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"ACERCA DE LA POSIBILIDAD DE JUGAR Y APRENDER".

Examinando diversos aspectos de la vida del hombre encontramos ciertos


comportamientos que pueden atribuirse a distintas esferas de la vida humana tales
como: alimentación, vestimenta, trabajo, defensa, reproducción, etc. De la misma
manera encontramos objetos producidos por el hombre que acompañan o
complementan el desarrollo y la ejecución de estas actividades (utensilios, prendas de
vestir, herramientas, armas, etc.)
No obstante, nada permite afirmar certeramente cuándo un comportamiento es
efectivamente un juego y cuándo un objeto es un juguete.
Cada una de las actividades recientemente mencionadas pueden transformarse en
juego o ser realizadas lúdicamente. El mismo objeto, un martillo por ejemplo, puede ser
utilizado como instrumento para el carpintero que lo utiliza o como juguete para su
hijo, que en un juego simbólico imita la actividad de su padre, o para un adulto que
juega a dar golpes sobre una madera rítmicamente.
Es decir que el hombre puede comportarse de manera lúdica (o no),
imprimiendo un estilo particular a la relación que pueda establecer consigo mismo, con
los demás, con el mundo que lo rodea y con los objetos con los cuales se relaciona.
Encontramos un reflejo de esta vivencia en un pasaje final de Alicia en el País
de las Maravillas : “Y allí siguió sentada la hermana de Alicia, con los ojos cerrados,
creyéndose casi en el País de las Maravillas, aunque sabía que sólo tenía que abrir los
ojos para encontrar que todo se había transformado de nuevo en la insulsa realidad :
el pasto solo crujiría con el viento, el charco sólo ondearía con los juncos, el
repiqueteo de las tazas se transformaría en el retintín de las campanitas que llevaban
las ovejas, y la voz chillona de la Reina no sería otra que la del pastorcito, mientras
que el estornudo del lechón, el chillido del Grifo, y todos los demás ruidos raros se
transformarían en el rumor confuso de la atareada granja y sus labores...”i
El juego nos permite, a veces, relacionarnos de esta manera con la realidad,
sabiendo que tal vez, una vez terminado el juego, la vida será la misma... aunque
nosotros ya hayamos cambiado y tal vez, seamos distintos.
El juego y el aprendizaje constituyen dos procesos presentes en la vida humana,
que si bien se diferencian claramente entre sí, pueden encontrarse implicados el uno al
otro en determinados momentos.
Consideramos el aprendizaje como un proceso que no sólo se produce en las aulas
o en contextos de enseñanza sistematizada, sino también en ámbitos y situaciones
espontáneas, cotidianas e informales de la vida del hombre. En general las distintas
teorías que abordan la problemática del aprendizaje coinciden en que el mismo se
produce cuando hay un cambio relativamente permanente en la conducta de una
persona como consecuencia de la experiencia, comprometiendo todos los aspectos de su
vida.
Desde una perspectiva psicopedagógica Marina Müller considera el aprender como
“un proceso que implica la puesta en acción de diferentes sistemas que intervienen en
todo sujeto : la red de relaciones y códigos culturales y del lenguaje, que ya desde
antes de nacer “hace un lugar” a cada ser humano que se incorpora a la sociedad,
“hecha propia” por el sujeto en un proceso que implica un transcurso temporal (una
historia) y un lugar, un espacio psicológico, familiar y también ecológico, mediante
estructuras psíquicas relacionadas con el conocimiento y con sus representaciones”.ii
Ahora bien, una vez definido el aprendizaje en sentido amplio nos abocaremos a
comprender su relación con el juego como proceso en situaciones escolarizadas,
preguntándonos en primer lugar : ¿En toda situación de juego se aprende?
Rápidamente contestaríamos en sentido negativo, considerando que muchas
situaciones de juego no implican un aprendizaje constante o continuo.
El juego permite experiencias de exploración, de manipulación, de ensayo y error,
de frustración y fracaso, de cooperación y colaboración, de ingenio y astucia; procesos
sin duda interesantes para la adquisición de ciertos aprendizajes. Pero la automatización
del juego conocido, la repetición de esquemas “ya jugados” nos permite pensar en
situaciones de juego que no constituyen aprendizajes.
Cuando el sujeto puede jugar sobre escenas ya familiares, sobre esquemas ya
conocidos, con materiales ya descubiertos y explorados en sus posibilidades, accede a
estos objetos de conocimiento de una manera más natural, que nos hace pensar
ciertamente en una consolidación de su experiencia, más que en nuevos aprendizajes.
Sin duda esta experiencia acumulada a través de sus conductas lúdicas constituye
un pilar importante para sus posteriores aprendizajes, ya que cuando recurrimos al
juego volvemos a una especie de conocimiento con el que contamos y que facilita
enormemente la comprensión de la situación.
Pero es importante destacar que el sujeto puede jugar conforme a su propio estilo,
extrayendo de esta experiencia cualquier aprendizaje para el que esté dispuesto en ese
momento dado.
Es necesario destacar que en el imaginario escolar, fundamentalmente en algunos
padres y docentes, la vinculación entre juego y aprendizaje no es comprendida, ni
mucho menos aceptada. Encontramos quienes creen necesario “dejar de jugar para
empezar a aprender”, quienes asocian la expresión aprender a una actividad pasiva, a
un recibir algo de alguien que “sabe” a alguien que “no sabe”, y quienes consideran que
aprender a través del juego es un pasatiempo, una diversión, y en el peor de los casos
una pérdida de tiempo...
“A veces los padres esperan del docente un determinado comportamiento asociado
con la información (contenidos - programas) y la promoción escolar, que con el
desarrollo socio - afectivo y la capacidad creadora del niño...Ante diversas propuestas
de actividades lúdicas en que se incluyen los contenidos curriculares de diversas áreas,
en una sociedad que sobrevalora la productividad, la eficiencia y el consumo es
necesario recordar que el jugar...es una actividad con la que se gana en especial un
nivel de autonomía, de creatividad y participación social, (y que) con el juego también
se aprende y se trabaja.”iii
La actitud de los adultos frente al juego de los niños refleja el esquema ideológico
de los mismos y determina de alguna manera las posibilidades lúdicas que se puedan
presentar o no, permitir o no, propiciar o no. Es decir que en la consideración de la
vinculación existente entre juego y aprendizaje está fuertemente comprometida la teoría
del aprendizaje que implícita o explícitamente sostenga y concrete el docente y la
institución escolar; la idea de educación en la que se cree y por la cual se educa, el
sistema pedagógico que se organice, la propuesta didáctica que se prometa, los planteos
metodológicos que se realicen, los recursos que se ofrezcan ; los criterios y estrategias
de evaluación que se propongan, los cuales determinan un estilo institucional, una idea
de escuela, un espíritu pedagógico.
En segundo lugar nos formulamos el siguiente interrogante:
¿El aprendizaje implica para su concreción efectiva el proceso de juego?
En cuanto a la presencia del juego en el proceso de aprendizaje destacamos que
considerándolo como proceso y como modo, el juego proporciona un “ethos de
aprendizaje” que atiende las necesidades básicas del aprendizaje infantil, entre ellas:
practicar, elegir, perseverar, imitar, imaginar, dominar y obtener competencia y
confianza en sí mismo; adquirir un nuevo conocimiento, destrezas, un pensamiento
coherente y lógico y una comprensión; alcanzar la posibilidad de crear, observar,
experimentar, moverse, cooperar, sentir, pensar, memorizar y recordar; comunicarse,
interrogar, interactuar con otros y ser parte de una experiencia social más amplia en la
que resultan vitales la flexibilidad, la tolerancia y la autodisciplina; conocer y valorarse
a sí mismos y las propias fuerzas y comprender las limitaciones personales; ser activos
dentro de un ambiente sereno y seguro que estimule y consolide el desarrollo de las
normas y de los valores sociales.iv
El juego funciona en muchas situaciones como motivador y gratificador, lo cual
permite, cuando acompaña el proceso de aprender, mejores aprendizajes para el sujeto.
Ahora bien es importante destacar que el sujeto puede aprender, y de hecho
aprende, por otros caminos alternativos al juego y que, frecuentemente, disfruta
también de estas oportunidades de aprendizaje.
En tercer lugar podríamos preguntarnos acerca del aprendizaje del juego, si es que
éste puede aprenderse.
En este sentido podemos afirmar que la capacidad lúdica es inherente a la naturaleza
humana, pero que su particular modo de expresarse, en cada espacio, en cada tiempo, en
cada época, en cada sociedad, en cada hombre es susceptible de ser aprendido. Y no
hablamos en este caso sólo de un aprendizaje individual, que el sujeto realiza por sí
mismo libremente ; sino que también involucramos un fuerte componente social en la
construcción de este tipo de aprendizajes.
El juego puede ser considerado como una verdadera institución educativa
espontánea, natural, previa o incluso simultánea a otras instituciones educativas, que
pueden o no incorporarlo.
Muchos conocimientos generales, tecnológicos o de carácter práctico pueden ser
aprendidos a través del juego, junto a normas, estructuras y leyes sociales, códigos
grupales, jerarquías, sentimientos de pertenencia o de marginación. Además la herencia
cultural puede ser transmitida a través del juego, sobretodo si consideramos que el
juego se encuentra enraizado en lo más profundo de los pueblos, cuya identidad cultural
puede ser conocida a través de sus juegos y juguetes. “Condicionado por los tipos de
hábitat o de subsistencia, limitado o estimulado por las instituciones familiares,
políticas y religiosas, funcionando el mismo como una verdadera institución, el juego
infantil, con sus tradiciones y sus reglas, constituye un auténtico espejo social”.v
Hasta aquí desarrollamos el cómo aprendemos a jugar pero también es necesario
referirse al modo en que lo hacemos.
“…unos señalan que normalmente lo hacemos de una manera natural; otros
indican que, a lo largo de todo el tiempo, nos hemos opuesto de algún modo a la
tendencia a jugar bien porque nos implica en procesos que quedan más allá de nuestro
control (valores, riesgos, perspectivas)”.vi
En ciertas ocasiones el hombre limita sus posibilidades de juego condicionado ya
sea por sí mismo y los factores internos que se comprometen en el juego, por el medio,
por quienes lo rodean, por los materiales con los que cuenta, por las actividades
necesarias para el desarrollo, por la situación áulica o aún por la intervención del
docente. En el contexto escolar, y en razón de ciertas indicaciones captadas certera o
equivocadamente por los niños, es posible que éstos estimen inapropiados ciertos usos
(o abusos) de ciertos juegos.
Por último nos interesa abordar la siguiente cuestión: ¿Es posible plantear
situaciones de aprendizaje en la escuela a través del juego?
Creemos que existe cierta tendencia generalizada, en los ámbitos pedagógicos y
psicológicos, a relacionar los procesos de “juego y aprendizaje” sin profundizar
demasiado en cuál es la verdadera incidencia del juego en el desarrollo del aprendizaje,
si ambos son procesos que se implican mutuamente, se complementan o bien pueden
prescindir uno del otro.
Si ahondamos en la consideración de los distintos elementos que componen el
currículum escolar se hace necesario reflexionar acerca de:
- los fines y objetivos educacionales que se persiguen al momento de ofrecer un
juego dentro del aula,
- qué dimensiones de la persona humana se intentan desarrollar a través del juego,
- cuáles son las características psicológicas (evolutivas y comportamentales) de
los alumnos que permiten o imposibilitan la propuesta de un juego en particular,
- qué contenidos están implicados en el mismo,
- qué estrategias debe implementar el docente en el desarrollo de este tipo de
actividad,
- qué rol asumirá el docente en el desarrollo del juego y su nivel de intervención,
- qué representaciones tienen alumnos y docentes acerca de “la conducción del
aprendizaje a través del juego”,
- cómo se evalúa una actividad lúdica.
En algunos casos la implementación de ciertas estrategias de enseñanza bajo el
aparente formato del juego resulta una alternativa didáctica con confusas consecuencias
tanto para el alumno como para el docente.
Por un lado el alumno percibe que bajo la sugestiva promesa del docente “Hoy
vamos a jugar…” se esconden una serie de indicaciones para una actividad que derivará
en aprender alguna regla ortográfica o recordar los nombres de las provincias de nuestro
país. Por otra parte el docente conociendo el atractivo que tiene una propuesta de juego
para los niños parte de ésta para continuar con la enseñanza de distintos conocimientos
de acuerdo con lo que le dicte su imaginación.
Pero el niño sabe diferenciar bien cuándo tiene libertad para jugar o cuándo lo que
empezó como juego se transforma en un minuto en una tarea, como tantas en el aula.
Frecuentemente la escuela utiliza una apariencia de juego como medio pedagógico, a
fin de introducir al alumno en una parte del programa.
Nos preguntamos entonces ¿Es esto el verdadero juego donde el niño no crea las
reglas sino que el maestro las impone en función de una respuesta esperada?.
“Este ha sido siempre el dilema : “si se deja jugar a los niños como quieren, ellos
no aprenden lo que queremos, si interferimos en el juego para dar un objetivo,
echamos a perder el juego y los chicos dejan de aprender”. En realidad el juego se usa
al servicio de otros fines, que no son precisamente el placer de jugar. Estamos de
acuerdo en que el aprendizaje planteado de esta manera puede ser algo muy
interesante, pero tenemos que aclarar esto para no confundirnos. Con una actitud
lúdica el maestro planificará actividades que brindarán al niño la satisfacción de una
tarea, quizás atrapante en su relación con el conocimiento.” vii pero que no siempre
bastará para desarrollar todas las tareas aúlicas o para constituirse en el único modo de
aprender.
En este sentido afirmamos la posibilidad del juego en el aprendizaje como un
elemento ciertamente facilitador en tanto que consideramos al juego como una
“...acción cuyo desenlace es incierto y, por consiguiente, está determinado por la
audacia y el riesgo ; una acción imposible de ser comparada con ninguna otra acción,
sino que trae algo totalmente nuevo al mundo, a la manera de cada persona humana
en su unicidad e irrepetibilidad siempre nueva ; una acción que lleva en sí misma su
finalidad y no recibe su valor, desde luego, de ninguna utilidad externa ni de una
función colmada ; una acción, finalmente, acompañada por la conciencia de ser
distinta de la vida corriente, y lleva en sí misma la experiencia de la felicidad de ser
distinto entre iguales”.viii
Creemos que jugar y aprender es posible, aunque no dejamos de advertir que la
implementación del juego en el terreno educativo escolarizado debe ser ampliamente
estudiada, investigada y reflexionada por cada uno de nosotros a la hora de transformar
nuestros ámbitos de trabajo en espacios lúdicos.

Psicopedagoga Verónica Rebaudino


i
Carroll, Lewis. “Alicia en el país de las maravillas”. Atlántida. Buenos Aires, 1973. Pág. 137-138. (El subrayado
nos pertenece).
ii
Müller, Marina. “Aprender para ser. Principios de psicopedagogía clínica”. 2da Edición. Bonum. Buenos Aires,
1990. Pág. 14.
iii
Gentile, Mirta Elda y Valencia, María Catalina. “El juego en el aula” en Revista de Educación “La Obra” Año
70 Nº 847. Graficsur S.R.L. Buenos Aires, 1991. Pág. 51.
iv
Cfr. Moyles, J.R. “El Juego en la Educación Infantil y Primaria”. Morata y Ministerio de Educación y Ciencia.
Madrid, 1989. Pág. 37.
v
UNESCO. Estudios y Documentos de Educación. “El Niño y el Juego. Planeamientos Teóricos y Aplicaciones
Pedagógicas”. Paris, 1980. Pág. 5
vi
Hans, J. S. “The play of the World”. University of Massachusetts Press. Cambridge. 1981. Pág. 181 en Moyle,
J. R. Op. Cit. Pág. 36.
vii
Lucarelli, Elisa A. y Correa Elida J. “Cómo hacemos para enseñar a aprender”. Santillana. Buenos Aires, 1994.
Pág. 12-13.
viii
Böhn Winfried. “Un Maestro en Córdoba”. Masters, Córdoba, 1997. Pág. 32.

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