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EL SIGNIFICADO DE LAS CIUDADES

En el campo de la investigación urbana, la interroga-


ción acerca del «significado de las ciudades» exige iden·
tificar el ámbito físico en el cual resulte posible tanto
un análisis morfológico del conjunto C0l110 una clasifica-
ción tipológica de los distintOs elementos, que establezca
las posibles reiaciofles existentes entre éstos.
Teniendo en cuenta estos objetivos, el concepto de sig-
nificado puede ser reducido <1 aquello (¡ue se entiende
por (ciudad), desde un punto de vista teórico y no ope-
rativo; es decir, no en función de la configuración de una
(coría dirigida a la construcción de lIna ciudad de nucv
tipo, por ejemplo, sino en función de una Icoría cuyo ob·
jetivo sería definir tres cuestiones fundamentales: cuán-
do pedema asumir la palabra «ciudad» para designar
aglomeraciones y asentamientOs humanos, desde qué pun-
to de vista y por qué motivos. Estas tres condiciones
exigen, a su vez, ciertas limitaciones.
En lo que respecta a la primera cuestión, resulta su-
ficiente una limitación de tipo temporal, rcduciendo el
examcn del «significado de las ciudades» a la época mo-
derna y contemporánea, teniendo en cuenta que este
«significado» constituye el resultado de otrOS significa-
dos precedcntes, considerados, sin embargo, como ya

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agotados y no como existentes. En efecto, por motivos Su título puede, por lo tanto, extenderse a la siguiente
no sólo de orden hist6rico, sino también geográfico, eco- expresión: ¿Cuál es el significado de las ciudades, en el
n6rmco o administrativo, se designan con la palabra «ciu- //lomento actual, desde Utl punto de vista arquitectónico?
dad» fenómenos físicos muy difcrentes entre sí dada la Este análisis puede asumir, como punto de partida,
disparidad de usos que estas estructuras induc~n en los dos consideraciones, difícilmente integrables, en aparien·
grupos humanos quc se agrupan, genéricamente, bajo la cia, del1lro de un mismo discurso: una de carácter socio--
catego~ía de «habitantes» (así, por ejemplo, se conside- lógico, enunciada por un gran arquitecto («1as gran es
Tan «ciudades» realidades tan distintas como Londres y ciudaoes son, en realidad, puestos de mando», Le Cor-
PiellZa). busicr); y otra, de carácter estético, escrita por un im-
Se ha intentado superar esta dificultad formulando di- portante sociólogo (<<la ciudad favorece el arte, consti-
versos té.rmi~os. como ciudad pequeña, media o grande, tuye en sí misma una creación artística», Lewis Mum M
metrópolis, cludad·región, ctc., que, sin embargo, no inci- ford).
den en cl problema del significado. . Afirmar que las grandes ciudades son puestos de man-
Por lo tan lO, puede decirse que, hasta el momento ac- do representa lIna constatación que no se refiere sólo a
tual, se ha identificado históricamente mediante el lér~ la época contemporánea; el poder constituye el resultado
minq-«ciudad» un proceso continuo en el desarrollo de de unas operaciones polfticas cuya complejidad depende,
los a~lIami~ntos humanos socialmente organizados, que directamente, de la amplitud y extensi n del mismo po-
parte, ap:oxlmad~menle. de determinadas experiencias der. En lo que respecta al tema analizado en este tra-
de la. SOCiedad gl'lega y se prolonga hasta la expansión bajo, se Irata de un «poder» ejercido sobre fenómenos
mundJaI de las formas sociales anglosajona. dtfcrenciados, en sí mi mos. de la ciudad -comarcas.
Dada mi inclusión personal en esta histo" , y teniendo territorios, naciones, imperios coloniales, inversiones e
en ~~c.nta que considero alln confusas o imprecisas las intereses económicoS exteriores, etc.- pero que sólo
I'0slbdldadesde proceder a modificacione capaces de de- en la ciudad encuentran sus razones y medios de exis M
fmlr una «llIstona universal» globalizadora (que reduz- teneia e, incluso, a un segundo nivel, de representación
ca. 0. ~itll~ en relaciones diferentes las experiencias de la simbólica (evidentemente, no se debe al azar el hecho
«CIvIlización» occidel1lal), este estudio se referirá sólo de que las hipótesis políticas <<igualitarias. hayan insis-
a las ciudades surgidas de experiencias históricas euro- lido siempre en la desaparición de las grandes ciudades
peas y a sus derivaciones. en tanlo que signos físicos de un poder opresor).
)':1 )?!!..nto de vista desde el cual se pretende desarrollar Si bien el poder presenta históricamente unas formas
el examen del significado constituye una consecuencia de di er.enCl s, a n~(faoet asumir UI spacio deter=
UI1~ experin~e.ntación persoll.al en el campo de una prOM minado de representaCl n puc e c • sm em M
fesló~ cspec':'ca -la profeSIón de arquitecto-- y de una al' o, como un en meno I la le: aS1, pOi ejemplo,
pOSICIón polttlca referida a la experiencia marxista. El puce c eClrse que a re aCI n man el ida por Venecia con
punto de vista es así, necesariamente, autobiográfico; y sus dominios presenta ciertos paralelismos con la manM
sólo de este modo puede ser confrontado con otros para tenida por Londres con la Cornmon\Vealth. En este as-
constatar su validez y sus limitaciones. pecto -y examinado, por ejemplo, el tema de las ca-
La interrogación acerca del por qué se asume el tér- racterísticas arquitectónicas de estas ciudades- la obser-
mino «ciudad» constituye el contenido de este capítulo. vación de Bujarin acerca del carácter de «campo» asu-

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mido por la India con respecto a Londres en el siglo XIX, ferenciaci6n, utilizados en distintos momentos (bien a
rcsulw tan aclaratoria C0l110 los documentos históricos lo largo del dia, bien según airaS flujos de 'iempo) por
que señalan C0l110 los elementos utilizados en las obras un mismo número de usuarios.
de enriquecimiento de la Basílica de San Marcos (las La ciudad constituye, por 10 !anta, un espacio artifi·
e IUI1ll1as, los méÍrmoles, los caballos de bronce, CIC.) pro- 'tcial, histórfco, en el cual [ da sociedad -una ve;c alcan.
cedían de las rapiñas venecianas en Constantinopla: del zado un suficiente grado de diferenciación respecto a la
mismo modo, resulta evidente que París sería muy di- 'configuración social prccedcnte- intcnta en cada ~ca.
ferente sin las import3n1cS rapiiias económicas y cultu- mcdianre~su aUlorrcpreselllación en monumenlOS ~rqUl·
rales de apoleón l. En cambio. los papas del siglo XVI tectónicos, un objetivo imposible: «marcar» cs~ tiempo
tuvieron la suerte de enCOntrar, como material arquitec- determinado, nuís allá de la neeesidades y motivos con-
tónico de base, los monumentos de un poder ya desapa- tingcntes a que obedeció el proceso de construccIón de
recido (el poder de los emperadores romanos) dentro del sus edificios.
mismo espacio urbano que pretendían transformar. Se c~figura así una especie de hcren~ia. ~e perma·
El poder ha aportado, hasta el momento actual, una nencia~uya fi~ali?ad e pre c~tar un tesllmonJo de, am-
de las condiciones básicas de la representación arquitcctó- biciones y aSPlraclol~e9JletermlnadaS,1lanlo de caracter
nica; condición necesaria, aunque 110 suficiente, que pue- personal como COleCllv~a través de-ii'lstrumelllos peren-
de resumirse en la acumulación, en la conrJuencia, dentro nes: los monumentos construidos en piedra, en mánnol,
de un espacio delerminado, de energías, de capi!ales. de en hierro, en hormigón. En este sentido, debe señalarse
elementos «superfluos», que comportan ineludiblemente como la belleza de una ciudad, su capacidad de con [1-
un salto cualitativo, la transición de la necesidad a la tuir una «obra de arte», aparece determinada precisamen-
posibilidad, el deseo o la voluntad de representación ([e- te por las contradicciones existentes entre su conf?rma-
n6men s que constituyen la caracleríslica más evidente. ción inieial (es decir, los motivos a que ha respondIdo la
desde un punlo de vista arquilectónico. de la misma
construcción de unos determinados monumento) Y la
cxistcncia de la ciudad: en este senlido, puede decirse
'que nada se aleja tanto de la teorización inicial que de-
utilización real de esta herencia (utilización constante-
mente variable en el tiempo, como sucede, por lo demás,
finía las conslrucciones de estruClura metálica COIllO ar-
quitectura de fácil sustitución y recuperación C0l110 el con lodos los tipos de herencia). Estos procesos apare-
rascacielos Scagram, de Nucva York, arquitectura monu- cen, incluso, en la misma época en que sc desarrol1an las
mental. en bronce y vidrios especiales). sistematizaciones arqueológicas teniendo en cuenta que,
La concentración y especialización creciente dc aclivi- J si bien en esta época han siclo «clausurados» procesos
dades productivas de carácter diverso, la integración, como los descrilos cn cada momcnto aislado (evidente-
constantcmentc variable, con un poder en mayor o rnenor mente, no se puede ya proponer la utilización del Coliseo
«expansión» -fcnómenos que se encucnll'an en continua para la instalación de una fábrica de hilaclos), las rela-
relación con la actividad de la residencia- constilllyen I ciones asumidas por las zonas arqueológicas en la estruc-
las causas económico-sociales de aquellos efectos que de- tura urbana tienden a configurar estas zonas col11o. com-
terminan, de un modo directo, las características de ca- ponentes de una ciudad totalmenlc difercnte de la Ciudad
rácter cuantitativo que definen las ciudades: esto es, la en que surgicron aqucll s monumentos como elementos
coexiSlencia de espacios físicos con cieno grado de di-

de representaci n,

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El «testim onio» aportad o por los monum entos perma-
nece válido, por lo tanto, gracias precisa mente a las con-
tinuas transfo rmacio nes y adaptac iones sufrida s por estas
edificaciones -inicia lmente proyectadas con carácte r
«etern o»- a lo largo del desarro llo histórico-social;
hecho que confirm a su carácte r de validez tempor al, en
tanto que, en última instancia, cuanto más se prolonga
esta perman encia tempor al, más intensas son las tenden-
cias a una posible «eterni dad» (entend ida, por supues to,
como continu idad de una presencia). Y se convier ten en
clementos significantcs respecto a una ciudad determi-
nada debido, igualm ente, a que su presencia específica
inicial y su posteri or diversificación de usos contrib uyen, I !
de modo determ inante, a transfo rmar sus referen cias par-
ciales respecto a la forma urbana en su conjun to. I !
Este entrela zamien to dialécti co que preside la transi-
ción de la referen cia a un monum ento en sí mismo a la ••
refcren cia de la ciudad como monum ento constitu ye, ••
precisa mente, la raíz del significado de las ciudades. ••
De este modo, las pirámid es -que han manten ido su ••
«identi dad» a lo largo del tiempo -- no poseen ningun a ••
«caract erística » urbana y su significado tiende a confun - •• • o

dirse con el de los grande s fenómenos natural es, como


o o •o o
•o • o
ciertos paisajes. mientra s que el Campidoglio de Roma • • o <M
ha renovad o su «existencia» gracias a las continu as mo-
dificaciones a que ha sido sometid o, confirm ando sus
significados, urbano s y simbólicos.
Esta tesis puede llegar a ser confirm ada incluso a tra-
vés de un procedi miento inverso: en efecto, ciertas edi-
ficaciones de grandes dimensiones situada s, de forma ais-
lada, en paisajes natural es -como la abadía de Cluny, ./ o
Castel del Monte. villa Pisani, Ca tic Howard , ete.- de- •
ben ser considt.:radas como elementos urbano s. al extraer ,
la validez de su represe ntación de determ inadas experie n-

./
cias de la ciudad, no sólo en aspectos técnicos o forma-
50 " 150
les sino también en lo que respecta a su organización in-
terna, caracte rizada por la existencia de una multiplici-
9.-- ;
f 1

• , ".-."C-""
dad de relaciones jerarqu izadas, interde pendien tes e in- .'
o - •

26 Fig. l. Rcconstrucción
dc la planta dc In abadía dc Clun)' I

cn 1150.
tensam ente seleccio nadas. Sc trata, por lo tanto, de la
implan tación en un ambien tc natural de elcmcn t s arti-
ficiales comple jos, explici lados precisa mcnte a través dc
su conform ación arquite ct nica (rcnóm eno confirm ado
cn la aClllalidad, por cjemplo , por el convcn to de la
Tourett e); la localiza ción ~~no urbana » de estas constru c-
ciones facilita , además , el manten imiento dc los usos
origina les, confirm ando, al mismo tiempo, su matriz de
caráctc r urbano .
El monum ento exige, sin embarg o, la presenc ia de una
dimens ión específ ica, de carácte r excepc ional, determ ina-
da bicn a través de solucio ncs singula res (dimen sión que
, coincid e, a menudo , con el carácte r «origin al» del mo-
nument o: la «prime ra» catedra l gótica, la «prime ra» cú-
pula renacen tista, elc,) bien a través de repetici ón de
solucio ncs «típicas » a partir de proceso s de consolielación
tipológica (como las torres mediev ales. la edificac ión re-
sidenci al de la burgue sía mercan til, los rascacie los co-
mercial es, ctc.).
El aspecto físico ele la represe ntación varia, en uno
Fig 2. Perspectiva de In :lbadía de Cluny. en 1150. u olro caso, en cada ciudad, modific ándosc incluso den-
tro de una misma ciudad, a lo largo de la historia , lo que
Fig: 3. Cnslle Howard . de sir lohn V'lI1brugh.
implica una diferen ciación , un enrique cimien to o un dc-
tcrioro del signific ado. La rcpetici ón o la supcrpo sición
de tipologí as específ icas ~n estas operaci ones poseen
carácte r autóno mo. sin intenta r estable cer unas rela-
ciones urbana s precis as- puede provoc ar en cada ciu-
dad tanto una pérdida como un manten imiento de los
signific ados, a lo largo de las sucesiv as reelabo racione s'
que han caracte rizado el desarro llo de es lOS fenóme nos
respect o a determ inadas represe ntacion es (en relación ,
natural mentc, a la forma urbana ).
Basla pensar, por ejemplo , en el efecto produc ido por
la constru ción dc una primera t rrc en S. Gemini ano, en
Bolonia (respec to a la ciudad enlonce s existen le), y en
los efcctos estético s, de carácte r diferen te, pero de inten-
sidad similar , de las «cien IOrreS)) , en tanto que signif¡·
cado de la ciudad cOIle/uida en aquel período determi -
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nado; o, por el contrar io, en el escaso significado que
asumirí a, en la actualid ad, la presenc ia de una sola to-
rre en S. Gemini ano en contras te con la situació n de Bo-
lonia, donde la torre de los Agnelli ha manten ido un in-
tenso valor simbólico, como elemen to de referen cia del
conjun to de la ciudad, incluso después de la desapa rición
de la mayoría de las torres restante s.
En este sentido , pueden citarse aún otros ejemplo s,
como la cúpula de Santa María dei Fiori, en Florenc ia,
y la cúpula, inicialm ente aislada , de San Pedro, en
Roma; o al fenóme no de disminu ción de signific ado (no
en el aspecto estético, sino en su capacid ad de actuar
como elemen to «orden ador» de la estruct ura urbana ) de
otra cúpula florenti na, la de las capillas medice as, que
contras ta con el manten imiento del significado de la cú-
pula de Miguel Angel en etapas posterio res, cuando sur-
gen en Roma otras nue'vas cúpulas . Refirié ndonos a si-
tuaciones actuale s, basta citar el fenóme no del skyline
de Nueva York, modific ado radical mente en los últimos
cincuen ta años sin dismin uir su significado inicial (refor-
zado, incluso, a lo largo de este proceso); o los rasca-
cielos de Moscú (totalm ente diferen tes de los america nos, Fig. 4. S. Geminia no: Planta actual de la ciudad con la loca·
lización de las torres.
por su· forma, su localización y sus conteni dos) que cons-
tituyen puntos de referencia de la radical reestru ctura-
ción y transfo rmació n de la estruct ura urbana registra da
en esta ciudad.
Puede afirmar se, por lo tanto, que el significado de
las ciudade s (y, en especial, el de determ inadas ciudade s)
desde un pumo de vista arquite ctónico no represe nta
un hecho exclusi vament e estético o estricta mente funcio-
nal, sino que encuen tra su punto de partida en fenóme-
nos relacion ados con la necesidad:

(... ) no necesitáis consejos. Sois demasia do pobres. Para hacer


buenos ladrillos contáis solamen te con vuestras manos y con
la
arcilla. No tenéis dinero. No tenéis ni siquiera un ejemplo que I A'
Fig 5. Bolonia: la torre d e os sl!delli durante
Y la torre Garisen da,
las obras de
copiar. ¿Cómo podréis equivoc aros, entonces ? (... ). El arqui- l'a indicaci ón de las torre~ destrul as
tecto dibujó los cimiento s, de forma rectangu lar y simple, yamp l'laCl'ó n de la Ví.a Rlzzoh (1910).
el

30 31
1~3zado p.c~cnne no s610 del tribunal. sino del conjunto de la arlificial, si bien constituye un fenÓI1:JJ0 totalmente ne·
c,~da~, diciéndoles las siguientes palabras: dentro de cincuenta cesarla, no es suficiente por sí misma (en tantO que se
anos
p •Intentaréis
p Ir:'msformarJo en nombre de lo q u·e 11 amar '15 é: encuentran elementos artificiales com diques, redes de
d~o~r~:~.· ero no lo conseguiréis: no podréis nunca liberaros comunicación, etc., que no poseen esta característica ur-
bana); resulta necesario, por el contrario, una organiza·
ción anificial ue no res onda a un ob'el' unico fun-
Pero cuando se satisface la necesidad, surge, añadién. -ci n. necesl a , silla a vanos o ·elivos. ocult s,
clase. ~ este proceso, la confrontación, la diversidad la diferenciados y, en ocaStOI1 ,con ra ¡ctorios; que per·
amblcl6n, el deseo de belleza; e ineluso, más alió' de lñi a aut 11 ~rn111lC1os e • jos COfiSTfUi os - , b-¡er os
estos elemenfos, !a ac~mlllaci6n como posibilidad de lo ce" s vaclos enos- con respecto a os pará-
superfluo. de la slmboIJzaci6n arquitect6niea. metros que con icionan el sigñITicado de laLciu~:. ._
~ CncmpuTal (1a-<oiudad respecwa su propia historia) el
Con una decisión casi sobrehumana. decidió adoptar a
el ~iudad respecto a su propia extensión); que
forma oval (panl la. definición del recinlo de In plaz<l de ~~:l \. \h cspa,
~ lIen a a conflTlnar «decisiones diversa» rstreStruc-
:cdro, Cl,l Roma):.. Clertamenlc. aquellos que no conociesen los
l~lconvclllcnlcs sena lados anteriormente pensarían que S tura física, como una continua e ininterrumpida Iran·
lldad se habría inclinado po eSI
'é d ól '. r
r <. U ano
a con ormaclón ovalada ale- sici6n de la necesidad a la posibilidad. Para reducir toda
111 n ose s o a motIvaCiones dc ordcn eSlélico cuando el esta problemática a datos cuantitativos bastaría consi-
pecio
'ó dmás sorprendenl'"l,; d e eSHI d ' .
eClslón '
se encuenlra cn as·
In derar la existencia de cierla cantidad de metros cúbi·
unl n e lo bello. lo apropiado y lo nccesario. En efecto h cos construidos «al servicio» de cada habitante, ade-
b~II:~a de, eSla solución depcnde de su forr11n. mús ngrad~bl~ más de su lugar de residencia y de su puesto de trabajo;
VISU.I mellle, perfecta en sí misma y eOl)[lZ de l' 0" . pero estos fenómenos adquieren una representación aro
efec '11' <. r lIClr un
lO maravI oso medlal1te los arquitrabcs plnllas sobre Ins
c~lumnas cxentas. Su caníclcr npropiado, del hecho de quc
quitectónica: y, entOnces, surge la ciudad.
slend¡o el tcmpl~ d~ San Pcdro casi unu matriz de todos los
Esta representación posee. adem{ls, una mayor evi-
temp ?s. requerln disponer de un pórtico quc demostrase s dencia en funci6n de la homogeneidad, de la unilaterali-
capaCidad de :ecibir con los brazos abiertos. malerialmentc ~ dad alcanzada por una determinada ciudad, en uno O
~odo~", los cató.hc~s. con el fin de confirmar sus creencias: a 'Ios varios períodos hislÓricos, en sus m(lItiples aspectos (re-
. e;,c1c.:s. con cl fl.n dc lograr su unión con la Iglesia. y a los corridos. subdivisi6n de la propiedad, implantaci6n de
III IC cs., con el fm de atraerles a la vcrdadera fe SU 'IS cela sus monumentos, disposición de espacios públicos y de
l1.ecesano. dc la superación de las dificultades sei~aladn~ ~nte equipamientos colectivos. etc.) hasta llegar a asumir, en
rtOrmentc 2. < -
ciertos casos. una forma general de identificación. en la
que se reconocen las distintas partes que la componen.
:~ e~,te. mOmento podemos identificar, quizá, a uella
~atdclellsllca. ur.b~na que puede definir, ~t1n 1110d¿ más
Examinemos. por ejcmplo, cicrtas componentes de tres
ciudades muy distintas: Roma. Vcnecia y Londres.
IIltenso. el slglllflcado de ¡as ciudades'• la< organ"
• tUICI. n !Jna lectura supcilicial resultaría suficiente lll!!a ¡den·
lificar. en las relaciones exislentes enlre viales-edificios-
1 William Fuulkncr. Reqlliem por WlO mOtl/·lI. Ob . espacios públicos. representaciones muy diferemes... que
pf~la~. B.arcelona. 1962. en ras com-
no e limitan. además. al simple aspecto planiméuico. En
E~nto conlcJ.1i~o en. el Codo Val. Chig.. en AA. VV. To-
pograjla y urballlsllca dI Roma, Bolonia. 1958. p. 527. . efecto. estos dntos planimétricos implican, aún de modo

32 33
indi rect o, otro s de cará cter volu
mét rico , relativos no sólo
a la altu ra de la edif icac ión resp
ecto a las calles sino
tam bién a la misma solu ción arqu
itec tóni ca de los dis-
tintos com pon ente s (en tant o que
relación jera rqu izad a
entr e ellas), solu ción que la arqu
itec tura exp licit a y que
.--,la plan ime tría registra bidimensionalmente
En este aspe cto, se hace tota lme .
1 otros datos de análisis y valo raci ón: nte nece sari o incl uir
laci ona n con el tema de la dim ensi aqu ello s que se re-
I seña lars e que estos dato s no deb
ón. Sin emb argo , deb e
en ente nde rse sólo com o
dim ensi one s cua ntit ativ as de una
dete rmi nad a ciud ad
(si bien este fenó men o posee cier
ta imp orta ncia indirec-
ta), sino más bien como dim ensi
one s
rese ntad as; es deci r, aqu ella s rela hist óric ame nte re-
ciones dim ensi ona les
que den otan el perí odo polí tico

U
-cul tura l dur ante el cua l
un dete rmi nad o sect or urba no, o
la ciud ad en su con jun-
to, ha llegado a adq uiri r un cará
cter hom ogé neo y unit a-
rio, hast a alca nza r una com plet
a repr esen taci ón form al.
_ La ciud ad de Ven ecia pue de con
side rars e «co nclu ida»
ya en su orga niza ción med ieva l,
que las yux tapo sici one s
y tran sfor mac ione s pos terio res
que cido , hac iénd ola, en cier to
han com plet ado y enri - o
mod o, aún más evid ente .
Le Cor bus ier seña laba , a este resp
ecto :
Sé de sobr a que un día, en
Ven ecia , cuan do la mag nífic a
maq uina ria se enco ntra ba ya
cons titui da y en plen o funciona
mien to, llegaron los «arti stas» . -
Pero en ese mom ento todo se
enco ntra ba ya ajus tado , enra izad
o en el amb iente , cons truid o
a travé s de la cola bora ción de
todos. Esos artis tas (en el Re-
naci mien to) ofre cen, a part ir de
esa etap a, la med ida de lo des-
arra igad o 3.

Rom a resu me y hace desa pare cer


barr oca todas las amp lias y num en la organizaclOn
eros as estr atifi caci one s
ante rior es, con form and o, a trav
és del desa rrol lo comple-

3 En Gius eppe Maz


zario l, Le Corbusier a Venezia,
diac », n. 16, 1966, p. 89. en «Zo-

34

uctu ra del cent ro histo.nco


' d Ven ecia (1950).
Fig. 6. La estr e
~
m~:¡~{}\~~f~~~:r- ~~~5:~~2=::~7:::,
Fig. 7.
?
hg. 8. La estructura
del centro 1S ;K"
h' t6rico de Londres ( 1950).
L
tO dc esta organización, una ciudad nueva, totalmente dc la arquitectura y de la teoría urbanística para alcan-
diferente de las organizaciones urbanas preccdentcs. zar un tipo de valoracioncs que comporten una O varias
Londrcs sólo adquiere una unidad urbana en el si~ decisiones operativas). Sin embargo, cuando se trate de
glo XVIII, pudiendo afirmarse que los pocos 1110numen~ espacios «concluidos» formalmente como la Plaza del
tos proccdentes dc épocas anteriores (como la Abadía de Campo en Siena o Regent's Park en Londres), cabe la
\Vestminster y la Torre) sólo se sitúan en unas nuevas posibilidad dc plantear un estudio o una valoración que
relaciones urbanas gracias a la dimensión espacial de la considere estos espacios de un modo autónomo, como
estructura de aquel siglo. «monumentos», hacicndo asumir, por lo tanto, una fun-
Puede observarsc. por lo tanto, lIC en los casos en que ción predominante a los instrumcntos procedentes de la
una dctcrminada ciudad «posee un significado» --es de- historia de la arquitectura (orientados. por ejemplo, por
cir, cuando puede encontrarse en ella, desde una pers- objetivos operativos relacionados con problemas de con-
pectiva morfológica. una homogeneidad de representación servación O de restauración).
a!9..uitectónica (independientemente de la época de COns- En el segundo caso, las condiciones de la relación con-
trucción de las distintas edificaciones)- pueden CSla~ ciernen, en cambio, a las imágenes urbanas, CODW ele-
blecerse relaciones precisas. y por lo tamo identificables. mentos subjetivo~ referibles a la historia precedente y,
entre la forma urbana y la «escala» de los edificios (y, por lo tantO. capaces de encuadrarse en descripciones y
en particular. de los monumentos). en lanto que fen6~ clasificaciones (aún implicando determinadas formas de
menos mutuamcnte determinados. rcinvención y: en muchos casos, proyectos comple(amen~
En efecto, la «escala» no constituye sólo una dimen- le nuevos, C0l110 la plaza del Duomo en Milán, los bou-
sión, sino también una técnica. un esquema de implan- levards parisinos, el Ril1g de Viena, etc.). De este modo,
tación. una interpretación; así debe entenderse, en sí mis- puede afirmarse que ambas disciplinas proporcionan ins-
m~, como una relación que incide tanto en el tejido trumentos válidos para la realización de estos análisis,
c~lstente como en el futuro. como una intcrvención par. ...¡ bien resulta evidente que en este último caso predomina
clal que presupone, sin embargo, una determinada idea netamente la perspectiva de estudio relacionada con la
general. expresada con instrumentos arquitectónicos. En morfología urbana.
resumcn, las dos condiciones de esta relación aparecen La caracterización -y, al mismo tiempo, el signifi-
tanto en lo que concierne a los resultados obtenidos (es cado-- de una ciudad resultaría, entonces, directamente
dccir, en la organización física existcnte, en las estruc- proporcional al grado de coincidencia alcanzado por la
turas urbanas ya definidas) como en lo que sc refiere él organización espacial y los sistemas de interpretación,
los resultados alcanzables (est es, en la organización que, en ciertos casos, se implicarán mutuamente, de for-
proyeclada, en los casos en que se pretenda definir una ma completa. Sin embargo, sólo la rcinlerpretaci6n de
estructura urbana diferente). todos los elementos determinantcs. en cada caso, de la
En el primer caso, las condiciones de la relación COn~ situación entre ambos niveles, permitirá llegar a definir
ciernen ~I las formas arquitectónicas, COmo elementos ob- una «valoración~), enlendida como un proceso continua-
jctivos e históricamcnte dctcrminados, y, por lo tanto, no mente analizable. En este aspecto -y teniendo en cuen-
sólo idcnlificables sino también c1asificablcs según jui- ta que reintcrpretar significa, en definitiva, proyectar-
cios de valor precisos (en este aspccto, resultaría indis. debe plantearse el problema del proyecto del centro an-
pensable utilizar instrumcntos procedentes de la historia tiguo (sectOr al que hemos concedido, en esla parte del

38 39
.f\ estudio, un papel preponderanle en la identificación del
significado de la ciudad), considerando tanto las ideolo·
gías de las que somos portadores (intereses materiales +
+ decisiones políticas) como los objetivos quc prelende·
mas alcanzar (patrimonio cultural + decisiones políti- ,
cas) para la ciudad contemporánea en su conjunto.
El centro antiguo constituye, cada vez más claramente,
una parle de la ciudad contemporánea.
En efecto, el monumento, en tanto que foco de refe-
rencia y de síntesis de significados Y. por estos motivos,
necesariamente «central» (no en un sentido topográfico,
sino arquitectónico), accesible y visible desde varios pun~
los cercanos y lejanos, y, en el límile, desde lodos los
sectores de la ciudad (como los campanarios, las torres,
las cúpulas, etc.) ha sido sustiluido, en la ciudad con·
temporánea, por un sistema de recorridos, en tanto que
espacio de representación «total» (aunque su exclusiva
referencia a la clase burguesa confiere, en realidad, un
carácler parcial a esta representación) de la forma ur-
bana y de la multiplicidad de sus usos (resulia suficiente
citar, como ejemplos, el sistema que interrelaciona el
Mall y el Regent's Park en Londres, como reeorrido de
Irabajo, comercio yacio; o los boulevards parisinos. que
no sólo hacen posible el desarrollo de inlensas relaciones
c:nlre los distintos sectores de la ciudad, sino que cons·
tiluyen, en sí mismos, elemenlos urbanos complejos, en
IlInto que espacios culturales, comercia.!es y lúdicos).
La configuración de un sistema de recorridos repre-
:st;nla, por lo lanto, una acentuación del caráCler artificial
de la forma urbana, siendo imposible encontrar un fe-
¡' nómeno semejante «(uera de la ciudad».
La Iransición de uno a otra tipo de fenómenos -desde
d espacio de referencia «cenlrah> al «Iolal»- se encuen-
tra delerminada, como se intentará demostrar en este
trabajo, por la modificación de la estruclura material de
la sociedad, que ha provocado la desaparición de los
esquemas de poder basados en un único foco, identifi-
,uble en un Illonumento preciso que aparecía como pun-
Fig. 9. Milán: transformaciones de la estructura urbana de la
zOlla de la plaza del Duomo desde 1730 a 1960.
41
to de referencia de los acontecimientos políticos y socia-
les (como la coronación de Carlomagno en S. Pedro o el
asalto al palacio de Versalles, por citar dos ejemplos dis-
pares); esta situación ha sido sustituida, en efecto, por la
presencia simultánca de distintos «podcres~~ y, por lo
tanto, de diferentes puntos de referencia, representados
como focos de podcr diversificados, alternativos O con-
tradictorios. en el interior de una forma urbana abierta
(así, pueden citarse, como ejemplos, las funciones del
Hotel de Ville y de Versalles durante la Comuna de Pa-
rís, O las del Smolny y del Palacio Imperial durante la
Revolución de 1917; o, incluso, la ocupación de los cen-
tros de información O de los nudos de comunicación y
enlaces ferroviarios durante los movimientos insurreccio-
nales o represivos más recientes).
La «representación», es decir, la exigencia de que un
edificio determinado se corresponda con un tema dado,
decidido por los realizadores del encargo (lellla que de-
berá reflejarse a través de efectos de distinto tipo, tanto
inmediatos --esto es, temáticQs- como indirectos, de-
rivados de su posición en la estructura urbana) encuentra
sus últimas manifestaciones más evidentes en los grandes
«servicios» de carácter público. en I s monumentos del
orden burgués: los palacios del Parlamento, de la Justi-
cia, de la Administración Estatal, de Hacienda, de la
Ciencia y la Cultura, de las Artes, etc. La exigencia de
rer1cjar un tema determinado, aún de manera imprecisa
y simbólica, se limita, en una etapa posterior. a los edifi·
cios de las grandes exposiciones universales, sobre los
que recae la mi i6n de representar, frecuentemente de
un modo efímero, el progreso técnico, el triunfo de la
industria, la victoria de la civilización y la riqueza n8-
cional (fenómeno que perdura, incluso, en el presente,
como 10 demuestra la complicada y aparatosa simbología
del pabellón italiano de la exposición de Montreal).
Cuando las exposiciones constituyen la ocasión para
ordenar, parcial o totalmente, una parte de la ciudad,
aparecen, sin embargo, ciertos efectos positivos. de ca· Fig. 10. I)arís: la construcción de In torrc Eiffcl (1887.1889).

42 43
rácter urbano, generados por la representación arquitec- la adopción de modelos tridimensionales en la elabora-
tónica. En este aspecto, resulta suficicnte recordar las ca- ción del proyecto ha representado un instrumento de
racterísticas de las exposiciones parisinas, que culminan confirmación de la dimensión arquitectónica, de verifi-
en la construcción de la Torre Eiffel, símbolo de las cación de la reprcscntación, cstableciendo las hipótesis
nuevas posibilidades técnicasy. al mismu-tiempo, nuevo de un nuevo significado caracterizado. lcndencialmcntc,
elemento que enriquece y sintetiza la ciudad de aquel por la definición de unas relaciones entre tipo arquitec-
período, a través de su carflcter superfluo, «innecesario» "
tónico y forma urbana diferentes a las predominantes
(por otra parte, puede apreciarse, en la Torre Eiffel, la hasta el momentO actual, esto cs. configurando, en cual-
definición de una llueva funcionalidad indirecta, en tanto quier caso. unas relaciones basadas, esencialmente. en las
que sólo resulta útil para observar la ciudad desde un interconexiones entre la vivienda, los servicios y los equi-
punto de vista inédito. haciendo así posible descubrir va- pamientos.
lores de nuevo tipo en el «panorama». la visualización
de la ciudad cn su conjunto, visualización reservada has-
ta enlonces a determinados punlos geográficos, como
colinas, promontorios, etc.). De un modo semejante, la
Exposición Universal de 1942 (EUR) o el Royal Festival
Hall cumplen, en Roma y Londres, la función de autén-
ticos equip8lnientos urbanos, convirtiéndose en polos de
reestructuración O desarrollo de los sectores urbanos en
que se sitúan.
La adopción y la fusión del planeamiento urbano, des-
de sus primeras clapas hasla la aparición de los planes
«generales», deforma y desfigura el significado de las
ciudades: en efecto, los planes se convierten sólo en ins-
trumentos de ordenación de un desarrollo «cuantitativo»
que no exigirá la expresión de ningún «tema»; proceso
que explica la pobreza de ideas y, sobre todo, la esca-
sez de referencias al significado que caracterizará este
desarrollo, en correspondencia con la adopción de ins-
trumentos lécnicos bidimensionales (el plano cartográfi-
co), en lugar de modelos tridimensionales (1a maqueta).
Esta situación presenta, sin embargo, imporlantes ex-
cepciones que pueden considerarse como hipótcsis dc un
posible «significado» de la ciudad contemporánea: el
Plan Voisin, el desarrollo del nuevo Moscú, determina-
dos procesos de reestructuración de ciudades inglesas y
de distintos países socialistas, cicnas ciudades «funda-
das» (Chandigarh y Brasilia); en efecto, en estos casos,

44 45
INDICE

Prólogo a la cdición cspañola. A. Fernálldez Alba 7

Introducción 17

~ 1. El significado dc las ciudadcs 21


fT. Las relaciones entre los servicios y los equi-
pamientos 47
111. Los cquipamientos y sus relaciones con la
ciudad 73
IV. La formación del concepto de tipología edi-
ficatoria 95
V, La, aportaciones del movimiento funciana·
lista 123
VI. Problemas de morfología urbana 16
e VII. La arquitectura como fenómeno urbano 187
VIII. Relaciones urbanas y modalid,1des de uso de
la arquitectura 217
1X. Tres ejemplos: Roma, Edimburgo y Londres 245_
X. Parte de ciudad y dimensión arquitectónica 295
XI. Proyecto arquitectónico y formación de la
ciudad 323
• XII. La «ciudad socialista>>: límites y validez del
término 339

Indice de nombres 361

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