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CAPACIDAD PARA EXAMINAR

Hebreos 4:13

El autor de Hebreos desea asegurarnos que el poder que posee la Palabra para iluminar los rincones más
escondidos de nuestra humanidad es absoluto. Declara que no «hay cosa creada oculta a su vista».

La frase, que posee una llamativa construcción, da a entender que la Palabra es la que realiza la acción de
examinar. Es decir, nosotros no llegamos a la Palabra y la usamos para examinarnos, sino que la Palabra, que
posee vida propia, realiza por sí misma esa tarea en nosotros. Por medio del profeta Isaías el Señor revela
esta dinámica cuando declara: «Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía sin haber
realizado lo que deseo, y logrado el propósito para el cual la envié». (Is 55:11 – NBLH, itálicas añadidas).
La Palabra sale de la boca de Dios en busca de un resultado específico

La Palabra regresará a él, como los Doce espías a Moisés, con un fruto que es producto de la labor que ha
realizado en los corazones de aquellos a quienes fue enviada. En algunos habrá producido arrepentimiento.
En otros, convicción o liberación. Y en otros más obrará restauración, sanidad y renovación.

El fruto es haber sacado a la luz aquello que impedía que hiciéramos lo que Dios estaba pidiendo de
nosotros. Los profetas, en el Antiguo Testamento, ilustran bien el proceso. Consideremos, por ejemplo, la
dureza de corazón que se había formado en el rey David luego de caer en adulterio con Betsabé. Esa dureza,
en lugar de conducirlo hacia el arrepentimiento, lo llevó a calcular con frialdad, de qué manera borrar los
rastros de su pecado. Sus torpes maniobras no dieron resultado y acabó asesinando al esposo de Betsabé para
poder, «legalmente», tomarla como su mujer.

Pasado un año, Dios, que conocía perfectamente la situación, decidió enviar una palabra al rey. Escogió al
profeta Natán como vocero para este mensaje. Este llegó y contó la historia de una familia que perdió la
única oveja que tenía, por la codicia desmedida de uno que lo tenía todo. La historia produjo un efecto
inmediato en David, quien se enfureció. En ese momento, Natán, arriesgando su vida, soltó la Palabra que se
le había confiado y esta produjo un fruto instantáneo: quebranto y arrepentimiento.

Es importante tomar nota de la aclaración que hace el autor de Hebreos: «todas las cosas están desnudas y
descubiertas ante los ojos de Aquel a quien tenemos que dar cuentas». Es decir, Dios no envía su Palabra
para descubrir lo que hay en nuestros corazones, sino para que nosotros nos enteremos de lo que él ya
conoce. En este sentido, su Palabra nos permite alinearnos con el conocimiento que ya posee. Una vez que
ambos ostentamos la misma información y logramos mirar las circunstancias desde la misma perspectiva,
nos encontramos en óptimas condiciones para caminar juntos.

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