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Ceferino García sj
Comisión de Formación - Asunción
Temas
Reunión introductoria: ¿Qué buscan ustedes?
1. Somos un grupo de personas distintas
2. Convocados todos por el Señor
3. Los más necesitados son los primeros
4. Nuestro centro vital
5. Capacidad para cambio
6. Tolerancia y dialogo
7. Respeto al ritmo de cada uno
8. Generosidad
9. Concentración
10. Espíritu de superación
Evaluación de esta etapa
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Reunión introductoria
¿Qué buscan ustedes?
Jn 1,35-39
Los comienzos de un nuevo grupo o de un curso dentro de la vida de un grupo son momentos de
replanteamiento de lo que cada uno en ese momento anda buscando. Consciente o inconscientemente. El grupo
debe asumir la función de ayudar a encontrar la vía de lograrlo o de clarificar a cada función tras de lo que anda,
aunque ella no se lo haya explicitado.
1. - Al contacto con este texto evangélico, en un ambiente de oración, cada uno puede pararse para ver
que en su vida, como en la de los apóstoles, hay hechos de vida, palabras..., agradables o no..., que son capaces
de provocar una reflexión y, de ahí, una oración ante Jesús que pasa junto a nosotros. La oración, reflexión y
puesta en común debe llevar al grupo a encontrar eso que cada uno y todo el grupo buscan incesantemente. Es
Jesús quien nos lo pregunta para que podamos darle una respuesta concreta, pero, sobre todo, para que podamos
tomar las riendas de nuestra propia vida y no vayamos a bandazos, a merced del viento que sopla, hoy por aquí,
mañana hacia otro lado...
2. - Jesús nos pregunta: ¿qué buscan? No estamos solos, vamos juntos. No es lo que a mí se me ocurre lo
que yo necesito. Somos grupo, queremos ser Comunidad. Por tanto, algo más que la suma de cada uno de
nosotros; es preciso llegar a encontrar aquello que todos buscamos, lo que el grupo va a poner en el centro de
sus miradas y esfuerzos durante el año. Hay que hacer un esfuerzo por mirar más allá de las propias alforjas y
ver que estamos con otros, que Jesús nos conduce ya como un bloque y que nos invita a cada uno y a todos.
Todos importantes, todos necesarios; si faltara alguno, quizá no podamos encontrar en su día la clave para
seguir.
3. - Los apóstoles creyeron que lo que ellos buscaban estaba profundamente ligado a la vida del Maestro.
No buscan sólo unas ideas, unas palabras, discursos o pautas de conducta; quieren aprender a vivir: «Maestro,
¿dónde vives?».
El modo de vida sólo se adquiere viviendo cerca, en contacto con otro. El niño lo aprende de sus padres;
los maestros de la antigüedad lo transmitían con acciones y gestos proféticos; el aprendiz lo vivía en contacto
con el artesano oficial.
La vida diaria irá diciendo quién ha sido el Maestro de nuestra vida: por las obras que hacemos iremos
viendo si el Maestro está cerca de nosotros o, mejor, si seguimos viviendo con él o hacemos nuestras escapadas
a otras enseñanzas.
4 - Por ahora el grupo está en camino: «Se quedaron a vivir con él». El grupo está iniciando su andadura
y será lo que cada uno de nosotros quiera que sea. Si nos quedamos, será con todas las consecuencias que se
derivan de una opción, meditada y responsable, pero firme. Esto compromete a vivir «con él». No sólo a la
asistencia asidua, sino a dar en cada momento lo que soy y tengo. Con sinceridad y con tacto, mirando al bien
de los demás. Para ello tengo que conocerlos: cómo son, de qué son capaces, qué ritmo tienen en su vida, cómo
los puedo ayudar No plantear antes mi provecho que el bien del conjunto.
En el grupo hay que dar. Esto es fácil de decir, pero su realización exige que se esté en una disposición
de apertura y generosidad grande. Cada uno puede dar lo que es, lo que vive. Apertura es igual que
autenticidad, ya que quien habla mucho, pero no como expresión de sí mismo, se convierte en un actor y, por
tanto, sus «papeles» no serán coherentes... Cada día manifestará una cara, la que corresponde a ese momento.
Nunca será el mismo; o correrá el peligro de que no sea tomado en serio el día que quiere ser él ante los demás.
Para ser abierto y sincero hay que ser generoso; desprendido de las barreras que nos pone nuestro «falso
pudor» o del deseo de que nos tengan por algo que no somos.
5. - «Quedarse a vivir con él»... es tener el convencimiento de que ya se empieza a tener el estilo de vida
del Maestro. Jesús ha entrado en el Evangelio de la mano de Juan, el Bautista; y se le ha señalado como el
Cordero de Dios, Mesías, que trae una nueva Alianza para un nuevo Pueblo, que va a estar fundado en unas
relaciones diferentes: Dios es un Padre cuyos hijos forman una familia, una Comunidad de vida porque
participan de su Espíritu.
Cada día vivimos con él también en nuestras familias, en nuestro trabajo; en las necesidades del grupo,
de nuestros hermanos o padres; los amigos. Jesús convive con nosotros en la figura de los que están pidiendo
nuestra ayuda. A veces pasamos de largo porque nos parece que Jesús no puede morar ahí... Juan Bautista
estaba en el desierto, comía saltamontes y miel silvestre... ¿Por qué unimos casos extremos con la llamada de
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Jesús? A todos nos llama a quedarnos a vivir con él... pero él ¡está en tantas partes hoy! Es preciso ponerse a la
escucha.
Orientación de vida
1. - «¿Qué buscan?»
- ¿Qué es lo que en este momento más necesito?
* Aclaración a nivel intelectual.
* Coherencia de vida y pensamiento.
* Madurez afectiva.
* Sensibilidad ante el necesitado.
* Vivir mis compromisos con fidelidad.
* Vida de oración.
- ¿Tengo una orientación clara de mi vida o estoy esperando... (¡hasta cuándo!)?
- ¿Qué es lo que me da las ganas de vivir? ¿Tengo ilusiones?
- ¿Por qué y para qué estoy en este grupo? ¿Qué voy a dar en él?
2. - «¿Dónde vives?»
- ¿Qué valor tienen para mí los hechos de vida (lo que nos sucede todos los días)?
- ¿Cómo valoro yo la vida en Comunidad?
- ¿Cuál es lo que más me cuesta de la vida en grupo? ¿Y de mi vida de trabajo, familia, amistades. . .?
- ¿Le reconozco presente en los más necesitados? ¿Qué llamada suya siento más profundamente?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Primera reunión:
Somos un grupo de personas distintas
Lc 9,49-56
Mc 14, 27-31; 3,13-16
2. - Nuestro grupo también está formado por una gran variedad de personas. Cada uno tiene nuestro
carácter, más o menos abierto y espontáneo; habrá quien le cuesta más abrirse a los demás y superar su timidez.
Otros tendrán dificultad en escuchar, les vienen a la cabeza y a la boca todo lo que los demás no dicen o dicen
incompleto o mal...; podrían estar hablando toda la reunión y no agotarían nunca sus reflexiones, sus
matizaciones...
La cultura señala también diferencias; no está limitada la pertenencia a la Comunidad a un grado de
cultura; no se precisa ningún título, ni a nadie se le ha exigido ningún aval intelectual. Así lo experimentaron
las primeras comunidades. Dice San Pablo: «Hermanos, fíjense a quiénes llamó Dios: no a muchos intelectuales
ni a muchos poderosos, ni a muchos de buena familia» (1 Cor 1, 26). La razón para estar aquí juntos no es un
valor humano que pretenda un predominio basado en la eficacia de un conjunto homogéneo; por eso habrá
variedad en las experiencias vividas a lo largo de la historia de cada uno, en su educación, en los ambientes
sociales que frecuenta, en las profesiones, en el modo de sentir y enjuiciar los acontecimientos sociales y, por
tanto, en las opciones políticas que puedan dar respuesta a las necesidades que ellos generan. Variedad que
afecta también al ritmo de exigencia personal ante la llamada del Señor para hacer realidad su Buena Nueva a
los hombres.
Hoy nos hacemos conscientes de esta variedad que reina entre nosotros, ponemos nombre y apellido a
cada una de esas diferencias y sentimos a Jesús en medio de nosotros contemplando de nuevo «su grupo» como
el que él eligió un día, porque «los quiso», y los amó porque los conocía y sabía cómo eran: duros, violentos,
engreídos, buscadores de privilegios, cobardes, ignorantes, insensibles con la limitación, gregarios... A Jesús no
le importó tal compañía... ¿nos importará a nosotros?
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«Vamos a ver, ¿quién te hace a ti superior? Y, en todo caso, ¿qué tienes que no hayas recibido? Y si de
hecho lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado?» (1 Cor 4, 7).
3. - La variedad en un grupo es su propia riqueza. Cuando en un grupo existe una uniformidad muy
grande, el grupo es caso inútil, pues se reduce a escuchar lo mismo que uno ya pensaba o sentía tantas veces
cuantas intervenciones se producen. Al final uno sale convencido de que su opinión es la verdad. Rara vez se
dará este fenómeno, ¡gracias a Dios! Lo frecuente será que se produzca diversidad de opiniones o, al menos,
multiplicidad de matices, enfoques, etc.; y sobre lo que cada uno pensó y sintió, otros añadirán, corregirán o
eliminarán. Cada reunión del grupo puede ser un momento de contraste, un punto de partida para nuevas
reflexiones y, sobre todo, un aumento de conocimiento de la forma en que los demás valoran y comprenden las
cosas. ¿Tenemos todos, una misma forma de entender y valorar las cosas? ¿Por qué otras personas tienen una
sensibilidad diferente ante los problemas planteados? ¿Me doy cuenta de que fuera del grupo también vivo
situaciones así?
Esta riqueza no es siempre inocua, a veces nos hace sufrir. En cierta manera la confrontación de pareceres
nos saca de nuestras «casillas»; nos desinstala de nuestras posturas cómodas, en las que nos sentíamos
confortablemente y con las que ya estábamos acostumbrados. Esa ruptura de nuestra situación nos hiere.
También Jesús tuvo que actuar así; su misión era difícilmente comprendida y la reacción ante sus palabras no se
hacía esperar. Pedro, Juan y Santiago se sentían romper por dentro y manifestaban su disgusto cuando Jesús
tenía que reprenderles: «él se volvió y les regañó» (Lc 9, 56). Los momentos de tensión piden paciencia para
saber escuchar, serenidad para valorar las opiniones y palabras de los demás, tiempo de rumia para ir
encontrando todo lo bueno que aporta lo escuchado. Cada uno da lo que tiene y es un don para los otros: «Los
dones son variados, pero el Espíritu es el mismo; las funciones son variadas, aunque el Señor es el mismo; las
actividades son variadas, pero es el mismo Dios quien activa todo en todos» (1 Cor 12, 4-6).
Cada cual tiene su tiempo. A veces en los grupos hay personas que participan con sus opiniones desde el
principio, mientras otras guardan un silencio continuo, quizá excesivo. Algunos sienten la tentación de
adelantar la hora de los más callados, les parece que están dejando pasar ocasiones importantes de manifestarse
y, con ello, restando riqueza al grupo. Es bueno considerar, al comenzar juntos un nuevo camino, que cada
persona tiene su momento; que no sabemos cuándo va a llegar, pero que es necesario depositar la confianza en
ello, en la seguridad de que nadie es inútil o inservible dentro del grupo.
Orientación de vida
1. - ¿Soy consciente de la variedad de formas de ser que existen junto a mí, v.gr.: en mi familia,
profesión, amigos, grupo?
- ¿Me produce gozo esa variedad o me disgusta?
- ¿La considero una riqueza o fuente de conflictos?
- ¿Cómo he vivido esta semana este aspecto?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Segunda Reunión:
Convocados todos por el Señor
Lc 14,12-24
1. - La parábola del «gran banquete», contada por el evangelista San Lucas, sirve para explicar el Reino
de Dios y nos puede ayudar a comprender y profundizar la manera concreta que hemos elegido de hacer el
Reino de Dios en la tierra mediante nuestra Comunidad de Vida Cristiana.
Se describe el Reino como un «gran banquete», preparado por un hombre para sus invitados. Nos fijamos
hoy en esta cualidad del Reino: es una invitación. En la parábola hay dos tipos de invitaciones: la que se hace a
los destinatarios del banquete y la que se ofrece al ser rechazada ésta. Dos invitaciones que nos deben hacer
pensar. En primer lugar, se trata de una llamada personal; no hemos venido por casualidad. Esto quiere decir
que nuestra vida está inserta en una Historia de Salvación que se ha de escribir de alguna manera, dependiendo
de la respuesta que cada uno de nosotros demos a esa vocación que se nos ha presentado. Por tanto, no es
casualidad que hoy esté aquí y junto a mí este tal compañero; y de ello van a depender otros acontecimientos
por los que va a discurrir la Salvación de Dios a otras personas. Es que el banquete ¡ya está preparado! Se
puede percibir el grito de alegría y de gozo del Señor cuando llama a su encargado para enviarle a decir a los
invitados que vengan. Es toda una deferencia el que en el último momento se les recuerde la invitación que ya
antes se les había cursado... como si el Señor quisiera decirles:
- «Recordarás que es hoy...» «Te recuerdo que este mediodía...».
2. - Todo está preparado ya; las invitaciones hechas y el recordatorio final también. Pero ¿a qué nos ha
llamado el Señor? ¿Qué se esconde detrás de esa figura del banquete? ¿Qué significa el Reino de Dios hoy y
acá?
Cuando decimos que estamos en el reino de la luz, de las tinieblas, de las maravillas... expresamos que
todas las cosas están llenas de luz o de tinieblas; que las maravillas están por todas partes... abundan tanto esas
realidades que lo invaden todo, y sus consecuencias se ven: todo es tenebroso, o luminoso, o maravilloso.
Cuando decimos que queremos hacer que el Reino de Dios sea verdad en este mundo, no expresamos otra cosa
que ésa: queremos que Dios esté en todas partes, que se le vea, que todo sea de Dios y manifieste a Dios. Esto
nos podría parecer imposible si Jesús no hubiera venido para enseñarnos cómo. Él, como Hijo, sabía muy bien
que la única manera de poderlo hacer era presentándonos a Dios como es: ¡Dios es PADRE! Por eso el Reino
de Dios debe reflejar esa realidad: que él es Padre, y todas las cosas, las personas nos deben llevar a exclamar:
¡el Padre está ahí!; para esto nos ha invitado, éste es el banquete que ya tiene preparado. Podemos acercarnos
para participar de él, para hacer que nuestro grupo comience a reflejar la realidad de su presencia... ¡él es
nuestro Padre, nosotros somos sus hijos, somos hermanos... los que llevamos el aire de familia, el estilo y
forma de vivir para que pueda ser visto y reconocido por todos!
3. - Invitación, vocación, llamada a compartir con estos amigos que forman mi grupo; con mi familia,
con mis compañeros de trabajo o estudios, mi parroquia, con mi realidad circundante. Ser para los demás;
pero... ¡también ellos han sido invitados! Nadie ha sido excluido de esta llamada; solamente los que se han
cerrado a esta invitación.
El grupo es un aprendizaje de compartir la oración y la vida; es una forma de probar el banquete y gustar
la felicidad que proporciona el darse a otros, saliendo de los márgenes estrechos de la propia vida y sus
problemas rutinarios. Hacer que otro entre en uno y su vida pase a ser algo común, de los dos; ampliar el
horizonte y enriquecer tanto al que da como al que recibe. Es un ejercicio que capacita para salir del propio
grupo hacia los que aún no han sentido la llamada para entrar en el banquete del Señor. No se puede ser un
invitado «perenne». Sin pasar a ser «encargado del Señor» para recordar a los demás que ¡el banquete ya está
preparado!
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4. - Para ocupar los puestos de este banquete el Señor elige a los pobres, lisiados, cojos y ciegos. Todo el
que necesita y es consciente de su necesidad. A veces buscamos precisamente todo lo contrario, al que tiene y
es poderoso; envidiamos a los que son más, y buscamos su compañía, no por ellos, sino por lo que tienen, para
poder nosotros tener más y, si es posible, quedar por encima de ellos. Entonces las relaciones se convierten en
una carrera de obstáculos, cuya finalidad es estar por encima de todos.
Jesús elige al que necesita, porque no tiene su seguridad en las cosas que le rodean, sino en el amor de su
Padre Dios, que se manifestará a través del amor de sus hermanos. ¿En qué grupo de invitados nos sentimos
nosotros? ¿En el que no necesita nada y desprecia al cojo, ciego... etc., o en el que recibe la invitación con gozo
y sorpresa sin salir de su asombro porque a él le haya tocado ser uno de los llamados? Cuando los primeros
pretendan entrar en el banquete, se encontrarán que ya no hay sitio para ellos. El que pone su corazón en lo que
es y se siente satisfecho y seguro de sí mismo, de su dedicación y trabajo, llega a adorar la propia imagen de su
valer personal y de su éxito; ¿cómo se va a «juntar» con los «que no entienden los mecanismos de la vida»...
los que no saben «ser eficaces», los que derrochan el tiempo sin caer en la cuenta de que el tiempo «es oro»...
los que no dicen más que «simplezas»... los que «tienen la culpa» de lo que les pasa...?
Y, sin embargo, el Señor dirá: «Ninguno de aquellos convidados probará mi banquete».
Orientación de vida
1. - ¿Considero mi pertenencia a «esta» Comunidad como una vocación (llamada de Jesús) a vivir el
Reino de Dios?
- ¿Me ayuda saber que los demás también son llamados para hacer el Reino de Dios?
- ¿Me alegro de que esta llamada se nos haya hecho por ser «pobres, ciegos, rengos...»?
- ¿Comunico a otros el hallazgo del Banquete?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Tercera reunión:
Los más necesitados son los primeros
Lc 15, 1-7
Mc 2, 13-17
1. - «Recibe a los descreídos y come con ellos». «No he venido a llamar a los justos, sino a los
pecadores».
La actitud de Jesús es conocida de todos nosotros: acoger, llamar a los que le necesitan, para que vengan
a él. Es una actitud positiva; podría haber esperado a que los demás se decidieran por su cuenta. A Leví le
llama, le hace un ofrecimiento con riesgo de ser respondido con brusquedad; él da el primer paso y acepta la
libertad del otro para contestarle: sí o no. No hay presión, sencillamente una invitación.
Las personas que Jesús llama, invita y acoge no son las «buenas de toda la vida», las que tienen una fama
y nombre reconocido... sino todo lo contrario: recaudadores, descreídos, prostitutas, pecadores... A nosotros nos
gusta elegir bien nuestras amistades y las personas con las que compartir nuestra vida; somos muy exigentes a
la hora de seleccionar: nos fijamos en el modo de ser, los gustos, las aficiones, las ideas religiosas, las
opiniones políticas, el nivel económico...; tantos y tantos requisitos que, a la hora de la verdad, nos quedamos
solos... Todavía recordamos la imagen del cesto de manzanas con una podrida en medio, y los «sabios
consejos» que nos dieron en nuestros años infantiles... nunca un cesto de manzanas sanas «curó» a la manzana
podrida, pero una sola manzana podrida basta para echar a perder todo el cesto de las sanas. ¡Con qué facilidad
somos capaces de conocer lo que es «bueno» y «malo», lo «sano» y lo «enfermo»! ¡Qué poca confianza
tenemos en el Señor y su Espíritu que habita dentro de nosotros!
«Acoger y comer con ellos...». Cuando nos decidimos a ser como Jesús, mal lo tenemos que pasar por
dentro, pues tan difícilmente repetimos. Jesús lo hacía no sólo con naturalidad, sino con verdadero placer. Jesús
amaba y quería a las personas que llamaba y acogía, porque trataba de comprenderlas, de meterse en su interior,
en su historia o, lo que es lo mismo, en su vida. Para él no era un «deber» penoso que tenía que cumplir, un
expediente que rellenar. Jesús no fichaba, ni tenía «comisión» por pecador arrepentido o descreído escuchado;
tampoco tomaba su acción como un «precio» o canon para poder vivir y disfrutar tranquilo el resto del mes. No
eran sus «obras buenas» contabilizables. Él tenía un corazón BUENO, que acogía porque sintonizaba con el
interior de los demás, comprendía sus pequeñas tragedias, sus temperamentos, sus debilidades... sabía de qué
barro estaban hechos y valoraba los esfuerzos de su pobre buena voluntad...; para él no había «buenos» y
«malos», como en los «western»; cada persona se sentía comprendida y querida por su impulso cordial de
acercamiento a todo el que le necesitaba.
Esto es lo que nos distingue de Jesús: él disfrutaba acogiendo y comiendo con los «malos»; nosotros
sufrimos sólo de pensar en ellos. Él comprendía, nosotros juzgamos. Él quería a los demás; nosotros nos
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queremos sólo a nosotros mismos. Él estaba rodeado de todos, nosotros estamos solos. Él estaba en la realidad,
nosotros en la quimera de nuestros pensamientos.
2. - «Da más alegría un pecador que se arrepiente...» « ¡Denme la enhorabuena...! He encontrado la oveja
que se me había perdido...».
Los verbos que utiliza el evangelio para describir las acciones de Jesús con los pecadores y descreídos
son: llamar, comer, salir a buscar, invitar, acoger; esto produce el arrepentimiento. Si nos examinaran a
nosotros de nuestras acciones y sentimientos frente a las NEGATIVIDADES de los demás, los verbos serían
más enérgicos: enfadar, cabrear, sermonear, afear conductas, reprender, corregir, avergonzar, etc.; y es posible
que nuestra conducta esté movida por un afán sincero de: perseguir la verdad, pureza de costumbres, evitar el
escándalo, transformar la sociedad... lo que en sí es bueno. Solamente nos fallan los medios. No conocemos al
ser humano o nos traiciona nuestra sensibilidad. Jesús nos conoce bien y no falla: el medio es amar a las
personas como son, con sus defectos, errores y pecados. Él ama porque ellos y nosotros necesitamos ser amados
con amor gratuito: con amor libre que no esclaviza. Él no ama... PARA ALGO. No hay interés ninguno, le
basta con amar.
¡Si nos diéramos cuenta de que nuestras reacciones no proceden del amor...! Hacemos cosas para que
«los otros» cambien, sean de otra forma diferente, dejen de ser como ellos son para ser como nosotros
queremos que sean. Es decir, que los que dictan cómo se ha de ser somos nosotros, los que obedecen son ellos.
Nosotros los DICTADORES, ellos los ESCLAVOS... pero eso sí, SANTOS. ¿Para eso nos ha dado Dios la
libertad y nos ha hecho de una manera concreta? ¿Estaba esperando a que nuestra intervención llegara para
poder hacerles BUENAS CRIATURAS?
Si Jesús y el cielo se alegran por el arrepentimiento de un pecador, es porque él se ha decidido, porque ha
usado de su libertad y ha optado por ser, él también, pregonero del amor que tan gratuitamente se le ha dado.
Porque ha descubierto que detrás de ese amor «inútil» no podía estar más que el amor del Padre.
Orientación de vida
2. - Cuando me encuentro con el mal (las NEGATIVIDADES) de los demás, dentro y fuera del grupo,
¿las cargo en los hombros, muy contento, o me resisto y rebelo contra ellas?
* ¿Qué defectos de mis padres, hermanos, compañeros, miembros del grupo... me sientan peor cuando
los veo de cerca?
* ¿Qué defectos, limitaciones, errores o pecados de otros no he asumido en esta semana? ¿Me hicieron
perder el control (me sacaron de mis casillas)?
* ¿Reflexiono después de estos encuentros sobre lo que veo en los demás con ánimo de comprender,
aceptar y acoger?
* ¿Mis comentarios de los demás son generalmente negativos o, más bien, encuentro disculpas
rápidamente?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Cuarta reunión:
Nuestro centro vital
Mt 13,44-46; 6,21-23
Orientación de vida
1. - ¿ Conozco mis verdaderos valores, lo que amo de la vida? ¿Cuál es mi centro vital?
En esta semana, ¿qué es lo que me ha producido verdaderas alegrías, felicidad? (aunque sean
sentimientos considerados negativos: venganza, ira, adulación, vanidad...).
¿Podría resumir los valores que he visto como «tesoro» en las conversaciones o acciones de:
- mi familia, - mis amigos.
¿Coinciden con los míos? ¿Son sinceros?
2. - ¿Me siento feliz con la jerarquía de valores propia? ¿Tengo que esforzarme (contrariar mis gustos)
para hacer lo que creo que DEBO HACER?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Quinta reunión:
Capacidad para cambio
Mc 8,22-26; 9,30-37.
2. - La dificultad para el cambio procede de un cierto compromiso con una forma de ser y pensar a la que
hemos ajustado nuestra vida y con la que hemos logrado un cierto grado de satisfacción. A veces nos
engañamos a nosotros mismos y pensamos estar satisfechos, cuando no es cierto; pero en el fondo hay un cierto
«beneficio», aunque no sea más que por ser tenidos por otros como los «modelos».
Es una instalación, cómoda, que produce seguridad, ya que, al cabo de repetir unos determinados
patrones de conducta, se llega a tener unos reflejos rápidos y seguros, a la vez que se tiene respuesta adecuada a
todos los interrogantes que pueden surgir. Es un modelo de comprensión de la realidad circundante donde nada
queda suelto.
La aceptación incondicional, que borra toda sombra o duda, crea al fanático, que es capaz de llevar su
ceguera hasta la negación de los hechos evidentes.
Para este tipo de personas, el cambio es una especie de traición que rompe el pacto de fidelidad; otras
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veces lo conciben como una falta de agradecimiento a los valores que tantas satisfacciones les dieron en el
pasado. Su razonamiento es sencillo: la verdad sólo es una y, por tanto, no puede cambiar. Si esto que yo he
vivido hasta aquí era la verdad, esto es y será por siempre la verdad, lo que no cambia.
No creamos que los fariseos eran personas de mala voluntad, que pretendían matar a Jesús sin ningún
fundamento. Ellos eran personas piadosas que creían en Dios al estilo de nosotros…
3. - El cambio exige una dosis muy grande de apertura, de estar abierto a todo lo que llega. Justamente lo
contrario de esa mentalidad aldeana. ¿Por qué se forma? Porque allí no llega nada, ni pasó nada desde hace
siglos, porque la vida se ha mantenido igual día tras día desde siempre. Cuando hay apertura, llegan las cosas;
cuando hay capacidad de escucha, se perciben las razones, los matices, la realidad. Entonces es el momento de
iniciar un proceso de respuesta: a) saber dudar de lo que uno tiene y hace; b) encontrar en lo que uno es la
respuesta adecuada al ACÁ y al AHORA.
Solamente con un deseo sincero de encarnación actualizada se puede afrontar un proceso de cambio en el
que la seguridad viene del convencimiento de que sólo así se puede seguir siendo lo que uno es. Cuando se
desprecia o se silencia lo diverso, sean formas nuevas de ver las cosas, o sencillamente el paso del tiempo, se
pierde lo más sustancial de sí mismo, ya que se renuncia a que los valores que uno encarna vivan y tengan voz
en el presente; lo cual quiere decir que se pasa a ser una figura del pasado, una reliquia de museo.
4. - Es que el cambio supone docilidad al Espíritu, es decir, confianza en que Dios es el Señor de la
historia y habla a través de los acontecimientos y de las personas con quienes vivimos. Cada momento y sus
circunstancias son un lugar de encuentro con el Señor, donde no hay respuesta prefijada a lo que él nos pide:
¿Qué quieres decirme con estos sucesos, con estas personas que pones a mi alrededor?
Actitud de escucha, de docilidad, que comporta un riesgo. «Sal de tu tierra y de tu patria y de la casa de
tu padre, a la tierra que yo te mostraré» (Gn 12,1). Dejar lo conocido, lo rutinario, lo que no exige esfuerzo
ninguno, para entrar en esa peregrinación a tientas... ¡hasta la tierra que yo te daré!
Cuando se acepta la posibilidad de cambiar, se corre el riesgo de no encontrar nunca esa tierra, esa casa
donde uno reposa con seguridad. Dentro de un grupo, el cambio debe ser continuo, porque cuando llegamos a
conocer a unas personas es muy fácil «etiquetarlas», ponerles un sambenito: « ¡fulano es así! », y a partir de ahí
todo resulta inteligible. Si no cedemos a esa tentación, esa figura deberá cambiar día a día, con la escucha atenta
de sus impresiones. Más aún, el cambio de unos irá repercutiendo en los demás, y se produce un influjo en
cadena que al final determinará el crecimiento del grupo. Crecimiento que no es fácil de señalar, que es un
riesgo también, pues sus límites no son definidos y sus exigencias son imprevisibles.
5. - A veces también encontramos lento al cambio: «veo la gente; ¡me parecen árboles que andan!»; «no
entendían sus palabras y les daba miedo preguntarle» (Mc 9, 32).
No siempre los cambios son espectaculares; se producen con lentitud por sus pasos, en medio de muchas
dudas y vacilaciones. Unas veces nos sentimos convencidos, decididos y animados; otras nos encontramos todo
perezosos, tristes y con ganas de mandarlo todo a paseo. ¡Con lo bien que estaba cuando no tenía nada de esto!
Es el recuerdo de los ajos y cebollas dejados en Egipto.
Todo se hace oscuro y no se ve el más mínimo resquicio. Se necesita paciencia y fortaleza para
soportarse a uno mismo y a los demás. Para ser tolerante con los demás, hay que serlo con uno mismo. No se
cambia de la noche a la mañana, y es preciso saberlo y contar con ello para no desfallecer y echarlo todo a
rodar. El que está apurado, a veces es porque no tiene capacidad de sufrimiento; queremos sacrificarnos poco y
obtener grandes resultados con poco esfuerzo.
La paciencia perseverante es un cheque en blanco a los demás y una señal de la aceptación y acogida que
todos le dan, ya que un grupo debe acompasar su caminar al paso de los que van despacio, para que no queden
descolgados del conjunto. Si Jesús hubiera hecho una buena programación de sus enseñanzas y hubiera
acomodado el ritmo de sus instrucciones a un discípulo medio, ¿habría conseguido al final lo que logró? Fue
poco, pero mucho. Ellos no le entendían, tenían miedo de preguntar... pero había algo que quedó muy claro:
Jesús los quería, había dado su vida por ellos, porque ellos fueron los que estuvieron con él en todas sus
tentaciones. Se los había dado su Padre, pero ¿cuántas veces estuvo tentado de abandonar la empresa?
¿«También ustedes se quieren ir...»? «Tanto tiempo llevo con ustedes y tú dices...» «Vuelve la espalda a su
vaina...» ¿Es ahora cuando vas a restaurar el reino...?» «Nosotros esperábamos...».
En esa paciencia, que es espera esperanzada, se manifiesta toda la fuerza de cohesión interna del grupo:
es el milagro del amor que Jesús pone en medio de los que se reúnen en su nombre.
Orientación de vida
1. - ¿Siento que en mi vida me cuesta cambiar?
- Cambiar de horarios, itinerarios para ir al trabajo, facultad..., vestidos, lecturas, diversiones. . .
- ¿Cómo me adapto a las circunstancias nuevas: en el trabajo, en la vecindad, en las amistades,
convivencia social, familia, política...?
2. - ¿Qué me cuesta más: el cambio de persona o de ideas?
3. - ¿He tenido que vivir alguna situación de cambio personal o grupal? ¿Cómo lo he vivido?
4. - ¿Cuáles son los puntos que tengo que revisar respecto del grupo?
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- ¿Debo cambiar algo en mi conducta exterior? ¿Puntualidad, preparación, participación?
- ¿Mis actitudes frente al grupo? ¿Sinceridad, confianza, paciencia?
5. - ¿Cuál es el cambio más urgente en mi vida?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Sexta reunión:
Tolerancia y dialogo
PRESUPUESTO: EE 22
"Se ha de presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la
proposición del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, pregunte
como la entiende, y si la entiende mal corríjale con amor; y si no basta, busque
todos los medios convenientes para que, entendiéndola bien, se salve.
Mt 18,15-17
2. - Sin embargo, esta actitud no quiere decir que el cristiano tenga que estar de acuerdo con todo lo que
hagan o digan los demás. De lo que piensan, de sus intenciones... ya nos dijo Jesús que caen totalmente fuera de
nuestro campo; ahí... ¡ni la Iglesia! Puede, por tanto, el cristiano verse sorprendido en su buena actitud por
expresiones o hechos que no puede «salvar»... ¡a la primera de cambio! Y entonces ¿qué?
Ignacio nos va señalando el camino: lo primero, dialogar, «inquirir cómo lo entiende». No se trata de
una actitud inquisitorial, sino de aclaración; sabemos que no todos damos el mismo valor a las palabras, a los
conceptos; que para unos hay gestos que no se toleran, mientras para otros apenas si tienen significado. Es
preciso que cada uno llegue a la conclusión de que yo entiendo lo que el otro quiere decir. Ni más ni menos.
La actitud de diálogo exige un gran esfuerzo para suprimir suspicacias, resentimientos, deseos de quedar
por encima, caza de brujas, pequeñas venganzas, etc.: todo ese mundo inconsciente que en vuelve nuestra
capacidad receptiva y colorea la visión clara y transparente del «emisor», del otro que quiere comunicarse o
expresar su forma de ver las cosas. Por lo tanto, es una actitud sencilla, humilde y fraterna de quien recela de sí
mismo, antes que condenar al que disiente o contradice su opinión.
El diálogo en estas condiciones puede llevar al entendimiento y a la comprensión. Pero en otras
ocasiones es posible que la conclusión sea descubrir que en el prójimo existe un error (la malicia es una
valoración ética que no cae en el campo del cristiano...; juez: ¡sólo Dios!). La aproximación que se ha dado para
llegar a descubrirlo también habrá originado un conocimiento más exacto de lo que es la propia forma de ver la
verdad y, sin duda, es fuente de objetividad personal para reconocer las limitaciones y deficiencias de uno
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mismo. Esta actitud nos podrá permitir ser más exactos en la corrección y a la vez más caritativos...: Corríjale
¡CON AMOR!
Y aquí se puede decir que el texto del evangelio de San Mateo es certero: ante todo, ¡a solas!... sin
publicidad... para que la cosa quede entre los dos sin que nadie se entere ni del error de tu hermanó ni de tu
«mirada de lince» para descubrir los errores... ¡Cómo gusta publicar lo que hemos descubierto...! ¡Si ya te decía
yo...! ¡Me olía mal desde hace mucho tiempo...! «Con amor» significa: con respeto para el otro, sabiendo que
es un hermano con derecho a su propia imagen. Y si la corrección no es eficaz, busca personas que sirvan de
intermediarios, de testigos. Personas que puedan estar cerca de él y le faciliten la tarea de cambiar. Todos
sabemos que esta tarea no es nada fácil... ¡dar el brazo a torcer! ¡caer del burro! Es un camino difícil y hay que
allanar las dificultades... Si las cosas no van bien...: ¡la Comunidad! También San Pablo había pensado en este
consejo del Señor: «Cuando uno de ustedes está en litigio con un compañero, ¿cómo tiene el valor de hacer que
lo juzguen paganos y no gente consagrada? De manera que en los pleitos ordinarios toman ustedes por jueces a
esa gente que en la Comunidad no pinta nada, ¿no les da vergüenza?» (1 Cor 6,1-8).
«Los trapos sucios, en casa se lavan», dice el refrán. Y no puede ser menos; cuando hay interés por las
cosas, se buscan todos los medios posibles para que el hermano no se pierda. Y es muy posible que sea más
duro para la unidad de la Comunidad el quebrar la acogida, la comprensión, el cariño, que el admitir muchas de
nuestras diferencias. ¿Hay tantas cosas tan substanciales e importantes como para ser causa de ruptura y
separación de un hermano?
Orientación de vida
4. - En mi grupo o Comunidad ¿hago distinciones, a unos los tolero... a otros los apruebo... a otros los
critico...?
5. - ¿Me cuesta hablar con los demás cuando tengo que señalar algún error o limitación?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Séptima reunión:
Respeto al ritmo de cada uno
ANOTACIÓN 4°: EE 4
Como sucede que
unos tardan más en hallar lo que buscan,
y asimismo unos son más diligentes que otros
y son más agitados o probados…,
se requiere algunas veces acortar
y otras veces alargar
Lc 21,1-4
2. - Dentro de una comunidad, cada persona posee un ritmo particular, una generosidad especial que no
está en relación con las potencialidades de las personas. Hay quien podría dar mucho, tanto a nivel de respuesta
personal, como del grupo, como en la misión entre los más necesitados de su ambiente. Otros no poseen tantas
cualidades, su campo está muy limitado... Y, sin embargo, todos tienen una respuesta que dar a la llamada que
el Señor les hace.
No es cuestión de voluntarismos ni de hacer listas de decisiones heroicas para jalonar con ellas los
minutos del día. Se trata más bien de dejarse llevar por la fuerza de la llamada que Jesús va haciendo sentir cada
día con más nitidez y claridad. Sólo él es quien puede exigir; sólo él quien puede medir avances y retrocesos.
Si pudiéramos preguntar a la viuda del evangelio su opinión sobre la limosna dada, es muy posible que
ella no supiera contestar. Dio lo que le pareció «normal» que debía dar, ni más ni menos. No se sentiría una
heroína; tampoco se sentiría tacaña. Para el que se deja guiar por su corazón, el cálculo no tiene lugar; da todo
lo que tiene, sin pensar si es mucho o poco.
3. - Esta actitud de corazón pone paz en la conciencia y centra el esfuerzo personal más en atender la
llamada interna que en preparar un catálogo de conductas. Paz con uno mismo, paz con los demás que nos
rodean, a quienes no se les va a exigir otra cosa que su apertura a la llamada del Señor. Esta paz interior es el
clima que estimula la sensibilidad ante la necesidad cercana.
Cuando uno se obstina en tener que hacer cosas, alcanzar determinadas metas, es fácil caer en una
continua inquietud. Nunca se encuentra el final, nada es suficiente; todo parece poco para quien tiene que
acallar las voces exigentes de su yo-interior. Este desasosiego cansa, aburre, y al final se desiste de todo avance.
Nuestro yo, que exige tanto, no es capaz de satisfacerse y mucho menos de dar la fuerza para superar las
dificultades, ni la paz de espíritu.
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En medio de este torbellino, no hay momento para ver «lo que hay que dar o lo que hay que hacer», sino
para buscar otras cosas que sean más difíciles o más espectaculares.
4. - En la vida de un grupo hay ocasiones en que esta actitud es muy conveniente revitalizarla; cada
persona avanza a su ritmo: «unos son más lentos, otros más diligentes... unos más probados...» Por eso habrá
que tener paciencia, no simple tolerancia, sino una comprensión de la realidad. Cada cual es como es, y a cada
uno le llama el Señor con su libertad, sus cualidades y sus limitaciones. Por eso no es conveniente un exceso de
prisas ni de nerviosismos: el clima ha de ser de paz, para que en él sea el Señor quien ponga sus exigencias a
cada uno.
Orientación de vida
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Octava reunión:
Generosidad
ANOTACIÓN 5:ª EE 5
Mucho aprovecha entrar con gran ánimo y liberalidad
con su Criador y Señor,
ofreciéndole todo su querer y libertad
para que
su divina majestad se sirva conforme a su santísima voluntad.
Lc 9,57-62
1. - Disponibilidad total.
Ser disponible o estar disponible será la actitud característica del hombre de los Ejercicios; dice el P.
Arrupe: «entendida como prontitud, agilidad, libertad operativa para toda misión que nos sea dada». Aquí la
disponibilidad habrá que entenderla como disposición de apertura a todo lo que puede pedir el Señor a través de
sus llamadas. Es una actitud generosa que nace como consecuencia del convencimiento de ser llamado por
Jesús para ser como él y, por tanto, vivir como él: sin que preocupe nada... «el Hijo del hombre no tiene donde
reclinar la cabeza». Lo que impide y dificulta esa prontitud en la llamada es todo el conjunto de cosas que nos
atan y nos instalan. No serán grandes cosas, pero son «nuestras amarras»...; y tanto da que el águila esté sujeta
por cadenas o por hilos: mientras está amarrada, permanece prisionera y, por tanto, inmóvil.
Para salir de este encierro es preciso que coloquemos en uno de los platillos de la balanza el conjunto de
los frenos que pueden anular nuestra libertad y agilidad, y en el otro el peso de la llamada de Jesús. Es decir,
enfrentar el brillo, la suavidad y lo agradable de un camino descomprometido y cerrado sobre uno mismo, con
lo áspero y desabrido de una vida volcada hacia los demás y comprometida con el establecimiento del Reino de
Dios.
No cabe duda, es más confortable tener una madriguera, un nido ya hecho, donde se vuelve a compensar
el esfuerzo diario, que vivir a la intemperie de lo inesperado y estar a merced de la necesidad del otro. Es la
diferencia de «ser servido» o «servir». Jesús vino a dar ejemplo de servicio, de desprendimiento, de no tener
más preocupación que las preocupaciones de los demás; él fue «EL DISPONIBLE», el «hombre para los
demás». Su testimonio, sin embargo, fue más allá de lo que nos dicen nuestros sentidos: «Es más feliz quien da
que quien recibe». ¿Acaso nuestro sentido de la felicidad está embotado y ya somos incapaces de gustar algo
nuevo que no se compra y se vende en los grandes almacenes? ¡Cuando él lo dice...!
2. - Radicalidad en la entrega.
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Cuando oímos la palabra radicalidad, nos viene a la cabeza un sentido un tanto peyorativo de la palabra;
sencillamente, nos disgusta, porque no estamos habituados a tomar decisiones «radicales». Radical viene de
«raíz», y nos habla de algo que es o plantar o quitar el árbol, de no andar con medias tintas: o sí o no. Y aquí es
donde más hemos sufrido, como cristianos, una deformación de nuestra comprensión del seguimiento de Jesús.
Se nos ha dicho con demasiada insistencia que seguir a Jesús con radicalidad significaba dejarlo «todo»:
padres, hermanos, etc... y, por tanto, ¡zas! al convento... y cuanto más lejos de todo, eso mejor. ¿Y luego... qué?
Pues ya está... ¡se deja todo, y listo!; y resulta que hemos hecho fin lo que no era más que un medio; y con eso
hemos roto de una vez por todas la comprensión de lo que es el Reino de Dios. Porque así sólo son del Reino
los que tienen voto de castidad y pobreza...
Jesús dice a ese «otro»; ¡Sígueme!, es decir, ven conmigo para hacer el Reino de Dios en este mundo,
para establecer la fraternidad entre los que somos hijos de un mismo Padre. El buen «otro» le contesta:
¡Permíteme que vaya primero...! ¡No entendió nada de lo que le dijo Jesús! Si hubiera entendido que el Reino
hay que hacerlo desde el momento en que se escucha..., que ya no puede haber nada primero que él... Jesús no
le dice que haga unos votos ni que renuncie... porque eso es un medio para algunos...; para él: «tú vete a
anunciar POR AHI el reinado de Dios»... Que es tu vida, tu trabajo, tu familia, tus relaciones..., pero sin poner
nada por delante, porque no puede haber otra cosa, ya que, si la hubiera, ella sería la que caracterizara tu vida,
tu trabajo, tus relaciones; y eso sería tu dios... tu padre.
Radicalidad quiere decir que no hay ni habrá nada que condicione la vida de una persona de forma que la
caracterice o la dé significado, si no es el Reino de Dios.
Orientación de vida
1. - Ante la llamada o invitación de Jesús a seguirle, a comenzar un camino en pos de él, ¿qué siento con
más fuerza: su persona o mis barreras?
3. - ¿Comprendo bien lo que significa la radicalidad del seguimiento de Jesús? ¿Cómo podríamos ser
más radicales, como grupo?
¿Me asusta algo concreto cuando oigo hablar de radicalidad?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Novena reunión:
Concentración
ANOTACIÓN 11ª: EE 11
Al que toma ejercicios en la primera semana
aprovecha
que no sepa cosa alguna de lo que ha de hacer en la segunda;
sino que de tal modo trabaje en la primera,
para alcanzar lo que busca,
como si en la segunda ninguna cosa buena esperase hallar.
Mc 14,3-9
1. - Nos cuenta San Marcos en el texto que hemos leído que una mujer se acercó a Jesús con un «frasco
de perfume de nardo auténtico muy caro».
Podemos pensar todo lo incongruente de la situación: nada de lo que va a suceder parece que tiene algún
sentido salvable. Todo lo contrario. Es un puro disparate: Jesús está en casa de un hombre y comiendo; allí no
tenía que aparecer ninguna mujer para nada; las mujeres judías no comían en público mezcladas con los
hombres. Allí estaba de más esa mujer.
En segundo lugar, lleva un frasco de perfume, de los que se utilizaban para ungir a los reyes, para ungir a
Jesús que va a comenzar su Pasión y va a ser traicionado por los suyos. Este perfume era de nardo y muy caro.
Lo desproporcionado de la situación está reflejada por la reacción de los invitados: «comentaban indignados».
Por último, quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza; el gesto más común entre los judíos para manifestar
la hospitalidad era el lavar los pies al invitado; por eso dice San Juan que la unción fue en los pies. Sin
embargo, Marcos señala claramente que todo el perfume fue derramado sobre la cabeza de Jesús.
Toda la actuación de la mujer está llena de absurdo y sin sentido, y por eso produce en los demás esos
comentarios indignados. Podemos escuchar esos comentarios: el precio del perfume era elevadísimo: el sueldo
de todo el año de un jornalero. Nadie encontraba sentido a lo que había hecho: y esto, ¿para qué?; ¿no se podía
haber contentado con otro más barato? ¿No había otra forma de expresar lo mismo, pero con algo más acorde
con el sistema de vida de Jesús?
Aquí tenemos enfrentadas las dos posturas de la vida: la que da todo; la que da lo que tiene; el que no
calcula, no piensa en el mañana; el que se deja llevar por su corazón; el espontáneo... Y enfrente, el que madura
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las decisiones hasta marearlas y marearse, el que mide, pesa, valora, calcula el riesgo, el éxito, las
consecuencias.
Los primeros aparecen como los dilapidadores, manirrotos, sin sentido de la realidad, utópicos,
soñadores...; los segundos son los serios, los objetivos, los que tienen los pies en el suelo. Estos se enfadan y
riñen a los otros...
2. - Jesús toma posición: «Está muy bien lo que ha hecho conmigo». Es que en el mundo de Jesús los
valores no funcionan de igual manera que en la sociedad pagana. Si se mide la acción de la mujer en términos
de dinero, de cosas que se pueden hacer con ellas, de eficacia, estamos perdiendo el sentido verdadero de su
gesto. ¿Podemos, acaso, señalar en pesetas el valor de una noche pasada a la cabecera de la cama de un hijo, un
marido o un compañero moribundo? ¿ Quién se atrevería a valorar el precio de una sustitución en la guardia de
un hospital hecha el día de Nochebuena para que el compañero pueda pasar unas horas con su familia? Es que,
cuando entra por medio la calidad de las acciones, se rompen todos los esquemas de los ordenadores. A una
hora hecha con dedicación, cariño, amor, no se le pueden aplicar coeficientes correctores.
Cuando se trata de ser cristiano, de seguir a Jesús, no hay posibilidad de cálculo... Se quebró el frasco...
para que el perfume que iba dentro llegara todo él hasta el objeto del amor de quien lo ofrecía. La urgencia del
Reino de Dios es total y en cada momento...; no hay espera, no hay mañana...; es siempre aquí y ahora.
3. - En los Ejercicios, y en la vida de todas las comunidades, el momento presente es irrepetible; tiene
valor de cimiento o soporte de todo lo que va a venir, porque es un eslabón de un proceso; y por ser tal, no
pueden quedar «asignaturas pendientes». Pero también porque la vida cristiana no es una teoría y se vive
momento a momento. Aquí no hay ni compensaciones de unos momentos de más euforia o veracidad con los
de horas bajas o flojas.
Puede suceder que una Comunidad esté poniendo en común algo tan sublime como la vivencia de la
caridad o la preocupación por la marginación en su ambiente, y ese tema sea ocasión para romper la unión de
las personas o queden algunas de ellas silenciadas por la «abundante y actual documentación» de los menos.
¿Es que la situación presente de la Comunidad no es leída ni interpretada a la luz de las ideas en debate? ¿Falla
la sensibilidad del momento presente?
A veces creemos que nos preparamos tanto y tan bien para el futuro que se nos escapa el presente. Lo
más difícil de toda preparación es la sensibilidad ante lo que vivimos, lo que sucede delante de nuestros ojos; y
subrayo lo de sensibilidad, porque una reacción pronta y actual solamente puede proceder de una sensibilidad
afinada; si queremos someter los datos recibidos a un proceso lógico de maduración, crítica, evaluación, etc.,
reaccionaremos... y quizá bien, pero tarde, cuando se ha pasado la oportunidad.
Ignacio nos recomienda esta actitud de total entrega al momento presente: porque es la mejor preparación
para todo lo que vaya viniendo. Atención y concentración en lo que sucede aquí y ahora» como si nada más
fuera a suceder...; de hecho, nada más sucede, ya que ni el pasado ni el futuro existen.
Orientación de vida
1. -¿Me preocupa en exceso el futuro?: Qué va a ser de mi vida, mi profesión, mis amistades...
- ¿Siento preocupación por lo que será la vida de esta Comunidad?
- ¿Calculo o mido mis energías a la hora de vivir mi vida cristiana: con los más necesitados, con las
personas de la Comunidad, con los que trabajo... familia...?
- ¿Tengo mis «frases hechas» para justificar mi actitud? («no todos estamos hechos de madera de
héroes... lo importante es el día a día... hormiguitas, no cigarras...).
- ¿El futuro me distrae del presente?
2. - ¿Creo que soy persona sensible, impulsiva, o más bien racionalizadora y lenta?
- ¿Reacciono bien... pero tarde? ¿Se me pasan momentos y ocasiones importantes?
- ¿Me arrepiento muchas veces de no haber actuado con mayor prontitud?
3. - ¿En la Comunidad he visto algún momento en el que no hemos sabido actuar a tiempo?
- ¿Nos puede la fuerza de los temas? ¿ Somos sensibles a las necesidades de todos?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
Décima reunión:
Espíritu de superación
ANOTACIÓN 13ª: EE 13
Es de advertir que,
como en el tiempo de consolación es fácil y suave estar en la
contemplación la hora entera,
así en el tiempo de la desolación es muy difícil cumplirla.
Por tanto la persona que se ejercita,
para hacer contra la desolación y vencer las tentaciones,
debe siempre estar algún tiempo más de la hora cumplida;
porque no sólo se acostumbre a resistir al adversario
sino incluso a derrocarle.
Mt 5,38-48
1. - «Acostumbrarse a resistir al adversario... más aún a derrotarlo». Esta expresión nos mete de lleno en
un estilo de vida o forma de hacer las cosas muy particular; es una declaración de guerra a todo lo que es
contemporizar, dilatar las cosas, dar largas, ceder ante las primeras dificultades... Ignacio se hace el siguiente
raciocinio: Si el ejercitante que comienza los Ejercicios ante las dificultades que le pueden surgir al tener que
dedicar su tiempo a la oración, se retrae, acorta el tiempo o suprime esos momentos, ¿qué pasará cuando tenga
que elegir?; y ¿cómo va a ser capaz de comprometer su vida en la dirección elegida?
En Ejercicios en retiro, no hay otra cosa que hacer: o se hace oración o se tiene uno que quebrar la cabeza
para encontrar qué hacer en ese tiempo. Pero cuando los Ejercicios se hacen en la vida corriente, o cuando una
persona en su vida corriente se encuentra ante situaciones en las que debe optar por una decisión conforme a su
vida cristiana o por otra más de acuerdo a «lo normal», «lo de todos...», la situación se presenta especialmente
delicada. Todo lo que rodea este tipo de decisiones es adverso: no hay tiempo para hacer oración, ni tampoco
un espacio adecuado; las ocupaciones nos asaltan; los comentarios de los amigos, los hijos, la mujer o el
marido, los hermanos, etc., llevan una dirección diferente, y a veces contraria; ¿cómo es posible, entonces, tener
paz para pensar?; ¿cómo se puede llegar a «derrotar» al adversario?
2. - En primer lugar, hay que intentar reconocer al «adversario». Acostumbrarse al sonido de fondo del
adversario no es fácil, pero aquí tenemos un primer «tono»: Es el disgusto, el rechazo, la falta de atracción que
surge en nuestro interior ante lo que tenemos que hacer. A veces, en el grupo, caemos en la cuenta de lo que
está pasando, intuimos cuál habría de ser nuestra actuación con el otro o los otros y sentimos un peso, una
inercia: «no te metas en líos...», «hay otros que también saben hacer eso...» Lo mismo sucede en la actividad
apostólica o dentro de la parroquia, o del trabajo o Facultad... ¿por qué no nos decidimos a acercarnos a quien
nos necesita, o al que podríamos aliviar en su trabajo, actividad, marginación, etc.?
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Lo primero que se nos presenta es un fantasma cargado de todo lo negativo, lo duro, lo inútil y hasta
contraproducente que es o puede ser nuestra acción; ante ello nos surge el miedo, la incapacidad, el deseo de
abandonar o huir..., otras veces, todo se reduce a una paralización con disgusto de ser como somos. Y lo peor
está en ceder; cada vez que consentimos en dejarnos llevar por esta atonía, lo ponemos peor... y no encontramos
la salida. Mal por las dos partes.
3. - La única solución está en enfrentarse decididamente con estos fantasmas que nos auguran un futuro
tan penoso y oscuro. Y como dice el refrán: «Si no quieres taza, ¡taza y media! ». Jesús en el evangelio nos
señala el camino: «a quien te fuerza a caminar una milla, acompáñalo dos...». Si ésta fuera la norma de
proceder, pronto se nos acabarían los fantasmas, pues nuestra sensibilidad también aprende; y en cuanto se dé
cuenta de que no tiene nada que hacer con quejarse, porque la solución va más allá de lo previsto, dejará de
levantar este tipo de sentimientos difusos e irracionales.
Más aún, la experiencia nos dice que, cuando actuamos decididamente y con seguridad en la línea de lo
proyectado, sin declinar a un lado o al otro, por mucho ruido que nuestra sensibilidad quiera orquestar, al final
nos sentimos contentos y recompensados. No sólo hemos hecho algo que vale la pena, sino que nuestra estima
propia sube de quilates: ¡Somos capaces de dirigir nuestra vida!
Orientación de vida
1.- ¿Soy de los que, para hacer las cosas (orar, ayudar a otro, colaborar...), siempre espera a que le
«apetezca»?
2. - ¿Detecto con sensibilidad los sentimientos negativos que surgen en mi interior cuando propongo
hacer algo bueno?
3. - ¿He utilizado recientemente la norma que indica San Ignacio en esta «anotación 13.a»?
- ¿Eran muchos los sentimientos negativos que frenaban mi acción?
- ¿Me costó mucho enfrentarme a ello?
- ¿Cómo me encontré después de actuar «hasta derrotarle»?
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CVX - Reuniones de iniciación
Ceferino García sj
1. - OBJETIVOS PERSONALES:
- ¿Considero que lo que estoy buscando en mi vida lo conseguiré con este grupo?
- ¿Siento que ha crecido en mí la capacidad de abrirme a los demás?
- ¿Valoro lo que constituye mi historia, la experiencia de mi vida?
- ¿Respeto a los demás como son, con su historia y sus vidas?
- ¿Sé ceder ante los demás en las iniciativas del grupo?
- ¿Mis comunicaciones van siendo más «vivenciales», menos «teóricas»?
2. - FORMACION CRISTIANA:
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