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Imputación de Culpa
Ninguna doctrina lacera la razón humana más que la imputación de culpa por herencia.
Muchos la niegan. Sin embargo, la Biblia es clarísima al respecto. Cuando Eva pecó
Dios castigó a toda mujer con dolores en el parto (Gen. 3:16). Y aunque no les parece
mujeres se encuentran subordinadas a sus maridos por el pecado de aquella mujer. Sin
disculparse Dios imputó su engaño a su género (1 Tim. 2.11-15). Si no te parece esto,
no termina ahí. El pecado de Adam tuvo aun mayores secuelas.
17 Mas del árbol de ciencia del bien y del mal no comerás de él; porque el día que de él
comieres, morirás. Génesis 2
Algunos suponen que la muerte es natural para el hombre, porque toda criatura muere.
Pero Dios dice que al hombre la impuso por el pecado. No significa que pecado es la
causa física de su muerte, sino la causa judicial. Entre humanos muerte es un castigo
(Rom. 6:21,23, 7:5, Sant. 1:15). Pero todos lo reciben [independientemente] de sus
propios pecados. La muerte no aflige a grandes pecadores más que a leves. Aun los
bebés mueren. La Biblia explica que la muerte se le aplicó a todo humano precisamente
por la desobediencia de Adam.
Esto no es aceptable al razonable. Se supone que cada quien deberá morir por su propio
pecado. Ninguno debe morir por el pecado de Adam, sino tan sólo Adam. Dios también
reconoce el principio.
16 Los padres no morirán por los hijos, ni los hijos por los padres; cada uno morirá por
su pecado. Deuteronomio 24
Dios prohíbe al hombre castigar a los hijos por crímenes de sus padres, que según
entiendo, era muy común en las naciones alrededor. Pero si por limitar Dios a los jueces
humanos uno pretende que Dios se limita a si mismo también, se equivoca. Juicio de
humanos solamente puede tratar actos públicos. Solamente podemos juzgar acciones.
Jueces no pueden juzgar al corazón, ni deben considerar trastornos emocionales ni
causas sicológicas. Además, hombres no tienen la facultad de discernir defectos de raza,
ni corrupción espiritual. Así que Dios no permite a los jueces terrenales castigar a los
hijos por los pecados de los padres. Pero Dios dice recalcadamente que El sí lo hace.
Lev. 26.39, 40…y por la iniquidad de sus padres decaerán con ellos
Jos. 7.24, 25…tomó á Achân hijo de Zera, y sus hijos, y sus hijas
Isa. 14.20, 21…sus hijos para matadero por maldad de sus padres:
Por supuesto no parece “justo” que Dios castigue a personas por algo que no hicieron
personalmente. Pero Dios sabe lo que nosotros no. El pesa los corazones, y tiene la
facultad de medir la semejanza de hijos a sus padres.
31 Así que, testimonio dais á vosotros mismos, que sois hijos de aquellos que mataron á
los profetas.
Dios no imputa pecado por capricho. Nos imputa el pecado de nuestros padres.
Democracia moderna ha oscurecido la importancia de parentesco en la vida, exaltando
el individual y la juventud, así que es difícil a los modernos pensar como Dios, pero
todavía lo que somos y lo que tenemos se debe a nuestros padres. Son nuestros
procreadores y representantes legítimos ante Dios. Nuestro presidente y congreso nos
representan verdaderamente también, y si declaran guerra, nosotros también declaramos
guerra, quererla o no, si votamos por ellos o no. Y nuestros padres nos representan aun
más debidamente.
La imposición de castigo a los hijos parece al incrédulo como rencor insensible, como
un borracho que al enojarse no se cuida de no lastimar a terceros, o crueldad sostenida,
como el déspota implacable que mata a toda la familia del que le insultó. Pero el
hombre es tardo en comprender. No es por rabia, sino se debe a la paciencia de Dios. A
menudo Dios indica que visita la maldad de los padres sobre los hijos, ¡y casi siempre
se describe como un Dios de paciencia y perdón!
Sin embargo, tarde o temprano llega el día en que la demora de castigo se acaba.
Después de siglos de demora en Israel Dios dijo a Jeremías, “estoy cansado de
arrepentirme” (Jer. 15:6). En la misma guerra Dios avisó a Ezequiel que su profecía de
juicio ya no era para “lejanos tiempos,” sino que “no se dilatarán más todas mis
palabras” (Eze. 12:27,28). El día había llegado. Los Israelitas, sin embargo, no lo
tomaban a pecho. Tan impenitentes eran que hasta suponían que su circunstancia actual
(el sitio final de Jerusalén) se debía mayormente a los delitos de sus padres. Aun tenían
un refrán, “los padres comieron el agraz, y los dientes de los hijos tienen la dentera”
(Eze. 18:2, Jer. 31.29). Se consolaban en sus sufrimientos por razonar que era por culpa
de sus padres. Se resignaban al castigo, pero no al arrepentimiento. En Ezequiel 18 Dios
avisa al pueblo que ya iba a suspender el principio de imputación a hijos. Eso no indica
que repudiaba la idea, como algunos sugieren. Dios tiene que suspender la imputación a
hijos si quiere cobrar el castigo ya. Si ya no hay demora de castigo, la imputación se
hace no a hijos, sino a cada uno por su propio pecado.
20 El alma que pecare, esa morirá: el hijo no llevará por el pecado del padre, ni el padre
llevará por el pecado del hijo: la justicia del justo será sobre él, y la impiedad del impío
será sobre él. Ezequiel 18
Esto es decir que ya no se demorará el castigo. No significa que nunca se hizo, ni que
Dios repudia la idea. Solamente que cuando es hora de castigo ya no se aplica la
demora. Además, suspender castigo a hijos sirvió para eliminar el pretexto de aquellos
de que estaban sufriendo por pecados de sus antepasados (Eze. 18:2,3). Dios suspendió
la imputación a hijos para señalar que estaba enojado contra ellos mismos,
[independientemente] de sus padres. Refugiarse tras la culpa de sus padres no les
serviría de consolación ya, como tampoco Cristo concedió a los Escribas y Fariseos la
misma (Mat. 23:29-32).
Pero Dios tenía otro razonamiento más típico de él. Suspendió la imputación a hijos
para abrir puerta a un arrepentimiento urgente, y así salvar algunos de destrucción, a fin
de que no fuera la ruina de la nación (v.30). A través de los siglos la culpa de los padres
había amontonado a tal grado que al llegar el momento de cobro, todo ser viviente debía
haber muerto, como sucedió en Sodoma, o entre los Cananeos en tiempos de Josué.
Pero al suspender la imputación a hijos para ya castigar, Dios anunció que los que
renunciaran el pecado vivirían, no obstante lo que habían hecho sus padres. Tan
acostumbrados estaban a la imputación a los hijos que los Israelitas no lo podían creer.
19 Y si dijereis: ¿Por qué el hijo no llevará por el pecado de su padre? Porque el hijo
hizo juicio y justicia, guardó todas mis ordenanzas, y las hizo, de cierto vivirá. Ezequiel
18
Los judíos acusaban a Dios de injusto, pero no por imputar pecado a los hijos, algo con
que estaban de acuerdo, sino por permitir un arrepentimiento de última hora (v. 25-29).
Este capítulo de Ezequiel no desmiente la imputación a hijos que Dios siempre hacía. El
mismo texto indica que era lo normal hasta entonces (v.2). En el momento definitivo,
sin embargo, Dios suspendió el principio de imputación a hijos, y eso sirvió tanto para
castigo inmediato como a la vez salvación a cualquiera que se arrepintiere de última
hora. Lo mismo descubrirás en el caso paralelo de Jeremías, hablando del futuro pacto
con Israel (Jer. 31:29,30). No es por furia irrazonable, o crueldad injusta, como
aseveran. Cuando Dios imputa la culpa a hijos es por paciencia, y cuando la suspende,
es por misericordia. En ambos casos Dios impone el precepto que más conviene al
pecador.
El Primer Pecado
Fíjate en lo declarado. Por un delito todos los hombres fueron constituidos pecadores. O
sea, no fueron hechos pecadores cada uno por su propia desobediencia, sino todos por la
desobediencia de Adam. Esta declaración no indica que seguimos el ejemplo de Adam,
sino que su misma decisión de él nos “constituyó” pecadores. Esto es semejante a la
visitación del pecado de los padres sobre los hijos, pero es aun más. Ser “constituidos”
pecadores por aquel un pecado infiere dos grandes verdades, una obvia, y otra
escondida, aunque no muy.
1- Corrupción Innata
Primero, aclara que somos pecadores por constitución, o sea, por naturaleza. La
recalcada doctrina bíblica que todos pecan no se explica sino por la realidad de que
hemos recibido corrupción espiritual de nuestro padre original. Si no existe maldad en
la misma naturaleza humana, ¿cómo llegan todos a pecar? ¿Y cómo nos consta que
todos son pecadores? Si un bebé no se puede considerar pecador, entonces, no son todos
pecadores. No tiene sentido decir que todos pecaron, a menos que todos pecan por
naturaleza. Y eso mismo [se afirma] una y otra vez en toda la Biblia.
Pablo estableció en capítulos anteriores que todos son pecadores, y que reconciliación
viene por uno solo, Jesucristo, y ahora comienza explicar cómo funciona. “De
consiguiente,” dice, la salvación viene por uno exactamente como la condenación vino
por uno. Comienza el argumento aquí proponiendo que la condenación se debe al
primer pecado, algo que sabemos porque todos pecamos. Es que si algunos no fueran
pecadores no podríamos culpar a Adam, pero si todos pecaron entonces la muerte pasó
así a todos, por uno solo hombre. Hasta ahí el argumento de Pablo. No obstante, los que
resisten la doctrina se aferran a la frase postrera para tantear que cada quien muere por
su propio pecado. La leen mal, increíblemente, suponiendo que todos mueren “porque”
todos pecaron. Eso es exactamente lo que no dice. No dice que el pecado comenzó con
Eva e inexplicablemente todos los demás pecaron también por sí solos, y que por eso
también mueren. Declara lo opuesto, que como el pecado entró, así la muerte entró, por
un hombre, y así la muerte pasó a todos. ¿Cómo sabemos que así sucedió? Pues que
todos pecaron.
Piénsalo hermano. El pecado de Adam no fue el primer pecado en el mundo. Eva pecó
antes. El pecado “entró” al mundo, sin embargo, por medio de Adam, porque fue así
que el pecado pasó a todos los hombres, legado por su padre original. Es aquí donde
explica que la corrupción natural no pasa por medio de la madre, sino por el padre, y he
ahí el motivo del nacimiento virginal del Mesías. “Pues que todos pecaron” no es la
explicación de porqué mueren, sino es la prueba que mueren así, por Adam. Si tú no
crees que todos pecaron, o sea, si tú crees que bebés son inocentes, entonces pecado no
entró así al mundo, y la muerte no pasó así a todos. Pero te encuentras disputando con
Pablo.
Desde los “antiguos padres” esta doctrina de Pablo se conocía como “pecado original,”
y se entendía como una tentación natural en nuestro cuerpo. La carne se opone a las
cosas de Dios. No es obvio al humano, que mira a los bebés como inocentes, pero la
Biblia enseña que no son pecadores porque pecan, sino pecan porque son pecadores. Su
decisión no produce su naturaleza mala, sino su naturaleza produce su decisión mala. O
sea, niños nacen ya pecadores.
Esto no significa que bebés hicieron decisión de pecar antes de nacer. Quiere decir que
algo en su misma naturaleza está mal que resulta en la decisión tarde o temprano. Pero
si el corazón está mal, el momento de la decisión no importa mucho. Si un bebé peca
por primera vez a los seis meses de edad, y otro no peca hasta seis años de edad, el
resultado es el mismo, y la conclusión es la misma. Al llegar la tentación todo bebé
peca. Al que rechaza la idea de pecado original se le exige explicar este fenómeno. Si no
hay otra explicación, y no la hay, entonces aun antes que el pequeño peca
personalmente, ya es pecador de género.
Doctrina Incómoda
Ahora, la Biblia no dice qué pasa con bebés que mueren. Se supone que estarán en el
juicio del gran trono blanco, “grandes y pequeños,” pero aquel será un juicio de “obras”
(Apo. 20:12,13). Una y otra vez el juicio se describe con pena impuesta según las obras,
y no sé cuáles obras de infante pudieran ser relevantes. Además el mismo tormento del
juicio se describe como relacionado directamente a la maldad hecha.
El mismo fuego del infierno parece ser directamente relacionado a los pecados hechos.
2- Culpa Imputada
“Constituidos pecadores” significa otra cosa además, sin embargo. La corrupción innata
es el sentido obvio del pasaje, pero el contexto sugiere también la idea de que Dios nos
constituye pecadores por imputación. Es que el contexto no solamente habla de
corrupción y muerte por herencia, sino también de culpa y condenación.
Ahora yo sé que esto choca. Pero desde el punto de vista divino no pueden quejarse los
humanos de que esta imputación es injusta. En primer lugar, Adam es nuestro padre en
realidad. No fue escogido por lotería. Estábamos literalmente “en Adam” cuando pecó.
Si tú no entiendes todo el importe del concepto divino de procreación no puedes culpar
a Dios por intentar enseñarte. Dios así lo diseñó. Además Adam era representante
apropiado y propicio. Adam era el mejor ejemplo de la raza. No dependíamos de
incompetentes borrachos políticos como delegados nuestros. Adam era el dechado, el
campeón de la raza. Pero la más fuerte razón que nadie puede quejarse de la imputación
es precisamente la intención que la motivaba. Vimos que la imposición de castigo a los
hijos era por motivo de paciencia y esperanza de arrepentimiento, y que la suspensión
de lo mismo era para salvar unas reliquias que se arrepintieran en su misma generación,
entonces no debe sorprendernos que la imputación del pecado de Adam a toda la raza
era motivado por la misma misericordia y sabiduría sorprendente. De hecho, Dios
imputó el pecado de Adam a todos sus hijos para poder imputar la justicia de Jesús a
todos los suyos.
22 Porque así como en Adam todos mueren, así también en Cristo todos serán
vivificados.1 Corintios 15
Para quedar claro, los que se quejan de lo injusto de imputación pueden demandar ser
condenados por sus propios pecados si quisieren. Supongo que Dios puede
acomodarles. Pero cuando Dios imputó el pecado de Adam a su prole no lo hacía para
aumentar la condenación, sino para resumirla. Cuando dice que Dios estaba
reconciliando el mundo a sí, no imputándole sus pecados (2 Cor. 5:19), es decir que
Dios reducía la enemistad de los humanos a un solo pecado, y eso en efecto
temporalmente desestimaba innumerables delitos. Eso mismo es gracia sorprendente.
Pero además, cuando Dios condenó a todos por el pecado de Adam, estaba
estableciendo el fundamento de la salvación. De la misma manera que el pecado de
Adam es imputado a los suyos, la justicia de Cristo se imputa a todos los que
legítimamente pertenecen a él.
Esta verdad llegó a ser la piedra angular de la reforma. Salvación llegó a entenderse
como un estratagema legal. La idea que tenían antes era que el pecado nos fue infundido
por nuestro nacimiento carnal, y que Dios infundía la justicia a los creyentes, no como
un hecho forense (legal), sino práctico. Supuestamente el pecado entró como una
semilla por Adam y permeaba la criatura poco a poco, y la gracia de Cristo entraba por
el bautismo, y permeaba la criatura también poco a poco. La cruz de Cristo no se
consideraba un pago efectivo, sino la virtud de sufrimiento en los ojos de Dios. Antes
Cristo no era nuestro sustituto, sino nuestro ejemplo. No entendían la justificación, ni la
diferencia entre ella y santificación. Hasta la fecha el católico no ve la diferencia. No
hay pretexto, sin embargo. Los reformadores apenas la “descubrieron,” pero la
imputación de justicia no fue muy bien escondida en la Biblia.
¿Qué Importa?
De vez en cuando escucho a un hermano, encogiendo los hombros, decir que no importa
cómo Dios condenó, siendo que de todos modos somos condenados. Así hablan
creyentes que no entienden la doctrina bíblica, o no quieren el enredo de explicarla.
Pero sí importa. Primero tiene importancia práctica. Por negar la corrupción innata
pensadores anti-cristianos han inventado gobiernos idealistas (mayoritismo, marxismo,
socialismo, liga de naciones, ONU, etc.) sin reconocer y embargar la maldad de los
mismos ciudadanos, suponiendo la bondad innata de la raza. Esto resultó en
comunismo, la elección de Hitler, la anarquía del continente africana, en fin, los
desastres políticos mayores de la historia. Las “ciencias sociales” se han desviado por lo
mismo (sicología, educación, derecho penal, tutela social, etc.). Todo anciano reconoce
y lamenta la nueva filosofía que ha dejado la civilización en ruina.
Pero también todo esto tiene importancia legal. Dios es Dios de ley y derecho. Dios no
salva por capricho, ni por decreto soberano. La imputación de justicia es el método
jurídico que permite la salvación. Si no fuera por la doctrina de imputación, la justicia
de Cristo no podría ser imputada a nadie. Si Dios hubiera condenado a cada uno
individualmente, Cristo tendría que morir por cada uno individualmente. La salvación
depende de la imputación tanto de culpa y de justicia, aunque la secta Romana y otras la
niegan completamente. Se equivocan en pensar que la base de la salvación es el valor
que Dios atribuye a la fe. La fe es importante, por supuesto, pero Dios no salva a nadie
no más por tener fe, ni por tener mucha fe. Fe no puede sustituir a la justicia. La
salvación por fe es la doctrina que la justicia de Cristo nos es imputada cuando por fe
establecemos relación con Dios, y cuando por fe legítimamente somos representados
por Cristo.