Sei sulla pagina 1di 290

PENSADORES Y TEMAS DE H O Y

6
PENSADORES Y TEMAS DE H O Y
6
CARLOS M. RAMA

FASCISMO
Y ANARQUISMO
EN LA ESPAÑA
CONTEMPORANEA

BRUGUERA
1.‘ edición: mayo, 1979
La presente edición es propiedad de
Editorial Bruguera, S, A,
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)
© Carlos M. Rama-1979
Cubierta © Neslé Soulé-1979

Printed in Spain
ISBN 84-02-06383-7
Depósito legal: B. 15.046-1979
Impreso en los Talleres Gráficos de
Editorial Bruguera, S. A.
Carretera Nacional 152, Km 21,650
Paréis del Vallès (Barcelona) - 1979
A MODO DE INTRODUCCION

Casi todos los libros de h isto ria política se cir­


cunscriben a la secuencia institucionalizada p o r los
jgobiemos en u n E stado determ inado.
E n la práctica —y m ás allá de los títulos— se
apoya esa historiografía en las publicaciones oficiales
(y a veces sólo en el B oletín Oficial del Estado res­
pectivo...), las leyes, discursos, proclam as o decla­
raciones oficiales, ya sea a través de las fuentes
im presas ya, cuando la situación lo reclam a, usando
el m aterial depositado en los archivos. E sto escamo­
tea la realidad social, económ ica y h asta ideológica
q ue tra n scu rre vigorosa, aunque escondida, b ajo la
co stra de la actividad representativa de cierta élite
de la clase dom inante de turno.
D esentrañar, y o rd en ar racionalm ente, la histo ria
de las corrientes políticas, estén o no encaram adas
en el poder estatal, evidentem ente es m ás difícil,
aunque sea estim ulante p ara el estudioso.
Además, cuando los historiadores se alejan algo
de las instituciones y de las opiniones oficiales que
em iten sus agentes, y en tran al estudio de la ideas
y personajes no necesariam ente sacros, no van m ás
allá de los sectores o clases que les respaldan.
El consenso en que se mueven las llam adas «so­
ciedades políticam ente estables», term in a po r conta­
giarse a los m ism os historiadores, que buscan y en­
cu en tran exitosam ente episodios de consenso en el
pasado, cuando, sin em bargo, son tan to o m ás fre­
cuentes que los m om entos de estructuración social
(en el sentido com teano), las etap as dinám icas, de
5
crisis, luchas, afrontam ientos y desgarram ientos en­
tre tendencias opuestas o incom patibles.
F inalm ente tales calas a la realidad histórica, se
circu n scrib en en o tro s casos a u n a determ inada
co rrien te, o m ás estrictam en te a un p artid o político
concreto, lo que im plica —p o r razones derivadas de
la técn ica m onográfica— d eja r en la som bra el resto
del esp ectro ideológico que, en un m om ento d eter­
m inado se afro n ta en u n país dado.
Leyendo ciertos libros podríam os caer en el e rro r
de óp tica h istó rica de creer que ciertos personajes,
p artid o s o ideas en cuestión, ocupaban en un pasado
d eterm in ad o to d a la escena de la vida política, cuan­
do en verdad —y en m uchos casos— son secunda­
rios gesticulantes, desconocidos de las m asas de su
tiem po, e incapaces de d a r m ensajes p a ra el futuro.
La idea cen tral que dom ina este libro (por reac­
ción, si se quiere) es que dos corrientes bien definidas
(fascism o y anarquism o), que tra n sc u rre n a am bos
extrem os del esp ectro político español, y que hoy, en
los tiem pos del posfranquism o del consenso dem o­
crático, son o m itidas y olvidadas, sin em bargo, fue­
ron decisivas en la víspera. ¿P odrán volverlo a ser
en algún futu ro ?
Más aún, que, a p esa r de vivirse am bas en térm i­
nos de distancia, alejam iento, y ante todo de lucha
fro n ta l y a m u erte (no en vano hay u n a g u erra civil
p o r m edio), sin em bargo, tuvieron p o r oposición u n a
influencia dialéctica m u tu a que corresponde desen­
trañ a r.
La in terp retació n del fascism o internacional, com o
u n a opción de resp u esta a la revolución social, nos
viene interesan d o desde hace m uchos años. Ya en
1962 publicam os una o b ra que se in titu lab a ju stam en ­
te R evolución social y fascism o en el siglo xx.
No se tra ta , a n u estro parecer, de establecer un
secreto diálogo ideológico, desasido de los fundam en­
tos sociales y económ icos correspondientes.
Aquella solución es legítim a en el cam po de la
h isto ria de las ideas, y hay obras bien logradas que
se atienen a la fórm ula, p ero p a ra el a u to r re su lta
m ás explícito evocar los p erso n ajes de clase, que
6
hacen suya la opción fascista, com o en su caso la
resp u esta revolucionaria.
La idea central que seguíamos en n u estra obra
de hace 17 años, a la que parcialm ente volvemos en
n u estra reciente La ideología fascista (M adrid, Júcar,
1979), es que el fascism o surge como una respuesta al
desafío revolucionario. No en vano se fecha a p a rtir
de las revoluciones europeas que desencadena la
revolución soviética de 1917. E studiando país por
país los episodios fascistas, tan to de la prim era
oleada europea, com o la segunda oleada neofascista
de Am érica del S ur de nuestros días, siem pre en­
contram os que el fascism o irrum pe contra una re­
volución social, o actúa preventivam ente para con­
ju ra rla y fru strarla. Es tam bién u n fenóm eno de la
crisis económ ica, y com o ha vivido y triunfado en
el seno de la gran crisis m undial de 1929 y los años
trein ta, asim ism o vuelve hoy por sus fueros, a p a rtir
de 1973.
La orientación ideológica de las revoluciones es
lo de menos. Pueden ser m arxistas, anarquistas o
m eram ente republicanas (1).
Por todo ello nos hubiera agradado —en este te­
rren o — desarro llar m ás el estudio de los sectores
sociales que antes del 18 de julio de 1936 adoptan
en E spaña las soluciones fascistas, por lo menos p ara
colocarnos en el plano que seguimos p a ra los años
1939-1962, en que hem os analizado, com o se verá, el

(1) En este libro, a que pertenece la extensa cita hecha an-


teriormente, también decíamos: “Aparte de ser —como queda dicho—
los dos hechos más importantes del siglo xx, frente a los cuales
palidece la importancia de corrientes políticas anteriores (como por
ejemplo el liberalismo, las dictaduras militares, el paternalismo, o las
actitudes políticas influidas por las religiones), se presentan entre sí
indisolublemente unidos. Trataremos de demostrar cómo el fascismo
actúa como contrarrevolución preventiva, o como contrarrevolución
restauradora, frente a los movimientos sociales revolucionarios. En
principio, en aquellos países en los cuales los antiguos métodos coer­
citivos y las viejas técnicas políticas resultan insuficientes para de­
tener la oleada revolucionaria, se recurre al arma extrema del
fascismo, naturalmente combinado con factores locales y apro fi­
chando en su favor las tensiones históricas de cada país.” Págs. 9-10
del Prólogo, de Revolución social y fascismo en el siglo X X , Bue­
nos Aires-Montevideo, Palestra, 1962.
7
bloque de poder que usa en su beneficio la dic­
tadura franquista.
Es llamativo que siendo el fascismo una fuerza
política tan im portante en el mundo del siglo xx
—y ante todo habiendo orientado en España la expe­
riencia estatal más extensa cronológicamente hablan­
do—, sin embargo, no son muchos los estudios que
se le han dedicado.
Lo mismo podríase decir del anarquismo español,
que si no tiene en nuestros tiempos la importancia
del fascismo, sí posee justam ente en España una im­
plantación típica de un movimiento de masas (2).
Ni siquiera puede hacérsele a estas corrientes, el
reproche de que son novedosas en el escenario es­
pañol.
Los antecedentes en el siglo xix del anarquismo
de la España contemporánea, entroncan con el viejo
federalismo republicano, y el guerrillerismo de la In­
dependencia; pero no se considera —a nuestro jui­
cio como corresponde— el filón autóctono del pre­
fascismo ibérico desde Fernando VII a los tiempos
de Miguel Primo de Rivera, con el sólido aporte
eclesiástico integrista.
«En el siglo xx —hemos sostenido— los aconteci­
mientos más importantes, en el plano de la proble­
mática político-social, son las revoluciones sociales
y el fascismo (y también) el fascismo y la revolución
son los productos más originales del siglo xx, su
aporte propio al mundo de las ideas, y de las realiza­
ciones en m ateria política y social. Las revoluciones

(2) Aludimos someramente a un aspecto, digamos, objetivamen­


te cuantificable, pero son muchos los autores que han sostenido el
casticismo del anarquismo español. En nuestro libro La crisis es­
pañola del siglo XX, Madrid, Fondo de Cultura Económica, 1976,
3.‘ ed., p. 55, dimos una nómina, con la bibliografía respectiva, de
opiniones en tal sentido, y ahora esa nómina se amplía y renueva
con lo que Elorza llama (con mucha exageración) “el boom anar­
quista”. (“Cuadernos para el diálogo”, Madrid, n.° 189, 1976.)
Anotemos a Carlos-Peregrín Otero, que en el prefacio de USA:
mito, realidad, acracia (Barcelona, Ariel, 1979, p. 14) se refiere al
acratismo (o acraticismo) como aporía, y no sólo para España.
Jorge de Esteban, La vuelta de los anarquistas, “El País”, Madrid,
8 de diciembre de 1976, se suma a estas preocupaciones.
8
q u e conoció el m u n d o occidental en los siglos p re ­
ced en tes fu ero n revoluciones políticas o rien ta d as o
co n tro la d as p o r la burguesía, in te re sa d a en q u e b ra r
la e s tru c tu ra estam en tal, los privilegios de la nobleza
o el clero, p ero siem pre encam inadas a m a n te n e r y
h a s ta d e sa rro lla r el capitalism o y la división de la
sociedad en clases sociales. Las revoluciones sociales
del siglo xx, tien en u n fin m ás p ro fu n d o o trasc en ­
d en te. In clu so au n q u e a veces se inician com o revo­
luciones po líticas (al estilo de las an te rio res), term i­
n a n en u n a segunda e ta p a p o r alcan zar su objetivo
social, p ro c u ra n d o la rem odelación de sus respectivas
sociedades, y la abolición del sistem a cap ita lista, en
ocasiones to d av ía co n elem entos feudales. El siglo xx
es el p rim e r siglo de la h isto ria donde la consecución
de la igualdad, y la seguridad de todos los seres, es
u n o b jetivo explícito, y tam b ién el q u e a n o ta los
p rim ero s éxitos p a ra la c o rrien te ideológica socialis­
ta , n acid a —an o tem o s— d u ra n te el siglo xix.
»En cu an to al fascism o, que tam b ién tiene a n te ­
ced en tes en la reacción eu ro p ea del siglo xix, el
racism o , el nacionalism o, etc., recién e n c u e n tra sus
teó rico s, y a n te to d o sus dirigentes, que llegaron
in clu so a a s p ira r al dom inio universal, en los años
de n u e stro siglo.»
Las explicaciones que se nos o c u rre n sobre la de­
ficiencia en los estu d io s, a p u n ta n a v arias latitu d es.
E n p rim e r té rm in o q u e coinciden am bos m ovim ien­
to s p o líticos en p ra c tic a r el an tiin telectu alism o . No
son adem ás m uchos, ni im p o rtan tes, los intelectuales
esp añ o les de filiación a n a rq u ista o fascista. El e je r­
cicio, y el abuso, d e la acción d irecta, tiene sus in­
convenientes.
P o r o tra p a rte , los investigadores de extracción
u n iv ersitaria , incluyendo a los que m ed ra n n u trid o s
p o r las fundaciones, acom eten tem as «m ás am ables»,
o m ás cercan o s a su experiencia fa m iliar pequeño-
bu rg u esa.
D esde el ex te rio r h a hab id o u n a p o rte in tere san te
p a ra c o rrie n te s m enos significativas del «enigm a es­
pañol» (o el lab erin to , o el reñ id ero , etc.), com o son,
9
por ejemplo, el comunismo, el liberalismo, la hete­
rodoxia marxista, etcétera.
A menudo, cuando se hace referencia a la estado-
latría y el elitismo del fascismo, no diferente en el
fascismo español de los demás fascismos; o en sus
antípodas al igualitarismo y la anarquía, tiende a
considerárseles como situaciones anómalas, irregula­
res, e incluso patológicas. ¿Pero existe algo patológi­
co en la vida histórico-social?
Finalmente resulta que los anarquistas son rela­
tivamente identificables, en sus variadas especies de
visionarios, propagandistas, hombres de acción, sin­
dicalistas, utópicos y héroes, pero no sucede lo mis­
mo con los fascistas. Se conocen, sí, los hombres
de acción de la milicia callejera, o a los líderes que
actúan en el prim er plano, pero sin embargo, se
omiten a los financistas, a los manipuladores del fas­
cismo, y ante todo a los beneficiarios sociales de sus
éxitos partidarios. Frente a la represión o meramen­
te a la opinión pública, a menudo los extremistas
deben mimetizarse o disimularse, y ello complica
siempre su estudio.
El criptofascismo ha sido estudiado para Alema­
nia e Italia, como un fenómeno típico de la posgue­
rra, vinculado a la tendencia democristiana, pero
seguramente España presenta aspectos originales, en
especial por darse la hegemonía fascista en un pla­
zo dilatado, clausurándose más que por un desastre
militar, por su desechamiento, por las mismas clases
que en su tiempo lo concitaron.
El anarquismo español se ha argumentado, y eso
viene de Marx-Engels en el siglo pasado, estaría vin­
culado a una determinada estructura socio-econó­
mica rural y artesanal, pero desde mayo francés del
68 y el guevarismo latinoamericano, hay experiencias
internacionales que parecen enfrentar aquellos axio­
mas, y en los hechos ahora tenemos en una España
industrializada y modernizada oportunidad de com­
probarlo.
Del punto de vista práctico hemos agrupado los
textos en que se considera el aporte ideológico, o
teórico del fascismo, así como su realización histó-
10
ric a m ás im p o rta n te en la h isto ria de E sp añ a (la
d ic ta d u ra fra n q u ista de 1936-1976) en u n a p rim e ra
p a rte del volum en.
E n la m edida en que del ideario se p asó a las re a ­
lizaciones políticas y sociales de ese período, y b ajo
su im perio se reorganizó la econom ía, las in stitu cio ­
nes y el a p a rato cu ltu ral d u ra n te esos años, el tem a
e stric ta m en te ideológico se tra sla d a a los hechos
co n creto s de la re estru ctu ra ció n institucion al y de la
estratificación social. Nos in tere sa —p o r ejem plo—
sab e r cóm o, y quiénes, ten ían el p o d er efectivo, y a
qué clase, o clases, beneficiaba la experiencia iniciada
p o r el fascism o local, con el apoyo del E je fascista
d e los años trein ta.
P o r o tra p arte , cóm o se in serta b an en el nuevo
sistem a h istórico, la m asa de los que llam am os
«agentes o in stru m en to s del poder», y p o r tan to
cóm o se ejercían los m ecanism os represivos, disua­
sivos y corru p tivos, que aseguraban el funcionam ien­
to de la dictad ura.
In clu so cóm o viera a la d ictad u ra el re p rese n ta n ­
te de In g la te rra en M adrid desde 1940 a 1944, y cuáles
fu ero n las acciones que, p o r su interm edio, ejercie­
ro n los aliados p a ra provocar la n eu tra lid a d efectiva
del régim en fascista de E spaña, y luego su p asaje
del v asallaje ítalo-alem án al de los E stados Unidos
y E u ro p a occidental, que carac teriza rá al sistem a a
p a r tir de 1953.
E n esa o rd enación m aniquea (lo reconocem os) la
segunda parte corresponde al anarquism o, p ero el
estu d io que le consagram os, p o r su m ism a n atu raleza
tem ática, no es ni ta n dilatado ni del m ism o tono.
P o r lo p ro n to hay que re co rd a r que, sin perju icio
de ser el anarcosindicalism o la fuerza revolucionaria
Í)or excelencia en el seno del p ro leta riad o español en
os tiem pos finales de la M onarquía canovista, de la
D ictad u ra de P rim o de Rivera, y de la Segunda Re-
JÚblica, el o rto de su influencia es brevísim o. Es
{ o q ue H ans M agnus E nzensberger llam a, m uy lite­
rariam en te, «el co rto verano de la anarquía» de los
m eses de ju lio a noviem bre de 1936, que pueden
11
extenderse con el gabinete Largo Caballero hasta
mayo de 1937 inclusive.
Como todas las fuerzas de oposición revoluciona­
ria, y de revuelta subterránea y clandestina, es difícil
reconstruir su historia, y de lo que tratamos —como
se verá— es ante todo de ordenar los materiales dis­
ponibles, calibrar y valorar lo mucho e interesante
que se viene dando a conocer recientemente.
Para entrar al análisis del pensamiento libertario
español hemos seguido algunas pistas, aparentemen­
te menores, como son las obras de Rafael Barrett
(que empezamos por confesar que no se conocen
bien en España) y de Camillo Berneri, que en defini­
tiva era italiano, y que vivió en España solamente
entre julio de 1936 y mayo de 1937, aunque ha hecho
observaciones sagaces sobre el anarquismo español
y la experiencia revolucionaria de esos tiempos. Ha­
bría que —por lo menos para hacer un esfuerzo
paralelo al consagrado al fascismo— ordenar el apor­
te estrictamente español a la teoría de anarquismo,
que no deja de ser estudiable, a pesar de la anotada
ausencia de intelectuales en su seno.
Analizar asimismo los fundamentos de clase en
que se asientan no sólo sus actores (como haremos
siguiendo las memorias a nuestro alcance), sino ade­
más el conjunto del movimiento confederal, y que
explican su influencia.
Esto sabemos que se ha intentado explicar por
Hobsbawm y Termes para el siglo xix y por Alvarez
Junco para el actual, y esas obras iniciales tendrían
que considerarse.
Completando esos campos podría surgir el mundo
de la contracultura anarquista, y explicarse su honda
implantación social, por lo menos en ciertas regiones
españolas.
De lo que resulta la imposibilidad de mantener en
el plano científico el maniqueísmo, e incluso la dico­
tomía, porque estos dos temas están en distintos ni­
veles de conocimiento.
En el caso del anarquismo hay que comenzar
modestamente —como aquí hacemos— por valorar
y ordenar un material extenso, y no justam ente aca-
12
dém ico (de ah í los cap ítu lo s I y II de la S egunda
P arte), m ie n tra s q u e sobre el fascism o se puede
av an zar algo m ás en m a te ria de conclusiones.
El fascism o español, com o todos los fascism os,
h a ten id o el apoyo del d in ero (por lo m enos de cier­
tos agresivos secto res burgueses) y en su m om ento
to d a la fuerza del E stad o a sus espaldas, y en cam ­
bio el an a rq u ism o h a sido —com o todos los m ovi­
m ien to s rev o lu cionarios— la creación de un m undo
de p aria s, m arginales, a m enudo encarcelados, p e r­
seguidos, cuan d o no exiliados.
La p o ten cialid ad en E sp añ a del fascism o, o del
an a rq u ism o , no depende de su m ayor o m en o r origi­
n alid ad , ni siq u iera de las calidades de su m ilitan cia
o liderazgo. Com o tan to s hechos h istó rico s su fuer­
za, y su im p acto en su tiem po (y p o siblem ente en
el fu tu ro , si viviéram os sim ilares situaciones), es que
han sido las opciones ú ltim as de clases y grupos
sociales rivales.
C uando la o lig arq u ía latifu n d ista-fin an ciera espa­
ñola p erd ió , en tiem pos de la Segunda R epública, el
apoyo y p ro tecció n de la C orona, se d ebilitó la Iglesia
y p asó a segundo térm in o el E jército , jugó a fondo
la c a rta golpista y fascista p a ra a p la sta r en u n a gue­
rr a civil a u n p ro le ta ria d o revolucionario irre d u ctib le
a la m an ip u lació n y la dem agogia, ed u cad o —an te
todo— en los cu a d ro s del anarcosindicalism o.
N a tu ralm en te las p u n ta s de lanza no son todas
las lanzas, y en el choque, com o en todos los grandes
y co m p lejo s aco ntecim ientos h istó rico s, term in a ro n
p o r p a rtic ip a r to dos los españoles.
E sto , q ue resu m e la o b ra que p resen tam o s, es
—en cie rto sen tido— u n a síntesis de la h isto ria de
la E sp añ a c o n te m p o rán ea de la víspera.
O bsérvese q u e aq u í co n te m p o rán eo no es sinóni­
m o de actu al, y que la p a la b ra está en te n d id a tal
com o la u san los h isto riad o re s p a ra un pasad o re­
ciente, en este caso n o m ás allá de 1921, especial­
m en te e n tre esa fecha y 1939, y en la P rim e ra P arte
asim ism o h a s ta 1976.

13
dém ico (de ah í los cap ítu lo s I y II de la S egunda
P arte), m ie n tra s q u e sobre el fascism o se puede
av an zar algo m ás en m a te ria de conclusiones.
El fascism o español, com o todos los fascism os,
h a ten id o el apoyo del d in ero (por lo m enos de cier­
tos agresivos secto res burgueses) y en su m om ento
to d a la fuerza del E stad o a sus espaldas, y en cam ­
bio el an a rq u ism o h a sido —com o todos los m ovi­
m ien to s rev o lu cionarios— la creación de un m undo
de p aria s, m arginales, a m enudo encarcelados, p e r­
seguidos, cuan d o no exiliados.
La p o ten cialid ad en E sp añ a del fascism o, o del
an a rq u ism o , no depende de su m ayor o m en o r origi­
n alid ad , ni siq u iera de las calidades de su m ilitan cia
o liderazgo. Com o tan to s hechos h istó rico s su fuer­
za, y su im p acto en su tiem po (y p o siblem ente en
el fu tu ro , si viviéram os sim ilares situaciones), es que
han sido las opciones ú ltim as de clases y grupos
sociales rivales.
C uando la o lig arq u ía latifu n d ista-fin an ciera espa­
ñola p erd ió , en tiem pos de la Segunda R epública, el
apoyo y p ro tecció n de la C orona, se d ebilitó la Iglesia
y p asó a segundo térm in o el E jército , jugó a fondo
la c a rta golpista y fascista p a ra a p la sta r en u n a gue­
rr a civil a u n p ro le ta ria d o revolucionario irre d u ctib le
a la m an ip u lació n y la dem agogia, ed u cad o —an te
todo— en los cu a d ro s del anarcosindicalism o.
N a tu ralm en te las p u n ta s de lanza no son todas
las lanzas, y en el choque, com o en todos los grandes
y co m p lejo s aco ntecim ientos h istó rico s, term in a ro n
p o r p a rtic ip a r to dos los españoles.
E sto , q ue resu m e la o b ra que p resen tam o s, es
—en cie rto sen tido— u n a síntesis de la h isto ria de
la E sp añ a c o n te m p o rán ea de la víspera.
O bsérvese q u e aq u í co n te m p o rán eo no es sinóni­
m o de actu al, y que la p a la b ra está en te n d id a tal
com o la u san los h isto riad o re s p a ra un pasad o re­
ciente, en este caso n o m ás allá de 1921, especial­
m en te e n tre esa fecha y 1939, y en la P rim e ra P arte
asim ism o h a s ta 1976.

13
Primera Parte

EL FASCISMO ESPAÑOL

“El fascismo español es voluntad exasperada de


crear un Estado viril, armonioso, totalitario, digno de
los hombres de España... El fascismo hispano es un
nuevo modo de ser español, nuevo pero antiquísimo...
Nuestro papel no es el de sepultureros ni el de her­
manas de la Caridad. Venimos con la violencia nece­
saria, humanitaria, cruda y caballeresca que toda vio­
lencia quirúrgica impone...
Nuestro programa es conocido en sus fundamentos:
Unidad y potencia de la patria; Armonía de clases;
Disciplina; Antiliberalismo; Antimarxismo; Aldeanería;
Milicia; Cultura; Estatismo Nacional; Justicia, que al
dar a cada uno lo suyo no consiente desmanes anár­
quicos de obreros ni mucho menos desmanes predato­
rios de patronos.”
Fascismo español, “El fascio”, Madrid, nov. I, 1934.
J osé A ntonio P rimo de R ivera
I

EL ESTADO EN LA IDEOLOGIA
FASCISTA ESPAÑOLA (*)

No es mucho lo que se ha estudiado en profundi­


dad el fenómeno político del fascismo en España,
Considerado en el plano ideológico y conceptual, al
Margen de la exaltación partidista, o de la diatriba
enemiga.
Entre otras razones porque por su misma ende­
blez doctrinaria, y hasta su fracaso en plasmarse
históricamente en fórmulas definidas, no ha merecido
■—como es el caso de Italia y Alemania— el análisis
de los tratadistas locales y extranjeros.
Es relativamente fácil que los vencedores, los que
Consiguen llevar a la práctica una formulación teóri­
ca coherente, merezcan la consideración de los estu­
diosos, y especialmente cuando esas formulaciones
ion imitadas, se «exportan» a distintos países, y son
Utilizadas como una suerte de eje definitorio en ma­
teria ideológica. Entonces no sólo se les estudia en
ll mismas, sino que se rastrean cuidadosamente sus
orígenes, motivaciones, relaciones con la estructura
locial, parentescos con la cultura local, etcétera.
Cuando se trata de regímenes afiliados, sistemas
que se instalan en la periferia de las realizaciones

(*) Presentado al Décimo coloquio del Seminario de Estudios


Hispánicos sobre los siglos XIX y XX, de la Universidad de Pau,
M abril de 1977.

17
centrales, «imitaciones» que se tiende a ver m era­
m ente form ales y que ahora se denom inan «fascis­
mos coloniales» o «periféricos», es norm al que no
se les considere adecuadam ente. Así ha sucedido con
los gobiernos de sistem as fascistas de los años 20
al 40 de Polonia, Hungría, Rum ania, Eslovaquia, Croa­
cia, Bulgaria, Portugal y España, y con m ás razón
en la oleada del neofascism o en América del Sur, con
Brasil, Chile, Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia,
y en Africa del Sur en los años recientes (1).
En el caso de España hay incluso causales adi­
cionales que refuerzan esta situación. En el franquis­
mo el Partido no llega a absorber, como en los casos
italiano y alemán, el aparato del Ejército, la Iglesia
y la adm inistración civil, y el resultado es un sistem a
híbrido, incluso antes de 1942. El fracaso m ilitar del
E je fascista a p a rtir de esa fecha tiende a desacre­
d itar al fascismo en cuanto ideología, a vincularlo
estrictam ente a los aspectos form ales poco prestigio­
sos, o sim plem ente a confinarlo en «lo sucedido en
Italia y Alemania», y por tanto deja en la oscuridad
los aspectos locales y originales de España (2).
El «ingrediente» fascista del nuevo régim en de
1936-1975 no será especialm ente apreciable en m ate­
ria de organización del Estado, sino en los aspectos
adjetivos (represión, sindicatos, term inología, propa­
ganda, relaciones exteriores por lo menos hasta 1942,
etcétera) y esto es asim ism o decisivo p ara oscurecer

(1) Una excepción sería el caso de Japón, pero tanto como su


indiscutible originalidad, debe contar el hecho de tratarse de un
país industrialmente importante y militarmente protagonista de pri­
mer plano. En verdad la observación metodológica que precede no
es privativa del fascismo, y se aplica a ideologías de muy diferente
signo.
(2) A medida que pasa el tiempo y las condiciones políticas
mundiales son bien distintas, se produce en España, pero en una
forma más acelerada que la estudiada en Italia, el fenómeno de los
fascistas que niegan haberlo sido, o que discuten sobre la especi­
ficidad nacional de las convicciones de su grupo, que a su parecer
les hace incompatibles con el Fascismo con mnyiíscula, etc. Nos
hemos ocupado del tema en la p. 391, de la tercera edición de nues­
tro libro La crisis española del siglo XX, ob. cit., y a ella nos remi­
timos. Hay también observaciones de Stanley Pnyne: Fascistas fuera
de época, en “Cambio 16", n.° 257, 21-VI-76, Madrid.
18
el m ejo r conocim iento del tem a. Hay —al igual que
en Italia y Alemania— un conjunto de universitarios
y escritores que, p o r razones burocráticas, se ponen
al servicio del fascism o español, y que respaldan en
la prensa, las universidades, los libros, etc., la expo­
sición del ideario fascista local, pero si se exam inan
las nóm inas de esos intelectuales de los años 1936 a
1975 se observará que en su m ayor p a rte provienen
de los rangos de la Iglesia, de las filas de las entida­
des conservadoras prefascistas, y son relativam ente
pocos los que acrecen el ya m agro capital intelectual
ap o rtad o p o r los reducidos cuadros de los fascistas
españoles de la p rim era h o ra (3).

T res eta p a s en la elaboración d el ideario


fa sc ista esp a ñ o l so b re el E sta d o
A m odo de hipótesis explicativa creem os posible
estab lecer tres etapas en la elaboración de u n a teoría
fascista en E spaña, y en especial con referencia al
tem a del Estado.
H ab ría en p rim er térm ino que distinguir la etapa
de los precursores, que corresponde a las postrim e­
rías de la m onarquía alfonsina, entre 1917 y 1929, no
ju stam en te la m ás conocida, y posiblem ente la m ás
tergiversada.
La segunda, ya entronizada en el panteón oficial
del fascism o hispánico, que avanza al p rim er plano
favorecida p o r la instalación de la Segunda R epúbli­
ca, y que com prueba el carácter de respuesta ante
la crisis política que tiene el fascism o en los países
capitalistas. E n principio fecham os esta segunda eta­
p a de 1929 a 1933.
La tercera, dom inada p o r la personalidad de José
Antonio Prim o de Rivera, y la constitución de un

(3) Esto se entiende mejor en cuanto se examina la literatura


italiana de los años 22-42, tal como resulta de obras como la muy
valiosa de Edward R. Tannenbaum, La experiencia fascista. Socie­
dad y cultura en Italia (1922-1945), Madrid, Alianza Editorial, 1975,
capítulos 6, 9 y 10.
19
m ovim iento nacional fascista entronca ya con la gue­
rr a civil, y ha m erecido m ás la consideración de la
hagiografía que, com o correspondería, del estudio
científico.
Se entiende bien que, a p a rtir de la crisis del 17,
cuando m u estra signos de descom posición el clásico
sistem a de po d er español (los sucesos de Africa, el
m ovim iento o brero insurrecto, la indisciplina del
E jército , etc.), haya posibilidad de fechar las raíces
de u n ideología fascista en España. Sin em bargo,
h ab ría que estu d iar el pensam iento local, y los mo­
vim ientos p refascistas españoles con m ás cuidado.
N osotros m ism os hem os destacado que, p o r ejem plo,
José Antonio Prim o de Rivera no cita nunca a los
escritores del clásico au to ritarism o español com o son
Jaim e Balm es, Donoso Cortés, V íctor P radera, Váz­
quez de Mella, Antonio M aura y el m ism o Cánovas
del Castillo, pero la verdad es que esos autores
se incluyen, sí, en la form ación de los prim orriveris-
tas de la d ictad u ra de su padre, y en su reivindica­
ción y continuación política, estará orientado el
p rim e r com bate del fundador de Falange.
Por o tra parte, dado el carácter antiintelectualista
de todos los fascism os, que hem os destacado en o tras
obras, no es extraño que no abunden en citas ni
José Antonio Prim o de Rivera, ni con m ás razón los
au to res m enores, pero com o al m ismo tiem po su ori­
ginalidad creadora es escasa, es norm al que se inspi­
ren ju n to a los definidos ejem plos extranjeros de su
tiem po, en el au to ritarism o del país, en las ideas m ás
o m enos elaboradas, pero norm alm ente difundidas
en la ultrad erecha española.
No podem os ab u n d ar en el tem a, pero anotam os
dos puntos de referencia. Tenem os ahora sobre el
pensam iento español de fines del siglo x v m y p rin ­
cipios del xix análisis técnicam ente irreprochables
que desm ontan ciertas afirm aciones de M arcelino
M enéndez y Pelayo, y dan elem entos de juicio im­
p o rtan tes sobre el «m ito reaccionario». Nos referi­
m os, p or ejem plo, a la o b ra de Javier H errero, en
que se considera especialm ente a Agustín B arruel,
Antonio Cam pm any, Sim ón López, Rafael de Vélez,
20
Pedro Quevedo y Quintano, José Joaquín Colón el
Filósofo Rancio, y otros «serviles» fem andinos, teo-
rizadores de la represión de 1814 (4).
El o tro punto de referencia son las excelentes
obras de Rohan O. B utler para el nacionalsocialism o
alem án y la m ás reciente de E rnst Nolte sobre los
antecedentes franceses del fascismo. En definitiva
cuando el prim ero de los autores, p ara explicar las
teorizaciones de H itler, se rem onta a los filósofos
germ ánicos Fichte, Schelling y Hegel; o en el caso
de Francia, Nolte analiza extensam ente, p ara enten­
der a Pétain y el régim en de Vichy, el pensam iento
de Charles M aurras y de los demás autores de la
«Acción Francesa», cum plen una tarea que está por
hacerse en España, donde de Fernando V II a la fe­
cha no faltan m ateriales útiles (5).
Una acotación. Los grandes teóricos «servilones»
son casi siem pre obispos y altos jerarcas de la Iglesia
•española, y de aquí arranca el «nacional-catolicismo»
que, a través de Acción Española, la Cruzada de 1936-
1939 del Episcopado, y el Concordato de 1953, llega
a nuestros días. Es una sutileza discutible, separar
esa línea del fascismo estrictam ente dicho, como lo
hace, p or ejemplo, José Luis L. Aranguren en Los fas­
cism os (Barcelona, La Gaya Ciencia, 1976), excusando
en cierto sentido al fascismo laico.
La cuestión, como se com prenderá, es asim ism o
no encerrarse en una definición escolástica o p arti­
dista de fascismo, y reconocerlo como una corriente
ideológica de la Epoca Contem poránea, por cierto

(4) Los orígenes del pensamiento reaccionario español, Madrid,


Edicusa, 1973, 2." cd. En la obra, después de analizar textos poco
conocidos en nuestros días, dedica el capítulo III y último, pági­
nas 373-402, a lo que llama “El triunfo del mito: el fin de la
Ilustración”, destacando: la guerra de la Independencia como cru­
zada religiosa, el enemigo es la razón, Fernando el Redentor, el
absolutismo como unión mística, “la santa crueldad”, etc.
(5) Raíces ideológicas del nacionalsocialismo, México, Fondo
de Cultura Económica, 1943, y el primer tomo de la trilogía de
Ernst Nolte, Le fascisme dans son époque (París, Julliard, 1970),
que en la versión francesa aparece con el título de L’Action Fran­
çaise. Un comentario breve, pero sagaz, en Max Gallo, Le fascisme
dans les faits, París, “L’Express”, 1970.
21
no concluida con el d esastre de M ussolini y H itler.
S obre ello nos hem os expedido en obras anteriores,
y no co rresponde deten em o s en esta op o rtu n id ad (6).

E l p r im o r r iv e r is m o d ic ta to ria l
La utilización del recu rso de la d ictad u ra com o
sistem a de gobierno se instaló en 1923 en u n estilo
que, si co m p arte las características del «pronuncia­
m iento» clásico español decim onónico, ya tiene m u­
cho de im itación de la «m archa sobre Roma» m usso-
liniana, ap ad rin ad a p o r el rey V íctor M anuel.
E l cap itán general de C ataluña Miguel Prim o de
R ivera, a través del D irectorio m ilitar prim ero, y des­
de 1925 de «la d ictad u ra civil y económ ica, y de orga­
nización m ás adecuada, pero no m enos vigorosa»
(sic) b ajo el lem a de «m enos política y m ás adm inis­
tración», dom ina el p an o ram a de estos años.
León T rotsky y Joaquín M aurin en su tiem po
n egaron el definitivo c a rác ter fascista al sistem a pri-
m o rriv erista, y a ello se rem iten los com entaristas
recientes (7), p ero es o p o rtu n o asim ism o re co rd a r
que Antón D rexler había fundado el 5 de enero de
1919 en M unich el P artido O brero Alemán (desde fe-

(6) Revolución social y fascismo en el siglo XX, ob. cit., capítulo


XIII, en un punto de vista que se emparenta con las obras posterio­
res de Nolte, Poulantzas, Mandel, y coincide con la Escuela de
Francfort, y hasta el psiconálisis marxista de Wilhelm Reich. Esto
lo hemos retomado en La ideología fascista, Madrid, Júcar, 1979,
cap. I.
(7) The spanish revolution, 1931-1939, New York, Pantfinder,
1973, p. 63, en la edición de lengua inglesa, recoge textos anteriores,
y entre otros uno de noviembre de 1930 en que el autor, ateniéndose
literalmente a las definiciones del fascismo en la entonces Interna­
cional Comunista, hacía ese pronunciamiento. No es extraño que le
acompañara Maurin, Los hombres de la Dictadura, Madrid, Cénit,
1930. En un trabajo inédito, Maurice ha observado que Palmiro To-
gliatti tiene una evolución que va de la negación del carácter fas­
cista de la dictadura primorriverista, a su calificación como tal ya
en 1935. Entre los autores recientes, Raúl Morodo, El 18 Brumario
español: la dictadura de Primo de Rivera, Madrid, “Triunfo”, 1973,
n.° 572, págs. 5-6, y la monografía de su discípulo Manuel Pastor,
Los orígenes del fascismo en España, Madrid, Tucar, 1975, Intro­
ducción.
22
brero del año siguiente dirigido p o r Adolfo Hitler) y
que el 23 de marzo del tam bién 1919, Mussolini en
Milán, crea el prim er «Fascio di Combatimento», que
a p artir de 1922 se hace del poder en Italia. Con esas
fechas iniciales de Europa hay hechos paralelos en
España, que responden a los mismos problem as, tie­
nen el patrocinio m ás o menos explícito de la Mo­
narquía y de la Dictadura, y reciben finalm ente el
apoyo del prim er gobierno fascista de la historia,
instalado en Roma en 1922.
Sin ánim o de análisis destaquem os en la dictadura
prim orriverista algunos caracteres básicos:
1) D ictadura política, de respaldo m ilitar y pa­
tronal, y de la Corona.
2) Creación de fuerzas param ilitares como el so­
matén, que en im itación de Cataluña, por decreto del
18 de setiem bre de 1923 se extiende al resto de Espa­
ña. C ontra el m ovimiento obrero respaldo al pistole­
rismo de M artínez Anido, desde 1925 vicepresidente
del consejo de gobierno.
3) Organización por decreto del m inistro Aunós
expedido el 26 de noviem bre de 1926, del prim er
intento de «sindicalismo vertical» en España, de cla­
ra inspiración mussoliniana.
4) Disolución de los partidos políticos, de los or­
ganismos constitucionales representativos, y creación
del p artid o único, la Unión Patriótica, desde abril
de 1924, que se m anifestará a través de la Asamblea
Nacional Consultiva de 1927, redactora a su vez de
una nueva constitución estableciendo Cortes corpo­
rativas y un Consejo del Reino. Represión del regio­
nalism o en defensa de la «unidad de España».
5) Tónica antiíntelectualista sobre la cual no es
necesario abundar: censura, represión de los medios
de comunicación, etc.
6) Política económica exclusivamente favorable a
los latifundistas, a las em presas m ultinacionales ex­
tran jeras, al patronato catalán y vasco, etc.
7) Política exterior de prestigio, de ambiciones de
anexiones territoriales de tipo im perialista, y ultra-
nacionalista.
E n ese clim a político, publican y actúan los pri-
23
m eros p recu rso res del fascism o español com o son
—en tre o tro s— Ram ón Sales, José M aría Albiñana, y
E rn esto Giménez C aballero (8).
El catalán Ram ón Sales fue secretario de la Cor­
p oración G eneral de T rabajadores, Unión de Sindi­
cato s Libres, fu ndada en B arcelona en diciem bre de
1919, organizaciones seudoobreras financiadas p o r !a
p atro n al, y am p aradas p o r las autoridades policiales
p rim o rriv eristas. E n su seno se reclutaron buena p a r­
te de los fam osos pistoleros de la década de los
años veinte.
Los jonsistas d u ra n te la g u erra civil se reclam a­
ro n de R am ón Sales com o un p recursor, y el carácter
de fascista de este m ovim iento lo h a destacado
tem p ran am en te G erald B rennan en E l laberinto es­
pañol (9).
E n sus p ro nunciam ientos hay —a través de un
lenguaje que p o pularizará José Antonio Prim o de
R ivera— la confusa alusión a los tópicos de la dema-

(8) De esa nómina excluimos a otros personajes de esos años


como José Calvo Sotelo, hasta 1936 una figura clave; el autor del
decreto corporativista de 1926 Eduardo Aunós (después también
ministro de Franco en la guerra civil); Antonio Maura (organizador
de unas Juventudes Mauristas al estilo de los camelots de “Ac­
ción Francesa”) y al líder de la Liga Catalana, y hombre fuerte
del patronato regional, Francisco Cambó, autor de libros como
En torno al fascismo italiano (1924) y Las dictaduras. Guía del
perfecto dictador para dejar de serlo (1929). Estos personajes no eran
menos profascistas que muchos dignatarios del régimen italiano de
esos años, pero no ocuparon el liderazgo de un movimiento incipiente
que les haría políticamente impopulares. No fue culpa suya si “la
Dictadura no prolongó su existencia fascistizándose”, para retomar
una expresión de Cambó.
Todos ellos suscribirían (entonces) la frase de Aunós, sobre
Primo de Rivera: “que había tenido la clara visión de que, a seme­
janza de lo que en Italia había realizado Mussolini, también en
España debía arrinconarse para siempre el antiguo régimen y sobre
sus ruinas erigir otro nuevo auténticamente nacional”, cit. en el
ensayo de Raúl Morodo.
Un análisis del papel de Cambó como “teorizante de la Dicta­
dura”, en las págs. 91-156 de la obra de Joaquín Maurin, Los hom­
bres de la Dictadura, según la nueva edición de Barcelona, Ana­
grama, 1977.
(9) Guillén Salaya, Historia del sindicalismo español, Madrid,
Nacional, 1938, 2." ed„ p. 125, y acorde M. Pastor, ob. cit., cap. I.
Sales prologa en 1927 el libro de F. Baratech, Los sindicatos libres
de España, Barcelona, CorteL
24
BOgia fascista o rien tad a a los pequeñoburgueses y
aesclasados, y al tiem po la aceptación del nacional-
catolicism o y el au to ritarism o m ilitarófilo. En sus
estatutos, p o r ejem plo, se lee: «No querem os salir-
nos de la luz serena y ju sta de la m añana que des­
ciende sobre n o sotros desde las m ás altas cim as de
la idealidad y el am or.» Y en o tra parte: «Aceptamos
las instituciones fundam entales del Derecho N atural,
basada en la concepción esp iritu alista de la historia...
así com o el respeto a las creencias sobrenaturales de
nuestro pueblo.»
E n definitiva, en estos años, los «sindicatos libres»
p rim o rriv eristas son lo m ás parecido al m ovim iento
C ontrarrevolucionario de los igualm ente plebeyos
M ussolini y H itler en sus respectivos países.
D istinto es el caso de intelectuales de clase m edia
como el m édico valenciano José M aría Albiñana y el
escritor m adrileño E rnesto Giménez Caballero, que
inician sim ultáneam ente u n a propaganda que se ex­
tenderá al período siguiente y les enlazará con los
m ás fam osos fundadores del falangism o y el jon-
sismo.
Albiñana h abía vivido en México desde 1921, de
donde será expulsado por su coparticipación en el
m ovim iento ultracatólico cristero por el presidente
Calles en 1928. Allí publicó u n a serie de opúsculos
de u ltranacionalism o hispánico, polém icos p artic u ­
larm en te en m om entos en que la Revolución Mexica­
n a ad o p ta un tam bién encendido y contradictorio
sentido antihispánico (10).
Fue u n adm irador y colaborador de la d ictadura
de P rim o de Rivera, y fundó en 1927 la Unión Gre­
m ial E spañola, intento de sindicato nacionalista, en
aplicación de la ley Aunós.
Siendo universitario, y dem ostrando su firm e ad-

(10) Esos trabajos tienen títulos como El orgullo de ser español


(1924), Vindicación de España en América (1928), La grandeza del
alma española (1928) y Las armas españolas en la conquista del
mundo (1929).
Con cierta inconsecuencia, Albiñana, acotemos que era partidario
de la intervención militar de Estados Unidos en los asuntos mexi­
canos.
25
h esió n a los p rin cip io s del fascism o, creó u n grupo
de acción, u n a m ilicia de com bate, los llam ados Le­
gionarios de E sp aña (abril de 1930) que ac tú an com o
fu erzas de ch o q ue y p ro v ocadores en M adrid, al
estilo de los « escuadristas» o los «SS» y «SA» de la
época.
Los leg io n ario s — dice su biógrafo— se re c lu ta b a n
e n tre ex m iem b ro s de la Legión E x tra n je ra african a,
o g en tes del lum pen.
S i la ap arició n del g ru p o se d a ta en fecha pos­
te rio r a la D ictad u ra, sus raíces e stán en ella
com o re s u lta de la le c tu ra de su lib ro llam ado ju s­
ta m e n te D espués de la dictadura (1930). Allí encon­
tra m o s el M anifiesto-Program a del P a rtid o N aciona­
lis ta E spañol, en que se hace «Afirm ación ro tu n d a
y m an ten im ien to inconm ovible de la u n id a d política
de la P a tria ... F acu ltad es ex tra o rd in a ria s al P oder
eje cu tiv o p a ra su sp en d e r tem p o ra lm e n te los derechos
co n stitu cio n ales... M an ten im ien to rig u ro so del o rd en
so cial... R esp eto ab so lu to a las in stitu cio n es m ilita­
res, su p re m a g a ra n tía de la P a tria ... C onquista del
p o d e r p ú b lico p a ra el d esa rro llo to ta l de este p ro ­
gram a», etcétera.
M uy ca ra c te rístic o del v erbalism o fascista, apa­
re n te m e n te co n tra d icto rio , es su afirm ación: «Soy
d e m ó c ra ta y d ictato rial» (11).
M ás conocido p o r p e rte n e c e r al m u n d o de las
le tra s , y p o r h ab e rse sobrevivido h a s ta n u e s tro días,
es el caso de E rn e sto G im énez C aballero, d ire c to r de
«G aceta L iteraria», y su apéndice E l R o b in so n litera­
rio (1927-1932).
E s m uy d iscu tib le —p o r la d ire c ta le c tu ra de sus
tex to s, y p o r to d o lo que an teced e— su sc rib ir la
afirm ació n d e S o u th w o rth de q u e estam os a n te «el
p rim e r p ro m o to r del fascism o en E sp añ a. S abía lo

(11) Después de la dictadura, Madrid, CIAP, 1930, p. 206. He-


mos señalado en p. 356 La crisis española del siglo X X , ob. cit., que
en 1950 idéntico concepto lo repite el entonces almirante Carrero
Blanco.
26
Suee laseramásel claras
fascismo y en sus obras consiguió una
exposiciones de esta doctrina» (12).
En sus recientes Memorias de un dictador, hasta
•h o ra publicadas en 1976-1977 en la revista «Histo­
ria 16» de Madrid, ha m ostrado los hitos de su evo­
lución, clasista (hijo de un empleado), y espiritual,
desde la Universidad de Madrid (nutrido en la
adm iración a José Ortega y Gasset), su ingreso en el
antisem itism o, el racism o ario, la adm iración por la
cultura germánica y ante todo su experiencia rom ana
y m ussoliniana.
«En el m undo —son sus palabras de 1933— hay
tres internacionales: 1) la com unista, que desea la
destrucción de Europa en una avalancha oriental,
bárbara y de masas absolutas (Moscú); 2) la social-
democràtica, que desea el predominio de las poten­
cias puram ente capitalistas (Ginebra) y 3) la fascista,
que desea el triunfo del principio de justicia en el
m undo integrando Capital y Trabajo en im a paz a r­
mónica y creadora (Roma)» (13).
En m ateria de Estado considera al fascismo italia­
no «aristárquico por su estructura de partido, y mo­
nárquico p or su representación del poder ejecutivo, y
en el fondo archidem ocràtico; el pueblo mismo»
y en esa fórm ula encuentra el «elemento m ás digeri­
ble» para España, dentro de las variantes europeas de
fascismo, pero se debe destacar que escribe en el
año 1929 (14).

(12) H. R. Southworth, Antifalange, Paris, Ruedo Ibérico, 1967,


p. 63. Igualmente —por todo lo que venimos exponiendo— es dis­
cutible la afirmación de Payne de que España es “La última de las
naciones de la Europa occidental en desarrollar un movimientc
fascista nativo”, p. 1, Falange. Historia del fascismo español, Paris,
Ruedo Ibérico, 1965.
(13) De La nueva catolicidad. Teoría general sobre el fascismo
en Europa, Madrid, La Gaceta Literaria, 1933. Sobre este autoi
véase Manuel Pastor, ob. cit., que le dedica el cap. II, y usa varias
tesis norteamericanas sobre la concepción fascista del personaje.
(14) Este texto es de 1929, y se incluye en Circuito imperial,
Madrid, La Gaceta Literaria. Allí se explica (siempre en el ca­
pítulo Roma) su amistad con Curzio Malaparte, Giovanni Gentile,
Bottai, Marinetti, Bontempelli, etc.
27
G im énez C aballero se ja c ta en 1977 de h a b e r p u ­
b licad o el p rim e r m anifiesto fascista en E spaña,
c u a n d o e d ita su Carta a u n com pañero de la joven
E sp a ñ a del 15 de fe b re ro de 1929 (M em orias de un
dictador, p. 141, n. 9, «H istoria 16», M adrid, enero),
p e ro ta l vez su a p o rte m ás co n sisten te fue e d ita r
y tra d u c ir el lib ro de Curzio M alap arte Técnica del
golpe de E stado, u n a su e rte de m an u al p a ra los
jefe s de la m ilicia, m uy leído p o r los fascista s es­
p añoles.

R a m ir o L e d e s m a R a m o s y
O n é s im o R e d o n d o (1 5 )

E l añ o 29 n o sólo m arc a el d escalab ro de la Dic­


ta dura en E sp añ a, sino q u e co rresp o n d e a la cance­
lació n de la a c titu d an tifa sc ista del Pontificado
ro m an o . Los acu erd o s de L etrán del 11 de feb rero ,
in clu y en el T ra ta d o de Conciliación, la Convención
F in a n ciera y el C oncordato. A cam bio de inm ensas
v e n ta ja s o to rg ad as a la Iglesia, el P apado re n u n cia
al P a rtid o P o p u lar, ad m ite el cie rre de los círculos
de Acción C atólica en 1931, y p asa a re sp a ld a r ac ti­
v am en te al régim en fascista italiano. La encíclica
Q uadragesim o A nno de 1931 se rá favorable al co r
p o ra tiv ism o y ac e p ta la re p re sió n d e los m ovim ien-

(15) Estos han sido escogidos por el falangismo como sus direc­
tos antecesores, pero no faltan —aparte de los que se inician en la
época anterior y de los que hemos hecho mención— otros actores
menores en este período. Así, por ejemplo: Alfonso García Valde-
casas, orador en el acto de fundación de Falange; Manuel Delgado
Barreto, director de “El Fascio” de 1933; Demetrio Carceller, más
tarde ministro del franquismo; Julio Ruiz de Alda y los hermanos
Ansaldo, que se integraron en la corriente de José Antonio Primo
de Rivera; Juan Aparicio, que fue secretario de “La Conquista del
Estado” y los parientes de Primo de Rivera Julián Pemarlín y Sancho
Dávila. Hay una especie de tercera línea con Rafael Sánchez Mazas,
Ramón Serrano Súñer, Agustín de Foxá y los entonces estudiantes
Eugenio Montes, Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar.
28
tos sindicales clasistas. E sta etapa d u rará h asta 1943,
y tiene consecuencias en el com portam iento católico
d en tro y fuera de Italia.
E n el caso de España, conjugado con los proble­
m as que se plantean al catolicism o por las m edidas
legales de la nueva república (reform a agraria, exten­
sión de la enseñanza, separación de la Iglesia y el
Estado), es com prensible que el fascismo local espa-
flol se revitalizara con su aporte en este período de
1929 a 1933.
Ahora sin la protección de la Dictadura, pero sí
Con la financiación de la clase terrateniente y del
p atro n ato católico, y —en una m edida que no se ha
estudiado debidam ente— del m ism o gobierno italia­
no m ussoliniano (16) hay los prim eros m ovimientos y
publicación de periódicos explícitam ente fascistas,
que im itan incluso los plebeyos orígenes de los m o­
vim ientos italiano y alem án.
El hecho está vinculado directam ente al nacim ien­
to de la Segunda República. Hemos dicho que «La
elaboración de la variante española del fascism o se
realiza d u ran te la República, com o u n a elocuente
reacción a los nuevos problem as que planteaba a la
vieja sociedad privilegiada, la aparición del E stado

(16) E. Tannenbaum, ob. cit., p. 271, entiende que fue en 1937,


y con relación justamente a la guerra civil española, que alcanzó
IU culminación el anticomunismo pontificio, como resulta de la
E ncíclica Divini Redemptoris.
La política exterior italiana bajo el fascismo giró, hasta la ane­
xión de Austria por Alemania nazi, alrededor de dos principios: a) el
•Itablecimiento de un protectorado danubiano católico y b) el “mare
nostrum ” . En este segundo aspecto es curioso que la historiografía
•»pafiola no considere los documentos italianos, y su relación con
E ipafia a partir de la visita de Alfonso XIII y Miguel Primo de
R ivera a la Roma mussoliniana. No hemos visto citado, por ejem­
plo, el trabajo de] profesor Camillo Berneri, Mussolini a la conquista
dt las Baleares, Barcelona, Tierra y Libertad, 1937, donde se dice,
p o r ejemplo, en p. 12: “desde el gobierno de Primo de Rivera en
•delante, el fascismo italiano ha podido preparar la conquista de
lM Baleares con la aquiescencia, cuando no con la ayuda, del
gobierno y del nacionalismo español”, etc.

29
n eo lib eral, y la p o ten cia realizad o ra de las federacio­
n es sindicales» (17).
E n p rin cip io , p a ra exponer las ideas so b re el
E sta d o del fascism o español a n te rio r al 18 de ju lio
de 1936, co n sid erarem o s com o u n solo corpas los
e sc rito s de O nésim o R edondo, R am iro L edesm a R a­
m o s y Jo sé A ntonio P rim o de R ivera, p ero es nece­
sa rio re co n o ce r m atices e n tre estos au to re s, re su lta ­
do de su d istin to origen social, sus tácticas no siem ­
p re aco rd es y h a s ta de in te rp re ta c io n e s lig eram en te
d iferen tes.
R aúl M artín en fatiza q u e «Ledesm a R am os creía
m ás en el n acionalism o alem án q u e en el fascism o
italiano», y te m p ra n a m e n te —incluso an te s que el
m ism o M ussolini— c o m p a rtía con el h itle rism o la
id ea ra c is ta (18).

(17) La crisis española del siglo X X , ob. cit., p. 172. Sobre el


patrocinio y financiamiento de la variedad local fascista por el pa­
tronato español de estos tiempos, es insoslayable la polémica entre
Ramiro Ledesma Ramos y José Antonio Primo de Rivera. El primero
(“Heraldo de Madrid”, 14 de febrero de 1935) dice: “Primo de
Rivera utiliza una palabrería demagógica, pero son notorias sus
relaciones con la alta banca y los grandes terratenientes andaluces.
A la vez que dice querer la revolución nacional-sindicalista, pide
dinero a los directores de los bancos y a los grandes terratenientes.”
Comentando este texto, Eduardo Alvarez Puga, Historia de la fa­
lange, Barcelona, Dopesa, s. f., p. 57, precisa diciendo: “Parece que
fueron decisivas las aportaciones económicas del marqués de Eliseda
y de ciertos grupos financieros de Bilbao.” A Ramiro Ledesma
Ramos contesta Primo de Rivera (“Arriba”, con el artículo Aviso
a los navegantes) acusando a su acusador de recibir fondos “por la
mayordomía de algunos millonarios archiconocidos o a ciertos fondos
estables dedicados a la retribución de confidentes. O las dos cosas,
que de todo hay en la viña del señor”, y precisa que ganando
Ledesma 400 pesetas mensuales en su empleo, gastaba no menos de
3.000 mensuales “entre viajes, alojamiento independiente, invitaciones
a cenas y salarios de tres pistoleros en automóvil para protección de
sus preciosas vidas” (sic).
(18) Cita en su apoyo este texto: “El marxismo dejaba, pues,
intactas en el alemán sus reacciones más íntimas y vigorosas. Res­
balaba episódicamente por su superficie y sólo los falsos alemanes,
es decir, en los individuos naturalizados en Alemania, pero extraños
a la voz de la sangre, al mito de la raza, podía constituir una acti­
tud más profunda”, p. 93, La contrarrevolución falangista, París,
Ruedo Ibérico, 1971.
30
El zamorano Ledesma era empleado de correos,
estudiante de filosofía, colaborador de «Revista de
Occidente», de José Ortega y Gasset y de «Gaceta
Literaria», de Giménez Caballero.
En el invierno de 1930-1931 llega al nacionalsindi­
calismo, denominación que dem uestra nuevamente la
imitación del modelo nacionalsocialista alemán, y
entre el 14 de marzo de 1931 y el 25 de octubre del
mismo año edita el periódico «La conquista del
Estado».
Le proveen de fondos el m onarquista alm irante
Aznar y el Banco de Bilbao.
El vallisoletano Onésimo Redondo proveniente
de un «ambiente clerical, rural castellano», Propa­
gandista de Acción Católica, desde 1930 estaba con
sus Juntas de Ofensiva al servicio de los terratenien­
tes remolacheros de su provincia. Funda el 13 de
junio de 1931 el semanario «Libertad». Había sido
lector de español en Mannheim, y allí conoció el
nazismo.
En definitiva son pequeños grupos de estudian­
tes originarios de la baja clase media, los que en
esas provincias leonesas y en Madrid, se unen en
las JONS —Juntas de Ofensiva Nacional-Sindicalis­
ta— el 10 de octubre de 1931.
Es notorio que Onésimo Redondo consideraba a
Ledesma «un radical» y el segundo al prim ero «un
clerical», pero les unía la común admiración a las
experiencias y líderes fascistas ítalo-alemanes, el re­
pudio tanto de la república como de la m onarquía
canovista, y participaban —lo mismo que sus escasos
partidarios— de típicas personalidades psicológicas
autoritarias.
Hay otro elemento ideológico, que se prolongará
en José Antonio Primo de Rivera, y es la admiración
por Miguel de Unamuno y José Ortega y Gasset, de
los cuales capitalizarán los elementos nacionalistas,
31
elitista s y tam b ién irracio n ales de su pensam ien­
to (19).
Lo m ism o q u e el seudo «garibaldinism o» m ussoli-
n ian o , o el «paganism o» h itle rista , el fascism o espa­
ñ o l n ecesita d esa rro lla rse com o no-católico, y an ti­
cristia n o , y éste es u n a trib u to im p o rta n te de su
dem agogia «revolucionaria».
E n la p rá ctica, desde Sales a P rim o de R ivera
(José A ntonio) hace u n a especie de reconocim iento
ex preso de la religiosidad com o u n a su e rte de he-

(19) Ya Giménez Caballero cuenta de cuando vio a Mussolini:


“Recuerdo que me impresionó tanto que no sabiendo a quién co­
municar de España mi emoción, allí mismo en el Parlamento se
me ocurrió escribir una carta a José Ortega y Gasset. ¿Por qué elegí
a Ortega y Gasset? No lo sé. Aunque tal vez sí lo sepa. Presentía
ya en Ortega lo que luego confirmé: un gran romano fracasado...
Su sexo y su rango sienten Roma, sí. Pero su alma cultural se arro­
bó. se atascó en la Europa de preguerra, en la mítica herética de
una vida nórdica afrancesada y liberal”, en La nueva catolicidad.
Teoría general sobre el fascismo en Europa: en España, Madrid, La
Gaceta Literaria, 1933.
Sobre Unamuno dice: “Cuando se publicó La conquista del Es­
tado, a pesar de que nos combatía sin tregua, se le enviaban ejem­
plares y se hablaba de él con comprensión, y Ramiro (Ledesma)
desde sus primeros ensayos periodísticos no le perdía jamás de vista,
para ensalzarle y para ponerle de modelo a las generaciones jóve­
nes”, p. 69.
En cuanto a Primo de Rivera, es notorio que se jactaba de que
entre todos los autores liberales solamente leía a Ortega, a quien,
por lo demás, imitaba en el estilo de sus escritos.
Naturalmente, hay que tener en cuenta que ios fascistas españoles
se nutren del pensamiento irracional, idealista y autoritario de los
escritores alemanes que “Revista de Occidente” traduce y difunde
entonces en España. En la revista, según E. López Campillo, La
Revista de Occidente y la formación de minorías, Madrid. Taurus,
1972, p. 71, se indica que tuvo 128 colaboraciones de 78 autores
alemanes (sobre un total de 300 de todas las nacionalidades). Ahí se
contaron, por ejemplo, Hacia el Estado total, de Cari Schmitt (1931);
La transformación del Estado, de A. Rocco (1927); Años decisivos,
de Oswaid Spenglcr (1934): Ideología y ciencia de las razas, de P. L.
Landsberg (1934); Berlín 1931, de M. J. Kahn (1931), con específica
relación con nuestro tema.
Véanse las tesis de Manuel Maldonado Denis, The problem of
freedom and equality in the social and political thought o f Ortega
y Gasset, Chicago, 1959, y de Pablo Cepeda Calzada, Las ideas po­
líticas de Ortega y Gasset, Valladolid, 1968.
32
cito sociológico respetable e intangible, pero ello le
limita el apoyo de la Iglesia y del patronato católico.
Hit este sentido, son elocuentes los pronunciamientos
hostiles de José María Gil Robles y otros dirigentes
de la extrema derecha católica durante la segunda
república (20).
finalm ente hay una circunstancia importante a
In ter en cuenta. Estos dirigentes del fascismo espa­
ñol (e incluso José Antonio Primo de Rivera, hombre
de mayor formación) se sienten más precursores
(lite auténticos Mesías. Giménez Caballero enten­
día que «el caudillo» debía ser Indalecio Prieto. Pri­
mo de Rivera, aunque después se convirtió en ene­
migo de José Calvo Sotelo, veía en éste el único
líder nacional. Más tarde en sus famosos «brindis»
pensó en Manuel Azaña, en Miguel Maura y hasta
cu Pórtela Valladares...
Por esto, los textos de los dirigentes principales
del Iascismo español tienen tal vez un particular in­
terés porque están concebidos más allá de la dimen­
sión política inmediata de la lucha por el poder,
en una visión ideológica, cuando no estética o filo-
nú fica.
De más está anotar —desde ahora— cuán favo­
rable será esa actitud al franquismo posterior.

(20) Ya antes de 1933, el después líder de la C.E.D.A. decía:


"Tengo que decir con toda sinceridad que no puedo compartir ese
Ideario, porque para mí un régimen que se basa en un concepto
panlcísta de la divinización del Estado y en la anulación de la per-
»imulidad individual, que es contrario incluso a principios religiosos
en que se apoya mi política, nunca podrá estar en mi programa.”
Después del mitin del Teatro de la Comedia, afirma: “No creo
en el fascismo, por lo menos en el que quieren presentarnos ahora
como fascismo. El fascismo ni en España, ni en ningún sitio, pueden
traerlo los señoritos; eso sí que de ninguna manera lo conseguirán.
Eos señoritos no podrán nunca hacer nada”, cit. en p. 24 de la obra
de Francisco Martínez Bravo, Historia de la falange espartóla y de las
JONS. Madrid. Nacional, 1940.
Dionisio Ridruejo apunta correctamente que el personaje decisivo
en la relación catolicismo-fascismo era ya entonces Angel Herrera,
después obispo de Málaga y entonces director de “El Debate”, y ante
todo director de la A.C.N./D.P. Véase, p. 38, Casi unas memorias,
Barcelona, Planeta, 1976, 3.* ed.
33
A c c ió n E s p a ñ o la
E l abogado José Calvo S otelo (1893-1936), ya en
1915 fue se c re ta rio de la Sección de Ciencias M ora­
les y P olíticas del A teneo d e M adrid, y p o r entonces
se afilió al p a rtid o m au rista. D ado el in teré s p o r la
ad m in istrac ió n local de A ntonio M aura, no es ex tra­
ñ o — a p u n ta P ed ro S áinz R odríguez— que el dicta­
d o r M iguel P rim o de R ivera lo in c o rp o ra ra en 1924
a su elenco com o D irecto r G eneral de A dm inistración
Local.
E l m ism o a u to r destaca q u e «Calvo Sotelo fue,
sin duda, la ú n ica cabeza política con vocación v er­
d a d e ra que tuvo el gobierno civil de P rim o de Rive­
ra», y acom pañó al d ic ta d o r com o m in istro de H a­
cien d a desde 1925, p ro c u ran d o re fo rz a r el á rea de
acción del E stad o , y m o d ern izar sus organism os fo r­
tifican d o el p o d e r público, lo que e sta b a en la o rto ­
doxia del fascism o de su tiem p o (21).
C aída la D ictad u ra em igró a F ran cia vin culándo­
se a Acción F ran cesa, y a la in telec tu a lid a d de e x tre ­
m a d erecha, y visitó Ita lia en fe b rero de 1933, y a n te
to d o organiza con los generales S a n ju rjo y B a rre ra
la co n sp iració n de 1932. La a m n istía de L erroux le
p e rm ite volver a E sp añ a en m ayo de 1934, e n tra r en
las C ortes y fig u ra r com o p re sid e n te del B loque N a­
cional (que in teg ran trad ic io n a lista s, m onárquicos
alfonsinos y o tro s sectores de la derecha, com o p o r
ejem p lo el P artid o N acionalista de A lbiñana). E n los
dos años de esa ú ltim a actuación p a rla m e n ta ria y
p o lítica, se le ve p o r cie rto s secto res de la ex trem a

(21) Pedro Sáinz Rodríguez, Testimonio y recuerdos, Barcelona,


Planeta, 1978, págs. 196-205. El autor citado había sido codirector
de “La Gaceta Literaria” con Giménez Caballero, vinculado a la
Iglesia y a la Monarquía, diputado monárquico desde 1931 y cons­
pirador contra la II República, en contacto con los generales San­
jurjo, Barrera y Franco, entre otros. En su autobiografía admite que
políticamente no ha sido la consecuencia su virtud orientadora, como
destacamos en la crítica que hemos publicado en la revista “Nueva
Historia”, Barcelona, n.° 19, agosto 1978 y a la que nos remitimos.
34
derecha como «el hom bre providencial» (Sáinz Ro­
dríguez), «el insigne caudillo» (diario «ABC») capaz
de unificar los distintos grupos y partidos en un mo­
vimiento único y efectivo, y obtener tanto en el E jér­
cito como en la Iglesia (por sus mismos antecedentes
prim orriveristas) los apoyos necesarios para derro­
car la R epública neoliberal y socializante. Su m ani­
fiesto inaugural prom etía un «Estado totalitario» es­
pañol.
Intelectualm ente, Calvo Sotelo integra el grupo de
la revista «Acción Española», junto con Víctor Pra­
dera, R am iro de Maeztu y el ya citado Pedro Sáinz
Rodríguez, entidad creada a imagen y sem ejanza de
los fascistas franceses de Action Française de Char­
les M aurras.
En verdad, como subraya Stanley G. Payne, Cal­
vo Sotelo en cuanto ideólogo «no escribió nunca un
libro de gran im portancia ni un tratado ideológico
elaborado», salvo en m ateria económica donde en
1935 aparece su obra El capitalismo contemporáneo
y su evolución.
En el grupo de la revista «Acción Española» se
sigue con fidelidad el estilo intelectual de Action
Française, que algunos autores como Noltc le llam an
prefascista, más que fascista propiam ente dicha, des­
tacándose dos obras, que serán muy leídas en las
élites intelectuales de la clase alta española y deci­
sivas en los años posteriores. Nos referim os a De­
fensa de la Hispanidad de Ram iro de Maeztu y El
Estado nuevo, de Víctor Pradera.
El vasco Maeztu habíase iniciado como hom bre
de la extrem a izquierda, y después de una crisis reli­
giosa y «patriótica» se había hecho partidario de
la extrem a derecha, adhiriendo a la D ictadura de
Primo de Rivera. El dictador le nom brará em baja­
dor en Argentina, donde tom ará conciencia «de la
misión de España» y de la idea m ística de «hispani­
dad», en todo lo cual es evidentem ente deudor del
pensam iento de Marcelino Menéndez y Pelayo.
El o tro ideólogo de Acción Española provenía del
carlism o tradicional, y actualizaba las ideas de Váz­
quez de Mella, incluyendo el neoforalism o regionalis-
35
ta. E sta obra publicada por vez prim era en 1935,
será reeditada años más tarde con un prefacio del
general Francisco Franco.
E sta corriente chocaba con la de Falange Espa­
ñola por el control del espacio político de la extrem a
derecha, aunque como se indicara José Antonio Pri­
m o de Rivera consideró la posibilidad de hacer de
Calvo Sotelo, el Caudillo de un movimiento unifica­
do del fascismo español.
Lo interesante, como anota Payne, es que «Cual­
quier com paración de la estructura del régimen de
Franco en su plenitud —especialmente en la fase
culm inante del franquism o de 1939 a 1959— revela
rápidam ente que el sistem a franquista estaba cons­
truido m ás sobre las ideas y las doctrinas de Calvo
Sotelo y los prohom bres de la Acción Española, que
sobre las de José Antonio Primo de Rivera y de los
ideólogos falangistas. Al basarse en el poder de los
m ilitares, en unas Cortes Corporativas, autoritarias
y orgánicas, y en la "instauración” de la m onarquía,
se reafirm aba esta doctrina... Además, el carácter
dom inantem ente católico de lo que acabó por ser el
sistem a franquista en su apogeo, se correspondía
mucho m ás con los conceptos de Calvo Sotelo y de
los escritores de Acción Española que con el de los
falangistas» (22).
De ahí el interés que presenta el estudio de esta
publicación y de la obra de sus colaboradores, que
sin rep resen tar políticam ente una presencia consis­
tente ni decisiva, tienen sí los atributos típicos Je
un grupo intelectual capaz de proveer de una ideo­
logía fascista particular, en que se entrecruzan las
influencias foráneas, con las tradiciones del nacio­
nal-catolicismo, y se retom an los intentos institucio­
nales de la Dictadura de Primo de Rivera. No en vano
en el p rim er gabinete de Franco vemos buena parte
de las figuras del equipo civil y m ilitar de Miguel
Prim o de Rivera, incluyendo al propio Pedro Sáinz
Rodríguez, m inistro de Educación.

(22) Calvo Sotelo, “ideólogo” del franquismo, págs. 88-94, revista


“Nueva Historia”, Barcelona, n.° 20, setiembre de 1978.
36
Del estilo de «Acción Española» dan cuenta sus pa­
labras editoriales iniciales: «Desde que España dejó
de creer en sí y en su m isión histórica, no ha dado
»1 m undo de las ideas generales m ás pensam ientos
valederos que Jos que han tendido a recuperar su
propio ser. Ni su Salm erón, ni su Pi y MargalI, ni su
Giner, ni su Pablo Iglesias, han aportado a la filo­
sofía política del m undo un solo pensam iento nuevo
que el m undo estim e válido. La tradición española
puede m o strar m odestam ente, pero com o valores
positivos y universales, un Balmes, un Donoso, un
M enéndez y Pelayo, u n González Arintero» (23).

E l fa s c is m o catalán
El prestigioso h istoriador Albert Balcells Gonzá­
lez, escribiendo en la revista «H istoria 16», retom a
una tesitu ra que ya había esbozado en su folleto Mar­
xism o y catalanismo, 1930-1936 (24), que se resum e
en sus palabras:
«Una de Jas bases del desarrollo del fascism o ha
sido el nacionalism o im perialista de Estado, opues­
to p o r definición a los m ovim ientos nacionales de las

(23) Editorial de “Acción Española”, tomo I, n.° 1, 15 de di­


ciembre de 1931. Dirigía la publicación el conde Santibáñez del
Río, aunque su creador fue el marqués de Quintanar y el apoyo
económico provino de la marquesa de Pelayo. Como puede verse,
tiene cierto fundamento nuestro aserto cu la crítica bibliográfica
citada, de que “El libro es útil asimismo para calibrar el carácter
señorilista de la cultura española, o por lo menos de sus sectores
madrileños oficialistas, y esta conclusión tampoco la avalaría el autor
(Sáinz Rodríguez), aunque presumimos que será una inferencia legítima
de los historiadores de la cultura”.
(24) Los dos textos que tenemos a la vista son el artículo El
seis de octubre (1934) en Cataluña, inserto en las págs. 36-42 de la
revista “Historia 16”, Madrid, n." 18, octubre de ¡977, y Marxismo
y catalanismo, 1930-1936, Barcelona, Anagrama, 1977, correspon­
diendo la cita que sigue a la p. 71.
El tema del fascismo catalán, desde la perspectiva de la cultura,
vuelve en forma polémica en 1979, por Federico Jiménez Losamos,
El destino cultural de la emigración en Cataluña, “El País Alte y
pensamiento”, Madrid. 7 de enero de 1979, p 1V-V y María Aurelia
Capmany, Jiménez Losantos no ha entendido nunca a Cataluña,
“Andalán”, Zaragoza, n.° 207, 27 de febrero 1979.
37
nacionalidades dominadas.» Por tanto, razona, «Estat
Catalá no cabe seguir especulando sobre su poten­
cialidad fascista... Los auténticos y efectivos repre­
sentantes del fascismo en Cataluña eran muy pocos
(en 1934) y declaradam ente anticatalanistas».
En la obra anterior citada ya decía «que era ne­
cesario disipar las dudas sobre la desm entida incli­
nación fascista del E stat Catalá. En Cataluña, la
única fuerza verdaderam ente fascista la constituían
entonces los reducidos grupos antirrepublicanos que
fracasarían en Barcelona el 19 de julio de 1936»,
es decir, los falangistas, carlistas, etcétera.
Aquí hay un doble problem a. El de la caracteri­
zación de E stat Catalá como fascista, que correspon­
de a los historiadores, y que adelantam os que es un
punto sobre el cual no coinciden las opiniones.
Pero del punto de vista sociológico es controver­
tible la tesitura según la cual en los años trein ta los
fascistas españoles serían exclusivamente los agrupa­
dos en M adrid en entidades antirrepublicanas, p ro ­
clives al golpe de Estado m ilitar que culm ina en
1936, y más todavía la im plícita tesis de que catala­
nism o es sinónimo de dem ocracia, y que por tanto,
no pueden existir fascistas catalanistas, o de cual­
quiera de las llam adas nacionalidades m enores en la
península ibérica (es decir, por ejem plo en estos
años, fascistas gallegos y fascistas vascos).
En prim er lugar, no hay ningún lím ite p ara 3a
expansión del fascismo en el seno de las sociedades
capitalistas, pero, adem ás, atento a que el fascismo
es particularm ente activo en las com unidades don­
de se dan ciertas condiciones socio-económicas, ha­
bría que convenir que Cataluña tiene mayores posi­
bilidades que o tras zonas para engendrar un fascis­
mo local.
En prim er lugar, po r trata rse de una sociedad
industrial, y en la cual es im pensable como alterna­
tiva de extrem a derecha un régimen de m era dicta­
dura, que no cuente con cierto consenso y apoyo en
las masas. La dictadura de Prim o de Rivera de los
años veinte es típica de las posibilidades co n trarre­
volucionarias y ultrarreaccionarias en el seno de Ca-
38
tllluña. Un co n fro n tam ien to en tre las clases sociales
do la sociedad in d u strial, es lógico que incentive las
»o?ill>ilidades de u n a altern ativ a fascista, o profascis­
fta com o fue la d ictad u ra prim orriverista-m artíneza-
nldlsta-cam bonista.
Es sugestivo el elevado núm ero de sacerdotes ca­
talanes en el nacional-catolicism o, y en cuanto a los
nolít icos el estudio de la g u erra civil m u estra su ac­
tiva intervención en las filas nacionalistas en form a
oble rta, o en cu b ierta en la retag u ard ia republicana.
Como verem os, la larga d ictad u ra de Francisco
I'i anco no h ab ría sido posible en C ataluña sin el
IIpoyo expreso o tácito de la burguesía catalana, que
nc benefició am p liam ente de la situación de indefen­
sión de las clases p o p ulares y pudo llevar adelante
«I saqueo del país en su beneficio.
F.n cu an to a que el nacionalism o som etido no
puede en g en d rar fascism o, hay m uchos casos que
I" n e b a n todo lo con trario. En los estados polinacio-
liales europeos, en los tiem pos del colaboracionism o
«quisling» de la era h itlerista, se d estacaro n los fas­
cism os cro ata (en el seno de Yugoslavia) incentivado
por su resen tim ien to c o n tra el centralism o servio,
d fáscism o eslovaco (anticheco, en Checoslovaquia) y
el fascism o valón, en u n a Bélgica entonces centrali-
7,tul a en beneficio de los francófonos.
F inalm ente Balcells, y quienes opinan com o él,
nI bien es cierto que tienen en cuenta la tensión
conflictiva en tre catalanes y castellanos, om iten con­
sid e ra r la que in tern a m e n te existe en C ataluña,
en tre catalan es e in m igrantes no-catalanes. Es un
típico caso de u n a m inoría dom inada a nivel de un
Estado, que en su región, a su vez, dom ina a una
m inoría «extranjera», en este caso la co n stitu id a p o r
aragoneses, m urcianos, valencianos, andaluces, galle-
tos y castellanos provenientes del área ru ra l y que se
f nco rp o ran a C ataluña com o asalariados al servicio
del p atro n a to catalán. Si esa tensión se expresa p o r
!n discrim inación social, im plica asim ism o el proyec­
to de absorción cu ltu ral, haciendo p e rd e r a los in­
m igrantes su iden tid ad original. En los m om entos en
que el p o d er cen tral m adrileño es suficientem ente
39
fu e rte , e s ta p o sició n es im p o sib le, p e ro se co n v ierte
en u n p la n viab le en las e ta p a s q u e confieren el
c o n tro l d e re c u rs o s y p o d e re s al g ru p o ca ta lá n , o se
e x p ro p ia n p o sib ilid a d es al g ru p o in m ig rad o .
L a re lació n n u m é ric a d e fu e rz a s e n tre am b o s g ru ­
p o s a veces h ace d ifícil ta l e m p re sa , y su m a n te n i­
m ie n to n o p u e d e o b te n e rse ex clu siv a m e n te a niveles
d e co n sen so . B u en a p a r te de la lu c h a e n tre la CNT
y el p a tro n a to ca ta lá n , se h a dich o p o r a u to re s com o
V icens Vives, es u n a m a n ife sta c ió n de u n p ro le ta ria ­
d o in te rio r q u e n o h a b la c a ta lá n y n o a c e p ta in te ­
g ra rs e e n la c o m u n id a d b u rg u e sa local.
E n v erd ad , el n acio n alism o , a u n de u n a p eq u e ñ a
n a c io n a lid a d —a u n q u e in v en tad o p o r la clase a lta — ,
es a n te to d o u n fen ó m e n o social de las cap as m edias
y é sta s a r r a s tr a n in ev itab lem e n te u n en fo q u e de la
v id a p o lític a, y u n cú m u lo de p re ju ic io s xenófobos,
q u e fá cilm e n te llevan del n ac io n alism o al fascism o.
Lo q u e es cie rto , en defin itiv a, es q u e el fascism o
lo c a lis ta o re g io n a lista , esp e cialm en te si se ap o y a en
u n a v a ria n te c u ltu ra l (com o es el caso del c a ta lá n ),
ch o c a c o n tra el fascism o h isp á n ic o im p e ria lista , en
la m e d id a q u e tie n e n o b jetiv o s d ife re n te s, y esto
o b lig a a d is m in u ir al fascism o c a ta lá n su p re sen cia
efectiv a, e in clu so a b o rr a rs e en el seno de e n tid a ­
d es u ltra n a c io n a lista s m ás c u ltu ra le s y sociales que
p o lític as.

E l fa la n g is m o y la u n ific a c ió n d e l
m o v im ie n t o fa s c is ta
E l añ o 1933 es no so la m e n te fu n d a m e n ta l p o r el
a c to in icial d el T e a tro de la C om edia de M ad rid del
29 d e o c tu b re de 1933, y poco d esp u é s d e la fusión
u n ific a d o ra del 2 de n o v iem b re del m ism o año,
c re a n d o la Falange E spañola de las Ju n ta s de O fen ­
siva N acional-Sindicalistas, sin o a n te to d o p o r la co n ­
q u is ta del E s ta d o ale m á n p o r el P a rtid o Nazi el 30
d e e n e ro , ta m b ié n de 1933. D esde e sa fecha, ya e stá
c la ro en el p a n o ra m a m u n d ial, q u e se p re p a ra
u n a n u ev a c o n tie n d a in te rn a c io n a l, y q u e el fascis-
40
810 movilizará los recursos de Europa para asegu­
rar su victoria final. España es una pieza más, y no
la menos im portante, en el juego mundial, y a la vez
los fascistas españoles tendrán explicablemente los
apoyos económicos necesarios desde Portugal, Ita­
lia y Alemania (25).
Esa relación, y la misma gravedad de la situación
política interna española, necesitaban de una unifica­
ción de todos los grupúsculos fascistas en un movi­
miento centralizado poniendo su liderazgo a cargo
de figuras nacionales.
La Falange Española (FE, es decir, la m ism a sigla
que fascismo español) se creó el 2 de febrero de 1933
por iniciativa de Ruiz de Alda y Rafael Sánchez Ma­
nas, adoptando el liderazgo de José Antonio Primo
de Rivera, cuya iniciación en política había sido
Como vicesecretario de la Unión Monárquica el 2 de
mayo de 1930, lo que le acarreará la consiguiente de­
rrota en las elecciones legislativas del año 1931.
Payne anota que era «el quinto partido de extre­
ma derecha que se form aba en España», contando:
Comunidad Tradicionalista, JONS, Legionarios y Re­
novación Española, pero —a nuestro parecer— ha­
bría que tener en cuenta tam bién, entre los antece­
dentes, a las Juventudes M auristas, los sindicatos li­
bres catalanes, la Unión Patriótica de la Dictadura
y a Acción Española.
Lo interesante es que la nueva entidad absorbe

(25) El 23 de marzo de 1934, Mussolini se entrevista con An­


tonio Goicoechea, ex colaborador de la Dictadura, antiguo miembro
de Acción Popular, y con el general Barrera, y se acuerda la ayuda
militar a la Comunión Tradicionalista.
Max Gallo (Histoire de l’Espagne íranquhte, Bruxelles, Mara­
bout) dice: “Estamos en condiciones de revelar que a partir de
documentos que los americanos han fotografiado en Roma en 1944
>que se encuentran actualmente en los Archivos de Washington, que
{01 servicios italianos de propaganda financiaban de manera regular
ti Jefe de la Falange española, y esto por lo menos desde el co­
mienzo de 1934... Quien después será el Juan Bautista del franquis­
mo, cuyo nombre adornará todas las iglesias de España, era, en el
miltido más estricto, un agente a sueldo”, etc.
41
la JONS y los legionarios, y tiene el apoyo explícito
de R enovación E spañola, Acción E spañola y en
«ABC» de M adrid (26) su órgano oficioso.
A nivel in tern acional, José A ntonio P rim o de Ri­
v era se e n tre v ista con el Duce italiano el 9 de octu­
b re de 1933 y v isita la A lem ania nazi en la prim ave­
ra del 34, lo que le da el necesario espaldarazo de
su s p ad rin o s.
Del p u n to de vista organizativo el nuevo p artido
celeb ra su p rim e r C onsejo N acional los días 4 al 7
de o ctu b re de 1934, en las m ism as fechas que estalla
el m ovim iento de la extrem a izquierda en Asturias,
C ataluña y o tra s regiones españolas. S erá en noviem ­
b re del m ism o año que se ap ru eb an los 27 puntos
p ro g ram ático s, lo que justifica escisiones de los «ra­
dicales» de Ledesm a R am os, o de m onárquicos cató­
licos com o el m arq u és de Eliseda.
El falangism o no consigue se r u n m ovim iento de
m asas, fra c a sa rá en la lucha callejera, y tam bién en
c re a r el « F rente Nacional» que p ropone a la CEDA,
con vistas a las elecciones de 1936. P or los años 35-36
no fa lta n quienes duden de su fu tu ro , y sus m ism os

(26) El mitin del Teatro de la Comedia fue visto con beneplá­


cito por la revista “Acción Española'* y el diario “ABC”. Ramiro de
Maeztu había señalado en Defensa de la Hispanidad (1933): "El ge­
neral Pershing ha podido proclamar recientemente, en medio de la
atónita atención de las gentes, que los EE. UU. no pueden encomiar
su salvación más que en un régimen fascista y dictatorial, que res­
tablezca la disciplina social con mano dura” , y en las filas de Acción
Española encontramos muchas figuras, después de FE o del régimen
franquista. En el verano de 1934, Pedro Sáinz Rodríguez (por ÁE)
y José Antonio Primo de Rivera, por Falange Española, estable: !e-
ron de común acuerdo los “10 puntos programáticos” de lo que ha­
bría de ser “el nuevo Estado español”.
Con Renovación Española, representada por Antonio Goicoech-a,
se hace el 20 de agosto de 1934 un pacto resumido en siete puntos.
El director de “ABC”, Juan Ignacio Lúea de Tena, había criti­
cado al gobierno republicano la clausura del periódico “El fascio”
y facilitado un amable intercambio de escritos con J. A. Primo de
Rivera, donde éste afirma: “El fascismo no es una táctica-la violen­
cia. Es una idea-la unidad. El fascismo nació para encender una fe,
no de derecha... ni de izquierda... sino una fe colectiva, integrada,
nacional."
42
afiliados com o Dionisio R idruejo m ás tarde, evoca­
rán su am biente intelectual con severidad (27).
Sin em bargo, del conjunto de los escritos y do­
cum entos principales del falangismo, del jonsism o o
proveídos p o r autores m enores, se pueden extraer
pim ientos p ara ordenar esquem áticam ente el con­
ju n to de ideas centrales con que España hace su
aportación al fascism o internacional.

f.a no ció n de E sta d o en el ideario


fa scista esp a ñ o l
En la p ren sa y dem ás escritos falangistas abun­
dan tem as ocasionales, o se encaran problem as no
rsl n etam en te políticos, pero el meollo por excelen­
cia de ese m aterial apunta a la consideración del
poder, a la definición de un Estado diferente.
«El esfuerzo revolucionario hoy no puede gravi­
tar en to rn o a esos conceptos envejecidos de Monar-
cpiía y República, sino que los objetivos deben ser
otros», decía ya en La conquista del Estado, R am iro
l.rdesm a Ramos.
Pues «el problem a de E spaña no es hoy garanti-
r n r a todos las ideas y a todos los partidos el dere­
cho de hacer política. Es cabalm ente el de proscri­
bir las ideologías y partidos que corrom pen al pue-

(27) La actitud de la oligarquía agraria coincidía con el patro­


nato catalán en adoptar medidas vigorosas de contención contra-
lívolucionaria. Gil Robles había dicho que “lo peor es la anarquía
y la revolución en el campo”, en lo que coincidía con Francisco
i'nnibó: “Será necesario, en primer lugar, mantener el orden públi­
co", pero confiaban en las medidas clásicas de la dictadura militar
v rl control eclesiástico, y juzgaban peyorativamente la importancia
do FE.
Dice Ridruejo, hablando de las reuniones falangistas que presidía
l’rlmo de Rivera, que: “La verdad es que, salvo tres o cuatro, los
«»litentes daban un nivel poco elevado. Los más de los veteranos
o í ioi residuos de la clientela de la Dictadura y el resto —la ma-
yoi ln— eran jóvenes estudiantes o empleados, que cuando más po-
illnn sacarme cinco años de ventaja”, p. 58, ob. cit. En honor de la
verdad más o menos se ha dicho del fascio italiano, o del nacional-
«oclidismo alemán, antes de ascender al poder.
43
blo, deshacen la econom ía y ponen en peligro la m is­
m a existencia de la nación», afirm aba Onésimo Re­
dondo (28).
Hay tres grupos de ideas políticas básicas, dis-
cernibles en los escritos jonsistas y falangistas ante­
riores a julio de 1936, que aunque están entrelaza­
dos, corresponde exponerlos separadam ente.
Por una parte, tenem os un autoritarism o radical
que se m anifiesta, a través del conocido estilo lite­
rario fascista y neofascista, en:
a) Exaltación y uso de la violencia y el te rro r sis­
tem ático en la vida política (29).
b ) Creencia en las nuevas élites aristocráticas, en­
carnadas en la m ilicia partidaria.
c) Reconocim iento del concepto de jerarquía,
com o básico p ara la vida política y civil.
E n el caso español se subraya todo lo relativo a
la valorización del m ito paternal del héroe conduc­
tor, y en segundo lugar la visión del ejército (es de­
cir, del cuerpo de los oficiales profesionales) como
una sociedad ejem plar, y todo esto tam bién explica,
en buena parte, el posterior éxito del franquism o.
José Antonio Prim o de Rivera, prologando como
editor la edición española de la obra Fascismo de
Benito Mussolini, decía: «Qué ap arato de gobierno,
qué sistem a de pesas y balanzas, consejos y asam ­
bleas, pueden reem plazar esa imagen del Héroe, he­
cho Padre, que vigila ju n to a una lucecita perenne
el afán y el descanso de su pueblo.» No se trataba,
en el caso del líder falangista, de u n a adm iración
extranjerizante, sino de un hecho vinculado a su for­
m ación y a su m ism a historia fam iliar. «España —de­
cía en «La Nación» del 28 de abril de 1934— creyó
que había llegado su revolución el 13 de setiem bre

(28) El Estado Nacional, Barcelona, FE, 1939, p. 131.


(29) Son expresivas las divisas de Ledesma (“ ¡Castellanos, a las
armas!”) y de Primo de Rivera, tantas veces citadas, sobre la “dia­
léctica de los puños y las pistolas”. Como todos los partidos fas­
cistas, el jonsismo y más tarde el falangismo tienen “milicias” y
cuerpos de “activistas”. En La crisis española del siglo X X , ob. cit„
cap. IV, subtítulo La Falange intenta la Contrarrevolución, junio de
1935 - junio de 1936, hemos examinado más detenidamente el tema.
44
de 1923, y p o r eso estuvo al lado del general P rim o
de Rivera. P o r in asistencias y equívocos se m alogró
la revolución entonces, au n q u e ya fue m ucho el inte­
rru m p ir el pesim ism o h istórico con u n a victoria m i­
lita r y el q u e b ra n ta r la in ju stic ia social con no po­
cos avances.»
No es extraño, entonces, que el m ism o a u to r m ás
tard e afirm e categóricam ente: «N inguna revolución
»uede d a r resu ltad o s estables si no en cu en tra su
Sefe, su caudillo, sólo él es capaz de adivinar el cu r­
so h istó rico so terrad o b a jo el clam or feroz de las
m asas» (sic).
La m itificación del jefe o caudillo alred ed o r del
pro p io Jo sé Antonio P rim o de Rivera, en un p rim er
m om ento fue d iscu tid a y tuvo u n c a rá c te r polém i­
co, p o r cu a n to el p erso n aje no era plebeyo, com o lo
req u iere la psicología de m asas del fascism o (30).
A p e sa r del rep roche de «fascism o de señoritos»,
en que coinciden con Gil Robles y Ledesm a Ram os,
toda la izquierda española, ya en vida tuvo el Jefe
único de Falange (desde o ctu b re de 1934) la corona
lau d ato ria típica del «superhéroe» (31).

(30) Ledesma Ramos, después de la escisión, decía: “Ser hijo


de un dictador y vivir adscrito a los medios sociales de la más alta
burguesía son cosas más que suficientes para influir en el propio
destino.” Lo curioso es que incluso los familiares de Primo de Ri­
vera, como Dáviia y Pemartín, comparten esta idea: “El ser caudillo
tiene algo de profeta, necesita una dosis de fe, de salud, de entusias­
mo y de cólera que no es compatible con el refinamiento.” (p. 24.
Hacia la historia de la Falange: primera contribución de Sevilla,
Jerez, Jerez Industrial, 1938). El mismo Primo de Rivera —a quien
ipunta la cita anterior— agrega: “Yo, por mi parte, serviría para
todo menos para caudillo fascista... es cosa (ser caudillo) que está
reservada a un hombre de extracción popular.”
(31) Hay textos de pintoresca cursilería, como el que firma
Eugenio Montes: “José Antonio reúne todas las condiciones de Ama­
dla: es joven, recio, animoso, dulce, caballeresco, y guapo. Y por
todo esto lo sigue la juventud española, harta ya de monstruos
físicos.” Véase en “Arriba” del 22 de abril de 1953, el texto de su
conferencia Presente y porvenir de José Antonio. Por su parte,
Jiménez de Sandoval dice: “Se aplaude la juventud, el señorío, la
armonía plástica, la raza, la esperanza... Se aplaude todo el atrac­
tivo físico de aquel mozo fuerte, atlético y bien vestido” (José An­
tonio, Barcelona, 1941). A mayor abundamiento, Gumersindo Mon-
tesagudo, Vieja guardia, Madrid, 1939, etc.
45
La valoración de las virtudes castrenses y de la
oficialidad del Ejército, desde 1931 ya está en Ledes-
ma Ramos: «España cuenta hoy como una de sus
más urgentes necesidades la de entrar en un pro­
ceso de militarización. Esto va implícito en la actitud
que antes hemos dicho corresponde a nuestros jóve­
nes, la actitud del soldado. El soldado practica
siem pre la acción directa, y es por su propia calidad,
el único que la representa en toda su gran fecundi­
dad y relieve moral» (32).
José Antonio Primo de Rivera, en su carta ?1
general Franco del 24 de setiem bre de 1934, ade­
lanta conceptos que retom a extensamente en la Cai­
ta a los militares de España del 17 de julio de 1936:
«...Ha sonado la hora en que vuestras armas tienen
que en trar en juego para poner a salvo los valores
fundamentales sin los que es vano simulacro la dis­
ciplina. Y siempre ha sido así: la últim a partida es
siempre la partida de las armas. A últim a hora —ha
dicho Spengler— siempre ha sido un pelotón de sol­
dados el que ha salvado a la civilización» (33).
Naturalm ente, esta actitud procastrense parte del
nacionalismo, y al tiempo procura incentivarlo, como

(32) Discurso a las juventudes de España, en “La conquista del


Estado”, de 14 de marzo de 1931.
(33) Precisando mejor, se aprecia que el falangismo lo que in­
tenta es utilizar a los militares, del mismo modo que tradicionalmente
lo había hecho la oligarquía agraria española (y eventualmente la
industrial catalana), lo que resulta del Punto Programático n.° 27
(“Nos afanaremos por triunfar en la lucha con sólo las fuerzas suje­
tas a nuestra disciplina. Pactaremos muy poco. Sólo en el empuje
final por la conquista del Estado gestionará el mando las colabora­
ciones necesarias, siempre que esté asegurado nuestro predominio.”;.
Cuando, fracasada en junio de 1936, Falange renuncia a su contra­
rrevolución y se incorpora al proyecto de pronunciamiento militar de
la ultraderecha, se dice muy explícitamente: “...los proyectos políticos
de los militares (salvo, naturalmente, los que se elaboran por una
minoría muy preparada que en el Ejército existe) no suelen estar
adornados por el acierto. Esos proyectos arrancan casi siempre de
un error inicial: el de creer que los males de España responden a
simples desarreglos de orden interior y desembocan en la entrega
del poder a los aludidos charlatanes, faltos de toda conciencia his
tórica, de toda auténtica formación y de todo brío para la irrupción
de la patria en las grandes metas del destino”, p. 121, Historia de 1c
Falange, de E. Alvarez Puga, ob. cit.
46
resulta de la c ita d a c a rta al general F ranco, donde
tam bién se lee: «Una v icto ria so cialista tien e el va­
lor de u n a invasión e x tra n je ra ... El socialism o recibe
aus in stru ccio n es de u n a In tern acio n a l. T oda nación
llanada p o r el socialism o desciende a la calid ad de
colonia o p ro tec to rad o » (sic). El falangism o, au n q u e
tiene p ro n u n c ia m ie n to s a p a re n te m e n te no-nacionalis-
tos (34) en los p u n to s program áticos hace suyos en
esa m a te ria todos los tópicos usuales en la clase m e­
dia leonesa-castellana (35).
Es in te re sa n te el uso que el fascism o español
» p o rta de m itos sociológicam ente m óvil izado res,
com o los de u n id ad nacional e im perio (36).
Pero el núcleo p o r excelencia del id ea rio fascista
rsp a ñ o l so b re el E sta d o se e n c u e n tra en su estado-
lutria, q u e p a rtie n d o de la im itació n del m odelo
fascista ítalo-alem án, tien d e a c u lm in ar en el to ta lita ­
rism o.
Ya R am iro L edesm a R am os h ab ía ex p resad o que
«lodo el p o d e r co rresp o n d e al E stado. H ay tan sólo
lib ertad e s p o líticas en el E stad o , no sobre el E stad o

(M) En el programa de Frente Nacional se lee: “No somos


llitiloiudistas, porque el ser nacionalista es una pura sandez; es im-
|»l»nlar los resortes espirituales más hondos sobre un motivo físico,
•oliro una mera circunstancia física; nosotros no somos nacionalistas
porque el nacionalismo es el individualismo de los pueblos” (sic).
( lí) Creemos en “la suprema realidad de E spaña..., una unidad
(!• destino en lo universal”, sin embargo, es de filiación orteguiana,
V lo curioso es que Ortega y Gasset recoge esta idea de la nación
pinyrctada sobre el futuro, en su viaje a la Argentina, donde —como
•II toda América— se remonta a ... Saint-Simon, hecho que tanto
O llrga como los falangistas obviamente ignoran.
(Ib) En los puntos programáticos se lee: “Tenemos voluntad de
Imperio. Afirmamos que la plenitud histórica de España es el Im-
pw ln... Orientaremos el ímpetu de las clases laboriosas, hoy dcs-
cnii Indas por el marxismo, en el sentido de exigir su participación
til iretn en la gran tarca del Estado nacional” (Punto 3.°). Es tam­
bién un proyecto militar, pues las fuerzas armadas “habrán de ser
latí capaces y numerosas como sea preciso para asegurar a España
•n Indo instante la completa independencia y la jerarquía mundial
que lo corresponde... España volverá a buscar su gloria y su riqueza
por las rutas del m ar”, etc.
José Calvo Sotelo había dicho con elocuencia en las Cortes:
"l'lrfirro una España roja a una España rota”, y esto resume el
punto de vista fascista sobre el separatismo y el autonomismo, en­
lome» sólo de Cataluña, Vasconia y Galicia.
47
n i fren te al E stado. El m ayor valor político que re­
side en el h om bre es su capacidad de convivencia so­
cial en el Estado» (sic).
Onésim o Redondo, ya en 1930-31 en El E stado Na­
cional, consideraba el nacional-sindicalism o como
«una ordenación forzosa de las fuerzas productivas
en u n sistem a corporativo fuertem ente vigilado p o r
el Estado». Cuando se expide el M anifiesto político
de las JO NS, del 10 de octubre de 1931, allí se lee
que «la propagación del nuevo Estado, im perial, ju s­
to y enérgico, que el nacional-sindicalista concibe...
Una su p u esta crisis de la sociedad capitalista no au­
toriza a que unas hordas sem isalvajes insulten los
valores em inentes de u n pueblo y atropellen la vo­
lu n tad nacional. El resentim iento m arxista es el m á­
xim o enem igo y hay que aniquilarlo en nom bre de
la p a tria am enazada».
Que la estadolatría se in sp ira en buena p a rte en
la im itación del fascism o de esos años, está claro en
P rim o de Rivera. En el cam bio de cartas con Lúea
de Tena decía: «Si algo m erece llam arse de veras un
E stad o de trab a jad o re s, es el E stado fascista», y en
«La Nación» (25 de setiem bre de 1933), define los
cam pos políticos de su tiem po en la siguiente for­
m a: «Dos tipos de E stado in ten tan el logro de tal
am bición (se refiere a la d erro ta del liberalism o.
N. del E.). Uno es el E stado socialista, ju sto en su
p u n to de arran q ue, pero esterilizado después p o r
su concepto m aterialista de la vida, y p o r su senti­
do de la lucha de clases. El o tro es u n E stado que
asp ira a la integración de los pueblos, al calor de
u n a fe com ún. Su nom bre em pieza con efe. ¿Puede
ya decirse su nom bre?» No atreviéndose a llam arlo
fascista u sará (el tam bién nom bre con efe) de falan­
gismo.
Lo argum enta en esta form a: «El E stado liberal
no cree en nada, ni siquiera en sí mismo. El E stado
liberal p erm ite que todo se ponga en duda, incluso
la conveniencia de que él m ism o exista. Todas las
aspiraciones del nuevo E stado podrían resum irse en
u n a p alabra: Unidad. La P atria es una totalidad his­
tórica.» E n o tra p a rte se precisa: «Una de dos. O el
48
E stad o socialista que im ponga la revolución h a sta
a h o ra triu n fa n te , o u n E stado totalitario que logre
la paz in tern a, y el optim ism o nacional, haciendo
suyos los intereses de todos.»
Todo esto se codificará en los P untos Programá­
ticos donde se lee, en el pu n to 6.°: «N uestro E stado
será un in stru m en to totalitario al servicio de la inte­
g rid ad p atria . Todos los españoles p artic ip a rán en
él a través de su función fam iliar, m unicipal y sin­
dical. N adie p a rtic ip a rá a través de los p artid o s po­
líticos.» E n el p u n to undécim o se insiste: «N uestro
régim en h a rá radicalm ente im posible la lucha de cla­
ses, p o r cuanto todos los que cooperen en la p roduc­
ción constituyen en él una to talid ad orgánica».
H em os su brayado la apelación al to talitarism o ,
típ ica de la concepción del E stado que anim a al fas­
cism o español, com o a todos los fascism os europeos
de esos tiem pos (37).
M ás allá de este tipo de definiciones no es m ucho
lo que se a p o rta en E spaña a la teo ría general del
to talitarism o . E l estilo de m uchos escritos, es p o r
ejem plo, com o el del siguiente texto:
«...L a aplicación co n ju n ta e integral de la trilogía
de los valores m orales es la m áxim a am bición del
E stad o fascista, que aspiram os a re su citar de e n tre
los escom bros de la a n tip atria , d erru m b ad a p o r ate-

(37) La expresión totaler Staal, es decir, Estado total o totali­


tario, es lanzada por el jurista alemán Cari Schmitt en 1931, cuyo
pensamiento recoge inmediatamente en España “Revista de Occi­
dente”. Tiene discípulos directos como Francisco Javier Conde, que
en su obra Introducción al derecho político actual, Madrid, 1953,
enseña que “el Estado totalitario sería la fase o etapa dialéctica final
de la evolución de un germen inicial contenido en el Estado abso­
luto”. Véanse págs. 189 y 222,
Karl Dietrich Bracher, en La dictadura alemana, Madrid, Alianza
Editorial, 1973, t. I, p. 21, define el nazismo como la “idolatría del
Estado omnipotente en un marco conservador y autoritario”. De
acuerdo, Franz L. Neumann, Bahemoth. The structure and Practical
National Socialism, New York, 1942.
Considerado desde España el tema Totalitarismo en el artículo de
José Soto Rodríguez, págs. 1.073-1.074, t. II, Diccionario de Ciencias
Sociales, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, 1976. Con especial
referencia a la América Latina, nuestro ensayo Elementos para una
sociología del totalitarismo, México, UNAM, 1976.
49
neístas pedantes, m asones sin conciencia y hebreos
sin dinero, en triste contubernio con los m ozárabes
vergonzantes, que faltos de coraje p ara tom ar las a r­
m as y com batir com o hom bres en los riscos y en los
llanos, prefieren discutir com o com adres en el patio
nacional de M onipodio, m ientras desgarran a peda­
zos a n u estra E spaña, que espera anhelante como
novia virginal al am ado que la venga a sacar de sus
som bras, en u n im pulso infinito de Poder, de Saber
y de Amor, devolviéndola a su sino glorioso por los
siglos de los siglos. Amén» (sic) (38).

E l nacio n a l-ca to licism o: su s orígenes


E l entroncam iento, en el seno del catolicism o mi­
litante, del clásico integrism o y de o tras corrientes
ultram o n tan as, con las nuevas form ulaciones fascis­
tas, se producirá, asim ism o, du ran te la Segunda Re­
pública. Se tra ta ahora de un m ovim iento menos vi­
sible, p o r cuanto la m asa del catolicism o actúa
fu ertem en te dividida, la posición del Pontificado no
siem pre es expresam ente favorable; incluso queda
opacada p o r la presencia m ás llam ativa del fascis­
m o secular, y escasam ente católico, que hem os rese­
ñado.
Sin em bargo —y como dem ostrarán los hechos—
será esta variante del nacional-catolicism o decisiva
en los años siguientes y re estru ctu ra rá buena p arte
de la sociedad española en su provecho.
Ya Jaim e Balm es había dicho: «El porvenir de la
religión no depende del gobierno, el porvenir del
gobierno depende de la religión; la sociedad no ha de
reg en erar la religión, la religión es quien debe rege­
n e ra r la sociedad» (sic).
Es explicable el éxito que tuvieron obras como
las del sacerdote catalán Juan Tusquets, Orígenes

(38) El poder, el saber, el amor, revista “FE”, Madrid, 8 de


marzo de 1934, No es extraño que en Alemania se llame a José
Antonio Primo de Rivera, Der troubadour der Spanischen Falange,
título del libro de Bernd Nellssen, Stutgart, DVA, 1965.
50
de la R evolución española (1932), que atribuye la
Segunda República a la acción de m asones y judíos.
Que concitara la propaganda supuestos m ilagros y
«revelaciones» com o las del sacerdote jesu íta Ber­
n ard o Francisco de Hoyos, gestor de la consagración
en 1919 de E sp aña al Corazón de Jesús, que le ha­
b ría com unicado: «Reinaré en E spaña y con m ás
veneración que en o tras partes.» E n 1929 será en
el C erro de los Angeles, que corresponde a esa de­
voción, que se dirigirá al congreso de Acción Cató­
lica el fam oso cardenal prim ado de España, P edro
Segura, desde 1926 sucesor del cardenal E nrique Reig
y Casanova, a u to r de la obra Sacrilegos y traidores
o la m asonería contra España. Lo m ism o el «hallaz­
go» de escritos de la m adre catalana M aría Ráfols
B ru n a en los años 1931 y 1932, y las «apariciones»
de Ezquioga, etc. (39).
E n un plano m ás intelectual, y ah o ra com o im i­
tación de la Action Française de C harles M aurras y
B arrés, el 15 de diciem bre de 1931 com enzó a a p a re ­
cer la citada revista «Acción Española».
Desde 1933 es P rim ado de Toledo Isid ro Gomá,
en la línea del ex prim ado Segura (que en lucha con
la república se expatria en Rom a), m ientras los inte-
gristas, a través del periódico «El Siglo Futuro», de
José M aría de U rquijo, hacen u n a prédica favorable
a u n levantam iento arm ado antirrepublicano.
E l nuevo P rim ado, apenas accedido a su cargo, en
su libro Jesucristo redentor, dice textualm ente: «Hoy
m ism o Alemania se levanta com o u n solo hom bre
c o n tra el m illón de judíos que tiene en su territo rio
p a ra no p erecer en la ola socialdem ocràtica que el
ju d ío Marx h a desatado sobre Europa», haciendo re ­
ferencia obviam ente a Adolfo H itler.

(39) Véase Ramón Garriga, El cardenal Segura y el nacional-


catolicismo, Barcelona, Planeta, 1977, y nuestro apartado El derecho
a la revolución, págs. 204-214, del libro cit. La crisis española del
siglo XX.
Como podrá apreciarse, no consideramos en este punto del na­
cional-catolicismo a aquellos católicos, e incluso sacerdotes, que par­
ticipan de los movimientos carlista y falangista, y que adoptan su
pensamiento político.
51
Tiene p o r entonces gran difusión el libro del ca­
nónigo salm antino José C astro A lbarrán intitulado
E l derecho a la rebelión, de clara intención subver­
siva, y que in sp irará docum entos posteriores tan fa­
m osos como la Carta colectiva de los obispos españo­
les a los dem ás del m undo entero (del 10 de julio de
1937) y el trata d o de Ignacio M aría de Logendio, El
derecho a la revolución (1941), ya fuera del período
que venim os considerando.
El pensam iento de la alta jerarq u ía eclesiástica re­
sulta expresada en los docum entos em anados de la
entrevista entre los cardenales Segura y Gomá en el
año 1934, y que han sido editados por el sacerdote
vasco Juan de Usabiaga, «J. de Iturralde», con el tí­
tulo E l catolicismo y la cruzada de Franco (Vienne,
1955). A la luz de esos m ateriales, es fácil com pren­
der el entroncam iento del nacional-catolicism o en
cuanto a la idea del E stado con las o tras corrientes
fascistas que venim os siguiendo, y su coparticipación
en el régim en franquista.
Incluso las m anifestaciones tardías, y todavía m ás
extrem istas en m ateria de concepto del Estado, pues
llegan a la resurrección de la teocracia, como es el
caso del Opus Dei, arrancan, asim ismo, de la expe­
riencia de la Segunda República e incluso de la cri­
sis de la D ictadura de Prim o de Rivera.
E n efecto, José M aría Escrivá de Rom aní (después
conocido p or «de Balaguer»), nacido en 1902, crea
—según sus biógrafos— su organización el 2 de octu­
b re de 1928, pero no será sino en 1935 que abre la
p rim era residencia de estudiantes, tam bién en la ciu­
dad de M adrid. Por estos años, le encontram os ac­
tuando como profesor de la escuela de periodism o
de «El Debate» (la creación de m onseñor H errera)
y a la cual concurrían los jóvenes falangistas que
rodeaban a José Antonio Prim o de Rivera.
Será recién en 1941 que se institucionará con el
reconocim ientb de la jera rq u ía eclesiástica la expe­
riencia del Opus Dei, y poco antes aparecerá la obra
Camino en la ciudad de Valencia, ahora, como uno
52
de los tan to s aspectos autoritario-eclesiásticos de la
g u erra civil (40).
Al m ism o tiem po que no ve en el E jército m ás
que u n in stru m e n to cóm odo en la h o ra de la crisis
política, y co n siderando que «el nacionalism o espa­
ñol no debe se r confesional, no debe ser nacionalis­
m o católico» (com o decía Onésim o R edondo, que
en definitiva es el m ás clerical de los fascistas es­
pañoles), el fascism o español es u n a em presa de al­
gunos señoritos y estu d ian tes de las clases m edias
leonesas-castellanas, huérfano de apoyo de las m asas
y de las clases sociales.
Su fuerza, y su debilidad, está en el entronca-
m ien to con el viento fascista, entonces p redom inan­
te en E uropa, y a p esa r de ello, siem pre de u n p u n ­
to de vista ideológico, seguirá decayendo desde 1936
y sus cuadros se convertirán en u n a b u ro cracia m ás
de u n universo anquilosado del p u n to de vista de
la creación intelectual.
El fascism o español —com o el de la E u ro p a del
E ste — será en definitiva u n m ovim iento periférico.
E n p rim e r lugar, p o r su dependencia financiera y
m ás ta rd e en arm a s y apoyo logístico de la m áquina
de g u erra de las potencias del Eje. Pero, adem ás,
p o rq u e no e n tro n c a d irectam ente con la m ism a veta
local de au to ritarism o , que e ra clerical y castrense,
q ue m an ten ían vivas las gentes de la Iglesia y el
E jército .

(40) Al margen de la tendencia hagiográfica, es recomendable


Vida y milagros de monseñor Escrivú de Balaguer, fundador del
Opus Dei, de Luis Carandell, prólogo de Alfonso C. Comín, Barce­
lona, Laia, 1975.
53
II

LA CONTRARREVOLUCION
EN ESPAÑA, 1939-1962 (* )

Si durante la guerra civil España vivió una ex­


periencia traum ática y violenta de contrarrevolu­
ción, en una escala desmedida —incluso por referen­
cia al pasado histórico español —el período 1939-1962
continuará en la paz aquella experiencia, pero, ade­
más, la institucionalizará, a través de una compleja
red de disposiciones legales, reestructurando todo
el país al servicio de los grupos e intereses triunfan­
tes. Se pasará pronto de la contrarrevolución repre­
siva a la contrarrevolución preventiva, temiendo la
revuelta popular.
Un segundo rasgo fundamental es que España
durante esos años no solamente fracasa en cuanto
Estado en sus aspiraciones exteriores imperiales
(enunciadas por José Albiñana, José Antonio Primo
de Rivera y Ramiro de Maeztu, y recogidas por el
Jefe del Estado Francisco Franco), sino que pierde
su ya disminuida independencia y se hace semico-
lonia de las grandes fuerzas políticas de la historia
planetaria.
Por tanto —y en esto España no es novedosa

(*) Publicado con el título de Años de represión y miseria,


1936-1962. La dictadura franquista, en las páginas 117-129, del extra
de “Historia 16”, Los nueve entierros de la democracia. España
(1814-1975), Madrid, junio 1977.
54
con m uchas experiencias anteriores de E u ro p a orien­
tal o de Am érica Latina— es u n país que se dobla
en dos aspectos: u n a dictad u ra in terio r, c o n tra rre ­
volucionaria con su pueblo, sim ultáneam ente con u n a
situación dependiente y subordinada, p rim ero del
E je Berlín-Rom a y después de E stados Unidos y de
los países europeos del oeste vencedores en la Se­
gunda G uerra M undial.

E l m u n d o so cio -eco n ó m ico d el p e río d o


E n buena p a rte todo ello se explica en el cuadro
de ru in a m aterial que p resen ta el país en 1939. He­
m os dicho que «La sociedad española que em erge de
la g u erra civil, que vive los efectos de la Segunda
G uerra M undial y m ás tard e del bloqueo diplom áti­
co y económ ico, consiguiendo a finales de la década
de los años cincuenta incorporarse al nuevo orden
capitalista, es u n m undo pobre, débil, dividido y cul­
tu ralm en te estancado. La re n ta nacional española del
p eríodo 1931-1935, calculada en pesetas de 1953, según
los econom istas no se recobra sino diecisiete años
m ás tard e. E n o tras palabras, E spaña no vuelve a
alcanzar el nivel de desarrollo y producción de 1935
sino en el año 1953. Si se tiene en cuenta el índice
de re n ta p er cap ita cada español vuelve a d isfru tar
del nivel que se tenía estadísticam ente en 1929 re­
cién en 1954. El ritm o dinám ico de crecim iento de la
población que tuviera E spaña en tre 1920 y 1930 no
es recobrado sino cu aren ta años m ás tarde, en tre
1960 y 1970»» (1).
M ientras los países fascistas, al día siguiente de
la d erro ta abandonaron la fórm ula de la econom ía
au tárq u ica, p ara in te n ta r los del E ste el socialism o
de inspiración ru sa y los occidentales el neocapita-
lism o, en cam bio E spaña no tuvo alternativas de re­
cam bio sino recién con el llam ado Plan de E stabili­
zación de ju n io de 1959, que im plicaba la aceptación

(1) Véase la ob. cit. La crisis española del siglo X X , cap. VIII,
que agrega la tercera edición de 1976.
55
de los principios del Fondo M onetario Internacional,
y, p o r tanto, la definitiva incorporación al nuevo
m undo capitalista sistem atizado bajo la égida n ortea­
m ericana.
E sto no implica, sin em bargo, que se quiebre el
aislam iento tanto político como económico de Espa­
ña, que estará ausente del M ercado Económ ico Co­
m ún fundado el 23 de m arzo de 1957 en Roma, como
de la Asociación Europea de Libre Comercio de
1959, a la que se incorpora, sin em bargo, Portugal.
E n una form a menos dinám ica que la E uropa oc­
cidental (incluidos los países vencidos), y a pesar de
ese aislam iento prácticam ente del m undo entero, sin
em bargo, E spaña en la década de los sesenta com ien­
za a recuperarse p ara recobrar sus índices de antes
de la guerra y d isp u tar victoriosam ente el penúltim o
lugar en el m undo económico europeo p o r encim a
de Grecia, Irlan d a y Portugal.
Sin em bargo, com o no se consigue el pleno em ­
pleo, se llega a exportar h asta la tercera p arte de
su m ano de obra, aparte de reanudarse la corrien­
te de em igración trasatlántica detenida p o r los acon­
tecim ientos bélicos. De estos em igrantes, y del tu ris­
m o —aparte de las inversiones extranjeras— proven­
d rá la capitalización im prescindible p ara su despe­
gue en los próxim os años.

D os eta p a s co n tra rrevo lu cio n a ria s


Tal vez el rasgo m ás sorprendente de estos años
de 1939-1962 de la historia española es que habiendo
ingresado en ellos com o un virtual m iem bro del m un­
do nazi-fascista, term ina el país por adscribirse al
m undo capitalista norteam ericano, cam biando sólo
superficialm ente sus estru ctu ras políticas y hasta el
equipo de sus jerarquías nacionales.
E n los años 1939 a 1942, inclusive, que los espa­
ñoles han llam ado «la época azul» correspondiendo
al o rto del desarrollo m ilitar de la m áquina de gue­
rr a fascista, el signo por excelencia de E spaña es el
56
d e u n país d ep endiente de B erlín y Rom a, integrado
en el «sistem a europeo».
Ya an tes de te rm in a r la g u erra civil, el día 29 de
m arzo de 1939, E sp añ a nacionalista adhiere al P acto
A n tikom intern (Roma-B erlín-Tokio).
E l 4 de setiem bre de 1939 se había declarado la
n e u tra lid a d española en la g u erra m undial, pero ésta
se tran sfo rm a en «no beligerancia en la g u erra c o n tra
el com unism o», con fecha 24 de junio de 1941, u n a
vez in co rp o rad a Italia, d e rro ta d a F rancia y ata cad a
la Unión Soviética. E n setiem bre de 1941 se envía al
fre n te ruso-germ ano u n a división de in fan tería y un i­
dad es de aviación, la fam osa División Azul, y ya en
ju n io de 1940 se h ab ía ocupado la ciudad internacio­
nal de Tánger, favoreciendo el control del estrecho
de G ib ra lta r p o r los agentes de inform ación nazi-
fascistas.
La in co rp o ración definitiva de las fuerzas españo­
las al bloque ag resor fascista se d iscu tirá en las en­
trev istas que sostiene el Jefe del E stado, y su v irtu al
p rim e r m in istro R am ón S erran o S uñer, p rim ero con
Adolfo H itler el 23 de o ctu b re de 1940, en H endaya;
con M ussolini en B ordighera el 12 de febrero de
1941 y con el m ariscal Pétain, del régim en títe re de
Vichy, en la m ism a fecha en la ciudad de M ontpe-
llier.
E l triu n fa n te régim en fra n q u ista se apoya en u n
e jé rcito que h a com batido en la g u erra civil, ju n to
con los efectivos italianos y alem anes; que en el pla­
no de la econom ía vive la im itación de la experien­
cia a u tá rq u ica italo-germ ana, y en el cual la corrien­
te p o lítica p o r excelencia es la Falange, que p o r en­
tonces realza sus raíces fascistas.
Ya d u ra n te esos años, sin em bargo, la diplom acia
anglo-am ericana, la m ism a Iglesia norteam erican a y,
a n te todo, el com ercio atlán tico de los aliados, han
m inado la ad h esión del gobierno español a la causa
de Adolfo H itler.
E tap a p o r etap a, el gobierno de M adrid se verá
obligado a d ism inuir, re ta c e a r y finalm ente negar su
cooperación a las potencias del E je, y p o r tanto, de­
j a de e s ta r asociada a la co n trarrev o lu ció n fascista
57
internacional. Después de la conferencia de Casa-
blanca, y ante todo del gran desem barco aliado en
Africa del Norte, pasando por G ibraltar, el gobierno
se ve obligado a desplazar a Serrano Suñer y adm i­
tir como im posible su participación en la guerra
m undial. Mantiene, sin em bargo, la División Azul en
el frente ruso h asta el 25 de abril de 1944, ofrece
«un millón de españoles para defender Berlín» ante
el avance ruso, y ante todo colabora con el espiona­
je nazi y la diplomacia del Eje p ara dividir a los
aliados y establecer una «cruzada m undial contra el
bolcheviquismo».
Será necesaria la caída de Mussolini (11 de agos­
to de 1943) y ante todo su m uerte en abril de 1945
p a ra convencer a la jefatu ra del E stado de la de­
rro ta del fascismo. Gil Robles, en sus Papeles iné­
ditos, ha establecido la secuencia entre los hechos
de la política internacional y los de la política in­
terna, y en las m em orias de H oare se puede apre­
ciar, a través de lo que llam a la grand remontrance
de julio de 1943, las distintas form as de colaboración
que todavía en esa fecha tenía España con el Eje,
que no cesaron h asta m arzo de 1944 bajo la presión
económ ica y política de los Aliados (2).
El pretendiente Don Juan, en el M anifiesto de
Lausanne (enero 1945), dice muy expresivam ente:
«Hoy, pasados seis años desde que finalizó la guerra
civil, el régim en im plantado por el general Franco,
inspirado desde el principio en los sistem as totalita­
rios de las potencias del Eje, tan contrario al ca­
rá c te r y a la tradición de nuestro pueblo, es funda­
m entalm ente incom patible con las circunstancias que
la guerra presente está creando en el m undo... (re­
querim os) al general Franco p ara que reconozca el
fracaso de su concepción to talitaria del Estado», et­
cétera.

(2) Sobre las memorias de guerra del embajador Hoare, agente


central de la lucha diplomática por el control de España entre 1939
y 1944, véase el capítulo VII de esta Primera Parte. En “El País”,
del 10 de febrero de 1979 (Madrid), se da cuenta, por ejemplo, de
la documentación norteamericana que se va publicando en Washing­
ton, y a la que nos remitimos.
58
Al año sig u iente se rá la conferencia de P o tsd am
(abril) y la A sam blea G eneral de las N aciones Uni­
d as del m es d e diciem bre, quienes ca ra c te ric e n al
fra n q u ism o «com o u n régim en de c a rá c te r fascista
estab le cid o en g ra n p a rte gracias a la ayuda de la
A lem ania nazi y d e la Ita lia fascista», etcétera.
E l fran q u ism o , con los nazis o sin ellos, e stá dis­
p u e sto a su m arse en calidad de acólito m en o r a cual­
q u ie r co m binación co n tra rre v o lu cio n aria a nivel in­
tern a cio n al, esp ecialm ente p a ra e v ita r la d em o c rati­
zación del país.
La «g u erra fría», el conflicto d e C orea m ás ta rd e ,
y el ascenso del p a rtid o rep u b lican o al p o d e r en
E stad o s U nidos c o n ta rá n con E sp añ a en la c o n stru c­
ció n de u n nuevo siste m a in tern acio n al. P or entonces,
F ran cisco F ran co decía: « N u estra d o c trin a no sólo
m erece se r m ira d a con re sp e to en el e x tra n jero , sino
q u e incluso se la estu d ia y se la copia» (sic).
E l c o n tro l n o rtea m erica n o so b re E sp añ a se esta ­
b lece en u n a serie de operaciones, que van de m a r­
zo de 1950 (relaciones diplom áticas regulares) a los
ac u erd o s del 26 de setiem b re de 1953 p o r los que
W ash in g to n in sta la sus bases m ilita re s en las p ro ­
vincias de M adrid, Sevilla, Cádiz y Zaragoza. R ecién
se h an cu m p lid o los veinticinco años q u e p e rm ite n
el u so d e la d o cu m en tació n n o rte a m e ric a n a co rres­
p o n d ien te, p ero ya a finales d e 1976, B arry Blech-
m a n y S to n e K aplan d ifu n d iero n u n a nó m in a de
215 d em o stra cio nes de fu erza del P entágono en el
m u n d o e n te ro a los efectos d e o b te n e r re su lta d o s
políticos, y allí fig u ra e n en ero de 1952 u n a p a ra
« m ejo ra r las relaciones con E spaña» (sic).
E sp añ a, h u é rfa n a de alianzas v alederas en el
m u n d o dip lo m ático, a h o ra es el m ás n o rteam ericani-
zado de los países eu ropeos y se in te g ra rá al sistem a
n eo c ap italista al a d h e rir en 1958 al F ondo M onetario
In te rn a c io n a l y a la O rganización de C ooperación y
D esarro llo E conóm ico. H acía m eses q u e en R om a
se h a b ía cread o la C om unidad E conóm ica E u ro p ea,
y a su co nsejo d e m in istro s el gobierno se dirige el
9 de fe b rero d e 1962 solicitando la «incorporación
59
de E sp añ a p o r la vía de la asociación, susceptible
de llegar en su día a la plena integración».
Los acontecim ientos exteriores com o éste, m ás
que el desarrollo de u n a evolución interna, fechan
el cierre de u n a etap a en la historia española. En 1962,
com o verem os, coincide, asim ism o, el gran cam bio
de la Iglesia Católica Rom ana.

La naturaleza del Estado represivo


E xiste u n a polém ica algo escolástica p a ra carac­
te riz a r la natu raleza jurídico-política del E stado re­
presivo de 1939-1962. F rente a los que le filian com o
u n a variedad hispánica del fenóm eno general del
fascism o, no faltan los que intenten diluir (sem án­
ticam ente) su caracterización incluyéndolo en el vago
grupo de los países autoritarios, u n a especie in ter­
m edia en tre el fascism o y el com unism o (ellos sí
fórm ulas to talitarias...) y la dem ocracia al estilo de
E u ro p a occidental, y E stados Unidos.
A la confusión contribuyen los m ism os agentes
gubernam entales, y en p rim er lugar los ju rista s y los
encargados de la propaganda, p o r cuanto haciendo
referen cia al m ism o sistem a sociológico a fines de
la g u erra civil lo caracterizan com o: E stado Nacional-
Sindicalista, totalitario, autoritario, unitario, im peria­
lista y élico-misional, y a p a rtir del llam ado Fuero
de los Españoles (julio de 1945), afirm an en cam bio,
que E spaña es u n reino (sin rey), católico, social y
representativo (sic).
E n lo que todos los especialistas están de acuer­
do, e incluso caracterizados actores del m ism o p ro ­
ceso político español com o quien fuera presidente
del Gobierno alm irante C arrero Blanco, es que lo
típico del sistem a español es su ca rác ter dictatorial.
«En el orden político d u ran te estos diez años
(1939-1949) se h a verificado el trán sito de la dictadura
m ás absoluta (en 1939, toda la autoridad y todos los
derechos que en él, com o en los reyes caudillos, con­
vergían en su origen están en la persona del vencedor
de la Cruzada) al actual régim en, estable y definitivo
60
d e m o n arq u ía representativa», etc. Son sus p ala­
b ra s (3).
A n u estro parecer, m ás que a u n a evolución de­
m o cratizan te el cam bio de denom inación y la exis­
ten c ia —ésa sí indiscutible— de dos etapas, u n a de
1939-1945 y o tra 1945-1962, responde a la sucesiva
integración, o tal vez m ejo r dicho al vasallaje, que
vive E sp añ a p rim ero b ajo el sistem a co n tra rre v o lu ­
cio n ario nazifascista y después en el seno del im pe­
rialism o n o rteam erican o de los tiem pos de la «guerra
fría». P ero in terin am e n te el régim en, a lo largo de
esos trec e años, se ju stific a ú n icam en te p o r u n a
razó n de fuerza: h ab e r triu n fa d o p o r las arm a s en
u n a g u erra civil. No reclam a ni puede te n e r el con­
senso de los gobernados, a p esa r d e la p aro d ia de
re ferén d u m del año 1947.
P o r p re su n to s «delitos» la co n trarrev o lu ció n re­
p re siv a castiga re tro activ am e n te a los vencidos en la
g u e rra civil, a los p risio n ero s de los ejército s re p u ­
blicanos, d enunciados p o r la población civil fascista,
ra stre a d o s p o r los servicios policiales o entregados
p o r los alem anes desde su exilio en F rancia. E n tre
los som etidos a la p en a capital tenem os en 1940 al
ex p re sid e n te de la G eneralität de C atalunya Lluis
C om panys, y a los ex m in istro s Ju lián Zugazagoitia
y J o a n Peiró. E ste año m uere en la cárcel el p ro feso r
Ju lián B esteiro y dos años m ás ta rd e el p o eta Miguel
H ern án d ez. C ristino G arcía y o tro s m iem b ro s del
m aq u is son fusilados en 1945-1946.
E sto s son los fam osos, o m ás conocidos, ¿pero
cu á n to s españoles e n tre 1939 y 1946 fu ero n eje cu ta­
dos p o r razones ideológicas? R am ón T am am es afirm a
q u e la m ism a estad ística oficial ad m ite la cifra de
cien to cinco m il, p ero son m uchos los críticos que
co n sid eran que ese n ú m ero sólo refleja p a rte de la
re p re sió n cum plida. E l m ism o a u to r, y ah o ra p a ra

(3) A título de anécdota, cuando el autor intentó publicar en


España su obra La crisis española del siglo X X , antes citada, el cen­
sor del Ministerio de Información y Turismo se opuso a que se de­
nominara “dictadura” el régimen franquista, y debió acceder al ci­
társele la opinión conforme del presidente Carrero Blanco.
61
el total de 1939-1950, considera que hay 850.000 reclu­
sos por razones políticas. Solamente en 1940 las cár­
celes y campos de concentración, encerraban en
España un total de 270.719 presos políticos.
Los reclusos —de acuerdo a las ideas del sacerdote
jesuita Pérez del Pulgar de «redención p o r el tra­
bajo»— son sometidos a trabajos forzados, y por
1942 había 93 «destacamentos penales» con esos fines.
El más famoso es el que reúne alrededor de diez
mil detenidos políticos para construir en la caste­
llana sierra el llamado Valle de los Caídos, un m au­
soleo «a la gloria de la Cruzada», en que se trab aja
durante veinte años. Xavier Costa Clavell h a estu­
diado la represión para Galicia, y por ese camino
monográfico —estudiando región por región y pro­
vincia por provincia— se puede reconstruir el pa­
noram a verdadero de esos años (4).
Es notorio que medio millón de com batientes, de
los ejércitos de la República, con sus familias y otros
exiliados, huyó del país entre 1939 y 1940, y muchos
perecieron en los años de guerra mundial, por el
ham bre, los trabajos forzados, y la represión nazi,
incluso en los germánicos «campos de exterminio», a
veces debidamente autorizada su reclusión por el
gobierno de Madrid.
Si sumamos los efectos que sobre la sociedad
española habían tenido las pérdidas sufridas en la
guerra civil propiam ente dicha, se puede com pren­
der que se haya definido al régimen de represivo y
terro rista. Es en la historia m undial uno de los casos
extrem os de terror blanco, y así fue señalado inter­
nacionalm ente. E sta violencia desm esurada no es

(4) Nos referimos a los libros de Daniel Sueiro, La verdadera


historia del Valle de los Caídos, Madrid, Sedmay, 1977, y de Xavier
Costa Clavell. Las dos caras de Galicia bajo el franquismo, Ma­
drid, “Cambio 16”, 1977.
En Levante la obra de Enrique Cerdán Tato. La lucha por la
democracia en Alicante, Alicante, Casa de Campo, 1978, especialmente
en su Epílogo, págs. 213-248. Se podría argüir que tanto en Galicia
como en Alicante se trataba de regiones de izquierda, pero investiga­
ciones en curso en las provincias de Valladolid y Palencia demuestran
que asimismo en León la represión fue terminante.
62
ió lo represiva e intim idatoria, sino que actúa en for­
m a preventiva creando un te rro r colectivo que ase­
g u ra la docilidad del pueblo vencido.
P ara realizar tal represión, y asegurar el cum pli­
m iento de la legislación correspondiente de régimen
concentracionario, e incluso al principio, p ara cola­
b o ra r con la m áquina bélica germ ano-italiana, se
invierten cuantiosísim os recursos en m ateria de fu e r­
zas arm adas, cuerpos policiales, espionaje, cárceles,
u d icatu ra política, ap arte de la propaganda y o tras
É m rocracias políticas contrarrevolucionarias.
P ierre Vilar afirm a que, para asegurar esta «paci­
ficación m ilitar», suerte de pax armata, se gastaba
anualm ente el 72 % del presupuesto estatal nacional.
El E jército tenía 25 divisiones y todavía en 1945
un total de trein ta y dos mil oficiales, en su m ayoría
«alféreces provisionales». La pérdida de las posesio­
nes africanas, tan decisivas para las fuerzas arm adas,
com ienza a producirse desde 1956 con la independen­
cia de M arruecos. Pero entre 1953 y 1963 se adiestran
en los E stados Unidos unos cinco mil oficiales.
Los cuerpos policiales tienen p o r el año 1958 un
total de 84.591 plazas, ap arte de diversos gremios,
asim ilados p or decreto a la condición de parapoli­
ciales, com o es el caso de porteros, serenos, guar­
dias, etc.
En el Reino Católico, Social y Representativo de
1945 a 1962 se pasa de la contrarrevolución represiva
a la preventiva, especialm ente p ara en fre n ta r la re­
construcción del m ovim iento obrero y de los antiguos
grupos y p artidos republicanos.
Algunos procesos o acontecim ientos jalonan esa
etapa, com o las m uertes del socialista Tomás Cen­
teno (1953), del com unista Ju an C om orera (1957) y
de los an arq u istas herm anos Sabater, en tre 1950
y 1960. El año 63 será especialm ente recordado p o r
los procesos y penas capitales contra Julián G rim au
(PC) y G ranados y Delgado (CNT-FAI). Ahora en tre
los presos hay ta n to obreros com o universitarios y
procesos notorios com o los de Julio Cerón (1959)
y Jo rd i Pujol (1960).
63
La extensión en el tiem po, y tam bién el endure­
cim iento de la represión en todos los niveles se
explican, en buena medida, por cuanto tam poco cesa
en estos años la resistencia antifascista. Alternativa­
m ente la contrarrevolución es preventiva y represiva,
ya por afectar a los actores de 1936-1939, ya castigan­
do a los nuevos rebeldes.
El tem a aparece ocasionalm ente en la prensa es­
pañola (por ejem plo en ocasión de atentados im po­
sibles de disim ular o ejecuciones capitales) y por
razones obvias tam poco son m ayorm ente explícitos
los actores sobrevivientes.
Recién se están intentando aproxim aciones perio­
dísticas, como las de Andrés Sorel, para el movimien­
to guerrillero, o las de Elíseo Bayo p ara el capítulo
de los atentados contra la vida del Jefe del Estado.
E ste últim o inventariaría no menos de cuarenta in­
tentonas entre 1940 y 1963, pero casi únicam ente de
las prom ovidas por las organizaciones anarquistas
con base en Francia (5).
El guerrillerism o no solam ente incluye un núm e­
ro elevado de participantes, sino que ocasionalm ente
asum e rasgos de conato de nueva guerra civil. Hay
«frentes guerrilleros» desde la m ism a guerra civil
en las serranías andaluzas, y en la provincia de As­
turias, p o r directo efecto de los acontecim ientos
m ilitares, que produjeron el aislam iento de m illares
de republicanos. Pero tam bién los hay en las provin­
cias gallegas h asta 1952 aproxim adam ente. En 1944,
y a tiem po de cesar la ocupación alem ana de F ran­
cia, m ás de un m illar de ex m aquisards de origen
español invaden el valle de Arán y será necesario la
movilización de fuerzas regulares para expulsarlos.
Posteriorm ente no falta una Agrupación guerrillera
de Levante y Aragón que opera entre 1948 y 1952, y
en M adrid y Barcelona los anarquistas —como ha

(5) Aparte de las iniciales obras de Andrés Sorel sobre las


guerrillas, y Elíseo Bayo sobre los atentados anarquistas contra
Franco, ahora tenemos la serie de Daniel Sueiro-Bernardo Díaz Nosty,
Historia del franquismo, Madrid, Sedmay, 50 fase., 1978-1979.
64
in v estig ad o A ntonio Téllez— an im an u n a g u errilla
u rb a n a h a s ta 1962 (6).
R ecién en 1959-1960 se c rea T ie rra V asca L ib erta d
(E u zk ad i ta A zkatasuna, ETA) y a com ienzos de la
d é c a d a de los sese n ta p a ra to d a E sp a ñ a el F re n te de
L ib eració n P o p u lar, Felipe.
P ara le la a la re b elió n c o rre la línea del m ovi­
m ien to sin dical clasista, q u e alcanza ya en 1947 el
nivel de huelga general en B ilbao, triu n fa en la fa­
m o sa h u elg a de los tran v ía s de B arcelona en 1951,
se re a n u d a en Vizcaya y G uipúzcoa en 1955 y tiene
su s ep iso d io s m ás fam o so s en el p aro de los m in ero s
a stu ria n o s de 1957 y 1962 (300.000 p arad o s), a h o ra
y a n o sólo con los viejos cu a d ro s sindicales, sino
asim ism o con las noveles C om isiones O breras.

El aparato represivo judicial


E n v erd ad h a sta el decreto-ley del 18 de m arzo
de 1944 no ex istían ó rganos ju d iciales in d ep en d ien ­
tes, y no cab ía c o n tra las resoluciones g u b ern am en ­
tales, in clu so no po líticas, la vía del contencioso
a d m in istra tiv o .
Los «delitos políticos» esta b a n a carg o del T rib u ­
nal E sp ecia l de R ep resió n de M asonería y C o m u n is­
m o, cread o p o r el decreto-ley de 1 de m arzo de 1940,
con el p ro p ó sito — dice la d isposición— de re p rim ir
«la m aso n ería, co m u n ism o y d em ás sociedades clan­
d estin as, que sie m b ra n ideas disolventes c o n tra la
religió n , la p a tria y sus in stitu c io n e s fu n d a m e n tales
y c o n tra la a rm o n ía social» y q u e d u ra rá en fun cio ­
n e s h a s ta la creación del Juzgado y T rib u n a l de Or­
d en P úblico q u e disp o n e la ley n.° 154/1963 en las
C o rtes el 28 de n o v iem b re de 1963.
Los trib u n a le s m ilita re s de la g u e rra civil, re a p a ­
re c e n p a r a ju z g a r «delitos so b re reb elió n m ilita r,

(6) Nos remitimos al cap. IX de la Segunda Parte, donde hace­


mos referencia a las memorias de militantes anarcosindicalistas. De
obligada citación la obra de Pierre C. Malerbe, La oposición al
franquismo, 1939-1975, Madrid, Naranco, 1977.
65
bandidaje y terrorismo» por el decreto-ley del 21 de
setiembre de 1960.
Las disposiciones que se aplican en el ámbito
jurisdiccional, aparte de las de origen castrense y
propias del tiempo de guerra, fueron la Ley de Segu­
ridad del Estado del 29 de marzo de 1941, que en
1944 fue incluida en un nuevo Código Penal, el más
represivo de la historia de España. Su texto fue pre­
parado simultáneamente por el Ministerio de Justi­
cia y por la Delegación Nacional de Justicia y Dere­
cho de Falange, y no es extraño que en su preámbulo
se leyera, en el pintoresco lenguaje de esos años: «El
Estado nacional, en cuanto es instrumento totalitario
al servicio de la integridad patria, y sindicalista, en
cuanto representa una reacción contra el capitalismo
liberal y el materialismo marxista, emprende la tarea
de realizar —con aire militar, constructivo y grave­
mente religioso— la revolución que España tiene
pendiente, y que ha de devolver a los españoles, de
una vez para siempre, la patria, el pan y la justi­
cia» (sic).
Lo típico del sistema judicial y legal español en
materia jurisdiccional durante este período (y en ver­
dad hasta 1977) es la pluralidad de jurisdicciones, y
por tanto de disposiciones legales y procesales, pues
se distinguen aparte de la común, la militar, la po­
lítica, la religiosa, la de prensa, hasta con regímenes
penitenciarios separados, lo que obviamente hace al
sistema más arbitrario.
Desde 1959 hay pronunciamientos del Colegio de
Abogados de Madrid sobre este sistema judicial, y
reclamando la amnistía de los presos políticos que
eran por entonces unos ocho mil, iniciativa a la
que se sumó en enero de 1960 un amplio movimiento
internacional, que se manifestó en conferencias de
juristas en las ciudades de París, Sao Paulo y Mon­
tevideo.
El Código Penal de 1944 recién fue sustituido en
1963, por un nuevo «código penal revisado», pero
algunos especialistas españoles dudan que esto su­
pusiera un progreso en la aplicación de criterios más
humanitarios.
66
Aun después de su fo rm al ingreso e n la UNESCO
e n 1953 y en las N aciones U nidas en el año 1955
u n to con los d em ás países agresores de la S egunda
g u e r ra M undial) E sp a ñ a no su scrib e la D eclaración
de D erechos H u m an o s de 1948, y si lo h u b ie ra hecho
s e ría u n equívoco a la v ista de las disposiciones le­
gales citad as, y a n te to d o co n sid eran d o el fascism o
co tid ian o de la re p re sió n a q u e aludim os.
Las m ig ajas de « E stad o de derecho» q u e se p e r­
m ite n en la seg u n d a eta p a, son su sp en d id as e n 1958,
y el estad o de excepción se d e c re ta en 1962 p a ra
A stu rias y las p ro v in cias vascas.
D ionisio R id ru ejo , no sospechoso d e b an d e ría,
afirm a que: «La re p re sió n ad q u irió el c a rá c te r y el
vo lu m en de u n a p u rg a de ad v e rsario s, in ten cio n al­
m e n te exhaustiva; n o co n m iras a la seg u rid ad p re ­
sen te, sino d estin a d a a re tir a r p a r a el fu tu ro todo
o b stácu lo p ro b a b le , to d a veleidad de oposición, to d o
re b ro te de las fu erzas o significaciones co n d e n ad as...
L a re p re sió n d irig id a p o r las au to rid a d e s del nuevo
E s ta d o fue plan ificada y c e rte ra , guiándose so b re
to d o p o r co n sid eracio n es de co n d u c ta o ideología
p erso n ales» (7).

¿Dictadura capitalista o sudamericanización?


A m en u d o se h a calificado al siste m a fra n q u ista
d e d icta d u ra capitalista, y con ello —siguiendo ia
definición m a rx ista — se in te n ta in clu irlo e n tre las
fo rm a s del fascism o, ate n to al hecho d e que los tr a ­
b a ja d o re s son explotados eco n óm icam ente p o r los
d e te n to re s de los m edios d e prod u cció n , y les e stá n
v ed ad o s a los p rim e ro s las a rm a s elem entales p a ra
su defensa.
La fa lta de lib e rta d sindical, la negación del d e re ­
cho de h u elga (la p a la b ra ni siq u iera p u ed e u sa rse

(7) Esta cita corresponde a la obra Escrito en España, Buenos


Aires, Losada, 1962, que reúne textos escritos a partir de 1957.
Asimismo su obra posterior, Casi unas memorias, Barcelona, Planeta,
1976 (postuma).
67
en estos años), la persecución a los militantes que
intentan restaurar los sindicatos clasistas o confe­
sionales, y ante todo la incorporación del mundo
obrero al aparato del Estado, bajo la égida de buró­
cratas reclutados en la Falange, fundamenta aquella
definición. En 1942 el Ministerio del Trabajo nombra
a todos los dirigentes de los «sindicatos verticales».
En 1958 la ley de Convenios Colectivos da alguna
autonomía a la designación de jurados y enlaces de
fábrica.
En la ley de bases del Régimen Local figuran con­
cejales por el «tercio sindical» (patrones y obreros
unidos, al estilo de las corporaciones mussolinianas),
pero se trata de representaciones indirectas, que
pueden llegar en las grandes ciudades a ser resulta­
do de elecciones de quinto grado. De este «tercio
sindical» saldrán procuradores de Cortes, según la
ley del 17 de julio de 1942. En las legislaturas de
1943 a 1974 no hay representación por voto directo
y popular para los productores, ni para ningún otro
«estamento».
¿Pero en beneficio de quiénes se facilita la sobre­
explotación y se comprime el salario? Naturalmente
de los latifundistas que emplean asalariados, y de los
industriales y comerciantes españoles, pero su lugar
en la economía es todavía más menoscabado en la
posguerra en beneficio de las empresas extranjeras.
España vive, para decirlo en términos sociológicos,
un proceso de recolonización, o de sudamericaniza-
ción que, por ejemplo, Guy Rocher ha definido como
«el reforzamiento de una clase o clases ricas o privi­
legiadas, que se benefician de las relaciones econó­
micas con los mercados exteriores, ya sea por estar
directamente asociadas a los mismos, ya sea por el
poder o las ganancias indirectas, que sacan del co­
lonialismo económico» (8).
La contrarrevolución que comenzó por ser un pro­
yecto político del bloque hegemónico de poder en
beneficio de la burguesía local, y de las instituciones

(8) Introducción a la sociología general, Barcelona, Herder,


1973, págs. 627, 628.
68
e sta m e n ta le s del E jé rc ito y de la Iglesia, a la rm ad o s
p o r los p ro g reso s de la ex tre m a izq u ierd a y el sindi­
calism o, ah o ra sirve a las e m p re sas n o rte a m e ric a n a s
y eu ro p eas, q u e ac tu a n d o en fo rm a p la n e ta ria en ­
c u e n tra n en E sp a ñ a u n « san tu ario del lucro», donde
no h ay sin d icato s, ni huelgas, co n tro l fiscal so b re
su s ing reso s, c o n tro l de calidad so b re su p ro d u c ció n
in d u s tria l, y la p re n sa e stá n ec esaria m en te m uda.
C u en tan asim ism o con la financiación e s ta ta l a
trav é s del IN I (In stitu to N acional de In d u stria ) c re a ­
do e n el a ñ o 1941, en to n ces com o u n a m an ifestació n
d e la eco n o m ía a u tá rq u ic a . P ero desde 1945 se h an
elim in ad o las tra b a s legales al ca p ita l ex tra n je ro . El
P lan de E stab ilizació n favorecerá, to d av ía m ás, la
d e stru c c ió n de las b a r re r a s a d u a n e ra s y d e ja rá la
m o n ed a en m an o s del F ondo M onetario In te rn a c io ­
nal.
E sp a ñ a es en esto s años, en to d as estas dim ensio­
nes, n o d iferen te de Corea, F o rm o sa, H ong Kong,
P u e rto Rico, P an am á, H aití, L uxem burgo, Liechens-
tein y o tra s á reas económ ico-políticas sem eja n te s.
E n el cam p o se cu m p le u n a v e rd a d e ra contra­
refo rm a a g raria, d esm o n tan d o to d as y cad a u n a de
las m ed id as cu m p lid as d u ra n te los años 1931 a 1939,
en especial las q u e afecta b an la ten en cia de la tie rra ,
la p ro te c ió n de los asa la riad o s, m ed iero s, y u n te ro s
o ap a rce ro s.
E l latifu n d io se extiende todavía m ás allá de las
p ro v in cias trad ic io n a les de A ndalucía y E x tre m a d u ra ,
y los cam p o s se d esp u eb lan , q u ed a n d esierto s m illa­
re s de p u eb lo s, y los cam pesinos afluyen p o r ce n te­
n a re s de m iles a las g ra n d es ciu d ad es, o re to m a n
el cam in o d e la m igración. Así en A ragón, C astilla,
G alicia y o tra s regiones. El gobierno h a rá inversiones
cu a n tio sa s, esp e cialm en te en m a te ria de regadío,
p e ro in v aria b le m en te p a ra p o te n c ia r a los la tifu n d is­
ta s o a esp ecu lad o res, «nuevos ricos».

69
La contrarrevolución eclesiástica
Una de las particularidades de la historia de la
contrarrevolución española, y en especial del período
correspondiente a los años, es su marcada influencia
clerical.
Se ha hablado de nacional-catolicismo (Alfonso
Alvarez Palacios), teocracia (Ramón Tamames), fas­
cismo frailuno (Amando de Miguel), etc.
El apoyo decisivo que la casi totalidad de la alta
jerarquía eclesiástica diera al levantamiento m ilitar
en la llamada Carta colectiva de los Obispos espa­
ñoles, del 10 de julio de 1937, la Iglesia católica lo
reitera expresamente a la dictadura en los difíciles
años de 1945-1946, salvando la existencia del franquis­
mo. En julio de 1945 es designado ministro de Rela­
ciones Exteriores el jefe de Acción Católica Martín
Artajo, y en marzo de 1946 el cardenal Angel Herrera
se dirige a sus antiguos discípulos de la Asociación
Católica Nacional de Propagandistas «en defensa de
lo que nos im porta salvar: la España regida por
Franco».
Al proceder así la mayoría del clero español, hay
que reconocer que se ajustaba a la orientación pro­
fascista del Vaticano, que adopta bajo la égida de
monseñor Pacelli a partir del Concordato de Letrán
y que llegará hasta el 4 de mayo de 1944 en que el
Pontificado rompe con Mussolini, pero para sustituir
su anterior política por el apoyo a los partidos con­
fesionales de derecha (abultados por los fascistas de
la víspera), como demuestra Edward R. Tannen-
baum (9).
La Iglesia española obtiene muy cuantiosos bene­
ficios materiales, políticos y económicos y consigue
libertad de movimiento para llevar adelante su pro­
pia contrarrevolución en el terreno ideológico, el
control de la cultura y la vida civil de la sociedad.

(9) La experiencia fascista. Sociedad y cultura en Italia (1922-


1945), Madrid, Alianza Editorial.
70
P o r los d ecretos del 9-XI-39, 27-XI-39 y 12-1-40 la
Iglesia se rein c o rp o ra al p resu p u esto del E stado, y
a trav és de n ad a m enos que 18 disposiciones en 1940,
Obtiene la exoneración de trib u to s, la reparación de
tem plos y dem ás edificios de su propiedad, y en el
Código Penal de 1944 se crean «los delitos c o n tra La
religión católica». P o r el a rt. 6 de la C arta de los
E spañoles del 13 de ju lio de 1945 se dispone a texto
expreso q u e «La profesión y la p rá c tic a de la reli­
gión católica, que es la del E stado español, gozará
de la p rotección oficial. N adie será m olestado p o r
Sus creencias religiosas, ni en el ejercicio privado
de su culto. No se au to riz ará o tras cerem onias ni
m anifestaciones ex tern as que las de la religión ca­
tólica».
E sta expresa negación de la lib ertad religiosa,
y obviam ente del com p o rtam ien to no religioso, en
1945, no es m enos anacrónico que la re stau ració n
p ro v iso ria del C oncordato de 1851, p o r convenio de
1941, y la im p lan tación en 1944 de la enseñanza obli­
g ato ria del catolicism o en las universidades estatales,
retro ced ien d o a las épocas de Pío IX.
E l 27 de agosto de 1953 se firm a un nuevo con­
co rd ato en tre E spaña y el V aticano, seguram ente el
ú ltim o de la h isto ria h u m an a en que se reconoce a
tex to expreso la teocracia p o r el concurso de una
d ic ta d u ra represiva. Allí se re ite ra la negación de
la lib e rta d religiosa, el im perio del derecho canóni­
co, y se confirm a a favor del clero el m onopolio vir­
tu a l de la cu ltu ra y de la enseñanza, com o de los
m edios de com unicación de m asas.
¡S o rp ren d en te E spaña, que en el Opus Dei en este
p erío d o asciende de u n a concepción religiosa a u to ri­
ta ria y teo crática al to talita rism o clerical! Como dice
el su ceso r de Angel H e rre ra en la dirección de la
ACN de P, F ern ando M artín-Sánchez Juliá: «No se
tr a ta de co n q u istar artificialm ente p a ra C risto el E s­
tad o , se tra ta de co n q u istar el E stad o p a ra C risto
p o r la posesión previa de la sociedad... Se posee el
E stad o , se co n q u ista la sociedad no sólo con m inis­
tro s, su b secretario s y directores, no, sino llevando
a to d as las categorías y estadios de esta m ism a so-
71
ciedad hom bres con capacidad de dirección: cate­
dráticos, consejeros de empresas, directores de pe­
riódicos, militares, funcionarios» (1942) (10).
El asalto de los citados puestos claves por el Opus
Dei se inicia con el Consejo Superior de Investigacio­
nes Científicas (1939), y los Ministerios de Asuntos
Exteriores, de Educación y Ciencia y de Justicia,
impone tribunales de oposiciones para colonizar con
sus «catedráticos» las despobladas universidades,
domina bancos, consejos de em presas estatales y
privadas, crea todo un imperio de los medios de pu­
blicidad y comunicación de masas, y a p artir de 1957
tom a a su cargo el mismo gobierno español.
Obvio es que tal saga es posible en la medida que
no existe libertad de prensa, ni medios democrá­
ticos de expresión, como corresponde al clima polí­
tico de una dictadura, es respaldada por las altas
jerarquías vaticanas y vista con beneplácito por las
em presas extranjeras multinacionales, a cuyo servi­
cio pone el Opus Dei una clase media arribista de
ejecutivos. ¿Debemos creer al Jefe del Estado cuan­
do afirma: «Hay mucha gente que se aprovecha de
esa asociación religiosa para sus negocios y medro
personal. Son los eternos vividores que siempre ha
habido. Están al sol que más calienta y es muy difí­
cil eliminarlos»?
El nacional-catolicismo en la medida que lleva
adelante su proyecto autoritario, y como hemos vis­
to hasta totalitario, se desborda sobre la sociedad
civil, contribuyendo a su m ejor control al servicio
del poder, educando en la obediencia a las nuevas
generaciones, censurando las opiniones disidentes
—y no sólo en m ateria teológica— e imponiendo la
formación religiosa en cárceles, escuelas, sindicatos,
cuarteles y universidades en forma compulsiva, in­
cluso a los no-creyentes y miembros de otras sectas
religiosas.
El Pontificado de Juan XX III, y ante todo el Se­
gundo Concilio Vaticano de 1962, no serán para Es­

tío) Ideas claras, Madrid, Nebrija, 1959, págs. 298-299.


72
paña, com o sucedió con F rancia, Bélgica, Alem ania,
H olanda, In g la te rra y o tro s países, la culm inación
de u n a p ro fu n d a evolución renovadora, sino u n
acontecim iento revolucionario, que obligará al cato­
licism o u ltram o n tan o hispánico a reco n sid erar todos
V cad a un o de sus principios políticos y sociales. Mi
la ad h esión al fascism o represivo, ni el proyecto de
u n nacional-catolicism o se a ju stab a n a los nuevos
tiem p o s posconciliares de la Iglesia católica, y esto
sub ray ó el c a rá c te r anacrónico que la religiosidad
clerical asu m ía en E sp añ a desde la g u erra civil.

La contrarrevolución cultural (11)


La floración intelectual, el au téntico «tiem po
áureo», q ue la c u ltu ra h abía vivido en tiem pos de
la Segunda R epública se destruyó en bu en a p a rte en
la g u erra civil, y en los años siguientes se p ro cu ró
e rra d ic a r sus raíces p a ra siem pre.
Se tra ta b a no solam ente de castigar a los «culpa­
bles» p o r h ab er pensado, a los «instigadores» de las
m asas, sino, adem ás, de im p ed ir que las nuevas ge­
neraciones «recayeran en el error», y p a ra eso el Es­
tado, ju n to con la Iglesia y el E jército, inició u n a
so sten id a lab o r de «reeducación» de las nuevas ge­
neraciones, es decir, u n a co n trarrevolución cu ltu ra l
en to d a la dim ensión del vocablo.
No hay todavía, com o correspondería, u n releva-
m ien to cuidadoso del prolongado ate n ta d o a las li­
b erta d es de pen sam iento, enseñanza y de expresión
que se p ra cticó en estos años, e n tre o tra s razones
p o rq u e no son accesibles a los investigadores (y ni
siq u iera al equipo holandés que lo in te n ta ra en 1976),
los archivos del M inisterio de Inform ación y T u ris­
m o, y an tes del decreto del 27 de ju lio de 1945 los

(11) Hay a la fecha dos obras de imprescindible lectura. El in­


forme de Georgina Cisquella-José Luis Erviti-José A. Sorolla, Diez
años de represión cultural. La censura de libros durante Ia ley de
prensa (1966-1976), Barcelona, 1977, y la obra de José María Cas-
teilet y otros, La cultura bajo el franquismo, Barcelona, Enlace, 1977.
73
de la Falange, a quien desde la guerra civil corres­
pondía monopólicamente «los servicios de prensa y
propaganda».
A los españoles del interior —por falta de refe­
rencias comparativas—, incluso se les hace difícil
estim ar en sus justos térm inos el volumen y signi­
ficado de la contrarrevolución cultural, en la medida
que afectó la creatividad y la formación de toda una
generación.
Para dar un ejemplo minúsculo en el campo de
la psicología, Sigmund Freud, que había sido por
vez prim era traducido en sus obras completas a una
lengua extranjera, al español (en los tiempos de la
república), estuvo prohibido por la censura hasta el
año 1949. Desde entonces formalmente autorizado,
no se enseñó en los institutos de enseñanza hasta
veinte años después.
Como es norm al en este tema, a los efectos direc­
tos de la censura cum plida por los Ministerios del
Poder Ejecutivo —a los que suma en estos años la
censura eclesiástica y la m ilitar— y la persecución
judicial y policial, se agrega la autocensura de los
mismos autores, editores, traductores, periodistas,
que tienden a ajustarse a un público conformista,
sin espíritu crítico y provinciano en sus aficiones y
opiniones.
Los efectos de la represión en m ateria intelectual
fueron tan considerables que no solamente m antu­
vieron el exilio de los intelectuales republicanos
—cuyos prim eros retornos se operan recién en 1976—
y obligaron el exilio interior de otros muchos que
se m alograron para la creación estética y científica,
entre los residentes perm anentes, sino que impulsó
a un nuevo exilio exterior a creadores más jóvenes.
Juan Goytisolo m agistralm ente ha relatado cómo en­
tre 1958 y 1964 decidió exiliarse voluntariam ente en
Francia por cuanto «en un país donde no hay ciuda­
danos sino súbditos, y desprovisto, por tanto, de es­
pacios de discusión, la independencia del intelectual
es puro espejismo. Sin un ejido de ideas o ám bito
plural, el escritor que rehúsa som eterse al poder y
juzga el derecho de pensar por su cuenta, un dere-
74
c h o h u m a n o fu n d a m e n ta l e in alien ab le, se ve co n d e­
n a d o al silencio o al o stra c ism o m oral».
O tro asp e cto c o n tra rre v o lu c io n a rio es la re p re ­
sió n de las c u ltu ra s regionales q u e alcan zan lím ites
In au d ito s, p o r lo m en o s p a r a el siglo xx. N o se po­
d rá n p o n e r n o m b re s en el b a u tism o q u e n o sean cas­
tellan o s —y del s a n to ra l— y n i s iq u ie ra e n las láp i­
d as d e las tu m b a s h a c e rse m en cio n es e n e u sk e ra , ga­
llego o ca talán .
E n C atalu ñ a n o se a u to riz a rá n ediciones lite ra ria s
en la len g u a v ern ácu la , p rim e ro p a r a o b ra s de fic­
ció n h a s ta 1949, y e n m a te ria de ensayo re cién en
1962, p e ro sie m p re en la g ra fía a n te rio r a P o m p eu
Fabra, e stim a d o subversivo.
L as m an ife sta cio n es fo lk ló ricas, las can cio n es y
d an zas de la tie rra , las b a n d e ra s o in sig n ias locales
d e la s n ac io n es d e la p e rife ria , so n p ro s c rita s y com ­
p u lsiv am en te se t r a t a d e c a ste lla n iz a r a la n u ev a
g en e rac ió n d e esco lares. E l cu ltiv o lite ra rio d e e sta s
len g u as se m a n te n d rá e n las « catacum bas», com o u n a
ex p resió n reb eld e.
E n la seu d o c u ltu ra oficial o cu p an , y ello es n o ­
vedoso p o r re la ció n al p asa d o esp añ o l, u n a plaza
im p o rta n te las e m p re sa s d e p ro p a g an d a: en el cine
el NO-DO, en ra d io te le fo n ía la R adio N acional c re a ­
d a en la zona n ac io n al en 1937, y, a n te todo, la tele­
visión m o n ta d a e n 1956. E n la p re n s a d o m in an las
ca d en as de co tid ian o s de la F alan g e E sp a ñ o la Tra-
d ic io n a lista (q u e incluye los ó rg a n o s re p u b lic an o s
in c a u ta d o s) y las de la E d ito ria l C atólica.
B u en a p a r te d e lo q u e se ex p en d e com o lite ra ­
tu ra , m ú sica, te a tro , h isto ria , filosofía, etc., al estilo
d e G oebbels, es p ro p a g a n d a m ás o m en o s d isfra za­
d a. L a c e n s u ra p a r a el in g reso d e m a te ria le s c u ltu ­
ra le s del e x te rio r — incluso en len g u as e x tra n je ra s —
c ie rra el p aso a la im p o rta c ió n , y con m ás razó n a
la tra d u c c ió n , de creacio n es in te le c tu a le s novedosas
o re n o v ad o ra s e n las ciencias sociales com o e n las
a rte s , p u es n o se a ju s ta n a los « ete rn o s cánones» cle­
rical-m ilitar-fascistas. E l cine, la sociología, com o la
psico lo g ía an te s citad a , a p a rte d e las cien cias p o lí­
tic a s y las a rte s lite ra ria s y p lá stic a s d e la p o sg u e rra
75
serán sistemáticamente ignoradas en España cuan­
do corresponden a experiencias fecundas, pero en
cambio circulan en forma profusa todas las medio­
cridades de inspiración ultraderechista.
Es explicable ante el juego de estos factores que
se vea cegada la creatividad, incluso en el campo
de las artes de ficción, y lo más importante de las
culturas españolas transcurre fuera de fronteras, des­
conocida por la sociedad española del interior.
España repetirá, en cierta medida, la experiencia
japonesa del siglo xix, de un país que se industriali­
za y avanza materialmente (por un impulso venido
del exterior), mientras su sociedad es mantenida de­
liberadamente atrasada en filosofía, ciencias huma­
nas, religión, y hasta estilo de vida y convivencia co­
tidiana democrática.
La obra —al cabo de trece años de demolición,
«reeducación» y, en definitiva, de contrarrevolu­
ción— es tan negativamente completa, que no faltan
autores (ellos mismos españoles) que sostengan qué
por 1962 los españoles presentan su creatividad dis­
minuida; en vez de libertarios se ven como autori­
tarios, y dejando de ser independientes son una es­
pecie de colonos tercermundistas.

76
III

LA O LIG A R Q U IA A T R IB U T A R IA
D E L P O D E R E N LA “ C O N S T IT U C IO N "
F R A N Q U IS T A ( * )

T écn icam en te, E sp a ñ a d u ra n te el p e río d o fra n ­


quista de 1936-1975 h a d isp u esto d e u n a C o n stitu ­
ción, capaz d e a se g u ra r los servicios n o rm ativ o s que
C orresponden a aq u ello s in stru m e n to s su p erio res en
el o rd e n a m ie n to ju ríd ico . La «constitución» fra n ­
quista h a sido h ec h a p o r yuxtaposición de diversos
actos n o rm ativ o s, p e ro ello n o es u n o b stácu lo p a ra
reco n o cer, al c o n ju n to del edificio ju ríd ico , aq u el ca­
rá c te r co n stitu cio n al.
P o r o tra p a rte , el d ec reto n ú m e ro 776 del 20 d e
a b ril de 1967 d isp u so «la re fu n d ició n de las leyes
fu n d am en tales» expedidas desde la p ro clam ació n
del llam ad o « d ecreto de unificación» del 9 de a b ril
d e 1937 a la Ley O rgánica del E stad o del 10 de ene­
ro de 1967. In clu siv e es c o rrec to , com o h acen los
ju ris ta s esp añ o les d e D erecho P úblico en la e ta p a
fra n q u ista , in c lu ir d e n tro de la «constitución» tex­
tos q ue, a u n siendo a n te rio re s al p e río d o indicado, y
no h ab ién d o se com o los señalados expedido en la
fo rm a clásica de decretos-leyes, sin em bargo p o r su
c a rá c te r p ro g ra m á tic o son im p rescin d ib les p a ra com-

(*) Presentado en marzo-abril de 1978 al IXème. Colloque d’etu-


des sur les XIX-XXème. siècles. Centre de recherches hispaniques de
l’Université de Pau.
77
p re n d e r la orientación del E stado, y es el caso no­
tablem ente de los llam ados Puntos de la Falange,
suscritos en noviem bre de 1934 p o r José Antonio
Prim o de R ivera (1).
No es la «constitución» fran q u ista tam poco —al
estilo de la tradición constitucional que arran ca del
m odelo de la constitución norteam ericana de 1776—
el resu ltad o de asam bleas representativas convoca­
das p a ra establecer las relaciones de la sociedad con
el E stado sobre una base representativa.
Los docum entos españoles aludidos se encuen­
tra n en el terren o de la «constitución otorgada» en
que la voluntad soberana y decisoria del Jefe del
E stado, ya sea proveyendo una norm a jurídica, ya
aceptando com o tal u n a expresión declarativa de
tipo program ático y partid ario , es la fuente de la
legalidad en cuestión.
E sto se vincula a las m ism as características del
ejercicio suprem o del poder en E spaña en el perío­
do de 1936 a 1975, y seguram ente en su exam en po­
dem os conocer la constitución real, que rige b ajo los
térm in o s de la constitución legal.
A tento a los textos legales corresponde caracte­
riza r al régim en com o u n a D ictadura, dictadura de
tip o unipersonal, m onárquica en el sentido literal de
la palabra.
Según la disposición que aparece en el B. O. E.
del 30 de setiem bre de 1936 (Aranzadi núm . 1.603), los
jefes m ilitares alzados, constituidos en «Junta de
D efensa Nacional», declaran asum ir «todos los po­
deres del E stado y re p rese n ta r legítim am ente al

(1) El profesor Carlos Ollero, en 1970, después de afirmar que


“emendemos obviamente por Constitución española la Ley Orgánica
del Estado y las demás leyes fundamentales”, sostiene que ha dejado
de ser flexible y abierta, por estar concluida la etapa de su cons­
trucción formal, al mediar el referéndum de 1967, p. 1.447, t. III,
El Estado y la política, Madrid, Moneda y Crédito, 1974 (serie diri­
gida por M. Fraga Iribarne, Juan Velarde Fuertes y Salustiano del
Campo, bajo el título La España de los años 70).
José María Gil Robles, aunque no deja de destacar el desarrollo
institucional del sistema, especialmente a partir de 1966, parece ne­
garle al conjunto de esas disposiciones el carácter constitucional. Véa­
se La esencia de la dictadura, “El País”, Madrid, 21 de noviembre
de 1976, p. 13. Suplemento semanal.
78
país ante las potencias extranjeras», y seguidamente
nom bran «Jefe del Gobierno del Estado Español al
general de División Francisco Franco Bahamonde,
uien asum irá todos los poderes del nuevo Esta-
3o» (2). Se trata de una dictadura no comisaria, sino
•oberana, plenaria y absoluta, y de tipo indefinido,
que asim ismo acum ula los poderes constituyen­
tes (3).
Es explicable que, por ejemplo, el profesor J. A.
González Casanova diga en la obra citada anterior­
mente que «el Jefe del Estado es el creador perso­
nal del futuro Estado» y que hay una confusión
entre Estado y m onarca absoluto soberano. Las lla­
madas leyes o decretos, siem pre según el documen­
to de creación de aquella jerarquía del nuevo Jefe
del Estado, son «las disposiciones y resoluciones del
Jefe del E stado... (que) adoptarán la form a de leyes
cuando afecten a la estructura orgánica del Estado
o constituyan las norm as principales del ordenam ien­
to del país» (sic).
Por ejemplo, el artículo sexto, título II de la Ley
Orgánica del Estado del 1 de enero de 1967, declara
categóricam ente:
«El Jefe del Estado es el representante supremo
de la nación; personifica la soberanía nacional;
ejerce el poder suprem o político y adm inistrativo:
ostenta la Jefatura Nacional del Movimiento y cuida
de la más exacta observancia de los Principios del
mismo y demás Leyes Fundam entales del Reino, así
como de la continuidad del Estado y del Movimien­
to Nacional; garantiza y asegura el regular funciona-
(2) Se ha señalado por los comentaristas el equívoco de nom­
brar como Jefe del Gobierno a quien en la “constitución real” será
Jefe del Estado, y habría que tener en cuenta los elementos de po­
lítica exterior que explican el ascenso y supremacía en el seno del
generalato de Francisco Franco.
(3) Véase los textos de los profesores Fernández Carvajal, La
constitución española, Madrid, 1969, p. 81, y Lojendio, Régimen
político del Estado español, Barcelona, Bosch, 1942, p. 117, que
según J. A. González Casanova (Apéndice al libro de André Hau-
riou, Derecho Constitucional e Instituciones Políticas, Ariel, Barce­
lona, 1975, 2.a ed., págs. 884 y sig.) se inspiran en Cari Schmitt,
La dictadura, Madrid, Revista de Occidente, 1968, cap. IV, reedi­
ción.
79
miento de los Altos Organos del Estado y la debida
coordinación entre los mismos; sanciona y promul­
ga las leyes y provee a su ejecución; ejerce el man­
do supremo de los Ejércitos de Tierra, Mar y Aire;
vela por la conservación del orden público en el in­
terior y de la seguridad del Estado en el exterior;
en su nombre se administra justicia; ejerce la pre­
rrogativa de gracia; confiere, con arreglo a las leyes,
empleos, cargos públicos y honores, acredita y reci­
be a los representantes diplomáticos y realiza cuan­
tos actos le corresponden con arreglo a las Leyes
Fundamentales del Reino.»
Los artículos siguientes extienden todavía tan no­
table área de poder formal y además declaran «la
persona del Jefe del Estado es inviolable. Todos los
españoles le deberán respeto y acatamiento» (artícu­
lo 8). «Por lo demás, ni siquiera es responsable de
sus actos, y sí lo son las personas que refrenden
los documentos que emanen del Caudillo» (in fine,
artículo 8).
A este planteo monarquista absoluto, contribuye
a darle términos más desmedidos el lenguaje que
usa, incluso en los documentos oficiales, el régimen.
El Fuero de los Españoles del 17 de julio de 1945
aparece promulgado por «Francisco Franco Baha-
monde, Caudillo de España, Jefe del Estado y Gene­
ralísimo de los Ejércitos de la Nación». Todavía en
1958, cuando se promulga la Ley de Principios del
Movimiento Nacional, se dice en el acápite de la
disposición: «Francisco Franco, consciente de mi
responsabilidad ante Dios y ante la Historia, en pre­
sencia de las Cortes del Reino, promulgo como prin­
cipios del Movimiento Nacional, entendido como co­
munión de los españoles con los ideales que dieron
vida a la Cruzada, los siguientes...», etc.
El culto de la personalidad auspiciado por los
servicios oficiales y administrativos (monedas, se­
llos, RTVE, radios, oficios religiosos, ceremonias va­
rias, medios de comunicación en general, actos ad­
ministrativos a todos los niveles, etc., etc.) incremen­
ta la imagen de un poder central, único y omnipo­
tente, origen y causa de toda autoridad legítima. La
80
literatura y en g en e ral las b ellas a rte s, h a n in m o r­
talizado a su m a n e ra la ex isten cia del tira n o espa-
flol del siglo xx, p e ro ya es sugestivo —a te n to al
Carácter p re te n d id o o . d ec lara d o de ú n ico a tr ib u ta ­
rlo del p o d e r— q u e su d e sa p a ric ió n m e d ia n te el «ti­
ran icid io » n o h a y a fig u ra d o en los p ro g ra m a s d e la
O posición, p o r lo m en o s en fo rm a im p líc ita .
C ien tífico s so ciales al servicio del rég im en , com o
•1 en to n c es d ire c to r del In s titu to d e E stu d io s Po­
líticos de la F E y de las JO N S, F ran c isc o Ja v ie r C on­
de, lleg aro n a s o s te n e r el c a rá c te r c a rism à tic o de la
dictadura, p e ro la m e ra le c tu ra d e la obra d e M ax
Weber, E co n o m ía y Sociedad, es ilu s tra tiv a p a r a d es­
virtuar tal calificación.
A n u e s tro ju icio , la a u to rid a d del C audillo es,
u n te to d o , d e tip o coactivo, n o tie n e o b v iam en te
nada d e d e m o c rá tic a , p e ro tam p o co es c a ris m à ti­
ca (4). Ya G aetan o M osca, en su E le m e n ti de S cie n ­
za P olitica (1896), e n se ñ a b a q u e «la p e rso n a q u e os­
te n ta la je fa tu ra del E sta d o n o p o d ría g o b e rn a r sin
el apoyo de u n a clase d irig en te q u e h ace e je c u ta r y
re s p e ta r su s ó rd e n es, y él p u ed e h a c e r s e n tir el peso
d e su p o d e r so b re u n o o v ario s de los individuos
q u e p e rte n e c e n a esa clase, no p u e d e c o n tra d e c irla
en su to ta lid a d n i d e stru irla . Y a q u e, a u n q u e esto
fu ese p o sib le, te n d ría q u e re c o n s tru ir o tra , sin la
cual su acció n se v ería c o m p le ta m e n te anulada».
E n o tra s p a la b ra s, el d ic ta d o r en E sp a ñ a y en to ­
d as p a rte s , es la cabeza de lo q u e M osca llam a el
«im pulso» u n ificado de la élite q u e e je rc e el p o d er.
E n v erd ad , co m o a firm a ra O tto S ta m m e r, «E n su
acep ció n m o d ern a , el té rm in o d ic ta d u ra se ap lic a
al c o n tro l ilim ita d o del p o d e r e s ta ta l p o r p a r te de

(4) Francisco Javier Conde, Contribución a la teoría del caudi-


lla/e, Madrid, Escorial, 1942, p. 280, y de Max Weber, ob. c it,
México, Fondo de Cultura Económica, 1969, t. II, p. 848.
En Juan Beneyto, El nuevo Estado español, p. 168, hay una cita
antològica de Raimundo Fernández Cuesta,: “El Caudillo no es un
¡efe de gobierno ni un dictador vulgar. Es el jefe carismàtico, el
hombre señalado por el dedo de la Providencia para salvar a su
pueblo. Figura más que jurídica, histórica, filosófica, que escapa de
los límites de la ciencia política para entrar en la de héroe de
Carlyle o en el superhombre de Nietzsche” (sic).
81
u n individuo, de u n a cam arilla o grupo pequeño» (5).
E n o tra s p ala b ras, u n régim en p olítico co n tem p o ­
rá n e o no d eja de ser d ic ta d u ra p o r el hecho de que el
p o d e r sea asu m id o p o r u n g rupo m ás o m enos oli­
g árquico, incluso no siendo ta l hecho explícito en
la « co n stitu ció n legal».
N o h a fa lta d o la te situ ra -—ta n e rró n e a com o la
a n te rio r del m o n arq u ism o — de que la cam arilla o
p eq u eñ o g ru p o en cuestión, a trib u ta rio real del p o ­
d er, co incide con la m ism a fam ilia del C audillo, o a
lo su m o del núcleo fa m iliar am p liad o p o r aliados o
cóm plices eventuales.
Se d estaca, p o r ejem plo, q u e m ie n tra s el titu la r
del p o d e r pú b lico eje rce el cargo su p re m o político,
el re s to de la fam ilia tiene u n a actividad pública ac­
ce so ria y co m p lem en taria. P o r ejem plo, en el te rr e ­
n o de la rep resen tació n , g estoría en el te rre n o eco­
n ó m ico y capaz de ase g u rar ev en tu alm en te la suce­
sió n del régim en (6).

(5) Dictadura, en Enciclopedia Internacional de las Ciencias So­


ciales, Madrid, Aguilar, 1974, t. III, p. 658.
El concepto de dictadura puede verse en la breve, aunque su­
gestiva, obra de Manuel Pastor, Ensayo sobre la dictadura (bona-
partismo y fascismo), Madrid, Túcar, 1977, a la que nos remitimos.
(6) En ese clan se destacan Ramón Serrano Suñer (“el cuñadi-
simo”), principal figura política entre 1936 y 1942; Nicolás Franco
Bahamonde (hermano del dictador), principal gestor del acto cons­
titucional de 30 de setiembre de 1936, embajador durante 30 años
en Lisboa; los Martínez Bordiu (el marqués de Villaverde, el barón
de Gotor y el conde de Morata del Jalón), unidos por el matrimonio
de la hija del Caudillo, y el duque de Cádiz (Alfonso de Borbón
y Dampierre, de la familia real borbónica), casado con la nieta del
Caudillo. Estas seis personas figuran en la nómina de los trescientos
españoles más destacados “por su actividad económica y financiera”
en la España de 1976, según Ramón Tamames, La oligarquía finan­
ciera en España, Barcelona, Planeta, 1978, págs. 218 y sigs. Corres­
ponden dos precisiones. No aparecen en las nóminas de Tamames las
figuras femeninas de la familia del dictador. Véase Jaime Sánchez-
Blanco, La importancia de llamarse Franco. El negocio inmobiliario
de doña Pilar, Madrid, “Cuadernos para el diálogo” , 1978, y Federi­
co Beristain, Carmencita, tranquila, “La Calle”, Madrid, n.° 4, 19
de abril de 1978. En el caso de Nicolás Franco Bahamonde, lo
encontramos asimismo en la nómina “de las veinte personas más
significativas en actividades económicas y financieras en España”
(p. 228, ob. cit.), aun siendo miembro solamente de cuatro consejos
de empresas privadas. Los Martínez Bordiu reúnen 12 consejos y 2 el
duque de Cádiz.
82
En cierto sentido, esto resucitaría para España
del siglo xx situaciones aparentemente superadas, en
que una familia reinante confundía su destino y pa­
trimonio con la administración pública.
En m ateria de sucesión, el inventario de los inten­
tos o maniobras para asegurarlo a través de la pro-
É la progenie de Francisco Franco son ilustrativas.
crnardo Díaz Nosty ha recopilado en La forja de
Un Caudillo (Madrid, Sedmay, 1978) un material va­
lioso sobre el tema. Así, el catedrático de la Univer­
sidad de Oviedo, Casáreo Rodríguez y G. Loredo, pro­
pone la proclamación como rey de Francisco Fran­
co «como también Príncipe de Asturias a su niete­
cito Francisco Franco» (en Ftanco ¿rey de España?,
San Juan de Puerto Rico, 1964).
El problema entonces se traslada a la determi­
nación de la élite del poder —para decirlo en los tér­
minos clásicos desde C. Wright Mills—, en cuyo be­
neficio aparece y domina el Caudillo de las Españas.
Habría que tener en cuenta, en esa interpretación
clitaria, como destaca Juan Linz, que bajo un sistema
filo-fascista «la élite superior de un régimen auto­
ritario tiende, por amplio que llegue a ser su plura­
lismo limitado, a cubrir un espectro más reducido,
tanto en número de personas, como en matices de
opinión, que el que existe en las democracias suma­
do gobierno y oposición» (7).
Para el caso de España, y por razones tradicio­
nales, a nivel de Estado, esa élite tendería a consi­
derarse en términos resumidos en las instituciones
del Ejército y la Iglesia. ¿Acaso no son los generales
alzados los fundadores del régimen, que escogieron
en su seno al Jefe del Estado? ¿No se reclama este
de la voluntad divina, que reconoce explícitamente
la Iglesia a través de sus miembros?
Compartiendo el poder con el Caudillo y su fami­
lia, oficiales superiores y clérigos formarían enton-

(7) P. 1.511, t. III de la ob. cit. La España de los años 70, ar­
tículo Una teoría del régimen autoritario. El caso de España. El
profesor Linz ha desarrollado sus ideas en obras posteriores, y hecho
el balance de su teoría en la revista “Papers”, Barcelona, n.° 9, 1978.
83
ces el círculo estricto de los poderosos, en forma
no muy distinta de las épocas medievales de los
reinos cristianos.
Los brazos tradicionales del poder castellano-ara­
gonés de la nobleza y el clero, ahora en manos de
los titulares de los altos niveles de las instituciones
estatales. Que hay una recuperación de los antiguos
privilegios no puede discutirse. Por ejemplo, del tan
extraordinario en el siglo xx de poseer ambos «ór­
denes» una jurisdicción propia, que les evita ser juz­
gados por las leyes comunes y mediante los tribuna­
les normales. Más aún, som eter a sus tribunales a
los civiles infractores a sus derechos, privilegios o
buen nom bre (8).
Examinemos más allá de la «constitución legal»
y de las disposiciones alusivas, en qué medida milita­
res y clérigos son exclusivos atributarios de poder
en la «constitución real» española.
«Creada originalmente por los militares, la dic­
tadura se ha basado, sobre todo, en el ejército para
conseguir prorrogar su vida por largo tiempo», dice
Stanley Payne, que parte del hecho que «ningún otro

(8) El método que venimos siguiendo puede parecer empírico,


pero la literatura científica española brilla por defecto en estos
asuntos, o admite su imposibilidad de examinar a fondo el tema.
Todavía en 1976, Amando de Miguel escribe: “La historia del fran­
quismo es la historia del enriquecimiento portentoso de una clase
social: la que ha sabido cohonestar los negocios con estar a la
sombra proteccionista del poder. Es imposible historiar, por el mo­
mento, la crónica de ese enriquecimiento, al menos si el historiador
desea seguir viviendo en España” (sic), p. 104, La herencia del
franquismo, Madrid, Cambio 16.
Por otra parte, los sociólogos de esta etapa están demasiado
imbuidos del estructural-funcionalismo norteamericano y, por tanto,
poco atentos a la morfología de las clases sociales. Véase la Biblio­
grafía de Sociología en lengua castellana, de Juan Diez Nicolás,
Granada, Universidad, 1973, págs. 30-36. Del mismo autor y Joan
del Pino Astacho. Estratificación y movilidad social en España en la
década de los años 70, págs. 381-430, t. I, La España de los años 70,
ob. cit.; José Cazorla, Problemas de estratificación social en España,
Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1973, y la más reciente de José
Félix Tezanos, Estructura de clases en la España actual, Madrid,
Cuadernos para el Diálogo, 1975.
84
régim en sostenido p o r el ejército h a sido capaz de
p e rd u ra r tan to en la h isto ria del siglo xx» (9).
E l E jército, o m ejor dicho su generalato supe­
rior, h abía sido el cread o r del nuevo E stado, pero
en el m ism o acto del 30 de setiem bre de 1936 se
había desposeído de su poder efectivo en favor del
Caudillo.
Aparte del m ism o dictador, de la oficialidad sa­
len d u ra n te estos años la cuarta p arte de los m inis­
tros fran q u istas, y buen núm ero de los ad m in istra­
dores del IN I (In stitu to Nacional de la In d u s­
tria), gobernadores, em bajadores y otros altos cargos
nacionales y locales.
Menos visible, pero no menos im p o rtan te, es la
coparticipación de la Iglesia en el poder, y el hecho
de que sea sim ultánea a la del E jército sería un ele­
m ento explicativo subsidiario de la posición cen­
tral del dictador, en la m edida en que actú a com o
en tidad arb itra d o ra e n tre am bas instituciones. «La
verdad es que pudo (Franco) restablecer el equili­
brio en tre los generales y los obispos la base princi­
pal de su sistem a político», dice p o r ejem plo Ram ón
G arriga (10). Pero argum enta seguidam ente este au­
tor, concorde con la m ayoría de los que consideran la
época, que el d ictador pudo a través de su gestión
m an ejar con m ás eficacia a los generales que a los
obispos.
E stos disponían, p o r lo pronto, de u n cen tro de
coordinación exterior, inm une técnicam ente a la in­
fluencia de la je fa tu ra central de M adrid, con el
Pontificado Rom ano, que les proporcionaba apoyo y
respaldo, y, p o r tanto, aum enta su eficacia en cuanto
a trib u tario s de poder.
La acción de la Iglesia en el u su fru cto y conquis­
ta del poder, se o rien ta en diversas direcciones.
P o r un lado, recibe del régim en, com o p a rte del
botín de la victoria en la g u erra civil en que parti-

(9) Los militares y la política en la España contemporánea, Pa­


rís, Ruedo Ibérico, 1968, págs. 391 y 395.
(10) El cardenal Segura y el nacional-catolicismo, Barcelona,
Planeta, 1977, p. 323.
85
cipa, los Ministerios de Relaciones Exteriores, Edu­
cación y Justicia, lo que les permite obtener cuantio­
sos beneficios económicos, controlar total o parcial­
mente la educación, el registro civil, la investigación
científica, el personal exterior representativo, la ju­
dicatura, la legislación civil y comercial, los medios
de comunicación de masas, la actividad editorial ofi­
cial y buena parte de la privada, etc., etc.
En este terreno, su situación no es diferente ni
mejor que la señalada para el Ejército, pero como
se anotara, y siempre en el terreno del ejercicio
del poder, la Iglesia tuvo la ventaja de una mayor
autonomía del órgano ejecutivo central del caudilla­
je. Incluso al nivel de mantener organismos de
coordinación nacional (Junta del Episcopado, carde­
nalato, Primado, Nunciatura), que contrasta con la
inexistencia de un ministerio de guerra unificado, y
sumar el dictador a su cargo de Jefe de Estado el
carácter de generalísimo de los ejércitos.
Naturalmente que, heredando la práctica regalis-
ta confirmada por el Concordato de 1953, el Jefe del
Estado fija la terna de obispos para proveer vacan­
tes, y si esto permite una manipulación —al estilo
de lo cumplido en los nombramientos militares—,
siempre cabe la final instancia pontificia.
Constantemente la Iglesia, sin perjuicio de con­
trolar internamente buena parte del aparato estatal
y administrativo, como corresponde a un «Estado
católico» o «misionero», procura aumentar su área
de autonomía y poder propios. Si se examinan los
pronunciamientos de los cardenales Segura y Pía
y Deniel en una fecha tan avanzada como 1949, ve­
mos que apuntan a una «querella de investiduras»,
y rechazan la censura oficial sobre la Iglesia, pues
«los representantes del poder público violan los de­
rechos sacratísimos de la Iglesia y quedan sometidos
(por tanto) a rigurosas sanciones canónicas».
El cardenal Segura —a quien pertenece el texto
anterior— agrega: «Hay un falso concepto de las atri­
buciones del poder civil, que creyéndose soberano
86
e n to d o s los ó rd e n e s , t r a t a d e a v a s a lla r y so ju z g a r
las e n s e ñ a n z a s d e la Ig lesia» , etc ., lo q u e tie n e u n
s e n tid o p rá c tic o , si re c o rd a m o s q u e p o r e n to n c e s
y a el c le ro d is p o n ía , p o r e je m p lo , d e u n a c a d e n a
d e n a d a m en o s q u e c u a r e n ta d ia rio s y c in c u e n ta e m i­
s o ra s ra d io fó n ic a s.
E s to n o o b s ta p a r a q u e, a su vez, d e sd e el o c ta v o
g o b ie rn o d e F ra n c o (1951-1956) — y al m ism o tie m p o
q u e se firm a el C o n c o rd a to — in g re s e n e n la c ú p u la
d el p o d e r in m e d ia to p e rs o n a je s co m o L u is C a rre ro
B la n c o y G a b rie l A ria s S alg ad o , fa v o ra b le s a u n a
te o c ra tiz a c ió n d e la d ic ta d u r a , q u e im p lic a u n a c e n ­
tra liz a c ió n a u to r ita r ia p a r a d ó jic a m e n te h o s til a la in ­
m u n id a d legal re c la m a d a p o r P ía y D eniel y S e g u ra ,
re p re s e n ta n te s d e la c lá sic a c o r r ie n te e c le s iá s tic a
ro m a n a .
A rias S alg ad o , q u e in ic ia los M in iste rio s d e I n f o r ­
m a c ió n y T u ris m o e n 1951, y q u e e je r c e r á su m a n d o
d u r a n te o n ce añ o s, s o s te n ía q u e su s d is c u rs o s a n u a ­
les a n te la A sam b lea d e la P re n s a e r a n « u n a te o lo ­
g ía d e la in fo rm a c ió n » , a p lic a b le in c lu so a las g e n te s
d el c le ro , p e ro d e sd e el a d v e n im ie n to d e J u a n X X I II
e n 1958 h a y u n c ie rto d is ta n c ia m ie n to d e la Ig le sia
c o n el p o d e r d ic ta to ria l, q u e c u lm in a ría e n la A sam ­
b le a C o n ju n ta d e O b isp o s y S a c e rd o te s d e s e tie m b re
d e 1971, lo q u e e x p lic a el re fo rz a m ie n to d e la ce n ­
s u r a e n ese nivel.
Al in te g ris m o d e la « Ig lesia -E stad o » o d el « E s ta ­
d o -Ig lesia» d e e sa c o r rie n te — cu y o s a n te c e d e n te s en
E s p a ñ a so n ta n v ig o ro so s to d a v ía e n e so s a ñ o s— se
s u p e r p o n d rá el v ic to rio so in te n to del O p u s D ei de
c o n q u is ta r los m in is te rio s lla m a d o s té c n ic o s, y c r e a r ­
se u n á r e a e c le s iá s tic a d e tip o fin a n c ie ro , in d u s tria l
y c o m e rc ia l ad ic io n a l. E l p o d e r d e la Ig le sia es ta n
in m e n s o q u e su s lu c h a s in te rn a s d e c o r rie n te s y te n ­
d e n c ia s se tr a s la d a n al e sc e n a rio n a c io n a l, y p r o p o r ­
c io n a n d iv e rsa s y a p a re n te m e n te c o n tra d ic to ria s o p ­
c io n e s a to d a la c la se p o lític a y, p o r e x te n sió n , a la
so c ie d a d e sp a ñ o la . M ás a llá d e g ru p o s y s u b g ru p o s
d e p o d e r e c le siá stic o , el E p isc o p a d o y el P o n tific a-
87
do, unifican y coordinan la coparticipación eclesiás­
tica y católica en general en el Estado español (11),
Es im portante recordar que en el dinero de ¡a
Iglesia ingresan las dotaciones para Culto y Clero
(durante todo este período exclusivamente para el
catolicismo), y que suman entre 1939 y 1972 (se­
gún el ministro Carrero Blanco) unos trescientos
mil millones de pesetas, a los que se agregan —siem­
pre provenientes del erario nacional, partidas diver­
sas de otros ministerios, la exención de impuestos,
y el virtual monopolio de la enseñanza privada. Pero
a diferencia, de nuevo de los militares, además la
Iglesia católica tiene rentas propias, productos de
sus propiedades e inversiones «de su patrimonio
muy mal invertido y administrado», pero cuya cuan­
tía y características la Conferencia Episcopal ha dis­
puesto que a finales de 1978 se tenga «una primera
aproximación... del que existe en cada diócesis»,
aparte de las órdenes monásticas. Además, las co­
lectas y donativos diversos, que se evalúan aproxi­
madamente en unos 1.500 millones de pesetas anua­
les, etc., todo lo cual posibilita su mayor indepen­
dencia y capacidad de poder efectivo (12).
Una tercera interpretación al intento de definir
una élite de poder del franquismo, que como la que
terminamos de ver no excluye ni niega la significa­
ción del dictador o de su familia, es la expuesta por
los autores que se refieren a lo que llaman «las fa­
milias políticas del régimen», y toman como elemen­
to objetivo para su apreciación el elenco de los mi­
nistros del Gobierno.
Amando de Miguel, ya en 1970, sostenía que el
cuerpo de ministros y ex ministros (que por enton­
ces había alcanzado el número de noventa personas),
se caracterizaba por un «poder inmenso, en la medi­
da en que (a diferencia, por ejemplo, de lo que ocu-

(11) En Sociología del franquismo, de Amando de Miguel. Bar­


celona, Euros, 1975, págs. 205-230, Segunda Parte, bajo los títulos
de “Católicos, Integristas, Tecnócratas”, y en la Tercera Parte, pá­
ginas 313-320, “Nacional-catolicismo”.
(12) E. Miret Magdalena, El dinero de la Iglesia, revista “Triun­
fo”, Madrid, 28 de enero de 1978, p. 41.
88
rrfa en la S eg u n da R epública) fu e ra del gabinete y
de esos o tro s cu e rp o s políticos, a p e n as se to m an
g ra n d es decisiones políticas. Se h a dicho, p o r eso,
q ue los m in istro s com ponen el p o d er decisor» (13).
C o m p arad o s con o tra s e ta p a s de la h isto ria esp a­
rtóla, y con m ás ra zó n con el re sto de E u ro p a , los
m in istro s («que no suelen se r p erso n as conocidas»,
( híc ) e je rc e n su s funciones con un estilo posesorio,
p a trim o n ial, a b u n d a n te en «elem entos patrim onialis-
tus», dice A m ando de M iguel, in u sita d o en los fu n ­
cio n ario s, inclu so su p erio res (14), y q u e en d efin iti­
va in d ic a ría su calid ad de a trib u ta rio s de p o d e r real.
C o m p aran d o a los m in istro s de F ran co con los
a n te rio re s de la S egunda R epública, el m ism o a u to r
an o ta q u e los segundos pro v en ían de «toda la geogra­
fía nacio n al, en ta n to que los d e los g o biernos de
Ju an eo se n u tre n de p e rso n a s n acid as con p re fe re n ­
cia en M adrid, C astilla la V ieja y País V asco-N ava­
rro». A sim ism o, p re d o m in a n los m ilita re s (4% en la
R epública, 32% con F ran c o )... O tra d iscre p an cia es
la a lta p ro p o rció n de p ro fesio n ales en la rep ú b lic a,
c o n tra s ta d a con el p eso m ay o r q u e en los co n sejo s

(13) Los noventa ministros de Franco, Barcelona, Dopesa, 1970,


Apéndice, p. 524. La condición de ministro se extiende en poder
© ingreso en forma vitalicia más allá de la renuncia al cargo^ origi­
nario. En febrero de 1978, el Grupo Económico de “El País”, de
Madrid, anotaba: “Más de 300 empresas y no menos de 2.000 pues­
tos en sus consejos de administración dependen, a la hora de de­
signar titulares, de la decisión de los ministros de Hacienda, indus­
tria, Economía, Comercio y Transportes, principalmente”, y en esos
consejos “un sondeo... ha permitido detectar al menos la presencia
de 45 ex ministros y un centenar de notables del pasado, que presi­
den o aconsejan los intereses del Estado” , etc. “El País”, Madrid,
22 de febrero de 1978, págs. 42-43.
Teniendo en cuenta la edad de los ex ministros, puede estimarse
que más del setenta por ciento de los sobrevivientes se “prolongan”
en los comienzos de 1978, en términos de poder e ingresos, como
altos jerarcas del patrimonio del Estado.
(14) “Anotemos —dice el mismo autor— como ejemplo, la enor­
me discrecionalidad en los gastos privados de los ministerios (al
estilo de la vieja empresa privada pntrimoninlhta con el capitán de
industria viviendo en la fábrica, la secretaria ’particular’, la no suje­
ción a horario —incluidos los inmediatos colaboradores—, la no
vinculación a la disciplina de un grupo ideológico o parlamentario”,
etcétera, p. 524, ob. cit.
89
del Caudillo se ha dado a los financieros y empre­
sarios».
En su obra posterior, la ya citada Sociología del
franquismo (1975), Amando de Miguel desarrolla es­
tas ideas y analiza, ahora en forma sistemática, lo
que llama «las familias políticas del régimen», que
serían en suma los protagonistas de un total de nue­
ve grupos ideológico-profesionales, a saber: milita­
res, primorriveristas, tradicionalistas, monárquicos,
falangistas, católicos, integristas, tecnócratas y téc­
nicos (15).
No es fácil pasar de la ideología a la estratifi­
cación social, por cuanto en la citada clasificación
se mezclan los elementos estrictamente ideológicos
con grupos sociales ocupacionales (militares o técni­
cos, por ejemplo). Por otra parte, es posible simpli­
ficarla teniendo en cuenta, lo dicho anteriormente,
refundiendo en católicos a los estrictamente tales,
junto a los integristas y tecnócratas (opusdeistas).
No es posible seguir al profesor de sociología
cuando ve en estas familias integrantes de un solo
estrato social, y específicamente de una única clase,
a su juicio la clase media española.
Parece más acertado Amando de Miguel cuando
acuña la expresión «clase de los altos cargos» para
denominar al pequeño grupo de los detentadores de
las oportunidades que proporciona la Administra­
ción, en que participan militares, gentes de Iglesia,
pero donde los aportes mayores son de «hombres
del Movimiento», profesionales o tecnócratas, todos
los cuales «no dominan porque sean propietarios
de los medios de producción (sino que) es propie­
tario al fin porque domina, pero todos manejan fon­
dos que no son totalmente propios, y más que fon­
dos, controlan oportunidades, información, apoyos,
amistades, acceso a otros altos cargos», etc. (16).

(15) Sociología del franquismo, ob. cit., págs. 143 y sigs. de la


Segunda Parte.
(16) 40 millones de españoles, cuarenta años después, Barce­
lona, Grijalbo, 1976, págs. 112, 113 y 115.
90
«N o se es c la se d o m in a n te p o r s e r p r o p ie ta r io
■ —a g re g a — , m á s b ie n se es p r o p ie ta r io y se in flu y e
por s e r c la se d o m in a n te .»
E s ta cla se q u e m a n d a , e s r e s u lta d o d e l s a q u e o
del E s ta d o d e riv a d o d el « triu n fo e n la C ru za d a» , d e
1* d e s a p a ric ió n d e la d e m o c ra c ia q u e tr a n s f o r m a
«Una c la se d e serv ic io » e n a p a r e n te m e n te s o b e ra n a .
D iría n c ie rto s a u to r e s q u e so n «los n u e v o s p a tro n e s » .
E l a u t o r tie n e e n c u e n ta q u e «el p o d e r n o es só lo
Una c a p a c id a d o b je tiv a p a r a h a c e r co sa s, sin o ta m ­
bién la p e rc e p c ió n q u e tie n e n lo s d e m á s d e e s a c a ­
p a c id a d » y c ita e n c u e s ta s d e o p in ió n a lu siv a s.
A ltos b u r ó c r a ta s , m ilita r e s o p o lic ía s, té c n ic o s «al
íc rv ic io d el E s ta d o » , « clase p o lític a » , p a r tic ip a n to d o s
del P a r tid o U n ico, d el « g lo rio so M o v im ie n to N acio ­
nal». P e ro su n e rv io es el c o n s titu id o e s tr ic ta m e n te
p o r los « fa la n g ista s» , q u e S ta n le y P ay n e d e s c rib ie ra ,
en tie m p o s d e l fr a n q u is m o , c o m o «un g ra n m o v i­
m ie n to n a c io n a l d e b u s c a d o re s d e p u e sto s» , lo q u e
o b v ia m e n te es m á s m a rc a d o e n la E p o c a Azul (1936-
1957) q u e e n la p o s te r io r T e c n o c ra c ia (1957-1976) (17).
L a p re s e n c ia d e l P a r tid o ú n ic o , y e s p e c ífic a m e n te
del fa la n g is m o , c o m o g ru p o a t r i b u t a r i o d e p o d e r e n
el s e n o d e l f r a n q u is m o , d e b e c o n s id e r a rs e e n d iv er-
■ a s d im e n s io n e s .
P o r lo p r o n to d e s ta c a r q u e se d ife re n c ia el c a so
e s p a ñ o l, d e lo s m o d é lic o s a le m á n e ita lia n o , p o r q u e
en a q u e lla s e x p e rie n c ia s to ta lita r ia s el p a r tid o ú n ic o
« u p o im p o n e rs e a l e jé r c ito y a la b u r o c r a c ia tr a d i ­
c io n a le s , y e n el c a s o d e A le m a n ia a s im is m o a la s
Ig lesias, h e c h o q u e h a sid o e s tu d ia d o p o r P o u la n tz a s.
E n c a m b io e n E s p a ñ a el p a r tid o ú n ic o es re m o ­
d e la d o b a jo la d ire c c ió n d e l d ic ta d o r , e n b en e ficio
d e s u e je rc ic io d e l p o d e r, c o n v irtié n d o lo a s im is m o

(17) España, en el volumen de S. J. W oolf y otros, El fascismo


europeo, México, G rijalbo, 1970, p, 287. Payne apunta a la pérdida
do contenido ideológico en la adhesión al M ovimiento, desde el
m om ento en que la legislación obliga a adherir al mismo a todo
funcionario público, pero la situación en ese aspecto no es diferente
cu cualquier otro país de régimen de “partido único”.
91
en un órgano subordinado en relación al Ejército y
a la Iglesia.
Por otra parte al final de la guerra, en 1939, so­
breviven unos 25.000 individuos del partido único, de
los cuales son «camisas viejas» (es decir, anteriores
a 1936) solamente unos ocho mil, todo lo cual permite
entender mejor la afirmación de Stanley Payne.
El ex ministro José Luis de Arrese, por 1956, se­
ñalaba que el falangismo hasta esa fecha había tere­
do sólo 135 puestos máximos (ministros espe­
cialmente de los ministerios menores de Trabajo,
Vivienda y Agricultura, subsecretarías, direcciones
generales), 150 gobernadores civiles, alcaldes de ca­
pitales provinciales y presidentes de diputaciones, 151
consejeros nacionales de la Falange Española y de
las JONS; 575 procuradores en Cortes; 738 diputados
provinciales; 9.155 alcaldes y 55.960 concejales.
Esto era un porcentaje pequeño, comparado con
la participación en los altos cargos aludidos del Ejér­
cito, la Iglesia e incluso la burocracia tradicional.
La estadística de Arrese —que no contabiliza ca­
tedráticos, académicos, embajadores, generales, obis
pos, escritores, laureados, sabios oficiales, directores
de industria del INI y ante todo mandos sindicales,
mandos militares y policiales, etc.— le servía para
sostener que no podía confundirse Falange con e*
Movimiento, y que en definitiva les había correspon­
dido una parcela minúscula de poder.
Más allá de los números, y de la relación de po
der entre las diversas «familias» e instituciones, es
innegable que en materia de poderes fácticos los de!
falangismo fueron inmensos y casi incontrolados en­
tre 1936 y 1942. En segundo lugar que, a lo largo
de todo el franquismo, coparticipó del poder estatal
en una forma desmedida en relación con sus reales
efectivos, y ante todo que tuvo áreas de poder pro­
pios (el campo, los sindicatos, la vivienda) en especial
de cara a los vencidos, las clases populares, y los
niveles sociales medios.
A esta altura se debe observar que aunque el ejer­
cicio de funciones hace presumir el poder, e incluso
lo pueden ejercer sobre los inferiores «gobernados»,
92
•n v e r d a d la c a s i to ta lid a d d e lo s in te g r a n te s d e lo s
C u erp o s c ita d o s (E jé r c ito , p o lic ía , c le ro . M o v im ie n to )
n m e n u d o s o n m e ro s in s tr u m e n to s d e l p o d e r, p o r lo
m e n o s e n los n iv e le s in fe r io re s y s u b o rd in a d o s .
« E je c u ta n ó rd e n e s » , « a p lic a n p la n e s» (q u e n o so n
m iyos), h a c e n r e s p e t a r leyes q u e n o h a n p ro y e c ta d o
— y q u e a m e n u d o n o c o m p a r te n — y e n d e fin itiv a
0 » tán a l se rv ic io d e lo s q u e e fe c tiv a m e n te m a n d a n .
L os v e r d a d e r o s a m o s — q u e n o p a r tic ip a n n o r m a l­
m e n te d e la s ta r e a s d e s a g ra d a b le s d e la re p re s ió n , la
a d m in is tra c ió n m e n o r, e in c lu s o re h u y e n la p o m p a
del « p o d e r a p a re n te » — so n lo s in te g r a n te s d e la cla-
*c a lta , y a sea p o r su lu g a r en el p ro c e s o e c o n ó m ic o
c o m o p r o p ie ta r io s d e lo s m e d io s d e p ro d u c c ió n , c o m o
p o r su c a lid a d v ic a ria , r e p r e s e n ta tiv a d e lo s in te re s e s
e c o n ó m ic o s e x tr a n je r o s . E s to n o o b s ta a q u e d u r a n te
H fr a n q u is m o , a tr a v é s d el e je rc ic io d el p o d e r , ilim i­
ta d o y c o r r u p t o c o m o c o r re s p o n d e a u n a d ic ta d u r a ,
In g re se n e n la c la se a lta e c o n ó m ic a , u n n ú m e ro ele-
vatio d e p le b e y o s a d ie s tr a d o s en la m ilic ia , el c le ro , la
a d m in is tra c ió n , el M o v im ie n to , e tc .
T r a tá n d o s e d e la E s p a ñ a d e e s to s a ñ o s el i n t e r ­
v e n c io n is m o e s ta ta l e n la e c o n o m ía , y e n la m is m a
v id a s o c ia l, es m u y re d u c id o . E l E s ta d o n o a s u m e
u n p a p e l d e m e d ia d o r e n t r e la s c la se s so c ia le s, sin o
«pie r e p r e s e n ta , y e n la f o r m a tr a d ic io n a l d e s p ó tic a ,
la d o m in a c ió n d ic ta to r ia l d e la o lig a rq u ía e c o n ó m ic a
y d e lo s in te r e s e s e x tr a n je r o s .
L a m a y o ría d e lo s te c n ó c r a ta s , c a r a c te r ís tic o s f u n ­
c io n a rio s d e in te r e s e s a je n o s , r e p r e s e n ta n m á s q u e
al E s ta d o o lo s in te r e s e s c o le c tiv o s c o m o e n o tr o s
p a ís e s , a la c o r p o r a c ió n e c le s iá s tic a , o a la s m u lti­
n a c io n a le s fo r á n e a s .
E n la p r á c tic a , p a r a to d o s e llo s, el E s ta d o es u n a
s u e r te d e p e ld a ñ o q u e p e r m ite a lo s p le b e y o s q u e le
s irv e n c o m o b u r ó c r a ta s , p o lític o s , m ilita r e s , e tc é te r a ,
a c e r c a r s e a lo s n iv e le s d e la c la se s u p e r io r e c o n ó m i­
ca, y el p o d e r p ú b lic o fa v o re c e y a u n e n r iq u e c im ie n to
p e r s o n a l d e s u s g e s to re s , y a su in c o rp o r a c ió n a u n a
n u e v a c la se a lta c o n s o lid a d a , a la q u e d o ta n d e re ­
n o v a d a a g re s iv id a d .
N i lo s « lac ay o s e je c u tiv o s» d e la s g ra n d e s fo r tu -
93
ñas, ni los altos funcionarios estatales —incluso en
el Estado de excepción— constituyen «un grupo, que
impone sus propias decisiones bajo la forma de pro­
gramas de gran alcance y que extrapola la política
pública en beneficio propio», en una palabra el poder
en el sentido hobbesiano del térm ino (18).
Quienes planifican la gran política en su beneficio
utilizando como corresponde a grupos-instrumentes
de poder, son los integrantes de la clase social en
que culmina la estratificación social española de es­
tos años, así como los gestores de los intereses eco­
nómicos extranjeros radicados en el país.
En prim er lugar los integrantes de la oligarquía
económica que planearon, financiaron, alentaron, or­
ganizaron y adm inistraron el levantamiento m ilitar
de julio de 1936.
La guerra civil logró sus objetivos de poder y ri­
queza, consolidó sus privilegios, que incluso aumentó
desmedidamente, y siguieron teniendo la capacidad
tradicional de acción que poseían en la España «caci­
quil y oligárquica».
Bajo el nom bre de: monárquicos, tradicionalis-
tas, primorriveristas, y tam bién militares o técnicos,
encontram os —incluso al nivel m inisterial— los
representantes de las grandes fortunas, de los grupos
económicos de presión y de las em presas financieras
más im portantes españolas (19).
Cuando se afirma que el franquismo implicó en la

(18) Ferdinand Lundberg, Nelson y los otros Rockefeller, Bar


celona, Grijalbo, 1977, págs. 53, 63, 70 y 341. Su tesis es opuesta
a la sustentada para los mismos Estados Unidos por autores como
Adolf Berle, Gardiner C. Means, James Burham, sobre el poder de
los tecnócratas y los managers como una manifestación ineludible
del nuevo Estado Industrial, o del Posindustrial, para decirlo si­
guiendo a Daniel Bell. Véase Krishan Kum.tr, Industrialismo y pos-
industrialismo: reflexiones sobre una falsa transición, págs. 87-124,
“Revista de Trabajo”, Madrid, números 54-55, 1976. La situación se
hace obviamente más clara cuando se plantea en un país periférico
y de reciente industrialización y escasos antecedentes burgueses, como
es España.
(19) Hemos desarrollado más ampliamente el examen de la
oligarquía tradicional española en el capítulo IV, de la Primera
Parte, La clase alia franquista española, 1936-1975.
94
hUtoria de E s p a ñ a la d ic ta d u ra de la g ra n burgue-
«ln, se h ace re fe re n c ia a u n a o lig a rq u ía social atri-
b liltu ia de p o d er, e n la cual se u n ifican sec to res
p ro v en ien tes de d istin to s oríg en es sociales, q u e se
co n so lid an y fu sio n an eficazm ente.
H aciendo u n exam en de la com posición d e los
el eclivos a trib u ta rio s d e p o d e r b eneficiarios d e la
«llrludura, e n c o n tra m o s los sig u ien tes su b g ru p o s:
a) Los ya citad o s F ran c isc o F ran c o y fam ilia, las
«llns je ra rq u ía s ec lesiástica, m ilita r, fa la n g ista y
Ircn o crática-fu n cio n aria l, q u e se a p o d e ra n del a p a ra ­
lo del E sta d o en 1939, y que ex ito sam en te consiguen
-~ p o r lo m en o s en los niveles su p e rio re s— p a s a r de
In stru m en to s de p o d e r a a trib u ta rio s d e p o d er, q u e
c o m p a rte n con los sec to res burgueses.
b) Los h e re d e ro s de la o lig a rq u ía p re fra n q u is ta ,
Im d icio n alm en te e x p lo ta d o ra del p o d e r ta n to político
com o eco n ó m ico (20).
c) Los nuevos rico s del fran q u ism o , fav o recid o s
cu su ascen so p o r las o p o rtu n id a d e s a b ie rta s p o r la
in d ustrializació n , la u rb a n iz ac ió n , el c recim ien to del
a p a ra to g u b ern ativ o , y e n tre los cuales volvem os a
e n c o n tra r b u e n a p a r te de los ex fu n c io n a rio s su p e ­
rio res del régim en.
A) Los v icario s del p o d e r económ ico y p o lític o
e x tra n je ro , y en esp ecial de las sociedades m u ltin a ­
cionales de USA y E u ro p a occid en tal, q u e re c lu ta n
b u en a p a r te de su p erso n a l e n tre la clase p o lítica,
In teg ran tes de la a n tig u a o lig arq u ía tra d ic io n a l, o
te c n ó c ra ta s de d istin to s niveles.
E l p ap el del E sta d o com o c re a d o r de e sta n u ev a
clase social su p e rio r es d estacad ísim o . E n p rim e r

(20) A Joaquín Costa corresponde la denominación, en una


titira que sigue siendo de obligada lectura, y de la que ahora dis­
ponemos en una edición completa: Oligarquía y caciquismo como
la forma actual de gobierno en España: urgencia y modo de cam­
biarla, Madrid, Revista de Trabajo, 1975, 2 vols.
Sobre la actual integración de la clase superior, véase la citada
obra de Ramón Tamames. La oligarquía financiera en España, que
irsume y actualiza una línea de trabajos que se remonta a 1960.
Sería útil, manejando las nóminas de integrantes de la oligarquía,
según Tamames, identificar a los distintos subgrupos de los atri­
buíanos del poder en España bajo el franquismo.
95
lugar porque provee las condiciones objetivas que
am paran sus privilegios, desarrollan sus nuevos
negocios, y perm iten su capitalización y m aximación
de lucro en condiciones óptim as. Pero adem ás por­
que es el E stado quien provee de nuevas familias, de
auténticos «lobos» paretianos, de plebeyos agresivos,
interesados en integrarse al sistem a, beneficiándose
a niveles personales y fam iliares de las condiciones
excepcionales del régim en dictatorial para convertir­
se en integrantes de la clase superior de la sociedad
española.
Tanto la tradicional oligarquía, como los nuevos
intereses económicos extranjeros, y con más razón
los nuevos ricos de origen especulativo de estos años,
necesitan ten er de una m anera básica e im prescin­
dible la cooperación de los «que mandan» en el apa­
rato del Estado, y a cam bio de su apoyo, abren sus
rangos al ingreso de arribistas.
La corrupción no puede entonces ser un episodio
aislado, sino que se constituye en sistem a general, v
esto explica todavía m ás las razones por las cuales
se m antienen celosam ente la censura, el control de
noticias, el m onopolio inform ativo, durante cuarenta
años. La tolerancia ante la corrupción, es asimismo
un instrum ento de gobierno, que perm ite asegurar
la adhesión de las m inorías sociales superiores, del
mismo m odo que la coacción m antiene en su puesto
a las clases populares.
En ese sentido debiera estudiarse cómo el gobier­
no de M adrid perm ite «áreas de poder» económico
a las burguesías periféricas p ara la explotación de
sus provincias, a cambio de lo cual éstas desisten
de participar en cualquier intento político indepen­
diente durante el franquism o.
«Las sagradas familias catalanas», la alta burgue­
sía vasca, los monopolios canarios, participan enton­
ces del sistem a general, consolidan sus posiciones
de clase y m ultiplican su ingreso y poder económico
en la especulación territorial, la industria, las dis­
tintas form as monopólicas, la banca local, etc., utili­
zando todas las técnicas admisibles en el estado de
excepción p ara los negocios privados.
96
E l sistem a entonces de los a trib u ta rio s de p o d er,
se in teg ra no so lam ente con los ap a ren te m e n te afec­
to s a las p ro clam ad as ideas del régim en, sino a si­
m ism o p o r to d os aquellos q u e se benefician del
m ism o, lo u san en su beneficio, p a rtic ip a n de sus
v en ta ja s. Al co n tra rio , insistim os, m uchos de los fie­
les servidores del sistem a, so lam en te lo hacen al
nivel de m eros in stru m e n to s de p o d er, sin p a rtic ip a r
en las decisiones del m ism o (21).

(21) El sistema de las relaciones entre el poder económico y


político tiene asimismo su historia, que ha intentado, por ejemplo,
Jorge M. Reverte, El régimen franquista: los límites de la autono­
mía estatal, págs. 23-26, “El viejo topo”, Barcelona, n.° 1, extra,
1978. Sobre sus relaciones con el poder mundial, el cap. VIII de
nuestro libro La crisis española del siglo X X , ob. cit., págs. 361-369.
De imprescindible lectura, Jesús Ynfante, Los negocios de Porcioles.
Las sagradas familias de Barcelona, Toulouse, Monipodio, 1974.
97
IV

LA NUEVA CLASE SUPERIOR


ESPAÑOLA (* )

Después de las eleciones parlam entarias españo­


las del 15 junio de 1977 parece el tiempo óptimo para
estudiar la estructura y características de la clase
superior durante el franquismo.
A su m anera —y seguramente como resultado de
una larga etapa de dominación— esta capa dirigente
y explotadora superior, que España engendró entre
los años 1936 y 1977, es un grupo original y digno
de estudio.
Bajo la dictadura, y aunque éste no es aparente­
m ente un tem a político, era imposible que los me­
dios de comunicación, o la investigación científica,
abordaran el conocimiento de «las grandes familias»,
y si desde el exterior los exiliados republicanos no
dejaban de hacer denuncias, éstas, por razones ob­
vias, no siempre tenían la precisión correspondiente.
Ahora se une al aporte de los medios citados el
mismo aparato fiscal, en la medida que el Ministerio
de Hacienda propone desde 1977 un impuesto a las
personas físicas sobre el volumen de su patrimonio.

(*) Ponencia presentada en el Convegno Internazionale di Studi


su i nuovi padroni, Venecia, marzo 1978. Está publicada en italiano,
según traducción de Amedeo Bertoli y G. Biagnoni, I nuovi padroni.
Atti del Convegno Internazionale di Studi su i nuovi padroni, Mi­
lano, Antiestato, 1978, pàgs. 404-441.
98
F in alm en te, e n cu a n to avanza el d e sm o n taje del
a p a ra to p o lítico del fran q u ism o , y a trav é s de los
nu ev o s cu a d ro s de las C ortes, las a d m in istrac io n e s
locales o regionales, van in g resan d o re p re se n ta n te s
d e las ten d en cias an tid ic ta to ria le s, se v a conociendo
m e jo r las relaciones del p o d e r con la riqueza, y lo
q u e es m ás im p o rta n te el en tre laza m ie n to en los
«nuevos p atro n o s» de je ra rc a s y ca p ita lista s, y de
to d o s ellos con los re p re se n ta n te s del p o d e r econó­
m ico y p o lítico in tern acio n al.
Al m ism o tiem p o — tam b ién d eb e d ecirse— se vie­
n e ac tu a n d o p a ra e lu d ir el m e jo r conocim iento del
tem a. La d e stru c c ió n de los archivos de la D irección
G en eral de S eg uridad del M inisterio del In te rio r
(1977) o la h u id a m asiva de «capitales negros» hacia
S uiza (desde fines d e 1975), son ejem p lo de episodios
q u e d esd ib u jan los c o n to rn o s del p ro b lem a. Si a
fines del año 1977 se avanzaba en la d em ocratización
p o lítica, secto res in stitu cio n ales sobrevivían íntegros,
ta l com o se h ab ía n co n stitu id o en los tiem pos del
fran q u ism o . E s el caso del E jército , la Iglesia, la
U n iversidad, la J u d ic a tu ra , y o tro s cu e rp o s m en o res
y locales.

L a o rig in alid ad del siste m a social q u e analizam os


se re su m e en los p u n to s siguientes:
l.° E l triu n fo m ilita r de 1939, después de u n a
p ro lo n g ad a g u e rra civil, q u e e n b u en a m ed id a e ra
u n a g u e rra de clases (B erneri), p e rm itió el irre s tric to
apogeo en el p o d e r económ ico y p olítico de los sec­
to re s su p erio res trad ic io n a les de la clase alta. Si
p o r u n a p a rte esos secto res h a b ía n organizado la
co n sp iració n a n tirre p u b lic a n a y p roveído su s cu ad ro s
d u ra n te la g u e rra civil, e ra explicable que organiza­
ra n la paz en su beneficio, re fo rz an d o su fu erza an ­
te rio r, y realizan d o a fondo sus planes.
Los m ás im p o rta n te s fu ero n : los la tifu n d ista s,
a la rm ad o s p o r la R efo rm a A graria de la época re ­
p u b lican a, la o lig arq u ía financiera, el alto clero y Ja
n o b leza trad icio n al.
99
2. ° La g u erra h abía asociado con los vencedores,
nuevos actores sociales, que fueron asim ism o decisi­
vos, com o es el caso de la oficialidad superior
golpista y fuerzas represivas, los altos m andos del
M ovim iento N acional (en que se asocian al fascista
Falangism o an terior, la Acción Española, los tradi-
cionalistas carlistas, agrarios, etc.) y los representan­
tes de los intereses económ icos extranjeros (alem a­
nes, italianos, pero tam bién norteam ericanos, com o
p o r ejem plo las com pañías p etro leras texanas).
3. ° Vencida la República, practicada la represión,
d esm ontada la legislación de 1931 a 1939, el nuevo
régim en p ro cu ra reforzarse m ediante una política de
«unidad nacional», u n a suerte de «santa alianza de ia
burgesía», típica de u n E stado de excepción, asegu­
ra n d o a otros sectores de la antigua clase alta la
explotación inm isericorde del proletariado, la im pu­
n id ad en el saqueo de los recursos nacionales, aun
cuando sólo p artic ip a ran de la adm inistración al
nivel local, o lateralm ente en la adm inistración cen­
tral.
E s el caso de las burguesías vasca y catalana, pero
asim ism o de o tras regiones, donde industriales, co­
m ercian tes y banqueros, en los hechos se favorecie­
ro n del franquism o.
4. ° Desde 1959 E spaña se integra definitivam ente
—al acep tar el plan del Fondo M onetario In tern a­
cional— en el m undo capitalista de posguerra regido
p o r los EE. UU., y p o r tanto, arraigan las em pre­
sas foráneas, p o r su orden, norteam ericanas, ale­
m anas, suizas y de otros países europeos.
E stas encu entran consejeros, técnicos, aliados,
asociados, en los tre s grupos anteriores, que se
ponen a sus órdenes, en u n a típica colonización
socio-económica.
5. ° E n la m edida en que E spaña vive desde aque­
lla fecha u n proceso de industrialización, que se
acom paña con la inevitable transferencia de rurales
a las ciudades —y dentro de ellas a las m etrópolis—
así com o del crecim iento de los sectores secundario
y terciario, en d etrim ento del sector socio-económico
p rim ario , hay u n m arcado m ovim iento de ascenso
100
social, inusitado en E spaña (e incluso en Europa),
pero relativam ente norm al en América de los siglos
xxx y xx.
A bundarán entonces las fam ilias de «nuevos ri­
cos», m uchos de ellos self-made-men: en principio
grupos de especuladores enriquecidos con las nuevas
oportunidades que da la explotación del suelo u rb a­
no, la nueva in d u stria y el acrecentam iento del co­
m ercio p o r la elevación del nivel de vida.
6.° La m ayor riqueza nacional, perm itió u n creci­
m iento rápido de la burocracia central, del ingreso
de las instituciones estatales (Iglesia y Ejército, en
p rim er térm ino), pero tam bién se vive el «boom» de
las universidades, la in d u stria del ocio, la sanidad
en general, etc., p ara poner algunos ejem plos, y todo
ello favoreció la m ovilidad vertical ascendente, y
eventualm ente el ingreso de nuevos apellidos en la
capa superior.

La actitu d del E stado fue organizar, a través de


la d ictadura despótica de cuarenta años, las condi­
ciones siguientes:
a) La suspensión de los derechos de las m asas
populares expropiadas, incluso del nivel de ingreso
norm al en los dem ás países europeos occidentales.
b) La censura inform ativa tan to sobre las ideas,
noticias o hechos del exterior, com o sobre la situa­
ción real del país.
c) La unidad e interpenetración en tre los diversos
sectores constitutivos de las élites superiores, fusio­
nando con los grupos sociales tradicionales, a los
plebeyos ascendidos al poder y los «nuevos ricos»,
productos del ascenso social reciente.
d) Poniendo el poder político al servicio de los
intereses privados de la nueva clase alta consolidada,
incluso a través de nuevos organism os económicos
com o el In stitu to Nacional de Industria, el Banco de
E spaña desde 1962, etcétera.
e) Facilitando la penetración neo-colonialista n o r­
team ericana y europeo-occidental en el terreno econó­
mico, estratégico y cultural.
101
■f) La posibilidad de independencia, o la m era di-
sidencia, el po d er político las evita en el seno
de la clase alta, utilizando sistem áticam ente la co­
rrupción, que equivale al reverso de la coacción y del
terro rism o estatal, en uso p a ra las clases populares
y los enem igos políticos.
La fuerza de la dictadura, p o r u n a p a rte deriva
de su c a rá c te r de a rb itra d o ra e n tre los distintos
sectores de los «nuevos patronos» y de su capacidad
de a c tu a r com o «polea transm isora» (Poulantzas)
vinculado el p o d er político con el económ ico, y el
p o d er hegem ónico exterior con los recursos en capi­
ta l y m ano de o b ra del país. E n o tro plano controla
y co ordina los poderes locales y regionales, lo m ism o
que el p o d er cu ltu ral y los m edios de com unicación.
Es típico que en este período no exista algo parecido
a u n p o d er p a rtid ista político, o a u n poder sindical
independiente.
Se puede entonces afirm ar que si la d ictad u ra fue
resu ltad o de la conspiración de la clase alta trad icio ­
nal española, aliada a los intereses político-económ i­
cos del eje Berlín-Rom a, p o r el m ism o hecho de su
larga actuación engendró u n a nueva clase alta su­
perior, m ás am plia que la precedente, m ás varia­
da en sus bases económ icas y sociales, m ejo r inte­
g rad a con los centros de decisión internacional ca­
p italista, p ero tam bién vitalizada p o r los nuevos «lo­
bos» p aretianos, venidos de la m ilicia, del p artido
único, de los nuevos especuladores y de los seudo-
intelectuales del régim en.
La oligarquía de esta nueva clase alta, en diversas
m edidas coparticipó del poder en tiem pos de la dic­
tad u ra . Así la m ism a fam ilia del titu la r de la dictadu­
ra , sus «cien m inistros», los altos cargos de las ins­
titu cio n es eclesiástica y m ilitar, etcétera.
T am bién colectivam ente d isfru tó del p o d er en
cu an to ejerció la dom inación y explotación del pueblo
español, en la p ersona de sus obreros, cam pesinos,
em pleados, profesionales, técnicos y dem ás asalaria­
dos, pequeños y m edianos explotantes de em presas,
etcétera.
102
E l régim en les aseguró áreas de poder, es decir,
sectores de la vida pública, en que salvo su com ún
som etim iento a la autoridad central, podían ejercer
su au to rid ad y p o r o tra p arte explotar en su beneficio
las m asas y saq u ear los recursos naturales. Así las
oligarquías u rb an as en las grandes ciudades, la oli­
garq u ía financiera con los recursos estatales, la
Iglesia en la enseñanza, serían algunos de los casos.
La falta de u n a fiscalidad estricta, la carencia de
publicidad a todos los niveles, la atonía nacional, el
derecho a tra n sfe rir librem ente su lucro, hace de Es­
p añ a «el paraíso de las m ultinacionales», u n a suerte
de «santuario» o refugio, y a la vez una p lataform a
p a ra la penetración en el M editerráneo, Am érica La­
tina, e incluso E u ro pa occidental.
Finalm ente se debe d estacar que esa clase alta
fran q u ista h a sobrevivido al régim en político fran ­
q u ista, y sigue controlando España. Su solidez que­
da p ro b ad a p or su capacidad de m aniobra p ara adap­
ta rse a nuevas condiciones políticas, e incluso ser
pro tag o n ista de las transform aciones superestruc-
tu rales recientes.

I
E xam inem os cada uno de los seis grandes secto­
res de los nuevos p atrones españoles, pero sin olvi­
d a r su co nstante interdependencia m utua.
El sector tradicional p o r excelencia en la antigua
oligarquía p refran q uista, y factor político decisivo en
el desencadenam iento de la guerra civil de 1936-39,
es el constituido p o r los terraten ien tes latifundistas.
S obre la base del C atastro Agrícola de 1929 se
llega a la conclusión de que el uno p o r ciento de la
población agraria (unos 50.000 individuos) e ra due­
ño del 50 % de las tie rra s (1).

(1) Nos referimos a nuestro libro La crisis española del si­


glo XX, ob. cit., caps. I, III y V. La obra clásica sigue siendo la
de Pascual Carrión, Los latifundios en España, con prólogo de Fer­
nando de los Ríos, Barcelona, Ariel, 1972, 2.* ed.
103
E n provincias de m uy buenas tie rra s com o las de
Sevilla (1.168 individuos totalizaban el 59% de la
propiedad), en Cádiz (solam ente 655 latifundistas do­
m inaban el 68%), en las provincias de La M ancha y
E x trem ad u ra las fincas m ayores de 250 hectáreas
to talizaban 6.388.441 hectáreas en m anos de 7.266
p ro p ietario s.
C onsiderando sólo a las antiguas fam ilias de la
nobleza encontram os a los duques de Medinaceli,
pro p ietario s de 79.146 hectáreas; duques de Peña­
ran d a, con 51.005 hectáreas; duques de V istaherm o-
sa, con 47.203 hectáreas; duques de Alba, 34.455 hec­
táreas; duques del Infantado, 17.171 hectáreas; con­
des de R om anones, 15.171 hectáreas, etc.
La R epública había expedido las leyes de expro­
piación de «los grandes de España» del 15 de se­
tiem b re de 1932, la ley de cultivos de C ataluña del
21 de febrero de 1934, etc., que afectan h asta julio
de 1936 un total de 876.337 hectáreas expropiadas.
Más p ro fu n d a es la expropiación b ajo form a de co­
lectividades producida en la retaguardia republica­
na, y en especial en Aragón, Levante y Andalucía.
Aunque d u ran te los cuatro años de la R eform a
Agraria republicana, ésta funcionó sin m ayor p ro ­
fundidad, y afectó a pocos intereses, es explicable
que los latifundistas se constituyeran en enem igos
de la República, y en activos agentes de la subleva­
ción de julio de 1936.
En buena parte, estos latifundistas eran «grandes
de España», es decir, descendientes de la nobleza
de sangre de la E dad Media, pero en general habían
ad o p tad o el estilo de vida señorial, incluso siendo
m uy recientes sus orígenes sociales de clase.
Un cierto sector de la capa de terraten ien tes la­
tifu ndistas, grandes propietarios inm obiliarios, y
h asta m iem bros de la oligarquía de banqueros —a
que nos referirem os m ás adelante— rem ontan sus
orígenes a las m edidas liberales de M endizábal, lla­
m adas de desam ortización. La ley, expedida en 1836,
en uno de los escasos períodos liberales que cono­
ció E spaña en el siglo XIX, se llam aba exactam ente
«ley de desam ortización general de los bienes de m a­
104
nos m uertas» (sic). Por ella se pusieron en venta
«todos los predios rústicos y urbanos» del Estado,
los propios de los pueblos, la beneficencia, la ins­
trucción pública, el clero, las O rdenes M ilitares de
Santiago, A lcántara, Calatrava, M ontesa y San Juan
de Jerusalén, las cofradías, obras pías y santuarios,
con la sola excepción de las salinas, m inas de Alma­
dén, las fincas y edificios dedicados al servicio p ú ­
blico y otros casos sim ilares (2).
Segura afirm a que «Si en un m apa de la Penínsu­
la señalam os las veinticinco provincias en que el im ­
p o rte de las ventas producto de la desam ortización
de 1836 a 1895 alcanzaron un volum en que re p re­
sen ta el 85% del total, el perfil de la p arte de la
E sp añ a afectada, guarda bastan te correspondencia
con la estru c tu ra latifundista del campo» (ob. cit.,
pág. 282). En verdad de lo que se tra ta es que ya
an tes —es decir, en beneficio de la Iglesia— había
u n latifundism o agrario y u n m onopolio inm obiliario
urbano, en v. g. las provincias de M adrid, Barcelo­
na, Zaragoza, León, Burgos, Salam anca, Ciudad Real,
Sevilla, G ranada, Valencia (para citar sólo los casos
m ás extrem os), y ahora la propiedad inm obiliaria
pasa m ayoritariam ente a pertenecer a una nueva
clase burguesa p o r sus orígenes, pero que adopta el
m odo de vida señorial o nobiliario. La desam ortiza­
ción no h ab ría afianzado en E spaña «el régim en re­
presentativo», com o buscaban ios redactores de la
iey, sino que en las provincias rurales creó nuevas
fam ilias terraten ientes, que se unieron en los hechos
a los antiguos latifundistas nobiliarios.
D istinto fue el caso de las grandes ciudades, don­
de allí sí fortaleció este sector el ala liberal de la
burguesía, y en alguna m edida estim uló a las clases
m edias.

(2) Su texto íntegro, en págs. 301-328 de! volumen de Simón


Segura La desamortización española del siglo XIX, Madrid, Ministe­
rio de Hacienda, 1973. Véase también Francisco Tomás y Valiente,
El marco político de la desamortización en España, Barcelona, Ariel,
1977, 3.* ed., y Josep Fontana, Cambio económico y actitudes po­
líticas en la España del siglo X IX , Barcelona, Ariel, 1975, 2.“ ed.
105
La M onarquía, y en especial la d ictadura de Mi­
guel Prim o de Rivera, consolida la adscripción de
los nuevos latifundistas a la casta señorial, p o r el
ennoblecim iento de las nuevas familias, y es muy
característico que la dictadura de 1936 a 1976 restau­
ró la concesión de títulos, y los confirió en abun­
dancia, ya sea creándolos especialm ente o recono­
ciendo pretendidos derechos a blasones nobiliarios
del pasado. Asimismo, el decreto del 4 de junio de
1948 faculta al Jefe del Estado p ara «suspender o
p riv ar del título nobiliario a quienes p o r su conduc­
ta pública o privada no m erezcan ostentarlo», cuya
significación política es obvia.
Los Reyes de la R estauración (1875-1931) conce­
dieron un total de 439 títulos de nobleza, y a ella se
deben agregar los cincuenta «títulos pontificios»,
concedidos p o r el Papa, pero acreditados en España.
En el período franquista se concedieron por la
citada ley de 1948, utilizando los preceptos de la an­
te rio r de 1931, un total de otros 39 títulos nobilia­
rios, de los cuales 18 entre los años 1948 y 1962 (3).
E n sum a, a finales del franquism o, poco menos
de dos m il fam ilias detentaban en E spaña títulos

(3) Véase Nobles de papel, “Cambio 16”, Madrid, n.° 306, 23 de


octubre de 1977, págs. 38-41, y La nobleza al desnudo, “Cuadernos
para el Diálogo”, Madrid, n." 226, 27 de agosto de 1977, págs. 30-34.
El desglose de esos treinta y nueve títulos es como sigue: 1) die­
cisiete para altos mandos del ejército de la guerra civil; 2) media
docena para conocidos falangistas; 3) también otros tantos al sector
industrial y financiero; 4) a título póstumo once personas, entre las
que se incluye al único intelectual, el biólogo Ramón y Cajal.
En verdad, sobre un total de 31 países europeos, es España don­
de coincide un número más elevado de familias nobles. Según la
estimación de origen francés que seguimos, habrían recensadas 4.500
familias (solamente de nobleza titrée). La singularidad de España se
acrecienta si tenemos en cuenta que, entre los citados 31 países,
ha sido abolida por lo menos en 13 países, subsistiendo en principio
donde existe la realeza. Las estimaciones españolas —que seguimos—
son, sin embargo, más prudentes que las de la obra Recensement
européen des familles nobles, París, Bonnot, 1979, pero aun así, las
2.200 familias nobles españolas son el núcleo más importante entre
todos los países europeos donde subsiste oficialmente (17 Estados).
106
de nobleza, ya sean antiguos, provenientes de la Res­
tauració n o de la reciente dictadura.
La im portancia social de la nobleza, ap arte de
ser un aspecto anacrónico de la estratificación social
española, tiene significaciones políticas y trasciende
al cam po de los m itos sociales.
E l «estilo nobiliario» im pregna las aspiraciones
de la clase alta española, e incluso de ciertos secto­
res m edios y regionales. Así, Gerald B renan, y recien­
tem ente Amando de Miguel, hablan de la «España se­
ñorial» p o r la región andaluza-extrem eña. Asimismo,
corresponde h ab lar de u n «estilo señorial» o aristo ­
crático, adoptado no solam ente p o r los latifundis­
tas agrarios, sino asim ism o por la oligarquía finan­
ciera, pero que trasciende como ideal de vida a es­
trato s inferiores (4).
El franquism o en cuanto sistem a político no sólo
h a restau rad o la nobleza, sino que la ha favorecido
con diversas m edidas prácticas. Se ha dem olido la
legislación ag rarista de la época republicana y alen­
tado una su erte de contrarreform a en el cam po, fa­
vorable a los intereses de la oligarquía —nobiliaria
y no nobiliaria— prom oviendo una m ayor concen­
tración latifundista. Se ha prom ovido la desaparición
de m edianos y pequeños propietarios rurales (polí­
tica de precios, m edidas aduaneras, estím ulos a la
producción, concentración de m inifundios, etc.), lo
que, unido al conocido fenómeno de la urbanización
y em igración de rurales a las grandes ciudades y al
resto de E uropa h a auspiciado, especialm ente en el

(4) En la prensa española de 1977 se pueden leer textos como


la circular de la llamada Asociación de Hidalgos a fuero de España,
donde dice: “La nobleza en sí, en su esencia, como patrimonio del
alma, no fue nunca suprimida; es más, no podrá jamás ser ahogada...
porque siempre habrá unos hombres que destaquen más que otros en
todos y cada uno de los órdenes de la vida”, etc. “Cambio 16”,
Madrid, n.° 314, 18 de diciembre de 1977, p. 108.
No hemos encontrado muchos textos en las revistas de los años
1977-1979 sobre el tema, pero cabe destacar, de Eduardo Castro y
José Aguilar, Viaje al latifundio andaluz, “Cuadernos para el Diá­
logo”, Madrid, n.° 233, 15 de octubre de 1977, y en “Reporter”,
Barcelona, n.° 17, 13 de setiembre de 1977, Los dueños de Albacete.
107
C entro, E x tre m a d u ra y A ndalucía, la gran propie­
dad (5).
Los terraten ien te s ru rales, asim ism o, h an conse­
guido exceptuarse del a p o rte fiscal. La C ontribución
T errito rial R ústica y Pecuaria, base de la recauda­
ción, p o r 1940 im p o rtab a 2.330 m illones, pero en 1963
no alcanzaba los 1.379 m illones de pesetas, y en 1968
descendía todavía a 927 m illones, lo que im p o rta —si
se to m an pesetas constantes— algo así com o la déci­
m a p a rte de lo recaudado en la p rim era fecha. Es­
pecíficam ente h a fracasado la ley de R eform a T ribu­
ta ria de 1964, que p reten d ía establecer u n a «cuota
proporcional» p a ra los superlatifundistas, que eran
p o r entonces sólo unas 29.041 personas, es decir, casi
la m itad de las existentes en la m ism a categoría en
el c a ta stro de 1926.

II
D entro de los sectores integrantes de la clase
alta recto ra, que h ered a el franquism o de la antigua
sociedad, y estrech am en te un id a a los latifundistas,
está la llam ada en E spaña «aristocracia financiera».
El p o d er socio-económico de la b an ca en la socie­
dad y en el m undo político está vinculado a la in­
versión del excedente de la clase latifu n d ista, a las
em p resas coloniales, a la adm inistración de los bie­
nes eclesiásticos y reales, grupos todos en cie rta m e­
dida aristo cráticos.
Da u n a idea de su peso en el franquism o el hecho
de que p o r 1968, «M ientras en E spaña aparecen siete
b ancos e n tre las veinte p rim eras em presas p o r la
cu an tía de sus beneficios (por su orden, B anesto, His­
panoam ericano, C entral, Bilbao, Vizcaya, S an tan d er
y U rquijo), en E stados Unidos no aparece ninguno,

(5) De las escasas obras originales sobre este período del lati-
fundismo, se destacan Alfonso Carlos Comin, España del sur, Ma­
drid, Tecnos, 1965, y Juan Martínez Alier, La estabilidad del latifun­
dio, París, Ruedo Ibérico, 1968.
108
ya que el prim ero (Bank of America), ocupa el lu­
gar 31» (6).
La concentración bancaria, que pone en m anos
de los «cinco grandes» bancos n ad a m enos que el
60% de los recursos ajenos, hace que sobre un total
de 113 bancos, setenta y tres estén controlados p o r
17 grupos bancarios. Esos bancos, a su vez, con­
tro lan sociedades m obiliarias, de inversión, de segu­
ros, financieras, fiduciarias, inm obiliarias, de u rb a ­
nización, reaseguros, etc., etc., y todo ese com plejo
financiero, como es de práctica, a las em presas co­
m erciales e industriales. Una singularidad del siste­
m a español es que no perm ite h asta 1979 la actua­
ción de la banca extranjera, aunque es notorio que
varios de los bancos llam ados españoles son propie­
d ad de consorcios o conocidas bancas internaciona­
les.
Por la ley de O rdenación B ancaria de 1946 se creó
el Consejo S uperior B ancario como «organism o con­
sultivo del M inisterio de H acienda en m ateria de
banca» com puesto p o r un total de veintiséis m iem ­
bros, de los cuales corresponden a la banca privada
n ada m enos que veintidós.
Sus funciones no son consultivas como en otros
países, sino decisorias, al punto que puede expedirse
en todo lo que com pete al sistem a bancario sin ne­
cesidad que lo solicite el M inisterio de Hacienda. En
u n a palabra, es u n a suerte de grupo de presión ins­
titucionalizado (7).
Ram ón Tam am es, p a ra el año 1975, cita entre las
trescien tas personas «más destacadas p o r su activi-

(6) “Arturo López Muñoz”, Capitalismo español: una etapa de­


cisiva, Madrid, Zero, 1971, 2.* ed., p. 68. En la misma obra, p. 226,
se da la nómina de 18 empresas cuyos valores cotizables en Bolsa
tuvieron, en 1968, una rentabilidad superior al 50 % y de ellos un
total de 9 bancos. Allí encontramos, junto a los ya citados: Central,
Hispano Americano, y Santander, al Exterior de España, López
Quesada, Mercantil e Industrial, Popular Español, Continental y Va­
lencia. Este último integra el Banco Central. En cuanto al Continen­
tal, en 1970 es absorbido por el Santander.
(7) Págs. 179-183 de La oligarquía financiera en España, de
Ramón Tamames, ob. cit., que seguimos en los párrafos siguientes.
109
dad económ ica y financiera» en E spaña a setenta y
tre s b an queros, que norm alm ente ocupan, asim ism o,
puesto s en la dirección y asesoram iento de o tras
com pañías financieras, com erciales e industriales.
La vinculación con la aristocracia tam bién resul­
ta de la m encionada encuesta, pues en esos m ism os
trescientos nom bres, se cuentan un to tal de 68 títu ­
los nobiliarios. Los bancos con directivos de la no­
bleza eran : López Quesada, Financiera Industrial,
O ccidental, Toledo, Garriga-Nogués, M adrid y Gui-
puzcoano, ap a rte de los cinco grandes ya citados.
T am bién encontram os nobles al frente de financie-
cieras, seguros, inm obiliarias, inversiones, etcétera.
P o r 1944 el llam ado Anuario del Gran M undo
(M adrid) d aba las fotografías de 38 prohom bres del
m undo financiero y de ellos dieciséis eran nobles,
y o tro s seis estaban relacionados con tales fam i­
lias (8).
E n E spaña, en estos años no existe p a ra las m a­
sas com o en o tro s países u n a alternativa financiera
a los bancos, p o r ejem plo, cajas populares, servicio
postal, etc. Al contrario, el E stado facilita la capitali­
zación de las em presas m onopólicas privadas —e in­
cluso de algunas m ultinacionales— con las cajas de
ahorro. E stas, a finales de la d ictadura, contaban
con depósitos p o r valor de casi dos billones de pe­
setas en 30 m illones de cartillas de ahorros, por lo
que m onopolizaban prácticam ente el num erario ex­
cedente de las cajas populares, incluyendo al im por­
tan te grupo de los em igrados.
E l E stado im pone a los consejos adm inistrativos

(8) Destaquemos por ejemplo la familia Ybarra, ennoblecida des­


de 1877 (y en la misma los títulos de barón de Güell y marqués de
Ariluce de Ybarra). Emparentados con los Oriol, nobles desde 1870,
y entre todos propietarios de los bancos Español de Crédito, Vizcaya,
Central, y con intereses en el Bilbao. Véase “Interviú”, Barcelona,
n.° 59, 30 de junio de 1977.
La familia Urquijo, ennoblecida en 1859 y 1913, propietaria del
banco del mismo nombre; la familia Arias del Banco Pastor, condes
de Fenosa en 1955; Basabe y Mauro, nobles desde 1653 y dirigentes
del Banco de Vizcaya, lo mismo que los Careaga, ennoblecidos
en 1910, etc.
110
el destino del setenta por ciento de las colocaciones,
y así resu lta «que u n 40% —dice un grupo de inves­
tigadores— se utilicen p ara subvencionar, con dine­
ro barato, a las autopistas, a las com pañías eléctri­
cas, a los inm obiliarios, a los m etalúrgicos, a los
banqueros e industriales» (9).
En la práctica, esa transferencia se consigue po­
niendo al frente de la gestión de las cajas, a los
m ism os ejecutivos de em presas privadas, favorecidos
con sus préstam os... Exam inando los casos de las
15 grandes em presas españolas, que en los años
1975 y 1976 reciben en préstam os entre 14.175 y
19.960 m illones de pesetas, respectivam ente, se pue­
de advertir un to tal de 19 consejeros com unes en­
tre los directorios de esas em presas y los consejos
de las cajas de ahorro.
Sim bólico es el hecho de que el presidente de la
CECA (Confederación Económ ica de Cajas de Aho­
rro) de 1975-1977, Luis Coronel de Palma, fuera al
tiem po presidente de Eléctricas Reunidas de Zarago­
za y de la E ditorial Católica, propiedad de la Igle­
sia, y m ás tard e em bajador de España en México.
E n verdad, esas 19 personas ocupaban nada me­
nos que cuarenta y dos cargos de consejeros, si
sum am os las 15 grandes em presas privadas con los
consejos de las cajas de ahorro.
Detalle interesante, tam bién en este período reci­
bieron cuantiosos préstam os a largo plazo y corto
interés, la Ford M otors Co., la ITT y Explosivos
Río Tinto.
Los aproxim adam ente 200 dirigentes máximos de
las cajas, ap arte del citado núcleo de capitalistas
privados, en u n núcleo cooptado, y h asta parcialm en­
te hereditario, sin perjuicio de la intervención ecle­
siástica, jerarq u ías políticas, burguesías locales y re-

(9) Págs. 32-36, Cajas de Ahorro. El interés más interesado, “In­


terviú”, Barcelona, n.° 59, 30 de junio de 1977, que periodísticamente
dice: “Las cajas recogen el dinero de los pobres y subvencionan
con él a los ricos a un interés muy inferior al del mercado ban-
cario”.
111
cién será afectado p o r reform as m uy m oderadas
en 1977.
E ste cuadro, en m enor escala, se rep ite con las
cajas de corporaciones colegiadas privilegiadas. Así
se h a denunciado, p o r ejem plo, el caso del M ontepío
de Funcionarios del M inisterio de Asuntos Exterio­
res (10).
M erecería tra ta rse separadam ente el m ercado de
valores, organizado en las bolsas de M adrid, B arce­
lona y Bilbao, y sus relaciones con el poder político
y económ ico de la oligarquía financiera.

III
La Iglesia católica —pieza central del m ovim ien­
to nacionalista desde el 18 de julio de 1936— se talló
u n á rea de p o d er considerable en el nuevo régim en
q ue el C oncordato firm ado en 1953 institucionali­
za (11).
E conóm icam ente, el entonces p rim e r m inistro Ca­
rre ro Blanco, en diciem bre de 1971 en las Cortes,
estim aba en 300.000 m illones de pesetas «lo que la
Iglesia nos h a costado desde el final de la guerra».
E sto dim anaba de la aplicación de los artículos 19
y siguientes del Concordato, p o r los cuales el E sta­
do se com prom ete a proporcionar a la Iglesia una
adecuada dotación económ ica y a subvencionar sus
tem plos y su enseñanza.
P or 1977 h abía 35.000 «piezas eclesiásticas», inclu­
yendo 81 obispos, en 64 diócesis, que recibían del Es­
tad o —ah ora en form a global— el 85% del presu­
pu esto de la Dirección G eneral de A suntos Eclesiás-

(10) Escándalo en el Ministerio de Asuntos Exteriores, “Repór­


ter”, Barcelona, n.° 6, 28 de junio de 1977, págs. 55-61, por Julio
Vallés, ampliamente documentado.
(11) Nos remitimos a nuestro libro La crisis española del si­
glo X X, ob. cit., cap. VIII, págs. 369-380, y la bibliografía sobre el
nacional-catolicismo. Por ejemplo, Santiago Petschen, La Iglesia en
la España de Franco, Madrid, Sedmay, 1977; los textos de E. Miret
Magdalena en la revista “Triunfo”, etc.
112
ticos q ue ascendían a 5.125 m illones d e pesetas an u a­
les, p ero ese im p o rte co n stitu ía u n a p a rte de las
subvenciones estatales, p o r cuanto, asim ism o, c o n tri­
b u ían m inisterios com o los de Vivienda, Defensa,
E ducación, etc. Así, p a ra 1970 p o r 802 m illones de
p esetas oficiales el m onto to ta l e sta ta l afectado a
la Iglesia e ra de 2.500 m illones y en 1971 el E stado
d ab a a la Iglesia seis m il m illones de pesetas, de los
cuales sólo 2.000 p o r m edio del M inisterio entonces
de Ju stic ia y C ulto (12).
Según ciertas fuentes, la Iglesia estaría, sin em ­
barg o , en condiciones de a te n d e r a sus necesidades,
m ed ian te sus propios ingresos, en u n m onto que se
v aría en co n sid erar e n tre el 60 y el 75% del to tal
req u erid o , p ro d u c to del fru to de su s bienes, ayuda
de la feligresía, aranceles eclesiásticos, etc.
E l especialista R oque Pozo en su o b ra La Iglesia
y su econom ía, destaca que la Iglesia posee en Es­
p añ a im p o rtan tes bienes inm uebles, a p a rte de em ­
p re sas económ icas de diverso tipo. C orresponde se­
ñ a la r la E d ito rial Católica, con seiscientos diarios,
rev istas, hojas, boletines, etc., y cadenas de radio.
Se conocen m al la im portancia, cu a n tía y h asta
individualización de todo ese patrim onio, y el m is­
m o E piscopado h a ordenado en 1977 recensarlo, p a ra
ad m in istra rlo co n ju n tam en te y su strae rlo a las dió­
cesis, p arro q u ias, órdenes, etcétera.
Las n u m ero sas propiedades de la diócesis de Lé­
rid a llevaron a la denuncia de «latifundism o eclesiás­
tico», p o r p a rte de su m ism o clero, en la década de
los años sesenta. De la diócesis de San S ebastián, el
citad o Pozo señ ala en form a p o rm enorizada sus in­
versiones en acciones, títulos, bonos, etc. P or esos bie­
nes, la Iglesia no paga im puestos, pues el artícu lo 20
del C oncordato de 1953 le exceptúa a texto expreso.
E se p atrim o n io no fue afectado ni dism inuido
d u ra n te el fran q uism o, dado el volum en de subven-

(12) Lo que nos cuesta la Iglesia, “Cambio 16”, Madrid, n.° 301,
18 de setiembre de 1977, y Los millones de la Iglesia, por So! Ga-
llego-Díaz, Enrique Bustamante y Joaquin Estefanía, “Cuadernos para
el Diálogo”, Madrid, n.° 241, 10 de diciembre de 1977.
113
ciones que la Iglesia recibió del E stado, pero ase­
guró todavía m ejo r su autonom ía, así com o el vir­
tu al m onopolio de la enseñanza p a ra las clases al­
ta y m edias.
E n este terreno de la enseñanza, el franquism o
com enzó suprim iendo el control de exám enes a car­
go de los establecim ientos públicos p a ra los alum ­
nos de la enseñanza privada, y el m onopolio de diplo­
m as y títulos de los entes estatales, desandando lo
que se cum plía en tiem pos de la M onarquía an te rio r
a 1931. E n segundo lugar, suprim iendo asim ism o el
co n tro l de docencia, p o r el que todos los docentes
debían se r form ados en los centros oficiales de pe­
dagogía o de nivel universitario, com o h abía im pues­
to la Segunda República.
La enseñanza privada, totalm ente autónom a y des­
vinculada orgánicam ente del E stado, es, sin em bar­
go, financiada p o r el erario público. P ara 1976 se
d estinaban en la Ley de P resupuesto del E stado la
sum a de 23.840 m illones de pesetas, com o subven­
ciones a la enseñanza privada (13).
La relación en tre puestos de centros estatales,
cen tro s de la Iglesia y alum nos en otros centros p ri­
vados es m uy interesante.
P ara la provincia de B arcelona, la m ás poblada
del país, co n tra 193.527 alum nos en 1974 de centros
estatales, existen en centros de la Iglesia u n total
de 193.346 puestos, y en esa provincia no hay univer­
sidades eclesiásticas.
E n todo el país, p a ra la enseñanza general básica
(EGB), los centros oficiales tienen 2.933.282 alum nos
c o n tra 1.024.893 de la Iglesia y 502.626 los dem ás cen­
tro s privados (14).
E stas cifras, sin em bargo, m u estran ya u n a situa­
ción declinante, pues en 1955 sólo u n a q u in ta p arte
de los estu d ian tes de bachillerato cu rsab an en Es­
p añ a en in stitu to s oficiales.

(13) Iglesia-Estado. Los obispos tienen miedo, “Cambio 16”,


Madrid, n.° 314, 18 de diciembre de 1977.
(14) Datos y cifras de la enseñanza en España, 1974, Madrid,
Ministerio de Educación y Ciencia.
114
E l m ercado económ ico que da en E spaña la ense­
ñ anza priv ad a es inm enso p o r cuanto los centros co­
rresp o n d ien tes requieren a las fam ilias que utilizan
sus servicios prestaciones equivalentes o superiores al
m o n to de las subvenciones estatales, ap a rte que con­
tro la n la in d u stria editorial y el com ercio de libros
y ú tiles de textos. E n to tal es u n m ercado del orden,
ap ro xim adam ente, de unos cien m il m illones de pese­
tas anuales, lo que, p o r m uchas razones, es ex trao r­
dinario.
E l aspecto económ ico es solam ente uno de los
que se deben co n sid erar en este asunto. A finales
de 1977, discutiendo este problem a se decía con fun­
dadas razones: «Lo que la Iglesia parece e sta r defen­
diendo no es el derecho de los padres a elegir la
educación de sus hijos, teniendo en cuenta la "m a­
y oría sociológica” de católicos, sino el control de la
educación en los cen tro sociológicam ente decisivos»,
lo que vale tan to com o el m ayor p o d er ideológico-
cu ltu ra l en E spaña (15).
Como cen tro autónom o de poder, la Iglesia, a p a r­
te de la enseñanza, controla la cen su ra y los m edios
de com unicación, especialm ente con an te rio rid ad a
1955.
E n m ayor escala que el E jército, la Iglesia com o
consecuencia de la g u erra civil, se institucionaliza
y p ro c u ra llegar a una su erte de Estado-Iglesia, p ar­
ticipando o controlando los M inisterios de Relacio­
nes E xteriores, Ju stic ia y Culto y Educación.
C opartícipe del p o d er estatal, y dueña de sus de­
cisiones p o r su m ayor independencia funcional, tie­
ne en el m undo entero, y en especial d en tro de los
países católicos, u n a situación privilegiada. Aliándo­
se con la oligarquía financiera y las m ultinacionales
ex tra n jera s, a través de organizaciones nuevas com o
el O pus Dei, p artic ip a adem ás del p o d er económ ico.
E n 1947 e sta en tid ad es reconocida p o r el Pontifi-

(15) P. 24, El pluralismo ideológico es inadmisible, por M. Vi-


gil, “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, n.° 241, 10 de diciembre
de 1977.
115
cado com o In s titu to S ecular de D erecho Pontificio,
y se extiende desde E sp añ a hacia o tro s países. E sta
en tid ad en señ a a u n a nueva generación de «gerentes»
de em p resas, no p a ra a te n d er sus p ropios estableci­
m ientos, sino p a ra po n erse al servicio com o «mana-
gers» o «ejecutivos» de las em p resas m ultinaciona­
les, y a n te todo del com plejo financiero-industrial-
co m ercial «de la llam ad a S an ta Mafia» (16),
La trad ic ió n em p re sista del alto clero católico
esp añ o l es conocida, y h a sido estu d iad a p a ra la Re­
p ú b lica d e los años tre in ta p o r A ntonio R am os Oü-
veira, que destacó el peso social de la Iglesia en el ca­
p italism o financiero-eclesiástico (Banco U rquijo, Ban­
co C entral, B anco C ontinental, etcétera).
La p resen cia del O pus Dei en los tiem pos del
fran q u ism o am p lía y m oderniza aq u ella p resencia, a
trav és de en tid ades nuevas y p u jan tes. El g rupo fi­
n an c iero del O pus Dei está constituido p o r el B anco
P o p u la r E spañol (sexto grupo b an cario español con
ocho bancos), B anco A tlántico (cinco bancos que in­
teg ra n el noveno grupo bancario), RUMAS A (décim o
g ru p o b an cario con 15 bancos afiliados), que unidos
fo rm a n el consorcio b an c ario m ás gran d e del país.
A trav és de esos colosos b an cario s se co n tro lan em ­
p re sas in d u striales, de inversiones, del sec to r de co­
m unicación, de inform ación, holdings diversos, finan-
ciad o ras de cen tro s de enseñanza, investigación cien­
tífica, au to p istas, inm obiliarias, agencias d e noticias,

(16) Sobre este tema es invalorable la obra de Jesús Ynfante,


ha prodigiosa aventura del Opus Dei. Génesis y desarrollo de la
Santa Mafia, París. Ruedo Ibérico, 1970, que en pág. 215 y siguien­
tes trata de la clase dominante española y del fascismo español: la
ideología clerical-autoritaria. En un anexo da la nómina de Socios
militantes y simpatizantes del O. D. Relacionamos esa nómina (in­
vestigada en 1968) con la nómina cit. de R. Tamames, de lo que
resulta que un total de cuarenta y nueve personas pertenecen al
Opus Dei (como militantes o simpatizantes), sobre el total de 300
nombres de la lista de “personas más destacadas por su actividad
económica y financiera”. Aun siendo elevado ese porcentaje, en los
hechos debe ser mayor, por cuanto habría que tener en cuenta a los
familiares cercanos de los “numerarios” (y “supernumerarios”), y
examinar las nóminas de consejeros de los bancos y otras empresas
importantes del O. D.
116
universidades, etc., que se desbordan de España y
p en etran en H ispanoam érica y en diversos países eu­
ropeos, ap arte de Estados Unidos.
E n 1969, los grupos de origen falangista en el
gobierno fran q uista denunciaron el llam ado «escán­
dalo MATESA», m alversación de fondos p or valor
de diez mil m illones de pesetas y de responsabilidad
de integrantes del Opus Dei. E ste hecho, sin em bar­
go, no excluyó la participación de sus m iem bros en
el gobierno sino que, bajo la presidencia del alm i­
ran te C arrero Blanco, los tecnócratas —como se acos­
tu m b ra llam arles en E spaña en estos años— pa­
san a controlar enteram ente, h asta 1973, inclusive,
el ap arato estatal español (17).

IV
Las nuevas fuerzas sociales, provenientes de las
capas m edias de funcionarios, oficiales, m iem bros de
la Falange y otros grupos políticos de ultraderecha,
fueron decisivos com o instrum entos de poder al ser­
vicio de los grandes intereses de la oligarquía finan­
ciera, la nobleza tradicional y la Iglesia en el episo­
dio de la guerra civil de 1936. Es explicable que
p articip aran asim ism o del saqueo del presupuesto y
tuvieran un efectivo poder fáctico en la posguerra.
Como es característico en los regím enes fascistas
son plebeyos que, en razón de sus im portantes ser­
vicios, se hacen un lugar utilizando el m onopolio del

(17) Hay cierta literatura sociológica que intenta identificar a


los tecnócratas del INI y del Opus Dei con los managers de otros
países, al estilo de las obras de Bruno Rizzi, Milovan Djilas, John
Kennet Galbraith, Adolf Berle, James Burnham. Así, por ejemplo,
Carlos Moya, Burocracia y sociedad industrial, Madrid, Edicusa,
1972, y Las élites económicas y el desarrollo español, t. I de La
Esp ña de los años 70, ob. cit., p. 167.
Debe consultarse, sobre los aspectos teóricos, y ante todo com­
parativos con otros países, el volumen / nuovi padroni, Milano, An-
tiestato, 1978, que corresponde a las actas del Coloquio Internacio­
nal de estudio sobre los nuevos patrones, 25-27 de marzo de 1978
(Venezia).
117
m anejo del ap arato estatal y la política española, y
p ro cu ran —en diversa escala— incorporarse a la an ti­
gua clase alta, o fundirse con ella, a través de lazos
m atrim oniales, alianzas políticas, negocios com unes,
siem pre con la m entalidad de «arribistas» propia de
su origen social.
P ara llegar a esos objetivos, fue necesario —y
en form a no m uy distinta a la operada en Italia y
Alemania b ajo el fascismo—- desem barazarse de los
sectores pequeño-burgueses engañados por la dem a­
gogia an ticap italista (affaire Hedilla, exclusión del
carlism o, etc.).
Si consideram os las «familias políticas del régi­
men» —en la term inología de Amando de Miguel—,
encontram os a los m ilitares, tradicionalistas (carlis­
tas), falangistas y técnicos, naturalm ente a nivel gu­
bernativo superior, y com o integrantes en calidad de
m in istro s de los consejos de gobierno del franquis­
mo.
El E jército m ilitariza la Falange, y en algún senti­
do la anula, pero no por ello se puede afirm ar, como
algunos autores, que el franquism o sea estrictam en­
te u n régim en castrense. El contingente de m ilitares
profesionales en activo (nos referim os a los altos
m andos) se restringe, y adem ás incluye u n núm ero
elevado de «alféreces provisionales», es decir, volun­
tario s p o r razones políticas durante la guerra civil.
Siguen, sí, siendo una suerte de «casta», p o r cuanto
tienen una pronunciada endogam ia y los aspirantes
se reclutan en tre fam iliares de antiguos oficiales.
Su participación efectiva en la clase alta se cum ­
ple —com o es norm al— solam ente al nivel de los al­
tos m andos. En p rim er lugar de los provenientes de
la guerra civil, pero m ás tarde a través del In sti­
tu to Nacional de In d u stria (INI).
E sta corporación pública, fundada en 1942, a im i­
tación de las entidades autárquicas ítalo-fascistas, se
convierte en el décimo grupo em presarial de Euro­
pa, pues em plea al 5% de la población activa espa­
ñola, y rep resenta un 3,5% del PNB y u n 10% del
PIB. E sto se explica p o r cuanto controla el 65% de
la refinación de petróleo, el 15% de la producción de
118
electricidad, el 60% del acero, el 57% del alum inio, el
50% de la hulla y el 95% de la construcción naval,
ap arte de servicios como el tran sp o rte aéreo y m a­
rítim o, etc. Le corresponde la exportación del 16%
del volumen total nacional, o el 23% si se incluyen
los servicios ju n to a los productos industriales.
Analizando el Anuario Financiero y de Sociedades
Anónim as de España 1976-1977, la revista m adrileña
«Cambio 16», todavía a finales dé 1977, establecía
u n a nóm ina de 35 personas que «han pertenecido al
ap a rato político del antiguo régimen», es decir, po­
líticos o ex políticos franquistas que integran si­
m ultáneam ente con el sta ff jerárquico del IN I los
directorios y consejos de las em presas privadas. No
se tra ta de técnicos, o profesionales exclusivam ente
estatales. La nóm ina se integra en am plia m edida
con representantes de intereses privados, o son una
expresión de la oligarquía política (18).
El IN I respalda con la fuerza de un poderoso
holding los intereses del patronato privado (nacional
y extranjero) y, a su vez, por su interm edio, gentes
del alto personal político o técnico, adquieren situa­
ciones sociales elitarias, y eventualm ente se insertan
en la clase alta tradicional em presarial, o m ás fre­
cuentem ente en la nueva clase de m anagers y eje­
cutivos.
Se ha destacado la im portancia del grupo de al­
tos oficiales del ejército en la gestión del IN I a tra ­
vés de em presas industríales, vinculadas o no a los
estricto s asuntos m ilitares, prim ero como represen­
tan tes del Estado, pero seguidam ente com o «hom­
b res de paja» de intereses privados, m anagers o eje­
cutivos al servicio de los m ismos.
La gestión global del IN I, asim ism o, es elocuen­
te. Sus em presas fijan precios políticos a sus pro­
pios productos y servicios. Así, la HUNOSA, cons-

(18) Del texto y nómina de “Cambio 16”, n.° 311, del 27 de


noviembre de 1977, págs. 52-53, resultan más abundantes elementos
de juicio. Recuérdese que es una etapa sin control legislativo ni pu­
blicidad libre, por lo que las colusiones entre intereses privados y
fondos públicos son mayores.
119
titu id a en 1967, a la que las C ortes en 1977 le
conceden u n a subvención extrao rd in aria de 4.295 m i­
llones de pesetas, asunto que el diputado socialista
E n riq u e B arón resum ía «como uno de los procesos
de socialización de pérdidas m ás significativos del
país». La em presa en cuestión vende hulla coquizable
a precios inferiores en u n 40 a 50% del m ercado
exterior, y la m itad de su producción la consum en
em p resas siderúrgicas, centrales térm icas y las in­
d u stria s del cem ento. E n u n a p ala b ra «una em presa
p o tencialm ente ren tab le es tradicionalm ente deficia-
ta ria p a ra que se beneficien em presas privadas» (19).
E n verdad, si HUNOSA es la em presa, de las 67
que agru p a el IN I con sus respectivos 250.000 tra ­
b ajad o res, que tiene pérdidas m ayores, tam bién las
o tra s 18 em presas ofrecen balances a m enudo defici­
tario s.
O tra v arian te del apoyo del IN I a la em presa
p riv ad a es su papel de salvador de los capitalistas
en ap u ros. Las grandes corporaciones nacionales en
q u ieb ra, m o rato ria o am enaza de suspensión de p a­
gos, ya sea p o r m ala adm inistración o p o r carencia
de adecuados cam bios tecnológicos, pueden —y lo
h an conseguido— vender al E stado sus explotacio­
nes a buen precio. Es el caso, a finales de 1977, de
la C om pañía de Navegación T ransatlántica M edite­
rrá n e a (de la fam ilia M arch), y antes la citada HU­
NOSA, am enazadas u n a p o r el progreso de la nave­
gación aérea y la o tra p o r las nuevas fuentes de ener­
gía su stítu tív as del carbón.
A nivel de los altos m andos del partido único, la
Falange E spañola T radicionalista y de las Ju n tas
Ofensivas N acional-Sindicalistas, m ás tard e conocida
p o r el M ovim iento, hay ciertos apellidos que ya figu­
ra b an e n tre los integrantes de la clase alta con an­
terio rid a d a 1936 (por ejem plo, los Prim o de Rivera,
O riol y U rquijo, Calvo Sotelo, conde de Rodezno,

(19) P. 56, “Cambio 16”, Madrid, n.° 308, 6 de noviembre de


1977; HUNOSA, Diez años perdidos. La empresa se contituyó al
adquirir el Estado, a un alto precio, minas asturianas ya deficitarias
en 1967.
120
Ram ón S errano Suñer), pero se h an caracterizado
p o r ap o rta r a la élite sangre fresca, típicos lobos,
com o diría Vilfredo Pareto.
La d ictad u ra ha prom ovido al p rim er plano, y ha
favorecido la incorporación al nivel superior de la
estratificación social española de nuevos apellidos,
originarios en las clases m edias provinciales, como
el caso —p ara sólo citar ex m inistros— de Demetrio
Carceller, Raim undo Fernández Cuesta, José Luis de
Arrese, J. A. Girón de Velasco, José Solís Ruiz, Ma­
nuel Fraga Iribarne, José U trera Molina, E. García-
Ram al, Licinio de la Fuente, Pedro Gamero del Cas­
tillo, Andrés Reguera G uajardo y Cruz Martínez-Es-
teruelas.
E n la nóm ina de los 300 individuos m ás destaca­
dos p o r su actividad económ ica y financiera en 1975,
Ram ón Tam am es incluye a un total de 76 m inistros,
ex m inistros, subsecretarios de Estado, alcaldes de
M adrid y Barcelona, directores generales, em bajado­
res, gobernadores del Banco de España, etc., m uchos
de los cuales son m ilitares, gentes de Iglesia, pero
tam bién donde abundan los provenientes de las je­
rarq u ías políticas, com o los citados anteriorm ente.

V
La im portancia de la penetración económ ica ex­
tran je ra, y el ejercicio del poder financiero y eco­
nóm ico p o r los países capitalistas avanzados, es una
antigua característica española desde los tiem pos de
la M onarquía, frente a la cual la Segunda R epública
no adoptó m edidas, pero que se acrecentó inm ensa­
m ente d u ran te la guerra civil y el franquism o. Este
régim en, en la m edida que pudo im ponerse política
y m ilitarm ente con el apoyo de las potencias del Eje,
se enfeudó económ icam ente a Alemania e Italia, pero
tam bién desde 1936 a los intereses petroleros n o r­
team ericanos. No en vano, du ran te la guerra civil, ta
121
Texaco proveyó el com bustible necesario a la avia­
ción y los elem entos m otorizados nacionalistas (20).
Si las d erro tas m ilitares m undiales de 1943-1945,
elim inaron aquel lazo ítalo-alem án, p ro n to fue susti­
tuido p o r la avalancha de inversiones norteam erica­
nas, y después de 1958 tam bién de E u ro p a Occiden­
tal, y m uy recientem ente japonesas. E n el caso de
E stad o s Unidos, esto va unido al ingreso de E spaña
e n tre los beneficiarios de préstam os y donaciones
estatales, ap a rte de las derivadas del cum plim iento
del tra ta d o de arrien d o de bases estratégicas del
año 1953.
E l caso, ap arentem ente, no es distinto de otros
países m editerráneos de débil econom ía capitalista,
p ero en la situación de E spaña hay elem entos p ar­
ticulares. E ste ingreso m asivo de capitales foráneos
se cum ple b ajo el «estado de excepción» en un país
donde no hay sindicatos, ni huelgas, ni prensa, ni
P arlam ento. La m ism a debilidad política del régim en,
el c a rác ter de m uchos de sus titu lares de m eros
«instrum entos de poder» no representativos de inte­
reses cap italistas nacionales, las necesidades de in­
versiones del país p a ra salir de su atraso y atonía,
todo ello favorece u n a especie de «colonización» en
que el caso español se asem eja a los conocidos de
Form osa, V ietnam , Hong Kong, Corea del S ur y cier­
to s países latinoam ericanos.
E sto explica el decreto-ley del 27 de julio de 1959
facilitando la participación m asiva de capitales ex­
tra n je ro s en las em presas económ icas españolas aue
se cum ple especialm ente en la gran em presa, de alta
tecnología capaz de a c tu a r en el cam po de la ex­
portación. E n 1969, el Gobierno inform a oficialm en­
te a las C ortes que las em presas españolas au to ri­
zadas a ten e r m ayoría de participación ex tra n jera en
su cap ital con u n to tal de 889, de las cuales nada

(20) T.a bibliografía académica reciente es concluvente: Alien


Guttman. The wound in the h^art: America and the Spanish Civil
War, New York Free Press, 1962, y Richard P. Traína, American
Diplomacy and the Spanish Civil War, Bloomington, Indiana Uni­
versity Press, 1968. Véase asimismo el capítulo VII de esta obra.
122
m enos que 365 poseen u n activo superior a veinte
m illones de pesetas (21).
Las entradas de capital a largo plazo en dólares
y p o r hab itan te y año en el período 1964-1966 (datos
oficiales), eran p ara E spaña m enores que p a ra Ale­
m ania, Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Francia e Ita­
lia (que se ordenaban entre 13,9 y 6,4, frente a 5.2
dólares p ara España), pero representaban el 2% de
la inversión total sobre la form ación b ru ta de capi­
tal fijo, ahora solam ente superados p o r Italia (3,3%),
Alemania Federal (2,4%) y Bélgica-Luxemburgo
(2,3 %).
Pero en el resto de la E uropa occidental existía
u na im plantación social burguesa m ás consistente,
y capitales locales m ejor arraigados que en España.
Por o tra parte, m ientras en los citados países sola­
m ente E stados Unidos hacía inversiones extranje­
ras de capital, en E spaña ésas se sum aban a las de
Suiza, Francia, Alemania, Italia, Holanda, etc., lo que
duplicaba holgadam ente la tasa de inversión citada.
Los capitales japoneses serán los últim os en lle­
gar, pero a finales de 1977 se calculaba que había
33 em presas españolas financiadas p o r ellos, de los
cuales ocho en form a predom inante, destacándose
la m ultinacional M arubeni y el Banco de Tokio (a
través de BANESTO y del Banco de D esarrollo Es­
pañol), y es relativam ente im portante en la pesca,
acero y bancos (22).
E n definitiva, en la década de los años sesenta

(21) Sobre la participación económica norteamericana, la obra


más completa sigue siendo la de Manuel Vázquez Montalbán, La
penetración americana en España, Madrid, Edicusa, 1974, donde
se considera en forma pormenorizada las inversiones americanas
(págs. 201-350), pero además las implicancias del citado tratado de
1953, perfeccionado en el Convenio de Cooperación entre España
y los Estados Unidos, del año 1970, cuyo texto se transcribe (pági­
nas 13-25).
(22) Sobre el monto invertido, sólo tenemos cifras de 1966, y
entonces era —en las compañías controladas con más de un 50 %
de capital japonés— del orden de 641.119.000 pesetas. Lo mismo
que en los demás países capitalistas inversores, no faltaban “cu­
briendo” estas operaciones hombres de paja, representantes, managers
españoles, y algunos de ellos connotados políticos. Véase revista
“Qué”, Madrid, n.” 2, 19 de diciembre de 1977.
123
coinciden en E spaña el fenóm eno de la in dustriali­
zación y la urbanización acelerada, con la m asiva p a r­
ticipación de capitales extranjeros, en tiem pos ca­
racterizados p o r u n avance espectacular de las com ­
pañías m ultinacionales, de las cuales ya el país tenía
sus experiencias p o r cuanto fue ju stam en te en Es­
p añ a el p rim er país europeo donde se instaló la ITT
en 1924, y, com o hem os visto, la Texaco dom inó el
p an o ram a del petróleo desde 1936. P ara E uropa
occidental, y en especial Francia, p o r entonces Jean-
Jacques S chreiber escribía El desafío americano,
señalando que aunque las com pañías con sede en
EE.UU. controlaban apenas el 5 % del conjunto de
negocios europeos, tenían en su poder los sectores
m ás adelantados (telecom unicaciones, ordenadores,
electrónica, m aquinaria agrícola, papel y películas).
E n E spaña, no solam ente los citados sectores cla­
ves están dom inados p o r las m ultinacionales, sino
asim ism o o tras zonas de valor estratégico, económ i­
co y político, com o son p o r ejem plo: autom óviles,
neum áticos, m áquinas de oficina y contabilidad, m e­
dicam entos, com ercio de granos, in d u strias alim enti­
cias, fib ras textiles sintéticas, electricidad, productos
de crista l y p roductos quím icos (23).

(23) Tamames, en la ob. cit., p. 217, da la siguiente nómina de


las 19 empresas con participación extranjera mayoritaria que se
encuentran entre las primeras cien del país por el volumen de sus
ventas en 1976: Renault, Standard Electric, Chrysler, Michelin, Ci­
troën, Nestlé, IBM, Dow Chemical, Pirelli, Hoechst, Simago (gran­
des almacenes alemanes), La Seda de Barcelona, Shell, Firestone,
Cristalería Española (Saint-Gobain Pont-A-Mousson), Bayer, Phi­
llips, AEG. Se trata sólo de aquellas empresas donde explícita­
mente el capital es en su mayoría extranjero, pero también en la
nómina de las cien primeras empresas figuran otras multinacionales
tan conocidas como: Fiat, Explosivos Río Tinto, Exxon, Texaco,
Steel Co., Ford, Babcock and Wilcox, Siemens, Alcoa, ITT, etcétera,
a menudo disimuladas en el seno de complejos de empresas estatales
del INI o en combinaciones con intereses locales, pero siempre
dominando con su tecnología, comunicaciones y capacidad financiera.
Obsérvese que, en definitiva, el cuadro de penetración capitalista
extranjera —con excepción de la banca hasta 1978— no es diferente
de un país como Brasil, famoso justamente por la incidencia que
tienen las multinacionales en su economía. Véase nuestro trabajo,
Brasil: una experiencia en materia de sociedades multinacionales,
“Perspectiva Social”, Barcelona, n.° 4, págs. 131-143, 1974,
124
Si p o r n a tu ra l gravitación las em presas m u ltin a­
cionales, n o rteam ericanas, europeas y japonesas con­
tro la b a n la p a rte m ás dinám ica de la producción
española, capaz de p a rtic ip a r en la exportación, no
es m enos cierto que la protección, colaboración y
alianza, m ediante disposiciones de la adm inistración,
les p ro p o rcio n a in u sitad as ventajas. Se h a citado a
E sp añ a com o u n a su erte de «santuario del lucro»,
no gravando las inversiones ex tran jeras, posibilitán­
doles ganancias óptim as, que en algunos casos alcan­
zan niveles inusuales (24).
Todo ello significa, obviam ente, u n a especie de
m odernización, e in co rp o ra a E sp añ a al m ercado in­
tern acio n al económ ico, de que estab a en principio
excluida desde 1936. Es im p o rtan te su b ra y ar que la
in d u strializació n se h a rá b ajo el signo del nuevo
m undo m ultinacional, tan to en el aspecto tecnológi­
co, com o económ ico y socio-político.
Si es fácil sab er del aspecto económ ico del tem a,
no siem pre se h a destacado su lado social y político.
Se h a dicho que «La corporación m undial es el
in stru m en to ideal p a ra la integración del planeta, a
ju icio de los g erentes de la Tierra» (los grandes
m anagers de las transnacionales), p o rq u e es la «úni-

(24) Dos ejemplos son bastante elocuentes. El importante mer­


cado del comercio internacional del grano (maíz, soja, especialmente),
que para 1975 importaba 59.123 millones de pesetas, y que dos años
más tarde llegaba a los 75.000 millones de pesetas, lo controlaban
ocho compañías norteamericanas, suizas, danesas y francesas. Véase
José A. Robles Barreda, Fraude en las multinacionales del grano,
“Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, n.° 241, 10 de diciembre de
1977, págs. 34-38.
Más escandaloso es el negocio de los medicamentos, de los que
en España circulan no menos de 20.000 específicos, cuando en Sue­
cia se manejan con solamente dos mil, y la O. M. S. aconseja ceñirse
a una nómina básica de 250. Ese mercado, atendiendo solamente
a los pagos del INP (Instituto Nacional de Previsión), que provee
el Seguro Obligatorio de Enfermedad estatal, es del orden de cien
mil millones de pesetas anuales. Véase Rcol Tejada, Sanidad, “Qué”,
Barcelona, n.° 2, 19 de diciembre de 1977.
125
ca organización h u m ana que h a conseguido lib era r­
se de las a ta d u ras del nacionalism o» (25).
La conferencia de Jam aica de 1971 de B usinness
In tern atio n al llegó a la conclusión de que «la co r­
po ració n m undial internacional constituye u n a am e­
naza c o n tra la m ism a existencia del E stad o nacio­
nal», pues en n u estro tiem po «una vez que la econo­
m ía se h u b o convertido en la sustancia de la polí­
tica, el p o d er pasó a las organizaciones económ icas
m ás grandes, es decir, a las corporaciones capaces
de la m ayor eficacia», dicen B arnett-M üller (26).
Si pasam os del terren o económ ico-político a la es­
tratificación social, no puede m enos que destacarse,
desde los años sesenta, el im pacto de la penetración
m asiva de las em presas internacionales en España.
E n tre «los nuevos españoles» se destaca el E jecu ti­
vo al servicio de las com pañías ex tran jeras, que
n o rm alm en te dom ina el inglés, h a estudiado en E sta­
dos Unidos y se asim ila a los usos y costum bres n o r­
team ericanos. D ada la debilidad de la burguesía es­
pañola, y al tiem po la pro fu n d id ad de la penetración
económ ica ex tra n jera , no puede so rp re n d er que mu-

(25) Richard J. Bamett-Ronald E. Müller, Los dirigentes del


mundo. El poder de las multinacionales, Barcelona, Grijalbo, 1976,
p. 72. En verdad, en los mismos orígenes del capitalismo no fal­
taron asociaciones de mercaderes, y a menudo “se convirtieron tem­
poralmente en verdaderos gobiernos”, p. 95, por lo menos en las
colonias. Hoy están en óptimas condiciones de adoptar resoluciones
porque tienen una “corriente de valiosas informaciones” (p. 44) que
incluso faltan a los gobiernos.
(26) La idea marxista del Estado “como comité ejecutivo de la
clase dominante”, en cierto sentido es refrendada por la famosa
divisa de que “lo que es bueno para las compañías es bueno para
el país”, de donde es fácil pasar a la confusión entre Estado y cor­
poraciones mundiales.
Pero además cabría preguntarse si, ya en sus decisiones origi­
narias, la iniciativa económica no implica una opción política. Como
dicen Barnett-Müller, ob. cit., p. 51: “La decisión de levantar una
fábrica en un determinado lugar depende, por supuesto, de muchos
factores, entre los cuales se cuentan no sólo los sueldos compara­
tivos, las tarifas, los impuestos y los costos de transporte, sino
también el clima político y de relaciones laborales.”
126
chos altos dirigentes de la econom ía «española» sean,
en verdad, servidores de capitales extranjeros (27).
A tendiendo a su reclutam iento, en sus rangos se
en cu en tra un n úm ero elevado de ex altos funciona­
rio s civiles y m ilitares del franquism o, y es presu­
m ible en este terren o u n acentuado índice de co rru p ­
ción (28).
T am bién se destaca la activa intervención del
Opus Dei en proveer ejecutivos tecnócratas a las em ­
p resas internacionales. En verdad, m uchas de las
em presas económ icas de aquella entidad son agen-

(27) Examinando (en España) las nóminas de Ramón Tamames,


ob. cit., págs. 235 y sigs., “personas destacadas (en España) por su
relevancia en las actividades económicas y financieras”, sobre un total
de 300, relevamos unos cincuenta que participan en los consejos de
las sociedades anónimas bajo las cuales se presenta jurídicamente en
España el mundo de las E. M. De ellos, veinticinco cumplen casi
exclusivamente esa función.
Esas proporciones aumentan en la medida que nos referimos a
las empresas más importantes y a los dirigentes elitarios dei mundo
económico. En la nómina también del mismo autor (ob, cit., p. 228),
de las “20 personas más significativas en actividades económicas y
financieras en España”, encontramos un total de cinco (es decir,
el 25 % del total) cuya inclusión deriva “exclusivamente” de repre­
sentar los intereses de la Ford, Steel Co., Bank of America, “Gallina
Blanca”, ITT, IBM y Palmolive. Pero en los 15 personajes restantes
encontramos a los agentes de Renault, Siemens, Gibbs and Hill,
Chrysler, etc., lo que confirma la mezcla de intereses que caracteriza
como “burguesía compradora” a la española, por lo menos en un
sector caracterizado. Véase Juan Muñoz, Santiago Roldán y Angel
Serrano. La internacionalización del capital en España, Madrid “Cua­
dernos para el Diálogo”, 1978.
(28) En la ob. cit. de Tamames, nóminas citadas, encontramos
entre los altos servidores de las empresas multinacionales extranje­
ras a ex ministros de Hacienda, ex presidentes del INI, ex embaja­
dores, etc. También militares en retiro, destacadas personalidades
políticas, miembros de la nobleza, etc.
El Senado de los Estados Unidos, en recientes investigaciones, ha
demostrado la técnica de corrupción aplicada sistemáticamente por
las empresas multinacionales de ese país para favorecer su penetra­
ción económica en el extranjero, que obviamente es más significativa
en los países no democráticos. El mismo Francisco Franco, según
Mis conversaciones privadas con Franco, de Francisco Franco Sal­
gado Araujo, Barcelona, Planeta, 1976, págs. 149, 191, 209, 244 y
278, conoce o admite la corrupción a nivel de ministros.
127
cias o su cu rsales de casas m atrices n o rtea m erica­
n as (29).
Hay, asim ism o, y en ello la situación de E sp añ a
n o es m uy d istin ta de países latinoam ericanos, la
co laboración de u n a bu rg u esía local «com pradora»,
desnacionalizada, q u e com plem enta la atención de
su s em p resas con el apoyo a las grandes em presas
ex tra n jera s.
R esum iendo: la integración de las em p resas ex­
tra n je ra s , y su am plio s t af f de ejecutivos, asesores,
co n sejero s, técnicos a su servicio, etc., con los de­
m ás secto res de la clase alta es íntim a, y en los
tiem p o s del fran q u ism o le co rresp o n d e ju g a r u n p a ­
pel relev an te en la dirección del país.
H ay dos tem as m uy vinculados al q u e term in a­
m os de co n sid erar, a saber:
a) Los nuevos ricos del franquism o, re su lta d o en
b u en a p a rte de las nuevas perspectivas económ icas
de E sp añ a en esos años, y b) a c titu d del E stad o en
m a te ria económ ica y fiscal.
R ecordem os la p ro fu n d a tran sfo rm ació n de la
econom ía española en tiem pos del franquism o.
Se estim a que p a ra 1980, el 56% de la población
esp añ o la vivirá en ciudades de m ás de 20.000 h ab i­
tan tes, y el 50% en las m ayores de 50.000 h ab itan tes.
La población m etro p o litan a (es decir, en entidades
de m ás de 100.000 h ab itan tes) p o r 1960 recién llega­
b a al 34,85% d e la población total, y a u n 61,62% de
la u rb a n a nacional.
A tendiendo a las an te rio res c a rac terísticas ru rales
del país, el In fo rm e FOESSA de 1970 afirm ab a que
«apenas se pu ed e e n c o n tra r o tro ejem plo sim ilar en

(29) En las nóminas de “Socios militantes y simpatizantes del


Opus Dei”, incluidas en la ob. cit., de Jesús Ynfante, La prodigiosa
aventura del Opus Dei, Génesis y desarrollo de la Santa Mafia,
encontramos los gestores de la Siemens, Gibbs and Hill, ITT, Shell,
Coca Cola, Ford. Johnson and Johnson, Babcock, Alcoa, Nestlé,
La Seda de Barcelona, Fiat, Esso, etc.
Entidades católicas pertenecientes al episcopado, como la Edi­
torial Católica, tienen comunes directores, asimismo, con las empre­
sas extranjeras. Sobre la situación latinoamericana, tantas veces alu­
dida, nos remitimos a nuestro libro La imprese multinazionali nell’
America Latina, Napoli, Liguori, 1976.
128
to d a E u ro p a en los últim os tiem pos» de una tran s­
form ación tan rápida. En cuanto al sector secunda­
rio o industrial, no es ocioso reco rd ar que era so­
lam ente del orden del 30% del m ercado laboral en
1957, pero que, después de esta fecha, tiene un di­
nam ism o que m ultiplica sus efectivos.
E n tre 1950 y 1975, el producto b ru to in terio r al
coste de los factores crece en u n 444%, la ren ta na­
cional p er cápita un 383 %, pero el nivel de vida no
co rre paralelo p or cuanto m ejora entre u n 210 y un
253%. Tales situaciones dan oportunidades a nuevas
actividades económicas y surgen nuevos apellidos de
auténticos self-made-men capitalistas.
El m ism o régim en político no ha dejado de cele­
b ra r «la saga» de estos nom bres, y ha destacado el
m érito de apellidos como los de B arreiros (en la in­
d u stria autom otriz), Banús, (en la construcción),
Pepín Fernández (en los grandes alm acenes), Areces
Rodríguez (ídem), Caprile Stucchi (equipos eléctricos
p a ra la indu stria autom otriz) y B arrié de la Maza
(eléctricas), pero éstos son sólo los m ás conocidos,
en tre los que culm inan la pirám ide social, pues en­
tre los nuevos apellidos no faltan en el m undo de
los negocios los aportados por la política (como el
del m ism o Franco) o de origen clerical, especialm en­
te opusdeísta (30).
Las nuevas ciudades m etropolitanas, coincidien­
do con la falta de control dem ocrático popular, han
facilitado el saqueo de sus recursos en terreno, ser-

(30) En la revista “Cuadernos para el Diálogo”, de Madrid,


sobre los Barreiros y otras familias de nuevos ricos han aparecido
una serie de notas informativas. Véase Jorge Ramírez, Las familias
más poderosas de España, Barcelona, Bruguera, 1977, que trata de
los Banús, Ruiz-Mateos (Rumasa), Porcioles y Colomer, Vilá Reyes
(Matesa) y los Franco, aparte de familias pre-franquistas en la oli­
garquía como los March, Oriol y de los “multinacionales” Garrigues
Walker.
En “Primera Plana”, Barcelona, n.° 20, 15 de julio de 1977, Un
imperio de cemento. Banús: el zángano de la colmena, por Domingo
Peinado, págs, 14-18. A fines de 1978, Banús debió cancelar parte
de sus inversiones en la costa malagueña en manos de Rumasa.
Antes, Barreiros cedió su empresa, o parte ella, a la Chrysler. Véase
Ramiro Cristóbal, El franquismo está en venta, “Triunfo”, Madrid,
n.° 826, 25 de noviembre de 1978.
129
vicios públicos, vivienda, etc., y dado opo rtu n id ad
al enriquecim iento de personalidades y em presas, en
donde en contram os ju n to a antiguos rep resen tan tes
de la clase alta a nuevos patronos. La prensa espa­
ñola h a destacado recientem ente el caso de los ne­
gocios vinculados a la b asu ra urbana, y a los ap a r­
cam ientos en las grandes ciudades (31).
E se tipo de actividades, y m ás todavía la especu­
lación sobre el suelo urbano, la construcción y los
servicios públicos, im plican el control de los Ayun­
tam ien to s y las D iputaciones. Jesús Y nfante ha ano­
tad o en B arcelona u n a «oligarquía local que m ono­
poliza en favor de sus intereses de clase los altos
cargos provinciales y locales desde 1939». F u erte del
apoyo del p o d er central, lo que llam a las sagradas fa­
m ilias de Barcelona h an actuado «sin que ninguna
fuerza social p u d iera oponerse a esa oligarquía»,
p a ra satisfacer sus intereses privados, y al tiem po
« em prender la m ayor devastación del espacio social
u rb a n o de que se tiene noticia» (32).

(31) Seis grandes compañías se reparten en España prácticamente


todas las “recogidas urbanas y limpieza viaria” de las grandes ciu­
dades. El sesenta por ciento está en manos de la empresa Fomento
de Obras y Construcciones, primer contratista de basuras de Europa,
presidido por el ex primer ministro Ramón Serrano Suñer, pero en
este tipo de actividades encontramos nombres de la nobleza, bancos
y nuevos ricos. Véase Lo más limpio es la basura, “Posible”, Madrid,
n.° 53, 15 de diciembre de 1977, págs. 29-31.
En cuanto a los aparcamientos, solamente en Madrid, entre 1959
y 1977 se inauguraron 25 basados en concesiones municipales. Las
empresas que los explotan son solamente doce, vinculadas a la in­
dustria de la construcción, que son sus propietarias junto a nobles,
familiares del dictador, personalidades políticas, etc. Véase El es­
cándalo de los aparcamientos subterráneos, revista “Posible”, n.° 53,
15 de diciembre de 1977, págs. 37-40.
(32) Los negocios de Porcioles. Las sagradas familias de Bar­
celona, Toulouse, Monipodio, 1974, págs. 15-18. Es interesante exa­
minar la nómina que proporciona y relacionarla con las que venimos
manejando de Tamames, y del mismo Ynfante en su obra sobre el
Opus Dei. Resulta que, en Cataluña, una elevada proporción de
grandes empresas son europeas, especialmente italianas (Fiat. Pirelli,
Olivetti, etc.), para sólo citar las de mayor plantilla de empleados,
capacidad de exportación y rentabilidad.
Véase asimismo José M.a Huertas Clavería-Rafael Pradas, Por­
cioles: catalán de Franco. La décima fortuna del régimen, “Cuader­
nos para el Diálogo”, Madrid, n.° 228, 10 de setiembre de 1977,
págs. 27-30.
130
Y nfante indica una selección de cien fam ilias que
«incluyen ju n to a añejas fam ilias originarias de Vic,
a los nuevos ricos catalanes, com o los Bueno, C am ­
ila, Figueras, Gallardo, Masó, M ercadé y Porcioles».
Su nóm ina total la integran los nom bres de los m iem ­
bros de los consejos de las cuaren ta m ayores em ­
presas industriales, de los bancos, de los altos car­
gos m unicipales y provinciales, lo que dem ostraría
una fusión en tre el ejercicio del poder local o regio­
nal y la riqueza, casi siem pre atrib u to de la propie­
dad de los m edios de producción económica.
Es m uy sugestivo exam inar los antecedentes del
franquism o catalanista, derivado de los partidos lo­
cales com o la Lliga Regionalista, a través del episo­
dio de la guerra civil, y la integración de la burgue­
sía catalana en la nueva clase alta española fran­
q u ista (33).
Ya en 1962 F. S arrailh decía acertadam ente que
«La alta burguesía (vasca) en p arte es nacionalista
y en o tra p arte extrem adam ente españolista. En
cualquier caso, este grupo social ha sido francam ente
colaborador del régim en fascista de opresión».
E n tre 1956-1963, solam ente para el sector sidero-
m etalúrgico se crearon 25.000 puestos nuevos en Gui­
púzcoa, y se in trodujo con nuevas em presas en
Alava, y esto confirm a la antigua vocación vizcaína
p o r la indu stria pesada. Por o tra p arte la gran banca
vasca (Bilbao, Vizcaya, Urquijo) provee alrededor del
30 % de los consejos de las principales em presas
m onopolistas afincadas en el País Vasco. En defini­
tiva un m illar de personas al final del franquism o
disponen del 70 % de los recursos m onetarios ajenos
y controlan m ás del 50 % de la electricidad, los m o­
nopolios públicos, siderurgia, cem ento, vidrio y azu­
careras. Se explica que «la oligarquía industrial y
financiera vasca (considere) el conjunto español como

(33) Aparte de la ob. cit. de Jesús Ynfante, Las sagradas fami­


lias..., recordemos en la revista “Arreu”, Barcelona, n.° 5, del 22
de noviembre de 1976, de los historiadores Borja de Riquer, Els
catalans de Burgos, págs. 42-46, y Enrique Ucelay, Radio Veritat,
págs, 46-47. En la misma revista y ejemplar, ya con referencia a
1976, Noms i cognoms de la dreta catalana, págs. 6-8.
131
a su nación-E stado» —p o r la conocida dependencia
del p o d e r de la in d u stria p esad a y las altas finan­
zas— y se in se rte incluso en la o ligarquía c e n tral
d o m in an te (Areilza, E steb a n Bilbao, U rquijo, O reja,
López B ravo) (33 bis). Agreguem os que no p o r ello
p ierd e el co n tro l del A yuntam iento de B ilbao, al es­
tilo del citad o caso de B arcelona.
Las nuevas condiciones económ icas y sociales de
los años sesen ta d esa rro llaro n en E sp añ a la presencia
de la ad m in istrac ió n y su particip ació n en la vida na­
cional. A u m en taron considerablem ente los efectivos
de las univ ersid ades, creció la ad m in istració n p ú ­
blica, y se debió re c lu ta r u n n ú m ero m ayor de agen­
tes técnicos, profesionales, expertos, etc., p a ra acti­
vidades nuevas.
A p aren tem en te, no es m uy d istin ta esta situación
de la que se m an ifiesta en los países nuevos, com o
co n secuencia de la citad a eventualidad coyuntural
económ ica, p ero en la E sp añ a fra n q u ista tiene dos
v aria n tes dignas de destacarse.
E n p rim e r lu g ar que, co n tra stan d o con su claro
p e rfil coactivo, e incluso con nu m ero sas declaracio­
n es triunfalistas, cuando no filofascistas de tipo in­
terv en cio n ista, el E stad o te n d rá e n definitiva u n a
débil p re sen cia en la econom ía.
L lam a la aten ción las m enguadas dim ensiones del
p re su p u e sto estata l, com parado con los dem ás paí­
ses europeos, e incluso con la m ism a S egunda R epú­
b lica q u e co n tin ú a (34).
M ien tras el p o rc en taje de la re n ta nacional que
re p re se n ta b a n los gastos p re su p u estario s d u ra n te el
p erío d o 1931-1935 estab a en el pro m ed io del 17,83%
p a ra la e ta p a 1940-1944 dism inuye al 15,07%. La dife-

(33 bis) Págs. 79-86 de Beltza, Nacionalismo vasco y clases so­


ciales, San Sebastián, Txcrtoa, 1976. El grupo De la Sota, sería la
excepción que confirma la regla.
(34) Así, Jorge de Esteban y Luis Gómez Guerra, La crisis del
Estado franquista, Barcelona, Labor, 1977, págs. 38 y sigs., con in­
formación de Estadísticas básicas de España, 1900-1970, Madrid, Con­
federación Española de Cajas de Ahorro, 1975, y Ricardo Calle,
Contenido redistributivo del presupuesto del sector público, “Desa­
rrollo y justicia social”, Madrid, 1975.
132
rencia es todavía m ás m arcada cuando se tom an as­
pectos como los gastos por concepto de obras públi­
cas, pues en 1931-1935 llegaba al 14,04%, y p ara el pe­
ríodo siguiente casi es la m itad (7,74%). Todavía en
1970 apenas llegaba al 11,11%, cuando la m ism a in­
dustrialización hacía insoslayables grandes inversio­
nes en m ateria de in fraestru ctu ra económ ica (comu­
nicaciones, energía, servicios).
Tom ando los rubros de enseñanza y cultura, sa­
nidad y vivienda, vemos que para los años 1957-1966
sum aban en los países de la CEE una inversión del
orden del 18,3 y del 23,8% del total presupuestad
pero en E spaña p ara las m ismas fechas llegaban so­
lam ente al 6,6% y al 9,3%.
Los m ism os tecnócratas opusdeístas, aunque mo­
dernizan el ap arato estatal en su aspecto adm inis­
trativo, lo que aparentem ente im plica dotar de más
eficacia al Estado, serán, sin em bargo, quienes pon­
d rán en práctica las disposiciones del Fondo Mone­
tario Internacional que tienden a lim itar todavía
m ás el intervencionism o del gobierno en m ateria
cultural y económica, y en cam bio auspiciaban los
negocios privados.
E stas situaciones están vinculadas a la b aja p re­
sión fiscal que ejerce el E stado sobre los ingresos
privados. De los 24 países de la OCDE desde 1969,
E spaña se caracteriza p o r ser el m ás insignificante
en m ateria fiscal frente a los casos máximos de Di­
nam arca, Noruega y Holanda, donde el im puesto to­
m a m ás del 45% del PNB. En España es del orden
del 18,8%, lo que contrasta incluso con sus vecinos
latinos, Francia (37,59%) e Italia (31,8%) (35).
La segunda variante típicam ente española es el
énfasis dado al corporativism o, resultado de la tra ­
dición clerical ultram ontana, pero tam bién de la he­
rencia fascista (Fuero del T rabajo de 1938, por ejem ­
plo), que se aprecia en el estatuto de la función pú­
blica, y en el reclutam iento de sus servidores.

(35) Citado en “Comentarlo sociológico”, Madrid, números 19-20,


julio-diciembre 1977, con datos de “El Europeo”, del 20 de agosto
de 1977.
133
El E stado provee sus necesidades de personal a
través de los llam ados «cuerpos» superiores de la
adm inistración, entidades corporativas privilegiadas
y lim itadas, donde reina la cooptación y entre las que
se destacan las de Abogado del Estado, C atedrático
de Universidad, Letrado del Consejo de Estado, Di­
plom ático, Ingeniero de Caminos, Ingeniero Agróno­
mo, In sp ecto r Fiscal Técnico, Econom ista del Estado,
etcétera.
De acuerdo a una encuesta patrocinada en 1957
p o r la Escuela Nacional de Adm inistración Pública
de Alcalá de Henares en tre los m iem bros de los
«cuerpos superiores» de M adrid, resultaba que la
m ism a capital y su zona con sólo el 27 % de la pobla­
ción del país, proveían el 60 % de los funcionarios
superiores, m ientras Andalucía y E xtrem adura, con
casi la cu a rta p arte de la población española, sum i­
n istrab an sólo el 13 % de esos funcionarios.
Según Miguel B ertrán, «puede afirm arse que los
funcionarios españoles no se sienten prim ero funcio­
narios y luego m iem bros de un cuerpo, sino al re­
vés» (36).
Ese carácter corporativista, y ante todo limitado,
se explica, asim ismo, porque los «cuerpos» propor­
cionan a sus m iem bros la integración en una «super
élite», de la que se pasa casi autom áticam ente a
cargos políticos en el aparato gubernativo.
Se h a estudiado el caso de los catedráticos de
Universidad y de ETS (Enseñanza Técnica Superior)
que eran en enero de 1977 u n total de 1.708, pero
de los cuales 264 (es decir, el 16%) ocupaban altos
cargos en la Administración, incluyendo cuatro en el
Consejo Nacional del Movimiento y la Organización
Sindical verticalista. Al crearse las prim eras Cortes
dem ocráticas de la M onarquía, en junio de 1977, en-

(36) Miguel Bertrán, La élite burocrática española, Barcelona,


Ariel, 1977, Sobre el concepto corporativista burocrático, véase de
Juan Martínez Alier. Kls dos primers governs de la Monarquía i el
poder económic, Barcelona, 1977, s. e., y de A. Sáez Alba, La otra
“cosa nostra". La Asociación Católica Nacional de Propagandistas,
París, Ruedo Ibérico, 1974.
134
tre los «senadores del rey», es decir de real nom ­
b ra m ie n to , e n u n to ta l de c u a re n ta designados hay
diez cated rático s u n iv ersitario s y de ellos la m ita d
ya h ab ía n sido an tes P ro cu rad o res en las C ortes fra n ­
q u istas, to talizan d o en su co n ju n to actuaciones en
22 leg islatu ras (37).
E x am in an d o las biografías de los m in istro s del
fran q u ism o se h a hecho n o ta r que, especialm ente
en los ú ltim o s gobiernos, u n n ú m ero elevado prove­
n ía n d e los citad o s «cuerpos» de la ad m in istrac ió n
civil. A sim ism o, u n 28% d e los in teg ra n te s de la le­
g isla tu ra de 1967 de los p ro c u rad o res en C ortes era n
fu n cio n ario s. E n la época llam ad a «tecnocrática»
de los 21 m in istro s civiles, n a d a m enos que 19 son
fu n cio n ario s y p erten ecen , en co n ju n to , a 33 «cuer­
pos» de la ad m in istrac ió n (38).
C abe la in terro g ació n sobre si el ejercicio de la
la b o r de fu n cio n ario a c tú a com o u n ascensor social
p a ra los h ijo s de las clases m edias, y a través de
ellas se p o día in g resa r en las clases altas.
O bservem os, en p rim e r térm ino, que de u n m i­
llón d e fu n cionarios públicos que ap ro x im ad am en te
te n ía E sp añ a al te rm in a r el franquism o, solam ente
tre s m il p erso n as in teg rab an los tre s cuerpos m ás
im p o rta n te s (C atedráticos, Abogados del E stad o y
L etrad o s del C onsejo de E stado), p o r lo que las po­
sibilidades estad ísticas de ingreso y, p o r tan to , de
ascen so social, fu e ro n siem pre lim itadísim as; ad e­
m ás, se debe co n ta r, com o es de p rá ctica, u n a eleva­
d a p ro p o rció n de fam iliares de los in teg ra n te s del
cu erp o y de hijo s de la clase a lta en general, e n tre
asp ira n te s a esos cargos.

(37) Datos del Boletín Oficial del Estado del 11 de enero de


1977, y del 31 de octubre de 1976 (Madrid). Artículos Los catedrá­
ticos. Como lo hacen, “Cuadernos para el Diálogo”, Madrid, n.° 238,
17 de noviembre de 1977, págs. 30-32, y Monarquía, democracia,
catedráticos, “Posible”, Madrid, n.° ISO, 24 de noviembre de 1977,
págs. 37-40.
(38) Según Amando de Miguel, Sociología del franquismo, ob.
cit., I Parte, apartado 7: Una élite funcionarial, págs. 101-115.
135
E n la p ráctica, los h ijo s de fam ilias de las clases
m edias y teó ricam ente tam b ién de las b aja s, acce­
den a los cu erpos previa cooptación de instituciones
com o la Iglesia y el M ovim iento, así que hay una
su erte de doble filtro p a ra c e rra r su eventual ascen­
so. E n definitiva, son pocos los nom bres de fam ilias
nuevas, que a través del funcionariado, habiendo sor­
tead o las fam osas «oposiciones», pueden alcanzar su
in teg ració n en los «cuerpos», y a través de ellos p a ­
s a r a los altos niveles estatales, adm inistración de
em p resas públicas y ex tra n jera s, y, p o r tan to , a la
clase a lta (39).

T erm inem os con algunas conclusiones generales.


E n p rim e r lugar, destacando el c a rá c te r reducido
de esta clase alta española del tiem po fran q u ista ,
co n fin ad a a escasas fam ilias, p o r lo cual es difícil in­
cluso d istin g u ir el sec to r elitario u oligárquico de la
clase p ro p iam e n te dicha. Como en todos los países
p eriférico s cap italistas, esta clase su p erio r no puede
te n e r el desarro llo de los países centrales, y en el
caso del fran q u ism o, ate n to a las especiales condi­
ciones económ icas de la m ayor p a rte de su h isto ria
y a su origen aristocrático-m ilitar-eclesiástico, es
explicable su escaso volum en.
La fa lta de u n a fiscalidad m o d ern a hace difícil
ate n erse a los datos derivados de las estad ísticas de
los M inisterios de H acienda. Según las estadísticas
divulgadas en 1977, el nú m ero de fam ilias españolas
q u e in teg ran el nivel su p erio r de ingresos alcanzaba
a 2.500 núcleos, o sea, aproxim adam ente 125.000 p e r­
sonas, lo que equivale a u n 0,03% de la población.
D esde 1974 se viene reg istran d o u n retro ceso del

(39) Ese carácter elitario, típico de un sistema antidemocrático,


ha sido destacado en los trabajos de Juan J. Linz, From Falange to
Movimiento-Organisalion: The Spanish Single Party and the Franco
Regime, 1936-1968, incluido en el vol. de S. Huntington y C. H.
Moore, Authoritarian Politics in Modern Society. The Dinamics of
Established One Party Systems, New York, Basic Book, 1970, p. 69.
136
porcentaje de las rentas por relación a los salarios,
pero de todas m aneras cada una de estas familias
de 1977 superaba un ingreso anual prom edio de cua­
ren ta y cuatro millones de pesetas, o sea, a esa fecha
unos quinientos mil dólares americanos (40).
Coordinando las nóm inas fiscales aludidas con las
que veníamos m anejando de autores como Tamames,
Ynfante y otros, sobre los integrantes de las oligar­
quías nacionales y locales, se aprecian diferencias
considerables. En otras palabras, los hom bres más
im portantes en la dirección de la economía del país
no aparecen necesariam ente en la nóm ina de los
principales contribuyentes fiscales, (¿evasión fiscal?),
y al tiempo, esas nóm inas introducen muchos ape­
llidos nuevos.
H abría que recordar el carácter vicario que tiene
la presencia de muchos ejecutivos, tecnócratas y
managers, de intereses ajenos, especialmente institu­
cionales como los eclesiásticos, o extranjeros, como
en el caso de las em presas multinacionales.
De todas m aneras, aceptando provisionalmente
—atento a la sociología com parada— la existencia
de un núcleo de españoles del orden del 1% de la
población como integrante de la clase alta, es decir,
350.000 personas, o setenta mil familias, no guarda
esto m ucha relación con las nóm inas fiscales, pero
puede justificarse atento a factores como la propie-

(40) Recién ahora tenemos a nuestro alcance las listas de los


mayores contribuyentes de los años recientes, de acuerdo a las de­
claraciones espontáneas al Ministerio de Hacienda en los años 1974
a 1976. Véase Las listas malditas de Hacienda, “Posible”, n.° 150
del 24 de noviembre de 1977, para 1974 año fiscal, y sobre 1976,
Estos son los amos de España, “Posible”, Madrid, n.° 154, del 22
de diciembre de 1977. También “Triunfo”, Madrid, del 6 de agosto
de 1977. La revista “Opinión”, Barcelona, n.° 56, 28 de octubre de
1977, considerando lo que llama “ricos” (un 4,3 % de la pobla­
ción), concluye que disponen para 1974 del 39,6% de la renta
familiar disponible. Esta sería la fracción mayor entre los países
de la OCDE, pues en los demás oscila entre el 21,3% de Suecia
(1972) y el 30,9 % de Italia (1969).
137
dad, ejercicio del poder, capacidad de decisión, sta­
tu s, nivel de in strucción y o tro s índices de estra ti­
ficación social (41).

E sta clase alta española del franquism o está p re­


sidida p o r algunas líneas m ae stras, dignas de d esta­
carse:
a) La o rien tación clerical que le p roporciona u n a
c ie rta un id ad ideológica, y le p erm ite su p e ra r o rí­
genes heterogéneos. Decía G ram sci que «la m asone­
ría es la sola g ran organización política de la burgue­
sía italiana», y lo m ism o p o d ría afirm arse, ah o ra de
la E sp añ a fran q u ista, p ero sustituyendo a la m asone­
ría p o r la Iglesia católica (42).
b ) La integración de esta clase alta en el m undo
ca p italista, in ternacional, se hace b ajo la égida n o r­
team ericana, y de acuerdo al estilo p lan etario carac­
terístico de los años cincuenta y sesenta, dom inado
p o r la hegem onía de las em presas m ultinacionales,
lo cual p ro p o rcio na u n m arcado m odelo neocolonial.
c) Los elem entos estric ta m en te burgueses que esa
clase alta española h a heredado son débiles, p ero la
ton ifica u n a oleada de «nuevos ricos».
d) Hay, sin em bargo, cierto tono nobiliario, ele­
m en to s señoriales que vienen del pasado y que el
fran q u ism o m antiene, y h asta estim ula en esta clase
su perior.
é) E l E stad o no p ractica activam ente el interven­
cionism o económ ico, cu ltu ra l y social, pero en cam ­
bio aseg u ra con el «estado de excepción» u n a situa­
ción favorable a los in tereses económ icos y políti-

(41) Nos remitimos a nuestro libro Las clases sociales en el


Uruguay. Estructura, morfología, Montevideo, Nuestro Tiempo, 1960,
cap, I, para explicar nuestras ideas sobre el problema teórico de la
estratificación social.
(42) Citado por Camillo Berneri en La massoneria e il fascismo,
incluido en el folleto Contro gli intrighi massonici nel campo re-
voluzionario. Raccolta di articoli di C. B. e di Armando Borghi, To­
ronto, Y gruppi anarchici dell’antracita, s. f.
De inevitable citación la obra de Lelio Basso, Due totalitarismi.
Fascismo e democrazia cristiana, Milano, Garzanti, 1951, bàsico para
un paralelo entre España e Italia de estos años.
138
eos de la clase alta, y esa protección vincula a sus
agentes como gestores, y, finalm ente actores de los
negocios privados nacionales y extranjeros de la dic­
ta d u ra de la burguesía.
E n definitiva, los nuevos patronos franquistas
son un grupo oligárquico sui géneris, pero con una
cohesión in tern a m uy fuerte, lo que explica la du­
ración y estabilidad del régim en en los cuarenta años
que van de 1936 a 1976.
El dictador —arb itrad o r central de los distintos
grupos o sectores— encabezará el aporte de «hom­
b res nuevos», o m ás estrictam ente nuevos patronos
provenientes del E stado autoritario, que se aso­
cian a diversos niveles a la esfera de dom inación
de la antigua clase superior tradicional.
La d ictad u ra de la clase social superior se ejerce
a través de u n E stado autoritario, en el cual los
in strum entos de poder tienen un papel m uy visible,
aunque al servicio de los reales atrib u tario s del po­
d er y los propietarios de los m edios de producción.
Una ú ltim a consideración.
E sta nueva clase superior del franquism o disfru­
ta de u n a fracción desm edida de la riqueza nacional,
incluso en relación con los países m editerráneos ve­
cinos. El saqueo de una generación ha m ultiplicado
su ingreso, sin dism inuirlo p o r la fiscalidad y el con­
tro l societario.
P or o tra parte, es u n estrato social que se en­
cu en tra m uy alejado del resto de la com unidad es­
pañola. Las distancias sociales se acrecientan por la
falta de un sistem a dem ocrático de relaciones, la en­
deblez de las clases m edias y la falta de auténticas
com unicaciones sociales verticales dentro de la so­
ciedad.
Y esto es un nuevo rasgo anacrónico, atento a
n uestros tiem pos, que p resen ta esta clase social su­
perior, siem pre p o r relación a los dem ás países ca­
p italistas europeos atlánticos.

139
V

A G E N T E S D E L P O D E R Y C LA SES
D O M IN A N T E S D E L FR A N Q U ISM O (* )

La m ay o ría de los estudios sobre el franquism o,


ex isten tes h a s ta la fecha, h an incidido, sobre todo,
en los asp ecto s políticos. In clu so sobre los inm edia­
to s o m ás teóricos.
E n sus páginas h an estad o a te n to s a d en u n ciar
su c a rá c te r represivo, h ac er el inventario de sus b ru ­
talid ad es y sus m ú ltip les violaciones a los derechos
h u m an o s, lo cual au n siendo cierto, no trascien d e
u n a ó p tica h u m a n ita ria y liberal.
C uando aquellos textos se elevan a u n plan o m ás
a b stra c to se p lan tean cuestiones «académ icas», que
no calan tam p o co en pro fu n d id ad . Así, la inacabable
elu cu b ració n polém ica sobre si el régim en e ra fascis­
ta o m eram en te au to ritario .
Lo que sucede es que la m ayoría de esos tra b a jo s
e stá n m ás ate n to s al p erso n al q u e gobierna que a
las clases beneficiadas p o r el sistem a.
De ahí q ue co b ren u n a d esm esu rad a im p o rtan cia
p erso n ajes que son m eros in stru m en to s de poder,
m ien tras no se co n sid eran ni estu d ian los q u e efec­
tiv am en te m an d an.

(*) Este texto fue publicado en págs. 18-21, de la revista “El


viejo topo”, Barcelona, n.“ -22, julio de 1978, y en cierto sentido
resume los dos anteriores escritos para los coloquios de Pau y Ve-
nezia. En Colombia se publicó con el título de El franquismo y los
que mandan en España, págs. 27-30, “Desarrollo Indoamericano”,
Barranquilla, n.° 43, agosto 1978.
140
Expliquém onos. Por su misma naturaleza represi­
va, p o r faltarle todo carácter dem ocrático, el régi­
m en ha prom ovido al p rim er plano de la vida pala­
ciega, y a los altos cargos adm inistrativos, a la res­
ponsabilidad de las fuerzas de represión, y h asta a
las actividades «intelectuales», a toda una generación
de advenedizos, a una capa social de arribistas de la
política, a los cuales se confían durante cuarenta
años las tareas nom inales de gobierno y orientación
general de la sociedad.
E ste personal —entre los que destacan los inte­
grantes del Movimiento, los hom bres de la Iglesia,
las eternas burocracias, «las jerarquías», en una pa­
lab reja de la época— son casi siem pre una suerte
de m arionetas de escasa entidad de poder. Lo ejer­
cen sí, en alguna medida, contra las clases populares
o los enemigos del régimen, y para los perseguidos
ellos representan el «talón de hierro» de la repre­
sión, pero en verdad son m eros instrum entos de po­
der que «cumplen órdenes», llevan a la práctica «dis­
posiciones legales», acom eten burocráticam ente las
tareas inherentes a los aparatos estatales, cum plién­
dolas en beneficio de otros.
La literatu ra que analiza las «familias» del régi­
men, la rotación infatigable de m inistros, subse­
cretarios, directores generales, em bajadores, alcal­
des, procuradores en Cortes y otros personajes y
personajillos, en definitiva dándoles tan ta im portan­
cia, oculta el funcionam iento socio-económico del
régim en y sus motivaciones y finalidades de clase.
La prueba de ello es que en años recientes con
ese mismo, o casi idéntico personal, España está in­
tentando una dem ocracia formal. No son ellos quie­
nes deciden, ni quienes hoy están decidiendo. Las
verdaderas decisiones son, y fueron, de «los que m an­
dan».

A este planteo —desde otro ángulo— apuntan de­


finiciones de tipo político m ancista usadas al nivel
de consignas. Cuando se dice «el franquism o es Ja
d ictad u ra del capital monopolista», o p o r ejem plo se
141
u sa y ab u sa de la fórm ula gram sciana «hegem onía
del bloque de clase dom inante».
E stas definiciones re su lta n confusas, pues tienen
to d as las v irtu d es y adem ás los defectos, de las con­
signas. A fu erza de se r tan genéricas y a b stra ctas no
p recisan las características y dim ensiones del hecho
histó rico concreto. Ni siquiera d an cu en ta de la ori­
ginalidad del franquism o, confundiéndolo en un caso
m ás de las experiencias to talita rias del siglo xx.
Urge u n a consideración científica del m ecanism o
de las clases dom inantes del franquism o, usando los
elem entos que proveen la sociología y la econom ía.
L am entablem ente los estudios sociológicos en E spa­
ña, en cuanto a estratificación social ni son m uchos
ni precisos, y p o r cierto de m enos entidad de los que
disponen los dem ás países europeos, y h asta varios
países del T ercer M undo. A fortunadam ente, hay en
econom ía tra b a jo s útiles, com o los de Tam am es, y
o tro s con intención m onográfica ejem plar, com o los
de Jesú s Y nfante, a los que podem os re cu rrir.
Con ese m ateria l h ab ría que c o n te sta r a las si­
guientes p reg u n tas: ¿A quién beneficiaba la d icta­
d u ra ? ¿Q uiénes o rd en aro n la g u erra civil? ¿Qué gru­
pos o sectores to m aro n las decisiones im p o rtan tes
e n tre 1936 y 1976? ¿Quiénes d u ra n te la dom inación
fran q u ista p u d ieron p lan e ar el fu tu ro en beneficio
de su clase? ¿Q uiénes controlaban la reproducción
del sistem a y estab an en condiciones de aseg u rar su
sucesión?
Aquellos que ten ían la hegem onía de p o d er —que
co m p o rta todo lo an te rio r— era n al tiem po los que
d isfru tab a n de la plusvalía, a través de la ap ro p ia­
ción y d isfru te de los m edios de producción econó­
m ica en E spaña. Los integrantes de ese grupo social
—p o r definición escasa— eran los que au tén tica­
m ente po d ían a trib u irse el poder, ya sea en form a
d irecta y a través de sectores sociales inferiores,
asociados com o titu la res de los in stru m en to s de po­
der.

142
Decía Ferdinand Lasalle que cuando hay dife­
rencias en tre la constitución legal y la constitución
real, la prim era es una hoja de papel y predom ina
la segunda. Bajo el franquism o es peor. Hay —a pe­
sar que no se llam e constitución, ni es el resultado
de u n a asam blea constituyente— un texto (o tex­
tos) que llenan las funciones de ley básica.
El decreto núm ero 776, del 20 de abril de 1967,
dispone «la refundición de las leyes fundam entales»,
expedidas desde la proclam ación del llam ado «decre­
to de unificación» del 9 de abril de 1937 a la Ley
Orgánica del E stado del 10 de enero de 1967.
Incluso es correcto, jurídicam ente hablando, in­
cluir dentro de la «constitución» franquista textos
que aún anteriores al período indicado, p o r su ca­
rá cter program ático, son im prescindibles para com ­
pren d er la orientación del Estado, com o son los
Puntos de Falange, suscritos en noviem bre de 1934.
Leyendo esos m ateriales, España, del punto de vis­
ta del poder, es una m onarquía absolutista y apa­
rentem ente «ese régim en (el franquism o) no era m ás
que una especie de disfraz de una dictadura perso­
nal» (Pedro Sáinz Rodríguez).
Al final tendría razón aquel personaje de M alraux
que decía que Franco m ás que u n Adolfo H itler ibé­
rico «era un aprendiz de dictador venezolano». De
acuerdo a los textos constitucionales, y al desenfre­
nado culto a la personalidad de esos años, parecie­
ra que el único personaje con poder real en E spa­
ñ a es el dictador, cuando en verdad éste no hace o tra
cosa que adm in istrar los intereses de los verdade­
ros poderes, que ni siquiera necesitan estar siem pre
presentes en la arena política. En sus m anos están
los resortes de la constitución real.
Tam poco «los que m andaban» eran los m ilitares
que habían entronizado a Franco —y que así apare­
cen en los textos legales— y de nuevo se aleja de la
verdad Sáinz Rodríguez cuando afirm a «el poder, el
origen del poder, la fuerza del poder era el Ejército».
Sería fácil dem ostrar cómo las Fuerzas Armadas,
143
b a jo el fran quism o, tien en m enos p o d er efectivo que
en la D ictad u ra de P rim o de Rivera, y m enos peso
incluso en la sociedad que en los años 1875 a 1923,
y h a sta en tiem pos de la Segunda R epública.
Tam poco p arece co rresp o n d er p a ra E spaña la apli­
cación m ecánica de la teo ría de la élite del poder, que
in m o rtalizara en los años cincuenta W right Mills.
Los agentes políticos en u n p aís com o E stados Uni­
dos tienen u n p o d er que re su lta de su in vestidura y
de su legitim ación d em ocrática representativa, y esto
les p e rm ite — en alguna m edida— eq u ip ararse a las
corp o racio n es económ icas o al ap a rato m ilitar (en­
tonces v en cedor en u n a g u erra m undial). Aquí en
E spaña, au n q u e se llam en igualm ente m inistros, je­
fes de gobierno, subsecretarios, em bajadores, etcéte­
ra , no re p re se n ta n a nadie, ni tienen ningún origen
legitim ador. E n definitiva, ac tú an en el área que
les asigna el d ictad o r, y cesan au to m áticam en te
cuando no cum plen e stric ta y calladam ente las ó rd e­
nes de sus am os.
P o r o tra p a rte , m ie n tra s en los casos paralelos
de Ita lia y Alem ania, el p a rtid o único fascista supo
im p o n erse en el E stado, y dom inar to talita riam en te
el ap a ra to g u b ernam ental, es notorio que en E spaña
desde el d ecreto de unificación de 1937, la Falange
y el C arlism o fu eron burocratizados, privados de m i­
licias independientes, y, en definitiva, condenados a
s e r in stru m en to s en m anos del gobierno.
E n verdad, en verdad, ni siq u iera en el pináculo
del h itlerism o , los nazis pu d iero n co n v ertir en «ór­
gano de p artid o el a p a ra to ejecutivo estatal, pues
las viejas clases m antuvieron el co n tro l del a p a ra ­
to ad m in istrativ o , la m a g istra tu ra y el ejército»
(K ühnl). M uchísim o m enos en E spaña, p o r obvias
razones.

¿Q uiénes entonces m andan en E spaña en tre 1936-


1976? Se estaría ten tad o de sim plificar la resp u esta
diciendo: los de siem pre.
A p rincipios de siglo, G um ersindo de Azcárate
y Jo aq u ín Costa, desechando el tinglado político de
144
los partid o s turnantes, y h asta de la M onarquía y
las Cortes, que en la Constitución de 1875 se definían
com o las dos instituciones soberanas, sostenían que
la verdadera constitución española era la im puesta
p o r oligarcas y caciques.
La aristocracia terrateniente, aliada a su prolon­
gación u rb an a de la oligarquía financiera, y a lo
sum o haciendo algunas concesiones econom icistas a
las burguesías catalana y vasca, es quien efectiva­
m ente m anda en España durante esos cincuenta
años que van de la R estauración al advenim iento de
la Segunda República, aunque así no lo diga la cons­
titución legal.
Sus grandes instrum entos de poder son la Igle­
sia y el Ejército, y en m enor escala «la clase políti­
ca» profesional, prolongada en los «cuerpos» de la
alta burocracia.
Cuando la República, en form a tan tím ida com o
inconsecuente, pretende —apoyada en la soberanía
pop u lar— lim itar aquellos poderes, intentando, por
ejem plo, u n a reform a agraria que retacee la propie­
dad de «los grandes de España», m ontando u n a ad­
m inistración pública y una enseñanza de m asas al
servicio de la colectividad, la oligarquía financiera-
clerical-terrateniente conspirará contra las institucio­
nes republicanas, logrará apoyo en los regím enes fas­
cistas de aquellos años, y, finalm ente, incitará los
pronunciam ientos m ilitares de 1932 y 1936.
Las m asacres de Asturias de 1934 y, ante todo, la
g u erra de 1936-1939 («el glorioso Alzamiento», «la
san ta Cruzada») fue una operación de salvación de
los am enazados cortijos andaluces, de los latifundios
cerealeros de Castilla, de los bancos de la oligarquía,
del m onopolio de la enseñanza de la Iglesia, de la
existencia m ism a de la aristocracia y de otros grupos
igualm ente anacrónicos. Si triunfó m ilitarm ente —y
ah ora está m ás claro— es p o r la intervención de la
m áquina de guerra ítalo-germ ana, y la cooperación
de la alta burguesía occidental, alarm ada p o r la re­
volución social que se desarrolla en la retaguardia
republicana.
E l franquism o realizó «los program as de gran
145
alcance y ex trap oló la política pública en beneficio»
(Lundberg) de esos sectores sociales españoles m ás
feudales que capitalistas.
Se p rocedió a la co n tra rre fo rm a ag raria, desar­
m an d o lo hecho e n tre 1931 y 1936 en el cam po, y en
c o n tra ste se estableció la inm unidad fiscal en bene­
ficio de los g randes latifu n d istas. Se les asegura
—com o a to d o s los burgueses— la superacum ulación
de lu cro, a trav és del au m en to de la jo rn a d a real
de tra b a jo (12 a 14 horas), la contracción del sala­
rio real de los tra b a ja d o re s y su despojo económ i­
co, ta n to p o r la inflación com o p o r u n a legislación
ad ecu ad a al efecto.
La o lig arq u ía financiera española, au n q u e no tie­
n e la riq u eza n i las capacidades de la a lta burguesía
fin an ciera de los países adelantados, o b te n d rá en
esto s c u a re n ta años u n beneficio p o rcen tu alm en te
m u ch as veces superior. Es elocuente el hecho que
los ban co s españoles que m onopolizan el m ercado
in te rn o —pues h a sta 1979 estab a n p ro h ib id as las em ­
p re sas ex tra n jera s— se coloquen p o r su capital e in­
gresos en p rim e r térm in o en la lista de las com pa­
ñ ías económ icas de E spaña, m ien tras sus hom ólogos
en E stad o s Unidos y países sem ejan tes figuran bien
p o r d eb ajo de los in d u striales y com erciales.
La Ley de O rdenación B ancaria de 1946, creando
el C onsejo S u p erio r B ancario com o «organism o con­
sultivo del M inisterio de H acienda en m a te ria de
banca», institu cionaliza a la oligarquía com o grupo
de presión.
Los b an q u e ro s provienen de la clase te rra te n ie n ­
te, re p re se n ta n a la aristo c rac ia (Tam am es individua­
liza so b re 300 n o m bres a 68 títulos nobiliarios) y
sirven a la Iglesia. Ya R am os O liveira en 1934 ha­
bía destacad o el papel financiero de la Iglesia espa­
ñola y p a ra 1974 solam ente el O pus Dei, con el Ban­
co P o p u lar E spañol (sexto grupo b ancario). Banco
A tlántico (noveno g rupo bancario) y R um asa (déci­
m o g ru p o b ancario) sum ados, es p o r sí el bloque
financiero m ás im p o rta n te del país (Ynfante-Tam a-
m es).
L a im p o rtan cia socio-política de la Iglesia b ajo
146
el franquism o se h a com parado, con erro r, con la del
E jército, cuando en verdad su poderío real es inm en­
sam ente superior.
P or u n a parte, sus agentes m onopolizan —y colo­
nizan— los m inisterios de Educación, de Justicia y
Culto y de Relaciones Exteriores, ap a rte del Consejo
S u p erio r de Investigaciones Científicas y otros m e­
canism os claves.
Al m argen del gobierno, lo que les d a autonom ía
y m ayor capacidad de m aniobra, controlan buena
p a rte de la banca, las Cajas de A horro y a través
de la red financiera u n sector im portante de la eco­
nom ía, ap arte de ten e r casi en exclusividad el prós­
p ero negocio de la enseñanza privada.
C arrero Blanco decía en 1971 que b ajo el fran ­
quism o el E stado le dio 300.000 m illones de pesetas
a la Iglesia, pero hacía referencia solam ente a los
pagos fijados p o r el C oncordato de 1953, a través de
la Dirección General de Asuntos Eclesiásticos y los
d istintos m inisterios. H abría que sum ar las subven­
ciones a la enseñanza privada (20.000 m illones de
pesetas p a ra el año 1974) y el control del m ercado
de textos, pagos directos de los fam iliares de los
educandos, venta de tran sp o rte, alim entación y equi­
pos, etc., etc., que sum an u n a cantidad equivalente
o su p erio r a la antes citada.
Además, la Iglesia es dueña de los únicos m edios
de com unicación de m asas im portantes fuera de los
estatales. Una cadena de cuarenta diarios, cincuen­
ta em isoras radiofónicas y u n a cantidad difícil de
evaluar de revistas, editoriales, centros de estudios,
asociaciones de propagandistas, corporaciones va­
rias, etcétera.
De ese inm enso dom inio y poder, obviam ente no
se benefician p or igual las «35.000 piezas eclesiásti­
cas», sino la oligarquía del alto clero, pero toda la
in stitu ció n se solidariza con el régim en, tom ando a
su cargo la tare a de endoctrinam iento y el control
ideológico d u ran te cuaren ta años.

147
No h u b iera su b sistid o el franquism o y gozado
de ta n ta estab ilid ad institucional, si solam ente conta­
r a con los sectores apuntados.
E n verdad, el franquism o fue la expresión visible
de u n a su erte de « santa alianza» de la clase alta es­
p añola, y de aquél se benefició m ás que ningún o tro
sec to r la burguesía.
E l éxodo ag rario a las ciudades debilitó el lati-
fundism o, p ero proveyó de m ano de o b ra b a ra ta y
dócil a los em p resarios urbanos. E n tre 1958 y 1966,
la pro d u cció n de la in d u stria aum entó en u n 114 %,
m ie n tra s la ag ricu ltu ra apenas creció en u n 21,30 %.
Los in d u striales y com erciantes españoles, con esca­
sas inversiones, sin cam b iar m ayorm ente sus m éto­
dos, y sin su frir h asta 1960 ninguna com petencia ex­
tra n je ra , se en riquecieron escandalosam ente b ajo el
fran q u ism o .
Las m ism as oligarquías bu rg u esas locales del País
V asco y C ataluña, au n q u e nom inalm ente indepen­
d ien tes del régim en político, no sólo se beneficiaron
económ icam ente con la d ictad u ra, sino que, adem ás,
recib iero n u n a parcela de p o d er considerable, al ser­
les atrib u id o s los gobiernos locales.
Así, las «sagradas fam ilias catalanas» saquearon
los recu rso s de la ciudad de B arcelona, a través de
la especulación te rrito ria l y de la vivienda, la explo­
tació n de los servicios públicos y el control de los
re cu rso s m unicipales.
Lo m ism o «las gentes de la o rilla derecha del
N ervión», la a lta burguesía vasca de N eguri, a la que
h em os hecho referencia an terio rm en te.
La b u rg u esía m e jo ra rá b ajo el fran q u ism o su
posición relativ a d en tro de la clase a lta española,
no solam ente p o r la an o ta d a declinación de los lati­
fu n d istas, sino p o r h ab erse renovado y reverdecido
con la sangre fresca de los «nuevos ricos», p ropicia­
dos p o r la d ictad ura. Miles de arrib ista s, em p resario s
especuladores, favorecidos p o r la rá p id a in dustriali-
148
lación y urbanización del «desarrollismo», usufruc­
tuarios, asimismo, de la explotación de los trabaja­
dores y beneficiados p o r la falta de leyes sociales
auténticas, ascienden a los niveles superiores.

España, desde la Decadencia tiende a actuar in­


ternacionalm ente com o país secundario. Cuando el
Desastre del 98 se decía que pasaba de potencia de
segunda a tercer orden, y en esta etapa planetaria
y sin perjuicio de los avances que representa su re­
ciente industrialización, es claro que el ultranaciona-
lismo franquista ha presidido su ingreso en un dis­
creto cu arto rango.
El desenlace de la guerra civil se explica en el
contexto de la dependencia del Eje fascista, y desde
1942 se refuerza la presencia norteam ericana, que
los tratad o s de Arriendo de Bases hacen el país he-
gemónico. Tanto p or el control m ilitar como por el
volumen de inversiones de las empresas m ultinacio­
nales, E spaña se latinoam ericaniza definitivamente
desde 1953. El renacer económico europeo, si no
desplaza a Estados Unidos, sum a una nueva inter­
vención de los am os extranjeros.
Porque los que mandan son, asimismo, los pode­
res del capitalism o planetario de la segunda m itad
del siglo xx, y en ello no es diferente la suerte de
España de la de m uchos países del Tercer Mundo.
Los funcionarios políticos, la aristocracia deca­
dente, la burguesía local com pradora, la misma
Iglesia, con sus órdenes especializadas en finanzas,
se pondrán al servicio de la desnacionalización eco­
nómica y se convertirán en «lacayos de lujo» de las
multinacionales.
Salvo lo de Váquez Montalbán, no es mucho lo que
se ha escrito sobre el control de la economía espa­
ñola —especialm ente en sus sectores más avanza­
dos— p o r los nuevos amos planetarios. «Santuario
del lucro», «paraíso de las multinacionales», España
es incluso una p ista de despegue de aquellas em-
149
p re sa s p a r a p e n e tra r en el re sto del M editerráneo y
A m érica L atina, y la ad m in istrac ió n h a hecho todo
lo posib le p a r a am p ararles.

T odas las d ictad u ras tienen p a ra su p erso n al di­


rig en te, desde el titu la r que suele d arles no m b re al
m ás in fe rio r de los funcionarios, el atra ctiv o de u n
en riq u ecim ien to rápido.
M iles y m iles de plebeyos, p rovenientes de las cla­
ses m edias, es n o rm al que aprovechen de la o p o r­
tu n id a d —co rru p ció n m ediante— p a ra en c ara m arse
en las clases altas.
E n las nóm inas de T am am es de las 300 p ersonas
«m ás d estacad as p o r su actividad económ ica y fin an ­
ciera» (1975), volvem os a e n c o n tra r a ex m in istro s,
ex d irig en tes políticos de la Falange, ex alto s m ilita­
res, ex alcaldes de M adrid y B arcelona, ex goberna­
do res, ex p re sid e n tes del B anco de E spaña, etc., que
to talizan u n a s 76 personas.
A lgunos com o los P rim o de R ivera, los O riol y
U rq u ijo , los Calvo Sotelo, el conde de Rodezno o Se­
rra n o S u ñ er, ya in teg ra b an la clase a lta española an ­
tes d e 1936, p e ro los re sta n te s se h an in co rp o rad o a
lo larg o de esto s años.
Lo m ism o q ue en la A lem ania nazi, en E sp añ a
b a jo el fran q u ism o se llegó a «una integración p a r­
cial de las v iejas clases dirigentes con los cu a d ro s
de m an d o del p a rtid o en u n a nueva élite dom inante»
(K ühnl).
C o m p arad a con o tra s dictad u ras, en E sp añ a no
so lam en te se h a d ispuesto de u n plazo m ay o r p a ra
q u e los titu la re s de los in stru m en to s de p o d er p a r­
tic ip a ra n del efectivo p o d er económ ico, sino que,
adem ás, los fu n cionarios h an tenido dos vías acce­
sorias de ingreso, a través de la calidad de vicarios
de las em p resas m ultinacionales ex tra n jera s, y de
los in tere ses políticos y económ icos de origen ecle­
siástico.
S in em bargo, no son m uchos los q u e h a n subido
de clase. La m ayoría de los servidores h a n recibido
150
a lo sum o un «enchufe», una m inúscula prebenda,
u n a m igaja en el banquete que h an defendido a los
que m andan.

Se com prenderá, a estas alturas, que se pueda


afirm ar que la nueva clase alta que am asa el fran­
quism o, es m ucho m ás amplia, variada y m oderna
que, p o r ejem plo, la que tuvo la Segunda República.
Además, está m ás integrada o solidificada unita­
riam ente. Los «buenos negocios» no fueron posibles
sino con la com plicidad de la adm inistración públi­
ca, y los intereses privados —tan to nacionales como
ex tranjeros— h an necesitado reclu tar tecnócratas y
managers en el personal «de los altos cargos» civiles
y m ilitares. Negocios com unes, alianzas m atrim onia­
les, com unes devociones, han acercado y perm itido
la organización de un sector de orígenes heterogé­
neos; la nueva clase superior española.
C uarenta años le han perm itido capitalizarse fa­
bulosam ente, se han m odernizado al ponerse al servi­
cio de los nuevos m étodos del neocapitalism o n o r­
team ericano, y cuentan con m illares de familias de
«nuevos ricos» agresivos, con una gran confianza en
sus capacidades.
Los verdaderos am os de E spaña —desde aproxi­
m adam ente 1974— han creído, con fundadas razones,
que ya no necesitaban de la dictadura p ara m anejar
la sociedad española, y que España puede funcionar
com o un país capitalista norm al.
Prim ero sus intelectuales, después la Iglesia, m ás
tard e las burguesías regionales y, finalm ente, las
m ultinacionales, y h asta buena p a rte de la «clase
política» convertida en nuevos ricos, se h an acogido
a los m étodos de la dem ocracia form al m anipulada.
Ello no afecta su dom inio, y les perm ite incorporar­
se plenam ente a E uropa occidental.

151
VI

LA VIOLENCIA POLITICA EN
TIEM PO S DEL FRANQUISMO (* )

“Esta sociedad es irracional como totalidad, aunque


vivamos racional y productivamente.”
H erbert M arcuse

“La violencia política engendra la violencia po­


lítica.”
M aurice D uverger

A propósito del poder y la clase superior españo­


la en la época franquista hemos sostenido que nos
encontram os hoy en la situación de conceptualizar
su problem ática, alejándonos tanto del anecdotario
circunstancial como de la mecánica repetición de
consignas político-partidarias (1).
Podríamos agregar que m ientras no abordemos
en esos niveles los últimos cuarenta años de historia
española no los habrem os «digerido», y, por tanto,
no estarem os en condiciones de interpretarla ade­
cuadamente.
Lo mismo podría decirse del tem a de la violencia
política, con el agravante que aquí hay connotacio­
nes de índole personal, emocional o sentim ental más

(*) Publicada la primera versión en la revista “El viejo topo”,


Barcelona, número extra 3, 1978, págs. 21-27.
(1) Véase el capítulo precedente, Agentes del poder y clases do­
minantes en el franquismo.
152
m arcadas, y ap arentem ente irreductibles al análisis
ab stracto .
Porque difícilm ente en la h isto ria española se
p o d ría en c o n trar o tro período, com o el franquista,
dom inado en fo rm a m ás categórica p o r la violencia
política.
No se nos oculta que hay quienes sostienen que
la violencia es u n a constante hum ana fundam ental.
No se tra ta de rem ontarnos a trab a jo s desde los
etiológicos de K. Lorenz, para los cuales «la agresi­
vidad es un com ponente inevitable de la vida», a los
recientes de Lacan: «la noción de agresividad res­
ponde al desgarram iento del sujeto co n tra sí m is­
mo». Ni tam poco al concepto de pulsión agresiva,
de dom inio, d estructiva o destructora, com o lo ha
explicado la escuela psicoanalítica con Adler y Freud,
o del m ecanism o de frustración-agresión, caro a John
D ollard y sus colegas, porque creyendo en los facto­
res económ icos, sociales, políticos y culturales, a
ellos nos rem itim os (2).
Pero es cierto frente a la visión ingenua —cuan­
do no in teresada en velar los auténticos hechos—
que la vida política (incluso en los países m ás ade­
lantados y en los años recientes), no se explicaría
sin ten e r en cu enta la violencia com o uno de sus
ingredientes centrales. No es que no abunde la vio­
lencia, pues com o enseñan M arcuse y Duverger,
aun siendo esta sociedad racionalizada p ara la p ro ­
ducción, e in te n ta r vivir racionalm ente, en la m edi­
d a que la violencia engendra la violencia, term inam os
todos p o r existir en un m undo irracional de violen­
tos políticos. Lo que sucede es que «los actos de
violencia pueden juzgarse com o m oralm ente buenos,
m alos o n eutros, según quienes participen en ellos,
c o n tra quién están dirigidos y quién realice el ju i­
cio», dicen los tra ta d ista s académ icos de sociología
política, y esto en tu rb ia tan to n u estra inform ación
com o n u estro juicio (3).
(2) Ver Otto Klineberg, Psicología social, México, Fondo de
Cultura Económica, 1973, 3.* ed., cap. V.
(3) Rowse-Hughes, Sociología política, Madrid, Alianza Editorial,
1975, p. 497.
153
Aquí nos ocuparem os en m ateria de violencia po­
lítica de todas las dim ensiones en que es legítim o
co n sid erarla a los historiadores. En p rim er lugar, la
violencia institucional, que es inherente a la m ism a
existencia del E stado, y que va de la m era coerción
co tidiana al terro rism o estatal. En segundo lugar, la
que Federico Engels llam aba «violencia de clases»,
cuyas raíces económ icas estudió p o r vez prim era en
In g laterra al co n siderar en 1843 La situación del pro­
letariado en Inglaterra, y profundizó en el Anti-Diih-
ring (4). Finalm ente la contraviolencia popular que
se opone a la violencia institucional estatal, casi
siem pre en form a espontánea, y eventualm ente en
fo rm a de violencia revolucionaria finalista, en este
caso o rien tad a p o r vanguardias políticas.
La h isto ria española toda es u n gran fresco de
la violencia política. Porque no o tra cosa que vio­
lencia es el largo episodio de form ación de los Es­
tad o s ibéricos a través de la R econquista; es me­
diante violencia que los Austrias dom inan al com ún
e im ponen el absolutism o; y transm itiendo esa vio­
lencia m ás allá de las fronteras crean «un im perio
donde no se pone el sol».
E n cuanto a la historia contem poránea, no hace
m ucho la revista «H istoria 16» editaba u n núm ero
especial intitu lad o Los nueve entierros de la dem o­
cracia, España, 1814-1975, y para ese to tal de ciento
sesenta y un años, la m ayoría se han vivido bajo
régim en de dictadura, estado de excepción o ley
m arcial, ap a rte de las guerras civiles, es decir, a tra ­
vés de la m áxim a violencia institucional. La histo­
ria de todos los Estados es la historia de la violen­
cia, p ero ¿puede concebirse u n a h isto ria m ás violen­
ta que la del E stado español?
Si p o r u n a p a rte las soluciones dem ocráticas for­
m ales han sido históricam ente escasas (lo que de­
nuncia el fracaso de los dem ócratas en alterar, o me­
ram en te en fren tar las dictaduras), no puede negarse
un alto potencial de indocilidad. Fia sido fértil la

(4) Véase, de Federico Engels, la recopilación de Gilbert Mury,


Théorie de la violence, París, 10X18, 1972.
154
h isto ria social española en episodios heroicos, en ver­
daderos suicidios altruistas, tanto individuales como
colectivos, en que se h a apelado a la contraviolencia,
o se h a intentado la violencia revolucionaria. Desde
los liberales a los anarquistas, del «trágala» al «no
pasarán» y los conspiradores antifranquistas, hay
una cadena de fracasos y derrotas, de violencias en­
gendradas p o r la violencia, que m uestran que la do­
cilidad no fue nunca aceptada por los españoles (5).
Todo esto es lo que ha hecho la m erecida fam a
de la «España negra», y dentro de ella del franquis­
mo. E spaña ha sido en tre los países europeos el que
ha m erecido u na reputación m ás perfilada p o r esos
cu aren ta años de violencia, en un continente y en
un siglo donde reiteradam ente se ha sostenido que
la violencia es incom patible con el adelanto cultural,
el industrialism o y, p o r tanto, con la vida civilizada.

Las etapas de la violencia bajo el franquismo


Creemos posible adelantar algunos elem entos
p ara definir una hipótesis que perm ita ord enar la
h isto ria de la violencia política bajo el franquism o.
Se podría, a nuestro juicio, distinguir dos etapas
de la violencia institucional, que corren paralelas a
diferencias cualitativas de la violencia de clases y
a sus respuestas.
E n tre 1936 y 1962, el E stado franquista lleva ade­
lan te la guerra civil (que nunca puede perderse de

(5) Véase nuestro artículo Docilidad (Indocilidad), en el Dic­


cionario de Ciencias Sociales, Madrid, Unesco, 1975, t. I, págs. 737-
738, en que citamos la bibliografía de Fanón, Memmi, etc.
En un libro reciente, el profesor Walter Laqueur (Le terrorisme,
París, PUF, 1978) ha sostenido que el terrorismo está en el mundo,
y en especial en Europa, en decadencia salvo en los países que
estima de violencia política endémica: Italia y España.
Asimismo destaca que el terrorismo en la Europa actual se ma­
nifiesta más vigoroso en los países ex fascistas, y declina en los
democráticos de vieja fecha.
155
vista —com o enseñaba Camillo B em eri— que es en
definitiva u n a g uerra de clases) y luego aplica las
técnicas fascistas de represión p a ra consolidar su
victoria m ilitar, y re o rd en a r la sociedad y la econo­
m ía nacional, en beneficio de la oligarquía, a cuyo
servicio h a sido creado. Es u n a etap a de m áxim a
violencia pública, inocultable, y b asta rem itirse a las
estad ísticas de m uertos y heridos, exiliados, to rtu ra ­
dos, prisioneros, confinados, etc. Es u n a violencia
represiva, en b u en a m edida preventiva, p ara im pedir
una reacción o reconstrucción de las fuerzas popu­
lares dem ocráticas, p ero tam bién es u n a violencia
rem odeladora del Estado.
Que el terro rism o que practicaron las tro p as re­
beldes fu era ta n notable, se explica p o r razones ob­
jetivas. E n p rim er térm ino, com o ha destacado Her-
b e rt R. S outhw orth, «el ejército sublevado se encon­
tra b a en m inoría en la península y en u n am biente
to talm en te hostil e n tre la población. De hecho no te­
nía los hom bres necesarios p a ra g u ard ar a los p ri­
sioneros. Fue así com o com enzó la represión. F ran­
co ten ía in terés en hacer sab e r al pueblo la b ru ta ­
lidad de su ejército y otorgó toda su autoridad para
m atar, violar, etc. De esta m anera, sem bró el te rro r
en la retag u ard ia republicana».
N aturalm ente, la eficacia de esas m edidas fue po­
sible p o r el hecho que se tra ta b a de u n ejército co­
lonial (en su m ayor p arte form ado p o r legionarios
ex tran jero s y reclutas rifeños), forjado «en la guerra
colonial de M arruecos, u n a de las m ás brutales y
sangrientas» de la historia española, pero tam bién
del M editerráneo. El núm ero de asesinados es im po­
sible de establecerse.
E l m ism o au to r hace n o ta r que es llam ativo que
pudiéndose hacer, a p a rtir del triunfo nacionalista,
el cóm puto de fusilados p o r orden de los tribunales
m ilitares, los h istoriadores franquistas se h an abste­
nido de co m en tar el tem a, lo que se explica p o r el
elevadísim o núm ero de ejecuciones de prisioneros
de guerra, detenidos en las cárceles y cam pos de con-
156
centración, denunciados p o r los vecindarios, etcéte­
ra (6).
E l episodio encaja originariam ente en la típica
salida fascista del siglo xx, y luego se estru c tu rará
en u n a fórm ula u ltraau to ritaria, que recoge todas
las tradiciones de la clásica «España negra».
E ste terrorism o de E stado se institucionaliza en
una legislación adecuada, no solam ente política, sino
económ ica y social, que facilita la posición de la cla­
se superior. Menos estudiada —aunque no menos
im p o rtan te— es p o r entonces la violencia de las cla­
ses superiores burguesas —reunidas en una «santa
alianza» política— contra los trabajadores. A los
efectos de recuperarse de las pérdidas de la guerra
civil, m antener su ingreso en un tiem po en que se
h a reducido la ren ta nacional, y ante todo establecer
m ejores y m ás sólidas posiciones de clase, en el cam ­
po se vuelven a fórm ulas precapitalistas de trabajo.
La destrucción de los sindicatos, la legislación social
y el juego dem ocrático, hace de los asalariados u r­
banos, igualm ente superexplotados. Las clases me­
dias son b rutalm ente pauperizadas.
Todo esto im plica violencia de clase, pero resul­
ta ría inaceptable si no estuviera respaldado firm e­
m ente p o r el terro rism o y la violencia cotidiana del
E stado.
La capacidad de respuesta —tanto de las clases
esclavizadas com o de los vencidos políticos— es re­
lativam ente baja, y las razones son explicables: á) el
país ha sido sangrado a fondo p o r la guerra civil, la
represión y el exilio, y esto ha afectado especialm en­
te a los m ilitantes sindicales, culturales y políticos;
b) la coyuntura política internacional h asta 1945 es

(6) En Alberto Vilador, Herbert R. Soulhworth, historiador.


Contra el mito de la Cruzada, “La Calle”, Madrid, n.° 14, 27 de
junio de 1978, p. 45. La opinión del historiador norteamericano es
que, posiblemente, el número de muertos republicanos por fusila­
miento sería mayor después del 1 de abril de 1939 que durante los
tres años de operaciones militares. Coincidiendo, por ejemplo, con
Camillo Berneri, destaca el carácter de “guerra de clases” que tuvo
la guerra civil de 1936-1939, extensible a la represión posterior
hasta 1962, a que aludíamos.
157
rotundam ente desfavorable, a pesar de ofrecer entre
esa fecha y 1953 algunas perspectivas, y es entonces
cuando se intentan operaciones de m asas como los
focos guerrilleros, la prim era huelga general vasca
en 1947, la p rim era huelga general en Barcelona en
1951, y proliferan los atentados, y c) la entonces úni­
ca potencia en el terreno de la opinión, la Iglesia
católica, tra b a ja en colaboración estrecha con el Es­
tado sacralizando el te rro r («santa cruzada»), res­
paldando a las oligarquías violentas como los lati­
fundistas o patronos burgueses, y predicando la do­
cilidad, la sum isión y el acatam iento al poder.
E n ese cuadro, la violencia popular encaja en lo
que los tratad istas llam an «violencia provocada por
privación o decrecimiento». «La capacidad de alcan­
zar valores dism inuye bruscam ente, m ientras perm a­
necen constantes las aspiraciones. La frustración y la
ira son consecuencia de la pérdida de un valor an­
tes poseído» (7).
Las m asas eran espontánea y explicablem ente fie­
les a las expectativas de valores alcanzados en los
años de la Segunda República y en la retaguardia de
los republicanos en la guerra civil, y están fru stra­
das al ser privadas p o r la fuerza de su disfrute, que
tra ta n de recuperar. Es decir, volver a tener el an­
te rio r ingreso real, disponer del anterior tipo de ins­
tituciones, m antener sus derechos y libertades pú­
blicas, etc. Colectivamente se vive una suerte de m o­
vilidad descendente, favorable a la explosión, que
supera las b arreras inhibitorias; pero p o r los facto­
res anotados, la violencia subversiva, contraviolencia
o resistencia, casi siem pre adopta las form as de la
violencia conspirativa, en m anos de grupos elitarios,
que con apoyo del exilio, se m anifiestan en aten ta­
dos, o terrorism o en pequeña escala. Las m ism as o r­
ganizaciones de m asas como la CNT, que tanto se

(7) Rowse-Hughes, ob. cit., p. 510, resumiendo Why Men Rebel,


de Ted Robert Gurr, Princeton University Press, 1976, págs. 47 y
siguientes. Sobre la resistencia laboral española, Llibert Ferri-Jordi
Muixí-Eduardo Sanjuán, Las huelgas contra Franco (1939-1956), Bar­
celona, Planeta, 1978.
158
d estacará en estos episodios, proceden a nivel de mi­
norías. El PC presente en la fase óptim a de 1945-1953,
tam poco está en condiciones de llevar sus acciones
a un nivel de am plia participación, y en su fracaso
pasa a una táctica pacífica, el discutido proyecto de
«huelga general pacífica», de todo lo cual ah o ra sa­
bem os algo más (8).
La segunda etapa, 1962-1976, políticam ente se ca­
racteriza porque el franquism o, que ya cuenta con
fu erte respaldo internacional: arriendo de bases a
Estados Unidos en 1953, concordato con el Papado
en la m ism a fecha e ingreso en el Fondo M onetario
Internacional en 1959, institucionaliza la d ictadura a
través de la Ley Orgánica del E stado (1966), que
coordina la estru ctura política del régimen. E n esta
m ism a fecha, asim ismo, se aprueba u n a nueva ley
de pren sa y al año siguiente se acepta la libertad
religiosa en form a lim itada.
La represión estatal, legalizada con un aparato
ju rídico adecuado, abandona las form as de terro ris­
m o masivo, y se hace específicam ente a través de la
destrucción sistem ática de los grupos o partidos opo­
sitores y de los prim eros m ovimientos de m asas. La
censura, el monopolio inform ativo, el control de la
enseñanza p o r el clero, o, en su caso, la corrupción,
aseguran el funcionam iento del sistem a.
Ahora la violencia estatal tiene, ante todo, p o r
o bjeto «asegurar el orden» p a ra lim itar el consum o,
m an ten er bajo el nivel de vida y financiar de este
m odo la tasa de inversión del capital productivo, lo­
grando al mismo tiem po m antener el superlucro de
la clase capitalista. El desarrollo económico se lo­
g ra rá en u na estrategia que com bina la im portante
inversión de capitales extranjeros, con la técnica de
la violencia estatal de la d ictadura (9).
El bloqueo de los salarios ahora favorecerá, no

(8) Fernando Claudín y otros. Documentos de una divergencia


comunista, Barcelona, El Viejo Topo, 1978.
(9) Este es uno de los aspectos poco “europeos” de España,
porque en tanto vive un acelerado proceso de industrialización y
urbanización en los años sesenta, presenta problemas similares a
muchos países del Tercer Mundo, y hasta del campo socialista.
159
solam ente a la clase alta nacional, sino asim ism o a
las m ultinacionales extranjeras im plantadas en el
país, y, p o r tanto, a sus accionistas norteam ericanos
y europeos.
A las m asas se les vedará la defensa clasista le­
gal, a través del sistem a de «sindicatos verticales»,
o se les derivará hacia el extranjero, como m ano
de o b ra al servicio de los países adelantados. Todo
esto com porta variadas form as de violencia económ i­
ca, y la resistencia se aju sta al caso típico de priva­
ción p or desencuentro entre expectativas y el estan ­
cam iento de los valores alcanzados. M ientras el m a­
yor contacto con el extranjero (m igración económ i­
ca, turism o) y la m ism a dinám ica de la propaganda
com ercial ab ren un explicable panoram a de nuevos
valores a las m asas, las realizaciones se m antienen
lejanas y, p o r lo tanto, se siente, p o r un núm ero cre­
ciente de personas, la privación correspondiente, en
que la fru stració n incita a la resistencia y a la pro­
testa (10).
E n térm inos económ icos, el porcentaje de sala­
rios en el re p arto del PNB no crece en relación con
el desarrollo económico, que acom paña la in d u stria­
lización, y, al contrario, se favorece un m ayor ingre­
so p o r ren tas de capital.
Las clases populares —privadas de canales insti­
tucionales pacíficos y legales— apelan en repetidas
oportunidades a form as ilegales y subversivas del
orden público. Un ejem plo típico es la huelga que
llevan adelante los m ineros asturianos en 1962, y
este género de acciones com porta obviam ente diver­
sas form as de violencia política. Los sectores que
ah o ra en tran en lucha son la clase ob rera de nivel
su p erio r de las zonas de m ayor desarrollo indus­
trial, los estudiantes de universidades que m ultipli­
can sus efectivos en estos años, y otros grupos es-

(10) Volvemos a otra teon'a de la cit. ob. de Ted Robert Gurr,


Why Men Rebel. Tal vez este autor no ha considerado suficiente­
mente los factores inhibitorios de la violencia política, por ejemplo,
en el caso de España, diferentes entre 1936-1962, y el segundo pe­
ríodo estudiado.
160
Clarecidos o politizados. En su seno se reorganizan
llegalmente —afrontando la represión— sindicatos
clasistas, grupos políticos opositores y núcleos de
Intelectuales desafectos al régimen, que alientan un
núm ero creciente de protestas, desórdenes, tum ul­
tos, etcétera.
El orden invariable —ahora no sacralizado uná­
nim em ente por los integrantes del clero— es desa­
fiado en form a creciente, y esto provoca la inevita­
ble cadena de violencia institucional y su respuesta
correspondiente. No faltan —pero ahora en form a
más m inoritaria— las actitudes de tipo conspirati-
vo, provenientes de vanguardias políticas de extrem a
izquierda no parlam entaria.
A falta de estudios estadísticos m ás prolijos
aventuraríam os la hipótesis de que el índice de vio­
lencia política popular, ha sido menos elevado —en
relación al volumen de población— que el corres­
pondiente a la Restauración, a la Dictadura y a la
República. El núm ero de detenidos políticos —aun
siendo la legislación extrem adam ente severa— a fi­
nales del franquism o es bajísimo, y sin punto de
comparación, por ejemplo, con las pequeñas repú­
blicas del cono sur am ericano en las m ismas fechas.
En verdad —como destacam os m ás adelante— es
casi inexistente la violencia estrictam ente revolu­
cionaria, y lo que predom ina es la resistencia, la
contraviolencia y la protesta violenta espontánea.

E l caso vasco
H asta ahora nos hemos referido a la evolución
general, a niveles estadísticos nacionales, pero co­
rresponde hacer una mención especial al caso vas­
co, tanto por su com plejidad como por su distinto
potencial en m ateria de violencia.
La represión franquista resulta ser m ás grave
—lo que no es lo mismo que decir más sangrien­
ta— que en otras regiones, por cuanto los «enemi­
gos» del régimen serán los mismos que en el resto
de España m ás amplios sectores campesinos eúska-
161
ra y h asta de la m ediana burguesía urbana, afectos
al autonom ism o. Se tra ta de la región de m ás alta
observancia religiosa en E spaña y el terrorism o esta­
tal no estará sacralizado p o r la Iglesia, pues p arte
del b ajo clero vasco participa, en tre los «vencidos»,
de las víctim as (11).
Siem pre a niveles institucionales, en el País Vas­
co el nacionalism o local evoluciona, p o r lo m enos en
cierto sector, a posiciones independentistas, y esto
ju stifica u na represión que m ultiplica los «estados
de excepción», es decir, u n terrorism o local dentro
del terro rism o general estatal.
El E stado, a través del gobierno de M adrid, no
acepta soluciones de tipo federal (ni siquiera a nivel
adm inistrativo), y tem e que la autonom ía regional
engendre el separatism o (es decir, la independencia
de las provincias en cuestión). Esto lo resum ía Cal­
vo Sotelo, en vísperas de la guerra civil, con la famo­
sa frase: «Más vale u n a E spaña ro ja que u n a E spa­
ñ a rota.»
La resistencia y la antiviolencia popular tendrá
un m ayor respaldo espontáneo, y el m ism o terro ­
rism o estatal m ejorará la im agen de los rebeldes,
que p o r o tra p arte cuentan con u n sostenido apoyo
exterior.
En el plano de las luchas interclasistas se apre­
cia que los m ism os vascos están divididos, p o r cuan­
to la alta burguesía de Neguri (banca, siderurgia,
navales) se alía con el nuevo E stado p ara rentabi-
lizar sus em presas.
A m edida que la región vasco-navarra se poten­
cia económ icam ente, alcanzando las cotas superiores
de p ro d u cto b ru to de España, com ienza a incluir
las zonas fronterizas castellanas, y atrae u n a m asa
creciente de trabajadores no vascos (tam bién galle­

en ) En el caso de la provincia de Navarra, sobre cuya com­


plejidad ya llamamos la atención en nuestro libro Ideología, regiones
y clases sociales en la España contemporánea, Madrid, Júcar, 1977,
3.* ed„ habría que tener en cuenta un sector de composición social
y religiosa similar al eúskara vasco, pero encuadrado en el carlismo,
y por tanto favorable, en la primera etapa estudiada, a la contrarre­
volución estatal.
162
gos y leoneses), pero ese proceso que aum enta las
tensiones al d e stru ir la sociedad cam pesina y su­
p lan tarla p o r la industrial, asim ism o hace declinar
el predom inio del grupo cultural regional. Lo m ism o
que en C ataluña, el nacionalism o vasco (que aquí se
apoya en apenas el 20 % de la población que habla
y escribe en su lengua), tiene las reacciones de un
grupo fru strad o y en peligro de ser absorbido cul­
tu ralm en te (12).
Como todo país de m ontaña, y en este caso de po­
blación dispersa, el País Vasco se caracteriza p o r el
arcaísm o y al tiem po la m áxim a capacidad de resis­
tencia, en un elem ental defensism o. La lucha de cla­
ses co bra a m enudo aspectos antiindustrializadores,
y, com o señala Antonio Elorza, su nacionalism o im ­
plica el rechazo de las consecuencias sociales del
proceso económico.
E n la segunda eta p a de la h isto ria de la violencia
en la E spaña franquista, 1962-1976, aquélla adquiere
m ayor in tensidad en el País Vasco, p o r efectos, p ri­
m ero, de la «política de estabilización económica»
que a rru in a a pequeños y m edianos industriales y la
com petencia de las m ultinacionales, que favorece el
aum ento de la tasa de desocupación (especialm ente
en Guipúzcoa).
Del estu d ian tad o surgirán grupos guerrilleros, que
ad o p tarán las tácticas de Cuba, Argelia y Uruguay de
esos años. E n principio son m anifestaciones nacio­
nalistas, de escaso nivel ideológico, y en las cuales
el p o sterio r contacto con el m arxism o provocarán
rep etid as escisiones. La ETA (o las ETAS) desde
1959 a la fecha d an u n núm ero considerable de
hechos típicos de guerrillerism o urbano, en princi­
pio a nivel local o provincial, aunque culm inaron con
el m agnicidio de 1973 en M adrid co n tra el presiden­
te del consejo de gobierno alm irante C arrero Blanco.
La clandestinidad, el clim a de represión —que

(12) Habría que hacer un mapa de los enclaves de vasco-


parlantes (es decir, zonas donde entre el 60 y el 80 % de la población
es de expresión eúskara) y superponerlo con las manifestaciones na­
cionalistas y, especialmente, de los guerrilleros terroristas.
163
hace de estas provincias v irtu alm en te u n país ocupa­
do— favorece u n com portam iento sectario en la re ­
sistencia, m ultiplicándose los grupos basados en ex
e ta rra s, que p ro c u ran d esb o rd ar los tradicionales
p a rtid o s m arx istas y nacionalistas, o la m ism a ETA.
La im p lan tación efectiva de las derechas sigue
siendo grande, y las elecciones de 1977 han d em o stra­
do el p oderío de Unión del C entro D em ocrático, UCD
(tercer g ru p o político) y de la m ism a AP (Alianza
P o p u lar), todo lo cual aum enta la conflictividad.
E n u n a p alab ra, p o r m om entos se vive u n a su er­
te de g u erra civil in tern a, que se sum a a la guerra
de ocupación, que lleva adelante la ad m in istració n
m ad rileñ a, y a la pron u n ciad a g u erra de clases, y,
p o r lo m enos p a ra algunos sectores, h asta u n a g u erra
n acio n alista in d ependentista. El guerrillerism o y las
recien tes técnicas de contrainsurgencia y de la «gue­
r r a de desgaste» y la «técnica de la tensión» neofas­
cista, se conjugan al nivel m áxim o de violencia (13).

Dinámica de los instrumentos de poder


La larg a y sangrienta g u erra civil de 1936-1939
en g endró u n n úm ero elevado de ex com batientes
que al final del conflicto no se ab so rb iero n en tareas
económ icas pacíficas. España, adem ás, no ha tenido,
com o p o r ejem plo F rancia o E stados Unidos, la po­
sibilidad de «exportar» u n cierto p o rc en taje de estos
profesionales de la violencia hacia las guerras colo­
niales, los cu erpos de m ercenarios, los servicios de
espionaje, etcétera.
E n b u en a p arte , este personal fue ab sorbido ini­
cialm en te p o r el enorm e y costoso a p a ra to represivo

(13) Ver I. L. Horowitz, Fundamentos de la sociología política,


México, Fondo de Cultura Económica, 1977, cap. XIII. Sobre el
tema de la violencia en el país vasco, en fechas recientes: Informe:
el laberinto vasco (firmado por Perú Erroteca), “La Calle” , Madrid,
n.° 9, mayo 1978; Charles Vanhecke, Le Pays basque est déchiré
par des querelles intestines, “Le Monde”, Paris, p. 3, 29 de marzo
de 1978, y declaraciones de Enrique Tierno Galván en “Posible”,
Madrid, 22 de mayo de 1978.
164
que, a lo largo de una generación, y en una inusita­
da profundidad, practicó el terrorism o de Estado.
Como instrum entos del poder a diversos niveles (po­
licías, cuerpos arm ados, carceleros, soplones, provo­
cadores, delatores, cuerpos de inteligencia, sacerdo­
cio especializado, m agistratura m ilitar y extraordi­
naria, periodistas del régimen, adm inistración de
servicios, agentes en el extranjero, verdugos, to rtu ­
radores, censores, agentes sindicales, docentes de
form ación cívica y política, servicios de orden parti­
darios, «servicios sociales», «organizaciones de cari­
dad», etc., etc.), incluyen, asimismo, un cierto por­
centaje de desocupados, en una época de escaso di­
nam ism o económico.
Estos equipos «cumplen órdenes» haciendo reali­
dad el terrorism o estatal, colaborando con los patro­
nos y desorganizando la oposición, incluso a través
de la provocación. Seguramente, como en la Rusia
zarista, les corresponde la autoría, a través de la in­
filtración, de actos de «seudo-violencia» revoluciona­
ria, o de provocación a las m asas para llevarles a
la antiviolencia protestaria.
En España, y éste no es el últim o de los anacro­
nismos a tener en cuenta, el franquism o resucitó la
institución del som atén, cuerpos arm ados de pro­
pietarios rurales, que habían tenido im portancia po­
lítica en la D ictadura de Primo de Rivera. Los miem­
bros del som atén com parten con las fuerzas públi­
cas, y los m iem bros del partido único, el privilegio
de tener arm as y municiones. Colaboran, por ejem ­
plo en Cataluña, en la represión del guerrillerism o
anarquista.
E n todos estos niveles se reclutarán (a veces con
la cooperación de los refugiados fascistas en Espa­
ña) los cuadros de los movimientos neofascistas
y de las milicias param ilitares de los últim os veinte
años, que practican en form a oficiosa la violencia
política contra los opositores del régimen.
E n 1969, el arzobispado de M adrid desautorizó a
los «guerrilleros de Cristo Rey», pero con diversos
nom bres, y siguiendo distintas pautas organizativas,
este tipo de milicias —cuyo florecim iento se expli-
165
ca p o r la protección estatal— desde aquella fecha
contribuyen al activo de violencia política en u n gra­
do considerable (14).
La existencia de u n a m asa tan considerable de
rep reso res profesionales, plantea singulares proble­
m as en el cam po de la violencia. En p rim er lugar
p o rque es explicable que lleven a la vida civil un
estilo p articu lar, afecto al au to ritarism o y la violen­
cia en to d as sus dim ensiones. E n tre ellos se reclu­
tará n los servicios de vigilancia privados, serenos,
po rtero s, conserjes, guardias varios, profesionales
en co n tro l de personal, capataces, m ayordom os y a
m enudo conservarán el derecho de p orte de arm as
y sus vinculaciones con los cuerpos estatales en
que h an actuado en activo.
Algunos sociólogos h an planteado la hipótesis de
una sociedad fran q u ista au to ritaria, cuya existencia
en cierta m edida explicaría el E stado represor. Nos
parece discutible ad m itir que «todos los españoles
son au to ritario s», pero ¿no será u n resultado del
alto p o rcen taje de varones que han participado, o
p articip an d u ran te u n a generación de los distintos
aspectos de la violencia política lo que da el tono
a u to ritario de u n buen sector de la población?

La violencia importada
H ab ría que ten er en cuenta la cuota de violencia
a p o rta d a p o r los servicios secretos extranjeros, pues
si m ucho se ha hablado de las fuerzas com batientes
ítalo-germ anas en la guerra civil, no se ha destacado
que su presencia es sim ultánea con los agentes del
espionaje del Eje. Más adelante hacem os referencia
al em b ajad o r inglés H oare, que detalla la im portan-

(14) Confirma que es una “violencia oficiosa” (o sea permitida


y aceptada por el Estado) el hecho de que no haya casos durante
este período de violencia de instrumentos del Estado en forma in­
controlada. Por ejemplo, no hay cuerpos oficiales de represión que
actúen por su cuenta, o tomen iniciativas al margen de las órdenes
regulares.
166
cia de tales servicios, y de la batalla que en territo ­
rio español les libraban los agentes ingleses y de
o tro s países aliados (15).
La presencia de las bases norteam ericanas (y en
especial Rota, la segunda base naval de aquel país
en el m undo), es obvio que ha obligado a una im ­
plantación de la CIA, y, por contrapartida, de los ser­
vicios rivales, todos los cuales reclutan personal lo­
cal, y es difícil que no intervengan en la política.
No es ocioso reco rd ar que los pistoleros que origi­
n ariam ente reclutó el p atronato catalán, fueron ex
agentes alem anes que actuaban en E spaña du ran te
la g u erra de 1914-1918. R ecientem ente se h a sosteni­
do en libros y artículos, que el m agnicidio co n tra
C arrero Blanco fue hecho, o p o r lo m enos tolerado,
p o r los «servicios especiales» norteam ericanos en
M adrid (16).
O tro aspecto es que España, du ran te la época
fran q u ista, se constituyó en refugio de miles de
«hom bres de acción» del fascism o europeo y latino­
am ericano, nazis alem anes, fascistas italianos, cola­
boracionistas franceses, belgas, croatas, peronistas
argentinos, batistianos cubanos, etc., etc., se im plan­
taro n en el país, fueron protegidos p o r las autori­
dades y recibieron el derecho de residencia, y, final­
m ente. la ciudadanía española.
Incluso en el posfranquism o, y a propósito de
los hechos m adrileños de enero de 1977, se ha lla­
m ado la atención sobre la intervención en las filas
de los terro ristas neofascistas de italianos y argen­
tinos de la Internacional Negra.

(15) El atentado falangista a la concentración carlista del San­


tuario de Begoña, el 17 de agosto de 1942, fue cometido por un
falangista, al que los alemanes concedieron la Cruz de la Orden del
Aguila Alemana, pero que (según el Servicio de Información de Fa­
lange, secretaría Arrese) era espía inglés...
(16) De Luis M. González Mata, Terrorismo internacional. La
extrema derecha, la extrema izquierda y los crímenes de Estado,
Barcelona, Argos-Vergara, 1978, que comenta Fernando González
en La segunda muerte de Carrero Blanco, “Triunfo”, Madrid, n.“ 807,
15 de julio de 1978.
167
D eca d en cia d e la violencia p o lític a
E n los últim os años del franquism o, y sin p e rju i­
cio de la presión de sectores ultras, el régim en u ti­
liza en m enor escala el terrorism o y la violencia fron­
tal p a ra re p rim ir a las clases populares y a los opo­
sitores al régim en.
B uena p arte de la clase alta, desde 1974, acepta la
a p e rtu ra m onárquica antidictatorial, en tre o tras ra ­
zones p o rq u e h a en trad o en una fase capitalista m ás
avanzada y confía en form a creciente en las técnicas
de m anipulación colectiva, alienación de la opinión
pública p o r los m edios de com unicación de m asas
y en el régim en plural de consenso (17).
P or o tra p arte, u n sector creciente del p ro leta­
riad o in d u strial —com o dice E ric H obsbaw m — tien­
de a confiar m ás en la «organización y la solidaridad
duradera» que en el tu m u lto desorganizado, o en el
guerrillerism o, con lo que asim ism o dism inuyen las
tasas de violencia.
E n las fuerzas de la oposición dem ocrática, la
m ayor cu ltu ra política, pero ante todo la com peten­
cia y participación potencial de los ciudadanos en
las decisiones, actúa en form a inhibitoria de la con­
traviolencia. E sto explica, p o r ejem plo, el fracaso de
m uchas «provocaciones».
Las pulsiones agresivas p ara todos tienden colec­
tivam ente a sublim izarse a través de la com petividad
societaria, los deportes-espectáculos de m asas, el ver­

tí 7) La opinión “de los que mandan”, de acuerdo con todas


las encuestas internacionales, es la que entre todos los grupos sociales
presenta menos inhibiciones para el uso de la violencia, especialmente
si la coyuntura política pone en peligro sus bienes o su situación
de poder, y por tanto es el primer elemento ya sea del potenciamiento
de la violencia como de su retroceso. También por su misma con­
dición de gentes cultas, y cuyo ingreso no depende del gobierno,
tienen una mayor ductibilidad en cambiar de posición, lo que con­
trasta con el comportamiento más rígido de sus “servidores” pro­
fesionales de la violencia, que tardan en aceptarla como en aban­
donarla, una vez ejercida durante cierto tiempo.
168
balismo retórico, los canales institucionalizados par­
cialmente en universidades, talleres y sindicatos, y
>or el momento quedan aislados los defensores de
[ as soluciones doctrinarias de violencia política, con
la excepción del País Vasco.
Corresponde destacar algo, que resulta del texto
precedente. A lo largo de todo el período 1939-1976
no ha habido en España una opción revolucionaria
integral, y a nivel de masas. Los grupos políticos
más extrem istas, aun com partiendo teóricamente es­
trategias revolucionarias violentas para el cambio
cualitativo de sociedad, nunca han estado en la posi­
bilidad real de usarlas, e incluso de interiorizarlas
en las masas. La dictadura franquista ha evitado,
por ejemplo, lo que vivía Hispanoamérica en esos
mismos años: las revoluciones sociales boliviana,
guatemalteca, cubana, las olas de guerrillerismo ru ­
ral y urbano, los movimientos campesinos, la expe­
riencia chilena, etcétera.
Esto implica un retroceso, comparado con los
tiempos de la Segunda República y la guerra civil,
pero aun con la época de las conspiraciones de gru­
pos idealistas desde los finales del siglo xv m a co­
mienzos del siglo xx.
Pero aquellos hechos han estado presentes en la
memoria de todos en la medida que el régimen para
perpetuarse y justificar la acción de los instrum entos
de poder, ha recordado a toda la sociedad median­
te los métodos de la propaganda totalitaria, la tra­
dición revolucionaria de los españoles.
Desde 1974, ese señalado retroceso de la violen­
cia estatal (que arrastra consigo los otros niveles
de violencia política), no se ha hecho mediante una
cesura o ruptura, sino a través de un proceso len­
to, en que no han faltado retrocesos y problemas.
Los «grupos ultras» encabezados y/o financiados por
ciertos sectores de la clase alta («nuevos ricos», es­
peculadores favorecidos por la corrupción y el pe­
culado, latifundistas anacrónicos, etc.) han podido
concitar a sectores de los cuerpos profesionales de
lo que llamamos «instrumentos de poder», o han mo­
vilizado a fuerzas neofascistas parapoliciales.
169
Como es típico de una sociedad industrial avan­
zada han coincidido los intereses de la clase alta
dem ocratizante (incluso de antecedentes franquis­
tas), con ia opinión pública opositora moderada, en
procura r la estabilidad política, estableciendo un
juego institucional pacífico, aislando los desórdenes,
los brotes de violencia parcial, y desm ontando por
etapas la m aquinaria represiva.
La reciente dem ocratización del área europeo-me-
ridioual (Portugal, Grecia, Chipre, Turquía, Malta)
h a Presionado a la liquidación de la últim a de las
dictaduras surgidas de la ola fascista de los años
treinta.
La nueva coyuntura internacional, con los cam­
bios producidos en el seno de las potencias econó­
micas que controlan España, ha colaborado, asimis-
m o> en la nueva definición política.

170
VII

UN EMBAJADOR IN G LES
E N ESPAÑA (* )

Las m em orias del em bajador inglés Samuel Hoare


tn M adrid durante los años 1940 a 1944 se publica­
ron en inglés en 1947, y al año siguiente en francés
y en todas las lenguas cultas. Solamente a treinta
iflos de la prim era edición se autoriza en la propia
España editar en 1977 su versión al castellano (1).
E ste hecho es característico de la ignorancia en
Que ha sido m antenida la opinión pública española
sobre su propia historia, y en especial sobre asuntos
t»n fundam entales como fue el papel que jugó Es­
paña durante la Segunda Guerra Mundial, y el fun­
cionamiento del régimen franquista de la dictadura.
No se tra ta de un hecho aislado, pues p ara co­
menzar todavía después de editado Hoare están por
autorizarse ediciones de la papelería de la Cancillería
alemana h itlerista sobre los asuntos españoles, o ver­
siones íntegras y no expurgadas de las m em orias del

(*) Una primera versión de este texto se publicó en la revista


"Historia 16”, Madrid, n.° 14, junio de 1977, págs. 133-134, con
•1 titulo de Embajador ante el franquismo.
(1) Nos referimos a Embajador en misión especial, de Samuel
Hoare, Madrid, Sedmay, 1977, en traducción firmada por Judith
Dellepiane. Del mismo autor todavía no se han traducido Comnla-
Ctnt dictator, New York, Knoft, 1947, y Nine troubled years, To-
ronto, Collins, 1954, ricos en informaciones sobre la España fran­
quista.
171
m ism o em b ajad o r de la Italia m ussoliniana R oberto
C antal upo Fu la Spagna, o las obras que tra ta n de
la gestión del fam oso alm iran te C anaris («el pequeño
a lm iran te su p eresp ía de la Alem ania nazi») y en que
se h ab la asim ism o de España. O tro libro que nos
fa lta es el volum en de m em orias del em b ajad o r e
h isto ria d o r n o rteam ericano C arlton H ayes (2).
Lo ex trao rd in ario, sin em bargo, en el caso de llo a ­
re, es que su no m b re es conocido a través de la o b ra
del p erso n aje político m ás im p o rtan te en la escena
española (después del Jefe del Estado) señor Ram ón
S erran o S uñer, que en su libro E n tre H endaya y Gi-
braltar, m uy generosam ente reeditado, le dedica al
em b a ja d o r inglés casi todo el capítulo XIV, y que
en el texto en te ro confiere la m ayoría de las citas,
p o r su orden, a Hitler-M ussolini-Ciano-Hoare. La edi­
to rial española h a tenido la curiosa iniciativa, ah o ra
en 1977, de h acer p re se n ta r el libro de H oare p o r
S erran o Suñer. E n u n a palabra, las fuerzas que du­
ra n te tre in ta años han im pedido escuchar la p alab ra
del em b ajad o r inglés, ah o ra in terp retan , explican, y
a n u estro juicio d esnaturalizan, las opiniones de
H oare (3).

(2) Nos referimos al hecho de que no ha sido editado War time


mission in Spain, Toronto, Macmillan, 1945, aunque hay dos ver­
siones castellanas editadas una en Chile y otra en México (1966).
De su otra obra The United States and Spain. A n interpretation,
New York, Sheed and Ward, 1951, hay una versión censurada con
el nombre de Los Estados Unidos y España. Una interpretación,
Madrid, Ediciones y Publicaciones Españolas, 1952. Todavía en 1979,
cuando ya se han editado los archivos de guerra norteamericanos, en
español solamente se dispone de comentarios periodísticos a los casos
escandalosos cuando se citan, por ejemplo, la actividad de los espías
españoles a favor del Japón, etc.
(3) El señor Serrano Suñer, que dedicó tanto espacio de su obra
a la versión del embajador Hoare, que prologó —como se destaca—
la primera edición hecha en Madrid de su libro principal, se ha
visto obligado, con posterioridad a la publicación de Embajador
en misión especial, a editar Entre el silencio y la propaganda. La
historia como fue. Memorias, Barcelona, Planeta, 1978, sobre su
actuación pública, y en que vuelve a “refutar” a Hoare. Ramón
Tamames decía de este libro, conjuntamente con las memorias del
señor Sáinz Rodríguez, que su propósito “es reconstruir sus imá­
genes” con referencia a los contemporáneos, lo que nos exime de
más comentarios.
172
E l au to r, recordem os, es u n hom bre im p o rtan tí­
sim o en el p anoram a político inglés de 1940, pues
com o rep resen tan te del P artido C onservador integra­
ba la C ám ara de los Comunes, y antes de esa fecha
había sido P rim er Lord del Almirantazgo, M inistro
de A rm am entos, Lord del Sello Privado, y com o di­
plom ático, em b ajad or de su país en la R usia soviéti­
ca, y m ás tard e en la Italia fascista.
Su m isión era im pedir el ingreso de E spaña en
la guerra, secundando al E je Berlín-Roma-Tokio, y
e n fren tar el ap arato de su espionaje que hacía del
territo rio español la base estratégica de operaciones
en el M editerráneo occidental y en el A tlántico norte.
Su g ran rival es el alm irante Canaris, y su línea
estratégica corresponde al gabinete Churchill de gue­
rra de tran sfo rm ar la resistencia de Inglaterra, en
u na final b atalla victoriosa co n tra el b ú n k er con­
tinental del fascism o.
Sin em bargo, no es estrictam ente un antifascista
en el sentido ideológico, y es fácil adivinar, p o r ejem ­
plo, que no tiene sim patías p o r los republicanos
españoles. Tiene sí, com o liberal-conservador, un re­
pudio p o r los m étodos del totalitarism o, pero su
objetivo p o r excelencia es la defensa del Im perio
B ritánico, en u n m om ento en que éste lucha p o r su
supervivencia.
H om bre tan político com o culto, conoce bien sus
clásicos, com o tam bién la historia de las relaciones
de In g laterra con España, y secundado p o r un gran
equipo no se reduce a los locales de la em bajada
inglesa en M adrid, sino que recorre toda España,
m anteniendo contactos, p o r ejem plo, con N avarra,
C astilla la Vieja, C ataluña y Andalucía. Recién al final
de su gestión —sin em bargo—, reconoce su deuda
de adm iración p o r la cu ltu ra española y los espa­
ñoles. En verdad su gestión desborda la propia E spa­
ña, y es u n a suerte de superem bajador en el Medi­
terráneo. Le toca, p o r ejem plo, atender a tre in ta mil
com batientes fugados del nazismo, a él recu rre p ri­
m ero el general Badoglio p a ra term in ar con Musso-
173
lini y aliarse con In g la te rra y E stados Unidos, cola­
b o ra con la R esistencia francesa, etc.
E n esa g u erra española, sus ideas son claras sobre
el gobierno de M adrid. «Los Aliados nunca p o d rán
te n e r con Franco, en realidad, verdaderas relaciones
am isto sas..., su concepción to ta lita ria de la nueva
E u ro p a se opone en todos sus p u n to s a la nuestra.»
P o r ello p re p ara , con EE. UU., la intervención polí­
tico-económ ica que en m ayo de 1944 presiona al fran ­
quism o y le obliga a ro m p er con el Eje, a la vista
«de la falsa n eu tralid ad de Franco», pero a su juicio
todavía en diciem bre de 1944 el gobierno de M adrid
sigue co laborando subrepticiam ente con los nazis.
H oare entonces no está c o n tra el franquism o, o sus
ho m b res, p o r razones estrictam en te ideológicas, sino
p o r co n sid erarlo u n in stru m en to nazi.
Tiene ideas asim ism o m uy claras sobre el régi­
m en que n ecesita E spaña: u n a re stau ració n m onár­
q uica con don Juan, apoyada p o r el E jército y las
clases altas no corrom pidas p o r el falangism o.
Se tra ta en definitiva, del últim o episodio im pe­
rial inglés en tierras españolas, que cie rra b rillan ­
tem en te la etap a que ab rie ro n los sucesos de 1808.
Antes de que m u riera H oare en 1959, E spaña, lo
m ism o q ue G recia y el re sto del M editerráneo inglés
h ab ía p asado del control de Londres al de W ashing­
to n y donde an tes señ o reara W ellington y el Intelli-
gence Service, ah o ra la b an d e ra de las b a rra s y las
estrellas es izada triu n falm en te en las bases m ilitares
y en las em p resas económ icas de las m ultinacionales
n o rteam erican as.

E n m uchos aspectos la o b ra de S am uel H oare es


in tere san te p a ra m ejo r conocer el m undo del fran ­
quism o.
S u b ray a m uchas veces el a u to r «la situación caó­
tica del país», su m iseria, el descontento de las gentes
(«nueve de cada diez españoles se oponen» al gobier­
174
no), la ineficacia de la adm inistración («el p ara m a­
ñana colectivo»), la censura a todos los niveles.
En el plano político destaca el som etim iento y
corrupción de los funcionarios agentes de poder, en
m anos del Eje Berlín-Roma; el control de la prensa,
de las algaradas y provocaciones por los esbirros
de Falange, que en últim a instancia dependen de
Serraño Sufier y del jefe del Estado («Veo en su
propia fuente la deshonestidad, la perfidia y la injus­
ticia del falangismo») (4).
En definitiva el suyo es un trab ajo de equipo
(cuenta con 223 em pleados especializados) y la em­
b ajada inglesa, entre otras cosas, atiende a treinta
mil refugiados de E uropa y de los ejércitos aliados
que han podido pasar a España. E ntre sus colabora­
dores m ás íntim os al hispanista Malley. Esa infraes­
tru c tu ra le perm ite tener éxito en sus viajes a las
provincias, y conocer algo m ás que los círculos oficia­
les de M adrid, vinculados al área de los contactos
diplomáticos.
El libro p or m om entos deja de ser una in terp reta­
ción general de la estrategia aliada en la España de
los tiem pos de la Segunda G uerra Mundial, para
alcanzar el nivel de un análisis de las corrientes de
opinión existentes en los grupos superiores de la so­
ciedad española (5).
P or razones obvias, y atento a la fecha en que se

(4) “El generalísimo —son sus palabras— había permitido que


su país fuese corrompido por un control extranjero; el pueblo es­
pañol, de todos los pueblos europeos el más rebelde a las ingeren­
cias exteriores, había sido una vez más sujeto al yugo extranjero...
Franco, el jefe nacionalista, por una perversión política había des­
nacionalizado a su país” (sic).
(5) Así dice: “El mundo de los negocios en Barcelona, casi sin
excepciones era anglòfilo”, y en otra parte, “había una masa de
simpatizantes influyentes en casi todos los medios provinciales (hacia
la causa aliada), cuya ayuda fue invalorable en la orientación de la
opinión pública por vías más seguras”. En definitiva —después de
visitar la cuna navarra del tradicionalismo— concluye: “En ninguna
parte parecían, en realidad, muy arraigados los sentimientos totali­
tarios” (sic).
175
publicó la obra, no se dice dem asiado sobre la pe­
n etració n b ritán ica en el círculo de la oligarquía
fran q u ista. Pero está claro que u n a co rrien te de
opinión im p o rtan te en tre los viejos generales y polí­
ticos palaciegos, no creyó en la victoria final alem a­
na; o descreyó de ella después de p roducirse en 1942
el triu n fo aliado en S talingrado y El Alamein. Cita
e n tre los aliadófilos al m ism o m inistro Jordana y los
generales B eigdeber y Aranda, el conde de Rodezno
y los carlistas. Sabem os ah o ra que tam bién estab a
en esa te situ ra el general K indelán, y aquellos a los
que a rra s tra b a la bandería de don Juan, com o es el
caso del ex m in istro de Educación P edro Sáinz Ro­
dríguez, ya entonces en Lisboa (6).
Razón tiene en esto S errano S uñer al decir que
la em b ajad a de H oare en M adrid «era u n a potencia
en E sp añ a... conspiró con su erte ... creó opinión»,
etcétera.
E l capítulo XXX resum e la gestión de H oare en
E sp añ a en tre ju nio de 1940 y finales de 1944 (una
vez rechazada la condecoración que insistió en pro­
veerle el gobierno de M adrid...). Allí destaca que si
en «junio de 1940 y en enero de 1941 en los m om en­
tos en que estuvo F ranco m ás cerca de intervenir en
el conflicto (si no lo hizo) fue p o r la hostilidad cre­
ciente del pueblo español hacia la guerra», y m ás
ta rd e p o r «el d esastre sufrido p o r el ejército alem án
en Grecia». S ecundariam ente «las diferencias sobre
el re p a rto de Africa, las in trig as concernientes a la
flota francesa y G ibraltar», etc.
De todo ello re su lta que la élite de p o d er que
ro d eab a al Caudillo se fracciona, pues u n sector
b astan te prestigioso, adm ite la posibilidad de la vic­
to ria aliada (aún en contradicción con sus orígenes
fascistas), y p o r ta n to entiende conveniente a sus

(6) Entre los silencios de Hoare más sugestivos, omite tratar de


las tentativas de restauración de la monarquía borbónica en el
año 1943, que contaron con su apoyo directo.
176
intereses de clase no com prom eterse m ás en la alian­
za an ti K om intern su scrita en 1939, y tom ar distan­
cias con H itler y M ussolini,
El peso económ ico de los aliados, únicos capaces
de p roveer de com bustible y cereales a la E spaña
h am b rien ta y a rru in ad a de entonces, hizo el resto.

177
Segunda Parte

EL ANARQUISMO ESPAÑOL

“Casi toda Europa está en manos del fascismo, que


ha tenido buen cuidado en exterminar a sangre y
fuego los movimientos sociales libertadores, comen­
zando por el nuestro...
Los anarquistas tenemos por eso una enorme res­
ponsabilidad, no sólo en relación con la fe que el
pueblo español ha puesto en nosotros, sino frente al
proletariado mundial ferozmente encadenado... Sepa­
mos por anticipado que si nosotros, por incapacidad,
por impotencia o por falta de tacto, caemos y fraca­
samos en la contienda, con nosotros mueren las espe­
ranzas de muchas decenas de millones de trabajadores
de todas las latitudes y que nuestro triunfo, el triunfo
de una revolución social en España, significa el co­
mienzo de una revolución mundiaL”
Revista “Tierra y Libertad”, Barcelona, n.° 148,
2 de marzo de 1943.
D ie g o A bao de S a n t il l Xn
VIII

ESTADO ACTUAL DE LOS ESTUDIOS


SOBRE EL ANARQUISMO ESPAÑOL
DEL SIGLO XX (*)

A nuestro juicio ciertos grandes hechos de la so­


ciología editorial, derivados de acontecimientos polí­
ticos más que de razones estrictamente académicas,
permiten fechar o establecer etapas, en el desarrollo
de nuestra temática en el último cuarto de siglo.
Entre 1950 y 1960 no hay mayor interés en el
«tema español», incluso entre los mismos españoles,
y con más razón tratándose de un aspecto parcial y
en cierto sentido marginal como es el anarquismo.
Desde 1960 se «pone de moda» el tema de la gue­
rra civil española, y ciertos libros para el gran públi­
co alcanzan una gran difusión, lo que obliga hasta
a las fuerzas oficialistas de Madrid a presentar un
esfuerzo editorial capaz de enfrentar ese masivo

(*) Esta es la quinta versión (o la séptima si se consideran dos


separatas), de este texto, que he venido ampliando y corrigiendo
desde la primera de “Convivium”, Barcelona, núms. 44-45, págs. 123-
135 (octubre 1975). Las siguientes fueron publicadas en “Revista del
Trabajo”, Madrid, n.” 51 (junio de 1976); hay una tercera de la
revista “Ruta”, Caracas, n,° 42, agosto de 1975, con el título de
Bibliografía anarquista española, y la cuarta está incluida en el vo­
lumen colectivo de M. Tuñón de Lara y otros, Teoría y práctica
del movimiento obrero en España, 1900-1936, Valencia, Torres,
1977, págs. 55-78.
181
in teré s, tra s el cual se descubre el ascenso de u n a
nueva generación que «no vivió el problem a».
D esde m ayo de 1968 se sum a, y ahora sí es especí­
fico a n u e stro asunto, el hecho de que, a través de los
sucesos de la U niversidad de P arís, hay u n a recupe­
ració n del an arq uism o, que in cita en form a p a rtic u la r
a la «nueva izquierda» en todas partes, y en espe­
cial a los jóvenes estu d ian tes o intelectuales. H ab rá
u n a v erd ad era oleada de nuevos libros sobre las ideas
y la h isto ria lib ertaria, especialm ente en lenguas in­
glesa y francesa.
E n el ám bito de la lengua castellana, y p o r efecto
de la revolución cubana y de su extensión g u errillera
desde 1960, en Am érica L atina se «redescubrieron»
m uchas p rácticas e ideas del anarquism o, que se
ad o p ta ro n en el seno del «guevarism o», el «tupam a-
rism o» y o tro s m ovim ientos sim ilares, y esto contri­
buye tam b ién a re in te re sa r en la historia, incluso
española de los libertarios.
F inalm ente los m ism os acontecim ientos de la his­
to ria m ás reciente española han incidido indudable­
m en te en la edición de o b ras alusivas, y han cam bia­
do en fo rm a m arcada las condiciones en que se
desenvolvían los estudios sobre el tem a.
E n 1973 escribiendo no exclusivam ente sobre el
tem a del anarquism o, ni m enos sobre el estado actual
de su estu d io con p a rtic u la r referencia al siglo xx,
sino haciendo lo que denom inaba u n Panorama de
los estudios m onográficos recientes sobre el m ovi­
m ien to obrero español entre 1900 y 1936, n u estro
colega el p ro feso r C asim iro M artí lograba u n a cose­
ch a relativam ente m agra, au n q u e auspiciosa, com o
pued e el lecto r co m p ro b ar exam inando el texto in­
cluido en el volum en M ovim iento obrero, política y
literatura en la España contem poránea, que citam os
m ás adelan te, y que corresponde al IV Coloquio de
Pau.
N osotros m ism os hem os sido partícip es de u n a
experiencia aú n m ás ro tu n d a. H abiendo publicado
u n a p rim era versión de este trab a jo , fechada en oc­
tu b re de 1975, pudim os pro v eer de u n a segunda
182
versión m ás com pleta p ara la «Revista del Trabajo»
de M adrid, pero am bas —a su vez— debieron am ­
p liarse considerablem ente para ofrecer las tres edi­
ciones posteriores, culm inando con la quinta que
tiene en sus m anos el lector, en este capítulo (1979).
H a habido, com o es norm al en este tipo de tra ­
bajos, om isiones corregidas en su m om ento, pero
m ás im p o rtan te h a sido la «oleada» de nuevos tra ­
bajos, que se han dado a conocer en el plazo histórico
que ab re la restauración de la m onarquía en España,
y las m ejores condiciones p a ra la edición y difusión
de este tipo de m ateriales. En p a rtic u la r anotam os
que desde m arzo de 1976 la m ism a pren sa cotidiana,
o las revistas del gran público, recogen inform acio­
nes, ed itan entrevistas con supervivientes del movi­
m iento confederal de la Segunda R epública, o dan
cuenta de actos públicos vinculados a u n a resu rrec­
ción lib ertaria, que es decisiva en n u e stra tem ática.
E stos hechos y fechas, p erm itirán entonces orde­
n a r —y en alguna m edida explicar— no sólo las
etap as de la bibliografía y de los estudios sobre el
anarquism o español, y en p a rtic u la r sobre su historia
del siglo xx, sino que adem ás deben ser tenidos en
cu en ta p a ra in te rp re ta r la d istin ta significación que,
a m edida que tran sc u rre n los años, poseen los tem as
o textos que nos perm itim os com entar, o m eram ente
señalar.

I
P or 1950 no eran m uchos los tra b a jo s analíticos
de tipo erudito, e incluso las fuentes im presas al al­
cance de los estudiosos sobre estos tem as, y en algún
sentido la situación se refleja sim bólicam ente en tres
obras centrales.
E n p rim er lugar —en el aspecto bibliográfico—
la o b ra pionera de Renée L am beret M ouvem ents
ouvriers et socialistes. Chronologie et bibliographie.
L'Espagne, 1750-1936, que apareció en 1953 en la co-
183
lección p atro cin ad a p o r el In stitu t F rançais d'H istoi-
re Sociale, y dirigida p o r los profesores E douard
Dolléans y Michel Crozier.
Aunque no es específica ni exclusiva sobre el anar­
quism o, la especialidad de la au to ra, y la colabora­
ción de m ilitantes com o B ernard Pou, E. C. Carbó,
M. M artínez. H. Plaja, Latelaro, D. Alonso, José
Ledo, W. W. Peña, Viladom iú, Sans S icart —y obsér­
vese que no todos son españoles— le hace inaprecia­
ble p a ra te n e r una base de estudio de la bibliografía
y cronología del anarquism o, incluido en la histo ria
social española.
La segunda o b ra a te n e r en cuenta es la de José
P eirats, m ilitan te cenetista y faísta, colaborador de
«S olidaridad O brera» de B arcelona, que en el exilio
escribió en tres volúm enes La CNT en la Revolución
Española (1951), que lo m ism o que la o b ra de Lara-
b eret ha sido de obligada consulta y citación desde
aq u ella fecha.
En te rc e r lugar n u estra tesis de doctorado, p u ­
blicada en castellano con el título La crisis española
del siglo xx (1960, aunque p reparada en 1952-1954),
que co nsidera el anarquism o com o corriente central
revolucionaria española y analiza su historia, espe­
cialm ente en las páginas 145-168 y 215-299 (1).
En los años siguientes desdichadam ente no pudo
reed itarse, actualizarse y corregirse la o b ra de Lam-
b eret, p ero p re p ara desde hace tiem po cu a tro volú­
m enes de un Diccionario de anarquistas, en el que
el p rim er tom o corresponde a España, Portugal y
Am érica Latina. P eirats reeditó, con escasas correc­
ciones, su o b ra en P arís (Ruedo Ibérico, 1971), siem ­
p re en tres volúm enes, p ero adem ás dio a conocer

(I) Hay reedición ampliada de la misma editorial en 1962, y


versión francesa del mismo año 1962 (Paris, Fischbucher). La tercera
edición en castellano (y cuarta de la obra) salió en Madrid, Fondo
de Cultura Económica, 1976, ampliada con un nuevo cap. VIII, bi­
bliografía, etc.
184
su o b ra m ás teórica Los anarquistas y la revolución
española, M ontevideo, Alfa, y otras obras m enores (2).
De los m ism os iniciales años cincuenta es una
o b ra que lam entablem ente perm aneció inédita en
castellano d u ran te 21 años y que in ten tab a la em ­
presa de d ar p ara los años trein ta un panoram a
monográfico de nivel universitario. Nos referim os a
la tesis de John B radem as, Revolution and social
revolution. A contribution to the history of the anar­
cho-syndicalist m ou vem en t in Spain, 1930-1937, p re­
sentada en Oxford (1953) y que tradujo, am plió,
corrigió y enm endó con el título de Anarcosindicalis­
m o y revolución en España 1930-1937 (Barcelona,
Ariel, 1974). D. Joaquín Rom ero M aura.

II
Un problem a grave de aquellos años era la caren­
cia de buenas bibliotecas, y en especial archivos
docum entales, especializados en la histo ria de la
guerra española, y sobre el anarquism o.
Como es explicable y notorio se destruyó una
cantidad inm ensa de m aterial d u ra n te los años
1936-1939, y d u ran te o tro s m uchos no fue posible
consultar, p o r ejem plo, las colecciones públicas sal­
vadas en establecim ientos españoles.
F uera de E spaña surgieron algunos centros que
inevitablem ente se citan por todos los estudiosos,
com o el In tern atio n al In stitu id voor Sociale Ges-
chiedenis de la U niversidad de A m sterdam , cuya
reputación ya era antigua p o r lo que se refiere a
fondos socialistas m arxistas.
Poco antes de la G ran G uerra este in stitu to adqui-

(2) Por ejemplo. La práctica federalista como verdadera afir-


moción de principios, Paris, 1964; en colaboración con Cano Ruiz,
Polémica sobre el determinismo y voluntarismo, México, 1966; Es­
paña, ¿transición o continuidad?, Toulouse, 1973: Figuras del mo­
vimiento libertarlo español, Barcelona, Picazo, 1977, y Emma Gold­
man. Anarquista de ambos mundos, Madrid, 1978, en que los
capítulos XIII a XVIII se refieren a España.
185
rió el fondo del fam oso «H eródoto de la anarquía»
del a u stría co Max N ettlau, m ás valioso sobre el
siglo xix que sobre el xx y recibió en depósito
el fondo U rales-M ontseny tam b ién valiosísim o. E stos
fondos se p u d iero n m a n e ja r al re in sta la rse el In stitu ­
to desp u és de term in ad o el conflicto bélico, pero no
así el fondo docum ental oficial de la m ism a CNT-FAI,
d ep o sitad o a fines de la g u erra civil, y que a la fecha
to davía p erm an ece vedado al conocim iento de los
estu diosos. P o ste rio rm en te el m ism o In s titu to h a
ad q u irid o los fondos R udolf R ocker, Diego Abad de
S an tillán (co rrespondiente a su actu ació n com o se­
c re ta rio de la AIT en los años veinte), Ugo Fedeli, y
P ie rre R am us, todos ellos escrito res lib ertario s, p ero
no existe u n relevam iento de todos sus m ateriales
com unes españoles, o p o r lo m enos so b re el an a r­
quism o, sim ila r a los cum plidos p o r ejem plo p a ra
los fondos so b re el m ovim iento social en México,
A rgentina y B rasil, p a ra c ita r países sem ejan tes p o r
sus trad icio n es revolucionarias (3).
Las organizaciones de exiliados, p o r las m ism as
condiciones d erivadas de la Segunda G uerra M un­
dial, y de sus divisiones in tern as, no p u d iero n esta­
b lecer u n archivo docum ental operativo ú til p a ra los
h isto riad o re s, aunque ale n ta ro n algunas iniciativas
dignas de d estacarse.
La m ás im p o rtan te, la CIRA (C entre In te rn a tio n a l
de R echerches su r l ’A narchism e) in sta la d a en Géné-
ve, después L ausanne, y desde hace poco de nuevo en
Généve, y con depósitos en M arseille, y o tra s ciuda­
des, u n a de las cuales Río de Jan eiro , fracasa. P u­
b lica u n b oletín inform ativo, y h a iniciado u n a m o­
d esta o b ra editorial. E n Ita lia se h a ord en ad o y

(3) Víctor Manuel Arbeloa ha utilizado los fondos de la he­


meroteca de Amsterdam y esto le permite precisar características en
sus publicaciones bibliográficas. La prensa obrera en España, 1869-
1899, “Revista de Trabajo”, Madrid, núms. 30, 31, 102-104, 108,
110 y 111, y ¿ a prensa socialista en España, 1932-1933, ídem. n.° 113,
entre 1970 y 1974. De Jong ha explicado en forma muy precisa la
importancia del fondo CNT-FAI en Amsterdam, en la revista “His­
toria Libertaria”, Madrid, n.° 2, 1979.
186
clasificado el fondo «Archivio Fam iglia B em eri», p o r
Aurelio Chessa, actualm ente en Génova.
E n M ontevideo funcionó varios años la BAIA
(B iblioteca Archivo de la Internacional Anarquista)
que anim ó el escrito r rum ano Eugen Relgis, pero
con fondos españoles reducidos.
E scrito res e investigadores, com o el citado P eirats
con V íctor García, y con el nom bre de BASE (Biblio­
teca Archivo S obre E spaña), han form ado en F rancia
un co n ju n to docum ental privado. En C ataluña la re a­
p e rtu ra de la Biblioteca P opular Aras de la D iputa­
ción Provincial en 1967, la creación de bibliotecas
p rivadas com o la del señor José M.a Figueras, y p ri­
m ero en P erpignan y después en Barcelona, la FIE H S
(Fondation In tern atio n al d ’E tudes H istoriques et So­
ciales) au n q u e lim itadas, son auspiciosas, p ero todo
hace p en sa r que existen fondos valiosos en el Ser­
vicio de D ocum entación de Salam anca, y el Servicio
M ilitar de M adrid, desgraciadam ente inaccesibles a
la to talid ad de los investigadores (4).

II I
A utores-actores ta n fecundos com o Diego Abad
de S antillán, en el exilio se h an volcado a otros te­
nias, habiendo solam ente producido com o o b ra de
aliento C ontribución a la historia del m ovim iento
obrero español, 3 tom os, que llega desde los orígenes
h asta ju lio de 1936 (Puebla, Cajica, 1962 a 1971), y
De A lfonso X I I I a Franco. A puntes de historia polí-

(4) Véase págs. 2 y sigs. de Colioqul d’historiadors, 3-4 de maig


1974, Barcelona, Universidad de Barcelona, 1974. De los políticos
republicanos y socialistas de la época de la guerra civil, seguramente
contienen material interesante los archivos de José Giral e Indalecio
Prieto que existen en México, y Josep Tarradellas en Francia. El
archivo de la República española en el exilio ahora estará en Madrid,
y accesible al público en la Fundación Universitaria.
187
tica de la E spaña m oderna (Buenos Aires, TEA,
1974) (5).
De M anuel B uenacasa se h a reeditado El m ovi­
m ien to obrero español: 1880-1926■ H istoria y crítica,
debiéndose ate n er a la versión postum a publicada
p o r sus fam iliares (París, 1966), que incluye Figuras
ejem plares que conocí (págs. 202-305), y La crisis del
m o vim ien to libertario español CNT (págs. 307-316).
Hay u n a reedición de 1977 (Júcar).
F ederica M ontseny, lo m ism o que G erm inal Es-
gleas y o tro s m ilitantes de p rim era línea en los años
an terio res a 1936, se han prodigado en num erosísi­
m os textos en la p re n sa an a rq u ista del exilio, pero
sin cu lm in ar tra b a jo s sistem áticos (6).
La CNT en el exilio (secretaría Toulouse) p re p ara
desde hace tiem po u n a h isto ria oficial del m ovim ien­
to cen etista que p o r su am plitud asp ira a su p erar
la ya clásica o b ra de Peirats. Según n u estras noticias
es u n tra b a jo colectivo en varios volúm enes en que
se incluirían textos de la M ontseny, Esgleas, Lambe-
re t, Pou, F ontaura, Alaiz y otros.
En México y Caracas se viene reeditando p o r el
grupo lib ertario español «Tierra y Libertad» la fa­
m osa Enciclopedia anarquista de Sebastián F aure
(correlativam ente con la reedición en francés), ac­
tualizada y corregida h asta nuestros días, reuniendo
u n m aterial siem pre útil, especialm ente sobre E spa­
ñ a e H ispanoam érica. E n 1975 había aparecido el
p rim ero de los cinco tom os previstos.
T am bién en México, E ditores M exicanos h a publi-

(5) En 1975 se reeditó por segunda vez la clásica obra Por qué
perdimos la guerra (Puebla, Cajica), de la que también hay una
versión censurada en Madrid de la misma fecha, con un nuevo
prólogo y un breve estudio de Heleno Saña. Se ha tenido la buena
idea de reeditar selecciones de sus artículos, una a cargo de Anto­
nio Elorza (El anarquismo y la revolución en España, 1930-1938)
y otra de Carlos Díaz (Estrategia y táctica), ambas en 1976.
(6) De la Montseny las obras de más aliento son Pasión y
muerte de los españoles en Francia, Toulouse, 1969, y la recopila­
ción de textos de “La Revista Blanca”, en el folleto El problema de
los sexos, Toulouse, Universo, 1951. En la medida que lo permite
una revista española en 1976, debe leerse la nota de “Cuadernos para
el Diálogo”, Madrid, n.° 161.
188
cado de José B erruezo C ontribución a la historia de
la CNT de E spaña en el exilio (1967) y de R am ón
Alvarez, E leuterio Quintanilla. Vida y obra del m aes­
tro. C ontribución a la historia del sindicalism o revo­
lucionario en A sturias (1973), y antes todavía, el im ­
p o rta n te E stado y anarcosindicalismo, de Severino
O caña (I960).
Un tra b a jo científico que debiera hacerse es anali­
zar, y p o r tan to com parar, las m em orias de los
acto res del an arquism o español, especialm ente du­
ra n te la g u erra civil, e incluso los testim onios de
p rim e ra m ano.
H ay obras críticas in teresan tes, com o las de Abel
Paz, Paradigma de una revolución (19 de julio de
1936) en Barcelona, Toulouse, AUT, 1967 y an te todo
el D urruti. E l proletariado en arm as (Barcelona, 1973,
605 págs.), que am plía la ed. francesa de 1972. Sobre
los años p o sterio res las de Antonio Téllez, La guerri­
lla urbana: I-Facerías, P arís, R uedo Ibérico, 1974 y
La guerrilla urbana en España: Sabaté, París, Beli-
baste-La H orm iga, 1972, ya trad u cid as a varias len­
guas no ibéricas.
Tam bién «Tgnotus», M anuel V illar, España en la
ruta de la libertad, B uenos Aires, 1962; J. B orraz
E l m o vim ien to libertario ante el problem a español
(1946), de Jo an F errer, Costa A m unt. E lem ents d ’His-
tória social igualadina (París, 1976) e In te rp re ta d o
llibertária del m o vim en t obrer catalá.
Sobre m otivaciones, m ás que en calidad de m e­
m orias, son los breves re p o rtajes a p ersonajes com o
Félix C arrasquer, José P eirats (7), y o tro s que in te­
g ran el volum en de 348 págs. del suplem ento de
«C uadernos de R uedo Ibérico» (1974), dedicado a
E l m o vim ien to libertario español.
V íctor García, que asim ism o proveyera de la bio­
g rafía de R aúl C arballeira (París, S olidaridad O bre­
ra, 1961), publicó en 1962-1963 varios fascículos sobre
el tem a español, en la ciudad de C aracas.

(7) Todo el aspecto relativo a las memorias de los anarquistas


como fuentes para el estudio de esa corriente político-social en la
España contemporánea, se trata en el capítulo siguiente.
189
D entro de E spaña —lo cual ya significa una lim i­
tación a p riori por razones de censura— y con vistas
al gran público, incluso distinguidas con prem ios
que han facilitado su difusión, hay diversos textos
de origen periodístico y de tipo divulgativo o de
propaganda, publicados antes de 1976, que no con­
sideram os.

IV
Sobre aspectos parciales, pero m anejando una
técnica adelantada, contam os actualm ente con valio­
sos títulos.
Las realizaciones económicas de inspiración liber­
ta ria du ran te la guerra civil, sobre las cuales no fal­
tab an testim onios, m erecieron ser expuestas en 1955
p o r «Gastón Levai» (Pierre Piller) con la obra inti­
tu lad a en italiano Né Franco, né Stalin: la colletti­
vità anarchica spagnola nella lotta contra Franco e
la reazione staliniana, Milano, Istitu to E ditoriale
Italiano, que acallada la «guerra fría», recobra su
verdadero título y se am plía considerablem ente en
Las colectividades libertarias españolas, Buenos Ai­
res, Proyección, 1972, en dos volúm enes. Hay una
versión francesa interm edia, incluso en extensión,
Espagne libertaire, 1936-1939■ L'oeuvre constructive
de la R evolution espagnole, Paris, Ed. du Cercle.
Dos profesores catalanes, Josep M aria Bricall y
Albert Balcells, han acom etido respectivam ente el
análisis de los aspectos industrial-financiero y agrario
del período 1936-1939 en sus obras Política económica
de la Generalitat (1936-1939) en dos grandes volúm e­
nes y E l problema agrari a Catalunya, 1890-1939. La
qüestió rabassaire, Barcelona, Nova T erra, 1968.
La Confederación Nacional del T rabajo (en el exi­
lio) ya lleva varias ediciones de su obra oficial
Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolu­
ción española. Documentos. Reportajes, Toulouse,
CNT, 1973, 4.a ed.
El conocido publicista H ugh Thom as firm a un
190
texto sobre C olectividades anarquistas en la guerra
civil española, en el volum en colectivo E studios so­
bre la República y la guerra civil española, traducido
en 1974 en B arcelona. Tam bién G abriel Jackson: La
experiencia viva de las colectividades en la guerra
civil española, incluido en Costa, Azaña, el F rente
Popular y otros ensayos (M adrid, 1976).
T am bién en E spaña ha tenido especial difusión
la o b ra del ex m iem bro del Consell d ’E conom ia de la
G eneralitat de C atalunya, Albert Pérez B aró, 30 m e­
ses de colectivism o en Cataluña, B arcelona, Ariel,
1975 (antes en catalán p o r la m ism a editorial en 1970),
a u to r asim ism o de u n a H istoria de la cooperación
catalana, B arcelona, Nova T erra, 1974 (antes tam bién
en catalán, p atro cin ad a p o r el In stitu t d ’E stu d is Ca­
talans, 1972).
Se h a reed itado en castellano en 1977 sim ultá­
neam ente en dos versiones d istintas (una con texto
de Folgare y o tra con prólogo de Sam Dolgoff), la
o b ra clásica de Augustin Souchy, E n tre los cam pesi­
nos de Aragón. E l com unism o libertario en las co­
m arcas liberadas.
E n alem án, 1975, no solam ente se h an trad u cid o
conocidos textos de Diego Abad de S antillán y Ju an
Peiró (O ekonom ie und R evolution. Fabrik und Sta d tt-
¡ikom itees. S yn d ika lism u s u n d die Soziale R evolution
in Spanien. R olle der Industriefoderationen und des
A narchism us), sino que aparece el libro de E rich
G erlach y A ugustin Souchy, Die soziale R evolution
in Spanien: K ollektivirierung der In d u strie und
L a n d w irtschaft in Spanien, que ju n to a un texto
original del m ás im p o rtan te de los investigadores
germ ánicos sobre el anarquism o, reed ita el difun­
dido tra b a jo de Souchy d u ra n te la guerra civil (8).
En inglés, ed itado p o r Sam Dolgoff, y con el títu ­
lo The anarchist collectives: w o rkers’ self-manage-

(8) También Augustin Souchy y Diego Abad de Santillán anotan,


prologan y epilogan la edición alemana de la autobiografía de
Rudolf Rocker (Memoiren eines deutschen Anarchisten, Frankfurt,
Suhrkamp), aparecida en 1974, personaje notoriamente vinculado a
1« guerra civil española.
191
m e n t in th e S p a n ish révolution 1936-1939, se publicó
e n N ew Y o rk en 1974, u n a antología en q u e reap arece
— e n tre o tro s — el citad o Chom sky.
Un tra b a jo m onográfico u n iv ersitario m odelo lo
p ro p o rc io n a W alter T auber, Les tram w ays de Barce­
lona, collectivisés p en d a n t la révolution espagnole
(1936-1939), p rim ero tesis en Génève, y a h o ra p u b li­
cación del F IE H S .
Un tra b a jo m onográfico igualm ente m erito rio es
el de B. C atlla, P roblèm es de la co n stru ctio n et du
lo g em en t dans la R évo lu tio n Espagnole, 1936-1939
(editado en o ffset en F rancia, en 1976).
S o lam en te en 1977 h an aparecido en E sp a ñ a dos
recopilaciones, siem pre so b re colectividades cam pe­
sinas a n a rq u ista s (T usquets y Zéro), y a n te todo
los tra b a jo s m onográficos de José Luis G utiérrez
M olina (C olectividades libertarias en Castilla, M a­
d rid , Cam po A bierto, 1977) y Realizaciones revolucio­
narias y estru ctu ra s colectivistas en la C om arcal de
M onzón (Huesca). Con notas sobre la represión co­
m u n ista (ed. CNT).
F ra n tz M intz le h a dedicado al tem a la p eq u eñ a
o b ra L 'autogestion dans l'E spagne révolutionnaire,
P aris, 1970, re e d ita d a en M adrid (1977), y E rn s t Men-
del no h a d eja d o de in clu ir el caso español en la
serie C ontrôle ouvrier, conseils ouvriers, autogestion,
P aris, M aspero, 1973, 3 vols, del cual h ay ya dos edi­
ciones en castellano, recom endándose la m ás re cien te
d e México, E ra, 1975.
F ran cisco F e rre r y la h isto ria del an a rq u ism o ca­
ta lá n de com ienzos de este siglo se h a visto conside­
ra d o , en p rim e r lu g ar p o r la tesis en la S orbonne de
la h ija del m ae stro lib ertario , Soledad F errer, La vie
et l’oeuvre de Francisco Ferrer, P aris, F ischbacher,
1962, y tra b a jo s m onográficos que ab o rd a n aspectos
p arciales com o el caso del lerrouxism o en las tesis
de O xford de Jo aq u ín R om ero M aura La rosa de
fuego. E l obrerism o barcelonés de 1899 a 1909 (B ar­
celona, G rijalbo, 1974) y la de Jo an Connelly U llm ann
T h e tragic w eek. A stu d y o f anticlericalism in Spain
(1875-1912), H a rv ard U niversity P ress, 1968, am p liad a
e ilu s tra d a en la edición b arcelonesa, así com o el
1 92
libro de Josep Benet Maragáll y la Sem ana Trágica,
Barcelona, Península, 1966 (9).
Por fin se h a reeditado, El proletariado militante,
de Anselmo Lorenzo, con prólogo, notas y cronología
del profesor José Alvarez Junco (1974, M adrid), que
aún tratan d o de hechos del siglo xix, se publicó por
vez p rim era en n uestro siglo, y es la obra m agna
de uno de los principales colaboradores de la activi­
dad intelectual an arquista h asta 1914. Después de ser
Una rareza el inocentísim o libro de Francisco F errer
G uardia, La escuela moderna —véanse las notas de
Í osé M.* Carandell, «Tele/express», Barcelona, 9 de
junio de 1976 y l-XII-76—, de la cual en esta etapa
Bolamente conocemos la reedición prologada por el
oeta uruguayo Angel Falco (Montevideo, 1960), en
Í 977 se publicaron, casi sim ultáneam ente en España,
tres ediciones.
F errer y su escuela, sin em bargo, parecen ir em er­
giendo de la doble condenación de la extrem a dere­
cha y del liberalism o superficial (v. g. Miguel de Una-
mimo), como lo prueba la m onografía de Maurice
Dommanget, Les grandes socialistes et l’éducation
(París, 1970) y los trabajos pioneros de un joven
egresado de la Universidad de Barcelona, Pere Sola
Gusiñer, que ha publicado prim ero en «Convivium»
(ed. cit.) y después en un pequeño volum en Las es­
cuelas racionalistas en Cataluña (1909-1939) (Barce­
lona, 1976), fragm entos de su tesis inédita Orígenes
. y desarrollo de la pedagogía racionalista en Cataluña.
Del m ism o autor, Los Ateneos obreros y su jun­
ción educadora. De la Restauración a la República
(Barcelona, 1976), y Francesc Ferrer i Guardia i l’es-

(9) Vladimir Muñoz ha editado 28 p. de correspondencia de


Francisco Ferrer y 37 de Federico Urales.
También sobre esta época se señala aparte la obra de Xavier
C uadrat, autor asimismo de colaboraciones en la revista “Serra
d’Or”, Barcelona, como por ejemplo Salvador Seguí, anarquisme
I catalanisme, octubre 1975. Acotemos que este personaje ha mere­
cido dos libros, muy apreciados por los catalanes, ambos de 1974,
firmados por Manuel Cruells y José M.a Huertas Clavería. Antonio
E lorza ha reeditado los Artículos madrileños, de Salvador Seguí
(Madrid, 1976).
193
cola m oderna (B arcelona, 1978) y en colaboración con
Jo rd i M ones, Luis Miguel Lázaro, y con introducción
de Jau m e C arbonell, el volum en Ferrer Guardia y la
pedagogia libertaria, elem entos para un debate (B ar­
celona, 1977).
E n 1978 la colección A cracia de T usquets, reeditó
el B o letín de la «E scuela Moderna» (ed. de Albert
M ayol). Y el año a n te rio r se reeditó (desdichadam en­
te de u n a m an era acritica) E l juicio ordinario segui­
do ante los tribunales m ilitares en la Plaza de Bar­
celona contra Francisco Ferrer Guardia (Palm a de
M allorca).
H a b ría q ue exam inar la bibliografía pedagógica
de los países, cuyos sistem as didácticos se reclam an
de la «E scuela M oderna» fe rre rian a com o anteceden­
te. Así en co n tram os el caso de México, cuya ley de
enseñanza general se in sp ira —e n tre o tra s experien­
cias— en los escritos de F e rre r (véase p o r ejem plo
de C arlos M artínez Assada, ¡Viva la Escuela M oder­
na!, en la publicación de la U niversidad N acional
A utónom a de México, «Los U niversitarios», núm eros
71-72, m ayo de 1976). De F rancia nos llega la obra
de K arl Schneider, Francisco Ferrer et la Pédagogie
antiautoritaire (Paris, 1975) y de Italia, II contestare
Francisco Ferrer, de T ina Tornassi (en «Scuola e
C ittà», de Florencia, 1970).
E n un plano de divulgación, e incluso con cierto
sen tid o hagiográfico, en el exilio h an circulado dos
breves ensayos de F ederica M ontseny (Anselm o Lo­
renzo, el h om bre y la obra, Toulouse, s. L, reeditado
en M adrid, Dogal, 1977), con el títu lo de Vida y obra
de A. Lorenzo, y de José P eirats (A nselm o Lorenzo.
Los prolegóm enos de la CNT, C aracas, «Ruta», 1974).
E n u n resp etab le nivel crítico la o b ra de Agusti
S egarra, Federico Urales y R icardo Mella, teóricos
del anarquism o español (B arcelona, A nagram a, 1977),
y el p ro feso r Carlos B lanco Aguinaga (Ju ventud del
98, B arcelona, 1978), que considera los antecedentes
an a rq u istas de au to res com o Azorín, R am iro de
M aeztu y R am ón de Valle Inclán.
Textos heterogéneos que p artic ip a n del ru b ro de
las m em orias y h asta de la propoganda, pero que
194
son Utilísimos son Vivers de revolucionaris, de Em ili
S alut (que aunque de 1938, recién h a sido conside­
rado críticam ente desde «Convivium» p o r M agdalena
F ernández Cervantes), y de Pere Boix Apóstols i
m ercaders. Quaranta anys de lluita social a Catalunya
(editada p o r vez p rim era en México, 1957 y recién
en 1975 republicada en Barcelona).
Al nivel de las obras de síntesis en la bibliografía
española m arcó una fecha la aparición del pequeño
libro de Gómez Casas sobre el siglo xx (1976), como
lo h abía hecho p ara el siglo xix el volum en de Ca­
sim iro M artí, Orígenes del anarquism o en Barcelona
(1959). Siendo libros elem entales, y en m uchos aspec­
tos discutibles, han prom ovido el interés p o r nuestro
asu n to al nivel de los nuevos lectores. E n cam bio,
una sólida tesis universitaria la provee Tem m a Ka-
plan, The anarchists of Andalusia, 1868-to-1903 (Prin-
ceton, 1977), pero apenas e n tra en nuestro período.
E ntendem os que la versión española de Crítica (1977),
es abreviada.
E l p ro feso r francés Jacques M aurice, interesado
p o r el anarquism o español, com o resu lta de un texto
p ara estudios m edios {L'anarchisme espagnol, 1973),
na publicado asim ism o sobre la cuestión agraria, y en
colaboración con G erald Brey, estudió m onográfica­
m ente el episodio de Casas Viejas (1973). Ese texto
francés h a sido retom ado en español, am pliado en
sus dim ensiones (especialm ente p o r apéndices docu­
m entales), pero privado de su ap arato erudito (1976).
La bibliografía norteam ericana sobre el tem a se
uede ver en los trab a jo s del profesor David Gilmore
Í etters o f Blood and fire y Land reform and rural
revolt in N in eteen th -C e n tu ry Andalusia (Spain),
1977.
Las m u jeres en el m ovim iento lib ertario vienen
m ereciendo una sostenida bibliografía, paralela al
auge de esta tem ática en todas partes.
E n 1971 (vol. 6, n.° 2) en «Journal of Contempo-
rary H istory», de Londres, se publicó un breve a r­
ticulo de Tem m a E. K aplan, Spanish Anarchism and
Wornen’'s Liberation, y al año siguiente se presentó
en la U niversidad de New México u n a tesis de Sliir-
195
ley A. F redericks (Social and Politicál thought c f
Federica M ontseny Spanish anarchist, 1923-1937), en
que, com o resu lta de su m ism o título, se ce n tra sobre
la p rim era etap a de su vida.
De la citad a Tem m a K aplan en 1977 se incluye en
B ecom ing visible: W om en in E uropean H istory (edi­
tad o p o r Claudia Koonz y R enate B ridenthal), un
texto nuevo, W om en and Spanish Anarchism.
E n México, Lola Itu rb i, publicó en 1974 su libro
La m u je r en la lucha social. La guerra civil de E s­
paña.
E n la U niversidad C entral de B arcelona en 1974
se licenció en H istoria M ary Nash, con u n a tesis so­
b re La m u jer en los m edios anarcosindicalistas
españoles, 1931-1939, h asta ahora inédita, pero que
le h a p erm itid o ed itar el volum en «M ujeres libres.»
España, 1936-1939, con un extenso prólogo que ante­
cede u n a selección de textos de esos años (Barcelona,
T usquets, 1975). La m ism a a u to ra escribe sobre
F ederica M ontseny y Lucía Sánchez Saornil, en el
nú m ero especial 44-45 de 1975 (aunque aparecido en
1976), de «Convivium» (Barcelona, D epartam ento de
Filosofía de la UCB), ju n to con Renée L am beret que
lo hace sobre Soledad Gustavo, sa place dans la
pensée anarchiste espagnole.
E n la m ism a colección «Acracia» de Tusquets, se
reed ita u n a selección p o r Ignasi Vidal de la colum na
de la rev ista «Estudios», de Valencia, que sostuviera
el d o cto r Félix M artí-Ibáñez con el títu lo Consultorio
psico-sexual.
E n las obras que consideran los tem as polém icos,
com o p o r ejem plo el de la participación an arq u ista
en los gobiernos republicanos de 1936-1939, citem os
a V ernon R ichards, Enseñanzas de la revolución es­
pañola, París, 1971, y en francés (prologada p o r
F ran tz M intz, 1975) que reproduce —salvo un Post-
scrip tu m bibliográfico— el prim itivo texto inglés
de 1953.
C ésar M. Lorenzo h a retom ado los argum entos
pro-gubernam entales de su p ad re H oracio M. Prieto
(que fu e ra secretario general de la CNT d u ra n te la
196
■guerra) en Les anarchistes espagnoles et le pouvoir,
1868-1969, trad u cido al español en Paris en 1972.
E sta óp tica ha llevado a la reedición de la serie
de artícu lo s firm ados p o r «L. Nicolas», que aparecie­
ro n e n tre 1931 y 1939 en las revistas francesas «La
R évolution P rolétarienne» y «Le cri d u peuple», ins­
p irad a s en u n punto de vista sindicalista revolucio­
n ario, con el títu lo A travers les révolutions es­
pagnoles, Paris, 1972.
Quien fu e ra secretario de las JJ. LL. españolas,
Fidel M iró, ya en 1956 publicaba un libro intitu lad o
sugestivam ente Revisión de las tácticas de la CNT
de España, y en 1959 ¿Y E spaña cuándo? E l fracaso
político de una emigración, México, L ibro Mexicano,
y en la m ism a línea revisionista el opúsculo de u n
v eteran o de las B rigadas, Louis M ercier, Presencia
del anarcosindicalism o, México, CNT, 1960 (10).
La p re n sa cenetista en el exilio («Cénit», «Espoir»,
«Le co m b at syndicaliste», «F rente libertario», «T ierra
?f L ibertad», «E spaña fu era de España»), ap a rte de
as publicaciones an arq u istas del resto del m undo,
ab u n d an en polém icas, evocaciones, reediciones de
textos, p ero no son m uy ricas en o b ras sustantivas
de tip o histó rico o teórico.
Sin em bargo, esa p re n sa será valiosísim a p a ra
esc rib ir algún día la h isto ria del anarquism o español
en el exilio, sin perju icio de fuentes docum entales
sistem atizadas com o p o r ejem plo son las Actas del
Segundo congreso internacional de federaciones lo­
cales de la C NT de E spaña en el exilio, celebrado en
Lim oges a partir del 26 de agosto de 1961, y o tro s
textos de ese tipo.
La crítica «a los dirigentes de Toulouse», y en
algún sentido, la h isto ria de la reciente resistencia a r­
m ada de inspiración lib ertaria, h a sido inventariada

(10) Ciertos episodios muy controvertidos, como es el caso del


•cuerdo de personajes ex cenetistas con el Ministerio de Trabajo
español en 1965, están documentados en textos contradictorios como
Nuestra opinión ante las llamadas negociaciones con el sindicalismo
falangista, “Tierra y Libertad”, México, n.° ext. enero 1967, y Co­
laboración entre la SAC y la C NT de España, de Helmut Rüddiger,
en “Comunidad”, México, nov.-dic. 1964.
197
p o r Octavio Alberola-Ariane G ransac, L ’anarchism e
espagnole et l’action révolutionnaire internationale,
(1961-1975), ed itad a en P arís en 1975, sim ultáneam en­
te con la versión en lengua española.
Los sucesos de m ayo (1937) y la figura de Camillo
B ern eri son u n tem a revitalizado p o r la publicación
de sus textos con el títu lo de Guerra de clases en
España, 1936-1937 (prólogo, selección, traducción y
n o tas de Carlos M. Ram a) y en M ilano se hizo en
ese m ism o año de 1977 u n coloquio sobre el perso­
naje, y su o b ra (A tti del Convegno di S tu d i su Ca­
m illo B erneri, 1979), que incluye trab a jo s originales
de Gino C errito, P ier Cario M asini, Niño B erti, etc.
A hora tenem os la reim presión del periódico «El
am igo del Pueblo» (B arcelona, 1936-1937) y Mintz-
Peciña han publicado u n opúsculo. Los am igos de
D urruti. Los trosquistas y los sucesos de m ayo (Ma­
d rid , 1978).
H ab ría q ue a n o ta r los estudios recientes sobre el
an arq u ism o provenientes de profesores sacerdotes es­
pañoles, com o es el caso de José Antonio Lobo O. P.,
so b re E l anarquism o hum anista de Ricardo Mella,
incluido en u n núm ero especial dedicado al anarquis­
m o de la rev ista «E studios Filosóficos» del In stitu to
S u p erio r de Filosofía de la provincia de E spaña de
la O rden de S anto Domingo con sede en V alladolid.
El m ism o a u to r h a publicado en «C uadernos S alm an­
tinos de Filosofía» IV (1978), órgano de la Universi­
dad Pontificia de S alam anca, u n texto sobre E l apo­
liticism o de los anarquistas españoles.
E n la C om pañía de Jesús se d estaca N azario
González, a u to r de u n volum en El anarquism o en la
historia de España contem poránea (B arcelona, Fa­
cu ltad de Filosofía y L etras, 1970), del que se adelan­
ta u n fragm ento en la revista «Razón y fe», M adrid,
n.° 879, ab ril 1971, con el títu lo Las constantes del
anarquism o en la historia de España.

198
V

E n Italia se han realizado dos im portantes inten­


tos p a ra situ ar al anarquism o español en el contexto
del m ovim iento libertario internacional.
El prim ero, de carác ter m ás técnico, aunque no
siem pre académ ico, se cum plió bajo el patrocinio de
la Fundazione Luigi E inaudi de Torino en diciem bre
de 1969, y sus anales están recogidos en el volum en
Anarchici e anarchia nel m ondo contem poráneo, To­
rino, 1971, 656 págs.
Al tem a español se dedican Aldo Garosci, Renée
L am beret, Miklós M olnar, Federica M ontseny, Joa­
quín Rom ero M aura y «Gastón Leval», pero con re­
ferencia al siglo xx no se tra ta de una cosecha p ar­
ticu larm en te abundante. El volum en incluye un
cuidadoso trab a jo del profesor Gino C errito sobre
los lincam ientos históricos y bibliográficos esenciales
del anarquism o, donde E spaña aparece citada repe­
tidas veces, y lo m ism o resu lta de las intervenciones
de N azario González, y los citados Federica M ontseny
y «Gastón Leval» du ran te las deliberaciones (11).
E n la ciudad tam bién italiana de C arrara hubo
dos congresos internacionales anarquistas, en los
cuales p articip ó u n a am plia delegación española, de
cuya actuación se hizo eco la prensa de los exiliados,
y queda testim onio en el volum en El anarquismo
ibérico en el Congreso Anarquista internacional de
1958, que circula sin precisiones de carácter biblio-
tecológico.
Un valor sim ilar tienen trab ajo s de estudiosos no
españoles que dan su im agen del anarquism o hispá­
nico del siglo xx, interesantes p o r proporcionar la

(11) El profesor Garosci había publicado en 1959 un libro in­


titulado Gli intelleluali e la guerra di Spagna, y en esta reunión de
Torino se hace cargo del informe central Problemi dell’anarchismo
spagnuolo, págs. 59 y sigs. del citado volumen de la fundación
Einaudi,
199
d im en sió n y p re stig io de este m ovim iento e n o tra s
so cied ad es eu ro p eas.
Así los brev es ensayos de R udolf de Jong, de H o­
la n d a y del inglés Jam es S tu a rt C hristie, q u e se in­
cluyen en el ya citad o n ú m ero especial de «C uadernos
de R uedo Ibérico», P aris, 1974. T am bién e n H olanda
E dicio n es SPUW publicó en 1972 tra b a jo s alusivos
de R oger W iercx y de P iet E im ers.
E n alem án , de ac u erd o al original m a n u sc rito se
h a p u b licad o Die S p anische Tragödie, d e R udolf
R ocker, del q u e so lam en te existía la trad u cció n
esp añ o la de B uenos Aires, y h a n salido los lib ro s
de W alter. L. B erneckers, Die Soziale R evo lu tio n im
S p a n isch en B ü rg erkrieg —y de H ans P eter— Augus­
tin Souchy, S ta lin ism u s und anarchism us in der
S p a n isch en R evo lution, am bas de 1976.

VI
S in alc an za r el nivel de o b ra s de investigación
h istó rica, p e ro señ alan d o la existencia de u n público
le c to r p ro cliv e a este te m a h a n p ro life rad o libros
com o los de Jean-P aul S a rtre , D aniel G uérin, Paul
F eyerab en d , Georges W oodcok (1962), R eszler (1973),
Jam es Jo ll (1964), C ohn-B endit (1964), N oam Choms-
ky (12), H an s M agnus E n ze rsb erg er (13), David
E. A pter, G erald R unkle (1964), R . D utschke, G ünter

(12) Aunque no es su especialidad profesional, es importante el


texto de las págs. 23-158 de su obra American Power and the New
mandarins, NY, Pantheon, 1967, haciendo la crítica libertaria a las
obras sobre España de Jackson y Thomas. En la edición castellana
(Barcelona, Ariel), por razones de censura, no aparece ese capítulo,
que se difundió por el citado número de “Cuadernos de Ruedo
Ibérico”, dedicado a El movimiento libertario español (1974), y se­
guidamente en libro por Siglo XXI (México, 1974) con el título
Vietnam y España: los intelectuales liberales ante la revolución.
(13) Una obra de historia novelada (aunque también de crónica
y documentación), específica de este autor para España, es Der
kurze sommer der anarchie. B. Durruti leben und tod, Frankfurt,
Suhrkamp, 1972. (Hay edición italiana de Feltrinelli, Milano; francesa
de Gallimard, 1972, y mexicana de Grijalbo, 1975).
200
B artsch, Giovanni Baldelli, H. Dubief (ed.), Irving
L. Horowitz como editor, etc.
Se tra ta de obras de divulgación, o de discusión
teórica sobre los principios anarquistas, casi siem pre
de pequeña extensión. Cuando se han traducido al
español desdichadam ente los editores no se han mo­
lestado en com plem entarlas con referencias o textos
sobre España, o por lo menos m ejorar las bibliogra­
fías —cuando las tienen—, con la precisión de las
ediciones originales en la m ism a lengua, y sus tra ­
ducciones correspondientes cuando se tra ta de obras
publicadas originariam ente en otras lenguas.
Una honrosa excepción es Alianza Editorial, con
la o b ra de Irving L. Horow itz (editor), que incluía
en la edición inglesa textos de las conocidas obras
de B renan y Thomas, y que en la edición m adrileña
bajo la dirección de José Alvarez Junco, se han agre­
gado en las págs. 265 a 334 del tom o II un texto del
citado autor, ju nto con una selección de los princi­
pales autores españoles de Anselmo Lorenzo al Con­
greso de Zaragoza de la CNT.
E n la m ism a España recién por 1974 se ha per­
m itido la reedición de algunos «clásicos» del anar­
quismo, pero pronto ha habido una eclosión con
Anselmo Lorenzo, Federico Urales, Ricardo Mella,
P. J. Proudhon, Archinof, S tirner, Dómela, Bakunin,
K ropotkin, etc., especialm ente en las editoriales
Ayuso, Alianza Editorial y Zyx de M adrid y Labor,
T usquets y Laia de Barcelona.
Como reedición crítica de fuentes, se debe desta­
car el volum en El arraigo del anarquismo en Cata­
luña, con textos de Peiró, Nin, M aurin, Miravitlles,
etcétera, preparado y prologado p o r Albert Balcells,
editado prim ero por «Revista de Trabajo» (Madrid)
y luego m enos extenso —censura m ediante— en el
Volumen del mismo título de Barcelona, Nova Te­
rra.
Fuera de la cadena com ercial editorial no faltan
Kportes valiosos, como la edición de las actas del
201
p ro ceso de C asas V iejas, recopiladas p o r el abogado
g ad itan o M anuel G arcía C ebados (Casas Viejas. Un
proceso q ue p ertenece a la historia, M adrid, U ñ a r­
te, 1965).
P ero desd ich adam ente, la posibilidad de o b ten e r
m ateria les eu rístico s agotados, o de los q u e quedan
escasos ejem p lares, p a ra este te m a n o tien e la di­
m en sió n que p oseen o tro s asuntos.
La L ib ra ry of C ongress de W ashington, los Pu­
b lic R ecords de L ondres y la H oover L ib rary de la
U n iv ersid ad de S ta n fo rd p ro p o rcio n an m icrofilm es,
p ero pocos de éstos tienen v alor p a ra la h isto ria del
an a rq u ism o español.
Los « rep rin ts» son escasos. La casa F eltrin elli de
M ilano, en relación con el In stitu to del m ism o nom ­
b re , h a hecho algunos so b re la g u erra española, p ero
atin g en te con el tem a re co rd am o s so lam en te Gue-
rre di classe de Cam illo B erneri.
La casa S w ets an d W eitlinger B. V. de H olanda,
co n ju n ta m e n te con la B acksets de Pennsylvania y
con el aseso ram ien to de Diego Abad de S antillán.
h an re ed itad o las series com pletas de los periódicos
y rev istas a n a rq u ista s barceloneses «Acracia», «La
huelga general» y «N atura», a p a rte de la arg en tin a
«La P ro testa» , e d ita d a e n tre 1922 y 1930, donde no
fa lta n info rm aciones so b re E spaña.
La casa K rau s de L iechtestein h a ed itad o L iterary
review s in th e Spanish Second R epublic and Civil
War, 1923-1946, reim p rim ien d o publicaciones ed ita­
das en E sp añ a y en el exilio.
Se h a n re ed itad o algunos textos agotados o de
difícil co n su lta, com o es el caso del volum en Com i­
cios h istó rico s de la CNT. M em oria del Congreso ce­
lebrado en Barcelona los días 28, 29 y 30 de junio
y 1 de ju lio de 1918, T oulouse, CNT, 1957, que cons­
titu y e la segunda edición después de la original de
1918. D esde 1976 hay u n a reedición barcelonesa, que
d esd ich ad am en te re p ro d u ce e rro re s de la an terio r.
La m ism a en tid ad h a hecho la publicación en 1955
202
de las actas del Congreso de Barcelona del año
1936 (14).
Tam bién se reeditan p o r prim era vez textos de
André Prudhom m eaux y otros autores franceses que
se ocuparon del anarquism o español durante la gue­
rra civil, en el volumen colectivo dirigido por Daniel
Guérin, N i Dieu ni maitre, Lausanne, La Cité, s. f.,
en cuyo apéndice figura una valiosa carta de Santi-
llán de 1965 sobre las ideas económicas entre ios
libertarios españoles de 1936.
En la «Revista de Trabajo» (Madrid), núm eros
39/40 (1972), 44/45 (1974); 46 (1975) y 56 (1976), An­
tonio Elorza ha reeditado num erosos textos, servi­
dos por extensos prólogos sobre los tem as El anar­
cosindicalismo español bajo la dictadura, 1923-1930 y
La utopía anarquista durante la Segunda República.
Del mismo Elorza, aun siendo algo lateral a nues­
tro asunto, se debe citar el volumen de Angel Pes­
taña, Trayectoria sindicalista (Madrid, Tebas, 1974),
prologado tam bién críticam ente.
En M allorca (1978) se han reeditado dos folletos
del m ism o Pestaña El terrorismo en Barcelona se­
guido de principios y fines del sindicalismo com u­
nista y E l sindicalismo en Cataluña (en colaboración
con Salvador Seguí).

V II
Tal vez el hecho m ás auspicioso es la floración
de monografías técnicas a nivel provincial, local o
regional, en buena parte surgidas del trab ajo univer­
sitario, y que aportan m ateriales nuevos, a m enudo
provenientes de archivos personales o de la prensa.
Pensam os en libros como Historia del m ovim ien­
to obrero en Granada, 1909-1923 de Antonio M aría
Calero-Amor (1974); Pere Gabriel, El m ovim ent obrer

(14) Manuel Lladanosa ha editado El congrés de Sants, Barce­


lona. Nova Terra, 1975, del que hay versión castellana.
El congreso confederal de la Comedia ha sido reeditado crítica­
mente por Antonio Elorza en “Revista del Trabajo", Madrid, nú­
meros 49-50 (1975).
203
a M allorca (1973); Ju an Pablo Fusi, Política obrera en
el país vasco (1880-1923) de 1975; David Ruiz Gonzá­
lez, E l m o vim ien to obrero en A sturias de la indus­
trialización a la Segunda R epública (1968); A lbert
Balcells, Trabajo, industria y organización obrera en
la Cataluña contem poránea (1900-1936) de 1974, que
incluye el b rillan te ensayo La crisis del anarcosindi­
calism o y el m o vim ien to obrero en Sabadell entre
1930 y 1936.
S o b re tem as conexos, p ero que ilum inan ciertos
asp ecto s de la h isto ria del anarquism o español, li­
b ro s com o los de F rancesc B onam usa, E l Bloc Obrer
1 C am perol (1930-1932) de 1974; de A lbert Balcells,
C risis económ ica y agitación social en Cataluña
(1971); H istoria de la UGT de Javier Aisa y V. M. Ar-
beloa; de X avier C uadrat la tesis doctoral Socialis­
m o y anarquism o en Cataluña, 1899-1911, M adrid, Re­
vista de T rab ajo , 1976, de B ernardo Díaz Nosty, La
com una asturiana (1934), M adrid, 1974, y los fascícu­
los de la H istoria de A sturias (1978, G ijón), de Paco
Ignacio T aibo II.
E l coloquio de la U niversidad de Pau, anim ado
p o r M anuel T uñón de Lara, h a girado en 1974 alre­
d ed o r del tem a M ovim iento obrero, política y litera­
tura, con ap o rtaciones de in terés p a ra n u estro asun­
to, com o el citado tra b a jo de C. M artí, y un texto
de E ugenio Lasa sobre Vizcaya.
Al nivel de artículos, es m uy digna la m ención de
la rev ista catalan a «Recerques», que en sus núm eros
2 y 3 h a publicado cu a tro valiosos textos (15). E n
(15) Los temas fueron La Revista Blanca i el problema cataìà
(Annalisa Corti); L'anarcosindicalisme i VEstatuí d’autonomia del
País Valencià (1936-1939) de Alfons Cucó i Giner; El Decret de
Municipalització de la Propietat Urbana de 1 de juny del 1937 i la
“nova economía urbana" (Francesc Roca), y La visió de Gastón
Levai de la Rùssia soviètica el 1921 (Xavier Paniagua), este último
en el n.° 3. La extensión oscila entre las 7 y las 25 páginas. Cucó
tiene, además, dos artículos en la revista “Saitabi” (1970 y 1972) sobre
el anarcosindicalismo valenciano, lo que hace prever un futuro tra­
bajo de más envergadura.
En Madrid ha comenzado, a fines de 1978, la edición de la revista
bimensual “Hora Libertaria”, en cuyos primeros números hay textos
interesantes sobre nuestro tema, y que sería útil que se hiciera eco
de estas inquietudes historiográiicas.
204
francés e inglés hem os indicado revistas en los ú lti­
mos años con núm eros especiales dedicados al anar­
quism o español, en el plano inform ativo y político.
Como es notorio, el prim er intento de establecer
la bibliografía de la guerra civil española se debe a
un cenetista, ex secretario general de la CNT en la
clandestinidad, Juan García Durán, Bibliografía de la
guerra civil española, 1936-1939 (Montevideo, El Si­
glo Ilu strad o , 1964), que por cierto no om ite las
fuentes anarquistas.
Más específico a los aspectos sociales, y con la
v entaja de e star com entadas las 700 obras inventa­
riadas, p ero restringida regionalm ente com o su títu ­
lo lo indica, y cubriendo solam ente h asta el año 1936,
es la im p o rtan tísim a Bibliografía deis m ovim ents
socials a Catalunya, País Valencia i les illes, de 1972,
dirigida p o r el profesor E. G iralt i Raventós, con la
colaboración de A. Balcells, A. Cucó y J. Term es.
P ara Italia, esto lo ha hecho Ubaldo B ardi (1974),
La guerra civile in Spagna: saggio per una bibliogra­
fía italiana.
Utilizando el m aterial de la Biblioteca Nacional
de M adrid, el Centro de Estudios sobre la G uerra en
España, a cargo del profesor Vicente Palacios A tard
inició la edición de varios volúm enes de un inven­
tario de la folletería, de los periódicos, etc., en que
asim ism o aparece m aterial de interés p a ra el m ejor
Conocimiento del tem a libertario.

V III
No hem os p retendido inventariar la totalidad de
las publicaciones, ediciones o investigaciones que
d u ran te estos veinticinco últim os años se conocen
sobre el anarquism o español del siglo xx.
Es posible que los lectores nos aporten elem entos
nuevos de juicio, o nos perm itan salvar eventuales
errores.
D eliberadam ente hem os om itido la su b lite ratu ra
de tipo p roselitista, polém ico, periodístico, incluso
sensacionalista, que circula en los últim os años en
205
Drma m asiva. E n el caso de la m ism a E sp añ a , la
a rio s a c a te g o ría de o b ra s s u s titu í ivas, q u e en de­
noto del co n o cim ien to d e las o b ra s o riginales publi-
ad a s en el e x tra n je ro , o p o r razó n —h a s ta hace
oco— de la c e n su ra im p u e sta a las m ism as edicio-
es n acio n ales, p ro c u ra a te n d e r la d em a n d a o cu-
io sid ad d e la n u ev a generación de lectores. E ste tipo
e « lite ratu ra» su ele ser de tip o «kiosco» o «ram bla»
com o se le d en o m in a e n B arcelona) y m erecería
stu d ia rs e del p u n to de v ista de la sociología del co-
o cim ien to y de los m edios de com unicación.
T am poco estam o s en condiciones de in v en taria r
is o b ra s e in v estigaciones in éd itas, p o r a h o ra en es-
ado de m em o rias p a ra o p ta r los grados universita-
ios, y n i siq u ie ra todos los ce n tro s científicos orga-
izados so b re el te m a (16).
E s d ifícil esta b le c e r u n balance, a te n to al conoci-
niento d e esto s ce n te n a re s de tra b a jo s e iniciativas,
o rre sp o n d ie n te s a F ran cia, Suiza, H olanda, México,
n g la te rra , E sta d o s U nidos, V enezuela, U ruguay, Ar-
en tin a, C anadá, Italia, A ndorra, A lem ania F ederal
, o b v iam en te, la p ro p ia E sp a ñ a (17).

(16) Haremos una excepción para el libro en prensa de la


rofesora de la Universidad de Toronto, doctora Jill Webster, La
yenda negra de la FA¡ (Federación Anarquista Ibérica, 1927-
936), autora asimismo de Action, Abstention, apoliticism: Reflections
n the Anarchist approach to the Second Spanish Republic, presen-
ida en el Onceno Congreso de la Asociación Canadiense de His-
anistas (Alberta, 1975). En los Estados Unidos la correspondiente
.sociación de Hispanistas hace conocer la nómina de tesis inéditas
abre temas históricos ibéricos; sería valioso que se difundiera la
úciativa.
Para Francia existe el fichero universitario central de Nanterre
onde están indizadas unas 40.000 tesis en preparación, de acuerdo
on los términos del decreto del 2 de mayo de 1974, y entre ellas
o faltan sobre los temas que venimos siguiendo.
(17) Habría que estar atento a las nuevas publicaciones de Por-
tgal, donde la historia del movimiento obrero y social, por razones
bvias, está conociendo desde 1974 una difusión extraordinaria. En
>s países del Este no faltan publicaciones recientes sobre España,
en especial sobre la guerra civil española, destacándose Yugosla-
ia, donde un instituto de historia del movimiento obrero en Bel-
rado cuenta con “veteranos” de las Brigadas Internacionales. En
foscú, el general José M aría Galán ha publicado en ruso una
iografía de Fermín Galán, “el mártir de Jaca”, considerando, entre
tros aspectos, el tema de sus relaciones con el anarcosindicalismo.
06
En p rim er lugar, se debe anotar la variedad, pu­
janza y novedad de la nueva bibliografía. A un pano­
ram a de escasas figuras creadoras, ahora sucede el
aporte colectivo de equipos y organizaciones, y la pre­
sencia de u n a nueva generación de investigadores.
Sin perjuicio de mantenerse, por razones explica­
bles, el caso de militantes que consideran o difunden
aspectos relativos a la historia de su movimiento, es
creciente el núm ero de universitarios que abordan
el anarquism o español, de lo que resulta, por ejem­
plo, un elevado número de tesis o memorias de tipo
académico.
Hay tem as diferentes (los económicos, las m uje­
res, etc.), p ero parecen faltar trabajos de síntesis
general o de interpretación del anarquismo en la
constelación política española contemporánea.
Incluso los primeros intentos de establecer una
suerte de balance valorativo de la contribución ideo­
lógica del anarquism o, sin perjuicio de implicar un
sólido trab ajo erudito, como es el caso de La ideo­
logía política del anarquismo español, 1868-1910 (Ma­
drid, 1976) de José Alvarez Junco, dejan mucho que
desear p or falta de cultura política general, y hasta
de claras ideas sobre el contexto del anarquismo en
la historia española.
Con m ás razón, breves ensayos filosóficos (por lo
demás, de m uy buena voluntad) como los numerosos
trabajos de Carlos Díaz, entre los que recordamos:
E l anarquismo como fenómeno político-social, Méxi­
co, Editores Mexicanos Unidos, 1975, Diecisiete tesis
sobre anarquismo (en revista «Sistema», Madrid, nú­
m ero 13). Del citado Pere Sola Gusiñer, Sobre la ac­
tualidad y el estudio del pensamiento anarquista (in­
troducción al número especial de «Convivium», de
Barcelona ya aludido).
Más sólidos conceptualmente hablando, los volú­
menes de Fernando Savater, Para la anarquía, y
Agustín García Calvo ¿Qué es el Estado?, ambos de
Barcelona en el año 1977.
Estos textos todos, sin embargo, son invalora­
bles para apreciar el «redescubrimiento» en la nue­
va generación española de la tradición anarquista.
207
Todo indica q u e d ebieran m ejo ra rse las condi­
ciones eu rísticas p a ra la investigación, especialm en­
te en E spaña, donde seguram ente se en cu en tran m u­
chos m ateriales inéditos y desconocidos. Asim ism o
debe señ alarse q ue el uso de la cen su ra d en tro de
E sp añ a h a p erju d ic ad o seriam ente las posibilidades
de lib re investigación e inform ación, y m ás todavía
de co rre c ta publicación de las o b ras científicas, fa­
voreciendo en cam bio la proliferación de versiones
«novelescas», sectarias o difam atorias sobre u n tem a
p o r definición de com pleja objetividad.

208
IX

M EM ORIAS D E LOS ANARQUISTAS


ESPA Ñ O LES

“La vida de un hombre es una guerra permanente,


guerra con la necesidad, guerra con la naturaleza, gue­
rra con sus semejantes, y en consecuencia, guerra con­
sigo mismo "
P. J. P roudhon
“Hay una cosa que ningún historiador honesto
puede negar, la (revolución española) fue el mayor
intento hecho por un pueblo en una nueva dirección
de la emancipación. Y no debe ser olvidada porque
representó un camino hacia el futuro.”
R udolf R ocker

I
En la avalancha de libros de m em orias o recuer­
dos de los protagonistas de la guerra civil española,
que vivimos estos años del posfranquism o, hay aho­
ra que contabilizar una im portante hornada de au­
to ría de m ilitantes libertarios.
Se podrían hacer sobre m uchos de estos libros
las m ism as observaciones que corresponden a socia­
listas (Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto,
Zugazagoitia, Alvarez del Vayo), com unistas (Dolo­
res Ib a rru ri, Hernández, «El Campesino», Cordon,
Tagüeña, Líster) o republicanos (Azaña, Gordon Or-
dax, Alcalá Zam ora), cuando no fascistas (Ridruejo,
209
A ranguren, S errano S uñer, Sáinz Rodríguez, Foxá,
Franco-Salgado), y es que aparecen a m edio siglo
de los sucesos a que hacen referencia, o por lo m e­
nos llegan en ese plazo a su n a tu ra l destinatario: el
público español. P or tan to , su valor testim onial está
en tu rb iad o p o r el tiem po y corregido, cuando no bas­
tard ead o , p o r la lectu ra que au to res y lectores a la
fecha h an hecho de o b ras históricas, publicadas en
to d as p artes, incluso en los periódicos de la época,
que asim ism o com ienzan a reim prim irse.
C uando se tra ta de protagonistas de p rim era fila,
es explicable que com pitan —de la extrem a izquier­
da a la extrem a derecha— en justificarse, enaltecer­
se y h asta en defenderse de críticas de sus adversa­
rios políticos, y h asta personales.
Los h isto riad ores sabem os que en tre las reglas
elem entales de la eu rística está la crítica histórica,
que debe p o n er en tela de juicio tan to la calidad de
la fuente, com o sus posibilidades reales de decir la
verdad p o r el testigo en cuestión.
E n estos m ateriales es m ás que frecuente que,
ju n to al grano de sus personales recuerdos y puntos
de vista, los octogenarios que a m enudo presentan
libros de m em orias, m ezclen la p a ja de sus lecturas
de los m anuales de historia de la g u erra civil, y
abusen de las m otivaciones de orden p articu lar. El
profesional, leyéndoles, siem pre piensa que sería
m ejo r m enos páginas, p ero que ap u n ta ran sólo a lo
que el testigo efectivam ente vivió, actuó, sufrió o es­
cuchó, m ás que a sus lecturas, o a sus « in terp reta­
ciones» m ás o m enos sectarias (1).
E n el caso concreto de los an arq u istas, hay cier-

(1) Hemos tratado el tema en nuestro libro España: crónica


entrañable, 1973-1977, Barcelona, Grijalbo, 1978, págs. 9-13. El pro­
blema se lo ha planteado asimismo Gabriel Jackson, en el artículo
Cómo recuperar la verdad, “El País”, Madrid. 15 de junio de 1978,
donde considerando como ejemplo las memorias de Gil Robles y
Serrano Suñer, dice explícitamente: “Pero el lector debe tener siem­
pre presente que estos hombres están intentando crear una imagen
de ellos mismos para ser juzgados por las futuras generaciones.”
Por su parte, Manuel Tuñón de Lara (en también “El País”. Ma­
drid, 5 de noviembre de 1978, Recuperación de la historia y memo-
210
tas variables a ten e r en cuenta. P or cuanto detrás
suyo no hay p o r m edio una «iglesia», es decir, una
ortodoxia institucionalizada incluyendo dogmas o «lí­
neas generales» obligatorias, cada au to r tiene una
m ayor área de expresión. E sto se entiende m ejor
com parándoles, por ejem plo, con las m em orias em i­
tidas p o r protagonistas de ciertos partidos políticos,
que varían —en cada época y sim ultáneam ente— se­
gún la estrategia y la táctica convenida p o r el apa­
ra to p artid ario . Las conocidas servidum bres de la
h isto ria en el totalitarism o, se prolongan indefecti­
blem ente al terreno de los m em oriales.
E n o tras palabras, estos m em orialistas anarquis­
tas se expiden p o r la libre, no tem en disen tir no di­
gam os con o tras corrientes de opinión, sino incluso
con sus propios «correligionarios». E sa espontanei­
dad les hace m ás sabrosos a la hora de la lectura,
p ero inevitablem ente tam bién m ás peligrosos p a ra
quien p reten d a citarles com o «autoridades» sobre los
hechos de la vida pública y sindical española, pues
a veces tienen u n a idea confusa de la objetividad.
A su favor, sin em bargo, juega el hecho de que
la m ism a ideología anarquista, aun en sus in terp re­
taciones m ás socialistas, h a dado u n lugar im por­
tan te a la personalidad hum ana, llega a hacer del
individuo el centro de la reflexión socio-política, y
este hecho n o toriam ente favorece la inserción de
definidas personalidades en la corriente libertaria, y,
p o r o tra p arte, m ultiplica sus posibilidades de desa­
rrollo. E n o tras corrientes ideológicas, tras el volu­
m en de m em orias se aprecia al buen m ilitante, pero
en el caso de las m em orias anarquistas siem pre es

rías de hombres de Estado), comentando las ideas de Jackson, abunda


en consideraciones semejantes y analiza, para el período 1930-1936,
las memorias de hombres de Estado como Berenguer, marqués de
Hoyos, Emilio Mola, Miguel Maura, Niceto Alcalá Zamora, Ma­
nuel Azaña, Alejandro Lerroux, José María Gil Robles, Joaquín
Chapaprieta, Juan Simeón Vidarte, Sáinz Rodríguez, Vidal y Barra-
quer, Zugazagoitia y Serrano Suñer, llegando a conclusiones muy
pesimistas. Tomando el caso de las palabras que habría pronunciado
el 12 de abril de 1932 el general Sanjurjo —sobre la base de los
14 textos consultados—, encuentra cinco versiones diferentes...
211
dable considerar o apreciar al hom bre de carne y
hueso, con sus com plejidades, contradicciones y ri­
queza hum anista.
No debe olvidarse, asimismo, que dentro del
anarquism o hay una sólida escuela de autobiogra­
fías y mem orias. Recordemos, por ejemplo, las Me­
morias de un revolucionario, de Pedro Kropotkin, y
los tres tomos dedicados a su propia vida por Rudolf
Rocker.
El m érito m ayor de todos y cada uno de los tra ­
bajos autobiográficos de los anarquistas españoles,
es dar cuenta de una generación revolucionaria y
m ilitante, lo que en estos tiem pos de prudente con­
senso no deja de ser —digamos— tan curioso como
aleccionador. A través de estos libros se coincide en
m o strar cómo, surgiendo de la clase obrera de prin­
cipios de siglo, estos albañiles, ladrilleros, cam are­
ros, curtidores, obreros del vidrió, ferroviarios, de­
m ostraron en su prim era juventud tener una enrai­
zada conciencia de clase, y vieron en «la Confede­
ración» la form a político-social finalista, que llevaría
a u na Revolución Social redentora del proletariado
español.
Esto renueva la tesitura de que la veta mayor
revolucionaria y popular española estuvo firm emen­
te vinculada al m ovimiento confederal, que prácti­
cam ente incluía «todas las tendencias ideológicas del
socialismo no m arxista» (García Oliver). Aunque sólo
fuera p or ese hecho, debieran considerarse muy es­
pecialm ente estos gruesos libros de m em orias, que
firm an personajes como Juan García Oliver, Cipria­
no Mera, José Peirats, Juan Peiró, Joan F errer y
otros (2).

(2) Nos referimos concretamente a Juan García Oliver, El eco


de los pasos, París, Ruedo Ibérico, 1978; Cipriano Mera, Guerra,
exilio y cárcel de un anarcosindicalista, París, Ruedo Ibérico, 1976
(prefacio de Fernando Gómez Peláez); José Peirats, De mi paso por
la vida (Recuerdos de un militante libertario), manuscrito inédito
(1975); Joan Peiró, Escrits, 1917-1937, Barcelona, Edicions 62, 1975
(a cargo de Pere Gabriel); Baltasar Porcel, La revuelta permanente,
Barcelona, Planeta, 1978 (sobre Joan Ferrer), y otros que se indi­
carán en el texto que sigue.
212
Ju n to a ellos tam b ién nos llegan m em orias de
p erio d istas, a m enudo ta n au to d id actas com o los m is­
m os m ilitan tes sindicales, e igualm ente im buidos de
las ideas lib ertarias, que en co n traro n su tra b a jo en
la p ro fu sa p ren sa confederal de la Segunda Repú­
blica, com o son Diego Abad de S antillán, José G ar­
cía P radas, E d u ard o de Guzm án, Jacin to Toryho, y
m uchos o tro s (3).

II
E n general, no hay en estos au to res u n in ten to
to talizad o r e in terp retativ o de la vida h istó rica espa­
ñola, n i siq u iera a nivel de los acontecim ientos po­
líticos. E n p rim e r lugar p o rq u e en la m edida que
la gente a n a rq u ista no p artic ip a de la vida «de p a­
lacio», o no tien e la preocupación de «dirigir» ni «m a­
n ejar» aquella visión, tam poco está en condiciones
de alcan zarla a través de sus vivencias.
P ero en cierto s casos, y sin p erju icio de u s a r y
a b u s a r de la p rim e ra perso n a en sus exposiciones,
algunos de ellos tienen u n p ro p ó sito de crítica ge­
n e ra l, in te n ta n pro v eer u n a in te rp re ta c ió n global
de los hechos de la co n tro v e rtid a h isto ria de E sp añ a
contem p o rán ea, o p o r lo m enos de la a n te rio r a 1939.
E sto —en c ie rta m edida— se justifica, asim is­
m o, p o r los casos de Diego Abad de S antillán y de
J u a n G arcía Oliver, sobrevivientes de u n a vanguardia
m in ú scu la del an arq u ism o español, que p o r las fu n ­
ciones que tu v iero n en el m ovim iento confederal, y
m ás ta rd e los cargos que o cuparon en el m ism o ap a­
ra to ad m in istrativ o y político de la G en eralitat de
C ataluña y del gobierno cen tral republicano vivieron

(3) Nos referimos en este caso a Diego Abad de Santillán,


Memorias, 1897-1936, Barcelona, Planeta, 1978; José García Pra­
das, / Teníamos que perder!, Madrid, Del Toro, 1974; Eduardo de
Guzmán, El año de la victoria, Madrid, Del Toro, 1974, y otras
obras que se anotarán más adelante; Jacinto Toryho, Del triunfo
a la derrota. Las interioridades de la guerra civil en el campo repu­
blicano revividas por un periodista, Barcelona, Argos-Vergara, 1978,
y otros autores a los que haremos alusión.
213
hechos, conocieron episodios y tuvieron experiencias
de tipo globalizador, en verdad inéditas p ara los
an arq u istas de todos los tiempos.
Siendo dos obras m uy distintas, tan to por su es­
tilo com o p o r la personalidad de sus autores, e in­
clusive p or existir en tre am bos rivalidades o contra­
dicciones en ciertos períodos de su actuación públi­
ca, sin em bargo sostenem os que los libros de San-
tillán y de García Oliver se com plem entan.
En p rim er térm ino, por una razón cronológica,
pues Diego Abad de Santillán, en el volum en que ha
publicado cubre el período prim ero de su vida (1897-
1936), m ientras que García Oliver, que en 637 pági­
nas de letra pequeña adelanta que «éste no será un
libro com pleto ni tam poco será u n a obra lograda»,
em pieza a principios de siglo y llega h asta nuestros
días, pero el énfasis de su narración se potencia con
su p rim era juventud en los tiem pos de la Dictadura,
y es valioso h asta la d erro ta republicana de 1939.
M ientras García Oliver ha dicho todo lo que sabe (e
incluso lo que imagina) de Santillán caben esperar
nuevos y m ejores textos de recuerdos, entre otras
razones porque tiene un bagaje cultural superior y
una perspectiva m ás am plia a la hora de hacer his­
toria.
En verdad, aunque su breve libro arranca de 1897,
el escrito r «Diego Abad de Santillán» nació en 1916
cuando el estudiante leonés Baudilio Sinesio adoptó
ese seudónim o al publicar en M adrid su p rim er opús­
culo in titulado E l derecho de España a la revolución,
al que siguió pro nto el libro Psicología del pueblo es­
pañol, obras actualm ente rarísim as, incluso en bi­
bliotecas especializadas.
De entonces a la fecha, Diego Abad de Santillán
ha publicado a lo largo de sesenta y tres años al­
gunos de los libros m ás im portantes que existen en
la literatu ra anarquista de lengua española (4).

(4) El comentario sobre la obra de Diego Abad de Santillán re­


toma el publicado en italiano en las págs. 450-451 del n.° 4, año I
(1978), de la revista “Movimiento operaio e socialista”, Genova, en
su sección de Schede,

214
E n sus obras originales h ab ría que distinguir las
ob ras de tipo teórico, com o El anarquism o en el m o­
vim iento obrero (1925, en colaboración) y Recons­
trucción social. Bases para una nueva edificación
económica argentina (1933), de las obras históricas
•—ya clásicas en ese dom inio— como El anarquism o
en la Argentina desde sus orígenes hasta 1910 (1930),
La F. O. R. A. Ideología y trayectoria del m ovim iento
obrero revolucionario en la Argentina (1932), y, ante
todo, las dedicadas a España, com o Por qué perdi­
m os la guerra (1940) y la Historia del m ovim iento
obrero español (de la que han aparecido tres volú­
m enes en México), ap a rte de su m edular o b ra sobre
Ricardo Flores Magón y la revolución mexicana
(1920), de lo que resu lta un interés p o r aquel país
que culm ina en la reciente H istoria de la revolución
mexicana.
P ublicista infatigable, D. A. de S. —ap arte de es­
tas obras de inspiración directam ente anarquista—
escribió y editó trab ajo s m uy am plios y reputados
en Argentina, com o la H istoria de Argentina (6 volú­
m enes), la Enciclopedia argentina, o el Diccionario
de argentinism os (5).
Tal vez m ás conocida es su trayectoria de perio­
dista, siendo el responsable de la época de oro de
la fam osa publicación cotidiana bonaerense, «La
Protesta» (en los años veinte), editando asim ism o el
«Suplem ento de La Protesta», y la editorial del m is­
m o nom bre, donde ap arte de los clásicos anarquis­
tas (B akunin y tantos otros), da a conocer sus tra ­
ducciones del alem án de Max N ettlau, Rudolf Roc-
ker, Georg Nicolai, etcétera.
E n E spaña será desde 1935 —a donde se trasla­
da desde que las dictaduras triunfan sucesivam en­
te en Argentina y Uruguay, en que se había refu-

(5) Justamente uno de los defectos de este volumen es que


Santillán no da, por ejemplo, en un Apéndice documental, una
nómina precisa y detallada de sus libros, traducciones y actividades
periodísticas. Hay obras importantes que no cita, y otras que son
aludidas vagamente, lo cual es lamentable desde el punto de vista
de los servicios que pueda prestar a los estudiosos de la historia
social española.
215
giado en 1930— el e d ito r de la revista «T ierra y Li­
bertad » , órgano de la F ederación A narquista Ib é ri­
ca.
D u ran te la g u erra civil, a p a rte de «TyL», llevará
la dirección de «Tiem pos Nuevos» y, finalm ente, de
«Timón», que p rim ero se ed ita en B arcelona, y des­
de 1940 en B uenos Aires. Se h an publicado hace
poco dos antologías de sus artículos.
P ero D. A. de S. incluso si no h u b iera escrito y
ed itad o tan to , sería un p erso n aje a cuyas M em orias
d eb ie ran aso m arse todos los interesados en esta te­
m ática, p u ra y exclusivam ente p o r su vida com o m i­
lita n te revolucionario. D esde m uy joven com ienza
a p a rtic ip a r en el m ovim iento a n a rq u ista m adrileño,
y p ro n to d eb erá em igrar a A rgentina con su fam ilia,
y allí p a rtic ip a d u ra n te m uchos años en la F edera­
ción O b rera R egional A rgentina (FORA). E n su re­
p resen tació n volverá a E u ro p a en ocasión del congre­
so de B erlín de 1922, e in teg ra rá el C onsejo de la
novel Asociación Internacional de los T rabajadores.
Más ta rd e fu n d a rá en M ontevideo la ACAT (Asocia­
ción C ontinental A m ericana de T rab ajad o res), que
desde 1927 a g ru p a rá a las federaciones an arco sin d i­
calistas de Am érica Latina.
D esde esa fecha in teg rab a asim ism o la FAI y es
explicable —com o se ap u n ta— que se rein co rp o rase
en B arcelona al m ovim iento confederal. A esta ú lti­
m a etap a, q u e a los lectores españoles es la que les
in tere sa m ás, se dedican las ú ltim a s cien páginas de
M em orias. Ya dirigiendo «T ierra y L ibertad» y com ­
p ro m etid o con el m ovim iento específico, asiste a los
sucesos de o ctu b re del 34, y m ás ta rd e al F ren te Po­
p u lar, el congreso de la CNT de Zaragoza y c ie rra
sus m em orias con las jo rn ad a s de los días 17 y 18
de ju lio de 1936 en B arcelona. S erá entonces p a ra
u n segundo volum en la g ra n h o ra de 1936-1937, y el
re sto de la g u erra civil, y ate n to al p ap el que le co­
rre sp o n d ie ra en aquellos acontecim ientos, y an te to ­
do a su c a rá c te r de esc rito r, y h a sta ideólogo del
m ovim iento lib ertario , es explicable que nos quede­
m os con u n a in m en sa curiosidad.
216
E n verdad ya en este volum en, aunque siendo
tan interesante, es tam bién m ucho lo que se calla
el autor. A la obra le falta el soporte de la docum en­
tación, y muchos hechos son relatados de m em oria, y
esto le hace in cu rrir en errores de nom bres, de fe­
chas, etc. Por o tra p arte, no se busque en sus páginas
un relato literario, o una confesión psicológica y em o­
cional. Santillán no es ju stam ente un lírico, ni tiene
interés en desnudar su interioridad emotiva. Se limi­
ta a re la tar directam ente lo que recuerda, aunque
esto es —insistam os— útilísim o, dada su personali­
dad y su historia, pero el lector es posible que quede
a m enudo defraudado.
E l eco de los pasos de García Oliver es, cuanti­
tativam ente el m ás im portante de toda esta conste­
lación de libros. Sin duda tam bién el m ás iconoclas­
ta e insólito. E s la obra de u n anciano m em orioso,
nacido en Reus en un hogar de obreros textiles anal­
fabetos, sin o tras letras que las prim arias (y las de
las «universidades» de 14 años de cárcel), y que co­
m ienza a tra b a ja r a los once años desem peñándose
como cam arero.
El au to r se define a sí m ism o com o «un anar­
q u ista de origen proletario que aspira al derroca­
m iento inm ediato de la sociedad burguesa y la ins­
tauración del com unism o libertario» (pág. 11) y que
«ya de m ayor supe que los anarquistas se hacían le­
yendo las obras de K ropotkin y Bakunin», aunque
opina en o tra p arte que eso solam ente les pasa a
los anarquistas de origen burgués, o pequeño b u r­
gués. Es explicable que en el libro no haya citas, ni
tirad as teóricas, sino que relata buenam ente como
p articip a un hom bre de abajo, con capacidades de
acción, del m undo despiadado de la lucha de clases,
que h a sido desde siem pre España.
Su prim era gran experiencia es la trem enda épo­
ca de la represión terro rista de la patronal catala­
na, p o sterio r a la Prim era G uerra Mundial, que em ­
palm a con la dictadura de Prim o de Rivera, y la re­
sistencia an arquista que simbolizan ju stam ente fi­
guras como D urruti, los Ascaso y el propio García
217
Oliver. Todo esto se cu en ta en la p rim era p arte, El
anarcosindicalism o en la calle, a n u estro juicio la
m ás jugosa del volum en, y que incluye, asim ism o,
los años republicanos de 1931 a 1936.
La segunda p arte, E l anarcosindicalism o en el Co­
m ité de Milicias, que cronológicam ente corresponde
a la etap a que va del 17 de julio al 30 de octubre del
m ism o año 36, no solam ente es ya la g u erra civil, sino
la aplicación de una idea digna de citarse. «Fue la
CNT —son sus p alab ras— la que im pidió p o r prim e­
ra vez en la h istoria, que u n ejército de casta se
apoderase de u n a nación m ediante el golpe de Es­
tad o m ilitar» (sic) (6).
E n la terc era p arte, E l anarcosindicalism o en el
gobierno, se relata el increíble hecho histórico de que
ho m b re sem ejan te fuese designado m in istro de Ju s­
ticia y Cultos del E stado español en el segundo ga­
bin ete de Francisco Largo C aballero, en que se hace
la experiencia de los «m inistros anarquistas».
E n esta p arte, com o es explicable, se incluyen
discursos, decretos, docum entos, etc., que objetivi-
zan el contexto de las m em orias, y que, en definiti­
va, co nfirm an la buena im agen que, en general, hay
e n tre los h isto riadores sobre su actuación técnica.
La ú ltim a p arte, y a n u estro parecer prescindible
—p o r com paración a las anteriores— está dedicada
a E l anarcosindicalism o en el exilio, h isto ria de lu­
chas y rencillas en la colectividad m exicana, e histo­
ria p ersonal de los últim os cuaren ta años del autor.
Lo que le hace p articu larm en te in tere san te a
esta o b ra es su tesis, según la cual en el m ovim ien­
to confederal español hay un ala conservadora (de­
finida p o r el m ero sindicalism o de los «treintistas»),
p ero a quienes critica m ás duram ente es a los que
llam a «liberales radicalizados» antisindicalistas, de
origen pequeñoburgués (Santillán, M ontseny, Fidel

(6) Cita el autor, como caso contrario, el golpe chileno de se­


tiembre de 1973, y dice algo muy atinado: “No fueron los militares
quienes mataron a Allende, sino la soledad en que lo dejaron”
(P. 10).
2 18
M iró, etc.). El entiende re p rese n ta r a los «hom bres
de acción», a los auténticam ente an arq u istas prole­
tario s, y desde esta posición extrem ista es explicable
que haga juicios m uy categóricos sobre sucesos y
personajes.
Conociendo los entretelones de la vida política
republicana, en un grado que es inusual en el am ­
bien te libertario, opina y juzga hechos im portantes
y da cu en ta de la actuación de personalidades polí­
ticas de p rim er plano. Tam bién sobre la vida in tern a
del m ovim iento confederal, y sus prim eras figuras.
M uchos de los testigos de aquellos hechos, o las
p ersonalidades a que alude, viven y no faltarán po­
lém icas y réplicas a estas m em orias, que prolonga­
rá n el carác ter iconoclasta y h asta insólito que tie­
nen m uchas de sus páginas. De lo que no tenem os
dudas es que será u n libro m uy citado en el fu tu ro
y las razones son obvias.

III
Las dem ás obras de este p rim er grupo, p o r ra ­
zones que se in d icarán en cada caso, aunque sus au­
to res a m enudo p articip an en los m ism os sucesos
que los anterio res, ad optan la actitu d m ás pru d en te
de in fo rm ar exclusivam ente sobre su personal, y, por
definición lim itada, visión de u n área específica.
E s el caso de la o b ra Guerra, exilio y cárcel de
un anarcosindicalista de C ipriano M era, inestim a­
ble —como dice el prologuista F ernando Gómez Pe-
láez— , p a ra v alo rar «la participación de las unidades
confederales en uno de los sectores m ás activos de
la contienda (la g u erra civil): el del centro».
M era fue tam bién un auténtico hijo del pueblo,
llevado p o r sus com pañeros de tra b a jo a la p resi­
dencia del Sindicato Unico de la C onstrucción (CNT)
de M adrid y las m em orias com ienzan ju stam en te re­
firiéndose a la huelga de la construcción m adrileña
de m ayo del 36 (UGT-CNT), p o r lo que todo el Co­
219
m ité de H uelga (M era incluido) e sta b a en la cárcel
el 18 de ju lio de 1936.
H o m b re de acción (y no en vano h ab ía p artic i­
p ad o con D u rru ti, Isaac P uente y o tro s en el Comi­
té R evolucionario a n a rq u ista de 1933), apenas libe­
ra d o p a rtic ip a en la to m a del cu a rte l de C araban-
chel y en la re co n q u ista de G u ad alajara y Cuenca.
S erá p ro n to jefe de la XIV División confederal,
y desde el 6 de o ctu b re de 1937, caudillo del C uarto
C uerpo de E jército. E ra la recom pensa p o r su b ri­
llan te acción en la b a ta lla de G u ad alajara, fren te al
ata q u e italian o , reco n q u istan d o la localidad de Bri-
huega. E ste sin g ular ten ien te coronel se definía, y lo
re ite ra en la o b ra, com o « m ilitante de la CNT y al­
b añ il de profesión».
D esde la fecha citada, A rtem io G arcía llevará u n
«diario de cam paña» del C uerpo de E jército , y p o r
ello h ay m ás inform ación y es m ás p recisa, sobre
hechos p o sterio re s com o la b ata lla de B rúñete, o el
C onsejo N acional de D efensa de las p o strim erías de
la g u erra. Desde la página 229 com ienza la eta p a del
exilio, p rim e ro en el n o rte de Africa, de cuyas cá r­
celes las au to rid ad es francesas de P étain lo entrega­
rá n en 1942 al franquism o. S om etido en M adrid a
u n C onsejo de G uerra y condenado a m u erte, le es
co n m u tad a la pena, y será recién liberado en 1947
p a ra re in te g rarse a la m ilitan cia an tifa scista clandes­
tin a. ¡Incluso p a rtic ip a con el general B eigdeber en
u n co m plot c o n tra F ranco en 1947! E ra n los tiem pos
de las g u errillas del m aquis francés. La CNT del in­
te rio r lo d estin a a F ran cia y com ienza su segundo
exilio, en que vuelve a su oficio de albañil, fallecien­
do en P arís, en 1975, a los 72 años. C ipriano M era no
llegó a v er im p resa esta obra, que fue re d acta d a
con la cooperación del p erio d ista M anuel F abra.
No m enos ex tra o rd in aria , en o tra dim ensión, es
la saga de José P eirats, nacido en la provincia de
C astellón en u n a fam ilia de alp arg atero s, que em i­
g ra n —com o tan to s p ro leta rio s— a B arcelona, don­
de n u e stro p ro tag o n ista a d o p ta el oficio de ladrille­
ro. Ya com o precoz a n a rq u ista vivió la influencia de
220
la revolución ru sa y sufrió la dictadura de Prim o
de Rivera. M iem bro de la FAT, desde su b arriad a de
Sants, será red acto r de «Solidaridad Obrera» (dis­
cípulo de Felipe Alaiz) y uno de los héroes del 18
de ju lio de 1936. Actúa p o r entonces en las Juventu­
des L ibertarias, dirige h asta mayo del 37 «Acracia»,
de Lérida, y es uno de los jóvenes críticos de la in­
tervención m inisterial de la CNT en el gabinete Lar­
go Caballero. Se alista en la XXV División, y con
ella se re tira a través del valle del Segre, exiliándo­
se en Francia, donde reside h asta ahora. El pedago­
go Puig Elias, en el congreso del año 1947 de la CNT,
en Toulouse, había p ropuesto que se escribiera la
h isto ria de la revolución española, y en 1949 esta ta­
re a la confiará la organización confederal al ex la­
drillero, y entonces labrador, José P eirats. Con me­
dios eurísticos m uy precarios, sin poder apoyarse
m ás que en escasos antecedentes, en tre 1952 y 1954,
P eirats publica los tres tom os de La CNT en la Re­
volución Española, u n a o b ra a la fecha fam osísim a.
Desde entonces, su nom bre aparece en form a soste­
nida en la p ren sa an arquista, y se m anifiesta a través
de nuevos libros.
E n cuanto a estas m em orias —que hem os podido
exam inar en el m anuscrito inédito— se prolongan
en el exilio am ericano (República Dominicana, Ecua­
d o r y Panam á), y se cierran con el exilio y las cá r­
celes francesas. Es u n trab a jo de m érito literario,
que dice m ucho del personaje en sus facetas hu­
m anas.
De todas las obras que consideram os, sin discu­
sión, la m ejor escrita, pues es de la plum a de uno
de los m ejores escritores españoles contem poráneos
(B altasar Porcel) es la que recoge la vida del iguala-
dense Joan F errer.
E l procedim iento que se h a seguido h a sido feliz­
m en te usado en Am érica p o r el antropólogo O scar
Lewis (en sus fam osos libros sobre los m iserables
de México, P uerto Rico y Cuba), pero creem os que
es la p rim era vez que se p ractica en España. Porcel
221
h a g rab ad o cin cu en ta cin tas m agnetofónicas, equi­
valentes a m il páginas dactilografiadas, con las decla­
racio n es de Jo an F errer, y so b re esa base se h a es­
crito la o b ra definitiva en p rim e ra persona.
F e rre r es u n p erso n aje m enor, incluso en relación
con los an tes citados, p o r co n cretarse la m ayor p a r­
te de su m ilitan cia en u n a ciudad provincial, y no
te n e r —sino ocasionalm ente— el gran escenario b a r­
celonés o m adrileño. P ero su vida es dem o strativ a
del tip o m edio de m ilitan te an a rq u ista, de sus sacri­
ficios y en tereza an te la represión, de las grandes
ilusiones que d esp ertó la victo ria p o p u lar en C atalu­
ñ a del 36 y de las p en u rias del co m p artid o exilio en
tie rra s francesas.
E l m érito de la o b ra no h a sido debidam ente
ap reciad o , y en cam bio yendo al aspecto e stric ta ­
m en te h istó rico se han rep ro ch ad o a F errer-P orcel
in ex actitu d es, im precisiones o fallas en la inform a­
ción. E n d efinitiva —com o dice Porcel—, «el libro
n o p re te n d e se r ni im parcial ni exacto, sino testim o ­
nial, y testim o n io el de la vivencia, m ás que el de la
cu ltu ra» . Jo an F errer, que nació en el año 1896, fa­
lleció m uy poco tiem po después de p u b licarse esta
o b ra (7).
H ay o tra s ob ras q u e se evocan al c ita r las an ­
terio res, escritas asim ism o p o r m ilitan tes libertarios,
au n q u e sin h acerse estric ta m en te en térm in o s au to ­
biográficos, au n q u e in tere san tes, sobre u n aspecto
del g ran fresco de la g u erra civil. Pensam os, p o r
ejem plo, en los libros poco conocidos q u e sobre
A sturias escribió Solano Palacio, y que se ed itaro n
en Chile; o en los volúm enes recientes so b re el País
V asco de M anuel Chiapuso, e incluso los del o b rero
tex til —y m ás ta rd e co m an d an te de la C olum na Du-

(7) Ferrer, durante la guerra, colaboró en “Catalunya”, y en el


exilio dirigió la última época de “Solidaridad Obrera” en París. Entre
sus libros destaquemos De l'Anoia al Sena, sense pressa (Paris, 1966),
que ya es una obra de recuerdos, y antes Conversaciones libertarias
(1965) y Garbuix poétic, un tomo de versos (Paris, 1946).
222
rru ti— R icardo Sanz, que se publicaron en el exilio
francés (8).
El barcelonés Joan Peiró, nacido en 1887, no edi­
tó sus m em orias personales, porque com o se recor­
dará, con la cooperación de la Gestapo, fue fusilado
en 1942 p o r el franquism o. En cam bio, escribió m u­
cho en tre 1916 y 1939, y tiene un perfil bien definido
com o exponente de u n a de las corrientes que inclu­
ye el m ovim iento confederal español. O brero de la
in d u stria del vidrio, prim ero en B adalona y después
en M ataró, desde 1916 com enzó escribiendo en la
p ren sa de la Federación de V idrieros y C ristaleros
de la CNT. A través de sus textos se puede seguir
tam bién la lucha c o n tra la patronal y los pistoleros,
y tam bién la D ictadura de Prim o de Rivera.
Aunque en 1928-1929 polem izaba con Angel Pes­
tañ a, será con este obrero relojero, y otros sindi-

(8) Nos referimos a El éxodo. Por un refugiado español, Val­


paraíso, Más Allá, 1939, y Entre dos fascismos. Memorias de un
voluntario de las brigadas internacionales en España. Novela his­
tórica, Valparaíso, Más Allá, 1940. aparte de una discutida crónica,
El frente del norte, publicada en España después de la pérdida de
Asturias para la República. Las dos obras de Manuel Chiapuso, más
que la autobiografía, lo que intentan es hacer crónica del aporte
anarquista en la guerra civil en el País Vasco (Los anarquistas y la
guerra de Euzkadi. La comuna de San Sebastián, San Sebastián,
1977, y El gobierno vasco y los anarquistas. Bilbao en guerra, San
Seb stian. Txertoa. 1978). Ricardo Sanz, entre 1945 y 1969, publicó en
Toulouse tres folletos (Buenaventura Durruti, El sindicalismo y la
política. Los “solidarios” y Los que fuimos a Madrid. Columna Du­
rruti), que recientemente se han reunido en un volumen editado en
Barcelona con el título de El sindicalismo español antes de la guerra
civil. Los hijos del trabajo (Petronio, 1977, prólogo de Sara Guillen).
Aprovechamos para señalar que este texto nuestro no pretende
agotar la nómina de memorias de confederales. Recordemos a Felipe
Alaiz (Testimonios de un libertario, Madrid, 1976); Pedro Vallina
(Mis memorias, Caracas, en 2 vols., muy interesante por tratar de
Andalucía); Paulino Diez (Un anarcosindicalista de acción. Memo­
rias, Caracas, 1976). A nivel local, sobre Badalona, Records d’un
sindicalista llibertari catata, 1916-1943, de Joan Manent i Pesas,
París, 1976. También, de José López, Una misión sin importancia.
Memorias de un sindicalista, Madrid, 1972.
Habría incluso que tener en cuenta a los cenetistas que no son
anarquistas ni anarcosindicalistas, como mosén Jesús Arnal. Por qué
fui secretario de Durruti. Narración, Andorra, 1972, publicado con
un “nihil obstat”, y los tres volúmenes de Adolfo Bueso, poumista,
publicado entre 1976 y 1979 en Barcelona.
223
calistas, que in teg ra el treintism o, y e n tre 1931 y
1936 se aleja de la CNT a la que vuelve en el congre­
so de Zaragoza de ese ú ltim o año.
D u ran te la g u erra escribe en «S olidaridad O bre­
ra», «CNT», «Catalunya», y o tro s periódicos confede­
rales, y a la h o ra de p ro d u cirse la intervención Ge­
n e tista en el gabinete Largo C aballero, P eiró ocupa­
rá la c a rte ra de In d u stria , re p resen tan d o con Ju an
López el sec to r sindicalista, fren te al a n a rq u ista de
Ju a n G arcía Oliver y F ederica M ontseny.
Los textos de la recopilación que seguim os ap u n ­
ta n a los problem as económ icos, grem iales y políti­
cos de esos acontecim ientos históricos, pero Peiró
hizo b alance de su gestión m inisterial, y en algún
sentido de su p ersonalidad, con el títu lo De la fá­
brica de vidrio de M atará al M inisterio de In d u stria s
(1937) (9).
E s de lam en ta r que F ederica M ontseny no haya
escrito sus m em orias, p o r el relevante lugar que le
h a co rresp o n d id o en el m ovim iento a n a rq u ista es­
pañol, a lo largo de m edio siglo, pero adem ás p o r su
m ism a condición fem enina, integrando la gran p ro ­
m oción de m u jeres que em ergen a la vida política
en tiem pos de la Segunda R epública.
H ay ciertos tra b a jo s suyos de intención autobio­
gráfica (Cent dies de la vida d ’una dona, 1939-1940, y
E l éxodo anarquista, am bos de B arcelona, Galba,
1977). Lo m ism o que los o tro s m inistros no m brados
p o r la CNT-FAI, al te rm in a r su gestión hizo u n a con­
ferencia, recogida en u n folleto, sobre su o b ra y an ­
teced en tes revolucionarios.
A estos efectos es m uy ú til el volum en de Agus-
tí Pons, Converses am b Federica M ontseny (B arce­
lona, 1977), que a p a rte de la biografía, incluye p ro ­
blem as de tip o político general. En ese m ism o año,
la M ontseny h a hecho u n a introducción y selección

(9) Habría que tener en cuenta asimismo los folletos Pensam iento
d e Joan Peiró, México, CNT, 1939; P roblem as del sindicalism o y del
anarquism o, Toulouse, MLE, 1945, y P roblem as y cintarazos, Rennes,
1946, que reúnen otros textos.
224
de textos de «La R evista Blanca» (1898-1905), b ajo
el títu lo de Els anarquistes educadors del poblé (Bar­
celona), digna de considerarse en estas dim ensiones
p o rq u e hace referencia a sus orígenes ideológicos y
h asta fam iliares.

IV
La cosecha de los periodistas, y dejando de lado
a Diego Abad de Santillán, de quien ya nos ocupa­
m os, no es m enos interesante, pero diríam os que es
m ás previsible, o m enos original.
N atu ralm en te no interesan a estos efectos las
o b ras expositivas, o polém icas, redactadas en estilo
periodístico sobre los sucesos históricos, sino que
debem os considerar aquellos libros en que los auto­
res se refieren a su personal experiencia, a sus vi­
vencias inm ediatas, com o ya hem os visto en el caso
de quienes, a p esar de su origen proletario, term ina­
ro n actuando com o p eriodistas (Peiró, P eirats, p o r
ejem plo).
Tenem os a n u e stra consideración los libros de
José G arcía P radas, E duardo de Guzmán y Jacinto
Thoryo, que son en esencia diferentes, aunque com o
verem os no estrictam ente dispares.
José G arcía P radas, ya en 1939 había explicado
con el títu lo sensacionalista de La traición de Stalin
su participación en la Ju n ta del coronel Casado. P or
su cargo en la dirección del diario confederal «CNT»
de M adrid, no puede negársele inform ación, p ero
define su o b ra com o «una serie de ensayos híbridos
—n arrativ o s, a la vez que ideológicos o críticos— so­
b re los principales causantes de la d erro ta antifas­
cista» (pág. 12).
Ese m aterial se am plía, ante todo con u n capítu­
lo de Conclusiones, escritas en 1973, y adquiere el
curioso títu lo de la edición m adrileña de 1974: ¡Te­
níam os que perder!
Más sólido, y m ás tenaz en su oficio, es sin duda
E d u ard o de Guzmán, su colega com o d irec to r del
225
tam b ién d iario confederal m adrileño «C astilla Li­
bre»; que h a escrito u n re la to testim onial sobre los
vencidos, que q u ed aro n a tra p a d o s en la zona cen tral
y q ue se co n c en tra ro n en A licante y A lbatera en 1939
( 10).
De allí p asaro n a la cárcel, fu ero n diezm ados p o r
las ejecuciones y p asa ro n trem en d o s sacrificios b ajo
«la larg a noche de piedra». Esos tre s libros: E l año
de la victoria (1974), N osotros los asesinos. M em o­
rias de la guerra de E spaña (1976) y La m u e rte de
la esperanza, si p a ra m uchos revelan a u n escrito r,
sin em bargo nos p erm itim o s c re e r que no son supe­
rio re s d o cu m entalm ente h ab lando a su o b ra de ju ­
ven tu d M adrid rojo y negro, publicado d u ra n te la
g u e rra y al calor de los sucesos.
De Jacin to Toryho, finalm ente, se h ab ía dado a
con o cer u n volum en de re tra to s de p erso n ajes de la
g u erra con el inexplicable títu lo de N o éram os tan
m alos, y ah o ra nos llega esta volum inosa ob ra, con
u n títu lo igualm ente largo, Del triu n fo a la derrota.
Las interioridades de la guerra civil en el cam po re­
publicano revividas por un periodista.
E n esas páginas, del ex d irec to r de «S olidaridad
O brera» de B arcelona de 1937 a 1938, y ex sec reta­
rio de P ro p ag anda de la CNT-FAI en 1937, ab u n d an
las an écd o tas y el a u to r es consecuente (al igual
q u e G arcía P radas) con an te rio res panfletos p u b li­
cad o s en tiem pos de la g u e rra fría.

V
A m odo de balance, digam os que este co n ju n to
de libros m u ltiplica o b jetivam ente n u e stra s posibili­
dades de conocim iento sobre la h isto ria del a n a r­
q uism o español y, p o r ende sobre E spaña, y co rre­
lativ am en te envejece ciertos libros en circulación.

(10) Sobre el mismo tema hay una importante obra literaria,


Campo de los almendros, de Max Aub íMexico), y una historia
provincial, la ob. cit. de Enrique Cerdán Tato.
226
H asta que se disponga p o r los investigadores del
archivo CNT-FAI, depositado en el In tern atio n al Ins-
titu u t voor Sociale Geschiedenis de A m sterdam , estas
m em orias establecen u n nuevo nivel cognoscitivo al
que debem os atenernos.
A hora tenem os, no una, sino varias versiones (en
ocasiones, com o es inevitable, contradictorias) sobre
los hechos capitales. Más aún, podem os re co n stru ir
en cie rta m edida el clim a o am biente del m ovim ien­
to sindical y revolucionario español y especialm ente
catalán desde 1917 a 1939. Tam bién es u n ap o rte
inestim able, p o r lo m enos en algunos casos y pro­
blem as, p a ra sab er de la h isto ria del exilio republi­
cano.
P ero p o r el espacio ta n im p o rtan te que ocupa el
m ovim iento confederal en la historia española, el te­
m a ilum ina la m ism a historia de la E spaña revolu­
cio n aria y dem ocrática, lo que es tan to com o hablar
de grandes tem as (la D ictadura, la Segunda R epúbli­
ca, la g u erra civil).
A cu aren ta años de aquellos sucesos, esta prom o­
ción de m em orialistas se alza de las tum bas, del exi­
lio o del olvido en que se en tierra a los ancianos
(aunque sean m em oriosos), y en estos actuales tiem ­
pos españoles, digam os que parecen fantasm as leja­
nos, testigos y actores de u n a época de rebeldía e in­
docilidad, de resistencia a la opresión y de iconocla­
sia, capaces de la p ro testa y del sacrificio, gentes de
la «revuelta perm anente» de que hablaba K ropot­
kin, de la «pasión y la convicción» bakuniniana, de
la «guerra perm anente» de Proudhon. Todavía hay
que te n e r en cu en ta a los miles de m ilitantes anóni­
m os, que ni siquiera escriben m em orias, pero que
h an com partido con responsabilidad los m ism os he­
chos.
Sin ten e r en cuenta este hecho social, no se en­
tien d en las ideas n i los acontecim ientos de su tiem po.

227
X

RAFAEL BARRETT. UN ANARQUISTA


ESPAÑOL OLVIDADO
E N ESPAÑA (* )

Juan Goytisolo ha dicho que M ariano José de


L arra es «el autor español m ás vivo, m ás entrañable­
m ente actual de la hora presente», con una «crecien­
te influencia sobre la nueva generación» y lam enta
que, ap arte de postergado durante medio siglo, no
tuviera o tro discipulado que el superficial de Azorín
o Unamuno en la generación del 98 (1).
Aun siendo Goytisolo posiblem ente el m enor pro­
vinciano de los actuales escritores españoles, sin em ­
bargo om ite considerar —como corresponde— las
letras castellanas sim ultáneam ente en am bas m árge­
nes del Atlántico. En efecto, L arra tuvo m ayor y m e­
jo r descendencia en América que en Europa, em­
pezando p o r sus contem poráneos los argentinos
E steban Echeverría y Juan B autista Alberdi h asta
culm inar en la prom oción de los grandes autores his­
panoam ericanos de finales del siglo xix y comienzos
del xx, que en definitiva fueron en América una suer­
te de generación del 98. Pensam os en el cubano José

(*) Una primera versión de este texto se publicó en la revista


“Insula”, Madrid, n.° 388, marzo 1979, p. 4.
(1) En págs. 21 y sigs. de El furgón de cola, Barcelona, Seix
Barrai,
228
M artí, en el p eru an o M anuel González P rad a y en
los p latenses A lberto G hiraldo y Florencio Sánchez.
Ju n to a ellos fue tam bién en América donde se reve­
laro n p o r entonces com o escritores, españoles com o
Valle Inclán, Julio C am ba y Rafael B arrett, y ellos
tam b ién pueden reclam arse de M ariano José de La­
rra . De la gloria del m arqués de B radom ín, o de
C am ba (m ás conocido p o r su segunda etapa, ya de
nuevo española), no es necesario hablar, p ero no
deja de ser ex traordinario que en E spaña se desco­
nozca casi com pletam ente al esc rito r santanderino
R afael B arrett.
V ivirá sus p rim ero s 28 años en E uropa, p ero se
h a rá esc rito r y a d q u irirá su a c titu d vital, en la final
y breve etap a de su vida en Am érica del S u r en tre
1904 y 1910, en el seno de la gran co rrien te cu ltu ral
q ue p o r entonces alcanzaba su ápice en A rgentina,
U ruguay y Paraguay. P eriodista prim ero en Buenos
Aires, y después arraig ad o en Paraguay donde fun­
da la revista «Germ inal» y anim a el m ovim iento in­
telectu al e ideológico de Asunción y en 1908 p asa al
U ruguay d ep o rtad o p o r u n a d ictadura. «Yo llegué
a v u estras playas —dice de M ontevideo— indigente,
d esterrad o , enferm o y desconocido», pero pocas ve­
ces h a acom pañado a un intelectual ex tran jero un
éxito tan rotundo. Las p rim eras figuras de Uruguay,
com o el ensayista José E nrique Rodó, el filósofo
C arlos Vaz F erreira o el líder del P artido Socialista
Em ilio Frugoni, celebrarán y elogiarán los textos
cotidianos publicados p o r B a rre tt en el diario «La Ra­
zón». S erá en M ontevideo donde se p ublicarán los
p rim ero s diez tom os de sus obras, y p o r el M iniste­
rio de Educación sus Cartas íntim as (1967), pero es
en B uenos Aires donde se editan, ya p o r tre s veces,
sus o b ras com pletas.
H ace poco nos decía el m ás grande de los actu a­
les escrito res paraguayos Augusto Roa B astos que
escrib ía sobre Rafael B a rre tt u n libro, «pues con él
com ienza la cu ltu ra paraguaya». La o b ra integra la
ca raq u e ñ a B iblioteca Ayacucho de Clásicos Latino­
22 9
am erican o s (2). A ntes lo h ab ía n estu d iad o el chile­
no A rm ando D onoso y el hispano-venezolano Rufino
B lanco F om bona. E ste au to r, que p o r m uchos m oti­
vos a su vez in teg ra la pléyade de las le tra s españolas,
in te n tó d a rlo a conocer en E sp a ñ a p u b lican d o algu­
n o s de sus tex to s en 1923 y de nuevo en 1930.
E n la época p o sfra n q u ista , el p eru an o C arlos Me-
neses p re se n tó u n a selección d e sus escrito s en B ar­
celona y esp e ram o s q u e esto m a rq u e el re en cu e n tro
de B a rr e tt co n E sp añ a (3).

(2) Con el título de R a fael B arrett, descu bridor d e la realidad


social d el P araguay, prologa la recopilación de textos barrettianos,
diciendo: “Reflexionar y escribir sobre Rafael Barrett. sobre la enor­
me y profunda experiencia que representó —y representa— el con­
junto de su vida y de su obra en el proceso cultural de un pueblo
material y espiritualmente devastado como el Paraguay por amasa­
doras vicisitudes históricas, es hoy una tarea al par que difícil cada
vez más urgente y necesaria. D ar a conocer sus textos, difundirlos,
es no solamente una tarea de rescate de una de las obras más
lúcidas e incitadoras que se escribieron en el Paraguay —y que
quedó prácticamente desconocida por las nuevas generaciones—; es
también contribuir a replantear, desde un punto de vista de partida
insoslayable, los problemas sociales y culturales de base que afronta
esta colectividad y, por extensión, los del sector de la cuenca del
Plata, uno de los sectores más conflictivos en la convulsionada
realidad de nuestra América... Rafael Barrett fue un precursor, no
sólo en el sentido del que precede, y va adelante de sus contemporá­
neos, sino también en el del que profesa y enseña ideas y doctrinas
que se adelantan a su tiempo.
”En la noche del infortunio paraguayo, la vida y la obra de
Barrett fue un meteoro que resplandeció, por desdicha, sólo un
corto instante. Un resplandor, sin embargo, que proyectó vislumbres
futuras: las que hoy tienen plena vigencia. De su horizonte se puede
decir que era ’el mismo suelo que pisaba’. Contra ese horizonte se
yergue ahora su figura como la de un contemporáneo; se dibuja
su ideario fervoroso e insobornable. Este ideario al que el futuro
dio la razón, al tiempo de hacer de su vida y de su obra una
parte —la más lúcida y firme— de nuestro pasado, pero también
de nuestro presente y de nuestro porvenir. Y esto no sólo con rela­
ción al Paraguay feudalizado, colonizado, sino a toda nuestra Amé­
rica”, págs. IX-X, E l d o lo r paraguayo, Caracas. Ayacucho, 1978.
(3) M ira n d o vivir fselección), Barcelona, Tusquets, 1976, prólogo
de Carlos Meneses, Serie Eos Eibertarios.
230
Que un escritor famoso, y en algún sen tid o ya un
clásico de las letras sudam ericanas, leído y adm ira­
do por países enteros de la misma lengua, se desco­
nozca en el país en que naciera, a setenta años de su
m uerte, mueve a apasionadas consideraciones.
Porque no es el caso de otros inm ensos escrito­
res, que han publicado en castellano, p ero que, por
nacer en Hispanoamérica, se desconocen e n España.
Así, es sintom ático que el prim ero de los grandes
m arxistas latinoam ericanos, el peruano José Carlos
M ariátegui, recién ahora tenga su p rim era edición
en España, después que se le ha traducido a todas
las lenguas cultas del m undo (4). Tam bién que se
desconozca todavía al argentino Aníbal Ponce, no me­
nos im portante que Mariátegui, y a su discípulo
H éctor P. Agosti, siem pre dentro del m arxism o.
Prim ero porque B arrett se formó y educó en Es­
paña, donde le adm iraron Valle Inclán y Ram iro de
Maeztu. Federico García Lorca sabía de su existen­
cia y buscó sus huellas en Argentina en ocasión de
su estancia en América.
B arrett, además, nunca dejó de tr a ta r los tem as
españoles. Su obra, al estilo de Larra, está form ada
en su m ayor parte de artículos o breves ensayos so­
bre tem as de la diaria existencia, escritos en una
prosa adm irable. En ellos hace crítica de las ideas,
aunque tam bién integran su obra textos de literatu­
ra de ficción, estudios sociológicos, e incluso traba­
jos de divulgación científica, pues no en vano era
m atem ático.
No menos categórico que Larra, m ás coherente
ideológicamente que Unamuno, Rafael B arrett es im­
placable con la «España negra» de su tiempo. El
texto de 26 líneas que con el título de Lápida escri­
be en ocasión del fusilam iento de Francisco F errer

(4) Nos referimos a Siete ensayos de interpretación de la rea­


lidad peruana, que se publicó por vez primera en Lima en 1928 y
que también en 1976 reedita en Barcelona la editorial Critica.
231
y G u ard ia to davía hoy, ta l vez, sea agresivo en Es­
p añ a (5).
E ste m o n tañ és iconoclasta tiene pocas ad m iracio ­
nes p o r la c u ltu ra española y m enos p o r su políti­
ca, p ero ellas son d efinitorias: C ervantes, L arra,
F ran cisco Pi y M argall, Valle Inclán o el citado Fe­
r r e r y G uardia.
De cam ino ya a su m uerte, que se p ro d u c irá en
F ran cia —y a orillas del m ism o C antábrico ante el
que n aciera— p asa p o r B arcelona que califica de
«ciudad h erram ienta». Allí predice, «estallará la re ­
volución q ue tra n sfo rm a rá a to d a la península». Es
el añ o 1910.
E l lec to r puede h ab e r adivinado que B a rre tt, al
igual que González P rada, G hiraldo, Sánchez, el pri-

(5) Ante la ejecución de Francisco Ferrer, que fue seguida con


mucho apasionamiento en toda América Latina, en la prensa se
publica esta página, con el título Lápida:
“Envidiemos la gloriosa apoteosis de Ferrer, asesinado en los
fosos de Montjuich, la última Bastilla de los latinos.
’’Arrastrado a los fosos como por una banda de chacales, de­
vorado en la sombra y el silencio, a espaldas de Europa.
’’Fue fulminado, porque era cumbre. No le podían perdonar.
Los inquisidores perdonan el crimen, no la idea. Cayó porque cau­
saba miedo, porque era una de las imágenes vivas del futuro, un
anuncio de muerte para los que le hicieron morir. Pero ¿qué es la
desaparición de Ferrer? Un simulacro. Lo grave no es que haya
muerto, sino que haya vivido, que después de él perduren y crezcan
formidables las energías de que se formó Ferrer desposado con la
bella muerte que le disteis, engendrará los héroes de mañana. ¿Qué
habéis conseguido? Hacerle inmortal a balazos, convertir el inofen­
sivo profesor en un irritado ángel que visitará vuestras noches.
’’¿Por qué no atendisteis al rey extranjero que os pidió prudencia
en voz baja, por vosotros, y por él? Es que sois todos solidarios,
despojos flotantes de la historia, majestuosos fantoches, temblando
con el cetro en la mano; fariseos que no queréis dejar escapar de
vuestras uñas el botín de un Dios difunto; militares que os honráis
poniendo la matanza al servicio de la avaricia financiera; burgueses
momificados dentro de vuestros alvéolos de oro frío; mundo que
subsiste porque los nueve décimos de la humanidad son todavía un
rebaño de resignados mendigos. ¡Asesináis, oh, moribundos, armados
hasta los dientes! Asesináis; creéis, decrépitos, que los baños de
sangre os devolverán la juventud. Inútil. Comprendemos el meca­
nismo de vuestra agonía. Hemos hecho algo mejor que venceros:
os hemos explicado. La vida misteriosa se refugia en la carne que
sufre. Asesinaréis mil Ferrer... ¿Y qué? ¿Detendréis el Tiempo?”,
p. 627, del vol. Obras completas de Rafael Barrett, Buenos Aires,
Tupac, 1943.
232
m er Camba, Maetzu, Valle Inclán, y tantos otros
escritores de avanzada de su tiem po, participaba de
las ideas libertarias, y es uno de los m uchos creado­
res de esa «España exterior» prohibida en la misma
E spaña d u ran te m uchos años.
Sin em bargo, no es m ejor conocido por las mis­
m as publicaciones anarquistas españolas, o sus edi­
toriales. T endrá que ser un austríaco, Max N ettlau,
quien diga que Rafael B arrett no sólo «es la prim e­
ra inteligencia literaria entre los que nutrieron las
colum nas de la p rensa libertaria de su lengua» (lo
que incluye a todos los anarquistas españoles), sino
que, adem ás, agrega: «Hay en su obra pensam ientos
an arq u istas capaces de servir de base a nuestras re­
flexiones futuras sobre el tem a, desflorado apenas
p o r un análisis serio y hay tam bién una trem enda
crítica expresada en form a inusitada» (6).
Tal vez la explicación es que B arrett no es un
m ero agitador, repetidor o propagandista, sino un
auténtico creador intelectual que —sin perjuicio de
colaborar con el anarcosindicalism o de su tiempo-—,
com o discípulo de León Tolstoi tiene del anarquis­
m o una interpretación original (7).
En p rim er lugar p o r sus tem as: la ética, la mu-

(6) En La anarquía a través de los tiempos, Madrid, Júcar, 1977,


p. 208, había destacado que en América Latina hay “además de
figuras aisladas de talento exquisito, Rafael Barrett. Paul Bertholet,
y hombres del país, figuras de la talla de Alberto Ghiraldo, González
Prada, González Pacheco y del inolvidable Ricardo Flores Magón;
Librado Rivera, el doctor Fabio Luz, etc.”, y se remitía a un resu­
men, Viaje libertario a través de América Latina, que publicará en
Barcelona, en “La Revista Blanca" del año 1934, pero en forma
anónima, y en donde están estos conceptos que transcribimos,
(7) En un texto intitulado Mi anarquismo, págs. 510-511, de la
cit. ed. de Obras completas, decía: “Me basta el sentido etimológico:
’ausencia de gobierno’. Ftay que destruir el espíritu de autoridad
y el prestigio de las leyes. Eso es todo. Será la obra del libre exa­
men. Los ignorantes se figuran que anarquía es desorden y que sin
gobierno la sociedad se convertirá siempre en el caos. No conciben
otro orden que el orden exteriormente impuesto por el terror de las
armas... El anarquismo, tal como lo entiendo, se reduce al libre
examen político. Hace falta curarnos del respeto a la ley. La ley no
es respetable. Es el obstáculo a todo progreso real. Es una noción
que es preciso abolir. Las leyes y las constituciones que por la
violencia gobiernan a los pueblos son falsas”, etc.
233
je r, las cuestiones sexuales, el problem a nacional,
las relaciones de las ciencias m orales con las n atu ­
rales, e incluso valora —com o recién se h ará a p ar­
tir del «mayo francés»— el aporte del m arxism o al
socialism o libertario.
Si B a rre tt es de la progenie de L arra, no sería
quien llega a ser, sin los antecedentes inm ediatos
en el Río de la P lata de los grandes periodistas-
escritores del 900, com o José M artí y R ubén Darío.
El prim ero, h asta 1895, escribiendo desde EE. UU., y
el nicaragüense heredando la corresponsalía de «La
Nación» de Buenos Aires, en 1903, p a ra la vieja E uro­
pa, p ero am bos im poniendo u n estilo nuevo, de que
no hay entonces ejem plos en la propia España.
P or todo ello, tal vez hoy alcance en E spaña la
difusión que m erece, pues después de dos generacio­
nes, del m ism o modo que se vuelve a L arra, com o
an o ta Goytisolo, están de actualidad los tem as y se
renuevan las ideas que B a rre tt consideraba.
Q uedará dem ostrado, a través del episodio, por
m ilésim a vez, que E spaña es m ás rica en creadores
de lo que sospechan los m ism os españoles, no sólo
p a ra ellos, sino p ara los pueblos de la m ism a proge­
nie del o tro lado del Atlántico.

234
XI

CAMILLO B E R N E R I Y LA
R EV O LU C IO N ESPAÑOLA (* )

Una edición de las obras completas de Berneri nos


ayudaría grandemente a comprender la guerra civil
española y los problemas de la guerra revolucionaria
en general.
N oam C homsky

Siendo tan tas e im p o rtan tes las personalidades


del p an o ram a internacional atra íd as p o r la g u erra
civil española, pocas se pueden p arangonar en gran­
deza m oral e intelectual al italiano Camillo B erneri
(1897-1937), y en especial si pensam os que se cuenta
e n tre aquellos que dieron su vida ju n to al pueblo de
E spaña.
Se h a observado con acierto que el fin trágico
que tu v iera B erneri en las calles de B arcelona, du­
ra n te los sucesos de m ayo de 1937, h a oscurecido el
m e jo r conocim iento del personaje en cuanto escri­
to r, p en sad o r revolucionario, e incluso hom bre de
acción (1).
P odría agregarse que, asim ism o, se h a m itificado

(*) Una versión de este texto figuró como prólogo a la edición


de trabajos de C. B. Guerra de clases en España, 1936-1937, Bar­
celona, Tusquets, 1977.
(1) Max Sartin, Berneri in Spagna, Iglesias, RL, s. f.; (riprodotto
dall'edizione della “Biblioteca de l’Adunata dei Refrattari”, New
York, 1938), p. 9.
235
y controvertido su pensam iento sobre E spaña y el
conflicto de 1936-1939, cuando com o bien dice Noam
Chom sky, es im prescindible p a ra quien desee profun­
dizar en su conocim iento estu d iar los n u trid o s es­
crito s que B ern eri dedicó a E spaña y a su proble­
m ática (2).
La m ism a biografía de Camillo B erneri es alec­
cionadora en m uchos aspectos. P ertenecía a una fa­
m ilia de intelectuales de la clase m edia (3) y cuando
ten ía quince años adhirió al socialism o, incorpo­
rándose a la Federación Juvenil Socialista, en su sec­
ción de la provincia de Reggio-Calabria. «Era el úni­
co estudiante», en un total de unos 700 afiliados, que
tenían p o r entonces los jóvenes socialistas de esa
provincia m eridional italiana.
Del l.° de febrero de 1914 es su p rim era colabo­
ración en el órgano de la federación «L'Avanguar-
dia», y pocas sem anas m ás tard e acom ete p o r vez
p rim era el tem a español con su nota El líltim o gran
desaparecido, haciendo el 31 de m arzo de ese año
la necrológica de Anselmo Lorenzo.
E n la FJS, en que entonces se destacaban p er­
sonalidades com o Angelo Tasca y Amadeo B ordiga
(que serán después, respectivam ente, los líderes de
las alas derecha e izquierda del p artido com unista
italiano), vive sus prim eras experiencias de m ilitan-

(2) La cita que sirve de acápite es de la obra American Power


and the new mandarías, ob. cit., cap. I, en la traducción de “Cua­
dernos de Ruedo Ibérico”, núm. especial El movimiento libertario
español, París, 1974.
(3) Su madre, Adalgisa Focchi, profesora normalista, escritora
de literatura juvenil, no sólo sobrevivirá a Camillo, sino que escri­
birá exaltándole dos libros sobre su hijo <Con te figlio mió!, Par-
ma, 1946, y En difesa di C. B., Forli, 1951). Camillo casará con su
compañera de estudios Giovanna Caleffi, que en labor de publicista
desde su vuelta a Italia en 1943, hasta su muerte en 1965, tomará
su apellido. Sus dos hijas serán María-Luisa, autora entre otras obras
de Viaje a través de la utopía (que casa con el publicista anglo-
italiano Vernon Richards, que dedica a la familia Berneri su libro
Lessons of the Spanish Revolution), y Gyliane, que ejerce la medi­
cina en París, donde hace sus estudios.
236
te, ju n to al prestigioso dirigente socialista Camillo
Pram polini (4).
En el otoño de 1915, su radicalización política y la
relación con el propagandista anarquista Torcuato
Gobbi, lo alejará definitivamente de la socialdemo-
cracia y le incorpora al movimiento libertario, al
que pertenece hasta su m uerte. Frecuentó en sus
comienzos a Errico M alatesta y a su m ás famoso
discípulo Luigi Fabbri («que lo am aba como a un
hijo»), colaborando regularm ente en sus periódicos
«Umanità Nova» (Roma), «Volontà» (Ancona), «L’Av­
venire anarchico) (Pisa) y «La rivolta» (Firenze).
En castigo por su oposición a la intervención
italiana en la Prim era Guerra Mundial fue expulsa­
do de una escuela m ilitar, reclutado para el frente
y después confinado por algún tiem po en la isla de
Pianosa.
Sobre B erneri ejerció una gran influencia el
proceso revolucionario ruso, y como muchos hom­
bres de su generación, apoyó la experiencia soviéti­
ca, p or lo menos hasta el año 1922 (5).
Los estudios universitarios de Camillo B erneri
fueron tan completos como brillantes. Hizo un doc­
torado en filosofía y letras en la Universidad de Flo­
rencia, que culminó en 1922 con una tesis sobre la
educación en Piamonte durante el Risorgimento. Di­
rigió ese trab ajo el historiador Gaetano Salvemini,
uno de los autores m ás notables del pensam iento ita­

(4) Pier Cario Masini, en Apéndice a Mussolini, psicologia di un


dittatore, de Berneri (Milano, “Azione Comune”, 1966), estudia esta
primera etapa de su vida, con acopio de nueva documentación.
(5) En el periódico “Umanità Nova”, de Roma, sostuvo en los
meses de diciembre de 1921 a junio de 1922 la defensa de los
soviets, o consejos obreros, y se mantuvo fiel a esa idea (con inde­
pendencia de su rechazo al bolcheviquismo staliniano), como lo
prueba su polémica con Max Sartin en el año 1932, que se puede
ver en las págs. 118-131 de Scelti sctrolti de C. B. retrogrado 1917-
Barcelona 1937, Milano, Sugar, 1964, a cargo de P. C. Masini y
Alberto Sorti.
237
liano del siglo XX, y que influyó decisivam ente en
la form ación intelectual de B erneri (6).
E jerció su vocación com o docente de filosofía en
la enseñanza m edia y norm al de in stitu to s de las lo­
calidades de M ontepulciano, Florencia, C ortona, Ca­
m erino, Bellaggio y Milán, e n tre su regreso de las
aulas y su definitiva salida de Italia en 1926. Aun­
que esos años de su experiencia docente se acom ­
p añ aro n de las tensiones y peligros de la lucha clan­
destin a antifascista, no dejaba de recordarlos con
nostalgia. Diez años m ás tarde, le escribía a un am i­
go: «Amo el trab ajo . No tengo am biciones políticas.
¿Sabe cuál es mi am bición p ara m añana? Ser rein­
tegrado en m i profesión de educador» (7).
Tam bién en estos años com plem enta su p re p ara­
ción hum an ista, profundizando en nuevos terrenos
del conocim iento, pues com o explica a otro amigo:
«Si no he estudiado m edicina, p o r un com plejo de
circu n stan cias que m e lo h an im pedido, casi toda
m i cu ltu ra ... es biológica, psicológica y psiquiátrica.
Desde hace años estoy estudiando problem as de psi­
cología anorm al» (8).
El pro feso r Cam illo B erneri verá m alograda su ca-

(6) Berneri por 1922, se definía a sí mismo como “Cattaneo


complementado por Salvemini y el sovietismo”, pero su maestro no
dejaba de verle libertario, porque lo recuerda diciendo: "Tenía el
gusto de los hechos precisos. En él la imaginación, separada de toda
ligazón con el presente, como hecho de posibilidad social, se aso­
ciaba a un cuidado meticuloso por los detalles en el estudio y en
la práctica de cada día. Se interesaba de todo con una avidez in­
saciable, Mientras muchos anarquistas son como una casa en la cual
las ventanas sobre la calle están tapiadas... él tenía abiertas todas
las ventanas”, D on ato e Berneri, “U Mondo”, Milano, 3 de mayo
de 1952.
(7) C artas a N iñ o N apolitano, “L’Adunata dei Refrattari”, New
York, 2 de julio de 1938.
(8) Carta a N iño C onvertí, publicada en “L’Adunata dei Refrat­
tari”, New York, 3 de julio de 1937. Pier Cario Masini ha dado a
conocer los originales y una carátula de una obra de C. B. hasta hoy
inédita, intitulada L e Léonard de Sigm und Freud, que debió apare­
cer en París en lengua francesa. Véase Berneri, Freud y L eonardo,
“Umanitá Nova”, Roma, 30-31 de diciembre de 1971.
238
rre ra académ ica con el advenim iento del fascism o, y
no solam ente no cum plió con su vocación, sino que
no pudo resp o n d er a la m uy favorable expectativa
que en él ponía el m ás fam oso de sus m aestros. Con
razón dice Luce F ab b ri que «El sacrificio m ás gran­
de que B erneri hizo a sus ideas no fue tal vez el de
su vida. Le co starían m ucho m ás: la renuncia cotidia­
n a a su vocación cu ltu ra l que le llevaba a las inves­
tigaciones histó ricas y filosóficas, y de las cuales ellas
lo arran c ab an cada vez que se m anifestaba com o m as
u rg en te la necesidad de la acción directa. Le deleita­
b a el sueño de u n oasis cu ltu ral en cuya calm a
p u d iera estu d iar, ela b o rar sus ideas en u n sistem a
orgánico, escrib ir libros. Toda su vida h a sido la ne­
gación v o lu n taria de ese sueño» (9).
La conciencia m oral de B erneri le im pulsó efec­
tiv am en te a co m prom eterse a fondo en la lucha an ­
tifascista, actu an d o en el m ovim iento clandestino
«Non m ollare», que orien tab an ju n to con su ex p ro ­
fesor G aetano Salvem ini, figuras com o Ferruccio Pa-
rri, Max Ascoli, E rn esto Rossi y los herm anos Ros-
selli, y, an te todo, p articipando en la corriente an a r­
quista. C olaborador asiduo de la p re n sa antifascista
clandestina, p a rtic ip a rá en el últim o congreso de la
Unione A narchica Italiana, que se reúne en Ancona
en el año 1926. Publica b ajo seudónim o, p o r entonces,
sus prim ero s libros.
D espués de im p lan tarse las llam adas «leyes ex­
cepcionales», debió ex p atriarse y c o rre r la suerte de
los m illares y m illares de exiliados antifascistas ita ­
lianos, los «fuorosciti», dispersos y perseguidos en
E u ro p a y el resto del m undo h asta 1943.
C uando en P arís se ed ita su p rim e r folleto en
francés c o n tra el fascism o en 1927 —ah o ra con su

(9) P. 2 del prefacio a la edición francesa de Guerre de classes


tn Espagne, Paris, Cahiers de “Terre Libre”, núms. 4-5, avril-mai
de 1938. Hay una versión anterior en “Studi Sociale”, de Montevideo,
20 de setiembre de 1937, republicado en “L’Adunata dei Refrattari”,
New York, 25 de diciembre de 1937.
239
nom bre—, los editores lo presentan com o un «pro­
fesor de filosofía, que había dejado la enseñanza (en
Italia) p a ra no ju ra r fidelidad a la tiranía, y que
soñaba con una cátedra bajo un régim en de libertad,
p ara la cual él era apóstol y m ártir» (sic).
Desde entonces, Berneri, conservando el estilo y
el m étodo de un profesor universitario y trabajando
sus escritos com o un erudito, se entrega a la mili-
tancia antifascista, y desarrolla sus capacidades de
hom bre de acción. Estas, tal vez, estaban lim itadas
p o r sus posibilidades físicas, su bondad y apasiona­
da devoción a la causa política, y le hicieron m erecer
el sobrenom bre de «el santo», con que se le conoce
en el am biente italiano del exilio.
La posición de B erneri en el seno del anarquism o,
com o uno de sus doctrinarios de los años 20-30 de
este siglo, m erece precisarse, por cuanto es un tem a
que está en el centro de m uchas interrogaciones.
Desde su salida de la Federación Juvenil Socia­
lista h asta sus últim os textos, publicados póstum a-
m ente (como Nosotros y el POUM y Discurso en la
m uerte de Antonio Gramsci), se puede afirm ar que
es falso cuanto pudiera afirm arse sobre que Berneri
es un au to r no-anarquista, o que vive una crisis de
conversión a o tras corrientes ideológicas, como el
m arxism o o el liberalism o.
Incluso en la crisis de mayo del 37, de la que fue
una de las víctim as, su actitud, y especialm ente su
análisis de la situación, no puede confundirse con
el trostkism o, el POUM e incluso sectores interm e­
dios como el grupo de «Los amigos de Durruti». Los
textos postum os citados, y ante todo la serie de
artículos en su periódico «Guerra di classe» de B ar­
celona, que culm inan con la Carta abierta a Federica
M ontseny, son elocuentes.
Esto, sin em bargo, no significa que B erneri fuera
un m ero propagandista que se m anejaba con clisés
intelectuales, y m enos que aceptara las «versiones
oficiales» que em anaban de los organism os de direc-
240
ción del m ovim iento confederal español, o en su caso
de la AIT an arcosindicalista.
E n p rim e r lugar, p o r su m ism a experiencia vital,
incluyendo su p ro fu n d a prep aració n cu ltu ral, inusual
en el círculo de escrito res lib ertario s de esos años, y
a la cual hem os hecho referencia.
Se in tere sa p o r conocer las dem ás co rrien tes del
m ovim iento político-social, pues «Yo soy —dice en
c a rta a Niño N apolitano— u n estudioso y u n curioso
del pen sam ien to de los otros, consciente de la com ­
p lejid ad de los p roblem as e insatisfecho de las solu­
ciones sim plistas» (10), y en ese contexto se in serta n
sus investigaciones sobre el leninism o y posleninis­
m o, ap a rte de su señalada adhesión al sovietism o.
Sus opiniones sobre el anarquism o, y el lugar que
ocu p a en el plano de su evolución ideológica, son
m uy in teresan tes. E n la m ism a correspondencia a su
am igo N iño N apolitano, afirm aba: «Los jóvenes se
sien ten m olestos en la estrechez dogm ática de nues­
tro m ovim iento. La an a rq u ía es u n a cosa m ás inte­
ligente y m ás seriam ente herm osa que la A rcadia a
lo (Jean) Grave, g ra ta a la m ayoría de los com pa­
ñeros.»
E xplicando su posición, y ah o ra en c a rta a Niño
C onvertí, afirm aba: «H asta hoy n u estro m ovim iento
es esen cialm en te u n m ovim iento ético-m ístico de la
élite y clasista en la m asa. Mi revisionism o es u n a
p eq u eñ a re fo rm a de m étodo, el cual, en sus líneas
fu n d am en tales, m e parece que debe ser confirm ado
p o r los hechos» (11).

(10) “L’Adunata dei Refrattari”, New York, 5 de junio de 1937,


pàgs. 6-7.
(11) “L’Adunata dei Refrattari”, carta citada up supra. Véase
en particular su participación en la encuesta de la “Revue Interna­
tionale Anarchiste”, Paris, n.° 3, 15 de enero de 1925, que orien­
taba Sebastián Faure (después incluido en Compiti nuovi dei movi­
mento anarchico, Vercelli, L’Impulso, 1955). Allí dice, por ejemplo:
“Nuestro movimiento, abandonado al revolucionarismo genérico y al
mito populista, ha caído en un doble error: el de un extremismo
verbal, demasiado continuo para ser eficaz, y para encontrar co­
rrespondencia con la situación, y el contar demasiado con la masa,
faltando así al deber de abrirle el camino con la audacia y el sacri­
ficio de la minoría revolucionaria.”
241
S iem p re en el terren o de las autodefiniciones, de
las cuales no fue avaro B erneri en su corresponden­
cia ta n su g erente com o variada, p o r 1929 le decía a
su am igo Luigi B attistelli, que «la generalidad de los
a n a rq u ista s son ateos, y yo soy agnóstico; son com u­
n istas y yo soy lib eralista (es decir, estoy p o r la libre
com petencia en m ateria de tra b a jo y com ercio
cooperativos y tra b a jo y com ercio individual) y son,
finalm ente, a n tiau to ritario s, de u n a m an e ra indivi­
du alista, cuando yo soy m eram en te autonom ista-
federalista» (12).
Releyendo a Cam illo B erneri se puede ap reciar
que no le co rresponde el reproche que a m enudo
se hace al an arq u ism o com o u n a teorización anacró­
nica, expresada en térm inos superados. E n definitiva
quienes así se expiden, juzgan sobre u n a pren sa de
p ro p ag an d a q ue no es siem pre de calidad irre p ro ch a­
ble y no tienen en cu en ta la existencia de los creado­
res in telectuales de p rim e ra fila com o Luigi F abbri,
R udolf R ocker, Max N ettlau, G ustav L andauer, Rafael
B a rre tt y el m ism o B erneri.
N u estro a u to r no se propone, o no p u d o hacer, un
tra b a jo sistem ático, y posiblem ente su p re m a tu ro
final le im pidió a b o rd a r u n a em p resa de largo alien­
to, p ero en su co rrien te ideológica, pocos au to re s en
la p rim e ra m itad del siglo xx, m u estra n sim ilar in­
q u ietu d , cu rio sid ad científica, y al tiem po au tén tica
vocación docente.
La nóm ina de sus tra b a jo s es variada, h a sta llegar
a ser d esco n certante. La m ayor p arte , o p o r lo m enos
la m ás sólida de su producción, co rresponde a
textos que son resu ltad o de u n a vivencia personal, y
que no solam ente recogen u n análisis crítico y fun-

(12) Este texto se cita en la obra de G. Salvemini, Donati e


Berneri, ob. cit., y la incluyen asimismo Franco Andreucci-Tommaso
Detti, Il movimento operaio italiano. Dizionario biográfico, Roma,
Editori Riuniti, 1975, t. I, p. 255 (A. Zambonelli).
242
dado de u n tem a, sino que reflejan en alguna m edida
u na experiencia vital (13).
Así sus textos sobre las relaciones del trab ajo in­
telectual y el m anual, valiosísimos —entre o tras ra­
zones— p o r h aber sido pensados p o r un profesor
universitario, a quien el exilio obligaba a tra b a ja r
como obrero de la construcción.
Más conocida es la serie sobre la lucha antifascis­
ta. El enemigo p o r excelencia de Camillo B erneri es
el régim en de M ussolini, que le condena a la cárcel,
le obliga a exiliarse de Italia, le persigue a través
de E uropa, y que posiblem ente será quien le lleve
a la m uerte en 1937.
Lo m ism o que los anteriores, hay otros tem as en
que se puede ra stre a r su preocupación a lo largo de
m uchos años. El proyecto im plícito parece ser siem­
pre ir reuniendo m ateriales, hacer ediciones parcia­
les (que adem ás eran útiles p ara las necesidades de
la pren sa de com bate político), y al tiem po p rep arar
una edición definitiva p ara una etapa posterior.
Así como p o r ejem plo sobre la sociología del tra ­
bajo, desde Operaiolatria (1929), escrita en Francia,
h asta E l trabajo atrayente (que se ed itará en Barce­
lona en 1937), e incluyendo trabajos como, II cristia­
nism o e il lavoro, que se editará postum am ente como
«un estudio inédito».
Sobre los tem as sexuales encuentra en España un
público, a través de la revista «Estudios», de Valen­
cia. Allí, desde 1932, tra ta de La Iglesia y la prosti­
tución y m ás tarde El desarrollo de la prostitución
y la crisis económica. La Guilda de Amigos del Libro
de Barcelona le publicará el libro E l incesto y la
eugenesia (¿Debe ser castigado el incesto?). Ya en
1926, y ahora en la m ism a Italia había publicado

(13) En la citada encuesta de “La Revue Internationale Anar-


chiste”. de París, dice: “Muchos compañeros caen en el error de
considerar el movimiento como una escuela de propaganda en que
se repiten los principios, y no como una oficina de investigación y
experiencia, vuelta a la vida, más vasta que la específica actividad
política... Es necesario que todos los compañeros consideren el pro­
pio trabajo como un fecundo campo de observación y de reflexión,
etcétera.
243
La gargonne e la m adre, que después, e n 1970, se h a
re e d ita d o com o L ’em ancipazione della donna. Con­
sid er azione d i un anarchico (14).
M ención especial, finalm ente, m erecen los tra b a jo s
ed itad o s so b re h isto ria del pen sam ien to social, p a ra
los q u e e sta b a p a rtic u la rm e n te p re p a ra d o p o r sus
estu d io s filosóficos e h istó rico s, de los que conocem os
Un federa lista ruso: Pietro K ro p o tk in (que apareció
en R om a en 1925), y Cario Cattaneo, federalista, que
a u n q u e a d e lan tad o en la p ren sa, recién se ed itó com o
lib ro en 1970.
D esperdigadas en las h o jas de la p re n sa o b re ra
y lib e rta ria hay m uchos textos so b re esto s tem as,
com o el inconcluso estu d io sobre C ario P isacane, que
p o r vez p rim e ra se publicó en B arcelona en «G uerra
di classe», o el que hizo en m em o ria de A ntonio
G ram sci, y fue leído p o r la ra d io de la CNT-FAI de
la ciu d ad ca talan a la noche del 3 de m ayo de 1937, es
decir, a pocas h o ra s de su m u erte , y q u e d em u e stra
su calid ad de diálogo y polém ica ideológica, com pa­
tib le con el re sp e to y la ad m iració n que le m erecía
la figura del in telectu al co m u n ista (15).
Se re c u e rd a siem p re a B ern eri com o el e d ito r en
1936-1937 de la b arcelo n esa «G uerra di classe», pero
n o siem p re se sabe lo que ese periódico significaba
e n la h is to ria del m ovim iento o b re ro italiano. Como
ó rg an o de la U nione S indícale Ita lia n a (anarco-sindi-

(14) Hay una traducción de Ildefonso, con el título Maldiciones


bíblicas. La libertad sexual de la mujer, que circula en el exilio
libertario de Francia. El tema religioso, como se ha visto, aparece
relacionado con la sociología del trabajo o con los temas sexuales.
Como es característico de un escritor latino, no falta incluso con
autonomía, como lo demuestra 11 pecato originale. Studio, que recién
conocemos en edición de Firenze, 1955.
(15) Obsérvese que no hemos agotado la nómina de las obras
editadas de C. B„ de las que no pueden olvidarse I problemi delle
produzioni comunista, Firenze, 1920; Le tre città, Firenze, s. f„ y
Morale e religione, Roma, s. f., firmadas con el seudónimo de Ca­
millo da Lodi.
La dimensión de Bemeri como lector humanista lo dan, por
otra parte, los textos sobre Carlyle, Victor Hugo, Dostoievski, Edi­
son, Zola, Tolstoi, Haeckel, Ardigó, Nietzsche, Lombroso y Wei-
nenger, que se reúnen pòstumamente con el título de Interpretazione
di contemporanei, Pistoia, 1972.
244
calista) apareció en los años 1915-1917 en Bologna,
contando ya con la colaboración de Camillo Berneri.
En el exilio reaparece en París, como órgano del
«Comitato d’Emigrazione dell'Unione Sindícale Ita­
liana a beneficio delle vittime politique» en 1927, y
después definitivamente como mensual de la USI (ad­
herida a la Asociación Internacional de los Trabaja­
dores, y por tanto equivalente de la española Con­
federación Nacional del Trabajo), se edita prim ero
en París y después en Bruselas entre 1929 y 1933. En
sus diecinueve núm eros —de la serie mensual— hay
de nuevo colaboraciones de Berneri (16), en la medi­
da que lo perm ite por entonces su azarosa vida de
perseguido —a instancias del gobierno fascista de Ro­
ma— por las policías de toda Europa occidental.
Será «el anarquista más expulsado de Europa».
Suiza le había negado la residencia, pero en 1930 en
Bélgica será detenido —acusado de preparar un aten­
tado contra el m inistro italiano fascista Rocco— y
después de varios meses de cárcel, expulsado a Ho­
landa, de donde se le devolverá clandestinam ente a
Bélgica. De nuevo arrestado se le envió a Luxembur-
go, donde vía de la cárcel, pasó a Francia. Allí, entre
febrero de 1931 y julio de 1936, estuvo de nuevo de­
tenido repetidas veces, condenado a la expulsión
definitiva, etc.
De todos estos avatares se ocupó extensamente
la prensa libertaria española, donde se hizo campaña
—como en otras partes del mundo— en defensa de
sus derechos personales y repudiando la persecución
m ussoliniana. En «La revista blanca» de los Urales,
por ejemplo, hemos encontrado sueltos, noticias, ex­
presiones de solidaridad con Berneri, que se inter-

(16) Allí aparecen las primeras versiones de obras como L ’ope-


raìolatria. La piccola proprietà rurale e gli anarchici, y textos sobre
P. Kropotkin, la cultura profesional, etc.
Una recensión completa de todos los aportes de Berneri a la
prensa libertaria en la erudita obra de Leonardo Bettini, Bibliogra­
fia dell'anarchismo, voi. I, tomos 1 y 2, dedicados a Periodici e numeri
unici anarchici in lingua italiana pubblicati in Italia (1872-1971) y
Periodici e numeri unici anarchici in lingua italiana pubblicati all’es­
tero (1872-1971), Firenze, 1972-1976.
245
ca lan con sus colaboraciones, q u e son re g u la res e n tre
1929 y 1934, lo q u e p e rm ite afirm ar que desde en to n ­
ces y a su n o m b re e ra b ien conocido en el am b ien te
lib e rta rio español.
E n ese p erío d o , a p a rte de la a n o ta d a colaboración
co n la p re n s a ita lia n a y esp añ o la lib e rta ria s, encon­
tra m o s su firm a, o su s seudónim os, en publicaciones
latin o am eric an a s («La P ro testa» , de B uenos Aires;
« S tu d i Sociale», d e M ontevideo), n o rte a m e ric a n a s
com o «L’A d u n ata dei R efrattari» , de N ew Y ork, y
F ran cia, B élgica y Suiza.
E n P arís e s tá in tere sad o en p re p a ra r u n a especie
d e « p ro g ram a p olítico de la revolución italiana», co­
m ú n a to d o el an tifascism o , y se vincula con «Gius­
tizia e L ibertà», sosten ien d o con el p ro fe so r C arlo
R osselli u n a im p o rta n te polém ica ideològica (17).
De los asu n to s españoles, B ern eri y sus c a m ara­
d as exiliados italian o s se ocu p an p ro lija m e n te desde
q u e se d e c la ra ra la R epública el 14 de ab ril de 1931,
p e ro ya an te s, y en el p rim e r n ú m ero de «G uerra
di classe» exiliada en 1927, apoyan a D u rru ti, Ascaso
y Jo ver, en to n ces p ro c esad o s en F rancia.
N o es ex tra ñ o que el 29 d e ju lio de 1936, ap en as
a once d ías de e sta lla d a la in su rre cció n n acionalista,
C am illo B e rn e ri ju n to con u n g ru p o de v o lu n tario s
italian o s se en c u e n tre n en te rrito rio español, adonde
e n tra n p re su m ib lem e n te p o r P uigcerdá, y fo rm an
u n a «legión» p a ra in c o rp o ra rse al fre n te d e Aragón,
ju n to a las co lu m n as del C om ité de M ilicias de B ar­
celona.
D esde G iusseppe G aribaldi los italian o s de izquier­
d a tien en u n a v e rd a d e ra trad ició n en m a te ria de «vo­
lu n tariad o » , y no es ex tra ñ o en tonces q u e fu e ra n los
p rim e ro s e x tra n je ro s en in c o rp o ra rse com o co m b a­
tie n te s a las filas de las m ilicias españolas. Allí h ab ía
ju n to con los an a rq u ista s, m iem b ro s d e los p a rtid o s

(17) Sus textos han sido recogidos en ob. cit. Scritti scelti di C.
B„ págs. 161-176. y en la misma antología, págs. 177-182, está la
polémica con Piero Gobetti, el líder liberal y director de “Rivolu­
zione liberale”, de Torino, en 1924.
246
republicano italiano, de Acción Republicana Socia­
lista, del partido Socialista maximalista y del grupo
«Giustizia e Libertà», que según dice Berneri «han
preferido —reconociendo el gran papel del anarquis­
mo español en la lucha contra el fascismo— la nues­
tra a las otras milicias».
Tienen unidos su bautism o de fuego en la batalla
de Monte Pelado, en las afueras de Huesca el 28 de
agosto de 1936, pero por diciembre la legión italiana
se reestructura en dos batallones, el «Mattsotti», que
dirigen los hermanos Rosselli y Luigi Battistelli y
por otra parte los anarquistas, que con otros volun­
tarios, forman el «Batallón Internacional», ambos
siem pre integrados en la Columna Ascaso.
Berneri participa personalm ente como miliciano
en los prim eros combates (a pesar de su sordera),
edita un boletín y es delegado responsable de la
legión —electo por sus integrantes— entre agosto y
diciembre de 1936 (18).
La actuación de Berneri en este terreno es un
antecedente valioso para explicarse su interpretación
de la guerra revolucionaria, y en particular de la
revolución española.
Había sido, junto con Fantozzi y Giusti, redactor
de las bases por las cuales el 5 de agosto de 1936
los anarquistas italianos no solamente se incorporan
orgánicamente a las milicias cenetistas, sino que

(18) Renzo Pacciardi, después ministro de la Guerra de la Re­


pública de Italia, en II Battaglioni Garibaldi, Volontari italiani nella
Spagna Republicana, Lugano, Capolago, 1938, decía de Camillo
Berneri que era “hombre al cual no se pueden negar ni honestidad
ni cultura, y un ardor apostólico e idealista verdaderamente suges­
tivos”.
El asesinato de Berneri “fue un golpe para la columna italiana
que inició el voluntariado en España, que no podrá más resurgir”.
A partir de mayo de 1937 los anarquistas italianos formaron el Ba­
tallón “Spartacus”. en la columna “Tierra y Libertad”: otros se
adhirieron al “Batallón Internacional" de la División Durruti, y otros
todavía adhiriéronse a la 25 División Ortiz, o participaron de la
Brigada Garibaldi (de Renzo Pacciardi). según Aldo Aguzzi, Gli
anarchici italiani in Spagna nei fatti del maggie 1937, pàgs. 5-6,
nùmero del 13 de agosto de 1937 de “L’Adunata dei Refrattari”,
New York.
247
«aceptan fratern alm en te» ju n to a ellos a los volun­
tarios de los o tro s c u a tro p artid o s an tifascistas re­
volucionarios itálicos.
S erá asim ism o —ah o ra con Carlo Rosselli por
«Giustizia e L iberta» y Angeloni por el P artid o Re­
p u blicano Italian o— , el «com pilador» del acta consti­
tu tiva de la colum na Italiana de Barcelona, de fecha
17 de agosto de 1936. Conocem os p o r sus ca rtas com o
delegado de la sección italiana (anarquista) en B ar­
celona a sus co m pañeros del fren te de Huesca, su
pen sam ien to político-m ilitar. E ntiende que no sola­
m ente se debe a c e p ta r en pie de igualdad y fra te r­
nidad a los dem ás grupos revolucionarios italianos
ju n to a la «sección italiana» anárquica, m anteniendo
la «colum na italiana» en el seno de la Colum na As-
caso, sino que este hecho es una su erte de g aran tía
an te el proceso de recuperación de las fuerzas c o n tra ­
rrev olucionarias en el cam po republicano (ascenso de
la G uardia Civil y de la G uardia de Asalto, co n stitu ­
ción de unidades m ilitares com unistas, form ación
de las B rigadas Internacionales, etc.). El éxito de
esta actitu d tal vez no hubiera sido posible de no
m ed iar perso n alidades com o Carlo Rosselli que, con
el títu lo «Un nuevo m undo», escribía: «He estado
75 días en el fren te y en las trin ch e ras con los an a r­
quistas. Los adm iro. Los an arq u istas catalanes son
una de las vanguardias heroicas de la revolución
occidental. E stá naciendo con ellos un nuevo m undo
y es herm oso servirle.»
C olabora después en el C onsejo de E conom ía de
la G eneralität, pero abandona tam bién esa tarea,
p a ra «co n cen trarm e en el tra b a jo cultural y de p ro ­
paganda» (enero de 1937), ahora en B arcelona. Desde
el 9 de o ctu b re había com enzado la edición de la
serie española de «G uerra di classe. O rgano della
USI-AIT», co laboraba en la «Casa M alatesta», que
los a n a rq u istas italianos in stalaro n en el local CNT-
FAI cen tral de B arcelona, y en las transm isiones
radiofónicas en lengua italian a p o r su em iso ra b a r­
celonesa.
Sus im presiones sobre la E spaña p o p u lar son en­
tu siastas, y pone en apoyarlas su gran capacidad de
248
trabajo. «Este período de mi vida —dice a su m ujer
en una carta— me ha hecho m ejor en todos los as­
pectos. A ti y a la revolución de España soy deudor
de reconocim iento, y por la España, como por ti,
estoy cierto que conseguiré pagar enteram ente mi
deuda» (19).
E ran los meses de euforia revolucionaria en que
avanzaba la experiencia de la revolución social es­
pañola, colectivizándose en Aragón, Levante, latifun­
dios; las grandes em presas industriales y com erciales
de Cataluña; y el poder sindical estaba respaldado
por el Comité de Milicias Antifascistas, que enviaba
colum nas para rescatar las Baleares, Aragón o de­
fender M adrid asediada. Hemos tratado del proceso
político general en nuestro libro La crisis española
del siglo xx, y no volveremos sobre el punto, pero
cabe recordar que el anarquism o ibérico se vio
enfrentado a un verdadero desafío como era el llevar
adelante la guerra antifascista, y al tiem po ser con­
secuente con las aspiraciones revolucionarias de las
masas.
En la práctica, B erneri abandona los cargos de
responsabilidad política y m ilitar (tam bién económi­
ca para la cual se considera incom petente), y se con­
vierte en el principal protagonista intelectual del vo­
luntariado italiano en España. «Me encuentro —dice
e n una carta— en la situación de estar en buenas
relaciones con personas que se detestan recíproca­
mente, porque no pido nada, no aspiro a ningún
grado y no com ploto contra ninguno. No me tienen

( 10) P. 240 del volumen Pensieri e Battaglia, Paris, Comitato


Cliinillo Berneri, 1938, prólogo de Emma Goldman, obra preparada
por los amigos del escritor italiano en su homenaje, y donde, aparte
do diversos textos que corresponden a diferentes etapas de su vida
forno publicista, se incluye una selección de su correspondencia, es-
Íirclulmente dirìgida a Giovanna Berneri y a sus hijas, que durante
N guerra española siguieron residiendo en Francia. Esta correspon­
dencia permite conocer las reflexiones del autor, a lo largo del
periodo julio de 1936-mayo de 1937, y sus opiniones sobre su misma
«dilación cotidiana.
249
niedo, n i hago som bra, y cuando hay algo que decir
o digo sin tem or» (20).
Su ac titu d con E spaña no es, com o sucede con
jtro s ex tran jero s de extracción ideológica extrem ista,
de rigidez de los principios y de crítica sistem ática
de las realizaciones a cargo de los revolucionarios
españoles. De acuerdo a su p ráctica de « p artir de
los hechos», observa, analiza y registra, y h asta ad­
m ite lo dispuesto p o r la m ilitancia de la Federación
A narquista Ib érica y la C onfederación N acional del
T rabajo. Nos parece típico este pasaje de su corres­
pondencia, aludiendo a sus p rim eras im presiones:
«Un curioso fenóm eno esta revolución. Es ciertam en­
te nuevo que los anarquistas sostengam os el Estado,
y que esto nos favorezca a los anarquistas. Los com ­
pañeros han ocupado la tierra, y en todas p artes está
la m ilicia antifascista, que cuenta 300.000 hom bres
arm ados, de los cuales p o r lo m enos u n sesenta por
ciento son de la CNT y de la FAI. La colum na nu estra
(italiana) se distingue, y eso tam bién aum enta nues­
tra popularidad, que en C ataluña es predom i­
nante» (21).
Su ac titu d p o r excelencia es la solidaridad, pues
sabiendo p o r experiencia su significación, la prodiga
en favor de E spaña. B asta leer su página M adrid la
sublim e, o la m enos conocida La masacre de los in­
telectuales.
«Quisiera ten e r —dice en ella B erneri— alguna
au to rid ad de renom bre cu ltu ral p a ra dirigirm e a los

(20) P. 261, Pensieri e Battaglia, ob. cit., que corresponde a


febrero de 1937.
(21) P. 235, ob. cit., Pensieri e Battaglia, correspondiente a agos­
to de 1936. Berneri siempre distinguió con precisión entre Estado
y Gobierno, y se debe recordar que la Confederación Nacional del
Trabajo (anarcosindicalista) participa de este último desde el 26 de
setiembre de 1936 en la Generalitat de Cataluña (tres consejeros-
ministros) y del central de Madrid desde el 4 de noviembre de 1936
(cuatro ministros), bajo la presidencia de Francisco Largo Caba­
llero. Esto implica que no es viable el Consejo Nacional de Defensa,
que propugnaba la CNT en vez del gobierno de Madrid y, por
otra parte, que se disuelva el Comité Central de Milicias Antifascistas,
con sede en Barcelona, controlado por la CNT-FAI.
250
intelectuales europeos y llam ar su atención sobre
uno de los tantos aspectos m onstruosos de la repre­
sión fascista en España: el sistem ático asesinato de
los intelectuales antifascistas declarados, y tam bién
de los que sim plem ente son sospechosos de ser anti­
fascistas. Los hechos son elocuentes, y constituyen de
por sí un cuadro pavoroso, que impone la rápida
intervención de todos aquellos que m erezcan ser con­
siderados intelectuales» (22).
De esa actitud de solidaridad pasa al repudio de
la no-intervención y al análisis de la participación
ítalo-alemana en la contienda. En ese terreno su
trabajo sistem ático sobre los archivos del Consulado
General Italiano de Barcelona para elaborar el libro
M ussolini a la conquista de las Baleares, seguramen­
te fue decisivo. También su participación en la pro­
paganda radiofónica dirigida a los soldados italianos
de los cuerpos expedicionarios, enviados por Roma
a los frentes de batalla.
O tra form a de su colaboración con la revolución
española, y no de las menos im portantes, es plantear
los aspectos teóricos y doctrinarios del tem a del po­
der en una etapa revolucionaria. Había un conjunto
de aportes novedosos, resultando ante todo de la
renovación surgida con el leninismo, sobre proble­
mas como el poder, las clases sociales y la revolución
socialista, que los acontecim ientos españoles de la
zona republicana entre julio de 1936 y mayo de 1937
hacían actualísimos, y dignos de ser discutidos pú­
blicamente.
A esa preocupación responden sus cuatro artícu­
los en «Guerra di classe», intitulados El marxismo
y la abolición del Estado (n.° 1 del 9 de octubre de
1936), E l Estado y las clases (n.° 2 del 17 de octubre
de 1936), Abolición y extinción del Estado (n.° 3 del
24 de octubre de 1936) y La dictadura del proletaria­
do y el socialismo de Estado (n.° 4 del 5 de noviem­
bre de 1936), que no son debidam ente conocidos,

(22) “Guerra di classe”, n.° 4, Barcelona, 5 de noviembre de


1936.
251
porque en las selecciones de B em eri que circulan
ao h an rep arad o los antologistas en su m arcada
relación con el m om ento español.
E n tretan to , B erneri analiza «los hechos, p a rte de
los hechos» cotidianos de la revolución y de la gue­
rra, y va llegando a una serie de conclusiones sobre
el proceso a que asiste, y del que en cierta m edida
p articip a, lo que le lleva a la p arte m ás fam osa de
sus textos en «Guerra di classe». La serie de artículos
en que expone sus opiniones —que dada la coyuntu­
ra histórica, interesan a todos los responsables an ti­
fascistas, incluso m ás allá de los grupos de extrem a
izquierda— es la m ejor conocida de su produc­
ción (23).
Hagam os algunas precisiones sobre tres aspectos
de la actuación de B erneri com o publicista en E spa­
ña, que estando estrecham ente unidos, m erecen se­
p ararse p ara su m ejor conocim iento.
En p rim er lugar com o analista del fascism o
internacional, y en especial de su versión italiana,
que da a conocer a los lectores españoles y colabo­
ra eficazmente en concientizar a los cuadros obreros
y revolucionarios sobre su peligrosidad.
E n segundo lugar su trab a jo com o investigador
de los planes de expansión de M ussolini, a costa del
te rrito rio español de las islas Baleares, que le lleva
a analizar la problem ática de las relaciones in tern a­
cionales de España.
Finalm ente sus ideas sobre el proceso revolucio­
n ario español, y su entrelazam iento con la guerra
civil de los años 1936-1939.

(23) En total son nueve textos: Levando anclas (ti." 1), ¿Qué
hacer? (n.° 3), Curva peligrosa. ¡Atención! (n.° 4), La guerra y la
revolución (n.° 6), La tercera etapa (n.° 7), Carta abierta a la com­
pañera Federica Montseny (n.° 12), Guerra y revolución (n.° 13)
y La contrarrevolución en marcha (n.° 15), entre el 9 de octubre de
1936 y el 5 de mayo de 1937. También hay que tener en cuenta la
entrevista de “Spain and the world”, que se traduce en el n.° 9
de la publicación de Berneri, y Defensa del P.O.U.M., que edita
“L’Adunata dei Refrattari”, New York, en el número del 1 de mayo
de 1937.
252
H asta 1939, B erneri fue m ás editado en español
que en italiano, y esto es especialm ente cierto para
sus trabajos sobre el fascismo mussoliniano.
Ya en Francia se había prodigado en obras como
Lo spionaggio fascista all’estero (Marsella, s. f.), Mus-
solini normalizzatore (París, 1927), ya aludido, Le
ju if anti-semite (París, s. f.), etc.
Pero será en español en que se difundirán de una
m anera muy am plia sus textos en «La revista blanca»
de Barcelona en 1931-1932 (24); en Valencia, donde
se edita Mussolini, gran actor (1934) y en Buenos
Aires, el excelente opúsculo El delirio racista (1935),
en que adelanta tem as m ás tarde famosos en estos
problem as.
Recién en 1966, a cargo de Pier Cario Masini, se
publica en italiano un volumen de 118 páginas inti­
tulado Mussolini, psicología di un dittatore, que se­
gún su editor es traducción de un m anuscrito en
francés de 71 páginas, escrito en 1932. Esta obra me­
rece que su prologuista afirme: Berneri «tiene un
puesto entre los grandes italianos de nuestro tiempo,
al lado de Cantillo Pram polini y de Gaetano Salvemi-
ni, de E rrico M alatesta, que fueron sus m aestros y
al lado de Piero Gobetti y de los herm anos Rosselli
que fueron sus interlocutores en el debate político
y com pañeros de la lucha antifascista» (25).
La obra de Berneri enfrentando al fascismo cubre
un total de quince años (1922 a 1937), y el volumen
de P. C. Masini, lo mismo que los textos en francés

(24) El primero está publicado en las págs. 133-136, del n° 203,


del 1 de noviembre de 1931, y el segundo en las págs. 517-519,
del n.° 209, del 1 de febrero de 1932.
(25) P. 7, Introducción. En verdad el volumen incluye, junto
al manuscrito francés, tres textos independientes: El fascismo, la
masa y los jefes (1923), Consideraciones inactuales (1925) y De la
demagogia oratoria (1934). Los dos primeros publicados todavía
en Italia, en la resistencia clandestina antifascista, y el último en el
exilio.
Hay que recordar su obra La massoneria e il fascismo, in­
cluida en Contro gli intrighi massonici nel campo rivoluzionario,
págs. 3-12, que por primera vez en 1939 publicó “L’Adunata dei
Refrattari”, de New York, y textos aislados incluidos en la ob. cit.
Pensieri e Battaglia.

253
y español q u e citam os, no son sino u n a fracción de
sus escrito s, q ue m erecerían re ed itarse.
El m ás extenso de sus libros sobre estos proble­
m as se escribió en B arcelona, y vincula d irectam en te
el fascism o italian o con la g u erra civil española.
M ussolini a la conquista de las Baleares —com o
dice su m ism o a u to r—, m ás que u n libro es u n
dossier. «Con u n poco de habilidad perio d ística —pro­
sigue B ern eri— h u b iera podido h acer de m i libro-
d o ssier u n panfleto de v erd ad ero escándalo.» El a u to r
se h a aten id o en cam bio, con fidelidad, a u n co n ju n to
de d o cum entos inéditos, que en su casi to talid ad
h an sido exhum ados del C onsulado G eneral de Italia
en B arcelona. No es casual que B erneri, invoque a
su m ae stro en H istoria, el p ro feso r G aetano Salve-
m ini, p a ra a c e p ta r que no h a sido im parcial, pues
«la im p arcialid ad es u n sueño, m ien tras que la hon­
rad ez es u n deber».
E sta es la o b ra que B erneri escribía a la h o ra de
su m u erte, y de que da cu en ta a su h ija M aría-Luisa,
en c a rta del 4 de m ayo de 1937, cuando dice: «Estoy
exasperado p o r la indiferencia europea p o r las cosas
de E spaña, y tem o ta n to com o a F ranco a u n a in­
tervención anglo-francesa, que con el p re te x to de
aco m o d ar las cosas, se quede con el bocado del león.
C uanto m ás estu dio el m aterial diplom ático-consular
que tengo e n tre m anos, m ás estoy convencido que
los in tereses im p erialistas-plutocráticos de Alem ania
e Ita lia eran y son m enores que los p ropios intereses
de F ran cia e In g laterra. La d iferencia es de estilo.
E s la diferen cia e n tre u n im perialism o h am b rie n to
y u n im p erialism o saciado» (26).
A unque es posible que la o b ra no quedó com ­
p leta, y q u e B erneri debió am p liar la ú ltim a p a rte ,
cronológicam ente p o ste rio r al 18 de julio de 1936, en
definitiva es u n tra b a jo histórico, dedicado a la situ a­
ción de las B aleares, tal com o se m anifiesta después
del entro n izam iento del fascism o, docum entando «la

(26) P. 277, Pensieri e Battaglia, ob. cit., donde tal vez por error
se dice 4 de mayo en vez de 1 ó 2 del mismo mes.
254
m egalom anía del d ictador italiano» ya desde 1924,
in serta en la política del «Mare N ostrum ». Con la
com plicidad de la D ictadura p rim orriverista, en es­
pecial M allorca, desde aquella fecha fue estudiada y
considerada en sus ventajas políticas y m ilitares para
los proyectos de expansión totalitaria, incluso con la
intervención personal del m inistro Césare Balbo y
de los hijos del m ism o Duce.
Diego Abad de Santillán, prologando el volum en,
dice m uy co rrectam ente que: «En E spaña vivíam os
un poco de espaldas a la realidad fascista, y no sos­
pechábam os que éram os un objetivo acariciado p o r
los m odernos dictadores de la posguerra» (27).
La p reparación de esta o b ra explica m uchos de
los aciertos que tiene B erneri en estos m eses p ara
juzgar la política exterior en torno a la E spaña re­
volucionaria, aunque el m ism o au to r se consideraba
com o «deportado», o alejado de tareas editoriales
m ás urgentes.
«No veo la h o ra —escribe en m arzo del 37 a su
fam ilia— de term in ar este trab a jo sobre las Balea­
res. ¡Qué esfuerzo ocuparm e de éste con el corazón
en vilo, p a ra p oder iniciar una serie de artículos
sobre la situación de aquí, que am enaza ser estro ­
p ead a p o r los m oscovitas!» (28).
Dice N oam Chom sky —en la o b ra aludida up
su p ra— que: «Con la perspectiva dada p o r el tiem ­
po, las ideas de B erneri (sobre la g u erra civil) p are­
cen com pletam ente razonables... num erosos com en­
tad o res h an subestim ado gravem ente la im portancia
del facto r político, la fuerza potencial de una lucha
p o p u lar p o r la defensa de las realizaciones de la Re­
volución... Parece que una guerra revolucionaria, co­
m o la preconizada p o r B erneri, hu b iera tenido posi­
bilidades de éxito.»
Chom sky tiene en cuenta, especialm ente, la tan tas
veces citad a Carta abierta a la com pañera Federica

(27) P. 5, pròlogo de Mussolini a la conquista de las Baleares,


Barcelona, Tierra y Libertad, 1937.
(28) Pensieri e Battaglia, ob. cit., p. 264.
255
M o n tsen y, p e ro ex am inando el co n ju n to de los textos
b e rn e ria n o s se a p re c ia q u e su a p o rte c o n c ep tu al es
to d av ía m ás am p lio y su g eren te.
S in án im o de h ac er en este lugar u n exam en ex­
h au stiv o , d igam os q u e las ideas p rin cip a le s de Ber-
n e ri so b re la g u e rra civil esp añ o la son las siguientes:
1) No se tr a t a d e u n a g u e rra civil nacional, sino
de u n a g u e rra civil in tern a cio n al, y p o r ta n to son
decisivos los fa c to re s ex terio res y la p o lític a in te r­
n acional. E n ese co n tex to se in scrib en : la in depen­
d en cia de M arru ecos, la ex h o rtació n al m u n d o islá­
m ico a la re v u elta, la lucha a b ie rta c o n tra P o rtu g al, la
ex p u lsió n d e los sú b d ito s alem anes e italian o s, y a n te
to d o la convicción de que u n a in terv en ció n a rm a d a
de F ran cia, In g la te rra y R usia, au n q u e p u d ie ra ase­
g u ra r la d e rro ta del fra n q u ism o (y su s aliad o s nazi-
fascistas) ta m b ién im p licaría el fin de la revolución
social esp añ o la, p o rq u e esos países d ep e n d en de
o lig arq u ías financieras o de u n a b u ro c ra c ia c o n tra rre ­
v o lucionaria.
2) La g u e rra civil esp añ o la es u n caso de g u e rra
de clases, y en ese contexto, del m ism o m odo q u e la
b u rg u e sía clerical-m ilitar-fascista e stá re p re se n ta d a
en B urgos, d e n tro de la E sp añ a re p u b lic an a hay q u e
d istin g u ir e n tre la lu ch a del p ro le ta ria d o (que enca­
b ezan la CNT-FAI y la élite rev o lu cio n aria del PSOE
y del POUM) y la p eq u e ñ a b u rg u e sía c o n tra rre v o lu ­
cio n aria, a u n q u e an tifa scista , ag ru p ad a en la social-
d em o cracia, el PC y los p a rtid o s re p u b lic an o s y re-
gionalistas.
3) P o r consecuencia socialista, y p a ra a se g u ra r la
v icto ria, es n ecesario colectivizar la g ra n d e y m edia­
n a in d u s tria , p e ro re sp e ta n d o la p eq u e ñ a in d u stria
p riv ad a , aseg u ran d o así la alianza con los sinceros
an tifa sc ista s. Lo m ism o en la ag ric u ltu ra.
4) No se p u ed e se p a ra r la cau sa de la g u e rra
a n tifa sc ista de la revolución social. «La ú n ica a lte r­
n a tiv a es ésta: la v icto ria c o n tra F ran co p o r m edio
d e la g u e rra rev o lu cio n aria o la d erro ta.» H ay q u e
re c o b ra r el e s p íritu d el 18 d e ju lio , d e p a rtic ip a c ió n
256
popular en defensa de las conquistas sociales revo­
lucionarias.
5) Como consecuencia, en abril de 1937 es con­
trario a la participación confederal en el gobierno
(aunque adm ite un Comité Nacional de Defensa y el
apoyo al Estado). Reclama que la guerra sea llevada
en form a revolucionaria, y hasta que los com ités de
la CNT co rrijan su paternalism o, y consulten a las
m asas como corresponde.
Tal vez todo esto se podría resum ir en una frase
de E rrico M alatesta, el m ás im portante de los m aes­
tro s del propio Berneri en anarquism o, y que figura
en la cabecera de la edición barcelonesa de «Guerra
di classe»: «Para defender y salvar la revolución no
hay m ás que un medio: im pulsar m ás a fondo la
revolución.»
Dentro del juego de corrientes interpretativas que
presenta el m ovimiento confederal y faísta (y por
extensión el internacional afiliado a la AIT) en estos
tiem pos de la guerra civil española, Camillo B erneri
ten d rá el apoyo de la m inoría opuesta al ingreso de
la CNT en el gobierno, en que se destacan Severino
Campos, y José Peirats, y que desde mayo de 1937
recluta a Diego Abad de Santillán, que lo mismo que
Campos será colaborador de «Guerra di classe», y
editor y prologuista de su obra postum a M ussolini
a la conquista de las Baleares.
Luce Fabbri ha observado líricam ente, algo digno
de citarse. «Me parece —dice— que sobre el terre­
no de esta firm eza ilustrada y prudente, la figura pá­
lida del filósofo revolucionario y conspirador, se reen­
cu entra con el rostro bronceado del magnífico gue­
rrillero caído sobre el frente de Madrid», y aunque
aparentem ente insólito, el paralelo con D urruti, por
diversas razones m erece considerarse (29).
La m uerte trágica de B erneri hizo crecer el inte­
rés p o r su pensam iento, y a lo largo del año 1937 se
reeditan m uchos de sus escritos, no sólo en España,
sino en la prensa libertaria internacional.

(29) En el prólogo de la primera edición francesa, Guerre de


classes en Espagne, ob. cit., págs. 7-8.
257
C uando B em eri se dirige a Federica M ontseny, en
verd ad no es exacto que lo haga p o r «un im pulso
instintivo», sino que le guía el justificado cálculo de
que es, en tre las figuras lib ertarias m inisteriales, la
m ás sensible a su argum entación, com o lo p ro b a rá
su p o sterio r evolución. La edición española de la
selección de artículos de «G uerra di classe», se h ará
p o r el m ovim iento lib ertario español del exilio, en
F rancia, apenas term in ad a la gran g u erra m undial, y
de nuevo será un elem ento de crítica y reflexión (30).
F u era de los tem as españoles, los textos de B eneri
han conocido en Italia, con la restauración dem ocrá­
tica, u n a considerable difusión, favorecida al com ien­
zo p o r la rev ista «Volontà», y anim ada p o r el Archivo
B erneri, a cargo de Aurelio Chessa.
E n Francia, donde lo ortodoxia lib ertaria contaba
con u n exponente ta n conocido com o S ebastián F aure
en en ju iciar el «gubernam entalism o» de la CNT, la
figura de B ern eri —y m ás aú n después de su asesi­
nato— te n d rá especial resonancia, com o lo prueba
la edición en su m em oria de Pensieri e Battaglia
(1938), que p ro logará E m m a Goldm an.
Cam illo B erneri es uno de los quinientos y tantos
m u ertos, que son el saldo de los «sucesos» de m ayo
de 1937 en B arcelona, pero no en com bate, sino ase­
sinado p rem ed itadam ente, en condiciones que pue­
den re p u ta rse de m isteriosas (31).
(30) El folleto se intitula Entre la revolución y las trincheras.
1936-1937. Barcelona. “G uerre d i classe", s. 1., Tierra y Libertad,
1946, a cargo de Ildefonso (González), que traduce el texto de la
versión francesa de Andró Proudhemaux, que tuviera en francés
—de acuerdo con nuestras noticias— un total de tres ediciones en
1938, y siempre en París. Actualmente circula el reprint fac-sim ile de
1936-1937. Barcelona, “G uerre di classe”, s. 1., Tierra y Libertad,
Feltrinelli, Milano, y la edición de un volumen mayor, a cargo de
Frantz Mintz, en París, Guerre de classes en Espagne et textes líber-
taires, París, Spartacus, 1977,
(31) Entre mayo y julio de 1937 hay cierta confusión sobre ese
punto en el ambiente del exilio antifascista italiano, como lo de­
muestran publicaciones contradictorias de “II grido dei Popolo”
(comunista) y de “Nuova Avanti” (socialista), dirigido por Pietro
Nenni, que defiende su memoria contra la versión del PCI. Tam­
bién lo hará Angelo Tasca, después senador comunista, en el pro­
ceso de rectificación a que aludimos. Véase el cap. XII de nuestro
libro por más detalles.
2 58
Lo que sí sabemos es que Camillo B em eri, que
no participó de los hechos de mayo, y que en los
días inm ediatam ente anteriores había escrito un tex­
to E n defensa del POEM y difundido por la radio
CNT-FAI, o tro en m em oria de la m uerte de An­
tonio Gram sci (lo que alcanza para m edir su actitud),
fue sacado de su domicilio en un piso de Plaza del
Angel, n.° 2, junto con su com pañero Francesco
B arbieri por una patrulla de la Unión General de
T rabajadores (que tenía su sede en la misma plaza),
dirigida por un policía civil de la Generalität (que se
identificó con la placa n.° 1.109). Eso sucedió la noche
del 5 al 6 de mayo, y al día siguiente aparecieron
asesinados con tiros en la espalda, el prim ero en la
Plaza de la Generalität y el segundo en las Ram­
blas.
El m anifiesto oficial del Comité Nacional de la
Confederación Nacional del Trabajo sobre los suce­
sos de mayo considera responsables a los catalanis­
tas. «Eran éstos el ala extrem ista de E stat Catalä de
m entalidad fascista» (32).
El proceso del POUM, la desaparición de Andrés
Nin, y el asesinato de muchos m ilitantes antifascistas
extranjeros (no com unistas ortodoxos), que se pro­
duce desde el mismo m es de mayo en Barcelona y en
o tras ciudades, responsabilizan asim ism o al Partido
Socialista Unificado de Cataluña, acorde con la línea
trazada por el stalinism o desde la Unión Soviética.
Las num erosas revelaciones posteriores de individuos
de los «servicios especiales» rusos, que pasan al
bando occidental, y h asta las «confesiones» de altos
líderes com unistas españoles, que igualm ente deser­
tan del PCE, explican que en su obra de 1951 José
Peirats sintetice el conflicto de mayo en las siguien­
tes palabras: «(había) dos bandos. De una parte la
fuerza pública... y los partidos PSUC y E stat Catalä
(com unistas y separatistas) y de otra p arte las fuer-

(32) Págs. 214 a 218, La CNT en la revolución española, Tou­


louse, CNT, 1951, t. II.
259
zas p o p u la re s fo rm a d a s p o r los a n a rq u ista s, el POUM
y las p a tru lla s d e co n tro l» (33).
La p re n s a a n a rq u ista , fá cilm e n te p ro cliv e al a n ti­
co m u n ism o , em p ezan d o p o r «L’A du n ata dei R e fra t­
tari» , y a a fines de m ayo de 1937 com ienza a c ita r
a B e rn e ri com o v íctim a del com unism o.
C ab ría la h ip ó te sis d e q u e C am illo B ern e ri fu e ra
ase sin a d o p o r q u in ta c o lu m n ista s fra n q u is ta s a las
ó rd e n e s de los servicios de la OVRA m u sso lin ian a.
E l m ism o d ic ta d o r italia n o q u e hizo a se sin a r a Giá-
com o M atte o tti, q u e d ejó m o rir a A ntonio G ram sci,
h a b ía h ech o e je c u ta r al p rim e r d ire c to r d e « G u erra
d i classe» M ichele S c iu rru e n 1931, c u a n d o se p u ­
b lic a b a en P arís, y po cas sem an as d esp u é s d e la
d e sa p a ric ió n d e B e rn e ri son asesin ad o s e n el su r
d e F ra n c ia su s am igos, los líd ere s del m ovim iento
« G iustizia e L ib ertà» C arlo y N ello R osselli. E n New
Y o rk to d av ía e n 1943 s e rá ase sin a d o p o r la m afia,
sirv ien d o a la d ic ta d u ra ro m an a , el ta m b ié n a n a r­
q u is ta C ario T resca.
C om o d iría el m ism o B e rn e ri en e s ta m a te ria ,
co m o en o tra s , se ría n ec esario p a r tir d e los hechos,
p e ro to d av ía n o se p u e d e n c o n su lta r los archivos
del M in isterio d e la G u e rra italian o , y m en o s los de
o rig en fra n q u is ta .
E s c rib ie n d o a su esp o sa, en fe b re ro de 1937, Be-
n e ri d ice tex tu a lm e n te : «U na co sa te h a r á so n re ír:

(33) Ob. cit., p. 192. Es de hacer notar que los autores comu­
nistas que han públicamente rectificado en España opiniones calum­
niosas, vertidas en su momento contra dirigentes políticos o intelec­
tuales antifascistas contrarios a sus ideas, v. g., sobre Andrés Nin,
a cargo de Santiago Carrillo, o sobre George Orwell por Teresa
Pamies (Romanticismo militante, Barcelona, 1976, págs. 89-104),
según nuestras noticias no han considerado el caso Berneri. No es
ésa la situación en Italia, donde la administración comunista de la
ciudad de Bologna concedió, como héroe antifascista, la medalla de
honor postuma a Cantillo Berneri, y son numerosas las expresiones
recientes de reverencia con su memoria. La editorial comunista Edi-
tori Riuniti, publica destacadamente en L ’antifascismo italiano, Roma,
1973, t. II, elogiosas referencias a C.B., en págs. 32, 175, 383, 837,
839 y 876. Esta última con un texto de Umberto Calosso sobre la
batalla de los voluntarios italianos en el frente de Huesca el 28 de
agosto de 1936, en que combatiera personalmente nuestro personaje.
Véase Addenda, cap. X III de este libro.
260
he leído hoy u n a circu lar reservada de M ussolini en
la cual se m e señala a la au to rid ad consular (se re­
fiere al Consolato G enerale de B arcelona. N. del A.)
com o dirigente del terro rism o antifascista en Italia.
Es asu n to viejo, p ero explica el encarnizam iento
que, p o r m uchos años, h an tenido conmigo. No sea­
m os pesim istas, m i querida. C ualquier cosa que so­
brevenga, tendrem os la satisfacción de h acer alguna
cosa enorm e que d ará frutos» (34).
P or lo m enos, según los servicios secretos m usso-
linianos, B ern eri ten d ría u n nuevo aspecto en su
p ersonalidad, la de u n hom bre de acción, figura cen­
tra l del contraespionaje antifascista, e incluso «aten-
ta to ri pericoloso» (peligroso terro rista), al p u n to de
que se le responsabiliza de intentos de m agnicidio
c o n tra el pro p io M ussolini (35).
P o r su personalidad, y su obra, Cam illo B erneri
h a quedado p a ra la h isto ria social italiana com o u n
p ro to tip o de «intelectual-m ilitante», o con m ás p re ­
cisión «el intelectual a n a rq u ista com o intelectual re­
volucionario» (36), p ero al tiem po uno de los grandes
p ro tag o n istas —y esto lo aceptan sin discusión todos
los p artid o s y tendencias— en las grandes luchas
c o n tra el fascism o m ussoliniano, no m enos grande
ni m enos im p o rtan te que Antonio G ram sci, E rrico

(34) P. 258, ed. cit., Pensieri e Battaglia. ¿A qué se refiere


como “la cosa enorme que dará frutos”? Max Sartin, ob. cit., p. 11,
dice que Berneri “vigilaba la actividad clandestina de los espías
fascistas y de la quinta columna en general” (sic). Como resulta de
sus mismas declaraciones en “Spain and the world”, servía en la
Consejería de Defensa, y había rechazado formar parte de la Con­
sejería de Economía de Cataluña.
(35) Debemos esta información al profesor Pier Carlo Masini,
resultado de sus investigaciones en el Archivio Centrale dello Stato,
examinando la papelería del Ministero dell’Interno, Casellario Politico
Centrale. De esa investigación resultan los nombres de los espías
a sueldo que rodeaban a Berneri, algunos de ellos amigos de su in­
fancia, y todos autoidentificados como apasionados antifascistas...
(36) La primera expresión la usa Enzo Santarelli, Il socialism o
anarchico in Italia, Milano, Feltrinelli, 1973, p. 196, y la segunda
cita es el mismo título del ensayo de Camillo Levi, C am illo Berneri,
l’intelettuale com e m ilitante rivoluzionario, “Rivista Anarchica”, Mi­
lano, n.° 16, 1972.
261
M alatesta, C ario y Nello R osselli, G aetano Salvem ini,
P iero G obetti o Giácom o M atteotti.
Y sin em bargo, no es m enos im p o rtan te, ate n to
al tex to que p recede —y en especial a la rele ctu ra
de sus o b ra s alusivas— su papel en el seno de la re­
volución esp añ o la de 1936-1939, a cuyo servicio con­
trib u y ó con sus talentos, sus acciones, y finalm ente
co n su m ism a vida.
E n la m ed id a que la g u erra civil española de los
añ os tre in ta , y el proceso fascista italiano, son hechos
p rin cip ales de la h isto ria social contem p o rán ea se
ju stifica, y se explica, que Chom sky diga que las
ideas de B ern eri son de u tilid ad p a ra co m p ren d er
«los pro b lem as de la g u e rra revolucionaria en ge­
neral».

ADDENDA

Carlos M. Rama contesta


a Frantz Mintz ( * )

La obra inmensa, y casi siempre valiosa, de Camillo


Berneri ha incitado por fundadas razones, al esfuerzo
antològico por lo menos en italiano, francés y castellano.
La prim era de esas antologías, y seguramente la más
original, es la que hizo la misma Giovanna Berneri en
París en 1938, bajo el título de Pensieri e Battaglia. Diego
Abad de Santillán, editó después en Barcelona en enero
de 1939, con el título de Ensayos un volumen, desdi­
chadamente perdido porque días más tarde entraban
en la ciudad las fuerzas franquistas. La tercera, y que
ha renovado muchos aspectos por su labor de investi­
gación, es la firmada por Pier Carlo Masini y Alberto
Sorti, Scritti scelti, segunda que se hace en italiano, y
prim era im presa en Italia (1964).

(*) Texto publicado en “Solidaridad Obrera”, Barcelona, 12 de


junio de 1978.
262
La cuarta antología es la que ha tenido la buena
idea de poner en circulación en francés Frantz Mintz,
ampliando el folleto de René Lefeuvre de 1937 (que in­
cluía sólo algunos textos sobre España seleccionados
del periódico «Guerra di classe»). Para ello agrega nueve
breves fragmentos de Berneri (artículos y cartas), y an­
tecede el opúsculo con unas 450 líneas de su autoría,
siempre en el formato de los «cahiers mensuels» de
«Spartacus» de París, donde —como es notorio— se han
difundido tantos e interesantes textos marxistas.
Nos parece muy bien, y en su momento le hemos
escrito a Mintz para felicitarle de ese esfuerzo modesto,
pero loable, de difundir un poquillo más sobre Berneri.
Pero lo que no comprendemos es por qué simula creer
Mintz que ese hecho lo autoriza a pontificar sobre Ca-
millo Berneri y atacarnos en el n.° 19 de «Solidaridad
Obrera», por haber hecho la posterior edición crítica de
textos intitulada Guerra de clases en España, 1936-1937
(Barcelona, Tusquets, 1977, 279 págs.). En nuestro ensayo
introductorio Camillo Berneri y la Revolución Española
(que antecede), y nos remitimos a los lectores de buena
fe, nunca pusimos en duda el valor y la originalidad de
Berneri cuando actuaba en el anarquismo, e incluso en
la socialdemocracia italianos. Creemos sí —y en eso
coincidimos con todos los berneristas conocidos— que
fue en España y en contacto con la guerra civil, que
C. B. dio lo mejor y más original de sí mismo. Por otra
parte es natural que los lectores españoles se interesen
—en prim er lugar— por lo que Berneri publicó en la
misma España, y por su intervención en los asuntos
españoles, y eso explica y justifica la edición de Tus­
quets.
El periodista le hace decir a Mintz cosas disparata­
das, como que existe el «tópico según el cual C. B. es
tan sólo un profesor estudioso a propósito de los pro­
blemas de la guerra de España, m ártir digamos ocasional
de las jornadas de mayo en Barcelona» (sic).
La palabra tópico quiere decir «lugar común». ¿Insi­
núa el articulista, o el señor Mintz, que Giovanna Berneri,
Diego Abad de Santillán, Pier Cario Masini-Alberto Sorti
y Carlos M. Rama participan en semejante «lugar co­
mún»?
Mintz, en el reportaje termina aconsejando magis­
tralm ente a los españoles para que eviten «la frialdad
e inexactitudes de traducción de la antología de Rama»
(sic). Aunque las relaciones de Mintz con la investigación
son desconocidas, seguramente no ignora que cuando
en público se habla de «inexactitudes» de otros tiene la
263
obligación de precisarlas y detallarlas, pues de lo con­
trario es una mera hablilla. En cuanto a «frialdades»,
¿qué quiere decir exactamente? ¿Quién posee ese mila­
groso «termómetro» que permite calificar nuestras tra­
ducciones de frías y las suyas de calientes?
De todas maneras hay que agradecer que, gracias a
Mintz, «Solidaridad Obrera» de Barcelona, que hasta la
fecha había ignorado la primera edición en España de
una antología de Berneri, después de estar ausente de las
librerías españolas durante treinta y ocho años, se digne
no digamos comentar, pero por lo menos citarla por
boca ajena.

264
XII

CAMILLO BERNERI,
INTERPRETE DE ESPAÑA (*)

Hemos dicho que «Siendo tantas e im portantes


las personalidades del panoram a internacional atraí­
das p o r la guerra civil española, pocas se pueden
parangonar en grandeza m oral e intelectual al italia­
no Camillo B erneri (1897-1937), y en especial si pen­
sam os que se cuenta entre aquellos que dieron su
vida ju n to al pueblo de España» (1).
Sin embargo, p ara m uchos españoles es necesario
em pezar p o r contestar a la pregunta ¿quién era
Camillo B erneri?
Siendo un personaje de la talla de sus com pa­
trio tas Antonio Gramsci, Palm iro Togliatti, Cario y
Nello Rosselli, Gaetano Salvemini, Piero Gobetti,
Pietro Neni, Randolfo Pacciardi, con los cuales
com partió un lugar destacado en la lucha antifascista
co n tra el dictador Benito Mussolini, y habiendo
—como varios de los citados— participado en la gue­
rra civil española de 1936-1939, no es tan conocido
en E spaña como algunos de los nom brados, posible­
m ente p o r actu ar en un m ovimiento m inoritario
como es el libertario.

(*) Este texto se publicó por primera vez —con el título C. B.


intelectual anarquista— en la revista "El viejo topo”, Barcelona,
n.° 20, mayo 1978, págs. 59-61.
(1) De nuestro ensayo Camillo Berneri en la Revolución espa­
ñola, cap. XI de esta obra, al que nos remitimos.
265
Fue, sin em bargo —dentro de la cultura italiana—,
u n dilectísim o discípulo de Salvemini, un contem po­
ráneo y polem ista intelectual de estim a de Gramsci,
Togliatti, los Rosselli y G obetti, y actuó en el bando
republicano español ju n to a Pietro Neni, Randolfo
Pacciardi, los Rosselli y Togliatti, entonces «Ercoli»,
en su calidad de secretario de la Internacional Comu­
n ista y secretario general del P artido C om unista
Italiano.
No se ha hecho, com o corresponde, la historia del
ap o rte de los italianos antifascistas a la causa de la
E spaña po p u lar du ran te la guerra civil, pero de lo
que no cabe duda es que aquellos tiem pos fueron
decisivos p ara fo rja r el núcleo que reconstruirá Ita­
lia, y que en esa corriente la presencia de Camillo
B em eri es m uy im portante.

Camillo Bemeri, un intelectual anarquista


B em eri, que se había iniciado en las ideas socia­
les al ingresar al P artido Socialista Italiano en 1912,
que había iniciado su labor com o publicista cuando
apenas tenía 17 años, y que llevado por la rem oción
provocada p o r la P rim era G uerra Mundial, había
adoptado el cam po de los contrarios a la intervención
de Italia en el conflicto, y m ás tarde adhiere a la
causa de la Revolución R usa de 1917, term in ará por
in corporarse al m ovim iento libertario.
Su discipulado anarquista con E rrico M alatesta
y Luigi Fabbri, es sim ultáneo con sus estudios uni­
versitarios en la Universidad de Florencia, en donde
se doctora bajo la dirección del gran historiador, y
hom bre público destacado, Gaetano Salvemini. Será
acom pañándolo que asim ism o se inicie en la lucha
clandestina antifascista, para resistir el ascendente
im perio m ussoliniano desde 1922.
Esa doble vertiente es bien característica de su
personalidad, en que llevado p o r su actitu d m oral
y política participa de la vida pública com o revolu­
cionario y antifascista, pero al tiem po nunca deja
de ser u n universitario, u n intelectual hum anista. Es
266
exacto que en Camillo B em eri se podría ejem plificar
el caso del intelectual revolucionario, del m ilitante
de cepa universitaria, del hom bre com prom etido, fiel
al tiem po al nivel superior de cu ltu ra de su form a­
ción vital.
Sus num erosos libros, folletos y artículos (que
p o d rían sobradam ente albergarse en unos 15 o 20
volúm enes), tra ta n tem as de política inm ediata (v
h a sta de táctica y estrategia revolucionaria), pero
m ás a m enudo versan sobre la histo ria de las ideas,
sobre la sociología del trab ajo , sobre sociología re­
ligiosa, e incluso sobre psicoanálisis, sexualidad, an­
tropología cultural, etc., etc.
Exiliado desde 1926 vivirá en Francia, Bélgica,
H olanda y Luxem burgo una existencia azarosa en que
las persecuciones m ussolinianas lo llevarán a las cár­
celes, y a los estrados judiciales, suscitando cam pa­
ñas solidarias en toda E uropa, incluyendo a España.

Camillo B e m e r i y España
Camillo B em eri se interesa p o r el tem a español,
y a la vez com ienza a ser conocido en España a
trav és de la prensa lib ertaria, d u ra n te esa etap a que
va de 1926 a 1936.
E n «La Revista Blanca» barcelonesa de los U ra­
les encontram os repetidas m uestras de su colabora­
ción abordando tem as com o la cuestión ag raria y las
relaciones del tra b a jo m anual y el intelectual, pero
an te todo denunciando en form a argum entada el ho­
rr o r del fascism o italiano. Tam bién en la m ism a
revista barcelonesa —y un poco en toda la prensa
de afinidad— se hace cam paña p a ra defender su
derecho a la vida y la libertad, cuando es puesto en
prisió n y juzgado p o r «conspiración co n tra un go­
bierno extranjero», com o entonces se decía.
A su vez, Cam illo B erneri edita en París, y des­
pués en B ruselas, el periódico «G uerra di classe»,
órgano de la Unión Sindical Italiana, central anarco­
sindicalista afiliada a la Asociación Internacional de
los T rab ajad o res (AIT) y p o r lo tanto, equivalente de
267
la esp añ o la C onfederación N acional del T rab ajo
(CNT).
E n ese período, a su vez, B e m e ri y sus cam aradas,
h acen cam p añ a p o r el grupo a n a rq u ista de «Los so­
lidarios», entonces enjuiciado en P arís, y d an a cono­
ce r a los tra b a ja d o re s italianos ex p atriad o s los p ro ­
b lem as que a fro n ta E spaña al final de la d ic ta d u ra
de P rim o de R ivera y en los p rim ero s tiem pos de la
S egunda R epública. De m ás está consignar la gran
sim p atía y solid aridad que los revolucionarios italia­
nos an tifa scista s sentían p o r la cau sa p o p u lar espa­
ñola, y las g randes esperanzas que se hacían sobre
su triu n fo , q ue p o d ría ser decisivo en la b a ta lla m u n ­
dial que se lib rab a en el m undo c o n tra el fascism o
in tern acio n al.
C uando se p ro d u cen las h istó ricas jo rn ad a s elec­
to rale s de 1936 en que se d isp u ta rá n el gobierno
d e la R epública las rivales coaliciones de las iz­
q u ierd a s y las derechas, agrupadas respectivam ente
en el F ren te P o p u lar y la CEDA, estos problem as
fu e ro n co n sid erad os casi com o p ropios p o r m illones
de europeos, y en p a rtic u la r p o r los m ilitan tes y p u ­
b licistas po líticam ente com prom etidos. Como es no­
to rio d en tro del m ovim iento lib ertario español se
vivió en el p eríodo electoral de 1936 u n a co y u n tu ra
m uy p a rtic u la r, p o r cu a n to la co rrien te p ro le ta ria
se m arc ab a en el sentido de p a rtic ip a r a favor de
los can d id ato s del F ren te P opular, que llevaban en
su p ro g ram a la liberación de los m iles de p resos
p o líticos d eten id o s en ocasión de los sucesos de o ctu ­
b re de 1934. P ersonalidades com o Diego Abad de
S an tillán, los Ascaso y m uchos o tro s eran p a rtid a rio s
de q ue la CNT no hiciera p ro p ag an d a ab sten cio n ista
—com o se h ab ía cum plido en 1933— y en los hechos
favorecían la p articip ació n en las elecciones a favor
de los can d id ato s de la izquierda.
N atu ralm en te, en el seno del cenetism o, no fa lta­
b an quienes com o E usebio C arbó, L iberto C allejas,
José P eirats, m an ten ían la posición clásica y ortodoxa
h o stil a cu alq u ier intervención en el plan o electoral,
y la polém ica alen tab a en la prep aració n del h istó rico
congreso ex tra o rd in ario de Zaragoza. E n efecto, en
268
mayo de 1936, es decir, pocos días después de cum ­
plida la etapa electoral, que va desde el 9 de febrero
al 3 de mayo, se reunirán en la capital aragonesa
los representantes de los sindicatos cenetistas y
«treintistas» p ara proceder a su reunificación, y la
tónica es respaldar las definiciones de «comunismo
libertario».
E sa polém ica se extiende al exterior p o r obvias
razones, e inicia en cierta m edida toda una época
de tensiones ideológicas en el seno del m ovimiento
anarquista, que ve desafiados sus principios trad i­
cionales en m ateria de Estado, Gobierno, poder y
m étodos políticos representativos.

Primera polémica entre Berneri y Montseny


B erneri se siente obligado asim ism o a participar,
como lo hacen p o r lo dem ás m uchos de los ideólogos
principales del anarquism o internacional, entre los
que se destacan, p o r ejem plo, los franceses Sebastián
Faure, el doctor Pierrot, Paul Reclus, Gastón Leval.
Le contestan en E spaña autores como Isaac Puente,
Am paro Poch, Eusebio Carbó y Federica Montseny, y
el episodio es ante todo interesante porque precede
en pocas sem anas a la instancia de julio de 1936 y al
ingreso de los anarquistas en puestos m inisteriales
de M adrid y Barcelona.
Las opiniones de Camillo B erneri fueron expresa­
das en el periódico anarquista italiano de New York
«L’Adunata dei R efrattari», y en español se difun­
dieron desde B arcelona en una encuesta que pro­
movió sobre el tem a la publicación dirigida por
Eusebio Carbó «Más lejos».
«Creo —dice B erneri— que se puede poner en
duda la utilidad de la propaganda abstencionista en
período electoral. Yo m e abstuve siem pre de hacerla.
Pero la m ayoría de los anarquistas italianos escogió
siem pre el período electoral para su propaganda abs­
tencionista. Sin em bargo, en el curso de las eleccio­
nes políticas de 1921, abandonaron la habitual cam ­
p añ a abstencionista debido a que los fascistas y las
269
uerzas policíacas am enazaban y violentaban a los
lecto res y a los can d id ato s de izquierdas» (2).
E n tra n d o al caso español de 1936, sobre el que
idvierte: «Yo no puedo, ya que m e faltan m uchos
Cementos de juicio p a ra ello, juzgar las cosas del
novim iento español, pero estim o de u tilidad com uni-
:aros m is im presiones», su opinión es la siguiente:
«Según h e podido com prender, a n te las pasadas
¡lecciones, teniendo en cuenta la excepcionalidad de
a situación, surgió u n a co rrien te favorable a mo-
lerar la p ro p ag an d a abstencionista. E sa co rrien te se
íab ría p ro n u n ciad o en el sentido de d e ja r libres a
os tra b a ja d o re s de la CNT p a ra in terv e n ir o no en
as elecciones. Si es así com o se p ro d u jero n las cosas,
¡stim o que aq u ella co rrien te h a d em o strad o u n a no-
:able inteligencia política, a condición de que no
¡rea que el triu n fo electoral del bloque de izquierdas
¡onstituye p o r sí m ism o u n paso hacia la revolución
social, en vez de significar, com o significa, a p a rta rse
ie u n "in m ed iato ” peligro fascista.»
«La Revue A narchiste» de París, en febrero, poco
m tes de las elecciones, dirigía un m ensaje a la FAI
f a la CNT aconsejándoles «la astucia» y «los m edios
egales». «Yo no h a b ría llegado a tales extrem os. Si
n e h ubiese en co n trad o en E spaña, h a b ría aconseja­
do a la FAI u n a a c titu d rig u ro sam en te ab sten cio n ista
ipoyando la co rrien te favorable a d e ja r lib res de
librar com o q u isieran a los ad h eren tes a la CNT.»
De ahí p asa a p lan tea rse el problem a teó rico del
;jercicio del poder, destacando que: «Los an arq u is­
tas son a n a rq u ista s precisam ente p o rq u e niegan el
poder político, y si hay escrúpulos que vencer son
aquellos q ue se derivan de la infiltración individua­
lista o de las infiltraciones a u to rita ria s que se h an
aperado en n u e stra ideología m erced a la pro p ag an ­
da de algunos pseudo-anarquistas.»
C oncluye de u n a m an e ra casi p ro fètica afirm ando

(2) Corresponde a Debates Públicos. Las encuestas de “Más


lejos". El abstencionismo electoral. La toma y el ejercicio del
Poder. Hablan los Camaradas C. Berneri y Dr. Pierrot, publicado
en la p. 1 del citado periódico, del 16 de abril de 1936, en Barcelona.
270
que: «Más que discutir, en abstracto, el problem a de
la intervención de los anarquistas en los consejos
obreros y campesinos y en las Comunas federadas,
considero necesario un examen serio de las experien­
cias que ofrecen las revoluciones europeas —particu­
larm ente la rusa y la húngara— el planteam iento
sistemático de los problemas particulares de la revo­
lución española y una elaboración realista de aquellos
elementos que constituyen, en líneas generales, el
program a comunista-libertario español, program a que
debiera ser comprensible, incluso, para aquellos espa­
ñoles no influenciados por nuestras propagandas.
»El movimiento anarquista ibérico —concluye—
tiene tanto más el deber de elaborar un program a
viable en el marco económico-social de la "próxima"
revolución española cuanto que puede ser llamado a
desem peñar el papel de vanguardia de vastas corrien­
tes populares y de una potente organización sindical
como la CNT.»
Esto aparece en abril de 1936, y efectivamente
tres meses más tarde se cumple la augurada «próxi­
ma» revolución española..., donde el problema revo­
lucionario por excelencia en el seno de la corriente
libertaria española no estaba claro ni siquiera al ni­
vel de sus máximos dirigentes.
Federica Montseny en esta ocasión apela a la
ortodoxia y a la fidelidad a los grandes principios
y, en cierta medida, adelanta las conclusiones del
Congreso de Zaragoza.

Berneri en España
El 29 de julio de 1936, y apenas transcurridos
once días del estallido del movimiento m ilitar, cuan­
do Camillo Berneri y un puñado de anarquistas
italianos residentes en Francia llegan a España para
defender la causa popular en todos los planos.
Estos voluntarios italianos, animados de un ver­
dadero espíritu garibaldino, form arán la prim era
unidad com batiente de extranjeros con que cuenta
la República. Su bautism o de fuego lo tendrán en el
271
com bate de M onte Pelado, en las afueras de H uesca,
el día 28 de agosto de 1936, donde n u estro personaje,
que no es ju stam en te un hom bre de condiciones
m ilitares, tiene un com portam iento no m enos heroico
que o tro s v oluntarios italianos, en tre los cuales los
hay tan fam osos com o R andolfo Pacciardi (del p ar­
tid o republicano) y los herm anos Rosselli (del grupo
socialista «Giustizia e Libertà»).
S erá B em eri el p rim e r com isario que tenga la
u n id ad italiana, que se incorpora a la Colum na
Ascaso del fren te de Aragón, form ada p o r el Com ité
de M ilicias A ntifascistas de B arcelona, en la que la
p articip ació n confederai es decisiva.
P ero p ro n to B em eri, ahora en B arcelona, p asa a
co n vertirse en el personaje intelectual principal de
las fuerzas italianas de voluntarios favorables a la
R epública. E d ita desde octu b re su periódico «G uerra
di classe», to m a a su cargo las audiciones en italiano
que irra d ia la radio de la CNT desde su local cen tral
de Vía L ayetana, y es consejero principalísim o de la
Asociación In tern acio n al de T rab ajad o res sobre el
tem a español. Sus textos en castellano aparecen en
«T ierra y Libertad», «Solidaridad obrera», «E stu­
dios», «Nosotros», todas publicaciones editadas en la
zona republicana, ap a rte de num erosos periódicos
de E E . UU., A m érica Latina y E u ro p a occidental.
Leídos co rrelativam ente estos escritos nos perm i­
te n verle tom ando conciencia de la problem ática
española en profundidad, y tam bién haciéndose m ás
crítico de las soluciones políticas ad o p tad as p o r el
ejecutivo de la CNT-FAI.

La segunda polémica con Montseny


Ahora se pueden analizar y estu d iar m ejo r esos
textos, p ero desde su m ism a aparición se dio u n a
g ran im p o rtan cia al editorial de «G uerra di classe»
del día 14 de abril de 1937, intitulado Carta abierta
a la compañera Federica Montseny, que en cierto
sentido re a b re p o r segunda vez u n a polém ica en tre
272
am bos, a la que p o r entonces no contesta la m inistro
de la República.
Las tesis críticas de B erneri, no solam ente a Fe­
derica M ontseny, sino al secretario H oracio M. Prie­
to de la CNT, que había llevado adelante el colabo­
racionism o gubernam ental y la disolución del Comité
de Milicias de C ataluña, en form a resum ida las he­
m os dado en el capítulo anterior.
T erm ina sugiriendo a Federica M ontseny que
abandone el gobierno, y use sus capacidades de o ra­
d o ra en los frentes y en la retaguardia, llevando la
p ala b ra de la CNT al pueblo.
Como es sabido, las opiniones de Camillo B erneri
no fueron tenidas en cuenta, y el m ovim iento confe­
deral, ju n to con el POUM y la dirección largocaba-
llerista del PSOE se vio em pujada al callejón sin
salida de los sucesos de m ayo de 1937, de los que
en definitiva re su lta rá la caída del gobierno con los
c u a tro m inistros anarquistas.

Los sucesos de mayo


La posición de B erneri an te los sucesos de m ayo
recién es posible reconstruirla. No fue p artid ario del
enfrentam iento. Aun iniciada la lucha no dejó de
leer su texto de hom enaje a la m em oria de Antonio
G ram sci, que había m uerto el 27 de abril. H ace la
arg u m en tad a defensa del POUM y, an te todo, no p a r­
ticipa en las luchas callejeras. Sin em bargo, el 4 de
m ayo en co n trará la m uerte, asesinado p o r u n a pa­
tru lla, en form a prem editada, y sin que a la fecha
se sepa exactam ente quién ordenó ejecutarlo (3).
Convertido en u n a su erte de m á rtir del an arq u is­
mo, el hecho provocó un renovado interés en sus
escritos, leyendo los cuales se han querido e n c o n trar
diversas explicaciones sobre su m isterioso asesinato.
A p a rtir de la liberación de F rancia en 1945, y p o r
la m ism a época en Italia, se re ed itan sus trab a jo s

(3) No nos extendemos sobre este tema que tratamos más


detenidamente en el capítulo XIII.
273
ah o ra en francés, italiano y español, que alcanzan
p ro n to num erosas publicaciones. D entro de la Espa­
ñ a fran q u ista es un au to r difundido por los movi­
m ientos «subversivos», que pro cu ran re co n stru ir el
an arq u ism o de 1936.
Una de las ú ltim as ediciones de E ntre la guerra
y las trincheras (textos de «G uerra di classe»), estará
a cargo del MIL de Puig Antich, ejecutado en las
p o strim erías del franquism o en Barcelona.
P or entonces ya pertenece m ás a la leyenda que
a la h isto ria, pero se está a tiem po p a ra recobrarlo
en todas sus dim ensiones com o m ilitante político,
com o esc rito r revolucionario y h asta com o estudioso
de los problem as españoles del siglo xx. Que haya
m edido p o r dos veces sus argum entos con Federica
M ontseny, es un dato que debe considerarse, atento
a la im p o rtan cia sim bólica de la «faísta» española
en 1936-1937.

274
XIII

EL ASESINATO DE CAMILLO
BERNERI (*)

H ace unos cu aren ta años, exactam ente el día 6


de m ayo de 1937, e n tre los quinientos m uertos que
costaro n «los hechos de Mayo» de Barcelona, se
co ntó el pro fesor italiano Camillo B erneri.
E l cadáver, con u n tiro en la nuca, fue encontra­
do en la Plaza de la G eneralitat, y llevado al
H ospital Clínico, donde fue reconocido p o r sus am i­
gos, los com batientes italianos de la Colum na Asea­
se del fren te de Aragón. ¿Q uién era Camillo B erneri?
E ste intelectual revolucionario h abía nacido en
1897 en la localidad de Lodi, proveniente de u n a fa­
m ilia de intelectuales progresistas. Su abuelo m ater­
no, el d o cto r Cam jllo Focchi, fue uno de «los m il
de M arsala», los fam osos expedicionarios que acau­
dillados p o r G iusseppe G aribaldi lib ertaro n al Reino
de las Dos Sicilias. E n su h onor recibió B erneri su
nom bre, y su m adre, la escrito ra y p rofesora Adalgi-
sa Focchi, lo instruyó desde tem prano en la adm ira­
ción a la tradición revolucionaria «risorgim entale».
No es extraño que cuando tenía solam ente quince
años se ad h iriera a la Federación Juvenil Socialista

(*) Este texto se publicó por primera vez en la revista “Nueva


Historia”, Barcelona, n.° 12, págs. 43-49, enero de 1978.
275
n la ciudad de Reggio-Calabria, donde el P artido So-
ialista se h abía im plantado vigorosam ente antes de
i P rim era G uerra M undial, anim ado p o r la figura
e Camillo Pram polini.
Desde 1914, B em eri com ienza a escribir en la
ren sa socialista (inclusive sobre Anselmo Lorenzo,
ue term in ab a de m o rir en España), pero en el oto-
0 de 1915 abandona el P artido Socialista, pues se
ia radicalizado, y esto lo incorpora definitivam ente
1 anarquism o.
E n el año 1926, se debe exiliar instalándose en
’arís. Le acom paña su esposa y colega la profesora
Jiovanna B em eri, tam bién escritora, que años m ás
ard e se h a rá fam osa p o r sus cam pañas sobre la
im itación de nacim ientos, la protección de la infan-
;ia desvalida, etc. El gobierno fascista de M ussolini
persigue a los B erneri, que deben e rra r de Bélgica
i Holanda, de este país a Luxem burgo y, finalmen-
:e, a Francia, padeciendo privaciones, procesos, cár­
cel y am enazas.
B erneri, que había publicado bajo seudónim o sus
prim eros libros en Italia, ahora despliega una am plí­
sim a actividad com o publicista, escribiendo en la
prensa lib ertaria europea, latinoam ericana y nortea­
m ericana, editando varios libros sobre el fascismo,
los problem as de la sociología del trabajo, las cues­
tiones psicoanalíticas y h asta la problem ática sexual.
Incluso en la p re n sa española com o en «La Revista
Blanca» de Barcelona, la revista «Estudios» de Va­
lencia, y o tras, com ienzan a aparecer regularm ente
sus colaboraciones, o se hace cam paña p a ra defen­
derlo de las persecuciones m ussolinianas.
B erneri ed ita en París el periódico «G uerra di
classe», que h abía sido en Italia el órgano de la
Unión Sindical Italiana, adherida a la AIT y, p o r lo
tanto, el equivalente de la CNT española, ahora com o
h o ja de la em igración y del exilio antifascista. En sus
páginas se encuentran m uchas constancias sobre su
in terés p o r los asuntos españoles.

276
Berneri en España
Ese interés por España y los asuntos españoles
le lleva a una polémica con Federica Montseny en
los prim eros meses de 1936. Se com entaban las elec­
ciones del Frente Popular y Camillo B erneri se con­
gratulaba de que los anarquistas españoles, abando­
nando su clásica actitud abstencionista en m ateria
electoral, hubieran apoyado al Frente Popular y con­
tribuido decisivamente al triunfo de las izquierdas.
Federica Montseny y otros escritores libertarios,
contestan a B erneri reiterando los principios de la
ortodoxia revolucionaria.
La polémica es, sin embargo, im portante porque
será un antecedente de o tra más sonada que Cami­
llo Berneri tendrá en 1937 de nuevo con Federica
Montseny.
E ntretanto, estalla el movimiento m ilitar, y Cami­
llo Berneri, con un grupo de italianos antifascistas,
es de los prim eros que acude a España p ara apoyar
personalm ente la resistencia popular, incorporándo­
se a las milicias del frente de Aragón, coordinadas
p o r el Comité de Milicias de Barcelona, en que tan
decisiva es la CNT-FAI.
La m ayoría de estos voluntarios son anarquistas,
pero hay representantes de todos los demás p arti­
dos y grupos revolucionarios de la em igración italia­
na, y en tre ellos personajes luego famosos.
El profesor Camillo Berneri, que era sordo y no
tenía conocimientos m ilitares, participará en la b ata­
lla de Monte Pelado que se libra en las afueras de
H uesca el 28 de agosto de 1936. Será nom brado co­
m isario de la colum na italiana y m ás tarde su dele­
gado en Barcelona.
E n la capiital catalana tendrá una actividad prodi­
giosa. Integra el personal técnico de la Consejería
de Defensa y se le encarga el examen del archivo
secuestrado al Consulado General Italiano de Barce-
277
lona, de donde saldrá su libro —publicado póstum a-
m ente— Mussolini a la conquista de las Baleares.
Desde el 9 de octubre de 1936 vuelve a e d ita r en
fo rm a sem anal el periódico «G uerra di classe», don­
de en lengua italiana se consideraban ju n to a los
problem as del pueblo italiano, los tem as de España.
Sus editoriales serán reunidos después de su m uer­
te en u n volum en que recibirá en español el título
de Entre la revolución y las trincheras, aunque es
m ás co rrecto —com o en las ediciones francesa e ita­
liana— denom inarlo Guerra de clases en España (1).
A p a rtir de enero de 1937 será uno de los princi­
pales locutores de la em isión que en italiano soste­
nía p o r su radio la CNT-FAI desde B arcelona, ap a rte
de co lab o rar en la pren sa lib ertaria sobre tem as de
su especialidad.
E n definitiva, com o hem os dicho, se convierte «en
el principal pro tagonista intelectual del voluntariado
italiano en España», y en razón de sus ideas, en el
polém ico crítico de los dirigentes m arxistas Palm iro
T ogliatti (entonces secretario general de la In tern a­
cional Com unista) y Pietro Nenni.
Al p rim ero lo tra ta rá de «asno doctoral», y sus
puntos de vista sobre la cuestión española provoca­
rá n u n a intervención oficiosa del entonces cónsul
de la URSS en Barcelona, Antonov Ovsenko, que in­
terp ela al Com ité N acional de la CNT.
B em eri ve con alarm a la intervención soviética
en la g u erra civil española, y aú n reconociendo que
puede ser decisiva p a ra la d e rro ta del fascism o, cree
que se tra ta de u n a fuerza contrarrevolucionaria y,
p o r lo tan to , hostil a los sindicatos obreros, y la
extrem a izquierda revolucionaria española, represen­
tad a especialm ente p o r la CNT-FAI, el secto r largo-
cab allerista del P artido Socialista O brero E spañol y
el POUM.

(1) La editorial Tusquets, de Barcelona, en su colección “Acra­


cia”, dirigida por Ignacio Vidal, editó un volumen de 280 páginas
en que se recogen las obras y escritos sueltos de Berneri dedicados
al tema español, o referentes al fascismo italiano, pero publicados
en España, antecedente obligado, por tanto, de su desaparición.
278
La polémica en el campo libertario
E sto im plica, asim ism o, u n a polém ica in te m a en
el cam po libertario, donde se había decidido la di­
solución del Com ité de M ilicias de B arcelona y, fi­
nalm ente, el ingreso en la G eneralitat de C ataluña y
en el gobierno de M adrid, entonces presidido p o r
F rancisco Largo Caballero.
P o r lo m enos, desde noviem bre de 1936, Cam illo
B erneri, a través de la Asociación In tern acio n al de
los T rab ajad o res, re u n id a en congreso extraordina­
rio en la ciudad de París, p lan tea el problem a y p ro ­
pone u n a serie de iniciativas a los «com pañeros espa­
ñoles». «La colaboración gubernam ental de la CNT y
de la FAI no constituye una garantía» y se «corre el
riesgo de caer (la revolución española) b ajo el con­
tro l político del gobierno de M adrid, de la G enerali­
ta t de C ataluña y del p artid o m arx ista de Moscú»
(sic), son sus p alab ras (2).
F inalm ente, el día 14 de abril de 1937 escribe p a ra
el ed ito rial de su periódico u n a «C arta a b ie rta a la
co m p añ era F ederica M ontseny», que es el m ás ci­
tad o de sus textos. E n verdad se dirige a todos los
m in istro s an a rq u istas del gobierno Largo Caballero,
ya entonces en Valencia, y después de analizar Jos
p roblem as que p lan tea la guerra civil y al tiem po el
avance revolucionario de las m asas, concluye exhor­
tan d o a Federica M ontseny y sus cam aradas, a aban­
d o n ar los cargos oficiales. «Para gan ar la g u erra es
necesario p ra cticar la g u erra revolucionaria». Sola­
m en te convocando al pueblo en defensa de sus dere­
chos pueden re p etirse los triunfales hechos de julio
de 1936. O tra cosa es la d errota. Aunque sus puntos
de v ista ap aren tem en te coinciden, p o r ejem plo, con

(2) Este texto no figura en la Guerra de clases en España, 1936-


1937, Barcelona, Tusquets, 1977 —a que aludíamos—, y lo cono­
cemos por una hoja suelta dactilografiada, emitida por la secretaría
de la AIT (París).
279
«Los amigos de D urruti», no participa de esa corrien­
te ni tam poco es beligerante en los hechos de mayo.
Si es ideológicam ente contrario al m arxism o, es­
pecialm ente en su versión catalana del PSUC, por
considerarlo pequeñoburgués y contrarrevoluciona­
rio, no p or ello deja de ad m irar a las grandes figu­
ras heroicas del com unism o internacional. Hay un
hecho significativo. El 27 de abril había m uerto en
Italia, destruido físicam ente por la prolongada p ri­
sión, el pensador Antonio Gramsci, antes secretario
del Partido Com unista italiano. A exaltar su persona­
lidad y declarar su adm iración por su vida heroica,
estará dedicada la audición a cargo de Camillo Ber-
neri en la radio CNT de Barcelona del día 3 de
mayo. El texto fue publicado en Nueva York el día
12 de mayo. Hacía seis o siete días que B erneri es­
tab a m uerto.

Berneri en los sucesos de mayo


E n Barcelona, Camillo B erneri habitaba con va­
rios com pañeros italianos de su corriente ideológica
un piso en la Plaza del Angel. Exactam ente en el nú­
m ero 3, frente al local central de la Unión General
de T rabajadores.
Cuando el día 3 se inician los «hechos de mayo»
con el asalto al edificio de la Telefónica de la Plaza
de C ataluña p o r las fuerzas de Seguridad, entonces
b ajo la dirección de Artemio Ayguader, de Esque­
rra, casi todos los anarquistas italianos de Plaza del
Angel se incorporaron a la defensa del edificio cen­
tra l de la CNT en la vecina Vía Layetana, entonces
llam ada B uenaventura D urruti. En verdad, la Plaza
del Angel era conocida p o r esos tiem pos como Plaza
Dostoiewsky. 1
Se han publicado u n conjunto de cartas que B er­
neri, encerrado en su piso p o r obra de los aconteci­
m ientos en que no participa, escribe a su m ujer
Giovanna B erneri y a sus hijas M aría Luisa B erne­
ri (después, asim ism o, fam osa como escritora en len­
gua inglesa) y Gyliana B erneri, que vivían en París.
2 80
E n ellas se aprecia u n hom bre sereno, lúcido y
sin odios sectarios, que se ra tific a en sus opiniones
ideológicas y políticas, pero sin e n tra r a la b atalla
p o lítica inm ediata, y m enos al en cu en tro arm ado
fratricid a.
E n verdad, B em eri no ten ía m ayores elem entos
d e juicio, e ignoraba la represión que se venía cum ­
pliendo en las filas de la CNT y del POUM, no podía
conocer las b atallas callejeras que en fren tab an a
aquellas fuerzas con los guardias y las p atru llas del
PSUC y de E s ta t C atalá, e incluso no tenía conoci­
m ien to de la intervención de los m inistros Ju an G ar­
cía Oliver y F ederica M ontseny p a ra pacificar B ar­
celona.
E l día 4 de m ayo, p o r tres veces p atru llas de la
UGT allanaron el piso de los antifascistas italianos,
donde en ese m om ento quedaban solam ente F ran ­
cesco B arbieri, Cam illo B em eri y dos m ujeres. En la
te rc e ra «visita», la p a tru lla venía a las órdenes de
un policía de paisano de la G eneralitat, y se llevaron
prisio n ero s a los dos hom bres. E ra la noche del 4
al 5 de mayo, y F rancesco B arbieri aparecerá ase­
sinado, com o B erneri, en las R am blas, de donde se
tra n s p o rta rá n los cuerpos al H ospital Clínico. Según
el re la to de las dos com pañeras, u n a de ellas la es­
po sa de B arbieri, éste, lo m ism o que Camillo B em eri,
se h ab ían identificado debidam ente y m ostrado que
estab a n desarm ados. La p atru lla había exam inado so­
m eram en te el inm enso archivo de B erneri, y anunció
q ue volvería p a ra trasla d arlo a la jefatu ra.

¿Quién mató a Camillo Berneri?


Si com o re su lta del relato de los hechos, se tra ­
ta b a de u n p rem ed itad o asesinato, la verdad es que
ningún grupo político lo h a reivindicado.
E xisten varias hipótesis dignas de considerarse.
E l m anifiesto oficial del Comité N acional de la
CNT sobre los sucesos de m ayo de 1937, consideró
responsables de los m ism os a «A. Ayguader, Dencás,
M ussolini, Casanovas, Lluhí Vallescá, Sancho Xico-
281
ta, Polo, C astañer... y o tro s que no nom bram os, agru­
pados en u n siniestro plan de traiciones y com plot...»
P eirats, en su conocida historia del cenetism o, agre­
ga que «un im p o rtan te sector del catalanism o an­
duvo de trapícheos encam inados a zafarse de la
contienda m ediante la separación de C ataluña del
resto de E sp añ a y la p u esta de aquélla b ajo p rotec­
to rad o de alguna potencia ex tran jera. C iertos enco­
petados catalan istas evadidos intrigaban desde F ran­
cia en este sentido. O tros, com o Dencás, lo hacían
desde Rom a, cam elando la codicia del Duce. E ran
éstos el ala ex trem ista de E sta t Catalá, de m enta­
lidad fascista».
El proceso del POUM (en cuya defensa escribió
Cantillo B erneri un texto a finales de abril del 37
que se publicó tam bién póstum am ente), la desapari­
ción de Andrés Nin y el asesinato en los «sucesos
de mayo» de m uchos revolucionarios ex tran jero s no
com unistas, responsabilizan, asim ism o, al PSUC,
acorde con la línea de Moscú. E ran los tiem pos de
los grandes procesos de S talin y el diario «Pravda»
en ab ril anunció que tam bién h ab ría purgas en Es­
p a ñ a de an arq u istas y tro tsk istas.
No es extraño que ya a finales de m ayo del 37
la p ren sa lib ertaria internacional com ience a citar
a B ern eri com o «apóstol del anarquism o y m ilitan­
te de la revolución social..., asesinado... p o r los pre-
to rian o s m arxistas-leninistas de la contrarrevolución
burguesa» (sic).
E n el año 1950, cuando en R om a se hizo un pro­
ceso en el cual G aetano Salvem ini denunció que
los herm anos Rosselli habían sido asesinados en el
s u r de F ran cia en 1937 (a pocas sem anas de B erne­
ri...) p o r «cagoulards» franceses que actu ab an p o r
o rd en de M ussolini, se habló del asesinato de nues­
tro personaje, y el profesor Salvem ini im putó el
hecho a los com unistas. Su secretario general, Pal-
m iro T ogliatti, desde la revista «Rinascita», contestó
así:
«Camillo B erneri era anarquista, y e n tre los an ar­
quistas de B arcelona, en abril del 37, pertenecía a
la tendencia q ue en cierto m odo se estab a acercan­
282
do a los socialistas unificados, a los ca talan istas y
a los republicanos en cuanto e ra opuesto, incluso
vivam ente y su scitando co n tra stes a la conducta de
los fam osos incontrolados. E ntonces se p ro d u jo la
n o to ria revuelta barcelonesa de m ayo, u n a serie con­
fu sa de san g rien tas batallas callejeras, de casa a
casa, desde los techos, etc. B erneri cae en uno de
esto s encu en tro s: eso es todo. E n e sta situación afir­
m a r a p ro p ó sito de uno de los caídos en aquella jo r­
n a d a que fu e su p rim id o por los com unistas, es u n a
en o rm id ad m oral. Así hacía la historia, an tes de Gae-
ta n o Salvem ini, el p ad re Bresciani.»
La argum entación de T ogliatti parece co n fu n d ir
el caso B ern eri con el caso D u rru ti, y p o r o tra p a r­
te, es falso que el p rim ero m uriese en com bate. Tam ­
bién no es exacto que se ale ja ra de los incontrola­
dos, p a ra acercarse al com unism o, etc.
C abría la hipótesis —hem os explicado en el ca­
p ítu lo X I— que Cam illo B erneri fu e ra asesinado p o r
q u in taco lu m n istas fran q u ista s a las órdenes de los
servicios de la OVRA m ussoliniana. Ahora sabem os
p o r los archivos del M inistero dellT nterno, casella-
rio Político C éntrale, que B erneri e ra constantem en­
te espiado p o r agentes policiales, in filtrad o s a veces
en las m ism as filas a n a rq u istas (3).

(3) En el reciente libro de memorias del ex ministro de Justicia


y Cultos del gabinete Francisco Largo Caballero, de noviembre de
1936 a mayo inclusive de 1937, Juan García Oliver, hablando de la
muerte de Camillo Berneri, a quien tenía gran admiración, dice:
“¿Por qué se dedicó alguien a la caza de C. B.? Si bien sus mata­
dores —dijeron que fueron varios— aprovecharon la confusión rei­
nante en aquella semana, parece como si se tratara de un ajuste de
cuentas de carácter particular o de grupo. No debe olvidarse la
propensión italiana al grupo. Los italianos tienden a agruparse cuan­
do se encuentran en el extranjero... Fuesen quienes fuesen los auto­
res de su muerte, no podía eludir el establecer un paralelo —por
las muchas similitudes en la manera de ser asesinado— con Cario
Rosselli... Entre los italianos venidos a luchar a España existían
fuertes disensiones a causa de problemas que nada tenían que ver
con las incidencias de nuestra guerra. Quizá solamente se trataba
de coincidencias. Pero muy posiblemente, por tener entre ellos abun­
dantes agentes de la OVRA, agencia criminal del fascismo italiano”,
págs. 430-432, El eco de los pasos, París, Ruedo Ibérico, 1978.
283
ADDENDA

Aiguader, Berneri
y los hechos de mayo (*)

Con algún retraso advierto que la conocida escritora


Teresa Pámies, en el número 14 de la revista «Nueva
Historia» (Barcelona), haciendo referencia a mi texto so­
bre el asesinato del antifascista italiano Camillo Ber­
neri —publicado en el número 12 de esa misma revis­
ta— me trata «de mal informado» (sic).
Efectivamente, es cierto que Artemio Aiguader era de­
legado de la Esquerra en el Consell de la Generalitat,
pero exagera en creer en mi mala información. Si tu­
viera la gentileza de ver la edición de 1960 de mi libro
La crisis española del siglo X X (México, Fondo de Cul­
tura Económica) vería que lo cito correctamente, tan­
to en la página 109 como en la página 298. En verdad
se trata de un lapsus, pues a quien correspondía citar
no era el Conseller de Seguridad Interior, sino al comi­
sario general de Orden Público, Rodríguez Salas, y éste
sí era del PSUC.
Lo curioso de la carta de la señora Pámies —cuya
preocupación por ser rigurosos en lo que atañe a «fijar
responsabilidades sobre personas y partidos» comparti­
mos— es que «olvida» la alusión que sobre ella se puede
leer en la página 33 del prefacio a la recopilación de
Camillo Berneri, intitulada Guerra de clases en España,
1936-1937 (Barcelona, Tusquets, 1977) (1).
Para evitarle al lector buscar el texto, allí decíamos
que de la misma manera que Santiago Carrillo ha de­
clarado públicamente que considerar por el PCE fas-

(*) Texto publicado por el autor en la página 51 de la revista


“Nueva Historia”, Barcelona, n.° 22, noviembre de 1978, y que hasta
la fecha no ha tenido respuesta de la señora Pámies.
(1) Corresponde al capítulo XI de la Segunda Parte de este libro.
284
cista a Andrés Nin fue un error, y lo mismo hace Te­
resa Pámies con referencia al escritor George Orwell
CRomanticismo militante, Barcelona, págs. 89-104), qui­
zá interesaría al lector saber qué piensa hoy el partido
político (PSUC) a que pertenece la señora Pámies, acer­
ca de la personalidad de Cantillo Berneri y de los hechos
que culminaron en su asesinato en mayo de 1937. Todo
un debate histórico, imagino (2).

(2) En el reciente libro de Ronald Fraser, Recuérdalo tú y re­


cuérdalo a otros, Barcelona, Crítica, 1979, se incluyen declaraciones
del ex senador del PSUC Dr. Josep Solé Barberá, en que reconoce:
“En la política del PSUC pesaba demasiado la influencia del Ko-
mintcrn. [...] Durruti no era ningún anarquista ucraniano. [...] El
POUM no era una organización trotskista. [...] el PSUC [...] hizo
acusaciones que no eran ciertas, acusó a militantes de la CNT y del
POUM de ser traidores eventuales, colaboradores del enemigo”, etc.
INDICE

A m o d o d e in tro d u c c ió n . , , , , , , , , 5

P rim era P arte . E L F A S C IS M O E S P A Ñ O L . . . 15

I. El E stad o e n la ideología fa sc ista e sp a ñ o la . 17


II. La c o n tra rrev o lu c ió n e n E spaña, 1939-1962 . 54
III. La o lig arq u ía atrib u taria d e l p o d e r e n la
«C onstitución» fra n q u is ta . . . . . 77
IV . La n u e v a c la se su p e rio r e sp a ñ o la . . . 98
V. A g en tes d e l p o d e r y clases d o m in a n te s d e l
f r a n q u is m o ....................................................................... 140
V I. La v io le n c ia p o lítica e n tiem p o s d e l fr a n ­
q u ism o .................................................................................152
V II. U n e m b a ja d o r inglés e n E sp añ a . . . . 171

S egunda P arte. E L A N A R Q U IS M O E S P A Ñ O L . . 179

V III. E stad o actu al d e lo s estu d io s so b re e l a n a r­


q u ism o e sp a ñ o l d e l siglo x x . . . 181
IX. M em o rias d e los a n arq u ista s e sp a ñ o le s . . 209
X. R afael B arre». U n a n a rq u ista e sp a ñ o l o lv id a d o
e n E s p a ñ a ........................................................................ 228
X I. G am illo B e m e ri y la re v o lu c ió n e sp a ñ o la . . 235
X II. C am illo B e m eri, in té rp re te d e E sp a ñ a . . , 265
X III. El a se sin ato d e C am illo B e rn eri . . , . 275
Carlos M .R am a
Fascismo
y anarquismo
en la España
contemporánea
La conflictividad de la vida político-social española entre
1917 y 1939, período durante el cual se enfrentaron cla­
ses y grupos sociales antagónicos, obliga a u n m ejor cono­
cim iento de sus expresiones extremistas. •
El fascismo y el anarquismo fueron rivales puntas de lan
za de lo . bandos en que se dividió la historia de España, y
sin embargo no han merecido una suficiente atención de
los historiadores.
El profesor Carlos M. Rama, de la Universidad Autónoma
de Barcelona, m uy conocido por sus anteriores libros so­
bre la problemática española (L a crisis e s p a ñ o la d e l sig lo
X X , Id e o lo g ía , re g io n e s y clases en la E s p a ñ a c o n t e m p o ­
rá n e a , It in e r a r io E s p a ñ o l y E s p a ñ a : c ró n ic a e n tr a ñ a b le ,
1973 1977, que acaba de aparecer), proporciona en este
volumen muchas pistas valiosas para cercar un tema tan
apasionante como d ifíc il, y llega, incluso, a examinar las
estructuras sociales de la época franquista, en cuanto rea­
lización de un pensamiento autoritario orientado a la mo-
calación de una nueva comunidad española.

PE N S A D O R E S Y T E M A S DE HOY

6
P R E C IO EN E S P A Ñ A 450 P T A S . IM P R E S O EN E S P A Ñ A , P R IN T E D IN S P A IN

Potrebbero piacerti anche