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RESTAURACION DE

MONUMENTOS

CASA-HACIENDA CAYALTI -
2016

INTEGRANTES:

ZAPATA CASTRO ELIZABETH


CASA HACIENDA CAYALTI

DISTRITO DE CAYALTI
El Distrito peruano de Cayaltí es uno de los
veinte distritos de la Provincia de Chiclayo,
ubicada en el Departamento de
Lambayeque, bajo la administración
del Gobierno regional de Lambayeque, en
el Perú. Distrito creado mediante Ley No.
26921 del 29 de enero de 1998, en el
segundo gobierno del presidente Alberto
Fujimori..

 DESCRIPCIÓN DE CAYALTÍ :

Es un pueblo pujante y emprendedor que no se amilana ante las adversidades


que se le presenta en el camino. Esperamos que esta labor que hemos
emprendido en la recopilación de los escasos documentos existentes, más la
recopilación de fuentes orales sirva para conocer de ya lo vivido en la hacienda
Cayaltí. Este pueblo tiene grandiosa herencia, sus manifestaciones son muy
ricas y variables, la sangre de los pueblos con vida interna como la de Cayaltí se
manifiesta en su folklore. Un pueblo que ha sido escenario de sangrientas
acciones de luchas sindicales contra la patronal de ese entonces, así mismo la
masacre del año 1950 de triste recordación. Cayaltí, es por excelencia de un
amplio pacifico mestizaje, además carece de fundación española. Los
cayaltillanos, es de un tipo humano, alegre, emprendedor, y ligero, la alegría es
la característica de este pueblo.

 UBICACIÓN

El Distrito de Cayaltí, se encuentra localizada


en la costa norte del Perú, sobre el valle de
Zaña, en la provincia de Chiclayo,
departamento de Lambayeque. A una altitud de
60 metros sobre el nivel del mar.

 LÍMITES

 Norte: Saltur y Sipan (CAA Pomalca).


 Sur : Pacanga (Provincia de Chepen - La
Libertad)
 Este: Oyotún.
 Oeste: Ucupe y Mocupe.
 CLIMATOLOGÍA

Su clima es " Semitropical", su temperatura es de 33º C, en épocas de excesivo


verano y en el invierno disminuye a 22º C. El promedio de precipitación es de 36
m.m. Las lluvias casi siempre se presentan en Febrero y Marzo, este último muy
caluroso. Su humedad fluctúa entre un mínimo de 41.3% y un máximo de 46.3%.

 HIDROGRAFÍA

El principal y único rio es de Zaña, del cual aprovecha la Provincia de Cayaltí.


Para regar extensas Plantaciones de caña de azúcar y algodón en la actualidad.
El rio Zaña pertenece a la vertiente del pacífico y nace en el macizo de Hualgayoc
(Dpto. de Cajamarca), en la en la cordillera occidental de las Andes y descansa
sus aguas en el Pacífico. El reducido volumen de agua del rio Zaña, durante el
estiaje no alcanza ni siquiera a cubrir las necesidades del área de sembríos de
caña de azúcar y algodón. Por esta razón la producción agrícola y los resultados
económicos dependen en parte a la fluctuación de los distintos factores
climatológicos.

 TOPONIMIA DE CAYALTÍ

La palabra Cayaltí proviene del nombre de


un cacique llamado "Cayaltí ", según estas
versiones y especialmente a un testimonio
de escritura de testamento de poder,
otorgado por don Eugenio de León y
Rivera, Cabeza de Vaca. En el bienio de
1731 - 1732, deducimos que su primer
nombre ha sido "San Pedro de Cayalti". La
palabra Cayalti de acuerdo a su sentido
toponomástica, todavía es materia de
investigación científica, tal vez, en un
tiempo no muy lejano, se pueda encontrar
una explicación más detallada del origen
de nuestro querido Cayalti.
CREACION DE LA HACIENDA DE CAYALTÍ -1850

Ántero Aspíllaga Barrera (n. Pisco, Perú, 1849 – m. Lima, 8 de


diciembre de 1927) fue un empresario agrícola y político peruano. Fue ministro
de Hacienda de 1887 a 1889, alcalde de Lima de 1896 a 1897, presidente del
Senado en 1902-1903 y 1909-1910, candidato en dos oportunidades a la
Presidencia de la República representando al Partido Civil (1912 y 1918),
Presidente del Club Nacional.

Sus padres fueron Ramón Aspíllaga Ferrebú,


de nacionalidad chilena, y Melchora Barrera Pérez.
Trasladado a Lima, estudió en el colegio de Noboa y
luego en el colegio francés regentado por los profesores
Loiseau y Fontaine. Tras culminar su educación
secundaria, pasó a su hacienda Cayaltí. Era la época en
que se empezó a cultivar algodón en las haciendas de la
costa, debido a la alta cotización que adquirió dicho
producto en los mercados internacionales, a raíz de
la guerra civil norteamericana. Tras finalizar esta y ante
la baja de los precios algodoneros, los agricultores
optaron por el cultivo de caña de azúcar. Aspíllaga viajó
a Europa para adquirir maquinarias, arados y otros
artefactos, así como para estudiar los últimos adelantos
de la industria agrícola. Durante la Guerra del Pacífico tuvo que pagar un fuerte
cupo a las fuerzas chilenas de ocupación, para evitar que arrasaran su fundo.
En 1886 fue elegido diputado por Chiclayo. Poco después integró el gabinete
ministerial que presidió Aurelio Denegri, en el cual asumió el portafolio de
Hacienda, que desempeñó del 8 de noviembre de 1887 a 1 de marzo de 1889.
Eran los días del primer gobierno del general Andrés A. Cáceres. Entre sus
medidas más importantes que tomó está el restablecimiento de la moneda
metálica, que trajo la inevitable depreciación del billete fiscal, hasta su
desaparición. Y para el arreglo de la deuda externa, celebró el contrato
Aspillaga-Donoughmore, cuya crítica dio origen a ardorosos debates
parlamentarios y a la renuncia del gabinete.
Se Casó el 15 de septiembre de 1890 con Ana María Argote Nieto. En 1892 fue
elegido senador por Lima, siendo varias veces reelegido, ejerciendo esa
representación durante veinte años. Presidió su cámara durante cuatro
períodos legislativos: 1902-1903 y 1909-1910.
Elegido alcalde de Lima en 1910, no aceptó dicho cargo por razones éticas y
prefirió servir a la Beneficencia Pública de la capital, como Director. Ese mismo
año hizo un segundo viaje a Europa, donde estudió los últimos progresos
industriales y adquirió nuevas y perfeccionadas maquinarias para su hacienda
Cayaltí.

RESEÑA HISTÓRICA DE CAYALTÍ

Durante la época anterior al imperio del sol, estuvo habitada por la cultura
Chavín, después por las grandes culturas: Mochica y Chimú. De los restos
arqueológicos se han hallado el faldero del "Cerro Corvacho" se puede precisar
que los primeros grupos humanos que poblaron esta zona fueron los los errantes
y misteriosos Chavines. Según el Dr. Walter Alva, director del museo Bruning de
Lambayeque, se ha descubierto un "Gleogifico Chavinoide" que representa una
figura gigante, ubicada en la ladera denominada " pampa de caña cruz "en el
anexo de la compuerta (cayalti) según las crónicas del inca Garcilaso de la Vega
dice: " que cuando Huayna Cápac, padre del infortunado Atahualpa conquisto
Quito, sometió a su paso los valles de Pacasmayo, Zaña, Lambayeque, Motupe
,Sullana, Tumbes, también asegura
que sometió a sus dominios al gran
collique, al cual pertenecía Cayalti y
Cinto (hoy Chiclayo). La comunidad de
collique fue encomendado a don Luis
de Atienza, que tenía 582 indios
tributarios y 2,325 personas reducidos
en un pueblo del mismo nombre. En la
colonia, con la llegada de los españoles
los incas fueron vencidos, entonces
Cayaltí, fue habitada por algunos
españoles y (los incas vencidos)
quedaron dominados por los invasores.
Después los peninsulares, luego de
varias revelaciones se apoderan de
esta zona y forman un fundo que por la benignidad u riqueza de su sueldo le
denominan "San Pedro de Cayalti". Según la testamentaria de escritura del
testamento de poder llevado al escribano público Don Domingo Cossío Monante,
expedido el presente testimonio por el notario público de Lambayeque Don
Carlos Rivadeneira, el 5 de febrero de 1937, con lo sgte: "TESTAMENTO DE
PODER".

Don Eugenio de León y Rivera por Don Juan de León y Rivera, podemos afirmar
que el primer dueño de esta ex hacienda "San Pedro de Cayalti" fue Don Juan
de León y Rivera, Cabeza de Vaca, Pnubiteno comisario del santo oficio de la
ciudad de los reyes y natural de Zaña, hijo legítimo de DOn Cristobal de León y
Rivera y de Doña Ines Josfa Cabeza de Vaca. San Pedro de Cayalti, fue
comprado en público y a remate, ante la leal justicia del conocimiento de Zaña.

De acuerdo al informe de Dr: Fernando Palacios, ante el supremo tribunal acerca


de la quiebra de Julian de Zaracondegui y la venta de la mitad del fundo de
Cayaltí (Lima 23 de Noviembre de 1896 biblioteca nacional). También se deduce
que don Julián de Zanacondegui y don Ramón Aspillaga Fernanbus en una unión
de sus socios don Andrés Barna y don
Claudio Ortega explotaron la hacienda
Cayalti, que tenían como arrendatarios y
miembros de un sociedad Agrícola que
habían firmado por escritura del 8 de
octubre de 1,859 y cuando el 3 de mayo
de 1,860 después de haber separado de
la sociedad de Barra y Ortega adquieren
por mitad del fundo Cayalti, en sociedad
y dominio absoluto mediante contrato y
venta que celebraron con los señores
Delgado y sus antecesores dueños por
escritura ante don José Sayala,
pagándoles por el precio de la venta
100.7(4)pesos, de todo lo expuesto afirmamos que el primer dueño de Cayalti
fue don Juan de León y Rivera Cabeza de Vaca, luego los señores Delgado y
por ultimo don Ramos Aspillaga y don Julián Zaracóndegui "la negociación
Cayalti", fue fundada por don Ramos Aspillaga.Los orígenes de lo que hoy es el
distrito Cayaltí, y también la toponimia de su misterioso y bello nombre, están en
el nacimiento de la cultura peruana. Por las evidencias arqueológicas cercanas
(cerro Corbacho, huaca Mataindios, Cerro Saltur e incluso Huaca Rajada, entre
otras) y su cercanía al río Zaña podemos deducir que Cayaltí fue un enclave
estratégico para las culturas Moche y Lambayeque, y quizás para anteriores
civilizaciones precolombinas de la costa norte.
Evidencias documentales obtenidas a partir del siglo XVI (después de la
conquista española) demuestran que Cayaltí fue antaño una próspera hacienda,
que ya es mencionada en documentos del sigo XVIII en el Virreinato del Perú,
junto con las haciendas de Piccsi, Pátapo, Luya, Pomalca y Úcupe, así como el
antiguo “Ingenio Azucarero de Collique” que cita el gran historiador lambayecano
Jorge Zevallos Quiñones.
A la llegada de Francisco Pizarro y sus huestes, nuestra civilización autóctona
no conocía el cultivo de la caña de azúcar ni el trigo. Los encomenderos
españoles apenas llegaron vislumbraron la calidad de nuestra tierra e
inmejorable clima para la agricultura.
Aparte de Zevallos, otros estudiosos se han interesado en el tema, como el
patapeño Carlos Arboleda Guanilo e incluso la norteamericana Susan Ramírez
McCartney en su libro “Patriarcas provinciales: la tenencia de la tierra en el Perú
colonial”, amén de otros más conocidos como Lorenzo Huertas y Manuel Tafur.
Asimismo, sobre Cayaltí existes dos estudios notables: “Cayaltí: The formation
of a Rural Proletariat on a Peruvian Sugar Plantation. 1875-1933″ (“Cayaltí: la
formación del proletariado rural en una plantación azucarera peruana” 1875-
1933”) de Michael Gonzáles, (Tesis doctoral, Universidad de California,
Berkeley, 1978) e “Historia del Sindicato de Cayaltí” de Orlando Plaza (Tesis de
Bachillerato, Pontifica Universidad Católica del Perú, 1971).
¿Quién introdujo el cultivo de la caña de azúcar en Lambayeque? Según
Arboleda Guanilo, los primeros en sembrar azúcar en nuestra región fueron
Salvador Vásquez (encomendero de Reque) y Luis de Atienza (hijo del
encomendero de Collique, Blas de Atienza) en el año 1570.
EL ANTIGUO “INGENIO AZUCARERO DE COLLIQUE”

Hacia 1585 la población era un pequeño


emporio de trabajo. Además del cultivo
intenso de maíz, trigo, algodón,
chancacas, raspaderas, garbanzos y
variados productos hortelanos, dentro del
pueblo ya por entonces también se
afanaba una fábrica de azúcar conocida
por el nombre de “Ingenio azucarero de
Collique”, escribe Zevallos Quiñones en
“Historia de Chiclayo”.
Afirma Zevallos, basado en documentos
de archivo, que en pleno siglo XVI “gran parte de esta producción se llevaba
por tierra a los mercados de Lima y por recuas a los mercados de Panamá”.
Zevallos demuestra que ya en 1585, un poderoso vecino de Trujillo, Juan
Roldán Dávila, solicita al Ingenio de Collique 100 arrobas de azúcar “buena y
bien acondicionada”, de acuerdo a un poder dado por Roldán a Pedro de
Mondragón ante el notario Antonio de Paz en febrero de ese año.
Más adelante afirma, cuando toca lo relacionado al siglo XVII, que “sin
referirnos a Lambayeque ni Saña, a Chiclayo lo rodeaban huertas, chacras,
fundos y en ellos se producía en pequeños trapiches de tracción animal mucha
azúcar, por ser ella y las harinas de trigo las dos principales demandas de
Panamá y Chile”. Arboleda Guanilo en su estudio “Pátapo: una visión
geográfica e histórica” (que gentilmente tuvo a bien leernos durante una
entrevista en su casa el año 2000) precisa que la producción de azúcar en la
costa lambayecana se da en las haciendas de Piccsi, Pátapo, Luya, Pomalca,
Cayaltí, Úcupe, entre otras.

 ALUVIONES Y TERREMOTOS

Es de suponer, que estos hacendados vieron un excelente negocio en la


siembra de caña y en la producción de azúcar. Pero siempre la naturaleza es
impredecible y el “Fenómeno El Niño” (que hasta hoy nos amenaza) hizo su
aparición. Tras el devastador aluvión del 24 de febrero de 1578, muchos
cultivos fueron arrasados.
Décadas después se volvió a producir caña de azúcar. Zevallos dice que en
1675 el azúcar del valle de Chiclayo “que es como el de Saña”, tenía siempre
sobreprecio respecto a otros azúcares nacionales y valía siempre cuatro reales
más que el de Trujillo.
Luego vino el terremoto de 1867. “Como
agobiaba la esterilidad de los campos de
trigo, los agricultores se vieron obligados
a dedicar todo su esfuerzo a la caña de
azúcar, doblando sembríos y
construyendo mayor número de trapiches
para su beneficio, lo que produjo el
fenómeno negativo de la
sobreproducción. El precio bajó a la mitad
de antes. Sufrió el negocio de los
derivados del azúcar como mieles,
raspadillas y conservas”, dice Zevallos.
Se ha registrado que en 1701 nuevos aluviones y plagas de ratones dejaron los
campos esterilizados y destruidos las plantaciones de caña. Los trapiches se
paralizaron y sobrevino escasez de azúcar que continuó por dos años más.
Definitivamente era el inicio de una gran crisis económica para la región
lambayecana.

 EL SIGLO XIX: CAYALTÍ EN PERÚ REPUBLICANO

La centuria se inicia con la independencia peruana del poderío español. A


mediados del siglo XIX Cayaltí estaba en manos de la familia Aspíllaga
Anderson, y su producción anual de azúcar era la más alta a nivel nacional,
llegando a los 4 mil kilos. Después de la independencia nacional, nuestro país
había quedado devastado económicamente y por añadidura el Perú había
contraído su primera deuda externa al aceptar dinero inglés para los gastos de
la emancipación.
Pero en la década de 1840 todo empezó a
cambiar. Aquí la historia nacional da un
viraje radical hacia una bonanza a través del
guano de las islas, el cual demostró ser un
abono efectivo. Inglaterra iniciaba su
revolución industrial y necesitaba con
urgencia incrementar la producción de su
agricultura, siendo el guano un potente
fertilizante natural.
El historiador Zevallos Quiñones afirma que
“al entrar al siglo XIX la economía norteña era excelente. Primaba la industria
azucarera. Llegaron a funcionar trapiches de cobre a fuerza animal en los
alrededores de Chiclayo, dando gran impulso a la cementera de la caña de
azúcar. Tenía favorable consumo en Chile y la exportación se hacía por el
puerto de San José”. Luego se sumó Puerto Eten.
Uno de los rasgos de la economía peruana a los requerimientos del mercado
mundial eran las haciendas o plantaciones que exportaban sus productos
utilizando los ferrocarriles para efectuar el transporte. Los destinos eran países
desarrollados como Inglaterra, Francia, Alemania y posteriormente Estados
Unidos hacia finales del siglo XIX.

 EL FERROCARRIL Y LA MÁQUINA A VAPOR

Con la revolución industrial, nuevos


inventos se difunden en el mundo. En
1860 llega la máquina a vapor a
Lambayeque, después de su habilitación
en Lima en 1840. Definitivamente esto
marca un hito importante, porque esta
tecnología se empieza a utilizar en
diferentes campos de la actividad
humana. La agricultura y la industria
azucarera no fueron ajenas a esto.
En 1870 se inicia la construcción de
ferrocarriles en el Perú, para entonces un revolucionario medio de transporte
que inicia la época moderna y se convierte en una herramienta para el
comercio y para unir a las diferentes localidades. En 1873 llega el primer
ferrocarril a Pátapo y también por entonces se inicia la construcción de la línea
férrea que unía Puerto Eten con Cayaltí. Todo el Perú vibra con el estruendo de
las locomotoras. Se construye el Ferrocarril Central de La Oroya, un ejemplo
mundial de ingeniería, con el puente más alto del mundo.

 LOS BARONES DEL AZÚCAR

A principios del siglo XX ya empiezan a los hacendados a aumentar su poder


económico-social, quienes dentro de su propiedad tenían más poder que las
autoridades políticas. Los llamados “barones del azúcar” ejercían notable
influencia a causa del inmenso poder económico que tenían, lo que les creó por
un lado antipatías con los gremios del naciente sindicalismo, pero por otro lado
también eran respetados. Figuran los Aspíllaga en Cayaltí, el Pardo en Tumán,
los De la Piedra en Pomalca y los Izaga en Pucalá.
Para mantener y mejorar la producción en el campo, los hacendados pusieron
en práctica la modalidad de “enganche” que
se practicaba en otras haciendas de la costa
peruana. Predominantemente traían
pobladores de la sierra, pero a mediados del
siglo XIX empiezan a importar personas
procedentes de China y Japón, en
condiciones muy duras.
“La finalidad principal del enganche era
buscar hombres para trabajar en las
haciendas. El enganchador socorría a la
gente con el dinero que necesitaba para sus sembríos o para la compra de
medicina para sus familiares que estaban enfermos, pero con la condición de ir
a trabajar a la hacienda. Sin embargo se procedía primero a un contrato que
estipulaba que hasta no pagar el ´socorro´ los peones no tenían derecho a
percibir ningún salario”.

 EL SINDICALISMO Y LOS RECLAMOS LABORALES

Perú no fue ajeno a los movimientos sindicalistas y de reivindicación de las


ocho horas laborales. En estas luchas también se dieron enfrentamientos con
saldo de vidas humanas. Manuel Tafur Morán y Diana Cordano Gallegos en su
estudio. “Los sindicatos en las cooperativas azucareras” señala que los
sindicatos azucareros se forman a partir de 1929 y que expresan el
descontento por la explotación de la fuerza de trabajo.

Antes de 1929 (año del “crack”


norteamericano”), un hecho significativo es
la huelga de 1917 en la hacienda Pomalca
y en 1921 en Cayaltí, reprimidas con el
uso de la fuerza. Los reclamos venían de
quienes laboraban en las condiciones más
adversas: los braceros o cortadores y los
carreros, encargados de llenar los
vagones con caña. Solicitaban aumento de
salario, dotación de alimentos
(antecedente de lo que se conocerá como
la “paila”), supresión de los vales de cartón que reemplazaba al dinero y que
sólo tenían valor en los tambos de las haciendas, desaparición de los tambos
(almacenes de dispendio de alimentos) y el abaratamiento de artículos de
primera necesidad, habría que ubicarnos en
esta época, en sus vaivenes políticos, para
comprender la realidad social de entonces.
En su estudio “Antagonismos políticos en
Lambayeque, 1920-1930″ Luis Heredia
Gonzales aborda ese tema, en medio de los
nacientes partidos como el APRA y el
Partido Comunista del Perú, liderados por
Haya de la Torre y Mariátegui, los reclamos
populares, las elites familiares de los
“barones” del azúcar. En la vida cotidiana la interrelación entre hacendados y
cañeros no sólo se daba en el trabajo, sino también en otras actividades como
el deporte y la recreación. De alguna manera estas fricciones se tenían que
superar, la vida continuaba, la industria azucarera no podía parar.
Manuel Tafur afirma que “como un intento de frenar la organización
independiente de los trabajadores, los propietarios acentúan la práctica del
paternalismo”. La receta es de mucho sentido común: “atraerlos y servirlos
cada vez que lo necesiten o pidan” (Carta del administrador al gerente de
Cayaltí, 26 de Nov. De 1921 citado por Lorenzo Huertas).
La dictadura que gobernó el Perú en 1930 reprime estos movimientos, como la
tristemente recordada masacre de 1931 donde murieron más de 50 obreros.
Fue en el mes de junio, cuando trabajadores de Pucalá, Pátapo, Pomalca y
Capote se dirigieron a Chiclayo en protesta por el apresamiento de dos líderes
de la USTL y el incumplimiento de pacto en Pátapo y Pucalá. En el camino
fueron abatidos por la policía.
Otro hecho lamentable es la denominada “masacre de 1950“, ocurrida en
noviembre de ese año, donde fueron asesinados por lo menos un centenar de
trabajadores durante una protesta sindical. Este crimen es mencionado por
diferentes autores como por ejemplo la destacada periodista peruana Susana
Grados, actual directora del diario oficial El Peruano, y el economista Slvio
Rendón cuyo su artículo fue decisivo para que el autor de este blog publique el
reportaje: “Cayaltí: la masacre de 1959 no quedó en el olvido”).

 LA RECORDADA MASACRE DE 1950

Hace sesenta años ocurrió en la hacienda Cayaltí, olvidada por la historia


oficial peruana, pero que queda en el recuerdo de quienes la sobrevivieron y en
los descendientes de los trabajadores: la masacre de Cayaltí.

Se generó una situación tensa cuando los trabajadores se declararon en


huelga y los administradores de la hacienda llamaron más efectivos para
reforzar el puesto de la Guardia Civil de Cayaltí.
Una confrontación inicial entre la policía y los
trabajadores dejó como saldo un trabajador
muerto. A ello siguieron una serie de arrestos.
Singularmente, los huelguistas estaban al borde
de capitular, cuando se produjo otro incidente más
serio. Esta vez la policía no sólo abrió fuego contra
un grupo de trabajadores reunidos en el puesto de
la Guardia Civil, sino que los persiguió a través del
pueblo, disparando salvajemente contra los
trabajadores que intentaban escapar. Por lo
menos murieron 120. Numerosos trabajadores huyeron hacia sus hogares en la
sierra. Se prendió fuego a los campos de caña.

“Esa noche”, recordó un obrero años después, “mataron a cientos. Luego, en


camiones de la empresa los recogían y muertos y heridos fueron transportados
frente al cerro ‘La Guitarra’ donde se había cavado una zanja y ahí fueron
arrojados”.

Otra información recuerda. “Después en calma todo. La Empresa tuvo apoyo de


todos los organismos. Se amenazaba a la gente que reclamaba con botarla o
fusilarla; los policías llevaban a los cabecillas y no se sabía más. Sólo se oía el
llanto de muchas señoras, hijas, esposas, preguntando por sus seres queridos.

No hubo “comisión de la verdad”, “comisión


investigadora”, “defensoría del pueblo”,
responsabilidad “política” o “penal”, debate en
el congreso, condena de la prensa (no había
congreso en los tiempos de Odría y la prensa
era de la oligarquía). Y tampoco hubo “museo
de la memoria” ni nada por el estilo. Sólo la
tradición oral de los familiares y compañeros
de los obreros muertos. Sin embargo, cuando llegó la reforma agraria en 1970
Cayaltí era la hacienda con peores relaciones laborales que cualquier hacienda
azucarera del departamento.
La empresa de los Aspíllaga tenía una larga
tradición de maltrato a los trabajadores, que
quedaba siempre impune debido a su poder
económico, político y mediático. Ántero
Aspíllaga evitó la destrucción de la hacienda
Cayaltí por los invasores chilenos pagando
cupos, “mostrando documentos que
mostraban que Cayaltí pertenecía a su
principal acreedor, escondiendo el alcohol y los alimentos de los invasores. En
esa circunstancia tres trabajadores chinos se fugaron.

En los años de 1880 los Aspíllaga siguieron dependiendo de los trabajadores


chinos con los que habían trabajado en la hacienda antes de la guerra. En
Cayaltí, al igual que en otras haciendas, se explotaba cruelmente, se les pagaba
poco a los chinos y estaban sujetos al sistema privado de justicia que
administraban los hacendados. Los Aspíllaga
tenían una cárcel en la hacienda y se
adjudicaron a sí mismos el derecho de
encarcelar o azotar a los trabajadores, registra
varias ocasiones en las cuales los miembros de
la familia ordenaron ejecuciones por asesinato,
y un incidente de 1875 en el cual un trabajador
chino huído fue muerto por una partida de
búsqueda de mayordomos de Cayaltí enviada a
recapturarlo. Los Aspíllaga ad mitían que sus trabajadores chinos eran “semi-
esclavos” y que “se les trataba muy mal”. Sin embargo, estaban dispuestos a
justificar sus acciones caracterizando racistamente a los chinos de “bárbaros”,
“demonios” y “semi-humanos”

Para la década de 1890 la inmigración china estaba cerrada y Cayaltí recurrió al


reclutamiento de trabajadores de la sierra norte mediante el enganche. Las
condiciones de trabajo eran mejores, recurriendo a métodos más sutiles y
paternalistas, pero con disposición a aplicar violentamente la fuerza cuando
fuese necesario.
Ántero Aspíllaga fue dos veces senador por Lima y dos veces candidato
presidencial civilista, perdiendo con el populista Billinghurst en 1912 y con Leguía
en 1919. Desde luego que la figura de Billinghurst soliviantaba a los trabajadores
y a los Aspíllaga les preocupaba que la
disminución de la jornada de trabajo a
ocho horas y la presión por aumento de
salarios llegara a su plantación de
Cayaltí. A pesar de perder las
elecciones, este incidente demuestra
cómo así los Aspíllaga conservaban su
poder:

En 1913 se llegó a una decisión final sobre una larga disputa de tierras entre
Cayaltí y el pequeño pueblo de Zaña, el cual estaba completamente rodeado por
la hacienda. La decisión, favorable a los Aspíllaga, motivó un ataque en el pueblo
a la propiedad de la familia y a la quema de la tierra en disputa. A pedido de los
Aspíllaga, Zaña fue ocupada por el ejército, que impuso el toque de queda y
prohibió la venta de licor, la posesión de armas, y proscribió las reuniones
públicas. El ejército restableció el orden, pero para ello mató a dos zañeros e
hirió a varios otros. Subsecuentemente, el prefecto de Lambayeque archivó un
informe sobre lo sucedido, describiendo la acción del ejército como una
“masacre” y afirmando que todos los cerros circundantes a Zaña habían sido
robados por las haciendas cercanas, especialmente Cayaltí. Ántero vio el
informe, y le fue posible reemplazar al prefecto con alguien más favorable a los
intereses de los Aspíllaga en menos de una semana .

En 1919 luego del golpe del 4 de julio de Leguía hubo una huelga potencialmente
violenta en Puerto Eten, donde los Aspíllaga tenían azúcar y alcohol almacenado
para embarcar; les siguieron los trabajadores del ingenio azucarero, y en
septiembre los cortadores de caña: pedían salarios más altos y precios más
bajos para los alimentos. Los Aspíllaga estaban entonces de malas con el poder,
pues se habían enfrentado a Leguía. Sin embargo, pudieron gestionar con el
prefecto el envío de ochenta hombres armados a Eten con la amenaza de
encarcelar a los trabajadores portuarios; concedieron aumentos de salarios a los
trabajadores del ingenio y recurriendo, una vez más al prefecto respecto a los
cortadores de caña: le pidieron veinticinco hombres armados, éste envío
cincuenta y los trabajadores regresaron a trabajar.

Para 1930 el surgimiento del APRA


estaba presentado problemas a los
terratenientes. Desde los periódicos
locales se les atacaba duramente. Los
Aspíllga lo sabían: “en Zaña son todos
absolutamente apristas” aparecería en
una correspondencia. Luis Aspíllaga
escribía a Lima en junio de 1931, previo a
las elecciones de ese año: “un pretendido asalto por parte de la peonada de
Tumán y Patapo-Pucalá, que repelieron fuerzas bajo el prefecto a la entrada de
Chiclayo, con una descarga cerrada de la que dicen hay 11 muertos y otros
tantos heridos”. Todo esto, sumado al encarcelamiento de los “cabecillas” y la
censura de “El Trabajador”, un periódico de los trabajadores que circulaba en las
haciendas, contó con el apoyo de los Aspíllaga.

Y en realidad los Aspíllaga, y la clase terrateniente en general, tenían un férreo


control de la prensa “que manejamos desde la Sociedad Nacional Agraria”.
“Tenemos hasta dos periódicos, La Crónica y La Prensa”, escribía Ramón
Aspíllaga en 1934. Aparecían artículos anónimos defendiendo el punto de vista
de los hacendados o hacían entrevistas con los periodistas de publicaciones que
les eran favorables. Y desde luego, censuraban a quienes tenían puntos de vista
opuestos. “La Hora”, periódico lambayecano de tendencias izquierdistas,
publicaba artículos de un periodista español que criticaba a los hacendados,
particularmente a los Aspíllaga. Éstos hicieron que el prefecto ordenara el cese
de la publicación y que el periodista español abandonara la zona .Pero la
contribución más importante que hizo el gobierno a la supervivencia económica
de los Aspíllaga y otros hacendados fue ciertamente la represión al APRA y otros
elementos radicales que amenazaban el control que estos ejercían sobre la
fuerza laboral.La criminalización de apristas, comunistas y anarquistas no era
sólo ideológica o por “seguridad”, sino fundamentalmente económica.
Pero lo tiempos cambiaron. El corto periodo democrático de Bustamante
conlleva un resurgimiento de la actividad sindical. El sindicato de Cayaltí se
forma 1945 y es reconocido en el Ministerio de Trabajo gracias a la presión del
representante aprista por Lambayeque. Los terratenientes tienen que aceptarlo.
“Un mal a tono con la época política y social que atravesamos”. Sin embargo, los
Aspíllaga están en la primera de la resistencia a Bustamante. Cayaltí era la sede
de la Alianza Nacional en Chiclayo. Apoyan a Odría en el golpe de 1948, en su
gobierno, en la candidatura única de Odría en 1950. Los Aspíllaga aportan
trabajadores (700) de “portátil” para formar parte de las manifestaciones de la
Alianza Nacional. Es en este contexto que se da la masacre de Cayaltí de 1950.
Como diría Martín Adán, con la dictadura de Odría el Perú vuelve a la
normalidad, y también, y sobre todo, para los trabajadores. Los terratenientes les
iban a dar una lección y mostrar que eran éstos quienes seguían mandando. Que
los trabajadores no se ilusionaran con la democracia, las elecciones, sindicatos,
o representantes en el congreso.

Hay pues toda una historia de lucha de los trabajadores de Cayaltí por liberarse
de los abusos de los terratenientes, quienes no dudan en restringir derechos
como la libertad de expresión, a la sindicalización y a la vida. Y estos
terratenientes son los abanderados de lo que en el Perú pasa por liberalismo.

 REFORMA AGRARIA Y COOPERATIVISMO

En 1969, tras la promulgación de la ley de Reforma Agraria durante la dictadura


militar de Juan Velasco Alvarado, se expropiaron las tierras a los hacendados
para entregárselas a los campesinos, bajo la supervisión del Estado. Para la
analista Silvia Cuevas, “este fue el inicio de la crisis de las azucareras” ya que
“en la práctica, la reforma agraria significó la burocratización del sistema
cooperativista que comenzaba a extenderse por todo el país”.
El error de Velasco fue darles las tierras a los trabajadores (y todo el sistema
administrativo económico que representaba) sin darles ninguna capacitación.
En efecto la relación de servidumbre con los antiguos “patrones” va a
desaparecer. La “cooperativa”, una forma de propiedad social de los medios de
producción -derivada de los postulados de los modelos socialistas- no fue la
solución.
Tras más de veinte años, el fracaso del cooperativismo era evidente. La
propiedad colectiva dio muestras de ineficacia. A nivel mundial, con la caída de
los regímenes comunistas, se comenzó a ver el fracaso de un sistema político
económico que, si bien es cierto, captó el entusiasmo en la época velasquista,
no fue el mejor.
En los gobiernos de Belaúnde y sobre todo en el de Alan García, el declive de
la producción azucarera era más notorio. Las fábricas no tenían mantenimiento,
descendió la producción en el campo y las “cooperativas” fueron cayendo en
vicios administrativos, ya sea por falta de capacidad de las cúpulas
diligénciales o por falta de ética.
En 1987 Fujimori empieza a privatizar empresas estatales. Las cooperativas
corrieron el mismo destino, con la diferencia que sus acciones se repartieron
entre los trabajadores. Algunas empresa vendieron acciones al sector privado -
como Pomalca y Pucalá-, pero otras se quedaron así, en medio de la inacción y
el desgobierno. Ese es el caso de Cayaltí, que hoy es además distrito.

 CAYALTÍ EN LA ACTUALIDAD

Su situación crítica. No hay producción.


El fideicomiso con Cofide no dio
resultado. Se han abandonado muchos
campos de cultivo por falta de
financiamiento. Uno de esos sectores es
precisamente el anexo La Viña, que fuera
invadido por personas que estarían
alentadas por traficantes de tierras y
donde el 11 de enero de 2003 se produjo
un enfrentamiento con un saldo de doce
muertos. Situación que no se debe repetir jamás, en aras de la paz y la
comprensión.
Cayaltí tiene cinco mil hectáreas para sembrar caña, y el resto son huertas y
terrenos salinos y para crianza de ganado. Al promediar el año 2005 contaba
con 1,300 trabajadores en actividad y 4,190 jubilados y viudas. El ingenio está
paralizado y los trabajadores que se dedican a la siembra reciben pequeñas
propinas.
“Tantísimos años en esta forma como estamos. En primer lugar entraron unos
trabajadores de acá, han sido más vivos que el águila, se llenaron, han
arrancado, han arruinado todo, han vendido caballos, han vendido un montón
de cosas. En la fábrica ya no hay nada casi, solo el techo está, toditito una
desgracia. Y como no se va querer, por eso se ha estado luchando por un
inversionista que venga, pero cuando alguien ha querido interesarse, la otra
parte saltaba y hacía lo imposible. Cayaltí ha sido la primera cooperativa a nivel
nacional, y ahora estos pobres hombres, los jubilados hay días que no comen.

“Cuando hay una propina a veces nos dan, treinta o cincuenta soles, pero eso
es para dos días nada más”, señala un trabajador de la empresa.

La población, que se ha incrementado, se dedica al comercio o a cultivar sus


huertas. Con la llegada de inmigrantes de la sierra, Cayaltí tiene un rostro
distinto al que tenía antes. Hay graves problemas sociales que resolver como el
desempleo, al que se suma el incremento de la delincuencia común y la
adicción al alcohol y las drogas. La urbe carece de un adecuado sistema de
agua potable y alcantarillado, sus vías no están asfaltadas.
Quedan los restos de la arquitectura antigua de Cayaltí: la casa hacienda, el
ingenio, las casas de obreros y empleados, etc., como mudos testigos de la
historia y que, como en el enlace citado, motiva la imaginación de los turistas y
“blogueros”. Sin embargo, un importante sector de la población quiere que
Cayaltí se levante de sus ruinas.

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