y declarando las buenas nuevas del reino de Dios. Y con él iban los doce, 2 y ciertas mujeres que habían sido curadas de espíritus inicuos y de enfermedades, María la llamada Magdalena, de quien habían salido siete demonios, 3 y Juana la esposa de Cuza, el intendente de Herodes, y Susana y muchas otras mujeres, que les ministraban de sus bienes. 4 Ahora bien, cuando se hubo reunido una gran muchedumbre junto con los que acudían a él de ciudad tras ciudad, habló por medio de una ilustración: 5 “Un sembrador salió a sembrar su semilla. Pues bien, al ir sembrando, parte de ella cayó a lo largo del camino y fue hollada, y las aves del cielo se la comieron. 6 Otra parte cayó sobre la masa rocosa, y, después de brotar, se secó por no tener humedad. 7 Otra parte cayó entre los espinos, y los espinos que crecieron con ella la ahogaron. 8 Otra parte cayó sobre la tierra buena, y,
después de brotar, produjo fruto de a ciento por
uno”. Al decir estas cosas, procedió a clamar: “El que tiene oídos para escuchar, escuche”. 9 Pero sus discípulos se pusieron a preguntarle qué pudiera significar esta ilustración. 10 Él dijo: “A ustedes se les concede entender los secretos sagrados del reino de Dios, pero para los demás está en ilustraciones, para que, aunque estén mirando, miren en vano y, aunque estén oyendo, no capten el significado. 11 Bueno, la ilustración significa esto: La semilla es la palabra de Dios. 12 Los de a lo largo del camino son los que han
oído, entonces viene el Diablo y quita la palabra
de su corazón para que no crean y sean salvos. 13 Los de sobre la masa rocosa son los que,
cuando la oyen, reciben la palabra con gozo, pero
estos no tienen raíz; creen por un tiempo, pero en tiempo de prueba se apartan. 14 En cuanto a lo que cayó sobre los espinos, estos son los que han oído, pero, por ser arrebatados por las inquietudes y las riquezas y los placeres de esta vida, son completamente ahogados y no llevan nada a perfección. 15 En cuanto a lo que está en la tierra excelente, estos son los que, después de oír la palabra con un corazón excelente y bueno, la retienen y llevan fruto con aguante. 16 ”Nadie, después de encender una lámpara, la cubre con una vasija o la pone debajo de la cama, sino que la pone en el candelero, para que los que entren vean la luz. 17 Porque nada hay escondido que no llegue a manifestarse, ni nada cuidadosamente ocultado que nunca llegue a saberse y nunca salga al descubierto. 18 Por lo tanto, presten atención a cómo escuchan; porque al que tiene, se le dará más, pero al que no tiene, aun lo que se imagina tener le será quitado”. 19 Entonces vinieron hacia él su madre y sus hermanos, pero no podían llegar a él a causa de la muchedumbre. 20 Sin embargo, se le informó: “Tu madre y tus
hermanos están de pie fuera, y quieren verte”.
21 En respuesta, les dijo: “Mi madre y mis
hermanos son estos que oyen la palabra de Dios y
la hacen”. 22 En el transcurso de uno de los días, él y sus discípulos entraron en una barca, y él les dijo: “Pasemos al otro lado del lago”. De modo que se hicieron a la vela. 23 Pero, mientras navegaban, él se durmió. Ahora bien, una violenta tempestad de viento descendió sobre el lago, e iban llenándose de [agua] y estaban en peligro. 24 Por fin fueron a él y lo despertaron, diciendo: “¡Instructor, Instructor, estamos a punto de perecer!”. Despertándose, él reprendió al viento y al furor del agua, y estos se apaciguaron, y sobrevino una calma. 25 Entonces les dijo: “¿Dónde está su fe?”. Pero ellos, sobrecogidos de temor, se maravillaban, y se decían unos a otros: “¿Quién, realmente, es este, porque ordena hasta a los vientos y al agua, y le obedecen?”. 26 Y arribaron al país de los gerasenos, que está en el lado opuesto a Galilea. 27 Pero al salir él a tierra se encontró con él cierto
varón de la ciudad, [uno] que tenía demonios. Y
hacía mucho tiempo que no se ponía ropa, y no se quedaba en casa, sino entre las tumbas. 28 Al ver a Jesús, dio un grito y cayó delante de él, y en voz fuerte dijo: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te ruego que no me atormentes”. 29 (Porque él había estado ordenando al espíritu inmundo que saliera del hombre. Pues hacía mucho tiempo que lo tenía firmemente asido, y repetidas veces lo sujetaban con cadenas y grilletes, custodiado, pero él reventaba las ataduras y era impelido por el demonio a los lugares solitarios.) 30 Jesús le preguntó: “¿Cuál es tu nombre?”. Él dijo: “Legión”, porque muchos demonios habían entrado en él. 31 Y le suplicaban que no les ordenara irse al abismo. 32 Pues bien, había una piara de cerdos bastante numerosa paciendo allí en la montaña; de modo que le suplicaron que les permitiera entrar en ellos. Y les dio permiso. 33 Entonces los demonios salieron del hombre y
entraron en los cerdos, y la piara se precipitó por
el despeñadero en el lago, y se ahogó. 34 Pero al ver los porquerizos lo que había sucedido, huyeron y lo informaron a la ciudad y a la región rural. 35 Entonces salió la gente a ver lo que había sucedido, y vinieron a Jesús, y hallaron al hombre de quien habían salido los demonios, vestido y en su cabal juicio, sentado a los pies de Jesús; y se llenaron de temor. 36 Los que lo habían visto les informaron cómo se le había devuelto la salud al endemoniado. 37 Entonces toda la multitud de la comarca de los gerasenos le pidió que se fuera de ellos, porque estaban poseídos de gran temor. Entonces él subió a la barca y se apartó. 38 Sin embargo, el varón de quien habían salido los demonios le rogaba [que lo dejara] continuar con él; pero él despidió al hombre, diciendo: 39 “Vuélvete a tu casa, y sigue contando qué cosas ha hecho Dios por ti”. Por consiguiente, este se fue, proclamando por todas partes de la ciudad qué cosas había hecho Jesús por él. 40 Al volver Jesús, la muchedumbre lo recibió amablemente, porque todos estaban esperándolo. 41 Pero, ¡mira!, vino un varón, por nombre Jairo, y este varón era un presidente de la sinagoga. Y cayó a los pies de Jesús y se puso a suplicarle que entrara en su casa, 42 porque tenía una hija unigénita, como de doce años, y esta se estaba muriendo. Mientras [Jesús] iba, las muchedumbres lo apretaban. 43 Y una mujer, que padecía flujo de sangre hacía doce años, y que no había podido conseguir que nadie la curara, 44 se acercó por detrás y le tocó el fleco de la prenda de vestir exterior, y al instante el flujo de su sangre cesó. 45 De modo que Jesús dijo: “¿Quién es el que me ha tocado?”. Cuando todos lo negaban, Pedro dijo: “Instructor, las muchedumbres te cercan y te oprimen estrechamente”. 46 Sin embargo, Jesús dijo: “Alguien me ha tocado, porque percibí que ha salido poder de mí”. 47 Viendo que no había pasado inadvertida, la
mujer vino temblando y cayó delante de él y
reveló ante todo el pueblo por qué razón lo había tocado, y cómo había sido sanada al instante. 48 Pero él le dijo: “Hija, tu fe te ha devuelto la
salud; vete en paz”. 49 Mientras él todavía estaba
hablando, vino cierto representante del presidente de la sinagoga, y dijo: “Ha muerto tu hija; no molestes ya al maestro”. 50 Al oír esto, Jesús le contestó: “No temas, solo muestra fe, y ella será salva”. 51 Cuando llegó a la casa, no dejó que nadie entrara con él sino Pedro y Juan y Santiago y el padre y la madre de la muchacha. 52 Pero toda la gente estaba llorando y golpeándose en desconsuelo por ella. De modo que él dijo: “Dejen de llorar, porque no murió, sino que duerme”. 53 Ante esto, empezaron a reírse de él desdeñosamente, porque sabían que ella había muerto. 54 Mas él la tomó de la mano y llamó, diciendo: “Muchacha, ¡levántate!”. 55 Y el espíritu de ella volvió, y ella se levantó al instante, y él ordenó que se le diera algo de comer. 56 Pues bien, sus padres quedaron fuera de sí; pero él les dio instrucciones de que no dijeran a nadie lo que había acontecido.”
Lucas 9:1-62 “Entonces convocó a los doce y les
dio poder y autoridad sobre todos los demonios, y para curar enfermedades. 2 Y los envió a predicar el reino de Dios y a hacer curaciones, 3 y les dijo: “No lleven nada para el viaje, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni dinero en plata; tampoco tengan dos prendas de vestir interiores. 4 Pero dondequiera que entren en una casa, quédense allí y partan de allí. 5 Y dondequiera que no los reciban, al salir de aquella ciudad, sacúdanse el polvo de los pies para testimonio contra ellos”. 6 Partiendo entonces, ellos recorrieron el territorio de aldea en aldea, declarando las buenas nuevas y ejecutando curaciones por todas partes. 7 Ahora bien, Herodes el gobernante de distrito oyó todas las cosas que acontecían, y estaba muy perplejo porque algunos decían que Juan había sido levantado de entre los muertos, 8 pero otros que Elías había aparecido, pero otros
que uno de los antiguos profetas se había
levantado. 9 Herodes dijo: “A Juan yo lo decapité. ¿Quién, pues, es este de quien oigo tales cosas?”. De modo que procuraba verlo. 10 Y cuando los apóstoles volvieron, le refirieron qué cosas habían hecho. Entonces los tomó consigo y se retiró a un sitio privado en una ciudad llamada Betsaida. 11 Pero las muchedumbres, al saberlo, lo siguieron. Y él los recibió amablemente y se puso a hablarles del reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de curación. 12 Luego el día comenzó a declinar. Entonces se acercaron los doce y le dijeron: “Despide a la muchedumbre, para que vayan a las aldeas y a la región rural de alrededor y consigan alojamiento y hallen provisiones, porque aquí estamos en un lugar solitario”. 13 Pero él les dijo: “Denles ustedes algo de comer”. Ellos dijeron: “No tenemos nada más que cinco panes y dos pescados, a no ser que vayamos nosotros mismos a comprar víveres para toda esta gente”. 14 Eran, de hecho, como cinco mil varones. Pero él dijo a sus discípulos: “Háganlos reclinarse como en las comidas, en grupos como de cincuenta cada uno”. 15 Y lo hicieron así, e hicieron que todos se reclinaran. 16 Entonces, tomando los cinco panes y los dos
pescados, él miró al cielo, los bendijo y los partió,
e iba dándolos a los discípulos para que ellos los pusieran delante de la muchedumbre. 17 De modo que todos comieron y quedaron satisfechos, y se recogió el sobrante que tuvieron, doce cestas de trozos. 18 Más tarde, mientras oraba solo, los discípulos vinieron a él juntos, y él los interrogó, diciendo: “¿Quién dicen las muchedumbres que soy?”. 19 Respondiendo, ellos dijeron: “Juan el Bautista; pero otros, Elías, y otros, que uno de los antiguos profetas se ha levantado”. 20 Entonces les dijo: “Pero ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro dijo en respuesta: “El Cristo de Dios”. 21 Entonces, en un discurso riguroso, les instruyó que no anduvieran diciendo esto a nadie, 22 pero dijo: “El Hijo del hombre tiene que pasar por muchos sufrimientos y ser rechazado por los ancianos y los sacerdotes principales y los escribas, y ser muerto, y al tercer día ser levantado”. 23 Siguiendo entonces, dijo a todos: “Si alguien quiere venir en pos de mí, repúdiese a sí mismo y tome su madero de tormento día tras día y sígame de continuo. 24 Porque el que quiera salvar su alma la perderá;
pero el que pierda su alma por causa de mí es el
que la salvará. 25 Realmente, ¿de qué provecho le es al hombre el que gane el mundo entero pero se pierda a sí mismo o sufra daño? 26 Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de este se avergonzará el Hijo del hombre cuando llegue en su gloria y en la del Padre y de los santos ángeles. 27 Pero les digo verdaderamente: Hay algunos de
los que están en pie aquí que de ningún modo
gustarán la muerte hasta que primero vean el reino de Dios”. 28 En efecto, unos ocho días después de estas palabras, tomó consigo a Pedro y a Juan y a Santiago y subió a la montaña a orar. 29 Y, mientras oraba, la apariencia de su rostro se
hizo diferente, y su vestidura se volvió
lustrosamente blanca. 30 También, ¡mira!, dos varones conversaban con él, los cuales eran Moisés y Elías. 31 Estos aparecieron con gloria y se pusieron a hablar de la partida de él que él estaba destinado a cumplir en Jerusalén. 32 Pues bien, Pedro y los que estaban con él estaban cargados de sueño; mas cuando despertaron completamente, vieron la gloria de él y a los dos varones que estaban de pie con él. 33 Y mientras estos iban siendo separados de él, Pedro dijo a Jesús: “Instructor, es excelente que estemos aquí; por eso, erijamos tres tiendas: una para ti y una para Moisés y una para Elías”, pues no se daba cuenta de lo que decía. 34 Pero mientras decía estas cosas se formó una nube, y los cubría con su sombra. Al entrar ellos en la nube, se llenaron de temor. 35 Y de la nube salió una voz, y dijo: “Este es mi Hijo, el que ha sido escogido. Escúchenle”. 36 Y al ocurrir la voz, se halló a Jesús solo. Pero ellos callaron y no informaron a nadie en aquellos días ninguna de las cosas que habían visto. 37 Al día siguiente, cuando bajaron de la montaña, una gran muchedumbre vino al encuentro de él. 38 Y ¡mira!, un varón clamó de entre la muchedumbre, y dijo: “Maestro, te ruego que mires a mi hijo, porque es mi unigénito, 39 y, ¡mira!, un espíritu lo toma, y de repente clama, y lo convulsiona con espumarajos, y apenas se retira de él después de magullarlo. 40 Y rogué a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron”. 41 Respondiendo, Jesús dijo: “Oh generación falta de fe y aviesa, ¿hasta cuándo tengo que continuar con ustedes y soportarlos? Conduce a tu hijo acá”. 42 Pero al mismo tiempo que él se acercaba, el demonio lo arrojó al suelo y lo convulsionó violentamente. Sin embargo, Jesús reprendió al espíritu inmundo y sanó al muchacho y se lo entregó a su padre. 43 Pues bien, todos empezaron a quedar atónitos ante el poder majestuoso de Dios. Ahora bien, mientras todos se maravillaban de todas las cosas que él hacía, él dijo a sus discípulos: 44 “Alojen estas palabras en sus oídos, porque el Hijo del hombre está destinado a ser entregado en manos de los hombres”. 45 Pero ellos continuaron sin entender este dicho. De hecho, les fue ocultado para que no lo penetraran, y tenían miedo de interrogarle acerca de este dicho. 46 Entonces entró entre ellos un razonamiento sobre quién de ellos sería el mayor. 47 Jesús, conociendo el razonamiento de sus corazones, tomó a un niñito, lo puso a su lado, 48 y les dijo: “Cualquiera que reciba a este niñito sobre la base de mi nombre, a mí me recibe [también], y cualquiera que me recibe a mí, recibe [también] al que me envió. Porque el que se porta como uno de los menores entre todos ustedes es el que es grande”. 49 Respondiendo, Juan dijo: “Instructor, vimos a
cierto hombre que expulsaba demonios por el
uso de tu nombre y tratamos de impedírselo, porque no sigue con nosotros”. 50 Pero Jesús le dijo: “No traten de impedír[selo], porque el que no está contra ustedes está a favor de ustedes”. 51 Como ya se cumplían los días en que había de
ser tomado arriba, afirmó su rostro para ir a
Jerusalén. 52 De modo que envió mensajeros delante de sí. Y ellos fueron por su camino y entraron en una aldea de samaritanos, para hacerle preparativos; 53 mas estos no lo recibieron, porque él tenía el rostro fijo para ir a Jerusalén. 54 Cuando los discípulos Santiago y Juan vieron esto, dijeron: “Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los aniquile?”. 55 Pero él se volvió y los reprendió. 56 De modo
que fueron a una aldea diferente. 57 Ahora bien,
mientras iban por el camino, alguien le dijo: “Te seguiré a cualquier lugar adonde partas”. 58 Y Jesús le dijo: “Las zorras tienen cuevas y las aves del cielo tienen donde posarse, pero el Hijo del hombre no tiene donde recostar la cabeza”. 59 Luego dijo a otro: “Sé mi seguidor”. El hombre
dijo: “Permíteme primero ir y enterrar a mi
padre”. 60 Pero él le dijo: “Deja que los muertos entierren a sus muertos, mas vete tú y declara por todas partes el reino de Dios”. 61 Y uno más dijo: “Te seguiré, Señor; pero primero permíteme despedirme de los de mi casa”. 62 Jesús le dijo: “Nadie que ha puesto la mano en el arado y mira a las cosas [que deja] atrás es muy apto para el reino de Dios”.”