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Nuestra generación política tiene un miedo que la persigue: todo termina muy rápido.
Vimos morir el socialismo real. Vimos llegar las mayores transformaciones tecnológicas, y
también las vemos perecer ante otras más grandes. Vimos surgir el proceso político más
importante de la región, a los pueblos luchar, vencer y ser Estado; ahora vemos, una vez
más, que esa etapa parece morir ante una nueva ilusión neoliberal. Vimos al capitalismo
entrar y permanecer, incólumne, en la mayor crisis de su historia: y ahora lo vemos
reacomodarse quién sabe cómo. Vimos al médico, la maestra, el político, el científico, el
intelectual, el periodista y otras instituciones sociales desvalorizarse sin pena ni gloria.
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Primer borrador documento político
Vimos nuestros mandatos derretirse bajo el calor de la ola feminista. El cambio es, sin
duda, el signo más claro de la época, y por eso su nombre gana elecciones. Tantas derrotas
después, no caer en el escepticismo es una habilidad extraordinaria, casi una valentía. Pero
también tenemos una certeza que ninguna otra generación política tuvo: se puede ganar otra
vez. ¿Cómo articulamos sentido común para que cuando eso pase ganemos mucho más que
unas elecciones?
Un primer problema para pensar en el mundo de aquí y ahora es que hay otro sujeto a
organizar. La vieja idea de un sujeto colectivo homogéneo entró en crisis con la
transformación radical de la vida y la fractura social. Los procesos políticos más relevantes
de la actualidad, desde Bolivia hasta el mismo Cambiemos, nos han mostrado que la
llegada a la experiencia subjetiva, a la fibra identitaria de las personas es una variable
política muy relevante. Los pueblos votan según deseos, expectativas, representaciones, y
no según un análisis pormenorizado de sus condiciones materiales e intereses objetivos, es
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Un segundo problema que tiene que preocuparnos si queremos pensar donde pisan nuestros
pies, es en la herramienta política. Antes estábamos ante un mundo que tenía formas del
trabajo de disciplinamiento homogenizantes -la fábrica, la escuela- y al que nos
enfrentábamos con herramientas políticas de las mismas características –el sindicato, el
partido- La transformación del mundo del trabajo y de las características de la acumulación
nos exigen formas de organización más descentralizadas, en las que haya otra
permeabilidad para las subjetividades contemporáneas: formas políticas en las que la
individualidad y el deseo sean una variable positiva. En las que se valore la unicidad, el
disfrute, la identidad. Eso han demostrado los procesos políticos más relevantes de los
últimos años, como el movimiento feminista, cuyo rasgo más notorio es haber conectado
con la experiencia individual y colectiva de millones de mujeres que le dan la masividad y
la capacidad inagotable de marcar agenda. El feminismo no es un fenómeno mundial
porque la pegó, sino porque logró penetrar y politizar una dimensión muy valorada y
entronizada por el reinado del consumo individualiznte: la subjetividad, la individualidad,
lo personal. No niega la individualidad como las viejas tradiciones emancipatorias, sino
que la asume en toda su complejidad. Y su radicalidad es, justamente, volver lo personal
político. Pero tiene un mérito adicional: no pudo ser encapsulada en ninguna estructura fija;
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ni partido, ni corriente, ni líder. Desde ya que es impensable sin colectivos concretos que
conduzcan el proceso, pero su potencia está en que los desborda.
La primera verdad que tenemos que asumir es que Cambiemos es la más importante
expresión de novedad en el arco político actual. El gobierno todavía no logra estabilizarse
en términos de plan económico, producto de que su proyecto es de saqueo y se basa
fundamentalmente en otorgar vía libre al capital financiero. Sin embargo, Cambiemos logró
construir una superficie de proyecto de país PRO que resultó seductora, aggiornada y
simple. Sus ideas fuerza son la modernidad, la eficiencia, la austeridad, la ética pública, el
enfrentamiento con las mafias y fin de los privilegios. Todos conceptos de doble vía,
amplios, que pueden albergar orientaciones de la más diversa naturaleza. A pesar de que,
objetivamente, hacen uso de las estructuras del Estado y de la economía para sus intereses
económicos inmediatos, han construido su legitimidad sobre la base de una crítica abierta a
la política tradicional muy enraizada en el sentido común de los últimos 20 años –
conformado tanto por el rechazo neoliberal a la política, como por el rechazo popular y
antisistémico a la clase política expresado en el “que se vayan todos”-.
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pueblos se merecen los gobiernos que votan, desarrollando un enfrentamiento abierto con la
mayoría electoral que votó por por Cambiemos.
3. El futuro ya llegó
¿Qué define el voto en las elecciones? Esa es una pregunta que deberíamos hacernos. No
por fanatismo electoralista, sino por razonabilidad: ya no hay dudas de que si habrá
proyecto emancipatorio, este se impondrá mediante las urnas. Por eso tenemos que
enamorar a las mayorías de hoy. Aunque nos empeñemos en hablarle a un electorado
imaginario que quiere programas, razones, tácticas y estrategias, vamos a tener que asumir
que le hablamos a una diversidad de deseos que buscan sin tregua superar la incesante
precarización de la vida y tienen otro vínculo con la información y con la política en
general. Ya no se trata de explicar las razones de la injusticia y del saqueo, sino de brindar
esperanzas de progreso en un mundo que no las otorga. La arena de la batalla por el sentido
común no es más el eje pasado-presente (como lo fue, por ejemplo, en todos los peronismos
con el debate historia oficial-revisionismo) sino el presente-futuro. ¿Quién es capaz de traer
un poco de esperanza donde casi no hay? ¿quiénes tienen derecho a disfrutar
cotidianamente de la vida, del ocio, de algunos privilegios? Los procesos políticos que vive
América Latina nos muestran que fomentar una retórica y una política de amigos y
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Primer borrador documento político
En la composición de ese bloque tenemos, por un lado, a los últimos de la fila, los
trabajadores y trabajadoras de le Economía popular, que ya tienen una herramienta para
agruparse y luchar: la CTEP. En segundo lugar, existen viejas estructuras políticas y
sindicales que expresan a un sector de la sociedad que difícilmente pueda encuadrarse o
tener nuevas expresiones políticas que estén por fuera del tan amplio peronismo tradicional
que atraviesa hoy una fuerte crisis pero que debate su propia reconstrucción. Sin esos dos
sectores no habrá nueva mayoría, hasta podemos decir que son condición sine qua non de
cualquier proyecto de poder de mayorías.
Por último, es fundamental dar una respuesta popular a los nuevos emergentes políticos y
sociales, tener una política clara sobre sectores antisistema que hoy son parte de nuestra
realidad, como el movimiento de mujeres, sectores estudiantiles, sectores culturales,
sectores vinculados a las demandas ambientales a las nuevas formas de la comunicación, es
decir, esa diversidad de sectores medios urbanos que han estado en la calle en muchos
momentos y que actualmente están en disputa con la hegemonía de Cambiemos.
Trabajadores y trabajadoras integrados, precarizados en la mayoría de los casos, con sus
derechos vulnerados y sin expresión política. Ese es el sujeto que falta organizar en esta
etapa y que tiene que ser parte del proyecto de nación que tenemos que reconstruir. Ese es
el sujeto que nosotros y nosotras queremos acercar a un activismo de nuevo tipo, que
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