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Según definió Pichon-Rivière: “La tarea es la marcha del grupo hacia su objetivo, es un hacerse y un hacer dialéctico

hacia una finalidad, es una praxis y una trayectoria” (1970b. pág. 189).

La tarea constituye “lo esencial del proceso grupal...” (Pichon-Rivière, 1970a. p. 21) y permite definir el eje de su técnica
que no se centra en los individuos ni en los grupos sino en “la relación entre un grupo y sus miembros con una tarea
determinada”. (Pichon-Rivière, 1970a. Pag. 22).

Pichon-Rivière (1969b, p. 143) planteó la tarea como una dimensión ineludible: “Todo grupo se plantea explícita o
implícitamente una tarea, la que constituye su objetivo o finalidad”.

No sólo los grupos están o no en tarea, también los sujetos. Pichon-Rivière (1964) explicitó esta cuestión, con claridad,
en “La noción de tarea en psiquiatría”. Tarea es por lo tanto, una actividad individual o colectiva que se dirige desde
ciertas necesidades hacia ciertos objetivos.

Los objetivos a los que se dirige la tarea son siempre específicos y están en parte fijados previamente por el encuadre
(grupal y/o institucional). Sin embargo, cabe aclarar, que los objetivos no son nunca del todo especificables, por lo
menos antes de que el proceso grupal o personal despliegue sus perspectivas y tome cierta consistencia.

Hay tareas prescriptas y objetivos específicos a los que se dirigen los sujetos individuales o colectivos. Pero los sujetos
encuentran, a medida que se implican en sus tareas, sentidos inadvertidos y en un sentido inadvertibles. Los significados
personales y grupales emergen y se revelan solo a través de la inmersión en la tarea. Es necesario conocer la realidad
concreta para transformarla pero también, como es sabido, es necesario transformar lo real para crear las condiciones
que dan lugar al conocimiento.

La complejidad estructural de la tarea.

Dijimos que tarea es multidimensional o, dicho en otros términos, tiene una gran complejidad estructural. Pero su
complejidad estructural (espacial) es también complejidad temporal. El término tarea describe una actividad o trayecto
que es lineal (dimensión temporal) pero contiene a la vez una multiplicidad de tiempos: avances y retrocesos,
desarrollos desiguales y momentos caóticos y devenires multidireccionales propios de un movimiento esencialmente
dialéctico y crítico.
Cabe aclarar, porque hay quienes erróneamente lo afirman, que la tarea nunca es el mero cumplimiento de una
actividad prescripta. Si se reduce a ello la tarea, se la vacía de contenido y se la desnaturaliza.

Existe en toda tarea una incertidumbre (imprescindible) que debe ser respetada al riesgo caer en una actividad vacía y
sin sentido. Esa incertidumbre permite, tanto como la capacidad de centrarse en la tarea, mantener abierta la esperanza
presente en toda situación de tarea. Cada giro de la espiral dialéctica parece que va a pasar por el mismo lugar que
antes, pero pasa al lado; se desplaza, siempre un poco más allá o un poco más acá. (Grieco, A. 2012). La tarea se da o no
se da en cada aquí-ahora-con otros y es esencialmente, un proceso creativo, singular e irrepetible.

En la tarea se presentan obstáculos sistemáticos. Esto quiere decir que son obstáculos que en circunstancias similares,
tienen un alto grado de probabilidad de presentarse. Pero además de ser sistemáticos (y por lo tanto, desde un punto de
vista, ser “lógicos”) pueden ser especialmente intensos, persistentes y estereotipados.

Esos obstáculos se relacionan a lo que veníamos afirmando: la complejidad estructural de la tarea, cuestión que no es
ninguna novedad aunque fue mejor comprendida en las décadas recientes, a partir de los fracasos de las excesivas
certidumbres que predominaban en décadas anteriores. A las dificultades que provienen de la complejidad de la tarea,
esto es, por ejemplo de la coexistencia del pensar, sentir y hacer, de pasado, presente y futuro, se agrega el carácter
singular, único e irrepetible de cada momento de la tarea (a veces se dice algo así como que la vida debería tener un
ensayo general, pero que, justamente, ese es el problema, no lo tiene). Los obstáculos no sólo provienen de la
complejidad estructural y temporal de la tarea (su espesura). Otro factor fundamental son los miedos al cambio, las
ansiedades paranoides y depresivas que intervienen en los procesos colectivos y personales.

Los miedos al cambio.

Las dificultades provienen no sólo de las complejidades cognitivas y estructurales de la tarea sino de su dimensión
afectiva.

Pichon-Rivière diferenció dos tipos de obstáculos: los epistemológicos y los epistemofílicos. Los epistemológicos refieren
a disposición o carencia de estructuras cognitivas y conceptuales necesarias para abordar una tarea. Los epistemofílicos
se basan en la operación de las ansiedades básicas (miedo a la pérdida y al ataque) que configuran la resistencia al
cambio.

Un tercer tipo de obstáculos, llamados epistemoprácticos, fueron incorporados hace unos años (Fabris, 2004) y refieren
a las disposición o no de experiencias personales y/o profesionales, tanto históricas como actuales (contextuales), que
puedan dar lugar a la comprensión de la situación en la que se está implicado.

Los obstáculos están estrechamente relacionados a determinado tipo de fantasías inconscientes que intervienen en
todos los procesos humanos. Señala con respecto a este punto Pichon-Rivière (1969b):

“La tarea, la estructura grupal y el contexto en el que se relacionan tarea y grupo constituyen una ecuación de la que
surgen fantasías inconscientes, que siguen el modelo primario del acontecer del grupo interno. Entre estas fantasías
algunas pueden funcionar como obstáculo en el abordaje del objeto de conocimiento y ser distorsionantes en la lectura
de la realidad, mientras que otras actúan como incentivo del trabajo grupal.

El enfrentamiento de ambos tipos de fantasías inconscientes proyectadas en el grupo producirán las situaciones de
conflicto características de la tarea grupal.

El esclarecimiento de dichas fantasías inconscientes, así como la resolución dialéctica del dilema que dio origen al
conflicto, constituyen la tarea latente del grupo, inaugurándose entonces la posibilidad de la creación”. (p. 143)

Abundando sobre estas relaciones escribió Pichon-Rivière:

Bajo esta tarea explícita subyace otra implícita, que apunta a la ruptura, a través del esclarecimiento, de las pautas
estereotipadas que dificultan el aprendizaje y la comunicación significando un obstáculo frente a toda situación de
progreso o cambio. (1969, p. 153.).
Algo más sobre la complejidad de la tarea.

Como se viene diciendo tarea es un trayecto dialéctico y multidimensional en el cual están implicados sujetos
individuales y colectivos que intervienen en un devenir (pensar, sentir y actuar) que se dirige, si todo marcha bien, desde
ciertas necesidades prioritarias hacia ciertos objetivos específicos (aunque no necesariamente especificables al inicio del
proceso, como ya dijimos).

Como se habrá advertido a esta altura del artículo, la tarea no es cualquier tipo de actividad ni una actividad cualquiera.
El concepto tarea tipifica, no sólo una trayectoria, sino un modo, un tipo, una calidad específica de trayectoria. Tarea es
una actividad y praxis compleja y multidimensional que supone el tránsito y resolución positiva de contradicciones
sucesivas (que se van presentando en distintos momentos del proceso) tanto como simultáneas (que se presentan al
mismo tiempo en un momento específico del proceso).

Se analice un sujeto o un grupo, u otro tipo de colectivo social más amplio, como podría ser una institución o una
comunidad, es necesario tener en cuenta, por lo menos, las siguientes dimensiones que intervienen en la tarea: los
procesos de comunicación y el ruido y malentendido; las dimensiones del aprendizaje y del obstáculo; los procesos
vinculares y grupales de afiliación y pertenencia (versus serialidad); las alternativas de la cooperación y el saboteo; la
tele positiva y negativa; la dinámica de roles grupales; las ideologías en sus versiones manifiestas e implícitas; los
contextos institucionales y sociales intervinientes (explícitos e implícitos); los avatares de la incertidumbre y la
ambivalencia; las necesidades y motivaciones en juego; los secretos grupales y los grados de conciencia posible; los
miedos (ansiedades paranoides y depresivas) y los proyectos de cambio.

Todas estas dimensiones de la grupalidad se evalúan no sólo con relación a sí mismas, sino con relación a la tarea, esto
es, con referencia a las pautas de acercamiento, enfrentamiento y resolución de necesidades y objetivos que en ella se
despliegan. Cabe aclarar que si nuestro foco del análisis fuese la praxis de un sujeto individual, sería necesario agregar
algunas otras dimensiones que no podemos tratar en esta ocasión.

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