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Roma: la ciudad imperial de un millón de personas,

más extensa que cualquier otra capital de Occidente


hasta la Revolución Industrial. ¿Cómo sería caminar
por ella? ¿Qué habríamos visto? ¿Resplandecientes tem-
plos blancos y romanos ataviados con toga? ¿A Cicerón
dando uno de sus discursos en el foro? O, de haber
recorrido las calles de Atenas, ¿nos habríamos encon-
trado a Sócrates afeando errores lógicos a los atenien-
ses? ¿Habríamos podido apartar la mirada del glorioso
Partenón? Este libro, en cualquier caso, no se propone
comentar las imágenes más trilladas de la Antigüedad.
Tratemos de imaginar un mundo clásico diferen-
te. ¿Qué nos encontraríamos mientras paseamos por
una ciudad de la época? De entrada, los sentidos cap-
tan una experiencia totalmente distinta. E l hedor de
la basura y los excrementos humanos nos golpea sin
piedad. Porque los impresionantes progresos roma-
nos en alcantarillado se circunscriben a las principa-
les zonas públicas de la ciudad. Bien alejada de ellos,
la gente evacúa en cualquier parte. Los esclavos y los
trabajadores manuales despejan parte de estos resi- malo en el gesto: muestra que la falta de respeto hacia
duos y se los llevan hasta unos pozos fuera de las mu- estos muertos no nos dejaría indiferentes. Pero el mis-
rallas de la ciudad. Pero el olor aún impregna el aire. mo gesto también da cuenta de una idea distorsionada
La muerte tamhién está en el ambiente. Abundan de la época, en la que el ruido podía resultar ensorde-
los sin techo que mueren en medio de la calle, e i n - cedor y los aplausos de la multitud en el anfiteatro y
cluso los emperadores están expuestos de algún modo el Circo Máximo, donde cabían un cuarto de millón de
a tal eventualidad. Vespasiano se encontraba un día espectadores, resonaban por toda la ciudad. Carros de
cenando cuando un perro entró desde la calle y dejó madera traqueteaban por las calles de piedra, vende-
caer una mano humana en la mesa. Estamos ante un dores ambulantes anunciaban sus mercancías a gritos,
mundo preindustrial cuya relación con la basura y los usando diferentes llamados según lo que vendieran, y
residuos es diferente a la nuestra. Eso no quiere de- ios arrieros guiaban hasta los carniceros, encargados
cir que los antiguos no se preocupasen de sus cadá- de sacrificarlos, los miles de animales necesarios para
veres. E n absoluto. Como les ocurre a los héroes de la alimentación de la ciudad.
la Ilíada, también ellos ansiaban un entierro digno, Muchas cosas no eran como ahora imaginamos.
aunque apenas consistiera en que alguien lanzase un Miramos el frío y blanco mármol de las estatuas del
puñado de grava sobre sus restos. E n Roma, donde la Partenón y su sencillez simboliza para nosotros la pu-
cremación era la manera más habitual de disponer reza de la Antigüedad, nos recuerda cómo el pueblo
de los cuerpos humanos, estos se trasladaban fuera griego encumbró la razón y la ciencia y fue capaz de
de las murallas de la ciudad y se quemaban en sen- mirar más allá de la apariencia de las cosas para com-
cillas piras. Y una ciudad de ese tamaño produce un prender su esencia. Lo cierto, sin embargo, es que si
suministro constante de muertos: quizá se incinerasen no todas, la mayoría de las estatuas estaban pintadas.
unos cien al día en los caminos que llevaban a la Roma O cubiertas de pan de oro, barniz o esmalte. E n ellas se
antigua. E l olor a carne quemada da la bienvenida al resaltaban los principales rasgos de la cara para captar
viajero a la cruda realidad de la vida en una ciudad de mejor la mirada del espectador. Los ojos se pintaban
la época. de blanco o se adornaban con cristales de colores en lo
Los turistas que hoy visitan los escenarios de la An- que se tenía por mayor realismo. Los labios se drama-
tigüedad clásica suelen adoptar la actitud reverente tizaban con un rojo intenso en una suerte de implante
y silenciosa propia de los lugares de culto. E n el Coli- de colágeno arcaico. Cuanto más importante era la es-
seo, los visitantes callan en señal de respeto para con tatua, más atrevido y costoso era el pigmento. E l rojo
las miles de personas que perecieron allí. No hay nada bermellón o el azul egipcio, por ejemplo, se utilizaban

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para dotar de un aire divino a los emperadores escogi- de u n modo diferente. Hay olores que nos parecerían
dos por los dioses. Si estuviéramos ante una maqueta repulsivos y, en otro tiempo, eran de lo más normales.
con el aspecto real que tenían las estatuas en la Anti- Como he dicho, tendríamos que reeducar nuestros sen-
güedad, costaría que no nos pareciese estridente, pero tidos para poder empezar siquiera a experimentar el
a los antiguos les haría pensar en l a divinidad. Esto mundo como lo hacían en la Antigüedad.
ilustra cuán difícil es para nosotros ver el mundo an- Damos por hecho que esos sentidos recogen cinco
tiguo de la forma en la que ellos lo hacían. Nos hemos fenómenos independientes, cada uno con sus carac-
acostumbrado tanto a verlo a través del cine, la pintu- terísticas particulares. Pero los antiguos combinaban
ra y la arquitectura neoclásica que nos parece que, si estímulos sensoriales para crear una paleta descriptiva
pudiéramos desplazarnos hasta allí en una máquina compleja y estratificada. L a famosa imagen de Home-
del tiempo, nos sentiríamos casi como en casa. Si algo ro y su «mar color de vino» no solo se refería al color
intento hacer en este librito es desmontar esta falaz sino también a su gusto y al aroma, agrio y punzante.
sensación de familiaridad. Y tal vez sugiriese lo que se sentía en el mar, una sen-
Tendríamos que reedu- sación como de mareo tras haber bebido demasiado.
car por completo nuestros Hoy en día, la idea de degustar, oler y sentir colores
.00 sentidos para percibir y ex- no se entiende. Por entonces, sin embargo, incluso la
perimentar el mundo de l a lectura implicaba varios sentidos. Los textos se escri-
misma manera que los an- bían no solo para ser leídos, sino también para ser es-
tiguos. Como da a entender cuchados, en parte porque no muchos sabían leer. Era
la recreación pictórica de natural probar, oír y oler lo que a nosotros nos parecen
una estatua originalmente descripciones puramente visuales. La buena escritura

'vi tí
multicolor en la izquierda de permitía que la audiencia experimentara diversas sen-
esta página, si volviéramos saciones por medio de las palabras.
al mundo antiguo no po- No sabemos cuál era realmente la tasa de alfabeti-
^^^^^^^^^^ dríamos fiarnos de lo que ya zación. T a l vez solo el cinco por ciento de la población
Jll l l l l l ^^ sabemos. Hemos aprendido estuviera funcionalmente alfabetizada, lo cual signi-
a ver de cierta manera, y si fica que sabían suficientes palabras para comunicar-
escucháramos los mismos se por escrito de forma sencilla o leer textos básicos.
Reconstrucción pictórica de
una estatua del templo de sonidos que los antiguos, Aquellos capaces de leer lo que llamaríamos alta litera-
Afaya en Egina tal vez los interpretaríamos tura eran menos aún: un dos por ciento como máximo.

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La educación era costosa y la mayoría necesitaba que el oro simbolizaba su sed insaciable de riquezas. Cla-
sus hijos empezaran a trabajar a una edad temprana. ro que comparar las fortunas de distintos momentos
Gran parte de lo que llamamos cultura clásica es la alta históricos es una tarea imposible. Si los antiguos con
cultura de este pequeño grupo de gente acomodada. recursos parecían especialmente alejados de la gente
Solo ellos podían permitirse el lujo de perder el tiempo común era por la ausencia de cualquier tipo de clase
leyendo poesía o aprendiendo las más refinadas reglas media, en el sentido moderno de un grupo económi-
de la escritura en prosa. De hecho, era la inutilidad camente poderoso con su propia cultura y valores dis-
de tales actividades lo que las volvía atractivas para la tintivos. Los antiguos no tenían un sistema capitalista,
clase acomodada, un poco como el latín hoy en día. ni tampoco existía una banca de reserva fraccionaria
Aunque esto no significa que el resto de la sociedad no para facilitar el acceso al crédito. L a riqueza se medía
pudiera disfrutar de la huena poesía (o que los clási- en tierras y bienes que la gente común y corriente no
cos de la literatura que hoy se estudian hahitualmen- podía adquirir, pues lo tenía mucho más difícil para
te carezcan de valor o no haya que estudiarlos). Tanto acumular el capital necesario. Unos pocos afortuna-
Homero como Virgilio eran muy apreciados, justa- dos ganaban sin embargo el dinero suficiente para
mente porque escrihían para que sus textos se leyesen competir con la clase pudiente, pero para la mayoría,
en voz alta. Los recitales públicos eran populares, tu- desarrollar una habilidad o adquirir un oficio como el
viesen lugar en los formales escenarios o en los foros, de barbero o carnicero representaba la mejor forma de
más informales. De cualquier manera, la desigualdad mejorar su posición y su calidad de vida.
económica en el mundo antiguo era enorme. E l pa- Lo que ayudaba a sobrellevar esta enorme desigual-
trimonio mínimo necesario para convertirse en sena- dad en el reparto de la riqueza era la expectativa social
dor romano era de un millón de sestercios, cantidad de que los ricos y poderosos compartieran parte de su
que podría haber alimentado a unas dos m i l familias buena fortuna con los ciudadanos de a pie. Y a fuese
durante un año. Los súper ricos tenían fortunas colo- ofreciendo pan subsidiado, pagando espectáculos en
sales. L a de Craso, el hombre que financió el ascenso los teatros o fomentando la cacería de animales y el
de Julio César al poder, se ha calculado en unos dos- combate entre gladiadores en la arena, organizando
cientos millones de sestercios (el salario hase anual de banquetes públicos o construyendo grandes baños en
un legionario eran quinientos sestercios). Tras de su la ciudad, las viejas élites políticas ofrecían a muchos
muerte, ocurrida durante la invasión de Persia, cuando ciudadanos pobres, especialmente en la Roma del I m -
intentaba emular los logros militares de César, los per- perio, medios para disfrutar de los placeres de una bue-
sas vertieron oro fundido en la garganta de su cadáver: na vida. Pan y circo, he allí el acuerdo que beneficiaha

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a todos, al populacho y a los emperadores. Porque para limitado conocimiento médico se combinaban para
los romanos comunes y corrientes, la diversión ocasio- hacer de la muerte una presencia habitual en el hogar
nal era tan importante como alimentarse y, sin duda, la medio. «Esperanza» es la palabra clave aquí: los infan-
aspereza de la vida cotidiana hacía del entretenimiento tes cargaban con ese lastre constantemente. Alrededor
algo más apetecible y gratificante. de u n tercio moría durante el primer año de vida. Y
Eran los hombres quienes mandaban en la Antigüe- cerca de la mitad de los niños había muerto antes de
dad. Solo ellos podían votar y ocupar cargos políticos. cumplir los cinco años. Si sobrevivían a estos primeros
De las mujeres se esperaba que estuviesen subordina- años críticos, entonces la perspectiva mejoraba signi-
das al marido, que fuesen hijas ohedientes. Si alguien ficativamente. E l que llegaba a diez, razonablemente
como Agripina ejercía el poder a la sombra en el pa- podía abrigar la esperanza de vivir hasta los cincuen-
lacio imperial, aquello apenas servía para demostrar ta. No mucha gente alcanzaba nuestra actual edad de
la inadecuación del poder al ejercicio femenino, pues jubilación. Los abuelos eran una rareza, en cambio
de Agripina se dice que podría haber asesinado a su abundaban los padres ausentes y los huérfanos. De
marido, el emperador Claudio, con un plato de setas modo que habría que poner en solfa la imagen de la
venenosas, y su despiadada búsqueda de poder para antigua casa patriarcal, dada la dura realidad de que
el hijo. Nerón, subrayaba en ella cualidades opuestas muchos padres morían jóvenes por enfermedad o en
al ideal en una mujer romana. U n epitafio de la época la guerra. Por otra parte, la elevada mortalidad infantil
registra las alabanzas de un esposo hacia su fallecida convertía la maternidad en una pesada carga. E n su
cónyuge: «pura, leal, cariñosa, obediente, hacía lo que edad fértil, una mujer corriente debía dar a luz cinco
le pedían». He allí lo que un hombre buscaba en una o seis niños vivos para que la población se mantuviera
mujer. Y casi todos los textos que nos han llegado fue- estable. De modo que la sociedad se aseguraba de que
ron escritos por hombres y para hombres. ¿Cómo dar las mujeres tuviesen descendencia. Otro epitafio ha-
voz al otro segmento poblacional, a las mujeres de la bla de una tal Veturia, que murió al cabo de dieciséis
época? años de matrimonio a la provecta edad de veintisiete
La población de la Antigüedad era, por cierto, más años. Cinco de sus seis hijos hahían muerto antes que
bien joven. Pero esa juventud no entraña necesaria- ella. A los once años, casarse era prematuro incluso
mente que fuera saludable. L a esperanza de vida de según las costumbres antiguas, pero gracias al padre,
un antiguo era de poco más de veinticinco años. Hoy la mayoría de las muchachas entradas en los últimos
en día, esa cifra casi se triplica en Occidente. E l sa- años de la adolescencia ya tenían concertada la unión
neamiento deficiente, la falta de higiene personal y el con un hombre significativamente mayor. Y si el padre

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estaba muerto, del arreglo se encargaban los tíos o los Los esclavos constituían una gran parte de la pobla-
hermanos. ción de la Antigüedad, aunque cuántos eran exacta-
La sociedad antigua estaba dominada por hombres, mente resulta difícil de calcular. Contamos con escasos
pero la población estaba compuesta principalmente documentos y en cualquier caso, la cifra babrá variado
de forasteros y otros marginales, pues incluso entre dramáticamente de un lugar a otro y entre períodos.
los hombres, solo una minoría tenía derechos. Aun- Dos de las sociedades esclavistas más notorias de la
que pensemos en Atenas como el lugar donde nació historia fueron la ateniense y la romana imperial, que
la democracia, de un total de cerca de doscientos m i l iba capturando esclavos por todo el territorio conquis-
hahitantes, contando la población de la periferia, ape- tado. Estos esclavos trabajaban la tierra y las minas y
nas unos treinta mil eran ciudadanos. L a cifra habría conformaban el servicio doméstico. E n lo que entonces
rondado quizás los sesenta m i l de no haber sido por se llamaba Italia, representaban alrededor del vein-
Pericles, gran estadista y responsable de unos requisi- te por ciento de la población, y en Roma estaban por
tos bastante difíciles de cumplir para alcanzar la ciuda- todas partes, suponiendo alrededor de un tercio de la
danía. De modo que apenas entre un diez y un quince población.
por ciento de la población tenía derecho a voto. Cier- Llama la atención que los lugareños apenas se fi-
tamente, la lihertad democrática de la que disfrutaba jaran en ellos. No tenemos ningún equivalente a Doce
este pequeño grupo era radical y directa: cada ciuda- años de esclavitud u otros relatos de primera mano de
dano podía proponer leyes y votarlas individualmen- lo que significaba ser un esclavo en la Antigüedad. La
te; nada de tonterías por el estilo de la «representativi- esclavitud era normal, se trataba de una institución fun-
dad», se esperaba que la gente decidiera por sí misma. damental que nadie cuestionaba. No había en aquel en-
Claro que las elecciones eran poco fiables porque los tonces movimientos abolicionistas, o no nos han llega-
ricos y los poderosos solían acabar comprando el voto do menciones de su mera posibilidad. Tener un esclavo
del electorado. Se pensaba que era la elección al azar era tan normal como tener hoy en día una nevera. Si vi-
la que respetaba verdaderamente la esencia de la de- sitáramos una ciudad antigua, nuestra mirada toparía a
mocracia (un poco a la manera en que se eligen boy menudo con ellos: los veríamos correr al mercado para
en día los jurados). Sin embargo, las normas, como comprar comida o cargar al amo hasta el foro, pues los
hemos visto, apenas garantizaban plenos derechos a esclavos eran los caballos de la Antigüedad.
un grupo reducido, dominado de cualquier manera Y la brutalidad que a veces se empleaba con ellos pue -
por prejuicios inadvertidos de género, origen étnico y de resultarnos chocante. E n una ocasión, un esclavo in-
clase social. cordió a Adriano, a quien se tenía por huen emperador.

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mientras este escribía una carta. E n un arrebato de ira, se trataba de lampreas) que mantenía en el estanque.
Adriano le vació uno de los ojos con la pluma, pero como Pero l a orden no impresionó a Augusto, a quien más
era un «buen» emperador, luego se disculpó y le pregun- bien le indignaba aquella forma inédita de crueldad.
tó qué podía hacer para compensarle. El esclavo simple- De modo que ordenó a Vedio poner en libertad al es-
mente respondió que ningún regalo podría compensar clavo al tiempo que ordenaba a los otros esclavos ha-
la pérdida de un ojo. Adriano quedó molesto, no por ha- cerse con todas las copas de cristal que encontrasen y
ber cegado a un hombre, sino por haberse dejado domi- romperlas en presencia del amo. Por último, a este le
nar por el mal temperamento. Claro que este relato en conminó a llenar el estanque de peces y deshacerse de
particular tal vez no represente la cotidianeidad de los las anguilas.
esclavos, pero otro hallazgo demuestra que la violencia Con todo, si algo demuestra esta fantástica histo-
era perturbadora por rutinaria. Se trata de una inscrip- ria es que nos equivocamos al creer que los antiguos
ción con los precios de una especie de servicio munici- siempre trataban a los esclavos con refinada brutali-
pal de castigos. Quien quiera ver a su esclavo azotado, dad. A la mayoría de la gente, como a Augusto, aquella
torturado o crucificado y no desee ensuciarse las manos,
que llame a los expertos. Por el precio de unas cuantas
libras de pan, alguien podía acercarse al hogar del amo y
hacer el trabajo sucio. Los que prestaban el servicio eran
tan precavidos que incluso traían sus propios látigos
para la flagelación y sus propios clavos para la crucifi-
xión. También se proporcionaba pez hirviendo en caso
de necesidad.
La crueldad antigua puede asimismo resultarnos
cómica. U n romano acaudalado que obedecía al nom-
bre de Vedio Folión invitó una vez a cenar a su amigo
el emperador Augusto. E l entretenimiento se vio inte-
rrumpido brevemente cuando uno de los esclavos más
jóvenes del anfitrión rompió una valiosa copa de cris-
tal. Queriendo impresionar con su mano dura al em-
perador, Vedio ordenó que se llevaran al crío y lo arro-
jaran a las enormes anguilas (según algunas fuentes. Castigo de un esclavo

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crueldad tan delirante le chocaba. Cuando se trataba distintas, que iban desde la plebe de Britania («britanos
de conseguir que trabajasen duro, los amos entendían despreciables», como los llamó un romano) bástalos ju-
cuán contraproducente era amedrentar a los esclavos. díos y los sirios que se resistían a la romanización total,
En su lugar, para alentarlos a trabajar productiva y vo- aunque no se tratase solo de desafiar al conquistador.
luntariamente, empleaban una variedad de incentivos El Imperio era una entidad multicultural cuyas gentes
que iban desde la bonificación hasta la promesa de adoptaban diferentes identidades según la situación en
una libertad futura. Los esclavos también eran caros, la que se encontrasen. E n el trato con el gobierno central
costaban el equivalente a la manutención de dos años tal vez hiciesen hincapié en su ciudadanía romana o en
de una familia de cuatro miembros: eran un activo su lealtad al culto del emperador. Pero al participar en la
cuyo valor disminuía con el maltrato del mismo modo política local, hablaban el idioma local y alardeaban de
en que disminuía su rendimiento. sus contactos en las provincias. Cuando los gobernantes
A diferencia de los griegos, los romanos tenían una de provincias se reunían, a menudo echaban mano de
actitud inclusiva hacia los extranjeros. A los buenos los recursos de una educación compartida, los clásicos
esclavos, especialmente los domésticos, aquellos que de la literatura griega y latina, para establecer un terreno
estaban en contacto directo con el amo, se les recom- común. Ningún repaso de la Antigüedad debe soslayar
pensaba no solo con la libertad, sino con la posibilidad este mosaico de identidades culturales.
de convertirse en ciudadanos. Del mismo modo, cuan- La religión lo permeaba todo. Pero religión era mu-
do los romanos conquistaban territorios, asimilaban no cho más que el tradicional panteón de los dioses en la
solo a los conquistados sino sus costumbres. Esto en- cima del monte Olimpo. Los cultos patrocinados por el
trañaba una gran ventaja: la ciudadanía romana, y por Estado, tanto en Grecia como en Roma, se centraban en
lo tanto el ejército, crecía según crecían las conquistas. las populares deidades olímpicas, pero esta es solo una
No había límite natural a la expansión, pues el Impe- parte del cuadro. La Antigüedad ofrecía un gran merca-
rio todo lo romanizaba. Pero nos equivocaríamos si lo do religioso, el adorador tenía una variedad de dónde
imagináramos como una sociedad uniforme. E n efec- elegir según sus propósitos. Quizá le gustaran los ho-
to, había anfiteatros en muchas provincias (aunque róscopos, para lo que podía acudir al astrólogo. O tal
principalmente en el oeste, donde se han encontrado vez quisiera consultar a los dioses sobre los problemas
252 de los 272 que se conocen). Y en efecto, las villas de que enfrentaba a diario, en cuyo caso podía convocar
estilo romano salpican el campo (si bien fueron cons- a u n adivino. U n conjunto de preguntas, conocidas
truidas por la aristocracia local). Pero la pedestre rea- como el Oráculo de Astrámpsico, enumera noventa y
lidad es que el Imperio romano abarcaba culturas muy dos dilemas cotidianos. «¿Me van a liberar?» pregunta

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un esclavo preocupado; «¿veré la muerte?», pregunta el sacerdote, ataviado con u n a capa de seda y una
quizás el cónyuge de una persona enferma. «¿Voy a he- corona de oro, se situaba en un agujero cubierto por
redar?», se pregunta otro, temiendo tal vez que sus asi- una reja mientras, encima de él, sacrificaban un toro
duos intentos de congraciarse con un pariente anciano adornado con oro y guirnaldas de flores. La sangre del
no conlleven la reescritura deseada de la últimas volun- toro se derramaba a través de la reja y sobre el sacer-
tades. Puede que algún devoto haya tenido un sueño dote, que la recibía en el rostro, incluso con la boca
inquietante y quiera consultar a un intérprete para ave- abierta. Cubierto de sangre, salía entonces del hoyo y
riguar lo que los dioses intentan decirle a través de él. se paraha, puro y renacido, frente al rebaño de adora-
Otro podría temer que un vecino hostil lance una mal- dores. Lo acababan de bautizar. Las similitudes de tal
dición contra su hehé y, por lo tanto, puede que pague ceremonia con el bautismo cristiano son tan evidentes
a un hrujo para que este anule la maldición mediante como las diferencias. Si el objetivo era el renacimien-
un hechizo. Para dar más color a esta variedad hay que to simbólico, la sangre como medio representaba una
añadir a la mezcla los muchos dioses de cada localidad. fuerza literalmente más vital que el simbólico lavado
Durante un paseo por una típica calle antigua nos con agua. No es ninguna sorpresa que el hostil relato
habrían bombardeado todo tipo de imágenes religiosas: principal de este ritual con el que contamos sea el de
los dioses propios de cada lugar pintados en las puertas; un cristiano horrorizado por el espectáculo sangriento,
imágenes caricaturescas de enanos deformes que man- aunque quizá también alarmado ante la similitud de
tienen a raya a los malos espíritus; dibujos despectivos propósitos con la liturgia cristiana. ¿Acaso exageró lo
de Jesús con una cabeza de burro durante la crucifixión. ocurrido para sacar ventaja a un competidor religio-
La religión no se circunscribía a una apartada iglesia al so? De cualquier manera, la historia en general enseña
final del camino, lugar al que se acudía, a lo sumo, una que dehemos cuidarnos de creer a pies juntillas a los
vez por semana o por algún acontecimiento particular. autores antiguos. Cada uno tiene sus propios intereses
Tampoco estaba separada de la sociedad secular. E l y motivaciones.
culto lo impregnaba todo, desde el teatro griego hasta Todo parece bastante irracional pues, ¿acaso no fue
las tabernas, pasando por los sacrificios públicos y las en este mundo antiguo donde se inventó la filosofía,
procesiones religiosas previas a los Juegos: nada podía donde Platón y Aristóteles desarrollaron sofisticados
tener lugar sin la aprobación de los dioses. E n ese mun- argumentos acerca de la naturaleza del conocimiento,
do, el ateísmo era casi inimaginable. la realidad del mundo material y las razones por las que
Ciertas formas de piedad de la época nos resulta- las cosas son como son? Pero la filosofía era la prácti-
rían desagradables hoy. Para adorar a la Gran Madre, ca de un grupo reducido, principalmente de clase alta.

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Ppiillliillllllllll
É üUlliliÉiÉiiÉÉÉIÉÉÉÉIÉÉÉIIIIIÉIÉÉi^^

aunque sus hallazgos no sean por ello menos importan- original, por ejemplo, invoca con claridad a unos dio-
tes para la historia de las ideas y el desarrollo intelectual ses sanadores: «Juro por Apolo el Médico, Asclepio el
de la humanidad. Pero si queremos entender la Anti- Cirujano, Higía, diosa de la Salud, y Panacea, diosa de
güedad clásica tenemos que situar esos hallazgos en un la Curación...». La religión y la medicina estaban tan
contexto mucho más amplio y menos desarrollado. entrelazadas como el resto de los ámbitos de la vida
Pongamos por ejemplo la medicina antigua, que antigua. No había forma de escapar de los dioses.
tendemos a considerar la precursora de los tratamien- Más llamativo resulta que la medicina, tal y como
tos científicos de hoy en día. Muchos médicos todavía la practicaba Hipócrates, fuese solo un enfoque entre
hacen el juramento hipocrático aunque nadie les obli- muchos. E n términos generales, los médicos de la An-
gue y con el objetivo de honrar al «padre» de la medi- tigüedad veían el cuerpo humano como un conjunto
cina occidental, Hipócrates de Cos, que vivió entre los de líquidos y no de órganos. Se pensaba que el orga-
siglos v y IV a. C. Fue él quien, según la versión más nismo estaba compuesto por cuatro humores: bilis
asentada de la historia, convirtió la medicina en una negra, bilis amarilla, sangre y flema, amén de otros
profesión independiente, basada en la fría observación fluidos como el sudor, el semen, la orina y la saliva. L a
clínica. Sentado a la cabecera del paciente, Hipócrates enfermedad sobrevenía con el desequilibrio entre es-
aplicaba la razón a las dolencias físicas. L a historia de tos fluidos. A excepción de lo anterior, los médicos no
sus casos se escribió para que la posteridad contase conseguían ponerse de acuerdo en gran cosa. Compe-
con un modelo de su método inductivo. Pero tal ima- tían entre sí por un mercado reducido y, para descollar
gen es una invención de esa posteridad antes que una ante sus rivales, se esmeraban en dar el mayor brillo
realidad histórica. A partir de la muerte de Hipócrates, posible a sus teorías y tratamientos. Algunos creían en
empezaron a circular todo tipo de exageraciones sobre un método sencillo para categorizar todas las enfer-
sus excepcionales poderes: se contaba que había cura- medades: o bien las causaba la constricción o bien la
do una plaga en Atenas, y que el rey de Persia le pidió relajación. Había quienes aplicaban tratamientos sin-
personarse y librar sus tierras de la enfermedad. Pero tomáticos según el caso particular de cada paciente, y
ninguno de los aproximadamente setenta textos del otro enfoque era buscar, en cambio, la causa subya-
cuerpo de obras atribuidas a Hipócrates lo escribió él. cente de los síntomas.
Y el juramento, que tal vez tampoco sea obra suya, se Los médicos antiguos eran caros. La mayoría de sus
ha modificado en varias ocasiones para eliminar aque- pacientes, por lo tanto, pertenecían a las clases pu-
llos pasajes que ya no encajan con nuestra idea de lo dientes. Los demás recurrían a remedios tradiciona-
que un médico debe ser. La frase que abre el juramento les para tratar sus dolencias. Plinio el Viejo aconseja

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besar a una muía en el morro para curarse el resfria- era quién le hacía qué a quién, no con quién se tenían
do nasal severo. U n remedio casero tal vez no sea el relaciones sexuales. Importaba quién estaba encima,
tratamiento que imaginamos cuando pensamos en la mientras que estar en el extremo receptor era vergon-
medicina antigua, pero había quienes se burlaban de zoso. Se trataba de una idea de la sexualidad mucho
las pretenciosas teorías médicas. Hay un chiste de la más relacionada con el estatus que la nuestra: no se
época en el que el paciente le dice al médico: «Tengo compartimentaba ni se separaba de la vida cotidiana,
diarrea, algo anda mal con mis humores», y el médico como acabaría ocurriendo más adelante por influjo de
responde: «Pues vete a la letrina y no me arruines el la cultura cristiana. E l sexo y el deseo se consideraban
buen humor». De modo que la magia era otro método parte normal de la vida, y sus representaciones se i n -
muy popular de diagnóstico y tratamiento de las en- cluían en todo tipo de contexto. A la entrada de una
fermedades. Para la tos, el enfermo dehía escrihir un gran casa en Pompeya, la casa de los Vettii, se encuen-
conjuro con tinta negra en un pergamino de hiena. tra una gran pintura mural del dios Príapo pesándose
Desconozco cuán difícil sería conseguir pergamino de el pene. ¿Os gustaría tener una imagen como esta en
hiena en la Antigüedad, pero sospecho que el conjuro casa? Desde luego, a los cronistas cristianos de la pos-
proporcionaha al astuto hechicero la oportunidad de teridad estas costumbres les parecían alarmantes.
vender algo que casualmente tenía en su poder. Otras Las prostitutas también eran muy habituales en
recetas eran más complicadas: una cura para la gota la ciudad antigua. L a cohorte de jóvenes solteros que
consistía en que el enfermo se sentase y se aplicase ar- acudían a las ciudades para trabajar confiaba en las
cilla bajo los pies, luego cocinara una hormiga en acei- prostitutas para satisfacer sus necesidades. Estas mu-
te de henna, la mezclase con higos, pasas y potentilla, jeres llevaban a cabo su labor en un contexto semipú-
y se untase el pie con la pasta resultante. A probar sin blico, a menudo en las tabernas, lo que significaba que
miedo. sus actos se oían fácilmente. Los ruidos bestiales que
E l sexo estaba también por doquier. De uso co- emanaban del prostíbulo simbolizaban para los cris-
mún para alejar a los espíritus malignos eran las imá- tianos la vileza de la sociedad romana.
genes de penes groseramente agrandados. Muchas E l lenguaje cotidiano podía ser descarnado. Sole-
de las imágenes sexuales de la época se nos antojan mos relacionar el latín y el griego clásico con la alta
homoeróticas, pues la acción entre dos hombres es cultura, pero también eran las lenguas del más grotes-
un motivo que se repite, con la división añadida en- co insulto personal. U n a pintada afirma: L E H E D A D O POR
tre el sujeto pasivo y el sujeto activo, tan importante C U L O A Nisio D I E Z V E C E S . Aún existen algunos tiradores de

en la sexualidad antigua. Lo que contaba en la época plomo que los defensores de Perugia usaron contra las

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tropas de Octavio durante el asedio invernal del año
I pletamente nuevos, y l a arqueología resulta de gran
41 a. C. E n uno está grabado: E S T O Y APUNTANDO AL C U L O D E ayuda, ya sea al analizar los restos humanos hallados
O C T A V I O . E n otro, HOLA, OCTAVIO: C H Ú P A M E LA POLLA. La ma- en Pompeya o trazando el impacto de los molinos de
yoría de la gente vivía en u n mundo físicamente tos- agua de la época. L a ciencia puede ayudarnos a ave-
co, donde debía desempeñar oficios manuales para riguar qué alimentos comían y qué problemas tenían
ganarse la vida. Era normal que muchos se deleitaran los antiguos.
con este tipo de insultos groseros y libidinosos. Y para entender mejor ese pasado alternativo es
Como y a hemos visto, la alta cultura era una pe- necesaria la observación de diversos períodos: no solo
queña isla en la Antigüedad. La mayoría era analfabeta debemos mirar hacia la Atenas clásica y la Roma repu-
y tenía poco o ningún acceso a los ilustres textos que blicana, sino hacia los reinos helenísticos que sucedie-
para nosotros representan el epítome de lo clásico. ron al gran Imperio de Alejandro Magno y al Imperio
Otros escritos más vulgares pueden mostrarnos u n romano tardío, al que podemos agradecer el dominio
aspecto muy diferente de la misma cultura. Estudiar del cristianismo en Occidente en nuestros días. Gre-
la Antigüedad hoy en día exige adoptar enfoques com- cia y Roma ya no pueden analizarse de manera aisla-
da, hay que contemplarlas como parte de una historia
glohal.
¿Qué pensaban los persas de los griegos? ¿Cómo se
extendió el Imperio romano en comparación con el de
la antigua China? E l estudio de la Antigüedad nos per-
mite ver el modo en que nuestra percepción de lo anti-
guo ha modelado nuestra visión del mundo moderno,
desde lo que consideramos huen arte hasta el modo en
que deberíamos entender el islam.

Caricatura de personaje con falo y barba de Príapo en Pompeya

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