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Los fundamentos corporales del significado manifestados en

la fotografía doméstica.

La Percepción y el Significado Corporeizado

Alumna: Leticia Fuentes Franco

Tutor: Dr. Estanislao Ortiz


Co-tutor: Dr. Ricardo Pavel Ferrer
Co-tutor: Dr. Marco Albarrán

Segundo semestre
Modalidad de graduación: tesis.
La Percepción y el Significado Corporeizado
La semiótica, al igual que otras disciplinas no se ha mantenido inmune a la
interdisciplinariedad, si bien la semiótica estructuralista sentó las bases para el estudio del
signo, numerosos teóricos e investigadores han demostrado con sus aportaciones que el
análisis de procesos semióticos son abstractos como para poderlos abordar de manera
aislada. Precisar un estudio sobre los signos, y especialmente del signo visual, requiere
nutrirse de otras disciplinas igualmente interesadas en la percepción.

Hoy en día, estudiar los signos visuales y la manera en que operan, requiere de
enfoques semióticos, filosóficos, antropológicos y desde luego psicológicos. La apertura
de la semiótica hacia nuevos horizontes teóricos, ha permitido estudios sólidos que
admiten ahondar en la complejidad del signo visual.

El fundamento de la significación corporeizada surge de la teoría lingüística


cognitiva, es relativamente nueva y los primeros en afianzarla son los autores
estadounidenses Lakoff y Johnson, quienes a partir de su libro “Metáforas de la vida
cotidiana” sientan las bases para considerar la experiencia corporal como el principio de
los conceptos. De acuerdo a éstos autores la mente humana se “moldea” a partir de la
experiencia corporal.

Al ser una perspectiva teórica emergente, no tiene como tal una definición
específica para lo que se ha acuñado con el término de embodiment, sin embargo, puede
entenderse en sentido de que la morfología del cuerpo organiza la cognición.

La mayoría de las teorías sobre el embodiment o encarnación, no se centran en el


significado, sin embargo, el cuerpo es un medio afirma Belting y si lo entendemos en el
sentido comunicacional, el medio puede entenderse como el que “media”, es el puente, el
enlace entre las sensaciones externas y las imágenes “internas” de cada individuo, el
cuerpo es fundamental para las significaciones, pues es el vehículo en el que nos
movemos como seres vivientes. Porque somos seres corpóreos, no somos sólo
conciencia, somos cuerpo y mente. A diferencia del significado, el propio signo para existir
requiere de un cuerpo propio, Signo-vehículo, lo que Peirce define como representamen.

Una de las principales críticas acerca de ésta corriente radica en que se supone
que todo conocimiento tiene un fundamento lingüístico, el propósito de éste ensayo radica
en demostrar que las propuestas de los significados con fundamento corporeizado
permean a cualquier tipo de significación no necesariamente a lo lingüístico, sino también
a lo visual.

La mente resulta moldeada por nuestra experiencia corporal gracias a una


conexión natural que existe entre el sistema corporal y el sistema mental o conceptual,
para ejemplificar en otros términos, la manera en la que nos desplazamos en el espacio
también se asocia a otros conceptos, algunos más abstractos que otros. El concepto
tristeza implica un abajo incluso desde la denominación lingüística: está “decaído” o
“cabizbajo”. Y no sólo se traduce a lo lingüístico, sino también a lo visual, pues la última
palabra es la descripción de la propia postura corporal que se manifiesta con ese
sentimiento y por ende las representaciones visuales también se representan con una
postura baja.

De acuerdo con éste enfoque la metáfora cognitiva a diferencia de cualquier otra


expresión metafórica no sólo es una expresión verbal o un juego de palabras, es el puente
entre los procesos de la experiencia más básicos y la generación de conceptos en la
mente, por más abstractos que éstos sean. Sin embargo, justamente el uso del término
“metáfora” ha sido otro de los principales cuestionamientos a ésta propuesta, y es que se
puede prescindir de dicho término, porque en realidad lo que describe más
específicamente la estructura profunda del significado son los esquemas de imagen.

Los esquemas de imagen, representan de manera gráfica conceptos abstractos o


literales, con un número limitado de ellos se puede permear y categorizar toda la
información que se percibe. Los esquemas de imagen permiten filtrar lo abstracto en algo
concreto y viceversa, conforman un puente entre el cuerpo y lo cognitivo, entre lo externo
y la manera en que lo asimos y se vuelve parte de nuestro acervo simbólico dentro de
nuestra mente.

El esquema de Contención propuesto por Lakoff y Johnson, podemos decir que lo


aprendemos desde el vientre materno, ya que cualquier ser humano se ve sometido a la
experiencia de estar contenido dentro de su madre. Una vez fuera, y conforme la
maduración cognitiva evoluciona, el individuo se entiende como un ser humano
independiente de su madre, pero sigue siendo una contención, pues su cuerpo contiene
todo lo que biológicamente es necesario para la vida, y a la vez contiene también sus
pensamientos, es decir su mente.

Como entidad orgánica el cuerpo requiere ingresar alimentos o agua para


sobrevivir, mismos que a su vez necesariamente serán expulsados, es una constante de
cualquier ser viviente, la mente contenida dentro del cuerpo, a su vez ingresa información
y la emana de manera constante a partir del lenguaje, de expresiones corporales o
visuales.

Por poner otro ejemplo, en el caso de conceptos religiosos se pueden asociar a un


esquema de trayectoria, el bien está arriba, el mal abajo, y esto tiene una relación
corporal, ya que nuestra cabeza que alberga la razón está arriba y los genitales que
apelan más al instinto y lo “irracional” están abajo. Encontramos así que santiguarse,
manifestación gestual católica por excelencia es una representación de esta ideología,
Dios está arriba, el hijo que caminó en el ámbito terrenal y “corrupto” de los hombres está
abajo, mientras el mediador está a la altura del corazón, y es el Espíritu Santo.

La perspectiva filosófica de Belting mantiene cierta concordancia con el enfoque


de Lakoff y Johnson, ya que el primero considera el cuerpo como contingencia, contiene
la mente, y al respecto ejemplifica con la Figura Vitruviana de Leonardo da Vinci en el
cual el cuadrado se vuelve la prisión de la contingencia corporal (otra aplicación del
esquema de contención), de la misma manera en que el encuadre se vuelve la prisión de
la imagen fotográfica.

Sin embargo este ejemplo propuesto por Beltign, también trae a colación un
ejemplo del esquema de fuerza, el circulo que rodea el dibujo de Da Vinci no es estable
como lo es el cuadrado, la figura casi parece una animación ya que representa
movimiento, y es el círculo el que refuerza la sensación de movimiento. En cualquier caso,
un movimiento requiere de una fuerza para poderse ejercer, en la figura Vitruviana el
círculo manifiesta un esquema de fuerza.

La propia contención es una fuerza, cuando se come de más, se siente la fuerza


del estomago albergando todos los alimentos, de la misma manera, el encuadre es la
“prisión” de la imagen fotográfica, ya que establece sus límites, el fotógrafo decide qué
elementos quedan dentro y de cuales se prescindirá en su composición.

Los esquemas de imagen de fuerza, se pueden aplicar a cualquier composición


visual, ya que cada elemento en el encuadre es una fuerza. Un sólo punto dentro de un
cuadrado, impele en el observador una fuerza de atracción. Si se agrega otro punto,
existe una contrafuerza, el ojo oscila entre uno y otro. Se puede afirmar que la
composición visual es una lucha de fuerzas, y por ende los esquemas de fuerza son
totalmente aplicables a la composición fotográfica.
La importancia del cuerpo es fundamental en la percepción y por ende para la
generación de significados. Para un ciego de nacimiento las categorizaciones serán
totalmente diferentes a las de cualquier otra persona que puede ver, por la relación que
guarda con el entorno. Pero incluso en éste sentido pueden haber variaciones, no tienen
las mismas relaciones con la imagen visual un daltónico, un débil visual, o alguien con
estrabismo grave incapaz de percibir la tercera dimensión.

Nuestra percepción y comprensión del mundo se basan en nuestra comprensión


sensorial del espacio y el movimiento en relación con nuestra propia posición y, por lo
tanto, están totalmente corporeizados.

Al utilizar el término encarnado, se puede enfatizar en dos puntos: primero, que la


cognición depende de los tipos de experiencia que provienen de tener un cuerpo con
varias capacidades sensoriomotoras y, segundo, que estas capacidades individuales
sensorio motoras son incorporados en un contexto biológico, psicológico y cultural más
amplio. La cognición es la aprehensión de un mundo exterior dado, filtrado a través de los
sentidos. La cognición humana emerge así como un producto de la relación de los
humanos con el entorno no humano.

El perceptor no solo recibe datos sobre un entorno 'ahí fuera', sino que se ubica
constantemente dentro de ese entorno, y percibe sus objetos y superficies en relación con
el cuerpo. Los significados siempre son subjetivos, se viven desde la corporeidad de cada
individuo y debe entender que hablar de significados no es lo mismo que signos, no todo
es signo, hay significados sin representación, como las ideas propias.

Una visión corporeizada del significado busca los orígenes y las estructuras de
significado en las actividades orgánicas de todos los seres vivos que necesariamente
interactúan en sus entornos cambiantes. Ve el significado y en general el comportamiento
como resultado de las propias capacidades para percibir cosas, manipular objetos, mover
nuestros cuerpos en el espacio y evaluar nuestra situación.

Parte de ser seres corpóreos implica una relación con el entorno, misma que se da
a partir de cómo nos movemos en él. Un movimiento implica tiempo y espacio, y marca
una trayectoria, de la misma manera en que la vida es una trayectoria.

Las fotografías colocadas en un álbum familiar, generalmente tienden a tener un


acomodo un tanto discontinuo, de hecho no es un producto comunicativo que busque
narrar una historia de manera cronológica, aún así existen familias que ordenan de
manera cronológica, o bien por el tema de la fotografía o por las personas que aparecen
en ellas, a fin de cuentas, en el caso del álbum familiar se muestra un esquema de
trayectoria y el observador a diferencia del espectador de una película, si le observa de
manera analítica requiere una conciencia del espacio para hilar el tiempo entre
fotografías, pues en un álbum, el espacio es tiempo, por ende conforma un esquema de
trayectoria, igual que la vida.

A pesar de que se atribuye una gran aportación de la lingüística cognitiva para el


concepto de significados corporeizados, en realidad Merleau-Ponty en su fenomenología
de la percepción toca este punto y afirma, “…no estoy delante de mi cuerpo, estoy en mi
cuerpo, más aún soy mi cuerpo…” y continua con que el cuerpo puede compararse con
una obra de arte, en el sentido de que cada uno de sus elementos conforma la obra, de la
misma manera en que cada uno de los miembros conforma el cuerpo. La obra de arte es
única, igual que cada cuerpo es único, y es el que nos representa ante los demás durante
nuestra existencia.

De hecho Merleau Ponty también utiliza el término esquema, sólo que le adhiere el
adjetivo de corpóreo, y hace énfasis en que un esquema corpóreo es un resumen de
nuestra experiencia corporal. Pero desde su punto de vista, este esquema corpóreo es
dinámico, no se reduce a una simple asociación basada en experiencias, sino que, de
acuerdo a lo que sucede en la realidad del aquí y el ahora el cuerpo se adapta a percibir
lo que se requiere para lograr los fines que el portador del cuerpo se proponga.

Por ejemplo, un pintor, se concentrará principalmente en las manos para lograr


una obra y sólo aquél que ha logrado mayor pericia con en el manejo del pincel, será
capaz de representar la idea de su obra, no es que el resto de su cuerpo no sea
trascendente, lo son también sus ojos, sin embargo, es en la mano donde se concentra la
fuerza y la experiencia para lograrlo.

De la misma manera, un corredor de maratones en el momento del entrenamiento


y de la carrera concentra su principal atención del cuerpo en las piernas, para lograr dar la
velocidad y recorrer la ruta planeada hasta llegar a la meta.

Toda categorización es a la vez motriz y perceptiva, es la fusión del cuerpo y la


mente. Reconocemos una cierta distancia, gracias a que la hemos recorrido, y desde
nuestra propia realidad entendemos si somos capaces de recorrerla con nuestros propios
pies, o si necesitaremos de una extensión, que bien podría ser un automóvil para poderla
recorrer, en todo caso, se requiere tanto de la experiencia motriz, como de la experiencia
perceptiva.

En el caso de un viaje en autobús hay dos experiencias distintas, del pasajero y la


del conductor. La experiencia motriz no es tan trascendental para el pasajero, quien sólo
experimenta la distancia a partir del tiempo transcurrido, es una experiencia perceptiva
que mide la distancia a partir del tiempo. Su experiencia motriz, se reducirá al cansancio
propio de estar mucho tiempo en una misma posición. En cambio, para el chofer, el
volante es una extensión de su cuerpo, las llantas del carro responden a los estímulos de
su mano para conducir y no salirse del camino, el chofer también puede experimentar un
cansancio físico, pero su experiencia motriz es fundamental para que todos puedan llegar
a salvo a su destino.

Planteando una correlación entre las teorías de los significados corporeizados y


las categorías de semiosis de Peirce, podemos decir que la primeridad existe en el cuerpo
gracias a cada uno de nuestros sentidos. Los fenómenos exteriores a nuestro ser, no
pueden ser percibidos ni significados o categorizados sin primero filtrarse a través de
cualquiera de nuestros sentidos.

La primeridad es posibilidad de, y nuestro cuerpo es el que nos brinda esa


primeridad a partir de las posibilidades de interrelacionarnos con el entorno gracias a
nuestros sentidos. Incluso, en ocasiones la primeridad no se basa únicamente en el
sentido literal por el que se podría filtrar la información, por ejemplo, los seres humanos
no somos capaces de percibir de manera directa la luz infraroja o ultravioleta, tampoco los
infrasonidos, sin embargo, gracias a otros medios de medición, se abre esa posibilidad,
filtrando la información y haciéndola medible, categorizable o significante.

Fuera de nuestro cuerpo, en lo que podría considerarse como secundidad, está el


choque con la realidad, y en ese choque existen nuevas primeridades o posibilidades, si
se unen dos cualidades posibles, supongamos una forma y un color, nosotros
probablemente podamos distinguir un círculo verde, si se le une otra cualidad de color rojo
con otra forma, podría convertirse en un señalamiento como por ejemplo, un semáforo,
sin embargo, esa posibilidad sólo existe para el que no es daltónico, cuyo filtro perceptual
corporal, le hace percibir de manera diferente.

La posibilidad del exterior también puede presentarse como secundidad un choque


de categorizaciones, así yo puedo distinguir un gato, y diferenciarlo de un perro. Nuestra
experiencia, o el hábito, nuestro andar por el mundo nos ha enseñado que no existe
posibilidad de unir a estas dos especies y crear un híbrido, de gato-perro. A menos de que
sea un producto de la imaginación y se exteriorice.

La terceridad de Peirce, que también puede entenderse como categorización y/o


hábito, no dista mucho de tener una implicación corporeizada, si abordamos el término en
el sentido de Merleau Ponty, ya que para éste autor el hábito es una significación motriz,
nos hace entender que cualquier extensión del cuerpo, como podría ser una prótesis en el
caso de quienes carecen de alguna extremidad implica un reconocimiento del cuerpo y
del espacio, llega incluso a dejar de ser percibido por el usuario, porque se vuelve parte
de sí mismo, es entonces cuando ocurre el hábito, y a partir de ésta extensión del cuerpo
sigue percibiendo el exterior. Todas las categorizaciones, hábito y significaciones son
corporeizadas, necesitan traspasar la barrera del cuerpo para infiltrarse y permanecer en
la propia mente.

El cuerpo es uno de los filtros que influye en la percepción y por ende la


significación que cada individuo hace de su entorno y es uno de los más importantes ya
que da las pautas para generar los “esquemas de imagen” mismos que son el puente que
da salida a conceptos de la mente hacia soportes externos y viceversa, pero no es el
único, el entorno es también fundamental.

Hablar sobre el hábito, también implica una relación con el entorno, el cual
habitamos de manera cotidiana y da pie a reconocer que no sólo el cuerpo incide en los
conceptos, sino el propio entorno cultural dentro del cual estamos contenidos. Vivimos en
una cultura que ha partir de ciertas ideologías impone ciertos roles familiares, una familia
se gesta en un espacio restringido tanto físicamente por una casa, como por las normas
sociales. El núcleo familiar es una contención de lazos familiares, y el concepto lo
aprende cada individuo como se mencionó anteriormente desde el vientre materno.

Los esquemas de imagen son totalmente flexibles por ende pueden aplicarse a
cualquier nivel de conceptos, por ejemplo, la ideología y la cultura son contención porque
hemos crecido con normas culturales que imponen límites morales, sociales y que
también imponen límites de actividades corporales. Así vemos que es posible que algún
ser humano con la suficiente fuerza, pueda físicamente quitar la vida a otro ser humano,
es aquí donde los límites morales constriñen las acciones físicas.

Bajo la tutela de una cultura occidentalizada, los individuos crecen “aprisionados”,


no sólo en las normas sociales y culturales, pues las cultura también se manifiesta en las
producciones culturales como la arquitectura, que específicamente en las culturas
occidentales (y las occidentalizadas también) se soporta en construcciones cuadradas
que no dejan de ser un cuadro contingente que establece límites entre lo que está dentro
y fuera.

La imagen no puede desasociarse de la cultura, toda imagen es producto de un


contexto cultural, por ende, el sujeto que elabora o el que observa a la imagen guarda
especial importancia al momento de observar e interpretar un cuadro. Desde la propia
mente emergen “vehículos-signo”, a las que Giménez (2005) denomina Objetivaciones1
mismas que hacen latentes las ideologías y la propia cultura.

La fotografía es una de dichas objetivaciones, y en específico la fotografía familiar


es el “vehículo-signo” que manifiesta los lazos filiales, y el esquema de imagen que más
representa es la contención, el encuadre es el medio para manifestar ese “contenedor”.
Usualmente, en la fotografía familiar los nuevos aspirantes a ser miembros de la familia,
llámese pretendientes, novios o novias recientes, no son invitados a aparecer en la foto
de la familia. Cuando esos lazos se solidifican y dan por resultado un matrimonio, o ya se
han logrado varios años de relación y se tiene un trato más cercano con los otros
miembros de la familia, se le puede dar la bienvenida a estar dentro del encuadre.

La fotografía doméstica está ahí para representar algo para alguien, pero esa
representación va más allá de una necesidad biológica, por ende se convierte en una
función semiótica compleja, ya que la necesidad que atiende es más bien de índole social
y cultural al entrañar los recuerdos de los lazos familiares. La fotografía doméstica es en
esencia es un signo cultural.

La fotografía doméstica como manifestación de la corporeidad y la ecología


simbólica.

Como se ha expuesto, el cuerpo es nuestro primer filtro en la construcción de


significados y en la manifestación exterior de los mismos. Pero nuestro cuerpo como
organismo, no está flotando sólo en un cubo de ensayo al vacío, por el contrario, nuestro
cuerpo se mueve en un espacio, y ese espacio exterior también influye en la manera en
que construimos nuestros significados y en la manera en la que nos relacionamos con el
entorno.


1
De acuerdo a Gilberto Giménez las formas objetivadas de la cultura implican objetos concretos
que reflejan aspectos culturales fundamentales del grupo que los genera, y por ende son medibles
y cuantificables.
Estos límites espaciales que se influyen de manera mutua, conforman lo que en
antropología se ha denominado la ecología simbólica. El antropólogo Alf Hornborg, afirma
que en un ecosistema, cada organismo interactúa con el ambiente desde su propio
mundo subjetivo y cada especie a partir de sus características corporales como especie
percibe su medio ambiente. La interacción ecológica, es en realidad una pluralidad de
mundos subjetivos cuyas relaciones se basan en significados.

Este concepto de ecología simbólica, se sustenta en los significados que cada


sujeto genera, comparte e influye con ello al resto de los individuos que conforman el
contexto ecológico. Podría entenderse en los siguientes términos, cada individuo a partir
de su propio cuerpo guarda una relación con el entorno, ya se mencionó que cada uno
generará sus propios significados a partir de su propia corporeidad, misma que guarda
una relación de similitud con otros miembros de su familia, y obviamente de su misma
especie, esto le permite una comunicación ya que los significados se fundamentan en una
estructura corporal común.

Sin embargo, existe también una corporeidad en otras especies, por ejemplo un
gato, y se guardan a pesar de las diferencias ciertas similitudes, corporalmente ambas
especies, la humana y la gatuna tienen ojos, orejas, sentido del tacto, entre otras, sin
embargo una diferencia fundamental es el andar por el espacio, uno es bípedo y el otro
cuadrúpedo, de acuerdo a la teoría de los significados corporeizados, esto supone que los
significados entre ambas especies estarán diferenciados.

Dentro de esa ecología simbólica, existe una relación cultural de gradaciones,


comienzan con el individuo, el cual se interrelaciona con una familia que conforma su
espacio doméstico, a su vez es parte de un grupo que se interrelaciona por la proximidad
en donde viven, a su vez conforman una población que se relaciona con otras
poblaciones y cuyos límites no recaen en los límites políticos sino en las áreas de
influencia.

A su vez, estos grupos que comparten significados en común gracias a sus


similitudes corporales, también comparten significados culturales en común gracias a la
proximidad con la que viven, y si bien en ocasiones pueden coexistir culturas diferentes
en un mismo espacio, resulta más familiar para quien comparte esa cercanía que para
personas que vienen de otras partes del mundo.

Los significados van cambiando generacionalmente a partir de nuevos vehículos-


signo que surgen gracias a nuevas tecnologías y a la propia evolución cultural y social.
Si se hiciera un diagrama para representar los significados corporeizados y su
extensión hasta el punto de la ecología simbólica, sería en realidad un círculo contenido
en otro, y en otro y así sucesivamente, si bien las contenciones no son rígidas y de hecho
son distintas para cada sujeto, en realidad esos esquemas de contenciones ocurren en
cada individuo.

Diagrama de las relaciones en la ecología simbólica

La trascendencia del sujeto en los procesos de significación radica en que la


percepción es individual, si bien pueden compartirse culturalmente los tipos cognitivos2,
cada individuo de acuerdo a su contexto biológico y cultural percibe y simboliza su
entorno, y los refleja en los vehículos-signo, que guardan un orden cultural propios de su
tiempo y su momento.

En el caso del vehículo-signo “fotografía doméstica” para ser denominada como


tal, requiere estar en un contexto determinado, ya que si se saca de la intimidad del seno
familiar (entorno doméstico) y se coloca en una galería (entorno vecinal-social), puede ser
materia prima de una obra artística. El cambio en el espacio expositivo 3 trastoca la
secundidad, el choque con la realidad rompe con el hábito y el significado pierde lo
doméstico. La categorización resulta en nuevos significados y categorías al transformar a
los protagonistas de las fotografías en personajes genéricos: la mujer madura que se
observa en la foto es la mamá, no “mi” mamá. Se asumen los roles familiares de manera
generalizada, no se particularizan.

2
Eco, U.(1999) p.152
3
Lizarazo,D. (2005) p.211

Si hablamos de la fotografía doméstica como manifestación de la corporeidad,
existen en un primer momento tres tipos de relaciones entre los modelos como cuerpos
retratados.

La primera de todas es indexical ya que es una huella de los rayos de luz que
emanó el modelo y esta es fundamental, pues difícilmente podría retratarse a un
fantasma, entonces tiene que existir un cuerpo que refleje los rayos de luz y deje su huella
en el sensor en el caso de la imagen digital o en los haluros de plata, en el caso de la
fotografía analógica. Partimos de éste entendido, como base de las siguientes relaciones.

La segunda guarda una relación de semejanza, misma que puede variar en


gradación, pues no es la misma similitud la que representa una fotografía en blanco y
negro que a color. La óptica también interviene en los grados de semejanza, pues la virtud
del gran angular que permite abrir el encuadre y está presente en casi todos los
dispositivos móviles, deforma en mayor medida los rasgos del fotografiado.

Existe también una relación simbólica que en la fotografía familiar es la de mayor


peso, pues emerge como imagen aurática, es decir, aquella que encapsula un segmento
del espacio y el momento. Sin embargo, el nivel de iconicidad cambia con el tiempo. Los
espacios cambian, los momentos nunca se repiten y los parecidos se diluyen al paso de
los años. Algunos rasgos quedan pero no suelen ser tan similares como lo fueron cuando
el modelo y la fotografía estaban más unidos temporalmente hablando. Los años
modifican la fisionomía de todos los miembros de la familia y por ende se degrada el
parecido icónico con el modelo.

Las fotos más antiguas guardan una relación simbólica para con los nuevos
miembros de la familia. Esa fotografía representa al familiar en un tiempo pasado e
inasible para los más jóvenes, quienes no guardan memorias vívidas de la abuela en su
juventud, esas memorias se crean a partir de la imagen fotográfica en el álbum familiar.

Hablar del cuerpo y los significados corporeizados se puede hacer desde dos
perspectivas. Desde el cuerpo y las significaciones que emana de él en la cual interviene
la semiótica de la cultura. O bien, desde el punto de vista que aborda la semiótica
cognitiva, que tiene relación con la injerencia de la propia biología en la percepción y por
ende en la construcción de categorías y semiosis.
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