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Moderadora: Mona
Traductoras Correctoras
Brisamar58 Fatima85
Carosole Karens
Cjuli2516zc Kath
Clau Maye
Mimi
GraceKelly
Naif
Jandranda
Kane
Maria_clio88
Mimi
Nelly Vanessa 3
Rosaluce
Recopilación y Revisión
Sttefanye
Diseño
Cecilia
Capítulo 1 Capítulo 15 Capítulo 29
Capítulo 2 Capítulo 16 Capítulo 30
Capítulo 3 Capítulo 17 Capítulo 31
Capítulo 4 Capítulo 18 Capítulo 32
Capítulo 5 Capítulo 19 Capítulo 33
Capítulo 6 Capítulo 20 Capítulo 34
Capítulo 7 Capítulo 21 Capítulo 35
Capítulo 8 Capítulo 22 Capítulo 36
Capítulo 9 Capítulo 23 Capítulo 37 4
Capítulo 10 Capítulo 24 Capítulo 38
Capítulo 11 Capítulo 25 Capítulo 40
Capítulo 12 Capítulo 26 Capítulo 41
Capítulo 13 Capítulo 27 Epílogo
Capítulo 14 Capítulo 28 Sobre la autora
esde que era una niña, Rose, de treinta años, soñaba con el día en que
Harley la cargaría para entrar por la puerta en su luna de miel. ¿Y qué
si este no es su verdadero día de la boda, y que solo está aquí porque
Harley fue dejado en el altar solo unas horas antes?
Cambiando San Francisco por el paraíso y cambiando el ramo de su dama
de honor por un Hawái Azul, Rose espera que finalmente pueda escapar de la
zona de amigos.
Érase una vez que ellos habían sido más que amigos, pero la vida se
interpuso en el camino. Ella ha pasado cada día deseando que Harley obtuviera
una pista.
Ella siempre ha sido su mejor amiga.
Él siempre ha sido suyo.
Ella está enamorada de él.
Él no está enamorado de ella.
Él está... casándose con otra persona. 5
Él está ocultando algo.
Él está... muy complicado.
Rose
as bodas son un tiempo de alegría, de celebración y de amor. No se
supone que sean miserables. Había soñado con este día desde que tenía
cinco años, y si le hubieras preguntado a la mini yo cómo me lo
imaginaba, pasar mi tiempo borracha y medio desnuda mientras mi mejor amigo
lloraba la muerte de su relación en la suite presidencial de nuestro hotel, no lo
era.
Por supuesto, yo tampoco habría estado vestida de amarillo canario. No
habría elegido las plumas que actualmente violaban la emo-santidad de esta
habitación con su empalagoso olor y sus felices caritas amarillas, y no habría
estado sentada junto a mi mejor amigo mientras sollozaba en mi escote después
que la perra con la que tenía intención de casarse lo dejó por su instructor de
Krav Maga cinco minutos antes que supuestamente fuera a caminar hacia el altar.
De acuerdo, Harley no sollozaba, y no era como si acabara de sacar mis
pechos diciendo: “Aquí, deja que mis melones sean tu comodidad en esta hora de
necesidad”. Sí. Todo era mucho más inocente que eso. Harley estaba 6
simplemente descansando su glorioso rostro en mis tetas mientras acariciaba su
melena de color leonado fuera de su rostro.
Completamente inocente.
Sin embargo, la boda de mi mejor amigo no se suponía que fuera así.
Debería haber sido yo la mujer que se encontraba con él en el altar. Sería una
visión con un vestido largo de Vera Wang ligeramente rosado con un corpiño
drapeado, un escote corazón, y una falda de tul ondulado. Mi ramo estaría
compuesto de peonías rosas, gordas rosas blancas, y astilbe rosado. Pero lo mejor
de todo, diríamos “acepto” delante de nuestros amigos y familiares en una
ceremonia de inspiración vintage en una tarde de abril. Habría una furgoneta de
helado en espera para los invitados con ganas de comer algo, y un pastel Glass
Slipper Gourmet de cuatro niveles con cascadas de rosas, peonías y hortensias
delicadamente arrojadas por todas partes. Bailaríamos con nuestra canción
favorita de Jeff Buckley (Lilac Wine), bajo un mar de estrellas y linternas de papel
en el Invernadero de Flores de San Francisco.
Obviamente, había pensado mucho en nuestra boda.
Afortunadamente para los dos, esta monstruosidad amarillo canario no era
nuestra boda, y alabado sea el niño Jesús, la Malvada Bruja de la Costa Oeste se
ha ido. Por desgracia, Harley no está contento con ese hecho.
En algún lugar de mi celebro empapado en champán, estoy completamente
consciente de que nada bueno pueda venir de tener a Harley llorando en mi
escote dos horas después de haber sido plantado sin ceremonias en el altar, pero
a la Borracha Rose no le importa que esté usando mis tetas en lugar de un
Kleenex.
—Se fue. La perra me dejó en el altar —dice por millonésima vez, y tengo
que evitar golpearlo en la cabeza como solía hacer cuando éramos niños. Por
supuesto que lo dejó. Es una ramera interesada que tiene más bolsos Gucci que
sentido.
—Ya lo sé, Pan —reconforto.
—Eres la única, lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé.
¿La única que lo entiende? ¿La única que siempre está allí y nunca vacila?
¿A la única que aún ama después de todo este tiempo? Sí, si los deseos fueran
caballos, yo sería una condenada campeona de rodeo. No importa a cuál “única”
se refiere, porque todo eso es verdad, salvo lo último. Sería su única para el resto
de mis días si él me dejara. Si solo hubiera abierto sus malditos ojos.
Trazo las líneas de su rostro, la hinchazón alrededor de sus ojos, el puente
de su nariz, los suaves ángulos de sus pómulos y su mandíbula pronunciada con
su gruesa barba. Es bueno poder tocarlo así de nuevo sin que la Perra Barbie me
dispare dagas. Además, no es como si tocarnos fuera algo nuevo para nosotros.
Harley y yo hemos estado juntos desde que teníamos cinco años. Bueno, no
juntos (obviamente, porque se iba a casar con otra) sino juntos en el sentido que,
hemos sido mejores amigos desde el primer día del jardín de infancia. 7
Los Hamilton se mudaron a la hilera de casas de estilo eduardiano junto a la
nuestra en Noe Valley, San Francisco, dos días antes del comienzo del año
escolar, y el dormitorio de Harley estaba directamente enfrente del mío. El día en
que se mudaron, él saludó a través de la ventana abierta. Saqué la lengua y cerré
las persianas.
El primer día en la escuela, Bryson Hopper me empujó a la arena. Harley
me ayudó a levantarme, y luego lo empujé a él. A partir de ese día, hemos estado
empujando los botones del otro. También hemos jugado a otras cosas que no
implican botones ni cualquier tipo de ropa, más bien una falta definitiva de ella.
Él niega.
—Mierda. Gasté una maldita fortuna en esta boda. El catering todavía debe
pagarse por toda la maldita comida que no nos comimos, sin mencionar el lugar,
los músicos y las flores.
—Las flores eran un regalo de mi parte y si estás pensando en tratar de
darme el dinero por ellas, te haré daño, Harley.
—Eran hermosas; ¿sabes? —Su cabeza está en mi regazo ahora, provocando
que los músculos de mi estómago y otras cosas más abajo se aprieten y duelan—.
Tus creaciones siempre lo son.
—Bueno, puede que haya accedido a la fiesta nupcial de plumas, pero de
ninguna manera iba a permitir que se salga con la suya y cubrir cada superficie
del lugar con ellas. ¿Te imaginas mirar esas fotos en diez años? —pregunto,
exasperada.
Harley no dice nada porque sabe cómo me pongo alrededor de las novias
con la selección equivocada de flores. Quieres que el día más feliz de tu vida sea
intemporal y hermoso, no como si hubieras asistido a alguna horrible fiesta
hawaiana de Barbie Malibu. Y si eso es lo tuyo, entonces necesitas algo nuevo... y
posiblemente la ayuda de alguien como Dale Tutela. Ese hombre es un dios con la
planificación de eventos.
—Si hubiera estado por completo en mis manos habría sido magnífico —le
digo sin aliento, soñando con la boda que había estado planeando durante más de
la mitad de mi vida. Miro a Harley, cuya expresión luce muy vacía, sus brillantes
ojos azules atormentados, me rompen el corazón en un millón de pedazos.
Por otro lado, algunas de las partes de mi corazón destrozado están saltando
de alegría. Eso me hace una horrible amiga porque no debería estar feliz ahora.
No debería estarlo, pero lo estoy. Mi mejor amigo está desconsolado, abandonado
en el altar, y estoy borracha y exultante. Debo señalar que él está borracho
también, así que no es como si estuviera haciendo estallar botellas de champán y
brindando por una vida suya estando solo, pero, aun así, el gusano de la culpa se
abre paso a través de mis entrañas, porque este empezó como el día más feliz de
su vida y el peor de la mía, y de alguna manera todo se volvió al revés.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurra Harley.
—No hay nada que puedas hacer. Excepto abrir otra botella de este buen
champán que pagaron los padres de la ramera. —Sostengo dicha bebida y la
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choco fuertemente contra la botella abierta en su propia mano que casi no se ha
tocado—. Entonces, vas a lamer tus heridas y saltar en un vuelo a Hawái donde
puedes pasar toda la semana de lo que se supone que es tu luna de miel,
despatarrado en esa gran cama hermosa. Puedes dormir todo el día, comer
comida deliciosa, beber cócteles, y cuando decidas mudarte allí
permanentemente ni te quejarás cuando tu mejor amiga venga a vivir en tu
habitación de huéspedes.
—Ven conmigo.
Inhalo bruscamente.
—¿Qué? Oh, no. No, esa es una idea muy mala.
—¿Por qué? ¿Por qué sería diferente de nosotros dos tomando un fin de
semana para conducir hasta Big Sur, o ir a la casa de campo sin mis padres?
—Está bien, para empezar, este no es Carmel o Big Sur, es Hawái. —
Descanso mi mano libre en su pecho. El apresurado pum, pum, pum, debajo de
mi palma hace que mi propio corazón se salte algún latido—. En segundo lugar,
es tu luna de miel, Pan. No puedo ir a tu luna de miel contigo.
—Es muy difícil tener una luna de miel sin novia.
Acaricio un lado de su rostro y se inclina en mi mano.
—Nadie lo entendería. Tienes que hacer esto solo, Harley.
—Que se jodan los demás. No quiero hacerlo solo —dice Harley. Me
estremezco un poco y él exhala con fuerza. Sus ojos se cierran y su voz es tierna y
miserable cuando dice—: Lo último que necesito es estar solo ahora mismo.
—No puedes llevar a otra mujer en tu luna de miel. Es de mala suerte.
Además, tengo la tienda, y dudo mucho que pueda conseguir mi propia
habitación con tan poca antelación.
Sus ojos se abren y me mira.
—¿Por qué diablos conseguirías tu propia habitación?
—Porque no podemos dormir juntos.
—¿Por qué?
Miro a todos lados en la suite de lujo, buscando algo, cualquier cosa que
constituya una excusa válida. Una vez más, mi atención se centra en mis tetas.
—Tengo complejo.
Harley se ríe.
—¿Acerca de qué? ¿Tus ronquidos? Esa mierda no es noticia, Rose. Hemos
dormido juntos un montón de veces.
—Las cosas son diferentes ahora…
—¿Qué es diferente? ¿Que tienes un cuerpo perfecto? Lo he visto todo. No es
que vaya a enloquecer porque tienes partes femeninas. He estado ahí, lo he
hecho, ¿recuerdas?
—Sí, recuerdo. 9
Oh Dios, lo recuerdo. Sus hábiles manos, sus suaves labios, su áspera barba,
el peso de sus caderas mientras presionaban las mías, y el delicioso deslizamiento
húmedo de nuestras respectivas partes de chico y chica encontrándose. La forma
en la que su boca sonríe de manera satisfecha, justo después de venirse. Lo
recuerdo muy bien, y eso es exactamente por qué es una mala idea.
—¿Por favor? —suplica, y su voz está llena de emoción. Mi corazón se
aprieta—. No puedo hacer esto solo. Ven conmigo.
Oh, quiero hacerlo. Quiero ir y venir y… Maldito sea. Estoy a punto de
cometer el mayor error de mi vida, porque nunca puedo decirle que no a Harley, y
él lo sabe. Inclina la cabeza y me hace esos estúpidos ojos de cachorro que
siempre han sido mi perdición, siempre me han llevado a un desastre tras otro.
Es por eso por lo que lo llamo Pan. Él es el original chico perdido, y siempre ha
sido tan bueno en hacerme seguirlo como una enamorada Wendy con Peter.
—¿Por favor? —susurra, y estoy perdida. Bastardo manipulador.
Niego y suelto un suspiro resignado.
—¿Cuándo nos vamos?
Harley mira su reloj.
—Mierda, como dentro de cuatro horas.
—Me lo debes —le advierto.
—Sí, te lo debo. Te daré todo lo que quieras: te construiré un maldito
monumento en el parque Golden Gate por ser la mejor amiga que un hombre
pueda tener, solo por favor, Rose, por favor, no hagas que vaya solo.
—Bien —le digo, sonriendo—. Pero tengo el asiento con ventanilla. —Lo
aparto de mi regazo y lenta y cuidadosamente (en otras palabras, borracha) me
pongo de pie.
Harley gruñe y reclina su cabeza en el suelo.
—¿Adónde diablos vas?
—A empacar, idiota. Tengo que tomar un avión.
—No te vayas —se queja, poniendo una mano alrededor de mi pie—. Te
compraremos mierda cuando lleguemos. Todo lo que necesitas son un par de
bikinis.
Me lo sacudo de encima y le disparo una mirada que dice que debería
callarse rápidamente. Lo hace, sonriendo por un instante antes que se pierda en
las sombras de la desesperación que sofoca la luz de sus ojos.
—Volveré en una hora para recogerte. No te duermas.
—No dormir —murmura—. Lo tengo.
—Tienes todo lo que necesitas, ¿verdad?
—Todo menos mi esposa. —Levanta su botella de champán en un brindis—.
Salud por eso. 10
Por dentro, me encojo, pero por fuera solo sonrío y digo:
—Pan, cuando hayamos terminado con esta pseudo-luna de miel, habrás
olvidado todo acerca de la mujer que te dejó en el altar. Me aseguraré de ello.
Con otra advertencia respecto a quedarse dormido, arreglo mi vestido, me
aliso el cabello y salgo de la habitación. Choco prácticamente con el botones que
está empujando un carrito con champan, fresas y lo que parece un kilo de
chocolate hacia la habitación 317.
—Oh, mierda. Nadie canceló esa orden, ¿eh?
—¿Lo siento? —pregunta el botones. Tiene cara de bebé y el cabello rubio
cobrizo, también es lindo en esa manera de chico de al lado. Bueno, tal vez no de
la manera de mi chico de al lado, porque el chico que vivía a mi lado era, y sigue
siendo (gracias, Jesús) un completo jodido bombón.
—Estás llevando eso a la 317, ¿verdad?
—Sí, el señor Hamilton pidió que fuera entregado a la habitación a las ocho
de la mañana.
—Sí, aquí está la cosa —digo—. Cuando el señor Hamilton ordenó eso, no
sabía que su futura esposa era una mentirosa e infiel mujerzuela que lo dejaría
plantado en el altar. Así que, ante el riesgo de que pierda su mierda y destroce su
habitación de hotel, probablemente es mejor si simplemente te das la vuelta y
llevas eso a la cocina.
El chico me mira como si acabara de darle una patada en la espinilla.
—Pero ya ha sido pagado…
Arranco la tarjeta blanca nacarada de “felicitaciones” de la bandeja y agarro
un bolígrafo de mi bolso.
—Te diré qué, ¿por qué no llevas esto a la habitación 313? Sus padres se
quedan justo al final del pasillo. —Hago un perezoso gesto de mano en la
dirección de su suite, aunque por lo que veo, podría haber estado señalando hacia
el ascensor de servicio porque el hombre-niño con el traje está mirando al fondo
del pasillo, viéndose confundido—. Tal vez les vendría bien una copa después que
su hija huyera de su boda de cincuenta mil dólares.
—No creo que pueda hacer eso...
—Por supuesto que puedes.
Coloco la tarjeta editada nuevamente en la bandeja y retiro un par de
billetes, metiéndolos en el bolsillo de su camisa. Él se muestra reacio cuando lee
mi escritura garabateada que desfigura la prístina tarjeta.
¡Felicitaciones!
Su hija es una puta.
—No puedo darles eso.
El hombre-niño niega, y bajo mi mirada para poder leer la etiqueta con su
nombre. ¿Es posible convertirse de repente en disléxico? Porque pienso que esto 11
podría ser una cosa así. Bran. Ese es un nombre extraño, y en una ciudad llena de
Hípsters, se oyen muchos nombres extraños.
—Bran —digo, y le pongo un brazo alrededor de los hombros como si
fuésemos amigos desde hace mucho tiempo.
—En realidad es Brian.
—Bra-in —corrijo y arrugo el rostro, preguntándome por qué sus padres
elegirían un nombre tan difícil para su hijo—. Te daré todo el dinero en mi bolso
si llevas esa tarjeta y ese carrito a la habitación 313.
—Señora…
Jadeo en voz alta. El sonido resuena por el pasillo vacío.
—No puedo creer que me hayas llamado señora. Para nada genial, amigo.
Soy joven. Soy moderna, y tengo pechos totalmente grandes. —Agarro las tetas en
cuestión, y las agito para probar mi punto.
Se lame los labios en lo que parece un gesto nervioso, su mirada
desviándose a mi escote y de nuevo a mi rostro como si temiera que pueda
abofetearlo por sus esfuerzos.
—Tú... los tienes. Totalmente tienes grandes pechos.
—Así es —estoy de acuerdo—, no se puede llamar a una mujer que tiene
grandes tetas “señora”. Eso destruye la autoestima.
—Lo siento —dice, pero Bran no parece estar arrepentido.
Saco una fresa de la bandeja y la unto en el chocolate, empujando toda la
cosa en mi boca mientras hago el signo universal con las cejas levantadas y un
meneo de cabeza para, está buena esta mierda
—Vamos, hombre. Solo lleva el carrito a la 312, ¿por favoooor?
—Eh... dijiste 313.
—Exactamente.
Levanto las manos en exasperado acuerdo, tropiezo con el no-tan-brillante-
hombre-niño conocido como Bran, y deambulo por el pasillo hacia el ascensor,
sonriendo todo el tiempo porque estaría mintiendo si dijera que no estoy feliz de
que mi mejor amigo no esté usando un anillo de bodas en su dedo en este
momento.
De todos modos, ¿quién se casa en febrero? Eso podría estar bien si vives en
Canadá y estás de acuerdo con congelar tus partes femeninas en una blanca boda
de invierno, ¿pero una boda en San Francisco? No. No, a menos que estés
esperando que tu novia se levante y flote en la siguiente gran ráfaga de viento.
Resulta que no necesitamos el clima de San Francisco para perder a la novia de
Harley, pero eso ya no importaba, porque nunca fue su día de boda. Y no se
suponía que él iba a caminar hacia el altar con esa marrana a su lado.
Un día seré yo observando como sus ojos se arrugan en las esquinas y se
llenan de lágrimas mientras camino hacia él. Un día, llevará mi anillo y yo, el
suyo. Un día, me casaré con mi mejor amigo.
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Solo necesito un poco de tiempo para convencerlo.
Rose
iro la llave en la cerradura y tropiezo con la puerta principal de mi
tienda, Darling Buds. Sí, el nombre puede haber sido inspirado por
nuestro amor compartido de Peter Pan de J.M. Barrie, pero supongo
que diez años de interpretar a Wendy Darling para el Peter de Harley le hará eso
a una chica. Solo para molestar al siempre amoroso trasero de mi mejor amigo,
me gusta decir que viene de la novela de H.E. Bates, The Darling Buds of May.
Creo que él sabe que no es cierto.
Darling Buds es una tienda pequeña con un apartamento encima de ella en
la calle 24. Está entre una boutique de decoración casera y una librería
independiente, y situada apenas a una media cuadra de los Wholefoods más
pequeños que has visto nunca. ¿Y la mejor parte de vivir donde trabajo? No tengo
que viajar a diario al trabajo. También, está a solo unas pocas puertas del
apartamento de Harley, por eso nunca me mudaré. A menos que él lo haga.
Siempre he amado las flores; me encantaba poner mis manos en la tierra y
hacer crecer las cosas desde que era una niña. Cuando Harley hacía correr sus
camiones Tonka por la tierra, yo estaba plantando hojas de hierba e imaginando
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que iban a florecer en capullos de rosas, o un frijol que llegaba hasta el cielo. Para
consternación de mi madre, cuando llegó el momento de despedirme en el
funeral de mi abuelita, me encontraron reorganizando las coronas y el ramo del
ataúd; porque todo el mundo sabe que no pones narcisos en un ramo mixto y si
no lo sabían, ahora ya lo saben.
Recojo los productos para el rostro, el cepillo y pasta de dientes, y unos
pocos artículos de maquillaje de bajo mantenimiento, colocándolos en una bolsa
de viaje y tirándola en la cama, luego saco mi maleta de la alacena y empiezo a
tirar artículos de ropa al azar. Estoy eligiendo entre dos pares de trajes de baño
cuando una llave se desliza en la cerradura. Mis padres son los únicos con una
llave, así que no pienso mucho en lo referente a lo que están haciendo aquí y sigo
empacando.
—Bueno, debe estar aquí; las luces están encendidas —dice mi madre,
presumiblemente a mi papá.
—¿Mamá?
—Oh, Rose, que bueno que estás aquí. Está aquí, Herb.
—Ya lo escuché —dice papá con naturalidad, mientras los pasos de mi
madre resuenan por las escaleras—. Está bien, tráelos.
Corro hacia el rellano y casi choco con mi madre en la escalera que domina
la tienda. Ha cambiado su vestido de cóctel azul marino Tadashi Shoji bordado
con cordones de encaje, por un traje de terciopelo de color rosa con la palabra
Sabroso, estampada en su culo. Para una mujer que posee básicamente todos los
vestidos envolventes que Diane Von Furstenberg alguna vez sacó, me sorprende
que los dos elementos coexistan pacíficamente en su armario. Dejando a un lado
los ridículos diseños, mi madre tiene un gusto impecable; es como Blythe Danner
de SF. ¿Mi padre, por otro lado? No tanto. Lleva suéteres de rombos durante todo
el año, a menos que por supuesto haya una función para asistir, y entonces
cambia los rombos por tweed. Hoy lleva un traje de correr Adidas de terciopelo
color Borgoña. ¿Qué está pasando con mis padres hoy? ¿Alguien puso LSD en mi
champagne? Mi papá también está haciendo que los repartidores traigan todos
los arreglos de la boda. La boda de Harley.
—Ah, ¿qué pasa? —exijo mientras mi madre se para delante de mí en la
parte superior de la escalera.
—Pensamos en traerlos de regreso. Parece un terrible desperdicio no
revenderlos.
—Eran un regalo, mamá —le explico. No tengo tiempo para entrar en
detalles acerca del hecho de que no puedo revender flores que ya han sido
cortadas y envueltas, o que los centros de mesa empezarán a marchitarse en
pocas horas.
—Sí, y la boda fue cancelada. Tradicionalmente, si una boda no se lleva a
cabo, la gente regresa sus regalos.
—Mamá, no puedes devolver los arreglos florales. No puedo venderlos. Han
estado en el hotel todo el día y pronto se morirán.
14
—Oh, relájate. —Desestima con un gesto perezoso de mano—. Rochelle dijo
que los trajera aquí. Por cierto, están devastados. ¿Cómo está aguantando
Harley?
—Bueno, veamos, su prometida lo dejó en el altar y ha sido humillado
delante de doscientos amigos, parientes y extraños. ¿Cómo crees que está?
—Pobre chico. Aun así, esquivó una bala si me lo preguntas. Sabía que esa
puta no iba hacerlo; pude ver que se echó hacia atrás a un kilómetro de distancia.
—¡Mamá! —la reprendo.
—Bueno, es verdad. —Me obliga a subir las escaleras y, porque conozco a
mis padres y sé que no hay manera de detener el desastre que está teniendo lugar
abajo, camino de vuelta a mi maleta y continúo empacando cosas. No sé qué
cosas, porque hasta ahora estoy decidida en el hecho de que tengo artículos de
tocador en mi bolsa y posiblemente una camiseta, de todo lo demás, no estoy
segura.
Hay un sonido de que algo se rompe desde abajo. Escucho un poco. No oigo
maldiciones ahogadas ni gritos de pánico porque alguien se cayó por una
ventana, así que sigo empacando, pero le lanzo a mi madre una mirada severa.
—¿Podrías decirle a papá que no rompa nada?
—¿A dónde vas? —Mi madre mira mi maleta con sospechas—. ¿Y por qué no
estás con Harley?
—Voy a cerrar la tienda por unos días. Necesito un descanso, y no puedo
confiar en nadie para que dirija este lugar sin mí, así que voy...
—¿Qué soy yo, hígado picado? —interrumpe.
—¿Qué quieres decir con que vas a cerrar la tienda? —pregunta mi papá
desde abajo—. El tiempo es dinero, cariño. ¿Crees que Saks en la Quinta Avenida
cierra sus puertas porque necesitan un día libre?
—Una floristería es un poco diferente a Saks, papá. Tengo una clientela
regular de veinticinco años; ni siquiera estoy en el mismo universo que Saks.
—Aun así, solo hay una manera de llegar a ser tan grande.
Suspiro y me froto la sien.
—Ugh. No... no tengo tiempo para nada de esto.
—Bueno, ¿cuál es la prisa? —pregunta mamá, frunciendo el ceño mientras
mira alrededor de mi pequeño apartamento—. ¿Por qué huyes en mitad de la
noche como un criminal reincidente? ¿Por qué no puedes irte mañana?
—Porque nuestro vuelo sale dentro de tres horas y me llevará cuarenta y
cinco minutos atravesar la ciudad.
—¿Nuestro vuelo? ¿Con quién te vas?
Cierro los ojos porque sé lo que viene.
Cuando los vuelvo a abrir, mi madre me mira con una expresión
horrorizada. 15
—Oh, Rose. ¿No lo vas a hacer?
—Me lo pidió. ¿Qué se suponía que debía hacer?
—También te preguntó si podía poner su pene en tu vagina cuando tenías
cinco años, pero ¿lo dejaste? No.
—Por favor, no hables de la vagina de mi hija —retumba papá desde abajo—.
Espera, ¿conociste a un hombre?
Paso los dedos por mi cabello, desordenando el estilo cuidadosamente
peinado en el que una peluquera se demoró cerca de una hora. Aún no estoy
completamente sobria, y ya tengo una resaca.
—Me voy con Harley, papá.
—Oh, entonces está bien —murmura, y vuelve a dirigir a los hombres que
están dando vueltas en mi tienda.
—Ella va a su luna de miel —grita mi madre, como si no estuviera a un
metro de distancia—. No puedes hacer esto, Rose. Herb, ¿quieres decirle algo a tu
hija?
—Estás haciendo un problema de nada. —Me dirijo de nuevo al armario de
cajones para evitar su mirada que todo lo ve. La mujer arroja más sombras que
las reinas de RuPaul's Drag Race—. Es mi mejor amigo, y tiene el corazón roto.
No quiere ir solo.
—Entonces dile que lleve a Rochelle.
—De acuerdo, la única cosa peor que no ir a tu luna de miel con tu nueva
esposa, es ir con tu madre.
—¿Por qué no simplemente canjea los boletos por efectivo?
—Porque quizás necesita un descanso de todas las preguntas que está a
punto de enfrentar. Mamá, nunca he dicho nada cuando te metes en mi vida, pero
voy a ponerme firme con esto. Harley es mi amigo; me voy con él en condición de
amiga. Solo somos dos amigos en Hawái tomando el sol, bebiendo Mai Tais en la
playa y tratando de olvidar todo acerca de la puta que le rompió el corazón.
Cuanto más trato de convencerla, más me convenzo. Necesitamos esto.
Ambos trabajamos demasiado duro, y desde que Alecia se metió en nuestro
camino hace un año, Harley y yo nos hemos ido alejando lentamente. Unas
vacaciones en el paraíso es exactamente lo que necesitamos.
Mi madre se pone a mi lado y toma mi mano, llevándome a la entrada de la
cocina.
—E incluso yo podría creer eso, si fuera alguien más. Pero te conozco, Rose
Perry, y sé que has estado enamorada de ese chico desde el primer día del jardín
de infantes.
Eso no es exactamente cierto. No he estado enamorado de Harley todo este
tiempo, solo la mayor parte. He tenido otros amantes, y he tenido períodos en los
que ni siquiera me gustaba Harley y mucho menos lo amaba. De acuerdo, ahora
no es uno de esos momentos, pero ella está totalmente equivocada. Está bien, tal
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vez no está muy equivocada, solo en su mayor parte.
—¿Has pensado en lo que te hará esto?
—Hemos ido a muchas vacaciones. Somos adultos —argumento, pero mis
protestas suenan frágiles, incluso para mí—. Tiene el corazón roto.
—¿Y qué hay contigo?
—Estoy bien —digo, a un decibel más alto de lo necesario—. Y de verdad
necesito ir a empacar.
—Entonces empaca. No dejes que te detenga.
Y no lo hago, aunque desearía hacerlo porque cada traje de baño que pongo
en mi bolso mi madre arruga su nariz por encima de la costosa copa de vino que
ha tomado de mi cocina. El mismo que había planeado abrir y beber hasta
emborracharme después de esta horrible boda.
Tomo la botella de la mesita de noche y bebo directamente de la misma. Voy
a necesitar todo el coraje holandés que puedo obtener si voy a pasar las próximas
horas de esta noche sin darle demasiada importancia a las palabras de mi madre.
Rose
espués que mi madre consume la mitad de la botella y yo
prácticamente inhalo la taza de café que mi padre me prepara en la
máquina de café expreso de la tienda que cuesta el doble de mi
alquiler de un mes, dejo la tienda en un taxi, y tanto mi corazón como el torrente
sanguíneo se han vuelto sobrios en el camino al centro de la ciudad para recoger a
Harley. Cuando trato de despertarlo (el bastardo de hecho se ha dormido), no
está más entusiasmado con el viaje que hace una hora. A pesar de que ha estado
un poco más entusiasmado con el champán que había dejado con él porque había
estado dormido con una botella vacía encima de la mesa de café y otra derramada
en la alfombra. Recojo su ropa del piso y la meto en su maleta. Y luego lo llevo a
la ducha y bajo para conseguir un café y liquidar el extra en la factura de limpieza.
En el momento en que llego a la habitación con dos cafés a cuestas, Harley
está milagrosamente fuera de la ducha, pero el agua caliente no le ha puesto
sobrio en absoluto. Está sentado con una toalla al filo de la cama, bebiendo de la
botella de champán que había estado goteando por todo el piso.
—De acuerdo, señor, vamos a dejar a un lado la bebida, porque el champán
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nunca ha sido tu amigo y tenemos que tomar un avión. —Dejo mi café y
reemplazo la botella de su mano con una taza de papel humeante.
Él la levanta a su boca, pero no la bebe.
—Ella me dejó.
Mis hombros caen en derrota.
—Lo sé, cariño.
—No puedo decir que la culpo, pero, aun así, dijo para siempre, ¿sabes?
Me siento en la cama a su lado y paso mi brazo por su hombro. Gotas de
agua de su piel me empapan las mangas, pero solo lo aprieto más.
—Entonces no era la indicada para ti. Sé que duele ahora; va a doler un poco
más todavía…
—¿Quién lo es?
—¿Qué?
Se endereza, haciendo que mi brazo resbale de su piel húmeda y me mira a
los ojos cuando dice:
—¿Quién es la adecuada para mí?
Yo. Soy la indicada para ti. Soy la mujer con la que debiste casarte.
Bajo la mirada al café que estoy sosteniendo.
—No lo sé, pero estoy segura de que está ahí afuera.
Harley me entrega su taza de papel y se levanta. Ajusta su toalla, se acerca a
su maleta y mira sus pertenencias, pero no se mueve para ponerse alguna de las
ropas.
—Tal vez esto no es una buena idea.
No, no, no. Esta es una gran idea. La mejor idea de la historia.
—Vamos. Necesitas esto. Yo necesito esto. Vamos a divertirnos. Te acuerdas
de la diversión, ¿verdad? Solíamos tener mucha antes de empezar a pagar
impuestos y almorzar con nuestros contadores, y antes que aparecieran las
novias.
—Prometida —corrige—. No es como si te hubieras ido a casar y te dejaran
en el altar.
Auch.
—Bien, bueno, antes que ella apareciera, solíamos divertirnos. Volvamos a
eso. Tomaremos Mai Tais en la playa, nos broncearemos hasta que parezcamos
langostas, y luego descansaremos en la piscina todo el día y fingiremos que esta
cosa de la boda no existió.
—Sí —dice con un pequeño gesto decisivo—. A la mierda con Alecia.
—Eso es, chico. Ahora vístete. O vamos a llegar tarde.
18
Después que revisamos y organizamos para que las cajas de champán sean
entregadas en el apartamento de Harley, hago parar un taxi, pasamos seguridad y
llegamos a nuestra puerta con treinta minutos de sobra. Una vez que hemos
abordado, Harley se instala en su asiento, pone el apoyabrazos entre nosotros, y
se queda dormido como un rayo en cuestión de minutos. Me paso las dos horas
siguientes del vuelo atormentada por la culpa y rumiando el hecho de que tuve la
oportunidad de convencerlo de no hacer esto y no lo hice por razones puramente
egoístas. Soy una horrible mejor amiga. Soy lo peor de lo peor.
Me estiro y doy vueltas en el asiento, tratando de acomodarme. Tomo un
libro y leo un poco, pero es una de esas historias violentas y aun así extrañamente
satisfactorias acerca de un club de motocicletas con una trama complicada, y no
tengo paciencia para eso ahora, así que cierro el libro y acaricio al modelo tatuado
en la cubierta. Trato de cerrar los ojos, pero estoy más preocupada porque Harley
entre en coma que por las bolsas que mañana voy a tener bajo mis ojos, así que
me quedo despierta y lo veo dormir. En un espeluznante nivel de acoso que uno
puede llegar a hacer para ganarse el título de psicópata cuando se trata del objeto
de su deseo, supongo que estoy a punto de llegar a un nivel de ocho. Aunque me
pregunto si el hecho de que lo convenciera de que me llevara a su luna de miel
significa que incluso llegue al diez antes que saliéramos de la ciudad. De cualquier
manera, veo a Harley dormir hasta que finalmente caigo también, y me encuentro
siendo sacudida levemente para despertarme por una mano en mi hombro.
—Rose, despierta.
Abro los ojos y me acurruco en su calor, frotando mi mano contra su
estómago sólido. Harley debe de haber estado entrenando más duro que de
costumbre. Siempre ha estado en buena forma, pero esto se siente... diferente.
Como lo hizo cuando jugó fútbol en la universidad. La mano de Harley agarra mi
puño y la aprieta fuertemente. Se queja y susurra en mi oído,
—Mierda, Rose.
Y me doy cuenta de que no es su estómago lo que estoy acariciando, sino su
entrepierna, y lo que es peor aún, es que su propia mano está acunada entre mis
muslos. No me está tocando tan inapropiadamente como lo estoy tocando yo, por
supuesto, pero parece que mientras dormíamos nuestros cuerpos conspiraron
contra nosotros y decidimos asumir nuestras antiguas posiciones de dormir.
Porque vacacionar en el paraíso no era suficiente tortura para mi pequeña
y triste vagina hambrienta de penes.
Me libero de su agarre y le clavo la mirada hasta que él quita su propia mano
de entre mis muslos, al que solía referirse como “su lugar”.
—Lo siento mucho.
Solo da una risita y se endereza en su silla.
—No te preocupes por eso; no es como si no lo hubiéramos hecho antes,
¿verdad? 19
Tiene razón. Hemos despertado así varias veces en el pasado cuando se ha
quedado dormido en mi departamento o yo en el suyo. Siempre es incómodo, y
cada vez que sucede me ha aterrorizado, que verá más en mi vergüenza de lo que
quiero que vea.
Me río nerviosamente y digo:
—Sí, sucede todo el tiempo.
—Recuerdas esa vez...
—Sí, Harley, recuerdo —interrumpo, porque no importa qué incidente esté a
punto de referirse, todos nuestros viajes por el camino de la memoria son
dolorosos.
—Cierto —dice Harley, y justo así el humor de esta situación se ha ido,
sustituido en su lugar por la amargura del rechazo y el dolor de la oportunidad
perdida. Es un ciclo interminable con nosotros, y uno que él debería saber que es
mejor no desenterrar.
Rose
os registramos en nuestro hotel alrededor del mediodía y encontramos
el camino hasta la suite. Harley me entrega la llave y la meto en la
puerta, abriéndola. No doy dos pasos antes de dejar las bolsas y correr
hacia el balcón. Chillo como una niña entrando por las puertas de Disney cuando
me abro la puerta y disfruto de la vista. Nada más que complejos, agua cristalina
color aguamarina y una playa blanca prístina por kilómetros, hasta llegar al gran
hermoso volcán Diamond Head.
—¡Santa mierda! Ven aquí y mira esta vista, Pan. —Me volteo y me inclino
contra la barandilla del balcón, echando la cabeza para atrás. Cierro los ojos
mientras el sol besa mi rostro y los chillidos emocionados de los niños se filtran
hasta nosotros desde las piscinas del complejo.
—Es realmente algo —concuerda. Su expresión es sombría mientras se
sienta en el enorme colchón de tamaño king y siento mi propio corazón caer
cuando me doy cuenta de lo insensible que estoy siendo. Las rosas están
esparcidas por todo el edredón blanco y una botella de champán se enfría en un
cubo de hielo al lado de la cama. No estoy aquí de vacaciones con el hombre del
20
que estoy enamorada, estoy aquí como su mejor amiga, la mujer encargada de
levantar su ánimo, comprarle su espíritu, ya que se supone que soy quien va a
emborracharlo y ayudarle a olvidar que tomó la peor decisión de su vida.
—Mierda, lo siento. No estoy ayudando aquí en absoluto, ¿verdad? —Tiro mi
bolso en la cama a su lado y agarro la botella de champán, haciendo estallar el
corcho. Alcanzo una de las copas de tallo largo antes de darme cuenta que
debería dejarle todo el asunto. Así que lo hago. Él lo acepta, sus dedos rozando los
míos y su mirada fija en la mía. Las mariposas kamikaze giran y chocan dentro de
mi estómago mientras lo miro fijamente. El momento se extiende, nuestras
manos se tocan brevemente, nuestros ojos lo dicen todo mientras nuestras bocas
permanecen firmemente cerradas.
El teléfono del hotel suena, el hechizo se rompe, y yo desaparezco en el
baño, encerrándome para recuperar el aliento. Esto no es lo que necesita ahora
mismo. Necesita tiempo, necesita un amigo y necesita licor, mucho, mucho licor.
Cuando termino de darme el interrogatorio, salgo del baño y voy directo a mi
bolso.
—Necesitamos alcohol —digo, como si estuviera recolectando locamente las
provisiones para el apocalipsis y olvidara lo más importante—. Voy a ir en busca
de bebidas alcohólicas. Un montón de licor.
Harley asiente.
—Voy a tomar una ducha y dormir un poco.
—Oh. Bueno, ¿podría quedarme contigo si quieres? —le pregunto con
esperanza.
Besa la parte superior de mi cabeza cuando pasa en su camino al baño.
—Estoy bien. Ve.
—¿Estás seguro? No me importa.
—Rose —dice, y sé que está llegando al final de su paciencia conmigo porque
eso es lo que significa cuando dice mi nombre y suena como una maldición.
—Está bien, supongo que estaré bebiendo cócteles junto a la piscina si
cambias de opinión.
—Te veré más tarde. —Y solo así se fue, desapareció en el baño y abrió la
ducha.
Me quito la ropa, calculando que solo tengo unos minutos porque Harley no
malgasta agua. Busco en mi bolsa y encuentro uno de los pocos trajes de baño que
mi madre aprobó. Es uno tipo cabestro negro al estilo Marilyn Monroe de los
años 50, con la parte delantera acanalada que oculta todos mis defectos. No es
como si tuviera una panza o algo así, pero como mencioné antes, no me estoy
volviendo más joven, y la gravedad es una perra que necesita morir de manera
muy lenta y muy dolorosa a manos de una cirugía mal hecha.
Me cambio a mi traje baño, cubriéndome con un pareo y agarrando una
toalla, salgo de la habitación y bajo a la zona de la piscina. Hay cuerpos por todas
partes, toneladas de niños con salvavidas brillantes de neón, sus padres 21
bronceándose junto a la piscina. Me dirijo directamente al bar, pidiendo un Blue
Hawái, y les digo que no dejen de llegar. Me estiro en una tumbona directamente
al sol, como si el golpe de calor y el cáncer de piel no fueran posibilidades.
Después de haber drenado mi tercer cóctel, un idiota bloquea mi bronceado.
Abro los ojos, preparada para pedirle a la persona que se mueva, por supuesto,
pero entonces gotea encima de mí y ya que no puedo decir si es agua o sudor,
Dios no permita otro tipo de líquido corporal; me siento más audaz de lo que
ordinariamente haría al expresar mi molestia.
—Oye, idiota —digo, deslizando las gafas de sol encima de mi cabeza. Mi
boca cae abierta.
—Rose, pensé que eras tú —dice una voz muy familiar.
Sé quién es sin mirarle el rostro, y la razón por la que no se lo he visto
todavía es porque estoy atorada. Mis ojos están literalmente pegados a la
protuberancia esbozada contra su húmedo traje de baño. Realmente no ayuda
cuando mi mirada se arrastra un poco más alto y me saluda un paquete de seis
muy agradable. Recorriendo un poco más arriba ahora, veo dos pectorales
perfectamente definidos, bronceados, con encantadores pezones en forma de
óvalo. Tengo una cosa con los pezones. Demasiado pequeño, y es un gran fallo.
Demasiado grande, y me pregunto si será o no el que amamante a mis hijos
cuando los tenga. ¿Pero este tipo? Él tiene el Santo Grial de los pezones, no
demasiado grande, no demasiado pequeño, no todo arrugado, aunque claramente
acaba de salir de la piscina, y ciertamente no lo que demuestran su edad.
Conozco su edad, o algo parecido, como él la mía. Como también sé que está
felizmente casado, porque soy la chica que envía a su dichosa y afortunada esposa
el enorme ramo de lirios cada semana.
—Oh, Dios, señor Carter. Lo siento mucho —digo, sentándome como indio.
—Está bien. —Los cálidos ojos marrones me estudian mientras sonríe. El
señor Carter parece que acaba de abandonar el set de un comercial de Hugo Boss.
Siempre se viste impecablemente con un traje a medida, con el cabello oscuro
entrecano en las sienes. Podría estar más cerca de los cincuenta que de los
treinta, pero el hombre está bien, ¿y verlo dejar el terno por un traje de baño?
¡Uff! Cuando le diga a Izzy, mi empleada de un año y lo más cercano que tengo a
una amiga, sobre esto, perderá su mierda—. He venido y te he mojado; soy un
idiota.
Una risa nerviosa brota de mi garganta.
—Yo... lo siento mucho.
—Relájate, Rose, ¿y cuántas veces debo decirte que me llames Dermot?
—Dermot, cierto. Lo siento. De nuevo. —Me muevo en mi sillón reclinable,
ansiosa por alcanzar mi pareo porque, aunque sé que está felizmente casado y,
mientras yo podría ser unos buenos quince años más joven que él, todavía me
pongo nerviosa alrededor de este zorro plateado. Ver el fantástico cuerpo debajo
del traje no ayuda con mi propia conciencia, y hago una nota mental para
comprar un Thighmaster cuando llegue a casa y usarlo. Mucho. 22
Desde el amanecer hasta el anochecer, el trabajo me mantiene ocupada. Hay
cubos de agua para cambiar y racimos de flores para ser ordenados, y con todos
esos viajes dentro y fuera de la furgoneta, no es como que estoy sentada en mi
culo todo el día dejando que se haga más grande, pero no hay nada como unas
vacaciones tropicales cuando se ha estado trabajando durante el invierno el
banquillo de la tienda de grasa con un tarro de Ben & Jerry por día, para
realmente aumentar tu autoestima.
—Y bien, ¿qué estás haciendo aquí? —le pregunto al mismo tiempo que él
dice:
—¿Qué te trae a Waikiki?
—Estoy aquí con un amigo. —Me pongo el cabello detrás de la oreja y me
protejo los ojos para verlo mejor.
Dermot se agacha junto a mi tumbona.
—¿Y dónde está ella?
Río nerviosa y rezo para que él no haya visto las manchas rojas brillantes
que destellan en mis mejillas.
—Él está en la habitación.
Las cejas de Dermot se levantan, pero estudia mis facciones y dice
cortésmente:
—¿Es un amigo-amigo?
Aunque sé que no es asunto suyo, me encuentro respondiendo de todos
modos.
—Mi mejor amigo, en realidad.
—Una especie de destino romántico para los amigos, ¿no?
—En realidad estamos en su luna de miel.
Se ríe, y luego sus ojos se dilatan cuando se da cuenta de que no estoy
bromeando.
—Voy a necesitar que repitas eso.
—Lo sé, parece totalmente extraño, pero realmente no lo es. Su prometida lo
dejó en el altar, y está realmente triste ahora mismo…
—¿Así que pensaste en acompañarlo a su luna de miel y atormentarlo un
poco más?
—No lo estoy atormentando —protesto, pero él interrumpe.
—Confía en mí, si te ha visto en ese traje de baño, entonces definitivamente
los estás atormentado.
Ahora puede ser el sol golpeándonos, las tres bebidas que he tenido, o el
hecho de que el alcohol apenas tuvo tiempo de dejar mi corriente sanguínea antes
que comenzara a bombear de nuevo, pero eso realmente me hace desmayar un
poco. Sé que es una frase de un hombre casado, pero es un hombre, un hombre 23
muy guapo, y ha sido toda una vida desde que alguien me halagó así. Así que esta
perra se va a desmayar como una puta en la iglesia en la segunda venida de
Cristo, y nadie puede decir una mierda al respecto.
—No es nada de eso.
—Lo que digas, señorita Perry —dice, con la más leve sonrisa en los labios.
Pasa su mano por los hundidos y rígidos riscos de sus abdominales y mis ojos
siguen lentamente el movimiento—. Bueno, es bueno verte, pero debo lavarme y
prepararme para la cena.
Y yo voy a subir a tomar una ducha muy fría.
—Diviértete —le digo.
—Tomemos unos tragos mientras estamos aquí, ¿sí? Y trae a tu amigo-
amigo que de ninguna manera quiere follarte.
Jadeo ante la brusquedad de sus palabras. No me malinterpretes, maldigo
como un maldito marinero, pero es tan inesperado de Dermot, tan básico y
primitivo que mi cabeza se llena automáticamente de visiones de él
empujándome sobre mis manos y rodillas en su suite del hotel y tomándome
desde atrás. Jesús. Aprieto los muslos, juntándolos para aliviar el dolor entre mis
piernas.
—Le dejaré saber a mi esposa, y así finalmente puede conocer a la mujer que
crea ramos tan hermosos para ella cada semana.
—Claro, suena genial —contesto con una falsa sonrisa. No puedo pensar en
nada peor que conocer a su encantadora esposa cuando acabo de fantasear acerca
de su marido penetrándome. ¿Quién diablos hace eso?
Con un gesto de la cabeza, Dermot se va y suelto el aliento mientras lo veo
ir, hasta que desaparece en el vestíbulo de nuestro edificio.
Con algo de culpabilidad, miro hacia el balcón. Harley está allí mirándome,
y aunque no puedo estar cien por ciento segura de esto por los muchos pisos de
distancia, parece enojado. Le doy un nervioso saludo y él se voltea y regresa a la
habitación. Bueno. Claramente no se siente mejor después de una ducha y una
siesta. Quiero ir con él, pero sé que necesita tiempo, por lo que me coloco mis
gafas de sol de nuevo en su lugar y cierro los ojos.
Cuando he tenido demasiado sol y el ruido de los otros turistas me
atormenta, reúno mis cosas, me dirijo al bar y tomo un par de margaritas
congeladas para llevar, y me monto en el ascensor para subir. Las cortinas están
corridas, el aire acondicionado está llenando de aire fresco la habitación, y Harley
está tumbado en la cama completamente desnudo.
¡Santa mierda! No puedo ver nada más que su culo firme, su largo torso
musculoso y los rizos marrones que se extienden a su alrededor mientras yace
boca abajo encima de la almohada, pero es demasiado. Ni siquiera se ha
molestado en levantar la sábana, y mientras me quedo boquiabierta, me trago la
mitad de mi margarita de una sola vez.
Mi mirada se desliza a lo largo de su longitud y de nuevo hacia arriba, y salto 24
cuando me doy cuenta de que me está mirando. También pierdo un poco de mi
margarita congelada.
—¿Qué estás haciendo? —susurra.
—Eh... yo... —Decido que las palabras ya no son mis amigas, y ahogo
cualquier otra patética excusa que podría haber tenido, tragando el resto de mi
margarita y consumiendo la mitad de la suya. Pongo mi vaso vacío en el
mostrador encima de la barra de la nevera y le ofrezco la margarita medio
bebida—. Te traje alcohol —digo alegremente cuando he recuperado mi
compostura. Él se sienta para tomar la bebida de mi mano, y es la única cosa
sentada, porque su pene está despierto, duro y prácticamente me agita—. Oh. —
Cubro mis ojos. Sin embargo, puedo o no haber echado un vistazo a través de mis
dedos extendidos—. Estás, uh... —Señalo hacia su ingle con la otra mano—.
Estás... eh... estás...
—Jesús, Rose. Está bien; puedes decir que lo tengo duro. Debes saber mejor
que nadie que no muerde.
—¿Por qué estás desnudo?
—Estaba durmiendo. Sabes que no puedo dormir con ropa.
—Sí, pero estoy aquí.
—Y lo has visto antes. —Se encoge de hombros—. Se estaban acercando en el
avión hace unas horas, ¿realmente estás volviéndote loca por mi pene ahora?
—No estoy enloqueciendo.
—¿Estás segura? —Sonríe, y tengo que luchar contra el impulso de lanzar
algo en su cabeza—. Porque parece que te estás volviendo loca.
—No estoy enloqueciendo. Veo penes todo el tiempo.
—¿De verdad? —Se levanta, y encuentro un gran interés en mi teléfono
puesto en el mostrador, porque puedo ver en mi periferia que se está acercando—
. ¿Cuándo fue la última vez que tocaste uno?
—No hace mucho —espeto—. ¿Podrías ponerte algo de ropa, por favor?
—Jesús, estás tensa.
—No estoy tensa. —Nos estamos tocando ahora, su cuerpo se apoya en el
mío, mientras su caliente erección presiona la tela de mi pareo, y encuentro que
ni siquiera tenía que salir de la habitación para conseguir mojar mi traje de
baño—. ¿Sabes que puedes tocarlo si quieres? —susurra Harley—. ¿Como en los
viejos tiempos?
—No quiero tocarlo —digo. Oh, pero sí quiero. Quiero tocarlo tanto que mi
mano prácticamente se contrae—. Joder, ponte ropa, Harley.
—Sabes que siempre has sido linda cuando estás nerviosa. —Presiona un
beso en mi sien.
Lo golpeo.
—Cállate. 25
Harley agarra el pantalón corto que tenía antes de la pila de ropa en el suelo
y se lo pone.
—Vamos a necesitar más alcohol.
Sí, así es.
Rose
A los trece años
56
Rose
A los diecisiete años
64
Voy a matarlo. Sigo a ese bastardo manipulador al balneario con los brazos
cruzados. Nos saludó una dulce mujer hawaiana que confirma la reserva de
Harley y procede a ponernos flores antes de conducirnos hacia una habitación
privada mientras explica cómo tienen el mejor tratamiento de luna de miel en la
isla. Una vez más, no se molesta en corregir a la mujer cuando me llama su
esposa.
No es que no me guste, o que no quiera estar en el extremo receptor de un
masaje hawaiano de Luna de Miel con Harley a mi lado, es solo que no lo deseo
así. No quiero jugar a fingir. Quiero el vestido, el pastel, los ciento cincuenta y dos
invitados, y una habitación entera llena de flores. Quiero toda la maldita cosa, y
quiero eso con él. Demonios, lanzaría todos mis años de planificación por la
ventana solo para tener su anillo en mi dedo, pero no tengo nada de eso, solo la
patética inclinación para cumplir con todos los caprichos salvajes de mi mejor
amigo y la incapacidad de decirle no. Ah, y no olvidemos el enojo loco que he
tenido desde que tenía cinco años.
Cuando nos acercamos a una puerta al final del pasillo, Harley abre mi
mano, entrelazando sus dedos con los míos, y susurra:
—¿Estás lista?
—No. —Estoy muerta. Estoy atrapada dentro de la habitación de todos
modos con emocionados murmullos de bienvenida y felicitaciones de nuestros
masajistas. Miro a Harley, pero él solo me guiña el ojo y me besa el dorso de la
mano antes de que pueda quitarla. Bueno, al menos ya no se está revolcando.
Las mujeres se presentan como Margaretta y Kailani, y nos dicen que nos
retiremos nuestra ropa una vez que salgan de la habitación, pero Harley, siempre
el tarado, decide dejarla caer justo allí delante de todo el mundo, para la diversión
y el disgusto de las mujeres. Podría haber tenido el sentido de burlarme de él o de
sentirme avergonzada también, si no estuviera ocupada mirando su cosa por
segunda vez en una semana. Juro por Dios que es como intentar no mirar un
eclipse solar, sabes que está ahí, que esta maravillosa vista realmente no llega a
tanto, y por eso miras, aunque seas plenamente consciente de que puedes perder
un ojo. Eso es el pene de Harley, un eclipse solar, y a juzgar por la forma en que
crece bajo mi mirada, no estaría tan sorprendida si perdiera un ojo. Pero... pero...
es tan bonito.
—Rose.
—¿Eh?
—Estás mirando, amor.
—Oh. —Asiento y salgo de mi estupor, notando por primera vez que Harley
y yo estamos solos en la habitación. Frunzo el ceño mientras salgo de Nube Nueve
y tomo asiento en la sala de espera de la Realidad—. ¿A dónde se fueron todos?
—¿En serio? ¿Mi pene todavía tiene el poder de dejarte muda? —pregunta.
—Bueno, solo porque estás duro ahora —protesto, dando un paso detrás de
él hasta que mi trasero se encuentra con la mesa. 65
Él se acerca de nuevo hasta que no hay el menor indicio de espacio entre
nosotros sin que me toque.
—Estoy duro porque lo estás mirando.
Trago, mojo mis labios, e intento no estirar la mano y acariciar al bonito con
las yemas de mis dedos.
—Cállate, idiota. Ha pasado mucho tiempo.
—¿Cuánto tiempo? —pregunta, pero su tono pasó de broma a serio.
Hay un golpe en la puerta, evitando que responda a esa pregunta. Harley
toma una toalla de la mesa y la envuelve alrededor de su cintura, luego se inclina
hacia mí y acerca mi cuerpo a ras del suyo. Dejo escapar un chillido. No puedo
enfrentarme a la cara de la mujer mientras asoma la cabeza por la puerta y
pregunta si estamos listos para ella porque mi mejor amigo está de pie delante de
mí con una dura y furiosa erección, y yo estoy roja como remolacha y tratando
como el infierno de no rogarle que me doble y me penetre en la mesa de masaje
en el segundo que se vaya.
—No estás lista —dice Margaretta con cierta desaprobación.
Harley niega, volviendo su mirada a la mía cuando dice:
—Mi esposa es un poco tímida sobre su cuerpo.
Arrugo la frente.
—No lo estoy.
—¿Por qué? —dice la mujer—. Eres tan guapa y flaca.
—Es hermosa, ¿verdad? —le pregunta Harley a la mujer, pero me mira
mientras lo dice, y quita mi cabello rubio grueso y arenoso de mi hombro.
Estoy lejos de ser flaca, pero estoy bien con eso, y no es tanto un problema
con mi cuerpo ya que mi problema es desvestirme delante de Harley. Nunca he
estado nerviosa porque me vean en el pasado, pero esto es diferente. Ahora soy
mayor; la gravedad no es tan amable como era antes, y las cosas se han llenado
un poco desde mi adolescencia y principios de mis años veinte. No me
avergüenzo de mi cuerpo; no estoy segura de que quiero los ojos de Harley
vagando por mí mientras me desnudo. Es terreno peligroso, y podría haber
estado coqueteando con el peligro durante todo este viaje, pero lo veo por lo que
es. Necesita sentir algo más que estar solo. Lo deseo, pero quiero más de él que
un rapidito de vacaciones.
—Ahora, date prisa, apúrate, desnúdate —replica Margaretta y cierra de
nuevo la puerta.
Estoy de pie entre el abrazo de Harley, su cuerpo desnudo presionado
fuertemente contra el mío y sus labios apretados contra mi sien. Me permito
inclinarme en él por apenas una fracción de segundo. Por un momento, es como
si estuviéramos detenidos en el tiempo y nada hubiera cambiado. Su otro brazo se
envuelve fuertemente alrededor de mis hombros, y me aprieta tan fuerte que no
puedo respirar, y luego se aleja, dándome la espalda mientras sube a la mesa y 66
descansa la cabeza en sus manos. Me doy la vuelta para quitarme la ropa. La
doblo y la pongo en la silla. Y luego envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo. No
puedo mirarlo mientras subo a mi propia cama de masaje. Porque todo es
demasiado crudo, demasiado familiar, y demasiado como la última vez que nos
paramos cadera a cadera en su dormitorio de infancia en SF, abrazándonos uno a
otro.
Otro suave golpe suena en la puerta y Kailani y Margaretta entran. Explican
los tratamientos que estaremos recibiendo: masajes hawaianos Lomi Lomi,
exfoliaciones corporales y tratamiento de cera con parafina para aliviar el dolor y
ayudar con el ablandamiento de la piel. Todo suena como el cielo, pero aprendo
rápidamente que el cielo no es como se anunció en el folleto porque me siento
como si estuviera siendo golpeada por una pulpa sangrienta. Margaretta se
arrastra, y después de treinta minutos de fregar mi cuerpo con lo que se siente
como papel de lija, ablandando mis músculos con sus codos y rodillas, pone cera
caliente en mi espalda, rodándome una película de plástico como un burrito y
dejándome cocinar, creo que me desmayaré de dolor.
Me despierto con toques ligeros como plumas en mi hombro y parpadeo con
confusión. Harley está a mi lado envuelto solo en una toalla, su cuerpo reluciente
de aceite, las yemas de sus dedos trazan círculos por mi pulida piel.
—Hola —dice—. Has estado fuera veinte minutos.
Gimo e intento levantarme en mis codos, pero mi cuerpo me duele por todas
partes.
—¿Lo hice?
Él continúa sus cuidados, deslizando sus dedos por mi hombro y por mi
espina hasta el final de mi espalda. Apartando la toalla, toma un puñado de mi
trasero y lo aprieta. Escalofríos siguen su estela. Estoy paralizada por su toque,
desesperada por más, y aterrorizada, todo a la vez. Una emoción me atraviesa,
pero la empujo hacia abajo. No, no, no. No está permitido que esto suceda ahora.
No siete días después que su novia lo dejó en el altar. No cuando la angustia está
todavía fresca, y veo la desesperación cada mañana que ruedo y encuentro su
mirada. No seré su chica de rebote.
—Harley —susurro, mientras baja su cabeza y presiona un beso en el suave
pliegue donde mi trasero se encuentra con mi muslo. Su lengua sale y se arrastra
a través de mi pulida carne, y gimo y echo mi cabeza hacia atrás.
No dejaré que me haga esto otra vez. No voy a... oh Dios, eso se siente bien.
Trago con dificultad, y todo mi cuerpo se endurece con anticipación
mientras su lengua roza la suave carne de mis labios exteriores. Y entonces todo
se para cuando la imagen se detiene en ese altar, de él esperando a una mujer que
no soy yo se estrella en mi mente. Sus ojos se habían encontrado con los míos a
través de la abarrotada iglesia cuando la cabeza de la dama de honor de Alecia, le 67
había susurrado a la oreja que su novia ya no llegaría. Él había respirado
profundo, se volvió a los invitados reunidos y dijo, con tanta indiferencia como
alguien podría decirles que tendrían ensalada para el almuerzo:
—Siento haberlos traído a todos aquí hoy, pero parece que mi novia no está
en ninguna parte.
La habitación se había llenado de jadeos aturdidos y murmullos, y con una
mirada más en mi dirección, Harley había caminado por el pasillo y se había ido.
Lo había encontrado en la suite del hotel treinta minutos después con el champán
que había confiscado del salón de baile del hotel.
Ahora, las manos hábiles que conocían cada centímetro de mi cuerpo
agarraban mis caderas y me acercaban, pero yo me esforzaba por permanecer
fuera de su alcance y deslizarme fuera de la mesa. Por supuesto, no tengo en
cuenta el hecho de que estoy cubierta de pies a cabeza con aceite y
completamente desnuda, así que voy al suelo de parqué.
—¡Oh, mierda!
Harley me mira por encima de la mesa, y quiero tanto ir a él y hacerle
terminar lo que empezó con esas manos, labios y lengua. También quiero
derretirme justo en el suelo.
—Rose, ¿qué demonios estás haciendo?
—No. —Levanto mi mano para alejarlo—. No te acerques más.
—¿Qué?
—Fuiste abandonado en el altar hace seis días. Ahora sé que era una perra,
pero te estabas preparando para casarte con esa mujer. Le diste tu palabra y tu
anillo, y ella huyó con otra persona, y ahora estás aquí conmigo, preparándote
para arrancar mi corazón de nuevo.
—Rose…
—Cállate y escucha. No puedo hacer esto contigo de nuevo después de todo,
después de todos los años que hemos trabajado para volver a ser nosotros. No
puedo dejar que destruyas eso porque decidiste que quieres lástima.
La mirada de Harley gira de fundida a hielo en segundos.
—¿Pero puedes besar a tu cliente? ¿No es irónico que hagas los arreglos para
enviarlos a su esposa cada semana, y sin embargo no tengas ningún problema
para humillarlo en la piscina?
—¿Nos viste?
—Sí, los vi. Lo vi tratando de meter su lengua en tu garganta, así que ¿cómo
es esto diferente?
—¿Estás bromeando? —Levanto las manos en exasperación—. Él es mi
cliente, uno casado, por cierto. Sí, estuvo mal de nosotros beber demasiado en la
cena y coquetear como si ambos estuviéramos libres para hacerlo, pero eso es lo
más lejos posible que fuimos. Los dos paramos esa mierda antes que empezara, y
eso es en gran parte diferente que tú y yo... 68
—¿Por qué?
—Porque me rompiste el puto corazón, Harley. De nuevo. Le propusiste
matrimonio a otra mujer y me destruyó. —Respiro profundo y cubro mi boca,
pero las palabras están fuera, y puedo decir por la mirada embrujada en sus ojos
que el daño está hecho.
—Yo no... no sabía...
—¿No lo sabías? ¿Es eso? —Limpio mis lágrimas y hago un sonido ahogado
con mi garganta—. Dios, sé que no eres tan estúpido.
—Pensé que lo habías superado.
—¿Superado? —Me río, pero no hay humor en el sonido—. Ojalá pudiera
hacerte a un lado tan fácilmente como pareces ser capaz de despedirme, pero no
puedo, porque te he estado amando tanto tiempo que no sé cómo parar. —
Envuelvo la toalla alrededor de mi cuerpo y agarro mi ropa del sillón. Harley
extiende una mano para detenerme—. Por favor, no me toques.
—Rose, no te voy a dejar ir así. Lo jodí.
—Sí, lo hiciste —susurro, abriendo la puerta. En el otro lado, Margaretta
está parada con la mano levantada para golpear, pero se agarra el pecho como si
le hubiera dado un ataque al corazón—. ¿Hay algún lugar donde pueda
cambiarme?
Señala en dirección a las habitaciones en el pasillo. Me acerco y empujo la
puerta, ignorando las súplicas de Harley.
Estoy por lo menos veinte minutos en el baño. Lloro por un buen rato,
salpico mi rostro con agua, me aclaro y lo repito. No sé cómo lo enfrentaré ahora.
No sé cómo deshacer las cosas que dije. No puedo. En vez de eso, decido ir al bar
junto a la piscina, porque volver a nuestra habitación significa tener que hablar
con él, y estoy demasiado enfadada con los dos para mantener una conversación y
comportarnos como adultos en este momento.
Dermot se marchó esta mañana, así que sé que no hay posibilidad de
encontrarlo de nuevo. Aquí abajo estoy tan sola como he estado en SF, solo que
esta vez tengo una vista del paraíso para compensar y un barman charlatán
llamado Mick, un guapo hombre negro con brillantes dientes blancos y sonrisa
contagiosa.
Mick será mi nuevo mejor amigo, decido, cuando tenga tres hojas al viento
y el sol hawaiano se haya puesto. La tibia brisa se desliza del océano, y después de
lo que creo que es mi quinto cóctel y un puñado de cacahuates, finalmente
empiezo a relajarme. Hasta que algún tarado se sienta a mi lado. Cierro los ojos y
respiro su olor. Es una especie de bella tortura estar tan cerca. Siempre lo ha
sido.
—¿Qué puedo conseguirte? —pregunta Mick, y Harley abre la boca, pero yo
hablo.
—Él no está aquí por bebidas. —Hago girar mi paraguas en mi vaso casi 69
vacío—. Está aquí para decirme que es hora de irme.
—Has estado cuidando a mi chica todo el tiempo… —Harley hace una pausa,
leyendo la etiqueta del nombre pegado a la camisa de mi nuevo amigo—. ¿Mick?
—No soy tu chica. —Deslizo el antebrazo a través de la pegajosa barra y bajo
mi cabeza.
—Como el infierno que no lo eres —dice, en voz baja—. Te guste o no,
siempre has sido mi chica, Rose.
—¿Rose? —dice Mick, mirándome con recelo—. Me dijiste que tu nombre
era Alecia.
—Ups. —Estoy muerta.
Harley frunce el ceño.
—¿Cuántos bebiste?
—Seis.
—Jesús. —Saca su cartera y lanza algo de dinero a la barra de propina.
Cargué todas mis bebidas a la habitación, para no deber ni una sola cosa, excepto
un bikini y un vestido de verano—. Vamos. Te llevaré de vuelta a la suite.
—No, no lo harás. Mick, otra copa, buen señor.
—Lo siento, dulce chica, pero tengo que cortarte.
—Oh, vamos. —Miro mis manos con exasperación—. ¿Por qué? ¿Porque mi
falso marido lo dice? Pensé que tú y yo éramos amigos, Mick.
—Él no es tu amigo, es un camarero que está siendo amable contigo porque
las grandes propinas lo mantienen alimentado durante la semana —dice Harley
fríamente—. O lo harían si las hubieras pagado.
—¿Acabas de decir senos? —murmuro, y tal vez mis dos amigos tengan
razón, tal vez tuve demasiado.
—Voy a llevarte a la habitación. —Harley se levanta de su asiento y se acerca
a mis brazos, pero me aparto de su agarre.
—No. Saldré con Rick. Me va a enseñar a surfear.
—Mick. —Harley enfatiza el nombre de mi mejor amigo, como si estuviera
tratando de probar algo. Dios, es un idiota, mudo y guapo—. No te enseñará a
hacer nada porque regresarás a la habitación conmigo, y hablaremos de esta
mierda.
Lo miro con los ojos entrecerrados.
—Eres un marido muy falso, ¿sabes?
—Lo sé, y todavía me estás fastidiando como si hubieras tenido mi anillo en
tu dedo durante años.
Suspiro en sorpresa. Oh no, no lo hizo. Antes de que pueda sacarme de
quicio, Harley me saca del taburete y me lanza por encima de su hombro como un
bombero.
—Bájame —grito, tendiéndole la mano al camarero con la esperanza de que
70
venga a mi rescate—. Dick, sálvame.
El hombre solo me hace señas y me da esa sonrisa ridículamente dulce
mientras Harley me lleva lejos, colgada en su hombro. Gruñe cuando mis puños
golpean su espalda, pero nos da vuelta y se dirige hacia la salida. Me presiono
contra su cuerpo todo el camino hasta el ascensor, y luego, cuando estamos solos
dentro de una caja de metal gigante y móvil, mi estómago se tuerce y murmuro:
—Bájame. Enfermaré.
—Buen intento, amor.
—Harley, estoy... —Mi estómago se agita mientras vomito en su espalda y en
el suelo. Se pone rígido y luego suavemente me pone en mis pies mientras el
ascensor suena y las puertas se abren.
—¿Te sientes mejor ahora? —pregunta sarcásticamente, y lo miro. Harley
toma mi mano y me lleva fuera del ascensor, pero camina divertido a causa de mi
vómito que cubre su camisa y jeans.
Estoy mortificada, pero no me disculpo porque realmente se trajo esto sobre
sí mismo. Si me hubiera dejado en el bar con mi nuevo amigo...
—¿Cómo se llamaba? —le digo, mientras se detiene frente a nuestra puerta y
desliza la tarjeta de plástico en nuestra cerradura.
Harley me ignora a favor de meterme en el apartamento. Hago una línea a la
cama, pero no llego muy lejos antes de que me lleve al baño y me incline sobre el
tocador, poniéndome encima de mi estómago tiro todo ese alcohol perfectamente
bueno. Toma la banda de su propio cabello y la mía de nuevo, y luego, cuando me
inclino contra los frescos azulejos de la bañera, abre la ducha y entra,
completamente vestido. Después de quitarse la ropa empapada, se inclina,
envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me acerca.
—Quítate de encima de mí —me quejo.
Harley intenta quitarme el vestido, pero lo golpeo. Estoy demasiado cansada
para mantenerlo lejos, sin embargo, y él se mantiene en ello hasta que mis
defensas se reducen a nada y eventualmente levanto los brazos. No intenta
librarme de mi bikini, apenas tirándome de nuevo contra su cuerpo y estamos
envueltos por el agua caliente. Segundos pasan mientras me sostiene en sus
brazos.
—No lo hice para lastimarte.
—Y sin embargo lo hiciste de todos modos —murmuro.
—Rose, odio sentirme así —dice contra mi oreja—. Odio saber que no
importa lo que haga, voy a romper tu corazón.
—No sería la primera vez, y no será la última. —No hay enojo en mis
palabras, no hay amargura ahora, solo verdad, y para mi sorpresa asiente como si
estuviera de acuerdo con eso—. Eso es lo que hace el amor: te rompe hasta que no
queda nada. No somos diferentes.
—No lo creo.
—Por supuesto que no —susurro—. Porque nunca tuviste a alguien a quien
71
amas rompiendo tu corazón.
—Eso no es cierto. Te alejaste de mí una vez, ¿recuerdas?
—Y te enamoraste de alguien más —le digo y luego cito a J.M. Barrie, porque
creo que si hablo un idioma que conoce, entonces finalmente entenderá—. La
ausencia hace que el corazón sea más afectuoso... u olvidadizo.
—Eso no significa que dejara de amarte.
—Eso es exactamente lo que significa. —Doy un paso hacia atrás y salgo de
la bañera mientras Harley me mira, luego me despojo de mi traje de baño
húmedo, agarro una toalla de la barandilla y la envuelvo alrededor de mi cuerpo.
Salgo de la habitación, evitando su mirada todo el tiempo. Ni siquiera termino de
secarme completamente antes de trepar debajo de las sábanas. Debería revisar mi
maleta y encontrar ropa para dormir. Debo empacar, pero no me importa nada.
Echo de menos mi ciudad con las puestas de sol de la niebla y el fuego, el
olor de las albóndigas y de los bollos del cerdo que flotan del The Golden Dragon.
Extraño las flores recién cortadas, y la panadería al otro lado de la calle cuyo chef
me trae el “cupcake del día” justo antes de cerrar. Echo de menos lo sencillos que
éramos cuando se estaba casando con otra persona.
Ignoro el hecho de que Harley está durmiendo a unos cuantos centímetros
de mi cuerpo desnudo, y me quedo dormida sin derramar otra lágrima. Todo lo
que le dije era cierto: algunas personas solo pretenden romper tu corazón, como
si fuera su única misión aquí en la tierra enseñarte a no enamorarte de la persona
equivocada.
Algunas personas romperán tu corazón una y otra vez, porque algunos de
nosotros nunca aprendemos.
72
Rose
A los dieciocho años
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Rose
A los dieciocho años
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Rose
A los dieciocho años
105
Rose
a mañana siguiente es una tortura. El equipo de maquillaje llega a las
tres de la mañana para arreglar todo, no cuatro como Gray Suit, cuyo
nombre es Aras, como me di cuenta en mi correo cuando finalmente lo
revisé después de que Harley se fuera, había dicho, y apenas y estoy fuera de la
ducha cuando los escucho golpear la puerta. No he terminado el papeleo, pero lo
he firmado de todos modos, y se lo pasé a un sonrojado Aras antes de sentarse en
el sillón para hacer unas llamadas necesarias. Luego va de mal a peor. Soy
arrojada a peinado, maquillaje, y pellizcada, pinchada y forzada a entrar en
algunas prendas que nunca usaría para trabajar ni en un millón de años. Cuando
Dale Tutela y el resto del equipo llega, logro decir dos palabras antes que me
silencie con una mirada mientras hace con sus dedos una señal para que me calle.
¿Qué es lo que dicen de conocer a tus ídolos? Ah sí, que no deberías, porque
nunca cumplirán tus expectativas. Dale Tutela no es la excepción a esta regla. De
hecho, es un idiota de primera. Y estoy destrozada.
También estoy tratando de olvidar algo que pasó con otro idiota hace tan
solo unas horas, pero estoy fallando miserablemente. No lo entiendo. Harley
había sido el que inició todo. Él había sido quien lo inició, y había sido quien lo 106
terminó a media noche cuando salió de mi casa como si no pudiera esperar a
deshacerse de mí. Nunca debí dejarlo llevar las cosas tan lejos, pero lo quise. Lo
quería a él. Dios, como lo quiero.
Incluso ahora, mientras estoy siendo golpeada con recuerdos de nuestro
sudor y dulce enredo, sentirlo dentro de mí, golpeando hasta al fondo y
mareándome con esa deliciosa manera en que agarraba mis caderas y entrando
como si supiera que no me romperé dentro de él… lo quiero. Siempre ha sido así,
desde nuestro primer encuentro. Me toma como un hombre salvaje, y él ha sido el
hombre con quien mido a los demás. Cada caricia, cada beso, cada empuje, con
cualquier otro hombre que he dejado entrar en mí, ha sido comparado con la
manera en la que Harley me hacía el amor.
Esa rata bastarda. Como si mis recuerdos no fueran tortura suficiente, él
tiene que ir y darme un recordatorio del placer que ha puesto a los demás en
vergüenza.
Unos dedos velludos truenan bajo mi barbilla, y vuelvo a la realidad.
—Corte —grita Dale, y miro de él al director, incapaz de creer que había
estado pensando en Harley cuando debía de estar concentrada en el aquí y ahora.
—Muy bien, tómense cinco —dice el director, mientras se pone de pie y
camina hacia nosotros.
—Lo lamento tanto —les digo a ambos, y luego le doy al de la cámara, que
está dejando el equipo, una sonrisa forzada. Graham, a quien conocí anoche,
asiente con la barbilla, y ambos salen a fumar otro cigarrillo.
—Cariño, puede que seas un genio con los arreglos florales, pero algo está
sucediendo detrás de esos ojos, ¿verdad? —dice Dale, tronando su cuello de
izquierda a derecha como si pudiera sacarse los nudos—. Necesito una bebida, un
bronceado y un hombre. Y alguien podría por favor hacer algo con este desastre
de mujer. —Mueve su mano en mi dirección y se gira a la novia, a quien le haré el
arreglo de flores. Él tiene razón; soy un desastre. Realmente no necesita un
bronceado, porque ya parece un Oompa Loompa.
Dios, él es un idiota.
—Está bien, Rose, esto es lo que vamos a hacer. Vamos a hacer que Dale
diga sus líneas una vez más, y luego vamos a grabar las tuyas por separado. En
edición lo arreglarán todo y voila, será como si ambos realmente tuvieran una
conversación. Así que traeré a los chicos de regreso, y avanzaremos desde aquí.
Rachel —dice el director, apretando el brazo de la novia—. Lo estás haciendo
genial.
—Gracias. —Sonríe tímidamente, mientras me mira. Su sonrisa se esfuma
como un apagón—. No vas a arruinar mi boda, ¿verdad?
—Yo… no, por supuesto que no —le aseguro, un poco sorprendida por su
brutalidad—. Hago esto todo el tiempo. Es mi trabajo. Solo no soy material de
televisión.
—No, no supuse que lo fueras con esa estructura ósea. —Sonríe como si no
acabara de insultarme. Mi rostro no hace movimiento alguno; e Izzy, quien estaba 107
tan emocionada cuando le envié un mensaje a las seis de la mañana para decirle
que no se molestara en venir hoy llegó diez minutos después e hizo café para
todos; me sonríe y levanta los pulgares, luego volvemos a grabar.
Hago un mejor trabajo cuando Dale no está cerca, y gracias a Dios, porque
podría estar en riesgo de perder mi trabajo, y realmente necesito este trabajo.
Diseñar un evento que aparecerá en My Wedding Affair podría poner mi
pequeña floristería en el mapa, así que realmente no tengo opción más que
controlarme, y hacer el más exquisito arreglo que cualquier bronceado naranja,
egocéntrico, narcisista, planeador de bodas de televisión ha visto.
114
Rose
A los dieciocho años
Estoy recostada desnuda en la cama de Harley, salvo por los brazos que me
rodean y su pierna que está posesivamente sobre mi muslo. Dormimos durante
unas horas. Se siente bien, siento como si estuviera en casa y no quiero irme
nunca, pero algo dentro de mí me dice que son solo las endorfinas y mi vagina
hablando.
—Sabes, nunca lavaré estas sábanas. —Coloca su rostro entre mi cuello.
—Asco.
—Es en serio —dice, deslizando la palma de su mano sobre mi pezón
expuesto. Inclina la cabeza y muerde mi sensible piel. Me quejo, pero lo besa y
todo queda perdonado—. No hasta la próxima vez que vengas a verme.
—En realidad, eso es asqueroso.
Se encoje de hombros.
—Di lo que quieras, pero de esa manera podré olerte cada vez que me tumbe
en la cama. No quiero que te vayas.
—Suficiente charla sobre mi partida. Acabo de llegar, y me prometiste todos
los sabores de Baton Rouge, así que vístete. Me llevarás a cenar. —Salgo de la
cama y comienzo a buscar mi ropa en la muy pobre iluminación de la habitación.
—Preferiría quedarme aquí y comerte.
Me río.
—Bueno, no estoy segura de que vagina sea uno de los cuatro principales
grupos alimenticios, así que muévete.
—Amo cuando hablas sucio —dice, tomando su polla, que está ya gruesa y
lista para la acción de nuevo.
Tomo una almohada y se la lanzo.
—Levántate.
—Ya estoy levantado —dice, acariciando su hermosa polla. Largos dedos
deslizándose por su longitud mientras miro atentamente. Pero también dejo
escapar un bufido, porque sé que no comeré algo que no sea ese pene en un 120
futuro cercano.
Harley me arrastra de nuevo hacia la cama, donde nos quedamos hasta
pasada la media noche, cuando corremos por la casa medio desnudos; yo con su
jersey de fútbol sin bragas, y él con un pantalón corto, sin zapatos o camisa.
Aceleramos hacia el auto servicio de Five Guys en el campus y somos recibidos
por la extraña mirada del cajero. Dice algo sobre el partido del domingo mientras
nos pasa nuestra comida, pero todo es eclipsado por la sangre rugiendo en mis
oídos y el aleteo de mariposas que se forma en mi estómago cuando Harley coloca
sus labios en la parte trasera de mi mano, permitiendo que el más mínimo roce
de su lengua toque mi piel.
Como tres papas fritas antes que Harley frene en el estacionamiento oscuro
de un edificio. La noche a nuestro alrededor nos oculta de la luz a unos metros de
distancia, pero no la necesito para ver, porque conozco cada rincón y ángulo de su
rostro y cuerpo desde que tengo cinco años. Volví a memorizarlo cuando cambió
en la pubertad, y una vez más después de eso, cuando se convirtió en el
musculoso y hermoso hombre que es ahora.
Se desabrocha el cinturón y se mueve por la cabina, tomando la bolsa de
comida de mis manos y lanzándola por encima de su hombro.
—Oye —protesto—. Tengo hambre.
—Yo también. —Besa la sensible piel de mi cuello y desliza sus labios sobre
mí, devorándome con cada beso.
No puedo evitar ir al baño por más tiempo, así que me levanto y estiro junto
a la cama. Mis ojos buscan la ropa por el suelo cuando la puerta se abre y el chico
alto y nerd que conocí por un segundo anoche se queda de pie en el marco de la
puerta, con su boca completamente abierta, sus ojos observando mi cuerpo.
—¡Dios mío! —grito y tomo la sábana, cubriendo mi cuerpo del pecho a los
tobillos. Maldigo el hecho de que sea blanca y que con el sol de la mañana
pasando por la ventana, probablemente pueda ver todo de cualquier modo.
—¡Mierda! Lo siento —dice, girando y dándome la espalda.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Mi tono es seco y acusador, y creo que lo
asusté un poco porque se encoje.
—Emm… solo quería agarrar algunas prendas. —Cubriendo sus ojos con la
mano se da la vuela y echa un vistazo. Todavía estoy protegida con la sábana.
Algo malo si no fuera así. Deja caer su mano. Sus ojos pasando de mi apenas
cubierto cuerpo a mis bragas arruinadas en el suelo, y junta los labios. Luego
fuerza su mirada a mi rostro—. Para no llegar tarde.
—¿Qué?
Señala hacia el armario al otro lado de la habitación.
—Mi ropa. Necesito vestirme.
Inhalo sorprendida.
—Espera, ¿este también es tu cuarto?
—Sí —dice nerviosamente—. Yo… em… Harley me pidió que tomara el sillón
mientras estuvieras aquí.
—Dios mío, lo siento mucho. No lo sabía.
Se encoje de hombros, y el gesto parece extraño mientras está de pie ahí con
sus manos fuertemente en sus costados y sus mejillas de un rojo brillante.
—Está bien. Aunque sería mejor que no le dijeras a Harley que entré 122
mientras estabas desnuda. Él… posiblemente me golpee la cabeza.
Me río nerviosamente.
—No te preocupes. Tu secreto está a salvo conmigo.
—Gracias, así que… solo tomaré unas cosas.
—Está bien. Lamento mucho que te sacáramos de tu habitación.
—Está bien. Sucede todo el tiempo.
Mi sonrisa se desvanece y mi corazón se detiene un segundo.
—Espera, ¿qué?
—En la casa, quiero decir, no en esta habitación, pero en las otras. Siempre
hay alguien a quien echan y duerme en el sofá.
—Claro, por supuesto.
—Harley no es así.
—Lo sé —digo, aunque no muy segura.
—Quiero decir, la mayoría de los chicos lo haría. Al QB1 se le ofrecen más
coños de los que podría manejar, pero él no… él no es… bueno, no les presta
atención. No está interesado en las otras chicas. Se masturba con tu foto
demasiado, pero…
Me río, y se cubre el rostro con la mano.
—Está bien, yo solo… —Comienza a dirigirse hacia su armario, tomando un
montón de ropa sin siquiera mirar qué está haciendo. Luego se mueve hacia el
escritorio y coloca bolígrafos, libros y una laptop dentro de la mochila—. Nos
vemos.
—Adiós —digo. La puerta se cierra suavemente detrás de él. Dejo escapar
una gran bocanada de aire y vuelvo a caer a la cama.
La distancia entre Harley y yo me está haciendo perder la cabeza. Conozco a
este hombre, sé que nunca rompería mi corazón de esta manera, así que, ¿por
qué siempre estoy esperando que el otro zapato caiga?
123
Rose
iempre he llorado en las bodas; es lo que hago. Es más que por la idea
de que dos personas se unan para decir sus votos. Es más que por el
vestido, el pastel, las flores, o la forma en que un novio mira
conteniendo el aliento y una lágrima en su ojo mientras su hermosa novia camina
hacia él. Es mucho más que eso. En el transcurso de varios meses, y en algunos
casos, años, desarrollo una relación con la novia, y se vuelve más que solo ayudar
a que su gran día sea tan hermoso como se lo imaginó cuando era una niña. Es
más que un simple trabajo: se trata de crear un recuerdo y un fragmento en el
tiempo que recordarán mucho después que los pétalos hayan caído del ramo y se
hayan convertido en polvo, cuando su novio la esté volviendo loca por no sacar la
basura cada semana.
Las bodas de TV son en gran parte diferentes de una ceremonia regular. Hay
horas agotadoras, numerosas tomas, y lo que parece ser camarógrafos y equipo
por todas partes, pero todavía hay algo mágico en esta boda que se extiende más
allá del encanto de la televisión, y está aquí en el país de las maravillas que hemos
creado. Hicimos esto. Dale Tutela podría ser un Oompa Loompa de 124
temperamento violento, con una necesidad imperiosa de un Xanax, pero me
había regalado un gran presupuesto y tiempo al aire en televisión. Aunque
supongo que Harley había sido el que había hecho todo esto posible.
La boda se llevaba a cabo en Legión de Honor, la mejor galería de arte de
San Francisco. Había decorado varias bodas aquí en el pasado, y cada una fue
clásica y hermosa. No sabía cómo habían reservado el lugar tan rápido, porque
normalmente se reservaban con meses de antelación, pero esa es la magia de
Hollywood para ti.
Mantuve la ceremonia en la Corte de Honor elegante, reservada y toda
blanca para que coincida con los enormes pilares de piedra que nos rodean. Las
pomas de rosa colgaban de cada asiento en el pasillo, y el altar estaba adornado
con pedestales de piedra de columna que desbordaban con orquídeas blancas
como la nieve, rosas y anémonas, pero era dentro de la galería de Rodin donde los
arreglos eran realmente espectaculares, y ésta era la causa actual de las lágrimas
que amenazaban con derramarse de mis ojos. Toda la habitación estaba llena de
glicinas lila pálido, rosa glacial y blanco. Los invitados cenaban bajo grandes
arcos de ellas, floreros enormes se alineaban en la mesa como centros de mesa, y
las estatuas de bronce de Rodin se yuxtaponían a la suave sensación femenina de
la habitación. La novia había querido rosas por todas partes, y yo le había dado
eso en su ceremonia, pero no eran la flor para ella.
No me gustaba mucho esta mujer, y sabía que yo no le gustaba desde la
primera vez que nos conocimos hasta la cena de ensayo del reparto y equipo de la
noche anterior, pero eso no importaba. Porque había visto su rostro cuando vio
sus decoraciones ceremoniales y se había encontrado con su novio en el altar, y
había visto la forma en que sus ojos se empañaban y su boca se abrió cuando
entró en esta habitación. Había sido transportada de vuelta a su infancia cuando
había soñado con un día así. Lo sé, porque eso es lo que hacen todas mis novias.
Se iluminan cuando se cumplen sus sueños. Es lo que espero hacer un día,
iluminarme como un maldito árbol de Navidad cuando camine por el pasillo
rodeada de exuberantes peonías y orquídeas, linternas de papel y una puesta de
sol de abril, mi mejor amigo esperando en el altar en un esmoquin, una suave
sonrisa en su rostro y un destello de lágrimas en sus ojos mientras me observa
dar esos últimos pasos hacia él.
Pero es un poco difícil casarse con tu mejor amigo cuando claramente no te
ama, o ni siquiera devuelve tus llamadas, de hecho. Una semana. Eso es la
cantidad de tiempo que le he dado. Una semana. Debo haber marcado ese
número mil veces. Caminé a su apartamento; toqué la puerta. Grité en su
ventana, y nada.
Sé que es patético. Sé que soy patética, pero todo este tiempo no me había
rendido a él, y eso está mal. Necesito dejarlo ir, porque él ya me ha soltado y he
sido demasiado estúpida para verlo. Tengo que dejar a un lado las cosas infantiles
y renunciar a la idea de que él me ama. Y así, con un corazón afligido y una
conciencia culpable, esta mañana temprano había enviado una tarjeta con el
arreglo de Dermot con solo una palabra: Cena.
Aún no ha llamado, y tal vez eso es lo mejor, pero tenía que hacer algo. 125
Dale se levanta a mi lado. Coloco una sonrisa, pero de repente el peso de la
última semana descansa pesadamente en mis hombros, y esta vacila. Él se aclara
la garganta.
—Es una celebración. Se supone que te estás divirtiendo.
—Lo hago —digo, sorbiendo mi bebida. Todo lo que realmente quiero hacer
es beberla de un solo trago, pero no lo hago, porque nunca se sabe quién está
viendo, especialmente con un equipo de filmación involucrado.
Gesticula con su bebida, regando un poco en el suelo. Aparentemente los
Oompa Loompa no pueden manejar su licor.
—Sabía que lo harías.
Arqueo la ceja, pero imagino que es mejor no decir nada porque a pesar de
que ha sido un completo imbécil durante el rodaje, todavía me ofrece una ayuda
que nunca podría pagar.
—¡Oh! Y vi la serie de fotografías que Aras tomó de ti y el sexy leñador. —Sus
ojos se abren como si el pensamiento se le acabara de ocurrir—. Lo vamos a
incluir en el programa.
Mi sangre se convierte en hielo.
—Me llamas cuando quieras planear tu propia boda. —Dale vuelve a
gesticular salvajemente, puntuando sus palabras con el vaso de Martini como si
fueran titulares de noticias—. Haremos un seguimiento exclusivo: la diseñadora
floral más sexy de San Francisco se casa con el amor de la infancia.
—Suena genial —digo, buscando una excusa para alejarme lo más posible de
esa idea—. Disculpe. Necesito otro.
Con la filmación terminada, o mi parte por lo menos, me despido de la novia
y el novio. Ella realmente me abraza, lo cual es una gran sorpresa, pero la abrazo
de vuelta y los felicito nuevamente, diciéndole a su nuevo marido que llame a la
tienda el lunes y arreglen su primer arreglo floral de aniversario por adelantado.
Solo estoy bromeando a medias. Sin embargo, él promete que lo hará.
Salgo del museo para llamar a un Uber, pero es una noche agradable, así
que me paro en los escalones enfrente del edificio por un tiempo y miro hacia el
cielo. Algunas estrellas se asoman a través de la cortina de niebla. No es nada
parecido al cielo de Carmel, donde si caminas un trecho por la playa, lo
suficientemente lejos de las casas, una manta de estrellas resplandece de vuelta.
Normalmente me quedaría en un evento hasta el final, pero después de
hablar con Aras me aseguraron que el equipo tenía esa parte controlada. Además,
he decidido que me he ganado el derecho a regresar a casa, sacarme los tacones, y
servirme un buen trago.
Mi teléfono suena, y por un momento me atrevo a soñar que es Harley, pero
no reconozco el número cuando miro la pantalla. Respondo, asumiendo que es
Dale o Aras o algún otro miembro del equipo insistiendo en que vuelva.
—¿Hola? 126
—Rose. —Es Dermot. Mi corazón late entrecortadamente, e inspiro
profundamente.
—Hola. —Oh mierda. Oh mierda. Oh mierda. No sé si estoy preparada para
esta conversación.
—Estabas esperando a alguien más. —No es una pregunta.
—No, me has tomado con la guardia baja, es todo —digo, tirando del cuello
alto de mi vestido. ¿El medidor de temperatura subió bruscamente hasta los
veintiún grados?—. No pensé que llamarías tan pronto.
—No me gusta perder el tiempo —dice. Ya sé eso acerca de él. Supongo que
es por eso por lo que le envié esa tarjeta en primer lugar. Solo ahora que él en
realidad me está llamando, tengo dudas sobre el estado de mi salud mental y la
capacidad de tomar decisiones—. ¿Dónde estás?
—Saliendo de la Legión de Honor.
—¿Sola?
—Sí, hoy filmamos la boda para la...
—Novia desesperada que no tiene idea de cómo planear su propia boda, lo
recuerdo —dice, y algo en su voz me dice que está sonriendo.
Me río y niego, aunque sé que no puede ver el gesto.
—Vaya, realmente prestas atención, ¿eh?
—Solo cuando me despierta el interés.
—¿Entonces eres un fanático de los reality de televisión?
Él se ríe entre dientes. Es un sonido oscuro que envía un escalofrío por mi
espina dorsal.
—Tú me despiertas el interés, Rose. No estoy seguro de cómo puedo dejar
más claro eso.
—Oh... yo...
—Ahora, acerca de la cena —dice—. ¿Ya has comido?
No lo he hecho. No en realidad. Había tomado un par de canapés de los
camareros mientras hacían sus rondas, pero no estuve involucrada en la cena
formal, como era de esperar.
—No —digo, sacando la palabra como si fuera una pregunta cargada—. Son
casi las once.
—Estaré allí en cinco minutos.
—Dermot...
—Cuelga el teléfono y espérame, Rose.
Suspiro y me encuentro mirando a mis Louboutin que dejan a la vista los
dedos del pie. Llevo un vestido impreso Ted Baker Bowkay. En azul pastel. Con
una impresión floral de ensueño, es justo la cantidad correcta de color para una
boda como ésta sin quitarle mérito a la novia ni al esquema de color, aunque sea 127
un poco corto para un vestido de cóctel.
—Muy bien, creo que nos vemos pronto.
—Trata de frenar tu entusiasmo —dice, y sé que ahora está sonriendo
porque lo escucho en el tono burlón de su voz.
Eso me hace reír, y cuelgo el teléfono con una sonrisa en mi rostro. No sé
qué esperar de este hombre, de un segundo al siguiente, cada intercambio que he
tenido con él me ha dejado la cabeza dando vueltas, el corazón palpitando en mi
pecho y el estómago en nudos. Y puede que no sea inteligente, pero tal vez eso es
exactamente lo que necesito.
135
Rose
ermot se detiene enfrente de mi apartamento, y miro por el
parabrisas la siempre presenta llovizna que persigue a San Francisco
en esta época del año. Él no habla; sé que es mi turno. Sé que necesito
invitarlo a entrar, pero no creo que pueda. Cada vez que beso a este hombre, cada
vez que siento sus manos en mí, y cada vez que me pregunto cómo será acostarme
con él, veo a Harley.
Cuatro semanas y ni una sola llamada, ningún mensaje, nada. Y eso duele
demasiado porque le rogué no romper mi corazón de nuevo, y lo hizo.
—Me divertí mucho esta noche —digo, porque es lo que se espera. Anticipé
una risa, o una irónica mueca de su parte; ambos sabemos que es una completa
mentira; pero ninguno de los dos nos reímos. Una cena con mis padres y su ex
esposa no es igual a mucha diversión. Ni de cerca.
Dermot desliza su mano por mi muslo, empujando la tela de mi vestido a un
lado hasta que toda mi pierna está expuesta por su generosa abertura. Quiero
alejarme y acercarme a la vez. Limpios y bien cuidados dedos trazan suaves
patrones en mi piel. Me remuevo, porque a pesar de las reservas que tiene mi
cabeza, a mi cuerpo le gusta mucho Dermot.
136
Lentamente, sube más su mano por mi muslo. Mis párpados se cierran y
mis labios se abren. Su toque es sensual, y no es la primera vez que he pensado
que él sería un gran amante.
—Rose, invítame a entrar.
—No puedo. —Suspiro, y recuesto mi cabeza contra el cabecero de color
marrón claro. Dermot se mueve, inclinándose para besar mi mejilla, pero su
exploración no termina ahí. Pasa sus labios por mi mandíbula, baja por mi cuello,
y sigue mi clavícula, deteniéndose justo en mi escote. Dejo salir un gemido
cuando muerde la delicada piel derramándose de mi vestido. Su mano libre toma
el costado de mi cuello mientras la que está en mi muslo sube más y traza los
bordes de mis bragas. Jadeo, empujando mis caderas hacia el frente, hasta que
esa deliciosa calidez se extiende desde mi mismo centro. Toma el lóbulo de mi
oreja y todo mi cuerpo se electrifica, y luego recuerdo la última vez que me sentí
así, y el rostro de Harley aparece sin invitación en mi mente.
Empujo la mano de Dermot abruptamente.
—No puedo. Lo siento.
—Rose…
—Yo… oh Dios, soy una lunática. —Entierro mi rostro en mis manos, sin
poder creer mi propia estupidez. Este hombre, este precioso, y jodidamente
hermoso hombre me desea, y yo lo deseo, pero quiero más a mi mejor amigo.
¿Qué demonios me pasa?
—No estás lista —dice Dermot suavemente, como en respuesta a mi
silenciosa pregunta.
—Lo siento mucho.
—Está bien. Es mi culpa. —Aparta las manos de mi rostro, su pulgar roza mi
mejilla—. Me dijiste que querías tomártelo con calma. Y manosearte en el asiento
delantero de mi auto como un adolescente cachondo no es tomárselo con calma.
—Dermot, yo…
Agarra mi rostro con su mano y me acerca más, presionando un beso en mi
frente.
—Shh… puedo esperar. Ahora ve adentro antes que empiece a diluviar.
Asiento.
—Gracias por esta noche. Dejando a un lado los padres y los ex, me gusta
pasar tiempo contigo, señor Carter.
—También me gusta pasar tiempo contigo, Rose —dice, y no hay cadencia
en su voz, no hay rabia ni decepción, lo cual me hace preguntar por qué. ¿Por qué
sigue aquí? Han pasado semanas y este pequeño encuentro es lo más cerca que
ha estado de tenerme desnuda debajo de él.
Esto no es justo. No puedo seguir dándole largas a Dermot y torturándome
por un hombre que claramente no me quiere y no me respeta lo suficiente para 137
tener una conversación sobre qué nos sucedió.
—Esperaré hasta que entres —dice Dermot, arrancándome de mis
pensamientos.
Necesito decirle por qué no lo invito a subir. Necesito explicar que tengo
miedo de acostarme con él, y no sentir nada. No seré capaz de pretender que
puedo dejarnos a Harley y a mí en el pasado. No le digo, porque soy débil. Soy
una persona horrible. No le digo, porque soy egoísta y todas las cosas que dejo sin
decir se apilan, capa tras capa, amontonadas, una horrible verdad sobre la otra,
hasta que me rodean como un fuerte.
—Bien, buenas noches. —Me inclino y le doy un beso en su mejilla, e inhalo
el dulce y masculino aroma de su colonia: ámbar, sándalo y un toque de regaliz.
Por un segundo contemplo subirme a su regazo para terminar lo que él empezó,
pero no lo hago. En cambio, susurro—: Dermot, ¿entrarías a tomar algo, y nada
más?
Deja salir una risa sin humor.
—Desearía confiar en mí mismo y decir que sí, pero resulta que, mi
kryptonita son hermosas mujeres que están enamoradas de otros hombres; así
que no; creo que, en orden de salvar mi corazón, no subiré esta noche.
Lágrimas pican en mis ojos, y no puedo mirarlo mientras hablo.
—Oh.
Recoge una lágrima que baja por mi mejilla.
—Y aquí estaba esperando que me corrigieras.
—Estoy intentando no estar… enamorada de él, quiero decir… —digo en voz
baja, y por primera vez en semana siento una pequeña sensación de alivio—. De
verdad lo estoy haciendo.
—Y yo estoy intentando hacerte olvidarlo, pero parece que soy una pobre
distracción.
—No digas eso. —Aprieto su mano contra mi rostro y la beso. Mis lágrimas
empapan su piel.
—No te sientas mal, Rose. —Sonríe solemne—. Es mi carga en la vida
enamorarme de mujeres que no pueden corresponderme.
Quiero decirle que eso no es cierto, que soy yo quien está arruinada. Soy yo
quien tiene la culpa, pero lo único que sale es:
—Solo necesito tiempo.
—Entonces esperaré.
Le sonrío con tristeza, respiro profundamente, y abro mi puerta. No miro
por la calle hacia el apartamento de Harley, y no miro hacia atrás mientras corro
de la puerta del pasajero hacia el frente de mi tienda y jugueteo con mis llaves en
la cerradura. Abro, entro, y me apoyo contra la puerta mientras el auto de Dermot
resuena por la calle vacía. Y luego la lluvia empieza, gruesas gotas golpean las 138
ventanas de mi tienda. Mis lágrimas aumentan con esta, y también mi rabia y mi
tristeza.
Me acosté con mi mejor amigo. Cedí, creí que sabía que me lastimaría. Lo
arruiné en grande, pero pensé que significábamos más para él. Pensé que
significa más que este tratamiento silencioso que me está dando. Quiero saber la
razón, y creo que me merezco una jodida explicación.
En ese segundo, decido que ya estoy harta de que me eviten. Estoy harta de
esperar. Limpiándome los ojos, abro mi puerta, y salgo a la noche sin molestarme
en cerrar a mis espaldas.
La lluvia golpea mi cabeza, rápidamente empapando mi ropa, metiéndome
el rímel a los ojos y mojándome hasta los huesos, pero solo sigo caminando hasta
su apartamento. Cuando llego al pavimento bajo su ventana, grito a la noche.
—¡Harley! Sé que estás en casa, imbécil. Tus luces están encendidas; nunca
dejas las luces encendidas cuando sales. ¿Sabes cómo lo sé? Porque te conozco.
Sé que prefieres ahorrar energía porque así es como eres. Y tú me conoces. ¿Por
qué no respondiste mis llamadas? ¿Por qué lo arruinaste?
No se ve nada en la ventana. ¿Quién sabe? Tal vez estoy siendo ahogada por
la lluvia, y no puede escuchar ni una maldita cosa.
—Me arruinaste. Todavía me estás arruinando, incluso aunque prometiste
que no lo harías. —Me apoyo contra la fachada de ladrillo del edificio—. Desearía
que nunca hubiera sucedido. Desearía nunca haberte conocido. —Sollozando
abiertamente ahora. Todo mi coraje se ha ido, lavado por la lluvia que golpea
implacablemente mi cuerpo tembloroso—. Estoy saliendo con alguien. Casi me
acosté con él… no, eso no es cierto. Ni siquiera me acerqué, porque, ¿quieres
saber qué sucedió cuando me tocó esta noche? Pensé en ti. Eso es lo que siempre
hago, pienso en ti, y no puedo… me gusta mucho. Es un buen hombre, mejor
hombre que tú, porque nunca me lastimaría de la forma en que lo has hecho. Me
rompiste el jodido corazón.
Me apoyo en la pared, sintiendo mi pecho desmoronarse, sintiendo como si
no tuviera corazón porque él me lo robó. Lo rompió en miles de pedazos, y soy la
tonta que se lo permitió.
—Voy a acostarme con él. Voy a superarlo porque no hay nada para mí aquí.
Me rompiste, Harley. Tal vez él será quien me vuelva a armar.
Me alejo, regreso por la calle hasta la tienda abierta. Estoy temblando
cuando subo las escaleras, y estoy segura de que tiene más que ver con la
conmoción que la lluvia. Después de todo este tiempo, todavía esperaba que
dijera que lo sentía, que saliera y me rodeara con sus brazos y me dijera que lo
había arruinado, que rogara mi perdón, pero por supuesto la fantasía y la realidad
son dos cosas diferentes.
No me molesto en ir a la ducha y calentarme. No me molesto en quitarme el
maquillaje o secarme el cabello o siquiera quitarme la ropa mojada. Solo me quito
mis arruinados tacones y me subo a la cama, envolviéndome en el edredón donde
lloro por tanto tiempo que ni toda la crema para las hemorroides del mundo 139
podría reducir la hinchazón de mis ojos en la mañana.
Mañana será un día nuevo. Saldré de la cama, me pondré mi máscara de
valentía, y olvidaré que Harley Hamilton era algo más que un chico que conocía
de mi infancia. Lo olvidaré de la misma forma que Peter Pan tan seguido olvidó a
Wendy. Después de todo, todos debemos crecer en algún momento.
Rose
A los dieciocho años
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A los dieciocho años
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Rose
e siento como el infierno y no es solo porque me quedé de pie en la
calle bajo la lluvia derramándole mi corazón y esperando, no, rogando,
que abriera la puerta y me dejara entrar. Es más probable que sea
porque me fui a dormir empapada, y así fue prácticamente como me quedé toda
la noche. Esta mañana, apenas puedo levantar la cabeza de la cama.
Todo duele. Mi cabeza está llena de neblina y mi nariz parece un grifo. Me
inclino y apago la alarma. Es domingo; debería estar en el mercado de flores
recogiendo capullos para los especiales de esta semana, pero no puedo hacerlo.
Tomo mi teléfono; no sé por qué. Cada día durante un mes ha estado desprovisto
de llamadas y mensajes de él, pero está mañana, estoy sorprendida de ver dos
llamadas perdidas. Entrecierro la mirada a la pantalla y marco el número para
recuperar los mensajes de voz. Una voz computarizada me dice que tengo dos
mensajes nuevos, y me salto el de mi madre hacia el segundo.
La suave y cálida voz de Dermot llena el auricular.
—Rose, soy Dermot. Obviamente. —Suspira—. No puedo dejar de pensar en
ti. Fui un imbécil. Debería haberte acompañado a tu puerta. Debería haber
aceptado tu oferta de ese trago, y solo un trago. Yo… lo siento. Maldición, odio
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estas cosas. No hay necesidad de que me llames, a menos que quieras, y quiero
que lo hagas. —Sonrío un poco, porque es posible que Dermot sea incluso peor
hablando por mensaje de voz que yo—. Mierda, ni siquiera tengo sentido. ¿Cómo
digo esto más concisamente? Sé que tu corazón le pertenece a alguien más, pero…
Bip.
El mensaje se corta. ¿Pero qué? ¿Qué iba a decir? Sin detenerme ni por un
segundo, presiono el botón de “devolver llamada” y suelto un par de estornudos
mientras espero el tono. Probablemente salió a correr o desayunar con un cliente
o ganar el jodido Premio Nobel. Demonios, tal vez a hacer senderismo en Muir
Woods. Lo que sea que esté haciendo, apuesto a que es algo productivo, porque
no puedo entender cómo el hombre puede ser casi tan mayor como mi padre y
todavía tener un cuerpo así. Tomo una nota para unirme al gimnasio porque de
alguna forma dudo que se coma un recipiente de helado de Ben & Jerry cada
noche.
—Rose —responde, sonando un poco sin aire. En el fondo, una especie de
maquina suena.
—¿Estás haciendo algo?
—No, solo corriendo. ¿Estás bien? Suenas terrible.
—Me siento terrible —admito, odiando que incluso pareciendo sin aire,
suene tan contenido, ¿y yo? Sueno como si me hubiera metido ese recipiente de
Ben & Jerry por la nariz—. Me atrapó la lluvia de anoche después que te fuiste a
casa.
—¿Saliste del apartamento? —Escucho un indicio de acusación en su tono.
—Sí. Tenía que decirle algo a un amigo.
—Ya veo —dice, tan tranquilo y controlado. Desearía ver ese apuesto rostro,
tener un vistazo de esos cálidos ojos marrones que parecen revelar todo y nada a
la vez—. Entonces, ¿qué puedo hacer por ti, Rose?
—No lo sé. Solo… quería oír tu voz.
Se ríe, pero no estoy segura si lo encuentra gracioso o irónico después de
anoche.
—Sé que has estado dolido, y no te culparía si quisieras alejarte ahora y… a…
achís.
—Estás enferma —susurra.
—No es nada.
—Si es algo. Te diré qué… sigue pensando eso. Voy a despejar mi horario y
estaré ahí en veinte minutos.
—¿Tienes horario los domingos?
—Claro. ¿No lo tiene todo el mundo?
—No —digo automáticamente, y luego me doy cuenta que mis domingos
están por lo general llenos del mercado de flores, inventarios, pedido en línea, y 153
cualquier cosa que pueda hacer más fácil mi semana—. De hecho, sí, supongo que
también yo.
—Te veré pronto.
—Dermot, no vengas. Estoy estornudando y asquerosa.
—Estaré ahí pronto. —Exhala, un poco más firme esta vez—. No discutas,
dulce Rose, no ganarás.
—Dermot —digo antes de colgar—. ¿Puedes traer helado?
—Claro —dice y cuelga. Caigo contra mis almohadas y suspiro, y luego se me
ocurre que probablemente me veo como el infierno, así que me levanto y me
ducho, me cepillo los dientes y me cambio a un suéter y mallas. Por lo general, no
consideraría usar nada de esto a su alrededor, pero supongo que solo hay una
forma de saber si va en serio conmigo: hacer que me vea en mi peor estado.
Aunque puede que necesitemos vino para eso.
Cerca de media hora después, un golpe viene de abajo y salgo de la cama,
mis músculos protestan con cada movimiento y prácticamente me gritan cuando
uso las escaleras. Dermot está al otro lado del cristal con un suéter y jeans,
probablemente los de diseñador que cuestan más que un mes de renta, y un
blazer gris. El hombre ciertamente sabe cómo vestir. En sus manos balancea dos
bolsas grandes negras con rayas blancas. Mis ojos van a la etiqueta y me doy
cuenta que fue hasta Soma por eso. Y no solo eso, sino que me compró helado de
la mejor heladería de la ciudad. Una calidez llena mi pecho.
—Hola —gesticula.
—Hola —digo, sintiéndome mucho mejor ahora que está aquí.
—Déjame entrar —dice. Suelto una pequeña risa porque tiene razón,
necesito dejarlo entrar, y no solo porque está de pie en mi puerta con helado que
está derritiéndose. Necesito dejarlo entrar. Debo tomar una oportunidad con este
hermoso hombre porque no ha roto mi corazón, y si las corazonadas se pueden
seguir, me atrevería a decir que nunca lo hará.
Quito las cerraduras y entra, cubriéndose de la niebla matutina. El rocío se
aferra a su cabello salpicado de canas y quiero pasar mis dedos por este, quiero
oler la humedad que se ha instalado en su piel y la colonia, pero supongo que es
un poco raro y no quiero que se enferme, así que no lo hago. En cambio, lo dejo
entrar en la tienda y echo el cerrojo detrás de nosotros.
—Me alegra que vinieras —digo, guiando el camino por las escaleras.
—También yo. No sabía qué helado te gustaba, así que traje uno de cada
uno.
—¿Qué? —Me giro para mirarlo con una expresión de duda—. Mi congelador
no es tan grande.
—No quería decepcionarte.
Sigo subiendo las escaleras, girándome una vez llego arriba para ver su
rostro.
—Bien, ¿qué pasa contigo? 154
Su ceño se frunce como si no entendiera la pregunta.
—¿Disculpa?
—Tiene que pasar algo malo contigo. Eres hermoso, eres dulce, eres
considerado y atento, y eres exitoso; ¿qué mujer en su sano juicio no querría eso?
Se ríe.
—Dímelo tú.
Me detengo, tomo aire y lo miro a los ojos, de verdad lo miro. Tengo mucho
que decir y ni idea de por dónde empezar, pero supongo que una disculpa es tan
apropiada como cualquier cosa.
—Dermot, siento lo de anoche.
Da un paso al frente y me alejo de los escalones para poder dejarlo subir. Me
doy cuenta que esta es la primera vez que pone un pie en mi apartamento, incluso
aunque hemos estado saliendo hace semanas.
—No hay razón para disculparse.
—Sí la hay.
—¿Quieres mostrarme dónde dejar estas cosas?
—Claro, lo siento. Ven —digo, y lo llevo a la pequeña cocina. Las bolsas
apenas caben en la encimera, y no sé dónde demonios voy a guardar ese helado
porque mi congelador no es tan grande, a menos que use el de abajo, claro está.
Dermot abre el congelador, guardando los recipientes de helado casero
costoso.
Tomo el de sabor de té verde de la bolsa y lo llevo contra mi pecho. Alza una
ceja y parece que está guardando ese trozo de información para más tarde, pero
una vez que termina de llenar mi nevera, todo menos tres recipientes, incluyendo
el que tengo, cabe, lo toma de mis manos y saca otra bolsa. Esta contiene fruta
fresca, rollos de canela, panecillos y pequeños recipientes de sopa.
—Es temprano. No estaba seguro si habías desayunado o no, pero todo el
mundo debe tomar sopa de fideos y pollo cuando están enfermos.
—Eres como mi sexy hada madrina ahora mismo.
—No estoy seguro que “sexy” y “hada madrina” deberían usarse en la misma
frase, pero me gusta ser considerado. —Sonríe, y algo me dice que no habla sobre
ser un chico explorador—. Ahora, ve a recostarte. Los pacientes deben estar en
cama.
Mi vientre da una voltereta y el calor quema mis mejillas. Al menos, puedo
culpar del sonrojo a mi fiebre. Me siento en el sofá, porque no estoy segura de
estar lista para saltar a la cama con Dermot todavía, pero sí me siento un poco
rara teniéndolo esperándome en mi propia casa. Es obvio que no se siente igual
porque deja la comida en la mesa de centro, junto con un trago de brandy de mi
alacena.
—¿Brandy? —pregunto. 155
—Mi madre siempre decía que el brandy era bueno para la garganta.
Sonrío ante eso. Me gusta el hecho de que tenga una madre y una vida de la
que no sé nada. Es un misterio para mí, y uno que no me importa revelar.
—¿Dónde está ahora?
Se quita el blazer y lo deja en el sofá. Espero que se siente, pero en cambio,
cruza el cuarto y se acomoda en el sofá de dos plazas a mi lado. Aunque mi nariz
está congestionada, puedo oler su loción para después del afeitado, a regaliz y
especias. Es embriagadora. Tan adulta y madura, pero no sofocante, y nada de
vetiver, verdes y cítricos.
—Murió hace diez años.
Mi sonrisa decae. ¿Cómo no lo sabía? ¿Cómo no le he preguntado acerca de
sus padres? Soy una novia… terrible. Soy egoísta y desconsiderada, y he pasado
todo este tiempo concentrándome en lo que está detrás de mí y olvidé mirar al
frente. No podía ver un futuro aparte del que imaginé con Harley. Pero hay un
futuro, solo que no uno con mi mejor amigo.
—Oh, Dermot. Lo siento mucho.
—Tenía enfisema. Al final, fue más fácil verla partir que verla luchar —dice,
y que me maldigan si eso no parte mi corazón. La idea de alguien que amas
sufriendo tanto que es más fácil verla morir que pelear.
—Debió ser horrible. —Tomo un pañuelo y me limpio la nariz. Puede que
discretamente me haya limpiado las lágrimas de las esquinas de mis ojos.
—Lo fue. —Se detiene por un segundo y sonríe, como si la recordara con
ternura—. Había fumado estos importados y elegantes cigarros de mentol toda su
vida, convencida que no podían matarla porque estaba fumando la mitad de lo
que una persona normal hacía.
—Eso es terrible —resoplo.
—Esa es la vida.
Asiento, aunque no estoy segura de qué puedo comentar. Nunca he perdido
a alguien cercano, aparte de mi abuela cuando tenía trece años. Mi mamá me
volvía loca, pero perderla me mataría.
—¿Y tu papá? —Casi tengo miedo de preguntar, pero quiero saber más de él,
y no puedo creer que me haya llevado todo este tiempo saber eso.
—También falleció, pero era niño. —Me sonríe sombríamente—. Tengo una
hermana y una sobrina que viven en las afueras de la ciudad y que rara vez veo
por el trabajo.
—Deberías sacar tiempo para ellas.
—Debería —acepta, y se aclara la garganta—. Se supone que debería estar
cuidándote y aquí estoy, haciéndote sentir peor.
—Me gustar saber de ti. —Muerdo mi labio inferior en un intento por ocultar 156
mi sonrisa. Dermot estira la mano y pasa su pulgar por mi mejilla.
—Me gusta que preguntes. —Su mirada se calienta y mi rostro también, mi
piel pica por todas partes y trago con fuerza. Mi cabeza duele, pero estoy segura
que es solo por la fiebre. Aparto la mirada, buscando un escape.
—¿Deberíamos ver una película? —digo muy rápido.
—Siempre y cuando comas primero. —Apunta hacia la mesa de centro llena
de comida.
Una suave sonrisa se extiende en mi rostro.
—Eres un mandón, ¿eh?
—Oh, Rose, no tienes idea. —Sonríe, y hay algo salvajemente sexy y siniestro
en eso, pero luego desaparece—. No me gusta ver chicas lindas desvaneciéndose
en la nada.
—Difícilmente estoy desvaneciéndome.
—Eres increíble. Tu cuerpo es increíble. Me gustaría verlo de esa forma.
—Muy bien, señor mandón. —Tomo un rollo de canela que es casi tan
grande como mi cabeza e intento ocultarme detrás porque estoy sonrojándome.
Lo muerdo un poco para tranquilizarlo. No es que no quiera comerlo frente a él;
hemos ido a varias citas a cenar, y no soy de esas chicas que es tímida con la
comida. San Francisco tiene algunos de los mejores restaurantes, camiones de
comida, y mercados de granjeros en el país, y no tengo miedo de probar todas las
delicias gastronómicas que la ciudad tiene para ofrecer. El problema recae más en
que mi garganta se siente como si tragara cuchillas. Lo único que quiero comer
cuando estoy enferma es helado.
Dejo el rollo y devuelvo la mirada que Dermot me da.
—Me duele la garganta —explico sin mirarlo. Paso mis recomendaciones de
Netflix, con miedo a que vea lo loca por las bodas que estoy, y elijo una película
que parece rudamente masculina e intelectual, si tal película existe. Toma el
control remoto, pasa al menú principal y elige Crazy, Stupid Love. Lo miro
sorprendida.
—No te importa, ¿verdad?
—Claro que no —digo, porque es Ryan Gosling.
Dermot toma la cuchara y mi helado de la mesa y me las entrega. Las tomo
ansiosamente y acaricio el recipiente como si fuera mi tesoro. Parece divertido,
pero no dice nada, solo agarra mis tobillos y los pone en su regazo.
—¿Qué haces? —No estoy segura de qué punto de nuestra relación es. Es
decir, me encanta la sensación de su mano en mi espalda, su boca sobre la mía,
¿pero mis pies en su regazo?
—Silencio —ordena, y rápidamente me callo porque me frota con suaves y
seguras caricias, y se siente maravilloso. Tal vez estamos en este punto después
de todo.
—No tienes que hacerlo —digo, porque siento que debería. No porque quiera
157
que pare.
Se gira para mirarme con el ceño fruncido y me agarra el tobillo, bajándome
más en el sofá para que mis piernas queden ahora en su regazo, y mi trasero
queda contra su costado.
—Rose, no nos conocemos muy bien, pero si hay una cosa que odie, es que
hablen durante las películas. Así que cállate, cómete tu helado y disfruta mis
manos sobre tu cuerpo.
Eso hace que mis ojos se abran como platos. ¿Manos sobre mi cuerpo?
—¿Tus manos sobre mi cuerpo?
Como si sintiera que las palabras no fueran suficientes para expresar su
significado, sus fuertes manos pasan por mi pantorrilla y gruño, un poco más
fuerte de lo que debería porque los profundos ojos chocolate de Dermot se
vuelven depredadores de nuevo, y soy paralizada por su mirada. Trago, y el
hombre sonríe. Bastardo.
Con una mano, toma el helado de mí y lo deja en la mesa. Su otra mano se
desliza por mi pantorrilla y tira de mí más en el sofá, y cuando me suelta, sube a
mi cuerpo, acomodándose en el espacio entre mis piernas. Sus brazos me sujetan
en el lugar a cada lado de mi cabeza, y se inclina para besarme.
—¿Qué haces?
—¿Qué parece?
—Te enfermarás —advierto.
—No me importa —susurra y presiona su boca en la mía. Al principio,
intento alejarme, porque no puedo entender qué ve en mí ahora con mis ojos
llorosos, mi cabello en un moño desordenado en mi cabeza y mi nariz roja.
Intento resistir, pero no puedo porque este asombroso y dulce hombre vino
corriendo al segundo en que llamé, y es agradable ser la prioridad de alguien por
una vez. Así que, aunque probablemente también se enfermará, le correspondo el
beso.
La mano de Dermot se desliza bajo mi suéter. Su caricia es suave y fría
contra mi piel ardiente. Su palma roza mi pecho, el encaje de mi sujetador no es
protección contra sus manos, y mis pezones se tensan en forma de duros picos.
Mueve sus caderas contra mí y me remuevo. El delicioso calor me traga desde mi
centro. Su boca devora la mía; pellizca mi sensible piel y me alejo porque no
puedo respirar.
—Dermot…
—Tienes razón, debería parar.
—No. Te quiero más cerca —jadeo, estirándome hacia el dobladillo de su
suéter y levantándolo por encima de su cabeza. Lo quita por completo, pero sus
ojos buscan los míos sin certeza—. Te deseo.
Sonríe, y tan rápido como presionar un interruptor, el hombre pasa su mano
por mi espalda y me gira sobre mi estómago. Jadeo sorprendida mientras me
sube de las caderas y baja mis mallas y ropa interior por mi trasero. Aire frío
158
recorre mi cuerpo y estoy completamente expuesta. La sorpresa y la fiebre me
tienen conmocionada, y no me atrevo a mover ni un músculo.
Soy recompensada con una cálida y mojada lengua. Dejo salir un jadeo, y
Dermot me mueve para que mi torso quede inclinado en el reposabrazos del
pequeño sofá y mi culo ofrecido para que lo tome. Toda su boca me devora, y si
no se sintiera tan maravilloso, podría haber tenido la buena gracia de estar
avergonzada. Tiemblo mientras intento mantener mi equilibrio y no caer del el
borde del sofá, como si fuera posible considerando el agarre de Dermot sobre mis
caderas.
Su lengua baña mi piel una y otra vez. Es implacable, sin piedad, y creo que
le complace el control porque mientras más sigue con sus acciones, más cerca
estoy de correrme, y más me ordena que no lo haga. Gimo cuando el orgasmo
crece, sacudiendo mi cuerpo y haciéndome sentir como si hubiera perdido el
control de mi cuerpo. Y justo cuando estoy cerca, desliza dos gruesos dedos en mi
interior y luego los encorva hacia mi vientre en un movimiento como diciendo
“ven aquí”, golpeando mi punto G. Su lengua se desliza sobre mí de nuevo, pero
no en mi clítoris. Esta vez toda su boca ansiosamente come mi coño y mi culo, y
me corro tan fuerte que por un momento dejo de existir. Dicha. Esa es la única
palabra para esto.
Jadeo. Todo mi cuerpo queda laxo mientras colapso contra el sofá, pero
parece que Dermot no está interesado en dejarme descansar, porque sube por mi
espalda, frotando su indicio de barba contra mis nalgas, despertando mi piel con
la agridulce agonía. Siento la humedad dejada después que su boca cubriera mi
carne. Su cuerpo atlético se cierne sobre el mío.
—He esperado mucho tiempo para hacer eso —dice calmadamente. Los
músculos de mi sexo se aprietan de nuevo, enviándome miles de pequeños
temblores—. Sabes como un jodido ángel, Rose. Jodidamente dulce y sabrosa.
Dios. Es tan franco. De alguna forma, saber que tiene una boca sucia me
atrae más. Se aprieta contra mí, e incluso vestido, puedo sentir lo duro que está.
Gimo y levanta mi suéter por mi espalda y por mi cabeza, luego agarra con fuerza
mis pechos por el sujetador que estoy usando. No se molesta en quitarlo.
—Quiero follarme estas tetas. Quiero ver mi semen extendido por ellas
después, pero primero voy a enterrar mi polla dentro de tu dulce coño y follarte
hasta que me ruegues que pare. —Me pellizca con fuerza y su boca besa mi cuello
con un pequeño mordisco.
—Oh —gimo, envolviendo mi brazo en su cuello y llevando mi espalda a su
frente.
Detrás de mí, escucho el rasgar del envoltorio de aluminio, mientras Dermot
alinea su cuerpo, quitando su pantalón y poniéndose el condón. Su palma
descansa entre mis omóplatos y se empuja hacia abajo mientras se guía dentro.
—Oh, mierda —gruñe, mientras se desliza centímetro a centímetro. Ya estoy
empapada, pero, aun así, lo agarro con fuerza, contrayendo mis paredes
alrededor, por lo que jadea—. Dios, Rose, deja eso o voy a correrme más pronto 159
de lo que quieres. —Para puntualizar sus palabras, su mano baja a mi nalga y
jadeo, saltando un poco bajo él y removiéndome con mi piel escociéndome—.
Quédate quieta, nena, o lo haré de nuevo.
Sin embargo, no puedo quedarme quieta. Mi cerebro me dice que no, pero
mi cuerpo se mueve porque no puedo tenerlo dentro y no moverme. Quiero más,
quiero calor, más caricias deliciosas y más golpes de su mano. Así que muevo mis
caderas de atrás hacia adelante. Gruñe y su mano cae en mi trasero de nuevo,
golpeando más fuerte que la última vez.
—Oh, Dios —grito—. De nuevo.
Lo hace de nuevo. De hecho, pierdo la cuenta de cuántas veces me ha
azotado, porque la suave y fría caricia de su mano en mi carne ardiente se siente
como un bálsamo, y sus empujes me hacen perder la cabeza. Me corro una y otra
vez hasta que pierdo esa cuenta también, pierdo la concentración de todo
alrededor.
Dermot me sube contra él. Su mano está en mi garganta mientras se corre
dentro de mí y tiemblo en mis rodillas temblorosas mientras se hunde arrodillado
en mi sofá, llevándome con él. Me inclino contra su rígido cuerpo, la mano en mi
garganta ahora lentamente acariciando mi rostro, mi cabello y mis pechos
mientras muerde mi oreja. No sé por qué, pero me siento vacía y saciada, cruda y
entumecida. Demasiadas emociones claman mi atención; no sé si reírme histérica
o llorar. Lo único que sé es que quiero dormir, y quiero que Dermot me abrace
como si fuera importante para él porque el último hombre que dejé entrar en mi
cuerpo no lo hizo.
Como si pudiera sentirlo, se mueve en el sofá, quitándose el condón y
tirándolo, y luego me levanta y me lleva a la cama. Me pone encima de él, mi
espalda contra su frente.
—No tengo control a tu alrededor —susurra adormilado contra la curva de
mi oreja—. No pude contenerme. Mierda, Rose, la forma en que cobraste vida
bajo mi mano… hermosa.
Reverentemente, acaricia mi cuerpo desde mis caderas a mi pecho. Pasa sus
dedos entre mis muslos y acaricia la carne mojada, prestando particular atención
a mi clítoris. Me remuevo contra él. Mis músculos se aprietan.
—Déjame encargarme de ti.
No protesto. Me corro con fuerza mientras susurra en mi oreja las dulces y
brutales cosas que quiere hacerme. Siento como si bajara de las más grandes
alturas. Mis pies apenas tocan el suelo, y aun así tengo miedo, miedo de que me
deje, miedo de dejarlo entrar, miedo de que en algún punto caiga y nadie esté ahí
para atraparme.
163
Rose
A los dieciocho años
Pasa otra hora antes de que mi puerta se abra y se cierre suavemente. Estoy
de espaldas a la puerta, así que no veo quién es, pero no lo necesito… lo siento.
Siempre había pensado que cuando leía eso en las novelas o cuando veía a la
protagonista de una película girándose porque sentía la mirada de su amado
sobre ella, era una completa tontería. Pero sé que Harley está de pie detrás de mí,
porque conozco esa sensación en mi estómago, y conozco ese olor a cítrico y
especias mezclado con un poco de sudor. Y conozco esa presencia porque conozco
su energía mejor que la mía. Es reconfortante, aunque sea la causa de mi dolor, ¿y
no es esa la definición de la ironía?
—Vete —suplico de forma patética—. ¿Por favor? No puedo seguir peleando
contigo.
No responde, pero escucho los resortes de la cama rechinar cuando se
tumba en el colchón. Incluso esto me hace llorar, porque no me dejará, y parece
que nunca está feliz hasta que me ha atormentado. Así que sollozo, y no puedo 166
detenerlo. No me toca, por un largo tiempo no dice nada, y me siento agradecida
y enfadada al mismo tiempo.
—No sé cómo arreglarnos —dice, suspirando suavemente—. No sé cómo no
tenerte en mi vida.
—Yo no sé cómo tenerte en la mía —admito.
Harley suspira y un poco después la cama cruje cuando se levanta y se dirige
a la puerta.
—Sé que duele ahora… créeme yo también lo siento, pero espero que puedas
encontrar una forma de estar bien conmigo, con nosotros, de nuevo; porque eres
mi familia, Rose. Lo eres. Todo está jodido ahora, pero no puedo vivir mi vida sin
ti en ella.
—Vete —susurro, y estoy orgullosa que mi voz no suene tan rota como me
siento—. Solo vete.
Se marcha, cerrando la puerta detrás de él, y por un segundo creo que lo
escucho dejarse caer contra ella, pero luego sus pasos suenan en las tablas del
suelo y estoy sola de nuevo.
Mamá viene para hacerme bajar a cenar unas horas después. Le digo que no
tengo hambre, pero insiste en que coma, y no deja la habitación hasta que la estoy
siguiendo. Ni siquiera puedo mirar a Harley. Tomo el asiento vacío junto a mi
padre, y silenciosamente le doy las gracias a mi madre por asegurarse que al
menos no nos sentamos juntos este año. Incluso estar en el mismo estado es
demasiado cerca ahora mismo.
Después de la cena, los padres sacan las cartas y se preparan para jugar al
póquer como hacen todos los años. No puedo soportar el pensamiento de tener
que pasar un segundo más con Harvey, así que me disculpo y me encamino a mi
habitación. Momentos después, la camioneta de él sale de la entrada. No sé a
dónde va, y no me importa. Cuanto antes nos marchemos y dejemos atrás este fin
de semana, junto con nuestro amorío y nuestra infancia, mejor estaremos.
167
Rose
ermanezco fuera de la casa de Dermot. Es enorme, una fachada
blanca de cuatro pisos imitando el renacimiento francés. Está situado
sobre un acantilado con vistas al océano en Sea Cliff. Sabía que en
Cliff tenían dinero, es obvio por la forma en que se comporta, la ropa que lleva, el
auto que conduce, pero esto… esto es increíblemente intimidante. Mis padres son
inteligentes, gente trabajadora. Viven en una bonita casa y conducen buenos
autos, y mi madre viste de diseñador, así que no es como si hubiese crecido en
una casa pobre, pero mirando la mansión de Dermot decido que definitivamente
estoy en el negocio equivocado y necesito volver a la universidad para aprender
cómo convertirme en directora ejecutiva y encontrar alguna clínica de prueba con
terapias con células multimillonaria.
Tampoco entiendo por qué, si vive aquí, maneja hasta la ciudad hacia los
suburbios y compra su café en mi tienda de Noe Vallery. No puede ser porque
tengamos el mejor café de toda la ciudad. Izzy es buena, pero con esta clase de
dinero, Dermot puede conseguir cientos de Izzy para que le busquen granos de
café bañados en oro y recogidos por manos vírgenes en los andes peruanos.
No sé cuánto tiempo permanezco allí boquiabierta ante la brillante casa 168
blanca, pero la puerta de entrada se abre, y Dermot se inclina contra el marco con
una camisa blanca con las mangas dobladas y pantalón de traje negro, cinturón
negro, zapatos negros y sin corbata. Y se pasa una mano a través de su cabello
canoso, y me golpea que no tengo ni idea de cómo acercarme ahora. ¿Lo beso?
¿Me lanzo, o simplemente soy casual? No tengo idea de cuál es la respuesta
apropiada cuando te encuentras con un hombre el día después que te haya
azotado en el sofá y te haya follado hasta dejarte sin sentido. Todo lo que sé es
que quiero más. Ni siquiera sé cuánto más quiero, definitivamente el sexo
increíble, pero ¿las nalgadas? No lo sé. Sé que quiero saber más acerca de él, de
dónde es, cómo consiguió tanto éxito, cuál es su comida favorita. ¿Mira el fútbol?
¿Jugó en la escuela? ¿Fue un empollón, o fue parte de la gente popular?
¿Realmente le gusta recaudar fondos con la gente remilgada de alta sociedad que
atiende? ¿Nalgueó a Mireille, su impresionante ex esposa? Ese pensamiento hace
que me dé vueltas, y me lleva un tiempo darme cuenta que Dermot acaba de decir
algo.
Niego, como si pudiese aclarar esos pensamientos de mi nublado cerebro.
—¿Qué?
Es muy tranquilo y casual, inclinándose contra el marco, como si supiese
que estaré comiendo de la palma de su mano en el momento que cruce el umbral.
—Dije, ¿estás planeando quedarte aquí fuera toda la noche?
Sonrío tímidamente.
—Estoy pensando en ello.
—No te morderé, Rose.
—¿Y si quiero que lo hagas? —Aparentemente, nos he sorprendido a ambos
con ese comentario, porque la mirada de Dermot pasa de cálida a glaciar en cero-
coma-veinticinco-segundos.
Respiro profundo y paso a su lado, pero estira la mano y me sujeta el brazo
con firmeza, inclinándose para susurrar:
—¿Tienes alguna idea de cuánto he estado soñando con verte extendida en
mi mesa del comedor todo el día? Es una gran distracción, Rose. He tenido que
dejar nada menos que dos reuniones para solucionar mi gran erección.
Me río, pero claramente es lo equivocado para hacer, porque me clava la
mirada donde estoy. Guía mi mano hasta su entrepierna, mostrándome lo sincero
que estaba siendo con su último comentario.
—Dios, no puedo contenerme contigo.
—Entonces no lo hagas.
La puerta se cierra detrás de él con un golpe resonante, y trago saliva. Jadeo
y se me pone la piel de gallina. Su toque es firme, aun así, cariñoso, mientras me
guía por el pasillo hasta el comedor. La vista es increíble, una panorámica del
puente Golden Gate, el Océano Pacífico y Marin Headlans, y siento una amplia
sensación de paz observando la niebla deslizarse por el puente. Una enorme mesa
de cristal antigua y unas sillas tapizadas de gris están frente a nosotros. Un lado 169
está colocado con dos copas finas de cristal y comida china para llevar, y el resto
está vacío. Paso las manos por la superficie brillante mientras Dermot me inclina
sobre la mesa con la mano apoyada en mi espalda. Lo hago deseosamente, con
nudos formándose en mi estómago y el más pequeño pellizco de miedo en mi
corazón. Dejo que me suba el vestido y luego me folle hasta el olvido aquí mismo,
en esta exquisita mesa con la niebla y el Pacífico como nuestra vista.
Y apenas pienso en Harley.
Rose
A los dieciocho años
174
Rose
ermot y yo caemos en una extraña rutina las siguientes dos semanas.
Rara vez salimos. Una parte de mí se pregunta sobre eso, y la otra
parte no piensa mucho en ello una vez pone su boca y manos sobre
mí. Quedarse en casa significa que nos desnudamos, así que eso es lo que
hacemos.
Por la mañana se va antes que me despierte, justificándose con hacer
ejercicio o trabajar en el laboratorio, y deja una romántica nota en la almohada y
un café en la mesita de noche. Las noches que nos quedamos en su casa, me
despierto con un magnífico desayuno… sola. Intento no molestarme por eso,
ambos somos personas muy ocupadas, y entiendo que para poseer una casa así
tienes que trabajar mucho. Así que, aunque difícilmente salimos por ahí, no hay
duda de que nos estamos volviendo más y más serios.
He hablado con su hermana por teléfono unas cuantas veces, y aunque aún
no nos hemos conocido en persona, me gusta mucho. Las dos lo regañamos
constantemente para que reserve tiempo para su sobrina. Mamá me ataca con
preguntas acerca de Dermot casi cada día. Creo que simplemente está contenta
175
con que no pase mis fines de semana sola, pero papá no estaba feliz de que
tuviese citas con un compañero de trabajo, mucho menos uno cinco años más
joven que él. Supongo que cuando lo piensas así, yo tampoco estoy tan feliz.
Pero Dermot es un hombre muy diferente a mi padre. Es joven en espíritu,
aventurero e increíblemente sexy. También llega tarde, pero yo también lo hago.
Ha reservado una mesa en un restaurante francés en la zona de la bahía treinta
minutos después que su vuelo aterrizase de Los Ángeles, y estoy llegando tan
tarde que acabo de mandar a Izzy y a Ginger a casa. Él debía llegar hace diez
minutos y todavía no me he duchado o retocado mi cabello y maquillaje, por no
mencionar encontrado algo para vestir.
Me meto en la fría habitación y pongo un ramo en la repisa, luego me apoyo
contra la mesa de metal y suspiro. Como todos los negocios, la actividad para
Acción de Gracias y Navidad es caótica. Izzy, Ginger y yo no hemos dejado de
correr todo el día.
Compruebo mi teléfono, que está apoyado convenientemente en la mesa de
la habitación donde lo dejé, y está casi sin batería. Las diez y siete. Mierda.
Dermot va a matarme… o azotarme. Aunque me gusta la idea de la segunda
opción.
La campana encima de la puerta suena y giro el cuello, escuchando por
señales de mi hombre. Sabe dónde encontrarme, y ya que no escucho el par de
caros zapatos de piel caminando por mi suelo, pongo los ojos en blanco, sabiendo
que voy a tener que lidiar con algún irritante hípster que va a dudar para gastar
veinte dólares en un ramo. Realmente necesito comenzar a cerrar la puerta con
llave.
—Estamos cerrados —digo desde la fría habitación.
Nada.
Así que salgo y dejo que la puerta se cierre de golpe detrás de mí,
limpiándome las manos en el delantal y deseando desesperadamente no tener
que lidiar con esto ahora mismo. Esa es la cuestión acerca de la floristería, la
gente se cree que todo son rosas y flores olorosas, pero no es así. Es un desastre, y
a veces funciona, y otras apesta, sin importar cuánto lo intentes, no puedes
quitarte el hedor de flores podridas de encima.
—Estamos cerrados —repito, exasperada mientras giro la esquina y veo a
Harley de pie en medio de mi tienda. Se ve horrible, delgado, grisáceo alrededor
de los ojos y demacrado. Quiero acercarme, pero mis pies permanecen
firmemente pegados al suelo—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Estaba en el barrio. —Frunzo el ceño ante eso. Siempre está en el barrio, a
unas puertas de mí.
Trago el pánico alzándose en mi garganta, porque algo está mal, algo está
muy mal. Este no es mi Harley.
—¿Qué está mal?
—¿Qué está bien? —Me da una pequeña sonrisa dolida y da un paso hacia
176
mí. Pero alzo la mano para detenerlo—. Tenía que venir a verte.
—¿Venir a verme? Seis semanas, Harley. No te he visto en seis semanas, ¿y
de repente tienes que verme? Estás hecho una mierda, por cierto.
Sonríe ante eso. Realmente sonríe. Bastardo.
—También me siento así.
—Bien. —Se encoge, por lo que suavizo mi tono y digo—: ¿Qué te has hecho?
Ignora la pregunta y se acerca.
—¿Podemos hablar?
—Tengo una cita.
Arquea las cejas y desliza los nudillos por el mostrador.
—¿Con quién?
—Con Dermot.
Harley niega, mordiéndose el labio antes de mirarme.
—¿El infiel, Rose? ¿De verdad? ¿Con él?
—Nunca la engañó, y no sucedió nada. Pidió el divorcio en el momento que
volvieron a casa —comento sarcásticamente—. ¿Sabes qué? Ni siquiera sé por qué
te estoy justificando nada. Dermot no es el que me folló y no me devolvió las
llamadas. Eso lo hizo mi mejor amigo.
Su manzana de Adán se sacude.
—Rose…
—Sabes que nunca pude seguirte el ritmo a ti y a tu maldito desorden
bipolar cuando se refiere a mí —digo, e imito su voz—: Te quiero, no te quiero.
¿Qué es esta vez, Harley? Me estoy cansando y aburriendo de estar al final de tu
correa.
—Te quiero, Rose. Siempre te he querido. Desde el día que me empujaste en
el arenero no he querido nada más, pero…
—¿Entonces por qué demonios me harías eso? —Se me rompe la voz, hasta
que suena chillona y no se parece en nada a mí, sino a un tipo de gemido
infantil—. ¿Cómo pudiste hacerme eso? ¿A nosotros? Sabías qué sentía por ti.
Asiente sombríamente, pero no se encuentra con mi mirada.
—¿Por qué? —exijo con un sollozo—. ¿Qué razón podrías tener para
romperme el corazón después de pedirte que no lo hicieses?
—Porque estoy enfermo.
Todo se detiene. En cuanto las palabras salen de su boca, todo simplemente
se detiene. Y sé, sé en mi corazón y hasta la última célula que me completa, que es
cierto.
—Etapa IIB de seminoma. 177
—¿Qué significa eso? —Me cubro la boca. Estoy segura que ya no estamos
hablando el mismo idioma, y silenciosamente le suplico que me lo explique o que
me diga que está bromeando. Quizás estoy soñando. Quizás esto no es más que
un terrible sueño y todo lo que tengo que hacer es despertarme.
—Tengo cáncer testicular, Rose. Pasé por una cirugía para extirpármelos,
pero se ha extendido a mis ganglios linfáticos. Así que ahora consigo un cóctel de
quimioterapia bombeando en mis venas cada tres semanas.
—¿Cirugía? —pregunto, y asiente seriamente—. ¿Cuándo?
—La mañana siguiente de hacerte el amor.
Un jadeo de horror se escapa de mi garganta, y lo empujo con fuerza. Se
tambalea.
—¡Imbécil! ¿Me dejaste creer que me estabas evitando y estabas siendo
operado? ¿Todo este tiempo has estado enfermo? —Un extraño sonido animal
retumba en mi pecho, y mis piernas se debilitan.
Harley me envuelve en su abrazo. Se hunde en el suelo, me acuna en su
regazo, y luego las lágrimas aparecen. Gruesas gotas caen en mi regazo, mojando
el frente de mi delantal, y aunque acaba de contarme que está enfermo, siento
como si fuese yo la que estoy muriendo. Ya no soy la suma de mis partes, sino que
estoy destrozada, rota, arruinada. Soy un millón de piezas rotas y lanzadas al
viento.
Cuando finalmente vuelvo a encontrar mi voz, es baja y desolada por todas
las cosas horribles que he dicho de él, todos los horribles pensamientos, todo el
odio y furia.
—¿Por qué no me lo contaste?
—Vamos, Rose. No podía hacerte eso. No sabía cómo decírtelo.
—¿Entonces por qué ahora?
Deja salir un suspiro, y sus hombros se hunden mientras se apoya contra
mí, y sé la razón sin que tenga que decírmelo.
Porque no cree que vaya a superarlo.
180
Rose
or la mañana, escucho la llave deslizarse en la puerta de abajo y me
giro. No quiero lidiar con el mundo hoy, pero aparentemente el
mundo tiene otros planes, porque mi madre vocea y me encuentro
completamente despierta y pestañeando hacia el techo de nuestro fuerte de
sábanas.
—Querida, ¿estás despierta? Encontré un hermoso hombre esperándote en
las escaleras de entrada. Es muy maleducado no responder al teléfono, Rose.
Oh Dios, Dermot. Olvidé completamente nuestra cita. Oh mierda. ¿Dónde
está mi teléfono?
—Mierda. —Me siento. El peso de todo lo que sucedió asentándose en mis
hombros. Cuidadosamente paso por encima de Harley, así no se despierta, y me
envuelvo con las sábanas. Estoy vistiendo un camisón de seda que me había
puesto anoche con el fin de estar cómoda, y Harley, siendo Harley, nunca duerme
vestido, así que, aunque no hicimos nada, todavía estoy vistiendo poca ropa para
enfrentarme a mi madre y a Dermot.
Salgo tambaleándome del fuerte y me encuentro frente a Dermot y mi 181
madre. Los rasgos de Dermot están llenos de preocupación, pero mamá está
mirando con los ojos como platos el fuerte, porque estoy bastante segura de que
sabe qué significa.
—Eh… hola. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Mi vuelo de Los Ángeles fue retrasado. Nadie va a entrar o salir en avión
de San Francisco a causa de la niebla. No podía contactar contigo por teléfono.
—Oh, creo que puede estar todavía en la habitación fría. ¿Por qué no lo
intentaste con el teléfono de la tienda?
—Lo hice —asegura Dermot, y sé que me veo culpable. Mamá se sienta en la
silla antigua con una expresión ensimismada, observando nuestra conversación.
Harley bosteza y gira sobre la cama, haciendo que el fuerte se balanceé—. Él está
aquí, ¿no es así?
—Él… —Dejo la frase sin terminar. Mi corazón se aprieta dolorosamente,
porque incluso si le digo que no sucedió nada entre Harley y yo anoche, estaría
mintiendo. Puede que no hubiésemos tenido sexo, pero empaqué lo que quedaba
en mi corazón y se lo di a Harley para que lo mantuviese. Lo amo, nunca he
dejado de amarlo, y a juzgar por la mirada en el rostro de Dermot, le he roto el
corazón en el proceso.
Niega.
—Jesucristo, debería haber visto esto venir.
—Dermot, no quería que sucediese nada de esto —digo, suplicando que no
se aparte de mí antes de que pueda explicarme—. No nos acostamos.
—Pero le permitiste volver.
Realmente no era una pregunta, pero asiento igualmente. Me siento como si
le clavase un cuchillo en el pecho. Dermot tiene el truco de amar a mujeres que no
le pueden devolver ese amor, y justo soy otra que acaba de joderlo. Aunque puedo
sentir la rabia controlada emanar de él, me sujeta el rostro entre las manos y me
besa la frente.
—Adiós, Rose.
—Dermot… —comienzo, pero ¿qué hay que decir? ¿Lo siento? ¿No eres tú
soy yo? Solo son palabras, y creo que él lo sabe tan bien como yo.
Camina por las escaleras, desapareciendo de mi vista. Un momento
después, la puerta de la tienda suena suavemente cerrándose detrás de él.
Suspiro y miro a mi madre. Está mirando detrás de mí, al fuerte. Aunque sé
que nada de lo que acaba de pasar es culpa de ella, quizás hubiese sido agradable
tener un aviso, así Dermot no se hubiese enfrentado a ver esto. Aunque supongo
que ella no sabía que no estaba respondiendo las llamadas de mi novio mientras
otro hombre estaba ocupando mi cama.
Harley se coloca detrás de mí y tira de mi espalda hacia su frente. No estoy
completamente segura de dónde terminó su ropa anoche, y a juzgar por la forma
en que mi madre se le queda mirando, alza una ceja y contiene su sonrisa, él
todavía está completamente desnudo. Miro fijamente a mi madre, y finalmente
deja de mirarlo el tiempo suficiente para estudiar mi expresión y lo adivina.
182
—Claro, será mejor que me marche. —Saca su teléfono, y si no lo ha hecho
ya, sé que le enviará mensajes de texto a Rochelle como una loca en cuanto se
vaya—. Adiós, queridos.
Nos lanza un beso y se apresura por las escaleras todo lo rápido que sus
Jimmy Choo la llevan. Estaba equivocada, no envía un mensaje; en cambio la
llama, gritando “Sucedió. Finalmente sucedió” antes de incluso dejar la tienda.
Harley aprieta su agarre en mi cintura, agachándose para darme un suave
beso en el hombro.
—¿Estás bien?
—Sí, solo… Dios, apesta, ¿sabes? Sentir que le estás rompiendo el corazón a
alguien.
—Lo sé, amor. —Y supongo que sería así.
Me arrastra de nuevo a la cama, y entramos en ella tambaleándonos, casi
tirando las paredes de nuestra casa improvisada.
—Quizás somos demasiado mayores para los fuertes y los cuentos de hadas
—comento pensativamente, acurrucándome contra su pecho.
—Nadie es demasiado mayor para los cuentos de hadas —responde Pan.
Rose
e despierto con el cuerpo de Harley apretado contra mí, sus brazos
alrededor de mi cintura y su cabeza apoyada en la almohada, sé que no
está durmiendo porque su respiración es superficial y no está
roncando. Me giro y me encuentro con sus tristes ojos azules.
—Buenos días —digo. Traza patrones por mi clavícula y por mi pecho,
rodeando mi aureola. Me retuerzo y aparto su mano de un manotazo.
—¿Qué vas a hacer hoy?
—Umm, lo que ves. —Me estiro en mi cama y bostezo. Harley desliza la
mano entre mis piernas y aprieto los muslos con fuerza. No se mueve,
simplemente descansa ahí, en su sitio. “Un lugar donde calentarse las manos”,
dijo una vez. Y volverme loca.
Pasa los dedos a través de su cabello y cierra el puño, esperando estar a unos
centímetros de mi rostro antes de abrir la palma, varios mechones de cabello caen
en mi colcha floral.
—Oh, Harley.
183
—Sabía que esto sucedería. Voy a asistir a mi tercera sesión de
quimioterapia, así que se da por sentado, y no quiero aferrarme a ello solo porque
sí, ¿sabes? ¿Por qué alargar lo inevitable?
—¿Quieres que te corte el cabello? —pregunto, el pánico alzándose en mi
voz.
—Afeitarlo, en realidad.
—¿Todo?
—Sí, Rose. —Sonríe y me besa la frente—. Eso es lo que normalmente
significa “afeitar”. ¿Crees que todavía me encontrarás atractivo sin cabello?
—¿Estás bromeando? Por una vez pondrá las cosas equitativas, y tú y yo
finalmente podemos estar en igualdad de condiciones.
—No sé. Soy jodidamente guapo con la cabeza rapada —se burla, y lo golpeo
en el pecho. Se estremece un poco y me muerdo el labio, preocupada por haberle
hecho daño.
—¿Cuándo quieres hacerlo?
—Ahora. Simplemente vístete y vayamos a mi casa. Los dos no cabremos en
tu minúsculo baño.
Hago un puchero y me acerca más.
—Mientras estamos en el tema de la mierda del cáncer, ¿piensas que puedes
hacerme un hueco en tu horario mañana? Quiero que conozcas a unas personas.
—Por supuesto.
—Genial. Lleva el estómago bien preparado.
Frunzo el ceño, insegura de qué quiere decir con eso, pero asiento de todos
modos.
—Y no lleves zapatos bonitos.
—¿Es que no me conoces? Soy dueña de un solo par de zapatos de tacón, y
únicamente los compré para tu estúpida pseudo-boda.
—Cierto. Por un minuto pensé que estaba hablando con una chica de
verdad.
—Que te jodan, Hamilton.
—Está bien —contesta y rueda sobre mí. Gira sus caderas. Presiona su polla
rígida contra mí y le permito que me tome como quiera, pero se aparta
rápidamente—. Cabello primero.
Hago una mueca y salgo de la cama detrás de él. No quiero hacer esto. No
con su hermoso cabello. Pero al cáncer no le importa lo que queramos.
El cáncer puede irse a la puta mierda por traer su mierda a nuestro mundo.
202
—Pensé que dijiste que iríamos a casa —murmuro, mientras papá estaciona
en su casa. No estoy enfadada. En todo caso, es agradable estar aquí en la
comodidad de mis padres y la casa en la que crecí. De todos modos, no creo que
pudiese soportar estar sola esta noche. Habrá mucho tiempo para eso en el
futuro.
Mamá me lleva a la casa y hacia la cocina, donde me sienta y me prepara un
té y unos sándwiches de queso a la parrilla como cuando era niña. Como un poco,
bebo un poco y trago un montón de agua para reemplazar los fluidos que perdí
hoy. He pasado mucho tiempo llorando.
Mientras me lleva a mi habitación, soy golpeada con un millón de recuerdos
de Harley escabulléndose por mi ventana, acurrucándose conmigo en mi cama,
lanzando pelotas a la pared cuando intentaba estudiar y los recuerdos más
recientes de nosotros haciendo el amor antes de que se fuese a Luisana.
Me subo a la cama en la que dormí mientras era niña, con la misma colcha.
Mamá la lava cada semana, aunque no he dormido en casa desde que me mudé.
Me besa en la frente y me arropa, apagando la luz, pero no puedo dormir porque
cierro los ojos y algo no está bien. Miro hacia la ventana y aunque sé que ha
estado cerrada durante años, que estamos en invierno y que Harley no va a
cruzarla porque está tumbado en una cama de hospital con una enfermedad que
lo está matando, me acerco lentamente y la abro. Una brisa de aire helado me
golpea el rostro y respiro profundamente mientras veo su ventana cerrada. Sé que
no significa nada, porque ninguno de los dos ha ocupado estas habitaciones en
años, pero ver esa ventana completamente cerrada es como una bofetada en el
rostro.
Me giro y vuelvo a subir a la cama, escuchando el sonido de mis padres
moviéndose silenciosamente por su casa, nuestra casa, y finalmente me quedo
dormida a primera hora de la mañana con el sonido de la ciudad despertándose.
203
Rose
or la mañana, bajo a desayunar y mi madre se apresura a acercarse y
abrazarme.
—Cariño, llamó Rochelle. Harley está mejor, todavía hay mucho fluido
alrededor de sus pulmones, pero está sentado y comiendo un poco. ¿No es
maravilloso?
—Oh Dios mío, ¿por qué no me despertaste? Tenemos que irnos.
—No, no van a permitir la entrada de visitantes hasta dentro de dos horas.
Siéntate, toma un poco de café y algo de comer. Hice tus tortitas sonrientes
favoritas con trozos de chocolate.
Le doy una mirada molesta.
—Mamá, no he comido tortitas con trozos de chocolate desde que tenía doce
años.
—Bueno, hoy lo harás.
—Realmente solo me gustaría ir al hospital.
—¿Y hacer qué? ¿Pasearte como un gato sobre un tejado de zinc caliente 204
otras dos horas?
—Mamá, mi novio casi murió ayer. No quiero café. No necesito tortitas con
caritas sonrientes o una charla, solo necesito verlo.
—Cariño, no hay nada que puedas hacer allí. Además, voy a llevarte yo y
quiero tortitas y café.
—Pediré un Uber.
Suspira.
—No vas a ceder en esto, ¿no es así?
—No, realmente no.
—Está bien, deja que me vista y te llevaré, pero voy a llevar algo de esto para
comer mientras esperamos —indica y se dirige a la cocina a paso de caracol,
juntando la comida suficiente para una expedición por el Congo de todo un año.
Una vez que ha llenado los termos y metido un enorme bote de leche condensada
en su bolso junto con varios paquetes de azúcar, camina hacia la puerta de
entrada, tomando sus llaves en el camino.
No puedo apresurarla por la puerta hacia el auto lo suficientemente rápido
y, por supuesto, se toma su tiempo para revisar su lápiz de labios en el espejo
retrovisor antes de que pierda la paciencia con ella.
—¡Mamá!
—Ya voy, ya voy —contesta, dándome una mirada severa mientras da
marcha atrás al auto.
Cuando llegamos al hospital, la enfermera nos dice que no podemos verle
porque las horas de visita no comienzan hasta dentro de cuarenta y cinco
minutos. Mi madre pone los ojos en blanco y me lanza una mirada de “ya te lo
dije”. Es el período de tiempo más largo de mi vida.
Cuando finalmente nos dicen que podemos entrar, Rochelle ya está en la
habitación. Beso la mejilla de Harley y lo rodeo con los brazos, consciente de los
tubos y cables conectados a su cuerpo.
—¿Cómo te sientes?
Me aprieta la mano.
—Como si… pasase por tres rondas con… Mike Tyson. ¿Tú?
Odio que todavía esté sin aliento y me preocupo de que el tubo que le
insertaron en el pecho no esté funcionando, pero la bolsa atada al tubo está casi
llena, así que deben haber hecho algo bien.
No quiero que vea mi preocupación, así que le muestro una sonrisa.
—Ahora estoy perfecta.
—Siempre has… sido… perfecta.
Me río.
—Y tú siempre me has vuelto loca. Me encanta tenerte de vuelta, Pan.
—El chico… que… nunca muere. 205
—Mantengámoslo de ese modo, ¿está bien? —pido, pasando las manos por
su cabeza calva. Asiente y cierra los ojos, y no sé si está cansado o disfrutando de
mi toque—. Así que, ¿cuándo podemos volver a casa? —le pregunto esto a
Rochelle, así Harley no tiene que estar luchando por respirar para hablar.
—Será al menos una semana o dos, imagino —responde Rochelle, pero como
ayer, sé que hay algo que no me está diciendo.
—¿Qué? ¿Qué no me están diciendo? —Miro entre ellos, y luego a mi madre.
Rochelle inhala profundamente.
—Lo hemos discutido con Harley y sus médicos, y todos hemos decidido que
un hospicio es la mejor opción para él desde aquí.
Me echo hacia atrás como si me hubiese golpeado.
—¿Un hospicio? ¡No! No va a ir allí. A los hospicios se va a morir.
—Rose, se ha extendido por todas partes —murmura Rochelle.
—Entonces iremos a otra ronda de quimio.
—No va a mejorar, cariño, desearía que fuese diferente… créeme que lo
hago. Pero Harley se está muriendo. Él lo sabe, nosotros lo sabemos, pero tú…
—Sé que los pronósticos no son buenos, pero todavía hay cosas que no
hemos intentado. Ensayos clínicos, terapia con células…
—Rose… no —dice Harley, apretándome la mano.
Las lágrimas caen de mis pestañas y aparto mi mano de la suya.
—Lo prometiste, ¿recuerdas? Ese día en el trampolín cuando me besaste,
dijiste que estaríamos juntos. Lo prometiste.
—Éramos… niños tontos —dice Harley, y ahora también hay lágrimas en sus
ojos—. Si… pudiese… cambiarlo…
—Puedes. Puedes elegir pelear. Elígeme, Harley. Elígenos.
—Cariño —dice mamá, apretándome suavemente el hombro.
—No entiendo por qué ninguno pelea. —Me aparto del abrazo de ella y me
giro hacia todos—. Se sientan ahí como si todo estuviese dicho y hecho. ¿A nadie
le importa una mierda lo que le suceda?
—¡Rose! —grita mamá.
—¿Qué? —espeto, y veo que no solo Rochelle está llorando, mi madre
también.
—Dennos… un minuto —pide Harley sin aliento. Rochelle asiente, y mi
madre, que ya se estaba levantando, la toma del brazo y dejan la habitación. Miro
a Harley, cuya sonrisa alivia toda la rabia en mi interior—. Siéntate… —Cierro los
ojos y niego—. Por favor.
Cedo, arrastrando la silla cerca de la cama, así no toco los cables y tubos
conectados a su brazo y dedo, y el tubo de oxígeno enganchado bajo su nariz. 206
Pone la mano de nuevo en la cama, palma arriba, y la tomo.
—No estoy… mejorando. —Niego, pero continúa hablando—: Escucha… solo
escucha. No voy a… salir de aquí. Es aquí o un hospicio, y no quiero estar…
rodeado de médicos y cables. Quiero… quiero allí al amor de mi vida cuando me
vaya.
—Entonces ven a casa —suplico.
—No… no te… haría eso.
—Harley.
—Esto es… lo que quiero.
—¿Qué hay de lo que yo quiero? —Busco en su mirada, rastreando el
mínimo brillo de esperanza. No lo hay—. ¿No puedo decir nada?
—No… esta vez. —Sonríe, e incluso mientras las lágrimas se deslizan de sus
ojos, me da esa sonrisa burlona que he visto millones de veces—. Me quedaría… si
pudiese. Me quedaría para siempre… si tuviese opción… así no tendrías que…
pasar por esto.
—No puedo hacer esto sin ti. Eres mi mejor amigo. ¿Cómo lograré pasar un
solo día sin verte?
—Lo hiciste… antes. Lo lograrás… de nuevo.
—Tu muerte es mucho más diferente que vivir a cuatro estados —espeto.
Harley se encoge y sollozo y aprieto su mano—. Lo siento.
—Está bien… lo entiendo, pero… tienes que dejarme ir. —Se estremece
mientras inhala una respiración entrecortada—. Te dije que solo… te rompería el
corazón, ¿no es así?
—Repetidamente —coincido, sollozando.
—Porque no escuchabas… —Se ríe y yo también, pero no hay humor en ello,
solo un patético sonido desesperado porque el universo es cruel. Dios es cruel y el
cáncer es una jodida zorra.
Todavía no es el momento. No puede serlo. Hay demasiadas cosas que
todavía no hemos hecho juntos, demasiada vida que no hemos vivido… viaje,
matrimonio y bebés. Todavía hay muchas cosas que no hemos hecho y el tiempo
sigue persiguiéndonos a cada paso. No hemos acabado. No podemos haber
acabado aún.
—¿Cásate conmigo?
Niega lentamente.
—No.
—¿Por qué?
—Porque te mereces más… que ser una viuda a los treinta.
—Debería ser mi elección, como morirte es la tuya.
La expresión de Harley cambia. Traga con fuerza. 207
—Entiende algo. Esto… no es una puta elección. Esta no es mi elección.
Simplemente sé cuándo rendirme y… necesitas aprender a hacer lo mismo. —Me
aprieta la mano, pero es muy débil. Se encoge y sé que incluso este minúsculo
movimiento le causa dolor—. No voy… a mejorar, Rose. Mis órganos están…
colapsando, no hay vuelta… atrás… de eso. Esta no es… mi elección. Mi elección
sería… darte la gran… boda lujosa… que siempre has querido.
Su respiración entra y sale de sus pulmones. Sé que le duele y quiero decirle
que se detenga. Pero no puedo. Es egoísta, lo sé. Pero necesito escuchar estas
palabras ahora en caso de que no vuelva a tener la oportunidad.
—Esperé demasiado tiempo y ahora… no queda tiempo. —Las lágrimas caen
de sus ojos y apoyo la cabeza en la palma de su mano y miro hacia el rostro del
hombre que amo—. Malgasté… cada segundo que tuve contigo porque creía… que
era invencible. Creía que teníamos un para siempre… El cáncer tenía otras…
ideas.
—Entonces dame lo que tienes. ¿Por favor? —suplico con una respiración
entrecortada—. ¿Por favor? Todo lo que he querido desde que tenía cinco años
era casarme con mi mejor amigo. Todavía puedes darme eso.
—Rose, no. Mereces algo mejor.
—No hay nada mejor que eso. Si este es todo el tiempo que me queda
contigo, es lo que quiero. Podemos hacerlo aquí mismo. Esta tarde. Todo lo que
quiero es ser tu esposa, Harley Hamilton.
—¿Sabes que… se suponía que fuese yo?
Frunzo el ceño con confusión.
—¿Qué?
—El que… preguntase. Se suponía… que fuese yo.
—Sí, pero apestas haciendo las cosas a tiempo —digo. Se ríe y luego aprieta
el botón de la morfina, así que sé que es momento de dejarlo descansar—. Harley,
¿piensas… que, si hubiésemos tenido más tiempo, alguna vez hubiésemos hecho
esto?
—Siempre fuiste tú… con quien se… suponía que me casase.
Se me escapa una risa ahogada.
—Pensé que me haría sentir mejor, pero no lo hace. Malgastamos mucho
tiempo. El mayor error que he cometido jamás fue alejarme de ti.
—El mayor error que he cometido jamás… fue verte marchar.
—Mejor tarde que nunca… ¿cierto?
—Cierto… Te amo, Rose. Incluso con un… testículo y muriendo… de
cáncer… voy a ser el hijo de puta… más afortunado de la faz de… la Tierra.
—No tan afortunado como yo. —Seré la mujer más afortunada del mundo
hasta que el cáncer lo mate, pero cada segundo que pase como su esposa será
igual a una vida de felicidad. 208
Rose
stoy de pie con un vestido vintage de tafetán marfil de silueta amplia,
con mangas de tres cuartos, gemelos y bolsillos escondidos. Me
encantan los bolsillos escondidos. El vestido era de mi madre y había
estado colgado en el armario por tanto como puedo recordar. No era mi vestido
de novia soñado de Vera Wang, mis pies no están adornados con mis hermosas
sandalias Viola 110 de Jimmy Choo con las borlas blancas de pluma de avestruz,
mi cabello no estaba recogido en un moño deshecho de la forma en que siempre
había imaginado, y mi ramo no era de peonías, rosas y astilbe rosas, sino un
montón de margaritas silvestres de la tienda de regalos del hospital. No era una
boda en abril en el Conservatorio de Flores de San Francisco, y no me importaba.
Nuestros padres habían estado por toda la ciudad recogiendo mi vestido y
zapatos, los anillos y el traje de Harley, que tuvo que ser modificado por nuestras
madres con un par de tijeras de la sala de enfermeras para acomodar su tubo de
la toracotomía. Dean había sobornado a un juez de paz que conocía con unas
entradas para el próximo partido de los Mariners para que nos casara en una
precipitada ceremonia en la cama. 209
—Rose, repite después de mí… —empieza nuestro nuevo juez de paz
favorito.
Harley levanta la mano rápidamente para tomar la mía, y dirijo mi mirada
hacia él con sorpresa.
—No… tienes que… hacer esto.
Sonrío y asiento.
—No tengo que hacerlo, pero quiero hacerlo.
El juez nos da una sonrisa amable y dice:
—¿Podemos proceder?
Asiento.
—Con este anillo, yo te desposo.
—Con este anillo, yo te desposo. —Pongo el anillo en el dedo de Harley y
recito mis votos después del predicador, luego, cuando es momento de que él
haga lo mismo, lo hace con torpeza. Empuja el anillo en mi dedo, e intento no
llorar por lo débil que está, en lo frágiles que esas largas y hermosas manos que
solían sostenerme y llevarme al borde del placer con unos golpes seguros y
firmes, se han convertido. Me muerdo el labio, es todo lo que puedo hacer para
evitar romperme frente a él, y no quiero eso hoy. No quiero eso para él, y aunque
estamos de pie en una habitación de hospital, no quiero que mis recuerdos de
este día estén atados a lo enfermo que está.
Así que sonrío ampliamente y las lágrimas se deslizan igual, pero no doy
espacio a la tristeza. Ya habrá tiempo para eso los días, meses y años que
vendrán, pero no ahora. No hoy.
—Los declaro marido y mujer. Puedes besar a la novia —indica el juez de
paz. Y para esto Harley tiene fuerza, aunque le falle la respiración antes de poder
profundizar el beso y tener que apartarse, sentándose abruptamente al borde de
la cama.
—Harley —digo, la preocupación envolviendo mi voz.
—Estoy bien, amor. —Me aprieta la mano y me dice que no arme escándalo.
—Felicidades, queridos. —Mi madre se acerca y me envuelve en un abrazo
mientras papá y los padres de Harley lo felicitan a él. Y yo sonrío como una
completa idiota porque, aunque tengo miedo de lo que vendrá, acabo de casarme
con mi mejor amigo, el amor de mi vida. No fue la boda que siempre había
soñado, pero es el día más feliz de mi vida, justo como sabía que sería.
212
Rose
i marido, Harley Hamilton, murió mientras dormía a las 3:23 de la
madrugada. Habíamos estado casados exactamente doce horas, y
habían sido las mejores y peores horas de mi vida. Un montón de
equipo médico entró en la habitación, pero sus intentos de reanimarlo fallaron y
el médico declaró su muerte doce minutos después. Volví a la cama a su lado y
permanecí allí algún tiempo, estudiando su rostro. No vi la forma en que el
cáncer había maltratado su cuerpo, en cambio, lo vi de la forma que siempre
había sido para mí, hermoso, piel dorada, pómulos marcados, una mandíbula con
barba incipiente y unos labios que quería besar para siempre. Perfecto de todas
las maneras. Siempre había sido perfecto. Era el amor de mi vida, y ahora se
había ido, y a pesar de lo que le dije, sabía que mentía. Nunca le diré a un hombre
eso que me pidió, porque nunca amaré lo suficiente a un hombre para dejarle
tomar el lugar de mi marido.
Besos sus labios, permaneciendo allí, sintiendo lo suaves, y aun así fríos,
que están. Beso su frente y cada dedo de sus manos destrozadas por el cáncer
antes de levantarme y apartarme de él. Dejo su cuerpo en el mismo hospital
donde me casé con él doce horas antes. 213
Camino por las calles de la ciudad, desorientada, destrozada y
completamente rota. Camino hasta que vuelvo a su apartamento. Entro y me
hundo en el suelo donde me rompo.
Pasa otra hora o más hasta que me arrastro por el suelo de madera y subo a
su cama sin hacer. Todavía huele a él, aunque no ha estado aquí en una semana.
Todo aquí huele como él, así que me envuelvo en sus sábanas y finjo que está
entre mis brazos, y lloro.
En un día, me he casado y he perdido a mi mejor amigo, el único hombre
que he amado jamás, el único hombre que voy a amar jamás. Lo he perdido todo,
y no creo que nunca vaya a estar completa de nuevo.
Harley está muerto, y yo planeo pasar el resto de mi vida en su cama, su
cama. No necesito nada más, porque todo lo que he amado se ha ido, y esto es lo
más cerca que volveré a estar de él. El chico que me robó el corazón, como
seguramente Peter Pan de verdad robó el de Wendy. El chico que fue mi salvación
y salvador, mi tormento y mi héroe en todo el sentido de la palabra, se ha ido.
Pan finalmente creció, y el mundo es un lugar más triste por ello.
Rose
Tres meses después
218
Rose
Seis años después
eter, ten cuidado con la niña —chillo desde el otro lado del
concurrido parque.
—Jane, ten cuidado —dice una voz, mientras los niños chocan en
el arenero y caen en un montón de lágrimas y miembros caídos. Peter se levanta y
le ofrece la mano a la niña. Ella la toma y él la levanta, solo cuando ella está de pie
y su vestido rosa claro es alisado por sus pequeños dedos regordetes, se gira hacia
él.
—¡Estúpido idiota! —grita, y empuja a mi hijo. Se cae de culo y contengo la
respiración, porque en lugar de protestar o gritar, sonríe y, por un segundo, se me
para el corazón. Se parece tanto a su padre que por un momento me quedo sin
habla.
Por un instante demasiado largo, me quedo quieta en el sitio y luego me
encuentro corriendo hacia ellos, justo cuando un hombre al otro lado de las
esculturas grita: 219
—¡Jane, no!
Me agacho y ayudo a Peter a levantarse. Sacudo la arena de sus brazos y le
echo un vistazo.
—¿Estás bien, cariño?
—Lo siento —se disculpa el hombre detrás de mí, y me paralizo porque
conozco esa voz—. ¿Rose?
El calor me llena las mejillas, porque estoy inclinada, con el trasero en el
aire y esperando realmente que no sea eso por lo que me reconoció. Lentamente,
me enderezo y me giro para enfrentarlo.
—Dermot, ¿qué estás haciendo aquí?
Hay un poco más de canas en su cabello, unas finas arrugas alrededor de sus
ojos, pero todavía es tan guapo como siempre mientras me da una sonrisa
encantadora.
—Solo estamos pasando un poco de tiempo en el parque.
—Ya lo veo. ¿Y quién es? —pregunto, señalando a la niña pequeña
aferrándose con fuerza a sus jeans.
—Esta es Jane. Mi sobrina. —Le da un golpecito en el hombro y una mirada
severa. Recuerdo ser la receptora de esa expresión una vez o dos, y todavía logra
ponerme nerviosa. Dice—: Quien está muy arrepentida por empujar a tu niño.
—Lo siento —dice Jane, sin sentirlo en absoluto.
—Está bien —responde Peter, y paso los dedos por sus suaves rizos rubios.
—¿Y quién es este? —pregunta Dermot.
—Este es Peter, mi hijo.
Su sonrisa se desvanece un poco.
—No sabía que ahora estuvieses casada.
Asiento de nuevo.
—Van a hacer seis años.
—Es un hombre afortunado —comenta Dermot. Tenso mi rostro y reprimo
la punzada de lágrimas que me pican en los ojos. Seis años después y no se hace
más fácil.
—Lo fue, y fui incluso una mujer más afortunada —susurro, más para mí
que para él. Dermot frunce el ceño y busca en mi mirada. Abre la boca, pero niego
y le pido silenciosamente que no lo diga. Mira a Peter y asiente, y le doy una
sonrisa tensa—. Bueno, será mejor que nos vayamos.
—Por supuesto —dice Dermot, apoyando las manos en los pequeños
hombros de su sobrina—. Fue realmente bueno verte, Rose.
Sonrío.
—A ti también. 220
Tomo la mano de mi pequeño niño y lo saco del parque. Camina por la acera
y murmura para sí, y me rodeo con el suéter para alejar el frío de enero rodeando
la ciudad.
Peter deja de caminar y levanta la mirada hacia mí.
—¿Mamá?
—¿Sí, cariño?
—¿Ese hombre es mi padre?
Me detengo y miro a mi hijo, siendo sacudida desde atrás por los
caminantes pasando a nuestro lado.
—No, dulzura. Harley es tu padre.
Se muerde el labio inferior y se mira los pies con una expresión preocupada.
—Lo sé, pero lo miraste de la forma que a veces ves las fotografías de papá.
Dejo salir una risa nerviosa.
—Dermot es un viejo amigo.
—¿Vas a casarte con él?
—No, Peter.
Sujeta mi mano y la aprieta.
—Estaría bien si lo hicieses. Casarte, quiero decir. No quiero que estés sola.
—No estoy sola, tonto. Te tengo a ti.
—Sí —coincide conmigo—. Apuesto a que estabas realmente sola antes que
yo llegase.
Me encojo, porque tiene razón. Lo estaba, pero ya no lo estoy. Respiro
profundamente y alejo mi tristeza.
—Lo estaba, mi corazón estaba roto. —Me agacho y tomo su rostro entre mis
manos—. Pero tú, hombrecito, lo arreglaste. —Pone sus dedos regordetes sobre
los míos y sonríe. Es desgarradoramente familiar, y soy transportada a un
momento hace treinta años en un parque diferente en esta ciudad, cuando un
chico me sonrió de ese modo por primera vez y me llevó menos de un segundo
enamorarme de él.
Me inclino y beso el cabello de Peter, tomo su mano y comenzamos a
caminar por las calles de la ciudad que amo. Una ciudad que está llena a rebosar
de recuerdos de un chico de cabello dorado con ojos aguamarina y la chica de al
lado que lo amó.
—Ahora sigamos o llegaremos tarde. La abuela Evelyn va a preparar la cena
y la abuela Rochelle está haciendo ese postre de chocolate que te gusta.
—Mamá —dice Peter—. Me gusta su cabello.
—¿El de quién? —Lo miro con confusión—. ¿El de las abuelas?
—No, el de Jane. Tiene cabello de princesa. Quizás pueda escabullirme por
su ventana como Pan y llevarla a Nunca Jamás. 221
—Bueno —digo con una suave risa—, esa sería una muy gran aventura.
Carmen Jenner es una escritora de treinta y
tantos, éxito en ventas de USA Today e
internacional.
Su romance oscuro, KICK (Savage Saints MC
#1), ganó el premio al Mejor Romance Oscuro en
los Reader's Choice en el 2015.
Una entusiasta del tatuaje, adicta
incondicional al maquillaje y fanática de los
zombis, Carmen vive en la soleada costa norte de
New South Wales, Australia, donde pasa su tiempo
dentro discutiendo con sus dos pequeños salvajes,
un perro llamado Pikelet, y su propio hijo varón.
Una romántica de corazón, Carmen se
esfuerza por dar a sus personajes el Felices por
Siempre que se merecen, pero no antes de arruinar sus vidas completamente al
principio... porque ¿qué es un felices por siempre sin un poco de tortura? 222
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