Sei sulla pagina 1di 3

Supongamos que Dios quiere organizar las canciones de su biblioteca de

música en listas de reproducción. Quizá usted tenga dos mil o tres mil
canciones, o si es melómano, muchas más; pero no tantas como Dios. Él
tiene todas las canciones que han existido y hasta sus lados B: digamos
que él cuenta con un número infinito de canciones en su biblioteca. Y
cuando la consulta, a cada canción le corresponde un número.

Esto no es muy distinto a lo que sucede cuando usted oye música, salvo
que Dios puede seguir bajando la barra de scroll y siempre seguirán
apareciendo nuevas canciones. Además tiene más temas de los que
existen en nuestro mundo terrenal, puesto que el número de canciones
que hay y existirán en
 la historia es finito, mientras que las del reproductor
de música celestial son infinitas. Para facilitarnos las cosas, nos
referiremos a cada una de las canciones que Dios tiene con el número
que tiene asignado en una primera lista. Supongamos que «Heartbreak
hotel» es la número 1, y así sucesivamente:

¿Cómo va a organizar esto en listas? Pues digamos que Dios comienza


por hacer un playlist para todo tipo de situaciones. Uno con sus
canciones favoritas de rock, otro con salsa o para manejar en carretera.
Dios tiene todo el tiempo del mundo: en realidad tiene toda la eternidad y
además es omnipotente, así que puede hacer todas las combinaciones
posibles de listas de reproducción, y justo eso decide hacer.
Aquí vemos sólo las primeras cuatro canciones y las primeras tres listas,
pero en realidad hay filas y columnas infinitas.
Dios se decide
 pues a realizar todas estas combinaciones. Algunas listas
tendrán muy pocas canciones, o incluso una —la lista más pequeña no
tendrá canciones—. Habrá listas que tengan miles de millones de
canciones, otras tendrán muchas más. Hay una lista donde todos los
renglones están palomeados y por tanto, tiene todas las canciones.

Hasta ahora podemos notar que como están numeradas, tanto el número
de canciones como de listas corresponden a la cantidad de números
naturales que existen, es decir, los números que utilizamos para contar:
1, 2, 3, 4…

Vale la pena hacer un pequeño paréntesis. Esto se puede entender de


manera muy intuitiva. Si tengo dos bolsas de canicas, y conforme las voy
sacando puedo poner a cada canica de la primera bolsa con una canica
de la segunda bolsa y al terminar no me sobra ninguna, quiere decir que
las dos bolsas tienen el mismo número de canicas. Georg Cantor
propuso
 de manera brillante que lo mismo sucede para los conjuntos
infinitos. De alguna manera, «contar» un conjunto es asignarle un
número natural a cada uno de sus miembros. Si estoy contando ovejas, a
la primera le asignamos el «1», a la segunda el «2» y así sucesivamente.

Puesto que cada canción de Dios tiene asignado un número natural, el


conjunto de sus canciones es del tamaño del conjunto de números
naturales.

Volvamos a la lista que realizaba Dios. La columna horizontal
 yla vertical


son infinitas, y puesto que sería posible numerarlas, son del mismo
tamaño: ambas son tan grandes como el conjunto de números naturales.
Sí, al principio se dijo que esta historia iba a mostrar que unos infinitos
son más grandes que otros, pero apenas comienza lo interesante.

Dios está muy contento por haber terminado de organizar sus canciones
—a veces puede ser frívolo—, pero como siempre, llega el Diablo a
arruinarlo todo.

— ¿Qué tienes ahí?— dice el Maligno con una sonrisa. —Unas listas de
reproducción para mi biblioteca infinita de canciones— responde Dios sin
inmutarse.
—Parece que son muchas.
—Son infinitas. — Dios responde algo irritado, porque siendo
omnisciente, sabe que el Diablo habla con sorna.
—Qué interesante — continúa—. A lo mejor después yo te puedo pasar
una.
—No — dice Dios—. Todas las listas de reproducción posibles ya están
ahí.
—Te apuesto…— dice el
 Diablo — a que puedo hacer una lista de
reproducción que no está en tu reproductor.
—Ya sabes que apostar es pecado.
—Bueno, entonces te reto.

Dios acepta gustoso y le pide al Diablo que le explique cómo puede


hacer una lista de canciones nueva. La estrategia del Diablo es muy
sencilla, le explica que lo único que se tiene que hacer es una
«diagonal». Es decir, toma la tabla de Dios y en la primera lista cambia la
primera canción. Si antes era una paloma, pondrá un tache y viceversa,
en la segunda lista cambia la segunda canción, etcétera. Para ilustrar
esto comparemos la tabla divina que teníamos con la diabólica:
Como se puede ver, esta «diagonal» forma una lista de reproducción.
Ésta no tendría a la primera canción —porque tiene tache—, pero sí a la
segunda y a la tercera, etcétera. Esta lista, sostiene el Diablo, no está
dentro de las que tiene Dios.

—Muy ingenioso —dice el Padre Celestial — ¿Pero ¿cómo sabes que


tu playlist no está dentro de los míos?

—Porque es diferente a todos los que tienes en al menos una canción.


Es diferente a la lista 1 porque ésta tiene la canción «1» y la mía no, es
diferente a la lista 2 porque ésta no tiene la canción «2» y la mía sí; y así
para cada una.

A Dios le sorprende esto —cierto que todo lo sabe, pero después de


pasar tanto tiempo organizando canciones está algo atarantado—. Está
tan enojado que piensa en expulsar al Diablo del Paraíso… pero
recuerda que ya lo hizo.

—Bien —concede Dios—. Tienes razón. La lista que acabas de hacer no


estaba entre las mías, pero no tengo más que agregarla. ¡Ahora sí, tengo
las listas de reproducción posibles en mi reproductor!

—Muy bien —continúa el Diablo—, pero no has entendido del todo. Otra
vez puedo hacer una nueva diagonal y de nuevo voy a tener una lista
que no está ahí.

—También la puedo agregar— señala Dios con voz grave.


— ¡Y yo entonces puedo hacer otra más!
—Creo —dice Dios con una sonrisa, después de permanecer unos
momentos en silencio— que te he subestimado todos estos años.

Potrebbero piacerti anche