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Notas sobre Epistemología. Realismo y antirrealismo en ciencia.

FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2004; 8(1)

Fernando Ruiz Rey.


Psiquiatra
Wake County Human Services
Raleigh, NC. USA

E-mail: F5R7R0@aol.com

La racionalidad en la dinámica de la ciencia, entendida esta como un proceso conceptual, nítido, completo y
necesario, no ha sido posible de establecer en forma integral y total en la actividad científica. Como se ha
señalado en numerosas secciones de estas Notas, en la adquisición del conocimiento del mundo no se pueden
evitar los juicios y valores personales y colectivos de los científicos, y se puede afirmar que la imaginación y la
creatividad de los hombres de ciencia en la investigación y generación de teorías, son constituyentes esenciales
en la prosecución del conocimiento científico. El discernimiento lógico y racional empleado en la actividad científica
encuentran su pleno sentido y eficiencia en complementariedad con el ingenio del hombre.

Sin una racionalidad sin grietas no se puede postular la existencia de un método científico perfectamente diseñado
que guíe con seguridad la actividad científica a sus metas, un procedimiento único y obligatorio que se debe
aplicar a toda actividad que pretenda ser ciencia natural. Los procedimientos empleados para conseguir el
entendimiento y el conocimiento del mundo son distintos en los diversos dominios de la naturaleza y han variado
en la historia del Occidente; no es, por tanto, sorprendente que también hayan, y sean, tan controvertidos los
intentos realizados para justificar y delimitar el conocimiento científico concebido como un procedimiento distinto
y universal.

La ausencia de una racionalidad sólida y de un método único en ciencia no significa, sin embargo, que el
conocimiento de la naturaleza sea un producto caprichoso de la actividad intelectual del ser humano, una
actividad sin meta ni orden, solo un aparato conceptual creado en la subjetividad del científico con el trasfondo
cultural y la situación social del momento. El conocimiento científico es un conjunto de ideas humanas que, de
algún modo, nos hablan de lo que es el mundo y de su funcionamiento. Se trata de ideas que se refieren a algún
aspecto de la naturaleza y, es por esto, que en la presentación de las corrientes epistemológicas revisadas, se
encuentra como factor común a todas ellas, el recurso a la: observación, aunque esta sea interpretada y
entendida de diversas maneras. Es la observación la que conecta al científico con el mundo, es la interfase entre
la cognición y su ‘objeto’ en la ‘naturaleza’.

La epistemología estudia la justificación del conocimiento científico como tal, y el carácter de los procedimientos y
pruebas que utiliza para este efecto. La ontología, en cambio, se ocupa del análisis del ‘objeto’ del conocimiento
científico, es decir, de lo que es el mundo. Pero no resulta fácil este estudio, ya que lo que sea el mundo, se
presenta al hombre a través de la complejidad de la percepción y del entramado cognitivo que ordena, relaciona y
permite su comprensión para el manejo del hombre en el mundo. Los filósofos de la ciencia ante estas dificultades
fluctúan entre dos posiciones antagónicas: el realismo y el antirrealismo.

El realismo extremo toma una actitud más bien ‘ingenua’, para aceptar al mundo como dado y como objeto
directo del estudio científico; el lenguaje de las teorías científicas confirmadas se refiere a entidades realmente
existentes, por lo que se les considera como verdaderas (o aproximadamente verdaderas). Esta posición no es
fácil de defender, la simple historia de la ciencia muestra la caducidad de las teorías y el constante cambio de la
imagen física del la naturaleza, y, además, ignora la influencia de las creencias y conocimientos previos en la
observación y en la construcción de teorías.

Tampoco resulta sencillo defender el antirrealismo o idealismo global, para el cual la observación como ventana al
mundo, está concebida primariamente como dada en un lenguaje significativo cargado del sentido que le otorgan,
el uso, los conceptos y las teorías; la tesis de esta concepción es que lo que existe primariamente es la mente y
sus productos, la experiencia observacional existe en la mente. Thomas Kuhn (1) al publicar The Structure of
Scientific Revolutions, incluyendo comentarios como: “La noción de una correspondencia entre la ontología de una
teoría y su contraparte ‘real’ en la naturaleza, me parece ahora, elusiva en principio” (pág. 206), abre una
avenida para el desarrollo de gran variedad de construccionismos epistemológicos antirrealistas de carácter
global.

Para el idealismo, especialmente el antirrealismo global, el éxito de la ciencia moderna en el manejo y el cambio
del mundo es un desafío difícil de explicar. Por esto el idealismo, en general, se matiza, limitándose a señalar que
la realidad del mundo depende del conocimiento que el ser humano logre de ella.

Por ejemplo, Hilary Putnam -filósofo americano- propone un “realismo internalista”, aunque su concepción
filosófica tiene una fuerte vertiente idealista, en cuanto los objetos percibidos en la observación se constituyen
como tales gracias a la intervención de la cognición humana, particularmente el lenguaje que, selecciona, ordena,
categoriza, clasifica.

El lenguaje en el realismo internalista de Putnam tiene un papel fundamental; escribe el autor: “...los objetos y la
referencia [a ellos] emergen del discurso, más bien que ser previos al discurso.” (2) Por eso el filósofo sostiene
que: “Los objetos no existen independientemente del esquema de descripción. Nosotros cortamos el mundo en
objetos cuando introducimos uno u otro esquema de descripción. Puesto que los objetos y los signos son
igualmente internos al esquema de descripción, es posible decir qué corresponde con que.” En la perspectiva
internalista del conocimiento, “la verdad es la óptima adecuación de la teoría”.... “La verdad es una vista
internalista, es una especie de aceptabilidad racional -una especie de coherencia racional de nuestras creencias
entre nosotros y con las experiencias, como esas experiencias son representadas en nuestro sistema de
creencias.” (3, pag. 52)

También Bas van Fraasser, profesor de la Universidad de Princeton, filósofo del lado del idealismo, propone una
concepción de la ciencia conocida como empirismo constructivo con elementos realistas. Para este autor: “La
meta de la ciencia es darnos teorías que son empíricamente adecuadas; y la aceptación de una teoría envuelve
solo la creencia de que es empíricamente adecuada.” ......“Una teoría es empíricamente adecuada si todos los
fenómenos observados están directamente representados por ciertas partes (subestructuras empíricas) de algún
modelo de la teoría.” (4. Pág. 12, 64).

Los fenómenos observados son asunto de la ciencia y no son, de acuerdo a van Fraassen, dependientes de las
teorías, al menos, los fenómenos observados por la ciencia en la actualidad. La aceptación de una teoría como
adecuada empíricamente, no implica la verdad total de la teoría. Van Fraassen entra en finas distinciones
lingüísticas para diferenciar la aceptación de las teorías, de la creencia en la adecuación empírica de las teorías; la
aceptación implica la entrega a trabajar por el desarrollo del potencial de las teorías, y la creencia -más amplia
que la aceptación- implica también, consideraciones de la verdad de la teoría. La aceptación de una teoría y la
creencia de que es empíricamente adecuada, incluye la aceptación de la existencia de entidades observadas y la
creencia en entidades teóricas no observadas actualmente, pero posibles en principio de ser observadas, como lo
son los entes del pasado como dinosaurios, placas tectónicas, galaxias, etc.; Estos entes son prácticamente
inobservables, pero en principio observables, si hubiéramos estado presentes en ese entonces. Estas entidades
teóricas prácticamente inobservables, pero en principio observables, derivan teóricamente de trazos observables
en la actualidad, para van Fraassen tienen entonces una base empírica. (5) De esta manera, se perfila un
realismo empírico en la perspectiva de van Fraassen, pero quedan fuera de este realismo, las entidades teóricas
en relación a situaciones no observadas, ni posibles en principio de ser observadas, por ejemplo, las teorías del
electrón en lo que no tienen de directamente apoyado por la observación.

Para Ian Hacking (6, pág 92) que se confiesa externalista -aceptación de un mundo externo- nada puede enseñar
acerca de las ciencias naturales -del mundo- una filosofía con énfasis primordial en el análisis del lenguaje como
la de Putnam, y habría que agregar también, en parte, la posición de van Fraasser, con la salvedad de su
vertiente realista, a partir de su empirismo observacional. Una vez encerrados en el lenguaje, especialmente si se
le concibe como el instrumento fundamental de la ordenación cognitiva -como lo hace Putnam-, y en lo que
subyace a éste: las ideas en la mente del ser humano, resulta muy difícil, si no imposible, escapar de ellos para
lograr una observación del mundo como tal, ya que cualquier observación se da en el lenguaje. Con esta
perspectiva, conectar (referencia) las palabras o ideas con los ‘objetos’ del mundo está plagada de dificultades
lógicas y antonimias.

Según E. Reed (7), las dificultades señaladas tienen origen en la distinción hecha por los griegos, entre apariencia
(experiencial) y realidad (pensada), pero que se consagra en el siglo XVII con el advenimiento de la ciencia
moderna y el conocimiento matemático del mundo y, fundamentalmente con Decartes, para quien las ideas
quedan definitivamente encerradas en la mente como formas intermediarias entre el ‘mundo exterior’ y el ‘mundo
interior’. Para Reed, esta herencia ha sido abrumadora en la Filosofía Moderna, como se puede apreciar en la
teoría causal de la percepción, o más bien, el supuesto, de que la percepción es causada en un observador pasivo
como una estatua, el estímulo físico causa en el observador un dato sensorial que es procesado por este para
inferir lo que ha ocurrido; la experiencia misma queda relegada a un segundo plano para cobrar primacía lo
procesal que ocurre en la interioridad de la mente. La elaboración de una teoría no-causal de la percepción del
mundo, en que este se presente directamente al hombre ha de considerar la experiencia humana como un
aspecto de la vida del hombre que busca información significativa, escruta, analiza, corrobora, en comunicación
con otros seres humanos. El análisis atomístico de segmentos aislados de este complejo proceso en que se da el
mundo, puede, y de hecho, ha conducido a deformaciones y confusión paralizante.

La mayoría de los filósofos rechazan los extremos mencionados, incluso algunos filósofos antirealistas tienden a
aceptar -lo que para los realistas es obvio- la realidad de lo obtenido por la investigación científica controlada, en
cuanto observa y puede también manipular y cambiar entidades no observables directamente, como lo son, por
ejemplo, los electrones. Hacking (6, pág. 162) escribe al respecto: “ El trabajo experimental provee la evidencia
más fuerte para el realismo científico. Esto no es por probar las hipótesis acerca de entidades. Es porque las
entidades que en principio no se pueden “observar” son manipuladas regularmente para producir nuevos
fenómenos y investigar otros aspectos de la naturaleza”........”Entre más entendemos algunos aspectos de los
poderes causales de los electrones, más podemos construir artefactos que logran efectos bien entendidos en otras
partes de la naturaleza. En el momento en que podemos usar el electrón para manipular otras partes de la
naturaleza en forma sistemática, el electrón cesa de ser algo hipotético, algo inferido. Ha cesado de ser teórico
para convertirse en experimental”. Hacking divide los entes teóricos en manipulables y los no posibles de
manipular, y otorga realidad a los primeros; Hacking rechaza el criterio de observabilidad propuesto por van
Fraasser para otorgar realidad a los entes teóricos, por esta diferencia, van Fraassen es más dado a aceptar los
entes teóricos del pasado por su posible observabilidad, en cambio Hacking, no les concede la misma realidad, ya
que no son manipulables. (5)

Muchos filósofos aceptan la realidad de las entidades mostradas por la experimentación, pero rechazan las teorías
generales irreductibles a los datos observacionales; a estos términos teóricos solo les conceden un carácter
instrumental, son esquemas mentales que ordenan y clasifican la experiencia, y pueden guiar las investigaciones
futuras, e, incluso, pueden predecir nuevos fenómenos -aunque los realistas preguntan cómo una teoría puede
predecir la ocurrencia de un acontecimiento natural si no refleja de algún modo la realidad del mundo.

Alan Chalmers (8) intenta capitalizar en el argumento del realismo que defiende la realidad de las teorías por su
capacidad de predecir acontecimientos y descubrimientos de nuevos elementos naturales (por ejemplo la
dramática predicción del planeta Neptuno en 1846, basada en las teorías newtonianas) y, en el argumento del
antirrealismo que critica la realidad de las entidades teóricas, señalando la caducidad de las teorías que en un
momento dado se tuvieron por verdaderas y reales y, luego, se abandonan para ser reemplazadas por otras
distintas. Chalmers propone el “realismo no representativo” o, como en forma similar lo hace John Worral,
llamándolo “realismo estructural”. El realismo estructural acepta lo que las teorías dicen de las relaciones
estructurales causales de los objetos, absteniéndose de aceptar lo que las teorías dicen de su naturaleza.

Chalmers (8, pág. 128-30) utiliza para ilustrar su tesis, la historia de las teorías acerca de la óptica. Primero
Newton propuso la teoría corpuscular de la luz que estuvo vigente y fructífera por más de cien años; Fresnel luego
defendió una teoría ondulatoria en conexión con la elasticidad del éter; basado en esta teoría, Poisson dedujo y
comprobó experimentalmente que se debía observar una mancha brillante en el centro de la cara de un disco
opaco convenientemente iluminado desde la otra (8, pág. 77) . Pero ambas teorías se desecharon y se eliminó la
concepción del éter de la física. Chalmers señala que la teoría moderna de la luz consulta el comportamiento
ondulatorio -y también corpuscular-, por lo que la teoría de Fresnel captaba un aspecto real, aunque incompleto,
de la luz. Worral subraya la estructura matemática de las ecuaciones de Fresnel como el elemento substancial que
posibilitó las predicciones hechas en base a su teoría, y señala que muchas de sus ecuaciones se conservan en las
teorías actuales de la luz. Del mismo modo, la mecánica de Newton captó elementos estructurales de la realidad
que le permitieron hacer asombrosas predicciones, y, aunque superada por Einstein, permanece vigente en
condiciones acotadas de velocidades menores que la de la luz. Según Chalmers el éxito de las teorías del pasado
se debe a que captaban aspectos de la estructura de la realidad.

Chalmers (8, pág. 229) escribe: “la ciencia es realista en el sentido de que intenta representar la estructura de la
realidad , y ha hecho un progreso constante en cuanto que ha tenido éxito al hacerlo con un grado de precisión
cada vez más alto”. .... “mientras que la ciencia progresa firmemente al refinar constantemente las estructuras
atribuidas a la realidad, son a menudo reemplazadas las representaciones que acompañan dichas estructuras (el
éter elástico, el espacio como receptáculo de objeto e independiente de ellos)”.

Las ecuaciones matemáticas que describen funcionalmente la estructura del mundo están causadas, según
algunos filósofos realistas, por las disposiciones de la realidad, o ‘poderes’ o, ‘propensiones’ o, ‘capacidades’ del
mundo. De acuerdo a Ian Thompson (9), a quien sigo en esta exposición, estas disposiciones son propiedades
elementales del mundo físico que nunca pueden ser explicadas definitivamente, ya que si se intenta reemplazarlas
por relaciones funcionales, ecuaciones diferenciales y cálculo de probabilidades, siempre surgen en el trasfondo de
estas explicaciones como el fundamento ‘que hace posible’ lo descrito matemáticamente.

Estas disposiciones no son adscritas como una ‘naturaleza’ permanente de un objeto, sino que como ‘algo acerca
del objeto’ que explica el poder que presenta en un determinado momento; se muestran en condiciones
determinadas. Su poder causal primario, no debe confundirse con causas instrumentales externas que se refieren
a las circunstancias que permiten que las disposiciones se muestren: “Las causas primarias operan de acuerdo a
causas instrumentales.” Ilustra esta situación el soltar una piedra en el aire -causa instrumental-, permite que la
fuerza de gravedad la atraiga a la Tierra -causa primaria- de su caída.

Las disposiciones reales permiten explicar el cambio que experimentan los objetos con el tiempo y las
características de sus interacciones en diversas circunstancias. De acuerdo a Thompson, las disposiciones reales
solo pueden ser explicadas por otras disposiciones, explicarlas por otras categorías como, estructuras, formas,
materia, o propiedades fijas de los objetos no es posible, porque estas están sostenidas por disposiciones reales
internas del objeto mismo. Las disposiciones tienen una ‘irreductibilidad categorial’.

La negación de las disposiciones reales se ha hecho considerándolas hipotéticas e innecesarias, lo que resulta
incompatible con la realidad de la inquisición científica que indaga más allá de las simples propiedades y
estructuras de los objetos en un momento dado. Lo que puede o no puede suceder con un objeto es importante y
no se le puede relegar a lo hipotético superfluo; ilustra este punto el estudio de una botella, si nos conformamos
con estudiar su estado actual, si nada le sucede a esta botella, y descartamos sus disposiciones como hipotéticas,
con ello estaríamos descartando su disposición de fragilidad. Otra objeción a la realidad de las disposiciones es
reducir la meta de la física al estudio de las regularidades de los fenómenos del mundo, ignorando sus causas,
arguyendo que si se consideran estas regularidades solo como efectos, no se puede lógicamente deducir de ellos
sus causas, pero si se pueden conjeturar (a lo Popper) causas para inferir los efectos. Limitar el estudio de la
física a los efectos, sin permitir a los científicos especular acerca de las causas no corresponde a lo que en
realidad hacen los hombres de ciencia.

La física no necesita estar preocupada de la naturaleza última de las disposiciones reales, solo reconocer su
existencia e investigar en detalle sus propiedades, ubicaciones, interacciones, efectos, cambios con el tiempo, etc.
La sola descripción matemática de una situación actual de un objeto o partícula -aunque pueda predecir futuros
movimientos y eventos- no puede responder la pregunta que haría ese objeto puesto en situaciones distintas, si
las ecuaciones matemáticas no describen -implícita o explícitamente- las disposiciones -las fuentes de poder- y
sus operaciones (fuerza gravitacional, campos electromagnéticos y/o nucleares, función ondulatoria cuántica). La
sola descripción de las estructuras actuales del objeto o partículas no son suficientes. Las leyes y teorías en este
caso tendrían solo un carácter instrumental.

Una objeción a la realidad de las disposiciones, considerablemente anti-intuitiva y peregrina, pero que tiene cierta
popularidad entre algunos físicos y filósofos a propósito de la teoría de la relatividad de Einstein, es considerar el
mundo como un ‘universo en bloque’, un continuo de cuatro dimensiones, en el que no hay cambios, solo
diferencias entre distintos cortes en este continuo: “en este mundo hay solo lo que actualmente sucede.” (9), lo
que puede haber sucedido o, pueda suceder es solo hipotético. En las versiones extremas de esta teoría el tiempo
y el cambio real son ambos ilusorios. Una teoría que solo predice lo que sucede y no lo que podría suceder, no es
útil para la ingeniería que requiere estar abierta a todas las posibilidades. Las disposiciones ofrecen, en cambio, la
explicación de lo que puede suceder en distintos tiempos y circunstancias. Thompson rechaza la concepción del
‘universo en bloque’ en el que ‘todo está ya formado’, esperando para que nosotros lo encontremos; este autor
nos dice; “Que en el futuro vaya a suceder un evento no implica que ‘ahora’ existe un evento que en el futuro va
a suceder. Hasta que los eventos sucedan, no necesitan existir.” (9)

La aceptación de la existencia de disposiciones reales facilita la comprensión de las aparentes paradojas de la


física cuántica. La velocidad y la posición de un objeto o partícula se consideraban definitivas, como propiedades
primarias, hasta que la mecánica cuántica mostró que la posición y la velocidad no son continuamente definitivas.
Ambas tienen valores específicos solo en determinadas situaciones de medición interactiva y, de hecho, en
circunstancias distintas e incompatibles, de tal modo, que si se logra una medición específica para la velocidad de
un corpúsculo, no se puede lograr al mismo tiempo un valor para su posición y, viceversa. Esta situación
paradojal es parte de lo que se conoce como el ‘Principio de incertidumbre’ de Heisenberg. Thompson sostiene
que si se toma una perspectiva ontológica, en vez de epistemológica, frente al significado de este principio,
“entonces los valores de la posición y de la velocidad solo pueden ser reales, si son rasgos de acciones de
disposiciones, y no formas definitivas en si mismas.” (9)

Un estado cuántico actual está constituido por un grupo de ‘números cuánticos’ (para la carga, spin, etc.) y un
grupo de definitivas interacciones pasadas (determinados por medición u otros eventos). Lo que es actual en un
estado cuántico, no se refiere a formas espaciales, sino a una combinación de números y sucesos pasados. Las
disposiciones reales, en términos de propensión en este caso, son las responsables de este estado cuántico, y de
estas propensiones se derivan las subsecuentes formas espaciales y la conducta de los objetos cuánticos. Los
objetos cuánticos, entonces, no actúan como si tuvieran una forma espacial definitiva, ya que la distribución
espacial de propensiones varía con el tiempo; “Ellos son como ‘paquetes de ondas’ de extensión variable.” (9)

La mecánica cuántica describe el desarrollo subsiguiente del estado de las disposiciones en términos de función de
ondas (Schrödinger) o de interacciones posibles (Heisenberg).: “Estos procedimientos mecánicos cuánticos son así
un intento de describir la evolución temporal de las propensiones de los objetos naturales.” (9)

Por la variación de la forma con el tiempo y porque nunca aparece una ‘partícula’ actual, Thompson considera que
es mejor considerar los objetos cuánticos como esencialmente distribuciones de propensiones en el
espaciotiempo. El término ‘partícula’ se continúa usando, pero su significado ha cambiado. (9)

La ontología realista es particularmente atractiva para los físicos, la existencia del mundo externo, con su
complejidad, riqueza y maravilla, alienta el esfuerzo y la creatividad de los hombres de ciencia. Y como ya se ha
mencionado, también la mayoría de los filósofos de la ciencia contemporáneos, consideran la realidad en algún
grado y modalidad, lo contrario, reduciría al ser humano a ser una burbuja cognitiva en medio de la nada, sumido
y embriagado en un mundo de su propia hechura, con un Universo, que no solo no se puede conocer, sino que no
existe. Una perspectiva anti-intuitiva, una soberbia abismal.

Bibliografía

1. Kuhn Thomas (1971). The Structure of Scientific Revolutions, 2d ed. Chicago: University of Chicago Press.

2. Putnam Hilary (1984). Realism and Reason. Midwest Studies in Philosophy, vol.9

3. Putnam Hilary. Reason, Truth and History. Cambridge, 1982.

4. van Fraasse B (1980). The Scientific Image. Oxford University Press.

5. McMullin Ernan (2000). Van Fraassen’s Unappreciated Realism. Philosophy of Science,70.


http://www.journals.uchicago.edu/PHILSCI/journal/issues/v70n3/700301/700301. text.html

6. Hacking, Ian (1983). Representing and Intervining. Cambridge: Cambridge University Press.

7. Reed Edward S (1997). Defending Experience: A Philosophy for the Post-modern World. The Genetic
Epistemologist. The Journal of the Jean Piaget Society. Vol 25, no. 3 www.piaget.org/GE/1997/GE-25-3.htlm/

8. Chalmers, Alan F (1982). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? Tercera edición. Siglo Veintiuno España Editores.
2000

9. Thompson Ian J (1998). Real Dispositions in the Physical World. Brit. J. Phil. Sci. 39:67-79.

Nota final

Con este trabajo termino la serie “Notas sobre epistemología”. Estoy consciente que esta revisión es somera,
fragmentada e incompleta. Mi intensión ha sido solo presentar un pequeño bosquejo sobre estas materias para los
visitantes de Psiquiatria.com que no han tenido un entrenamiento especial en epistemología. Considero que
poseer información sobre este tema, facilita la proyección de parámetros para la comprensión de la difícil
situación de la psiquiatría teórica actual y de la práctica de la especialidad, así mismo, creo que facilita en parte,
al menos, el entendimiento de lo que se ha venido llamando cultura postmodernista, que ha tenido considerable
impacto en el modo como se perfila la identidad social de los profesionales de la salud mental y su proyección en
la comunidad. La reflexión sobre estos temas no puede hacerse sin conocer la problemática epistemológica creada
por la emergencia de la ciencia física y sus apasionantes desafíos intelectuales.

Agradezco a los colegas que me han acompañado hasta aquí en esta atrevida incursión, espero que les estimule a
participar y expandir las reflexiones epistemológicas a la psiquiatría y su praxis.

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