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DIOCESIS DE CORDOBA, VERACRUZ.

DIACONADO 2018 - 2019

ECLESIOLOGIA:
EL NIÑO DE LAS SUERTES

FORMADOR: PBRO. ABRAHAM JAVIER GARCIA


ASPIRANTE: FERNANDO MOLINA CAPI
23 – FEBRERO – 2019
SANTO NIÑO DE LAS SUERTES

Se cuenta, que en lo que hoy es la Ciudad de México, en algún momento de principios del
siglo XIX, durante el año de 1806, dos misioneros franciscanos recorrían las áreas rurales al
sur de la antigua ciudad; yendo rumbo a la hacienda de Tlalpan (en lo que hoy es la alcaldía
del mismo nombre) y en algún momento de su recorrido oyeron a cierta distancia el llanto de
un niño. Aproximándose al lugar de donde venía el sonido de dicho llanto vieron que era un
niño hermoso, de unos cuantos meses que estaba desnudo junto a un pequeño bulto de tea,
quizás pañales, sobre el cual recostaba la cabeza.

Lo levantaron, lo arroparon y trasladaron a donde se dirigían y al estar próximos a su


destino, al descubrirlo para ver cómo se encontraba, se dieron cuenta que ya era una
imagen; el bebé se convirtió en la figura que es hoy: un niño pequeño de aproximadamente
cuatro meses de edad, de tez blanca, dormido, recostado lateralmente sobre un cráneo,
tanto su cabeza como sus manos reposan sobre el cráneo que le sirve de cabecera. Se dice
que al mismo tiempo brotó un manantial de agua (denominado el Ojo del Niño) en el lugar
del encuentro, el cual aún se encuentra en la exhacienda de San Juan de Dios (hoy
seminario de los Padres Salesianos).

Rescatada la figura por el Obispo de la época, Don Francisco de Lizana y Beaumont,


Primeramente, pensó el prelado en donar a custodia la imagen a las monjas del Monasterio
de la Purísima Concepción, pero ya de acuerdo con el cabildo se decidió “rifar” la imagen
entre los diferentes conventos existentes en el área por aquellos años, conviniendo que se
echara en “suertes” y fuera la Providencia quién determinara donde quedaría. Hecho el
sorteo salió elegido el convento de San Bernardo, pero a sabiendas del obispo que esta era
una comunidad pobre, solicitó que se volviera a sortear; siendo que nuevamente salió
elegido el Convento de San Bernardo; nuevamente solicita el prelado que se repita el sorteo,
pero ahora excluyendo el nombre del convento; siendo que por tercera vez y de modo ni
explicable salió elegido el mismo convento.

Tocando en suerte que fuera depositado y resguardado por el Convento del Dulce Nombre
de María y San Bernardo (hoy Monasterio Autónomo del Dulce Nombre de María y San
Bernardo [Adoratrices Perpetuas], Carreteras a San Pablo No 685, La Cañada, pueblo de
Santiago Tepalcatlapan, Xochimilco, C.P. 16310, Ciudad de México). Cuando llegó al
convento, le preguntaron a la madre superiora ¿cómo se llamaría la imagen recién llegada?
Y ella refiriendo que, al tratarse del Niño Jesús, que quizás reflexiona dormido, sobre la
humanidad y la muerte de ésta; y que como se lo habían ganado en base a un sorteo, sería
llamado así: El Niño de las Suertes. Y desde entonces permanece en ese lugar, siendo
celebrada su fiesta el segundo domingo de enero de cada año.

Sobre el significado de la calavera sobre la cual se recuesta; hay una redacción que afirma:
《 Creemos en la Resurrección de Cristo, sabemos que Él murió y resucitó por nosotros y
esperamos también nosotros resucitar con Él y participar de su vida divina. Por eso no
debemos tener miedo a nadie, ni a nada, ni siquiera a la muerte, porque nada tiene dominio
ni poder sobre Él. La calavera que tiene debajo de sus manos, y es en el que está
recostado, representa la humanidad que todavía no ha alcanzado la plenitud de la gloria
eterna y que peregrina en este mundo con el corazón puesto en Dios. Por eso las manos del
divino Niño están sobre ella, como protegiéndola y descansando plácidamente, dándonos a
entender que nada debemos de temer porque él está allí, con nosotros, llenándonos de paz
y de amor》.

Para las religiosas concepcionistas del Convento del Dulce Nombre de María y San
Bernardo esta imagen es una representación de la omnipresencia de Dios: "Causa gran
admiración cómo, en un ser tan pequeñito, tan inofensivo, se desarrolle tanta grandeza para
los seres humanos [...] la calaverita representa a la humanidad, se trata de una redención
hacia nosotros". Es decir, es la humanidad unida a la divinidad: representa cómo el Hijo de
Dios vence a la muerte para poder resucitar y glorificar al Padre. Así también, el Niñito está
redimiendo a la humanidad: alentando a que los hombres resuciten, que no se queden en el
pecado, en la muerte espiritual”.

Pero existe un elemento discordante en la devoción a la imagen del Niño de las Suertes…la
influencia de la devoción a la mal llamada «santa muerte». Pues también se han visto llegar
a venerarlo personajes singulares que portan medallas, anillos, aretes y muestran tatuajes
de «santa muerte». Ellos van a orar al pie a la imagen del Niño de las Suertes, y no siempre
están dispuestos a aceptar que se les encamine en el conocimiento y significado de la
imagen. Para la actual abadesa, estos personajes llegan por populismo: “Tanto adoran a la
Santa Muerte como a la imagen del Santo Niño. Aquí se les pregunta por su devoción a la
Santa Muerte ¿por qué?, ¡si no existe! Entonces te platican sobre los milagros de la Santa
Muerte. Y les preguntamos ¿a qué atribuyes lo que tú crees? [...] Entonces cuando les
explicas la devoción del Santo Niño, lo que significa la calaverita que trae, la humanidad
unida con la divinidad, que Dios nos está redimiendo, entonces cambia todo el contexto. Yo
creo que la gente tiene que saber la explicación para que puedan constatar. Pero la gente a
veces no es capaz de descubrir [...] Les explicamos que la muerte no es santa, que mueras
santamente es diferente. Entonces mucha gente se disgusta con nosotras. Cuando se les
explica, a veces se quedan como pasmados, muchas veces no escuchan [...] A veces
cuando les platicamos que la calaverita es que Jesús la venció, resucitó al tercer día,
traspasó las fronteras de la muerte, entonces la gente cambia, se quita la medalla de la
Santa Muerte. Pero si no conocen, no entienden; entonces no cambia nada, se quedan con
su creencia”.

Los devotos de la «santa muerte» tienen una decisión


propia sobre su creencia y fe, así como su particular
modo de ver su realidad. Ellos deciden seguir adelante
con Cristo, la «santita» o con ambos.
Madre María esperancita del Niño Jesús, con la imagen original

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