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Capítulo III: análisis crítico

III.I.- Consideraciones preeliminares: retórica subalterna.

¿Que   es,   entonces,   la   verdad?   Un   dinamico   tropel   de


metaforas,   metonimias   y   antropomorfismos;   en   suma,   un
conjunto de relaciones humanas que, realzadas, plasmadas
y adornadas por la poesia y la retorica, y tras un largo uso,
un   pueblo   considera   solidas,   canonicas   y   obligatorias….
(Friedrich Nietzsche) 

Como ya antes señalamos, en el  análisis del corpus literario de esta investigación

nos   proponemos   rastear   esas   zonas   de   desestabilización   del   sujeto   monológico   y   la

emergencia de   subjetividades otras, dicha operación de desmontaje y reconfiguración de

significados la hemos denominado retórica o poética subalterna. En este sentido creemos

necesario plantear algunas consideraciones previas que nos parecen relevantes. Lo primero,

es que tanto los términos poética como retórica los usaremos alejándonos de la connotación

clásica con que a estos se los conceptualiza. Al respecto, es pertinente recordar que bajo las

concepciones tradicionales la poética se entiende como un conjunto de principios generales

que se usan para clasificar y analizar las obras literarias, en este sentido Platón define la

poética en el primer apartado del libro homónimo como “la reflexión en torno a las especies

y sus respectivas caracteristicas, de la trama requerida para componer un bello poema, del
numero y la naturaleza de las partes constitutivas de un poema”   (p.2) Así mismo,  Ricoeur,

en el sentido clásico, define la retórica como una manera para influir en un público por

medio  del empleo de  las  formas  del  discurso que no son las  de la  comprobación o la

violencia, de acuerdo a este autor, la retórica aspira a hacer más atractivo lo probable (p

61). En relación a esto, precisamos que usaremos los términos retórica y poética como

equivalentes, justificando lo anterior a partir conotación estética que la tradición atribuye a

ambos conceptos. A su vez señalamos que nuestra retórica o poética subalterna pone en el

centro del análisis las figuras retóricas o tropos entendiéndolas como una contradicción

significativa que ocasiona un giro de la palabra, provocando una extensión en el

significado a partir de una contradicción, es decir, un absurdo o impertinencia semántica.

Respecto de lo anterior, Paul de Man  (1990) señala que entender retórica como estudio de

los tropos y las figuras,  significa alejarse del sentido tradicional, es decir, del derivado de

comentario,   de   elocuencia   o   de   presuación   (19).   Así   mismo   este   autor   se   refiere   a   lo

retórica como la suspención radical de la lógica que abre posibilidades vertiginosas de

“aberración” referencial (23).  Aberración,   que tal como nos disponemos a comprobar,

posibilita la emergencia de significaciones excluidas en la enunciación egológica, las que


planteamos, pueden irrumpir a través de la espacio desregulado de la métafora. Además,

cabe precisar, que en el contexto de esta investigación abordamos la metáfora a partir de

las conceptualizaciones actuales de la misma, según ello este tropo posibilita la ampliación

de los sentidos aceptados a través de la unión de elementos normalmente irreconciliables,

poniendo en juego de esta forma la interpretación de elementos opuestos lo que hace surgir

nuevas relaciones significantes.

En relación a la renovación conceptual de la metáfora De Man señala que esta

prespectiva es complementaria a la tradicional que define la operación metáforica como

sustitución de términos o significantes, perspectiva paradigmática, que de acuerdo al autor,

las teórias contemporáneas reemplazaron por una sintagmática donde este tropo es

considerado un tipo particular de combinación (p 19). Cabe precisar que en el contexto de

esta investigación soslayaremos las diferencias con que se suelen categorizar los tropos del

lenguaje, centrándonos más bien en las operaciones retóricas con las que se va

configurando las imágenes que constituyen los significados sociales e individuales, es decir,

nos referiremos a metáfora en un sentido amplio, abarcando con dicha denominación tanto

a la metáfora, como la sinédoque, la metonimía, entre otras figuras.

Por último, señalamos que para el análisis específico del corpus literario en torno al

cual se desarrolla esta investigación nos centraremos en las metáfora de la casa y el espejo.

Respecto de ellas, creemos que en la obra de Calderón existe una deconstrucción de la

metáfora patriarcal casa-mujer, configurándose como espacio femenino tanto de

subordinación y negociación, así como también de resistencia subalterna. En tanto el


espejo, metáfora por excelencia del “yo” que se opone especularmente a un otro, en la obra

en análisis deviene en fragmento, metáforizando la emergencia de nuevas significaciones.

En esto que hemos denominado retórica 

La casa: territorio de dominio y resistencia subalterna.

Cabe señalar que dentro del desarrollo de esta análisis hemos logrado evidenciar que

la metáfora de la casa, dentro de la obra de Calderón, en ciertos momentos despliega su

connotación canónica, esto es se nos presenta como espacio de resguardo, orden y

protección, connotación que en términos literarios es posibles relacionar con la larga

tradición de la poesia lárica. Dicho sentido que podemos denominar de tracional-lárico va a

devenir en la escritura de caderoniana en espacio asfixiante o agresor, es decir, la

conotación positiva dará paso dentro de la obra a un espacio claustrofóbico o en ruinas que

alude a estructuras sociales, políticas y/o económicas opresivas, desplegando con ello

también su valor subalterno en tanto espacio de sumisión, pero también de resistencia del

poder hegemónico. Considerando lo anterior, en el contexto de este análisis, hemos

ampliado su significado bajo la idea de la casa como territorio-epistémico-occidental,

espacio donde creemos se trazan líneas de fugas del poder hegemónico-patriarcal

connotando finalmente la casa como espacio de resistencia subalterna.


Conforme a lo anterior, planteamos que dentro de la obra de Calderón la casa

despliega la connotación lárico-tradicional, es decir, como como espacio material que se

asocia a la niñez, en tanto, la vida adulta se percibe como desposesión de ese bien primero

(Bacherlard, 1957 p.14). Con ello decimos se establece un nexo entre las letras de

Calderón y la larga tradición de la poesía de los lares. Al respecto Juan Carlos

Villavicencio, nos recuerda que el temple de ánimo de la poesía lárica se caracteriza por la

continua evocación a cierto pasado representado en el arraigo a la aldea, a la que siempre se

quiere retornar -que guarda la pureza primigenia acaso- por sobre la ajena ciudad

materialista- arraigo también al imaginario colectivo antiguo de la casa natal y el hogar

( 2013, p.42). En la obra en estudio podemos ejemplificar la expresión de dicho temple

nostálgico a través del poema “Infancia” perteneciente al poemario Causas pérdidas:

¿Qué niño se escabulle


por la vieja cerradura de la casa
y en que espejo de hunde?

El sol se descuelga
entre las tumbas de noviembre
y entre los lírios todavía
busca un mapa.

Pero Hamelin está muy lejos


y la astucia de una flauta
no tiene el poder de regresarnos.

La espada es sólo el sueño


de la piedra en otro tiempo.
El pasado nada más
todo el olvido.

En los versos anteriores es posible percibir el anhelo por un tiempo pérdido, al cual

tal como se expresa en el segundo verso del poema citado, ya nada tiene el poder de
regresarnos, entonces la niñez alegorizada a través Hamelin -protagonista del famoso

cuento infantil- se nos presenta como aquel tiempo que está muy lejos, en el cual el pasado

no es nada más que todo el olvido, configurando con ello dentro del espacio poético el tono

meláncolico propio de la poesía lárica. Respecto de dicho tono, Jorge Teiller, el más

reconocido de los poetas lárico chilenos, señala que frente al caos de la existencia social y

ciudadana los poetas de los lares (sin ponerse de acuerdo entre ellos) pretenden afirmarse

en un mundo bien hecho, sobre todo en el mundo del orden inmemorial de las aldeas y de

los campos, en donde siempre se produce la misma segura rotación de siembra y cosecha,

de sepultación y resurrección (Teiller cit. en Villavicencio 51). De acuerdo a lo anterior,

podemos afirmar que cuando hablamos de espacio lárico nos estamos refiriendo al espacio

ordenado de lo familiar y del hogar, representado a través de la metáfora de la casa, la que

en este sentido tradicional es siempre un lugar más protegido y luminoso que el presente o

la situación actual, tal como advetirmos en los siguientes versos extraídos del poemario

Elefante, en los que la voz poética calderoniana expesa la contraposición entre una

luminosa tierra del sol la cual quedó en el pasado, y la actual vida sin luz, sin amor:

“Oh tierra del sol,


suspiro por verte
ahora que lejos
yo vivo sin luz sin amor
Y al verme tan sola y triste
cual hoja al viento,
quisiera llorar
quisiera morir
de sentimiento (20).
Conforme a lo señalado la casa, en su sentido canónico o tradicional queda

asociada a los términos de infancia, hogar, familia y por un desplazamiento de sentido

adquiere las connotaciones de protección, amparo, refugio y pertenenecia. Respecto de

ello, Bachelard indica que la casa será el símbolo imperecedero de protección y orden. El

autor, en su Poética del Espacio, agrega además que ésta posee las acepciones de

alimento/protección y que por extensión se asocia a los orígenes y al vientre materno (14).

Al hacer manifiesta la relación con lo materno, Bachelard víncula la imagen de la casa a lo

femenino. En este sentido en los versos antes citados creemos ver la referencia a la matríz

femenina a través de las imágenes circulares de la tierra y el sol, planteamos además que la

misma función, aunque de forma gráfica cumple la interjección Oh que inaugura el verso,

es decir, dennota el vientre materno como hogar primigéneo -espacio cerrado de orden y

protección- a través de la alusión a la oquedad matricial. Respecto de lo anterior, podemos

precisar que en el plano histórico la unión casa-mujer es de larga data, y en retrospectiva la

podemos ubicar en el inicio de la cultura occidental. En relación a esto último Lucía Guerra

señala que para los griegos la mujer estaba consagrada a las tareas domésticas,

constituyéndose así en la reina del hogar, el lar se nos presenta entonces como espacio

inminentemente femenino, espacio cerrado que de acuerdo con Lucía Guerra “[…] anula la

contingencia de un afuera, y que en el mundo griego estaba representado por la figura de

Hestia: la diosa que residía en el centro de la casa donde cuidaba del fuego y resguardaba la

inmutabilidad y la permanencia” (123). La casa se configura entonces como un espacio de

preservación del orden donde se anula la anarquía que supone lo extraño, significación que

en el corpus en estudio, como hemos intentando ejemplificar, se hace presente a través de

las referencias a través de las alusiones a un tiempo primigenio y circular, así como también

de la nostalgia lárica que a momentos se apodera del espacio poético. Por otra parte,
podemos señalar, que esta misma actitud lárico-tradicional, la cual nos permite vincular la

metáfora de la casa a la cadena semántica hogar-familia-orden-protección-mujer está

presente en la obra narrativa de la autora, tal como sucede en el conjunto de cuentos Vidas

de perras:

No fuimos jóvenes para siempre, pero aprendimos a palos cómo hacernos adultas y
paseamos capeando el temporal de esos años negros que se nos vinieron encima, cada cual
su temporada en el infierno, sinopsis del Apocalipsis. Las ilusiones se fueron al diablo, y
entender muy bien lo que pasabamos, nosotras las que íbamos a ser reinas, salimos
expulsadas del Paraíso (p. 37)

Un análisis somero de la cita anterior nos entrega la presencia del tópico literario de

orígen medieval del ubi sunt relacionado con el tema del paraíso pérdido, el que como bien

es sabido se refiere a la nostalgia de tiempos mejores, tal como se expresa en el párrafo antes

señalado, en el que la hablante expresa no fuimos jóvenes para siempre, contraponiendo de

este modo la añoranza por un pasado pleno de ilusiones, con el advenimiento de un tiempo

infernal y apocalíptico. Ahora bien, conforme a lo antes señalado hemos intentado evidenciar

la relación existente entre la cadena semática que víncula la casa con lo femenino – en tanto

lugar de inmanecia y preservación- con la tradición de la poesía lárica. En este sentido

planteamos que la añoranza de lo originario, manifestado por el temple lárico que a

momentos predomina en la obra analizada, implica una negación de la idea de progreso

que fundamenta la dialéctica hegeliana, dado que la fusión sintética de las polaridades

presente-pasado deviene en ruina y/o en fracaso, tal como se explicita en la cita anterior,

en que un pasado luminoso que se recuerda como tierra del sol se contrapone con el

desamparo del presente, el cual ºa hablante expresa como una vida sin luz sin amor, en esta

negación de la idea de progreso creemos abre una primera línea de fuga: el protección del
hogar deviene en encierro claustrofóbico para una hablante-personaje femenina, aludiendo

con ello a las estructuras sociales, políticas y/o económicas opresivas, así como también,

como nos proponemos demostar en este analisis a las concepciones épistemicas

androcéntricas y racionalistas fundantes de la cultura occidental.

En la cita anterior, también es posible evidenciar la alusión a los años negros de la dictadura

militar los que se califican como apocalpticos e infernales, con ello podemos ejemplificar

como en la obra en analisis el significación tradicional-lárica en tanto espacio de orden y

protección deviene en espacio claustrofobico de opresión y violencia. Citar a nateer

Es por lo anterior, que decimos en un primer punto que en la obra que compone

nuestro corpus, la metáfora de la casa se nos presenta bajo acepción tradicional que

connota, por una parte, la nostalgia del un orden familiar pérdido, en tanto que por otra,

es también negación de la linealidad y progreso, fundamento de la egología occidental. Esta

última

como señala Tellier el orden inmemorial que añoran los poetas láricos es

tal es el caso del poema “Infancia” perteneciente al primer

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