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La Casa del Mendrugo Crónica

La ciudad de Puebla en la época prehispánica


Arnulfo Allende Carrera 16 Abril 2014 Twittear
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Arqueólogo por la Escuela Nacional de Antropología e Historia e investigador del Centro INAH Puebla, Arnulfo Allende Carrera es uno de los más
importantes científicos del pasado arqueológico poblano. Involucrado en las excavaciones generadas por la intervención de sitios como el existente en
el Paseo de San Francisco a mediados de los años noventa o, más recientemente, la encabezada por él en la Casa del Mendrugo --sin duda el más
importante hallazgo arqueológico ocurrido en el subsuelo de la ciudad de Puebla--, mucho tiene que decir para responder interrogantes como el que
expresa el título de este ensayo.

De esa capacidad goza el investigador de la historia y la arqueología de una ciudad como Puebla, que esta semana cumple un aniversario más con
rumbo a su medio milenio: abrir territorios inexplorados, emplazar las viejas dudas y desmenuzarlas sin miedo a partir del análisis de las evidencias
que la investigación arroja. ¿Hubo un asentamiento permanente en donde los españoles fundaran la ciudad? ¿Un centro ceremonial? ¿La idea de
Cuetlaxcoapan como ciudad prehispánica puede ser considerada? ¿O asimilamos como un valle despoblado esta región de ríos entreverados en los que
de sus forestas brotaban manantiales considerados sagrados por los aldeanos de la región?

De todo ello nos habla Arnulfo Allende para fortuna de este Mundo Nuestro que no deja de mirar la vida desde este territorio entrañable que nos la ha
dado. Y siempre con la imagen de Chuchita, con su rostro definido por los investigadores, para imaginar lo que fue la vida en Puebla hace tres mil
años.
“Y eso fue exactamente lo que sucedió.... Más o menos."

Pinky Dinky Doo.

            Introducción

            El origen, los antecedentes y las condiciones en torno a la fundación de la Ciudad de Puebla son, sin lugar a dudas, los aspectos más estudiados
y controvertidos de su historia, que la han hecho uno de los casos más atractivos para los estudiosos desde muy poco tiempo después de iniciado su
desarrollo.

La impenetrabilidad de las fuentes primarias y la diversidad de enfoques para su estudio han resultado tanto en leyendas e interpretaciones simplistas y
acríticas, como en hipótesis fantasiosas y faltas de argumentos sólidos. A partir de finales del siglo XX se han llevado a cabo algunas exploraciones
arqueológicas dentro del Centro Histórico de la Ciudad de Puebla, las cuales han aportado evidencias materiales que en la actualidad nos permiten
abrir la discusión hacia otras perspectivas.

Este trabajo presenta una revisión general de las evidencias arqueológicas localizadas en la Ciudad de Puebla en los últimos años, con el objetivo de
contribuir con la disipación de las numerosas dudas y contradicciones que aún en nuestros días persisten sobre la época anterior al asentamiento
hispano de la Puebla de los Ángeles.

            Antecedentes
            La fundación de la Puebla de Los Ángeles se llevó a cabo el domingo 16 de abril de 1531[1] (Meléndez, 1886; Tremendo y Pompa, 1992),
probablemente donde se localiza la capilla de Santa Elena, en lo más alto de una loma al lado Oriente del río denominado por los indígenas
Almoloyan[2], en el paraje conocido por los mismos como Huitzilapan[3]. Según la fuente documental más importante, Fray Toribio Paredes de
Benavente “Motolinia” (1971 y 1979) (por ser testigo presencial y parte del grupo impulsor del proyecto) unas semanas después de este acto solemne se
verificó una serie de lluvias que obligaron a los nuevos pobladores a retirarse del lugar y refundar la ciudad el 29 de septiembre de ese mismo año, en
esta ocasión sobre una planicie (curiosamente más baja que el sitio elegido inicialmente), al Poniente del río, donde supuestamente no existía peligro
para la ciudad en ciernes.

Los historiadores de la época colonial e incluso algunos de los siglos XIX y XX (Zerón Zapata, 1945; Bermúdez de Castro, 1985; Villa Sánchez, 1997;
López de Villaseñor, 1961; Fernández de Echeverría y Veytia, 1931; Carrión, 1970; Leicht, 1986; Cordero y Torres, 1965) están de acuerdo, en términos
generales, con esto. El establecimiento de una historia oficial y de la leyenda del sueño de Fray Julián Garcés como verdades absolutas a solo un siglo -
aproximadamente- de la fundación de la ciudad se vio reforzado con la pérdida de los dos primeros libros de cabildo del Ayuntamiento de la ciudad[4]
(Ayuntamiento de Puebla, 1998; Alejo, 2005), lo que, desde luego, no afectó la integridad del esquema histórico propuesto por las autoridades
coloniales.

Para celebrar el Cuarto Centenario de la fundación en 1931 fue convocado un grupo de eruditos para determinar, entre otros puntos, la fecha exacta
del acontecimiento (Castillo Varela, 1952). Es cierto que se logró una secuencia histórica del proceso de fundación más precisa y con argumentos
sustentados en estudios con rigor científico y bases más críticas, dejando atrás la simple repetición de la eterna cantaleta, pero a cambio, y por eso
mismo, la historia primigenia de Puebla quedó envuelta en una maraña de datos ambiguos y contradictorios y con serias dudas sobre la veracidad de los
hechos y la fiabilidad de sus fuentes.

Durante la segunda mitad de ese siglo se llevaron a cabo y fueron publicadas investigaciones más rigurosas sobre el tema. Chevalier en 1957, Marín
Tamayo en 1960 y Hirschberg en 1978[5], indagaron en archivos documentales y contribuyeron con una visión científica sobre el origen y naturaleza de
la ciudad de Puebla, insinuando la posibilidad de presencia indígena antes y durante el desarrollo del proceso de selección-fundación-consolidación del
nuevo asentamiento. Posteriormente Franz Tichy (1974) propuso, mediante un estudio cartográfico, la existencia de patrones de trazo de origen
prehispánico para las ciudades del valle poblano-tlaxcalteca, incluyendo a Puebla en un sistema al que también pertenece el emplazamiento
prehispánico de Cholula.

En 1986 fueron realizadas excavaciones arqueológicas en el Hospitalito, actual Museo Amparo (Cortés de Brasdefer, 1991); en ellas se localizó una capa
de tierra debajo de un osario colonial, que contenía materiales arqueológicos que parecían ser prehispánicos, lo que sugería por vez primera la
existencia probable de un sitio arqueológico del periodo posclásico tardío (pocos años antes de la llegada de los españoles) bajo la ciudad de Puebla.

Tomando todo esto como base y agregando a sus investigaciones el estudio de códices y tradición oral, Barbosa (1993, 1994 y 2000) propuso la
existencia no de una, sino de tres ciudades prehispánicas subyacentes en Puebla: Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl. El mismo autor refuerza su
hipótesis con el postulado de la fundación de Puebla como un proceso un tanto abierto y un tanto oculto de apropiación del territorio por parte de un
grupo de españoles, probablemente de manera truculenta y mediante negociaciones ventajosas, con los indígenas poseedores del paraje conocido como
Cuetlaxcoapan.

De esta manera a la secular controversia se agregó una interrogante más: ¿existió una, o más ciudades,  en el sitio que actualmente ocupa la ciudad de
Puebla?, ¿el sitio se encontraba habitado justo antes de la llegada de los colonos hispanos?

            La hipótesis Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl

            Al tocar el tema sobre la existencia de asentamientos prehispánicos en la ciudad de Puebla, solemos conceptuar los términos “asentamiento” y
“ciudad” desde una perspectiva contemporánea, lo cual considero erróneo. En cuanto al primer término, podemos considerar como un sitio
arqueológico a todo espacio que presente evidencias de modificación por actividad humana. Estas evidencias pueden ser de distintas clases: restos
químicos y biológicos, herramientas de piedra, fragmentos de cerámica, abrigos rocosos y cuevas, restos de arquitectura y/o arquitectura monumental.
La variedad de materiales que consideramos como indicadores de actividad humana en un sitio constituyen la base sobre la cual lo caracterizamos.
Entre sitios arqueológicos existe un orden jerárquico que va desde una simple concentración de materiales hasta una ciudad arqueológica. Esto significa
que el término “asentamiento” no equivale necesariamente al concepto  “ciudad”.

En segundo lugar, hasta el año 1600 la Ciudad de Puebla estaba conformada básicamente por el área que actualmente es considerada como Centro
Histórico (Méndez Sáinz, 1988), no era la ciudad que ahora conocemos. Por lo tanto el criterio para discernir sobre la existencia de una ciudad
prehispánica bajo la Puebla de Los Ángeles, debe ser el de la presencia o ausencia de evidencia arquitectónica y únicamente en la extensión de la traza
colonial que, además, conservó sus dimensiones prácticamente hasta la segunda mitad del siglo XX (Allende, 2002).
 

Según la hipótesis Centepetl-Cuetlaxcoapan-Tepoxuchitl “...está documentada fehacientemente la existencia de asentamientos indígenas en el área de
la ciudad de Puebla, poblaciones que en el momento del contacto español estaban habitadas.” (Barbosa, 1993; 55). Apoyándose en los mapas de la
Historia Tolteca-Chichimeca (Kirchhoff et. Al., 1989) el autor sitúa entre Centepetl (Cerro de San Juan o La Paz) y Tepoxuchitl (25ª Zona Militar) el sitio
denominado Cuetlaxcoapan, que corresponde con el Hospitalito (actual Museo Amparo) y toda el área circundante a la Plaza Mayor y la Catedral 
angelopolitana (Barbosa, 1995; 3), mencionando, además que estos tres sitios eran de “…mayor importancia y comportaban carácter urbano definido.”
(Barbosa, 2000: 6).

Una vez establecida esta idea afirma, aludiendo directamente al caso de Puebla, que a la llegada de los conquistadores se dio una “... ocupación
gradual de... ciudades indígenas, donde se construyó sobre y junto a edificaciones, siguiendo la traza que ya existía...” (Barbosa, 1995; 2-3).

Si consideramos como cierto lo anterior, tendríamos que Cuetlaxcoapan, durante el horizonte posclásico (900 d.C. -1519 d.C.), fue una urbe planeada
mediante una traza de forma reticular, orientada sobre un eje Norte-Sur desplazado 118º al Este del Norte magnético, disposición espacial similar a la
de ciudades prehispánicas como Teotihuacan o Cholula. Cuetlaxcoapan sería una ciudad con edificios públicos de carácter religioso, civil y militar y con
un sistema de redes de control y distribución hidráulicas que incluían canales navegables. Dado que estas características confieren a Cuetlaxcoapan la
condición de asentamiento urbanizado, podríamos inferir que era una metrópoli, edificada por y sustentante, de una sociedad estratificada de tipo
estatal (Wiesheu, 2002). La actividad humana en este tipo de ciudades produce grandes cantidades de cultura material de la más amplia variedad de
clases.

           

Los indicadores arqueológicos que esperaríamos localizar en cada ocasión que el subsuelo de la ciudad es expuesto serian pisos o niveles de ocupación,
cimientos, restos de muros, canales para conducción de agua, muros de contención, plataformas, basamentos piramidales y plazas. Alguien podría
argumentar que una incursión violenta de los colonizadores arrasó todo indicio de civilización autóctona en Cuetlaxcoapan, pero aun cuando esto fuera
cierto tendríamos, al menos, toneladas y toneladas de desechos culturales como fragmentos de cerámica y huesos no humanos, herramientas líticas,
entierros humanos, así como escombros compuestos por materiales constructivos como piedra careada, aplanados de cal-arena, madera trabajada,
además de miles de objetos arqueológicos, completos o incompletos, inherentes a la vida humana en una ciudad de la importancia que se atribuye a
Cuetlaxcoapan en dicha hipótesis. Para los arqueólogos está muy claro que nada de esto ha sido hallado en el subsuelo del centro histórico de la ciudad
de Puebla, en ninguna ocasión.

Ante la abundancia y diversidad de interpretaciones sobre las mismas pocas fuentes documentales y la carencia de elementos de verificación en los
estudios aplicados a resolver este debate nos encontramos con un dilema: la historia oficial, instrumentada desde la época colonial y de naturaleza
incontestable, debido a la intencionada oscuridad de sus datos sustantivos, es impugnada por una hipótesis generada mediante un proceso teleológico
cuyo corpus de datos esenciales es manipulado de la misma forma que los de la historia oficial que se pretende desmitificar, contribuyendo más a la
nebulosidad en torno al tema y dando lugar a nuevas quimeras.

Frente a esto persiste la idea, tanto en la percepción general de la población como entre diversos grupos académicos, de que “disponemos de un
profundo conocimiento de los patrones demográficos, del desarrollo urbanizador de la metrópoli y de su proceso de edificación material...”
(Contreras y Cuenya, 2000: 17). Esta certeza es una clara muestra de la impronta ideológica que nos ha dejado la leyenda del sueño de Fray Julián
Garcés y la historia oficial  de Puebla.

           

Esta situación prevaleció, hasta tiempos muy recientes, por la imposibilidad de contrastar una y otra conjeturas con evidencias materiales. La
arqueología es la ciencia que estudia al ser humano a través de los restos de cultura material que produce. Entendemos la Cultura como un mecanismo
extra somático y social de adaptación al medio. Al satisfacer sus necesidades básicas, los grupos humanos transforman los elementos naturales de su
entorno en objetos como casas, armas, trastos, muebles, etc. Estos  utensilios son cultura material y para la arqueología son indicadores de presencia
humana en el pasado cuando se localizan en el subsuelo, en un contexto arqueológico.

           

Las exploraciones arqueológicas en el Centro Histórico de Puebla nos han aportado datos de gran importancia, que pueden contribuir a dar luz sobre
nuestro conocimiento del área de la ciudad de Puebla en la época prehispánica y comenzar a desvanecer ensueños. A continuación haremos un breve
recuento de los hallazgos arqueológicos llevados a cabo en distintos puntos de la Zona Monumental de Puebla.

            Las evidencias arqueológicas

           

            La Estratigrafía

 
Uno de los indicadores más importantes en arqueología es el tipo de suelo en el cual se realiza una excavación y que constituye la matriz de un
contexto arqueológico. Tenemos registrada una capa de travertinos presente bajo la ciudad cuya profundidad, de acuerdo con excavaciones
arqueológicas,  fluctúa entre los 4 m (Plazuela Los Sapos) (Allende, 2002 a) y los .70 m (Convento de La Merced) (Allende, 2002 b)  con un espesor entre
1.40 y 7 m. En las excavaciones realizadas en la Plaza Mayor de Puebla (Allende, 2002 c), sobre esta capa de travertinos fueron localizados varios
estratos de arcillas y arena arcillosa muy compacta y totalmente carente de materiales arqueológicos. De igual manera, en el interior de la tienda
Sears (Hernández y Reynoso, 1999), a solo 70 m de la Catedral y la Plaza Mayor, y en la 3 sur 701 (Allende, 2006) se detectaron estratos de esta
naturaleza.

Estas capas de tierra son depósitos arenosos de aluvión con altas concentraciones de material orgánico en descomposición, lo cual nos indica que en la
época anterior a la llegada de los colonos hispanos esta área de la ciudad de Puebla era una zona de pastizales con un  suelo muy húmedo,
probablemente lodazales que sufrían inundaciones periódicas. Esta área no era habitada por seres humanos, puesto que no hay materiales
arqueológicos en estos estratos. Este nivel de piso es el que encontraron los españoles cuando llegaron a fundar la ciudad de Puebla.

            Los materiales arqueológicos

El material arqueológico que se obtiene con mayor frecuencia durante las excavaciones arqueológicas es la cerámica, que nos aporta información sobre
diversos aspectos de la cultura y la sociedad, tales como la cronología, filiación étnica, estatus social o redes de intercambio. Para caracterizar la
cerámica de la época prehispánica en la ciudad de Puebla utilizaremos la cronología general utilizada para el altiplano central mesoamericano (Coe &
Koontz, 2002) e iremos relatando estos hallazgos desde la época prehispánica más reciente a la más antigua.

Periodo Posclásico (900 d. C. – 1521 d. C.)

           

Ya hemos mencionado la presencia de materiales presumiblemente posclásicos en el actual Museo Amparo (Cortés de Brasdefer, 1991), además de la
noticia de que durante las excavaciones en el ex convento de Santo Domingo de Puebla (Actual Centro Comercial La Victoria) fueron también
detectados tiestos prehispánicos (Cedillo, 1995).

De igual manera en el proyecto Pescaditos, hemos recuperado materiales posclásicos concentrados en la zona cercana al estanque; Estos materiales
pertenecen al grupo de cerámica policroma de Cholula, concluyendo con que se trata, en definitiva, de tipos cerámicos de origen cholulteca con una
cronología general de Posclásico tardío además de algunos tiestos de cerámica Azteca III (Allende, 1999).

           

En el Atrio de Santo Domingo observamos la presencia de tiestos del tipo Apolo/Nila, tipo cerámico documentado ampliamente para el periodo
posclásico tardío y en Los Sapos registramos presencia de cerámica del tipo San Andrés, también de origen Cholulteca y del periodo posclásico tardío
(Lind et. Al, 1990; Allende, 1999; McCafferty, 2001).

Este periodo está representado en el Hospital de Bubas por tipos cerámicos como: Xicalli pulido y Cocoyotla (Posclásico temprano); San Andrés y
Momoxpan (Posclásico tardío) todos ellos tipos cerámicos ampliamente documentados, altamente frecuentes y elaborados en Cholula.

Sin embargo de la totalidad de estos materiales hemos obtenido solo tiestos muy pequeños y en porcentajes muy bajos en contextos de relleno, lo que
nos indica que llegaron a estos sitios por arrastre (con las corrientes de los ríos Almoloya y Xonaca) o como parte del utillaje traído por los indígenas
que trabajaron en la construcción de la nueva ciudad, ya en años posteriores a 1531.

Periodo Clásico (150 d. C. – 650 d. C.)

En el “Estanque de los Pescaditos” fueron recuperadas cuatro ollas pequeñas de cerámica alisada con restos de pintura roja, también depositadas como
ofrenda sobre el lecho del estanque. Estas vasijas, también reportadas en el área de Tepeaca (Medina, 2000), representan al periodo clásico en el sitio.

El  periodo clásico en Los Sapos está representado por tiestos del  tipo Tepontla (McCafferty, 2001) que es muy común en el área de Cholula y que se
relaciona con tradiciones cerámicas de influencia teotihuacana.

 
La incidencia de materiales cerámicos del periodo Clásico en el Hospital de Bubas está representada por tiestos de los tipos cerámicos Tepontla y
Anaranjado delgado. Estos tipos cerámicos han sido reportados y son característicos de contextos de este periodo en Cholula. Además de esto
obtuvimos algunos tiestos de cerámica café pulida de la fase Tlamimilolpa tardío, similares a los detectados en Teotihuacan para el mismo periodo
(Rattray, 2001).

Periodo Formativo (1800 a. C. – 150 d. C.)

           

En las excavaciones arqueológicas realizadas por el Proyecto Estanque de los Pescaditos (Cedillo, 1998), fueron descubiertas cuatro ofrendas
depositadas sobre el lecho de un antiguo lago; Estas ofrendas estaban conformadas por vasijas de cerámica, navajillas de obsidiana y raspadores de
sílex. Dos de estas vasijas son del tipo Ocampo Negro, reportadas para el preclásico tardío (1200 a. C. a 800 a. C.) en el área de Tepeaca (Medina,
2000), una de ellas en color bayo; en los tres casos con decoración esgrafiada en motivos vegetales que hacen alusión a cañas de zacate o juncos,
plantas que seguramente formaban parte del paisaje en la época. La tercera ofrenda es un par de cuencos pequeños de cerámica alisada que
pertenecen al mismo periodo.

           

Del mismo periodo, en las excavaciones arqueológicas realizadas en el predio del antiguo Hospital de Bubas (Allende, 2006 a), a una profundidad de 6
m, en un estrato conformado por arenas y piedra bola, que es parte de la rivera del Río Almoloyan (San Francisco), se localizó una vasija, también
depositada como ofrenda. Su forma es diferente a las localizadas en el Estanque de los Pescaditos, pero tiene decoración esgrafiada y los motivos
decorativos son líneas curvas que semejan juncos, cañas o zacates, y líneas escalonadas, que posiblemente representan rayos, significado que se
refuerza con su presencia cercana al río. Además se obtuvieron tiestos del tipo Cuanalá negro, detectado en el área de Cholula para el preclásico
medio  (1200 a. C. a 400 a. C.)(López et. Al., 2004).

           

Por otra parte en la Plazuela de Los Sapos (Allende, 2002 a) se detectó la presencia de tiestos de los tipos Pulido café y Pulido rojo (Herrera, 2000),
variante decorada en blanco/rojo, del periodo formativo aunque en proporción mínima.

            En el año 2010, durante una exploración arqueológica en el inmueble conocido como La Casa del Mendrugo, realizamos el descubrimiento de
niveles de piso de la época colonial, así como una serie de basureros que nos muestran una secuencia de ocupación del inmueble desde la Fase
fundacional (1531-1550) hasta finales del siglo XX. Justo debajo de los niveles coloniales más tempranos localizamos cerámica de tradición indígena con
las formas, decoraciones y colores característicos de la alfarería del Horizonte Formativo.

            Estos elementos nos indicaron la pertinencia de continuar con las exploraciones. De esta manera, extendiendo la primera excavación y
realizando la apertura de otras nuevas localizamos un muro de piedra caliza cortada en bloques irregulares y unidos con lodo, asociado a un piso de la
misma fábrica. Bajo este piso fue hallada una olla grande, de forma redondeada que contenía alrededor de treinta objetos diversos, entre los que
destacan figurillas y pectorales de piedra verde, espejos de magnetita, pectorales de concha y puntas de proyectil de obsidiana. Evidentemente se
trataba de una ofrenda.

            A unos dos metros de esta ofrenda localizamos un entierro. Se trata de un individuo de sexo femenino, de aproximadamente 1.20 m de altura y
entre 60 años al morir. “Chuchita”, llamada así por el equipo de antropólogos físicos que la ha estudiado, muestra evidencias de diversas patologías y
lesiones que nos permiten inferir sus dificultades para sobrevivir durante un periodo de más de veinte años, durante el cual tuvo necesidad de cuidados
y tratamiento especial de parte del grupo que la rodeaba. Los materiales arqueológicos asociados muestran características formales y estilísticas
relacionadas con la cultura Olmeca, y los podemos colocar cronológicamente en un periodo aproximado del Formativo temprano-medio (1500-1200
a.n.e.)

            Nunca antes se habían descubierto en la ciudad de Puebla evidencias arqueológicas de artefactos cerámicos y líticos, arquitectura y
restos de población humana en un mismo contexto. Concluimos, con esto, que en el área ocupada por el Centro Histórico de la actual Ciudad de
Puebla existió durante el Horizonte Formativo una aldea integrada por seres humanos que tuvieron alguna relación con la cultura Olmeca, al
menos en sus tradiciones evidentes en la cultura material que hemos recuperado.

            Conclusión

           

Con relación a la hipotética existencia de una ciudad prehispánica bajo la ciudad de Puebla podemos establecer que no contamos hasta la fecha con
evidencias que nos indiquen la existencia de un asentamiento permanente ni de un centro ceremonial importante, mucho menos vestigios de actividad
de tipo urbano en el área que ocupa actualmente el Centro Histórico de la ciudad de Puebla durante la época inmediata anterior a la llegada de los
españoles, en ninguno de los sitios explorados. Es decir, podemos irnos olvidando de Cuetlaxcoapan como ciudad prehispánica y considerarlo, de ahora
en adelante, como un valle despoblado.

 
La hipótesis sobre la presencia de una ciudad prehispánica bajo el Centro Histórico de Puebla es falsa, sin embargo esto no significa que la leyenda y la
historia oficial sigan siendo completamente ciertas, ni que el valle nunca fuera ocupado por seres humanos. Teniendo en cuenta los hallazgos referidos
anteriormente en distintos puntos del centro histórico de la ciudad de Puebla, consideramos que Motolinia y las fuentes históricas coloniales han dicho
la verdad: La Puebla de Los Ángeles se fundó en un paraje totalmente vacío. Sin embargo en este sitio, durante el horizonte Formativo (1800 a. C. – 150
d. C.), existieron en el área campamentos estacionales distribuidos sobre la rivera de los ríos Almoloyan (San Francisco), y Xonaca, siendo el Estanque
de los Pescaditos un paraje boscoso donde los manantiales de agua dulce hacían proliferar la vegetación. Este lugar se consideró sagrado y en él se
realizaban rituales dedicados al agua. Por otra parte es innegable la existencia de una aldea localizada donde se encuentra actualmente la Casa del
Mendrugo. El periodo Formativo es, de hecho, cuando se dio la ocupación más importante en el área donde actualmente se localiza la ciudad de Puebla
durante la época prehispánica.

No hay más contradicciones, no hay más mentiras, la historia de nuestra ciudad no se desvirtúa con estos cambios, por el contrario, se enriquece, la
arqueología complementa y da precisión a nuestros conocimientos sobre ella y nos otorga la posibilidad de ostentar un pasado más lejano y más ilustre,
y vislumbrar un futuro más amplio y brillante.

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[1] Es un hecho que el único domingo 16 de abril entre 1530 y 1532 es el de 1531.

[2] ALMOLOYAN.-Nombre formado de ATL, agua; MOLONI, manar la fuente, y YAN, lugar donde se ejecuta la acción del verbo, de ahí ATLMOLOYAN,
"lugar donde mana la fuente de agua" (Franco, 1976: 36).

[3] HUITZILAPAN.- Denominación indígena del área del Paseo de San Francisco, cuya interpretación es “aves sobre el agua” (Franco, 1976: 398).

[4] En la ficha Vol.: 0015, Documento: 225. Fecha: 08/11/1617, se lee: “... no aparece el libro primero de cabildo así como otros papeles y autos
tocantes a la fundación de la ciudad...”.

[5] Los textos originales se reproducenen: Carlos Contreras y M. Ángel Cuenya (Eds.) Ángeles y Constructores, Puebla, BUAP-CONACYT-H.
AYUNTAMIENTO DE PUEBLA, 2000.
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José Antonio Flores Vázquez


Excelente ensayo.
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