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Consentimiento matrimonial e inmadurez afectiva

Actas del VI Simposio Internacional del Instituto Martín de Azpilcueta


Juan Ignacio Bañares, Jordi Bosch
Navarra gráfica ediciones
Pamplona 2005
Inmadurez afectiva.
La madurez se refiere a la mayor o menor plenitud de la mujer o del
varón para disponer libremente de sí a través de sus actos, ordenando
con sentido de unidad sus recursos como persona humana y cristiana.
▪ Por otra parte, por la propia naturaleza de las cosas, la capacidad de
hacer de sí un don se ve lesionada sólo cuando ha sido gravemente
dañada la libertad personal, por causa de «una seria forma de
anomalía que, de cualquier forma que se quiera definir, debe cercenar
sustancialmente las capacidades de entender y/o de querer del
contrayente» (Discurso a la Rota Romana 1987).

CONDICIONES PARA ASUMIR


UN COMPROMISO ESTABLE
José Ignacio Murillo

▪ Nietzsche llamaba al hombre el «animal que puede prometer». Se


trata de una capacidad que distingue nuestra vida de la del resto de los
animales.
▪ compromete el que promete
▪ La promesa debe ser libre, pero, al consumarse, parece que la
libertad se anula.
▪ aunque consideremos que la capacidad de prometer y su efectivo
ejercicio es algo bueno en ciertos casos, si la promesa se puede
deshacer tan sólo por la mera conveniencia del sujeto, ¿no estamos
anulando la capacidad misma de prometer?
▪ determinar qué es el compromiso y cuál es su lugar antropológico
▪ No hay promesa sin libertad
▪ término libertad incluye indudablemente un contenido negativo, de
ausencia de trabas o determinaciones
▪ responsabilidades) y con el reconocimiento que le conceden sus
semejantes. Este último aspecto de la libertad es especialmente
importante. No sólo se trata de que los otros pueden coartar mi
libertad, sino de que la existencia de otras personas delimita el único
ámbito posible en el que puede aparecer la conciencia de la propia
libertad
▪ buena definición de libertad, desde el punto de vista ético, es la que
la identifica con autoría. El hombre es autor de sus actos. Los clásicos
definían la libertad como el dominio de los propios actos o como la
capacidad de dirigirse por sí mismo al bien.
▪ El acto libre procede de la persona y la expresa. Esto quiere decir
que la libertad se identifica, en este sentido, con la responsabilidad.
No cabe un acto libre si no se es, al mismo tiempo, responsable del
mismo
▪ El autor es responsable de su obra tanto cuando ésta es buena como
cuando ésta es mala. No cabe la posibilidad de alabar sin la de
censurar
▪ no cabe hablar de libertad si no hay un quien que responde de lo que
hace.
▪ pedir libertad es, en último extremo, pedir un espacio para el yo; y,
en último extremo, pedir responsabilidad ▪ El yo se abre espacio, de
entrada, en la conciencia interior, donde decide y pretende disponer
de sí.
▪ Pero ese espacio exige una continuación. La más importante de ellas
en el orden de la acción son las virtudes, que permiten captar los
bienes más altos y concede el dominio sobre sí que el sujeto requiere
para alcanzarlos y conservarlos.
▪ Pero el yo necesita abrirse espacio también con las técnicas, que
amplían sus posibilidades y le otorgan nuevas libertades (y
▪ No sólo se trata de que los otros pueden coartar mi libertad, sino de
que la existencia de otras personas delimita el único ámbito posible
en el que puede aparecer la conciencia de la propia libertad
▪ La libertad como ex- presión del yo sólo tiene sentido en un contexto
personal, pues sólo ante otra persona puedo ser responsable. Al
mismo tiempo, para que el ejercicio de la libertad sea comprensible
debe poder atenerse a normas objetivas y externas.
▪ 5. La persona como promesa
▪ Al prometer la persona acepta implícitamente que domina o puede
dominar su naturaleza haciéndola cauce de expresión de sus
convicciones. Al aceptar la promesa, el destinatario reconoce también
esa capacidad y decide confiar en la persona.
▪ 6. El matrimonio como compromiso
▪ no todas las promesas son iguales.
▪ Sólo el reconocimiento benevolente de la libertad del otro permite
aceptar la promesa como tal
▪ persona es una promesa. Ser persona significa ocupar un lugar en la
comunidad de todas las personas. Los seres racionales no pueden
elegir si quieren o no quieren ocupar ese lugar junto con las
obligaciones y derechos que entraña
▪ aceptar promesas y exigir el cumplimiento de las legítimamente
realizadas es un reconocimiento benevolente de la persona, que le
insta a permanecer en su dignidad
▪ hay promesas que sólo comportan la disposición a entregar algo,
mientras que otras comprometen toda la vida.
▪ El matrimonio, en cambio, es un tipo especial de promesa en que la
naturaleza de lo ofrecido impide que renunciemos a nuestro derecho.
Del mismo modo que no podemos renunciar la dignidad que nos
corresponde como personas, no podemos renunciar a los derechos que
nos otorga la nueva situación.
▪ A diferencia de la promesa en que la persona consiste, el matrimonio
es un compromiso que se engendra libremente. Pero, al igual que ella,
no puede ser revocado
▪ comprometerse
▪ se afirma el deseo de estar a la altura de la nueva identidad y de la
tarea que le corresponde.
▪ Se quiere ser de tal modo que el amor que se tiene a la otra persona
crezca y perdure, se desea ser fiel. Sería una ingenuidad pensar que se
puede prometer sólo si ya se es así.
▪ 7. Condiciones para prometer
▪ La magnitud de lo prometido y la consideración de los dramas a que
puede conducir su incumplimiento pueden inducir a exigir a quienes
la formulan una cualidades inalcanzables
▪ Negar la posibilidad de comprometerse es poner en entredicho el
ejercicio de la condición personal y, en último extremo, negar un
beneficio
▪ comprometerse efectivamente es un bien para la persona
▪ a la hora de exigir condiciones no caben maximalismos. Lo oportuno
es exigir aquellos mínimos que lo convierten en expresión de la
libertad
▪ cabe exigir la madurez afectiva de quienes se comprometen.
▪ queda claro que la madurez de la afectividad humana no es sólo una
madurez biológica. Tampoco se trata sólo de una cuestión de salud.
▪ Se puede hablar de madurez en el sentido de que existe un mínimo
de libertad respecto de la afectividad, que no condiciona
irreflexivamente el propio comportamiento
▪ La vida del espíritu no está separada del cuerpo, pero sigue otra
lógica.
▪ la condición humana es la de quien está constantemente creciendo y
despertando.
▪ 8. El reconocimiento del compromiso
▪ compromiso es que éste debe ser reconocido. En el caso de algunos
compromisos, basta que lo reconozca el destinatario. En el caso de
otros, como el matrimonio, que tienen claros efectos sociales
▪ sociedades occidentales contemporáneas ofrecen graves dificultades
de reconocimiento. Se puede decir que esta actitud es una de las que
más influyen en la despersonalización de las relaciones sociales y
políticas.
▪ la edad moderna comienza a estar inquieta con el hecho de que haya
que fundar el funcionamiento de la sociedad en algo tan quebradizo
como la lealtad
▪ No es extraño que en este contexto el compromiso se convierta en
irrelevante.
▪ Si el desarrollo humano se concibe al margen de las otras personas
y de las instituciones en que tiene lugar la vida -con una visión que
procede de una antropología deficiente-, el deseo de autenticidad pone
al hombre a merced de los estados afectivos y tiende a exigir de las
instancias sociales tan sólo la emancipación, la abolición de todo
aquello que pueda suponer una traba para lo que en cada caso se
considera la autorrealización personal.

MADUREZ HUMANA Y MADUREZ CRISTIANA


José María Yanguas
▪ ámbito propiamente «pre-jurídico».
▪ perspectiva en parte antropológica,
▪ característica de ser, por así decir, «meta en movimiento», para
subrayar después cómo la madurez se predica propiamente de la
persona humana
▪ ámbitos en los que debe darse un desarrollo armonioso para alcanzar
la madurez: afectividad, imaginación, inteligencia y voluntad
▪ posibilidad de una marcha atrás en el proceso de maduración y
proponiendo la unidad de vida como característica fundamental de la
madurez humana
▪ 2. La madurez humana término de un proceso
▪ la madurez o plenitud cristiana, aun moviéndose en otra longitud de
onda y yendo infinitamente más allá de la madurez humana, la
completa, a la vez, de alguna manera.
▪ al hablar aquí de madurez humana no entiendo por ella simplemente
la madurez psíquica: ésta se integra en aquella y es parte de la misma.
El concepto de madurez implica la idea de proceso, y más en concreto,
el final del mismo. La madurez se alcanza, se obtiene al término de
un recorrido y se logra poniendo en acto capacidades o
potencialidades propias de cada ser
▪ madurez de la persona como tal no es ineluctable ni se alcanza en
virtud de las solas tendencias naturales: se trata de un proceso en el
que la libertad humana es factor determinante
▪ La madurez, sea cual sea su ámbito, comporta un cierto grado de
plenitud, de perfección. Suele afianzarse en un determinado momento
y durar, por lo regular, más o menos tiempo, para dejar después
espacio a un periodo de decadencia
▪ La madurez es el momento en que se alcanza a ser más uno mismo,
momento de desarrollo de las propias capacidades, tiempo en el que
se perfila mejor el carácter único, singular, de la persona y se acentúan
los rasgos que la hacen inimitable, es decir, radicalmente irrepetible
▪ Es capaz de crecimiento, de desarrollo, de maduración, de plenitud;
posee recursos que le permiten alcanzar metas nuevas, que no son
simplemente actuación de algo ya existente.
▪ un ser cuyo crecimiento y maduración se imponen, como ya hemos
señalado, como un deber; «quedarse», detenerse voluntariamente en
una fase, en una etapa, en un momento de ese proceso de desarrollo
se detecta como falta, como atentado a la misma condición de hombre
▪ madurez de la persona es autorealización, en el sentido de desarrollo
o plenitud de «uno mismo». Existir y realizarse como persona,
mantener y «acrecentar» el propio yo, reclama esfuerzo, comporta
fatiga, resulta costoso; pide un ánimo despierto que reaccione frente
a todo intento despersonalizador, de homologación universal; pide un
activo rechazo del peligro de quedar reducido a simple ejemplar de la
especie o a ser subsumido en la masa donde uno tiene valor sólo en
cuanto parte de la misma, como número
▪ realizarse más plenamente, siendo cada vez más «sí mismo»,
«ejerciendo» responsablemente la libertad en cada uno de los propios
actos, pues en ellos queda irremediablemente comprometida.
▪ La verdadera educación y maduración de la persona lleva a ésta a
ser cada vez más ella misma asumiendo plenamente su libertad.
▪ 3. La fatigosa conquista de la madurez
▪ Se trata de sostenerlo y potenciarlo, ayudándolo para que se realice
como tal, para que reencuentre su camino, el camino que tan
fácilmente pierde: el de la entrega
▪ eso aunque se lamente, grite y se rebele porque se encuentra a gusto
en esa infeliz condición, de la que «en el fondo no se da cuenta», como
advirtió agudamente Kierkegaard.
4. Madurez progresiva
▪ La madurez humana no es una dimensión
▪ grados de madurez, de plenitud más o menos acabada, de realización
más o menos plena
▪ desempeñar ciertos cargos o para recibir ésta o la otra misión
▪ 5. Madurez personal
▪ En la tarea por llegar a ser personas cada vez más íntegras y cabales,
personas maduras, hay que solicitar a todas nuestras capacidades y
potencias: entendimiento, voluntad, sentimientos, imaginación,
memoria... Una adecuada visión antropológica de la persona debe ser
necesariamente unitaria y conceder a cada uno de esos ámbitos la
importancia que le es propia
▪ El hombre debe su dignidad sobre todo a su condición de persona,
al hecho de ser señor de sí mismo, sujeto del propio ser, propietario
del mismo y, por ello, dueño también de sus actos
▪ persona conserva las huellas de su origen: es esencialmente un ser
capaz de dar amor, de devolver amor, de vivir en amistad con Dios
▪ dignidad más radical: la de un ser que, a pesar de la infinita distancia
que lo separa de Dios, es otro respecto a Él, un ser libre; un tú que
puede ser interpelado por Dios y que puede responderle; un tú que
está llamado a la comunión inter-personal. Este es
▪ 6. Los varios aspectos de la madurez personal
a) Madurez afectiva
▪ mundo de los sentimientos y de su relación con la perfección del
hombre como tal.
▪ A la rectitud en el juicio de la inteligencia y a la bondad del acto
voluntario debe acompañar la rectitud de los afectos, de manera que
sea cada vez más estrecha la concordancia entre estos y sus motivos
▪ G. Abba: «Es verdaderamente buena la vida del sujeto que no sólo
sabe elegir correctamente, sino que participa también emotivamente
en la buena conducta: se apasiona por el bien y el mal moral; desea
aquél y rechaza éste; prueba amor u odio, gusto o tristeza, esperanza
o temor, etc.», Felicita, vita buona e virtú
▪ Frente a los sentimientos se pueden adoptar dos actitudes igualmente
nocivas: la primera es la del «sentimentalismo» o la «sensiblería» que
concede a los afectos un peso excesivo e indebido en la vida humana;
la segunda es la de la indiferencia de corte estoico que los considera
cuerpos extraños en una vida humana de calidad y se niega a cualquier
integración de los mismos en un proyecto existencial
▪ persona «sensiblera»
▪ Esa persona corre el peligro de ver desaparecer del horizonte de su
vidas la verdad objetiva, que es sustituida por el sentimiento. En vez
de consultar la inteligencia para verificar los hechos o hacer que se
ocupe en investigar la moralidad de las propias acciones, recurre a sus
sentimientos como criterio infalible para determinar la objetividad de
las cosas
▪ Es el resultado de no haber percibido a tiempo el carácter
extremamente fugaz de muchos sentimientos o afectos.
▪ . La desnuda voluntad privada de los sentimientos no es el ideal
moral; a lo sumo puede indicar una situación de hecho, más o menos
transitoria. A
▪ b) Madurez e imaginación
▪ capacidad que permite descubrir y acoger riquezas inexploradas de
lo real
▪ potenciación del sano realismo característico de la persona madura,
de la persona que no confunde el mundo ficticio de los sueños con la
realidad, a veces monótona y gris; que no se deja arras- trar a un
mundo fantasmal en el que se goza del poder extraordinario de
modelarlo al propio antojo
▪ actitud típicamente inmadura la del hombre que se encierra en sí
mismo y se deja llevar por la imaginación lejos de su mundo real, que
vive una ficción inventada por él mismo, que no es capaz de hacer
frente a las cosas como son y carece del carácter que se forja en el
contraste con la realidad.
▪ crea un mundo sometido enteramente al deseo, entonces no se
encuentra a gusto en el mundo real: o le aparece chato, sin relieve,
trivial, o se le presenta al desnudo con toda su dificultad.
▪ Se corre entonces tras un mundo personal sin consistencia real,
existente sólo en nuestra fantasía y, a la vez, absolutamente
inalcanzable
▪ indicio claro de insuficiente madurez es el rechazo de la propia
condición personal.
▪ La falta de un espíritu sanamente realista puede llevar también a no
aceptarnos como somos, a no sentirnos cómodos en nuestra propia
piel, a renegar de nuestro presente o pasado, a intentar esconderlo o
disimularlo. Esta actitud hace imposible el proceso de maduración
que supone, en cambio, la clara percepción y asunción de nuestra
realidad, la identificación de las metas posibles y la individuación más
o menos feliz de los caminos que nos llevan a ellas
▪ Asumir la propia condición, la propia realidad, descubrir el justo
valor de nuestra persona, apreciar en lo que valen nuestras cualidades
y condiciones, calar en la verdadera importancia de lo que hacemos
resulta condición necesaria para la superación de nosotros mismos,
para llegar más allá de donde nos encontramos, para ir alcanzando
madurez
▪ c) Madurez intelectual
▪ Hay que solicitar también, por tanto, nuestra inteligencia, y
prevenirla de lo que Cardona ha llamado con acierto «reducciones
falsificadoras» de la realidad, para evitar así el peligro de subjetivizar
la verdad, de confundir burdamente certeza con verdad
▪ madurez de la inteligencia me refiero sobre todo al profundo
realismo que debe caracterizar nuestra vida intelectual que huye por
igual de la tentación de embridar la realidad con esquemas
preconcebidos, lejanos del contacto con el mundo real, como también
de la actitud ingenua de quien piensa que todo «es» sencillamente
como «aparece»,
▪ favorecer la actitud contemplativa, pues sin ella la madurez personal
es un ideal irrealizable. Hay que dejar que nos hablen los seres,
escuchar las voces de la realidad, aprender de ella sin pretender
imponernos siempre y en todo a la misma, vivir en cierto modo en
sintonía con ella
▪ madurez de la inteligencia me refiero igualmente al recto
conocimiento de uno mismo; conocimiento que comporta, de algún
modo, el necesario desapego del propio yo y permite contemplarnos
desde una cierta distancia, con la adecuada perspectiva, rebajando la
fuerza de sentimiento que puede llevar a uno a considerarse
ridículamente el centro del universo
▪ d) Madurez y libertad
▪ la madurez del hombre tiene que ver con la perfección de su libertad;
el hombre se realiza o perfecciona como tal, alcanza su madurez, a la
par que se va haciendo progresiva- mente cada vez más libre
▪ la falta radical de motivación, la actuación superficial, frívola,
irracional, en una palabra, pues no se mueve por auténticos bienes,
lejos de situamos ante una persona madura en su libertad, denota en
ella una grave ausencia de la misma, falta de suficiente autoposesión
y autogobierno.
▪ Se olvida, en efecto, que la nuestra es una libertad participada dotada
de un preciso fin que, por otro lado, es verdadera brújula para su recto
ejercicio. Dicho fin es justamente el bien de la libertad y del hombre.
Lo que no sea encaminarse a dicho fin no será ejercicio auténtico de
libertad. Podré ciertamente «hacer lo que quiero», pero al obedecer
sólo a este criterio se irá empequeñeciendo mi libertad,
▪ Otra falsa idea que ha entrado subrepticiamente en la mente de mu-
chas personas es la de que la libertad no casa bien con el compromiso,
al menos no con el de larga duración, y desde luego no con el que
alcanza a cubrir la entera existencia.
▪ Determinarse» sería dejar de ser libre
▪ La aparente indeterminación es en realidad sometimiento que
termina en modos de actuar forzados y necesarios, «previsibilidad»
de comportamiento que se asemeja a la necesidad que impone la
naturaleza no libre. Es la «previsibilidad» de quien está afincado en
el mal, de quien se ha ido progresivamente esclavizando, de quien no
domina su propia acción
▪ La «previsibilidad» de la libertad en sus grados más altos es de una
naturaleza bien diversa. Una personalidad madura, el hombre
auténticamente libre de quien te puedes fiar, en quien puedes
descansar seguro de que no te fallará, el hombre dotado de interna
consistencia, señor de la propia existencia, tiene un modo de
comportarse hasta cierto punto previsible. Pero, paradójicamente, tal
«previsibilidad» es signo seguro de una libertad madura. Esa cierta
necesidad no es falta o disminución de libertad, sino más bien
perfección de la misma, libertad cabal, autodominio o autoposesión
perfecta.
▪ En las manifestaciones más altas del amor se vive una cierta «libre
necesidad
▪ La elección como acto característico de la libertad parece más propia
de una libertad de segundo grado
▪ Si se pone empeño, si existe verdadera pasión, el que se entrega vive
esclavo, se dedica gozosamente al servicio de la finalidad de su tarea».
7. Madurez cristiana
▪ La raíz de la dignidad del hombre consiste en esa capacidad de amar
y en la actuación de dicha capacidad. Este es el sentido último de su
vida, de su ser. Dios nos ha hecho libres, dotados de inteligencia y de
voluntad, para que conociéndolo podamos orientarnos a él libremente,
para que podamos amarlo. No podemos vivir como lo que somos, no
podemos actuar en plenitud nuestra verdad si no es amando. De ahí
que la realización plena del hombre como ser libre se logre en la
entrega, en el amor. Una vida reconcentrada en sí misma no es una
vida auténtica y genuinamente humana
▪ Superar la niñez y la adolescencia para alcanzar una cierta madurez
personal exige el duro aprendizaje del olvido de sí y de las apetencias
personales, para darse generosamente a los demás.
▪ «es un gran don sólo cuando sabemos usarla conscientemente para
todo aquello que es el verdadero bien»
▪ El mejor uso de la libertad, sostiene el Santo Padre, es la caridad que
se realiza en el don y en el servicio. El mejor uso de la libertad es pues
el amor
▪ la verdad sobre la libertad humana que «está profundamente grabada
en el misterio de la Redención»
▪ La persona es fruto del amor de Dios, está hecha para amar, y su fin
y plenitud lo puede encontrar sólo en el amor. Es en este contexto
donde adquieren toda su fuerza las palabras del Papa: «El hombre no
puede vivir sin amor». No podrá comprenderse a sí mismo, ni podrá
entender el sentido de su vida si no se le revela el amor, si no lo
encuentra, lo hace auténtica realización en el uso maduro de su
libertad
▪ madurez del autodominio. Gracias a este dominio somos capaces de
«realizar una humanidad madura en cada
▪ humanidad madura significa pues haber logrado «el pleno uso del
don de la libertad
▪ Este don encuentra su plena realización en la entrega, sin reservas,
de toda
▪ La disponibilidad para el servicio requiere la posesión de sí mismo,
que el hombre sea «dominus sui», que sea libre
▪ Como ya hemos visto, la libertad, por su lado, es imposible sin la
virtud; es su resultado más cuajado, su fruto mejor y más maduro. La
madurez humana tiene que ver pues con la libertad y con la virtud
▪ En la medida en que alcanzamos o vamos alcanzando dicha
madurez, nos hacemos capaces de donación. Y al contrario
▪ El logro de una personalidad madura requiere, como hemos visto,
ciertas disposiciones o virtudes: estabilidad de ánimo y dominio de la
esfera de los sentimientos, visión serena de la realidad, fortaleza de
áni- mo, vigor, firmeza y constancia, fidelidad que resiste a caídas de
entu- siasmo y fáciles desilusiones, que supera ataques, vence
dificultades y despierta en los demás la necesaria confianza para
edificar proyectos comunes
▪ 8. Madurez y libertad caída
▪ Todo el hombre ha quedado herido por el pecado, también su
libertad; más aún, ésta lo ha sido de manera del todo particular, de
manera que incluso en los actos más nítidamente libres, en los actos
de mayor y más genuina entrega, el hombre descubre una cierta
presencia del pecado:
▪ inficionado de una egoísmo radical
▪ 9. Madurez y regresión
▪ 10. Madurez personal y unidad de vida
▪ señal clara de madurez, sea ésta simplemente humana o cristiana.
Me refiero a la unidad de vida como resultado de la unificación de
acciones, actitudes y sentimientos en torno a un centro vital
▪ unidad de vida, con la armoniosa colaboración de las diversas
facultades del hombre al servicio de un proyecto, con la integración
de sus varios ámbitos e intereses vitales
▪ no se limita a ser una sucesión sincopada de actos.
▪ La madurez personal se logra bajo el signo de la armonía, de un
cierto «recogimiento» de la persona en sí misma, que es simplicidad,
unidad en la dispersión
▪ Es algo que difícilmente puede lograrse si la vida del hombre no gira
en torno a un centro existencial
▪ Ese es el punto focal en torno al cual debe girar toda su vida, la
fuente de la que ha de brotar su actividad, el motivo y la razón última
de su existencia.
PERSONALIDAD Y AFECTIVIDAD: NORMALIDAD
Y ANOMALÍA PSÍQUICA
Giuseppe Versaldi
▪ Premisa
▪ encuadrar correctamente la relación entre la ciencia psicológica y
psi-quiátrica, y el derecho canónico.
▪ Juan Pablo II, en una ya famosa Alocución a la Rota Romana del 5
de febrero de 1987,
▪ los logros en el campo puramente psíquico y psiquiátrico no están
en condiciones de ofrecer una visión verdaderamente integral de la
persona, resolviendo por sí solas las cuestiones fundamentales
concernientes al significado de la vida y a la vocación humana
▪ punto de partida se enmarca dentro del horizonte de una común
antropología
▪ reivindicar legítimamente su diferencia de método con respecto a la
antigua matriz filosófica, han pretendido también una neutralidad de
significados acerca de la visión general del hombre que, de hecho,
reduce el conocimiento de la naturaleza humana a los resultados,
siempre parciales, de la investigación empírica propia del método
inductivo
▪ también el psicólogo o el psiquiatra debe tomar (y de hecho toma,
inevitablemente) una opción antropológica como premisa a su in-
vestigación, que, a su vez, condiciona su resultado final
▪ la relacionalidad, entendida como tendencia positiva de toda criatura
humana a ponerse en relación con otro/a, es una característica esencial
y específica de la naturaleza humana
▪ la relación afectiva es al mismo tiempo necesaria y compleja, pero
en cualquier caso está en la base de la posibilidad misma de existencia
y desarrollo de toda criatura humana.
▪ distintas etapas o fases del desarrollo de la afectividad entendida
como capacidad de amar, propia de la naturaleza humana, que tiene
un inicio muy frágil y pobre, pero está llamada a conseguir una
madurez que desemboca en la donación de sí a la persona amada
▪ La afectividad cada etapa integra y transforma la anterior sin que
nada se pierda
▪ están en una secuencia universal, pero no automática
▪ están presentes estímulos opuestos que la obstaculizan, ya sea desde
dentro (innatos)
▪ el desarrollo puede bloquearse (fijación) o incluso retroceder
(regresión). Estos aspectos negativos determinan situaciones de
inmadurez y de verdadera patología
▪ secuencia del desarrollo afectivo.

▪ a) Etapa autística (primeros 2-3 meses de vida)


Una fase de indiferenciación entre sí mismo y la madre
▪ y el mundo externo forman una única cosa, casi como una
prolongación de la vida intrauterina. Su única preocupación es el
mantenimiento del equilibrio entre sus necesidades y sus
gratificaciones, y cuando este equilibrio no se alcanza el llanto lo
señala
▪ Etapa simbiótica (hasta los 5-8 meses
▪ diferenciación del niño entre sí mismo y el otro / a especialmente a
través de la experiencia del placer, la causa del cual se reconoce en la
madre (a la que responde con la sonrisa
▪ El vínculo, que en la fase precedente era casi exclusivamente físico,
se transforma
▪ c) Etapa de diferenciación (hasta los 6-7 años
▪ en cuanto otro distinto de sí, con el cual establece una relación ya no
solo física, sino afectiva, aunque todavía de tipo utilitarista. El objeto
(entendido como alguien distinto del sujeto) es percibido bueno y
aceptado si es gratificador, mientras es rechazado cuando no es
satisfactorio
▪ ) Etapa de integración (hasta la adolescencia)
▪ el sujeto no depende sólo de la emoción inmediata, proveniente de
la presencia de la madre, sino que es capaz de mantener una imagen
positiva de ella, también en el momento en el que experimenta una
emoción negativa. Las imágenes positivas y negativas y sus
correspondientes emociones se integran haciendo posible una
permanencia del objeto y, por consiguiente, una continuidad de la
relación afectiva capaz de soportar también las ambivalencias (se
puede amar a una persona aunque no sea totalmente buena).
▪ e) Etapa de consolidación (edad adulta)
▪ La imagen de sí se hace tan estable que constituye una verdadera
identidad. La percepción del otro (objeto) es más realista, ya que
depende menos del sujeto, el cual es capaz de conocer al otro como
es, y no como querría que fuera (idealización) o como lo teme (ansia
y agresividad).
▪ es posible un control maduro de las emociones al servicio de ideales
y valores, a los que el sujeto hace referencia, y que realiza a costa de
renuncias y sacrificios personales con libres y responsables
elecciones. La capacidad de amar llega a su cumbre como don de sí a
la persona amada
▪ Este desarrollo, aun siendo natural, no es automático porque re-
quiere el concurso de muchas condiciones positivas, tanto por parte
del sujeto como por parte del ambiente (madre
▪ en la medida que se avanza hacia la madurez, el nivel afectivo
requiere la intervención de otros niveles en los cuales se encuentran
las estructuras de la psique humana, o sea, la racionalidad y la
voluntad
▪ para desarrollarse, necesita mecanismos que le permitan salir del
mundo de los deseos para entrar en el mundo de la realidad: en eso
intervienen progresivamente juicios y elecciones que implican el
concomitante funcionamiento (también ése gradual en su desarrollo),
sea de la capacidad cognoscitiva, sea de la volitiva
▪ el amor humano no se puede reducir a la sola dimensión afectivo-
emotiva, porque incluye la intervención de la racionalidad (con la cual
discernir el verdadero bien) y la voluntad (con la cual decidir lo que
es verdaderamente bueno
▪ 3. Normalidad y anomalía
▪ para poder evaluar la calidad de la capacidad de amar de una persona
parecería suficiente con encuadrarla en la fase de crecimiento en la
que se encuentra, para concluir acerca de la normalidad o de la
anomalía de su situación.
▪ para poder evaluar la calidad de la capacidad de amar de una persona
▪ justo en la distinción entre normalidad y patología psíquica, se añade
un problema que supera las técnicas de clasificación y sitúa el tema,
de nuevo, en una cuestión antropológica, con consecuencias de
relieve precisamente en el campo del derecho canónico
▪ falta una aceptable definición positiva de la normalidad distinta de
la simple ausencia de trastornos
▪ Rota Romana del 25 de enero de 1988: «Es conocida la dificultad
que, en el campo de las ciencias psicológicas y psiquiátricas, los
mismos expertos encuentran para definir, de forma satisfactoria para
todos, el concepto de normalidad
▪ de una parte, se exalta la libertad y la responsabilidad de la persona
normal, como si la ausencia de trastornos psíquicos garantizara las
decisiones correctas; y, de otra, en presencia de signos de desarmonía
psíquica se quitan al sujeto sus propias responsabilidades de entender
y querer
▪ considerar la condición humana según una distinción más amplia
que incluya, por una parte, el dato incontrovertible de la libertad
humana y, por otra, los
▪ que la persona puede encontrar en su proceso de maduración que no
son solo de naturaleza patológica.
▪ P. Luigi Maria Rulla11, que, con P. Franco Imoda y Joyce Ridick12
▪ hipótesis (llamadas dimensiones
▪ Esta triple distinción permite superar la simplificación de la
distinción entre normalidad y patología con los efectos denunciados.
La normalidad no se identifica así simplemente con la madurez, sino
que comprende también la inmadurez psíquica y, dentro de la
psicopatología hay que distinguir cualitativamente entre formas más
ligeras y más serias de trastornos
▪ la mayoría de personas no son ni psicológicamente maduras
(primera dimensión) ni trastornadas por síntomas psiquiátricos
(tercera dimensión), sino que pertenece a la categoría de la inmadurez
psíquica (segunda dimensión) en la cual el sujeto no llega a la
madurez a causa de resistencias de las cuales no es consciente
▪ los obstáculos para alcanzar la madurez en la capacidad de amar
tienen que ser distribuidos en cada una de las tres hipótesis
consideradas
▪ tradicional principio por el cual «la quiebra de la unión conyugal,
por otra parte, jamás es en sí una prueba para demostrar la incapacidad
de los contrayentes».
▪ Existe, finalmente, también la categoría de las verdaderas anomalías
afectivas, que se distribuyen a lo largo de una gradación de gravedad
que hay que cualificar (tercera dimensión
▪ clasificación de los trastornos psíquicos (por ejemplo el DSM-IV
▪ no hacen ninguna distinción cualitativa entre las varias patologías,
existe también en campo científico quien (como los autores
antedichos) exige un análisis más profundo (diagnosis estructural y
no solo descriptiva
▪ el juez debe pedir que el perito «realice un ulterior esfuerzo,
dirigiendo su análisis a la evaluación de las causas y de los procesos
dinámicos subyacentes, sin detenerse solamente en los síntomas que
brotan de los mismos»15; y la razón está en el hecho de que
«solamente dicho análisis total del sujeto, de sus capacidades
psíquicas, y de su libertad de orientarse a los valo-
▪ autorrealizándose en ellos, es utilizable para ser traducido, por par-
te del juez, en categorías canónicas
▪ 4. Libertad y responsabilidad
▪ influjo de la afectividad en la decisión y en la realización de la
elección matrimonial, conviene considerar la dinámica psicológica de
todo el proceso decisorio
▪ obviamente, para que tenga inicio la hipótesis de matrimonio se da
una emoción positiva, el enamoramiento, que es considerado una de
las emociones más fuertes de la experiencia humana.
▪ antes de tomar una decisión, hacer una segunda evaluación, llamada
evaluación reflexiva, en la cual, a través del discernimiento racional
valora si el impulso emotivo es compatible o no con el cuadro de
referencia ideal que inspira su vida
▪ Sólo después de este discernimiento se llega a una decisión en la
cual la voluntad es libre de hacer su elección de un modo
proporcionado a la dignidad de la naturaleza humana. En nuestro
caso, antes del acto del consentimiento los novios están llamados a
valorar si el placer que sienten estando juntos es compatible con el
objeto del consentimiento matrimonial que libremente pretenden, o
sea un proyecto de amor, de donación recíproca con las características
de fidelidad, fecundidad e indisolubilidad que son necesarias para una
comunión de toda la vida, dirigida a la recíproca ayuda y a la
procreación y educación de la prole
▪ Es evidente que la emoción (afecto) juega un papel importante, pero
no puede por sí sola determinar la decisión del consentimiento
matrimonial ya que, sin el discernimiento racional, faltarían las
condiciones para una elección responsable
▪ muchos los obstáculos para obtener esta madurez de juicio,
obstáculos que se sitúan en cada una de las tres dimensiones
▪ primera dimensión, no obstante la potencial madurez psíquica del
sujeto, la mala voluntad puede interferir en la realización del proyecto
de amor querido inicialmente
▪ segunda dimensión, o sea cuando el sujeto no es consciente de los
obstáculos que existen respecto al proyecto de amor que
conscientemente pretende y no obstante se ve comprometido
parcialmente el éxito final de su decisión
▪ desde el punto de vista psicológico, no faltan las estructuras pre-
vistas para el amor de donación, pero, en parte, se ven comprometidas
por impulsos opuestos de los cuales el sujeto no se da cuenta (aunque
se de cuenta de los resultados negativos
▪ valoración reflexiva, no está en condiciones de valorar todas las
componentes de sus emociones (o sea las causas de su
enamoramiento) en cuanto que una parte de ellas ha sido puesta fuera
de su conciencia.
▪ pero no quita su libertad de entender y de querer, como afirmaba el
Papa cuando, criticando las pericias realizadas según una
antropología no compatible con la cristiana
▪ El hecho de no conocer plenamente las dinámicas de la propia
decisión no comporta automáticamente la pérdida de la propia
libertad y capacidad, aunque resulten disminuidos los frutos de las
elecciones conscientes
▪ tercera dimensión
▪ «una verdadera incapacidad puede ser admitida en hipótesis sólo en
presencia de una seria forma de anomalía que, de cualquier forma que
se quiera definir, debe cercenar sustancialmente las capacidades de
entender y / o de querer del contrayente»
▪ la afectividad, las formas graves de anomalías deben situarse en las
graves patologías de psicosis autísticas y simbióticas, así como en los
casos de narcisismo primitivo en los que no sólo es difícil, sino que
falta la posibilidad de una relación mínima interpersonal, ya que el
sujeto no ha desarrollado las estructuras necesarias para una
verdadera diferenciación entre sí mismo y el otro
▪ En los casos borderline y en las patologías neuróticas y del carácter,
si bien con las dificultades que se derivan de los trastornos propios de
cada síndrome, queda sustancialmente la capacidad de amar
suficiente para no privar al sujeto de su derecho natural al matrimonio.
Aquí no se trata de una valoración interna de la ciencia psicológica,
sino de un juicio que corresponde al juez inspirado en la visión
cristiana, como otra vez recordaba el Papa al decir: «mientras que para
el psicólogo o para el psiquiatra toda forma de psicopatología puede
parecer contraria a la normalidad, para el canonista, que se inspira en
la citada visión integral de la persona, el concepto de normalidad, es
decir, de la normal condición humana, comprende también moderadas
formas de dificultad psicológica, con la consiguiente invitación a
caminar según el Espíritu incluso en medio de las tribulaciones y a
costa de renuncias y de sacrificios»20
▪ ciertamente influyen negativamente sobre el éxito de la comunión
de vida, pero, al no quitar la capacidad de una relación de amor, no
pueden ser consideradas causa de nulidad aunque el matrimonio no
podrá conseguir plenamente sus fines
▪ En el campo de la afectividad vale el mismo método de diálogo en
el que la pericia no puede convertirse en una variable del proceso
canónico, independiente, cerrada en sus categorías, sino que debe
confrontarse con los presupuestos antropológicos y después ser
traducida en categorías canónicas, las únicas capaces de juzgar sobre
la validez del matrimonio sacramental
▪ Conclusión
▪ Hemos visto que el afecto empieza muy pobremente y poco a poco
se desarrolla según una organización que al final involucra también al
intelecto y la voluntad: amar, al final, significa querer el bien de la
persona amada
▪ Esta madurez de amor representa la cumbre de la experiencia
humana, pero, como se ha visto, no todos llegan a esta capacidad
psicológica y moral
▪ individuar el punto mínimo del desarrollo afectivo necesario y
suficiente para que se pueda hablar de un amor proporcionado a los
compromisos que se asumen con el pacto conyugal
▪ Juan Pablo II cuando afirmaba que, según algunas pericias, «por
medio de estas pruebas periciales se termina por confundir una
madurez psíquica que sería el punto de llegada del desarrollo humano,
con la madurez canónica, que es, en cambio, el punto mínimo de
partida para la validez del matrimonio».
▪ Los casos más graves de psicopatología, el sujeto no está en
condiciones de establecer, ni mínimamente, una relación
interpersonal y la otra persona, aunque amada en apariencia, no es
otra cosa que una parte de sí o exclusivamente al servicio del yo,
entonces no se puede hablar de validez del consentimiento porque el
sujeto se compromete a algo para lo cual no está capacitado
▪ Juan Pablo II afirmaba como conclusión de su Alocución de 1987,
que vale la pena citar íntegramente: «El difícil cometido del juez de
tratar con seriedad causas difíciles, como las relativas a las
incapacidades psíquicas para el matrimonio, teniendo siempre
presente la naturaleza humana, la vocación del hombre y, en conexión
con ello, la justa concepción del matrimonio, es ciertamente un
ministerio de verdad y de caridad en la Iglesia y para la Iglesia
▪ habrá que multiplicar los esfuerzos antes del matrimonio para un
discernimiento y una ayuda a los jóvenes

MADUREZ AFECTIVA Y MADUREZ CONYUGAL


Salvador Cervera
1. Concepto de madurez personal
a) Significado del término
▪ semánticamente a los conceptos de «madurez de la personalidad» o
de «persona madura» como equivalente de «autonomía», «conductas
apropiadas a las circunstancias», «ponderación y equilibrio»,
«estabilidad», «responsabilidad», «claridad en objetivos y
propósitos», «dominio de sí», etc. 1. Real Academia Española,
Diccionario
▪ es en esa perspectiva de la psicología de las edades donde el término
se ha acuñado con mayor aceptación. Se trata de determinar aquellas
variables evolutivas, distintas a la edad cronológica, que mejor
explican los cambios en esta etapa del ciclo vital
▪ el desarrollo y manifestación de la madurez personal representaría
un proceso continuo o un producto final en el ciclo vital
▪ Vertiente estática. La madurez personal se concebiría como la
posesión de determinadas características psicológicas, máxima
expresión del desarrollo de la personalidad.
▪ Vertiente dinámica. Esta perspectiva hace referencia a un proceso
de maduración psicológica continuamente en movimiento y hacia una
dirección determinada
▪ Ambas vertientes -el modelo de estabilidad y el modelo de cambio
organizado han generado un continuo debate cuando se estudia el
desarrollo de la personalidad en la edad adulta, que es por esencia la
época en la que se llevan a cabo decisiones, por ejemplo respecto a la
elección de la actividad profesional, la fundación de una familia, etc.
La postura más aceptada actualmente es la de que el desarrollo y
manifestación de la madurez representaría un proceso continuo a la
vez que un proceso final en el ciclo vital
▪ Dimensiones de la madurez personal
▪ b.1) Madurez biológica
▪ , la plena manifestación de las capacidades exige un desarrollo y una
maduración corporal
▪ culminación de los procesos biológicos, desencadenados
endógenamente y dirigidos por la especial constitución genética del
individuo, y la influencia que sobre él y sobre estos procesos ejercen
las circunstancias externas concretas
▪ Estaríamos aquí frente a un cambio secuencial, progresivo,
irreversible y continuista del bagaje biológico del individuo, en virtud
del cual se modifica cuantitativa y cualitativamente nuestro
organismo
▪ el ser humano se comporta desde una perspectiva propia
▪ Posee una respuesta biológica indeterminada.
▪ capaz de una operatividad creativa
▪ proceso en continuo progreso
▪ La principal característica biológica del hombre es su no
especialización; lo son sus receptores, los efectores y su propio
cuerpo. Cualquier cosa puede ser estímulo para él, porque todo tiene
para él significación; las respuestas son impredecibles e incluso puede
no responder a un estímulo.
▪ Las relaciones interpersonales y la misma conducta determinan la
construcción y la maduración del cerebro de cada sujeto. El cerebro
de cada hombre es construido por él mismo, en relación a la
información genética y epigenética abierta al mundo, y en relación
con otras personas. Puede afirmarse que la configuración cerebral está
determinada por la relacionabilidad y la conducta personal y no sólo
por la biología.
▪ b.2) Madurez psicológica
▪ este aspecto de la madurez es el que constituye la parte más esencial
de la madurez personal
▪ la personalidad
▪ madura no se encuentra ligada únicamente a la madurez biológica,
aunque la supone, sino que más bien es un proceso interior de
perfeccionamiento personal, en el que las acciones, sentimientos y
pensamientos intervienen directamente en la configuración de nuestra
propia persona. Este proceso, por tanto, no depende únicamente del
paso del tiempo, sino que requiere, por nuestra parte, de un quehacer
continuo durante toda la vida
▪ no se encuentra ligada únicamente a la madurez biológica
▪ madurez psicológica, como etapa de la vida adulta, es un periodo
donde se reflexiona sobre la propia existencia, valorando lo ya
realizado y lo que aún falta por realizar
▪ proceso dinámico'
▪ Direccionalidad
▪ necesaria la madurez que asigna una dirección de carácter integrador
para que el proceso biológico se lleve a cabo adecuadamente, desde
el punto de vista psicológico, es necesaria también una dirección
▪ debemos establecerla.
▪ señalar hacia dónde queremos acudir
▪ dentro de un determinado sistema de valores hemos elegido
Finalidad
▪ asumirse conscientemente de acuerdo a un orden de valores que se
conoce, se ha hecho propio y se ha asumido con plena libertad
▪ Integración
▪ unir los diversos aspectos que conforman la personalidad humana,
consiguiendo un todo armónico al instaurar una coherencia interna
entre los valores de la persona
▪ Continuidad
▪ adaptación efectiva propia de la competencia, debe estar constituida
a modo de rasgo estable y duradero
▪ Estabilidad personal
▪ poseer estructuras más estables, aunque no rígidas, en los diferentes
niveles de integración
▪ facilita en gran medida la adaptación. • Competencia Capacidad para
interactuar eficazmente con el ambiente y para emitir conductas
adaptadas
▪ b.3) Madurez relaciona!
▪ adquieren también importancia los aspectos de relación con los otros
▪ un hombre es un adulto cuando está en condiciones de responder
convenientemente a las exigencias que le plantea una cultura
▪ capacitan al individuo para la adaptación efectiva en las relaciones
interpersonales,
▪ no sólo debemos tener en cuenta aquellos rasgos psicológicos que
caracterizarían a los individuos en el logro de una etapa determinada,
sino también la presencia de una serie de atributos específicos para un
óptimo desarrollo de los aspectos psicosociales
▪ rasgos más destacados para la adquisición
▪ Autonomía o adecuación individual
▪ necesario que el individuo disponga de suficiente confianza en sí
mismo (self-reliance) e iniciativa para tomar decisiones y asumir
riesgos y posibles errores
▪ un firme sentido de identidad personal
▪ saben quienes son, lo que creen, lo que desean lograr (claridad del
autoconcepto) y con un sentido de su propio valor como personas
(internalización de valores)
▪ Responsabilidad social o adecuación social
▪ Adecuación interpersonal
▪ que en el proceso de madurez de la persona se produce una clara
interacción entre los procesos biológicos, psicológicos y relaciónales
▪ madurez biológica es el basamento sobre el que se asientan los otros
dos componentes, pero ese bagaje biológico del que van a emerger
nuevas estructuras y funciones, precisa de una adecuada
configuración de las aportaciones que provienen de la dimensión per-
sonal (madurez psicológica) y de su relación social (madurez
relacional).
▪ 2. Dinámica del proceso amoroso ¿Pero qué acontece en el
proceso amoroso? ¿Cuáles son los elementos que lo forman?
▪ presentes elementos biológicos, afectivos, racionales y de relación
▪ para que el amor conyugal llegue a alcanzar un desarrollo armónico
(maduración) necesita conjugar e integrar adecuadamente los
elementos que lo constituyen y como ya hemos señalado que el
concepto de amor no puede quedar disgregado del concepto de
persona
▪ eminentemente biográfico
▪ realiza como tal a lo largo del tiempo, deduciremos que el amor
conyugal es un amor de índole histórica
▪ La llamada fase de enamoramiento se caracteriza por un predominio
de los afectos, emociones y sentimientos; la fase de noviazgo es el
periodo en el que se pone a prueba la viabilidad de que ese amor
eminentemente afectivo se convierta en un amor comprometido. La
última fase es aquella en la que el amor se compromete mediante el
consentimiento matrimonial
▪ Lo habitual es que en un primer momento -fase de enamoramiento
y de noviazgo se manifieste más la dimensión afectiva del amor y,
posteriormente -fase de conyugalidad- la dimensión relacional.
▪ podemos aplicar el término madurez afectiva para referirnos a aquel
amor que se desarrolla en las primeras fases del proceso amoroso y el
de madurez relacional para aludir al amor ya comprometido.
▪ Cada persona, dependiendo de las circunstancias y de las
características de su personalidad, modulará el amor conyugal de una
manera o de otra, pero no es posible que exista un auténtico
enamoramiento si además de una verdadera conmoción de índole
afectiva, la reflexión y la voluntad no actúan
▪ sin que exista un mínimo de estremecimiento afectivo.
3. Madurez afectiva
▪ la afectividad como una cualidad del ser psíquico caracterizada por
la capacidad del sujeto de experimentar íntimamente las realidades
externas y de experimentarse a sí mismo. Es decir, la naturaleza de la
afectividad consiste en convertir toda relación en experiencia interna
(vivencia) y su finalidad, en dotar de significado personal los propios
contenidos de la experiencia
▪ tiene madurez afectiva quien es capaz de modular sus impulsos,
deseos y emociones -inteligente y libremente integrándolos, de forma
estable, continua y adaptada, de acuerdo con su trayectoria
▪ madurez afectiva implícita en el proceso amoroso, nos indican que
satisface tal condición quien es capaz de comportarse, de forma
estable y continua, de acuerdo con los planteamientos personales
anteriormente asumidos, mediante el desarrollo deformas eficaces de
comunicación y de resolución de problemas, así como el
establecimiento de un patrón mutuo y adaptado de relación
▪ es necesario, por tanto, que exista una conjugación entre el aspecto
sentimental y el aspecto racional de dicha relación amorosa (madurez
afectiva).
▪ cada persona, dependiendo de sus circunstancias y de las
características de su personalidad, modulará a éste de una manera o
de otra. Y así, habrá personas en las que el amor se mostrará más
sentimental y afectivo, y en otras más racional
▪ De acuerdo con estos conceptos, mostramos a continuación las
características más relevantes de la madurez afectiva de la persona:
▪ 1. Capacidad para amar y ser amado
▪ 2. Capacidad para dominar su talante afectivo
▪ 3. Capacidad de afrontar la realidad y operar adecuadamente con
ella
▪ 4. Capacidad para interpretar de modo positivo las experiencias de
la vida
▪ 5. Capacidad para aprender de la propia experiencia
▪ 6. Capacidad para aceptar las experiencias negativas
▪ 8. Capacidad para relacionarse adecuadamente con los demás
7. Capacidad de compromiso, responsabilidad y conocimiento
personal

▪ 4. Madurez conyugal
▪ En cada una de estas etapas se formulan retos y expectativas que
acontecen a cada uno de los cónyuges, no sólo desde el punto de vista
práctico o del comportamiento, sino especialmente desde una
perspectiva emocional y relacional. Y en todas ellas es deseable que
exista un clima lo más elevado posible de madurez conyugal
▪ primeros tiempos de la fundación de la familia se caracteriza porque
el reto va encaminado a conseguir un alto grado de compromiso y un
ajuste de intereses, necesidades y demandas hacia el otro
▪ adaptación efectiva en las relaciones interpersonales
▪ independencia de los hijos la familia se reduce de tamaño en la
medida que los hijos van abandonando el hogar y crean su propia
forma de vida y su propia familia. La madurez relacional que se
presume para esta etapa va dirigida hacia una adaptación conyugal
ante la nueva situación. El redescubrimiento del matrimonio será la
base en la que se sustentará de una forma adecuada esta etapa de la
vida conyugal
▪ familia con niños pequeños el reto se centra en la aceptación de los
nuevos miembros de la familia con un incremento de la permeabilidad
de ésta, y la aportación de una adecuada formación escolar, cultural y
espiritual, con el propósito de hacer de los hijos personas responsables
y adultos competentes en la sociedad
▪ La crianza de los hijos requiere una tremenda capacidad de donación
por parte de los padres
▪ familia con adolescentes el reto emocional de los cónyuges consiste
en mantener un alto índice de flexibilidad durante este periodo de
intensos cambios
▪ V. Thomas y D. Olson16 sugieren que los mejores predictores de lo
que puede ser considerado como madurez conyugal lo constituyen los
siguientes aspectos: comunicación, habilidad para resolver
diferencias, personalidades armónicamente establecidas, expectativas
realistas y acuerdo sobre los valores religiosos

INMADUREZ AFECTIVA E INCAPACIDAD


CONSENSUAL
Carlos J. Errázuriz M.

▪ 1. Una problemática abierta


▪ gaciones esenciales del matrimonio (can. 1095, 3o).
▪ ¿sobre la base de qué criterios se puede pasar de la constatación
empírica de la inmadurez afectiva, generalmente con ayuda de
pericias psicológicas o psiquiátricas, a la apreciación de su efectiva
incidencia en el consentimiento matrimonial? ¿Es posible traducir el
diagnóstico de los psicólogos y psiquiatras, hecho con las categorías
de sus ciencias, a sentencias canónicas, que utilizan conceptos
específicamente canónicos?
▪ avances
▪ existe acuerdo unánime sobre el hecho de que la inmadurez afectiva
no constituye de por sí un capítulo jurídico-canónico de nulidad, sino
que es un supuesto de hecho que puede corresponder o no a una de
las causales previstas por la ley canónica
▪ grave defecto de discreción de juicio acerca de los derechos y
deberes matrimoniales esenciales (can. 1095, 2o), o bien en algunas
ocasiones la incapacidad de asumir las obligaciones
▪ De ahí que cualquier disminución leve de la libertad sea interpretada
como ausencia de normalidad o madurez, y éstas se entiendan en
relación con un matrimonio idealizado en la óptica de la inmanencia
▪ «confundir una madurez psíquica que sería el pun- to de llegada del
desarrollo humano, con la madurez canónica, que es en cambio el
punto mínimo de partida para la validez del matrimonio»
▪ Juan Pablo II a la Rota Romana en los años 1987 y 1988
▪ un fundamento común, que hace posible el necesario diálogo
interdisciplinar: una antropología común, cristiana, que incluye la
verdad natural y sobrenatural sobre la persona humana
▪ bases antropológicas para descubrir la existencia de la incapacidad,
concepción del hombre cerrada a la trascendencia, y en que la visión
de la persona oscila entre el determinismo psíquico o social y la
autoafirmación egoísta,
▪ «sólo la incapacidad, no la dificultad, para dar el consentimiento y
realizar una verdadera comunidad de vida y amor, hace nulo el
matrimonio
▪ descripción de la afectividad y de su desarrollo en el hombre;
presentación de las características de la inmadurez afectiva (llamada
a veces también psico-afectiva o simplemente psíquica); por último,
determinación de los casos en los que tal inma- durez puede afectar a
la validez del consentimiento.

▪ 2. A la búsqueda de vías de solución


▪ La inmadurez afectiva aparece como una situación en la que la
persona no se ha desarrollado en esa dimensión del modo que sería
adecuado para su edad, y presenta por tanto rasgos de infantilismo
▪ Por último, se procura explicar de qué manera esta inmadurez en
casos cualificados puede dar lugar a un grave defecto de discreción
de juicio, haciendo a la persona incapaz de deliberar suficientemente
sobre la realidad del matrimonio, o bien privándola de la suficiente
libertad interna para dominar sus impulsos afectivos
▪ persona afectivamente inmadura, aun siendo capaz de entender y de
querer el matrimonio, podría ser incapaz de asumir las obligaciones
matrimoniales, en el caso de que por su ego-centrismo no pudiera
donarse a la otra parte, o no pudiera vivir esas obligaciones por no
poseer el adecuado control de la esfera afectiva. Esta manera de
plantear la cuestión deja un amplio espacio a la valoración del juez,
un espacio en el que la legítima discrecionalidad que caracteriza a las
decisiones eminentemente prudenciales amenaza transformarse en
arbitrariedad
▪ análisis sectorial de la afectividad es un obstáculo para la
comprensión realista de los hechos
▪ a) La madurez afectiva es un aspecto o dimensión de la madurez
personal global
▪ sin llegar a negar que la persona pueda dominar sus reacciones
emotivas, se acentúa de un modo excesivo su influjo sobre la libertad,
como si se tratase de fuerzas que habitualmente determinarían la
actividad humana, o al menos disminuirían muy gravemente el
autodominio de la persona.
▪ La afectividad, aislada de la persona, no es madura o inmadura; lo
es sólo en cuanto se inserta en el conjunto de la persona1, y esto tiene
siempre lugar mediante la conexión con las facultades propiamente
espirituales del hombre, es decir la inteligencia y la voluntad.
▪ no quiero negar ni disminuir el influjo de la afectividad sobre los
actos humanos, sino que deseo subrayar que el punto de referencia
para medir ese influjo debe ser el mismo acto humano integralmente
considerado
▪ la eventual repercusión negativa de la afectividad sobre la madurez
matrimonial deberá haber dado lugar a deficiencias en la actividad de
las mismas facultades del entender y del querer (sin olvidar
naturalmente la gran relevancia positiva de la afectividad en el pro-
ceso que lleva a la unión matrimonial, en el acto mismo de casarse y
en la vida conyugal).
Cualquiera que sea el nombre empleado, es claro que en tal caso habrá
una verdadera anomalía psíquica que, por el hecho de traducirse en
esas deficiencias en el entender y el querer, debe calificarse de grave
a efectos matrimoniales.
▪ madurez afectiva. A mi juicio, esta última expresión puede
consolidar una óptica en la que la dimensión afectiva tiende a
separarse de la persona en su conjunto y por ende a despersonalizarse.
▪ b) La madurez requerida es la capacidad mínima para casarse,
no la habilidad para la realización perfecta de la vida conyugal
▪ Ciertamente las aportaciones de la psicología y de la psiquiatría son
muy útiles, pero sólo en la medida en que sintonizan y se ponen en
relación con ese punto de vista propiamente matrimonial. Es del todo
simplista el intento de trasladar sin más las categorías y las
valoraciones de esas ciencias al campo de las nulidades matrimoniales
▪ Los riesgos de confusión en el diálogo con la psicología son
evidentes, ya que si lo que se exige para casarse es llamado
«madurez» por los canonistas, es difícil pedir a los peritos que se ocu-
pen de un aspecto diverso de aquél que los mismos peritos denominan
madurez psíquica
▪ no veo que se pueda hablar de otro mínimo de capacidad de vivir el
matrimonio, distinto del que se necesita para contraerlo
c) La madurez para casarse tiene como punto de referencia
esencial la capacidad para el pacto conyugal y para consumarlo
▪ el Código prevea la incapacidad de asumir las obligaciones
esenciales (cf. can. 1095, 3o), a pesar de que se halle colocada en el
ámbito del consentimiento, parece ser la confirmación legislativa más
clara de esa concepción.
▪ 16. Reenvío a lo que he escrito en «Riflessioni sulla capacita
consensúale nel matrimonio canonico», en lus Ecclesiae, 6 (1994),
449-464; y «La capacita matrimoniale vista alia luce dell'essenza del
matrimonio», en lus Ecclesiae, 14 (2002), 623-638. Además, en la
mis- ma longitud de onda, cf. el amplio estudio de E. Tejero,
«Naturaleza jurídica de la incapacidad para asumir las obligaciones
esenciales del matrimonio y ius connubii», en Fidelium iura, 6 (1996),
227-333.
▪ Concebido de este modo realista, el pacto conyugal vuelve a adquirir
su función de único punto de referencia esencial para verificar la
capacidad
▪ su análisis en sede judicial debe tener en cuenta toda la vida de los
cónyuges
▪ fracaso es con frecuencia interpretado como falta de capacidad.
▪ Estamos bastante acostumbrados a concebir el consentimiento
matrimonial, núcleo del pacto, de una manera más bien desencarnada.
El modelo de los contratos patri- moniales, cuyo objeto es extrínseco
a las partes, pesa.
El consentimiento matrimonial se ubica en el desarrollo histórico real
del proceso que ha llevado el hombre y la mujer al matrimonio17, y
que casarse es un acto que abarca a toda la persona a efectos
conyugales, comprendiendo su cuerpo y naturalmente su afectividad
▪ La visión dinámica del amor conyugal se encuentra especialmente
considerada en los trabajos más recientes de P.J. Viladrich: cf. por
ejemplo «El amor conyugal entre la vida y la muerte. La cuestión de
las tres grandes estancias de la unión» (Lección inaugural del curso
académico 2003-04, Universidad de Navarra), en Ius Canonicum, 44
(2004), 17-67 (primera parte).
▪ re una cierta capacidad de poner por obra el pacto, ello implica
introducir un nuevo requisito de capacidad, que ya no es ni el
consentimiento ni la consumación
▪ su análisis en sede judicial debe tener en cuenta toda la vida de los
cónyuges, antes y después de las bodas, ya que sólo así se puede
penetrar desde fuera, en la medida de lo posible, en la realidad
humana del matrimonio in fieri, y pronunciarse sobre su eventual
invalidez
▪ Esa nueva capacidad no estaría delimitada en función de un acto
concreto, como es el acto conyugal por el que se consuma el
matrimonio, lo que muestra la gran incertidumbre que se crea
especialmente las de índole afectiva y sexual, han de ser consideradas,
puesto que sólo de ese modo es posible conocer la verdad del mismo
consentimiento de las personas humanas
▪ ya no sería una capacidad para realizar actos humanos, sino una
especie de disposición pasiva para una realización existencial como
pareja.
▪ afirmar que el hecho de ser capaz de contraer matrimonio es la única
vía que permite verificar si las personas en el momento del pacto
estaban en condiciones mínimas de vivir su unión.
▪ la capacidad de casarse y la de vivir como casado pertenecen a la
misma esfera, es decir a aquélla propiamente humana que es regida
por las facultades personales del intelecto y de la voluntad
▪ madurez de derecho natural para emitir el consentimiento y la
ulterior madurez que históricamente puede ser exigida por la ley
positiva como cuestión de conveniencia, está muy claramente
expuesta en J. Hervada, «Esencia del matrimonio y consentimiento
matrimonial» (1982), en Una caro. Escritos sobre el matrimonio,
Eunsa- Instituto de Ciencias para la Familia, Pamplona 2000, pp. 645-
650
▪ el papel del consentimiento en la tradición canónica explica el
porqué esa tradición, fuera del caso de la impotencia que requiere una
capacidad diversa de orden también físico, no ha recurrido en materia
matrimonial a la verificación de una imposibilidad de cumplir distinta
de la que se exige para la consumación del matrimonio
▪ el hecho de referir este criterio sólo al aspecto intelectual, como
sucede en el CIC (cf. can. 1096 § 2), se explica como residuo del
anterior intelectualismo que dominaba la doctrina y la legislación
canónica.
▪ d) La madurez para el matrimonio se relaciona no sólo con la
capacidad para casarse, sino también con cuanto se requiere para
que los contrayentes descubran la esencia de la realidad
matrimonial natural mediante su intelecto práctico y la acojan
mediante su libre voluntad
▪ can. 1095, 3o. A mi juicio, la distinción entre el n. 2 y el n. 3 busca
precisamente recordar la realidad integralmente humana del
consentimiento, el cual no puede ser concebido en términos
meramente intelectualistas y voluntaristas
▪ buscar una fórmula que excluyera más claramente una interpretación
autónoma de la incapacidad de asumir
▪ la madurez para casarse comprende también la capacidad de
consumar la unión mediante el acto conyugal
▪ relacionar la capacidad en el ámbito sexual con la posibilidad de
realizar establemente actos conyugales dotados de determinadas
características desde el punto de vista afectivo, significa aplicar en
este campo una interpretación indebida del can. 1095, 3o
▪ una consideración realista de este tema, a la vez que exige distinguir
las diversas hipótesis, aconseja vivamente no olvidar su inserción en
un conjunto21
▪ la relevancia del egocentrismo a efectos de la validez del matrimonio
consiste precisamente en su ser obstáculo para ese acto de amor,
esencialmente de la voluntad, que es el mismo consentimiento
▪ El descubrir en el intelecto práctico y hacer suyo mediante una
decisión libre lo que es esencialmente el matrimonio puede ser visto
también en la perspectiva de la maduración de la persona
▪ las personas que han carecido de modelos verdaderamente
matrimoniales en la propia familia de origen o entre sus conocidos
más inmediatos, o que se hallan profundamente influidos por modelos
opuestos al matrimonio y a la familia, se encuentran en una situación
de particular dificultad para darse cuenta del bien de la unión
conyugal y de la real posibilidad de ponerla en práctica
▪ modelo sustancialmente diverso de unión entre hombre y mujer.
▪ estos fenómenos es fácil encontrar una falta de madurez de la
persona por razones de índole afectiva. Esos prejuicios contra la
realidad matrimonial están muy probablemente en simbiosis con lo
que los psicólogos llaman egocentrismo
▪ aquéllas en que hay un problema psíquico que hace imposible el
consentimiento, y aquéllas en las que una persona psíquicamente
normal no quiere dar el consentimiento al matrimonio porque éste no
cae dentro de su horizonte práctico
▪ podría ser llamado de inmadurez, teniendo a la vista el conjunto del
desarrollo humano, en el que la falta de identificación práctica del
matrimonio es ciertamente una situación anómala, en contraste con
una inclinación natural
▪ Sin embargo, no se trata de una incapacidad, ya que la persona
continúa siendo capaz de descubrir y hacer suya esa inclinación
▪ Hablar en esas situaciones de incapacidad supondría negar la
responsabilidad de los interesados
▪ En consecuencia, conviene distinguir entre los casos en los que la
inmadurez implica una verdadera incapacidad psíquica, y aquéllos en
los que lo que falta es el conocer y querer el matrimonio

▪ e) El sentido común, sostenido por el sentido de la fe, de los


operadores jurídicos y de los peritos es la mejor garantía de
objetividad para apreciar el influjo de la inmadurez sobre la
validez del matrimonio
▪ La pretensión de contar con reglas generales, jurídicas o
psicológicas, a partir de las cuales se podrían deducir los juicios sobre
la relevancia canónica de la inmadurez, proviene del prejuicio de
extender a todos los campos el tipo de certeza que es propio de las
ciencias que utilizan las matemáticas. Es menester darse cuenta de los
límites de este tipo de conocimiento, que no puede penetrar en nada
de lo que es propiamente personal.
▪ la mejor garantía de objetividad en los juicios canónicos se
encuentra en ese patrimonio de sentido común
LA PRUEBA DE LA INCAPACIDAD
Y LA INMADUREZ AFECTIVA
Gerard McKay

▪ Introducción
▪ las pruebas no existen en sí mismas, sino que son más bien una
señalización que indica el recorrido seguro para llegar al fin deseado
▪ una sentencia de Mons. Charles Lefebvre, decano de la Rota
Romana, como el hito de este desarrollo en la jurisprudencia Rotal.
▪ ¿Qué es entonces la inmadurez afectiva?
▪ De la lectura de las partes in iure de las sentencias sobre el tema, se
extrae de ordinario una definición negativa o por lo menos reductiva
▪ la persona inmadura no ha crecido de manera suficiente, no ha
llegado a la preparación necesaria para el matrimonio
▪ la persona es inmadura, pero no en el sentido físico (es decir,
impotencia) ni en el sentido intelectual
▪ Excluyendo esos dos tipos de inmadurez -física e intelectual-, la que
queda, si impide a la persona afrontar, incluso mínimamente, el
matrimonio, es la causa que provoca la nulidad del matrimonio.
▪ inmadurez que se refiere al ejercicio de las facultades espirituales
impidiendo que estas funcionen de manera adecuada en lo que se
refiere a un posible matrimonio
▪ El concepto de inmadurez afectiva, como no es fácil de definir,
presenta el peligro de interpretaciones equivocadas; y, segundo, en
cuanto definido sucesivamente o reducido a términos psiquiátricos,
tiene que ser reconsiderado constantemente a la luz de los continuos
progresos de la ciencia psiquiátrica.
▪ 2. Las pruebas en general
▪ La declaración judicial de las partes es de primaria importancia para
establecer si una u otra parte era tan inmadura en el momento del
matrimonio que no podía emitir un consentimiento válido; es más,
hay que insistir en que el valor probatorio de la pericia obtenida tiene
después que ser considerado a la luz de las declaraciones de las partes,
y no al contrario, como parece que ocurre en algunos casos.
▪ además de las declaraciones de las partes se requiere otros elementos
corroborativos, necesidad de la pericia para las causas matrimoniales
de incapacidad, ya sea física o psíquica
▪ c) Observaciones prácticas sobre la declaración como prueba
▪ un hecho o la explicación de la verdadera naturaleza de una cosa; la
metodología es en cambio la propia de la especialización del perito
▪ el perito sirve para saber si una parte en el momento del matrimonio
padeció una inmadurez tal que le impidió el ejercicio de sus facultades
▪ La praxis Rotal es la de nombrar un psiquiatra como perito, más que
un psicólogo o psicoterapeuta, porque el psiquiatra es el experto más
cualificado en el diagnóstico de trastornos psíquicos.
▪ 6. La pericia
▪ a) ¿Qué perito?
▪ canon 1574 indica que el fin de la pericia es la prueba de
▪ Lógicamente, por tanto, la pericia aparecerá cronológicamente como
el último elemento de la instrucción. Consistirá en el dictamen del
perito y, eventualmente, en el examen judicial de éste, que permite, al
juez y a las partes, obtener del perito las necesarias aclaraciones
acerca de sus conclusiones y las razones sobre las que se
fundamentan.
▪ b) El valor probatorio de la pericia
▪ insistencia con la que se distingue la función del perito de la función
judicial
▪ c) Observaciones prácticas
▪ Al perito, en cambio, se le confía el encargo de explicar al tribunal
el verdadero estado psíquico de la persona en el momento de la boda,
indicando las consecuencias de ese estado, para el correcto
funcionamiento de la inteligencia y de la voluntad del sujeto.
▪ d) La pericia en el caso específico de inmadurez afectiva
▪ dificultades: ▪ la ausencia de la explicitación del nexo que debería
existir entre premisas y conclusiones
▪ . El perito enumera toda una serie de desgracias padecidas por la
parte durante su juventud -padres poco responsables o incompetentes
o incluso malos, pobreza, abusos, sufrimientos, enfermedades,
fallecimiento de una persona querida, etc.- como si estas
circunstancias en sí mismas, fueran una justificación suficiente para
concluir que la parte carecía necesariamente de la capacidad de elegir
el matrimonio o de iniciar una sana relación interpersonal. Pero eso
no explica porqué otras personas, crecidas en circunstancias similares,
pueden a pesar de todo llevar adelante -aunque a veces con
dificultades y sufrimientos- una verdadera relación matrimonial
▪ riesgo de aceptar una antropología determinista posiblemente
implícita en el trabajo del peri- to
▪ insistir en la libertad esencial del sujeto. ▪ Es necesario unir los
hechos post-nupciales con el estado psíquico de la parte en el
momento de la boda, demostrando la unidad moral entre los hechos
▪ e) ¿Pericia sobre la persona o «super actis tantum»?
▪ no deberíamos conformarnos con un voto pericial super actis si el
examen directo de la parte es posible
▪ f) La pericia «ex parte»
▪ sentencias Rotales se muestran bastante escépticas sobre tales
pericias, porque, obviamente, no serían presentadas si fueran
contrarias a los intereses de la parte.
▪ Añadiría además que se debería evitar, en la medida de lo posible,
la multiplicación de las pericias
▪ Rotales que tratan sobre el asunto ex professo una especie de
definición negativa del concepto (por exclusión de inmadurez física e
intelectual); a ello se añade la tendencia a reducir el concepto a otra
categoría psiquiátrica (por ejemplo, psicosis o neurosis) que goza de
una cierta tradición y, por lo tanto, hace más fácil la integración de
este concepto en la jurisprudencia Rotal
▪ omnipresente DSM, y a la creciente atención prestada a los
trastornos de personalidad-
▪ la cuestión a la que siempre debemos volver es: si la parte entendía
adecuadamente la esencia de lo que estaba a punto de hacer y si
actuaba con la suficiente libertad. El tema de la inmadurez afectiva no
ha sido otra cosa que un intento de traducir en términos canónicos un
tema psiquiátrico. El Código vigente, en el canon 1095, ha clasificado
los tres modos en que el acto de consentimiento para el matrimonio
puede ser intrínsecamente deficiente.
JURISPRUDENCIA DE LA ROTA ROMANA
SOBRE INMADUREZ AFECTIVA
Antoni Stankiewicz

▪ 1. La inserción de la inmadurez afectiva entre los factores QUE


INCIDEN EN LA CAPACIDAD CONSENSUAL
años 60-70
▪ tipo de inmadurez empezó a entrar en las motivaciones de las
sentencias rotales, como un síntoma del trastorno de los afectos,
aunque raramente considerado grave.
▪ , hay que poner de relieve el empleo, «quizá arbitrario», del concepto
de «inmadurez afectiva» o «psicoafectiva» en las causas de nulidad
matrimonial
▪ se empezó a reconocer que un grado notable de inmadurez afectiva
podía constituir un factor de un trastorno psíquico grave, y, por
consiguiente, de una falta de verdadera elección
▪ El concepto de inmadurez afectiva, no teniendo ni origen ni
naturaleza canónico-jurídica, fue trasplantado al ámbito forense
canónico por las pericias psiquiátricas y psicológicas.
▪ Concretamente ocurre esto, a su juicio, «cuanto el defecto en
cuestión se concreta en carencias específicas, a menudo
predominantes, en todo el amplio sector psicológico, que expresan,
sin embargo, aspectos de otras anomalías como, por ejemplo, los
tradicionales defectos de la personalidad, leves trastornos
psiconeuróticos, por no hablar de retrasos evolutivos que afectan
principalmente a las funciones de la así llamada esfera intelectiva, a
las que se añaden obvias y simples deficiencias también en el sector
emotivo y afectivo». Se trata, por tanto, de un concepto, «del cual
se usa y a menudo se abusa en la psiquiatría canónica forense».
▪ el concepto de inmadurez afectiva
▪ arriération affective (retraso afectivo) de Hesnard20
▪ pero con el significado sinónimo de inmadurez afectiva, y también
por la formulación de Ey-Bernard-Brisset, caracterizada por el uso
explícito del término immaturité affective.
▪ 20. A. Hesnard, «Arriération affective», en A. Porot, Manuel
alphabétique de psychiatrie clinique et thérapeutique, Paris 1969, pp.
62-63. Cf. también E. Minkowski, Traite de psychopa- thologie, Paris
1966, p. 299.
▪ 21. L. Moor, Glossaire de psychiatrie, Paris 1966, p. 94: «Immaturité
affective-synony- me: arriération affective». Cf. c. Lefebvre, dec. 29
julio 1972, RRDec., vol. LXIV, p. 514, n. 5; c. Stankiewicz, dec. 11
diciembre 1979, RRDec., vol. LXXI, pp. 549-550, nn. 7-9; c. Pinto,
dec. 18 diciembre 1984, cit., p. 302, n. 5; dec. 30 julio 1986, en
L'incapacitas, p. 341, n. 12. 22. H. Ey, P. Bernard, Ch. Brisset, Manuel
de psychiatrie, Paris 1974, p. 632. Cf.). McAre- avey, Emotional
Immaturity and Marriage, Rome 1979, p. 96; c. Lefebvre, dec. 31
enero 1976, RRDec., vol. LXVIII, p. 40, n. 5; c. Stankiewicz, dec. 11
diciembre 1979, cit., p. 550, n. 8.
▪ la opinión de Hesnard, acogida por varias sentencias rotales, el
sujeto afectado por un retraso afectivo, es decir «Yarriéré affectifest
un individu normalement intelligent, parfois méme tres doué
intellectuellement, mais dont l'évolution affective, c'est-á-dire la
matu- ration des instincts, sentiments et émotions, est restée plus ou
moins in- compléte».
Se trata, por tanto, de un trastorno que afecta a la esfera afectiva, es
decir, de los instintos, de los sentimientos y de las emociones, que no
implica de ninguna manera a la esfera intelectiva, es decir «que está
claramente al margen del ámbito de las funciones críticas, ra-
cionales, etc., marcadamente "intelectivas"»
▪ la jurisprudencia,
▪ sigue todavía usando la distinción entre inmadurez afectiva
verdadera y propia (es decir, en sentido estricto) e inmadurez afectiva
en sentido amplio31.
▪ la inmadurez afectiva en sentido estricto se da «en una maduración
no-alcanzada de la afectividad en la adolescencia». Esto ocurre
cuando el desarrollo afectivo del sujeto no tiende hacia la meta de la
madurez, sino que permanece «en una situación afectiva de
insuficiencia, de inadaptación, de no organización, de falta de
estructuración, de expansión deficitaria, y, sobre todo, de integración
inadecuada».
▪ la inmadurez afectiva en sentido amplio, aunque no compartida en
el ámbito psiquiátrico, consiste en el uso extendido de ese término.
Esto ocurre, o bien cuando la inmadurez afectiva está asociada como
síntoma -caracterizado por un radicado egocentrismo- de un cuadro
patológico predominante, o bien cuando está conectada con una
deficiencia afectiva, en la que se manifiestan los rasgos de la
inmadurez afectiva de los débiles mentales
▪ la inmadurez afectiva en sentido estricto -como he dicho antes-, es
decir, la afectación del desarrollo afectivo simultánea a la existencia
en el adulto de un desarrollo intelectivo plenamente válido, no tenía
una ubicación nosológica en el Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders cuando comenzó su uso en la jurisprudencia rotal
(DSM-I, 1952; DSM-II, 1968; DSM-III, 1980; DSM-III-R, 1987)
2. El influjo de la inmadurez afectiva sobre las facultades
PSÍQUICAS IMPLICADAS EN LOS SUPUESTOS
NORMATIVOS DE LA INCAPACIDAD CONSENSUAL (CAN.
1095, NN. 2-3)
▪ a) La inmadurez afectiva y el defecto de la libertad de elección
potencial influencia sobre la capacidad
▪ consensual de los contrayentes, no ha dejado de señalar la
«peligrosidad» de esta categoría, especialmente «por la amplitud,
generalidad y, a veces, omnicomprensión del término inmadurez-
madurez
▪ según los principios de la filosofía tomista, «la intelección y la
volición, por cuanto distintas en sus estructuras intencionales, forman
una única totalidad psíquica», y por consiguiente «un solo y mismo
acto concreto», el cual «es al mismo tiempo un juicio querido y un
querer juzgado».
▪ La razón principal, ha consistido en el vencimiento de la posición
tradicional, sustentada con vigor en el pasado, que daba preeminencia
a la actividad intelectiva sobre la volitiva
▪ Según esto, los procesos patológicos no podían afectar directamente
a la voluntad, dejando intactas las funciones las funciones
intelectivas, es decir perceptivo-cognoscitivas y críticas. Esta
posición, además, según el principio ubi intellectus, ibi voluntas, se
manifestaba también en el ámbito psiquiátrico, pensando que, según
los principios de una buena filosofía, los «morbi, quibus directe
afficiatur una voluntas, incolumi seu sano intellectu, omnino reiciendi
sunt», porque la voluntad puede faltar sólo «si intellectus morbo
afficiatur».
Por consiguiente, también los impulsos irresistibles venían
considerados como «pravi habitus plus minusve culpa- biliter
contracti et passiones, quas homo volúntate domare potest ac de- bet»,
pero los cuales, «nec umquam libertatem tollunt».
Dicho esto, se constata que, en la evolución de la jurisprudencia, se
ha facilitado la apertura a la valoración positiva de la inmadurez
afectiva como trastorno que influye directamente en la esfera volitiva,
por la «persistencia en el adulto, con un desarrollo intelectivo
plenamente válido, de aquellos rasgos de personalidad que en el niño,
y en el adolescente, se caracterizan sobre todo por la falta de
autocontrol, por el prevalecer de sentimientos autísticos y
narcisísticos, por la carencia de válidas relaciones afectivas con los
demás, por una marcada inestabilidad emotiva».
▪ jurisprudencia reconocía otra «gravísima consecuencia» de la
inmadurez afectiva en el ámbito conductual, fundada sobre la
ineficacia de la volición, esto es: la incapacitas ad relationem
interpersonalem, o mejor di
▪ 52. D. de Caro, Trattato di psichiatria, Torino 1979, p. 127. Sobre la
aplicabilidad de la categoría de la inmadurez afectiva en la valoración
de la elección vocacional al sacerdocio, cf. R. Geisinger, On the
Requirement ofSufficient Maturity for Candidates to the Presbyterate
(can. 1031, § 1), ivith a Consideraron of Canonical Maturity and
Matrimonial jurisprudence (1989-1990), Roma 1999, pp. 160-167.
▪ según dicha jurisprudencia, la inmadurez afectiva puede llegar a un
nivel en el cual falta la libertad de elección (libertas electionis). En
otras palabras: la inmadurez afectiva, en ese caso, se reduce a
«defectus internae libertatis» o a el defectus sufficientis
deliberationis, porque la mermada estructura de la personalidad no
logra resistir a los impulsos instintivos y emotivos, es decir, a los
impulsos procedentes de su interior.
▪ b) La inmadurez afectiva y la incapacidad de discreción de juicio
y para asumir las obligaciones esenciales del matrimonio
▪ cho, la incapacidad para obligarse a la relación interpersonal,
específi- camente matrimonial. Según este enfoque de la
jurisprudencia, ambos hechos constituyen las causales de nulidad
matrimonial por la presencia de factores que hacen imposible el
consentimiento. Pero la praxis judicial, desde que se dio relevancia a
la inmadurez afectiva, recurre a menudo, aunque no exclusivamente,
al defecto de la capacitas electionis, de la libertas electionis, de la
libertas interna, o hace resaltar sólo la debilissima voluntas de quien
ha sido afectado por ese trastorno psico-afectivo.
▪ La consideraciones hechas hasta ahora abren perspectivas sobre la
relevancia de la inmadurez afectiva, estrictamente entendida, en la
cual «una parada o una regresión inconscientes del proceso de
maduración de la afectividad (instintos, sentimientos, emociones)»
impide «al adolescente llegar al llamado estadio genital del adulto
maduro, sin afectar de modo alguno la esfera intelectiva
▪ uso del concepto de inmadurez afectiva en el sentido amplio, y, de
modo particular, de la inmadurez asociada a un cuadro patológico
predominante, ha permitido evidenciar sus consecuencias en toda la
dimensión de la incapacidad consensual
▪ En realidad, la inmadurez afectiva hay que entenderla en el sentido
de causa formal, es decir, como una estructura psíquica anormal del
sujeto en relación a su capacidad crítica y a la de asumir de las
obligaciones conyugales.
▪ luz de estas premisas se puede afirmar que la inmadurez afectiva
se hace relevante a efectos de nulidad matrimonial, cuando se
alteran sustancialmente los elementos esenciales de la capacidad
consensual y no, en cambio, cuando constituye sólo una limitación
del desarrollo de la madurez personal en correlación con la edad
cronológica.
▪ es suficiente que se compruebe la inmadurez afectiva en sentido
psiquiátrico o psicológico -en la que, para fines terapéuticos, se
distinguen diferentes grados- sino que es necesario que se determine
la presencia de la inmadurez afectiva, llamada a veces
«psicopatológica» (psychopatholo- gical immaturity, pathological
immaturity), que incide gravemente ya sea en la formación del juicio
práctico y crítico-valorativo en materia de derechos y deberes
conyugales esenciales, ya sea sobre el proceso volitivo de la elección
voluntaria o libre de éstos, como también sobre la disposición e
idoneidad para la asunción de las obligaciones esenciales del
matrimonio mismo.
▪ La valoración canónico-forense de la realidad dinámica y evolutiva
de la inmadurez afectiva, independiente del síndrome en el que se
incluye, hace referencia de modo particular a su «enraizado
egocentrismo», proveniente del no alcanzado estado de altruismo y de
oblatividad que caracteriza la afectividad de los sujetos adultos
normales.
El egocentrismo, a diferencia del simple egoísmo marcado por la
adhesión a un modelo de obrar en la búsqueda del propio interés y
ventaja, participa de la estructura de la personalidad del sujeto e
influye en el modo de considerar y utilizar la realidad sólo en relación
a su individualidad, a su «ego» que «está en el centro de todo y a eso
es referido cualquier cosa objeto de observación».
Esta sintomatología de la inmadurez afectiva, señalada por «una
situación afectiva de insuficiencia, de inadaptación, de no
organización, de falta de estructuración, de expansión deficitaria, y,
sobre todo, de integración inadecuada», es capaz de impedir al sujeto
la posibilidad de revivir en sí la experiencia de los otros, de tomarla
en consideración y, como consecuencia, puede comprometer, también
gravemente, las funciones de las facultades psíquicas en la elección
del cónyuge y del estado matrimonial.
▪ criterios de inmadurez afectiva relacionados con la elección del
matrimonio:
▪ a) la incapacidad de controlar las pulsiones y el instinto y de
subordinarlos a las estructuras racionales y volitivas, como también
de superar los conflictos internos por causa de la ansiedad. b) la
profunda dependencia afectiva de los progenitores, razón por la cual
el contrayente es incapaz de tomar decisiones cotidianas sin el consejo
y la ratificación de sus padres, y en la elección matrimonial no busca
al consorte, sino la prolongación de una relación infantil con la madre
o el padre, eliminando de esta forma la posibilidad de integración y
de comunión con la otra parte, requerida por la vida conyugal.
▪ Hesnard, Arriération affective, p. 62; G.F. Zuanazzi, La capacita
intellettiva e voliti- va in rapporto al matrimonio canonico, p. 314. Cf.
J. McAreavey, Emotional lmmaturity and Marriage, pp. 164-165. 83.
G.F. Zuanazzi, La capacita intellettiva e volitiva in rapporto al
matrimonio canonico, p. 314. Cf. J.J. García Faílde, Trastornos
psíquicos, p. 451; A. Amati, Maturita psico-affettiva e matrimonio
(can. 1095, 2-3 del Códice di Diritto canonico), Cittá del Vaticano
2001, p. 75.
▪ c) egoísmo exagerado, de modo que cuando ama a los otros, en
realidad se busca a sí mismo, preocupándose sólo de su utilidad, sin
atención a las necesidades de los demás; quiere recibir y nunca dar.
d) irresponsabilidad en la asunción y cumplimiento de los deberes
esenciales del matrimonio. Además, como consecuencia de la
inmadurez afectiva se considera también la incapacidad para la
relación interpersonal, necesaria en el matrimonio. Se trata, de hecho,
de una carencia de la disposición psíquica para instaurar y conservar
relaciones interpersonales en el contexto matrimonial y de responder
a las obligaciones del estado de vida conyugal.

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