Sei sulla pagina 1di 8

''Solo quien es realmente poderoso puede soportar el mal y mostrarse

compasivo''

Profunda reflexión del papa sobre la omnipotencia de Dios

Por Jose Antonio Varela Vidal

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de enero de 2013 (Zenit.org) - El papa Benedicto XVI


expuso esta semana, en la llamada Catequesis de los miércoles, un nuevo tema
iluminador para el Año de la Fe. Tal como ya lo hizo la semana pasada, la reflexión
estuvo centrada en el Credo, focalizado esta vez en "Creo en Dios Padre todopoderoso".

Como explicó el santo padre, en esta frase pronunciada en el acto de fe, se describe la
primera característica de Dios, como es su omnipotencia. Pero advirtió que hoy es difícil
hablar de un padre "que lo puede todo", ya sea por amplias ausencias de referentes
paternos en las familias, como por el rechazo que expresan algunos teólogos a la idea
de un Dios todopoderoso, frente al mal y demás situaciones "ingobernables" por el
Creador.

Ausencia paterna

Sobre el primer punto, identificó que en Occidente son "muchos factores (los) que
pueden impedir una serena y constructiva relación entre padres e hijos". Entre estos
mencionó a las familias rotas, los horarios excesivos de trabajo y las angustias por las
finanzas en el hogar.

Estos son problemas que, en el pensamiento del papa, "hacen la comunicación a


veces... difícil, se pierde la confianza, y la relación con la figura del padre puede llegar a
ser problemática". Porque resulta claro que "es difícil imaginar a Dios como un padre,
sin tener modelos adecuados de referencia".

Hay quienes han tenido la experiencia de un padre "demasiado autoritario e inflexible, o


indiferente y poco afectuoso, o peor aún ausente", lo que no permite "pensar con
serenidad en Dios como Padre y entregarse a Él con confianza", acotó.

El rostro paterno de Dios

Sin embargo, el Catequista universal dirigió la atención a la revelación bíblica, la cual


"ayuda a superar estas dificultades hablándonos de un Dios que nos muestra lo que
verdaderamente significa ser «padre»". Y es en el evangelio donde se revela el rostro
de Dios como un Padre "que ama hasta entregar a su propio Hijo para la salvación de la
humanidad".
Citó varios pasajes del evangelio en los que Jesús habla del amor del padre,
deteniéndose luego en el orante del salmo 27, quien "rodeado de enemigos, asediado
por malvados y calumniadores, mientras busca la ayuda del Señor y lo invoca, puede
dar su testimonio lleno de fe, diciendo: "Mi padre y mi madre me han abandonado, pero
el Señor me ha acogido" (v. 10)".

Con esto quiso mostrar a Dios como un Padre "que nunca abandona a sus hijos, un
Padre amoroso que apoya, ayuda, acoge, perdona y salva, con una fidelidad que supera
inmensamente a la de los hombres, para abrirse a dimensiones de eternidad".

Fue claro en explicar que es en Jesús, "donde se muestra plenamente el rostro


benevolente del Padre que está en los cielos (..) Y es conociéndolo a Él que podemos
conocer al Padre (cf. Jn. 8,19; 14,7) (..) Él es la "imagen del Dios invisible", como lo
define el himno de la Carta a los Colosenses".

El amor del Padre

Ante un auditorio venido de todo el mundo, que lo escuchaba con atención en el Aula
Pablo VI, el santo padre fue más allá cuando presentó la certeza del amor de Dios,
quien "es nuestro Padre al darnos a su Hijo". Un Dios que es Padre porque "perdona
nuestros pecados y (nos) lleva a la alegría de la vida que resucita; Dios es el Padre que
nos da el Espíritu que nos hace hijos y nos permite llamarlo, en verdad, "Abbà, ¡Padre!"
(cf. Rom. 8,15)"

Esta paternidad de Dios --prosiguió--, es "infinito amor, ternura que se inclina sobre
nosotros, hijos débiles, necesitados de todo". Porque para el papa, "nuestra pequeñez,
nuestra débil naturaleza humana, nuestra fragilidad (es la) que se convierte en un
llamado a la misericordia del Señor, para que se manifieste la grandeza y ternura de un
Padre que nos ayuda, nos perdona y nos salva".

La respuesta de Dios, que no se hace esperar, se revela "enviando a su Hijo, que murió
y resucitó por nosotros; entra en nuestra fragilidad y hace lo que el hombre solo nunca
podría haber hecho: él toma sobre sí el pecado del mundo, como cordero inocente y
abre el camino a la comunión con Dios, nos hace verdaderos hijos de Dios"

Es por ello que en el Misterio pascual, "se revela en todo su esplendor, el rostro
definitivo del Padre.... En la Cruz gloriosa, que viene a ser la plena manifestación de la
grandeza de Dios como "Padre Todopoderoso"".

Un Dios poderoso

Sin embargo, Benedicto XVI cuestionó a los presentes con la pregunta: "¿Cómo es
posible imaginar a un Dios todopoderoso, al mirar la cruz de Cristo? ¿En ese poder del
mal, que llega a matar al Hijo de Dios?". Y lo explicó aceptando que los hombres
"quisiéramos una omnipotencia divina según nuestros esquemas mentales y nuestros
deseos: un Dios "todopoderoso" que resuelva los problemas, que intervenga para
evitarnos los problemas, que le gane al adversario, y que cambie el curso de los
acontecimientos y anule el dolor".

De este modo, el papa teólogo respondió a algunos pensadores y también teólogos que
vienen difundiendo la idea de que Dios "no puede ser omnipotente, (porque) de lo
contrario no podría haber tanto sufrimiento, tanta maldad en el mundo". Y reconoció
que para muchos, ante el mal y el sufrimiento, "es problemático, es difícil creer en Dios
Padre y creer que es todopoderoso", por lo que se cae con facilidad en el refugio que
dan los ídolos, "cediendo a la tentación de encontrar una respuesta en una supuesta
omnipotencia "mágica" y en sus promesas ilusorias", advirtió.

Sin embargo --prosiguió--, "la fe en Dios Todopoderoso nos lleva por caminos muy
diferentes... e incluso su omnipotencia es diferente: no se expresa como una fuerza
automática o arbitraria, sino que se caracteriza por una libertad amorosa y paternal".

Su profunda enseñanza lo llevó a afirmar que cuando Dios creó al hombre libre,
"renunció a una parte de su poder, dejando el poder en nuestra libertad (porque) Él
ama y respeta la respuesta libre de amor a su llamado".

El amor es la fuerza de Dios

Continuó explicando que la omnipotencia divina "no se expresa en la violencia, (ni) en la


destrucción de todo poder adverso como quisiéramos, sino que se expresa en el amor,
en la misericordia, en el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en la incansable
llamada a la conversión del corazón".

Esto, que puede asemejarse a "una actitud aparentemente débil", presenta a un Dios
cargado de paciencia, de mansedumbre y de amor, como "el camino correcto para ser
poderoso".

Porque según el papa, "solo quien es realmente poderoso puede soportar el mal y
mostrarse compasivo; solo quien es verdaderamente poderoso puede ejercer
plenamente el poder del amor".

Y ese es Dios, dijo, aquel que "revela su fuerza amando todo y a todos, en una paciente
espera de la conversión de nosotros los hombres, que quiere tener como hijos".

"La omnipotencia del amor no es la del poder del mundo, sino es aquella del don total, y
Jesús, el Hijo de Dios, revela al mundo la verdadera omnipotencia del Padre dando su
vida por nosotros pecadores", fue su conclusión ante este tema tan fundamental para el
creyente.

A lo que añadió que, cuando se dice "Creo en Dios Padre Todopoderoso," se expresa
una auténtica "fe en su poder, en su modo de ser Padre".

Saludos en español

Al ser informado de la presencia de fieles y peregrinos de diversos países de habla


española, Benedicto XVI les dirigió las siguientes palabras: "Saludo a los fieles de
lengua española provenientes de España, México, Chile y demás países
latinoamericanos. Invito a todos a ser constantes en la fe, dando testimonio de Cristo, y
a vivir en plenitud el Credo, abandonándonos confiadamente a Dios Padre y a su
misericordia omnipotente, que salva".

El texto completo de la Audiencia en: www.zenit.org/article-44322?l=spanish

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba

Benedicto XVI: ''Dios, al crearnos libres, renunció a una parte de su poder''

Nueva catequesis del papa por el Año de la Fe

Por Benedicto XVI

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de enero de 2013 (Zenit.org) - Durante la Audiencia


semanal de los miércoles, el santo padre Benedicto XVI continuó desarrollando sus
enseñanzas por el Año de la fe, esta vez centradas en el Credo. El tema que propuso a
los fieles presentes en el Aula Pablo VI fue: "Creo en Dios Padre todopoderoso". A
continuación el texto completo de la catequesis del papa.

*****

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis del miércoles pasado nos centramos en las palabras iniciales del Credo:
"Creo en Dios". Sin embargo, la profesión de fe especifica esta afirmación: Dios es el
Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.
Quisiera reflexionar con ustedes esta vez sobre la primera y fundamental definición de
Dios que el Credo nos presenta: Él es Padre.

No siempre es fácil hablar hoy en día de la paternidad. Especialmente en Occidente: las


familias rotas, los compromisos de trabajo cada vez más absorbentes, las
preocupaciones, y muchas veces el esfuerzo por equilibrar el presupuesto familiar o la
invasión distractiva de los medios de comunicación en la vida diaria, son algunos de los
muchos factores que pueden impedir una serena y constructiva relación entre padres e
hijos.

La comunicación a veces se hace difícil, se pierde la confianza, y la relación con la figura


del padre puede llegar a ser problemática; también es difícil imaginar a Dios como un
padre, sin tener modelos adecuados de referencia. Para aquellos que han tenido la
experiencia de un padre demasiado autoritario e inflexible, o indiferente y poco
afectuoso, o peor aún ausente, no es fácil pensar con serenidad en Dios como Padre y
entregarse a Él con confianza.

Pero la revelación bíblica ayuda a superar estas dificultades hablándonos de un Dios que
nos muestra lo que verdaderamente significa ser "padre"; y es sobre todo el evangelio
el que nos revela el rostro de Dios como Padre que ama hasta entregar a su propio Hijo
para la salvación de la humanidad. La referencia a la figura paterna ayuda por lo tanto a
comprender algo del amor de Dios, que sin embargo permanece aún infinitamente más
grande, más fiel, más completo que el de cualquier hombre. "¿Quién de ustedes --dice
Jesús para mostrar a los discípulos el rostro del Padre--, al hijo que le pide pan, le dará
una piedra? ¿Y si le pide un pescado, le dará una serpiente? Si ustedes, que son malos,
saben dar cosas buenas a sus hijos, cuánto más su Padre que está en los cielos dará
cosas buenas a los que se lo pidan?" (Mt. 7,9-11;. cf. Lc. 11,11-13). Dios es nuestro
Padre porque nos ha bendecido y escogido antes de la fundación del mundo (cf. Ef. 1,3-
6), nos hizo realmente sus hijos en Jesús (cf. 1 Jn. 3,1). Y, como Padre, Dios acompaña
con amor nuestra vida, dándonos su Palabra, sus enseñanzas, su gracia, su Espíritu.

Él --como lo revela Jesús--, es el Padre que alimenta a las aves del cielo sin que deban
sembrar ni cosechar, y reviste de magníficos colores las flores del campo, con vestidos
más bellos que los del rey Salomón (cf. Mt. 6, 26-32; Lc. 12, 24-28); y nosotros --
añade Jesús--, ¡valemos más que las flores y las aves del cielo! Y si Él es lo
suficientemente bueno para hacer "salir el sol sobre malos y buenos, y... llover sobre
justos e injustos" (Mt. 5,45), podremos siempre, sin temor y con total confianza,
confiarnos a su perdón de Padre cuando nos equivocamos de camino. Dios es un Padre
bueno que acoge y abraza al hijo perdido y arrepentido (cf. Lc. 15,11 ss), se entrega
gratuitamente a aquellos que se lo piden (cf. Mt. 18,19; Mc. 11,24, Jn. 16,23) y ofrece
el pan del cielo y el agua viva que da vida para siempre (cf. Jn. 6,32.51.58).
Por lo tanto, el orante del salmo 27, rodeado de enemigos, asediado por malvados y
calumniadores, mientras busca la ayuda del Señor y lo invoca, puede dar su testimonio
lleno de fe, diciendo: "Mi padre y mi madre me han abandonado, pero el Señor me ha
acogido" (v. 10). Dios es un Padre que nunca abandona a sus hijos, un Padre amoroso
que apoya, ayuda, acoge, perdona y salva, con una fidelidad que supera inmensamente
a la de los hombres, para abrirse a dimensiones de eternidad. "Porque su amor es para
siempre", como sigue repitiendo como una letanía, en cada verso, el salmo 136 a través
de la historia de la salvación. El amor de Dios nunca falla, no se cansa de nosotros; es
el amor el que da hasta el extremo, hasta el sacrificio de su Hijo. La fe nos da una
certeza, que se convierte en una roca para la construcción de nuestras vidas: podemos
afrontar todos los momentos de dificultad y de peligro, la experiencia de lo oscuro de la
crisis y del tiempo del dolor, apoyados por la fe de que Dios no nos deja solos y siempre
está cerca, para salvarnos y llevarnos a la vida eterna.

Es en el Señor Jesús, donde se muestra plenamente el rostro benevolente del Padre que
está en los cielos. Y es conociéndolo a Él que podemos conocer al Padre (cf. Jn. 8,19;
14,7); y viéndolo a Él podemos ver al Padre, porque Él está en el Padre y el Padre está
en Él (cf. Jn. 14, 9.11). Él es la "imagen del Dios invisible", como lo define el himno de
la Carta a los Colosenses, "primogénito de toda la creación... el primogénito de los que
resucitan de entre los muertos", "por quien hemos recibido la redención, el perdón de
los pecados" y la reconciliación de todas las cosas, "habiendo pacificado con la sangre
de su cruz, tanto las cosas que están en la tierra, como las que están en los cielos" (cf.
Col. 1,13-20).

La fe en Dios Padre nos pide creer en el Hijo, bajo la acción del Espíritu, reconociendo
en la Cruz que salva, la revelación definitiva del amor divino. Dios es nuestro Padre al
darnos a su Hijo; Dios es Padre perdonando nuestros pecados y llevándonos a la alegría
de la vida que resucita; Dios es el Padre que nos da el Espíritu que nos hace hijos y nos
permite llamarlo, en verdad, "Abbà, ¡Padre!" (cf. Rom. 8,15). Por lo tanto Jesús, al
enseñarnos a orar, nos invita a decir "Padre Nuestro" (Mt. 6,9-13; cf. Lc. 11,2-4).

La paternidad de Dios es, pues, infinito amor, ternura que se inclina sobre nosotros,
hijos débiles, necesitados de todo. El salmo 103, el gran himno de la misericordia
divina, proclama: "Como un padre es tierno con sus hijos, así el Señor es tierno para
con los que le temen, porque sabe bien cómo están formados, se acuerda de que somos
polvo" (vv. 13-14). Es nuestra pequeñez, nuestra débil naturaleza humana, nuestra
fragilidad que se convierte en un llamado a la misericordia del Señor, para que se
manifieste la grandeza y ternura de un Padre que nos ayuda, nos perdona y nos salva.

Y Dios responde a nuestro llamado, enviando a su Hijo, que murió y resucitó por
nosotros; entra en nuestra fragilidad y hace lo que el hombre solo nunca podría haber
hecho: él toma sobre sí el pecado del mundo, como cordero inocente y abre el camino a
la comunión con Dios, nos hace verdaderos hijos de Dios. Está allí, en el Misterio
pascual, que revela en todo su esplendor, el rostro definitivo del Padre. Y está allí, en la
Cruz gloriosa, que viene a ser la plena manifestación de la grandeza de Dios como
"Padre Todopoderoso".

Pero podemos preguntarnos: ¿cómo es posible imaginar a un Dios todopoderoso, al


mirar la cruz de Cristo? ¿En este poder del mal, que llega a matar al Hijo de Dios? Sin
duda que quisiéramos una omnipotencia divina según nuestros esquemas mentales y
nuestros deseos: un Dios "todopoderoso" que resuelva los problemas, que intervenga
para evitarnos los problemas, que le gane al adversario, y que cambie el curso de los
acontecimientos y anule el dolor. Por lo tanto, hoy en día muchos teólogos dicen que
Dios no puede ser omnipotente, de lo contrario no podría haber tanto sufrimiento, tanta
maldad en el mundo. De hecho, ante el mal y el sufrimiento, para muchos, para
nosotros, es problemático, es difícil creer en Dios Padre y creer que es todopoderoso;
algunos buscan refugio en los ídolos, cediendo a la tentación de encontrar una
respuesta en una supuesta omnipotencia "mágica" y en sus promesas ilusorias.

Sin embargo la fe en Dios Todopoderoso nos lleva por caminos muy diferentes: tales
como aprender a conocer que el pensamiento de Dios es diferente al nuestro, que los
caminos de Dios son diferentes de los nuestros (cf. Is. 55,8), e incluso su omnipotencia
es diferente: no se expresa como una fuerza automática o arbitraria, sino que se
caracteriza por una libertad amorosa y paternal. En realidad, Dios, al crear criaturas
libres, dándoles libertad, renunció a una parte de su poder, dejando el poder en nuestra
libertad. Así, Él ama y respeta la respuesta libre de amor a su llamado. Como Padre,
Dios quiere que seamos sus hijos y que vivamos como tales en su Hijo, en comunión,
en plena intimidad con Él. Su omnipotencia no se expresa en la violencia, no se expresa
en la destrucción de todo poder adverso como quisiéramos, sino que se expresa en el
amor, en la misericordia, en el perdón, en la aceptación de nuestra libertad y en la
incansable llamada a la conversión del corazón; en una actitud aparentemente débil --
Dios parece débil si pensamos en Jesucristo orando, que se deja matar. ¡Una actitud
aparentemente débil, hecha de paciencia, de mansedumbre y de amor, muestra que
este es el camino correcto para ser poderoso! ¡Esta es la potencia de Dios! ¡Y este
poder vencerá! El sabio del libro de la Sabiduría se dirige así a Dios: "Tú eres
misericordioso con todos, porque todo lo puedes; cierras los ojos ante los pecados de
los hombres, esperando su arrepentimiento. Amas a todos los seres que existen... ¡Eres
indulgente con todas las cosas, porque son tuyas, Señor, amante de la vida!" (11,23-
24a.26).

Solo quien es realmente poderoso puede soportar el mal y mostrarse compasivo; solo
quien es verdaderamente poderoso puede ejercer plenamente el poder del amor. Y
Dios, a quien pertenecen todas las cosas, porque todas las cosas fueron hechas por Él,
revela su fuerza amando todo y a todos, en una paciente espera de la conversión de
nosotros los hombres, que quiere tener como hijos. Dios espera nuestra conversión. El
amor todopoderoso de Dios no tiene límites, hasta el punto de que "no retuvo a su
propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros" (Rm. 8,32). La omnipotencia del
amor no es la del poder del mundo, sino es aquella del don total, y Jesús, el Hijo de
Dios, revela al mundo la verdadera omnipotencia del Padre dando su vida por nosotros
pecadores. Este es el verdadero, auténtico y perfecto poder divino: Entonces el mal es
en verdad vencido porque es lavado por el amor de Dios; entonces la muerte es
definitivamente derrotada porque es transformada en don de la vida. Dios Padre
resucita al Hijo: la muerte, el gran enemigo (cf. 1 Cor. 15,26), es engullida y privada de
su veneno (cf. 1 Cor. 15, 54-55), y nosotros, liberados del pecado, podemos acceder a
nuestra realidad de hijos de Dios.

Es así que cuando decimos "Creo en Dios Padre Todopoderoso," expresamos nuestra fe
en el poder del amor de Dios, que en su Hijo muerto y resucitado vence el odio, la
maldad, el pecado y nos da vida eterna: aquella de los hijos que quieren estar siempre
en la "Casa del Padre". Decir "Creo en Dios Padre Todopoderoso", en su poder, en su
modo de ser Padre, es siempre un acto de fe, de conversión, de transformación de
nuestros pensamientos, de todo nuestro amor, de todo nuestro modo de vida.

Queridos hermanos y hermanas, pidamos al Señor que sostenga nuestra fe, que nos
ayude a encontrar verdaderamente la fe y que nos de la fuerza para anunciar a Cristo
crucificado y resucitado y de testimoniarlo en el amor a Dios y al prójimo. Y que Dios
nos conceda acoger el don de nuestra filiación, para vivir plenamente la realidad del
Credo, en el abandono confiado al amor del Padre y a su omnipotencia misericordiosa,
que es la verdadera omnipotencia y que salva.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

Potrebbero piacerti anche