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Es conocido que la mayor incidencia de enfermedad y gravedad se produce

en la población anciana. Por ello, es lógico que sea este grupo de población

el que proporcionalmente utilice con más frecuencia los recursos sanitarios

tanto comunitarios como hospitalarios.

En un sistema sanitario en

el que existen recursos limitados, la atención sanitaria

no eficiente para un determinado grupo de población,

lesiona el principio de equidad y conduce a la margi-

nalidad y discriminación de la población anciana, con-

denándolo a una red asistencial infradotada y de

segundo orden, disfrazándose en muchas ocasiones

como problema social, lo que en realidad oculta pro-

blemas médicos escasamente evaluados

El problema radica en que quizás la estructura y la organización de los hospitales y la formación del
personal sanitario, dirigida al cuidado de pacientes jóvenes con enfermedades agudas y únicas, que con
frecuencia no desarrollan secuelas tras su curación, no sean las más apropiadas para la asis-

tencia del paciente mayor, que se ha convertido en el más frecuente «usuario» del sistema hospitalario.
Estos pacientes, por el contrario, presentan con más frecuencia, junto a la patología aguda, procesos
crónicos subyacentes,

comorbilidad y mayor incidencia de complicaciones y secuelas, la principal

de las cuales es el desarrollo de mayor incidencia de deterioro funcional.

UGA: unidades hos-

pitalarias con adaptaciones estructurales para favorecer la movilidad y

la orientación, atendidas por un equipo multidisciplinar especializado

en geriatría y dirigidas tanto a la atención del paciente geriátrico con

patología médica aguda como con reagudización de enfermedades cró-

nicas. Sus objetivos son restaurar el grado de salud previa mediante el

tratamiento del proceso que condiciona la hospitalización, y la preven-


ción y el manejo de complicaciones derivadas tanto de la enfermedad

aguda como de la hospitalización, especialmente el deterioro funcional.

Sus objetivos son restaurar el grado de salud previa mediante el

tratamiento del proceso que condiciona la hospitalización, y la preven-

ción y el manejo de complicaciones derivadas tanto de la enfermedad

aguda como de la hospitalización, especialmente el deterioro funcional.

Es necesario un proceso de reconocimiento de las

necesidades asistenciales de la población anciana.

La nueva realidad sanitaria en los países occidenta-

les es el paciente anciano, con unas características

diferenciales en el modo de enfermar, debido a la exis-

tencia de pluripatología, presentación atípica de la

enfermedad, alta incidencia de complicaciones que

derivan tanto de la propia enfermedad como de los

tratamientos empleados (iatrogénica), tendencia a la

cronicidad, asociación de deterioro funcional e impor-

tancia de factores ambientales y sociales en la recu-

peración. Es por ello que el objetivo primordial del cui dado médico consiste en ampliar el tiempo libre
de

discapacidad, mejorando la calidad de vida y aumen-

tando la probabilidad de que el anciano pueda perma-

necer el mayor tiempo posible en su medio (6).

El objetivo de cualquiera de las actuaciones en

geriatría debe dirigirse al mantenimiento de la calidad

de vida más que a la disminución de la mortalidad, en

especial si ésta se acompaña de un incremento de la

morbilidad y de la dependencia funcional.


El 40% de las estancias hospitalarias corresponden

a pacientes ancianos, con una tasa de ingresos doble

que la población general y triple en los mayores de 80

años, con estancias más prolongadas y mayor núme-

ro de reingresos. La población mayor de 65 años

supone un 15% de las altas hospitalarias, generando

el 30% del gasto hospitalario, con un incremento pro-

gresivo de las tasas de hospitalización conforme se

eleva la edad. No obstante, aunque la población

anciana hace un mayor uso de los recursos sanitarios

hospitalarios, el ingreso es adecuado con más fre-

cuencia que en la población adulta.

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