Sei sulla pagina 1di 223

1

2
Moderadora: Mona

Traductoras Correctoras
Brisamar58 Fatima85
Carosole Karens
Cjuli2516zc Kath
Clau Maye
Mimi
GraceKelly
Naif
Jandranda
Kane
Maria_clio88
Mimi
Nelly Vanessa 3
Rosaluce

Recopilación y Revisión
Sttefanye

Diseño
Cecilia
Capítulo 1 Capítulo 15 Capítulo 29
Capítulo 2 Capítulo 16 Capítulo 30
Capítulo 3 Capítulo 17 Capítulo 31
Capítulo 4 Capítulo 18 Capítulo 32
Capítulo 5 Capítulo 19 Capítulo 33
Capítulo 6 Capítulo 20 Capítulo 34
Capítulo 7 Capítulo 21 Capítulo 35
Capítulo 8 Capítulo 22 Capítulo 36
Capítulo 9 Capítulo 23 Capítulo 37 4
Capítulo 10 Capítulo 24 Capítulo 38
Capítulo 11 Capítulo 25 Capítulo 40
Capítulo 12 Capítulo 26 Capítulo 41
Capítulo 13 Capítulo 27 Epílogo
Capítulo 14 Capítulo 28 Sobre la autora
esde que era una niña, Rose, de treinta años, soñaba con el día en que
Harley la cargaría para entrar por la puerta en su luna de miel. ¿Y qué
si este no es su verdadero día de la boda, y que solo está aquí porque
Harley fue dejado en el altar solo unas horas antes?
Cambiando San Francisco por el paraíso y cambiando el ramo de su dama
de honor por un Hawái Azul, Rose espera que finalmente pueda escapar de la
zona de amigos.
Érase una vez que ellos habían sido más que amigos, pero la vida se
interpuso en el camino. Ella ha pasado cada día deseando que Harley obtuviera
una pista.
Ella siempre ha sido su mejor amiga.
Él siempre ha sido suyo.
Ella está enamorada de él.
Él no está enamorado de ella.
Él está... casándose con otra persona. 5
Él está ocultando algo.
Él está... muy complicado.
Rose
as bodas son un tiempo de alegría, de celebración y de amor. No se
supone que sean miserables. Había soñado con este día desde que tenía
cinco años, y si le hubieras preguntado a la mini yo cómo me lo
imaginaba, pasar mi tiempo borracha y medio desnuda mientras mi mejor amigo
lloraba la muerte de su relación en la suite presidencial de nuestro hotel, no lo
era.
Por supuesto, yo tampoco habría estado vestida de amarillo canario. No
habría elegido las plumas que actualmente violaban la emo-santidad de esta
habitación con su empalagoso olor y sus felices caritas amarillas, y no habría
estado sentada junto a mi mejor amigo mientras sollozaba en mi escote después
que la perra con la que tenía intención de casarse lo dejó por su instructor de
Krav Maga cinco minutos antes que supuestamente fuera a caminar hacia el altar.
De acuerdo, Harley no sollozaba, y no era como si acabara de sacar mis
pechos diciendo: “Aquí, deja que mis melones sean tu comodidad en esta hora de
necesidad”. Sí. Todo era mucho más inocente que eso. Harley estaba 6
simplemente descansando su glorioso rostro en mis tetas mientras acariciaba su
melena de color leonado fuera de su rostro.
Completamente inocente.
Sin embargo, la boda de mi mejor amigo no se suponía que fuera así.
Debería haber sido yo la mujer que se encontraba con él en el altar. Sería una
visión con un vestido largo de Vera Wang ligeramente rosado con un corpiño
drapeado, un escote corazón, y una falda de tul ondulado. Mi ramo estaría
compuesto de peonías rosas, gordas rosas blancas, y astilbe rosado. Pero lo mejor
de todo, diríamos “acepto” delante de nuestros amigos y familiares en una
ceremonia de inspiración vintage en una tarde de abril. Habría una furgoneta de
helado en espera para los invitados con ganas de comer algo, y un pastel Glass
Slipper Gourmet de cuatro niveles con cascadas de rosas, peonías y hortensias
delicadamente arrojadas por todas partes. Bailaríamos con nuestra canción
favorita de Jeff Buckley (Lilac Wine), bajo un mar de estrellas y linternas de papel
en el Invernadero de Flores de San Francisco.
Obviamente, había pensado mucho en nuestra boda.
Afortunadamente para los dos, esta monstruosidad amarillo canario no era
nuestra boda, y alabado sea el niño Jesús, la Malvada Bruja de la Costa Oeste se
ha ido. Por desgracia, Harley no está contento con ese hecho.
En algún lugar de mi celebro empapado en champán, estoy completamente
consciente de que nada bueno pueda venir de tener a Harley llorando en mi
escote dos horas después de haber sido plantado sin ceremonias en el altar, pero
a la Borracha Rose no le importa que esté usando mis tetas en lugar de un
Kleenex.
—Se fue. La perra me dejó en el altar —dice por millonésima vez, y tengo
que evitar golpearlo en la cabeza como solía hacer cuando éramos niños. Por
supuesto que lo dejó. Es una ramera interesada que tiene más bolsos Gucci que
sentido.
—Ya lo sé, Pan —reconforto.
—Eres la única, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
¿La única que lo entiende? ¿La única que siempre está allí y nunca vacila?
¿A la única que aún ama después de todo este tiempo? Sí, si los deseos fueran
caballos, yo sería una condenada campeona de rodeo. No importa a cuál “única”
se refiere, porque todo eso es verdad, salvo lo último. Sería su única para el resto
de mis días si él me dejara. Si solo hubiera abierto sus malditos ojos.
Trazo las líneas de su rostro, la hinchazón alrededor de sus ojos, el puente
de su nariz, los suaves ángulos de sus pómulos y su mandíbula pronunciada con
su gruesa barba. Es bueno poder tocarlo así de nuevo sin que la Perra Barbie me
dispare dagas. Además, no es como si tocarnos fuera algo nuevo para nosotros.
Harley y yo hemos estado juntos desde que teníamos cinco años. Bueno, no
juntos (obviamente, porque se iba a casar con otra) sino juntos en el sentido que,
hemos sido mejores amigos desde el primer día del jardín de infancia. 7
Los Hamilton se mudaron a la hilera de casas de estilo eduardiano junto a la
nuestra en Noe Valley, San Francisco, dos días antes del comienzo del año
escolar, y el dormitorio de Harley estaba directamente enfrente del mío. El día en
que se mudaron, él saludó a través de la ventana abierta. Saqué la lengua y cerré
las persianas.
El primer día en la escuela, Bryson Hopper me empujó a la arena. Harley
me ayudó a levantarme, y luego lo empujé a él. A partir de ese día, hemos estado
empujando los botones del otro. También hemos jugado a otras cosas que no
implican botones ni cualquier tipo de ropa, más bien una falta definitiva de ella.
Él niega.
—Mierda. Gasté una maldita fortuna en esta boda. El catering todavía debe
pagarse por toda la maldita comida que no nos comimos, sin mencionar el lugar,
los músicos y las flores.
—Las flores eran un regalo de mi parte y si estás pensando en tratar de
darme el dinero por ellas, te haré daño, Harley.
—Eran hermosas; ¿sabes? —Su cabeza está en mi regazo ahora, provocando
que los músculos de mi estómago y otras cosas más abajo se aprieten y duelan—.
Tus creaciones siempre lo son.
—Bueno, puede que haya accedido a la fiesta nupcial de plumas, pero de
ninguna manera iba a permitir que se salga con la suya y cubrir cada superficie
del lugar con ellas. ¿Te imaginas mirar esas fotos en diez años? —pregunto,
exasperada.
Harley no dice nada porque sabe cómo me pongo alrededor de las novias
con la selección equivocada de flores. Quieres que el día más feliz de tu vida sea
intemporal y hermoso, no como si hubieras asistido a alguna horrible fiesta
hawaiana de Barbie Malibu. Y si eso es lo tuyo, entonces necesitas algo nuevo... y
posiblemente la ayuda de alguien como Dale Tutela. Ese hombre es un dios con la
planificación de eventos.
—Si hubiera estado por completo en mis manos habría sido magnífico —le
digo sin aliento, soñando con la boda que había estado planeando durante más de
la mitad de mi vida. Miro a Harley, cuya expresión luce muy vacía, sus brillantes
ojos azules atormentados, me rompen el corazón en un millón de pedazos.
Por otro lado, algunas de las partes de mi corazón destrozado están saltando
de alegría. Eso me hace una horrible amiga porque no debería estar feliz ahora.
No debería estarlo, pero lo estoy. Mi mejor amigo está desconsolado, abandonado
en el altar, y estoy borracha y exultante. Debo señalar que él está borracho
también, así que no es como si estuviera haciendo estallar botellas de champán y
brindando por una vida suya estando solo, pero, aun así, el gusano de la culpa se
abre paso a través de mis entrañas, porque este empezó como el día más feliz de
su vida y el peor de la mía, y de alguna manera todo se volvió al revés.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurra Harley.
—No hay nada que puedas hacer. Excepto abrir otra botella de este buen
champán que pagaron los padres de la ramera. —Sostengo dicha bebida y la
8
choco fuertemente contra la botella abierta en su propia mano que casi no se ha
tocado—. Entonces, vas a lamer tus heridas y saltar en un vuelo a Hawái donde
puedes pasar toda la semana de lo que se supone que es tu luna de miel,
despatarrado en esa gran cama hermosa. Puedes dormir todo el día, comer
comida deliciosa, beber cócteles, y cuando decidas mudarte allí
permanentemente ni te quejarás cuando tu mejor amiga venga a vivir en tu
habitación de huéspedes.
—Ven conmigo.
Inhalo bruscamente.
—¿Qué? Oh, no. No, esa es una idea muy mala.
—¿Por qué? ¿Por qué sería diferente de nosotros dos tomando un fin de
semana para conducir hasta Big Sur, o ir a la casa de campo sin mis padres?
—Está bien, para empezar, este no es Carmel o Big Sur, es Hawái. —
Descanso mi mano libre en su pecho. El apresurado pum, pum, pum, debajo de
mi palma hace que mi propio corazón se salte algún latido—. En segundo lugar,
es tu luna de miel, Pan. No puedo ir a tu luna de miel contigo.
—Es muy difícil tener una luna de miel sin novia.
Acaricio un lado de su rostro y se inclina en mi mano.
—Nadie lo entendería. Tienes que hacer esto solo, Harley.
—Que se jodan los demás. No quiero hacerlo solo —dice Harley. Me
estremezco un poco y él exhala con fuerza. Sus ojos se cierran y su voz es tierna y
miserable cuando dice—: Lo último que necesito es estar solo ahora mismo.
—No puedes llevar a otra mujer en tu luna de miel. Es de mala suerte.
Además, tengo la tienda, y dudo mucho que pueda conseguir mi propia
habitación con tan poca antelación.
Sus ojos se abren y me mira.
—¿Por qué diablos conseguirías tu propia habitación?
—Porque no podemos dormir juntos.
—¿Por qué?
Miro a todos lados en la suite de lujo, buscando algo, cualquier cosa que
constituya una excusa válida. Una vez más, mi atención se centra en mis tetas.
—Tengo complejo.
Harley se ríe.
—¿Acerca de qué? ¿Tus ronquidos? Esa mierda no es noticia, Rose. Hemos
dormido juntos un montón de veces.
—Las cosas son diferentes ahora…
—¿Qué es diferente? ¿Que tienes un cuerpo perfecto? Lo he visto todo. No es
que vaya a enloquecer porque tienes partes femeninas. He estado ahí, lo he
hecho, ¿recuerdas?
—Sí, recuerdo. 9
Oh Dios, lo recuerdo. Sus hábiles manos, sus suaves labios, su áspera barba,
el peso de sus caderas mientras presionaban las mías, y el delicioso deslizamiento
húmedo de nuestras respectivas partes de chico y chica encontrándose. La forma
en la que su boca sonríe de manera satisfecha, justo después de venirse. Lo
recuerdo muy bien, y eso es exactamente por qué es una mala idea.
—¿Por favor? —suplica, y su voz está llena de emoción. Mi corazón se
aprieta—. No puedo hacer esto solo. Ven conmigo.
Oh, quiero hacerlo. Quiero ir y venir y… Maldito sea. Estoy a punto de
cometer el mayor error de mi vida, porque nunca puedo decirle que no a Harley, y
él lo sabe. Inclina la cabeza y me hace esos estúpidos ojos de cachorro que
siempre han sido mi perdición, siempre me han llevado a un desastre tras otro.
Es por eso por lo que lo llamo Pan. Él es el original chico perdido, y siempre ha
sido tan bueno en hacerme seguirlo como una enamorada Wendy con Peter.
—¿Por favor? —susurra, y estoy perdida. Bastardo manipulador.
Niego y suelto un suspiro resignado.
—¿Cuándo nos vamos?
Harley mira su reloj.
—Mierda, como dentro de cuatro horas.
—Me lo debes —le advierto.
—Sí, te lo debo. Te daré todo lo que quieras: te construiré un maldito
monumento en el parque Golden Gate por ser la mejor amiga que un hombre
pueda tener, solo por favor, Rose, por favor, no hagas que vaya solo.
—Bien —le digo, sonriendo—. Pero tengo el asiento con ventanilla. —Lo
aparto de mi regazo y lenta y cuidadosamente (en otras palabras, borracha) me
pongo de pie.
Harley gruñe y reclina su cabeza en el suelo.
—¿Adónde diablos vas?
—A empacar, idiota. Tengo que tomar un avión.
—No te vayas —se queja, poniendo una mano alrededor de mi pie—. Te
compraremos mierda cuando lleguemos. Todo lo que necesitas son un par de
bikinis.
Me lo sacudo de encima y le disparo una mirada que dice que debería
callarse rápidamente. Lo hace, sonriendo por un instante antes que se pierda en
las sombras de la desesperación que sofoca la luz de sus ojos.
—Volveré en una hora para recogerte. No te duermas.
—No dormir —murmura—. Lo tengo.
—Tienes todo lo que necesitas, ¿verdad?
—Todo menos mi esposa. —Levanta su botella de champán en un brindis—.
Salud por eso. 10
Por dentro, me encojo, pero por fuera solo sonrío y digo:
—Pan, cuando hayamos terminado con esta pseudo-luna de miel, habrás
olvidado todo acerca de la mujer que te dejó en el altar. Me aseguraré de ello.
Con otra advertencia respecto a quedarse dormido, arreglo mi vestido, me
aliso el cabello y salgo de la habitación. Choco prácticamente con el botones que
está empujando un carrito con champan, fresas y lo que parece un kilo de
chocolate hacia la habitación 317.
—Oh, mierda. Nadie canceló esa orden, ¿eh?
—¿Lo siento? —pregunta el botones. Tiene cara de bebé y el cabello rubio
cobrizo, también es lindo en esa manera de chico de al lado. Bueno, tal vez no de
la manera de mi chico de al lado, porque el chico que vivía a mi lado era, y sigue
siendo (gracias, Jesús) un completo jodido bombón.
—Estás llevando eso a la 317, ¿verdad?
—Sí, el señor Hamilton pidió que fuera entregado a la habitación a las ocho
de la mañana.
—Sí, aquí está la cosa —digo—. Cuando el señor Hamilton ordenó eso, no
sabía que su futura esposa era una mentirosa e infiel mujerzuela que lo dejaría
plantado en el altar. Así que, ante el riesgo de que pierda su mierda y destroce su
habitación de hotel, probablemente es mejor si simplemente te das la vuelta y
llevas eso a la cocina.
El chico me mira como si acabara de darle una patada en la espinilla.
—Pero ya ha sido pagado…
Arranco la tarjeta blanca nacarada de “felicitaciones” de la bandeja y agarro
un bolígrafo de mi bolso.
—Te diré qué, ¿por qué no llevas esto a la habitación 313? Sus padres se
quedan justo al final del pasillo. —Hago un perezoso gesto de mano en la
dirección de su suite, aunque por lo que veo, podría haber estado señalando hacia
el ascensor de servicio porque el hombre-niño con el traje está mirando al fondo
del pasillo, viéndose confundido—. Tal vez les vendría bien una copa después que
su hija huyera de su boda de cincuenta mil dólares.
—No creo que pueda hacer eso...
—Por supuesto que puedes.
Coloco la tarjeta editada nuevamente en la bandeja y retiro un par de
billetes, metiéndolos en el bolsillo de su camisa. Él se muestra reacio cuando lee
mi escritura garabateada que desfigura la prístina tarjeta.
¡Felicitaciones!
Su hija es una puta.
—No puedo darles eso.
El hombre-niño niega, y bajo mi mirada para poder leer la etiqueta con su
nombre. ¿Es posible convertirse de repente en disléxico? Porque pienso que esto 11
podría ser una cosa así. Bran. Ese es un nombre extraño, y en una ciudad llena de
Hípsters, se oyen muchos nombres extraños.
—Bran —digo, y le pongo un brazo alrededor de los hombros como si
fuésemos amigos desde hace mucho tiempo.
—En realidad es Brian.
—Bra-in —corrijo y arrugo el rostro, preguntándome por qué sus padres
elegirían un nombre tan difícil para su hijo—. Te daré todo el dinero en mi bolso
si llevas esa tarjeta y ese carrito a la habitación 313.
—Señora…
Jadeo en voz alta. El sonido resuena por el pasillo vacío.
—No puedo creer que me hayas llamado señora. Para nada genial, amigo.
Soy joven. Soy moderna, y tengo pechos totalmente grandes. —Agarro las tetas en
cuestión, y las agito para probar mi punto.
Se lame los labios en lo que parece un gesto nervioso, su mirada
desviándose a mi escote y de nuevo a mi rostro como si temiera que pueda
abofetearlo por sus esfuerzos.
—Tú... los tienes. Totalmente tienes grandes pechos.
—Así es —estoy de acuerdo—, no se puede llamar a una mujer que tiene
grandes tetas “señora”. Eso destruye la autoestima.
—Lo siento —dice, pero Bran no parece estar arrepentido.
Saco una fresa de la bandeja y la unto en el chocolate, empujando toda la
cosa en mi boca mientras hago el signo universal con las cejas levantadas y un
meneo de cabeza para, está buena esta mierda
—Vamos, hombre. Solo lleva el carrito a la 312, ¿por favoooor?
—Eh... dijiste 313.
—Exactamente.
Levanto las manos en exasperado acuerdo, tropiezo con el no-tan-brillante-
hombre-niño conocido como Bran, y deambulo por el pasillo hacia el ascensor,
sonriendo todo el tiempo porque estaría mintiendo si dijera que no estoy feliz de
que mi mejor amigo no esté usando un anillo de bodas en su dedo en este
momento.
De todos modos, ¿quién se casa en febrero? Eso podría estar bien si vives en
Canadá y estás de acuerdo con congelar tus partes femeninas en una blanca boda
de invierno, ¿pero una boda en San Francisco? No. No, a menos que estés
esperando que tu novia se levante y flote en la siguiente gran ráfaga de viento.
Resulta que no necesitamos el clima de San Francisco para perder a la novia de
Harley, pero eso ya no importaba, porque nunca fue su día de boda. Y no se
suponía que él iba a caminar hacia el altar con esa marrana a su lado.
Un día seré yo observando como sus ojos se arrugan en las esquinas y se
llenan de lágrimas mientras camino hacia él. Un día, llevará mi anillo y yo, el
suyo. Un día, me casaré con mi mejor amigo.
12
Solo necesito un poco de tiempo para convencerlo.
Rose
iro la llave en la cerradura y tropiezo con la puerta principal de mi
tienda, Darling Buds. Sí, el nombre puede haber sido inspirado por
nuestro amor compartido de Peter Pan de J.M. Barrie, pero supongo
que diez años de interpretar a Wendy Darling para el Peter de Harley le hará eso
a una chica. Solo para molestar al siempre amoroso trasero de mi mejor amigo,
me gusta decir que viene de la novela de H.E. Bates, The Darling Buds of May.
Creo que él sabe que no es cierto.
Darling Buds es una tienda pequeña con un apartamento encima de ella en
la calle 24. Está entre una boutique de decoración casera y una librería
independiente, y situada apenas a una media cuadra de los Wholefoods más
pequeños que has visto nunca. ¿Y la mejor parte de vivir donde trabajo? No tengo
que viajar a diario al trabajo. También, está a solo unas pocas puertas del
apartamento de Harley, por eso nunca me mudaré. A menos que él lo haga.
Siempre he amado las flores; me encantaba poner mis manos en la tierra y
hacer crecer las cosas desde que era una niña. Cuando Harley hacía correr sus
camiones Tonka por la tierra, yo estaba plantando hojas de hierba e imaginando
13
que iban a florecer en capullos de rosas, o un frijol que llegaba hasta el cielo. Para
consternación de mi madre, cuando llegó el momento de despedirme en el
funeral de mi abuelita, me encontraron reorganizando las coronas y el ramo del
ataúd; porque todo el mundo sabe que no pones narcisos en un ramo mixto y si
no lo sabían, ahora ya lo saben.
Recojo los productos para el rostro, el cepillo y pasta de dientes, y unos
pocos artículos de maquillaje de bajo mantenimiento, colocándolos en una bolsa
de viaje y tirándola en la cama, luego saco mi maleta de la alacena y empiezo a
tirar artículos de ropa al azar. Estoy eligiendo entre dos pares de trajes de baño
cuando una llave se desliza en la cerradura. Mis padres son los únicos con una
llave, así que no pienso mucho en lo referente a lo que están haciendo aquí y sigo
empacando.
—Bueno, debe estar aquí; las luces están encendidas —dice mi madre,
presumiblemente a mi papá.
—¿Mamá?
—Oh, Rose, que bueno que estás aquí. Está aquí, Herb.
—Ya lo escuché —dice papá con naturalidad, mientras los pasos de mi
madre resuenan por las escaleras—. Está bien, tráelos.
Corro hacia el rellano y casi choco con mi madre en la escalera que domina
la tienda. Ha cambiado su vestido de cóctel azul marino Tadashi Shoji bordado
con cordones de encaje, por un traje de terciopelo de color rosa con la palabra
Sabroso, estampada en su culo. Para una mujer que posee básicamente todos los
vestidos envolventes que Diane Von Furstenberg alguna vez sacó, me sorprende
que los dos elementos coexistan pacíficamente en su armario. Dejando a un lado
los ridículos diseños, mi madre tiene un gusto impecable; es como Blythe Danner
de SF. ¿Mi padre, por otro lado? No tanto. Lleva suéteres de rombos durante todo
el año, a menos que por supuesto haya una función para asistir, y entonces
cambia los rombos por tweed. Hoy lleva un traje de correr Adidas de terciopelo
color Borgoña. ¿Qué está pasando con mis padres hoy? ¿Alguien puso LSD en mi
champagne? Mi papá también está haciendo que los repartidores traigan todos
los arreglos de la boda. La boda de Harley.
—Ah, ¿qué pasa? —exijo mientras mi madre se para delante de mí en la
parte superior de la escalera.
—Pensamos en traerlos de regreso. Parece un terrible desperdicio no
revenderlos.
—Eran un regalo, mamá —le explico. No tengo tiempo para entrar en
detalles acerca del hecho de que no puedo revender flores que ya han sido
cortadas y envueltas, o que los centros de mesa empezarán a marchitarse en
pocas horas.
—Sí, y la boda fue cancelada. Tradicionalmente, si una boda no se lleva a
cabo, la gente regresa sus regalos.
—Mamá, no puedes devolver los arreglos florales. No puedo venderlos. Han
estado en el hotel todo el día y pronto se morirán.
14
—Oh, relájate. —Desestima con un gesto perezoso de mano—. Rochelle dijo
que los trajera aquí. Por cierto, están devastados. ¿Cómo está aguantando
Harley?
—Bueno, veamos, su prometida lo dejó en el altar y ha sido humillado
delante de doscientos amigos, parientes y extraños. ¿Cómo crees que está?
—Pobre chico. Aun así, esquivó una bala si me lo preguntas. Sabía que esa
puta no iba hacerlo; pude ver que se echó hacia atrás a un kilómetro de distancia.
—¡Mamá! —la reprendo.
—Bueno, es verdad. —Me obliga a subir las escaleras y, porque conozco a
mis padres y sé que no hay manera de detener el desastre que está teniendo lugar
abajo, camino de vuelta a mi maleta y continúo empacando cosas. No sé qué
cosas, porque hasta ahora estoy decidida en el hecho de que tengo artículos de
tocador en mi bolsa y posiblemente una camiseta, de todo lo demás, no estoy
segura.
Hay un sonido de que algo se rompe desde abajo. Escucho un poco. No oigo
maldiciones ahogadas ni gritos de pánico porque alguien se cayó por una
ventana, así que sigo empacando, pero le lanzo a mi madre una mirada severa.
—¿Podrías decirle a papá que no rompa nada?
—¿A dónde vas? —Mi madre mira mi maleta con sospechas—. ¿Y por qué no
estás con Harley?
—Voy a cerrar la tienda por unos días. Necesito un descanso, y no puedo
confiar en nadie para que dirija este lugar sin mí, así que voy...
—¿Qué soy yo, hígado picado? —interrumpe.
—¿Qué quieres decir con que vas a cerrar la tienda? —pregunta mi papá
desde abajo—. El tiempo es dinero, cariño. ¿Crees que Saks en la Quinta Avenida
cierra sus puertas porque necesitan un día libre?
—Una floristería es un poco diferente a Saks, papá. Tengo una clientela
regular de veinticinco años; ni siquiera estoy en el mismo universo que Saks.
—Aun así, solo hay una manera de llegar a ser tan grande.
Suspiro y me froto la sien.
—Ugh. No... no tengo tiempo para nada de esto.
—Bueno, ¿cuál es la prisa? —pregunta mamá, frunciendo el ceño mientras
mira alrededor de mi pequeño apartamento—. ¿Por qué huyes en mitad de la
noche como un criminal reincidente? ¿Por qué no puedes irte mañana?
—Porque nuestro vuelo sale dentro de tres horas y me llevará cuarenta y
cinco minutos atravesar la ciudad.
—¿Nuestro vuelo? ¿Con quién te vas?
Cierro los ojos porque sé lo que viene.
Cuando los vuelvo a abrir, mi madre me mira con una expresión
horrorizada. 15
—Oh, Rose. ¿No lo vas a hacer?
—Me lo pidió. ¿Qué se suponía que debía hacer?
—También te preguntó si podía poner su pene en tu vagina cuando tenías
cinco años, pero ¿lo dejaste? No.
—Por favor, no hables de la vagina de mi hija —retumba papá desde abajo—.
Espera, ¿conociste a un hombre?
Paso los dedos por mi cabello, desordenando el estilo cuidadosamente
peinado en el que una peluquera se demoró cerca de una hora. Aún no estoy
completamente sobria, y ya tengo una resaca.
—Me voy con Harley, papá.
—Oh, entonces está bien —murmura, y vuelve a dirigir a los hombres que
están dando vueltas en mi tienda.
—Ella va a su luna de miel —grita mi madre, como si no estuviera a un
metro de distancia—. No puedes hacer esto, Rose. Herb, ¿quieres decirle algo a tu
hija?
—Estás haciendo un problema de nada. —Me dirijo de nuevo al armario de
cajones para evitar su mirada que todo lo ve. La mujer arroja más sombras que
las reinas de RuPaul's Drag Race—. Es mi mejor amigo, y tiene el corazón roto.
No quiere ir solo.
—Entonces dile que lleve a Rochelle.
—De acuerdo, la única cosa peor que no ir a tu luna de miel con tu nueva
esposa, es ir con tu madre.
—¿Por qué no simplemente canjea los boletos por efectivo?
—Porque quizás necesita un descanso de todas las preguntas que está a
punto de enfrentar. Mamá, nunca he dicho nada cuando te metes en mi vida, pero
voy a ponerme firme con esto. Harley es mi amigo; me voy con él en condición de
amiga. Solo somos dos amigos en Hawái tomando el sol, bebiendo Mai Tais en la
playa y tratando de olvidar todo acerca de la puta que le rompió el corazón.
Cuanto más trato de convencerla, más me convenzo. Necesitamos esto.
Ambos trabajamos demasiado duro, y desde que Alecia se metió en nuestro
camino hace un año, Harley y yo nos hemos ido alejando lentamente. Unas
vacaciones en el paraíso es exactamente lo que necesitamos.
Mi madre se pone a mi lado y toma mi mano, llevándome a la entrada de la
cocina.
—E incluso yo podría creer eso, si fuera alguien más. Pero te conozco, Rose
Perry, y sé que has estado enamorada de ese chico desde el primer día del jardín
de infantes.
Eso no es exactamente cierto. No he estado enamorado de Harley todo este
tiempo, solo la mayor parte. He tenido otros amantes, y he tenido períodos en los
que ni siquiera me gustaba Harley y mucho menos lo amaba. De acuerdo, ahora
no es uno de esos momentos, pero ella está totalmente equivocada. Está bien, tal
16
vez no está muy equivocada, solo en su mayor parte.
—¿Has pensado en lo que te hará esto?
—Hemos ido a muchas vacaciones. Somos adultos —argumento, pero mis
protestas suenan frágiles, incluso para mí—. Tiene el corazón roto.
—¿Y qué hay contigo?
—Estoy bien —digo, a un decibel más alto de lo necesario—. Y de verdad
necesito ir a empacar.
—Entonces empaca. No dejes que te detenga.
Y no lo hago, aunque desearía hacerlo porque cada traje de baño que pongo
en mi bolso mi madre arruga su nariz por encima de la costosa copa de vino que
ha tomado de mi cocina. El mismo que había planeado abrir y beber hasta
emborracharme después de esta horrible boda.
Tomo la botella de la mesita de noche y bebo directamente de la misma. Voy
a necesitar todo el coraje holandés que puedo obtener si voy a pasar las próximas
horas de esta noche sin darle demasiada importancia a las palabras de mi madre.
Rose
espués que mi madre consume la mitad de la botella y yo
prácticamente inhalo la taza de café que mi padre me prepara en la
máquina de café expreso de la tienda que cuesta el doble de mi
alquiler de un mes, dejo la tienda en un taxi, y tanto mi corazón como el torrente
sanguíneo se han vuelto sobrios en el camino al centro de la ciudad para recoger a
Harley. Cuando trato de despertarlo (el bastardo de hecho se ha dormido), no
está más entusiasmado con el viaje que hace una hora. A pesar de que ha estado
un poco más entusiasmado con el champán que había dejado con él porque había
estado dormido con una botella vacía encima de la mesa de café y otra derramada
en la alfombra. Recojo su ropa del piso y la meto en su maleta. Y luego lo llevo a
la ducha y bajo para conseguir un café y liquidar el extra en la factura de limpieza.
En el momento en que llego a la habitación con dos cafés a cuestas, Harley
está milagrosamente fuera de la ducha, pero el agua caliente no le ha puesto
sobrio en absoluto. Está sentado con una toalla al filo de la cama, bebiendo de la
botella de champán que había estado goteando por todo el piso.
—De acuerdo, señor, vamos a dejar a un lado la bebida, porque el champán
17
nunca ha sido tu amigo y tenemos que tomar un avión. —Dejo mi café y
reemplazo la botella de su mano con una taza de papel humeante.
Él la levanta a su boca, pero no la bebe.
—Ella me dejó.
Mis hombros caen en derrota.
—Lo sé, cariño.
—No puedo decir que la culpo, pero, aun así, dijo para siempre, ¿sabes?
Me siento en la cama a su lado y paso mi brazo por su hombro. Gotas de
agua de su piel me empapan las mangas, pero solo lo aprieto más.
—Entonces no era la indicada para ti. Sé que duele ahora; va a doler un poco
más todavía…
—¿Quién lo es?
—¿Qué?
Se endereza, haciendo que mi brazo resbale de su piel húmeda y me mira a
los ojos cuando dice:
—¿Quién es la adecuada para mí?
Yo. Soy la indicada para ti. Soy la mujer con la que debiste casarte.
Bajo la mirada al café que estoy sosteniendo.
—No lo sé, pero estoy segura de que está ahí afuera.
Harley me entrega su taza de papel y se levanta. Ajusta su toalla, se acerca a
su maleta y mira sus pertenencias, pero no se mueve para ponerse alguna de las
ropas.
—Tal vez esto no es una buena idea.
No, no, no. Esta es una gran idea. La mejor idea de la historia.
—Vamos. Necesitas esto. Yo necesito esto. Vamos a divertirnos. Te acuerdas
de la diversión, ¿verdad? Solíamos tener mucha antes de empezar a pagar
impuestos y almorzar con nuestros contadores, y antes que aparecieran las
novias.
—Prometida —corrige—. No es como si te hubieras ido a casar y te dejaran
en el altar.
Auch.
—Bien, bueno, antes que ella apareciera, solíamos divertirnos. Volvamos a
eso. Tomaremos Mai Tais en la playa, nos broncearemos hasta que parezcamos
langostas, y luego descansaremos en la piscina todo el día y fingiremos que esta
cosa de la boda no existió.
—Sí —dice con un pequeño gesto decisivo—. A la mierda con Alecia.
—Eso es, chico. Ahora vístete. O vamos a llegar tarde.
18

Después que revisamos y organizamos para que las cajas de champán sean
entregadas en el apartamento de Harley, hago parar un taxi, pasamos seguridad y
llegamos a nuestra puerta con treinta minutos de sobra. Una vez que hemos
abordado, Harley se instala en su asiento, pone el apoyabrazos entre nosotros, y
se queda dormido como un rayo en cuestión de minutos. Me paso las dos horas
siguientes del vuelo atormentada por la culpa y rumiando el hecho de que tuve la
oportunidad de convencerlo de no hacer esto y no lo hice por razones puramente
egoístas. Soy una horrible mejor amiga. Soy lo peor de lo peor.
Me estiro y doy vueltas en el asiento, tratando de acomodarme. Tomo un
libro y leo un poco, pero es una de esas historias violentas y aun así extrañamente
satisfactorias acerca de un club de motocicletas con una trama complicada, y no
tengo paciencia para eso ahora, así que cierro el libro y acaricio al modelo tatuado
en la cubierta. Trato de cerrar los ojos, pero estoy más preocupada porque Harley
entre en coma que por las bolsas que mañana voy a tener bajo mis ojos, así que
me quedo despierta y lo veo dormir. En un espeluznante nivel de acoso que uno
puede llegar a hacer para ganarse el título de psicópata cuando se trata del objeto
de su deseo, supongo que estoy a punto de llegar a un nivel de ocho. Aunque me
pregunto si el hecho de que lo convenciera de que me llevara a su luna de miel
significa que incluso llegue al diez antes que saliéramos de la ciudad. De cualquier
manera, veo a Harley dormir hasta que finalmente caigo también, y me encuentro
siendo sacudida levemente para despertarme por una mano en mi hombro.
—Rose, despierta.
Abro los ojos y me acurruco en su calor, frotando mi mano contra su
estómago sólido. Harley debe de haber estado entrenando más duro que de
costumbre. Siempre ha estado en buena forma, pero esto se siente... diferente.
Como lo hizo cuando jugó fútbol en la universidad. La mano de Harley agarra mi
puño y la aprieta fuertemente. Se queja y susurra en mi oído,
—Mierda, Rose.
Y me doy cuenta de que no es su estómago lo que estoy acariciando, sino su
entrepierna, y lo que es peor aún, es que su propia mano está acunada entre mis
muslos. No me está tocando tan inapropiadamente como lo estoy tocando yo, por
supuesto, pero parece que mientras dormíamos nuestros cuerpos conspiraron
contra nosotros y decidimos asumir nuestras antiguas posiciones de dormir.
Porque vacacionar en el paraíso no era suficiente tortura para mi pequeña
y triste vagina hambrienta de penes.
Me libero de su agarre y le clavo la mirada hasta que él quita su propia mano
de entre mis muslos, al que solía referirse como “su lugar”.
—Lo siento mucho.
Solo da una risita y se endereza en su silla.
—No te preocupes por eso; no es como si no lo hubiéramos hecho antes,
¿verdad? 19
Tiene razón. Hemos despertado así varias veces en el pasado cuando se ha
quedado dormido en mi departamento o yo en el suyo. Siempre es incómodo, y
cada vez que sucede me ha aterrorizado, que verá más en mi vergüenza de lo que
quiero que vea.
Me río nerviosamente y digo:
—Sí, sucede todo el tiempo.
—Recuerdas esa vez...
—Sí, Harley, recuerdo —interrumpo, porque no importa qué incidente esté a
punto de referirse, todos nuestros viajes por el camino de la memoria son
dolorosos.
—Cierto —dice Harley, y justo así el humor de esta situación se ha ido,
sustituido en su lugar por la amargura del rechazo y el dolor de la oportunidad
perdida. Es un ciclo interminable con nosotros, y uno que él debería saber que es
mejor no desenterrar.
Rose
os registramos en nuestro hotel alrededor del mediodía y encontramos
el camino hasta la suite. Harley me entrega la llave y la meto en la
puerta, abriéndola. No doy dos pasos antes de dejar las bolsas y correr
hacia el balcón. Chillo como una niña entrando por las puertas de Disney cuando
me abro la puerta y disfruto de la vista. Nada más que complejos, agua cristalina
color aguamarina y una playa blanca prístina por kilómetros, hasta llegar al gran
hermoso volcán Diamond Head.
—¡Santa mierda! Ven aquí y mira esta vista, Pan. —Me volteo y me inclino
contra la barandilla del balcón, echando la cabeza para atrás. Cierro los ojos
mientras el sol besa mi rostro y los chillidos emocionados de los niños se filtran
hasta nosotros desde las piscinas del complejo.
—Es realmente algo —concuerda. Su expresión es sombría mientras se
sienta en el enorme colchón de tamaño king y siento mi propio corazón caer
cuando me doy cuenta de lo insensible que estoy siendo. Las rosas están
esparcidas por todo el edredón blanco y una botella de champán se enfría en un
cubo de hielo al lado de la cama. No estoy aquí de vacaciones con el hombre del
20
que estoy enamorada, estoy aquí como su mejor amiga, la mujer encargada de
levantar su ánimo, comprarle su espíritu, ya que se supone que soy quien va a
emborracharlo y ayudarle a olvidar que tomó la peor decisión de su vida.
—Mierda, lo siento. No estoy ayudando aquí en absoluto, ¿verdad? —Tiro mi
bolso en la cama a su lado y agarro la botella de champán, haciendo estallar el
corcho. Alcanzo una de las copas de tallo largo antes de darme cuenta que
debería dejarle todo el asunto. Así que lo hago. Él lo acepta, sus dedos rozando los
míos y su mirada fija en la mía. Las mariposas kamikaze giran y chocan dentro de
mi estómago mientras lo miro fijamente. El momento se extiende, nuestras
manos se tocan brevemente, nuestros ojos lo dicen todo mientras nuestras bocas
permanecen firmemente cerradas.
El teléfono del hotel suena, el hechizo se rompe, y yo desaparezco en el
baño, encerrándome para recuperar el aliento. Esto no es lo que necesita ahora
mismo. Necesita tiempo, necesita un amigo y necesita licor, mucho, mucho licor.
Cuando termino de darme el interrogatorio, salgo del baño y voy directo a mi
bolso.
—Necesitamos alcohol —digo, como si estuviera recolectando locamente las
provisiones para el apocalipsis y olvidara lo más importante—. Voy a ir en busca
de bebidas alcohólicas. Un montón de licor.
Harley asiente.
—Voy a tomar una ducha y dormir un poco.
—Oh. Bueno, ¿podría quedarme contigo si quieres? —le pregunto con
esperanza.
Besa la parte superior de mi cabeza cuando pasa en su camino al baño.
—Estoy bien. Ve.
—¿Estás seguro? No me importa.
—Rose —dice, y sé que está llegando al final de su paciencia conmigo porque
eso es lo que significa cuando dice mi nombre y suena como una maldición.
—Está bien, supongo que estaré bebiendo cócteles junto a la piscina si
cambias de opinión.
—Te veré más tarde. —Y solo así se fue, desapareció en el baño y abrió la
ducha.
Me quito la ropa, calculando que solo tengo unos minutos porque Harley no
malgasta agua. Busco en mi bolsa y encuentro uno de los pocos trajes de baño que
mi madre aprobó. Es uno tipo cabestro negro al estilo Marilyn Monroe de los
años 50, con la parte delantera acanalada que oculta todos mis defectos. No es
como si tuviera una panza o algo así, pero como mencioné antes, no me estoy
volviendo más joven, y la gravedad es una perra que necesita morir de manera
muy lenta y muy dolorosa a manos de una cirugía mal hecha.
Me cambio a mi traje baño, cubriéndome con un pareo y agarrando una
toalla, salgo de la habitación y bajo a la zona de la piscina. Hay cuerpos por todas
partes, toneladas de niños con salvavidas brillantes de neón, sus padres 21
bronceándose junto a la piscina. Me dirijo directamente al bar, pidiendo un Blue
Hawái, y les digo que no dejen de llegar. Me estiro en una tumbona directamente
al sol, como si el golpe de calor y el cáncer de piel no fueran posibilidades.
Después de haber drenado mi tercer cóctel, un idiota bloquea mi bronceado.
Abro los ojos, preparada para pedirle a la persona que se mueva, por supuesto,
pero entonces gotea encima de mí y ya que no puedo decir si es agua o sudor,
Dios no permita otro tipo de líquido corporal; me siento más audaz de lo que
ordinariamente haría al expresar mi molestia.
—Oye, idiota —digo, deslizando las gafas de sol encima de mi cabeza. Mi
boca cae abierta.
—Rose, pensé que eras tú —dice una voz muy familiar.
Sé quién es sin mirarle el rostro, y la razón por la que no se lo he visto
todavía es porque estoy atorada. Mis ojos están literalmente pegados a la
protuberancia esbozada contra su húmedo traje de baño. Realmente no ayuda
cuando mi mirada se arrastra un poco más alto y me saluda un paquete de seis
muy agradable. Recorriendo un poco más arriba ahora, veo dos pectorales
perfectamente definidos, bronceados, con encantadores pezones en forma de
óvalo. Tengo una cosa con los pezones. Demasiado pequeño, y es un gran fallo.
Demasiado grande, y me pregunto si será o no el que amamante a mis hijos
cuando los tenga. ¿Pero este tipo? Él tiene el Santo Grial de los pezones, no
demasiado grande, no demasiado pequeño, no todo arrugado, aunque claramente
acaba de salir de la piscina, y ciertamente no lo que demuestran su edad.
Conozco su edad, o algo parecido, como él la mía. Como también sé que está
felizmente casado, porque soy la chica que envía a su dichosa y afortunada esposa
el enorme ramo de lirios cada semana.
—Oh, Dios, señor Carter. Lo siento mucho —digo, sentándome como indio.
—Está bien. —Los cálidos ojos marrones me estudian mientras sonríe. El
señor Carter parece que acaba de abandonar el set de un comercial de Hugo Boss.
Siempre se viste impecablemente con un traje a medida, con el cabello oscuro
entrecano en las sienes. Podría estar más cerca de los cincuenta que de los
treinta, pero el hombre está bien, ¿y verlo dejar el terno por un traje de baño?
¡Uff! Cuando le diga a Izzy, mi empleada de un año y lo más cercano que tengo a
una amiga, sobre esto, perderá su mierda—. He venido y te he mojado; soy un
idiota.
Una risa nerviosa brota de mi garganta.
—Yo... lo siento mucho.
—Relájate, Rose, ¿y cuántas veces debo decirte que me llames Dermot?
—Dermot, cierto. Lo siento. De nuevo. —Me muevo en mi sillón reclinable,
ansiosa por alcanzar mi pareo porque, aunque sé que está felizmente casado y,
mientras yo podría ser unos buenos quince años más joven que él, todavía me
pongo nerviosa alrededor de este zorro plateado. Ver el fantástico cuerpo debajo
del traje no ayuda con mi propia conciencia, y hago una nota mental para
comprar un Thighmaster cuando llegue a casa y usarlo. Mucho. 22
Desde el amanecer hasta el anochecer, el trabajo me mantiene ocupada. Hay
cubos de agua para cambiar y racimos de flores para ser ordenados, y con todos
esos viajes dentro y fuera de la furgoneta, no es como que estoy sentada en mi
culo todo el día dejando que se haga más grande, pero no hay nada como unas
vacaciones tropicales cuando se ha estado trabajando durante el invierno el
banquillo de la tienda de grasa con un tarro de Ben & Jerry por día, para
realmente aumentar tu autoestima.
—Y bien, ¿qué estás haciendo aquí? —le pregunto al mismo tiempo que él
dice:
—¿Qué te trae a Waikiki?
—Estoy aquí con un amigo. —Me pongo el cabello detrás de la oreja y me
protejo los ojos para verlo mejor.
Dermot se agacha junto a mi tumbona.
—¿Y dónde está ella?
Río nerviosa y rezo para que él no haya visto las manchas rojas brillantes
que destellan en mis mejillas.
—Él está en la habitación.
Las cejas de Dermot se levantan, pero estudia mis facciones y dice
cortésmente:
—¿Es un amigo-amigo?
Aunque sé que no es asunto suyo, me encuentro respondiendo de todos
modos.
—Mi mejor amigo, en realidad.
—Una especie de destino romántico para los amigos, ¿no?
—En realidad estamos en su luna de miel.
Se ríe, y luego sus ojos se dilatan cuando se da cuenta de que no estoy
bromeando.
—Voy a necesitar que repitas eso.
—Lo sé, parece totalmente extraño, pero realmente no lo es. Su prometida lo
dejó en el altar, y está realmente triste ahora mismo…
—¿Así que pensaste en acompañarlo a su luna de miel y atormentarlo un
poco más?
—No lo estoy atormentando —protesto, pero él interrumpe.
—Confía en mí, si te ha visto en ese traje de baño, entonces definitivamente
los estás atormentado.
Ahora puede ser el sol golpeándonos, las tres bebidas que he tenido, o el
hecho de que el alcohol apenas tuvo tiempo de dejar mi corriente sanguínea antes
que comenzara a bombear de nuevo, pero eso realmente me hace desmayar un
poco. Sé que es una frase de un hombre casado, pero es un hombre, un hombre 23
muy guapo, y ha sido toda una vida desde que alguien me halagó así. Así que esta
perra se va a desmayar como una puta en la iglesia en la segunda venida de
Cristo, y nadie puede decir una mierda al respecto.
—No es nada de eso.
—Lo que digas, señorita Perry —dice, con la más leve sonrisa en los labios.
Pasa su mano por los hundidos y rígidos riscos de sus abdominales y mis ojos
siguen lentamente el movimiento—. Bueno, es bueno verte, pero debo lavarme y
prepararme para la cena.
Y yo voy a subir a tomar una ducha muy fría.
—Diviértete —le digo.
—Tomemos unos tragos mientras estamos aquí, ¿sí? Y trae a tu amigo-
amigo que de ninguna manera quiere follarte.
Jadeo ante la brusquedad de sus palabras. No me malinterpretes, maldigo
como un maldito marinero, pero es tan inesperado de Dermot, tan básico y
primitivo que mi cabeza se llena automáticamente de visiones de él
empujándome sobre mis manos y rodillas en su suite del hotel y tomándome
desde atrás. Jesús. Aprieto los muslos, juntándolos para aliviar el dolor entre mis
piernas.
—Le dejaré saber a mi esposa, y así finalmente puede conocer a la mujer que
crea ramos tan hermosos para ella cada semana.
—Claro, suena genial —contesto con una falsa sonrisa. No puedo pensar en
nada peor que conocer a su encantadora esposa cuando acabo de fantasear acerca
de su marido penetrándome. ¿Quién diablos hace eso?
Con un gesto de la cabeza, Dermot se va y suelto el aliento mientras lo veo
ir, hasta que desaparece en el vestíbulo de nuestro edificio.
Con algo de culpabilidad, miro hacia el balcón. Harley está allí mirándome,
y aunque no puedo estar cien por ciento segura de esto por los muchos pisos de
distancia, parece enojado. Le doy un nervioso saludo y él se voltea y regresa a la
habitación. Bueno. Claramente no se siente mejor después de una ducha y una
siesta. Quiero ir con él, pero sé que necesita tiempo, por lo que me coloco mis
gafas de sol de nuevo en su lugar y cierro los ojos.
Cuando he tenido demasiado sol y el ruido de los otros turistas me
atormenta, reúno mis cosas, me dirijo al bar y tomo un par de margaritas
congeladas para llevar, y me monto en el ascensor para subir. Las cortinas están
corridas, el aire acondicionado está llenando de aire fresco la habitación, y Harley
está tumbado en la cama completamente desnudo.
¡Santa mierda! No puedo ver nada más que su culo firme, su largo torso
musculoso y los rizos marrones que se extienden a su alrededor mientras yace
boca abajo encima de la almohada, pero es demasiado. Ni siquiera se ha
molestado en levantar la sábana, y mientras me quedo boquiabierta, me trago la
mitad de mi margarita de una sola vez.
Mi mirada se desliza a lo largo de su longitud y de nuevo hacia arriba, y salto 24
cuando me doy cuenta de que me está mirando. También pierdo un poco de mi
margarita congelada.
—¿Qué estás haciendo? —susurra.
—Eh... yo... —Decido que las palabras ya no son mis amigas, y ahogo
cualquier otra patética excusa que podría haber tenido, tragando el resto de mi
margarita y consumiendo la mitad de la suya. Pongo mi vaso vacío en el
mostrador encima de la barra de la nevera y le ofrezco la margarita medio
bebida—. Te traje alcohol —digo alegremente cuando he recuperado mi
compostura. Él se sienta para tomar la bebida de mi mano, y es la única cosa
sentada, porque su pene está despierto, duro y prácticamente me agita—. Oh. —
Cubro mis ojos. Sin embargo, puedo o no haber echado un vistazo a través de mis
dedos extendidos—. Estás, uh... —Señalo hacia su ingle con la otra mano—.
Estás... eh... estás...
—Jesús, Rose. Está bien; puedes decir que lo tengo duro. Debes saber mejor
que nadie que no muerde.
—¿Por qué estás desnudo?
—Estaba durmiendo. Sabes que no puedo dormir con ropa.
—Sí, pero estoy aquí.
—Y lo has visto antes. —Se encoge de hombros—. Se estaban acercando en el
avión hace unas horas, ¿realmente estás volviéndote loca por mi pene ahora?
—No estoy enloqueciendo.
—¿Estás segura? —Sonríe, y tengo que luchar contra el impulso de lanzar
algo en su cabeza—. Porque parece que te estás volviendo loca.
—No estoy enloqueciendo. Veo penes todo el tiempo.
—¿De verdad? —Se levanta, y encuentro un gran interés en mi teléfono
puesto en el mostrador, porque puedo ver en mi periferia que se está acercando—
. ¿Cuándo fue la última vez que tocaste uno?
—No hace mucho —espeto—. ¿Podrías ponerte algo de ropa, por favor?
—Jesús, estás tensa.
—No estoy tensa. —Nos estamos tocando ahora, su cuerpo se apoya en el
mío, mientras su caliente erección presiona la tela de mi pareo, y encuentro que
ni siquiera tenía que salir de la habitación para conseguir mojar mi traje de
baño—. ¿Sabes que puedes tocarlo si quieres? —susurra Harley—. ¿Como en los
viejos tiempos?
—No quiero tocarlo —digo. Oh, pero sí quiero. Quiero tocarlo tanto que mi
mano prácticamente se contrae—. Joder, ponte ropa, Harley.
—Sabes que siempre has sido linda cuando estás nerviosa. —Presiona un
beso en mi sien.
Lo golpeo.
—Cállate. 25
Harley agarra el pantalón corto que tenía antes de la pila de ropa en el suelo
y se lo pone.
—Vamos a necesitar más alcohol.
Sí, así es.
Rose
A los trece años

ola —dice Harley, caminando por la puerta trasera en lugar de


escalar la valla que separa nuestros patios de la manera que
normalmente lo haría. Lo ignoro mientras mis manos cavan en el
rico suelo, cerniéndolo entre mis dedos como si los pequeños grumos de tierra
fueran granos de arena. Acabando. El tiempo siempre se está acabando—. Tu
madre me habló de tu abuela.
—¿Te dijo que quería estar sola?
—¿Los padres nos dicen algo útil?
Me encojo de hombros.
—Mi mamá me contó de los pájaros y las abejas una vez; es como me enteré
de que las abejas eran pequeños violadores de flores y me propuse matar a los
bastardos cada vez que los veía.
—Sabía que odiabas a las abejas por una razón. —Se ríe, sentándose a mi 26
lado en la suave hierba y recogiendo una vaina de semillas—. ¿Qué estamos
plantando?
—Narcisos, mi abuela siempre los amó.
—Lo recuerdo.
Harley utiliza sus manos para suavizar la capa superior del suelo y sacudir
las raíces antes de ponerlas en la cama poco profunda que creó. Me encanta que
sepa hacer esto sin que le digan, porque me ha visto plantar bulbos de la familia
de narcisos por años y prestó atención, incluso cuando pensé que no lo hacía. A
veces pienso que disfruta de la jardinería tanto como yo, aunque nunca lo
admitiría. Recojo un bulbo, rompo las raíces y lo coloco en el suelo junto al suyo.
Trabajamos en silencio hasta que todos los bulbos se plantan y siento
lágrimas en los ojos porque en treinta días tendremos flores que mi abuela habría
amado, solo que no estará aquí para verlos.
—¿Crees que sabemos cuando estamos a punto de morir?
—Jesús, Rose —dice suavemente. Después de un golpe, se levanta con las
manos en sus caderas y en su mejor acento de Peter Pan, que es siempre perfecto
porque hemos visto esa película más veces de las que hemos saltado del balcón de
mis padres al trampolín debajo de él, dice—: Nunca moriré.
—Sí, lo harás. Un día todos moriremos. —Recojo la regadera y riego los
bulbos para que las raíces tengan una mejor oportunidad de crecer—. Solo espero
ir primero.
—¿Por qué? —Harley me mira con una ceja levantada y una expresión
preocupada.
Pongo la regadera en la hierba y me limpio las manos en la ropa. No me
molesto en ir a lavarlas, porque siempre me ha gustado la sensación de la tierra
agrietándose en las vueltas y los bucles de mis huellas dactilares.
—Porque no quiero estar aquí si tú no estás.
—Entonces moriremos juntos —proclama, levantándome a mis pies y
subiendo al trampolín, forzándome a ir con él o perder un brazo en el proceso.
Nos voltea hacia el patio trasero vacío y grita—: Morir será...
—Una aventura terriblemente grande. —Ambos terminamos, cuando cae
sobre el trampolín y caigo a su lado.
Harley me abraza y me besa la parte superior de la cabeza.
—Lamento lo de tu abuela, Wendy.
Empujo su pecho por llamarme ese nombre estúpido, pero justo cuando
estoy recordando ser tan indiferente como Peter y tan valiente como Tiger Lily,
rompo a llorar. Harley me sostiene cerca. Me gusta la sensación de sus brazos.
A través de las pestañas mojadas lo miro fijamente, y hace lo más
sorprendente que hay... me besa. Al principio no es nada más que la suave
presión de sus labios contra los míos, pero en cuestión de segundos cambia a
más. Su lengua empuja mi boca y se desliza con la mía, persuadiéndome mientras 27
yazco allí, paralizada de miedo. Durante años he soñado con este momento. He
soñado que me besaría, y que se sentiría como fuegos artificiales explotando.
Pero ahora que el momento está aquí, estoy congelada.
Coloca su mano en mi mejilla y la frota con su pulgar. Me gusta la forma en
que se siente, este toque tierno, tan nuevo, tan diferente. Las chispas se forman
en mi vientre, disparándose en todas las direcciones hasta que lo siento, los
fuegos artificiales que cada película de Hollywood me prometió. Tomo su rostro
entre mis manos y obligo sus labios a los míos, pero un jadeo lo arruina todo.
Me alejo hasta un extremo del trampolín. Harley se aleja hacia el otro y mi
madre se ríe con su ligera y tintineante risa.
—No se detengan por mí, queridos.
Mortificada, entierro mi rostro en mis manos y siento el peso de Harley
fuera del trampolín. La suciedad de mis dedos mancha sus mejillas, y me hace
sonreír porque parecen unas marcas.
—Está bien, Evelyn. Tengo que ir a hacer ejercicios de todos modos. Estoy
entrenando para el equipo el lunes.
—¿Sí? —No estoy segura de por qué, pero hay un borde duro en mi voz
cuando hago esa pregunta. Harley solía jugar en la liga pee wee en la escuela
primaria, pero se lastimó la rodilla a los nueve años y Rochelle lo obligó a
renunciar. No ha hablado de ello desde entonces, aunque sé que debe extrañarlo.
Supongo que no es realmente una sorpresa que regrese ahora que es mayor, es
solo que normalmente me habla de estas cosas.
—Sí. Vendrás a ver, ¿verdad?
Asiento, pero no digo otra palabra. No quiero que vuelva a jugar fútbol. Es
un deporte peligroso en el mejor de los tiempos, por no mencionar a los
jugadores más jóvenes que reciben múltiples golpes en la cabeza. No digo nada de
esto, porque como Harley observa mi reacción, sé que no le gusta lo que ve, lo que
supongo que es el por qué no me lo dijo antes.
—¿Te veré más tarde?
—Sí, más tarde —estoy de acuerdo, y lo veo girar y subir los escalones hacia
mi mamá.
Mamá agarra el hombro de Harley, deteniéndolo antes que pueda caminar.
—Oh, cariño, tienes algo en tu mejilla.
Está hablando de mis huellas de barro en su rostro. Para mi completo
horror, mamá se lame las yemas de los dedos y comienza a limpiar su rostro con
su escupitajo.
—¡Mamá, no!
—¡Oh, silencio! Harley es prácticamente un hijo para mí.
Dios mío, no acaba de decir eso.
Él sonríe mientras me mira, pero no llega a sus ojos. Harley salta la valla en
vez de ir por la puerta como una persona normal, e inmediatamente después mi 28
mamá chilla y se lanza en el trampolín a mi lado. Harley probablemente ni
siquiera ha despejado el patio todavía y mamá me está humillando aún más
saltando en el aire y anunciando en voz alta al mundo que su hija acaba de tener
su primer beso.
Quiero enterrarme en el suelo junto a los narcisos de la abuela hasta que me
haya vuelto demasiado vieja para la torpeza de los primeros besos, las madres
embarazosas y los chicos de al lado que roban tu aliento con una sola mirada.
De acuerdo, puede que nunca seré demasiado vieja para esto último.
Rose
espierta, esposita —grita Harley. Arrastrándose por la cama, se
sienta a horcajadas en mis caderas. Gimo cerrando los ojos, y no
solo porque la luz que entra por la cortina abierta supone una
real posibilidad de daño ocular permanente, sino también porque está aplastando
mi diminuta vejiga.
—Bájate —me quejo.
—Bueno, pensé que habíamos guardado esto para esta noche, pero está
bien... —Se mueve y empieza a desabrochar el botón de su pantalón.
—Eres repugnante. —Le doy un empujón en el pecho y corcoveo las caderas
en un esfuerzo para desestabilizarlo, pero esto solo lo acerca más, hasta que sus
brazos forman dos fuertes barricadas a ambos lados de mi cabeza. Se inclina
hacia mí y yo pongo el brazo entre nosotros y escondo mis ojos en el recodo de mi
brazo. No es que no sea agradable verlo en mejor estado de ánimo, el hombre ha
sido voluble desde que llegamos: distante y susceptible un día, emocionalmente
agotado y casi necesitado el siguiente. He hecho todo lo posible para ser lo que 29
necesita, pero sinceramente no tengo idea de lo que es. No creo que él tampoco lo
sepa. Aun así, mejor ánimo o no, bebí demasiado vino en la cena y no puedo lidiar
con el bromista en este momento—. Vete, Pan.
Gracias a Dios, se quita de encima y mi vejiga prácticamente da saltos de
alegría, y entonces la sábana es arrancada y me golpea una ráfaga de aire glacial
del aire acondicionado.
—Jesús —murmura Harley. Destapo los ojos para encontrarlo mirándome
fijamente. Llevo puesto una ajustada camiseta sin mangas de la Mujer Maravilla
con las bragas de estrellas a juego. Habría estado llevando también pantalón de
pijama si no hubiera estado gesticulando salvajemente con mi copa de vino la
noche anterior mientras estábamos sentados en el balcón, pero teniendo en
cuenta que Harley durmió completamente desnudo, no pensé que tendría un
problema conmigo yendo sin pantalón.
—¿Qué?
—Es como si mis fantasías de los once años se hayan hecho realidad.
Pongo los ojos en blanco.
—Cállate. Todas tus fantasías de los once años involucraron a Tammy
Druitt.
—De las que hablaba, tal vez —dice. Le lanzo una mirada incrédula y
sonríe—. No podía decirle exactamente a mi mejor amiga que me masturbaba con
la mano mientras me imaginaba su boca alrededor de mi polla.
—No tuviste problemas en decírmelo cuando teníamos dieciocho años —
bromeo, intentando cubrirme de nuevo con la sábana. Harley me la saca de la
mano y la lanza fuera de alcance, luego me agarra el tobillo y me arrastra por la
cama. Grito y pateo en vano y se cierne encima de mí otra vez, esta vez
inclinándose demasiado cerca mientras me fija con su mirada.
—Porque no pude malditamente contenerme. No era una elección. Tuve que
follarte, poseerte y asegurarme de que todo el mundo supiera que eras mía. Tengo
que decirte, Rose, despertándote en mi cama así... es algo con lo que podría
volver a acostumbrarme.
Vaya. No sé con qué Harley estoy tratando ahora mismo, pero es muy
diferente al hombre que he visto en las últimas semanas, y estoy comprando lo
que sea que está vendiendo. Y las bragas a las que parece tan aficionado están
bastante arruinadas porque ese pequeño discurso de macho alfa ha asegurado
que se mantengan húmedas durante horas.
—Ahora, levántate. Voy a ir a traernos café y vas a ponerte esto. —Lanza una
bolsa de papel en la cama y la miro de reojo con dudas.
—¿Qué es eso?
—Pensé en ti cuando lo vi.
Frunzo el ceño sospechosamente, pero me incorporo aplaudiendo porque
siempre me han gustado los regalos de Harley. Rompo el sello de la bolsa y
rebusco a través del papel de seda aguamarina, pero muy pronto estoy lanzando 30
una mirada asesina al contenido.
—¿Un bikini blanco?
Sonríe.
—¿Qué? ¿No te gusta?
Saco los diminutos trozos de tela en los que de alguna manera se supone
debo meter mi cuerpo y frunzo más. En cuanto al traje de baño, es lindo: un top
de cinta blanca de volantes de bordado inglés con un par de braguitas de bikini
lisas. De acuerdo, así que la cosa es realmente muy bonita, pero no uso bikinis, y
especialmente no bikinis blancos.
—No voy a llevar esto.
Se encoge de hombros.
—Bien, no lo lleves, pero no tendrás tu otra sorpresa.
Lo miro con desprecio. Maldito sea. Sabe que no puedo resistir la promesa
de una buena sorpresa. Y sus sorpresas siempre son buenas. Excepto cuando
apareció este pasado Acción de Gracias acompañado de Alecia con una gran
piedra brillante en su dedo. Eso no fue una sorpresa feliz para nadie. Por extraño
que parezca, ni siquiera parecía estar contento por ello.
—Estúpido —murmuro, agarrando el bikini de la cama y dirigiéndome hacia
el baño. Su risa me sigue mucho después de haber cerrado la puerta.
Después de haber meado, cepillado los dientes y duchado, me paro frente al
espejo, mirando fijamente al ofensivo bikini. Jugueteo con el volante y me sonrío
porque vio esto y pensó en mí, y aunque la idea de intentar meterme en él
prácticamente me produce urticaria, sé que no hay forma de evitarlo. Harley
golpea la puerta.
—Rose, ¿cuál es la demora?
—Cállate, cara de culo —le digo, frunciendo el ceño en su dirección.
—Todavía no te lo has puesto, ¿verdad? —Se ríe, apoyándose contra el panel
de vidrio esmerilado—. Te estoy dando cinco segundos, nena.
Sé que tampoco está bromeando con esto, así que dejo que la toalla caiga al
suelo y me pongo el bikini. Estoy abrochando los botones cuando vuelve a
golpear.
—Se acabó el tiempo.
—No puedo llevar esto —digo mientras abre la puerta. Mi cuerpo se vuelve
hacia él, pero solo porque la mitad de mi trasero está colgando del traje de baño
cachetero. Harley no necesita que me dé la vuelta para ver cuánta piel expone. El
enorme espejo del tocador está haciendo un buen trabajo enseñándoselo. Toma
un sorbo lento de la taza de café de papel en su mano—. ¿Bueno? —exijo,
arrebatando la taza de su mano y engullendo un enorme trago. Me quema la
lengua y la garganta y trae lágrimas a mis ojos que no están relacionadas con el
hecho de que todavía no ha dicho nada.
—¿Quieres saber lo que pienso? —Da un paso hacia mí y reflexivamente
31
tomo uno hacia atrás, solo que no tengo a dónde ir porque mi culo golpea el
tocador del baño, así que trago y asiento con fuerza. El brazo de Harley serpentea
alrededor de mi cintura, sus dedos deslizándose hasta la tela de mi bikini y a
través de mi carne expuesta. Mi cuerpo vibra. Sostengo la respiración y él se
inclina cerca para susurrar en mi oreja—. Creo que tienes suerte de no ser mi
esposa, porque estarías caminando con una cojera por el resto de nuestra luna de
miel.

Cuando se trata de sorpresas, Harley es el ganador por siempre jamás. Esta


luna de miel ha sido planeada a la enésima potencia y nuestro tiempo se ha
dividido uniformemente entre hacer turismo y explorar nuestras opciones de
cócteles con un día de relajación de por medio. Intento no pensar en las
actividades que había planeado para su esposa en aquellos días que nos hemos
quedado en el complejo, prefiriendo centrarme en su lugar en las cosas increíbles
que hemos hecho hasta ahora. Nuestra segunda noche en la isla nos pusieron una
guirnalda hawaiana en una fiesta luau bajo las estrellas con intérpretes de hula
kahiko, vimos palos con fuego girando, entramos en concursos para soplar en una
concha, no tan sucio como suena, y comimos en un buffet tradicional hawaiano.
Era ridículamente turístico, y me encantó cada segundo, pero tuve la sensación
de que nada de lo que habíamos hecho hasta ahora se compararía con la sorpresa
de hoy.
Después que me dejó en el baño babeando como una idiota, me puse un
vestido de estampado floral azul y blanco, tiré mi protector solar en mi bolso, y
nos pusimos en marcha, yo con el café que me compró y Harley llevando mi bolsa
tote de Liberty London que está llena a tope con ropa. No pregunto por qué
podríamos necesitar un cambio de ropa, porque a menudo hace cosas como esta
para desviarme del olor de una sorpresa, pero cuando nos metemos en un taxi y
entramos en el puerto de Honolulu media hora más tarde, lo miro con furia,
exigiendo respuestas. También espero mucho que haya traído una muda de ropa
interior porque la idea de navegar me aterroriza hasta la mierda.
Caminamos por el muelle, pasando una mezcla uniforme de veleros
pequeños y grandes y lo que parecen lanchas, todos meneándose suavemente en
el agua. Un hombre con una gorra de béisbol, camisa de tipo polo blanca y un
pantalón corto de color canela se acerca con la mano extendida.
—¿Deben ser el señor y la señora Hamilton?
Harley sacude la mano del hombre vigorosamente y asiente.
—Soy Harley. Esta es mi esposa, Rose.
Miro dos veces, fulminando a Harley como si estuviera perdiendo la cabeza,
pero supongo que tiene sentido decir que estamos casados en lugar de explicar
nuestra situación a un completo desconocido, así que lo dejo pasar y sacudo la
mano del hombre también.
—Soy Ken. Seré su capitán hoy. —Señala a un adolescente que está parado 32
en la cubierta del barco al lado de nosotros. Es guapo en esa manera torpe que los
muchachos que apenas están creciendo en sus cuerpos adultos son. Durante un
breve segundo, mientras me sonríe y me ofrece una mano, vislumbro su futuro
como capitán playboy de las Islas Hawaianas—. Ese es mi hijo, Chip.
Tengo que decir que el nombre arruina la imagen en un latido, y ahora
porque las únicas palabras que conozco asociado con la vida en el agua son “a la
vista” y “colega”, estoy anhelando galletas de chocolate. Le estrecho la mano y me
lleva al barco diciendo:
—Cuidado al subir.
Sé que esto debe haberle costado a Harley una buena cantidad, porque el
yate es enorme. No sé casi nada acerca de la navegación. ¿Se puede decir navegar
cuando no hay velas a la vista? Estoy ansiosa acerca de hacia dónde nos dirigimos
y me sienta bien sentir la presencia de Harley a mi espalda. Una mano descansa
en mi columna mientras la otra se extiende para sacudir la mano de Chip, pero
aparte de este pequeño gesto, Harley no me quita las manos de encima. Debe
sentir la ansiedad emanando de mí en ondas.
Nos llevan a un asiento que da hacia atrás por la parte trasera del barco y
Chip toma mi bolso tote de Harley, diciéndonos que lo pondrá en la suite
principal. Ofrece tomar mi bolso también, pero elijo guardarlo conmigo en caso
de que necesite hacer una escapada rápida una vez que el motor se ponga en
marcha. En poco tiempo, Chip está de vuelta con una bandeja en las manos, y
bendito sea el adorable chico, nos está ofreciendo mimosas.
Tomo un vaso de la bandeja y Chip se esfuma mientras tomo la mitad de
una vez. Harley levanta una ceja.
—¿Nerviosa, amor?
—Esto es toda una sorpresa, Pan.
—Ni siquiera has visto la mejor parte todavía. —Sonríe, tintineando su copa
contra la mía.
Las siguientes palabras de mi boca iban a ser: “He cambiado de opinión y ya
no estoy tan interesada en sorpresas”, cuando Ken interrumpe diciéndonos que
deberíamos estar en marcha en otros diez minutos, y que nuestro destino será
alcanzado en unas pocas horas, dependiendo de la trayectoria del viento.
De reojo, miro a Harley.
—¿Horas?
—¿Qué? ¿Tienes que estar en otra parte?
Respiro profundo, inhalando el aire salobre e inclinando mi rostro hacia el
sol. Su robusto hombro me sujeta. No. Mientras no se mueva de mi lado, no tengo
otro lugar donde estar.
Momentos después, Ken arranca el motor, que en realidad es mucho más
silencioso de lo que esperaba, y nos alejamos del muelle. Siento los ojos de Harley
en mí, la parte externa de su muslo alineado con el mío, y ninguno se mueve para
poner espacio entre nosotros. De hecho, hace lo contrario deslizando un brazo a 33
través del asiento detrás de mí y apoyo mi cabeza contra él. Tantos días y noches
nos hemos tocado de esta manera, es tan casual, y sin embargo significa mucho.
Al menos para mí. En poco tiempo, mi ansiedad está olvidada mientras ambos
contemplamos los puntos de referencia de la costa de Oahu mientras navegamos
suavemente por la costa.

Paramos en una cala y nos traen un almuerzo ligero en la parte delantera de


la cubierta. Hay vino, brie y galletas saladas, aceitunas y hummus y un montón de
deliciosos alimentos hawaianos para elegir.
Después de comer, respiro profundamente y me vuelvo hacia Harley. Ya he
bebido demasiado vino, no hay sorpresa en esto, así que probablemente no
debería decir nada que esté corriendo sin control en mi mente. Sin embargo, no
puedo resistir, porque no puedo pensar en un lugar mejor que el paraíso para
decirle a alguien cuánto los amas.
—Yo… —Exhalo lentamente y me acobardo. Pierdo los nervios, y gracias a
Dios, porque no puedo decirle que estoy enamorada de él cinco días después que
Alecia lo dejó. No puedo hacerle eso. Puede que coquetee, se burle y juegue a
fingir, pero eso es todo lo que es, fingir. Además, estoy segura de que ya sabe
cómo me siento y cargarlo con eso no es justo—. No importa.
Harley me da una mirada de perplejidad.
—¿Qué?
Tal vez no pueda decirle que lo amo, pero dejarle saber lo que este tiempo
con él significa no está mal, ¿verdad?
—Tengo algo que decir.
—¿Lo tienes, amor? —Sonríe con ironía.
Asiento.
—Sé que una parte de ti está absorbiendo todo esto y deseando que Alecia
estuviera aquí contigo en este momento y por eso lo siento de verdad. —Niega,
como si dijera que no quiere hablar de eso, y estiro mi mano y agarro la suya,
forzándolo a mirarme—. Odio que tu corazón esté roto, pero mientras viva, nunca
olvidaré este día o lo que estar aquí contigo significa para mí.
Mis ojos brillan con lágrimas, y por un momento estoy avergonzada, porque
no debería haber dicho nada. Él podría ver demasiado.
No dice una palabra, solo extiende la mano y pasa su pulgar por mi mejilla,
pero su humor ha cambiado dramáticamente mientras mira hacia la hermosa
cala.
Y con eso dicho, me levanto y camino hasta la parte trasera del barco donde
Ken y su hijo están comiendo su almuerzo.
—Podemos nadar aquí, ¿verdad? 34
—Por supuesto —dice Ken—. Volveremos a navegar de nuevo en unos
quince minutos, así que…
Antes que pueda terminar la frase, estoy bajando las escaleras y pisando la
plataforma de la cubierta en la parte trasera del barco. Miro las destellantes aguas
del Pacífico Norte y me quito el vestido.
—Jesús —dice Harley.
—Mierda —murmura Chip y sé que cada par de ojos en ese barco están en
mí. Hay un breve segundo en el que me siento culpable de estar dando al hijo
menor de Ken mucho que ver, pero me sumerjo en el agua fresca y cristalina y me
olvido totalmente de ellos. No tarda mucho antes que Harley me bombardee.
Cuando sube, me acerca y yo grito y revoloteo, pero su brazo está apretado
alrededor de mi cintura, su espalda a mi frente y casi gruñe en mi oreja.
—¿Has hecho tu única misión en la vida torturarme, amor?
Dejo de luchar y susurro:
—Tú compraste el traje de baño.
—Sí, estoy empezando a pensar que fue un error.
Me libero de su agarre y me alejo nadando, solo para ser atrapada por su
brazo y arrastrada hacia él, y una pelea de agua, como la que no hemos visto
desde que éramos niños en la playa de Carmel, sigue. Toda la tensión de los
últimos minutos desaparece, empujada por la tibia brisa de la isla.
Jugamos por unos minutos más, Harley sumergiéndome bajo la superficie,
yo saltando sobre su espalda como un mono araña mojado. Mientras me preparo
para alejarme nadando, me atrapa alrededor de la cintura y me atrae hacia él. Por
un instante me mira a los labios, miro los suyos, y el calor se eleva entre nosotros
como si el agua de alguna manera alcanzara el punto de ebullición. Respiro, él
respira, y giro la cabeza, porque no voy a ser su rebote. El hechizo está roto.
Despojado por el destino, el miedo o el sentido común. No estoy segura de cuál,
pero no importa, porque es un terreno peligroso para nosotros.
Ken se inclina en el sofá, recordándonos nuestro apretado horario. Harley
me libera y sale del agua, se eleva hasta la cubierta de una manera que parece tan
fácil. Nado lentamente hasta el barco, queriendo alargar el momento porque la
vista de él de pie, mojado de pies a cabeza, su cabello libre de la coleta por una
vez y alisado hacia atrás mientras cuentas y pequeñas cascadas de agua bajan por
su cuerpo es algo más. Ofrece una mano y la tomo porque sé que mi ascensión
desde el océano será tan graciosa como un bebé elefante tratando de escapar de
una bañera. Sus dedos encajan con los míos, mientras la otra se aferra a mi
antebrazo, y en cuestión de segundos estoy catapultada en el aire y mi cuerpo
mojado golpea fuerte el suyo. Sus manos inmediatamente van a mi culo, porque
siempre ha sido un completo pervertido, y le doy un manotazo mientras subo las
escaleras a la cubierta. Cuando llego arriba, miro hacia atrás y encuentro su
mirada pegada a mi cuerpo. Pongo los ojos en blanco y vuelvo a la cubierta
delantera, estirándome en una toalla al sol mientras el motor se enciende de
nuevo y Harley se acuesta a mi lado.
Pasamos las siguientes horas bronceándonos en la cubierta, durmiendo y
35
señalando todos los sitios increíbles que vemos. Cuando nos balanceamos de un
lado a otro en mar abierto en el Pacífico, estoy dividida entre sonreír como una
tonta y gritar como una niña. Agarro la barandilla con fuerza porque la espuma
del mar volando en mi rostro, la sal pegándose a mis manos y el balanceo de
nuestro barco mientras cortamos las olas es la cosa más aterradora y estimulante
que he experimentado.
Cuando finalmente llegamos a aguas más tranquilas justo al lado de la costa
de Kauai, respiro más fácil y mi estómago no está tan alterado. La luz del sol del
atardecer brilla en el océano haciendo que todo brille como si estuviera
encendido. Atracamos en el puerto de Nawiliwili y se necesita unos minutos para
que la pesadez se asiente en mis piernas ahora que estamos en tierra. Me doy
cuenta de que Harley no trae mi bolsa y justo cuando estoy a punto de volver por
él me dice que no me preocupe. Sé que aprecia lo importante que es el bolso
porque fue un regalo de Navidad de él el año pasado, por lo que significa que
volvemos al barco en algún momento de hoy. En este momento, mi estómago no
está seguro de cómo sentirse al respecto.
Tomamos un taxi a otro lugar que nunca he oído hablar y nos paramos en
un hangar en lo que parece un pequeño aeropuerto. El letrero del edificio dice:
“Tours de helicópteros Hawaiano” y mi mandíbula cae mientras observo el
helicóptero azul brillante que espera en la pista.
—No —le digo con incredulidad. La sonrisa de Pan confirma mi emoción y le
doy un duro empujón en el pecho—. No me jodas, ¿en serio?
—En serio —grita por encima del ruido de los motores giratorios. Estoy tan
emocionada, que estoy temblando. Siempre he querido montar en un helicóptero,
quiero decir, ¿quién no? ¡Pero el hecho de que lo hagamos por la isla Garden! He
perdido completamente las palabras. No es ninguna sorpresa que estoy corriendo
por subir y tratar de escuchar lo que el piloto tiene que decirnos acerca de nuestra
gira. No puedo parar de sonreír. ¿Cómo es esto mi vida ahora mismo?
—¿Feliz? —pregunta Harley, su suave voz viniendo a través de los
auriculares y haciendo que la piel de gallina irrumpa mi piel como si estuviera
susurrando en mi oreja. Se ve como un bobo con sus enormes auriculares, su
cabello un revoltijo áspero por la sal del Pacífico, y sé que me veo igual.
—No tienes idea —digo.
—Me hago una. —Pasa una mano a lo largo de su muslo, que otra vez está a
la altura de la mía, pero no la deja allí ni la devuelve a su regazo. En vez de eso,
pasa sus largos dedos por mi rodilla, apartando el tejido de mi vestido de manera
que su palma caliente se apoye en mi pierna, piel sobre piel. La deja allí y trato de
ignorar la forma en que todo mi cuerpo vibra por más de su contacto.
Nuestro piloto nos dice que estamos listos y el helicóptero se sacude un poco
mientras nos levantamos en el aire. Mi estómago cae. Busco la mano de Harley, la
que está dibujando suavemente patrones en mi muslo, y lo agarro firmemente
cuando el piloto nos dice que estamos volando por la pequeña ciudad de Lihue. 36
Nos deslizamos por el valle de Hana Pepe y seguimos hasta las “Cataratas de
Jurassic Park”. Desde allí parece que es una gloriosa cascada tras otra, todo
intacto y escondido donde el hombre no puede destruirlo.
Las colinas afiladas y plisadas de la costa de Na Pali me roban el aliento, y
me gustaría que pudiéramos aterrizar para poder hundir mis pies en la arena y
mirar los pliegues de la hoja de cuchillo en la Tierra y ser empequeñecida por su
belleza y la magia de todo. Volamos por los acantilados de Bali Hai, y las aguas
prístinas de la bahía de Hanalei, y por algún centro turístico del cual frunzo el
ceño por arruinar la ilusión de que este lugar existe sin tocar, de la manera que la
naturaleza lo ha planeado.
Poco tiempo después nos acercamos al monte Waialeale y al centro de un
alucinante cráter volcánico, y mientras Harley y yo miramos con ojos como
platillos a las paredes de un kilómetro y medio que nos rodean, veo a Dios. Veo lo
insignificante que somos todos, y comprendo que estas colinas, estos árboles y
estas montañas que nos rodean estaban aquí mucho antes que estuviéramos, y
estarán aquí mucho después.
Nunca en un millón de años pensé que llegaría tan cerca del cielo, pero está
aquí, a nuestro alrededor, si solo abriéramos los ojos.
Cuando volvemos al aeropuerto estoy tan abrumada con todo lo que he visto
y experimentado que pierdo la compostura al segundo que bajo del helicóptero y
camino deprisa para alejarme de los rotores y el ruido. Harley me alcanza y me
acerca. No sé cómo puede saber, (¿cómo puede saber lo que estoy pensando?)
pero me envuelve en sus brazos mientras lloro silenciosamente contra su pecho.
—Yo... eso... —tartamudeo—. Eso fue…
Se inclina y presiona sus labios contra los míos. No es un beso apasionado,
no es romántico, es como si estuviera presionando sus labios contra mi frente. Es
solo una cosa entre Harley y Rose, así que cuando me alejo porque es demasiado
y estoy en una sobrecarga sensorial completa, sabe la razón por qué. Puede que
no hablemos libremente de nuestro pasado o de cómo nos sentimos el uno por el
otro ahora, pero en el fondo sabe y tiene una idea de lo que algo como esto
significa para mí. Pero es más que compartir una experiencia única en mi vida
con mi mejor amigo, es todo. Es la majestad de estas islas, la magia de él, y el
hecho de que si las cosas hubieran sido diferentes esos días estaría su esposa aquí
con él y no yo. Esa es la idea que me sigue molestando como un mosquito
zumbando implacablemente en mi oído: hace cinco días se casaba con otra mujer,
y ahora no lo está.
El viaje de regreso al barco es un borrón, y cuando abordamos y zarpamos,
la tibia brisa ha desaparecido y la espuma del mar golpea mi rostro como hielo.
Me siento en la parte delantera del yate mientras Harley habla brevemente con
Ken y su hijo, y luego viene y se sienta detrás de mí. Sus fuertes brazos y muslos
se envuelven alrededor de los míos mientras me inclino hacia atrás en su calor. Es
perfecto, una tortura pura y no puedo pensar en ningún otro lugar que prefiero
estar.
Más tarde, después de varios vinos más y horas y horas de contemplar el
mar de estrellas, voy abajo para duchar la sal de mi cuerpo antes de acostarme. 37
Harley y yo exploramos el salón, el dormitorio principal y la suite principal VIP
más temprano y estoy impresionada. Podría vivir cómodamente con Harley en
este espacio durante varios días antes de pensar en estrangularlo. De hecho, he
llegado a la conclusión de que el espacio para vivir en este barco es más grande
que el de mi apartamento. El dormitorio en el que estaremos durmiendo es
ciertamente lo suficientemente grande para nosotros dos y Harley ni siquiera
tiene que agacharse tanto por los techos de casi dos metros. La ducha es un poco
estrecha y secarme en el espacio equivalente a una caja de zapatos vertical está
resultando difícil, así que me envuelvo en una toalla y me apresuro en el
dormitorio, chocando directamente con la espalda de Harley cuando el barco se
balancea con las olas. Mis brazos se envuelven firmemente alrededor de sus
costados para mantenerme estable y evitar caer.
—Oh, chica desnuda —murmura Harley, levantando mis manos de su
antebrazo y sosteniéndome derecha cuando se gira hacia mí—. Si hubiera sabido
que estabas tan mojada, habría bajado antes.
—Divertido, idiota. —Saco la lengua y me sacudo de su agarre, volviéndome
hacia la bolsa encima de la cama. Después de rebuscar varias veces y vaciar el
contenido en el edredón de pétalos de rosas rojas, me doy cuenta de que no tengo
ropa. Hay un suéter para cada uno de nosotros, una camiseta, un par de
calzoncillos para Harley, y un solo par de bragas de encaje para mí. Voy a
matarlo. Me volteo y lo encuentro evaluando mi piel quemada por el sol—.
¿Alguna idea de por qué mi ropa nunca llegó a la bolsa tote que has llenado esta
mañana?
Finge indiferencia, pero hay una creciente sonrisa, así que agarro la bolsa y
lo golpeo con ella.
—Ah, ah, no me hagas daño. ¿Cómo iba a saber lo que necesitabas?
—Oh, no lo sé, Harley, ¿tal vez preguntando? —Abandono mi asalto y me
vuelvo hacia la cama, estudiando los artículos de ropa que logró empacar—. No
puedo dejar de notar que lograste traer suficiente para ti.
Se encoge de hombros.
—Sabía lo que necesitaría.
—No voy a dormir desnuda a tu lado —espeto. No menciono que cualquiera
de nosotros podría tomar la cama en la otra habitación, sobre todo porque,
aunque sé que estaremos navegando toda la noche, estoy segura de que Ken y
Chip necesitan un lugar para descansar en algún momento y aunque han sido
verdaderos profesionales todo este tiempo, todavía son extraños. No creo que
Harley haya pensado que esto sea una opción, y si lo hizo, no está diciendo nada.
—Bien, toma mi camisa —dice, recogiéndola y arrojándomela desde el
montón arrugado que acabo de hacer en la cama.
—Date la vuelta.
—Rose —protesta—. Lo he visto todo antes.
—Simplemente hazlo.
Se da la vuelta y estudia el colchón, jugando con los pétalos de rosa
38
esparcidos. Me pongo su camisa, que es muy, muy grande para mí, y me pongo
las bragas de encaje que no olvidó empacar, y luego me subo a la cama, quitando
los pétalos de rosa con molestia.
—¿Qué pasa con todos estos malditos pétalos de rosa? No es romántico
cuando se tiene que quitar la flora y la fauna de la cama antes de acostarse en ella.
—Dice la mujer que se gana la vida vendiendo romance con la flora y la
fauna. —Harley se ríe, alejándose de la cama. Quitándose la ropa de camino al
baño. Intento no mirar mientras desaparece en la ducha. Todavía estoy
intentando no mirar cinco minutos más tarde cuando sale completamente
desnudo, apaga las luces y sube a mi lado. Y no digo ni una palabra cuando su
gran cuerpo se desliza detrás del mío y me da la vuelta para que esté de cara a él.
Estoy demasiado ocupada sosteniendo mi aliento mientras mete su mano en el
espacio entre mis muslos. Despertar así es una cosa, pero provocar el destino con
ello intencionalmente hace que mi corazón se apriete dolorosamente porque es
tan malditamente familiar. Estoy segura de que puede sentir lo húmeda que estoy
con sus dedos acunados contra mis partes de mujer, pero tampoco hace
comentarios sobre esto, así que deslizo mi mano sobre su vientre y me acurruco
cerca, permitiendo que el movimiento de balanceo del barco me meza hasta
dormir.
39
Rose
A los diecisiete años

ola —dice Harley, cruzando el camino de entrada y subiendo los


escalones de mi porche de dos en dos. Se sienta a mi lado,
aplastando la falda de tul de mi vestido. Más temprano, cuando me
lo había puesto y hacía frufrú por mi habitación en jardines de tela azul y
plateado, me sentía como Cenicienta, solo que el Príncipe Encantado no debió
haber recibido el memorándum, porque estaba llegando tarde—. ¿Aún nada de
Alex? —pregunta casualmente, como si solo estuviera preguntando la hora o
pidiendo prestado un lápiz. Ignoro el hecho de que mis ojos escocen porque no
tengo intención de arruinar este maquillaje—. Riley dijo que también se le hizo
tarde. Tal vez deberíamos ir juntos y encontrarlos allí. —Harley comenzó a salir
con Riley a principios de año. Ella es una porrista bonita, popular y una perra.
Naturalmente, se enamoró como un idiota.
—Él estará aquí —digo, y Harley asiente. Ni siquiera estoy segura de que lo
crea. Alex es un yonqui con cabello negro, ojos verdes claro, y tiene su propio
auto. No le importa nada, y eso es lo que me gusta de él. ¿Esta noche? No tanto.
40
Miro las dos cajas en la mano de Harley.
—¿Por qué tienes dos ramilletes?
Se encoge de hombros y muerde su labio inferior.
—No sabía si él te traería uno, y mi mamá dice que es un ritual de paso, así
que...
Es entonces, que, a pesar de todos mis esfuerzos, lloro.
—Mierda, Rose, lo siento. No quise decir...
—¿Me lo pondrás? —Enjugo las lágrimas con las puntas de mis dedos recién
con manicura y espero que no tenga ojos de panda.
—Por supuesto. —Deja la otra caja, y miro por un breve segundo en el
interior del ramillete. Riley. Es una rosa amarilla con algo de aliento de bebé y
hojas verde oscuro. Es horrible, como la chica a la que pertenece—. Rose —dice
Harley, sacándome de mi ensueño. Sostiene el ramillete en sus manos, sonrío
tristemente y le ofrezco mi brazo. Una vez que la pulsera está puesta, traza el
interior de mi muñeca con las yemas de los dedos.
—Es hermoso —susurro.
—Rose —dice Harley, pero se muerde el labio antes de decir algo más. Sus
ojos buscan los míos, y parece que hay algún tipo de debate interno dentro de su
mente cuando dice—: No duermas con él.
—Harley...
—Solo escúchame, sé que no es justo que te pida esto, pero…
—Tienes razón, no lo es. —Alejo mi mano de él y de su mirada.
—Él no es el indicado para ti. ¿De acuerdo? —Traga una enorme cantidad de
aire—. No te merece.
Inhalo bruscamente también, no porque lo que dice sea una gran sorpresa,
Alex ha sido un novio bastante malo, sino porque Harley está tan afectado sobre
esto. Harley no es así.
—¿Por favor? —dice sin aliento—. Rose, te estoy suplicando que no hagas
esto.
—Dios. —Muevo mis manos en exasperación y me levanto—. No puedes
decir cosas así Harley. ¡Estás con Riley!
—Lo sé. —Por un momento no dice nada, yo tampoco, y luego su teléfono
suena en su bolsillo, lo saca y mira la pantalla—. Mierda.
—Deberías atender eso.
No lo hace, y suena un par de veces más antes que el mensaje vaya al correo
de voz. Ni siquiera hay una pausa de cinco segundos antes que vuelva a sonar.
—Deberías ir antes que la princesa de hielo tenga un ataque.
Frunce el ceño, pero se queda en mi porche. Harley siempre tenía que 41
empujar los límites. Si hubiera un cielo nocturno por encima de él, encontraría
una manera de quitarlo y dejar pasar el sol. Si alguien le dijera que no, él
trabajaría en esa persona hasta que no solo dijera que sí, sino que hubiera creído
que sí era su idea en primer lugar.
Yo era lo suficientemente inteligente como para darme cuenta de que estaba
tratando de hacer lo mismo conmigo. Simplemente no sabía por qué le
importaba.
—¿Quieres irte ya?
—No es para ti, Wendy —dice en voz baja, poniéndose de pie.
—¿Y quién es, tú? —exijo. No tiene una respuesta, lo que es revelador dado
que Harley siempre sabe qué decir en el momento adecuado.
Me doy la vuelta y entro en la casa, cerrando la puerta detrás de mí.
Le toma a mi madre veinte minutos arreglar mi rostro después de llorar. No
le digo lo que él había dicho o por qué estaba tan molesta cuando Harley se fue,
ella es mi mamá, después de todo, y probablemente tendría gatitos si dijera que
estaba contemplando tener sexo por primera vez con mi novio yonqui. No me
presiona para obtener información y yo no la suministro, pero estoy segura de
que sabe que tiene algo que ver con Harley.
Cuando Alex finalmente llega, tiene una hora y media de retraso y no sale
del auto, solo toca la bocina desde la entrada. Mamá se molesta por no tomar
fotos, pero decido que no quiero inmortalizar lo jodida que ha sido esta noche
hasta ahora. Solo quiero superarlo, liquidar mi maldita tarjeta V, y seguir
adelante con mi vida.
Cuando subo en su destartalado Javelin SST negro de dos puertas, huele a
alcohol y cigarrillos. Por lo general, eso podría hacerme sentir adulta, como si
fuera espontánea y loca y me gustara vivir de esa manera. Esta noche, solo me
molesta.
La mirada de Alex va desde mi cabeza a los pies, arquea las cejas y dice:
—Lindo vestido. No puedo esperar para sacártelo.
Tengo que resistir el impulso de golpearlo en la nariz. No se disculpa por su
retraso, y Harley había tenido razón, tampoco me trajo ramillete, aparte del que
mi mejor amigo me había dado. Cuando llegamos al baile de graduación no hay
señal de Harley y la princesa de hielo, y tan pronto como entramos, parece como
si Alex se está escapando para fumar.
Me dirijo al baño y entro en una caseta. Tengo ganas de llorar, solo que no
puedo reunir una sola lágrima. Es lo que es. El instituto apesta, la vida como una
señora loca de los gatos apestará aún más, y entonces moriré. Fin.
Momentos más tarde, mientras estoy tratando de no hacer pis en mi vestido,
un grupo de chicas entra y presumiblemente se arreglan sus cabellos y retocan su
lápiz labial. No puedo ver a causa de la puerta enfrente de mí, pero ninguna de las
puertas se cierra.
—Y luego tuve que pagar el hotel con la tarjeta de crédito de mi madre —se 42
queja una de las chicas, y reconozco la voz de Riley. Eso significa que los otros
murmullos airosos de desaprobación pertenecen a su manada, Callie y Lisa.
—¿Estás bromeando?
—Quiero decir, ¿qué clase de hombre no reserva el hotel para la noche del
baile? De verdad, a veces los chicos son tan despistados. Tiene suerte de ser sexy,
o de lo contrario lo hubiera dejado cuando descubrí que era amigo de esa rara
Rose.
—ODM, ¿viste su cita? —La tonta y aguda voz de Callie rebota en la
habitación—. Es totalmente precioso, pero se parece a una persona sin hogar. O
sea, ponte un esmoquin y cepilla tu cabello.
—Los dos son tan extraños. ¿Y por qué Harley es amigo de ella? ¿Le gusta?
¿Duermen juntos? —pregunta Lisa, y supongo que Riley es la que jadea.
—¡Uh, no! Ella es una acosadora total; lo sigue a todos lados como un
perrito perdido. Harley dijo que ella no lo capta.
Eso no es verdad. ¿Cierto? Harley nunca diría eso de mí. Harley es la única
persona en la tierra que me entiende, y yo a él. Además, no soy yo quien le
compra ramilletes y le suplica que no se acueste con su novia. Riley miente a
través de sus dientes de puta, y esta perra va a perder.
Empujo la puerta y me preparo para saltar y arrancar el cabello por las
raíces, pero Riley y su pequeña brigada de perras ya están saliendo del baño, ni
una sola mira hacia atrás antes de desaparecer en las luces y la trágica música de
baile.
Miro mi reflejo, mis mejillas rosadas y mis ojos tristes, y frunzo el ceño
porque estoy bastante segura de que el baile se supone que es mucho más
divertido que esto. Suspiro, me lavo las manos, las seco con cuidado, y decido ir a
casa. Ni siquiera me molesto en buscar a Alex, ¿cuál es el punto? Pero él me
encuentra de todos modos, mientras camino en mis tacones demasiado altos
hacia las puertas de la escuela. Se aparta de la pared y me sigue, agarrándome del
brazo y acercándome.
—Oye, ¿cuál es la prisa, nena?
—No me llames nena.
—Jesús, ¿te llego el período o algo? —Arroja su cigarrillo al suelo y no se
molesta en extinguirlo correctamente. Por supuesto que no. ¿Qué le importa a
Alex si mi vestido caro de repente se enciende? Probablemente lo haría
deliberadamente solo para desnudarme.
Más temprano esta noche, podría haber saltado a la oportunidad de
desnudarme con él. Eso es lo que sucede con las adolescentes, a menos que seas
de esas fanáticas religiosas cuyos padres les compran anillos de promesas, (qué
repugnante, ninguna chica de diecisiete, casi dieciocho quiere exponer su
virginidad). Especialmente no cuando su novio se parece a Alex Dean. No hace
falta ser un genio para saber que he estado guardando mi virginidad para alguien
más, alguien que cuando mire hacia atrás en diez, veinte, cuarenta años a partir
de ahora, sabré que he tomado la decisión correcta. He estado guardando mi
43
virginidad para mi mejor amigo, y eso, damas y caballeros, es el por qué estoy
destinada a morir virgen.
Alex envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acerca.
—¿Estás lista para salir de aquí y finalmente mostrarme ese dulce coño
tuyo?
Pisoteo la colilla y lo miro.
—Estoy lista para salir de aquí, pero no voy a mostrarte mi dulce coño. —
Juro por Dios que toma todo lo que tengo para no reír como una niña cuando
repito esas últimas palabras.
—¿Qué mierda, nena? —Se acerca, se frota contra mí, y por un momento
quiero estar enferma porque la verdad es que puede ser sexy, mucho más que yo,
pero Harley tenía razón, no es digno. No voy a jugar en las ligas mayores.
—Quítate.
—¿Sabes qué? Vete a la mierda. Podría entrar en ese gimnasio y tener a
cualquiera de esas perras comiendo mi pene antes que hayamos salido del
estacionamiento.
—Tienes razón, podrías —susurro contra su oreja y doy un paso atrás—. Solo
que no ésta.
Alex se aparta, su zapato pateando el mío en el proceso. Pierdo el equilibrio
y me balanceo. No fue intencional, lo sé. También sé que él no llegará para frenar
mi caída, pero eso está bien porque alguien más lo hace. Harley me pone derecha
y empuja fuerte a Alex mientras se aleja.
—¿Qué mierda, hombre? ¿También le pegas a las chicas? ¿Tirártelas no era
suficiente?
—Sigue tu camino, chico guapo. Esto no te importa.
—Sí que lo hace —dice Harley, encarándolo—. La tocas otra vez y te romperé
el maldito cuello.
—Harley —advierto. Nunca he visto este lado de él antes, y estoy partes
iguales asombrada y asustada.
—Vete a la mierda. Su coño ni siquiera vale la pena...
El puño de Harley se conecta con el rostro de Alex. El sonido es terrible: un
crujido sordo. Hace que mi estómago se revuelva y mete temor en mi corazón
cuando Harley no se detiene en un solo golpe y Alex no se rinde. Él bloquea los
golpes de Harley y luego se balancea con un gancho a la mandíbula de Harley.
—¡Basta! —Ninguno de los dos me escucha, y cuando estoy a punto de
lanzarme a la pelea para detenerlos, me siento atrapada por enormes brazos que
me alzan en el aire mientras pateo—. Bájame.
—Te tengo, Rose. Estás bien —susurra una voz en mi oreja y me pone en el
suelo de nuevo, pero sus fuertes brazos no me dejan ir. Me doy la vuelta y 44
encuentro a Morell Green, un enorme defensa con piel de medianoche y ojos
chocolate, sonriéndome—. Te tengo y mi chico se encarga de eso.
Me doy la vuelta a tiempo para ver a Harley lanzar otro puñetazo que tiene a
Alex tambaleándose, pero Alex es un buen luchador. Creció en el Tenderloin, y
esta no es su primera pelea. Sé que Harley se ha metido en algunas cuando sale
con los chicos, pero Alex está acostumbrado a pelear, y Harley no.
En cuestión de segundos, Alex se mueve y su gancho izquierdo golpea a
Harley justo en la sien. Grito. Harley se tambalea, pero no cae, lo que obviamente
no es lo que Alex quería, así que ataca de nuevo, pero Harley no es peso ligero.
Caen al suelo, golpeándose uno a otro con los puños y las palmas extendidas.
Todo su entrenamiento de fútbol debe servir porque Harley se le sube y lanza un
puñetazo a la cabeza de Alex que lo noquea. Harley se levanta y se sienta a
horcajadas sobre Alex, respirando por un momento.
—¿Ves? Nuestro chico lo tenía bajo control —dice Kordell. De todos los
compañeros de Harley, este me gusta más. Debe pesar más de 136 kilos, pero es
un gigante bueno, a menos que esté en el campo.
Una multitud se ha reunido a nuestro alrededor, y estoy segura de que los
profesores no estarán muy atrás, pero Harley me mira, exhausto y sangrando, con
el ojo hinchado, y me tapo la boca para que no escuche mi grito chillón. Se
levanta lentamente y tropieza hacia mí. Mis manos vuelan automáticamente de
mi boca a su cuello mientras mis ojos vagan por su rostro.
—¿Estás bien?
Asiente, una sonrisa abriendo su labio cortado. Los compañeros de equipo
de Harley parecen salir del gimnasio al mismo tiempo, y estoy atrapada por sus
cuerpos musculosos mientras lo felicitan por un trabajo bien hecho. Eso no me
sienta bien, y aunque haya sido un idiota toda la noche, estoy preocupada por
Alex, que sigue acostado en el pavimento. Miro a Kordell, que no está involucrado
en la testosterona.
—Gracias por ayudarme, hombre —dice Harley, y Kordell asiente como si
esto fuera un hecho, que supongo lo es. El equipo es familia, se cuidan el uno al
otro, pero esa mentalidad de paquete también significa que las cosas pueden
salirse de control rápido.
—Será mejor que te vayas de aquí antes que el entrenador se entere de esto
—advierte Kordell. Harley asiente y desliza su cálida mano en la mía,
entrelazando sus largos dedos con los míos y me saca de la multitud de jugadores
de fútbol.
—Watson, dame las llaves —grita Harley, y el receptor pelirrojo busca en su
bolsillo, saca un juego de llaves y las lanza hacia nosotros. Harley las captura en el
aire, y por primera vez me doy cuenta de lo arruinada que está su mano—. Te
llevaré a casa.
—No tienes que hacer eso.
Como si estuviera esperando el momento justo, la princesa de hielo grita
detrás de la multitud, y ella y su grupo de zorras pasan a través de la pared de 45
futbolistas bloqueando su camino.
—¡Oh Dios mío! ¿Hablas en serio, Harley? ¿Tienes una pelea en el baile?
¿Por ella? —pregunta con disgusto, mirándome—. Ni siquiera es tu cita.
—No, pero debió serlo —susurra, tan bajo que creo que he escuchado mal.
Cuando sus ojos se encuentran con los míos, sé que oí todo con una claridad del
cien por ciento—. Ella es mi amiga. Su novio estaba siendo un estúpido y
necesitaba que le patearan el trasero.
—Y tú tuviste que ser el que lo hiciera —se burla, y luego se burla de mí en
un tono bajo—. Pobre Rose. Está tan sola; está tan triste; es tan patética. Si no me
ocupo de ella, ¿quién lo hará? —Es una representación terrible de Harley, pero
tiene el efecto deseado porque me afecta como ella pretendía. Harley siempre se
había ocupado de mí. ¿Es eso lo que realmente piensa?
Sus dedos se separan de los míos y da un paso hacia ella.
—Deja de ser una perra, Riley. Voy a llevar a Rose a casa. Volveré por ti.
—Te marchas con ella y no estaré aquí para que me busques —dice la
princesa de hielo, y se gira sobre sus talones.
Harley me agarra de nuevo la mano y me guía por las puertas de la escuela
hasta la camioneta de Watson. Todavía cuida de mí, como si fuera una niña débil,
incapaz de funcionar por mi cuenta, y las palabras de Riley se retuercen en mis
entrañas como un cuchillo. Apoya su mano en mi trasero y me ayuda a subir,
luego intenta abrochar mi cinturón de seguridad, pero golpeo sus manos para
hacerlo yo. Harley frunce el ceño. Cierra la puerta, camina hacia el lado del
conductor, y sube, gira la llave, y apaga rápidamente la música. Harley pone su
pie en el suelo y procede a conducir como un maniático todo el camino a través de
la ciudad.
No decimos ni una palabra cuando llegamos a mi casa. Simplemente
desabrocho mi cinturón y giro para abrir mi puerta cuando su mano se apoya en
mi rodilla. Siento el peso de ella, el calor a través de mis capas de tul.
Lo miro.
—¿Quieres entrar y que mi padre le eche un vistazo a eso? —pregunto,
refiriéndome a su labio partido. Mi papá es cirujano pediátrico en el Hospital de
Niños de Benioff en Oakland. Podría arreglar a Harley en unos minutos.
—Nah. A las chicas les gustan las cicatrices, ¿no?
—Claro. —Le doy media sonrisa, pero todo el humor se fue horas atrás. De
hecho, no ha habido una sola cosa divertida esta noche, bueno, excepto por mi
estupidez en pensar que Alex debería ser mi primero—. Bueno, gracias por
haberle dado una paliza a Alex.
—No tienes que darme las gracias. He estado deseando golpear ese rostro de
mierda desde el segundo en que empezaron a salir.
Asiento, porque esto no es noticia para mí, pero todavía no he descubierto
por qué. ¿Por qué le importa si duermo con Alex? ¿Terminaron él y Riley ahora?
—Lo siento por arruinar el baile. Apuesto a que Riley no está muy contenta
46
con ninguno de los dos en este momento.
—Riley puede esperar. No es importante.
Mis cejas se elevan con sorpresa y un poco de molestia. Si no es importante,
¿por qué diablos la llevó al baile de graduación? Antes que pueda leer demasiado
sobre eso, Harley se inclina en mi espacio personal, tan cerca que respiramos el
mismo aire. Hemos hecho esto cien veces desde que teníamos trece años, pero
nunca hemos cruzado esa línea.
—¿Qué estás haciendo? —susurro.
—Él se equivoca acerca de ti, ¿sabes?
—¿Qué? —cuestiono, pero mi pregunta es cortada por sus labios cuando se
estrellan contra los míos. Su lengua entra en mi boca y un gemido de sorpresa se
me escapa, pero es tragado por el suyo. Las manos de Harley cubren mi rostro, y
las mías se deslizan hacia su nuca. Lo beso, cálido y húmedo y lleno de necesidad,
y luego los fuegos artificiales explotan detrás de mis párpados, la forma en que lo
hicieron la primera vez que nos besamos. Como debería haber sido todo ese
tiempo con Alex.
Demasiado pronto, rompe el beso y apoya su frente contra la mía.
—Rose —susurra sin aliento.
—¿Sí? —Suspiro sin aire. Ojalá se callara y volviera a besarme, pero Harley
retrocede y su rostro se vuelve blanco como un papel.
—Mierda.
Mi corazón se hunde porque solo puedo imaginar lo que eso significa. No
había querido hacer eso, y yo... sí.
Mis pensamientos son interrumpidos por un golpe en mi ventana, y salto
unos centímetros cuando veo a mi padre de pie en el otro lado de esa delgada
hoja de vidrio. Por un momento estoy tentada de decirle a Harley que acelere a
fondo, pero entonces estaría en más problemas. Los dos lo estaríamos.
Mi papá hace el símbolo internacional para “bajar la ventanilla”, y trago
porque no solo se ve tan asombrado como yo ahora, sino que también parece
enojado. Realmente, desquiciado.
—Oh mierda, está molesto —dice Harley.
—Sí. —Bajo la ventanilla.
—¿Qué demonios están haciendo aquí?
—Harley me trajo a casa.
—Sí, puedo ver eso. —Papá frunce el ceño—. Quiero decir, ¿qué están
haciendo aquí, en este auto, besuqueándose como un puñado de...?
—Asco, papá, besuqueando —digo—. ¿En serio?
Esto obviamente no me hace ganar puntos porque su ceño se profundiza.
—Lo siento, señor —dice Harley, y la parte que no está aterrorizada de que
mi padre corte a Harley en pedacitos con su sierra, está en éxtasis porque mi 47
mejor amigo me besó y esos labios eran tan cálidos y suaves como recuerdo, y oh
Dios mío, ahora no es realmente el momento de mirar a Harley como si quisiera
otra probada.
—Es señor ahora, ¿no? —dice papá. Harley nunca lo ha llamado “señor” ni
un día en su vida. Papá es un libro abierto, y un caballero. Por lo general, en el
momento en que alguien llama a mi padre señor o doctor Perry, todos los
desaires fueron perdonados. Eso no está sucediendo aquí, sin embargo—. ¿Qué le
pasó a tu rostro?
—Alex pasó —le digo, buscando la manija de la puerta, pero desde que mi
papá está apoyando su cuerpo contra el auto, parece que estoy yendo
exactamente a ninguna parte.
—¿Y lo hizo porque estabas besando a mi hija?
—Harley lo golpeó porque Alex estaba siendo una idiota. Jesús, papá. —Tiro
de la manija de nuevo, un poco en pánico a pesar de mi angustia adolescente,
porque sé que mi peor miedo está a punto de suceder, y luego como si fuera
convocada, mi madre abre la puerta principal de nuestra casa y grita:
—Herb, ¿quién es?
—Es Rose —dice papá, y luego mira a Harley—. Y su muy buen amigo
Harley. Será mejor que entres, arreglaré ese corte.
—Papá, está bien.
—No. Tengo que volver...
—¿Ya están en casa? —grita mi madre desde el porche porque está en
pijama y no se puede ver en la calle en ropa de dormir, pero en el porche parece
estar bien—. Bueno, ¿qué están haciendo allí sentados en la oscuridad? ¿Y de
quién es ese auto?
—Él va a entrar para que eche un vistazo a su rostro.
—¿Qué le pasó a su rostro?
—Lo siento —le digo, aunque sé que él sabe cómo se ponen.
—Parece que Harley golpeó al novio de Rose —dice papá inexpresivo, nunca
quitando su mirada asesina de nosotros.
—¿Alex? Bien, bueno, ese pequeño desgraciado lo merecía. ¿Quién se cree
que es para llegar tarde a recoger a mi hija para el baile? ¿Viste su rostro? Estaba
devastada.
—¡Mamá! —grito, y luego me rindo porque justo cuando pienso que no
podría ser peor, todo se agrava. Mi padre envía a Harley otra mirada asesina, y
para empeorar las cosas, Rochelle y Dean vienen deambulando por la puerta de
su casa y cruzan nuestra calle para ver de qué se trata toda la conmoción. Esto
refuerza el coraje de mi madre y ella viene tambaleándose por las escaleras en sus
pantuflas de gatito y su bata de satén ondulando detrás de ella.
—Harley, ¿qué te pasó en el rostro? —pregunta Rochelle.
Mamá le responde:
—Golpeó a la cita de Rose.
48
Harley apoya la cabeza en el asiento y exhala en voz alta. Sé cómo se siente.
—Estaba siendo un idiota.
—Lenguaje —advierte Rochelle.
—Estaba siendo im-becil, mamá.
—Bueno, ¿qué hizo?
—No importa.
—Hijo, esto podría ser una posible disputa legal esperando que suceda. —
Esto viene del padre de Harley, Dean—. Ahora, si voy a llamar al padre de este
chico por la mañana, o peor aún, una orden de arresto, necesitaré todos los
detalles.
—Jesucristo —murmura Harley, y Rochelle lo reprende de nuevo—. La
estaba presionando para que tuvieran sexo, ¿de acuerdo?
Dean murmura una maldición. El rostro de mi padre se vuelve totalmente
asesino. Las madres jadean simultáneamente, como si ellas nunca hubieran sido
adolescentes. Mi corazón pesa dentro de mi pecho y mi estómago se hunde con
sus reacciones. Me siento como una tonta. ¿Por qué no estoy más indignada de
mi nombre, y por qué vivimos en una sociedad donde los chicos presionan a las
chicas para tener sexo? ¿Por qué las chicas solo son valiosas para los chicos si
duermen con ellas? ¿Y por qué estaba tan dispuesta a regalar mi virginidad a
algún idiota que podría haberme reemplazado con alguna de esas chicas en ese
gimnasio y no me importó?
—Gracias a Dios que Harley salvó el día trayendo a Rose a casa y besándola
en el asiento delantero de un auto prestado —dice papá, y sé que va a tomar algún
tiempo para que él supere el hecho de que me atrapó besando al chico con el que
creía poder confiar con su hija.
—¿Besando? —dicen mamá y Rochelle al mismo tiempo, y ambas parecen
demasiado felices. El calor sube por mis mejillas, y podría morir porque no tenía
intención de contarle a mis padres la situación con Alex, y ciertamente no
pensaba contarles lo de Harley y yo. También sé que ahora mamá y Rochelle
nunca se darán por vencidas en asegurarse de que esto se convierta en una cosa.
Me sorprende que no hayan enviado invitaciones de boda.
—Bueno, tan divertido como es esto, me voy a la cama. —Me aparto de la
ventana y de los rostros expectantes de nuestros padres, y le sonrío a Harley—.
Gracias por traerme.
Él no responde, solo inclina su barbilla en mi dirección mientras abro la
puerta, prácticamente sacando a mi papá fuera del camino, quien sigue mirando
mal a Harley. Salgo de la camioneta y paso por delante de mis padres. Aunque sé
que papá está ansioso por poner sus manos en Harley y hacerle pagar solo un
poco con alcohol y, posiblemente, algunos puntos de sutura, Harley les dice a sus
padres que está bien y se va.
Dentro de mi habitación, mamá merodea como un mosquito mientras me
ayuda a desabrochar mi vestido. Me pregunta varias veces de Alex, y si estoy bien
49
o no, y hasta qué punto lo dejé llegar, y el alivio está escrito en todo su rostro
cuando le digo que Harley intervino antes que Alex hubiera causado algún daño.
Creo que ella sabía que no estaba tan interesada en Alex para empezar, así que
sabe que no tengo el corazón roto. Intenta varias veces recoger detalles acerca de
mi beso con Harley, pero elijo guardármelos. Siento como que, si hablara de ello,
de alguna manera lo haría menos especial; para su decepción, mantengo mi boca
bien cerrada.
Después de sacar los broches de mi cabello y quitarme el maquillaje, me
siento en mi cama y leo mientras espero que Harley regrese a casa y se cuele por
mi ventana abierta, pero no lo hace. Por lo menos no antes que me duerma, y a la
mañana siguiente, cuando finalmente tengo el coraje de subir por su ventana,
encuentro su cama vacía y sin tocar. No durmió aquí anoche. Mi corazón se
hunde cuando me doy cuenta de dónde estaba. Pasó la noche con Riley, en una
habitación de hotel cargada con la tarjeta de su madre. Y soy una tonta por
pensar que el beso significaba algo para él solo porque significó todo para mí.
Rose
oy un sorbo a mi Mai Tai y contemplo el océano mientras el sol se
pone. La camarera Brittany me mira de nuevo de reojo porque estoy
ocupando un valioso espacio en una de las mesas de pareja sin pedir
nada más que unos cuantos cócteles. Se suponía que Harley se unía para la cena,
pero después de la magia de Kauai, ayer fue como si hubiera cambiado
totalmente de opinión en el tiempo que volví de adquirir nuestros cafés de la
mañana. No sé si eran malas noticias de casa, o si Alecia había intentado
contactarlo, pero lanzó su teléfono contra la pared e irrumpió en el baño cuando
estaba entrando por la puerta de la suite del hotel.
Lo había bombardeado con preguntas, pero no estaba hablando. No estaba
haciendo mucho de nada, excepto bebiendo en la habitación. Normalmente, me
habría quedado, pero sabía cuando mi mejor amigo necesitaba espacio, así que le
besé la mejilla y lo dejé en su miseria. Eso fue hace horas, y he vuelto a la
habitación dos veces desde entonces, pero él no estaba en ningún lado. Le envié
un mensaje, recordándole nuestra reserva para cenar, pero como estoy sentada
sola en nuestra mesa, evitando las miradas de la no-tan-dulce Brittany, quien 50
sigue viniendo cada dos segundos para preguntar si estoy lista para ordenar, sé
que dondequiera que esté, no vendrá.
Venir aquí fue una mala idea, y justo cuando me estoy preparando para
señalar a la siempre-vigilante Brittany por la cuenta, escucho una voz familiar por
detrás.
—Un momento —dice Dermot a Brittany mientras se prepara para llevarlo
más allá de mi mesa. Me levanto para saludarlo, y él me jala para un torpe beso
en la mejilla/abrazo. Esto es nuevo para nosotros. Dermot es un cliente, y aunque
siempre he sabido que él es un coqueto colosal, nunca hemos interrumpido
nuestra relación de distribuidora/consumidor con manoseo de cualquier tipo—.
¿Sola otra vez?
—Así parece —digo con una sonrisa tensa.
—Sabes que estoy empezando a pensar que estás inventando a este novio
fugitivo.
Realmente me gusta Dermot. A mi chequera y a mi contador realmente les
gusta Dermot y su contribución regular a mi negocio, y sí, a pesar de que mi
corazón está colgado por mi inalcanzable mejor amigo, mis partes de dama
realmente, realmente aprecian a Dermot, en un nivel puramente estético, por
supuesto. Sin embargo, eso era una cosa extraordinariamente tonta para decir.
Al igual que una luna de miel en Hawái, sola.
—Sabes que estoy empezando a creer que estás inventando una esposa para
cubrir el hecho de que eres gay. ¿Qué es eso que dicen de los exitosos y guapos
hombres de SF? Están casados o son gay.
—Oh, Rose, definitivamente no soy gay —murmura, su mirada cubriéndome
de la cabeza a los pies y aunque yo estaba solo bromeando, estoy inclinada a
creerle.
Sintiéndome sedienta, y un poco sacudida, levanto mi copa en un brindis.
—Entonces estás casado.
—Me atrapaste. —Sonríe e indica al asiento desocupado en mi mesa—.
¿Puedo?
—Por supuesto —digo, y disparo a Brittany, quien ha estado observando
nuestro intercambio todo este tiempo con ojos desorbitados, una mirada. Ella
vuelve su atención a Dermot, colocando la servilleta de tela en su regazo y
preguntándole si le gustaría algo para beber. Él la agradece y ordena un Jameson,
mientras que yo pido otro Mai Tai, y Brittany entonces pone los menús para
ambos y rebota alejándose para llenar nuestra orden con su cola de caballo
balanceándose.
—Entonces, ¿dónde está este misterioso mejor amigo?
—No estoy realmente segura.
—¿No se supone que debes estar vigilándolo, haciendo que no se sienta tan
solo?
—Ese era el plan, aunque hoy no está funcionando tan bien. —Trato de 51
mantener el dolor de mi voz, pero sé que Dermot lo escucha porque cuando alzo
la mirada de mi astillado esmalte de uñas, me está estudiando de cerca. Sus
profundos ojos marrones penetran los míos, y parecen buscar más de lo que estoy
dispuesta a dar—. ¿Y la señora Carter?
—Día duro en el spa. Ella quería ordenar.
—¿No deberías ordenar con ella?
—Si conocieras a la señora Carter, estarías preguntando por qué no me
molesto en volver a la suite en absoluto —dice, sin mirarme, sino al océano—.
Sigo preguntándome por qué hacemos esto, celebrar aniversarios cuando no
podemos soportar estar juntos por una sola noche. —Se endereza el cuello y mira
a la barra. Claramente este es un hombre que necesita un buen trago—. Mis
disculpas. Has sido plantada por tu mejor amigo, que de ninguna manera quiere
follarte, y mi esposa preferiría follar a su ginecólogo que a su marido, así que ¿eso
dónde nos deja, dulce Rose?
Pobre Dermot. Supongo que ambos estamos persiguiendo a personas que
no quieren ser atrapadas. La única diferencia es que la señora Carter dijo “Sí,
acepto”. Hombre, ella suena como una completa perra.
—Miserable en el paraíso, y pagando por bebidas demasiado caras. —Me río,
porque realmente si no me riera, lloraría.
—Touché.
Brittany finalmente regresa con nuestras bebidas, bateando sus pestañas
coquetamente a Dermot. No le hace caso; parece que el señor Carter sólo tiene
ojos para su Jameson, y... ¿yo?
—Bueno, me he encariñado muchísimo con las bebidas demasiado caras.
Levanta su copa a la mía en un brindis.
—Entonces, por el amor no correspondido.
Me detengo con la bebida a mitad de camino de mi boca.
—No dije que estaba enamorada de él.
—No tenías que hacerlo.
Touché, en efecto.

Dermot es un hombre al que le gusta hacerse cargo. Aprendí esto cuando se


tomó la libertad de ordenar la cena por mí. Yo también le di un infierno por ello, y
así siguió el desafío de beber como ningún otro. Le pedí un cóctel
espantosamente afrutado tras otro, y él a su vez me ordenó cada tipo de whisky
que el restaurante servía. Esto era mucho alcohol. Yo bebía, probablemente más
que la mayoría de las mujeres de mi edad, y mucho más de lo que era bueno para
mí, pero esto era otra cosa.
Mandón o no, lo pasé bien con Dermot. Es encantador y divertido, y no
duele que sea agradable a la vista. Bajo diferentes circunstancias, es decir, él no 52
estando casado y yo no estando enamorada de mi mejor amigo, Dermot Carter es
el tipo de hombre por el que podría enamorarme. Es un caballero, dulce, exitoso y
tan carismático que me tiene atrapada completamente en su telaraña. Hay un
trasfondo de peligro con él también, como si esos grandes ojos marrones
conocieran todos tus movimientos antes que lo hagas y no estás seguro de si
amarás u odiarás el castigo que él impondría si pones un pie equivocado. Apuesto
a que me encantaría. No es que esto sea algo que alguna vez voy a llegar a
experimentar, pero una chica puede fantasear, y nadie nunca se lastimó en mis
fantasías, salvo quizás mi vibrador, por eso compré un nuevo mejor-en-su-clase
Lelo Olga en plata esterlina. No más caucho fundido.
Es tarde cuando finalmente nos levantamos para salir, y he tenido mucho
más de lo que puedo manejar. Tropiezo un poco mientras me paro y le doy a
Brittany una sonrisa falsa. Dermot apoya su mano en la parte baja de mi espalda
mientras me saca del restaurante. Se siente bien, y me alegro de que no tiene
reparos en mostrar su caballerosidad.
Cuando se trata de caminar a través de la barra débilmente iluminada justo
al lado del restaurante, decido que esto se ve como un lugar fantástico para
acurrucarse en uno de los sofás y dejarte llevar para dormir, y me encuentro
gravitando hacia ellos, pero Dermot me aleja suavemente y más cerca de las
escaleras. No sé cómo está mejor; bebió tanto como yo, aunque supongo que
tiene que tener por lo menos 20 kilos más que yo. Aun así, no es justo.
Cuando llegamos a la escalera de mármol, Dermot toma mi codo, y ese tipo
de gesto automático de caballerosidad hace que mi vagina se ponga en alerta roja.
En serio, si llevara una falda más corta, apuesto a que se podría ver una luz roja
parpadeante procedente de mi whoo-ha con una pequeña sirena llorando acerca
de cómo habíamos encontrado un buen partido. Doy otro paso y casi me caigo de
mis sensibles tacones bajos.
Los dedos de Dermot se hunden en mi carne mientras me estabiliza, y
nuestros ojos se encuentran. Y esto puede ser solo la copiosa cantidad de
combustible de cohetes en mi sistema, pero... maldita sea, es guapo. No en un
modo Harley, del tipo, áspero-y-listo-para-tomarte-en-cualquier-lugar, pero el
exitoso director ejecutivo, del tipo, tengo-mi-mierda-completamente-junta, es
sexy. Realmente, realmente…
El suelo desaparece mientras tomo mi siguiente paso y flaqueo. Mi zapato se
va volando, y aterriza con un plaf en uno de los varios estanques que rodean el
complejo. Estoy volando, cayendo libremente al suelo mientras Dermot trata de
atraparme, pero solo lo arrastro conmigo. Encima de mí. Mi cabeza se estrella en
el pavimento y gira mientras mi mirada lentamente vuelve a enfocarse. El cálido
aliento de Dermot y el fuerte olor después de afeitado me envuelven. Dejo escapar
una risa quejumbrosa.
—Auch.
—¿Estás bien? —pregunta, riendo entre dientes. Es entonces cuando me doy
cuenta que también está borracho. ¡Ja! Mis bebidas afrutadas le afectaron.
Simplemente es mejor ocultándolo que yo.
53
—Sí —digo mientras niego. Dermot sonríe, y su mirada baja a mi boca. Mis
manos se han enredado de algún modo en el sensual cabello entrecano de
Dermot. Juego con los mechones en su nuca, se inclina y...—. ¡Dios mío! ¡Estás
casado!
—Lo estoy —acepta, como si esto fuera un hecho que acaba de recordar.
Empujándose con sus codos, levanta su peso al mismo tiempo que intento
moverme libremente, pero esto solo sirve para empujar nuestros cuerpos más
juntos. Está duro. No solo como semi-duro, sino duro-duro. Como el acero, o los
diamantes. ¿Qué tan duros son los diamantes? Quiero decir, obviamente, son
duros, pero ¿se les puede comparar con la carne, no importa cuán impresionante
sea la erección?
Dermot se moja los labios, esos labios hermosos y llenos, y me mira con
pesar. Como si fuera el último bocado de pastel de chocolate y alguien llegó antes
que él.
Oh, esto es malo. Esto es muy, muy malo.
—Estás casado —digo de nuevo, aunque esta vez mi voz es un susurro, y
Dios me ayude, está llena de decepción. Soy una persona horrible. No hay vuelta
atrás de este momento. Solo hay una vida en la que me quito la ropa por dinero,
prostitución y posible pornografía de grado B. ¿Me pregunto si podría trabajar
con Danny Mountain? No, no, no. También está casado. Voy a ir al infierno.
—Sí, tienes razón —dice, pero no se levanta. En cambio, baja la mirada hasta
donde nuestros cuerpos se unen en la cadera—. Eh... puedo tener un pequeño
problema.
—No estoy segura de que llamaría eso pequeño. —Y no lo haría, porque el
hombre se siente inmenso presionado contra mí.
—Eres terriblemente buena para mi ego, Rose, pero eres terrible para mi
autocontrol. —Me besa en la mejilla y se pone de pie. Y aunque trato de decirme
que no mire, es todo lo que puedo hacer. Mis ojos se clavan en la protuberancia
de su pantalón. Mi madre me enseñó a apreciar las cosas bonitas cuando las vea.
De alguna manera, no creo que estuviera hablando del paquete de mi cliente,
aunque ella se derrite cuando Dermot viene por su café de la mañana.
El hombre en cuestión ofrece su mano, y la tomo y dejo que me levante.
Bueno, esto es incómodo.
—Debería regresar. —Señalo a la Rainbow Tower encima de nosotros. Si
alzaba la mirada sin duda sería capaz de ver nuestra habitación, pero mi cabeza
está demasiado mareada para eso, así que solo miro torpemente a Dermot.
Espero que no decida ir todo caballero ahora.
—Sí, deberías. —Sus ojos permanecen en los míos—. Me ofrecería a
acompañarte, pero no estoy seguro de que iría demasiado bien con tu compañero
de cuarto.
—Probablemente no. —Sonrío y me saco el zapato que tengo. No puedo
correr el riesgo de tropezar de nuevo porque ¿quién sabe? Esta vez podría caer en 54
algún pene al azar—. Así que... gracias por la cena, y el viaje.
Sonríe, y tiene una reacción química con mis entrañas.
—De nada. Si solo hubiéramos visto más.
—Bueno. —Comienzo a caminar hacia atrás y solo fallo por poco de caer en
el estanque koi. Realmente necesito estar lejos, lejos de hombres guapos... y
pescado... al parecer, porque estoy segura que por lo menos uno de ellos fue
golpeado en su cabeza bulbosa por mi rebelde tacón—. Bien, buenas noches.
—Buenas noches, Rose.
Me apresuro a desaparecer antes de que pueda hacer aún más la tonta, o tú
sabes, restregarme contra mi cliente en su aniversario de bodas en medio de un
costoso complejo.
Rose
garrando mi zapato firmemente a mi pecho, deslizo la llave en la
cerradura y entro silenciosamente en la suite. La luz del baño está
encendida, y la cama está arrugada pero vacía. Harley está sentado en
el balcón en la oscuridad con una botella de whisky en la mesita a su lado, con las
piernas apoyadas en la silla vacía. No creo que me haya oído entrar, porque hay
una puerta de cristal entre nosotros. Lo observo un poco mientras hace girar el
whisky restante en su vaso, y luego lo deja en la mesa sin tocar. Inclina la cabeza.
Es difícil de ver claramente desde aquí, pero sus hombros tiemblan ligeramente
mientras entierra su rostro en sus manos. Eso es todo lo que se necesita para que
yo esté al otro lado de la habitación. Abro la puerta y me golpea el olor del océano
y el alcohol. Harley no se da la vuelta, solo toma una respiración entrecortada
mientras lo abrazo por detrás. Y entonces sus hombros tiemblan
incontrolablemente mientras lo sostengo. En poco tiempo, está llorando.
Nunca lo he visto así y me da vergüenza decir que rompe algo dentro de mí,
porque lo amo. Interludios borrachos con encantadores directores aparte, lo amo,
y ¿presenciar cómo se desmorona por una mujer que no lo merece? Bueno, duele 55
como un hijo de puta.
Cuando se hace evidente que todavía no va a hablar, agarro su mano y lo
llevo de vuelta al interior de la habitación. Lo empujo en el colchón, esperando ir
al baño y cambiarme este estúpido vestido, pero no llego tan lejos porque Harley
tira de mi mano con su agarre mortal y caigo en la cama a su lado.
No dice una palabra, solo da vuelta a mi cuerpo tan fácilmente como él
podría mover una muñeca de trapo y me acerca. Poniendo su cabeza encima de
mis senos, su aliento cálido de whisky se mezcla con el mío mientras le acaricio el
cabello. Es extraño verlo tan vulnerable, este gran hombre que me empequeñece,
mi Harley, que siempre ha sido tan sólido, tan fuerte. La culpa me carcome.
Debería haber estado aquí; debería haber presionado por respuestas; debería
haberlo obligado a hablar conmigo. En cambio, cené con un hombre casado, un
hombre al que casi besé.
Después de mucho tiempo, la respiración de Harley se ralentiza y se vuelve
más profunda y luego, cuando sé que está dormido, suavemente trazo las líneas
de su hermoso rostro. ¿Cuánto tiempo he querido esto? ¿Cuánto tiempo he
soñado con tocarlo de la misma forma en que he hecho esta semana, de
acurrucarme en la cama, de miradas robadas, y de la manera inteligente que se
burla de mí, que simultáneamente me hace querer herirlo y besarlo todo a la vez?
Lo he querido durante tanto tiempo, pero todos esos toques no significan nada
ahora, porque, aunque sus brazos están envueltos a mi alrededor, no lo tengo.
Alguien más lo hace. Y en este momento, ella es la perra viva más afortunada
porque daría cualquier cosa para que se sintiera así otra vez por mí, y daría
cualquier cosa para que él me mirara como Dermot me miró esta noche.

56
Rose
A los diecisiete años

aso la mañana llorando. Es estúpido, lo sé, pero no puedo evitarlo.


Ese beso había significado todo, escucharle decir que Riley no era
importante había significado todo, y aun así el gran idiota pasó la
noche del baile con ella... en un hotel. Teniendo sexo.
Aburrida y sola, ahogo mis penas en chocolate y disfruto de un maratón de
Buffy, la segunda temporada donde Buffy duerme con Angel y él pierde su alma,
muchas gracias. Estúpido sexo. Si Angel lo hubiera guardado en su pantalón, no
hubiéramos tenido que pasar por un final de temporada destructivo para el alma
con su agitado rostro de vampiro. Meto un puñado de caramelos en la boca y le
tiro otro al rostro de Angel, que es muy hermoso y molesto.
—¡Estúpido, sexy imbécil! —grito al televisor, justo cuando Harley sube a mi
ventana y se desploma en la cama a mi lado. Me muevo más de tres centímetros y
él avanza otro tanto, y entonces mete su mano grande y carnosa, que está cubierta
de magulladuras y piel desgarrada, en mis caramelos. 57
—Hola —dice, metiendo un puñado de caramelos en la boca.
¿Hola? ¿Hola? ¿En serio? Él golpeó a mi novio, me besa en la noche del
baile y luego regresa con la princesa de hielo de pasar la noche con ella, y todo lo
que consigo es un maldito ¿hola?
—Hola a ti mismo.
—De acuerdo, estás enojada.
Lo fulmino con la mirada.
—¿Dónde está tu papá? —Harley mira a la puerta—. No me va a pegar,
¿verdad?
—No lo sé. Está jugando al golf, o salvando a los niños o algo así. —Se
inclina y me acaricia el cuello con la nariz. Me alejo—. ¿Qué estás haciendo?
—Vamos, levántate.
—No. Estoy viendo —digo, porque es verdad. De las siete temporadas de
Buffy, este episodio sigue siendo mi favorito, incluso con Angel siendo un imbécil
sexy y malvado. También estoy bastante segura de que tengo chocolate en el
rostro y un mega aliento de muerte del infierno, así que no planeo ir a ningún
lado en este momento.
—No estás viendo, estás regodeándote, y ya has visto este episodio. —Apaga
la televisión y la habitación se oscurece.
El crepúsculo cae, el sol se pone sobre la ciudad en uno de sus hermosos
atardeceres anaranjados, y por una vez no hay niebla para ocultarlo.
—No me regodeo —digo de manera puntual, llenando con más caramelos mi
boca para esconder mi aliento mortal.
—¿Vamos a hablar de esto? ¿O vas a seguir llenándote de chocolate el rostro
para así no tener que hablar conmigo?
Maldito sea.
—Te enseñé ese truco, ¿recuerdas? —Harley sonríe, y entonces me coloca
encima de él para que mi cuerpo esté al ras con el suyo mientras traza con sus
dedos mi brazo arriba y de nuevo hacia abajo. Cierro los ojos, porque, aunque
estoy dolida y con el corazón roto, nunca sentí mariposas explotar dentro de mi
vientre cuando Alex me tocaba. Ni siquiera cuando deslizó una mano dentro de
mis bragas e intentó hacerme correr. Me había sentido nerviosa, e insegura, claro,
pero no sentí como si mi aliento dependiera de su siguiente caricia—. ¿Wendy? —
pregunta Harley, y mis ojos se abren. Intento librarme. No funciona.
—No me digas así. Ya no somos niños —siseo. Él solo sonríe.
—Nunca voy a crecer, y tú tampoco. Ahora vamos. —Se desliza fuera de la
cama y se levanta, agarrando mis antebrazos y poniéndome de pie mientras el
plato de dulces cae al suelo y los caramelos se derraman por mi habitación.
—Realmente no quiero ir a ninguna parte, Harley.
Él lleva mi mano a sus labios, besándola suavemente y escondiendo esa 58
sonrisa pícara contra mi carne.
—¿Y si te dijera que sería una gran aventura?
—Entonces te pediría que dejes de jodidamente citar a Peter Pan. ¿Qué
tienes, seis?
Frunce el ceño y luego parece estudiar mi cuerpo por primera vez.
—No puedes usar este traje.
—¿Qué hay de malo con esto? —pregunto, bajando la mirada a mis atrevidas
mallas impresas y camiseta de gran tamaño.
—Luces como un vagabundo. —Cruza la habitación a mi mueble con
cajones, sacando unos jeans y una camiseta negra de los Goonies que llevaba todo
el tiempo cuando era niña y debería haberla botado antes. Está raído y se adapta
tan cómodamente que no tengo que usar un sujetador con ella tan... ganadora.
Frunzo el ceño, porque a pesar de que me encanta esta camiseta, no es tan
cómoda como mi traje de vagabundo, y hablaba en serio cuando dije que
realmente no quiero ir a ninguna parte. Con un suspiro resignado, entro en el
armario para cambiarme, porque sé que no se dará vuelta. Cuando termino, salgo
y recojo mi cabello en una trenza sobre mi hombro, y luego tomo una chaqueta
porque no importa qué época del año sea, el clima de SF puede ser una perra
temperamental, y es una buena manera de ocultar mis pezones excitados en este
top.
Lo sigo y niego mientras él sube por la ventana y por la tabla acuñada entre
el espacio de nuestros umbrales.
—Sabes que mi papá no está en casa; puedes pasar por la puerta principal.
—¿Dónde está la diversión en eso?
—Oh, no lo sé; debe ser agradable ser niños normales que usan las
condenadas escaleras.
—¿Vienes o no? —Extiende su brazo hacia mí, y suspiro porque ambos
sabemos que lo haré. Lo seguiría a cualquier parte, y él lo sabe tan bien como yo.

Harley no es exactamente comunicativo de a dónde vamos. Le pregunto, por


supuesto, pero me da esa sonrisa exasperante e ignora mis preguntas prendiendo
la radio en su camioneta. Todavía estoy enojada con él, así que inclino mi cuerpo
hacia la puerta y finjo que no está allí, lo cual es algo difícil de hacer con su canto
apagado.
Diez minutos más tarde, al girar hacia el sur por la carretera 1, sé
exactamente hacia dónde nos dirigimos. Simplemente no sé por qué.
—¿Vamos a la casa de campo?
Cuando Harley y yo teníamos ocho y siete y tres cuartos, respectivamente,
nuestras familias pasaron las vacaciones juntas en Carmel-by-the-Sea, una 59
pequeña ciudad de playa en la península de Monterey, California. Nuestros
padres se enamoraron del lugar ese verano y decidieron comprar juntos una casa
de playa para veranos lejos de la ciudad. En 146 metros cuadrados, la casa de una
sola planta es pequeña, y cuando hicieron la inversión, no creo que todos
planearan quedarse allí al mismo tiempo, pero así es como siempre funciona, una
familia no se queda en Carmel sin la otra, y ciertamente nunca hemos estado allí
sin los padres.
Harley se encoge de hombros.
—Pensé que podríamos hacer novillos y pasar el rato allí, como en los viejos
tiempos.
—Bien —le digo con un gesto de cabeza, y me siento estúpida porque ¿por
qué haríamos cualquier cosa excepto pasar el rato... como en los viejos
tiempos?—. Solo que nuestros padres no están con nosotros. Y no le dije a mi
mamá a dónde iba; no tengo ropa.
—¿Y qué? Usa la mía.
Hago una mueca y coloco el cabello detrás de mi oreja. Sé que no regresará
por ninguna de mis cosas y no traje dinero, lo que significa que estoy atrapada
usando este traje o ropa que es demasiado grande para mí.
Siempre me ha gustado la espontaneidad de Harley. A menudo he deseado
que me pasara un poco, y él es grande con sorpresas, pero como una
planificadora muy organizada bordeando el TOC, es una lucha a veces no
estrangularlo.
—Dame tu teléfono. Necesito llamar a mi mamá.
Me sonríe al otro lado de la cabina.
—No lo traje.
Le golpeo el brazo, probablemente no el mejor curso de acción, porque
Harley es tan mal conductor como planificador, y se desvía al carril de al lado,
haciendo enojar a un viajero al azar.
—¿Qué? ¿Por qué?
—No lo sé. Lo olvidé. Podemos buscar un teléfono cuando lleguemos.
—Sí, está bien —digo, y pasamos el resto del viaje de dos horas escuchando a
los clásicos como Superunknown de Soundgarden y Californication de The Red
Hot Chili Peppers, que son simplemente los mejores álbumes para viaje por
carretera en la historia de la humanidad. Tengo una sensación muy incómoda, y
no sé qué es. Nunca me había sentido así con Harley antes, pero él está actuando
extraño... más raro que de costumbre, y es inquietante.
Paramos en una gasolinera, y tomo bocadillos y estiro mis piernas mientras
Harley llena el tanque. Trato de usar el teléfono público, pero está dañado y el
cajero me da una mirada asesina cuando le pido prestado el suyo, así que tomo
mis cosas y me voy. Cuando finalmente entramos a la ciudad es cerca de las
nueve de la noche, y antes que hayamos llegado a la cabaña y abramos la puerta
privada, puedo ver que algo está mal. Nuestros padres contrataron a un jardinero
60
para que venga una vez cada dos semanas para mantener los jardines que no son
mucho más grandes que la casa, pero son espectaculares, y parte de la razón por
la que me encanta tanto este lugar. Con setos esculpidos, piedras cubiertas de
musgo y glicinas, parece un jardín de hadas de la vida real. La luz parpadeando a
través de la cerca privada me atrae como una polilla a la llama y estoy fuera del
auto y abriendo la puerta antes de que incluso él tenga oportunidad de apagar el
motor.
Parpadeo varias veces, incapaz de comprender lo que estoy viendo. Alguien
ha atado linternas de papel, luces centelleantes, y cientos de tarros de conservas
llenos de velas iluminan el camino hacia la puerta principal. Estoy sin palabras.
Literalmente no tengo palabras. Ahora, siento la presencia de Harley a mis
espaldas y me doy vuelta para mirarlo, preguntándome por qué no está tan
asombrado como yo ante la vista, pero está mostrando una de sus sonrisas de
Pan, así que sé que todo esto es gracias a él.
—¿Qué es esto? —Bajo la vista a sus manos. Está sosteniendo una bolsa para
prendas de vestir transparente, y metido en el interior de forma seguro está mi
vestido de baile—. ¿Por qué está mi vestido aquí?
—Porque soy un idiota.
—Bueno, sí, pero ¿qué tiene eso que ver con mi vestido de baile? ¿Lo vamos
a quemar? Porque tengo que decir que no me pondría triste, pero mi mamá
podría matarnos a los dos.
—No vamos a quemar tu vestido. Vas a ir a ponértelo.
—¿Por qué? —Doy vuelta hacia el jardín, incapaz de quitar mis ojos de la
belleza del mismo por mucho tiempo.
—Tuviste un baile de graduación de mierda —dice, rozando los mechones de
cabello que se han aflojado de mi trenza de encima de mi hombro. Presiona un
beso en mi cuello, y un escalofrío me atraviesa de la cabeza a los pies—. Pensé que
quizás podríamos mejorarlo.
—Pero... regresaste con Riley...
—Sí, para romper con ella.
Giro la cabeza y lo miro con incredulidad.
—¿En la noche del baile?
Hace una mueca.
—Soy una especie de novio de mierda, ¿eh?
—Un poco. —Sin embargo, no puedo fingir que esta noticia no me emociona.
De hecho, estoy prácticamente radiante porque tal vez ahora él puede ser mi
novio de mierda, solo que sin la mierda—. Entonces, ¿dónde estuviste anoche?
—Con Kordell, ideando un plan.
—¿Entonces has estado aquí todo el día?
Sus brazos se envuelven alrededor de mi cintura, y yo inhalo y sostengo mi 61
aliento, con miedo de dejarlo ir por el miedo a que esté soñando o que haya
perdido la cabeza o que no esté realmente aquí y de hecho esté completa y
jodidamente loca. Sus labios acarician mi oreja y pierdo la razón. No,
definitivamente estoy aquí, y definitivamente no es una locura.
—Bueno, algunos de nosotros no estuvimos en la cama todo el día haciendo
pucheros.
—No estaba haciendo pucheros.
—Sí lo hiciste —susurra, y muerde el lóbulo de mi oreja. Mis brazos se
deslizan automáticamente por la parte posterior de su cuello—. Sin embargo, no
hice todo esto solo. Las mamás ayudaron.
—¿Saben que estamos aquí? —Todo mi cuerpo tiembla mientras besa ese
punto dulce debajo de mi oreja, y mi aliento sale un poco más rápido—. Oh
hombre, mi padre va a matarte.
—No crees que dejaría encendidas todas esas velas, ¿cierto? Les envié un
mensaje de texto antes de subir a la ventana. Los pasamos dos calles atrás, pero
estabas haciendo esa cosa que haces cuando finges ser Chris Cornell, mientras
dices “Black Hole Sun”. —El brazo alrededor de mi cintura se arrastra por debajo
del dobladillo de mi camiseta, pero no llega demasiado lejos, y por eso estoy
agradecida porque él hizo un gran esfuerzo para crear esta noche para mí, y
aunque solo quiero llevarlo dentro y dejar que me toque por todas partes, estoy
nerviosa y asustada como un potro, y podría necesitar un poco de tiempo para
acostumbrarme a la novedad de sus manos y boca por mi cuerpo—. Y tu papá
piensa que te vas a quedar en la casa de una amiga, así que, ante el riesgo de
conservar todos mis apéndices, me gustaría que se quedara así.
Me doy vuelta en sus brazos. Sus ojos se iluminan como antorchas por las
velas y las luces centelleantes, y no puedo evitar sonreír tímidamente con la
forma en que me mira. Bajo la mirada hacia su pecho y extiendo mis manos
encima del latir de su corazón.
—No sé qué decir.
—Dime que irás conmigo al baile de graduación.
Niego con incredulidad.
—Sí. Iré al baile contigo.
Con un brazo, me hala y me besa en los labios. Justo como anoche, no me
toma mucho tiempo para que me deje llevar, y tomo su nuca como si fuera una
cuerda de salvamento. Harley gime y se aleja.
—Dios mío, te deseo tanto —dice, acariciando mi rostro con la mano. Y
puedo sentir lo verdadera que es esa afirmación. Me asusta. Empuja el vestido
hacia mí y respira profundo—. Toma, ponte esto antes de arruinarlo todo.
En un aturdimiento, lo tomo y él pone sus manos en mis hombros y me da
vuelta para quedar de frente a la cabaña. La puerta está cerrada, pero a través de
la ventana puedo ver un fuego que se quema lentamente en la chimenea de piedra
y más velas que recubren el mostrador de la cocina y la mesa de comedor.
62
Encuentro el camino en la oscuridad a uno de los dormitorios y me deslizo
en mi vestido. El corpiño se cierra con una cremallera en la espalda que no puedo
alcanzar, así que me apresuro a salir con el cabello en una trenza suelta y mis pies
desnudos contra el camino de piedra fría. Harley ajusta mi cremallera con
movimientos agonizantemente lentos, y sé que es solo para poder tocar la piel
desnuda de mi espalda. Es la misma razón por la que no le digo que se apresure,
porque la anticipación es hermosa y tortuosa.
Me volteo, sintiéndome un poco avergonzada en el vestido con el cabello
despeinado y los pies descalzos, pero está claro que Harley no ve esas
imperfecciones porque me atrae cerca y susurra:
—Eres tan hermosa.
Y también lo es el baile. Bajo un cielo lleno de estrellas, bailamos
lentamente al son de las olas que se estrellan en la orilla cercana, y más tarde,
mientras me conduce adentro y nos acurrucamos en una manta suave junto a la
chimenea, le dejo llevarme a otro lugar donde nunca he estado. Y a pesar de que
duele como el infierno, es mágico, y hay fuegos artificiales, y cuando cierro los
ojos una supernova enciende al mundo por completo.
Rose
h, mierda —dice Harley mirando su teléfono después que se
estremece. Lo deja caer todo el tiempo cuando está ajardinando la
ciudad y misericordiosamente, la resistente carcasa funciona como
un tanque, así que aparte de algunos rasguños, funciona muy bien a pesar de que
lo lanzó a la pared ayer. No hemos hablado desde anoche. No le pregunté qué lo
había hecho irse sin permiso, y no me preguntó dónde estaba ni por qué había
tropezado con un borracho ciego, pero tal vez estaba demasiado distraída para
notarlo. En cambio, nos habíamos despertado y desayunado en uno de los
restaurantes de la planta baja y luego nos quedamos en la playa durante varias
horas bebiendo daiquiris, muchas gracias, porque ninguno de los dos estaba
dispuesto a enfrentar el alcohol hoy. Voy a tener que empezar la dieta de limpieza
definitiva después de estas vacaciones porque mi hígado no es un campista feliz
ahora.
—¿Qué pasa? —Seco mi cabello recién lavado vigorosamente con la toalla.
Hoy es nuestro último día en la isla, y tanto como voy a extrañar la vista y el olor
del océano salino y la arena caliente como horno, mi cabello no lo hará. 63
—Me olvidé del masaje de parejas que reservé. —Harley mira fijamente su
teléfono, evitando mi mirada.
—Oh —digo en voz baja—. Eso.
Como si pudiera olvidar que me preguntó si pensaba que un romántico
masaje de parejas era una buena idea. De acuerdo, en realidad lo había
olvidado, pero culpo demasiado a la arena, al sol y a Blue Hawái. Habíamos
estado pasando el rato en su apartamento en SF y me lo había preguntado. Con
las lágrimas pinchando mis ojos y la bilis ardiendo como ácido en el pozo de mi
estómago, le dije que no escatimara en gastos y que reservara el masaje para
parejas. ¿Qué me importaba? Estaría a dos mil trescientos kilómetros de
distancia en SF, haciendo el amor con una botella de Bombay Sapphire y
consiguiendo mi monstruo con mi Lelo Olga, que extrañamente se había ganado
el sobrenombre de George Clooney, porque tengo algo por los zorros plateados.
—Podríamos ir —dice.
Lo fulmino con la mirada.
—¿A un masaje de parejas?
Harley se encoge de hombros. Al parecer esto no es un gran problema para
él.
—¿Por qué no?
—Debido a todas las cosas románticas, las lunas de miel, estoy bastante
segura de que constituirían una actividad que debemos evitar.
—Es solo un masaje —argumenta—. No es que vayan a salir de la habitación
para que podamos tener sexo.
—Correcto. —Ah, Dios mío, pero la forma en que dice tener sexo hace que
mis entrañas se vuelvan líquidas y melosas—. Estoy bastante segura de que solo
sucede en las películas porno de todos modos.
Harley levanta una ceja y me sonríe.
—Y aquí estoy yo, pensando que lo único que veías era My Wedding Affair.
Hazme un favor y llámame la próxima vez que te sientes a ver pornografía.
Llevaré las palomitas.
Pongo los ojos en blanco, pero la idea de que Harley vea porno conmigo en
mi sofá es increíblemente atractiva.
—De todos modos, sigue siendo una mala idea.
—No, es una idea brillante. Vamos a hacerlo.
—¿Qué? No. No, no lo es; es una idea terrible.
Harley me mira a través de gruesas y oscuras pestañas y de una expresión
seria.
—¿Por favor, Rose? ¿Por mí?

64
Voy a matarlo. Sigo a ese bastardo manipulador al balneario con los brazos
cruzados. Nos saludó una dulce mujer hawaiana que confirma la reserva de
Harley y procede a ponernos flores antes de conducirnos hacia una habitación
privada mientras explica cómo tienen el mejor tratamiento de luna de miel en la
isla. Una vez más, no se molesta en corregir a la mujer cuando me llama su
esposa.
No es que no me guste, o que no quiera estar en el extremo receptor de un
masaje hawaiano de Luna de Miel con Harley a mi lado, es solo que no lo deseo
así. No quiero jugar a fingir. Quiero el vestido, el pastel, los ciento cincuenta y dos
invitados, y una habitación entera llena de flores. Quiero toda la maldita cosa, y
quiero eso con él. Demonios, lanzaría todos mis años de planificación por la
ventana solo para tener su anillo en mi dedo, pero no tengo nada de eso, solo la
patética inclinación para cumplir con todos los caprichos salvajes de mi mejor
amigo y la incapacidad de decirle no. Ah, y no olvidemos el enojo loco que he
tenido desde que tenía cinco años.
Cuando nos acercamos a una puerta al final del pasillo, Harley abre mi
mano, entrelazando sus dedos con los míos, y susurra:
—¿Estás lista?
—No. —Estoy muerta. Estoy atrapada dentro de la habitación de todos
modos con emocionados murmullos de bienvenida y felicitaciones de nuestros
masajistas. Miro a Harley, pero él solo me guiña el ojo y me besa el dorso de la
mano antes de que pueda quitarla. Bueno, al menos ya no se está revolcando.
Las mujeres se presentan como Margaretta y Kailani, y nos dicen que nos
retiremos nuestra ropa una vez que salgan de la habitación, pero Harley, siempre
el tarado, decide dejarla caer justo allí delante de todo el mundo, para la diversión
y el disgusto de las mujeres. Podría haber tenido el sentido de burlarme de él o de
sentirme avergonzada también, si no estuviera ocupada mirando su cosa por
segunda vez en una semana. Juro por Dios que es como intentar no mirar un
eclipse solar, sabes que está ahí, que esta maravillosa vista realmente no llega a
tanto, y por eso miras, aunque seas plenamente consciente de que puedes perder
un ojo. Eso es el pene de Harley, un eclipse solar, y a juzgar por la forma en que
crece bajo mi mirada, no estaría tan sorprendida si perdiera un ojo. Pero... pero...
es tan bonito.
—Rose.
—¿Eh?
—Estás mirando, amor.
—Oh. —Asiento y salgo de mi estupor, notando por primera vez que Harley
y yo estamos solos en la habitación. Frunzo el ceño mientras salgo de Nube Nueve
y tomo asiento en la sala de espera de la Realidad—. ¿A dónde se fueron todos?
—¿En serio? ¿Mi pene todavía tiene el poder de dejarte muda? —pregunta.
—Bueno, solo porque estás duro ahora —protesto, dando un paso detrás de
él hasta que mi trasero se encuentra con la mesa. 65
Él se acerca de nuevo hasta que no hay el menor indicio de espacio entre
nosotros sin que me toque.
—Estoy duro porque lo estás mirando.
Trago, mojo mis labios, e intento no estirar la mano y acariciar al bonito con
las yemas de mis dedos.
—Cállate, idiota. Ha pasado mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo? —pregunta, pero su tono pasó de broma a serio.
Hay un golpe en la puerta, evitando que responda a esa pregunta. Harley
toma una toalla de la mesa y la envuelve alrededor de su cintura, luego se inclina
hacia mí y acerca mi cuerpo a ras del suyo. Dejo escapar un chillido. No puedo
enfrentarme a la cara de la mujer mientras asoma la cabeza por la puerta y
pregunta si estamos listos para ella porque mi mejor amigo está de pie delante de
mí con una dura y furiosa erección, y yo estoy roja como remolacha y tratando
como el infierno de no rogarle que me doble y me penetre en la mesa de masaje
en el segundo que se vaya.
—No estás lista —dice Margaretta con cierta desaprobación.
Harley niega, volviendo su mirada a la mía cuando dice:
—Mi esposa es un poco tímida sobre su cuerpo.
Arrugo la frente.
—No lo estoy.
—¿Por qué? —dice la mujer—. Eres tan guapa y flaca.
—Es hermosa, ¿verdad? —le pregunta Harley a la mujer, pero me mira
mientras lo dice, y quita mi cabello rubio grueso y arenoso de mi hombro.
Estoy lejos de ser flaca, pero estoy bien con eso, y no es tanto un problema
con mi cuerpo ya que mi problema es desvestirme delante de Harley. Nunca he
estado nerviosa porque me vean en el pasado, pero esto es diferente. Ahora soy
mayor; la gravedad no es tan amable como era antes, y las cosas se han llenado
un poco desde mi adolescencia y principios de mis años veinte. No me
avergüenzo de mi cuerpo; no estoy segura de que quiero los ojos de Harley
vagando por mí mientras me desnudo. Es terreno peligroso, y podría haber
estado coqueteando con el peligro durante todo este viaje, pero lo veo por lo que
es. Necesita sentir algo más que estar solo. Lo deseo, pero quiero más de él que
un rapidito de vacaciones.
—Ahora, date prisa, apúrate, desnúdate —replica Margaretta y cierra de
nuevo la puerta.
Estoy de pie entre el abrazo de Harley, su cuerpo desnudo presionado
fuertemente contra el mío y sus labios apretados contra mi sien. Me permito
inclinarme en él por apenas una fracción de segundo. Por un momento, es como
si estuviéramos detenidos en el tiempo y nada hubiera cambiado. Su otro brazo se
envuelve fuertemente alrededor de mis hombros, y me aprieta tan fuerte que no
puedo respirar, y luego se aleja, dándome la espalda mientras sube a la mesa y 66
descansa la cabeza en sus manos. Me doy la vuelta para quitarme la ropa. La
doblo y la pongo en la silla. Y luego envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo. No
puedo mirarlo mientras subo a mi propia cama de masaje. Porque todo es
demasiado crudo, demasiado familiar, y demasiado como la última vez que nos
paramos cadera a cadera en su dormitorio de infancia en SF, abrazándonos uno a
otro.
Otro suave golpe suena en la puerta y Kailani y Margaretta entran. Explican
los tratamientos que estaremos recibiendo: masajes hawaianos Lomi Lomi,
exfoliaciones corporales y tratamiento de cera con parafina para aliviar el dolor y
ayudar con el ablandamiento de la piel. Todo suena como el cielo, pero aprendo
rápidamente que el cielo no es como se anunció en el folleto porque me siento
como si estuviera siendo golpeada por una pulpa sangrienta. Margaretta se
arrastra, y después de treinta minutos de fregar mi cuerpo con lo que se siente
como papel de lija, ablandando mis músculos con sus codos y rodillas, pone cera
caliente en mi espalda, rodándome una película de plástico como un burrito y
dejándome cocinar, creo que me desmayaré de dolor.
Me despierto con toques ligeros como plumas en mi hombro y parpadeo con
confusión. Harley está a mi lado envuelto solo en una toalla, su cuerpo reluciente
de aceite, las yemas de sus dedos trazan círculos por mi pulida piel.
—Hola —dice—. Has estado fuera veinte minutos.
Gimo e intento levantarme en mis codos, pero mi cuerpo me duele por todas
partes.
—¿Lo hice?
Él continúa sus cuidados, deslizando sus dedos por mi hombro y por mi
espina hasta el final de mi espalda. Apartando la toalla, toma un puñado de mi
trasero y lo aprieta. Escalofríos siguen su estela. Estoy paralizada por su toque,
desesperada por más, y aterrorizada, todo a la vez. Una emoción me atraviesa,
pero la empujo hacia abajo. No, no, no. No está permitido que esto suceda ahora.
No siete días después que su novia lo dejó en el altar. No cuando la angustia está
todavía fresca, y veo la desesperación cada mañana que ruedo y encuentro su
mirada. No seré su chica de rebote.
—Harley —susurro, mientras baja su cabeza y presiona un beso en el suave
pliegue donde mi trasero se encuentra con mi muslo. Su lengua sale y se arrastra
a través de mi pulida carne, y gimo y echo mi cabeza hacia atrás.
No dejaré que me haga esto otra vez. No voy a... oh Dios, eso se siente bien.
Trago con dificultad, y todo mi cuerpo se endurece con anticipación
mientras su lengua roza la suave carne de mis labios exteriores. Y entonces todo
se para cuando la imagen se detiene en ese altar, de él esperando a una mujer que
no soy yo se estrella en mi mente. Sus ojos se habían encontrado con los míos a
través de la abarrotada iglesia cuando la cabeza de la dama de honor de Alecia, le 67
había susurrado a la oreja que su novia ya no llegaría. Él había respirado
profundo, se volvió a los invitados reunidos y dijo, con tanta indiferencia como
alguien podría decirles que tendrían ensalada para el almuerzo:
—Siento haberlos traído a todos aquí hoy, pero parece que mi novia no está
en ninguna parte.
La habitación se había llenado de jadeos aturdidos y murmullos, y con una
mirada más en mi dirección, Harley había caminado por el pasillo y se había ido.
Lo había encontrado en la suite del hotel treinta minutos después con el champán
que había confiscado del salón de baile del hotel.
Ahora, las manos hábiles que conocían cada centímetro de mi cuerpo
agarraban mis caderas y me acercaban, pero yo me esforzaba por permanecer
fuera de su alcance y deslizarme fuera de la mesa. Por supuesto, no tengo en
cuenta el hecho de que estoy cubierta de pies a cabeza con aceite y
completamente desnuda, así que voy al suelo de parqué.
—¡Oh, mierda!
Harley me mira por encima de la mesa, y quiero tanto ir a él y hacerle
terminar lo que empezó con esas manos, labios y lengua. También quiero
derretirme justo en el suelo.
—Rose, ¿qué demonios estás haciendo?
—No. —Levanto mi mano para alejarlo—. No te acerques más.
—¿Qué?
—Fuiste abandonado en el altar hace seis días. Ahora sé que era una perra,
pero te estabas preparando para casarte con esa mujer. Le diste tu palabra y tu
anillo, y ella huyó con otra persona, y ahora estás aquí conmigo, preparándote
para arrancar mi corazón de nuevo.
—Rose…
—Cállate y escucha. No puedo hacer esto contigo de nuevo después de todo,
después de todos los años que hemos trabajado para volver a ser nosotros. No
puedo dejar que destruyas eso porque decidiste que quieres lástima.
La mirada de Harley gira de fundida a hielo en segundos.
—¿Pero puedes besar a tu cliente? ¿No es irónico que hagas los arreglos para
enviarlos a su esposa cada semana, y sin embargo no tengas ningún problema
para humillarlo en la piscina?
—¿Nos viste?
—Sí, los vi. Lo vi tratando de meter su lengua en tu garganta, así que ¿cómo
es esto diferente?
—¿Estás bromeando? —Levanto las manos en exasperación—. Él es mi
cliente, uno casado, por cierto. Sí, estuvo mal de nosotros beber demasiado en la
cena y coquetear como si ambos estuviéramos libres para hacerlo, pero eso es lo
más lejos posible que fuimos. Los dos paramos esa mierda antes que empezara, y
eso es en gran parte diferente que tú y yo... 68
—¿Por qué?
—Porque me rompiste el puto corazón, Harley. De nuevo. Le propusiste
matrimonio a otra mujer y me destruyó. —Respiro profundo y cubro mi boca,
pero las palabras están fuera, y puedo decir por la mirada embrujada en sus ojos
que el daño está hecho.
—Yo no... no sabía...
—¿No lo sabías? ¿Es eso? —Limpio mis lágrimas y hago un sonido ahogado
con mi garganta—. Dios, sé que no eres tan estúpido.
—Pensé que lo habías superado.
—¿Superado? —Me río, pero no hay humor en el sonido—. Ojalá pudiera
hacerte a un lado tan fácilmente como pareces ser capaz de despedirme, pero no
puedo, porque te he estado amando tanto tiempo que no sé cómo parar. —
Envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo y agarro mi ropa del sillón. Harley
extiende una mano para detenerme—. Por favor, no me toques.
—Rose, no te voy a dejar ir así. Lo jodí.
—Sí, lo hiciste —susurro, abriendo la puerta. En el otro lado, Margaretta
está parada con la mano levantada para golpear, pero se agarra el pecho como si
le hubiera dado un ataque al corazón—. ¿Hay algún lugar donde pueda
cambiarme?
Señala en dirección a las habitaciones en el pasillo. Me acerco y empujo la
puerta, ignorando las súplicas de Harley.
Estoy por lo menos veinte minutos en el baño. Lloro por un buen rato,
salpico mi rostro con agua, me aclaro y lo repito. No sé cómo lo enfrentaré ahora.
No sé cómo deshacer las cosas que dije. No puedo. En vez de eso, decido ir al bar
junto a la piscina, porque volver a nuestra habitación significa tener que hablar
con él, y estoy demasiado enfadada con los dos para mantener una conversación y
comportarnos como adultos en este momento.
Dermot se marchó esta mañana, así que sé que no hay posibilidad de
encontrarlo de nuevo. Aquí abajo estoy tan sola como he estado en SF, solo que
esta vez tengo una vista del paraíso para compensar y un barman charlatán
llamado Mick, un guapo hombre negro con brillantes dientes blancos y sonrisa
contagiosa.
Mick será mi nuevo mejor amigo, decido, cuando tenga tres hojas al viento
y el sol hawaiano se haya puesto. La tibia brisa se desliza del océano, y después de
lo que creo que es mi quinto cóctel y un puñado de cacahuates, finalmente
empiezo a relajarme. Hasta que algún tarado se sienta a mi lado. Cierro los ojos y
respiro su olor. Es una especie de bella tortura estar tan cerca. Siempre lo ha
sido.
—¿Qué puedo conseguirte? —pregunta Mick, y Harley abre la boca, pero yo
hablo.
—Él no está aquí por bebidas. —Hago girar mi paraguas en mi vaso casi 69
vacío—. Está aquí para decirme que es hora de irme.
—Has estado cuidando a mi chica todo el tiempo… —Harley hace una pausa,
leyendo la etiqueta del nombre pegado a la camisa de mi nuevo amigo—. ¿Mick?
—No soy tu chica. —Deslizo el antebrazo a través de la pegajosa barra y bajo
mi cabeza.
—Como el infierno que no lo eres —dice, en voz baja—. Te guste o no,
siempre has sido mi chica, Rose.
—¿Rose? —dice Mick, mirándome con recelo—. Me dijiste que tu nombre
era Alecia.
—Ups. —Estoy muerta.
Harley frunce el ceño.
—¿Cuántos bebiste?
—Seis.
—Jesús. —Saca su cartera y lanza algo de dinero a la barra de propina.
Cargué todas mis bebidas a la habitación, para no deber ni una sola cosa, excepto
un bikini y un vestido de verano—. Vamos. Te llevaré de vuelta a la suite.
—No, no lo harás. Mick, otra copa, buen señor.
—Lo siento, dulce chica, pero tengo que cortarte.
—Oh, vamos. —Miro mis manos con exasperación—. ¿Por qué? ¿Porque mi
falso marido lo dice? Pensé que tú y yo éramos amigos, Mick.
—Él no es tu amigo, es un camarero que está siendo amable contigo porque
las grandes propinas lo mantienen alimentado durante la semana —dice Harley
fríamente—. O lo harían si las hubieras pagado.
—¿Acabas de decir senos? —murmuro, y tal vez mis dos amigos tengan
razón, tal vez tuve demasiado.
—Voy a llevarte a la habitación. —Harley se levanta de su asiento y se acerca
a mis brazos, pero me aparto de su agarre.
—No. Saldré con Rick. Me va a enseñar a surfear.
—Mick. —Harley enfatiza el nombre de mi mejor amigo, como si estuviera
tratando de probar algo. Dios, es un idiota, mudo y guapo—. No te enseñará a
hacer nada porque regresarás a la habitación conmigo, y hablaremos de esta
mierda.
Lo miro con los ojos entrecerrados.
—Eres un marido muy falso, ¿sabes?
—Lo sé, y todavía me estás fastidiando como si hubieras tenido mi anillo en
tu dedo durante años.
Suspiro en sorpresa. Oh no, no lo hizo. Antes de que pueda sacarme de
quicio, Harley me saca del taburete y me lanza por encima de su hombro como un
bombero.
—Bájame —grito, tendiéndole la mano al camarero con la esperanza de que
70
venga a mi rescate—. Dick, sálvame.
El hombre solo me hace señas y me da esa sonrisa ridículamente dulce
mientras Harley me lleva lejos, colgada en su hombro. Gruñe cuando mis puños
golpean su espalda, pero nos da vuelta y se dirige hacia la salida. Me presiono
contra su cuerpo todo el camino hasta el ascensor, y luego, cuando estamos solos
dentro de una caja de metal gigante y móvil, mi estómago se tuerce y murmuro:
—Bájame. Enfermaré.
—Buen intento, amor.
—Harley, estoy... —Mi estómago se agita mientras vomito en su espalda y en
el suelo. Se pone rígido y luego suavemente me pone en mis pies mientras el
ascensor suena y las puertas se abren.
—¿Te sientes mejor ahora? —pregunta sarcásticamente, y lo miro. Harley
toma mi mano y me lleva fuera del ascensor, pero camina divertido a causa de mi
vómito que cubre su camisa y jeans.
Estoy mortificada, pero no me disculpo porque realmente se trajo esto sobre
sí mismo. Si me hubiera dejado en el bar con mi nuevo amigo...
—¿Cómo se llamaba? —le digo, mientras se detiene frente a nuestra puerta y
desliza la tarjeta de plástico en nuestra cerradura.
Harley me ignora a favor de meterme en el apartamento. Hago una línea a la
cama, pero no llego muy lejos antes de que me lleve al baño y me incline sobre el
tocador, poniéndome encima de mi estómago tiro todo ese alcohol perfectamente
bueno. Toma la banda de su propio cabello y la mía de nuevo, y luego, cuando me
inclino contra los frescos azulejos de la bañera, abre la ducha y entra,
completamente vestido. Después de quitarse la ropa empapada, se inclina,
envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acerca.
—Quítate de encima de mí —me quejo.
Harley intenta quitarme el vestido, pero lo golpeo. Estoy demasiado cansada
para mantenerlo lejos, sin embargo, y él se mantiene en ello hasta que mis
defensas se reducen a nada y eventualmente levanto los brazos. No intenta
librarme de mi bikini, apenas tirándome de nuevo contra su cuerpo y estamos
envueltos por el agua caliente. Segundos pasan mientras me sostiene en sus
brazos.
—No lo hice para lastimarte.
—Y sin embargo lo hiciste de todos modos —murmuro.
—Rose, odio sentirme así —dice contra mi oreja—. Odio saber que no
importa lo que haga, voy a romper tu corazón.
—No sería la primera vez, y no será la última. —No hay enojo en mis
palabras, no hay amargura ahora, solo verdad, y para mi sorpresa asiente como si
estuviera de acuerdo con eso—. Eso es lo que hace el amor: te rompe hasta que no
queda nada. No somos diferentes.
—No lo creo.
—Por supuesto que no —susurro—. Porque nunca tuviste a alguien a quien
71
amas rompiendo tu corazón.
—Eso no es cierto. Te alejaste de mí una vez, ¿recuerdas?
—Y te enamoraste de alguien más —le digo y luego cito a J.M. Barrie, porque
creo que si hablo un idioma que conoce, entonces finalmente entenderá—. La
ausencia hace que el corazón sea más afectuoso... u olvidadizo.
—Eso no significa que dejara de amarte.
—Eso es exactamente lo que significa. —Doy un paso hacia atrás y salgo de
la bañera mientras Harley me mira, luego me despojo de mi traje de baño
húmedo, agarro una toalla de la barandilla y la envuelvo alrededor de mi cuerpo.
Salgo de la habitación, evitando su mirada todo el tiempo. Ni siquiera termino de
secarme completamente antes de trepar debajo de las sábanas. Debería revisar mi
maleta y encontrar ropa para dormir. Debo empacar, pero no me importa nada.
Echo de menos mi ciudad con las puestas de sol de la niebla y el fuego, el
olor de las albóndigas y de los bollos del cerdo que flotan del The Golden Dragon.
Extraño las flores recién cortadas, y la panadería al otro lado de la calle cuyo chef
me trae el “cupcake del día” justo antes de cerrar. Echo de menos lo sencillos que
éramos cuando se estaba casando con otra persona.
Ignoro el hecho de que Harley está durmiendo a unos cuantos centímetros
de mi cuerpo desnudo, y me quedo dormida sin derramar otra lágrima. Todo lo
que le dije era cierto: algunas personas solo pretenden romper tu corazón, como
si fuera su única misión aquí en la tierra enseñarte a no enamorarte de la persona
equivocada.
Algunas personas romperán tu corazón una y otra vez, porque algunos de
nosotros nunca aprendemos.

72
Rose
A los dieciocho años

on la cabeza baja contra el viento de mayo, voy de mi clase hacia el


campo de fútbol. Nos habíamos retrasado hoy con el anuario porque
era el último día para finalizar el diseño antes de imprimirlo, y no
había tenido la oportunidad de encontrarme con Harley antes, por lo que le había
enviado un mensaje de texto para decirle que estaba en el campo.
El último mes de escuela estaba pasando, y como Harley y yo nos habíamos
convertido oficialmente en algo, había pasado bastante tiempo con el equipo de
fútbol. Realmente me caían bien, por lo que verlos juntos como un equipo por los
últimos meses de sus vidas había sido algo especial. Pero el fútbol había
terminado, mi cumpleaños dieciocho había ido y venido en un abrir y cerrar de
ojos, y no me sentía diferente. Era mayor, un paso más lejos de la infancia, y no
importaba a dónde fuera desde aquí, nunca tendría estos momentos de vuelta.
Así que mientras que la secundaria no era exactamente mi lugar favorito en el
mundo, no me importaba mucho con él a mi lado. 73
Hasta que se trataba de escenas como la que estoy presenciando. Harley
está en las gradas con Kordell, Watson, y un grupo de muchachas amontonadas
alrededor. Jaycee Grainier; una zorra de segundo año que no ha intentado ocultar
su interés por Harley; tiene cinco largas y rosadas garras descansando en su
antebrazo mientras se ríe de algo que dijo. No me considero una persona celosa,
pero cuando empuja su pecho hacia adelante y se acerca a él, mientras mantiene
la mano firmemente fija en su antebrazo, veo rojo y me acerco hacia ellos.
Sin embargo, no dirijo mi ira hacia ella. En cambio, mi mirada de no-hay-
furia-como-de-una-mujer va directo hacia Harley.
Él se aleja de Talons y me encuentra a mitad de camino tomándome en un
abrazo, colocando enormes besos fuertes contra mi mejilla y cuello. Su cabello
está húmedo, huele a sudor de muchacho y a campo verde, y su jersey se le pega
como si acabara de jugar. Trato de contener mi rabia, realmente lo hago, porque,
aunque ella era la que le puso sus sucias garras por todas partes, él se lo permitió,
pero nunca puedo permanecer enojada con él por mucho tiempo.
—Bájame. —Me remuevo en sus brazos.
—Bésame.
—No, todo el mundo está viendo.
—Oh, ni te preocupes —dice Watson, y Harley me mira con una de esas
deliciosas sonrisas traviesas. Suspiro y presiono mis labios contra los suyos en un
casto beso, pero él los abre con su lengua empujándose profundamente dentro de
mi boca. Dejo escapar un gemido y rápidamente me pierdo ante la sensación. Sus
manos se deslizan de mis caderas a mi trasero, y me alejo con un chillido antes
que podamos hacer un espectáculo aún más grande de nosotros mismos.
—De acuerdo, señor. ¿Qué sucede? Solo estás así de excitado después de
ganar.
Sonríe contra mis labios.
—No es verdad. Me excito cada vez que te quitas las bragas para mí también.
Me sonrojo y lo alejo. Entonces miro más cerca a Watson y a Kordell y veo el
sudor en sus frentes y en sus camisetas también.
—¿Jugaron esta tarde?
—¿Jugamos? Rose, estuvo tremendo —dice Watson, haciendo gestos
excesivamente expresivos. Caminamos hacia el estacionamiento para estudiantes.
Talons se queda con nosotros, aunque sus amigos rápidamente se esfuman—. Tu
chico aquí estaba en llamas. Hombre, nunca pensé que vería a Nick Raban
realmente animar a un jugador en el que tiene su ojo puesto. Leí en algún lugar
que los cazatalentos no deben hacer eso. Se supone que actúan todos malos y esa
mierda.
Muevo la cabeza en dirección de Harley.
—¿Cazatalentos?
—Eh, sí. —Toma mi mano y la besa antes de entrelazar sus dedos con los 74
míos—. Solo un tipo buscando reclutas tardíos.
—¿Un tipo? —dice Kordell con una risa profunda—. Hermano, no puedes
llamar a Nick Raban “un tipo”.
—Espera —digo, las piezas finalmente se deslizan en su lugar. Me detengo
en seco, y la zorra de segundo año choca contra mí. Me volteo y la fulmino con la
mirada antes de ampliar mi mirada en Harley—. ¿No es el buscador del estado de
Luisiana?
Se encoge de hombros.
—No es nada. Le gustó cómo jugué, es todo.
—Sí, le gustó tanto que decidió venir hasta acá fuera de la temporada para
verte jugar en persona —dice Kordell.
—¿Cuánto tiempo has sabido esto? —exijo mientras Harley me lleva hacia su
camioneta.
—No mucho.
—Harley, esos tipos no solo vienen al azar a las secundarias de todo el país,
especialmente no en esta época del año. No, a menos que sean traídos aquí por
una razón.
—Andando, vamos a casa —dice Harley.
Saco la mano de la suya.
—No quiero irme a casa.
—Oh-oh —interrumpe Talons, y juro por Dios que estoy a punto de golpear
a esta perra en grande.
—¿No tienes una mamada o dos para dar detrás del baño de los hombres? —
Espero, e incluso yo estoy sorprendida por lo duro que sonó. Su boca se abre, y
me estremezco por dentro porque no sé qué me pasó. Oh esperen, sí lo sé.
—Muy bien, esa es nuestra señal para dejar a los tortolitos solos —dice
Watson, tomando a Jaycee bajo su brazo y alejándola. Probablemente siendo
inteligente—. Vamos, cariño. Te daré un aventón.
Kordell le da una palmada a Harley en la espalda con lo que parece
conmiseración y dice:
—Te veré mañana, hermano.
Entonces estamos solos. Suavizo mi tono, porque sé que estoy siendo
irrazonable. Esto es algo grande, una cosa enorme. Esto es inaudito, y había
estado tan feliz antes de arruinarlo todo.
—¿Desde cuándo sabías que vendría?
—Un par de semanas. —Harley patea un guijarro en el estacionamiento,
viéndolo deslizarse por el pavimento—. El entrenador le envió mi cinta. Por eso es
por lo que ha estado trabajando tanto conmigo.
—¿Un par de semanas como antes de que estuviéramos juntos, o un par de
semanas como cuando me dijiste en la cabaña que te tomarías un año sabático
para poder quedarte en San Francisco? 75
—No sabía con seguridad que iba a venir hasta la semana pasada.
Frunzo el ceño.
—¿Por qué no me lo dijiste?
Suspira y se dirige a su camioneta.
—Porque sabía que reaccionarías así.
Eso me detiene en seco. No puedo ignorar el martilleo de mi corazón, o el
bulto que se formó en mi garganta al pensar que estaría a kilómetros de distancia,
pero estoy siendo egoísta. Realmente soy una maldita egoísta. Se trata de Harley,
y jugar fútbol profesional es su sueño. Es un sueño que pensó que era
inalcanzable, a pesar de todo el esfuerzo que ha puesto en ser el mejor.
—Soy una imbécil. —Me muevo a él, envolviendo mis brazos alrededor de su
cuello y jugando con los mechones de cabello allí. Él desliza sus manos alrededor
de mi cintura y apoya su frente contra la mía, y aunque siento ganas de llorar por
dentro, le sonrío—. Estoy tan feliz por ti.
—¿Lo estás? —pregunta, no con sarcasmo o intención maliciosa, sino como
si realmente quisiera saberlo, asiento y lo beso en los labios.
—Tienes que contarme todo. ¿Qué te dijo? ¿Crees que tienes una
oportunidad?
—No lo sé. —Se encoge de hombros—. Realmente no quiero pensar en ello.
Me río, porque seguramente está bromeando.
—Harley, Nick Raban de la Universidad de Luisiana vino a verte jugar.
¿Cómo no te estás muriendo de emoción ahora mismo?
—Simplemente no lo estoy.
—¿Por qué? ¿Qué posible motivo tienes para no estar contento con esto?
—Porque significa dejarte atrás —espeta.
Y ahí está, la verdad que nunca superaremos. La verdad que podría
destruirnos. Fui aceptada en Berkley, una extensión de Universidad de California
Berkley; una de las mejores escuelas de negocios del país, y lo mejor es que no
tengo que dejar la ciudad para asistir porque estaré estudiando en el campus de
San Francisco. También me ofrecieron una pasantía con la más codiciada
diseñadora floral de San Francisco, Sara Lau. He querido ese puesto durante un
año entero, y vencí a varios otros aspirantes. No puedo renunciar a eso para
mudarme al otro lado del país.
—Ni siquiera sabemos si va a suceder. —Harley toma mi mano y me lleva al
lado del pasajero de su camioneta. Abre la puerta, y entro—. Vamos a esperar y
ver, ¿de acuerdo?
—Esperar y ver. Claro. —Estoy de acuerdo, pero el miedo se tuerce en mi
vientre como un gusano en un gancho. No necesito esperar y ver, porque no es
una cuestión de si recibirá una beca completa para jugar en un equipo 76
universitario, ahora que Nick Raban vino a verlo, es una cuestión de qué
universidad aceptará. Es muy bueno—. ¿Tus padres lo saben?
—No —dice, poniendo en marcha el auto y sacándolo del estacionamiento—.
No quería la presión; ya sabes cómo se pone papá en una noche de partido. Si se
lo hubiera contado, nunca habría salido del campo durante semanas.
—Bueno, tienes que decírselos ahora. Van a estar tan emocionados. Esto es,
Harley, estás en el precipicio, y todos tus sueños están a punto de hacerse
realidad.
—Ya se hicieron, amor. Esta cosa con la universidad es solo una fantasía.
Solo los mejores de los mejores son elegidos, y yo solo soy... yo.
—Oh, por favor. Si supieras que fuiste...
—Tendría una cabeza mucho más grande. —Agarra mi mano y pone
pequeños besos de mi muñeca a la punta de mis dedos, y entonces coloca
nuestras manos entrelazadas en su rodilla mientras conduce—. Suficiente
conversación de fútbol... Prefiero hablar de lo que voy a hacer contigo cuando
entre por la ventana de tu dormitorio esta noche. —Me ruborizo desde las puntas
de mis pies hasta las raíces de mi cabello mientras me encuentro con su mirada
traviesa. Sonríe—. O podríamos conducir a alguna parte ahora y ocuparnos en mi
camioneta.
Pongo los ojos en blanco y le doy un codazo en el estómago. Finge estar
herido, pero sé que mis pequeños codos apenas hacen daños en esa pared de
músculo.
—No le digas a mis padres acerca de la universidad —dice quince minutos
después, mientras da vuelta en Noe Street hasta llegar a la calle 29—. No quiero
aumentar esperanzas. No más conversaciones.
—No más hablar. —Estoy de acuerdo, aunque mis pensamientos tienen
otras ideas. Cuando nos estacionamos, Rochelle viene corriendo de la casa,
chillando con alegría. Miro a Dean, que nos está sonriendo por el parabrisas, y mi
corazón se hunde. Lo saben. El entrenador Reinhart debió llamarlos.
Harley sale de la camioneta y ambos lo toman en un enorme abrazo.
Lentamente salgo del auto y cruzo el pavimento a mi casa.
—Te veré más tarde, Harley —digo, pero no creo que me escuche por los
gritos de Rochelle. Mis padres no están en casa todavía, por lo que estoy
agradecida porque no creo que pueda enfrentar las preguntas de mamá en este
momento, cuando no tengo respuestas a ninguna de ellas, así que subo a mi
habitación y me encierro. Me dejo caer en la cama y me pongo a hacer las tareas.
Una hora más tarde, hay un silbido contra la ventana abierta, y un pedazo
de papel aterriza en mi piso. Coloco mi lápiz detrás de mi oreja, me levanto y
camino hacia este, desdoblando la hoja y leyendo el texto escrito en negrita de
Sharpie negro.
Wendy,
¿Me perdonas?
Pan.
77
Sonrío tristemente a la nota. No hay nada que perdonar. Cuando alzo la
mirada, Harley está en la ventana vestido con una camisa azul de botones que
está enrollada en las mangas y estirada firmemente contra su amplio pecho. Al
crecer, siempre había sido más alto que yo, pero entre la pubertad y el fútbol se
llenó en todas partes. Se acabó el muchacho alto y ligeramente desgarbado que
conocí, que pudo haber sido elevado por un viento fuerte de San Francisco. En
cambio, a los dieciocho años es un hombre, un atleta en su pico físico con un
montón de músculos duramente ganados, un rostro exquisitamente cincelado, y
su cabello un trapo desordenado de rizos rojizos sobre su cabeza. A veces es difícil
recordar que el chico de al lado fue un niño.
Apoyo mis manos contra el alféizar y me inclino hacia fuera, apreciándolo
apreciativamente.
—Elegante.
—Cena en El Dragón. ¿Quieres venir?
—No, tengo que hacer tareas —le digo, y medio sonrío—. Además, tus padres
han estado esperando este momento desde que empezaste tu ilustre carrera
futbolística desde niñito; debes darles eso.
Frunce el ceño, pasando una mano por su nuca.
—Sí. Supongo.
—Disfrútalo, Harley —lo animo, aunque me rompe el corazón hacerlo—.
¿Con qué frecuencia puedes decir que todos tus sueños se hicieron realidad?
—Cada día que me dejas estar entre esos muslos magníficos tuyos. —Me da
una de esas sonrisas traviesas, y el miedo mete una estaca a través de mi corazón
porque me pregunto si algún día pronto mirará a otras chicas así. ¿Y si no
podemos hacer que funcione cuando estemos a dos mil kilómetros de distancia?
—Sal de aquí —le digo, lanzando mi lápiz hacia él. Rebota en su pecho y cae
en la pequeña brecha entre nuestras casas. No puedo contar cuántos lápices he
perdido de esta manera; medio esperaba que se acumularan con los años para
que todo lo que tuviera que hacer cuando necesitara un lápiz fuera estirarme
fuera de la ventana.
Rochelle lo llama desde abajo y se gira hacia su puerta gritando.
—Un segundo.
Vuelve su atención hacia mí y se inclina a través de la abertura con los labios
fruncidos. Me inclino también hasta que mis labios se encuentran con los suyos
en un beso tenso y embriagador. Caer de esta altura siempre ha sido un miedo.
—Vendré más tarde y veremos una película.
—De acuerdo —digo, y le doy una mirada severa cuando su madre lo llama
por segunda vez—. Ve.
—Te amo, Rose Perry —grita como un loco. Pongo los ojos en blanco y me
alejo de la ventana—. Rose, dilo.
—Vete. —Hago un gesto con mis manos—. Antes de que tu mamá se 78
moleste.
—No hasta que lo digas. —Juguetea con su teléfono, y creo que no puede
hablar tan en serio porque solo tengo la mitad de su atención.
—Bien —le digo con impaciencia—. Yo también te amo.
—Dilo apropiadamente.
Levanto las manos, exasperada.
—Oh, Dios mío, eres molesto.
—Dilo.
—También te amo, Harley.
—También te amo, Harley —repite su teléfono.
Le doy una mirada de muerte porque sabe que no soporto el sonido de mi
propia voz cuando se graba.
—Lo borraré en el segundo en que tenga mis manos en él.
Mete el teléfono en su pantalón. Cruzo mis brazos y me alejo de la ventana,
de vuelta a mis estudios.
—Me amas. Lo tengo grabado —canta. Segundos después, Rochelle lo llama
de nuevo y él grita—: ¡Voy!
—¿Te puedes ir ya?
—Tienes prisa por deshacerte de mí, ¿eh? —Sonríe tristemente, y es
entonces que lo sé, ya lo decidió. Universidad de Luisiana, Alabama, estado de
Ohio; no importa qué escuela acepte. El entrenador Reinhart enviaría sus cintas a
todas. Harley dejará San Francisco para siempre, porque no hay forma de que no
se mude para ser uno de los jugadores más codiciados de la NFL.

Por la mañana, no me despierto con besos en mi rostro y cuello como es


habitual. En cambio, estoy congelada hasta los pechos mientras una brisa fresca
de San Francisco se escabulle en mi ventana abierta. Mis cobertores
desaparecieron, es probable que los pateara en medio de la noche, y ya que no
tenía un cuerpo acurrucado detrás de mí en mi estrecha cama individual, me
parece que me he despertado con un resfrío. Me levanto para cerrar la ventana
cuando algo me llama la atención; su ventana. O más específicamente, sus
persianas cerradas. Nunca cierra las persianas. Nunca.
Me dirijo a desayunar con tal mal humor que hasta mi padre parece
asustado mientras mira por encima de los bordes de su periódico del sábado por
la mañana en la mesa.
—¿Dormiste mal?
Solo lo miro. Es infantil, lo sé. Pero maldita sea, es mi derecho como 79
adolescente, y casi nunca juego la tarjeta de adolescente, prefiriendo en su lugar
decir lo que pienso sin importar las consecuencias. Mamá y papá comparten una
mirada vacilante a través de la mesa y digo algo de ellos no entendiendo lo que es
ser una chica genio con unos padres en serio básicos. A pesar de que mi madre es
como exuberante ahora, antes de dejar su carrera para ser un ama de casa,
transformó una de las más exitosas galerías de arte de San Francisco, y mi papá
no se convirtió en jefe de cirugía pediátrica en Oakland basado en su apariencia.
Así que, naturalmente, los dos se echaron a reír mientras volvía a las escaleras y
entraba en mi habitación, cerrando la puerta detrás de mí.
Harley está sentado en mi cama, acariciando su cabeza con sus manos
mientras me mira con la misma expresión confusa que mis padres usaron hace
solo unos segundos.
—Hola —dice, acariciando el colchón a su lado.
Estoy demasiado tensa, y demasiado enojada para sentarme ahora, así que
camino.
—Hola a ti.
—Estás enojada conmigo —dice, y no es una pregunta.
—No estoy enojada. Solo tengo cosas que hacer.
—¿En sábado? Soy un idiota, lo sé... ¿Podrías dejar de caminar? Me estás
dando dolor de cabeza. —Me quedo quieta, mis brazos cruzados y mi mirada
prácticamente quemando un agujero a través de su rostro irritantemente bonito—
. De acuerdo, no estoy seguro de que sea lo mejor, pero eres muy linda cuando
estás enojada.
—Cállate.
—Siento no haber venido. Sucedió que el entrenador estaba en El Dragón,
junto con Nick Raban; me invitó a mí y a mis padres a unirnos a él. Juro por Dios
que habrías vomitado con la forma en que hablaron de mí. De todos modos,
después de cenar me encontré con Watson y Ben, y me arrastraron a una fiesta
para celebrar.
—¿La fiesta de quién? —exijo.
Traga con fuerza y mira la ventana como si estuviera buscando una salida de
emergencia.
—De Riley.
Todo mi cuerpo se desinfla, y de ninguna manera que indique estoy aliviada.
—¿Fuiste a una fiesta en la casa de tu ex novia sin mí?
—Vamos, Rose, no fue así.
—Entonces ¿cómo fue?
Se pasa la mano por el cabello en un gesto frustrado.
—Solo sucedió.
—Oh, realmente estás haciendo esto mucho mejor. 80
Niega, su expresión tan irritada como estoy segura de que es la mía.
—Eso no es lo que quise decir. No pasó nada.
—¿Sabes qué? Tengo... cosas, así que si pudieras irte...
—Rose —dice suavemente.
—¿Qué?
Da un paso hacia mí, y yo doy uno hacia atrás. Repetimos ese baile otras tres
veces hasta que salto encima de la cama en un intento de escapar, y él me carga y
me lanza sobre el suave colchón.
—Fue solo una fiesta.
—Sí, y ella es tu ex. Tu sexy, esbelta y tremendamente perfecta ex.
—¿Estás tratando de disuadirme de que salga con ella o de que regrese con
ella? Estoy confundido. —Sonríe, y una parte de mí quiere golpearlo en su rostro
bonito.
—Te odio.
—No, no lo haces. Lo tengo grabado.
—Jódete.
—Está bien —susurra en mi oreja, y luego me besa el cuello.
Sé que no debería pensar de esa manera, pero ya siento como si se estuviera
alejando. Que Nick Raban viniera hasta aquí para conocerlo, es posiblemente la
cosa más grande que le sucederá a Harley, y estoy muy orgullosa. Estoy feliz por
él, pero también estoy muriendo. Estamos muriendo. Poco a poco, estamos
acercándonos al final. Una parte de mí quiere gritar y decir que teníamos planes,
que está rompiendo todas las promesas que nos hicimos en las pasadas semanas,
y que todo lo que soñábamos se está evaporando debido a un estúpido partido de
fútbol.
Sin embargo, sé que eso no es justo. Sé que, si la situación fuera al revés,
Harley no sería más que un apoyo para mí, incluso si lo matara, incluso si le
rompiera el corazón, y por eso aparto esos sentimientos. Apago la frustración, el
miedo y la ira; y sonrío, aunque mi corazón se esté rompiendo.
Dejo que suba mi camisa hasta que sus dedos me acarician los pezones y
provocan escalofríos por todo mi cuerpo, y lo beso largo, lento y dulce. Luisiana
está a dos mil kilómetros de distancia y necesitaré tantos recuerdos como pueda
para mantenerme caliente por la noche cuando él no esté aquí para saltar a través
de mi ventana.
Dejé que me hiciera el amor con mis padres abajo y mi puerta sin seguro
porque al diablo con las consecuencias. Lo amo, y el peso en mis huesos me dice
que lo que tenemos, lo que hemos hecho aquí, tiene fecha de caducidad, y aunque
ese pensamiento rompe mi corazón, me aferraré al tiempo que tenemos, y no lo
dejaré ir. Sé que puede sentir mi inquietud, porque siento también la suya. No
tengo ninguna duda de que me ama, y mudarse al otro lado del país no significa
necesariamente el fin para nosotros, pero sé que siente la indecisión grande y 81
aterradora de todo, tan fuerte como yo.
Después que mis padres se fueron, papá al golf y mamá a su reunión del
club de lectura, Harley y yo pasamos el día escondidos en mi habitación viendo
películas viejas. Nuestros besos son lentos y apacibles, y nuestras manos
frenéticas en nuestra exploración del otro. Es un día perfecto, pero no tengo
dudas de que será uno de los últimos.
Rose
engo resaca. Estar con resaca mientras lidias con la seguridad del
aeropuerto nunca es divertido, y aunque no tenemos que esperar en
esas filas internacionales ridículamente largas, todavía lo necesito como
un agujero en la cabeza. Estoy inquieta y malhumorada y todavía no hablo con
Harley.
Tal vez eso es infantil, pero no conozco una manera diferente de manejar la
situación. No tengo nada que decirle. Lo amo. Después de anoche, ahora lo sabe
con cien por ciento de certeza, pero en cierto nivel tuvo que haber sabido que ya
lo amaba en aquel entonces, y aun así decidió casarse con otra persona. No lo
culpo por no estar enamorado de mí; lo culpo por pensar que podríamos tener
sexo sin sentido sin que yo perdiera la cabeza. Lo culpo por hacerme querer
olvidar mi moral y seguir adelante de todos modos, a pesar de que me destruiría a
largo plazo. Y lo culpo por ponerme en una posición en la que tenía que decirle
que no, aunque lo deseara tanto, porque si no lo hiciera, no quedaría nada de
nosotros para salvarnos cuando terminara.
El agente de seguridad me hace señas a través de la puerta y recojo mi
82
teléfono, Kindle y cartera de la cinta transportadora. Caminamos por el
aeropuerto, luego Harley toma nuestras maletas del torniquete y subimos a su
camioneta. Siento que el Zen lentamente comienza a arrastrarse a medida que
pasamos por Glen Park, y la niebla de la tarde cubre la ciudad.
Harley parece estar disminuyendo la velocidad mientras más nos acercamos
a mi apartamento, y cuando se acerca a la acera, se voltea hacia mí.
—Oye, gracias por venir en mi luna de miel conmigo.
Y todo el Zen se ha ido, reemplazado por la rabia y el dolor, la injusticia, y
un montón de sentimientos de mierda.
—Seguro, no hay problema. —Alcanzo el mango de mi puerta, pero la mano
de Harley agarra la mía y me giro para fulminarlo con la mirada.
—Rose, sé que me equivoqué, en más de una ocasión, pero necesitamos
hablar de esto. Te daré tiempo para refrescarte, y mañana por la noche vendré y...
—No. —Libero mi brazo de su agarre, cansada de las libertades que
constantemente se toma conmigo.
Un pliegue profundo se forma entre sus cejas y puedo decir que está
tratando de no perder la paciencia.
—¿Qué quiere decir con “no”?
—Necesito espacio. Necesito limpiar mi cabeza y averiguar lo que es mejor
para mí, y no puedo hacer eso contigo, así que... no. Te llamaré cuando termine —
digo esa última palabra con tanto veneno como puedo hacia este hombre. Si fuera
capaz de hacerlo, cavaría el cuchillo más profundo, pero nunca he querido hacerle
daño en toda mi vida.
Ahogarlo hasta morir, tal vez...
Salgo de la camioneta y me dirijo a la parte de atrás donde mi maleta está
junto a la suya. Harley se queda en el auto un momento más, como si estuviera
tomando aliento, y luego salta y rodea el auto para enfrentarme. Agarro el asa de
la maleta e intento levantarla, pero él coloca su mano contra ella y la empuja de
nuevo hacia abajo.
—Espera un maldito minuto, Rose. No te voy a dejar alejarte de mí de
nuevo, ¿entiendes? Estás molesta; lo entiendo. Te lastimé y lo siento, pero no te
dejaré alejarme. Mañana por la noche, tú y yo hablaremos, te guste o no.
—No, no lo haremos. —Doy un paso hacia atrás, porque mi sangre está
hirviendo y no confío en mí en cuanto a no darle un puñetazo en su perfecto
rostro.
—Al diablo que no lo haremos. —Sujeta mi brazo y me jala cerca, hasta que
siento su caliente aliento en mi rostro mientras se mofa—. No voy a dejar que
jodas esto alejándote.
—¿Que joda esto? —grito, arrancando mi brazo de su agarre y empujando su
ancho pecho—. ¿Yo? Vete a la mierda. No soy yo quien se mudó hacia el primer
culo que encontró. 83
—Jesús. —El tono de Harley está hirviendo cuando dice—: Doce años han
pasado y todavía me echas eso en cara, ¿ah?
—No te atrevas a fingir que no tienes la culpa aquí. Puede que me haya
marchado a Luisiana, pero tú eres quien nos dejó morir, así que no me digas que
soy yo la que nos jodió.
Ni siquiera me molesto con mi caso esta vez. Sé que solo le dará una excusa
para escupir más vitriolo en mi cara. Si me quedo aquí discutiendo con él en la
calle, voy a perderlo por completo, me romperé y cederé porque es lo que siempre
hago, es lo que siempre he hecho con él y en algún punto eso tiene que parar.
Así que me alejo. Busco mis llaves en el bolso y abro la tienda, lanzándole la
puerta en el rostro.
Por supuesto, Harley nunca me deja tener la última palabra, y de manera
irritante, mientras subo las escaleras en espiral a mi apartamento, él abre la
puerta y entra.
—No quiero pelear contigo, pero necesito que sepas que no eres la única que
perdió algo —dice, y su voz está tan desgarrada de emoción y dolor que dejo de
caminar y solo lo escucho, aún dándole la espalda—. Nunca he dejado de amarte,
Rose, ni por un solo día.
Me río con incredulidad, un sonido amargo y roto.
—Entonces tienes una manera infernal de mostrarlo.
Subo las escaleras, medio esperando que venga tras de mí, pero no lo hace, y
me siento aliviada. No puedo seguir haciendo esto con él. No puedo seguir
adelante o superarlo. Me hizo una promesa cuando se fue a la universidad y
alguna parte de mí siempre pensó que la cumpliría. Es estúpido, en realidad,
porque ¿cómo puedes confiar en promesas de amor hechas por niños? No
puedes. Ese hombre rompió todas las promesas que me hizo, y yo debería haberlo
sabido mejor, porque un leopardo no cambia sus manchas.

84
Rose
A los dieciocho años

e siento en el primer escalón de la casa de Harley. Los tensos músculos


de su espalda se contraen bajo su camiseta mientras carga la última de
sus pertenencias en la parte trasera de su camioneta. Nuestros padres
se amontonan alrededor del auto, hablando entre ellos, la mayoría de las veces
creo que nuestros papás están hablando de fútbol y mi mamá está consolando a
Rochelle, que siente como si estuviera perdiendo a su bebé.
Harley viene y se sienta a mi lado. Es temprano por la mañana, pero ya está
caliente, y el sudor reluce en su frente y empapa su camisa. Golpea su hombro
contra el mío y respiro profundamente, inhalando el aroma cítrico de su colonia.
Me sostiene la mano y entrelazo mis dedos con los suyos, mientras trago mis
lágrimas. Hoy no quiero llorar. Se siente como si hubiera estado llorando sin
parar durante semanas. Estoy amargada y me duele el corazón, ahogándome en
mi soledad incluso cuando aún no se ha ido, y no quiero que su último recuerdo
de mí esté manchado de lágrimas feas y desesperación.
85
Creo que siente todo esto, porque me aprieta la mano. No puedo mirarlo; si
lo hago, perderé mi tranquilidad.
—Rose, mírame.
—No quiero —digo con la voz cargada de emoción.
Me inclina la barbilla hasta encontrar su mirada.
—Vamos. Déjame ver ese hermoso rostro. —Su aliento está harapiento, igual
que estaba anoche cuando nos acostamos en su cama por última vez y dijo que su
único remordimiento en los últimos cinco años fue esperar tanto tiempo para
besarme de nuevo. Había lágrimas en sus ojos entonces, y ahora están brillando
mientras acuna mi mejilla—. Te amo, Rose Perry.
Y eso lo hace, todo mi autocontrol vuela por la ventana y feas y gordas
lágrimas se derraman y deslizan por mi rostro.
—Yo también te amo. —Apenas puedo hacer salir las palabras, de lo fuerte
que estoy sollozando.
—Lo sé. Lo tengo grabado en cinta, ¿recuerdas? —Limpia las lágrimas de mi
mejilla y presiona sus labios contra mis húmedos párpados—. Voy a estar de
vuelta antes de que lo sepas. Cuatro años no son tan largos, y terminarás la
universidad y la pasantía, y luego hablaremos respecto a dónde vamos desde allí.
—Es toda una vida.
—Estaré de vuelta en Acción de Gracias, y hablaremos todos los días hasta
entonces. Será como si todavía estuviera trepando por tu ventana molestándote
como la mierda.
—No, se sentirá exactamente como si te hubieras ido.
—Sí, tienes razón, va a apestar. —Me hace levantar y me lleva por las
escaleras. Colocando un brazo alrededor de mi cintura, Harley abraza a mi mamá
y agita la mano de papá, mientras mantiene un brazo alrededor de mí, como si
tuviera miedo de que desapareciera si la quitara. Salgo de su abrazo y dejo a
Rochelle y Dean decirle adiós a su hijo, y luego me envuelve el hombro y me
acerca. Me aferro mientras ambos lloramos, y entonces se aclara la garganta y
susurra bruscamente—: Te voy a extrañar malditamente mucho.
Con un último beso en mi frente, se da la vuelta y se mete en la camioneta.
El rugido del motor lo hace de alguna manera más contundente, y lloro sin
control mientras retrocede fuera de la unidad.
No recorre ni cinco metros antes que la camioneta se detenga, sus luces
traseras rojas se apaguen, burlándose temprano en la mañana de SF. No se
mueve, pero estoy en piloto automático. Un paso, dos pasos, mis pies tragan la
tierra entre nosotros, y luego él está fuera de la camioneta, tomándome en sus
grandes brazos mientras me envuelvo alrededor de él y aplasto mis labios sobre
los suyos, besándolo de una manera que nuestros padres probablemente no
hubiesen querido presenciar.
Cuando nuestros besos vuelven a ser dulces pellizcos dulces, me retiro y
susurro: 86
—Te amo, Pan.
—Wendy, mi Wendy —dice sin aliento—. Espérame. Me esperas o voy a
volver a patearle el culo al imbécil que ocupe mi lugar.
—Nadie podría ocupar tu lugar —le digo. Él asiente, poniéndome en mis pies
y apartando el cabello de mi frente.
—Rose, cuando regrese a casa, voy a poner un anillo en ese dedo. —Acuna
mi rostro con ambas manos, buscando mi mirada como un hombre desesperado
en busca de la salvación—. Así que es mejor que me esperes. ¿Prometes que
esperarás?
Asiento y sonrío a través de mis lágrimas.
—Por siempre si tengo que hacerlo.
—Para siempre es un tiempo terriblemente largo.
—Sí, lo es. —Estoy de acuerdo.
Rose
a pasado una semana entera desde esa horrible pelea con Harley, y no
lo he visto ni hablado con él desde entonces, lo cual no es
sorprendente, ya que soy yo la que dijo que necesitaba espacio. El
negocio en la tienda ha estado en auge, pero a pesar de lo que dije acerca de
necesitar tiempo para descubrir quién soy yo sin él, no he hecho muchos
descubrimientos en absoluto. Lo echo de menos como un drogadicto echa de
menos una dosis. Mi mundo está incompleto sin él, como si todo el color hubiera
sido arrancado. Es lo mejor, sin embargo, porque siempre termina de la misma
manera con nosotros… Harley rompiendo mi corazón.
El teléfono suena, y echo un vistazo a Izzy y Ginger; la nueva chica que
estamos probando esta semana. Ambas están ocupadas con clientes por lo que
dejo las rosas en el mostrador y limpio una mano en mi delantal antes de tomar el
auricular.
—Darling Buds, ¿en qué puedo ayudarle?
—Rose, querida, soy yo —dice mi madre en mi oreja. 87
—Mamá, es un mal momento. Estamos hasta arriba de trabajo; gracias por
venir hoy para ayudar con eso como dijiste que lo harías —digo con mordacidad.
—Estaré allí más tarde. Estoy haciendo unos recados y decidí parar en ese
lugar de Zuni en la calle Market, ¿has estado allí?
Teniendo en cuenta la cantidad de restaurantes en esta ciudad que
aparecieron y desaparecieron solo unos meses más tarde, no me habría
sorprendido si no conociera del que estaba hablando. Pero lo conozco. Había
escuchado hablar de Zuni antes, y era casi imposible conseguir una reserva allí. Al
menos cada vez que lo intenté, no tuve éxito.
—No, mamá, no he estado allí.
—Bueno, ven a verme ahora. Almorzaremos.
No escondo la sorpresa en mi voz.
—¿Vas a almorzar allí? No puedo irme ahora mismo. Tengo trabajo, y es la
primera semana de Ginger, ¿recuerdas?
—¿Qué hay de bueno en tener tu propio negocio cuando no puedes dejarlo a
cualquier momento que quieras? —se queja mamá—. ¿Sabes quién tiene su
propio negocio y se da tiempo para almorzar con su madre? Harley.
Mi mandíbula se aprieta.
—Bueno, ¿por qué no lo llamas?
—No te pongas así, cariño. Solo creo que estás trabajando muy duro.
—Tienes que trabajar duro para tener un negocio exitoso, mamá —digo con
impaciencia—. Además, me tomé tiempo libre hace una semana, en Hawái.
—Sí, y todos sabemos cómo resultó eso —murmura.
No tengo amigas con quienes pueda hablar de estas cosas. Trabajo
demasiado duro para amistades de alto mantenimiento y una vez que estás en
una posición donde puedes seleccionar al personal alrededor tuyo, cambia la
jerarquía de las relaciones amistosas en el trabajo, y hace más duro hacer amigos
y conservarlos cuando apenas tienes tiempo para rascarte. No tengo a nadie con
quien hablar, y cuando volví de la luna de miel de Harley, realmente necesitaba a
alguien con quien conversar. Así que, en un momento de debilidad, había
llamado a mi madre. Le había contado todo sobre Hawái y mi pelea con Harley, y
en realidad había sido terapéutico. Aunque es una decisión que estoy empezando
a lamentar al contar las veces que ella lo saca en colación cada cinco minutos.
—Por favor, Rose, no voy a vivir para siempre, ¿sabes? Llegará un día
cuando esté muerta y desearás haber aceptado esa invitación para almorzar.
Suspiro. Confía en mi madre para que me haga sentir culpable y haga su
voluntad.
—Está al otro lado de la ciudad, mamá.
—Entonces es mejor que te apresures —dice, y cuelga.
Estrello el teléfono en su soporte, asustando a una anciana que está
comprando un manojo de margaritas y unas cuantas plantas en maceta. Ginger 88
chilla como un cerdito asustado y sostiene la mano contra su corazón. Les lanzo a
ambas una mirada de disculpa.
—Lo siento. Madres...
La anciana me da una sonrisa tensa, y puedo decir que me juzga por detrás
de sus anteojos ridículamente grandes. Sonrío tensamente de regreso y me dirijo
hacia Izzy, cuyo cliente acaba de salir.
—¿Puedes encargarte del fuerte por un rato? Mamá me está haciendo sentir
culpable para que almuerce con ella.
—Claro —dice Izzy, enderezando un jarrón en el estante—. Ginger y yo nos
aseguraremos de que los desnudistas se vayan antes que regreses.
—Sin desnudistas —digo, sonando extrañamente parecida a mi madre. Me
estremezco y me quito el delantal, preguntándome si tal vez debería cambiar mi
atuendo antes de salir. Tengo un pantalón negro de bota ancha y un top negro y
amarillo con gruesas franjas de cuello alto. No estoy segura acerca del top,
siempre me siento un poco como un abejorro con él, sin importar lo que lleve a
juego, pero decido renunciar al cambio porque entonces probablemente estaré
arriba por horas. Lo mejor es terminar esto, como arrancar una curita, porque sé
que mi madre tiene algún motivo oculto. Ella nunca me invita a almorzar. Tomo
el bolso de debajo del mostrador y me dirijo hacia la puerta.
—Bien, sin desnudistas, pero tal vez revisaré las cuentas y veré si cierto
Zorro Plateado quiere entrar en la tienda para recoger el arreglo de esta semana.
—Izzy guiña un ojo.
No he mencionado a Dermot frente a Izzy en absoluto, pero sé que siente
una vibración entre nosotros porque hace un esfuerzo para burlarse de mí tan
pronto como la puerta se ha cerrado detrás de él. A pesar de que él no ha entrado
desde nuestro regreso de Hawái, lo que me hace pensar que encontró otra barista
para hacer su café matutino. A pesar de que nunca había esperado terminar
completamente borracha y en una posición comprometida con ese hombre, me
siento responsable de su ausencia. Dermot pagó hasta el final del año por sus
arreglos, pero ayer, cuando hice el ramo para la señora Carter para enviar a la
casa, fui golpeada por la culpa, el remordimiento, y una cantidad insalubre de
decepción.
—Me caes bien, Izzy, pero por favor no me obligues a lastimarte —digo. Y de
verdad me cae bien. Izzy es joven, de poco más de veinte años, con un par de
tatuajes y un pálido cabello lavanda. Tiene varios piercings faciales, y
ordinariamente eso no es lo mío, pero se las arregla para que funcione en ella.
Dejando de lado el cabello loco y los piercings, es una buena trabajadora, y estaría
perdida sin ella.
Con un guiño a las chicas, abro la puerta y salgo a la calle para llamar un
taxi. Treinta minutos más tarde entro en el restaurante y encuentro a mi madre
en una ventana en la esquina. Tiene compañía.
—Querida, estás aquí.
—Y tú no estás sola —le digo severamente, y luego vuelvo mi mirada hacia
Harley—. ¿La metiste en esto?
89
Él encuentra mi mirada y me mira con el ceño fruncido, entonces se encoge
de hombros.
—Sabía que no me verías de otra manera.
—Eres increíble. —Niego.
—Rose, siéntate —implora mamá, echando un vistazo por el restaurante
lleno de otros clientes observándonos—. Estás haciendo una escena.
Respiro profundamente y me siento frente a Harley. Mi madre se levanta y
me besa en la mejilla.
—Bueno, ahora que ambos están aquí, debo irme y ayudar a las chicas de la
tienda. Que tengan un buen almuerzo, y tómate el tiempo que necesites. Yo
cerraré la tienda hoy.
—Mamá.
Se despide con un gesto y se aleja en una brisa de azúcar, especias y Chanel
No. 5.
—Adiós, queridos.
Cuento hasta diez en mi cabeza, pero todavía quiero lastimarlos por
engañarme en esto. Tomo el vino intacto de mi madre, raro en ella, y me
atraganto con la mitad del vaso en un trago, luego le hago una señal al camarero
por otro.
—Creí haber dicho que necesitaba tiempo.
—Te di tiempo; te di una maldita semana entera —dice, sosteniendo su
cerveza y jugando con la condensación en el exterior del vaso—. No te voy a dar
más que eso. Ahora podemos hablar de esto aquí o en mi casa, en donde hay
muchas posibilidades que haya muchos más gritos. Personalmente, prefiero
hacerlo aquí porque he oído que este lugar tiene el mejor pollo en la ciudad.
No sé por qué, pero esto me hace sonreír. Tal vez sea porque ambos somos
tan parecidos. Quizás es porque me encanta que él piensa en la maravillosa
comida que esta ciudad tiene para ofrecer tanto como yo. O tal vez es porque
extrañé a mi amigo.
—Ahí está. —Harley sonríe y la mía se tambalea. Él suspira y pierde la
sonrisa por completo—. Rose, ya no quiero hacer esto.
—¿Hacer qué?
—Evitarnos así. Te echo de menos. La vida es una mierda en este momento,
¿sabes? Es una puta mierda, y necesito a mi mejor amiga. —Se estira y coloca su
gran mano sobre la mía encima de la mesa—. Me pondré de rodillas y te rogaré.
Sacrificaré un cordero, prometeré lealtad a cualquier maldita deidad que elijas,
solo... te necesito. ¿De acuerdo? Cualquier cosa que haga falta. —Baja su voz y se
inclina más cerca—. No puedo seguir haciendo esto. No puedo seguir mirando tu
número de teléfono y no llamarte. Sé que lo que hice estuvo mal, o la forma en
que lo hice al menos, pero no me dejes fuera.
Mi corazón, mi corazón está sangrando, chirriando contra su jaula de 90
huesos y suplicando que lo entregue al cuidado de sus manos, ¿pero mi cabeza?
Mi cabeza sabe que mi corazón es un maldito idiota.
—Siento que haya sido difícil para ti, pero creo que necesito una separación
limpia.
—No, no, Rose, vamos. Es de nosotros que estás hablando. No rompemos.
No somos amigos que necesitan un poco de tiempo lejos, somos familia, y ahora
mismo te necesito —dice, sonando desesperado.
—¿Y qué hay de lo que yo necesito? —pregunto en voz baja—. ¿Eso te
importa?
—Ah, mierda. —Se pasa una mano por el cabello—. Sí, es importante.
Mira por la ventana el tráfico que pasa, pero es como si no estuviera viendo
nada de eso. Sus ojos están atormentados. Toma mi mano sobre la mesa, solo que
ahora la está apretando lo suficiente como para magullarla, y ni siquiera creo que
sea consciente de ello.
Coloco mi mano libre encima de la suya. Los ojos de Harley se mueven con
rapidez a los míos. Afloja su agarre.
—Oye, ¿qué está pasando contigo?
—Nada. —Agarra su cerveza y se la acaba. Su voz está ronca cuando dice—:
No puedo perderte, Rose.
Es en este momento que me doy cuenta de que mi cabeza también es una
maldita tonta, porque por más que lo intento, no puedo permanecer enojada con
él. Quiero hacerlo. Quiero gritar y azotarlo con mis puños y palabras amargas.
Quiero deslizar el cuchillo dentro de los dos muy profundo y suplicarle que me
diga por qué. Por qué esperó. Por qué le pidió a otra mujer que se casara con él,
por qué dijo esas palabras el otro día porque no hay manera de que sean ciertas.
Si él nunca dejó de amarme en todo este tiempo, ¿cómo pudo estar de acuerdo en
casarse con Alecia?
No pregunto nada de esto. No grito, y no llevo el cuchillo más profundo.
Simplemente maldigo a mi estúpido y solitario corazón por no poder ayudarme.
—No me engañes, Harley. Me merezco algo mejor que eso —digo, con
lágrimas lastimando mis ojos. Me va a costar algo dejarlo entrar de nuevo, pero
me dolería más aislarlo por completo—. Y no vuelvas a romperme el corazón.
El alivio atraviesa su rostro, tan hermoso y abrumador que es como si lo
hubiera salvado de un pelotón de fusilamiento. Toma mi mano y presiona una
serie de besos ásperos encima de ella desde las muñecas a las yemas de los dedos.
—No lo haré —dice con voz entrecortada—. Juro que nunca coquetearé
contigo de nuevo.
Frunzo el ceño, porque eso no era exactamente lo que quería decir, pero una
parte de mí sabe que es la única manera que puedo tenerlo en mi vida. Como un
amigo. Cualquier otra cosa me llevaría a tener el corazón destrozado de nuevo. Él
será mi mejor amigo, y volveré a adorar a Harley Hamilton de lejos de la manera 91
que siempre lo he hecho.
Es lo mejor para los dos, incluso si siento como si mi pecho haya sido
desollado, las costillas separadas y mi corazón aplastado en una pulpa sangrante
y rota. Es mejor así. Incluso si mi tonto corazón no está de acuerdo.
Rose
arley y yo somos complicados. Siempre hemos sido complicados. Desde
el día que nos conocimos ha sido nuestra cosa, o tal vez siempre ha sido
simple y hemos sido los que lo retorcemos, lo giramos por la cabeza y
enrollamos lo que el resto del mundo ya ha visto. Todo lo que sé es que no hay
Rose sin Harley o Harley sin Rose. Así que supongo que no es una sorpresa que
todo simplemente regresara a la normalidad después de nuestra obligada cita de
almuerzo con el mejor pollo de San Francisco. Y realmente era el mejor pollo en
la ciudad.
Nuestras vidas podrían haber regresado a la normalidad, pero aún me
siento como si Harley me ocultara algo. Tal vez es la incomodidad inicial por todo
lo que habíamos confesado cuando regresamos de las vacaciones, o quizá estaba
andando con cuidado, cuando yo me lanzaba hacia delante. De cualquier manera,
podía verlo hacer un esfuerzo por tratarme cuidadosamente. Pero esto también
vino con complicaciones. Amigos o amantes, somos mucho más que cualquiera
de estas etiquetas que nos ponemos… siempre lo hemos sido.
Así que, cuando mi teléfono suena el viernes por la noche, sé quién es sin
ver el identificador. Estoy en medio de mi episodio favorito de My Wedding 92
Affair, pintando las uñas de mis dedos y pies, lo cual es algo que no hago lo
bastante a menudo. Tengo una boda el próximo domingo y aunque sé que nadie
va a mirar en mi dirección mientras preparo el gran día de una pareja, aún me
gusta verme lo mejor posible. Soy una directa representación de mi marca,
después de todo. Sujeto el pintauñas entre mi primer y segundo dedos del pie y
respondo el teléfono, con cuidado de no arruinar las uñas de mis manos.
—Hola, ¿qué haces en este momento?
Pauso mi TiVo.
—Uh… papeleo. ¿Por qué?
Se ríe.
—Admítelo… estás pasando la noche del viernes sola, viendo repeticiones de
My Wedding Affair, ¿no es así?
—No —espeto, y pulso el botón de silencio, luego quito la pausa del
programa porque he visto este episodio en particular lo bastante para saber de lo
que se está quejando Dale Tutela.
—¿Qué te pasa con ese programa?
—Solamente es el mejor programa de la televisión sobre bodas, Harley —
digo impacientemente, como si debiera saber eso ya. Y debería, porque se lo he
dicho al menos un centenar de veces—. Sabes cuánto me gustan las bodas.
—Sí, lo sé. —Oigo la sonrisa en su voz, lo cual me hace sonreír también
porque, aunque puede no entenderlo, aun así, lo comprende—. Así que, escucha,
vas a quedarte ahí, ¿cierto?
—¿Por qué me llamas? No me llamas… solo apareces y me molestas como el
infierno hasta que te duermes en mi sofá y te echo a patadas cuando los
ronquidos son demasiado altos.
Hay un golpe en mi puerta principal y me tenso, entonces digo:
—Estás ante mi puerta ahora mismo, ¿cierto? —Mierda. Ahora voy a tener
que arruinar mi pintauñas—. No voy a bajar para abrirte; estoy en pijama.
—¿Cuál?
Bajo la mirada al vergonzoso y hermoso pijama rosa con Bride to Bee
inscrito en la parte de atrás y un pequeño abejorro en el bolsillo del pecho. Lo
compré hace un año de un diseñador de oferta. En realidad, no tenía intención de
ponérmelo, al menos, no hasta la noche antes de mi boda, pero hacer la colada en
esta ciudad es caro, por no mencionar que consume mucho tiempo, y hace un par
de meses cuando me quedé sin pijamas limpios el día antes de colada, lo saqué de
un cajón y nunca volvió a entrar. Vive bajo mi almohada, o en mi cesta de la ropa
hasta el día de lavado. Pensarías que estaría más avergonzada por ese hecho, pero
realmente es un pijama cómodo.
—Tienes puesto el de Bride to Bee, ¿no?
—Tal vez —digo lentamente, como si fuera una pregunta cargada.
93
—Bueno, no es que no lo haya visto antes, pero mis manos están llenas, así
que voy a necesitar que bajes y me ayudes con las bolsas.
Pauso el programa y lanzo el mando a distancia en el sofá a mi lado, bajando
arduamente las escaleras solo para encontrarlo esperando ante la puerta de mi
tienda con un… ¿equipo de cámara? Me congelo, mis ojos se amplían como
platos. Vocalizo: “¿Qué diablos?”.
Harley saluda y podría abofetearlo. La cámara está apuntada directamente
hacia mí y la pequeña luz roja destella. Aturdida, me dirijo a la puerta y quito el
cerrojo, quedándome detrás como si la ventana de hoja de vidrio pudiera ocultar
mi cuerpo de la vista.
—¿Harley? ¿Qué sucede?
—¿Rose Perry? —Un hombre delgado con un traje gris pizarra y corbata
púrpura irrumpe en mi tienda, seguido de un asistente de sonido y una cámara
que casi golpea un pequeño soporte con lavanda en una maceta junto a la puerta.
—Por favor, tenga cuidado —digo, no sin una pequeña cantidad de inquietud
llenando mi voz porque el hombre sosteniendo el micrófono lo tiene enredado en
una cuerda de brillantes luces.
—Rose, has sido seleccionada para aparecer en el programa My Wedding
Affair —dice Traje Gris Pizarra, y solo parpadeo en respuesta porque
seguramente no lo oí bien—. Harley envió tu solicitud, y Dale Tutela amó tus
diseños.
—¿Qué? —Miro al equipo y luego me vuelvo hacia Harley—. ¿De qué está
hablando?
Harley sonríe como un loco. Es una de esas sonrisas Pan, y sé que no está
tomándome el pelo y no estoy siendo engañada porque es un terrible mentiroso.
—Oí que estaban buscando una florista aquí en San Francisco, así que
simplemente descargué el formulario y falsifiqué tu firma.
—Oh, Dios mío —digo sin aliento.
—Vas a estar en el programa, Rose.
—¡Anda ya! —Me lanzo hacia Harley, que me atrapa en un abrazo de oso.
Envuelvo mis piernas alrededor de su cintura y luego lo beso. Ni siquiera lo
pienso… es tan natural como respirar. No hay lengua, ni húmedas bocas abiertas,
sino en cambio solo una serie de gentiles besitos en los labios. Mi respiración se
atora en el fondo de mi garganta. Su nuez de Adán sobresale. Sus ojos están
derretidos y tan azules, como esquirlas de aguamarina refinada. Me inclino para
besarlo de nuevo, pero hago una pausa para evaluar su reacción antes que mis
labios encuentren los suyos.
—Oh, la tensión sexual en esta habitación —dice Traje Gris. El hechizo se
rompe en un millón de pedazos y Harley y yo nos quedamos sobre cristal roto—.
¿Captaste eso, Graham?
—Sí, lo tengo —dice Graham.
94
—Puedes editar para sacar mi voz después, ¿cierto?
—Ajá —responde Graham, levantando la cámara de su hombro y
presionando un botón. La luz roja deja de parpadear.
Harley libera sus manos de mi culo y suavemente me deslizo por su cuerpo,
haciendo una mueca cuando mis pies aterrizan duro contra el suelo de manera
similar a como mi corazón se estrelló de vuelta contra la tierra.
—No puedo creer que hicieras esto. —Miro con incomodidad a mi mejor
amigo. Me devuelve la mirada y varios latidos pasan.
—Te lo mereces —dice encogiéndose de hombros.
—Bien, niños, vamos a dejarles en su pequeño festival del amor solo un
momento, pero antes necesito…
—No somos pareja —digo.
Al mismo tiempo, Harley dice:
—Solo somos amigos.
—Oh, cariño, trabajo en televisión… ustedes no engañan a nadie. De
cualquier modo, desde que tu amigo aquí —en realidad pone comillas en la
palabra amigo—, rellenó tus formularios y falsificó tu firma… ilegalmente, voy a
necesitar que rellenes estos papeles, además de leer el contrato atentamente,
poner las iniciales en cada página y firmar al final. Ya he mandado un correo con
el itinerario a la dirección de la tienda. Nombre adorable, por cierto.
—Gracias —digo, pero es obvio que él no lo ha hecho porque en realidad me
desdeña. No estoy segura si debería moverme o no, pero Harley me tiene sujeta
entre él y un enorme arco de abedul que actualmente está adornado con glicina
blanca.
—Así que, la boda es dentro de una semana a partir de mañana.
Parpadeo en confusión.
—¿Qué?
—Ves el programa, ¿cierto? Harley dijo que eras una gran fan.
—Lo soy, solo pensé que tal vez esa parte estaba preparada —explico, y me
encojo de hombros—. ¿Sabes? La magia de la televisión.
—No —dice cortantemente.
—Bien entonces.
—Como decía, mañana el personal de maquillaje estará aquí a las cuatro.
Dale llegará a las cinco. La grabación empezará a las seis y vamos a necesitar
hacerlo rápido ya que él tiene un vuelo a Nueva York poco después. Se irá y
haremos todas las tomas que necesitemos de tu encantadora tiendecita para el
antes. Durante la semana, contactaré contigo varias veces para asegurarme que
tienes todo lo que necesitas, y te necesitaremos in situ el sábado a las seis. Ambos
descansen ahora, no quieren salir en televisión con ojeras. ¿De acuerdo?
Miro en blanco al hombre, preguntándome si quizá debería escribir esto. 95
—¿Comprende?
—Eh… sí, sí, comprende. —Respiro profundamente—. Me siento como si
estuviera soñando. ¿Cómo es esto posible?
—A él le gustó tu trabajo. Eres afortunada; normalmente Dale solo usa un
vendedor. Aún estarás trabajando de cerca con ellos, ya que no estoy seguro de
que tu pintoresca tiendecita pudiera cumplir con una orden de diez mil rosas,
pero serás la diseñadora floral principal tanto para la celebración como para la
ceremonia. —Ignoro el hecho de que dijo que mi tienda era pintoresca, como si
fuera un insulto, y escucho con cautivada atención mientras repasa algunos
detalles más acerca de la grabación y qué esperar, y luego los tres salen de
Darling Buds, y miro por la ventana mientras cargan el equipo en su furgoneta y
se van.
Me vuelvo y miro a Harley, y luego me lanzo hacia él de nuevo, chillando
como una niña mientras golpeo su ancho pecho.
—No puedo creer que hicieras esto.
Agarra mis muñecas para detener mis golpes y las presiona con fuerza
contra su torso antes de entrelazar nuestros dedos.
—Nah, fue todo por ti. Ahora todos sabrán cuán buena eres en lo que haces.
Podrías tener tu propio programa, Rose. Podrías ser la próxima Martha Stewart,
pero sexy como la mierda y sin el tiempo en prisión… o el horneado y las tareas
del hogar.
Me río, pero interiormente mi mente es atrapada en un bucle. ¿Acaba de
llamarme sexy como la mierda? Es incómodo, mientras miro nuestros dedos
entrelazados, mi corazón late al doble de velocidad. Suavemente libero mis
manos y las presiono a los lados de mi rostro.
—Oh, Dios mío, tengo tantas cosas que hacer. Tengo que hacerme la cera,
lavar mi cabello, tengo que…
—¿Tomar un trago conmigo?
Maldición, ahí va mi desintoxicación… de nuevo. Y lo he estado haciendo
tan bien. He superado todo un día sin un vaso de vino. El bombón de licor que
comí para el almuerzo no cuenta.
—De acuerdo. —Camino delante de él y subo las escaleras hacia mi loft. Se
ríe y niega previsiblemente cuando ve lo que estaba viendo. Solo miro a la
televisión, incapaz de creer que mis sueños se están haciendo realidad, mientras
Harley se dirige a mi diminuta cocina y abre una botella de vino, sirviéndonos un
vaso.
Dos botellas más tarde, apoyo mi cabeza en su hombro mientras nos
sentamos en mi pequeño sofá de dos plazas. Se ha sentado a través de cuatro
episodios de mi programa favorito, todo en el nombre de la investigación, por
supuesto, sin queja. Sin embargo, me acercó, rodeándome con su brazo y
dejándolo ahí. No iba a protestar. Me siento alegre, completamente viva, y de 96
alguna manera relajada a causa del vino. Realmente necesito ir a la cama, pero no
quiero moverme. Además, no creo que sea capaz de dormir aún, de todos modos.
—Vas a estar allí mañana, ¿verdad? —Mi voz contiene pánico porque por
primera vez se me ocurre que podría no estar alrededor para sostener mi mano—.
Quiero decir, sé que tienes que trabajar y todo, pero aun así vendrás, ¿no?
Parece sopesar mis palabras.
—No sé si podré.
—¿Qué? —Me enderezo y lo fulmino con la mirada. Entonces chillo—:
Harley, necesito que estés allí conmigo.
—No, no lo haces. —Mete un mechón de mi cabello detrás de mi oreja y tira
de él juguetonamente, pero sus ojos son serios, su expresión retraída—. Solo crees
que lo haces.
—¿Estás loco? Me metiste en este lío. Esto es tu culpa; no puedo hacer esto
sin ti.
—Tengo una cita en Santa Bárbara.
Niego con incredulidad, porque esta es la primera vez que lo oigo.
—¿Qué?
—Sí, es un cliente importante.
—¡De ninguna manera! Sal de aquí.
—Planeo hacerlo, en realidad. Están rodando ahora mismo; tengo que
entrevistarme con él antes que vuele a Las Vegas.
Tomo el cojín entre nosotros y se lo arrojo. Evita por poco los vasos de vino
encima de mi mesa de café antes de caer al suelo.
—Estás lleno de sorpresas hoy. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Porque firmé un acuerdo de confidencialidad.
—¿En serio?
—En serio. —Me atrae hacia él de nuevo y me inclino contra la calidez de su
costado. Dios, huele increíble. Como a cítricos, madera y vetiver. Sonrío, sabiendo
que todavía lleva la misma fragancia de Tom Ford que le compré para Navidad
hace seis años.
—No puedo creer que no me contaras —digo, exasperada—. No puedo creer
que no estés aquí mañana para verme caerme sobre mi rostro.
—Rose. —Harley alza mi barbilla y apoyo todo mi peso en su costado para
verlo mejor—. Puedes hacer esto. Naciste para esto.
—Espero que tengas razón, porque en este momento no sé si besarte o
abofetearte —digo rotundamente.
—Sé lo que preferiría. —Se inclina más cerca, por lo que sus labios están a
solo centímetros de los míos.
—¿Qué estás haciendo? —Exhalo silenciosamente. Mi corazón se acelera 97
incontrolablemente.
Se mueve incluso más cerca y pasa sus dedos por mi cabello.
—Cediendo por una vez.
—¿Qué me hace…?
Su boca choca con la mía, tragándose mis palabras. Por un atónito latido,
estoy con los ojos como platos e incrédula, y luego me rindo también,
devolviéndole el beso. Me muevo en el diminuto sofá de dos plazas y subo a su
regazo. Los labios de Harley son implacables contra los míos, sus manos rudas y
tan buenas en mi cuerpo, tan, tan buenas.
Abre la camisa de mi pijama con brusquedad. La violencia de su gesto me
toma por sorpresa, pero cuando sus manos aprietan mis pechos expuestos y
chupa mi carne en su hambrienta boca, olvido todo acerca de mi favorito y ahora
arruinado pijama. Con un gruñido, se da un festín, de mi pezón a mi cuello y
luego de nuevo hacia abajo, repitiendo el movimiento en el otro lado, forzándome
a perder mi mente.
—Jesús. Te ves igual a cuando estábamos en la universidad.
Me río nerviosamente, sabiendo que no es verdad mientras sus manos y
boca devoran más. Estoy más gruesa ahora, muslos, caderas, pechos. Ha
desaparecido la elegante figura de una mujer joven y para quedarse, por lo que
parece, hay curvas, tetas e incluso una pequeña estría o dos.
—Ambos sabemos que eso no es verdad.
—No, tienes razón. Estas tetas son más exuberantes, tu culo más grande.
Eres una jodida diosa, amor. —Baja la cintura de mi pantalón del pijama. Esas
amplias caderas en las que acaba de hundir sus callosos dedos son la razón de que
mi pantalón corto no salga, así que rápidamente me aparto de su regazo y los
quito, deseando haber recordado afeitarme las piernas, y también agradeciendo a
los poderes que sean que tuviera el buen juicio de escuchar a Izzy cuando me dijo
que incluso los coños solteros necesitaban hacerse la cera.
Harley humedece sus labios y desabrocha su pantalón, bajándolo por sus
caderas mientras me paro ahí, hipnotizada por su dureza. Ha sido un amante
fantástico en el pasado. La primera vez dolió como el infierno; la segunda
también; pero todas las veces después de eso había sabido cómo moverse, dónde
poner sus dedos o la posición de su polla para que me hiciera correr en cuestión
de minutos, y los orgasmos seguían llegando. Si era por sus manos metidas entre
nosotros o por las mías… no importaba. Todo lo que le importaba, al parecer, era
verme alcanzar esas alturas, trabajar y esperar y deleitarse en esos momentos en
que lanzaba mi cabeza hacia atrás y gritaba mientras pulsaba a su alrededor.
Pero eso fue hace mucho tiempo, y duele pensar en cuántas amantes han ido
y venido desde ese tiempo. Cuántas mujeres ha follado y cuántos pequeños
hombres he tenido desde entonces. Aplastantes celos e inseguridad me golpean
en una ola y por primera vez dudo. No pensé que alguna vez me encontraría en
esta posición de nuevo y ahora que lo estoy, mi hiperactiva imaginación lo está
arruinando todo. 98
—Ven aquí —dice, tendiéndome la mano.
Doy un paso hacia él y me detengo.
—¿Y si esto es un error?
Me sujeta de la muñeca y me lleva a su regazo, deslizando las manos por mis
muslos mientras me pongo a horcajadas. Amasa la carne de mis caderas a mi
trasero, deslizando los dedos por mis labios mayores, quitándome el aire.
—¿Esto se siente como un error?
—No —jadeo.
Me sujeta las manos, haciendo que apoye más peso en él. Aunque esto lo
hace incluso más imposible de soportar porque su gruesa polla está presionada
contra mí y no puedo evitar frotarme ligeramente contra su regazo. Harley besa
mis dedos. Agarrándome la cadera con la otra mano y haciéndome ir más rápido.
—Dime que esto se siente mal —me desafía, casi tan entrecortado como yo—
. Y si no puedes, entonces cierra la maldita boca y bésame.
Estrello mis labios contra los suyos. Enredando su mano en mi cabello,
acercándome. Desliza su polla contra mi humedad y cierro los ojos. Cuela una
mano entre nosotros y se coloca en mi entrada. La tensión me está arruinando y
cuando se desliza dentro, gimo, porque es delicioso y tortuoso, placer y dolor.
Antes estaba equivocada; ahora somos lo suficientemente cercanos, ahora
estamos exactamente donde deberíamos estar. Moviendo las caderas, me echo
hacia atrás para estudiar su rostro, tan hermoso, tan desgarradoramente
hermoso. Sus ojos se ponen vidriosos mientras me toca los pechos, y yo cierro los
ojos y arqueo la espalda mientras entra, y esos toques, nuestros gemidos, esta
proximidad, lo es todo. Él es mi todo. Pero no es lo suficientemente cercano para
Harley. No es como el resto de hombres con los que he estado, castrador por una
mujer encima, pero él sabe que me encanta el peso de su cuerpo sobre el mío, que
eso me lleva ahí mucho más rápido. Se sale de mi cuerpo, sosteniéndome
mientras pasa un brazo por la mesa de café, tirando los vasos y la botella de vino
al otro lado del suelo donde se estrellan.
Miro, con los ojos como platos y tomada por sorpresa, pero soy empujada a
mi espalda. Mi cabeza se golpea contra la dura superficie de madera de cerezo de
mi mesa de café, con fuerza, pero no se disculpa. En cambio, me devora,
consumiendo cada centímetro de mi ombligo hasta el cuello, vorazmente salvaje,
y cuando se vuelve a empujar dentro de mí, es con tanta fuerza que mis caderas se
alzan de la mesa. Me retuerzo debajo de él, intentando poner un poco de espacio
entre nosotros porque es demasiado, el ángulo, la forma que está golpeando
dentro, la mesa en mi espalda, que es tan dura e implacable como sus empujes.
—Harley —jadeo—. Ve lento. ¿Cuál es la prisa?
—Joder —dice, su respiración irregular y desesperada—. Te sientes tan bien,
tan jodidamente bien.
Se sale de mí, y con sus manos en mi cintura me gira a mi estómago, mis
99
rodillas golpean el suelo. Grito con sorpresa, ya echando de menos su calor y la
forma en que me había dominado. Harley acerca mi cadera hacia él. Respiro
entrecortado cuando lentamente vuelve a deslizarse dentro. Ahora sus empujes
son suaves y aunque no puedo ver su rostro, de algún modo es más íntimo, más
intenso, simplemente más, especialmente cuando me cubre con su gran cuerpo y
alcanza alrededor, deslizando sus manos por mis pechos y estómago, adorando
cada centímetro con manos hábiles que conocen su camino por mi cuerpo muy
bien. Sus dedos hábiles encuentran mi clítoris y lo frotan. El calor se construye en
mi interior, extendiéndose lánguidamente por mi interior desde los dedos de los
pies hasta las raíces de mi cabello.
—Oh, Dios —susurro como una plegaria.
—Dámelo, amor —dice contra mi oreja y se me pone la piel de gallina
mientras sonrío ante sus palabras—. He esperado demasiado maldito tiempo para
volver a escuchar esos gemidos salir de tu boca.
Quiero decirle que él es el imbécil que se alejó. Es quien iba a casarse con
otra mujer; él es la razón de que haya estado esperado tanto por lo que reclama,
porque he esperado por él desde que se fue a la universidad. Todavía estoy
esperando. Pero no digo nada de eso porque sus dedos trabajan sin descanso y mi
aliento roba su nombre de mis labios mientras me corro.
Temblando, cada nervio de mi cuerpo expuesto y pulsando, colapso contra
la mesa. Ansío una tregua, para respirar, para incluso más de él. Apenas tengo
tiempo para considerar lo que acababa de suceder cuando sale de mí y me levanta
por la cintura, llevándome como una muñeca de trapo los pocos metros hasta mi
cama. Un momento después, se tumba en el suave colchón, no aligera su agarre
alrededor de mi cintura mientras me coloca encima de él, su frente contra mi
espalda, su gruesa polla dentro de mí, y sus brazos envueltos apretadamente
alrededor de mi cuerpo, tan apretado que no puedo respirar. Lo digo, pero no me
libera; simplemente permanece quieto por un momento dentro de mí, debajo de
mí, alrededor de mí, hasta que me siento desmoronarme, envuelta en sus brazos.
Lágrimas traicioneras pican mis ojos. Se forma un nudo en mi garganta que
no puedo tragar mientras Harley mueve las caderas, deslizándose lentamente
dentro y fuera hasta que se corre en fuertes ráfagas calientes. Con pesadas
respiraciones irregulares besa la humedad de mi rostro, y sé que es consciente de
mis lágrimas. No sé si entiende qué significan, pero acaricia mi cuerpo
cariñosamente y susurra garantías en mi oreja acerca de lo hermosa que soy,
cuánto tiempo me ha deseado y cómo desearía que el tiempo simplemente se
detuviese.
Después que nuestros cuerpos están saciados, nuestra respiración ha vuelto
a la normalidad y nuestro pulso se estabiliza, nos gira de costado y me acurruca
desde atrás. Se siente diferente. No lleno de promesa como lo hizo en Hawái, y no
puro y cariñoso de la forma que se había sentido mientras susurraba en mi oreja,
sino extraño de algún modo, como si hubiese levantado un muro alrededor de
nosotros. No, no alrededor de nosotros; entre nosotros.
No, no, no. Por favor, no dejes que sea verdad. 100
Con cautela, como si tuviese miedo de lo que me pudiese encontrar, me giro
en sus brazos y paso mis dedos entre su cabello húmedo hacia la base de su
cuello. No me mira, no hasta que pongo las manos a cada lado de su rostro y lo
obligo a hacerlo.
Un millón de palabras vociferan en mi mente, pero todo lo que sale es:
—Oye.
—Oye —contesta.
—Eso fue intenso. —Acaricio su rostro, alisando el pequeño ceño que se ha
formado entre sus cejas.
—Sí. —Me da una media sonrisa, pero en sus ojos se arremolina lo que
parece miedo y arrepentimiento. Se lame los labios. Sigo el movimiento. Parece
como si Harley consiguiese su deseo y el tiempo se ha paralizado, ganándose una
eternidad, pero todo está mal, la luz en sus ojos, la brusquedad de su voz, cada
segundo parece pasar como si hubiese sido reemplazado por una hora.
Frunzo el ceño.
—¿Qué está mal?
Toma mi mano y la besa.
—Nada, pero tengo que irme. Mañana empiezas temprano.
—No, no te vayas.
—Debería. —Harley saca su mano de la mía y se inclina para besarme la
frente. Se sienta y saca las piernas de la cama, poniéndose de pie—. Estuvo genial.
Simplemente tengo que levantarme temprano y tú vas a tener un equipo de
cámaras aquí en tres horas.
—Harley —digo, mi enfado resonando en el pequeño apartamento. Se pone
el pantalón y la camisa, luego se inclina y me da un rápido beso en los labios
antes de dirigirse a las escaleras—. Harley —repito, con un poco más de furia
tiñendo mi voz.
—Ten mucha suerte mañana —dice, su propia voz empañada de emoción
que no puedo comprender. Luego se ha ido, por las escaleras y la puerta de
entrada, y me quedo tumbada en la cama donde acabamos de hacer el amor,
aferrándome el pecho como si todo en mi interior pudiese caerse y no fuese capaz
de sostenerlo en su lugar.

101
Rose
A los dieciocho años

star separado por fronteras estatales es una mierda. Apenas he cerrado


la caja registradora, apagado las luces y salido al pavimento cuando mi
teléfono empieza a sonar, y dado que estoy haciendo malabares con las
llaves y rebuscando en mi bolso lleno de libros, notas y la laptop en la que he
estado escribiendo mi última asignación para mi curso de gestión empresarial,
pierdo la llamada.
—Maldición —susurro a la niebla de finales de septiembre y apoyo mi cabeza
contra la ventana de la tienda, una ventana que estaré limpiando a primera hora
de la mañana porque mi jefa es una perra colosal. Cierro la puerta y meto las
llaves en mi bolso, finalmente localizando mi teléfono. El número de Harley
aparece en la pantalla como llamada perdida, y quiero llorar porque la escuela fue
estresante, la pasantía que tanto deseaba fue aún peor, y él no está aquí. La vida
está apestando como una jodida en mayúsculas ahora mismo y realmente
necesito oír su voz.
Pulso el botón de devolución de llamada. El teléfono suena hasta que salta al
buzón, pero no me molesto en dejarle un mensaje. Desde que se fue hace ya un
102
mes, no ha sido inusual para nosotros jugar a las escondidas por teléfono todos
los días. A veces no puedo hablar con él en absoluto entre sus clases, las mías y el
fútbol, pero lo hacemos funcionar. Es duro, pero lo hacemos. Odio estar lejos de
él, y he estado marcando en el calendario los días que faltan hasta Acción de
Gracias, así que cuando me dijo la semana pasada que no vendría a casa como
había prometido, me había destrozado.
Todos lo estuvimos. En lugar de pasar el fin de semana en Carmel,
caminando a través de las callejuelas de piedra pavimentada, pasando las cabañas
que ahora son hogar de galerías de arte y boutiques, o hundiendo nuestros dedos
de los pies en la arena blanca después de la cena de Acción de Gracias, él estará
en camino a alguna clase de retiro de fútbol fuera de Luisiana, al que invitan a los
mejores candidatos y llegan a frotarse los hombros por el fin de semana con
antiguos Tigers que desde entonces han sido reclutados a la NFL. Estoy muy
orgullosa de él, pero no voy a mentir... también me ha roto el corazón. Lo extraño.
Tanto que cuando me dijo, y luego susurró a través del teléfono que me amaba,
rompí a llorar.
Todo este tiempo he tratado de guardarme cuánto me afecta la distancia
entre nosotros, pero una cosa que sé respecto a Harley es que no importa cuánto
quiera esto, no importa cuántos años haya trabajado su trasero para llegar
exactamente al punto en el que está ahora mismo, si le dijera que quería que
renunciara, lo haría. No hay nada que no haga por mí, y lo sé, y me he esforzado
tanto por no dejarle ver que lo que está haciendo me destruye, porque es su
sueño, y ¿quién soy yo para destruírselo?
Desbloqueo mi auto y me subo, tecleando mi teléfono de nuevo. Suena tres
veces antes de que conteste, gritando en el teléfono junto con un aluvión de
sonido, una fiesta de fraternidad.
—¿Rose?
—Oye, ¿estás en una fiesta?
—Espera un momento, ¿de acuerdo? No puedo oír una maldita cosa. No
cuelgues.
—No lo haré —digo, y presiono el teléfono más cerca porque lo necesito. Lo
necesito aquí conmigo. No quiero oír el sonido de su voz a través de una lenta
línea telefónica. Lo quiero a mi lado, en mis brazos. Gordas lágrimas escapan de
mis pestañas y cierro los ojos, apoyando mi cabeza contra el respaldo del asiento.
Cubro mi boca para que no escuche mis sollozos.
—¿Bebé? —dice—, mierda... ¿Rose?
Sorbo y aclaro mi garganta en un intento de evitar que descubra que me
estoy perdiendo.
—Aquí estoy.
—Pensé que te había perdido por un segundo —dice en voz baja.
—Nunca.
—Nunca es un tiempo terriblemente largo —susurra, y puedo decir que sus 103
labios llenos están curvados en una sonrisa de la manera que siempre lo hacen
cuando nos decimos esas palabras. Suspiro, deseando poder verlos, deseando
poder besarlos y probarlo una vez más—. ¿Largo día?
—El más largo de todos.
—Dios, te extraño mucho.
—También te extraño. —Me aclaro la garganta del espesor amenazando con
ahogarme—. ¿Entonces tu casa de fraternidad está lanzando otra fiesta?
—Eh... no, es una cosa de animadoras.
—¿Una cosa de animadoras? —Podría haber dicho esto con menor cantidad
de incredulidad.
—Sí, tuvieron un campeonato hoy. No pudimos estar allí porque teníamos
práctica, así que el entrenador nos hizo asistir a esta fiesta de recaudación de
fondos que están teniendo.
—Vaya, suena... como un verdadero castigo.
—Vamos. No seas así.
—¿Así cómo? —pregunto, deseando ser fumadora porque seguramente
podría aprovechar un cigarrillo para tranquilizar mis nervios ahora mismo. A la
mierda la nicotina. Voy a saquear la mierda del gabinete de licores de mis padres
en cuanto llegue a casa, y si alguien me da mierda al respecto, lo mataré.
—Toda molesta y mierda.
—Bueno, no estaba consciente de que estaba siendo molesta y mierda. —
Bueno, tal vez lo sea, pero no necesito su actitud al respecto. Mientras él está de
fiesta con sus hermanos de fraternidad a cuatro mil kilómetros de distancia, yo
estoy aquí en San Francisco, trabajando mis dedos hasta el hueso con la escuela y
mi pasantía, y estoy sorprendentemente sola. Mi mejor amigo está a medio
camino al otro lado del país, vivo con mis padres porque no puedo pagar el
alquiler en esta ciudad, ni mis libros de texto, y lo extraño. No quiero pelear, pero
tampoco quiero hacer esto.
—Rose —dice suavemente, de esa manera que siempre me dice sin palabras
que estoy siendo irracional.
Suspiro.
—Te extraño, es todo.
—Esto no es para siempre, amor.
—Harley, te he estado buscando por todos lados —dice una voz femenina,
desde el fondo, y los celos se tuercen como un cuchillo en mi intestino.
—Oye, Cheyanne, ¿puedes darme un minuto? Estoy hablando con mi chica.
¿Cheyanne? ¿Qué es ella, una jodida canción de Garth Brooks?
—Yo seré tu chica. Sabes que las relaciones de larga distancia nunca
funcionan de todos modos. Además, estoy aquí, y tengo grandes tetas. ¿Ves?
—No hagas eso... vamos... eso no es. —Suspira—. Momento de ir a casa.
104
¿Momento de ir a casa? Oh diablos, no, es hora de que esa perra se largue
a la mierda. ¿Y por qué demonios le está mostrando sus tetas?
—Rose, tengo que irme.
—¿Qué diablos, Harley?
—Yo... tengo que ayudarla a salir, llevarla a casa. Está borracha y amo a mis
hermanos, pero no confío en que no se aprovechen de ella en esta situación.
Me río como si estuviera bromeando, porque seguramente es una mala
broma, ¿verdad? Seguramente mi novio que actualmente no está a una, ni dos,
sino tres (cuatro, si cuentas las fronteras de Nevada), no se está ofreciendo a
llevar a alguna porrista borracha después que ella le mostró sus tetas.
—¿Y por qué de repente eres responsable de ella, Harley?
—Es una amiga.
—Oh, suena muy amable —gruño.
—Oye, solo estoy tratando de hacer lo correcto aquí. Si fueras tú en su
situación, querría que alguien cuidara de ti.
Tiene razón. Sé que tiene razón, y por eso estoy tan malditamente enojada.
Porque a pesar de que esta perra estúpida acaba de tratar de hacer que mi novio
me engañe mostrándole sus tetas, esto es más grande que mis pequeños celos.
Una mujer tiene todo el derecho a estar borracha como Cheyanne y caminar a
través de una casa de fraternidad sin que nadie la toque o se aproveche, pero ese
no es el mundo en que vivimos, y puede que tenga el último caballero de pie, pero
sé que está haciendo lo correcto. Eso no significa que tenga que gustarme.
—¿Rose? —pregunta Harley en voz baja.
Bufo.
—Solo vete. Te hablo más tarde.
—Te amo.
—Sí, yo también —digo y cuelgo. Enciendo el auto y me introduzco al tráfico,
dirigiéndome hacia el este por la calle Hayes hacia la masónica. Mis lágrimas
caen hasta la calle 29 donde abro la puerta de la casa de mis padres y subo las
escaleras sin decir una palabra a ninguno de ellos.
Espero que Harley me llame más tarde esa noche, pero no lo hace. El
silencio es ensordecedor, y me traga. Nos ahogamos, en el dolor, en la culpa y la
distancia, y no estoy segura de cuándo o si alguna vez llegaremos a respirar de
nuevo.

105
Rose
a mañana siguiente es una tortura. El equipo de maquillaje llega a las
tres de la mañana para arreglar todo, no cuatro como Gray Suit, cuyo
nombre es Aras, como me di cuenta en mi correo cuando finalmente lo
revisé después de que Harley se fuera, había dicho, y apenas y estoy fuera de la
ducha cuando los escucho golpear la puerta. No he terminado el papeleo, pero lo
he firmado de todos modos, y se lo pasé a un sonrojado Aras antes de sentarse en
el sillón para hacer unas llamadas necesarias. Luego va de mal a peor. Soy
arrojada a peinado, maquillaje, y pellizcada, pinchada y forzada a entrar en
algunas prendas que nunca usaría para trabajar ni en un millón de años. Cuando
Dale Tutela y el resto del equipo llega, logro decir dos palabras antes que me
silencie con una mirada mientras hace con sus dedos una señal para que me calle.
¿Qué es lo que dicen de conocer a tus ídolos? Ah sí, que no deberías, porque
nunca cumplirán tus expectativas. Dale Tutela no es la excepción a esta regla. De
hecho, es un idiota de primera. Y estoy destrozada.
También estoy tratando de olvidar algo que pasó con otro idiota hace tan
solo unas horas, pero estoy fallando miserablemente. No lo entiendo. Harley
había sido el que inició todo. Él había sido quien lo inició, y había sido quien lo 106
terminó a media noche cuando salió de mi casa como si no pudiera esperar a
deshacerse de mí. Nunca debí dejarlo llevar las cosas tan lejos, pero lo quise. Lo
quería a él. Dios, como lo quiero.
Incluso ahora, mientras estoy siendo golpeada con recuerdos de nuestro
sudor y dulce enredo, sentirlo dentro de mí, golpeando hasta al fondo y
mareándome con esa deliciosa manera en que agarraba mis caderas y entrando
como si supiera que no me romperé dentro de él… lo quiero. Siempre ha sido así,
desde nuestro primer encuentro. Me toma como un hombre salvaje, y él ha sido el
hombre con quien mido a los demás. Cada caricia, cada beso, cada empuje, con
cualquier otro hombre que he dejado entrar en mí, ha sido comparado con la
manera en la que Harley me hacía el amor.
Esa rata bastarda. Como si mis recuerdos no fueran tortura suficiente, él
tiene que ir y darme un recordatorio del placer que ha puesto a los demás en
vergüenza.
Unos dedos velludos truenan bajo mi barbilla, y vuelvo a la realidad.
—Corte —grita Dale, y miro de él al director, incapaz de creer que había
estado pensando en Harley cuando debía de estar concentrada en el aquí y ahora.
—Muy bien, tómense cinco —dice el director, mientras se pone de pie y
camina hacia nosotros.
—Lo lamento tanto —les digo a ambos, y luego le doy al de la cámara, que
está dejando el equipo, una sonrisa forzada. Graham, a quien conocí anoche,
asiente con la barbilla, y ambos salen a fumar otro cigarrillo.
—Cariño, puede que seas un genio con los arreglos florales, pero algo está
sucediendo detrás de esos ojos, ¿verdad? —dice Dale, tronando su cuello de
izquierda a derecha como si pudiera sacarse los nudos—. Necesito una bebida, un
bronceado y un hombre. Y alguien podría por favor hacer algo con este desastre
de mujer. —Mueve su mano en mi dirección y se gira a la novia, a quien le haré el
arreglo de flores. Él tiene razón; soy un desastre. Realmente no necesita un
bronceado, porque ya parece un Oompa Loompa.
Dios, él es un idiota.
—Está bien, Rose, esto es lo que vamos a hacer. Vamos a hacer que Dale
diga sus líneas una vez más, y luego vamos a grabar las tuyas por separado. En
edición lo arreglarán todo y voila, será como si ambos realmente tuvieran una
conversación. Así que traeré a los chicos de regreso, y avanzaremos desde aquí.
Rachel —dice el director, apretando el brazo de la novia—. Lo estás haciendo
genial.
—Gracias. —Sonríe tímidamente, mientras me mira. Su sonrisa se esfuma
como un apagón—. No vas a arruinar mi boda, ¿verdad?
—Yo… no, por supuesto que no —le aseguro, un poco sorprendida por su
brutalidad—. Hago esto todo el tiempo. Es mi trabajo. Solo no soy material de
televisión.
—No, no supuse que lo fueras con esa estructura ósea. —Sonríe como si no
acabara de insultarme. Mi rostro no hace movimiento alguno; e Izzy, quien estaba 107
tan emocionada cuando le envié un mensaje a las seis de la mañana para decirle
que no se molestara en venir hoy llegó diez minutos después e hizo café para
todos; me sonríe y levanta los pulgares, luego volvemos a grabar.
Hago un mejor trabajo cuando Dale no está cerca, y gracias a Dios, porque
podría estar en riesgo de perder mi trabajo, y realmente necesito este trabajo.
Diseñar un evento que aparecerá en My Wedding Affair podría poner mi
pequeña floristería en el mapa, así que realmente no tengo opción más que
controlarme, y hacer el más exquisito arreglo que cualquier bronceado naranja,
egocéntrico, narcisista, planeador de bodas de televisión ha visto.

Después que la filmación terminó, Aras se sienta conmigo para volver a


repasar lo que se necesita, y cuándo se esperará que envíe mis maquetas y mis
planos. Me dice que los otros proveedores asociados con el programa nos darán
todo lo que necesito en términos de flores y suministros, y Dale se encargará de
los manteles, música y el pastel, y la ceremonia y recepción será todo mío. Ni
siquiera la novia puede opinar.
He hecho arreglos florares para cientos de bodas y eventos en el área de la
costa de San Francisco, así que no es nada nuevo, pero hacer los diseños para un
evento de esta magnitud, me preocupa un poco, sin mencionar mi terrible debut
fílmico. Tendría que cerrar la tienda, y la pérdida de eventos apesta, pero sé que
le hace bien al negocio a largo plazo. Lo amo por darme esta oportunidad, pero
también lo odio en este momento.
Realmente podría servirme mi mejor amigo en este momento.
Tengo una montaña de trabajo que hacer después que todos se van. La
tienda permanece cerrada, pero eso no significa que puedo ir a la cama. Izzy
todavía está aquí, y se ofrece a ayudarme a limpiar sin que se lo pida. Ha sido
buena, y honestamente no sé qué habría hecho sin ella. Es una buena amiga.
Izzy trapea los pisos mientras yo pulo las superficies de cristal de la tienda
hasta que brillan. Parece ser que la televisión es un negocio sucio.
—Así que, ¿dónde está Harley? Pensé que se habían besado y arreglado
todo. —Alza la mirada de la pila de mugre que el equipo dejó detrás.
Me estremezco, Izzy no sabe lo irónico que es su comentario.
—Creo que tuvo un trabajo fuera de la ciudad.
Frunce el ceño y continúa limpiando.
—Oh, estoy sorprendida que no moviera la cita. Ese chico movería cielo y
tierra por ti.
Alguien que movería cielo y tierra por ti, usualmente no sale corriendo a la
mitad de la noche, después que tuvieron sexo, a menos que sea para traer helado.
Alzo la mirada del mostrador que estoy limpiando y miro a mi empleada.
—Oye, Izzy, ¿puedo hablar contigo de algo? 108
No se mueve, su limpieza parándose por completo, y me mira.
—No me despedirás, ¿verdad?
—¿Qué? —Hago una mueca de terror—. Dios. ¡No!
—Oh, está bien. —Se encoje de hombros—. Dispara.
Respiro profundamente, insegura qué tanto quiero decirle, y luego sale de
mi boca como vomito verbal.
—Tuve sexo.
—Muy bien. —Levanta los pulgares.
—No, quiero decir, tuve sexo con Harley.
—Oh, sí —dice levantando la nariz como si lo encontrara adorable—. Solían
salir, ¿verdad?
—No, yo… tuvimos sexo anoche.
—No inventes —chilla emocionada. La escoba cae al suelo, e Izzy se acerca,
inclinándose en el mostrador que acababa de limpiar—. Dios mío. Necesito
detalles.
—Bueno, no tengo mucho que decir, supongo. Estábamos celebrando el
programa con un par de bebidas y luego nos estábamos besando y luego nos
estábamos…
—Desnudando. —Hace movimientos con sus cejas. Izzy tiene unas cejas
increíbles, pero esto parece ridículo.
—Sí, solo que me dejó después que terminamos.
Sus ojos se abren sorprendidos.
—Nooo.
—Sí. —Asiento, haciendo una mueca de “¿Lo sé, ¿verdad?”—. No sé qué
hacer. ¿Debería llamarlo? ¿Voy a verlo?
—No —dice Izzy, asustándome con el sonido de su voz—. No hagas ninguna
de esas cosas.
—¿En serio?
—En serio —me asegura—. Quizás está entrando en pánico, ¿sabes? Como
los ex son super familiares, y se siente tan mal, pero también puede sentirse bien.
—Quizás —concuerdo, pero Harley y yo hemos estado en esto por diecisiete
años y sé que sintió todo lo que sentí anoche porque lo vi en su rostro. Lo sentí
con sus caricias, y escuché las palabras que me susurró. Solo que no entiendo por
qué huyó.
—Realmente te importa, ¿verdad?
Me encojo de hombros.
—Es mi mejor amigo. 109
Hace una mueca y me da su mejor acento de Mae West.
—Ya no lo es más.
—¿Qué quieres decir?
—Los amigos no se follan. —Se detiene a levantar la escoba y continúa
barriendo—. Está en el manual.
—Está bien, somos mejor amigos que follaron en el pasado, y ahora somos
mejor amigos que accidentalmente lo volvieron a hacer —digo, pero sé que esas
palabras no son verdad, porque anoche no fue un accidente. Dejo escapar un
suspiro—. ¿Por qué no dejas eso? Yo limpiaré el resto.
—No me importa.
—Ve a casa Izzy. Lo tengo. —Agarro la escoba y hago un gesto para correrla
con esta, como si la fuera a barrer si no se mueve—. Gracias por estar aquí hoy.
—No hay problema. No me habría perdido la oportunidad de verte fallar las
líneas en televisión nacional.
Me río y digo sarcásticamente.
—Eres una buena amiga.
—Nos vemos mañana —canta. Pongo la escoba en el almacén y vuelvo a salir
a la tienda y regreso con el recogedor, luego me agacho bajo el mostrador,
barriendo el polvo—. Oh, Rose, anímate, tienes un zorro plateado olisqueando en
tu puerta.
Asomo la cabeza y encuentro a Dermot de pie en la calle en la tarde oscura,
su traje azul marino hecho a la medida quedándole como un guante.
—Eres como una carnada de polla ardiente. —Izzy sonríe, y mis ojos se
abren como platos porque estoy segura de que puede escucharla del otro lado del
cristal. Izzy abre la puerta, la campana suena, y Dermot asiente y se hace a un
lado para dejarla salir de la tienda—. Buenas tardes, señor Carter.
—Izzy —dice en saludo mientras entra a mi tienda. Acomodo el ajustado
vestido verde esmeralda que todavía no me he quitado después de la grabación.
La manera en que me recorre con la mirada me hace desear haber tenido el
tiempo de cambiarme. Tengo que admitir, que existe otra parte de mí que piensa
que sería buena idea sacármelo justo ahí. Mal cerebro. Muy mal cerebro—. Hola
—dice.
—Hola. No te he visto en un tiempo. —Le regalo una sonrisa, porque no
puedo evitarlo. Mi cuerpo parece siempre estar en alerta ante su presencia, y hoy
no es diferente. Mi corazón late fuertemente, y estoy encontrando el respirar un
poco difícil, pienso que el vestido es el culpable.
Dermot cierra la puerta de la tienda detrás de él y va hasta el mostrador
donde pretendo estar muy ocupada acomodando cosas.
—Vine a verte sobre eso, en realidad.
Levanto la mirada, preguntándome qué significa exactamente. 110
—¿Oh?
—Vine más temprano hoy, pero parecía que había un montón de personas
con cámaras en tu tienda. No podía ni siquiera acercarme a la puerta.
—Oh, yo, mmm… Nos van a presentar en un reality de televisión. Es algo así
como: ayúdame, soy una pobre novia que no puede planear su propia boda —digo
como si este tipo de cosas me ocurriera todo el tiempo—. Va a salir al aire la
próxima temporada.
—Tú no eres la pobre novia ¿verdad?
—¿Yo? —digo—. No, ya tengo mi boda planeada desde que tengo cinco.
Oh-oh.
Dermot levanta la ceja. Parece algo asustado.
—Felicitaciones por el programa. Son extraordinarias noticias.
—Bueno, digamos que fue todo un día. —Sonrío falsamente, pero siento el
peso de las últimas veinticuatro horas aplastándome, y de pronto estoy cansada—
. Pero no viniste por eso. ¿En qué puedo ayudarte?
—Cena conmigo.
—¿Disculpa? —pregunto, levantado la ceja.
Levanta su mano como si pudiera quitar las barreras que tuviera.
—Prometo que seré un perfecto caballero en todo momento. Sin tropezar ni
aplastarte contra mi gigantesca erección.
Suelto una carcajada. No puedo evitarlo; la seriedad con que lo dijo me tiene
riendo como una colegiala. Y no soy una chica de risitas.
—Oh, vamos, tu gigantesca erección no tiene toda la culpa. Mi vagina es un
ninja que tropezaría con tu pene a propósito.
¿Acabo de decir eso? Jesús, tienes sexo una vez en tres años, ¿y de pronto
eres Amy Schumer? Contrólate, Rose.
—Gracias por la advertencia. Le diré a mi polla que se prepare para el
ataque. —Sonríe, pero sus ojos son como chocolate derretido y promesas
pecaminosas. Y aquí vamos una vez más, siendo completamente inapropiado y
sexy mientras lo hace.
Me río nerviosamente.
—Bueno, como sea; estoy segura de que tu esposa no estaría tan emocionada
con la idea de tu pene y mi vagina reuniéndose para cenar solos… de nuevo.
—Ex esposa.
Mi boca forma una pequeña O, mientras la sorpresa se registra en mi
cerebro.
—Lo siento, yo… no sabía que estaban separados.
—Presentamos el divorcio tan pronto llegamos a casa.
Trago fuertemente, deseando que esto no tenga nada que ver conmigo. 111
—Pero le he estado enviando lirios por tres semanas desde que regresaste.
No cancelaste la entrega, así que no sabía. Dios, me siento terrible.
—Has estado enviando flores a la casa. —Asiente.
—¿Pero las notas?
—Sí, supongo que puedes dejar de enviarlas, a menos que quieras enviarme
notas de amor. —Sonríe irónicamente, y mis ojos se abren—. Vamos a mezclar un
poco las cosas de ahora en adelante, encuentro los lirios algo tristes.
—Dermot, no tienes que seguir ordenando flores conmigo. Has sido uno de
mis clientes más valiosos, y estoy agradecida, pero entendería que quieras
cancelar esa orden.
—No, ¿por qué haría eso?
No le tengo una respuesta. Quizás quiere disfrutar el aroma a flores frescas
en su casa, no existe nada de malo en eso. De hecho, tengo muchos clientes así,
todos hombres solteros de negocios, que ordenan arreglos florales cada semana
por esa razón. No tienes que ser mujer para apreciar la belleza de la naturaleza.
Mira a Harley, que vive de crear algunos de los más exquisitos jardines en la
ciudad.
—Bueno, está bien.
—Está bien ¿vas a cenar conmigo?
—Oh. —Me detengo, insegura de qué decir—. Quería decir, que está bien,
vamos a cambiar las cosas un poco esta semana. ¿Cuáles son tus favoritas?
—Peonias.
Me sorprendo, porque muchos hombres ni saben cómo pronunciar esa flor,
y menos tener la habilidad de diferenciarlas. Mis ojos se iluminan, provocándome
una sonrisa de una persona loca, y Dermot sonríe también, pero no tan
estúpidamente como yo. Es lo suficientemente suave para arrugar las esquinas de
sus ojos, y lo suficiente intensa para que el calor de su mirada haga algo en mi
estómago ardiendo. Rápidamente pierdo la sonrisa y asiento.
—Bien, estoy segura de que puedo crear algo perfecto para ti.
—No tengo duda —susurra—. Quizás podrías llevarlas tú misma a la casa
esta vez, ¿a las ocho?
—Eres persistente.
—Lo soy —concuerda—. Especialmente, cuando se trata de cosas que quiero.
Juro que me sonrojo desde el cuello a mis rodillas.
—No puedo, lo siento.
No podría hacerle eso a Harley. A pesar de que ese idiota se levantara y se
fuera tres segundos después que terminó dentro de mí anoche, a pesar de que su
silencio me hiciera sentir como una puta sucia que acababa de cometer el peor
error de su vida, necesito hablar con él. Y sin importar el resultado final, no sería
correcto aceptar la oferte de Dermot porque mi corazón le pertenece a alguien
más, y eso no sería justo. Aunque sé que el zorro plateado no está detrás de nada 112
más que una buena cena y posiblemente un revolcón en unas sábanas; de mil
hilos por supuesto; meterme a la cama no es solo injusto para él, es injusto para
mí. Me enamoro rápido y fuertemente, siempre lo he hecho, y creo que ya
pasaron mis días de sexo vacío para poderme sentir bien por unas horas. A pesar
de lo tentador que es este hombre, no puedo cenar con él.
—No tengo citas con mis clientes, señor Carter.
—Podría dejar de comprar flores aquí —dice—. Aunque, no sé si pueda dejar
el café.
Me río, porque Izzy es realmente buena.
—Eres dulce, pero no. Gracias.
No parece feliz, pero creo que sabe que no existe punto en tratar de
persuadirme, así que lo acepta.
—Creo que estás cometiendo un error, Rose. Existe química aquí. Sería una
pena no explorar eso.
Quizás tiene razón, pero no cederé. Creo que ve lo terca que soy, porque sus
labios se mueven. Se inclina, y para mi sorpresa su mano toma mi nuca y me
acerca, susurrando en mi oreja.
—Una chica tan obstinada. Lo que daría por verte atada y retorciéndote
debajo de mí.
Mi aliento se queda en mi garganta. Dermot me besa la mejilla y me deja ir.
Hay un pequeño momento de pausa donde nuestros ojos se encuentran cuando
se aleja, y sé que me ha descubierto. Sé que ve el deseo en mis ojos porque sonríe
y da un paso hacia atrás.
—Disfrute su fin de semana, señorita Perry —dice, mientras sale. Todavía
estoy en el mostrador, boquiabierta, viendo cómo se dirige a la acera y entra a su
Maserati gris oscuro.
No es hasta que veo el auto acelerar que exhalo y me dejo caer en el suelo de
mi tienda, tomando largas y pesadas respiraciones, como si estuviera dando a luz
a un bebé y tratando desesperadamente de ignorar los lloriqueos de mi solitaria
vagina mientras su gigantesca erección se aleja. En su lugar, tomo mi teléfono del
mostrador y camino hacia la puerta, poniéndole el cerrojo. Bajo las persianas y
subo las escaleras donde abro una botella de vino y miro a la pantalla oscura. Tres
llamadas perdidas de mi madre, una del número de mi papá, que es posiblemente
mi madre llamando de su teléfono a consecuencia de que ignoro su número, pero
ninguna llamada de Harley.
Me tomo una copa de Pinot Noir y marco su número antes de que pueda
convencerme de no hacerlo. Va directamente a buzón de voz y escucho su
grabación y suspiro mientras pienso en todas las cosas hermosas que dijo en mi
oreja anoche.
—Harley, soy yo, Rose. Por supuesto que sabes quién soy, estoy segura de
que no tenía que explicar esa parte. Quiero decir. Estoy segura que no te olvidaste
de la vez en que terminaste dentro de mí y luego saliste volando de mi
113
departamento anoche. O quizás lo hiciste. —Oh cielos, no quería decir nada de
eso—. Como sea, yo mmm… no estoy molesta. Solo regrésame la llamada, ¿está
bien?
Finalizo la llamada y llevo mi copa de vino hacia el sofá, terminándomela
toda. Enciendo la televisión para ver mi programa favorito, solo para darme
cuenta que deja un amargo sabor de boca después de las últimas veinticuatro
horas, así que lo dejo en Discovery, y bebo… quizás demasiado.
Después de una botella de vino, mi teléfono me mira desde la mesa de café,
y lo tomo. Llamo de nuevo. Va directamente al buzón de voz.
—¿Sabes qué? Te mentí. Estoy molesta. Jodidamente molesta. Te acostaste
conmigo anoche, ¿y luego qué? ¿Te desvaneciste de la faz de la tierra? ¿Quién le
hace eso a su mejor amiga? Eres un amigo de mierda, Harley, y un novio de
mierda —espeto, y luego pienso en lo que dije por un momento—. Espera, no, no
fuiste un novio de mierda… realmente fuiste bueno en eso, pero, aun así. Y
apestas al no ser capaz de dejar de dormir conmigo; y estoy segura que la mayoría
de las mujeres tomarían eso como un halago, pero sabes cómo me siento hacia ti.
Me sorprende encontrar mis ojos derramando lágrimas de nuevo, no me
había dado cuenta de eso, lo que significa que estoy realmente ebria o… sí, creo
que diré que estoy muy ebria. Resoplo.
—Mierda. Harley, volverás a romper mi corazón, ¿no es así?
—¡Beep! Tu mensaje ha sido grabado —dice una voz robótica a mi oído, pero
todavía estoy molesta, y no he terminado, así que vuelvo a marcar y espero al
sonido y digo.
—Oh sí, jódete.
Cuelgo y lanzo el teléfono al sillón, abandonando mi vino por medio litro de
Ben & Jerry en mi congelador. Me como el helado como si fuera mi salvación, y
cambio el canal. Say Yes to the Dress está al aire. Ya he visto el episodio, pero lo
veo de cualquier modo y me doy cuenta que estoy llorando de nuevo, cuando el
velo le es colocado al cabello de la mujer, y la familia reunida en la sala comienza
a llorar. Como cucharada tras cucharada de helado, mientras gruesas lágrimas
resbalan por mis mejillas, y sollozo como una mujer que acaba de perderse una
increíble venta de zapatos Valentino en Nordestrom.
Odio a los hombres. Odio el sexo. Odio esa sensación en mi interior, y…
mierda, voy a vomitar.
Dejo el envase de helado y corro hacia el baño. No. Lo. Logro. Y creo que
está de más decir que el helado Ben & Jerry con trozos de caramelo y chocolate
no se ve igual al ser expulsado por la boca, especialmente cuando está ahogado en
una botella de vino.

114
Rose
A los dieciocho años

travieso las puertas y lo veo, de pie, con su camiseta de fútbol y el


cabello recogido, tiene flores en una mano y en la otra un letrero que
dice Wendy Darling, y una enorme y estúpida sonrisa en su rostro.
Sonrío como una mujer poseída y me dirijo hacia él, pero un grupo de personas
moviéndose a paso tortuga mientras deciden dónde dirigirse obstaculizan mi
camino, y cuando mis acelerados pasos pisándoles los talones no hacen que se
muevan más rápido, los empujo murmurando una disculpa y corro para saltar
hacia él. Harley no tiene más opción que soltar las cosas de sus manos para
atraparme y sostenerme por el trasero. Lleno su rostro y cuello de besos y luego,
cuando llego a sus labios, gruñe a la vez que deslizo mi lengua en su boca. Sus
labios finalmente, finalmente, están sobre los míos.
Las personas que nos rodean nos miran atentamente, algunos incluso
aplauden la escena que estamos haciendo en el aeropuerto metropolitano de
Baton Rouge. Me deslizo por su enorme cuerpo, mis pies apenas tocando el suelo
porque aún siento como si estuviera flotando en las nubes.
Sonrío.
115
—Hola, Tiger. Bonita camiseta.
—Hola. —Se inclina y coloca un beso en la punta de mi nariz—. Estás aquí.
—Estoy aquí —concuerdo. Me vuelve a abrazar tan fuerte que apenas puedo
respirar, pero no me importa, porque he extrañado la fuerza de sus brazos
rodeándome. He extrañado el picante perfume de su loción para después de
afeitar y de pasto verde que siempre lo acompaña fuera del campo, sin importar
cuántas veces se duchase después de la práctica. Su cabello está empapado, y
puedo apostar que acaba de salir del campo. Presiono mi nariz contra su jersey,
inhalándolo—. El morado es realmente tu color.
—No odies la camiseta —dice, colocando su brazo alrededor de mi hombro—
. Vamos, consigamos tu equipaje.
Le sonrío. Y lanzo la pequeña bolsa contra su hombro.
—En realidad, esto es todo lo que traje conmigo. —Frunce el ceño,
claramente sin entender—. No sabía si iba a necesitar mucha ropa mientras esté
aquí.
Se cuelga la bolsa al hombro y me acerca para susurrar en mi oreja mientras
caminamos.
—Si no fuera porque podrían arrestarnos, te empujaría contra la pared de
ahí y te follaría justo aquí, frente a todos.
Mis mejillas se sonrojan y mi vagina palpita en las costosas bragas que me
puse esta mañana especialmente para esta reunión. Mantengo la calma lo mejor
que puedo y salimos del aeropuerto, nos metemos en su camioneta y aceleramos
hacia la ruta 110.
Solo tardamos catorce minutos en llegar al campus de LSU, pero juro por
Dios que Harley se saltó todos los semáforos del camino para llegar a casa a las
ocho.
Estacionamos frente una enorme casa de fraternidad de tabiques rojos con
un jardín muy limpio. Frente a la propiedad hay dos personas sentadas en
calzoncillos; están bebiendo en sombreros de cerveza y usando unas ridículas y
enormes gafas de payaso. La casa es hermosa, al menos por fuera, y nunca
pensarías que es el hogar de veinte muchachos.
Harley sale de la camioneta, corre para abrirme la puerta antes que lo haga
yo, y me saca del asiento para empujarme contra el auto, besándome
fuertemente. Los chicos emiten gritos de celebración. Los miro por encima del
hombro de Harley, y luego me sorprendo cuando me alza y siento lo duro que
está bajo su pantalón. Coloco mis piernas a su alrededor y comienza a caminar
con sus manos en mi trasero y los labios contra los míos.
—Hombre —dice alguien—. Consíganse un cuarto.
—Planeo hacerlo. —Harley me sonríe, y todo lo que puedo pensar es, sí, sí,
sí, Dios sí. Ha pasado mucho tiempo, y ni siquiera estoy segura de poder recordar
cómo se siente tener sexo. 116
—Yo no dejaría el auto ahí —dice lentes de payaso—. El guardia del
estacionamiento va a estar molesto.
—No me importa.
—Van a remolcarlo —grita el chico mientras Harley sube las escaleras y se
detiene frente la puerta.
—¿Quieres echarme una mano aquí? —susurra, riéndose mientras cubro su
rostro y cuello de besos—. Las mías están un poco ocupadas.
Alcanzo el cerrojo de la puerta detrás de mí y entramos, golpeándonos
contra los muebles, paredes y puertas, y estoy bastante segura de que incluso nos
topamos con una persona en nuestro camino escaleras arriba. No me importa. No
me importa cómo me vean los compañeros de fraternidad de Harley. No me
importa que escuchen o si dicen tonterías desde el patio delantero, todo lo que
me importa es él. Todo lo que quiero es él.
Entramos a un cuarto del segundo piso. No sé si es pequeño o grande, o si es
el jodido armario de la limpieza, porque sus labios están contra los míos y cierro
los ojos a la vez que sus dedos aprietan mi trasero. Gruño y me retuerzo contra él,
rompiendo nuestro ardiente beso para quitarme la camisa y susurrar:
—Te necesito dentro de mí, ahora.
—Joder, bebé —dice, mientras sus labios se mueven por mi cuello y senos,
devorándome como si se hubiera estado muriendo de hambre todo el tiempo que
estuvimos separados—. Planeo clavarme tan profundamente en ti que caminarás
como un vaquero el resto de la semana.
—Mmm… hola —dice una voz, mis ojos se abren por completo al ver a un
alto, y un poco nerd, chico parado a menos de dos metros de distancia. Sus
mejillas están tan rojas como las mías en este momento—. Tú debes ser Rose.
—Dios mío —digo, cubriéndome el pecho. No me puse sostén a propósito, a
pesar de que mis senos son grandes, son firmes, sé lo mucho que vuelve loco a
Harley cuando salgo solo con mi camiseta.
—¡Fuera! —ordena Harley, y el chico pasa junto a nosotros con una mirada
nerviosa en el rostro, como si tuviera miedo de que le arrancara la cabeza con sus
propias manos en cualquier momento. No puedo culpar al pobre chico. Mi
hombre es intimidante cuando se lo propone.
—Encantada de conocerte —digo cuando la puerta se cierra
cuidadosamente, y luego soy arrastrada hacia una cama con sábanas
descuidadamente estiradas. Grito cuando el enorme cuerpo de Harley cae sobre
mí y presiona sus caderas contra las mías.
Desliza una mano entre nosotros y desabrocha mi jean, deslizando sus
gruesos dedos bajo mis bragas. Sus cejas se juntas y levanta la cabeza,
confundido, mientras se aleja. Sus manos se deslizan por mis piernas mientras se
sienta en sus tobillos, quita mis zapatos y los lanza por la habitación, luego saca el
jean de mis piernas, exponiendo mis muy escasas bragas negras. Me admira,
memorizando mi cuerpo de pies a cabeza.
117
—Mierda, Rose. ¿Estás intentando darme un jodido ataque al corazón?
—Nope, solo te estoy demostrando lo mucho que te extrañé. —Le sonrío
coqueta y deslizo mi pie hacia el bulto en su pantalón. Me toma el tobillo y coloca
un beso en el arco, y luego abre mis piernas para poder tener una mejor vista. En
el pasado, esto siempre me ponía nerviosa, él estudiando mi cuerpo tan de cerca,
pero estaría recostada así por siempre, solo para que me mire de esa manera.
—Te he echado de menos, jodidamente demasiado —dice, subiendo a la
cama e inclinando su cabeza hacia mi entrepierna—. ¿Está bien si rompo éstas
con mis dientes?
Me río.
—Lo que tú quieras, QB1.
—Mierda, amo cuando hablas de fútbol —gruñe.
Inclina su cabeza y me cubre con su boca, bragas y todo. Gimo, porque se
siente jodidamente bien tener sus labios sobre mí de nuevo, y tomo un mechón de
su cabello hasta que se encuentra con mi mirada. Clava los dientes en mis bragas
y jala como un perro con un juguete que acaba de atrapar. No se rompen de la
manera en la que claramente deseaba y suelto una carcajada.
—¿Qué sucede, QB1? ¿No pudiste hacer un home-run?
—Detente —dice seriamente—. Estás mezclando metáforas deportivas y es
vergonzoso.
—Cómeme.
—Oh, planeo hacerlo. No te preocupes. —Toma la delgada tela entre sus
dedos y tira fuertemente. Las costuras se rompen, la tela se rasga, y el elástico
golpea la piel sensible de mis caderas y muslos. Gimo, y una brillante línea roja se
forma en mi carne.
Coloca sus labios en la marca. Su lengua sale, calmando la piel como un
bálsamo. Desliza su boca sobre mí, separando mis pliegues con su lengua. Lame
mi humedad y gruñe cerrando los ojos, y no puedo evitarlo, sonrío, porque
también he extrañado esto.
Mi silenciosa risa pronto se transforma en lágrimas de placer mientras
hunde su cabeza entre mis piernas, comiéndome como si fuera su alimento
favorito. Me retuerzo en su rostro, tomándolo por el cabello lo suficientemente
fuerte para arrancarlo. El calor se apodera de mí y mi orgasmo comienza a
formarse, pero tan pronto como me acerco al precipicio se aleja, colocando un
beso en mis muslos. Gruño frustrada, mi corazón late furiosamente contra mis
costillas al mismo tiempo que Harley se quita el pantalón y se coloca encima de
mí. Su erección se clava en mi estómago mientras se inclina y me lanzo contra él,
saboreándome en su boca. Siempre amé besarlo justo después que sus labios
estuviesen comiéndome. Abrazo sus caderas con mis piernas. Desliza una mano
entre nosotros guiando su polla a mi entrada y luego, lentamente, comienza a
empujar. Nuestras miradas están fijas mientras centímetro tras delicioso
centímetro se desliza más profundamente, y puedo leer exactamente qué es lo
que está pensando, porque también lo hago. 118
—Bienvenida a casa —dice con una sonrisa.
—Oh… —gimo mientras entra más profundo—. ¿No debería ser yo quien da
la bienvenida, dado que tú estás dentro de mí y todo eso?
—Joder, joder, joder, Rose. —Suena como si estuviera a nada de perderse,
pero está siendo lento y cuidadoso, y sé que está controlando el ritmo para
hacerlo cómodo, porque si fuera por él ya me habría martillado contra la pared.
No es que eso no fuera agradable—. Quédate conmigo.
No está hablando de aquí y ahora, porque estoy exactamente donde debería
estar, presente, y sintiendo cada segundo de su dura polla moviéndose dentro de
mí.
—No puedo.
Me lanza una mirada de advertencia, sale casi por completo, y luego golpea
dentro, como si me estuviera castigando por esa respuesta.
—Quédate. Conseguiremos un lugar, solos tú y yo.
—Tengo escuela —jadeo y me muevo bajo él, mientras clava sus caderas.
—¿Y? Tú… puedes hacer… eso donde sea. Jesús, joder. —Está cargando su
peso con una mano y desliza la otra entre nosotros, suavemente acariciando mi
clítoris, tan diferente de sus fuertes empujes. Aun así, es una combinación
matadora, y arqueo la espalda mientras termino, apretándolo fuertemente. No sé
si es el tiempo separados o que necesitábamos una furiosa y salvaje follada para
reconectar, pero fuera lo que fuese, es caliente, y suficiente para tenerlo al borde
también. Aprieto mis músculos de la manera en que le gusta mientras termina en
una explosión caliente y espesa.
—Joder, joder, joder, amor —gruñe, tratando de recuperar la respiración a
la vez que sale hasta la última gota. Colapsa junto a mí, tomándome con ambos
brazos y piernas, y ese enorme torso que parece haberse vuelto más grande desde
que se fue. Todo en él se ve más grande, aunque quizás la distancia está
haciéndome trucos. Había olvidado lo bien que se sentía estar así, y lo completa
que me hace sentir mientras descanso en él.
Una cálida respiración susurra en mi oreja:
—Si te quedaras, podría ser así todos los días.
Me río, pero por la manera en que su cuerpo se tensa, no está bromeando.
—Harley…
—Te extraño demasiado, Rose. —Se pone de lado, nuestros cuerpos unidos
por la cintura, su polla todavía dura dentro de mí—. No puedo concentrarme,
odio esta jodida distancia entre nosotros.
—Yo también, pero…
—Entonces quédate. Puedes conseguir otro puesto de interna, no es como si
no tuvieran floristas en Baton Rouge.
¿Está hablando en serio? Este puesto puede ser un dolor en el trasero, pero 119
es mi dolor en el trasero. Quise estudiar bajo la tutela de Sara Lu desde que la vi
por primera vez en Vogue Weddings hace seis años. Puede que sea una perra,
pero es un genio, y todavía tengo mucho que aprender de ella. No soy yo la que
cambió de idea… fue él. LSU nunca formó parte de nuestros planes.
No digo nada e ignoro sus comentarios, porque sé que está sintiendo todo al
mismo tiempo, al igual que yo. Debería estar agradecida de que quiera que me
quede, pero me molesta que de repente mi carrera no sea tan importante para él
como la suya lo es para mí. Hablaremos de eso después, no lo dudo. Pero ahora
no quiero discutir, así que me concentro en estar aquí con él después de tanto
tiempo separados, y pido que nuestros cuerpos no se hayan olvidado del otro en
nuestra larga ausencia.

Estoy recostada desnuda en la cama de Harley, salvo por los brazos que me
rodean y su pierna que está posesivamente sobre mi muslo. Dormimos durante
unas horas. Se siente bien, siento como si estuviera en casa y no quiero irme
nunca, pero algo dentro de mí me dice que son solo las endorfinas y mi vagina
hablando.
—Sabes, nunca lavaré estas sábanas. —Coloca su rostro entre mi cuello.
—Asco.
—Es en serio —dice, deslizando la palma de su mano sobre mi pezón
expuesto. Inclina la cabeza y muerde mi sensible piel. Me quejo, pero lo besa y
todo queda perdonado—. No hasta la próxima vez que vengas a verme.
—En realidad, eso es asqueroso.
Se encoje de hombros.
—Di lo que quieras, pero de esa manera podré olerte cada vez que me tumbe
en la cama. No quiero que te vayas.
—Suficiente charla sobre mi partida. Acabo de llegar, y me prometiste todos
los sabores de Baton Rouge, así que vístete. Me llevarás a cenar. —Salgo de la
cama y comienzo a buscar mi ropa en la muy pobre iluminación de la habitación.
—Preferiría quedarme aquí y comerte.
Me río.
—Bueno, no estoy segura de que vagina sea uno de los cuatro principales
grupos alimenticios, así que muévete.
—Amo cuando hablas sucio —dice, tomando su polla, que está ya gruesa y
lista para la acción de nuevo.
Tomo una almohada y se la lanzo.
—Levántate.
—Ya estoy levantado —dice, acariciando su hermosa polla. Largos dedos
deslizándose por su longitud mientras miro atentamente. Pero también dejo
escapar un bufido, porque sé que no comeré algo que no sea ese pene en un 120
futuro cercano.
Harley me arrastra de nuevo hacia la cama, donde nos quedamos hasta
pasada la media noche, cuando corremos por la casa medio desnudos; yo con su
jersey de fútbol sin bragas, y él con un pantalón corto, sin zapatos o camisa.
Aceleramos hacia el auto servicio de Five Guys en el campus y somos recibidos
por la extraña mirada del cajero. Dice algo sobre el partido del domingo mientras
nos pasa nuestra comida, pero todo es eclipsado por la sangre rugiendo en mis
oídos y el aleteo de mariposas que se forma en mi estómago cuando Harley coloca
sus labios en la parte trasera de mi mano, permitiendo que el más mínimo roce
de su lengua toque mi piel.
Como tres papas fritas antes que Harley frene en el estacionamiento oscuro
de un edificio. La noche a nuestro alrededor nos oculta de la luz a unos metros de
distancia, pero no la necesito para ver, porque conozco cada rincón y ángulo de su
rostro y cuerpo desde que tengo cinco años. Volví a memorizarlo cuando cambió
en la pubertad, y una vez más después de eso, cuando se convirtió en el
musculoso y hermoso hombre que es ahora.
Se desabrocha el cinturón y se mueve por la cabina, tomando la bolsa de
comida de mis manos y lanzándola por encima de su hombro.
—Oye —protesto—. Tengo hambre.
—Yo también. —Besa la sensible piel de mi cuello y desliza sus labios sobre
mí, devorándome con cada beso.

Por la mañana me despierto con las cálidas manos de Harley en mi cuerpo y


su boca en mi cuello. Gruño y me giro. Me duele todo y apenas ha amanecido, así
que, ¿por qué intenta matarme?
—Déjame ver esos hermosos ojos —susurra, besando mi cuello, clavícula, y
finalmente deslizando sus labios en mis senos desnudos. Succiona mi pezón
fuertemente, y mis ojos se abren automáticamente mientras respiro lenta y
pesadamente. Deslizo mis dedos por su cabello y lo observo—. Tengo que irme. El
entrenador me está haciendo correr antes de la práctica, por salir temprano ayer.
—No —me quejo—. Es tiempo de acurrucarse. ¿Cómo no sabes eso?
—Tengo un juego mañana por la noche. Estoy bastante seguro de que el
tiempo de acurrucarse es lo último en la cabeza del entrenador —se burla—.
¿Estarás bien aquí? Odio dejarte en una casa llena de hermanos de fraternidad,
pero saben que no deben molestarte.
—Estaré bien. He lidiado con imbéciles toda mi vida.
Levanta una ceja.
—Oh, ¿en serio?
—Síp, viví junto a uno de los peores.
—Qué tierno —dice, mordiendo mi piel mientras se mueve hacia mi torso. 121
—¿Qué estás haciendo? —susurro, porque tengo miedo de que si hablo muy
fuerte se detenga—. ¿No vas tarde para la práctica?
—Sí, pero el entrenador puede esperar un poco más. No es habitual
despertar junto un hermoso espécimen en mi cama. Quizás tenga que examinarlo
más detenidamente.
—Mas vale que sea el único espécimen despertando en tu cama.
—Siempre —dice, apartando la sábana antes de cubrirme con su boca. Es
exquisito, y mientras me deja con un largo y fuerte beso y mi sabor en su lengua,
creo que podría acostumbrarme a despertar así todos los días, solo nosotros dos,
sin padres alrededor, sin escalar por la ventana y salir antes que nos descubran.
Solo nosotros, perdiéndonos el uno en el otro, de la manera en que lo hicimos
anoche. Solo nosotros.

No puedo evitar ir al baño por más tiempo, así que me levanto y estiro junto
a la cama. Mis ojos buscan la ropa por el suelo cuando la puerta se abre y el chico
alto y nerd que conocí por un segundo anoche se queda de pie en el marco de la
puerta, con su boca completamente abierta, sus ojos observando mi cuerpo.
—¡Dios mío! —grito y tomo la sábana, cubriendo mi cuerpo del pecho a los
tobillos. Maldigo el hecho de que sea blanca y que con el sol de la mañana
pasando por la ventana, probablemente pueda ver todo de cualquier modo.
—¡Mierda! Lo siento —dice, girando y dándome la espalda.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi tono es seco y acusador, y creo que lo
asusté un poco porque se encoje.
—Emm… solo quería agarrar algunas prendas. —Cubriendo sus ojos con la
mano se da la vuela y echa un vistazo. Todavía estoy protegida con la sábana.
Algo malo si no fuera así. Deja caer su mano. Sus ojos pasando de mi apenas
cubierto cuerpo a mis bragas arruinadas en el suelo, y junta los labios. Luego
fuerza su mirada a mi rostro—. Para no llegar tarde.
—¿Qué?
Señala hacia el armario al otro lado de la habitación.
—Mi ropa. Necesito vestirme.
Inhalo sorprendida.
—Espera, ¿este también es tu cuarto?
—Sí —dice nerviosamente—. Yo… em… Harley me pidió que tomara el sillón
mientras estuvieras aquí.
—Dios mío, lo siento mucho. No lo sabía.
Se encoje de hombros, y el gesto parece extraño mientras está de pie ahí con
sus manos fuertemente en sus costados y sus mejillas de un rojo brillante.
—Está bien. Aunque sería mejor que no le dijeras a Harley que entré 122
mientras estabas desnuda. Él… posiblemente me golpee la cabeza.
Me río nerviosamente.
—No te preocupes. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Gracias, así que… solo tomaré unas cosas.
—Está bien. Lamento mucho que te sacáramos de tu habitación.
—Está bien. Sucede todo el tiempo.
Mi sonrisa se desvanece y mi corazón se detiene un segundo.
—Espera, ¿qué?
—En la casa, quiero decir, no en esta habitación, pero en las otras. Siempre
hay alguien a quien echan y duerme en el sofá.
—Claro, por supuesto.
—Harley no es así.
—Lo sé —digo, aunque no muy segura.
—Quiero decir, la mayoría de los chicos lo haría. Al QB1 se le ofrecen más
coños de los que podría manejar, pero él no… él no es… bueno, no les presta
atención. No está interesado en las otras chicas. Se masturba con tu foto
demasiado, pero…
Me río, y se cubre el rostro con la mano.
—Está bien, yo solo… —Comienza a dirigirse hacia su armario, tomando un
montón de ropa sin siquiera mirar qué está haciendo. Luego se mueve hacia el
escritorio y coloca bolígrafos, libros y una laptop dentro de la mochila—. Nos
vemos.
—Adiós —digo. La puerta se cierra suavemente detrás de él. Dejo escapar
una gran bocanada de aire y vuelvo a caer a la cama.
La distancia entre Harley y yo me está haciendo perder la cabeza. Conozco a
este hombre, sé que nunca rompería mi corazón de esta manera, así que, ¿por
qué siempre estoy esperando que el otro zapato caiga?

123
Rose
iempre he llorado en las bodas; es lo que hago. Es más que por la idea
de que dos personas se unan para decir sus votos. Es más que por el
vestido, el pastel, las flores, o la forma en que un novio mira
conteniendo el aliento y una lágrima en su ojo mientras su hermosa novia camina
hacia él. Es mucho más que eso. En el transcurso de varios meses, y en algunos
casos, años, desarrollo una relación con la novia, y se vuelve más que solo ayudar
a que su gran día sea tan hermoso como se lo imaginó cuando era una niña. Es
más que un simple trabajo: se trata de crear un recuerdo y un fragmento en el
tiempo que recordarán mucho después que los pétalos hayan caído del ramo y se
hayan convertido en polvo, cuando su novio la esté volviendo loca por no sacar la
basura cada semana.
Las bodas de TV son en gran parte diferentes de una ceremonia regular. Hay
horas agotadoras, numerosas tomas, y lo que parece ser camarógrafos y equipo
por todas partes, pero todavía hay algo mágico en esta boda que se extiende más
allá del encanto de la televisión, y está aquí en el país de las maravillas que hemos
creado. Hicimos esto. Dale Tutela podría ser un Oompa Loompa de 124
temperamento violento, con una necesidad imperiosa de un Xanax, pero me
había regalado un gran presupuesto y tiempo al aire en televisión. Aunque
supongo que Harley había sido el que había hecho todo esto posible.
La boda se llevaba a cabo en Legión de Honor, la mejor galería de arte de
San Francisco. Había decorado varias bodas aquí en el pasado, y cada una fue
clásica y hermosa. No sabía cómo habían reservado el lugar tan rápido, porque
normalmente se reservaban con meses de antelación, pero esa es la magia de
Hollywood para ti.
Mantuve la ceremonia en la Corte de Honor elegante, reservada y toda
blanca para que coincida con los enormes pilares de piedra que nos rodean. Las
pomas de rosa colgaban de cada asiento en el pasillo, y el altar estaba adornado
con pedestales de piedra de columna que desbordaban con orquídeas blancas
como la nieve, rosas y anémonas, pero era dentro de la galería de Rodin donde los
arreglos eran realmente espectaculares, y ésta era la causa actual de las lágrimas
que amenazaban con derramarse de mis ojos. Toda la habitación estaba llena de
glicinas lila pálido, rosa glacial y blanco. Los invitados cenaban bajo grandes
arcos de ellas, floreros enormes se alineaban en la mesa como centros de mesa, y
las estatuas de bronce de Rodin se yuxtaponían a la suave sensación femenina de
la habitación. La novia había querido rosas por todas partes, y yo le había dado
eso en su ceremonia, pero no eran la flor para ella.
No me gustaba mucho esta mujer, y sabía que yo no le gustaba desde la
primera vez que nos conocimos hasta la cena de ensayo del reparto y equipo de la
noche anterior, pero eso no importaba. Porque había visto su rostro cuando vio
sus decoraciones ceremoniales y se había encontrado con su novio en el altar, y
había visto la forma en que sus ojos se empañaban y su boca se abrió cuando
entró en esta habitación. Había sido transportada de vuelta a su infancia cuando
había soñado con un día así. Lo sé, porque eso es lo que hacen todas mis novias.
Se iluminan cuando se cumplen sus sueños. Es lo que espero hacer un día,
iluminarme como un maldito árbol de Navidad cuando camine por el pasillo
rodeada de exuberantes peonías y orquídeas, linternas de papel y una puesta de
sol de abril, mi mejor amigo esperando en el altar en un esmoquin, una suave
sonrisa en su rostro y un destello de lágrimas en sus ojos mientras me observa
dar esos últimos pasos hacia él.
Pero es un poco difícil casarse con tu mejor amigo cuando claramente no te
ama, o ni siquiera devuelve tus llamadas, de hecho. Una semana. Eso es la
cantidad de tiempo que le he dado. Una semana. Debo haber marcado ese
número mil veces. Caminé a su apartamento; toqué la puerta. Grité en su
ventana, y nada.
Sé que es patético. Sé que soy patética, pero todo este tiempo no me había
rendido a él, y eso está mal. Necesito dejarlo ir, porque él ya me ha soltado y he
sido demasiado estúpida para verlo. Tengo que dejar a un lado las cosas infantiles
y renunciar a la idea de que él me ama. Y así, con un corazón afligido y una
conciencia culpable, esta mañana temprano había enviado una tarjeta con el
arreglo de Dermot con solo una palabra: Cena.
Aún no ha llamado, y tal vez eso es lo mejor, pero tenía que hacer algo. 125
Dale se levanta a mi lado. Coloco una sonrisa, pero de repente el peso de la
última semana descansa pesadamente en mis hombros, y esta vacila. Él se aclara
la garganta.
—Es una celebración. Se supone que te estás divirtiendo.
—Lo hago —digo, sorbiendo mi bebida. Todo lo que realmente quiero hacer
es beberla de un solo trago, pero no lo hago, porque nunca se sabe quién está
viendo, especialmente con un equipo de filmación involucrado.
Gesticula con su bebida, regando un poco en el suelo. Aparentemente los
Oompa Loompa no pueden manejar su licor.
—Sabía que lo harías.
Arqueo la ceja, pero imagino que es mejor no decir nada porque a pesar de
que ha sido un completo imbécil durante el rodaje, todavía me ofrece una ayuda
que nunca podría pagar.
—¡Oh! Y vi la serie de fotografías que Aras tomó de ti y el sexy leñador. —Sus
ojos se abren como si el pensamiento se le acabara de ocurrir—. Lo vamos a
incluir en el programa.
Mi sangre se convierte en hielo.
—Me llamas cuando quieras planear tu propia boda. —Dale vuelve a
gesticular salvajemente, puntuando sus palabras con el vaso de Martini como si
fueran titulares de noticias—. Haremos un seguimiento exclusivo: la diseñadora
floral más sexy de San Francisco se casa con el amor de la infancia.
—Suena genial —digo, buscando una excusa para alejarme lo más posible de
esa idea—. Disculpe. Necesito otro.
Con la filmación terminada, o mi parte por lo menos, me despido de la novia
y el novio. Ella realmente me abraza, lo cual es una gran sorpresa, pero la abrazo
de vuelta y los felicito nuevamente, diciéndole a su nuevo marido que llame a la
tienda el lunes y arreglen su primer arreglo floral de aniversario por adelantado.
Solo estoy bromeando a medias. Sin embargo, él promete que lo hará.
Salgo del museo para llamar a un Uber, pero es una noche agradable, así
que me paro en los escalones enfrente del edificio por un tiempo y miro hacia el
cielo. Algunas estrellas se asoman a través de la cortina de niebla. No es nada
parecido al cielo de Carmel, donde si caminas un trecho por la playa, lo
suficientemente lejos de las casas, una manta de estrellas resplandece de vuelta.
Normalmente me quedaría en un evento hasta el final, pero después de
hablar con Aras me aseguraron que el equipo tenía esa parte controlada. Además,
he decidido que me he ganado el derecho a regresar a casa, sacarme los tacones, y
servirme un buen trago.
Mi teléfono suena, y por un momento me atrevo a soñar que es Harley, pero
no reconozco el número cuando miro la pantalla. Respondo, asumiendo que es
Dale o Aras o algún otro miembro del equipo insistiendo en que vuelva.
—¿Hola? 126
—Rose. —Es Dermot. Mi corazón late entrecortadamente, e inspiro
profundamente.
—Hola. —Oh mierda. Oh mierda. Oh mierda. No sé si estoy preparada para
esta conversación.
—Estabas esperando a alguien más. —No es una pregunta.
—No, me has tomado con la guardia baja, es todo —digo, tirando del cuello
alto de mi vestido. ¿El medidor de temperatura subió bruscamente hasta los
veintiún grados?—. No pensé que llamarías tan pronto.
—No me gusta perder el tiempo —dice. Ya sé eso acerca de él. Supongo que
es por eso por lo que le envié esa tarjeta en primer lugar. Solo ahora que él en
realidad me está llamando, tengo dudas sobre el estado de mi salud mental y la
capacidad de tomar decisiones—. ¿Dónde estás?
—Saliendo de la Legión de Honor.
—¿Sola?
—Sí, hoy filmamos la boda para la...
—Novia desesperada que no tiene idea de cómo planear su propia boda, lo
recuerdo —dice, y algo en su voz me dice que está sonriendo.
Me río y niego, aunque sé que no puede ver el gesto.
—Vaya, realmente prestas atención, ¿eh?
—Solo cuando me despierta el interés.
—¿Entonces eres un fanático de los reality de televisión?
Él se ríe entre dientes. Es un sonido oscuro que envía un escalofrío por mi
espina dorsal.
—Tú me despiertas el interés, Rose. No estoy seguro de cómo puedo dejar
más claro eso.
—Oh... yo...
—Ahora, acerca de la cena —dice—. ¿Ya has comido?
No lo he hecho. No en realidad. Había tomado un par de canapés de los
camareros mientras hacían sus rondas, pero no estuve involucrada en la cena
formal, como era de esperar.
—No —digo, sacando la palabra como si fuera una pregunta cargada—. Son
casi las once.
—Estaré allí en cinco minutos.
—Dermot...
—Cuelga el teléfono y espérame, Rose.
Suspiro y me encuentro mirando a mis Louboutin que dejan a la vista los
dedos del pie. Llevo un vestido impreso Ted Baker Bowkay. En azul pastel. Con
una impresión floral de ensueño, es justo la cantidad correcta de color para una
boda como ésta sin quitarle mérito a la novia ni al esquema de color, aunque sea 127
un poco corto para un vestido de cóctel.
—Muy bien, creo que nos vemos pronto.
—Trata de frenar tu entusiasmo —dice, y sé que ahora está sonriendo
porque lo escucho en el tono burlón de su voz.
Eso me hace reír, y cuelgo el teléfono con una sonrisa en mi rostro. No sé
qué esperar de este hombre, de un segundo al siguiente, cada intercambio que he
tenido con él me ha dejado la cabeza dando vueltas, el corazón palpitando en mi
pecho y el estómago en nudos. Y puede que no sea inteligente, pero tal vez eso es
exactamente lo que necesito.

Fiel a su palabra, el resplandeciente Maserati gris de Dermot se detiene


frente a mí solo cinco minutos después. Sabía que vivía en Seacliff, pero no me di
cuenta que estaba tan cerca. Busco la manija de la puerta, pero la encuentro
cerrada con llave. Pone el auto en pare y sale, y lo miro por encima del techo,
confundida.
—¿No nos vamos?
Dermot camina hacia mi lado del auto. Lleva una chaqueta de cuero marrón
oscuro, una camiseta blanca y un jean negro con botas color rojizo. Se ve bien,
más joven sin los trajes y el maletín. Desliza una mano alrededor de mi cintura y
se inclina para besar mi mejilla. Trato de ignorar el alboroto en mi estómago
mientras susurra en mi oreja.
—Te ves positivamente...
—Si dices radiante, tal vez tenga que hacerte daño —exclamo, poniendo mis
manos en sus brazos para permitirme un poco de espacio para respirar.
Retrocede, inclina su cabeza, y sonríe, esos cálidos ojos castaños me dejan
clavada donde estoy.
—Iba a decir follable, pero radiante funciona también.
Un escalofrío recorre mi espina dorsal, y la culpa me golpea ante el
pensamiento de los dos... follando. Incluso después de que Harley me dejara de la
forma que lo hizo, todavía se siente como si lo estuviera traicionando al ver a
Dermot esta noche, lo cual es estúpido. Tal vez la verdadera traición radica en
que me niego la oportunidad de sentir otra cosa que no sea un corazón roto de
nuevo. Pero estoy demasiado herida para pensar en mi mejor amigo y la forma en
que él me aplasta continuamente, echándome a un lado como un viejo juguete
con el que ya no quiere jugar. No debería sentir ninguna culpa. No rompí, él lo
hizo. E intentar seguir adelante no está mal.
—Rose, ¿qué pasa? —pregunta Dermot, trayéndome de vuelta al aquí y
ahora.
Hablo rápidamente.
—Necesito ir despacio.
128
Él levanta las cejas y dice:
—¿El amigo-amigo?
—Yo... no es... —Exhalo ruidosamente y echo un vistazo a la inmensa y
reluciente fuente de agua que hay cerca—. Lo siento. Sé que te envié esa tarjeta, y
no quiero darte señales contradictorias. Solo estoy…
Toma mi mano y la besa, como Harley siempre lo hizo. Algo en ello obliga a
que mi aliento quede atrapado en la garganta, y retiro mi mano. Mi mirada se
encuentra con la mirada confundida de Dermot y miro a mis zapatos. Él no puede
tener ese gesto. Puede tocarme, puede besar mi mejilla, puede deslizar su mano
por mi cintura o colocarla en la parte baja de mi espalda. Puede abrir las puertas
para mí y decir cosas increíblemente inapropiadas que me hacen querer
inclinarme sobre el capó de su auto y ceder justo aquí enfrente de una boda que
acabo de diseñar, pero no puede tener eso.
Tal vez esto fue una mala idea.
—Rose. —Toma mi barbilla entre su pulgar e índice e inclina mi cabeza
hacia él—. No soy un hombre paciente. Cuando quiero algo, lo tomo, pero acabo
de terminar un matrimonio de veintidós años con una mujer que nunca me dio su
corazón. Si hay alguna posibilidad de que gane, aunque solo un pedazo del tuyo,
aprenderé a esperar.
No lo entiendo, así que solo digo.
—¿Por qué?
—Porque las mujeres extraordinarias no aparecen todos los días.
Me río, porque es completamente cursi, pero en algún lugar dentro, un
estremecimiento de emoción me atraviesa.
—Oh, estás adornándolo con descaro, ¿no?
Se ríe y abre la puerta del pasajero.
—Sube al auto, Rose.
Lo hago, y Dermot regresa a su lado, subiendo al asiento del conductor.
Arranca el motor y empieza a acelerar antes de que abroche mi cinturón y
rápidamente aprendo que es un fanático de la velocidad cuando está detrás del
volante. Los chicos y sus juguetes.
Nuestra primera cita no es como esperaba cuando envié esa tarjeta con su
arreglo. Él no me lleva a un restaurante de lujo en el área de la Bahía, sino a un
almacén en la calle 20 en The Mission que alberga un bar de moda lleno de
hípsters. Por encima de las hamburguesas que se sirven en un pan de perritos
calientes con semillas de sésamo, que Dermot afirma son los mejores de la
ciudad, y cócteles inteligentemente basados en la carta de color de Pantone,
tratamos de mantener una conversación, pero en su mayoría solo terminamos a
gritos para tratar de ser escuchados por encima del ruido. Nos quedamos hasta el
cierre, y son las dos de la madrugada cuando me lleva a casa, no intenta llevar las 129
cosas más lejos, ni pide subir.
Dermot presiona un suave beso en mi mejilla y espera hasta que abro la
puerta de la tienda antes de volver a su auto y alejarse. Y finjo como si no hubiera
visto todavía encendida la luz del apartamento de Harley, porque si lo pienso con
demasiada fuerza o por demasiado tiempo probablemente me desintegraré, y he
tenido una noche muy buena para agriarla por hombres que piensan que soy algo
menos que extraordinaria.
Rose
omo el brazo de Dermot mientras subimos los peldaños de Bentley
Reserve. Es una noche fría de San Francisco con niebla tan espesa que
podrías perderte en ella. Pero no estoy perdida. Estoy actualmente en el
brazo de mi... ¿novio? Dios, eso suena tan juvenil, ¿y realmente puedes llamarnos
así cuando ni siquiera hemos dormido juntos? Han pasado tres semanas desde
nuestra primera cita en la cena, sin incluir el desastre de una comida en Hawái, y
él ha sido muy comprensivo. No presiona. Nos hemos besado un montón de
veces, y aunque siempre he disfrutado de esos momentos, todavía se siente...
bueno, mal. Como si estuviera engañando a Harley. No entiendo eso en absoluto,
pero claramente soy una persona loca.
Me encanta pasar tiempo con Dermot. Es encantador y dulce, y
sorprendentemente ingenioso, por no mencionar guapo. Es un tipo fantástico, y
tenemos química que no puede ser ignorada. ¿Lo único que falta? Él no es mi
mejor amigo.
—¿Lista? —pregunta, y asiento. Él sabe lo ansiosa que estoy acerca de esto.
He sido una nativa de San Francisco toda mi vida, pero esta noche, estoy
cruzando al lado oscuro. Rose Perry va a asistir a una estirada subasta de caridad 130
como las que frecuentan mis padres. Y voy de buena gana. Después de haber
aceptado la invitación de Dermot, había colgado el teléfono y pensé en ir a casa de
mis padres para que papá revisara mi temperatura y signos vitales para
asegurarme de que estaba bien. Afortunadamente, no necesitaba ver al doctor
papá porque, al parecer, Dermot también tiene doctorado.
No es un cirujano como mi padre; es el director ejecutivo de una compañía
de ensayos clínicos de células madre de varios miles de millones de dólares
fundada aquí mismo en San Francisco. Conoce a mi padre, han trabajado juntos
varias veces, y aunque mi padre nunca ha prestado mucha atención a mi vida
sexual antes, tengo la sensación de que esta es una sociedad con la que no se
sentirá feliz. Después de todo, Dermot es solo cinco años más joven que él. Lo
cual es un poco espeluznante, lo sé, pero bien podrían haber nacido en diferentes
siglos. Dermot es joven de corazón, aventurero, y tan increíblemente sexy. Y mi
padre es... viejo.
—¿Rose? —susurra, inclinándose y presionando un beso en la curva donde
mi hombro se encuentra con mi cuello. Como siempre, el dolor comienza en mi
vientre cuando me toca así.
Cierro los ojos y respiro el olor dulce y picante de regaliz de él.
—Estoy lista.
Dermot se ríe y pone su mano en la parte baja de mi espalda.
—¿Ni siquiera hemos entrado en el edificio, y ya tu atención está
disminuyendo?
—Bueno, ¿puedes culparme de cuán atractiva es mi pareja? —Le enderezo la
corbata, que, por supuesto, no necesita enderezarse porque se ve tan delicioso
como siempre con ella ligeramente descentrada. Y si pensaba que Dermot estaba
para comérselo en jeans, una camiseta y una chaqueta de cuero de diseñador, es
devastador en un esmoquin.
—¿Atractivo? —Sus cejas se fruncen, se inclina y murmura—: ¿Dónde está el
bastardo? Lo mataré.
Me río y le permito llevarme a Banking Hall. Está lleno con los sonidos de
un cuarteto de cuerdas y las mesas que están decoradas elegantemente en blanco
y negro con rosas rojo sangre, las mujeres vestidas de punta en blanco, y los
hombres en los esmóquines luciendo ridículamente atildados. Es hermoso y
aterrador a la vez.
—¿Bebidas?
—Oh Dios, sí —concuerdo, y Dermot toma dos elegantes copas de champán
de un camarero cercano. Me entrega una y sostiene la suya para brindar, pero ya
he dejado la mía seca—. Lo siento.
—Relájate, Rose. Solo nos quedaremos mientras sea absolutamente
necesario.
Y ahora me siento mal, porque sé por mis padres que estos boletos no son
baratos, y tampoco lo es la importante donación que dan cada año. He tenido
suerte este año, ya que tanto los Perry como los Hamiltons han decidido hacer
131
sus considerables donaciones desde la comodidad de la cabaña en Carmel, y
gracias a Dios, porque lo último que necesito ahora es que mi madre aparezca.
Dermot deja su champaña en una mesa cercana y revisa la cartilla de
asientos por nuestros nombres. Me conduce a una mesa medio vacía y toma mi
cartera de mano.
—Baila conmigo. —No es una pregunta. Dermot hace eso mucho, exige antes
que pedir, pero de una manera extraña me gusta.
—¿Cuándo llegamos a la parte con más bebida?
—Cuando me muestres que puedes ser una buena chica —dice y me golpea
en el culo. Giro la cabeza como si estuviera poseída, preguntándome qué diablos
pasa, y por qué decidió hacerlo en una habitación llena de gente, mucho menos.
Su sonrisa de respuesta me hace tambalear mientras toma mi mano y me lleva a
la pista de baile. Está llena de hombres y mujeres de su edad y aparte de los
camareros y los músicos en la esquina, parece que hay solo otra mujer de mi
edad, pero parece que pertenece a Housewifes of Beverly Hills, por lo que ella no
cuenta.
Coloco un brazo en el hombro de Dermot y uno mi mano con la suya. La
sonrisa que me da me toma con la guardia baja, y me encuentro ruborizándome
hasta las raíces de mi cabello porque hay un mundo de promesa en sus ojos.
Obliga a mi corazón a tropezar, pero un nudo de miedo aprieta mi interior. Echo
un vistazo alrededor de la habitación, sintiéndome incómoda y fuera de lugar y
tan extraña en sus brazos, como si tampoco perteneciera aquí. Siempre ha habido
un lugar, una persona a la que pertenecía, pero él no me quiere, e incluso ahora,
cuatro semanas después, eso corta como un cuchillo. Porque podría haber sido
perfecto y real, y lo echó todo a perder. Me tiró por la borda.
La mano de Dermot retira el cabello de mis ojos. Se inclina y presiona
suavemente sus labios contra los míos en un susurro de un beso. Trago el bulto de
mi garganta. Mis ojos duelen, pero alejo con un parpadeo esa humedad.
—Lo que no daría por ser el hombre que consume tus pensamientos —
susurra.
Dejo de bailar, mirándolo fijamente, mis ojos suplicándole que me perdone,
o cambie de tema o simplemente vuelva a ignorarlo como lo hace habitualmente.
No lo hace. Su mirada se clava en la mía, y mi piel se siente caliente y
adolorida por todas partes, y justo cuando estoy a punto de mentir, lo oigo. Una
aguda risa que golpea el miedo en el centro de mi corazón.
Con ojos salvajes, agarro el brazo de Dermot y nos hago girar para que mi
espalda apunte a ella. Me estremezco y me quedo muy quieta, rezando para que
no me haya visto. Dermot tiene una expresión vagamente divertida. Segundos
después, me dan un golpecito en el hombro. Exhalo ruidosamente.
—Rose, cariño, pensé que eras tú —dice mi madre. Me alejo de Dermot y
finjo sorpresa, fingiendo que no la ignoré deliberadamente—. ¿Qué estás
haciendo aquí? 132
Me abraza y me da un beso sin tocarme, probablemente mirando a Dermot
por encima de mi hombro.
—¿Es esta tu cita? Señor Carter, pensé que eras un hombre felizmente
casado.
—Separado, en realidad. Es un placer volver a verla, señora Perry. —Dermot
no se molesta en estrecharle la mano, la abraza y le da un beso en la mejilla. Miro
alrededor de la habitación, y encuentro a mi padre en una mesa cercana. Nos
mira como un halcón, y no está feliz. Los padres de Harley están con él, y cuando
me encuentro con los ojos de Rochelle tengo que tragar la bilis. Dios. Aquí yo no
soy la culpable, su estúpido y testarudo imbécil hijo lo es, y sin embargo estoy
plagada con culpa, vergüenza y remordimiento, porque igual que yo, ella sabe que
esta situación es... bueno, un poco jodida, en realidad. No hay otra palabra para
esto.
—Oh, por favor, llámame Evelyn —dice mamá.
—Evelyn —dice Dermot con un movimiento de cabeza.
Mamá vuelve su atención hacia mí.
—Este vestido, oh, Rose, es impresionante. ¿Dónde lo conseguiste? Y esos
zapatos, ¿quién eres y qué has hecho con mi hija?
Aliso con mi mano el frente de mi vestido negro Elie Saab sin tirantes. Es la
cosa más hermosa que he visto, a pesar de que la apertura del muslo casi llega a
mi cadera y me da urticaria por mostrar tanta piel.
—Fue un regalo de Dermot.
Mamá sonríe. Parece peligrosa.
—¿De verdad?
—Te ves preciosa también, Evelyn —dice Dermot—. No es difícil ver de
dónde mi Rose saca su belleza.
Mi Rose. Mis pensamientos se hacen eco por mi papá repitiendo la
expresión de cariño mientras se acerca a mamá y mira a mi cita.
—Hola, Herb —dice Dermot, ofreciendo su mano para saludar. Mi padre
mira con más fuerza.
—Herb —lo reprende mi madre, al mismo tiempo que digo—: Papá.
Él le da la mano, aunque está claro que prefiere hacer otras cosas con ella,
como golpear a Dermot en el rostro.
—Me alegro de verlos—dice Dermot, completamente indiferente ante la
rudeza de mi padre.
—Sí, ¿qué haces aquí? —Miro a mi madre con una mirada de Lucy-tienes-
algo-que-explicar. La única razón por la que decidí venir fue porque sabía que
estaría fuera de la ciudad. De acuerdo, tal vez esa no era la única razón, quería ver
si Dermot en un esmoquin estaba a la altura de mis fantasías. Lo cual era
simplemente estúpido porque... Dermot. En. Un. Esmoquin—. ¿Creía que te
habías ido a Carmel? 133
—Lo hicimos, pero Rochelle decidió que quería quedarse cerca de la ciudad
este fin de semana, y parecía una lástima ir sin ellos. Quiero decir, nunca hemos
hecho eso, así que aquí estamos. —Ella saluda a Rochelle y a Dean, luego agarra
mi brazo y susurra—: Ella necesita que le animen un poco. Ha estado muy mal
últimamente.
Ya somos dos.
Los Hamiltons se unen a nosotros, y es solo una gran recepción helada
cuando se dan la mano con Dermot y Rochelle me abraza. Me sujeta por
momento demasiado largo, y me hace preguntar si sabe lo que sucedió entre
Harley y yo. No podría saberlo porque si no mi madre lo sabría, y eso es algo que
no habría esperado para hablar conmigo. Habría aparecido delante de mi cara
exigiendo detalles antes que Rochelle hubiera terminado esa frase.
—Bueno, no impidamos bailar a los chicos —dice mi madre. ¿Chicos? ¡Ugh!
Me encojo porque, de nuevo, Dermot no es mucho más joven que ella. Lo cual es
un hecho que estoy encontrando cada vez más inquietante ahora que me enfrento
a él cara a cara.
—Creo que Rose quería una copa, de todos modos —dice Dermot, poniendo
su mano en la parte baja de mi espalda. Cada par de ojos ante nosotros sigue el
movimiento.
—Una bebida. Excelente idea —dice mamá, y yo podría morir. Mi único
consuelo viene cuando el anfitrión del evento anuncia que debemos tomar
nuestros asientos porque el primer plato está a punto de ser servido. Exhalo con
alivio, porque seguramente mis padres no se sentarán a nuestro lado, solo hasta
que mamá se dirige a nuestra mesa y pide a una de las parejas que cambie de
asiento con ellos para que todos podamos sentarnos juntos, creo que la única
manera en que esta que noche podría empeorar sería si Harley llegara y se colara
entre Dermot y yo.
Como si ya no se hubiera interpuesto lo suficiente entre nosotros.
Eso no es lo que pasa, sin embargo. De alguna manera, eso podría haber
sido preferible, pero no, el destino debe tenerlo realmente tomado conmigo,
porque cuando la última pareja se une a nuestra mesa, parece que hay un
enfrentamiento entre ellos y Dermot.
La mujer es alta y delgada, y tiene un brillante cabello negro que cae por su
espalda. Sus ojos son tan oscuros, y su rostro parece que ha sido alzado con botox
a un centímetro de su vida, pero no se puede negar que es hermosa. Más allá del
relleno de los labios y su piel lisa como el alabastro, extrañamente tensa para la
que imagino es su edad, es impresionante.
Dermot, siempre el caballero, asiente y dice:
—Mireille.
¿Ésta es Mireille? Tienes que estar bromeando. ¿No solo su ex esposa se
parece a eso, sino que su nombre suena a poesía mientras se desliza por su
lengua?
—Dermot —le saluda con un acento francés, avanzando hasta que están 134
frente a frente y lo besa en los labios. Vuelve la cabeza y da un paso atrás.
—¿Qué haces aquí? —pregunta él secamente.
—Sabes cómo odio perderme un evento de caridad —dice, y luego me mira
por encima del hombro—. ¿Y quién es esta? ¿Una estudiante de tu laboratorio?
—Esta es Rose —dice, y creo que por primera vez parece un poco nervioso—.
Mi novia.
No es menos incómodo cuando lo dice. Ciertamente no es la poesía de
Mireille que se deslizó tan bellamente por su lengua.
Ella ríe.
—Ustedes los estadounidenses y sus etiquetas. ¿Por qué no puedes decir que
es Rose, mi amante? ¿O esta es Rose, la mujer de la mitad de mi edad que estoy
follando?
Echo un vistazo rostro poco impresionado de mi padre y deseo
desesperadamente poder derretirme en el suelo.
—Es suficiente —dice Dermot. Mireille sonríe. Es con malicia y aun así
increíblemente hermosa. La odio. Es ilógico, ya que él es quien pidió el divorcio,
pero está allí de todos modos. Mireille se da la vuelta, como si solo recién se
acordara de su pareja y lo presenta como James su amante, o como
aparentemente dicen los franceses.
—James, que también tiene la mitad de tu edad, y con quien estoy follando.
Dermot no espera hasta que ella haya terminado esa frase antes que retire la
silla para mí. Me siento de inmediato, medio asustada de que podría ganarme
una azotaina por no obedecer lo suficientemente rápido. Francesita y su pequeño
perro faldero toman las sillas frente a nosotros y todos los pares de ojos se fijan
en Dermot y yo.
Esta es la razón por la que no debería tentar el destino, porque no importa
lo mal que crees que están las cosas, siempre pueden empeorar.

135
Rose
ermot se detiene enfrente de mi apartamento, y miro por el
parabrisas la siempre presenta llovizna que persigue a San Francisco
en esta época del año. Él no habla; sé que es mi turno. Sé que necesito
invitarlo a entrar, pero no creo que pueda. Cada vez que beso a este hombre, cada
vez que siento sus manos en mí, y cada vez que me pregunto cómo será acostarme
con él, veo a Harley.
Cuatro semanas y ni una sola llamada, ningún mensaje, nada. Y eso duele
demasiado porque le rogué no romper mi corazón de nuevo, y lo hizo.
—Me divertí mucho esta noche —digo, porque es lo que se espera. Anticipé
una risa, o una irónica mueca de su parte; ambos sabemos que es una completa
mentira; pero ninguno de los dos nos reímos. Una cena con mis padres y su ex
esposa no es igual a mucha diversión. Ni de cerca.
Dermot desliza su mano por mi muslo, empujando la tela de mi vestido a un
lado hasta que toda mi pierna está expuesta por su generosa abertura. Quiero
alejarme y acercarme a la vez. Limpios y bien cuidados dedos trazan suaves
patrones en mi piel. Me remuevo, porque a pesar de las reservas que tiene mi
cabeza, a mi cuerpo le gusta mucho Dermot.
136
Lentamente, sube más su mano por mi muslo. Mis párpados se cierran y
mis labios se abren. Su toque es sensual, y no es la primera vez que he pensado
que él sería un gran amante.
—Rose, invítame a entrar.
—No puedo. —Suspiro, y recuesto mi cabeza contra el cabecero de color
marrón claro. Dermot se mueve, inclinándose para besar mi mejilla, pero su
exploración no termina ahí. Pasa sus labios por mi mandíbula, baja por mi cuello,
y sigue mi clavícula, deteniéndose justo en mi escote. Dejo salir un gemido
cuando muerde la delicada piel derramándose de mi vestido. Su mano libre toma
el costado de mi cuello mientras la que está en mi muslo sube más y traza los
bordes de mis bragas. Jadeo, empujando mis caderas hacia el frente, hasta que
esa deliciosa calidez se extiende desde mi mismo centro. Toma el lóbulo de mi
oreja y todo mi cuerpo se electrifica, y luego recuerdo la última vez que me sentí
así, y el rostro de Harley aparece sin invitación en mi mente.
Empujo la mano de Dermot abruptamente.
—No puedo. Lo siento.
—Rose…
—Yo… oh Dios, soy una lunática. —Entierro mi rostro en mis manos, sin
poder creer mi propia estupidez. Este hombre, este precioso, y jodidamente
hermoso hombre me desea, y yo lo deseo, pero quiero más a mi mejor amigo.
¿Qué demonios me pasa?
—No estás lista —dice Dermot suavemente, como en respuesta a mi
silenciosa pregunta.
—Lo siento mucho.
—Está bien. Es mi culpa. —Aparta las manos de mi rostro, su pulgar roza mi
mejilla—. Me dijiste que querías tomártelo con calma. Y manosearte en el asiento
delantero de mi auto como un adolescente cachondo no es tomárselo con calma.
—Dermot, yo…
Agarra mi rostro con su mano y me acerca más, presionando un beso en mi
frente.
—Shh… puedo esperar. Ahora ve adentro antes que empiece a diluviar.
Asiento.
—Gracias por esta noche. Dejando a un lado los padres y los ex, me gusta
pasar tiempo contigo, señor Carter.
—También me gusta pasar tiempo contigo, Rose —dice, y no hay cadencia
en su voz, no hay rabia ni decepción, lo cual me hace preguntar por qué. ¿Por qué
sigue aquí? Han pasado semanas y este pequeño encuentro es lo más cerca que
ha estado de tenerme desnuda debajo de él.
Esto no es justo. No puedo seguir dándole largas a Dermot y torturándome
por un hombre que claramente no me quiere y no me respeta lo suficiente para 137
tener una conversación sobre qué nos sucedió.
—Esperaré hasta que entres —dice Dermot, arrancándome de mis
pensamientos.
Necesito decirle por qué no lo invito a subir. Necesito explicar que tengo
miedo de acostarme con él, y no sentir nada. No seré capaz de pretender que
puedo dejarnos a Harley y a mí en el pasado. No le digo, porque soy débil. Soy
una persona horrible. No le digo, porque soy egoísta y todas las cosas que dejo sin
decir se apilan, capa tras capa, amontonadas, una horrible verdad sobre la otra,
hasta que me rodean como un fuerte.
—Bien, buenas noches. —Me inclino y le doy un beso en su mejilla, e inhalo
el dulce y masculino aroma de su colonia: ámbar, sándalo y un toque de regaliz.
Por un segundo contemplo subirme a su regazo para terminar lo que él empezó,
pero no lo hago. En cambio, susurro—: Dermot, ¿entrarías a tomar algo, y nada
más?
Deja salir una risa sin humor.
—Desearía confiar en mí mismo y decir que sí, pero resulta que, mi
kryptonita son hermosas mujeres que están enamoradas de otros hombres; así
que no; creo que, en orden de salvar mi corazón, no subiré esta noche.
Lágrimas pican en mis ojos, y no puedo mirarlo mientras hablo.
—Oh.
Recoge una lágrima que baja por mi mejilla.
—Y aquí estaba esperando que me corrigieras.
—Estoy intentando no estar… enamorada de él, quiero decir… —digo en voz
baja, y por primera vez en semana siento una pequeña sensación de alivio—. De
verdad lo estoy haciendo.
—Y yo estoy intentando hacerte olvidarlo, pero parece que soy una pobre
distracción.
—No digas eso. —Aprieto su mano contra mi rostro y la beso. Mis lágrimas
empapan su piel.
—No te sientas mal, Rose. —Sonríe solemne—. Es mi carga en la vida
enamorarme de mujeres que no pueden corresponderme.
Quiero decirle que eso no es cierto, que soy yo quien está arruinada. Soy yo
quien tiene la culpa, pero lo único que sale es:
—Solo necesito tiempo.
—Entonces esperaré.
Le sonrío con tristeza, respiro profundamente, y abro mi puerta. No miro
por la calle hacia el apartamento de Harley, y no miro hacia atrás mientras corro
de la puerta del pasajero hacia el frente de mi tienda y jugueteo con mis llaves en
la cerradura. Abro, entro, y me apoyo contra la puerta mientras el auto de Dermot
resuena por la calle vacía. Y luego la lluvia empieza, gruesas gotas golpean las 138
ventanas de mi tienda. Mis lágrimas aumentan con esta, y también mi rabia y mi
tristeza.
Me acosté con mi mejor amigo. Cedí, creí que sabía que me lastimaría. Lo
arruiné en grande, pero pensé que significábamos más para él. Pensé que
significa más que este tratamiento silencioso que me está dando. Quiero saber la
razón, y creo que me merezco una jodida explicación.
En ese segundo, decido que ya estoy harta de que me eviten. Estoy harta de
esperar. Limpiándome los ojos, abro mi puerta, y salgo a la noche sin molestarme
en cerrar a mis espaldas.
La lluvia golpea mi cabeza, rápidamente empapando mi ropa, metiéndome
el rímel a los ojos y mojándome hasta los huesos, pero solo sigo caminando hasta
su apartamento. Cuando llego al pavimento bajo su ventana, grito a la noche.
—¡Harley! Sé que estás en casa, imbécil. Tus luces están encendidas; nunca
dejas las luces encendidas cuando sales. ¿Sabes cómo lo sé? Porque te conozco.
Sé que prefieres ahorrar energía porque así es como eres. Y tú me conoces. ¿Por
qué no respondiste mis llamadas? ¿Por qué lo arruinaste?
No se ve nada en la ventana. ¿Quién sabe? Tal vez estoy siendo ahogada por
la lluvia, y no puede escuchar ni una maldita cosa.
—Me arruinaste. Todavía me estás arruinando, incluso aunque prometiste
que no lo harías. —Me apoyo contra la fachada de ladrillo del edificio—. Desearía
que nunca hubiera sucedido. Desearía nunca haberte conocido. —Sollozando
abiertamente ahora. Todo mi coraje se ha ido, lavado por la lluvia que golpea
implacablemente mi cuerpo tembloroso—. Estoy saliendo con alguien. Casi me
acosté con él… no, eso no es cierto. Ni siquiera me acerqué, porque, ¿quieres
saber qué sucedió cuando me tocó esta noche? Pensé en ti. Eso es lo que siempre
hago, pienso en ti, y no puedo… me gusta mucho. Es un buen hombre, mejor
hombre que tú, porque nunca me lastimaría de la forma en que lo has hecho. Me
rompiste el jodido corazón.
Me apoyo en la pared, sintiendo mi pecho desmoronarse, sintiendo como si
no tuviera corazón porque él me lo robó. Lo rompió en miles de pedazos, y soy la
tonta que se lo permitió.
—Voy a acostarme con él. Voy a superarlo porque no hay nada para mí aquí.
Me rompiste, Harley. Tal vez él será quien me vuelva a armar.
Me alejo, regreso por la calle hasta la tienda abierta. Estoy temblando
cuando subo las escaleras, y estoy segura de que tiene más que ver con la
conmoción que la lluvia. Después de todo este tiempo, todavía esperaba que
dijera que lo sentía, que saliera y me rodeara con sus brazos y me dijera que lo
había arruinado, que rogara mi perdón, pero por supuesto la fantasía y la realidad
son dos cosas diferentes.
No me molesto en ir a la ducha y calentarme. No me molesto en quitarme el
maquillaje o secarme el cabello o siquiera quitarme la ropa mojada. Solo me quito
mis arruinados tacones y me subo a la cama, envolviéndome en el edredón donde
lloro por tanto tiempo que ni toda la crema para las hemorroides del mundo 139
podría reducir la hinchazón de mis ojos en la mañana.
Mañana será un día nuevo. Saldré de la cama, me pondré mi máscara de
valentía, y olvidaré que Harley Hamilton era algo más que un chico que conocía
de mi infancia. Lo olvidaré de la misma forma que Peter Pan tan seguido olvidó a
Wendy. Después de todo, todos debemos crecer en algún momento.
Rose
A los dieciocho años

l rugido mientras los Tigers irrumpen en el campo es ensordecedor.


Pensé que había visto fanáticos del fútbol, ya que con mi padre y el de
Harley, el juego es la religión en nuestras casas, pero esto es diferente.
Aquí, en el sur, se toman el fútbol muy en serio, y la emoción de ver a mi hombre
correr a ese campo ha sido embriagadora, pero rápidamente se hace brutal en el
primer cuarto. Al equipo le están dando una paliza después que uno de sus
defensas recibiera un golpe en la cabeza y tuvieran que sacarle del campo. Y las
cosas empeoraron después de eso. La rivalidad entre los Tigers y Ole Miss es
vieja, y esta noche es como si ambos lados estuvieran jugando sucio.
Al final, logran una victoria a ras en el último cuarto, con los Tigers
reuniendo fuerza y consiguiendo un 23-20. Una vez que el juego acaba y los
jugadores estrechan manos, los Tigers son rodeados por porristas, y Harley no es
la excepción. De hecho, una de ellas va tan lejos como para acercarlo y presionar
un beso en sus labios. Veo rojo. Por dentro, por supuesto, porque estoy
esforzándome para no amargar su victoria, pero duele demasiado. Los ojos de
Harley buscan los míos en la multitud. Me encuentra, y la mueca que tiene me 140
dice que sabe que estoy enfadada.
Una hora después, me siento en las gradas disfrutando del silencio del vacío
estadio y la tibia noche. Es difícil creer que sea otoño, apenas hay frío en el aire.
Si esto fuera San Francisco, estaría cubierta por una nube de niebla.
Unos pasos resuenan en las gradas del estadio detrás de mí y me giro, medio
esperando que un tipo al azar venga a echarme, pero es Harley. Se deja caer en el
asiento y choca su hombro con el mío.
—Hola.
—Felicidades.
Sonríe ampliamente, mirando su estadio local.
—Gracias.
—Te besaría, pero al parecer alguien se me adelantó —digo.
La sonrisa de Harley se desvanece.
—Cheyanne estaba emocionada.
—Bueno, al menos no estaba sacándose las tetas esta vez.
—Aquí vamos —dice, dejando salir un resoplido—. Sabía que no habíamos
acabado con esta conversación.
—No, tienes mucha razón. —Frunzo el ceño—. ¿Qué pasó esa noche?
Niega. Sus labios forman una fina línea y no me mira.
—¿Por qué simplemente no dices lo que ambos sabemos que estás
pensando, Rose?
—¿Por qué no intentas ser honesto para variar?
—¿Es una broma? —dice, exasperado—. Lo único que siempre he hecho es
ser honesto contigo, pero todavía estás determinada a empeorar esto, así que
debo preguntar… ¿cuándo dejaste de confiar en mí?
Retrocedo como si sus palabras me golpearan.
—Más o menos cuando me dijiste que no era lo suficiente buena.
—¿Fumaste algo en la casa? ¿Cuándo dije que no eres lo suficiente buena?
—Me dejaste —lo acuso, y mis palabras resuenan por el estadio vacío,
regresando en eco a nosotros.
—Sí, para darnos una mejor vida.
—No, te fuiste por ti. Y esta distancia está matándonos, Harley —espeto—.
Ya no quiero hacer esto. No puedo. Es muy difícil. No puedo respirar sin ti y estoy
convirtiéndome en algo que no quiero ser. Alguien que no creí que fuera posible
ser. No puedo hacerlo más.
—Sé que es difícil ahora, pero no siempre será de esa forma. Podrías
terminar el año y mudarte aquí.
—No quiero vivir en otra parte. San Francisco es mi hogar. ¿No lo
entiendes? ¡Tú cambiaste las jugadas, no yo! —grito, levantándome—. Teníamos 141
planes, y los cambiaste, y estoy feliz por ti, de verdad. ¿Verte esta noche? Estoy
jodidamente orgullosa, pero estamos en la defensa de equipos diferentes.
—¿Qué estás diciendo?
—Quiero ir a casa. Por favor, solo llévame al aeropuerto.
—¡No! No voy a llevarte a ninguna parte. —Se levanta, cerniéndose sobre
mí—. ¿Estás yéndote por un beso de mierda de una porrista que ni siquiera pedí?
No voy a llevarte al aeropuerto. Te llevaré a casa.
Paso a su lado con un empujón, pero debería haber sabido que no dejaría
pasar eso. Agarra mis hombros con fuerza y estudia mi rostro.
—Vas a sentarte a hablar conmigo hasta que esta mierda en tu bonita cabeza
se resuelva.
—Estás lastimándome. —Sollozo. Harley hace una mueca, como si la idea lo
lastimara físicamente, y afloja su agarre—. Todo esto me está lastimando. Me
mató verte alejarte, pero te dejé ir porque sabía que era lo que querías. Ahora es
hora de que hagas lo mismo por mí.
—Esto es una tontería —se mofa—. No quieres tu libertad más de lo que
quiero dártela. No voy a llevarte al aeropuerto.
—Llamaré un taxi.
—Rose, no. Te tengo por otros tres días. —Pasa mi cabello tras mi oreja,
sostiene mi rostro entre sus manos y besa mi frente. Su voz es ahogada con
emociones cuando dice—: No me quites eso. Quédate. ¿Por favor?
—¿Por qué? ¿Para que podamos seguir lastimándonos más cuando llegue la
hora de irse? —digo con un nudo en la garganta—. Unos días no cambian nada,
Harley. El miércoles será peor porque tendremos que pasar por esto de nuevo.
Se pasa una mano por el cabello y se inclina hacia atrás exasperado.
—No entiendo por qué estamos hablando de esta mierda en primer lugar. —
Niega y da un paso atrás—. Dime qué demonios está sucediendo, porque no tengo
ni jodida idea.
—Solo necesitamos estar por nuestra cuenta… tú aquí, en Luisiana, ¿y yo?
Necesito estar en casa. San Francisco es mi casa.
—Si te vas ahora, terminamos —advierte, y esos brillantes ojos azules
guardan tanta rabia. Rabia que nunca pensé podía dirigirme.
Dios, me mata hacer esto, en especial después de ganar el juego de esta
noche. Pero no puedes ganarlos todos.
Le dedico una lenta y aplastante sonrisa, y me voy.
—Mierda, no quise decir eso. Rose, regresa.
—Felicidades por la victoria, Tiger —digo entre dientes y me apresuro a
bajar las escaleras.
—¡Mierda, Rose! —grita, pero no viene detrás de mí.
Sé que he provocado esto, pero de alguna forma es peor que me deje partir. 142
Quiero subir corriendo las escaleras, caer contra su amplio pecho y decirle que lo
recibiré todo de vuelta, pero no lo hago. En cambio, salgo por las puertas del
estadio y salto a un taxi esperando, diciéndole al conductor que me lleve al
aeropuerto.
En el auto llamo a mis padres y les pido que reorganicen mis vuelos. No me
molesto en volver a la casa de la fraternidad para recoger mis cosas, tengo mi
bolso, mi teléfono, y mi identificación, y eso es todo lo que necesito. Una hora
después, estoy subiéndome a un avión dirección LA, y lloro todo el viaje de
regreso a casa.
Nunca en un millón de años me imaginé que terminaríamos así. Tan
tentador como podría haber sido quedarme en Baton Rouge, no cambiaría mis
planes por él, y no esperaría que él renunciara a esa beca por mí. Se la ganó, se la
merece, e incluso si pudiéramos resolver las cosas, estaríamos enfrentando lo
mismo una vez se hiciera profesional. Y no hay forma de que podamos volver a
ser amigos ahora, no después de pasar por tanto. No después de haber visto mi
futuro con él.
No solo he perdido a mi amante esta noche, he perdido a mi mejor amigo,
mi alma gemela, y un pedazo de mí. Un pedazo que siempre permanecerá en
Luisiana porque fue ahí donde rompí mi propio corazón.
Harley
iro de la cadena del inodoro y limpio mi boca con el dorso de mi mano,
tambaleándome hacia la silla junto a la ventana porque estoy enfermo
de la vista de mi cama. Desearía que Rose estuviera aquí. Cuando estaba
enfermo de niño, no era a mi madre a quien buscaba, sino a una pequeña rubia
que vivía al lado. Eran sus manos frías que acariciaban mi frente cuando me daba
fiebre, y su rostro sonriente mirándome mientras estaba en la cama,
regodeándome en mi miseria. Pretendía ser mi madre, de la forma en que Wendy
pretendía ser la de Peter. Siempre jugábamos a pretender, toda una vida de eso, y
ahora no era diferente.
Desearía que viniera ahora, pero hice eso imposible. La alejé, ¿y para qué?
Ambos éramos miserables por eso. Claro, solo lo digo por lo que me contó mi
madre. No he tenido las agallas para enfrentarla desde que la dejé desnuda en su
cama con ese brillo de recién follada en sus mejillas. Siempre fue la cosa más
hermosa que he visto, arreglada, sin arreglar, vestida, desvestida, pero en
particular amaba su cabello despeinado por la cama y su rostro adormilado.
¿Cuando rueda y me mira como si acabara de patear un cachorro por
despertarla? Dios, es lo más hermoso que ha caminado por el planeta. 143
—Rose —susurro a mi apartamento vacío. Santo Dios, necesito un trago.
Pero ante la idea de más veneno entrando a mi cuerpo, mi cuerpo tiene una
arcada. No. No necesito licor; solo la necesito a ella. Con la excepción de mi época
en Luisiana, esta es la mayor cantidad de tiempo que he estado lejos de ella, y
duele demasiado.
Cierro mis ojos, y cuando despierto en el duro suelo, estoy tirado contra la
pared. Debo estar soñando o jodidamente alucinando, porque momentos después
creo escuchar su voz afuera de mi ventana.
—Desearía que nunca hubiera sucedido. Desearía nunca haberte conocido —
dice, y mi corazón golpea en mi pecho cuando empiezo a pensar que tal vez no
estoy alucinando después de todo. Porque si lo estuviera, ¿por qué demonios la
imaginaría gritándome afuera de la ventana?
Si estuviera alucinando no habría vomitado en el inodoro tantas veces
anoche, y Rose estaría aquí, desnuda, montando mis caderas y rebotando en mi
pene. Lo cual quiere decir que de verdad está afuera de mi ventana y estoy en el
infierno, porque el dolor en su voz duele peor que el dolor de mi cuerpo.
—Estoy saliendo con alguien —dice, y mierda si eso no se siente como un
cuchillo en mis entrañas. Sangre zumba en mis oídos. Inclino mi cuello para oír
sobre la lluvia cayendo—. Me voy a acostar con él. Voy a superarlo porque no hay
nada aquí para mí. Me rompiste, Harley. Tal vez él será quien me vuelva a armar.
No, no, no. Cierro mis ojos con fuerza. No.
Me levanto, determinado a llegar a ella, aunque cada músculo de mi cuerpo
grite. Doy tres pasos, pero caigo en mi trasero, y el sonido de sus pasos alejándose
de mi apartamento hace eco por la calle vacía.
Tal vez él será quien me vuelva a armar.
¿Está bromeando? No sé quién es este tipo, y parte de mí quiere
simplemente dejarla ir, dejarla ser feliz, pero otra parte de mí quiere ahorcar al
bastardo. Qué mal que no pueda superarlo para salvarme a mí mismo.
Estudio la alfombra de cerca, contando los hilos como si tuviera todo el
tiempo del mundo. La idea de ella con otro hombre me pone físicamente enfermo
del estómago, y vomito por toda la afelpada alfombra. Yo creé esto; soy la causa
de esto. Quise esto.
¿Entonces por qué duele tanto?

144
Rose
A los dieciocho años

ejo mis pertenencias encima de la cama en el cuarto que


compartíamos en la cabaña, y miro la cama opuesta. La que debería
tener las cosas de Harley. La que debería tener a mi mejor amigo.
Este es el primer día de Acción de Gracias que pasamos sin él. Y apesta.
Hasta donde puedo recordar hemos compartido este cuarto en las fiestas.
Nos sentábamos a hablar hasta bien entrada la noche, y cuando fui mayor me
quedaba despierta más tiempo para verlo quedarse dormido. Solía soñar con
bajarme de la cama, cruzar el cuarto y despertarlo con un beso, pero nunca fui tan
atrevida para hacerlo. Siempre me preocupaba arruinar nuestra amistad, ¿y para
qué? Todo se ha ido al infierno de todos modos. Nuestros padres solían creer que
no había una Rose sin Harley, y ningún Harley sin Rose. Todavía es cierto, para
mí al menos. No hay Rose sin Harley porque murió esa noche en Baton Rouge.
No he oído de él desde que me fui. Cuando bajé del avión, tenía treinta y dos
llamadas perdidas. Treinta y dos. Y no escuché ni una de estas. No podía. No me
llamó después de eso, y no lo llamé. Duele demasiado. Así como este cuarto y los
jardines donde hizo una fiesta de graduación improvisada, y la alfombra frente a
145
la chimenea donde tomó mi virginidad. Estas paredes están llenas de tristeza y
arrepentimiento ahora, y nosotros hemos hecho eso.
Agarro mi libro y salgo, pasando a los padres con sus rostros de tragedia y el
silencio que llena el cuarto cada vez que entro, como si tuvieran miedo de que
explotara como una bomba de tiempo en cualquier segundo. Ignoro los jardines
del frente donde bailamos bajo las estrellas, y me dirijo en cambio a la pequeña
hamaca en el patio trasero, que Harley colgó entre dos grandes árboles frondosos
hace dos navidades. Pruebo su fuerza con mis brazos primero, y cuando decido
que está bien, salto dentro, incómodamente aterrizando con mis piernas en el
aire sobre mi cabeza. Después de unos intentos para enderezarme y acomodarme,
agradeciéndole a Dios todo el tiempo por estar sola y que Harley no esté aquí
para ver mis intentos sin gracia de subirme a la hamaca, me acomodo con mi
libro.
Leo la misma maldita página ocho veces. No quiero, pero tan pronto como
estoy cómoda en la quietud, todo el mundo en la cabaña decide salir, y cuando los
padres están juntos, son ruidosos, y generalmente vienen con un montón de
bebida y varias rondas de póker.
Con el tiempo me canso de leer la misma línea de Cumbres Borrascosas,
Heathcliff es un idiota, una y otra vez, así que dejo el libro en mi pecho y cierro
los ojos. Se siente bien estar aquí, incluso aunque duele. El fresco aire salado, la
quietud, la paz, aunque hay miles de recuerdos de Harley en todas partes, todavía
es tan hermoso como doloroso para el alma.

Me despierto sobresaltada y aparto el libro de mi pecho y miro hacia la mesa


que los padres estaban ocupando. El olor de las costillas a la barbacoa de Dean
está en el aire, pero no hay nadie.
—Gracias por despertarme, mamá —digo, mirando con el ceño fruncido a la
cabaña como si mi mirada de rayos gama pudiera atravesar paredes. Intento
sentarme, pero olvido que estaba durmiendo en una hamaca, y termino cayendo
sobre mi trasero—. ¡Auch! —Arrojo a Heathcliff hacia los arbustos cercanos—.
Puto Heathcliff. —Lágrimas pican en mis ojos y estoy lloriqueando como un bebé
porque todo es demasiado. Los recuerdos de este lugar, estando aquí sin él; todo.
—Oye, no fue por completo su culpa —dice una voz, su voz, detrás de mí. Me
quedo inmóvil como si estuviera en una especie de cruel broma conjurada por los
recuerdos que la cabaña guarda como una cripta—. ¿Rose?
Nop, no es un sueño. Me froto el rostro con las manos, limpiándome las
lágrimas. Estoy segura de que estoy manchándome con tierra y todo lo demás en
mis mejillas, pero siempre y cuando no me vea llorar, estamos bien. Lentamente,
me giro y lo miro.
—¿Qué estás haciendo aquí?
—Es Acción de Gracias —dice, como si eso lo explicara. Han pasado dos 146
meses desde que lo dejé en Baton Rouge, pero cada segundo que ha pasado desde
eso se siente como una eternidad.
—Pero tenías ese campamento.
Asiente solemnemente.
—Lo dejé.
—¿Qué? —Mi pecho hace los movimientos, también mis pulmones, pero no
puedo conseguir aire.
—Me fui.
—¿Por qué? —digo molesta, porque si no se está tomando lo que nos separó
en serio, ¿entonces cuál fue el punto? Las largas noches, que me arrancara el
corazón cuando me despedí, que él estuviera en Luisiana, todo eso. ¿Cuál era el
jodido punto?
—Me encanta el juego. No hay nada mejor que poner un pie en ese campo,
pero no se sentía ya como un juego. —Baja la voz y sonríe suavemente. No
respondo la sonrisa—. No tenía la misma alegría. No se sentía.
—¿Entonces simplemente dejaste todo? ¿Estás rindiéndote?
Se encoge de hombros.
—No puedo hacer algo que no amo, Rose. Me cambié a horticultura.
—¿Qué?
—Me gusta ensuciarme las manos —dice, como si fuera un hecho que ya
debería saber—. Hace unos días salí de la casa de la fraternidad, vi la expansión
de los campos y magnolias, y decidí que quería una carrera diferente.
—Pero has estado trabajando por la NFL, desde siempre.
—El fútbol me cayó en el regazo. Siempre lo he hecho porque me encantaba,
porque todo el mundo me decía que debería hacerlo, porque era bueno, pero
incluso si tenía la suficiente suerte para volverme profesional, ¿dónde me deja eso
cuando tenga treinta y dos reemplazos de rodilla? Me encanta, pero no lo amo lo
suficiente.
—¿Qué dijeron tus padres?
—Papá grito, mucho. Y muy fuerte. Me sorprende que no lo escucharas, de
hecho. Tus padres se fueron rápidamente. Supongo que arruiné el fin de semana
de todos.
—No el de todos. —Le sonrío.
—¿Quieres irte a embriagar conmigo en mi camioneta?
—No creo que sea buena idea.
—¿Por favor? No quiero entrar ahí y empezarlo todo de nuevo.
Dejo salir un suspiro y paso una mano por mi cabello despeinado.
—Bien, pero vas a llevarme a la playa. No voy a beber de nuevo en el
estacionamiento de la tienda Lopez’s Liquor y a desnudarme en tu camioneta. 147
Sonríe inquieto. Supongo que debería contenerme de hablar acerca de
desnudarme de ahora en adelante.
Se aleja, y lo sigo. Nada nuevo ahí. Cuando llegamos a la puerta principal,
Harley abre la puerta del pasajero primero. Estoy por subirme cuando me toma
de la cintura y me jala hacia él. Por un segundo creo que va a besarme. Frota su
pulgar en mi mejilla. Lo miro, sin estar segura, queriendo más que su caricia y
queriendo apartarme, pero alza su dedo pulgar, mostrándome la suciedad
limpiada de mi rostro.
—Ahora estás perfecta.
Dios me ayude. Mi estómago da volteretas, y mi corazón dobla sus latidos.
No quiero, pero eso hace. Se da la vuelta, alejándose al otro lado del auto, y me
quedo ahí mirando las huellas de sus zapatos en la tierra, preguntándome cómo
pasamos de nada aquí, cuando duele cada vez que me toca.
Con una seña de su parte, me subo a la camioneta y miro por el parabrisas al
sol poniéndose mientras enciende el horizonte. Evito mirar a Harley mientras
estacionamos en un sitio en Scenic, pero no salimos de la camioneta porque hay
muchas personas alrededor y no tenemos edad para beber. Harley me entrega
una cerveza de una nevera en el suelo bajo nuestros pies, y entrechoca su lata con
una mía.
—Por nuevos comienzos —dice, aunque suena triste.
Hablamos de muchas cosas, incluyendo la escuela, mi curso, dónde estoy
viviendo ahora; está sorprendido de que todavía esté en mi viejo cuarto, y sí, me
hace sentir como una perdedora de primera, pero rentar en la ciudad no es
barato. No habla del fútbol o Luisiana. Una parte de mí odia que haya estado
fuera de su vida por cerca de dos meses, pero se siente como más tiempo. No sé
nada sobre lo que hace ahora, quiénes son sus amigos, y qué hace en su tiempo
libre desde que dejó el equipo, pero no lo presiono por respuestas porque conozco
a mi mejor amigo. Te dice lo que cree que necesitas saber cuando necesitas
saberlo, y nada más. Por suerte para mí, ha sido prácticamente todo desde que
teníamos cinco años. Supongo que siempre me gustó eso de él; que me dejara
entrar, que fuera lo suficientemente privilegiada para saber los secretos de Harley
cuando nadie más lo hacía. Pero apesta estar del otro lado. De hecho, duele tanto
que quiero sacudirlo y exigirle que hable. No lo hago, porque todavía no estamos
ahí.
El silencio llena el auto por primera vez, y miro la playa vacía y las olas
negras más allá. Está oscuro ahora, y miro el halo de luz de la lámpara en la calle,
recordando la última vez que estuvimos en este auto. El calor araña mi rostro y
mi cuello mientras recuerdo la forma en que sus manos y boca me devoraron.
Harley me entrega otra cerveza, y la acepto agradecida. Las bebidas están
calientes. Esta es mi tercera, su cuarta, y soy vagamente consciente que
deberíamos detenernos o terminaríamos pasando la noche aquí, o peor, llamando
a nuestros padres para que nos recojan.
Los ojos de Harley están sobre mí. Esperando; creo, a que lo mire. Pretendo
no notarlo. 148
—¿Por qué estabas llorando?
—¿Qué?
—En la cabaña. Estabas de rodillas en la tierra, llorando.
—No lo estaba —protesto, pero sus ojos me queman.
—Rose —dice en ese tono que usa cuando necesito ser razonable.
Lo miro y decido decirle la verdad. Si algo, se merece por lo menos eso de
mí.
—Porque cada parte a la que volteaba te veía, solo que no te veía porque no
estabas ahí, solo el fantasma de tu recuerdo atormentándome. Estaba llorando
porque extrañaba a mi mejor amigo. —Tomo aire y lo miro, aunque apenas y
puedo decir las palabras—. Te extraño.
—También yo —dice, como si estuviera en un afán por decirme que no soy la
única sufriendo.
—¿Lo haces?
—Claro que sí —dice, y aparentemente eso es suficiente para mí porque me
arrojo a él, subiéndome a su regazo en el pequeño espacio y estrellando mis labios
con los suyos. Mi trasero se apoya en el claxon, y su lengua se desliza en mi boca,
derritiéndose con igual vigor. Las manos de Harley recorren mi cuerpo,
enterrándose en mis caderas, apretando mis pechos, jalando mi largo cabello
color miel hacia atrás para exponer la línea de mi cuello a su boca.
Desesperada y hambrienta por más, acuno su rostro en mis manos y llevo
sus labios a los míos. Deja salir un gruñido, y lo igualo, tomando más de él en mi
boca. Meto la mano entre ambos en el apretado espacio, y acarició su erección
entre sus jeans. Sus labios rozan los míos con fuerza, lo suficiente para lastimar,
no me importa que duela; lo único que me importa es que lo he extrañado, que lo
quiero aquí en la cabina de su camioneta, y el estacionamiento. Bajo su
cremallera y lo libero, y luego paso mi mano a lo largo de su hermoso miembro y
llevo mis labios a los suyos.
—Rose, mmm. —Mi boca contra la suya ahoga sus palabras, y me río un
poco y aumento mi ritmo—. Rose… espera.
—¿Qué? ¿Es muy fuerte? Lo siento, estoy dejándome llevar. Es solo que te
extrañé demasiado. —Lleno su mandíbula de besos, acariciándolo más despacio.
—Rose, no puedo. —Su manzana de Adán se mueve. Su mano agarra mi
brazo y suavemente me libera de él.
—¿Por qué? —digo, sin aliento.
—Tengo novia.
Tengo novia. Dos palabras que desmoronan todo mi mundo. Parecen
rebotar en la cabina, cortando el aire entre nosotros, cortándonos, a mí. Todo el
aire sale de mis pulmones rápidamente, y mi cabeza gira con la confesión, y tal
vez un poco de la cerveza.
—Oh —digo patéticamente mientras bajo de su regazo y aterrizo en mi
149
asiento.
Tengo novia.
Ni siquiera sé qué hacer con esa información, así que no hago nada. Pienso
que parte de mí se pone catatónica. No lloro. No digo nada. Solo miro por la
ventana por el vidrio empañado.
—Mierda, lo siento. No quise gritarte así. No debí dejar que llegara tan lejos.
—Descansa su cabeza en el volante—. Oh mierda, no quise decírtelo así. Y
ciertamente no traerte aquí para…
—Está bien —digo ausentemente, porque me temo que si no estoy bien con
eso voy a romperme, o peor, empezaré a gritarle porque estoy muy molesta.
Nunca he estado más molesta. Nunca me he sentido más traicionada. Tuvimos
una pelea. Digo, fue una gran pelea, y él intentó llamar, pero simplemente asumí
que se esforzaría más y por más tiempo que solo un día. Pensé que, aunque lo
había dejado ir, un día encontraría su camino de regreso. Pero me equivoqué. Y
esto es por mi culpa tanto como la de él, porque tampoco peleé por nosotros.
Tengo novia.
Una pequeña frase que me hizo querer morir.
—Rose —empieza.
Giro mi rostro a la ventana y susurro:
—Llévame a la cabaña, Harley.
—Lo siento —dice en voz baja.
Él lo siente. Lo siente. No tanto como yo, y ahora no hay nada que se pueda
hacer. No vino a casa por mí. No me extrañó en absoluto, porque tiene una novia.
Para cuando estacionamos en la entrada de la cabaña, estoy furiosa. Bajo del
auto antes que Harley siquiera se detenga. En segundos me alcanza, tomándome
del brazo.
—No me toques —digo, mientras me volteo.
—Rose…
—¡Vete al diablo! Te amaba. Todavía te amo —gruño las palabras como si
fueran veneno—. Me fui por ti para que no tuvieras que elegir entre el fútbol y yo,
y te rendiste con ambos.
—Lo sé, soy un imbécil. Por favor solo háblame.
—Me hiciste creer que teníamos oportunidad. ¿Volver aquí, besarme? —Alzo
mis manos exasperada. Mi corazón se aprieta hasta que no puedo respirar—.
Dios, simplemente no puedes evitar romperme el corazón, ¿verdad?
—Oye, también te amaba —dice cortante—. Me destrozó cuando te fuiste.
—Bueno, qué conveniente que hayas encontrado a alguien para volver a
estar bien —digo sarcástica—. Y solo dos meses después de romper conmigo.
Puedo notar que significaba mucho para ti.
—Fuiste tú quien se fue, ¿recuerdas? 150
—Te dejé porque no quería retenerte, no porque hubiera dejado de amarte,
o porque estaba buscando reemplazarte con alguien más —digo, sintiendo mi
pecho desmoronarse con cada palabra que sale de mi boca.
—Nadie nunca podría reemplazarte, Rose.
—Ya lo han hecho. —Me alejo y abro la puerta de un tirón. Se golpea contra
la pared de ladrillo, y sé que debería guardar silencio. No necesito que mamá o
Rochelle salgan e intenten calmar las cosas entre nosotros. Chocolate caliente y
un par de Kumbaya no van arreglar esto. Estamos rotos, destrozados,
desmoronados como arena en polvo bajo sus pies.
Entro a la cabaña cuando escucho una ronda de palabrotas salir de la boca
de Harley. La puerta de la camioneta se abre, pero no enciende el motor. No entra
al cuarto tampoco. No sé dónde va a dormir. Sin embargo, sé que no será a mi
lado. Ya se ha ido la comodidad y el tranquilizador sonido de su respiración
mientras dormía en la cama al otro lado del cuarto, una cama tan cerca de la mía
que cuando éramos jóvenes, muy jóvenes para saber qué significaba, o qué
significarían esos recuerdos para nosotros después en la vida, estirábamos
nuestros brazos entre el espacio y nos sosteníamos mientras dormíamos.
Nada de eso será alguna vez lo mismo. El día de Acción de Gracias no será lo
mismo. Esta cabaña nunca será la misma, porque no somos los mismos, y nunca
lo seremos de nuevo.

151
Rose
e siento como el infierno y no es solo porque me quedé de pie en la
calle bajo la lluvia derramándole mi corazón y esperando, no, rogando,
que abriera la puerta y me dejara entrar. Es más probable que sea
porque me fui a dormir empapada, y así fue prácticamente como me quedé toda
la noche. Esta mañana, apenas puedo levantar la cabeza de la cama.
Todo duele. Mi cabeza está llena de neblina y mi nariz parece un grifo. Me
inclino y apago la alarma. Es domingo; debería estar en el mercado de flores
recogiendo capullos para los especiales de esta semana, pero no puedo hacerlo.
Tomo mi teléfono; no sé por qué. Cada día durante un mes ha estado desprovisto
de llamadas y mensajes de él, pero está mañana, estoy sorprendida de ver dos
llamadas perdidas. Entrecierro la mirada a la pantalla y marco el número para
recuperar los mensajes de voz. Una voz computarizada me dice que tengo dos
mensajes nuevos, y me salto el de mi madre hacia el segundo.
La suave y cálida voz de Dermot llena el auricular.
—Rose, soy Dermot. Obviamente. —Suspira—. No puedo dejar de pensar en
ti. Fui un imbécil. Debería haberte acompañado a tu puerta. Debería haber
aceptado tu oferta de ese trago, y solo un trago. Yo… lo siento. Maldición, odio
152
estas cosas. No hay necesidad de que me llames, a menos que quieras, y quiero
que lo hagas. —Sonrío un poco, porque es posible que Dermot sea incluso peor
hablando por mensaje de voz que yo—. Mierda, ni siquiera tengo sentido. ¿Cómo
digo esto más concisamente? Sé que tu corazón le pertenece a alguien más, pero…
Bip.
El mensaje se corta. ¿Pero qué? ¿Qué iba a decir? Sin detenerme ni por un
segundo, presiono el botón de “devolver llamada” y suelto un par de estornudos
mientras espero el tono. Probablemente salió a correr o desayunar con un cliente
o ganar el jodido Premio Nobel. Demonios, tal vez a hacer senderismo en Muir
Woods. Lo que sea que esté haciendo, apuesto a que es algo productivo, porque
no puedo entender cómo el hombre puede ser casi tan mayor como mi padre y
todavía tener un cuerpo así. Tomo una nota para unirme al gimnasio porque de
alguna forma dudo que se coma un recipiente de helado de Ben & Jerry cada
noche.
—Rose —responde, sonando un poco sin aire. En el fondo, una especie de
maquina suena.
—¿Estás haciendo algo?
—No, solo corriendo. ¿Estás bien? Suenas terrible.
—Me siento terrible —admito, odiando que incluso pareciendo sin aire,
suene tan contenido, ¿y yo? Sueno como si me hubiera metido ese recipiente de
Ben & Jerry por la nariz—. Me atrapó la lluvia de anoche después que te fuiste a
casa.
—¿Saliste del apartamento? —Escucho un indicio de acusación en su tono.
—Sí. Tenía que decirle algo a un amigo.
—Ya veo —dice, tan tranquilo y controlado. Desearía ver ese apuesto rostro,
tener un vistazo de esos cálidos ojos marrones que parecen revelar todo y nada a
la vez—. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti, Rose?
—No lo sé. Solo… quería oír tu voz.
Se ríe, pero no estoy segura si lo encuentra gracioso o irónico después de
anoche.
—Sé que has estado dolido, y no te culparía si quisieras alejarte ahora y… a…
achís.
—Estás enferma —susurra.
—No es nada.
—Si es algo. Te diré qué… sigue pensando eso. Voy a despejar mi horario y
estaré ahí en veinte minutos.
—¿Tienes horario los domingos?
—Claro. ¿No lo tiene todo el mundo?
—No —digo automáticamente, y luego me doy cuenta que mis domingos
están por lo general llenos del mercado de flores, inventarios, pedido en línea, y 153
cualquier cosa que pueda hacer más fácil mi semana—. De hecho, sí, supongo que
también yo.
—Te veré pronto.
—Dermot, no vengas. Estoy estornudando y asquerosa.
—Estaré ahí pronto. —Exhala, un poco más firme esta vez—. No discutas,
dulce Rose, no ganarás.
—Dermot —digo antes de colgar—. ¿Puedes traer helado?
—Claro —dice y cuelga. Caigo contra mis almohadas y suspiro, y luego se me
ocurre que probablemente me veo como el infierno, así que me levanto y me
ducho, me cepillo los dientes y me cambio a un suéter y mallas. Por lo general, no
consideraría usar nada de esto a su alrededor, pero supongo que solo hay una
forma de saber si va en serio conmigo: hacer que me vea en mi peor estado.
Aunque puede que necesitemos vino para eso.
Cerca de media hora después, un golpe viene de abajo y salgo de la cama,
mis músculos protestan con cada movimiento y prácticamente me gritan cuando
uso las escaleras. Dermot está al otro lado del cristal con un suéter y jeans,
probablemente los de diseñador que cuestan más que un mes de renta, y un
blazer gris. El hombre ciertamente sabe cómo vestir. En sus manos balancea dos
bolsas grandes negras con rayas blancas. Mis ojos van a la etiqueta y me doy
cuenta que fue hasta Soma por eso. Y no solo eso, sino que me compró helado de
la mejor heladería de la ciudad. Una calidez llena mi pecho.
—Hola —gesticula.
—Hola —digo, sintiéndome mucho mejor ahora que está aquí.
—Déjame entrar —dice. Suelto una pequeña risa porque tiene razón,
necesito dejarlo entrar, y no solo porque está de pie en mi puerta con helado que
está derritiéndose. Necesito dejarlo entrar. Debo tomar una oportunidad con este
hermoso hombre porque no ha roto mi corazón, y si las corazonadas se pueden
seguir, me atrevería a decir que nunca lo hará.
Quito las cerraduras y entra, cubriéndose de la niebla matutina. El rocío se
aferra a su cabello salpicado de canas y quiero pasar mis dedos por este, quiero
oler la humedad que se ha instalado en su piel y la colonia, pero supongo que es
un poco raro y no quiero que se enferme, así que no lo hago. En cambio, lo dejo
entrar en la tienda y echo el cerrojo detrás de nosotros.
—Me alegra que vinieras —digo, guiando el camino por las escaleras.
—También yo. No sabía qué helado te gustaba, así que traje uno de cada
uno.
—¿Qué? —Me giro para mirarlo con una expresión de duda—. Mi congelador
no es tan grande.
—No quería decepcionarte.
Sigo subiendo las escaleras, girándome una vez llego arriba para ver su
rostro.
—Bien, ¿qué pasa contigo? 154
Su ceño se frunce como si no entendiera la pregunta.
—¿Disculpa?
—Tiene que pasar algo malo contigo. Eres hermoso, eres dulce, eres
considerado y atento, y eres exitoso; ¿qué mujer en su sano juicio no querría eso?
Se ríe.
—Dímelo tú.
Me detengo, tomo aire y lo miro a los ojos, de verdad lo miro. Tengo mucho
que decir y ni idea de por dónde empezar, pero supongo que una disculpa es tan
apropiada como cualquier cosa.
—Dermot, siento lo de anoche.
Da un paso al frente y me alejo de los escalones para poder dejarlo subir. Me
doy cuenta que esta es la primera vez que pone un pie en mi apartamento, incluso
aunque hemos estado saliendo hace semanas.
—No hay razón para disculparse.
—Sí la hay.
—¿Quieres mostrarme dónde dejar estas cosas?
—Claro, lo siento. Ven —digo, y lo llevo a la pequeña cocina. Las bolsas
apenas caben en la encimera, y no sé dónde demonios voy a guardar ese helado
porque mi congelador no es tan grande, a menos que use el de abajo, claro está.
Dermot abre el congelador, guardando los recipientes de helado casero
costoso.
Tomo el de sabor de té verde de la bolsa y lo llevo contra mi pecho. Alza una
ceja y parece que está guardando ese trozo de información para más tarde, pero
una vez que termina de llenar mi nevera, todo menos tres recipientes, incluyendo
el que tengo, cabe, lo toma de mis manos y saca otra bolsa. Esta contiene fruta
fresca, rollos de canela, panecillos y pequeños recipientes de sopa.
—Es temprano. No estaba seguro si habías desayunado o no, pero todo el
mundo debe tomar sopa de fideos y pollo cuando están enfermos.
—Eres como mi sexy hada madrina ahora mismo.
—No estoy seguro que “sexy” y “hada madrina” deberían usarse en la misma
frase, pero me gusta ser considerado. —Sonríe, y algo me dice que no habla sobre
ser un chico explorador—. Ahora, ve a recostarte. Los pacientes deben estar en
cama.
Mi vientre da una voltereta y el calor quema mis mejillas. Al menos, puedo
culpar del sonrojo a mi fiebre. Me siento en el sofá, porque no estoy segura de
estar lista para saltar a la cama con Dermot todavía, pero sí me siento un poco
rara teniéndolo esperándome en mi propia casa. Es obvio que no se siente igual
porque deja la comida en la mesa de centro, junto con un trago de brandy de mi
alacena.
—¿Brandy? —pregunto. 155
—Mi madre siempre decía que el brandy era bueno para la garganta.
Sonrío ante eso. Me gusta el hecho de que tenga una madre y una vida de la
que no sé nada. Es un misterio para mí, y uno que no me importa revelar.
—¿Dónde está ahora?
Se quita el blazer y lo deja en el sofá. Espero que se siente, pero en cambio,
cruza el cuarto y se acomoda en el sofá de dos plazas a mi lado. Aunque mi nariz
está congestionada, puedo oler su loción para después del afeitado, a regaliz y
especias. Es embriagadora. Tan adulta y madura, pero no sofocante, y nada de
vetiver, verdes y cítricos.
—Murió hace diez años.
Mi sonrisa decae. ¿Cómo no lo sabía? ¿Cómo no le he preguntado acerca de
sus padres? Soy una novia… terrible. Soy egoísta y desconsiderada, y he pasado
todo este tiempo concentrándome en lo que está detrás de mí y olvidé mirar al
frente. No podía ver un futuro aparte del que imaginé con Harley. Pero hay un
futuro, solo que no uno con mi mejor amigo.
—Oh, Dermot. Lo siento mucho.
—Tenía enfisema. Al final, fue más fácil verla partir que verla luchar —dice,
y que me maldigan si eso no parte mi corazón. La idea de alguien que amas
sufriendo tanto que es más fácil verla morir que pelear.
—Debió ser horrible. —Tomo un pañuelo y me limpio la nariz. Puede que
discretamente me haya limpiado las lágrimas de las esquinas de mis ojos.
—Lo fue. —Se detiene por un segundo y sonríe, como si la recordara con
ternura—. Había fumado estos importados y elegantes cigarros de mentol toda su
vida, convencida que no podían matarla porque estaba fumando la mitad de lo
que una persona normal hacía.
—Eso es terrible —resoplo.
—Esa es la vida.
Asiento, aunque no estoy segura de qué puedo comentar. Nunca he perdido
a alguien cercano, aparte de mi abuela cuando tenía trece años. Mi mamá me
volvía loca, pero perderla me mataría.
—¿Y tu papá? —Casi tengo miedo de preguntar, pero quiero saber más de él,
y no puedo creer que me haya llevado todo este tiempo saber eso.
—También falleció, pero era niño. —Me sonríe sombríamente—. Tengo una
hermana y una sobrina que viven en las afueras de la ciudad y que rara vez veo
por el trabajo.
—Deberías sacar tiempo para ellas.
—Debería —acepta, y se aclara la garganta—. Se supone que debería estar
cuidándote y aquí estoy, haciéndote sentir peor.
—Me gustar saber de ti. —Muerdo mi labio inferior en un intento por ocultar 156
mi sonrisa. Dermot estira la mano y pasa su pulgar por mi mejilla.
—Me gusta que preguntes. —Su mirada se calienta y mi rostro también, mi
piel pica por todas partes y trago con fuerza. Mi cabeza duele, pero estoy segura
que es solo por la fiebre. Aparto la mirada, buscando un escape.
—¿Deberíamos ver una película? —digo muy rápido.
—Siempre y cuando comas primero. —Apunta hacia la mesa de centro llena
de comida.
Una suave sonrisa se extiende en mi rostro.
—Eres un mandón, ¿eh?
—Oh, Rose, no tienes idea. —Sonríe, y hay algo salvajemente sexy y siniestro
en eso, pero luego desaparece—. No me gusta ver chicas lindas desvaneciéndose
en la nada.
—Difícilmente estoy desvaneciéndome.
—Eres increíble. Tu cuerpo es increíble. Me gustaría verlo de esa forma.
—Muy bien, señor mandón. —Tomo un rollo de canela que es casi tan
grande como mi cabeza e intento ocultarme detrás porque estoy sonrojándome.
Lo muerdo un poco para tranquilizarlo. No es que no quiera comerlo frente a él;
hemos ido a varias citas a cenar, y no soy de esas chicas que es tímida con la
comida. San Francisco tiene algunos de los mejores restaurantes, camiones de
comida, y mercados de granjeros en el país, y no tengo miedo de probar todas las
delicias gastronómicas que la ciudad tiene para ofrecer. El problema recae más en
que mi garganta se siente como si tragara cuchillas. Lo único que quiero comer
cuando estoy enferma es helado.
Dejo el rollo y devuelvo la mirada que Dermot me da.
—Me duele la garganta —explico sin mirarlo. Paso mis recomendaciones de
Netflix, con miedo a que vea lo loca por las bodas que estoy, y elijo una película
que parece rudamente masculina e intelectual, si tal película existe. Toma el
control remoto, pasa al menú principal y elige Crazy, Stupid Love. Lo miro
sorprendida.
—No te importa, ¿verdad?
—Claro que no —digo, porque es Ryan Gosling.
Dermot toma la cuchara y mi helado de la mesa y me las entrega. Las tomo
ansiosamente y acaricio el recipiente como si fuera mi tesoro. Parece divertido,
pero no dice nada, solo agarra mis tobillos y los pone en su regazo.
—¿Qué haces? —No estoy segura de qué punto de nuestra relación es. Es
decir, me encanta la sensación de su mano en mi espalda, su boca sobre la mía,
¿pero mis pies en su regazo?
—Silencio —ordena, y rápidamente me callo porque me frota con suaves y
seguras caricias, y se siente maravilloso. Tal vez estamos en este punto después
de todo.
—No tienes que hacerlo —digo, porque siento que debería. No porque quiera
157
que pare.
Se gira para mirarme con el ceño fruncido y me agarra el tobillo, bajándome
más en el sofá para que mis piernas queden ahora en su regazo, y mi trasero
queda contra su costado.
—Rose, no nos conocemos muy bien, pero si hay una cosa que odie, es que
hablen durante las películas. Así que cállate, cómete tu helado y disfruta mis
manos sobre tu cuerpo.
Eso hace que mis ojos se abran como platos. ¿Manos sobre mi cuerpo?
—¿Tus manos sobre mi cuerpo?
Como si sintiera que las palabras no fueran suficientes para expresar su
significado, sus fuertes manos pasan por mi pantorrilla y gruño, un poco más
fuerte de lo que debería porque los profundos ojos chocolate de Dermot se
vuelven depredadores de nuevo, y soy paralizada por su mirada. Trago, y el
hombre sonríe. Bastardo.
Con una mano, toma el helado de mí y lo deja en la mesa. Su otra mano se
desliza por mi pantorrilla y tira de mí más en el sofá, y cuando me suelta, sube a
mi cuerpo, acomodándose en el espacio entre mis piernas. Sus brazos me sujetan
en el lugar a cada lado de mi cabeza, y se inclina para besarme.
—¿Qué haces?
—¿Qué parece?
—Te enfermarás —advierto.
—No me importa —susurra y presiona su boca en la mía. Al principio,
intento alejarme, porque no puedo entender qué ve en mí ahora con mis ojos
llorosos, mi cabello en un moño desordenado en mi cabeza y mi nariz roja.
Intento resistir, pero no puedo porque este asombroso y dulce hombre vino
corriendo al segundo en que llamé, y es agradable ser la prioridad de alguien por
una vez. Así que, aunque probablemente también se enfermará, le correspondo el
beso.
La mano de Dermot se desliza bajo mi suéter. Su caricia es suave y fría
contra mi piel ardiente. Su palma roza mi pecho, el encaje de mi sujetador no es
protección contra sus manos, y mis pezones se tensan en forma de duros picos.
Mueve sus caderas contra mí y me remuevo. El delicioso calor me traga desde mi
centro. Su boca devora la mía; pellizca mi sensible piel y me alejo porque no
puedo respirar.
—Dermot…
—Tienes razón, debería parar.
—No. Te quiero más cerca —jadeo, estirándome hacia el dobladillo de su
suéter y levantándolo por encima de su cabeza. Lo quita por completo, pero sus
ojos buscan los míos sin certeza—. Te deseo.
Sonríe, y tan rápido como presionar un interruptor, el hombre pasa su mano
por mi espalda y me gira sobre mi estómago. Jadeo sorprendida mientras me
sube de las caderas y baja mis mallas y ropa interior por mi trasero. Aire frío
158
recorre mi cuerpo y estoy completamente expuesta. La sorpresa y la fiebre me
tienen conmocionada, y no me atrevo a mover ni un músculo.
Soy recompensada con una cálida y mojada lengua. Dejo salir un jadeo, y
Dermot me mueve para que mi torso quede inclinado en el reposabrazos del
pequeño sofá y mi culo ofrecido para que lo tome. Toda su boca me devora, y si
no se sintiera tan maravilloso, podría haber tenido la buena gracia de estar
avergonzada. Tiemblo mientras intento mantener mi equilibrio y no caer del el
borde del sofá, como si fuera posible considerando el agarre de Dermot sobre mis
caderas.
Su lengua baña mi piel una y otra vez. Es implacable, sin piedad, y creo que
le complace el control porque mientras más sigue con sus acciones, más cerca
estoy de correrme, y más me ordena que no lo haga. Gimo cuando el orgasmo
crece, sacudiendo mi cuerpo y haciéndome sentir como si hubiera perdido el
control de mi cuerpo. Y justo cuando estoy cerca, desliza dos gruesos dedos en mi
interior y luego los encorva hacia mi vientre en un movimiento como diciendo
“ven aquí”, golpeando mi punto G. Su lengua se desliza sobre mí de nuevo, pero
no en mi clítoris. Esta vez toda su boca ansiosamente come mi coño y mi culo, y
me corro tan fuerte que por un momento dejo de existir. Dicha. Esa es la única
palabra para esto.
Jadeo. Todo mi cuerpo queda laxo mientras colapso contra el sofá, pero
parece que Dermot no está interesado en dejarme descansar, porque sube por mi
espalda, frotando su indicio de barba contra mis nalgas, despertando mi piel con
la agridulce agonía. Siento la humedad dejada después que su boca cubriera mi
carne. Su cuerpo atlético se cierne sobre el mío.
—He esperado mucho tiempo para hacer eso —dice calmadamente. Los
músculos de mi sexo se aprietan de nuevo, enviándome miles de pequeños
temblores—. Sabes como un jodido ángel, Rose. Jodidamente dulce y sabrosa.
Dios. Es tan franco. De alguna forma, saber que tiene una boca sucia me
atrae más. Se aprieta contra mí, e incluso vestido, puedo sentir lo duro que está.
Gimo y levanta mi suéter por mi espalda y por mi cabeza, luego agarra con fuerza
mis pechos por el sujetador que estoy usando. No se molesta en quitarlo.
—Quiero follarme estas tetas. Quiero ver mi semen extendido por ellas
después, pero primero voy a enterrar mi polla dentro de tu dulce coño y follarte
hasta que me ruegues que pare. —Me pellizca con fuerza y su boca besa mi cuello
con un pequeño mordisco.
—Oh —gimo, envolviendo mi brazo en su cuello y llevando mi espalda a su
frente.
Detrás de mí, escucho el rasgar del envoltorio de aluminio, mientras Dermot
alinea su cuerpo, quitando su pantalón y poniéndose el condón. Su palma
descansa entre mis omóplatos y se empuja hacia abajo mientras se guía dentro.
—Oh, mierda —gruñe, mientras se desliza centímetro a centímetro. Ya estoy
empapada, pero, aun así, lo agarro con fuerza, contrayendo mis paredes
alrededor, por lo que jadea—. Dios, Rose, deja eso o voy a correrme más pronto 159
de lo que quieres. —Para puntualizar sus palabras, su mano baja a mi nalga y
jadeo, saltando un poco bajo él y removiéndome con mi piel escociéndome—.
Quédate quieta, nena, o lo haré de nuevo.
Sin embargo, no puedo quedarme quieta. Mi cerebro me dice que no, pero
mi cuerpo se mueve porque no puedo tenerlo dentro y no moverme. Quiero más,
quiero calor, más caricias deliciosas y más golpes de su mano. Así que muevo mis
caderas de atrás hacia adelante. Gruñe y su mano cae en mi trasero de nuevo,
golpeando más fuerte que la última vez.
—Oh, Dios —grito—. De nuevo.
Lo hace de nuevo. De hecho, pierdo la cuenta de cuántas veces me ha
azotado, porque la suave y fría caricia de su mano en mi carne ardiente se siente
como un bálsamo, y sus empujes me hacen perder la cabeza. Me corro una y otra
vez hasta que pierdo esa cuenta también, pierdo la concentración de todo
alrededor.
Dermot me sube contra él. Su mano está en mi garganta mientras se corre
dentro de mí y tiemblo en mis rodillas temblorosas mientras se hunde arrodillado
en mi sofá, llevándome con él. Me inclino contra su rígido cuerpo, la mano en mi
garganta ahora lentamente acariciando mi rostro, mi cabello y mis pechos
mientras muerde mi oreja. No sé por qué, pero me siento vacía y saciada, cruda y
entumecida. Demasiadas emociones claman mi atención; no sé si reírme histérica
o llorar. Lo único que sé es que quiero dormir, y quiero que Dermot me abrace
como si fuera importante para él porque el último hombre que dejé entrar en mi
cuerpo no lo hizo.
Como si pudiera sentirlo, se mueve en el sofá, quitándose el condón y
tirándolo, y luego me levanta y me lleva a la cama. Me pone encima de él, mi
espalda contra su frente.
—No tengo control a tu alrededor —susurra adormilado contra la curva de
mi oreja—. No pude contenerme. Mierda, Rose, la forma en que cobraste vida
bajo mi mano… hermosa.
Reverentemente, acaricia mi cuerpo desde mis caderas a mi pecho. Pasa sus
dedos entre mis muslos y acaricia la carne mojada, prestando particular atención
a mi clítoris. Me remuevo contra él. Mis músculos se aprietan.
—Déjame encargarme de ti.
No protesto. Me corro con fuerza mientras susurra en mi oreja las dulces y
brutales cosas que quiere hacerme. Siento como si bajara de las más grandes
alturas. Mis pies apenas tocan el suelo, y aun así tengo miedo, miedo de que me
deje, miedo de dejarlo entrar, miedo de que en algún punto caiga y nadie esté ahí
para atraparme.

Cuando despierto, estoy sola.


Hay una nota en la almohada. Entrecierro los ojos por el cielo oscuro y me
pregunto qué hora es. Tarde, seguro. ¿Dormí todo el día? Tomo la nota y la leo 160
con los ojos nublados.
Rose,
Eres jodidamente increíble. Quiero cenar mañana en la noche, en mi casa,
contigo desnuda y extendida en mi comedor a las ocho de la noche en punto.
No llegues tarde, o habrá otra azotaina en tu futuro.
D.
Mierda. Vaya. Simplemente vaya.
Había sido consciente de él acercándome, abrazándome y besándome el
cuello y la mejilla y diciéndome lo perfecta que era, lo deseada, hasta que me
dormí. Aunque no sé cuánto se quedó, sé que desperté varias veces con su calor a
mi espalda, y cada vez pareció envolverme más en sus brazos.
Ahora, presiono mis manos contra mi cabeza para calmar el dolor. Sufro con
necesidad mientras leo la nota otra vez. La idea de estar con Dermot de nuevo es
emocionante y aterradora, y no sé si estoy temiendo o ansiando las ocho en
punto.
Dejo el pedazo de papel. Cae en la almohada al lado de mi cabeza, y sonrío
mientras me vuelvo a quedar dormida.
Dermot no viene por café a la mañana siguiente y estoy un poco
decepcionada. Sé que tenemos planes para cenar esta noche, pero estoy agitada y
llena de nervios de expectación y nada me calma. Por supuesto, eso podría tener
que ver con las dos tazas de café que Izzy me preparó esta mañana.
Deslizo mi taza vacía hacia ella de nuevo con una sonrisa tímida. Me mira
confundida, luego una engreída sonrisa ilumina su rostro y suelta un chillido
sobre el pitido de la maquina mezclando la crema.
—Tuviste sexo el fin de semana.
Amplío mis ojos mientras miro la fila de clientes esperando su café. Todos
me miran, y luego sus ojos van a Izzy como zombis cazando un cerebro fresco.
Uno de los hípsters, de hecho, tiene la boca abierta.
—No.
—Sí —grita—. Alguien sacudió tu mundo; está escrito en todo tu rostro, y
estás caminando como si hubieras conseguido una buena follada. ¿Harley vino,
después de todo?
Siento una punzada de culpa cuando menciona su nombre.
—No.
—¿Entonces quién? —dice, su sonrisa ensanchándose—. Oh, Dios mío, ¿el
zorro plateado?
—Se llama Dermot. 161
—Su nombre debería ser Sí por favor. Debes contarme todo. ¿Cuándo pasó?
No creí que te gustara tanto. —Deja la jarra para la crema de acero inoxidable en
la encimera y empieza a crear su obra de arte. Todavía no he descifrado cómo
hace patrones de flores en la espuma, pero cada una es diferente. Los entrega a
los clientes, tres a la vez, y sigo en la caja registradora.
Todavía hay una fila hasta medio camino hacia la puerta, así que sé que no
voy a escaparme diciéndole que le contaré los detalles después. Probablemente
pararía toda la producción de café hasta que termine, y no podemos permitirnos
perder clientes, así que muevo mi cuerpo lejos de los clientes.
—Mmm… hemos estado saliendo por unas semanas.
—¿Y no me dijiste? —Deja el vaso de papel con fuerza, derramando café a
los lados. Miro al siguiente cliente, es el hípster zombi. Ni siquiera parece notarlo.
Solo toma la taza y la lleva a su rostro, poniendo espuma en su recortada pero
extrañamente descuidada barba, luego cierra los ojos y gruñe con éxtasis,
saliendo de la tienda.
—No sabía cuánto había para contar.
—Bueno, claramente hay algo que contar, porque has estado caminando
raro toda la mañana.
—Claro que no. —No lo estoy haciendo. ¿Verdad?—. Le dije que me gustaba
alguien más.
Alza su ceja.
—Bien, ya me aburrí. ¿Cuándo pasó lo del sexo?
—Fui a casa de Harley —digo de repente.
—Y ahora estoy confundida.
—Fui allá después de mi cita con Dermot la noche del sábado. Me paré en su
ventana y le grité… bajo la lluvia.
—¿Tú qué?
—No lo sé; simplemente no podía soportar el silencio entre nosotros. Estaba
molesta, y pensé que, si lo confrontaba, algo sucedería.
—¿Y?
—Terminé con un resfriado. —Me encojo de hombros y tomo el dinero de las
tres siguientes personas en la fila mientras Izzy les entrega su café.
—¿Vas a llegar al sexo pronto? —Izzy pone expresión impaciente.
—Te han… —Me detengo y miro la fila. Solo dos personas quedan; una
mujer de mediana edad en sudadera y camisa deportiva, y un hombre alto y rubio
en traje azul marino. Ambos están inmersos en sus teléfonos, así que bajo la voz y
digo—: ¿Alguna vez te han azotado?
—Oh, Dios, ¿también es un loco del control? —Hace un mohín, como si
tuviera un pedazo de dulce ante su rostro y se comiera a sí mismo—. Sabes, si
alguna vez lo dejas ir, siéntete libre de enviármelo. Amo a esos hombres alfa 162
dominantes.
—Secundo eso —dice la mujer en la ropa deportiva.
—Y yo —dice el hombre de traje, sin alzar la mirada de su teléfono.
Me sonrojo y sonrío incómoda a los clientes antes de volver mi atención a
mi empleada. Luego, decido que debería al menos parecer que estoy haciendo
algo ahora que la línea ha mermado, así que saco mi libro de citas de debajo del
mostrador. Miro las páginas viendo que no tengo nada.
—De verdad me gusta, Izzy, pero estoy…
—Todavía enamorada de Harley, lo sé —dice—. Sabes que a veces lo que
queremos no es lo mejor para nosotros.
Me detengo en la búsqueda de nuestras citas y la miro.
—¿Es lo que crees que Harley es? ¿No es bueno para mí?
—Solo creo que te ha tenido mucho tiempo, de muchas formas; amigos, no
amigos, amantes, amigos de nuevo, compañeros de folladas… creo que te dio por
sentado. Tienes que hacer lo que es mejor para ti. Si eso significa avanzar con el
fantástico señor zorro y olvidarte de que Harley existe, entonces que así sea. No
puedes estar a su entera disposición para siempre, Rose. Con el tiempo, alguien
debe ceder. Debes dejarlo ir.
Tiene razón. Odio eso. Ya he llegado a esta conclusión, por supuesto, pero
odio que haya tomado unos meses ver lo que había notado hace una vida. Tal vez
nunca vimos lo que era mejor para nosotros hasta que el daño estuvo hecho,
hasta que los corazones estuvieron rotos sin forma de volverlos a armar. Hasta
donde sé, la retrospectiva podía apestar.

163
Rose
A los dieciocho años

or la mañana me despierto tarde. Es la primera vez que no me he


despertado al amanecer en Acción de Gracias, pero incluso sin mí
despertando a toda la casa, las madres se han levantado y están en la
cocina, preparando el pavo para la cena.
Me quedo en la cama y escucho el traqueteo de las ollas y sartenes, la charla
incesante de las madres y los padres quejándose de su ruido interrumpiendo su
partido. No puedo esconderme en esta habitación para siempre, y después de diez
minutos de cantar suavemente “no hay lugar como casa” mientras choco los
talones; y probablemente amoratándome los tobillos, me levanto. Me ducho y me
visto con jeans y una vieja camiseta, y me dirijo al piso de abajo. No me molesto
en hacer nada con mi rostro o mi cabello, porque a quién le importa una mierda,
¿cierto? Ciertamente no a Harley. Él tiene una novia. Rata bastarda. Además, no
hay maquillaje en el mundo que pueda esconder que mis ojos están hinchados y
prácticamente frotados de forma salvaje.
—Oh, cariño, te ves terrible —dice mi madre cuando me dejo caer en la mesa
de la cocina.
164
—Gracias, mamá —murmuro, hundiendo la cabeza en los codos.
—¿Te estás poniendo enferma? —Pone una mano fría contra mi frente para
comprobar la temperatura.
—Estoy bien.
—No creo que Rose tenga fiebre —comenta Rochelle, señalando hacia la
ventana con la barbilla.
Sé a qué se está refiriendo sin tener que mirar, pero, aun así, lo hago de
todos modos. A través de la ventana del salón lo veo cerrar el portón de entrada.
Sus movimientos son tensos y se ve hecho una mierda. Viste la misma camiseta
gris y jeans que llevaba puestos ayer, y su cabello está despeinado por dormir.
Tomo una respiración entrecortada porque mirarlo duele y me pongo de espaldas
hacia la ventana antes que pueda notarme.
La preocupada mirada que comparten nuestras madres no pasa inadvertida,
pero las ignoro, apoyando la cabeza en el hueco del codo. Solo tengo que superar
este fin de semana, eso es todo. No es como si fuese a quedarse para siempre,
porque tiene una novia a la que estoy segura que querrá al volver. Soy golpeada
con incertidumbre. ¿Y si por algún cruel destino la trajo a mi ciudad? ¿Y si se
mudan a San Francisco y soy obligada a pasar todas las vacaciones con ambos,
fingiendo que no quiero apuñalarla con mi tenedor? No, Harley no haría eso, me
digo, pero el miedo me golpea en el corazón porque el Harley que solía conocer
no es el mismo chico que está abriendo la puerta de la casita de campo.
Supongo que no puedo evitar esto para siempre. Nuestras familias son,
bueno… familia. Me hago la promesa en este momento que el año que viene, voy
a ir a Maui. Sola.
No puedo evitarlo. Levanto la cabeza y observo a Harley entrar. Se quita las
zapatillas Converse y las deja en un zapatero que solíamos intentar romper de
niños. Su mirada se encuentra con la mía y se sienta en el taburete junto a mí.
Agitada, me levanto y me muevo por la cocina, tomando un cuenco, una cuchara
y una caja de cereales que dejo en el mostrador. Harley también se levanta y
comienza a tomar cosas, una taza, una cafetera de café recién hecho, el azucarero.
Nuestras madres se quedan mudas mientras nuestros padres, que están sentados
en un sofá en la sala de planta abierta, nos dicen que nos tranquilicemos porque
no pueden escuchar el partido. Normalmente, Harley y yo estaríamos mirando el
partido con ellos, sentándonos juntos en el sillón como habíamos hecho desde
que teníamos siete años, pero eso no sucederá en el futuro. Harley permanece
frente al refrigerador, buscando leche, zumo o su frío corazón muerto, no estoy
segura de cuál, pero el hecho es que me está bloqueando el camino,
molestándome muchísimo.
—Disculpa —espeto.
Se gira para mirarme como si estuviese interrumpiendo un importante
encuentro clandestino que está teniendo con los contenidos del refrigerador. Da
un pequeño paso atrás como para dejarme entrar, y cuando alcanzo la leche sus
dedos llegan primero y los envuelve en la botella. Intento quitársela de la mano, 165
pero la sujeta apretadamente contra él y se la lleva al pecho. Y entonces esa rata
bastarda quita la tapa y se bebe lo que queda.
—Imbécil.
—Lo siento. No sabía que querías —comenta, limpiándose el bigote de leche
que estoy tan desesperada de lamer. Incluso ahora.
—Harley —reprende Rochelle.
—Hay otra en el congelador —interviene mi madre, como si el imbécil no se
la hubiese terminado a propósito.
—Está bien. Ya no tengo hambre. —Lo rozo pasando apresuradamente a su
lado porque es la cosa más estúpida, pero se me están llenando los ojos de
lágrimas. No por la leche, aunque ese fue un gesto estúpido, sino por el dolor en
mi pecho, por la oscuridad que temo me tragará si no puedo rodearlo con los
brazos, hago que me sostenga y me diga que, aunque ahora estemos destrozados,
vamos a estar bien. Pero no estamos bien. Ambos tomamos decisiones que nos
llevaron a este punto y ambos fuimos idiotas egoístas. Lo que yo había hecho
podía parecer desinteresado, dejarlo para no retenerlo, pero no lo fue. Podía
haber dejado mis estudios, podía haberme mudado a Luisiana y haber abierto allí
una tienda, pero no quería dejar mi ciudad. Así que lo dejé a él. Y a cambio, él me
dejó por otra.
Camino por el pasillo hasta mi habitación y cierro la puerta firmemente
detrás de mí. No tiene cerrojo porque nuestros padres insistían en que no
necesitábamos uno, ya que nuestra relación solo se había convertido en
romántica hacía un año. Deseaba que hubiese un modo de asegurar la puerta,
pero ¿cuál es la razón? Harley no vendría detrás de mí… ¿por qué lo haría?
Cuando Harley quiere algo se asegura de conseguirlo, así fue como supe que no
vendría detrás de mí cuando dejé Luisiana. Porque a pesar de todo lo que dijo, no
me quería lo suficiente.

Pasa otra hora antes de que mi puerta se abra y se cierre suavemente. Estoy
de espaldas a la puerta, así que no veo quién es, pero no lo necesito… lo siento.
Siempre había pensado que cuando leía eso en las novelas o cuando veía a la
protagonista de una película girándose porque sentía la mirada de su amado
sobre ella, era una completa tontería. Pero sé que Harley está de pie detrás de mí,
porque conozco esa sensación en mi estómago, y conozco ese olor a cítrico y
especias mezclado con un poco de sudor. Y conozco esa presencia porque conozco
su energía mejor que la mía. Es reconfortante, aunque sea la causa de mi dolor, ¿y
no es esa la definición de la ironía?
—Vete —suplico de forma patética—. ¿Por favor? No puedo seguir peleando
contigo.
No responde, pero escucho los resortes de la cama rechinar cuando se
tumba en el colchón. Incluso esto me hace llorar, porque no me dejará, y parece
que nunca está feliz hasta que me ha atormentado. Así que sollozo, y no puedo 166
detenerlo. No me toca, por un largo tiempo no dice nada, y me siento agradecida
y enfadada al mismo tiempo.
—No sé cómo arreglarnos —dice, suspirando suavemente—. No sé cómo no
tenerte en mi vida.
—Yo no sé cómo tenerte en la mía —admito.
Harley suspira y un poco después la cama cruje cuando se levanta y se dirige
a la puerta.
—Sé que duele ahora… créeme yo también lo siento, pero espero que puedas
encontrar una forma de estar bien conmigo, con nosotros, de nuevo; porque eres
mi familia, Rose. Lo eres. Todo está jodido ahora, pero no puedo vivir mi vida sin
ti en ella.
—Vete —susurro, y estoy orgullosa que mi voz no suene tan rota como me
siento—. Solo vete.
Se marcha, cerrando la puerta detrás de él, y por un segundo creo que lo
escucho dejarse caer contra ella, pero luego sus pasos suenan en las tablas del
suelo y estoy sola de nuevo.
Mamá viene para hacerme bajar a cenar unas horas después. Le digo que no
tengo hambre, pero insiste en que coma, y no deja la habitación hasta que la estoy
siguiendo. Ni siquiera puedo mirar a Harley. Tomo el asiento vacío junto a mi
padre, y silenciosamente le doy las gracias a mi madre por asegurarse que al
menos no nos sentamos juntos este año. Incluso estar en el mismo estado es
demasiado cerca ahora mismo.
Después de la cena, los padres sacan las cartas y se preparan para jugar al
póquer como hacen todos los años. No puedo soportar el pensamiento de tener
que pasar un segundo más con Harvey, así que me disculpo y me encamino a mi
habitación. Momentos después, la camioneta de él sale de la entrada. No sé a
dónde va, y no me importa. Cuanto antes nos marchemos y dejemos atrás este fin
de semana, junto con nuestro amorío y nuestra infancia, mejor estaremos.

167
Rose
ermanezco fuera de la casa de Dermot. Es enorme, una fachada
blanca de cuatro pisos imitando el renacimiento francés. Está situado
sobre un acantilado con vistas al océano en Sea Cliff. Sabía que en
Cliff tenían dinero, es obvio por la forma en que se comporta, la ropa que lleva, el
auto que conduce, pero esto… esto es increíblemente intimidante. Mis padres son
inteligentes, gente trabajadora. Viven en una bonita casa y conducen buenos
autos, y mi madre viste de diseñador, así que no es como si hubiese crecido en
una casa pobre, pero mirando la mansión de Dermot decido que definitivamente
estoy en el negocio equivocado y necesito volver a la universidad para aprender
cómo convertirme en directora ejecutiva y encontrar alguna clínica de prueba con
terapias con células multimillonaria.
Tampoco entiendo por qué, si vive aquí, maneja hasta la ciudad hacia los
suburbios y compra su café en mi tienda de Noe Vallery. No puede ser porque
tengamos el mejor café de toda la ciudad. Izzy es buena, pero con esta clase de
dinero, Dermot puede conseguir cientos de Izzy para que le busquen granos de
café bañados en oro y recogidos por manos vírgenes en los andes peruanos.
No sé cuánto tiempo permanezco allí boquiabierta ante la brillante casa 168
blanca, pero la puerta de entrada se abre, y Dermot se inclina contra el marco con
una camisa blanca con las mangas dobladas y pantalón de traje negro, cinturón
negro, zapatos negros y sin corbata. Y se pasa una mano a través de su cabello
canoso, y me golpea que no tengo ni idea de cómo acercarme ahora. ¿Lo beso?
¿Me lanzo, o simplemente soy casual? No tengo idea de cuál es la respuesta
apropiada cuando te encuentras con un hombre el día después que te haya
azotado en el sofá y te haya follado hasta dejarte sin sentido. Todo lo que sé es
que quiero más. Ni siquiera sé cuánto más quiero, definitivamente el sexo
increíble, pero ¿las nalgadas? No lo sé. Sé que quiero saber más acerca de él, de
dónde es, cómo consiguió tanto éxito, cuál es su comida favorita. ¿Mira el fútbol?
¿Jugó en la escuela? ¿Fue un empollón, o fue parte de la gente popular?
¿Realmente le gusta recaudar fondos con la gente remilgada de alta sociedad que
atiende? ¿Nalgueó a Mireille, su impresionante ex esposa? Ese pensamiento hace
que me dé vueltas, y me lleva un tiempo darme cuenta que Dermot acaba de decir
algo.
Niego, como si pudiese aclarar esos pensamientos de mi nublado cerebro.
—¿Qué?
Es muy tranquilo y casual, inclinándose contra el marco, como si supiese
que estaré comiendo de la palma de su mano en el momento que cruce el umbral.
—Dije, ¿estás planeando quedarte aquí fuera toda la noche?
Sonrío tímidamente.
—Estoy pensando en ello.
—No te morderé, Rose.
—¿Y si quiero que lo hagas? —Aparentemente, nos he sorprendido a ambos
con ese comentario, porque la mirada de Dermot pasa de cálida a glaciar en cero-
coma-veinticinco-segundos.
Respiro profundo y paso a su lado, pero estira la mano y me sujeta el brazo
con firmeza, inclinándose para susurrar:
—¿Tienes alguna idea de cuánto he estado soñando con verte extendida en
mi mesa del comedor todo el día? Es una gran distracción, Rose. He tenido que
dejar nada menos que dos reuniones para solucionar mi gran erección.
Me río, pero claramente es lo equivocado para hacer, porque me clava la
mirada donde estoy. Guía mi mano hasta su entrepierna, mostrándome lo sincero
que estaba siendo con su último comentario.
—Dios, no puedo contenerme contigo.
—Entonces no lo hagas.
La puerta se cierra detrás de él con un golpe resonante, y trago saliva. Jadeo
y se me pone la piel de gallina. Su toque es firme, aun así, cariñoso, mientras me
guía por el pasillo hasta el comedor. La vista es increíble, una panorámica del
puente Golden Gate, el Océano Pacífico y Marin Headlans, y siento una amplia
sensación de paz observando la niebla deslizarse por el puente. Una enorme mesa
de cristal antigua y unas sillas tapizadas de gris están frente a nosotros. Un lado 169
está colocado con dos copas finas de cristal y comida china para llevar, y el resto
está vacío. Paso las manos por la superficie brillante mientras Dermot me inclina
sobre la mesa con la mano apoyada en mi espalda. Lo hago deseosamente, con
nudos formándose en mi estómago y el más pequeño pellizco de miedo en mi
corazón. Dejo que me suba el vestido y luego me folle hasta el olvido aquí mismo,
en esta exquisita mesa con la niebla y el Pacífico como nuestra vista.
Y apenas pienso en Harley.
Rose
A los dieciocho años

uando accedí a venir con mis padres a la casita de campo en Acción de


Gracias, fue bajo la condición de que me llevarían de vuelta a San
Francisco antes del sábado. Tengo que trabajar este fin de semana, mi
auto está en el garaje e incapaz de hacer el viaje de dos horas y media hasta
Carmel de ida y vuelta. Mi madre insistió en que eso no sería un problema y que
me traería ella misma, pero llega el viernes y es un gran jodido problema.
Desafortunadamente para mí, sucede que Harley va a estar conduciendo hasta
San Francisco esta tarde y “simplemente tiene sentido” que vaya con él. Sé que
este es el plan de nuestras madres para que volvamos a hablar, pero no va a
funcionar. No me queda nada que decirle a este hombre, así que cuando me
mandan a su auto con mis pertenencias, me siento molestamente en silencio todo
el viaje por la costa hasta la ciudad.
Harley estaciona en el camino de entrada de sus padres y abro la puerta
antes que el auto se detenga por completo. Tomo mis cosas de la parte trasera de
la camioneta y cruzo todo el pavimento hasta el camino de entrada de mi propia
casa. Es solo cuando llego a mi puerta de entrada que me doy cuenta que no traje 170
mis llaves. Estaba con mis padres, no había planeado marcharme antes, y ahora
estoy atrapada fuera de mi casa. Golpeo la cabeza contra la puerta y suspiro,
mientras la puerta del auto se cierra de golpe. Miro a Harley, que me está
observando atentamente mientras se apoya contra la camioneta.
—Olvidé mis llaves —explico.
Sonríe.
—Entonces, parece que estás atrapada un poco más conmigo.
Niego.
—Mi ventana. Está cerrada pero no bloqueada. Solo necesito llegar a tu
habitación.
Sonríe con tristeza.
—Ha pasado un tiempo desde que escuché eso.
—Simplemente no. Por favor, no finjas que todo es como era, porque no lo
es. No lo va a ser nunca.
Forma una firme línea con la boca y gira la cabeza hacia su puerta de
entrada.
—Vamos.
Cuando entramos, alcanza las escaleras antes que yo y las sube de tres en
tres. Maldigo por sus largos pasos y corro tras él de la forma que solía hacerlo,
como si fuese incluso posible ganarle. Ahora no es diferente, y cuando entro en la
habitación, lo encuentro subiéndose al alféizar como ha hecho millones de veces.
Desliza su cuerpo a través de la pequeña ventana, saliendo al espacio vacío entre
las dos casas, y empuja el cristal.
No se mueve.
—No se va a abrir —grita Harley.
—Tiene que hacerlo. No está bloqueada.
—¿Todavía dejas la ventana desbloqueada?
Me encojo de hombros como si no significase nada, como si no fuese una
invitación para que viniese a mí cuando volviese a casa. Cuando había vuelto de
Luisiana y había vuelto a mi habitación, mi ventana había estado cerrada. Se veía
mal, como si fuese otra puerta cerrándose para nosotros dos, y aunque me había
sentido miserable haciéndolo, había dejado que permaneciese cerrada, pero
ningún día en mi vida había pasado el pestillo y no planeaba hacerlo nunca.
—Siempre ha estado desbloqueada —le digo tristemente.
—Quizás tu madre la bloqueó esta vez. De cualquier modo, no vamos a
entrar en esa casa a menos que tus padres lleguen con una llave, o quieras romper
la ventana y hacer que salten las alarmas.
Mi madre nunca vendría, alegando en cambio que era la oportunidad
perfecta para que Harley y yo arreglásemos nuestra mierda, y mi padre se
pondría hecho una furia si rompo una ventana y llamo al tipo de seguridad un fin
de semana festivo. Así que, resignada, me dejo caer con fuerza en la cama de
171
Harley.
Siempre me ha encantado esta habitación. No es la decoración o el hecho de
que es todo lo contrario a la mía, simplemente es intrínsecamente como él. El
olor, el color de las paredes… incluso la ropa de cama es Harley, nada
escandaloso y un poco leñador para un chico de universidad.
Paso las manos por el edredón a cuadros y sonrío, recordando lo suave que
se siente la franela contra mi cuerpo desnudo las pocas veces que me había
impacientado esperando que él viniese a mí y en cambio me había deslizado por
su ventana. Incluso aunque había estado lejos todo este tiempo, Rochelle la
mantenía exactamente igual, solo quitando las sábanas y el edredón cada pocas
semanas, por si él volvía a casa.
—¿Recuerdas la última vez que estuvimos aquí? ¿La noche antes que me
marchase e hicimos un lío monumental en las sábanas?
—Lo recuerdo. —Sonrío con cariño ante los recuerdos.
—Esa fue una buena noche.
—Tuvimos muchas buenas noches —contesto, y la sonrisa abandona mi
rostro.
La de Harley también lo hace, convirtiéndose en su lugar en una expresión
seria.
—Vamos. Ven a tomar una copa conmigo.
—¿Porque la última vez funcionó muy bien?
—Prometo que no dejaré que me beses de nuevo… o toques mi polla.
—Eres tan idiota —digo, lanzándole una almohada. No puedo evitar reír
también un poco, porque nunca había sido tan atrevida con él. Puede que me
deslizase por el hueco entre nuestras casas una vez o dos, pero Harley siempre
había iniciado el sexo.
Con el tiempo, después de superar mi dolor por esas palabras que me dijo
cuando me senté a horcajadas sobre él en la camioneta y tomé su entrepierna,
puede que albergue esa experiencia como una graciosa, pero no puedo superarlo
todavía.
—¿Qué más vas a hacer? —Su boca se alza en las esquinas, comenzándose a
formar la sonrisa de Pan—. ¿Esperar en tus escalones en el frío solo por evitarme?
—Quizás —digo sin expresión—. De todas las ideas, no sería la peor.
—No, no lo sería —coincide y sé que está hablando de mi decisión de
romper, porque es aquí donde nos dejó exactamente. De nuevo, Harley se está
viendo con alguien nuevo, así que, ¿quién sabe? Quizás en dos, tres, cuatro años
me agradecerá el irme mientras se propone a su novia.
—¿Cómo es ella?
—¿Quién?
—Tu novia.
172
—Nada como tú —contesta, demasiado rápido. El cuchillo se retuerce en mis
entrañas porque no sé si eso es mejor o peor.
—¿Cómo se llama?
—Emma.
—¿Y qué apariencia tiene Emma?
Harley se pasa una mano por el cabello, ahora lo tiene más largo. Encaja con
él, llegándole justo por encima de los hombros en uno de esos cortes greñudos
como Jared Padalecki.
—Rose, ¿qué estás haciendo?
—Solo quiero saber. Una vez nos lo contábamos todo.
—Eso fue antes. —Niega y mira por la ventana—. Ella es insignificante.
Me río sin humor.
—¿Insignificante? ¿Pero no lo suficiente para tirar a la basura lo que tienes
con ella? No como conmigo.
Se pasa una mano por el rostro.
—No es insignificante… esa fue la palabra errónea. Es importante para mí.
—¿Pero no tan importante como yo?
—Nadie será jamás tan importante como tú.
—Claro, pero de nuevo, no soy lo suficientemente importante como para que
esperes por mí. No lo suficientemente importante para regresar. —Trago con
fuerza alrededor del nudo en mi garganta—. ¿La amas?
El temperamento de Harley estalla y me mira fijamente.
—Rose…
—¿Lo haces?
—No lo sé. —Vuelve a pasarse una mano por el cabello. Un poco después, le
cae en el rostro. Anhelo estirar la mano y tocarlo, pero ese ya no es mi lugar—. Sí.
Eso creo. Cuando estoy con ella, soy un hombre diferente, pero cuando estoy aquí
contigo, soy… soy yo.
—Dios —susurro—. Eso es mucho peor. —Se me llenan los ojos de lágrimas
nuevas. Me cubro el rostro, como si pudiese esconder el tormento o
desesperación que siento en este momento.
Como si pudiese esconder algo de este hombre.
—Lo sé. —La tristeza cubre su tono, haciendo que las palabras sean casi
imposibles de escuchar. Harley me acerca a él, envolviéndome en sus brazos,
sosteniéndome del modo que ha hecho cientos de veces antes, pero esta vez es
infinitamente diferente.
Esta vez es el fin de nosotros.
Lloro en su gran pecho. Esto duele, tenerlo cerca, tenerlo sosteniéndome 173
después de estos infinitos meses solitarios, pero también es catártico. Sí, todavía
estoy enfadada. Estoy furiosa con él, y parte de mí siempre estará enfadada, justo
como siempre estará enfadado conmigo por hacernos esto en primer lugar.
Siempre es duro superar el primer amor. Ha sido de ese modo desde el
principio de los tiempos, y no terminará con Harley y yo. No sé dónde iremos
desde aquí. Deseo que no tuviésemos que ir a ningún lado. Desearía que se
quedase, desearía que me eligiese, pero sé que no lo hará porque, en algún punto
a lo largo del camino, nos convertimos en personas diferentes. Cambiamos. No
para mejor, ni para peor… simplemente cambiamos. Crecimos. El chico que
nunca quiso crecer lo hizo. Y eso tomó el coste de todo lo que éramos.
—Podría aceptar esa copa —digo, apartándome de él, pero vuelve a
abrazarme y me da un suave beso en los labios. Por un instante, estoy
sorprendida, y luego comienzo a entenderlo. No es un beso romántico… es una
despedida.
Eso trae un nuevo amanecer, uno donde Harley no es el centro de mi mundo
y no soy el centro del suyo, y simplemente así, estoy perdida. Ya no sigo atada a
este hombre. Ya no soy su futuro… soy su pasado, y él es el mío. Pero eso es todo
lo que somos. Ex amantes. ¿Amigos? Quizás algún día, pero por ahora, solo
somos dos personas que han estado tan colgadas el uno del otro por tanto tiempo
que olvidamos que no éramos los únicos que existíamos. Olvidamos que no
éramos un todo, sino dos piezas separadas.
Me matará, pero tengo que dejar ir a Harley Hamilton, porque él ya me ha
dejado ir a mí. Y no hay nada más triste que una mujer aferrada a un fantasma.

174
Rose
ermot y yo caemos en una extraña rutina las siguientes dos semanas.
Rara vez salimos. Una parte de mí se pregunta sobre eso, y la otra
parte no piensa mucho en ello una vez pone su boca y manos sobre
mí. Quedarse en casa significa que nos desnudamos, así que eso es lo que
hacemos.
Por la mañana se va antes que me despierte, justificándose con hacer
ejercicio o trabajar en el laboratorio, y deja una romántica nota en la almohada y
un café en la mesita de noche. Las noches que nos quedamos en su casa, me
despierto con un magnífico desayuno… sola. Intento no molestarme por eso,
ambos somos personas muy ocupadas, y entiendo que para poseer una casa así
tienes que trabajar mucho. Así que, aunque difícilmente salimos por ahí, no hay
duda de que nos estamos volviendo más y más serios.
He hablado con su hermana por teléfono unas cuantas veces, y aunque aún
no nos hemos conocido en persona, me gusta mucho. Las dos lo regañamos
constantemente para que reserve tiempo para su sobrina. Mamá me ataca con
preguntas acerca de Dermot casi cada día. Creo que simplemente está contenta
175
con que no pase mis fines de semana sola, pero papá no estaba feliz de que
tuviese citas con un compañero de trabajo, mucho menos uno cinco años más
joven que él. Supongo que cuando lo piensas así, yo tampoco estoy tan feliz.
Pero Dermot es un hombre muy diferente a mi padre. Es joven en espíritu,
aventurero e increíblemente sexy. También llega tarde, pero yo también lo hago.
Ha reservado una mesa en un restaurante francés en la zona de la bahía treinta
minutos después que su vuelo aterrizase de Los Ángeles, y estoy llegando tan
tarde que acabo de mandar a Izzy y a Ginger a casa. Él debía llegar hace diez
minutos y todavía no me he duchado o retocado mi cabello y maquillaje, por no
mencionar encontrado algo para vestir.
Me meto en la fría habitación y pongo un ramo en la repisa, luego me apoyo
contra la mesa de metal y suspiro. Como todos los negocios, la actividad para
Acción de Gracias y Navidad es caótica. Izzy, Ginger y yo no hemos dejado de
correr todo el día.
Compruebo mi teléfono, que está apoyado convenientemente en la mesa de
la habitación donde lo dejé, y está casi sin batería. Las diez y siete. Mierda.
Dermot va a matarme… o azotarme. Aunque me gusta la idea de la segunda
opción.
La campana encima de la puerta suena y giro el cuello, escuchando por
señales de mi hombre. Sabe dónde encontrarme, y ya que no escucho el par de
caros zapatos de piel caminando por mi suelo, pongo los ojos en blanco, sabiendo
que voy a tener que lidiar con algún irritante hípster que va a dudar para gastar
veinte dólares en un ramo. Realmente necesito comenzar a cerrar la puerta con
llave.
—Estamos cerrados —digo desde la fría habitación.
Nada.
Así que salgo y dejo que la puerta se cierre de golpe detrás de mí,
limpiándome las manos en el delantal y deseando desesperadamente no tener
que lidiar con esto ahora mismo. Esa es la cuestión acerca de la floristería, la
gente se cree que todo son rosas y flores olorosas, pero no es así. Es un desastre, y
a veces funciona, y otras apesta, sin importar cuánto lo intentes, no puedes
quitarte el hedor de flores podridas de encima.
—Estamos cerrados —repito, exasperada mientras giro la esquina y veo a
Harley de pie en medio de mi tienda. Se ve horrible, delgado, grisáceo alrededor
de los ojos y demacrado. Quiero acercarme, pero mis pies permanecen
firmemente pegados al suelo—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba en el barrio. —Frunzo el ceño ante eso. Siempre está en el barrio, a
unas puertas de mí.
Trago el pánico alzándose en mi garganta, porque algo está mal, algo está
muy mal. Este no es mi Harley.
—¿Qué está mal?
—¿Qué está bien? —Me da una pequeña sonrisa dolida y da un paso hacia
176
mí. Pero alzo la mano para detenerlo—. Tenía que venir a verte.
—¿Venir a verme? Seis semanas, Harley. No te he visto en seis semanas, ¿y
de repente tienes que verme? Estás hecho una mierda, por cierto.
Sonríe ante eso. Realmente sonríe. Bastardo.
—También me siento así.
—Bien. —Se encoge, por lo que suavizo mi tono y digo—: ¿Qué te has hecho?
Ignora la pregunta y se acerca.
—¿Podemos hablar?
—Tengo una cita.
Arquea las cejas y desliza los nudillos por el mostrador.
—¿Con quién?
—Con Dermot.
Harley niega, mordiéndose el labio antes de mirarme.
—¿El infiel, Rose? ¿De verdad? ¿Con él?
—Nunca la engañó, y no sucedió nada. Pidió el divorcio en el momento que
volvieron a casa —comento sarcásticamente—. ¿Sabes qué? Ni siquiera sé por qué
te estoy justificando nada. Dermot no es el que me folló y no me devolvió las
llamadas. Eso lo hizo mi mejor amigo.
Su manzana de Adán se sacude.
—Rose…
—Sabes que nunca pude seguirte el ritmo a ti y a tu maldito desorden
bipolar cuando se refiere a mí —digo, e imito su voz—: Te quiero, no te quiero.
¿Qué es esta vez, Harley? Me estoy cansando y aburriendo de estar al final de tu
correa.
—Te quiero, Rose. Siempre te he querido. Desde el día que me empujaste en
el arenero no he querido nada más, pero…
—¿Entonces por qué demonios me harías eso? —Se me rompe la voz, hasta
que suena chillona y no se parece en nada a mí, sino a un tipo de gemido
infantil—. ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿A nosotros? Sabías qué sentía por ti.
Asiente sombríamente, pero no se encuentra con mi mirada.
—¿Por qué? —exijo con un sollozo—. ¿Qué razón podrías tener para
romperme el corazón después de pedirte que no lo hicieses?
—Porque estoy enfermo.
Todo se detiene. En cuanto las palabras salen de su boca, todo simplemente
se detiene. Y sé, sé en mi corazón y hasta la última célula que me completa, que es
cierto.
—Etapa IIB de seminoma. 177
—¿Qué significa eso? —Me cubro la boca. Estoy segura que ya no estamos
hablando el mismo idioma, y silenciosamente le suplico que me lo explique o que
me diga que está bromeando. Quizás estoy soñando. Quizás esto no es más que
un terrible sueño y todo lo que tengo que hacer es despertarme.
—Tengo cáncer testicular, Rose. Pasé por una cirugía para extirpármelos,
pero se ha extendido a mis ganglios linfáticos. Así que ahora consigo un cóctel de
quimioterapia bombeando en mis venas cada tres semanas.
—¿Cirugía? —pregunto, y asiente seriamente—. ¿Cuándo?
—La mañana siguiente de hacerte el amor.
Un jadeo de horror se escapa de mi garganta, y lo empujo con fuerza. Se
tambalea.
—¡Imbécil! ¿Me dejaste creer que me estabas evitando y estabas siendo
operado? ¿Todo este tiempo has estado enfermo? —Un extraño sonido animal
retumba en mi pecho, y mis piernas se debilitan.
Harley me envuelve en su abrazo. Se hunde en el suelo, me acuna en su
regazo, y luego las lágrimas aparecen. Gruesas gotas caen en mi regazo, mojando
el frente de mi delantal, y aunque acaba de contarme que está enfermo, siento
como si fuese yo la que estoy muriendo. Ya no soy la suma de mis partes, sino que
estoy destrozada, rota, arruinada. Soy un millón de piezas rotas y lanzadas al
viento.
Cuando finalmente vuelvo a encontrar mi voz, es baja y desolada por todas
las cosas horribles que he dicho de él, todos los horribles pensamientos, todo el
odio y furia.
—¿Por qué no me lo contaste?
—Vamos, Rose. No podía hacerte eso. No sabía cómo decírtelo.
—¿Entonces por qué ahora?
Deja salir un suspiro, y sus hombros se hunden mientras se apoya contra
mí, y sé la razón sin que tenga que decírmelo.
Porque no cree que vaya a superarlo.

Descanso en la cama, acurrucada en los brazos de Harley. Su camiseta está


empapada. No sabía que una persona podía llorar tanto. No sabía que era posible
tener un río sin fin de lágrimas que simplemente no se secarían. Aparentemente,
no sabía nada. No recuerdo cómo llegamos aquí. No recuerdo mucho de las
últimas horas.
—No podía decir adiós —susurra Harley, sus labios en mi cabello, su voz
tensa por la emoción—. Jamás podré despedirme de ti. No pude hacerlo cuando
tenía dieciocho años, y no puedo hacerlo ahora.
—Entonces no lo hagas. —Lloro en su pecho. Se lleva mi mano a los labios y 178
la besa, se siente correcto. Del modo en que siempre lo ha hecho—. No me dejes,
Harley. No te atrevas a dejarme.
—Voy a esforzarme en que no sea así —asegura, su torso temblando ahora, y
sé que también está llorando.
A través de la noche nos dormimos, y cuando me despierto son alrededor de
las tres de la madrugada, pestañeo, insegura de si estoy despierta o todavía
durmiendo. Harley ha hecho un fuerte a nuestro alrededor, como solía hacer
cuando éramos niños. Sonrío ante su obra maestra con las luces parpadeantes
que ha sacado de una jarra en la librería. Baja la mirada y dice:
—No se suponía que te despertases aún.
—Vuelve a la cama.
—En un minuto. No sé cuánto tiempo pasará hasta que pueda volver a hacer
algo así —comenta, y su rostro se arruga por un segundo, un instante tan breve
que podía habérmelo perdido si hubiese pestañeado—. Quiero que sea perfecto.
—Es perfecto porque estás aquí.
—Rose…
—No, mañana. Hablaremos de ello mañana. Por ahora, solo quiero pasar la
noche en nuestro fuerte, alejada de… —Dejo la frase a medias, incapaz de darle un
nombre. Incapaz de decir la temida palabra con C que se ha llevado tantas almas
hermosas antes de tiempo. No puede llevarse esta. No se lo permitiré. Vendería la
mía antes de dejar que la enfermedad se lleve la suya—. Ven aquí. —Extiendo el
brazo hacia él.
Ata la última sábana y se sube a la cama. La tela cae detrás de él como si
fuese una puerta cerrándose ante el mundo. Y cómo deseo que lo fuese… Dios,
cómo deseo poder volver atrás unas horas y no escuchar las cosas que dijo, pero
no puedo. No conozco los detalles, y ahora mismo no quiero hacerlo. Es
demasiado crudo, demasiado real. No puedo pensar en ello así. No puedo pensar
en Harley, mi Harley, enfermo y pálido en una cama de hospital, sus músculos
consumiéndose hasta la nada, la luz de esos hermosos ojos desaparecida. No lo
haré. Así que mientras se sienta a mi lado, me subo a su regazo y tomo su rostro
entre las manos, memorizando cada centímetro de esa impresionante mandíbula
y su nariz ligeramente torcida de cuando fue golpeado en el campo en décimo
grado. Miro esos perfectos ojos aguamarina y respiro su aliento, y me inclino
hacia él, besándolo en la boca.
Clava las manos en la carne de mis caderas.
—Eh, eh, eh.
—¿Qué? ¿Te duele?
—No, pero no vine aquí por eso.
Frunzo el ceño.
—¿No quieres?
Aparta un mechón perdido de mi rostro y alza las cejas mientras inclina la
cabeza hacia su entrepierna. Bajo el suave algodón de mis bragas, siento su
179
erección tensarse contra mí. La mirada que me da me hace saber que el problema
no es que no quiera seguir.
—¿Entonces cuál es el problema?
—Solo… pienso que deberíamos tomárnoslo con calma. Acabo de decirte que
tengo cáncer y…
Lo interrumpo de nuevo chocando mis labios contra los suyos y metiendo
mi lengua tan profundamente en su boca que me gano un gemido. Me rodea el
bíceps con la mano y me aparta.
—Rose, amor, detente.
—¿Por qué le pediste a ella que se casase contigo?
—No hagas esto…
—Cuando te marchaste a Luisana me hiciste una promesa… ¿lo recuerdas?
—La pregunta es retórica, porque sé que lo recuerda del mismo modo que lo hago
yo, pero asiente igualmente—. Dijiste que cuando volvieses pondrías un anillo en
mi dedo. Sé que todo cambió y no hemos sido de ese modo en años, pero ¿por qué
Alecia? ¿Por qué no yo?
El silencio nos rodea. Nos traga hasta que finalmente responde:
—No podía.
—¿Fue porque no me amabas lo suficiente? ¿O porque me amabas
demasiado? —menciono, y sé que mis palabras han dado en el clavo, porque es
como si pudiese ver cuál de las opciones le parte el corazón.
Pasa una mano por mi frente, apartándome el cabello del rostro.
—Fue aterrador, Rose. Alecia había estado conmigo en la oficina del doctor
cuando lo averigüé y fue el momento más terrorífico de mi vida. Todo en lo que
podía pensar de camino a casa fue en tu rostro y cómo te destruiría cuando te lo
contase. Entré en pánico. Alecia dijo que sí. Fue una mierda. Le hice daño a ella,
me hice daño a mí mismo en el proceso, y te hice daño a ti. Y jamás quise hacerte
daño.
—¿Entonces por qué le pediste a otra mujer que ocupase mi lugar?
—Porque no me preocupaba romperle el corazón. —Sujeta mi cabeza entre
sus manos y presiona sus labios en mi mejilla—. Pero ten por seguro que me
preocupa mucho romper el tuyo.
—Entonces no lo rompas ahora. —Beso su frente, su nariz, su barbilla y
labios—. Haz lo correcto conmigo, Harley Hamilton. Lucha como una fiera,
véncelo y luego pon un anillo en mi dedo, porque he esperado veinticinco
malditos años para casarme con mi mejor amigo.

180
Rose
or la mañana, escucho la llave deslizarse en la puerta de abajo y me
giro. No quiero lidiar con el mundo hoy, pero aparentemente el
mundo tiene otros planes, porque mi madre vocea y me encuentro
completamente despierta y pestañeando hacia el techo de nuestro fuerte de
sábanas.
—Querida, ¿estás despierta? Encontré un hermoso hombre esperándote en
las escaleras de entrada. Es muy maleducado no responder al teléfono, Rose.
Oh Dios, Dermot. Olvidé completamente nuestra cita. Oh mierda. ¿Dónde
está mi teléfono?
—Mierda. —Me siento. El peso de todo lo que sucedió asentándose en mis
hombros. Cuidadosamente paso por encima de Harley, así no se despierta, y me
envuelvo con las sábanas. Estoy vistiendo un camisón de seda que me había
puesto anoche con el fin de estar cómoda, y Harley, siendo Harley, nunca duerme
vestido, así que, aunque no hicimos nada, todavía estoy vistiendo poca ropa para
enfrentarme a mi madre y a Dermot.
Salgo tambaleándome del fuerte y me encuentro frente a Dermot y mi 181
madre. Los rasgos de Dermot están llenos de preocupación, pero mamá está
mirando con los ojos como platos el fuerte, porque estoy bastante segura de que
sabe qué significa.
—Eh… hola. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Mi vuelo de Los Ángeles fue retrasado. Nadie va a entrar o salir en avión
de San Francisco a causa de la niebla. No podía contactar contigo por teléfono.
—Oh, creo que puede estar todavía en la habitación fría. ¿Por qué no lo
intentaste con el teléfono de la tienda?
—Lo hice —asegura Dermot, y sé que me veo culpable. Mamá se sienta en la
silla antigua con una expresión ensimismada, observando nuestra conversación.
Harley bosteza y gira sobre la cama, haciendo que el fuerte se balanceé—. Él está
aquí, ¿no es así?
—Él… —Dejo la frase sin terminar. Mi corazón se aprieta dolorosamente,
porque incluso si le digo que no sucedió nada entre Harley y yo anoche, estaría
mintiendo. Puede que no hubiésemos tenido sexo, pero empaqué lo que quedaba
en mi corazón y se lo di a Harley para que lo mantuviese. Lo amo, nunca he
dejado de amarlo, y a juzgar por la mirada en el rostro de Dermot, le he roto el
corazón en el proceso.
Niega.
—Jesucristo, debería haber visto esto venir.
—Dermot, no quería que sucediese nada de esto —digo, suplicando que no
se aparte de mí antes de que pueda explicarme—. No nos acostamos.
—Pero le permitiste volver.
Realmente no era una pregunta, pero asiento igualmente. Me siento como si
le clavase un cuchillo en el pecho. Dermot tiene el truco de amar a mujeres que no
le pueden devolver ese amor, y justo soy otra que acaba de joderlo. Aunque puedo
sentir la rabia controlada emanar de él, me sujeta el rostro entre las manos y me
besa la frente.
—Adiós, Rose.
—Dermot… —comienzo, pero ¿qué hay que decir? ¿Lo siento? ¿No eres tú
soy yo? Solo son palabras, y creo que él lo sabe tan bien como yo.
Camina por las escaleras, desapareciendo de mi vista. Un momento
después, la puerta de la tienda suena suavemente cerrándose detrás de él.
Suspiro y miro a mi madre. Está mirando detrás de mí, al fuerte. Aunque sé
que nada de lo que acaba de pasar es culpa de ella, quizás hubiese sido agradable
tener un aviso, así Dermot no se hubiese enfrentado a ver esto. Aunque supongo
que ella no sabía que no estaba respondiendo las llamadas de mi novio mientras
otro hombre estaba ocupando mi cama.
Harley se coloca detrás de mí y tira de mi espalda hacia su frente. No estoy
completamente segura de dónde terminó su ropa anoche, y a juzgar por la forma
en que mi madre se le queda mirando, alza una ceja y contiene su sonrisa, él
todavía está completamente desnudo. Miro fijamente a mi madre, y finalmente
deja de mirarlo el tiempo suficiente para estudiar mi expresión y lo adivina.
182
—Claro, será mejor que me marche. —Saca su teléfono, y si no lo ha hecho
ya, sé que le enviará mensajes de texto a Rochelle como una loca en cuanto se
vaya—. Adiós, queridos.
Nos lanza un beso y se apresura por las escaleras todo lo rápido que sus
Jimmy Choo la llevan. Estaba equivocada, no envía un mensaje; en cambio la
llama, gritando “Sucedió. Finalmente sucedió” antes de incluso dejar la tienda.
Harley aprieta su agarre en mi cintura, agachándose para darme un suave
beso en el hombro.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… Dios, apesta, ¿sabes? Sentir que le estás rompiendo el corazón a
alguien.
—Lo sé, amor. —Y supongo que sería así.
Me arrastra de nuevo a la cama, y entramos en ella tambaleándonos, casi
tirando las paredes de nuestra casa improvisada.
—Quizás somos demasiado mayores para los fuertes y los cuentos de hadas
—comento pensativamente, acurrucándome contra su pecho.
—Nadie es demasiado mayor para los cuentos de hadas —responde Pan.
Rose
e despierto con el cuerpo de Harley apretado contra mí, sus brazos
alrededor de mi cintura y su cabeza apoyada en la almohada, sé que no
está durmiendo porque su respiración es superficial y no está
roncando. Me giro y me encuentro con sus tristes ojos azules.
—Buenos días —digo. Traza patrones por mi clavícula y por mi pecho,
rodeando mi aureola. Me retuerzo y aparto su mano de un manotazo.
—¿Qué vas a hacer hoy?
—Umm, lo que ves. —Me estiro en mi cama y bostezo. Harley desliza la
mano entre mis piernas y aprieto los muslos con fuerza. No se mueve,
simplemente descansa ahí, en su sitio. “Un lugar donde calentarse las manos”,
dijo una vez. Y volverme loca.
Pasa los dedos a través de su cabello y cierra el puño, esperando estar a unos
centímetros de mi rostro antes de abrir la palma, varios mechones de cabello caen
en mi colcha floral.
—Oh, Harley.
183
—Sabía que esto sucedería. Voy a asistir a mi tercera sesión de
quimioterapia, así que se da por sentado, y no quiero aferrarme a ello solo porque
sí, ¿sabes? ¿Por qué alargar lo inevitable?
—¿Quieres que te corte el cabello? —pregunto, el pánico alzándose en mi
voz.
—Afeitarlo, en realidad.
—¿Todo?
—Sí, Rose. —Sonríe y me besa la frente—. Eso es lo que normalmente
significa “afeitar”. ¿Crees que todavía me encontrarás atractivo sin cabello?
—¿Estás bromeando? Por una vez pondrá las cosas equitativas, y tú y yo
finalmente podemos estar en igualdad de condiciones.
—No sé. Soy jodidamente guapo con la cabeza rapada —se burla, y lo golpeo
en el pecho. Se estremece un poco y me muerdo el labio, preocupada por haberle
hecho daño.
—¿Cuándo quieres hacerlo?
—Ahora. Simplemente vístete y vayamos a mi casa. Los dos no cabremos en
tu minúsculo baño.
Hago un puchero y me acerca más.
—Mientras estamos en el tema de la mierda del cáncer, ¿piensas que puedes
hacerme un hueco en tu horario mañana? Quiero que conozcas a unas personas.
—Por supuesto.
—Genial. Lleva el estómago bien preparado.
Frunzo el ceño, insegura de qué quiere decir con eso, pero asiento de todos
modos.
—Y no lleves zapatos bonitos.
—¿Es que no me conoces? Soy dueña de un solo par de zapatos de tacón, y
únicamente los compré para tu estúpida pseudo-boda.
—Cierto. Por un minuto pensé que estaba hablando con una chica de
verdad.
—Que te jodan, Hamilton.
—Está bien —contesta y rueda sobre mí. Gira sus caderas. Presiona su polla
rígida contra mí y le permito que me tome como quiera, pero se aparta
rápidamente—. Cabello primero.
Hago una mueca y salgo de la cama detrás de él. No quiero hacer esto. No
con su hermoso cabello. Pero al cáncer no le importa lo que queramos.
El cáncer puede irse a la puta mierda por traer su mierda a nuestro mundo.

De pie detrás de Harley, me encuentro con su mirada en el espejo. 184


—¿Estás seguro?
—Sí. Simplemente hazlo.
Aprieto los dedos alrededor de la pesada maquinilla en mi mano y la
enciendo. Vibra audiblemente y me duelen los huesos por la fuerza con la que la
estoy agarrando.
—Hazlo, Rose.
Paso las manos a través de la longitud de su hermoso cabello. Cabello en el
que he enganchado mis dedos mientras su rostro estaba enterrado entre mis
muslos, cabello que durante mucho tiempo ha sido su máximo atractivo,
hermoso, tan hermoso que hacía que quisieses pasar las manos por él. Durante
muchísimo tiempo, el cabello de Harley ha sido una de las cosas que más he
amado, y creo que este momento va a ser más difícil para mí que para él.
—Vamos, amor. Antes que pierda el valor.
—Claro, lo siento. —Sonrío, pero por dentro me estoy muriendo. Solo es un
corte de cabello, pero representa mucho más. Por fuera no se ve tan enfermo,
tiene ojeras profundas bajo los ojos por la falta de sueño, y no puede mantener su
rutina de ejercicio, no como solía hacerlo, así que durante las seis semanas que no
ha estado en mi vida ha perdido mucha masa muscular, haciendo que su rostro se
vea demacrado. Pero aparte de esto, no podrías imaginar que tenga cáncer al
mirarlo. Así que, aunque esto solo sea un corte de cabello, definitivamente es algo
más.
Levanto la maquinilla a su cabeza. No se encoge cuando la cuchilla corta los
primeros mechones. Ni siquiera cuando toda la parte de atrás está hecha. En
cambio, gira la cabeza a un lado y se ríe porque se ve como aquella vez en el
instituto, cuando el equipo de fútbol le afeitó un lado de la cabeza. Lo había
llevado de ese modo toda una semana, solo para mostrarles lo poco que le
importaba y cómo no habían logrado alterarlo.
Vuelvo a levantar la maquinilla y comienzo por el frente. Cuando está
terminado, me acerca y me besa en la boca con fuerza. Dejo la maquinilla a un
lado del mostrador y paso las manos por su cuero cabelludo recientemente
afeitado, maravillándome por la sensación de picor, y cómo hace que su rostro se
vea un poco más redondo, su barbilla sin afeitar un poco más prominente y esos
hermosos ojos suyos resplandecientes.
Se aparta y susurra:
—¿Todavía sexy?
—¿Había alguna duda? —Vuelvo a besarlo en los labios. Las pocas zonas
donde su cabeza no tiene cabello le dan cierta ventaja—. Me gusta. Ahora lo que
necesitas es hacerte un montón de tatuajes y parecerá que acabas de salir de
Prison Break.
Se ríe y se remueve debajo de mí. Me quito de su regazo, asustada de
haberle hecho daño. Se levanta, enviando un montón de largos mechones al suelo
y me eleva al mostrador, tirando numerosas botellas de loción para el afeitado y
aceite para la barba. Aparto un mechón de su cabello que me hace cosquillas en el 185
cuello. Sus labios se encuentran de nuevo con los míos, y tomo su rostro entre
mis manos mientras me desabotona la camisa y me toca los pechos a través del
encaje de mi sujetador.
Harley ha dicho que la quimio solo lo pone débil los días después del
tratamiento, y aunque quiero volver a conectar con él desesperadamente, no
estoy segura de que esto sea lo correcto. No quiero parar, no si él no está lo
suficientemente bien para seguir, y no si esta es una de las últimas veces… No. No
pensaré de ese modo. Harley va a vencer esto. Lo prometió. En cinco, diez, veinte
años desde ahora estaremos haciendo esto mismo, cuando nuestra piel esté
colgando y nuestros rostros estén arrugados y curtidos por una vida bien vivida.
Me tomará así, quizá en la cocina de nuestra casa, o en el suelo, o la cama… no
importa dónde.
—Oye, ¿adónde has ido?
—Yo… —Trago el nudo en mi garganta y cierro los ojos. No detiene las
lágrimas deslizándose por las esquinas. Harley se aparta, y por un segundo creo
que puede irse, así que le rodeo las caderas con las piernas y sujeto sus bíceps,
sintiendo los fuertes músculos que ya casi han desaparecido en unas pocas
semanas—. Será mejor que venzas esto.
Se pasa una mano por la cabeza, por un instante alza una ceja con confusión
mientras sus dedos no encuentran resistencia y se deslizan por su cráneo. Traga
con fuerza y mira lo que queda de su cabello en las baldosas blancas.
—Rose…
—No. Lo digo en serio. No puedo…
—No más —pide, ahuecando mi rostro e inclinándose para darme un suave
beso en los labios—. Necesito que estés aquí conmigo, no aquí con mi cáncer.
—Lo siento.
Baja la cabeza, así me está mirando directamente a los ojos cuando dice:
—Está bien. Simplemente, ¿podemos fingir que soy un tipo normal y que
esto no es una follada por lástima?
—Esto no es una follada por lástima —aseguro, confundida.
—Bueno, quizá no para ti… —Deja la frase a medias con una sonrisa, yo
pongo una expresión de sorpresa y lo golpeo en el brazo. Se estremece y luego se
inclina sobre el pequeño baño, apartando la cortina de la ducha y abriendo el
agua—. Necesito que los dos estemos aquí, el uno con el otro. Necesito que finjas
que no estoy enfermo y que solo soy el tipo que tenía un papel protagonista en
todas tus fantasías sexuales.
—Idiota. Nunca fantaseé contigo.
—¿No? —Hace una mueca—. Jesús, eso duele, Rose, porque pasé cada día de
mi adolescencia masturbándome en mis calcetines de deporte mientras pensaba
en tu glorioso trasero rebotando alrededor de mi polla.
Lo golpeo de nuevo, pero esta vez me atrapa a mitad de camino y pasa mi
186
mano por su cuerpo, metiéndola en su pantalón, donde su erección se presiona
contra mi palma. No espera a que me encuentre con su mirada antes de decir:
—Necesito que esto sea acerca de nosotros.
Asiento y me bajo del mostrador, forzándole a que dé un paso o dos atrás.
Me quito la parte de arriba y dejo que caiga al suelo, y luego me quito el jean,
pateándolo hacia el armario detrás de mí. Tiro de su camisa, y juntos, se la
quitamos por la cabeza y la lanzo al suelo con el resto de su cabello. Paso las
manos alrededor de su cuello, me acerca, y se baja el pantalón arrastrándonos
hacia la ducha, donde lo ayudo a quitárselo. Me mete y el agua caliente nos cubre.
Agarro el cabezal y le rocío con agua, eliminando el cabello de su cuerpo, pasando
las manos por la suave extensión de su pecho.
Me contó que el vello de su cuerpo comenzó a caerse los días siguientes a su
primera quimioterapia. Siempre he preferido un poco de vello en el pecho, no una
gran mata ni nada parecido, pero Harley siempre tuvo, y me encantaba pasar las
manos cuando muchos otros tipos se lo depilaban completamente. Su pérdida de
cabello no me resulta desagradable. Siempre lo he deseado, sin importar si
ganaba cincuenta kilos o pierde todo su cabello con la quimioterapia. Supongo
que esa es la definición de amor verdadero, ¿no es así? Amar a alguien
exactamente por quien es, con fallos y todo.
Pero a mis ojos, Harley nunca tuvo fallos, aunque tiene un gusto pésimo en
sustituir novias, y es increíblemente molesto. Una vez que se le mete algo en la
cabeza, no hay forma de hacerle cambiar de opinión. Como ahora, mientras me
acerca a él y agacha la cabeza para besarme el cuello. Toma mis pechos y se mete
un pezón en la boca.
Ya puedo ver el agotamiento en sus ojos, pero no intento detenerlo o evitar
sus acciones. En cambio, vuelvo a poner el cabezal en su soporte y cierro la
ducha. Tomando su mano, lo saco del baño sin molestarme en secarnos. Me
palmea el trasero mientras cruzo la extensión de su apartamento. Estoy segura de
que hay cabello pegado a las plantas de mis pies, pero no me importa. Me subo a
la cama y espero allí, a cuatro patas, mi trasero en el aire, preparada y esperando.
Gime y desliza un dedo por mi coño. Se cierne sobre mí, su erección saltando
contra la parte baja de mi espalda mientras susurra en mi oreja:
—No es que no me encante la vista, pero quiero ver tu rostro.
Giro la cabeza y lo beso. Lentos besos profundos, como si tuviésemos todo el
tiempo del mundo. Me gira, desliza una mano bajo mi espalda y nos mueve por la
cama, apoyando las caderas entre mis muslos. Pasa los labios por mi cuello,
besando mis pechos, tomando un pezón entre los dientes. Meto una mano entre
nosotros y lo guío dentro de mí, dolorosamente lento, centímetro a centímetro,
hasta que su gruesa polla me llena y está hundido hasta la empuñadura. Se mece
en el interior, golpeando hasta lo más profundo, y salpico su rostro y cuello de
besos mientras mantiene este ritmo lento y cariñoso. No sé si es por mí o por él, o
porque está cansado, pero no me importa, porque cada vez con él es diferente,
nuevo, y nada se ha sentido tan bien como tener a Harley dentro de mí mientras
me entrego al hombre que amo. 187
Cuando estamos agotados y él está sonoramente dormido, salgo de la cama.
No quiero dejar el calor de su abrazo, pero no quiero que tenga que enfrentar otra
muestra de los cambios que su cuerpo está sufriendo cuando se despierte, así que
entro silenciosamente en el baño y junto unos cuantos mechones de su hermoso
cabello. Tomo una goma elástica del armario del baño y lo ato, dejándolo a un
lado para meterlo en mi bolso cuando termine. Puede parecer jodidamente
espeluznante, pero ese cabello es tan mío como suyo, y aunque también me
encanta su nuevo aspecto, esto es parte del Harley que no estoy dispuesta a dejar
ir aún, quizá nunca.
Rose
ntro en el pabellón de oncología sosteniendo la mano de Harley y veo los
rostros enfermos sonriéndonos. Él no pertenece aquí. Él no está
enfermo como ellos, me dice mi mente. Esta debe ser algún tipo de
broma cruel.
Pero no es una broma, no hay nada gracioso en el cáncer. Aunque parece
que Harley no coincide en eso, porque entra en la habitación, le da un beso a una
enfermera poco entusiasta e intercambia insultos con el alto enfermero sobre la
última paliza de Ole Miss de los Tigers. Me presenta a ellos y comparten una
ligera mirada sorprendida, pero estoy suponiendo que han hablado de mí y
habían pensado que tal vez Harley me estaba inventando.
Hay varias estaciones preparadas alrededor de la habitación, con sillas
reclinables, televisiones y paneles de privacidad, pero nadie está en ellos. Todos
los pacientes parecían estar sentados en círculo en grandes sillas antiguas con
intravenosas en sus brazos y goteros móviles y monitores a su lado. Cuando la
enfermera le dice a Harley que vaya a tomar asiento, para mi sorpresa él no se
mueve para una de las estaciones privadas, sino al medio de la habitación con los
otros pacientes. Es como si estuviésemos de nuevo en el instituto, él es el mariscal 188
estrella amado por todos y yo soy solo, bueno… yo. Él conoce a todo el mundo.
Todo el mundo lo conoce, y aparentemente todo el mundo también me conoce a
mí, a juzgar por la forma que me saludaron… y usaron mi nombre mientras lo
hacían.
Harley choca el puño con un chico que probablemente no tiene más de
dieciséis años. Tiene un rostro demacrado, demasiado delgado y sin un mechón
de cabello en su brillante cabeza calva.
—Bonito cabello.
Harley sonríe avergonzadamente y se pasa una mano por su cabeza afeitada.
—Gracias. Escuché que el Corte Quimio se llevaba para el invierno.
El chico fija los ojos en mí, y luego pasa una mirada apreciativa por mi
cuerpo, dejándola en mis tetas. ¿En serio?
—Amigo, no estabas bromeando.
—Te dije que era sexy —comenta Harley con una sonrisa—. Ahora paga.
Observo con horror mientras el chico alza un brazo flacucho y toma la
billetera de la mesa junto a un montón de viejas revistas Rolling Stone, con
páginas amarillas muy sobadas y portadas destrozadas. Saca un billete de veinte
dólares y se lo entrega a Harley. Abro los ojos como platos. ¿Acaba de tomar el
dinero de un chico enfermo?
—Oh, ¿vas a llorar, niño bonito? —se burla Harley, y lo golpeo en el pecho
con fuerza. Me mira fijamente—. Auch. ¿Qué demonios, Rose?
Simplemente le devuelvo la mirada y le pongo mi expresión de jodidamente
te estás riendo de mí.
—Te compré algo —comenta Harley, y saca una gran caja negra de su
bolsillo trasero. Debe haber estado escondida bajo su jersey, porque es la primera
vez que lo veo. Hay un logo al frente, TAINT, escrito con una tipografía de pincel
gruesa blanca rodeada de manchas. La expresión del chico se pone en blanco,
quedándose boquiabierto y abriendo los ojos de par en par.
—¡De ninguna jodida manera! ¡De ninguna jodida manera! —grita el chico, y
la enfermera a la que Harley besó con un dulce rostro e, irónicamente, una
expresión nada tierna se aleja de la estación de enfermeras.
—Lenguaje —advierte, con voz retumbante.
El chico se cubre el rostro, todavía no ha tomado la caja de Harley.
—Carissa, jódeme, ¿sabes lo que es esto?
La mujer en cuestión se acerca, y el chico arrebata la caja de las manos de
Harley, pasando una mano reverente por fuera de la caja antes de abrirla.
—Se ven como unas baquetas para mí, cariño. Unas que voy a meter por
donde no brilla el sol a menos que bajes la voz. La gente trata de evitar la muerte
aquí.
—Joder, están firmadas. —Mira a Harley, quien está sonriendo con su 189
sonrisa de Pan—. Joder amigo, están firmadas por Zed Atwood —grita—. La
Siniestra Parca puede llevarme ahora y no me importaría una mierda, porque
llegué a sostener las baquetas del maldito Zed Atwood en mis manos.
—Mmm —farfulla ella y le da la espalda. Ella señala a Harley mientras se
sienta en una silla libre frente al chico—. Esto es culpa tuya.
Él guiña un ojo.
—Solo estoy intentando iluminar tu día, Carissa.
—Oh, cariño, lo único que me alegraría el día sería deshacerme de todos —
dice ella, y jadeo con horror—. Volveré en un minuto con tu cóctel de medicinas.
Me siento de golpe en la silla al lado de Harley, y él pone su gran mano en
mi muslo y me da un apretón de consuelo. El enfermero se acerca y le saca sangre
a Harley y me dice que es una comprobación para asegurarse que su número de
glóbulos blancos es estable, entonces Carissa vuelve con un monitor móvil y un
gotero con él. Miro la bolsa, tiene una etiqueta con el nombre de Harley y la
medicación prescrita, y por un momento me siento como si no hubiese aire en la
habitación. No puedo respirar y no puedo irme, así que aparto la mirada mientras
la enfermera inserta la vía en el brazo de Harley y presiona una serie de botones
en la máquina.
Con una sonrisa forzada, aparto mi atención hacia el niño. Acaricia la
madera de las baquetas que Harley le dio y se le llenan los ojos de lágrimas.
—Styx, amigo —advierte Harley—. Conoces las reglas.
Asiente y mira a Harley fijamente a los ojos cuando dice:
—Joder, eres bastante genial, hombre.
Harley asiente, como si fuese algo que ya supiese, pero hay una tirantez en
su sonrisa, y su manzana de Adán se mueve cuando se aclara la garganta.
—Rose, este es Styx. Ha estado fastidiándome desde el primer ciclo de
quimioterapia.
—Somos compañeros de quimioterapia —interviene Styx—. Es como amigos
de follada, solo que sin ser gay.
—Aunque igual de enrevesado, ¿cierto?
—Solo cuando Jan está aquí —comenta Styx, inclinando la cabeza hacia la
mujer mayor que está a su lado, la que previamente había pensado que estaba
dormida, pero rápidamente me doy cuenta que no es así porque saca el dedo
corazón y vuelve a cerrar los ojos.
Los chicos se ríen y Styx vuelve a mirarme.
—Amigo, espero que te corrieses dentro de un vaso antes de empezar la
quimio, porque tus bebés habrían sido como jodidos querubines o algo así. —
Miro fijamente a Styx, incapaz de creer que escuchase eso bien—. ¿Ella qué es,
muda? ¿Cuál es el problema, querida? ¿El cáncer te cortó la lengua?
Miro a Harley. 190
—¿Este niño es real?
—¿Styx? Sí, es una especie de idiota. —Entrelaza nuestros dedos—. Debería
haberte avisado.
—Nah, simplemente estás celoso de no estar preparado para esto, salir con
zorras y vivir la gran vida. —Se ríe, haciendo un gesto con la mano que lo engloba
a él, y luego esa risa rápidamente cambia a una fuerte tos.
—¿Estás bien, amigo?
—Sí —responde él y luego toma el cubo a sus pies y vomita. La reacción de
su cuerpo es tan violenta que casi no sé qué hacer, así que me siento allí con las
manos sobre la boca conmocionada mientras el enfermero se acerca y le da
palmaditas en la espalda. Styx se aleja de su toque, y el enfermero levanta las
manos y comprueba el gotero.
—Está bien, dios del rock, de todos modos, has terminado. Volvamos a tu
habitación.
Styx asiente, pero no dice nada. Simplemente se reclina en la silla mientras
la máquina a su lado es apagada y le quitan la vía del brazo.
—¡A rockear, cabrones! Nos vemos en la siguiente ronda. —Ondea la caja de
las baquetas hacia nosotros, y la enfermera lo saca de la habitación.
Miro el rostro solemne de Harley y estallo en lágrimas. Él me sujeta la
barbilla con la mano que no tiene la vía e inclina mi cabeza hacia él, negando
suavemente.
—No, amor. No hay lloriqueos en esta habitación. Es el único lugar donde
llegamos y estamos con otra gente que sabe cómo se siente librar esta batalla. No
hay lloros aquí, solo imbéciles, risas… y a veces vómitos.
—Lo siento. No puedo hacer esto —digo y corro hacia las puertas por las que
Styx acaba de irse. Sé que Harley no puede seguirme porque está atado a una
intravenosa, y sé que estoy siendo egoísta, pero no puedo evitarlo. No puedo verlo
pasar por esto. No puedo ver cómo a un niño de dieciséis años se le escapa la vida
y permanece allí bromeando como si no estuviese sucediendo.
Con el estómago revuelto, colapso contra la pared y un momento después
Carissa me encuentra.
—¿Estás bien, cariño?
—¡No! —Sollozo, cubriéndome el rostro con las manos porque me siento
como una completa idiota—. ¿Cómo puedes hacer esto cada día?
Sonríe, pero no alcanza a sus ojos.
—Las chicas tienen que ganarse el sueldo.
—¿No te afecta?
—Cada uno, pero esa habitación es el único lugar que tienen donde pueden
entrar y no ser aplastados por la lástima. Esa habitación es su lugar seguro. Es el
único lugar donde pueden ir sabiendo que no están solos y que todo el mundo allí
dentro sabe lo les está pasando por la cabeza. Esa es la razón por la que Styx viene 191
a la quimioterapia sin sus padres. Esa es la razón por la que Harley ha venido solo
desde comenzó con su ciclo. Porque ahí nadie los consuela. El hecho de que ahora
está compartiendo eso contigo es enorme, así que tienes dos opciones, chica; te
secas los ojos, llevas tu trasero allí y le das un infierno por intentar morirse y
dejarte, o esperas aquí hasta que haya acabado.
Asiento y me paso las manos por debajo de los ojos para secarme las
lágrimas, y la sigo hasta dentro.
Cuando entro en la habitación, está en silencio. Harley se ve perdido en sus
pensamientos y Jan todavía tiene los ojos cerrados. Me siento al lado de él, y él
me sujeta la mano y me la aprieta. Yo le aprieto la suya, con fuerza.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… —Miro a Carissa, que vuelve a estar apoyada contra la estación
de enfermeras, observándome con una ceja arqueada—. Solo estoy esperando que
te des prisa así puedo ir por un Big Mac.
Carissa se ríe. Harley también lo hace, y luego alcanza el cubo y vomita. Es
algo bueno que no sea una vomitona.
—Con extra de queso —continúo, y no sé si el temblor que le recorre el
cuerpo es él perdiendo su valor, o si se está riendo en el cubo de basura. El
estallido de risa de Carissa prácticamente derriba el techo sobre nuestras cabezas,
y luego cuando ha acabado, asiente y se centra en su papeleo.

Después que regresamos a su apartamento, lo acuesto en la cama y me subo


a su lado, pero mientras Harley cae en un sueño profundo, yo no puedo cerrar los
ojos sin verlo húmedo y vomitando, sin ver el rostro de ese niño Styx mientras
sostiene esas baquetas en sus manos.
No puedo estar aquí ahora mismo. Así que, tan silenciosamente como
puedo, me levanto, me visto y me marcho. Me dirijo a casa de mis padres, solo a
unas cuadras, y normalmente no caminaría por San Francisco por la noche, pero
esta noche mi cabeza no está en el juego.
Llamo a la puerta de la casa de mis padres. Están dormidos, después de todo
es casi medianoche, pero araño, aclamo y suplico que me dejen entrar.
La puerta de entrada se abre y caigo en los brazos de mi padre y sollozo. Mi
madre también está ahí. Acariciándome el cabello, preguntándome qué está mal,
pero no tengo más palabras para ellos que:
—¿Qué está bien?
Así que no hago otra cosa que decir sin sentidos. Mis padres me sostienen
como si volviese a tener cinco años. Como si este cáncer estuviese dentro de mí y
no en el hombre que amo. Desde que finalmente Harley ha sido claro conmigo
sobre su enfermedad, Rochelle y Dean se lo han contado a mis padres. Realmente
no he hablado con ninguno de ellos de cómo me siento. Realmente no he hablado 192
con nadie, porque esto no es acerca de mí. Ahora, mientras estoy tumbada en su
sofá y mi padre me aparta el cabello del rostro y mi madre me prepara chocolate
caliente en la cocina, me permito dejar salir un poco de lo que he estado sintiendo
estos pasados días. Y pasa un largo momento antes de tener la fuerza para
tragarlo todo y pedirles a mis padres que me lleven a casa.
Papá es el que me lleva de vuelta a casa de Harley.
—Sé que esta no es la vida que querían. No es lo que deberían haber tenido,
y no es justo que le suceda a ninguno de los dos. No es justo —comenta mi padre,
sorprendiéndome mientras agarro la manilla para abrir la puerta del auto. Él es
un hombre de pocas palabras, quizás murmuró cuatro todo el tiempo que
permanecí llorando en su sofá. Me giro en el asiento para mirarlo mejor—. Si
pudiese tomar eso por ustedes, lo haría.
Le doy una sonrisa triste.
—Vas a necesitar ser fuerte por él, calabacita.
—Lo sé.
—No creo que lo hagas. Necesitas darle una razón a ese chico para no
rendirse cuando esté cansado y simplemente no quiera levantarse.
—¿Qué? —pregunto, insegura de por qué me está contando esto. Nunca se
me ha pasado por la cabeza no estar ahí para él, solo desearía haberlo sabido
antes. Desearía no haber malgastado el tiempo estando enfadada con él cuando
todo lo que quería era amarlo, hacer que me dejase entrar.
—No le di una razón para quedarse —susurra, y me lleva un momento
darme cuenta que está hablando de su hermana, que murió de esclerosis múltiple
a los veintitrés años.
—Papá, no podrías haberla salvado.
—No lo intenté. Simplemente lo acepté, ¿sabes? Los médicos te dicen una
cosa, y es casi como si cualquier cosa que dijesen fuera real. Ella viviría hasta los
veinte y nada más, nos dijeron. Vivió tres años más, pero tenía más en ella. Sé
que era así, justo como él. Asegúrate de que lucha por cada maldito segundo.
—Lo haré —susurro y le aprieto la mano. Me da un abrazo, y luego salgo a la
llovizna y subo los escalones al edificio de Harley.
Mi padre espera hasta que meto las llaves en la cerradura y entro.
Empapada hasta los huesos, subo las escaleras lentamente y luego abro la puerta
del apartamento de Harley y entro todo lo silenciosamente que puedo. El olor
ácido a vómito me llega a la nariz y hago retroceder la bilis. Mañana, me
aseguraré de traer un montón de flores de la tienda, pero por ahora me quito la
ropa y me subo a su lado en la cama. Con cuidado de no despertarlo, me giro de
costado, dándole la espalda.
Estira las manos y me acerca a él.
—¿Dónde fuiste?
Suspiro.
193
—A casa de mis padres.
—¿Ayudó?
—Sí, lo hizo.
—Bien —murmura de forma adormilada, y su cuerpo se queda laxo contra el
mío mientras sus suaves ronquidos llenan la habitación.
El sueño todavía no llega, y agradezco a Dios que Izzy y Ginger vayan a
ocuparse de la tienda, porque no puedo soportar tener que ir al trabajo y recibir
así a los clientes. Me río silenciosamente, como si el trabajo importase. Como si
algo importase cuando mi razón para vivir se está muriendo de cáncer.
Rose
cción de Gracias llega y se va, pasamos las vacaciones en Carmel, justo
como cada año, aunque esta vez es agobiante por el miedo y la
incertidumbre. Todo el mundo intenta actuar con normalidad, para
alejar nuestras preocupaciones de lo que depara el futuro, pero está ahí, en los
rápidos vistazos al rostro de Harley, en nuestros padres dejando a un lado su
pelea anual sobre a quién le toca cortar el pavo al permitírselo a él, y en la forma
en que Rochelle se rompe cuando piensa que no estamos mirando.
Nos quedamos una semana más que nuestros padres en la casita de campo.
De todos modos, la tienda está cubierta y en San Francisco hay poca gente que se
case en Acción de Gracias. Harley se siente bien. Pasamos el tiempo en la playa.
Hablamos acerca de mudarnos permanentemente a Carmel, sobre conseguir un
perro y ser de esas personas que dejan atrás la ciudad y el ajetreo. Es el éxtasis.
Nada de hospitales, ni análisis de sangre, ni tomografías y nada de quimioterapia.
Al menos, eso es lo que fingimos.
Pero todas las vacaciones llegan a un fin, y mientras atravesamos el ala de
oncología para el siguiente tratamiento de Harley, tengo un enfermizo
presentimiento. Las palabras de mi padre han resonado en mi cabeza durante las 194
tres últimas semanas y he creado un escudo de falso coraje en mi pecho. Incluso
he pensado varias frases para Styx, pero cuando entramos en la habitación, el
ambiente está completamente apagado e incluso Carissa, que hace tres semanas
con su actitud era como una montaña inamovible, parece un desastre. Nadie está
diciendo nada y tengo la terrible sensación de que sé lo que va a pasar.
—¿Dónde está Styx? —Harley mira alrededor de la habitación. El temblor en
su voz me dice que ya lo sabe, igual que yo.
—Toma asiento, Harley —dice Carissa—. Te traeré tus medicinas.
—¿Dónde está Styx?
—Se ha ido.
—¿Ido como que dejó el hospital en un viaje de un día, o ido como que está
muerto? —Ahora su voz es frenética.
Carissa simplemente lo mira, no necesita decir nada más.
—¡No! —Harley se deja caer en su silla, hundiendo el rostro entre las
manos—. ¡No!
—Oye —digo, alcanzándolo. Aleja mi mano de un manotazo. Duele. Toma mi
mano y se la lleva a los labios, dejando besos en mis dedos.
—Lo siento, lo siento mucho. —Se le rompe la voz y luego le tiembla el
pecho—. ¡Joder! Solo era un niño.
—Lo sé —susurro. Desearía saber qué decir. Dios, esto es jodidamente
injusto.
—¡Que le jodan al cáncer! —exclama. Jan, sentada en el mismo lugar que
estaba la última vez que estuvimos aquí, lo imita.
—Que le jodan al cáncer —coincide Carissa con solemnidad, tendiéndole a
Harley las baquetas que le había dado al chico hacía tres semanas—. Su madre
pensó que deberías recuperarlas.
—No, son suyas. ¿Qué demonios voy a hacer yo con ellas?
—Aprender a tocar la batería y molestarlo en el más allá —comenta Carissa
con un encogimiento de hombros, pero incluso su voz está ahogada de emoción.
—Es un poco tarde para aprender nada —murmura, y me suelta la mano.
Las siguientes horas de quimioterapia pasan en silencio. Parece que todo el
mundo siente la pérdida del chico, incluida yo, y solo lo he visto una vez. Cuando
nos vamos, Carissa nos lleva aparte y nos dice que el funeral de Styx es el lunes y
que espera vernos allí. Le prometo que iremos.
Caminamos por el hospital en silencio. El olor ácido a lejía y enfermedad
hace difícil respirar, y cuando dejo a Harley en la entrada para ir por el auto, en
una esquina lejana del estacionamiento donde no pude verme o escucharme, lo
pierdo. Me doblo contra su camioneta y respiro profundo, y no es suficiente. Me
ahogo, falta de oxígeno, sofocada por mi pesar, por lo que ha pasado y por lo que
vendrá.
195
Lo prometió. Estará bien porque Harley me prometió que no se daría por
vencido. Luchará. Ganará.
La terrible verdad es que Styx también se lo prometió a alguien. A veces, no
importa cuánto lo intentemos, no podemos evitar romper nuestras promesas.
Rose
una semana de Navidad, Harley se sienta junto a la ventana de su
apartamento, mirando a la fría noche de invierno. Es extraño verlo tan
decaído por la enfermedad. Está demacrado, sus mejillas hundidas, tan
diferente del atleta fuerte y sano que he conocido toda mi vida.
Ha estado malhumorado e introvertido desde el funeral de Styx, y he sido
incapaz de quitarme la sensación de que está harto, de hablar, de la enfermedad y
quizás, incluso de mí. Y eso me carcome como seguramente el cáncer lo está
carcomiendo a él.
—¿Te traigo algo? —Seco los platos y los coloco, esperando por una
respuesta, pero no consigo ninguna. Simplemente sigue mirando por la ventana—
. ¿Harley?
—¿Qué? —Mueve su atención hacia mí, su mirada vacía.
—¿Estás bien?
—Estoy bien —dice con impaciencia.
Suspiro y le doy la espalda, apoyando las manos en la encimera. Lucho 196
contra las lágrimas porque ninguno de los dos tiene fuerzas para eso esta noche.
—Está bien —digo con una respiración temblorosa. Tengo miedo que, si digo
algo más, me romperé.
—Solo estoy cansado, Rose —comenta suavemente, pero sus palabras son
vacías—. Bombardear cada célula de tu cuerpo te hace eso.
—Lo sé. —La rabia se incrementa en mi interior hasta que no puede ser
contenida, y vuelvo a colocar los platos porque realmente se siente terapéutico el
golpear las cosas. Hacer ruido y decir: Estoy aquí, y no seré ignorada porque es
más fácil para ti. No estoy enferma, así que tal vez no tengo derecho a juzgar,
pero él no lo está intentando. No se está abriendo, simplemente se está
apagando—. He estado aquí, ¿recuerdas? No te he dejado ni un solo día, ni por un
segundo, y no pretendo hacerlo, pero desearía que hablases conmigo.
—¿Y decir qué? —espeta, haciendo que suelte el cuenco en mis manos.
Choca con el suelo y las piezas rotas se me clavan en los pies mientras saltan
sobre las baldosas y aterrizan alrededor—. ¿Que cada día me siento más y más
como una mierda? ¿Quieres saber qué tengo ahora mismo en la cabeza? Estoy
preocupado de no llegar a Navidad. Joder, estoy preocupado de que lo lograré
hasta la Navidad.
Me tapo la boca con la mano para detener el sollozo, pero se escapa de todos
modos.
—¿Cómo puedes decir eso?
—Porque, Rose, estoy cansado. —Cierra los ojos y una lágrima se escapa de
ellos—. Estoy jodidamente cansado.
—¿Así que simplemente vas a rendirte? ¿Qué hay de pelear? ¿Qué hay de
vencer esto como prometiste?
—No puedes luchar contra un monstruo que está determinado a matarte.
—¿De qué estás hablando? —pregunto con incredulidad—. Has estado
luchando. Lo has detenido. Las sesiones de quimio…
—Y se extendió de todos modos.
—¿Qué?
—El doctor Hanson llamó hoy. Ayer fui a verlo mientras estabas en el
trabajo. Me hice otra tomografía, se iluminó como el maldito Rockefeller Center
en diciembre. —Se pasa una temblorosa mano por su cabeza calva—. Se ha
extendido, Rose. Está por todas partes.
No puedo resistirlo más. Con un sollozo que me destroza el pecho y no
suena remotamente humano, me siento pesadamente en el suelo, en medio de los
pedazos rotos de vajilla y mi corazón roto. Ni siquiera siento que se me están
clavando en la piel hasta que Harley me aleja de los restos y toma un trapo para
detener la sangre.
—Shh, amor. Lo siento. No quería decírtelo así. Yo… ¡Joder!
—No puedes dejarme, Harley. Lo prometiste.
197
—Lo sé. —Presiona sus labios en mi cabello y me inclino hacia él, llorando
tan fuerte que no sale ningún sonido.
—Prométemelo. Prométeme que lucharás. —Sé que no es justo por mi parte
exigir esto. Sé que no quiere morir más de lo que yo quiero que lo haga, pero no
puedo ser la única luchando por nosotros. Lo sujeto de la camisa y lo acerco,
llorando en su pecho como una niña con una rodilla herida—. Promételo.
Me sostiene, pero no promete nada, porque ambos sabemos que no puede
cumplirlo.
Rose
ueve-uno-uno, ¿cuál es su emergencia?
—3920, calle veinticuatro. Mi novio no respira —grito en el
teléfono con pánico cegador.
—¿3920? Está bien, ¿cuál es su nombre, señora?
—Rose.
—Rose —repite, muy calmada. ¿Por qué está tan jodidamente calmada?—.
Y dice que su novio no está respirado, ¿dónde está él ahora?
—En la cama.
—En la cama. ¿Puede moverlo al suelo?
—No… sí, solo, oh, Dios mío, Harley. Por favor, despierta. Por favor. —
Respiro profundo varias veces y dejo el teléfono a un lado mientras lo arrastro de
la cama. Choca con el suelo con un golpe seco. Me estremezco.
—Señora, señora, ¿está ahí? —dice la voz de la mujer desde el receptor, y
tomo el teléfono y lo pongo en altavoz.
—Estoy aquí.
198
—Ya están en camino, ¿de acuerdo? Voy a hacer todo lo que pueda para
ayudarla por teléfono. ¿Sabe cómo hacer una RCP?
—Sí, mi padre es médico. Por favor, dese prisa.
—Están justo en la esquina. Lo estás haciendo genial, Rose. Quiero que
empieces con las compresiones, dos dedos en el extremo del esternón, y quiero
que pongas el talón de la otra mano sobre los dedos, ¿de acuerdo?
—Lo sé. Simplemente dense prisa, por favor —suplico. Pongo los dedos
como me enseñó mi padre y comienzo las compresiones, contando hasta treinta
en mi cabeza. Respiro en su boca relajada—. Vamos, vamos. —Repito los pasos
una y otra vez. Treinta, dos, treinta, dos.
—Eso es, Rose. Lo estás haciendo genial. Probablemente ya puedes escuchar
las sirenas.
—Sí, puedo escucharlas.
—Solo sigue practicándole la RCP hasta que lleguen, ¿de acuerdo?
—No cuelgue —pido, con miedo de que esas sirenas no sean por nosotros y
me vaya a quedar aquí sola.
—No colgaré, me quedaré al teléfono contigo. —El golpe en la puerta me
sobresalta y grito. No quiero dejarlo—. ¿Puedes llegar a la puerta y abrirle a los
paramédicos, Rose?
—No quiero dejarle.
—Lo sé, pero está en buenas manos, ¿de acuerdo? Solo tienes que dejarlos
entrar.
Con lágrimas en mis mejillas, me levanto tambaleante y corro hacia la
puerta, abriéndola completamente. Los paramédicos me hacen preguntas
mientras comienzan con la RPC. Mi cerebro parece estar apagado y no puedo
responder a sus preguntas. Ahora que no soy la que está intentando salvarle la
vida, no puedo hacer nada más que mirar su cuerpo inerte y suplicarle que no me
deje.
Me cierno a un lado de los paramédicos y mi mejor amigo, con las manos en
el cabello, esperando con impaciencia hasta que el equipo del hospital comunica
algo, nada que para mí tenga sentido.
—Necesitamos intubarlo —le dice la oficial a su compañero. Siento que se
me revuelve el estómago. La cabeza me da vueltas. Soy olvidada. No sé qué está
pasando hasta que están empujando un tubo por su garganta y meten aire en sus
pulmones con una bolsa de respiración.
—¿Está respirando?
—Tenemos que llevarlo al hospital, señora.
—¿Está respirando? —La sujeto del hombro y la obligo a mirarme.
—Por favor, aparte la mano —pide ella. Es como un robot, sin sentir nada. Y 199
no hay nada que yo pueda hacer más que observar cómo lo suben a una camilla y
lo apartan de mí.
Siento como si estuviese viendo que esto le sucede a otra persona y no a mí,
no a él, no a nosotros. Los sigo escaleras abajo, sin molestarme siquiera en cerrar
la puerta del apartamento de Harley, y permanezco allí completamente
inconsciente de todo y de todos, excepto la ambulancia que se lleva a Harley con
las luces y las sirenas destellando.
Mamá va a abrir la tienda hoy por mí, así que no es una sorpresa que esté al
otro lado de la calle preguntándose qué demonios está sucediendo mientras
observa la ambulancia alejarse. Casi es golpeada por un auto cuando cruza la
calle.
—¿Qué sucedió?
—Dejó de respirar. —Con esas palabras yo dejo de respirar, o al menos así lo
siento.
Toma mi rostro en sus manos, obligándome a mirarla.
—Rose, mírame. Él va a estar bien. —Mamá se quita el abrigo y me lo pone
sobre los hombros—. Venga, vamos a vestirte.
—No. —Me aparto de su agarre—. Necesito estar con él, necesito…
—Cariño, es diciembre. Estás de pie en medio de la calle temblando con tu
camisón. Vamos a vestirte y a ponerte unos zapatos, y yo misma te llevaré al
hospital.
—Tengo miedo, mamá. ¿Y si me deja?
—Shh, no podemos permitirnos pensar así. Ahora vamos, cariño,
recomponte. Ve y vístete.
Asiento y dejo que me lleve escaleras arriba, pero siento pánico en el
segundo que paso un pie por la puerta. Ahora estarán llegando al hospital.
Debería estar a su lado.
Me pongo la ropa que ella elige y me siento pesadamente en la cama. No
confío en que mis piernas me sujeten. Me tiembla todo el cuerpo. Necesito
moverme. Necesito ir… necesitamos ir. Pero no puedo moverme. No puedo
pensar. Miro las sábanas arrugadas y tomo nota de cambiarlas porque incluso
éstas huelen a enfermedad y fracaso.
—No puedo perderlo —susurro.
—Lo sé —dice, abrazándome con fuerza. Suena el teléfono de mamá y al otro
lado de la línea puedo escuchar la voz asustada de Rochelle mientras mamá
responde a sus preguntas lo mejor que puede.
Con manos temblorosas, intento atarme el cabello, pero se me sigue
cayendo la goma hasta que mamá se pone detrás de mí y se ocupa. Ya no está al
teléfono y me ata el cabello, se inclina y me besa en la frente.
—Es hora de irse, cariño.
Asiento y la sigo por las escaleras, recordando cerrar la puerta detrás de mí 200
esta vez. En quince minutos llegamos a St. Luke. Alcanzo la manilla de la puerta,
estoy temblando tanto que me lleva tres intentos antes de poder salir. No espero a
que mamá estacione el auto, no puedo. Necesito saber qué le está pasando.
Necesito estar con él.
Los padres de Harley ya están aquí y siento una extraña sensación de culpa
mientras Rochelle corre hacia mí, pidiéndome información. No pude ayudarle.
No tengo respuestas, solo tengo más preguntas y recuerdos borrosos de lo que
sucedió. Dean sigue exigiendo respuestas de la enfermera, pero se nos dice que
tomemos asiento. La espera es agonizante.
Mi padre viene directamente de su guardia en otro hospital y espera con
nosotros. Todavía lleva su bata blanca y se gana miradas extrañas del equipo.
Horas después, el médico de Harley se acerca y nos dice que tuvo un
derrame pleural masivo, lo que mi padre explica que es una acumulación de
fluido entre los pulmones y la pared del pecho. Dice que le han practicado una
toracotomía. Y agradezco que papá esté aquí para explicar todos esos términos,
porque si no lo estuviese, patearía el trasero del médico… no todo el mundo fue a
la universidad de medicina. Papá dice que tiene un tubo insertado en el pecho
para sacar el fluido extra. Está estable y respirando por sí mismo, pero solo
Rochelle y Dean pueden ir a verlo.
—¿Qué hay de Rose? —pregunta Dean—. Es su novia.
—Lo siento. Ahora mismo solo puede pasar la familia inmediata —contesta
el médico.
Jadeo como si todo el aire dejase mis pulmones, porque somos familia.
Siempre hemos sido familia y no se supone que pase esto. No se supone que sea
Rose y sus padres, se supone que es Harley y Rose. Somos una familia, él y yo.
—Simplemente vayan —les digo. Porque, aunque me está matando no verlo,
al menos alguien estaría ahí con él en lugar de discutir aquí.
Mamá y papá me ofrecen café y té, algo de comer y agua, pero no quiero
nada. Han pasado dos horas desde que Dean y Rochelle fueron a verlo y cuando
cruzan las puertas de la UCI, siento que finalmente puedo respirar otra vez.
Rochelle me rodea con los brazos y dice:
—Está preguntando por ti.
—¿Lo hace?
Asiente.
—Lo primero que dijo fue: ¿Dónde está Rose?
Rochelle me guía por las puertas hasta la UCI, a pesar de las miradas
heladoras que la recepcionista y las enfermeras nos lanzan.
Harley está encerrado en una habitación con ventanas por todas partes. Lo
miro a través del cristal y estallo en lágrimas. Tiene los ojos cerrados, su rostro
está pálido y su mandíbula relajada por el sueño. Tiene un tubo de oxígeno
enganchado de sus orejas que descansa bajo su nariz, pero al menos, no está 201
entubado como antes. Sin embargo, hay un grueso tubo saliendo de la pared de
su pecho y el fluido sale lentamente hacia una bolsa. Es mucho fluido.
—Quizás debería esperar.
—No, cariño, entra —dice Rochelle, acariciándome el cabello con una mano.
Abro la puerta y entro en la habitación. Las brillantes luces no hacen nada
por la complexión cenicienta de Harley, y la palidez de su rostro me sobresalta.
Cuando me desperté esta mañana, no se veía para nada así. Harley había querido
hacerme el amor, no había estado segura que fuese una buena idea, pero no le
había llevado mucho tiempo convencerme de lo contrario. Así que cuando se
había quejado de la pequeña tirantez de su pecho, yo había salido de la cama e ido
al baño a refrescarme, y cuando volví no estaba respirando.
Entro en la habitación lo más silenciosamente que puedo, intentando no
despertarlo mientras Rochelle se mueve detrás de mí. Él abre los ojos un poco y
alza los labios en una media sonrisa.
—Hola —digo, sabiendo que probablemente le duele hablar después de ser
intubado—. Realmente me asustaste esta mañana. —Tomo su mano en la mía. Me
da un pequeño apretón.
—Los dejaré solos un tiempo —dice Rochelle y nos sonríe. Por primera vez,
hecho un buen vistazo a su rostro. Está apesadumbrada. Sombras oscuras bajo
sus ojos, que están rojos e hinchados. Sé que su hijo fue puesto en la UCI, pero
hay algo que no me ha contado.
—Rochelle…
—¿Qué, cariño?
Sin saber qué decir, solo entrecierro los ojos.
—Estás bien, ¿cierto?
—Estoy bien, no te preocupes por mí. —Se va antes que pueda hacer más
preguntas. Se me hunde el alma a los pies. No quiero pensar en todas las cosas
que no me está diciendo. No quiero pensar en que pueda soportar otro golpe hoy.
Solo quiero este tiempo con Harley, así que le sujeto la mano y le cuento
historias de cuando éramos jóvenes, historias que conoce de memoria porque
estuvo allí cada glorioso segundo, y lo que realmente me rompe el corazón es
saber que todos los gloriosos segundos del final serán interrumpidos por quince
años. Me está dejando. Ahora lo sé. Y estoy demasiado triste para esconder cómo
me siento. Estoy destrozada y rota, golpeada por su enfermedad, y soy demasiado
débil para ocultarle esto, así que apoyo la cabeza en la palma de su mano y lloro
libremente.
—Te amo… Wendy —susurra.
—Yo también, Harley. —No tengo el corazón de llamarlo por su apodo
porque soy demasiado mayor para cuentos de hadas.

202
—Pensé que dijiste que iríamos a casa —murmuro, mientras papá estaciona
en su casa. No estoy enfadada. En todo caso, es agradable estar aquí en la
comodidad de mis padres y la casa en la que crecí. De todos modos, no creo que
pudiese soportar estar sola esta noche. Habrá mucho tiempo para eso en el
futuro.
Mamá me lleva a la casa y hacia la cocina, donde me sienta y me prepara un
té y unos sándwiches de queso a la parrilla como cuando era niña. Como un poco,
bebo un poco y trago un montón de agua para reemplazar los fluidos que perdí
hoy. He pasado mucho tiempo llorando.
Mientras me lleva a mi habitación, soy golpeada con un millón de recuerdos
de Harley escabulléndose por mi ventana, acurrucándose conmigo en mi cama,
lanzando pelotas a la pared cuando intentaba estudiar y los recuerdos más
recientes de nosotros haciendo el amor antes de que se fuese a Luisana.
Me subo a la cama en la que dormí mientras era niña, con la misma colcha.
Mamá la lava cada semana, aunque no he dormido en casa desde que me mudé.
Me besa en la frente y me arropa, apagando la luz, pero no puedo dormir porque
cierro los ojos y algo no está bien. Miro hacia la ventana y aunque sé que ha
estado cerrada durante años, que estamos en invierno y que Harley no va a
cruzarla porque está tumbado en una cama de hospital con una enfermedad que
lo está matando, me acerco lentamente y la abro. Una brisa de aire helado me
golpea el rostro y respiro profundamente mientras veo su ventana cerrada. Sé que
no significa nada, porque ninguno de los dos ha ocupado estas habitaciones en
años, pero ver esa ventana completamente cerrada es como una bofetada en el
rostro.
Me giro y vuelvo a subir a la cama, escuchando el sonido de mis padres
moviéndose silenciosamente por su casa, nuestra casa, y finalmente me quedo
dormida a primera hora de la mañana con el sonido de la ciudad despertándose.

203
Rose
or la mañana, bajo a desayunar y mi madre se apresura a acercarse y
abrazarme.
—Cariño, llamó Rochelle. Harley está mejor, todavía hay mucho fluido
alrededor de sus pulmones, pero está sentado y comiendo un poco. ¿No es
maravilloso?
—Oh Dios mío, ¿por qué no me despertaste? Tenemos que irnos.
—No, no van a permitir la entrada de visitantes hasta dentro de dos horas.
Siéntate, toma un poco de café y algo de comer. Hice tus tortitas sonrientes
favoritas con trozos de chocolate.
Le doy una mirada molesta.
—Mamá, no he comido tortitas con trozos de chocolate desde que tenía doce
años.
—Bueno, hoy lo harás.
—Realmente solo me gustaría ir al hospital.
—¿Y hacer qué? ¿Pasearte como un gato sobre un tejado de zinc caliente 204
otras dos horas?
—Mamá, mi novio casi murió ayer. No quiero café. No necesito tortitas con
caritas sonrientes o una charla, solo necesito verlo.
—Cariño, no hay nada que puedas hacer allí. Además, voy a llevarte yo y
quiero tortitas y café.
—Pediré un Uber.
Suspira.
—No vas a ceder en esto, ¿no es así?
—No, realmente no.
—Está bien, deja que me vista y te llevaré, pero voy a llevar algo de esto para
comer mientras esperamos —indica y se dirige a la cocina a paso de caracol,
juntando la comida suficiente para una expedición por el Congo de todo un año.
Una vez que ha llenado los termos y metido un enorme bote de leche condensada
en su bolso junto con varios paquetes de azúcar, camina hacia la puerta de
entrada, tomando sus llaves en el camino.
No puedo apresurarla por la puerta hacia el auto lo suficientemente rápido
y, por supuesto, se toma su tiempo para revisar su lápiz de labios en el espejo
retrovisor antes de que pierda la paciencia con ella.
—¡Mamá!
—Ya voy, ya voy —contesta, dándome una mirada severa mientras da
marcha atrás al auto.
Cuando llegamos al hospital, la enfermera nos dice que no podemos verle
porque las horas de visita no comienzan hasta dentro de cuarenta y cinco
minutos. Mi madre pone los ojos en blanco y me lanza una mirada de “ya te lo
dije”. Es el período de tiempo más largo de mi vida.
Cuando finalmente nos dicen que podemos entrar, Rochelle ya está en la
habitación. Beso la mejilla de Harley y lo rodeo con los brazos, consciente de los
tubos y cables conectados a su cuerpo.
—¿Cómo te sientes?
Me aprieta la mano.
—Como si… pasase por tres rondas con… Mike Tyson. ¿Tú?
Odio que todavía esté sin aliento y me preocupo de que el tubo que le
insertaron en el pecho no esté funcionando, pero la bolsa atada al tubo está casi
llena, así que deben haber hecho algo bien.
No quiero que vea mi preocupación, así que le muestro una sonrisa.
—Ahora estoy perfecta.
—Siempre has… sido… perfecta.
Me río.
—Y tú siempre me has vuelto loca. Me encanta tenerte de vuelta, Pan.
—El chico… que… nunca muere. 205
—Mantengámoslo de ese modo, ¿está bien? —pido, pasando las manos por
su cabeza calva. Asiente y cierra los ojos, y no sé si está cansado o disfrutando de
mi toque—. Así que, ¿cuándo podemos volver a casa? —le pregunto esto a
Rochelle, así Harley no tiene que estar luchando por respirar para hablar.
—Será al menos una semana o dos, imagino —responde Rochelle, pero como
ayer, sé que hay algo que no me está diciendo.
—¿Qué? ¿Qué no me están diciendo? —Miro entre ellos, y luego a mi madre.
Rochelle inhala profundamente.
—Lo hemos discutido con Harley y sus médicos, y todos hemos decidido que
un hospicio es la mejor opción para él desde aquí.
Me echo hacia atrás como si me hubiese golpeado.
—¿Un hospicio? ¡No! No va a ir allí. A los hospicios se va a morir.
—Rose, se ha extendido por todas partes —murmura Rochelle.
—Entonces iremos a otra ronda de quimio.
—No va a mejorar, cariño, desearía que fuese diferente… créeme que lo
hago. Pero Harley se está muriendo. Él lo sabe, nosotros lo sabemos, pero tú…
—Sé que los pronósticos no son buenos, pero todavía hay cosas que no
hemos intentado. Ensayos clínicos, terapia con células…
—Rose… no —dice Harley, apretándome la mano.
Las lágrimas caen de mis pestañas y aparto mi mano de la suya.
—Lo prometiste, ¿recuerdas? Ese día en el trampolín cuando me besaste,
dijiste que estaríamos juntos. Lo prometiste.
—Éramos… niños tontos —dice Harley, y ahora también hay lágrimas en sus
ojos—. Si… pudiese… cambiarlo…
—Puedes. Puedes elegir pelear. Elígeme, Harley. Elígenos.
—Cariño —dice mamá, apretándome suavemente el hombro.
—No entiendo por qué ninguno pelea. —Me aparto del abrazo de ella y me
giro hacia todos—. Se sientan ahí como si todo estuviese dicho y hecho. ¿A nadie
le importa una mierda lo que le suceda?
—¡Rose! —grita mamá.
—¿Qué? —espeto, y veo que no solo Rochelle está llorando, mi madre
también.
—Dennos… un minuto —pide Harley sin aliento. Rochelle asiente, y mi
madre, que ya se estaba levantando, la toma del brazo y dejan la habitación. Miro
a Harley, cuya sonrisa alivia toda la rabia en mi interior—. Siéntate… —Cierro los
ojos y niego—. Por favor.
Cedo, arrastrando la silla cerca de la cama, así no toco los cables y tubos
conectados a su brazo y dedo, y el tubo de oxígeno enganchado bajo su nariz. 206
Pone la mano de nuevo en la cama, palma arriba, y la tomo.
—No estoy… mejorando. —Niego, pero continúa hablando—: Escucha… solo
escucha. No voy a… salir de aquí. Es aquí o un hospicio, y no quiero estar…
rodeado de médicos y cables. Quiero… quiero allí al amor de mi vida cuando me
vaya.
—Entonces ven a casa —suplico.
—No… no te… haría eso.
—Harley.
—Esto es… lo que quiero.
—¿Qué hay de lo que yo quiero? —Busco en su mirada, rastreando el
mínimo brillo de esperanza. No lo hay—. ¿No puedo decir nada?
—No… esta vez. —Sonríe, e incluso mientras las lágrimas se deslizan de sus
ojos, me da esa sonrisa burlona que he visto millones de veces—. Me quedaría… si
pudiese. Me quedaría para siempre… si tuviese opción… así no tendrías que…
pasar por esto.
—No puedo hacer esto sin ti. Eres mi mejor amigo. ¿Cómo lograré pasar un
solo día sin verte?
—Lo hiciste… antes. Lo lograrás… de nuevo.
—Tu muerte es mucho más diferente que vivir a cuatro estados —espeto.
Harley se encoge y sollozo y aprieto su mano—. Lo siento.
—Está bien… lo entiendo, pero… tienes que dejarme ir. —Se estremece
mientras inhala una respiración entrecortada—. Te dije que solo… te rompería el
corazón, ¿no es así?
—Repetidamente —coincido, sollozando.
—Porque no escuchabas… —Se ríe y yo también, pero no hay humor en ello,
solo un patético sonido desesperado porque el universo es cruel. Dios es cruel y el
cáncer es una jodida zorra.
Todavía no es el momento. No puede serlo. Hay demasiadas cosas que
todavía no hemos hecho juntos, demasiada vida que no hemos vivido… viaje,
matrimonio y bebés. Todavía hay muchas cosas que no hemos hecho y el tiempo
sigue persiguiéndonos a cada paso. No hemos acabado. No podemos haber
acabado aún.
—¿Cásate conmigo?
Niega lentamente.
—No.
—¿Por qué?
—Porque te mereces más… que ser una viuda a los treinta.
—Debería ser mi elección, como morirte es la tuya.
La expresión de Harley cambia. Traga con fuerza. 207
—Entiende algo. Esto… no es una puta elección. Esta no es mi elección.
Simplemente sé cuándo rendirme y… necesitas aprender a hacer lo mismo. —Me
aprieta la mano, pero es muy débil. Se encoge y sé que incluso este minúsculo
movimiento le causa dolor—. No voy… a mejorar, Rose. Mis órganos están…
colapsando, no hay vuelta… atrás… de eso. Esta no es… mi elección. Mi elección
sería… darte la gran… boda lujosa… que siempre has querido.
Su respiración entra y sale de sus pulmones. Sé que le duele y quiero decirle
que se detenga. Pero no puedo. Es egoísta, lo sé. Pero necesito escuchar estas
palabras ahora en caso de que no vuelva a tener la oportunidad.
—Esperé demasiado tiempo y ahora… no queda tiempo. —Las lágrimas caen
de sus ojos y apoyo la cabeza en la palma de su mano y miro hacia el rostro del
hombre que amo—. Malgasté… cada segundo que tuve contigo porque creía… que
era invencible. Creía que teníamos un para siempre… El cáncer tenía otras…
ideas.
—Entonces dame lo que tienes. ¿Por favor? —suplico con una respiración
entrecortada—. ¿Por favor? Todo lo que he querido desde que tenía cinco años
era casarme con mi mejor amigo. Todavía puedes darme eso.
—Rose, no. Mereces algo mejor.
—No hay nada mejor que eso. Si este es todo el tiempo que me queda
contigo, es lo que quiero. Podemos hacerlo aquí mismo. Esta tarde. Todo lo que
quiero es ser tu esposa, Harley Hamilton.
—¿Sabes que… se suponía que fuese yo?
Frunzo el ceño con confusión.
—¿Qué?
—El que… preguntase. Se suponía… que fuese yo.
—Sí, pero apestas haciendo las cosas a tiempo —digo. Se ríe y luego aprieta
el botón de la morfina, así que sé que es momento de dejarlo descansar—. Harley,
¿piensas… que, si hubiésemos tenido más tiempo, alguna vez hubiésemos hecho
esto?
—Siempre fuiste tú… con quien se… suponía que me casase.
Se me escapa una risa ahogada.
—Pensé que me haría sentir mejor, pero no lo hace. Malgastamos mucho
tiempo. El mayor error que he cometido jamás fue alejarme de ti.
—El mayor error que he cometido jamás… fue verte marchar.
—Mejor tarde que nunca… ¿cierto?
—Cierto… Te amo, Rose. Incluso con un… testículo y muriendo… de
cáncer… voy a ser el hijo de puta… más afortunado de la faz de… la Tierra.
—No tan afortunado como yo. —Seré la mujer más afortunada del mundo
hasta que el cáncer lo mate, pero cada segundo que pase como su esposa será
igual a una vida de felicidad. 208
Rose
stoy de pie con un vestido vintage de tafetán marfil de silueta amplia,
con mangas de tres cuartos, gemelos y bolsillos escondidos. Me
encantan los bolsillos escondidos. El vestido era de mi madre y había
estado colgado en el armario por tanto como puedo recordar. No era mi vestido
de novia soñado de Vera Wang, mis pies no están adornados con mis hermosas
sandalias Viola 110 de Jimmy Choo con las borlas blancas de pluma de avestruz,
mi cabello no estaba recogido en un moño deshecho de la forma en que siempre
había imaginado, y mi ramo no era de peonías, rosas y astilbe rosas, sino un
montón de margaritas silvestres de la tienda de regalos del hospital. No era una
boda en abril en el Conservatorio de Flores de San Francisco, y no me importaba.
Nuestros padres habían estado por toda la ciudad recogiendo mi vestido y
zapatos, los anillos y el traje de Harley, que tuvo que ser modificado por nuestras
madres con un par de tijeras de la sala de enfermeras para acomodar su tubo de
la toracotomía. Dean había sobornado a un juez de paz que conocía con unas
entradas para el próximo partido de los Mariners para que nos casara en una
precipitada ceremonia en la cama. 209
—Rose, repite después de mí… —empieza nuestro nuevo juez de paz
favorito.
Harley levanta la mano rápidamente para tomar la mía, y dirijo mi mirada
hacia él con sorpresa.
—No… tienes que… hacer esto.
Sonrío y asiento.
—No tengo que hacerlo, pero quiero hacerlo.
El juez nos da una sonrisa amable y dice:
—¿Podemos proceder?
Asiento.
—Con este anillo, yo te desposo.
—Con este anillo, yo te desposo. —Pongo el anillo en el dedo de Harley y
recito mis votos después del predicador, luego, cuando es momento de que él
haga lo mismo, lo hace con torpeza. Empuja el anillo en mi dedo, e intento no
llorar por lo débil que está, en lo frágiles que esas largas y hermosas manos que
solían sostenerme y llevarme al borde del placer con unos golpes seguros y
firmes, se han convertido. Me muerdo el labio, es todo lo que puedo hacer para
evitar romperme frente a él, y no quiero eso hoy. No quiero eso para él, y aunque
estamos de pie en una habitación de hospital, no quiero que mis recuerdos de
este día estén atados a lo enfermo que está.
Así que sonrío ampliamente y las lágrimas se deslizan igual, pero no doy
espacio a la tristeza. Ya habrá tiempo para eso los días, meses y años que
vendrán, pero no ahora. No hoy.
—Los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia —indica el juez de
paz. Y para esto Harley tiene fuerza, aunque le falle la respiración antes de poder
profundizar el beso y tener que apartarse, sentándose abruptamente al borde de
la cama.
—Harley —digo, la preocupación envolviendo mi voz.
—Estoy bien, amor. —Me aprieta la mano y me dice que no arme escándalo.
—Felicidades, queridos. —Mi madre se acerca y me envuelve en un abrazo
mientras papá y los padres de Harley lo felicitan a él. Y yo sonrío como una
completa idiota porque, aunque tengo miedo de lo que vendrá, acabo de casarme
con mi mejor amigo, el amor de mi vida. No fue la boda que siempre había
soñado, pero es el día más feliz de mi vida, justo como sabía que sería.

La enfermera echa a todo el mundo minutos después de darnos el sí, quiero.


Quiere comprobarle las constantes vitales y está preocupada de que la excitación
fuese demasiado, pero creo que sabe que nuestro tiempo es precioso, y por
mucho que ame a mi familia, quiero pasar tanto tiempo como pueda con mi 210
nuevo marido.
Ahora Harley está en una habitación privada, fuera de la UCI, pero el
líquido de su cavidad pleural parece estar incrementándose a pesar de los
intentos de la enfermera de drenarlo con el tubo de la toracotomía. Las
enfermeras han metido otra cama en la habitación, así puedo tumbarme al lado
de mi marido en nuestra noche de bodas. No habrá luna de miel para nosotros, ni
consumación de nuestro matrimonio, pero no importa. Todo lo que importa son
nuestras manos unidas y los besos robados entre respiraciones irregulares. Mis
lágrimas finalmente caen en torrentes, y también las suyas, porque es la forma en
que siempre hemos sido, cuando no nos estamos volviendo locos el uno al otro,
estamos tan locamente enamorados que duele muchísimo.
Ahora, seca las gruesas lágrimas que se deslizan rápidamente por mis
mejillas.
—No más lágrimas… por mí, Rose… mi hermosa… esposa.
Sonrío ante el sonido de eso.
—Está bien. —Asiento, pero pienso que ambos sabemos que no lo digo en
serio.
—Morir sería un horrible…
—No —le suplico, cubriéndole los labios con la mano.
Se inclina hacia delante, besándome la frente y cierro los ojos.
—Cuando ya no esté… quiero que tú… encuentres a alguien más… para
amar.
Frunzo el ceño.
—¿Qué?
—No ahora. Dale… al menos un mes… antes que… te quites mi anillo… del
dedo. —Se ríe, pero es un sonido hueco—. Encuentra a alguien a quien amar,
Rose. Encuentra a alguien… que te dé el tipo de vida que… desearía poder haberte
dado. Encuentra a alguien que te robe el corazón… y no te lo rompa como he
hecho yo.
—No has…
—Aún no, pero lo haré. Cuando me vaya será como si… hubiese estirado la
mano… y hubiese arrancado ese bonito corazón… de tu pecho. Lo sé… tú lo sabes.
Pero cuando… me vaya, quiero que encuentres a un hombre… que vuelva a juntar
esas piezas.
—No quiero hablar de esto. —Niego—. Por favor, no puedo hablar de esto.
—Prométemelo.
—No.
—Rose… necesito que lo hagas.
—Está bien, lo prometo, pero no lo amaré como te amo a ti.
Entonces sonríe, no de forma burlona, sino triste, y dice: 211
—Lo sé. Desearía… poder darle las gracias, a quien sea ese cabrón con
suerte. En parte… quiero pegarle también, por tocar… a mi mujer, pero… quiero
verte amada y feliz de nuevo.
—Soy feliz.
—Si pudieses… ver tu rostro ahora mismo… sabrías que no es verdad, pero
lo serás un día. Sea en cinco meses… o en cinco años a partir de ahora, serás…
amada, Rose, y ese hijo de puta… con suerte no sabe… cuánto lo odio ahora
mismo, pero díselo… ¿Lo harás por mí?
—¿Harley?
—Por favor. Dile que yo te amé primero… y que será mejor que te… cuide.
Será mejor que tome cada oportunidad… para amarte correctamente, porque el
hombre que daría cualquier cosa por ti… no tuvo la oportunidad. Dile que si
pudiese… movería… cielo y tierra para ser quien… te sostuviese cada día. Pasaría
por un millón de cánceres… por la oportunidad de quedarme, pero no puedo. Así
que… dile a ese afortunado hijo de puta… que yo te amé primero, y será mejor
que te trate bien… o me convertiré… en alguna mierda poltergeist como nunca
haya visto.
—Lo haré. Se lo diré. —Estoy jadeando tan fuerte por aire que no puedo
respirar, no puedo ver a través de mis lágrimas.
Harley pasa los pulgares por mis mejillas y sonríe.
—No llores… Es el… día de tu boda.
—Entonces no me hagas hacerlo —pido. Asiente y mete mi cabeza bajo su
barbilla. Estira la mano hacia el dial de morfina, pero no lo alcanza, así que se lo
acerco. Entra y sale del sueño por un tiempo, y lo sostengo tan cerca como puedo
sin molestar su descanso o el tubo de oxígeno en su rostro.
—Te amo… Wendy —susurra cuando pienso que está dormido—. Desde
ahora… hasta el fin, para siempre.
—Para siempre es mucho tiempo.
—Sí, lo es.

212
Rose
i marido, Harley Hamilton, murió mientras dormía a las 3:23 de la
madrugada. Habíamos estado casados exactamente doce horas, y
habían sido las mejores y peores horas de mi vida. Un montón de
equipo médico entró en la habitación, pero sus intentos de reanimarlo fallaron y
el médico declaró su muerte doce minutos después. Volví a la cama a su lado y
permanecí allí algún tiempo, estudiando su rostro. No vi la forma en que el
cáncer había maltratado su cuerpo, en cambio, lo vi de la forma que siempre
había sido para mí, hermoso, piel dorada, pómulos marcados, una mandíbula con
barba incipiente y unos labios que quería besar para siempre. Perfecto de todas
las maneras. Siempre había sido perfecto. Era el amor de mi vida, y ahora se
había ido, y a pesar de lo que le dije, sabía que mentía. Nunca le diré a un hombre
eso que me pidió, porque nunca amaré lo suficiente a un hombre para dejarle
tomar el lugar de mi marido.
Besos sus labios, permaneciendo allí, sintiendo lo suaves, y aun así fríos,
que están. Beso su frente y cada dedo de sus manos destrozadas por el cáncer
antes de levantarme y apartarme de él. Dejo su cuerpo en el mismo hospital
donde me casé con él doce horas antes. 213
Camino por las calles de la ciudad, desorientada, destrozada y
completamente rota. Camino hasta que vuelvo a su apartamento. Entro y me
hundo en el suelo donde me rompo.
Pasa otra hora o más hasta que me arrastro por el suelo de madera y subo a
su cama sin hacer. Todavía huele a él, aunque no ha estado aquí en una semana.
Todo aquí huele como él, así que me envuelvo en sus sábanas y finjo que está
entre mis brazos, y lloro.
En un día, me he casado y he perdido a mi mejor amigo, el único hombre
que he amado jamás, el único hombre que voy a amar jamás. Lo he perdido todo,
y no creo que nunca vaya a estar completa de nuevo.
Harley está muerto, y yo planeo pasar el resto de mi vida en su cama, su
cama. No necesito nada más, porque todo lo que he amado se ha ido, y esto es lo
más cerca que volveré a estar de él. El chico que me robó el corazón, como
seguramente Peter Pan de verdad robó el de Wendy. El chico que fue mi salvación
y salvador, mi tormento y mi héroe en todo el sentido de la palabra, se ha ido.
Pan finalmente creció, y el mundo es un lugar más triste por ello.
Rose
Tres meses después

l peso de perder a mi mejor amigo todavía me aplasta cada día. No he


dejado su apartamento para dormir en el mío porque no hay nada de él
allí, y hay mucho de él aquí. Demasiado, pero no puedo obligarme a
deshacerme de una sola cosa. Tampoco pueden Rochelle y Dean, así que, aunque
no es la opción más sana, todos seguimos viviendo como si Harley estuviese fuera
de la ciudad en un trabajo.
El episodio de My Wedding Affair se emitió el mes pasado y mamá quiso
preparar una fiesta de “Queridos amigos debutando en televisión”, pero no pude
obligarme a verlo. Sabía que no soportaría verlo vivo y saludable, con esa perfecta
sonrisa de Pan mientras yo saltaba a sus brazos; apenas era capaz de soportarlo
ya. En cambio, me puse su jersey favorito, me emborraché y me quedé dormida
en su armario, rodeada de ropa que aún huele a él.
El correo de Harley llegaba cada pocos días, y no pienso mucho en ello.
Excepto por el grueso sobre pesado que sostengo en mi mano. Está marcado
como confidencial y no tiene remitente. No sé si se supone que abra el correo de 214
mi marido después que muriese o no, pero a veces lo hago para arreglar ciertas
cuentas que tiene con su negocio de jardinería o su asesor fiscal. Me imagino que
la policía puede venir a detenerme si tienen que hacerlo, pero que me condenen si
me van a quitar la televisión por cable. Say Yes To The Dress está en su
catorceava temporada y la mejor después de todo.
Tomando el abridor de cartas que le había comprado a Harley por Navidad
un año, lo meto en el sobre y lo abro. Miro el encabezamiento y frunzo el ceño. No
lo entiendo, y paso la mirada por la página, asimilando palabras que no
comprendo hasta que lo leo por tercera vez.
Querido Harley:
Estamos escribiéndole para informarle que su depósito de esperma que
hemos congelado y almacenado en nuestras instalaciones está casi listo para
volver a nuestro sistema. Por favor, avísenos si desea continuar alquilando
espacio en nuestros congeladores en los catorce días siguientes a la llegada de
esta carta. En caso de que no lo haga, destruiremos la muestra.
Saludos cordiales,
Clínica de Fertilidad San Francisco Bay
Me tiemblan las manos mientras leo la carta una y otra vez, y me siento de
golpe en la cama. Luego, la leo una vez más y simplemente miro la página con
lágrimas deslizándose por mi rostro. Nunca me mencionó nada de esto, pero
supongo que hizo el depósito antes de someterse a la quimioterapia. Y eso duele.
Dios, duele, porque siempre había soñado con que un día tendría bebés con ese
hombre, pero no así. No los quiero así. Así que olvidando lo tarde que es, agarro
el teléfono y marco el número del encabezamiento.
Tres tonos después, cambia a un mensaje automático diciéndome que deje
mi nombre y mi número, y me devolverán la llamada durante el horario laboral.
No me molesto en dejar un mensaje. En cambio, lanzo el teléfono a la cama y
miro la página ahora arrugada en mi mano. Luego la rompo en un millón de
pedazos y los dejo en el suelo a un lado de la cama. El hueco dolor en mi interior
regresa, el que me he esforzado muy duro en olvidar durante tantas semanas.
Está de vuelta y es tan real como el día en que él murió. Estoy tan destrozada y
expuesta como lo había estado el día en que dejó esta tierra, y lo odio por ello de
nuevo.
—¿Por qué me dejaste? —grito en la habitación vacía, pero como siempre,
como esperaba, no obtengo respuesta. No está aquí conmigo de la forma en que
todo el mundo siempre dice que será la muerte. Eso de “estaré contigo para
siempre, siempre estaré contigo en espíritu” es una idiotez. No está aquí, se ha
ido y nada lo traerá de vuelta. El hueco en mi estómago nunca se curará porque
estoy vacía. Estoy incompleta. Demonios, sin Harley ni siquiera soy una persona
de verdad. Solo un parásito. Una cáscara. La cáscara vacía de una persona que
perdió el deseo de hacer algo el día que su marido murió. E incluso peor es que
estoy bien con ello. Esa es la parte realmente desgarradora, que no fue solo
Harley quien murió ese día. Morí con él.
215
Rose
os días después, estoy en la tienda preparándome para cerrar cuando
la campana encima de la puerta suena. Suspiro y salgo de la
habitación fría para encontrar un mensajero de pie, esperando con
impaciencia a que le atienda.
—¿Puedo ayudarte?
—Sí, ¿es Rose Perry?
—Ahora es Hamilton, pero sí, mi apellido de soltera es Perry.
—Una entrega.
Niego.
—No pedí nada.
—Mire, señora, no pregunto quién pidió o no la mierda que entrego. Todo lo
que sé es que tengo que llegar a Market Street antes de las seis de la tarde. Así
que, si es Rose Perry, firme el maldito formulario.
—Está bien —digo, y firmo en su aparato electrónico—. Sé que solo estás
entregando los paquetes, pero no te mataría ser agradable. 216
Alza una ceja y explota su goma de mascar como si fuese un adolescente
aburrido.
—Tenga un buen día.
Pongo los ojos en blanco y lo sigo a la puerta, cerrándola de golpe y pasando
la cerradura para asegurarme que no entra nadie más. Pongo la señal de cerrado
y paso la pequeña persiana sobre la puerta. Luego abro el paquete. No hay
ninguna nota, pero cuando alcanzo la pequeña bolsa saco la caja de un DVD. Miro
el disco blanco y espero no haber acabado con el desafortunado video de The
Ring mientras subo a mi apartamento.
Trabajo abajo todos los días, pero se siente como una eternidad desde que
he estado aquí, como evidencia la capa de polvo encima del mueble de la
televisión. Meto el disco en el reproductor de DVD, localizo el control remoto y
permanezco frente a la televisión, esperando que suceda algo.
La pantalla destella unas cuantas veces y luego me encuentro con el rostro
de Harley. Un sollozo gutural se me escapa, y me tapo la boca y caigo de rodillas,
arrastrándome cerca de la pantalla. Se ve bien, su rostro lleno y no la demacrada
complexión grisácea que tuvo el mes antes de morir.
—Hola, Rose —dice, dándome una sonrisa y un pequeño saludo—. Así que,
si estás viendo esto significa que ya no estoy ahí para atormentarte. Lo siento por
eso. Te dije que las pelotas azules me matarían con el tiempo. —Se ríe de su
horrible broma.
Las lágrimas se deslizan por mis manos que están tan fuertemente
presionadas contra mi rostro que no puedo respirar.
—Así que este es el tema. Ahora mismo, probablemente estás grabando tu
episodio para My Wedding Affair. ¿Y yo? Bueno, en estos momentos estoy en
una habitación de hospital a punto de extirparme un testículo. Tengo que decir
que en parte me gustaría que estuvieses aquí para sujetar mi mano, pero no sabía
cómo decírtelo y no quería apartarte de tu gran día; así que aquí estamos, tú en la
tienda y yo con una bata de hospital que muestra mi trasero desnudo al mundo.
Puede o no, que le haya enseñado el trasero a la enfermera. —Menea las cejas y se
ríe entre dientes. Me llevo la mano al pecho, porque ese simple gesto duele
muchísimo.
Harley deja salir un profundo suspiro.
—De todos modos, no sé qué sucederá después de esto. No sé si mejoraré o
si mantendré esto para mí y lo alargaré todo lo que pueda… Todo lo que sé es que
te amo. Te he amado desde que teníamos cinco años y me empujaste sobre el
arenero. Anoche fue… lo fue todo. Siempre ha sido todo cuando estoy contigo. —
Se humedece los labios y baja la mirada a sus manos en el regazo. Lo he visto
hacer esto un millón de veces y, aun así, lo miro con absoluta fascinación, como si
fuese la primera vez—. He cometido un montón de errores a lo largo del camino,
pero amarte nunca fue uno de ellos. Así que, si estás viendo esto y de hecho estoy
muerto, lo siento mucho, amor.
Rompe a llorar, y mis lágrimas caen mientras presiono la mano contra la
pantalla para acariciar su rostro.
217
—La buena noticia es que hoy más temprano me masturbé en un bote,
querían asegurarse de que tenía un plan de apoyo para poblar la tierra de
pequeños bebés Harley en caso de que hubiese un problema y no recuperase mis
nadadores tras la quimioterapia, así que… la clínica de fertilidad San Francisco
Bay está reteniendo mi esperma hasta que decidas si quieres un par de hijos
conmigo. —Se frota su barba incipiente—. Joder, no creía que esto fuese a ser tan
difícil. Sé que es una locura; créeme, ni siquiera estoy seguro de que me hables de
nuevo después del modo en que estoy a punto de apartarte, pero tienes que saber
que no lo hice para hacerte daño. Lo hice para liberarte de mí. Porque no puedo
soportar el pensamiento de ti estando sola el resto de tu vida si no logro superar
esto. Así que ahí está, mi esperma está esperando a que lo rescates. —Se ríe—.
Jesús, eso suena enfermo, ¿no es así? Si tuviese mi oportunidad, lo haríamos a la
antigua usanza y nunca habrías visto este video, pero no sé si lo lograré. —Niega y
baja la mirada a sus manos en el regazo—. Quizás es egoísta, un último esfuerzo
desesperado para inmortalizarme en tu vida para siempre, una forma de atarte
siempre a mí, pero, de todos modos, ahí está, si yo no lo estoy.
Deja salir un profundo suspiro y se aclara la garganta.
—Bueno, tengo que irme. Algún imbécil está a punto de cortarme una de
mis pelotas, y desearía poder decir que no estoy temblando hasta los huesos, pero
lo hago. —Frunce el ceño, sus ojos brillan con lágrimas y se las seca con el dorso
de la mano—. Solo entiende que te amo, siempre te he amado y siempre lo haré. Y
si terminas viendo esto y de hecho estoy muerto, te estaré esperando, Wendy. La
segunda estrella a la derecha. Estaré esperando.
La pantalla se pone en negro y la miro durante mucho tiempo, luego tomo el
control remoto y lo reproduzco de nuevo, solo porque así puedo ver su rostro y
escuchar su voz. No es lo mismo que tenerlo aquí, lejos de eso, pero paso la noche
tumbada en el suelo al lado de la televisión reproduciendo el video una y otra vez,
y me imagino que está aquí conmigo, hasta que finalmente, con sus palabras en
mis oídos y mi corazón tan roto y en carne viva como lo había estado el día en que
murió, me meto sola en mi cama.

Por la mañana, con la cabeza despejada y el corazón pesado, tomo una


decisión que cambiará mi vida para siempre, pero realmente no hay otra decisión
que tomar. Mis amigos y familia pueden verlo como si no siguiese adelante con
mi vida, pero, para mí, es un gigantesco paso adelante… no es revolcarse en el
pasado, estancado y sin moverse, sino un paso hacia la vida que siempre he
querido con Harley, solo que con un elemento crucial desaparecido: él.

218
Rose
Seis años después

eter, ten cuidado con la niña —chillo desde el otro lado del
concurrido parque.
—Jane, ten cuidado —dice una voz, mientras los niños chocan en
el arenero y caen en un montón de lágrimas y miembros caídos. Peter se levanta y
le ofrece la mano a la niña. Ella la toma y él la levanta, solo cuando ella está de pie
y su vestido rosa claro es alisado por sus pequeños dedos regordetes, se gira hacia
él.
—¡Estúpido idiota! —grita, y empuja a mi hijo. Se cae de culo y contengo la
respiración, porque en lugar de protestar o gritar, sonríe y, por un segundo, se me
para el corazón. Se parece tanto a su padre que por un momento me quedo sin
habla.
Por un instante demasiado largo, me quedo quieta en el sitio y luego me
encuentro corriendo hacia ellos, justo cuando un hombre al otro lado de las
esculturas grita: 219
—¡Jane, no!
Me agacho y ayudo a Peter a levantarse. Sacudo la arena de sus brazos y le
echo un vistazo.
—¿Estás bien, cariño?
—Lo siento —se disculpa el hombre detrás de mí, y me paralizo porque
conozco esa voz—. ¿Rose?
El calor me llena las mejillas, porque estoy inclinada, con el trasero en el
aire y esperando realmente que no sea eso por lo que me reconoció. Lentamente,
me enderezo y me giro para enfrentarlo.
—Dermot, ¿qué estás haciendo aquí?
Hay un poco más de canas en su cabello, unas finas arrugas alrededor de sus
ojos, pero todavía es tan guapo como siempre mientras me da una sonrisa
encantadora.
—Solo estamos pasando un poco de tiempo en el parque.
—Ya lo veo. ¿Y quién es? —pregunto, señalando a la niña pequeña
aferrándose con fuerza a sus jeans.
—Esta es Jane. Mi sobrina. —Le da un golpecito en el hombro y una mirada
severa. Recuerdo ser la receptora de esa expresión una vez o dos, y todavía logra
ponerme nerviosa. Dice—: Quien está muy arrepentida por empujar a tu niño.
—Lo siento —dice Jane, sin sentirlo en absoluto.
—Está bien —responde Peter, y paso los dedos por sus suaves rizos rubios.
—¿Y quién es este? —pregunta Dermot.
—Este es Peter, mi hijo.
Su sonrisa se desvanece un poco.
—No sabía que ahora estuvieses casada.
Asiento de nuevo.
—Van a hacer seis años.
—Es un hombre afortunado —comenta Dermot. Tenso mi rostro y reprimo
la punzada de lágrimas que me pican en los ojos. Seis años después y no se hace
más fácil.
—Lo fue, y fui incluso una mujer más afortunada —susurro, más para mí
que para él. Dermot frunce el ceño y busca en mi mirada. Abre la boca, pero niego
y le pido silenciosamente que no lo diga. Mira a Peter y asiente, y le doy una
sonrisa tensa—. Bueno, será mejor que nos vayamos.
—Por supuesto —dice Dermot, apoyando las manos en los pequeños
hombros de su sobrina—. Fue realmente bueno verte, Rose.
Sonrío.
—A ti también. 220
Tomo la mano de mi pequeño niño y lo saco del parque. Camina por la acera
y murmura para sí, y me rodeo con el suéter para alejar el frío de enero rodeando
la ciudad.
Peter deja de caminar y levanta la mirada hacia mí.
—¿Mamá?
—¿Sí, cariño?
—¿Ese hombre es mi padre?
Me detengo y miro a mi hijo, siendo sacudida desde atrás por los
caminantes pasando a nuestro lado.
—No, dulzura. Harley es tu padre.
Se muerde el labio inferior y se mira los pies con una expresión preocupada.
—Lo sé, pero lo miraste de la forma que a veces ves las fotografías de papá.
Dejo salir una risa nerviosa.
—Dermot es un viejo amigo.
—¿Vas a casarte con él?
—No, Peter.
Sujeta mi mano y la aprieta.
—Estaría bien si lo hicieses. Casarte, quiero decir. No quiero que estés sola.
—No estoy sola, tonto. Te tengo a ti.
—Sí —coincide conmigo—. Apuesto a que estabas realmente sola antes que
yo llegase.
Me encojo, porque tiene razón. Lo estaba, pero ya no lo estoy. Respiro
profundamente y alejo mi tristeza.
—Lo estaba, mi corazón estaba roto. —Me agacho y tomo su rostro entre mis
manos—. Pero tú, hombrecito, lo arreglaste. —Pone sus dedos regordetes sobre
los míos y sonríe. Es desgarradoramente familiar, y soy transportada a un
momento hace treinta años en un parque diferente en esta ciudad, cuando un
chico me sonrió de ese modo por primera vez y me llevó menos de un segundo
enamorarme de él.
Me inclino y beso el cabello de Peter, tomo su mano y comenzamos a
caminar por las calles de la ciudad que amo. Una ciudad que está llena a rebosar
de recuerdos de un chico de cabello dorado con ojos aguamarina y la chica de al
lado que lo amó.
—Ahora sigamos o llegaremos tarde. La abuela Evelyn va a preparar la cena
y la abuela Rochelle está haciendo ese postre de chocolate que te gusta.
—Mamá —dice Peter—. Me gusta su cabello.
—¿El de quién? —Lo miro con confusión—. ¿El de las abuelas?
—No, el de Jane. Tiene cabello de princesa. Quizás pueda escabullirme por
su ventana como Pan y llevarla a Nunca Jamás. 221
—Bueno —digo con una suave risa—, esa sería una muy gran aventura.
Carmen Jenner es una escritora de treinta y
tantos, éxito en ventas de USA Today e
internacional.
Su romance oscuro, KICK (Savage Saints MC
#1), ganó el premio al Mejor Romance Oscuro en
los Reader's Choice en el 2015.
Una entusiasta del tatuaje, adicta
incondicional al maquillaje y fanática de los
zombis, Carmen vive en la soleada costa norte de
New South Wales, Australia, donde pasa su tiempo
dentro discutiendo con sus dos pequeños salvajes,
un perro llamado Pikelet, y su propio hijo varón.
Una romántica de corazón, Carmen se
esfuerza por dar a sus personajes el Felices por
Siempre que se merecen, pero no antes de arruinar sus vidas completamente al
principio... porque ¿qué es un felices por siempre sin un poco de tortura? 222
223

Potrebbero piacerti anche