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Corduray, era un osito de peluche que en un tiempo vivió en la juguetería de una gran tienda.
Día tras día, esperaba junto a los otros juguetes que alguien viniera y se lo llevara a casa.
La tienda siempre estaba llena de gente que compraba todo tipo de cosas. Pero parecía que
nadie deseaba comprar un osito con pantalones verdes.
Un día, una niñita se paró y miró directamente a los brillantes ojos de Corduray.
- Mira mami, mira, ahí está el osito que siempre he querido.
- Hoy no mi amor, ya he gastado mucho, además no parece nuevo, ha perdido uno de los
botones de sus tirantes.
Corduray miró con tristeza como se alejaban, y dijo:
- No sabía que había perdido un botón, esta noche voy a ver si lo encuentro.
Ya tarde, esa noche, cuando ya todos se habían ido y se habían cerrado las puertas de la
tienda, Corduray bajó con cuidado de su estante y por todo el piso empezó a buscar su botón
perdido.
De repente, sintió que el piso se movía. De pura casualidad se había parado en las escaleras
automáticas y hacia arriba se fue.
- ¿Será esto una montaña? - se preguntó Corduray.
- Creo que siempre he deseado subir una montaña.
Cuando llegó al piso siguiente, se desmontó de las escaleras y ahí ante sus ojos estaba una
vista muy sorprendente, mesas y sillas y lámparas y sofás y filas y filas de camas.
- Esto debe ser un palacio- dijo Corduray maravillado.
- Creo que siempre he deseado vivir en un palacio.
Se paseó por todo el sitio admirando los muebles.
- Esto debe ser una cama- dijo Corduray.
- Siempre he querido dormir en una cama.
Y se acostó sobre un enorme y grueso colchón.
De repente vio algo pequeño y redondo:
- ¡Caramba! Aquí está mi botón- gritó.
Y trató de recogerlo. Pero al igual que los demás botones de un colchón estaba firmemente
cosido.
Tiró y jaló con sus dos patas hasta que… ¡PUM! el botón se desprendió y Corduray se cayó
del colchón dándose un golpe contra una lámpara de piso grande y ¡CATAPLUM! cayó la
lámpara.
Corduray, no lo sabía, pero alguien más estaba despierto en la tienda. El guardia nocturno
hacia su recorrido por el piso de arriba. Cuando oyó el ruido, bajo corriendo las escaleras.
- ¡Quién puede haber hecho esto! - exclamó. Alguien debe estar escondido por aquí.
Con su linterna alumbró por arriba y por abajo de los sofás y de las camas, hasta llegar a la
cama más grande de todas y ahí vio dos orejas peludas de color marrón que salían de abajo
de la sábana.
- ¡Hola! – dijo. ¿Cómo has subido hasta aquí?
El guardia puso a Corduray bajo el brazo y lo llevó escalera abajo y lo colocó en el estante
de la juguetería junto a los otros juguetes.
Corduray apenas se había despertado cuando vio a los primeros clientes entrar en la
tienda en la mañana y ahí mirándolo con una amplia y cariñosa sonrisa estaba la misma
niñita que justo había visto el día anterior.
- Me llamo Lisa – dijo la niña. Y vas a ser mi propio osito. Anoche conté lo que había
ahorrado en mi alcancía y mamá dice que puedo traerte a casa.
- ¿Quieres que te lo ponga en una caja? – le preguntó la vendedora.
- No, muchas gracias – contestó Lisa. Y en sus brazos se llevó a Corduray a casa.
Subió corriendo los cuatro pisos de escaleras hasta el apartamento de su familia y fue
derechito a su cuarto. Corduray pestañeó. Ahí había una silla y un carretero y al lado de la
cama de la niña estaba una camita justa al tamaño para él, el cuarto era pequeño, nada
parecido al enorme palacio de la tienda.
- Éste debe ser mi hogar. Sé que siempre he querido un hogar – dijo Corduray
Lisa sentó a Corduray en su regazo y comenzó a coserle el botón de su pantalón.
- Me gustas tal y como estas. Pero te sentirás mas cómodo con tu tirante amarrado.
- Segura que tú eres una amiga. Siempre he deseado tener una amiga – dijo Corduray.
- Yo también - dijo Lisa y le dio un fuerte abrazo.
Clic, clau, muuu. Las vacas mecanógrafas
Ya era demasiado que las vacas hubieran encontrado la vieja máquina de escribir en el
granero y ¡ahora querían cobertores eléctricos!
"De ninguna manera", dijo el Granjero Brown. "Nada de cobertores eléctricos."
Entonces las vacas se pusieron en huelga.
Pegaron una nota en la puerta del granero.
Cerrado.
Los sentimos.
Hoy no habrá leche.
"¡Hoy no habrá leche!", gritó el Granjero Brown. Adentro, escuchó a las vacas muy
ocupadas:
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Al día siguiente, encontró otra nota:
Las vacas cada día estaban más impacientes con el granjero y dejaron otra nueva nota en
la puerta del granero.
Cerrado
No hay leche.
No hay huevos.
"¡No hay huevos!", gritó el Granjero Brown. Al fondo, escuchaba cómo tecleaban.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
Clic, clac, muuu.
"¡Vacas que escriben a máquina. ¡Gallinas en huelga! ¿A quién se le ocurre semejante cosa?
¡¿Cómo puedo manejar una granja sin leche y sin huevos?!" El Granjero Brown estaba
furioso.
El Granjero Brown sacó su propia máquina de escribir.
Como el pato se mantenía en terreno neutral, fue el encargado de llevar el ultimátum a las
vacas. Enseguida, las vacas celebraron una reunión de emergencia. Todos los animales se
reunieron alrededor del granero para averiguar que pasaba, pero nadie pudo entender ni
mu. El granjero Brown esperó respuesta durante toda la noche.
Temprano por la mañana, el pato tocó a la puerta. Llevaba una nota para el Granjero
Brown:
Al Granjero Brown le pareció un buen trato. Dejó los cobertores cerca de la puerta del
granero y esperó a que el pato le trajera la máquina de escribir
- ¡OTRA VEZ SOPA DE VERDURAS! – SE QUEJÓ EL VIEJO LOBO- ¡OJALÁ TUVIERA UNA
OVEJITA! ME PREPARARÍA UN BUEN ESTOFADO, MI COMIDA FAVORITA…
JUSTO ENTONCES… ¡TOC, TOC!
ERA UNA OVEJITA:
¿PUEDO PASAR? - DIJO LA OVEJITA.
SÍ, QUERIDA, PASA, PASA, ¡LLEGAS JUSTO A TIEMPO PARA LA CENA! – RESPONDIÓ
EL VIEJO LOBO CON TONO BURLÓN.
LA OVEJITA TIRITABA DE FRÍO: ¡BRRRR, BRRR!
¡SANTO CIELO! - PENSÓ EL VIEJO LOBO-. NO PUEDO COMERME UNA OVEJITA QUE
ESTÉ TAN HELADA. ¡ODIO LA COMIDA FRÍA!
Y LA PUSO CERCA DE LA CHIMENEA PARA QUE ENTRARA EN CALOR.
¡OH, ¡SEÑOR, DAME FUERZAS! – ROGÓ EL VIEJO LOBO - ¡TIENES QUE IRTE!
PERO EL VIEJO LOBO SE TAPÓ LAS OREJAS CON LAS MANOS Y EMPEZÓ A CANTAR
“¡LALALALALA!” HASTA QUE YA NO OYÓ A LA OVEJITA. AL FIN SE HIZO EL SILENCIO.
“¡GRACIAS A DIOS SE HA IDO! – PENSÓ EL LOBO – AQUÍ, CON UN VIEJO LOBO
HAMBRIENTO COMO YO NO ESTABA A SALVO “
DESPUÉS SE PUSO A PENSAR EN LA OVEJITA, SOLA EN LA OSCURIDAD DEL
BOSQUE. “¡QUIZÁ SE HA PERDIDO! ““¡QUIZÁ SE HA CONGELADO! ““¡QUIZÁ SE LA
HAN COMIDO! “
¡OH, NO! ¿QUE HE HECHO? – AULLÓ EL LOBO.
MÁS TARDE, MUCHO MÁS TARDE, EL VIEJO LOBO REGRESÓ A SU CASA, TRISTE,
DECAIDO, CANSADO Y SOLO.
EL LOBO ABRIÓ LA PUERTA Y, AHÍ, JUNTO A LA CHIMENEA ¡ESTABA LA OVEJITA!
¡HAS VUELTO! – DIJO EL LOBO SONRIENDO.- ¿NO TIENES OTRO LUGAR AL QUE IR?
LA OVEJITA DIJO QUE NO CON LA CABEZA.