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Claroscuros de la despatriarcalización en el proceso de cambio boliviano: entre


las palabras y las cosas. (VII Conferencia CLACSO, Medellín 2015)

Poster · September 2018


DOI: 10.13140/RG.2.2.31297.61287

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Elena Apilánez Piniella


Universitat Rovira i Virgili
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1 de noviembre
ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

Claroscuros de la despatriarcalización en el proceso de cambio boliviano:


Entre las palabras y las cosas1

RESUMEN
El hecho de que tanto la descolonización cuanto la despatriarcalización se hayan incluido –con mayor o
menor éxito- en los documentos de orden jurídico más elevado en Bolivia, como principios fundamentales
que han de regir la vida política en el país, no es condición suficiente –aunque sí preliminar- para que la
puesta en funcionamiento de las implicaciones que de éstos se derivan se den de forma cotidiana en el
funcionamiento estatal permeando, progresivamente, la cotidianeidad de la vida y modificando las
relaciones socio-económicas y culturales patriarcales, al mismo tiempo o en la misma línea en que la
sociedad y sus organizaciones desarrollan colectivamente propuestas al efecto en orden a y en pro de la
confluencia hacia ese horizonte común así definido. De lo que se trata, entonces, es de hacer plausible un
continuum articulado entre el discurso político e ideológico, la práctica pública y la práctica social
emancipatoria. Desentrañar la forma en la que este discurso define las palabras, los conceptos y las
nociones de la despatriarcalización en sus más importantes documentos públicos es, entonces, condición
necesaria y preliminar para abordar, en el actual proceso de cambio en Bolivia, la plausibilidad del
continuum articulado entre el discurso público y la práctica política. La despatriarcalización y su vínculo
discursivo con la descolonización es, desde esta perspectiva, una cuestión que requiere ser críticamente
revisada para observar cómo es puesta en diálogo en el discurso público boliviano y si sustenta o no, tal y
como este discurso afirma, la práctica política gubernamental poniendo dicha praxis en ecuación con la vida
cotidiana, en este caso, de las mujeres.

Palabras clave: descolonización, despatriarcalización, feminismo, derechos de las mujeres, Bolivia

I.

Algunas notas introductorias sobre la importancia de las palabras


Más de cincuenta años después de que Aimé Césaire escribiera su Discurso sobre el Colonialismo,
Immanuel Wallerstein describía su búsqueda como la de “la igualdad genuina, que no suponga la
asimilación bajo algún supuesto modelo blanco o europeo y que permita la afirmación y la
recuperación de la identidad de los que han sido históricamente oprimidos” (2006:8). El
planteamiento que Césaire defiende, como solución para superar las relaciones y condiciones
coloniales, es una llamada a la descomposición conceptual de un supuesto universalismo
eurocéntrico (abstracto y homogeneizante) para definir nuevamente un universalismo, más bien
concreto, en el que se evidencien las diferencias y las particularidades; en sus propias palabras,
“un universal depositario de todo lo particular, depositario de todos los particulares,
profundización y coexistencia de todos los particulares” (2006:84).

1
Elena Apilánez Piniella (Gijón, España) es Profesora de Enseñanza Básica y Licenciada en Pedagogía. Cuenta con estudios de posgrado
en Género, Feminismo y Cooperación Internacional para el Desarrollo y una Maestría en Estudios de Mujeres, Género y Ciudadanía.
Actualmente está cursando las Maestrías en “Estudios Críticos del Desarrollo” y “Población y Desarrollo” en el Postgrado en Ciencias del
Desarrollo (CIDES) de la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA), La Paz (Bolivia). Este artículo ha sido preparado para el Panel “Los
gobiernos progresistas y las condiciones de posibilidad en demandas feministas: diálogos y convergencias”, VII Conferencia
Latinoamericana y Caribeña de Ciencias Sociales “Transformaciones democráticas, justicia social y procesos de paz”, Medellín
(Colombia), 9-13 de Noviembre de 2015. CLACSO.

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Los planteamientos de los giros epistémicos descolonial y despatriarcal exigen, por tanto, una
posición situada, política e ideológica, concreta y particular (ubicada en ese universal cesairano),
que se exprese claramente a favor de la recuperación de las identidades históricamente oprimidas
y que vaya más allá de las narrativas inscritas en los documentos para llegar a permear, con su
esencia, las prácticas políticas cotidianas en los órdenes estatal y no estatal. Me explico, el hecho
de que tanto la descolonización cuanto la despatriarcalización se hayan incluido –con mayor o
menor éxito- en los documentos de orden jurídico más elevado en Bolivia, como principios
fundamentales que han de regir la vida política en el país, no es condición suficiente –aunque sí
preliminar- para que la puesta en funcionamiento de las implicaciones que de éstos se derivan se
den de forma cotidiana en el funcionamiento estatal permeando, progresivamente, la
cotidianeidad de la vida y las relaciones socio-económicas y culturales al mismo tiempo o en la
misma línea en que la sociedad y sus organizaciones desarrollan colectivamente propuestas al
efecto en orden a y en pro de la confluencia hacia ese horizonte común así definido. De lo que se
trata, entonces, es de hacer plausible un continuum articulado entre el discurso político e
ideológico, la práctica pública y la práctica social.

Sin embargo, la existencia de conceptos o nociones -más o menos elaboradas- en los documentos
públicos, que acepto como condición preliminar para su puesta en funcionamiento, no siempre
funciona de la manera en que podría preverse y, en ocasiones, puede correrse el riesgo de que se
vean utilizados únicamente como un embalaje discursivo que llega a ocultar su radicalidad
conceptual. Silvia Rivera, en su libro Ch’ixinakax utxiwa. Una reflexión sobre prácticas y discursos
descolonizadores hace referencia a cómo las palabras pueden “encubrir y (designar un) registro
ficcional, plagado de eufemismos que velan la realidad en lugar de designarla” (2010:19). En este
sentido, mantiene que se han creado, en la sociedad boliviana, “modos retóricos de
comunicarnos, dobles sentidos, sentidos tácitos, convenciones del habla que esconden una serie
de sobreentendidos y que orientan las prácticas, pero que a la vez divorcian a la acción de la
palabra pública” (2010:20) y apela a la imagen como alternativa textual para superar lo que las
palabras encubren, tal y como fue utilizada por Waman Puma de Ayala para “teorizar” sobre la
sociedad colonial peruana del siglo XVI a modo de, según Rivera, “una teoría iconográfica sobre la
situación colonial” (2010:27).

Muy elocuente es, al respecto, la crítica de Rivera sobre las palabras, los conceptos y la retórica
pública que adopta, en la primera mitad de la década de 2000, la noción de “pueblo originario”
(aunque ésta ya había iniciado unos años antes con una especie de narración “multiculturalista
ornamental”):

la noción de “origen” nos remite a un pasado que se imagina quieto, estático y arcaico. He ahí la
recuperación estratégica de las demandas indígenas y la neutralización de su pulsión
descolonizadora. Al hablar de pueblos situados en el “origen” se niega la coetaneidad de estas
poblaciones y se las excluye de las lides de la modernidad. Se les otorga un estatus residual, y de
hecho, se las convierte en minorías, encasilladas en estereotipos indigenistas del buen salvaje
guardián de la naturaleza (2010:59).

A partir de la crítica al concepto de “pueblo originario” y de su supuesta asunción, más bien


sospechosa, por parte del Estado y de las élites políticas e intelectuales bolivianas, Rivera se
interroga acerca de las posibilidades prácticas, intelectuales y discursivas de la descolonización y
desarrolla, como posibilidad, la noción de “ch´ixi” que, en sus propias palabras, apela “a la idea

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aymara de algo que es y no es a la vez, es decir, a la lógica del tercero incluido” (2010:69). Lo
“ch´ixi” se distancia de lo híbrido y de lo mestizo para conformar una identidad que, de manera
contenciosa, “plantea la coexistencia en paralelo de múltiples diferencias culturales que no se
funden, sino que antagonizan o se complementan” (2010:70); de esta forma, la asunción de lo
“ch´ixi” posibilita la emergencia de dos procesos simultáneos: la liberación de lo indio y el
“desarrollo de formas dialogales de construcción de conocimientos” (2010:71).

Desentrañar la forma en la que el discurso público-político define las palabras, los conceptos y las
nociones en sus más importantes documentos públicos es, entonces, condición necesaria y
preliminar para abordar, en el actual proceso de cambio en Bolivia, la plausibilidad de lo que más
arriba he denominado el continuum articulado entre el discurso público y la práctica política. La
despatriarcalización y su vínculo discursivo con la descolonización es, desde esta perspectiva, una
cuestión que requiere ser brevemente revisada antes de pasar a observar cómo es puesta en
diálogo en el discurso público boliviano y si sustenta o no, tal y como este discurso afirma, la
práctica política gubernamental poniendo dicha praxis en ecuación con la vida cotidiana, en este
caso, de las mujeres.

II.

Un acercamiento a los fundamentos históricos y teóricos de la relación de los sistemas


patriarcal y colonial y su vínculo, más allá de lo discursivo
El núcleo fundamental de los giros epistémicos despatriarcal y descolonial en América Latina y en
Bolivia es, a mi modo de ver, la revisitación crítica de los universales abstractos emanados de la
modernidad europea. En este proceso liberador, sin embargo, las mujeres bolivianas se
encuentran en dos encrucijadas imbricadas y simultáneas: deshacerse de lo patriarcal y
deshacerse de lo colonial.

Me interesa, entonces, profundizar en la idea de que el sistema patriarcal y el sistema colonial se


encuentran inevitablemente imbricados y que, por ello (o, en función de ello), se hace bastante
improbable analizar, en toda su extensión y profundidad, la pervivencia de la colonialidad interna
en Bolivia sin hacer referencia a las relaciones jerárquicas fundamentadas en el género. Si esto es
así, obviamente la estratificación social y genérica resultante en Bolivia estará mediada tanto por
criterios coloniales como patriarcales. En este punto me centraré en los fundamentos teóricos e
históricos y en las ideas que confluyen en la noción de despatriarcalización en Bolivia y en su
vínculo, más allá de lo discursivo, con la descolonización.

Las feministas poscoloniales, desde posiciones de(s)coloniales2 surgidas en América Latina a partir
de la Tercera Ola del Feminismo, han tratado de mostrar, en primer lugar, las relaciones entre
género y raza (y clase y sexo/sexualidad) en la conformación de sociedades estructuradas de tipo
colonial. Al hacer esto, en segundo lugar, han puesto en cuestión la idea de sujeto universal mujer
2
No hay unanimidad entre las feministas poscoloniales sobre la utilización del “de” o del “des” y, por ello, se mantiene el paréntesis. En
todo caso, Catherine Walsh (2009:14) indica, respecto al “des-de”, que “no pretendemos simplemente desarmar, deshacer o revertir lo
colonial; es decir, pasar de un momento colonial a un no colonial, como que fuera posible que sus patrones y huellas dejaran de existir.
La intención, más bien, es señalar y provocar un posicionamiento (…) de transgredir, intervenir, in-surgir e incidir”. Cuando se toman
citas textuales de las autoras, se respeta la utilización “de-des” elegida por ellas.

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acuñada en otros lugares (principalmente, por las feministas europeas) y que supone igualmente
una visión colonizada que llega a desconocer, entre otras cuestiones, el impacto del hecho colonial
en los sistemas de género existentes en las sociedades invadidas y en la construcción de las
identidades de género marcadas por éste. Y, en tercer lugar, han interpelado simultáneamente
tanto a sus homólogos poscoloniales (hombres) al evidenciar el corte masculinista que, a su modo
de ver, todavía pesa en sus construcciones teóricas, cuanto a los defensores (hombres) de
propuestas relacionadas con nacionalismos culturales e identitarios por esencializar e idealizar las
figuras femeninas ancestrales que, al fin, no dejan de ser profundamente conservadoras y
patriarcales3.

El primer eje de análisis se puede subdividir en dos cuestiones: por un lado, la relación género-raza
en la construcción de la estructura jerarquizada en las sociedades poscoloniales latinoamericanas
y, boliviana, en particular; y, por otro, los debates en torno a la existencia o no de un sistema de
relaciones de género más o menos jerárquicas que algunas autoras califican como pre-patriarcal.
Este último punto se convierte, a su vez, en razón explicativa respecto a cómo ha sido posible la
conformación del patriarcado moderno en América Latina (y en Bolivia) a partir de pactos inter-
étnicos masculinos que configuran la subordinación de las mujeres indígenas.

En su hipótesis de trabajo en torno a la construcción del mestizaje colonial andino en Bolivia, Silvia
Rivera reconoce que “la opresión femenina y la opresión india entrañaban similares sufrimientos”
(2010:66); en efecto, Rivera mantiene que “la mujeridad se construye también colonizada”
(2010:179) y que ésta se desarrolla de forma variopinta en la estratificación social marcada por la
pigmentocracia. Francesca Gargallo, en la misma línea pero refiriéndose al conjunto de las
sociedades pre-coloniales latinoamericanas, afirma que

la condición indígena y de género se suman, no sólo porque ser una mujer india es estar sometida a
una forma múltiple de opresión, sino porque la condición de género y la condición indígena son,
ambas, frutos de una misma tecnología de jerarquización que confiere siempre a las mujeres y a los
indios el lugar del derrotado (2007:29).

Mary Nash hace referencia a la construcción europea de la naturalización de la desigualdad -ya


firmemente organizada en el siglo XIX- y sostiene que

el desarrollo del discurso de raza y de género responde a lógicas similares; se basa en la


representación cultural de la diferencia, en la cristalización de un “otro” a partir del establecimiento
de una diferencia absoluta de base supuestamente biológica, transformada en característica
natural. La naturalización de la diferencia y el esencialismo biológico implícito en su representación
cultural son factores decisivos en la construcción social imaginaria de la noción de raza y del
discurso de género (2006:42).

3
Por evidentes razones de espacio, dejo el interesantísimo debate sobre el colonialismo de género y el etnocentrismo feminista para
otro momento, si bien Rivera (2010) hace una breve alusión al mismo en uno de los artículos que se mencionan en este documento.
También dejo aparte el cuestionamiento masculinista desarrollado por algunas feministas poscoloniales a los principales teóricos
latinoamericanos. Lugones (2008), por ejemplo, desarrolla una interesante crítica acerca de la utilización de la categoría género que
hace Aníbal Quijano en su análisis de la colonialidad del poder. Finalmente, la reflexión sobre la tensión con movimientos indigenistas y
culturalistas resulta muy interesante pero también deberá de dejarse para otro momento. En este sentido, la tesis de Julieta Paredes
(2010) (y de la propia Silvia Rivera, aunque con otros conceptos) al identificar el entronque patriarcal en Bolivia es un buen ejemplo de
ruptura con visiones esencialistas propias de algunos movimientos indigenistas. Además, Rivera mantiene una postura muy crítica en
torno al “misticismo de la diferencia” y la “idealización que suelen hacer las dirigencias étnicas masculinas, acerca de las sociedades
pre-hispánicas, a las que presentan como modelos de una armonía entre los sexos inalterable” (2010:189).

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Finalmente, Rita Segato propone el análisis de las relaciones estructurales coloniales y


poscoloniales a partir de la incursión del “moderno” orden patriarcal; en efecto,

no se trata meramente de introducir el género como uno entre los temas de la crítica descolonial o
como uno de los aspectos de la dominación en el patrón de la colonialidad, sino de darle un real
estatuto teórico y epistémico al examinarlo como categoría central capaz de iluminar todos los
otros aspectos de la transformación impuesta a la vida de las comunidades al ser captadas por el
nuevo orden colonial moderno (2010:12).

A partir de esta posición -y considerando la existencia previa de un sistema de género


seguramente muy diferente al constituido en los tiempos inmediatamente posteriores al impacto
colonial-, Segato (2010) identifica varios factores que transforman este sistema de género pre-
patriarcal -calificado como “patriarcado de baja intensidad”- en un sistema de dominio claramente
estructurado y ahora caracterizado por un profundo orden de jerarquías de género. La clave de la
nueva estructura patriarcal en las sociedades colonizadas se encuentra en el papel de mediación
que asumen los hombres colonizados convirtiéndose en sujetos de pactos y actuando al servicio
de los intereses de la colonización en sus sucesivos horizontes constitutivos; por el contrario, las
mujeres se domestican, se confieren a la esfera privada y son objeto de los pactos masculinos: el
llamado entronque patriarcal (defendido por las feministas comunitarias en Bolivia) está listo para
actuar en la conformación de las identidades femeninas de las sociedades coloniales y
poscoloniales.

Este papel mediador de algunas autoridades indígenas también ha sido identificado por Rivera
(2010) en el proceso constitutivo del “horizonte colonial”, aunque suponiéndole finalidades más
amplias:

las autoridades indígenas, (se vieron) forzadas a mediar entre dos mundos antagónicos, acabaron
muniéndose de las armas culturales de los invasores y transitando hacia la occidentalización,
reforzada a través del acceso a la educación y el matrimonio tolerado con mujeres españolas”
(2010:73).

La mediación trajo, en consecuencia, la formación de “mestizos culturales” que asumieron “el


papel de articuladores o intermediarios –económicos, culturales y políticos- entre ambos mundos
escindidos” (Rivera, 2010:73).

Lorena Cabnal, además de reconocer la más que probable existencia del pacto masculino invadido-
invasor, sostiene que el “patriarcado ancestral milenario (…) fue una condición previa que existía
en el momento de la penetración del patriarcado occidental durante la colonización, con lo cual se
refuncionalizaron, fundiéndose y renovándose” (cit. Gargallo, 2014:22). Julieta Paredes y Adriana
Guzmán (2014), en Bolivia, defienden el análisis de la articulación de las opresiones diversas sobre
las mujeres en el marco de una “reconceptualización del patriarcado” que lleva necesariamente al
reconocimiento del ya mencionado entronque patriarcal y que

deja claras las combinaciones, las alianzas, las complicidades entre hombres invasores
colonizadores y hombres indígenas originarios de nuestros pueblos, una articulación desigual entre
hombres pero articulación cómplice contra las mujeres, que confabula una nueva realidad
patriarcal que es la que vivimos hasta hoy (2014:83).

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Finalmente, Rivera –en un momento previo a las formulaciones del entronque patriarcal- reconoce
que, en efecto, es preciso “ponerse en guardia” respecto a posiciones feministas4 que proponen la
inexistencia de relaciones de género jerarquizadas en sociedades pre-coloniales ya que, si bien en
éstas pudo haber un “equilibrio de género (éste fue) inestable, móvil y contencioso” (2010:180).
Rivera, antes de hablar de “igualitarismo” prefiere referirse a un sistema de “complementariedad”
en el que

las mayores tensiones del equilibrio difícil y contencioso en la relación entre hombres y mujeres no
se hallaban en el espacio de la división social del trabajo, sino mas bien en el espacio de la
5
distribución y ejercicio del poder en los distintos niveles de la estructura segmentaria de ayllus,
6
federaciones étnicas y Estado , (siempre y cuando este ejercicio de poder femenino) no amenazara
la integridad del grupo y sus condiciones materiales y culturales de reproducción (2010:187).

A la luz de la anterior revisión (muy sucinta, en todo caso), mi planteamiento es que, más allá de la
vinculación discursiva entre despatriarcalización y descolonización existe, para el caso de Bolivia
(y, seguramente, para el caso de la mayor parte de los países de América Latina), una vinculación
epistemológica sustentada en fundamentos históricos suficientes que muestran las vinculaciones
discursivas y teórico prácticas entre patriarcado y colonialismo. Sin embargo, el problema se
plantea cuando en el discurso público se evidencia una posición jerárquica entre ambos sistemas
de dominación; es decir, cuando se muestra el privilegio discursivo de un sistema (en este caso, el
colonial) sobre el otro (en este caso, el patriarcal), desconociendo o, más bien, haciendo depender
al segundo del primero.

Siguiendo a Ramón Grosfoguel (2006), me permito, al respecto, hacerme la siguiente pregunta:


¿cómo interpretaríamos las relaciones coloniales si lo hiciéramos desde la perspectiva de una
mujer indígena del altiplano boliviano? O, dicho de otro modo, ¿por qué habremos de dar
prioridad al análisis de la relación capital/colonialidad o raza/colonialidad sobre la relación
género/colonialidad?; es decir, ¿qué suponemos de prioritario, epistemológicamente hablando, en
las categorías de etnia o clase y por qué esa prioridad no se la damos a la categoría de género en el
análisis del impacto de las relaciones coloniales en Bolivia?. En efecto, el propio Grosfoguel
enuncia, de forma separada para su mejor comprensión, una serie de jerarquías organizadoras del
sistema de poder mundial que fueron trasvasadas a los territorios americanos durante el proceso
colonial; entre ellas se encuentran dos que, frecuentemente, son dejadas de lado en los análisis de
las relaciones coloniales y en los planteamientos liberadores hacia la descolonización: la jerarquía
de género y la jerarquía sexual. De este modo, la integración de ambas jerarquías permite a
Grosfoguel caracterizar al sistema-mundo de los últimos quinientos veinte años como
“europeo/euronorteamericano moderno/colonial capitalista/patriarcal” (2006:156) sin caer en el
error “romántico” de defender la inexistencia de formas jerárquicas de relación entre hombres y
mujeres y grupos sociales en las sociedades conquistadas por Europa, como he mencionado más
arriba.

Partiendo de la premisa, entonces, de que el actual modelo patriarcal boliviano es producto de


relaciones coloniales de dominación y de que, lejos de mitificar románticamente a las sociedades

4
La tesis de la inexistencia de sistemas de género jerarquizados es profundamente defendida, entre otras, por Lugones (2008) para el
caso Latinoamericano y por Oyewúmi (1997; cit. Lugones, 2008) para el caso Yoruba en África. Ambas defienden la existencia de un
“igualitarismo ginecrático y no-engenerizado” en sociedades pre-coloniales.
5
Rivera se refiere a “poder” como “simbólico, social y ritual”.
6
En este caso, Rivera se refiere al Estado Inca.

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pre-coloniales, se hace preciso reconocer la existencia de un patriarcado “de baja intensidad” o,


mejor dicho, de características diferentes al modelo patriarcal moderno que fue impuesto por los
pueblos colonizadores en Bolivia, la propuesta de la despatriarcalización debe ser, cuando menos,
contemporánea, es decir, sustentada en un análisis de las actuales condiciones de dominación
genérica a la luz de una mirada crítica del proceso histórico producto del llamado “entronque
patriarcal”, definido por las feministas comunitarias en Bolivia (Paredes y Guzmán, 2014) como el
punto de encuentro, acoplamiento e hibridación entre las formas de dominio patriarcal pre-
colonial existentes en este territorio y las modernas construcciones patriarcales europeas que se
fueron consolidando entre los siglos XVI y XVIII (de forma similar a como en Europa se consolida el
llamado patriarcado moderno).

Reitero, por tanto, que la propuesta política de la despatriarcalización en Bolivia pasa por, por un
lado, reconocer críticamente la existencia histórica de relaciones patriarcales pre-coloniales y, por
otro, desarticular las actuales condiciones patriarcales modernas profundamente afectadas por
relaciones coloniales; ambas dimensiones de la propuesta despatriarcalizadora son
contemporáneas y con ambas se debería de asumir una posición crítica similar poniendo en
entredicho o, cuando menos, practicando la filosofía de la sospecha respecto a sus dimensiones
constitutivas de tal forma que se evite caer en el etnocentrismo; máxime cuando, como he
descrito brevemente más arriba, el llamado “pacto inter-étnico masculino” aparece como una de
las condiciones sine qua non para explicar el “entronque patriarcal”. Al respecto, Patricia Chávez
(2011) indica que

la idealización y mitificación de lo comunitario puede terminar velando las desigualdades que


existen en su seno –hacia otros indígenas o hacia las mujeres, por ejemplo–; y la mirada de
superioridad que lo moderno tiende a asumir cuando se relaciona con otras culturas, termina
tratando de justificar, ignorar, ocultar o minimizar las profundas opresiones clasistas, racistas y
patriarcales que son parte de su reproducción (2011:31).

La necesidad de aceptar en Bolivia que “la dominación colonial no llegó con los españoles en los
barcos aunque eso quisiéramos, simplificadoramente, creer” (2013:98), tal y como afirma María
Galindo7 de manera contundente, parece ser esencial en la construcción política del concepto de
la despatriarcalización en el país. Al respecto, comparto con Galindo la clasificación que propone
respecto a cuatro tipos de mandatos patriarcales que, en Bolivia, pueden describir las relaciones
imbricadas entre lo colonial y lo patriarcal conformando “una serie amplia y compleja de
jerarquías sociales raciales, sexuales y genéricas que tienen expresiones y consecuencias
contemporáneas” (2013:102):
Tabla 1. Síntesis del origen de los mandatos patriarcales

ORIGEN DE LOS MANDATOS PATRIARCALES APLICADOS SOBRE

Españoles Mujeres españolas (en tierras conquistadas)


Precoloniales Mujeres indígenas
Españoles + Precoloniales (complementación) Mujeres indígenas
Españoles (adoptados por el universo indígena) Mujeres indígenas

Fuente: Elaboración propia a partir de Galindo (2013).

7
Galindo también reconoce la existencia “de la alianza patriarcal conquistador-conquistado” (2013:103).

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Galindo acierta cuando propone el proceso despatriarcalizador como contemporáneo, en el


sentido de que, en primer lugar, se hace precisa la desmitificación de lo indígena (como no
patriarcal) y, en segundo lugar, para poder pensar la descolonización con la despatriarcalización,
es fundamental el reconocimiento del pacto inter-étnico masculino (coloniado-colonizador). Sin
embargo, la propuesta de la narrativa discursiva de la despatriarcalización del Estado aparece,
para Galindo, cuando menos ridícula y deja abierta la discusión en torno al papel del Estado en el
proceso de despatriarcalización ya que, para ella, la lucha ha de ubicarse en las propias acciones
de las mujeres (fuera del Estado) para desaprender las estructuras patriarcales (2013:174). En
efecto,

si el Estado es un instrumento del patriarcado, si una de las formas de estructuración del poder
patriarcal es el Estado, plantearse la despatriarcalización del Estado no pasa de ser un absurdo al
servicio del propio patriarcado y del propio Estado (2013:170).

Esta visión de la despatriarcalización como un proceso que debe tomar su propio rumbo fuera del
Estado es compartida por otras feministas bolivianas, quienes no ubican este espacio como el
“horizonte último o definitivo del cambio (de forma que) es necesario construir estrategias y
espacios alternativos, propios, de acción reflexiva y práctica de descolonización y
despatriarcalización” (Chávez et. Al., 2011:141). Las feministas, por tanto, proponen que se
descentre (y, de alguna forma, se desestatice) la discusión sobre el proceso de despatriarcalización
y que se condense en las acciones y espacios de lucha de las mujeres junto con una difusión
amplia de la propuesta hacia la sociedad boliviana.

La cuestión que se presenta en el debate actual en Bolivia, más allá de la referida a la discusión
sobre los contenidos teórico-prácticos de la despatriarcalización y, más allá también, de la
centrada en cómo se conforman los vínculos entre los sistemas de dominación colonial y
patriarcal, es la que pone el punto sobre la i en torno a la posibilidad de que el Estado, como
institución y estructura simbólica (y efectiva) del dominio patriarcal, pueda des-patriarcalizarse a sí
mismo (como parte del proceso emprendido desde 2006 y que está presente de forma
hegemónica en el discurso político estatal).

Es indudable que en estos diez últimos años el discurso político oficial adoptó la narración de la
despatriarcalización vinculada a la descolonización pero, ¿qué hay más allá de esta narración?,
¿cómo se diseña el contenido político de esta narración y cómo se estructura éste en la normativa
y en la política pública del país de los últimos diez años?, ¿ha sido (y es) la despatriarcalización una
propuesta política dominante en y para el diseño de las políticas públicas, en todos los sentidos
posibles?. Y, finalmente, ¿ha sido (y es) la adopción narrativa del discurso de la
despatriarcalización por parte del Estado boliviano la causa o, más bien, el factor político
desencadenante de algunas modificaciones legislativas que permiten a las mujeres bolivianas
gozar de un marco de derechos más amplio que el habido en momentos inmediatamente
anteriores o dichas modificaciones son fruto del devenir político natural en la región que, además,
se ve influido por los avances normativos internacionales para los derechos de las mujeres?.

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III.

Claroscuros de la despatriarcalización en el proceso de cambio boliviano: las palabras


A la luz de las interrogantes que planteo más arriba, me quiero centrar ahora en analizar
críticamente cómo la propuesta de la despatriarcalización y la utilización de este concepto (y
noción) se introduce en los discursos y los principales documentos normativos y de políticas
públicas en Bolivia8 y si éstos contienen un suficiente potencial despatriarcalizador para lograr la
modificación de las relaciones de poder patriarcal en la sociedad boliviana y en las propias
estructuras estatales a partir de los profundos cambios ocurridos en el país durante el período
2006 a 2015. Cambios, en todo caso, que son evidencia y resultado de un proceso previo de
acumulación de fuerzas por parte del movimiento feminista y del movimiento amplio de mujeres,
incluyendo las organizaciones campesino (indígena) sindicales de mujeres que constituyen la base
orgánica del MAS-IPSP. Las fuerzas y las prácticas acumuladas por el movimiento feminista en los
años anteriores crean, en efecto, condiciones de plausibilidad, principalmente en el momento
histórico del proceso constituyente, para hacer realidad política las demandas históricas de largo
alcance; de esta forma, el texto constitucional aprobado en 2009 incluye un buen número de
demandas de las mujeres aunque deja otras fuera y algunas muestran contradicciones desde la
perspectiva de la despatriarcalización.

El texto constitucional establece como fines y funciones esenciales del Estado boliviano (Artículo 9,
Párrafo 1) constituir una sociedad justa y armoniosa, basada en la descolonización, sin
discriminación ni explotación, con plena justicia social para consolidar las identidades
plurinacionales. Este párrafo, sin embargo, no incluye la despatriarcalización como un fin y una
función del Estado; de hecho, ninguno de sus 411 Artículos incluye los conceptos de
despatriarcalización, patriarcado o patriarcal y, más bien, opta por utilizar nociones, llamémoslas,
clásicas y ciertamente con menor carga política conceptual, como “equidad de género”, “igualdad
de oportunidades” o “igualdad de condiciones entre hombres y mujeres”. Ésta es, desde mi punto
de vista, una de las grandes contradicciones que muestra el texto constitucional y, por ello, se
hace preciso indagar en otros documentos públicos, con menor jerarquía legal, para encontrar
referencias a la despatriarcalización, como muestro más adelante. En todo caso, la Constitución
Política del Estado, en lo que atañe a los derechos de las mujeres, ha incorporado, en buena
medida, las propuestas históricas del movimiento feminista y del movimiento amplio de mujeres.
En efecto, tal y como afirma Pilar Uriona, el compromiso en

aplicar la equidad de género es, entonces, una medida destinada a buscar que la diferencia sexual
no termine transformándose en desigualdad social y favoreciendo, en consecuencia, la adopción de
una visión integral de inclusión en todos los ámbitos. Tal equidad (…) debe traducirse en la no
discriminación (pues ejercer la misma pasa a estar no sólo prohibida sino también sancionada por el
Estado, en todas sus expresiones, como se ve en el Art. 14) y aplicarse en todos y cada uno de los
campos de la acción humana (2010: 697).

En la siguiente tabla se muestra un resumen de los principales contenidos de la Constitución


Política del Estado que amplían los derechos de las mujeres bolivianas respecto de anteriores

8
Algunas de las informaciones mostradas en las próximas páginas han sido tomadas del documento “Marco Normativo e Institucional y
Compilación de Datos: situación y posición de mujeres y niñas en Bolivia”, elaborado por Celia Pérez y mi persona en Diciembre de 2014
(ver referencia completa en Bibliografía).

9
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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

marcos jurídicos constitucionales y que conforman lo que, en algunos casos, se ha dado en llamar
el “bloque despatriarcalizador”9:
Tabla 2. Descripción del “bloque despatriarcalización” en la Constitución Política del Estado Plurinacional de Bolivia

Equidad Social, Igualdad de Derechos Humanos Familia: Igualdad entre


No Violencia
Género y No Discriminación Individuales y Colectivos cónyuges

• Se plantea la equidad de • Reconoce explícitamente • El Estado asume la • Reconoce el derecho a la


género y social como un valor los derechos de mujeres y responsabilidad de proteger y vida, y a la integridad física,
sobre el que debe sustentarse hombres a la educación, garantizar adecuadas psicológica, moral y sexual.
el Estado (Art. 8). Desde el salud y trabajo (Art. 9) condiciones para el desarrollo Reconoce de manera
reconocimiento del principio de las familias, garantizando a particular el derecho de las
de equidad, se plantea una • Se reconoce el derecho a la sus integrantes, igualdad de mujeres a vivir libres de
justicia redistributiva, salud de todas las personas, derechos, obligaciones y violencia en la familia y en la
necesaria para enfrentar una sin discriminación. Incorpora oportunidades (Art. 62) sociedad, abriéndonos la
solución de desigualdades e la gratuidad del sistema de posibilidad de reconocer
injusticias existentes en salud, además de los criterios • Se reconoce la igualdad de otras formas de violencia
nuestro país. de calidad, calidez y control derechos y deberes entre contra las mujeres (Art. 15)
• Se prohíbe y sanciona la social. Lo cual, nos ubica ante cónyuges. Este es un pie para
discriminación en razón de la posibilidad de exigir a los avanzar en la democratización • El Estado asume la
sexo, color, edad, orientación servicios de salud un trato de los roles que responsabilidad de prevenir,
sexual, identidad de género, adecuado y con visión tradicionalmente han sido eliminar y sancionar las
origen, cultura, nacionalidad, intercultural(Art. 18) asignados a las mujeres (Art. expresiones de la violencia
ciudadanía, idioma, credo 63) de género, en el ámbito
religioso, ideología, filiación • Se reconoce a bolivianos y público como en el privado
política o filosófica, estado bolivianas los derechos a la • Se reconoce a la unión libre (Art. 15)
civil, condición económica o libertad de pensamiento, (sirwiñaku, concubinato o
social, tipo de ocupación, espiritualidad y culto (Art. convivencia) con igual status
grado de instrucción, 21) que el matrimonio y que las
discapacidad, embarazo, u mujeres y los hombres tienen
otras (Art. 14) • Se reconoce a niños, niñas los mismos derechos y deberes
y adolescentes como sobre sus hijos e hijas sus
• Define a la discriminación personas, con derechos bienes y las cosas que
como cualquier acción que específicos para garantizar compraron (Art. 63)
tengan por objetivo o sus intereses, aspiraciones y
resultado anular o menoscabar necesidades específicas (Art. • Se reconoce que mujeres y
el reconocimiento, goce o 58) hombres debemos compartir la
ejercicio, en condiciones de responsabilidad del
igualdad, de los derechos de mantenimiento del hogar y el
toda persona (Art. 14) cuidado de la familia. También
es responsabilidad del Estado
• El Estado se reconoce proteger a quienes sean
independiente de las responsables de las familias, y
religiones, garantizando que cada vez hay más mujeres jefas
las políticas públicas no estén de hogar (Art. 64)
condicionadas por la creencia
religiosa de los gobernantes. • Se establece la presunción de
Nos garantiza también, la paternidad, partiendo del
libertad de religión y creencias principio de que las mujeres no
mienten sobre la identidad del

9
Una detallada reflexión sobre la elaboración y diseño final de los diversos artículos constitucionales referidos a los derechos de las
mujeres se puede encontrar en Mamani, Amalia; Chivi, Idón (2011). Tomo la expresión “bloque despatriarcalizador” de dicho texto en
el que se mantiene que “en el texto de la nueva Constitución Política del Estado se establece un bloque general que abre las
compuertas de la despatriarcalización” (2011:45). Ver referencia completa en Bibliografía.

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espirituales de acuerdo a padre de sus hijos e hijas. En


nuestras cosmovisiones (Art. 4) caso de ser necesaria la prueba
de paternidad debe ser
solicitada por quien niegue la
filiación (Art. 65)

Estructura y Distribución
del Estado Tierra Educación Economía y Empleo

• Se reconoce como • Reconoce el derecho de las • Explícitamente se reconoce el • Se reconocen los derechos
responsabilidad y competencia mujeres a beneficiarse de las derecho a la educación para laborales específicos de las
de las diferentes expresiones políticas de redistribución de mujeres y hombres, sin mujeres, puntualizando en la
del Estado (plurinacional, tierras, sin discriminación discriminación (Art.18) necesidad de impulsar la
gobiernos departamentales, por estado civil o unión incorporación de las mujeres
regionales y municipales), la conyugal (Art. 395) • Se reconoce la equidad de al trabajo, garantizar salario
promoción de estrategias y género como valor que debe igual por trabajo de igual
acciones para la equidad o • Asimismo se reconoce la incorporarse en el sistema de valor y alerta sobre las
igualdad de oportunidades obligación del Estado para educación, para evitar condiciones que pueden
entre mujeres y hombres (Art. eliminar las formas de reproducir roles tradicionales, producir discriminación
299, 301, 302 y 303) discriminación de las combatir la violencia y contra las mujeres
mujeres en el acceso, garantizar la vigencia plena de trabajadores por embarazo,
tenencia y herencia a la los derechos humanos (Art.79) estado civil, edad, rasgos
tierra (Art. 401). físicos, números de hijos u
• El Estado reconoce su otros (Art. 48)
responsabilidad en garantizar
no sólo el acceso sino la • El sistema financiero
permanencia de mujeres y también incorporará criterios
hombres a la educación (Art. de igualdad de
82) oportunidades y solidaridad,
para generar una distribución
• Se ratifica el principio de no y redistribución equitativa
discriminación en la escuela (Art. 330)
por cuestiones religiosas. Las
escuelas deberán garantizar la • Se reconoce el valor del
libertad de conciencia y religión trabajo doméstico como
(Art. 86) fuente de riqueza, para ser
cuantificado en las cuentas
nacionales. Su cuantificación
permitirá reconocer el aporte
de las mujeres al desarrollo
del país (Art. 338). Por otro
lado permitirá poner en
debate la necesidad de
democratizar el trabajo al
interior de nuestros hogares.

SALUD Y DERECHOS SEXUALES Y REPRODUCTIVOS PARTICIPACIÓN POLÍTICA

• Se reconoce la responsabilidad del Estado de proteger la • Reconocimiento de participación con “equivalencia” de


salud de hombres y mujeres a través de políticas públicas y la condiciones entre mujeres y hombres en la conformación del
gratuidad de los servicios (Art. 35) gobierno (Art. 11)
• Se establece la seguridad social como derecho de mujeres y
hombres, además del derecho a la jubilación. • Se establece el derecho de las mujeres y hombres a participar
libremente en la formación, ejercicio y control del poder
• Se reconoce el derecho a la maternidad segura de las político, de manera equitativa y en igualdad de condiciones, lo

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mujeres, con una visión intercultural. Al mismo tiempo el cual abre la posibilidad de profundizar los mecanismos de acción
Estado asume la responsabilidad de proteger a las mujeres en positiva para generar mejores condiciones para la participación
los periodos prenatal, parto y post natal (Art. 45) femenina, como las llamadas cuotas, para revertir el déficit de
participación política de las mujeres (Art. 26)
• Se reconocen los derechos sexuales y los derechos
reproductivos, lo cual nos abre mejores condiciones para • Se ratifica la responsabilidad del Estado por garantizar la igual
avanzar en la demanda al Estado de servicios de salud sexual y participación de las mujeres en la conformación de los poderes,
reproductiva de calidad, el conocimiento de la sexualidad, en el caso de las Asambleístas (Art. 149) y en general en cargos
planes y programas que nos permitan ejercer estos derechos públicos (Art. 220).
plenamente, contar con educación sexual acorde con nuestra
edad, con información sobre anticoncepción y métodos de • Se visibiliza explícitamente a través del uso de lenguaje no
planificación familiar, para definir libremente cuántos hijos sexista, la posibilidad de las mujeres de participar en la
queremos tener, y cada cuánto tiempo (Art. 66) conformación del Órgano Ejecutivo: Presidenta, Presidente,
Vicepresidenta, Vicepresidente y Ministras y Ministros de Estado
(Art.163)

Fuente: Salinas, S., Castro, M.D. y Zuazo, S., 2010.

La abundante legislación producida en el período inmediatamente posterior a la aprobación de la


Constitución Política del Estado, principalmente entre los meses de mayo a diciembre de 2010,
supuso una nueva oportunidad para la inclusión de la perspectiva despatriarcalizadora y de los
fundamentos teórico-políticos de la despatriarcalización en el corpus jurídico y normativo que

define la nueva arquitectura estatal, normativa e institucional respaldadas en la CPE (y) establece
disposiciones regulatorias en torno a diversos ámbitos estratégicos de la vida nacional en los cuales
se pretende incidir con los cambios propuestos” (Sánchez, 2011:13).

Durante este período, el movimiento feminista y el movimiento amplio de mujeres se mantuvo


vigilante, articulado y propositivo para que, si no era posible incluir el principio de
despatriarcalización y su desarrollo en profundidad en el nuevo cuerpo normativo post-
constitucional, al menos se

lograra la inclusión transversal de los principios y derechos establecidos en la Constitución Política


del Estado respecto a la:

o Equidad y acción positiva, para superar las inequidades por razón de género
o Igualdad y no discriminación, en todos los ámbitos de nuestra vida
o Equivalencia en la participación, para revertir las brechas de desigualdad entre mujeres y
hombres
o Uso de lenguaje no sexista, para hacer visible el aporte de las mujeres
o Paridad en la conformación de los órganos de poder (Órgano Judicial, Tribunal
Constitucional, Órganos Electorales) y en los gobiernos departamentales, municipales e
indígenas (Uriona, 2010:40)

Finalmente, aunque la propuesta despatriarcalizadora sólo aparece, como tal, en una de las leyes
que dan forma a la nueva estructura normativa boliviana tras la Constitución Política del Estado
(Ley 070/2010 de Educación), a partir de una revisión de los documentos legales del período,
Carmen Sánchez (2011) resume, en el siguiente cuadro, los contenidos más relevantes para los
derechos de las mujeres que fueron incluidos en las denominadas “leyes estructurales” así como
en otras complementarias que diseñan las bases del nuevo Estado Plurinacional de Bolivia
postconstitucional:

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Tabla 3. Síntesis de los contenidos más relevantes para los derechos de las mujeres en la legislación boliviana
fundamental desarrollada en 2010

Ley Aprobación Contenidos relevantes para los derechos de las mujeres


Ley 018 16/06/2010 Se establece que en el Tribunal Electoral Departamental, de cada cinco
Órgano Electoral vocales, al menos dos serán mujeres (Art.32).
Plurinacional
Ley 025 24/06/2010 Establece que, en la postulación y preselección para la conformación del
Órgano Judicial Tribunal Supremo y Tribunal Agroambiental, se debe respetar la
interculturalidad y equivalencia de género (Art. 20; III). Su alcance se refiere
a jueces, juezas y vocales. Se considera que en la pre-selección de
magistrados y magistradas la mitad sean mujeres. También se dispone que
se debe garantizar que el 50% de las y los vocales electos de los Tribunales
Departamentales de Justicia sean mujeres. Se plantean las atribuciones de
las Salas en Materia de Familia, Niñez y Adolescencia y Violencia
Intrafamiliar o Doméstica. Se incluye la creación de los Juzgados Públicos de
10
Violencia Intrafamiliar y Doméstica .
Ley 026 30/06/2010 Incluye disposiciones para garantizar el cumplimiento de los principios de
Régimen Electoral equidad de género e igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres,
con aplicación de la paridad y alternancia en las candidaturas plurinominales
y uninominales. Para el Órgano Legislativo se señala que se garantizará la
igual participación entre hombres y mujeres. Para el Órgano Ejecutivo se
debe respetar el carácter plurinacional y la equidad de género en la
composición del gabinete. En la representación política y en lo referente a la
elección interna de las y los dirigentes y de candidatas y candidatos de las
agrupaciones ciudadanas y partidos políticos, se garantiza la igual
participación de hombres y de mujeres.
Ley 027 06/07/2010 No establece cuotas de participación de mujeres, aunque en la preselección
Tribunal Constitucional de candidatos y candidatas señala que, de 28 postulantes, la mitad deben
Plurinacional ser mujeres; de éstas y éstos, se eligen 7 titulares y 7 suplentes.
Ley 031 19/07/2010 Entre sus principios, establece la igualdad y equidad de género garantizando
Ley Marco de Autonomías el ejercicio pleno de las libertades y los derechos de mujeres y hombres, en
y Descentralización el marco de las entidades territoriales autónomas (Art.5; 11). Se reconoce la
“Andrés Ibáñez” equidad de género en la conformación de los gobiernos de las entidades
territoriales autónomas. Se dispone que, en el sistema de planificación
integral del Estado, se contemplen contenidos para diseñar las estrategias
más apropiadas para alcanzar los objetivos del desarrollo con equidad social
y de género e igualdad de oportunidades. Se plantean, como objetivos de las
regiones, promover un desarrollo con equidad en la distribución territorial
de los recursos, un régimen de igualdad de género, generacional y de
personas en situación de discapacidad en los Estatutos Departamentales y
en las Cartas Orgánicas Municipales.
Ley 045 08/10/2010 Se establecen disposiciones que prohíben el racismo y la discriminación
Contra el Racismo y Toda mediante disposiciones específicas contra toda forma de discriminación
Forma de Discriminación incluyendo la basada en género. Emite disposiciones de prevención y
educación. Las prácticas discriminatorias se tipifican como delitos contra la
dignidad de la persona con implicaciones de ampliación de penas y de
realización de acción judicial.
Ley 070 20/12/2010 La educación asume y promueve principios ético morales bajo el sustento de
Educación “Avelino Siñani valores de equidad social y de género (Art. 3,13). Entre los fines y objetivos

10
La Ley 348 Integral para garantizar a las mujeres una vida libre de violencia modifica la denominación a Violencia de Género en 2013.

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y Elizardo Pérez” de la educación, se entiende que ésta promoverá una sociedad


11
despatriarcalizada , cimentada en la equidad de género, la no diferencia de
roles, la no violencia y la vigencia plena de los derechos humanos. Se incluye
la formación de mujeres y hombres con identidad y conciencia de la
diversidad sociocultural y lingüística. Entre los objetivos de la educación está
regular, complementar y articular la educación humanística con la formación
histórica, cívica, derechos humanos, equidad de género, derechos de la
Madre Tierra y educación en seguridad ciudadana. Se promueve la
participación social comunitaria en la cual los actores sociales y
comunitarios, entre los que se incluyen madres y padres de familia, ejercen
control y pueden participar en las políticas educativas.
Ley 073 29/12/2010 En sus principios incluye la equidad e igualdad de género. Establece la
Deslinde Territorial prohibición y sanción de toda forma de violencia y dispone la ilegalidad de
cualquier conciliación en este ámbito.

Fuente: elaboración propia a partir de Sánchez, Carmen (2011).

En 2012 se inicia un período en el que, en menos de dos años, se promulgan las leyes más
importantes para los derechos de las mujeres en el país y se convierten en un cuerpo normativo
específico que refleja, con cierto éxito, los planteamientos despatriarcalizadores discursivos que
ya han permeado masivamente la narrativa pública (y de las organizaciones feministas) aunque no
hayan sido considerados, como tales y con suficiente fuerza política, en los documentos
principales de la normativa boliviana (me refiero, principalmente, a la Constitución Política del
Estado y a las llamadas “leyes fundamentales”).

De esta forma, tras más de 12 años de denuncia por parte de las organizaciones de mujeres,
feministas y de la Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL) en cuanto a la situación de
discriminación que viven las mujeres en el espacio público-político, se aprueba la Ley 243 Contra el
Acoso y la Violencia Política con el objeto de establecer mecanismos de prevención, atención y
sanción contra actos individuales o colectivos de acoso y/o violencia política hacia las mujeres,
para garantizar el ejercicio pleno de sus derechos políticos. Esta ley es, por su naturaleza, objetivos
y fines, pionera en el tratamiento de un tipo de violencia de género en América Latina (y, por
supuesto, en Europa y otros lugares del mundo) ya que no solo considera la acción político-pública
de las mujeres en puestos de elección popular sino también en organizaciones sociales de todo
tipo.

La Ley establece, como fines, eliminar actos, conductas y manifestaciones individuales o colectivas
de acoso y violencia política que afecten directa o indirectamente a las mujeres en el ejercicio de
funciones político-públicas, garantizar el ejercicio de los derechos políticos de las mujeres
candidatas, electas, designadas o en el ejercicio de funciones político-públicas y desarrollar e
implementar políticas y estrategias públicas para la erradicación de toda forma de acoso y
violencia política hacia las mujeres (Art.3). Además de regirse bajo los principios de igualdad de
oportunidades, no violencia, no discriminación, equidad, participación política, control social,
despatriarcalización, interculturalidad y acción positiva (Art. 6), diferencia conceptualmente los
actos de acoso político y de violencia política, con el fin de establecer sanciones a los
perpetradores (o perpetradoras) de estas acciones y proteger a todas las mujeres candidatas
electas, designadas o en el ejercicio de la función político-pública.

11
La Ley 070 de 2010 es el primer documento normativo de alto nivel jurídico y práctico (implica política pública), más allá del Plan
Nacional de Igualdad de Oportunidades (2008), que incluye el principio de la despatriarcalización.

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Tras la aprobación, también en 2012, de la Ley 263 Integral contra la Trata y Tráfico de Personas,
el país asume la responsabilidad de luchar contra la trata y el tráfico de personas planteando
acciones de prevención, protección y persecución con el fin de ofrecer seguridad a las víctimas en
el ámbito jurídico, psicológico y social. La Ley, que tiene por objeto garantizar los derechos
humanos fundamentales de las víctimas, se desarrolla en el marco de la Constitución Política del
Estado y de los Instrumentos, Tratados y Convenios internacionales de derechos humanos sobre
trata y tráfico de personas ratificados por el país. En la Ley se reconocen once tipos de abuso y/o
explotación (Art.6) que pueden actuar como fines del delito de la trata de personas y recoge los
principales mecanismos de lucha contra la trata y tráfico que serán los encargados de implementar
las políticas y estrategias, así como de ejecutarlas, así como los mecanismos responsables de la
prevención del delito de trata y tráfico, llevados a cabo desde el ámbito educativo,
comunicacional, laboral y seguridad ciudadana y establece sistemas de protección, atención y
reintegración de las víctimas, con especial atención a niños, niñas y adolescentes, para el logro de
la restitución del daño. A partir de la aprobación de la Ley 263, la violencia sexual comercial pasa a
considerarse delito público y como una finalidad de la trata, conexo a ésta y al proxenetismo.

En marzo de 2013 se aprueba, seguramente, la ley más importante para el proceso de


desarticulación de las estructuras patriarcales en el país; en efecto, la Ley 348 Integral para
Garantizar a las Mujeres una Vida Libre de Violencia12, que se fundamenta en el mandato
constitucional y en los Instrumentos, Tratados y Convenios Internacionales de derechos humanos
ratificados por Bolivia y que garantizan a las mujeres el derecho a no sufrir violencia física, sexual y
psicológica tanto en la familia como en la sociedad (Art. 1), tiene por objeto establecer
mecanismos, medidas y políticas integrales de prevención, atención, protección y reparación a las
mujeres en situación de violencia, así como de persecución y sanción a los agresores, con el fin de
garantizar a las mujeres una vida digna y el ejercicio pleno de sus derechos para Vivir Bien (Art.2).
Es, al igual que la Ley 243 (Acoso y Violencia Política), un documento normativo de vanguardia en
América Latina.

La Ley se rige por los principios del Vivir Bien, la igualdad, la inclusión, el trato digno, la
complementariedad, la armonía, la igualdad de oportunidades, la equidad social, la equidad de
género, la cultura de paz, la informalidad, la despatriarcalización, la atención diferenciada y la
especificidad, definiendo la erradicación de la violencia como una prioridad nacional y como un
problema de salud pública, desde un enfoque de prevención, protección de las mujeres en
situación de violencia y sanción de agresores. En la misma se reconocen dieciséis tipos de violencia
y se establece el feminicidio como delito penal. El documento normativo, además, recoge medidas
de prevención, con especial énfasis en el ámbito familiar, comunitario, educativo, de salud, laboral
y comunicacional (Art.17), por lo que las diferentes entidades deberán asumir, entre sus
funciones, el abordaje de la violencia contra las mujeres como medida estratégica destinada a su
protección y a garantizar el conjunto de los derechos. En cuanto a las medidas de atención a las
mujeres que han sufrido o sufren violencia, la Ley especifica servicios destinados a la promoción,
asesoramiento y apoyo de las mujeres sin caer en su re-victimización.

12
La Ley 348 es fruto de la presentación del Proyecto de Ley Integral contra la Violencia que años atrás había realizado el Viceministerio
de Igualdad de Oportunidades -en alianza con el movimiento de mujeres y feminista- al Presidente de la Asamblea Plurinacional, donde
el feminicidio se recoge como un tipo de violencia que comprende “la acción de extrema violencia que viola el derecho fundamental a
la vida y causa la muerte de la mujer por el hecho de serlo” (Art.7).

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El cuerpo normativo boliviano, que muestra importantes modificaciones desde la promulgación de


la Constitución Política del Estado, si bien ha tenido avances muy sustantivos con respecto a
períodos anteriores, no refleja, en toda su extensión, el discurso público sobre la
despatriarcalización. Ni la Constitución Política ni las leyes fundamentales para la transformación
estructural del país que fueron promulgadas en el período postconstitucional, recogen en sus
principios y contenidos (a excepción de la Ley 070 de Educación) alusiones directas a la propuesta
despatriarcalizadora -que, discursivamente, parecía que ya formaba parte de la narrativa estatal-
y, más bien, optan por adoptar una narrativa clásica y ciertamente despolitizada. Tan sólo el
corpus normativo específico que se desarrolla entre los años 2012 y 2013, recoge y asume, con
mayor extensión y profundidad, la filosofía política subyacente a la noción (y concepto) de
despatriarcalización. Cuestión muy similar se observa en los documentos de los planes nacionales
de desarrollo como muestro en los siguientes párrafos.

El Plan Nacional de Desarrollo (PND), elaborado en 2006 por el Ministerio de Planificación del
Desarrollo y en vigencia hasta 2015, reconoce la relación causal entre las relaciones coloniales de
explotación y la desigualdad y exclusión social, política y económica de la población indígena del
país a partir de la instalación del patrón primario exportador; sus principios orientadores se
dirigen, por tanto, a la modificación estructural de dicho patrón de tal forma que la misma
conlleve la reversión de la desigualdad y la exclusión de la población indígena basada en “un
sistema de dominación étnica, cultural y política, impregnada de racismo y enraizada en las
distintas formas del colonialismo” (PND, 2006:12).

El “Estado descolonizado” es, en el PND, un protagonista indiscutible en el proceso de cambio y,


por ello, se hace preciso impulsar un proceso de descolonización sobre sus estructuras, prácticas y
discursos; sin embargo, no se hace alusión, en las páginas dedicadas a la concepción del desarrollo
desde el Vivir Bien, a las condiciones del poder patriarcal y su relación con los otros sistemas de
dominación (colonial y capitalista). La importancia de desmontar los sistemas colonial y capitalista
en el proceso de transformación en Bolivia tiene una posición evidentemente jerárquica respecto
de la apuesta político discursiva por destruir el sistema patriarcal; en todo caso, en los
planteamientos vinculados a la perspectiva del Vivir Bien, se menciona que será preciso
“incorporar en las políticas y estrategias de desarrollo los enfoques de equidad cultural, de género
y social” (2006:20), de tal forma que dichos enfoques transversalicen todas las estrategias
impulsadas por el estado.

Las políticas orientadas a reducir las condiciones de sometimiento patriarcal de las mujeres en el
PND utilizan, a mi modo de ver, conceptos ciertamente despolitizados y con escasa fuerza
despatriarcalizadora: la noción de “patriarcado” no está presente en las doscientas cuarenta
páginas del Plan, el adjetivo “patriarcal” aparece siempre adscrito a los adjetivos “colonial” y
“neoliberal” y en no más de cinco ocasiones a lo largo del extenso texto y la propuesta de la
despatriarcalización (despatriarcalizar), al igual que ya mencioné en el caso de la CPE, en ningún
momento del Plan.

El parágrafo “equidad de género” se encuentra presente en dos páginas del documento: en


propuestas para Programas de Salud (“Promover la equidad de género y la autonomía de la
mujer”, pp. 39) y en Seguridad Nacional (“cuente con un sistema de defensa civil fuerte y que
participe activamente en el desarrollo integral bajo los principios de equidad, reciprocidad y
equidad de género” e “incluye la incorporación y formación bajo principios del interés

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comunitario, la equidad, la reciprocidad y la equidad de género de los profesionales y los soldados


del sector Defensa”,pp.63). La “igualdad de género” o la “igualdad entre hombres y mujeres” no se
mencionan en ninguna parte del documento; la “complementariedad”, referida a relaciones
simétricas entre hombres y mujeres, aparece en un solo momento del texto y la expresión “chacha
warmi”, referida a complementariedad y paridad entre los sexos desde la perspectiva andino
altiplánica, no es nombrada en todo el Plan.

En todo caso, aunque a las “mujeres” se las incluye en muchas partes del documento formando
parte de los “grupos más afectados”, las “poblaciones con mayores niveles de exclusión”, o los
“actores discriminados, desplazados, excluidos y marginados” y en conjunto con grupos
poblacionales diversos (niños y niñas, indígenas, adultos y adultas mayores, personas con
capacidades diferentes, adolescentes, población rural, etc.), se identifican propuestas de
importancia para la mejora de su calidad de vida y el mejor ejercicio de sus derechos de salud
(principalmente reproductiva), de educación (alfabetización, permanencia, formación integral), de
acceso a justicia, del derecho a una vida libre de violencia (incluyendo trata y tráfico y feminicidio),
del disfrute de los derechos más fundamentales, de derechos laborales (igual salario por igual
trabajo, informalidad, migración laboral, participación en la matriz productiva, formación técnica,
impacto de la jefatura de hogar femenina, entre otras), de participación en la seguridad y defensa
nacional, de acceso a servicios básicos (agua, saneamiento y electricidad) y de derechos de acceso
a la titularidad de la tierra y a otros medios y factores de la producción agropecuaria (formación,
tecnología, etc.).

El 19 de Enero de 2015 se eleva a rango de ley la Agenda Patriótica del Bicentenario 2025 (Ley
650) que instala, en el Órgano Ejecutivo del Estado (niveles central y autonómico), la
responsabilidad de desarrollar los trece pilares contenidos en la misma (ninguno de los pilares
hace referencia explícita a la despatriarcalización del Estado). El nuevo Plan de Desarrollo
Económico y Social (PDES), de carácter quinquenal, que enmarca y articula las políticas públicas
del Ejecutivo con la Agenda Patriótica y se organiza en seis áreas incluye, tan solo, dos programas
específicos para los derechos de las mujeres (que, en parte, dan continuidad a lo que ya se venía
haciendo en años anteriores). En el área correspondiente a “Patria Segura, Patria para Todos”,
incorpora el Objetivo Específico “Constituir una sociedad intercultural segura, justa y armoniosa,
con plena justicia plural, sin discriminación ni explotación” (enmarcado en la Estrategia de
“Consolidación del sistema de justicia plural y el ejercicio pleno de los Derechos Humanos”) y
propone los programas de Lucha contra la violencia hacia las mujeres y Derechos fundamentales
de las mujeres, niñas, niños ,adolescentes, jóvenes, personas adultas mayores y personas con
discapacidad en igualdad de oportunidades. Ninguno de los restantes objetivos específicos del
PDES contiene algún otro programa específico orientado al proceso de despatriarcalización del
Estado (sí existen muchos y varios programas orientados a la descolonización del Estado) o al
impulso y mejor cumplimiento de los derechos de las mujeres consagrados en la Constitución
Política del Estado.

A diferencia de la poca atención que se presta a la importancia del sistema patriarcal y su relación
articulada con los sistemas colonial y capitalista en el Plan Nacional de Desarrollo de 2006 y en el
nuevo Plan de Desarrollo Económico y Social (2015-2020) que desarrolla los trece pilares de la
Agenda Patriótica del Bicentenario 2025, el Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades “Mujeres
Construyendo la Nueva Bolivia para Vivir Bien” (en adelante, PNIO) aprobado en 2008 y
actualmente en vigencia y, más allá del poco adecuado título del documento, es el documento

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oficial en el que más y mejor se desarrolla la propuesta narrativa pública referida a la


despatriarcalización en Bolivia. Este documento merece un tratamiento in extenso por su
importancia, vigencia y novedad para las políticas públicas en el país en el actual proceso histórico
de cambio político.

Coincidiendo con la finalización de la vigencia del Plan Nacional de Políticas Públicas para el
Ejercicio Pleno de los Derechos de las Mujeres (2004-2007), el Viceministerio de Género y Asuntos
Generacionales13 inicia, en 2007, la formulación del actual Plan Nacional de Igualdad de
Oportunidades. El documento cuenta, en primer término, con un Marco Conceptual14 en el que se
recoge la necesidad de modificar el discurso en torno al concepto de género y, al mismo tiempo,
se reivindica la necesidad de alejarse de la concepción patriarcal estatal mediante la cual las
mujeres son relegadas a espacios secundarios y agregadas a grupos vulnerables15, convirtiéndolas
en víctimas y reduciéndolas a beneficiarias de políticas públicas compensatorias –como ya había
sucedido en períodos anteriores y como, en menor medida, seguramente sigue sucediendo
durante el período actual- que en nada modifican ni transforman las estructuras de dominación
existentes entre hombres y mujeres en el país. En este sentido, el Marco Conceptual del PNIO
reafirma el hecho de que las mujeres bolivianas ni son víctimas ni son meras beneficiarias de, sino
sujetos con identidades individuales e identificaciones comunitarias que “son parte de los
movimientos y organizaciones sociales, que son ellas quienes desde siempre, con sus cuerpos de
mujeres, han hecho y construido la historia” (PNIO, 2008:5).

El Marco Conceptual del PNIO se desarrolla a lo largo de tres capítulos que comienzan realizando
un análisis crítico evaluativo del marco conceptual presente en los planes anteriores para
continuar con una propuesta de “ideas-fuerza” y finalizar exponiendo los “campos de acción” a
través de los cuales transcurrirá su ejecución. Por lo tanto, esta introducción define y da forma a la
visión política de la cual emanan el resto de las propuestas contenidas en el documento; es el
punto de partida y, al mismo tiempo, el núcleo duro alrededor del cual se propone construir el
camino político y despatriarcalizador que el Estado boliviano deberá de emprender a partir de
2009 con la aprobación de la Constitución Política del Estado. Sin embargo, como ya he mostrado
más arriba, las propuestas conceptuales de la despatriarcalización contenidas en este documento
no fueron incorporadas como tales ni en la CPE ni en las llamadas leyes fundamentales: se
observa, entonces, una clara brecha discursiva que no hace sino aislar, como “específico”, al PNIO.

Entre las ideas-fuerza del Marco Conceptual se destaca, en primer término, la necesidad de la
recuperación de una conceptualización radical del concepto de género vinculándolo, no solo a la
mera descripción de roles socialmente construidos para hombres y mujeres sino y,
principalmente, a las formas y características que subyacen y estructuran la construcción de las
relaciones de poder entre hombres y mujeres. De igual forma, el documento solicita con urgencia
la restitución del sentido original del concepto y propone descolonizarlo para “aplicarlo como
categoría de análisis de las relaciones que se dan aquí y ahora entre mujeres y hombres” (2008:11)
y, al mismo tiempo, “recuperar la memoria larga de las luchas de las mujeres contra un
patriarcado que se instauró aún antes de la invasión colonial” (2008:12); esta última propuesta

13
Actualmente Viceministerio de Igualdad de Oportunidades (VIO).
14
Buena parte de los planteamientos contenidos en el Marco Conceptual del PNIO fueron elaborados a partir de las propuestas del
feminismo comunitario en Bolivia.
15
Al respecto, nótese lo ya indicado sobre la caracterización de las mujeres en el Plan Nacional de Desarrollo (2006-2015) unas páginas
más arriba.

18
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reconoce la necesidad de superar la errónea concepción de bondad de las culturas americanas


antes de la invasión española y “denunciar la existencia de un patriarcado y un machismo
boliviano, indígena y popular, con rasgos propios y particulares” (2008:12).

En este sentido se plantea la segunda idea-fuerza que refiere a la necesidad de revisitar el


concepto de par complementario propio de la cosmovisión indo-americana. Este concepto se
inserta en la idea de las personas formando parte integrante e indisoluble de un espacio
comunitario donde se desenvuelve una “relación de complementariedad y reciprocidad entre lo
masculino y lo femenino” (2008:12) donde no se visualiza una posición jerárquica de poder sino
que se reafirma la noción de complementariedad horizontal hombre-mujer. Para ello, el
documento propone la subversión del orden por el cual se nombra al par complementario,
transformando el chacha-warmi (varón-mujer) en el warmi-chacha (mujer-varón) y ubicando a la
parte femenina del par en una posición horizontal respecto de la parte masculina: “implica una
recuperación del par complementario a partir de las mujeres, desde su posición actual, para
reconstruir el equilibrio y la armonía en la comunidad y en la sociedad” (2008:13).

La comunidad es la tercera idea-fuerza: el concepto de comunidad asumido va más allá de una


mera referencia espacio-territorial (aunque también existan comunidades territoriales) para
constituirse en una categoría identitaria y colectiva propia de los pueblos indígenas –y, por
supuesto, de los múltiples grupos humanos que constituyen la plurinacionalidad boliviana- que
incluye la vida misma, su devenir y sus relaciones. Por ello, es susceptible de transformación; es
decir, la comunidad adquiere un sentido histórico y, por lo tanto, las relaciones sociales que se
construyen en este espacio entre hombres y mujeres son, igualmente, variables y móviles:
“consecuentemente, es ahí donde se necesita trabajar para cuestionar, develar y modificar las
relaciones de género” (2008:14). La concepción de comunidad implica el hecho de que hombres y
mujeres forman parte indisoluble de un espacio común que, a su vez, es constituido por éstos y
éstas de tal forma que, si una de las partes cercena o somete a la otra (en este caso, la parte
masculina sobre la femenina), esa parte estará impactando en el conjunto de la comunidad: “al
someter a las mujeres –que son la mitad de la comunidad- están sometiendo a la comunidad y, al
someter a la comunidad, se están sometiendo a sí mismos” (2008:14).

Las identidades individuales –masculinas y femeninas- son únicas e irrepetibles, conforman la


comunidad y se autoinstituyen y reconocen como pares diversos (no idénticos) a partir del
principio de alteridad. En el reconocimiento de la alteridad inicial, se visibilizan las diferencias y
diversidades al interior de la comunidad que se constituye por mujeres y hombres (dimensión de
género) que, a su vez, transcurre en un ciclo de vida desde la primera infancia hasta la conclusión
de la existencia (dimensión generacional). La cuarta y última de las ideas-fuerza del Marco
Conceptual, por tanto, se centra en el reconocimiento que subyace a la demanda del principio de
igualdad: el reconocimiento de las otras, es decir, de las mujeres como individuos y, al mismo
tiempo, con diversidad, “y no como una ficción de alteridad, es decir, como proyección del sí
mismo (el hombre)” (2008:15).

A lo largo de la segunda parte del PNIO, se abre un extenso y detallado diagnóstico sobre la
condición y situación de las mujeres bolivianas respecto a una serie de variables que, sin duda,
logran describir en profundidad la vida de las mismas teniendo en cuenta condiciones étnicas, de
clase y etarias (entre otras): economía, salud, violencia, educación y participación política. Cada
uno de estos aspectos da cuenta de lo que en el Marco Conceptual se ha dado en llamar “los

19
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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

campos de acción y de lucha para transformar las condiciones materiales de subordinación y


explotación de las mujeres” (2008:15); estos son: el cuerpo, el espacio, el tiempo, el movimiento y
la memoria.

El cuerpo, se presenta como el campo de acción más importante pues, a través del mismo, en el
mismo, con el mismo y por el mismo, transcurre la vida de las mujeres bolivianas. El cuerpo sitúa,
condiciona, aporta identidad y, al mismo tiempo, ayuda a sostener las múltiples identidades. El
cuerpo se aborda en tanto lugar de reproducción de la vida y lugar de muerte, espacio de
construcción y recepción de placer así como fuente de generación de problemas de salud
asociados a las funciones biosociales atribuidas a los cuerpos de las mujeres. El cuerpo es, además,
el espacio de la salud entendida como “estado completo de bienestar físico, mental y social”
(2008:65): por ello el PNIO desarrolla un amplio diagnóstico dedicado a los cuerpos de las mujeres
bolivianas en relación a su estado y condiciones de salud.

El espacio se define en el PNIO como “el campo vital de participación de las mujeres en la
economía” (2008:46), siendo éste público o privado; es también el lugar donde se desarrolla la
vida de mujeres y hombres, es ocupado por sus respectivos cuerpos -construidos en función de las
narrativas de género, clase y etnia- dándose en él la multiplicidad de relaciones humanas. El
espacio y los cuerpos que lo ocupan se encuentran mediados, además, por los modelos
económicos y políticos asumidos y puestos en práctica por los diferentes gobiernos. Dos son las
cuestiones analizadas en profundidad en el capítulo dedicado al espacio: la que se refiere a las
condiciones de empleo y trabajo, vinculándose éstas directamente con las posibilidades de
autonomía económica de las mujeres y la que se acerca a la cuestión del patrimonio, en términos
de acceso y control de los medios y factores de producción haciendo, al final del mismo, una
aproximación a las condiciones de vivienda y servicios básicos.

El concepto de tiempo expresado en el PNIO tiene que ver con la necesidad de producir
transformaciones en la vida cotidiana de cada persona y, al mismo tiempo, de la colectividad. Se
identifica una jerarquía simbólica entre un tiempo de los hombres (importante) y un tiempo de las
mujeres (no importante); este otro tiempo, no obstante, es aquel en el que las mujeres
desarrollan las actividades de sostenibilidad de la vida. El Plan, aboga, por tanto, por una nueva
distribución de las tareas de cuidado y por un reconocimiento del trabajo cotidiano desarrollado
por las mujeres.

El movimiento se entiende “como organización social, como construcción de un cuerpo social, un


cuerpo común que lucha por vivir y vivir bien” (2008:18). El movimiento –la acción colectiva- no
solo es un fin en sí mismo sino que los procesos y los valores que conlleva son fundamentales para
su éxito como proceso de cambio, individual y colectivo. El movimiento, además, no sólo expresa
la acción política de las mujeres sino que contiene una propuesta relacional en la que se implica la
colectividad en relación a otras colectividades e instituciones. Por ello, en el PNIO, el movimiento
se transforma en ciudadanía y participación política proponiendo que “el Estado boliviano, en los
niveles de la gestión pública, genere las condiciones para la reducción de barreras que limitan la
participación de las mujeres en espacios de decisión, bajo los principios de equidad e igualdad de
oportunidades” (2008:103).

La memoria refiere al pasado, a las raíces individuales y colectivas que, en su reconocimiento y


recuperación crítica, contribuyen a la construcción del Vivir Bien. Para las mujeres es fundamental

20
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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

recuperar la memoria de su genealogía con el fin de despatriarcalizar la misma y cuestionar cómo


la construcción de la memoria larga por buena parte del movimiento indígena se presenta exenta
de rasgos patriarcales. En la educación se reproduce y se transita la memoria, pero construida de
una forma diferente, despatriarcalizada. La lucha contra el analfabetismo de las mujeres y la
propuesta de un nuevo sistema educativo son sus claves.

Las ideas-fuerza y los campos de acción se desarrollan en el PNIO a través de seis Ejes y sus
respectivos Objetivos Estratégicos16:

 Económico, productivo y laboral: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión
pública, ha generado condiciones para el ejercicio pleno de los derechos económicos, productivos y
laborales de las mujeres, a fin de que alcancen mayor autonomía económica.

 Educación: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión pública, facilita el acceso, la
permanencia y la promoción de las mujeres en todos los niveles y ciclos de la educación, con una
oferta de calidad, sin estereotipos sexistas, que considere sus necesidades específicas, sus saberes y
competencias, según su ciclo vital y desde una visión intercultural.

 Salud: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión pública, facilita la salud integral
de las mujeres, les brinda servicios de salud con calidad y calidez, y promueve el ejercicio de los
derechos sexuales y los derechos reproductivos, en el marco del reconocimiento pleno de la
diversidad cultural y étnica del país.

 Violencia en razón de género: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión pública,
ha generado las condiciones para una vida libre de violencia en razón de género y sanciona las
prácticas discriminatorias de exclusión y subordinación, a través de mecanismos institucionales e
instrumentos normativos.

 Ciudadanía y participación política: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión
pública, ha generado las condiciones para la reducción de barreras que limitan la participación de
las mujeres en espacios de decisión, bajo los principios de equidad e igualdad de oportunidades.

 Fortalecimiento institucional: Hasta 2020, el Estado boliviano, en los niveles de la gestión pública,
contribuye a garantizar la institucionalidad de mecanismos públicos para implementar políticas,
estrategias y programas por la igualdad entre mujeres y hombres, a través de la asignación de
suficientes recursos físicos y financieros, así como de recursos humanos calificados.

Antes de finalizar esta revisión -inevitablemente breve y selectiva- sobre cómo el discurso de la
despatriarcalización ha permeado con más o menos éxito en la normativa jurídico legal de mayor
jerarquía en el país y en los principales documentos que delinean la misma y que enmarcan las
políticas públicas, me quiero referir (de nuevo, muy brevemente) a cómo el Estado boliviano
despliega su narrativa discursiva sobre la despatriarcalización utilizando la arquitectura
administrativa pública que impulsa y soporta el diseño de política pública. En este sentido, dos son
los aspectos fundamentales17 en el análisis del continuum articulado entre el discurso público y la

16
Informaciones tomadas textualmente del PNIO.
17
En realidad serían tres los aspectos que darían una visión más completa en el análisis del continuum entre discurso, práctica política y
vida cotidiana de las mujeres. En este caso, el tercero se refiere a la financiación de las políticas que se proponen desde dichos espacios
públicos. Lamentablemente es preciso realizar una investigación más extensa al respecto para poder dar cuenta exacta del porcentaje
del Presupuesto General de la Nación dedicado a despatriarcalización, derechos de las mujeres e igualdad de género; por esta razón, he
preferido, por el momento, dejar esta exploración para más adelante.

21
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práctica política (poniendo dicha praxis en ecuación con la vida cotidiana, como mostraré en el
siguiente punto); uno tiene que ver con el diseño de las políticas públicas o, más bien, con la
definición del espacio o los espacios de la administración pública que tienen la tuición y la
responsabilidad de impulsar políticas18 y, el segundo se refiere a la modificación de la composición
humana de la administración pública.

El Decreto Supremo 29894 del 9 de febrero de 2009, por medio del cual se reestructura el Órgano
Ejecutivo, asume diversos principios y valores de aplicación al funcionamiento general de la
administración del Estado así como de cualquier persona que forme parte de la función pública;
entre éstos, se destaca, de forma específica, el principio de descolonización (de hecho, aparece en
varios momentos del texto) pero no así el de despatriarcalización (concepto que no aparece en
parte alguna del extenso documento) aunque se mencionan la igualdad, entendida como el
“reconocimiento pleno del derecho de ejercer la función pública, sin ningún tipo de
discriminación, otorgando un trato equitativo sin distinción de ninguna naturaleza a toda la
población” (Cap. III, Art. 3) y la equidad concebida como un valor para la “eliminación de las
asimetrías, cualidad que determina que las relaciones sociales se desarrollen hacia la igualdad, la
reciprocidad, el equilibrio y la armonía” (Cap. III, Art. 4).

En función de la reordenación de la estructura administrativa del Órgano Ejecutivo, el mecanismo


de igualdad existente en el Estado Plurinacional de Bolivia se ubica en el Ministerio de Justicia
expresándose en un Viceministerio de Igualdad de Oportunidades (VIO) (hasta esa fecha había
sido Viceministerio de Género y Asuntos Generacionales) con diversas competencias y ubicándose
la de igualdad de género y derechos de las mujeres en la Dirección General de Prevención y
Eliminación de Toda Forma de Violencia en Razón de Género y Generacional que cuenta, a su vez,
con una Unidad de Género. Según el Capítulo XIV, Artículo 83 del DS 29894, el VIO asume las
siguientes responsabilidades y funciones19:

a) Formular, dirigir y concertar, políticas, normas, planes, programas y proyectos que promuevan la
igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres, de niños, niñas, adolescentes, juventud,
personas adultas mayores y personas con discapacidad.
b) Promover el cumplimiento de la Constitución Política del Estado y de instrumentos
internacionales en los ámbitos de equidad de género, generacional y personas con discapacidad.
c) Proponer y coadyuvar en la incorporación del principio de la igualdad de oportunidades en las
entidades territoriales autónomas.
d) Evaluar y monitorear a las entidades territoriales autónomas en la ejecución y cumplimiento de
planes, programas y proyectos relativos a la equidad de género y a la igualdad de oportunidades.
e) Transversalizar el enfoque de género y promover la igualdad de oportunidades
intergeneracionales en las políticas sectoriales y de la gestión pública, articulando acciones con los
órganos del Estado y las organizaciones de la sociedad civil.
f) Formular, concertar y ejecutar las políticas nacionales con las entidades territoriales autónomas,
en la defensa, protección y promoción de los derechos de las mujeres, de niñas, niños, juventudes,
personas adultas mayores y personas con discapacidad.

18
A modo de ejemplo, se toman algunos espacios administrativos (no todos): ocho ministerios (Justicia, Culturas, Trabajo, Educación,
Comunicación, Salud, Autonomías y Desarrollo Rural y Tierras), la Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia y la Asamblea
Legislativa Plurinacional.
19
Informaciones tomadas textualmente del DS 29894.

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g) Formular normas para fortalecer los mecanismos de protección prevención, atención,


recuperación y sanción de la violencia en razón de género, generacional y maltrato institucional.
h) Coordinar, gestionar y supervisar en las entidades territoriales autónomas, la asignación de
recursos económicos que permitan la ejecución de políticas, planes, programas y proyectos con
enfoque de género y proyectos dirigidos a la niñez, adolescencia, juventud, personas adultas
mayores y personas con discapacidad.
i) Coordinar, elaborar y vigilar políticas y normas con las entidades territoriales autónomas para
garantizar los derechos de mujeres y hombres, de las familias y el interés superior del niño, niña y
adolescencia.

La nueva estructura del Ministerio de Culturas producto del DS 29894 incluye un Viceministerio de
Descolonización entre cuyas funciones está la de “incentivar la eliminación de prácticas basadas en
el sefiorialismo, patrimonialismo, patriarcalismo, racismo y burocratismo” (Capítulo XX, Art. 116).
En la Dirección General de Lucha Contra el Racismo de este Viceministerio se inserta la Unidad de
Despatriarcalización, creada en agosto de 2010 mediante Resolución Ministerial 130/2010, con el
fin de

dar cumplimiento al art. 9 de la CPE parágrafo I: construir una sociedad justa y armoniosa,
cimentada en la descolonización, sin discriminación ni explotación, con plena justicia social, para
consolidar las identidades plurinacionales (Boletín Informativo Caminos de la Despatriarcalización,
Gestión 2013).

Para la Unidad de Despatriarcalización, la propuesta para el logro del Vivir Bien implica
“desmontar las relaciones de dominación y la explotación a través de la descolonización y la
despatriarcalización” (Boletín Informativo Caminos de la Despatriarcalización, Gestión 2014). Para
ello se proponen tres acciones (Mamani; Chivi, 2011):

a) La visibilización de las relaciones sociales de dominio que responden al orden patriarcal


b) La desestabilización y puesta en crisis de esos órdenes de dominio patriarcal
c) La transformación de estas relaciones sociales de dominio, para construir una sociedad justa y
armoniosa

Desde la fecha de su creación, a mediados de 2010, hasta la gestión 2014, la Unidad de


Despatriarcalización ha impulsado algunas cuestiones de interés, sin embargo lo está haciendo con
muy poca, inestable o nula coordinación con el VIO, a pesar de entenderse sus funciones como
complementarias, y con muy poco impacto comunicativo20. Quizás, una de las cuestiones de
mayor interés fue la presentación al Ministerio de la Presidencia del “Anteproyecto de Ley de
Descolonización y Despatriarcalización”, en febrero de 2014, si bien su gestión normativa no ha
tenido prácticamente avances hasta la fecha.

Además de la Dirección General de Prevención y Eliminación de Toda Forma de Violencia en Razón


de Género y Generacional del VIO y de la Unidad de Despatriarcalización del Viceministerio de
Descolonización, algunas instancias de la administración central del Estado boliviano cuentan con
estructuras ad hoc supuestamente orientadas por la narrativa discursiva oficial de la
despatriarcalización y enfocadas al cumplimiento de la igualdad de género en el sector de
20
Percepciones obtenidas a través de comunicación personal con Ana Clavijo, ex Directora de la Dirección General de Prevención y
Eliminación de Toda Forma de Violencia en Razón de Género y Generacional del VIO (octubre, 2015).

23
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competencia ministerial específico. Una revisión de los Manuales de Organización y Funciones de


los Ministerios da cuenta de la existencia o no de dichas instancias.

Tal es el caso de la Unidad de Derechos Fundamentales del Ministerio de Trabajo, creada en 2007,
que cuenta con la función específica de “velar para que las mujeres trabajadoras tengan un trabajo
digno, con equidad de género e igualdad de oportunidades y de trato laboral, en relación al de los
varones” (Boletín Contribución a la Igualdad, Ministerio de Trabajo, s/f). O del Equipo de Género,
Generacional y Justicia Social inserto en la Unidad de Política Intracultural, Intercultural y
Plurilingüe del Ministerio de Educación que, entre otras, centra su atención en la prevención de la
violencia en el sistema educativo y en la preparación, la mejora de la desagregación de indicadores
de calidad educativa y la orientación de acciones a favor de la educación en igualdad
(principalmente por la inclusión de la Educación Sexual en la currícula básica), siguiendo los
mandatos de la Ley 070 de Educación.

El Equipo de Género, Generacional y Justicia Social mantiene, según su titular Roxana Zaconeta, un
“canal formal de articulación (…) y un canal informal” con el VIO para la conjunción de acciones. La
misma Zaconeta hace un balance de los avances en la inserción del concepto (y noción) de la
despatriarcalización en el sistema educativo; en primer lugar “la voluntad política, la
institucionalización de una unidad (…) y la dotación de presupuesto del propio ministerio (…), son
tres factores que fortalecieron la posibilidad de trabajar las políticas sociales educativas y dar
cumplimiento a una serie de leyes”. Sin embargo, ella misma reconoce que “la tarea no es fácil, es
compleja por la mirada aun Patriarcal, Fundamentalista y Colonial de muchos (y muchas)
servidoras publicas de niveles intermedios o medios de decisión”; en todo caso, pese a ello,
Zaconeta considera “que la posición del Ministro y su claro compromiso con las mujeres y las
poblaciones en desventaja social, permitió consolidar este espacio; creo que el trabajo estos (…)
años es valioso en cuanto no solo incorporar en la curricula lo Social, sino en el avance de normas
internas, instrumentos o herramientas pedagógicas de trabajo para formación de maestras,
maestros, estudiantes de todo el SEP y madres y padres”21.

Además, el Equipo de Género, Generacional y Justicia Social ha elaborado “10 documentos


oficiales que muestran el proceso de trabajo en la política social educativa que realiza el
Ministerio”22 y que se centran principalmente, como ya indiqué más arriba, en el tratamiento de la
violencia en el ámbito educativo. En este sentido, destaco el Protocolo Único del Sistema de
Referencia y Contra Referencia para Atención a Casos de Violencia en el Ámbito Educativo que
trata los casos de violencia, acoso y/o maltrato entre pares, violencia jerárquica (agresión de
adultos hacia estudiantes) y violencia sexual. El marco legal que sustenta el Protocolo incluye la
CPE, la Ley 070, la Ley de Juventud y la Ley 348, no así las acciones concurrentes con el Ministerio
de Educación incluidas en el PNIO.

Finalmente, el Equipo ha elaborado el Compendio Normativo. Mandatos de Políticas Sociales de


Aplicación en el Ámbito Educativo que está todavía pendiente de ser presentado públicamente y
que está dirigido a la totalidad de la Comunidad Educativa del país con el fin de ser “tutores del
proceso de descolonización, despatriarcalización e interculturalidad para una educación de calidad
para Vivir Bien” (2015:VII). Para ello, el documento incluye una extensa revisión de la normativa

21
Comunicación personal con Roxana Zaconeta (10/11/2015).
22
Ibídem.

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

nacional e internacional extrayendo de ésta aquellas cuestiones que tienen una relación directa
con el fin propuesto centrándose en “derechos y tareas a realizar en el ámbito educativo para
consolidar en el Estado Plurinacional los principios, valores y fines demandados por el Soberano”
(2015:VIII). En el documento se incluyen las leyes nacionales y la normativa internacional que hace
referencia a los derechos de las mujeres y niñas.

También el Ministerio de Comunicación cuenta con un puesto de Jefa de Transparencia, en


dependencia directa del Despacho de la Ministra, para cualificar la implementación de la Ley 004
Marcelo Quiroga Santa Cruz y el cumplimiento de otras normativas, entre ellas las que hacen
referencia a los derechos de las mujeres y para impulsar las competencias ministeriales contenidas
en las mismas. Recientemente (Julio 2015) el Ministerio de Comunicación ha publicado y difundido
el "Protocolo para el abordaje informativo de la violencia contra las mujeres basada en género”
que ha contado con la colaboración de la Cooperación Alemana en Bolivia. El objetivo principal de
este documento, que puede verse como una guía para medios de comunicación y otras instancias,
es avanzar hacia una comunicación despatriarcalizadora2324.

El Ministerio de Salud cuenta con una Unidad de Promoción de la Salud dependiente del
Viceministerio de Salud y Promoción entre cuyas funciones se encuentra la de “promover la
restitución de los derechos para lograr la equidad e igualdad de género” (Manual de Organización
y Funciones, 2012) a partir de un documento de Lineamiento político metodológico de Género en
Salud y del Documento didáctico de Género en Salud. Además, esta Unidad se encarga de la
promoción de la no violencia. Y el Ministerio de Desarrollo Rural y Tierras que, a través de la
Unidad de Promoción Social Indígena, Campesina y Género, dependiente de la Dirección General
de Distribución de Tierras del Viceministerio de Tierras, desarrolla funciones para

crear mecanismos permanentes y complementarios a los existentes, para otorgar mayor grado de
participativo al proceso agrario con equidad de género y promover la participación equitativa de
Mujeres y Hombres Indígenas Originarios en el Proceso de Saneamiento, al acceso, uso,
aprovechamiento y tenencia de la tierra y recursos naturales, con equidad de género (Manual de
Funciones, 2014).

El Ministerio de Autonomías ha tenido, en los últimos años, un interés particular por incluir los
enfoques de la despatriarcalización en su accionar de modo que “esa responsabilidad debía
asumirla cada Dirección de acuerdo a las características de su trabajo y la población con la que se
relacionaban”25; para ello, la opción elegida fue la incorporación, en octubre de 2014, de una
persona especialista, adscrita directamente al Despacho de Ministra/Ministro, con el fin de hacer
el seguimiento y la coordinación del trabajo ministerial en este sentido. Además, “desde el 2013 se
ha conformado (informalmente) una mesa de género con la participación de, al menos, una
persona técnica de cada una de las direcciones sustantivas, la ministra, viceministra y la Unidad de
Comunicación, que funcionó bastante bien durante 2014”26. En la actual gestión se ha mantenido
el puesto especializado en Despacho si bien las relaciones de coordinación interministerial con el
VIO han disminuido y son débiles, al igual que con la Unidad de Despatriarcalización con la que,
aunque durante 2014 fue fructífera, se han perdido actualmente los canales comunicativos (en

23
Comunicación personal con Ana Clavijo, Ministerio de Comunicación (03/11/2015).
24
Disponible en:
http://comunicacion.gob.bo/sites/default/files/media/publicaciones/protocolo%20medios%20AC%20final%20(HIGH).pdf
25
Comunicación personal con Andrea Guzmán, Ministerio de Autonomías (20/10/2015).
26
Ibídem.

25
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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

ambos casos, posiblemente debidos a cambios en el organigrama y en las personas responsables


tras la toma de posesión de la actual gestión en enero de 2015)27.

La Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia cuenta con una Dirección de Gestión Técnica
y Desarrollo Legislativo que desarrolla acciones de apoyo a la Asamblea Legislativa Plurinacional
centradas, principalmente, en la elaboración y revisión de anteproyectos y proyectos de ley. En
este espacio se cuenta con dos consultoras encargadas de revisar los proyectos de ley desde la
perspectiva de género, apoyo dado a través de la Oficina de ONU Mujeres en Bolivia y de otras
instituciones de cooperación28. La Vicepresidencia, además, cuenta con un servicio de
publicaciones que, bien directamente o bien a través del Centro de Investigaciones Sociales (CIS),
ofrecen reflexiones de interés en el actual marco de transformación política del Estado; una de las
publicaciones periódicas es La Migraña que, desde 2012 hasta la actualidad, ha publicado doce
extensos e interesantes números en los que presenta diversos análisis políticos de actualidad. Un
repaso a los sumarios de los mismos da cuenta del poco o nulo peso político de la propuesta
ideológica de la despatriarcalización en el marco de las reflexiones actuales para el país ya que no
se encuentran artículos que analicen, discutan y enmarquen la propuesta y la pongan en relación
con el papel del Estado en el proceso.

En el marco del actual proceso autonómico del Estado Plurinacional, toman especial relevancia los
mecanismos de igualdad existentes en los espacios subnacionales del país; en este sentido, en los
últimos años se han creado las Direcciones o Unidades Departamentales de Género o de Igualdad
de Oportunidades en las nueve Gobernaciones departamentales y algunas de éstas cuentan con
Planes Departamentales de Igualdad o similares o bien han incorporado en mayor o menor
medida los derechos de las mujeres en los Planes Departamentales de Desarrollo, si bien muchos
de ellos elaborados en el marco de convenios institucionales de cooperación con agencias
internacionales (Cochabamba, Potosí, Tarija y Pando, entre otros). Además, tanto los Servicios
Legales Integrales Municipales (SLIM) cuanto las Unidades de Género de los Gobiernos Locales
continúan siendo las entidades administrativas de referencia en los niveles municipales. En cuanto
a la identificación de mecanismos de igualdad, de despatriarcalización (o similares) en las
recientemente creadas Autonomías Indígenas, todavía es pronto para evidenciar su existencia ya
que estos nuevos espacios territoriales y administrativos aún han comenzado muy recientemente
su andadura en el panorama autonómico del país.

En la Asamblea Legislativa Plurinacional el concepto (y noción) de la despatriarcalización parece


ser parte del discurso político aunque de manera informal y, en la actualidad, con menor y más
débil presencia narrativa que en la gestión anterior (2010-2014). En las Comisiones Mixtas (Senado
y Cámara de Diputados) no parece tomarse en cuenta el Plan Nacional de Igualdad de
Oportunidades (PNIO) como marco de política pública en el proceso de despatriarcalización en el
país aunque se mantienen contactos no formales con el Viceministerio de Igualdad de
Oportunidades (VIO) por parte de algunas personas; por otro lado, no parecen existir contactos
cotidianos con la Unidad de Despatriarcalización del Ministerio de Culturas29. Sin embargo, en el
marco de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Diputados está funcionando un

27
Ibídem.
28
Comunicación personal con Paula Vera, Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia (03/11/2015).
29
Comunicación personal con Manuel Canelas, Diputado MAS-IPSP en la Asamblea Legislativa Plurinacional (05/11/2015).

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Comité de Derechos de Género30, si bien, no he podido acceder a mayor información para poder
ampliar sus funciones, relaciones y documentos marco de funcionamiento. En todo caso, se
reconoce que la presencia paritaria de mujeres en la Asamblea Legislativa es una conquista de las
mujeres y del país vinculada a las propuestas de la despatriarcalización31.

Una última cuestión que me gustaría abordar en este punto es la referida a la ya mencionada
composición humana de la actual administración pública en Bolivia. En agosto de 2014, el Centro
de Investigaciones Sociales (CIS) de la Vicepresidencia del Estado publicó el libro Composición
social del Estado Plurinacional, hacia la descolonización de la burocracia en el que, a partir de tres
estudios de caso localizados en el Gobierno Autónomo Municipal de La Guardia (Santa Cruz de la
Sierra), la Gobernación Departamental de Chuquisaca y el Ministerio de Educación, se incluye un
apartado dedicado a analizar la situación de las mujeres en la administración pública boliviana
tanto en cuanto a su presencia cuantitativa como a los cambios cualitativos en éstas. Para la
elaboración de los análisis, la investigación toma como base la Encuesta a servidores públicos -
realizada por el propio CIS en 2013- que da cuenta de la composición por sexo y auto identificación
indígena en las tres instituciones públicas; los datos arrojados por la misma indican que, en 2013,
de 1.174 servidores y servidoras públicas, 671 (57,2%) eran hombres y 481 mujeres (42,8%). Al
respecto de estas últimas, un 34% se auto identificaba indígena.

Según las autoras del libro, “las mujeres han ingresado al Estado, al ejercicio de la política y, a
través de ello, al despliegue de la movilidad social, a partir de las organizaciones sindicales que han
gestado dentro de sus propios espacios de producción y reproducción” (Xoruco; Franco; Durán,
2014:148) en referencia a largos y sostenidos procesos de formación política desarrollados en sus
organizaciones sociales de base, más bien, territorial que, en los casos estudiados, tiene profunda
relación con la participación en el MAS-IPSP y con “el hecho de tener un presidente indígena”
(2014:150). Comparto con las autoras que la composición humana de la actual administración
pública boliviana (y, obviamente, del resto de los órganos del Estado) muestra un nuevo paisaje, si
se me permite utilizar esta metáfora, que, de alguna forma, “ha significado oponerse a una élite
que reaccionaba con discriminación y exclusión” (2014:150). No obstante, la presencia de las
mujeres en la administración pública ha de relativizarse cuando se incluye en el análisis la
perspectiva feminista.

En efecto, la modificación de la estructura de la división sexual del trabajo, cuestión fundamental


en el proceso de despatriarcalización, no ha ido paralela a la incorporación masiva de las mujeres
(y, de las mujeres indígeno campesinas principalmente) a la administración pública dado que el
mayor peso del trabajo reproductivo sigue recayendo en éstas. Unido a ello, las autoras indican
que “las condiciones experimentadas dentro del hogar” (2014:152), principalmente en aquellos
casos en los que las mujeres deben trasladarse de domicilio con la consecuente separación
familiar, suponen reacciones diversas y, el mantenimiento de sus puestos, en muchos casos, entra
en relación directa con el grado de responsabilidad reproductiva que asumen sus parejas,
cuestión, por otro lado, compartida por gran parte de las mujeres bolivianas que cuentan con un
empleo:

30
Comunicación personal con Carlos Guzmán, asesor en Cámara de Diputados (06/11/2015). También disponible en
http://www.diputados.bo/index.php/diputados/diputados1
31
Comunicación personal con Manuel Canelas, Diputado MAS-IPSP en la Asamblea Legislativa Plurinacional (05/11/2015).

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

Cuando las funcionarias públicas detentan grandes responsabilidades familiares por no contar con
la corresponsabilidad social de sus parejas, (…) suelen realizar dobles jornadas laborales (…). Esta
sobrecarga de trabajo productivo y reproductivo impide a las mujeres capacitarse
profesionalmente, adquirir nuevas habilidades para subir de jerarquía laboral (…), hecho que
impide el ascenso social de la familia (2014:154).

Sin embargo, el estudio no da cuenta del impacto (positivo, sin duda) de la mayor presencia de las
mujeres en la cultura y en el sentido común de la gestión pública y si dicha presencia podrá, en el
medio plazo, modificar resabios patriarcales que todavía es posible observar en el Estado
boliviano. En todo caso, es más que evidente la modificación de las vías de acceso de las mujeres a
la función pública que se ha producido en estos últimos años (más permeable y democrática) así
como la juventud de las mujeres que ingresan a lo público (según el estudio, el rango de edad
predominante de las mujeres es 21 a 40 años) y el mayor nivel educativo alcanzado ya que el “46%
de las funcionarias tiene licenciatura frente a un 43% de los funcionarios” (2014:47).

Un último apunte tiene que ver con la mayor o menor presencia de las mujeres en los diferentes
cargos; en este sentido, el estudio muestra una cierta diversidad: mientras que en jefaturas de
unidad, responsabilidades especializadas y profesionales no existe una diferencia significativa
entre los cargos ocupados por mujeres y los ocupados por hombres, los puestos administrativos y
auxiliares muestran una clara tendencia a la feminización y los puestos de técnico a la
masculinización. Es posible, entonces, observar una cierta división sexual del trabajo en la gestión
pública boliviana.

IV.

…Y las cosas
Los cambios en las relaciones de poder entre hombres y mujeres en los sistemas patriarcales se
pueden evidenciar, principalmente, a partir del análisis de la condición y posición concreta e
histórica de las segundas, en una sociedad y un territorio determinados, más allá de los
presupuestos narrativos y discursivos contenidos en las leyes y políticas públicas. En el punto
anterior he realizado un breve recorrido por los cambios habidos en el discurso narrativo público
en Bolivia vinculado a los presupuestos políticos de la despatriarcalización a partir de la
promulgación, en enero de 2009, de la Constitución Política del Estado; toca ahora analizar si
dichos cambios se evidencian (o no), tal y como este discurso promueve, en modificaciones de la
vida cotidiana, en este caso, de las mujeres bolivianas.

Para este, nuevamente, breve análisis32, he preferido obviar los datos ofrecidos por el Sistema de
Naciones Unidas para Bolivia (modificaciones en el Índice de Desarrollo Relativo a Género, en el
Índice de Potenciación de Género o en valores relacionados con los Objetivos de Desarrollo del
Milenio, por ejemplo) para centrarme en las informaciones derivadas de las fuentes nacionales
(bien oficiales, bien no oficiales) en los siguientes aspectos: violencia contra las mujeres por razón

32
Algunas de las informaciones mostradas en las próximas páginas han sido tomadas del documento “Marco Normativo e Institucional
y Compilación de Datos: situación y posición de mujeres y niñas en Bolivia”, elaborado por Celia Pérez y mi persona en Diciembre de
2014 (ver referencia completa en Bibliografía). Se han revisado las cifras, en lo posible, a octubre de 2015.

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de género33 y participación política. Esta selección de asuntos no se hace de forma aleatoria sino,
más bien, con la intención de evidenciar, precisamente, los claroscuros en la vida cotidiana de las
mujeres bolivianas; en efecto, uno de los aspectos –el más claro- que más se ha modificado en el
país en los últimos diez años ha sido el referido a la participación política de las mujeres en todos
los espacios formales posibles34: ejecutivo, legislativo, judicial y electoral así como en asambleas
departamentales y en espacios municipales, tal y como mostraré enseguida. El otro lado de la
moneda, el oscuro, es el referido al derecho de las mujeres bolivianas a vivir una vida libre de
violencia, aspecto éste nuclear o, más bien, neuronal, en la modificación de facto de las vidas
cotidianas de las mujeres diversas y en el socavamiento de las estructuras patriarcales hibridadas
con las coloniales.

Indudablemente, la aprobación de la Ley de Cuotas en 1997, medida de “afirmación positiva” a


favor de las mujeres, permitió influir en el acceso de éstas al ejercicio de sus derechos a ser
elegidas y a optar a cargos de representación pública. La ley, que establecía un 30% de mujeres en
listas de Parlamento y Senado, significó un salto cuantitativo y cualitativo en la presencia de
mujeres en estas instancias legislativas; en efecto,

(Salto) cuantitativo en relación al incremento de la participación de las mujeres, en su mayoría


indígenas en los diferentes niveles, en la actual gestión gubernamental, período en que se
expresaron la voluntad y decisión política para el cumplimiento de la paridad; y cualitativo en
cuanto al paulatino desarrollo de capacidades de las mujeres para su participación en espacios
públicos estatales y no estatales, tanto nacionales como locales, con un indicador visible como es la
importante emergencia de liderazgos femeninos (Coordinadora de la Mujer, 2011:26).

Como ya mostré en el punto anterior, la Constitución Política del Estado (y la Ley de Régimen
Electoral Transitoria), aprobada en Enero de 2009, incluye una serie de Artículos cuyo contenido
ampara los principios de equivalencia e igualdad de condiciones entre hombres y mujeres en la
opción a ostentar cargos de elección popular. Posteriormente, en Junio de 2010, se promulga la
Ley 026 de Régimen Electoral incluyendo, entre sus principios, la paridad y la alternancia en las
organizaciones políticas (el subrayado es mío):

Equivalencia. La democracia boliviana se sustenta en la equidad de género e igualdad de


oportunidades entre mujeres y hombres para el ejercicio de sus derechos individuales y colectivos,
aplicando la paridad y alternancia en las listas de candidatas y candidatos para todos los cargos de
gobierno y de representación, en la elección interna de las dirigencias y candidaturas de las
organizaciones políticas, y en las normas y procedimientos propios de las naciones y pueblos
indígena originario campesinos (Ley de Régimen Electoral, 2010).

La Ley, además, desarrolla, en su Artículo 11, la llamada “Equivalencia de Condiciones” mediante


la cual se garantiza el principio de “equidad de género e igualdad de oportunidades entre mujeres
y hombres” (Ley 026, 2010) con obligatoriedad de cumplimiento por parte de cualquier
organización política que desee participar en los procesos electorales (el subrayado es mío):

a) Las listas de candidatas y candidatos a Senadoras y Senadores, Diputadas y Diputados,


Asambleístas Departamentales y Regionales, Concejalas y Concejales Municipales, y otras

33
No se incluyen datos de trata y tráfico de mujeres, adolescentes y niñas ni de violencia sexual comercial.
34
Se obvia, por motivos de alcance y extensión, un análisis respecto de la presencia de las mujeres en organizaciones sociales,
sindicales, gremiales y de otro tipo. Para ello, sería necesario una más amplia indagación de la que aquí se está haciendo.

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autoridades electivas, titulares y suplentes, respetarán la paridad y alternancia de género entre


mujeres y hombres, de tal manera que exista una candidata titular mujer y, a continuación, un
candidato titular hombre; un candidato suplente hombre y, a continuación, una candidata suplente
mujer, de manera sucesiva.

b) En los casos de elección de una sola candidatura en una circunscripción, la igualdad, paridad y
alternancia de género se expresará en titulares y suplentes. En el total de dichas circunscripciones
por lo menos el cincuenta por ciento (50%) de las candidaturas titulares pertenecerán a mujeres.

c) Las listas de las candidatas y candidatos de las naciones y pueblos indígena originario
campesinos, elaboradas de acuerdo a sus normas y procedimientos propios, respetarán los
principios mencionados en el parágrafo precedente.

Sin embargo, la Ley 026 no afectó a la gestión parlamentaria 2010-2014 ya que las Elecciones
Generales se desarrollaron en Octubre de 200935, si bien en las Elecciones Presidenciales de
Octubre 2014 y en las Elecciones Subnacionales de Marzo de 2015, el Tribunal Supremo Electoral
veló por su cumplimiento: se emitió una reglamentación específica con el fin de dar prioridad a las
mujeres en las listas para garantizar la paridad de representación entre los sexos, fijando cuatro
fórmulas que permitieron la alternancia en las candidaturas a cargos electivos en el Legislativo, en
organismos supranacionales y en gobiernos autónomos subnacionales (departamentos y
alcaldías)36 37:

Tabla 4. Composición por sexo de la Asamblea Legislativa Plurinacional. Elecciones Presidenciales 2009 y 2014

Composición por sexo de la Asamblea Legislativa Plurinacional


Elecciones Presidenciales 2009 y 2014
Cargo Hombres Mujeres Total

Año 2009 2014 2009 2014 2009 2014

Total Senadores/Senadoras 19 20 17 16 36 36
Porcentaje 53% 55,6% 47% 44,4% 100% 100%
Total Diputados/Diputadas 100 64 30 66 130 130
Porcentaje 77% 49,2% 23% 50,7% 100% 100%
Total Asamblea Legislativa 119 84 47 82 166 166

Porcentaje 71,68% 50,6% 28,31% 49,3% 100% 100%

Fuente: Tribunal Supremo Electoral, 2010-2014.

La distribución de escaños resultante de las Elecciones Presidenciales de Octubre de 2014 muestra


un porcentaje de 44,44% (16) de mujeres en el Senado y de 50,7% (66) en la Cámara de Diputados

35
No obstante, tanto la Constitución Política del Estado como la Ley de Régimen Electoral Transitoria, aprobadas ambas en 2009,
incluyen diversos artículos que hacen mención a la equivalencia y la igualdad de condiciones entre hombres y mujeres.
36
La nueva fórmula del TSE, cuya base se encuentra en el Artículo 11 de la Ley de Régimen Electoral de 2010, consiste en un sistema
informático que obliga la inscripción del 52% de mujeres en las listas de candidatos y candidatas titulares al Senado y Diputados de los
partidos que participaron en las Elecciones del 12 de octubre (Coordinadora de la Mujer, 2014). Según esta fórmula, las mujeres
hubieran tenido que alcanzar 88 de 166 representaciones en la Asamblea Legislativa (equivalentes al 52%).
37
http://www.coordinadoradelamujer.org.bo/observatorio/index.php/destacado//mostrar/id/485/boton/2/sub/1/tem/2

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y Diputadas. Los 166 escaños de la Asamblea Legislativa Plurinacional para la Gestión 2015-2019
están distribuidos entre un 49,3% (82) de mujeres y un 50,6% (84) de hombres. Según el Mapa
Mujeres en la Política 2014, elaborado por la Unión Interparlamentaria y ONU Mujeres38, estas
cifras colocan a Bolivia en el tercer lugar del mundo en participación política de las mujeres en
cargos parlamentarios, tras Ruanda y Andorra, pasando a ascender 48 puestos (150 países
medidos) respecto de su situación al 1 de Enero de 2014 y superando, incluso, la media regional
de Países Nórdicos (42,1%) para esta misma medición.

Aunque a lo largo de estos años se han dado grandes cambios en la participación y representación
formal de las mujeres en los gobiernos departamentales y municipales, durante la finalizada
gestión gubernamental municipal (2010-2014) las mujeres todavía habían sido desplazadas, en
mayor número, a las suplencias, siendo un 73% frente a un 27% de varones suplentes (Conexión,
2014). Esta situación se modifica en las Elecciones Subnacionales de marzo de 2015, en las que se
aplica la Ley 026 además de la reglamentación específica39, de tal forma que las mujeres
representan actualmente el 51% de concejalías titulares y el 8,5% de las alcaldías del país; estos
porcentajes suponen un relativo aumento respecto de la gestión municipal anterior (43%
concejalías y 6,5% alcaldías). Datos de la Asociación de Concejalas de Bolivia (ACOBOL), de la
Coordinadora de la Mujer y del Tribunal Supremo Electoral referidos a las Elecciones
Subnacionales de 2015 indican, en efecto, un claro predominio masculino en las alcaldías
municipales aunque, obviamente, al aplicarse la legislación y, gracias a la vigilancia del movimiento
de mujeres, el porcentaje de mujeres concejalas ha aumentado hasta llegar a la paridad
cuantitativa entre los sexos:
40
Tabla 5. Composición por sexo de los Consejos Municipales. Elecciones Subnacionales de 2010 y 2015

Composición por sexo de los Concejos Municipales


Elecciones Subnacionales 2010 y 2015
Cargo Hombres Mujeres Total

Año 2010 2015 2010 2015 2010 2015

Concejales/Concejalas 1.045 997 786 1.028 1.831 2.025

Porcentaje 57,07% 49,23% 42,93% 50,77% 100% 100%

Fuente: Tribunal Supremo Electoral, 2010-2015, Coordinadora de la Mujer, 2015 y ACOBOL, 2015.

Los datos referidos a los Gobiernos Autónomos Departamentales muestran la misma tendencia
que los municipales; en efecto, si bien tanto en las Elecciones Subnacionales de 2010 y 2015
ninguna mujer fue elegida gobernadora41, la presencia de mujeres en las Asambleas
Departamentales aumentó sustantivamente debido, como ya indiqué más arriba, a la aplicación
de la nueva legislación y a la vigilancia del movimiento de mujeres:

38
El Mapa puede ser consultado en: http://www.ipu.org/pdf/publications/wmnmap14_sp.pdf
39
El Tribunal Supremo Electoral publicó, en la primera semana de Diciembre 2014 (tres meses antes de las Elecciones Subnacionales de
2015), un Reglamento de Elaboración de Candidaturas
40
En 2010 el total de municipios existentes en el país era de 336, mientras que en 2015 es de 339.
41
En las Elecciones Subnacionales de 2015, tan solo tres mujeres fueron candidatas.

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42
Tabla 6. Composición por sexo de las Asambleas Departamentales. Elecciones Subnacionales de 2010 y 2015

Composición por sexo de las Asambleas Departamentales


Elecciones Subnacionales 2010 y 2015
Cargo Hombres Mujeres Total

Año 2010 2015 2010 2015 2010 2015

Asambleístas Departamentales 191 149 76 123 267 272

Porcentaje 71,53% 54,77% 28,47% 45,22% 100% 100%

Fuente: Tribunal Supremo Electoral, 2010-2015, Coordinadora de la Mujer, 2015 y ACOBOL, 2015.

Según datos del Ministerio de Comunicación de Bolivia, en el Órgano Ejecutivo existen


actualmente 21 carteras ministeriales de las cuales 15 están dirigidas por hombres y 6 por
mujeres43, es decir el 72% y el 28% respectivamente. No obstante, al inicio de la anterior
legislatura (2010-2014) la presencia de mujeres en el Gabinete Ministerial era paritaria, si bien
sucesivas reformas implicaron una reducción muy significativa en el número de mujeres ministras:

Tabla 7. Presencia de mujeres en gabinetes ministeriales en el periodo 2006-2015.

Gestión N° de Carteras Número de % Mujeres


Gubernamental Ministeriales Mujeres
2006-2009 20 4 20%
2010-2011 20 10 50%
2012-2013 20 7 35%
2013-2014 21 7 33%
2015 (Febrero-Agosto) 21 7 33%
2015 (Agosto-Octubre) 21 6 28%

Fuente: Coordinadora de la Mujer y Ministerio de Comunicación (2006-2015)

En el Órgano Judicial44, de 28 Autoridades elegidas en las Elecciones Judiciales de 2011, 16 son


hombres (57%) y 12 son mujeres (43%). El mayor porcentaje, en 2011, se concentraba en
el Tribunal Constitucional Plurinacional (presidido por un hombre) con 57%, le seguía el Tribunal
Agroambiental (presidido por un hombre) con 43%, muy cerca el Consejo de la Magistratura con
40% (presidido por una mujer) y, finalmente, con 33% el Tribunal Supremo de Justicia (presidido
por un hombre45)46. En la actualidad (2015), estos datos han tenido muy pocas variaciones y tan
solo el Tribunal Constitucional Plurinacional ha modificado sus porcentajes por cambios sucedidos
en el período:

42
En 2010 el total de municipios existentes en el país era de 336, mientras que en 2015 es de 339.
43
Ocupan actualmente las carteras de Desarrollo Productivo y Economía Plural, Justicia, Salud, Medio Ambiente y Agua, Transparencia
Institucional y Lucha contra la Corrupción y Comunicación.
44
El Órgano Judicial de Bolivia está compuesto por el Tribunal Supremo de Justicia, el Tribunal Constitucional Plurinacional, el Tribunal
Agroambiental y el Consejo de la Magistratura.
45
A mediados de octubre de 2015 el Presidente del TSJ hasta la fecha presentó su dimisión y, a principios de noviembre, el organismo
ha elegido a un hombre como presidente.
46
El Tribunal Supremo de Justicia alberga al Comité de Género del Órgano Judicial de Bolivia, en el que participan la totalidad de
magistradas de los tres tribunales y del Consejo de la Magistratura. El Comité fue creado en 2014.

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Tabla 8. Porcentaje de mujeres en el Órgano Judicial, Elección 2011 y composición actual (2015)

Órgano Judicial % Mujeres (Electas en 2011) % Mujeres (Octubre 2015)

Tribunal Agroambiental (7 mag.) 42,8% (3 mujeres) 42,8% (3 mujeres)


Consejo de la Magistratura (5 mag.) 40% (2 mujeres) 40% (2 mujeres)
Tribunal Constitucional Plurinacional (7 mag.) 42,8% (3 mujeres) 28,5% (2 mujeres)
Tribunal Supremo de Justicia (9 mag.) 33% (3 mujeres) 33% (3 mujeres)

Fuente: Elaboración propia en base a Coordinadora de La Mujer (2013) y web institucionales (2015)

Por último, en el Tribunal Supremo Electoral, la distribución actual tras el último proceso de
elección parlamentaria de sus miembros, es de 3 hombres (43%) y 4 mujeres (57%), siendo la
presidenta una mujer47. En este último caso, una Reglamentación para la Elección de Vocales
emitida al efecto por la Asamblea Legislativa Plurinacional48 indica, en su Artículo 11, una serie de
condiciones habilitantes para garantizar la paridad cuantitativa entre los sexos:

De no cumplirse la habilitación, después de la verificación de requisitos, de al menos tres mujeres


y/o al menos dos personas de origen indígena originario campesino, a tiempo de dar a conocer el
listado de postulaciones habilitadas, la Comisión Mixta de Constitución ampliará el plazo para
recepción de postulaciones de mujeres y personas de origen indígena originario campesino por
cinco (5) días.

Esta previsión no supondrá la paralización de las siguientes etapas establecidas en el presente


Reglamento para el resto de las postulaciones habilitadas.

En otro orden de cosas, más allá de los datos, las mujeres siguen afrontando serias dificultades en
el ejercicio de sus derechos políticos claramente vinculados a la discriminación que se deriva del
sistema patriarcal. En este sentido, el acoso político que viven las mujeres en cargos de elección
popular, en sus diferentes formas, reviste violencias de diferente tipo e intensidad. El acoso se se
configura como una de las formas más evidentes de mantener a las mujeres excluidas de la esfera
público-política y se presenta como

una expresión de la violencia contra las mujeres, (el cual) se concreta sobre la base de relaciones
desiguales de poder, la estigmatización de la mujer en condición de inferioridad y la discriminación
de la que son objeto en el espacio local (Coordinadora de la Mujer, 2011:30).

En el año 2000, varias organizaciones sociales y redes de mujeres presentaron un Anteproyecto de


Ley contra el acoso y la violencia política en razón de género, introduciendo la tipificación de este
hecho como delito. Tras más de una década, la Ley 243 contra el Acoso y Violencia Política fue
aprobada y promulgada en 2012 estableciendo medidas de denuncia, tratamiento, prevención y
sanción. En todo caso, sigue resultando necesario “analizar no solamente los avances normativos
sino también las prácticas asociadas a los procesos electorales para determinar de qué modo

47
Las y los magistrados del Tribunal Supremo Electoral fueron elegidas y elegidos en las Elecciones Judiciales de 2011; sin embargo, en
2015 se produce la dimisión completa de las y los mismos y se desarrolla, de la mano de la Asamblea Legislativa Plurinacional, un
proceso selectivo a partir de la postulación libre de ciudadanos y ciudadanas en base a criterios meritocráticos.
48
Puede consultarse en línea en: http://www.diputados.bo/index.php/noticias/2178-reglamento-para-la-designacion-de-vocales-del-
tribunal-supremo-electoral

33
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incentivan o desincentivan la participación política femenina en Bolivia” (Albaine, 2010; cit. en


Rojas, 2012:53).

A más de tres años de la promulgación de la Ley 243 sigue existiendo una elevada impunidad en
cuanto a la sanción de las personas que ejercen acoso y violencia política hacia las mujeres; en
efecto, según datos parciales de la Asociación de Concejalas de Bolivia, ACOBOL (septiembre,
2014), de los 272 casos reportados en los últimos años (2010 a 2014), 72 se encuentran en
proceso de investigación por alguna vía y únicamente 13 han sido resueltos (9 por vía
administrativa y 4 por vía constitucional). Sin embargo, los casos más graves de feminicidio en
mujeres electas por voto popular todavía no han sido resueltos por la vía penal49. Si se tiene en
cuenta que en la gestión municipal 2010-2014 el total de mujeres municipalistas era de 808
(concejalas, 786 y alcaldesas, 22), es fácil entender la magnitud de la violencia y el acoso político
sobre éstas: el 33,6% de las mujeres municipalistas han sufrido, en la pasada gestión, alguna forma
de violencia y acoso político. Todavía no existen en el país estudios en profundidad que den
cuenta de casos de acoso y violencia política en la totalidad de órganos del Estado en los que sus
representantes lo son por elección popular; me refiero a diputadas, senadoras, asambleístas
departamentales y magistradas de los órganos judicial y electoral, principalmente, por lo cual no
es posible establecer datos exactos que refieran la magnitud completa de la violencia política
sobre las mujeres en el ejercicio de sus cargos.

La realización de la Encuesta Preelectoral50 a mediados de 2014 da muestras de que en la sociedad


boliviana siguen existiendo profundos estereotipos en cuanto a la participación política de las
mujeres y, en el debate de ciertas leyes -como la legalización de la interrupción voluntaria del
embarazo-, su opinión sigue sin tenerse en cuenta por lo que el reto es incidir en modificar este
sentido común patriarcal no solamente garantizando la participación cuantitativa de éstas, sino su
poder de decisión51. En este sentido, uno de los mecanismos de exigibilidad social y
cuestionamiento de los límites de la democracia actual ha sido la construcción de la Agenda
Política desde las Mujeres, documento en el que se recogen los ejes necesarios para avanzar en la
democratización y despatriarcalización de las relaciones en las organizaciones políticas52. El
documento, que nace a fines de 2014 de la articulación de un conjunto de organizaciones sociales
y feministas en Bolivia, propone una serie de actuaciones necesarias para fundamentar la
participación política de las mujeres en términos de no discriminación e igualdad de condiciones y,
principalmente, con el fin de hacer más plausibles los preceptos narrativos de la
despatriarcalización en el país.

49
Información recogida de la entrevista personal a Jessy Marcela López. Directora Ejecutiva ACOBOL (Diciembre, 2014) y Boletín n° 7 de
ACOBOL (diciembre 2014).
50
Encuesta aplicada por IPSOS, Opinión y Mercado a 3.000 personas (1.506 mujeres y 1.494 varones) entre el 2 y el 18 de julio de 2014
y distribuida entre las diez ciudades más pobladas del país y ochenta y ocho comunidades rurales. Los resultados respondieron a dos
preguntas: “¿Preferiría votar por un hombre o una mujer (como representante a la Asamblea Legislativa)?” y “Entre un hombre y una
mujer quien considera que, a) tiene mayor capacidad de hacer leyes; b) es mejor para lucha contra la corrupción; y c) es mejor siendo
una persona menos abusiva”.
51
Información recogida de la entrevista a Cecilia Enríquez, exDirectora del Centro Gregoria Apaza (El Alto, Bolivia).
52
Los cinco ejes estratégicos de actuación son: 1) Democratización del poder y participación política de las mujeres; 2) Desmontaje
cultural, simbólico y material del patriarcado y nueva institucionalidad para las mujeres; 3) Garantías y condiciones para el ejercicio del
derecho a vivir libres de violencia; 4) Autonomía y autodeterminación de los cuerpos de las mujeres: reconocimiento y condiciones para
el ejercicio de los derechos sexuales y derechos reproductivos; y 5) Autonomía económica de las mujeres, acceso equitativo a recursos,
ingresos, trabajo, oportunidades, reconocimiento de su aporte económico y revalorización del trabajo doméstico y de cuidado.

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Por último, una cuestión a la que hay que prestar más atención es la referida al problema, si se
puede llamar así, de las mujeres en el Estado: ¿qué ha cambiado, en las estructuras formales e
informales de relacionamiento político partidario teniendo en cuenta la mayor presencia de
mujeres en estos espacios?; o bien, ¿hacen las mujeres la diferencia cuando se encuentran
ocupando -de forma casi paritaria, cuantitativamente hablando, como pasa actualmente en
Bolivia- posiciones de representación político partidaria?. En este sentido, me declaro más bien
escéptica, no por simple intuición sino porque es evidente que en el país existen principios
fundamentales de actuación en la representación público política que no se han modificado en
estos diez últimos años; es decir, porque se siguen manteniendo las estructuras institucionales
tradicionales que son herederas directas del Estado colonial y patriarcal propio de los momentos
republicanos y neoliberales a pesar de los evidentes cambios legislativos y normativos (sin ir más
lejos, tan sólo una breve mirada a las cifras de acoso y violencia política sobre las mujeres
municipalistas me hacen sospechar).

Con esto no quiero decir, evidentemente, que las mujeres no deban estar en el Estado, más al
contrario: su presencia es elemental y esencial. La pregunta es, más bien, ¿ocupar el Estado por
parte de las mujeres es condición o garantía sine qua non para modificar sus estructuras?; o,
quizás, poder ir más lejos preguntándome, ¿está el Estado boliviano “listo” para recibir una
presencia paritaria de mujeres?. La literatura feminista ha tenido y tiene un gran debate al
respecto y es urgente poder manejar este debate en la Bolivia actual desarrollando más y mejor
investigación que dé cuenta de este problema que, obviamente, va más allá de la mera presencia
cuantitativa de las mujeres en puestos de representación popular proponiendo una modificación,
de hecho, en las estructuras administrativas, normativas y de relaciones de poder político
partidario.

La violencia contra las mujeres por razón de género representa lo que he llamado más arriba el
lado oscuro de la moneda en el actual proceso de cambio boliviano: un sinfín de actos
profundamente violentos se cometen cotidianamente en contra de mujeres, adolescentes y niñas,
sin embargo se encuentran bien encubiertos por estereotipos y conceptos erróneos, mitos y
sentido común social ampliamente permisivo que actúan como barreras que evitan que la
sociedad reconozca el alcance y la magnitud de este gravísimo problema y que, de manera conexa,
no se tomen medidas serias para desarticular la estructura patriarcal subyacente en la violencia
por razón de género. Algunos grupos de mujeres son particularmente más vulnerables a la
violencia, en el caso de Bolivia, sobre todo por su origen indígena, afro descendiente, de baja
condición socioeconómica y de zonas rurales donde “la feminización de la pobreza sigue siendo
una realidad que se constituye en violencia económica y determina otras violencias contra las
mujeres” (CIDEM, 2014:3), si bien varias organizaciones feministas alertan de la, más bien,
encubierta violencia contra mujeres de clases medias y altas y relacionan este encubrimiento con
el hecho de que un mayor porcentaje de casos denunciados se correspondan con mujeres con las
condiciones de vida descritas anteriormente. La violencia contra las mujeres por razón de género,
por tanto, se manifiesta en torno a rasgos claramente determinados que, además, condicionan las
formas de encararla y su reproducción (Conexión, 2012:4-5):

i) Las mujeres como sujetos de disciplinamiento social y del cuerpo, en tanto existe un control
masculino de la sexualidad y de la capacidad reproductiva de éstas.

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ii) La reproducción de un sistema patriarcal, con dominio de clase y cultural, que asume un
tratamiento subordinado, desvalorizado y discriminatorio de la víctima por ser mujer y, con mayor
gravedad, si es niña e indígena.

iii) Un sistema judicial que no ha logrado tener los alcances institucionales para procesar con justicia
estos casos, por su corte patrimonialista y por las dificultades asociadas a la falta de coherencia y
claridad normativa.

iv) Una cultura cotidiana de encubrimiento y de naturalización de la violencia, que fluye con fuerte
contenido de prejuicios de género y étnico-culturales.

v) La persistencia de formas antiguas y la emergencia de nuevas formas de ejercicio de la violencia.

La violencia contra las mujeres en Bolivia es generalizada, siendo el país latinoamericano con el
nivel más alto de violencia física y el segundo, después de Haití, en violencia sexual53 y, además,
muestra un aumento progresivo en el número de feminicidios54. Tal y como señala un estudio de
la Asamblea General de la ONU (2006) sobre todas las formas de violencia contra las mujeres,

la categorización de la violencia contra la mujer como una cuestión de derechos humanos tiene
importantes consecuencias. El reconocimiento de que la violencia contra la mujer es una violación
de derechos humanos clarifica las normas vinculantes que imponen a los Estados las obligaciones
de prevenir, erradicar y castigar esos actos de violencia y los hacen responsables en caso de que no
cumplan tales obligaciones (ONU, 2006:21).

Este hecho apunta al urgente y necesario compromiso del Estado boliviano para tomar todas las
medidas posibles orientadas a responder a la violencia contra las mujeres con el fin de respetar,
proteger, promover y cumplir los derechos humanos de todas y de todos. Datos aportados
recientemente por diversos estudios (ONU Mujeres, OMS/OPS, 2012) dan cuenta de que, en el
país, siete de cada diez mujeres son víctimas de algún tipo de violencia en sus hogares, con graves
consecuencias para su salud física y emocional: un 70% de las mujeres son víctimas de alguna
forma de violencia sexual, psicológica, física o económica y, en un 75% de los casos, la violencia
tiende a ser repetitiva y no suele ser denunciada por las víctimas. Por su parte, datos recogidos por
el Observatorio de Género de la Coordinadora de la Mujer, la situación de violencia por razón de
género en Bolivia es preocupante porque55:

 7 de cada 10 mujeres en el país han sufrido algún tipo de violencia (OMS/OPS, 2012).

 Una mujer muere cada tres días víctima de feminicidio en Bolivia (CIDEM, 2012). El feminicidio
infantil y adolescente está en aumento: entre enero y junio de 2012, 37,21% de las víctimas tenía
hasta 20 años.

53
Recogido del informe: “El Compromiso de los Estados: Planes y políticas para erradicar la violencia contra las mujeres en América
Latina y el Caribe” del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo PNUD y ONU Mujeres (2013).
54
La antropóloga feminista mexicana Marcela Lagarde, quien habla de “feminicidio”, le dio una connotación política al concepto al
identificarlo como genocidio contra las mujeres haciendo referencia a una estructura estatal y judicial que avala estos crímenes,
generando impunidad (CLADEM, 2008:11).
55
Observatorio de Género. Coordinadora de la Mujer en Bolivia. Disponible en:
http://www.coordinadoradelamujer.org.bo/observatorio/index.php/generalsim/principal/boton/1/sub/23/tem/1

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 De cada 10 personas que acuden a los Servicios Legales Municipales (SLIM), 9 son mujeres,
incluidas niñas, que sufrieron agresiones físicas, psicológicas, sexuales y económicas (INE, VIO,
2010).

 12 denuncias de violencia sexual contra mujeres adultas y niñas por día han sido registradas en 4
instituciones públicas y 7 privadas de las capitales de 6 departamentos del país y El Alto
(Observatorio de Género, Coordinadora de la Mujer). De los registros de denuncias que contenían
la edad de las víctimas, más de la mitad eran menores de edad (un equivalente al 62%).

 No existen datos denunciados ni estadísticas sistematizadas sobre proxenetismo y violencia sexual


comercial (Presentación Diagnóstico sobre Violencia Sexual Comercial, ICC-Kerk in Aktie).

 Más del 50% de las mujeres entrevistadas en un estudio reciente de ONU Mujeres (2012) sobre
percepciones de las bolivianas en torno al ejercicio de derechos, declararon frecuente o muy
frecuente la violencia sobre ellas en su círculo familiar o cercano.

 Siete de cada diez personas de las poblaciones TLGB, han sido víctimas de amenazas e insultos
como la forma más común de agresión, seguida de humillación y golpizas, especialmente a la
población transexual. Solo una de cada siete personas LGBT, denuncia los actos de violencia de las
que son víctimas y sólo una de cada diez la vulneración de sus derechos.

Además, en el país se enfatiza en los casos de violencia más visibles, como la física y la sexual,
donde las formas de aproximación han privilegiado la violencia intrafamiliar, lo que tiende a la
invisibilización de otras formas de violencia que sufren las mujeres como la política, la económica
o la institucional (Conexión, 2012). Esta situación comienza a modificarse muy lentamente en el
año 2013 con la aprobación, en marzo, de la Ley Integral para Garantizar a las Mujeres una Vida
Libre de Violencia (Ley 348)56. La Ley pasa a definir la erradicación de la violencia como una
prioridad nacional y como un importante problema de salud pública, desde un enfoque de
prevención, protección de las mujeres en situación de violencia y la sanción de los agresores,
reconociendo dieciséis tipos de violencia y estableciendo el feminicidio como delito penal57. Aún
así, “los datos de feminicidio y pese a su incorporación como delito en el Código Penal (a través de
la citada ley) continúan siendo alarmantes, a lo que se adiciona que el 97% de los mismos queda
en la impunidad”58 (CIDEM, 2014:2).

En todo caso, la Ley 348 supone un salto cualitativo de gran importancia en el país para mejorar el
ciclo de atención a la violencia contra las mujeres en Bolivia al dar un paso hacia la integralidad
(sólo 8 países de América Latina cuentan con leyes integrales contra la violencia llamadas, en la
literatura especializada, “leyes de segunda generación”) y al reconocer el feminicidio como delito
penado con la máxima condena permitida en el país (además de la ley boliviana, sólo 8 países de
América Latina reconocen el feminicidio como delito penal y, en la totalidad de los casos, éste es
penado con la máxima condena permitida en el país). Un breve estudio comparativo de las leyes
existentes en otros 18 países de América Latina da cuenta de la vanguardia legislativa boliviana en
este sentido:

56
Esta ley es fruto de la presentación del Proyecto de Ley Integral contra la Violencia que años atrás había realizado el Viceministerio de
Igualdad de Oportunidades -en alianza con el movimiento de mujeres y feminista- al Presidente de la Asamblea Plurinacional.
57
Observatorio de Género. Recogido de la Coordinadora de la Mujer en Bolivia. Disponible en
http://www.coordinadoradelamujer.org.bo/observatorio/index.php/marco/mostrar/boton/1/sub/19/id/245/idps/25/tem/1
58
La impunidad es una de las principales características que rodean a la violencia sexual. Del 100% de los expedientes de casos
revisados en materias relacionadas con los derechos de las mujeres, el 71,2% fue rechazado por los fiscales por falta de pruebas y de
éste el 41% corresponde a delitos sexuales (Informe Defensoría del Pueblo, 2013:30).

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Tabla 9. Comparación legislativa existente en América Latina referida a violencia contra las mujeres por razón de género

País Ley Año Elementos centrales


Argentina Ley 26485, de 2009 Es una Ley Integral. Se alinea con las Convenciones de Belém
Protección Integral do Pará y Derechos de los Niños y reconoce todas las formas
para prevenir, de violencia (directa o indirecta), tanto en el ámbito público
sancionar y erradicar la como privado y basada en una relación de poder. Incluye la
violencia contra las violencia contra las mujeres perpetrada por el Estado o sus
mujeres en los ámbitos agentes. Reconoce los siguientes tipos: física, sexual,
en que se desarrollen psicológica, económica y patrimonial y simbólica. Reconoce las
sus relaciones siguientes modalidades: doméstica, institucional, laboral,
interpersonales contra la libertad reproductiva, obstétrica y mediática. Crea el
Observatorio de la Violencia contra las Mujeres. No se
reconoce el feminicidio como tipo penal específico. Aún no
posee Reglamento.
Brasil Ley Federal 11.3406, 2006 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Define la
Contra la Violencia violencia doméstica y familiar contra las mujeres. Establece las
doméstica y familiar formas de la violencia doméstica contra las mujeres como
contra la mujer, más física, psicológica, sexual, patrimonial y moral. Determina la
conocida como Ley violencia doméstica contra las mujeres independientemente
María da Penha de su orientación sexual. Determina que las mujeres solamente
podrán renunciar a la denuncia ante el juez o la jueza. Modifica
el código de proceso penal para permitirle al juez o la jueza
decretar la prisión preventiva cuando haya riesgos para la
integridad física o psicológica de las mujeres. Determina la
creación de juzgados especiales de violencia doméstica y
familiar contra las mujeres con competencia civil y criminal
para abarcar las cuestiones de familia derivadas de la violencia
contra las mujeres. No se reconoce el feminicidio como tipo
penal específico.
Chile Ley 20.066, de 2005 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Establece
Violencia intrafamiliar las formas de la violencia doméstica como físicas y psicológicas
e incluye a otras/otros miembros de la familia. Se castiga, en
función de su gravedad, con multa económica y contempla
medidas de protección y/o cautelares. No se reconoce el
feminicidio como tipo penal específico.
Colombia Ley 1257, Por la cual se 2008 Es una Ley Integral. Reconoce y garantiza el derecho de las
dictan normas de mujeres a vivir una vida libre de violencia. Reconoce la
sensibilización, violencia en los ámbitos privado y público. Se alinea y reconoce
prevención y sanción la CEDAW y la Convención Belém do Pará. Reconoce la
de formas de violencia violencia física, sexual, psicológica, patrimonial y económica.
y discriminación contra Incorpora medidas de sensibilización, educación y prevención,
las mujeres laborales y de salud. No se reconoce el feminicidio como tipo
penal específico.
Ley 1761, Por la cual se 2015 Es una Ley específica para la tipificación penal del delito de
crea el tipo penal de feminicidio que complementa y modifica la Ley 1257 de 2008.
feminicidio como Modifica, para ello, el Código Penal y establece el principio de
delito autónomo y se la debida diligencia para su investigación y sanción. Incluye la
dictan otras obligatoriedad de formación específica y especializada para
disposiciones. “Ley servidores y servidoras públicas con competencias de las ramas

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Rosa Elvira Cely” ejecutiva y judicial en género, Derechos Humanos o Derecho


Internacional Humanitario. Establece un mandato específico
para la adopción de un Sistema Nacional de Estadísticas sobre
Violencia basada en Género así como un Sistema Nacional de
Recopilación de Datos en coordinación con el Ministerio de
Justicia y del Derecho y el Instituto de Medicina Legal y
Ciencias Forenses. La pena máxima podrá llegar a 41 años.
Costa Rica Ley 8589, de 2007 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Reconoce la
Penalización de la violencia física, sexual, psicológica y patrimonial contra las
Violencia contra las mujeres mayores de edad. Reconoce la jurisprudencia de
Mujeres CEDAW y Convención Belém do Pará. Los delitos son de acción
pública. Reconoce el feminicidio con tipo penal específico
castigado hasta con 35 años de prisión.
Cuba No existe ley específica

Ecuador Ley 103, Contra la 1995 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Reconoce la
Violencia a la Mujer y violencia física, sexual y psíquica contra las mujeres y
la Familia otros/otras miembros de la familia. Reconoce la posibilidad de
la conciliación. No se reconoce el feminicidio como tipo penal
específico. Cuenta con un Reglamento aprobado en 2004.
Código Orgánico 2014 Reforma del Código Orgánico Integral Penal para introducir,
Integral Penal entre otros, el tipo penal de feminicidio, con pena privativa de
libertad de 20 a 26 años, así como una revisión de las penas
correspondientes a violencia física, sexual y psicológica contra
las mujeres, el acoso sexual, la violación y los delitos contra la
integridad sexual y reproductiva.
El Salvador Decreto N° 520, Ley 2011 Es una Ley Integral. Reconoce el derecho de las mujeres a una
Especial Integral para vida libre de violencia tanto en el ámbito público como
una Vida Libre de privado. Contempla los siguientes tipos de violencia:
Violencia para las económica, feminicida (tipo penal específico con sanción de 20
Mujeres a 35 años y, si es agravado, hasta 50 años de prisión), física,
psicológica y emocional, patrimonial y simbólica. Considera las
siguientes modalidades de violencia: comunitaria, institucional
y laboral. Se alinea y reconoce la CEDAW y la Convención
Belém do Pará, además de la Convención sobre los Derechos
del Niño. Crea una Comisión Técnica Especializada de la que
forman parte el Órgano Judicial, diversos Ministerios y la
Presidencia de la República. Se atribuyen responsabilidades a
los Ministerios de Educación, Salud Pública, Gobernación y
Trabajo. Establece competencias descentralizadas entre los
diversos niveles administrativos del Estado. Crea el Sistema
Nacional de Datos, Estadísticas e Información de Violencia
contra las Mujeres. De interés especial es la tipificación del
delito de “Suicidio Feminicida por Inducción o Ayuda”, penado
con prisión de cinco a siete años.
Guatemala Decreto N° 22-2008, 2008 Es una Ley Integral. Garantiza la vida y la integridad de las
Ley contra el mujeres, tanto en el ámbito público como privado. Reconoce
Feminicidio y otras los siguientes tipos de violencia: física, sexual, económica,
formas de violencia psicológica o emocional y feminicidio (tipo penal específico con
contra la mujer sanción de 25 a 50 años de prisión). Todos los delitos son de

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acción pública. No reconoce la conciliación ni la invocación a


costumbres o tradiciones culturales o religiosas. Crea la
Coordinadora Nacional para la Prevención de la Violencia así
como el Sistema Nacional de información sobre violencia en
contra de la mujer.
Honduras Decreto 205-2005, 2005 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. La Ley
Reforma a la Ley original (de 1995) fue reformada en un porcentaje altísimo si
Contra la Violencia bien mantiene el carácter de violencia doméstica. Reconoce la
Doméstica violencia física, psicológica, sexual y patrimonial o económica.
Es de orden público y se alinea con CEDAW y Convención
Belém do Pará. No se reconoce el feminicidio como tipo penal
específico.
México Ley General de Acceso 2007 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Su
de las Mujeres a una importancia radica en que establece los lineamientos jurídicos
Vida Libre de Violencia y administrativos con los cuales el Estado intervendrá en todos
sus niveles de gobierno, para garantizar y proteger los
derechos de las mujeres a una vida libre de violencia. Clasifica
la violencia en psicológica, física, sexual, patrimonial y
económica. Asimismo determina los ámbitos donde ocurre,
como también el señalamiento expreso de la violencia
feminicida como situación extrema de la violencia.
Nicaragua Ley 779, Integral 2012 Es una Ley Integral. Garantiza a las mujeres el derecho a una
contra la violencia vida libre de violencia. Reconoce la violencia en el ámbito
hacia las Mujeres y público y privado. Contempla los siguientes tipos: misoginia,
Reformas de la Ley 641 feminicidio (tipo penal específico con sanción de 15 a 25 años
“Código Penal” de prisión según sea ejercido en el ámbito público o privado),
violencia física, psicológica, sexual y patrimonial o económica,
violencia laboral y violencia ejercida contra la mujer en su
ejercicio de la función pública. Se alinea con CEDAW y
Convención Belém do Pará. Se crean los Juzgados de Distrito
Especializados en Violencia con equipos interdisciplinarios
adscritos a los mismos. Se garantiza la formación especializada
del personal. Se crea la Comisión Nacional Interinstitucional de
Lucha contra la Violencia Hacia la Mujer integrada por el
Órgano Judicial y otras instituciones públicas.
Panamá Ley 82, Tipifica el 2013 Es una Ley Integral. Garantiza a las mujeres el derecho a una
Feminicidio y la vida libre de violencia y reconoce ésta tanto en el ámbito
Violencia contra la público como privado. Se alinea con la CEDAW y la Convención
Mujer Belém do Pará. Los tipos de violencia contemplados por la ley
son los siguientes: física, sexual, psicológica, feminicidio (tipo
penal específico con sanción de 25 a 30 años de prisión),
contra la libertad reproductiva, docente y educativa, en los
servicios de salud (públicos y privados), en el ámbito
comunitario, violencia institucional, laboral y salarial,
mediática, obstétrica, política y simbólica. Se crea el Comité
Nacional contra la Violencia en la Mujer conformado por el
Órgano Judicial, Ministerios, Defensoría del Pueblo,
Universidad, Asociación de Municipios y organizaciones de
mujeres. Se contemplan medidas de sensibilización,
prevención y atención que implican acciones coordinadas de

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los Ministerios de Desarrollo Social, Salud, Educación, Trabajo,


Gobierno, Seguridad Pública y Ministerio Público. Establece
distribución competencial con municipios.
Paraguay Ley 1600, Contra la 2000 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Reconoce la
Violencia doméstica violencia física, psíquica y sexual en el ámbito privado.
Contempla medidas de protección urgentes a las víctimas. No
se reconoce el feminicidio como tipo penal específico.
Perú Ley 26260, de 1993 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. El Decreto
Protección contra la Supremo 006-97 aprueba un Texto Único Ordenado de ambas
Violencia Familiar leyes. Reconoce la violencia física, sexual y psicológica en el
ámbito privado. Reconoce medidas de protección inmediata a
Ley 26763, de 1996 las víctimas. Contempla la posibilidad de conciliación. No se
Modificación a la Ley reconoce el feminicidio como tipo penal específico.
26260
República Ley 24-97, Que 1997 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Reconoce la
Dominicana modifica el Código violencia física, sexual y psicológica en el ámbito privado. No se
Penal Dominicano, reconoce el feminicidio como tipo penal específico.
sanciona la violencia
contra la mujer,
doméstica e
intrafamiliar
Uruguay Ley 17.514, Violencia 2002 Es una Ley de Violencia doméstica o intrafamiliar. Reconoce la
doméstica violencia física, sexual, psicológica y patrimonial en el ámbito
privado. Incluye medidas cautelares y de protección a las
víctimas. Incluye medidas de prevención y crea, para ello, el
Consejo Nacional Consultivo de Lucha contra la Violencia
Doméstica conformado por el Órgano Judicial y diversos
ministerios del país, además de representantes de las
organizaciones sociales. No se reconoce el feminicidio como
tipo penal específico.
Venezuela Ley Orgánica sobre el 2006 Es una Ley Integral. Garantiza el derecho de las mujeres a vivir
Derecho de las una vida libre de violencia y se alinea con CEDAW y Belém do
Mujeres a una Vida Pará. Reconoce los siguientes tipos de violencia en el ámbito
Libre de Violencia público y privado: doméstica, física, psicológica, sexual,
obstétrica, mediática, simbólica, patrimonial o económica,
laboral, institucional, prostitución forzada, esterilización
forzada, trata y tráfico de mujeres y esclavitud sexual. Dicta
medidas de formación especializada para Órgano Judicial y
Ministerio Público, además de medidas de prevención para los
Ministerios de Educación y Salud. Crea los Tribunales de
Violencia contra la mujer dotados de equipos
interdisciplinarios así como fiscales especializados en violencia
contra la mujer. Incluye medidas de protección para las
mujeres víctimas. Se establecen diferencias competenciales en
diversos niveles administrativos. No se reconoce el feminicidio
como tipo penal específico pero sí el homicidio intencional de
la mano de cónyuge o ex cónyuge con pena de 28 a 30 años de
prisión.

Fuente: elaboración propia a partir de la revisión legislativa en cada país mencionado.

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Datos recogidos por el Observatorio Manuela de CIDEM59 indican que, entre enero de 2013 y junio
de 2015, se registraron un total de 283 casos de feminicidio, de los cuales 110 ocurrieron en 2013,
114 en 2014 y 59 hasta junio de 2015. Estas cifras no coinciden con las proporcionadas por la
Fuerza Especial de Lucha contra la Violencia (FELCV) de la Policía Boliviana60 ya que sólo reconoce
un total de 25 feminicidios en 2013 y de 28 en 2014. Además, según informaciones recogidas en
prensa, la FELCV indica que, hasta el mes de junio de 2015, se han emitido 15 sentencias por
feminicidio (la primera sentencia se produce en enero de 2014, diez meses después de la
aprobación de la Ley 348). En general, las mujeres más expuestas a la violencia feminicida son
aquellas que viven una relación conyugal, sea ésta de hecho o de derecho. En la relación del
perpetrador con la víctima, los porcentajes más altos de feminicidio se encuentran en la relación
de cónyuges, esposos y concubinos, con cifras que alcanzan el 25,81% y el 19,35%,
respectivamente, seguidas por los perpetrados por desconocidos, enamorados o novios y otros
parientes masculinos. Por norma general, según la relación establecida entre víctima y agresor,
responderían a los tres tipos de feminicidio existente: íntimo o conyugal, sexual e infantil (CIDEM,
2014).

Durante los últimos tres años y, tras la aprobación de la Ley 348, el país sigue mostrando un
escenario de violencia extrema contra las mujeres, sin embargo, el feminicidio “aparece como un
fenómeno invisibilizado, los datos son parciales, presentan subregistro y no existen sistemas
estandarizados para un registro sistemático y confiable” (Conexión, 2012:25). Ante este
fenómeno, a pesar de la existencia de la Ley, los principales problemas que parecen impedir un
adecuado tratamiento institucional, legal, social y político son61:

i) Su invisibilización como un problema relativo a la violencia de género


ii) La no existencia de procesos de investigación sólidos, transparentes y técnicamente
confiables
iii) Las dificultades para el acceso a la justicia
iv) La impunidad
v) Los sesgos de género y la discriminación institucional hacia las mujeres que derivan en
complicidad institucional
vi) Los sistemas de administración de justicia que admiten la negociación y la conciliación
(Conexión, 2010:20-21).

El Sistema de Monitoreo de Progresos en Derechos Humanos de la Comunidad de Derechos


Humanos en Bolivia, aporta datos oficiales de la FELCV que registra un total de 41.256 denuncias
en 2013 y de 32.775 en 201462, siendo el número de denuncias por cada 100.000 mujeres de 772
(1 de cada 130 mujeres) y 562 (1 de cada 178 mujeres) respectivamente. Si bien existen otras dos
instancias en las que se pueden depositar denuncias por violencia de género (Servicios Legales
Integrales, de ámbito municipal, y Ministerio Público), éstas no presentan oficial y públicamente
informes desagregados por sexo, por lo que no es posible tratar analíticamente las cifras
proporcionadas. En todo caso, datos aportados por el Sistema de Monitoreo de la Comunidad de
Derechos Humanos indican que, en 2013, el Ministerio Público ha recibido un total de 10.759

59
El Observatorio Manuela de CIDEM hace seguimiento a casos de violencia de género, incluyendo feminicidio, a través de medios de
comunicación. En Bolivia no existe todavía una fuente de datos oficial, pública y consolidada para este tipo de delitos.
60
Creada en 2013 en el marco de la Ley 348 y que sustituye, en parte de sus funciones, a las Brigadas de Protección a la Familia
(institución que también desarrollaba sus competencias en el marco de la Policía Boliviana).
61
Aunque estos problemas fueron descritos en 2010, su presencia actual no se ha modificado.
62
No se cuenta con datos oficiales referidos a 2015.

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casos de violencia de género de los cuales 186 (1,72%) han llegado a acusación formal y 30 (0,28%)
cuentan con sentencia63. Finalmente, según informes del Consejo de la Magistratura de 2014,
referidos al estado de los procesos de la gestión 2013 que ya corresponden a la nueva legislación,
se ingresaron en la vía penal un total de 12.337 causas de las cuales se inició proceso a 9.155, se
imputó a 1.134 agresores y, finalmente, se acusó a 10564.

Como es fácil inducir, la variación de las cifras entre las diversas instancias es evidente y ello hace
que la medición oficial de la incidencia de la violencia de género en Bolivia sea, todavía, muy poco
fiable, amén del más que evidente subregistro. Según Mónica Bayá, de la Comunidad de Derechos
Humanos de Bolivia,

en un inicio (2013) y en 2014 estos casos aun no eran remitidos en un 100% a la FELCV porque,
cuando comenzó a funcionar, no tenía investigadores e investigadoras (especializadas) por lo que la
Fiscalía asignaba el caso a la FELCC (Fuerza Especial de Lucha contra el Crimen); por otra parte (la
diferencia de registro se debe) a que hay casos que la Fiscalía no está tipificando como feminicio y
solo se (están considerando) los casos cuando el autor es o ha sido pareja y no un tercero que viola
y mata a su víctima sin conocerla, pese a que el tipo penal tipifica (el feminicidio) como violación
65
seguida de asesinato (habiendo o no relación personal con la víctima) .

En relación a la Ley 348 varias organizaciones indican que “la implementación no se ha concretado
por falta de asignación presupuestaria, lo que impide el avance en distintas áreas como la de
salud” (CIDEM, 2014:3); ello sigue dejando a las mujeres bolivianas en situación de vulnerabilidad
y desprotección ante la violencia por razón de género. Por tanto, a pesar de que parece existir
voluntad política en materia de derechos de las mujeres, en lo que a la ratificación de
instrumentos se refiere66, se evidencia que, en el campo de la aplicación e implementación, siguen
existiendo lagunas importantes: la situación de la salud de las mujeres continúa siendo
preocupante cuando se analiza la violencia de género y las consecuencias que ésta tiene en sus
vidas. Bajo este marco y, tal y como establece la Ley Integral 348,

el Ministerio de Salud y Deportes tiene la responsabilidad de adoptar las medidas dirigidas a


garantizar a las mujeres en situación de riesgo o de violencia, el acceso a los servicios médicos, su
tratamiento y protección como un problema de salud pública, por lo que debe contar con
mecanismos, un protocolo único de atención y referencia de la violencia. También debe capacitar y
sensibilizar al personal profesional, auxiliar y administrativo de los servicios para garantizar su
actuación oportuna, derivar a las mujeres en situación de violencia a servicios de atención médica,
psicológica y de protección (CIDEM, 2014:3).

En cuanto a la violencia sexual en Bolivia, según el PNIO, ésta se encuentra subregistrada pues,
pese a que existe una legislación que protege a las víctimas de violencia, el acceso a la justicia es
extremadamente difícil por el carácter y la naturaleza del sistema acusatorio que actualmente rige
el ordenamiento jurídico, dando lugar a que el Ministerio Público rechace continuamente
denuncias dejando en la impunidad estos delitos y a las mujeres y niñas en total indefensión e
inseguridad jurídica. La situación es que los servicios públicos destinados a proteger a víctimas de

63
Información proporcionada directamente por Mónica Bayá, Comunidad de Derechos Humanos de Bolivia, en comunicación personal
(29/10/2015).
64
Ibídem.
65
Ibídem.
66
Bolivia cuenta con las siguientes ratificaciones en cuanto a legislación internacional de Derechos Humanos de las Mujeres: CEDAW (8
de junio de 1990), Convención Belén Do Pará (26 de octubre de 1994) y Estatuto de Roma (27 de junio de 2002). (CLADEM, 2008:19).

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

violencia son insuficientes y deficientes y, además de ello, la impunidad de quienes agreden es


algo constante, lo que refuerza el ciclo de la violencia en contra de mujeres y niñas en el hogar y
fuera del mismo. Una de las formas de violencia en la pareja es la violencia sexual que, antes de la
promulgación de la Ley 2033, de Protección a las Víctimas contra la Libertad Sexual y de la Ley 348,
se clasificaba como débito conyugal. La violencia sexual en las parejas es una práctica recurrente
de los hombres para someter a sus compañeras. Para el imaginario colectivo, la violencia sexual
conyugal permanece en el ámbito privado y como parte del relacionamiento habitual de las
parejas. Sobre los abusos sexuales dentro del matrimonio o en relaciones de pareja no existen
datos ya que, generalmente, se realiza la denuncia por violencia familiar. En un proceso de
divorcio o separación, las mujeres no pueden invocar esta circunstancia pues no existen pruebas
suficientes (Rance, 2009; cit. en PNIO, 2008:76).

El Decreto Supremo 2145 de octubre 2014 reglamenta la Ley 348 en aquellos artículos que
requerían de un tratamiento in extenso por la generalidad de su formulación. Entre estos, se
destacan los que tienen que ver con publicación y difusión de mensajes e imágenes estereotipadas
(violencia simbólica), agresiones verbales, acoso y violencia laboral, maltrato psicológico, maltrato
verbal por motivos discriminatorios, Sistema Integral Plurinacional de prevención, Atención,
Sanción y Erradicación de la Violencia por Razón de Género (SIPPASE-VRG), inclusión transversal
de medidas e indicadores en cualquier política pública, Declaratoria de Alerta, acciones
preventivas que son responsabilidad de las Fuerzas Armadas, la Policía y el Sistema Educativo,
obligatoriedad de denuncia por parte de los servicios de salud, acciones comunicativas, Centros de
Acogida y Refugio Temporal, competencias exclusivas de la FELCV y atención con calidad y calidez
en todo el ciclo estatal de atención a las víctimas. Además, el DS 2145 reglamenta una asignación
presupuestaria estimativa para las entidades territoriales autónomas, extraída del Impuesto
Directo a los Hidrocarburos (IDH) para Seguridad Ciudadana. En primer término, estas entidades
deben asignar, en 2015, el 30% del IDH para Seguridad Ciudadana a la construcción y
equipamiento de Casas de Acogida y Refugio Temporal; y, en segundo término, utilizarán el 10%
de este rubro para el mismo destino (2016 y siguientes). Finalmente, se establecen porcentajes de
asignación presupuestaria del IDH para Seguridad Ciudadana destinados a los Servicios Legales
Integrales Municipales (SLIM) y a la FELCV.

Por otro lado, el país no cuenta con un registro oficial a través del Instituto Nacional de Estadística
(INE) que recoja los datos de mujeres, niñas y adolescentes víctimas de violencia ya que todavía el
Sistema Integral Plurinacional para la Prevención, Atención, Sanción y Erradicación de la Violencia
en razón de Género (SIPPASE-VRG), creado por la Ley 348, está avanzando en su diseño. El SIPPASE
tiene como fin “la adecuación del Registro Único de Violencia Intrafamiliar (RUVI) a la nueva ley y
su instalación en el Instituto Nacional de Estadística, el fortalecimiento institucional de actores
clave y operadores de justicia a nivel nacional y de las autonomías Indígenas, el equipamiento e
instalación piloto del SIPPASE-VRG en 30 Servicios Legales Integrales Municipales y la evaluación
de impacto del sistema a través de una metodología experimental”67. Por ello, es necesario tanto
hacer énfasis en las acciones de incidencia política para hacer visible toda forma violencia como
evidenciar su naturalización en el sistema judicial, en la atención específica por falta de definición
de protocolos (si bien, en este caso, varias instituciones del Estado, con competencias asignadas
por la Ley 348, han avanzando en el desarrollo de protocolos de atención) y en el conjunto de

67
Información recogida de http://www.iadb.org/mobile/projects/project.cfm?id=BO-T1193&lang=es

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

sesgos discriminatorios, descalificatorios y culpabilizadores a las mujeres víctimas y a sus familias


todavía existentes en el país68.

En este sentido, el Ministerio de Justicia, a través del Viceministerio de Igualdad de Oportunidades


y el Instituto Nacional de Estadística, ha impulsado la realización de la Encuesta de Prevalencia y
Características de la Violencia contra las Mujeres en Bolivia con el fin de ”recopilar información
sobre los diferentes tipos y formas de violencia que afectan a las mujeres (física, psicológica,
económica o patrimonial y sexual) tanto en el ámbito público como en el privado”69. La carencia
de información estadística oficial “que permita dar cuenta de la prevalencia y magnitud de la
violencia contra las mujeres y, dado que los mecanismos para medir la violencia están en
constante debate debido al uso y al alcance de las metodologías e instrumentos aplicados”70, hace
realmente urgente que el país logre “caracterizar de mejor forma los niveles de criminalidad real y
los tipos de delitos que más afectan a las mujeres en un lugar determinado y en un tiempo
específico”71. La Encuesta de Prevalencia, con un coste aproximado de siete millones de bolivianos
(USD 1.000.000), además de la financiación del Tesoro General de la Nación de Bolivia, cuenta con
apoyos presupuestarios de la Cooperación Alemana (GIZ) (Programa ConVoMujer) y de la Agencia
Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID)72. La Encuesta, que ya ha
realizado una Prueba Piloto coordinada por el Programa ConVoMujer, el Viceministerio de
Igualdad de Oportunidades (VIO) y el Instituto Nacional de Estadística (INE) entre los meses de
febrero y marzo de 2015 y que tiene previsto el operativo de recolección de datos para la segunda
quincena de enero de 201673, permitirá, por un lado, establecer análisis comparativos entre el país
y el resto de países de la región ya que se han incluido contenidos elaborados a partir de criterios
comparativos y, por otro, es preciso tener en cuenta que la misma se sostiene y enmarca en los
principios y categorías de violencia de género definidos en la Ley 348.

Por tanto, la Encuesta se propone tanto conseguir mediciones comparativas cuanto evidenciar
algunas formas y tipos de violencia tipificados en la Ley 348 (a diferencia de otras legislaciones
nacionales en la región) y que pueden ser medidos; en este caso, se desestimó la violencia política
pues el dato que pudiera arrojar es muy pequeño debido al muestreo aleatorio que se hace para la
misma y, por ello, la probabilidad de que ingresen personas que hayan estado en funciones
públicas-políticas y que, además, hayan sufrido acoso o violencia puede ser muy poco significativo
o, simplemente, nulo. Tampoco se ha incorporado la violencia en los medios de comunicación
(simbólica) o la institucional, debido a las mismas causas. En todo caso, las violencias que son
consideradas en la Encuesta son la psicológica, la física, la sexual, la económica y patrimonial, la
referida contra la dignidad y la honra, la referida a los derechos sexuales y reproductivos, entre
otras formas de violencia contenidas en la Ley 34874.

68
Recogido del Informe Semestral (enero-junio 2014) del Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM). Fuente: Base de
datos. Observatorio “Manuela” Violencia, Feminicidio y Mujeres en Riesgo. Nº22 (CIDEM, 2014).
69
Información proporcionada por Irma Campos, Programa ConVoMujer de la Cooperación Alemana (GIZ) en Bolivia, en comunicación
personal (04/11/2015).
70
Ibídem.
71
Ibídem.
72
Ibídem.
73
Ibídem.
74
Información proporcionada por Jimena Freitas, miembro del equipo técnico que participó en la elaboración de la Encuesta, en
comunicación personal (05/11/2015).

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

Por último, las organizaciones de mujeres advierten de la necesidad urgente de trabajar con los
hombres en torno a la construcción de nuevas formas de masculinidad que cuestionen
profundamente las identidades tradicionales de género que generan modelos hegemónicos y
jerárquicos de relaciones de poder entre hombres y mujeres con el fin de deconstruir el paradigma
patriarcal predominante e incidir en la construcción de relaciones igualitarias en el camino hacia la
despatriarcalización en el país75. En consecuencia, priorizar la violencia contra las mujeres en las
políticas públicas invitaría a indagar en el conjunto de entramados sociales y culturales
estructurales que sustentan la misma con el fin de mejorar las restricciones que presentan las
mujeres en el acceso a la justicia y en la restitución de sus derechos haciendo pública la crítica, la
presión social y otros factores que actúan como mecanismos de sujeción y evidenciando el
conjunto de obligaciones que tiene el Estado y la sociedad en el cambio de patrones
socioculturales que legitiman la violencia contra las mujeres.

V.

Un epílogo y algunas conclusiones


Para las Elecciones Presidenciales del 12 de octubre de 2014, los cinco partidos políticos que se
inscriben en las mismas presentan, en el Tribunal Superior Electoral, sus programas electorales
que son sujeto de análisis por parte del movimiento feminista. Un artículo publicado por Cecilia
Enríquez en La Pública el 15 de septiembre de 201476 realiza un análisis in extenso de las
propuestas electorales de los mismos y propone la siguiente tabla explicativa partir de cuatro ejes
de análisis:
Tabla 10. Síntesis de las propuestas electorales en cuanto a despatriarcalización y derechos de las mujeres (2014)

Eje de MAS-IPSP Movimiento Sin Unidad Partido Partido


análisis/Partido Miedo Demócrata Verde Demócrata
Cristiano
Implementación de Importancia Importancia Importancia Importancia No se
políticas en contra media media alta alta menciona
de la violencia contra
la mujer (Ley 348)
Laicidad del Estado No se No se menciona No se No se No se
menciona menciona menciona menciona
Despenalización del Importancia No se menciona Importancia Importancia No se
aborto media media media menciona
Generación de Importancia Importancia Importancia Importancia Importancia
oportunidades alta media alta alta media
productivas para las
mujeres

Fuente: Enríquez, Cecilia (2014). La Pública.

75
Información recogida a partir de la entrevista realizada a Cecilia Enríquez, exDirectora del Centro de Promoción a la Mujer Gregoria
Apaza. El Alto, Bolivia.
76
El artículo completo puede ser revisado en http://www.lapublica.org.bo/especiales/articulos-eleccionesbo/item/205-9-son-
suficientes-las-propuestas-de-los-partidos .

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La coincidencia en la importancia dada en los programas electorales a la generación de


oportunidades productivas para las mujeres, sin embargo, tiene algunas especificidades; según
Enríquez (2014), la cuestión de la corresponsabilidad y de la conciliación laboral/familiar o el
aporte del trabajo reproductivo de las mujeres no está presente en ninguno de los programas,
dejando de lado el tratamiento estratégico de la división sexual del trabajo. Además, la violencia
contra las mujeres por razón de género solo está presente, con importancia alta, en dos de los
programas y, mientras que “el partido oficialista la nombra como uno de sus logros, el PDC ni la
menciona” (Enríquez, 2014). Finalmente, respecto de la participación política de las mujeres,

a excepción del PDC casi todos los partidos abordan la necesidad de la participación política de las
mujeres. UD plantea paridad y alternancia en el acceso a cargos públicos, el Partido Verde hace
mención al fortalecimiento de la participación política de las mujeres y el MAS hace referencia a la
aprobación de la Ley 243 Contra el Acoso y Violencia Política (Enríquez, 2014).

Una lectura completa del Programa de Gobierno “Juntos vamos bien para vivir bien” que el MAS-
IPSP presenta para las Elecciones Presidenciales de octubre de 2014 da cuenta de su clara
alineación con las propuestas contenidas en la Agenda Patriótica del Bicentenario 2025; en el
Programa, define el “Socialismo Comunitario para el Vivir Bien” como “anticolonial, anticapitalista,
antiimperialista y antipatriarcal” (2014:19) si bien, en la descripción de las cinco dimensiones del
Vivir Bien, no se incluye la despatriarcalizadora. En el documento, la propuesta de la
despatriarcalización (y el concepto así expresado) está presente en la definición de la “revolución
educativa” que tiene como objetivo “acabar con la educación excluyente, colonizadora, patriarcal
y memorística” (2014:26) y en las once “Metas 2020” para Educación teniendo en cuenta que
“todas las metas (…) están atravesadas por el enfoque de despatriarcalización y lucha contra la
violencia escolar, implementando un protocolo único de actuación contra la violencia en el ámbito
educativo” (2014:28). Una narrativa similar se vislumbra en la Propuesta 9 para Vivir Bien que,
bajo el nombre genérico de “Cuidando nuestro presente para asegurar nuestro futuro”, dedica
tres puntos a

Mujeres con participación plena: Hasta el 2020 se promoverá la participación política de las mujeres
hasta llegar a un nivel equitativo e igualitario y la aplicación de normas y programas que permitan a
las mujeres desarrollar plenamente su potencial económico-productivo (2014:47).

Desarrollo integral de niñas y niños, reconociéndolos “como titulares con todos los derechos
específicos por su condición de personas en proceso de desarrollo, su identidad étnica,
sociocultural, de género y generacional, promoviendo su inclusión y protegiéndolos de la
explotación laboral, el trabajo forzoso y toda forma de violencia (2014:47).

Políticas integrales para la prevención y atención del embarazo no planificado en adolescentes y


jóvenes, de tal forma que se formulen “políticas integrales que asumen aspectos desde lo social,
económico y cultural, con énfasis en la atención y orientación integral sobre los Derechos Sexuales
y Reproductivos (2014:47).

Quiero destacar dos cuestiones respecto al programa de gobierno del MAS-IPSP para 2015-2020;
en primer lugar, la única alusión que se hace a la lucha contra la violencia de género es para
mencionar la promulgación de la Ley 348, cuestión, como mínimo, curiosa. Y, en segundo lugar, el
programa ha obviado, en gran parte, los horizontes 2020 expresados en el Plan Nacional de
Igualdad de Oportunidades (PNIO).

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En julio de 2015, el XXI Encuentro del Foro de Sao Paulo celebrado en México, organiza un Taller
sobre Despatriarcalización77 promovido por el Movimiento al Socialismo (MAS-IPSP)78; es la
primera vez que, en este foro de partidos políticos de la izquierda mundial, se trata de forma
específica la propuesta ideológica y política de la despatriarcalización (como concepto y como
noción), abanderada por Bolivia, en el escenario político progresista mundial. El Documento
Resolutivo del Taller destaca la originalidad boliviana en la articulación o entronque entre
despatriarcalización y descolonización indicando que la propuesta de la despatriarcalización se ha

vinculado también al proceso Constituyente (que) asume y recrea la despatriarcalización de la


sociedad y del Estado como un asunto primordial de la sociedad, reconociendo lo inacabado de su
proceso que busca deshacer, deconstruir un sistema para dar lugar a uno nuevo (y) proyecta la
eliminación del patriarcado como sistema opresor” (2015:1).

Además, manifiesta la necesidad de ubicar el patriarcado en el centro de las luchas contra el


colonialismo y el capitalismo y de impulsar políticas despatriarcalizadoras que reorganicen el
conjunto de la sociedad y que promuevan la masificación del feminismo (2015:3). El documento
reconoce también la necesidad de dar pasos urgentes, desde la izquierda, para avanzar en el
proceso de despatriarcalización ya que

la desigualdad entre hombres y mujeres no es todavía una auténtica bandera de nuestros partidos,
no se ha contemplado el debate sobre despatriarcalización ni sus alcances, la forma como se
encuentra organizado, la integración de sus delegaciones, la decisión de los temas a tratar no
asume un compromiso con la igualdad de género; mientras no se despatriarcalice la formación de
partidos no se va a despatriarcalizar la sociedad” (2015:5).

La lista de propuestas, en este sentido, se articula en forma de agenda mínima para (2015:6-7):

 Luchar por el derecho irrestricto a decidir sobre el propio cuerpo es un punto fundamental que se
encuentra vinculado a la salud reproductiva, la maternidad voluntaria, el aborto y los temas de la
diversidad sexual.

 Debatir y generar políticas sobre la economía del cuidado, lo que implica recuperar del valor del
trabajo doméstico y reflexionar sobre la distribución de los costos de reproducción de nuestra
sociedad con respecto del producto interno. Implica también impulsar una legislación sobre
dependientes, que profesionalice los espacios de cuidados, regule los permisos paternos, tal como
algunas sociedades lo han logrado.

 Avanzar hacia la construcción de alianzas con las organizaciones sociales y políticas de izquierda,
con feministas y organizaciones de mujeres, para profundizar el tema e impulsar propuestas
relacionadas con la despatriarcalización.

 Fortalecer las organizaciones de las mujeres dentro de nuestros partidos y promover, como
contenido fundamental en la formación política, la despatriarcalizacion y la perspectiva de género
encaminadas al buen vivir.

77
La propuesta de realización del Taller de Despatriarcalización surge del XX Encuentro del Foro de Sao Paulo celebrado en La Paz
(Bolivia) en agosto de 2014.
78
Debo a Adolfo Mendoza (MAS-IPSP, Bolivia) la información respecto al Documento Resolutivo del Taller de Despatriarcalización.
Además, ya se puede consultar la documentación completa en http://forodesaopaulo.org/talleres-tematicos/ .

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 Impulsar el debate y el consenso dentro de la izquierda que permita definir el tipo de feminismo
que pase por la conceptualización del género dentro de nuestros partidos, donde la
despatriarcalizacion no es ajena a la lucha de clases, a la lucha contra el neoliberalismo y al sistema
capitalista.

En el XXI Encuentro se desarrolló también el VI Encuentro de Mujeres del Foro de Sao Paulo79 bajo
el título general de “El arribo de las mujeres a las esferas de poder político en América Latina,
balance y retos en el siglo XXI” y con el sugerente subtítulo “Ser de izquierda es ser feminista”. Las
230 mujeres presentes en el Encuentro (con delegaciones de México, Brasil, Venezuela, Colombia,
República Dominicana, Nicaragua, Guatemala, Cuba, Grecia y El Salvador80), entre otras
cuestiones, afirmaron contundentemente que (el subrayado es mío)

El Foro de Sao Paulo debe asumir que ser de izquierda significa ser feminista. Los partidos de
izquierda, hombres y mujeres, deben ser congruentes, tomar la causa de las mujeres como la suya
(…).

Uno de los retos de los partidos y organizaciones que integran el FSP, es superar el
conservadurismo, por lo tanto, el próximo Encuentro del Foro de Sao Paulo debe dejar de ser un
gueto y convertirse en un tema transversal en todos los espacios de deliberación y decisión del Foro
de Sao Paulo.

La Declaración Final del XXI Foro de Sao Paulo81 recoge parte de las deliberaciones habidas en el
Taller de Despatriarcalización y en el VI Encuentro de Mujeres mencionando, además, la
perspectiva despatriarcalizadora, de tal forma que (el subrayado es mío)

Un nuevo modelo económico y social alternativo al neoliberal que rompa y supere el sistema
capitalista, debe contener un atributo imprescindible: el rompimiento con los aun existentes
sistemas patriarcales de organización social y política. En ese marco el FSP se compromete con la
igualdad plena de todas las personas y demanda la garantía de sus Derechos Humanos
independientemente de su género, orientación sexual e identidad de género (…).

Los miembros de los partidos del FSP reconocemos que para lograr una sociedad verdaderamente
justa y equitativa es imprescindible la presencia y participación de las mujeres en los diferentes
sectores de la sociedad. Es necesario modificar los roles y patrones tradicionales que han sido
asignados y asumidos históricamente de forma diferente por hombres y mujeres, desde una
perspectiva despatriarcalizadora; deben crearse las condiciones para la emancipación total de la
mujer que destierre las bases de la discriminación y la violencia contra la mujer y elimine las
brechas de género que aún subsisten al interior de nuestros países. Las políticas y estrategias de
nuestros partidos deben asegurar de jure y de facto el empoderamiento de las mujeres en
condiciones de igualdad, con paridad de participación, tanto en el ámbito público como en el
privado. Continúa siendo un desafío para los partidos de izquierda y revolucionarios el
reconocimiento de la agenda feminista como un eje transversal de la incorporación de la agenda de
las mujeres y de un correcto enfoque de género en las políticas, programas y acciones que se
diseñan en la lucha contra la derecha, el capitalismo opresor, depredador y patriarcal, y la
contraofensiva imperial de estos tiempos.

79
Se pueden consultar las conclusiones y resoluciones del Encuentro en http://forodesaopaulo.org/encuentros-simultaneos/ .
80
Curiosamente, la delegación boliviana no estuvo presente.
81
Puede consultarse la Declaración completa en http://forodesaopaulo.org/declaracion-final-del-xxi-encuentro-del-foro-de-sao-paulo-
en-la-ciudad-de-mexico-df/

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

Un mes después, el Encuentro Latinoamericano Progresista (ELAP 2015), celebrado en Quito


(Ecuador) a fines de septiembre de 2015, vuelve a reunir a un buen número de “figuras
prominentes de la izquierda regional y mundial, así como representantes de los partidos,
movimientos, frentes y organizaciones políticas progresistas de la región y el mundo” (web oficial
ELAP 2015), sin embargo ni en las conferencias magistrales ni en las mesas temáticas se trata la
propuesta de la despatriarcalización ni se hace alusión a la agenda de mínimos que fue propuesta
en el Foro de Sao Paulo, a pesar de la amplia representación del Movimiento al Socialismo (MAS-
IPSP) en el Encuentro y de la coincidencia de personas y partidos en ambos eventos de la izquierda
latinoamericana y mundial. Se puede mencionar una única excepción, la de Valeria Silva (Diputada
del MAS-IPSP), quien, en la Mesa Redonda sobre “Renovar la organización política: estructura,
acción y estrategia”, hace mención a algunos avances en la participación política de las mujeres en
Bolivia destacando la presencia cuantitativamente paritaria en la Asamblea Legislativa
Plurinacional. Tan solo uno de los treinta y seis artículos de la Declaración Final del ELAP 2015 hace
referencia, residualmente, al fortalecimiento de la participación de jóvenes, mujeres e indígenas
en los movimientos y partidos de izquierda. De esta forma, la discusión sobre despatriarcalización
iniciada en el XXI Foro de Sao Paulo queda diluida incomprensiblemente en el debate de la
izquierda latinoamericana.

Esta disolución, cuando menos, llama la atención principalmente porque, como ya mencioné más
arriba, entre ambos encuentros de la izquierda latinoamericana el tiempo transcurrido ha sido de,
escasamente, un mes y, además, existe una amplia coincidencia en un buen número de
participantes (hombres y mujeres) y de partidos políticos en ambos eventos regionales.

A modo de conclusión, quiero referirme a alguna de las ideas fuerza de este estudio que, si bien no
he podido tratar con la profundidad que se merecen, seguramente proponen la apertura de
debates, análisis y reflexiones futuras.

La primera es que, sin lugar a dudas, la propuesta política de la despatriarcalización en Bolivia pasa
por, por un lado, reconocer críticamente la existencia histórica de relaciones patriarcales pre-
coloniales y, por otro, desarticular las actuales condiciones patriarcales modernas profundamente
afectadas por relaciones coloniales; ambas dimensiones de la propuesta despatriarcalizadora son
contemporáneas y con ambas se debería de asumir una posición crítica similar poniendo en
entredicho o, cuando menos, practicando la filosofía de la sospecha respecto a sus dimensiones
constitutivas de tal forma que se evite caer en el etnocentrismo; máxime cuando, como he
descrito brevemente, el llamado “pacto inter-étnico masculino” aparece como una de las
condiciones sine qua non para explicar el “entronque patriarcal”.

La segunda tiene que ver con el hecho de que la cuestión que se presenta en el debate actual en
Bolivia, más allá de la referida a la discusión sobre los contenidos teórico-prácticos de la
despatriarcalización y, más allá también, de la centrada en cómo se conforman los vínculos entre
los sistemas de dominación colonial y patriarcal, es la que pone el punto sobre la i en torno a la
posibilidad de que el Estado, como institución y estructura simbólica (y efectiva) del dominio
patriarcal, pueda des-patriarcalizarse a sí mismo (como parte del proceso emprendido desde 2006
y que está presente de forma hegemónica en el discurso político estatal).

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La tercera hace referencia a la forma en cómo se diseña el contenido político de la narración


público-política y cómo se estructura ésta en la normativa y en la política pública del país de los
últimos diez años; es decir, en si ha sido (y es) la despatriarcalización una propuesta política
dominante en y para el diseño de las políticas públicas, en todos los sentidos posibles. En este
sentido, el cuerpo normativo boliviano, que muestra importantes modificaciones desde la
promulgación de la Constitución Política del Estado en 2009, si bien ha tenido avances muy
sustantivos con respecto a períodos anteriores, no refleja, en toda su extensión, el discurso
público sobre la despatriarcalización. Ni la Constitución Política ni las leyes fundamentales para la
transformación estructural del país que fueron promulgadas en el período postconstitucional,
recogen en sus principios y contenidos (a excepción de la Ley 070 de Educación) alusiones directas
(o indirectas) a la propuesta despatriarcalizadora -que, discursivamente, parecía que ya formaba
parte de la narrativa estatal- y, más bien, optan por adoptar una narrativa tradicional y,
ciertamente, despolitizada. Tan sólo el corpus normativo específico que se desarrolla entre los
años 2012 y 2013, recoge y asume, con mayor extensión y profundidad, la filosofía política
subyacente a la noción (y concepto) de la despatriarcalización.

Cuestión muy similar se observa en los documentos de los planes nacionales de desarrollo entre
2006 y 2015. A diferencia de la poca atención que se presta a la importancia del sistema patriarcal
y su relación articulada con los sistemas colonial y capitalista en el Plan Nacional de Desarrollo de
2006 y en el nuevo Plan de Desarrollo Económico y Social (2015-2020) que desarrolla los trece
pilares de la Agenda Patriótica del Bicentenario 2025, es únicamente el Plan Nacional de Igualdad
de Oportunidades “Mujeres Construyendo la Nueva Bolivia para Vivir Bien”, aprobado en 2008 y
actualmente en vigencia, el documento oficial en el que más y mejor se desarrolla la propuesta
narrativa pública referida a la despatriarcalización en Bolivia. Sin embargo, es preciso aclarar que
el Plan es, más bien, producto de la reflexión y elaboración articulada del movimiento feminista en
el país y no tanto del esfuerzo gubernamental al respecto.

Existe, en la estructura ejecutiva y administrativa del Estado boliviano una serie de instancias
específicas además de la Dirección General de Prevención y Eliminación de Toda Forma de
Violencia en Razón de Género y Generacional del VIO (Ministerio de Justicia) –mecanismo oficial
del Estado- y de la Unidad de Despatriarcalización del Viceministerio de Descolonización
(Ministerio de Culturas). En efecto, algunas instancias de la administración central del Estado
boliviano cuentan con estructuras ad hoc supuestamente orientadas por la narrativa discursiva
oficial de la despatriarcalización y enfocadas al cumplimiento de la igualdad de género en el sector
de competencia ministerial específico, si bien la mayoría de éstas no desarrolla acciones
articuladas y concurrentes con las primeras (VIO y Unidad de Despatriarcalización). Tampoco se
observa un marco común de trabajo entre todas las instancias existentes ni la consideración del
Plan Nacional de Igualdad de Oportunidades (PNIO) como una propuesta con suficiente fuerza
política y jerarquía narrativa que sea capaz de articular de forma coherente la acción estatal
teniendo en cuenta el discurso despatriarcalizador que emana de ésta.

La cuarta cuestión hace referencia a cómo la vida concreta de las mujeres ha sido modificada,
indudablemente para mejor, en el actual proceso de cambio en Bolivia. En este sentido, uno de los
aspectos de la vida de las mujeres –el más claro- que más se ha modificado en el país en los
últimos años ha sido el referido a su participación política en todos los espacios formales posibles:
ejecutivo, legislativo, judicial y electoral así como en asambleas departamentales y en espacios

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ELENA APILÁNEZ PINIELLA de 2015

municipales. En este caso, en efecto, Bolivia se sitúa a la vanguardia en las mediciones


cuantitativas internacionales, si bien existen principios fundamentales de actuación en la
representación público-política que parecen no haberse modificado en estos diez últimos años; es
decir, es posible observar que se mantienen estructuras institucionales tradicionales que son
herederas directas del Estado colonial y patriarcal propio de las épocas republicana y neoliberal a
pesar de los evidentes cambios legislativos y normativos (sin ir más lejos, tan sólo una breve
mirada a las cifras de acoso y violencia política sobre las mujeres municipalistas ha de ponernos
sobre aviso de esta cuestión), lo cual relativiza la calidad de la participación política de las mujeres
en los espacios formales. En este sentido, me declaro más bien escéptica del poder transformador
del aumento de la presencia cuantitativa de las mujeres en la estructura estatal y no es por simple
intuición. Con esto no quiero decir, evidentemente, que las mujeres no deban estar en el Estado,
más al contrario: su presencia es elemental y esencial. La pregunta es, más bien, ¿ocupar el Estado
por parte de las mujeres es condición o garantía sine qua non para modificar sus estructuras?; o,
quizás, poder ir más lejos preguntándome, ¿está el Estado boliviano “listo” para recibir una
presencia paritaria de mujeres?.

El otro lado de la moneda, el oscuro, es el referido al derecho de las mujeres bolivianas a vivir una
vida libre de violencia, aspecto éste nuclear o, más bien, neuronal, en la modificación de facto de
las vidas cotidianas de las mujeres diversas. La violencia contra las mujeres por razón de género
representa el lado oscuro de la moneda en el actual proceso de cambio boliviano: un sinfín de
actos profundamente violentos se cometen cotidianamente en contra de mujeres, adolescentes y
niñas, sin embargo se encuentran encubiertos por estereotipos y conceptos erróneos, mitos y
sentido común social profundamente permisivos que actúan como barreras que evitan que la
sociedad reconozca el alcance y la magnitud de este gravísimo problema y que, de manera conexa,
no se tomen medidas estatales amplias y serias para desarticular la estructura patriarcal
subyacente en la violencia por razón de género. La Ley 348 supone un salto cualitativo de gran
importancia en el país para mejorar el ciclo de atención a la violencia contra las mujeres en Bolivia
al dar un paso hacia la integralidad (sólo 8 países de América Latina cuentan con leyes integrales
contra la violencia llamadas, en la literatura especializada, “leyes de segunda generación”) y al
reconocer el feminicidio como delito penado con la máxima condena permitida en el país (además
de la ley boliviana, sólo 8 países de América Latina reconocen el feminicidio como delito penal y,
en la totalidad de los casos, éste es penado con la máxima condena permitida en el país), si bien la
calidad de su aplicación como política pública es puesta en duda por el movimiento feminista
boliviano (creo que, en este punto, hay una coincidencia prácticamente total en el seno del
movimiento).

Y, finalmente, la quinta y más compleja responde a la cuestión ya planteada y que tiene que ver
con si ¿ha sido (y es) la adopción narrativa del discurso de la despatriarcalización por parte del
Estado boliviano la causa o, más bien, el factor político desencadenante de algunas modificaciones
legislativas que permiten a las mujeres bolivianas gozar de un marco de derechos más amplio que
el habido en momentos inmediatamente anteriores o dichas modificaciones son fruto del devenir
político natural en la región que, además, se ve influido por los avances normativos
internacionales para los derechos de las mujeres y por la presión de la lucha feminista?.
Indudablemente, la existencia de un gobierno progresista en Bolivia ha hecho que, en parte, se
hayan acelerado los avances normativos a favor de los derechos de las mujeres si bien mantengo

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mis dudas, tras la indagación realizada en este estudio, sobre si el discurso público de la
despatriarcalización ha sido el impulsor de dichos avances.

Una mirada regional a la situación de los derechos de las mujeres en América Latina muestra que,
en la mayor parte de los países, en los últimos diez años se han dado cambios sustantivos, tanto
cualitativos como cuantitativos, en la condición y posición de las mujeres y en una cierta
flexibilización de algunas estructuras patriarcales; sin embargo, esta misma mirada regional
muestra cómo, aún existiendo un amplio bloque de gobiernos progresistas en varios de los países
de la región, la modificación de las estructuras de dominación ha dado pasos muy lentos. En este
bloque de países progresistas, además, las propuestas han sido muy diversas y variadas y, aún,
divergentes entre sí (en vez de, como sería razonable, convergentes), mostrando contradicciones,
cuando menos, curiosas (por ejemplo, la profunda resistencia de los gobiernos de Ecuador, El
Salvador o Nicaragua –todos ellos parte del bloque progresista en la región- respecto a la
ampliación legal de la interrupción voluntaria del embarazo y a su descriminalización). Una
indagación de más amplio alcance y que tome el marco regional permitiría dar mejor cuenta del
posible impacto diferenciado del discurso de la despatriarcalización en la acción pública en Bolivia
y, por supuesto, en la modificación de las estructuras de dominación patriarcal.

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