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8-COBERTURAS VEGETALES
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con las estructuras para el manejo de las aguas las aguas de escorrentía, las líneas de
drenaje y los cauces naturales. Pero la vegetación se establece en los sitios donde se
requieren labores de mitigación y compensación, sin recurrir a ejecutar obras. La figura 8.3
presenta un tratamiento diseñado para vegetar el talud rocoso.
8.3 SELECCION DE ESPECIES VEGETALES
En la selección de especies para el establecimiento de coberturas vegetales en labores de
control de erosión se debe considerar los siguientes criterios:
Sistema radical.
Aporte de materia orgánica.
Porte (altura máxima).
Morfología.
Cobertura aérea (diámetro de copa).
Exigencias climáticas.
Exigencias edáficas.
Exigencias hídricas.
Sistemas de regeneración.
Recuperación de suelos.
Influencia sobre obras de ingeniería.
Periodicidad del mantenimiento.
Agresividad y dominancia.
Usos antrópicos (alimenticio - medicinal - artesanal - industrial).
Palatinidad a los ganados.
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adquieren los sedimentos, los efectos sobre los movimientos en masa, la fertilidad del suelo
y las características bio-climáticas del área.
Las zonas degradadas se sectorizan con base en las variables antes mencionadas con el fin
de ubicar en forma adecuada las coberturas vegetales. En las zonas de depósitos coluviales
y en los abanicos aluviales se recomienda sembrar especies de porte arbustivo o arbóreo
que mejoren agrológicamente el suelo, en colinas y laderas son convenientes las especies
de herbáceas, rastrera, rastrojos medios y altos, y en las vecindades de las estructuras de
drenaje, especies de porte bajo, con invasión lateral controlada. Para ello es muy útil
establecer plantas nobles que se regulan por principios aleopáticos.
8.3.4 Morfología
La morfología de las especies seleccionadas como cobertura vegetal tiene alta incidencia en
el comportamiento del agua precipitada en el área. Especies con alta densidad del sistema
foliar tienen mayor capacidad de interceptación de la lluvia. Sistemas foliares espigados
(ejemplo acículos de las coníferas) tienen menor área específica en el sistema, lo que reduce
su capacidad interceptadora.
La densidad, la forma, la rugosidad y el tamaño de las ramas, de los fustes y de los sistemas
foliares son determinantes en la capacidad de la cobertura para aumentar el tiempo de
concentración de las aguas en la ladera.
Además los follajes de tamaño, morfología y alturas diferentes son altamente eficientes en
el control de los elementos del clima como los vientos fuertes, las temperaturas altas y las
humedades bajas que acceden al suelo y lo alteran. De ahí la importancia de establecer
plantas con follajes diversos para proteger, no solo el suelo sino las estructuras como los
pavimentos y los concretos que quedan sometidos a temperaturas altas durante los días
calurosos.
8.3.5 Cobertura aérea
Las especies utilizadas en control de erosión deben tener una cobertura de copa amplia,
derivada de un sistema foliar denso que se constituya en una barrera contra la precipitación
y genere en el suelo un microclima que favorezca el establecimiento de microorganismos
descomponedores que recuperen el suelo orgánicamente.
Aquí es importante la eficiencia que presentan los sistemas multiestratos que son
encargados de regular las aguas en las laderas. Esto asociado a la complejidad de los
sistemas radicales que permiten el amarre de los suelos a varias profundidades
incrementando la estabilidad del sistema.
La reforestación con especies arbustivas estimula el establecimiento de las coberturas bajas
y rastreras encargadas de interceptar las gotas de agua de los árboles, retienen los
sedimentos y amarran los suelos, complementando las acciones de la recuperación del área.
La composición multiestrato de las coberturas vegetales constituye una cadena de
amortiguación de la precipitación, con alta eficiencia, permite la adecuada disposición de la
materia orgánica aportada por el sistema, lo que repercute positivamente en la rapidez de
regeneración orgánica del suelo.
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En las prácticas se utilizan especies pioneras de rápido crecimiento, que aportan materia
orgánica, mejorando las condiciones para el establecimiento de las especies definitivas.
La materia orgánica aportada por las especies herbáceas y pioneras se descompone
rápidamente y favorece el aumento de microorganismos en el suelo y restituyen un eslabón
básico en la cadena alimenticia. Esto conduce a una rápida activación de la dinámica
sucesional de la cobertura y al equilibrio ecológico en el área recuperada.
De ahí la necesidad de establecer coberturas vegetales de follajes densos, con sistemas
radicales fibrosos y fasciculados que al descomponerse contribuye a la formación del suelo
como una estructura edafológica eficiente.
8.3.11 Influencia sobre obras de drenaje
El éxito de los tratamientos de control de erosión está supeditado a la simbiosis que existe
entre las coberturas vegetales y a su evolución en ambientes con las obras de drenaje. Su
acción es complementaria y no debe existir presión entre ellas. La figura 8.5 presenta un
tratamiento integral de un cauce que abastece agua para consumo humano.
El establecimiento de coberturas vegetales debe considerar las presiones que se pueden dar
sobre las estructuras en concreto: la presión que ejercen los sistemas radicales sobre las
obras, la acción de palanca que ejercen los árboles sobre taludes de pendientes fuertes, el
aporte de sedimentos orgánicos y la presencia de especies vegetales sobre las estructuras
de drenaje son entre otras, muy frecuentes.
De ahí la importancia de seleccionar con detalle la cantidad, la frecuencia, la sección y las
pendientes de las estructura hidráulicas, así como las prácticas de mantenimiento como
podas, manejos silviculturales a plantas de porte medio y alto y las labores de recuperación
de áreas degradadas con el material vegetal extraído de las rondas de mantenimiento de
obras.
8.3.12 Periodicidad en el mantenimiento
El espacio de tiempo que requiera una cobertura vegetal para regenerarse, extenderse y
desarrollarse hasta el punto de convertirse en un obstáculo para las obras de drenaje es un
factor de amplia repercusión económica y de eficiencia de las obras.
Las coberturas deben tener un período de desarrollo lo más amplio posible con el fin de que
disminuya el número de mantenimientos en espacio de tiempo.
8.3.13 Agresividad y dominancia
Para la elección de las coberturas vegetales en obras de control de erosión se tiene en
cuenta la agresividad de las especies con el fin de poder estimar el tiempo el cubrimiento
óptimo de la zona; la dominancia existente entre las especies permite el control de las menos
eficientes con el fin de proteger las obras de drenaje, apoyando su funcionamiento y
contribuyendo a la regulación de los caudales y de los sedimentos orgánicos.
8.3.14 Usos antrópicos
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y la hojarasca es una barrera que permite conservar la humedad del suelo, haciéndolo
eficiente.
Fijación del suelo: Las raíces ligan las partículas del suelo, mientras los residuos
vegetales superficiales filtran los sedimentos del agua. Simultáneamente se crean las
condiciones para la deposición de los sedimentos por la reducción de la velocidad de las
aguas de escorrentía.
Retardación: Las hojas, los tallos y los residuos vegetales incrementan la rugosidad
del suelo, por lo tanto disminuyen la velocidad del agua de escorrentía evitando que se
presente la erosión del suelo. El follaje brinda mayor aspereza quitándole velocidad al
viento.
Infiltración: Los sistemas radicales contribuyen a mejorar la porosidad del suelo y por
lo tanto la permeabilidad. El cúmulo de obstáculos por los tallos, las raíces y la hojarasca
son disipadores de la energía del agua de escorrentía, obligan mayor recorrido de las
aguas superficiales y con ello la infiltración.
Evapotranspiración: Las plantas toman parte del agua del suelo, retardando su
saturación y participando decididamente en el ciclo hidrológico.
Fertilidad: Se obtienen mejores condiciones agrológicas del suelo como consecuencia
del aporte de materia orgánica y otras funciones como la fijación de nitrógeno.
8.4.2.2 Prevención de movimientos de masa.
Las plantas leñosas (árboles y arbustos) previenen los movimientos en masa que involucran
el suelo, particularmente de poca profundidad, mediante el incremento de la resistencia a
la cizalladura.
La vegetación influye en el equilibrio de fuerzas actuantes de los taludes, así:
Efecto de las raíces: Mecánicamente asumen el esfuerzo de cizalladura del suelo y lo
transforma en tensión, actuando como refuerzo.
Control de la humedad: La evapotranspiración, la intercepción del follaje y la capa
orgánica aportada controlan la humedad en el suelo.
Efecto de contrafuerte y arco: Los tallos anclados y embebidos funcionan como tales,
para contrarrestar la cizalladura.
Sobrecarga: La vegetación aunque implica un sobrepeso, posee un componente
perpendicular al talud que contribuye a evitar el deslizamiento.
Sin embargo, existen algunos factores que podrían disminuir el efecto estabilizante de la
vegetación arbórea, como por ejemplo:
Apalancamiento: La tendencia de las raíces es la de servir de cuña sobre grietas,
fisuras y canales del suelo, contribuyendo a su inestabilidad.
Arrastre del viento: Cuando este es fuerte, puede arrancar los árboles y lanzarlos
ladera abajo.
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Presión sobre las obras hidráulicas: ejercida por las raíces y los tallos de los árboles
cercanos a las estructuras ó por el aporte de hojarasca y residuos orgánicos que taponan
las estructuras hidráulicas.
Imitaciones artificiales de las propiedades biotécnicas son las "estructuras de tierra armada"
y las "pilas de raíces reticuladas" (colocación de un arreglo de pilas en concreto
entrecruzadas, fundidas "in situ" de pequeño diámetro).
En desventaja de estos métodos radica en la rápida corrosión y deterioro; puesto que las
raíces tienen la propiedad de auto-repararse y
regenerarse.
Para lograr la recuperación integral de las áreas
degradadas, se adelantan medidas intensivas
encargadas de corregir, en primera instancia, los
problemas erosivos activos logrando el equilibrio
necesario para el posterior arraigo y
establecimiento de la cobertura vegetal.
8.5 APOYO A TRATAMIENTOS CON
VEGETACIÓN.
La recuperación de taludes y laderas
desprovistos de vegetación se logra mediante
prácticas para el establecimiento de vegetación,
utilizando plantas de tipo rastrero y de rápido
crecimiento con el apoyo de materia orgánica y
fertilizantes a fin de lograr el rápido cubrimiento
del área.
Los tratamientos están conformados por varios Figura 8.6 El material vegetal es extraído de
individuos del mismo cauce. (Carlos E.
elementos: unos, como las estacas o mallas, Escobar P.)
garantizan la seguridad del tratamiento en los
taludes escarpados; otros, como el abono verde son aporte de materia orgánica, protegen
el material vegetal vivo y el suelo de las variaciones climáticas, garantizando la humedad
suficiente para la germinación, el arraigo y el establecimiento de las plantas, y los últimos,
el material vegetal vivo, es la fuente que genera las plantas encargadas de proteger
definitivamente el talud, cuando estas se establecen.
Los tratamientos vegetativos requieren de una infraestructura que garantice la producción
del material vegetal orgánico de abonos verdes y el material vegetal vivo como estacas de
palos nacederos, estolones y semillas, según las necesidades. A continuación se hace la
relación de la infraestructura y los tratamientos para el establecimiento de vegetación.
8.5.1 Banco de propagación.
Lugar que se establece con el propósito de obtener material vegetal vivo como tallos,
rizomas, estolones o semillas útiles para la propagación vegetativa. Este material es
cosechado y transportado al sitio de siembra.
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Los bancos de propagación son útiles cuando se requieren plantas de reproducción por
rizomas, estolones y semillas. Se debe escoger un terreno de excelentes condiciones de
textura y drenaje (suelo franco arenoso) y con presencia de elementos mayores y menores.
Las deficiencias deben ser suplidas con fertilizante.
Los bancos de propagación para labores de revegetalización en proyectos de ingeniería, se
localizan previamente, aprovechando las áreas cubiertas por las especies a utilizar las cuales
se explotan por el método de entresaca, evitando así que se agote el recurso. La figura 8.6
presenta un ejemplo de una estaca de un árbol nacedero sembrada en una margen de un
cauce para reforzar la vegetación del bosque de galería. Esta siembra aprovecha elementos
que se reproducen por métodos asexuales cosechados de árboles de la cuenca.
8.5.2 Suministro de material vegetal.
Esta actividad comprende la obtención de semillas, rizomas, estolones y estacas de palos
nacederos, de especies rasantes y arbustivas, elementos esenciales para adelantar las
prácticas y labores de revegetalización de áreas degradadas y en la estimulación de zonas
que necesitan mayor cubrimiento vegetal.
8.5.3 Suministro de materia orgánica.
Esta actividad comprende la explotación de la materia orgánica, de suelo orgánico, abonos
verdes, compost, con el fin de mejorar los suelos orgánicamente, obtener mejores
condiciones de humedad y nutrientes para las plantas. Además se logra la protección del
suelo del secado por las temperaturas altas y los vientos y se logra la respuesta rápida de
las coberturas vegetales en el tratamiento.
Las labores de apoyo en viveros y los suministros de material vegetal como semillas,
estolones, rizomas, plántulas y materia orgánica, son el soporte para la ejecución de los
tratamientos los cuales se explican a continuación.
8.6 TRATAMIETOS CON VEGETACIÓN
Son las distintas prácticas utilizadas para el establecimiento de coberturas vegetales en
taludes y laderas.
8.6.1 Plantaciones.
La presencia de árboles y arbustos constituyen el último eslabón de la cadena vegetacional
en la recuperación de los suelos. Por eso se recomienda solo arborizar las áreas que
presenten coberturas de especies rastreras o rastrojos, encargadas de amortiguar el impacto
de las gotas y proteger el suelo. Los árboles no son recomendados como plantas pioneras
para la recuperación de áreas degradadas, porque no brindan suficiente protección al suelo
debido al impacto de las gotas que caen por escurrimiento y la carencia de los obstáculos
suficientes para la disipación de las aguas de escorrentía. Sin embargo son pilares
fundamentales para la regulación de aguas y el control de los elementos del clima que
acceden al suelo.
Se dan las recomendaciones para el establecimiento en el sitio definitivo, de las plántulas
obtenidas en el vivero o suministradas. Sistema de siembra: se recomienda ubicar los
árboles entre sí con espaciamiento regular y suficientemente denso; los sistemas de siembra
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son: el cuadro y tresbolillo. El sistema en tresbolillo tiene la ventaja con respecto al sistema
al cuadro de permitir la plantación de aproximadamente el 15% más de árboles en una
misma superficie y asegura una mayor protección del suelo en pendientes fuertes.
Distancia de siembra: las distancias de siembra de los árboles están marcadas en principio
por el desarrollo de los árboles, su crecimiento y de los objetivos generales que pueden ser:
cobertura de suelos, protección de cuencas o ensayos entre otros. También depende de las
especies ya que cada una en particular tiene características que acreditan tratamientos
diferentes y de las condiciones del sitio como la pendiente del terreno. De todos modos las
distancias deben ser suficientemente amplias para permitir el ingreso de luz a los estratos
arbustivos y herbáceos, logándose así un follaje denso que proteja integralmente el suelo.
La tabla No 8.1 presenta el número de árboles a plantar por hectárea según diferentes
espaciamientos.
Tabla 8.1. Cantidad de árboles por hectárea
Preparación del suelo: la preparación del suelo depende de las condiciones particulares de
cada sitio, consiste en la eliminación de la vegetación existente por métodos manuales
(machete) o de medios mecánicos (motosierra, tractores), con el objeto de evitar la
competencia de luz y nutrientes a los árboles que se van a plantar.
Disposición de los residuos vegetales: todos los materiales de la preparación del terreno
deberán colocarse en sitios seleccionados, de tal manera que no interfieran los trabajos de
plantación. Estos se acumulan y sirven como materia orgánica para recuperación de otras
áreas degradadas.
Trazado: se ejecuta en el campo directamente con el apoyo de cintas o cuerdas marcadas
con el propósito de que las distancias escogidas queden uniformemente distribuidas en el
terreno, y en cada sitio se puede dejar una estaca a manera de marcación. Se procede al
plateo, que consiste en limpiar de vegetación un área circular con diámetro de un metro y
en el centro del plato se realiza un hoyo, de tamaño tal, que permita la colocación del árbol
(generalmente 30 x 30 x 30 cms).
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Plantación: la siembra en lo posible debe coincidir con la época de lluvias. Este trabajo
consiste en retirar la bolsa, evitando desmoronar el pan de tierra y se coloca el árbol en el
hoyo rellenándolo con la tierra que se extrajo es para afirmarlo y prensándolo para evitar
espacios vacíos. Transcurridos 15 días de la siembra se fertiliza con productos que
contengan los nutrientes necesarios para el tipo de suelo que se reforesta. Al mes se practica
la resiembra reemplazando las plántulas muertas o en mal estado y su fertilización.
Las labores de plantación se realizan con plántulas con portes de más de 0,30 m con el fin
de lograr un tratamiento exitoso.
8.6.2 Empradizado.
Los empradizados se utilizan para proteger áreas de taludes y laderas de la erosión y
simultáneamente contribuyen a mejorar el paisaje, cuando se ejecuta un tratamiento en
zonas urbanas. Se acostumbra utilizar el procedimiento de implantación de cespedones. La
figura 8.7 presenta los esquemas donde se identifican los elementos de una empradización
de un talud.
0,30
Tepe (cespedón)
0,30
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El material será ecológicamente viable para el trabajo, con el vigor suficiente para una
propagación rápida, adaptabilidad al medio y con la suficiente madurez fisiológica para
garantizar su retoño.
Aspectos de construcción:
Se arrancan los cespedones en cuadros de 30 x 30 centímetros, cuidando de evitar los daños
en las raíces. Los cespedones se implantan directamente sobre el suelo. Cuando las
condiciones de pendiente así lo exigen, se utilizan estacas de guadua u otro material
adecuado para fijar los cespedones al talud.
8.6.3 Cubrimiento de laderas con abonos verdes.
Algunas zonas degradadas se aíslan a la acción y presión del hombre y animales, induciendo
la aparición de cobertura vegetal autóctona, utilizando estacas como elementos de soporte
para los abonos verdes conformados por semillas, estolones, tallos y rizomas recolectados
en la región. La figura 8.8 es un esquema del tratamiento con el establecimiento de
vegetación con abonos verdes. Las estacas fijan el tratamiento al talud pendiente, el abono
verde con semillas, tallos, estolones y rizomas es el elemento que provee el material
orgánico y los elementos vivos que formarán
las plantas.
Procedimiento:
Se clavan estacas de 30 centímetros de Estaca de
guadua o
longitud, distanciadas 30 centímetros, material
colocadas a tres bolillos, posteriormente se resistente
Capa de
cubre el suelo con una capa de abonos rastrojo
verdes dotados de semillas, estolones,
rizomas y tallos, de 10 centímetros de Suelo
espesor. El abono verde protege el talud de
0,15
la degradación por intemperismo y de la
erosión, además aporta la materia orgánica
necesaria para soportar el arraigo y el
establecimiento del material vegetal vivo y Figura 8.8 Revegetalización con abonos
conservándolo estable en el sitio de verdes
tratamiento.
8.6.4 Cubrimiento de taludes con tela
biodegradable.
Es el establecimiento de cobertura vegetal correspondiente a estratos rasante y arbustivo
en sitios donde el suelo es rocoso, de pendientes fuertes, utilizando telas biodegradables de
fique o coco, estacas de 30 centímetros de largo, abnos verdes dotados de semillas, tallos
nacedero y estolones. El material vegetal vivo (semillas, tallos y estolones), es
ecológicamente viable para el trabajo, con el vigor suficiente para una propagación rápida,
adaptabilidad al medio y con la suficiente madurez fisiológica para garantizar el retoño.
Procedimiento:
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Se limpia el talud del material suelto, se clavan las estacas distanciadas 30 centímetros al
triángulo (aproximadamente 11 estacas por m 2), posteriormente se cubre el suelo con una
capa de abnos verdes de 7 centímetros de espesor; sobre ésta se riegan semillas al voleo,
de diferentes especies; se coloca otra capa de abonos verdes hasta conseguir un espesor
de 12 centímetros. Por último se cubre con tela biodegradable y asegurándolos con estacas.
Estacas de
guadua o material
resistente
Capa de
rastrojos semilla
Roca
0,15
Figura 8.9
Revegetalización con tela
biodegradable
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DH
0,30
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el
vegetal
Suelo natural
Relleno
Madera
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Esterilla
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L
L
H
Estaca viva
Procedimiento:
El tratamiento en forma de gradas, está conformado por macanas o estacas vivas de un metro
de largo, las cuales se hincan distanciadas cada 60 centímetros. Posteriormente se hace un
tendido de tallos de cañabrava, cortados en trozos de 3.00 metros, con la suficiente madurez
fisiológica para garantizar su retoño, los cuales van asegurados a las estacas con alambre negro
No 16 hasta conseguir una altura de 30 centímetros, por último se realiza el relleno detrás del
trincho hasta nivelar la grada.
Se nivela el terreno y se hincan las macanas hasta conseguir alturas de 30 centímetros. Se
extienden los tallos en cañabrava hasta alcanzar la altura requerida. Por último se realiza el
relleno hasta lograr la terraza nivelada. Sobre esta se siembran especies de gramíneas y
leguminosas como refuerzo al tratamiento.
8.6.7 Senderos.
Son los caminos de acceso a las obras dejados después de la ejecución de un proyecto de
control de erosión y de labores para el control de la erosión. Los senderos, coinciden con los
utilizados por las comunidades o aquellos dejados después de la ejecución de las obras. Se
utilizan para realizar las revisiones y el mantenimiento de las obras de control de la erosión.
La ausencia de los senderos es causa del abandono de las estructuras y su destrucción por
falta de revisiones, los mantenimientos y las reparaciones oportunas.
***
8.7 LECTURAS COMPLEMENTARIAS
Tras haber caído el telón de La Niña 2010/2011 con legiones de damnificados y cuantiosas
pérdidas en los medios urbanos y rurales, debe advertirse la urgencia de una reconstrucción
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que empiece por ordenar las cuencas. La Niña, esta vez significativamente superior a la
media y por lo tanto una de las más intensas de las últimas décadas, como fenómeno que
hace con El Niño un ciclo de comportamiento errático, regresará para hacer más húmedas las
temporadas secas y de lluvias del singular clima bimodal de la región tropical andina
colombiana.
Y tras evaluar y proyectar grosso modo las elocuentes lecciones de las consecuencias de
torrenciales aguaceros que han batido registros históricos en frecuencia e intensidad, de no
apurar la adaptación ambiental de la que habla el ambientalista colombiano Gustavo Wilches
Chaux en “La construcción colectiva de una cultura del agua”, preocupa lo que se vivirá en
las siguientes temporadas invernales cuando de nuevo arrecie La Niña, de conformidad con
lo ocurrido en este lustro y las dramáticas consecuencias de múltiples y variados eventos
hidro-meteorológicos, que entregan para la historia de Colombia las aterradoras imágenes de
inundaciones de poblados enteros en la Mojana y la Sabana de Bogotá, de los estragos de
flujos de lodo como en Útica y del corrimiento de tierra que se llevó a Gramalote, a modo de
inequívocas señales de que somos altamente vulnerables al desastre del calentamiento
global.
Quebrada Manizales, tres hechos que tienen en común la falta de una adaptación a la
amenaza del calentamiento global, donde se reclama la declaratoria de zonas de interés
ambiental en sectores críticos de los corredores viales y un ordenamiento de cuencas que le
apunte a la planificación agrícola, al manejo de nuestras represas hidroeléctricas, al
aseguramiento de fuentes hídricas, al debido uso del agua, y a la ocupación no conflictiva del
territorio en lugares susceptibles a sequías, inundaciones y movimientos en masa.
Entonces, para mitigar la vulnerabilidad del hábitat frente a las torrenciales lluvias
invernarles, en principio debemos aceptar que dicha fragilidad está asociada a las condiciones
que favorecen el descontrol hídrico y pluviométrico resultante de la tala de bosques, dada su
doble función como reguladores de las precipitaciones y de los caudales; lo primero al
descargar las nubes gracias a la condensación del vapor de agua, y lo segundo al retener la
humedad resultante de las precipitaciones. De esta segunda función se nutren las aguas
subterráneas y por lo tanto los acuíferos y manantiales, lo que reduce las escorrentías a tal
punto que el caudal de los ríos puede ser casi el mismo en invierno que en verano. Y de la
primera función, al tener bosques se moderará la intensidad de las lluvias al igual que su
distribución a lo largo del año: quien penetra al bosque andino puede advertir en el ambiente
húmedo de los musgos y en el fresco del follaje, la condensación del vapor de agua extraída
de las masas de aire que trae la brisa diurna a transitar por ese ámbito. Pero si hemos
deforestado las montañas, desde la cuenca baja cercana a los valles interandinos hasta la
cumbre, no habrá posibilidad de condensación alguna, y por lo tanto se cargarán más las
nubes en su tránsito hacia la cordillera, pudiendo a su paso generar precipitaciones a la
altura de nuestras ciudades de montaña, chubascos que caerán a modo de aguaceros
diluviales.
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[Ref: La Patria, Manizales, 2011, 05, 23] Imagen: Izq. Selva Tropical Andina y Der. Guadua
de la Ecorregión Cafetera. Créditos en la imagen.
***
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Y aludo a una disrupción por ser una acción que se opone a la del simple mejoramiento del
actual modelo cafetero como vía que no admite implementar un desarrollo sostenible, porque
francamente no resultaría viable intervenirlo para soportar el proyecto del Paisaje Cultural
Cafetero y enfrentar el calentamiento global, los dos mayores desafíos del sector para las
siguientes décadas. Ayer cuando arrasamos el sombrío se dio una disrupción en el modelo
cafetero, que supuso abandonar un sistema que engrandeció a Colombia hasta cuando
cometimos el error de apostarle al monocultivo del café y perder esta tecnología con la cual
se industrializó a Colombia e hicimos pasar el meridiano cultural, económico y político del país
por Manizales. Tras haber palidecido la economía cafetera de las grandes haciendas
exportadoras en el eje Cundinamarca-Santander de finales del Siglo XIX, entrado el Siglo XX
se consolida otro modelo de producción para la exportación cafetera basado en la economía
campesina, y por lo tanto de estructura minifundista como lo es la de la tenencia de la tierra
en la zona cafetera. Y gracias al impacto de los ferrocarriles cafeteros de la década de 1920 y
al efecto dinamizador de los mercados internos asociado al nuevo modelo de producción del
grano, se dio el poblamiento de la región cafetera en Colombia y la creación de la Federación
Nacional de Cafeteros (1927), dos factores fundamentales para un crecimiento con desarrollo
que benefició la región andina de Colombia, dado que además del alto efecto redistributivo
del ingreso, las grandes rentas de esta tecnología en manos propias se destinaron a la
economía rural para escuelas, acueductos, puestos de salud y vías terciaras.
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La fórmula que facilitó las plagas, desterró del campo a legiones de campesinos sin
educación suficiente que no pudieron asimilar el nuevo modelo financiero y tecnológico más
complejo. Ellos, atraídos por el espejismo de la ciudad como escenario de oportunidades que
tampoco estarían a su alcance, migrarán para vivir otra crisis consecuencia de la
desindustrialización que ahora explica el dramático empobrecimiento y notable desempleo
que arrincona a las masas urbanas de las capitales cafeteras, entre la informalidad y la
delincuencia.
Pero llega un nuevo desafío y no todo está perdido, gracias a nuestra ubicación en el centro
de la región andina y a la variedad de pisos térmicos del relieve cordillerano con su
biodiversidad propia de un mosaico de zonas de vida urgidos de recuperarse como valor
patrimonial: el del Paisaje Cultural Cafetero que podríamos convertir en factor estratégico
para recuperar la senda del desarrollo rural en la ecorregión cafetera y para adaptarnos al
cambio climático, si es que nos decidimos por el rescate de la estructura natural y simbólica
con sus elementos tangibles e intangibles conexos a la cultura y al ecosistema del café,
apalancados en elementos estructurales como la educación y el transporte rural, y en
especial por la reconversión productiva orientada a una producción de bienes culturales y
servicios ambientales, soportados en ciencia, tecnología y saberes como una apuesta por lo
autóctono.
RESUMEN: Caldas requiere del desarrollo de una identidad cultural y de proyectos de C&T
para cerrar la brecha de productividad entre su capital y la provincia, además de priorizar la
formación del capital social sobre el crecimiento económico y emprender estrategias y
acciones ambientales sostenibles para su territorio.
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Caldas, urge del desarrollo de una identidad cultural orientada a la construcción de sinergias
territoriales, y de proyectos de ciencia y tecnología articulados a un modelo educativo
profundo, para cerrar la brecha de productividad entre su capital donde se concentra el PIB
caldense, y la provincia donde pobreza y falta de oportunidades contrastan con su potencial
natural y cultural, aún inexplorado e inutilizado.
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Segundo, en la tierra del “elemento agua” donde los íconos son la navegación del río,
subiendas, ranchos de hamacas y la Botánica de Mutis, poseemos un potencial energético
cercano a dos millones de kilovatios, cuyas regalías contribuirían a la viabilidad de los
municipios cordilleranos del naciente caldense, y la posibilidad de una reducción significativa
de costos del transporte hacia y desde el Caribe por el Magdalena, dos factores que harían
viables varias industrias químicas de base minera contempladas en el respectivo plan sectorial
de Caldas 2006-2016, gracias a un trascendental estudio de Gabriel Poveda Ramos que
contiene perfiles de proyectos donde las materias primas provendrían de yacimientos cercanos
de carbón, calizas, sal y arenas silíceas.
Tercero, el ecosistema del “elemento fuego” en la alta cordillera de feraces suelos y paisajes
de nieves y volcanes, donde los símbolos de la identidad son empalizados, cóndores,
frailejones, la ruana de Marulanda, el sombrero aguadeño y el pasillo; allí la primacía debe ser
cuidar el agua como fuente de vida y el frágil ecosistema de humedales y páramo, y atender
la amenaza volcánica como determinante, pues de sur a norte aparecen Santa Isabel, Ruiz,
Cerro Bravo y Romeral.
Y cuarto, para el “elemento aire” en la tierra del café, donde el Paisaje Cultural Cafetero
realzando el bahareque de guadua, cultivos diversificados con sombrío y la música de carrilera,
obliga a replantear un modelo de producción soportado en agroquímicos y monocultivos que
expresa en sumo grado el deterioro de los términos de intercambio, consecuencia de haber
reprimarizado la producción, olvidando la transformación y el comercio del café colombiano.
Al revisar los grandes desafíos de la época, además de priorizar la formación del capital social
sobre el crecimiento económico, urge recuperar cuencas hidrográficas para preservar agua y
biodiversidad; prevenir el aislamiento de Manizales; conurbar la subregión Centro Sur con
Pereira; gestionar acertadamente proyectos como Aerocafé, Miel II, la Transversal Cafetera y
la navegación del Magdalena; extender las acciones del Paisaje Cultural Cafetero a Aguadas,
Salamina y Manzanares; desarrollar las TIC y el transporte rural en Caldas; resarcir pueblos
coloniales de secular mísera “sembrados” en oro como Marmato, Riosucio, Supía y Anserma;
desarrollar estrategias para que el Oriente caldense aproveche el potencial industrial derivado
del recurso minero-energético y la multimodalidad en el puerto doradense, además de
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desarrollar las opciones agropecuarias del valle magdalenense, de la alta cordillera y de la zona
cafetera.
[Ref: La Patria, Manizales, 2013-07-08] Imagen: Mosaico con créditos en cada imagen.
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Según el Instituto Alexander von Humboldt IAVH en su libro “Colombia Anfibia, país de
humedales”, en 20 millones de hectáreas equivalentes a cerca del 17% de nuestra superficie
continental, tenemos 31.702 humedales, de los cuales el 48% están en nuestras Orinoquia y
Amazonia. Pero estos ecosistemas dinámicos de cuyos elementos fundamentales, el agua y la
biota, al estar amenazados por acciones antrópicas y por el cambio climático, han permitido
declarar una alerta para protegerlos, ya que cerca del 93% requiere figuras de conservación
por ser frágiles cuerpos de agua estratégicos para insectos, batracios y peces, como para
aves, reptiles y mamíferos, donde se hace insostenible la creciente presión de uso sobre el
patrimonio hídrico; esto como resultado de la expansión urbana, del crecimiento
demográfico, de la demanda de agua, de la desecación antrópica y de la contaminación,
entre otros: a modo de ejemplo, la propuesta de urbanizar las tierras de la reserva “Thomas
van der Hammen”, o la agonía de manglares y la masiva mortandad de peces en la Ciénaga
Grande, consecuencia de obras viales del Estado.
Al observar el mapa preliminar de humedales de Colombia del IAVH, aunque por la escala no
se visibilizan turberas y otros humedales de páramo y bosques andinos que regulan los
caudales de las regiones más pobladas de Colombia y que contribuyen a las dinámicas del
clima, sobresalen por su extensión varios reservorios, como marismas y manglares en la
costa del Pacífico desde el sur de Tribugá hasta el río Mira, y en especial sobre el delta del
Patía donde aparece Tumaco; o ciénagas y madre viejas en corrientes de meandros, como
las comprendidas entre el río Meta y el piedemonte de la Cordillera Oriental; o las rondas del
río Guaviare y en parte del Vichada e Inírida; además de las vaguadas del Putumayo,
Caquetá y Vaupés; y el valle del Atrato aguas abajo de Vigía del Fuerte, y en parte del San
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Juan; o en regiones como el Magdalena Medio y Bajo y el Bajo Cauca, donde a pesar de
ecocidios agroindustriales, mineros, etc., sobresalen, además de la Ciénaga Grande de Santa
Marta, La Mojana, la Depresión Momposina y el área del Sinú-San Jorge.
ENLACES RELACIONADOS:
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En el contexto de la crisis del volcán Nevado del Ruiz que viene desde el pasado 23 de
febrero, tras reportar la ocurrencia de sismos volcánico-tectónicos, salida de gases y
deformaciones, aunque el Observatorio Vulcanológico y Sismológico de Manizales aclara que
el nivel energético de la actividad sísmica resulta inferior a los alcanzados en las crisis
posteriores a la erupción de 1985, vale la pena reflexionar sobre la amenaza volcánica, para
revisar la gestión del riesgo en Caldas y Tolima.
Para empezar, la natural inquietud que despierta la notica respaldada por la enorme columna
de vapor visible desde Manizales, hace palpable su diferencia con lo que ocurría durante la
coyuntura pre eruptiva de 1985 cuando despertaba el “león dormido”, posiblemente gracias
al reducido nivel de incertidumbre sobre lo que pueda ocurrir ahora, a la experiencia
acumulada por la comunidad científica, y al nivel de apropiación del conocimiento por parte
de los actores sociales del territorio y su confianza en el Observatorio Vulcanológico de esta
ciudad.
Cuando se reconoce que lo normal para un volcán no extinto donde alternan estados “Off y
On” tras largos períodos de calma, al llegar los tiempos de actividad para el Ruiz lo normal
es que se presenten crisis con este tipo de señales geofísicas y emisiones del cráter Arenas,
tal cual ocurrió en 2002 y 2010. Se supone que estos ciclos característicos de cada volcán,
finalmente responden a factores como la estructura interna cambiante y clase de magma, y a
su ambiente geológico y evolución de los procesos vulcano-tectónicos, asuntos que en el
caso del Ruiz se investigan y monitorean desde varios frentes para satisfacer la demanda
para atender las amenazas geológicas y el desarrollo de la geotermia.
El Ruiz a pesar de haber entrado en estado “On” hace 26 años, no ha concluido esta fase
para entrar a su estado “Off”. Al respecto, en un mapa de la conquista que muestra los
primeros poblados del Magdalena Centro aparecen además de Mariquita (1551), escritos tal
cual los nombres de “Vitoria” donde supuestamente quedaba la histórica población de
Victoria (1553) y “Bolcán” adonde está el Nevado del Ruiz. Así que habiéndose producido la
erupción en 1595, también se infiere una actividad pre eruptiva décadas antes del paroxismo,
por la presencia de una columna que emerge entre los glaciares para anunciar a distancia un
volcán en lo alto de la Cordillera Central.
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Entonces, si lo normal del Ruiz como volcán activo es erupcionar, parece sensato esperar
eventos cuyo alcance espacial se aproxime a las previsiones señaladas en su mapa de
amenazas, dado que la erupción del 13 de noviembre de 1985 apenas alcanzó un volumen de
1/10 de kilómetro cúbico, cuantía ínfima en comparación con los eventos históricos de 1595 y
1845 donde el volumen de magma superó entre 10 y 20 veces esa magnitud. Pero esto con
flujos de lodo mayores a los de 1985, para los cuales el riesgo actual ya no resulta tan
determinante gracias a la preservación de los usos del suelo previniendo la ocupación
conflictiva en el escenario de Armero y a lo largo de las vaguadas de los ríos afectados hace
26 años.
De paso, se recuerda que en 1985 la magnitud de los lahares estimados en cien millones de
metros cúbicos, se incrementó por los deshielos dada la fusión de glaciares ocasionada por
riadas gasopiroclásticas y vertimiento de piroclastos: allí agua y sólidos participaron casi por
partes iguales, para conformar flujos de lodo como los que arrasaron Armero, donde se
vertieron 60 millones de metros cúbicos sobre 30 kilómetros cuadrados. La emisión de
cenizas que suele afectar las rutas aéreas, sólo alcanzan a tener impacto en el caso de
erupciones importantes por la turbiedad de las aguas y zonas de pastoreo de las cuencas que
drenan desde el volcán, por los costados en que la columna de ceniza resulta desplazada por
la dirección del viento dominante.
Entre tanto, la comunidad que ha debido prepararse durante lustros, podrá guardar la calma
para proceder con seguridad acatando las medidas de previsión frente a la amenaza
volcánica, siguiendo las instrucciones de los Comités de Emergencia quienes interpretan las
evaluaciones científicas de los miembros de nuestro Observatorio Vulcanológico, grupo
humano del cual varios integrantes han perdido la vida en actividades al servicio de la
comunidad, en el Ruiz y el Galeras.
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esfuerzo fructifica, en la erupción del Nevado del Huila de noviembre de 2008, se logró
evacuar un centenar de personas expuestas a dos avalanchas que destruyeron por lo menos
cinco puentes del río Páez.
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Existiendo daños severos en Barbacoas y Telembí, habiendo quedado devastados los caseríos
ribereños y desaparecido unos 26 moradores, además de anegadas unas 20 mil hectáreas de
cultivo y destruidos caminos, acueductos y redes eléctricas, por el desbordamiento del cauce
del río Mira, Tumaco en Nariño es la zona más afectada con el fatídico evento del 16 de
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febrero de 2009 en la costa pacífica del sur de Colombia: tras borrar veredas, aguas abajo el
río desbordado por la crecida corriente, inunda la población y sus veredas para obligar la
salida de 11 mil habitantes de este municipio, quienes deben buscar albergue en los centros
educativos de la localidad y de paso afectar sus actividades académicas regulares. En
Tumaco, se ha suspendido el fluido eléctrico en al menos veinte veredas, destruido más de
medio millar de viviendas, por lo que el número de familias damnificadas supera las 6000
(Portafolio 26-02-2009).
Aún más: el columnista Jaime Arocha de El Espectador en su artículo titulado "El del río Mira,
¿desastre natural?" (26-02-2009) cita una fuente que señala "las veredas que visitamos ya no
existen; algunas de las personas que usted conoció murieron y otras se encuentran
seriamente heridas.", y advierte sobre las severas acciones antrópicas que han venido
transformando la cuenca, relacionadas con minería para la extracción de agregados de
construcción y en especial con selva destruida para cultivos limpios destinados a palma de
aceite, una nueva actividad productiva que acertadamente asocia el columnista al sistema
económico causante de la hecatombe.
Ahora: si bien la recuperación de la costa de Nariño afectada por este desbordamiento podría
tardarse un par de años gracias a la declaratoria de Tumaco como zona de desastre,
efectuada el 24 de febrero por el Gobierno Nacional, y si además pasada la fase de
emergencia inmediata se podrá dar oportunamente con ella inicio a la acción humanitaria en
beneficio de la población damnificada ávida de servicios públicos esenciales, y luego proceder
con la remoción de escombros y recuperación de la infraestructura educativa, de salud y vial,
queda pendiente otro asunto de naturaleza estructural y por lo tanto de largo plazo pero
extremada urgencia: la recuperación de la cuenca del río Mira en términos sostenibles.
Esperamos que la comunidad nariñense, con la decisión de todo el país priorice este proyecto
y aborde de inmediato un plan de intervención en la cuenca del río Mira con las acciones
prioritarias ambientales y socioeconómicas, enfocado a resolver la problemática estructural
de este casi olvidado territorio de la patria. Aún más: que este plan se extienda gradualmente
a los escenarios de los ríos Telembí, Nulpe y Mataje, incluyendo para ellos los Planes de
Ordenamiento Ambiental. Y para hacerlo, una opción de acompañamiento puede surgir desde
la Universidad Nacional de Colombia, institución que tras señalar a Tumaco como una zona
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estratégica del Pacífico colombiano, tiene previsto hacer presencia mediante una sede con la
cual contribuirá en formación académica, procesos de investigación y actividades de
extensión.
RESUMEN: Durante la noche del 31 de marzo y la madrugada del 1 de abril de 2017, cuando
fuertes lluvias provocaron deslizamientos, deslaves y flujos de lodo en las cuencas altas de
los ríos Mocoa, Mulato y Sancoyaco, con los desbordamientos que arrasaron varios sectores
urbanos en el municipio colombiano de Mocoa capital del Departamento del Putumayo, se
generó un desastre que cobró, además de la destrucción de viviendas puentes, redes de
servicios públicos y vehículos, al menos 320 personas fallecidas, más de 400 heridos y una
cifra no oficial de 300 desaparecidos. Según cálculos oficiales, tras el alud de los 70.000 de
Mocoa se han afectado cerca de 45.000 habitantes, de los cuales 4.506 sin vivienda y con
necesidad de ayuda humanitaria están distribuidos en albergues.
Las avalanchas asociadas a las lluvias exacerbadas por el calentamiento global, y que
continuarán arrasando poblados ubicados en los piedemonte cordilleranos, caso Salgar y
Mocoa, son una amenaza latente y creciente para la región andina de Colombia, donde
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Para tratar el asunto, permítanme dos elementos conceptuales de importancia para la gestión
del riesgo: uno, la previsión a corto plazo, que se relaciona con el proceso hidrogeológico, y
que incluye el monitoreo de la amenaza y la definición del modelo de encadenamiento y
propagación de los eventos; y dos, la previsión general, que se ocupa de los factores de la
vulnerabilidad global y de los mapas de susceptibilidad a la amenaza, como insumos
necesarios para estudiar el riesgo probable y los grados de exposición al peligro de bienes y
personas.
Si para tales lugares, además del mapa señalando los escenarios amenazados, de una red de
monitoreo que opere en tiempo real, existiesen políticas públicas, procesos educativos y
herramientas para la planificación integral del territorio, se podría hablar de prevención de
desastres; de lo contrario, otra sería la suerte de pobladores que en condición vulnerable
habitan dichos lugares, que hoy sólo son escenarios con escombros a la espera de una
tragedia, que aunque puede anticiparse, más tarde los convertirá en “campos santos” para
honrar a sus víctimas mortales.
Justo durante los meses precedentes veíamos con dolor imágenes de los huaycos en Perú y
Ecuador, producto del fenómeno de “El Niño costero” ocasionado por un calentamiento
anómalo del mar focalizado en las costas sudamericanas, donde varios fenómenos
hidrogeológicos cobraron más de un centenar de vidas, y al cual podrían sumarse las de
Mocoa. Vale la pena señalar, que dicho fenómeno climático difiere del ENOS producto de las
fluctuantes de temperaturas oceánicas provenientes de Australia, que al detonar en el
Pacífico ecuatorial, ocasionan lo que conocemos como “El Niño o La Niña” según el caso.
En el PBOT de Mocoa, donde se consigna que el río al igual que algunos afluentes suyos al
bajar de la cordillera cruzan el casco urbano, y que dada su juventud geológica al
encontrarse en permanente formación generan una erosión activa que pone en peligro
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Por lo tanto, el gran desafío para mitigar esta amenaza del cambio climático, es aplicar
determinantes socioambientales con un enfoque más biocéntrico que antropocéntrico, para
recuperar y ordenar nuestras cuencas con sus cuerpos de agua, ecosistemas y bosques, e
implementar planes de manejo ambiental participativos que contemplen estrategias de
adaptación al cambio climático y modelos no conflictivos de ocupación del territorio.
[La Patria. Manizales, 10/04/2017] Imagen satelital de Mocoa antes y después del desastre
de la noche de Marzo 31/Abril 1 de 2017, suministrada por Corpoamazonia.
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LOS AUTORES:
TEXTOS U.N.
Manizales, 2017.
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