución Legalista, Joaquín Crespo hace su entrada en Caracas el 6 de
octubre de 1892 y se encarga al día siguiente del Poder Ejecutivo.
Una de las primeras medidas del nuevo Gobierno la constituye el decreto del 28
de octubre de 1892 mediante el cual se declaran embargados los bienes de 340
funcionarios del régimen del presidente Raimundo Andueza Palacio, disponiendo,
además, que dichos funcionarios serían sometidos a un juicio de responsabilidad civil
y administrativa. Esta medida causó gran alarma, pues afectaba a numerosos personajes
importantes, tanto de la capital como de las provincias y sólo sirvió para agudizar la
profunda crisis de la tesorería del Estado venezolano. La revolución, en efecto, se
negaba a reconocer las deudas contraídas por la administración anduecista durante los
combates que ocurrieron de marzo a octubre de 1892.
La campaña electoral de 1893 presenció una intensa actividad entre los diferentes
grupos políticos del país. Antiguos guzmancistas, continuistas y liberales crespistas
animan el debate, destacándose la formación del Partido Nacional, auspiciado por
Velutini y el periodista Simón Barceló, así como del Partido Republicano Liberal de
tendencia conservadora. Las elecciones, para sorpresa de muchos, transcurren sin
incidentes; Crespo obtiene la mayoría de los votos y toma posesión como presidente
constitucional de la República el 14 de marzo de 1894. Los efectos de la recesión de
1893 empiezan a hacerse visibles con el nuevo año; el Tesoro está en crisis, el comercio
paralizado, los artesanos sin trabajo.
El panorama es sombrío y la inauguración de nuevas obras como el ferrocarril
alemán de Caracas a Valencia no alivia mucho la situación. Según Harwick (1984):
El 28 de abril de 1894, un terremoto azota las poblaciones del distrito Tovar
del estado Mérida. Se empieza a denunciar con fuerza la creciente
corrupción del régimen, la dilapidación de los fondos del Estado en
contratos para obras públicas que parecen beneficiar exclusivamente al
conde italiano Giuseppe Orsi de Mombello, verdadero ministro de Obras
Públicas sin cartera, quien ha sido el arquitecto y constructor, entre otras
edificaciones, del Palacio de Miraflores, la nueva residencia privada del
presidente Crespo. Al mismo tiempo las intervenciones de Jacinta Parejo
de Crespo en los asuntos de Estado provocan crisis políticas y
resentimientos.
La oposición guzmancista vuelve a surgir, bajo el liderazgo de Manuel Antonio
Matos, aconsejado desde París por su concuñado, el Ilustre Americano. Crespo decide
adelantarse a los acontecimientos y le propone al mismo Matos formar un nuevo
Gabinete de entendimiento nacional. Matos acepta (marzo 1895); el manifiesto-
programa del nuevo Gabinete promete luchar contra el despilfarro y el peculado y
ofrece introducir orden en el manejo de las finanzas. El Ministerio de Matos sólo llega
a durar unos escasos 6 meses (marzo-octubre 1895); fue, desde su inicio, un intento
para evitar una crisis política, buscando la «integración» efectiva del capital bancario
nacional al aparato gubernamental crespista.
El debate, sin embargo, pronto pierde vigencia. La crisis diplomática con Gran
Bretaña sobre el territorio de la Guayana Esequiba (1895-1896) ha llevado, mediante
la intervención de Estados Unidos, al sometimiento del caso ante el Tribunal Arbitral
de La Haya (comienzos 1897) y se cuestiona la forma en que el Gobierno venezolano
ha tratado la situación. El 22 de febrero de 1897, Crespo admite ante el país que
Venezuela ha sido marginada de las negociaciones y hace constar su protesta al
respecto; pero tampoco el debate sobre el despojo territorial logra animar la opinión:
1897 es el año crucial de las elecciones.
En este sentido, el Gran Consejo Eleccionario, el 21 de marzo de 1897, designó
al general Ignacio Andrade como candidato oficial del Gran Partido Liberal a las
elecciones presidenciales de ese año. Por exigencia del Consejo, el día 22, el general
Andrade presentó un programa de gobierno en el que destacaban dos propósitos: (1) el
continuismo en cuanto a sucesión legítima de la administración del entonces presidente
Joaquín Crespo, y (2) un gobierno democrático, que según definición del mismo
Andrade (citado por Rondón, 1976): “…no es otra cosa que el gobierno del pueblo,
para el pueblo, en el cual estén representadas todas las ideas, todas las aptitudes y todas
las actividades…” (p. 67). En el mencionado programa, tal como reseña Velásquez
(1987):
…se contemplan también como puntos importantes los siguientes: «La
unificación del partido liberal bajo la jefatura de Crespo; participación del
país; movilización de la riqueza nacional, de acuerdo con expertos de la
ciencia económica y conforme a los progresos modernos; aceptación de la
vigencia de la oposición política; incorporación de la juventud a la
participación en los puestos públicos; lucha contra los abusos y represión
del crimen, regenerando al delincuente por medio de la enseñanza, el
trabajo y la escuela en penitenciarías adecuadas; robustecimiento del
Crédito Público a favor del equilibrio de los gastos, del cumplimiento
severo de los compromisos y del sostenimiento del patrón oro;
establecimiento de la Banca Hipotecaria; fomento de la iniciativa
individual para que el Estado tenga un menor número de funciones;
impulso de las relaciones exteriores de la República, sin menosprecio de su
soberanía, sin mengua de sus principios democráticos, ni abandono del
derecho americano; perfeccionamiento y difusión de los medios de
comunicación; protección al menesteroso y al infortunado mediante la
fundación de establecimientos de beneficencia; honra debida a la memoria
de los grandes servidores de la Patria (pp. 45-46).
Las elecciones del presidente de la República, por votación universal y directa de
conformidad con la Constitución de 1893, se celebraron el 1 de septiembre de 1897.
Joaquín Crespo había garantizado que serían libres. Sin embargo, de los candidatos que
se presentaban, sólo parecía destacarse como favorito: José Manuel Hernández, el
Mocho, quien aparecía postulado por el Partido Liberal Nacionalista, baluarte de la
oposición. La evidente popularidad del Mocho Hernández, su imagen de hombre
honrado, aunque sin programa de gobierno definido y sobre todo, su campaña que
utilizaba por primera vez en Venezuela los métodos electorales perfeccionados en
Estados Unidos pronto convencieron a Crespo de que su candidato oficial, Ignacio
Andrade, tenía pocas posibilidades de imponerse en los comicios.
Por ello, el día de la votación, el gobierno mandó a ocupar las mesas por
“…hombres del campo que llevaban el machete debajo de la cobija…”, garantizándole
a Andrade un discutido triunfo. De acuerdo con el escrutinio realizado por el Congreso,
el número de votos fue el siguiente: 406.610 para el general Andrade, 2.203 para el
general José Manuel Hernández, 203 para Juan Pablo Rojas Paúl, 152 para el general
Antonio Guzmán Blanco, 47 para el general Pedro Arismendi Brito, 37 para el general
Víctor Rodríguez, 11 para el general José Antonio Velutini y menos de 10 votos, por
resultado individual, para el resto de los candidatos.
Ignacio Andrade asumió la presidencia de Venezuela, para un período de 4 años,
el 28 de febrero de 1898. Como mandatario, tuvo que enfrentarse a los designios del
general Crespo, quien había preparado un aparataje político a objeto de asegurar su
control y continuidad en el gobierno, y también tuvo que encarar una oposición política
que rechazaba el propósito del continuismo materializado en el resultado fraudulento
de la elección presidencial. El abanderado de la oposición en un primer momento, fue
el Mocho Hernández, quien lanzó, desde la hacienda de Queipa la proclama que dio
inicio a un alzamiento, el 2 de marzo de 1898.
En la proclama, Hernández acusaba a Crespo de «feroz dictador» y a Andrade de
“…extranjero afiliado al partido de los despotismos tradicionales de Venezuela…”, e
invitaba a las entidades federales para que se incorporaran a las filas de la revolución
y lucharan por la restauración de su autonomía. Ese alzamiento se conoció con el
nombre de Revolución de Queipa y contra ella, el presidente Andrade envió al propio
general Crespo. El 16 de abril de 1898 en una escaramuza, muere Crespo en el sitio
conocido como La Mata Carmelera (Estado Cojedes). El general Ramón Guerra, por
designio presidencial, asume entonces la dirección de la campaña y el 12 de junio, en
el sitio de El Hacha (Estado Falcón) derrota y hace prisionero al Mocho Hernández.
Durante los escasos 20 meses de su administración, Ignacio Andrade, en realidad,
no tuvo materialmente el tiempo de realizar obra alguna. La inesperada y violenta
muerte de Crespo le dio, sin embargo, la oportunidad de intentar establecer su propia
maquinaria política en el seno del Partido Liberal Amarillo. Crespo era, en efecto, el
presidente titular del Gran Estado Miranda cuyo territorio abarcaba los actuales estados
Aragua, Miranda, Guárico y Nueva Esparta y, por lo tanto, constituía una base de
poder, virtual antesala para la presidencia de la República. Ramón Guerra, el vencedor
del Mocho Hernández es el principal candidato para ocupar la vacante. Pero Andrade,
ante la potencial amenaza, resuelve iniciar un proceso de reforma constitucional que,
al devolverle sus autonomías a los 20 estados, según lo pautado en la Constitución de
1864, también desmantelaría al Gran Estado Miranda.
En su primer y último mensaje del 27 de febrero de 1899, Andrade presentaba un
cuadro aterrador de la situación económica del país. La caída en los precios del café
había deprimido todos los sectores de la vida nacional. Sin embargo, las perspectivas
en vista de la paz lograda, podían parecer halagadoras. Un aspecto de los debates del
Congreso de 1899, en ese sentido, fue la aprobación de la primera Ley sobre
Inversiones Extranjeras que se conoció en el país. Sin embargo, el debate importante
se inició el 22 de abril con la presentación de la reforma constitucional que buscaba
sancionar la restauración de los 20 estados. A pesar de la elocuente oposición de una
minoría de 25 diputados, entre ellos Francisco González Guinán, el proyecto resultó
aprobado.
El voto del 22 de abril sirvió de pretexto para la Revolución Liberal Restauradora
de Cipriano Castro, iniciada en la noche del 23 de mayo de 1899, cuyo propósito
declarado era el de “restaurar” la legalidad constitucional violada por Andrade.
Después de una campaña de 4 meses y medio, la revolución, con la victoria de
Tocuyito, había triunfado militarmente. Abandonado por sus seguidores y virtualmente
desautorizado por su propio gobierno, Ignacio Andrade resuelve abandonar el poder y
exiliarse.
Como comentario final, se puede concluir que quizás el aspecto más importante
del movimiento armado liderado por el mocho Hernández, radique no en su desarrollo
y posterior fracaso, sino en las consecuencias que tuvo en el panorama político de la
última década del siglo XIX. Por un lado, la inesperada muerte de Joaquín Crespo en
el combate de "La Mata Carmelera", asestó un duro golpe al Partido Liberal Amarillo
al dejarlo sin el último de sus más sobresalientes líderes, lo que al final derivaría en la
desaparición de dicha organización partidista. Por el otro, derivado del vacío dejado en
el poder por Crespo, surgieron nuevos actores políticos que buscarían ocupar su
espacio; siendo Cipriano Castro el más destacado estos personajes, ya que no sólo
derrocó a Ignacio Andrade, sino que inició una etapa en la historia de Venezuela,
marcada por la llegada al poder de un nuevo grupo político y geográfico: los andinos.
REFERENCIAS

ARMAS, J. (1976). Vida política de Caracas en el siglo XIX. Caracas: Ediciones


América Libre.

HARWICH, N. 1984). El modelo económico del liberalismo amarillo: historia de un


fracaso, 1888-1908. Caracas: Universidad Santa María, Centro de Investigaciones
Históricas.

RONDÓN, R. (1973). Crespo y la revolución legalista. Caracas: Ediciones de la


Contraloría.

VELÁSQUEZ, R. (1987). La caída del liberalismo amarillo: tiempo y drama de


Antonio Paredes (5° ed.). Caracas: Congreso de la República.

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