Documenti di Didattica
Documenti di Professioni
Documenti di Cultura
1 LA ACEPTACIÓN
1.1 Qué es la aceptación
Aceptar plenamente algo supone vivir con ello sin querer cambiarlo, sin hacer nada
para modificarlo. Supone conocerlo y abrirse a experimentarlo sin restricciones. También
supone seguir con el propio proyecto desde esa experiencia, es decir, sin renunciar a seguir
nuestros valores porque aquello está presente. Los pasajeros no solamente hablan: también
se agarran a nuestro cuerpo haciéndonos sentir terriblemente mal. Uno de sus argumentos
más potentes es que en la situación en la que nos dejan nuestras sensaciones no podemos
seguir la ruta que nos habíamos marcado.
Diciéndolo de forma metafórica, aceptar es vivir que eres el océano y no las olas
(de tus pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones), el cielo y no las nubes.
Aceptar significa enfocar nuestra vista fuera del microscopio que nos centra en nuestro
dolor, ampliando así nuestro campo de visión sin dejar de ver nuestras molestias. Aceptar
sin dirección no tiene sentido: hay que abrirse a más sensaciones, a todo lo que nos rodea,
para vivir la vida plena, siguiendo el rumbo que deseamos. Aceptar es hacerse amigo de
nuestros pensamientos, sentimientos, sensaciones y emociones, por muy desagradables que
sean, y seguir con ellos el camino que hemos elegido.
2 LOS VALORES
En la metáfora del autobús, los valores son la dirección que llevamos, el destino a
donde nos dirige la carretera. El valor es la dirección en la que va el camino concreto en el
que estamos y está marcada por el punto final al que queremos llegar. Uno de los grandes
engaños de nuestros pasajeros es hacernos creer que existe un camino sin baches, sin
cuestas y que debemos esforzarnos en encontrarlo, pero estamos en el momento y en el
3
lugar en el que estamos y el único camino que podemos seguir es la carretera por la que
vamos.
Los valores son también cualidades de las acciones que realizamos. Nos
comportamos honradamente, libremente, solidariamente, etc. Los valores se expresan en
verbos y adverbios y no en nombres o adjetivos: son algo que hacemos o cualidades de lo
que hacemos, y nunca los daremos por acabados, ya que siempre podremos avanzar más en
esa dirección.
4
2.2 Qué no son
No son sentimientos. Actuar de acuerdo con nuestros valores es reforzante y suele
hacernos sentir bien. Sin embargo, muchas veces los valores nos llevan a aplazar
recompensas que podríamos conseguir de inmediato o a hacer sacrificios que conllevan
dolor. Por lo tanto, en general, nos harán sentir bien; pero no necesariamente y no siempre.
No son cosas, son acciones o cualidades de las acciones. Por tanto, no pueden ser
obtenidos ni poseídos y no son alcanzables: van indisolublemente unidos a nuestra
actuación.
Los valores nos guían, pero no nos aseguran la infalibilidad de nuestras Misiones.
En las decisiones que tomamos intervienen otros factores adicionales que introducen la
incertidumbre de cualquier hecho futuro, lo cual nos puede llevar a tomar la decisión
equivocada.
Nuestros valores los establecemos nosotros mismos. Existen en nuestra mente, y los
construimos con nuestro pensamiento, aunque lo trascienden al convertirse en acciones: sin
nuestro comportamiento no son más que palabras vacías.
Cuando hacemos una elección, la realizamos con razones que la avalan. La elección
será libre si ninguna de esas razones es tan fuerte como para obligarnos a hacer la elección
en determinado sentido. Si alguien nos pone una pistola en el pecho y tenemos que elegir si
5
le damos la cartera o no, la elección está clara y lo hacemos por una razón que nos lleva a
hacerlo. Sin embargo, supongamos que tenemos que elegir entre estas dos letras:
A Z
Elijamos. Si nos planteamos las razones que nos pueden haber llevado a hacerlo,
nuestra mente puede mostrar muchas. Por ejemplo, elegir la primera que aparece, o la
última porque nos queda a la derecha. Tomémonos el tiempo de escuchar a nuestra mente
darnos sus razones. Después de unos minutos, juguemos un momento a dejar esas razones
a un lado. ¿Podríamos escuchar la razón y elegir de todas formas la otra? Evidentemente sí.
La mente nos dirá que existen razones para dejar a un lado los motivos de nuestra elección
y que la hemos hecho en función de una lógica determinada. Se trata de ir desmontando lo
que nos dice nuestra mente para darnos cuenta de que la elección la hemos hecho con esas
razones, pero que su peso en la elección es muy limitado o incluso mínimo. Supongamos
que rellenamos un boleto de lotería en el que podemos elegir los números, como la lotería
primitiva española. Podemos hacer miles de estudios estadísticos o tener las creencias
supersticiosas que queramos, pero la probabilidad de que un número salga es la misma que
la de que salga cualquier otro. La elección la hacemos por una decisión apoyada con ra-
zones que no nos obligan. Diariamente hacemos muchas elecciones de esta forma. Por
ejemplo, cuando elegimos un helado, nos gusta más un determinado sabor; pero ¿no po-
dríamos elegir algún otro? Son preferencias que tenemos, pero lo mismo podríamos comer
un helado de avellana que de turrón. La decisión es totalmente voluntaria. Así es como
elegimos nuestros valores, con muchas razones, pero finalmente por una fundamental
"PORQUE SÍ".
6
Nuestros miedos también nos ayudan a descubrir nuestros valores. La persona que
tiene miedo a salir a la calle y es agorafóbica, aquello por lo que realmente sufre al
quedarse en casa le indica el valor que le puede impulsar realmente a enfrentarse a sus
sensaciones y exponerse a las situaciones temidas. Pero nuestros miedos también pueden
esconder nuestros valores. La fábula de la zorra y las uvas nos lo enseña:
Había una vez una zorra que estaba muy hambrienta. Conocía una viña en la que
había unas uvas fabulosas, pero una amiga, otra zorra, le había contado que la
vigilaba un terrible mastín. Se acercó a la viña y vio a lo lejos un magnífico racimo.
Se quedó mirándolo durante un buen rato, pero la figura del mastín le venía con
fuerza a la mente. Finalmente se dio la vuelta y se dijo a sí misma: "No me gustan,
no están maduras". No llegó a comprobar que su amiga le había hablado del mastín
para que no fuera y poder comerse ella todas las que quisiera. Los miedos y
dificultades para obtener lo que queremos nos pueden inducir a engaño haciéndonos
creer que en realidad no queremos lo que estamos deseando.
Jerarquizamos nuestros valores: a algunos les damos más importancia que a otros a
la hora de influir en nuestro comportamiento. El lugar que ocupe en nuestra jerarquía es
otra de las características de cada valor.
Los valores son consecuencias deseadas a largo plazo; las consecuencias que
deseamos son aquellas que la sociedad nos refuerza. Hay virtudes generales que se
presentan así en todas las culturas y en todos los tiempos, y las distintas sociedades las han
reforzado en todas las épocas. Seligman (2002) ha definido 24 de estas características
llamándolas "fortalezas de carácter". Son valores abstractos que definen formas de actuar
que se pueden llevar a cabo en cualquier contexto, es decir, son particularidades que
pueden presentarse en muy diferentes conductas. Se las identifica a través de nuestra
conducta habitual, observando y detectando distintas cualidades que ya estamos poniendo
en práctica y que encontramos intrínsecamente reforzantes. Son valores que tenemos
incorporados en nuestra vida cotidiana. Podemos identificarlas haciendo un ejercicio que
veremos después. En este ejercicio se ha incluido un cuestionario que nos puede ayudar a
encontrar y definir cuáles son las características más relevantes y valiosas de nuestro
comportamiento.
Es necesario recordar que nuestros valores pueden estar mediados y aceptados más por
presión social que porque lo hayamos decidido nosotros; por eso se ha propuesto una
evaluación detallada de cada uno de los que hemos ido identificando.