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DIOCESIS DE CORDOBA, VERACRUZ.

DIACONADO 2018 - 2019

ECLESIOLOGIA:
¿POR QUÉ LA SEDE PAPAL ESTÁ EN ROMA
Y NO EN JERUSALÉN?

FORMADOR: PBRO. ABRAHAM JAVIER GARCIA


ASPIRANTE: FERNANDO MOLINA CAPI
9 – FEBRERO – 2019
En los inicios del cristianismo Jerusalén fue la sede de la Iglesia, como lo
refiere el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hech 15, 1 – 4), pero a raíz de
las primeras persecuciones iniciadas por los judíos esta se cambió a otro
lugar el cual no se determina (Hech 12.17) Antioquía pudo ser, ya que era una
ciudad en la que florecieron y abundaron las conversiones y paso a ser una de
las cinco sedes patriarcales originales junto con Jerusalén, Constantinopla,
Alejandría y Roma.

En la Biblia se da únicamente constancia de Jerusalén como ciudad sagrada,


pero actualmente la sede de los cristianos católicos es Roma y se le
denomina Sede Apostólica (en consideración del obispo de Roma como
sucesor de san Pedro y cabeza suprema de la Iglesia). Aunque se considera
que la elección de Roma, ciudad apenas mencionada en la Biblia y de manera
peyorativa, responde a motivos más bien políticos que teológicos.

Los primeros cristianos fueron organizándose de buena voluntad y con la


experiencia vivida con los Apóstoles, los primeros problemas organizacionales
fueron superándose y solucionándose, aun y a pesar de las primeras disputas
entre ellos se imponía la buena voluntad. Segú se fue ganando en complejidad
y riqueza intelectiva los diferentes grupos cristianos tuvieron necesidad de
una estructura más sólida, permitiendo el surgimiento de líderes espirituales
en cada comunidad. De estos líderes surgieron los Obispos, quienes
destacaban según la sede en que se encontraran de tal manera que las
comunidades más influyentes generaban obispos más influyentes, aunque no
se trataba de una competición entre ellos se ponía de manifiestos que quien
dirigía una comunidad tenía un prestigio que le reconocían sus vecinos y otras
comunidades.

Los primeros cristianos eran muy abiertos a distintas posturas dado que no
aun no se concretaba el asentamiento de los dogmas, ni se constituía un
cuerpo de doctrina más completo y uniforme con respecto a las diferentes
Iglesias y Comunidades Cristianas. Así que si un dirigente u obispo de una
comunidad o ciudad importante tenia mas influencia y peso que si lo dijera un
sacerdote de un lugar perdido en la llanura o la montaña de la Galia. Llegando
el momento en que se suscitaron disputas teológicas en las que intervinieron
varios obispos a través del mundo romano conocido. El contenido de dichas
discusiones era muy importante ya que se enfrentaban planteamientos
filosófico-teológicos en la definición final del cuerpo de doctrina del
cristianismo.

Antioquía, Alejandría y Constantinopla eran los tres patriarcados más


importantes del imperio, Constantinopla era sede imperial. Jerusalén, aunque
tenía mucha menor importancia demográfica y en lo económico, era la ciudad
sagrada de la Biblia y era el lugar donde había muerto Jesucristo. Roma era la
hermana pobre del grupo, perdida hacía mucho tiempo la capitalidad del
Imperio (incluso del de Occidente), únicamente la mantenía en pie su
prestigio de antigua ciudad imperial, así como el hecho de ser la única ciudad
occidental que seguía siendo digna de tal nombre.

Por la misma lógica que se había generado la ordenación y nombramiento de


los obispos, cinco de ellos se convirtieron en los más importantes y
prestigiosos, así como los que más destacaron en estas primeras disputas
teológicas: los obispos de Antioquía, Alejandría, Jerusalén, Constantinopla y
Roma.

Antioquía, Alejandría y Jerusalén cayeron en manos los musulmanes.


Quedaban dos patriarcados: Constantinopla y Roma. En la primera se dio
origen a los patriarcas de Constantinopla y de ella se derivó y tuvo su origen a
la Iglesia Ortodoxa. En la segundo se nombró a los Papas, sucesores de san
Pedro de la Iglesia Católica (el título de “Papa” no es el oficial, el título oficial
es el de “Obispo de Roma”).

Teniendo en cuenta que Constantinopla también acabó siendo invadida por las
fuerzas del Islam, podría decirse que, en realidad, los que decidieron que
Roma y no otra fuera la sede del cristianismo católico fueron los musulmanes.

Igualmente existen posicionamientos referentes a dudar de la presencia de


Padre en la ciudad de Roma, pero existen testimonios que avalan su
presencia, su predicación y su relación con Pablo en esa ciudad. Existen tres
testimonios que fundamentan la Tradición Petrina, los cuales son
considerados como cronológicamente próximos entre en sí; y en
consecuencia y tomados en conjunto presentan una fuerza afirmativa que se
equipara a la certeza histórica.

Primeramente, existe el testimonio de san Clemente quien en nombre de la


Iglesia de Roma envía una carta a la iglesia de Corinto, refiriendo en ella las
vicisitudes que viven los cristianos: envidias, tormentos y la misma muerte.
Destacando las figuras de Pedro y Pablo: “Pedro, que, por inicua emulación,
hubo de soportar ni uno ni dos, sino muchos más trabajos y, después de dar así su
testimonio, marchó al lugar de la gloria que le era debido”, y que con ellos
sufrieron el martirio una gran muchedumbre de elegidos.

El siguiente testimonio es una carta dirigida por san Ignacio de Antioquía a la


Iglesia de Roma. Obispo de la gentilidad empapado de la tradición y formación
sobre la vida y muerte de los apóstoles, ruega encarecidamente a los
cristianos de Roma no le priven de vivir y sufrir el martirio a causa de su fe,
intercediendo ante las autoridades romanas. Les aclara su ruego con una
frase: “Yo no os mando como Pedro y Pablo”. Dejando en claro que estos
estuvieron presentes un día con la Iglesia de Roma, entablando con ellos una
relación que les dio un posicionamiento de autoridad, permaneciendo entre
ellos como miembros activos de la misma; hasta el punto de que una
afirmación como la de Ignacio confirmaba inequívocamente que es real y
palpable la presencia de Pedro en la Iglesia de Roma.

Próximo a la carta san Ignacio a los romanos, existe un tercer documento, como
testimonio a favor de la estancia y martirio de Pedro en Roma: la Ascensio Isaiae
(4,2s), cuya redacción cristiana data de hacia el año 100. Ésta presenta en estilo
de anuncio profético de que la plantación de los doce apóstoles será perseguida
por Beliar, el asesino de su madre (Nerón), y uno de los doce será entregado en
sus manos. Esta profecía se aclara por un fragmento del apócrifo Apocalipsis de
Pedro, que hay que atribuir igualmente a los comienzos del siglo II. Dice: “Mira,
Pedro, a ti te lo he revelado y expuesto todo. Marcha, pues, a la ciudad de la
prostitución, y bebe el cáliz que yo te he anunciado”. Este texto combinado, que
demuestra conocer el martirio de Pedro en Roma bajo Nerón, confirma y subraya
muy considerablemente la seguridad de la tradición romana.

A estas tres afirmaciones fundamentales se añaden aún dos alusiones que


redondean el cuadro de la tradición Petrina. En el último capítulo del evangelio de
Juan se alude claramente a la muerte de Pedro por el martirio, y se sabe
evidentemente que fue ejecutado en la cruz (Jn 21,18s), si bien se calla respecto
al lugar de martirio. En cambio, en los versículos finales de la primera carta de
Pedro se señala a Roma como su lugar de residencia, pues la carta se dice estar
escrita en “Babilonia; ahora bien, por “Babilonia” hay que entender antes que
nada a Roma, como lo sugiere la ecuación Roma-Babilonia del Apocalipsis de
Juan (14, 8; 16ss),

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