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Trabajo de ética, “El abogado del terror (L’Avocat de la Terreur)” Alumno: Francisco

Sánchez Avilés

1.- indicar del texto de Ferrajoli que tipo de abogado era el protagonista de la película.

Jaques Vergès, el abogado protagonista del documental, comunista y anticolonialista,


perteneces en distintos momentos a ambos tipos de abogados descritos por Ferrajoli y a
ninguno de los anteriores, para explicar lo anteriormente dicho debemos especificar
primero en qué consisten ambos tipos de abogados.

El primer modelo de abogado, propuesto por Ferrajoli para poner a discutir su teoría
deontológica, se refiere al letrado “malo”, categoría que obtiene del famoso juez Oliver
Holmes, tal tipo de abogado se caracteriza por su solidaridad con el cliente sea o no
culpable, por lo tanto es un abogado que está dispuesto a dilatar el proceso si fuera
necesario para defender los intereses de su cliente, esto sería si lo proyectamos en su
dilatación un defensa del proceso y no una defensa en el proceso, como le gustaría a
Ferrajoli. Este tipo de abogado por tanto no podría denigrar a los magistrados ni tampoco
desprestigiar a la parte contraria.

En este caso en la mayoría de los grandes casos expuestos en el documental, podríamos


decir que efectivamente Vergès es uno de estos abogados. Puesto que suele usar como
estrategia judicial atacar a los magistrados. El abogado adopta entonces el método que
teorizó y que supuso su marca de fábrica, la defensa de ruptura: niega la legitimidad de los
magistrados por ser representantes del orden colonial y desplaza así el debate del terreno
jurídico al político. Estrategia que le valió de un año de suspensión profesional por su trato
hacia los jueces.

Por otro lado, el otro modelo con el que contrasta al anterior Ferrajoli, se trata de una
concepción del abogado como parte del proceso, vinculado a los deberes de lealtad
procesal, en calidad de un “ministerio público”, puesto que el abogado defensor representa
a la sociedad en el interés de la inocencia. En concepción se privilegia la corrección del
proceso como procedimiento de comprobación o falsificación de las hipótesis acusatorias.

También es este tipo de abogado Vergès puesto que un tiempo de su carrera se dedica
exclusivamente a divorcios, por lo tanto, ocupa las reglas del juego a su favor, o al menos
no toma postura en contra de ellas o no utiliza su defensa de ruptura, atacando a los
acusadores.

Pero si bien esta categoría propuesta por Ferrajoli es de tipo pedagógica, para
posteriormente tomar postura y generar un horizonte ético, es insuficiente para hablar o
describir a Jaques Vergès, puesto que él no es un litigante tradicional que sólo juegue
dentro de las reglas jurídicas, como sería el modelo propuesto finalmente por Ferrajoli, el
cual consiste por definición en entender al abogado como un agente técnico, y ahí radica la
insuficiencia de su modelo, al menos para el caso que es tamos hablando. Ferrajoli cree que
el abogado debe ser la “voz jurídica” de su cliente, el cual debe poder decir y hacer todo -
nada más y nada menos – lo que, sin violar la ley, haría su cliente si este tuviera su
preparación técnica.

En cambio, en Jaques Vergès, es un juego totalmente atípico dentro del campo de los
abogados y de la argumentación. La teoría y modelo de Ferrajoli son aplicables para Jaques
Vergès solo en los procesos de convivencia, no en los procesos de rupturas. Para sostener
esta idea hay que decir algunas cosas, previamente.

En “Estrategia judicial en los procesos políticos” libro publicado por primera vez en 1968 y
reeditado en el 2009 por Anagrama, con una magistral entrevista de Michael Foucault
Vergès da cuenta de una nueva forma de concebir los procesos judiciales y de las
potencialidades que éstos tienen en una estrategia revolucionaria. Vergès intentará delinear
los trazos de una nueva forma de concebir la defensa en casos penales y de ampliar las
potencialidades del litigio ante las cortes, con el objetivo final de desenmascarar las
injusticias de un sistema estructurado para reprimir la disidencia política. Vergès comienza
por rechazar la distinción entre procesos de derecho común y procesos políticos. Para él no
habrá una diferencia sustancial entre los crímenes comunes y los crímenes contra el estado.
Todos los delitos comunes, en tanto atentan contra las reglas del orden, son a ojos del
juzgador, de naturaleza política. Toda distinción de estas características sólo sirve para
infravalorar la importancia política y social de los crímenes de derecho común y para
ocultar el carácter sacrílego de los delitos políticos.

Para Vergès la verdadera distinción se dará entre los procesos de connivencia y los
procesos de ruptura. En los primeros, el acusado respeta las reglas del juego: acepta la
legitimidad de las leyes y la competencia del tribunal. En estos casos, el acusado
generalmente se declara inocente y niega los hechos o bien se declara culpable y alega en
su favor circunstancias excepcionales. En este último supuesto, la pesquisa se centra en las
circunstancias de la acción y en las características del autor.

El acusado muestra sus debilidades, sus pesares, sus desventuras o la inevitabilidad del
crimen. Se convierte en un mendicante, en definitiva, trata de conmover al juez. Todo
proceso de connivencia es trágico: el acusado se encuentra escindido entre los principios
del orden a los que permanece ligado y su crimen que los niega.

Por el contrario, en los procesos de ruptura el acusado se erige en acusador de los


representantes legales de un sistema injusto. En este sentido, Vergès señala que la defensa
de ruptura trastorna toda la estructura del proceso. Los hechos y las circunstancias de la
acción pasan a segundo plano, y en primer término emerge la impugnación total del orden
público. El ejemplo paradigmático del proceso de ruptura es el proceso de Sócrates. Aquí,
el acusado, no opone excusas a sus actos, por el contrario, manifiesta su carácter
premeditado. Por otra parte, en ningún momento trata de conmover a los jueces a favor
suyo, muy distante a ello, los ataca. Sócrates no busca ocultar sus ideas, ni busca escapar a
sus consecuencias. Él es consciente que lo que los notables de Atenas le reprochan, no es la
trasgresión de sus leyes, sino el desorden que produce en la ciudad por su impugnación
permanente al orden establecido. En la mayor parte de los procesos de ruptura, lo que el
acusado busca, más que su declaración de inocencia es sacar a luz sus ideas.

Según se relata en el documental El abogado del terror, es en la defensa de Djalmila


Bouhired donde a Vergès se le ocurre la posibilidad de llevar a cabo una defensa de
ruptura. El veía que, en ciertos casos, no había diálogo posible entre la autoridad y el
acusado. En este sentido, mientras el juez decía “usted pertenece a una sociedad de
delincuentes”, se le respondía “yo pertenezco a una asociación de resistencia”. Planteados
así los términos, no había dialogo posible. Tan sólo quedaba formular una acusación contra
los acusadores. Por eso, Vergès se enoja con el resto de los abogados franceses que
permanentemente buscaban generar lástima para sus clientes y así regatear pena. Djalmila
es condenada a la pena de muerte al igual que el resto de los defendidos de Vergès. Sin
embargo, ninguno de ellos cumplirá sus sentencias y serán indultados. Es que las miradas
de Francia habían estado puestas en la defensa de Vergès, en las torturas que había
denunciado que habían sufrido Djalmila y sus compatriotas por los oficiales franceses. La
opinión pública estaba escandalizada, el actuar de las fuerzas de seguridad era menos
civilizado que la de los acusados, y ya nadie quería ejecuciones en la tierra de la libertad, la
igualdad y la fraternidad.

Es por lo expuesto que Vergès es inclasificable, pertenece a ambos modelos de abogados y


ninguno, es un caso sui generis dentro del derecho. Es también esos modelos descritos por
Ferrajoli, pero también es mucho más, alguien que para sacar adelante su defensa
deslegitima las bases y premisas en torno al cual el proceso es posible, deslegitima a los
acusadores y por esa vía gana.

2) Identificar momentos poéticos, retorico, hermenéutico y justo

Momento poético: el discurso poético obtiene su fuerza expresiva de su tono, de la visión


del mundo que expresa y de la naturaleza del marco integrador que da unidad a lo dicho. El
tono del poeta no es objetivo, es comunitario. No realza lo que es, sino lo que somos y,
sobre todo, lo que queremos ser. No destaca por su lucidez respecto de lo que hay, sino que
invita con su fantasía sobre lo que no somos pero podríamos ser, un mundo por el cual
jugarse. Su visión del mundo no es analítica, sino integradora. Donde el técnico separa y
distingue mediante conceptos y datos, el poeta une y hermana mediante metáforas y
cuentos. El marco integrador del discurso técnico es la lógica. El del discurso poético es la
memoria. La lógica ilumina con los mejores argumentos. La memoria inspira con el mejor
lenguaje.

El momento poético del abogado del terror lo podemos encontrar en el alegato a favor de
Djalmila Bouhired, donde Vergès se aleja de un discurso jurídico propiamente tal, mientras
el juez decía “usted pertenece a una sociedad de delincuentes”, se le respondía “yo
pertenezco a una asociación de resistencia. Es en su argumentación a contra la tortura y
ocupación francesa donde logra su mayor fuerza, porque está en la memoria de todos los
argelinos, porque acaba de terminar la segunda guerra, y en todas partes resuenan las
banderas del “nunca más”, porque se da en un periodo mundial donde todas o las mayorías
de las instancias políticas son tendientes a reparar, a buscar la paz, por tanto, lo llevado
acabo por Francia, uno de los principales países aliados sería un des criterio. Es por eso que
toda la estrategia contra los acusadores es tan efectiva, precisamente porque logra sacar el
discurso de las trampas técnico jurídico y transformarlo en un discurso sensible, en el cual
toda la comunidad nacional como internacional se ve interpelada. La mayor fuerza de este
discurso no está en su forma, sino en su fondo. Es en el campo de la cultura donde se juega
este discurso, la cultura dominante decía “nunca más apremios”, “nunca más genocidios”,
nunca más muertes”. Por tanto, se genera sentido a través de las experiencias ya vividas y
se componen tramas narrativas que pintan un mundo creíble, seleccionando y ordenando
memorias compartidas que dan dirección e intensidad a un compromiso.

Momento retórico: Esta es la fase o dimensión de la argumentación o defensa que consiste


en un acto, el cual no es un texto, ni escrito ni hablado; vale decir, no es un producto que
queda disponible por ejemplo para análisis lógico o estético. No es un instrumento para
representar conocimiento, sino para ejercer poder. Ese contenido resulta de la estrecha
interrelación entre enfrentamiento público, memoria cultural e invención social. “El mundo
es un escenario, y todos los hombres son actores”, decía Shakespeare. La polémica ante un
auditoría que resuelve, en este caso un tribunal, es, antes que nada un espectáculo; y
quienes se enfrentan son, en esa coyuntura, actores. El espectáculo efectivo engancha,
también divierte. Pero el orador, el defensor, no busca divertir al auditorio, sino
engancharlo: diluir sus resistencias, lograr su apertura, ganarse su buena voluntad, ojalá su
compromiso

Según Vergès, alcanzar una defensa de ruptura, depende de la actitud del acusado de cara al
orden público. En el fondo se trata de una elección. Transigir, pactar con la autoridad,
aceptar las reglas del proceso, jugar su juego para alcanzar la misericordia del juzgador, o
desbaratar todo el sistema de reglas y enfrentarse al orden establecido en la atalaya de la
corte penal. Por otra parte, para Vergès en ningún otro momento más que en la corte penal
le son dadas a un hombre tantas posibilidades de vencer a tantas fuerzas coaligadas. Es que
el escenario de la corte penal se puede transformar muchas veces en un ámbito propicio
para difundir ciertas ideas políticas. ¿Dónde sino aquí, aquellos que no tienen voz, pueden y
deben ser escuchados por aquellos que detentan el poder? En este sentido, en los procesos
de ruptura, el que elige esta estrategia tiene siempre la posibilidad de invertir el sistema de
valores dominante, aún en el caso de que pierda. Esa particular toma de postura es el
momento retórico en el documental analizado, toma de postura, acto, que también es
corporal y que para que funcione y cumpla su expectativa debe repeler cierta energía vital,
cierto compromiso existencial con la causa que se trata de sacar adelante lo cual queda en
evidencia en el caso de Djalmila Bouhired. En esa particular forma de convencer que
excede lo jurídico, que traspasa a los tribunales y que refleja muy bien el pensamiento de
Girolamo Vico Acquanera: "La persuasión es la vida social de la inteligencia". Como
llevarlo a cabo es el problema de la retórica.

Momento hermenéutico: Este tiene relación con la práctica profesional. En la ciudad hay
especialidades, hay quienes conocen las técnicas que constituyen una especialidad, vale
decir hay quienes tienen oficio. Su discurso técnico mueve a otros con su autoridad.
Cuando hablan desde su disciplina, se les escucha porque ellos saben. Es el mundo objetivo
al cual el técnico apunta, por lo tanto ya no es el quien habla sino la técnica, la ley. Por lo
tanto mientras más objetivo pretenda ser el discurso, en este nivel, tendrá mejores
resultados, para ellos debe servirse de la lógica, conceptos bien perfilados, datos duros. En
este momento el abogado deberá tratar de reconocer los tópicos en discusión y ubicarlos
dentro de la ley para que tenga el efecto deseado. Ese traspaso interpretativo de los valores
que le importan a una comunidad al texto legal es el momento hermenéutico. Aquí los
ejemplos en la película son un poco más fáciles de ubicar, por ejemplo, cuando se Vergès
se dedica un tiempo a casos de divorcio, es la mera aplicación de la ley. Otra forma de
ponerlo, pero faltan datos para justificarlo, más bien suponiendo un poco los argumentos en
derecho que podría haber dado Vergès dado su sólida formación en derecho por la
universidad de La Sorbona, creo que en los casos de Argelia podría haber acudido a los
tratados internacionales sobre sanción de la tortura o de derechos humanos que se empiezan
a creer una vez terminada la segunda guerra mundial.

Momento Justo: Este está relacionado con la introducción de criterios de justicia dentro de
los alegatos o defensas, estos son efectivos porque utilizan criterios y horizontes que una
comunidad comparte y como son comunes también son sensibles y podemos acudir a ellos
para perfilar una defensa. Esto lo podemos encontrar en la defensa de Klaus Barbie en
1987, juzgado y condenado por crimen de lesa humanidad donde señala “No olvidemos
tampoco que Klaus Barbie, en su lúgubre trabajo, el de un ejército de ocupación, tenía la
legalidad de su parte. Tenía de su parte la legalidad francesa”, recordó en el alegato final,
reabriendo la herida de la colaboración del régimen de Vichy. Todo esto para decir y
contrariar como ya hemos expuesto a sus acusadores, decir que no son tan justos ni
legítimos como se plantean o como se reconocen a sí mismos. Por lo tanto, sus criterios de
justicia no son tales y estarían viciados. En ese vicio Vergès hace su juego.

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