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6 de Marzo del 2019 Lectura: 5 minutos
COLUMNAS
(/GABRIEL-
HIDALGO-
ANDRADE)
H
abrá una gran tendencia al voto nulo y al voto blanco en las elecciones para
integrantes del Consejo de Participación este 24 de marzo. No se necesita
ser un genio para saberlo. Esto se producirá por la composición grá ca de
la papeleta y no por el esfuerzo de sus promotores que ojalá no intenten atribuirse
los resultados cuando se produzcan.
Esto sucederá así porque no hay información su ciente para votar en esta papeleta.
El grueso de la población electoral lleva décadas votando por partidos enumerados e
identi cados con colores y por listas jerarquizadas verticalmente, pero jamás han
votado por grupos innumerados y apiñados en forma vertical. Esto provocará una
gran confusión en los electores que votarán, por ejemplo, siete veces por cada
grupo en la papeleta, anulando su voto. Otros dejarán la papeleta vacía y el voto
quedará en blanco. Así habrá múltiples casos de anulación. Los votos nulos y los
votos blancos no suman ni restan, solo no existen.
Pero hay algo que es todavía peor: creer que el voto nulo superará a los votos
válidos. La explicación es simple: no existe normativa legal vigente para
contabilizar los votos en elecciones no partidarias, innuneradas y horizontales. Para
este caso, que lo prohíbe el principio de legalidad, se deberán interpretar
extensivamente los artículos del Código de la Democracia referidos a la elección de
dignidades unipersonales que cuenta únicamente a los gobernadores regionales
(jamás elegidos), a los prefectos y a los alcaldes. A nadie más (arts. 162 y 163).
Entonces ¿qué ordena el Código de la Democracia para anular una elección? Dice
textualmente que “se declarará la nulidad de las elecciones (…) cuando los votos
nulos superen a los votos de la totalidad de candidatas o candidatos” (art. 147.3).
Hay un grupo de ciudadanos, entre esos periodistas y académicos serios, que creen
equivocadamente que se pueden anular estas elecciones consiguiendo superar en,
al menos, la mitad de los más de 13 millones de electores habilitados o de los 9,6
millones que asistieron la última elección en 2014. Esto es imposible e ingenuo
porque, para este caso, la ley no podría anular la elección si más de 4,8 millones de
electores anulan su voto, sino que primero deberá determinar cuál es el total de
todos los votos conseguidos por cada uno de los 43 candidatos a ocupar un puesto
en el Consejo de Participación. Esto quiere decir que un solo voto ciudadano válido
no equivale a uno, sino a siete. Multipliquen. Podrían ser decenas de millones de
votos y no solo los 4,8 millones electores que se espera que anulen.
Por eso, como ya se ha dicho antes, lo realmente patriótico no es anular el voto, sino
identi car a los correistas in ltrados, negarles el voto, y votar por gente decente
para que acabe con ese órgano inventado por la revolución que institucionalizó la
corrupción en Ecuador.
Ojalá me equivoque, pero a veces pienso que quienes más añoran el regreso de
Correa no son solo sus clientes, sino quienes se quedaron sin argumentos.
@ghidalgoandrade
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