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El Ministerio de Cultura en el marco del Plan Nacional de Cultura 2001-2010: Hacia una
ciudadanía democrática cultural, propone la creación de un programa institucional que
contemple la música como una alternativa para “afianzar la democracia y la cohesión
social” DNP reconociendo la diversidad cultural y por tanto musical en el país. Propone
entonces la creación e implementación del Plan Nacional de Música Para la Convivencia
A pesar de existir tanta diversidad en Colombia, esto no ha sido suficiente para alcanzar
adecuados niveles de calidad y cobertura de la actividad musical en el país. Algunas de
estas limitaciones han sido los débiles procesos educativos en la formación musical de las
diferentes escuelas del país, pocos especialistas e instituciones dedicadas a la investigación
musical, precarias condiciones laborales y socioeconómicas de los músicos, escasas
fundaciones y sindicatos que respalden la actividad musical y reconozcan esta labor,
insuficientes procesos de intercambio nacional, escasa edición y divulgación del patrimonio
musical colombiano.
El documento para la implementación del Plan Nacional de Música para la Convivencia
señala que “la música es una de las expresiones culturales que por su naturaleza está
presente en diversos contextos, enriqueciendo la cotidianeidad, desarrollando y
fortaleciendo valores tanto individuales como colectivos y construyendo referentes de
identidad de los grupos sociales.” Con base en esto podemos afirmar que la música no
solamente cumple una función estética en los diferentes contextos, sino que además es
medio para sus transformaciones, razón por la cual la formación musical adquiere un
carácter de vital importancia para el desarrollo de la idiosincrasia en el país. Sin embargo,
es importante señalar que de igual manera al enfatizar en valores presentes en los
diferentes contextos culturales se puede cometer el error -si se quiere poner en estos
términos- de ahondar y robustecer elementos que han sido asimilados culturalmente pero
que, tal vez, es necesario empezar a evaluar, analizar y si es el caso, transformar. Desde
ese análisis, Alejandra Quintana en su texto ¿Música para la convivencia? Inequidad de
Género en la Educación y Práctica Musical: El Caso del Plan Nacional de Música Para la
Convivencia, señala una serie de elementos que recoge el plan y que apuntan a fortalecer y
“perpetuar relaciones de poder y estereotipos de género”. Vale la pena aclarar que estos
elementos no son propios del PNMC sino que corresponden más bien a la manera en la que
las representaciones artísticas y culturales recogen elementos propios de la cultura local,
regional y nacional replicando entonces la tradición patriarcal que pareciera ser
omnipresente en los diferentes escenarios de la vida cultural en el país.
La escogencia de instrumentos por parte de los estudiantes del PNMC afirma el poder
simbólico de lo masculino sobre lo femenino lo cual perpetúa estereotipos, genera
divisiones, empodera y subyuga en diferentes contextos del plan. Este poder históricamente
atribuido al hombre en las sociedades occidentales ha construido todo unas relaciones y
definiciones establecidas que dan a entender una falsa idea de naturalidad. Harari Yuval
(2014) dice que “la mayoría de las leyes, normas, derechos y obligaciones que definen la
masculinidad o la feminidad reflejan más la imaginación humana que la realidad biológica”
(pg 169-167), señalando una regla empírica “La biología lo permite, la cultura lo prohíbe…
La cultura tiende a aducir que sólo prohíbe lo que es antinatural. Pero, desde una
perspectiva biológica, nada es antinatural. Todo lo que es posible es, por definición, también
natural” (pg 168).
Género Inapropiado:
La fuerza de la tradición a la que se le da un carácter ancestral, histórico y representativo de
valores y cualidades buenas de la sociedad ha inmortalizado los modelos del ser hombre y
el ser mujer. Existe un modelo cultural amplio que,con la idea de rescatar tradiciones del
pasado, implícitamente afirma la definición de roles en torno a la música que impiden la
plena participación de las mujeres en las mismas condiciones que los hombres.
Se ha dado una asociación de lo femenino con aquello que se ve natural por lo tanto forma
parte de la naturaleza. El hombre si tiene el control de la naturaleza mediante el dominio de
la tecnología. De esta manera es “natural” que las mujeres canten ya que “la voz es un
instrumento musical cuyos mecanismos de producción carecen de relaciones intrínsecas
con algo que esté fuera del cuerpo”. El canto pertenece a la mujer ya que forma parte de su
naturaleza mientras que el hombre necesita de instrumentos extrínsecos a la suya.
Existe una división sexual de roles muy marcada en los programas de formación del PNMC,
donde la participación femenina corresponde en mayor medida al canto. En las músicas
tradicionales este es un acto empírico por lo tanto no hace parte de los ejes de formación.
Un ejemplo de eso se evidencia en las Músicas del Pacífico Sur donde la tradición de
cantaoras y el estudio de la técnica vocal no son contenidos del PNMC. En cambio toda la
tradición de chirimias del Pacífico Norte, de carácter instrumental, hace parte de un gran eje
formativo del programa en el cual existe la participación más alta de hombres de todo el
PNMC.
Dominación femenina:
El documento plantea que no solamente se ejerce violencia simbólica hacia las mujeres. Es
el caso de los coros, donde las estadísticas muestran que la mayoría de participantes son
mujeres, y los hombres en este caso se quedan excluidos simbólicamente de este ejercicio.
Así como sucede en otros espacios ya mencionados, lo anterior corresponde a elementos
propios de la cultura y la tradición, relacionando el canto con el arruyo de la madre a su hijo.
El texto nos propone una categoría: Ideología musical, y habla de esta como una fuerza
mental colectiva, entendiéndose entonces desde el pensamiento y las dinámicas propias de
la comunidad. El PNMC desde su plan de acción - sin buscarlo- tiene una ideología
patriarcal. Entonces en este punto nos surge una inquietud que tiene que ver con el
surgimiento del Plan Nacional de Música para la Convivencia: nos parece que si el
programa en sus objetivos está enfocado a realizar formación en música en diferentes
comunidades, debe ser a partir de la investigación y el estudio que debe evaluarse también
las tradiciones de esas comunidades agregando de manera transversal el estudio de género
- como lo expresa Quintana “ver con gafas de género”- y de esa manera entender que el
PNMC ejerce violencia simbólica en sus programas, en tanto que sus programas tienen
contenidos sobre tradiciones que están vivas dentro de las comunidades donde las
enseñan. Aquí cobra importancia el componente de Información, encargado de la
recopilación de datos y el posterior análisis y ajuste del plan en pro de la mejora de los
programas de formación de música a lo largo y ancho del país.
Ideología de la música
Es así como específicamente los esquemas sociales construyen una ideología de la música
que se inscribe en los cuerpos de mujeres y hombres, de distintas etnias y clases los cuales
interpretan instrumentos, componen, cantan, enseñan y transmiten sus pensamientos,
identidades y discursos encadenados a la realidad en la que se construyen.
Acorde a lo anterior es posible afirmar que la educación musical está cruzada por discursos
y relaciones históricas de género como tradiciones reflejadas en comportamientos
individuales y colectivos tendientes a la exclusión y perpetuación de estereotipos.
Niñas y mujeres del PNMC relatan experiencias que demuestran que a pesar de estar
interesadas en explorar áreas y formatos desligados a las socialmente concebidas dentro
del pensamiento machista como para la mujer, el rol reproductivo y la estrecha relación
entre masculinidad y prácticas musicales tradicionales en Colombia representan obstáculos
que les impide sentirse identificadas y ejercer la música en condiciones de equidad.
Amparo Blat Gimeno, experta en ciencias de la educación, manifiesta que las instituciones y
escuelas producen y reproducen los modelos androcéntricos de educación. Los currículos y
códigos de género en los centros escolares y el lenguaje excluyente continúan perpetuando
las relaciones de poder en las distintas disciplinas y niveles (formal, informal y no formal).
Para esto Blat propone: “Crear un nuevo modelo de relación, de interpretación, creación y
valoración, en el que las personas puedan reconocerse en diferentes roles, actitudes y
expectativas sin discriminaciones de ningún tipo”.
Por otra parte, Lucy Green resalta el análisis del papel de los docentes en la reproducción
de estereotipos de género señalando que “el sexo del profesor opera como modelo de rol,
influyendo en las percepciones de los alumnos con respecto a las prácticas musicales”
(Green 227).
Para hablar más objetivamente del asunto de estereotipos ligados a la sociocultura tenemos
que dentro de la escogencia de instrumentos a interpretar se ha notado que las niñas
generalmente se sienten atraídas por instrumentos acordes a su feminidad, elegantes y
pequeños, y los niños se sienten identificados con los instrumentos que pueden resaltar su
masculinidad y fuerza. Este sentimiento de pertenencia a cada género hace parte de la
formación de identidad de género que se construye y es encasillada por la educación y el
contexto social intentando mantenerla inamovible por los mismos.
Pedagogía de género.
El texto finaliza con una propuesta de revisión formulando preguntas al proyecto, esto como
ruta metodológica para analizar y mejorar el PNMC y aplicar el enfoque de género de
manera real. Estas preguntas están diseñadas basándose en el modelo de una agencia
suiza que se encarga de formular estrategias de implementación de enfoque de género para
proyectos de desarrollo. La propuesta se divide en tres fases.
la primera fase es Análisis y planificación donde se pregunta si la comunidad que está
siendo impactada se involucra dentro la planificación del proyecto, la segunda fases sobre
la implementación y tiene que ver con las estrategias pedagógicas y metodológicas y de
qué manera estas se transversalizan con el enfoque de género para promover la equidad, y
la tercera fase es monitoreo donde se examina la equitativa participación de hombres y
mujeres en diferentes cargos de monitoreo como visitas y formación, además se propone
desagregar los datos recogidos por género. Esto es una posible solución para mejorar la
problemática que se plantea en el texto sobre todo en materia de ejecución, y así evitar que
se sigan reproduciendo esquemas de poder con alto índice de violencia simbólica dentro del
aula y lograr una transformación social.
Es importante pensar de qué manera se podría transversalizar el enfoque de género en las
metodologías para que sea aplicable, sin embargo, se encuentran muchos paradigmas al
momento de plantear, y por ello hay que tener en cuenta y no perder de vista el contexto en
el que siempre hemos estado tratando de analizar y abordar desde una perspectiva
autocrítica que es el encasillamiento binario según estereotipos para ambos géneros y el
respectivo uso de instrumentos acordes a cada uno según las costumbres heredadas y la
cultura en la que se desarrollan.
CONCLUSIONES
En el momento histórico que vivimos debemos replantearnos las formas de percibir y actuar
en la sociedad. Michael Foucault habla sobre la posmodernidad y nos sugiere que la
sexualidad es una forma de poder, esto lo hemos ejemplificado con el PNMC, que de
manera simbólica establece y refuerza dinámicas sociales asumidas por tantos años y que
por generaciones han formado nuestro comportamiento. Re pensar nuestras prácticas
implica un acondicionamiento en la forma de comprender el mundo; implica una buena
formación en las personas (profesores, gestores y la comunidad impactada ) para que sean
capaces de cuestionar las teorías existentes y diseñar programas que posibiliten nuevas
percepciones que respondan a las nuevas necesidades. Complicar las rutinas es necesario
para crear nuevos comportamientos, y merece la atención de quienes lideran estas
propuestas porque no se trata de un capricho posmoderno sino de una necesidad: corregir
las violencias que se siguen replicando en este modelo social. Debemos corregir el camino
y crear rutas de desvío que sugieran cambios trascendentales en materia de género y que
vayan encaminadas hacia la equidad.