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Colección Simona

filosofía para niñ@s


Colección Simona
filosofía para niñ@s
Textos: Natalia Balul / Ilustaciones: Victoria De Francesco

Imaginante
editorial
Balul, Natalia
Colección Simona : filosofía para niñ@s / Natalia Balul ; ilustrado por Victoria De Francesco. - 1a ed . - Santos
Lugares : Imaginante, 2106.
68 p. : il. ; 14 x 20 cm.

ISBN 978-987-3850-67-7

1. Filosofía para Niños. I. De Francesco, Victoria , ilus. II. Título.


CDD 107

Edición: Oscar Fortuna.

Copyright 2016
Por los textos: Natalia Balul.
Por las ilustraciones: Victoria De Francesco.

© De esta edición:
2016 - Editorial Imaginante.
www.editorialimaginante.com.ar
www.facebook.com/editorialimaginante

Libro impreso en ARGENTINA.


Prohibida la reproducción total o parcial de esta obra, bajo cualquier método, inlcuídos reprografía, la fotocopia y el
tratamiento digital, sinla previa y expresa autorización por escrito del titular del copyright.
Para Uma, quien hace de mis días un verdadero juego.
¿Quién no tuvo grandes preguntas en pequeño formato?
Simona, con sus inquietantes preguntas, nos invita a realizar un recorrido por las
cuestiones esenciales de grandes filósofos. Así nos acercamos a Jean-Paul Sartre,
Carlos Marx, Federico Nietzsche, Platón, Martin Heidegger, David Hume y Ludwig
Wittgenstein.
La colección está destinada a niños entre 7 y 10 años, pero no implica que lo
puedan leer personas de 0 a 100 años.
Los adultos con el correr del tiempo hemos aprendido a aceptar las cosas como
naturales. Hemos llegado a aceptar partes de la vida como confusas y enigmáticas
porque “siempre han sido así”. Muchos han dejado de asombrarse y preguntarse
“¿Por qué?”. Sienten que no hay tiempo para ello, o lo que es peor, que no deja
réditos.

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Estos adultos que han dejado de cuestionar y buscar los significados de su
experiencia se convierten en ejemplos de aceptación pasiva que los niños copian
como modelos para su propia conducta.
Es sabido que desde el nacimiento, los chicos tienen una actitud de indagación
frente al mundo que los rodea: observan con atención, intentan tocar y acercarse a
las cosas a través de los sentidos. Y una vez que se familiarizaron con el lenguaje,
comienzan a hacerse preguntas sobre sí mismos, sobre el mundo y la sociedad.
Muchas veces, incluso sorprenden a los adultos con cuestionamientos paras los
cuales ni siquiera ellos tienen respuestas.
La filosofía desde este punto de vista no es algo propio de un cierto sector
(especialistas o sabios) sino que es accesible a TODOS. Esto porque es entendida
como sinónimo del pensar. Elaborar sus propias formas o maneras de ver la
realidad, cómo abordarlas y, por qué no, cómo interpretarlas. Así como hay gente
que ejercita los músculos haciendo gimnasia lo que se pretende con este libro es que
se ejercite el pensar, que se lo incentive y estimule.

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Considero que la manera tradicional de enseñar filosofía estanca el pensar, lo
estructura y lo limita, el alumno solo recibe un cúmulo de información que luego no
puede aplicar a su perspectiva del mundo, y así no logra congeniar realidad con
teoría.
Es por eso que se pretende partir de otro ángulo para lograr desarrollar la
capacidad de asombro, de duda.
La Filosofía con niños intenta mantener viva la curiosidad del pensamiento para
que sean ellos mismos quienes encuentren sus propias respuestas a preguntas del
tipo “¿Qué es el bien?”, “¿Qué es la felicidad?”, “¿Qué es la verdad?”, entre otras que
pueden considerarse preguntas filosóficas.
Es por ello que hay que lograr que nunca pierdan esta capacidad de asombro e
incentivarlos para ello, mediante la estimulación y la motivación. Este proyecto
pretende generar una constante reflexión filosófica en los más pequeños, ya que
hacer filosofía con niños es alentar y potenciar actividades filosóficas espontáneas
para que se desarrollen del mejor modo posible, para que puedan participar en una

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actividad dialógica, para que filosofen y puedan plantear sus propios problemas. Se
trata de que los chicos “dialoguen” con la filosofía y no que solo conozcan la
historia de la Filosofía.
La propuesta que se presenta está inspirada en el programa de Mathew Lipman
creado en 1969. Consiste en un conjunto de novelas en donde los personajes tienen
la misma edad del público al cual están dirigidas. Poco a poco fue creando un
currículo completo que hoy llega a abarcar desde el nivel inicial hasta la universidad.
Actualmente el programa se aplica en más de cuarenta países, en los cinco
continentes.
Con este proyecto se pretende que los docentes tengan una aproximación a la
filosofía con niños, para que de esta manera puedan ofrecer a sus alumnos la
práctica de la misma.

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Las alas ¿dónde están?
Simona no suele quedarse con las ganas, siempre hace lo que le da la gana.
Dos gotas de agua cayeron en su cara y le hicieron recordar que tiene que ir a la
escuela; así que por cuatro horas deberemos esperar para saber qué le pasó o, mejor
dicho, con qué ganas anda y ¡seguro que no se va a quedar con las ganas!
En la escuela es muy buena alumna: le gusta dibujar y por sobre todas las cosas, le
gusta charlar con sus compañeros.
Se viste de muchos colores. Su color favorito es el verde. Dice que le recuerda al
campo. Lo curioso es que nunca fue al campo.
Simona llega a su casa, que sólo queda a cuatro cuadras, saluda a su gato que está
sentado en el paredón. Lo alza, le hace unos mimos y Jean Paul -que así se llama-

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enseguida empieza a ronronear. Entra corriendo a su casa, buscando a su mamá.
Cuando la tiene enfrente, le pregunta:
-Mamá, venía pensando en el camino, para ser libre ¿dónde debo conseguir las
alas? -La mamá le acaricia el pelo y sonriendo, le contesta:
-Las alas siempre están con todas las personas... sólo que a algunos, a veces, se les
olvida, y entonces, poco a poco se les van achicando, hasta que desparecen... -La
mamá suspiró y mirando por la ventana, dijo: -Es así: todos tenemos la libertad de
volar, pero es necesario también tener coraje para hacerlo. Los que no se animan
intentan justificarse diciendo que no se puede, o que no los dejan, o miles de excusas
más.... -y mirando a Simona a los ojos, agregó: -Pero vos tenés que cuidar que tus
alas nunca desaparezcan. Cada uno es lo que es, lo que hace día a día... E so sí: tenés
que pensar muy bien lo que elegís...
Acariciando la cabeza de Jean Paul, Simona preguntó:

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-Pero... ¿cómo hago?
-Solita lo vas a ir descubriendo. Es como un rompecabezas... - le dijo: -¡Pero
nunca te olvidés de que las alas siempre las traés con vos, Simona...!
Simona, que nunca se quedaba con las ganas de nada se puso a pensar y pensar. Y
descubrió que nunca dejaba de elegir; que todo el día estaba eligiendo: si iba o no a
la escuela; si jugaba con su gato o no; si miraba TV o no. Y también pensó que a
veces no elegía ninguna de las dos opciones, pero que siempre elegía y que siempre
terminaba haciendo lo que quería.
Justo en ese momento se escuchó un ruido muy fuerte que vino de la cocina. Era
Jean-Paul, el gato, que había tirado la torta recién hecha y que raudamente escapó,
quedando Simona sola ante semejante enchastre en el piso. Para colmo de males
justo del patio entraba su mamá y comenzó a reprocharle el desastre. Simona, muy
sorprendida y acongojada, intentó explicarle que la torta y el plato roto eran

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responsabilidad del gato. A todo esto, Jean-Paul, que se había escapado de la casa,
miraba todo desde una ventana.
Simona, indignada con tal situación, salió decidida al patio. Sentía que su gato la
había traicionado, que la había abandonado, sin hacerse cargo de lo ocurrido. Que
había elegido irse, en vez de quedarse y ayudarla.
Entonces en ese momento se acordó de que su tía le había hablado sobre un
filósofo que se llamaba Jean-Paul Sartre y que decía algo parecido a esto que ella
estaba pensando, y como a Simona le gusta que le ayuden a pensar, salió corriendo
para la casa de la tía.
Ella vivía a sólo una cuadra, así que llegó rápido. A la pasada saludó a sus vecinos
y pensó que ella elegía a quién saludar y a quién no y así se sintió importante.

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En lo de su tía había un auto estacionado en la puerta, al principio dudó si tocar
timbre o no, pero como sintió olorcito a torta se decidió y puesta en puntas de pie,
tocó el timbre.
Su tía abrió la puerta llevando un hermoso delantal verde y, sonriendo, la invitó a
pasar. En la casa de la tía había un puff en el que siempre le gustaba sentarse. Era un
puff hecho con una cubierta de auto pintada de color anaranjado y con un
almohadón violeta. Ese era su lugar. Siempre había olor a sahumerios... hoy, por
ejemplo, era de incienso.
La tía preparó un platito con torta e invitó a su amiga a tomar unos mates en
torno a Simona que ya se había instalado en su sillón.
-¿Qué te anda pasando, muchacha?
Simona miró a la amiga de la tía como buscando complicidad y sonriendo le dijo:
-Quiero que me hablen de ese tal Jean-Paul...

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-¿De tu gato?
- No, tíaaaa… de uno que vos me dijiste que era francés y que hablaba de la
libertad.
-¡Ah, sí! Ya sé de quién querés hablar. De Sartre. Es un filósofo que propone que
uno debe estar todo el tiempo eligiendo cómo y de qué manera vivir y que al elegir
uno se vuelve esclavo de sus propias decisiones... nadie viene con un manual de uso...
Aunque seria buenísimo... -dijo riéndose su tía mientras se iba a la cocina.
La amiga de la tía agregó: -...es muy importante elegir y hacernos responsables de
nuestras elecciones y actos. Somos nosotros los que le tenemos que dar sentido a
nuestra propia vida. Existir es crear tu propia existencia...
-¡Somos libres!… ¡Estamos condenados a ser libres..! -gritó desde la cocina la tía.
Y Simona, inmediatamente, se puso a cantar una canción que decía:

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"Libre,
como el sol cuando amanece,
yo soy libre como el mar...
Libre... como el ave que escapó de su prisión
y puede, al fin, volar..."

Simona le empezó a contar lo que le había pasado con el gato y que estaba muy
indignada, muy enojada. Creía que Jean-Paul no merecía su cariño. Cuando terminó
de hablar, su tía, sonriendo, le explicó que los animales no saben lo que hacen; que
no pudo elegir entre comerse la torta o no comérsela. Es su instinto el que los lleva
a hacer cosas sin ninguna explicación que nosotros pudiéramos llegar a entender.

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Y fue ahí, en ese momento, que Simona, levantándose, se acercó a la ventana y
escuchó platillos y redoblantes sonando: era un grupo de gente que había decidido
festejar carnaval en pleno mayo. Se dio cuenta de que cada uno puede elegir lo que
quiera en el momento que quiera. Y fue así que perdonó a Jean-Paul... Y levantando
las piernas salió a bailar ese ritmo tan rimbombante y bochinchero y se sintió libre
(al menos por un rato).

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¿Dios dónde está?
Simona no suele quedarse con las ganas. Siempre hace lo que le da la gana.
Hoy Simona anda muy preocupada, se la ve recorriendo su casa, buscando algo
que no logra encontrar y llevando una linterna en la mano.
Detengámonos un momento para ver qué busca Simona y dónde busca: detrás de
la cortina, debajo de los almohadones, en la heladera, dentro de la cocina... y nada.
Cansada de buscar sin ningún resultado, corre a la habitación en donde sabe que
está su mamá, abre la puerta y se sienta en la cama con cara de preocupada.
La mamá, que ya la conoce, la mira y le pregunta en qué andaba su cabecita hoy.
Simona intenta meterse debajo del brazo de su mamá y le contesta medio
haciendo puchero, medio riendo:

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-¡Busco a Dios! ¿Se ha perdido? ¿Se ha extraviado? ¿Se habrá ocultado? ¿Tendrá
miedo? o...¿se habrá muerto?
-Simona, Simona... -le dijo la mamá, armándose de dulce paciencia: -¿alguna vez
lo viste a Dios..? Es más... ¿creés en un Dios?
Simona se quedó pensando muy seriamente. Su mamá siempre la hacía pensar
mucho, pero a ella eso le divertía demasiado.
Entonces salió como un cohete a recorrer la casa pensando que era indispensable
encender linternas en pleno día.
Pensó seriamente que si Dios estuviera muerto tendría que encontrarlo en algún
lado enterrado, porque si no comenzaría a largar olor. También se preguntó si
estaría enterrado en el patio.

Muchas preguntas rondaron por su cabecita. Pero a ninguna podía encontrarle


explicación o al menos todavía no se sentía preparada. Igual no se enojó por ello.

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Después de cenar, se puso su piyama con lunares rojos que ella misma había elegido
y se fue a dormir. Cuando estaba casi por dormirse escuchó un ruido que venía del
patio. Al principio se asustó, pero como es muy valiente, aunque es más curiosa que
valiente, salió al patio a ver de qué se trataba.
Cuando abrió la puerta vio a un señor todo despeinado vestido con una túnica
blanca, que gritaba corriendo como loco por el patio. Simona se restregó los ojos
como para comprobar que no estuviese dormida... pero nada: el señor continuaba
allí.
El hombre tomando su cabeza entre sus manos gritaba -¡Dios ha muerto! -Y
cuando vio a Simona se le acercó y muy atento, se presentó:
-Hola. Soy Federico Nietzsche. Dicen que estoy loco. Pero no debes creerlo. Ando
buscando a Dios... ¡Bah! Dudo de que esté en algún lado, nunca nadie lo vio, todo lo
que nos dicen es un invento ¡un gran invento! -Gritó mientras seguía buscando. Se lo
veía medio enojado, fruncía el ceño y miraba para todos lados como extraviado.

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Simona le prestó su linterna y le comentó que ella también buscaba a Dios, que
había estado toda la tarde buscándolo y que nada había encontrado.
Federico, subiéndose a un tronco y elevando su mano derecha al cielo dijo:
-¿Qué ha sido de Dios? Os lo voy a decir: lo hemos matado. Vosotros y yo lo
hemos matado. Hemos dejado esta tierra sin su sol, sin su orden, sin quién pueda
conducirla... -Y en tono interrogativo prosiguió: -Nos roza el soplo del vacío, la
noche se hace más noche y más profunda y se torna indispensable encender linternas
en pleno día. Se oye a los sepultureros enterrando a Dios. Tal vez tengamos que oler
el desagradable tufo de la putrefacción divina, pues, naturalmente, los dioses
también se pudren...
Se puso colérico y echó al suelo su linterna. Intuía que los oídos de Simona no
estaban todavía preparados para escuchar tales verdades.

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Simona volvió a restregarse los ojos y se dio cuenta de que estaba en su cama con
los pies muy fríos y destapada. Fue entonces cuando vio que su gato Jean-Paul se
estaba subiendo a su cama y maullando la había despertado. Simona lo alzó y se
levantó a tomar un vaso de agua.
Todo había sido un sueño.
Simona tiene una personalidad muy especial: siempre ve el vaso medio lleno en
todas sus aventuras, y siempre está preparada para nuevas historias y andanzas.
Fue caminando muy lentamente hacia la cocina, tomó un vaso de agua bien
fresca, miró por la ventana que daba al patio para ver si veía algo raro. Se acercó a
su equipo de música, echó al suelo la linterna que traía, prendió su CD favorito y al
ritmo de 'Canario Luna' se puso a bailar y a cantar muy alegremente mientras
pensaba nuevas preguntas para hacerse al día siguiente...

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El tiempo me enseñó que con los años
se aprende menos de lo que se ignora.
El tiempo que es un viejo traicionero
te enseña cuando ya llegó la hora.
El tiempo me enseñó como se pudo,
en la universidad arrabalera.
Con la verdad prendida en una esquina
igual que un farolito en la vereda.
El tiempo me enseñó que los amigos
se cuentan con los dedos de una mano,
por eso debe ser que no los cuento,
para pensar que tengo mil hermanos.
El tiempo me enseñó que los traidores

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se sientan en la mesa a tu costado,
y el hombre que te da la puñalada
comparte el pan con esas mismas manos.
Porque no tengo nada que me sobre,
por eso es que yo digo que soy rico.
Porque prefiero ser un tipo pobre,
a ser alguna vez un pobre tipo…

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¿Somos lo que tenemos?
Simona no suele quedarse con las ganas, siempre hace lo que le da la gana.
Hoy Simona anda muy contenta porque su mamá cobró el sueldo y le regaló unos
billetes para que se compre algo.
Quería una bicicleta nueva, un par de patines, un álbum de figuritas, una remera
rosada que había visto en una tienda, un disco de Agarrate Catalina y muchas cosas
más.
Su mamá le había prometido ir al centro a ver vidrieras para que pensara bien
qué comprar.
Eran las 12 del mediodía y Simona no paraba de pensar. Fue a la escuela y no
podía concentrase con nada de lo que hacía. Anotaba listas de prioridades y pensaba
y pensaba.

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La señorita notó que estaba muy dispersa y le preguntó qué le pasaba. Simona le
contestó que estaba muy emocionada porque hoy había recibido un maravilloso
regalo, le contó que su mamá le había regalado plata. Pero que mañana le prometía
que haría todos los deberes. La maestra, que era muy comprensiva, se sonrió y
caminó hacia el pizarrón.
Con voz muy fuerte, mientras escribía, dijo: "tema del día: CAPITALISMO".
Como hacen todas las maestras en estos tiempos comenzó a tratar de averiguar
qué sabían los alumnos.
-¿Qué es el capitalismo? -Preguntó la seño.
-¡Será algún súperhéroe! - exclamó Geremías que siempre se caracterizaba por
añadir humor a la clase.
-¡Podría ser!, sería el súperhéroe más codiciado... -rió la seño. Y luego, tomando
en sus manos un libro muy gordo y de color rojo, añadió:

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-Carlos Marx fue un filósofo alemán. Tenía una cabeza muy grande, porque allí
tenía muchas ideas que fueron muy importantes. Marx decía que la clase trabajadora
siempre ha sido explotada. Y que lo que uno tiene determina lo que uno es.
Simona rápidamente levantó la cabeza y mirando a la señorita exclamó:
-¡Yo no soy 300 pesos! Mi mamá siempre me dice que voy a ser una buena
patinadora ¡y con 300 pesos no puedo hacerlo! (hacerlo o serlo?)
Los compañeros ante este comentario no se animaron a decir nada. Ni Pablo
pudo hacerlo.
Todos dieron vuelta su cabeza y esperaron la respuesta de la seño.
-Simona tiene razón. Uno no puede pensar que el dinero hace que seamos más o
menos importantes. Pero ¡cómo ayuda! Cantó -Y todos se echaron a reír muy fuerte.
-Según el tipo de sociedad en que se viva -siguió la seño- y el modo de
producción que ésta tenga, el ser humano pensará de un modo o de otro. El trabajo

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da riquezas que sólo unos pocos tienen: el capitalista le paga un sueldo al obrero a
cambio de su trabajo, pero lo que el obrero produce vale más al venderlo...
-concluyó.
Sonó el timbre que indicaba la hora de salir al recreo. Así que, haciendo mucho
ruido, todos salieron al patio.
Simona, sin embargo, se quedó sentada en su silla, mirando fijamente una hoja
casi en blanco que tenía enfrente. La seño se acercó y se acomodó al lado de ella. Se
miraron y sin más, Simona dijo:
-Mi mamá hoy me regaló 300 pesos y cuando salga del colegio me prometió que
me llevaría a comprar lo que yo quisiera, pero ahora con esto que usted nos contó
no me imagino qué quiero comprar, porque todo lo que compre va a hacer
enriquecer a unos pocos, no más.
-¿Y a vos que te gustaría comprarte?.

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-¡Un disco de Agarrate Catalina! ¡Ah!, y un collar para Jean-Paul, mi gato. ¡Y un
kilo de comida para gato! Y… mirando al techo y dándose golpecitos en los labios
con la birome, seguía pensando en las cosas que quería.
-Todo eso lo podés comprar. Te alcanza, así que no te preocupés y andá al centro
con tu mamá y comprate todo lo que te guste.
Simona, que no suele quedarse con las ganas de hacer algo, salió al centro con su
mamá y mirando todas las vidrieras no sabía por qué decidirse. Así que pensó en
decirle a su mamá que tenía hambre y ganas de hacer pis, así, mientras tanto, podría
seguir pensando en qué comprarse.
Y así fue. Entraron en una confitería, pidieron un jugo de naranja exprimido,
cuatro medias lunas y un café en jarrito. Charlaron y charlaron, hasta llegar al punto
en que Simona se olvidó que había salido de compras.

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La mamá de Simona es una señora que ríe mucho. Tiene el pelo largo, un tanto
alborotado... a veces muy despeinado. Ella dice que es para conservar su estilo,
sospecho que es porque no se peina, al igual que Simona, a quien le gusta andar con
su pelo rubio trigo suelto. Ambas son muy ruidosas: cuando se ríen siempre llaman
la atención. Pero ríen igual, fuerte, muy fuerte.
Leyeron revistas, se contaron historias, charlaron de papá, y de la tía Peluca (así
llamaban a la hermana de la mamá, porque también suele tener el pelo alborotado,
sólo que ella lo tiene con mayor frecuencia y volumen).
Hablaron también de que tenía ganas de ir a dormir a lo de sus abuelos y que este
fin de semana su papá le había prometido ir al cine.
Sin querer se habían hecho las ocho de la noche y ninguna de las dos se dio
cuenta de que los negocios empezaron a cerrar sus puertas. Cuando se quisieron
acordar eran las ocho y media. Simona miró a su mamá, sonrió y levantando la

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mano miró al mozo firmemente y le dijo: -¡Mozo! ¿Me trae la cuenta? ¡Esta tarde
pago yo!
Y cantando, bailando y girando fue entonando una canción al son del Candombe:

"Si todos se ponen a pensar


La vida es más larga cada vez.
Te apuesto mi vida una vez más.
Aquí no hay durante ni después.
Deja, no me lo repitas más:
nosotros y ellos, vos y yo.
Que nadie se ponga en mi lugar
Que nadie me mida el corazón".

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¿Cómo conocemos lo que conocemos?
Simona no suele quedarse con las ganas, siempre hace lo que le da la gana.
Hoy hizo planes con su abuela para ir al cine.
Estrenaban una película de extraterrestres.
Después de bañarse elige qué ponerse. Su mamá siempre le dice que tiene muy
lindas piernas y cantan… "las más lindas piernas que vi…oh oh oh…"
Así que, sin mucho dudarlo, elige una pollera y unos cancanes haciendo juego.
Se peina, se pone perfume y se ata los cordones de sus botitas nuevas. Simona es
muy coqueta.
Cuando ya está lista, espera a que su abuela pase a buscarla. Cuando llega se pone
un saquito y salen juntas rumbo al cine. Cuando llegan se acomodan en las primeras
filas.

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Comienza la película.
Siempre hay gente que llega tarde, pero el acomodador se encarga de ubicarlos. A
Simona esta acción la divierte mucho porque juega a tratar de distinguir quiénes son
los que van llegando. Vive en una ciudad donde casi todos se conocen.
La abuela llevó una bolsa llena de caramelos y chupetines. Simona abre un
chupetín de naranja y mientras lo saborea en su boca cierra los ojos por unos
segundos y se acuerda del naranjo que tiene su abuelo en el patio, del que siempre
sacan junto con sus primas las naranjas para jugar.
Se acomoda en la butaca y se prepara para disfrutar la película...
Al finalizar, Simona no emite ni el más mínimo sonido. Su abuela le sorprende,
ya que es de hablar mucho, pero cuando digo mucho, es mucho.

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-¿Qué pasa, mi chiquita? -pregunta. Las abuelas tienen esa característica: nunca
llaman a sus nietos por su nombre. Simona recibe sobrenombres como "Chuequita",
"Nemo", "Loquita", entre otros.
-Nada abu... me quedé pensando en que yo no dibujo a los extraterrestres así, no
los pinto verdes ni tampoco los hago tan petisos, ¿cómo uno puede dibujar un
extraterrestre si nunca lo vio?
Su abuela, que ya sabe de antemano que a Simona le gusta mucho hacerse
preguntas pero que no le gusta nada quedarse con las ganas de saber algo, la invita a
subirse al auto y seguir charlando. En el camino empieza a contarle:
-Cuando yo era chica me encantaba dibujar extraterrestres, entonces un día fui a
una librería a comprar un libro que hablara de ellos. El señor que me atendió me
mostró muchos libros y en todos había dibujos diferentes, entonces le hice la misma
pregunta que vos me hacés ahora.

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El vendedor fue hasta el fondo de la librería y me mostró un libro de un tal
David Hume. Me contó que hacía una semana que había terminado de leer ese libro
y que le había convencido la manera de responder esta pregunta.
Hume decía que uno conoce las cosas gracias a que tiene sentidos como la vista, el
olfato, el oído, el tacto y el gusto. Y así va construyendo su conocimiento. Nada que
no se pueda ver, oír tocar u oler puede ser real. Es así que a un extraterrestre uno lo
construye con los elementos que tiene para ello. Así lo pintamos de verde porque ya
conocemos el verde, le ponemos dos ojos grandes porque también los conocemos.
Cinco, seis o siete dedos de acuerdo al humor de día del dibujante y así vamos
armando un extraterrestre.

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-Esa respuesta me gustó mucho -dijo la abuela: -Y por eso hoy te la conté a vos.
Estacionan, ya que han llegado a la casa. Simona, antes de bajarse del auto le da
un beso grande y húmedo a su abuela y le dice:
-¡Este beso sí es real, ya que lo podés sentir!
Y cantando fuerte, muy fuerte para que su abuela oyera, cierra la puerta y entona
a Jaime Ross:

Si me voy antes que vos


si te dejo en estas tierras
no te asustes de la noche
que en la noche vivo yo.

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Si me voy antes que vos
si es así que está dispuesto
quiero que tus noticias
hablen del aire y del sol.

Quiero que siempre recuerdes


lo que dijimos un día
que cada vez que te ríes
río contigo mi amor.

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¿Existen dos mundos?
Simona no suele quedarse con las ganas, siempre hace lo que le da la gana.
Hoy es sábado. Se levantó relativamente temprano. Se puso su ropa de fin de
semana: una calza, zapatillas y una remera que pueda ensuciar. Igualmente, su mamá
dice que toda la ropa se puede ensuciar, total el lavarropas saca todas las manchas.
A Simona le encanta jugar en el patio. Tiene unos puff hechos por su mamá.
Mucho pasto y un conejo, que es medio arisco, pero ella igual se divierte
corriéndolo.
Hoy, Buz -que así se llama su conejo-, no aparece por ningún lado. Simona, que es
muy curiosa y gusta mucho de los desafíos, comienza a buscar por los rincones que
sabe que Buz suele frecuentar. Nada.

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De pronto, ve que una oreja, sólo una oreja, se asoma de un pozo. Supone que es
su conejo, y sale corriendo a ver qué le pasó. En cuanto llega a ese sector del patio se
resbala y cae. En un instante se acuerda de un cuento que su mamá le lee y relee muy
seguido, "Alicia en el País de las Maravillas".
Se asombra muchísimo de que se haya convertido en realidad. No está asustada...
muy pocas cosas la asustan.
Cuando llega finalmente al fondo del pozo comienza a ver que hay gente, mucha
gente que se encuentra encadenada de pies y manos y hablan un lenguaje extraño y
todos están de espalda y miran hacia la pared.
-¡Qué imagen más extraña! -exclama Simona, y sigue mirando el panorama.
Ve que detrás de estos hombres hay un fuego y más atrás un biombo, y sobre él se
proyectan unas figuras que se reflejan en el fondo del lugar.

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Simona no entiende nada. De pronto un hombre pasa corriendo por su lado y
ella, sin mucho pensar decide seguirlo. Cuando el hombrecito se da cuenta de que
Simona venía detrás, detiene su marcha y la mira. Les confieso que ahí Simona sí
tuvo un poquito de miedo, pero como el hombre parecía inofensivo enseguida se
relajó.
En un ratito estaban sentados frente a frente charlando como si se conocieran
desde hace años. Simona quiso saber dónde estaba y quiénes eran esos que estaban
allí abajo.
El hombrecito le dijo:

-Mi nombre es Platón. Me llaman así porque soy de espaldas muy anchas, no
porque rompo platos o porque como en platos grandes -dijo riéndose. -Hace tiempo
que quiero desatar a esta gente y nadie me hace caso. Prefieren vivir ahí abajo. No se
animan a subir y conocer tu patio, les conté que tenés una bicicleta muy linda y que
hay un limonero con unos limones muy grandes y aromáticos, pero siguen
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prefiriendo estar donde están. Ya no sé más qué hacer. Me dijeron que si sigo con
esas ideas locas me van a matar... -Simona lo miraba muy seriamente hasta que se
decidió a hablar.
-Mi nombre es Simona. Vivo allí arriba, donde no hay sólo un patio sino que
además hay una casa y afuera hay una calle y todos los días sale un fuego muy
grande en el cielo que nos da calor, como a ustedes. Es muy lindo vivir allá arriba.
-Ya lo sé -exclamó Platón- por eso quiero convencerlos de que donde ellos viven
no es un lindo mundo para habitar, pero nadie me escucha. Siguen creyendo que ese
lugar es el mejor lugar posible.
-¡Qué locos! -exclamó Simona. Y se puso a reír.
De fondo se escuchaba una voz que venía de afuera del pozo, era la mamá de
Simona que ya se estaba preocupando porque no la veía por ningún lado. Entonces
Simona saludó a su nuevo amigo y sosteniendo a Buz entre sus brazos comenzó a
subir por las paredes del pozo.

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Cuando llegó a la superficie, se restregó bien los ojos porque creía que estaba
soñando, y corriendo fue a contarle a su mamá lo que le había sucedido. Charlaron
largo rato. Su mamá tiene la capacidad de dejarla hablar y que trabaje con su
imaginación. Así que le hacía muchas preguntas para que Simona pudiera contarle
todo lo que le había pasado.
De fondo, sonaba una linda canción de Bersuit que ambas adoraban escuchar:

Murga murguera
agua de zanja, piel de vereda
llevame con vos...
Murga murguera
bajo tu cielo estrellado se agitan las melenas
llevame con vos,
a tocar hasta que sangren las manos,
a tocar hasta que sangren las manos,

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a tocar hasta que sangren las manos,
a tocar hasta que...

En medio de la resaca
Intenta muy lento la murga entonar
Pero es un vago lamento
Parecido al viento que lo hace pensar...

Sos la musa minusa que me trae inspiración


Yo te juro que no dejo mi tambor,
Porque verte morocha es tan linda sensación
Sólo toco para que bailes vos...

Negra murguera
Subí a la comparsa y mové tus caderas
llevame con vos...

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¿Tenemos po-si-bi-li-da-des?
Simona no suele quedarse con las ganas de nada.
Hoy apenas se despertó escuchó que su mamá había puesto un viejo CD que
encontró mientras hacía la limpieza. Era un CD de un grupo que se llama La Renga.
Simona se imaginó que el cantante estaría enamorado de una renga o que era rengo,
pero, por las dudas, no preguntó nada.
La canción decía algo así:

Es que la muerte está tan segura de vencer


que nos da toda una vida de ventaja.
Tu empresa líder funciona bien en el caos
inventando analgésicos para poder seguir,

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cuando el mundo no tiene respuestas
o se vuelve incomprensible,
yo sigo acá, insoportablemente vivo.

Simona empezó a dar vueltas en torno al equipo de música. Su mamá, simulando


un pogo, la tomaba de las manos y la alentaba a cantar y bailar. Simona, más que
cantar y bailar, tenía ganas de charlar. Así que con cara de quien no quiere la cosa, le
preguntó a su mamá por qué era que decían que “la muerte está tan segura de vencer
que nos da toda una vida de ventaja”.
La mamá fue a la cocina, preparó un vaso de jugo para cada una y un platito con
galletitas. Y juntas fueron a sentarse en el sillón del comedor. El tema ameritaba
tales preparativos.

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-La muerte es un tema muy interesante para que charlemos -dijo al fin su mamá:
-Justo ayer estaba viendo un programa de televisión de un señor que habla sobre eso.
Y me llamó mucho la atención la postura de un filósofo alemán que se llamaba
Martin Heidegger.
Simona tenía en sus manos un oso que es más grande que ella, pero que siempre
juega con él.
La mamá siguió contándole lo que había escuchado en la tele. Es muy interesante
que uno, en vez de la telenovela, pueda ver filosofía en la tele.
Heidegger decía que el saber que morimos debería hacer que amemos más la
vida, y que el ser humano es el único ser que es consciente de que muere pero igual
sigue viviendo. Se olvida de que muere cuando está viviendo.
Pensá que todo el tiempo uno elige miles de cosas para hacer. Tenemos muchas
posibilidades durante el día y durante toda nuestra vida de hacer miles de cosas y,

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por supuesto, elegir entre esas miles de cosas las que más nos gusta hacer. Pero en esa
cantidad de posibilidades que tenemos hay una posibilidad que es la de morir.
Pensemos que en cada una de las cosas que hacemos podemos morir. No creo que
esto nos tenga que dar miedo: -¿No es así, Simona? -preguntó su mamá.
Simona, que no le tiene miedo a nada, tomó muy fuerte su oso y abrazándolo le
preguntó: -Mi oso Kity ¿también tiene la posibilidad de morir?
-Y, en cierta manera, sí. El tema es que ese oso sin ninguna Simona que lo cuide y
lo abrace todos los días no existiría como tal, sería solamente una cosa sin sentido...
De fondo seguía escuchándose el CD de La Renga.
Ya se habían terminado todas las galletitas y el jugo también.
Sonó el teléfono y Simona corrió a atenderlo. Siempre corre para hacer todas las
cosas. Es su manera de ser.

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Era su tía Peluca, que muy contenta quería leerles algo que había escrito. Hoy se
había levantado inspirada:

Actitud existencia-lista:
Quiero al final de mi vida poder exclamar que me equivoqué, que sentí, que sufrí,
que mentí y que elegí hacerlo.
Quiero al final de mi vida poder exclamar que estuve viva...

Las dos se miraron y se pusieron a reír. La tía no entendía nada, pero contenta de
que su poesía hubiera causado algún efecto -en este caso la risa- cortó enseguida.
-¿Ves Simona lo que te decía? Todos somos conscientes de que nos morimos, pero
con ello tenemos que seguir hasta el final de nuestras vidas. Por eso La Renga nos

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dice esa frase que vos me preguntabas hoy: “Es que la muerte está tan segura de
vencer que nos da toda una vida de ventaja”... ¿Entendiste?
-Sí, mamá. Pero todavía no es nuestro tiempo -y tomándola de la mano la llevó
hacia donde estaba el equipo de música y eligió su CD favorito de 'Canario Luna' y
se pusieron a bailar:

..Una sombra junto al medio tanque


Sin un mango en el bolso
Con el buzo en los hombros
Bien peinado p'atrás
Estudiando el ensayo
Apurando las brasas
Codiciando callado

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La pintura y el disfraz
Relojeando a las pibas
De una noche de enero
Calibrando las copas
De los del mostrador
El futuro murguista
Garronea un cigarro
Mientras tanto le aclaran
No salís si sos menor…

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¿Las palabras alcanzan?
Simona no suele quedarse con las ganas de nada. Hoy anda con un papel y una
lapicera dando vueltas por toda la casa. El papel está en blanco y a ella se la ve
sonriente pero medio confundida. Parece ser que Simona se nos ha enamorado.
Hay un compañerito del colegio que dice que son novios. A esta edad, el amor
aparece de la manera más simple e inocente que pueda existir. El amor sucede…
Está buscando un lugar tranquilo para poder escribirle una carta a su enamorado.
Se sienta en una mesita que le fabricó su abuelo y mordisqueando fuertemente el
lápiz comienza a escribir:
Hoy te vi en el patio.
No le convence y haciendo un tachón muy grande vuelve a escribir:
Hoy estabas en el patio.

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Tampoco parece gustarle lo que escribió. Pega un salto y se va a buscar a su mamá
que está cocinando un rico pollo al horno con papas.
Se sienta en la mesa de la cocina y comienza a mirarla, hasta que ésta se da cuenta
y secándose las manos en el delantal, se acerca a Simona y le hace unos mimos en la
cabeza.
-¿Qué anda pasando hoy?
-No me sale nada... Quiero escribir una carta y no me sale nada.
-¿Carta? ¿En estos tiempos? ¿No tenés el facebook o el teléfono para decir algo?
-Sí, pero igual no me sale nada. No encuentro palabras lindas, nada rima con
nada. Todo me parece feo.
-¡Los límites de mi lenguaje son los límites de mi mundo! -exclamó la mamá y fue
a la biblioteca a buscar un libro.

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-Ludwig Wittgenstein -leyó en voz alta la mamá: -Con tu carta me hiciste acordar
a este filósofo. Es buenísimo sentir que el lenguaje no nos alcanza para decir todo lo
que sentimos. A mí me pasa muchas veces que no logro hacerme entender. Muchas
veces no podemos decir cómo son las cosas, pero sí cómo no son... Si uno piensa
algo, en el mismo momento en que lo está pensando ese algo ya existe. Lo que luego
es muy difícil es poder poner en palabra esto que pensamos o que sentimos
realmente. El amor es algo muy difícil de explicar en palabras: se siente. No alcanza
con hablarlo. En una mirada podemos decir más cosas que en una carta. Todo lo
que nosotros queremos, si lo deseamos con ganas, sucede. Sólo que a veces nos
olvidamos. Yo te propongo que en vez de escribir una carta a tu “noviecito” -porque
se había dado cuenta de a quién le escribía... las mamás siempre se dan cuenta...
-Charlemos más sobre este tema. -dijo, mientras se reía.

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Simona la miró y se sonrojó, dejó el anotador sobre la mesa y acomodándose en
el sillón le dijo:
-Yo creo que no sé lo qué es el amor... ¿Vos sabés?
-No, tampoco. Creo que cada cual lo puede definir como quiera. Es muy difícil
darle una única y universal explicación: vos tendrás la tuya, yo la mía y seguro que
hoy no será la misma definición que mañana. Es muy complicado este tema del
lenguaje...
Mientras se levantaba, su mamá exclamó con un dedo apuntando al cielo:
Lo que se deja expresar, debe ser dicho de forma clara;
sobre lo que no se puede hablar, es mejor callar.
Y yendo hacia el living pulsó 'play' en el CD de Rubén Rada que siempre
escuchan, y así empezó a sonar: pensando en nuevas preguntas para poder seguir
VIVA…

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Compuse una canción de amor
Con mil ideas locas.
Juro que por momentos yo fui
Juan Salvador Gaviota

Loco de amor
Loco de amor
Loco de amor
Loco de amor.

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Natalia Balul: Nací en Tres Arroyos en algún año, soy profesora de Filosofía, con
aires de escritora, mi hija Uma es quien me inspira cada día y hace que sople más
fuerte ese aire, que a veces llega a ser viento.
Facebook: Natalia Balul
nataliabalul@hotmail.com

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Victoria De Francesco (Tres Arroyos, Argentina, 1986) es Licenciada en Artes
Plásticas por la Universidad Nacional de La Plata. Desde 2010 trabaja en el Museo
Municipal José A. Mulazzi.
Coparticipa en un proyecto de emprendimiento de encuadernación artesanal y viajes
llamado MedioMundo con el objetivo de recorrer América Latina en WV Combi.
Facebook: Victoria de Francesco
MedioMundo
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