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La esperanza cristiana | 1

Ashcraft
BIBLIOTECA DE
LA ESPERANZA CRISTIANA DOCTRINA CRISTIANA

El volumen quince de la serie de Biblioteca de Doctrina Cristiana es un


15
libro de victoria. Presenta un estudio de los eventos que ocurrirán al final de
los tiempos. Considera los temas de la muerte, la resurrección, la vida en el
mas allá, la venida de Cristo, el juicio, el reino de Dios, el cielo y el
infierno.
El autor presenta estos temas bajo la mira de la esperanza cristiana. Esta
La

La esperanza cristiana
esperanza no es una actitud que se enfoca solamente en el futuro. La
esperanza cristiana mira al pasado, a la fidelidad de Dios a través de la
historia. Mira al presente y otorga una razón para enfrenar los afanes
cotidianos. Y mira al futuro, a la completa realización del plan de Dios para
su creación, a la victoria final sobre el pecado y la muerte, y a una vida
eterna dichosa y plena en la presencia de Dios para todos sus hijos.
esperanza
Biblioteca de Doctrina Cristiana
¿Qué es la doctrina cristiana? John P. Newport
¿Quién es Jesucristo? William P. Hendricks
cristiana
La revelación e inspiración de las Escrituras, John M. Lewis
La naturaleza de Dios, Fisher Humphreys
Dios y la creación, Peter J. Flamming
El hombre como creación de Dios, Vernon O. Elmore MORRIS ASHCRAFT
El hombre como pecador, John H. McClanahan
La salvación: obra de Dios, Bert Dominy
La experiencia cristiana de la salvación, William E. Hull
¿Quién es el Espíritu Santo? Wayne Ward
La vida en el Espíritu, Earl C. Davis
La naturaleza de la iglesia, Bill J. Leonard
La vida de la iglesia, Lavonn D. Brown
La misión de la iglesia, Jesse C. Fletcher
La esperanza cristiana, Morris Ashcraft
La razón de ser cristiano, Yandall Woodfin
09125

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES


09125

Biblioteca
de
Doctrina Cristiana

La esperanza cristiana

Morris Ashcraft

Traducción de:
Josie de Smith

CASA BAUTISTA DE PUBLICACIONES


La esperanza cristiana | 2

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© Copyright 1989. Casa Bautista de Publicaciones. Publicado originalmente en


inglés por Broadman Press, Nashville, Tennessee, bajo el título The Christian Hope,
Copyright 1988, por Morris Ashcraft. Traducido y publicado con permiso. Todos los
derechos reservados. Prohibida su reproducción parcial o total.
Primera edición: 1989
Clasificación decimal Dewey: 236
Temas: 1. Escatología
2. Esperanza, aspectos religiosos
3. Teología
I.S.B.N.: 0-311-09125-3
C.B.P.: Art. No. 09125
4 M 12 89
Printed in U.S.A.

Índice
Prefacio ……………………………………………... 5
1. La esperanza, ¿qué es? ……………………....... 9
2. Esperanza, ¿por qué? ............................................. 25
3. La esperanza y la muerte .........................……… 37
4. La esperanza y la resurrección ………………..... 53
5. La esperanza y el regreso de Cristo ..…………. 67
6. La esperanza y el juicio ………………………… 79
7. La esperanza y el reino de Dios ………………….. 91
8. Esperanza y desesperanza .………………………... 115
9. La esperanza y la vida eterna ………………….. 129
Índice de referencias bíblicas ………..……………….. 139
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Prefacio
La Biblioteca de Doctrina Cristiana trata las doctrinas principales de la fe cristiana. Cada libro es una
auténtica monografía sobre una doctrina en particular. Se presentan escritos en un estil sencillo, pero sin
menoscabo de la erudición, de la profundidad de contenido ni de la calidad literaria. Porque como nos
demostró
Cristo Jesús, la sencillez y la profundidad son perfectamente compatibles.
La necesidad de una serie así es evidente. El profesor, el estudiante y el pastor la precisan para
profundizar seriamente en el contenido doctrinal histórico de la fe cristiana y estar en condiciones de saber
discernir la verdad bíblica. Los creyentes también necesitamos tener conocimiento claro de la fe que
profesamos. De otra manera estamos al vaivén de "todo viento de doctrina" y en el riesgo de perder nuestra
identidad cristiana evangélica. Cuando vemos que la fe de algunos se desvía, se desmorona o queda ahogada
por los intereses del mundo es porque no prestaron la debida atención a la doctrina. Olvidarnos de la doctrina
es tan trágico como olvidarnos de los cimientos de la casa donde queremos vivir con nuestra familia. El
resultado será incertidumbre y ruina. La fe que salva es una fe que tiene la virtud de perseverar. Pero para que
pueda permanecer tiene que estar bien establecida en nuestra mente, voluntad y sentimientos.
Los distintos tomos de esta Biblioteca se escriben con el propósito de ayudar al lector a evaluar, formar
y profundizar sus creencias basadas en la Biblia y en las claras y básicas declaraciones de la posición cristiana
histórica. Los diferentes volúmenes tienen un promedio de 160 páginas y cada uno de ellos trata una parte
principal de la doctrina cristiana. El juego completo proporcionará al lector una visión amplia de las doctrinas
básicas de la iglesia cristiana.
No siempre somos conscientes de que de alguna manera todos somos teólogos. Algunos creyentes
llegan inclusive a pensar que ellos no saben nada de teología. Sin embargo, todos tenemos, aunque sean
simples y elementales, conceptos y criterios doctrinales [p. 6] les. Esta serie está pensada para ayudar al
estudioso a profundizar en la doctrina y al creyente a entender la fe y a estar "siempre preparado para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande razón de la esperanza que
hay en nosotros" (1 Pedro 3:15).
Cada uno de los escritores es una personalidad reconocida en el campo de la teología, los estudios
bíblicos y la predicación. Cada libro es personalizado por su autor, quien muestra la vitalidad de la doctrina
cristiana y su hondo significado para la vida diaria. El enfoque es estimulante por la forma y el contenido, lo
que garantiza el interés permanente del lector, bien sea pastor o laico. A veces la fe personal del escritor
queda expresada en las ilustraciones de su propio peregrinaje. Son hombres de Dios a quienes debemos
agradecer el esfuerzo de haber hecho sencillo y ameno lo que es en sí mismo difícil para el estudioso.
La Casa Bautista de Publicaciones tiene una vez más el honor de ser el canal por el que llegan al pueblo
evangélico de habla hispana obras serias sobre temas trascendentes. Libros que el profesor, el estudiante y el
pastor valorarán en mucho y, a la vez, son trabajos que el creyente sencillo y espiritualmente inquieto podrá
entender y disfrutar.
Los editores
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Reconocimientos
Mientras preparaba este tomo, enseñé un curso sobre Escatología Cristiana a la clase de Asociados en
Divinidad del Seminario del Sureste. Los estudiantes leyeron los bosquejos, dos capítulos, y aportaron críticas
que fueron de mucha ayuda para este estudio. Les agradezco sus reacciones.
Me siento endeudado de una manera especial con Cecilia Hensley, por haber pasado a máquina el
manuscrito, y a mi asistente de investigación, Penny Godfrey, por las horas invertidas en conseguir libros de la
biblioteca y por haber corregido el manuscrito final.
Morris Ashcraft
Wake Forest, NC

1
La esperanza, ¿qué es?
El ser humano normal vive cada momento de su vida en tres tiempos: pasado, presente y futuro. Cada
dimensión aporta una riqueza sin la cual la vida no sería humana. Conocemos el pasado por la memoria y la
historia. Conocemos el presente al observar, escuchar y reflexionar. Participamos del futuro por medio de un
sentido de anticipación, ya sea con temor o con esperanza.
Si tenemos una carencia en cualquiera de estas áreas nos alarmamos. Buscamos ayuda. Si no podemos
recordar el pasado, o somos indiferentes a él, algo anda mal. Si no podemos o no queremos percibir el
presente perdemos el contacto con la realidad, cosa seria si dura mucho tiempo. Si no tenemos esperanza, si
no podemos mirar al futuro contando con algún propósito o meta, la desesperanza y la vaciedad ensombrecen
nuestra vida y la de los que nos rodean.
El tema de este libro es la esperanza. Queremos proyectarnos hacia el futuro con un sentido de
anticipación, propósito, designio y destino. Esta esperanza se nutre del pasado para tener dirección, se basa
de muchas maneras en el presente y convierte el mañana en una gozosa aventura.
Hablamos de esperanza cristiana. La expresión adquiere su significado de Cristo Jesús, su vida, muerte,
resurrección y promesas. Debido a quién era y qué hizo, la esperanza cristiana alumbra todas las mañanas y
nos llama a un encuentro final con todos los creyentes y con Dios con quienes esperamos vivir eternamente.

La esperanza como escatología cristiana


La muerte es la peor amenaza del futuro. Cientos de años antes de Cristo, Job expresó la inquietud que
subsiste a través de las edades: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Job no recibió una
respuesta clara. [p. 10]
Pero cuando Jesucristo fue levantado de entre los muertos, nos dio la respuesta. Pablo lo dijo así: “Mas
ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la
muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Porque así como en
Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados” (1 Co. 15:20-22). La esperanza cristiana incluye
la perspectiva de la resurrección y mucho más.
El cristiano entiende la existencia humana como una línea continua que comienza en el momento de la
creación y termina en la consumación de los tiempos. Por lo general, ese “final” se estudia bajo el título
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“escatología”. La palabra se deriva de dos vocablos griegos, eschata que significa “últimas cosas'', y logia que
quiere decir “el estudio de” o “la ciencia de”.
La escatología cristiana procura entender los grandes temas relacionados con “el fin”. Son,
generalmente, la muerte, la resurrección, la vida después de la muerte, la venida de Cristo, el reino de Dios, el
juicio, el cielo y el infierno.
En este tomo, he optado por tratar estos temas escatológicos bajo el encabezamiento “la esperanza
cristiana”. Lo hago por varias razones. Esperanza es una palabra bíblica, escatología no lo es. La esperanza
tiene una relación vital con otros temas cristianos, como la fe y el amor; la escatología puede ser especulativa
hasta el punto de perder su naturaleza personal. La esperanza enlaza el pasado, presente y futuro; la
escatología tiende a enfocar sólo el futuro. La esperanza tiene una conexión viva con la vida vivida en relación
con “el fin”; la escatología en ocasiones se expresa en términos de “otro mundo”, como un escape de esta
vida.
En este estudio uso la palabra esperanza para incluir todos los temas que legítimamente corresponden
a una escatología, pero trataré de mantener una relación personal y vital con las doctrinas tal cual aparecieron
en las primeras comunidades cristianas y que se mantuvieron en ellas y en nosotros aun hasta hoy.

Una definición preliminar de esperanza


Esperanza es una fe que mira hacia el futuro. La esperanza cristiana es la expectativa de que el Dios
que actuó en el pasado en la historia, y que actúa hoy en nuestras vidas, cumplirá sus promesas en el mañana.
Es la convicción de que Dios llevará a una conclusión gozosa aquello que empezó para y en nosotros.
La esperanza cristiana siempre se orienta hacia el futuro, pero su carácter básico incluye el pasado y el
presente.
La esperanza cristiana siempre tiene a Cristo Jesús como [p. 11] fundamento. La esperanza cristiana
surge de la vida, enseñanzas, muerte y resurrección de Jesús. Los sermones de Pedro en Pentecostés (Hch. 2-
4) muestran que la esperanza cristiana tiene su origen en dichos acontecimientos, con un énfasis especial en la
resurrección. El arrepentimiento lleva al perdón de pecados en nombre de Cristo ahora y “no hay otro nombre
bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos” (Hch. 4: 12).
Cristo Jesús es nuestra esperanza. Pablo relacionó todas las creencias cristianas con Jesucristo al punto
de poder escribir que Cristo Jesús es “nuestra esperanza” (1 Tim. 1:1).
Los primeros cristianos vivían con la gran expectativa de que Dios vendría pronto a ellos. Hacía muy
poco tiempo que lo habían conocido por medio de Cristo. Vivían sus vidas con un sentido de anticipación en
relación con el regreso de Cristo. Dos de las confesiones más antiguas decían: “Maranata” y “Jesús es Señor”.
La palabra aramea Maranata puede haber significado: “Nuestro Señor ha venido” o, como dice la
conclusión de la primera carta de Pablo a los Corintios: “El Señor viene” (16:22). Los discípulos usaban una
expresión similar: “El Señor está cerca” (Fil. 4:5).
El Nuevo Testamento concluye con la expresión de esta esperanza: “Sí, ven, Señor Jesús” (Ap. 22:20).

Tensiones y peligros
Al estudiar la esperanza cristiana debemos reconocer algunos peligros y tensiones.
Tensión entre la esperanza individual y la colectiva
La esperanza cristiana incluye muchos temas que son marcadamente individuales, tal como la muerte.
Otros temas son colectivos o corporativos, por ejemplo: el reino de Dios. Otros son el uno o el otro o ambos,
como la resurrección y el juicio. Es fácil caer en el error si se olvidan o usan mal estas distinciones.
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Tensión entre este mundo y el venidero


Se han dado muchos casos de cristianos que escapan de la tensión entre el presente y el futuro
sustrayéndose de este mundo y concentrándose sólo en el venidero. Este peligro, aunque a primera vista
pudiera parecer cristiano, es, en realidad, irresponsable. La esperanza de la vida venidera no es el resultado de
evadir el presente; al contrario, la esperanza cristiana fortalece a la persona para vivir la vida terrenal. [p. 12]
El peligro de exagerar el énfasis en un tema en particular
La historia cristiana contiene muchos ejemplos trágicos de creyentes que, al obsesionarse con un
aspecto de la esperanza cristiana, olvidaron todos los otros. Las creencias sobre el milenio nos ofrecen uno de
los más evidentes. En mi niñez escuché a predicadores tan obsesionados con la esperanza de “la segunda
venida” que omitían los otros temas de esperanza.
El peligro de dar primera importancia a temas secundarios
Los grandes temas de esperanza cristiana son la resurrección de los muertos, el reino de Dios, la venida
de Cristo, el juicio y la vida eterna. Los puntos de vista del milenio han de ser encarados apropiadamente en
relación con la venida de Cristo o el reino de Dios.
El peligro del todo o nada
Bajo distintas presiones y en distintas épocas, han aparecido creyentes que han tenido la tendencia a
enfatizar uno o más temas de esperanza a exclusión de los restantes. Otros, con frecuencia, insisten en que
hemos de aceptar cierta creencia escatológica o rechazar todas. No debemos poner a otros en esta disyuntiva
ni permitir que otros nos obliguen a tomar una posición así. Hay quienes opinan que el evento más importante
al final de la historia será el establecimiento de un reino en la tierra. Otros piensan que no ocurrirá esto o, si
sucede, es secundario a un tema más importante. Hay creyentes que se escandalizan cuando alguien presenta
la posibilidad de un estado intermedio entre la muerte individual y el juicio final. Quieren inmediatamente ir a
disfrutar los gozos del cielo. Lo que hemos de reconocer es que si estamos con Cristo estaremos bien, ya sea
en un estado intermedio o uno final en la tierra, o donde sea.
Iremos viendo una definición más amplia de esperanza al estudiar los temas bíblicos relacionados con
nuestro futuro con Dios.

Una virtud cristiana cardinal


La filosofía griega, en lo que a ética humana se refiere, tendía a enfatizar cuatro virtudes cardinales:
sabiduría, valentía, temperancia y justicia. Pablo destacaba tres virtudes cardinales para el cristiano: fe,
esperanza y amor. Concluyó su gran himno del amor diciendo: “Y ahora permanecen la fe, la esperanza y el
amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Co. 13:13). Sin lugar a [p. 13] dudas, el mayor de estos
es el amor. Pero el primero de estos es la fe. Y entre ambos, uniéndolos, está la esperanza. El amor nunca está
solo. La fe y la esperanza son las compañeras constantes del amor cristiano.
La fe se ancla en el pasado. La fe, aunque muy presente en la vida hoy, mira hacia atrás, a los grandes
eventos revelados, de los cuales Cristo Jesús es el principal. El amor es del tipo “divino”, que no es motivado
por algún valor, alguna respuesta o reacción esperada. El amor de Cristo, que se convierte en parte de nuestro
ser, fue tal que murió por nosotros (2 Co. 5:14). Este amor como el de Cristo, se extiende más allá de las
barreras humanas y hace posible que uno ame a sus enemigos. Pablo lo definió al decir: “Porque Cristo,
cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos... Mas Dios muestra su amor para con nosotros,
en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Ro. 5:6, 8). La esperanza es esa gracia cristiana que
toma a la fe y al amor y se proyecta hacia el mañana y todos los mañanas.
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La esperanza es tan importante en la doctrina cristiana que puede ser considerada en un sentido
amplio como se considera a la fe. Pedro escribió: “...estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pd.
3:15). En este caso, la esperanza representa toda la perspectiva cristiana, como tantas veces lo hace la fe.
Sin embargo, fe y esperanza no son lo mismo. En diversos pasajes, de los cuales 1 Corintios 13 es el
más conocido, Pablo hizo distinciones claras entre fe, esperanza y amor. Ignorarlas es distorsionar las
Escrituras. John Knox enfatizó la diferencia de esta manera: “Amor es el amor de Dios por nosotros en Cristo,
fe es nuestra aceptación de este amor; y esperanza es apropiarnos, confiar en un cumplimiento futuro.”1
La esperanza cristiana no es optativa. El cristiano no puede ser indiferente a la idea de la resurrección y
la vida después de la muerte. La fe bíblica ve la historia linealmente. Al igual que los hebreos, los cristianos
creemos que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). Esta creencia produce la convicción de
que toda la historia se desplaza hacia una meta final porque Dios creó todo con un propósito. La esperanza se
refiere a la expectativa humana de que Dios llevará a la historia a esa conclusión significante.
La idea de la creación es una creencia teológica. En Hebreos 11:3 leemos: “Por fe entendemos haber
sido constituido el universo por la palabra de Dios.” Confesamos mucho de nuestra fe cuando [p. 14] decimos:
“En el principio creó Dios...” Reconocemos que creemos que Dios es el Creador de todo, incluyéndonos a
nosotros. Todo depende de Dios.
Si Dios era en el principio, entonces también debemos ver a Dios en el final. John A. T. Robinson
escribió “Un estudio de la doctrina cristiana de las últimas cosas” bajo el título In the End, God.2 (En el final,
Dios)

Lo que no es la esperanza
La esperanza cristiana no es la ilusión de una supervivencia fantasmal.
La idea de la supervivencia después de la muerte no es de origen cristiano, ni siquiera religioso. Parece
haber sido la creencia de la mayoría de los pueblos de la antigüedad. Las costumbres mortuorias descubiertas
por la arqueología, muestran que la mayoría de los pueblos creían en algún tipo de vida después de la muerte.
Los faraones egipcios hacían amplia provisión para su existencia más allá de la tumba incluyendo barcos,
comida, ropa y cuadrillas de esclavos para remar el barco en el cual cruzarían el mar para llegar a la tierra más
allá de la muerte. Se han encontrado restos de niños en sus tumbas de arcilla con vestigios de platos de
comida, juguetes y otros objetos de interés infantil. Tanto los escritos bíblicos como los que no lo son ofrecen
pruebas de que, casi universalmente, se creía en algún tipo de supervivencia fantasmal más allá de la tumba.
En un libro excepcional, titulado And the Life Everlasting (Y la vida eterna), John Baillie ha
documentado la creencia en una supervivencia fantasmal entre pueblos salvajes, israelitas antiguos, filósofos
griegos y pensadores de India y Persia. Su conclusión es que estas creencias no sólo son casi universales sino
que generalmente no se relacionan con la religión. Más bien, eran puntos de vista “científicos”, es decir, el
resultado de la experiencia y la observación.
Mientras que la creencia casi universal de una supervivencia fantasmal puede, en general, hacer más
creíble nuestra creencia cristiana específica de la vida más allá de la muerte, las ideas varían radicalmente y no
han de confundirse la una con las otras. El concepto cristiano de una vida eterna tiene relación con la creencia
en Dios y particularmente con la resurrección de Jesús.

1
John Knox, Christ and the Hope of Glory (Cristo y la esperanza de gloria) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1960), pág.
25.
2
John A. T. Robinson, In the End, God (En el final, Dios) (London: James Clark & Co., LTD, 1950).
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La esperanza cristiana no es el nirvana


Hay quienes afirman que el nirvana es paralelo a la creencia cristiana de una vida después de la
muerte. En el concepto budista, [p. 15] nirvana es la extinción de la existencia individual junto con la extinción
de todo deseo o pasión. Lograr el nirvana es lograr la liberación de una transmigración incesante del alma a
nuevas existencias de inaguantable repetición y aburrimiento. Mientras podemos considerar el nirvana como
una liberación de la vida hacia una especie de descanso más allá de todo deseo, ciertamente no es paralelo al
cielo cristiano. En el pensamiento cristiano, esta vida es un regalo de Dios para ser vivida, no para librarse de
ella. El cielo tiene continuidad con la tierra; el cielo es la consumación de la buena creación de Dios que ya
conocemos sobre la tierra.
La esperanza cristiana no es “optimismo” ni “progresión”
A principios del siglo XIX surgió con Schleiermarcher una teología liberal que pregonaba un concepto
optimista que influyó sobre el primer tercio del siglo XX. El “optimismo” se basaba en la bondad de la
humanidad. Sus pensadores creían que la perfección en la vida humana se podía lograr por el esfuerzo
humano. El hecho es que la idea de “progresión” era una especie de paralelo histórico a la idea de la evolución
biológica. Creían que la humanidad subía por una escalera ascendente, o sea, que evolucionaba. Con el correr
del tiempo, esta constante mejora resultaría en una especie de utopía. Las guerras y atrocidades trágicas del
siglo XX dieron por tierra con creencias como ésta, basadas en la bondad humana. Los teólogos regresaron a
un concepto serio del pecado humano. Esto no significa que se haya descartado la esperanza. Pero sí significa
que la esperanza cristiana se basa en la obra de Dios por nosotros y dentro nuestro, no en nuestra humanidad.
La esperanza cristiana difiere radicalmente de estas ideas.
La esperanza cristiana no es “de otro mundo”
Con regularidad aparecen extremistas de la fe cristiana que consideran tan malo a este mundo que
tratan de vivir separados de él. Viven “en” el futuro. A veces abandonan su trabajo, hogares e instituciones y
tratan de vivir “en otro mundo”. Por lo general desprecian a este mundo con su cultura. Lo consideran
completamente malvado. Durante una asamblea nacional de un grupo religioso con estas inclinaciones, sus
líderes jóvenes presentaron proyectos de mejoras sociales. Los líderes ancianos los censuraron, acusándolos
de “tratar de hacer que este mundo sea un lugar mejor desde el cual irse al infierno”.
Retraerse de este mundo es un error que surge de no poder distinguir entre el mundo que es creación
de Dios y el mundo que la cultura humana ha impuesto a la creación de Dios. La esperanza [p. 16] cristiana por
cierto mira al mundo futuro, pero aquel mundo está vitalmente relacionado con éste.
La esperanza cristiana no es futurología
La tecnología moderna con sus computadoras que almacenan, seleccionan y relacionan vastos sectores
de información ha producido una casta de personas que predicen las tendencias del futuro. Agregando algo de
especulación a las tendencias que observan, los futurólogos diagraman las cosas que muy posiblemente
sucederán. Aunque sus proyecciones pueden ser de gran ayuda para las inversiones en el mundo de los
negocios, no tienen relación alguna con este estudio. La esperanza cristiana no tiene interés en predecir el
futuro. Y no se ocupa de proyectar tendencias terrenales. Más bien, la escatología cristiana se ocupa de los
temas relacionados con las acciones de Dios en el pasado y en el presente, y en las promesas para el futuro
que a él le pertenece.
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La esperanza cristiana no es ilusión vana


Con frecuencia se han ridiculizado las creencias cristianas diciendo que son deseos ilusos, o la
proyección hacia el futuro, o hacia el final, de lo que parcialmente sabemos ahora. La expresión clásica de este
escepticismo fue formulada por Ludwig Feuerbach en un libro titulado The Essence of Christianity (La esencia
del cristianismo). Explica largamente y con tediosas ilustraciones que las creencias cristianas son meramente
deseos. El cielo vendría a ser, por supuesto, el deseo primario de tener un hogar.
Si uno acepta las presuposiciones de Feuerbach, entonces, es claro, no hay manera de refutar sus
conclusiones. Si, por otro lado, uno empieza tomando los eventos bíblicos registrados en las Escrituras y
permite que ellos den testimonio, la creencia en una vida eterna es fácil de aceptar.
La esperanza cristiana no es lo mismo que la inmortalidad del alma
Evitaremos errores posteriores si distinguimos ahora entre lo que es el ser humano según el concepto
bíblico y lo que propone la filosofía griega clásica. Según el pensamiento bíblico, los seres humanos son
siempre criaturas de Dios y se los entiende en términos de criaturas. Son pecadores con capacidad de
salvación, pero dependientes de Dios para alcanzar esa salvación. Según el concepto griego clásico, los
hombres y las mujeres son singulares porque tienen almas eternas que residen temporariamente en ellos.
Este concepto es dualista: un cuerpo material que es perecedero y [p. 17] un alma que automáticamente, de
por sí, vive para siempre (inmortalidad). En esta creencia clásica de la antigua Grecia, el alma es divina, no
puede morir. Por lo tanto, se restaba importancia al cuerpo y a esta vida, y se daba máxima importancia al
alma divina. En el gnosticismo, el cuerpo era visto como algo malo en sí. La muerte era considerada una
bendición ya que liberaba al alma para regresar a su morada original en una dimensión eterna.
No han faltado teólogos cristianos que han incorporado a la teología cristiana conceptos griegos sobre
la inmortalidad. Tertuliano adaptó la idea estoica de que el alma es una sustancia separada del cuerpo.
Orígenes siguió a Platón en la noción de que el alma era preexistente, venía a residir en un cuerpo humano,
sobrevivía a la muerte del cuerpo y luego podía regresar para vivir en otro cuerpo. Agustín siguió la doctrina
de Platón que dice que el alma es inmortal por naturaleza. Tomás de Aquino acomodó la teología cristiana a la
filosofía de Aristóteles defendiendo el concepto de la inmortalidad natural del alma. En el lenguaje (términos
griegos) del Nuevo Testamento, algunos pasajes parecieran enseñar esta dicotomía básica entre el cuerpo y el
alma; por eso, cabe una advertencia en este momento.
En la fe bíblica, el ser humano es una unidad (psicomático) y puede ser denominado de las dos
maneras: un alma viva o un cuerpo. La fe bíblica no da lugar a la idea de que el cuerpo como tal es
pecaminoso. La fe bíblica nos ve enteramente como criaturas de Dios, y la creación de Dios es buena.3
En la teología protestante más reciente, se nota una fuerte tendencia a descartar la idea de la
inmortalidad del alma por varias razones: (1) La Biblia enseña que nosotros, en nuestra totalidad, somos
criaturas de Dios. (2) Las ideas de la resurrección de los muertos y la nueva creación son las formas bíblicas de
referirse a la vida eterna. (3) En la Biblia, sólo Dios es inmortal. (4) La muerte es seria en el pensamiento
cristiano, pero trivial en el pensamiento platónico. (5) El pensamiento griego tiene una baja estima del cuerpo
humano, al que la fe bíblica trata como una buena creación de Dios. (6) El pensamiento griego considera la
inmortalidad del alma como una herencia natural de la vida humana y, en consecuencia, alienta el orgullo; la
fe bíblica considera la vida humana como totalmente dependiente de Dios. (7) La creencia cristiana en la

3
Para un estudio detallado del concepto griego del alma, ver Dale Moody, The Word of Truth (La palabra de verdad) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981), págs. 170-181.
La esperanza cristiana | 10

resurrección de los muertos y la vida eterna con Dios como un don o nueva creación parece estar más en
acorde con toda la teología cristiana.4
Cuando hablamos de la resurrección de los muertos y de la vida eterna como una nueva creación, en
lugar de un derecho natural, [p. 18] no sugerimos rebajar la esperanza de vida eterna. Pero sí sugerimos que la
creencia en la resurrección como se enseña en las Escrituras es superior en todo sentido a la idea pagana de la
“inmortalidad natural”.5
La noción de que el alma humana es divina hubiera sido considerada como una blasfemia en el
pensamiento bíblico. Sin embargo, la idea de la inmortalidad del alma es un testimonio indirecto de la
creencia universal, o casi universal, de que hay vida después de la muerte.

Puntos de vista desde los cuales estudiar la escatología


En el siglo pasado surgieron varios puntos de vista desde los cuales se puede estudiar la escatología.
Un breve resumen de cada uno puede ser de ayuda para el resto de este estudio. Cada punto de vista
pretende basarse en una interpretación bíblica válida.6
Escatología consecuente
A principios de este siglo Alberto Schweitzer, conocido más adelante por su obra médico misionera en
África, publicó un libro decisivo titulado The Quest of the Historical Jesus (En busca del Jesús histórico).
Schweitzer propuso que la mayoría de las biografías de Jesús eran versiones sentimentales que proyectaban
los deseos de sus autores. Enseñó que el verdadero Jesús fue un maestro apocalíptico que se veía a sí mismo
como el Hijo del Hombre que vendría en las nubes del cielo y llevaría al mundo a su final escatológico con su
reino mesiánico.
Schweitzer creía que Jesús había ido a Jerusalén esperando que sucediera este gran evento. En cambio,
fue crucificado. Así, para Schweitzer, Jesús fue un héroe ilusorio. Su concepto se llama Escatología
Consecuente porque Schweitzer mantuvo que la única manera en que podemos comprender en algo a Jesús
es por medio de la aplicación consecuente de este concepto escatológico en nuestra interpretación.
Si Jesús se equivocó tanto así, es difícil explicar cómo la fe cristiana brotó y se expandió de la manera
que lo hizo.
Escatología cumplida
Este concepto por lo general se identifica con el pensador C. H. Dodd y su libro titulado The Parables of the
Kingdom (Las parábolas del reino). Dodd creía que el reino de Dios se había convertido en una realidad en esta
tierra por medio del ministerio terrenal de Jesús. En otras palabras, la escatología enfoca el reino presente y
no considera de importancia el futuro. [p. 19]
Las parábolas de Jesús enseñan acerca del reino. Tienen que ver con la vida humana aquí y ahora. La
esperanza escatológica del Antiguo Testamento se cumplió en el ministerio de Jesús. En otras palabras, toda
esperanza escatológica futura se ha cumplido en el presente.
Este concepto parece ignorar las enseñanzas de Jesús en las mismas parábolas que enfocan un
cumplimiento futuro. No dudamos que un aspecto presente del reino de Dios se cumplió en el ministerio de

4
Para un estudio acerca de la muerte e inmortalidad, ver Otto Weber, Foundations of Dogmatics (Fundamentos de la
dogmática), Darrell L. Guder, trad. (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1983), 2:667 y sigs.
5
George Eldon Ladd, The Last Things, an Eschatology for Laymen (Las ultimas cosas, una escatología para laicos) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1978). pág. 31.
6
Para una discusión de estos diversos puntos de vista, ver el Capítulo 2 de la obra de Val J. Sauer, The Eschatology
Handbook (Manual de escatología) (Atlanta: John Knox Press, 1981).
La esperanza cristiana | 11

Jesús. Sin embargo, tenemos que caer en una interpretación bastante radical de gran parte del Nuevo
Testamento para poder aclarar la esperanza no cumplida hacia la cual miramos en el futuro.
Escatología inaugurada
John A. T. Robinson defendió este concepto en su libro Jesus and His Coming (Jesús y su venida).7 Este
punto de vista mantiene la tensión entre la escatología que se cumplió en el ministerio de Jesús y la esperanza
futura. Jesús inauguró la esperanza escatológica por medio de su muerte y resurrección. En Cristo Jesús
comienza una nueva era. El reino de Dios es inminente (Mar. 1:15), ha venido (Lc. 11:20) y aún ha de venir
súbitamente.
Este concepto concuerda con las enseñanzas del Nuevo Testamento mejor que los anteriores que
hemos presentado.
Existencia escatológica
Rudolf Bultmann, partiendo de un contexto existencialista, sostuvo un concepto similar al de
Schweltzer. Algunos intérpretes, sencillamente llaman a su idea escatología consecuente. Sin embargo, es
diferente. Bultmann creía que la existencia humana auténtica es la vida de fe en Dios revelada por medio de
Cristo Jesús. Desde su punto de vista existencialista, Bultmann veía a toda la realidad en el momento presente.
Descartó los elementos del futuro o los consideró como relativamente sin importancia. La existencia autentica
es la vida de fe consagrada ahora mismo, en este instante. Todas las afirmaciones escatológicas del Nuevo
Testamento se cumplen en este momento presente. La existencia auténtica, entonces, es sinónima de la
existencia escatológica. En otras palabras, todas las afirmaciones del Nuevo Testamento en relación con la
esperanza futura son des-mistificadas al momento presente.8
Escatología futurista
Otra escuela de pensamiento interpreta la escatología del Nuevo Testamento estrictamente como un
evento futuro. Esperan [p. 20] el cumplimiento literal de todas las profecías del Antiguo Testamento. No ven a
la iglesia como el cumplimiento de muchas de ellas en el pasado. Un ejemplo es la escatología dispensacional.
La escatología dispensacional se basa mayormente en las notas interpretativas impresas en la Biblia
editada por Scofield y popularizada en libros como La Agonía del Planeta Tierra, por Hal Lindsay. Sus
seguidores creen que la de ellos es la esperanza literal de la Biblia, y, por ende, la correcta. Mientras muchos
otros intérpretes ven a la iglesia como el cumplimiento de Israel, el dispensacionalismo hace una distinción
estricta y permanente entre los dos. El milenio de Apocalipsis 20, aunque está en un libro de visiones
apocalípticas, es considerado como historia literal revelada y escrita a priori. Lo consideran necesario para
cumplir las promesas del Antiguo Testamento que aplican literalmente a Israel (aun al estado moderno de
Israel). En su reinado milenial, Cristo gobernará sobre un reino político sobre la tierra que incluirá también a
los no creyentes.
El dispensacionalismo, aunque pretende ser una interpretación literal de la Biblia, no da lugar al hecho
de que la Biblia incluye literatura en forma de poesía, alegoría, parábola y apocalíptica. El dispensacionalismo
tiende a mantener una distinción permanente entre Israel y la iglesia, a pesar de la enseñanza del Nuevo
Testamento en el sentido de que la iglesia es el nuevo pueblo de Dios y que Israel se ha cumplido en la iglesia

7
John A. T. Robinson, Jesus and His Coming (Jesús y su venida) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1957). Ver también
Sauer.
8
Para un resumen de los conceptos de Bultmann y una bibliografía de sus escritos, ver Morris Ashcraft, "Life in Faith -
Authentic Existence." Rudolph Bultmann ("Vida en la fe-existencia auténtica", Rudolph Bultmann) (Waco: Word Books, Publisher,
1972).
La esperanza cristiana | 12

(Mat. 21:43; 1 Pd. 2:9, 10). Este concepto colocaría a Cristo sobre el trono de un reino terrenal gobernado por
la fuerza, cosa que él, precisamente, se negó a hacer en su vida terrenal.
Teologías de esperanza
Después de la Segunda Guerra Mundial, han surgido teólogos que predican el tema de la esperanza,
como Jürgen Moltmann y Wolfhart Pannenberg. En cierta forma, la teología de ellos no es una escatología en
el sentido acostumbrado de la palabra. Más bien, interpretan el cuerpo total de la teología en términos del
futuro. Por ejemplo, Pannenberg vería el futuro como medida de la realidad en lugar de historia en el pasado.
La mayoría nos inclinamos a pensar en la historia como algo real y en el futuro como algo que todavía no tiene
su realidad. Pero Pannenberg opina que toda la realidad es futura. Lo que llamamos historia no se ha
completado aún, así que no es completamente real. Sólo el futuro, entonces, es verdaderamente real.
Pannenberg comenzó con el anuncio de Jesús de que el reino de los cielos estaba muy cerca, apenas
pasando el horizonte. Dios [p. 21] nos llama a vivir en y para el futuro. La resurrección de Cristo Jesús fue el
evento futuro clásico que irrumpió en el presente para darnos esta visión del futuro: realidad.9
Las teologías de esperanza han ofrecido aliento en una época pesimista. Han vuelto a enfatizar el
poder creativo de la esperanza humana. Sin embargo, no han podido reemplazar el estudio de la esperanza
cristiana como razón de la salvación.

El enfoque de este estudio


No sé qué título le daría a la forma de encarar este volumen. Hay muchos factores incluidos.
Permítame presentarle las presuposiciones que nos servirán de pauta.
Jesucristo es el fundamento
Dios ha escogido auto-revelarse por medio de los eventos históricos registrados en la Biblia. El ejemplo
clásico en el Antiguo Testamento es la liberación del pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto, o sea el
éxodo. El acontecimiento central de toda la revelación es Jesucristo. Toda la teología cristiana ha de afirmarse
sobre el fundamento que es Cristo y ser juzgada por él o renunciar al nombre cristiana. Cualquier doctrina que
es enseñada por Cristo o basada en Jesucristo merece ser considerada. Cualquier doctrina que no cuenta con
este fundamento es dudosa. Toda doctrina que no es compatible con la revelación de Dios en Cristo, debe ser
descartada.
La Biblia es el libro de texto
La fuente principal de toda la información usada para formular las doctrinas cristianas es la Escritura
canónica. Estos escritos tienen relación directa con los apóstoles o testigos oculares. Son un retrato fiel de
Jesús. Son inspirados y tienen autoridad, no sólo con respecto a su autoría, sino también cuando hoy se les lee
bajo la dirección del Espíritu Santo.
Jesús nos enseñó a vivir en esperanza
Jesús dio comienzo a su predicación hablando del reino de Dios. Prometió que volvería otra vez. Se
levantó de los muertos y apareció a muchos. La esperanza escatológica es una parte vital del mensaje de
Jesús.

9
Jürgen Moltmann, Theology of Hope (Teología de la esperanza) (New York y Evanston: Harper & Row, Publishers, 1967);
Ewert H. Cousins, ed., Hope and the Future of Man (La esperanza y el futuro del hombre) (Philadelphia: Fortress Press, 1972); para
una bibliografia y estudio de Pannenberg, ver E. Frank Tupper, The Theology of Wolfhart Pannenberg (La teología de Wolfhart
Pannenberg) (Philadelphia: The Westminster Press, 1973).
La esperanza cristiana | 13

La esperanza cristiana es el propósito de Dios


El propósito de Dios en la creación y redención tiene su expresión en los temas de esperanza
implantados por Cristo Jesús [p. 22] en los corazones humanos. La vida eterna no es algo a lo cual aspiramos o
que podemos ganar; más bien, es el propósito de Dios hacia el cual él conduce a sus criaturas.
La esperanza cristiana es una respuesta humana a Dios
Dios ha tomado la iniciativa al revelarse a nosotros. Respondemos a Dios creyendo, amando y
esperando. Fe, esperanza y amor son gracias humanas que brotan en respuesta a la maravillosa gracia de Dios.
Por ello, las expectativas de la esperanza cristiana no son anhelos ambiciosos ni deseos egoístas. Son las
respuestas humanas sinceras a las grandes dádivas que Dios nos brindó. La esperanza es una respuesta a Dios,
tal como lo es la fe. Verla así barre con cualquier indicio de egoísmo y nos libra del orgullo que nace de las
obras.
Esperanza como respuesta a Dios
Lo que llamo “esperanza como respuesta a Dios” se parece a lo que Val J. Sauer10 llamó “escatología
sistemática”. El citó el método de la teología sistemática que identifica varios temas “sistemáticos” que
aparecen en la Escritura en una secuencia: muerte, regreso de Cristo, resurrección, estado intermedio, juicio
final y estados finales. Estos temas aparecen en muchos pasajes y, por lo general, se consideran como los
principales.
En mi forma de encarar la esperanza cristiana, veo estos temas principales como una respuesta nuestra
a Dios. La respuesta de fe en el presente produce esperanza. La esperanza está realmente presente como un
elemento poderoso en la vida aunque su cumplimiento total sea en el futuro.
De acuerdo con este enfoque, no daré mucha atención al purgatorio porque no es una enseñanza de la
Escritura. No daré mucho lugar al milenialismo. El tema aparece sólo en un capítulo de la Biblia en el lenguaje
figurativo de un apocalipsis. Por otro lado, consideraré seriamente el reino de Dios para cuya creencia el
milenio es un testigo importante.
Trataremos de ver lo que la Biblia enseña, de dar un vistazo a lo que otros cristianos han creído que la
Biblia enseña, de asentar las creencias y de dar las razones por las cuales las tenemos por ciertas. [p. 25]

2
Esperanza, ¿por qué?
Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que
buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.
Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor (Mat. 28:5, 6),
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto,
vivirá (Juan 11:25, 26).

En el capítulo anterior dimos las razones por las cuales considerar las expectativas cristianas bajo el
título “esperanza” en lugar de “escatología”. Ahora, antes de enfocar las creencias específicas que se

10
Sauer, págs. 28 y sigs.
La esperanza cristiana | 14

desprenden de esa esperanza, consideremos por qué pensamos que nuestras creencias sobre el futuro son
justificadas.
¿Por qué tenemos esperanza? ¿Por qué la esperanza cristiana permanece? ¿Contamos con razones
suficientes para justificar nuestra esperanza? ¿Podemos presentar un caso convincente a favor de la
esperanza que hay en nosotros? Quisiera proponer cuatro razones por las cuales tenemos esperanza, o dar
una respuesta en cuatro partes a la pregunta: Esperanza, ¿por qué?
Nuestra esperanza cristiana descansa sobre el siguiente fundamento: (1) la resurrección de Cristo; (2)
la esperanza es central en el evangelio; (3) las enseñanzas del Antiguo Testamento ponen sus miras en la
esperanza cristiana; y (4) la esperanza es más razonable que sus alternativas.

La resurrección de Jesús
La creencia cristiana en una resurrección futura se basa en la resurrección de Jesús. Este hecho, en sí,
es fundamento suficiente para creer en nuestra resurrección futura. Los primeros cristianos tenían la
certidumbre de que Jesús, quien había muerto, fue [p. 26] levantado de entre los muertos. Ellos manifestaron
que se apareció en varias ocasiones a individuos y a grupos pequeños y grandes de personas. El hecho de su
resurrección se argumenta en base a los siguientes testimonios.
Los testigos de la resurrección
La tumba vacía.- Miles vieron la crucifixión de Jesús; entre ellos, sus discípulos. Cuando los soldados se
acercaron para quebrar las piernas de los tres crucificados, vieron que Jesús ya había muerto (Juan 19:33).
Todos los Evangelios dan testimonio del hecho de que Jesús estaba muerto (Mat. 27:50; Mar. 15:37; Lc.
23:46). El libro de Hechos se refiere una y otra vez a su muerte usando palabras como: “matasteis” (2:23; 3:15)
y “crucificasteis” (2:36). Los que dieron muerte a Jesús fueron asesinos (7:52).
Los testigos manifestaron que la tumba, bajo guardia, estaba vacía aquella primera mañana de Pascua.
Los detalles varían, como es de esperar, pero el testimonio es uniforme: en la tumba no había ningún cadáver.
Los mensajeros angelicales anunciaron a los que visitaban la sepultura que Jesús había resucitado (Mat. 28:7;
Mar. 16:6; Luc. 24:7).
Si no contáramos con más testigos, la tumba vacía difícilmente sería suficiente. Pero hay otros.
Los testigos después de la resurrección.- Juan informó que María Magdalena fue la primera en ver a
Jesús resucitado (20:1, 11). Mateo afirmó que Jesús apareció a los once discípulos en Galilea (Mat. 28:16).
Lucas manifestó (24:13-35) que Jesús se apareció a dos personas camino al pueblito de Emaús, y que más
tarde comió pescado asado (v. 42). El final más extenso del Evangelio de Marcos incluye el detalle de que
María Magdalena había sido la primera en ver al Señor resucitado (Mar. 16:9).
Pablo, en la primera carta a los Corintios, escrita alrededor de los años 55-57 d. de J.C., da una reseña
de las apariciones de Cristo resucitado, la cual antecede a nuestros Evangelios escritos. Menciona apariciones
a Cefas, luego a los doce discípulos, después a una multitud de más de 500 personas, luego a Jacobo, más
adelante a todos los discípulos y, finalmente, a él, Pablo (1 Cor. 15:6-8).11
En términos de testigos históricos, contamos con más evidencias de la resurrección de Jesús que para
la mayoría de los acontecimientos de la historia antigua. A nadie se le ocurriría dudar de la veracidad de otros
sucesos históricos que cuentan con esta cantidad de testigos. La primera carta a los Corintios fue escrita
menos de treinta años después de la crucifixión de Jesús. Muchos testigos todavía vivirían. Un informe falso
hubiera sido fácilmente refutado. [p. 27]
11
Vea cualquier armonía de los Evangelios, Evangelios paralelos o "Resurrección" en un diccionario bíblico para tener un
sumario y comparación de las apariciones de la resurrección.
La esperanza cristiana | 15

El testimonio de la iglesia viviente.- Aparte de aquellos testigos que quedaban, los cristianos de la
iglesia primitiva eran sólo testigos de segunda mano, pero su testimonio es prueba de que se puede creer en
la resurrección de Jesús. Gálatas, escrita probablemente en el año 49 d. de J.C., es uno de los primeros escritos
cristianos que tenemos. Durante casi dos décadas después de la resurrección, la iglesia primitiva dependió del
testimonio oral acerca de Jesús. Estos cristianos arriesgaron sus vidas y su eternidad al creer que Jesús había
resucitado.
A través de los siglos, la iglesia ha dado un testimonio harto convincente del poder de la resurrección.
Preguntas relacionadas con la resurrección
Argumentos y preguntas.- Los testimonios de los testigos tenían algunas variantes. Por ejemplo, los dos
discípulos camino a Emaús no reconocieron a Jesús al principio. Uno de ellos, Cleofás, le comentó que las
mujeres habían ido a la tumba, se enteraron de que el cuerpo de Jesús no estaba allí e informaron haber visto
ángeles que dijeron que él vivía (Lc. 24:13-31). No se sabe a ciencia cierta cuántas veces apareció Jesús. Uno
de los doce, al principio, hasta se negó a creerlo.
Para cuando se escribió el Evangelio de Mateo, circulaba una refutación a la resurrección en relación
con un soborno que se decía había sido pagado a los soldados para que dijeran que los discípulos habían
robado el cuerpo de Jesús mientras los guardias dormían (Mat. 28:11-15). Hay quienes niegan la resurrección
de Jesús argumentando que en realidad no había muerto, sino que se encontraba en un estado de coma o
inconsciente. Otros han tratado de degradar todas las apariciones después de la resurrección manteniendo
que eran apariciones fantasmales o visiones. Existen numerosos resúmenes de estas negaciones.12
Rudolf Bultmann, en tiempos más recientes, dudaba de que históricamente, los Evangelios fueran
dignos de confianza y decía que el hecho histórico no tenía importancia. Enseñaba que la fe pascual significaba
únicamente que Jesús vivía y se hallaba con sus discípulos. Bultmann no daba importancia a los testigos
históricos. Su interés era la presencia espiritual de Cristo. En otras palabras, para él la resurrección no era un
suceso histórico como la crucifixión, más bien era una cuestión de fe.13
Sin embargo, los primeros cristianos insistieron con toda certidumbre en que Jesús, el cual había sido
crucificado, había resucitado de los muertos. Si uno parte de la presuposición de que un muerto no puede
volver a vivir, entonces, por supuesto, uno [p. 28] tiene que buscar otras maneras de interpretar la
resurrección de Jesús. Varios intérpretes han encarado la resurrección de Jesús en base a esta presuposición.
Aunque no podemos explicar el misterio que rodea a su resurrección, estamos convencidos, al igual que los
primeros cristianos, que su resurrección fue un hecho real, una resurrección del cuerpo.
La resurrección del cuerpo.- En el mundo occidental, condicionado por el pensamiento griego,
seguimos pensando en el cuerpo y el alma como una dicotomía básica, como si uno existiera
independientemente del otro. La fe bíblica, en cambio, habla de la existencia humana como una unidad que
incluye tanto las propiedades espirituales como las físicas. En la traducción bíblica, es casi imposible concebir
al ser humano como un mero cuerpo (sin una naturaleza espiritual) o como un mero espíritu (sin una
existencia física).
Los testigos del Nuevo Testamento escribieron del Señor resucitado como “el mismo Jesús que había
sido crucificado”. Pero el misterio persiste. No podemos decir con certeza qué tipo de cuerpo era realmente el
de Jesús. Pero se referían a una resurrección corporal, a un acontecimiento verídico relacionado con una

12
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 34 y sigs.
13
Para un sumario y fuentes en Bultmann, ver Morris Ashcraft, "Makers of the Modern Theological Mind", Rudolf Bultmann
(Forjadores del pensamiento teológico moderno, Rudolf Bultmann) (Waco: Word Books, Publisher, 1972), págs. 70.
La esperanza cristiana | 16

misma persona: Jesús. Pablo luchó con el interrogante que presenta el tipo de cuerpo que tendremos en la
resurrección. Afirmó que tenemos, o somos cuerpos espirituales. Es evidente que quiso decir que habrá una
transformación. Resurrección no significa que se levantará, literalmente, la carne física. Somos cuerpos
espirituales. Con todo, somos cuerpos. Por esta razón, el cristianismo siempre ha favorecido la afirmación
doctrinal que incluye la resurrección del cuerpo (1 Co. 15:44).
Aplicando una definición estricta de la palabra histórica, Hans Küng ha afirmado que la resurrección de
Jesús no fue histórica, sino un “acontecimiento real”.14 Quiso decir que la gente indiferente no habría visto al
Señor resucitado. Jesús fue visto sólo por creyentes después de su resurrección, pero Dios de verdad lo
resucitó. La resurrección fue real. Las diferencias de opinión como éstas se prestan a confusión. Este concepto
de Küng sugiere que Jesús era una presencia espiritual solamente, igual como opinaba Bultmann.
El Nuevo Testamento narra otros casos de muertos que volvieron a vivir. Jesús levantó de la muerte al
hijo de la viuda en el pueblo de Naín (Lc. 7:11-17). Jesús dio vida a la hija muerta de Jairo (Lc. 8:40-42, 49-56).
Juan cuenta que Jesús levantó a Lázaro después de cuatro días de su muerte (Juan 11:1-44).
Estos casos no fueron resurrecciones. Dichas personas recobraron [p. 29] la vida pero volvieron a
morir. Jesús fue levantado a una vida diferente o transformada para no volver a morir. Nuestra esperanza de
la resurrección de los muertos es una esperanza de vida eterna, no una simple resucitación de cadáveres.

La esperanza en la resurrección es central en el evangelio


Los primeros cristianos eran hebreos. Creían en Dios tal como se había dado a conocer en la historia de
Israel. El Antiguo Testamento era su Biblia. Jesucristo, aunque siguiendo el antiguo pacto, trajo algo
totalmente nuevo. Se llama la fe cristiana. Es distinta de la fe hebrea en el sentido de que es su cumplimiento.
El mensaje cristiano, o Palabra de Dios, va más allá del Antiguo Testamento. ¿Qué es este mensaje, este
evangelio?
El mensaje cristiano
En la predicación cristiana primitiva.- Unas siete semanas después de la muerte de Jesús, en el día de
Pentecostés, Pedro predicó en el área del templo. El recalcó estos temas: Jesús de Nazaret fue un hombre a
quien Dios confirmó por sus maravillas y sus obras poderosas; Jesús fue entregado y crucificado por hombres
sin ley; Dios levantó de los muertos a Jesús; Pedro y los otros discípulos habían sido testigos de estos
acontecimientos; Dios había hecho a Jesús, Señor y Cristo; en el nombre de Jesús podemos tener perdón de
nuestros pecados (Hch. 2:22-29). La resurrección de Jesús fue un elemento vital en su mensaje.
En las primeras recapitulaciones de la fe cristiana.- Pablo aporta una de las primeras recapitulaciones
de los grandes temas de la fe cristiana (1 Co. 15:3-8) Son: (1) “Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí.” Pablo no había inventado el evangelio sino que lo había recibido de testigos. (2) “Cristo
murió por nuestros pecados, conforme a las escrituras.” (3) “… resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras”. (4) “... apareció a Cefas... a los doce... a más de quinientos hermanos a la vez... a Jacobo... a todos
los apóstoles... a mí”.
Pedro también hizo una de las primeras recapitulaciones de las creencias cristianas (1 Pd. 1:3-9). Son:
(1) Dios es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. (2) Por medio de Cristo nacemos a una nueva vida. (3) La fe es
una esperanza viva. (4) La fe vino por la resurrección de Cristo Jesús de los muertos. (5) Tenemos una herencia
en el cielo. (6) Somos guardados por el poder de Dios. (7) Dios sigue relacionándose con nosotros en nuestras
alegrías y en nuestras tristezas, preparándonos para nuestra salvación final. [p. 30]

14
Hans Küng, Eternal Life? (¿Vida eterna?) Edward Quinn, trad. (Garden City: Doubleday & Company, 1984), pág. 105.
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En ambas recapitulaciones, la resurrección de Jesús es central a la fe y nos conduce a creer en el


futuro.
Temas principales de la predicación de los apóstoles.- En 1936, un conocido erudito del Nuevo
Testamento, C. H. Dodd, publicó un breve pero importante tomo titulado: The Apostolic Preaching and Its
Development. (La predicación apostólica y su desarrollo). 15 Habiendo estudiado cuidadosamente la
predicación y enseñanza en las primeras secciones del Nuevo Testamento, Dodd recapituló estos temas: (1)
con la venida de Cristo comenzó una nueva era; (2) Cristo vino de la familia y linaje de David; (3) Cristo murió
para rescatarnos; (4) fue sepultado; (5) resucitó al tercer día conforme a las Escrituras; (6) fue exaltado a la
mano derecha de Dios; (7) vendrá otra vez; y (8) los que creen en Cristo obtienen el perdón de sus pecados y
el Espíritu Santo.
Quizá he cometido el error del cual previne a los lectores. Quizá he enfatizado la resurrección de Jesús
al extremo de haber descuidado los otros temas. Nótese, sin embargo, que en cada caso la resurrección de
Jesús es un elemento indispensable en el mensaje y señala hacia una esperanza futura para quienes creemos
en él.
El significado de la resurrección
La vida de Cristo, sus enseñanzas, su muerte y resurrección constituyen la base de la creencia cristiana.
Creencia es más que aferrarse a las doctrinas. Es una confianza personal o consagración al Dios revelado en
Cristo. Creencia es más que creer “que” Cristo murió y resucitó por nosotros. Fe es creer “en” Cristo. Esto se
produce dentro de nosotros por medio de oír el evangelio (Ro. 1:17). Lo pensamos, recibimos la convicción de
que es verdad, y luego confiamos en Jesús.
La resurrección de Cristo de los muertos tiene una relación vital con su vida y muerte, y con nuestra fe.
Su resurrección es el evento que barre con nuestra vacilación y nos impulsa a tomar una decisión. Dale Moody
ha comentado acertadamente: “Todo se afirma o cae ante este hecho.”16
En cierta ocasión tuve oportunidad de escuchar a unas personas que sostenían que nuestra fe en Cristo
no se vería afectada si el cuerpo de Cristo hubiera permanecido en la tumba. Especulaban que si algún
arqueólogo hubiera encontrado su tumba, la hubiera identificado sin ninguna duda junto con el esqueleto, y
hubiera establecido con certidumbre que Jesús no había sido levantado, en realidad esto no haría mucha
diferencia para nosotros. [p. 31] Pienso que si tal hubiera sido el caso, nuestra fe habría recibido un golpe
mortal. Bruce Vawter afirmó que nuestra fe es, precisamente, la creencia de que Dios, por medio de una
acción especial, resucitó a Jesús de los muertos.17
Confirmación de la presencia de Dios.- En Cesarea de Filipo, Pedro había reconocido la revelación de
Dios en Cristo como el Mesías. Los discípulos le dedicaron sus vidas. Luego la crucifixión de Jesús los dejó
solos. Pero su resurrección les confirmó la presencia de Dios. En cierta ocasión cuando Cristo estaba con ellos,
Pedro respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Y nosotros hemos creído y
conocemos que tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Juan 6:68, 69).
La resurrección nos confirma que nunca volveremos a estar solos. Cuando dudamos, nos sentimos
abandonados. Nos preguntamos dónde está Dios. ¿Estamos solos? ¿Completamente solos? ¿Son las puertas

15
C. H. Dodd, The Apostolic Preaching and Its Development (La predicación apostólica y su desarrollo) (London: Hodder &
Stoughton Limited, 1936), pág. 17.
16
Dale Moody, The Hope of Glory (La esperanza de gloria) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1964),
pág. 83.
17
Bruce Vawter, This Man Jesus (Este hombre Jesús) (Garden City: Doubleday & Company, Inc., 1973), pág. 45.
La esperanza cristiana | 18

de la muerte el final absoluto? La resurrección de Jesús nos dice que Dios está con nosotros ahora y estará con
nosotros más allá de la muerte.
Afirmación de las promesas de Dios.- La fe bíblica se basa en las promesas de Dios. Estas promesas dan
significado y un sentido de destino a la vida. La resurrección de Jesús es la declaración más osada de que Dios
cumple sus promesas.
Jesús predijo su propia muerte y resurrección (Mar. 8:31, 32; 9:31, 32; 10:33, 34). En aquel momento,
los discípulos no lo entendieron, pero después de la resurrección, sí. Dios cumplió su promesa. Cuando
dudamos, necesitamos leer los pasajes del Nuevo Testamento que relatan la resurrección de Jesús.
Recordatorio de la providencia de Dios.- Los escritores bíblicos nos recuerdan en repetidas ocasiones
que Dios, quien creó el universo, sigue guiando y sustentando su creación llevándola hacia su meta y los
propósitos que él tiene. La historia de José en Génesis ilustra su cuidado. Pablo lo expresó claramente en
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados.”
Pedro veía la providencia de Dios en la crucifixión. Condenó a quienes crucificaron a Jesús, pero
interpretó el hecho diciendo: “a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó” (Hch. 2:23, 24a).
La resurrección de Jesús es prueba de que podemos sentimos seguros de la providencia de Dios en
nuestras vidas y destinos. [p. 32]

Antecedentes de la esperanza cristiana en el Antiguo Testamento


Es un grave error tratar de acomodar las creencias cristianas al Antiguo Testamento. Igualmente serio
es ignorar las enseñanzas del Antiguo Testamento que con tanta frecuencia arrojan luz sobre temas cristianos.
Ciertos temas escatológicos son tratados con claridad en el Antiguo Testamento y ayudan al pensamiento
cristiano.
Ejemplos relacionados con la vida presente
La fe y promesa del pacto.- Los hebreos creían que Dios los había llamado a una relación especial con
él, una relación de pacto. Abraham y sus descendientes eran peregrinos en un peregrinaje apuntalado por la
promesa de Dios. Aunque la meta de ese peregrinaje puede haber sido la Tierra Prometida en Canaán, era una
promesa que expresaba esperanza y un sentido de destino.
El pacto y la promesa permeaban la vida del pueblo hebreo. La afirmación más hermosa que los
expresa, sea que se limite a este mundo o al venidero, es el que leemos una y otra vez: “Seré a vosotros por
Dios, y vosotros me seréis por pueblo” (Jer. 7:23).
El propósito de Israel, visto como un pacto con Dios, los llevó a un peregrinaje basado en la promesa.
Una fe de esta calidad contiene inevitablemente creencias escatológicas.
Juicio de la nación.- El pacto con Israel hizo surgir el tema de las expectativas de Dios y la fidelidad de
Israel. Dios no podía olvidar a Israel. El guiaba a la nación, corrigiéndola cuando pecaba. Los profetas
proclamaban claramente dicha corrección, o juicio, y lo llamaban el Día del Señor.
Amós es un buen ejemplo para comprender el juicio. El proclamó la venida del Día del Señor como un
tiempo de vindicación y condenación (Amós 5:18-20). Usó la parábola de la plomada de albañil suspendida en
un muro. Cuando Dios viniera para juzgar a Israel vindicaría a la justicia que el juicio revelara y condenaría la
injusticia que el juicio revelara (7:7-9).
Juicio a todo el mundo.- La historia del Antiguo Testamento enfatiza de tal manera a Israel, que resulta
fácil olvidar el interés de Dios por otras naciones y su actuación en las mismas. Dios es Señor de todo. Todas
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las naciones están incluidas en el juicio de Dios. Varios escritores del Antiguo Testamento trataron este tema.
Entre ellos, Isaías nos ofrece un buen ejemplo. Dijo que todas las naciones vendrían a estar bajo el juicio de
Dios, por lo tanto, se encuentran incluidas en su propósito (Isa. 2:2 y sigts.). [p. 33]
Juicio individual.- En las ilustraciones mencionadas anteriormente, el juicio de Dios era general.
Jeremías y Ezequiel presentan algo digno de notar: un énfasis o cambio de lo nacional a lo individual. Ambos
citaron el antiguo dicho: “Los padres comieron las uvas agrías y los dientes de los hijos tienen la dentera.”
Luego, los dos recalcaron que el individuo no puede ya negar su propia responsabilidad escudándose en la
familia, nación, raza o herencia. Más bien, cada persona es responsable de su pecado (Jer. 31:29; Ez. 18:2).
Este dramático anuncio es el fundamento sobre el cual más adelante se desarrolló la escatología relacionada
con el individuo.
Creencias acerca de la vida después de la muerte
El concepto neotestamentario del cielo no aparece en el Antiguo Testamento. La erudición bíblica
reconoce que la antigua Israel compartía con la mayoría de los pueblos de la antigüedad, la creencia en una
existencia que continúa después de la muerte en un submundo nebuloso. Admite que la fe de Israel incluía la
idea de una resurrección y juicio general antes del final del Antiguo Testamento.18
Seol.- Los hebreos creían en una especie de continuación de la existencia después de la muerte en una
región fuera de la tierra pero accesible a Dios. El Seol no era un lugar deseable. Sus habitantes no tenían la
libertad de regresar (Job 16:22) aunque podían ser llamados por los vivos para ser consultados (1 Sam. 28:
13).19
Aun la sombra del Seol era a veces penetrada por la luz de la esperanza. Escribió el salmista: “No
dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Sal. 16: 10). También: “Pero Dios
redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo” (49: 15). Y, “Me has guiado según tu
consejo, y después me recibirás en gloria” (73:24). Estas expresiones de esperanza, aunque no son iguales a la
esperanza de resurrección del Nuevo Testamento, sí contienen un elemento de expectación.
La pregunta de Job.- Job aparentemente creía en la noción popular del Seol, pero, en la profundidad de
su sufrimiento, se resistió a desesperar y mantuvo su esperanza. Expresó su fe en una pregunta que
veladamente sugiere esperanza: “¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses
hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”
(14: 13, 14a).
Su pregunta era el quejido de agonía de un hombre al borde de la desesperación. Pero contenía una
incipiente esperanza: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” Job no recibió ni expresó una contestación
clara. Aun cayó en un pesimismo más profundo. Sin [p. 34] embargo, en su pregunta, confiesa indirectamente
su fe en Dios que nos ama tanto que seguramente ha de tener algo mejor que esta vida para nosotros.
Una resurrección en Daniel.- La única afirmación segura en el Antiguo Testamento acerca de una
resurrección general se encuentra en el libro de Daniel. “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra
serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (12:2). En Isaías
leemos: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán” que quizá sea la afirmación bíblica más antigua
acerca de la resurrección. Hay quienes interpretan este pasaje de la misma forma que interpretan los huesos
secos de la profecía de Ezequiel.

18
R. H. Charles, A Critical History of the Doctrine of a Future Life in Israel, in Judaism and in Christianity (Una historia critica
de la vida futura en Israel, en el judaísmo y en el cristianismo) (London: Adam and Charles Black, 1913).
19
Ver T. H. Gaster, "Dead, Abode of the," Interpreter's Dictionary of the Bible ("Muertos, morada de los", Diccionario del
Intérprete de la Biblia) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1962), 1:787-788.
La esperanza cristiana | 20

Ya para el tiempo de Daniel, era común la creencia en una resurrección general. En la época del Nuevo
Testamento vemos que los fariseos creían en la resurrección de los muertos en cambio los saduceos, no.

La lógica de la esperanza
Ludwig Feuerbach lanzó el ataque más serio que se haya descargado jamás sobre la religión en general
y sobre el cristianismo en particular. En The Essence of Christianity (La esencia del cristianismo) sostiene que
todas las creencias cristianas son meros deseos, o la proyección de un deseo finito hacia lo infinito.20
Feuerbach no hace una distinción entre deseo y esperanza. Pero la diferencia existe. La esperanza se basa en
creencias teológicas. No es un mero deseo. Descansa sobre el fundamento sólido y la revelación histórica de
Cristo Jesús.
La esperanza surge inevitablemente de creer en Dios
Creer en Dios requiere y produce esperanza en el futuro. Por lo tanto, todas las razones para creer en
Dios apoyan la creencia de que Dios completará su creación y la llevará a su culminación según su propósito.
La diferencia entre deseo y esperanza es la fe en Dios. Los deseos del ser humano brotan de su egoísmo.
Cuando su vida está centrada en Dios por fe, puede tener esperanza en las acciones futuras de Dios.
La experiencia humana busca esperanza
La naturaleza temporal de la vida, la incertidumbre de la existencia, acompañadas de una percepción
de que existe un propósito, claman por un sentido de esperanza. “Con esperanza debe arar el que ara, y el que
trilla, con esperanza de recibir del fruto” (1 Co. 9:10). Con esperanza tenemos y criamos nuestros [p. 35] hijos,
nos ganamos el sustento diario y nos retiramos a descansar. Con esperanza acompañamos a nuestros seres
queridos en el solitario camino a su sepultura. Un día seremos nosotros los que transitemos ese mismo
camino, con esperanza. Si la vida tiene algún significado, nuestra esperanza es lógica, tiene sentido.
Las expresiones universales de esperanza son argumentos a su favor
La idea del Seol, o supervivencia fantasmal, sugiere convincentemente que hay algo más allá de esta
vida. Aun el nirvana, a pesar de su negativismo, es un testimonio indirecto del anhelo universal que se
proyecta más allá de la muerte. Los juguetes y los enseres infantiles encontrados en los jarros mortuorios de
niños de la antigüedad demuestran una esperanza en algo que trasciende la muerte.
La naturaleza incompleta de la vida es razón de esperanza
La vida de todos nosotros lleva una etiqueta que dice incompleto. Esto se aplica especialmente a
quienes por cualquier razón mueren prematuramente. Y se aplica también a quienes viven una larga vida.
Cada uno de nosotros, aun en el mejor de los casos, es como un mueble sin terminar. Necesitamos más lijado,
pulido y lustrado. Lo que vamos logrando tiene su mérito y revela una intención camino a ser realizada. Negar
que habrá una consumación contradice la idea de que nuestras vidas tienen propósito.
Si la vida significa algo, incluye una esperanza futura
A menos que nuestras vidas sean una burla, ha de haber vida después de la muerte. Vivimos con
propósito y significación. Los desengaños de la historia y de la vida individual, sin embargo, parecen rogar por
otra oportunidad en el más allá. Cuántas veces nuestra existencia colectiva en la tierra se ensucia y
distorsiona, pero aun en las distorsiones vemos la lucha por encontrar significado, una expresión de propósito.

20
Ludwig Feuerbach, The Essence of Christianity (La esencia del cristianismo), George Eliot, trad. (New York: Harper &
Brothers Publishers, 1957).
La esperanza cristiana | 21

Aun cuando nuestras aspiraciones humanas nos llevan a excesos, a crueldades, a tratar mal a otros, expresan
algo en nuestra existencia humana que necesita más tiempo u otra oportunidad.
La esperanza agrega a la vida un elemento de significado y propósito. La vida humana se eleva por esta
esperanza. Es seguro que el poder creativo de la esperanza ha de ser una expresión del poder creativo de Dios
en su universo. La esperanza también es “sufrida y benigna”. La esperanza tampoco “tiene envidia” ni es
“jactanciosa”. La esperanza vive con el amor. [p. 36]
La esperanza es más razonable que sus alternativas
No podemos probar al escéptico que nuestra fe en Dios es real. Tampoco podemos probar que nuestra
esperanza de una vida después de la muerte es verdad. Pero tenemos un testimonio persuasivo en la
resurrección de Jesús y su promesa a nosotros. Abunda en la vida humana el sentido de significado que se
proyecta más allá de esta existencia.
Lo contrario a esperanza es desesperanza o un vivir sin sentido. La esperanza es, sin lugar a dudas, la
mejor opción. Aun si no hubiera una vida después de la muerte, vivir en esperanza sería preferible a vivir sin
ella.
Entre la esperanza y la desesperanza (falta de sentido) existen otras posibles alternativas. El
gnosticismo no es mucho mejor que vivir sin sentido. La indiferencia es indigna del ser humano. La duda o la
disposición de considerar la posibilidad de un más allá son preferibles a la total negación o la desesperanza.
Creer en la esperanza cristiana de vida eterna tiene más sentido que cualquier otra opción. Por lo
tanto, consideremos más específicamente qué involucra la esperanza cristiana. [p. 37]

3
La esperanza y la muerte

Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a
toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas,
comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con
una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle
escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron
para crucificarle... Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama
sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Y
algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. Y corrió, uno, y
empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo:
Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. Mas Jesús, dando una gran voz, expiró (Mar.
15:16-20, 33-37).

La muerte irrumpe en nuestras vidas llevándose a nuestros seres más queridos. La muerte acecha
nuestras propias vidas como una enemiga que, en las sombras, espera, observa. La muerte siempre es una
intrusa, nunca una visita bienvenida.
Durante la preparación final de este manuscrito, la muerte se llevó a dos personas que me eran muy
queridas. El doctor John Ed Steely falleció súbitamente de un ataque al corazón el día viernes de Semana
La esperanza cristiana | 22

Santa. Habíamos sido compañeros de universidad, de seminario, amigos de toda la vida y colegas como
profesores en el seminario. Aunque él estaba preparado para partir, yo no lo estaba para seguir sin él. Hace un
mes, mi hermana, Eunice Balfour, perdió la batalla contra el cáncer. Aunque ya sabíamos desde hacía un año
cuál sería el desenlace, no nos sentimos preparados cuando falleció. [p. 38]
Pablo nos alienta, al igual que a los tesalonicenses cuando escribe: “Tampoco queremos, hermanos,
que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”
(1 Ts. 4:13). Sí, tenemos esperanza. Es verdad que no sufrimos como los que no tienen esperanza. Pero
sentimos congoja porque la muerte sigue siendo una de las oscuras realidades de la existencia humana.
No es fácil dar una definición de la muerte. Los médicos declaran muerta a una persona cuando sus
órganos vitales han dejado de funcionar. Al hablar de la muerte, es claro que incluimos la muerte biológica o
clínica. Podríamos definir la muerte humana como un suceso puramente natural, como la muerte de los
animales. Pero Emil Brunner dijo acertadamente: “La verdad es que el hombre no muere como otros animales
superiores, así como no vive como ellos.”21 La muerte humana, como la vida, está rodeada de misterio.
El término, e idea, muerte, aparece en la Biblia con diversos significados. En la mayoría de los casos se
refiere a la muerte biológica. En otras ocasiones, se puede referir a una especie de separación de la vida por
parte de alguien que todavía vive biológicamente. El término también se aplica a una realidad especial,
completamente aparte de la muerte física. La expresión “segunda muerte” aparece en el libro de Apocalipsis
para referirse a la separación eterna de Dios que sufrirán los malos después del juicio final.
Si hemos de entender el significado bíblico de la muerte tenemos que estar dispuestos a ver las
diferencias entre las dimensiones espirituales y las físicas. Algunos teólogos distinguen entre tres tipos de
muerte: (1) espiritual, (2) física y (3) eterna.22

La muerte como terminación normal de la vida


En los albores de la historia del Antiguo Testamento no aparece el concepto de vida eterna como el
que tenemos ahora basado en la resurrección de Jesucristo. Parece ser que creían que la sombra de la persona
seguía existiendo en algún submundo sombrío, en una existencia triste. En vista de esto, muchos pasajes de la
Escritura indican que el pueblo aceptaba a la muerte como la terminación normal de la vida. Cuando Josué
presentó su desafío a Israel ante la inminencia de su propia muerte, dijo: “Y he aquí que yo estoy para entrar
hoy por el camino de toda la tierra” (Jos. 23:14).
Muchas son las referencias a la muerte en el Antiguo Testamento, pero sólo enfocaremos tres que nos
parecen representativas. [p. 39]
La muerte en la ancianidad
Mientras Abram dormía, el Señor le habló del destino del pueblo hebreo. Luego le dijo: “Y tú vendrás a
tus padres en paz, y serás sepultado en buena vejez” (Gén. 15:15). Algo similar se dice de Isaac: “Y exhaló Isaac
el espíritu, y murió, y fue recogido a su pueblo, viejo y lleno de días; y lo sepultaron Esaú y Jacob sus hijos”
(35:29).
El hecho de que la muerte es inevitable, y la aceptación de la misma como el final normal de la vida se
advierten en el concepto hebreo de lo que era el lapso normal de la vida. En la primera parte del Antiguo
Testamento ese lapso era de 120 años. “Y dijo Jehová: No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre,
porque ciertamente él es carne; mas serán sus días ciento veinte años” (Gén. 6:3). Más adelante, el lapso
normal de la vida era de 70 años. El salmista escribió: “Los días de nuestra edad son setenta años; y si en los
21
Emil Brunner, Eternal Hope (Esperanza eterna), Harold Knight, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1954), pág. 97.
22
Loraine Boettner, Inmortality (Inmortalidad) (London: Pickering and lnglis, Ltd., 1958), pág. 16.
La esperanza cristiana | 23

más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos”
(90:10).
La muerte como un acto que nos reúne con los nuestros
Hemos notado en los pasajes de Génesis citados, que morir era reunirse con los antepasados. La
conclusión de una vida buena era ser enterrado en el cementerio familiar junto a sus padres.
Vemos en el Antiguo Testamento que era común decir, al hablar de la muerte, que el difunto durmió
con sus padres. Dice que “durmió David con sus padres” (1 Rey. 2:10), y también “y durmió Salomón con sus
padres, y fue sepultado en la ciudad de su padre David; y reinó en su lugar Roboam su hijo” (1 Ry. 11:43).
Cuando la muerte es una tragedia
En el Antiguo Testamento, la vida de una persona era considerada afortunada si vivía su curso normal,
si dejaba hijos que perpetuaran su nombre y familia, y si era sepultado con honra junto a sus padres.
Pero era trágica si faltaba cualquiera de estos elementos. Si uno moría prematuramente era una
tragedia. Ezequías, habiéndose recobrado de una enfermedad que pensaba era fatal, rememoraba: “Yo dije: A
la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años. Dije: No veré a JAH, a JAH en
la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con los moradores del mundo” (Isa. 38:10, 11). Esta
lamentación expresa la tragedia de la muerte en el apogeo de la vida. También indica la creencia de que la
vida se interrumpe, porque Ezequías dice que pasaría el resto de sus años en el Seol. Esta afirmación muestra
claramente que la dimensión en [p. 40] la cual vivimos y nos relacionamos con Dios y con nuestros semejantes
es en esta vida. El Seol no anuncia gozo ni promesa.
El pueblo hebreo desarrolló y practicó un minucioso procedimiento para dar sepultura a los muertos,
en parte por su respeto a la vida humana y al cuerpo; y en parte porque la tumba familiar era un recordatorio
tangible de su historia. Tenían leyes y costumbres meticulosas sobre tocar a los muertos. Eran enemigos de
exponer o mutilar un cadáver.

La muerte es enemiga
En las enseñanzas de las Escrituras, la muerte aparece como la enemiga de todo ser humano. La
muerte es una amenaza a su existencia. Para el que vive, la idea de no existir es horrible. Es aún más
devastador enfrentar el hecho de que nuestros seres queridos dejarán de ser.
La seriedad de la muerte
En mi función de pastor, me ha tocado con frecuencia acompañar a los deudos en ocasión de un
fallecimiento. En esas circunstancias he oído a otros creyentes, y a veces hasta a pastores, decir cosas como:
“Está mejor que nosotros” o “Dios quiere a X junto a él” o “es la voluntad de Dios, ¿quiénes somos nosotros
para cuestionarla?”
Cuando hablamos tan ligeramente, hacemos de la muerte algo trivial, y no honramos a Dios. Es verdad
que los deudos deben recibir nuestras palabras de aliento basadas en promesas bíblicas apropiadas sobre la
resurrección y la vida venidera. Hemos de consolar a los que han sufrido una pérdida. Pero siento que, en
nuestro afán por consolar, tratamos a la muerte como si fuera menos seria de lo que es.
Hay casos cuando una persona ha vivido victoriosamente hasta llegar a la ancianidad y ha quedado, no
sólo abandonada, sino también gastada y enferma. Si sufre mucho sin posibilidad de mejorar, razonamos que
la muerte sería preferible. Pero aun así, la muerte representa una pérdida trágica. La muerte deja un vacío que
nadie puede llenar. La muerte es una realidad seria para quien la enfrenta.
La esperanza cristiana | 24

Podríamos recordar a almas heroicas que arriesgaron y perdieron su vida por salvar otras. Les
rendimos honores y otorgamos medallas póstumas. Aun si nosotros mismos no nos dolemos, habrá un círculo
de seres queridos, familiares y amigos, que sí lo sienten y sufren no sólo ahora sino que los extrañarán por
mucho tiempo. [p. 41]
La muerte es una ladrona
Hace varias décadas, el teólogo escocés John Baillie escribió un librito titulado And the Life Everlasting
(Y la vida eterna). En él, habla de quienes dicen que no se preocupan por la vida después de la muerte, que
sólo se interesan por la vida presente. El profesor Baillie propone que una persona con esa filosofía, al ver
morir a sus propios seres queridos creyendo que la muerte es permanente, no podría decir: “No me interesa la
vida después de la muerte.” Baillie razona que tal persona traiciona a sus seres queridos y a todo el cariño que
los había unido. Afirma: “No tiene derecho a ser indiferente” y “No tiene derecho a no sentir tristeza.”23
Aunque yo llegara al punto de no importarme mi propia muerte, debo tener cuidado de no transferir la
misma falta de interés a la muerte de otra persona.
La universalidad de la muerte
Es tan obvio que todos morimos que sólo una breve mención de este tema basta. La cuestión de la
muerte figuró en la primera experiencia de tentación de los padres de la raza humana. Adán y Eva fueron
tentados a traspasar el dominio de Dios y negar la limitación de su propia existencia. El tentador dijo: “No
moriréis” (Gn. 3:4). Adán y Eva quisieron negar o escaparse de los límites que la muerte impone a toda
criatura: Los seres humanos somos criaturas, y, como tales, estamos limitados a un tiempo y espacio. Nuestra
vida humana llegará a su fin. Nosotros también moriremos.
Pablo comprendió la realidad de la universalidad de la muerte como algo inevitable y común a toda la
humanidad. El escribió: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”
(1 Co. 15:22). Pablo argumentó la universalidad del pecado (Ro. 3:23) y que “la paga del pecado es muerte”
(6:23).
Aun el Hijo de Dios que vino al mundo como un ser humano, murió. El Nuevo Testamento y las
afirmaciones de fe basadas en él son correctas al insistir que Jesús realmente murió. Sólo por medio de la
muerte podría identificarse totalmente con la humanidad que vino a salvar.
El reinado de la muerte
Cuando Pablo enseñaba que Cristo había muerto por nosotros para salvarnos, indicó: “Por tanto, como
el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que
no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir” [p. 42] (Ro. 5:12,
14). La expresión “reinó la muerte” sólo significa que la muerte prevalecía o que la muerte continuaba.
Sin embargo, hay indicios de que la muerte era considerada casi como una persona. La muerte y el Seol
eran personificados como lugares en el Antiguo Testamento. En Proverbios, la muerte era una especie de
monstruo que devoraba a la gente. Proverbios 1:12 dice: “Los tragaremos vivos como el Seol, y enteros, como
los que caen en un abismo.” Isaías dijo: “Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca”
(Isa. 5:14). Esta personificación, o casi personificación de la muerte se repite en el Nuevo Testamento.
Pablo casi personificó a la muerte en su gran capítulo sobre la resurrección: “Sorbida es la muerte en
victoria” (1 Co. 15:54). Juan la personificó cuando escribió: “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la

23
John Baillie, And the Life Everlasting (Y la vida eterna) (London: Oxford University Press, 1934), págs. 53, 54.
La esperanza cristiana | 25

muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la
muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego” (Ap. 20: 13, 14). El reinado del pecado se presenta
también como una esclavitud. Pablo recordó a los romanos que “erais esclavos del pecado” (Ro. 6:17), pero
aunque habían sido esclavos del pecado ahora eran libres (v. 22). El concepto de que somos esclavos del
pecado y de la muerte muestra claramente el reinado de la muerte.
El reinado de la muerte aparece también en Efesios: “Cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo” (Ef. 2:1, 2). La muerte no sólo es una amenaza sino
también una tirana que ha usurpado el poder sobre nuestras vidas reinando con cruel tiranía.
La muerte como destrucción
La muerte es una enemiga que destruye. La fe hebrea no reconocía otros dioses o ángeles hostiles que
pudieran invadir el mundo de Dios con la muerte, como era el caso en otras religiones. La muerte, sin
embargo, se convierte en el poder destructor en relación con los pecados del hombre. Mientras la mortalidad
en la Biblia, es una característica de la vida, la maldición que resulta del pecado convierte a la muerte en un
poder destructor.
Cuando Pablo escribió “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23), habló de la destrucción inevitable de
la vida humana cuando está separada de Dios. El pecado es “el aguijón de la muerte” (1 Co. 15:56).
Los estudios ecológicos actuales explican cómo la muerte de un tipo de planta o animal es parte de la
cadena alimenticia que provee vida a otros seres vivientes. La muerte y la descomposición proveen sustancias
que nutren a nuevas vidas. La fe típica ve a la muerte de [p. 43] una manera totalmente distinta. La muerte es
destrucción. En la muerte estamos separados de la vida y posiblemente de Dios.
La muerte como paga del pecado
Pablo escribió: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23). Notemos que el contraste se da entre la muerte y la vida eterna. Hay un
contraste más en las frases “paga del pecado” y “dádiva de Dios”. La vida eterna es considerada siempre como
una dádiva de la gracia de Dios, nunca como algo que logramos por nuestros propios medios. La muerte, por
otro lado, es considerada la consecuencia legítima de una vida de pecado.
Esta frase, “la paga del pecado” recalca tres ideas: (1) la conexión inevitable entre el pecado y la
muerte, (2) la muerte es la consecuencia justa del pecado y, (3) la dádiva de Dios es vida eterna por medio de
Jesucristo.
La muerte, enemiga de Jesús
Muchos cristianos, pensando que le rinden un gran honor a Jesús, buscan maneras sutiles de negar su
auténtica humanidad. Sin querer, caen en la antigua herejía del docetismo. No pueden aceptar el hecho de
que Jesús haya sido tentado. Encuentran la manera de desvirtuar las tentaciones, alegando que Jesús nunca
puede haber pensado en hacer algo malo. Debido a su reverencia por Jesús, tienden a pasar por alto las
afirmaciones muy claras de su humanidad que encontramos en el Nuevo Testamento. En ningún momento
resulta esto más evidente que la noche antes de la muerte de Jesús.
Aquella noche en el huerto de Getsemaní, Jesús pidió a sus discípulos: “Sentaos aquí, entre tanto que
yo oro” (Mar. 14:32). Jesús estaba en agonía. Se encontraba ante la sombra de la muerte: “Y tomó consigo a
Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse” (v. 33). Después les dijo: “Mi alma está
muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad” (v. 34). Luego, Jesús oró que, de ser posible, fuera librado
de la muerte. En su oración rogó: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa;
La esperanza cristiana | 26

mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (v. 36). Nuevamente pidió a sus discípulos que velaran y oraran (v. 37)
y una vez más se retiró a orar (v. 39).
A la hora de su muerte, Jesús lanzó un grito de pura agonía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” (Mar. 15:34). Oscar Cullmann insiste que aun para Jesús la muerte era un encuentro temible,
un enemigo destructor y una experiencia de [p. 44] absoluta soledad. Jesús no pasó por la experiencia de la
muerte alegremente, como si no le importara. Mas bien, pasó por el horror y la repugnancia de la muerte para
salvarnos. Es imposible captar la hermosura de la resurrección sin captar primero el horror de su muerte.24
La última enemiga
Hemos notado la profunda tristeza con que Jesús encaró su propia muerte. Hemos notado que la
muerte es siempre una enemiga. En la agonía que rodea a la muerte, sin embargo, hay un rayo brillante de
esperanza. La muerte es la última enemiga.
La muerte de Jesús fue seguida por su resurrección. Pablo explicó esta resurrección como una victoria
sobre la muerte no sólo para Jesucristo sino también para quienes creen en él. Escribió estas alentadoras
palabras: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co. 15:26).
En su resurrección de los muertos, Jesús destruyó a la muerte y al poder de la muerte sobre su propia
vida. Cuando el ser humano escucha el evangelio y cree en Cristo Jesús, también observa la destrucción de su
propia muerte como la postrer enemiga. Juan concluyó su gran drama de la redención con la destrucción del
pecado, la muerte y el diablo al decir: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego” (Ap. 20:14).
Enfrentar la muerte puede compararse con la existencia de un soldado ante la última batalla de una guerra.
Ha pasado por los peligros de batallas anteriores. Enfrenta una más que, en muchos sentidos, es peor a todas
las otras juntas. Pero existe una gran diferencia. Puede enfrentar los peligros de esta batalla por su convicción
de que será la última y que después le espera la victoria.

Conceptos cristianos de la muerte


No intentaremos en esta sección el presentar todos los conceptos o afirmaciones sobre la muerte que
aparecen en el Nuevo Testamento. Pero sí observaremos algunos de los enfoques que ayudan a dar forma al
concepto cristiano de la muerte.
El concepto cristiano de la muerte tiene sus raíces en la idea hebrea acerca de la misma, en el Antiguo
Testamento. Desde el principio, el pueblo hebreo pensaba que la vida se caracteriza por el aliento. El aliento,
que era el principio de vida en la creación, significa mucho más que inhalar y exhalar. Es difícil traducir este
vocablo sin distorsionarlo. El concepto es mucho más antiguo que la idea griega de que el alma es un ente
separado del cuerpo. Aliento, [p. 45] en el hebreo, se refiere al principio de la vida o fuerza animadora en la
vida. Esto resulta natural, ya que dejar de respirar significa morir.
La muerte, entonces, es lo contrario a la vida. La ausencia de vida es sinónimo de muerte. Pablo podía
comentar que los gentiles estaban muertos en sus delitos y pecados antes de aceptar la verdadera vida en
Jesucristo (Ef. 2:1). Por cierto que estaban vivos biológicamente, pero no tenían realmente vida en el sentido
que la tienen los que creen en Dios.
No hay otro pasaje donde este contraste sea más evidente que en la interpretación espiritual que
Pablo hace del bautismo (Ro. 6:1-14). Pablo argumentó que, como hemos aceptado por fe a Cristo, hemos
“muerto al pecado” y ya no podemos vivir en él (v. 2). Pablo interpretaba nuestra inmersión en las aguas del
bautismo como “bautizados en Cristo, hemos sido bautizados en su muerte” (v. 3). “Porque somos sepultados
24
Oscar Cullmann, Inmortality of the Soul or Resurrection of the Dead? (¿Inmortalidad del alma o resurrección de los
muertos?) (London: The Epworth Press, 1958), pág. 27.
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juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria
del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (v. 4). Misteriosamente, nuestra experiencia de
salvación en Cristo retratada en el bautismo, no sólo enseña la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, sino
que muestra nuestra propia muerte, sepultura y resurrección.
Estábamos “muertos en pecado”, pero ahora estamos “vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”
(v. 11). Es evidente que en esta referencia la muerte poco tiene que ver con la muerte biológica, pero tiene
mucho que ver con la verdadera vida y la muerte en relación con el espíritu.
La muerte como separación
La muerte, en el Antiguo Testamento, era una separación de la vida, del pueblo de Dios y, hasta cierto
punto, de Dios mismo aunque éste tenía acceso al Seol. Sufrimos en el instante de la muerte de nuestros seres
queridos porque nos encontramos frente a una separación permanente. Esta separación no sólo significa que
son arrancados de nuestro lado sino también una interrupción de sus vidas, de lo que estaban haciendo,
muchos de ellos dedicando sus vidas a causas importantes. La muerte significa que sus buenas acciones
quedan truncadas.
Comprender a la muerte como una separación es una de las bases para poder entender la naturaleza
del infierno, que se discutirá más adelante. Las parábolas del juicio enfatizan la separación de las ovejas de los
cabritos, lo bueno de lo malo. La parábola del rico y Lázaro enseña una separación que es permanente. La
segunda muerte en Apocalipsis 20:14 muestra una separación [p. 46] eterna. Aquellos cuyos nombres no
están escritos en el libro de la vida, junto con la muerte serán separados eternamente de Dios, de todo lo que
es divino y de todos los que creen en Dios.
La muerte como un dormirse
En diversas ocasiones, el Nuevo Testamento interpreta a la muerte por medio de la analogía de un
dormirse. En cierta ocasión un hombre principal vino a Jesús diciendo que su hija había muerto. Jesús dijo:
“Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme” (Mat. 9:24). La misma historia aparece en Marcos 5.
Jesús levantó milagrosamente a los muertos, pero habló de la muerte como un dormirse. Cuando Pablo
escribió acerca de la muerte y la resurrección, dijo: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero
todos seremos transformados” (1 Co. 15:51).
En otra ocasión, Pablo hablando de los cristianos en Tesalónica que habían fallecido, los llamó “los que
duermen” (1 Tes. 4:13). Cuando los escritores del Nuevo Testamento se referían a la muerte como un
dormirse, no lo hacían en el sentido que lo hacen algunos modernistas para escapar de la tremenda realidad
que es la muerte. Por el contrario, aquellos recalcaban su fe en el hecho de que la muerte física no es final,
que hemos de levantarnos en la resurrección. La comparación de la muerte a un dormirse es una comparación
natural que en realidad no necesita explicación.
La muerte como una sombra sobre la vida
Aunque no consideremos a la muerte como algo final porque creemos en la resurrección, seguimos
viviendo nuestras vidas a la sombra de la muerte. Para quienes creemos en Dios, la oscura sombra de la
muerte puede a veces ser lo que nos impulsa a vivir la vida en un nivel superior más noble y altruista.
Por ejemplo, tomemos el caso del rey Ezequías. Ezequías estaba enfermo de muerte. El gran profeta
Isaías le había dicho: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (Isa. 38:1). Recordemos
que Ezequías lloró amargamente y oró a Dios quien envió a Isaías nuevamente a Ezequías para decirle que el
Señor le había otorgado quince años más de vida. Dios dio a Ezequías una señal, haciendo retroceder la
sombra por un tiempo.
La esperanza cristiana | 28

El rey Ezequías volvió a consagrar su vida a Dios, como lo muestra el canto en el mismo capítulo. Halló
el verdadero significado de la vida en ese encuentro con la muerte. Estuvo literalmente a la sombra de la
muerte con todo su horror. Hemos de evitar leer este pasaje a gente enferma de muerte insinuando la
promesa de que Dios hará el mismo milagro en ellos. Por otro lado, podemos [p. 47] aprender de este relato
que la calidad de la vida puede mejorar significativamente bajo la percepción de una amenaza de muerte.
Según la tradición, Pablo se encontraba en la cárcel en Roma cuando escribió a Timoteo lo que leemos
en 2 Timoteo 4:6-8. Es evidente que Pablo había sido condenado a la muerte que resultaría en su ejecución en
las afueras de Roma, tal como su Señor había sido muerto en las afueras de Jerusalén. Pablo escribió:

Porque yo ya estoy para ser sacrificado, y el tiempo de mi partida está cercano. He


peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me
está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y
no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.

Es imposible medir la vida solamente por semanas y meses y años. Mas bien, la vida ha de ser medida
por nuestra fidelidad a Dios y al pueblo de Dios. A la sombra de la muerte, la vida de Pablo se hizo más plena.
La muerte como una enemiga conquistada
Ya hemos notado que la muerte con frecuencia aparece como un enemigo personalizado. Nos
figuramos un esqueleto cubierto con pesados mantos que, guadaña en mano, espera en las sombras. Esta
enemiga nunca está lejos.
La muerte y resurrección de Jesús vino a ser la victoria sobre la muerte y su compañero el pecado.
Vemos un gran cuadro de esa victoria al ir acabando el juicio final cuando “la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego” (Ap. 20:14).
La muerte como un nuevo comienzo
En el gozo de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos, caemos en la tentación de hablar
livianamente de la muerte. Al tratar de consolar a los que sufren, decimos cosas de la muerte que rayan en la
trivialidad.
Cuando encaramos la esperanza de resurrección, también caemos en la tentación de ignorar la
seriedad de la muerte. Hay intérpretes que se refieren a la muerte como una mera transición de esta vida a la
venidera. Quizá no sería erróneo decir que la muerte es una de las etapas de la vida. Empezando en la primera
infancia, llegamos y dejamos atrás la niñez, adolescencia, madurez, ancianidad y muerte hasta arribar a un
nuevo comienzo. Un intérprete concluye su estudio de la muerte con la siguiente afirmación: “En resumen,
para el cristiano, la muerte no interrumpe nada; no destruye nada; libera, no del cuerpo, sino del imperio del
pecado.”25
No puedo concordar en que la muerte nada interrumpe y nada [p. 48] destruye. Interrumpe casi todo y
destruye todo lo que toca. No puedo concordar tampoco en que la muerte libera del imperio del pecado. A mi
juicio, la muerte y resurrección de Cristo y nuestra fe en él es lo único que libera del pecado.
He escuchado a turistas que han visitado Europa después de la Segunda Guerra Mundial, hablar de la
maravillosa reconstrucción de las ciudades alemanas. Algunos comentan livianamente que dicha nación está
en mejores condiciones de lo que habría estado si no hubiera sido destruida. ¡Qué necedad! Podremos
comprender mejor a la muerte si tomamos más seriamente su dolor y agonía y si nos dolemos con aquella

25
Robert Gleason, The World to Come (El mundo por venir) (London: Sheed and Ward, 1959), pág. 77.
La esperanza cristiana | 29

gente que en los últimos años de la década de 1930 y los primeros de la década de los 40 sufrieron la
destrucción, no sólo de lo que habían construido y heredado sino también de sus familiares. Y sentimos
gratitud por quienes han tenido la valentía de levantarse de las cenizas.

El lugar de los muertos


Existe un lapso entre la muerte del individuo y la resurrección final. La mente humana no puede
comprender un lapso vacío en el tiempo, o un tiempo de nada; por eso pregunta: “¿Dónde están los
muertos?” La verdad es que contamos con escasa información al respecto. Es muy posible que la intención de
los escritores bíblicos no era de que produjéramos un cronograma con la secuencia de los eventos que
suceden después de la muerte. Y es posible que después de la muerte entremos a una dimensión eterna
donde el tiempo y la secuencia no importan o no existen tal como los conocemos. Es también posible que
hayamos pretendido aplicar a la eternidad nuestro concepto limitado del tiempo.
Pero siguen existiendo los que preguntan y los que dan abundantes respuestas.26
Seol y Hades
La idea del Antiguo Testamento en relación con el Seol, el lugar o imperio de los muertos, parece
traducirse en el Nuevo Testamento a la idea de Hades. (Ver Mat. 11:23; 16:18; Lc. 10:15; 16:23; Hch. 2:27, 31;
Ap. 1:18; 6:8; 20:13, 14.)
Un estado intermedio (interino)
Por lo general, la teología reconoce una especie de existencia entre la muerte y la consumación final,
dividiéndose en dos secciones: el paraíso para los justos y el hades para los malos.
Los pasajes que con mayor frecuencia se citan para apoyar esta enseñanza de un lugar o estado
interino, son: (1) la historia del rico [p. 49] y Lázaro en Lucas 16:19-31; (2) lo que Jesús le dijo al ladrón en la
cruz: “Hoy estarás conmigo en el paraíso” (Luc. 23:43); (3) el pasaje paulino acerca del espíritu ausente del
cuerpo en 1 Corintios 5:1-8; (4) lo que Pablo dijo del hombre que fue llevado al tercer cielo: “Conozco a un
hombre en Cristo, que hace catorce años (si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe)
fue arrebatado hasta el tercer cielo” (2 Cor. 12:2, 3); (5) la afirmación de Pablo en Filipenses 1 :23 de que su
anhelo era “partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor”; y (6) el pasaje de 1 Pedro 3:19 que dice que
Jesús después de la crucifixión fue y predicó a “los espíritus encarcelados”.
El paraíso de Lucas 23 vendría a ser un estado intermedio. En base a la afirmación de Pablo en
Filipenses 1:23 y la descripción del mendigo en el paraíso en Lucas 16, este lugar o estado sería preferible a la
vida sobre la tierra. En base a estos mismos pasajes, muchos cristianos creen que los santos que han partido
están vivos y conscientes, descansando y siendo bendecidos en la presencia del Señor. Por otro lado, los malos
se hallan encarcelados según sugiere 1 Pedro 3:19. Se encuentran en un estado de tormento o sufrimiento
conscientes según indica Lucas 16:23. A veces se cita 2 Pedro 2:9 para demostrar que están bajo
condenación.27
Ray Summers trata este tema bajo el título “El estado ausente del cuerpo”.28 Su definición de este
estado es: “La existencia consciente de tanto el justo como el malo después de la muerte y antes de la
resurrección.”29 En base a los pasajes citados, llega a la conclusión de que en este estado interino, los justos

26
Boettner, págs. 91-159.
27
Augustus Hawkins Strong, Systematic Theology (Teología sistemática) (Philadelphia: The Judson Press, 1907), págs. 998-
1003.
28
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 15-29.
29
Ibid.
La esperanza cristiana | 30

están (1) con Dios, (2) en el paraíso, (3) vivos y conscientes, y (4) descansando. Insiste que es un estado
consciente, un estado fijo y un estado incompleto en el sentido de que espera la resurrección final.
Summers, enseña que los injustos están (1) separados de Dios, (2) vivos y conscientes, (3) bajo
condenación, (4) en un lugar fijo, y que ellos también se encuentran en un estado consciente que es fijo pero
incompleto en el sentido de que esperan la condenación final. Mi maestro, el profesor Dale Moody, tiene un
estudio orientador del “estado intermedio”30 en el cual documenta a los teólogos que enseñan acerca del
estado intermedio. Por ejemplo, Agustín habló de las almas de los hombres conservados en depósitos secretos
ya sea descansando o en tribulación esperando el juicio final.
Es necesario hacer notar la diferencia entre el estado intermedio y el purgatorio. El purgatorio es el
concepto particular de un estado intermedio donde las personas pueden mejorar su propia suerte o lograr
que por las oraciones y sacrificios de los vivos en su favor, su suerte mejore. No conozco ninguna base bíblica
que justifique la doctrina del purgatorio. La evidencia más cercana es [p. 50] una frase en 2 Macabeos en la
que Judas Macabeo ofrece una oración en favor de los muertos que cayeron en batalla aparentemente porque
usaron amuletos alrededor del cuello violando los mandamientos que prohíben el uso de imágenes.
El concepto de un estado interino o intermedio también se ha de diferenciar de “el dormir de las
almas”, popularizado en los últimos tiempos. Martín Lutero parece haber creído que al morir sencillamente
dormimos hasta la resurrección final cuando Dios nos despertará.31
El misterio de la muerte
Sabemos muy poco del mundo de los muertos. Después de su resurrección Jesús no dijo nada al
respecto que haya llegado hasta nosotros. Es natural que nos hagamos imágenes mentales del más allá.
Algunos pueblos de la antigüedad veían al mundo de los muertos como una caverna debajo de la tierra,
asociado probablemente con su práctica de enterrar a los muertos en cuevas. Para otros, el concepto de un
mundo subterráneo era muy natural porque cavaban las sepulturas en la tierra. Dichas imágenes ya no nos
satisfacen porque hoy sabemos lo que hay debajo de la tierra.
Un relato conocido compara a la muerte con la partida de una nave. Nos quedamos mirando mientras
se alzan las velas y la nave se aleja con el viento. Luego, parece haber desaparecido. La partida en la muerte es
semejante porque la persona parece haberse “ido”. Es así por la perspectiva que tenemos desde esta ribera.
Pero imaginémonos unos días o semanas después, a una multitud de pie en una ribera distante al otro lado
del mar viendo las blancas velas de la nave, luego la nave que se acerca y que finalmente atraca en el muelle.
No se había “ido”, sólo lo parecía.
El misterio de la muerte permanece, pero la resurrección nos da esperanza para el más allá.

La muerte sin un más allá


El cristiano que cree en la vida después de la muerte necesita recordar que muchos no creen. También
necesita recordar que algunos aparentemente ni se conmueven ante la perspectiva de la muerte. Hace unos
años leí un libro por William Ernest Hocking32. El razonaba que la muerte no tiene que ser una calamidad de
grandes proporciones y que podemos pensar en nuestra propia muerte como un pasar, a fin de hacer lugar

30
Dale Moody, The Hope of Glory (La esperanza de gloria) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1964),
págs. 67-77.
31
Ibid.
32
William Ernest Hocking, The Meaning of Immortality in Human Experience (El significado de la inmortalidad en la
experiencia humana) (New York: Harper & Brothers Publisher, 1957), págs. 10 y sigs.
La esperanza cristiana | 31

para que otros tengan la oportunidad de vivir; para dar cabida a la flexibilidad y el cambio histórico que se
hace posible bajo un nuevo liderazgo, pero que sería imposible bajo un liderazgo antiguo. [p. 51]
Hocking afirma que cuando usted y yo enfrentamos la realidad de que nosotros también hemos de
morir, nos percatamos por primera vez de la naturaleza del tiempo y de la vida. Dice que si tuviéramos un
tiempo sin fin para derrochar en todas las tareas que emprendemos, nunca comprenderíamos la importancia
del presente. La limitación del tiempo, que se ve con más claridad ante la percepción de la muerte, impone
una urgencia y una seriedad especial sobre cada momento que vivimos.
También expresa que sólo podemos conocer la verdadera realidad si aprendemos que no necesitamos
vivir para siempre. La disposición a morir o a aceptar la muerte da lugar a una verdadera libertad. El presenta
a los seres humanos como aferrándose a la vida desesperadamente y no queriendo correr riesgos. Las grandes
realizaciones en la vida son logradas por quienes están dispuestos a morir. Ofrecemos nuestro tributo a esas
personas valientes que, sin tener un concepto de la resurrección y la vida eterna, encuentran significado y
gozo en esta vida y en la muerte. Pero creemos que se nos ha mostrado un camino más excelente por medio
de la resurrección de Cristo Jesús. [p. 53]

4
La esperanza y la resurrección

Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los
escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día (Mat. 16:21, itálicas por el autor).
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras (1 Co. 15:3, 4, itálicas por el autor).

El fundamento de nuestra esperanza en la resurrección


En estos pasajes notamos primero el anuncio de que Cristo seria levantado al tercer día y luego su
cumplimiento. Estas extraordinarias referencias a una secuencia de sus fechas aparecen en diversos lugares,
enfocando nuestra atención en la naturaleza específica e histórica de la resurrección de Cristo.
Jesús predijo su resurrección
Mateo y Lucas (9:22; 18:33; 24:7) usan la frase “al tercer día”. Marcos (8:31; 9:31; 10:34) usa la frase
“después de tres días”. Parece que meses antes de su crucifixión, Jesús reconoció que su muerte era inevitable
y que ésta y su resurrección serían importantes en su obra de salvación. En vista del comportamiento de los
discípulos en el momento de la crucifixión, es evidente que no habían entendido los anuncios.
Jesús compartía la creencia hebrea en la resurrección de los muertos, según lo indica el relato de
Lázaro. Cuando Marta dijo a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”, Jesús
respondió: “Tu hermano resucitará” y agregó: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí aunque esté
muerto, [p. 54] vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente” (Juan 11:21, 23, 25, 26).
Las declaraciones de Jesús acerca de la resurrección, tal como las registran los Evangelios revelan lo
siguiente: (1) Aceptaba la creencia hebrea de una resurrección en el día final; (2) especificó que su propia
La esperanza cristiana | 32

resurrección seria tres días después de su crucifixión, muy diferente al día final, y (3) aseguró que en él se
personificaba la resurrección.
Algunos intérpretes atribuyen estas declaraciones a otros, y no a Jesús, diciendo que datan de una
generación después de la resurrección. La evidencia es fuerte en el sentido de que las predicciones son
declaraciones del propio Jesús. Además, la naturaleza del cuarto Evangelio justifica plenamente la declaración
de Jesús en el sentido de que él es la resurrección. Tanto la personificación como el tiempo presente de la
resurrección concuerdan perfectamente con el Evangelio de Juan.
La predicción de Jesús y el énfasis del Nuevo Testamento en la resurrección demuestran su centralidad
en la fe cristiana.
Se levantó al tercer día
En el Capítulo 2 hemos notado la evidencia que apoya la convicción de que Jesús realmente se levantó
de los muertos. Fue presentada en ese capítulo para dar respuesta a la pregunta: “¿Por qué tenemos los
cristianos la esperanza en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?” No repetiré ni resumiré lo dicho
allí, pero sugiero que el lector se refiera a esas páginas.33
El fundamento de nuestra esperanza
Pablo razonaba:

Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo


no resucitó, vana esentonces nuestra predicación, vana es también nuestra fe... y si
Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. Entonces también
los que durmieron en Cristo perecieron. Mas ahora Cristo ha resucitado de los muertos;
primicias de los que durmieron es hecho. Porque por cuanto la muerte entró por un
hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos (1 Co. 15:13, 14, 17, 18,
20, 21).

Hay otros pasajes en el Nuevo Testamento que presentan a la resurrección como el fundamento de
nuestra creencia en nuestra propia resurrección, pero el capítulo 15 de 1 Corintios es la exposición
neotestamentaria más completa del tema. [p. 55]
En este pasaje: (1) Pablo refutaba la idea de que no hay resurrección; (2) si Cristo no fue levantado,
entonces nuestra predicación y salvación son vanas (sin fundamento); (3) somos testigos falsos porque como
cristianos hemos estado proclamando el evangelio de la resurrección; (4) Si Cristo no resucitó, aún estamos en
nuestros pecados; (5) si Cristo no fue levantado, los creyentes que han muerto han perecido; (6) pero, Cristo
fue levantado; (7) su resurrección es nuestra base para creer en la resurrección, y (8) la universalidad del
pecado entre los descendientes de Adán es ahora paralela a la certidumbre de la resurrección lograda para
nosotros por medio de Cristo, el segundo Adán. Nuestra esperanza en la resurrección de los muertos es tan
cierta como lo es la resurrección de Jesús.
La noción de la resurrección de los muertos no se originó con Jesús. En la época de Jesús los fariseos
creían en la resurrección. Era ya un concepto aceptado ampliamente, aunque no por los saduceos. El profeta
Daniel (12:2) había escrito de una resurrección general que incluía tanto a justos como a injustos.

33
Ver páginas 25-31. Ver más en cuanto a la resurrección de Jesús en artículos sobre "Resurrección" en diccionarios
bíblicos; George Eldon Ladd, I Believe in the Resurrection of Jesus (Creo en la resurrección de Jesús) (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1975); C. F. Evans, Resurrection and the New Testament (La resurrección y el Nuevo Testamento)
(Naperville, Ill.: Alec R. Allenson lnc., 1970).
La esperanza cristiana | 33

La resurrección de Jesús cimentó esta creencia porque fue la manifestación histórica delante de
testigos. El evangelio cristiano no toma la creencia general, sino un evento específico, como su base para
enseñar la esperanza de la resurrección en nuestro futuro. “La resurrección de Jesús es la piedra fundamental
de todo el testimonio del Nuevo Testamento.”34 Porque fue levantado, creemos que nosotros también lo
seremos.
El tercer día se convierte en el primer día
La promesa de que Jesús sería levantado al tercer día da esperanza. El cumplimiento de esa promesa es
la base de toda nuestra esperanza para el futuro. Tan importante es que, en un sentido, lo podemos llamar “el
primer día de la fe cristiana”. El primer día es “el Día del Señor”.

El amanecer de una nueva era


La realidad de la resurrección
“Pasado el día de reposo, al amanecer del primer día de la semana, vinieron María Magdalena y la otra
María, a ver el sepulcro.” Pero un ángel del Señor anunció: “No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.
Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor” (Mat. 28:1, 6, itálicas por el autor). Esta sencilla nota del día y la
hora cuando María Magdalena y la otra María fueron al sepulcro incluyó, sin querer, dos expresiones de gran
importancia para la fe cristiana: “el amanecer” y “el primer día de la semana”. [p. 56]
Los acontecimientos de aquel primer día de la semana cimentaron de tal manera la fe de los cristianos
que hasta cambiaron su día de culto y adoración del sábado hebreo al primer día de la semana que se
convirtió en el Día del Señor. Cada domingo es una celebración de la resurrección, una celebración semanal de
la Pascua. Este cambio en el orden del calendario es secundario en comparación con la importancia de la
resurrección.
El amanecer aparece como un mero detalle de la hora en ese versículo, pero en el acontecimiento que
fue la resurrección, amaneció una nueva era.
El amanecer de la nueva era
La esperanza hebrea incluía a un Mesías cuya venida traería una nueva era. Su literatura se refería con
frecuencia a estas dos eras: la era presente mala y la era por venir. La resurrección de Jesús marca el comienzo
de la nueva era. Veremos tres ejemplos: el evangelio de Pablo, el evangelio de Pedro y algunas declaraciones
de Jesús.
El evangelio de Pablo.- El evangelio de Pablo no era diferente al de otros predicadores cristianos. Fue el
primero en negar que hubiera otro evangelio (Gál. 1:7). Pero nos dio los primeros escritos del evangelio.
Proclamó que la resurrección de Jesús marcaba el amanecer de una nueva era.
Pablo escribió a los gálatas que Jesús se había dado a sí mismo “para librarnos del presente siglo malo”
(Gál. 1:4).35 Pablo estaba elaborando en base a su tradición hebrea que anuncia dos eras o “siglos”. En la
muerte y resurrección de Cristo la línea divisoria de la nueva era había sido cruzada. La nueva era reconoce el
señorío de Cristo que también se observa en la resurrección (Rom. 8:9). El tema central del evangelio que
Pablo predicaba era la muerte y resurrección de Cristo que marcan el final de este “siglo” de maldad y el

34
Neville Clark, Interpreting the Resurrection (Interpretando la resurrección) (Philadelphia: The Westminster Press, 1967),
pág. 44.
35
Para una presentación completa del énfasis del Nuevo Testamento sobre el hecho de que Cristo trajo la nueva era, ver C.
H. Dodd, The Apostolic Preaching and lts Development (La predicación apostólica y su desarrollo) (Londres: Hodder & Stoughton
Limited, 1936), págs. 11 y sigs.
La esperanza cristiana | 34

comienzo del “siglo” por venir. La creencia de Pablo era que las declaraciones de los profetas hebreos sobre el
Día del Señor se habían cumplido en Cristo.
Cristo fue levantado de los muertos, exaltado sobre todo poder y autoridad, y sobre todo hombre: “no
sólo en este siglo, sino también en el venidero” (Ef. 1:21, 22).
Aunque nuestra esperanza cristiana todavía espera la venida de Cristo y la vida eterna que será la
nueva era, en un sentido nos unimos a Pablo viendo que en la resurrección de Cristo ya comenzó una nueva
era.
El evangelio de Pedro.- Los primeros capítulos del libro de Hechos registran cuatro discursos de Pedro.
Este predicó que la [p. 57] nueva era había amanecido en Cristo. Comenzó su sermón destacando que lo que
iba a decir acerca de Cristo había sido “dicho por el profeta Joel” (Hch. 2: 16). Continuó hablando de Jesús de
Nazaret quien había realizado obras maravillosas y había sido muerto y luego levantado. Pedro procedió a
citar a David y a relacionar el cumplimiento con “la resurrección de Cristo” (Hech. 2:31). En Hechos 3:18 y 24,
Pedro mostró cómo Dios había hablado de Cristo por medio de los profetas. En Cristo había amanecido la era
mesiánica.
En estos sermones, Pedro ofreció el perdón de pecados en el nombre de Cristo quien había sido
crucificado y levantado. La exaltación de Cristo llevó a la declaración de que “no hay otro nombre” por el cual
podamos ser salvos (Hech. 4:12).
La nueva era empezó en el evangelio de Cristo. Podemos encontrar la percepción más incisiva del
evangelio cristiano en el sermón que Pedro predicara a los que crucificaron a Cristo (Hech. 2:22, 23)
acusándolos con las palabras “este Jesús a quien vosotros crucificasteis” (v. 36). El aspecto cristiano
característico es que inmediatamente ofreció perdón a los que habían cometido el crimen (v. 38). Así es el
evangelio cristiano; ofrece salvación por la cruz a los que crucificaron a Cristo. La nueva era había comenzado.
Las enseñanzas de Jesús.- Al hablar del pecado contra el Espíritu Santo, Jesús dijo que el culpable no
sería perdonado “ni en este siglo ni en el venidero” (Mat. 12:32). Puede haberse referido a la última era por
venir o a la vida eterna como cuando dijo: “en el siglo venidero la vida eterna” (Mar. 10:30).
Cuando un hombre se acercó a Jesús para preguntarle sobre la vida eterna (Mar. 10:17), Jesús igualó la
misma con tener “tesoro en el cielo” (v. 21). En los versículos subsiguientes siguió identificándola como la
entrada en el reino. Luego habló de “en el siglo venidero la vida eterna” (v. 30). Es evidente que este pasaje se
refiere a un cumplimiento futuro de algo que ya existía en el presente.
El evangelio de resurrección de la nueva era
La fe cristiana surgió en respuesta a la vida, enseñanza, muerte y resurrección de Jesucristo. Este
singular conjunto de acontecimientos determinaron el comienzo de la nueva era. Pablo se refirió a él como
habiendo sucedido en “el cumplimiento del tiempo” (Gál. 4:4). Toda la historia se encaminaba hacia ese
punto. En esta nueva era, el Espíritu de Dios entra en nuestro corazón y podemos hablarle como “Abba
¡Padre!”
El misterio de la cruz fue revelado en la resurrección de Jesús. Los primeros cristianos estaban tan
maravillosamente reconciliados con Dios por estos acontecimientos que dondequiera que iban [p. 58]
declaraban lo que había sucedido. Dicha proclamación, que llamamos evangelio (“buenas nuevas”) era el
propio “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, al judío primeramente, y también al griego”
(Rom. 1:16). Se trataba, ciertamente, de una nueva era que barría con las diferencias raciales y hacía que toda
la humanidad fuera una en Cristo. La epístola a los Efesios declara esta unidad en toda su hermosura (4:1-7).
La esperanza cristiana | 35

El evangelio era declarado breve y sencillamente. Pablo lo anunció sucintamente en su gran capítulo
sobre la resurrección: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras; y que apareció...” (1 Cor. 15:3-5, itálicas por el autor). La cruz y la resurrección son centrales al
evangelio.
Pedro también tenía a la resurrección de Jesús como centro del evangelio. Escribió: “Según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para
una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Ped: 1:3,
4).
La implicación más obvia de la resurrección de Cristo es que establece nuestra esperanza de
resurrección. Y aún más significativo es que la resurrección de Jesús es prueba de la razón de la crucifixión,
proveyendo una base para toda creencia y afirmación cristianas. “El hecho de la resurrección es, entonces, la
piedra fundamental del cristianismo, de la misma manera que dio un significado supremo a toda la vida de
nuestro Señor.”36
La resurrección como una realidad presente
Los temas escatológicos de la doctrina cristiana tienen con frecuencia una orientación presente y
futura. Hemos dicho ya que uno de los peligros es descuidar cualquiera de los dos aspectos. Al principio
parece ser algo totalmente del futuro. Un examen más cuidadoso del Nuevo Testamento, sin embargo, nos
convence de que la resurrección es también una realidad del presente para cada creyente.
Incluye dos ideas básicas: (1) La resurrección es una riqueza de la vida presente tanto como una
esperanza futura. (2) La esperanza de la resurrección futura agrega una riqueza a la vida en la cual la
expectación, de por sí, se convierte en una realidad viviente.
Ya resucitado.- La afirmación más clara de este tema es la interpretación que Pablo hace acerca del
significado del bautismo. En suma, Pablo creía y enseñaba que nuestra experiencia de arrepentimiento y fe en
Cristo era una transformación radical de la [p. 59] vida, al punto que podemos referirnos acertadamente al
“viejo hombre” que ha sido “crucificado” con Cristo, “sepultado” con Cristo y ya “resucitado” con él. El
significado del bautismo, inmersión en el agua, es que, como Cristo fue crucificado, sepultado y levantado, así
nosotros también morimos al pecado y somos “levantados” para que “andemos en vida nueva” (Ro. 6:3-11).
Esperanza de resurrección.- Creer en la resurrección futura enriquece la vida dándole un sentido de
gozosa expectación que alumbra cada día. La esperanza en la resurrección futura es como un imán que nos
atrae y mejora nuestra vida en todas sus dimensiones; ya hemos “renacido” por esta resurrección de los
muertos (1 Ped. 1:3). Hemos visto “las primicias”, prevemos la cosecha (1 Cor. 15:20; Col. 1:18; Ap. 1:5). Ya
contamos con la garantía del Espíritu Santo (2 Cor. 1:22; 5:5).
El cielo ya ha comenzado.- Acabamos de notar que la resurrección es una realidad presente para el
individuo. La iglesia es la comunidad resucitada del presente. El nuevo pacto ya no es cosa del futuro, es un
hecho actual. El reino de Dios, aunque una esperanza futura, es una realidad presente por la resurrección de
Jesús.
Así es, esperamos la plenitud de vida con Dios en el cielo, pero el cielo ya ha tenido su comienzo en
esta vida. Hay una diferencia entre el tercer día y el último día, pero vivimos en lo que Neville Clark ha llamado
“la superposición de las edades”.37 La desilusión que resultó debido a que Jesús demoró su segunda venida

36
Robert Gleason, The World to Come (El mundo por venir) (London: Sheed and Ward, 1959), pág. 133.
37
Clark, págs. 72-80.
La esperanza cristiana | 36

cedió para dar lugar a una percepción del reino por venir. Las personas eran regeneradas, perdonadas,
reconciliadas con Dios y sus prójimos. La iglesia era una comunidad de santos queriendo compartir el
evangelio con todas las gentes e incluirlas en la familia de Dios. Esperamos, pero el futuro ya ha permeado
nuestro presente, el reino futuro ejerce ya la autoridad de nuestro Rey. Celebramos la cena del Señor como un
banquete mesiánico, como si ya hubiera llegado el final de las edades.

La resurrección futura
Como creyentes cristianos, tenemos un concepto serio de la muerte. No la encaramos con gozo porque
creemos que esta vida es un regalo de Dios para ser vivida en fe, esperanza y amor con Dios y con nuestros
semejantes. Creemos que la vida cristiana es una especie de vida resucitada aun ahora, pero parcial e
incompleta. Vivimos en la gozosa esperanza de que para nosotros individualmente, y para la humanidad en
general, habrá una resurrección en el día final. [p. 60]
La pregunta tesalónica
Los cristianos de Tesalónica habían entendido claramente la creencia de que tendrían vida eterna. Al
menos algunos habían dado por sentado que Jesús regresaría antes de que murieran. Y se sentían
desconcertados ante el fallecimiento de algunos de sus miembros. Enviaron un mensajero a Pablo para
preguntarle acerca de la muerte, el regreso de Jesús y la resurrección.
Pablo respondió a la pregunta de ellos con el magnífico párrafo en uno de los primeros escritos del
Nuevo Testamento. Su primera epístola a los Tesalonicenses fue escrita entre los años 49 y 50 d. de J. C. Habló
de los seres queridos muertos como “dormidos”. Les instó a no entristecerse “como los otros que no tienen
esperanza”. Les recordó en qué consistía la esperanza de él y la de ellos “porque si creemos que Jesús murió y
resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Ts. 4:13, 14).
Pablo aducía que su respuesta era dada como “palabra del Señor”. Pareciera que esperaba que Jesús
regresara en su generación porque escribió que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado” no
tendrían precedencia sobre los que habían muerto.
La cuestión no era la prioridad de los vivos sobre los muertos. Pudiera parecer que la respuesta de
Pablo favorecía a los muertos, pero esa no es la cuestión. Su respuesta aseguraba que tanto los vivos como los
muertos participarían de la resurrección.
Pablo contestó que todos participaremos de la resurrección. Indicó que Cristo volvería, levantaría a
“los muertos en Cristo” y luego a los que aún vivieran. Nuestro destino común es que “seremos arrebatados…
en las nubes para recibir al Señor en el aire” y estar “siempre con el Señor” (vv. 16, 17). Es de lamentar que
hay gente que analiza este párrafo empecinándose en establecer una secuencia o prioridad para los
acontecimientos relacionados con la venida de Cristo. Aún más lamentable, creo, es el hecho de que muchos
encaran el pasaje teniendo ya sus propios cronogramas preconcebidos y fuerzan el texto para hacerlo caber
dentro de ellos, aun fraccionándolo para insertar otros eventos que allí no se mencionan.
Toda la respuesta de Pablo proyecta el espíritu que describe la última oración: “Por tanto, alentaos los
unos a los otros con estas palabras” (v. 18). Las grandes afirmaciones de esperanza, el regreso de Cristo, la
resurrección de los muertos, la reunión de los creyentes, tanto muertos como vivos, con el Señor y la morada
eterna con él se resumen en las palabras seguras de que enfrentamos la vida y la muerte con esperanza. Si
todavía vivimos cuando regrese el Señor, o si habremos partido hace tiempo, realmente no [p. 61] importa. En
cualquiera de los dos casos, seremos “miembros fundadores” de la resurrección.
La esperanza cristiana | 37

Nuestra esperanza de una resurrección futura


En base a la resurrección de Jesús, tenemos la gran esperanza de que nosotros, también,
resucitaremos con él. Mencionaremos al menos dos temas que trataremos un poco más adelante. La
esperanza de resurrección incluye dos aspectos: (1) La esperanza tiene relación con el destino individual, y (2)
la esperanza incluye a toda la humanidad, es un acontecimiento cósmico.
Cada ser humano tiene todo el derecho de pensar en su propia resurrección de los muertos, en su
propio destino individual. Pero cada uno necesita cuidarse de no permitir que su esperanza se convierta en
algo egoísta que olvida a sus prójimos.
El acontecimiento cósmico de la resurrección ha de ser visto también como la resurrección de cada ser
individual que compone la humanidad. Sería contrario al propósito de Dios para su creación pensar en una
consumación final en términos tan generales y cósmicos que el individuo perdiera su identidad. Creemos que
en la resurrección tendremos la capacidad de amar a todas las criaturas de Dios y de librarnos de nuestro
propio egoísmo. Nos unimos a los cristianos de todos los tiempos que pudieron decir: “creemos en la
resurrección de los muertos” o “creemos en la resurrección del cuerpo”.

La naturaleza de la esperanza en la resurrección


Ya hemos presentado algunas nociones de la esperanza en la resurrección. Ahora sería bueno hacer un
resumen. Lo haremos considerando las preguntas que surgen con mayor frecuencia sobre el tema.
Las preguntas
¿Cuándo seremos levantados?- Esta pregunta, por lo general, implica una esperanza de que no habrá
demora, o un estado intermedio entre la muerte individual y la resurrección. Hemos considerado brevemente
este tema en el Capítulo 3.
La pregunta tesalónica también da algunas pautas sobre el tema. La respuesta de Pablo puntualiza el
hecho o promesa de la resurrección, la relaciona con la venida de Cristo y no especifica el cuándo. También
hemos de incluir en el cuándo el asunto del destino individual y la resurrección cósmica comentada
anteriormente.
¿Cómo es el cuerpo resucitado?- Esta pregunta motivó la larga [p. 62] exposición en 1 Corintios 15. La
veremos más en detalle en esta sección.
¿Cómo será la vida cuando hayamos resucitado?- Aunque la respuesta total a esta pregunta tendrá que
esperar hasta nuestro último capítulo en el cielo, sugeriré en seguida, como algo preliminar, algunos aspectos
de esta vida. Primero, necesitamos considerar algunas respuestas erradas que pueden interferir y no dejarnos
arribar a una respuesta clara.
Respuestas inadecuadas e incorrectas
No una mera perpetuidad.- La resurrección de los muertos no resultará en una mera perpetuidad. En la
antigüedad se creía en una supervivencia fantasmal, cosa poco deseable. Los cristianos creemos que la vida es
un regalo de Dios para ser disfrutada. Sea lo que fuere la resurrección, no es sólo un perdurar sin fin. Más bien
significa vida eterna en un sentido nuevo con una nueva razón de ser.
No totalmente nueva.- Cuando hablamos de una nueva creación, nos referimos a una transformación.
La resurrección de Jesús nos hace esperar un cambio, pero también una continuación. Seremos cambiados,
pero seguiremos siendo quienes somos. La vida resucitada será la realización plena de la vida, no un ente
totalmente nuevo.
La esperanza cristiana | 38

No una conquista o un logro humano.- Evitaremos muchos errores si recordamos que Dios nos dio vida
y nos levanta de los muertos. La vida eterna es un regalo de Dios. No es, por lo tanto, un logro del ser humano.
No es un premio, que vendría a ser el resultado de un logro.
Es una obra de Dios
El deseo de resucitar y tener vida eterna podría ser meramente otra ambición egoísta de los seres
humanos. Un joven rico se acercó a Jesús y le dijo algo así: “Cuentan por allí que tú sabes de la vida eterna.
Tengo todo lo demás. Si lo sabes dímelo. Yo también la quiero. Hasta pagaría buen dinero por tenerla.” Se fue
triste porque, en su egoísmo, le era imposible conocer a Dios.
Dado que es Dios quien nos levanta de los muertos, podernos deducir que la vida venidera será en un
plano superior a ésta y, en un sentido, será el cumplimiento del propósito de Dios para nosotros tanto como
de nuestra esperanza.
El cuerpo resucitado
Los credos y confesiones siempre se refieren a la “resurrección [p. 63] del cuerpo” o “la resurrección de
la carne”. Con esto demuestran la importancia de la creencia en la resurrección. Su intención es enfatizar que
Jesús de veras murió y que el mismo Jesús fue levantado. También expresan que cuando seamos levantados
seremos las mismas personas transformadas, no personas totalmente diferentes. No nos es fácil comprender
por qué lo dicen en la forma que lo hacen.
Hemos hecho notar varias veces que el concepto bíblico de la vida humana es muy distinto al de la
filosofía griega. La inmortalidad del alma es totalmente distinta a la creencia bíblica en la resurrección. Si no
nos es clara esta diferencia, nos es difícil entender qué quiso decir Pablo al referirse a la resurrección del
cuerpo.38
Contamos con dos datos sobre el cuerpo resucitado: el cuerpo resucitado de Jesús y la explicación de
Pablo sobre el tema.
El cuerpo resucitado de Jesús.- Las apariciones de Jesús después de la resurrección están rodeadas de
misterio. Hemos de ser cautelosos y no decir más de lo que la evidencia muestra.
Jesús era reconocible. Los discípulos lo vieron (Lc. 24:39, 40) y reconocieron pormenores como sus
manos y pies. Comió pescado con ellos (v. 43). Podían tocarlo. Estos detalles les convencieron a ellos, y nos
convencen a nosotros, de que Jesús había sido levantado. Era el mismo Jesús.
Pero Jesús era distinto. Los que lo vieron manifestaron que parecía no estar sujeto a los límites de
tiempo y espacio. Entró por una puerta cerrada, por ejemplo (Juan 20:19, 26). A veces los discípulos no lo
reconocían, como en el caso de los discípulos camino a Emaús (Lc. 24:16).
La evidencia sugiere más allá de toda duda que Jesús fue levantado. Pero era diferente en el sentido de
que ya no se notaban las limitaciones humanas. Ni era puro espíritu a menos que demos por sentado que de
alguna manera podía aparecer en una forma visible. Los discípulos no tenían el problema de los conceptos
modernos de psicología y fisiología. Estaban convencidos de que su Señor, el hombre Jesús, la persona, había
sido transformado de una vida sujeta a la muerte a una vida que la trasciende.
La explicación de Pablo referente a la resurrección del cuerpo.- Parece ser que alguien en Corinto
negaba la resurrección. La respuesta de Pablo fue asegurar que sí había sucedido y explicar el tema de “¿cómo
38
Ver Oscar Cullmann, Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? (¿Inmortalidad del alma o resurrección de los
muertos?) (London: The Epworth Press, 1958); Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (La Biblia y el futuro) (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1979, págs. 239 y sigs.; Murray J: Harris, Raised lmmortal, Resurrection and lmmortality in
the New Testament (Levantado inmortal, resurrección e inmortalidad en el Nuevo Testamento) (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1983).
La esperanza cristiana | 39

resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?” (1 Co. 15:35). La respuesta enfatiza que (1) la muerte y
resurrección pueden ser comparadas con un grano que “muere” y luego germina; (2) vemos una gran
diversidad de cuerpos, así que Dios puede darnos una existencia corporal después de la resurrección; [p. 64]
(3) la resurrección de una persona es una gran transformación; (4) nuestra existencia corporal después de la
resurrección se caracteriza por un cuerpo “espiritual” en lugar del físico.
Pablo usa cuatro vocablos al referirse a nuestra existencia humana: carne, cuerpo, alma y espíritu.39
Todos se relacionan con lo que llamamos la personalidad humana. La carne representa la estructura física de
nuestra existencia. El cuerpo no es sólo el físico sino toda la personalidad. Alma es el principio de vida en
nosotros. El espíritu nos relaciona con Dios quien es Espíritu. Estas no son entidades diferentes sino aspectos
de la entidad singular que es la personalidad humana.
El cuerpo resucitado es como la planta nueva que brota de la semilla. Cuando hablamos de misterios,
nos valemos con frecuencia de comparaciones. No hay quien no se haya maravillado ante el proceso de vida
en una semilla que germina. Pablo razonaba que la muerte y resurrección de la vida humana sería así. El
misterio de la vida se esconde en la semilla que “muere” y de la cual brota una nueva vida. La semilla “murió”
pero no estaba totalmente destruida. La semilla incluía en su interior un destino tan misterioso como el de la
planta en su madurez. La semilla fue levantada a una nueva vida por una combinación de humedad y acción
solar.
Pablo argumentaba, por analogía, que nuestro destino es vida eterna con Dios. Morimos. Dios nos
levanta. Nuestra nueva existencia es una existencia corporal espiritual.40
Cuando Pablo se refirió a distintas clases de cuerpos, como el humano, animal, terrenal y celestial
quería ampliar la imaginación de la mente para que ésta aceptara la variedad que ya existe. Hemos de tener la
capacidad de aceptar la creencia de que Dios, quien provee esta gran cantidad de existencias, es capaz de
darnos una existencia real en la resurrección.
Pablo enfatiza la gran transformación por medio de la cual nos tornamos imperecederos, gloriosos y
poderosos. Hemos de ser restaurados totalmente a Dios y elevados al destino que Dios pensó para nosotros.
El “cuerpo espiritual” es una afirmación, no una negación. Para Pablo no había otra existencia aparte
de la corporal. No odiaba la carne como más adelante lo harían los gnósticos. Pablo conocía las limitaciones de
la carne. No pensaba que la resurrección del cuerpo sería de “carne y sangre” (v. 50), pero sí creía que la
resurrección del cuerpo sería de la personalidad humana que Dios había creado y puesto sobre esta tierra para
prepararla y elevarla ahora a su destino.
En el pensamiento paulino, el contraste entre las cosas de “la carne” y las cosas “del Espíritu” no debe
interpretarse como un desprecio por la existencia terrenal del ser humano. El contraste [p. 65] que quiere
mostrar es entre dos tipos de vida humana, una que vive dominada por los apetitos de “las cosas de la carne”
y la otra, motivada por las cosas de Dios; “las cosas del Espíritu” (Ro. 8:5).
La resurrección del cuerpo será la creación de Dios en la cual él preserva la personalidad humana en su
expresión más elevada. Esa existencia será una transformación gloriosa, pero mantendrá continuidad con esta
vida terrenal. Cada uno de nosotros ya es una criatura de Dios a quien él ama. La singularidad de cada uno
como persona es infinitamente más preciosa para él que aun para nuestros seres más queridos.

39
Thomas S. Kepler, The Meaning and Mystery of the Resurrection (El significado y misterio de la resurrección) (New York:
Association Press. 1963), pág. 106.
40
M. E. Dahl, The Resurrection of the Body (La resurrección del cuerpo) (London: SCM Press Ltd. 1962), págs. 15 y sigs.
La esperanza cristiana | 40

“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2, itálicas por
el autor). [p. 67]

5
La esperanza y el regreso de Cristo
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también
estéis: (Juan 14:2, 3).
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez,
y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para
salvar a los que le esperan (Heb. 9:27, 28).
Una fe en Jesucristo sin la expectación de su Parousia es como un pagaré que
nunca se cobra, una promesa que no se toma en serio. Una fe cristiana sin la
expectación de la Parousia es como una escalera que no lleva a ninguna parte y termina
en el vacío.41

La promesa de Jesús en Juan 14 produjo la expectación que expresa Hebreos 9. Los primeros cristianos
se aferraban a la esperanza de que Cristo, que había vivido entre ellos y que había sido arrancado por la
crucifixión, volvería. Aquella expectación del regreso de Cristo se convirtió en un elemento importante en la
escatología cristiana, y lo sigue siendo como lo indica la cita anterior del teólogo Emil Brunner.

Terminología y definición
La palabra griega Parousia es el vocablo principal usado en el Nuevo Testamento que indica el regreso
de Cristo, y con frecuencia es usado sin traducirlo como título de este tema escatológico. La [p. 68] palabra
Parousia significa literalmente “presencia” o “estar con”. En vista de la partida de Jesús, hablar de su presencia
vino a significar su regreso, o su volver a venir.
Además de éste, otros vocablos son usados en el Nuevo Testamento para referirse a la misma creencia.
Por ejemplo, “el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:8), “los días del Hijo del hombre” (Lc. 17:22), “la
manifestación” (1 Co. 1:7), “se manifieste” (Col. 3:4; 1 Jn. 2:28), “aparezca” (1 Pd. 5:4), “se manifestará” (2 Ts.
2:8).
Aunque la palabra Parousia, y también las demás, con frecuencia significan sólo una presencia o
aparición, reflejan la expectación de una presencia o venida futura. En lenguaje popular, esta creencia por lo
general se titula “la segunda venida” o “el segundo advenimiento”. La expresión, como tal, no aparece en el
Nuevo Testamento, pero es una interpretación natural de los pasajes citados. La expresión segunda venida es
adecuada, pero prefiero usar el término bíblico Parousia o venida.

41
Emil Brunner, Eternal Hope (Esperanza eterna), Harold Knight, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1954), págs.
138, 139.
La esperanza cristiana | 41

Ya hemos visto la variedad de términos y la frecuencia con que son usados en el Nuevo Testamento.
Los primeros cristianos hablaban con mucha naturalidad de su creencia en el hecho de que Jesucristo volvería
otra vez. La referencia a la Parousia de Jesús podría significar una especie de presencia espiritual únicamente.
Sin embargo, la evidencia del Nuevo Testamento es que habrá una venida en relación con el final de la
historia. Nos quedan muchas incertidumbres, pero estamos seguros de una cosa: la Parousia de Cristo no es
sinónima de la doctrina de la presencia del Espíritu Santo en la actualidad.

La prioridad de la primera venida de Cristo


En el mundo influenciado por el pensamiento cristiano, fechamos los acontecimientos a. de J.C. (antes
de Cristo) o d. de J.C. (después de Cristo). La convicción de que Jesús es el centro de la historia nos lleva con
naturalidad a la creencia de que él tiene relación con toda la historia y, por ende, tendrá una participación
destacada en el final de la misma.
Jesucristo marcó un comienzo nuevo y radical en la historia del mundo. Los cristianos atesoramos
nuestra herencia histórica y religiosa legada por el pueblo hebreo. Aceptamos con gratitud la Biblia hebrea
como parte de la Biblia cristiana. La Ley, los Profetas y los Escritos hebreos han dado forma a nuestra fe. Pero
fue la venida de Cristo lo que inspiró nuestro peregrinaje y tradición.
Creemos que Dios fue activo en la historia y religión de Israel. Su adoración es nuestra adoración, pero
con una diferencia. En un [p. 69] sentido muy singular “Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo”
(2 Co. 5: 19). Esta encarnación de Dios en Cristo cumplió y aun superó todas las esperanzas de Israel.
Jesucristo rompió las cadenas de una religión nacional e incluyó a todo el mundo en su obra de reconciliación.
Creemos que Jesucristo es el Verbo de Dios encamado (Jn 1:14), “la imagen del Dios invisible” (Col.
1:15), que “agradó al Padre que en él habitase toda plenitud” (v. 19) sellado con “la imagen misma” de la
naturaleza de Dios (Heb. 1:3).
Nuestra creencia de que Dios vino al mundo en la persona de Jesucristo influye sobre todas las
doctrinas cristianas. Entendemos al Antiguo Testamento como una preparación preliminar a la venida de
Cristo. Jesucristo determina nuestra doctrina de Dios y, en consecuencia, la del Espíritu Santo. Dado que Cristo
es el Alfa y la Omega de la fe cristiana, su venida en la encarnación nos da las pautas para interpretar su
regreso que esperamos. Por lo tanto, comprendemos su segunda venida en términos de su primera venida.42

La promesa y expectación del regreso de Cristo


Los eruditos del Nuevo Testamento difieren mucho en la interpretación de las declaraciones acerca del
regreso de Cristo, el fin de los tiempos y el Día del Señor.43 No podemos decir a ciencia cierta si en ciertos
pasajes Jesús se refería al final de los tiempos o a la destrucción de Jerusalén. Cuando Jesús habló de la
calamidad y el juicio venideros, lo hizo en un lenguaje apocalíptico. Cuando manifestó que los acontecimientos
tendrían lugar durante la vida de algunos de sus oyentes, o se equivocaba o hablaba de la caída de Jerusalén
en el año 70 d. de J.C. (Mat. 24:34). Pienso que se refería a la caída de Jerusalén.

42
Para una disertación sobre la centralidad y lo decisivo que es Cristo para el cristiano ver Morris Ashcraft, “Jesus Christ”,
Christian Faith and Beliefs (“Jesucristo”, fe y creencias cristianas) (Nashville: Broadman Press. 1984), págs. 10-66.
43
John A. T. Robinson, Jesus and His Coming (Jesús y su venida) (New York and Nashville: Abingdon Press, 1957); Paul S.
Minear, Christian Hope and the Second Coming (La esperanza cristiana y la segunda venida) (Philadelphia: The Westminster Press,
1954); A. L. More, The Parousia in the New Testament (La Parousia en el Nuevo Testamento) (Leiden: E. J. Brill, 1966); ver también H.
K. McArthur, “Parousia”, lnterpreter's Dictionary of the Bible (“Parousia”, Diccionario del Intérprete de la Biblia) (New York y
Nashville: Abingdon Press, 1962), 3:658-661.
La esperanza cristiana | 42

La promesa de Jesús
Jesús interpretaba que el Día del Señor que anuncia el Antiguo Testamento en cierta forma se había
cumplido con su propia vida. Se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre y al día venidero como el Día del
Hijo del Hombre o “la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:27, 37, 39; 25:31). En los grandes discursos de
Mateo 24-26, Jesús se refirió una y otra vez a su venida. Según lo registra Mateo, Jesús habló de un juicio
venidero, vindicación y destrucción, sufrimientos, falsos maestros, un regreso súbito y la preparación para ese
regreso. Respondió a las preguntas acerca de la fecha de los acontecimientos venideros y las señales de su
venida (Mat. 24:3).
Aunque no estamos seguros de todos los detalles, y Jesús no [p. 70] especificó cuándo vendría, sí
tenemos la seguridad de que Jesús prometió a sus discípulos que regresaría victoriosamente para juzgar y
vindicar. Juan registra la promesa en su expresión más conocida: “Voy, pues a preparar lugar para vosotros y...
vendré otra vez” (Juan 14:2, 3).
Lucas cuenta la aparición y ascensión de Cristo junto con la promesa. El Señor que ascendía fue
ocultado por una nube. Los discípulos se quedaron mirando el cielo. “Se pusieron junto a ellos dos varones con
vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este
mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:10,
11).
La expectación cristiana en relación con la venida de Cristo
Los escritos del Nuevo Testamento mencionan con frecuencia la expectación de la venida de Cristo, lo
cual prueba no sólo la expectación sino también su importancia. A continuación damos un vistazo a los pasajes
más importantes.
Pablo.- Pablo escribió de la resurrección de los muertos “en su venida” (1 Co. 15:23) y de su propia
vindicación “delante de nuestro Señor, en su venida” (1 Ts. 2:19). Rogó por la misma vindicación para los
tesalonicenses “en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Ts. 3:13). Presentó una
explicación detallada de “la venida del Señor” en 1 Tesalonicenses 4:15 y concluyó su epístola con otra
referencia más a “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23). Hizo mención dos veces a la venida del
Señor en 2 Tesalonicenses 2:1, 8.
Pablo se refirió en varios pasajes al regreso de Cristo como una “manifestación”. La “manifestación de
nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:7) es lo mismo que su venida. Pablo expresó la misma idea en las palabras
“cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego” (2 Ts. 1:7,
8).
Pablo usó la palabra “aparición” como sinónimo de “venida” al decir “hasta la aparición de nuestro
Señor Jesucristo” (1 Tim. 6:14) que es “su manifestación” (2 Tim. 4:1, 8) y “la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).
Pablo usó la frase “día de Cristo” o “día del Señor” para referirse a la venida de Cristo en juicio (1 Co.
1:8; 5:5; 2 Co. 1:14; Fil. 1:6, 10; 2:16; 1 Ts. 5:2; 2 Ts. 2:2).
Hebreos.- La Epístola a los Hebreos emplea el verbo “aparecer” en “aparecerá por segunda vez” (Heb.
9:28).
Santiago.- Santiago exhortó a sus lectores a ser pacientes [p. 71] “hasta la venida del Señor” (5: 7) y
dijo: “la venida del Señor se acerca” (v. 8).
Pedro.- “Cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pd. 1:7) es lo mismo que su regreso. Pero en 2 Pedro
encontramos “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1:16), que puede referirse a su primera venida, y “su
La esperanza cristiana | 43

advenimiento” (3:4) y “la venida del día de Dios” (v. 12), que definitivamente se refieren a su venida futura en
juicio.
Juan.- La Primera Epístola de Juan se refiere a “su venida” (2:28) y “cuando él se manifieste” (3:2). El
libro de Apocalipsis proclama: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (1:7). Concluye con la
consumación dramática de la historia en la venida de Cristo y su reino eterno.
Los primeros cristianos tenían la convicción de que Cristo volvería. Esa esperanza era el centro de sus
expectaciones. Alrededor de esa esperanza giraban otros importantes temas.

Acontecimientos relacionados con el regreso de Cristo


El repaso anterior de los pasajes del Nuevo Testamento que mencionan el regreso de Cristo muestra
no sólo la importancia de la creencia sino algo de su alcance. En cierta forma, el regreso de Cristo se entrelaza
con varios de los principales temas escatológicos. Su importancia se hace evidente en el hecho de que aparece
en los encabezamientos en ésta y la mayoría de las obras que tratan el tema de la esperanza cristiana. Para
evitar repetición, en este momento daré sólo una lista de los mismos.
El señorío de Cristo
Cuando Cristo regrese “toda rodilla” se doblará “de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo
de la tierra; y toda lengua confesará que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil. 2:10, 11).
También podemos encontrar la exaltación de Cristo y el reconocimiento de su señorío en el tema del reino de
Dios.
La resurrección de los muertos
La venida de Cristo convertirá en realidad esta esperanza de resurrección como tan elocuentemente lo
expresan 1 Tesalonicenses 4 y 1 Corintios 15.
El juicio
Cuando Cristo vuelva, después será el juicio final. Para los fieles el Día del Señor será una vindicación.
Para los infieles será una condenación, una enemistad total. [p. 72]
El comienzo del destino eterno
Después del juicio, hombres y mujeres irán a su destino final.
La consumación de todas las cosas
En otros capítulos escribo acerca de un nuevo cielo y una nueva tierra, el final de la historia y la
posibilidad de una vida renovada. Sin embargo, en este momento necesitamos notar que el regreso de Cristo
significa la consumación de todas las cosas. Significa que Dios, el Creador y Redentor, traerá a su creación a la
meta deseada. “Que todas las cosas serían consumadas en Cristo era una esperanza a la cual ningún cristiano
podía renunciar sin perder totalmente su fe.”44 Si uno niega esta creencia, también niega la soberanía de Dios
sobre el pasado y el presente al igual que el futuro.

Certidumbre acerca de la ven ida de Jesús


El hecho de su venida45
Las parábolas de Jesús acerca del juicio muestran la responsabilidad del ser humano de rendir cuentas.
Cuando los talentos fueron confiados a los mayordomos, éstos sabían que un día habrían de rendir cuentas.

44
Robinson, pág. 23.
45
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 100 y sigs.
La esperanza cristiana | 44

Jesús dijo con frecuencia que vendría otra vez para juzgar y vindicar. Sus promesas bastan para quienes
creemos.
Cuando Jesús ascendió, los mensajeros celestiales aseguraron a los discípulos que volvería tal como lo
habían visto partir (Hch. 1:11).
El Nuevo Testamento contiene abundantes enseñanzas relacionadas con la expectación de su regreso.
Esta expectación no sólo refleja las promesas concretas sino también una implicación lógica. Dado que Jesús
vino en primer lugar como Hijo de Dios y Salvador, puede volver otra vez para completar su acto salvador.
La esperanza escatológica de los primeros cristianos iba unida a su convicción de que Dios había creado
al mundo con un propósito. Cristo reveló cuál era ese propósito por medio de su obra de salvación. Todas las
exposiciones relacionadas con esta escatología llegan a su máxima claridad en la venida de Cristo (1 Ts. 4:13-
18; 1 Co. 15; Mat. 24-26).
El autor de Hebreos consideró tan ciertos el juicio venidero; la muerte de Cristo y su regreso como
cierta es la muerte. Escribió: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola
vez... así también Cristo... aparecerá por segunda vez” (He. 9:27, 28). [p. 73]
La universalidad de su venida
La frase la universalidad de su venida, puede no ser ideal, pero tiene la intención de abarcar dos
aspectos de la venida de Cristo: Todas las personas estarán incluidas, tanto justos como pecadores; y, su
venida no será secreta. Los escritores del Nuevo Testamento expresaron claramente que la venida de Cristo
sería un acontecimiento cósmico. Para los pecadores será un juicio súbito, como en las parábolas de Jesús.
Para los creyentes será una resurrección gozosa que no excluye a ningún creyente, vivo o muerto (1 Ts. 4:13-
18).
La venida de Cristo será también un evento visible. Algunos eruditos46 opinan que es necesario
enfatizar esta visibilidad para refutar a quienes intentan reducir la venida de Cristo a una experiencia personal
o a una visión, y a quienes predican una venida secreta. Los textos bíblicos mencionan claramente señales
visibles como “las nubes del cielo” (Mat. 24:30) y que “todo ojo le verá” (Ap. 1:7).
Su venida será personal
Después de la resurrección, el mismo Jesús que había muerto apareció a los discípulos. La experiencia
de Pablo camino a Damasco puede haber sido cierto tipo de visión (no por eso menos real), pero las otras
apariciones estuvieron acompañadas de detalles que nos obligan a pensar en una auténtica resurrección
“corporal”. Berkhof, en guardia contra la debilitación de la evidencia bíblica, insiste en que la venida de Cristo
será también física.47
He hecho notar anteriormente que ambos, cuerpo y alma, designan a la persona; por lo tanto, insisto
en que Cristo regresará en persona. “Este mismo Jesús” (Hch. 1: 11) es la persona de quien Pablo escribiera:
“Porque el Señor mismo... descenderá del cielo” (1 Ts. 4: 16). C. H. Dodd, aunque dice que la venida de Cristo
se relaciona principalmente con toda la humanidad, puntualiza que, en un sentido muy real, Cristo viene para
cada uno de nosotros cuando morimos.48 Su venida sigue siendo personal.

46
L. Berkhof, The Second Coming of Christ (La segunda venida de Cristo (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1953). págs. 40 y sigs.
47
Ibíd., pág. 36.
48
C. H. Dodd, The Coming of Christ (La venida de Cristo) (Cambridge: The Cambridge University Press, 1951). pág. 31.
La esperanza cristiana | 45

Su venida será sorpresiva


Jesús nos enseñó que debemos estar preparados para su venida porque a último momento no habrá
tiempo. La venida de Cristo será como “el relámpago” (Mat. 24:27), tan sorpresiva como en “los días de Noé”
(v. 37) e inesperada como “ladrón” en la noche (v. 43). [p. 74]
Su venida será triunfal
El Nuevo Testamento presenta la venida de Cristo como un momento de triunfo. En contraste con su
muerte en la cruz, ridiculizado como “Rey de los judíos”, Cristo vendrá “sobre las nubes del cielo, con poder y
gran gloria” (Mat. 24:30). Vendrá con gloria y participaremos de su victoria (Col. 3:4; Tito 2: 13). En el libro de
Apocalipsis vemos que Cristo viene como el Rey conquistador que triunfa sobre el pecado, la muerte y el
diablo y que establece su reino para siempre.
Su venida será final
El juicio final acompaña o sigue a la venida de Cristo. La enseñanza indubitable de las Escrituras es que
hoy es el día de preparación. Cuando venga, ya será demasiado tarde. Las parábolas lo enfatizan de una
manera especial. La venida de Cristo es el acontecimiento que marca el comienzo de la consumación. La
Epístola a los Hebreos es muy clara en decir que Cristo vino la primera vez para salvarnos del pecado. Es
nuestro sumo sacerdote que hizo propiciación “una vez para siempre, ofreciéndose a sí mismo” (He. 7:27).
Vendrá otra vez, pero esta vez su misión será distinta: “Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados
de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (He.
9:28).
Incertidumbres acerca de su venida
Ignoramos muchos detalles relacionados con la Parousia de Cristo. Los que con mayor frecuencia se
mencionan son: (1) El tiempo de su venida y (2) la manera como vendrá.
El tiempo de su venida.- A través de los siglos la iglesia ha tenido gente que no se interesa tanto en el
significado de la venida de Cristo como en saber la fecha de su aparición. Han elaborado cronogramas en que
incluyen todos los acontecimientos futuros. Algunos se han sentido tan seguros de la fecha que han
convencido a otros, y juntos han vendido sus bienes, abandonado sus ocupaciones y se han emplazado en un
cerro cercano para poder ser los primeros en ver su llegada.
Los primeros discípulos preguntaron: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del
fin del siglo?” (Mat. 24:3). Jesús respondió con varias ilustraciones y advertencias. Su contestación tendría que
haber logrado que no se volviera a hacer la misma pregunta. “Pero el día y la hora nadie sabe, ni aun los
ángeles de los cielos, sino sólo mi Padre” (v. 36).
Después de la resurrección de Jesús, los discípulos preguntaron [p. 75] algo parecido: “Señor,
¿restaurarás el reino de Israel en este tiempo?” Jesús respondió: “No os toca a vosotros saber los tiempos y las
sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hch. 1:6, 7).
Las “señales de los tiempos” han sido acomodadas muchas veces por los que quieren resolver el
rompecabezas y así saber lo que ni Jesús mismo sabía. Las “señales” que anteceden al fin no pueden ser
identificadas con seguridad. En todas las generaciones hay guerras y rumores de guerra. Las pestilencias son
comunes. Algunas de sus afirmaciones acerca del fin del siglo se refieren mas bien a la caída de Jerusalén. Si
hemos de ser honestos, hemos de reconocer que no contamos con datos sobre la fecha de la Parousia de
Cristo.
La manera en que vendrá.- Tenemos más datos sobre la manera como Cristo vendrá, pero no son
suficientes para presentar un cuadro completo. El hecho de que vendrá con las nubes del cielo, con sonido de
La esperanza cristiana | 46

trompeta, indica una venida gloriosa y victoriosa pero nos deja muchos interrogantes. Hay quienes creen que
su venida es individual para cada uno de nosotros en el día de nuestra muerte, mientras que otros creen en un
cataclismo al final de la historia. No estamos obligados a saber cuándo y cómo vendrá. Saber que sí viene debe
bastarnos.

La importancia permanente de la esperanza en su venida


¿Se sentirían desilusionados los tesalonicenses porque Jesús no volvió durante la vida de ellos? Y aún
no ha vuelto en el más completo sentido de la palabra. ¿Significa esto que nuestra fe es vana? Creo que no. Es
importante, sin embargo, que sigamos creyendo en su venida, siendo fieles a él y viviendo en esperanza.
A. L. Moore enumera muchos beneficios de este período de esperar con esperanza.49 Lo ve como una
edad en que el arrepentimiento y la fe aumentan y la iglesia crece. Es un tiempo de obra misionera cristiana y
una era del Espíritu Santo.
Veamos un breve resumen de ideas que puntualizan la importancia de la esperanza en la venida de
Cristo.
Nos motiva a prepararnos
No hay tema más claro en las enseñanzas de Jesús acerca de su venida que la necesidad de estar
preparados. La perspectiva del juicio es espantosa sólo para los que no están preparados. El cristiano espera la
venida de Cristo como una vindicación. La expectativa de su regreso nos motiva a estar preparados. [p. 76]
Hace más humanas nuestras vidas
Somos criaturas de Dios, siempre dependientes de él. A la vez, nos ha confiado su creación por un
breve tiempo. Somos responsables ante él por el dominio que ejercemos sobre nuestra porción de la creación.
Una dependencia como criaturas y un sentido de responsabilidad constituyen la naturaleza de la existencia
humana. También somos criaturas del tiempo, teniendo a cada momento un pasado, presente y futuro. Esta
tensión describe nuestra libertad.
La expectación de la venida de Cristo incide sobre nosotros como criaturas humanas y sobre nuestra
responsabilidad, y canaliza nuestra tensión hacia un vivir creativo.
La expectación de su venida mantiene viva la esperanza
No podemos vivir sin esperanza. Tenemos que mirar hacia el futuro. Cristo y su venida ponen delante
de nuestros ojos una meta digna hacia la cual nos encaminamos.
La venida de Cristo da a la vida un sentido de urgencia
Hemos recibido el mandato de estar alertas, velando y esperando. La vida humana debe ser sensible y
perceptiva. Nuestra propia preparación para su venida es una cuestión urgente. ¿Y qué de nuestra
responsabilidad de compartir con otros este sentido de urgencia? No hay urgencia más noble que vivir la vida
con la esperanza de que Jesús nos diga un día: “Has sido fiel.”

Cómo vivir hasta que él venga


Dondequiera que los cristianos se reúnen para adorar a Dios, celebran la muerte expiatoria de Cristo
por medio de la cena del Señor, ya sea que la llamen o no así. El misterio de la presencia de Cristo durante su
ausencia da a nuestro culto un sentido de reverencia. Pablo recibió la tradición y la pasó a otros. Entendió

49
Moore, págs. 207 y sigs.
La esperanza cristiana | 47

Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado
gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido;
haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y
bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga (1 Co. 11:23-26,
itálicas por el autor).

La vida cristiana, como el culto cristiano, se mide en su anchura, profundidad y altura por la frase
“hasta que él venga”. [p. 79]

6
La esperanza y el juicio
Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o
sea malo (2 Co. 5:10).

Un gran jugador de béisbol solía decir que su meta era ser un atleta tal, que cuando se jubilara su
entrenador dijera de él: "Es el mejor jugador que me ha tocado entrenar." Esta sana ambición era un gran
impulso motivador. Incluye la idea de juicio a un nivel humano. El juicio de su entrenador no era algo que le
inspiraba temor, era lo que lo motivaba.
Este capítulo trata sobre ese tipo de juicio a su más alto nivel. A usted, al llegar a su propio final, ¿qué
le gustaría que Dios dijera de su vida?
Una palabra será suficiente si es la esperada. Jesús contó la historia de un hombre que, al irse de viaje,
confió sus posesiones a sus siervos. Dio a uno cinco talentos, dos a otro y un talento al último. A su regreso, los
llamó para que rindieran cuentas e informaran sobre su mayordomía. Los dos primeros habían invertido su
dinero sabiamente obteniendo una ganancia aceptable. El tercero, por tenerle miedo al riesgo, había
escondido el dinero. El dueño dijo a los primeros: "Has sido fiel" (Mat. 25: 14-30, itálicas por el autor).
El tema bíblico del juicio a veces se malentiende porque se piensa sólo en lo negativo: la condenación.
El Juicio bíblico siempre ofrece uno de dos veredictos: vindicación o condenación. Una visita a la oficina de
impuestos no representa una amenaza para la persona honrada que tiene sus asuntos en orden.
Diariamente nos encontramos frente a muchas clases de juicios. Vamos al médico para que nos haga
exámenes buscando un veredicto. Periódicamente nos evalúan en el empleo. Examinamos [p. 80] nuestro
estado financiero y hasta lo hacemos ver con un auditor, reconociendo que necesitamos un juicio, una
evaluación constructiva.

La certeza del juicio


El juicio es tan seguro como la muerte. "Y de la manera que está establecido para los hombres que
mueran una sola vez, y después el juicio" (He. 9:27). La Biblia nos habla consistente y frecuentemente de la
seguridad del juicio.
La esperanza cristiana | 48

Enseñanzas del Antiguo Testamento


El tema es tan común en el Antiguo Testamento que sólo miraremos unas pocas ilustraciones.
En el huerto de Edén.- Cuando Adán y Eva pecaron contra Dios fueron expulsados del huerto. Pero aún
antes de que Dios los juzgara, ellos ya se habían juzgado a sí mismos. Lo que hicieron contra Dios los separó de
él porque se escondieron de su presencia cuando "Dios se paseaba por el huerto" (Gn. 3:8).
La trágica historia de su caída muestra que primero desconfiaron de Dios. La falta de confianza produjo
una separación. Empezó con la propia percepción de ellos. Su alejamiento no fue tanto un exilio que les
impuso un tercero como una separación, un divorcio que ellos mismos escogieron. Aun al aplicar su juicio,
Dios siguió amándolos y proveyendo para sus vidas.
La torre de Babel.- La construcción de la torre no fue mala en sí. Dios no boicotea planes de
arquitectura. Los constructores de la torre, en este caso, ya estaban alejados de Dios. Quisieron construir una
escalera al cielo, un monumento a su propio orgullo. El juicio de Dios va mano a mano con la consecuencia del
pecado (Gn. 11:1-9).
El peregrinaje de Israel.- Dios llamó al pueblo hebreo a un peregrinaje especial. Una y otra vez
repitieron un ciclo en su conducta: fidelidad, desobediencia, juicio, arrepentimiento, perdón y un nuevo
comienzo. El juicio era emitido de diversas maneras, por ejemplo una catástrofe nacional. El ciclo histórico
muestra no sólo la certidumbre del juicio de Dios sino también que el juicio es constructivo, no destructivo. El
juicio con frecuencia produce arrepentimiento y restauración.
El Día del Señor como un juicio nacional.- Los profetas del Antiguo Testamento anunciaron la venida del
Día del Señor como un tiempo de juicio. En algunas ocasiones, había esperanza de vindicación y liberación; en
otras, los profetas hebreos proclamaban una condenación venidera. [p. 81]
El juicio era sobre la nación. Su derrota a manos de un enemigo era considerada como un juicio de
Dios. Cuando Israel se arrepentía, Dios perdonaba y restauraba a la nación.
Juicio individual en Ezequiel y Jeremías.- Al principio de la historia hebrea, el énfasis recaía sobre una
solidaridad corporativa en lugar de una responsabilidad individual. Pero tanto Ezequiel como Jeremías
enfatizaron la responsabilidad y el juicio individual. Citaron el antiguo adagio: "Los padres comieron uvas
agrias y los dientes de los hijos tienen la dentera" (Jr. 31:29; Ez. 18:2). El dicho echaba la culpa de los pecados
de uno en sus antepasados. Los dos profetas destacaron que cada individuo es responsable de sus pecados,
está sujeto a juicio y que puede morir por su propio pecado.
Juicio en la caída de Jerusalén, 586 a. de J.C.- Hasta la caída de Jerusalén ante Babilonia en el siglo VI a.
de J. C., no se había dado una calamidad nacional de tales proporciones. Hasta entonces, Dios había
restaurado a la nación. Jeremías profetizaba que esta vez Dios no intervendría debido al pecado de la nación.
La derrota, la destrucción y la cautividad fueron tomadas como juicio de Dios.
Para Jeremías el hecho de que había tenido razón no le sirvió de consuelo. Su lamentación ante la caída
de Jerusalén es una de las composiciones más tristes del Antiguo Testamento. Había visto a la ciudad santa en
el resplandor de su apogeo y ahora tenía que escribir: "Su sol se puso siendo aún de día" (Jr. 15:9).
Daniel y el juicio universal.- Daniel, sin usar la palabra juicio, nos da la declaración más clara que
podemos encontrar en el Antiguo Testamento sobre un juicio general. "Y muchos de los que duermen en el
polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua"
(Dan. 12:2).
La esperanza cristiana | 49

Enseñanzas del Nuevo Testamento


Jesús y el juicio.- Jesús habló con frecuencia acerca del juicio. Sólo citaremos unos pocos ejemplos.
Jesús condenó la maldad y elogió la veracidad, diciendo: "Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que
hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Porque por tus palabras serás justificado, y por
tus palabras serás condenado" (Mat. 12:36, 37).
Jesús contó varias parábolas para enseñar el juicio. En ellas destacó que las personas serán condenadas
o vindicadas en el juicio venidero en base a su preparación, fidelidad y sensibilidad hacia otros seres humanos.
Advirtió que la gente se sorprenderá en el juicio. Vindicó a un sector, diciendo: "Porque tuve hambre, y
me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis" (Mat. 25:35) [p. 82], lo
cual sorprendió a los personajes de la parábola. Al responder a una necesidad humana, le habían respondido a
él. Condenó a otro sector por no haber respondido a la necesidad de sus semejantes, a lo que aquellos
reaccionaron diciendo que no se habían percatado de su falla (vv. 42-46).
Pablo y el juicio.- Pablo destacó varios aspectos del juicio. En Romanos, la "ira de Dios" no es un
arranque de un Dios ofendido. Más bien, es la consecuencia del pecado, un resultado de la degradación y el
alejamiento. Pablo sostuvo que el ser humano cuenta con un conocimiento general de Dios en su conciencia
pero que habían adorado a los ídolos en lugar de Dios, "por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia,
en las concupiscencias de sus corazones" (Ro. 1:24). Cuando Dios sigue llamándonos al arrepentimiento y nos
convence de pecado, puede ser que nos sintamos incómodos, pero tenemos esperanza en Dios. Cuando
rechazamos a Dios durante mucho tiempo, nos tornamos incapaces para responder. El resultado es que ya ni
sentimos el juicio de Dios. La separación es total. Esta es la ira de Dios.
Pablo consideraba a los judíos bajo el juicio y condenación de Dios porque habían sido infieles al pacto
con él. Enseñó que Dios juzgó y condenó a los gentiles porque todos se habían negado a adorarle a pesar de
que, en sus conciencias, tenían un conocimiento general de Dios (Ro. 1:19, 20). Enseñó que todos estamos
bajo el juicio de Dios "por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios" (Ro. 3:23), pero
podemos ser justificados por gracia (v. 24).
Pablo enseñó que la norma del juicio se basará en cómo respondemos al evangelio ele Cristo "porque
todos compareceremos ante el tribunal de Cristo" (Ro. 14:10). También "porque es necesario que todos
nosotros comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para que cada uno reciba según lo que haya hecho
mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o sea malo" (2 Co. 5:10).
Pablo creía en el juicio como algo seguro. Jesucristo es el juez y la norma del juicio. Uno puede ser
vindicado o condenado; el juicio depende de lo que uno hizo en esta vida.
Pedro y el juicio.- La enseñanza de Pedro sobre el juicio es consecuente con las otras del Nuevo
Testamento (1 Ped. 4:17).
Hebreos y el juicio.- Ya hemos notado que el juicio es tan seguro como la muerte (He. 9:27). El autor
aludió también a un "juicio eterno" (6:2). Al referirse al pecado deliberado, escribió de "una horrenda
expectación de juicio, y de hervor de fuego que ha de devorar a los adversarios" (10:27).
Santiago y el juicio.- Santiago, como los profetas del Antiguo Testamento, odiaba la opresión de los
pobres por parte de los ricos. [p. 83] Dijo que el Señor vendría (5:7, 8) y que era el "juez" que "está delante de
la puerta" (v. 9).
Juan y el juicio.- En el gran pasaje que incluye "Dios es amor", Juan nos insta a vivir en el amor de Dios
porque "en esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio;
pues como él es, así somos nosotros en este mundo" (1 Jn. 4:17). El juicio es seguro, pero no por eso hemos de
vivir temiéndolo porque "el perfecto amor echa fuera el temor" (v. 18).
La esperanza cristiana | 50

Apocalipsis y el juicio.- El gran drama apocalíptico de la redención presenta la historia completa de


sufrimientos, calamidades, persecuciones y juicio final. El juicio desde el "gran trono blanco" marcará el final
de todo juicio: "Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie ante Dios; y los libros fueron abiertos, y otro
libro fue abierto, el cual es el libro de la vida; y fueron juzgados los muertos... según sus obras" (20:12).
Los credos de la iglesia
Al observar los grandes credos y confesiones de la iglesia, notamos que dan atención especial a la
expectación de que el juicio vendrá al final de los siglos. El antiguo Símbolo Romano, precursor del Credo de
los Apóstoles, que data aproximadamente del año 150 d. de J. C., incluye la afirmación "porque vendrá a
juzgar a los vivos y a los muertos".50

Las razones del juicio


El testimonio abrumador de la Escritura establece que el juicio es seguro. Podemos comprender mejor
las enseñanzas escriturales si aceptamos que el juicio es muy razonable.
La naturaleza del Creador y la criatura
Difícilmente Dios como creador volvería su espalda a su creación. El juicio es una de sus maneras de
ejercer su dirección y sustento. Dios confió su creación a nuestro dominio. El juicio es un aspecto de la
supervisión de Dios sobre nosotros. Estar bajo juicio es nuestra manera de reconocer que somos criaturas.
El propósito de Dios
Torpemente preguntamos: "¿Por qué creó Dios todo esto?" La pregunta, expresada de esta manera,
nos obliga a tomar una posición ante la creación que ni siquiera podemos imaginar. Pero si partimos de
nuestro conocimiento de lo que Dios reveló de sí mismo en la Biblia, podemos hablar del propósito de Dios
para su creación. [p. 84] Sabemos que Dios es bueno y que su creación es buena. Sabemos que su propósito
ha de ser también bueno. El juicio es la manera que Dios tiene de aseguramos que su propósito se cumplirá. Es
lo razonable.
El propósito de la humanidad
Muchos nos hemos formado teniendo el concepto de que el propósito de la humanidad es glorificar a
Dios y gozar de él para siempre. Si somos criaturas de Dios, discernimos nuestro propósito en la vida en
términos de su voluntad para nosotros. Juicio es el vocablo que muestra la medida de nuestra fidelidad a ese
propósito.
Significado de responsabilidad
La naturaleza de la vida humana incluye libertad y responsabilidad. Dios nos creó a su imagen. Esto
implica libertad y tanto la capacidad como la obligación de responder. De todas las criaturas, somos nosotros
los que podemos ser sensibles y reflexivos; podemos sentir la presencia de Dios y comprender la vida de otro
ser humano. Ser hecho a la imagen de Dios significa que podemos responder tanto a Dios como a nuestros
prójimos. Esta responsabilidad incluye rendir cuentas. Rendir cuentas es reconocer que el juicio es lo correcto.
Tenemos capacidad de distinguir entre lo que somos y lo que debiéramos ser. Esta capacidad de distinguir es
ya un juicio, sea de Dios o nuestro.

50
Paul T. Fuhrmann, An Introduction to the Great Creeds of the Church (Una introducción a los grandes credos de la iglesia)
(Philadelphia: The Westminster Press, 1960), pág. 26. Ver también John 1-1. Leith, ed. Creeds of the Churches (Credos de las iglesias)
(Atlanta: John Knox Press, 1963), o cualquier otro libro sobre los credos.
La esperanza cristiana | 51

La naturaleza del pecado humano


Dios creó un mundo bueno. El pecado es una distorsión de la vida humana porque causa una
separación entre los seres humanos y Dios. Frustra el propósito divino. Contradice nuestro papel como
criaturas obedientes. El juicio es un acto de Dios que expresa lo justo, y señala el camino para que las criaturas
vuelvan a estar en armonía con Dios.
El pecado es como una enfermedad. Es como la infección en el pie de un niño. Fue causada por un
objeto extraño, duele y pone al pie en peligro. El médico sabe que la infección no cederá mientras no se haga
un corte y se quite el objeto extraño. El niño le tiene miedo al dolor del corte, pero sabe que el tratamiento
será el menor de los males y la solución para curarse.
Nuestro pecado contra Dios requiere un juicio. Si Dios no lo exigiera, lo inventariamos nosotros. Es la
única manera de curarnos. El arrepentimiento ante Dios duele porque nos obliga a aceptar la responsabilidad
de nuestros errores, pero a la vez, es gozosa porque significa el comienzo de la reconciliación. [p. 85]
El juicio es una necesidad lógica. Es tan antigua como la creencia en Dios. Es inevitable si hemos de
gozar de una relación con Dios porque Dios espera que pasemos de lo que somos a lo que debemos ser. Si
hemos de contar con la providencia de Dios en la historia y en la vida personal, debemos saber que el juicio de
Dios es la instrucción constante de un Dios que ama. El juicio es necesario si Dios es justo y si el ser humano es
libre y responsable.

La naturaleza del juicio


El juicio de Dios no es necesariamente una experiencia pavorosa, y no se posterga hasta el fin del
mundo. Mas bien es una realidad que enfrentamos a lo largo de la vida. Podemos mirar la naturaleza del juicio
en una perspectiva más amplia sin por eso restarle importancia a la idea de un juicio final.
Juicio desde el principio
En el principio de la historia.- Ya hemos considerado cómo el juicio de Dios fue reconocido al principio
por los padres de la raza humana cuando fueron echados del huerto. Aprendieron del juicio en un sentido
negativo y como resultado de su pecado. El hecho es que ya habían estado viviendo bajo el juicio de Dios.
Cuando actuamos bien, el juicio es una afirmación.
La creencia de que Dios mantiene una relación continua con su pueblo a lo largo de su historia sugiere
la idea de un cuidado providencial. Esto incluye recibir dirección y sustento. Dios con frecuencia da dirección
por medio del juicio. El juicio de Dios toma las formas de corrección, nutrición, disciplina, estímulo,
condenación y vindicación.
Comienzo de la vida responsable.- Todo ser humano en alguna etapa de su desarrollo tiene que aceptar
la responsabilidad por su propia vida. Esta aceptación, crea o no uno en Dios, es un reconocimiento de que da
cuenta de sus actos. El sentido de responsabilidad presupone cierta norma de juicio.
Juicio al comienzo de la vida cristiana.- El individuo comienza la vida cristiana por medio del
arrepentimiento y la fe. Arrepentimiento es volverse a Dios dejando el pecado. Se verifica cuando una persona
escucha la Palabra de Dios, el evangelio, que le da a conocer el propósito de Dios y le hace percibir su propia
pecaminosidad. El arrepentimiento incluye el conocimiento de culpa. El perdón de Dios por gracia es lo que
llamamos "justificación por fe''. Somos culpables ante Dios en el juicio. A través de la obra de Cristo por y en
nosotros, nos levantamos perdonados, "justificados, pues, por la [p. 86] fe" (Ro. 5:1). Pablo alegaba que ya
habíamos sido juzgados y condenados. Ahora estamos reconciliados con Dios. Cada cristiano comienza la vida
cristiana en un acto de juicio.
La esperanza cristiana | 52

Toda la vida está bajo juicio


La conciencia es una forma de juicio.- Pablo enseñaba que aun las personas que no conocían la ley de
Dios tenían dentro de sí a un juez. "Mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su
conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos, en el día en que Dios juzgará por Jesucristo los
secretos de los hombres, conforme a mi evangelio" (Ro. 2:15, 16). Esta conciencia, si se desarrolla bajo la
dirección de Dios, es una expresión maravillosa de juicio diario.
La adoración incluye un elemento de juicio.- Cuando escuchamos la Palabra de Dios, sea proclamada,
leída o cantada, el Espíritu de Dios nos convence de nuestro pecado. Al participar en el culto de adoración nos
arrepentimos y sentimos el perdón de Dios. Ya sea que le rindamos culto en público o en privado, nos
exponemos al juicio de Dios. Los santos a través de las edades han encarado el juicio un día a la vez;
regocijándose cuando Dios los ha juzgado, corregido y restaurado a una relación armoniosa con él.
El juicio llega en forma de consecuencias.- Ya sea que leamos de Israel en el Antiguo Testamento o que
escuchemos mensajes cristianos actuales, notamos un tema recurrente: nuestros pecados tienen
consecuencias. A veces las reconocemos como juicio de Dios. Aunque las Escrituras enseñan y nosotros
vivimos la consecuencia del pecado como juicio de Dios, hemos de cuidarnos de no interpretarlas en relación
con las vidas ajenas. Dios condenó tales interpretaciones de juicio (Mat. 7:1). Pablo también prohibió juzgar la
vida ajena (Ro. 2:1). Quizá hemos de pensar en ser tan bondadosos con nosotros mismos como se nos manda
que lo seamos con otros. Puedo ser injusto cuando me condeno a mí mismo o interpreto algún
acontecimiento desfavorable como juicio de Dios.
La vida cristiana como un vivir bajo juicio.- En un sentido positivo y significativo, hay muchos que
consideran toda su vida como algo que está bajo el juicio de Dios. Viven cada día conscientes de lo que Dios
espera de ellos. Se miden a sí mismos, o piden que Dios lo haga, de acuerdo con las normas de él. Comienzan
cada día con una oración pidiendo la dirección divina. Lo terminan dando cuenta de su día a Dios en oración.
Aceptan la corrección de Dios como la disciplina de un padre amante.
Mi maestro de escuela dominical cuenta una historia que ilustra este tema. En su niñez conoció a un
médico muy respetado [p. 87] que vivía en un territorio fronterizo de la nación. Recorría la zona a caballo,
cumpliendo su ministerio a los enfermos. Su fama se extendió por toda la región. Era un hombre bueno y
bondadoso. Y nadie sabía que sufría del corazón, lo que representaba una amenaza diaria a su vida.
Ya en su ancianidad, alguien le preguntó el secreto de su vida útil. Con cierta timidez, respondió
diciendo que había vivido cada día como si fuera el último. Al acabar su trabajo del día, volvía a su casa y en la
noche escribía sus notas en un diario. Anotaba los tratamientos que había recetado a cada paciente para el
caso que otro médico tuviera que hacerse cargo. Hacía sus cuentas. Después, leía su Biblia y oraba. Antes de
retirarse a descansar, escribía en su diario. Así, todas las noches enfrentaba el juicio. Después de su muerte, al
leer su diario se vio que cada día había escrito al lado de cada fecha: "Mi casa está en orden."
Vivir la vida bajo el juicio de Dios puede ser una manera hermosa y significativa de vivir la vida
justicieramente.
El juicio final
Después de la muerte de cada uno, viene el juicio (He. 9:27). Encontramos varias referencias a un juicio
final en las enseñanzas de Jesús y en el cuadro majestuoso del juicio ante el gran trono blanco de Apocalipsis.
Algunos simplifican el juicio diciendo que es un solo acontecimiento en que cada individuo enfrenta a
Dios después de la muerte. Otros creen ver evidencias que muestran que será un solo acontecimiento en que
todas las naciones de todos los tiempos serán reunidas para ser juzgadas. El premileniarismo menciona más
La esperanza cristiana | 53

de un juicio. Ray Summers ha enumerado cinco juicios que aparecen en algunos de estos cronogramas.51 Pero
él no cree que dicha interpretación sea correcta. Es más posible que las distintas referencias sean maneras
diferentes de presentar un solo evento.
Algunos hacen diferencia entre "el tribunal de Cristo" (2 Co. 5:10) y "el tribunal de Dios" (Ro. 14:10
R.V.A.) pero no hay razón para ello. Ladd presenta la conclusión correcta en el sentido de que estas dos
expresiones son intercambiables y se refieren a un solo evento.52
La evidencia señala un juicio final en la consumación del tiempo. Pero también puntualiza la práctica
del juicio a través de la vida tanto individual como colectiva. Lo seguro es que quienes aceptan el juicio de Dios
ahora no necesitan vivir la vida temiendo el juicio final. [p. 88]

La base del juicio


Las citas bíblicas mencionadas dan las bases sobre las cuales Dios nos ha de juzgar. Será bueno
repasarlas.
La ley de Dios
La ley de Dios resume las ideas básicas de lo que Dios espera de sus criaturas y las bases sobre las
cuales los juzgará. Pablo, al presentar el evangelio de Cristo, argumentaba: "Porque todos los que sin ley han
pecado, sin ley también perecerán; y todos los que bajo la ley han pecado, por la ley serán juzgados; porque
no son los oidores de la ley los justos ante Dios, sino los hacedores de la ley serán justificados" (Ro. 2:12, 13).
Jesús dio su aprobación a la ley como norma de juicio. Al hombre que buscaba vida eterna le dijo:
"¿Qué está escrito en la ley?" El hombre contestó dando un resumen de los mandamientos, a lo que Jesús
replicó: "Bien has respondido; haz esto, y vivirás" (Lc. 10:25-28).
Nuestra respuesta a Cristo
En el mismo pasaje en que Pablo habla del juicio en base a la ley, escribió del juicio en otro sentido: "En
el día en que Dios juzgará por Jesucristo los secretos de los hombres, conforme a mi evangelio" (Ro. 2:16).
Aquí no hay una contradicción. Cristo cumplió la ley. La fidelidad a Cristo ciertamente equivale a fidelidad a la
ley.
Juan habló del juicio en tiempo presente, como si ya hubiera sucedido en base a nuestra respuesta a
Cristo. "El que en él (Cristo) cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha
creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios" (Juan 3:18).
La enseñanza de Apocalipsis es que el juicio final será exclusivamente una cuestión basada en la
respuesta de las personas a Cristo.
El juicio y la conciencia humana
El juicio no es una norma extraña o externa impuesta a los seres humanos. Al contrario, el juicio de
Dios es razonable. Los argumentos de Pablo acerca de los que habían oído la ley y los que no, es que todos
tienen un conocimiento en sus conciencias lo cual justifica el juicio. Es evidente que Pablo no creía que los
gentiles eran dignos, o que pasaban el juicio, en base a "la ley escrita en sus corazones", pero insistía en que sí
tenemos esta norma de juicio dentro nuestro. [p. 89]

51
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), pág. 212
52
George Eldon Ladd, The Last Things, an Eschatology for Laymen (Las últimas cosas, una escatología para laicos) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1978), pág. 99.
La esperanza cristiana | 54

Jesús enseñó al pueblo contando historias sencillas que apelan al sentido común. Parece que pensaba
que las personas sencillas y sin educación podían comprender las cosas simples pero profundas del espíritu.
Consideraba que podemos responder a Dios y a nuestros prójimos.
El juicio y la oportunidad humana
Dieciocho parábolas de Jesús tienen que ver con el juicio.53 Ya sea que el juez sea Dios o el Cristo que
regresa, o el rey, o el dueño de casa, o el dueño de una viña, la enseñanza es clara. Las parábolas tienen que
ver con estar preparados, alertas, llevando fruto y siendo fieles mayordomos de lo que nos ha sido confiado.
El denominador común de estas parábolas es que el juicio tiene relación con la oportunidad.
Simplemente seremos juzgados a base de lo que teníamos. En la parábola de los talentos, el dueño condenó al
siervo perezoso porque tenía un talento que no invirtió. Aprobó a los otros y los llamó "fieles" porque habían
administrado sabiamente lo que les había sido dado. La fidelidad es la característica de la conducta de la
persona que actúa bien a la luz de su situación humana y su propia oportunidad.
La parábola del Buen Samaritano (Lc. 10) enseña que todo depende de cómo respondemos a las
necesidades de las personas que encontramos en nuestro camino. Toda la ley fue cumplida cuando un ser
humano respondió a la necesidad de otro que había sido asaltado. Respondió a esa necesidad usando la
oportunidad y los recursos a su disposición.
En la historia del hombre rico que todo lo tenía, incluyendo un mendigo a su puerta, Dios dio su
veredicto de juicio final. El hombre no se fue al infierno porque fuera rico o vistiera bien o viviera
suntuosamente. Se fue al infierno porque no respondió a la necesidad del mendigo que moría de hambre a su
puerta (Lc. 16:19-31). La oportunidad es presentada como prueba en la corte de justicia.
La cuestión de grados
Siempre surge la pregunta sobre la existencia de grados de culpabilidad o castigo. Contamos con
escasa información al respecto. Jesús condenó a las ciudades de Corazín y Betsaida diciendo: "Si en Tiro y en
Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hecho en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido
en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para
Sidón, que para vosotras" (Mat. 11:21, 22) [p. 90]. A continuación de esto, condenó a Capernaum
comparándola con Sodoma.
El pasaje trata de oportunidad y respuesta. Sugiere que, en el juicio, habrá una diferencia según
nuestras oportunidades. Nos dice algo, pero en realidad no aclara el interrogante sobre la existencia de
grados.
¿Fiel o infiel?
Resumir la norma del juicio a una sola palabra puede ser simplificación peligrosa. Pero sí lo hiciéramos,
no habría palabra mejor que fiel. Esta y su antónimo incluyen nuestras oportunidades, limitaciones y las
expectativas de Dios. Dios espera que vivamos obedeciéndole, alertas y receptivos a otras personas. El juicio
final bien pudiera resumirse en cualquiera de las dos palabras: fiel o infiel.

El juez y el juicio
Debemos comparecer ante Dios, tal como lo hacemos ya. Jesucristo, quien nos hizo conocer a Dios,
será nuestro abogado defensor y nuestro juez. Para él no hay secretos, pero es magnánimo. Nos juzgará con
su gracia, como lo hace ya. Si confiamos en él, él nos sostendrá, como lo hace ya.

53
C. Ryder Smith, The Bible Doctrine of the Hereafter (La doctrina bíblica del más allá) (London: The Epworth Press, 1958)
págs. 149 y sigs.
La esperanza cristiana | 55

Ante el gran trono blanco se reunirán todas las personas, grandes y pequeñas. Y serán juzgadas "según
sus obras" (Ap. 20:12). [p. 91]

7
La esperanza y el reino de Dios
Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio
del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mar. 1:14, 15, itálicas por el autor).

Vosotros, pues oraréis así:


Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre,
Venga tu reino.
Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy.
Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros
deudores.
Y no nos metas en tentación, mas líbranos del mal (Mat. 6:9-13, itálicas por el autor).

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os


serán añadidas (Mat. 6:33, itálicas por el autor).

Entonces los que se habían reunido le preguntaron, diciendo: Señor,


¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo? (Hch. 1:6, itálicas por el autor).

Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido
todo dominio, toda autoridad y potencia (1 Co. 15:24, itálicas por el autor).

Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo (Ap. 12: 10, itálicas por el
autor).

El reino de Dios era el tema central de la enseñanza de Jesús. Es importante en todo el Nuevo
Testamento. En los pasajes citados [p. 92] notemos lo siguiente: (1) El mensaje de la predicación de Jesús era
el reino de Dios. (2) Los énfasis principales del Padrenuestro colocan al reino de Dios inmediatamente después
de la referencia a la santidad de Dios. (3) Jesús enseñó a las personas que pusieran el reino de Dios primero en
sus vidas dejando que todo lo demás entre en órbita alrededor de él. (4) Los primeros cristianos tenían tal
obsesión con el reino que después de la resurrección de Cristo le preguntaron si era el momento de restaurar
el reino. (5) Pablo, al hablar del final de la historia, se refirió al hecho de que Cristo entregaría el reino a Dios el
Padre. (6) La gran victoria, dramáticamente retratada en Apocalipsis, será total sólo cuando el reino de Dios
finalmente se haya establecido y sus antagonistas hayan sido depuestos. (7) Las parábolas que ya he
mencionado enfocan con insistencia el significado del reino de Dios.
La esperanza cristiana | 56

Un vistazo a una concordancia bíblica mostraría con cuánta frecuencia se menciona la frase reino de
Dios y su equivalente, reino de los cielos. No nos dejemos llevar por el hecho de que la expresión no se usa
tanto en el resto del Nuevo Testamento como en los Evangelios. Los escritores ya sabían que el reino de Dios
había comenzado con el ministerio de Jesús.54
El reino de Dios es uno de los temas escatológicos más importantes de la teología cristiana. Muchos
intérpretes opinan que no sólo es el tema escatológico principal sino que es el único. Otto Weber, teólogo
contemporáneo, ha dicho: "El reino de Dios ocupa el centro de toda expectativa cristiana e incluye todo lo que
hay para decir en detalle acerca de ella."55 La idea del reino de Dios es el eje de la escatología cristiana. La
palabra "eje", tanto como cualquier otra, enfatiza la tensión constante en la escatología cristiana entre el
"ahora" y el "todavía no".

¿Profético o apocalíptico? ¿O ambos?


En el capítulo 1 consideramos brevemente "Puntos de vista desde los cuales estudiar la escatología".
Vuelva a leer esa sección para repasar los términos usados. Algunos de los temas escatológicos del Nuevo
Testamento son difíciles de interpretar. Y ninguno más difícil que el reino de Dios.
La mezcla de lo profético y lo apocalíptico es una de las razones principales de la dificultad. Las
limitaciones de espacio no nos permiten más que unas breves consideraciones. En otra obra he presentado un
sumario de estas creencias dando más fuentes de información.56 [p. 93]
Características de la literatura apocalíptica
La literatura apocalíptica es una forma literaria específica que surgió en las postrimerías del judaísmo,
llegando a su apogeo en el siglo dos antes de Cristo y que fue desapareciendo después del año 100 d. de J.C.
Las dos obras de mayor importancia de este tipo son Daniel en el Antiguo Testamento y Apocalipsis en el
Nuevo Testamento.
La literatura apocalíptica aparecía en tiempos de derrota y persecución, tendía a ser pesimista en
cuanto a la cultura contemporánea y, aunque triste en su consideración del presente, miraba hacia el futuro
distante para encontrar una salvación gloriosa. El enfoque era dualista, dando mucho énfasis a Satanás,
guerras en el cielo, dos eras, etc. Era literatura determinista, indicando que la historia pasada distante había
sido predeterminada y que se había ido cumpliendo de acuerdo con un plan inevitable. La literatura
apocalíptica contenía misterio y secreto, muchas visiones y ángeles. Se valía de símbolos animales usando
animales combinados, bestias extrañas y dragones. Con frecuencia enfatizaba la numerología, revelando o
escondiendo secretos en una serie de números o fechas. Esta literatura contenía calamidades y plagas
catastróficas, abismos y lagos de fuego.
La literatura apocalíptica es como un idioma extraño para muchos modernistas. Para interpretarla,
primero hay que aprender ese idioma. En la obra editada por R. H. Charles, The Apocrypha and
Pseudoepiqrapha of the Old Teslament (Los escritos apócrifos y pseudoepigraficos del Antiguo Testamento) se
puede apreciar una magnífica colección de escritos apocalípticos intertestamentarios. La lectura de los
mismos convence al lector que interpretarlos es más que leerlos "literalmente". Los autores hacían uso de
cuadros de palabras para mostrar verdades, cuadros que con frecuencia contenían exageraciones y muchos

54
Emil Brunner, Eternal Hope (Esperanza eterna), Harold Knight, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1954), pág.
155.
55
Otto Weber, Foundations of Dogmatics (Fundamentos de dogmática), Darrell L. Gouder, trad. (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1983), 2:675.
56
Morris Ashcraft, "Revelation'', The Broadman Bible Commentary (“Apocalipsis”, El Comentario Bíblico Broadman)
(Nashville: Broadman Press, 1972), 12:240-246.
La esperanza cristiana | 57

detalles, sin que la intención fuera que se tomara todo literalmente, como por ejemplo el dragón con siete
cabezas y diez cuernos en Apocalipsis. Juan dio a entender que el dragón representa a Roma situada sobre
siete colinas y los diez cuernos eran diez reyes (Ap. 17:9, 12).
Literatura profética y apocalíptica
Diferentes en su forma.- Las profecías generalmente se componían de breves oráculos orales y a veces
poéticos que eran proclamados. Más tarde eran volcados a la escritura. La literatura apocalíptica se originaba
en forma escrita y con frecuencia era organizada en elaborados sistemas. El libro de Apocalipsis, por [p. 94]
ejemplo, tiene siete series de siete visiones, y esparcidas dentro del libro se encuentran siete
bienaventuranzas.
¿Revelar o esconder?.- La intención de los profetas era ser comprendidos y usaban símbolos con el fin
de aclarar sus ideas. Un ejemplo es la visión de Jeremías de la rueda del alfarero. Los escritores apocalípticos
intencionalmente eran oscuros y declaraban con frecuencia que su mensaje estaba sellado y sería abierto más
adelante.
Énfasis ético.- Los profetas expresaban un profundo respeto por la libertad humana y las decisiones
éticas que influían sobre el futuro. Los escritores apocalípticos opinaban que el futuro ya estaba determinado
y mostraban una indiferencia sorprendente hacia las exhortaciones éticas.
Concepto de la historia.- Los profetas no eran meros adivinos que predecían el futuro. Hablaban del
futuro como resultado de su comprensión de la historia en el pasado y en el presente. Valoraban la historia.
Los escritores apocalípticos eran pesimistas en cuanto a la historia. Con frecuencia tomaban su punto de vista
desde un remoto pasado bajo el nombre de un santo de la antigüedad y escribían como si estuvieran
adivinando el futuro.
La diferencia más grande entre los escritores proféticos y apocalípticos es este tratamiento de la
historia. Los escritores apocalípticos no daban importancia a la historia para relatarla veraz y detalladamente.
Daban importancia a dos edades, a las grandes divisiones de la historia que tenían poco o nada de relación con
el almanaque.
Mezcla profética-apocalíptica
Al estudiar las afirmaciones neotestamentarias de la escatología en general y el reino de Dios en
particular, nos topamos con una mezcla de escritos apocalípticos y proféticos. Nuestro interés es aprender la
verdad que enseñan. La interpretación es nuestro único método para lograrlo. No es tarea fácil. Muchas veces
significa que tenemos que conformarnos con soluciones incompletas de algún problema.
Un ejemplo viene a ser la interpretación del milenio en Apocalipsis 20. Juan tituló su libro "El
Apocalipsis de Jesucristo". Si reconocemos que Apocalipsis es apocalíptico y conocemos la naturaleza de dicha
literatura, entonces podemos interpretar el reinado de los mil años en términos de un significado que no va
ligado a la necesidad de colocarlo en una fecha calendario. Pero si uno toma el libro como una profecía, en el
sentido de que es historia escrita con antelación, la interpretación de los mil años será muy distinta. [p. 95]
Las enseñanzas de Jesús incluyen cuadros apocalípticos, como las nubes en el cielo, y enseñanzas
proféticas. Muchas veces los discípulos no entendían a Jesús precisamente porque tenían esperanza de un
cumplimiento apocalíptico en su propia época. En este sentido, no hay tema con más problemas que el tema
del reino.
Puntos de vista que aparecen en este tomo
En un capítulo anterior mencioné que Alberto Schweitzer creía que Jesús estaba dominado por la idea
de un reino apocalíptico que se haría realidad bajo su liderazgo en su época. Schweitzer interpretó a Jesús
La esperanza cristiana | 58

exclusivamente desde el punto de vista apocalíptico en su Escatología Consistente. Creía que Jesús se había
equivocado porque su reino no había venido en esa forma.
C. H. Dodd, al considerar la Escatología Cumplida, recalca que todas las esperanzas escatológicas ya se
han cumplido en el ministerio de Jesús.
John A. T. Robinson se refirió a la Escatología Inaugurada como el camino. Reconoce el elemento de
cumplimiento que expresa Dodd e incluye una expectativa futura de tipo profético.
Las Escatologías Futuristas, como el concepto dispensacional de la Biblia anotada por Scofield y el libro
de Hal Lindsay, La Agonía del Planeta Tierra son casi exclusivamente escatologías apocalípticas.
Mi punto de vista tiene más raíces en lo profético que en lo apocalíptico. He tratado de interpretar lo
apocalíptico a fin de comprender la creencia o esperanza escatológica que expresa, y de presentarla con la
mayor claridad posible. Creo que este punto de vista nos acerca más a una comprensión de la verdad.
El reino de Dios es tanto un reinado profético histórico de Dios en la historia como una realización
apocalíptica futura. Veamos las enseñanzas bíblicas. Para leer más sobre los elementos proféticos y
apocalípticos sugiero el libro por Georgia Harkness titulado Understanding the Kingdom of God
(Comprendiendo el reino de Dios).57

Lo que el reino no es
A estas alturas, aparecen dos tentaciones básicas. (1) Algunos piensan en el reino de Dios meramente
como otro reino terrenal con más poder que todos los restantes. (2) Otros piensan en el reino como un reino
que nosotros constituimos para Dios.
Otro reino terrenal
Las tres tentaciones de Jesús (Mt. 4; Lc. 4) eran tentaciones de verdad porque tocaban un tema que le
era muy querido: el reino [p. 96] de Dios. (1) El tentador sugirió a un Jesús que sentía hambre en ese
momento, que usara su poder divino para satisfacer sus necesidades personales convirtiendo las piedras en
pan. ¡Qué manera sensacional de dar prueba de su divinidad y ganarse muchos seguidores! Jesús no quería un
reino compuesto de personas que respondieran por una razón como esa. (2) El tentador sugirió una
demostración dramática de poder: que saltara desde el pináculo del templo. Este salto milagroso atraería
seguidores para un reino. (3) El tentador mostró a Jesús los reinos del mundo y la gloria de ellos. Le sugirió que
podían ser suyos para formar un reino si aceptaba las modalidades de los reinos ele este mundo. Jesús se negó
porque no quería otro reino como los reinos de este mundo.
Juan el Bautista en particular y los discípulos en general a veces se sentían confundidos porque Jesús se
negaba a usar poderes terrenales para establecer un reino de esta tierra. En una ocasión, Juan hasta dudó que
Jesús fuera el "que había de venir" (Mat. 11:2-6). Más adelante, parte de la confusión de Judas era el reino y el
poder que Jesús rechazó.
Las iglesias actuales a veces olvidan las tentaciones ele Jesús y su concepto del reino de Dios.
Contemporizan con los métodos deceptivos (engañosos, falsos) del mundo y confunden el triunfo numérico y
las hábiles promociones con la victoria y la obra del Espíritu. Hay milenialistas militantes que insisten en
colocar al Señor que viene en el trono de un reino terrenal como el que rechazó durante su encarnación. Y
hasta lo tienen como gobernando sobre inconversos en un reino de poder y coerción terrenales. El reino de
Dios, sea lo que fuere, no es meramente otro gran reino de este mundo.

57
Georgia Harkness, Understanding the Kingdom of God (Comprendiendo el reino de Dios) (New York y Nashville: Abingdon
Press, 1974), págs. 17-51.
La esperanza cristiana | 59

No es un reino que nosotros constituimos para Dios


El reino de Dios no es un reino que nosotros constituimos, ni siquiera para Dios. La iglesia en la
antigüedad, después de tres siglos de persecución esporádica, malinterpretó su papel cuando el emperador
"cristiano" Constantino declaró al cristianismo como la religión oficial del Imperio Romano. Se creían el reino
de Dios en la tierra, pero demostraron que no era así.
El protestantismo no ha producido un erudito más consagrado que Juan Calvino. Con su legalismo y su
sentido de haber sido llamado por Dios, Calvino se dedicó a imponer sus reglas religiosas sobre los habitantes
de Ginebra. Su intención era establecer una teocracia, un reino de Dios sobre la tierra. Era un hombre
demasiado noble para querer dominar la ciudad por una ambición egoísta, pero erró al pensar que sus
conceptos eran los conceptos de Dios. El reino de Dios no era Ginebra, Suiza, durante el siglo dieciséis. El
pueblo perdió cualquier beneficio que hubiera podido [p. 97] recibir al resentirse porque se le prohibían los
chorizos, la cerveza y los juegos los domingos a la noche.
Varios teólogos liberales americanos durante el siglo diecinueve y comienzos del siglo veinte creían
que era posible constituir el reino de Dios sobre la tierra. Titularon al periódico que publicaban The Christian
Century (El siglo cristiano). Escribían acerca de "el reino de Dios en América''. La actitud optimista que
alimentaba a este noble sueño fue desapareciendo durante la Primera Guerra Mundial. Y desapareció del todo
ante las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial y la violencia del mundo de postguerra. El reino de Dios no
es algo que nosotros constituimos. Quizá acaso entremos a él o lo recibamos.
No es un reino que Dios constituye para nosotros
Nos equivocamos igualmente cuando creemos que el reino es algo que Dios constituye para nosotros.
La frase "para nosotros" sugiere la dirección contraria en que va el reino de Dios y lo distorsiona hasta ser
imposible de reconocer. Cuando hablamos del reino de Dios, hemos de dejar a un lado todas las formas sutiles
del egoísmo.
Otto Weber destaca que, cuando nos referimos al reino de Dios en términos de nuestras propias
bendiciones e inmortalidad, ya nos hemos apartado del tema. El reino de Dios no existe para aliviarnos de la
carga de nuestro mundo o historia. El reino de Dios tiene que ver con Dios, con el hecho de que Dios reciba lo
que por derecho le corresponde: reconocimiento de su señorío, obediencia, adoración. El reino de Dios
siempre apunta hacia Dios; no es un bien más para nosotros.58 En cambio, el reino existe cuando alegremente
reconocemos su señorío sobre nuestras vidas.
No es un cumplimiento de nuestras fantasías
La gente inventa extrañas fantasías cuando sueña con el futuro. Hans Küng destaca un pasaje del Corán
en el cual se insinúan algunas ideas judeocristianas. Hay una descripción del paraíso, pero éste es un lugar
deliciosamente sensual con doncellas de grandes ojos rasgados. Cometemos un trágico error cuando
proyectamos nuestras fantasías a una esperanza de realización futura en el reino de Dios.
No es un reino sin Dios
Algunas esperanzas ingenuas del reino expresan ideales y visiones que parecen olvidar a Dios. Sea
como fuere, el reino de Dios será lo que sea debido a la presencia de Dios. [p. 98]

58
Weber, pág. 675.
La esperanza cristiana | 60

El gobierno real de Dios


Definiciones
Gobierno real o como rey.- Emil Brunner dice que la frase griega que se traduce como "reino de Dios"
significa "el gobierno real de Dios", real en el sentido de realeza. "Esta idea clave del Nuevo Testamento
significa no sólo el señorío de Dios, pero su señorío sobre una humanidad unificada y ligada por el
cumplimiento de su voluntad en su reino."59 Esta definición nos recuerda el hecho de que el Nuevo
Testamento enfatiza el señorío de Dios, señorío reconocido por la humanidad por medio de hacer la voluntad
de él.
Reinado redentor.- El concepto expresado por George Eldon Ladd acerca del reino de Dios es: "Un
reinado redentor de Dios dinámicamente activo para establecer su gobierno entre los hombres, y este reino,
que aparecerá en un acto apocalíptico al final de los tiempo, ya está aquí."60 Ladd recalca que este reino vino
en la persona y misión de Jesús. Su propósito era vencer el mal y librarnos del poder del mal. Ve al reino como
dos grandes momentos: "su cumplimiento en la historia" y "una consumación al final de la historia".
Reinado de Dios.- Anthony A. Hoekema define al reino de Dios como "el reino de Dios dinámicamente
activo en la historia humana... y el establecimiento final de los cielos nuevos y la tierra nueva".61 Ve al reino
como una liberación de las personas de las garras del pecado y de los poderes demoníacos. Lo ve incluyendo a
todo el mundo y su consumación al final de la historia. Se notan en su posición conceptos de la Escatología
Inaugurada y de la Futurista.
Pautas
Su reinado no es terrenal.- El reino de Dios es el gobierno real de Dios o el reinado de Dios en las vidas
humanas. Nada tiene que ver con la geografía. El reino de Dios existe donde Dios gobierna y el pueblo
obedece. La expresión más hermosa de este propósito de Dios que encontramos en el Antiguo Testamento es:
"Y me seréis por pueblo, y yo seré vuestro Dios" (Jer. 30:22). No se refiere al poder de Dios, que bien podría
usar; más bien muestra al reino en términos de pacto.
Este reinado equivale a hacer la voluntad de Dios. En el Padrenuestro, Jesús nos enseñó a orar: "Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:10). El [p. 99] reino existe
donde se realiza la voluntad de Dios; en realidad, son una misma cosa.
Reinado como soberanía aceptada.- El adjetivo calificativo no niega ni pone en tela de juicio el poder
de Dios. Dios creó el mundo, y es obvio que tiene poder para obligarlo (y a todo lo que contiene) a hacer su
voluntad y aun a destruirlo. Dios, sin embargo, se revela como un Padre amante y busca que sus criaturas lo
reconozcan, confíen en él, le amen como cumplimiento del propósito para ellas. El reino de Dios enfatiza ese
reino en el cual nosotros, por fe, reconocemos a Dios.
Se puede responder positiva o negativamente a la soberanía de Dios. En el lado positivo se hallan
quienes gozosamente creen en Dios y le sirven con placer. En el lado negativo se encuentran los que rechazan
a Dios y están bajo juicio y separación.

59
Brunner, pág. 158.
60
George Eldon Ladd, The Presence of the Future (La presencia del futuro) (Grand Rapids: William D. Eerdmans Publishing
Company, 1974), pág. 218.
61
Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (La Biblia y el futuro) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1979), pág. 45.
La esperanza cristiana | 61

La vindicación final de la soberanía de Dios incluye el juicio final. La separación de quienes rechazan a
Dios será una especie de reconocimiento negativo de la soberanía de Dios. Este, sin embargo, no es el énfasis
del reino de Dios.
Dios elige no gobernar por medio de la coerción ni por la fuerza. Nos creó como seres libres y
responsables. Su voluntad es que respondamos a él y a nuestros semejantes en base a nuestra fe. La vida está
llena de gente y desafíos, y vivimos en proporción a como respondemos a ellos. El reino de Dios se compone
de las personas que responden a la luz de su creencia en Dios. Si Dios nos forzara, nos destruiría. Seríamos
robots, no seres humanos.
Cuando la gente carente de sensibilidad se enoja con Dios porque no manda fuego del cielo o corrige
los males de la manera que ellos piensan, demuestran que no quieren hacer la voluntad de Dios sino que él
haga la voluntad de ellos.
Entrada al reino.- Dios busca traernos a su reino por medio de la fe en Cristo Jesús. El Nuevo
Testamento describe nuestra condición pecaminosa como una de esclavitud al pecado, un cautiverio. Cuando
nos acercamos a él por medio del arrepentimiento y fe, Cristo "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Col.
1:13, 14).

Un reinado presente
Varios pasajes del Nuevo Testamento sugieren que el reino de Dios existía durante el ministerio de
Jesús. Jesús conjuró a los demonios. Dijo: "Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente
el reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc. 11:20) [p. 100]
¿Inminencia o presencia?
El verbo griego puede ser traducido como "ha venido" o "está cerca" (compare Mt. 4:17; Mc. 1:15
V.P.). Aun cuando la traducción "está cerca" sugiere una venida futura, contamos con otros pasajes que
recalcan que el reino está presente.
El reino ha venido
Similitudes con la semilla.- Jesús contó varias parábolas que enseñan la presencia del reino de Dios.
Marcos registra una de una semilla que crece de sí misma misteriosamente y otra de una semilla de mostaza
(Mc. 4:26-32). La misteriosa vida en la primera semilla sencillamente está allí, como el reino, aunque no
podamos comprender su misterio. La otra parábola ofrece el contraste entre la pequeñez de la semilla con su
gran potencial de crecimiento. El reino de Dios es así.
Mateo registra parábolas acerca de semillas para ilustrar el reino de Dios. La parábola de la semilla
sembrada en cuatro tipos de tierra señala un juicio futuro pero en base a una realidad del presente (Mal. 13:3-
9). La parábola de la cizaña enfatiza el juicio futuro pero contesta la pregunta acerca de la realidad del mal que
coexiste ahora con el reino de Dios (vv. 24-30).
El echar fuera demonios.- Cuando Jesús echó fuera un demonio del hombre mudo, sus críticos lo
acusaron de hacerlo con el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios. Como respuesta, Jesús presentó un
contraste entre su reino y el reino de Satanás al decir: "Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios,
ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc. 11:20).
Las bienaventuranzas.- Aunque los tiempos de los verbos griegos no son iguales al tiempo en
castellano, es interesante notar que todas las bendiciones que reciben los "bienaventurados" se expresan en
el tiempo futuro, con la excepción de las dos que tienen que ver con el reino de Dios. A los "pobres en
La esperanza cristiana | 62

espíritu" (Mal. 5:3) y a los que "padecen persecución por causa de la justicia" (v. 10), Jesús dijo "de ellos es el
reino de los cielos". En un sentido, el reino ya es.
Señales del reino
Las "señales del reino" y las "señales de su venida" son dos cosas distintas. Las señales del reino tienen
que ver con las evidencias de que el reino ya está presente. Anthony A. Hoekema da una lista de varias señales
que destacan la realidad de la presencia del reino de Cristo: (1) Jesús echó fuera demonios, (2) la caída de
Satanás, (3) Jesús hizo milagros, (4) la predicación de los Evangelios y (5) el perdón de pecados.62 [p. 101]
El echar fuera demonios (Mt. 12:28) y la caída de Satanás (Lc. 10:18) también demuestran el poder
sobrenatural de Jesús. La respuesta de Jesús fue a la pregunta de Juan el Bautista que quería saber si Jesús era
o no el Mesías (Mt. 11:2-6). Jesús citó la sanidad de sordos y ciegos, cojos y leprosos, la resucitación de los
muertos y que a los pobres "es anunciado el evangelio" (v. 5). Podemos considerar a los pobres teniendo en
cuenta el antecedente de Isaías 61:1. La clase de Mesías que era Jesús tenía relación con la clase de reino que
había traído. Su reino ya estaba presente.
Le llamaron Señor
La confesión más antigua usada por los cristianos es la sencilla afirmación: "Jesús es Señor." Esta
expresión en el Nuevo Testamento significa el señorío de Cristo. El Apocalipsis muestra la persecución de un
grupo de cristianos porque se negaban a tomar el juramento romano que decía: "César es Señor." Reconocían
a un solo Señor, Cristo Jesús.
El reino de Dios es una realidad hoy en toda la faz de la tierra. Miles de hombres, mujeres y niños
comienzan cada día con una plegaria a su Señor. Aunque con diversos grados de fidelidad, viven sus jornadas
bajo el señorío de Cristo. Terminan cada día con una oración, dando cuenta de su día y expresando gratitud a
su Señor. El reino de Dios es para ellos muy real.

Un reino futuro
El reino presente es incompleto. El Señor enseñó a los discípulos a orar: "Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:10). En un sentido muy real, el reino aún ha de
venir. Dicho de otra manera, el reino en el cielo es mucho más que el reino como lo conocernos ahora.
El antiguo y el nuevo pacto en la Biblia dependen mucho de las promesas de Dios.63 Abraham
respondió a una promesa de Dios. La nación de Israel, un reino desde los días de Saúl, vivía en base a la
promesa de un cumplimiento. Jesucristo en el nuevo pacto fue el cumplimiento de una esperanza expresada
en el Antiguo (Jer. 31:31-34).
El reino presente de Dios en el Nuevo Testamento mira también hacia un cumplimiento o consumación
del reino. Por lo general se lo relaciona con el regreso de Cristo. Ladd, en un libro muy bien aceptado, ha dicho
que toda la tesis de su libro es que "el reino de Dios es el gobierno dinámico de Dios que irrumpió en la
historia en su propia persona y misión" y que se "manifestaría [p. 102] nuevamente al final de los tiempos
para traer esta misma salvación mesiánica a su consumación".64

62
Ibid. págs. 46-47 y sigs.
63
John Bright, The Kingdom of God (El reino de Dios) (New York y Nashville: Abingdon-Cokesbury Press, 1953). Ver también
Rudolf Otto, The Kingdom of God and the Son of Man (El reino de Dios y el Hijo del Hombre) (London: Lutterworth Press, 1938).
64
George Eldon Ladd, Jesus and the Kingdom (Jesús y el reino) (New York, Evanston and London: Harper & Row, Publisher,
1964), pág. 303.
La esperanza cristiana | 63

El final y el significado de la historia


El reino de Dios en el futuro enfoca la salvación final del individuo y la consumación de la historia
humana en el reino de Dios. El final de la historia no significa su terminación. Creemos que es su meta y su
consumación.
Concepto bíblico de la historia
El concepto bíblico de la historia es lineal. Comienza en la creación y se desplaza hacia una
consumación. La escatología no es opcional en el pensamiento bíblico. Sería imposible hablar de la creación en
sus principios sin hablar de su consumación final.
La historia lineal en el pensamiento bíblico es radicalmente diferente del concepto cíclico característico
del pensamiento griego y de otras culturas. El concepto cíclico dice que la vida se repite en ciclos históricos, sin
fin y sin propósito. En el concepto bíblico, al contrario, la historia constantemente se mueve desde el pasado
hacia el futuro.
La historia bíblica no es mera historia humana. La fe bíblica depende de la participación de Dios en la
historia. La historia del Antiguo Testamento es la historia de Dios e Israel. La historia de Israel es un continuum
(una continuidad) bajo la providencia de Dios. Naturalmente, la meta hacia la cual se mueve esa historia es de
extrema importancia.
A mitad de camino en la historia
El cristianismo ve a Cristo Jesús como el centro de la historia. Pablo lo expresó diciendo que Cristo vino
"en el cumplimiento del tiempo" (Ga. 4:4). La historia anterior era preparatoria. Dios se reveló a Abraham,
Moisés y los profetas en preparación de su revelación plena en Cristo.
Jesucristo, la revelación absolutamente plena de Dios, está ubicado a mitad de camino en la historia,
dando significado a todo lo que lo precedió y a todo lo que vendría después. Él es "la imagen del Dios invisible,
el primogénito de toda creación" (Col. 1: 15) en quien "todas las cosas subsisten" (v. 17) "por cuanto agradó al
Padre que en él habitase toda plenitud" (v. 19). Jesús es "el resplandor de su gloria, y quien sustenta todas las
cosas con la palabra de su poder" (He. 1:3). [p. 103]
Cristo, Señor de la historia
La humanidad futura tiene una deuda con Israel por su peregrinaje bajo la providencia de Dios. Aquella
historia singular se convirtió en el modelo para Ja totalidad de la historia. Si Dios liberó a Israel de Egipto, tal
como creían los hebreos, entonces Dios, no faraón, es el Señor de la historia. La historia tiene sentido.
Dado que Cristo es la revelación de Dios, Jesucristo es el suceso más grandioso de toda la historia. La
vida y obra de Jesús declaran para siempre que Dios está obrando dentro de la historia para redimirla. Su vida
dio principio a una nueva era y señaló hacia una era eterna en el futuro. Esta es la razón y la dirección que
lleva hacia la meta.
El significado de la historia
Historia es la vida humana colectiva con un propósito. Nunca puede convertirse en una monótona
continuidad. La historia tiene su origen en Dios y se desarrolla bajo la providencia de Dios; por lo tanto, se
mueve hacia la meta para la cual Dios la creó. Con Jesucristo alzándose en el centro, nos es posible captar el
significado de la historia.
La obra reconciliadora de Dios es una ilustración del significado de la historia. La reconciliación con
Dios resulta en la reconciliación con nuestros semejantes (2 Co. 5:17-21). Salvación es lo mismo que el reinado
de Dios en nuestras vidas; el reino de Dios. Como individuos, creemos que nuestras vidas se mueven hacia una
La esperanza cristiana | 64

meta distante que Dios aprueba. Colectivamente, la historia también se desplaza hacia su final determinado,
el reino de Dios.
Podríamos resumir el significado de la historia en varias convicciones. (1) Creemos que la historia
consiste de personas que tienen auténtica libertad y que participan en eventos no totalmente separados de
Dios. (2) Creemos que Dios es el Creador del mundo y el Señor de la historia. (3) Creemos que Dios, por medio
de su providencia, ha actuado y actúa en la historia. (4) Creemos que Jesucristo se alza en el centro, a mitad de
camino en la historia, dando significado a todo lo que lo precedió y dando significado y dirección a todo lo que
vendrá después. (5) Creemos que en Cristo Jesús comenzó una nueva era en la historia humana. (6) Creemos
que la historia, bajo la dirección de Dios, se mueve hacia una meta en el futuro. (7) La meta es la consumación
de la historia en el reino de Dios. [p. 104]

El final del reino de maldad


La fe bíblica toma muy en serio la realidad del mal. La maldad es el adversario más serio del que cree
en Dios. "Si Dios es bueno y soberano, ¿por qué permite el mal?", pregunta la teodicea. Si Dios es el Creador y
la creación es buena, ¿de dónde salió el mal?
El mal es irracional, es un contrasentido. Resulta imposible explicar racionalmente una palabra o acto
irracional. No podemos explicar el mal. Lo vivimos como un misterio devastador que contradice tanto a la vida
como a la razón. No podemos tomar la salida fácil, el dualismo, como lo hace el zoroastrismo. Creemos que
Dios es bueno; no bueno y malo a la vez.
Algunas corrientes de pensamiento cristiano elevan a Satanás, como lo hacen los seguidores de
Zoroastro, a un plano de igualdad con Dios. Otros lo ponen apenas un poquito más abajo, teniendo todavía un
Dios bueno y uno malo, como Ahura Mazda y Angra Mainyu en el zoroastrismo. Las enseñanzas bíblicas no
permiten esta posición.
La serpiente tentó a los padres de la raza humana. Le escucharon y desobedecieron a Dios. Pero fueron
ellos los responsables de su pecado. El diablo que tentó a Jesús se identifica más adelante con la serpiente, el
dragón y Satanás (Ap. 12:9) pero él no es la causa de nuestro pecado, sólo es la ocasión de pecar. Nosotros
causamos nuestro pecar. Satanás, sin embargo, se levanta en la Biblia recordándonos que el mal es actual, es
real, es serio y es la peor amenaza que tenemos delante.
Poderes y principados
El Nuevo Testamento se refiere al mal de muchas maneras. Habla del diablo, Satanás, Belcebú, el
príncipe de los poderes de las tinieblas, el anticristo, un dragón y una bestia. También habla mucho de nuestro
propio pecado y de que somos responsables de él.
La vida humana muchas veces es presentada como una lucha contra estos poderes del mal. Se nos
exhorta a vestirnos "de toda la armadura de Dios" para que podamos "estar firmes contra las asechanzas del
diablo. Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes" (Ef.
6:11, 12).
Una vez que comprendemos la universalidad del mal en nuestro mundo y la degradación que ha
causado en nuestras propias vidas, no nos resulta extraño hablar de poderes cósmicos del mal. [p. 105]
El reino del mal o tinieblas, sin embargo, no puede prevalecer contra el reino de Dios. El Nuevo
Testamento muestra a Jesucristo victorioso por nosotros sobre esos poderes malignos. Es extraño, por cierto,
que haya logrado su victoria por medio de su propia muerte. "Despojando a los principados y a las potestades,
los exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la cruz" (Col. 2: 15). Es lógico que hablemos de la derrota
La esperanza cristiana | 65

de estos poderes cuando hablamos de la victoria de Cristo. Es razonable hablar de la caída del reino del mal
cuando hablamos de la victoria del reino de Dios.
El echar fuera demonios
Ya mencionamos anteriormente que Jesús manifestó que el echar fuera demonios era una señal de la
venida del reino. No tenemos los elementos necesarios en el mundo contemporáneo para comprender todo lo
que quisiéramos sobre el exorcismo de los demonios en el mundo del Nuevo Testamento. La demonología era
parte del mundo de las tinieblas. Jesús tenía poder en ese mundo. A veces, se muestran a los demonios
reconociendo a Jesús y sometiéndose a su poder. Cuando Jesús venga en su reino al completarse la historia,
toda manifestación de maldad desaparecerá.
La caída de Satanás
Cuando los setenta discípulos regresaron a Jesús con gozo anunciaron que los demonios se sometían al
nombre de Jesús, a lo que él dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc. 10:18). Su visión o
presciencia establece que Jesús vio el comienzo del reino de Dios.
Juan, en Apocalipsis, declara en fuertes cuadros apocalípticos que Satanás había caído y había sido
echado al lago de fuego para siempre (Ap. 20:10). Esta es la señal de la venida del reino de Dios en su plenitud.
Derrota final del mal
Pecado.- El pecado es maldad humana. En el Nuevo Testamento, el pecado es un poder maligno que
esclaviza a hombres y a mujeres. Jesucristo nos libera de la esclavitud del pecado. Hemos sido "libertados del
pecado" y somos "siervos de Dios" (Ro. 6:22).
Muerte.- La muerte es la enemiga que amenaza cada momento de la vida. La muerte es el último pago
por nuestros pecados (Ro. 6:23). Cristo, por nosotros, destruyó Ja muerte (1 Co. 15:54 y subsiguientes).
Satanás.- La maldad del mundo es vista con frecuencia personificada en la forma del diablo o Satanás.
El es quien gobierna [p. 106] en el poder de las tinieblas. La obra redentora de Jesucristo resultó en la
destrucción final del diablo (Ap. 20:10).
Victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo.- La antigua Teoría de la Expiación mantiene que Cristo
fue el rescate que nos permitió ser liberados de la esclavitud. Durante mil años fue la manera más clara de
expresar la obra redentora de Cristo. Gustav Aulen ha escrito un maravilloso librito para explicar este tema
bajo el título Christus Victor.65 El mantuvo que la historia total de la obra salvadora de Cristo es una victoria
sobre el pecado, la muerte y el diablo.
El Apocalipsis de Juan presenta esta victoria como la venida final del reino de Dios. Jesucristo es el rey
victorioso. Satanás, quien se había opuesto a Cristo, fue derrotado y echado al lago de fuego junto con su
ejército, la bestia y el falso profeta. Luego la muerte y el Hades, personificados como enemigos, también
fueron echados al lago de fuego.
La victoria final es la consumación del reino de Dios.

El cielo nuevo y la tierra nueva


Si de alguna manera la tierra cayó bajo el imperio del mal, resulta lógico pensar que el reinado final de
Dios incluirá algo para restaurar a la tierra.
En el Nuevo Testamento mundo tiene distintos significados. En algunas ocasiones significa creación. De
tal manera amó Dios al mundo que mandó a su Hijo para salvarlo (Juan 3:16). A veces se refiere a la cultura
humana que se impone a la tierra creada. Este "mundo" es malo. Los cristianos "no son de este mundo", como
65
Gustav Aulen, Christus Victor (Cristo Victorioso) (New York: McMillan & Company, 1951).
La esperanza cristiana | 66

tampoco Cristo es "de este mundo" (Juan 17:16). Somos muy de este mundo como creación. Entenderemos
mejor este tema si usamos la palabra creación para referirnos al mundo tal como lo creó Dios, y a la cultura
humana como el mundo caído y apartado de Dios. Así, "un mundo de maldad" tiene sentido.
El "fin" del mundo con frecuencia quiere decir su meta, no su terminación. Pero podemos referimos al
final del mundo de maldad si queremos decir la terminación de la caída del mundo.
Tenemos muchas razones para pensar que "el fin del mundo" no significa la destrucción de la creación
de Dios sino su renovación y su restauración.
La nueva creación de Romanos 8
Cuando Pablo escribía de la maravillosa obra de redención entre y en las personas, no pudo pasar por
alto las posibilidades para la creación caída: [p. 107]

Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los


hijos de Dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad... porque también la creación
misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de
Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de
parto hasta ahora" (Ro. 8:19-22).

Los comentaristas no han podido darnos un significado claro de este pasaje. Ciertamente implica que la
obra redentora de Dios por medio de Cristo va más allá de la redención humana para abarcar el resto de la
creación, que también sufrió como resultado del pecado humano.
Podríamos especular. Podríamos conectar esto con ciertos pasajes del Antiguo Testamento y hablar de
la restauración del universo físico. Al menos, implica que la creación, que sufrió por nuestra caída humana,
también participará de la redención de Cristo. Cuando el reino de Dios esté completamente restaurado,
incluirá "un cielo nuevo y una tierra nueva''.
El cielo nuevo y la tierra nueva en Apocalipsis 21
El cielo nuevo y la tierra nueva parecen ser una restauración o renovación del cielo y la tierra en lugar
de una destrucción y una creación completamente nueva. Sugerir que la tierra estaba tan corrupta que tenía
que ser totalmente destruida puede inferir que Satanás realmente derrotaría a Dios en este punto. Una
sección en 2 Pedro pareciera decir justamente eso. Dice que los cielos serán "deshechos" y que "los
elementos, siendo quemados, se fundirán" (3: 12). Luego dice que esperamos el cumplimiento de la promesa
de Dios, de "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (v. 13). Sin embargo, aun en este
lenguaje apocalíptico, el cielo nuevo y la tierra nueva parecieran salir del cielo y la tierra anteriores.
Este es el mundo de nuestro Padre
A pesar de la degradación en la cual hemos sumergido a la creación de Dios, ésta sigue siendo su
creación. Es lógico pensar que Dios no nos dejaría a nosotros ni a otros poderes malignos quitársela o
destruirla para siempre. Por lo tanto, un aspecto del reino venidero de Dios será la renovación de toda la
creación.66

66
Hans Küng. "The New Earth and the New Heaven," Eternal Life? ("La nueva tierra y el nuevo cielo", ¿Vida Eterna?),
Edward Quinn, trad. (Carden City: Doubleday & Company, lnc., 1984); Dale Moody, "The New Creation" and "The Holy City", The
Word of Truth ("La Nueva Creación" y "La Ciudad Santa", La Palabra de Verdad) (Grand Rapids: William Eerdmans Publishing
Company, 1981), págs. 557-594.
La esperanza cristiana | 67

El milenio, un reino interino de Dios


La palabra milenio es una combinación de dos palabras latinas, mille, que significa mil, y annus, que
significa año. De milenio [p. 108] obtenemos las palabras milenial, milenialista y milenialismo, todas teniendo
que ver con los mil años del reinado interino de Cristo sobre la tierra. La palabra griega chilia, que quiere decir
mil, es la raíz de la cual se obtienen los vocablos quiliasmo y quiliástico que aluden al mismo reinado de mil
años.
El milenio denomina el reinado de Cristo por mil años sobre la tierra en un reino interino entre este
mundo y el reino final en el cielo.
Base bíblica del milenio
Todas las referencias bíblicas sobre un milenio aparecen en un solo capítulo del Apocalipsis de Juan (C.
20). El diablo es atado por mil años y encerrado en un abismo. Después de mil años es desatado por un poco
de tiempo. Durante el milenio los mártires decapitados por la fidelidad de su testimonio reinarán con Cristo.
Después del milenio otros muertos serán levantados, esta es la primera resurrección. Al final del milenio,
Satanás será desatado de su prisión en el abismo y nuevamente engañará a las naciones. Más adelante, el
diablo será tomado nuevamente y arrojado en el lago de fuego para siempre.
En los escritos no bíblicos de la época, figuran varias referencias a un reino interino. Muchos de estos
escritos han sido preservados en The Apocrypha and Pseudopigrapha of the Old Testament (Los escritos
apócrifos y seudoepigráficos del Antiguo Testamento) editado por R. H. Charles. Uno de ellos menciona a un
mesías que reinará por 400 años (2 Esdras 5:2 a 7:4). Ninguno de éstos menciona un reinado de mil años y
otros detalles también varían.
El Nuevo Testamento presenta gran variedad de versículos sobre la venida de Cristo y el reino de Dios.
Pero no habla de un milenio en ningún otro pasaje fuera de Apocalipsis 20. Las personas convencidas de que
el milenio debe ser colocado en un almanaque escatológico por lo general citan otros pasajes que podrían
estar relacionados con el milenio. Uno es 1 Corintios 15:23-28 que habla de Cristo entregando el reino a Dios
"cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia" (v. 24). Dichos intérpretes toman la
posición de que el reino milenial precede a esta entrega del reino. Supuestamente Cristo asumiría el gobierno
del reino durante el reinado de mil años.
El lector que desee leer más sobre milenialismo encontrará abundantes fuentes. La mayoría de los
diccionarios bíblicos tienen un artículo sobre el tema. Ray Summers ha presentado un esquema muy útil de las
tres posiciones principales. 67 La información mejor y más completa sobre la posición premilenialista
dispensacional se [p. 109] encuentra en la Biblia anotada por Scofield. Anthony A. Hoekema trata el tema a
fondo y con imparcialidad en The Bible and the Future (La Biblia y el futuro). Uno de los libros mejor conocidos,
aunque algo antiguo es The Millennium in The Church (El milenio en la iglesia) por D. H. Dromminga.68 Loraine
Boettner ha publicado un compendio que también es muy útil.69
Un estudio sobre el reino de Dios no puede ser considerado completo a menos que incluya el tema del
reinado milenial.

67
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Broadman Press, 1959), págs. 209-216.
68
D. H. Dromminga, The Millennium in the Church (El milenio en la iglesia) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1945).
69
Loraine Boettner, The Millennium (El milenio) (Philadelphia: The Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1958).
La esperanza cristiana | 68

La mayoría de las fuentes autorizadas tratan el milenialismo bajo tres grupos: (1) premilenialismo, (2)
postmilenialismo y (3) amilenialismo. Brevemente identificaré cuatro posiciones: (1) premilenialismo, (2)
postmilenialismo, (3) amilenialismo y (4) premilenialismo dispensacional.
Un vistazo a las posiciones milenialistas
Premilenialismo.- El premilenialismo interpreta el Apocalipsis como un libro de historia, escrito con
antelación. El libro, como un bosquejo de la historia, se divide en: (1) el período de la iglesia (Ap. 1-3), (2) la
gran tribulación (4: 1 a 19:21), (3) el milenio (20:1-6), (4) el tiempo corto (20:7-15), (5) la eternidad (21, 22).
Su interpretación tiende a ser literal. El milenio es literalmente un período de mil años. El prefijo pre de
la palabra premilenialismo significa la creencia de que Cristo regresará antes del reinado de mil años y
establecerá su reino sobre la tierra. Algunos creen que Jerusalén será la capital. Cristo reinará sobre creyentes
y no creyentes hasta el final de los mil años cuando será el juicio final seguido por un cielo e infierno eternos.
El premilenialista cree que el evangelio tiene que extenderse por toda la tierra y que habrá una gran
tribulación y una gran caída antes de que Cristo venga. La gran caída se relacionará probablemente con la
encarnación del mal conocido como el anticristo.
El premilenialismo siempre reserva en su sistema un lugar especial para el pueblo judío. Esto parece
ser el resultado de su dependencia del Antiguo Testamento para apoyar a Apocalipsis 20.
EI premilenialista cree que durante el milenio, Cristo reinará sobre justos e injustos. Este es el mayor
obstáculo de esta posición. Es muy difícil imaginar a Cristo gobernando naciones que no creen en él. Sólo
podría ser un poder que coarta al pueblo. Durante su encarnación, Jesús rechazó este tipo de reino. Él logró su
reino por medio de su muerte sacrificante por nosotros.
El período corto en que Satanás será soltado al final del milenio, presenta problemas para la
interpretación literal. ¿Por qué soltaría Dios a Satanás para engañar a las naciones nuevamente después de
haberlo encerrado? Después de este breve período de rebelión y [p. 110] guerra, Satanás será vencido
nuevamente y echado al lago de fuego. El juicio final será seguido por los dos estados eternos.
El punto más fuerte de la posición premilenialista es que puede citar pasajes bíblicos para apoyar su
cronograma. En lo posible, sus interpretaciones son siempre literales. El premilenialista, por lo general, refuta
a quienes no están de acuerdo con él citando la Escritura.
Y también este es el punto más débil. El premilenialista toma el Apocalipsis como historia literal, a
pesar de que su autor se refirió a su libro como un apocalipsis. Sus visiones y cuadros son apocalípticos y así
han de interpretarse.
Existen otros puntos débiles en esta posición. La basan totalmente en un solo pasaje, Apocalipsis 20, y
éste pertenece a un libro de visiones. Los defensores del premilenialismo no pueden explicar por qué Jesús,
quien enfocó la escatología en Mateo 24-26 y Pablo, que la discutió tanto en las cartas a los Tesalonicenses
como en 1 Corintios 15, nunca mencionaron ningún milenio ni ningún otro reino interino. Tampoco pueden
explicar por qué figuran dos venidas de Cristo en lugar de una, dos o más resurrecciones y hasta cinco juicios
diferentes.70
Postmilenialismo.- Esta posición se basa en el prefijo post y significa que sus defensores piensan que
Cristo regresará a la tierra después del reinado de mil años. El postmilenialista cree que el presente reino de
Dios gradualmente convertirá al mundo durante un largo tiempo. El mundo se irá haciendo progresivamente
más piadoso. El milenio, entonces, no es un reino en el cual Cristo reina visiblemente. Es el reino de Dios en la
actualidad. Cuando Cristo venga, establecerá su reino eterno.

70
Summers, pág. 212.
La esperanza cristiana | 69

La idea básica es que el evangelio convierte al mundo. Va progresando hasta llegar a una edad de oro.
Entonces, Cristo regresará para establecer su reino eterno.
El postmilenialismo era más popular durante el tiempo de la teología liberal a comienzos del siglo
veinte. Los acontecimientos devastadores de este siglo acabaron con ese concepto optimista e idealista de la
humanidad. Por las dos guerras mundiales y otras atrocidades, quedan pocos que crean que el mundo va
mejorando.
El postmilenialismo tiene otros puntos débiles. Su base es sólo Apocalipsis 20. Dicho pasaje no apoya
de ninguna manera al postmilenialismo. Los profetas hablaron de una edad de oro, pero hay que violentar los
textos para hacerlos concordar con Apocalipsis 20.
Amilenialismo.- El prefijo a es la letra griega alfa, la cual, usada como participio, es el alfa privativo.
Denota privación o negación. La palabra amilenialismo es algo inadecuada para quienes [p. 111] mantienen
esta posición, entre los cuales me cuento.
El amilenialista entiende que el libro de Apocalipsis es, como su nombre lo dice, un apocalipsis y, por lo
tanto, no ha de interpretarse como una historia literal escrita con antelación. En consecuencia, interpretamos
a la escatología cristiana basándonos en otros acontecimientos, no en un reinado de mil años sobre la tierra.
Apocalipsis es un gran drama apocalíptico que muestra la victoria final de Cristo sobre el pecado, la muerte y
el diablo. Es un mensaje de aliento a los cristianos que enfrentan tribulación y persecución. Les promete la
victoria sobre el sufrimiento, tal como Cristo tuvo su victoria por medio de su propia cruz, no por ejército ni
por espada.
"Amilenialismo" pareciera expresar un rechazo o una actitud negativa. Esta implicación existe sólo
cuando uno supone que habrá un reino terrenal y literal de mil años. El amilenialista se niega a colocar el
milenio en el centro de sus expectativas. También espera que el evangelio sea predicado hasta el fin del
mundo. No ve razón alguna que justifique otros acontecimientos preliminares que puedan preceder al regreso
de Cristo. Ya él cumplió todos los requisitos. La segunda venida de Cristo será total en lugar de estar
subdividida como pretende el premilenialismo.
Se critica al amilenialismo porque no interpreta a Apocalipsis 20 literalmente. Otros opinan que esta
posición es demasiado general. Es posible que la simplicidad del amilenialismo sea su punto más fuerte. Puede
ser que Cristo reine sobre este mundo. Pero puede ser que cuando regrese, el orden eterno comience
inmediatamente.
Premilenialismo dispensacional.- Esta expresión singular del premilenialismo apareció en el siglo
diecinueve con las enseñanzas de John Nelson Darby (1800-1882). El concepto ha sido difundido por la Biblia
Anotada de Scofield.
El dispensacionalismo interpreta la Biblia en siete grandes períodos llamados dispensaciones.71 Son: (1)
el período de inocencia antes de la caída, (2) el tiempo de consciencia entre la caída y el diluvio, (3) el periodo
de gobierno humano entre el diluvio y el pacto con Abraham, (4) la era de la promesa entre Abraham y
Moisés, (5) el periodo de la ley entre Moisés y Jesús, (6) el período de gracia entre el ministerio de Jesús y su
segunda venida y (7) el milenio que empieza con el regreso de Cristo y se extiende por la eternidad.
El premilenialismo dispensacional abraza la mayoría de las creencias de otros premilenialistas pero
tiene un sistema mucho más rígido. Para defender su posición no sólo se adhiere a un literalismo estricto, sino
que incluye pasajes del Antiguo Testamento en su sistema para apoyar su comprensión del milenio en
Apocalipsis 20. [p. 112]

71
Boettner, págs. 149 y sigs.
La esperanza cristiana | 70

Mantiene una diferencia fundamental entre Israel y la iglesia, reservando siempre un lugar especial
para el pueblo judío en el reino milenial y en la historia subsiguiente.
El premilenialismo dispensacional tiene todas las características del premilenialismo general, con varios
agregados. Su interpretación literal de las Escrituras es adecuada en los libros y pasajes cuya intención es
presentar algo literal; lo distorsiona en los demás casos.
El lugar especial que se da al pueblo judío en el sistema milenial parece contradecir la enseñanza clara
del Nuevo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento presentan a la iglesia como el pueblo de Dios y el
cumplimiento de Israel, que el nuevo pacto cumplía el antiguo, y que Jesucristo había derribado las
diferencias, esa "pared intermedia de separación" (Ef. 2:14). Nos es difícil imaginar una declaración más clara
que esta: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús" (Ga. 3:28).
Para ver una exposición detallada del premilenialismo dispensacional remítase a las presentaciones
que Hoekema hace de sus rasgos distintivos.72

Observaciones finales
Las discusiones sobre milenialismo han causado muchas divisiones en la iglesia. Esto es de lamentar.
Muchas iglesias hasta han incluido su posición en sus confesiones doctrinales. Ningún credo antiguo menciona
el milenialismo.
El reino de Dios es el reinado de Dios en las vidas de las personas ahora. Resultará en el reino eterno de
Dios después de la venida de Cristo.
El reino de Dios, que es tanto presente como eterno en el futuro, es también individual y corporativo.
Como individuos reconocemos su reino. Unidos somos su pueblo.
El reino de Dios da significado a la vida ahora y esperanza en lo que será. Si somos sensibles, sufrimos y
luchamos con nuestros pecados individuales y corporativos. Participamos en los colosales fracasos de
gobiernos y naciones en los cuales la codicia, el odio, la desconfianza y el egoísmo corrompen cada aspecto de
la vida humana. El reino de Dios, del cual somos miembros, vencerá finalmente a estos reinos del mal y
establecerá el reinado justo de Dios. Esta es nuestra esperanza.
Sufrimos por esta tierra, la buena creación de Dios, contaminada y corrupta. Aunque no podemos
entender del todo cómo será renovada, alzamos nuestros ojos llenos de esperanza al leer Romanos 8. [p. 113]
El cielo nuevo y la tierra nueva se encuentran más allá de nuestros horizontes, pero los creyentes en Cristo
tenemos buena razón para creer que existirán.
Como peregrinos, habiendo sido "iluminados" y habiendo gustado "del don celestial" (He. 6:4),
reconocemos el señorío de Jesucristo y nos encaminamos hacia su reino, reconociendo ya su reinado en
nuestras vidas. [p. 115]

8
Esperanza y desesperanza
¿Cómo hablar de desesperanza? ¿Cómo hablar del infierno? ¿Cómo distinguir entre los dos? ¿Cómo
podemos nosotros, los que hemos recibido la gracia de Dios, contemplar una eternidad con Dios mientras

72
Hoekema, págs. 186-193.
La esperanza cristiana | 71

haya alguien que quede excluido? ¿Cómo podemos presumir que pasaremos la eternidad con Dios y su pueblo
mientras otros están en el infierno? ¿Cómo podemos atrevernos a hablar del infierno cuando hemos
desaprovechado nuestras oportunidades de compartir el cielo con nuestros prójimos?
Y hasta resulta incómodo incluir una disertación sobre el infierno en un libro titulado La esperanza
cristiana. Quizá debiera haber optado por "escatología" como título, pero esto no hubiera resuelto el dilema.
Una inquietud invade nuestra alma cuando hablamos a alguien acerca de la perdición eterna.
En el otoño de 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, me inscribí para una clase de ética
cristiana en el seminario. La mayoría de mis compañeros recientemente habían vuelto de la guerra. A algunos
les había tocado ver la peor destrucción humana imaginable. Un día discutíamos los problemas éticos que
surgen en una guerra. Nuestro profesor, Olin T. Binkley, hizo una observación que algunos compañeros
hubieran rechazado al principio. Dijo: "Durante la guerra civil el general Sherman dijo: 'La guerra es el
infierno'. Sherman se equivocaba. La guerra no es el infierno. En el infierno no hay esperanza."
A lo largo de estos cuarenta años he pensado muchas veces en aquella observación que muestra la
diferencia fundamental entre el infierno y el resto del sufrimiento humano. En el infierno no hay esperanza.
En todas las demás experiencias humanas tenemos esperanza. En la peor enfermedad tenemos
esperanza de mejoría. En los peores desastres tenemos esperanza de que no todo está perdido. [p. 116] Aun
los muros de Auschwitz y Buchenwald muestran vestigios de esperanza. En la desesperación, la antítesis de la
esperanza, el espíritu humano encuentra una pequeña abertura a través de la cual mira con un dejo de
esperanza. Cuando la muerte arrebata a nuestro ser más querido, nuestras almas se proyectan hacia el futuro,
a un tiempo cuando volveremos a encontrarnos. Me ha tocado ver a personas en su lecho de muerte quienes,
ante la inminencia de un desenlace inevitable, expresaban una seguridad tranquila de que, al partir,
anticipaban su llegada al otro lado. Cuando ya no hay esperanza, reina el infierno.
En ocasiones somos testigos de alguna trágica experiencia humana en que el desaliento da lugar al
abatimiento. El abatimiento da lugar a la depresión. La depresión puede aún caer en una profunda y terrible
desesperación. Pero el nadir está todavía más abajo. El infierno es el fondo absoluto desde el cual no se puede
subir, la oscuridad sin luz, la enemistad sin amor. El infierno es la ausencia total de esperanza, es
desesperanza. Dios trató de prevenirlo, dio advertencias para evitarlo, no escatimó ningún sacrificio para
detener la carrera hacia el averno. El infierno es el único abismo en todo el universo tan insondable en el que
quienes caen en él quedan fuera del alcance del amor de Dios. ¡El infierno es desesperanza!

Sin esperanza pero no desesperanzados


Ante ciertas experiencias humanas, la esperanza disminuye al punto de desesperación. Algún tipo de
esperanza es parte necesaria de la existencia humana. Somos criaturas de esperanza. Miramos más allá del
presente.
Nos es posible recobrar el ánimo si recordamos el origen de nuestra esperanza. Pablo recordó a los
cristianos gentiles de Éfeso que antes de haber oído el evangelio estaban "alejados de la ciudadanía de Israel y
ajenos a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo" (Ef. 2:12). Estar sin Dios es igual a
estar sin esperanza. Sin embargo, en esta vida nunca estamos totalmente sin Dios y nunca absolutamente sin
esperanza. Dios nos ama aun cuando no lo pensamos, aun cuando nos rebelamos y huimos de él.
Una muestra de desesperanza
Una muestra del infierno.- No existe el infierno en esta vida porque siempre está la posibilidad de que
uno se vuelva a Dios. Esta es una forma de esperanza. Por otro lado, la vida cristiana muchas veces se compara
La esperanza cristiana | 72

con una especie de muestra de lo que será el cielo. [p. 117] Podríamos decir que lo opuesto también se aplica.
Quizá algunas personas, en su enemistad con Dios, palpan el infierno ya en esta vida.
Podemos hablar significativamente de haber sido levantados con Cristo como una muestra previa en
esta vida de lo que será el cielo (Col. 3:1). Juan habló de la vida eterna en el presente. Dijo: "Y esta es la vida
eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Si la vida
eterna puede ser conocida en esta vida, ¿qué del infierno?
Podríamos decir que ir por este mundo sin esperanza es vivir el infierno en el presente; una especie de
"infierno cumplido" ahora. Es común el uso de la palabra "infierno" para describir una mala experiencia. Si a
uno le ha tocado cumplir una condena larga e injusta en la cárcel puede decir que aquello fue un infierno.
Muerte sin esperanza.- Para la mayoría, si no para todos, la muerte es una experiencia temible. El que
conoce a Dios enfrenta la muerte con esperanza. ¿Cómo sería enfrentar la muerte sin esperanza de un "más
allá" o con la certidumbre de no estar preparado para ese más allá?
Juicio sin abogado defensor.- Como ser humano responsable, cada uno ha de rendir cuentas. Todos los
días enfrentamos juicios. En la literatura abunda la idea de que al final de la vida nos enfrentaremos con algún
tipo de juicio ante alguna clase de Dios.
Los cristianos creemos que tenemos un abogado defensor en Cristo Jesús (1 Jn. 2:1). No enfrentaremos
el juicio solos. Tenemos esperanza.
Consideremos qué cosa temible sería enfrentar el juicio por nuestra propia cuenta. Imagínese que
usted hubiera sido arrestado en un país extranjero cuyo idioma y costumbres desconoce. Ante el juicio, un
abogado defensor sería un gran consuelo. Sería horrible enfrentar el juicio sin un abogado defensor, sin
esperanza.
Preguntas comunes
¿Qué de las personas que no tienen esperanza porque nunca tuvieron la oportunidad de escuchar el
evangelio? – El Nuevo Testamento enseña claramente que Jesucristo es el único camino de salvación porque
"en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos" (Hch. 4:12).
En Romanos, Pablo explica que las gentes fuera del pacto son condenadas cuando han sido infieles a la
ley escrita en sus corazones (Ro. 2:15). Podemos argumentar que pueden ser salvas cuando son fieles. Pablo
aparentemente no había visto ningún [p. 118] ejemplo de esto. Por otro lado, en esa ocasión, no estaba
discutiendo el mismo tema que nosotros.
La salvación es un asunto mucho más amplio que la cuestión del juicio final. Significa tener confianza
en Dios y libertad del pecado y del yo en esta vida. Los que invocan el nombre del Señor serán salvos (Ro.
10:13) y no pueden invocarlo a menos que hayan oído de él. La fe es una respuesta al anuncio del evangelio (v.
17).
También sabemos que Cristo nos dio el mandato de proclamar las buenas nuevas a toda criatura. Si no
lo hacemos y se van al infierno por no haber oído, podríamos decir que no les corresponde a ellos sino a
nosotros ir al infierno.
Si Dios en su gracia trata con bondad a quienes nunca oyeron, en términos de lo que sí sabían, no debe
escandalizarnos. Quizá ni tengamos el derecho de hacer esta pregunta en la forma que la hacemos. Hemos de
proclamar el evangelio. Debemos dejar el juicio en las manos de Dios. No tenemos ninguna base para creer
que hay esperanza para quienes no creen en Dios.
La esperanza cristiana | 73

¿Qué de los infantes y otros a quienes no podemos considerar responsables? – Hasta donde yo sepa, la
Biblia no trata el tema. Puede que ni corresponda dentro de esta discusión. Pero, la gente pregunta.
La iglesia medioeval creía que los infantes iban realmente al purgatorio, pero a una subdivisión llamada
Limbus Infantum que estaba cerca de los perímetros exteriores, lejos del fuego del infierno.
Hay protestantes que han conservado la idea de que los niños muertos pueden irse al infierno. Hemos
escuchado afirmaciones extremas en el sentido de que en el infierno hay niños que apenas miden un palmo.
Por lo general, los protestantes que afirmaban que los infantes iban al infierno, creían que esto ocurría en
base a una elección. Juan Calvino creía que los infantes iban al cielo o al infierno según habían sido elegidos o
no. Zwinglio, siempre más liberal y humanitario que Calvino, enseñaba que todos los niños eran elegidos e
iban al cielo.
Hay protestantes que hacen una distinción entre "salvo" y "seguro". Mantienen que un infante no
puede ser "salvo" porque no tiene capacidad de creer en Jesucristo, que no es responsable y se encuentra
"seguro". Si esto implica que uno no puede irse al infierno a menos que sea condenado en base a sus propias
acciones a la luz de su conocimiento y responsabilidad, podríamos llegar a la conclusión de que todos los
niños, la gente mentalmente incapacitada y otros que no pueden ser responsables de sus acciones estarían [p.
119] "seguros". La Escritura nada dice del asunto, pero muchos cristianos creen que es así.73

Alternativas de esperanza para la desesperanza


Al tratar el tema del destino eterno de los inconversos por lo general se consideran tres posibilidades:
(1) tormento eterno, (2) salvación universal74 y (3) aniquilación.*
Salvación universal
El universalismo, o concepto de una salvación universal, afirma que al final todos serán restaurados al
favor de Dios. Algunos creen que habrá oportunidad de salvación más allá de esta vida, pero, en cualquier
caso, nadie al final se perderá ni será dejado en el infierno.
La idea de una restauración universal no es una noción modernista, como muchos creen. La iglesia
primitiva tenía líderes que defendían esta posición, como Orígenes, Clemente de Alejandría y Gregorio de
Nicea. En la misma época, otros creían en un tormento eterno como Tertuliano, Juan Crisóstomo y Agustín.75
Los paladines de la salvación universal defienden su posición de diversas maneras. Por lo general
incluyen pasajes bíblicos y argumentos como los siguientes.
Sugerencias bíblicas interpretadas como enseñanzas universalistas.- Los creyentes en la salvación
universal citan Mateo 17:11 donde Jesús dijo: "Elías viene primero, y restaurará todas las cosas." Pero Jesús
siguió diciendo: "Mas os digo que Elías ya vino, y no le conocieron" (v. 12). Esto no enseña universalismo.
El universalismo ve la restauración mencionada en Hechos 1:6 y 3:21 como una base para la salvación
universal.
En su Evangelio, Juan cita la declaración de Jesús: "Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré
a mí mismo" (12:32). Atraer a "todos" es interpretado como salvación universal.

73
Harry Buis, The Doctrine of Eternal Punishment (La doctrina del castigo eterno) (Philadelphia: The Presbyterian and
Reformed Publishing Company, 1956), pág. 140.
74
lbid., p. 104; John Sutherland Bonnell, Heaven and Hell, a Present-Day Christian Interpretation (Cielo e infierno, una
interpretación cristiana actual) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1957).
75
Donald G. Bloesch, Essentials of Evangelical Theology (Esencia de la teología evangélica) (San Francisco: Harper & Row,
Publishers, 1978), 2:214.
La esperanza cristiana | 74

Pablo escribió: "Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Ro.
11:32). En 1 Timoteo encontramos: "Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro salvador, el
cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (2:3, 4).
Estos ejemplos son ilustrativos, no exhaustivos. Los defensores de esta posición encuentran
universalismo en muchos textos, como en la doxología de Filipenses: "para que en el nombre de Jesús se [p.
120] doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (2:10, 11).
El argumento de que el infierno sería un fracaso de Dios.- Primera a Timoteo 2:3, 4 dice que Dios quiere
que todos sean salvos. Los que creen en la salvación universal alegan que si tan sólo una persona se fuera al
infierno, Dios habría fracasado en su propósito. Es evidente que este argumento no considera los efectos
finales de la libertad y responsabilidad humanas.
El argumento de que el infierno violaría la bondad y el amor de Dios.- Es verdad que Dios nos busca
cuando huimos de él. Su naturaleza es amor. ¿Podría dejar Dios, quien nos ama, que una persona se perdiera
al final? ¿Acaso el ser humano, si tuviera poder, aprobaría un destino tan increíble para su prójimo?
El argumento de que el infierno sería desproporcionado e injusto.- Aun la persona más justa es
imperfecta. Aun el más malvado tiene alguna buena cualidad. La diferencia entre el justo y el injusto en esta
vida no es tan grande como la diferencia final entre el cielo y el infierno. Siempre podemos encontrar
inconversos de intachable moral y creyentes que dejan mucho que desear. Este concepto parece favorecer la
idea de una salvación por méritos u obras.
El argumento contra un castigo infinito por un crimen finito.- Algunos alegan, desde el punto de vista
de la justicia humana, que el castigo debiera ser en proporción a la ofensa. El pecado es finito, limitado de
muchas maneras. ¿Sería justo sufrir eternamente por ofensas temporales?
El argumento basado en comparaciones históricas.- El universalismo cita con frecuencia sucesos
históricos; por ejemplo, los campos de concentración de la segunda guerra mundial, como analogías del
infierno. El mundo entero sabe ahora del sufrimiento horrible e injusto de millones cuya única culpa fue haber
nacido de padres judíos. La aniquilación por el hambre y trabajo forzado de seis millones de judíos (y de
millones más, víctimas de otros crímenes de guerra) confinados en los campos de concentración es un cuadro
histórico del infierno.
El universalista pregunta: ¿Podrían Dios y los justos gozarse en el cielo sabiendo que más allá de algún
horizonte en algún abismo existe un campo de concentración por toda la eternidad? Si el infierno fuera un
campo de concentración y Dios enviara allá a la gente, el argumento sería difícil de rebatir. Pero, si la gente
insiste en irse al infierno a pesar de las objeciones de Dios, el asunto es distinto. [p. 121]
El universalista concluye su caso citando el amor insondable de Dios y el triunfo final de ese amor por
todas las personas.

Aniquilación o inmortalidad condicional


Quienes no pueden aceptar la realidad de un infierno eterno y no están convencidos de una salvación
universal tienen otra alternativa: eternidad con Dios para los justos y aniquilación para los injustos.
Aniquilación es la idea de que en algún punto, los que rechazan la salvación simplemente dejan de ser.
Esta no es una muerte horrible. Los paladines de esta posición varían. Algunos creen que los malos
simplemente no resucitarán, dejarán de ser. Otros creen que habrá un periodo limitado de castigo ya que el
pecado sí merece ser castigado.
La esperanza cristiana | 75

Los argumentos son similares a los del universalismo. ¿Un Dios de amor permitiría y desearía un
castigo eterno? Dado que en todo lo demás el juicio de Dios es redentor, ¿cómo sería redentor el infierno? El
infierno eterno permitiría la continuidad del mal mientras existan Dios y el bien. ¿Sería justo esto? Los que
creen en el infierno consideran que éste refrena al pecado. Los defensores del aniquilamiento argumentan
que la amenaza de dejar de ser es ya freno suficiente, si es que acaso haya algo que frene el pecado.
Es difícil encontrar pasajes bíblicos que apoyen la idea de una inmortalidad condicional. Pablo escribió
de "los enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición" (Fil. 3:18, 19), pero, ¿qué perdición
será el aniquilamiento? El salmista escribió: "Jehová guarda a todos los que le aman, mas destruirá a todos los
impíos" (Sal. 145:20). En estos casos, es difícil que el salmista y Pablo hayan pensado en la vida eterna o la
destrucción eterna.
Varios pasajes bíblicos hablan de "los que se pierden" (1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15; 4:3). Se alega que éstos
dejan de ser. Lo mismo querría decir "es quitado", que Isaías 57:1 usa para referirse a los justos.
La figura del fuego aparece con frecuencia en relación con el destino de los malos. El fuego destruye,
así que el argumento es que esto apoya la idea de aniquilación. El fuego también purga. El Espíritu Santo se
describe en términos de fuego (Lc. 3:16; Hch. 2:3), y de ninguna manera significa destrucción.
La evidencia bíblica no apoya esta posición. Mucho más serios son los argumentos que sugieren estas
preguntas: ¿Por qué levantaría Dios a los malos de los muertos para condenarlos a un tormento eterno
cuando todos sus otros juicios son de naturaleza redentora? Si no hay esperanza de redención, ¿hay
justificación para el castigo? En caso afirmativo, ¿por qué para siempre? [p. 122]
Otras alternativas
Veamos otras dos sugerencias para el destino de los malos.
Grados de sufrimiento.- Ya he hecho notar la sugerencia de que puede haber grados de culpa en el
juicio. Jesús dijo a las ciudades de Galilea que el día de juicio "sería más tolerable" para Sodoma y Gomorra y
para Tiro y Sidón porque estas antiguas ciudades no habían oído el evangelio. Sobre esta base, se infiere que
el infierno tendrá grados de castigo.
Purgatorio.- La iglesia católica romana enseña que existe un lugar de castigo temporario más allá de la
muerte desde el cual la persona puede pasar a una vida eterna con Dios. Teóricamente, los que han muerto en
la fe pero son culpables de pecados veniales tendrán un castigo o saneamiento temporario.
No hay evidencia bíblica que apoye esta idea. Sus defensores recurren a 2 Macabeos (12:39-45), un
libro apócrifo. Algunos citan un dicho incidental de Jesús. Al hablar del pecado contra el Espíritu Santo, Jesús
dijo: "A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero" (Mat. 12:32). ¿Implica esto
que habrá oportunidad de recibir perdón en "el siglo venidero"? La interpretación tradicional de este pasaje,
en el sentido de que las personas culpables de este pecado nunca serán perdonadas, nada tiene que ver con el
purgatorio. El protestantismo en general no se ha convencido de la idea del purgatorio.
Los conceptos aquí presentados expresan la esperanza auténtica de muchas personas. Toman en serio
el amor de Dios. Tienen un apoyo en la lógica de sus razonamientos. Cuentan con muchos seguidores. Pero
todos sufren de un gran problema. La evidencia bíblica habla con claridad de un destino con dos posibilidades
para el ser humano: vida eterna con Dios o enemistad eterna con Dios.
La esperanza cristiana | 76

Desesperanza eterna
Enseñanzas bíblicas acerca del infierno
Ideas en el Antiguo Testamento.- El Antiguo Testamento, en sus principios, se ocupa del destino de la
nación, no del individuo. Seol es la morada de los muertos. No era el cielo, por cierto, pero tampoco era el
infierno. Era un dominio tenebroso, separado, lleno de sombras y nada deseable.
El único pasaje del Antiguo Testamento que parece referirse a un infierno eterno, como el que vemos
en el Nuevo Testamento, es Daniel 12:2, "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra [p. 123] serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua".
La idea del infierno se fue desarrollando en el período intertestamentario, como lo indican los escritos
de esa época.
Ideas en el Nuevo Testamento.- Jesús tuvo mucho que decir acerca del infierno. Si los Evangelios no
incluyeran dichas enseñanzas, podríamos interpretar que el infierno de Apocalipsis es un cuadro apocalíptico
que significa otra cosa aparte de una separación eterna de Dios. Pero los que creemos en Cristo y respetamos
las Escrituras, no tenemos esa opción. Jesús dijo demasiado acerca del infierno como para que lo pasemos por
alto.
En el Sermón del monte, Jesús recalcó lo grave que es tratar mal a otros: "Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano... y... le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego" (Mt.
5:22). En el mismo capítulo dijo que si nuestro ojo es causa de que pequemos o si nuestra mano derecha nos
hace pecar, mejor sería cortarlos "y no que todo el cuerpo sea echado al infierno" (vv. 29; 30). Al animar a sus
seguidores a llevar fruto, les recordó que "todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego"
(7:19). Les dijo que no temieran a quienes pudieran darles muerte, sino "a aquel que puede destruir el alma y
el cuerpo en el infierno" (10:28).
El relato en Lucas acerca del hombre rico y Lázaro, habla del Hades en lugar del infierno, pero el
hombre rico se hallaba "atormentado en esta llama" (16:24). La gran sima entre los dos no dejaba que fueran
y vinieran de un lugar a otro. El estado del hombre rico era de total desesperanza.
Juan registra la enseñanza de Cristo sobre la vid verdadera. Dijo: "El que en mí no permanece, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden" (Juan 15:6).
Cuadros del infierno en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento presenta una cantidad de cuadros o ilustraciones sobre el infierno. Veamos
varios que muestran claramente la creencia en una separación eterna de Dios.
Gehena.- La palabra griega que se traduce infierno es Gehena. Gehena era el nombre griego del valle
de Hinom situado en una barranca al sur de Jerusalén. Hinom, Gehena, era el basural de la ciudad en la época
del Nuevo Testamento. Allí la población arrojaba sus desperdicios: basura, animales muertos y,
ocasionalmente, algún cadáver. Anteriormente, en el tiempo de la monarquía hebrea, había sido el sitio de
adoración idólatra, incluyendo sacrificios de niños (2 Rey. 23:10; Jer. 7:31). [p. 124]
Observemos el basural de cualquier ciudad. Los camiones arrojan los desperdicios que incluyen latas,
botellas, basura, muebles y artefactos inservibles. Las ratas pululan en el lugar buscando restos de alimentos.
Los materiales combustibles en lo profundo del basural, humean incesantemente. Ni el agua de la más copiosa
lluvia logra apagar el fuego y el humo. Gehena era así. Gehena era el símbolo del infierno en el Nuevo
Testamento.
Cuando el Nuevo Testamento habla de la gente yendo al infierno implica desechos, perdición, rechazo.
La esperanza cristiana | 77

Desechos y perdición.- Dios creó al ser humano a su propia imagen, le dio libertad, responsabilidad y un
mundo lleno de desafíos. Al hablar de nuestras vidas en este mundo, tenemos que reconocer nuestra razón de
ser en términos de nuestra relación con Dios y su propósito y nuestra participación significativa en la vida de
nuestros semejantes. Somos como piedras de los muros del templo de Dios (Ef. 2:19-22). Somos como hojas y
ramas de la vid verdadera (Juan 15). Somos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19).
El infierno es el estado o lugar de quienes eligen no responder a Dios y no vivir de acuerdo con su
propósito.
El infierno es el lugar de desechos y perdición, donde son arrojadas las piedras que no sirven, donde las
ramas sin frutos se desechan, donde van a parar las gentes que no son miembros de la familia.
Cuando un niño se pierde en el bosque, la ciudad o el río, la comunidad entera deja a un lado sus
tareas y busca al perdido. Los niños no deben perderse. Cuando se pierden, están en peligro. ¡Qué pérdida
trágica cuando una persona se pierde para siempre! Cuando un avión se estrella, temblamos al pensar en los
pasajeros que perdieron la vida. Todo el mundo sufre cuando un barco se pierde, o se hunde un submarino, o
un terremoto destruye una ciudad, o un volcán aniquila a una población. Pensamos en los muertos, en sus
seres queridos que sufren. El infierno es la pérdida final.
Desechos y perdición final.- Por muchas razones, o por ninguna, las personas rechazan a Dios, rechazan
su destino humano, escogen vidas sin propósito y se apresuran a la perdición final.
El lago de fuego.- El Gehena humeaba día y noche, verano e invierno. El infierno se nos presenta como
un lago de fuego. El fuego puede simbolizar limpiamiento o la presencia del Espíritu Santo, pero también
puede ser símbolo de destrucción.
Los pámpanos sin fruto fueron arrojados al fuego. Apocalipsis habla de un lago de fuego (Ap. 19:20;
20:10, 14, 15; 21:8) en el cual la bestia y el falso profeta fueron "lanzados vivos". Luego "el [p. 125] diablo que
los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (Ap. 20:10). "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda" (v. 14).
Toda persona cuyo nombre "no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (v.
15). En el juicio final "los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda" (Ap. 21:8).
Este cuadro apocalíptico del infierno como un lago de fuego es el más conocido y ha sido de inspiración
tanto a la literatura como a los grandes pintores. Si lo tomamos literalmente, surgen muchas preguntas que no
podemos contestar. Si lo tomamos como un cuadro apocalíptico de una eternidad sin Dios, presenta una
perspectiva horrible sin esperanza alguna: desesperanza total.
Las tinieblas de afuera.- Por lo menos en tres ocasiones Jesús habló de los condenados diciendo que
serían echados a las tinieblas de afuera (Mt. 8:12; 22:13; 25:30). En los tres casos se hace referencia a "el lloro
y el crujir de dientes". El símbolo de las tinieblas de afuera es incompatible con el lago de fuego. Este cuadro
ha de ser comprendido por contraste. La presencia de Dios muchas veces se describe como luz. Los cristianos
son la luz del mundo. Dios es luz y da luz a la vida de sus criaturas. El infierno viene a ser lo contrario.
Enemistad.- El infierno es el lugar de separación eterna de Dios. Adán y Eva fueron expulsados del
huerto del Edén. La vida humana es un compañerismo con Dios y en comunidad con otras personas. Ser
excluido de esto es el resultado del pecado humano. La separación y la enemistad reemplazan a la comunidad.
La condenación más severa de Jesús fue: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles" (Mt. 25:41).
La esperanza cristiana | 78

El infierno es la separación final de Dios y de la comunidad humana.


Conciencia y memoria.- La característica humana de retener el pasado, presente y futuro en cada
momento de su estado consciente se extiende y abarca la eternidad. El ser humano que carece de esta
habilidad es subhumano. Ya hemos notado la importancia de la memoria, la percepción y la esperanza.
El infierno parece ser el destino eterno de quienes permanecen separados de Dios pero tienen plena
conciencia. Su memoria y su percepción no han cambiado; pero, su expectativa en cuanto al futuro ha
cambiado de esperanza a desesperanza. [p. 126]
Duración perpetua.- El intento por acortar el infierno con el concepto de una aniquilación no ha tenido
éxito. La palabra perpetua describe una continuación sin fin. La misma palabra describe la duración del destino
de los justos. No conozco otra manera de hablar del infierno más que en términos de un tiempo perpetuo.
La segunda muerte.- Dado que la muerte significa final o terminación, algunos ven la segunda muerte
como la aniquilación. El autor de Apocalipsis (20:14; 21:8) especificó que en el lago de fuego "serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (20:10).
Si la vida es más que una función biológica, y por cierto que lo es, entonces la muerte es más que un
dejar de ser. La muerte es lo contrario a todo lo que es la vida. Es separación, no extinción.
El absurdo final.- La mayoría de las personas percibimos que nuestra vida tiene sentido. Tenemos una
razón para vivir. En la década de 1950 apareció un extraño fenómeno en la literatura y el arte: el tema de lo
absurdo. Algunos pensadores habían arribado a la conclusión, después de la matanza sin sentido de la
Segunda Guerra Mundial, que la vida no tiene sentido ni propósito. Como ejemplos tenemos las obras No Exit
(Sin salida) por Jean Paul Sartre y The Plague and The Fall (La plaga y la caída) por Alberto Camus. En cierta
forma, éstos traicionan a sus temas al expresar una razón de ser aun al escribir acerca de la falta de sentido en
la vida.
Si uno puede imaginar a la vida sin valores, metas, esperanza, amistades, obligaciones, y llega a la
conclusión de que no hay nada que valga la pena hacer o pensar, entonces puede sentir lo que es la vida vacía
de sentido.
Creer en Dios da sentido a la vida. Si somos criaturas de Dios, tenemos un destino, un propósito.
Nuestro propósito se encuentra entrelazado y ligado a nuestros semejantes. Servimos a Dios por medio de
nuestras relaciones humanas.
El pecado humano es tratar de andar solos, sin Dios y sin prójimos. Los padres de la raza humana
decidieron que estarían mejor sin Dios. Escucharon al tentador. Isaías describió esta tendencia egoísta del
pecado diciendo: "cada cual se apartó por su camino" (Isa. 53:6). Jesús guiso dar marcha atrás a la dirección
pecaminosa de la humanidad cuando dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome
su cruz, y sígame" (Mt. 16:24). Negarse a uno mismo no tiene que ver con comer o no comer; más bien tiene
que ver con quién es el dueño de nuestra vida.
El ser humano en pecado se aleja de Dios y se encierra en su egoísmo. Su razón de ser se deteriora al
apartarse de Dios y de sus [p. 127] semejantes. Pierde su razón de ser. El infierno es la falta de razón, la falta
de sentido, la falta de significación final. No tiene Dios, ni compañero para amar, nada por lo cual vivir y nada
que esperar. Es el absurdo final.

Conclusión
Hablar del infierno no produce ninguna satisfacción. Ni habrá satisfacción en saber que teníamos
razón. Al hablar del infierno, el cristiano siente una profunda inquietud. Es totalmente opuesto a todo el
Espíritu de Dios y las personas.
La esperanza cristiana | 79

La evidencia de la Biblia no deja lugar a dudas en cuanto a la enseñanza del infierno como el destino
final de quienes rechazan a Dios. Todo intento de evadir la enseñanza o reducirla a otra cosa nos deja
insatisfechos.
La teología del cristiano, basada en la revelación de Dios en Cristo, tal como la narra la Biblia, considera
a los seres humanos como criaturas de Dios, libres y responsables. Todas las declaraciones de la salvación
universal dicen, en conclusión, que no somos realmente libres. Si le decimos no a Dios, sólo para que más
tarde se nos cambie por un sí en alguna vida posterior, aquel primer no, no era un no. Era en realidad un
"todavía no". Si todos nuestros no a Dios realmente son "todavía no'', y todos nuestros "todavía no"
eventualmente se convertirán en sí, somos títeres, no hombres y mujeres, aunque la cuerda que nos sostenga
sea de un largo indefinido.
Como seres humanos tenemos el glorioso privilegio de decirle sí a Dios y disfrutar de él para siempre.
También tenemos la temible libertad de decirle no, ahora y para siempre. Dios no obliga. Dios nos llama. La
salvación es por fe en Jesucristo. Usted y yo podemos decidir si confiaremos en Dios o no. Hay quienes eligen
un destino sin Dios aquí y en el más allá. [p. 129]

9
La esperanza y la vida eterna
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3:16).
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado (Jn 17:3).
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 6:23).
Vi un cielo nuevo (Ap. 21: 1).

Llegamos al último tema relacionado con nuestra esperanza cristiana: una vida perpetúa con Dios. La
manera común de decirlo es cielo. En la Biblia, la palabra cielo por lo general se refiere a la esfera superior, o
mitad superior, de la creación, el cielo físico. Como tal, es la morada de Dios.
El vocablo cielo aparece 284 veces en el Nuevo Testamento. Como morada de Dios, hasta puede ser
usado como un sinónimo del reino de Dios o el reino de los cielos. Son una misma cosa. El Nuevo Testamento
frecuentemente habla del cielo y la tierra al mismo tiempo, las dos mitades de la creación. El cielo es creación
de Dios, tal como lo es la tierra. Cuando la tierra pase, pasará el cielo (Mr. 13:31). Dios es el Señor del cielo y
de la tierra (Mt. 11:25). La obra salvadora de Jesucristo incluye al cielo igual que a la tierra para "reunir todas
las cosas en Cristo... así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" (Ef. 1:10).
Por lo tanto, es natural que el cristiano piense en el cielo. Jesús bajó del cielo y ascendió al cielo. Los
credos primitivos terminaban con una afirmación en la creencia en la "vida eterna" o "vida sempiterna''. He
escogido enfocar los vocablos vida eterna y sempiterna.
Al referirme a la vida eterna quiero recalcar ante todo que allí [p. 130] estaremos con Dios. A los
cristianos se nos ha acusado, con cierta justificación, de ser "de otro mundo". Dicen que nos ocupamos más
del mundo por venir que del presente. La acusación surgió como un resentimiento ante el hecho de que no
La esperanza cristiana | 80

éramos buenos ciudadanos de este mundo. Hay cristianos que llegan a la conclusión de que el mundo es
malvado y que va al infierno por lo que han procurado abandonarlo.
La fe bíblica une al cielo y a la tierra. Ambos son de Dios. Ambos deben responder a la obra creativa de
Dios de encaminar a toda la creación hacia su consumación.
La continuidad entre la tierra y el cielo es evidente en las enseñanzas bíblicas relacionadas con la
esperanza de vida eterna con Dios. El cielo, o vida eterna, será la consumación de la creación de Dios.

La vida eterna como consumación


Consumación de la creación humana
Dios creó el cielo y la tierra. Y creó a los seres humanos con una característica especial: "a la imagen de
Dios". Esta frase se refiere a nuestra naturaleza básica. Fuimos creados para tener una relación especial con
Dios y unos con otros. Podemos responder. Teniendo capacidad de comprender y reflexionar, podemos
extendernos fuera de nosotros mismos y tener comunión con Dios y con nuestros semejantes. Dios puede
llamarnos, y nosotros podemos escuchar y responder.
Ser responsables en nuestra libertad es nuestra naturaleza, nuestro destino. Fuimos puestos sobre la
tierra con poder para ejercer dominio sobre ella. Nuestro destino es vivir "bajo Dios", "sobre la naturaleza" y
"junto a otras personas". Vivir "entremedio" produce tensión. Como resultado de esa tensión, pecamos
sabiendo la infinitud de Dios y lo finible que somos nosotros.
Nuestro pecado sigue siendo un misterio. La narración trágica de Génesis 3 es la historia de cada uno
de nosotros. Nos apartamos de Dios, arruinamos su creación y nos enemistamos unos contra otros. A pesar de
esta conducta irresponsable, seguimos teniendo responsabilidad. Somos culpables. Confesamos que vivimos
nuestras vidas en un plano inferior al que debiéramos, y teniendo metas indignas. Somos responsables en el
hecho de que respondemos a Dios en arrepentimiento y fe. La vida eterna es la esperanza de que nos
volveremos totalmente al destino para el cual Dios nos creó.
Toda la Biblia cuenta la obra de Dios en pro de la redención humana y nuestras respuestas, tanto
buenas como malas. Nos [p. 131] hemos alejado de Dios, pero Dios buscó redimirnos, restaurarnos. La
creencia en la vida eterna es la creencia en la consumación de nuestra redención.
Consumación de la redención
Cuando creemos en Cristo podemos pensar en la salvación como un evento consumado. Juan lo llamó
el nuevo nacimiento (Jn 3:3). Pablo habló de una nueva creación (2 Co. 5:17; Ga. 6:15). Se puede considerar a
la salvación también en términos del futuro, de su consumación. Pablo escribió: "está más cerca nuestra
salvación que cuando creímos" (Ro. 13:11). Pedro terminó su exposición de lo que es la fe, diciendo:
"obteniendo el fin de vuestra fe que es la salvación de vuestras almas" (1 Pd. 1:9).
La vida eterna, propiamente hablando, es la consumación de nuestra redención. Significa que la obra
redentora de Dios llegará a una consumación deseable en la presencia eterna con Dios.
Consumación de la creación
Por lo general pensamos que el relato de la creación que encontramos en Génesis implica que Dios
creó todo lo que habría de ser. Esto lleva a un concepto estático de la creación. La obra de Dios en la historia,
su providencia, y las ideas del Nuevo Testamento acerca de la nueva creación sugieren que Dios el Creador no
ha permanecido ocioso desde la creación que relata Génesis.
La visión de la consumación muestra un nuevo cielo y una nueva tierra. Quizá debiéramos pensar que
la vida eterna con Dios es la consumación de la buena creación que Dios principió en el Génesis. Estamos
La esperanza cristiana | 81

pasando por el proceso de ser una nueva creación al atenernos a la disciplina de la vida cristiana. En el cielo
seremos las criaturas que Dios tuvo la intención que fuéramos.
El significado del destino humano
A veces nos equivocamos de camino porque perdemos nuestro sentido de orientación. Perdemos las
marcas de navegación por las cuales mantenemos nuestra orientación y trazamos nuestro curso. A pesar de la
confusión y los males desconcertantes que han sido parte de nuestras vidas individuales y nuestras vidas
colectivas, no perdemos la esperanza. Muy adentro tenemos una convicción de que la vida tiene una razón de
ser, un propósito.
Esa profunda convicción, alentada por las promesas de Dios en la Biblia, y nutrida por las vidas a
nuestro alrededor vividas en esperanza, nos incita a mirar el futuro con esperanza. Podemos entender mejor
esta creencia en el propósito del ser humano si lo [p. 132] miramos desde el punto de vista del propósito de
Dios para nosotros en la creación. Así, nuestro anhelo humano es cumplir nuestro destino que no es otro que
el propósito de Dios para nosotros. Digamos lo que digamos de la vida eterna, insistimos en que es aquel
destino final para el cual Dios nos creó.
Consumación, el reino de Dios
Hemos dicho en un capítulo anterior que el reino de Dios es el reinado de Dios en las vidas de los que
creen en él. Este reino es presente y futuro. Cuando el reino venga en su plenitud, la voluntad de Dios será
hecha en el cielo y en la tierra.
La vida eterna, entonces, es el cumplimiento del reino de Dios. Decirlo así mantiene la atención donde
corresponde: en Dios. Si pensamos en el cielo desde cualquier otro punto de vista, tendemos a pensar en un
lugar a donde vamos cuando morimos o un lugar donde seremos recompensados. Concentrarnos demasiado
en las recompensas nos lleva al egoísmo y a enfatizar nuestros propios méritos. Baron Von Hugel escribió a
principios de este siglo acerca de la vida eterna: "Sin embargo, no es el hombre o los hombres, sino Dios
quien, aquí, al igual que en toda la experiencia y enseñanza de Jesús, es el principio, el centro, el medio y el fin
del todo que es esta vida final."76
En la cultura de los últimos años del siglo veinte, pensamos en la vida como la suma de las cosas que
logramos y tenemos. Ver la vida eterna como la consumación del reino de Dios es una medida correctiva muy
necesaria. El cielo no es algo más para agregar a nuestra colección de cosas que nos han producido una codicia
fuera de todo control. Más bien, el reino de Dios es su gobierno real aceptado finalmente con gozo por las
criaturas de Dios.
La vida eterna será una existencia fiel y gozosa bajo el reinado de Dios, tal como lo es la vida cristiana
aquí y ahora.
Consumación de la esperanza cristiana
El espíritu humano no se consume por la desesperación. Muy dentro nuestro tenemos una chispa que
nos levanta. Creo que esto es una evidencia de la imagen de Dios en nosotros.
Esperanza, promesas y propósito.- Quienes creemos en Dios vivimos nuestras vidas diarias con un
optimismo nacido de las promesas de Dios. Somos testigos, como lo fuera Abraham, de que Dios cumple sus
promesas. Creemos que Dios nos ha llamado a servirle y nos ha prometido su presencia aquí y en el más allá.
La esperanza resultante en nuestras vidas es una gran motivación. El cielo, aunque debe ser mucho más, será

76
Baron Friedrich Van Hügel, Eternal Life, a Study of lts lmplications and Applications (Vida eterna, un estudio de sus
implicaciones y aplicaciones) (Edinburgh: T. & T. Clark, 1912), pág. 64.
La esperanza cristiana | 82

la realización de esas [p. 133] expectaciones genuinas nacidas de la esperanza engendrada por las promesas
de Dios.
Antes de partir, Jesús prometió a nuestros antecesores en la fe: "Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Jn. 14:3).
Vivimos esta vida esperando el cumplimiento de la promesa.
La afirmación final de esperanza.- La vida eterna será más que el cumplimiento de una promesa. Es
más que una vindicación futura. Es una afirmación de que la esperanza es el carácter básico de la existencia
humana. Los inspirados escritores del Nuevo Testamento palparon este misterio. Pablo escribió que somos
justificados por la fe, y tenemos "paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". Estamos firmes en
“esta gracia... nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Pero el sufrimiento es real y peligroso. Sin
embargo, con esperanza "nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y
la paciencia prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza" (Ro. 5:1-5). La vida eterna afirma la
esperanza como norma para la vida diaria.
Reconciliación final.- Reconciliación es la hermosa palabra del Nuevo Testamento que describe la obra
salvadora de Dios por y dentro nuestro. Desde Caín y Abel hemos estado enemistados no sólo con Dios sino
unos con los otros. Como cristianos ansiamos tener una armonía con nuestros semejantes que todavía no
hemos logrado. Anhelamos esta reconciliación con Dios que sólo conocemos en parte. Queremos ser aliviados
de la duda, la ansiedad y la falta de fidelidad. En la vida eterna conoceremos la reconciliación final con Dios y
con las personas con quienes vivimos enemistados.

Símiles de la vida eterna


Concluiremos nuestra exposición de la esperanza cristiana en general y la creencia en la vida eterna en
particular, considerando algunas de las expresiones e ideas con las cuales el Nuevo Testamento compara la
vida eterna.
El cielo es como un hogar
Quienes nos hemos criado en hogares felices con madre, padre y hermanos, tenemos una ventaja
sobre los que no los tuvieron. Pero corremos un riesgo. Podemos ser sentimentales en cuanto al cielo
pensando que será como nuestro hogar terrenal. Algunos compositores de himnos han hecho justamente eso,
pero aún en sus excesos emocionales han podido expresar algo de valor acerca de nuestra esperanza en un
hogar eterno con Dios. [p. 134]
Cuando uno se ha visto obligado a vivir lejos del hogar por mucho tiempo, puede captar fácilmente
esta idea. Un capellán del ejército que sirvió en la zona del Pacífico cuenta una anécdota que bien ilustra la
idea. Había vivido bajo graves peligros durante muchos meses. Rara vez llegaban noticias de su familia. Había
visto morir a sus amigos. Cuando le llegó el turno para regresar a su patria, miraba hacia adelante sintiendo un
nuevo gozo por la vida. Cada día, a pesar de los peligros que le rodeaban, su esperanza aumentaba. Al ver las
playas de su patria, en su mente ya veía su hogar, familia, amor y seguridad. Decía que siempre pensaba en el
cielo cuando se acordaba de esta visión. El cielo es un hogar.
Jesús dijo: "En la casa de mi Padre... vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis" (Jn. 14:2, 3). El cielo será un hogar donde disfrutaremos de bendita comunión,
La esperanza cristiana | 83

un lugar donde viviremos con Dios y nuestros prójimos gozando de descanso, amor, comprensión y
permanencia.77
El cielo es como una ciudad
El pueblo hebreo aprendió de su éxodo a la tierra de Canaán, de sus años en el desierto y del exilio,
que la vida es como un peregrinaje. Abraham, por ejemplo, andaba en una Tierra Prometida, acercándose a la
habitación de la promesa de Dios. El escritor de la epístola a los Hebreos dice de Abraham: "Porque esperaba
la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (11:10). La ciudad terrenal de
Jerusalén se convirtió en la ciudad de Dios sobre la tierra y en un símbolo de la ciudad celestial (12:22).
En un dramático cuadro, Juan concluye su Apocalipsis victoriosamente con una visión en la que vio a
"la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su
marido" (Ap. 21:2). Juan siguió hablando de Dios en compañía de su pueblo. Sus palabras incluyen la
esperanza del Antiguo Testamento de que él les sería por Dios y ellos le serían por pueblo. Juan escribió: "él
morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" (Ap. 21:3, 4).
El cielo, entonces, es como una ciudad, la Nueva Jerusalén, la ciudad de Dios. Es el lugar de nuestra
morada eterna con Dios. Este símil de una ciudad ayuda a ver la naturaleza del cielo. Ryder Smith, refiriéndose
al sitio geográfico del reino futuro, lo resumió así: "Incluye el universo y está centrado en una ciudad."78
Ray Summers, en base a los detalles de Apocalipsis 21:9-17, interpreta el simbolismo de la ciudad
colocando un énfasis especial [p. 135] en su hermosura. Dice que Juan recalca que el cielo es una ciudad
perfecta; perfecta en su pureza, belleza y seguridad.79
Dale Moody también presta especial atención a "La ciudad santa"80 y opina que es la mejor descripción
que tenemos del cielo.
El cielo es como una herencia
Pedro resume las creencias cristianas diciendo: "Según su grande misericordia nos hizo renacer para
una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" (1 Pd. 1:3, 4).
Son muchos los pasajes que hablan del cielo como una herencia y de heredar el reino (1 Co. 6:9; Mt.
5:5; 19:29; Mr. 10:17; 1 Co. 15:50; Ga. 4:30). Esta analogía nos inspira a esperar la herencia; nos recuerda que
el cielo es un regalo de Dios para nosotros, no algo al cual tenemos derecho. Esta expresión, herencia, incluye
un elemento de gozo y gratitud.
El cielo es como un huerto
La historia de la humanidad comienza en un huerto, el huerto de Edén. Llega a su consumación final en
un huerto. En el último capítulo de la Biblia volvemos al “río limpio de agua de vida”, al "árbol de la vida", que
produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. No
habrá maldición en este huerto (Ap. 22:1-3).

77
William Hendriksen, The Bible on the Life Hereafter (La Biblia acerca de la vida en el más allá) (Grand Rapids: Baker Book
House, 1959), págs. 208 y sigs.
78
C. Ryder Smith, The Bible Doctrine of the Hereafter (La doctrina bíblica del más allá) (Londres: The Epworth Press, 1958),
pág. 236.
79
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 204 y sigs.
80
Dale Moody, The Word of Truth (La palabra de verdad) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981).
págs. 576-594.
La esperanza cristiana | 84

El río, los árboles y el fruto son un símbolo del cielo como un lugar de abundancia. En este pasaje
encontramos cinco grandes temas: (1) el río de agua de vida, (2) el árbol de vida, (3) Dios y el Cordero son el
centro y el origen de todo, (4) los hijos de Dios adoran y comparten su reino para siempre, y (5) no habrá fruto
malo.81
El huerto de Edén muestra una creación original en que Dios y los seres humanos vivían en armonía y
abundancia. Cuando éstos pecaron contra Dios y fueron echados del huerto, se enemistaron con Dios y unos
con otros. Perdieron la visión de su destino. Aun la tierra se tornó hostil y cayó bajo maldición.
Cuando la obra redentora de Dios se haya consumado, el cielo será nuevamente como el huerto de
Edén. Dios, el Creador y Dador de todo, ocupará el centro. Los seres humanos vivirán en una relación
armoniosa con Dios y con sus semejantes. La voluntad de Dios prevalecerá.
El cielo es como un descanso
Después de haber creado el mundo, dice la Biblia: "Y acabó [p. 136] Dios en el día séptimo la obra que
hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo" (Gn. 2:2, 3).
El sábado fue establecido en base a este séptimo día de la creación. Se convirtió en un día de reposo,
no sólo para los seres humanos sino también para las bestias de carga. El descanso es una especie de
celebración después de realizar un trabajo provechoso.
Las narraciones bíblicas nos recuerdan que la vida humana no consiste sólo de trabajar y andar, laborar
y peregrinar. El anhelo de descansar al final de la semana es igual que el anhelo de descansar después de un
largo viaje. Incluye la esperanza del descanso que el cielo ofrece al final de la vida.
El autor de Hebreos se refirió a esta presencia con Dios como un descanso (He. 3:11, 18; 4:1, 3, 8, 9).
Veía la vida como un peregrinaje al escribir: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que
ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas" (4:9, 10). El cielo será
como un descanso al final de un camino largo y difícil.
El cuadro del cielo como descanso se destaca también en el libro de Apocalipsis, "Oí una voz que desde
el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice
el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (14: 13).
Descanso no es lo mismo que ociosidad o inactividad. Este símil probablemente enfatiza la celebración
de la victoria. Y muy bien puede incluir la adoración a Dios y actividades de gran trascendencia.
El cielo es como una victoria
"Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Co.
15:57). En Apocalipsis, Juan dramatiza la victoria final y cósmica sobre el mal. La vida humana es una lucha
constante. Nuestros conflictos incluyen poderes y principados que escapan a nuestra responsabilidad. A lo
largo de la vida se nos anima a que confiemos en Dios y vivamos vidas santas en el mundo. Buscamos la
victoria, no como un escape, sino para alcanzar la meta con integridad a pesar de las heridas.
En la historia terrenal podemos señalar grandes victorias. Creímos que el día en que se firmó el
Armisticio era un día de victoria. Las naciones dejaron sus armas, pero no forjaron con ellas azadones. En 1945
hubo un Día de Victoria en Europa y otro Día de Victoria en el Pacífico. En nuestro tiempo, esos momentos
históricos no parecen tan victoriosos como cuando sucedieron en 1918 y 1945. Las victorias humanas tienen
dentro de sí las semillas del próximo conflicto. La victoria auténtica siempre está más adelante. [p. 137]

81
Morris Ashcraft, "Revelation", The Broadman Bible Commentary ("Apocalipsis", El Comentario Bíblico Broadman)
(Nashville: Broadman Press, 1972), 12:357.
La esperanza cristiana | 85

La vida eterna es una victoria, una victoria final que no genera futuros conflictos, no tiene cargos de
conciencia, ni resabios de hostilidad que fomenten más enemistades. El camino de la guerra va sembrando
víctimas, odios, resentimientos y barreras que generan los conflictos bélicos del futuro. El camino de la cruz es
el camino de una víctima, Jesucristo, y no siembra odios para el futuro. El cielo es una victoria sin
contaminación, es una victoria pura.

Conclusión: ¡Con el Señor para siempre!


En el gran pasaje de 1 Tesalonicenses 4:13-1 8, Pablo presenta un panorama general de la venida de
Cristo, la resurrección y la vida eterna. Concluye su pasaje diciendo que los muertos y los que aún vivan serán
"arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el
Señor. Por tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras" (vv. 17, 18).
“Así estaremos siempre con el Señor” es una declaración muy adecuada sobre el cielo. El cielo es estar
con el Señor. "Estaremos", en primera persona plural, se refiere a todos nosotros los que hemos creído en el
Señor, tanto los vivos como los muertos. Esta promesa debe ser repetida una y otra vez para alentarnos los
unos a los otros.
Ya que usted ha tenido la bondad de leer este libro hasta esta página, permítame contarle una historia
algo personal de mi familia. Mi esposa y yo tuvimos dos hijos y una hija. Marcos es mi hijo mayor. Ana es mi
hija. Jeorg tenía tres años y medio menos que Marcos y falleció antes de nacer Ana. Marcos tenía cinco años
cuando perdió a su hermanito. Unos meses después, cierta noche me llamó a su habitación. Creí que ya
dormía, pero había estado allí, pensando en su hermano. Me preguntó: "¿Habrá juguetes en el cielo, como
camioncitos y autitos?" Le di una conferencia teológica, diciéndole que el cielo es donde está Dios, así que
todo será como debe ser. El me respondió muy seguro, antes de irse a dormir: "Entonces habrá camioncitos y
autitos en el cielo, porque los niñitos como Jeorg no pueden ser felices sin ellos."
Todos somos niños. Miramos hacia el futuro incierto con nuestras esperanzas y nuestros temores.
Podemos desviarnos si proyectamos nuestros valores humanos a la eternidad. Nos acercamos más a la verdad
si pensamos en el cielo como un estar siempre con el Señor. También hemos de alentarnos "unos a otros con
estas palabras".
Mencioné ya que mientras preparaba este manuscrito perdí a uno de mis amigos de toda la vida, el
doctor John E. Steely, colega del seminario. Nos habíamos conocido en nuestro primer año de universidad.
Hace unos tres meses mi hermana mayor, Eunice [p. 138] Balfour, perdió su batalla contra el cáncer. Es fácil
ver que la tristeza de mis pérdidas ha permeado estas páginas. Pero estoy convencido de que volveremos a
reunirnos más allá de la muerte. Creo que después de que la obra redentora de Cristo haya sido completada,
tendremos en el cielo la capacidad de amar a todo el mundo tanto como amamos a nuestros seres más
queridos en esta vida.
Quizá no hacemos mal en pensar en la muerte como un acostarnos a dormir y la resurrección como un
despertar en el cielo.
Permítaseme concluir mi testimonio con una anécdota íntima y personal. Mi hijo Jeorg tenía sólo un
año y medio cuando falleció. Ya entendía bastante y hablaba en frases. Teníamos una costumbre a la hora de
acostarse. Al ponerlo en cama y arroparlo, le dábamos un beso y le decíamos: "Te veremos en la mañana." La
respuesta abreviada de Jeorg era "en la mañana". Once días antes de su muerte entró en coma. Las últimas
palabras que me dijo la última noche que estuvo consciente, fueron: "En la mañana."
A usted, que es creyente y que ha leído este libro, y a quien no conozco, ¡le prometo que nos veremos
"en la mañana"!
La esperanza cristiana | 86

Índice de referencias bíblicas


57:1 121 11:21, 22 90
Génesis Marcos
61:1 101 11:23 48
1: 1 13 1:14, 15 91
11:25 129
2:2, 3 136 Jeremías 1:15 19, 100
12:28 101
3 130 7:23 32 4:26-32 100
12:32 57,
3:4 41 7:31 123 8:31, 32 31
122
3:8 80 15:9 81 8:31 53
12:36, 37 81
6:3 39 30:22 98 9:31, 32 31
13:3-9 100
11:1-9 80 31:29 33, 81 9:31 53
13:24-30 100
15:15 39 31:31-34 101 10:17 57,
16:18 48
35:29 39 135
Ezequiel 16:21 53 10:21 57
Josué 18:2 33, 81 16:24 123, 10:30 57
23:14 38 126
Daniel 10:33, 34 31
1 Samuel 12:2 34, 55, 17:11 119 10:34 53
28:13 33 81, 17:12 119 13:31 129
122 19:29 135
1 Reyes 14:32 43
2 1:43 20
2:10 39 Amós 14:33 43
22:13 125
11:43 39 5:18-20 32 14:34 43
24-26 69, 72,
7:7-9 32 14:36 43
2 Reyes 110 14:37 43
23:10 123 Mateo 24:3 69, 74 14:39 43
4 95 24:27, 37, 39 69
Job 15:16-20 37
4:17 100 24:27 73
14:13, 14 33 15:33-37 37
5:3 100 24:30 73, 74
14:14 9 15:34 43
16:22 33 5:5 135 24:34 69 15:37 26
5:10 100 24:36 74
Salmos 16:6 26
5:22 123 24:37 73
16:10 33 16:9 26
5:29, 30 123 24:43 73
49:15 33 6:9-13 91 Lucas
25:14-30 79
73:24 33 6:10 98, 3:16 121
25:30 125
90:10 39 101 4 95
25:31 69
145:20 121 6:33 91 7:11-17 28
25:35 82
Proverbios 7:1 86 25:41 125 8:40-42 28
1:12 42 7: 19 123 25:42-46 82 8:49-56 28
8:12 125 27:50 26 10 89
Isaías
9:24 46 28:1, 6 55 10:15 48
2:2 32
10:28 123 28:5, 6 25 10:18 101,
5:14 42
11:2-6 96, 28:7 26 105
38:1 46
101 28:11-15 27 10:25-28 88
38:10, 11 39
11:5 101 28:16 26
53:6 126
La esperanza cristiana | 87

11:20 19, 99, Hechos 6:3 45 15:23-28 108


100 1:6, 7 75 6:4 45 15:23 70
16 49 1:6 91, 6:11 45 15:24 91,
16:19-31 49, 89 119 6:17 42 108
16:23 48, 49 1:10, 11 70 6:22 42, 15:26 44
16:24 123 1:11 72,73 105 15:35 63
17:22 68 2-4 11 6:23 41, 42, 15:44 28
23 49 2:3 121 43,105 15:50 64,
23:43 49 2:16 57 129 135
23:46 26 2:22-29 29 8 113 15:51 46
24:7 26 2:22, 23 57 8:5 65 15:54 y sgt. 105
24:13-35 26 2:23, 24 31 8:9 56 15:54 42
24:13-31 27 2:23 26 8:19-20 107 16:56 42
24:16 63 2:27, 31 48 8:28 31 15:57 136
24:39, 40 63 2:31 57 10:13 118 16:22 11
24:42 26 2:36 26, 57 10:17 118 2 Corintios
24:43 63 2:38 57 11 :32 119 1:14 70
3:15 26 13:11 131
Juan 1:22 59
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La esperanza cristiana | 88

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Apocalipsis
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