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PENSADORES Y TEMAS DE H O Y
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CARLOS M. RAMA
FASCISMO
Y ANARQUISMO
EN LA ESPAÑA
CONTEMPORANEA
BRUGUERA
1.‘ edición: mayo, 1979
La presente edición es propiedad de
Editorial Bruguera, S, A,
Mora la Nueva, 2. Barcelona (España)
© Carlos M. Rama-1979
Cubierta © Neslé Soulé-1979
Printed in Spain
ISBN 84-02-06383-7
Depósito legal: B. 15.046-1979
Impreso en los Talleres Gráficos de
Editorial Bruguera, S. A.
Carretera Nacional 152, Km 21,650
Paréis del Vallès (Barcelona) - 1979
A MODO DE INTRODUCCION
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dém ico (de ah í los cap ítu lo s I y II de la S egunda
P arte), m ie n tra s q u e sobre el fascism o se puede
av an zar algo m ás en m a te ria de conclusiones.
El fascism o español, com o todos los fascism os,
h a ten id o el apoyo del d in ero (por lo m enos de cier
tos agresivos secto res burgueses) y en su m om ento
to d a la fuerza del E stad o a sus espaldas, y en cam
bio el an a rq u ism o h a sido —com o todos los m ovi
m ien to s rev o lu cionarios— la creación de un m undo
de p aria s, m arginales, a m enudo encarcelados, p e r
seguidos, cuan d o no exiliados.
La p o ten cialid ad en E sp añ a del fascism o, o del
an a rq u ism o , no depende de su m ayor o m en o r origi
n alid ad , ni siq u iera de las calidades de su m ilitan cia
o liderazgo. Com o tan to s hechos h istó rico s su fuer
za, y su im p acto en su tiem po (y p o siblem ente en
el fu tu ro , si viviéram os sim ilares situaciones), es que
han sido las opciones ú ltim as de clases y grupos
sociales rivales.
C uando la o lig arq u ía latifu n d ista-fin an ciera espa
ñola p erd ió , en tiem pos de la Segunda R epública, el
apoyo y p ro tecció n de la C orona, se d ebilitó la Iglesia
y p asó a segundo térm in o el E jército , jugó a fondo
la c a rta golpista y fascista p a ra a p la sta r en u n a gue
rr a civil a u n p ro le ta ria d o revolucionario irre d u ctib le
a la m an ip u lació n y la dem agogia, ed u cad o —an te
todo— en los cu a d ro s del anarcosindicalism o.
N a tu ralm en te las p u n ta s de lanza no son todas
las lanzas, y en el choque, com o en todos los grandes
y co m p lejo s aco ntecim ientos h istó rico s, term in a ro n
p o r p a rtic ip a r to dos los españoles.
E sto , q ue resu m e la o b ra que p resen tam o s, es
—en cie rto sen tido— u n a síntesis de la h isto ria de
la E sp añ a c o n te m p o rán ea de la víspera.
O bsérvese q u e aq u í co n te m p o rán eo no es sinóni
m o de actu al, y que la p a la b ra está en te n d id a tal
com o la u san los h isto riad o re s p a ra un pasad o re
ciente, en este caso n o m ás allá de 1921, especial
m en te e n tre esa fecha y 1939, y en la P rim e ra P arte
asim ism o h a s ta 1976.
13
Primera Parte
EL FASCISMO ESPAÑOL
EL ESTADO EN LA IDEOLOGIA
FASCISTA ESPAÑOLA (*)
17
centrales, «imitaciones» que se tiende a ver m era
m ente form ales y que ahora se denom inan «fascis
mos coloniales» o «periféricos», es norm al que no
se les considere adecuadam ente. Así ha sucedido con
los gobiernos de sistem as fascistas de los años 20
al 40 de Polonia, Hungría, Rum ania, Eslovaquia, Croa
cia, Bulgaria, Portugal y España, y con m ás razón
en la oleada del neofascism o en América del Sur, con
Brasil, Chile, Uruguay, Argentina, Paraguay, Bolivia,
y en Africa del Sur en los años recientes (1).
En el caso de España hay incluso causales adi
cionales que refuerzan esta situación. En el franquis
mo el Partido no llega a absorber, como en los casos
italiano y alemán, el aparato del Ejército, la Iglesia
y la adm inistración civil, y el resultado es un sistem a
híbrido, incluso antes de 1942. El fracaso m ilitar del
E je fascista a p a rtir de esa fecha tiende a desacre
d itar al fascismo en cuanto ideología, a vincularlo
estrictam ente a los aspectos form ales poco prestigio
sos, o sim plem ente a confinarlo en «lo sucedido en
Italia y Alemania», y por tanto deja en la oscuridad
los aspectos locales y originales de España (2).
El «ingrediente» fascista del nuevo régim en de
1936-1975 no será especialm ente apreciable en m ate
ria de organización del Estado, sino en los aspectos
adjetivos (represión, sindicatos, term inología, propa
ganda, relaciones exteriores por lo menos hasta 1942,
etcétera) y esto es asim ism o decisivo p ara oscurecer
E l p r im o r r iv e r is m o d ic ta to ria l
La utilización del recu rso de la d ictad u ra com o
sistem a de gobierno se instaló en 1923 en u n estilo
que, si co m p arte las características del «pronuncia
m iento» clásico español decim onónico, ya tiene m u
cho de im itación de la «m archa sobre Roma» m usso-
liniana, ap ad rin ad a p o r el rey V íctor M anuel.
E l cap itán general de C ataluña Miguel Prim o de
R ivera, a través del D irectorio m ilitar prim ero, y des
de 1925 de «la d ictad u ra civil y económ ica, y de orga
nización m ás adecuada, pero no m enos vigorosa»
(sic) b ajo el lem a de «m enos política y m ás adm inis
tración», dom ina el p an o ram a de estos años.
León T rotsky y Joaquín M aurin en su tiem po
n egaron el definitivo c a rác ter fascista al sistem a pri-
m o rriv erista, y a ello se rem iten los com entaristas
recientes (7), p ero es o p o rtu n o asim ism o re co rd a r
que Antón D rexler había fundado el 5 de enero de
1919 en M unich el P artido O brero Alemán (desde fe-
R a m ir o L e d e s m a R a m o s y
O n é s im o R e d o n d o (1 5 )
(15) Estos han sido escogidos por el falangismo como sus direc
tos antecesores, pero no faltan —aparte de los que se inician en la
época anterior y de los que hemos hecho mención— otros actores
menores en este período. Así, por ejemplo: Alfonso García Valde-
casas, orador en el acto de fundación de Falange; Manuel Delgado
Barreto, director de “El Fascio” de 1933; Demetrio Carceller, más
tarde ministro del franquismo; Julio Ruiz de Alda y los hermanos
Ansaldo, que se integraron en la corriente de José Antonio Primo
de Rivera; Juan Aparicio, que fue secretario de “La Conquista del
Estado” y los parientes de Primo de Rivera Julián Pemarlín y Sancho
Dávila. Hay una especie de tercera línea con Rafael Sánchez Mazas,
Ramón Serrano Súñer, Agustín de Foxá y los entonces estudiantes
Eugenio Montes, Dionisio Ridruejo y Antonio Tovar.
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tos sindicales clasistas. E sta etapa d u rará h asta 1943,
y tiene consecuencias en el com portam iento católico
d en tro y fuera de Italia.
E n el caso de España, conjugado con los proble
m as que se plantean al catolicism o por las m edidas
legales de la nueva república (reform a agraria, exten
sión de la enseñanza, separación de la Iglesia y el
Estado), es com prensible que el fascismo local espa-
flol se revitalizara con su aporte en este período de
1929 a 1933.
Ahora sin la protección de la Dictadura, pero sí
Con la financiación de la clase terrateniente y del
p atro n ato católico, y —en una m edida que no se ha
estudiado debidam ente— del m ism o gobierno italia
no m ussoliniano (16) hay los prim eros m ovimientos y
publicación de periódicos explícitam ente fascistas,
que im itan incluso los plebeyos orígenes de los m o
vim ientos italiano y alem án.
El hecho está vinculado directam ente al nacim ien
to de la Segunda República. Hemos dicho que «La
elaboración de la variante española del fascism o se
realiza d u ran te la República, com o u n a elocuente
reacción a los nuevos problem as que planteaba a la
vieja sociedad privilegiada, la aparición del E stado
29
n eo lib eral, y la p o ten cia realizad o ra de las federacio
n es sindicales» (17).
E n p rin cip io , p a ra exponer las ideas so b re el
E sta d o del fascism o español a n te rio r al 18 de ju lio
de 1936, co n sid erarem o s com o u n solo corpas los
e sc rito s de O nésim o R edondo, R am iro L edesm a R a
m o s y Jo sé A ntonio P rim o de R ivera, p ero es nece
sa rio re co n o ce r m atices e n tre estos au to re s, re su lta
do de su d istin to origen social, sus tácticas no siem
p re aco rd es y h a s ta de in te rp re ta c io n e s lig eram en te
d iferen tes.
R aúl M artín en fatiza q u e «Ledesm a R am os creía
m ás en el n acionalism o alem án q u e en el fascism o
italiano», y te m p ra n a m e n te —incluso an te s que el
m ism o M ussolini— c o m p a rtía con el h itle rism o la
id ea ra c is ta (18).
E l fa s c is m o catalán
El prestigioso h istoriador Albert Balcells Gonzá
lez, escribiendo en la revista «H istoria 16», retom a
una tesitu ra que ya había esbozado en su folleto Mar
xism o y catalanismo, 1930-1936 (24), que se resum e
en sus palabras:
«Una de Jas bases del desarrollo del fascism o ha
sido el nacionalism o im perialista de Estado, opues
to p o r definición a los m ovim ientos nacionales de las
E l fa la n g is m o y la u n ific a c ió n d e l
m o v im ie n t o fa s c is ta
E l añ o 1933 es no so la m e n te fu n d a m e n ta l p o r el
a c to in icial d el T e a tro de la C om edia de M ad rid del
29 d e o c tu b re de 1933, y poco d esp u é s d e la fusión
u n ific a d o ra del 2 de n o v iem b re del m ism o año,
c re a n d o la Falange E spañola de las Ju n ta s de O fen
siva N acional-Sindicalistas, sin o a n te to d o p o r la co n
q u is ta del E s ta d o ale m á n p o r el P a rtid o Nazi el 30
d e e n e ro , ta m b ié n de 1933. D esde e sa fecha, ya e stá
c la ro en el p a n o ra m a m u n d ial, q u e se p re p a ra
u n a n u ev a c o n tie n d a in te rn a c io n a l, y q u e el fascis-
40
810 movilizará los recursos de Europa para asegu
rar su victoria final. España es una pieza más, y no
la menos im portante, en el juego mundial, y a la vez
los fascistas españoles tendrán explicablemente los
apoyos económicos necesarios desde Portugal, Ita
lia y Alemania (25).
Esa relación, y la misma gravedad de la situación
política interna española, necesitaban de una unifica
ción de todos los grupúsculos fascistas en un movi
miento centralizado poniendo su liderazgo a cargo
de figuras nacionales.
La Falange Española (FE, es decir, la m ism a sigla
que fascismo español) se creó el 2 de febrero de 1933
por iniciativa de Ruiz de Alda y Rafael Sánchez Ma
nas, adoptando el liderazgo de José Antonio Primo
de Rivera, cuya iniciación en política había sido
Como vicesecretario de la Unión Monárquica el 2 de
mayo de 1930, lo que le acarreará la consiguiente de
rrota en las elecciones legislativas del año 1931.
Payne anota que era «el quinto partido de extre
ma derecha que se form aba en España», contando:
Comunidad Tradicionalista, JONS, Legionarios y Re
novación Española, pero —a nuestro parecer— ha
bría que tener en cuenta tam bién, entre los antece
dentes, a las Juventudes M auristas, los sindicatos li
bres catalanes, la Unión Patriótica de la Dictadura
y a Acción Española.
Lo interesante es que la nueva entidad absorbe
LA CONTRARREVOLUCION
EN ESPAÑA, 1939-1962 (* )
(1) Véase la ob. cit. La crisis española del siglo X X , cap. VIII,
que agrega la tercera edición de 1976.
55
de los principios del Fondo M onetario Internacional,
y, p o r tanto, la definitiva incorporación al nuevo
m undo capitalista sistem atizado bajo la égida n ortea
m ericana.
E sto no implica, sin em bargo, que se quiebre el
aislam iento tanto político como económico de Espa
ña, que estará ausente del M ercado Económ ico Co
m ún fundado el 23 de m arzo de 1957 en Roma, como
de la Asociación Europea de Libre Comercio de
1959, a la que se incorpora, sin em bargo, Portugal.
E n una form a menos dinám ica que la E uropa oc
cidental (incluidos los países vencidos), y a pesar de
ese aislam iento prácticam ente del m undo entero, sin
em bargo, E spaña en la década de los sesenta com ien
za a recuperarse p ara recobrar sus índices de antes
de la guerra y d isp u tar victoriosam ente el penúltim o
lugar en el m undo económico europeo p o r encim a
de Grecia, Irlan d a y Portugal.
Sin em bargo, com o no se consigue el pleno em
pleo, se llega a exportar h asta la tercera p arte de
su m ano de obra, aparte de reanudarse la corrien
te de em igración trasatlántica detenida p o r los acon
tecim ientos bélicos. De estos em igrantes, y del tu ris
m o —aparte de las inversiones extranjeras— proven
d rá la capitalización im prescindible p ara su despe
gue en los próxim os años.
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La contrarrevolución eclesiástica
Una de las particularidades de la historia de la
contrarrevolución española, y en especial del período
correspondiente a los años, es su marcada influencia
clerical.
Se ha hablado de nacional-catolicismo (Alfonso
Alvarez Palacios), teocracia (Ramón Tamames), fas
cismo frailuno (Amando de Miguel), etc.
El apoyo decisivo que la casi totalidad de la alta
jerarquía eclesiástica diera al levantamiento m ilitar
en la llamada Carta colectiva de los Obispos espa
ñoles, del 10 de julio de 1937, la Iglesia católica lo
reitera expresamente a la dictadura en los difíciles
años de 1945-1946, salvando la existencia del franquis
mo. En julio de 1945 es designado ministro de Rela
ciones Exteriores el jefe de Acción Católica Martín
Artajo, y en marzo de 1946 el cardenal Angel Herrera
se dirige a sus antiguos discípulos de la Asociación
Católica Nacional de Propagandistas «en defensa de
lo que nos im porta salvar: la España regida por
Franco».
Al proceder así la mayoría del clero español, hay
que reconocer que se ajustaba a la orientación pro
fascista del Vaticano, que adopta bajo la égida de
monseñor Pacelli a partir del Concordato de Letrán
y que llegará hasta el 4 de mayo de 1944 en que el
Pontificado rompe con Mussolini, pero para sustituir
su anterior política por el apoyo a los partidos con
fesionales de derecha (abultados por los fascistas de
la víspera), como demuestra Edward R. Tannen-
baum (9).
La Iglesia española obtiene muy cuantiosos bene
ficios materiales, políticos y económicos y consigue
libertad de movimiento para llevar adelante su pro
pia contrarrevolución en el terreno ideológico, el
control de la cultura y la vida civil de la sociedad.
76
III
LA O LIG A R Q U IA A T R IB U T A R IA
D E L P O D E R E N LA “ C O N S T IT U C IO N "
F R A N Q U IS T A ( * )
(7) P. 1.511, t. III de la ob. cit. La España de los años 70, ar
tículo Una teoría del régimen autoritario. El caso de España. El
profesor Linz ha desarrollado sus ideas en obras posteriores, y hecho
el balance de su teoría en la revista “Papers”, Barcelona, n.° 9, 1978.
83
ces el círculo estricto de los poderosos, en forma
no muy distinta de las épocas medievales de los
reinos cristianos.
Los brazos tradicionales del poder castellano-ara
gonés de la nobleza y el clero, ahora en manos de
los titulares de los altos niveles de las instituciones
estatales. Que hay una recuperación de los antiguos
privilegios no puede discutirse. Por ejemplo, del tan
extraordinario en el siglo xx de poseer ambos «ór
denes» una jurisdicción propia, que les evita ser juz
gados por las leyes comunes y mediante los tribuna
les normales. Más aún, som eter a sus tribunales a
los civiles infractores a sus derechos, privilegios o
buen nom bre (8).
Examinemos más allá de la «constitución legal»
y de las disposiciones alusivas, en qué medida milita
res y clérigos son exclusivos atributarios de poder
en la «constitución real» española.
«Creada originalmente por los militares, la dic
tadura se ha basado, sobre todo, en el ejército para
conseguir prorrogar su vida por largo tiempo», dice
Stanley Payne, que parte del hecho que «ningún otro
I
E xam inem os cada uno de los seis grandes secto
res de los nuevos p atrones españoles, pero sin olvi
d a r su co nstante interdependencia m utua.
El sector tradicional p o r excelencia en la antigua
oligarquía p refran q uista, y factor político decisivo en
el desencadenam iento de la guerra civil de 1936-39,
es el constituido p o r los terraten ien tes latifundistas.
S obre la base del C atastro Agrícola de 1929 se
llega a la conclusión de que el uno p o r ciento de la
población agraria (unos 50.000 individuos) e ra due
ño del 50 % de las tie rra s (1).
II
D entro de los sectores integrantes de la clase
alta recto ra, que h ered a el franquism o de la antigua
sociedad, y estrech am en te un id a a los latifundistas,
está la llam ada en E spaña «aristocracia financiera».
El p o d er socio-económico de la b an ca en la socie
dad y en el m undo político está vinculado a la in
versión del excedente de la clase latifu n d ista, a las
em p resas coloniales, a la adm inistración de los bie
nes eclesiásticos y reales, grupos todos en cie rta m e
dida aristo cráticos.
Da u n a idea de su peso en el franquism o el hecho
de que p o r 1968, «M ientras en E spaña aparecen siete
b ancos e n tre las veinte p rim eras em presas p o r la
cu an tía de sus beneficios (por su orden, B anesto, His
panoam ericano, C entral, Bilbao, Vizcaya, S an tan d er
y U rquijo), en E stados Unidos no aparece ninguno,
(5) De las escasas obras originales sobre este período del lati-
fundismo, se destacan Alfonso Carlos Comin, España del sur, Ma
drid, Tecnos, 1965, y Juan Martínez Alier, La estabilidad del latifun
dio, París, Ruedo Ibérico, 1968.
108
ya que el prim ero (Bank of America), ocupa el lu
gar 31» (6).
La concentración bancaria, que pone en m anos
de los «cinco grandes» bancos n ad a m enos que el
60% de los recursos ajenos, hace que sobre un total
de 113 bancos, setenta y tres estén controlados p o r
17 grupos bancarios. Esos bancos, a su vez, con
tro lan sociedades m obiliarias, de inversión, de segu
ros, financieras, fiduciarias, inm obiliarias, de u rb a
nización, reaseguros, etc., etc., y todo ese com plejo
financiero, como es de práctica, a las em presas co
m erciales e industriales. Una singularidad del siste
m a español es que no perm ite h asta 1979 la actua
ción de la banca extranjera, aunque es notorio que
varios de los bancos llam ados españoles son propie
d ad de consorcios o conocidas bancas internaciona
les.
Por la ley de O rdenación B ancaria de 1946 se creó
el Consejo S uperior B ancario como «organism o con
sultivo del M inisterio de H acienda en m ateria de
banca» com puesto p o r un total de veintiséis m iem
bros, de los cuales corresponden a la banca privada
n ada m enos que veintidós.
Sus funciones no son consultivas como en otros
países, sino decisorias, al punto que puede expedirse
en todo lo que com pete al sistem a bancario sin ne
cesidad que lo solicite el M inisterio de Hacienda. En
u n a palabra, es u n a suerte de grupo de presión ins
titucionalizado (7).
Ram ón Tam am es, p a ra el año 1975, cita entre las
trescien tas personas «más destacadas p o r su activi-
III
La Iglesia católica —pieza central del m ovim ien
to nacionalista desde el 18 de julio de 1936— se talló
u n á rea de p o d er considerable en el nuevo régim en
q ue el C oncordato firm ado en 1953 institucionali
za (11).
E conóm icam ente, el entonces p rim e r m inistro Ca
rre ro Blanco, en diciem bre de 1971 en las Cortes,
estim aba en 300.000 m illones de pesetas «lo que la
Iglesia nos h a costado desde el final de la guerra».
E sto dim anaba de la aplicación de los artículos 19
y siguientes del Concordato, p o r los cuales el E sta
do se com prom ete a proporcionar a la Iglesia una
adecuada dotación económ ica y a subvencionar sus
tem plos y su enseñanza.
P or 1977 h abía 35.000 «piezas eclesiásticas», inclu
yendo 81 obispos, en 64 diócesis, que recibían del Es
tad o —ah ora en form a global— el 85% del presu
pu esto de la Dirección G eneral de A suntos Eclesiás-
(12) Lo que nos cuesta la Iglesia, “Cambio 16”, Madrid, n.° 301,
18 de setiembre de 1977, y Los millones de la Iglesia, por So! Ga-
llego-Díaz, Enrique Bustamante y Joaquin Estefanía, “Cuadernos para
el Diálogo”, Madrid, n.° 241, 10 de diciembre de 1977.
113
ciones que la Iglesia recibió del E stado, pero ase
guró todavía m ejo r su autonom ía, así com o el vir
tu al m onopolio de la enseñanza p a ra las clases al
ta y m edias.
E n este terreno de la enseñanza, el franquism o
com enzó suprim iendo el control de exám enes a car
go de los establecim ientos públicos p a ra los alum
nos de la enseñanza privada, y el m onopolio de diplo
m as y títulos de los entes estatales, desandando lo
que se cum plía en tiem pos de la M onarquía an te rio r
a 1931. E n segundo lugar, suprim iendo asim ism o el
co n tro l de docencia, p o r el que todos los docentes
debían se r form ados en los centros oficiales de pe
dagogía o de nivel universitario, com o h abía im pues
to la Segunda República.
La enseñanza privada, totalm ente autónom a y des
vinculada orgánicam ente del E stado, es, sin em bar
go, financiada p o r el erario público. P ara 1976 se
d estinaban en la Ley de P resupuesto del E stado la
sum a de 23.840 m illones de pesetas, com o subven
ciones a la enseñanza privada (13).
La relación en tre puestos de centros estatales,
cen tro s de la Iglesia y alum nos en otros centros p ri
vados es m uy interesante.
P ara la provincia de B arcelona, la m ás poblada
del país, co n tra 193.527 alum nos en 1974 de centros
estatales, existen en centros de la Iglesia u n total
de 193.346 puestos, y en esa provincia no hay univer
sidades eclesiásticas.
E n todo el país, p a ra la enseñanza general básica
(EGB), los centros oficiales tienen 2.933.282 alum nos
c o n tra 1.024.893 de la Iglesia y 502.626 los dem ás cen
tro s privados (14).
E stas cifras, sin em bargo, m u estran ya u n a situa
ción declinante, pues en 1955 sólo u n a q u in ta p arte
de los estu d ian tes de bachillerato cu rsab an en Es
p añ a en in stitu to s oficiales.
IV
Las nuevas fuerzas sociales, provenientes de las
capas m edias de funcionarios, oficiales, m iem bros de
la Falange y otros grupos políticos de ultraderecha,
fueron decisivos com o instrum entos de poder al ser
vicio de los grandes intereses de la oligarquía finan
ciera, la nobleza tradicional y la Iglesia en el episo
dio de la guerra civil de 1936. Es explicable que
p articip aran asim ism o del saqueo del presupuesto y
tuvieran un efectivo poder fáctico en la posguerra.
Como es característico en los regím enes fascistas
son plebeyos que, en razón de sus im portantes ser
vicios, se hacen un lugar utilizando el m onopolio del
V
La im portancia de la penetración económ ica ex
tran je ra, y el ejercicio del poder financiero y eco
nóm ico p o r los países capitalistas avanzados, es una
antigua característica española desde los tiem pos de
la M onarquía, frente a la cual la Segunda R epública
no adoptó m edidas, pero que se acrecentó inm ensa
m ente d u ran te la guerra civil y el franquism o. Este
régim en, en la m edida que pudo im ponerse política
y m ilitarm ente con el apoyo de las potencias del Eje,
se enfeudó económ icam ente a Alemania e Italia, pero
tam bién desde 1936 a los intereses petroleros n o r
team ericanos. No en vano, du ran te la guerra civil, ta
121
Texaco proveyó el com bustible necesario a la avia
ción y los elem entos m otorizados nacionalistas (20).
Si las d erro tas m ilitares m undiales de 1943-1945,
elim inaron aquel lazo ítalo-alem án, p ro n to fue susti
tuido p o r la avalancha de inversiones norteam erica
nas, y después de 1958 tam bién de E u ro p a Occiden
tal, y m uy recientem ente japonesas. E n el caso de
E stad o s Unidos, esto va unido al ingreso de E spaña
e n tre los beneficiarios de préstam os y donaciones
estatales, ap a rte de las derivadas del cum plim iento
del tra ta d o de arrien d o de bases estratégicas del
año 1953.
E l caso, ap arentem ente, no es distinto de otros
países m editerráneos de débil econom ía capitalista,
p ero en la situación de E spaña hay elem entos p ar
ticulares. E ste ingreso m asivo de capitales foráneos
se cum ple b ajo el «estado de excepción» en un país
donde no hay sindicatos, ni huelgas, ni prensa, ni
P arlam ento. La m ism a debilidad política del régim en,
el c a rác ter de m uchos de sus titu lares de m eros
«instrum entos de poder» no representativos de inte
reses cap italistas nacionales, las necesidades de in
versiones del país p a ra salir de su atraso y atonía,
todo ello favorece u n a especie de «colonización» en
que el caso español se asem eja a los conocidos de
Form osa, V ietnam , Hong Kong, Corea del S ur y cier
to s países latinoam ericanos.
E sto explica el decreto-ley del 27 de julio de 1959
facilitando la participación m asiva de capitales ex
tra n je ro s en las em presas económ icas españolas aue
se cum ple especialm ente en la gran em presa, de alta
tecnología capaz de a c tu a r en el cam po de la ex
portación. E n 1969, el Gobierno inform a oficialm en
te a las C ortes que las em presas españolas au to ri
zadas a ten e r m ayoría de participación ex tra n jera en
su cap ital con u n to tal de 889, de las cuales nada
139
V
A G E N T E S D E L P O D E R Y C LA SES
D O M IN A N T E S D E L FR A N Q U ISM O (* )
142
Decía Ferdinand Lasalle que cuando hay dife
rencias en tre la constitución legal y la constitución
real, la prim era es una hoja de papel y predom ina
la segunda. Bajo el franquism o es peor. Hay —a pe
sar que no se llam e constitución, ni es el resultado
de u n a asam blea constituyente— un texto (o tex
tos) que llenan las funciones de ley básica.
El decreto núm ero 776, del 20 de abril de 1967,
dispone «la refundición de las leyes fundam entales»,
expedidas desde la proclam ación del llam ado «decre
to de unificación» del 9 de abril de 1937 a la Ley
Orgánica del E stado del 10 de enero de 1967.
Incluso es correcto, jurídicam ente hablando, in
cluir dentro de la «constitución» franquista textos
que aún anteriores al período indicado, p o r su ca
rá cter program ático, son im prescindibles para com
pren d er la orientación del Estado, com o son los
Puntos de Falange, suscritos en noviem bre de 1934.
Leyendo esos m ateriales, España, del punto de vis
ta del poder, es una m onarquía absolutista y apa
rentem ente «ese régim en (el franquism o) no era m ás
que una especie de disfraz de una dictadura perso
nal» (Pedro Sáinz Rodríguez).
Al final tendría razón aquel personaje de M alraux
que decía que Franco m ás que u n Adolfo H itler ibé
rico «era un aprendiz de dictador venezolano». De
acuerdo a los textos constitucionales, y al desenfre
nado culto a la personalidad de esos años, parecie
ra que el único personaje con poder real en E spa
ñ a es el dictador, cuando en verdad éste no hace o tra
cosa que adm in istrar los intereses de los verdade
ros poderes, que ni siquiera necesitan estar siem pre
presentes en la arena política. En sus m anos están
los resortes de la constitución real.
Tam poco «los que m andaban» eran los m ilitares
que habían entronizado a Franco —y que así apare
cen en los textos legales— y de nuevo se aleja de la
verdad Sáinz Rodríguez cuando afirm a «el poder, el
origen del poder, la fuerza del poder era el Ejército».
Sería fácil dem ostrar cómo las Fuerzas Armadas,
143
b a jo el fran quism o, tien en m enos p o d er efectivo que
en la D ictad u ra de P rim o de Rivera, y m enos peso
incluso en la sociedad que en los años 1875 a 1923,
y h a sta en tiem pos de la Segunda R epública.
Tam poco p arece co rresp o n d er p a ra E spaña la apli
cación m ecánica de la teo ría de la élite del poder, que
in m o rtalizara en los años cincuenta W right Mills.
Los agentes políticos en u n p aís com o E stados Uni
dos tienen u n p o d er que re su lta de su in vestidura y
de su legitim ación d em ocrática representativa, y esto
les p e rm ite — en alguna m edida— eq u ip ararse a las
corp o racio n es económ icas o al ap a rato m ilitar (en
tonces v en cedor en u n a g u erra m undial). Aquí en
E spaña, au n q u e se llam en igualm ente m inistros, je
fes de gobierno, subsecretarios, em bajadores, etcéte
ra , no re p re se n ta n a nadie, ni tienen ningún origen
legitim ador. E n definitiva, ac tú an en el área que
les asigna el d ictad o r, y cesan au to m áticam en te
cuando no cum plen e stric ta y calladam ente las ó rd e
nes de sus am os.
P o r o tra p a rte , m ie n tra s en los casos paralelos
de Ita lia y Alem ania, el p a rtid o único fascista supo
im p o n erse en el E stado, y dom inar to talita riam en te
el ap a ra to g u b ernam ental, es notorio que en E spaña
desde el d ecreto de unificación de 1937, la Falange
y el C arlism o fu eron burocratizados, privados de m i
licias independientes, y, en definitiva, condenados a
s e r in stru m en to s en m anos del gobierno.
E n verdad, en verdad, ni siq u iera en el pináculo
del h itlerism o , los nazis pu d iero n co n v ertir en «ór
gano de p artid o el a p a ra to ejecutivo estatal, pues
las viejas clases m antuvieron el co n tro l del a p a ra
to ad m in istrativ o , la m a g istra tu ra y el ejército»
(K ühnl). M uchísim o m enos en E spaña, p o r obvias
razones.
147
No h u b iera su b sistid o el franquism o y gozado
de ta n ta estab ilid ad institucional, si solam ente conta
r a con los sectores apuntados.
E n verdad, el franquism o fue la expresión visible
de u n a su erte de « santa alianza» de la clase alta es
p añola, y de aquél se benefició m ás que ningún o tro
sec to r la burguesía.
E l éxodo ag rario a las ciudades debilitó el lati-
fundism o, p ero proveyó de m ano de o b ra b a ra ta y
dócil a los em p resarios urbanos. E n tre 1958 y 1966,
la pro d u cció n de la in d u stria aum entó en u n 114 %,
m ie n tra s la ag ricu ltu ra apenas creció en u n 21,30 %.
Los in d u striales y com erciantes españoles, con esca
sas inversiones, sin cam b iar m ayorm ente sus m éto
dos, y sin su frir h asta 1960 ninguna com petencia ex
tra n je ra , se en riquecieron escandalosam ente b ajo el
fran q u ism o .
Las m ism as oligarquías bu rg u esas locales del País
V asco y C ataluña, au n q u e nom inalm ente indepen
d ien tes del régim en político, no sólo se beneficiaron
económ icam ente con la d ictad u ra, sino que, adem ás,
recib iero n u n a parcela de p o d er considerable, al ser
les atrib u id o s los gobiernos locales.
Así, las «sagradas fam ilias catalanas» saquearon
los recu rso s de la ciudad de B arcelona, a través de
la especulación te rrito ria l y de la vivienda, la explo
tació n de los servicios públicos y el control de los
re cu rso s m unicipales.
Lo m ism o «las gentes de la o rilla derecha del
N ervión», la a lta burguesía vasca de N eguri, a la que
h em os hecho referencia an terio rm en te.
La b u rg u esía m e jo ra rá b ajo el fran q u ism o su
posición relativ a d en tro de la clase a lta española,
no solam ente p o r la an o ta d a declinación de los lati
fu n d istas, sino p o r h ab erse renovado y reverdecido
con la sangre fresca de los «nuevos ricos», p ropicia
dos p o r la d ictad ura. Miles de arrib ista s, em p resario s
especuladores, favorecidos p o r la rá p id a in dustriali-
148
lación y urbanización del «desarrollismo», usufruc
tuarios, asimismo, de la explotación de los trabaja
dores y beneficiados p o r la falta de leyes sociales
auténticas, ascienden a los niveles superiores.
151
VI
LA VIOLENCIA POLITICA EN
TIEM PO S DEL FRANQUISMO (* )
E l caso vasco
H asta ahora nos hemos referido a la evolución
general, a niveles estadísticos nacionales, pero co
rresponde hacer una mención especial al caso vas
co, tanto por su com plejidad como por su distinto
potencial en m ateria de violencia.
La represión franquista resulta ser m ás grave
—lo que no es lo mismo que decir más sangrien
ta— que en otras regiones, por cuanto los «enemi
gos» del régimen serán los mismos que en el resto
de España m ás amplios sectores campesinos eúska-
161
ra y h asta de la m ediana burguesía urbana, afectos
al autonom ism o. Se tra ta de la región de m ás alta
observancia religiosa en E spaña y el terrorism o esta
tal no estará sacralizado p o r la Iglesia, pues p arte
del b ajo clero vasco participa, en tre los «vencidos»,
de las víctim as (11).
Siem pre a niveles institucionales, en el País Vas
co el nacionalism o local evoluciona, p o r lo m enos en
cierto sector, a posiciones independentistas, y esto
ju stifica u na represión que m ultiplica los «estados
de excepción», es decir, u n terrorism o local dentro
del terro rism o general estatal.
El E stado, a través del gobierno de M adrid, no
acepta soluciones de tipo federal (ni siquiera a nivel
adm inistrativo), y tem e que la autonom ía regional
engendre el separatism o (es decir, la independencia
de las provincias en cuestión). Esto lo resum ía Cal
vo Sotelo, en vísperas de la guerra civil, con la famo
sa frase: «Más vale u n a E spaña ro ja que u n a E spa
ñ a rota.»
La resistencia y la antiviolencia popular tendrá
un m ayor respaldo espontáneo, y el m ism o terro
rism o estatal m ejorará la im agen de los rebeldes,
que p o r o tra p arte cuentan con u n sostenido apoyo
exterior.
En el plano de las luchas interclasistas se apre
cia que los m ism os vascos están divididos, p o r cuan
to la alta burguesía de Neguri (banca, siderurgia,
navales) se alía con el nuevo E stado p ara rentabi-
lizar sus em presas.
A m edida que la región vasco-navarra se poten
cia económ icam ente, alcanzando las cotas superiores
de p ro d u cto b ru to de España, com ienza a incluir
las zonas fronterizas castellanas, y atrae u n a m asa
creciente de trabajadores no vascos (tam bién galle
La violencia importada
H ab ría que ten er en cuenta la cuota de violencia
a p o rta d a p o r los servicios secretos extranjeros, pues
si m ucho se ha hablado de las fuerzas com batientes
ítalo-germ anas en la guerra civil, no se ha destacado
que su presencia es sim ultánea con los agentes del
espionaje del Eje. Más adelante hacem os referencia
al em b ajad o r inglés H oare, que detalla la im portan-
170
VII
UN EMBAJADOR IN G LES
E N ESPAÑA (* )
177
Segunda Parte
EL ANARQUISMO ESPAÑOL
I
P or 1950 no eran m uchos los tra b a jo s analíticos
de tipo erudito, e incluso las fuentes im presas al al
cance de los estudiosos sobre estos tem as, y en algún
sentido la situación se refleja sim bólicam ente en tres
obras centrales.
E n p rim er lugar —en el aspecto bibliográfico—
la o b ra pionera de Renée L am beret M ouvem ents
ouvriers et socialistes. Chronologie et bibliographie.
L'Espagne, 1750-1936, que apareció en 1953 en la co-
183
lección p atro cin ad a p o r el In stitu t F rançais d'H istoi-
re Sociale, y dirigida p o r los profesores E douard
Dolléans y Michel Crozier.
Aunque no es específica ni exclusiva sobre el anar
quism o, la especialidad de la au to ra, y la colabora
ción de m ilitantes com o B ernard Pou, E. C. Carbó,
M. M artínez. H. Plaja, Latelaro, D. Alonso, José
Ledo, W. W. Peña, Viladom iú, Sans S icart —y obsér
vese que no todos son españoles— le hace inaprecia
ble p a ra te n e r una base de estudio de la bibliografía
y cronología del anarquism o, incluido en la histo ria
social española.
La segunda o b ra a te n e r en cuenta es la de José
P eirats, m ilitan te cenetista y faísta, colaborador de
«S olidaridad O brera» de B arcelona, que en el exilio
escribió en tres volúm enes La CNT en la Revolución
Española (1951), que lo m ism o que la o b ra de Lara-
b eret ha sido de obligada consulta y citación desde
aq u ella fecha.
En te rc e r lugar n u estra tesis de doctorado, p u
blicada en castellano con el título La crisis española
del siglo xx (1960, aunque p reparada en 1952-1954),
que co nsidera el anarquism o com o corriente central
revolucionaria española y analiza su historia, espe
cialm ente en las páginas 145-168 y 215-299 (1).
En los años siguientes desdichadam ente no pudo
reed itarse, actualizarse y corregirse la o b ra de Lam-
b eret, p ero p re p ara desde hace tiem po cu a tro volú
m enes de un Diccionario de anarquistas, en el que
el p rim er tom o corresponde a España, Portugal y
Am érica Latina. P eirats reeditó, con escasas correc
ciones, su o b ra en P arís (Ruedo Ibérico, 1971), siem
p re en tres volúm enes, p ero adem ás dio a conocer
II
Un problem a grave de aquellos años era la caren
cia de buenas bibliotecas, y en especial archivos
docum entales, especializados en la histo ria de la
guerra española, y sobre el anarquism o.
Como es explicable y notorio se destruyó una
cantidad inm ensa de m aterial d u ra n te los años
1936-1939, y d u ran te o tro s m uchos no fue posible
consultar, p o r ejem plo, las colecciones públicas sal
vadas en establecim ientos españoles.
F uera de E spaña surgieron algunos centros que
inevitablem ente se citan por todos los estudiosos,
com o el In tern atio n al In stitu id voor Sociale Ges-
chiedenis de la U niversidad de A m sterdam , cuya
reputación ya era antigua p o r lo que se refiere a
fondos socialistas m arxistas.
Poco antes de la G ran G uerra este in stitu to adqui-
II I
A utores-actores ta n fecundos com o Diego Abad
de S antillán, en el exilio se h an volcado a otros te
nias, habiendo solam ente producido com o o b ra de
aliento C ontribución a la historia del m ovim iento
obrero español, 3 tom os, que llega desde los orígenes
h asta ju lio de 1936 (Puebla, Cajica, 1962 a 1971), y
De A lfonso X I I I a Franco. A puntes de historia polí-
(5) En 1975 se reeditó por segunda vez la clásica obra Por qué
perdimos la guerra (Puebla, Cajica), de la que también hay una
versión censurada en Madrid de la misma fecha, con un nuevo
prólogo y un breve estudio de Heleno Saña. Se ha tenido la buena
idea de reeditar selecciones de sus artículos, una a cargo de Anto
nio Elorza (El anarquismo y la revolución en España, 1930-1938)
y otra de Carlos Díaz (Estrategia y táctica), ambas en 1976.
(6) De la Montseny las obras de más aliento son Pasión y
muerte de los españoles en Francia, Toulouse, 1969, y la recopila
ción de textos de “La Revista Blanca”, en el folleto El problema de
los sexos, Toulouse, Universo, 1951. En la medida que lo permite
una revista española en 1976, debe leerse la nota de “Cuadernos para
el Diálogo”, Madrid, n.° 161.
188
cado de José B erruezo C ontribución a la historia de
la CNT de E spaña en el exilio (1967) y de R am ón
Alvarez, E leuterio Quintanilla. Vida y obra del m aes
tro. C ontribución a la historia del sindicalism o revo
lucionario en A sturias (1973), y antes todavía, el im
p o rta n te E stado y anarcosindicalismo, de Severino
O caña (I960).
Un tra b a jo científico que debiera hacerse es anali
zar, y p o r tan to com parar, las m em orias de los
acto res del an arquism o español, especialm ente du
ra n te la g u erra civil, e incluso los testim onios de
p rim e ra m ano.
H ay obras críticas in teresan tes, com o las de Abel
Paz, Paradigma de una revolución (19 de julio de
1936) en Barcelona, Toulouse, AUT, 1967 y an te todo
el D urruti. E l proletariado en arm as (Barcelona, 1973,
605 págs.), que am plía la ed. francesa de 1972. Sobre
los años p o sterio res las de Antonio Téllez, La guerri
lla urbana: I-Facerías, P arís, R uedo Ibérico, 1974 y
La guerrilla urbana en España: Sabaté, París, Beli-
baste-La H orm iga, 1972, ya trad u cid as a varias len
guas no ibéricas.
Tam bién «Tgnotus», M anuel V illar, España en la
ruta de la libertad, B uenos Aires, 1962; J. B orraz
E l m o vim ien to libertario ante el problem a español
(1946), de Jo an F errer, Costa A m unt. E lem ents d ’His-
tória social igualadina (París, 1976) e In te rp re ta d o
llibertária del m o vim en t obrer catalá.
Sobre m otivaciones, m ás que en calidad de m e
m orias, son los breves re p o rtajes a p ersonajes com o
Félix C arrasquer, José P eirats (7), y o tro s que in te
g ran el volum en de 348 págs. del suplem ento de
«C uadernos de R uedo Ibérico» (1974), dedicado a
E l m o vim ien to libertario español.
V íctor García, que asim ism o proveyera de la bio
g rafía de R aúl C arballeira (París, S olidaridad O bre
ra, 1961), publicó en 1962-1963 varios fascículos sobre
el tem a español, en la ciudad de C aracas.
IV
Sobre aspectos parciales, pero m anejando una
técnica adelantada, contam os actualm ente con valio
sos títulos.
Las realizaciones económicas de inspiración liber
ta ria du ran te la guerra civil, sobre las cuales no fal
tab an testim onios, m erecieron ser expuestas en 1955
p o r «Gastón Levai» (Pierre Piller) con la obra inti
tu lad a en italiano Né Franco, né Stalin: la colletti
vità anarchica spagnola nella lotta contra Franco e
la reazione staliniana, Milano, Istitu to E ditoriale
Italiano, que acallada la «guerra fría», recobra su
verdadero título y se am plía considerablem ente en
Las colectividades libertarias españolas, Buenos Ai
res, Proyección, 1972, en dos volúm enes. Hay una
versión francesa interm edia, incluso en extensión,
Espagne libertaire, 1936-1939■ L'oeuvre constructive
de la R evolution espagnole, Paris, Ed. du Cercle.
Dos profesores catalanes, Josep M aria Bricall y
Albert Balcells, han acom etido respectivam ente el
análisis de los aspectos industrial-financiero y agrario
del período 1936-1939 en sus obras Política económica
de la Generalitat (1936-1939) en dos grandes volúm e
nes y E l problema agrari a Catalunya, 1890-1939. La
qüestió rabassaire, Barcelona, Nova T erra, 1968.
La Confederación Nacional del T rabajo (en el exi
lio) ya lleva varias ediciones de su obra oficial
Colectivizaciones. La obra constructiva de la revolu
ción española. Documentos. Reportajes, Toulouse,
CNT, 1973, 4.a ed.
El conocido publicista H ugh Thom as firm a un
190
texto sobre C olectividades anarquistas en la guerra
civil española, en el volum en colectivo E studios so
bre la República y la guerra civil española, traducido
en 1974 en B arcelona. Tam bién G abriel Jackson: La
experiencia viva de las colectividades en la guerra
civil española, incluido en Costa, Azaña, el F rente
Popular y otros ensayos (M adrid, 1976).
T am bién en E spaña ha tenido especial difusión
la o b ra del ex m iem bro del Consell d ’E conom ia de la
G eneralitat de C atalunya, Albert Pérez B aró, 30 m e
ses de colectivism o en Cataluña, B arcelona, Ariel,
1975 (antes en catalán p o r la m ism a editorial en 1970),
a u to r asim ism o de u n a H istoria de la cooperación
catalana, B arcelona, Nova T erra, 1974 (antes tam bién
en catalán, p atro cin ad a p o r el In stitu t d ’E stu d is Ca
talans, 1972).
Se h a reed itado en castellano en 1977 sim ultá
neam ente en dos versiones d istintas (una con texto
de Folgare y o tra con prólogo de Sam Dolgoff), la
o b ra clásica de Augustin Souchy, E n tre los cam pesi
nos de Aragón. E l com unism o libertario en las co
m arcas liberadas.
E n alem án, 1975, no solam ente se h an trad u cid o
conocidos textos de Diego Abad de S antillán y Ju an
Peiró (O ekonom ie und R evolution. Fabrik und Sta d tt-
¡ikom itees. S yn d ika lism u s u n d die Soziale R evolution
in Spanien. R olle der Industriefoderationen und des
A narchism us), sino que aparece el libro de E rich
G erlach y A ugustin Souchy, Die soziale R evolution
in Spanien: K ollektivirierung der In d u strie und
L a n d w irtschaft in Spanien, que ju n to a un texto
original del m ás im p o rtan te de los investigadores
germ ánicos sobre el anarquism o, reed ita el difun
dido tra b a jo de Souchy d u ra n te la guerra civil (8).
En inglés, ed itado p o r Sam Dolgoff, y con el títu
lo The anarchist collectives: w o rkers’ self-manage-
198
V
VI
S in alc an za r el nivel de o b ra s de investigación
h istó rica, p e ro señ alan d o la existencia de u n público
le c to r p ro cliv e a este te m a h a n p ro life rad o libros
com o los de Jean-P aul S a rtre , D aniel G uérin, Paul
F eyerab en d , Georges W oodcok (1962), R eszler (1973),
Jam es Jo ll (1964), C ohn-B endit (1964), N oam Choms-
ky (12), H an s M agnus E n ze rsb erg er (13), David
E. A pter, G erald R unkle (1964), R . D utschke, G ünter
V II
Tal vez el hecho m ás auspicioso es la floración
de monografías técnicas a nivel provincial, local o
regional, en buena parte surgidas del trab ajo univer
sitario, y que aportan m ateriales nuevos, a m enudo
provenientes de archivos personales o de la prensa.
Pensam os en libros como Historia del m ovim ien
to obrero en Granada, 1909-1923 de Antonio M aría
Calero-Amor (1974); Pere Gabriel, El m ovim ent obrer
V III
No hem os p retendido inventariar la totalidad de
las publicaciones, ediciones o investigaciones que
d u ran te estos veinticinco últim os años se conocen
sobre el anarquism o español del siglo xx.
Es posible que los lectores nos aporten elem entos
nuevos de juicio, o nos perm itan salvar eventuales
errores.
D eliberadam ente hem os om itido la su b lite ratu ra
de tipo p roselitista, polém ico, periodístico, incluso
sensacionalista, que circula en los últim os años en
205
Drma m asiva. E n el caso de la m ism a E sp añ a , la
a rio s a c a te g o ría de o b ra s s u s titu í ivas, q u e en de
noto del co n o cim ien to d e las o b ra s o riginales publi-
ad a s en el e x tra n je ro , o p o r razó n —h a s ta hace
oco— de la c e n su ra im p u e sta a las m ism as edicio-
es n acio n ales, p ro c u ra a te n d e r la d em a n d a o cu-
io sid ad d e la n u ev a generación de lectores. E ste tipo
e « lite ratu ra» su ele ser de tip o «kiosco» o «ram bla»
com o se le d en o m in a e n B arcelona) y m erecería
stu d ia rs e del p u n to de v ista de la sociología del co-
o cim ien to y de los m edios de com unicación.
T am poco estam o s en condiciones de in v en taria r
is o b ra s e in v estigaciones in éd itas, p o r a h o ra en es-
ado de m em o rias p a ra o p ta r los grados universita-
ios, y n i siq u ie ra todos los ce n tro s científicos orga-
izados so b re el te m a (16).
E s d ifícil esta b le c e r u n balance, a te n to al conoci-
niento d e esto s ce n te n a re s de tra b a jo s e iniciativas,
o rre sp o n d ie n te s a F ran cia, Suiza, H olanda, México,
n g la te rra , E sta d o s U nidos, V enezuela, U ruguay, Ar-
en tin a, C anadá, Italia, A ndorra, A lem ania F ederal
, o b v iam en te, la p ro p ia E sp a ñ a (17).
208
IX
I
En la avalancha de libros de m em orias o recuer
dos de los protagonistas de la guerra civil española,
que vivimos estos años del posfranquism o, hay aho
ra que contabilizar una im portante hornada de au
to ría de m ilitantes libertarios.
Se podrían hacer sobre m uchos de estos libros
las m ism as observaciones que corresponden a socia
listas (Francisco Largo Caballero, Indalecio Prieto,
Zugazagoitia, Alvarez del Vayo), com unistas (Dolo
res Ib a rru ri, Hernández, «El Campesino», Cordon,
Tagüeña, Líster) o republicanos (Azaña, Gordon Or-
dax, Alcalá Zam ora), cuando no fascistas (Ridruejo,
209
A ranguren, S errano S uñer, Sáinz Rodríguez, Foxá,
Franco-Salgado), y es que aparecen a m edio siglo
de los sucesos a que hacen referencia, o por lo m e
nos llegan en ese plazo a su n a tu ra l destinatario: el
público español. P or tan to , su valor testim onial está
en tu rb iad o p o r el tiem po y corregido, cuando no bas
tard ead o , p o r la lectu ra que au to res y lectores a la
fecha h an hecho de o b ras históricas, publicadas en
to d as p artes, incluso en los periódicos de la época,
que asim ism o com ienzan a reim prim irse.
C uando se tra ta de protagonistas de p rim era fila,
es explicable que com pitan —de la extrem a izquier
da a la extrem a derecha— en justificarse, enaltecer
se y h asta en defenderse de críticas de sus adversa
rios políticos, y h asta personales.
Los h isto riad ores sabem os que en tre las reglas
elem entales de la eu rística está la crítica histórica,
que debe p o n er en tela de juicio tan to la calidad de
la fuente, com o sus posibilidades reales de decir la
verdad p o r el testigo en cuestión.
E n estos m ateriales es m ás que frecuente que,
ju n to al grano de sus personales recuerdos y puntos
de vista, los octogenarios que a m enudo presentan
libros de m em orias, m ezclen la p a ja de sus lecturas
de los m anuales de historia de la g u erra civil, y
abusen de las m otivaciones de orden p articu lar. El
profesional, leyéndoles, siem pre piensa que sería
m ejo r m enos páginas, p ero que ap u n ta ran sólo a lo
que el testigo efectivam ente vivió, actuó, sufrió o es
cuchó, m ás que a sus lecturas, o a sus « in terp reta
ciones» m ás o m enos sectarias (1).
E n el caso concreto de los an arq u istas, hay cier-
II
E n general, no hay en estos au to res u n in ten to
to talizad o r e in terp retativ o de la vida h istó rica espa
ñola, n i siq u iera a nivel de los acontecim ientos po
líticos. E n p rim e r lugar p o rq u e en la m edida que
la gente a n a rq u ista no p artic ip a de la vida «de p a
lacio», o no tien e la preocupación de «dirigir» ni «m a
n ejar» aquella visión, tam poco está en condiciones
de alcan zarla a través de sus vivencias.
P ero en cierto s casos, y sin p erju icio de u s a r y
a b u s a r de la p rim e ra perso n a en sus exposiciones,
algunos de ellos tienen u n p ro p ó sito de crítica ge
n e ra l, in te n ta n pro v eer u n a in te rp re ta c ió n global
de los hechos de la co n tro v e rtid a h isto ria de E sp añ a
contem p o rán ea, o p o r lo m enos de la a n te rio r a 1939.
E sto —en c ie rta m edida— se justifica, asim is
m o, p o r los casos de Diego Abad de S antillán y de
J u a n G arcía Oliver, sobrevivientes de u n a vanguardia
m in ú scu la del an arq u ism o español, que p o r las fu n
ciones que tu v iero n en el m ovim iento confederal, y
m ás ta rd e los cargos que o cuparon en el m ism o ap a
ra to ad m in istrativ o y político de la G en eralitat de
C ataluña y del gobierno cen tral republicano vivieron
214
E n sus obras originales h ab ría que distinguir las
ob ras de tipo teórico, com o El anarquism o en el m o
vim iento obrero (1925, en colaboración) y Recons
trucción social. Bases para una nueva edificación
económica argentina (1933), de las obras históricas
•—ya clásicas en ese dom inio— como El anarquism o
en la Argentina desde sus orígenes hasta 1910 (1930),
La F. O. R. A. Ideología y trayectoria del m ovim iento
obrero revolucionario en la Argentina (1932), y, ante
todo, las dedicadas a España, com o Por qué perdi
m os la guerra (1940) y la Historia del m ovim iento
obrero español (de la que han aparecido tres volú
m enes en México), ap a rte de su m edular o b ra sobre
Ricardo Flores Magón y la revolución mexicana
(1920), de lo que resu lta un interés p o r aquel país
que culm ina en la reciente H istoria de la revolución
mexicana.
P ublicista infatigable, D. A. de S. —ap arte de es
tas obras de inspiración directam ente anarquista—
escribió y editó trab ajo s m uy am plios y reputados
en Argentina, com o la H istoria de Argentina (6 volú
m enes), la Enciclopedia argentina, o el Diccionario
de argentinism os (5).
Tal vez m ás conocida es su trayectoria de perio
dista, siendo el responsable de la época de oro de
la fam osa publicación cotidiana bonaerense, «La
Protesta» (en los años veinte), editando asim ism o el
«Suplem ento de La Protesta», y la editorial del m is
m o nom bre, donde ap arte de los clásicos anarquis
tas (B akunin y tantos otros), da a conocer sus tra
ducciones del alem án de Max N ettlau, Rudolf Roc-
ker, Georg Nicolai, etcétera.
E n E spaña será desde 1935 —a donde se trasla
da desde que las dictaduras triunfan sucesivam en
te en Argentina y Uruguay, en que se había refu-
III
Las dem ás obras de este p rim er grupo, p o r ra
zones que se in d icarán en cada caso, aunque sus au
to res a m enudo p articip an en los m ism os sucesos
que los anterio res, ad optan la actitu d m ás pru d en te
de in fo rm ar exclusivam ente sobre su personal, y, por
definición lim itada, visión de u n área específica.
E s el caso de la o b ra Guerra, exilio y cárcel de
un anarcosindicalista de C ipriano M era, inestim a
ble —como dice el prologuista F ernando Gómez Pe-
láez— , p a ra v alo rar «la participación de las unidades
confederales en uno de los sectores m ás activos de
la contienda (la g u erra civil): el del centro».
M era fue tam bién un auténtico hijo del pueblo,
llevado p o r sus com pañeros de tra b a jo a la p resi
dencia del Sindicato Unico de la C onstrucción (CNT)
de M adrid y las m em orias com ienzan ju stam en te re
firiéndose a la huelga de la construcción m adrileña
de m ayo del 36 (UGT-CNT), p o r lo que todo el Co
219
m ité de H uelga (M era incluido) e sta b a en la cárcel
el 18 de ju lio de 1936.
H o m b re de acción (y no en vano h ab ía p artic i
p ad o con D u rru ti, Isaac P uente y o tro s en el Comi
té R evolucionario a n a rq u ista de 1933), apenas libe
ra d o p a rtic ip a en la to m a del cu a rte l de C araban-
chel y en la re co n q u ista de G u ad alajara y Cuenca.
S erá p ro n to jefe de la XIV División confederal,
y desde el 6 de o ctu b re de 1937, caudillo del C uarto
C uerpo de E jército. E ra la recom pensa p o r su b ri
llan te acción en la b a ta lla de G u ad alajara, fren te al
ata q u e italian o , reco n q u istan d o la localidad de Bri-
huega. E ste sin g ular ten ien te coronel se definía, y lo
re ite ra en la o b ra, com o « m ilitante de la CNT y al
b añ il de profesión».
D esde la fecha citada, A rtem io G arcía llevará u n
«diario de cam paña» del C uerpo de E jército , y p o r
ello h ay m ás inform ación y es m ás p recisa, sobre
hechos p o sterio re s com o la b ata lla de B rúñete, o el
C onsejo N acional de D efensa de las p o strim erías de
la g u erra. Desde la página 229 com ienza la eta p a del
exilio, p rim e ro en el n o rte de Africa, de cuyas cá r
celes las au to rid ad es francesas de P étain lo entrega
rá n en 1942 al franquism o. S om etido en M adrid a
u n C onsejo de G uerra y condenado a m u erte, le es
co n m u tad a la pena, y será recién liberado en 1947
p a ra re in te g rarse a la m ilitan cia an tifa scista clandes
tin a. ¡Incluso p a rtic ip a con el general B eigdeber en
u n co m plot c o n tra F ranco en 1947! E ra n los tiem pos
de las g u errillas del m aquis francés. La CNT del in
te rio r lo d estin a a F ran cia y com ienza su segundo
exilio, en que vuelve a su oficio de albañil, fallecien
do en P arís, en 1975, a los 72 años. C ipriano M era no
llegó a v er im p resa esta obra, que fue re d acta d a
con la cooperación del p erio d ista M anuel F abra.
No m enos ex tra o rd in aria , en o tra dim ensión, es
la saga de José P eirats, nacido en la provincia de
C astellón en u n a fam ilia de alp arg atero s, que em i
g ra n —com o tan to s p ro leta rio s— a B arcelona, don
de n u e stro p ro tag o n ista a d o p ta el oficio de ladrille
ro. Ya com o precoz a n a rq u ista vivió la influencia de
220
la revolución ru sa y sufrió la dictadura de Prim o
de Rivera. M iem bro de la FAT, desde su b arriad a de
Sants, será red acto r de «Solidaridad Obrera» (dis
cípulo de Felipe Alaiz) y uno de los héroes del 18
de ju lio de 1936. Actúa p o r entonces en las Juventu
des L ibertarias, dirige h asta mayo del 37 «Acracia»,
de Lérida, y es uno de los jóvenes críticos de la in
tervención m inisterial de la CNT en el gabinete Lar
go Caballero. Se alista en la XXV División, y con
ella se re tira a través del valle del Segre, exiliándo
se en Francia, donde reside h asta ahora. El pedago
go Puig Elias, en el congreso del año 1947 de la CNT,
en Toulouse, había p ropuesto que se escribiera la
h isto ria de la revolución española, y en 1949 esta ta
re a la confiará la organización confederal al ex la
drillero, y entonces labrador, José P eirats. Con me
dios eurísticos m uy precarios, sin poder apoyarse
m ás que en escasos antecedentes, en tre 1952 y 1954,
P eirats publica los tres tom os de La CNT en la Re
volución Española, u n a o b ra a la fecha fam osísim a.
Desde entonces, su nom bre aparece en form a soste
nida en la p ren sa an arquista, y se m anifiesta a través
de nuevos libros.
E n cuanto a estas m em orias —que hem os podido
exam inar en el m anuscrito inédito— se prolongan
en el exilio am ericano (República Dominicana, Ecua
d o r y Panam á), y se cierran con el exilio y las cá r
celes francesas. Es u n trab a jo de m érito literario,
que dice m ucho del personaje en sus facetas hu
m anas.
De todas las obras que consideram os, sin discu
sión, la m ejor escrita, pues es de la plum a de uno
de los m ejores escritores españoles contem poráneos
(B altasar Porcel) es la que recoge la vida del iguala-
dense Joan F errer.
E l procedim iento que se h a seguido h a sido feliz
m en te usado en Am érica p o r el antropólogo O scar
Lewis (en sus fam osos libros sobre los m iserables
de México, P uerto Rico y Cuba), pero creem os que
es la p rim era vez que se p ractica en España. Porcel
221
h a g rab ad o cin cu en ta cin tas m agnetofónicas, equi
valentes a m il páginas dactilografiadas, con las decla
racio n es de Jo an F errer, y so b re esa base se h a es
crito la o b ra definitiva en p rim e ra persona.
F e rre r es u n p erso n aje m enor, incluso en relación
con los an tes citados, p o r co n cretarse la m ayor p a r
te de su m ilitan cia en u n a ciudad provincial, y no
te n e r —sino ocasionalm ente— el gran escenario b a r
celonés o m adrileño. P ero su vida es dem o strativ a
del tip o m edio de m ilitan te an a rq u ista, de sus sacri
ficios y en tereza an te la represión, de las grandes
ilusiones que d esp ertó la victo ria p o p u lar en C atalu
ñ a del 36 y de las p en u rias del co m p artid o exilio en
tie rra s francesas.
E l m érito de la o b ra no h a sido debidam ente
ap reciad o , y en cam bio yendo al aspecto e stric ta
m en te h istó rico se han rep ro ch ad o a F errer-P orcel
in ex actitu d es, im precisiones o fallas en la inform a
ción. E n d efinitiva —com o dice Porcel—, «el libro
n o p re te n d e se r ni im parcial ni exacto, sino testim o
nial, y testim o n io el de la vivencia, m ás que el de la
cu ltu ra» . Jo an F errer, que nació en el año 1896, fa
lleció m uy poco tiem po después de p u b licarse esta
o b ra (7).
H ay o tra s ob ras q u e se evocan al c ita r las an
terio res, escritas asim ism o p o r m ilitan tes libertarios,
au n q u e sin h acerse estric ta m en te en térm in o s au to
biográficos, au n q u e in tere san tes, sobre u n aspecto
del g ran fresco de la g u erra civil. Pensam os, p o r
ejem plo, en los libros poco conocidos q u e sobre
A sturias escribió Solano Palacio, y que se ed itaro n
en Chile; o en los volúm enes recientes so b re el País
V asco de M anuel Chiapuso, e incluso los del o b rero
tex til —y m ás ta rd e co m an d an te de la C olum na Du-
(9) Habría que tener en cuenta asimismo los folletos Pensam iento
d e Joan Peiró, México, CNT, 1939; P roblem as del sindicalism o y del
anarquism o, Toulouse, MLE, 1945, y P roblem as y cintarazos, Rennes,
1946, que reúnen otros textos.
224
de textos de «La R evista Blanca» (1898-1905), b ajo
el títu lo de Els anarquistes educadors del poblé (Bar
celona), digna de considerarse en estas dim ensiones
p o rq u e hace referencia a sus orígenes ideológicos y
h asta fam iliares.
IV
La cosecha de los periodistas, y dejando de lado
a Diego Abad de Santillán, de quien ya nos ocupa
m os, no es m enos interesante, pero diríam os que es
m ás previsible, o m enos original.
N atu ralm en te no interesan a estos efectos las
o b ras expositivas, o polém icas, redactadas en estilo
periodístico sobre los sucesos históricos, sino que
debem os considerar aquellos libros en que los auto
res se refieren a su personal experiencia, a sus vi
vencias inm ediatas, com o ya hem os visto en el caso
de quienes, a p esar de su origen proletario, term ina
ro n actuando com o p eriodistas (Peiró, P eirats, p o r
ejem plo).
Tenem os a n u e stra consideración los libros de
José G arcía P radas, E duardo de Guzmán y Jacinto
Thoryo, que son en esencia diferentes, aunque com o
verem os no estrictam ente dispares.
José G arcía P radas, ya en 1939 había explicado
con el títu lo sensacionalista de La traición de Stalin
su participación en la Ju n ta del coronel Casado. P or
su cargo en la dirección del diario confederal «CNT»
de M adrid, no puede negársele inform ación, p ero
define su o b ra com o «una serie de ensayos híbridos
—n arrativ o s, a la vez que ideológicos o críticos— so
b re los principales causantes de la d erro ta antifas
cista» (pág. 12).
Ese m aterial se am plía, ante todo con u n capítu
lo de Conclusiones, escritas en 1973, y adquiere el
curioso títu lo de la edición m adrileña de 1974: ¡Te
níam os que perder!
Más sólido, y m ás tenaz en su oficio, es sin duda
E d u ard o de Guzmán, su colega com o d irec to r del
225
tam b ién d iario confederal m adrileño «C astilla Li
bre»; que h a escrito u n re la to testim onial sobre los
vencidos, que q u ed aro n a tra p a d o s en la zona cen tral
y q ue se co n c en tra ro n en A licante y A lbatera en 1939
( 10).
De allí p asaro n a la cárcel, fu ero n diezm ados p o r
las ejecuciones y p asa ro n trem en d o s sacrificios b ajo
«la larg a noche de piedra». Esos tre s libros: E l año
de la victoria (1974), N osotros los asesinos. M em o
rias de la guerra de E spaña (1976) y La m u e rte de
la esperanza, si p a ra m uchos revelan a u n escrito r,
sin em bargo nos p erm itim o s c re e r que no son supe
rio re s d o cu m entalm ente h ab lando a su o b ra de ju
ven tu d M adrid rojo y negro, publicado d u ra n te la
g u e rra y al calor de los sucesos.
De Jacin to Toryho, finalm ente, se h ab ía dado a
con o cer u n volum en de re tra to s de p erso n ajes de la
g u erra con el inexplicable títu lo de N o éram os tan
m alos, y ah o ra nos llega esta volum inosa ob ra, con
u n títu lo igualm ente largo, Del triu n fo a la derrota.
Las interioridades de la guerra civil en el cam po re
publicano revividas por un periodista.
E n esas páginas, del ex d irec to r de «S olidaridad
O brera» de B arcelona de 1937 a 1938, y ex sec reta
rio de P ro p ag anda de la CNT-FAI en 1937, ab u n d an
las an écd o tas y el a u to r es consecuente (al igual
q u e G arcía P radas) con an te rio res panfletos p u b li
cad o s en tiem pos de la g u e rra fría.
V
A m odo de balance, digam os que este co n ju n to
de libros m u ltiplica o b jetivam ente n u e stra s posibili
dades de conocim iento sobre la h isto ria del a n a r
q uism o español y, p o r ende sobre E spaña, y co rre
lativ am en te envejece ciertos libros en circulación.
227
X
234
XI
CAMILLO B E R N E R I Y LA
R EV O LU C IO N ESPAÑOLA (* )
(17) Sus textos han sido recogidos en ob. cit. Scritti scelti di C.
B„ págs. 161-176. y en la misma antología, págs. 177-182, está la
polémica con Piero Gobetti, el líder liberal y director de “Rivolu
zione liberale”, de Torino, en 1924.
246
republicano italiano, de Acción Republicana Socia
lista, del partido Socialista maximalista y del grupo
«Giustizia e Libertà», que según dice Berneri «han
preferido —reconociendo el gran papel del anarquis
mo español en la lucha contra el fascismo— la nues
tra a las otras milicias».
Tienen unidos su bautism o de fuego en la batalla
de Monte Pelado, en las afueras de Huesca el 28 de
agosto de 1936, pero por diciembre la legión italiana
se reestructura en dos batallones, el «Mattsotti», que
dirigen los hermanos Rosselli y Luigi Battistelli y
por otra parte los anarquistas, que con otros volun
tarios, forman el «Batallón Internacional», ambos
siem pre integrados en la Columna Ascaso.
Berneri participa personalm ente como miliciano
en los prim eros combates (a pesar de su sordera),
edita un boletín y es delegado responsable de la
legión —electo por sus integrantes— entre agosto y
diciembre de 1936 (18).
La actuación de Berneri en este terreno es un
antecedente valioso para explicarse su interpretación
de la guerra revolucionaria, y en particular de la
revolución española.
Había sido, junto con Fantozzi y Giusti, redactor
de las bases por las cuales el 5 de agosto de 1936
los anarquistas italianos no solamente se incorporan
orgánicamente a las milicias cenetistas, sino que
(23) En total son nueve textos: Levando anclas (ti." 1), ¿Qué
hacer? (n.° 3), Curva peligrosa. ¡Atención! (n.° 4), La guerra y la
revolución (n.° 6), La tercera etapa (n.° 7), Carta abierta a la com
pañera Federica Montseny (n.° 12), Guerra y revolución (n.° 13)
y La contrarrevolución en marcha (n.° 15), entre el 9 de octubre de
1936 y el 5 de mayo de 1937. También hay que tener en cuenta la
entrevista de “Spain and the world”, que se traduce en el n.° 9
de la publicación de Berneri, y Defensa del P.O.U.M., que edita
“L’Adunata dei Refrattari”, New York, en el número del 1 de mayo
de 1937.
252
H asta 1939, B erneri fue m ás editado en español
que en italiano, y esto es especialm ente cierto para
sus trabajos sobre el fascismo mussoliniano.
Ya en Francia se había prodigado en obras como
Lo spionaggio fascista all’estero (Marsella, s. f.), Mus-
solini normalizzatore (París, 1927), ya aludido, Le
ju if anti-semite (París, s. f.), etc.
Pero será en español en que se difundirán de una
m anera muy am plia sus textos en «La revista blanca»
de Barcelona en 1931-1932 (24); en Valencia, donde
se edita Mussolini, gran actor (1934) y en Buenos
Aires, el excelente opúsculo El delirio racista (1935),
en que adelanta tem as m ás tarde famosos en estos
problem as.
Recién en 1966, a cargo de Pier Cario Masini, se
publica en italiano un volumen de 118 páginas inti
tulado Mussolini, psicología di un dittatore, que se
gún su editor es traducción de un m anuscrito en
francés de 71 páginas, escrito en 1932. Esta obra me
rece que su prologuista afirme: Berneri «tiene un
puesto entre los grandes italianos de nuestro tiempo,
al lado de Cantillo Pram polini y de Gaetano Salvemi-
ni, de E rrico M alatesta, que fueron sus m aestros y
al lado de Piero Gobetti y de los herm anos Rosselli
que fueron sus interlocutores en el debate político
y com pañeros de la lucha antifascista» (25).
La obra de Berneri enfrentando al fascismo cubre
un total de quince años (1922 a 1937), y el volumen
de P. C. Masini, lo mismo que los textos en francés
253
y español q u e citam os, no son sino u n a fracción de
sus escrito s, q ue m erecerían re ed itarse.
El m ás extenso de sus libros sobre estos proble
m as se escribió en B arcelona, y vincula d irectam en te
el fascism o italian o con la g u erra civil española.
M ussolini a la conquista de las Baleares —com o
dice su m ism o a u to r—, m ás que u n libro es u n
dossier. «Con u n poco de habilidad perio d ística —pro
sigue B ern eri— h u b iera podido h acer de m i libro-
d o ssier u n panfleto de v erd ad ero escándalo.» El a u to r
se h a aten id o en cam bio, con fidelidad, a u n co n ju n to
de d o cum entos inéditos, que en su casi to talid ad
h an sido exhum ados del C onsulado G eneral de Italia
en B arcelona. No es casual que B erneri, invoque a
su m ae stro en H istoria, el p ro feso r G aetano Salve-
m ini, p a ra a c e p ta r que no h a sido im parcial, pues
«la im p arcialid ad es u n sueño, m ien tras que la hon
rad ez es u n deber».
E sta es la o b ra que B erneri escribía a la h o ra de
su m u erte, y de que da cu en ta a su h ija M aría-Luisa,
en c a rta del 4 de m ayo de 1937, cuando dice: «Estoy
exasperado p o r la indiferencia europea p o r las cosas
de E spaña, y tem o ta n to com o a F ranco a u n a in
tervención anglo-francesa, que con el p re te x to de
aco m o d ar las cosas, se quede con el bocado del león.
C uanto m ás estu dio el m aterial diplom ático-consular
que tengo e n tre m anos, m ás estoy convencido que
los in tereses im p erialistas-plutocráticos de Alem ania
e Ita lia eran y son m enores que los p ropios intereses
de F ran cia e In g laterra. La d iferencia es de estilo.
E s la diferen cia e n tre u n im perialism o h am b rie n to
y u n im p erialism o saciado» (26).
A unque es posible que la o b ra no quedó com
p leta, y q u e B erneri debió am p liar la ú ltim a p a rte ,
cronológicam ente p o ste rio r al 18 de julio de 1936, en
definitiva es u n tra b a jo histórico, dedicado a la situ a
ción de las B aleares, tal com o se m anifiesta después
del entro n izam iento del fascism o, docum entando «la
(26) P. 277, Pensieri e Battaglia, ob. cit., donde tal vez por error
se dice 4 de mayo en vez de 1 ó 2 del mismo mes.
254
m egalom anía del d ictador italiano» ya desde 1924,
in serta en la política del «Mare N ostrum ». Con la
com plicidad de la D ictadura p rim orriverista, en es
pecial M allorca, desde aquella fecha fue estudiada y
considerada en sus ventajas políticas y m ilitares para
los proyectos de expansión totalitaria, incluso con la
intervención personal del m inistro Césare Balbo y
de los hijos del m ism o Duce.
Diego Abad de Santillán, prologando el volum en,
dice m uy co rrectam ente que: «En E spaña vivíam os
un poco de espaldas a la realidad fascista, y no sos
pechábam os que éram os un objetivo acariciado p o r
los m odernos dictadores de la posguerra» (27).
La p reparación de esta o b ra explica m uchos de
los aciertos que tiene B erneri en estos m eses p ara
juzgar la política exterior en torno a la E spaña re
volucionaria, aunque el m ism o au to r se consideraba
com o «deportado», o alejado de tareas editoriales
m ás urgentes.
«No veo la h o ra —escribe en m arzo del 37 a su
fam ilia— de term in ar este trab a jo sobre las Balea
res. ¡Qué esfuerzo ocuparm e de éste con el corazón
en vilo, p a ra p oder iniciar una serie de artículos
sobre la situación de aquí, que am enaza ser estro
p ead a p o r los m oscovitas!» (28).
Dice N oam Chom sky —en la o b ra aludida up
su p ra— que: «Con la perspectiva dada p o r el tiem
po, las ideas de B erneri (sobre la g u erra civil) p are
cen com pletam ente razonables... num erosos com en
tad o res h an subestim ado gravem ente la im portancia
del facto r político, la fuerza potencial de una lucha
p o p u lar p o r la defensa de las realizaciones de la Re
volución... Parece que una guerra revolucionaria, co
m o la preconizada p o r B erneri, hu b iera tenido posi
bilidades de éxito.»
Chom sky tiene en cuenta, especialm ente, la tan tas
veces citad a Carta abierta a la com pañera Federica
(33) Ob. cit., p. 192. Es de hacer notar que los autores comu
nistas que han públicamente rectificado en España opiniones calum
niosas, vertidas en su momento contra dirigentes políticos o intelec
tuales antifascistas contrarios a sus ideas, v. g., sobre Andrés Nin,
a cargo de Santiago Carrillo, o sobre George Orwell por Teresa
Pamies (Romanticismo militante, Barcelona, 1976, págs. 89-104),
según nuestras noticias no han considerado el caso Berneri. No es
ésa la situación en Italia, donde la administración comunista de la
ciudad de Bologna concedió, como héroe antifascista, la medalla de
honor postuma a Cantillo Berneri, y son numerosas las expresiones
recientes de reverencia con su memoria. La editorial comunista Edi-
tori Riuniti, publica destacadamente en L ’antifascismo italiano, Roma,
1973, t. II, elogiosas referencias a C.B., en págs. 32, 175, 383, 837,
839 y 876. Esta última con un texto de Umberto Calosso sobre la
batalla de los voluntarios italianos en el frente de Huesca el 28 de
agosto de 1936, en que combatiera personalmente nuestro personaje.
Véase Addenda, cap. X III de este libro.
260
he leído hoy u n a circu lar reservada de M ussolini en
la cual se m e señala a la au to rid ad consular (se re
fiere al Consolato G enerale de B arcelona. N. del A.)
com o dirigente del terro rism o antifascista en Italia.
Es asu n to viejo, p ero explica el encarnizam iento
que, p o r m uchos años, h an tenido conmigo. No sea
m os pesim istas, m i querida. C ualquier cosa que so
brevenga, tendrem os la satisfacción de h acer alguna
cosa enorm e que d ará frutos» (34).
P or lo m enos, según los servicios secretos m usso-
linianos, B ern eri ten d ría u n nuevo aspecto en su
p ersonalidad, la de u n hom bre de acción, figura cen
tra l del contraespionaje antifascista, e incluso «aten-
ta to ri pericoloso» (peligroso terro rista), al p u n to de
que se le responsabiliza de intentos de m agnicidio
c o n tra el pro p io M ussolini (35).
P o r su personalidad, y su obra, Cam illo B erneri
h a quedado p a ra la h isto ria social italiana com o u n
p ro to tip o de «intelectual-m ilitante», o con m ás p re
cisión «el intelectual a n a rq u ista com o intelectual re
volucionario» (36), p ero al tiem po uno de los grandes
p ro tag o n istas —y esto lo aceptan sin discusión todos
los p artid o s y tendencias— en las grandes luchas
c o n tra el fascism o m ussoliniano, no m enos grande
ni m enos im p o rtan te que Antonio G ram sci, E rrico
ADDENDA
264
XII
CAMILLO BERNERI,
INTERPRETE DE ESPAÑA (*)
Camillo B e m e r i y España
Camillo B em eri se interesa p o r el tem a español,
y a la vez com ienza a ser conocido en España a
trav és de la prensa lib ertaria, d u ra n te esa etap a que
va de 1926 a 1936.
E n «La Revista Blanca» barcelonesa de los U ra
les encontram os repetidas m uestras de su colabora
ción abordando tem as com o la cuestión ag raria y las
relaciones del tra b a jo m anual y el intelectual, pero
an te todo denunciando en form a argum entada el ho
rr o r del fascism o italiano. Tam bién en la m ism a
revista barcelonesa —y un poco en toda la prensa
de afinidad— se hace cam paña p a ra defender su
derecho a la vida y la libertad, cuando es puesto en
prisió n y juzgado p o r «conspiración co n tra un go
bierno extranjero», com o entonces se decía.
A su vez, Cam illo B erneri edita en París, y des
pués en B ruselas, el periódico «G uerra di classe»,
órgano de la Unión Sindical Italiana, central anarco
sindicalista afiliada a la Asociación Internacional de
los T rab ajad o res (AIT) y p o r lo tanto, equivalente de
267
la esp añ o la C onfederación N acional del T rab ajo
(CNT).
E n ese período, a su vez, B e m e ri y sus cam aradas,
h acen cam p añ a p o r el grupo a n a rq u ista de «Los so
lidarios», entonces enjuiciado en P arís, y d an a cono
ce r a los tra b a ja d o re s italianos ex p atriad o s los p ro
b lem as que a fro n ta E spaña al final de la d ic ta d u ra
de P rim o de R ivera y en los p rim ero s tiem pos de la
S egunda R epública. De m ás está consignar la gran
sim p atía y solid aridad que los revolucionarios italia
nos an tifa scista s sentían p o r la cau sa p o p u lar espa
ñola, y las g randes esperanzas que se hacían sobre
su triu n fo , q ue p o d ría ser decisivo en la b a ta lla m u n
dial que se lib rab a en el m undo c o n tra el fascism o
in tern acio n al.
C uando se p ro d u cen las h istó ricas jo rn ad a s elec
to rale s de 1936 en que se d isp u ta rá n el gobierno
d e la R epública las rivales coaliciones de las iz
q u ierd a s y las derechas, agrupadas respectivam ente
en el F ren te P o p u lar y la CEDA, estos problem as
fu e ro n co n sid erad os casi com o p ropios p o r m illones
de europeos, y en p a rtic u la r p o r los m ilitan tes y p u
b licistas po líticam ente com prom etidos. Como es no
to rio d en tro del m ovim iento lib ertario español se
vivió en el p eríodo electoral de 1936 u n a co y u n tu ra
m uy p a rtic u la r, p o r cu a n to la co rrien te p ro le ta ria
se m arc ab a en el sentido de p a rtic ip a r a favor de
los can d id ato s del F ren te P opular, que llevaban en
su p ro g ram a la liberación de los m iles de p resos
p o líticos d eten id o s en ocasión de los sucesos de o ctu
b re de 1934. P ersonalidades com o Diego Abad de
S an tillán, los Ascaso y m uchos o tro s eran p a rtid a rio s
de q ue la CNT no hiciera p ro p ag an d a ab sten cio n ista
—com o se h ab ía cum plido en 1933— y en los hechos
favorecían la p articip ació n en las elecciones a favor
de los can d id ato s de la izquierda.
N atu ralm en te, en el seno del cenetism o, no fa lta
b an quienes com o E usebio C arbó, L iberto C allejas,
José P eirats, m an ten ían la posición clásica y ortodoxa
h o stil a cu alq u ier intervención en el plan o electoral,
y la polém ica alen tab a en la prep aració n del h istó rico
congreso ex tra o rd in ario de Zaragoza. E n efecto, en
268
mayo de 1936, es decir, pocos días después de cum
plida la etapa electoral, que va desde el 9 de febrero
al 3 de mayo, se reunirán en la capital aragonesa
los representantes de los sindicatos cenetistas y
«treintistas» p ara proceder a su reunificación, y la
tónica es respaldar las definiciones de «comunismo
libertario».
E sa polém ica se extiende al exterior p o r obvias
razones, e inicia en cierta m edida toda una época
de tensiones ideológicas en el seno del m ovimiento
anarquista, que ve desafiados sus principios trad i
cionales en m ateria de Estado, Gobierno, poder y
m étodos políticos representativos.
Berneri en España
El 29 de julio de 1936, y apenas transcurridos
once días del estallido del movimiento m ilitar, cuan
do Camillo Berneri y un puñado de anarquistas
italianos residentes en Francia llegan a España para
defender la causa popular en todos los planos.
Estos voluntarios italianos, animados de un ver
dadero espíritu garibaldino, form arán la prim era
unidad com batiente de extranjeros con que cuenta
la República. Su bautism o de fuego lo tendrán en el
271
com bate de M onte Pelado, en las afueras de H uesca,
el día 28 de agosto de 1936, donde n u estro personaje,
que no es ju stam en te un hom bre de condiciones
m ilitares, tiene un com portam iento no m enos heroico
que o tro s v oluntarios italianos, en tre los cuales los
hay tan fam osos com o R andolfo Pacciardi (del p ar
tid o republicano) y los herm anos Rosselli (del grupo
socialista «Giustizia e Libertà»).
S erá B em eri el p rim e r com isario que tenga la
u n id ad italiana, que se incorpora a la Colum na
Ascaso del fren te de Aragón, form ada p o r el Com ité
de M ilicias A ntifascistas de B arcelona, en la que la
p articip ació n confederai es decisiva.
P ero p ro n to B em eri, ahora en B arcelona, p asa a
co n vertirse en el personaje intelectual principal de
las fuerzas italianas de voluntarios favorables a la
R epública. E d ita desde octu b re su periódico «G uerra
di classe», to m a a su cargo las audiciones en italiano
que irra d ia la radio de la CNT desde su local cen tral
de Vía L ayetana, y es consejero principalísim o de la
Asociación In tern acio n al de T rab ajad o res sobre el
tem a español. Sus textos en castellano aparecen en
«T ierra y Libertad», «Solidaridad obrera», «E stu
dios», «Nosotros», todas publicaciones editadas en la
zona republicana, ap a rte de num erosos periódicos
de E E . UU., A m érica Latina y E u ro p a occidental.
Leídos co rrelativam ente estos escritos nos perm i
te n verle tom ando conciencia de la problem ática
española en profundidad, y tam bién haciéndose m ás
crítico de las soluciones políticas ad o p tad as p o r el
ejecutivo de la CNT-FAI.
274
XIII
EL ASESINATO DE CAMILLO
BERNERI (*)
276
Berneri en España
Ese interés por España y los asuntos españoles
le lleva a una polémica con Federica Montseny en
los prim eros meses de 1936. Se com entaban las elec
ciones del Frente Popular y Camillo B erneri se con
gratulaba de que los anarquistas españoles, abando
nando su clásica actitud abstencionista en m ateria
electoral, hubieran apoyado al Frente Popular y con
tribuido decisivamente al triunfo de las izquierdas.
Federica Montseny y otros escritores libertarios,
contestan a B erneri reiterando los principios de la
ortodoxia revolucionaria.
La polémica es, sin embargo, im portante porque
será un antecedente de o tra más sonada que Cami
llo Berneri tendrá en 1937 de nuevo con Federica
Montseny.
E ntretanto, estalla el movimiento m ilitar, y Cami
llo Berneri, con un grupo de italianos antifascistas,
es de los prim eros que acude a España p ara apoyar
personalm ente la resistencia popular, incorporándo
se a las milicias del frente de Aragón, coordinadas
p o r el Comité de Milicias de Barcelona, en que tan
decisiva es la CNT-FAI.
La m ayoría de estos voluntarios son anarquistas,
pero hay representantes de todos los demás p arti
dos y grupos revolucionarios de la em igración italia
na, y en tre ellos personajes luego famosos.
El profesor Camillo Berneri, que era sordo y no
tenía conocimientos m ilitares, participará en la b ata
lla de Monte Pelado que se libra en las afueras de
H uesca el 28 de agosto de 1936. Será nom brado co
m isario de la colum na italiana y m ás tarde su dele
gado en Barcelona.
E n la capiital catalana tendrá una actividad prodi
giosa. Integra el personal técnico de la Consejería
de Defensa y se le encarga el examen del archivo
secuestrado al Consulado General Italiano de Barce-
277
lona, de donde saldrá su libro —publicado póstum a-
m ente— Mussolini a la conquista de las Baleares.
Desde el 9 de octubre de 1936 vuelve a e d ita r en
fo rm a sem anal el periódico «G uerra di classe», don
de en lengua italiana se consideraban ju n to a los
problem as del pueblo italiano, los tem as de España.
Sus editoriales serán reunidos después de su m uer
te en u n volum en que recibirá en español el título
de Entre la revolución y las trincheras, aunque es
m ás co rrecto —com o en las ediciones francesa e ita
liana— denom inarlo Guerra de clases en España (1).
A p a rtir de enero de 1937 será uno de los princi
pales locutores de la em isión que en italiano soste
nía p o r su radio la CNT-FAI desde B arcelona, ap a rte
de co lab o rar en la pren sa lib ertaria sobre tem as de
su especialidad.
E n definitiva, com o hem os dicho, se convierte «en
el principal pro tagonista intelectual del voluntariado
italiano en España», y en razón de sus ideas, en el
polém ico crítico de los dirigentes m arxistas Palm iro
T ogliatti (entonces secretario general de la In tern a
cional Com unista) y Pietro Nenni.
Al p rim ero lo tra ta rá de «asno doctoral», y sus
puntos de vista sobre la cuestión española provoca
rá n u n a intervención oficiosa del entonces cónsul
de la URSS en Barcelona, Antonov Ovsenko, que in
terp ela al Com ité N acional de la CNT.
B em eri ve con alarm a la intervención soviética
en la g u erra civil española, y aú n reconociendo que
puede ser decisiva p a ra la d e rro ta del fascism o, cree
que se tra ta de u n a fuerza contrarrevolucionaria y,
p o r lo tan to , hostil a los sindicatos obreros, y la
extrem a izquierda revolucionaria española, represen
tad a especialm ente p o r la CNT-FAI, el secto r largo-
cab allerista del P artido Socialista O brero E spañol y
el POUM.
Aiguader, Berneri
y los hechos de mayo (*)
A m o d o d e in tro d u c c ió n . , , , , , , , , 5
PE N S A D O R E S Y T E M A S DE HOY
6
P R E C IO EN E S P A Ñ A 450 P T A S . IM P R E S O EN E S P A Ñ A , P R IN T E D IN S P A IN