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Una noche en la ciudad de Buenos Aires, a eso de las 21:00 horas, me hallo en un paradero de
buses situado por la avenida Las Heras, a dos cuadras de la Biblioteca Nacional. Algunas
personas esperan también en el lugar. Me alejo unos metros y fumo un cigarrillo. Finalmente, a
la distancia veo el bus que me llevará a casa; alisto la tarjeta SUBE con la cual se paga el pasaje.
El vehículo se detiene en el paradero, lo abordo, y en el momento en que sitúo la tarjeta en el
dispositivo de cobro, miro al conductor y le dirijo la palabra: “Buenas noches”, y luego le
indico la dirección de destino. El conductor, un hombre de aproximadamente cincuenta años,
con semblante cansado y ojeras pronunciadas, tez trigueña, como la mía, me observa y dice:
usted es la única persona que me ha saludado en todo el día. Pensando en esta significativa
frase, camino por el pasillo del bus y busco asiento al fondo.
Este pequeño evento, en apariencia fútil, ha tenido la capacidad de rondar mi cabeza por un
largo tiempo, hasta que finalmente me impelió a compartir unas breves ideas e inquietudes al
respecto, las cuales espero generen interés en la persona que lee estas palabras, o por lo menos
sirvan para entretenerle un rato de su cotidianidad.
Dada la cantidad enorme de personas en la ciudad, no es desatinado pensar que aquel día, el
bus fue abordado por muchos individuos (seguramente pertenecientes a algún tipo de
colectividad, o no) con diferencias abismales en su manera de concebir la vida. Si pensamos en
ocupaciones, se habrán subido personas que ejercen la abogacía, la medicina, la banca, la
enfermería, la docencia, la militancia, la educación, la política, la economía, etc. Si pensamos de
manera un tanto más abstracta e ideológica, si se quiere, se habrán subido también personas
que son adeptos, o actores, de la derecha, la izquierda, la centralidad, la apatía, la ignorancia, la
sabiduría, la religión, la otredad, la quietud, el matriarcado, el dinamismo, el deporte, el estudio,
la comunidad, la individualidad, el machismo, la burocracia, la ciencia, la naturaleza, la paz, la
guerra, la clase trabajadora, la clase dirigente, el patriarcado, el feminismo, la indulgencia, el
egoísmo, la bondad, entre incontables asuntos más.
Estas personas quizás también se habrán expresado, alguna vez en su vida, o guardado
silencio, desde luego, y habrán tenido el deseo de ser escuchados, de convencer a los demás
para fortalecer sus causas particulares, y habrán quedado satisfechos o insatisfechos con el
nivel de su convocatoria o de influencia o de recepción, en cuanto a sus modelos personales de
asumir la realidad: quizás pregonaban valores, invitaban a seguirlos, o persuadían a abandonar
otros con los que están en desacuerdo. Esas personas quizás también habrán pensado alguna
vez en la brecha enorme que existe entre abanderar, mencionar, enfatizar una idea, sea utópica,
sea concreta, y en llevarla al plano real, a los hechos, a la práctica. Quizás también habrán
pensado en el alcance, la veracidad o la falacia de un concepto para señalar un asunto general
frente a uno particular, tal y como puede ocurrir con la noción de sociedad o de individuo; se
habrán preguntado por la existencia de tales elementos, si aluden a algo en lo que se puede
interceder, o no, si se puede transformar, si se puede colegir, si se puede sentir, examinar,
pensar, constatar, o no. Podemos llevar las cosas más lejos y ofrecer algunas inquietudes
precisas en las que algunas usuarias y algunos usuarios del transporte público (o como cada
cual deseé ser concebido) quizás habrán pensado alguna vez en su vida.
El segundo asunto, también se trata de una frase que hace pocos días encontré; su autor es
Paul Nizan, y está referida en un texto de Norberto Bobbio: “Con los tiempos que corren, no
reconozco más que una virtud: no el coraje, ni la voluntad de martirio, ni la abnegación, ni la ceguera, sino
solamente la voluntad de entender. El único honor que nos queda es el del intelecto”.
El último asunto, es que quizás lo único que verdaderamente importe de todo el caudal de
palabras e ideas arriba escritas, son las que componen una frase que un conductor de bus dijo,
expresamente, cierta noche: