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2 PEDRO
Comenzamos hoy, amigo oyente, nuestro estudio de la segunda epístola del Apóstol Pedro, y
esperamos que usted nos acompañe en este recorrido. Hemos llegado a un libro cuya autoría, es
decir que haya sido escrito por el Apóstol Pedro, ha sido cuestionada más que ningún otro libro
en el Nuevo Testamento. El Dr. Morehead quien es un expositor bíblico, escribió hace ya varios
años: “La segunda epístola de Pedro viene a nosotros con mucho menos apoyo histórico en
cuanto a su genuinidad que cualquier otro libro del Nuevo Testamento”. Debemos decir que ésta
es un área en la cual hemos pasado muy poco tiempo en este estudio de cinco años; es decir, en
lo que se conoce como una introducción, o sea, quién lo escribió, y aquello que es crítico en
cuanto a estos libros de la Biblia. Pensamos que, ya que la segunda epístola del Apóstol Pedro es
como dice el Dr. Morehead, que nos llega con mucho menos apoyo histórico de su genuinidad
que cualquier otro libro del Nuevo Testamento, pues, que esto ha causado que muchos, aún en
nuestros días, que dicen que son conservadores, y no creemos que lo sean; pero estas personas
rechazan el hecho de que la segunda epístola del Apóstol Pedro pertenezca al Canon de las
Escrituras.
Ordinariamente dejaríamos de lado todo esto porque, para nosotros, este libro es parte de la
Palabra de Dios, y creemos que hay bastante evidencia interna y externa. Pero creemos que
debemos hacerle frente a esos hechos el día de hoy; y sabemos que habrá algunos que dirán:
“Bueno, el problema con ustedes en ese programa es que no saben de ninguna introducción a
esta segunda epístola del Apóstol Pedro, y por tanto, comienzan el estudio directamente”. Muy
bien, permítanos entonces, regresar y presentar algo de la historia detrás de este libro; de esta
Segunda Epístola de Pedro. Pasó mucho tiempo antes de ser aceptado por la iglesia dentro del
Canon de las Escrituras. Fue aceptado en Laodicea en el año 372, cuando se reunió el Concilio
allí. Luego, nuevamente en Cartago en el año 397. Esa era la primera vez que la iglesia había
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tomado una posición así. Jerónimo, la aceptó para la Vulgata, y no se encuentra en algunos de
los manuscritos. Por ejemplo, la versión Pesitta-Siríca, que no es una versión aceptable de
ninguna manera, y estamos seguros que hay otras cosas en cuanto a esa versión que todos hemos
rechazado; y esto para nosotros sería algo sin ningún significado, el que no estuviera allí. Ahora,
Josefo, uno de los más antiguos historiadores en la época de la iglesia primitiva, lo colocó entre
los libros en disputa. Orígenes, por su parte, lo aceptó. Clemente de Alejandría lo aceptó y él
escribió también un comentario sobre esta epístola. Se cita en el Apocalipsis apócrifo, el cual
por supuesto, no es aceptado. La epístola de Judas, aparentemente extrae algo de la segunda
epístola del Apóstol Pedro. También hay otras alegaciones que dicen que hay citas de Segunda
Pedro en algunos de los primeros escritores de la iglesia, como Arístides, Justino Mártir, Ireneo,
Ignacio y Clemente de Roma. Debemos señalar que Martín Lutero la aceptó como genuina.
Calvino, por su parte, tenía sus dudas, pero no la rechazó. Erasmo, en cambio, sí la rechazó.
Ahora, eso le presenta a usted algo de los antecedentes históricos. Pero la razón por la cual ha
sido rechazada esta epístola, amigo oyente, es, según nuestro juicio, una razón falaz. Y debido a
eso, queremos decir que existe mucha evidencia interna, especialmente hay ciertas secciones
autobiográficas aquí que para nosotros son absolutamente conclusivas, terminantes, de que fue
Simón Pedro quien escribió esta epístola. Y ya veremos eso cuando leamos esas porciones.
Ahora, la pregunta que se ha presentado a veces es: ¿por qué – según algunas personas dicen,
– esta segunda epístola del Apóstol Pedro es tan diferente, o sea, diferente de la primera epístola
del Apóstol Pedro? Bueno, podríamos hacerle una pregunta en cuanto a ¿por qué Romanos, es
tan diferente de la Segunda Epístola a Timoteo? O, ¿por qué la segunda epístola a Timoteo, es
tan diferente de Romanos? Sin embargo, fue el mismo escritor quien escribió ambas epístolas.
Pablo las escribió. La nación, por supuesto, es el asunto o tema y francamente, la segunda
epístola del Apóstol Pedro, es muy similar a lo que es la Segunda Epístola a Timoteo. Ambas
son, por así decirlo, el canto del Cisne de los dos grandes Apóstoles. Esta epístola que vamos a
estudiar es el canto del cisne de Simón Pedro, y luego, la Segunda Epístola a Timoteo, fue el
canto del cisne del Apóstol Pablo.
Ahora, existen varias cosas sorprendentemente similares entre estas dos. Ambas epístolas
presentan señales de advertencia a lo largo del camino peregrino que la iglesia está recorriendo,
Pedro ha advertido de la herejía entre los maestros. El Apóstol Pablo advierte de la herejía
entre los laicos. Y tanto Pedro como Pablo hablan de una manera gozosa del día que se
aproxima para ellos. El Apóstol Pablo decía que él sabía la hora de su partida. Que él había
finalizado su carrera, y él había estado en esa carrera toda su vida. Ahora, él parte, y él ha
luchado la buena batalla, y ha guardado la fe. La corona de justicia ya está preparada para él.
Y aquí vamos a poder apreciar que Pedro también tiene una nota de triunfo en ese tiempo en
particular. Debemos notar algo importante, y es que ambos apóstoles proveyeron a la iglesia con
un ancla en los días de la apostasía. ¿Cómo puede la iglesia capear, digamos, el temporal de la
apostasía? Estos apóstoles le dan un ancla en las Escrituras, en la Palabra de Dios, como la única
defensa contra la tormenta que se aproxima. No es de sorprenderse, entonces, que los enemigos
ataquen a esta segunda epístola del Apóstol Pedro, porque éste es uno de los mejores escudos
que se haya presentado para defenderse de los dardos del enemigo, ya que él los está arrojando
contra nosotros hoy. En esta segunda epístola del Apóstol Pedro, como vimos en la Segunda
Epístola a Timoteo, se acerca la apostasía, se aproxima la tormenta.
Ahora, ¿cómo se va a preparar usted para enfrentarse a ella? Pues bien, hay sólo una manera
de hacerlo, y es por medio de un conocimiento completo; no solo por medio de la fe, no sólo el
creer en Cristo, sino en conocer a Cristo. El Señor Jesús dijo: Esta es la vida eterna: que te
conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado. Y esto indica que
nosotros debemos conocerle a Él, y no sólo conocer en cuanto a Él.
Ahora, la vida cristiana es mucho más que un nacimiento, amigo oyente. Es un crecimiento,
es un desarrollo. Nosotros debemos crecer, y para nosotros, la clave de esta epístola se encuentra
en el último versículo de ella, donde dice Pedro: Antes bien, creced en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo. A Él sea gloria ahora, y hasta el día de la
eternidad. Amén. (2 Pedro 3:18).
Esa es la razón por la cual siempre hemos dicho en nuestro ministerio, que nosotros no
somos obstetras, sino pediatras. Ahora, un obstetra o tocólogo como se le llama en algunas
partes, es el médico que atiende a las señoras durante su tiempo de embarazo, y luego ayuda en
el nacimiento de un niño en este mundo. Bien, creemos que el Señor y la mayoría de ustedes que
nos escuchan en estos programas saben que hemos compartido cientos de cartas de personas que
se han convertido por haber escuchado la Palabra de Dios. Pero, en realidad, este ministerio
radial se comenzó con el propósito de enseñar la Palabra de Dios, para ayudar a los creyentes a
crecer. Es decir, tomar a un pequeño bebé, a un creyente nuevo, y ayudarle a crecer. Dijimos
que no somos obstetras sino pediatras; o sea que, debemos tomar el nene, debemos alimentarlo al
comienzo con alimentos fáciles de digerir, pero luego debemos darle buenas comidas para que se
fortalezca, para que se desarrolle, para que se haga fuerte. Y esta es el área con la cual está
tratando el Apóstol Pedro. Usted no va a poder vivir para Dios en estos días de apostasía, amigo
oyente, a no ser que usted tenga el conocimiento de la Palabra de Dios. Y vamos a hablar mucho
en cuanto a esto al entrar en esta epístola. Pero consideramos que éste es el tema, y estamos
Permítanos ahora decir, una palabra en cuanto a las divisiones de este pequeño libro. Lo
hemos dividido más que lo que hicimos con la primera epístola del Apóstol Pedro. ¿Por qué?
Porque aquí tenemos temas que son realmente tremendos. En realidad, hemos dividido esta
epístola en muchas partes.
1
Simón Pedro, siervo y Apóstol de Jesucristo, a los que habéis alcanzado, por la justicia
de nuestro Dios y Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra: (2 P.
1:1)
Cuando uno observa esta pequeña palabra “precioso”, y la notamos aquí en este primer
versículo, y Pedro la usa tantas veces, y es casi el único que la usa en toda la Biblia, decimos que
esto es como cuando uno puede reconocer la forma de escribir del Apóstol Pablo. Esto es como
una marca de identificación. Cuando usted abre una cuenta en el banco, usted tiene que poner su
firma en una tarjeta. Y cuando usted escribe algún cheque, la gente del banco lo compara con su
firma. Pues, bien, esto es como tener aquí la firma de Simón Pedro, esa palabra “preciosa”. Pero
tenemos mucha más evidencia que esta.
Volvamos a observar algo que él dijo allá en su primera epístola. Allá él decía
sencillamente: “Pedro”. Aquí él dice: “Simón Pedro”. Ahora, Simón era su nombre; ese era el
nombre que se le había dado cuando nació. Pero Pedro es el nombre que nuestro Señor
Jesucristo le dio a él, y así es que él coloca a los dos juntos aquí. El hombre de debilidad y el
hombre de fortaleza, el hombre como una roca, y el hombre que cambiaba su forma de pensar.
Él era ambas cosas. Pero, amigo oyente, cuando uno llega a observar lo que dice esta epístola, y
la primera epístola también, y escribió la segunda un poco después de haber escrito la primera,
usted puede estar seguro de una cosa: que es el hombre roca ahora. Él es ese hombre que va a
ser crucificado, y por tanto, nosotros no nos encontramos en una posición por la cual le podemos
criticar. Él se llama a sí mismo Simón Pedro, un siervo, un esclavo. Él no tomó para sí una
posición elevada en la iglesia. Él dijo: “Yo soy un esclavo y un Apóstol”. Esa es su autoridad, y
él es uno de ellos, sencillamente un Apóstol. No el Apóstol, sino un Apóstol de Jesucristo.
Luego dice: A los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y salvador Jesucristo,
una fe igualmente preciosa que la nuestra.
Amigo oyente, hay quienes toman un punto de vista que llamamos hipercalvinístico, que
comienzan a decir que uno tiene que ser elegido, antes de poder ser salvo. Que Él tiene que darle
la fe para creer, y en parte estamos de acuerdo con eso. Pero también queremos presentar
claramente que la razón por la cual los hombres no van a Cristo se nos presenta de una manera
muy clara en la Palabra de Dios. No tenemos tiempo para desarrollar esto aquí, pero quisiéramos
que usted lo vea. Pablo habla de esto allá en su Segunda epístola a los Corintios, capítulo 3,
versículos 15 y 16; allí dice: Y aún hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está
puesto sobre el corazón de ellos. Pero cuando se conviertan al Señor, el velo se quitará.
Cuando se conviertan al Señor. ¿Qué es eso? ¿De qué está hablando? Bueno, el
modificador aquí será el corazón. Cuando el corazón se convierta.
La razón por la cual los hombres no son salvos hoy, no es debido a su forma de pensar. Es
debido a su corazón, al pecado en su vida. Y ellos no quieren creer. No nos venga a decir,
amigo oyente, que usted ha sido elegido para perderse. Él no quiere que ninguno perezca. (2 P.
3:9). Amigo oyente, si usted se pierde es porque hay pecado en su corazón, y usted no quiere ir a
Cristo, porque eso indica que usted tiene que abandonar el pecado.
Y el Apóstol Pedro dice aquí: A los que habéis alcanzado, por la justicia de nuestro Dios y
Salvador Jesucristo, una fe igualmente preciosa que la nuestra. Y esa justicia es aquello que se
nos da cuando vamos a Cristo, el Salvador. Él no sólo sustrae o resta nuestro pecado, sino que
suma, agrega Su justicia. Nosotros no somos solamente criminales que hemos sido liberados y
perdonados. A nosotros se nos ha dado una posición ante Dios, y esa posición es en Cristo.
Somos aceptos en el Amado.