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Motivaciones para emprender y cultura emprendedora

Las motivaciones de los emprendedores son tanto económicas como no económicas. Esta es una
característica general del proceso emprendedor en los distintos países. La necesidad de desarrollo
y realización personal, así como también el deseo de contribuir a la sociedad, son los principales
motores para convertirse en empresario.

En este marco, se identificaron algunas diferencias interesantes entre los emprendedores


asiáticos, europeos y latinoamericanos. Entre los primeros es significativamente mayor la
influencia de modelos que despiertan la motivación para emprender. Los medios de comunicación
desempeñan un papel fundamental en la difusión de dichos modelos, lo que refleja mayor
preocupación por difundir la cultura emprendedora. La falta de modelos de rol es especialmente
más acentuada en el caso de los emprendedores basados en el conocimiento como consecuencia
de la menor presencia de empresarios de este perfil en América Latina.

Por el contrario, en las áreas locales la presencia de estos modelos es más frecuente, debido a la
mayor visibilidad que tienen los empresarios Pyme para el resto de la población. El deseo de
enriquecerse y de contribuir con la sociedad es más frecuente entre los empresarios asiáticos, lo
que quizás expresa su mayor orientación hacia el crecimiento individual y colectivo, como también
mayores expectativas por transformar el contexto en el cual operan para así obtener valoración
social. La influencia de la tradición familiar empresaria alcanza su máxima importancia en los
distritos industriales italianos. Esta fuente de motivación también está presente en algunos países
de América Latina pero como la participación de las familias de empresarios en la estructura
poblacional italiana es mayor también su amplia incidencia sobre el proceso emprendedor.

Fuentes de aprendizaje para crear empresas

Las principales escuelas de emprendedores son las empresas donde ellos trabajaron antes, dado
que en ellas adquieren la vocación y la mayoría de las competencias necesarias para emprender. El
aporte del sistema educativo al proceso emprendedor se limita a la contribución de la enseñanza
universitaria, es decir que se restringe a quienes pasaron por sus aulas y adquiere importancia casi
exclusiva en la formación de conocimiento técnico, especialmente en los países de América Latina.

Es interesante notar que, en comparación con la experiencia laboral, su papel en la región es muy
superior y contrasta con la situación observada en los demás países, donde las empresas juegan
un papel dominante también en la adquisición del conocimiento técnico. En América Latina el
menor acceso de la población a la universidad constituye una limitación para la creación de
empresas basadas en el conocimiento. Este resultado parece estar relacionado con el perfil de
especialización de unos y otros países. Como la estructura productiva de los países
latinoamericanos es menos intensiva en conocimiento, la universidad ocupa un lugar relativo más
destacado. Adicionalmente, muchas veces los emprendedores no encuentran espacios para
Desarrollo emprendedor: América Latina y la experiencia internacional para aplicar su formación
en los empleos que ofrecen las empresas que ya existen, por lo que la creación de empresas surge
como una alternativa para su desarrollo profesional y personal. Esto es así, especialmente, en el
caso de quienes fundan empresas en sectores intensivos en conocimiento, que deben realizar su
proceso de aprendizaje en forma mucho más autodidacta.

Cantidad y calidad de las oportunidades de negocios

La mayoría de los emprendimientos nacen para atender a otras firmas domésticas, especialmente
de los sectores de manufacturas y servicios. Como en América Latina la densidad de empresas por
habitante es muy inferior en comparación con la registrada en los países más desarrollados
incluidos en el estudio, las fuentes potenciales de demanda también son menores, en especial
porque la fragmentación productiva que caracteriza a la región define un contexto menos
favorable para que las empresas recién nacidas se articulen comercialmente con las firmas de
cierto porte, que son las que concentran buena parte del poder de compra.

En adición a ello, la existencia de niveles de ingreso per cápita menores y su distribución más
inequitativa que en los países asiáticos y europeos definen fronteras más estrechas a la demanda
de las personas y las empresas por bienes basados en la diferenciación de productos, que son los
que favorecen el nacimiento de las nuevas empresas dinámicas. La subcontratación es un caso
especial de oportunidad de negocio. Por lo general, las empresas más dinámicas consiguieron
aprovechar estas oportunidades con mayor intensidad que las demás, pero la subcontratación
dista de ser una práctica extendida, particularmente en América Latina. La estructura productiva
latinoamericana se caracteriza por sus altos niveles de integración vertical como consecuencia,
entre otros factores, de los elevados costos de transacción existentes, de la brecha de
productividad y de la capacidad de organización que separa a las firmas de distinto tamaño.

Durante los años noventa, las grandes empresas de la región se sumaron a la tendencia
internacional hacia la externalización de actividades pero se trató fundamentalmente de la
subcontratación de servicios poco sofisticados y sólo en muy reducida proporción incluyó
actividades de manufactura. Este tipo de negocios, más frecuente entre las empresas dinámicas,
constituye, por lo tanto, un espacio económico restringido, especialmente para las nuevas
empresas debido a que carecen de reputación en el mercado.

Para los emprendimientos intensivos en conocimiento las fuentes de demanda son más limitadas
en los países de América Latina. Esto sucede por varias razones. A pesar de una fuerte expansión
durante los noventa, la presencia de grandes empresas de servicios sofisticados es reducida y, en
el caso de las trasnacionales, sus requerimientos muchas veces son abastecidos desde las casas
matrices. Por otra parte, como los países latinoamericanos no cuentan con una plataforma de
empresas de base tecnológica, las nuevas empresas que surgen en estos sectores deben enfrentar
las barreras que les impone la desconfianza del resto del mundo empresario acerca de su
capacidad técnica.

Por otra parte, las demandas de las empresas Pyme constituyen una fuente que se podría
aprovechar en mayor medida si sus niveles de actualización y complejidad tecnológica fueran
mayores. Distinto es el caso de las empresas asiáticas intensivas en conocimiento que se destacan
por una mayor orientación exportadora. Las oportunidades de negocios son de menor calidad para
las nuevas empresas locales de América Latina. Por el contrario, en los distritos industriales de
Italia o de países del este de Asia la articulación con otras firmas basada en la oferta especializada
de bienes diferenciados es una fuente de oportunidades para el nacimiento y desarrollo de nuevas
empresas que con el tiempo consiguen ser competitivas incluso a nivel internacional.

En América Latina, los reducidos niveles de complementación productiva que caracterizan dichos
ámbitos hacen que la plataforma de demandas locales para los emprendedores sea más limitada.
Las nuevas empresas tienden a basarse en proyectos menos ambiciosos en ausencia de redes que
faciliten la captación de negocios fuera del área. Sus escalas iniciales son menores y se orientan
mayormente a atender necesidades de consumidores de la zona, explotando las ventajas de
precios derivadas de la proximidad y, en muchos casos, de los menores costos laborales existentes
en el ámbito local.

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