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Ashcraft
BIBLIOTECA DE
LA ESPERANZA CRISTIANA DOCTRINA CRISTIANA
La esperanza cristiana
esperanza no es una actitud que se enfoca solamente en el futuro. La
esperanza cristiana mira al pasado, a la fidelidad de Dios a través de la
historia. Mira al presente y otorga una razón para enfrenar los afanes
cotidianos. Y mira al futuro, a la completa realización del plan de Dios para
su creación, a la victoria final sobre el pecado y la muerte, y a una vida
eterna dichosa y plena en la presencia de Dios para todos sus hijos.
esperanza
Biblioteca de Doctrina Cristiana
¿Qué es la doctrina cristiana? John P. Newport
¿Quién es Jesucristo? William P. Hendricks
cristiana
La revelación e inspiración de las Escrituras, John M. Lewis
La naturaleza de Dios, Fisher Humphreys
Dios y la creación, Peter J. Flamming
El hombre como creación de Dios, Vernon O. Elmore MORRIS ASHCRAFT
El hombre como pecador, John H. McClanahan
La salvación: obra de Dios, Bert Dominy
La experiencia cristiana de la salvación, William E. Hull
¿Quién es el Espíritu Santo? Wayne Ward
La vida en el Espíritu, Earl C. Davis
La naturaleza de la iglesia, Bill J. Leonard
La vida de la iglesia, Lavonn D. Brown
La misión de la iglesia, Jesse C. Fletcher
La esperanza cristiana, Morris Ashcraft
La razón de ser cristiano, Yandall Woodfin
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Biblioteca
de
Doctrina Cristiana
La esperanza cristiana
Morris Ashcraft
Traducción de:
Josie de Smith
Índice
Prefacio ……………………………………………... 5
1. La esperanza, ¿qué es? ……………………....... 9
2. Esperanza, ¿por qué? ............................................. 25
3. La esperanza y la muerte .........................……… 37
4. La esperanza y la resurrección ………………..... 53
5. La esperanza y el regreso de Cristo ..…………. 67
6. La esperanza y el juicio ………………………… 79
7. La esperanza y el reino de Dios ………………….. 91
8. Esperanza y desesperanza .………………………... 115
9. La esperanza y la vida eterna ………………….. 129
Índice de referencias bíblicas ………..……………….. 139
La esperanza cristiana | 3
Prefacio
La Biblioteca de Doctrina Cristiana trata las doctrinas principales de la fe cristiana. Cada libro es una
auténtica monografía sobre una doctrina en particular. Se presentan escritos en un estil sencillo, pero sin
menoscabo de la erudición, de la profundidad de contenido ni de la calidad literaria. Porque como nos
demostró
Cristo Jesús, la sencillez y la profundidad son perfectamente compatibles.
La necesidad de una serie así es evidente. El profesor, el estudiante y el pastor la precisan para
profundizar seriamente en el contenido doctrinal histórico de la fe cristiana y estar en condiciones de saber
discernir la verdad bíblica. Los creyentes también necesitamos tener conocimiento claro de la fe que
profesamos. De otra manera estamos al vaivén de "todo viento de doctrina" y en el riesgo de perder nuestra
identidad cristiana evangélica. Cuando vemos que la fe de algunos se desvía, se desmorona o queda ahogada
por los intereses del mundo es porque no prestaron la debida atención a la doctrina. Olvidarnos de la doctrina
es tan trágico como olvidarnos de los cimientos de la casa donde queremos vivir con nuestra familia. El
resultado será incertidumbre y ruina. La fe que salva es una fe que tiene la virtud de perseverar. Pero para que
pueda permanecer tiene que estar bien establecida en nuestra mente, voluntad y sentimientos.
Los distintos tomos de esta Biblioteca se escriben con el propósito de ayudar al lector a evaluar, formar
y profundizar sus creencias basadas en la Biblia y en las claras y básicas declaraciones de la posición cristiana
histórica. Los diferentes volúmenes tienen un promedio de 160 páginas y cada uno de ellos trata una parte
principal de la doctrina cristiana. El juego completo proporcionará al lector una visión amplia de las doctrinas
básicas de la iglesia cristiana.
No siempre somos conscientes de que de alguna manera todos somos teólogos. Algunos creyentes
llegan inclusive a pensar que ellos no saben nada de teología. Sin embargo, todos tenemos, aunque sean
simples y elementales, conceptos y criterios doctrinales [p. 6] les. Esta serie está pensada para ayudar al
estudioso a profundizar en la doctrina y al creyente a entender la fe y a estar "siempre preparado para
presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo aquel que demande razón de la esperanza que
hay en nosotros" (1 Pedro 3:15).
Cada uno de los escritores es una personalidad reconocida en el campo de la teología, los estudios
bíblicos y la predicación. Cada libro es personalizado por su autor, quien muestra la vitalidad de la doctrina
cristiana y su hondo significado para la vida diaria. El enfoque es estimulante por la forma y el contenido, lo
que garantiza el interés permanente del lector, bien sea pastor o laico. A veces la fe personal del escritor
queda expresada en las ilustraciones de su propio peregrinaje. Son hombres de Dios a quienes debemos
agradecer el esfuerzo de haber hecho sencillo y ameno lo que es en sí mismo difícil para el estudioso.
La Casa Bautista de Publicaciones tiene una vez más el honor de ser el canal por el que llegan al pueblo
evangélico de habla hispana obras serias sobre temas trascendentes. Libros que el profesor, el estudiante y el
pastor valorarán en mucho y, a la vez, son trabajos que el creyente sencillo y espiritualmente inquieto podrá
entender y disfrutar.
Los editores
La esperanza cristiana | 4
Reconocimientos
Mientras preparaba este tomo, enseñé un curso sobre Escatología Cristiana a la clase de Asociados en
Divinidad del Seminario del Sureste. Los estudiantes leyeron los bosquejos, dos capítulos, y aportaron críticas
que fueron de mucha ayuda para este estudio. Les agradezco sus reacciones.
Me siento endeudado de una manera especial con Cecilia Hensley, por haber pasado a máquina el
manuscrito, y a mi asistente de investigación, Penny Godfrey, por las horas invertidas en conseguir libros de la
biblioteca y por haber corregido el manuscrito final.
Morris Ashcraft
Wake Forest, NC
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La esperanza, ¿qué es?
El ser humano normal vive cada momento de su vida en tres tiempos: pasado, presente y futuro. Cada
dimensión aporta una riqueza sin la cual la vida no sería humana. Conocemos el pasado por la memoria y la
historia. Conocemos el presente al observar, escuchar y reflexionar. Participamos del futuro por medio de un
sentido de anticipación, ya sea con temor o con esperanza.
Si tenemos una carencia en cualquiera de estas áreas nos alarmamos. Buscamos ayuda. Si no podemos
recordar el pasado, o somos indiferentes a él, algo anda mal. Si no podemos o no queremos percibir el
presente perdemos el contacto con la realidad, cosa seria si dura mucho tiempo. Si no tenemos esperanza, si
no podemos mirar al futuro contando con algún propósito o meta, la desesperanza y la vaciedad ensombrecen
nuestra vida y la de los que nos rodean.
El tema de este libro es la esperanza. Queremos proyectarnos hacia el futuro con un sentido de
anticipación, propósito, designio y destino. Esta esperanza se nutre del pasado para tener dirección, se basa
de muchas maneras en el presente y convierte el mañana en una gozosa aventura.
Hablamos de esperanza cristiana. La expresión adquiere su significado de Cristo Jesús, su vida, muerte,
resurrección y promesas. Debido a quién era y qué hizo, la esperanza cristiana alumbra todas las mañanas y
nos llama a un encuentro final con todos los creyentes y con Dios con quienes esperamos vivir eternamente.
“escatología”. La palabra se deriva de dos vocablos griegos, eschata que significa “últimas cosas'', y logia que
quiere decir “el estudio de” o “la ciencia de”.
La escatología cristiana procura entender los grandes temas relacionados con “el fin”. Son,
generalmente, la muerte, la resurrección, la vida después de la muerte, la venida de Cristo, el reino de Dios, el
juicio, el cielo y el infierno.
En este tomo, he optado por tratar estos temas escatológicos bajo el encabezamiento “la esperanza
cristiana”. Lo hago por varias razones. Esperanza es una palabra bíblica, escatología no lo es. La esperanza
tiene una relación vital con otros temas cristianos, como la fe y el amor; la escatología puede ser especulativa
hasta el punto de perder su naturaleza personal. La esperanza enlaza el pasado, presente y futuro; la
escatología tiende a enfocar sólo el futuro. La esperanza tiene una conexión viva con la vida vivida en relación
con “el fin”; la escatología en ocasiones se expresa en términos de “otro mundo”, como un escape de esta
vida.
En este estudio uso la palabra esperanza para incluir todos los temas que legítimamente corresponden
a una escatología, pero trataré de mantener una relación personal y vital con las doctrinas tal cual aparecieron
en las primeras comunidades cristianas y que se mantuvieron en ellas y en nosotros aun hasta hoy.
Tensiones y peligros
Al estudiar la esperanza cristiana debemos reconocer algunos peligros y tensiones.
Tensión entre la esperanza individual y la colectiva
La esperanza cristiana incluye muchos temas que son marcadamente individuales, tal como la muerte.
Otros temas son colectivos o corporativos, por ejemplo: el reino de Dios. Otros son el uno o el otro o ambos,
como la resurrección y el juicio. Es fácil caer en el error si se olvidan o usan mal estas distinciones.
La esperanza cristiana | 6
La esperanza es tan importante en la doctrina cristiana que puede ser considerada en un sentido
amplio como se considera a la fe. Pedro escribió: “...estad siempre preparados para presentar defensa con
mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros” (1 Pd.
3:15). En este caso, la esperanza representa toda la perspectiva cristiana, como tantas veces lo hace la fe.
Sin embargo, fe y esperanza no son lo mismo. En diversos pasajes, de los cuales 1 Corintios 13 es el
más conocido, Pablo hizo distinciones claras entre fe, esperanza y amor. Ignorarlas es distorsionar las
Escrituras. John Knox enfatizó la diferencia de esta manera: “Amor es el amor de Dios por nosotros en Cristo,
fe es nuestra aceptación de este amor; y esperanza es apropiarnos, confiar en un cumplimiento futuro.”1
La esperanza cristiana no es optativa. El cristiano no puede ser indiferente a la idea de la resurrección y
la vida después de la muerte. La fe bíblica ve la historia linealmente. Al igual que los hebreos, los cristianos
creemos que “en el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). Esta creencia produce la convicción de
que toda la historia se desplaza hacia una meta final porque Dios creó todo con un propósito. La esperanza se
refiere a la expectativa humana de que Dios llevará a la historia a esa conclusión significante.
La idea de la creación es una creencia teológica. En Hebreos 11:3 leemos: “Por fe entendemos haber
sido constituido el universo por la palabra de Dios.” Confesamos mucho de nuestra fe cuando [p. 14] decimos:
“En el principio creó Dios...” Reconocemos que creemos que Dios es el Creador de todo, incluyéndonos a
nosotros. Todo depende de Dios.
Si Dios era en el principio, entonces también debemos ver a Dios en el final. John A. T. Robinson
escribió “Un estudio de la doctrina cristiana de las últimas cosas” bajo el título In the End, God.2 (En el final,
Dios)
Lo que no es la esperanza
La esperanza cristiana no es la ilusión de una supervivencia fantasmal.
La idea de la supervivencia después de la muerte no es de origen cristiano, ni siquiera religioso. Parece
haber sido la creencia de la mayoría de los pueblos de la antigüedad. Las costumbres mortuorias descubiertas
por la arqueología, muestran que la mayoría de los pueblos creían en algún tipo de vida después de la muerte.
Los faraones egipcios hacían amplia provisión para su existencia más allá de la tumba incluyendo barcos,
comida, ropa y cuadrillas de esclavos para remar el barco en el cual cruzarían el mar para llegar a la tierra más
allá de la muerte. Se han encontrado restos de niños en sus tumbas de arcilla con vestigios de platos de
comida, juguetes y otros objetos de interés infantil. Tanto los escritos bíblicos como los que no lo son ofrecen
pruebas de que, casi universalmente, se creía en algún tipo de supervivencia fantasmal más allá de la tumba.
En un libro excepcional, titulado And the Life Everlasting (Y la vida eterna), John Baillie ha
documentado la creencia en una supervivencia fantasmal entre pueblos salvajes, israelitas antiguos, filósofos
griegos y pensadores de India y Persia. Su conclusión es que estas creencias no sólo son casi universales sino
que generalmente no se relacionan con la religión. Más bien, eran puntos de vista “científicos”, es decir, el
resultado de la experiencia y la observación.
Mientras que la creencia casi universal de una supervivencia fantasmal puede, en general, hacer más
creíble nuestra creencia cristiana específica de la vida más allá de la muerte, las ideas varían radicalmente y no
han de confundirse la una con las otras. El concepto cristiano de una vida eterna tiene relación con la creencia
en Dios y particularmente con la resurrección de Jesús.
1
John Knox, Christ and the Hope of Glory (Cristo y la esperanza de gloria) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1960), pág.
25.
2
John A. T. Robinson, In the End, God (En el final, Dios) (London: James Clark & Co., LTD, 1950).
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3
Para un estudio detallado del concepto griego del alma, ver Dale Moody, The Word of Truth (La palabra de verdad) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981), págs. 170-181.
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resurrección de los muertos y la vida eterna con Dios como un don o nueva creación parece estar más en
acorde con toda la teología cristiana.4
Cuando hablamos de la resurrección de los muertos y de la vida eterna como una nueva creación, en
lugar de un derecho natural, [p. 18] no sugerimos rebajar la esperanza de vida eterna. Pero sí sugerimos que la
creencia en la resurrección como se enseña en las Escrituras es superior en todo sentido a la idea pagana de la
“inmortalidad natural”.5
La noción de que el alma humana es divina hubiera sido considerada como una blasfemia en el
pensamiento bíblico. Sin embargo, la idea de la inmortalidad del alma es un testimonio indirecto de la
creencia universal, o casi universal, de que hay vida después de la muerte.
4
Para un estudio acerca de la muerte e inmortalidad, ver Otto Weber, Foundations of Dogmatics (Fundamentos de la
dogmática), Darrell L. Guder, trad. (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1983), 2:667 y sigs.
5
George Eldon Ladd, The Last Things, an Eschatology for Laymen (Las ultimas cosas, una escatología para laicos) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1978). pág. 31.
6
Para una discusión de estos diversos puntos de vista, ver el Capítulo 2 de la obra de Val J. Sauer, The Eschatology
Handbook (Manual de escatología) (Atlanta: John Knox Press, 1981).
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Jesús. Sin embargo, tenemos que caer en una interpretación bastante radical de gran parte del Nuevo
Testamento para poder aclarar la esperanza no cumplida hacia la cual miramos en el futuro.
Escatología inaugurada
John A. T. Robinson defendió este concepto en su libro Jesus and His Coming (Jesús y su venida).7 Este
punto de vista mantiene la tensión entre la escatología que se cumplió en el ministerio de Jesús y la esperanza
futura. Jesús inauguró la esperanza escatológica por medio de su muerte y resurrección. En Cristo Jesús
comienza una nueva era. El reino de Dios es inminente (Mar. 1:15), ha venido (Lc. 11:20) y aún ha de venir
súbitamente.
Este concepto concuerda con las enseñanzas del Nuevo Testamento mejor que los anteriores que
hemos presentado.
Existencia escatológica
Rudolf Bultmann, partiendo de un contexto existencialista, sostuvo un concepto similar al de
Schweltzer. Algunos intérpretes, sencillamente llaman a su idea escatología consecuente. Sin embargo, es
diferente. Bultmann creía que la existencia humana auténtica es la vida de fe en Dios revelada por medio de
Cristo Jesús. Desde su punto de vista existencialista, Bultmann veía a toda la realidad en el momento presente.
Descartó los elementos del futuro o los consideró como relativamente sin importancia. La existencia autentica
es la vida de fe consagrada ahora mismo, en este instante. Todas las afirmaciones escatológicas del Nuevo
Testamento se cumplen en este momento presente. La existencia auténtica, entonces, es sinónima de la
existencia escatológica. En otras palabras, todas las afirmaciones del Nuevo Testamento en relación con la
esperanza futura son des-mistificadas al momento presente.8
Escatología futurista
Otra escuela de pensamiento interpreta la escatología del Nuevo Testamento estrictamente como un
evento futuro. Esperan [p. 20] el cumplimiento literal de todas las profecías del Antiguo Testamento. No ven a
la iglesia como el cumplimiento de muchas de ellas en el pasado. Un ejemplo es la escatología dispensacional.
La escatología dispensacional se basa mayormente en las notas interpretativas impresas en la Biblia
editada por Scofield y popularizada en libros como La Agonía del Planeta Tierra, por Hal Lindsay. Sus
seguidores creen que la de ellos es la esperanza literal de la Biblia, y, por ende, la correcta. Mientras muchos
otros intérpretes ven a la iglesia como el cumplimiento de Israel, el dispensacionalismo hace una distinción
estricta y permanente entre los dos. El milenio de Apocalipsis 20, aunque está en un libro de visiones
apocalípticas, es considerado como historia literal revelada y escrita a priori. Lo consideran necesario para
cumplir las promesas del Antiguo Testamento que aplican literalmente a Israel (aun al estado moderno de
Israel). En su reinado milenial, Cristo gobernará sobre un reino político sobre la tierra que incluirá también a
los no creyentes.
El dispensacionalismo, aunque pretende ser una interpretación literal de la Biblia, no da lugar al hecho
de que la Biblia incluye literatura en forma de poesía, alegoría, parábola y apocalíptica. El dispensacionalismo
tiende a mantener una distinción permanente entre Israel y la iglesia, a pesar de la enseñanza del Nuevo
Testamento en el sentido de que la iglesia es el nuevo pueblo de Dios y que Israel se ha cumplido en la iglesia
7
John A. T. Robinson, Jesus and His Coming (Jesús y su venida) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1957). Ver también
Sauer.
8
Para un resumen de los conceptos de Bultmann y una bibliografía de sus escritos, ver Morris Ashcraft, "Life in Faith -
Authentic Existence." Rudolph Bultmann ("Vida en la fe-existencia auténtica", Rudolph Bultmann) (Waco: Word Books, Publisher,
1972).
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(Mat. 21:43; 1 Pd. 2:9, 10). Este concepto colocaría a Cristo sobre el trono de un reino terrenal gobernado por
la fuerza, cosa que él, precisamente, se negó a hacer en su vida terrenal.
Teologías de esperanza
Después de la Segunda Guerra Mundial, han surgido teólogos que predican el tema de la esperanza,
como Jürgen Moltmann y Wolfhart Pannenberg. En cierta forma, la teología de ellos no es una escatología en
el sentido acostumbrado de la palabra. Más bien, interpretan el cuerpo total de la teología en términos del
futuro. Por ejemplo, Pannenberg vería el futuro como medida de la realidad en lugar de historia en el pasado.
La mayoría nos inclinamos a pensar en la historia como algo real y en el futuro como algo que todavía no tiene
su realidad. Pero Pannenberg opina que toda la realidad es futura. Lo que llamamos historia no se ha
completado aún, así que no es completamente real. Sólo el futuro, entonces, es verdaderamente real.
Pannenberg comenzó con el anuncio de Jesús de que el reino de los cielos estaba muy cerca, apenas
pasando el horizonte. Dios [p. 21] nos llama a vivir en y para el futuro. La resurrección de Cristo Jesús fue el
evento futuro clásico que irrumpió en el presente para darnos esta visión del futuro: realidad.9
Las teologías de esperanza han ofrecido aliento en una época pesimista. Han vuelto a enfatizar el
poder creativo de la esperanza humana. Sin embargo, no han podido reemplazar el estudio de la esperanza
cristiana como razón de la salvación.
9
Jürgen Moltmann, Theology of Hope (Teología de la esperanza) (New York y Evanston: Harper & Row, Publishers, 1967);
Ewert H. Cousins, ed., Hope and the Future of Man (La esperanza y el futuro del hombre) (Philadelphia: Fortress Press, 1972); para
una bibliografia y estudio de Pannenberg, ver E. Frank Tupper, The Theology of Wolfhart Pannenberg (La teología de Wolfhart
Pannenberg) (Philadelphia: The Westminster Press, 1973).
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2
Esperanza, ¿por qué?
Mas el ángel, respondiendo, dijo a las mujeres: No temáis vosotras; porque yo sé que
buscáis a Jesús, el que fue crucificado. No está aquí, pues ha resucitado, como dijo.
Venid, ved el lugar donde fue puesto el Señor (Mat. 28:5, 6),
Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto,
vivirá (Juan 11:25, 26).
En el capítulo anterior dimos las razones por las cuales considerar las expectativas cristianas bajo el
título “esperanza” en lugar de “escatología”. Ahora, antes de enfocar las creencias específicas que se
10
Sauer, págs. 28 y sigs.
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desprenden de esa esperanza, consideremos por qué pensamos que nuestras creencias sobre el futuro son
justificadas.
¿Por qué tenemos esperanza? ¿Por qué la esperanza cristiana permanece? ¿Contamos con razones
suficientes para justificar nuestra esperanza? ¿Podemos presentar un caso convincente a favor de la
esperanza que hay en nosotros? Quisiera proponer cuatro razones por las cuales tenemos esperanza, o dar
una respuesta en cuatro partes a la pregunta: Esperanza, ¿por qué?
Nuestra esperanza cristiana descansa sobre el siguiente fundamento: (1) la resurrección de Cristo; (2)
la esperanza es central en el evangelio; (3) las enseñanzas del Antiguo Testamento ponen sus miras en la
esperanza cristiana; y (4) la esperanza es más razonable que sus alternativas.
La resurrección de Jesús
La creencia cristiana en una resurrección futura se basa en la resurrección de Jesús. Este hecho, en sí,
es fundamento suficiente para creer en nuestra resurrección futura. Los primeros cristianos tenían la
certidumbre de que Jesús, quien había muerto, fue [p. 26] levantado de entre los muertos. Ellos manifestaron
que se apareció en varias ocasiones a individuos y a grupos pequeños y grandes de personas. El hecho de su
resurrección se argumenta en base a los siguientes testimonios.
Los testigos de la resurrección
La tumba vacía.- Miles vieron la crucifixión de Jesús; entre ellos, sus discípulos. Cuando los soldados se
acercaron para quebrar las piernas de los tres crucificados, vieron que Jesús ya había muerto (Juan 19:33).
Todos los Evangelios dan testimonio del hecho de que Jesús estaba muerto (Mat. 27:50; Mar. 15:37; Lc.
23:46). El libro de Hechos se refiere una y otra vez a su muerte usando palabras como: “matasteis” (2:23; 3:15)
y “crucificasteis” (2:36). Los que dieron muerte a Jesús fueron asesinos (7:52).
Los testigos manifestaron que la tumba, bajo guardia, estaba vacía aquella primera mañana de Pascua.
Los detalles varían, como es de esperar, pero el testimonio es uniforme: en la tumba no había ningún cadáver.
Los mensajeros angelicales anunciaron a los que visitaban la sepultura que Jesús había resucitado (Mat. 28:7;
Mar. 16:6; Luc. 24:7).
Si no contáramos con más testigos, la tumba vacía difícilmente sería suficiente. Pero hay otros.
Los testigos después de la resurrección.- Juan informó que María Magdalena fue la primera en ver a
Jesús resucitado (20:1, 11). Mateo afirmó que Jesús apareció a los once discípulos en Galilea (Mat. 28:16).
Lucas manifestó (24:13-35) que Jesús se apareció a dos personas camino al pueblito de Emaús, y que más
tarde comió pescado asado (v. 42). El final más extenso del Evangelio de Marcos incluye el detalle de que
María Magdalena había sido la primera en ver al Señor resucitado (Mar. 16:9).
Pablo, en la primera carta a los Corintios, escrita alrededor de los años 55-57 d. de J.C., da una reseña
de las apariciones de Cristo resucitado, la cual antecede a nuestros Evangelios escritos. Menciona apariciones
a Cefas, luego a los doce discípulos, después a una multitud de más de 500 personas, luego a Jacobo, más
adelante a todos los discípulos y, finalmente, a él, Pablo (1 Cor. 15:6-8).11
En términos de testigos históricos, contamos con más evidencias de la resurrección de Jesús que para
la mayoría de los acontecimientos de la historia antigua. A nadie se le ocurriría dudar de la veracidad de otros
sucesos históricos que cuentan con esta cantidad de testigos. La primera carta a los Corintios fue escrita
menos de treinta años después de la crucifixión de Jesús. Muchos testigos todavía vivirían. Un informe falso
hubiera sido fácilmente refutado. [p. 27]
11
Vea cualquier armonía de los Evangelios, Evangelios paralelos o "Resurrección" en un diccionario bíblico para tener un
sumario y comparación de las apariciones de la resurrección.
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El testimonio de la iglesia viviente.- Aparte de aquellos testigos que quedaban, los cristianos de la
iglesia primitiva eran sólo testigos de segunda mano, pero su testimonio es prueba de que se puede creer en
la resurrección de Jesús. Gálatas, escrita probablemente en el año 49 d. de J.C., es uno de los primeros escritos
cristianos que tenemos. Durante casi dos décadas después de la resurrección, la iglesia primitiva dependió del
testimonio oral acerca de Jesús. Estos cristianos arriesgaron sus vidas y su eternidad al creer que Jesús había
resucitado.
A través de los siglos, la iglesia ha dado un testimonio harto convincente del poder de la resurrección.
Preguntas relacionadas con la resurrección
Argumentos y preguntas.- Los testimonios de los testigos tenían algunas variantes. Por ejemplo, los dos
discípulos camino a Emaús no reconocieron a Jesús al principio. Uno de ellos, Cleofás, le comentó que las
mujeres habían ido a la tumba, se enteraron de que el cuerpo de Jesús no estaba allí e informaron haber visto
ángeles que dijeron que él vivía (Lc. 24:13-31). No se sabe a ciencia cierta cuántas veces apareció Jesús. Uno
de los doce, al principio, hasta se negó a creerlo.
Para cuando se escribió el Evangelio de Mateo, circulaba una refutación a la resurrección en relación
con un soborno que se decía había sido pagado a los soldados para que dijeran que los discípulos habían
robado el cuerpo de Jesús mientras los guardias dormían (Mat. 28:11-15). Hay quienes niegan la resurrección
de Jesús argumentando que en realidad no había muerto, sino que se encontraba en un estado de coma o
inconsciente. Otros han tratado de degradar todas las apariciones después de la resurrección manteniendo
que eran apariciones fantasmales o visiones. Existen numerosos resúmenes de estas negaciones.12
Rudolf Bultmann, en tiempos más recientes, dudaba de que históricamente, los Evangelios fueran
dignos de confianza y decía que el hecho histórico no tenía importancia. Enseñaba que la fe pascual significaba
únicamente que Jesús vivía y se hallaba con sus discípulos. Bultmann no daba importancia a los testigos
históricos. Su interés era la presencia espiritual de Cristo. En otras palabras, para él la resurrección no era un
suceso histórico como la crucifixión, más bien era una cuestión de fe.13
Sin embargo, los primeros cristianos insistieron con toda certidumbre en que Jesús, el cual había sido
crucificado, había resucitado de los muertos. Si uno parte de la presuposición de que un muerto no puede
volver a vivir, entonces, por supuesto, uno [p. 28] tiene que buscar otras maneras de interpretar la
resurrección de Jesús. Varios intérpretes han encarado la resurrección de Jesús en base a esta presuposición.
Aunque no podemos explicar el misterio que rodea a su resurrección, estamos convencidos, al igual que los
primeros cristianos, que su resurrección fue un hecho real, una resurrección del cuerpo.
La resurrección del cuerpo.- En el mundo occidental, condicionado por el pensamiento griego,
seguimos pensando en el cuerpo y el alma como una dicotomía básica, como si uno existiera
independientemente del otro. La fe bíblica, en cambio, habla de la existencia humana como una unidad que
incluye tanto las propiedades espirituales como las físicas. En la traducción bíblica, es casi imposible concebir
al ser humano como un mero cuerpo (sin una naturaleza espiritual) o como un mero espíritu (sin una
existencia física).
Los testigos del Nuevo Testamento escribieron del Señor resucitado como “el mismo Jesús que había
sido crucificado”. Pero el misterio persiste. No podemos decir con certeza qué tipo de cuerpo era realmente el
de Jesús. Pero se referían a una resurrección corporal, a un acontecimiento verídico relacionado con una
12
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 34 y sigs.
13
Para un sumario y fuentes en Bultmann, ver Morris Ashcraft, "Makers of the Modern Theological Mind", Rudolf Bultmann
(Forjadores del pensamiento teológico moderno, Rudolf Bultmann) (Waco: Word Books, Publisher, 1972), págs. 70.
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misma persona: Jesús. Pablo luchó con el interrogante que presenta el tipo de cuerpo que tendremos en la
resurrección. Afirmó que tenemos, o somos cuerpos espirituales. Es evidente que quiso decir que habrá una
transformación. Resurrección no significa que se levantará, literalmente, la carne física. Somos cuerpos
espirituales. Con todo, somos cuerpos. Por esta razón, el cristianismo siempre ha favorecido la afirmación
doctrinal que incluye la resurrección del cuerpo (1 Co. 15:44).
Aplicando una definición estricta de la palabra histórica, Hans Küng ha afirmado que la resurrección de
Jesús no fue histórica, sino un “acontecimiento real”.14 Quiso decir que la gente indiferente no habría visto al
Señor resucitado. Jesús fue visto sólo por creyentes después de su resurrección, pero Dios de verdad lo
resucitó. La resurrección fue real. Las diferencias de opinión como éstas se prestan a confusión. Este concepto
de Küng sugiere que Jesús era una presencia espiritual solamente, igual como opinaba Bultmann.
El Nuevo Testamento narra otros casos de muertos que volvieron a vivir. Jesús levantó de la muerte al
hijo de la viuda en el pueblo de Naín (Lc. 7:11-17). Jesús dio vida a la hija muerta de Jairo (Lc. 8:40-42, 49-56).
Juan cuenta que Jesús levantó a Lázaro después de cuatro días de su muerte (Juan 11:1-44).
Estos casos no fueron resurrecciones. Dichas personas recobraron [p. 29] la vida pero volvieron a
morir. Jesús fue levantado a una vida diferente o transformada para no volver a morir. Nuestra esperanza de
la resurrección de los muertos es una esperanza de vida eterna, no una simple resucitación de cadáveres.
14
Hans Küng, Eternal Life? (¿Vida eterna?) Edward Quinn, trad. (Garden City: Doubleday & Company, 1984), pág. 105.
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15
C. H. Dodd, The Apostolic Preaching and Its Development (La predicación apostólica y su desarrollo) (London: Hodder &
Stoughton Limited, 1936), pág. 17.
16
Dale Moody, The Hope of Glory (La esperanza de gloria) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1964),
pág. 83.
17
Bruce Vawter, This Man Jesus (Este hombre Jesús) (Garden City: Doubleday & Company, Inc., 1973), pág. 45.
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de la muerte el final absoluto? La resurrección de Jesús nos dice que Dios está con nosotros ahora y estará con
nosotros más allá de la muerte.
Afirmación de las promesas de Dios.- La fe bíblica se basa en las promesas de Dios. Estas promesas dan
significado y un sentido de destino a la vida. La resurrección de Jesús es la declaración más osada de que Dios
cumple sus promesas.
Jesús predijo su propia muerte y resurrección (Mar. 8:31, 32; 9:31, 32; 10:33, 34). En aquel momento,
los discípulos no lo entendieron, pero después de la resurrección, sí. Dios cumplió su promesa. Cuando
dudamos, necesitamos leer los pasajes del Nuevo Testamento que relatan la resurrección de Jesús.
Recordatorio de la providencia de Dios.- Los escritores bíblicos nos recuerdan en repetidas ocasiones
que Dios, quien creó el universo, sigue guiando y sustentando su creación llevándola hacia su meta y los
propósitos que él tiene. La historia de José en Génesis ilustra su cuidado. Pablo lo expresó claramente en
Romanos 8:28: “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados.”
Pedro veía la providencia de Dios en la crucifixión. Condenó a quienes crucificaron a Jesús, pero
interpretó el hecho diciendo: “a éste, entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de
Dios, prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole; al cual Dios levantó” (Hch. 2:23, 24a).
La resurrección de Jesús es prueba de que podemos sentimos seguros de la providencia de Dios en
nuestras vidas y destinos. [p. 32]
las naciones están incluidas en el juicio de Dios. Varios escritores del Antiguo Testamento trataron este tema.
Entre ellos, Isaías nos ofrece un buen ejemplo. Dijo que todas las naciones vendrían a estar bajo el juicio de
Dios, por lo tanto, se encuentran incluidas en su propósito (Isa. 2:2 y sigts.). [p. 33]
Juicio individual.- En las ilustraciones mencionadas anteriormente, el juicio de Dios era general.
Jeremías y Ezequiel presentan algo digno de notar: un énfasis o cambio de lo nacional a lo individual. Ambos
citaron el antiguo dicho: “Los padres comieron las uvas agrías y los dientes de los hijos tienen la dentera.”
Luego, los dos recalcaron que el individuo no puede ya negar su propia responsabilidad escudándose en la
familia, nación, raza o herencia. Más bien, cada persona es responsable de su pecado (Jer. 31:29; Ez. 18:2).
Este dramático anuncio es el fundamento sobre el cual más adelante se desarrolló la escatología relacionada
con el individuo.
Creencias acerca de la vida después de la muerte
El concepto neotestamentario del cielo no aparece en el Antiguo Testamento. La erudición bíblica
reconoce que la antigua Israel compartía con la mayoría de los pueblos de la antigüedad, la creencia en una
existencia que continúa después de la muerte en un submundo nebuloso. Admite que la fe de Israel incluía la
idea de una resurrección y juicio general antes del final del Antiguo Testamento.18
Seol.- Los hebreos creían en una especie de continuación de la existencia después de la muerte en una
región fuera de la tierra pero accesible a Dios. El Seol no era un lugar deseable. Sus habitantes no tenían la
libertad de regresar (Job 16:22) aunque podían ser llamados por los vivos para ser consultados (1 Sam. 28:
13).19
Aun la sombra del Seol era a veces penetrada por la luz de la esperanza. Escribió el salmista: “No
dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción” (Sal. 16: 10). También: “Pero Dios
redimirá mi vida del poder del Seol, porque él me tomará consigo” (49: 15). Y, “Me has guiado según tu
consejo, y después me recibirás en gloria” (73:24). Estas expresiones de esperanza, aunque no son iguales a la
esperanza de resurrección del Nuevo Testamento, sí contienen un elemento de expectación.
La pregunta de Job.- Job aparentemente creía en la noción popular del Seol, pero, en la profundidad de
su sufrimiento, se resistió a desesperar y mantuvo su esperanza. Expresó su fe en una pregunta que
veladamente sugiere esperanza: “¡Oh, quién me diera que me escondieses en el Seol, que me encubrieses
hasta apaciguarse tu ira, que me pusieses plazo, y de mí te acordaras! Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?”
(14: 13, 14a).
Su pregunta era el quejido de agonía de un hombre al borde de la desesperación. Pero contenía una
incipiente esperanza: “Si el hombre muriere, ¿volverá a vivir?” Job no recibió ni expresó una contestación
clara. Aun cayó en un pesimismo más profundo. Sin [p. 34] embargo, en su pregunta, confiesa indirectamente
su fe en Dios que nos ama tanto que seguramente ha de tener algo mejor que esta vida para nosotros.
Una resurrección en Daniel.- La única afirmación segura en el Antiguo Testamento acerca de una
resurrección general se encuentra en el libro de Daniel. “Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra
serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (12:2). En Isaías
leemos: “Tus muertos vivirán; sus cadáveres resucitarán” que quizá sea la afirmación bíblica más antigua
acerca de la resurrección. Hay quienes interpretan este pasaje de la misma forma que interpretan los huesos
secos de la profecía de Ezequiel.
18
R. H. Charles, A Critical History of the Doctrine of a Future Life in Israel, in Judaism and in Christianity (Una historia critica
de la vida futura en Israel, en el judaísmo y en el cristianismo) (London: Adam and Charles Black, 1913).
19
Ver T. H. Gaster, "Dead, Abode of the," Interpreter's Dictionary of the Bible ("Muertos, morada de los", Diccionario del
Intérprete de la Biblia) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1962), 1:787-788.
La esperanza cristiana | 20
Ya para el tiempo de Daniel, era común la creencia en una resurrección general. En la época del Nuevo
Testamento vemos que los fariseos creían en la resurrección de los muertos en cambio los saduceos, no.
La lógica de la esperanza
Ludwig Feuerbach lanzó el ataque más serio que se haya descargado jamás sobre la religión en general
y sobre el cristianismo en particular. En The Essence of Christianity (La esencia del cristianismo) sostiene que
todas las creencias cristianas son meros deseos, o la proyección de un deseo finito hacia lo infinito.20
Feuerbach no hace una distinción entre deseo y esperanza. Pero la diferencia existe. La esperanza se basa en
creencias teológicas. No es un mero deseo. Descansa sobre el fundamento sólido y la revelación histórica de
Cristo Jesús.
La esperanza surge inevitablemente de creer en Dios
Creer en Dios requiere y produce esperanza en el futuro. Por lo tanto, todas las razones para creer en
Dios apoyan la creencia de que Dios completará su creación y la llevará a su culminación según su propósito.
La diferencia entre deseo y esperanza es la fe en Dios. Los deseos del ser humano brotan de su egoísmo.
Cuando su vida está centrada en Dios por fe, puede tener esperanza en las acciones futuras de Dios.
La experiencia humana busca esperanza
La naturaleza temporal de la vida, la incertidumbre de la existencia, acompañadas de una percepción
de que existe un propósito, claman por un sentido de esperanza. “Con esperanza debe arar el que ara, y el que
trilla, con esperanza de recibir del fruto” (1 Co. 9:10). Con esperanza tenemos y criamos nuestros [p. 35] hijos,
nos ganamos el sustento diario y nos retiramos a descansar. Con esperanza acompañamos a nuestros seres
queridos en el solitario camino a su sepultura. Un día seremos nosotros los que transitemos ese mismo
camino, con esperanza. Si la vida tiene algún significado, nuestra esperanza es lógica, tiene sentido.
Las expresiones universales de esperanza son argumentos a su favor
La idea del Seol, o supervivencia fantasmal, sugiere convincentemente que hay algo más allá de esta
vida. Aun el nirvana, a pesar de su negativismo, es un testimonio indirecto del anhelo universal que se
proyecta más allá de la muerte. Los juguetes y los enseres infantiles encontrados en los jarros mortuorios de
niños de la antigüedad demuestran una esperanza en algo que trasciende la muerte.
La naturaleza incompleta de la vida es razón de esperanza
La vida de todos nosotros lleva una etiqueta que dice incompleto. Esto se aplica especialmente a
quienes por cualquier razón mueren prematuramente. Y se aplica también a quienes viven una larga vida.
Cada uno de nosotros, aun en el mejor de los casos, es como un mueble sin terminar. Necesitamos más lijado,
pulido y lustrado. Lo que vamos logrando tiene su mérito y revela una intención camino a ser realizada. Negar
que habrá una consumación contradice la idea de que nuestras vidas tienen propósito.
Si la vida significa algo, incluye una esperanza futura
A menos que nuestras vidas sean una burla, ha de haber vida después de la muerte. Vivimos con
propósito y significación. Los desengaños de la historia y de la vida individual, sin embargo, parecen rogar por
otra oportunidad en el más allá. Cuántas veces nuestra existencia colectiva en la tierra se ensucia y
distorsiona, pero aun en las distorsiones vemos la lucha por encontrar significado, una expresión de propósito.
20
Ludwig Feuerbach, The Essence of Christianity (La esencia del cristianismo), George Eliot, trad. (New York: Harper &
Brothers Publishers, 1957).
La esperanza cristiana | 21
Aun cuando nuestras aspiraciones humanas nos llevan a excesos, a crueldades, a tratar mal a otros, expresan
algo en nuestra existencia humana que necesita más tiempo u otra oportunidad.
La esperanza agrega a la vida un elemento de significado y propósito. La vida humana se eleva por esta
esperanza. Es seguro que el poder creativo de la esperanza ha de ser una expresión del poder creativo de Dios
en su universo. La esperanza también es “sufrida y benigna”. La esperanza tampoco “tiene envidia” ni es
“jactanciosa”. La esperanza vive con el amor. [p. 36]
La esperanza es más razonable que sus alternativas
No podemos probar al escéptico que nuestra fe en Dios es real. Tampoco podemos probar que nuestra
esperanza de una vida después de la muerte es verdad. Pero tenemos un testimonio persuasivo en la
resurrección de Jesús y su promesa a nosotros. Abunda en la vida humana el sentido de significado que se
proyecta más allá de esta existencia.
Lo contrario a esperanza es desesperanza o un vivir sin sentido. La esperanza es, sin lugar a dudas, la
mejor opción. Aun si no hubiera una vida después de la muerte, vivir en esperanza sería preferible a vivir sin
ella.
Entre la esperanza y la desesperanza (falta de sentido) existen otras posibles alternativas. El
gnosticismo no es mucho mejor que vivir sin sentido. La indiferencia es indigna del ser humano. La duda o la
disposición de considerar la posibilidad de un más allá son preferibles a la total negación o la desesperanza.
Creer en la esperanza cristiana de vida eterna tiene más sentido que cualquier otra opción. Por lo
tanto, consideremos más específicamente qué involucra la esperanza cristiana. [p. 37]
3
La esperanza y la muerte
Entonces los soldados le llevaron dentro del atrio, esto es, al pretorio, y convocaron a
toda la compañía. Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas,
comenzaron luego a saludarle: ¡Salve, Rey de los judíos! Y le golpeaban en la cabeza con
una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle
escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron
para crucificarle... Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la
hora novena. Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama
sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? Y
algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: Mirad, llama a Elías. Y corrió, uno, y
empapando una esponja en vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber, diciendo:
Dejad, veamos si viene Elías a bajarle. Mas Jesús, dando una gran voz, expiró (Mar.
15:16-20, 33-37).
La muerte irrumpe en nuestras vidas llevándose a nuestros seres más queridos. La muerte acecha
nuestras propias vidas como una enemiga que, en las sombras, espera, observa. La muerte siempre es una
intrusa, nunca una visita bienvenida.
Durante la preparación final de este manuscrito, la muerte se llevó a dos personas que me eran muy
queridas. El doctor John Ed Steely falleció súbitamente de un ataque al corazón el día viernes de Semana
La esperanza cristiana | 22
Santa. Habíamos sido compañeros de universidad, de seminario, amigos de toda la vida y colegas como
profesores en el seminario. Aunque él estaba preparado para partir, yo no lo estaba para seguir sin él. Hace un
mes, mi hermana, Eunice Balfour, perdió la batalla contra el cáncer. Aunque ya sabíamos desde hacía un año
cuál sería el desenlace, no nos sentimos preparados cuando falleció. [p. 38]
Pablo nos alienta, al igual que a los tesalonicenses cuando escribe: “Tampoco queremos, hermanos,
que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza”
(1 Ts. 4:13). Sí, tenemos esperanza. Es verdad que no sufrimos como los que no tienen esperanza. Pero
sentimos congoja porque la muerte sigue siendo una de las oscuras realidades de la existencia humana.
No es fácil dar una definición de la muerte. Los médicos declaran muerta a una persona cuando sus
órganos vitales han dejado de funcionar. Al hablar de la muerte, es claro que incluimos la muerte biológica o
clínica. Podríamos definir la muerte humana como un suceso puramente natural, como la muerte de los
animales. Pero Emil Brunner dijo acertadamente: “La verdad es que el hombre no muere como otros animales
superiores, así como no vive como ellos.”21 La muerte humana, como la vida, está rodeada de misterio.
El término, e idea, muerte, aparece en la Biblia con diversos significados. En la mayoría de los casos se
refiere a la muerte biológica. En otras ocasiones, se puede referir a una especie de separación de la vida por
parte de alguien que todavía vive biológicamente. El término también se aplica a una realidad especial,
completamente aparte de la muerte física. La expresión “segunda muerte” aparece en el libro de Apocalipsis
para referirse a la separación eterna de Dios que sufrirán los malos después del juicio final.
Si hemos de entender el significado bíblico de la muerte tenemos que estar dispuestos a ver las
diferencias entre las dimensiones espirituales y las físicas. Algunos teólogos distinguen entre tres tipos de
muerte: (1) espiritual, (2) física y (3) eterna.22
más robustos son ochenta años, con todo, su fortaleza es molestia y trabajo, porque pronto pasan, y volamos”
(90:10).
La muerte como un acto que nos reúne con los nuestros
Hemos notado en los pasajes de Génesis citados, que morir era reunirse con los antepasados. La
conclusión de una vida buena era ser enterrado en el cementerio familiar junto a sus padres.
Vemos en el Antiguo Testamento que era común decir, al hablar de la muerte, que el difunto durmió
con sus padres. Dice que “durmió David con sus padres” (1 Rey. 2:10), y también “y durmió Salomón con sus
padres, y fue sepultado en la ciudad de su padre David; y reinó en su lugar Roboam su hijo” (1 Ry. 11:43).
Cuando la muerte es una tragedia
En el Antiguo Testamento, la vida de una persona era considerada afortunada si vivía su curso normal,
si dejaba hijos que perpetuaran su nombre y familia, y si era sepultado con honra junto a sus padres.
Pero era trágica si faltaba cualquiera de estos elementos. Si uno moría prematuramente era una
tragedia. Ezequías, habiéndose recobrado de una enfermedad que pensaba era fatal, rememoraba: “Yo dije: A
la mitad de mis días iré a las puertas del Seol; privado soy del resto de mis años. Dije: No veré a JAH, a JAH en
la tierra de los vivientes; ya no veré más hombre con los moradores del mundo” (Isa. 38:10, 11). Esta
lamentación expresa la tragedia de la muerte en el apogeo de la vida. También indica la creencia de que la
vida se interrumpe, porque Ezequías dice que pasaría el resto de sus años en el Seol. Esta afirmación muestra
claramente que la dimensión en [p. 40] la cual vivimos y nos relacionamos con Dios y con nuestros semejantes
es en esta vida. El Seol no anuncia gozo ni promesa.
El pueblo hebreo desarrolló y practicó un minucioso procedimiento para dar sepultura a los muertos,
en parte por su respeto a la vida humana y al cuerpo; y en parte porque la tumba familiar era un recordatorio
tangible de su historia. Tenían leyes y costumbres meticulosas sobre tocar a los muertos. Eran enemigos de
exponer o mutilar un cadáver.
La muerte es enemiga
En las enseñanzas de las Escrituras, la muerte aparece como la enemiga de todo ser humano. La
muerte es una amenaza a su existencia. Para el que vive, la idea de no existir es horrible. Es aún más
devastador enfrentar el hecho de que nuestros seres queridos dejarán de ser.
La seriedad de la muerte
En mi función de pastor, me ha tocado con frecuencia acompañar a los deudos en ocasión de un
fallecimiento. En esas circunstancias he oído a otros creyentes, y a veces hasta a pastores, decir cosas como:
“Está mejor que nosotros” o “Dios quiere a X junto a él” o “es la voluntad de Dios, ¿quiénes somos nosotros
para cuestionarla?”
Cuando hablamos tan ligeramente, hacemos de la muerte algo trivial, y no honramos a Dios. Es verdad
que los deudos deben recibir nuestras palabras de aliento basadas en promesas bíblicas apropiadas sobre la
resurrección y la vida venidera. Hemos de consolar a los que han sufrido una pérdida. Pero siento que, en
nuestro afán por consolar, tratamos a la muerte como si fuera menos seria de lo que es.
Hay casos cuando una persona ha vivido victoriosamente hasta llegar a la ancianidad y ha quedado, no
sólo abandonada, sino también gastada y enferma. Si sufre mucho sin posibilidad de mejorar, razonamos que
la muerte sería preferible. Pero aun así, la muerte representa una pérdida trágica. La muerte deja un vacío que
nadie puede llenar. La muerte es una realidad seria para quien la enfrenta.
La esperanza cristiana | 24
Podríamos recordar a almas heroicas que arriesgaron y perdieron su vida por salvar otras. Les
rendimos honores y otorgamos medallas póstumas. Aun si nosotros mismos no nos dolemos, habrá un círculo
de seres queridos, familiares y amigos, que sí lo sienten y sufren no sólo ahora sino que los extrañarán por
mucho tiempo. [p. 41]
La muerte es una ladrona
Hace varias décadas, el teólogo escocés John Baillie escribió un librito titulado And the Life Everlasting
(Y la vida eterna). En él, habla de quienes dicen que no se preocupan por la vida después de la muerte, que
sólo se interesan por la vida presente. El profesor Baillie propone que una persona con esa filosofía, al ver
morir a sus propios seres queridos creyendo que la muerte es permanente, no podría decir: “No me interesa la
vida después de la muerte.” Baillie razona que tal persona traiciona a sus seres queridos y a todo el cariño que
los había unido. Afirma: “No tiene derecho a ser indiferente” y “No tiene derecho a no sentir tristeza.”23
Aunque yo llegara al punto de no importarme mi propia muerte, debo tener cuidado de no transferir la
misma falta de interés a la muerte de otra persona.
La universalidad de la muerte
Es tan obvio que todos morimos que sólo una breve mención de este tema basta. La cuestión de la
muerte figuró en la primera experiencia de tentación de los padres de la raza humana. Adán y Eva fueron
tentados a traspasar el dominio de Dios y negar la limitación de su propia existencia. El tentador dijo: “No
moriréis” (Gn. 3:4). Adán y Eva quisieron negar o escaparse de los límites que la muerte impone a toda
criatura: Los seres humanos somos criaturas, y, como tales, estamos limitados a un tiempo y espacio. Nuestra
vida humana llegará a su fin. Nosotros también moriremos.
Pablo comprendió la realidad de la universalidad de la muerte como algo inevitable y común a toda la
humanidad. El escribió: “Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados”
(1 Co. 15:22). Pablo argumentó la universalidad del pecado (Ro. 3:23) y que “la paga del pecado es muerte”
(6:23).
Aun el Hijo de Dios que vino al mundo como un ser humano, murió. El Nuevo Testamento y las
afirmaciones de fe basadas en él son correctas al insistir que Jesús realmente murió. Sólo por medio de la
muerte podría identificarse totalmente con la humanidad que vino a salvar.
El reinado de la muerte
Cuando Pablo enseñaba que Cristo había muerto por nosotros para salvarnos, indicó: “Por tanto, como
el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los
hombres, por cuanto todos pecaron. No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que
no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir” [p. 42] (Ro. 5:12,
14). La expresión “reinó la muerte” sólo significa que la muerte prevalecía o que la muerte continuaba.
Sin embargo, hay indicios de que la muerte era considerada casi como una persona. La muerte y el Seol
eran personificados como lugares en el Antiguo Testamento. En Proverbios, la muerte era una especie de
monstruo que devoraba a la gente. Proverbios 1:12 dice: “Los tragaremos vivos como el Seol, y enteros, como
los que caen en un abismo.” Isaías dijo: “Por eso ensanchó su interior el Seol, y sin medida extendió su boca”
(Isa. 5:14). Esta personificación, o casi personificación de la muerte se repite en el Nuevo Testamento.
Pablo casi personificó a la muerte en su gran capítulo sobre la resurrección: “Sorbida es la muerte en
victoria” (1 Co. 15:54). Juan la personificó cuando escribió: “Y el mar entregó los muertos que había en él; y la
23
John Baillie, And the Life Everlasting (Y la vida eterna) (London: Oxford University Press, 1934), págs. 53, 54.
La esperanza cristiana | 25
muerte y el Hades entregaron los muertos que había en ellos; y fueron juzgados cada uno según sus obras. Y la
muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego” (Ap. 20: 13, 14). El reinado del pecado se presenta
también como una esclavitud. Pablo recordó a los romanos que “erais esclavos del pecado” (Ro. 6:17), pero
aunque habían sido esclavos del pecado ahora eran libres (v. 22). El concepto de que somos esclavos del
pecado y de la muerte muestra claramente el reinado de la muerte.
El reinado de la muerte aparece también en Efesios: “Cuando estabais muertos en vuestros delitos y
pecados, en los cuales anduvisteis en otro tiempo” (Ef. 2:1, 2). La muerte no sólo es una amenaza sino
también una tirana que ha usurpado el poder sobre nuestras vidas reinando con cruel tiranía.
La muerte como destrucción
La muerte es una enemiga que destruye. La fe hebrea no reconocía otros dioses o ángeles hostiles que
pudieran invadir el mundo de Dios con la muerte, como era el caso en otras religiones. La muerte, sin
embargo, se convierte en el poder destructor en relación con los pecados del hombre. Mientras la mortalidad
en la Biblia, es una característica de la vida, la maldición que resulta del pecado convierte a la muerte en un
poder destructor.
Cuando Pablo escribió “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23), habló de la destrucción inevitable de
la vida humana cuando está separada de Dios. El pecado es “el aguijón de la muerte” (1 Co. 15:56).
Los estudios ecológicos actuales explican cómo la muerte de un tipo de planta o animal es parte de la
cadena alimenticia que provee vida a otros seres vivientes. La muerte y la descomposición proveen sustancias
que nutren a nuevas vidas. La fe típica ve a la muerte de [p. 43] una manera totalmente distinta. La muerte es
destrucción. En la muerte estamos separados de la vida y posiblemente de Dios.
La muerte como paga del pecado
Pablo escribió: “Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Ro. 6:23). Notemos que el contraste se da entre la muerte y la vida eterna. Hay un
contraste más en las frases “paga del pecado” y “dádiva de Dios”. La vida eterna es considerada siempre como
una dádiva de la gracia de Dios, nunca como algo que logramos por nuestros propios medios. La muerte, por
otro lado, es considerada la consecuencia legítima de una vida de pecado.
Esta frase, “la paga del pecado” recalca tres ideas: (1) la conexión inevitable entre el pecado y la
muerte, (2) la muerte es la consecuencia justa del pecado y, (3) la dádiva de Dios es vida eterna por medio de
Jesucristo.
La muerte, enemiga de Jesús
Muchos cristianos, pensando que le rinden un gran honor a Jesús, buscan maneras sutiles de negar su
auténtica humanidad. Sin querer, caen en la antigua herejía del docetismo. No pueden aceptar el hecho de
que Jesús haya sido tentado. Encuentran la manera de desvirtuar las tentaciones, alegando que Jesús nunca
puede haber pensado en hacer algo malo. Debido a su reverencia por Jesús, tienden a pasar por alto las
afirmaciones muy claras de su humanidad que encontramos en el Nuevo Testamento. En ningún momento
resulta esto más evidente que la noche antes de la muerte de Jesús.
Aquella noche en el huerto de Getsemaní, Jesús pidió a sus discípulos: “Sentaos aquí, entre tanto que
yo oro” (Mar. 14:32). Jesús estaba en agonía. Se encontraba ante la sombra de la muerte: “Y tomó consigo a
Pedro, a Jacobo y a Juan, y comenzó a entristecerse y a angustiarse” (v. 33). Después les dijo: “Mi alma está
muy triste, hasta la muerte; quedaos aquí y velad” (v. 34). Luego, Jesús oró que, de ser posible, fuera librado
de la muerte. En su oración rogó: “Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti; aparta de mí esta copa;
La esperanza cristiana | 26
mas no lo que yo quiero, sino lo que tú” (v. 36). Nuevamente pidió a sus discípulos que velaran y oraran (v. 37)
y una vez más se retiró a orar (v. 39).
A la hora de su muerte, Jesús lanzó un grito de pura agonía: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has
desamparado?” (Mar. 15:34). Oscar Cullmann insiste que aun para Jesús la muerte era un encuentro temible,
un enemigo destructor y una experiencia de [p. 44] absoluta soledad. Jesús no pasó por la experiencia de la
muerte alegremente, como si no le importara. Mas bien, pasó por el horror y la repugnancia de la muerte para
salvarnos. Es imposible captar la hermosura de la resurrección sin captar primero el horror de su muerte.24
La última enemiga
Hemos notado la profunda tristeza con que Jesús encaró su propia muerte. Hemos notado que la
muerte es siempre una enemiga. En la agonía que rodea a la muerte, sin embargo, hay un rayo brillante de
esperanza. La muerte es la última enemiga.
La muerte de Jesús fue seguida por su resurrección. Pablo explicó esta resurrección como una victoria
sobre la muerte no sólo para Jesucristo sino también para quienes creen en él. Escribió estas alentadoras
palabras: “Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte” (1 Co. 15:26).
En su resurrección de los muertos, Jesús destruyó a la muerte y al poder de la muerte sobre su propia
vida. Cuando el ser humano escucha el evangelio y cree en Cristo Jesús, también observa la destrucción de su
propia muerte como la postrer enemiga. Juan concluyó su gran drama de la redención con la destrucción del
pecado, la muerte y el diablo al decir: “Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego” (Ap. 20:14).
Enfrentar la muerte puede compararse con la existencia de un soldado ante la última batalla de una guerra.
Ha pasado por los peligros de batallas anteriores. Enfrenta una más que, en muchos sentidos, es peor a todas
las otras juntas. Pero existe una gran diferencia. Puede enfrentar los peligros de esta batalla por su convicción
de que será la última y que después le espera la victoria.
juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria
del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva” (v. 4). Misteriosamente, nuestra experiencia de
salvación en Cristo retratada en el bautismo, no sólo enseña la muerte, sepultura y resurrección de Cristo, sino
que muestra nuestra propia muerte, sepultura y resurrección.
Estábamos “muertos en pecado”, pero ahora estamos “vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro”
(v. 11). Es evidente que en esta referencia la muerte poco tiene que ver con la muerte biológica, pero tiene
mucho que ver con la verdadera vida y la muerte en relación con el espíritu.
La muerte como separación
La muerte, en el Antiguo Testamento, era una separación de la vida, del pueblo de Dios y, hasta cierto
punto, de Dios mismo aunque éste tenía acceso al Seol. Sufrimos en el instante de la muerte de nuestros seres
queridos porque nos encontramos frente a una separación permanente. Esta separación no sólo significa que
son arrancados de nuestro lado sino también una interrupción de sus vidas, de lo que estaban haciendo,
muchos de ellos dedicando sus vidas a causas importantes. La muerte significa que sus buenas acciones
quedan truncadas.
Comprender a la muerte como una separación es una de las bases para poder entender la naturaleza
del infierno, que se discutirá más adelante. Las parábolas del juicio enfatizan la separación de las ovejas de los
cabritos, lo bueno de lo malo. La parábola del rico y Lázaro enseña una separación que es permanente. La
segunda muerte en Apocalipsis 20:14 muestra una separación [p. 46] eterna. Aquellos cuyos nombres no
están escritos en el libro de la vida, junto con la muerte serán separados eternamente de Dios, de todo lo que
es divino y de todos los que creen en Dios.
La muerte como un dormirse
En diversas ocasiones, el Nuevo Testamento interpreta a la muerte por medio de la analogía de un
dormirse. En cierta ocasión un hombre principal vino a Jesús diciendo que su hija había muerto. Jesús dijo:
“Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme” (Mat. 9:24). La misma historia aparece en Marcos 5.
Jesús levantó milagrosamente a los muertos, pero habló de la muerte como un dormirse. Cuando Pablo
escribió acerca de la muerte y la resurrección, dijo: “He aquí, os digo un misterio: No todos dormiremos; pero
todos seremos transformados” (1 Co. 15:51).
En otra ocasión, Pablo hablando de los cristianos en Tesalónica que habían fallecido, los llamó “los que
duermen” (1 Tes. 4:13). Cuando los escritores del Nuevo Testamento se referían a la muerte como un
dormirse, no lo hacían en el sentido que lo hacen algunos modernistas para escapar de la tremenda realidad
que es la muerte. Por el contrario, aquellos recalcaban su fe en el hecho de que la muerte física no es final,
que hemos de levantarnos en la resurrección. La comparación de la muerte a un dormirse es una comparación
natural que en realidad no necesita explicación.
La muerte como una sombra sobre la vida
Aunque no consideremos a la muerte como algo final porque creemos en la resurrección, seguimos
viviendo nuestras vidas a la sombra de la muerte. Para quienes creemos en Dios, la oscura sombra de la
muerte puede a veces ser lo que nos impulsa a vivir la vida en un nivel superior más noble y altruista.
Por ejemplo, tomemos el caso del rey Ezequías. Ezequías estaba enfermo de muerte. El gran profeta
Isaías le había dicho: “Jehová dice así: Ordena tu casa, porque morirás, y no vivirás” (Isa. 38:1). Recordemos
que Ezequías lloró amargamente y oró a Dios quien envió a Isaías nuevamente a Ezequías para decirle que el
Señor le había otorgado quince años más de vida. Dios dio a Ezequías una señal, haciendo retroceder la
sombra por un tiempo.
La esperanza cristiana | 28
El rey Ezequías volvió a consagrar su vida a Dios, como lo muestra el canto en el mismo capítulo. Halló
el verdadero significado de la vida en ese encuentro con la muerte. Estuvo literalmente a la sombra de la
muerte con todo su horror. Hemos de evitar leer este pasaje a gente enferma de muerte insinuando la
promesa de que Dios hará el mismo milagro en ellos. Por otro lado, podemos [p. 47] aprender de este relato
que la calidad de la vida puede mejorar significativamente bajo la percepción de una amenaza de muerte.
Según la tradición, Pablo se encontraba en la cárcel en Roma cuando escribió a Timoteo lo que leemos
en 2 Timoteo 4:6-8. Es evidente que Pablo había sido condenado a la muerte que resultaría en su ejecución en
las afueras de Roma, tal como su Señor había sido muerto en las afueras de Jerusalén. Pablo escribió:
Es imposible medir la vida solamente por semanas y meses y años. Mas bien, la vida ha de ser medida
por nuestra fidelidad a Dios y al pueblo de Dios. A la sombra de la muerte, la vida de Pablo se hizo más plena.
La muerte como una enemiga conquistada
Ya hemos notado que la muerte con frecuencia aparece como un enemigo personalizado. Nos
figuramos un esqueleto cubierto con pesados mantos que, guadaña en mano, espera en las sombras. Esta
enemiga nunca está lejos.
La muerte y resurrección de Jesús vino a ser la victoria sobre la muerte y su compañero el pecado.
Vemos un gran cuadro de esa victoria al ir acabando el juicio final cuando “la muerte y el Hades fueron
lanzados al lago de fuego” (Ap. 20:14).
La muerte como un nuevo comienzo
En el gozo de nuestra esperanza en la resurrección de los muertos, caemos en la tentación de hablar
livianamente de la muerte. Al tratar de consolar a los que sufren, decimos cosas de la muerte que rayan en la
trivialidad.
Cuando encaramos la esperanza de resurrección, también caemos en la tentación de ignorar la
seriedad de la muerte. Hay intérpretes que se refieren a la muerte como una mera transición de esta vida a la
venidera. Quizá no sería erróneo decir que la muerte es una de las etapas de la vida. Empezando en la primera
infancia, llegamos y dejamos atrás la niñez, adolescencia, madurez, ancianidad y muerte hasta arribar a un
nuevo comienzo. Un intérprete concluye su estudio de la muerte con la siguiente afirmación: “En resumen,
para el cristiano, la muerte no interrumpe nada; no destruye nada; libera, no del cuerpo, sino del imperio del
pecado.”25
No puedo concordar en que la muerte nada interrumpe y nada [p. 48] destruye. Interrumpe casi todo y
destruye todo lo que toca. No puedo concordar tampoco en que la muerte libera del imperio del pecado. A mi
juicio, la muerte y resurrección de Cristo y nuestra fe en él es lo único que libera del pecado.
He escuchado a turistas que han visitado Europa después de la Segunda Guerra Mundial, hablar de la
maravillosa reconstrucción de las ciudades alemanas. Algunos comentan livianamente que dicha nación está
en mejores condiciones de lo que habría estado si no hubiera sido destruida. ¡Qué necedad! Podremos
comprender mejor a la muerte si tomamos más seriamente su dolor y agonía y si nos dolemos con aquella
25
Robert Gleason, The World to Come (El mundo por venir) (London: Sheed and Ward, 1959), pág. 77.
La esperanza cristiana | 29
gente que en los últimos años de la década de 1930 y los primeros de la década de los 40 sufrieron la
destrucción, no sólo de lo que habían construido y heredado sino también de sus familiares. Y sentimos
gratitud por quienes han tenido la valentía de levantarse de las cenizas.
26
Boettner, págs. 91-159.
27
Augustus Hawkins Strong, Systematic Theology (Teología sistemática) (Philadelphia: The Judson Press, 1907), págs. 998-
1003.
28
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 15-29.
29
Ibid.
La esperanza cristiana | 30
están (1) con Dios, (2) en el paraíso, (3) vivos y conscientes, y (4) descansando. Insiste que es un estado
consciente, un estado fijo y un estado incompleto en el sentido de que espera la resurrección final.
Summers, enseña que los injustos están (1) separados de Dios, (2) vivos y conscientes, (3) bajo
condenación, (4) en un lugar fijo, y que ellos también se encuentran en un estado consciente que es fijo pero
incompleto en el sentido de que esperan la condenación final. Mi maestro, el profesor Dale Moody, tiene un
estudio orientador del “estado intermedio”30 en el cual documenta a los teólogos que enseñan acerca del
estado intermedio. Por ejemplo, Agustín habló de las almas de los hombres conservados en depósitos secretos
ya sea descansando o en tribulación esperando el juicio final.
Es necesario hacer notar la diferencia entre el estado intermedio y el purgatorio. El purgatorio es el
concepto particular de un estado intermedio donde las personas pueden mejorar su propia suerte o lograr
que por las oraciones y sacrificios de los vivos en su favor, su suerte mejore. No conozco ninguna base bíblica
que justifique la doctrina del purgatorio. La evidencia más cercana es [p. 50] una frase en 2 Macabeos en la
que Judas Macabeo ofrece una oración en favor de los muertos que cayeron en batalla aparentemente porque
usaron amuletos alrededor del cuello violando los mandamientos que prohíben el uso de imágenes.
El concepto de un estado interino o intermedio también se ha de diferenciar de “el dormir de las
almas”, popularizado en los últimos tiempos. Martín Lutero parece haber creído que al morir sencillamente
dormimos hasta la resurrección final cuando Dios nos despertará.31
El misterio de la muerte
Sabemos muy poco del mundo de los muertos. Después de su resurrección Jesús no dijo nada al
respecto que haya llegado hasta nosotros. Es natural que nos hagamos imágenes mentales del más allá.
Algunos pueblos de la antigüedad veían al mundo de los muertos como una caverna debajo de la tierra,
asociado probablemente con su práctica de enterrar a los muertos en cuevas. Para otros, el concepto de un
mundo subterráneo era muy natural porque cavaban las sepulturas en la tierra. Dichas imágenes ya no nos
satisfacen porque hoy sabemos lo que hay debajo de la tierra.
Un relato conocido compara a la muerte con la partida de una nave. Nos quedamos mirando mientras
se alzan las velas y la nave se aleja con el viento. Luego, parece haber desaparecido. La partida en la muerte es
semejante porque la persona parece haberse “ido”. Es así por la perspectiva que tenemos desde esta ribera.
Pero imaginémonos unos días o semanas después, a una multitud de pie en una ribera distante al otro lado
del mar viendo las blancas velas de la nave, luego la nave que se acerca y que finalmente atraca en el muelle.
No se había “ido”, sólo lo parecía.
El misterio de la muerte permanece, pero la resurrección nos da esperanza para el más allá.
30
Dale Moody, The Hope of Glory (La esperanza de gloria) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1964),
págs. 67-77.
31
Ibid.
32
William Ernest Hocking, The Meaning of Immortality in Human Experience (El significado de la inmortalidad en la
experiencia humana) (New York: Harper & Brothers Publisher, 1957), págs. 10 y sigs.
La esperanza cristiana | 31
para que otros tengan la oportunidad de vivir; para dar cabida a la flexibilidad y el cambio histórico que se
hace posible bajo un nuevo liderazgo, pero que sería imposible bajo un liderazgo antiguo. [p. 51]
Hocking afirma que cuando usted y yo enfrentamos la realidad de que nosotros también hemos de
morir, nos percatamos por primera vez de la naturaleza del tiempo y de la vida. Dice que si tuviéramos un
tiempo sin fin para derrochar en todas las tareas que emprendemos, nunca comprenderíamos la importancia
del presente. La limitación del tiempo, que se ve con más claridad ante la percepción de la muerte, impone
una urgencia y una seriedad especial sobre cada momento que vivimos.
También expresa que sólo podemos conocer la verdadera realidad si aprendemos que no necesitamos
vivir para siempre. La disposición a morir o a aceptar la muerte da lugar a una verdadera libertad. El presenta
a los seres humanos como aferrándose a la vida desesperadamente y no queriendo correr riesgos. Las grandes
realizaciones en la vida son logradas por quienes están dispuestos a morir. Ofrecemos nuestro tributo a esas
personas valientes que, sin tener un concepto de la resurrección y la vida eterna, encuentran significado y
gozo en esta vida y en la muerte. Pero creemos que se nos ha mostrado un camino más excelente por medio
de la resurrección de Cristo Jesús. [p. 53]
4
La esperanza y la resurrección
Desde entonces comenzó Jesús a declarar a sus discípulos que le era necesario ir a
Jerusalén y padecer mucho de los ancianos, de los principales sacerdotes y de los
escribas; y ser muerto, y resucitar al tercer día (Mat. 16:21, itálicas por el autor).
Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al
tercer día, conforme a las Escrituras (1 Co. 15:3, 4, itálicas por el autor).
resurrección seria tres días después de su crucifixión, muy diferente al día final, y (3) aseguró que en él se
personificaba la resurrección.
Algunos intérpretes atribuyen estas declaraciones a otros, y no a Jesús, diciendo que datan de una
generación después de la resurrección. La evidencia es fuerte en el sentido de que las predicciones son
declaraciones del propio Jesús. Además, la naturaleza del cuarto Evangelio justifica plenamente la declaración
de Jesús en el sentido de que él es la resurrección. Tanto la personificación como el tiempo presente de la
resurrección concuerdan perfectamente con el Evangelio de Juan.
La predicción de Jesús y el énfasis del Nuevo Testamento en la resurrección demuestran su centralidad
en la fe cristiana.
Se levantó al tercer día
En el Capítulo 2 hemos notado la evidencia que apoya la convicción de que Jesús realmente se levantó
de los muertos. Fue presentada en ese capítulo para dar respuesta a la pregunta: “¿Por qué tenemos los
cristianos la esperanza en la resurrección de los muertos y en la vida eterna?” No repetiré ni resumiré lo dicho
allí, pero sugiero que el lector se refiera a esas páginas.33
El fundamento de nuestra esperanza
Pablo razonaba:
Hay otros pasajes en el Nuevo Testamento que presentan a la resurrección como el fundamento de
nuestra creencia en nuestra propia resurrección, pero el capítulo 15 de 1 Corintios es la exposición
neotestamentaria más completa del tema. [p. 55]
En este pasaje: (1) Pablo refutaba la idea de que no hay resurrección; (2) si Cristo no fue levantado,
entonces nuestra predicación y salvación son vanas (sin fundamento); (3) somos testigos falsos porque como
cristianos hemos estado proclamando el evangelio de la resurrección; (4) Si Cristo no resucitó, aún estamos en
nuestros pecados; (5) si Cristo no fue levantado, los creyentes que han muerto han perecido; (6) pero, Cristo
fue levantado; (7) su resurrección es nuestra base para creer en la resurrección, y (8) la universalidad del
pecado entre los descendientes de Adán es ahora paralela a la certidumbre de la resurrección lograda para
nosotros por medio de Cristo, el segundo Adán. Nuestra esperanza en la resurrección de los muertos es tan
cierta como lo es la resurrección de Jesús.
La noción de la resurrección de los muertos no se originó con Jesús. En la época de Jesús los fariseos
creían en la resurrección. Era ya un concepto aceptado ampliamente, aunque no por los saduceos. El profeta
Daniel (12:2) había escrito de una resurrección general que incluía tanto a justos como a injustos.
33
Ver páginas 25-31. Ver más en cuanto a la resurrección de Jesús en artículos sobre "Resurrección" en diccionarios
bíblicos; George Eldon Ladd, I Believe in the Resurrection of Jesus (Creo en la resurrección de Jesús) (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1975); C. F. Evans, Resurrection and the New Testament (La resurrección y el Nuevo Testamento)
(Naperville, Ill.: Alec R. Allenson lnc., 1970).
La esperanza cristiana | 33
La resurrección de Jesús cimentó esta creencia porque fue la manifestación histórica delante de
testigos. El evangelio cristiano no toma la creencia general, sino un evento específico, como su base para
enseñar la esperanza de la resurrección en nuestro futuro. “La resurrección de Jesús es la piedra fundamental
de todo el testimonio del Nuevo Testamento.”34 Porque fue levantado, creemos que nosotros también lo
seremos.
El tercer día se convierte en el primer día
La promesa de que Jesús sería levantado al tercer día da esperanza. El cumplimiento de esa promesa es
la base de toda nuestra esperanza para el futuro. Tan importante es que, en un sentido, lo podemos llamar “el
primer día de la fe cristiana”. El primer día es “el Día del Señor”.
34
Neville Clark, Interpreting the Resurrection (Interpretando la resurrección) (Philadelphia: The Westminster Press, 1967),
pág. 44.
35
Para una presentación completa del énfasis del Nuevo Testamento sobre el hecho de que Cristo trajo la nueva era, ver C.
H. Dodd, The Apostolic Preaching and lts Development (La predicación apostólica y su desarrollo) (Londres: Hodder & Stoughton
Limited, 1936), págs. 11 y sigs.
La esperanza cristiana | 34
comienzo del “siglo” por venir. La creencia de Pablo era que las declaraciones de los profetas hebreos sobre el
Día del Señor se habían cumplido en Cristo.
Cristo fue levantado de los muertos, exaltado sobre todo poder y autoridad, y sobre todo hombre: “no
sólo en este siglo, sino también en el venidero” (Ef. 1:21, 22).
Aunque nuestra esperanza cristiana todavía espera la venida de Cristo y la vida eterna que será la
nueva era, en un sentido nos unimos a Pablo viendo que en la resurrección de Cristo ya comenzó una nueva
era.
El evangelio de Pedro.- Los primeros capítulos del libro de Hechos registran cuatro discursos de Pedro.
Este predicó que la [p. 57] nueva era había amanecido en Cristo. Comenzó su sermón destacando que lo que
iba a decir acerca de Cristo había sido “dicho por el profeta Joel” (Hch. 2: 16). Continuó hablando de Jesús de
Nazaret quien había realizado obras maravillosas y había sido muerto y luego levantado. Pedro procedió a
citar a David y a relacionar el cumplimiento con “la resurrección de Cristo” (Hech. 2:31). En Hechos 3:18 y 24,
Pedro mostró cómo Dios había hablado de Cristo por medio de los profetas. En Cristo había amanecido la era
mesiánica.
En estos sermones, Pedro ofreció el perdón de pecados en el nombre de Cristo quien había sido
crucificado y levantado. La exaltación de Cristo llevó a la declaración de que “no hay otro nombre” por el cual
podamos ser salvos (Hech. 4:12).
La nueva era empezó en el evangelio de Cristo. Podemos encontrar la percepción más incisiva del
evangelio cristiano en el sermón que Pedro predicara a los que crucificaron a Cristo (Hech. 2:22, 23)
acusándolos con las palabras “este Jesús a quien vosotros crucificasteis” (v. 36). El aspecto cristiano
característico es que inmediatamente ofreció perdón a los que habían cometido el crimen (v. 38). Así es el
evangelio cristiano; ofrece salvación por la cruz a los que crucificaron a Cristo. La nueva era había comenzado.
Las enseñanzas de Jesús.- Al hablar del pecado contra el Espíritu Santo, Jesús dijo que el culpable no
sería perdonado “ni en este siglo ni en el venidero” (Mat. 12:32). Puede haberse referido a la última era por
venir o a la vida eterna como cuando dijo: “en el siglo venidero la vida eterna” (Mar. 10:30).
Cuando un hombre se acercó a Jesús para preguntarle sobre la vida eterna (Mar. 10:17), Jesús igualó la
misma con tener “tesoro en el cielo” (v. 21). En los versículos subsiguientes siguió identificándola como la
entrada en el reino. Luego habló de “en el siglo venidero la vida eterna” (v. 30). Es evidente que este pasaje se
refiere a un cumplimiento futuro de algo que ya existía en el presente.
El evangelio de resurrección de la nueva era
La fe cristiana surgió en respuesta a la vida, enseñanza, muerte y resurrección de Jesucristo. Este
singular conjunto de acontecimientos determinaron el comienzo de la nueva era. Pablo se refirió a él como
habiendo sucedido en “el cumplimiento del tiempo” (Gál. 4:4). Toda la historia se encaminaba hacia ese
punto. En esta nueva era, el Espíritu de Dios entra en nuestro corazón y podemos hablarle como “Abba
¡Padre!”
El misterio de la cruz fue revelado en la resurrección de Jesús. Los primeros cristianos estaban tan
maravillosamente reconciliados con Dios por estos acontecimientos que dondequiera que iban [p. 58]
declaraban lo que había sucedido. Dicha proclamación, que llamamos evangelio (“buenas nuevas”) era el
propio “poder de Dios para salvación de todo aquel que cree, al judío primeramente, y también al griego”
(Rom. 1:16). Se trataba, ciertamente, de una nueva era que barría con las diferencias raciales y hacía que toda
la humanidad fuera una en Cristo. La epístola a los Efesios declara esta unidad en toda su hermosura (4:1-7).
La esperanza cristiana | 35
El evangelio era declarado breve y sencillamente. Pablo lo anunció sucintamente en su gran capítulo
sobre la resurrección: “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por
nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras; y que apareció...” (1 Cor. 15:3-5, itálicas por el autor). La cruz y la resurrección son centrales al
evangelio.
Pedro también tenía a la resurrección de Jesús como centro del evangelio. Escribió: “Según su grande
misericordia nos hizo renacer para una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para
una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (1 Ped: 1:3,
4).
La implicación más obvia de la resurrección de Cristo es que establece nuestra esperanza de
resurrección. Y aún más significativo es que la resurrección de Jesús es prueba de la razón de la crucifixión,
proveyendo una base para toda creencia y afirmación cristianas. “El hecho de la resurrección es, entonces, la
piedra fundamental del cristianismo, de la misma manera que dio un significado supremo a toda la vida de
nuestro Señor.”36
La resurrección como una realidad presente
Los temas escatológicos de la doctrina cristiana tienen con frecuencia una orientación presente y
futura. Hemos dicho ya que uno de los peligros es descuidar cualquiera de los dos aspectos. Al principio
parece ser algo totalmente del futuro. Un examen más cuidadoso del Nuevo Testamento, sin embargo, nos
convence de que la resurrección es también una realidad del presente para cada creyente.
Incluye dos ideas básicas: (1) La resurrección es una riqueza de la vida presente tanto como una
esperanza futura. (2) La esperanza de la resurrección futura agrega una riqueza a la vida en la cual la
expectación, de por sí, se convierte en una realidad viviente.
Ya resucitado.- La afirmación más clara de este tema es la interpretación que Pablo hace acerca del
significado del bautismo. En suma, Pablo creía y enseñaba que nuestra experiencia de arrepentimiento y fe en
Cristo era una transformación radical de la [p. 59] vida, al punto que podemos referirnos acertadamente al
“viejo hombre” que ha sido “crucificado” con Cristo, “sepultado” con Cristo y ya “resucitado” con él. El
significado del bautismo, inmersión en el agua, es que, como Cristo fue crucificado, sepultado y levantado, así
nosotros también morimos al pecado y somos “levantados” para que “andemos en vida nueva” (Ro. 6:3-11).
Esperanza de resurrección.- Creer en la resurrección futura enriquece la vida dándole un sentido de
gozosa expectación que alumbra cada día. La esperanza en la resurrección futura es como un imán que nos
atrae y mejora nuestra vida en todas sus dimensiones; ya hemos “renacido” por esta resurrección de los
muertos (1 Ped. 1:3). Hemos visto “las primicias”, prevemos la cosecha (1 Cor. 15:20; Col. 1:18; Ap. 1:5). Ya
contamos con la garantía del Espíritu Santo (2 Cor. 1:22; 5:5).
El cielo ya ha comenzado.- Acabamos de notar que la resurrección es una realidad presente para el
individuo. La iglesia es la comunidad resucitada del presente. El nuevo pacto ya no es cosa del futuro, es un
hecho actual. El reino de Dios, aunque una esperanza futura, es una realidad presente por la resurrección de
Jesús.
Así es, esperamos la plenitud de vida con Dios en el cielo, pero el cielo ya ha tenido su comienzo en
esta vida. Hay una diferencia entre el tercer día y el último día, pero vivimos en lo que Neville Clark ha llamado
“la superposición de las edades”.37 La desilusión que resultó debido a que Jesús demoró su segunda venida
36
Robert Gleason, The World to Come (El mundo por venir) (London: Sheed and Ward, 1959), pág. 133.
37
Clark, págs. 72-80.
La esperanza cristiana | 36
cedió para dar lugar a una percepción del reino por venir. Las personas eran regeneradas, perdonadas,
reconciliadas con Dios y sus prójimos. La iglesia era una comunidad de santos queriendo compartir el
evangelio con todas las gentes e incluirlas en la familia de Dios. Esperamos, pero el futuro ya ha permeado
nuestro presente, el reino futuro ejerce ya la autoridad de nuestro Rey. Celebramos la cena del Señor como un
banquete mesiánico, como si ya hubiera llegado el final de las edades.
La resurrección futura
Como creyentes cristianos, tenemos un concepto serio de la muerte. No la encaramos con gozo porque
creemos que esta vida es un regalo de Dios para ser vivida en fe, esperanza y amor con Dios y con nuestros
semejantes. Creemos que la vida cristiana es una especie de vida resucitada aun ahora, pero parcial e
incompleta. Vivimos en la gozosa esperanza de que para nosotros individualmente, y para la humanidad en
general, habrá una resurrección en el día final. [p. 60]
La pregunta tesalónica
Los cristianos de Tesalónica habían entendido claramente la creencia de que tendrían vida eterna. Al
menos algunos habían dado por sentado que Jesús regresaría antes de que murieran. Y se sentían
desconcertados ante el fallecimiento de algunos de sus miembros. Enviaron un mensajero a Pablo para
preguntarle acerca de la muerte, el regreso de Jesús y la resurrección.
Pablo respondió a la pregunta de ellos con el magnífico párrafo en uno de los primeros escritos del
Nuevo Testamento. Su primera epístola a los Tesalonicenses fue escrita entre los años 49 y 50 d. de J. C. Habló
de los seres queridos muertos como “dormidos”. Les instó a no entristecerse “como los otros que no tienen
esperanza”. Les recordó en qué consistía la esperanza de él y la de ellos “porque si creemos que Jesús murió y
resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en él” (1 Ts. 4:13, 14).
Pablo aducía que su respuesta era dada como “palabra del Señor”. Pareciera que esperaba que Jesús
regresara en su generación porque escribió que “nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado” no
tendrían precedencia sobre los que habían muerto.
La cuestión no era la prioridad de los vivos sobre los muertos. Pudiera parecer que la respuesta de
Pablo favorecía a los muertos, pero esa no es la cuestión. Su respuesta aseguraba que tanto los vivos como los
muertos participarían de la resurrección.
Pablo contestó que todos participaremos de la resurrección. Indicó que Cristo volvería, levantaría a
“los muertos en Cristo” y luego a los que aún vivieran. Nuestro destino común es que “seremos arrebatados…
en las nubes para recibir al Señor en el aire” y estar “siempre con el Señor” (vv. 16, 17). Es de lamentar que
hay gente que analiza este párrafo empecinándose en establecer una secuencia o prioridad para los
acontecimientos relacionados con la venida de Cristo. Aún más lamentable, creo, es el hecho de que muchos
encaran el pasaje teniendo ya sus propios cronogramas preconcebidos y fuerzan el texto para hacerlo caber
dentro de ellos, aun fraccionándolo para insertar otros eventos que allí no se mencionan.
Toda la respuesta de Pablo proyecta el espíritu que describe la última oración: “Por tanto, alentaos los
unos a los otros con estas palabras” (v. 18). Las grandes afirmaciones de esperanza, el regreso de Cristo, la
resurrección de los muertos, la reunión de los creyentes, tanto muertos como vivos, con el Señor y la morada
eterna con él se resumen en las palabras seguras de que enfrentamos la vida y la muerte con esperanza. Si
todavía vivimos cuando regrese el Señor, o si habremos partido hace tiempo, realmente no [p. 61] importa. En
cualquiera de los dos casos, seremos “miembros fundadores” de la resurrección.
La esperanza cristiana | 37
No una conquista o un logro humano.- Evitaremos muchos errores si recordamos que Dios nos dio vida
y nos levanta de los muertos. La vida eterna es un regalo de Dios. No es, por lo tanto, un logro del ser humano.
No es un premio, que vendría a ser el resultado de un logro.
Es una obra de Dios
El deseo de resucitar y tener vida eterna podría ser meramente otra ambición egoísta de los seres
humanos. Un joven rico se acercó a Jesús y le dijo algo así: “Cuentan por allí que tú sabes de la vida eterna.
Tengo todo lo demás. Si lo sabes dímelo. Yo también la quiero. Hasta pagaría buen dinero por tenerla.” Se fue
triste porque, en su egoísmo, le era imposible conocer a Dios.
Dado que es Dios quien nos levanta de los muertos, podernos deducir que la vida venidera será en un
plano superior a ésta y, en un sentido, será el cumplimiento del propósito de Dios para nosotros tanto como
de nuestra esperanza.
El cuerpo resucitado
Los credos y confesiones siempre se refieren a la “resurrección [p. 63] del cuerpo” o “la resurrección de
la carne”. Con esto demuestran la importancia de la creencia en la resurrección. Su intención es enfatizar que
Jesús de veras murió y que el mismo Jesús fue levantado. También expresan que cuando seamos levantados
seremos las mismas personas transformadas, no personas totalmente diferentes. No nos es fácil comprender
por qué lo dicen en la forma que lo hacen.
Hemos hecho notar varias veces que el concepto bíblico de la vida humana es muy distinto al de la
filosofía griega. La inmortalidad del alma es totalmente distinta a la creencia bíblica en la resurrección. Si no
nos es clara esta diferencia, nos es difícil entender qué quiso decir Pablo al referirse a la resurrección del
cuerpo.38
Contamos con dos datos sobre el cuerpo resucitado: el cuerpo resucitado de Jesús y la explicación de
Pablo sobre el tema.
El cuerpo resucitado de Jesús.- Las apariciones de Jesús después de la resurrección están rodeadas de
misterio. Hemos de ser cautelosos y no decir más de lo que la evidencia muestra.
Jesús era reconocible. Los discípulos lo vieron (Lc. 24:39, 40) y reconocieron pormenores como sus
manos y pies. Comió pescado con ellos (v. 43). Podían tocarlo. Estos detalles les convencieron a ellos, y nos
convencen a nosotros, de que Jesús había sido levantado. Era el mismo Jesús.
Pero Jesús era distinto. Los que lo vieron manifestaron que parecía no estar sujeto a los límites de
tiempo y espacio. Entró por una puerta cerrada, por ejemplo (Juan 20:19, 26). A veces los discípulos no lo
reconocían, como en el caso de los discípulos camino a Emaús (Lc. 24:16).
La evidencia sugiere más allá de toda duda que Jesús fue levantado. Pero era diferente en el sentido de
que ya no se notaban las limitaciones humanas. Ni era puro espíritu a menos que demos por sentado que de
alguna manera podía aparecer en una forma visible. Los discípulos no tenían el problema de los conceptos
modernos de psicología y fisiología. Estaban convencidos de que su Señor, el hombre Jesús, la persona, había
sido transformado de una vida sujeta a la muerte a una vida que la trasciende.
La explicación de Pablo referente a la resurrección del cuerpo.- Parece ser que alguien en Corinto
negaba la resurrección. La respuesta de Pablo fue asegurar que sí había sucedido y explicar el tema de “¿cómo
38
Ver Oscar Cullmann, Immortality of the Soul or Resurrection of the Dead? (¿Inmortalidad del alma o resurrección de los
muertos?) (London: The Epworth Press, 1958); Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (La Biblia y el futuro) (Grand Rapids:
William B. Eerdmans Publishing Company, 1979, págs. 239 y sigs.; Murray J: Harris, Raised lmmortal, Resurrection and lmmortality in
the New Testament (Levantado inmortal, resurrección e inmortalidad en el Nuevo Testamento) (Grand Rapids: William B. Eerdmans
Publishing Company, 1983).
La esperanza cristiana | 39
resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?” (1 Co. 15:35). La respuesta enfatiza que (1) la muerte y
resurrección pueden ser comparadas con un grano que “muere” y luego germina; (2) vemos una gran
diversidad de cuerpos, así que Dios puede darnos una existencia corporal después de la resurrección; [p. 64]
(3) la resurrección de una persona es una gran transformación; (4) nuestra existencia corporal después de la
resurrección se caracteriza por un cuerpo “espiritual” en lugar del físico.
Pablo usa cuatro vocablos al referirse a nuestra existencia humana: carne, cuerpo, alma y espíritu.39
Todos se relacionan con lo que llamamos la personalidad humana. La carne representa la estructura física de
nuestra existencia. El cuerpo no es sólo el físico sino toda la personalidad. Alma es el principio de vida en
nosotros. El espíritu nos relaciona con Dios quien es Espíritu. Estas no son entidades diferentes sino aspectos
de la entidad singular que es la personalidad humana.
El cuerpo resucitado es como la planta nueva que brota de la semilla. Cuando hablamos de misterios,
nos valemos con frecuencia de comparaciones. No hay quien no se haya maravillado ante el proceso de vida
en una semilla que germina. Pablo razonaba que la muerte y resurrección de la vida humana sería así. El
misterio de la vida se esconde en la semilla que “muere” y de la cual brota una nueva vida. La semilla “murió”
pero no estaba totalmente destruida. La semilla incluía en su interior un destino tan misterioso como el de la
planta en su madurez. La semilla fue levantada a una nueva vida por una combinación de humedad y acción
solar.
Pablo argumentaba, por analogía, que nuestro destino es vida eterna con Dios. Morimos. Dios nos
levanta. Nuestra nueva existencia es una existencia corporal espiritual.40
Cuando Pablo se refirió a distintas clases de cuerpos, como el humano, animal, terrenal y celestial
quería ampliar la imaginación de la mente para que ésta aceptara la variedad que ya existe. Hemos de tener la
capacidad de aceptar la creencia de que Dios, quien provee esta gran cantidad de existencias, es capaz de
darnos una existencia real en la resurrección.
Pablo enfatiza la gran transformación por medio de la cual nos tornamos imperecederos, gloriosos y
poderosos. Hemos de ser restaurados totalmente a Dios y elevados al destino que Dios pensó para nosotros.
El “cuerpo espiritual” es una afirmación, no una negación. Para Pablo no había otra existencia aparte
de la corporal. No odiaba la carne como más adelante lo harían los gnósticos. Pablo conocía las limitaciones de
la carne. No pensaba que la resurrección del cuerpo sería de “carne y sangre” (v. 50), pero sí creía que la
resurrección del cuerpo sería de la personalidad humana que Dios había creado y puesto sobre esta tierra para
prepararla y elevarla ahora a su destino.
En el pensamiento paulino, el contraste entre las cosas de “la carne” y las cosas “del Espíritu” no debe
interpretarse como un desprecio por la existencia terrenal del ser humano. El contraste [p. 65] que quiere
mostrar es entre dos tipos de vida humana, una que vive dominada por los apetitos de “las cosas de la carne”
y la otra, motivada por las cosas de Dios; “las cosas del Espíritu” (Ro. 8:5).
La resurrección del cuerpo será la creación de Dios en la cual él preserva la personalidad humana en su
expresión más elevada. Esa existencia será una transformación gloriosa, pero mantendrá continuidad con esta
vida terrenal. Cada uno de nosotros ya es una criatura de Dios a quien él ama. La singularidad de cada uno
como persona es infinitamente más preciosa para él que aun para nuestros seres más queridos.
39
Thomas S. Kepler, The Meaning and Mystery of the Resurrection (El significado y misterio de la resurrección) (New York:
Association Press. 1963), pág. 106.
40
M. E. Dahl, The Resurrection of the Body (La resurrección del cuerpo) (London: SCM Press Ltd. 1962), págs. 15 y sigs.
La esperanza cristiana | 40
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos
que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Jn. 3:2, itálicas por
el autor). [p. 67]
5
La esperanza y el regreso de Cristo
En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera
dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también
estéis: (Juan 14:2, 3).
Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez,
y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los
pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para
salvar a los que le esperan (Heb. 9:27, 28).
Una fe en Jesucristo sin la expectación de su Parousia es como un pagaré que
nunca se cobra, una promesa que no se toma en serio. Una fe cristiana sin la
expectación de la Parousia es como una escalera que no lleva a ninguna parte y termina
en el vacío.41
La promesa de Jesús en Juan 14 produjo la expectación que expresa Hebreos 9. Los primeros cristianos
se aferraban a la esperanza de que Cristo, que había vivido entre ellos y que había sido arrancado por la
crucifixión, volvería. Aquella expectación del regreso de Cristo se convirtió en un elemento importante en la
escatología cristiana, y lo sigue siendo como lo indica la cita anterior del teólogo Emil Brunner.
Terminología y definición
La palabra griega Parousia es el vocablo principal usado en el Nuevo Testamento que indica el regreso
de Cristo, y con frecuencia es usado sin traducirlo como título de este tema escatológico. La [p. 68] palabra
Parousia significa literalmente “presencia” o “estar con”. En vista de la partida de Jesús, hablar de su presencia
vino a significar su regreso, o su volver a venir.
Además de éste, otros vocablos son usados en el Nuevo Testamento para referirse a la misma creencia.
Por ejemplo, “el día de nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:8), “los días del Hijo del hombre” (Lc. 17:22), “la
manifestación” (1 Co. 1:7), “se manifieste” (Col. 3:4; 1 Jn. 2:28), “aparezca” (1 Pd. 5:4), “se manifestará” (2 Ts.
2:8).
Aunque la palabra Parousia, y también las demás, con frecuencia significan sólo una presencia o
aparición, reflejan la expectación de una presencia o venida futura. En lenguaje popular, esta creencia por lo
general se titula “la segunda venida” o “el segundo advenimiento”. La expresión, como tal, no aparece en el
Nuevo Testamento, pero es una interpretación natural de los pasajes citados. La expresión segunda venida es
adecuada, pero prefiero usar el término bíblico Parousia o venida.
41
Emil Brunner, Eternal Hope (Esperanza eterna), Harold Knight, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1954), págs.
138, 139.
La esperanza cristiana | 41
Ya hemos visto la variedad de términos y la frecuencia con que son usados en el Nuevo Testamento.
Los primeros cristianos hablaban con mucha naturalidad de su creencia en el hecho de que Jesucristo volvería
otra vez. La referencia a la Parousia de Jesús podría significar una especie de presencia espiritual únicamente.
Sin embargo, la evidencia del Nuevo Testamento es que habrá una venida en relación con el final de la
historia. Nos quedan muchas incertidumbres, pero estamos seguros de una cosa: la Parousia de Cristo no es
sinónima de la doctrina de la presencia del Espíritu Santo en la actualidad.
42
Para una disertación sobre la centralidad y lo decisivo que es Cristo para el cristiano ver Morris Ashcraft, “Jesus Christ”,
Christian Faith and Beliefs (“Jesucristo”, fe y creencias cristianas) (Nashville: Broadman Press. 1984), págs. 10-66.
43
John A. T. Robinson, Jesus and His Coming (Jesús y su venida) (New York and Nashville: Abingdon Press, 1957); Paul S.
Minear, Christian Hope and the Second Coming (La esperanza cristiana y la segunda venida) (Philadelphia: The Westminster Press,
1954); A. L. More, The Parousia in the New Testament (La Parousia en el Nuevo Testamento) (Leiden: E. J. Brill, 1966); ver también H.
K. McArthur, “Parousia”, lnterpreter's Dictionary of the Bible (“Parousia”, Diccionario del Intérprete de la Biblia) (New York y
Nashville: Abingdon Press, 1962), 3:658-661.
La esperanza cristiana | 42
La promesa de Jesús
Jesús interpretaba que el Día del Señor que anuncia el Antiguo Testamento en cierta forma se había
cumplido con su propia vida. Se refirió a sí mismo como el Hijo del Hombre y al día venidero como el Día del
Hijo del Hombre o “la venida del Hijo del Hombre” (Mat. 24:27, 37, 39; 25:31). En los grandes discursos de
Mateo 24-26, Jesús se refirió una y otra vez a su venida. Según lo registra Mateo, Jesús habló de un juicio
venidero, vindicación y destrucción, sufrimientos, falsos maestros, un regreso súbito y la preparación para ese
regreso. Respondió a las preguntas acerca de la fecha de los acontecimientos venideros y las señales de su
venida (Mat. 24:3).
Aunque no estamos seguros de todos los detalles, y Jesús no [p. 70] especificó cuándo vendría, sí
tenemos la seguridad de que Jesús prometió a sus discípulos que regresaría victoriosamente para juzgar y
vindicar. Juan registra la promesa en su expresión más conocida: “Voy, pues a preparar lugar para vosotros y...
vendré otra vez” (Juan 14:2, 3).
Lucas cuenta la aparición y ascensión de Cristo junto con la promesa. El Señor que ascendía fue
ocultado por una nube. Los discípulos se quedaron mirando el cielo. “Se pusieron junto a ellos dos varones con
vestiduras blancas, los cuales también les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al cielo? Este
mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como lo habéis visto ir al cielo” (Hch. 1:10,
11).
La expectación cristiana en relación con la venida de Cristo
Los escritos del Nuevo Testamento mencionan con frecuencia la expectación de la venida de Cristo, lo
cual prueba no sólo la expectación sino también su importancia. A continuación damos un vistazo a los pasajes
más importantes.
Pablo.- Pablo escribió de la resurrección de los muertos “en su venida” (1 Co. 15:23) y de su propia
vindicación “delante de nuestro Señor, en su venida” (1 Ts. 2:19). Rogó por la misma vindicación para los
tesalonicenses “en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos” (1 Ts. 3:13). Presentó una
explicación detallada de “la venida del Señor” en 1 Tesalonicenses 4:15 y concluyó su epístola con otra
referencia más a “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1 Ts. 5:23). Hizo mención dos veces a la venida del
Señor en 2 Tesalonicenses 2:1, 8.
Pablo se refirió en varios pasajes al regreso de Cristo como una “manifestación”. La “manifestación de
nuestro Señor Jesucristo” (1 Co. 1:7) es lo mismo que su venida. Pablo expresó la misma idea en las palabras
“cuando se manifieste el Señor Jesús desde el cielo con los ángeles de su poder, en llama de fuego” (2 Ts. 1:7,
8).
Pablo usó la palabra “aparición” como sinónimo de “venida” al decir “hasta la aparición de nuestro
Señor Jesucristo” (1 Tim. 6:14) que es “su manifestación” (2 Tim. 4:1, 8) y “la manifestación gloriosa de
nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:13).
Pablo usó la frase “día de Cristo” o “día del Señor” para referirse a la venida de Cristo en juicio (1 Co.
1:8; 5:5; 2 Co. 1:14; Fil. 1:6, 10; 2:16; 1 Ts. 5:2; 2 Ts. 2:2).
Hebreos.- La Epístola a los Hebreos emplea el verbo “aparecer” en “aparecerá por segunda vez” (Heb.
9:28).
Santiago.- Santiago exhortó a sus lectores a ser pacientes [p. 71] “hasta la venida del Señor” (5: 7) y
dijo: “la venida del Señor se acerca” (v. 8).
Pedro.- “Cuando sea manifestado Jesucristo” (1 Pd. 1:7) es lo mismo que su regreso. Pero en 2 Pedro
encontramos “la venida de nuestro Señor Jesucristo” (1:16), que puede referirse a su primera venida, y “su
La esperanza cristiana | 43
advenimiento” (3:4) y “la venida del día de Dios” (v. 12), que definitivamente se refieren a su venida futura en
juicio.
Juan.- La Primera Epístola de Juan se refiere a “su venida” (2:28) y “cuando él se manifieste” (3:2). El
libro de Apocalipsis proclama: “He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá” (1:7). Concluye con la
consumación dramática de la historia en la venida de Cristo y su reino eterno.
Los primeros cristianos tenían la convicción de que Cristo volvería. Esa esperanza era el centro de sus
expectaciones. Alrededor de esa esperanza giraban otros importantes temas.
44
Robinson, pág. 23.
45
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 100 y sigs.
La esperanza cristiana | 44
Jesús dijo con frecuencia que vendría otra vez para juzgar y vindicar. Sus promesas bastan para quienes
creemos.
Cuando Jesús ascendió, los mensajeros celestiales aseguraron a los discípulos que volvería tal como lo
habían visto partir (Hch. 1:11).
El Nuevo Testamento contiene abundantes enseñanzas relacionadas con la expectación de su regreso.
Esta expectación no sólo refleja las promesas concretas sino también una implicación lógica. Dado que Jesús
vino en primer lugar como Hijo de Dios y Salvador, puede volver otra vez para completar su acto salvador.
La esperanza escatológica de los primeros cristianos iba unida a su convicción de que Dios había creado
al mundo con un propósito. Cristo reveló cuál era ese propósito por medio de su obra de salvación. Todas las
exposiciones relacionadas con esta escatología llegan a su máxima claridad en la venida de Cristo (1 Ts. 4:13-
18; 1 Co. 15; Mat. 24-26).
El autor de Hebreos consideró tan ciertos el juicio venidero; la muerte de Cristo y su regreso como
cierta es la muerte. Escribió: “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola
vez... así también Cristo... aparecerá por segunda vez” (He. 9:27, 28). [p. 73]
La universalidad de su venida
La frase la universalidad de su venida, puede no ser ideal, pero tiene la intención de abarcar dos
aspectos de la venida de Cristo: Todas las personas estarán incluidas, tanto justos como pecadores; y, su
venida no será secreta. Los escritores del Nuevo Testamento expresaron claramente que la venida de Cristo
sería un acontecimiento cósmico. Para los pecadores será un juicio súbito, como en las parábolas de Jesús.
Para los creyentes será una resurrección gozosa que no excluye a ningún creyente, vivo o muerto (1 Ts. 4:13-
18).
La venida de Cristo será también un evento visible. Algunos eruditos46 opinan que es necesario
enfatizar esta visibilidad para refutar a quienes intentan reducir la venida de Cristo a una experiencia personal
o a una visión, y a quienes predican una venida secreta. Los textos bíblicos mencionan claramente señales
visibles como “las nubes del cielo” (Mat. 24:30) y que “todo ojo le verá” (Ap. 1:7).
Su venida será personal
Después de la resurrección, el mismo Jesús que había muerto apareció a los discípulos. La experiencia
de Pablo camino a Damasco puede haber sido cierto tipo de visión (no por eso menos real), pero las otras
apariciones estuvieron acompañadas de detalles que nos obligan a pensar en una auténtica resurrección
“corporal”. Berkhof, en guardia contra la debilitación de la evidencia bíblica, insiste en que la venida de Cristo
será también física.47
He hecho notar anteriormente que ambos, cuerpo y alma, designan a la persona; por lo tanto, insisto
en que Cristo regresará en persona. “Este mismo Jesús” (Hch. 1: 11) es la persona de quien Pablo escribiera:
“Porque el Señor mismo... descenderá del cielo” (1 Ts. 4: 16). C. H. Dodd, aunque dice que la venida de Cristo
se relaciona principalmente con toda la humanidad, puntualiza que, en un sentido muy real, Cristo viene para
cada uno de nosotros cuando morimos.48 Su venida sigue siendo personal.
46
L. Berkhof, The Second Coming of Christ (La segunda venida de Cristo (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1953). págs. 40 y sigs.
47
Ibíd., pág. 36.
48
C. H. Dodd, The Coming of Christ (La venida de Cristo) (Cambridge: The Cambridge University Press, 1951). pág. 31.
La esperanza cristiana | 45
trompeta, indica una venida gloriosa y victoriosa pero nos deja muchos interrogantes. Hay quienes creen que
su venida es individual para cada uno de nosotros en el día de nuestra muerte, mientras que otros creen en un
cataclismo al final de la historia. No estamos obligados a saber cuándo y cómo vendrá. Saber que sí viene debe
bastarnos.
49
Moore, págs. 207 y sigs.
La esperanza cristiana | 47
Que el Señor Jesús, la noche que fue entregado, tomó pan; y habiendo dado
gracias, lo partió, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo que por vosotros es partido;
haced esto en memoria de mí. Asimismo tomó también la copa, después de haber
cenado, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces
que la bebiereis, en memoria de mí. Así, pues, todas las veces que comiereis este pan, y
bebiereis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga (1 Co. 11:23-26,
itálicas por el autor).
La vida cristiana, como el culto cristiano, se mide en su anchura, profundidad y altura por la frase
“hasta que él venga”. [p. 79]
6
La esperanza y el juicio
Porque es necesario que todos comparezcamos ante el tribunal de Cristo, para
que cada uno reciba según lo que haya hecho mientras estaba en el cuerpo, sea bueno o
sea malo (2 Co. 5:10).
Un gran jugador de béisbol solía decir que su meta era ser un atleta tal, que cuando se jubilara su
entrenador dijera de él: "Es el mejor jugador que me ha tocado entrenar." Esta sana ambición era un gran
impulso motivador. Incluye la idea de juicio a un nivel humano. El juicio de su entrenador no era algo que le
inspiraba temor, era lo que lo motivaba.
Este capítulo trata sobre ese tipo de juicio a su más alto nivel. A usted, al llegar a su propio final, ¿qué
le gustaría que Dios dijera de su vida?
Una palabra será suficiente si es la esperada. Jesús contó la historia de un hombre que, al irse de viaje,
confió sus posesiones a sus siervos. Dio a uno cinco talentos, dos a otro y un talento al último. A su regreso, los
llamó para que rindieran cuentas e informaran sobre su mayordomía. Los dos primeros habían invertido su
dinero sabiamente obteniendo una ganancia aceptable. El tercero, por tenerle miedo al riesgo, había
escondido el dinero. El dueño dijo a los primeros: "Has sido fiel" (Mat. 25: 14-30, itálicas por el autor).
El tema bíblico del juicio a veces se malentiende porque se piensa sólo en lo negativo: la condenación.
El Juicio bíblico siempre ofrece uno de dos veredictos: vindicación o condenación. Una visita a la oficina de
impuestos no representa una amenaza para la persona honrada que tiene sus asuntos en orden.
Diariamente nos encontramos frente a muchas clases de juicios. Vamos al médico para que nos haga
exámenes buscando un veredicto. Periódicamente nos evalúan en el empleo. Examinamos [p. 80] nuestro
estado financiero y hasta lo hacemos ver con un auditor, reconociendo que necesitamos un juicio, una
evaluación constructiva.
50
Paul T. Fuhrmann, An Introduction to the Great Creeds of the Church (Una introducción a los grandes credos de la iglesia)
(Philadelphia: The Westminster Press, 1960), pág. 26. Ver también John 1-1. Leith, ed. Creeds of the Churches (Credos de las iglesias)
(Atlanta: John Knox Press, 1963), o cualquier otro libro sobre los credos.
La esperanza cristiana | 51
de un juicio. Ray Summers ha enumerado cinco juicios que aparecen en algunos de estos cronogramas.51 Pero
él no cree que dicha interpretación sea correcta. Es más posible que las distintas referencias sean maneras
diferentes de presentar un solo evento.
Algunos hacen diferencia entre "el tribunal de Cristo" (2 Co. 5:10) y "el tribunal de Dios" (Ro. 14:10
R.V.A.) pero no hay razón para ello. Ladd presenta la conclusión correcta en el sentido de que estas dos
expresiones son intercambiables y se refieren a un solo evento.52
La evidencia señala un juicio final en la consumación del tiempo. Pero también puntualiza la práctica
del juicio a través de la vida tanto individual como colectiva. Lo seguro es que quienes aceptan el juicio de Dios
ahora no necesitan vivir la vida temiendo el juicio final. [p. 88]
51
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), pág. 212
52
George Eldon Ladd, The Last Things, an Eschatology for Laymen (Las últimas cosas, una escatología para laicos) (Grand
Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1978), pág. 99.
La esperanza cristiana | 54
Jesús enseñó al pueblo contando historias sencillas que apelan al sentido común. Parece que pensaba
que las personas sencillas y sin educación podían comprender las cosas simples pero profundas del espíritu.
Consideraba que podemos responder a Dios y a nuestros prójimos.
El juicio y la oportunidad humana
Dieciocho parábolas de Jesús tienen que ver con el juicio.53 Ya sea que el juez sea Dios o el Cristo que
regresa, o el rey, o el dueño de casa, o el dueño de una viña, la enseñanza es clara. Las parábolas tienen que
ver con estar preparados, alertas, llevando fruto y siendo fieles mayordomos de lo que nos ha sido confiado.
El denominador común de estas parábolas es que el juicio tiene relación con la oportunidad.
Simplemente seremos juzgados a base de lo que teníamos. En la parábola de los talentos, el dueño condenó al
siervo perezoso porque tenía un talento que no invirtió. Aprobó a los otros y los llamó "fieles" porque habían
administrado sabiamente lo que les había sido dado. La fidelidad es la característica de la conducta de la
persona que actúa bien a la luz de su situación humana y su propia oportunidad.
La parábola del Buen Samaritano (Lc. 10) enseña que todo depende de cómo respondemos a las
necesidades de las personas que encontramos en nuestro camino. Toda la ley fue cumplida cuando un ser
humano respondió a la necesidad de otro que había sido asaltado. Respondió a esa necesidad usando la
oportunidad y los recursos a su disposición.
En la historia del hombre rico que todo lo tenía, incluyendo un mendigo a su puerta, Dios dio su
veredicto de juicio final. El hombre no se fue al infierno porque fuera rico o vistiera bien o viviera
suntuosamente. Se fue al infierno porque no respondió a la necesidad del mendigo que moría de hambre a su
puerta (Lc. 16:19-31). La oportunidad es presentada como prueba en la corte de justicia.
La cuestión de grados
Siempre surge la pregunta sobre la existencia de grados de culpabilidad o castigo. Contamos con
escasa información al respecto. Jesús condenó a las ciudades de Corazín y Betsaida diciendo: "Si en Tiro y en
Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hecho en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido
en cilicio y en ceniza. Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para Tiro y para
Sidón, que para vosotras" (Mat. 11:21, 22) [p. 90]. A continuación de esto, condenó a Capernaum
comparándola con Sodoma.
El pasaje trata de oportunidad y respuesta. Sugiere que, en el juicio, habrá una diferencia según
nuestras oportunidades. Nos dice algo, pero en realidad no aclara el interrogante sobre la existencia de
grados.
¿Fiel o infiel?
Resumir la norma del juicio a una sola palabra puede ser simplificación peligrosa. Pero sí lo hiciéramos,
no habría palabra mejor que fiel. Esta y su antónimo incluyen nuestras oportunidades, limitaciones y las
expectativas de Dios. Dios espera que vivamos obedeciéndole, alertas y receptivos a otras personas. El juicio
final bien pudiera resumirse en cualquiera de las dos palabras: fiel o infiel.
El juez y el juicio
Debemos comparecer ante Dios, tal como lo hacemos ya. Jesucristo, quien nos hizo conocer a Dios,
será nuestro abogado defensor y nuestro juez. Para él no hay secretos, pero es magnánimo. Nos juzgará con
su gracia, como lo hace ya. Si confiamos en él, él nos sostendrá, como lo hace ya.
53
C. Ryder Smith, The Bible Doctrine of the Hereafter (La doctrina bíblica del más allá) (London: The Epworth Press, 1958)
págs. 149 y sigs.
La esperanza cristiana | 55
Ante el gran trono blanco se reunirán todas las personas, grandes y pequeñas. Y serán juzgadas "según
sus obras" (Ap. 20:12). [p. 91]
7
La esperanza y el reino de Dios
Después que Juan fue encarcelado, Jesús vino a Galilea predicando el evangelio
del reino de Dios, diciendo: El tiempo se ha cumplido, y el reino de Dios se ha acercado;
arrepentíos, y creed en el evangelio" (Mar. 1:14, 15, itálicas por el autor).
Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido
todo dominio, toda autoridad y potencia (1 Co. 15:24, itálicas por el autor).
Entonces oí una gran voz en el cielo que decía: Ahora ha venido la salvación, el
poder, y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de su Cristo (Ap. 12: 10, itálicas por el
autor).
El reino de Dios era el tema central de la enseñanza de Jesús. Es importante en todo el Nuevo
Testamento. En los pasajes citados [p. 92] notemos lo siguiente: (1) El mensaje de la predicación de Jesús era
el reino de Dios. (2) Los énfasis principales del Padrenuestro colocan al reino de Dios inmediatamente después
de la referencia a la santidad de Dios. (3) Jesús enseñó a las personas que pusieran el reino de Dios primero en
sus vidas dejando que todo lo demás entre en órbita alrededor de él. (4) Los primeros cristianos tenían tal
obsesión con el reino que después de la resurrección de Cristo le preguntaron si era el momento de restaurar
el reino. (5) Pablo, al hablar del final de la historia, se refirió al hecho de que Cristo entregaría el reino a Dios el
Padre. (6) La gran victoria, dramáticamente retratada en Apocalipsis, será total sólo cuando el reino de Dios
finalmente se haya establecido y sus antagonistas hayan sido depuestos. (7) Las parábolas que ya he
mencionado enfocan con insistencia el significado del reino de Dios.
La esperanza cristiana | 56
Un vistazo a una concordancia bíblica mostraría con cuánta frecuencia se menciona la frase reino de
Dios y su equivalente, reino de los cielos. No nos dejemos llevar por el hecho de que la expresión no se usa
tanto en el resto del Nuevo Testamento como en los Evangelios. Los escritores ya sabían que el reino de Dios
había comenzado con el ministerio de Jesús.54
El reino de Dios es uno de los temas escatológicos más importantes de la teología cristiana. Muchos
intérpretes opinan que no sólo es el tema escatológico principal sino que es el único. Otto Weber, teólogo
contemporáneo, ha dicho: "El reino de Dios ocupa el centro de toda expectativa cristiana e incluye todo lo que
hay para decir en detalle acerca de ella."55 La idea del reino de Dios es el eje de la escatología cristiana. La
palabra "eje", tanto como cualquier otra, enfatiza la tensión constante en la escatología cristiana entre el
"ahora" y el "todavía no".
54
Emil Brunner, Eternal Hope (Esperanza eterna), Harold Knight, trad. (Philadelphia: The Westminster Press, 1954), pág.
155.
55
Otto Weber, Foundations of Dogmatics (Fundamentos de dogmática), Darrell L. Gouder, trad. (Grand Rapids: William B.
Eerdmans Publishing Company, 1983), 2:675.
56
Morris Ashcraft, "Revelation'', The Broadman Bible Commentary (“Apocalipsis”, El Comentario Bíblico Broadman)
(Nashville: Broadman Press, 1972), 12:240-246.
La esperanza cristiana | 57
detalles, sin que la intención fuera que se tomara todo literalmente, como por ejemplo el dragón con siete
cabezas y diez cuernos en Apocalipsis. Juan dio a entender que el dragón representa a Roma situada sobre
siete colinas y los diez cuernos eran diez reyes (Ap. 17:9, 12).
Literatura profética y apocalíptica
Diferentes en su forma.- Las profecías generalmente se componían de breves oráculos orales y a veces
poéticos que eran proclamados. Más tarde eran volcados a la escritura. La literatura apocalíptica se originaba
en forma escrita y con frecuencia era organizada en elaborados sistemas. El libro de Apocalipsis, por [p. 94]
ejemplo, tiene siete series de siete visiones, y esparcidas dentro del libro se encuentran siete
bienaventuranzas.
¿Revelar o esconder?.- La intención de los profetas era ser comprendidos y usaban símbolos con el fin
de aclarar sus ideas. Un ejemplo es la visión de Jeremías de la rueda del alfarero. Los escritores apocalípticos
intencionalmente eran oscuros y declaraban con frecuencia que su mensaje estaba sellado y sería abierto más
adelante.
Énfasis ético.- Los profetas expresaban un profundo respeto por la libertad humana y las decisiones
éticas que influían sobre el futuro. Los escritores apocalípticos opinaban que el futuro ya estaba determinado
y mostraban una indiferencia sorprendente hacia las exhortaciones éticas.
Concepto de la historia.- Los profetas no eran meros adivinos que predecían el futuro. Hablaban del
futuro como resultado de su comprensión de la historia en el pasado y en el presente. Valoraban la historia.
Los escritores apocalípticos eran pesimistas en cuanto a la historia. Con frecuencia tomaban su punto de vista
desde un remoto pasado bajo el nombre de un santo de la antigüedad y escribían como si estuvieran
adivinando el futuro.
La diferencia más grande entre los escritores proféticos y apocalípticos es este tratamiento de la
historia. Los escritores apocalípticos no daban importancia a la historia para relatarla veraz y detalladamente.
Daban importancia a dos edades, a las grandes divisiones de la historia que tenían poco o nada de relación con
el almanaque.
Mezcla profética-apocalíptica
Al estudiar las afirmaciones neotestamentarias de la escatología en general y el reino de Dios en
particular, nos topamos con una mezcla de escritos apocalípticos y proféticos. Nuestro interés es aprender la
verdad que enseñan. La interpretación es nuestro único método para lograrlo. No es tarea fácil. Muchas veces
significa que tenemos que conformarnos con soluciones incompletas de algún problema.
Un ejemplo viene a ser la interpretación del milenio en Apocalipsis 20. Juan tituló su libro "El
Apocalipsis de Jesucristo". Si reconocemos que Apocalipsis es apocalíptico y conocemos la naturaleza de dicha
literatura, entonces podemos interpretar el reinado de los mil años en términos de un significado que no va
ligado a la necesidad de colocarlo en una fecha calendario. Pero si uno toma el libro como una profecía, en el
sentido de que es historia escrita con antelación, la interpretación de los mil años será muy distinta. [p. 95]
Las enseñanzas de Jesús incluyen cuadros apocalípticos, como las nubes en el cielo, y enseñanzas
proféticas. Muchas veces los discípulos no entendían a Jesús precisamente porque tenían esperanza de un
cumplimiento apocalíptico en su propia época. En este sentido, no hay tema con más problemas que el tema
del reino.
Puntos de vista que aparecen en este tomo
En un capítulo anterior mencioné que Alberto Schweitzer creía que Jesús estaba dominado por la idea
de un reino apocalíptico que se haría realidad bajo su liderazgo en su época. Schweitzer interpretó a Jesús
La esperanza cristiana | 58
exclusivamente desde el punto de vista apocalíptico en su Escatología Consistente. Creía que Jesús se había
equivocado porque su reino no había venido en esa forma.
C. H. Dodd, al considerar la Escatología Cumplida, recalca que todas las esperanzas escatológicas ya se
han cumplido en el ministerio de Jesús.
John A. T. Robinson se refirió a la Escatología Inaugurada como el camino. Reconoce el elemento de
cumplimiento que expresa Dodd e incluye una expectativa futura de tipo profético.
Las Escatologías Futuristas, como el concepto dispensacional de la Biblia anotada por Scofield y el libro
de Hal Lindsay, La Agonía del Planeta Tierra son casi exclusivamente escatologías apocalípticas.
Mi punto de vista tiene más raíces en lo profético que en lo apocalíptico. He tratado de interpretar lo
apocalíptico a fin de comprender la creencia o esperanza escatológica que expresa, y de presentarla con la
mayor claridad posible. Creo que este punto de vista nos acerca más a una comprensión de la verdad.
El reino de Dios es tanto un reinado profético histórico de Dios en la historia como una realización
apocalíptica futura. Veamos las enseñanzas bíblicas. Para leer más sobre los elementos proféticos y
apocalípticos sugiero el libro por Georgia Harkness titulado Understanding the Kingdom of God
(Comprendiendo el reino de Dios).57
Lo que el reino no es
A estas alturas, aparecen dos tentaciones básicas. (1) Algunos piensan en el reino de Dios meramente
como otro reino terrenal con más poder que todos los restantes. (2) Otros piensan en el reino como un reino
que nosotros constituimos para Dios.
Otro reino terrenal
Las tres tentaciones de Jesús (Mt. 4; Lc. 4) eran tentaciones de verdad porque tocaban un tema que le
era muy querido: el reino [p. 96] de Dios. (1) El tentador sugirió a un Jesús que sentía hambre en ese
momento, que usara su poder divino para satisfacer sus necesidades personales convirtiendo las piedras en
pan. ¡Qué manera sensacional de dar prueba de su divinidad y ganarse muchos seguidores! Jesús no quería un
reino compuesto de personas que respondieran por una razón como esa. (2) El tentador sugirió una
demostración dramática de poder: que saltara desde el pináculo del templo. Este salto milagroso atraería
seguidores para un reino. (3) El tentador mostró a Jesús los reinos del mundo y la gloria de ellos. Le sugirió que
podían ser suyos para formar un reino si aceptaba las modalidades de los reinos ele este mundo. Jesús se negó
porque no quería otro reino como los reinos de este mundo.
Juan el Bautista en particular y los discípulos en general a veces se sentían confundidos porque Jesús se
negaba a usar poderes terrenales para establecer un reino de esta tierra. En una ocasión, Juan hasta dudó que
Jesús fuera el "que había de venir" (Mat. 11:2-6). Más adelante, parte de la confusión de Judas era el reino y el
poder que Jesús rechazó.
Las iglesias actuales a veces olvidan las tentaciones ele Jesús y su concepto del reino de Dios.
Contemporizan con los métodos deceptivos (engañosos, falsos) del mundo y confunden el triunfo numérico y
las hábiles promociones con la victoria y la obra del Espíritu. Hay milenialistas militantes que insisten en
colocar al Señor que viene en el trono de un reino terrenal como el que rechazó durante su encarnación. Y
hasta lo tienen como gobernando sobre inconversos en un reino de poder y coerción terrenales. El reino de
Dios, sea lo que fuere, no es meramente otro gran reino de este mundo.
57
Georgia Harkness, Understanding the Kingdom of God (Comprendiendo el reino de Dios) (New York y Nashville: Abingdon
Press, 1974), págs. 17-51.
La esperanza cristiana | 59
58
Weber, pág. 675.
La esperanza cristiana | 60
59
Brunner, pág. 158.
60
George Eldon Ladd, The Presence of the Future (La presencia del futuro) (Grand Rapids: William D. Eerdmans Publishing
Company, 1974), pág. 218.
61
Anthony A. Hoekema, The Bible and the Future (La Biblia y el futuro) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1979), pág. 45.
La esperanza cristiana | 61
La vindicación final de la soberanía de Dios incluye el juicio final. La separación de quienes rechazan a
Dios será una especie de reconocimiento negativo de la soberanía de Dios. Este, sin embargo, no es el énfasis
del reino de Dios.
Dios elige no gobernar por medio de la coerción ni por la fuerza. Nos creó como seres libres y
responsables. Su voluntad es que respondamos a él y a nuestros semejantes en base a nuestra fe. La vida está
llena de gente y desafíos, y vivimos en proporción a como respondemos a ellos. El reino de Dios se compone
de las personas que responden a la luz de su creencia en Dios. Si Dios nos forzara, nos destruiría. Seríamos
robots, no seres humanos.
Cuando la gente carente de sensibilidad se enoja con Dios porque no manda fuego del cielo o corrige
los males de la manera que ellos piensan, demuestran que no quieren hacer la voluntad de Dios sino que él
haga la voluntad de ellos.
Entrada al reino.- Dios busca traernos a su reino por medio de la fe en Cristo Jesús. El Nuevo
Testamento describe nuestra condición pecaminosa como una de esclavitud al pecado, un cautiverio. Cuando
nos acercamos a él por medio del arrepentimiento y fe, Cristo "nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y
trasladado al reino de su amado Hijo, en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados" (Col.
1:13, 14).
Un reinado presente
Varios pasajes del Nuevo Testamento sugieren que el reino de Dios existía durante el ministerio de
Jesús. Jesús conjuró a los demonios. Dijo: "Mas si por el dedo de Dios echo yo fuera los demonios, ciertamente
el reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc. 11:20) [p. 100]
¿Inminencia o presencia?
El verbo griego puede ser traducido como "ha venido" o "está cerca" (compare Mt. 4:17; Mc. 1:15
V.P.). Aun cuando la traducción "está cerca" sugiere una venida futura, contamos con otros pasajes que
recalcan que el reino está presente.
El reino ha venido
Similitudes con la semilla.- Jesús contó varias parábolas que enseñan la presencia del reino de Dios.
Marcos registra una de una semilla que crece de sí misma misteriosamente y otra de una semilla de mostaza
(Mc. 4:26-32). La misteriosa vida en la primera semilla sencillamente está allí, como el reino, aunque no
podamos comprender su misterio. La otra parábola ofrece el contraste entre la pequeñez de la semilla con su
gran potencial de crecimiento. El reino de Dios es así.
Mateo registra parábolas acerca de semillas para ilustrar el reino de Dios. La parábola de la semilla
sembrada en cuatro tipos de tierra señala un juicio futuro pero en base a una realidad del presente (Mal. 13:3-
9). La parábola de la cizaña enfatiza el juicio futuro pero contesta la pregunta acerca de la realidad del mal que
coexiste ahora con el reino de Dios (vv. 24-30).
El echar fuera demonios.- Cuando Jesús echó fuera un demonio del hombre mudo, sus críticos lo
acusaron de hacerlo con el poder de Belcebú, el príncipe de los demonios. Como respuesta, Jesús presentó un
contraste entre su reino y el reino de Satanás al decir: "Mas si por el dedo de Dios echo fuera los demonios,
ciertamente el reino de Dios ha llegado a vosotros" (Lc. 11:20).
Las bienaventuranzas.- Aunque los tiempos de los verbos griegos no son iguales al tiempo en
castellano, es interesante notar que todas las bendiciones que reciben los "bienaventurados" se expresan en
el tiempo futuro, con la excepción de las dos que tienen que ver con el reino de Dios. A los "pobres en
La esperanza cristiana | 62
espíritu" (Mal. 5:3) y a los que "padecen persecución por causa de la justicia" (v. 10), Jesús dijo "de ellos es el
reino de los cielos". En un sentido, el reino ya es.
Señales del reino
Las "señales del reino" y las "señales de su venida" son dos cosas distintas. Las señales del reino tienen
que ver con las evidencias de que el reino ya está presente. Anthony A. Hoekema da una lista de varias señales
que destacan la realidad de la presencia del reino de Cristo: (1) Jesús echó fuera demonios, (2) la caída de
Satanás, (3) Jesús hizo milagros, (4) la predicación de los Evangelios y (5) el perdón de pecados.62 [p. 101]
El echar fuera demonios (Mt. 12:28) y la caída de Satanás (Lc. 10:18) también demuestran el poder
sobrenatural de Jesús. La respuesta de Jesús fue a la pregunta de Juan el Bautista que quería saber si Jesús era
o no el Mesías (Mt. 11:2-6). Jesús citó la sanidad de sordos y ciegos, cojos y leprosos, la resucitación de los
muertos y que a los pobres "es anunciado el evangelio" (v. 5). Podemos considerar a los pobres teniendo en
cuenta el antecedente de Isaías 61:1. La clase de Mesías que era Jesús tenía relación con la clase de reino que
había traído. Su reino ya estaba presente.
Le llamaron Señor
La confesión más antigua usada por los cristianos es la sencilla afirmación: "Jesús es Señor." Esta
expresión en el Nuevo Testamento significa el señorío de Cristo. El Apocalipsis muestra la persecución de un
grupo de cristianos porque se negaban a tomar el juramento romano que decía: "César es Señor." Reconocían
a un solo Señor, Cristo Jesús.
El reino de Dios es una realidad hoy en toda la faz de la tierra. Miles de hombres, mujeres y niños
comienzan cada día con una plegaria a su Señor. Aunque con diversos grados de fidelidad, viven sus jornadas
bajo el señorío de Cristo. Terminan cada día con una oración, dando cuenta de su día y expresando gratitud a
su Señor. El reino de Dios es para ellos muy real.
Un reino futuro
El reino presente es incompleto. El Señor enseñó a los discípulos a orar: "Venga tu reino. Hágase tu
voluntad, como en el cielo, así también en la tierra" (Mt. 6:10). En un sentido muy real, el reino aún ha de
venir. Dicho de otra manera, el reino en el cielo es mucho más que el reino como lo conocernos ahora.
El antiguo y el nuevo pacto en la Biblia dependen mucho de las promesas de Dios.63 Abraham
respondió a una promesa de Dios. La nación de Israel, un reino desde los días de Saúl, vivía en base a la
promesa de un cumplimiento. Jesucristo en el nuevo pacto fue el cumplimiento de una esperanza expresada
en el Antiguo (Jer. 31:31-34).
El reino presente de Dios en el Nuevo Testamento mira también hacia un cumplimiento o consumación
del reino. Por lo general se lo relaciona con el regreso de Cristo. Ladd, en un libro muy bien aceptado, ha dicho
que toda la tesis de su libro es que "el reino de Dios es el gobierno dinámico de Dios que irrumpió en la
historia en su propia persona y misión" y que se "manifestaría [p. 102] nuevamente al final de los tiempos
para traer esta misma salvación mesiánica a su consumación".64
62
Ibid. págs. 46-47 y sigs.
63
John Bright, The Kingdom of God (El reino de Dios) (New York y Nashville: Abingdon-Cokesbury Press, 1953). Ver también
Rudolf Otto, The Kingdom of God and the Son of Man (El reino de Dios y el Hijo del Hombre) (London: Lutterworth Press, 1938).
64
George Eldon Ladd, Jesus and the Kingdom (Jesús y el reino) (New York, Evanston and London: Harper & Row, Publisher,
1964), pág. 303.
La esperanza cristiana | 63
meta distante que Dios aprueba. Colectivamente, la historia también se desplaza hacia su final determinado,
el reino de Dios.
Podríamos resumir el significado de la historia en varias convicciones. (1) Creemos que la historia
consiste de personas que tienen auténtica libertad y que participan en eventos no totalmente separados de
Dios. (2) Creemos que Dios es el Creador del mundo y el Señor de la historia. (3) Creemos que Dios, por medio
de su providencia, ha actuado y actúa en la historia. (4) Creemos que Jesucristo se alza en el centro, a mitad de
camino en la historia, dando significado a todo lo que lo precedió y dando significado y dirección a todo lo que
vendrá después. (5) Creemos que en Cristo Jesús comenzó una nueva era en la historia humana. (6) Creemos
que la historia, bajo la dirección de Dios, se mueve hacia una meta en el futuro. (7) La meta es la consumación
de la historia en el reino de Dios. [p. 104]
de estos poderes cuando hablamos de la victoria de Cristo. Es razonable hablar de la caída del reino del mal
cuando hablamos de la victoria del reino de Dios.
El echar fuera demonios
Ya mencionamos anteriormente que Jesús manifestó que el echar fuera demonios era una señal de la
venida del reino. No tenemos los elementos necesarios en el mundo contemporáneo para comprender todo lo
que quisiéramos sobre el exorcismo de los demonios en el mundo del Nuevo Testamento. La demonología era
parte del mundo de las tinieblas. Jesús tenía poder en ese mundo. A veces, se muestran a los demonios
reconociendo a Jesús y sometiéndose a su poder. Cuando Jesús venga en su reino al completarse la historia,
toda manifestación de maldad desaparecerá.
La caída de Satanás
Cuando los setenta discípulos regresaron a Jesús con gozo anunciaron que los demonios se sometían al
nombre de Jesús, a lo que él dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo" (Lc. 10:18). Su visión o
presciencia establece que Jesús vio el comienzo del reino de Dios.
Juan, en Apocalipsis, declara en fuertes cuadros apocalípticos que Satanás había caído y había sido
echado al lago de fuego para siempre (Ap. 20:10). Esta es la señal de la venida del reino de Dios en su plenitud.
Derrota final del mal
Pecado.- El pecado es maldad humana. En el Nuevo Testamento, el pecado es un poder maligno que
esclaviza a hombres y a mujeres. Jesucristo nos libera de la esclavitud del pecado. Hemos sido "libertados del
pecado" y somos "siervos de Dios" (Ro. 6:22).
Muerte.- La muerte es la enemiga que amenaza cada momento de la vida. La muerte es el último pago
por nuestros pecados (Ro. 6:23). Cristo, por nosotros, destruyó Ja muerte (1 Co. 15:54 y subsiguientes).
Satanás.- La maldad del mundo es vista con frecuencia personificada en la forma del diablo o Satanás.
El es quien gobierna [p. 106] en el poder de las tinieblas. La obra redentora de Jesucristo resultó en la
destrucción final del diablo (Ap. 20:10).
Victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo.- La antigua Teoría de la Expiación mantiene que Cristo
fue el rescate que nos permitió ser liberados de la esclavitud. Durante mil años fue la manera más clara de
expresar la obra redentora de Cristo. Gustav Aulen ha escrito un maravilloso librito para explicar este tema
bajo el título Christus Victor.65 El mantuvo que la historia total de la obra salvadora de Cristo es una victoria
sobre el pecado, la muerte y el diablo.
El Apocalipsis de Juan presenta esta victoria como la venida final del reino de Dios. Jesucristo es el rey
victorioso. Satanás, quien se había opuesto a Cristo, fue derrotado y echado al lago de fuego junto con su
ejército, la bestia y el falso profeta. Luego la muerte y el Hades, personificados como enemigos, también
fueron echados al lago de fuego.
La victoria final es la consumación del reino de Dios.
tampoco Cristo es "de este mundo" (Juan 17:16). Somos muy de este mundo como creación. Entenderemos
mejor este tema si usamos la palabra creación para referirnos al mundo tal como lo creó Dios, y a la cultura
humana como el mundo caído y apartado de Dios. Así, "un mundo de maldad" tiene sentido.
El "fin" del mundo con frecuencia quiere decir su meta, no su terminación. Pero podemos referimos al
final del mundo de maldad si queremos decir la terminación de la caída del mundo.
Tenemos muchas razones para pensar que "el fin del mundo" no significa la destrucción de la creación
de Dios sino su renovación y su restauración.
La nueva creación de Romanos 8
Cuando Pablo escribía de la maravillosa obra de redención entre y en las personas, no pudo pasar por
alto las posibilidades para la creación caída: [p. 107]
Los comentaristas no han podido darnos un significado claro de este pasaje. Ciertamente implica que la
obra redentora de Dios por medio de Cristo va más allá de la redención humana para abarcar el resto de la
creación, que también sufrió como resultado del pecado humano.
Podríamos especular. Podríamos conectar esto con ciertos pasajes del Antiguo Testamento y hablar de
la restauración del universo físico. Al menos, implica que la creación, que sufrió por nuestra caída humana,
también participará de la redención de Cristo. Cuando el reino de Dios esté completamente restaurado,
incluirá "un cielo nuevo y una tierra nueva''.
El cielo nuevo y la tierra nueva en Apocalipsis 21
El cielo nuevo y la tierra nueva parecen ser una restauración o renovación del cielo y la tierra en lugar
de una destrucción y una creación completamente nueva. Sugerir que la tierra estaba tan corrupta que tenía
que ser totalmente destruida puede inferir que Satanás realmente derrotaría a Dios en este punto. Una
sección en 2 Pedro pareciera decir justamente eso. Dice que los cielos serán "deshechos" y que "los
elementos, siendo quemados, se fundirán" (3: 12). Luego dice que esperamos el cumplimiento de la promesa
de Dios, de "cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia" (v. 13). Sin embargo, aun en este
lenguaje apocalíptico, el cielo nuevo y la tierra nueva parecieran salir del cielo y la tierra anteriores.
Este es el mundo de nuestro Padre
A pesar de la degradación en la cual hemos sumergido a la creación de Dios, ésta sigue siendo su
creación. Es lógico pensar que Dios no nos dejaría a nosotros ni a otros poderes malignos quitársela o
destruirla para siempre. Por lo tanto, un aspecto del reino venidero de Dios será la renovación de toda la
creación.66
66
Hans Küng. "The New Earth and the New Heaven," Eternal Life? ("La nueva tierra y el nuevo cielo", ¿Vida Eterna?),
Edward Quinn, trad. (Carden City: Doubleday & Company, lnc., 1984); Dale Moody, "The New Creation" and "The Holy City", The
Word of Truth ("La Nueva Creación" y "La Ciudad Santa", La Palabra de Verdad) (Grand Rapids: William Eerdmans Publishing
Company, 1981), págs. 557-594.
La esperanza cristiana | 67
67
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Broadman Press, 1959), págs. 209-216.
68
D. H. Dromminga, The Millennium in the Church (El milenio en la iglesia) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing
Company, 1945).
69
Loraine Boettner, The Millennium (El milenio) (Philadelphia: The Presbyterian and Reformed Publishing Company, 1958).
La esperanza cristiana | 68
La mayoría de las fuentes autorizadas tratan el milenialismo bajo tres grupos: (1) premilenialismo, (2)
postmilenialismo y (3) amilenialismo. Brevemente identificaré cuatro posiciones: (1) premilenialismo, (2)
postmilenialismo, (3) amilenialismo y (4) premilenialismo dispensacional.
Un vistazo a las posiciones milenialistas
Premilenialismo.- El premilenialismo interpreta el Apocalipsis como un libro de historia, escrito con
antelación. El libro, como un bosquejo de la historia, se divide en: (1) el período de la iglesia (Ap. 1-3), (2) la
gran tribulación (4: 1 a 19:21), (3) el milenio (20:1-6), (4) el tiempo corto (20:7-15), (5) la eternidad (21, 22).
Su interpretación tiende a ser literal. El milenio es literalmente un período de mil años. El prefijo pre de
la palabra premilenialismo significa la creencia de que Cristo regresará antes del reinado de mil años y
establecerá su reino sobre la tierra. Algunos creen que Jerusalén será la capital. Cristo reinará sobre creyentes
y no creyentes hasta el final de los mil años cuando será el juicio final seguido por un cielo e infierno eternos.
El premilenialista cree que el evangelio tiene que extenderse por toda la tierra y que habrá una gran
tribulación y una gran caída antes de que Cristo venga. La gran caída se relacionará probablemente con la
encarnación del mal conocido como el anticristo.
El premilenialismo siempre reserva en su sistema un lugar especial para el pueblo judío. Esto parece
ser el resultado de su dependencia del Antiguo Testamento para apoyar a Apocalipsis 20.
EI premilenialista cree que durante el milenio, Cristo reinará sobre justos e injustos. Este es el mayor
obstáculo de esta posición. Es muy difícil imaginar a Cristo gobernando naciones que no creen en él. Sólo
podría ser un poder que coarta al pueblo. Durante su encarnación, Jesús rechazó este tipo de reino. Él logró su
reino por medio de su muerte sacrificante por nosotros.
El período corto en que Satanás será soltado al final del milenio, presenta problemas para la
interpretación literal. ¿Por qué soltaría Dios a Satanás para engañar a las naciones nuevamente después de
haberlo encerrado? Después de este breve período de rebelión y [p. 110] guerra, Satanás será vencido
nuevamente y echado al lago de fuego. El juicio final será seguido por los dos estados eternos.
El punto más fuerte de la posición premilenialista es que puede citar pasajes bíblicos para apoyar su
cronograma. En lo posible, sus interpretaciones son siempre literales. El premilenialista, por lo general, refuta
a quienes no están de acuerdo con él citando la Escritura.
Y también este es el punto más débil. El premilenialista toma el Apocalipsis como historia literal, a
pesar de que su autor se refirió a su libro como un apocalipsis. Sus visiones y cuadros son apocalípticos y así
han de interpretarse.
Existen otros puntos débiles en esta posición. La basan totalmente en un solo pasaje, Apocalipsis 20, y
éste pertenece a un libro de visiones. Los defensores del premilenialismo no pueden explicar por qué Jesús,
quien enfocó la escatología en Mateo 24-26 y Pablo, que la discutió tanto en las cartas a los Tesalonicenses
como en 1 Corintios 15, nunca mencionaron ningún milenio ni ningún otro reino interino. Tampoco pueden
explicar por qué figuran dos venidas de Cristo en lugar de una, dos o más resurrecciones y hasta cinco juicios
diferentes.70
Postmilenialismo.- Esta posición se basa en el prefijo post y significa que sus defensores piensan que
Cristo regresará a la tierra después del reinado de mil años. El postmilenialista cree que el presente reino de
Dios gradualmente convertirá al mundo durante un largo tiempo. El mundo se irá haciendo progresivamente
más piadoso. El milenio, entonces, no es un reino en el cual Cristo reina visiblemente. Es el reino de Dios en la
actualidad. Cuando Cristo venga, establecerá su reino eterno.
70
Summers, pág. 212.
La esperanza cristiana | 69
La idea básica es que el evangelio convierte al mundo. Va progresando hasta llegar a una edad de oro.
Entonces, Cristo regresará para establecer su reino eterno.
El postmilenialismo era más popular durante el tiempo de la teología liberal a comienzos del siglo
veinte. Los acontecimientos devastadores de este siglo acabaron con ese concepto optimista e idealista de la
humanidad. Por las dos guerras mundiales y otras atrocidades, quedan pocos que crean que el mundo va
mejorando.
El postmilenialismo tiene otros puntos débiles. Su base es sólo Apocalipsis 20. Dicho pasaje no apoya
de ninguna manera al postmilenialismo. Los profetas hablaron de una edad de oro, pero hay que violentar los
textos para hacerlos concordar con Apocalipsis 20.
Amilenialismo.- El prefijo a es la letra griega alfa, la cual, usada como participio, es el alfa privativo.
Denota privación o negación. La palabra amilenialismo es algo inadecuada para quienes [p. 111] mantienen
esta posición, entre los cuales me cuento.
El amilenialista entiende que el libro de Apocalipsis es, como su nombre lo dice, un apocalipsis y, por lo
tanto, no ha de interpretarse como una historia literal escrita con antelación. En consecuencia, interpretamos
a la escatología cristiana basándonos en otros acontecimientos, no en un reinado de mil años sobre la tierra.
Apocalipsis es un gran drama apocalíptico que muestra la victoria final de Cristo sobre el pecado, la muerte y
el diablo. Es un mensaje de aliento a los cristianos que enfrentan tribulación y persecución. Les promete la
victoria sobre el sufrimiento, tal como Cristo tuvo su victoria por medio de su propia cruz, no por ejército ni
por espada.
"Amilenialismo" pareciera expresar un rechazo o una actitud negativa. Esta implicación existe sólo
cuando uno supone que habrá un reino terrenal y literal de mil años. El amilenialista se niega a colocar el
milenio en el centro de sus expectativas. También espera que el evangelio sea predicado hasta el fin del
mundo. No ve razón alguna que justifique otros acontecimientos preliminares que puedan preceder al regreso
de Cristo. Ya él cumplió todos los requisitos. La segunda venida de Cristo será total en lugar de estar
subdividida como pretende el premilenialismo.
Se critica al amilenialismo porque no interpreta a Apocalipsis 20 literalmente. Otros opinan que esta
posición es demasiado general. Es posible que la simplicidad del amilenialismo sea su punto más fuerte. Puede
ser que Cristo reine sobre este mundo. Pero puede ser que cuando regrese, el orden eterno comience
inmediatamente.
Premilenialismo dispensacional.- Esta expresión singular del premilenialismo apareció en el siglo
diecinueve con las enseñanzas de John Nelson Darby (1800-1882). El concepto ha sido difundido por la Biblia
Anotada de Scofield.
El dispensacionalismo interpreta la Biblia en siete grandes períodos llamados dispensaciones.71 Son: (1)
el período de inocencia antes de la caída, (2) el tiempo de consciencia entre la caída y el diluvio, (3) el periodo
de gobierno humano entre el diluvio y el pacto con Abraham, (4) la era de la promesa entre Abraham y
Moisés, (5) el periodo de la ley entre Moisés y Jesús, (6) el período de gracia entre el ministerio de Jesús y su
segunda venida y (7) el milenio que empieza con el regreso de Cristo y se extiende por la eternidad.
El premilenialismo dispensacional abraza la mayoría de las creencias de otros premilenialistas pero
tiene un sistema mucho más rígido. Para defender su posición no sólo se adhiere a un literalismo estricto, sino
que incluye pasajes del Antiguo Testamento en su sistema para apoyar su comprensión del milenio en
Apocalipsis 20. [p. 112]
71
Boettner, págs. 149 y sigs.
La esperanza cristiana | 70
Mantiene una diferencia fundamental entre Israel y la iglesia, reservando siempre un lugar especial
para el pueblo judío en el reino milenial y en la historia subsiguiente.
El premilenialismo dispensacional tiene todas las características del premilenialismo general, con varios
agregados. Su interpretación literal de las Escrituras es adecuada en los libros y pasajes cuya intención es
presentar algo literal; lo distorsiona en los demás casos.
El lugar especial que se da al pueblo judío en el sistema milenial parece contradecir la enseñanza clara
del Nuevo Testamento. Los escritores del Nuevo Testamento presentan a la iglesia como el pueblo de Dios y el
cumplimiento de Israel, que el nuevo pacto cumplía el antiguo, y que Jesucristo había derribado las
diferencias, esa "pared intermedia de separación" (Ef. 2:14). Nos es difícil imaginar una declaración más clara
que esta: "Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer; porque todos vosotros sois
uno en Cristo Jesús" (Ga. 3:28).
Para ver una exposición detallada del premilenialismo dispensacional remítase a las presentaciones
que Hoekema hace de sus rasgos distintivos.72
Observaciones finales
Las discusiones sobre milenialismo han causado muchas divisiones en la iglesia. Esto es de lamentar.
Muchas iglesias hasta han incluido su posición en sus confesiones doctrinales. Ningún credo antiguo menciona
el milenialismo.
El reino de Dios es el reinado de Dios en las vidas de las personas ahora. Resultará en el reino eterno de
Dios después de la venida de Cristo.
El reino de Dios, que es tanto presente como eterno en el futuro, es también individual y corporativo.
Como individuos reconocemos su reino. Unidos somos su pueblo.
El reino de Dios da significado a la vida ahora y esperanza en lo que será. Si somos sensibles, sufrimos y
luchamos con nuestros pecados individuales y corporativos. Participamos en los colosales fracasos de
gobiernos y naciones en los cuales la codicia, el odio, la desconfianza y el egoísmo corrompen cada aspecto de
la vida humana. El reino de Dios, del cual somos miembros, vencerá finalmente a estos reinos del mal y
establecerá el reinado justo de Dios. Esta es nuestra esperanza.
Sufrimos por esta tierra, la buena creación de Dios, contaminada y corrupta. Aunque no podemos
entender del todo cómo será renovada, alzamos nuestros ojos llenos de esperanza al leer Romanos 8. [p. 113]
El cielo nuevo y la tierra nueva se encuentran más allá de nuestros horizontes, pero los creyentes en Cristo
tenemos buena razón para creer que existirán.
Como peregrinos, habiendo sido "iluminados" y habiendo gustado "del don celestial" (He. 6:4),
reconocemos el señorío de Jesucristo y nos encaminamos hacia su reino, reconociendo ya su reinado en
nuestras vidas. [p. 115]
8
Esperanza y desesperanza
¿Cómo hablar de desesperanza? ¿Cómo hablar del infierno? ¿Cómo distinguir entre los dos? ¿Cómo
podemos nosotros, los que hemos recibido la gracia de Dios, contemplar una eternidad con Dios mientras
72
Hoekema, págs. 186-193.
La esperanza cristiana | 71
haya alguien que quede excluido? ¿Cómo podemos presumir que pasaremos la eternidad con Dios y su pueblo
mientras otros están en el infierno? ¿Cómo podemos atrevernos a hablar del infierno cuando hemos
desaprovechado nuestras oportunidades de compartir el cielo con nuestros prójimos?
Y hasta resulta incómodo incluir una disertación sobre el infierno en un libro titulado La esperanza
cristiana. Quizá debiera haber optado por "escatología" como título, pero esto no hubiera resuelto el dilema.
Una inquietud invade nuestra alma cuando hablamos a alguien acerca de la perdición eterna.
En el otoño de 1946, después de la Segunda Guerra Mundial, me inscribí para una clase de ética
cristiana en el seminario. La mayoría de mis compañeros recientemente habían vuelto de la guerra. A algunos
les había tocado ver la peor destrucción humana imaginable. Un día discutíamos los problemas éticos que
surgen en una guerra. Nuestro profesor, Olin T. Binkley, hizo una observación que algunos compañeros
hubieran rechazado al principio. Dijo: "Durante la guerra civil el general Sherman dijo: 'La guerra es el
infierno'. Sherman se equivocaba. La guerra no es el infierno. En el infierno no hay esperanza."
A lo largo de estos cuarenta años he pensado muchas veces en aquella observación que muestra la
diferencia fundamental entre el infierno y el resto del sufrimiento humano. En el infierno no hay esperanza.
En todas las demás experiencias humanas tenemos esperanza. En la peor enfermedad tenemos
esperanza de mejoría. En los peores desastres tenemos esperanza de que no todo está perdido. [p. 116] Aun
los muros de Auschwitz y Buchenwald muestran vestigios de esperanza. En la desesperación, la antítesis de la
esperanza, el espíritu humano encuentra una pequeña abertura a través de la cual mira con un dejo de
esperanza. Cuando la muerte arrebata a nuestro ser más querido, nuestras almas se proyectan hacia el futuro,
a un tiempo cuando volveremos a encontrarnos. Me ha tocado ver a personas en su lecho de muerte quienes,
ante la inminencia de un desenlace inevitable, expresaban una seguridad tranquila de que, al partir,
anticipaban su llegada al otro lado. Cuando ya no hay esperanza, reina el infierno.
En ocasiones somos testigos de alguna trágica experiencia humana en que el desaliento da lugar al
abatimiento. El abatimiento da lugar a la depresión. La depresión puede aún caer en una profunda y terrible
desesperación. Pero el nadir está todavía más abajo. El infierno es el fondo absoluto desde el cual no se puede
subir, la oscuridad sin luz, la enemistad sin amor. El infierno es la ausencia total de esperanza, es
desesperanza. Dios trató de prevenirlo, dio advertencias para evitarlo, no escatimó ningún sacrificio para
detener la carrera hacia el averno. El infierno es el único abismo en todo el universo tan insondable en el que
quienes caen en él quedan fuera del alcance del amor de Dios. ¡El infierno es desesperanza!
con una especie de muestra de lo que será el cielo. [p. 117] Podríamos decir que lo opuesto también se aplica.
Quizá algunas personas, en su enemistad con Dios, palpan el infierno ya en esta vida.
Podemos hablar significativamente de haber sido levantados con Cristo como una muestra previa en
esta vida de lo que será el cielo (Col. 3:1). Juan habló de la vida eterna en el presente. Dijo: "Y esta es la vida
eterna, que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado" (Juan 17:3). Si la vida
eterna puede ser conocida en esta vida, ¿qué del infierno?
Podríamos decir que ir por este mundo sin esperanza es vivir el infierno en el presente; una especie de
"infierno cumplido" ahora. Es común el uso de la palabra "infierno" para describir una mala experiencia. Si a
uno le ha tocado cumplir una condena larga e injusta en la cárcel puede decir que aquello fue un infierno.
Muerte sin esperanza.- Para la mayoría, si no para todos, la muerte es una experiencia temible. El que
conoce a Dios enfrenta la muerte con esperanza. ¿Cómo sería enfrentar la muerte sin esperanza de un "más
allá" o con la certidumbre de no estar preparado para ese más allá?
Juicio sin abogado defensor.- Como ser humano responsable, cada uno ha de rendir cuentas. Todos los
días enfrentamos juicios. En la literatura abunda la idea de que al final de la vida nos enfrentaremos con algún
tipo de juicio ante alguna clase de Dios.
Los cristianos creemos que tenemos un abogado defensor en Cristo Jesús (1 Jn. 2:1). No enfrentaremos
el juicio solos. Tenemos esperanza.
Consideremos qué cosa temible sería enfrentar el juicio por nuestra propia cuenta. Imagínese que
usted hubiera sido arrestado en un país extranjero cuyo idioma y costumbres desconoce. Ante el juicio, un
abogado defensor sería un gran consuelo. Sería horrible enfrentar el juicio sin un abogado defensor, sin
esperanza.
Preguntas comunes
¿Qué de las personas que no tienen esperanza porque nunca tuvieron la oportunidad de escuchar el
evangelio? – El Nuevo Testamento enseña claramente que Jesucristo es el único camino de salvación porque
"en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos
ser salvos" (Hch. 4:12).
En Romanos, Pablo explica que las gentes fuera del pacto son condenadas cuando han sido infieles a la
ley escrita en sus corazones (Ro. 2:15). Podemos argumentar que pueden ser salvas cuando son fieles. Pablo
aparentemente no había visto ningún [p. 118] ejemplo de esto. Por otro lado, en esa ocasión, no estaba
discutiendo el mismo tema que nosotros.
La salvación es un asunto mucho más amplio que la cuestión del juicio final. Significa tener confianza
en Dios y libertad del pecado y del yo en esta vida. Los que invocan el nombre del Señor serán salvos (Ro.
10:13) y no pueden invocarlo a menos que hayan oído de él. La fe es una respuesta al anuncio del evangelio (v.
17).
También sabemos que Cristo nos dio el mandato de proclamar las buenas nuevas a toda criatura. Si no
lo hacemos y se van al infierno por no haber oído, podríamos decir que no les corresponde a ellos sino a
nosotros ir al infierno.
Si Dios en su gracia trata con bondad a quienes nunca oyeron, en términos de lo que sí sabían, no debe
escandalizarnos. Quizá ni tengamos el derecho de hacer esta pregunta en la forma que la hacemos. Hemos de
proclamar el evangelio. Debemos dejar el juicio en las manos de Dios. No tenemos ninguna base para creer
que hay esperanza para quienes no creen en Dios.
La esperanza cristiana | 73
¿Qué de los infantes y otros a quienes no podemos considerar responsables? – Hasta donde yo sepa, la
Biblia no trata el tema. Puede que ni corresponda dentro de esta discusión. Pero, la gente pregunta.
La iglesia medioeval creía que los infantes iban realmente al purgatorio, pero a una subdivisión llamada
Limbus Infantum que estaba cerca de los perímetros exteriores, lejos del fuego del infierno.
Hay protestantes que han conservado la idea de que los niños muertos pueden irse al infierno. Hemos
escuchado afirmaciones extremas en el sentido de que en el infierno hay niños que apenas miden un palmo.
Por lo general, los protestantes que afirmaban que los infantes iban al infierno, creían que esto ocurría en
base a una elección. Juan Calvino creía que los infantes iban al cielo o al infierno según habían sido elegidos o
no. Zwinglio, siempre más liberal y humanitario que Calvino, enseñaba que todos los niños eran elegidos e
iban al cielo.
Hay protestantes que hacen una distinción entre "salvo" y "seguro". Mantienen que un infante no
puede ser "salvo" porque no tiene capacidad de creer en Jesucristo, que no es responsable y se encuentra
"seguro". Si esto implica que uno no puede irse al infierno a menos que sea condenado en base a sus propias
acciones a la luz de su conocimiento y responsabilidad, podríamos llegar a la conclusión de que todos los
niños, la gente mentalmente incapacitada y otros que no pueden ser responsables de sus acciones estarían [p.
119] "seguros". La Escritura nada dice del asunto, pero muchos cristianos creen que es así.73
73
Harry Buis, The Doctrine of Eternal Punishment (La doctrina del castigo eterno) (Philadelphia: The Presbyterian and
Reformed Publishing Company, 1956), pág. 140.
74
lbid., p. 104; John Sutherland Bonnell, Heaven and Hell, a Present-Day Christian Interpretation (Cielo e infierno, una
interpretación cristiana actual) (New York y Nashville: Abingdon Press, 1957).
75
Donald G. Bloesch, Essentials of Evangelical Theology (Esencia de la teología evangélica) (San Francisco: Harper & Row,
Publishers, 1978), 2:214.
La esperanza cristiana | 74
Pablo escribió: "Porque Dios sujetó a todos en desobediencia, para tener misericordia de todos" (Ro.
11:32). En 1 Timoteo encontramos: "Porque esto es bueno y agradable delante de Dios nuestro salvador, el
cual quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad" (2:3, 4).
Estos ejemplos son ilustrativos, no exhaustivos. Los defensores de esta posición encuentran
universalismo en muchos textos, como en la doxología de Filipenses: "para que en el nombre de Jesús se [p.
120] doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua
confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre" (2:10, 11).
El argumento de que el infierno sería un fracaso de Dios.- Primera a Timoteo 2:3, 4 dice que Dios quiere
que todos sean salvos. Los que creen en la salvación universal alegan que si tan sólo una persona se fuera al
infierno, Dios habría fracasado en su propósito. Es evidente que este argumento no considera los efectos
finales de la libertad y responsabilidad humanas.
El argumento de que el infierno violaría la bondad y el amor de Dios.- Es verdad que Dios nos busca
cuando huimos de él. Su naturaleza es amor. ¿Podría dejar Dios, quien nos ama, que una persona se perdiera
al final? ¿Acaso el ser humano, si tuviera poder, aprobaría un destino tan increíble para su prójimo?
El argumento de que el infierno sería desproporcionado e injusto.- Aun la persona más justa es
imperfecta. Aun el más malvado tiene alguna buena cualidad. La diferencia entre el justo y el injusto en esta
vida no es tan grande como la diferencia final entre el cielo y el infierno. Siempre podemos encontrar
inconversos de intachable moral y creyentes que dejan mucho que desear. Este concepto parece favorecer la
idea de una salvación por méritos u obras.
El argumento contra un castigo infinito por un crimen finito.- Algunos alegan, desde el punto de vista
de la justicia humana, que el castigo debiera ser en proporción a la ofensa. El pecado es finito, limitado de
muchas maneras. ¿Sería justo sufrir eternamente por ofensas temporales?
El argumento basado en comparaciones históricas.- El universalismo cita con frecuencia sucesos
históricos; por ejemplo, los campos de concentración de la segunda guerra mundial, como analogías del
infierno. El mundo entero sabe ahora del sufrimiento horrible e injusto de millones cuya única culpa fue haber
nacido de padres judíos. La aniquilación por el hambre y trabajo forzado de seis millones de judíos (y de
millones más, víctimas de otros crímenes de guerra) confinados en los campos de concentración es un cuadro
histórico del infierno.
El universalista pregunta: ¿Podrían Dios y los justos gozarse en el cielo sabiendo que más allá de algún
horizonte en algún abismo existe un campo de concentración por toda la eternidad? Si el infierno fuera un
campo de concentración y Dios enviara allá a la gente, el argumento sería difícil de rebatir. Pero, si la gente
insiste en irse al infierno a pesar de las objeciones de Dios, el asunto es distinto. [p. 121]
El universalista concluye su caso citando el amor insondable de Dios y el triunfo final de ese amor por
todas las personas.
Los argumentos son similares a los del universalismo. ¿Un Dios de amor permitiría y desearía un
castigo eterno? Dado que en todo lo demás el juicio de Dios es redentor, ¿cómo sería redentor el infierno? El
infierno eterno permitiría la continuidad del mal mientras existan Dios y el bien. ¿Sería justo esto? Los que
creen en el infierno consideran que éste refrena al pecado. Los defensores del aniquilamiento argumentan
que la amenaza de dejar de ser es ya freno suficiente, si es que acaso haya algo que frene el pecado.
Es difícil encontrar pasajes bíblicos que apoyen la idea de una inmortalidad condicional. Pablo escribió
de "los enemigos de la cruz de Cristo; el fin de los cuales será perdición" (Fil. 3:18, 19), pero, ¿qué perdición
será el aniquilamiento? El salmista escribió: "Jehová guarda a todos los que le aman, mas destruirá a todos los
impíos" (Sal. 145:20). En estos casos, es difícil que el salmista y Pablo hayan pensado en la vida eterna o la
destrucción eterna.
Varios pasajes bíblicos hablan de "los que se pierden" (1 Co. 1:18; 2 Co. 2:15; 4:3). Se alega que éstos
dejan de ser. Lo mismo querría decir "es quitado", que Isaías 57:1 usa para referirse a los justos.
La figura del fuego aparece con frecuencia en relación con el destino de los malos. El fuego destruye,
así que el argumento es que esto apoya la idea de aniquilación. El fuego también purga. El Espíritu Santo se
describe en términos de fuego (Lc. 3:16; Hch. 2:3), y de ninguna manera significa destrucción.
La evidencia bíblica no apoya esta posición. Mucho más serios son los argumentos que sugieren estas
preguntas: ¿Por qué levantaría Dios a los malos de los muertos para condenarlos a un tormento eterno
cuando todos sus otros juicios son de naturaleza redentora? Si no hay esperanza de redención, ¿hay
justificación para el castigo? En caso afirmativo, ¿por qué para siempre? [p. 122]
Otras alternativas
Veamos otras dos sugerencias para el destino de los malos.
Grados de sufrimiento.- Ya he hecho notar la sugerencia de que puede haber grados de culpa en el
juicio. Jesús dijo a las ciudades de Galilea que el día de juicio "sería más tolerable" para Sodoma y Gomorra y
para Tiro y Sidón porque estas antiguas ciudades no habían oído el evangelio. Sobre esta base, se infiere que
el infierno tendrá grados de castigo.
Purgatorio.- La iglesia católica romana enseña que existe un lugar de castigo temporario más allá de la
muerte desde el cual la persona puede pasar a una vida eterna con Dios. Teóricamente, los que han muerto en
la fe pero son culpables de pecados veniales tendrán un castigo o saneamiento temporario.
No hay evidencia bíblica que apoye esta idea. Sus defensores recurren a 2 Macabeos (12:39-45), un
libro apócrifo. Algunos citan un dicho incidental de Jesús. Al hablar del pecado contra el Espíritu Santo, Jesús
dijo: "A cualquiera que dijere alguna palabra contra el Hijo del Hombre, le será perdonado; pero al que hable
contra el Espíritu Santo, no le será perdonado, ni en este siglo ni en el venidero" (Mat. 12:32). ¿Implica esto
que habrá oportunidad de recibir perdón en "el siglo venidero"? La interpretación tradicional de este pasaje,
en el sentido de que las personas culpables de este pecado nunca serán perdonadas, nada tiene que ver con el
purgatorio. El protestantismo en general no se ha convencido de la idea del purgatorio.
Los conceptos aquí presentados expresan la esperanza auténtica de muchas personas. Toman en serio
el amor de Dios. Tienen un apoyo en la lógica de sus razonamientos. Cuentan con muchos seguidores. Pero
todos sufren de un gran problema. La evidencia bíblica habla con claridad de un destino con dos posibilidades
para el ser humano: vida eterna con Dios o enemistad eterna con Dios.
La esperanza cristiana | 76
Desesperanza eterna
Enseñanzas bíblicas acerca del infierno
Ideas en el Antiguo Testamento.- El Antiguo Testamento, en sus principios, se ocupa del destino de la
nación, no del individuo. Seol es la morada de los muertos. No era el cielo, por cierto, pero tampoco era el
infierno. Era un dominio tenebroso, separado, lleno de sombras y nada deseable.
El único pasaje del Antiguo Testamento que parece referirse a un infierno eterno, como el que vemos
en el Nuevo Testamento, es Daniel 12:2, "Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra [p. 123] serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua".
La idea del infierno se fue desarrollando en el período intertestamentario, como lo indican los escritos
de esa época.
Ideas en el Nuevo Testamento.- Jesús tuvo mucho que decir acerca del infierno. Si los Evangelios no
incluyeran dichas enseñanzas, podríamos interpretar que el infierno de Apocalipsis es un cuadro apocalíptico
que significa otra cosa aparte de una separación eterna de Dios. Pero los que creemos en Cristo y respetamos
las Escrituras, no tenemos esa opción. Jesús dijo demasiado acerca del infierno como para que lo pasemos por
alto.
En el Sermón del monte, Jesús recalcó lo grave que es tratar mal a otros: "Pero yo os digo que
cualquiera que se enoje contra su hermano... y... le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego" (Mt.
5:22). En el mismo capítulo dijo que si nuestro ojo es causa de que pequemos o si nuestra mano derecha nos
hace pecar, mejor sería cortarlos "y no que todo el cuerpo sea echado al infierno" (vv. 29; 30). Al animar a sus
seguidores a llevar fruto, les recordó que "todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego"
(7:19). Les dijo que no temieran a quienes pudieran darles muerte, sino "a aquel que puede destruir el alma y
el cuerpo en el infierno" (10:28).
El relato en Lucas acerca del hombre rico y Lázaro, habla del Hades en lugar del infierno, pero el
hombre rico se hallaba "atormentado en esta llama" (16:24). La gran sima entre los dos no dejaba que fueran
y vinieran de un lugar a otro. El estado del hombre rico era de total desesperanza.
Juan registra la enseñanza de Cristo sobre la vid verdadera. Dijo: "El que en mí no permanece, será
echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden" (Juan 15:6).
Cuadros del infierno en el Nuevo Testamento
El Nuevo Testamento presenta una cantidad de cuadros o ilustraciones sobre el infierno. Veamos
varios que muestran claramente la creencia en una separación eterna de Dios.
Gehena.- La palabra griega que se traduce infierno es Gehena. Gehena era el nombre griego del valle
de Hinom situado en una barranca al sur de Jerusalén. Hinom, Gehena, era el basural de la ciudad en la época
del Nuevo Testamento. Allí la población arrojaba sus desperdicios: basura, animales muertos y,
ocasionalmente, algún cadáver. Anteriormente, en el tiempo de la monarquía hebrea, había sido el sitio de
adoración idólatra, incluyendo sacrificios de niños (2 Rey. 23:10; Jer. 7:31). [p. 124]
Observemos el basural de cualquier ciudad. Los camiones arrojan los desperdicios que incluyen latas,
botellas, basura, muebles y artefactos inservibles. Las ratas pululan en el lugar buscando restos de alimentos.
Los materiales combustibles en lo profundo del basural, humean incesantemente. Ni el agua de la más copiosa
lluvia logra apagar el fuego y el humo. Gehena era así. Gehena era el símbolo del infierno en el Nuevo
Testamento.
Cuando el Nuevo Testamento habla de la gente yendo al infierno implica desechos, perdición, rechazo.
La esperanza cristiana | 77
Desechos y perdición.- Dios creó al ser humano a su propia imagen, le dio libertad, responsabilidad y un
mundo lleno de desafíos. Al hablar de nuestras vidas en este mundo, tenemos que reconocer nuestra razón de
ser en términos de nuestra relación con Dios y su propósito y nuestra participación significativa en la vida de
nuestros semejantes. Somos como piedras de los muros del templo de Dios (Ef. 2:19-22). Somos como hojas y
ramas de la vid verdadera (Juan 15). Somos miembros de la familia de Dios (Ef. 2:19).
El infierno es el estado o lugar de quienes eligen no responder a Dios y no vivir de acuerdo con su
propósito.
El infierno es el lugar de desechos y perdición, donde son arrojadas las piedras que no sirven, donde las
ramas sin frutos se desechan, donde van a parar las gentes que no son miembros de la familia.
Cuando un niño se pierde en el bosque, la ciudad o el río, la comunidad entera deja a un lado sus
tareas y busca al perdido. Los niños no deben perderse. Cuando se pierden, están en peligro. ¡Qué pérdida
trágica cuando una persona se pierde para siempre! Cuando un avión se estrella, temblamos al pensar en los
pasajeros que perdieron la vida. Todo el mundo sufre cuando un barco se pierde, o se hunde un submarino, o
un terremoto destruye una ciudad, o un volcán aniquila a una población. Pensamos en los muertos, en sus
seres queridos que sufren. El infierno es la pérdida final.
Desechos y perdición final.- Por muchas razones, o por ninguna, las personas rechazan a Dios, rechazan
su destino humano, escogen vidas sin propósito y se apresuran a la perdición final.
El lago de fuego.- El Gehena humeaba día y noche, verano e invierno. El infierno se nos presenta como
un lago de fuego. El fuego puede simbolizar limpiamiento o la presencia del Espíritu Santo, pero también
puede ser símbolo de destrucción.
Los pámpanos sin fruto fueron arrojados al fuego. Apocalipsis habla de un lago de fuego (Ap. 19:20;
20:10, 14, 15; 21:8) en el cual la bestia y el falso profeta fueron "lanzados vivos". Luego "el [p. 125] diablo que
los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta; y serán
atormentados día y noche por los siglos de los siglos" (Ap. 20:10). "Y la muerte y el Hades fueron lanzados al
lago de fuego. Esta es la muerte segunda" (v. 14).
Toda persona cuyo nombre "no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego" (v.
15). En el juicio final "los cobardes e incrédulos, los abominables y homicidas, los fornicarios y hechiceros, los
idólatras y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte
segunda" (Ap. 21:8).
Este cuadro apocalíptico del infierno como un lago de fuego es el más conocido y ha sido de inspiración
tanto a la literatura como a los grandes pintores. Si lo tomamos literalmente, surgen muchas preguntas que no
podemos contestar. Si lo tomamos como un cuadro apocalíptico de una eternidad sin Dios, presenta una
perspectiva horrible sin esperanza alguna: desesperanza total.
Las tinieblas de afuera.- Por lo menos en tres ocasiones Jesús habló de los condenados diciendo que
serían echados a las tinieblas de afuera (Mt. 8:12; 22:13; 25:30). En los tres casos se hace referencia a "el lloro
y el crujir de dientes". El símbolo de las tinieblas de afuera es incompatible con el lago de fuego. Este cuadro
ha de ser comprendido por contraste. La presencia de Dios muchas veces se describe como luz. Los cristianos
son la luz del mundo. Dios es luz y da luz a la vida de sus criaturas. El infierno viene a ser lo contrario.
Enemistad.- El infierno es el lugar de separación eterna de Dios. Adán y Eva fueron expulsados del
huerto del Edén. La vida humana es un compañerismo con Dios y en comunidad con otras personas. Ser
excluido de esto es el resultado del pecado humano. La separación y la enemistad reemplazan a la comunidad.
La condenación más severa de Jesús fue: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y
sus ángeles" (Mt. 25:41).
La esperanza cristiana | 78
Conclusión
Hablar del infierno no produce ninguna satisfacción. Ni habrá satisfacción en saber que teníamos
razón. Al hablar del infierno, el cristiano siente una profunda inquietud. Es totalmente opuesto a todo el
Espíritu de Dios y las personas.
La esperanza cristiana | 79
La evidencia de la Biblia no deja lugar a dudas en cuanto a la enseñanza del infierno como el destino
final de quienes rechazan a Dios. Todo intento de evadir la enseñanza o reducirla a otra cosa nos deja
insatisfechos.
La teología del cristiano, basada en la revelación de Dios en Cristo, tal como la narra la Biblia, considera
a los seres humanos como criaturas de Dios, libres y responsables. Todas las declaraciones de la salvación
universal dicen, en conclusión, que no somos realmente libres. Si le decimos no a Dios, sólo para que más
tarde se nos cambie por un sí en alguna vida posterior, aquel primer no, no era un no. Era en realidad un
"todavía no". Si todos nuestros no a Dios realmente son "todavía no'', y todos nuestros "todavía no"
eventualmente se convertirán en sí, somos títeres, no hombres y mujeres, aunque la cuerda que nos sostenga
sea de un largo indefinido.
Como seres humanos tenemos el glorioso privilegio de decirle sí a Dios y disfrutar de él para siempre.
También tenemos la temible libertad de decirle no, ahora y para siempre. Dios no obliga. Dios nos llama. La
salvación es por fe en Jesucristo. Usted y yo podemos decidir si confiaremos en Dios o no. Hay quienes eligen
un destino sin Dios aquí y en el más allá. [p. 129]
9
La esperanza y la vida eterna
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna (Jn 3:16).
Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a
Jesucristo, a quien has enviado (Jn 17:3).
Porque la paga del pecado es muerte, mas la dádiva de Dios es vida eterna en
Cristo Jesús Señor nuestro (Ro. 6:23).
Vi un cielo nuevo (Ap. 21: 1).
Llegamos al último tema relacionado con nuestra esperanza cristiana: una vida perpetúa con Dios. La
manera común de decirlo es cielo. En la Biblia, la palabra cielo por lo general se refiere a la esfera superior, o
mitad superior, de la creación, el cielo físico. Como tal, es la morada de Dios.
El vocablo cielo aparece 284 veces en el Nuevo Testamento. Como morada de Dios, hasta puede ser
usado como un sinónimo del reino de Dios o el reino de los cielos. Son una misma cosa. El Nuevo Testamento
frecuentemente habla del cielo y la tierra al mismo tiempo, las dos mitades de la creación. El cielo es creación
de Dios, tal como lo es la tierra. Cuando la tierra pase, pasará el cielo (Mr. 13:31). Dios es el Señor del cielo y
de la tierra (Mt. 11:25). La obra salvadora de Jesucristo incluye al cielo igual que a la tierra para "reunir todas
las cosas en Cristo... así las que están en los cielos, como las que están en la tierra" (Ef. 1:10).
Por lo tanto, es natural que el cristiano piense en el cielo. Jesús bajó del cielo y ascendió al cielo. Los
credos primitivos terminaban con una afirmación en la creencia en la "vida eterna" o "vida sempiterna''. He
escogido enfocar los vocablos vida eterna y sempiterna.
Al referirme a la vida eterna quiero recalcar ante todo que allí [p. 130] estaremos con Dios. A los
cristianos se nos ha acusado, con cierta justificación, de ser "de otro mundo". Dicen que nos ocupamos más
del mundo por venir que del presente. La acusación surgió como un resentimiento ante el hecho de que no
La esperanza cristiana | 80
éramos buenos ciudadanos de este mundo. Hay cristianos que llegan a la conclusión de que el mundo es
malvado y que va al infierno por lo que han procurado abandonarlo.
La fe bíblica une al cielo y a la tierra. Ambos son de Dios. Ambos deben responder a la obra creativa de
Dios de encaminar a toda la creación hacia su consumación.
La continuidad entre la tierra y el cielo es evidente en las enseñanzas bíblicas relacionadas con la
esperanza de vida eterna con Dios. El cielo, o vida eterna, será la consumación de la creación de Dios.
pasando por el proceso de ser una nueva creación al atenernos a la disciplina de la vida cristiana. En el cielo
seremos las criaturas que Dios tuvo la intención que fuéramos.
El significado del destino humano
A veces nos equivocamos de camino porque perdemos nuestro sentido de orientación. Perdemos las
marcas de navegación por las cuales mantenemos nuestra orientación y trazamos nuestro curso. A pesar de la
confusión y los males desconcertantes que han sido parte de nuestras vidas individuales y nuestras vidas
colectivas, no perdemos la esperanza. Muy adentro tenemos una convicción de que la vida tiene una razón de
ser, un propósito.
Esa profunda convicción, alentada por las promesas de Dios en la Biblia, y nutrida por las vidas a
nuestro alrededor vividas en esperanza, nos incita a mirar el futuro con esperanza. Podemos entender mejor
esta creencia en el propósito del ser humano si lo [p. 132] miramos desde el punto de vista del propósito de
Dios para nosotros en la creación. Así, nuestro anhelo humano es cumplir nuestro destino que no es otro que
el propósito de Dios para nosotros. Digamos lo que digamos de la vida eterna, insistimos en que es aquel
destino final para el cual Dios nos creó.
Consumación, el reino de Dios
Hemos dicho en un capítulo anterior que el reino de Dios es el reinado de Dios en las vidas de los que
creen en él. Este reino es presente y futuro. Cuando el reino venga en su plenitud, la voluntad de Dios será
hecha en el cielo y en la tierra.
La vida eterna, entonces, es el cumplimiento del reino de Dios. Decirlo así mantiene la atención donde
corresponde: en Dios. Si pensamos en el cielo desde cualquier otro punto de vista, tendemos a pensar en un
lugar a donde vamos cuando morimos o un lugar donde seremos recompensados. Concentrarnos demasiado
en las recompensas nos lleva al egoísmo y a enfatizar nuestros propios méritos. Baron Von Hugel escribió a
principios de este siglo acerca de la vida eterna: "Sin embargo, no es el hombre o los hombres, sino Dios
quien, aquí, al igual que en toda la experiencia y enseñanza de Jesús, es el principio, el centro, el medio y el fin
del todo que es esta vida final."76
En la cultura de los últimos años del siglo veinte, pensamos en la vida como la suma de las cosas que
logramos y tenemos. Ver la vida eterna como la consumación del reino de Dios es una medida correctiva muy
necesaria. El cielo no es algo más para agregar a nuestra colección de cosas que nos han producido una codicia
fuera de todo control. Más bien, el reino de Dios es su gobierno real aceptado finalmente con gozo por las
criaturas de Dios.
La vida eterna será una existencia fiel y gozosa bajo el reinado de Dios, tal como lo es la vida cristiana
aquí y ahora.
Consumación de la esperanza cristiana
El espíritu humano no se consume por la desesperación. Muy dentro nuestro tenemos una chispa que
nos levanta. Creo que esto es una evidencia de la imagen de Dios en nosotros.
Esperanza, promesas y propósito.- Quienes creemos en Dios vivimos nuestras vidas diarias con un
optimismo nacido de las promesas de Dios. Somos testigos, como lo fuera Abraham, de que Dios cumple sus
promesas. Creemos que Dios nos ha llamado a servirle y nos ha prometido su presencia aquí y en el más allá.
La esperanza resultante en nuestras vidas es una gran motivación. El cielo, aunque debe ser mucho más, será
76
Baron Friedrich Van Hügel, Eternal Life, a Study of lts lmplications and Applications (Vida eterna, un estudio de sus
implicaciones y aplicaciones) (Edinburgh: T. & T. Clark, 1912), pág. 64.
La esperanza cristiana | 82
la realización de esas [p. 133] expectaciones genuinas nacidas de la esperanza engendrada por las promesas
de Dios.
Antes de partir, Jesús prometió a nuestros antecesores en la fe: "Y si me fuere y os preparare lugar,
vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis" (Jn. 14:3).
Vivimos esta vida esperando el cumplimiento de la promesa.
La afirmación final de esperanza.- La vida eterna será más que el cumplimiento de una promesa. Es
más que una vindicación futura. Es una afirmación de que la esperanza es el carácter básico de la existencia
humana. Los inspirados escritores del Nuevo Testamento palparon este misterio. Pablo escribió que somos
justificados por la fe, y tenemos "paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo". Estamos firmes en
“esta gracia... nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios”. Pero el sufrimiento es real y peligroso. Sin
embargo, con esperanza "nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y
la paciencia prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no avergüenza" (Ro. 5:1-5). La vida eterna afirma la
esperanza como norma para la vida diaria.
Reconciliación final.- Reconciliación es la hermosa palabra del Nuevo Testamento que describe la obra
salvadora de Dios por y dentro nuestro. Desde Caín y Abel hemos estado enemistados no sólo con Dios sino
unos con los otros. Como cristianos ansiamos tener una armonía con nuestros semejantes que todavía no
hemos logrado. Anhelamos esta reconciliación con Dios que sólo conocemos en parte. Queremos ser aliviados
de la duda, la ansiedad y la falta de fidelidad. En la vida eterna conoceremos la reconciliación final con Dios y
con las personas con quienes vivimos enemistados.
un lugar donde viviremos con Dios y nuestros prójimos gozando de descanso, amor, comprensión y
permanencia.77
El cielo es como una ciudad
El pueblo hebreo aprendió de su éxodo a la tierra de Canaán, de sus años en el desierto y del exilio,
que la vida es como un peregrinaje. Abraham, por ejemplo, andaba en una Tierra Prometida, acercándose a la
habitación de la promesa de Dios. El escritor de la epístola a los Hebreos dice de Abraham: "Porque esperaba
la ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (11:10). La ciudad terrenal de
Jerusalén se convirtió en la ciudad de Dios sobre la tierra y en un símbolo de la ciudad celestial (12:22).
En un dramático cuadro, Juan concluye su Apocalipsis victoriosamente con una visión en la que vio a
"la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su
marido" (Ap. 21:2). Juan siguió hablando de Dios en compañía de su pueblo. Sus palabras incluyen la
esperanza del Antiguo Testamento de que él les sería por Dios y ellos le serían por pueblo. Juan escribió: "él
morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda
lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor" (Ap. 21:3, 4).
El cielo, entonces, es como una ciudad, la Nueva Jerusalén, la ciudad de Dios. Es el lugar de nuestra
morada eterna con Dios. Este símil de una ciudad ayuda a ver la naturaleza del cielo. Ryder Smith, refiriéndose
al sitio geográfico del reino futuro, lo resumió así: "Incluye el universo y está centrado en una ciudad."78
Ray Summers, en base a los detalles de Apocalipsis 21:9-17, interpreta el simbolismo de la ciudad
colocando un énfasis especial [p. 135] en su hermosura. Dice que Juan recalca que el cielo es una ciudad
perfecta; perfecta en su pureza, belleza y seguridad.79
Dale Moody también presta especial atención a "La ciudad santa"80 y opina que es la mejor descripción
que tenemos del cielo.
El cielo es como una herencia
Pedro resume las creencias cristianas diciendo: "Según su grande misericordia nos hizo renacer para
una esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos, para una herencia incorruptible,
incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros" (1 Pd. 1:3, 4).
Son muchos los pasajes que hablan del cielo como una herencia y de heredar el reino (1 Co. 6:9; Mt.
5:5; 19:29; Mr. 10:17; 1 Co. 15:50; Ga. 4:30). Esta analogía nos inspira a esperar la herencia; nos recuerda que
el cielo es un regalo de Dios para nosotros, no algo al cual tenemos derecho. Esta expresión, herencia, incluye
un elemento de gozo y gratitud.
El cielo es como un huerto
La historia de la humanidad comienza en un huerto, el huerto de Edén. Llega a su consumación final en
un huerto. En el último capítulo de la Biblia volvemos al “río limpio de agua de vida”, al "árbol de la vida", que
produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. No
habrá maldición en este huerto (Ap. 22:1-3).
77
William Hendriksen, The Bible on the Life Hereafter (La Biblia acerca de la vida en el más allá) (Grand Rapids: Baker Book
House, 1959), págs. 208 y sigs.
78
C. Ryder Smith, The Bible Doctrine of the Hereafter (La doctrina bíblica del más allá) (Londres: The Epworth Press, 1958),
pág. 236.
79
Ray Summers, The Life Beyond (La vida más allá) (Nashville: Broadman Press, 1959), págs. 204 y sigs.
80
Dale Moody, The Word of Truth (La palabra de verdad) (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Company, 1981).
págs. 576-594.
La esperanza cristiana | 84
El río, los árboles y el fruto son un símbolo del cielo como un lugar de abundancia. En este pasaje
encontramos cinco grandes temas: (1) el río de agua de vida, (2) el árbol de vida, (3) Dios y el Cordero son el
centro y el origen de todo, (4) los hijos de Dios adoran y comparten su reino para siempre, y (5) no habrá fruto
malo.81
El huerto de Edén muestra una creación original en que Dios y los seres humanos vivían en armonía y
abundancia. Cuando éstos pecaron contra Dios y fueron echados del huerto, se enemistaron con Dios y unos
con otros. Perdieron la visión de su destino. Aun la tierra se tornó hostil y cayó bajo maldición.
Cuando la obra redentora de Dios se haya consumado, el cielo será nuevamente como el huerto de
Edén. Dios, el Creador y Dador de todo, ocupará el centro. Los seres humanos vivirán en una relación
armoniosa con Dios y con sus semejantes. La voluntad de Dios prevalecerá.
El cielo es como un descanso
Después de haber creado el mundo, dice la Biblia: "Y acabó [p. 136] Dios en el día séptimo la obra que
hizo; y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo. Y bendijo Dios al día séptimo" (Gn. 2:2, 3).
El sábado fue establecido en base a este séptimo día de la creación. Se convirtió en un día de reposo,
no sólo para los seres humanos sino también para las bestias de carga. El descanso es una especie de
celebración después de realizar un trabajo provechoso.
Las narraciones bíblicas nos recuerdan que la vida humana no consiste sólo de trabajar y andar, laborar
y peregrinar. El anhelo de descansar al final de la semana es igual que el anhelo de descansar después de un
largo viaje. Incluye la esperanza del descanso que el cielo ofrece al final de la vida.
El autor de Hebreos se refirió a esta presencia con Dios como un descanso (He. 3:11, 18; 4:1, 3, 8, 9).
Veía la vida como un peregrinaje al escribir: "Por tanto, queda un reposo para el pueblo de Dios. Porque el que
ha entrado en su reposo, también ha reposado de sus obras, como Dios de las suyas" (4:9, 10). El cielo será
como un descanso al final de un camino largo y difícil.
El cuadro del cielo como descanso se destaca también en el libro de Apocalipsis, "Oí una voz que desde
el cielo me decía: Escribe: Bienaventurados de aquí en adelante los muertos que mueren en el Señor. Sí, dice
el Espíritu, descansarán de sus trabajos, porque sus obras con ellos siguen" (14: 13).
Descanso no es lo mismo que ociosidad o inactividad. Este símil probablemente enfatiza la celebración
de la victoria. Y muy bien puede incluir la adoración a Dios y actividades de gran trascendencia.
El cielo es como una victoria
"Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Co.
15:57). En Apocalipsis, Juan dramatiza la victoria final y cósmica sobre el mal. La vida humana es una lucha
constante. Nuestros conflictos incluyen poderes y principados que escapan a nuestra responsabilidad. A lo
largo de la vida se nos anima a que confiemos en Dios y vivamos vidas santas en el mundo. Buscamos la
victoria, no como un escape, sino para alcanzar la meta con integridad a pesar de las heridas.
En la historia terrenal podemos señalar grandes victorias. Creímos que el día en que se firmó el
Armisticio era un día de victoria. Las naciones dejaron sus armas, pero no forjaron con ellas azadones. En 1945
hubo un Día de Victoria en Europa y otro Día de Victoria en el Pacífico. En nuestro tiempo, esos momentos
históricos no parecen tan victoriosos como cuando sucedieron en 1918 y 1945. Las victorias humanas tienen
dentro de sí las semillas del próximo conflicto. La victoria auténtica siempre está más adelante. [p. 137]
81
Morris Ashcraft, "Revelation", The Broadman Bible Commentary ("Apocalipsis", El Comentario Bíblico Broadman)
(Nashville: Broadman Press, 1972), 12:357.
La esperanza cristiana | 85
La vida eterna es una victoria, una victoria final que no genera futuros conflictos, no tiene cargos de
conciencia, ni resabios de hostilidad que fomenten más enemistades. El camino de la guerra va sembrando
víctimas, odios, resentimientos y barreras que generan los conflictos bélicos del futuro. El camino de la cruz es
el camino de una víctima, Jesucristo, y no siembra odios para el futuro. El cielo es una victoria sin
contaminación, es una victoria pura.