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Gob. Videla
24 de marzo del 76, la Junta militar asumió el gobierno del país. Integrada por Videla
(ejercito), Massera (Armada) y Agosti (f. aérea). Justificaron el golpe, porque venían a
terminar con el desgobierno, la corrupción y el flagelo subversivo. Al golpe se lo denomino
“Proceso de Reorganización Nacional”, sus primeras medidas fueron, cesar los mandatos
de las autoridades constitucionales en todos los ámbitos, al igual que con los diputados y
senadores, también se removió a los miembros de la corte suprema, se suspendieron las
actividades políticas y gremiales de forma indeterminada. Se intervino la CGT y la CGE.
Oficiales de las fuerzas armadas reemplazaron a los depuestos en las provincias y
municipios, se produjeron arrestos masivos de ex funcionarios. La ex presidenta fue
llevada a Neuquén detenida, al igual que ex ministros, legisladores, gobernadores y
funcionarios. Las medidas represivas eran moneda corriente en el ámbito político y
laboral, se suspendió el derecho a huelga, dirigentes sindicales al igual que numerosos
trabajadores fueron detenidos, de acuerdo a las “listas negras” confeccionadas.
Presidente sería elegido por la junta militar y además tendría atribuciones legislativas, la
junta también podía designar a los miembros de la corte suprema. La junta designo al
general Videla como presidente, que retuvo el cargo de comandante en Jefe del ejército.
En su gabinete se contaba con gran presencia militar, pero el ministro de economía era
Martínez de Hoz. Este último era un representante del liberalismo económico, anuncio un
plan económico que iba a ser exitoso si se podía mantener el modelo político. La
liberalización económica era propicia para los intereses norteamericanos por lo que
propiciaba un apoyo para reprograma la deuda argentina.
Se asignó el 33% de los cargos a cada una de las fuerzas. El presidente quedaba bajo la
autoridad de las F. Armadas, las cuales se revalidaron como autónomas del Poder
Ejecutivo. La junta tenía poder de reformar la Constitución, dictar leyes, y hasta condenas,
bajo la denominación de “actas institucionales”. Se modificó el Código penal,
incorporando la pena de muerte por fusilamiento.
La lucha contra la subversión seguía siendo de prioridad. La junta Militar ejercía las
funciones de los 3 poderes, la lucha antisubversiva se convirtió en Terrorismo más de
estado. Los jefes de los cuerpos militares se transformaron en soberanos de cada zona
contando con la colaboración de fuerzas de seguridad autónomas. Además había fuerzas
parapoliciales, vinculadas a la ultraderecha, que ejercían según los militares de
“anticuerpos” frente a los subversivos y demás. Estos subversivos y sus supuestos
simpatizantes eran capturados en sus domicilios o trabajos y se los enviaba la mayoría de
las veces a centros clandestinos, a otros se los llevaba a establecimientos militares, no era
de conocimiento público su paradero eran, “detenidos- desaparecidos”.
No había reconocimiento oficial de las ejecuciones, ningún juez firmo una sentencia de
muerte. Las noticias daban cuenta de los resultados de la “lucha antisubversiva”, se
informaba el número de los muertos pero no así su identidad. Aparecían cadáveres sin
identificación, generalmente eran jóvenes acribillados a balazos y con señales de tortura
previa. Luego los cadáveres dejaron de aparecer y los militares se llamaron a silencio,
muchos asesinatos eran represalias frente al acto subversivo. “Noche de la los lápices”
estudiantes platenses detenidos y desaparecidos cuando reclamaban por el Boleto
Estudiantil.
Se estaba llevando a cabo la llamada Operación Cóndor, una acción conjunta de las
fuerzas armadas de los países del cono sur. Los secuestros y asesinatos se dirigían, sobre
todo, a sectores presumidamente vinculados a la guerrilla, pero también a militares
combativos del peronismo o de organizaciones de izquierda de distinto tipo, además de
hombres de cultura; como Rodolfo Walsh. Abogados defensores de desaparecidos,
estudiantes y ciudadanos en general que cayeron bajo sospecha del aparato represivo.
También se secuestraron a hijos de nacidos en prisión de detenidas- desaparecidas, que
fueron entregados a familias de militares represores o de gente allegada al gobierno.
Dos temas dividían a la cúpula del régimen, la salida política y el control del poder militar,
sectores próximos a Videla proponían un acercamiento a políticos y sindicalistas para
negociar una salida política y para la formación de una “convergencia cívico-militar” que
apoyara al Proceso en dirección hacia un periodo de transición precio a la
institucionalización. Se trataba modificar el esquema de poder de manera que el
presidente tuviera una autoridad superior a la Junta. Videla aparecía como firme
candidato a ocupar esta posición de “cuarto hombre” con poder sobre la junta. Bajo una
unimidad, la junta resolvió, continuar bajo el mandato de Videla, que cesaba su
comandato en jefe sobre el ejército. Su sucesión en este ámbito genero otro conflicto,
como secuela de este periodo conflictivo, las intenciones de institucionalización del país
fueron dejadas de lado.
Viola sucedió a Videla. EL nuevo presidente buscaba apoyo entre los políticos para sacar al
régimen militar del abismo que lo había llevado la política económica y una metodología
represiva que ya era inocultable. Conformo su gabinete con figuras políticas conocidas, se
reemplazó a Martínez de Hoz. El dialogo político se transformaba en una necesidad
debido a las dificultades del régimen. Esta postura no era sustentada por ciertos sectores
militares, Galtieri, cuestiono la capacidad de mando de Viola, decía que el poder le
pertenecía a la Junta. La enfermedad cardiaca de Viola fue el argumento para desplazarlo
del poder. Fue designado Galtieri como nuevo presidente, sin resignar su puesto como
miembro de la Junta Militar. En su gabinete resaltaba la figura liberal económicamente
hablando de Alemann.
El nuevo presidente desplego una estrategia orientada hacia tres objetivos. Primer,
consolidar el poder presidencial, nombrando gobernadores adictos y rompiendo con el
sistema de distribuir los cargos proporcionales a las Fuerzas Armadas. En segundo lugar, si
bien ratifico la promesa de la apertura electoral, se preocupó por mantenerla bajo control
oficial. Finalmente, impulso la formación de un partido heredero del proceso, integrado
por figuras del liberalismo, del conservadurismo y de partidos provinciales afines, debía
ser capaz de confrontar con las fuerzas políticas tradicionales. A principios del 82, la
necesidad gubernamental de recuperar consenso se enfrentaba con un panorama
complicado. Enfrentamiento con el gobierno se acentuó, el rachazo a los planes de
privatización previstos y los reclamos frente a los despidos y suspensiones en plantas
automotrices fueron algunas instancias de la renovada agitación gremial. 30 de marzo, en
una movilización y concentración en la Plaza de Mayo convocada por la CGT, la protesta
gremial comenzaba a dejar atrás el miedo masivo que hasta entonces la había paralizado.
Dos días después, la Argentina inicio la única guerra de su historia moderna. Se trataba de
consolidar el deteriorado frente interno mediante un triunfo improbable, ganar el apoyo
popular mediante la retórica nacionalista y lograr el respaldo de la dirigencia política.
La identificación de Alfonsin con los reclamos del movimiento por los derechos humanos
fue otro aporte al éxito radical. El resultado final de la confrontación entre el peronismo y
el radicalismo se fue resolviendo en el periodo previo a las elecciones. Las modalidades
internas instrumentadas por los partidos mayoritarios para la definición de sus respectivas
candidaturas no fueron ajenas a la determinación del resultado electoral de octubre del
83. Raúl Alfonsin afianzo su candidatura ganando de manera contundente las internas,
diluyendo la oposición de los balbinistas y logrando significativos apoyos extrapartidarios.
El peronismo, si bien inicio sus elecciones internas en simultaneidad con los radicales,
demoro un mes en resolver su fórmula presidencial. Las internas justicialistas se
desarrollaron en un clima tenso y confuso. En definitiva, el Congreso partidario proclamo
el binomio presidencial integrado por Ítalo A. Luder y Deolindo F. Bittle, A diferencia del
radicalismo, el justicialismo emergía de la lucha por definir candidaturas con heridas
internas con la desorientación de gran parte de su militancia y con una fórmula
presidencial que parecía cautiva del sindicalismo. La intolerancia y las prácticas
antidemocráticas de la interna peronista tuvieron su influencia en las decisiones del
electorado el 30 de octubre del 83. Las elecciones ratificaron la polarización entre los dos
partidos mayoritarios. La estrategia alfonsinista resulto más acertada que la del
peronismo. Mientras Alfonsin modero el discurso radicalizado que lo había caracterizado
diez años atrás e inclusive durante gran parte del Proceso. Luder trato de captar al
electorado moderado e independiente acompañado de sectores del cuestionado
sindicalismo y de otras figuras asociadas a la tormentosa experiencia de Isabel en el
gobierno.
Al ministro no le resulto difícil lograr que el FMI aprobara diversos créditos, que fueron
acompañados por préstamos de la banca privada. El ingreso de divisas provoco un cambio
de expectativas entre los operadores financieros locales, que detuvieron su corrida contra
el peso, disminuyendo la demanda especulativa de moneda extranjera. A pesar de la
devaluación, el precio de las divisas en el mercado negro se redujo notablemente,
mientras se recobraba la monetización de la economía y el volumen de depósitos en
pesos. Se incrementaron las tarifas y la presión tributarias. Con el congelamiento salarial,
el gasto en personal se redujo un 40%. Se provocaba una transferencia intersectorial de
ingresos que no se apartaba demasiado de otras experiencias liberales del pasado, aunque
en este caso la devaluación y la disminución de las relaciones a las exportaciones
permitían al sector agropecuario un aprovechamiento integral de las nuevas condiciones,
lo que lo diferenciaba así del plan Krieger Vasena. El objetivo de controlar la inflación
parecía logrado hacia mediados del 76. Sin embargo esto se debía al congelamiento de
salarios que provoco una drástica reducción del consumo con características recesivas,
cuando se intentó liberar esta variable, se produjo un rebrote inflacionario. Tal
circunstancia obligo a tomar una medida más drástica y a contrapelo del “espíritu” del
plan; el congelamiento de precios por 120 días. El eje central de la política económica
pasaría a ser, una reforma que ubicaría al sector financiero en una posición hegemónica
en términos de absorción y asignación de recursos. El nuevo Régimen de Entidades
Financieras iniciaba un rumbo cuyo norte apuntaba a la liberalización de los principales
mercados internos y a una mayor vinculación con los mercados internacionales.
Comenzaba una segunda etapa en la cual el gobierno empezaría a redefinir sus objetivos,
apartándose progresivamente de las políticas que caracterizaron al liberalismo económico
argentino en la posguerra, mientras se plasmaba un curso de acción enmarcado en las
recomendaciones de “la escuela de Chicago” La reforma financiera que fue
profundizándose por medio de medidas complementarias en los meses siguientes
consistía, en la creación de un sistema de reservas fraccionarias que reemplazaba al
anterior sistema centralizado de depósitos: la liberalización de las tasas nominales de
interés activas y pasivas que de negativas pasaban a ser positivas, una mayor
responsabilidad de los bancos en sus relaciones con la clientela, estableciendo, además,
requisitos sobre la solvencia y la liquidez de dichas entidades; el establecimiento de un
régimen de garantía plena de los depósitos en el marco de una mayor liberalidad de los
requisitos para la expansión o instalación de nuevas entidades y sucursales sin importar la
nacionalidad: y la recreación de la función del Banco Central como prestamista en última
instancia. La reforma apuntaba a incrementar el rol del sector financiero privado y
disminuir la participación del Estado, bajo el supuesto de que aquel era, un asignador más
eficiente de recursos. Además se creía que, se conformaría un sistema financiero más
apto, solvente y competitivo, que redujera el costo de los servicios bancarios. Esto dio
lugar a la creación de numerosos bancos y entidades financieras, con escaso o ningún
respaldo, así como a la proliferación de mesas de dinero vinculadas muchas de ellas a
compañías productivas. La especulación financiera, pasaba a jugar un lugar predominante
en la economía argentina.
La conformación del nuevo mercado financiero, tomando en cuenta que este se organizó
sobre la base del corto plazo, incrementando el riesgo y las dificultades de los empresarios
para obtener fondos de largo plazo. Esto desviaba el grueso de los recursos a la actividad
especulativa e incrementaba la volatilidad, que se agravaba con las bruscas fluctuaciones
de las tasas de interés. Las criticas señalaban que la reforma financiera provoco un gran
impacto negativo sobre las actividades productivas, mientras sus resultados en materia de
control de la inflación resultaron altamente cuestionables. No pareció sorprendente que
al finalizar la tregua de precios propuesta por el gobierno a los empresarios, la inflación
volviera a acelerarse, lo que convenció a las autoridades económicas de la necesidad de
nuevos caminos para “disciplinar” al sector industrial, mientras se trataba de revertir el
lento incremento que habían manifestado los salarios reales en los últimos meses.
EL ENDEUDAMIENTO EXTERNO
La segunda mitad de la década 70 se caracterizó, por una gran liquidez en los mercados
financieros mundiales, derivada del abultado déficit en la cuenta corriente
norteamericana y los saldos comerciales positivos de los países de la OPEP que ampliaban
aún más la magnitud de los fondos prestables. América Latina, comenzó a jugar un
importante rol como tomadores de créditos para financiar su déficit comercial, cubrir su
necesidad de recursos para proseguir con las estrategias de industrialización, solventar los
gastos del estado o desarrollar nuevas estrategias en materia financiera. Los grandes
bancos se encontraban particularmente interesados en estos nuevos tomadores de
crédito, porque así podían compensar la reducción de las colocaciones en los países
desarrollados y expandir geográficamente sus negocios, la posibilidad de cobrar intereses
variables y dado el mayor riesgo que presentaban los nuevos tomadores, imponer tasas
más altas. La política económica aplicada por Martínez de Hoz suponía un modelo
rentístico financiero y creaba una serie de condiciones que situaban a la Argentina en un
lugar privilegiado como receptor de recursos. La reforma del 77 liberalizaba por completo
los movimientos de capitales de todo tipo con el exterior, a lo que se le sumaba, la
profunda apertura comercial. Se asumía que los desequilibrios fiscales y comerciales
podían financiarse principalmente con recursos externos. La tasa de interés se situaba en
niveles superiores a los internacionales, estimulando el ingreso de fondos y los
movimientos especulativos. Un aspecto que facilito la obtención de estos préstamos
fueron las vinculaciones del ministro y de parte de su equipo con la banca internacional,
especialmente estadounidense. Esta política se hallaba inspirada por los conceptos
monetaristas de la llamada “escuela de Chicago” a la cual adherían.
Los principales beneficiarios son, altos funcionarios del gobierno que implementaron las
políticas mencionadas, un grupo significativo de empresas y financistas que efectuaron la
mayor cantidad de maniobras especulativas, las fuerzas armadas y los intermediarios que
utilizaron el endeudamiento externo para la compra de armas; sectores empresarios-
especuladores que trataban de transferir sus activos monetarios al exterior; grandes
grupos nacionales y extranjeros que aprovecharon regímenes promocionales o contratos
del Estado hicieron grandes negocios, aprovecharon las desgravaciones impositivas y
tomaron empréstitos del exterior beneficiándose luego con la estatización de la deuda;
sectores primarios exportadores, agrarios y de commodities industriales en diferentes
etapas de la política económica.
LA CUESTION FISCAL
Uno de los objetivos explícito de Martínez de Hoz era la disminución del peso del estado
en la actividad económica, que debía abandonar las actividades en las que el mercado
podía desempeñarse de manera más eficiente. La eliminación del déficit se lograría
reduciendo los gastos por medio de una reforma administrativa y se incrementarían los
ingresos recomponiendo las tarifas públicas incrementando la presión tributaria.
Los impuestos al capital por su parte apuntaban a gravar más los sectores productivos que
los financieros, estimulando por el lado fiscal a las actividades especulativas. Mientras
tanto la recua dación al impuesto al trabajo se contrajo bruscamente en el 76 y 77. La
evolución al impuesto al trabajo respondía según la interpretación oficial a una política de
desgravación a la actividad productiva. Fue un desmoronamiento de los salarios y que la
presión de estos impuestos se incrementó. Es decir que la reducción se debía al
achicamiento de la base imponible, que excedía al aumento de la tasa con la que se la
gravaba. Por medio de estas políticas de ingresos se logró captar una mayor cantidad de
recursos que se sumó con una gran cantidad de créditos internos y externos que permitió
reducir inicialmente el déficit fiscal, sin embargo los fundamentos de tal reducción eran
débiles y desde el 80 se produjo una inflexión en su comportamiento, que aumento el
déficit y se mantuvo así hasta el final de la dictadura.
PUJA DISTRIBUTIVA Y CONCENTRACION DEL CAPITAL
Mediante el plan de sincerar los precios, la implementación del plan de Martínez de Hoz
condujo de inmediato a una redistribución del ingreso desde los salarios hacia los
beneficios de los empresarios y fundamentalmente financieros. El congelamiento y
control de salarios nominales contrajo los sueldos reales y redujo la participación de los
salarios en el ingreso nacional. En relación con la distribución personal del ingreso se
observa una importante caída en los ingresos percibidos por los estratos más bajos,
paralelamente un fuerte en la participación de ingresos altos y la reducción de los medios.
Las personas de ingresos más altos vieron crecer sus ganancias a costa de una reducción
de los estratos medios y bajos.
En ese complejo contexto, se produjo el traspaso del mando presidencial de Videla a Viola,
quien nombro ministro de economía a Lorenzo Sigaut en el 81. El 2 de abril de ese año se
puso en práctica un intento de conjurar la crisis, operando fundamentalmente sobre el
sector financiero. Ese día, luego de que el ministro afirmase que “el que apueste al dólar
pierde” se devaluó la moneda en un 28% eliminando la “tablita” cambiaria e
implementando un sistema de tipo de cambio fijo a ser establecido día a día por el BCRA.
También se redujeron ligeramente los aranceles y se establecieron retenciones
temporarias para las exportaciones agropecuarias. Volvió a devaluarse el peso,
estableciéndose una pauta futura de devaluación del 6% mensual, que en septiembre se
troco por la apertura de un mercado de cambios financiero libre y otro comercial con una
paridad establecida diariamente por el BCRA. Mientras trataba de amenguarse la crisis del
sector bancario por medio de múltiples mecanismos, tales como adelantos, redescuentos,
apoyo financiero especial, o el establecimiento de un régimen de préstamos destinados a
la adquisición y fusión de entidades financieras de capital nacional. También se pusieron
en marcha algunas medidas para evitar la profundización de la recesión, entre las que se
contaban el apoyo financiero para la reactivación de economías regionales, líneas de
crédito al sector productivo, regímenes de préstamos para mejorar el perfil temporal del
endeudamiento de las empresas y el apoyo crediticio para las exportaciones
promocionales. Las medidas provocaron una brusca contracción del producto. El papel del
Estado en la ayuda a las grandes empresas privadas endeudadas en los años previos,
muchas de las cuales se veían agobiadas por los pasivos. Se estableció un sistema de
seguro de cambio que cubría el repago de créditos obtenidos en el exterior por el sector
privado, siempre que se extendiera el plazo de su vencimiento por más de un año y
medio. Dado que ya se habían practicado dos devaluaciones importantes en el curso del
año, las empresas presionaron con éxito para que el Estado les otorgara un subsidio que
compensara la variación pasada del tipo de cambio. La deuda privada comenzó a licuarse,
mientras continuaba creciendo la pública. El proceso había comenzado, cuando las
empresas del estado se vieron obligadas a endeudarse como mecanismo para el ingreso
de divisas, que se fugarían luego con las operaciones de mercado abierto y transferencias
al exterior de los grupos privados. Se asistía así a un proceso de estatización de la deuda
externa privada.
La experiencia de Viola- Sigaut tendría corta duración. Galtieri, nombraría como ministro
de Economía a Roberto Alemann, quien ya había desempeñado similar función durante el
gobierno de Frondizi. Debió enfrentarse a los efectos económicos de la Guerra de
Malvinas. El objetivo inicial de su política se centraba en el control de la inflación. Se
unifico el mercado cambiario y se liberó la cotización de las divisas, eliminando la
participación del Estado y las empresas públicas en ese mercado. Este curso de acción
implico una devaluación del peso. Las tasas de interés siguieron en niveles elevados,
tratando de restringir la circulación monetaria. Se intentó reducir el déficit de las cuentas
públicas, consideradas el principal factor de la expansión monetario que provocaba la
inflación. Se reforzó la presión tributaria, imponiendo un derecho del 10% a las
exportaciones que gozaran de reembolsos y extendiendo el impuesto al valor agregado a
los alimentos y los medicamentos. Se reajustaron las tarifas públicas. Se limitaron los
montos de los reembolsos a las exportaciones y se congelaron los salarios del sector
público.
Una nueva alza en los precios internacionales del petróleo había desencadenado una
recesión, que provoco una caída en los precios de las materias primas, de modo que los
términos del intercambio de la Argentina descendieron. Las tasas de interés se elevaron y
los flujos de capital comenzaron a reorientarse hacia los países desarrollados, por lo que el
acceso al crédito para los subdesarrollados, se tornó muy dificultoso. Los montos
adeudados continuaban creciendo debido a la capitalización de intereses. Al verse
privados de nuevos créditos, estos países encontraron severas dificultades para cancelar
sus compromisos al vencimiento, por lo cual incurrieron en moras. La situación hizo
eclosión en agosto del 82, cuando México declaro formalmente una moratoria unilateral
transitoria del pago de la deuda pública, aunque continuo abonando los intereses.
Estallaba así la “crisis de la deuda”, que domino el panorama económico en los años
siguientes. El gobierno se enfrentaba, entonces, a un problema que tenía dos facetas. Por
un lado, debía hacer frente a los compromisos externos por vencer, en el marco de un
grave déficit de divisas y, por el otro, atender las demandas de las grandes empresas
privadas endeudadas para evitar un crac económico generalizado. El Banco Central,
emprendió un proceso de estatización de la deuda externa privada, refinanciando
simultáneamente los vencimientos por medio de nuevos títulos públicos, mientras los
deudores privados se beneficiaban con métodos de pago al Estado que, dados las altas
tasas de inflación y las devaluaciones, fueron licuando progresivamente sus deudas.
Con respecto al pago de la deuda pública, se iniciaron negociaciones con el FMI, que actuó
como intermediario frente a la banca privada, para el refinanciamiento de los pasivos. El
acuerdo logrado incluyo la adopción de medidas de ajuste que contuvieran la inflación,
incentivaran las exportaciones para permitir una mejoría en el balance de pagos, y
limitaran el déficit fiscal por medio de un reajuste de las tarifas públicas en busca de
reducir el déficit fiscal. Durante 1983 se observó un ligero aumento de los salarios y una
recuperación del empleo que, sumados al ligero crecimiento experimentado por las
exportaciones, lograron quebrar dos años consecutivos de contracción de la producción.
Al concentrarse el traspaso de mando al nuevo gobierno constitucional encabezado por
Raúl Alfonsín, el balance global del conjunto de la gestión económica de la dictadura
mostraba un crudo panorama. En ocho años, el crecimiento del producto bruto había sido
de solo el 2,3% lo que significaba una drástica disminución de la riqueza por habitante. El
proceso de sustitución de importaciones había sido definitivamente desarticulado,
mientras desaparecían ramas enteras de la producción. Se había motorizado también una
severa concentración de las actividades económicas, del capital y de los ingresos, lo que
provocaba una fuerte reducción de los salarios y comprimía el mercado interno hasta
niveles inimaginables. Quedaba una abultadísima deuda externa que condenaba al país a
décadas de esfuerzo para pagarla, a una delicada posición en la balanza de pagos y a una
gran vulnerabilidad en la toma de decisiones económicas para el Estado, ya que los
futuros programas económicos deberían ser aprobados previamente por la banca
acreedora. Los objeticos explícitos de control de la inflación y de las cuentas públicas no
se habían alcanzado. La deuda externa imponía crecientes erogaciones para el sector
público y generaba problemas de difícil resolución en el plano monetario, creando las
condiciones para un estallido hiperinflacionario.
Sin embargo, se había logrado un éxito rotundo en los objeticos implícitos de transformar
radical e irreversiblemente la dinámica económica- social, al sentarse las bases de un
nuevo modo de acumulación rentístico- financiero que llevaba a la privatización de la
producción y al liderazgo de un reducido conjunto de grupos económicos.
EL PROCESO DE DESINDUSTRIALIZACION
Entre el 76 y el 83, se fueron consolidando dos claras tendencias. Desde el punto de vista
de la estructura de los mercados, se produjo un acentuado proceso de concentración, que
puede observarse tanto en el interior de las distintas ramas productivas como en el
crecimiento de la participación en el producto de las ramas más concentradas, en especial
la producción de insumos intermedios. Los grupos que mejor performance registraron
fueron los que emprendieron un proceso de diversificación, tanto en la producción
industrial como incorporando actividades no industriales, especialmente en el sector
servicios y en la actividad financiera. Las colocaciones en el exterior comenzaron a girar
crecientemente en torno de un reducido grupo de commodities con un menor grado de
complejidad técnica y mayor estandarización, ligados sobre todo a la transformación de
insumos de origen agropecuario y minero, entre los que se destacaron las carnes, los
aceites o los derivados del petróleo y del gas, que explican el particular dinamismo del
sector químico frente a otras ramas industriales. Otro tipo de reestructuración frecuente
fue la estrategia de “sustitución de producción”, como fenómeno contrapuesto a la
sustitución de importaciones pasada. Muchas empresas comenzaron a reducir la cantidad
de insumos de fabricación local, reemplazándolos por componentes importados. En
muchos casos, empresas industriales abandonaron por completo sus líneas de producción
para transformarse en meras casas importadoras y comerciales. Los efectos de la política
económica de Martínez de Hoz, fueron la contracción de la producción, desaparición de
numerosas actividades, desarticulación de las relaciones intersectoriales y simplificación
de la estructura morfológica.